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Mensaje por #Just_InLove[Ori] Jue 31 Mar 2011, 12:16 am

Me Encantaa *----*
S I G U E L A
:D
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Mensaje por #Just_InLove[Ori] Jue 31 Mar 2011, 12:16 am

Wiiiii Pase de Paginaa *---* xD "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA] - Página 3 88550944
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Mensaje por jb_fanvanu Jue 31 Mar 2011, 10:11 pm

SIGUELA!!!!!
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Mensaje por Karely Jonatika Vie 08 Abr 2011, 6:32 pm

¡Anuncio Importante!

Antes que nada me disculpó por no haberme dado tiempo de pasar en ninguna de mis novelas. Como varias me entenderan, la escuela esta de nuevo, y por si fuera poco las tareas y examenes de fin de mes, se juntaron más de lo debido.

Pero ahora que eso ha terminado les prometo que me veran muy seguido por aquí. Y para festejar mi regreso (xD), subire un maratón de tres capitulos, en cada una de mis novelas. No tengo el orden en que ire subiendo, pero les prometo que sera en muy poco tiempo, y esta vez si se cumplira. Llueva, truene o relampaguee, les prometo que seguire escribiendo. Ademas que ya extraño demasiado escribir y ver sus comentarios.

Eso es todo por el momento y espero aparecerme de nuevo en este rato. Un beso y gracias por continuar conmigo.
Karely Jonatika
Karely Jonatika


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Mensaje por jb_fanvanu Sáb 09 Abr 2011, 2:26 am

karely jonatika escribió:
¡Anuncio Importante!

Antes que nada me disculpó por no haberme dado tiempo de pasar en ninguna de mis novelas. Como varias me entenderan, la escuela esta de nuevo, y por si fuera poco las tareas y examenes de fin de mes, se juntaron más de lo debido.

Pero ahora que eso ha terminado les prometo que me veran muy seguido por aquí. Y para festejar mi regreso (xD), subire un maratón de tres capitulos, en cada una de mis novelas. No tengo el orden en que ire subiendo, pero les prometo que sera en muy poco tiempo, y esta vez si se cumplira. Llueva, truene o relampaguee, les prometo que seguire escribiendo. Ademas que ya extraño demasiado escribir y ver sus comentarios.

Eso es todo por el momento y espero aparecerme de nuevo en este rato. Un beso y gracias por continuar conmigo.

OK NO TE PREOCUPES!! ESPERARE!! :D

SIGUELA!!!
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Mensaje por Karely Jonatika Dom 10 Abr 2011, 10:36 pm

CAPÍTULO 04

La plantación Montgomery suponía una imagen sumamente espléndida de la arquitectura prebélica.
Llegando por la avenida de la entrada, Joseph se paró, mirando fijamente hacia la hermosa vieja casa. Había sido construida en una edad de vida refinada con una tremenda cantidad de dinero. Calculó que probablemente contendría cerca de unos 2400 metros cuadrados de espacio de vivienda. Un semicírculo de escalones conducía a un profundo e imponente porche con columnas gruesas y blancas. El porche giraba alrededor de la casa, como lo hacía también en el segundo piso de la vivienda. Él podría imaginar que en las décadas pasadas, los invitados escapaban del calor del verano de Luisiana abriendo las puertas de sus dormitorios a las brisas del río, y paseando por la noche sobre ese porche, debajo de la luz de la luna.
Él no tenía ni idea sobre cuánta propiedad quedaba todavía junto con la casa, pero el césped había sido recortado meticulosamente. La carretera de grava le dejó justo en frente de los escalones circulares y aparcó el automóvil, mirando de nuevo fijamente la fachada de la casa Montgomery y notando que había sido pintada recientemente y bien reparada.
Mejor reparada que Oakville, indudablemente. Pero bueno, era más grande que Oakville. Volviendo a cuando, pensó Joseph con humor, había habido dinero ―y también cuando había habido dinero. Los Montgomery se las habían arreglado para pertenecer a la segunda clase.
El no esperaba encontrar a ___(Tn) Montgomery, pero había crecido su curiosidad, y debido a que el sitio estaba en tal gran forma, no parecía improbable que hubiera un ama de llaves todo el tiempo con residencia allí. Subió los escalones y tocó el timbre.
Se preguntó si la puerta podría ser abierta por un Lurch (personaje muy alto que se parece al monstruo de Frankestein) ―como el personaje de la Familia Addams. Por lo menos, pensaba, el timbre sería atendido por una mujer, de pelo oscuro, severo y demacrado, un ama de llaves de una docena de películas góticas, las típicas películas realizadas en los cincuenta.
Su llamada no fue respondida por ninguna de ellas.
Él se encontró increíblemente sobresaltado cuando una mujer bajita y muy redonda y alegre, de aproximadamente cincuenta años, abrió la puerta. Llevaba un mandil con volantes sobre un simple vestido de día floreado. Sus mejillas estaban increíblemente sonrosadas, y su sonrisa era rápida, afectuosa y confiada. No había encontrado a Morticia Addams; había tropezado con la señora de Santa Claus.
―Hola. Mi nombre es Joseph Jonas. Estoy buscando a la señorita Montgomery. ¿Está ella en casa, por casualidad?
Le ofreció su sonrisa más cálida, con su corazón reavivado con la renovada esperanza de que pudiera ser invitado a entrar ―incluso si ___(Tn) Montgomery no estaba ahí. Su curiosidad sobre ella estaba creciendo a saltos obsesivos. Quería ver su casa.
―Sr. Jonas, por favor, entre dentro ―dijo la mujer. ―El calor hoy es monstruoso, y nuestro nuevo sistema de aire acondicionado es puro cielo.
Para su grata sorpresa, ella caminó hacia atrás. Él entró a través de un vestíbulo imponente.
La casa era espectacular. Característica de su tiempo, fue construida con un gran salón, o corredor, con habitaciones abiertas a cualquier lado simétricamente. El vestíbulo mismo era inmenso, y las puertas del corredor de la parte trasera se abrían en ambos lados de una imponente escalera doble. Un doble juego de escaleras conducían desde la planta baja hasta un descansillo a medio camino, continuando de nuevo hacia el piso superior. La pared en el centro del descansillo estaba cubierta de una pintura al óleo inmensa, previa a la guerra civil, Joseph estaba seguro, y a cada lado ventanas de vidrio coloreadas provocaban que la luz del sol penetrara dentro con rayos de fantásticos colores.
―¡Guau! ―dijo él.
―¿No es encantador! ―dijo el ama de llaves regordeta.
Joseph le sonrío.
―Señora, lo es.
―Soy Peggy, señor. ¡Vaya delante a la derecha y admire!
Apenas la escuchó. Ya estaba entrando profundamente en el vestíbulo, mirando fijamente hacia una pintura al óleo.
Era el retrato de una mujer, una mujer excepcionalmente hermosa. Su pelo rojo estaba recogido, con solo un bucle rizado contra la extensión de su cuello. Estaba vestida con un vestido largo de fiesta de terciopelo de un azul profundo, con el escote bajo y de amplio vuelo. Había sido pintada posando en el corredor por un artista con talento que había atrapado también, además de la forma y la gracia de su belleza, algo de su alma interior. Era elegante, distante, y con todo había una calidad triste dentro de sus ojos, algo de sabiduría, y algo de inocencia. La pintura era impresionante, y más. Era obsesionante.
Tanto más, Joseph pensó peculiarmente, porque ___(Tn) Montgomery era muy igual a esta pintura.
―Magdalena ―escuchó a alguien decir suavemente.
Sobresaltado, se dio media vuelta. Se asombró al ver que el ama de llaves había dejado el vestíbulo, y que ___(Tn) Montgomery estaba efectivamente en la residencia. Estaba irritado al darse cuenta de qué desprevenido había estado. Todos sus años en la fuerza policial, y ¡antes de eso, una temporada en el ejército!, y ella se había acercado tan silenciosamente como una bocanada de humo.
Odiaba ser atrapado por sorpresa.
Pero ___(Tn) Montgomery estaba sonriente, risueña por haberle sorprendido.
―Vaya, ¿Cuál es el problema, Teniente? Asumo que ha venido a verme a mí.
―Estaba esperando verla, pero dudaba si la encontraría en casa.
―Oh. Bien, podría haber llamado. Tengo un teléfono, sabe.
―¿Y el número está en la lista? ―Preguntó.
Ella se encogió de hombros.
―Usted es un oficial de la ley―le recordó. ―Seguramente si está buscando un número de teléfono, le será fácil encontrarlo.
―Quería verla.
―¿A mí o a la casa?
―La casa es espectacular.
―Gracias.
―Pero usted lo es más.
Arqueó una ceja divertida.
―Es usted increíblemente bueno con los halagos. ¡Qué lengua tan elocuente! Sin embargo... ―Se calló, mirándole de arriba abajo con los ojos de color de avellana que parecían emitir destellos de un color dorado puro. Cruzó los brazos sobre su pecho. Estaba vestida con sandalias negras y un vestido informal de punto con la espalda descubierta. Tenía el pelo recogido en una cola de caballo. Parecía joven, inocente... Y casi en posición de descanso. ―Sin embargo, usted ha venido a ahondar en mi vida, registrar mi casa, y mi pasado, y tratar de descubrir si podría de algún modo ser culpable de asesinar a un proxeneta al pie de la puerta de mi oficina. El haber hecho eso, invadido mi local, ¿Es eso realmente legal en estos días? ―Es algo bueno que también sea bueno con los halagos.
Se rió en voz alta, asombrado de que cualquier mujer tan hermosa pudiera ser tan cauta, y convencido que un hombre podría querer nada más que a ella.
―No tengo pruebas en absoluto contra usted. Respecto a estar aquí, bien, mi padre insistió en que viera si estaba aquí. Está ansioso por conocerla.
―¿Oh?
Él se alegró al ver que parecía sobresaltada. Asintió con la cabeza.
―Oakville no está lejos desde aquí.
―Lo sé.
―Ahora estoy halagado de que esté al tanto de la vieja casa de los Jonas. No es, sin embargo, ni de cerca tan imponente como esto.
―Oakville está, he escuchado, cubierta con una carpintería excepcionalmente fina. El rumor es que la casa ha sido conservada por generaciones de atentos Jonas, que la han mantenido con un cuidado excepcional. Creo que está siendo demasiado modesto.
―Adoro Oakville, y es sobresaliente.
―Ah.
―No tenemos nada como esto, sin embargo, —aseguró, destacando la pintura.
Ella penetró más dentro del vestíbulo. Podía ver a través de una entrada abierta que había llegado desde la biblioteca. Ahora caminó para situarse de pie con él, debajo de la pintura.
―Magdalena. Se enamoró del hombre equivocado y murió joven.
―¡Qué triste!
―Mucho ―estuvo de acuerdo.
Ella se giró para mirarlo, con sus ojos brillando con humor.
―Fue enviada a Europa para parir a su hijo bastardo. Y menos mal que, aunque la gente habla, el mundo siempre ha tenido una manera de perdonar los pecados de los ricos.
―Pobre muchacha. ¡Parece tan vulnerable!
―Lo fue.
―¿Oh? ―Preguntó ligeramente. ―¿La conoció bien? ―bromeó.
___(Tn) Montgomery se ruborizó, bajando sus pestañas, sonriendo.
―Le estoy hablando sobre la tradición familiar. Fue una historia muy triste. Se enamoró de un francés, un hombre a quien su familia no aprobó. Él y sus amigos ―un Jonas entre otros, a propósito ―fueron a por su amante. Fue asesinado, pero él tuvo su justa venganza. Magdalena estaba —con niño —como se decía en aquel momento y por tanto... Bien, ya no pudo hacer ese matrimonio correcto que su padre tenía previsto.
Joseph estudió la pintura.
―Bien, tendría que decir que estoy agradecido de que el hombre existiera.
―¿Oh? ¿Por qué es eso?
―Bien, debe haber sido uno de sus antepasados. Sin él, podría no haber existido… usted.
―Halagos otra vez, señor.
―Lo admito, estoy obsesionado.
―Umm, ¿Lo está? —Murmuró.
―Se lo garantizo.
―¿Con acostarse conmigo?
Ella era tan provocadoramente franca. Él dio un paso hacia atrás, cruzando los brazos sobre su pecho. Despacio, persistentemente, permitió que sus ojos recorrieran la longitud de su cuerpo, pausando sugestivamente en todas ubicaciones estratégicas. Por fin, volvió los ojos de nuevo a los suyos.
―Sí.
―Sabe, si hubiéramos estado viviendo en los tiempos de Magdalena, se me habría exigido abofetearlo en la cara ―muy fuerte ―y exigirle que se marchara y que no oscureciera mi puerta nunca más.
Se rió.
―En esos tiempos, creo que podría haber sido un pretendiente perfectamente adecuado. Y, parece que, si Magdalena hubiera tenido en su pequeña firme cabeza acostarse conmigo, lo habría lo hecho. ¿No es así cómo la pobre muchacha entró en problemas en primer lugar?
―Nada tan simple. Se acostó con un francés. Jonas. Irlandés ―dijo ella.
Joseph se encogió de hombros.
―Irlandés, sí, y Dios solamente sabe qué más. Cajún, francés, tal vez incluso negro e hispano. Ningún linaje puro quedó aquí nunca más. Con toda justicia, usted debería de saber esto.
―¿Por qué?
―Usted debe saber exactamente con quién se está acostando, ¿no?
―Imagino que esto se podría considerar como algún tipo de hostigamiento.
―¿De verdad?
―¿Está tratando de seducirme para sacarme información?
Él agitó su cabeza.
―Si la información llega, tanto mejor. Estoy tratando de seducirla porque... ―hizo una pausa, y repentinamente, el tono de humor pareció desaparecer. ―Estoy tratando de seducirla —le dijo en voz baja —porque he estado ardiendo desde que la conocí.
Ella bajó su cabeza y sus pestañas. Mirando sus manos cruzadas.
Joseph pensó que podrían haber temblado.
―Bien ―murmuró ―Hablemos de su padre. ¿Le gustaría tomar té con hielo, limonada o una cerveza? Peggy estará encantada de servirnos en el porche de atrás. Tiene una vista hermosa. Sólo el río. Nunca sabrá que había un Burger King en algún lugar cerca de aquí.
―El té con hielo suena genial —le dijo.
Asintió con la cabeza.
―Venga entonces. Saldremos al balcón del estudio en la planta de arriba.
La siguió mientras subía la escalera. Sobre el corredor, él se paró, comenzando a sentir un aturdimiento extraño. Ella se paró, mirando hacia atrás.
―¿Está algo mal?
Él agitó su cabeza. La rara sensación ya había pasado. Él nunca se había sentido débil en su vida antes, y era una vida en la que había visto su buena dosis de sangre y vísceras.
―Se veía como si…
―¿Cómo si qué? —Él exigió algo bruscamente. Él no iba a tambalearse en frente de esta mujer tan increíblemente independiente.
―Oh... Sólo como si... Bien, hace tanto calor ahí fuera. A veces, al entrar con el aire... Y luego las escaleras...
―¡Estoy bien! ―él espetó.
Ella levantó sus manos.
―Lo siento.
Ella giró de nuevo, y continuó subiendo las escaleras y a lo largo del corredor del segundo piso. Él se maldijo sí mismo. Cualquier chico de secundaria sabría que no hay que hablar bruscamente a una chica que se esté intentando ligar.
Ella lo llevó a la primera habitación a la izquierda del rellano del segundo piso, una oficina agradablemente equipada con oleos de paisajes que debían de haber costado una fortuna. Un antiguo estante para fumar se encontraba al lado de un escritorio de teca. Estanterías cubiertas por cristales cubrían la mayoría de las paredes, mientras que gran parte del fondo de la habitación estaba ocupada por unas puertas francesas que estaban abiertas al balcón de más lejos. Una brisa levantó las cortinas estampadas de rosa que habían sido retiradas un poco para permitir la vista exterior.
―Venga fuera. Admito que sólo estaba holgazaneando cuando usted llegó.
La siguió, pensando que parecía que era de la realeza en este, su propio dominio. Era joven para ser la cabeza de una compañía como Empresas Montgomery y para gobernar tales propiedades también.
El balcón miraba sobre un césped recortado que llegaba hasta el río. Tenía el sentimiento de que ella era la propietaria de ambos lados e incluso, más allá del río.
Sillones de mimbre estaban repartidos por el porche trasero, junto con un carrito de té. ___(Tn) seleccionó una tumbona que tenía un libro abierto sobre ella. El último de John Grisham.
¿Qué había esperado? ¿Una copia de Asesinato, Inc.?
Ella se sentó, estirando sus largas y estilizadas piernas. Con su bronceado dorado. Tal y como había dicho, apareció Peggy, todavía radiantemente sonriente. Llevaba una bandeja con té con hielo pequeños sándwiches, verduras frescas, y patatas fritas.
―Es tan encantador tener compañía en un sábado por la mañana, ¿No es así, querida? ―Preguntó a ___(Tn).
___(Tn) miró a Joseph, arqueando una ceja.
―Encantador. Se ve estupendo, Peggy. Muchas gracias.
―Un placer, querida. Sr. Jonas, disfrute.
―Gracias.
Peggy se fue. Los ojos de Joseph la siguieron.
―Es simpática —dijo Joseph.
―¿A quién estaba esperando como mi ama de llaves? —Preguntó. —¿Al fantasma de Peter Lorre como Igor, como en una producción de Hammer sobre Frankenstein?
Él sonrió abiertamente, tomando un vaso de té y acomodándose hacia atrás.
―Casi —La familia Addams —admitió. Se estaba bien aquí. La brisa que llegaba del río era fresca y placentera. Él no se sentaba tranquilamente a menudo. Estaba bien, porque había trabajado mucho. Se divertía bastante con los chicos cuando decidía salir.
―Peggy es estupenda. Es como un obsequio del cielo. La adoro.
―¿Lleva mucho tiempo con usted?
___(Tn) lo pensó un momento, golpeando sus sandalias.
―Cuando era muy joven, trabajó para mi madre. Luego mi madre creó Montgomery y fue a Europa durante varios años... Creo que regresé aproximadamente hará siete años. Y Peggy ha estado de regreso conmigo desde entonces. La adoro. Cuando estoy muy ocupada en el trabajo, mantiene las cosas moviéndose como un reloj aquí. Si viajo, todo se mantiene funcionando.
―¿Así que ella vive aquí?
___(Tn) sonrió abiertamente.
―¿Qué clase de una pregunta es ésa? ¿Una posible pregunta de amante —o una pregunta de policía? ¿Podría haberme visto empuñar un hacha o una espada, volviendo a casa empapada de sangre? ¿O podría interrumpir posiblemente un momento íntimo?
Él arqueó una ceja, perturbado de alguna manera por su cautela respecto a él. Él podría aparecer como indiferente.
―Tal vez la cuestión nos afecta a ambos, porque de nuevo, tal vez era una pregunta inocente sobre su situación doméstica. Éste es un lugar grande. Es asombroso que incluso una dínamo pequeña pueda mantenerlo todo con tal meticuloso orden.
Ella exhaló, mirando hacia el río, como si estuviera solo un poquito violenta por haber saltado hacia él tan rápidamente.
―Peggy tiene su propia casa; reformamos la vieja cochera. Ella vive en la propiedad, pero tiene su propia vida así también. De lunes a viernes, tiene dos chicas de nueve a cinco para ayudarla con el mantenimiento. ¿Algo más? —Preguntó, y lo miró, con sus ojos helados sobre él —Haré todo lo posible por contestar las preguntas que pueda.
―¿Sus padres, han desaparecido los dos?
―Sí. Veamos, usted mencionó a su padre, así que supongo que está vivo. ¿Y su madre?
―Ella murió hace algún tiempo. Ahora usted, su padre. ¿Tomó el nombre de Montgomery?
―Lo usó diariamente —dijo a la ligera.
―Los hombres en su familia no parecen contar para mucho —observó.
―¡Qué descortés!
―Bien, su padre…
―¡Adoraba a mi padre!—le aseguró. —Era un hombre increíble. No puedo decirle cuánto lo quise.
―¡Estoy reprendido! —La aseguró suavemente.
Se ruborizó.
―Lo siento. Yo lo quería muchísimo.
―Me alegro. Siento que lo perdiera.
―Vivió una vida completa.
―Bien, me alegro de escuchar eso.
―Su padre, ¿Qué hace?
―Me persigue día y noche, siempre que tiene una oportunidad.
Ella arqueó una ceja.
―Era un catedrático en LSU. Historia. Ahora lee, cuida el jardín, viaja, y me persigue.
―¿Por qué?
―Piensa que debo estar casado, manteniendo el apellido de la familia.
―Ah... ¿No hay hermanos?
―Una hermana, quién se ha casado y procreado. Me hace parecer malo —explicó con un suspiro.
Ella sonrío.
―¿Por qué no ha se casado usted? ¿Demasiado ocupado persiguiendo a sospechosos de sexo femenino?
Se encogió de hombros.
―Casi me casé.
―¿Qué ocurrió?
―Se murió.
―¡Oh! Lo siento mucho.
―Y yo. Pero hace ya algún tiempo.
―Ah —murmuró, ofreciendo una sonrisa de comprensión. —Así que papá quiere que usted lo supere y siga adelante con su vida, ¿Es así?
―Más o menos.
―¡Así que lo envió tras de mí! ―murmuró ―¡Qué pena!
―¿Por qué?
―No soy la clase de las que se casan.
―¿Oh?
Una sonrisa permaneció sobre sus labios. Sus ojos estaban centelleando. Eran muy hermosos.
Sin zapatos, con su vestido de punto informal, sus piernas largas estirada delante de ella, su pelo rojo recogido en una cola de caballo, era extremadamente, dulcemente sensual.
Casi insoportablemente así que...
―Bien, soy mujer de negocios —dijo.
―Ah. Está bien —la aseguró ligeramente.
―¿De verdad? Soy tan feliz de que no esté afligido.
―Bien, verá, nunca dejaría el nombre de Jonas para procrear a otra heredera Montgomery.
―¡Ah! —murmuró pensativamente, y él se preguntó si no había un vestigio de cólera en sus ojos. —El matrimonio está definitivamente descartado. Su padre estará desilusionado. ¿Y usted, Teniente?
Él levantó sus manos en una bromista deliberación.
―No lo sé. ¿Todavía se acostará conmigo?
―No lo sé. Por supuesto, usted debe de tener en cuenta algunas consideraciones muy cuidadosamente.
―¿Por qué?
―Bien, yo podría concebir posiblemente a la próxima heredera Montgomery —sin la bendición de la iglesia.
Se inclinó hacia ella deliberadamente, encontrando sus ojos dorados.
―Infierno, ¿qué es la vida sin correr algunos riesgos? —Le preguntó suavemente.
___(Tn) se rió en voz alta, agitando su cabeza. Sus mejillas estaban sonrosadas, sus ojos estaban brillantes. Joseph hizo una nota mental de agradecerle a su padre por presionarle a venir aquí.
Con pesar, él se puso de pie. Había habido dos homicidios horripilantes en la parroquia. Tenía que pasar algo de tiempo en el lugar de trabajo.
Ella se levantó cuando él lo hizo, lista para acompañarlo. Él anduvo los pocos pasos que había entre ellos hasta alcanzarla, tomando sus manos.
―¿Vendrá a la cena?
―¿A su casa para conocer a su padre? —Preguntó.
El asintió con la cabeza.
―Yo...
Ellos se habían acercado mucho. Su respiración era un susurro contra sus labios. Ella se sentía cálida; olía embriagadoramente a un perfume suave. Él no habría querido hacerlo... No todavía, pero bajó su cabeza hacia la suya, encontró sus labios, y la besó.
Suavemente al principio. No había querido hacerlo, y sin embargo lo hizo más allá de su voluntad consciente, indudablemente no quería tocarla con más que el toque más ligero...
Pero no hubo ninguna manera de besarla ligeramente. No llevaba sostén y la suave presión de sus pechos contra su pecho era de forma alarmantemente, excitante. Con sus labios moldeando los de ella, sintió el empujón despiadado de la pasión romper en él, y tuvo que probar más, tener más. Su lengua forzó la entrada dentro de su boca, devastando, hambrienta. Un martilleo comenzó en sus sienes, y se envolvió en él, besando, saboreando, buscando. No estaba luchando contra él. Su lengua jugaba con la suya, con los labios moldeados en los suyos, la longitud de su cuerpo parecía encender una corriente contra la dureza del suyo propio. En un segundo, pensó, estaría arrancando sus ropas, empujándola contra el piso...
Él se apartó.
Justo cuando ella lo hizo.
Sus labios estaban húmedos, ligeramente hinchados. Ella volvió en si agitando sus dedos, mirándolo fijamente. Pero no había nada acusador en su mirada, ni ella parecía enfadada.
Sólo agitada.
Aunque...
Él supo repentinamente que ella era vulnerable, que un vestigio de inocencia quedaba sobre ella a pesar de su elegancia y sofisticación.
Y parecía que ella expulsaba las telarañas que se asentaban alrededor de su corazón, atrayéndole cada vez más.
Demencia. Obsesión. Se estaba cayendo en...
Lujuria.
Aclaró su garganta y caminó hacia atrás.
―¿Puedo recogerla a, aproximadamente, las siete?
―Yo... No sé…
―Muy bien, ¿Y alrededor de las siete y media?
Ella arqueó una ceja. Sus pestañas se extendieron por sus mejillas, y sonrío otra vez. Le miró fijamente con gravedad, buscando sus ojos. Ella parecía estar tomando una importante decisión interna.
―Siete y media —dijo.
―Bien.
―Estoy ansiosa por conocer a Papá.
Él asintió con la cabeza, y dio media vuelta rápidamente para dejarla. No quería darle la oportunidad de cambiar de opinión.
Siete y media.
Cena.
Y luego se estaría acostando con ella.


