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Paraiso Robado( Nick y y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
22
_______ hubiera deseado olvidarse de Nick Farrell, pero Parker llegó a su casa con el diario en la mano.
–¿Has visto el artículo sobre Farrell? –le preguntó su novio después de darle un beso.
–Sí. ¿Quieres beber algo?
–Por favor.
–¿Qué te apetece? –inquirió _______, encaminándose al viejo armario que había convertido en mueble bar.
–Lo de siempre.
_______ se disponía a coger un vaso cuando se detuvo. Se acordó de las palabras de Lisa y de las que acababa de pronunciar Phyllis. Ambas se referían más o menos a lo mismo: «Necesitas a alguien que te haga sentir algo distinto, obrar de un modo distinto, como votar a un demócrata...». «A mí me volvería loca pensar que el hombre de mi vida siempre repite las mismas cosas en los mismos días y horas...»
–¿Estás seguro de que no te gustaría tomar algo distinto a lo de siempre? –dijo _______ con voz vacilante, mirando a Parker por encima del hombro–: Un gin–tonic, por ejemplo.
–No seas tonta. Siempre bebo whisky con agua, cariño. Y tú vino blanco. Es lo que se llama una costumbre.
–Parker –masculló _______–, Phyllis me ha comentado algo, y Lisa dijo lo mismo hace una semana... Algo que me obliga a preguntarme si estaremos... –Se le quebró la voz, y entonces decidió tomar un gin–tonic en lugar de vino.
–Te obliga a preguntarte ¿qué? –inquirió Parker, advirtiendo el desánimo de su novia y situándose detrás de ella.
–Me pregunto si habremos caído en la rutina.
Parker le rodeó la cintura con los brazos.
–Me gusta la rutina –musitó, y le dio un beso en la sien–. Me gusta la repetición, lo profetizable. Y a ti también.
–Ya sé que a mí también. Pero me pregunto si con el paso de los años tanta rutina acabará aburriéndonos y aburrirá a los demás. ¿No crees que un poco de excitación también puede ser agradable?
–No mucho –replicó él. La hizo volverse y añadió con amable firmeza–: _______, si estás enojada conmigo por haber pedido esas condiciones especiales para el préstamo de Houston, entonces dímelo. Si estás decepcionada, dímelo. Pero no te escapes por la tangente con razones que no tienen nada que ver.
–No estoy haciendo eso –aseguró _______ con sinceridad–. De hecho, he sacado de la caja fuerte los certificados de mis acciones para entregártelos. Ahí están, en aquel sobre grande que ves sobre el escritorio. –Por el momento Parker ignoró el sobre y clavó la mirada en ella. _______ prosiguió–: Admito que me asusta entregar todo lo que poseo, pero te creo cuando dices que la junta de tu banco no ha querido conceder el préstamo en condiciones más favorables.
–¿Estás segura? –le preguntó Parker con seria y preocupada expresión.
–Del todo –afirmó _______ con una sonrisa. Le dio la espalda para prepararle la bebida–. ¿Por qué no echas un vistazo a los certificados y te aseguras de que están en orden? Mientras, veré qué nos ha preparado la señora Ellis y pondré la mesa. –La señora Ellis ya no trabajaba para el padre de _______, pero los miércoles limpiaba el apartamento de la joven, hacía las compras de la semana y dejaba preparada la comida de ese día.
Parker se encaminó al escritorio mientras _______ extendía un mantel de hilo sobre la mesa del comedor.
–¿Están aquí dentro? –le preguntó Parker, levantando un sobre de papel manila.
_______ miró el sobre por encima del hombro.
–No. Ahí están mi pasaporte, mi partida de nacimiento y algunos otros papeles. Los certificados de las acciones están en un sobre más grande.
Parker cogió otro sobre, leyó el remite y frunció el entrecejo, confuso.
–¿Es este?
–No –le respondió _______–. Ahí están los documentos de mi divorcio.
–Este sobre no ha sido abierto. ¿Es que nunca has leído el contenido?
Ella se encogió de hombros al tiempo que cogía servilletas de tela de la mesita auxiliar.
–Desde que los firmé no he vuelto a mirarlos. Pero recuerdo el contenido. Dicen que a cambio de una recompensa de diez mil dólares Nicholas Farrell me concede el divorcio y renuncia a todo derecho sobre mi persona y mis propiedades.
–Seguro que la redacción no se parece mucho a lo que acabas de decir –comentó Parker, sonriendo y girando el sobre–. ¿Te importa si le echo una ojeada?
–No, pero no sé por qué quieres hacerlo.
Parker sonrió irónicamente.
–Curiosidad profesional. Soy abogado, ¿recuerdas? Además del aburrido y enojoso banquero que tu amiga Lisa cree que soy. No deja de incordiarme a toda hora, como habrás visto.
No era la primera vez que Parker hacía una observación que delataba que las bromas de Lisa le resultaban pesadas. _______ trató de recordarlo. Le diría a su amiga, esta vez en serio, que dejase de meterse con Parker. Si al fin y al cabo este tenía motivos para estar orgulloso, era innecesario y torpe herirlo en su orgullo. _______ decidió no recordarle en aquel momento que se había especializado en leyes fiscales, no en civiles.
–Mira lo que quieras –replicó ella, e inclinándose lo besó en la mejilla–. Me gustaría que no tuvieras que viajar a Suiza. Te echaré de menos.
–Son dos semanas. Podrías acompañarme.
Tenía que dar una conferencia ante la Reunión Mundial de la Banca y a _______ le habría gustado asistir, pero no era posible.
–Sabes que me encantaría, pero esta época es...
–La época de más trabajo del año –concluyó él, sin resentimiento–. Lo sé.
La señora Ellis había dejado en la nevera una fuente maravillosamente presentada de pollo marinado y ensalada de corazones de palmito. Como de costumbre, _______ no tenía nada que hacer excepto abrir la botella de vino blanco y llevar la comida a la mesa. De todos modos sus habilidades culinarias no llegaban más lejos. Había intentado aprender a cocinar en más de una ocasión, pero sin éxito. Y como era una actividad que no le divertía, se contentaba con trabajar largas jornadas y dejar las tareas domésticas en manos de la señora Ellis. Si la comida no podía ir a parar a la mesa directamente desde el horno o el microondas, _______ no sentía el menor deseo de molestarse por ella.
