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"Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Me encanta!! una nove de vampiros con joe siempre lo leo jajajaajaja al principio no entendia bien pero creo q joe viene de los antepasados del hijo de magdalena no se si se entiende lo q digo :suspect: otra cosa es que la empresa no se llama magdalena's ? mm hay muchos secretos :¬w¬: __ habra matado a esas personas?? o fueron los teletubies?? :¬w¬: podra scooby doo y misterio a la orden resolver el caso ?? :suspect: jajajajajajaja
SIGUELA!!!!!!!!!!!!! :rendeer:
SIGUELA!!!!!!!!!!!!! :rendeer:
jb_fanvanu
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
CAPÍTULO 02
―Ahora bien ―dijo Nicholas con seguridad cuando dejaron atrás el edificio de Montgomery. ―Es una mujer hermosa
Joseph lanzó un gruñido.
No porque no estuviera de acuerdo.
___(Tn) Montgomery era más que hermosa. Era alta y flexible, de formas marcadas, con un pecho abundante, una cintura delgada, y caderas acampanadas; tenía las piernas largas, muy largas, un sexy pelo rojizo, e inteligentes ojos de color de avellana salpicados de reflejos dorados. Se movía con una gracia y una confianza plena. Olía provocativamente, a un poco de perfume sensual. En cuanto puso sus ojos sobre ella, pensó que era la mujer más excepcional a quien alguna vez había conocido, la más atractiva. Increíblemente, casi se había olvidado del cadáver. Sólo que había algo sobre ella. Algo que sacó su instinto más primitivo. Eso hacía que un hombre deseara…
―Quiero decir hermosa.
Joseph lanzó un gruñido otra vez.
―Realmente hermosa. Una fantasía. Estrella de cine, modelo sobre un pedestal. Incluso mejor, una reina de un poster central…
―Nicholas, las gotas de sangre nos llevaron a su puerta.
―Posee su propio negocio. Un gran negocio. Debe ser tan rica como Midas. ¿Has podido ver los
trajes en esos escaparates de abajo?
―Es dinero viejo, Nicholas. El nombre de Montgomery viene de atrás, de muy atrás.
―Dinero viejo... Pero me pregunto si está más cerca de mi edad, o de la tuya. No importa. Me pregunto si alguna vez saldría con un poli. No conmigo, por supuesto. A pesar de que estaba babeando. A decir verdad, me temía que mi lengua fuese a caerse sobre el piso. Pero ella te estaba mirando a ti. Independientemente de su edad, le deben gustar los hombres más viejos.
Joseph finalmente se paró, arqueando una ceja a su joven compañero.
―No creo que treinta años se considere viejo actualmente, ―dijo Nicholas rápidamente. ―Quiero decir, maldita sea, que no parecía interesada en mí en absoluto.
―Nicholas, ella puede ser bien una sospechosa de asesinato.
―¡Oh, vamos ya, Joseph! ¿Qué ella qué? Puede tener 1,77 de altura y 59 kg como máximo. Delgada pero, hombre... de forma bonita. Incluso con ese traje de oficina. Grandes piernas. Realmente siempre me han gustado un gran par de piernas. Y las suyas... Aunque nos ha hecho a los dos girar a su alrededor. Me pregunto si trabaja en ello. Me pregunto si va a un gimnasio. Y si lo hace, me pregunto a cuál. Me gustaría verla en ropa informal.
―Nicholas, te repito, ella bien podría ser sospechosa de homicidio.
―¡Dame un respiro! ¿Puedes imaginar ese ejemplo de pura elegancia descuartizando un cuerpo en piezas y dejando las partes desparramadas encima de una tumba?
―No tenemos un vínculo positivo entre los homicidios. Encontramos un cadáver esta mañana, y seguimos unas gotas que dejaron un rastro hasta su puerta.
―Hay varias docenas de personas trabajando en ese edificio de oficinas, Joseph. Y tenemos chicos forenses buscando más sangre, y ella no parecía en lo más mínimo preocupada por lo que estaban haciendo. Y si encontramos más sangre en el edificio, eso no la etiqueta como el asesino. ¡Es absurdo! No soy tan experimentado como tú, pero incluso yo sé que se necesita una fuerza formidable para cortar una cabeza así! Y si el tipo fue asesinado en otro lugar y traído hasta la acera, tendría que ser increíblemente fuerte. Con o sin sangre, ese cadáver no era ninguna persona de poco peso.
―Pero, si no lo mató, si puede estar protegiendo a la persona que lo hizo.
―Y un psicópata pudo haberlo hecho en nuestro cadáver y utilizar su edificio como una ruta de escape.
―Podría ser ―pero vamos a tener que perseguir cada mínima pista sobre esto. Un segundo asesinato de este tipo en unos pocos días… la prensa va a masacrarnos.
―Cadáveres sin cabeza... Supongo que es un poco anormal, incluso para Nueva Orleans,
―Nicholas dijo tristemente. ―Pero ___(Tn) tiene que ser inocente.
―¿___(Tn)? ―Joseph preguntó irónicamente.
―La señorita Montgomery. ___(Tn) le queda bien.
―¿Por qué ella es tan cálida y abierta y dulce?
Nicholas sonrió abiertamente, encogiéndose de hombros.
―Adelante, sé un cínico.
―Claro, ya puedo verte decirle al jefe, ¡Señor, la mujer es inocente, mire esos ojos dorados y esas largas y perversas piernas, y usted sabrá eso al instante!
―Cierto. Estuviste mirándola a los ojos todo el tiempo.
―Muy bien, aunque parece que ella tiene grandes pechos también, aunque no puedo decir que podría juzgarlo realmente bajo ese traje.
―Dulce Jesús ―Joseph farfulló.
―Tú estás de vuelta de todo, Joseph ―estás mostrando tu edad.
―Sí, tal vez.
―¿Qué es lo próximo? ―Nicholas preguntó más seriamente.
―Juntaremos un grupo de trabajo y haremos una reunión, y esperemos que los chicos de la ronda se hayan enterado de algo. Luego veremos a Pierre, y esperaremos que él tenga algo. Entonces, oh, infiernos, vamos a tener que tener algo parecido a una conferencia de prensa.
―Sí, cierto. ¡La prensa estará lista para cortar nuestras cabezas! ―Nicholas murmuró.
Joseph comenzó a hablar, pero entonces se encogió de hombros. Nicholas tenía razón. Los medios de comunicación definitivamente estarían preparados para su propia marca de decapitación, y si esta situación no pudiera ser solucionada rápidamente, todos ellos estarían sangrando.
Algunos de los empleados de ___(Tn) estaban perturbados por el homicidio que había tenido lugar, aparentemente, tan cerca del edificio.
De una manera suficientemente rara, otros no lo estaban. ___(Tn) había preguntado a todos sus empleados en el área de la tienda de abajo justo después de las cinco ―dejando tiempo a la mayoría, y cuándo las puertas de la tienda se cerraron por la noche. Había hecho los arreglos para que aquellos que fueran caminando a sus casas en el Vieux Carre lo hicieran en pares, y aquellos que conducían hacia el casco antiguo, fueran acompañados hasta sus automóviles. Al final, sin embargo, algunas de sus chicas se quedaron con ella, aparentemente, no afectadas por los acontecimientos.
―Cariño, ―le dijo Cissy ―No tengo un camión con delincuentes como ese alcahuete y esa prostituta. Ahora, esto es N’Awleans, y voy con cuidado, aunque mantengo mi nariz despejada, camino por la calles correctas, y si todos los narcotraficantes y los proxenetas de esta ciudad tienen el deseo de decapitarse entre ellos, entonces ¡tanto mejor! Ahora, ¿vas a venir a ver a la banda de Dean con nosotros esta noche o qué?
Dean, el hermano de veinticinco años de Chance Lebrow, uno de sus pocos empleados masculinos, y un supervisor en los cuartos de costura, que podía tocar una trompeta de jazz estupendamente, además de una media docena de otros instrumentos. Se había ido a la universidad y acababa de terminar su máster en arquitectura en Nueva York y vuelto a casa, y ahora, por las noches, estaba actuando en uno de los clubes locales más populares en Bourbon Street.
―No estoy segura, ―___(Tn) le dijo. ―No estoy de humor para fiestas.
―Ahora, niña, ¡no puedes dejar que el homicidio de un maldito proxeneta te deprima! ―Cissy protestó.
―No es el homicidio de un maldito proxeneta tanto como el hecho de que ese maldito proxeneta se las arregló para ser asesinado cerca de mi puerta ―___(Tn) admitió. ―Y luego, de algún modo, se las arregló para conseguir que sus pequeñas gotitas de sangre fueran derechas hacia mi puerta.
―Cariño, esos polis que estaban espolvoreando alrededor de las puertas y los pasillos me dijeron que no encontraron nada dentro del edificio ―Marie la aseguró.
―Y ―Angie, que se había quedado atrás también, la aseguró dramáticamente que —Cissy debe saberlo. Se pasó el día coqueteando con un joven apuesto Adonis.
___(Tn) arqueó una ceja.
―¿Un poli? ¿Estuvo coqueteando con uno de los polis?
―¿Tienes algo en contra de los policías? ―Cissy habló arrastrando las palabras.
―Solamente en una ocasión.
Cissy sonrió abiertamente.
—Bien, cariño, ese tipo era un Adonis. Desarrollado de la misma manera que un ladrillo. Y era alto. Medir casi 1,82 para una mujer no es fácil. Él medía unos buenos sesenta y tres. Podría salir con él, y llevar tacones.
―¡Cásate con él, y crea a niños Amazonas! ―Angie bromeó.
―¿Era un Adonis moreno o blanco? ―___(Tn) preguntó.
―Moreno, cariño, la única clase, ―Cissy la garantizó, y se burló. ―No fue tu teniente.
―Mi teniente.
―Es el más atractivo chico blanco a quien alguna vez he visto, ―Cissy la aseguró.
―Un detective de homicidios que investiga mi edificio no es un buen chico blanco ―es un dolor.
―Pero ___(Tn) sonrío repentinamente. ―Me alegro de que se presentara tu Adonis ―por lo menos parece que algo bueno ha traído el día. ¿Te invitó a salir?
Angie resopló de un modo poco femenino.
―¿La invitó a salir? ¡Ella le había preguntado antes de averiguarlo si él hablaba Inglés!
___(Tn) arqueó una ceja a Cissy.
―Simplemente sugerí que un hombre, harto después de un día de buscar pistas que no existían, podría disfrutar de una tarde de jazz. Así que si quieres ver a este Adonis, mejor te vienes con nosotros esta noche.
___(Tn todavía vaciló. Había estado rodeada de gente todo el día, y la visita de la policía había sido perturbadora, por decir lo menor. Que las gotas de sangre llegaran a su puerta directamente era increíblemente preocupante y, ya que sabía que sería acosada por la policía en los días venideros, lo era más aún. Necesitaba un poco de tiempo sola para reunir sus ideas.
―No vamos a darte una oportunidad de dar marcha atrás, ―Angie dijo con determinación.
―Iremos derechos desde aquí.
―Oh, no sé, no estoy vestida realmente para una noche en un club de jazz…
―Es verano en Nueva Orleans, los turistas avanzan en masa por todas partes con absurdas
camisas y pantalones cortos, y ¿tú estás preocupada por lo que llevas puesto? ―Cissy exigió.
―Especialmente cuando solamente tienes que coger la ropa de cualquier maniquí de la planta
―Angie dijo.
―Narices, en algunos de estos clubes últimamente podría ir desnuda con sólo una cadena en el estómago y ser completamente elegante y pasar totalmente inadvertida, ―dijo Angie.
―¿___(Tn), desnuda, inadvertida? No lo creo ―Cissy protestó.
―Bien, ¡Sabes malditamente bien que estoy exagerando! ―Angie dijo con exasperación.
―¡Hey, hey! Está bien, ¡Iré! ―___(Tn) protestó. ―Estará bien escuchar a Dean tocar.
―Me cambiaré primero ―Angie dijo con determinación. ―Si todo está bien, me gustaría utilizar tu ducha, ____(Tn), si puedo.
―Seguro. Adelante ―dijo ___(Tn). Ella tenía un baño privado en su oficina ―un lujo algo derrochador, se había dicho a sí misma, pero lo adoraba.
Tenía un baño de mármol grande y blanco con hidromasaje, una ducha por separado rodeada con vidrio grabado, y un tocador de mármol que se extendía interminable. Contra el mármol blanco, el piso y las paredes estaban en brillante rojo, negro, y dorado. Reflexionó que sólo apenas lo mantenía apartado de las miradas como si perteneciera a una casa de putas de clase alta por las delicadas cortinas de encaje venecianas sobrepuestas a los cortinajes de oro más pesados que cubrían las ventanas que miraban sobre el patio del edificio.
―Cissy, si lo deseas, y estuvieras planeando ir derecha desde aquí, puedes ducharte después de Angie
―De ninguna manera. Soy la tercera. Si te dejáramos ir en último lugar, encontrarías algo de trabajo por hacer y tratarías de desistir de reunirte con nosotras.―Se giró alrededor, mirando un simple vestido sin mangas negro sobre el maniquí al lado de ellas. ―Ahora esto ―es perfecto.
―¿Para ti o para mí? ―___(Tn) preguntó, riéndose.
―Cariño, ya soy perfectamente hermosa en el negro básico. Éste es para ti, y lo sabes.
―No trato de diseñar ropa que no me gusta ―dijo ___(Tn). Cissy la recompensó con una mirada furiosa exasperada.
―El negro es tu color. Tu piel es tan pura, exactamente como el mármol. Y con tu pelo... porque, cariño, es el puro fuego contra el negro y el blanco.
Angie se rió tontamente..
―¡Vaya una sociedad de admiración! Demasiado malo que seamos tan rectas.
―Los hombres se olvidan de elogiar a las mujeres ―Cissy dijo serenamente. ―A veces tenemos que admirarnos a nosotras mismas.
―Desde que todas nosotras somos tan hermosas ―Angie dijo, ―déjanos conseguir citas para cenar.
―Lo tendré en cuenta. Ustedes dos, póngase en marcha ―Cissy insistió.
Cenar.
___(Tn) se sorprendió al darse cuenta de que su estómago estaba algo revuelto.
Un hombre había sido asesinado violentamente a unos pasos de su puerta. Un proxeneta, un delincuente, un malvado, probablemente. Y aun así...
―La cena será grandiosa, ―dijo. ―Una noche bonita para salir. Nos olvidaremos de todo acerca de…
―¡Personas Muertas! ―Angie anunció.
___(Tn) arqueó una ceja, vacilando.
―Bien. Nos olvidaremos de todo acerca de personas muertas.
Pierre LePont llevaba en su trabajo más de veinte años. Aunque Joseph conoció a numerosos forenses, hombres y mujeres ―y policías ―que bromeaban con un humor de cementerio, Pierre no estaba entre ellos. No había visto nunca a Pierre picar de su almuerzo mientras un fiambre estaba tendido en una tabla cercana; el hombre mantenía un respeto por los muertos que era a veces humillante para aquellos que trabajaban con él.
Aunque la muerte podía ser un estado muy humillante en sí mismo. En la vida, Anthony Beale podría haber sido amenazado e intimidado, y desafiado con polvo y tierra en su traje de Armani. Ahora, su cuerpo estaba desnudo y pálido y su cabeza estaba depositada en un recipiente separado de acero inoxidable sobre una camilla, junto a la mesa de autopsias.
No importaba qué antiséptico pudiera ser, la morgue tenía su olor. La muerte antiséptica, pero la muerte a pesar de todo.
―¿Qué has conseguido para mí? ―Joseph preguntó a Pierre, caminando alrededor del cadáver, estudiando la carne pálida. Tenía un maldito raro aspecto, peor que la piel sobre algunos de los cadáveres que había visto arrastrar afuera del Mississippi después de días en el agua.
―No mucha sangre ―Pierre dijo, con los brazos cruzados sobre su pecho mientras miraba fijamente el cadáver. A Beale ya le había sido practicada la autopsia, y cosido hacia arriba. Estaba listo para volver a los cajones. Se parecía a una réplica del monstruo de Frankenstein, con suturas que sujetaban el corte en forma de “Y” hecho sobre su pecho para la autopsia.
―Así que fue asesinado en otro lugar y cambiado de sitio…
―No dije eso.
―¿Qué estás diciendo?
―Estoy diciendo que había poca condenada sangre en él. Eso es por lo que no tiene ningún color.
―Muy bien, así que fue decapitado. La sangre habría brotado a chorros fuera de las arterias... a menos que fuera asesinado antes de que fuera decapitado y... Infiernos, la sangre sola no desaparece.
―Creo que el golpe en la garganta en el momento de la muerte es lo que le ha asesinado. Había pensado que tal vez había muerto de un ataque cardíaco y luego había sido decapitado, pero ése no es el caso. No hay suficiente trauma en el corazón.
―Pero aun así, Pierre, debe haber sido asesinado en otro lugar. En realidad, debe haber sido asesinado de un modo similar a la manera en que sacrificamos a los animales. Colgado y drenado de su sangre, y luego arrojado al sitio donde lo encontramos.
Pierre se encogió de hombros.
―¿Qué significa eso? ―Joseph preguntó, molesto.
―Ése es un guión posible.
Joseph se llevó las manos a la cabeza.
Pierre obstinadamente apretó sus brazos cruzados sobre su pecho.
―He sacado a nuestra Jane Doe otra vez ―le dijo a Joseph, mostrando un cadáver cubierto con una sábana sobre una camilla algunos metros más allá. ―Jane Doe, decapitada, depositada encima de una lápida, con sus órganos internos colocados alrededor de ella. Ninguna sangre. Ninguna maldita sangre.
Joseph suspiró, pasando sus manos por su pelo.
―Parece como si tuviéramos entre manos alguna clase de asesinatos ritualistas. Algún culto de vudú, Santerías o semejantes. Matar por la sangre.
―Haciendo un maldito buen trabajo con ello ―Pierre dijo.
―¿Qué has conseguido para mí del cadáver?
―No mucho, estoy asustado. Un asesino zurdo con una fuerza tremenda.
―¿Tendría que ser un hombre?
―Joseph, eso es una pregunta políticamente incorrecta estos días.
―Oh, venga ya, Pierre…
―Un hombre, o una mujer, con una fuerza tremenda. Puedo imaginar que la mayoría de las personas con esa clase de fuerza deberían de ser machos. Pero no hay ninguna garantía estos días.
―Así que el asesino es probablemente un hombre zurdo cometiendo un asesinato ritualista
―Joseph murmuró. ―Tienes razón. Eso no es mucho para continuar.
―Lo siento, ―Pierre le dijo. ―Cuando consigamos los registros de ADN, podríamos tener algo más. Las computadoras han hecho mucho para ayudar. Quién sabe, podríamos conseguir alguna coincidencia con algunos crímenes raros en otro lugar.
―Pierre, tardaremos semanas en obtener el ADN ―dijo Joseph cansadamente.
―Sí, bueno...
―Ahora bien ―dijo Nicholas con seguridad cuando dejaron atrás el edificio de Montgomery. ―Es una mujer hermosa
Joseph lanzó un gruñido.
No porque no estuviera de acuerdo.
___(Tn) Montgomery era más que hermosa. Era alta y flexible, de formas marcadas, con un pecho abundante, una cintura delgada, y caderas acampanadas; tenía las piernas largas, muy largas, un sexy pelo rojizo, e inteligentes ojos de color de avellana salpicados de reflejos dorados. Se movía con una gracia y una confianza plena. Olía provocativamente, a un poco de perfume sensual. En cuanto puso sus ojos sobre ella, pensó que era la mujer más excepcional a quien alguna vez había conocido, la más atractiva. Increíblemente, casi se había olvidado del cadáver. Sólo que había algo sobre ella. Algo que sacó su instinto más primitivo. Eso hacía que un hombre deseara…
―Quiero decir hermosa.