En I860, volvió la vida a la plantación Montgomery de nuevo. La heredera volvió a casa desde Europa; se llamaba Meg. Era una mujer hermosa, sofisticada, confiada, segura de sí, serena..
Meg estaba eufórica de estar en Nueva Orleans, pero había llegado en la mitad de la tempestad y la agitación. Aunque algunas cabezas cuerdas estaban tratando de mantener unido el país desesperadamente, la guerra estaba amenazando. La mayoría de los propietarios de plantaciones de Luisiana estaban ávidamente ruidosos y furiosos contra el norte. Unidades de milicias se formaron adecuadamente y partieron; Luisiana se hizo famosa rápidamente por sus regimientos de Zouave llenos de color, y hombres y niños gritaban que estarían masticando a los Yankees dentro de algunas pocas semanas.
El Sr. Joseph Jonas no estaba tan seguro de la victoria. Meg conoció a Joseph, hijo de Robert con su primera esposa, Deirdre, la primera semana en que regresó. Debido a que él tenía su propiedad no muy lejos a lo largo del río, era apropiado que él la llamara para ofrecerle sus condolencias sobre la muerte reciente de su abuelo, y darle la bienvenida a casa. Aunque era simpático y bueno, mirándolo, no se quedó prendada al instante. O así se dijo a sí misma. Había viajado, había visto Roma, París, Londres, Madrid. No era fácilmente influenciable, impresionable, o sumisa; era sofisticada, entendida. No fue hasta que dejó su casa que se dio cuenta de que estaba ansiosa por verle otra vez. Ansiosa por escuchar su voz profunda y retumbante, incluso sus ideas, su preocupación por qué el sur podría tener algunas dificultades de “comerse” a los Yankees.
Su mente la fascinaba. Como lo hacía su dedicación, su pasión. Su poder subyacente.
Cuando John Brown fue colgado por su insurrección en Harpers Ferry, la mayoría de los norteños estaban indignados, y la mayoría de los sureños estaban eufóricos —después de todo, el hombre había esperado armar a esclavos para asesinar a sus amos en sus camas, por no mencionar el hecho de que había asesinado fríamente a hombres en los disturbios de las plazas de Kansas / Nebraska, arrastrándolos fuera de sus casas para matarlos justo en frente de sus familias. John Brown podría haber sustentado algunos ideales elevados, pero en la práctica, había sido un asesino, ¡Y los norteños no podían cambiar ese hecho! Pero cuando el conflicto dentro del país aumentó, Joseph no estaba ni indignado ni eufórico; tomó el asunto con gravedad. Sí, John Brown se había merecido ser colgado; había cometido homicidio. Pero lo que había ocurrido era una tragedia Americana, porque estaban llegando más y más cerca a la guerra, y lo que demasiados sureños no podían ver era que, no tenían producción en el sur, y que el norte tenía un suministro interminable de otro factor —soldados.
Cada vez que hablaban, Meg se iba enamorando un poquito más. Adoraba sus ojos livianos, su pelo oscuro, de la misma forma en que rizaba sobre su frente. Adoraba el sonido de su voz, la amplitud de sus hombros, su risa. Principalmente, lo adoraba por lo que tenía dentro, adoraba su alma, su inteligencia, la manera en que pensaba las cosas, la manera sincera en que se preocupaba de las personas.
La pidió que se casara con él.
Ella lo rechazó. No podía casarse. Ella no era de la clase de las que se casaban. Pero estaba encantada con él. Dijo que esperaría, le dijo que no podía casarse otra vez, y todavía... admitió que no tenía ningún deseo de estar con nadie más.
―No soy la novia apropiada; confíe en mí, no soy la joven dama apropiada para usted, no puedo serlo…
―Es usted todo lo que deseo
―Pero no puedo casarme con usted.
―¿Por qué?
―Yo… Yo no puedo.
―Lo hará —la prometió.
Los chicos del sur gritaron y dieron alaridos y continuaron participando en barbacoas y bailes. Meg y Joseph fueron juntos a todos lados.
Fue en la elegante casa del pueblo de Wynn en el French Quarter cuando ella conoció a Aaron Carter por primera vez.
Parecía ser un joven apuesto, alto, flaco, rubio, y con ojos oscuros. Afirmó ser un primo distante de la difunta Sra. Wynn. Meg, cortésmente, reconoció su presentación del joven, pero le prestó poca atención. No tenía ojos para nadie excepto para Joseph. Aunque, cuando estaba en la mesa de ponche, Aaron se acercó a ella.
―Miss Montgomery, es usted encantadora. Me gustaría visitarla, si pudiera.
Sorprendida, encontró su mirada. Sonrío con arrepentimiento, dándose cuenta de su intención.
―Señor, será bienvenida su visita, pero debo informarlo... Estoy casi comprometida, señor.
―Ah. Con Jonas.
Ella asintió con la cabeza.
―Pero debe de tener en cuenta de que tenemos muchas jóvenes damas encantadoras aquí, y muchas que estarían encantadas…
Él se acercó.
―La quiero a usted
Ella agitó su cabeza, dando un paso hacia atrás.
―Acabo de decirle, señor...
―No importa lo que me está diciendo. Sé quién es, lo qué es usted, y nosotros somos uno e iguales, y la tendré.
Su sonrisa era frágil. Estaba furiosa, pero resuelta.
―No sé de qué está hablando; no somos iguales de ninguna manera. Y usted se puede ir al infierno.
Cuando giró para dejarlo, sintió una fuerza arrastrarla. Y entonces lo supo. Supo qué era. Apretó sus dientes juntos y giró hacia él.
―No somos iguales. Y ésta es mi ciudad. Usted, señor, quizás sería más feliz viviendo en otro lugar.
―Le advierto, Miss Montgomery…
―No. Le advierto yo a usted. Deje este lugar. No hay posibilidad para usted aquí.
―Así que, querida mía, usted supone que es su territorio.
―Estoy ferozmente encariñada con la casa de mi familia, Sr. Carter. Usted no puede ni imaginar con qué fuerza puedo defender todo lo que considero sagrado.
Esperó.
El continuó sonriendo.
―Tengo entendido que es usted la favorita de hombres con altos rangos.
―Ahora, señor, no sé qué quiere decir realmente.
Se encogió de hombros.
―Kevin, señorita. Tengo entendido que está usted entre sus... predilectas.
―¿Cómo se atreve a insinuar…?
―No insinúo nada. Usted es una favorita, mi belleza. Pero también tengo entendido que mantiene su independencia en todos los aspectos, y por eso, confíe en mí, su protección no irá muy lejos. Yo la protegeré, querida.
―No quiero su protección. Le he dicho que estoy casi comprometido con el Sr. Jonas.
―Casi. Él no es tan hombre como yo.
Ella Sonrío.
―Gracias a Dios.
―Obsérvese a usted misma, mi belleza. Hay reglas.
―Y cumplo con ellas. Presto atención, y no molesto a nadie más. Ésta es mi casa. Comprenda eso. ¿Se irá?
―Usted es magnífica. Un desafío.
―Le he dicho que mi interés está en otra parte.
―Cambiaré eso.
―Usted se niega a escuchar, y se está haciendo pesado, señor, y...
―¿Y?
―No subestime mi poder. Puedo destruirlo.
Hizo una reverencia profundamente, sonriendo.
―Veo que se va.
Ella se había encontrado a otros en sus viajes a través de Europa y América. Se habían conocido, y continuado su camino. Nunca la habían amenazado. A veces habían hablado, y casi habían sido amigos. Había reglas, por supuesto. Las reglas que los permitían sobrevivir. Debían respetarse.
Miró duramente a Aaron Carter, luego giró de nuevo, se alejó de él, y continuó caminando. Encontró a Joseph en el salón de baile, y bailó con él, pero observó a Aaron Carter.
Al final, cuando él se despidió de su anfitriona, la buscó. Sus ojos encontraron los suyos al otro lado de la sala. La saludó, haciendo una profunda reverencia otra vez, despidiéndose.
―¿Qué pasa? Pareces distraída —dijo Joseph.
Miró hacia atrás y le sonrío.
―No más, Joseph. No más. —Sintió un alivio tremendo. Aaron se había marchado.
La había creído; había reconocido su poder, y había partido. Gracias a Dios (si Dios todavía la escuchaba). La vida ya era bastante angustiosa sin las criaturas como Aaron Carter para hacer las cosas aun peor.

Esa noche la joven Lilly Wynn se despertó. Sintió como si su nombre fuera susurrado sobre el aire, como si la hermosa noche del invierno la llamara.
No era la noche. Era él. Había dicho que vendría cuando lo había conocido en la fiesta. Eran parientes, pensaba, riéndose tontamente. Pero no importaba. Era parientes lejanos. Le había advertido sobre Papá, y había dicho que vendría en la noche, y su padre nunca debería saberlo. Era tan reservado, tan romántico... Sí, podía escuchar su nombre, llamándola por su nombre.
Ella se incorporó, sintiendo como si el aire mismo la envolviera con un abrazo extraño y sensual. Quería apresurarse hasta el patio para bailar debajo de la mágica luz de las estrellas y la luna. Tenía casi dieciocho años, dentro de una edad casadera, y ansiosa de que su papá la diera permiso para casarse. Otras chicas de su edad ya llevaban tiempo casadas. ¡Papá era tan severo! Esta noche soñó con un amante, con un hombre que vendría, para tocarla, para hacerla sentir más de esa magia fugaz.
El jardín de Wynn era profundo. Las sillas forjadas de hierro y las mesas estaban situadas a lo largo de senderos de azulejo. Algunas fuentes borboteaban. En una esquina lejana de la propiedad, tumbas ornamentadas y mausoleos alojaban la quietud de los fallecidos Wynn. Hizo caso omiso de ellas, habiéndolas visto toda su vida. Eran una parte de su casa. Admiró la luna, las estrellas. Su pelo rubio suave cubría sus hombros de la misma manera que una capa, mientras paseaba, y entonces...
Se paró, repentinamente asustada. Detrás de ella... Había algo.
No...
Se giró. Otra vez. Y otra vez.
Miró hacia la casa. Estaba muy lejos. Y cuando giró de nuevo, parecía...
Parecía que las sombras habían cobrado vida. Sombras… retorciéndose, bailando entre las tumbas y mausoleos, proyectando oscuridad sobre la superficie de un ángel aquí, una virgen allá. Las sombras se enroscaron y se curvaron...
Y se movieron lentamente hacia adelante.
Un grito le subió a la garganta. Tenía que llegar a la casa; tenía que llegar hasta su papá.
Giró, y se chocó de golpe contra un hombre. Dio un paso hacia atrás, mirando hacia arriba a su cara. Sus ojos se posaron en ella con una luz como el fuego. La tibieza la invadió. Todavía permanecía demasiado asustada para hablar.
―¡Mi pequeña belleza! ―el respiró.
Quería sentirse sensual otra vez, como si la brisa la acariciara, como si hubiera magia en el aire.
El miedo continuó ahogándola.
―Pequeña...
El levantó su vestido que cayó de sus hombros. Estaba de pie desnuda a la luz de la luna. Capturada por sus ojos. Aterrorizada, pero sin poder moverse. Sus manos la acariciaron, se deslizaron hacia abajo sobre su pubis, entre sus muslos, sobre sus pechos otra vez, en su garganta.
―Yo... ¡Debo regresar! —Se las arregló para susurrar.
―Por supuesto.
―Debo hacerlo. —Era vagamente consciente de que todavía estaba de pie ante él, desnuda.
―Sí.
Él se hizo a un lado. Ella empezó a caminar. Sintió la oscuridad detrás de ella. Sintió como si las sombras y algo malvado respiraran sobre su cuello. Aceleró su paso. El aire, ¡El perverso aire! Ahora sentía como si la tocaran con una caricia de maldad, bajando por su espalda, contra su cuello...
Y aun así, el mal era tentador. Tan tentador.
El mal se sentía agradable.
No...
El aliento del aire contra su piel desnuda era erótico. Su susurro parecía tibio contra el invierno, como un fuego atizando dentro de su alma...
Oh, Señor, oh, Señor, era demasiado fantástico...
Se volvió, queriendo gritar...
Pero ningún sonido salió de sus labios.
Porque él la tocó, la arrastró hasta él, seduciendo; y la tibieza de la sangre de su vida circuló entre ellos, y el escalofrío del invierno sustituyó a los fuegos del infierno.