–La comida está servida –dijo acercándose a Parker.
Por un momento, su prometido pareció no haberla oído. Luego, frunciendo el entrecejo, levantó la mirada de los documentos que estaba leyendo.
–¿Ocurre algo?
–No estoy seguro –respondió Parker, como si hubiera descubierto un error–. ¿Quién se encargó de tu divorcio?
Despreocupadamente, _______ se sentó en un brazo del sillón que ocupaba Parker. Miró con fastidio los papeles, que llevaban el encabezamiento: «Sentencia de divorcio». En la segunda línea se leía: «_______ Alexandra Bancroft contra Nicholas Allan Farrell».
–Mi padre se encargó de todo. ¿Por qué lo preguntas?
_______ hubiera deseado olvidarse de Nick Farrell, pero Parker llegó a su casa con el diario en la mano.
–¿Has visto el artículo sobre Farrell? –le preguntó su novio después de darle un beso.
–Sí. ¿Quieres beber algo?
–Por favor.
–¿Qué te apetece? –inquirió _______, encaminándose al viejo armario que había convertido en mueble bar.
–Lo de siempre.
_______ se disponía a coger un vaso cuando se detuvo. Se acordó de las palabras de Lisa y de las que acababa de pronunciar Phyllis. Ambas se referían más o menos a lo mismo: «Necesitas a alguien que te haga sentir algo distinto, obrar de un modo distinto, como votar a un demócrata...». «A mí me volvería loca pensar que el hombre de mi vida siempre repite las mismas cosas en los mismos días y horas...»
–¿Estás seguro de que no te gustaría tomar algo distinto a lo de siempre? –dijo _______ con voz vacilante, mirando a Parker por encima del hombro–: Un gin–tonic, por ejemplo.
–No seas tonta. Siempre bebo whisky con agua, cariño. Y tú vino blanco. Es lo que se llama una costumbre.
–Parker –masculló _______–, Phyllis me ha comentado algo, y Lisa dijo lo mismo hace una semana... Algo que me obliga a preguntarme si estaremos... –Se le quebró la voz, y entonces decidió tomar un gin–tonic en lugar de vino.
–Te obliga a preguntarte ¿qué? –inquirió Parker, advirtiendo el desánimo de su novia y situándose detrás de ella.
–Me pregunto si habremos caído en la rutina.
Parker le rodeó la cintura con los brazos.
–Me gusta la rutina –musitó, y le dio un beso en la sien–. Me gusta la repetición, lo profetizable. Y a ti también.
–Ya sé que a mí también. Pero me pregunto si con el paso de los años tanta rutina acabará aburriéndonos y aburrirá a los demás. ¿No crees que un poco de excitación también puede ser agradable?
–No mucho –replicó él. La hizo volverse y añadió con amable firmeza–: _______, si estás enojada conmigo por haber pedido esas condiciones especiales para el préstamo de Houston, entonces dímelo. Si estás decepcionada, dímelo. Pero no te escapes por la tangente con razones que no tienen nada que ver.
–No estoy haciendo eso –aseguró _______ con sinceridad–. De hecho, he sacado de la caja fuerte los certificados de mis acciones para entregártelos. Ahí están, en aquel sobre grande que ves sobre el escritorio. –Por el momento Parker ignoró el sobre y clavó la mirada en ella. _______ prosiguió–: Admito que me asusta entregar todo lo que poseo, pero te creo cuando dices que la junta de tu banco no ha querido conceder el préstamo en condiciones más favorables.
–¿Estás segura? –le preguntó Parker con seria y preocupada expresión.
–Del todo –afirmó _______ con una sonrisa. Le dio la espalda para prepararle la bebida–. ¿Por qué no echas un vistazo a los certificados y te aseguras de que están en orden? Mientras, veré qué nos ha preparado la señora Ellis y pondré la mesa. –La señora Ellis ya no trabajaba para el padre de _______, pero los miércoles limpiaba el apartamento de la joven, hacía las compras de la semana y dejaba preparada la comida de ese día.
Parker se encaminó al escritorio mientras _______ extendía un mantel de hilo sobre la mesa del comedor.
–¿Están aquí dentro? –le preguntó Parker, levantando un sobre de papel manila.
_______ miró el sobre por encima del hombro.
–No. Ahí están mi pasaporte, mi partida de nacimiento y algunos otros papeles. Los certificados de las acciones están en un sobre más grande.
Parker cogió otro sobre, leyó el remite y frunció el entrecejo, confuso.
–¿Es este?
–No –le respondió _______–. Ahí están los documentos de mi divorcio.
–Este sobre no ha sido abierto. ¿Es que nunca has leído el contenido?
Ella se encogió de hombros al tiempo que cogía servilletas de tela de la mesita auxiliar.
–Desde que los firmé no he vuelto a mirarlos. Pero recuerdo el contenido. Dicen que a cambio de una recompensa de diez mil dólares Nicholas Farrell me concede el divorcio y renuncia a todo derecho sobre mi persona y mis propiedades.
–Seguro que la redacción no se parece mucho a lo que acabas de decir –comentó Parker, sonriendo y girando el sobre–. ¿Te importa si le echo una ojeada?
–No, pero no sé por qué quieres hacerlo.
Parker sonrió irónicamente.
–Curiosidad profesional. Soy abogado, ¿recuerdas? Además del aburrido y enojoso banquero que tu amiga Lisa cree que soy. No deja de incordiarme a toda hora, como habrás visto.
No era la primera vez que Parker hacía una observación que delataba que las bromas de Lisa le resultaban pesadas. _______ trató de recordarlo. Le diría a su amiga, esta vez en serio, que dejase de meterse con Parker. Si al fin y al cabo este tenía motivos para estar orgulloso, era innecesario y torpe herirlo en su orgullo. _______ decidió no recordarle en aquel momento que se había especializado en leyes fiscales, no en civiles.
–Mira lo que quieras –replicó ella, e inclinándose lo besó en la mejilla–. Me gustaría que no tuvieras que viajar a Suiza. Te echaré de menos.
–Son dos semanas. Podrías acompañarme.
Tenía que dar una conferencia ante la Reunión Mundial de la Banca y a _______ le habría gustado asistir, pero no era posible.
–Sabes que me encantaría, pero esta época es...
–La época de más trabajo del año –concluyó él, sin resentimiento–. Lo sé.