Joseph lanzó un gruñido otra vez.
―Realmente hermosa. Una fantasía. Estrella de cine, modelo sobre un pedestal. Incluso mejor, una reina de un poster central…
―Nicholas, las gotas de sangre nos llevaron a su puerta.
―Posee su propio negocio. Un gran negocio. Debe ser tan rica como Midas. ¿Has podido ver los
trajes en esos escaparates de abajo?
―Es dinero viejo, Nicholas. El nombre de Montgomery viene de atrás, de muy atrás.
―Dinero viejo... Pero me pregunto si está más cerca de mi edad, o de la tuya. No importa. Me pregunto si alguna vez saldría con un poli. No conmigo, por supuesto. A pesar de que estaba babeando. A decir verdad, me temía que mi lengua fuese a caerse sobre el piso. Pero ella te estaba mirando a ti. Independientemente de su edad, le deben gustar los hombres más viejos.
Joseph finalmente se paró, arqueando una ceja a su joven compañero.
―No creo que treinta años se considere viejo actualmente, ―dijo Nicholas rápidamente. ―Quiero decir, maldita sea, que no parecía interesada en mí en absoluto.
―Nicholas, ella puede ser bien una sospechosa de asesinato.
―¡Oh, vamos ya, Joseph! ¿Qué ella qué? Puede tener 1,77 de altura y 59 kg como máximo. Delgada pero, hombre... de forma bonita. Incluso con ese traje de oficina. Grandes piernas. Realmente siempre me han gustado un gran par de piernas. Y las suyas... Aunque nos ha hecho a los dos girar a su alrededor. Me pregunto si trabaja en ello. Me pregunto si va a un gimnasio. Y si lo hace, me pregunto a cuál. Me gustaría verla en ropa informal.
―Nicholas, te repito, ella bien podría ser sospechosa de homicidio.
―¡Dame un respiro! ¿Puedes imaginar ese ejemplo de pura elegancia descuartizando un cuerpo en piezas y dejando las partes desparramadas encima de una tumba?
―No tenemos un vínculo positivo entre los homicidios. Encontramos un cadáver esta mañana, y seguimos unas gotas que dejaron un rastro hasta su puerta.
―Hay varias docenas de personas trabajando en ese edificio de oficinas, Joseph. Y tenemos chicos forenses buscando más sangre, y ella no parecía en lo más mínimo preocupada por lo que estaban haciendo. Y si encontramos más sangre en el edificio, eso no la etiqueta como el asesino. ¡Es absurdo! No soy tan experimentado como tú, pero incluso yo sé que se necesita una fuerza formidable para cortar una cabeza así! Y si el tipo fue asesinado en otro lugar y traído hasta la acera, tendría que ser increíblemente fuerte. Con o sin sangre, ese cadáver no era ninguna persona de poco peso.
―Pero, si no lo mató, si puede estar protegiendo a la persona que lo hizo.
―Y un psicópata pudo haberlo hecho en nuestro cadáver y utilizar su edificio como una ruta de escape.
―Podría ser ―pero vamos a tener que perseguir cada mínima pista sobre esto. Un segundo asesinato de este tipo en unos pocos días… la prensa va a masacrarnos.
―Cadáveres sin cabeza... Supongo que es un poco anormal, incluso para Nueva Orleans,
―Nicholas dijo tristemente. ―Pero ___(Tn) tiene que ser inocente.
―¿___(Tn)? ―Joseph preguntó irónicamente.
―La señorita Montgomery. ___(Tn) le queda bien.
―¿Por qué ella es tan cálida y abierta y dulce?
Nicholas sonrió abiertamente, encogiéndose de hombros.
―Adelante, sé un cínico.
―Claro, ya puedo verte decirle al jefe, ¡Señor, la mujer es inocente, mire esos ojos dorados y esas largas y perversas piernas, y usted sabrá eso al instante!
―Cierto. Estuviste mirándola a los ojos todo el tiempo.
―Muy bien, aunque parece que ella tiene grandes pechos también, aunque no puedo decir que podría juzgarlo realmente bajo ese traje.
―Dulce Jesús ―Joseph farfulló.
―Tú estás de vuelta de todo, Joseph ―estás mostrando tu edad.
―Sí, tal vez.
―¿Qué es lo próximo? ―Nicholas preguntó más seriamente.
―Juntaremos un grupo de trabajo y haremos una reunión, y esperemos que los chicos de la ronda se hayan enterado de algo. Luego veremos a Pierre, y esperaremos que él tenga algo. Entonces, oh, infiernos, vamos a tener que tener algo parecido a una conferencia de prensa.
―Sí, cierto. ¡La prensa estará lista para cortar nuestras cabezas! ―Nicholas murmuró.
Joseph comenzó a hablar, pero entonces se encogió de hombros. Nicholas tenía razón. Los medios de comunicación definitivamente estarían preparados para su propia marca de decapitación, y si esta situación no pudiera ser solucionada rápidamente, todos ellos estarían sangrando.
Algunos de los empleados de ___(Tn) estaban perturbados por el homicidio que había tenido lugar, aparentemente, tan cerca del edificio.
De una manera suficientemente rara, otros no lo estaban. ___(Tn) había preguntado a todos sus empleados en el área de la tienda de abajo justo después de las cinco ―dejando tiempo a la mayoría, y cuándo las puertas de la tienda se cerraron por la noche. Había hecho los arreglos para que aquellos que fueran caminando a sus casas en el Vieux Carre lo hicieran en pares, y aquellos que conducían hacia el casco antiguo, fueran acompañados hasta sus automóviles. Al final, sin embargo, algunas de sus chicas se quedaron con ella, aparentemente, no afectadas por los acontecimientos.
―Cariño, ―le dijo Cissy ―No tengo un camión con delincuentes como ese alcahuete y esa prostituta. Ahora, esto es N’Awleans, y voy con cuidado, aunque mantengo mi nariz despejada, camino por la calles correctas, y si todos los narcotraficantes y los proxenetas de esta ciudad tienen el deseo de decapitarse entre ellos, entonces ¡tanto mejor! Ahora, ¿vas a venir a ver a la banda de Dean con nosotros esta noche o qué?
Dean, el hermano de veinticinco años de Chance Lebrow, uno de sus pocos empleados masculinos, y un supervisor en los cuartos de costura, que podía tocar una trompeta de jazz estupendamente, además de una media docena de otros instrumentos. Se había ido a la universidad y acababa de terminar su máster en arquitectura en Nueva York y vuelto a casa, y ahora, por las noches, estaba actuando en uno de los clubes locales más populares en Bourbon Street.
―No estoy segura, ―___(Tn) le dijo. ―No estoy de humor para fiestas.
―Ahora, niña, ¡no puedes dejar que el homicidio de un maldito proxeneta te deprima! ―Cissy protestó.
―No es el homicidio de un maldito proxeneta tanto como el hecho de que ese maldito proxeneta se las arregló para ser asesinado cerca de mi puerta ―___(Tn) admitió. ―Y luego, de algún modo, se las arregló para conseguir que sus pequeñas gotitas de sangre fueran derechas hacia mi puerta.
―Cariño, esos polis que estaban espolvoreando alrededor de las puertas y los pasillos me dijeron que no encontraron nada dentro del edificio ―Marie la aseguró.
―Y ―Angie, que se había quedado atrás también, la aseguró dramáticamente que —Cissy debe saberlo. Se pasó el día coqueteando con un joven apuesto Adonis.
___(Tn) arqueó una ceja.
―¿Un poli? ¿Estuvo coqueteando con uno de los polis?
―¿Tienes algo en contra de los policías? ―Cissy habló arrastrando las palabras.
―Solamente en una ocasión.
Cissy sonrió abiertamente.
—Bien, cariño, ese tipo era un Adonis. Desarrollado de la misma manera que un ladrillo. Y era alto. Medir casi 1,82 para una mujer no es fácil. Él medía unos buenos sesenta y tres. Podría salir con él, y llevar tacones.
―¡Cásate con él, y crea a niños Amazonas! ―Angie bromeó.
―¿Era un Adonis moreno o blanco? ―___(Tn) preguntó.
―Moreno, cariño, la única clase, ―Cissy la garantizó, y se burló. ―No fue tu teniente.
―Mi teniente.
―Es el más atractivo chico blanco a quien alguna vez he visto, ―Cissy la aseguró.
―Un detective de homicidios que investiga mi edificio no es un buen chico blanco ―es un dolor.
―Pero ___(Tn) sonrío repentinamente. ―Me alegro de que se presentara tu Adonis ―por lo menos parece que algo bueno ha traído el día. ¿Te invitó a salir?
Angie resopló de un modo poco femenino.
―¿La invitó a salir? ¡Ella le había preguntado antes de averiguarlo si él hablaba Inglés!
___(Tn) arqueó una ceja a Cissy.
―Simplemente sugerí que un hombre, harto después de un día de buscar pistas que no existían, podría disfrutar de una tarde de jazz. Así que si quieres ver a este Adonis, mejor te vienes con nosotros esta noche.
___(Tn todavía vaciló. Había estado rodeada de gente todo el día, y la visita de la policía había sido perturbadora, por decir lo menor. Que las gotas de sangre llegaran a su puerta directamente era increíblemente preocupante y, ya que sabía que sería acosada por la policía en los días venideros, lo era más aún. Necesitaba un poco de tiempo sola para reunir sus ideas.
―No vamos a darte una oportunidad de dar marcha atrás, ―Angie dijo con determinación.
―Iremos derechos desde aquí.
―Oh, no sé, no estoy vestida realmente para una noche en un club de jazz…
―Es verano en Nueva Orleans, los turistas avanzan en masa por todas partes con absurdas
camisas y pantalones cortos, y ¿tú estás preocupada por lo que llevas puesto? ―Cissy exigió.
―Especialmente cuando solamente tienes que coger la ropa de cualquier maniquí de la planta
―Angie dijo.
―Narices, en algunos de estos clubes últimamente podría ir desnuda con sólo una cadena en el estómago y ser completamente elegante y pasar totalmente inadvertida, ―dijo Angie.
―¿___(Tn), desnuda, inadvertida? No lo creo ―Cissy protestó.
―Bien, ¡Sabes malditamente bien que estoy exagerando! ―Angie dijo con exasperación.
―¡Hey, hey! Está bien, ¡Iré! ―___(Tn) protestó. ―Estará bien escuchar a Dean tocar.
―Me cambiaré primero ―Angie dijo con determinación. ―Si todo está bien, me gustaría utilizar tu ducha, ____(Tn), si puedo.
―Seguro. Adelante ―dijo ___(Tn). Ella tenía un baño privado en su oficina ―un lujo algo derrochador, se había dicho a sí misma, pero lo adoraba.
Tenía un baño de mármol grande y blanco con hidromasaje, una ducha por separado rodeada con vidrio grabado, y un tocador de mármol que se extendía interminable. Contra el mármol blanco, el piso y las paredes estaban en brillante rojo, negro, y dorado. Reflexionó que sólo apenas lo mantenía apartado de las miradas como si perteneciera a una casa de putas de clase alta por las delicadas cortinas de encaje venecianas sobrepuestas a los cortinajes de oro más pesados que cubrían las ventanas que miraban sobre el patio del edificio.
―Cissy, si lo deseas, y estuvieras planeando ir derecha desde aquí, puedes ducharte después de Angie
―De ninguna manera. Soy la tercera. Si te dejáramos ir en último lugar, encontrarías algo de trabajo por hacer y tratarías de desistir de reunirte con nosotras.―Se giró alrededor, mirando un simple vestido sin mangas negro sobre el maniquí al lado de ellas. ―Ahora esto ―es perfecto.
―¿Para ti o para mí? ―___(Tn) preguntó, riéndose.
―Cariño, ya soy perfectamente hermosa en el negro básico. Éste es para ti, y lo sabes.
―No trato de diseñar ropa que no me gusta ―dijo ___(Tn). Cissy la recompensó con una mirada furiosa exasperada.
―El negro es tu color. Tu piel es tan pura, exactamente como el mármol. Y con tu pelo... porque, cariño, es el puro fuego contra el negro y el blanco.
Angie se rió tontamente..
―¡Vaya una sociedad de admiración! Demasiado malo que seamos tan rectas.
―Los hombres se olvidan de elogiar a las mujeres ―Cissy dijo serenamente. ―A veces tenemos que admirarnos a nosotras mismas.
―Desde que todas nosotras somos tan hermosas ―Angie dijo, ―déjanos conseguir citas para cenar.
―Lo tendré en cuenta. Ustedes dos, póngase en marcha ―Cissy insistió.
Cenar.
___(Tn) se sorprendió al darse cuenta de que su estómago estaba algo revuelto.
Un hombre había sido asesinado violentamente a unos pasos de su puerta. Un proxeneta, un delincuente, un malvado, probablemente. Y aun así...
―La cena será grandiosa, ―dijo. ―Una noche bonita para salir. Nos olvidaremos de todo acerca de…
―¡Personas Muertas! ―Angie anunció.
___(Tn) arqueó una ceja, vacilando.
―Bien. Nos olvidaremos de todo acerca de personas muertas.
Pierre LePont llevaba en su trabajo más de veinte años. Aunque Joseph conoció a numerosos forenses, hombres y mujeres ―y policías ―que bromeaban con un humor de cementerio, Pierre no estaba entre ellos. No había visto nunca a Pierre picar de su almuerzo mientras un fiambre estaba tendido en una tabla cercana; el hombre mantenía un respeto por los muertos que era a veces humillante para aquellos que trabajaban con él.
Aunque la muerte podía ser un estado muy humillante en sí mismo. En la vida, Anthony Beale podría haber sido amenazado e intimidado, y desafiado con polvo y tierra en su traje de Armani. Ahora, su cuerpo estaba desnudo y pálido y su cabeza estaba depositada en un recipiente separado de acero inoxidable sobre una camilla, junto a la mesa de autopsias.
No importaba qué antiséptico pudiera ser, la morgue tenía su olor. La muerte antiséptica, pero la muerte a pesar de todo.
―¿Qué has conseguido para mí? ―Joseph preguntó a Pierre, caminando alrededor del cadáver, estudiando la carne pálida. Tenía un maldito raro aspecto, peor que la piel sobre algunos de los cadáveres que había visto arrastrar afuera del Mississippi después de días en el agua.
―No mucha sangre ―Pierre dijo, con los brazos cruzados sobre su pecho mientras miraba fijamente el cadáver. A Beale ya le había sido practicada la autopsia, y cosido hacia arriba. Estaba listo para volver a los cajones. Se parecía a una réplica del monstruo de Frankenstein, con suturas que sujetaban el corte en forma de “Y” hecho sobre su pecho para la autopsia.
―Así que fue asesinado en otro lugar y cambiado de sitio…
―No dije eso.
―¿Qué estás diciendo?
―Estoy diciendo que había poca condenada sangre en él. Eso es por lo que no tiene ningún color.
―Muy bien, así que fue decapitado. La sangre habría brotado a chorros fuera de las arterias... a menos que fuera asesinado antes de que fuera decapitado y... Infiernos, la sangre sola no desaparece.
―Creo que el golpe en la garganta en el momento de la muerte es lo que le ha asesinado. Había pensado que tal vez había muerto de un ataque cardíaco y luego había sido decapitado, pero ése no es el caso. No hay suficiente trauma en el corazón.
―Pero aun así, Pierre, debe haber sido asesinado en otro lugar. En realidad, debe haber sido asesinado de un modo similar a la manera en que sacrificamos a los animales. Colgado y drenado de su sangre, y luego arrojado al sitio donde lo encontramos.
Pierre se encogió de hombros.
―¿Qué significa eso? ―Joseph preguntó, molesto.
―Ése es un guión posible.
Joseph se llevó las manos a la cabeza.
Pierre obstinadamente apretó sus brazos cruzados sobre su pecho.
―He sacado a nuestra Jane Doe otra vez ―le dijo a Joseph, mostrando un cadáver cubierto con una sábana sobre una camilla algunos metros más allá. ―Jane Doe, decapitada, depositada encima de una lápida, con sus órganos internos colocados alrededor de ella. Ninguna sangre. Ninguna maldita sangre.
Joseph suspiró, pasando sus manos por su pelo.
―Parece como si tuviéramos entre manos alguna clase de asesinatos ritualistas. Algún culto de vudú, Santerías o semejantes. Matar por la sangre.
―Haciendo un maldito buen trabajo con ello ―Pierre dijo.
―¿Qué has conseguido para mí del cadáver?
―No mucho, estoy asustado. Un asesino zurdo con una fuerza tremenda.
―¿Tendría que ser un hombre?
―Joseph, eso es una pregunta políticamente incorrecta estos días.
―Oh, venga ya, Pierre…
―Un hombre, o una mujer, con una fuerza tremenda. Puedo imaginar que la mayoría de las personas con esa clase de fuerza deberían de ser machos. Pero no hay ninguna garantía estos días.
―Así que el asesino es probablemente un hombre zurdo cometiendo un asesinato ritualista
―Joseph murmuró. ―Tienes razón. Eso no es mucho para continuar.
―Lo siento, ―Pierre le dijo. ―Cuando consigamos los registros de ADN, podríamos tener algo más. Las computadoras han hecho mucho para ayudar. Quién sabe, podríamos conseguir alguna coincidencia con algunos crímenes raros en otro lugar.
―Pierre, tardaremos semanas en obtener el ADN ―dijo Joseph cansadamente.
―Sí, bueno...
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Joseph dio un paso hacia el cadáver, estremeciéndose cuando le miró el cuello ―y el punto de corte donde tenía que estar la cabeza. Vaciló, sintiendo una sacudida en el estómago mientras se inclinaba más cerca de la garganta del hombre muerto.
―¿Qué es esto?
―¿Qué?
―Ese punto de perforación... Ahí.
Pierre rodeó cadáver. Justo al lado de la posición donde la cabeza había sido cortada había una única y leve hendidura que podía haber sido una herida por perforación.
―Sabes... maldición, odio admitirlo. No estoy muy seguro.
―Pierre... ―Joseph empezó, frunciendo el ceño.
―La manera en que la cabeza fue cortada, hay tanto trauma en la carne circundante que es difícil descubrir daños adicionales. Si, ésa es una perforación...
―¿Qué?
Pierre vaciló, poco dispuesto a dar información hasta que estuviese seguro.
―Tal vez fue mordido ―justo antes o directamente después de que fue asesinado.
―¿Mordido… por una criatura dentada?
―Dame un respiro, Joseph. Habiendo sido cortada la cabeza, esa pequeña marca es todo lo que queda.
―¿Podría haber sido un perro?
―He tomado muestras de todas clases para su análisis ―Pierre le dijo. ―Te dije que, debido a que la cabeza ha sido cortada, hay daño en toda la carne circundante. No puedo arriesgar una conjetura ni siquiera respecto a qué causó esa perforación, si es una perforación. Maldita sea, el asesino podría haberlo mordido ―especialmente si nos estamos enfrentando con algo ritualista. O con un maniático. No sé. Tan pronto como el laboratorio me lo devuelva, contactaré contigo.
―Necesito cada mínima pequeña ayuda que pueda conseguir ―Joseph le recordó.
―Hey, ya lo sé. Estoy en ello. ―Pierre vaciló un minuto. ―¿Querrías ver a Jane Doe otra vez?
―preguntó.
¿Quería ver a Jane Doe otra vez? Nunca. Ni en un millón años. Pero se dio cuenta repentinamente de que tenía que verla otra vez.
Asintió con la cabeza, tomando una honda bocanada de aire.
―Menos mal que su nuevo compañero no está aquí. ¿De dónde es el joven tipo, a propósito? ¿Le dejaste al margen de la horripilante tarea de mirar fijamente cadáveres?