Mil ochocientos sesenta y uno llegó, y Luisiana se separó de La Unión. Joseph llegó a la casa de Meg, atravesando violentamente la puerta principal furioso. Sus criados se dispersaron, desapareciendo en silencio. Estaban solos sobre la hermosa amplia escalera de la plantación Montgomery. Él se encontraba con una extraña cólera, respirando fuertemente, y Meg sintió una inquietud momentánea.
―Tengo que irme —le dijo. Como tenía dinero, había creado una unidad de caballería con él mismo como capitán. No había importado que no estuviera en absoluto seguro que la guerra era correcta, o que el sur podía ganar una guerra. Ésta era su casa; éstas eran sus gentes. Su unidad estaba siendo llamada para entrar en guerra ahora, y él tenía que marcharse. —Tengo que irme, y maldita sea, maldita sea. Te quiero. Cásate conmigo.
―¡No puedo! ―suspiró, acongojada.
Sacudió su cabeza, su frustración y una gran cólera. Subió los tres escalones que los separaban, y la atrajo a sus brazos. La besó profundamente, devastando su boca. Sus manos arremetían contra su ropa, tocándola, tocándola más, exigiendo más y mayor intimidad. Su ropa desapareció, se encontraba esparcida frente a las escaleras. Su boca se movió con un hambre urgente sobre su carne hasta que se encontró estremecida y temblando en una tempestad que coincidía con la suya. Lo besó furiosamente a cambio, con las uñas arañando su espalda. Estuvo muy cerca de morder su hombro...
Sintió la escalera Persa del corredor contra su espalda, la dureza de la madera debajo de ella. Él hacía el amor con una pasión imprudente y desesperada, y cuando terminó, ella descubrió que estaba sollozando, agarrándose a él, susurrando que lo quería pero que no podía casarse con él. Desconcertado, exigió saber por qué. Y por fin ella le dijo que si ambos sobrevivían a la guerra, ella se lo explicaría. Pero el matrimonio no importaba. Ella estaría aquí, estaría esperando aquí, y lo querría hasta el final del tiempo. Eso tendría que ser suficiente.
No era suficiente, le dijo, pero era todo lo que él tenía y le hizo el amor una segunda vez, más suavemente, y con todo, con la misma pasión ardiente, robándola el pensamiento y la razón.
Luego se marchó.
Karely Jonatika
Karely Jonatika


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Mensaje por Karely Jonatika Dom 10 Abr 2011, 10:37 pm

CAPÍTULO 05

Joseph leyó y releyó los informes policiales tomados por los oficiales que habían trabajado en los homicidios hasta ahora. El lunes por la mañana estaba teniendo su primera reunión con el destacamento especial asignado a los homicidios, y quería asegurarse de que no hubieran dejado pasar los detalles más importantes en ninguna fase de la investigación.
Una pareja turista había encontrado el cuerpo de Jane Doe en el cementerio primero. Leyó la compungida declaración del marido: “Bien, habíamos sido advertidos que los cementerios eran un vecindario peligroso, pero no estábamos esperando algo así. Incluso había oído que había huesos pegados fuera de las tumbas de vez en cuando, pero, oh, Dios, nada como esto. Nada como esto”.
Pierre había hecho un interesante comentario en su informe médico: Jane Doe, depositada en una tumba como si estuviera sobre una cama, había sido dejada en una posición muy similar y apariencia a la quinta víctima de Jack el Destripador, Mary Kelly. La cabeza de Jane Doe había sido cortada totalmente, y aunque la de Mary Kelly no lo había sido, las mutilaciones del cuerpo eran increíblemente similares, incluso en la manera que las partes arrancadas habían sido depositadas alrededor del cuerpo.
Las fotos eran suficientemente fuertes para hacer que incluso el policía más duro de la calle estuviera enfermo por una semana. Afortunadamente, el descubrimiento del cuerpo había sido temprano y la joven pareja del cementerio había estado tan escandalizada y horrorizada que no habían mirado mucho antes de llamar histéricamente a una patrulla en la calle. Nadie excepto la policía —y el asesino (¿asesinos?) —habían visto el cuerpo. La policía había sido sincera con la prensa respecto al hecho de que había sido decapitada y mutilada, pero la policía había protegido cuidadosamente los pequeños detalles de esa mutilación. La joven pareja había regresado a su casa —en Alaska, gracias a Dios por los pequeños favores —esa misma noche. La esposa había sido sedada, y tanto ella como su marido pidieron no ser identificados a la prensa. Ella estaba histérica, ansiosa de no ser relacionada con el homicidio de ninguna manera. Incluso de turismo, Joseph dudaba que volvieran a Nueva Orleans. Aunque, había sido un alivio para la policía. Demasiadas personas querían el sensacionalismo de una entrevista de la prensa. La joven pareja de Alaska había estado demasiado asustada del asesino.
Joseph recogió el informe forense de Pierre. La lista de los traumas del pobre cuerpo, atacado salvajemente, era interminable. Lo bueno parecía ser que la mayoría de las heridas habían sido postmortem. No necesitaba el informe médico para recordar la autopsia. Había apoyado a Pierre mientras el médico forense recortaba lo que quedaba del cuerpo, hablando de sus descubrimientos en la investigación al micrófono que colgaba encima del cuerpo con una voz articulada. No era algo que él olvidaría.
Depositó el informe, y arrastró sus dedos a través de su pelo. Jane Doe, decapitada, destruida. Un proxeneta en Bourbon Street. Decapitado, no mutilado. ¿El asesino solamente mutila a las mujeres? ¿Era incluso el mismo asesino, o tenían un par de maniáticos con un método similar vagando por las calles? No sería la primera vez que homicidios inconexos habían ocurrido con una oportunidad temerosamente cerca en el tiempo en Nueva Orleans.
Observó la pantalla de su computadora sobre su escritorio, luego presionó el botón de salida con un suspiro molesto.
No era que no pudiera encontrar homicidios similares a través del país. El problema era que podía encontrar demasiados. El microchip había hecho cosas asombrosas. Él había descrito sus homicidios recientes en la computadora, y le había parecido que la información que le había devuelto se desplazaba incesantemente.
Había pulsado las teclas equivocadas, se dijo con aire taciturno. Los crímenes, solucionados y sin resolver, de más de un siglo atrás habían aparecido. Jack el Destripador aparecía en la pantalla, junto con el Leñador de Nueva Orleans, Jeffrey Dahmer, y Theodore Bundy. Tuvo que intentarlo de nuevo, entrando en, por el momento, solamente los crímenes sin resolver de los últimos años.
―Vudú, mala suerte —Nicholas dijo, llegando por un lado de su escritorio y dejando caer una pila de libros.
Joseph se quedó mirándole.
―¿Lees los periódicos matutinos?
Joseph se encogió de hombros.
―Dadas las circunstancias, pienso que la prensa ha sido amable. ¿Te dije que tenías que venir aquí hoy?
Nicholas sonrió abiertamente.
―Sabía que estarías aquí.
―Ah. Bien, usted es un buen chico, Nicholas.
―He estado probando diversos ángulos. Leyendo mucho. ¿Qué piensas del vudú?
Joseph se reclinó, arqueando una ceja.
―¿Qué pienso del vudú? Déjame ver... Está bien, volviendo unos siglos atrás, los tratantes de esclavos arrastraron a los hombres fuera de África. Esos tipos trajeron piezas de una antigua religión con ellos. Por ejemplo, una serpiente es importante en muchos de los ritos de vudú; se conoce como la gran Zombi. Su “Vudú” era algo que podían usar contra sus amos. Luego llegó Marie Laveau e hizo del vudú un gran negocio. Trabajó como peluquera y usó los chismorreos que escuchó para hacer creer al pueblo que conocía los secretos más profundos y oscuros y los deseos de sus clientes, y que tenía el poder para “ver”. Hoy, el vudú es todavía una fuente de ingresos muy importante para mucha gente de las tiendas en el Quarter.
―De acuerdo, de acuerdo. Búrlese, pero he estado leyendo.
Joseph arqueó una ceja, sonriendo abiertamente mientras esperaba. No se estaba burlando del concepto. El vudú era como cualquier otro culto o magia. A veces, aquellos que tenían tendencias homicidas, estaban influenciados por estas prácticas. Y los hechizos, la magia del vudú, podían extraer el poder de la mente, de la misma manera que cualquier otra supuesta “magia”.
―El Marqués de Vaudreuil puso en marcha una regla, volviendo al siglo 17, sobre que cualquier maestro de esclavos que permitiera a sus esclavos reunirse, sería multado fuertemente. Los esclavos que fueran atrapados reuniéndose, podían ser fustigados, marcados con hierro con la flor de lis, e incluso ajusticiados.
―Ouch —dijo Joseph, y se estremeció.
―Así que incluso en aquel entonces, la gente estaba muy asustada de lo que el vudú podía hacer. Después de 1803, cuando los estadounidenses se asentaron en Nueva Orleans, las cosas cambiaron. Muchos esclavos de las Antillas fueron traídos aquí, y naturalmente, nosotros los estadounidenses, éramos más cultos. Los esclavos empezaron a congregarse, y a practicar el vudú. Bien, así que para algunos, era una forma inocente de religión.
―Umm—, Joseph estuvo de acuerdo. —Mucho baile, consumo de aguardiente de caña, sustancias buenas y fuertes de contenido alcohólico. Bastantes personas juntas en frenesí y una energía es creada; los psicólogos han estudiado los resultados de la energía de grupo entre vudús, y entre viejos Agitadores, también, que nunca, por cierto, eran acusados de magia negra. Se puede obtener un nivel similar de emoción en una buena reunión de culto Baptista.
―Cierto. Pero hay casos documentados donde los vudús practicaron muchos sacrificios diferentes.
―Beber la sangre de un niño pequeño, o un gato negro. Los gatos negros pueden dar al vudú algún serio poder—dijo Joseph.
Nicholas le lanzó un gesto grave a cambio. Joseph se encogió de hombros.
―Continúa, prueba tu postura aquí.
―Joseph, en 1881, un par de vudús fueron arrestadas cuando ataron a sus hijos a través de un fuego y los mataron a golpes con un palo. En 1863, media docena de torsos humanos fueron encontrados en la casa de una mujer sospechosa de ser una sacerdotisa.
―Cualquiera puede hacer cualquier cosa en nombre de la religión. Mira las torturas de la Inquisición.
―Esto es Nueva Orleans, hoy —Nicholas protestó.
―Y Nicholas, estoy muy orgulloso de ti. Has hecho una buena lectura, y debido a que no sabemos qué puede aparecer en esta investigación, algo de lo que has aprendido puede llegar a ser importante. Ahora, ¿Qué has aprendido sobre Jack el Destripador?
―Nunca fue atrapado, y hay un millón de teorías respecto a su identidad. Algunos estudiosos del Destripador están convencidos que estaba ligado a la Realeza Británica, y los otros creen que era un sirviente Polaco, conocido como Delantal de Cuero. Algunos creen que era Montagu Druit, y otros creen que el diario de Maybrick es verdadero. Si la policía hubiera tenido solamente los conocimientos científicos de la actualidad, algo de verdad podría haber sido demostrada, incluso exonerar o condenar a aquellos sospechosos y arrestarlos fácilmente. Algunos dicen que la policía lo estaba encubriendo, especialmente si los homicidios involucraban a la Realeza de alguna manera. Sin embargo, si hubieran tenido la tecnología moderna y la hubieran usado, docenas de libros teóricos podrían no haber sido escritos, y el Tour del Destripador en Londres podría no ser tan popular.
―Útil, muy útil —Joseph dijo.
Nicholas se encogió de hombros.
―Hay libros sobre Jack el Destripador en esa pila también.
Joseph se reclinó.
―No pareces creer que tenemos un asesino imitador.
Nicholas se encogió de hombros.
―Jane Doe, despedazada en trocitos. De la misma manera que la última víctima del Destripador, no su primera. Pienso que nuestro asesino estuvo jugando. Tuvo un montón de tiempo con su víctima, estaba al tanto de los crímenes de Jack el Destripador, y quiso enviarnos en busca de libros y completando perfiles y ponderando el asunto profundamente. Luego, de nuevo, este asesino busca atención. Somos una gran, ocupada y multiétnica ciudad. Para conseguir atención, un asesino tiene que buscar el sensacionalismo. Este tipo no quiere algunas líneas en la prensa y tres minutos de publicidad en las noticias locales. Quiere ser el centro de atención.
Joseph estaba en silencio.
―Bien, ¿qué piensas?
Joseph sonrió abiertamente.
―Pienso que vas a ser un maldito buen detective de homicidios.
―Tan pronto como dejé de ponerme enfermo sobre los cadáveres —dijo Nicholas.
Joseph agitó su cabeza, estudiando los informes de los forenses de nuevo.
―Tienes que tener corazón y carácter para el trabajo, chico. Confía en mí. Tipos como Pierre nos dan un montón con lo que trabajar, pero la mitad de la lucha todavía se reduce al instinto. De la misma manera que tu último comentario sobre el asesino. Quiere que sus crímenes sean conocidos. Quiere desconcertarnos. Juega. Nos mantiene desconcertados, lo que ya estamos. No tenemos ni idea de cómo, dónde, cuándo, o a quién golpeará después. Dios sabe, hasta ahora hemos sido afortunados. No son conocidos demasiado detalles sobre nuestra Joan Doe, y la gente todavía ve a un proxeneta y a una prostituta.
―Bien... Odio decirlo, pero...
―Pero ¿Qué?
―Quiero decir, que realmente odio decirlo, porque...
―Porque ¿Qué? —Joseph exigió, exasperado.
―Se me ocurre pensar que es la criatura más excitante con la que alguna vez me he encontrado, pero...
―¿Podríamos estar refiriéndonos a ___(Tn) Montgomery?
―Bien, francamente, no tenemos nada. Ninguna maldita cosa del cementerio; la pobre Jane Doe es acuchillada en pedazos y no hay nada que siquiera se asemeje a una pista. La chica murió sin rasgar ni un trozo de carne microscópico de su asesino. Luego tenemos a nuestro proxeneta. Muerto en su traje de Armani. Y nada, excepto un minúsculo rastro de sangre depositado directamente en el edificio de la señorita Montgomery.
―Y se detiene en la puerta.
―Pero llega hasta la puerta.
Joseph asintió con la cabeza despacio, mirando a Nicholas.
―Dime, ¿En tu estudio de los vudús, encontraste algún culto que saque con sifón la sangre humana de los cadáveres?
―Hay muchas historias de la sed de sangre. Drácula, por Bram Stoker, escrito a finales del dieciocho, estaba basado principalmente sobre las leyendas de Vlad Dracul, el Empalador. Naturalmente, hay relatos más históricos de la increíble sed de sangre. Toma el caso de Elizabeth Bathory de Hungría, entre finales de mil quinientos y principios del siglo XVII, que se bañó en la sangre de cientos de jóvenes vírgenes, buscando la juventud eterna y la vida eterna. Tenemos aquí el raro caso de los asesinos que ataron a sus víctimas y bebieron un poco de sangre de ellos día tras día, y fueron atrapados solamente cuando un joven histérico se escapó. Hay más. A decir verdad, la lista es probablemente interminable. Sólo porque hemos creado frases y descripciones para asesinatos en serie y en masa ahora, no podemos descartar los casos históricos de locos y locas que eran crueles criminales antes de que tuviéramos los conceptos modernos de la psicología. Además, recuerda, estamos en Nueva Orleans. Tenemos vudú, magia, y también tenemos nuestra porción de cultos a los vampiros. En el último Mardi Gras, debo haber visto a docenas de hombres y mujeres vestidos con ondulantes camisas blancas y con capas oscuras… y colmillos, por supuesto.
―¿Elizabeth Bathory, no? —dijo Joseph. —¡Has vuelto atrás en el tiempo, con seguridad!
Nicholas se sonrojó.
―Sí, bien, era un poco fanático del terror cuando era niño. Tengo libros de toda clase, cintas, y CD sobre vampiros, hombres lobo, fantasmas, momias, y semejantes.
Joseph asintió con la cabeza con gravedad.
―Podríamos necesitarlos en esto. Dime, ¿Dónde encaja ___(Tn) en tu material de lectura?
Nicholas esbozó una amplia sonrisa
―Playboy, desearía.
Joseph lanzó un gruñido.
―Tenía mucho tiempo anoche. A decir verdad, me desperté sintiéndome culpable. Estamos investigando dos horribles homicidios, y estuve un montón de tiempo en un club de jazz.
Joseph se reclinó, estudiando a Nicholas.
―Chico, si vas a quedarte en homicidios, tienes que aprender a vivir a pesar de las víctimas de homicidio. Pierre se las arregla para tener una vida a pesar de todo con lo que se las arregla. Somos la única esperanza de justicia para las víctimas. Él puede ser su voz, y nosotros podemos ser su justicia.
―Eso es bueno. Una buena maldita idea. No me siento demasiado mal por Anthony Beale, parece ser que lo que obtuvo podría haber sido un tipo de justicia. Pero nuestra pequeña Jane Doe...
―¿Has conseguido los antecedentes de ella?
―Sí. Pobre chica, necesitaba hacer algo para conseguir seguir delante en el mundo. Tal vez sólo para comer.
―Hay un lado blando en ti, Nicholas. Ten cuidado.
Nicholas asintió con la cabeza con gravedad, luego sonrió abiertamente.
―Sí, y también parece que hay un lado suave y lujurioso en ti. ¿Has estado viendo a la señorita Montgomery otra vez?
Joseph asintió con la cabeza, mirando a Nicholas.
―La traeré a casa a cenar esta noche.
―Oh, sí, ¿No bromeas? Hey, ¿Puedo ir? Seguro que será una gran conversación con tu padre haciendo el interrogatorio.
―Él no va a interrogarla; no está bajo arresto.
―Él va a interrogarla, va a tratar de arreglarte con una mujer que será algo más que una parada en ruta para ti.
―Ella está bajo sospecha, y no, no puedes venir.
―¿Qué pasa si yo tuviera que llevar a su amiga?
―¿A la pequeña Criolla?
―Umm. Angie. Su nombre es Angie. Angie Taylor. Es una de las mejores amigas de ___(Tn) Montgomery, tiene las llaves del local, y probablemente, conoce a tu mujer mejor que nadie más.
―¿Eso es cierto?
―Es un hecho.
―¿Y crees que vendrá?
Nicholas sonrió abiertamente.
―Sí. —Cruzó sus brazos sobre su pecho y le ofreció a Joseph una sonrisa de “el rey de las bestias”. —Cuando algunos de nosotros conocemos a una mujer, sabemos lo que estamos haciendo.
―¿Ya te acostaste con ella?
―No —admitió Nicholas. —Pero me desmayé sobre su sofá. ¿Puedo traerla a la cena?
Joseph vaciló. Podría resultar una tarde interesante. ___(Tn) Montgomery era su única pista, sin embargo, tan frágil como una pista pudiera ser.
No quería que ella pensara que la consideraban como una pista. Si estaba involucrada, era sin su conocimiento. Si su edificio estuviera siendo usado, seguramente era sin su conocimiento o consentimiento. Y aun así...
Aunque no quería que ella fuera una pista, tenía un extraño presentimiento de que de algún modo, estaba involucrada.
Ninguna prueba.
Instinto visceral.
Y no importaba realmente. Tenía que acercarse más a ella, de una manera u otra. Tenía que saberlo.
―Trae a Angie. Siete y treinta. Papá va a preparar una barbacoa en el césped. Asegúrate de que no sea vegetariana.