La señora Ellis había dejado en la nevera una fuente maravillosamente presentada de pollo marinado y ensalada de corazones de palmito. Como de costumbre, _______ no tenía nada que hacer excepto abrir la botella de vino blanco y llevar la comida a la mesa. De todos modos sus habilidades culinarias no llegaban más lejos. Había intentado aprender a cocinar en más de una ocasión, pero sin éxito. Y como era una actividad que no le divertía, se contentaba con trabajar largas jornadas y dejar las tareas domésticas en manos de la señora Ellis. Si la comida no podía ir a parar a la mesa directamente desde el horno o el microondas, _______ no sentía el menor deseo de molestarse por ella.
–La comida está servida –dijo acercándose a Parker.
Por un momento, su prometido pareció no haberla oído. Luego, frunciendo el entrecejo, levantó la mirada de los documentos que estaba leyendo.
–¿Ocurre algo?
–No estoy seguro –respondió Parker, como si hubiera descubierto un error–. ¿Quién se encargó de tu divorcio?
Despreocupadamente, _______ se sentó en un brazo del sillón que ocupaba Parker. Miró con fastidio los papeles, que llevaban el encabezamiento: «Sentencia de divorcio». En la segunda línea se leía: «_______ Alexandra Bancroft contra Nicholas Allan Farrell».
–Mi padre se encargó de todo. ¿Por qué lo preguntas?
anasmile
Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
pasen por mi nueva nove chicas es hermosa la historia:
https://onlywn.activoforo.com/t75752-la-magia-de-ti
https://onlywn.activoforo.com/t75752-la-magia-de-ti
anasmile
Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
–Porque desde el punto de vista jurídico estos documentos son muy irregulares.
–¿En qué sentido? –preguntó _______, advirtiendo que el abogado había escrito mal el segundo nombre de Nick, que era Allen, no Allan.
–En cualquier sentido –sentenció Parker, mientras repasaba una y otra vez las páginas, presa de verdadera agitación.
También nerviosa, y como no quería pensar en Nick ni en el divorcio, _______ trató de tranquilizar a Parker (y a sí misma) diciéndole que lo que le preocupaba no tenía la menor importancia, aunque en realidad no tenía la menor idea de lo que inquietaba a su novio.
–Estoy segura de que todo se hizo legal y correctamente. Mi padre se encargó del asunto y ya sabes lo minucioso que es para estas cosas.
–Puede que él lo sea, pero su abogado, ese tal Stanislaus Spyzhalski, no estaba nada preocupado por los detalles. Mira –dijo señalando la carta adjunta dirigida a Philip–. En esta carta afirma que le ha enviado el expediente y que el tribunal ha decretado el secreto del juicio, según los deseos de tu padre.
–¿Qué hay de malo en eso?
–Lo que hay de malo es que en «todo el expediente» no aparece noticia alguna de que a Farrell le fuera presentada una petición de divorcio, ni de que jamás se presentara ante el juez o declinara su derecho a aparecer. Y eso solo es una parte de lo que me inquieta.
Realmente alarmada, _______ se opuso firmemente a seguir hablando del tema.
–A estas alturas, ¿qué más da? Estamos divorciados y eso es lo único que importa.
En lugar de responder, Parker se remitió a la primera página de la sentencia y empezó a leerla con lentitud. A medida que lo hacía, fruncía más el entrecejo. Por su parte, cuando ya fue incapaz de soportar la tensión, _______ se puso de pie.
–¿Qué te angustia tanto? –preguntó con voz serena.
–Todo este documento –replicó Parker con involuntaria sequedad–. Las sentencias de divorcio son redactadas por un abogado y firmadas por su juez. Pero esta sentencia está escrita de un modo insólito, que no tiene nada que ver con las que he visto hasta ahora. Un abogado razonablemente bueno no escribiría así. ¡Fíjate en esta redacción! –señaló con el dedo el último párrafo de la página y leyó en voz alta–: «A cambio de diez mil dólares y otra consideración valiosa, pagados a Nicholas A. Farrell, Nicholas Farrell renuncia a todo derecho sobre las propiedades o posesiones presentes y futuras de _______ Bancroft Farrell. Además, este tribunal concede, adjunto, una sentencia de divorcio a _______ Bancroft Farrell».
Incluso ahora, el recuerdo de lo que había sentido once años atrás, cuando supo que Nick había aceptado dinero de su padre, hizo estremecer a _______. Cuando se casaron, aquel maldito embustero e hipócrita le había jurado que nunca tocaría un céntimo de su dinero.
–¡No puedo creerlo! ¡Qué texto! –La voz airada y furiosa de Parker la sacó de sus reflexiones–. Parece un contrato de venta de un inmueble. «A cambio de diez mil dólares y otra consideración valiosa» –repitió–. ¿Quién diablos es este individuo? –le preguntó a _______–. ¡Mira la dirección! ¿Por qué contrató tu padre a un abogado con el despacho en South Side, es decir, prácticamente en los suburbios?
–Para que guardara el secreto –contestó _______, satisfecha de tener alguna respuesta–. Mi padre me dijo que había contratado los servicios de un don nadie del South Side a propósito. Un abogado que no sabría quién era yo ni quién era mi padre. Estaba muy alterado por todo el asunto, ya te lo dije. Pero ¿qué haces?
–Voy a llamar a tu padre –respondió Parker. Luego sonrió sobriamente para tranquilizar a _______–. No te preocupes. En primer lugar, no estoy seguro de que haya motivos de alarma. –Fiel a su palabra, Parker inició la conversación con Philip con algunas trivialidades, para finalmente mencionar que había estado repasando los papeles del divorcio de _______. Bromeando por haber escogido a un abogado en los barrios bajos, le preguntó quién le había recomendado al señor Stanislaus Spyzhalski. Rió al oír la respuesta de Philip, pero cuando colgó el auricular no había el menor atisbo de alegría en su rostro.
–¿Qué te ha dicho?
–Sacó el nombre de las páginas amarillas.
–¿Y qué? –replicó _______, intentando desesperadamente no dejarse arrastrar por el pánico. Se sentía como arrojada a una tierra oscura y peligrosa, amenazada por algo vago, no identificable–. ¿A quién llamas ahora? –preguntó al ver que Parker, después de consultar su agenda de direcciones, se disponía a hacer una nueva llamada.
–A Howard Turnbill.