―Le di una tarea más horripilante.
―¿Cuál es esa?
―Preparar una declaración para la prensa ―dijo Joseph.
―Bien, ahí tienes razón, ―Pierre estuvo de acuerdo, caminando hacia la camilla que llevaba a
Jane Doe. ―Pobre muchacho. Eso fue más bien como alimentar a los leones con un buen muchacho y joven cristiano, ¿no?
―Debo estar con él a tiempo para evitar que sea completamente devorado vivo ―Joseph le dijo.
―Sólo… sólo la cabeza y el cuello, Pierre. Eso es todo lo que necesito. ―Jane había sido cosida concienzudamente con todas sus partes juntas. Y aunque parecía la novia de Frankenstein se veía como una reina de belleza.
Pierre separó la sabana. Joseph se distanció y estudió la fría y grisácea carne en estado de descomposición de la pobre muchacha.
―¿Pierre...? ―Murmuró, indicando lo qué podía haber sido una perforación, pero qué había sido parte del corte de la garganta.
―Posible... ―Pierre murmuró, suspirando. ―Y tengo que admitirlo, no vi esa posibilidad antes.
―No teníamos una posible punción con la que compararla antes ―Joseph le recordó. ―Y estaba en varios trozos cuando la recogiste. Estaba en tantas malditas partes, y con el cuello cortado, que no había ninguna manera en que podías haberte dado cuenta de lo que esto podría ser... no una parte del corte. Podría estar equivocado. Sólo puede ser la punta donde el cuchillo desgarró la carne.
―No, no lo creo. No fue atacada con una hoja serrada; era un cuchillo suave. Un arma grande y con una hoja afilada. Una hoja de nueve pulgadas, diría. Llevaré más muestras de tejido para su análisis ―Pierre le aseguró. ―Desearía haber podido darte algunas respuestas más definitivas.
―Ya me has dado una.
―¿Cuál es?
―Que tenemos definitivamente un asesino en serie sobre nuestras manos ―Joseph le dijo. ―Y ahora...
―Ahora ¿qué?
―Algo que decir a la prensa ―Joseph dijo con tristeza.
―Me alegro de que sea tu trabajo. Bien, lo que sea que decidas hacer, mejor ve a rescatar a tu cristiano de los leones.
―Irán derechos a la garganta ―Joseph dijo.
―Leones, tigres, osos ―Pierre reflexionó. ―Un perro. Muchos perros son entrenados para atacar estos días. ¿Un gato? Improbable. ¿Murciélago, rata? ¿Un mordisco que incluso no está ahí, que estamos viendo porque nos estamos agarrando a un clavo ardiendo? No sé. Buena suerte, Joseph. Estaré en contacto contigo tan pronto como pueda.
―Sí, gracias, Doc.
Joseph dejó la morgue.
Llegó a la comisaría y reportó al capitán Joe Daniels, jefe de homicidios, un hombre consciente de sus deberes, considerado solo como Jefe por sus subordinados. Daniels era una persona alta y resistente que había ascendido en su camino para alcanzar su posición a través del trabajo duro ―nunca había besado un culo, y todavía no jugaba a la política, que era una razón por la que Joseph se había alegrado de servir a la ciudad a su lado durante tantos años. Joseph nunca había vacilado yendo hacia él; no vociferaba y nunca se deshacía en elogios o exigía resultados y culpaba a sus oficiales por el hecho de que el delito y los criminales existían. Si Joe echaba una bronca, es porque se lo merecía. Si eras un poli corrupto, podrías esperar lo peor. Nueva Orleans era una ciudad dura. Joe era un policía fuerte.
―Dime donde estamos ―Joe exigió rotundamente. ―La verdad. Lo que tengas, y lo que no tengas.
―Lo que tenemos, creo, es un monstruoso asesino en serie. Lo que no tenemos es una pista respecto a quien podría ser ―Joseph admitió, sentándose en un sillón en frente del escritorio de Joe. Vaciló. —Debido a la naturaleza de los cadáveres, creo que nos estamos enfrentando con un fetichista o un serio psicópata.
―Muy bien. He escuchado todo sobre el cadáver en el cementerio. Dame lo que has conseguido sobre éste.
Joseph lo hizo. Joe escuchó con gravedad. Era de la idea de que tenían un asesino en serie sobre sus manos. Eso implicaba tomar medidas para revisar las escenas de los crímenes con un peine de finas púas, y buscar pruebas tanto tangibles como psicológicas. Desde los setenta, cuando el F.B.I. empezó a hacer una reseña bibliográfica de asesinos en serie, el trabajo de la policía sobre el comportamiento de criminales había tenido un largo camino. Joseph había estado en casi cada clase y grupo de debate ofrecido a la policía de Nueva Orleans sobre perfiles, así que sabía a qué se estaba enfrentando ―y estaba más que deseoso de pedir consejo a criminólogos
experimentados.
Se constituiría un destacamento especial; Joseph lo dirigiría.
―No sabemos si tenemos a un asesino en serie en nuestras manos, pero maldito si no lo parece ―dijo Joe, y le dijo a Joseph que él trataría con los políticos de la ciudad y del estado, pero debido a que Joseph estaría dirigiendo el destacamento especial local, los medios de comunicación eran todos suyos.
―Y tu chico se las está arreglando con los buitres ahora ahí abajo ―Joe le advirtió. ―Podrías querer intervenir y ayudarlo. Hey, si el muchacho sobrevive a esto, será una buena adquisición para el grupo.
Joseph estuvo de acuerdo, luego, rápidamente, dejó a Joe para unirse al circo de los medios ya en acción. Llegó a la conferencia de prensa para intervenir detrás de Nicholas, que se había estado manteniendo a sí mismo valientemente contra un mar de gritos, pero estaba empezando a aumentar su frustración.
―Damas y caballeros, no tenemos ningún sospechoso por el momento, pero tenemos un excelente departamento de policía y algunos de los científicos forenses más capaces en el oficio. Nicholas les ha dado todo que tenemos; cuando sepamos algo más, ustedes sabrán más. Por ahora…
―¿Qué está haciendo la policía para protegernos? ―Exigió una joven reportera.
―Todo lo que ellos pueden hacer, señora. Estamos haciendo doble patrulla alrededor de la ciudad, y el Gobernador ha solicitado unidades de la guardia nacional para ayudar a mantener un nivel destacado. Ahora, todos ustedes saben que en cualquier ciudad grande, las personas sólo tienen que actuar con inteligencia. No bajen por callejones oscuros, tenga cuidado cuando estén fuera tarde. Tengan en cuenta que Jane Doe estaba involucrada en un comportamiento peligroso e ilícito, y que Anthony Beale estaba igualmente comprometido en actividades ilegales. Ahora, no estamos muy seguros de lo qué representa eso aún, pero refuerza esta parte del consejo ―manténgase lejos de callejones oscuros, traten de ir y volver desde el trabajo con compañeros de trabajo, y desconfíen de los desconocidos.
―¡Genial! ¡Desconfiar de los desconocidos en una ciudad turística! ―gritó un anciano reportero del Times/Picayune. ―¿Y qué hay de la gente de los restaurantes y de nuestros empleados de hotel? ¿Cómo se las arreglarán para desconfiar de los desconocidos?
―Deben usar su inteligencia e instintos a la medida de sus posibilidades ―Joseph dijo firmemente.
―Estén atentos, e informen sobre cualquier cosa, incluso algo que sea ligeramente sospechoso, a la policía. Ahora, no más preguntas; muchas gracias.
Joseph acompañó a Nicholas fuera de la sala de la conferencia de prensa.
Oficiales uniformados se cerraron detrás de ellos, dándoles una oportunidad de escapar.
Joseph reflexionó peculiarmente que a la prensa le habría gustado haberlos devorado y a Nicholas completamente. Realmente, cristianos a los leones.
―Oh, tío, ―Nicholas gruñó, inclinándose contra la puerta. ―No estoy para nada seguro de que ser tu compañero sea una buena cosa. ¿Qué es lo próximo?
―¿Lo próximo? ―Joseph preguntó, luego sonrió abiertamente. ―Bien, voy a informar brevemente a los chicos del turno de noche. Luego me voy a casa.
―Me alegro de oír que puedes hacer eso. Que puedes solo cenar, y conseguir un buen sueño.
―No estoy muy seguro de que pueda cenar o conseguir un buen sueño. Voy a estar tan intranquilo como un gato toda la noche, pero hemos conseguido otro turno para empezar a funcionar, y son buenas personas. Ellos contactarán conmigo si hay algo más que podamos hacer. Si hubiera algo que pudiera estar haciendo, maldita sea, lo estaría haciendo.
Nicholas repentinamente sonrió abiertamente.
―Sé qué podrías hacer, si quieres.
―¿El qué?
―¿Conoces al oficial Mike Astin?
Joseph asintió con la cabeza. Astin era difícil de olvidar. Había estado un año en el fútbol profesional, hasta que trituró su rodilla gravemente por lo que su carrera había terminado. Astin, sin embargo, siempre había querido ser un poli. Era bueno en el cuerpo ―inmenso de casi 1,95 de altura, y con un peso de casi 136 kg de puro músculo. Era brillante y aun así moderado, una persona valiosa para cualquier cuerpo.
―Sí, conozco a Mike.
―Bien, pienso que deberíamos encontrarnos con él en un club de jazz.
―En un club de jazz…
―Sí, un club de jazz. Ya sabes, un sitio donde las personas van, se toman algunas bebidas, escuchan un poco de buena música.
―Infierno, Nicholas, la última cosa que deseo…
―Astin tiene una cita prevista con esa recepcionista alta y preciosa que trabaja en Empresas Montgomery. ¿No necesitamos saber todo que podamos sobre los empleados de Empresas Montgomery?
Joseph abrió su boca, la cerró. Levantó sus manos, las dejó caer. Luego empezó a reírse..
―Dios, me encanta el jazz. Y hace una burrada de tiempo que no he escuchado buena música.
Nicholas estaba encantado. Su compañero lo había estado cubriendo todo el día, incluso salvando su penoso culo en la conferencia de prensa cuando las preguntas empezaron a llegar a ser demasiado difíciles, rápidas, y furiosas.
Pero ahora... Bien, podría ser, él tendría una oportunidad para una pequeña restitución.
―Me voy a casa para lavarme ―dijo ―¿Pero te reunirás con Mike y conmigo, ¿no?
―Oh, sí. Diablos, sí. Bourbon Street en una hora ―Joseph le dijo, dando media vuelta para partir.
Joseph lo miró, sonriendo abiertamente.
Él supuso que ellos, después de todo, no iban a salir por la noche.
Fue en París, no mucho después de que probó su primera sangre, que conoció a Kevin.
Y la contó las reglas.
No supo qué estaba ocurriendo esa primera noche; pensaba que estaba soñando. Efectivamente, era un sueño, una pesadilla de las proporciones más horribles.
Había llegado recientemente a París. Su padre la había enviado. Naturalmente, después de su aventura amorosa con Alec y sus consecuencias, había poco que hacer excepto enviar a una heredera de buena crianza a Europa.
Y debido a que era una desconocida en esta hermosa vieja ciudad, era natural que durmiera de manera irregular, con impaciencia.
Y soñando.
Parecía que el viento soplaba rápidamente alrededor de ella con una fuerza tremenda y oscura. La tierra temblaba y temblaba, el aire era como una tempestad, la oscuridad fue envolviéndola. Sentía que permanecía tendida quieta, con los dientes castañeteando contra la potencia de la fuerza, y en ese momento fue levantada, levantada por el viento, por los verdaderos poderes de la noche, de la oscuridad. Voló, obligada a volar alto a través del tiempo y del espacio.
Luego, todo se quedó tranquilo. La oscuridad se depositaba alrededor de ella, pero lentamente, y una parpadeante luz roja y marfil transformó la negrura completa en sombras. Estaba tendida ahora sobre algo sólido. Se encontró a si misma sobre una alfombra de piel ante un fuego ardiendo ferozmente. Las llamas mantenían la oscuridad a raya con una luz roja extraña.
Ella miró a su alrededor, confundida, desorientada.
No estaba en su propio dormitorio, en cambio se encontraba en los dominios privados de otra persona. Cerca del fuego se encontraba una enorme cama con cuatro postes con elaboradas esculturas y un cubrecama de raso negra. Había un escritorio, un lavabo y un espejo giratorio.
Y justo delante de ella, compartiendo la luz y el calor del fuego, estaba sentado un hombre en un gran sillón con grandes alas en el respaldo. La miró, con las manos plegadas con toda tranquilidad en su regazo. Aunque estaba sentado, podía ver que era un hombre alto y ancho de hombros. Regio, confiado, incluso arrogante, por la manera en que se sentaba. Su pelo era oscuro, rico, corto. En la extraña luz de rojo y oro que obligaba a retroceder a las sombras, ella le analizó. Elegante, serio, apuesto de una manera curiosa.
Y aterrador, por lo que podía ver en sus ojos.
Quizás deberían de haber sido verdes; en esa oscuridad el verde oscuro era casi negro de una manera criolla.
Pero no eran verdes.
Eran tan rojos como las llamas de la chimenea.
Ella se incorporó, arrastrando sus piernas debajo de ella, tratando de enfocar muy audazmente su mirada fija. Trató de recordarse a sí misma, convencerse de que era un sueño. Sueño. ¡Dios! ¡No! Una pesadilla, y ella había caído en los agujeros de la desesperación hasta llegar al diablo mismo.
Él se incorporó, sonriendo. Una sonrisa perversa, satisfecha y petulante, como si hubiera visto sus ojos cuando ella le había mirado a él; como si hubiera visto el miedo dentro de ellos, y estuviera profundamente encantado al darse cuenta de que ella se encogía de miedo ante él.
Trató de sentarse muy alta y muy recta sobre su extraño trono de piel. Desafiante. Después de todo, si fuera una pesadilla, lo que seguramente debería de ser, estaba bien desafiar al diablo.
Llevaba una camisa negra con mangas a la moda, con volante, abierta en la garganta, pantalones cortos negros muy ceñidos que apretaban su trasero y sus muslos fuertemente, y botas negras brillantes que llegaban hasta justo encima de su rodilla. No llevaba barba o bigote, su cara estaba limpia, acentuando las líneas nítidas y sorprendentes de sus rasgos, la plenitud sensual de sus labios mientras curvaba su boca en una sonrisa burlona.
Caminó hacia ella, luego alrededor de ella, acentuándose su sonrisa, sus ojos, ahora repentinamente tan oscuros como deberían haber sido, valorándola como si fuera un obsequio sorpresa; una nueva mascota quizás, o un caballo de carreras premiado.
―Oh, señorita, ¡Es usted increíble! Una creación sin medida. Había oído que eso era cierto. Alec estaba enamorado más allá de todo juicio y razón, pero Alec está muerto, y usted está con nosotros ―¡Y va a tener un niño! ¡Qué generoso, qué gracioso! Ha sido enviada a París ―su padre es un hombre inteligente. Un hombre muy inteligente. Ya ve ―estoy al tanto de todo sobre usted. Y usted, mi amor, ¿Sabe quién soy? ―Le preguntó repentinamente.
Su voz era profunda, masculina, aunque ronca también, casi como si fuera una parte del aire tibio que todavía giraba a su alrededor. Fue un susurro lo que entró en ella.
―¿El Diablo? ―Preguntó a cambio.
Su risa era calurosa; incluso parecía más encantado.
―Soy Kevin.
―El Diablo.
Agitó su cabeza, bajando las pestañas sobre sus ojos, profundizando su sonrisa con diversión.
―Kevin DeVeau.
―El Diablo…
Se paró repentinamente ante ella, capturando sus manos, arrastrándola hasta sus pies. Ella trató de liberarse, pero no pudo. Sus huesos se habrían roto antes de que su apretón se hubiera aflojado. Nunca había sentido tal potencia.
Él sonrío, burlándose de sus esfuerzos. Sus ojos ardieron en los suyos.
―No el Diablo. El Rey. Su Rey. El Rey de su especie.
Agitó su cabeza con vehemencia.
―No. Usted es una figura en una pesadilla. Mi especie, ¿Qué especie? Esto es ridículo, usted está equivocado, equivocado, no soy ninguna especie…
Comenzó a reírse otra vez, y sintió la fuerza de él alrededor de ella. El poder del aire y del viento y el poder de la oscuridad y la noche. El poder de la extraña tormenta que la había traído. Él era ese poder; en el agarre de sus brazos, en sus ojos, en la risa que era tan rica, parte de la tempestad que la había arrastrado, y la había lanzado al suelo.
―La negación, naturalmente. Ah, ¡Es lo más dulce, mi pequeño amor, cuando el bueno e inocente están tan corruptos! Pero en fin, usted no es completamente inocente, ¿No? ¡Estaba ese joven tonto del que se enamoró! Pobre Alec. ¡Creyó en las viejas leyendas, que su amor podía salvar su alma mortal! ¡Desafortunadamente su padre lo asesinó! ―Continuó, todavía divirtiéndose a sí mismo tremendamente. ―Pero de nuevo, todo en el nombre del amor, ¿No? Así que usted está aquí. Uno con nosotros. ¡Mi lema, como si lo fuera! ―Él se burló.
―¡Esto es una pesadilla! ―Ella declaró. ―Usted es una pesadilla. No me quedaré aquí, me despertaré…
―Oh, no, mi dulce ―dijo, y su sonrisa permanecía, pero era sutil y ajustada. ―Compréndame. La vida es ahora esta pesadilla, y usted la vivirá. Y me escuchará, y aprenderá. Porque soy su Rey. Y usted me necesita. Y curiosa y suficientemente, a mi propia manera perversa, soy un Rey justo.
―Déjeme irme… ―ella exigió, empezando a luchar.
―Usted no tiene fuerza. La fuerza viene con el tiempo, con la práctica. Si el alma es lo que es robado, la mente permanece, y es el poder de la mente con lo que trabajamos. Présteme atención. Nadie tan exuberante como usted ha llegado en un tiempo muy largo, y disfrutaré enseñándola qué es usted, y aprenderá a escuchar. Usted es mía, señorita. Y prestará atención, cherie. No muchos están tan deseosos de enseñar, y no ofrezco mi sabiduría tan generosamente, pero bueno…. usted es única. Así que preste atención y aprenda bien. Escuchará muchas cosas, la mayoría de ellas son un mito, un rumor. Confíe en mí, y no lo que usted escuche de otros. Ahora, hay cosas simples. El sol no la matará, aunque el día no es su momento de fuerza. Podría funcionar con la luz, aunque su sueño más reparador vendrá con el amanecer. El vino todavía lo saboreará dulce, pero no será suficiente. Podrá ser lastimada, pero también podrá curar. Podrá ser lastimada gravemente, y podría tardar muchos años, incluso décadas, en curarse. Puede ser asesinada, pero sólo si su cabeza es separada de su cuello, o su corazón es atravesado.
―Esto es horroroso; no escucharé…
―Usted escuchará, y recordará ―yo gobierno. Y sobrevivimos porque gobierno sabiamente y bien, ¿Comprende? Mi palabra, a usted, señorita, es ley.
―No comprendo nada; despertaré…
―Desafortunadamente, usted no lo hará. Ahora, aún más importante, usted debe cenar siempre con el mayor cuidado.