Era mediodía cuando Gema Grayson llamó a ___(Tn).
Gema tenía treinta años, felizmente casada, joven madre de dos niños. Ella y Allie eran un grupo estupendo como vendedoras y mejores amigas. Allie era tan pálida como la luz de la luna, y Gema era el color del ébano puro. Gema había perdido a su propia madre justo antes de su décimo cumpleaños. Allie llenó un bonito lugar en su vida.
Gema trató de no parecer preocupada.
―___(Tn), odio molestarte en un sábado, pero estoy preocupada.
―¿Cuál es el problema?
―Es Allie.
―¿Qué pasa con ella?
―No está aquí.
―¿No llegó? ¿La has llamado?
―Bien, ella vino. El café estaba preparado y todo estaba pulcro como una patena cuando llegué. La puerta estaba sin bloquear. Pensaba que tal vez se había ido al lado a por beignets o croissants, pero Hal, que está detrás del mostrador, no la había visto.
―¿La llamaste a su casa?
―Ninguna respuesta.
―¿Llamaste a la policía?
―Dijeron que no podían llenar informes sobre cada mujer que se alejaba por unas horas.
―¿Les recordaste que tuvimos un homicidio justo fuera de nuestras puertas horas antes?
―Lo hice. No ayudó.
___(Tn) vaciló.
―Gema, no te preocupes. Llamaré al policía que vino ayer. ¿Todos ustedes están bien ahí?
―Sí, estoy bien.
―¿Estás ocupada?
―Sí, pero me alegro de estar ocupada.
―Llamaré al Teniente Jonas e iré allí yo misma.
―Oh, ___(Tn), lo siento, no tienes por qué hacerlo.
―No estoy haciendo nada excepto holgazanear en el porche al sol. Allie es especial, y no importa lo que digan… si no está en el trabajo, algo está mal.
―Está bien. Gracias, ___(Tn).
―Llegaré enseguida.
___(Tn) colgó y miró fijamente el teléfono. Sintió un profundo temor, y quería quitárselo de encima. Cerró sus ojos fuertemente, preguntándose si no estaba cometiendo un error horrible.
La tarjeta de Joseph estaba en su bolso. Rebuscó por todas partes, miró fijamente los números, y luego los marcó. Este respondió con un brusco “Hola” con el primer timbrazo.
―¿Joseph?
―¿___(Tn)?
―Joseph, siento molestarte ahora, pero parece que una de mis empleadas ha... desaparecido. Ella, pensamos, solo falta desde hace algunas horas, pero es increíblemente concienzuda y estoy preocupada. ¿Podrías… podrías de alguna manera reunirte conmigo en la tienda?
―Estaré ahí —dijo brevemente.
La línea estaba muerta. ___(Tn) se quedó mirándola fijamente, entonces colgó rápidamente. Gritó a Peggy que se iba, agarró su bolso, se calzó las sandalias y salió rápidamente de la casa.
Gema trataba de hablar con una delgada adolescente que estaba preguntando por un vestido hecho de encargo para una fiesta especial que iba a tener. Seguía mirando la puerta.
Ella suspiró con alivio al ver al alto y apuesto policía de ayer que se acercaba a la puerta, seguido por su joven ayudante. Se disculpó con la adolescente, preguntándole si podía volver el lunes o el martes cuando ___(Tn) Montgomery estuviera allí. Apenas notó si la chica le prestó atención o no; corrió hacia el Teniente Joseph.
Instintivamente, ella se acercó. Él tomó sus manos.
―___(Tn) debe haberlo llamado. Muchas gracias por venir. Tengo entendido que normalmente no se preocupan por un desaparecido tan rápidamente, pero si usted conociera a Allie.
―Hey, está bien, tenemos que preocuparnos por todas las personas desaparecidas, es sólo que cuando no han estado desaparecidos mucho tiempo, a veces, reaparecen solos ―él le dijo a ella. Él mostraba una gran sonrisa. Ojos brillantes que podían ser tanto severos como extrañamente tranquilizadores. Tenía un extraño poder, pensó ella. Le llegaba desde dentro. De saber lo que era correcto e incorrecto, de una profunda confianza que habitaba en su alma.
―No obstante, gracias…
―Hay un oficial que viene detrás de mí que apuntará la información sobre su amiga, y emitiremos una orden de búsqueda sobre ella de inmediato.
―No querría que usted hiciera algo... incorrecto...
Le lanzó otra sonrisa.
―Uno de los beneficios de ser un policía mal pagado y con demasiado trabajo. Puedo violar algunas reglas cuando lo necesito.
Ella ya se sintió mejor.
―___(Tn) está también en camino. Estoy yo misma tan aturdida, que me temo que olvidaré algo importante.
Jonas recurrió al joven que estaba ligeramente detrás de él.
―Llama por radio a Carl al automóvil. Confirma si ya ha llegado a la casa de Allie.
―Estoy en ello ―dijo el joven, y se dio media vuelta.
―Gema, ¿Podemos conseguirle algo que la ayude a sentirse un poco más en calma? ¿Una taza de té? ―Jonas preguntó. Su sonrisa destelló otra vez. ―¿Tal vez un café con leche y un poquito de alcohol? ¿Valium?
Ella sonrío a cambio, agitando su cabeza.
―No, estoy a cargo de la tienda durante los horarios de apertura. Y estoy demasiado turbada para calmarme.
Él arqueó una ceja.
―Ah, bien. Buena chica. Así que, cuénteme sobre Allie. Sé que hablé con ella ayer. Es una mujer muy atractiva, simpática. Pelo cano, ojos plateados, delgada, atractiva. Debe ser excelente en las ventas.
―Oh, ¡Es estupenda! Y adora nuestra línea de ropa. Ambas lo hacemos. ___(Tn) tiene tanto talento.
―Sí. ―murmuró, mirando la tienda. Los maniquíes lucían algunas de las prendas de vestir. ___(Tn) sabía cómo cortar un vestido, una camisa, una falda o una chaqueta para complementar una forma femenina. Incluso los maniquíes se veían bien con su ropa.
Regresó a Gema, todavía sonriente. Él estaba como la Roca de Gibraltar. Ella se sentía como si se hubiera estado ahogando, y alguien le hubiera lanzado una soga.
―Bueno... Allie nunca llega tarde al trabajo, ¿no?
Gema movió su cabeza.
―Estuvo aquí. Este es el tema. Ya había hecho el café. Está muy orgullosa de su café. Comprar ropa aquí no sólo es ir de compras. Es una experiencia sociable. Estamos en todos las guías de viajes, sabe.
―No, no lo sabía. Pero bien por ustedes. Así que usted cree que Allie entró e hizo el café
―Sé que sí. ¿Quién abriría las puertas, arreglado esto, y hecho el café?
―Probablemente tiene usted razón. Es sólo para separar el “probable” de lo absolutamente “seguro”.
―Oh, indudablemente. Sí, ya veo…
Gema se interrumpió, porque él estaba mirando fijamente más allá de ella. Se dio media vuelta. Un pequeño grito se la escapó. Para su asombro, vio a Allie volver rápidamente por la puerta principal de la tienda.
―Es Allie, ¿no? ―Preguntó suavemente.
Gema asintió con la cabeza. Se movió más allá de él, apurándose para acercarse a su compañera cuando Allie atravesó la puerta violentamente, viéndose muy nerviosa y torpemente inquieta.
―¡Allie! ¡Estaba tan preocupada, no sólo preocupada, enferma! ―dijo Gema. Se estrelló contra Allie, abrazándola fuertemente, alejándose a continuación.
―Oh, lo sé, ¡Estoy tan perturbada! ―dijo Allie, alisando su pelo canoso hacia atrás, cuando se dio cuenta de que Joseph estaba de pie justo detrás de Gema. ―¡Oh, querida, no! ¡Has llamado a la policía!
―Está bien, Sra... Bouchet ―Jonas le aseguró a Allie. ―No ha pasado nada.
―Oh... Por supuesto, después de lo de ayer... ―Allie murmuró. ―¡Estoy tan... tan avergonzada!
―Bien... ¿Qué ocurrió? ¿Dónde estabas? ―Gema exigido.
Mientras hacía la pregunta, Gema vio que ___(Tn) Montgomery había llegado, llevando un vestido de punto negro informal y sandalias.
―¡Allie! ―ella lloró, entrando rápidamente a través de la puerta de la tienda.
―Oh, ___(Tn), lo siento tanto ―empezó con angustia.
No terminó. ___(Tn) la estaba abrazando, alejándose, mirándola, mirando al Teniente Jonas. Algo destelló a través de sus ojos.
―¿La encontró? ―No esperó una respuesta, pero volvió la vista a Allie. ―Oh, Gracias a Dios, ¡Estás bien!
―Bastante bien ―dijo Allie.
―No, no la encontré ―Jonas informó a ___(Tn).
―Entonces qué… ―___(Tn) comenzó con preocupación.
―Oh, ¡Estaba justo a punto de explicarlo! ―Allie dijo con angustia. ―Lamento tanto haber perturbado a la policía cuando tenemos cosas tan horribles ocurriendo en la ciudad!
―Tal vez debemos dejarla contar su historia ―Jonas sugirió.
___(Tn) echó un vistazo al policía, mordiendo su labio inferior ligeramente mientras le miraba con aire de preocupación, volviendo de nuevo a Allie.
―Por supuesto. Deberíamos de haber esperado, excepto que...
―Hey. Estamos todos muy nerviosos. Un hombre fue asesinado cerca de aquí ―terminó Jonas.
Gema notó que su jefa estaba mirando al policía con apreciación y cautela.
―¡Oh, querida! ¡Y mi explicación es tan sin sentido! ―Allie murmuró.
―Allie, lo que sé es que vamos a estar en silencio hasta que te escuchemos ―dijo Jonas firmemente.
___(Tn) le lanzó una mirada de fuego pero permaneció en silencio.
Allie suspiró.
―Lo lamentable es que... ¡Oh, Señor! La explicación es que realmente no tengo una explicación. Recuerdo estar aquí, haciendo café, y luego... Pienso que recuerdo haber salido para traer algunas medialunas, beignets, molletes... panecillos. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en la Plaza, ¡mirando a un malabarista! Oh, fue horrible. Recuerdo abriendo la puerta del local, y pensando que estaba sólo bajando la calle... Oh, ___(Tn), deberías de despedirme de este lugar. Debo estar volviéndome senil. ¡Tengo un completo lapsus de memoria!
―¡Indudablemente no voy a despedirte! ―___(Tn) la garantizó.
―Oh, gracias, querida. Nunca me ha pasado algo semejante anteriormente, y no sé en absoluto qué pudo haber provocado tal incidente, pero...
―¿Está segura de que está bien ahora? ―Jonas le preguntó con cuidado.
―¡Se la ve bien! ―dijo Gema rápidamente.
―Creo que deberíamos llevarla al hospital.
―¡Al hospital! ―Alarmada, Allie acudió a Gema rápidamente en busca de ayuda. Gema sonrío de un modo alentador.
―¡Allie, tal vez fuiste golpeada en la cabeza de algún modo! ―___(Tn) dijo. ―Tenemos que conseguir que te hagan un chequeo…
―¿Y dejarles que nos digan que soy una anciana senil? ―Allie protestó.
―No es vieja en absoluto ―Jonas le dijo, riéndose. ―Ni siquiera diga eso, ¡nos tendría al resto de nosotros con urticaria si empezásemos a pensar en usted como mayor!
Allie le lanzó una sonrisa agradecida.
―Solo no sé…
―¡Allie, por favor! ―___(Tn) insistió suavemente. ―Por favor, déjanos llevarte. No voy a despedirte, y estoy completamente convencida de que no estás senil. Pero estoy preocupada, y quiero asegurarme de que estés bien. Y añadimos una importante suma a nuestro programa de atención sanitaria todos los meses, así que deja que nos devuelvan un poco, ¿Eh?
―Bien, querida ―Allie dijo, mas angustiada, ―¡No me gusta dejar a Gema aquí a sola!
―¡Gema está bien! ―Gema insistió firmemente.
El policía joven había vuelto y permanecía tranquilamente en la parte posterior de la tienda.
―Dejemos que Allie utilice algunos de los servicios de salud, ¿Eh? ―Jonas preguntó. ―Nicholas, nosotros la llevaremos.
―Muy bien ―dijo ___(Tn). ―Volvió a mirar a Gema. Puedes llamar a Angie o a Cissy ahora. A decir verdad, necesito que llames a Angie, me llamó justo cuando estaba saliendo y estará preocupada. Ella… ella está planeando estar conmigo esta noche en todo caso, y tendré que volver a por mí automóvil.
―¡Hey! Allie está de regreso y bien. Ya estoy en paz con el mundo ―Gema aseguró a ___(Tn).
___(Tn) le lanzó una hermosa sonrisa. Gema la sonrío a su vez, pensando en cómo adoraba a su jefa.
En unos minutos, los policías, ___(Tn) y Allie habían salido para el hospital.
Mareada por el alivio, Gema volvió al trabajo.


La oscuridad cayó a aproximadamente las ocho P.M.
Esa, y no la medianoche, era la hora de las brujas, pensó Bessie Giroue irónicamente.
La hora chiflada.
Era una chica trabajadora. Estaba acostumbrada a los locos. La mayor parte del tiempo, sin embargo, recibía cosas bastante sencillas. Trabajaba a través de una mujer que tenía un bar encantador y un restaurante sobre Prince Street. El sitio era legítimo, y aparecía en cada mapa turístico de la zona. Mamie Johnson sólo la proporcionaba algunas cosas como trabajo extra… a las personas que sabían preguntar.
Los Johns querían a una chica limpia, con sus revisiones regulares por el médico. Por contra, Bessie conseguía tipos con dinero en efectivo. Sin las rápidas relaciones sexuales en un callejón trasero para ella. Bueno, las relaciones sexuales todavía eran tan rápidas como podían serlo, pero ahora usaba hoteles de tipo C y casas de huéspedes. Espartanos pero limpios, sin llamar la atención demasiado a cerca de lo que ocurría en ellos.
Mayormente, los tipos querían relaciones sexuales bastante simples. O sexo oral. O ambos. No le molestaba. Le llevaba bastante tiempo chupársela a un tipo, y los hacía lavarse bien primero. Si llevar a desconocidos a su boca había sido una vez repugnante, lo había superado hacía mucho tiempo. A veces encontraba a un nervioso hombre casado que sólo quería un trío con su esposa o novia. En esas ocasiones, ella generalmente lo encontraba divertido. Los tipos normalmente pedían sólo mirar mientras ella se propasaba con sus mujeres, era buena en eso. Si podía llevar a un desconocido a su boca, no era ningún problema hacérselo a una mujer. Las mujeres se cuidaban de estar más limpias que los hombres. Era sólo un trabajo. Trabajo. Mejor pagado que archivar en una oficina o trabajar de camarera.
De tanto en cuanto, se encontraba con un chiflado real. Algún caso patético que quería ponerla las esposas, azotar su culo, y que le llamara Gran Papá. Y de vez en cuando, John la mandaba alguno que quería darle una zurra.
Había clubes en Nueva Orleans que ofrecían casi de todo. Aquellos que estaban metidos en ello y realmente hacían daño, generalmente sabían a dónde acudir para conseguirlo.
Así que el negocio era bastante más normal.
Era una chica trabajadora. Tenía un niño que mantener. Un niño fenomenal; sólo tenía cuatro años ahora. Su aventura al “amor verdadero”. El amor verdadero había sido una mierda. Había hecho todo por él, y cualquier cosa. Fenomenal al principio. Entonces la usó y la dejó. Había aprendido una buena lección. Puede también que hubiera obtenido el pago por todas las cosas que había hecho. Y otra buena cosa que había salido de esto, aunque se había muerto de hambre hasta que se había propuesto a entrar en el negocio. Su hijo. Adoraba a su bebé. Y si hacía las cosas bien y ahorraba su dinero, podía dejar el negocio y trasladarse a Iowa o a algún otro sito antes de que él fuera lo suficientemente mayor para darse cuenta de donde salía el dinero.
Estaba tan cansada esta noche. Estuvo a punto de llamar a Mamie para excusarse, diciendo que estaba casi enferma. Pero si llamaba, Mamie la recordaría que los grandes gastadores estaban en la ciudad.
Así que estaba yendo a encontrarse con el John. Y cuando se apuró hacia el hotel, estaba agitando su cabeza, mirando al cielo. Extraño cielo esta noche. No estaba muy oscuro, pero lo estaría en cualquier momento. El cielo era de color rojo sangre. La luna ya estaba resplandeciente. Bien. El tipo iba a ser un chiflado.
Trató de animarse recordándose a sí misma que los chiflados pagaban bien bastante a menudo.
Cuando llegó al hotel, el cielo todavía estaba rojo, pero oscurecido. Una trompeta de jazz resonaba en algún sitio cerca. La música en el vecindario subió de volumen más fuerte y más fuerte, según se hacía más tarde. Se preguntaba cómo podía dormir alguien en el hotel.
Se abrió paso por el vestíbulo. El tipo que estaba de servicio en el mostrador ni siquiera la echó un vistazo. No la escuchó, o sólo no le importaba en lo más mínimo.
Siguiendo las instrucciones que Mamie la había dado, abrió la puerta de la habitación número 13. Estaba oscuro dentro. Cuando iba a encender la luz, escuchó una voz ronca.
―Déjelo.
―Hey, está realmente oscuro ―protestó.
―Entra luz por la ventana.
―Querido, no necesita ser tímido. Estoy aquí para realizar su fantasía, y no me importa nada si es guapo o no ―susurró. Se sorprendió al darse cuenta de que quería ver a este tipo. Tenía una voz encantadora.
Él se movió ligeramente. Vio su silueta frente a la ventana. Era alto, flaco, parecía tener todas las partes del cuerpo bien puestas.
―Muévete. Donde yo pueda verte —le dijo.
Lo hizo, dejando su bolso en el suelo. Era una morena medianamente alta con un buen cuerpo firme. Pechos bonitos, culo apretado. Valía lo que cobraba, pensó ella.
Ahora él estaba en las sombras de nuevo. Sintió la luz roja del extraño cielo y una docena de luces brillantes de neón resplandeciendo sobre ella.
―Bien... Déjame ver más de ti.
―Sí, querido, seguro ―dijo roncamente. Le gustaba su mirada, y le gustaba su sonido. No podía ser tan malo. Había incluso algo sobre él que parecía eróticamente y peligrosamente sexy. Hmm. No se había sentido de este modo con un John en mucho tiempo.
No, nunca.
Vestía una blusa con lazos en el frente, una falda pequeña, liga, sostén, medias, y tacones de cuatro pulgadas. Desató la blusa despacio, imaginando que probablemente se vería malditamente bonita con esa rara luz. Negocios, se recordó a sí misma. Siempre se lo recordaba lo primero.
―Querido, dejemos las cosas claras antes de empezar, ¿Eh? Un tiro certero son cien. Doble si lo quiere con la lengua. Y si hay otra cosa...
―Nena, te lo garantizo, soy un tirador directo ―le dijo.
Ella se quitó la blusa. Luego la falda. Luego se bajó de los zapatos. Diablos. No era en absoluto mala en esta parte. Debería de haber sido bailarina de striptease con los Johns como trabajo extra.
―Así está bien, cariño... muy bien.
Se apoyó hacia delante, liberando las medias de sus ligas, haciéndolo de una manera que ejerció presión sobre sus pechos, izándolos juntos. Uno y luego el otro. Se quitó las medias. Enderezándose.
Estuvo a punto de gritar. Él estaba detrás de ella. Justo detrás de ella. Apoyándose contra ella, sus dedos rozándola, sus muslos, su estómago, sus pechos, su garganta. Por un momento, cerró los ojos. Era casi como hacer el amor. Dios, tenía relaciones sexuales todos los días, pero apenas podía recordarse haciendo el amor.
Entonces él se movió, repentinamente, con violencia. Sus medias fueron arrancadas. Besos calientes quemaron su espalda. Sus manos eran despiadadas. Por toda ella. Estaba dentro de ella, sin estarlo.
Cayeron sobre el piso. Ella se estaba retorciendo, acuchillada con descargas, desesperada por más de él.
Ridículo. Ella era la puta. La profesional, se dijo. Estaba casi sin aliento de la misma manera que una escolar, empapada, llegando una y otra vez a la cima. Estaba calurosa, goteando, y sus besos continuaron a lo largo de su cuello y de su columna, delicioso, sólo un poco doloroso cuando fue rápido contra su carne, bañándola de nuevo con besos...
Más duro. El calor líquido corrió a raudales por su espalda. Gimió, sintiéndose deliciosa.
Entonces un olor curioso e identificable llegó hasta sus fosas nasales. Se sentía pegajosa.
Hasta que se dio cuenta de qué era...
Sangre, su propia sangre, saliendo a borbotones de ella mientras lo aceptaba con entusiasmo. Él estaba lamiendo de su carne, como si estuviera lamiendo un cucurucho de helado.
Se quedó congelada, no alarmada al principio, sintiéndose eufórica todavía, no había dolor...
Pero había mucha sangre. Trató de gritar.
No tenía voz, ninguna potencia, y él se estaba riendo roncamente.
Lo vio abrir su boca. Vio el resplandor del blanco.
Entonces su estremecedor beso la tocó otra vez, y por sólo una fracción de segundo, se dio cuenta de que la sangre burbujeaba de su garganta y que... Y que él estaba bebiendo con avidez...
Luego, afortunadamente, no se dio cuenta de nada más.
Karely Jonatika
Karely Jonatika


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Mensaje por Karely Jonatika Dom 10 Abr 2011, 10:38 pm

CAPÍTULO 06

Joseph estaba tanto contento como curioso al ver la manera en que ___(Tn) se preocupaba por Allie Bouchet. Incluso después de que los doctores habían examinado a Allie y declarado que estaba bien, ___(Tn) continuó preocupándose demasiado por ella, insistiendo en que se quedara durante la noche en el hospital para observación. Uno de los jóvenes médicos de guardia, el Dr. García, parecía pensar que el apagón de Allie podría haber sido atribuible a demasiado sol, y estaba de acuerdo con ___(Tn) en que una noche en el hospital podría ser una buena cosa, sólo para mantener a Allie en observación. Si estaba muy preocupada por su pérdida de memoria, sin embargo, podría ser una buena cosa si conseguía una cita con un especialista.
___(Tn) alisó el pelo de Allie por la espalda, tomó su barbilla suavemente, y revisó su cara desde cada ángulo, todavía pareciendo preocupada. Pero por fin pareció satisfecha de que la mujer mayor fuera a estar bien. Permitió que Joseph y Nicholas la llevaran desde el hospital. Y, sentada junto a Joseph en su coche sin marcas policiales, se disculpó por molestarlo.
―Supongo que este es el motivo por el que la policía quiere esperar a que un “desaparecido” este realmente perdido antes involucrarse en la pila de papeleo. Lo siento, Joseph, Nicholas. ¡Supongo que ustedes dos tenían muchas cosas mejor que hacer que pasar su tarde con una mujer con un toque de insolación!
―Está bien ―Nicholas le dijo, inclinándose hacia adelante.
―Pero tienes dos homicidios serios, y estoy segura que hay más crímenes en Nueva Orleans.
―Los hay ―dijo Joseph, mirando a Jack a través del espejo retrovisor. ―Pero Nicholas y yo hemos sido asignados especialmente a estos dos casos.―Se encogió de hombros. ―Realmente casi no hay tanto trabajo como cuando un narcotraficante mata a un intermediario que no le paga, o cuando un marido alucina y dispara a su esposa por encoger su camisa de bolos favorita en la secadora. También tenemos varios detectives de homicidios, así que no se preocupe por tomar nuestro tiempo.
Sonriendo abiertamente, Nicholas inclinó su barbilla sobre el asiento cuando habló a ___(Tn), quien se dio media vuelta para sonreír y escucharle.
―Lo que Joseph está tratando de decir es que no tenemos ninguna pista viable realmente y por lo tanto, podemos muy bien gastar nuestro tiempo en acosarla. Tenemos muchas cosas pendientes en los laboratorios, pero nada nos ha llegado hasta ahora. Joseph ha mirado fijamente los cadáveres tanto tiempo como es humanamente posible, y es sábado, y ya llevamos casi setenta horas. Y nos dieron unos ascensos nominales para evitar pagar horas extras, así que ésta es una buena manera de pasar la tarde. Y ¿Sabe qué?
―No, ¿Qué? ―___(Tn) le preguntó, sonriendo abiertamente.
―Me invité a la casa de Joseph y su amiga, Angie, va a acompañarme.
―¿De veras? Bien. No me lo había dicho.
Joseph encontró sus ojos en el espejo.
―¿Quieres venir hasta casa conmigo ahora? ―Preguntó.
Vaciló, luego agitó su cabeza.
―Caluroso día. Creo que me ducharé y llevaré vaqueros esta noche, preparada para una barbacoa.
Joseph se encogió de hombros.
―Como quieras.
La dejó en frente de su tienda, observando mientras lo saludó con la mano, entrando entonces para hablar con Gema, ofreciendo un informe sobre su amiga a la mujer más joven. Gema parecía aliviada. Estaba recogiendo la cafetera y las tazas. Parecía que ___(Tn) Montgomery iba a echarle una mano para cerrar.
―¿A qué estás esperando, qué piensas que veremos? ―Nicholas preguntó.
Joseph agitó su cabeza.
―No lo sé. No sé nada en absoluto de lo que está ocurriendo, pero...
―Pero ¿Qué? ¿Una de esas cosas… instintivas? ―Nicholas preguntó.
―Sí. ―Joseph dijo tranquilamente. ―Sí. ―Puso el automóvil en marcha.
Instinto visceral. Nicholas había tenido razón. Estaba haciendo lo único que podía hacer, en realidad, como un buen policía. Estaba empleando todo el tiempo que podía con ___(Tn) Montgomery.