Dividida entre la angustia y la ira que le causaba la inexplicable reserva de Parker, _______ le preguntó:
–¿Por qué a él?
–Estudiamos juntos en Princeton –se limitó a responder Parker.
–Parker, si quieres que me enfade estás a punto de conseguirlo –le advirtió _______ mientras él marcaba otro número–. ¿Por qué llamas a tu compañero de universidad?
Inexplicablemente, Parker sonrió y dijo:
–Adoro ese tono de voz cuando te enfadas. Me recuerda a mi maestra del jardín de infancia. Estaba enamorado de ella. –Antes de que _______ lo estrangulara, como parecía dispuesta a hacer, Parker se apresuró a añadir–: Llamo a Howard porque es el presidente del Colegio de Abogados de Illinois. Y... –Se interrumpió cuando oyó una voz al otro lado de la línea–. Howard, soy Parker Reynolds –empezó a decir, y luego hizo una pausa, esperando que su interlocutor terminara de hablar–. Es cierto, te debo la revancha del partido de squash. Llámame mañana a la oficina y fijaremos la fecha. –Se rió de la respuesta de Howard y luego continuó–: ¿Tienes a mano una lista de los miembros del Colegio de Abogados de Illinois? No estoy en casa en este momento y tengo curiosidad por saber si cierto individuo es miembro del colegio. ¿Puedes informarme? –Al parecer Howard contestó afirmativamente, pues Parker añadió–: Está bien. El nombre es Stanislaus Spyzhalski. S–p–y–z–h–a–l–s–k–i. Espero.
Cubriendo el auricular con la mano, Parker volvió a sonreír a _______ para tranquilizarla.
–Es probable que mi preocupación no tenga fundamento. Por el hecho de que el tipo sea poco profesional no hay que suponer que no es abogado.
Pero al cabo de un momento, la sonrisa desapareció del rostro de Parker.
–¿Qué no está en la lista? ¿Seguro? –Parker dudó un instante y después volvió a hablar–. ¿Podrías conseguir la lista de los que figuran en el Colegio de Abogados de Estados Unidos? Tal vez encuentres allí el nombre. –Escuchó atentamente a Howard y añadió con jovialidad forzada–: No, no es una emergencia. Puedo esperar hasta mañana. Llámame a la oficina y de paso fijaremos la fecha para ese partido. Gracias, Howard. Saluda a Helen de mi parte.
Pensativo, Parker colgó.
–No comprendo qué te preocupa –dijo _______.
–Creo que me vendría bien otro trago –comentó él, y se encaminó al bar para servirse otra copa.
–Parker –insistió _______ con voz firme–, ya que el asunto me concierne, me parece que tengo derecho a saber en qué estás pensando.
–Verás, recuerdo varios casos de individuos que se hicieron pasar por abogados, generalmente en barrios pobres, y que aceptaron dinero de clientes crédulos. Uno de estos casos es el de un tipo que en realidad era abogado, pero que se embolsaba los costos exigidos por el tribunal y luego les concedía a sus clientes un falso divorcio. Era muy sencillo: él mismo firmaba los documentos.
–¿Cómo podía hacer eso?
–Son los abogados quienes redactan las peticiones de divorcio. Los jueces se limitan a firmarlas. Este individuo las firmaba por el juez.
–¿Impunemente? Parece increíble.
–No tanto, si se piensa que solo firmaba asuntos incontestados, divorcios incluidos.
Inconscientemente, _______ bebió de un trago la mitad de su copa. De inmediato pareció más animada.
–Pero seguro que en casos así, cuando las dos partes actuaron de buena fe, los tribunales darían por buenas las sentencias de divorcio aunque estas nunca hayan ido a parar a los archivos legales.
–¡Nunca!
–No me gusta el tono de esta conversación –repuso _______, que se sentía un poco mareada a causa del alcohol–. ¿Qué hizo el tribunal con los que estaban convencidos de haberse divorciado?
–Bueno, si habían vuelto a casarse, el tribunal los absolvía del delito de bigamia.
–Ya.
–Pero eso no es todo. En esos casos el segundo matrimonio se declara nulo y el primero debe ser disuelto por medio de los cauces apropiados.
–¡Oh, Dios mío! –exclamó _______, derrumbándose en una silla. No podía creerlo. Era incapaz de aceptar las implicaciones de aquella historia. En el fondo de su corazón sabía que su divorcio era legal, que era perfectamente válido. Y lo sabía por la sencilla razón de que la alternativa le resultaba impensable.
Parker tardó en darse cuenta de hasta qué punto estaba alterada. Cuando lo advirtió, tendió una mano y le tocó el pelo con dulzura.
–Aunque ese hombre no pertenezca al colegio, aunque nunca haya asistido a la facultad de derecho, tu divorcio aun podría considerarse legítimo... si le presentó a un juez esa absurda petición de divorcio y de algún modo consiguió que él la firmara. –_______ le lanzó una mirada implorante. Parker trató de tranquilizarla–: Mañana enviaré a alguien al juzgado para que intente averiguar si el divorcio fue presentado y archivado. Si fue así, no hay de qué preocuparse.
23
–¿Has pasado una mala noche? –le preguntó Phyllis a la mañana siguiente, cuando _______ entró en la oficina con aire ausente y se limitó a saludarla inclinando la cabeza.
–No ha sido la mejor de mi vida. ¿Qué tengo en la agenda para esta mañana?
–A las diez una reunión aquí mismo con el departamento de publicidad. Se trata de discutir la inauguración de los grandes almacenes de Nueva Orleans. Además, Jerry Keaton, de personal, quiere verte para hablar de ciertos aumentos de sueldo que necesitan tu aprobación. Le dije que a las once. ¿Te parece bien?
–Sí.
–A las once y media Ellen Perkvale, del departamento jurídico, estará aquí para hablarte de un juicio que han iniciado contra nosotros. Se trata de una señora que dice haberse roto un diente en la sala Clarendon.
_______ elevó los ojos al cielo con expresión de hastío.
–¿Nos denuncia por haberse roto un diente mientras comía en nuestro comedor?
–No exactamente. Nos denuncia porque se lo rompió con un fragmento de cáscara de nuez que había en su trucha amandine.
–¡Cielos! –exclamó _______. Mientras abría su escritorio, pensaba en la posibilidad de tener que llegar a un acuerdo–. Eso cambia las cosas.