―Perdone usted…
―No perdono nada. Usted comprende cada palabra. Para la mayoría de nosotros, una muerte cada luna llena es suficiente. Si usted desea vivir en paz y evitar a los cazadores mortales, debe escoger a aquellos que viven fuera de la sociedad. Busque a aquellos que pasean, personas sin hogar, criminales, prostitutas. Robe carga humana de embarcaciones en el mar. No parezca tan horrorizada. Oh, supongo que tenemos un moralizador o dos entre nuestro grupo y deciden vivir a costa de las prisiones. Efectivamente, señorita, a usted la sorprendería descubrir que incluso yo tengo mi código de ética. Si usted está angustiado por el hambre, libre al mundo más fácilmente de ésos condenados. Los asesinos se pudren en prisiones, tómelos. No importa. El método importa. Comprenda esto. Deshágase de todas las sobras. Deshágase de todas las sobras apropiadamente, ¡Esto es lo más importante! Un exceso de nuestra especie y seríamos aniquilados. Usted debe decapitar a sus víctimas, o cortarles las arterias, y si no lo hace, se enfrentará al juicio y la muerte por sus pares. ¡Sí! ¡Hay una ley entre nosotros, para nuestra supervivencia! Y nuestra justicia es rápida. Tenga cuidado con sus acciones. Usted puede crear sólo dos más de nuestra especie por siglo…
―Crear dos más... ¡por siglo! Esto es descabellado. ¡Me voy!
―¡Usted no se va a ninguna parte! ―La informó.
―¡Púdrase en infierno!
―¡Usted no se va a ninguna parte!
Repentinamente sintió como si estuviera volando otra vez. Embargada por la tempestad, levantada, sacudida. Aterrizó sobre la extensión de raso negra de la cama, sin aliento, pasmada. Y él estaba encima de ella. Su ropa a un lado ahora, su carne tan brillante como el raso, tan caliente como la hoguera de un fuego imposible, los ojos de él inmovilizando los suyos.
Ella chilló y gritó, luchó, arañó con sus uñas. Él se rió desde el principio hasta el fin, divertido, rompiendo su traje. Donde no la tocaba, todavía parecía que él podía forzarla a su voluntad. Sus ojos ordenaron, su carne obedeció. Cuando se cansó de la pelea, la pidió que cesara, que se tumbara. Con su mente asolada, su cuerpo estaba quieto. El fuego de sus ojos la tocó y tembló con rabia, pero se mantuvo tendida y vulnerable. Desnuda. Sus miembros rendidos a su placer y diversión.
Estaba tan enfadada que quería matar...
Pero entonces...
El calor comenzó. Mordaz, penetrante, invadiendo sus miembros. Ella escuchó su susurro, tan coactivo, tranquilizador aunque evocador. Ella sintió su calor extraño y sensual. El tembloroso fuego líquido de la lengua, su caricia... sobre ella, dentro de ella.
Peleó entonces contra su corazón, su alma, su mente. Aunque, libraba una lucha ya pérdida. Y después, estuvo horrorizada al darse cuenta de que tenía el poder de sacar de ella lo que quisiera. A su voluntad, a su exigencia, oh, Dios, a su seducción. Y lo peor de todo, podía despertar en ella un hambre, una necesidad, y la reacción punzante y explosiva que quería de ella. Era una criatura sensual. Una vez ella había amado, y por eso había deseado, suspirado, ansiado, y el resultado había sido hermoso. Esto era diferente. Y aun así...
La había hecho desearlo.
Todo para su inmensa diversión.
Estaba tan contento, tendido a su lado, tocando su pelo.
―Eres exquisita. ¡Estoy profundamente apenado por nuestro difunto amigo, quien te creó, y luego falleció! ¡Pobre Alec! ¡Creyó tan profundamente que su amor podría volverlo libre! Pobre tipo, tan religioso... tan estético, creyendo en la vida, la canción, la poesía, y el mito. La bella y la bestia, y su bestia podría volver, si el amor fuera suficientemente fuerte. Efectivamente, si estuviera más familiarizado con tal sensación, podría quererlo yo mismo. Quizás podría aprender a hacerlo.
―¡Nunca podría aprender a amarlo!
―Ah, bien, entonces es una buena cosa que realmente no crea en la maldición ―y que yo tenga el poder. Ni yo podría contentarme con sólo una amante. Aunque, usted me divierte, me complace, me cautiva. Y la convocaré cuando lo desee ―y usted vendrá, porque lo exijo.
―¡Aprenderé el poder! ―Le informó.
Otra vez, se rió. Su risa profunda y ronca, burlándose perversamente.
Y de nuevo, la tocó…
Su susurro, de la misma manera que su sensualidad, la envolvió por todas partes.
―Ma Belle, yo tengo el poder...
Sus ojos se abrieron despacio. Estaba en su propio lecho, escuchando las campanas de la iglesia de París anunciar la hora.
Estaba tendida en una niebla mientras luchaba por despertar, pensando en su macabra pesadilla. Qué noche tan intranquila; todavía permanecía tendida exhausta, ¡El sueño había sido tan real!
Empezó a levantarse.
Entonces se dio cuenta de que su traje estaba destrozado, rasgado y hecho trizas. Sus manos empezaron a temblar; las lágrimas escocían sus ojos. Oh, Dios, no podía ser.
Oh, Dios, lo fue.
Se replegó, sumiéndose en una cascada de lágrimas y autocompasión.
Pero luego, cuando puso el grito en el cielo, se puso de pie. Fue caminando hacia la ventana, y miró fijamente hacia afuera, al día.
No lloraría más.
Kevin tenía el poder.
Que así fuera.
Ella debería de tener más.
Bueno chicas, el siguiente cap, espero ver firmas. Bienvenidas a todas (:
―¿Qué es esto?
―¿Qué?
―Ese punto de perforación... Ahí.
Pierre rodeó cadáver. Justo al lado de la posición donde la cabeza había sido cortada había una única y leve hendidura que podía haber sido una herida por perforación.
―Sabes... maldición, odio admitirlo. No estoy muy seguro.
―Pierre... ―Joseph empezó, frunciendo el ceño.
―La manera en que la cabeza fue cortada, hay tanto trauma en la carne circundante que es difícil descubrir daños adicionales. Si, ésa es una perforación...
―¿Qué?
Pierre vaciló, poco dispuesto a dar información hasta que estuviese seguro.
―Tal vez fue mordido ―justo antes o directamente después de que fue asesinado.
―¿Mordido… por una criatura dentada?
―Dame un respiro, Joseph. Habiendo sido cortada la cabeza, esa pequeña marca es todo lo que queda.
―¿Podría haber sido un perro?
―He tomado muestras de todas clases para su análisis ―Pierre le dijo. ―Te dije que, debido a que la cabeza ha sido cortada, hay daño en toda la carne circundante. No puedo arriesgar una conjetura ni siquiera respecto a qué causó esa perforación, si es una perforación. Maldita sea, el asesino podría haberlo mordido ―especialmente si nos estamos enfrentando con algo ritualista. O con un maniático. No sé. Tan pronto como el laboratorio me lo devuelva, contactaré contigo.
―Necesito cada mínima pequeña ayuda que pueda conseguir ―Joseph le recordó.
―Hey, ya lo sé. Estoy en ello. ―Pierre vaciló un minuto. ―¿Querrías ver a Jane Doe otra vez?
―preguntó.
¿Quería ver a Jane Doe otra vez? Nunca. Ni en un millón años. Pero se dio cuenta repentinamente de que tenía que verla otra vez.
Asintió con la cabeza, tomando una honda bocanada de aire.
―Menos mal que su nuevo compañero no está aquí. ¿De dónde es el joven tipo, a propósito? ¿Le dejaste al margen de la horripilante tarea de mirar fijamente cadáveres?
―Le di una tarea más horripilante.
―¿Cuál es esa?
―Preparar una declaración para la prensa ―dijo Joseph.
―Bien, ahí tienes razón, ―Pierre estuvo de acuerdo, caminando hacia la camilla que llevaba a
Jane Doe. ―Pobre muchacho. Eso fue más bien como alimentar a los leones con un buen muchacho y joven cristiano, ¿no?
―Debo estar con él a tiempo para evitar que sea completamente devorado vivo ―Joseph le dijo.
―Sólo… sólo la cabeza y el cuello, Pierre. Eso es todo lo que necesito. ―Jane había sido cosida concienzudamente con todas sus partes juntas. Y aunque parecía la novia de Frankenstein se veía como una reina de belleza.
Pierre separó la sabana. Joseph se distanció y estudió la fría y grisácea carne en estado de descomposición de la pobre muchacha.
―¿Pierre...? ―Murmuró, indicando lo qué podía haber sido una perforación, pero qué había sido parte del corte de la garganta.
―Posible... ―Pierre murmuró, suspirando. ―Y tengo que admitirlo, no vi esa posibilidad antes.
―No teníamos una posible punción con la que compararla antes ―Joseph le recordó. ―Y estaba en varios trozos cuando la recogiste. Estaba en tantas malditas partes, y con el cuello cortado, que no había ninguna manera en que podías haberte dado cuenta de lo que esto podría ser... no una parte del corte. Podría estar equivocado. Sólo puede ser la punta donde el cuchillo desgarró la carne.
―No, no lo creo. No fue atacada con una hoja serrada; era un cuchillo suave. Un arma grande y con una hoja afilada. Una hoja de nueve pulgadas, diría. Llevaré más muestras de tejido para su análisis ―Pierre le aseguró. ―Desearía haber podido darte algunas respuestas más definitivas.
―Ya me has dado una.
―¿Cuál es?
―Que tenemos definitivamente un asesino en serie sobre nuestras manos ―Joseph le dijo. ―Y ahora...
―Ahora ¿qué?
―Algo que decir a la prensa ―Joseph dijo con tristeza.
―Me alegro de que sea tu trabajo. Bien, lo que sea que decidas hacer, mejor ve a rescatar a tu cristiano de los leones.
―Irán derechos a la garganta ―Joseph dijo.
―Leones, tigres, osos ―Pierre reflexionó. ―Un perro. Muchos perros son entrenados para atacar estos días. ¿Un gato? Improbable. ¿Murciélago, rata? ¿Un mordisco que incluso no está ahí, que estamos viendo porque nos estamos agarrando a un clavo ardiendo? No sé. Buena suerte, Joseph. Estaré en contacto contigo tan pronto como pueda.
―Sí, gracias, Doc.
Joseph dejó la morgue.
Llegó a la comisaría y reportó al capitán Joe Daniels, jefe de homicidios, un hombre consciente de sus deberes, considerado solo como Jefe por sus subordinados. Daniels era una persona alta y resistente que había ascendido en su camino para alcanzar su posición a través del trabajo duro ―nunca había besado un culo, y todavía no jugaba a la política, que era una razón por la que Joseph se había alegrado de servir a la ciudad a su lado durante tantos años. Joseph nunca había vacilado yendo hacia él; no vociferaba y nunca se deshacía en elogios o exigía resultados y culpaba a sus oficiales por el hecho de que el delito y los criminales existían. Si Joe echaba una bronca, es porque se lo merecía. Si eras un poli corrupto, podrías esperar lo peor. Nueva Orleans era una ciudad dura. Joe era un policía fuerte.
―Dime donde estamos ―Joe exigió rotundamente. ―La verdad. Lo que tengas, y lo que no tengas.
―Lo que tenemos, creo, es un monstruoso asesino en serie. Lo que no tenemos es una pista respecto a quien podría ser ―Joseph admitió, sentándose en un sillón en frente del escritorio de Joe. Vaciló. —Debido a la naturaleza de los cadáveres, creo que nos estamos enfrentando con un fetichista o un serio psicópata.
―Muy bien. He escuchado todo sobre el cadáver en el cementerio. Dame lo que has conseguido sobre éste.
Joseph lo hizo. Joe escuchó con gravedad. Era de la idea de que tenían un asesino en serie sobre sus manos. Eso implicaba tomar medidas para revisar las escenas de los crímenes con un peine de finas púas, y buscar pruebas tanto tangibles como psicológicas. Desde los setenta, cuando el F.B.I. empezó a hacer una reseña bibliográfica de asesinos en serie, el trabajo de la policía sobre el comportamiento de criminales había tenido un largo camino. Joseph había estado en casi cada clase y grupo de debate ofrecido a la policía de Nueva Orleans sobre perfiles, así que sabía a qué se estaba enfrentando ―y estaba más que deseoso de pedir consejo a criminólogos
experimentados.
Se constituiría un destacamento especial; Joseph lo dirigiría.
―No sabemos si tenemos a un asesino en serie en nuestras manos, pero maldito si no lo parece ―dijo Joe, y le dijo a Joseph que él trataría con los políticos de la ciudad y del estado, pero debido a que Joseph estaría dirigiendo el destacamento especial local, los medios de comunicación eran todos suyos.
―Y tu chico se las está arreglando con los buitres ahora ahí abajo ―Joe le advirtió. ―Podrías querer intervenir y ayudarlo. Hey, si el muchacho sobrevive a esto, será una buena adquisición para el grupo.
Joseph estuvo de acuerdo, luego, rápidamente, dejó a Joe para unirse al circo de los medios ya en acción. Llegó a la conferencia de prensa para intervenir detrás de Nicholas, que se había estado manteniendo a sí mismo valientemente contra un mar de gritos, pero estaba empezando a aumentar su frustración.
―Damas y caballeros, no tenemos ningún sospechoso por el momento, pero tenemos un excelente departamento de policía y algunos de los científicos forenses más capaces en el oficio. Nicholas les ha dado todo que tenemos; cuando sepamos algo más, ustedes sabrán más. Por ahora…
―¿Qué está haciendo la policía para protegernos? ―Exigió una joven reportera.
―Todo lo que ellos pueden hacer, señora. Estamos haciendo doble patrulla alrededor de la ciudad, y el Gobernador ha solicitado unidades de la guardia nacional para ayudar a mantener un nivel destacado. Ahora, todos ustedes saben que en cualquier ciudad grande, las personas sólo tienen que actuar con inteligencia. No bajen por callejones oscuros, tenga cuidado cuando estén fuera tarde. Tengan en cuenta que Jane Doe estaba involucrada en un comportamiento peligroso e ilícito, y que Anthony Beale estaba igualmente comprometido en actividades ilegales. Ahora, no estamos muy seguros de lo qué representa eso aún, pero refuerza esta parte del consejo ―manténgase lejos de callejones oscuros, traten de ir y volver desde el trabajo con compañeros de trabajo, y desconfíen de los desconocidos.
―¡Genial! ¡Desconfiar de los desconocidos en una ciudad turística! ―gritó un anciano reportero del Times/Picayune. ―¿Y qué hay de la gente de los restaurantes y de nuestros empleados de hotel? ¿Cómo se las arreglarán para desconfiar de los desconocidos?
―Deben usar su inteligencia e instintos a la medida de sus posibilidades ―Joseph dijo firmemente.
―Estén atentos, e informen sobre cualquier cosa, incluso algo que sea ligeramente sospechoso, a la policía. Ahora, no más preguntas; muchas gracias.
Joseph acompañó a Nicholas fuera de la sala de la conferencia de prensa.
Oficiales uniformados se cerraron detrás de ellos, dándoles una oportunidad de escapar.
Joseph reflexionó peculiarmente que a la prensa le habría gustado haberlos devorado y a Nicholas completamente. Realmente, cristianos a los leones.
―Oh, tío, ―Nicholas gruñó, inclinándose contra la puerta. ―No estoy para nada seguro de que ser tu compañero sea una buena cosa. ¿Qué es lo próximo?
―¿Lo próximo? ―Joseph preguntó, luego sonrió abiertamente. ―Bien, voy a informar brevemente a los chicos del turno de noche. Luego me voy a casa.
―Me alegro de oír que puedes hacer eso. Que puedes solo cenar, y conseguir un buen sueño.
―No estoy muy seguro de que pueda cenar o conseguir un buen sueño. Voy a estar tan intranquilo como un gato toda la noche, pero hemos conseguido otro turno para empezar a funcionar, y son buenas personas. Ellos contactarán conmigo si hay algo más que podamos hacer. Si hubiera algo que pudiera estar haciendo, maldita sea, lo estaría haciendo.
Nicholas repentinamente sonrió abiertamente.
―Sé qué podrías hacer, si quieres.
―¿El qué?
―¿Conoces al oficial Mike Astin?
Joseph asintió con la cabeza. Astin era difícil de olvidar. Había estado un año en el fútbol profesional, hasta que trituró su rodilla gravemente por lo que su carrera había terminado. Astin, sin embargo, siempre había querido ser un poli. Era bueno en el cuerpo ―inmenso de casi 1,95 de altura, y con un peso de casi 136 kg de puro músculo. Era brillante y aun así moderado, una persona valiosa para cualquier cuerpo.
―Sí, conozco a Mike.
―Bien, pienso que deberíamos encontrarnos con él en un club de jazz.
―En un club de jazz…
―Sí, un club de jazz. Ya sabes, un sitio donde las personas van, se toman algunas bebidas, escuchan un poco de buena música.
―Infierno, Nicholas, la última cosa que deseo…
―Astin tiene una cita prevista con esa recepcionista alta y preciosa que trabaja en Empresas Montgomery. ¿No necesitamos saber todo que podamos sobre los empleados de Empresas Montgomery?
Joseph abrió su boca, la cerró. Levantó sus manos, las dejó caer. Luego empezó a reírse..
―Dios, me encanta el jazz. Y hace una burrada de tiempo que no he escuchado buena música.
Nicholas estaba encantado. Su compañero lo había estado cubriendo todo el día, incluso salvando su penoso culo en la conferencia de prensa cuando las preguntas empezaron a llegar a ser demasiado difíciles, rápidas, y furiosas.
Pero ahora... Bien, podría ser, él tendría una oportunidad para una pequeña restitución.
―Me voy a casa para lavarme ―dijo ―¿Pero te reunirás con Mike y conmigo, ¿no?
―Oh, sí. Diablos, sí. Bourbon Street en una hora ―Joseph le dijo, dando media vuelta para partir.
Joseph lo miró, sonriendo abiertamente.
Él supuso que ellos, después de todo, no iban a salir por la noche.
Fue en París, no mucho después de que probó su primera sangre, que conoció a Kevin.
Y la contó las reglas.
No supo qué estaba ocurriendo esa primera noche; pensaba que estaba soñando. Efectivamente, era un sueño, una pesadilla de las proporciones más horribles.
Había llegado recientemente a París. Su padre la había enviado. Naturalmente, después de su aventura amorosa con Alec y sus consecuencias, había poco que hacer excepto enviar a una heredera de buena crianza a Europa.
Y debido a que era una desconocida en esta hermosa vieja ciudad, era natural que durmiera de manera irregular, con impaciencia.
Y soñando.
Parecía que el viento soplaba rápidamente alrededor de ella con una fuerza tremenda y oscura. La tierra temblaba y temblaba, el aire era como una tempestad, la oscuridad fue envolviéndola. Sentía que permanecía tendida quieta, con los dientes castañeteando contra la potencia de la fuerza, y en ese momento fue levantada, levantada por el viento, por los verdaderos poderes de la noche, de la oscuridad. Voló, obligada a volar alto a través del tiempo y del espacio.
Luego, todo se quedó tranquilo. La oscuridad se depositaba alrededor de ella, pero lentamente, y una parpadeante luz roja y marfil transformó la negrura completa en sombras. Estaba tendida ahora sobre algo sólido. Se encontró a si misma sobre una alfombra de piel ante un fuego ardiendo ferozmente. Las llamas mantenían la oscuridad a raya con una luz roja extraña.
Ella miró a su alrededor, confundida, desorientada.
No estaba en su propio dormitorio, en cambio se encontraba en los dominios privados de otra persona. Cerca del fuego se encontraba una enorme cama con cuatro postes con elaboradas esculturas y un cubrecama de raso negra. Había un escritorio, un lavabo y un espejo giratorio.