La cena fue encantadora. Nicholas se había invitado tanto sí mismo como a Angie y aparentemente, ___(Tn) pensó, Joseph debía haber decidido que iba a ir un paso más lejos y juntó al mismo grupo que habían estado la noche anterior. El increíblemente alto, negro y apuesto Mike Astin había sido invitado, al mismo tiempo que Cissy Spillane. Era cómodo para ella estar con sus amigas.
___(Tn) se preguntaba si era cómodo para Joseph tener dos oficiales de policía adicionales a mano.
El padre de Joseph, Daniel, era casi tan alto, ancho de hombros e imponente como su hijo. Su pelo estaba sólo espolvoreado con un digno gris; los pliegues en las comisuras de sus ojos añadían profundidad de carácter. También había invitado a una amiga, Anne Marie Huntington. Estaba quizás sobre los cincuenta o cincuenta y cinco, una chica del tiempo de los hippies, por lo que parecía, su pelo rubio se había envejecido hacia un platino suave, y lo llevaba con la raya en medio y liso y largo cayendo por su espalda. Estaba vestida con un traje suave, floreado, largo hasta los tobillos, en un material ondulante, y era delgada y bonita. Parecía excepcionalmente satisfecha de sí misma, una cualidad agradable. Hablaron mientras Cissy y Angie daban un paseo río abajo y los hombres bebían cerveza y frecuentaban la barbacoa. ___(Tn) se enteró de que la dama de Daniel era bibliotecaria, y que tenía afición tanto por los clásicos como por la ficción moderna. ___(Tn) podía bien imaginar que un académico como Daniel se llevara bastante bien con una serena bibliotecaria.
―Debo admitir ―dijo Anne Marie a ___(Tn), sentada al otro lado de una mesa de picnic en el césped trasero de Oakville, ―que acepté en el acto por la oportunidad de conocerla. Oh, no es que no disfrute los sábados por la noche con Daniel como hasta ahora, pero...―Hizo una pausa, encogiéndose de hombros con arrepentimiento y sorbiendo su vino frio. ―Bien, tenemos mucha literatura sobre su familia. He querido conocerla desde siempre.
___(Tn) levantó sus manos, sonriendo a cambio. Estaba perpleja, y sólo un poco incómoda preguntándose qué literatura podría tener sobre su familia la biblioteca.
―Bien, Tengo un negocio aquí en el French Quarter ―___(Tn) la recordó. ―podía haberme visitado y haberse presentado a usted misma.
Anne Marie se rió suavemente.
―¡Oh, querida, no! No podría hacer tal cosa. Soy de una vieja familia del sur, y mi madre habría abofeteado mi mano si alguna vez hubiera pensado en hacer algo tan desagradable como caminar a cualquier lugar y presentarme a mí misma, solo por mi curiosidad.
―Bien, ya hemos sido presentadas. Y por favor, es bienvenida a visitarme en cualquier momento. Podría visitar mis oficinas. Tengo bosquejos de diseños que son viejos, de hace décadas, revistas de moda del siglo dieciocho...
Daniel Jonas se deslizó en el banco de madera al lado de Anne Marie.
―Espero estar incluido en esa invitación.
―Naturalmente.
―Gracias a Dios ―Joseph murmuró, poniendo una fuente grande de costillas, pollo, hamburguesas y perritos calientes sobre la mesa. ―Me estaría pidiendo obtener un mandamiento de registro para poder entrar, ahora que sabe que nos hemos conocido.
―Chicos ―Daniel dijo a ___(Tn), lanzándole una sonrisa afectuosa. ―Pueden ser tan molestos.
Anne Marie se levantó de un salto.
―Voy a traer el pan y las ensaladas.
―La ayudaré ―dijo ___(Tn).
Al tiempo que volvía desde la cocina trayendo una bandeja con ensalada de patata del frigorífico, Cissy y Angie habían regresado, y estaban listas para ayudar a sacar las guarniciones mientras la carne permanecía en el calor humeante. Durante los siguientes minutos, prepararon sus platos, pasándose las cosas unos a otros.
A pesar de que el sol se había puesto, el área del césped de Oakville parecía excepcionalmente libre de bichos. La luna estaba llena, grande, y extraña y bellamente roja en el cielo nocturno; era porque el sol se tomaba su tiempo para caer en estas tardías noches de verano, Daniel explicó. Joseph argumentó su posición con él ligeramente, y lo dos bromearon entre ellos. Parecía una relación amistosa, y le causó a ___(Tn) un momento de dolor nostálgico. Extrañaba esa clase del amor.
Evitaron charlar sobre los homicidios, y los invitados elogiaron a Daniel por su barbacoa.
―Mi propia salsa ―les aseguró recatadamente, sonriendo al otro lado de la mesa a ___(Tn) por encima de una costilla ―¡Gracias a Dios por que no es usted una de esas mujeres sin carne sobre los huesos!
―¡Papá! ―Joseph se rió protestando. ―Suena como si quisieras insinuar…
―Que tiene carne sobre los huesos. En todos los lugares correctos, naturalmente. Aunque los estadounidenses necesitan reducir su consumo de carne roja, la carne es importante para la mayoría de las dietas. Somos criaturas carnívoras; solamente necesitamos estudiar los dientes que Dios nos dio. ¡Pero las jóvenes damas son tan dietéticamente conscientes estos días! ¡Estaba temeroso de que fuera vegetariana!
___(Tn) sonrío, arqueando una ceja hacia Joseph. Volviendo su vista a Daniel, agitó su cabeza.
―Oh, no. Adoro la carne. Realmente disfruto de un buen filete, cuanto más cocido, mejor.
―Ah, bueno, bien, ¡Bien por ti!
Al tiempo que terminaban de comer, los bichos estaban empezando a salir, y propusieron moverse dentro para tomar el café y el “brulee” de crema que Anne Marie había hecho. Se sentaron alrededor en la biblioteca de Oakville, una habitación con hermosas estanterías talladas a mano y acogedores asientos en las ventanas. Joseph se sentó junto a ___(Tn) sobre uno de los asientos de enamorados, bebiendo un café cargado. Estaba sorprendida de lo natural que sentía de estar con él. ¡Qué cálido! Se había duchado y olía provocadoramente a jabón y a loción para después del afeitado. Vestía unos vaqueros cortados y una camiseta sin mangas, y aunque era totalmente informal, su ropa enfatizaba la fortaleza de su cuerpo. Estaba alarmada por la fuerza de los impulsos sexuales que ardían a través de ella cada vez que su hombro rozaba el suyo, o su rodilla tocaba la suya, o simplemente cuando la miró y sonrío, con un fuego lento ardiente, sutilmente brillante en lo profundo de sus ojos.
Tragó saliva, mirando al otro lado de la habitación al gran escritorio de roble donde Daniel había estado examinando detenidamente algunos de sus libros más viejos, proporcionándoles retazos de Luisiana y trivialidades de Nueva Orleans a todos ellos, a lo largo de décadas.
―Aquí, Hijo, ninguna de las tragedias de los tiempos pasados te han proporcionado ningún placer, pero hay aquí un artículo sobre el Hombre Hacha de Nueva Orleans. Piensan que mató a trece personas, y aunque el pariente de una de las víctimas afirmó haber disparado y matado al asesino, la policía nunca supo la verdad.―Miró al otro lado de la habitación a Joseph, con sus ojos brillantes sobre el borde de sus gafas para leer.
―Papá, ellos no tenían ni la mitad de las técnica que tenemos ahora ―Joseph le recordó.
Daniel agitó su cabeza.
―Algunos crímenes nunca se han solucionado. Tú lo sabes. Ustedes tienen casos abiertos en nuestros libros. Estos homicidios acaban de ocurrir. Toma su tiempo atrapar a los criminales. Semanas, meses, incluso años en algunos casos.
―Sí, ¡Pero tenemos que solucionar estos homicidios rápidamente! ―dijo Nicholas.
―Seremos víctimas de los buenos ciudadanos de Nueva Orleans si no lo hacemos ―Mike Astin estuvo de acuerdo.
―Él. ¿Cree señorita Montgomery que hay buenos ciudadanos en Nueva Orleans? ―Daniel la interrogó ligeramente.
―¡Oh, indudablemente! Y de la misma manera que hay buenos ciudadanos por todos lados, que combaten el delito debajo de sus narices y tratan de hacerla una ciudad mejor ―___(Tn) le aseguró.
Daniel se sentó en el sillón detrás del escritorio.
―Ahora, todo depende de lo que consideremos como crímenes, ¿Cierto?
―Claro, naturalmente ―___(Tn) estuvo de acuerdo.
―Está bien, Papá, ¿Cuál es el dilema moral al que estamos llegando ahora? ―Joseph preguntó.
Daniel estiró una mano, mostrando el libro.
―Muy bien, reflexionemos sobre esto. En 1862, Nueva Orleans es tomada por los yanquis. Ahora, sabemos que había montones y motones de buenos yanquis virtuosos, hombres de carácter y preocupados. Desafortunadamente, uno de los hombres que se hicieron cargo de Nueva Orleans bajo la ley marcial, definitivamente, no parecía estar entre ellos. Me refiero a…
―¡Beast Butler! ―Nicholas interrumpió.
―¡Precisamente! En ese momento, las damas del sur de Nueva Orleans todavía tenían parientes en los campos de batalla, hermanos, padres, maridos, amantes... Así que no son amigables con los soldados invasores. Muy bien, son totalmente descorteses, bajándose de las aceras si los soldados están sobre ellas, escupiendo en cualquier ocasión. En fin, nada que un soldado invasor no comprendiera. Pero el viejo Beast Butler publica una orden sobre el comportamiento de las mujeres del sur. Cualquier dama que actuara tan groseramente contra los Yankees sería considerada una prostituta, y tratada como tal…
―Vaya, eso es indecente ―murmuró Angie.
Daniel sonrío.
―Hubo un soldado yanqui que acató la orden de Butler con el corazón. Era, probablemente, culpable de algunas violaciones antes de que recogiera a una joven llamada Sandra Hill. Ella, más que probablemente, causara un gran alboroto y se enfrentó al soldado en una lucha feroz. En sus esfuerzos de calmarla, la mató.
―Pobre. ¡Qué horrible! ―dijo Cissy. ―Volviendo a entonces, supongo que fue ejecutado en ese mismo momento.
Daniel agitó su cabeza.
―No. El yanqui fue arrestado, pero una investigación determinó que Sandra era una mujer de moral relajada, ya que había sido descortés con los soldados. El soldado fue castigado y condenado a una baja deshonrosa mientras que la pobre pequeña Sandra se encontraba pudriéndose.
―Eso es horrible, puro y simple. ¿Así que cuál es el dilema moral aquí? ―Nicholas preguntó.
―Lo que ocurre a continuación ―Anne Marie informó.
―Mientras el soldado yanqui estaba arrestado, algún buen ciudadano de Nueva Orleans tomó la justicia por su mano. La habitación donde estaba retenido fue tomada por la fuerza entrada la noche. Él fue encontrado a la mañana siguiente, decapitado por el sable robado a su dormido guardián.
―Espeluznante ―dijo Cissy, estremeciéndose.
―¿Pero fue justo? ―Joseph preguntó suavemente.
―Mi postura. ¿Su homicidio fue un delito o fue justicia? Naturalmente, ése es un debate que sufrimos continuamente aquí en los Estados Unidos. Cuando ejecutamos a un criminal, ¿Somos equitativamente culpables de homicidio? ¿Y si no, la muerte del soldado yanqui fue homicidio o justicia?
―¿El asesino fue encontrado alguna vez? ―___(Tn) preguntó.
Daniel la miró, sonriendo, negando con su cabeza.
―Nunca. Si los buenos ciudadanos de Nueva Orleans conocían algo sobre el asesinato, nunca susurraron una palabra. Todo el incidente fue guardado silenciosamente y Beast Butler fue destituido definitivamente de Nueva Orleans. Naturalmente, tenemos otros tantos casos interesantes. Uno que involucra a su familia, ___(Tn).
―¿De verdad? ―Joseph se volvió hacia ella. ―¿Sabes a qué se refiere ahora?
___(Tn) asintió con la cabeza, sonriendo a Daniel.
―Creo que sí.―Se rió, dándose cuenta de que la luz en la biblioteca era baja, solamente la lámpara del escritorio proporcionaba cualquier iluminación real. Fuera de las bellas cortinas de las ventanas, el cielo de la noche todavía parecía estar resplandeciendo con profundos tonos rojizos. Todos los ojos estaban sobre ella.
―Uno de mis tatara-tatara―no estoy segura de cuantos tatara-tatarabuelos fue acusado de asesinar a un noble francés.―Hizo una mueca. ―Aparentemente, pensaba que el hombre era un vampiro.
―¿De verdad? ―Jack se rió. ―Oh, bien, ésta es Nueva Orleans.
―¿Mató al noble? ―preguntó Nicholas.
―No estoy segura. Era muy rico, y tenía mucho poder en la comunidad. Si mató al hombre, tuvo el buen juicio de librarse del cuerpo.
―Nunca fue probado nada contra Jason Montgomery ―Daniel los informó. ―Parece ser que el joven noble estaba detrás de la hija de Montgomery, Magdalena…
―¡Ah! ¡La dama sobre el descansillo de la escalera! ―dijo Joseph, mirando a ___(Tn) con un interés incluso mayor.
___(Tn) sonrío.
―Justamente esa.
―Algunos dicen que a pesar de que Jason Montgomery vivía y trabajaba aquí, no confiaba en los franceses en lo más mínimo. Y el francés, lo más probable, es que sedujera a la joven Magdalena. Desapareció por Europa poco después y tuvo una hija, así que el rumor continuó.
―Existe, por supuesto, la posibilidad de que el francés simplemente regresara a Francia —y que Magdalena se reuniera con él después, y que el todo el tema no sea nada más que una gran historia de medianoche ―___(Tn) dijo peculiarmente.
―Pero es una buena historia. El joven amante asesinado por el padre de la joven belleza... La chica que parte, para nunca regresar. Quizás nunca perdonó a su pobre padre por matar a su amante. ¿Quién lo sabe? ―Anne Marie meditó.
―Hay otra pequeña torsión a esa historia ―dijo Daniel, haciéndole un guiño a ___(Tn).
―¿Sí? ―Joseph preguntó, sus ojos resplandecientes de diversión.
―Pienso ―___(Tn) dijo despacio ―Que su padre está haciendo referencia al hecho de que Jason Montgomery quería tener a su hija casada con un Jonas.
―Bien, es una buena cosa que no se casaran ―Joseph dijo, mirándola con una calidez que era ridículamente excitante. ―Estaríamos emparentados.
―Bien, hubo otra ocasión en que un Joseph casi se casó con una Montgomery. Durante la guerra. Aparentemente, nuestro héroe de familia, él de la estatua en el Quarter, estaba profundamente enamorado de la heredera de Montgomery. Y ella lo adoraba, así que la historia continuó.
―¿Qué ocurrió allí? ―Angie preguntó.
―Bien, en fin, Angie, ¡Seguramente usted sabe la respuesta a eso! Por eso es por lo que hay una estatua del hombre; era un soldado valiente que proporcionó su propia compañía con brazos y caballos, ayudó a proveer a la ciudad, defendió a sus hombres con gran riesgo de su propia vida, y fue definitivamente asesinado tratando de defender la ciudad.
―¡Qué triste! ¡Qué trágico! ―dijo Cissy.
―¡Qué extraño! ¿Cómo continuó el apellido? ¡Ugh! ¿Ustedes dos están emparentados? ―Angie preguntó a ___(Tn).
―¡No! ―___(Tn) protestó.―Sean había estado casado algunos años antes de que hubiera conocido a la señorita Montgomery. Su esposa murió de viruela, pero le dejó un hijo.
La habitación parecía muy silenciosa. Entonces la brisa golpeó uno de los libros de Daniel del escritorio. El ruido sordo causó que saltaran todos en la habitación. Excepto Joseph. ___(Tn) sintió que sus dedos se apretaron alrededor de los suyos y se posaron sobre su rodilla mientras los otros se reían repentinamente, tomando conciencia de que habían estado sentados y escuchando de la misma manera que niños alrededor de una fogata, mientras un consejero contaba cuentos de fantasmas.
―___(Tn), querida, ¡Nunca supe qué interesante era tu familia! ―la comentó Cissy.
―Imagino que todas la familias tienen algo así de interesante ―dijo ___(Tn). ―Los Montgomerys volvieron a Nueva Orleans, así que es fácil encontrar todos los esqueletos en nuestros armarios.
―Igualmente, señorita Cissy Spillane, usted tenía un ancestro que estuvo sumamente cerca de la vieja reina de vudú, Marie Laveau ―Daniel dijo.
―¡Lo sé! ―Cissy dijo, haciendo una mueca de dolor.
―¿Era un buen vudú? ―preguntó Angie.
―Pienso que era un espía para Marie Laveau. El poder de Marie estaba en lo que sabía sobre las personas. ¡Sabía cosas sobre ellos porque mantenía a sus criados ocupados escuchando y observando lo que estaba ocurriendo! Supuestamente, sin embargo, mi tatara-tatara y no sé cuantos más tatara- tatarabuela tenía poder en sí misma. Bailó con la gran maldad Zombi, la serpiente, y pudo amenazar y hacerse con mucho dinero de sus propios seguidores. Supuestamente, maldijo a un hombre a morir. Y casi fue colgada por ello, salvo que el magistrado no creía en el vudú, así que fue puesta en libertad. Gracias a Dios. O yo no estaría aquí. El hombre con el que se casó era uno de los testigos que declararon a su favor.
―Vaya, ésa es una buena historia ―dijo ___(Tn). ―Maravillosamente romántica.
―Las mujeres Montgomery parecen bien románticas ―Joseph apuntó.
―Una clase de infierno para los Jonas, sin embargo ―Nicholas observó peculiarmente.
Joseph sonrío a ___(Tn).
―Estoy dispuesto a correr el riesgo.
Ella sonrío a su vez.
Con inquietud.