–Cierto. ¿Está bien la reunión a las once y media?
–Sí, claro –contestó _______, y en aquel momento sonó el teléfono de su escritorio.
–Yo contestaré –dijo Phyllis.
Empezaba un nuevo día de frenético trabajo en los grandes almacenes, un trabajo que a _______ a veces le resultaba agotador, pero siempre estimulante. En ocasiones gozaba de una pausa, como sucedió ese día. Miró ansiosa el teléfono, pues esperaba que Parker la llamara para comunicarle que no había problema en el asunto del divorcio.
Eran casi las cinco cuando Phyllis le anunció la llamada de Parker. Sobrecogida por una repentina tensión, _______ contestó.
–¿Qué has sacado en claro?
–Todavía nada concluyente –repuso Parker, con voz extrañamente tensa–. Ese individuo no pertenece al colegio americano de abogacía. Espero una llamada de alguien, desde el juzgado del condado de Cook. Me llamará tan pronto como consiga la información que le he pedido. Dentro de unas horas sabré qué terreno pisamos. ¿Estarás en tu casa esta noche?
–No –musitó ella–. En casa de mi padre. Una pequeña fiesta de cumpleaños para el senador Davies. Llámame allí.
–Lo haré.
–¿En cuanto sepas algo?
–Te lo prometo.
–La fiesta terminará temprano porque el senador sale hacia Washington en un vuelo de medianoche. Llámame a casa si ya no estoy en la de mi padre.
–Te encontraré, no te preocupes.
–¿En qué sentido? –preguntó _______, advirtiendo que el abogado había escrito mal el segundo nombre de Nick, que era Allen, no Allan.
–En cualquier sentido –sentenció Parker, mientras repasaba una y otra vez las páginas, presa de verdadera agitación.
También nerviosa, y como no quería pensar en Nick ni en el divorcio, _______ trató de tranquilizar a Parker (y a sí misma) diciéndole que lo que le preocupaba no tenía la menor importancia, aunque en realidad no tenía la menor idea de lo que inquietaba a su novio.
–Estoy segura de que todo se hizo legal y correctamente. Mi padre se encargó del asunto y ya sabes lo minucioso que es para estas cosas.
–Puede que él lo sea, pero su abogado, ese tal Stanislaus Spyzhalski, no estaba nada preocupado por los detalles. Mira –dijo señalando la carta adjunta dirigida a Philip–. En esta carta afirma que le ha enviado el expediente y que el tribunal ha decretado el secreto del juicio, según los deseos de tu padre.
–¿Qué hay de malo en eso?
–Lo que hay de malo es que en «todo el expediente» no aparece noticia alguna de que a Farrell le fuera presentada una petición de divorcio, ni de que jamás se presentara ante el juez o declinara su derecho a aparecer. Y eso solo es una parte de lo que me inquieta.
Realmente alarmada, _______ se opuso firmemente a seguir hablando del tema.
–A estas alturas, ¿qué más da? Estamos divorciados y eso es lo único que importa.
En lugar de responder, Parker se remitió a la primera página de la sentencia y empezó a leerla con lentitud. A medida que lo hacía, fruncía más el entrecejo. Por su parte, cuando ya fue incapaz de soportar la tensión, _______ se puso de pie.
–¿Qué te angustia tanto? –preguntó con voz serena.
–Todo este documento –replicó Parker con involuntaria sequedad–. Las sentencias de divorcio son redactadas por un abogado y firmadas por su juez. Pero esta sentencia está escrita de un modo insólito, que no tiene nada que ver con las que he visto hasta ahora. Un abogado razonablemente bueno no escribiría así. ¡Fíjate en esta redacción! –señaló con el dedo el último párrafo de la página y leyó en voz alta–: «A cambio de diez mil dólares y otra consideración valiosa, pagados a Nicholas A. Farrell, Nicholas Farrell renuncia a todo derecho sobre las propiedades o posesiones presentes y futuras de _______ Bancroft Farrell. Además, este tribunal concede, adjunto, una sentencia de divorcio a _______ Bancroft Farrell».
Incluso ahora, el recuerdo de lo que había sentido once años atrás, cuando supo que Nick había aceptado dinero de su padre, hizo estremecer a _______. Cuando se casaron, aquel maldito embustero e hipócrita le había jurado que nunca tocaría un céntimo de su dinero.
–¡No puedo creerlo! ¡Qué texto! –La voz airada y furiosa de Parker la sacó de sus reflexiones–. Parece un contrato de venta de un inmueble. «A cambio de diez mil dólares y otra consideración valiosa» –repitió–. ¿Quién diablos es este individuo? –le preguntó a _______–. ¡Mira la dirección! ¿Por qué contrató tu padre a un abogado con el despacho en South Side, es decir, prácticamente en los suburbios?
–Para que guardara el secreto –contestó _______, satisfecha de tener alguna respuesta–. Mi padre me dijo que había contratado los servicios de un don nadie del South Side a propósito. Un abogado que no sabría quién era yo ni quién era mi padre. Estaba muy alterado por todo el asunto, ya te lo dije. Pero ¿qué haces?
–Voy a llamar a tu padre –respondió Parker. Luego sonrió sobriamente para tranquilizar a _______–. No te preocupes. En primer lugar, no estoy seguro de que haya motivos de alarma. –Fiel a su palabra, Parker inició la conversación con Philip con algunas trivialidades, para finalmente mencionar que había estado repasando los papeles del divorcio de _______. Bromeando por haber escogido a un abogado en los barrios bajos, le preguntó quién le había recomendado al señor Stanislaus Spyzhalski. Rió al oír la respuesta de Philip, pero cuando colgó el auricular no había el menor atisbo de alegría en su rostro.
–¿Qué te ha dicho?
–Sacó el nombre de las páginas amarillas.
–¿Y qué? –replicó _______, intentando desesperadamente no dejarse arrastrar por el pánico. Se sentía como arrojada a una tierra oscura y peligrosa, amenazada por algo vago, no identificable–. ¿A quién llamas ahora? –preguntó al ver que Parker, después de consultar su agenda de direcciones, se disponía a hacer una nueva llamada.
–A Howard Turnbill.
Dividida entre la angustia y la ira que le causaba la inexplicable reserva de Parker, _______ le preguntó:
–¿Por qué a él?
–Estudiamos juntos en Princeton –se limitó a responder Parker.