Y justo delante de ella, compartiendo la luz y el calor del fuego, estaba sentado un hombre en un gran sillón con grandes alas en el respaldo. La miró, con las manos plegadas con toda tranquilidad en su regazo. Aunque estaba sentado, podía ver que era un hombre alto y ancho de hombros. Regio, confiado, incluso arrogante, por la manera en que se sentaba. Su pelo era oscuro, rico, corto. En la extraña luz de rojo y oro que obligaba a retroceder a las sombras, ella le analizó. Elegante, serio, apuesto de una manera curiosa.
Y aterrador, por lo que podía ver en sus ojos.
Quizás deberían de haber sido verdes; en esa oscuridad el verde oscuro era casi negro de una manera criolla.
Pero no eran verdes.
Eran tan rojos como las llamas de la chimenea.
Ella se incorporó, arrastrando sus piernas debajo de ella, tratando de enfocar muy audazmente su mirada fija. Trató de recordarse a sí misma, convencerse de que era un sueño. Sueño. ¡Dios! ¡No! Una pesadilla, y ella había caído en los agujeros de la desesperación hasta llegar al diablo mismo.
Él se incorporó, sonriendo. Una sonrisa perversa, satisfecha y petulante, como si hubiera visto sus ojos cuando ella le había mirado a él; como si hubiera visto el miedo dentro de ellos, y estuviera profundamente encantado al darse cuenta de que ella se encogía de miedo ante él.
Trató de sentarse muy alta y muy recta sobre su extraño trono de piel. Desafiante. Después de todo, si fuera una pesadilla, lo que seguramente debería de ser, estaba bien desafiar al diablo.
Llevaba una camisa negra con mangas a la moda, con volante, abierta en la garganta, pantalones cortos negros muy ceñidos que apretaban su trasero y sus muslos fuertemente, y botas negras brillantes que llegaban hasta justo encima de su rodilla. No llevaba barba o bigote, su cara estaba limpia, acentuando las líneas nítidas y sorprendentes de sus rasgos, la plenitud sensual de sus labios mientras curvaba su boca en una sonrisa burlona.
Caminó hacia ella, luego alrededor de ella, acentuándose su sonrisa, sus ojos, ahora repentinamente tan oscuros como deberían haber sido, valorándola como si fuera un obsequio sorpresa; una nueva mascota quizás, o un caballo de carreras premiado.
―Oh, señorita, ¡Es usted increíble! Una creación sin medida. Había oído que eso era cierto. Alec estaba enamorado más allá de todo juicio y razón, pero Alec está muerto, y usted está con nosotros ―¡Y va a tener un niño! ¡Qué generoso, qué gracioso! Ha sido enviada a París ―su padre es un hombre inteligente. Un hombre muy inteligente. Ya ve ―estoy al tanto de todo sobre usted. Y usted, mi amor, ¿Sabe quién soy? ―Le preguntó repentinamente.
Su voz era profunda, masculina, aunque ronca también, casi como si fuera una parte del aire tibio que todavía giraba a su alrededor. Fue un susurro lo que entró en ella.
―¿El Diablo? ―Preguntó a cambio.
Su risa era calurosa; incluso parecía más encantado.
―Soy Kevin.
―El Diablo.
Agitó su cabeza, bajando las pestañas sobre sus ojos, profundizando su sonrisa con diversión.
―Kevin DeVeau.
―El Diablo…
Se paró repentinamente ante ella, capturando sus manos, arrastrándola hasta sus pies. Ella trató de liberarse, pero no pudo. Sus huesos se habrían roto antes de que su apretón se hubiera aflojado. Nunca había sentido tal potencia.
Él sonrío, burlándose de sus esfuerzos. Sus ojos ardieron en los suyos.
―No el Diablo. El Rey. Su Rey. El Rey de su especie.
Agitó su cabeza con vehemencia.
―No. Usted es una figura en una pesadilla. Mi especie, ¿Qué especie? Esto es ridículo, usted está equivocado, equivocado, no soy ninguna especie…
Comenzó a reírse otra vez, y sintió la fuerza de él alrededor de ella. El poder del aire y del viento y el poder de la oscuridad y la noche. El poder de la extraña tormenta que la había traído. Él era ese poder; en el agarre de sus brazos, en sus ojos, en la risa que era tan rica, parte de la tempestad que la había arrastrado, y la había lanzado al suelo.
―La negación, naturalmente. Ah, ¡Es lo más dulce, mi pequeño amor, cuando el bueno e inocente están tan corruptos! Pero en fin, usted no es completamente inocente, ¿No? ¡Estaba ese joven tonto del que se enamoró! Pobre Alec. ¡Creyó en las viejas leyendas, que su amor podía salvar su alma mortal! ¡Desafortunadamente su padre lo asesinó! ―Continuó, todavía divirtiéndose a sí mismo tremendamente. ―Pero de nuevo, todo en el nombre del amor, ¿No? Así que usted está aquí. Uno con nosotros. ¡Mi lema, como si lo fuera! ―Él se burló.
―¡Esto es una pesadilla! ―Ella declaró. ―Usted es una pesadilla. No me quedaré aquí, me despertaré…
―Oh, no, mi dulce ―dijo, y su sonrisa permanecía, pero era sutil y ajustada. ―Compréndame. La vida es ahora esta pesadilla, y usted la vivirá. Y me escuchará, y aprenderá. Porque soy su Rey. Y usted me necesita. Y curiosa y suficientemente, a mi propia manera perversa, soy un Rey justo.
―Déjeme irme… ―ella exigió, empezando a luchar.
―Usted no tiene fuerza. La fuerza viene con el tiempo, con la práctica. Si el alma es lo que es robado, la mente permanece, y es el poder de la mente con lo que trabajamos. Présteme atención. Nadie tan exuberante como usted ha llegado en un tiempo muy largo, y disfrutaré enseñándola qué es usted, y aprenderá a escuchar. Usted es mía, señorita. Y prestará atención, cherie. No muchos están tan deseosos de enseñar, y no ofrezco mi sabiduría tan generosamente, pero bueno…. usted es única. Así que preste atención y aprenda bien. Escuchará muchas cosas, la mayoría de ellas son un mito, un rumor. Confíe en mí, y no lo que usted escuche de otros. Ahora, hay cosas simples. El sol no la matará, aunque el día no es su momento de fuerza. Podría funcionar con la luz, aunque su sueño más reparador vendrá con el amanecer. El vino todavía lo saboreará dulce, pero no será suficiente. Podrá ser lastimada, pero también podrá curar. Podrá ser lastimada gravemente, y podría tardar muchos años, incluso décadas, en curarse. Puede ser asesinada, pero sólo si su cabeza es separada de su cuello, o su corazón es atravesado.
―Esto es horroroso; no escucharé…
―Usted escuchará, y recordará ―yo gobierno. Y sobrevivimos porque gobierno sabiamente y bien, ¿Comprende? Mi palabra, a usted, señorita, es ley.
―No comprendo nada; despertaré…
―Desafortunadamente, usted no lo hará. Ahora, aún más importante, usted debe cenar siempre con el mayor cuidado.
―Perdone usted…
―No perdono nada. Usted comprende cada palabra. Para la mayoría de nosotros, una muerte cada luna llena es suficiente. Si usted desea vivir en paz y evitar a los cazadores mortales, debe escoger a aquellos que viven fuera de la sociedad. Busque a aquellos que pasean, personas sin hogar, criminales, prostitutas. Robe carga humana de embarcaciones en el mar. No parezca tan horrorizada. Oh, supongo que tenemos un moralizador o dos entre nuestro grupo y deciden vivir a costa de las prisiones. Efectivamente, señorita, a usted la sorprendería descubrir que incluso yo tengo mi código de ética. Si usted está angustiado por el hambre, libre al mundo más fácilmente de ésos condenados. Los asesinos se pudren en prisiones, tómelos. No importa. El método importa. Comprenda esto. Deshágase de todas las sobras. Deshágase de todas las sobras apropiadamente, ¡Esto es lo más importante! Un exceso de nuestra especie y seríamos aniquilados. Usted debe decapitar a sus víctimas, o cortarles las arterias, y si no lo hace, se enfrentará al juicio y la muerte por sus pares. ¡Sí! ¡Hay una ley entre nosotros, para nuestra supervivencia! Y nuestra justicia es rápida. Tenga cuidado con sus acciones. Usted puede crear sólo dos más de nuestra especie por siglo…
―Crear dos más... ¡por siglo! Esto es descabellado. ¡Me voy!
―¡Usted no se va a ninguna parte! ―La informó.
―¡Púdrase en infierno!
―¡Usted no se va a ninguna parte!
Repentinamente sintió como si estuviera volando otra vez. Embargada por la tempestad, levantada, sacudida. Aterrizó sobre la extensión de raso negra de la cama, sin aliento, pasmada. Y él estaba encima de ella. Su ropa a un lado ahora, su carne tan brillante como el raso, tan caliente como la hoguera de un fuego imposible, los ojos de él inmovilizando los suyos.
Ella chilló y gritó, luchó, arañó con sus uñas. Él se rió desde el principio hasta el fin, divertido, rompiendo su traje. Donde no la tocaba, todavía parecía que él podía forzarla a su voluntad. Sus ojos ordenaron, su carne obedeció. Cuando se cansó de la pelea, la pidió que cesara, que se tumbara. Con su mente asolada, su cuerpo estaba quieto. El fuego de sus ojos la tocó y tembló con rabia, pero se mantuvo tendida y vulnerable. Desnuda. Sus miembros rendidos a su placer y diversión.
Estaba tan enfadada que quería matar...
Pero entonces...
El calor comenzó. Mordaz, penetrante, invadiendo sus miembros. Ella escuchó su susurro, tan coactivo, tranquilizador aunque evocador. Ella sintió su calor extraño y sensual. El tembloroso fuego líquido de la lengua, su caricia... sobre ella, dentro de ella.
Peleó entonces contra su corazón, su alma, su mente. Aunque, libraba una lucha ya pérdida. Y después, estuvo horrorizada al darse cuenta de que tenía el poder de sacar de ella lo que quisiera. A su voluntad, a su exigencia, oh, Dios, a su seducción. Y lo peor de todo, podía despertar en ella un hambre, una necesidad, y la reacción punzante y explosiva que quería de ella. Era una criatura sensual. Una vez ella había amado, y por eso había deseado, suspirado, ansiado, y el resultado había sido hermoso. Esto era diferente. Y aun así...
La había hecho desearlo.
Todo para su inmensa diversión.
Estaba tan contento, tendido a su lado, tocando su pelo.
―Eres exquisita. ¡Estoy profundamente apenado por nuestro difunto amigo, quien te creó, y luego falleció! ¡Pobre Alec! ¡Creyó tan profundamente que su amor podría volverlo libre! Pobre tipo, tan religioso... tan estético, creyendo en la vida, la canción, la poesía, y el mito. La bella y la bestia, y su bestia podría volver, si el amor fuera suficientemente fuerte. Efectivamente, si estuviera más familiarizado con tal sensación, podría quererlo yo mismo. Quizás podría aprender a hacerlo.
―¡Nunca podría aprender a amarlo!
―Ah, bien, entonces es una buena cosa que realmente no crea en la maldición ―y que yo tenga el poder. Ni yo podría contentarme con sólo una amante. Aunque, usted me divierte, me complace, me cautiva. Y la convocaré cuando lo desee ―y usted vendrá, porque lo exijo.
―¡Aprenderé el poder! ―Le informó.
Otra vez, se rió. Su risa profunda y ronca, burlándose perversamente.
Y de nuevo, la tocó…
Su susurro, de la misma manera que su sensualidad, la envolvió por todas partes.
―Ma Belle, yo tengo el poder...
Sus ojos se abrieron despacio. Estaba en su propio lecho, escuchando las campanas de la iglesia de París anunciar la hora.
Estaba tendida en una niebla mientras luchaba por despertar, pensando en su macabra pesadilla. Qué noche tan intranquila; todavía permanecía tendida exhausta, ¡El sueño había sido tan real!
Empezó a levantarse.
Entonces se dio cuenta de que su traje estaba destrozado, rasgado y hecho trizas. Sus manos empezaron a temblar; las lágrimas escocían sus ojos. Oh, Dios, no podía ser.
Oh, Dios, lo fue.
Se replegó, sumiéndose en una cascada de lágrimas y autocompasión.
Pero luego, cuando puso el grito en el cielo, se puso de pie. Fue caminando hacia la ventana, y miró fijamente hacia afuera, al día.
No lloraría más.
Kevin tenía el poder.
Que así fuera.
Ella debería de tener más.
Bueno chicas, el siguiente cap, espero ver firmas. Bienvenidas a todas (:
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Kare!!! Como una nove puede ser tan genial?
Dios! Debes de seguirla por favor.
Ya qiero saber qe pasara en la noche del Jazz :¬w¬:
Siguela por favor.
Dios! Debes de seguirla por favor.
Ya qiero saber qe pasara en la noche del Jazz :¬w¬:
Siguela por favor.
Jane JB ILU Joe
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
CAPÍTULO 03
Angie, Cissy, y ___(Tn) cenaron en un nuevo restaurante no lejos del club de jazz. Mientras las otras dos chicas pidieron café exprés, ella se excusó para ir al lavabo. En su regreso a la mesa, pasó por el área de la barra. Al final de la elegante barra de roble, había un televisor. Ella estaba segura de que se encendía frecuentemente para los eventos deportivos, pero esta noche, las emisoras estaban repitiendo fragmentos de las noticias de las seis. Primero, vio al sincero joven agente de policía que había conocido esta tarde, Nicholas Delaney. Los reporteros que le hacían las preguntas empezaron a enfadarse. Entonces Jonas caminó hacia al podio. Había un aire de autoridad sobre él que era tranquilizador. Cuando dijo que la policía pensaba proteger la ciudad, sus palabras fueron creíbles. Podría tener algo que ver con su presencia física, o con el sonido de su voz. Fuera cual fuera su poder, se las arregló para calmar a las bestias despiadadas, listas para arremeter contra la fuerza policial ―el miedo provocaba eso a las personas, y, como había oído por casualidad desde que había salido esta noche, muchas personas en Nueva Orleans estaban asustadas. Aunque la gente estaba ruidosa esta noche, no podía evitar oír también a aquellos que todavía parecían creer ―como gran parte del pueblo podría haber creído en su día con Jack el Destripador ―que mientras su asesino se dedicara a alcahuetes y a putas, las personas decentes estarían a salvo. Aunque, un asesino como ese, tenía que ser atrapado.
___(Tn) vio una sombra contra la pantalla de la televisión. Alguien muy alto estaba parado detrás de ella. Giró rápidamente, y vio que Joseph Jonas estaba justo a su espalda. Se había cambiado. Vestía una chaqueta de rayas finas, informal, con una camisa gris plata sin corbata, abierta hasta el cuello.
―¿Cómo lo hice? ―Le preguntó, y sonaba cansado.
Lo miró por un momento antes de responder.
―Muy bien. Había una promesa de tranquilidad en sus palabras. Sin decir algo semejante en realidad, de alguna manera convenció a las personas de que, si tenían cuidado y se mantenían alejadas de las personalidades de hampa, estarían seguros, probablemente, hasta que la policía atrapara al asesino.
Él arqueó una ceja, con una leve sonrisa jugando sobre sus labios.
―¿Ahora, es esto un cumplido, o se está burlando de mí completamente?
No respondió a su pregunta ―pero preguntó a su vez,
―¿Usted me siguió hasta aquí?
Su sonrisa se intensificó. Tenía un hoyuelo, sobre el lado derecho. Definitivamente poderoso. Se había duchado, y olía a jabón agradablemente y a un sutil selvático aroma de la loción para después del afeitado. Tragó fuerte, deseando poder apartar la mirada de él, pero acababa de hacerle una pregunta.
―No ―dijo ―No la seguí hasta aquí. Esperaba seguirla a un club de jazz esta noche, y sólo ocurrió que vinimos aquí a cenar porque está cerca del club.
A pesar de sí misma, sintió una sonrisa tirar de sus labios.
―Bien, señor, es usted honesto.
―Lo intento. ¿Es usted honesta?
―Hago todo lo posible.
―Respuesta interesante.
―No maté al proxeneta de esta tarde. O a la chica del cementerio.
―¿La acusé?
―Usted me interrogó esta tarde. Y registró mi edificio.
―No tenía por qué dejarme hacerlo.
―Entonces habría venido con una orden de registro.
―Sí, lo hubiera hecho.
―Así que... ¿Está siguiéndome con la esperanza de hacer pronto un arresto?
Él no respondió. Se habían quedado dos asientos libres en el bar y tomó su codo, dirigiéndola hacia ellos.
―Déjeme invitarla a una copa.
―¿Piensa que me emborracharé y revelaré el secreto de que soy culpable? ―Preguntó.
Él río, dirigiéndola a uno de los taburetes vacíos, tomando asiento en el otro. El barman se presentó rápidamente ante ellos y ___(Tn) pidió vino mientras Joseph preguntó por un Michelob.
―¿Le está permitido beber de servicio? ―Le preguntó.
―No estoy de servicio
―¿Oh?
―Oh.
―Pero usted me está siguiendo.
La miró, divertido.
―Sí.
―¿Entonces no planea arrestarme esta noche?
―Usted sabe que no encontramos nada en su edificio.
―Se me dijo que ustedes no habían encontrado nada, que las minúsculas gotas de sangre
llegaban hasta el lado de la puerta, pero que no habían descubierto nada en absoluto sobre el umbral.
―Aun así extraño, ¿No cree?
―Pienso que muchas cosas son muy extrañas. Pero aparentemente, usted piensa que si esas gotas de sangre llegaban hasta mi puerta, debe de haber una conexión. Así que, le pregunto otra vez, ¿está planeando arrestarme?
Se encogió de hombros, agitando su cabeza, indicando hacia el vaso de vino que ella sujetaba.
―Usted parece ser diestra.
―¿Por lo que…?
―El asesino es zurdo.
―Podría ser ambidextra.
―Podría serlo. ¿Qué pesa usted?
―¿Perdone?
Él se rió suavemente. Su risa tenía un sonido rico y ronco. Un sonido que se deslizó placenteramente debajo de su piel. Tomó un largo sorbo de su vino, decidida a luchar contra los sentimientos. ¡Era policía, después de todo!
―El asesino es muy fuerte ―le dijo ―Todas las implicaciones sugieren que es un hombre fuertemente musculado.
―¿Como usted mismo? ―Dijo en tono agradable.
Él arqueó una ceja, con una sonrisa sutil jugando todavía sobre sus labios. No respondió a su pregunta pero dijo,
―Sólo creo que ―por lo que parece ser su peso―usted no tendría la fuerza para cometer estos asesinatos.
―Las apariencias pueden ser engañosas.
―Efectivamente, pueden serlo. ¿Pero?
―Pero. ¿Por qué me está siguiendo?
Él bebió de su cerveza, y dejó el vaso.
―Exactamente no estoy seguro. Usted es una mujer intrigante.
―¿Intrigante?
―Y tiene bastante presencia.
―¿Presencia?
―Muy bien, señorita Montgomery, busque cumplidos. Usted es hermosa, una mujer
despampanante.
Levantó su barbilla sólo ligeramente.
―¿Tiene usted permitido intentar ligar con sospechosos de homicidio, teniente?
―No sospecho de usted como asesina ―le dijo.
―¿Entonces de qué duda usted?
―Eh... ¡Bien! ―Levantó su vaso hacia ella. —Muy bien, sospecho que alguien en su edificio sabe algo. Todas las personas de su edificio son sus empleados. Usted conoce a todos sus empleados. Tal vez sabe algo que no quiere admitir, o tal vez sabe algo que no sabe que usted sabe ni siquiera.
―¡Oh, Teniente! ¡Vaya una manera que tiene de halagar a una mujer! Y yo que pensé por un momento que usted estaba allí, en realidad, por mi atractivo. ―Empezó a ponerse de pie bajándose del taburete, lista para alejarse.