Ella le preguntó si quería algo de beber cuando llegaron a su casa.
Joseph no estaba seguro de que si ella, realmente, quería que entrara. Parecía incómoda.
Dentro de la casa de la plantación, lo llevó a través de una de las puertas de la parte derecha, por un comedor formal grande que terminaba en una cocina inmensa de las épocas contemporáneas. Había un asiento de ventana que cubría la mitad de la longitud de una pared, con una almohadilla amarilla decorada que combinaba con los alegres cortinajes. Los utensilios de cobre colgaban de las vigas de madera encima de una zona de trabajo en forma de isla. Una habitación atractiva, cálida y confortable, que habría hecho estar orgulloso a cualquier cocinero. La mesa de la cocina era un bloque de carnicero, tan ostentoso como el resto de la habitación. ___(Tn) le pidió acercar una silla hacia la mesa mientras buscaba en su frigorífico y en sus armarios.
—¡Debo ofrecerle algo para comer, a pesar de que su padre sirvió un banquete! Veamos, ¿Galletas... uvas? ¿Y qué puedo ofrecerle? ¿Café? ¿O una bebida? Puede ser que café con un poco de alcohol también este bien... Puedo hacer un gran café con leche.
Hundió su cabeza en el frigorífico. Joseph evitó la silla que le había ofrecido, y se acercó hasta ponerse detrás de ella. Puso sus manos sobre sus caderas. Ella se quedó helada, enderezándose. Por un momento, sintió el pulso de su sangre, sintió como si el toque provocara una carrera de fuego a través de ella. Entonces se escapó de sus brazos.
—Sombreros mexicanos—, dijo, tomando algunos vasos del armario. Llegó hasta la parte trasera de un mostrador donde había varias botellas de licor, y echó un poco de Kahlua en cada vaso.
—Joseph, ¿Podría pasarme la leche, por favor?
Se obligó a sí mismo, pasándole la caja de cartón. Llenó sus bebidas, pasándole una.
El permaneció cerca de ella, mirándola. Ella tragó su bebida de una vez. Él dejó el vaso sobre el mostrador, la alcanzó con determinación, y la besó.
Sin tabúes. Deslizó sus manos alrededor de sus gluteos, presionándola contra su creciente excitación sexual. Movió su mano hacia arriba por su espalda hasta alcanzar su cuello, hundiendo sus dedos en el pelo y ahuecando su cabeza mientras presionaba con su lengua cada vez más profundamente en su boca. Ella saboreó la dulzura del Kahlua. El aroma sutil de su carne perfumada era embriagador. Sus pezones parecían arder a través de la tela entre ellos, presionándose contra su pecho. La sintió ablandarse, debilitarse, conmoverse contra él. Sintió sus dedos en su pelo, bajando por la longitud de su espalda. Su boca recibió su beso hambriento. Su lengua saqueó al mismo tiempo que la suya. Calurosa, mojada, dulce. Ella tembló. Él deslizó sus dedos en el cinturón de sus vaqueros, atrayéndolos hacia el frente, donde soltó el botón y tiró de su cierre.
Ella se echó para atrás, bajando su cabeza
―Yo... Yo pienso que debería irse ahora.
No la forzó.
—¿Por qué? —Preguntó.
Lo miró. Sus hermosos ojos estaban extrañamente centelleando con una insinuación de lágrimas.
—Nicholas se le advirtió —dijo no muy convencida. —Las mujeres Montgomery son el infierno para los Jonas.
—Aunque tengo lástima por mis pobres antepasados, se lo agradezco a Dios.
—Realmente, Joseph…
—He dicho que estoy dispuesto a correr el riesgo.
—¡No puedes esperar demasiado!—susurró. —¡No puedes querer demasiado!
Ella se apartó de él, caminando por la casa. La siguió. Ella ya estaba casi al pie de la escalera.
—Puedes salir tú mismo —le gritó.
La miró por un momento, luego blasfemó.
—¡No!—Le dijo airadamente, subiendo las escaleras también. La atrapó sobre el centro del corredor, agarrándola por los hombros. —Maldita sea, ¡No! Hay algo aquí entre nosotros, algo diferente, algo especial, y no voy a dejarte que lo desprecies ―¡Solo porque soy policía!
Sus ojos bajaron. Ella trató de liberarse de él, pero la sujetó fuerte. Le miró de nuevo, ahora con los ojos ardiendo con un fuego dorado tanto de cólera como de dolor.
—Ése no es…
No la dejó terminar. La besó otra vez. La besó con el propósito de que no pudiera hablar. Ahuecó su mano en su mandíbula, acarició su mejilla, su garganta. La forzó contra él. De nuevo, pareció conmoverse contra su cuerpo. Debilitándose. Se aprovechó de su ventaja. Los pocos botones de su camisa se abrieron fácilmente. Era bueno con los cierres del sostén. Su pecho se volcó a sus manos y trabajó su pezón hasta que ella estuvo gimiendo contra la fuerza de su beso. Otra vez, metió mano a sus pantalones, obligándola a bajar sus vaqueros, frotando, probando. La acarició el vello púbico, encontrando el centro caliente de ella con sus dedos.
Él pensó que podía haber pasado un largo, largo tiempo desde que ella había tenido relaciones sexuales. Parecía estar ardiendo a pesar de su protesta. Caliente, un millón de grados de calor, mojada, cayendo contra él. Sus labios se separaron de los de ella al final, mientras la bajaba hasta el rellano de la escalera, fugazmente agradecido por la rica alfombra Persa, mientras la quitaba apresuradamente las sandalias y empujaba hacia abajo sus vaqueros y sus exóticas braguitas de encaje. Se elevó sobre ella, mirando sus ojos otra vez, escuchando su débil protesta.
—Joseph, realmente...
Tocó sus labios de nuevo, lamiendo, mordisqueando, saboreando, burlándola mientras luchaba por quitarle su ya abierta blusa y su sostén. Cuando estaba desnuda sobre la exótica alfombra, él se paró, mirándola. Dios, era despampanante. Cintura diminuta, ensanchándose en las caderas, estómago plano, profundo, pubis de color rojo fuego, y sus largas, largas piernas. Sus pechos estaban llenos, sus pezones grandes profundamente coloreados, endurecidos ahora como pequeñas cumbres. De nuevo bajó sobre ella, probando cada pezón, tirando con sus labios, arañando con sus dientes. Los brazos de ella le rodearon. Encontró sus labios otra vez, pero luego siguió descendiendo por su cuerpo. Él abrió sus piernas, estableciéndose entre ellas. Lamió, besó y acarició su dulzor mientras ella se retorcía y jadeaba palabras ininteligibles... a continuación gritó, temblando con una fuerza salvaje cuando llegó a su clímax.
Rápidamente él abrió el botón de sus pantalones vaqueros y se instaló encima de ella, empujando en su calor húmero, tan excitado en ese momento, que comenzó a moverse con un hambre ciega y con la velocidad de una liebre. Aunque las piernas de ella se envolvieron alrededor de su cintura, sus manos cayeron contra él, y se arqueó y se enroscó con desenfreno para encontrarlo, con su pasión aumentando de nuevo para encontrarse con la de él. ¡Dios! ¡Oh, Dios! La fricción era el éxtasis. Su calor lo envolvió por todas partes. Él llegó con una fuerza violenta, moviéndose espasmódicamente dentro de ella una y otra vez. Vacío, tan satisfecho como un borracho, se dejó caer a su lado, algo pasmado por la fuerza transparente e imprevisible de la pasión que habían compartido.
Ella estaba tendida a su lado, temblando ligeramente. Él pensó que podría quedarse fría. Luego se dio cuenta de que había forzado el asunto sobre su escalera. Se volvió hacia ella. Ella misma se sentía algo pasmada, casi de la misma manera que una inocente que acabara de descubrir el secreto que muchos adultos comparten de que el sexo puede ser una sensación como ninguna otra. Sus ojos estaban tan brillantes como el líquido. Su cuerpo estaba bañado por un fino brillo de sudor. Maldita sea, tan perfecta. Incluso después de todo, miró sus pechos, su cintura, la perfección de marfil brillante de su estómago, el rojo fuego del triángulo de sus muslos, y sintió el despertar de todo otra vez.
—¡No estoy seguro de si decir “guau” o, lo siento, ___(Tn)! —, le dijo suavemente, y estaba feliz mientras sonreía. Extendió la mano y acarició su mejilla.
—¡Guau!—Le dijo ella en un ronco susurro.
—¡Bien! —Murmuró, sintiendo una gran satisfacción filtrándose dentro de él.
Su sonrisa se hizo más profunda.
—¡No, ése fue mi guau! Tú puedes manifestar el tuyo propio en cualquier momento que quieras.
Se rió, elevándose sobre un codo, arrastrándola contra él. Besó sus labios, su frente.
—Dios —susurró. —Sólo tocarte, verte...
—Tengo un dormitorio —le dijo.
—Ahora sí que lo siento. ¿Quemaba la alfombra? —La preguntó.
—Valió la pena —le dijo seriamente.
Él se puso de pie, abotonando sus vaqueros para evitar tropezar y quedar como un burro sobre la escalera. Luego se agachó hacia ella, alegrándose de que el trabajo policial le obligará a mantenerse en buena forma. La levantó sin esfuerzo en sus brazos, manteniendo los ojos sobre los suyos mientras empezó a subir el resto de los escalones.
—¿Por dónde? —Preguntó.
Señaló el lado izquierdo de la casa, sonriendo, con sus brazos alrededor de él.
—Segunda puerta, al lado derecho del pasillo —le dijo.
Él empujó abriendo la puerta correcta. La luz de la luna roja se volcó en su habitación a través de las ventanas del balcón. Vio las sombras del mobiliario contra las paredes, una mesa pequeña delante de las ventanas, una gran cama con cuatro postes contra la pared del fondo. Arrancó la elegante colcha de raso y la colocó sobre las sábanas en un campo de almohadas. Se quitó su propia ropa rápidamente. La miró.
Luego llegó hasta ella, y ella se puso de rodillas saliendo en su búsqueda. Sus besos lavaron su pecho, sus hombros. Sus dedos acariciaron suavemente su piel. Él había pensado que había estado excitado antes...
Sus manos se cerraron sobre su sexo. Acariciándolo. Presionándolo hacia abajo. Le bañó en toda su longitud con el toque delicado de su lengua. Lo llevó profundamente en su boca. Él gritó roncamente, la agarró bruscamente, arrastrándola debajo de él, para entrar en tropel dentro de ella. Y mientras se movían, se besaron. Se abrazaron. Los labios de ella atormentando sus hombros. Sus uñas arañando su espalda mientras gritaba.
Sus dientes sólo hicieron un rasguño en su carne...
Estuvieron la mayor parte de la noche despiertos, descansando y despertándose de nuevo, saciados, saturados, y luego excitándose una y otra vez.
Luego, sus miembros se enredaron juntos, y se durmieron.
Cuando Joseph se despertó, ella se había ido.
Se puso de pie rápidamente, se tambaleó buscando sus vaqueros, llamándola.
No hubo respuesta. Miró a través de la casa, notando que ella había recogido su propia ropa de la escalera. Deteniéndose en el descansillo, miró la magnífica pintura de Magdalena otra vez. Habían hecho el amor la primera vez debajo de la pintura. En una extraña nota caprichosa, esperó que sus largamente muertos ancestros hubieran dado el visto bueno. Saludó a la pintura.
—Ridículo, pero ¿Estoy enamorado, sabe? —murmuró ligeramente. Entró rápidamente a la cocina. Tampoco había ningún signo de ella. El café había sido hecho. Vertió una taza para él mismo.
Miró a través de la ventana de atrás y la vio, bajando por el río, vistiendo un vestido que le llegaba hasta los tobillos. La tela flotó suavemente alrededor de ella con la brisa. Su pelo estaba suelto, y mientras sorbía su café, se quedó mirando hacia el agua pensativamente.
Él salió fuera, caminando rápidamente a lo largo del porche y hacia el otro lado del césped, hacia el agua.
—¿___(Tn)?
Karely Jonatika
Karely Jonatika


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"Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA] - Página 3 Empty Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]

Mensaje por Karely Jonatika Dom 10 Abr 2011, 10:38 pm



Ella se volvió hacia él, con una sonrisa curvando sus labios, pero con una expresión preocupada sobre su cara.
—¿Qué pasa? —La preguntó.
Ella agitó su cabeza.
—No es que algo esté mal, sólo es que...
—___(Tn), por favor, si piensas que hay una maldición de los Montgomery sobre los Jonas o algo semejante, por favor, abandona esa idea.
Miró a través del agua.
—Solo estoy temerosa de que hemos acelerado las cosas. Pienso que tengo que dar marcha atrás. Yo… yo apreciaría si te marcharas ahora.
Fue la última cosa que había esperado después de la noche que habían pasado juntos.
—___(Tn), realmente hay algo aquí…
—Joseph, creo que lo hemos acelerado. Y deseo un poco de espacio. Por favor…
Él asintió con la cabeza, sorprendido de estar tan lastimado, y probablemente, tomándolo no muy bien. A decir verdad, su actitud era tristemente inmadura.
—Hey, muy bien. Lo que tú has dicho. ¿El sexo es sexo? ¿No? Bien, gracias por una buena y condenada foll…
—Joseph, no, ¡Esto no es fácil para mí! —susurró.
—Lo siento. Todavía puede que tenga que llamarte sobre la investigación del homicidio. Las gotas de sangre llegaban hasta tu puerta. De todos modos, gracias una noche divertida. Y a propósito, si te das cuenta de que lo que hemos tenido ha sido endiabladamente bueno, puedes llamarme. Si estoy disponible, lo haremos otra vez.
Se dio media vuelta, alejándose de ella enojado.
—¡Joseph...!
Él creyó que ella pudo haber pronunciado su nombre. Suavemente. Pero su ego masculino estaba ferozmente herido.
Y continuó caminando.


1862.

El Capitán Joseph Jonas estaba perplejo, indignado, y asqueado.
La guerra era una cosa.
El asesinato era otro.
La guerra era fea. Había sangre y balas, y la carne hecha jirones y andrajosa. Era el trágico desperdicio de la vida humana, la corrupción de la juventud y la belleza. Era el hedor de la sangre, los gritos de la muerte y las heridas. Era fea y horrible, una parodia, y aun así, no era tan escalofriante como lo que había estado ocurriendo últimamente.
La Unión quiso tomar Nueva Orleans. El Mississippi era como una gran arteria del sur, bombeando la sangre de la vida en toda la región, proporcionando al pueblo y a los soldados comida, medicamentos, y brazos, y Nueva Orleans estaba cerca de la gran boca del poderoso río. Tomar Nueva Orleans, y romper la puerta trasera del Sur. Inutilizarla.
Era un concepto horrible.
Estaba ocurriendo.
Mientras gran parte de la lucha estaba sucediendo sobre el agua, y los Rebs luchaban valientemente contra la fuerza naval de la Unión, había feroces focos de enfrentamientos sobre la tierra.
Feroces... Efectivamente. Había vivido para ésos preciosos momentos en los que se atrevía a robar unas horas para estar con ella. La amaba, la adoraba, sobrevivía para ella. No sólo era el socorro contra la tormenta; le escuchaba, le comprendía, parecía tener la sabiduría de los ancianos. Comprendía su estrategia de lucha, y aunque él la escuchaba llorar lágrimas blandas cuando partía, nunca le pidió que se quedara.
Con Nueva Orleans precariamente cerca de caer, no la había escondido nada. La había vertido su corazón, hablándola incluso sobre... el horror de los asesinatos.
Durante los últimos meses, cada vez que las graves luchas alrededor de la ciudad amainaban, y cada vez que podían volver con los heridos, encontraban que los heridos habían sido asesinados. Acuchillados hasta la muerte con un sable. Despedazados horriblemente y mutilados.
―He tratado de descubrir lo que está ocurriendo. Encontré a un pobre muchacho una vez...
Bajo la cabeza contra su almohada, mirando fijamente el techo. Ella estaba a su lado, sobre un codo, cerca y brindándole comodidad, sin tocarle, escuchándole con gravedad.
—Me dijo que el coronel había venido. Eso era todo que podía decir. “El coronel vino”. El doctor Jenkins, nuestro cirujano de la compañía, me dijo que habían encontrado algo semejante a lo que había pasado más lejos, al norte, en el extremo occidental de la lucha. El piensa que tal vez tenemos entre nosotros algún tipo de traidor fanático... ya sabes, algún oficial de alto cargo que realmente esté a favor del Norte. Un viejo amigo de la niñez de mi padre, Elijah Wynn, que comanda la Compañía B, dijo que escuchó que algo semejante ocurría a lo largo de otros campos de batalla. ¡Oh, Jesús! Un loco, peleando de nuestro lado. Matando luego a nuestros muchachos. Pero, ¡Oh, Dios!, mi amor, deberías ver lo que les está haciendo...
—¡Joseph, Dios querido, calla, calla, por ahora!—Le dijo, dejándose caer para abarcarlo en su abrazo, con su mejilla contra su pecho mientras le sujetaba. —Mi amor, debes tener cuidado…
—Debo descubrir qué está ocurriendo. Mis hombres desean morir por la causa; pero no deseo verlos asesinados insensatamente…
—Sí, pero debes tener cuidado. Tus hombres no pueden prescindir de ti…
—No me moriré—, le dijo, con una sonriendo torcida. —Tengo que vivir. Por ti. Por nosotros…
Cuando la besó al despedirse, Joseph se encontró repentinamente y extrañamente asustado. Por ella. Tenía un aspecto inquietante de determinación a su alrededor.
—Deberías de ir a la ciudad —le dijo.
—Me temo que los Yankees podrían estar ahí demasiado pronto —dijo ella, arrugando su nariz.
Él se rió.
—Hay algunos buenos yanquis, lo sabes.
Se encogió de hombros.
—Puede ser
—Los hay. Lo sabemos ambos.
—Sí, ambos lo sabemos. Pero soy una chica del Sur. Enamorada de un chico del Sur.
—¡Prométeme que tendrás cuidado y que no te atraparán por sorpresa cuando el derramamiento de sangre esté demasiado cerca!
—Lo juro, mi amor.
La besó otra vez.
—¡Estaré velando por ti!—susurró ella.
Él se separó, entrecerrando los ojos.
—¿Qué?
Ella agitó su cabeza.
—Estarás siempre en mi corazón—, le dijo.