–Parker, si quieres que me enfade estás a punto de conseguirlo –le advirtió _______ mientras él marcaba otro número–. ¿Por qué llamas a tu compañero de universidad?
Inexplicablemente, Parker sonrió y dijo:
–Adoro ese tono de voz cuando te enfadas. Me recuerda a mi maestra del jardín de infancia. Estaba enamorado de ella. –Antes de que _______ lo estrangulara, como parecía dispuesta a hacer, Parker se apresuró a añadir–: Llamo a Howard porque es el presidente del Colegio de Abogados de Illinois. Y... –Se interrumpió cuando oyó una voz al otro lado de la línea–. Howard, soy Parker Reynolds –empezó a decir, y luego hizo una pausa, esperando que su interlocutor terminara de hablar–. Es cierto, te debo la revancha del partido de squash. Llámame mañana a la oficina y fijaremos la fecha. –Se rió de la respuesta de Howard y luego continuó–: ¿Tienes a mano una lista de los miembros del Colegio de Abogados de Illinois? No estoy en casa en este momento y tengo curiosidad por saber si cierto individuo es miembro del colegio. ¿Puedes informarme? –Al parecer Howard contestó afirmativamente, pues Parker añadió–: Está bien. El nombre es Stanislaus Spyzhalski. S–p–y–z–h–a–l–s–k–i. Espero.
Cubriendo el auricular con la mano, Parker volvió a sonreír a _______ para tranquilizarla.
–Es probable que mi preocupación no tenga fundamento. Por el hecho de que el tipo sea poco profesional no hay que suponer que no es abogado.
Pero al cabo de un momento, la sonrisa desapareció del rostro de Parker.
–¿Qué no está en la lista? ¿Seguro? –Parker dudó un instante y después volvió a hablar–. ¿Podrías conseguir la lista de los que figuran en el Colegio de Abogados de Estados Unidos? Tal vez encuentres allí el nombre. –Escuchó atentamente a Howard y añadió con jovialidad forzada–: No, no es una emergencia. Puedo esperar hasta mañana. Llámame a la oficina y de paso fijaremos la fecha para ese partido. Gracias, Howard. Saluda a Helen de mi parte.
Pensativo, Parker colgó.
–No comprendo qué te preocupa –dijo _______.
–Creo que me vendría bien otro trago –comentó él, y se encaminó al bar para servirse otra copa.
–Parker –insistió _______ con voz firme–, ya que el asunto me concierne, me parece que tengo derecho a saber en qué estás pensando.
–Verás, recuerdo varios casos de individuos que se hicieron pasar por abogados, generalmente en barrios pobres, y que aceptaron dinero de clientes crédulos. Uno de estos casos es el de un tipo que en realidad era abogado, pero que se embolsaba los costos exigidos por el tribunal y luego les concedía a sus clientes un falso divorcio. Era muy sencillo: él mismo firmaba los documentos.
–¿Cómo podía hacer eso?
–Son los abogados quienes redactan las peticiones de divorcio. Los jueces se limitan a firmarlas. Este individuo las firmaba por el juez.
–¿Impunemente? Parece increíble.
–No tanto, si se piensa que solo firmaba asuntos incontestados, divorcios incluidos.
Inconscientemente, _______ bebió de un trago la mitad de su copa. De inmediato pareció más animada.
–Pero seguro que en casos así, cuando las dos partes actuaron de buena fe, los tribunales darían por buenas las sentencias de divorcio aunque estas nunca hayan ido a parar a los archivos legales.
–¡Nunca!
–No me gusta el tono de esta conversación –repuso _______, que se sentía un poco mareada a causa del alcohol–. ¿Qué hizo el tribunal con los que estaban convencidos de haberse divorciado?
–Bueno, si habían vuelto a casarse, el tribunal los absolvía del delito de bigamia.
–Ya.
–Pero eso no es todo. En esos casos el segundo matrimonio se declara nulo y el primero debe ser disuelto por medio de los cauces apropiados.
–¡Oh, Dios mío! –exclamó _______, derrumbándose en una silla. No podía creerlo. Era incapaz de aceptar las implicaciones de aquella historia. En el fondo de su corazón sabía que su divorcio era legal, que era perfectamente válido. Y lo sabía por la sencilla razón de que la alternativa le resultaba impensable.
Parker tardó en darse cuenta de hasta qué punto estaba alterada. Cuando lo advirtió, tendió una mano y le tocó el pelo con dulzura.
–Aunque ese hombre no pertenezca al colegio, aunque nunca haya asistido a la facultad de derecho, tu divorcio aun podría considerarse legítimo... si le presentó a un juez esa absurda petición de divorcio y de algún modo consiguió que él la firmara. –_______ le lanzó una mirada implorante. Parker trató de tranquilizarla–: Mañana enviaré a alguien al juzgado para que intente averiguar si el divorcio fue presentado y archivado. Si fue así, no hay de qué preocuparse.
23
–¿Has pasado una mala noche? –le preguntó Phyllis a la mañana siguiente, cuando _______ entró en la oficina con aire ausente y se limitó a saludarla inclinando la cabeza.
–No ha sido la mejor de mi vida. ¿Qué tengo en la agenda para esta mañana?
–A las diez una reunión aquí mismo con el departamento de publicidad. Se trata de discutir la inauguración de los grandes almacenes de Nueva Orleans. Además, Jerry Keaton, de personal, quiere verte para hablar de ciertos aumentos de sueldo que necesitan tu aprobación. Le dije que a las once. ¿Te parece bien?
–Sí.
–A las once y media Ellen Perkvale, del departamento jurídico, estará aquí para hablarte de un juicio que han iniciado contra nosotros. Se trata de una señora que dice haberse roto un diente en la sala Clarendon.
_______ elevó los ojos al cielo con expresión de hastío.
–¿Nos denuncia por haberse roto un diente mientras comía en nuestro comedor?
–No exactamente. Nos denuncia porque se lo rompió con un fragmento de cáscara de nuez que había en su trucha amandine.
–¡Cielos! –exclamó _______. Mientras abría su escritorio, pensaba en la posibilidad de tener que llegar a un acuerdo–. Eso cambia las cosas.
–Cierto. ¿Está bien la reunión a las once y media?
–Sí, claro –contestó _______, y en aquel momento sonó el teléfono de su escritorio.
–Yo contestaré –dijo Phyllis.