Pero su mano cayó sobre la de ella, sujetándola mientras se incorporaba, y sus ojos eran de tal color café claro que se asemejaban al cobalto cuando la miró fijamente.
―Usted no es tonta, señorita Montgomery, ni es excesivamente modesta. Usted sabe malditamente bien que tiene atractivo.
Ella trató de retirar su mano.
―¿Qué? ―Él exigió. ―Quería honestidad, ¿No?
―Sí, la honestidad es buena ―dijo con irritación. ―Ahora, no tenemos que jugar a ningún juego…
―Ningún juego. Quiero llegar a conocerla.
―¿Y qué si no quiero ser conocida?
―¿Qué le parece entonces sólo acostarse conmigo?
―¿Qué? ―Ella exigió, pasmada e indignada.
Pero él sonrió de nuevo, con una profunda y burlona sonrisa.
―Lo siento, pero no pude evitarlo. Y, por supuesto, podría estar bromeando. Mire, se sintió insultada porque mi atracción por usted tenía que ver con el trabajo policial. Le diré exactamente dónde estoy ahora. La estoy siguiendo porque usted es tan atractiva que parezco no tener ninguna opción. Nuestras familias tienen una historia en común, usted lo sabe. Deme una oportunidad. Termine su bebida. Déjeme estar en el club de jazz en algún lugar cerca de usted.
―¿Sabe qué está mal en usted, Jonas? ―le preguntó.
―Estoy seguro de que hay mucho, pero ¿Tiene algo específico en mente? ―Preguntó.
No quería reírse o sonreír, o sentirse tan fascinada por él y tampoco estaba preparada para acceder a sus deseos. Aunque sonrío.
―¡Es usted peligroso! ―Le dijo.
―¿Cómo?
―Usted busca algo.
―Yo busco mucho.
―Es también exasperante.
―Viene con el territorio.
―Bien, por el momento, mis compañeras acaban de pedir el postre.
―Y es posible que quiera darse cuenta de que sus compañeras acaban de reunirse con los míos.
Sobresaltada, ___(Tn) giró sobre sus talones. Tenía razón. Vio al Adonis de Cissy ―uno de los hombres más altos a quien ___(Tn) alguna vez había visto, moreno como el ébano, tan apuesto como podría ser ―sentarse en la silla al lado de Cissy. Nicholas Delaney estaba arrastrando una silla al lado de Angie, y el camarero estaba sosteniendo la bandeja en el aire para repartir varios cafés a todos ellos.
―Hacen bonitas parejas, ¿No cree? ―Joseph preguntó.
Lo miró.
―Su alto amigo moreno es un Adonis. Pero parece como si la ley estuviera descendiendo en masa.
―El nombre de mi alto amigo moreno es Mike. Usted ya conoció a Nicholas antes. Y la única razón por la que las personas están generalmente recelosas de la ley es si tienen algo que ocultar. ¿Usted lo tiene?
Su mirada fija la estaba perforando con sus ojos oscuros. La miró como si tuviera un talento único para leer las almas humanas. Vaciló sólo brevemente.
―Ya le dije que no asesiné al proxeneta o la chica.
―Y ya le he dicho que no pienso que usted cometiera el asesinato. Sólo me pregunto qué tiene que esconder.
―¡Ah, Teniente! Lo que usted ve, señor, es lo que hay.
―Así que, ¿Vendrá fuera conmigo?
―Ya estoy fuera.
―¿Pero usted no querría ser una quinta rueda ahí, ¿o sí?
―Puedo ser muy independiente.
―Ah, pero ¡Mire! Todos ellos se están preocupando por nosotros, ¿Ve? Nicholas está forzando su cuello para ver dónde me encuentro, y su linda y pequeña ayudante está empezando a parecer preocupada. Tal vez deberíamos acercarnos, sorber un café exprés, y reunirnos con ellos.
―Y tal vez sólo debo llamarle una tarde ―ella le dijo.
―Bien, por supuesto podríamos escabullirnos a algún lugar a solas juntos. Dígame, ¿Está viviendo en Montgomery Plantación?
Ella arqueó una ceja.
―Paso algún tiempo allí. También tengo conjunto completo arriba en la oficina. ―Vaciló, dándose cuenta de que debía haberse ido a casa, pero descubriendo que también estaba creciendo su curiosidad sobre él. ―¿No hay una plantación en la familia Jonas también?
Sonrió abiertamente, asintiendo con la cabeza.
―No es lo que solía ser, lo siento, pero está en el mismo lugar sobre el Mississippi, aunque hay un Burger King calle abajo ahora también. La propiedad no tiene el mismo tamaño que solía tener.
―¿Un Burger King bajando la calle?
―Gracias a Dios que me gustan los Whoppers.
Ella río ligeramente.
―Pero…
―Estoy exagerando. Todavía tenemos algunos acres, y la casa es hermosa. Difícil de mantener, pero hermosa. Mi hermana menor se casó con un arquitecto, así que conseguimos mucha ayuda con las reparaciones a través de obreros que nos debían favores a mi padre y a mí.
―Su padre todavía vive. ¡Qué estupendo para usted!
―¿Su familia está...?
―Todos difuntos. Nunca fuimos muy procreativos, me temo.
―¡Qué pena!
―¿Por qué?
―Porque usted es realmente encantadora. Debería de ser clonada ―un embellecimiento para la comunidad y similares.
―Es usted un adulador.
―Hmm. Pero no puedo evitar decir las cosas correctas con el propósito de que no esté tan cautelosa conmigo.
―Usted es policía.
―Y usted es inocente ―¿Recuerda?
Sonrío, agitando su cabeza ligeramente.
―Es difícil entender que es lo que quiere.
Se encogió de hombros.
―Usted es alguien quien debería de ser sospechosa. He sido honesto, y soy un libro abierto. Quiero que lo piense y luego me diga sinceramente si podría conocer a alguien que tenga idea de qué está ocurriendo. Y aparte de eso... Bien, ya lo he dicho.
―Si hay algo que se me ocurra que pueda decirle, lo haré ―dijo después de estudiarlo cuidadosamente durante un minuto.
―Así que ―¿Nos reunimos con los otros?
―Umm... Supongo.
―Si opta por pasar la tarde completamente a solas conmigo, lo tomo. ¿Dormir juntos está descartado también? ¿Voy a tener que ser mucho más sutil en la adulación y los halagos y trabajar más despacio para llevarla a la cama?
Sonrío, estudiando sus rasgos apuestos otra vez, y la burlona luz cobalto de sus ojos.
―No rebaje o sobrevalore mi inocencia, teniente. Estoy ya crecidita, lo suficientemente mayor para conocer mi mente. No tengo nada en contra de acostarme con un hombre irresistible ―siempre y cuando yo decida que es él lo que quiero. ―Con eso, giró rápidamente, dejándolo todavía sentado sobre su taburete en la barra y se encaminó a través del área del bar, volviendo a su mesa.
Jane Doe había sido asesinada un miércoles; Anthony Beale un viernes. La ciudad estaba alborotada, pero el sábado por la mañana, la portada del periódico no criticó a la fuerza policial la mitad de lo mal que Joseph había esperado que fuera.
En vez de ello, el artículo se concentró en el vicio dentro de la ciudad de Nueva Orleans, citando algunos crímenes raros del pasado. Después de todo, Nueva Orleans había sido diferente siempre. Sacerdotisas de vudú habían practicado aquí, y todavía lo hacían. Los cultos permanecían, aquellos que creyeron en aliens y gente que creía que ellos mismos eran vampiros vagando por las calles, y los trajes del Mardi Gras habían encubierto muchas veces a criminales durante décadas. Éste era el hogar de Marie Laveau, la sacerdotisa de vudú más famosa de todos ellos, cementerios elevados en la tierra, y clubes de sexo de cualquier inclinación. Había una editorial de redacción en la historia, indicando que la ciudad entera debería ser limpiada.
Bien, eso podría ser cierto, pensaba Joseph. Pero era más fácil de decir que de hacer.
Estaba sentado en el salón de desayuno en Oakville, la plantación familiar en el Mississippi.
Bastante curiosamente, su viernes noche se había convertido en algo parecido a una “cita”. ___(Tn) Montgomery había sido simpática, coqueta, divertida. Habían escuchado la música de jazz, incluso habían bailado. Y la había visto volver al “apartamento” de su oficina, y obtenido un apretón de manos en la entrada.
Bien. No la había presionado, aunque sus burlonas palabras habían contenido tremendas verdades ―era simplemente la mujer más sexy y más sensual con la que alguna vez se había encontrado. Aunque él había mostrado una sonrisa increíblemente informal y divertida en su puerta ―como si pudiera esperar para siempre el tenerla desnuda, y luego había conducido por los alrededores durante una hora antes de decidir salir del corazón de la ciudad y dormir en la vieja granja familiar.
___(Tn) vio una sombra contra la pantalla de la televisión. Alguien muy alto estaba parado detrás de ella. Giró rápidamente, y vio que Joseph Jonas estaba justo a su espalda. Se había cambiado. Vestía una chaqueta de rayas finas, informal, con una camisa gris plata sin corbata, abierta hasta el cuello.
―¿Cómo lo hice? ―Le preguntó, y sonaba cansado.
Lo miró por un momento antes de responder.
―Muy bien. Había una promesa de tranquilidad en sus palabras. Sin decir algo semejante en realidad, de alguna manera convenció a las personas de que, si tenían cuidado y se mantenían alejadas de las personalidades de hampa, estarían seguros, probablemente, hasta que la policía atrapara al asesino.
Él arqueó una ceja, con una leve sonrisa jugando sobre sus labios.
―¿Ahora, es esto un cumplido, o se está burlando de mí completamente?
No respondió a su pregunta ―pero preguntó a su vez,
―¿Usted me siguió hasta aquí?
Su sonrisa se intensificó. Tenía un hoyuelo, sobre el lado derecho. Definitivamente poderoso. Se había duchado, y olía a jabón agradablemente y a un sutil selvático aroma de la loción para después del afeitado. Tragó fuerte, deseando poder apartar la mirada de él, pero acababa de hacerle una pregunta.
―No ―dijo ―No la seguí hasta aquí. Esperaba seguirla a un club de jazz esta noche, y sólo ocurrió que vinimos aquí a cenar porque está cerca del club.
A pesar de sí misma, sintió una sonrisa tirar de sus labios.
―Bien, señor, es usted honesto.
―Lo intento. ¿Es usted honesta?
―Hago todo lo posible.
―Respuesta interesante.
―No maté al proxeneta de esta tarde. O a la chica del cementerio.
―¿La acusé?
―Usted me interrogó esta tarde. Y registró mi edificio.
―No tenía por qué dejarme hacerlo.
―Entonces habría venido con una orden de registro.
―Sí, lo hubiera hecho.
―Así que... ¿Está siguiéndome con la esperanza de hacer pronto un arresto?
Él no respondió. Se habían quedado dos asientos libres en el bar y tomó su codo, dirigiéndola hacia ellos.
―Déjeme invitarla a una copa.
―¿Piensa que me emborracharé y revelaré el secreto de que soy culpable? ―Preguntó.
Él río, dirigiéndola a uno de los taburetes vacíos, tomando asiento en el otro. El barman se presentó rápidamente ante ellos y ___(Tn) pidió vino mientras Joseph preguntó por un Michelob.
―¿Le está permitido beber de servicio? ―Le preguntó.
―No estoy de servicio
―¿Oh?
―Oh.
―Pero usted me está siguiendo.
La miró, divertido.
―Sí.
―¿Entonces no planea arrestarme esta noche?
―Usted sabe que no encontramos nada en su edificio.
―Se me dijo que ustedes no habían encontrado nada, que las minúsculas gotas de sangre
llegaban hasta el lado de la puerta, pero que no habían descubierto nada en absoluto sobre el umbral.
―Aun así extraño, ¿No cree?
―Pienso que muchas cosas son muy extrañas. Pero aparentemente, usted piensa que si esas gotas de sangre llegaban hasta mi puerta, debe de haber una conexión. Así que, le pregunto otra vez, ¿está planeando arrestarme?
Se encogió de hombros, agitando su cabeza, indicando hacia el vaso de vino que ella sujetaba.
―Usted parece ser diestra.
―¿Por lo que…?
―El asesino es zurdo.
―Podría ser ambidextra.
―Podría serlo. ¿Qué pesa usted?
―¿Perdone?
Él se rió suavemente. Su risa tenía un sonido rico y ronco. Un sonido que se deslizó placenteramente debajo de su piel. Tomó un largo sorbo de su vino, decidida a luchar contra los sentimientos. ¡Era policía, después de todo!
―El asesino es muy fuerte ―le dijo ―Todas las implicaciones sugieren que es un hombre fuertemente musculado.
―¿Como usted mismo? ―Dijo en tono agradable.
Él arqueó una ceja, con una sonrisa sutil jugando todavía sobre sus labios. No respondió a su pregunta pero dijo,
―Sólo creo que ―por lo que parece ser su peso―usted no tendría la fuerza para cometer estos asesinatos.
―Las apariencias pueden ser engañosas.
―Efectivamente, pueden serlo. ¿Pero?
―Pero. ¿Por qué me está siguiendo?
Él bebió de su cerveza, y dejó el vaso.
―Exactamente no estoy seguro. Usted es una mujer intrigante.
―¿Intrigante?
―Y tiene bastante presencia.
―¿Presencia?
―Muy bien, señorita Montgomery, busque cumplidos. Usted es hermosa, una mujer
despampanante.
Levantó su barbilla sólo ligeramente.
―¿Tiene usted permitido intentar ligar con sospechosos de homicidio, teniente?
―No sospecho de usted como asesina ―le dijo.
―¿Entonces de qué duda usted?
―Eh... ¡Bien! ―Levantó su vaso hacia ella. —Muy bien, sospecho que alguien en su edificio sabe algo. Todas las personas de su edificio son sus empleados. Usted conoce a todos sus empleados. Tal vez sabe algo que no quiere admitir, o tal vez sabe algo que no sabe que usted sabe ni siquiera.
―¡Oh, Teniente! ¡Vaya una manera que tiene de halagar a una mujer! Y yo que pensé por un momento que usted estaba allí, en realidad, por mi atractivo. ―Empezó a ponerse de pie bajándose del taburete, lista para alejarse.
Pero su mano cayó sobre la de ella, sujetándola mientras se incorporaba, y sus ojos eran de tal color café claro que se asemejaban al cobalto cuando la miró fijamente.
―Usted no es tonta, señorita Montgomery, ni es excesivamente modesta. Usted sabe malditamente bien que tiene atractivo.
Ella trató de retirar su mano.
―¿Qué? ―Él exigió. ―Quería honestidad, ¿No?
―Sí, la honestidad es buena ―dijo con irritación. ―Ahora, no tenemos que jugar a ningún juego…
―Ningún juego. Quiero llegar a conocerla.
―¿Y qué si no quiero ser conocida?
―¿Qué le parece entonces sólo acostarse conmigo?
―¿Qué? ―Ella exigió, pasmada e indignada.
Pero él sonrió de nuevo, con una profunda y burlona sonrisa.
―Lo siento, pero no pude evitarlo. Y, por supuesto, podría estar bromeando. Mire, se sintió insultada porque mi atracción por usted tenía que ver con el trabajo policial. Le diré exactamente dónde estoy ahora. La estoy siguiendo porque usted es tan atractiva que parezco no tener ninguna opción. Nuestras familias tienen una historia en común, usted lo sabe. Deme una oportunidad. Termine su bebida. Déjeme estar en el club de jazz en algún lugar cerca de usted.
―¿Sabe qué está mal en usted, Jonas? ―le preguntó.
―Estoy seguro de que hay mucho, pero ¿Tiene algo específico en mente? ―Preguntó.
No quería reírse o sonreír, o sentirse tan fascinada por él y tampoco estaba preparada para acceder a sus deseos. Aunque sonrío.
―¡Es usted peligroso! ―Le dijo.
―¿Cómo?
―Usted busca algo.
―Yo busco mucho.
―Es también exasperante.
―Viene con el territorio.
―Bien, por el momento, mis compañeras acaban de pedir el postre.
―Y es posible que quiera darse cuenta de que sus compañeras acaban de reunirse con los míos.
Sobresaltada, ___(Tn) giró sobre sus talones. Tenía razón. Vio al Adonis de Cissy ―uno de los hombres más altos a quien ___(Tn) alguna vez había visto, moreno como el ébano, tan apuesto como podría ser ―sentarse en la silla al lado de Cissy. Nicholas Delaney estaba arrastrando una silla al lado de Angie, y el camarero estaba sosteniendo la bandeja en el aire para repartir varios cafés a todos ellos.
―Hacen bonitas parejas, ¿No cree? ―Joseph preguntó.
Lo miró.
―Su alto amigo moreno es un Adonis. Pero parece como si la ley estuviera descendiendo en masa.
―El nombre de mi alto amigo moreno es Mike. Usted ya conoció a Nicholas antes. Y la única razón por la que las personas están generalmente recelosas de la ley es si tienen algo que ocultar. ¿Usted lo tiene?
Su mirada fija la estaba perforando con sus ojos oscuros. La miró como si tuviera un talento único para leer las almas humanas. Vaciló sólo brevemente.
―Ya le dije que no asesiné al proxeneta o la chica.
―Y ya le he dicho que no pienso que usted cometiera el asesinato. Sólo me pregunto qué tiene que esconder.
―¡Ah, Teniente! Lo que usted ve, señor, es lo que hay.
―Así que, ¿Vendrá fuera conmigo?
―Ya estoy fuera.
―¿Pero usted no querría ser una quinta rueda ahí, ¿o sí?
―Puedo ser muy independiente.
―Ah, pero ¡Mire! Todos ellos se están preocupando por nosotros, ¿Ve? Nicholas está forzando su cuello para ver dónde me encuentro, y su linda y pequeña ayudante está empezando a parecer preocupada. Tal vez deberíamos acercarnos, sorber un café exprés, y reunirnos con ellos.
―Y tal vez sólo debo llamarle una tarde ―ella le dijo.
―Bien, por supuesto podríamos escabullirnos a algún lugar a solas juntos. Dígame, ¿Está viviendo en Montgomery Plantación?
Ella arqueó una ceja.
―Paso algún tiempo allí. También tengo conjunto completo arriba en la oficina. ―Vaciló, dándose cuenta de que debía haberse ido a casa, pero descubriendo que también estaba creciendo su curiosidad sobre él. ―¿No hay una plantación en la familia Jonas también?
Sonrió abiertamente, asintiendo con la cabeza.
―No es lo que solía ser, lo siento, pero está en el mismo lugar sobre el Mississippi, aunque hay un Burger King calle abajo ahora también. La propiedad no tiene el mismo tamaño que solía tener.
―¿Un Burger King bajando la calle?
―Gracias a Dios que me gustan los Whoppers.
Ella río ligeramente.
―Pero…
―Estoy exagerando. Todavía tenemos algunos acres, y la casa es hermosa. Difícil de mantener, pero hermosa. Mi hermana menor se casó con un arquitecto, así que conseguimos mucha ayuda con las reparaciones a través de obreros que nos debían favores a mi padre y a mí.
―Su padre todavía vive. ¡Qué estupendo para usted!
―¿Su familia está...?
―Todos difuntos. Nunca fuimos muy procreativos, me temo.
―¡Qué pena!
―¿Por qué?
―Porque usted es realmente encantadora. Debería de ser clonada ―un embellecimiento para la comunidad y similares.
―Es usted un adulador.
―Hmm. Pero no puedo evitar decir las cosas correctas con el propósito de que no esté tan cautelosa conmigo.
―Usted es policía.
―Y usted es inocente ―¿Recuerda?
Sonrío, agitando su cabeza ligeramente.