Anochecía.
La pálida luz moría contra el horizonte, siendo dominada por los colores de la noche. La oscuridad llegaba despacio, luchando contra las extrañas sombras que rayaban a través del cielo, rosas pastel, amarillos suaves, líneas carmesí como la sangre que fluía sobre el suelo y hacía correr ríos de color rojo.
La lucha había sido feroz, pero había terminado, y los yanquis se habían retirado, y, si Dios lo ayudaba, Joseph podría salvar a sus heridos.
Montó por delante de las ambulancias tiradas por caballos que se aventuraban por el campo de la muerte para traer a los hombres heridos desde lo profundo del bosque hasta la iglesia convertida en hospital. Encontró un grupo de cuerpos, desmontó, miró a los caídos, y sintió su furia renacer.
Muertos, todos muertos. Asesinados brutalmente.
Montó rápidamente, espoleó a su caballo, y se obligó a seguir delante. Allí, en las sombras que caían, vio movimiento. Una silueta.
Escuchó un grito.
Y lo supo. Un asesino caminaba entre los heridos.
—¡No, bastardo!—Se enfureció, y desenvainando su propia espada de caballería, se dirigió duro hacia el hombre que estaba con su sable en alto, listo para golpear sobre el hombre lastimosamente herido en el suelo. El soldado caído gritó con un terror mortal. Joseph atacó al loco que estaba listo para masacrarlo.
En el momento oportuno, la silueta se volvió, lista para enfrentarse a Joseph y defenderse a sí mismo antes que matar al soldado herido. Las espadas chocaron con una fuerza tremenda. Joseph fue casi desmontado. Casi.
Volvió, bajando su espada de nuevo.
La sorpresa causó que él vacilara cuando vio la identidad de su asesino.
El Coronel confederado Elijah Wynn. El viejo amigo de su padre. Un hombre cuya casa había visitado una y otra vez.
—¡Venga, tómame, Joseph!—Elijah gritó, fuerte, desafiante, despreocupado de que Joseph ahora supiera que él era el frío asesino.
—Elijah—, dijo Joseph, frenándose, mirando fijamente al hombre. La cólera fermentó e hirió con la enormidad del dolor que sintió, un dolor de la traición más profunda. Aquí estaba el hombre que había simpatizado con él, que se había preocupado de estar con él con los otros heridos. —¿Qué demencia es ésta? Señor, ¡Usted es un líder, no un asesino! ¡Por Dios, termine con esta demencia!—Joseph gritó. —¿Por el amor de Dios, señor, por qué ha hecho esto? ¿Qué ha causado que usted inflija esta increíble crueldad?
—Son demonios, chico. Monstruos, ¿No lo sabes?
—Son soldados, señor, luchando a favor de una causa. Usted los está asesinando. Mi Dios, usted está loco, señor.
—No es homicidio, ¡Es la supervivencia para nosotros, para la humanidad! ¡No son jóvenes decentes, son demonios de la oscuridad, fuera del infierno de Nueva Orleans! Hijos bastardos de putas de vudú, quizás, y deben morir. ¡Están manchados! Uno sedujo a mi querida Lilly. Usted lo sabe, usted la vio, fue tomada por la prole de Satanás, y falleció, murió por la podredumbre de su enfermedad, y él debe morir ahora.
Joseph agitó su cabeza. ¡Todo esto por la pobre Lilly! Elijah Wynn estaba hablando de su hija, que había muerto justo después de Navidad, consumiéndose de una enfermedad tísica. Pero Elijah mismo parecía afectado ahora. La muerte de su hija le había costado su mente.
—¡Elijah! ¡Usted no puede encontrar al hombre que sedujo a su hija! Usted no puede hacer que montones de jóvenes buenos soldados paguen su muerte. Estos pobres hombres no son monstruos. Estamos en guerra, Elijah, luchando para constituir una nueva nación.
Elijah agitó su cabeza tristemente. Hizo caso omiso de Joseph, volviéndose hacia el hombre herido otra vez.
—Uno de ellos es un monstruo. Un monstruo tan horrible que debe ser destruido. Joseph, le digo la verdad. Conocí al monstruo, lo vi, pero no vi su cara. Sentí su contacto, pero no vi su cara. ¡Me dio la fuerza, y debo usarla para destruirle, antes de que acabe conmigo!—Levantó su sable.
—¡Elijah, no!—Joseph bramó, y se apuró hacia el coronel.
Había peleado en docenas de luchas y escaramuzas. Había esquivado balas, se había batido en duelo combatiendo mano sobre mano una y otra vez por su vida con su espada. Fue bien entrenado, era ágil, un experto con sus armas, e incluso con sus puños. Dios lo sabía, la guerra le daba tales talentos a un hombre.
Luchó contra Elijah, un hombre veinte años mayor que él, viejo y enfurecido. Joseph pensaba que podía vencer al hombre fácilmente, pero Elijah tenía una potencia increíble, producto de su demencia.
—Elijah, maldita sea...
Tuvo una oportunidad de atravesar a su enemigo completamente. Matar a Elijah. Un ataque directo a través del corazón. No lo hizo.
Quizás no creyó que Elijah lo mataría, a pesar de la fuerza despiadada del hombre. Había conocido a Elijah durante mucho tiempo. La pena de Elijah lo había vuelto loco. A pesar de las cosas que había hecho, Joseph no quería matarlo. Se echó sobre Elijah, e intentó razonar con el hombre que se encontraba en el suelo. El viejo coronel bien podría ser colgado en cuanto fuera juzgado en un tribunal militar, pero Joseph quiso hacer su mayor maldito esfuerzo para mantenerlo vivo.
Pero Elijah era inteligente, y por Dios, tenía una fuerza asombrosa, la potencia de unos buenos diez hombres. A pesar de las habilidades bien afinadas de Joseph, Elijah se libró de él con un vigor increíble, dejando caer su espada, y agarrando su pistola.
—¡Jesús, Elijah, no, maldita sea!—Joseph rugió, saltando para arrebatarle la pistola. Pero incluso cuando Joseph cayó contra él, una bala se disparó del Colt de Elijah, y se precipitó en Joseph. Una herida en el intestino. El dolor era sorprendente. Aplastante. Se preguntó si iba a morir, o si la bala había perforado limpiamente a través de él, evitando sus órganos principales. Trató de mantenerse de pie.
No podía morir. Había prometido que no lo haría.
Vio la cara de Elijah. El anciano estaba levantando su sable para acuchillarlo ahora, para asegurarse de que no estuviera tendido herido. Para asegurarse de que muriera.
Pero no podía permanecer de pie por sí solo. Cuando empezó a caer, sintió un frío extraño surgiendo con la brisa. El aire parecía serpentear y retorcerse, y escuchó un grito de la misma manera que el gemido de un hada anunciadora de muerte en el viento. Elijah, listo para atacarlo con el golpe de gracia de su acero, fue repentinamente arrancado de él. Él escuchó al anciano chillar y gritar.
Alguien estaba peleando con Elijah Wynn. Oh, Dios. El mundo estaba envuelto en una neblina gris extraña. No tenía fuerza. No podía enfocar, no podía pelear. Las fuerzas se le escapaban. Un sabor de muerte. La muerte que podía soportar; ojalá que no. Estaba tan asustado. Por ella. ¡Meg! Era una locura, pero Oh, Dios, tenía que estar delirante, viendo cosas. Era Meg la que peleaba con Wynn.
Solamente la fuerza de voluntad hizo a Joseph ponerse de pie. La cólera provocó que él pusiera sus manos alrededor de la garganta de Wynn, y con una potencia proveniente del amor, la cólera y la desesperación, arrancó a Wynn de Meg.
Aunque, incluso mientras lo hacía, una fuerza llegó desde atrás, con un poder como el trueno. Él a su vez fue separado, echado hacia atrás.
Había otro hombre en la mitad de su refriega con ellos ahora, sobre este desesperado campo de batalla. Estaba extendiendo la mano hacia Meg, tratando de atraerla...
Elijah también se estaba poniendo de pie. No muerto, se estaba poniendo de pie, con una fuerza renovada...
Pero el recién llegado fue el que se había apoderado de Meg. Joseph se lanzó hacia la espalda del hombre.
El recién llegado se giró luchando contra Joseph. Su potencia era asombrosa. Joseph fue estrellado de golpe contra el suelo. Su cabeza golpeó la piedra. Cristales negros parecían reventarse en cascos alrededor de él.
Fue cegado, aunque escuchó el enfrentamiento. Hubo gritos, sonidos de enfrentamiento, puños veloces, conectando. Sí, se libraba una disputa, rápida y feroz. Escuchó a alguien gemir, un sonido burbujeante...
Como si alguien se atragantara con su propia sangre.
La visión de Joseph empezó a aclararse. Había alguien junto a él. Meg.
No.
Miró hacia arriba dentro de sus ojos oscuros. Otra persona... El hombre, el recién llegado, el bastardo que había tocado a Meg. Tenía una cara vagamente familiar. Joseph no podía ubicarlo totalmente. Un hombre al que habría conocido casualmente en algún lugar antes. Cuando se quedó mirando fijamente su cara en la confusión, el hombre sonrío.
—¡Usted es difícil de matar, Jonas! Medio muerto, pero todavía está tratando de luchar contra mí—dijo el hombre. —Pero por Dios, ¡Usted morirá!
Rápidamente sacó un cuchillo de una funda que tenía a su lado. Joseph se las arregló para sacar su propia arma, pero aunque sintió su cuchillo hacer contacto con su carne, sintió la espada de su adversario deslizándose en su interior. Enterrándose en su pecho.
Con un grito, su adversario cayó a su lado.
Pero demasiado tarde. Meg, ¿Dónde estaba Meg?
Dolor... y adormecimiento. Meg, Dios querido, Meg…
Hubo un grito. Un grito de cólera sobre el viento. El hombre que estaba a su lado, su asesino, fue dado la vuelta. Extinto. Desarmado. ¿Muerto? No importaba, él no podría ponerse de pie otra vez, no podría tocar a Meg.
Joseph sintió el tacto frío de la muerte sobre él. Dedos de hielo, acariciándolo, estrujando su corazón. Estaba cayendo a través de la luz y la sombra. La muerte estaba llegando. La vio, la sintió, la probó. Curiosamente, la muerte pareció tardar mucho tiempo.
Incluso en ese momento sintió un roce apacible. Se encontró a si mismo acunado en brazos tiernos, y cuando miró hacia arriba, se pensó que ya había muerto. Porque ella estaba con él. Su querida y preciosa Meg. Sus ojos ardían con un extraño fuego. Derramaba una lluvia de lágrimas. Su tacto era tan infinitamente tierno. Su hermosa cara estaba envuelta en angustia.
—Mi amor. Oh, Dios, Joseph, debo encontrar a un cirujano…
—Ningún cirujano. Ay, amor, demasiado tarde para un cirujano, Meg, mi Dios, debes huir, salvarte a ti misma. Maldita sea por ser tan tonto, no puedo protegerte…
—Estoy segura…
—No, hay otro asesino aquí.
—No, Joseph, estoy segura, debo encontrar a un cirujano.
—No. Abrázame. Abrázame contra el frío. Dime que me quieres. Dime que te habrías casado conmigo. Dime que me querrás para siempre.
—Oh, Dios, Joseph, te quiero, para siempre, si, para siempre, no puedes estar moribundo, puedo…
—Te quiero—, él le dijo. —Demasiado. Oh, Dios, te quiero. Te quiero. Moriría por ti, una y otra vez.
—Joseph, no... Oh, Dios, te besaré con la vida. Le daré tibieza a tus labios...
Desesperadamente, se inclinó sobre él. Lo besó.
Pero demasiado tarde. Porque la vida se había ido.
Ella dejó escapar un grito con el mayor dolor. Había llegado demasiado tarde, demasiado tarde. Demasiado tarde para, incluso, ofrecer un último beso...
Lo sujetó, sollozando. La muerte estaba tendida, esparcida alrededor de ella. Escuchó las voces en la distancia lejana; los hombres del grupo médico de Joseph estaban buscando a su jefe para encontrar a los heridos. Eran demasiados, tratando de conseguir a los doctores, tomándoles mucho tiempo cruzar el campo.
Exhausta, estaba temblando cuando miró hacia donde Wynn estaba tendido, caído sobre una piscina de sangre. El anciano había estado contaminado. Miró más allá. Y allí estaba. A pesar del golpe de Joseph, se estaba poniendo de pie otra vez, mirándola fijamente triunfante.
Aaron Carter.
Se acercó a ella. A donde ella sujetaba a su amado Joseph.
—¡Bastardo!—dijo enfurecida, y tendió a Joseph tiernamente para ponerse de pie.
—La dije que la tendría. Somos uno e iguales. Llegará a comprender…
—¡Lo desprecio y lo odio y encontraré una manera de hacerle trizas! Le dije que partiera y tomó a esa niña inocente. Usted la mató despacio, y cuando su padre estaba loco por su pesar, usted incrementó su demencia tomando sólo un poco de su sangre. Le dio mayor fuerza y causó que él buscara su propia justicia sobre hombres inocentes por el asesinato que usted cometió.
—¡Seduje a una inocente! ¡Querida mía! Sí, mi dulce, esta es la naturaleza de la bestia, señorita!
Él estaba petulante, divertido.
—¡Lo mataré!—Se enfureció, y se tiró encima de él con una fuerza tremenda. Incluso él se sobresaltó por su poder, desapareciendo su presunción mientras levantaba sus brazos para defenderse. Todo lo que podía sentir era su pesar y su odio. Arremetió contra él con tal fuerza y poder que arrancó carne de sus huesos, arremetiendo contra su cara, su garganta, provocándole un daño real.
—¡Bruja!—Bramó.
El viento pareció rugir repentinamente, embravecerse entre ellos. Dio un paso hacia atrás, agotada, reconociendo la fuerza creciente que se estaba interponiendo entre ellos. Desatenta hacia todo lo demás, cayó sobre sus rodillas al lado de su amante otra vez.
¡Oh, Dios... Oh, Dios, había querido velar por él! Había rondado demasiado lejos en la distancia, y no había visto lo que estaba ocurriendo, no se había dado cuenta de que...
Carter. Aaron Carter. Ella pensó que él se había ido. Él había jugado su juego hábilmente. Y había tomado su venganza.
Ella retrocedió contra el tronco de un roble viejo grueso lleno de balas que, de alguna manera, había sobrevivido a la batalla. Cerró sus ojos, en agonía. Con mucho gusto desgarraría a Aaron miembro a miembro, y aunque estaba horrorizada, deseando que cerrando sus ojos pudiera esfumarse lo que estaba tendido delante de ella, la sangre de la guerra y la sangre que se había provocado a ella misma. Deseaba poder hacer desaparecer a la misma muerte.
O eso...
O reconocer su abrazo.
Pero había un olor malsano a muerte también. La muerte tenía un hedor. Incluso con los ojos cerrados, podía olfatear la muerte.
Entonces escuchó el viento otra vez, un sonido furioso, un crujir contra los árboles, un trueno en su alma.
El juicio estaba llegando.
Abrió sus ojos. Kevin estaba ahí, de pie en la mitad del campo de cadáveres desparramados, mirando fijamente al cuerpo del Coronel Confederado Elijah Wynn. Mirando de ella a Aaron Carter.
—¿Qué tenemos aquí? —Kevin exigió.
—¡Un traidor para nuestra especie! ¡Me ha atacado! Debe de ser obligada a pagar. No comprende que hay reglas, que cumplimos con nuestras propias leyes. Es peligrosa, debe ser aleccionada. Conseguirá que nuestra especie sea asesinada una y otra vez.
—¡Ah!—Kevin murmuró, estudiando el daño que Meg había hecho a Aaron.
—Eres el soberano; se me debe justicia. Dámela. Yo la someteré al correcto castigo.
Kevin miró a Meg, arqueando una ceja. Momentáneamente, pareció divertido.
—¡Bien, bien, bien!—Dijo, y sus ojos tenían a toque de fuego, y su boca estaba curvada en una sonrisa. —¡Qué fascinante! ¿Sólo qué ocurrió aquí?
Extendió la mano hacia abajo, tirando hacia arriba de Wynn por el cuello. El pesado hombre podría haber sido ingrávido. Kevin miró fijamente a los otros cuerpos diseminados por todas partes, vio la manera en que ella se arrodillaba por Joseph Jonas. Su sonrisa titubeó por un minuto, y sus ojos se fijaron duramente sobre los de ella de nuevo. No la importaba.
—Ah... La bondad y la maldad tienen ambos sus precios, ¿No? Todo en la vida, y en la muerte, tiene su precio. Se ha aprendido una lección aquí hoy, eso creo. Meg, mi pobre Meg. Bien, efectivamente, quizás aprenderás a no perder tu corazón frente a amantes mortales. ¡Olvidas quien eres, Meg Montgomery! Lo que tú eres. Niña de las fuerzas oscuras, hija del pecado. —Su cara se endureció, y por un momento ella se dio cuenta de que estaba siendo deliberadamente cruel, insistente en su creencia de que ella había provocado este dolor a sí misma. —¡Por amor de Dios! ¡Debe aprender a terminar sus comidas!—Exclamó.
Con eso, tomó a Elijah Wynn como si era una muñeca, girando su mano, y separando la cabeza de Wynn de su cuerpo con un movimiento fuerte y limpio. Dejó al hombre caer sobre el suelo.
—¡No era mi comida!—ella protestó. —¡Él estaba en el juego de Aaron Carter, su experimento de crueldad! Mató a la hija del hombre y lo corrompió luego. Le sacó sangre, pero ni asesinado ni convertido. Él simplemente destruyó vidas humanas por diversión, él es quien es peligroso, quien nos expondrá a todos nosotros con su descuido y su crueldad. ¡Ningún hambre lo condujo a esto! ¡Esa criatura, —escupió, señalando a Aaron —es una verdadera abominación, incluso entre nosotros!
Kevin agitó su cabeza, entrecerrando sus ojos.
—Esa criatura, como tú te refieres al Sr. Carter, no es obra mía, mi dulce querida. Pero me temo que es uno de nosotros, y nosotros somos bestias de una naturaleza semejante. Y tú conoces las reglas, que son no acabar con su propia especie.
—No traté de matarlo. El bastardo…
—El viejo valiente coronel tenía una hija muy hermosa y suculenta, o eso escuché.
—Muy suculenta—, Aaron Carter dijo, sonriendo abiertamente con un placer lujurioso.
—Creo que camina ahora entre nosotros —dijo Kevin.
—¡Efectivamente! Y tú lo permitiste, —Meg acusó.
—Mi amor, ¡Pierdes el control! Es su derecho, como lo es el tuyo, de elegir a quien él otorgue el obsequio de esta vida.
—Sedujo a la única hija del hombre, y él se convirtió en un hombre enloquecido que fue matando salvajemente a soldados heridos sobre el campo de batalla.
—Y el loco mató a tu apreciado mortal. Me temo que no hay delito contra nuestra especie por eso. Las reglas por las que vivimos son para nuestra supervivencia, no para los mortales. Debemos sobrevivir, mi amor, y debes comprender eso. El nuestro es un mundo duro y brutal. Debemos sobrevivir. Somos todos parecidos, somos de una misma especie. ¿Piensas que puedes cambiar lo que eres cenando solamente hombres malvados? ¡Agradece al Señor, o al diablo, que el mundo está poblado con docenas y docenas de crueles mortales, y que puedes realmente engordar con ellos! Desafías lo que eres, y decides no aceptar la compañía que te es ofrecida, o aceptar como compañero a un hombre. Mi querida belleza virtuosa, ¡Lo siento, pero piensa sobre esto! El hombre que esta tendido, el justo y buen Capitán Jonas, un hombre a quien no contaminarías, con una muerte mortal. Tú tienes el poder salvarlo.
—¡Quizás no creo que ser “recompensado” con este tipo de vida sea ser salvado!—Se atragantó.
Kevin se agachó a su lado, agitando su cabeza tristemente.
—¡Qué par tan divertido podrían haber sido! ¡Tú qué crees profundamente en el alma! ¡Tú y tu joven ético! ¡Me dicen que asistes a los oficios religiosos!—Él se estremeció con el concepto mismo, luego sonrió, en un intento de humor e incluso de empatía, ella pensó. — ¡Imagínate a ustedes dos, en los titulares del periódico por encima de las batallas ganadas y perdidas!, Hija Heroica de Satanás asociándose a la Liga de Abstinencia! ¡Den la bienvenida a nuestros más recientes miembros de la fuerza del Ejército de Salvación!
Luego la sonrisa de Kevin se desdibujó. Él extendió una mano hacia ella.
—Ven, Meg, conmigo.
Aaron estaba enfurecido.
—¡No! Tú no la perdonarás y la confortarás. ¡Dámela! Me ha herido, debe cuidarme, debe ser mía, me debe…
—¡No! ¡No tenía derecho! ¡Ningún derecho! Sabía eso… eso…—Meg dijo con dificultad.
—¿Que usted amaba a su mortal? —Kevin vociferó.
—¡Démela! ¡Es de justicia, lo exijo!—Aaron persistió.
—No—, Kevin dijo tranquilamente, permaneciendo de pie, mirando todavía a Meg. —Éste es su lugar, Carter. Has estado equivocado al venir aquí.
—Ella me ha lisiado. ¡Te enfrentas por ella porque ella… porque ella te entretiene!
—Estás mutilado porque la codiciabas para ti mismo. Vete. El tiempo curará tus heridas.
—¡No lo haré!
—Lo harás.
—Piensas que puedes reclamarla porque eres el rey; puedes hacer lo que desees…
—Sí—, Kevin interrumpió impacientemente, —Puedo hacer lo que desee porque soy rey, porque tengo el poder, y la fuerza, y si decido encontrarte en el mal, tengo el poder de destruirte. A menos que puedas vencerme. Lo cual no puedes hacer. Así que te irás. Te lo ordeno.
Aaron Carter miró fijamente Meg.
—Kevin no estará contigo siempre. Soy fuerte. Seré más fuerte. No has escuchado lo último de mí. Soy lo que soy, y tengo mis derechos, e incluso nuestro fuerte Rey ¡admite esos derechos! Mi belleza, ¡Pagará con el tiempo!
—Aaron, ve a Europa—, Kevin le avisó. —Hay una estación de tremendo libertinaje en la Costa Azul, o eso he escuchado. Vete, antes de que olvide que debo defender todo lo que somos y te mutile yo mismo.
Aaron dejó caer un siseo, un sonido parecido a una serpiente procedente de su cólera. Pero se marchó.
Y Kevin, curiosamente silencioso, se agachó al lado de Meg otra vez. Extendió una mano otra vez.
—Lo siento, Meg. Sinceramente. Ven. Te ordeno que vengas.
—No.
Él arqueó una ceja. Ella se preguntó por qué estaba tan decidida a luchar contra él, excepto porque sentía tan terrible dolor. Había estado viviendo en un triste engaño. Le había dicho a Aaron que se fuera; había pensado que lo había lo hecho. Había creído tan tontamente en su propio poder.
Pero Kevin era el Rey de su especie. Ella podía luchar contra Aaron y ganar. Pero solo podía esperar luchar contra Kevin. Había aprendido el poder de él. Pero él era más viejo y más fuerte todavía.
—Querida mía...
Cuando la tocó esta vez, ella le permitió, por un momento, que la confortara. Había algo sobre Kevin. En su fuerza y en su poder había ego y un sentido de derecho total, pero no era como Aaron. Se agarró a él, y tembló con un flujo largo de sollozos.
Entonces fue empujada fuera de allí.
Kevin podía forzarla, tomarla, atraerla a su voluntad. Y ella no odiaba a Kevin. Él no esperaba nunca que su especie fuera moralista o ética, no más que lo que se esperaría que un tigre rechazara la carne. Pero no, él no era como Aaron Carter. Tenía la sabiduría de los ancianos. Sabía que debía de haber reglas. Había estado al tanto de Joseph, y le había permitido a ella permanecer en el dilema de querer a un hombre cuando ella se negaba a convertirlo a su especie, y ahora, haberlo perdido. No, despreciaba a Aaron, pero no odiaba a Kevin.
Aun así, lo desafió. Porque al separase de él, vio los restos mortales de Joseph, y le importó todo un bledo. Todo lo que quería hacer era gritar. Y sujetar a Joseph Jonas, mientras mantuviera la tibieza de la vida, y soñando lo que podría haber sido.
—Ven—, Kevin insistió.
—No, no lo dejaré ahora.
—¡Está muerto!
—No lo dejaré.
—Bien, chica imprudente. Llora tus patéticos y débiles restos humanos. Volverás a mí. —Kevin levantó su barbilla. Miró fijamente a sus ojos, y ella misma revivió con un fuego terco. —Volverás a mí —, él continuó, —Porque yo tengo el poder, yo soy el poder. Soy el dios de tu mundo. Y volverás a mí, lo quieras admitir o no, porque eres una pequeña bestia sensual, y me necesitas.
Ella estaba enfadada y se alejó de su toque.
―¡No puedes ni empezar a entender el amor!
Él arqueó una ceja, pero la permitió alejarse.
—Tú hablas del amor, pero juegas con fuego—, él la advirtió. —Repito, ma cherie, soy tu dios, el Rey dentro de nuestro mundo. Conozco las reglas, y me aseguro de que sean respetadas. Por derecho, actuaste contra uno de nuestra especie. Debería de haberte entregado a Carter. Recuerda nuestras reglas. Rompe muchas de ellas, y sufrirás las consecuencias.
—¡Porque te rechazo cuando quiero morir!—ella susurró.
Curiosamente, ella se dio cuenta de que Kevin estaba tan lastimado como enfadado.
—Tal vez—, él le dijo tranquilamente. —¡Cuidado, mi amor! ¡No me empujes demasiado lejos! Te condenaré y haré todo lo posible para asegurarme de que tengas una vida tan larga que rogarás por mi perdón.
Ella se reclinó contra el árbol, con lágrimas reales cayendo por sus mejillas.
Hubo otro susurro en el aire.
Otro sonido apagado.
El olfato del campo de batalla ensangrentado aumentó por todas partes alrededor de ella. Estaba sola con su amante humano muerto.
Aaron Carter se había ido. Él no la tendría.
Y Kevin se había ido. La había defendido, pero ahora, no podía perdonarla. No importaba. Nada importaba.
Porque Joseph se había ido.
Karely Jonatika
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Mensaje por jb_fanvanu Lun 11 Abr 2011, 1:21 am