Empezaba un nuevo día de frenético trabajo en los grandes almacenes, un trabajo que a _______ a veces le resultaba agotador, pero siempre estimulante. En ocasiones gozaba de una pausa, como sucedió ese día. Miró ansiosa el teléfono, pues esperaba que Parker la llamara para comunicarle que no había problema en el asunto del divorcio.
Eran casi las cinco cuando Phyllis le anunció la llamada de Parker. Sobrecogida por una repentina tensión, _______ contestó.
–¿Qué has sacado en claro?
–Todavía nada concluyente –repuso Parker, con voz extrañamente tensa–. Ese individuo no pertenece al colegio americano de abogacía. Espero una llamada de alguien, desde el juzgado del condado de Cook. Me llamará tan pronto como consiga la información que le he pedido. Dentro de unas horas sabré qué terreno pisamos. ¿Estarás en tu casa esta noche?
–No –musitó ella–. En casa de mi padre. Una pequeña fiesta de cumpleaños para el senador Davies. Llámame allí.
–Lo haré.
–¿En cuanto sepas algo?
–Te lo prometo.
–La fiesta terminará temprano porque el senador sale hacia Washington en un vuelo de medianoche. Llámame a casa si ya no estoy en la de mi padre.
–Te encontraré, no te preocupes.
anasmile
Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
24
A medida que transcurría la velada, sus esfuerzos por calmarse se hacían cada vez más difíciles. Medio convencida de que no habría de qué preocuparse, pero incapaz de poner freno a su creciente nerviosismo, _______ se las arregló de todos modos para actuar con razonable soltura entre los invitados de su padre. Hacía ya más de una hora que habían terminado de comer y Parker todavía no había llamado.
Alguien encendió la televisión y varios hombres escuchaban las noticias.
–¡Qué reunión tan agradable! –exclamó la esposa del senador, dirigiéndose a _______. Siguió hablando, pero ella no la escuchaba, atenta a la voz del locutor.
«Otro ciudadano de Chicago ha sido hoy noticia. Se trata de Nicholas Farrell, que esta tarde fue entrevistado para la televisión por Barbara Walters. Entre otras cosas, Farrell aludió a la reciente ola de compras hostiles de empresas. He aquí un extracto de la entrevista...»
Los huéspedes, que habían leído el artículo de Sally Mansfield, dieron por sentado que a _______ le interesaría escuchar las palabras de Farrell. Después de mirarla con curiosidad, fijaron la vista en la pantalla donde aparecía Nick.
«–¿Qué opinión le merece el creciente número de compras hostiles que se están produciendo en el país?
»–Creo que es una tendencia que proseguirá hasta que el gobierno establezca normas para controlarlas –replicó Nick.
»–¿Hay alguien inmune a una fusión forzada con su empresa? Quiero decir, incluso amigos y... hablando con franqueza: ¿es posible que nuestra propia cadena pueda convertirse en su próxima presa?
»–El objeto de un intento de compra se llama blanco –puntualizó Nick con frialdad–. No se llama presa. Sin embargo, si eso la tranquiliza, puedo asegurarle que en este momento Intercorp no tiene puesta la mirada en ABC.»
Todos los presentes se echaron a reír ante la respuesta de Nick. _______ no permitió que se alteraran sus facciones.
«–¿Podríamos hablar ahora un poco acerca de su vida personal? Al parecer, durante los últimos años usted ha vivido tórridas aventuras con varias estrellas de la pantalla, con una princesa y, más recientemente, con una joven griega, heredera de una gran flota mercante. Su nombre es Maria Calvaris. Todos estos amoríos, difundidos ampliamente por los medios de comunicación, ¿han sido realidad o simplemente un invento de periodistas chismosos?
»–Sí.»
_______ volvió a oír las risas de admiración de los huéspedes de su padre, sin duda fascinados por la sangre fría de Nick. Los ojos de la joven reflejaron el resentimiento que le producía comprobar la facilidad con que su ex marido se ganaba la simpatía de todo el mundo.
«–Usted nunca se ha casado y me preguntaba si tiene intenciones de hacerlo algún día...
»–No descarto el matrimonio.»
Su fugaz sonrisa ponía de relieve la impertinencia de la pregunta y _______ apretó los dientes al recordar que aquella sonrisa un día había acelerado los latidos de su corazón.
De repente Nick desapareció de la pantalla, que volvió a ocupar el locutor local. Pero el alivio que experimentó _______ se disipó por culpa del senador, que se volvió hacia ella con amistosa curiosidad.
–Supongo que todos los que estamos aquí hemos leído la columna de Sally Mansfield, _______. ¿Te molestaría explicarnos por qué no te cae bien Farrell?
_______ se las arregló para imitar la sonrisa indiferente de Nick.
–Sí.
Todos rieron, pero ella advirtió que sus rostros estaban iluminados por la curiosidad. Escapó del trance fingiendo interés en arreglar los almohadones del sofá, mientras el senador se dirigía a Philip.
–Stanton Avery ha solicitado el ingreso de Nick Farrell en el club de campo.
Maldiciendo a Nick por haber venido a Chicago, _______ lanzó una mirada de advertencia a su padre, cuyo mal genio se había impuesto a su buen juicio.
–Estoy seguro de que todos nosotros tenemos bastante influencia para impedir la entrada de Farrell en Glenmoor, aun en el caso de que el resto de los socios se muestre favorable a su ingreso.
El juez Northrup le oyó e interrumpió su conversación con otro invitado.
–¿Eso es lo que quieres que hagamos, Philip? ¿Impedir su admisión?
–Exactamente.
–Si estás convencido de que es un indeseable, a mí eso me basta –declaró el juez, y miró a todos los demás.
Lenta pero enfáticamente, los amigos de Philip fueron asintiendo con la cabeza. _______ se dijo que las posibilidades de Nick quedaban reducidas a cero.
–Farrell ha comprado un enorme terreno urbanizable en Southville –comentó el juez a Philip–. Quiere recalificarla para construir allí un gran complejo industrial de tecnología avanzada.
–¿De veras? –inquirió Philip, y _______ supo que, si podía, su padre impediría también aquel proyecto–. ¿A quién conocemos en la comisión de calificación de terrenos en Southville?
–A varios. A Paulson, a...