―Es difícil entender que es lo que quiere.
Se encogió de hombros.
―Usted es alguien quien debería de ser sospechosa. He sido honesto, y soy un libro abierto. Quiero que lo piense y luego me diga sinceramente si podría conocer a alguien que tenga idea de qué está ocurriendo. Y aparte de eso... Bien, ya lo he dicho.
―Si hay algo que se me ocurra que pueda decirle, lo haré ―dijo después de estudiarlo cuidadosamente durante un minuto.
―Así que ―¿Nos reunimos con los otros?
―Umm... Supongo.
―Si opta por pasar la tarde completamente a solas conmigo, lo tomo. ¿Dormir juntos está descartado también? ¿Voy a tener que ser mucho más sutil en la adulación y los halagos y trabajar más despacio para llevarla a la cama?
Sonrío, estudiando sus rasgos apuestos otra vez, y la burlona luz cobalto de sus ojos.
―No rebaje o sobrevalore mi inocencia, teniente. Estoy ya crecidita, lo suficientemente mayor para conocer mi mente. No tengo nada en contra de acostarme con un hombre irresistible ―siempre y cuando yo decida que es él lo que quiero. ―Con eso, giró rápidamente, dejándolo todavía sentado sobre su taburete en la barra y se encaminó a través del área del bar, volviendo a su mesa.
Jane Doe había sido asesinada un miércoles; Anthony Beale un viernes. La ciudad estaba alborotada, pero el sábado por la mañana, la portada del periódico no criticó a la fuerza policial la mitad de lo mal que Joseph había esperado que fuera.
En vez de ello, el artículo se concentró en el vicio dentro de la ciudad de Nueva Orleans, citando algunos crímenes raros del pasado. Después de todo, Nueva Orleans había sido diferente siempre. Sacerdotisas de vudú habían practicado aquí, y todavía lo hacían. Los cultos permanecían, aquellos que creyeron en aliens y gente que creía que ellos mismos eran vampiros vagando por las calles, y los trajes del Mardi Gras habían encubierto muchas veces a criminales durante décadas. Éste era el hogar de Marie Laveau, la sacerdotisa de vudú más famosa de todos ellos, cementerios elevados en la tierra, y clubes de sexo de cualquier inclinación. Había una editorial de redacción en la historia, indicando que la ciudad entera debería ser limpiada.
Bien, eso podría ser cierto, pensaba Joseph. Pero era más fácil de decir que de hacer.
Estaba sentado en el salón de desayuno en Oakville, la plantación familiar en el Mississippi.
Bastante curiosamente, su viernes noche se había convertido en algo parecido a una “cita”. ___(Tn) Montgomery había sido simpática, coqueta, divertida. Habían escuchado la música de jazz, incluso habían bailado. Y la había visto volver al “apartamento” de su oficina, y obtenido un apretón de manos en la entrada.
Bien. No la había presionado, aunque sus burlonas palabras habían contenido tremendas verdades ―era simplemente la mujer más sexy y más sensual con la que alguna vez se había encontrado. Aunque él había mostrado una sonrisa increíblemente informal y divertida en su puerta ―como si pudiera esperar para siempre el tenerla desnuda, y luego había conducido por los alrededores durante una hora antes de decidir salir del corazón de la ciudad y dormir en la vieja granja familiar.
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Después de una larga y fría ducha.
El término plantación se había referido originalmente a una granja ―algunas plantaciones habían sido pequeñas, y algunas otras ostentosas. Oakville había estado originalmente en algún sitio entre medias, aunque, definitivamente, con un lujo prebélico. La carpintería en la casa valía una fortuna por sí misma, pero Joseph sabía que cualquier miembro de la familia Jonas moriría mil veces antes de permitir que ninguna parte de ella fuera separada de la casa. Oakville era una casa típica de las muchas que se construyeron en los primeros años del siglo XVIII ―una bóveda en el centro que daba a cuatro habitaciones sobre la planta baja ―ahora la cocina, el comedor, el salón y la biblioteca ―mientras que había cinco dormitorios escaleras arriba. Uno era el dormitorio de su padre, que no había cambiado su aspecto desde que su madre murió hacía cinco años. Dos eran cuartos de huéspedes, mientras que su habitación, de la misma manera que la de su padre, no había cambiado mucho desde que había dejado la casa para irse a la universidad, hacía muchos años ahora. Y de la misma manera, la habitación de su hermana recordaba excepcionalmente a la suya. Las paredes todavía estaban cubiertas con los posters de bandas de rock, y aunque Mary Jonas O’Niall llevaba ocho años casada y había tenido hijos propios y una hermosa casa en el distrito Garden, todavía añadía nuevos posters a su dormitorio en Oakville de vez en cuando.
Parecía significar mucho para su padre que sus hijos volvieran a casa a Oakville.
Por primera vez en más de cincuenta años, algunas zonas de los pocos acres que quedaban de la propiedad se estaban cultivando otra vez. Ahora su padre tenía un jardín con vegetales creciendo, y le había hecho a Joseph una tortilla teniendo como protagonista a sus propias cebollas y tomates.
El café aquí también estaba siempre bueno. Bess Smith, que le había estado diciendo qué hacer desde que había vestido pantalones cortos, todavía estaba cuidando de la casa para su padre. Venía los lunes, miércoles, viernes, y sábados, y hacía la mejor taza de café aromatizado con achicoria conocido por el hombre. Joseph tuvo que admitir que estuvo bien comer la tortilla de su padre y el café de Bess mientras leía el periódico.
Su padre, sentado frente a él en la mesa, lo estaba estudiando y agitando su cabeza. Daniel Jonas era, quizás, unos 15 cm más bajo que Joseph y en los últimos años, se había vuelto más delgado. A los setenta, tenía una apariencia distinguida; todavía se mantenía de pie tan derecho como una columna prebélica. Su pelo continuaba espeso y agradablemente plateado, y Joseph había heredado su color de ojos café claro de Daniel. Las inversiones de Daniel habían mantenido a la familia en un estado financiero decente, lo cual era bueno para mantener su vocación elegida, Daniel había sido historiador. Había enseñado en la universidad durante varios años, y se había dedicado a escribir sobre literatura histórica. Afortunadamente, también se las había arreglado para enseñar a Joseph sobre inversiones, desde que el trabajo de la policía estaba casi tan mal pagado como el campo académico.
―Estás dejando que estos homicidios te afecten demasiado, Hijo ―Daniel le dijo.
Joseph dobló el periódico.
―Papá, estamos hablando de personas que ha sido decapitadas.
―Bien, la decapitación es una manera de garantizar la muerte―Daniel dijo de una manera práctica. ―Pero recuerda, Hijo, ésta es Nueva Orleans. Hemos tenido incursiones piratas, prácticas de vudú, zombis, y cultos a los vampiros sobre doscientos años de historia. Diablos, cuando era niño, solíamos cruzar algunos de los cementerios viejos camino a la escuela y jugar a la pelota con los cráneos viejos que solían salir súbitamente de las tumbas descompuestas. Este es un sitio donde cualquier cosa puede ocurrir, y lo ha hecho.
Joseph asintió con la cabeza.
―Aprecio el apoyo, el papá. Pero el problema es que soy el superior en estos homicidios y tengo la ciudad entera observándome fijamente ahora. Incluso recibo diariamente una llamada del Gobernador. Tengo que parar a este asesino.
―Eres el superior en este caso, ―Daniel señaló, ―Pero no eres el único policía de homicidios en Nueva Orleans. Tienes una buena y competente ayuda. ―Daniel agitó su cabeza. Desafortunadamente, nuestra ciudad ha tenido su buena cuota de sucesos horribles. Piensa en La Maison Lalaurie. Madame Lalaurie y su marido, médico, mantuvieron una casa con esclavos encadenados a las paredes y llevaron a cabo los experimentos médicos más horribles sobre esa pobre gente. Los torturaron, lisiaron, y asesinaron ―y solo fueron descubiertos sus actos espeluznantes cuando el fuego trajo a los bomberos, que a su vez, en su horror, llamaron a la policía. La casa permanece en el French Quarter aun hoy; los Lalauries se escaparon. Hubo una carnicería en la casa Sultan’s, cuando el Turco y su familia entera fueron encontrados en pedazos. A finales de los años veinte, comienzo de los treinta, tuvimos el asesino del hacha. Siento tener que decir que la lista continúa y continúa.
―Eso fue en el pasado, papá. Y sí, fue horrible. Pero yo soy responsable ahora. Y no he conseguido ninguna pista.
―Pero tienes a la ciencia forense moderna.
―No parece que estén ayudando. Están tardando mucho tiempo. Y todos los milagros modernos del mundo entero no ayudarán si no tengo un sospechoso para enlazar con las pruebas.
Daniel se calló por un minuto.
―Joseph, por ahora tienes que dejar golpear tu cabeza contra la pared. Desafortunadamente, muchos asesinos nunca son atrapados.
Joseph bajó el periódico.
―Papá, atraparé a este tipo. Ésta es mi ciudad. Nadie asesina y mutila a personas así en mi ciudad y se escapa.
Daniel sonrió abiertamente.
―Ahí está el espíritu de combate. ¿Has puesto algo en marcha que no aparece en los periódicos?
Joseph se encogió de hombros.
―Bien, no permitimos que publicaran que encontramos minúsculas gotas de sangre, que se ha probado que eran de las víctimas, a lo largo de la acera. Llevaban directamente a la puerta de entrada de Empresas Montgomery, y luego se detenían. Y digo completamente.
―¿Investigasté el edificio?
―Por supuesto.
―¿Y?
―Nada. Registramos el sitio con lupa. Ninguna otra gota de sangre. Nada.
―Interesante. ¿Conociste a la señorita Montgomery?
―Sí, fue cooperativa, y permitió que registráramos el local.
―¿Y eso es todo? ¿Le pediste registrar su propiedad y los dejó?
Joseph bajó su cabeza, sonriendo abiertamente. Había gastado aproximadamente ocho años de su vida viviendo con una chica llamada Sophie Holloway. Sophie era bonita, amable, y vivaz, una princesa de Mardi Gras. Se habían conocido cuando eran jóvenes, pelearon, se separaron una pocas veces, volvieron a estar juntos. Habían planeado casarse cuando Sophie había descubierto que tenía cáncer uterino, y ninguna súplica por su parte pudo convencerla de que debían casarse por el tiempo que le quedara a ella.
Sophie se había ido hacía casi seis años ahora. Joseph recordó. Le gustaban las mujeres, le gustaban la relaciones sexuales ―diablos, era un hecho necesario en la vida, de la misma manera que respirar. Pero vivir con alguien otra vez era un gran paso; el matrimonio, incluso, uno más grande. No había encontrado a la mujer correcta, y su padre estaba preocupado de que muriera soltero, y su línea ilustre de Jonas se acabara.
―Sí, Papá. Pedí registrar su propiedad, y me dio permiso.―Vaciló. ―También la vi en un club de jazz anoche así que tuvimos más de una oportunidad de hablar. ¿Por qué?
Daniel sonrío.
―Oh, soy curioso, supongo.
―Cierto. Sólo curioso.
―Sinceramente, sólo curioso ―Daniel insistió. ―Si miras en los viejos registros de familia, mucho, mucho tiempo atrás, un Jonas estuvo comprometido con una Montgomery. Pero el casamiento nunca tuvo lugar. La “Señorita” a quien Montgomery pretendió se fue a Europa. Otra “Señorita” Montgomery volvió muchos años después. La familia ha sido interesante ya que ninguna de las mujeres ha tomado el apellido de su marido. Las hijas parecen ser la única descendencia en cada generación, y ellas se aferran al nombre de Montgomery.
―Ahora esto es curioso.
―Esto se está volviendo más común en estos días, estoy asustado. Muchas mujeres profesionales mantienen sus apellidos. Personalmente, me gusta más el viejo concepto, cuando una mujer tomaba el nombre de su marido. Y lo pasaba a sus niños. Pero bueno, los Montgomerys han sido un poco raros con el paso de los años. ―Hizo una pausa encogiéndose de hombros. ―Totalmente estirados en cierto modo.
Joseph sonrío.
―¿Cómo es eso, papá?
―Bien, se largan a Europa con sus bebés, y luego vuelven aquí para hacer dinero Americano.
―Tú no puedes arrestar a las personas por ser estirados.
Daniel sonrió abiertamente.
―No sugeriría nada de eso. Pero ha habido relaciones interesantes entre las familias con el paso de los años. Algún día, te mostraré los registros que tengo a todos ustedes. Sin embargo, no me molesta que hayas conocido a la señorita Montgomery. Sus antepasadas han sido mujeres fascinantes.―Daniel vaciló otra vez. ―No está casada, ¿no?
―No, Papá, no está casada.
―¿Te gusta?
Joseph vaciló, viendo la expresión optimista de su padre. Entonces se ablandó.
―Sí. Me gustó.
―¿La invitaste a salir?
―En cierto modo.
―¿Aceptó?
―No realmente.
Daniel martilleó sus dedos sobre la mesa.
―Tú sabes, Montgomery Plantación no está lejos desde aquí. Cuando salgas, deberías de dar un paseo por el lugar.
―No está ahí. La dejé en el corazón del Vieux Carre anoche.
La frente de Daniel se alzó.
―¿La dejaste?
Daniel suspiró interiormente.
―Algunos de los chicos y yo la acompañamos junto con algunos de sus amigos a casa. Hubo un homicidio horrible que tuvo lugar ayer, recuerda.
―Ah. Pero aun así, debes pasar y ver Montgomery Plantación.
―He estado en ella. Y tengo que hacer un poco de trabajo hoy.
―Es fin de semana, Hijo.
―Los asesinos rara vez reconocen un calendario de lunes a viernes de nueve a cinco. Los policías no pueden tampoco.
―Pero las gotas de sangre llegaban hasta el edificio de la señorita Montgomery.
―Sí, así es.
―Así que ella está en el trabajo. Y, si recuerdo bien, hay una estupenda pintura de una de sus antepasadas justo encima de la imponente escalera. Si alguien está residiendo allí, podrás echar un vistazo a la pintura y ver cómo ha ido evolucionando con el paso de los años el parecido familiar. Y por otro lado, tal vez la señorita Montgomery misma esté en la residencia. Y si lo está, tal vez puedas invitarla a salir a una barbacoa esta noche. Luego podrás interrogarla en privado.
Joseph agitó su cabeza.
―La dejé en la ciudad. Pero tal vez iré a dar un paseo.
―¿Y si ocurre que está ahí? ¿La invitarás a salir a cenar? ¿No? ¿Sabes algo sobre ella? ¿Qué le gusta? Me refiero a filetes a la parrilla. Tal vez es vegetariana. Tantas mujeres son vegetarianas hoy en día. No es buena demasiada grasa, pero al hombre le fueron dados los dientes para ser un carnívoro, y me parece a mí que un cuerpo necesita una buena pieza de carne roja de vez en cuando.
―Lo siento, papá, cuando estuve con ella anoche, solo tomó vino y un café exprés, así que no sé lo que come y lo que no come. Pero iré a verla, y haré el todo lo posible para convencerla de que debe venir a la cena. ¿Qué te parece?
―Hazlo. Inténtalo fuertemente, ¿Eh?
Joseph arqueó una ceja, algo descontento al darse cuenta de que, aunque su padre habló distraídamente, parecía que pensaba que Joseph tendría que trabajar muy duro para convencer a una mujer de que saliera con él.
O tal vez era sólo porque la mujer era ___(Tn) Montgomery.
Estaba repentinamente muy decidido a verla él mismo.
La tienda abría oficialmente a las 10:00 am. Allie Bouchet siempre entraba antes de las 9:30 a más tardar. Hacía el café y limpiaba cualquier pequeña cosa que pudiera haber sido dejada fuera de su sitio. Estaba sumamente orgullosa de la tienda.
Cerca de los cincuenta, era una mujer atractiva, viuda desde hacía cuatro años ahora. Su pelo se había ido volviendo blanco desde una edad muy temprana; lo tiño con un color suavemente plateado que combinaba perfectamente con sus ojos grises y todavía, con una complexión bonita. Era delgada y esbelta, el resultado de una vida de moderación. Había sido criada de un modo tradicional, y era siempre una dama.
Por lo tanto, aunque se sobresaltó bastante por el hombre que apareció repentinamente sentado sobre una esquina del escritorio de roble que servía como lugar de cobro, recordó sus modales. A pesar de su fastidio.
―¡Vaya, señor! Me ha sorprendido. Lo siento, pero la tienda no se ha abierto aún. Perdóneme, tonta de mí. Normalmente recuerdo cerrar con llave la puerta mientras me estoy preparando para el día. Me disculpo si le he causado cualquier contrariedad, y supongo que es bienvenido a quedarse…
―Lo siento, señora, lamento mucho haberle causado angustia, ―dijo su visitante con una enunciación cansina, profunda e inquietamente... sensual... Y aun con todo, tranquilizadora al mismo tiempo. Era joven ―de algún modo de una manera masculina y madura en la flor de la vida. Vestía pantalones negros y un pulóver negro de punto a la moda. Estaba bronceado profundamente, tenía el pelo muy oscuro, y unos ojos verdes fascinantes que eran hipnóticos y... parecidos a una serpiente. Era muy apuesto, pero de rasgos duros y finos.
¡Qué descortés! Se dijo a sí misma.
―¿Quizás podía ofrecerle un poco de café? Mi compañera, la Sra. Gema Grayson, llegará pronto, y luego una de nosotras podrá ayudarlo con aquello que usted esté buscando, señor.
Sonrío, con una sonrisa honda y acogedora. No había dicho nada que no fuera tan educado como un pastel, y con todo... parecía como si de alguna manera la invitara a acercarse.
¡Absurda bruja! Se acusó a sí misma. Él era probablemente quince años más joven que ella, un joven atractivo si alguna vez había visto uno, y era más improbable que se estuviera propasando con una mujer más vieja en su situación.
―Café... Sí. Café estaría bien, ―le dijo.
―Selecciono y muelo mis propios granos ―le garantizó enérgicamente, agradeciendo tener algo que hacer, y preocupada porque sus ojos la persiguieron hasta el pequeño mostrador de mimbre situado en el centro de los vestidores, donde ella guardaba su servicio de café.―Y no lo dejo recalentarse ―tan pronto como se ha hecho apropiadamente, me aseguro de que mi café vaya a una garrafa y sea guardado tibio y sólo preparado perfectamente.
Vertió una taza y se dio media vuelta.
Él estaba justo detrás de ella. Muy alto. Muy cerca. Raro, no lo había escuchado moverse. Ni un crujido, ni un susurro en el aire.
Parecía destacar sobre ella. Medía definitivamente sobre 1,80 de alto, estilizado, ágil, exactamente de la misma manera que una pantera negra. Alto, suave, tan apuesto, y con una sonrisa perversa e irresistible.
Porque, la manera en que la estaba mirando ahora... Era sólo fascinante.
Diablo, pensó.
Él aceptó el café de ella.
―Porque, en realidad, señora, he venido a preguntar por su jefa, la señorita Montgomery. ¿Va a venir ella hoy?
―Oh, no, señor. Miss Montgomery disfruta de sus fines de semana. A menos que, por supuesto, estemos en la temporada de Mardi Gras, o semejante, y ahora no lo estamos.
―Oh, querida. Siento mucho no haberla visto.
―Volverá el lunes.
―Bien... Siempre puedo encontrar a la señorita Montgomery cuando realmente necesito hacerlo... Pero estará aquí el lunes. Estoy encantado.
Él estaba increíblemente cerca. Ella se preguntaba cómo podía ser tan descortés para sentir que tenía ojos de “serpiente”, y con todo, descubrir que su proximidad era algo agradable.
―Lamento que haya malgastado su tiempo.