No entiendo mucho la relacion de los antepasados con los de ahora :suspect:

Sera q meg es ___?? sigue viva "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA] - Página 3 167695056

QUE MOMENTO HOT ESE EHH!!! :twisted: EN LA ALFOMBRA NO MAS !!

GRACIAS POR LOS CAPIS!! ME ENCANTAROM!!! :)

SIGUELA!!!!
jb_fanvanu
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Mensaje por Karely Jonatika Mar 19 Abr 2011, 5:11 am

Chicas necesito saber si les esta gustando la nove, para subir más capitulos o no. Simplemente dejen un mensaje.
Karely Jonatika
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Mar 19 Abr 2011, 11:09 am

HOLA!!!!!!!!!!!!!!
NUEVA LECTORA!!!!!!!!!!!!!! :cheers: :cheers: :cheers:
Pero claro que me gusta la nove, y si puedes dejar los capis cuando puedas, no te presiono :D
sigue con la nove :D
♫ Laura Jonas ♥
♫ Laura Jonas ♥


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Mensaje por jb_fanvanu Mar 19 Abr 2011, 11:26 pm

QUIERO MAS!!! ME ENCANTA LA NOVE!!
jb_fanvanu
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Mensaje por jb_fanvanu Jue 21 Abr 2011, 2:10 am

SIGUELA!!!!
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Mensaje por Karely Jonatika Jue 21 Abr 2011, 8:14 pm

CAPÍTULO 07

El tercer cuerpo no fue encontrado hasta el jueves.
Pierre calculó que la pobre criatura llevaba muerta casi una semana, lo que parecía querer decir que su asesino había empleado el final del miércoles, el jueves, y el viernes en la juerga.

—Noches de casi luna llena y de luna llena—, Pierre anotó tristemente, lo que provocó que Joseph asintiera con la cabeza pensativamente. Noches en las que la luna había resplandecido extrañamente roja sobre el río y sobre el pantano.

Esta vez, la víctima había sido encontrada en el brazo pantanoso de un río. El agua y los animales habían dañado su devastado cuerpo.

Su torso había sido encontrado por la mañana.

Su cabeza al principio de la tarde.

Algunas partes de ella probablemente se perderían para siempre, consumidas por las bestias salvajes, la mugre del pantano, o incluso, por su asesino. La brutalidad con la que este asesino estaba mutilando cadáveres estaba creciendo inquietamente de una forma que evocaba a Jack el Destripador.

Lo bueno de estar de pie con Pierre sobre la camilla mientras señalaba sus hallazgos era que la cara grotescamente arruinada de la víctima estaba tan excesivamente hinchada y roída, que era difícilmente identificable como un ser humano.

Pobre Nicholas. Había llegado con determinación. Fue a la morgue con Joseph. Había durado diez minutos antes de que se hubiera marchado para vomitar. Mientras Pierre explicaba que la marca de desgarro sobre el cuello indicaba el mismo método de disposición de la cabeza que habían visto antes, Nicholas regresó. Estaba casi tan pálido como el cadáver. Pero estuvo de pie al lado de Joseph, escuchando acerca de la serie de mutilaciones, lo que Pierre sabía, y lo que Pierre no sabía.

—Oh, señor. Definitivamente tenemos a un loco de primera clase en nuestras manos —dijo Nicholas.
—Un puro loco, diría… extraoficialmente, por supuesto.

Joseph asintió con la cabeza, sintiéndose él mismo enfermo. El lunes habían aumentado el destacamento especial y habían tenido dos horas de reunión. Él, el jefe y sus hombres habían dado la bienvenida a las adquisiciones de dos hombres del F.B.I., un experto en perfiles y un hombre de evidencias físicas, pero ni siquiera las destrezas del F.B.I. les estaban ayudando. Todas las opciones, simplemente, se habían agotado.

Incluso la opción de ___(Tn) Montgomery. Ambos hombres del F.B.I. la habían entrevistado, y a cada persona empleada por ella. Se habían utilizado detectores de mentiras. Nadie sabía nada.
Ahora, con este nuevo homicidio, el débil vínculo con Empresas Montgomery parecía estar destiñéndose. No había ningún testigo conocido posible. Creyeron que conocían la identidad de la víctima, aunque sus huellas digitales y los registros dentales todavía estaban siendo verificados.

Era una prostituta que tenía un hijo. Su vecina había denunciado su desaparición cuando no había venido a por su hijo de cuatro años antes de la medianoche del viernes pasado, como planeaba.
Pobre Bessie. En algún momento debió de ser una mujer atractiva con un corazón lleno de sueños. De acuerdo con la vecina, si, había estado en el negocio, pero solamente con una clientela de clase alta. Había querido hacer dinero y salir de eso para criar a su hijo en otro lugar. Había trabajado a través de alguien más, aunque la vecina no sabía a través de quién. Bessie no había sido una puta de tres al cuarto, pero si una prostituta de cien dólares el tiro.

Ahora mismo, no importaba qué había cobrado a su último cliente. Ella había sido la que había pagado.

—¿Qué más puedo decirte? —Pierre preguntó.
—Nada, ahora. Cúbrala, ¿Uh? —Pierre le complació. De nuevo estarían recogiendo toda clase de pruebas de composición del tejido y de secreciones. Con un poco de suerte, a pesar de la manera en que los cuerpos habían sido destruidos, por lo menos podrían comparar el esperma de las dos víctimas de sexo femenino. Con suerte, tendrían mucho más.

Cuando Pierre cubrió el cadáver, Joseph se volvió hacia Nicholas.

—Agrupa a los chicos juntos. Quiero a todos en la calle. Vamos a mantener esto tan controlado como sea posible, pero no hay ninguna manera de excluir a la prensa. Todos deben de tener mucho cuidado respecto a lo que se diga. Quiero reuniones con los tipos infiltrados en el French Quarter, quiero los nombres de todos los conocidos proxenetas y madamas en la zona, y quiero los nombres de cualquiera que sea incluso remotamente sospechoso de proporcionar servicios sexuales o acompañantes como trabajo extra, ¿de acuerdo?
—Dalo por hecho—, dijo Nicholas, demasiado feliz de dejar la morgue. —Así que, ¿Qué vas a hacer ahora?
—Voy a salir y a entrevistar a la vecina yo mismo —dijo Joseph. —Tal vez haya una pequeña pieza de información que se haya escapado. Y cuando termine allí, voy a encontrar cualquier posible y remota infracción y comenzaré a peinar el punto más débil de nuestra bella ciudad en busca de aquellos que tratan con carne humana.
—Que te diviertas—, Pierre le dijo.
—Sí, claro.


La vecina de la chica muerta era una bonita y pequeña morenita, una mujer joven de cara saludable que admitió “tener escarceos en el negocio” ella misma. Había llorado lágrimas reales por Bessie, pensó Joseph, y él sintió angustia al no poder proporcionar ayuda por la pobre chica muerta cuando conoció a su hijo pequeño. Cuatro años, tímido e inseguro, le dijo a Joseph seriamente que “Tita” Jeanne le había dicho que mami había sido llamada al cielo, y que estaba segura y feliz viviendo con Dios. Que ya no podría estar con él nunca más. Luego Tita Jeanne Montaine envió al pequeño chico de pelo de color platino a la habitación para ver un video de Disney mientras ella se sentaba con Joseph, ofreciéndole café.

Jeanne fumó nerviosamente y dio bocanadas a un cigarrillo.

—Dios, ¡Cómo desearía poder ayudarlo! ¿Cómo puede alguien hacer tales cosas a otros seres humanos? Es tan horrible... Y ¡Pobre Isaac! Oh, lo sé, muchas personas sólo pensarán que Bessie era una puta y que se merecía lo que consiguió, pero... Bien, la mayor parte de lo que hacía, lo odiaba. Soñó con mudarse de aquí algún día. Solíamos holgazanear y tratar de pensar en el posible lugar más lejano, una ciudad lo suficientemente grande para fundirse en ella, y lo suficientemente pequeña con el propósito de que estuviera todavía en la América rural. ¿Sabe? Llevar una nueva vida en algún lugar. Podría haber sido lo que algunas gentes llaman inmoral sabe, pero buena gente, mala gente, gente negra, gente blanca, nunca he visto a alguien querer a nadie como Bessie quería a su hijo.
—Señorita Montaine, me temo que no conocía a Bessie, y seguramente no me atrevería a juzgarla. Hacemos todo lo que tenemos que hacer en la vida.

Jeanne se animó. Lo miró, suspirando, y con su suspiro, perdió un poco de su actitud defensiva.

—Sí. Quiero mantener a su hijo, sabe.
—Si hay algo que pueda hacer para ayudar, hágamelo saber.
—Puede que le haga mantener su palabra sobre eso —le dijo Jeanne.

Joseph cruzó sus manos juntas, inclinándose hacia ella seriamente.

—Jeanne, no juzgo a Bessie, y no puedo ayudarla ahora, pero si puedo ayudar a su hijo, prometo que lo haré. Y puedo ser capaz de ayudar a alguna otra pobre muchacha. Pero estoy desesperado. Esta cosa horrible le fue hecha a ella, y no he conseguido casi nada para continuar. ¿Puede pensar en algo, cualquier cosa que pueda decirme?

Jeanne pensó en ello, agitó su cabeza entonces con frustración.

—Sé que tenía un chulo... y eso es todo. No sé dónde tenía que encontrarse con el John que tenía esa noche o cualquier otra. Sólo me llamó, me dijo que llegaría tarde. Le dije, seguro, nunca me molesta tener a Isaac. Pero cuando no volvió a casa, supe que algo estaba mal. Ella no habría dejado a su bebé, ¿Sabe?

Joseph asintió con la cabeza.

—¿Ha llamado alguien acerca de Bessie o su hijo?
—No.

Él la entregó su tarjeta.

—Bien, si recuerda algo de todo esto, cualquier cosa, ya conoce la rutina, por favor, llámeme. Esta es mi línea directa en la oficina, la otra es mi casa, y este es mi número de buscapersonas. Si usted no me contacta en ningún teléfono, por favor, deje un mensaje, y le devolveré la llamada.

Jeanne asintió con la cabeza.

—Por supuesto. Por supuesto. Haría cualquier cosa para ayudar. Cualquier cosa.
—Gracias —Joseph le dijo. Cuando él se levantó para irse, ella dejó salir un pequeño grito.
—¡Espere!
—¿Qué?
—No es nada tan grande, ¡Lo siento!
—Lo que sea.
—Bien, sólo estaba pensando que, tal vez es algo. Creo que sus Johns fueron conseguidos para ella a través de una mujer. Una mujer que posee un restaurante.

El corazón de Joseph estaba tronando. ¡Dios querido, algo! ¡Por fin, algo!

—¿Qué la hace creer eso?
—Cuando llamó para que me quedara con Isaac, dijo algo de “ella”, sobre quién había hecho los arreglos. Y Bessie había dicho que sabía que estaría en casa antes de medianoche, pero exactamente no estaba segura de cuánto tiempo tenía que estar disponible porque había muchos platos haciendo un ruido metálico en el fondo mientras se estaban haciendo los arreglos.
Joseph asintió con la cabeza.
—Bien. Magnífico. Señorita Montaine, podría besarla. Voy a besarla.

La arrastró hacia él, presionando sus labios en su frente. Estaba excitada, colorada, contenta.

—¡Gracias!—Le dijo.
—¿Es una buena pista?
—Una gran pista. La mantendré informada.

Salió apresuradamente hacia su automóvil, y llamó rápidamente por radio a Nicholas.

Nicholas sonaba frustrado. Peinar la ciudad significaba tener que sacar a la superficie a demasiados proxenetas.

—Es como intentar buscar chinches en el pelo de la cabeza de un niño con piojos —Nicholas le dijo.
—No importa. Consigue un coche y ve a la plaza Creole en Le Bon Marche, en la calle Prince. Arresta a Mamie Johnson.
—Muy bien —Nicholas dijo despacio. —Joseph, necesito tener una razón específica para arrestarla, lo sabes.

Joseph vaciló.

—Tráela como cómplice de asesinato. Eso debe ayudar a conseguir que hable.
—Lo haré.

Treinta minutos después, Mamie Johnson, una alta y regia mujer de color cobrizo, estaba sentada en una sala de conferencias con Joseph, Nicholas y Gyn Elfin, una de las dos mujeres de su destacamento especial. Gyn recordó a Mamie sus derechos, pero a pesar de su aparición elegante y sus maneras confiadas, Mamie parecía lista para hablar. Sabía que los policías no estaban interesados en trincar sus huesos debido a su pequeño cruce de la línea ―ella dirigía un negocio limpio. Había mucho más que era muy bajo y sucio en Nueva Orleans para que ellos estuvieran preocupados por su pequeña parte de la acción.

—Bessie Girou era indudablemente una amiga mía—dijo Mamie. —Y traté de dirigirla hacia cierto calibre de hombres cuando estaba buscando una cita. ¿Podría conseguirme un cigarrillo?
—No se puede fumar en este edificio —comenzó Gyn. Joseph la miró e hizo una mueca. —Un cigarrillo. Sí. ¿Es usted selectiva sobre qué tipo?
—Algo con mentol. Y tomaré un poco de café también. No he podido dormir mucho últimamente.

Gyn salió rápidamente a su búsqueda de café y cigarrillos.

—Está bien, Mamie, así que usted organizó que Bessie conociera a un caballero el viernes por la noche —dijo Joseph.
—Lo hice.
—¿Quién era el caballero?
—Era alto, apuesto y con mucha labia. No lo había visto nunca antes. Entró en mi local con muy buen aspecto vistiendo ropa de sport, oliendo a colonia cara. Pidió la comida más costosa de la casa, carne Poivre con gratinado de langosta. Ordenó una botella de vino con más de cien años, y empezamos a hablar, me preguntó si estaba interesado en una cita, y supe qué clase de cita buscaba, era tan suave y con tan buena apariencia que casi dije que sí, excepto que mi olfato para los negocios me dijo que era viernes noche, que es cuando hago la mayor parte de mis ingresos, y por eso le dije que conocía a algunas damas muy finas que podían querer disfrutar una noche tranquila con él. Estuvo de acuerdo. Le di una hora y un lugar.

Joseph asintió con la cabeza cuando Gyn regresó con café y cigarrillos.

—Así que, ¿Puede decirme dónde se encontraron? —Le preguntó.
—Sí. En el Blue Pontchartrain. Habitación número ocho. Sólo a dos bloques de mi negocio, recto hacia Prince. —Mamie tomó un sorbo largo de su café. —Vaya, Teniente, tiene usted que hablar con esta chica. Querida, debe de haber algo más fuerte que el café de este café.
—¡Oh!—Gyn declaró, sobresaltada.

Joseph sonrío, mirando a Gyn, asegurándola que estaba bien así, y que al final aprendería cómo arreglárselas con quién fuera. El café con alcohol añadido no era en realidad necesario para el interrogatorio en este momento.

—No importa ahora, Mamie. Escuche, he llamado a un artista. Quiero que le dé una descripción del hombre que entró en su local e hizo arreglos buscando… esto… compañía femenina. Cuando hayamos conseguido un dibujo de este tipo, la traeré un trago yo mismo.
—Vaya, Teniente, esto estaría bien.
—Nicholas, consigue una de dotación para ir al Blue Pontchartrain. Mamie, usted se viene conmigo.
—Seguro, querido—, Mamie dijo arrastrando las palabras con ojos leonados, clasificándolo.
—¡Gyn!
—Sí, señor!
—Usted viene también. Pienso que todos podríamos tomar algo de beber.
Karely Jonatika
Karely Jonatika


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