Exactamente no lo recordaba bebiendo su café, pero su taza estaba vacía. La soltó y tomó sus manos.
―En fin, señora, no he malgastado mi tiempo. La he conocido.
Iba a desmayarse. A perder la consciencia. Ella, de hecho, se sentía como si estuviera llevando un corsé demasiado ajustado, cuando no llevaba ninguna indumentaria semejante.
―Vaya, señor, es usted un adulador.
Él sonrío, y se volvió para irse, caminando hacia el frente. Ella estaba tan confundida que no pensó en seguirlo y cerrar la puerta con llave cuando se marchó.
Volvió al café, todavía risueña. Vieja absurda, sintiéndose tan halagada y turbada por un hombre apuesto más joven. No es que ella no se sintiera orgullosa de sí misma. Lo hacía, pero él era tan educado, tan encantador...
Ella se recuperó de esta fascinación sin sentido para volver al trabajo.
Pero se quedó sin aliento por la sorpresa atónita.
Él había vuelto. Estaba justo en frente de ella otra vez.
Sonriente... Sus ojos sobre los suyos.
―Vaya... ¡Señor! ―tartamudeó.
―Ah, bien, ¡sólo una cosa más! ―la dijo, y pareció como si sus ojos la atrajeran hacia él. ―¡Sólo una cosa más! ―Dijo muy tranquilamente. Y la tocó...
El término plantación se había referido originalmente a una granja ―algunas plantaciones habían sido pequeñas, y algunas otras ostentosas. Oakville había estado originalmente en algún sitio entre medias, aunque, definitivamente, con un lujo prebélico. La carpintería en la casa valía una fortuna por sí misma, pero Joseph sabía que cualquier miembro de la familia Jonas moriría mil veces antes de permitir que ninguna parte de ella fuera separada de la casa. Oakville era una casa típica de las muchas que se construyeron en los primeros años del siglo XVIII ―una bóveda en el centro que daba a cuatro habitaciones sobre la planta baja ―ahora la cocina, el comedor, el salón y la biblioteca ―mientras que había cinco dormitorios escaleras arriba. Uno era el dormitorio de su padre, que no había cambiado su aspecto desde que su madre murió hacía cinco años. Dos eran cuartos de huéspedes, mientras que su habitación, de la misma manera que la de su padre, no había cambiado mucho desde que había dejado la casa para irse a la universidad, hacía muchos años ahora. Y de la misma manera, la habitación de su hermana recordaba excepcionalmente a la suya. Las paredes todavía estaban cubiertas con los posters de bandas de rock, y aunque Mary Jonas O’Niall llevaba ocho años casada y había tenido hijos propios y una hermosa casa en el distrito Garden, todavía añadía nuevos posters a su dormitorio en Oakville de vez en cuando.
Parecía significar mucho para su padre que sus hijos volvieran a casa a Oakville.
Por primera vez en más de cincuenta años, algunas zonas de los pocos acres que quedaban de la propiedad se estaban cultivando otra vez. Ahora su padre tenía un jardín con vegetales creciendo, y le había hecho a Joseph una tortilla teniendo como protagonista a sus propias cebollas y tomates.
El café aquí también estaba siempre bueno. Bess Smith, que le había estado diciendo qué hacer desde que había vestido pantalones cortos, todavía estaba cuidando de la casa para su padre. Venía los lunes, miércoles, viernes, y sábados, y hacía la mejor taza de café aromatizado con achicoria conocido por el hombre. Joseph tuvo que admitir que estuvo bien comer la tortilla de su padre y el café de Bess mientras leía el periódico.
Su padre, sentado frente a él en la mesa, lo estaba estudiando y agitando su cabeza. Daniel Jonas era, quizás, unos 15 cm más bajo que Joseph y en los últimos años, se había vuelto más delgado. A los setenta, tenía una apariencia distinguida; todavía se mantenía de pie tan derecho como una columna prebélica. Su pelo continuaba espeso y agradablemente plateado, y Joseph había heredado su color de ojos café claro de Daniel. Las inversiones de Daniel habían mantenido a la familia en un estado financiero decente, lo cual era bueno para mantener su vocación elegida, Daniel había sido historiador. Había enseñado en la universidad durante varios años, y se había dedicado a escribir sobre literatura histórica. Afortunadamente, también se las había arreglado para enseñar a Joseph sobre inversiones, desde que el trabajo de la policía estaba casi tan mal pagado como el campo académico.
―Estás dejando que estos homicidios te afecten demasiado, Hijo ―Daniel le dijo.
Joseph dobló el periódico.
―Papá, estamos hablando de personas que ha sido decapitadas.
―Bien, la decapitación es una manera de garantizar la muerte―Daniel dijo de una manera práctica. ―Pero recuerda, Hijo, ésta es Nueva Orleans. Hemos tenido incursiones piratas, prácticas de vudú, zombis, y cultos a los vampiros sobre doscientos años de historia. Diablos, cuando era niño, solíamos cruzar algunos de los cementerios viejos camino a la escuela y jugar a la pelota con los cráneos viejos que solían salir súbitamente de las tumbas descompuestas. Este es un sitio donde cualquier cosa puede ocurrir, y lo ha hecho.
Joseph asintió con la cabeza.
―Aprecio el apoyo, el papá. Pero el problema es que soy el superior en estos homicidios y tengo la ciudad entera observándome fijamente ahora. Incluso recibo diariamente una llamada del Gobernador. Tengo que parar a este asesino.
―Eres el superior en este caso, ―Daniel señaló, ―Pero no eres el único policía de homicidios en Nueva Orleans. Tienes una buena y competente ayuda. ―Daniel agitó su cabeza. Desafortunadamente, nuestra ciudad ha tenido su buena cuota de sucesos horribles. Piensa en La Maison Lalaurie. Madame Lalaurie y su marido, médico, mantuvieron una casa con esclavos encadenados a las paredes y llevaron a cabo los experimentos médicos más horribles sobre esa pobre gente. Los torturaron, lisiaron, y asesinaron ―y solo fueron descubiertos sus actos espeluznantes cuando el fuego trajo a los bomberos, que a su vez, en su horror, llamaron a la policía. La casa permanece en el French Quarter aun hoy; los Lalauries se escaparon. Hubo una carnicería en la casa Sultan’s, cuando el Turco y su familia entera fueron encontrados en pedazos. A finales de los años veinte, comienzo de los treinta, tuvimos el asesino del hacha. Siento tener que decir que la lista continúa y continúa.
―Eso fue en el pasado, papá. Y sí, fue horrible. Pero yo soy responsable ahora. Y no he conseguido ninguna pista.
―Pero tienes a la ciencia forense moderna.
―No parece que estén ayudando. Están tardando mucho tiempo. Y todos los milagros modernos del mundo entero no ayudarán si no tengo un sospechoso para enlazar con las pruebas.
Daniel se calló por un minuto.
―Joseph, por ahora tienes que dejar golpear tu cabeza contra la pared. Desafortunadamente, muchos asesinos nunca son atrapados.
Joseph bajó el periódico.
―Papá, atraparé a este tipo. Ésta es mi ciudad. Nadie asesina y mutila a personas así en mi ciudad y se escapa.
Daniel sonrió abiertamente.
―Ahí está el espíritu de combate. ¿Has puesto algo en marcha que no aparece en los periódicos?
Joseph se encogió de hombros.
―Bien, no permitimos que publicaran que encontramos minúsculas gotas de sangre, que se ha probado que eran de las víctimas, a lo largo de la acera. Llevaban directamente a la puerta de entrada de Empresas Montgomery, y luego se detenían. Y digo completamente.
―¿Investigasté el edificio?
―Por supuesto.
―¿Y?
―Nada. Registramos el sitio con lupa. Ninguna otra gota de sangre. Nada.
―Interesante. ¿Conociste a la señorita Montgomery?
―Sí, fue cooperativa, y permitió que registráramos el local.
―¿Y eso es todo? ¿Le pediste registrar su propiedad y los dejó?
Joseph bajó su cabeza, sonriendo abiertamente. Había gastado aproximadamente ocho años de su vida viviendo con una chica llamada Sophie Holloway. Sophie era bonita, amable, y vivaz, una princesa de Mardi Gras. Se habían conocido cuando eran jóvenes, pelearon, se separaron una pocas veces, volvieron a estar juntos. Habían planeado casarse cuando Sophie había descubierto que tenía cáncer uterino, y ninguna súplica por su parte pudo convencerla de que debían casarse por el tiempo que le quedara a ella.
Sophie se había ido hacía casi seis años ahora. Joseph recordó. Le gustaban las mujeres, le gustaban la relaciones sexuales ―diablos, era un hecho necesario en la vida, de la misma manera que respirar. Pero vivir con alguien otra vez era un gran paso; el matrimonio, incluso, uno más grande. No había encontrado a la mujer correcta, y su padre estaba preocupado de que muriera soltero, y su línea ilustre de Jonas se acabara.
―Sí, Papá. Pedí registrar su propiedad, y me dio permiso.―Vaciló. ―También la vi en un club de jazz anoche así que tuvimos más de una oportunidad de hablar. ¿Por qué?
Daniel sonrío.
―Oh, soy curioso, supongo.
―Cierto. Sólo curioso.
―Sinceramente, sólo curioso ―Daniel insistió. ―Si miras en los viejos registros de familia, mucho, mucho tiempo atrás, un Jonas estuvo comprometido con una Montgomery. Pero el casamiento nunca tuvo lugar. La “Señorita” a quien Montgomery pretendió se fue a Europa. Otra “Señorita” Montgomery volvió muchos años después. La familia ha sido interesante ya que ninguna de las mujeres ha tomado el apellido de su marido. Las hijas parecen ser la única descendencia en cada generación, y ellas se aferran al nombre de Montgomery.
―Ahora esto es curioso.
―Esto se está volviendo más común en estos días, estoy asustado. Muchas mujeres profesionales mantienen sus apellidos. Personalmente, me gusta más el viejo concepto, cuando una mujer tomaba el nombre de su marido. Y lo pasaba a sus niños. Pero bueno, los Montgomerys han sido un poco raros con el paso de los años. ―Hizo una pausa encogiéndose de hombros. ―Totalmente estirados en cierto modo.
Joseph sonrío.
―¿Cómo es eso, papá?
―Bien, se largan a Europa con sus bebés, y luego vuelven aquí para hacer dinero Americano.
―Tú no puedes arrestar a las personas por ser estirados.
Daniel sonrió abiertamente.
―No sugeriría nada de eso. Pero ha habido relaciones interesantes entre las familias con el paso de los años. Algún día, te mostraré los registros que tengo a todos ustedes. Sin embargo, no me molesta que hayas conocido a la señorita Montgomery. Sus antepasadas han sido mujeres fascinantes.―Daniel vaciló otra vez. ―No está casada, ¿no?
―No, Papá, no está casada.
―¿Te gusta?
Joseph vaciló, viendo la expresión optimista de su padre. Entonces se ablandó.
―Sí. Me gustó.
―¿La invitaste a salir?
―En cierto modo.
―¿Aceptó?
―No realmente.
Daniel martilleó sus dedos sobre la mesa.
―Tú sabes, Montgomery Plantación no está lejos desde aquí. Cuando salgas, deberías de dar un paseo por el lugar.
―No está ahí. La dejé en el corazón del Vieux Carre anoche.
La frente de Daniel se alzó.
―¿La dejaste?
Daniel suspiró interiormente.
―Algunos de los chicos y yo la acompañamos junto con algunos de sus amigos a casa. Hubo un homicidio horrible que tuvo lugar ayer, recuerda.
―Ah. Pero aun así, debes pasar y ver Montgomery Plantación.
―He estado en ella. Y tengo que hacer un poco de trabajo hoy.
―Es fin de semana, Hijo.
―Los asesinos rara vez reconocen un calendario de lunes a viernes de nueve a cinco. Los policías no pueden tampoco.
―Pero las gotas de sangre llegaban hasta el edificio de la señorita Montgomery.
―Sí, así es.
―Así que ella está en el trabajo. Y, si recuerdo bien, hay una estupenda pintura de una de sus antepasadas justo encima de la imponente escalera. Si alguien está residiendo allí, podrás echar un vistazo a la pintura y ver cómo ha ido evolucionando con el paso de los años el parecido familiar. Y por otro lado, tal vez la señorita Montgomery misma esté en la residencia. Y si lo está, tal vez puedas invitarla a salir a una barbacoa esta noche. Luego podrás interrogarla en privado.
Joseph agitó su cabeza.
―La dejé en la ciudad. Pero tal vez iré a dar un paseo.
―¿Y si ocurre que está ahí? ¿La invitarás a salir a cenar? ¿No? ¿Sabes algo sobre ella? ¿Qué le gusta? Me refiero a filetes a la parrilla. Tal vez es vegetariana. Tantas mujeres son vegetarianas hoy en día. No es buena demasiada grasa, pero al hombre le fueron dados los dientes para ser un carnívoro, y me parece a mí que un cuerpo necesita una buena pieza de carne roja de vez en cuando.
―Lo siento, papá, cuando estuve con ella anoche, solo tomó vino y un café exprés, así que no sé lo que come y lo que no come. Pero iré a verla, y haré el todo lo posible para convencerla de que debe venir a la cena. ¿Qué te parece?
―Hazlo. Inténtalo fuertemente, ¿Eh?
Joseph arqueó una ceja, algo descontento al darse cuenta de que, aunque su padre habló distraídamente, parecía que pensaba que Joseph tendría que trabajar muy duro para convencer a una mujer de que saliera con él.
O tal vez era sólo porque la mujer era ___(Tn) Montgomery.
Estaba repentinamente muy decidido a verla él mismo.
La tienda abría oficialmente a las 10:00 am. Allie Bouchet siempre entraba antes de las 9:30 a más tardar. Hacía el café y limpiaba cualquier pequeña cosa que pudiera haber sido dejada fuera de su sitio. Estaba sumamente orgullosa de la tienda.
Cerca de los cincuenta, era una mujer atractiva, viuda desde hacía cuatro años ahora. Su pelo se había ido volviendo blanco desde una edad muy temprana; lo tiño con un color suavemente plateado que combinaba perfectamente con sus ojos grises y todavía, con una complexión bonita. Era delgada y esbelta, el resultado de una vida de moderación. Había sido criada de un modo tradicional, y era siempre una dama.
Por lo tanto, aunque se sobresaltó bastante por el hombre que apareció repentinamente sentado sobre una esquina del escritorio de roble que servía como lugar de cobro, recordó sus modales. A pesar de su fastidio.
―¡Vaya, señor! Me ha sorprendido. Lo siento, pero la tienda no se ha abierto aún. Perdóneme, tonta de mí. Normalmente recuerdo cerrar con llave la puerta mientras me estoy preparando para el día. Me disculpo si le he causado cualquier contrariedad, y supongo que es bienvenido a quedarse…
―Lo siento, señora, lamento mucho haberle causado angustia, ―dijo su visitante con una enunciación cansina, profunda e inquietamente... sensual... Y aun con todo, tranquilizadora al mismo tiempo. Era joven ―de algún modo de una manera masculina y madura en la flor de la vida. Vestía pantalones negros y un pulóver negro de punto a la moda. Estaba bronceado profundamente, tenía el pelo muy oscuro, y unos ojos verdes fascinantes que eran hipnóticos y... parecidos a una serpiente. Era muy apuesto, pero de rasgos duros y finos.
¡Qué descortés! Se dijo a sí misma.
―¿Quizás podía ofrecerle un poco de café? Mi compañera, la Sra. Gema Grayson, llegará pronto, y luego una de nosotras podrá ayudarlo con aquello que usted esté buscando, señor.
Sonrío, con una sonrisa honda y acogedora. No había dicho nada que no fuera tan educado como un pastel, y con todo... parecía como si de alguna manera la invitara a acercarse.
¡Absurda bruja! Se acusó a sí misma. Él era probablemente quince años más joven que ella, un joven atractivo si alguna vez había visto uno, y era más improbable que se estuviera propasando con una mujer más vieja en su situación.
―Café... Sí. Café estaría bien, ―le dijo.
―Selecciono y muelo mis propios granos ―le garantizó enérgicamente, agradeciendo tener algo que hacer, y preocupada porque sus ojos la persiguieron hasta el pequeño mostrador de mimbre situado en el centro de los vestidores, donde ella guardaba su servicio de café.―Y no lo dejo recalentarse ―tan pronto como se ha hecho apropiadamente, me aseguro de que mi café vaya a una garrafa y sea guardado tibio y sólo preparado perfectamente.
Vertió una taza y se dio media vuelta.
Él estaba justo detrás de ella. Muy alto. Muy cerca. Raro, no lo había escuchado moverse. Ni un crujido, ni un susurro en el aire.
Parecía destacar sobre ella. Medía definitivamente sobre 1,80 de alto, estilizado, ágil, exactamente de la misma manera que una pantera negra. Alto, suave, tan apuesto, y con una sonrisa perversa e irresistible.
Porque, la manera en que la estaba mirando ahora... Era sólo fascinante.
Diablo, pensó.
Él aceptó el café de ella.
―Porque, en realidad, señora, he venido a preguntar por su jefa, la señorita Montgomery. ¿Va a venir ella hoy?
―Oh, no, señor. Miss Montgomery disfruta de sus fines de semana. A menos que, por supuesto, estemos en la temporada de Mardi Gras, o semejante, y ahora no lo estamos.
―Oh, querida. Siento mucho no haberla visto.
―Volverá el lunes.
―Bien... Siempre puedo encontrar a la señorita Montgomery cuando realmente necesito hacerlo... Pero estará aquí el lunes. Estoy encantado.
Él estaba increíblemente cerca. Ella se preguntaba cómo podía ser tan descortés para sentir que tenía ojos de “serpiente”, y con todo, descubrir que su proximidad era algo agradable.
―Lamento que haya malgastado su tiempo.
Exactamente no lo recordaba bebiendo su café, pero su taza estaba vacía. La soltó y tomó sus manos.
―En fin, señora, no he malgastado mi tiempo. La he conocido.
Iba a desmayarse. A perder la consciencia. Ella, de hecho, se sentía como si estuviera llevando un corsé demasiado ajustado, cuando no llevaba ninguna indumentaria semejante.
―Vaya, señor, es usted un adulador.
Él sonrío, y se volvió para irse, caminando hacia el frente. Ella estaba tan confundida que no pensó en seguirlo y cerrar la puerta con llave cuando se marchó.
Volvió al café, todavía risueña. Vieja absurda, sintiéndose tan halagada y turbada por un hombre apuesto más joven. No es que ella no se sintiera orgullosa de sí misma. Lo hacía, pero él era tan educado, tan encantador...
Ella se recuperó de esta fascinación sin sentido para volver al trabajo.
Pero se quedó sin aliento por la sorpresa atónita.
Él había vuelto. Estaba justo en frente de ella otra vez.
Sonriente... Sus ojos sobre los suyos.
―Vaya... ¡Señor! ―tartamudeó.
―Ah, bien, ¡sólo una cosa más! ―la dijo, y pareció como si sus ojos la atrajeran hacia él. ―¡Sólo una cosa más! ―Dijo muy tranquilamente. Y la tocó...
Bueno chicas aqui esta el siguiente cap, espero que les haya gustado. Un beso y bienvenida a las nuevas lectoras (:
Karely Jonatika
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
nueva lectora!!!
esta muy buena tu nove me gusta
muchoooo
siiguelaaaaaaaa
esta muy buena tu nove me gusta
muchoooo
siiguelaaaaaaaa
andreita
Re: "Bajo una Sangrienta Luna Roja (Joe&Tu)" [TERMINADA]
Mato a la vieja!!!!! era una vieja no?? :suspect:
SIGUELA!!!!!!!!!
SIGUELA!!!!!!!!!
jb_fanvanu
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