–¡Por el amor de Dios! –interrumpió _______, con una sonrisa forzada y dirigiendo una mirada de súplica a su padre–. No hay necesidad de desplegar la artillería pesada porque a mí no me gusta Nick Farrell.
–Estoy seguro de que tu padre y tú tenéis excelentes razones para sentir lo que sentís hacia ese hombre.
–Tienes toda la...
–¡De ningún modo! –exclamó _______, tratando de poner fin a la venganza que se estaba fraguando. Con una falsa sonrisa, se dirigió a todos–: La verdad es que Nick Farrell intentó conquistarme hace años, cuando yo tenía dieciocho. Mi padre nunca se lo ha perdonado.
–¡Ahora sé dónde conocí a Farrell! –intervino la señora Foster, mirando a su marido. Luego se volvió hacia _______ y añadió–: ¡Ocurrió años atrás en Glenmoor! Recuerdo haber pensado en lo extraordinariamente atractivo que era ese joven... Y _______, tú fuiste quien nos lo presentó.
Quizá fue obra del destino o una casualidad, pero el senador le ahorró a _______ la respuesta.
–Bien, lamento interrumpir mi fiesta de cumpleaños, pero tengo que tomar un avión hacia Washington...
Media hora más tarde se marchaban los últimos invitados y _______ los estaba despidiendo junto a su padre cuando vio aparecer un automóvil en el camino de entrada.
–¿Quién diablos puede ser? –preguntó Philip, frunciendo el entrecejo cuando los faros los alumbraron a ambos.
_______ se fijó en el vehículo cuando este cruzaba bajo una de las luces del camino de entrada. Era un Mercedes azul pálido.
–¡Es Parker!
–¿A las once de la noche?
_______ tuvo un mal presentimiento, que se incrementó cuando a la luz del porche distinguió el rostro tenso y sombrío de su novio.
–Creí que la fiesta habría terminado ya. Tengo que hablar con vosotros –anunció Parker.
–Parker –empezó a decir _______–, no olvides que mi padre ha estado enfermo...
–No voy a inquietarlo sin necesidad –prometió el banquero, casi empujándolos hacia el interior de la casa–. Pero debe estar al corriente de los hechos para que podamos enfrentarnos a ellos del modo apropiado.
–¡Deja de hablar como si yo no estuviera presente! –le espetó Philip cuando entraban en la biblioteca–. ¿De qué hablas? ¿Qué diablos está ocurriendo?
Parker se detuvo para cerrar la puerta. Luego se dirigió a los dos:
–Creo que deberíais sentaros.
–¡Maldita sea Parker, nada me altera más que me mantengan en vilo...!
–Muy bien. Philip, anoche tuve ocasión de leer la sentencia de divorcio de _______, y vi que contiene varias irregularidades. ¿Te acuerdas de que hace unos ocho años apareció la noticia sobre un abogado de Chicago que aceptaba honorarios de clientes y luego se los embolsaba sin ni siquiera llenar los documentos del caso?
–Sí. ¿Y qué?
–Y hace unos cinco años se produjeron otras historias en torno a un supuesto abogado del South Side, de nombre Joseph Grandola, convicto de más de cincuenta casos de suplantación del cargo. Este hombre se hacía pasar por abogado, se embolsaba los honorarios y sus casos nunca llegaban al tribunal de justicia. –Parker esperó a que se produjera algún comentario, pero Philip se puso rígido y guardó silencio. En vista de ello, Parker prosiguió–: Grandola estudió un año de derecho antes de que la universidad lo expulsara. Unos años después abrió un bufete en un barrio pobre, en el que casi todos sus clientes eran gente poco menos que analfabeta. Durante más de diez años salió adelante con su basura porque solo aceptaba casos en los que el juicio era innecesario y que, además, raramente requerían la presencia de un abogado del bando contrario. Divorcios incontestados, testamentos a redactar y asuntos de ese estilo.
_______ se hundió en el sofá, sintiendo que se le formaba un nudo en el estómago. Aceptaba la evidencia de lo que Parker iba a decirle a Philip, aunque su corazón negaba la veracidad de la historia. La voz de Parker sonó como desde la lejanía:
–Adquirió algunos conocimientos durante su breve paso por la facultad de derecho y conocía lo suficiente la jerga jurídica como para hacerla parecer propia de un alegato judicial. Cuando se le presentaba un cliente pidiéndole un divorcio, primero se aseguraba que la otra parte estaba completamente de acuerdo... o de que se había esfumado. Después le cobraba al incauto todo lo que podía y redactaba la petición. Consciente de que nunca podría hacerse pasar por abogado el tiempo suficiente para que un juez firmara la solicitud, la firmaba él mismo.
–¿Insinúas que ese abogado cuyos servicios contraté hace once años no era abogado? –masculló Philip con voz apenas reconocible.
–Me temo que sí.
–¡No lo creo! –estalló Philip, como si con su ira pudiera ahuyentar la realidad del hecho.
–No hay necesidad de que te arriesgues a sufrir otro infarto, porque eso en nada cambiará las cosas –replicó Parker con tono razonable. _______ se sintió un poco aliviada al observar que su padre trataba de dominar sus emociones.
–Sigue –dijo al cabo de un momento.
–Hoy, después de comprobar que Spyzhalski no es miembro del colegio, envié a un detective a los juzgados. Es un hombre muy discreto que trabaja para nosotros en cuestiones bancarias –dijo para tranquilizar a Philip, quien se había aferrado al respaldo de una silla–. Pasó todo el día y parte de la noche verificando una y otra vez la presunta existencia del acta de divorcio de _______. No está en los archivos.
–¡Mataré al bastardo!
–Si te refieres a Spyzhalski, primero tendrás que averiguar dónde se encuentra. Desapareció. Si te refieres a Farrell –siguió Parker con tono de resignación–, sugiero vehementemente que reconsideres tu actitud.
–¡Una mie/rda! _______ puede resolver este asunto yéndose a Reno o a cualquier otra parte, y obteniendo allí un divorcio rápido y discreto.
–Lo he pensado pero no sirve. –Parker levantó la mano para silenciar la airada reacción de Philip–. Escúchame, porque esta noche he tenido tiempo para pensar detenidamente en el asunto. Aunque _______ actuara como tú sugieres, eso no resolvería el problema jurídico de los derechos de propiedad. Este último aspecto del divorcio tendría que pasar necesariamente por los tribunales de Illinois.
–_______ no tiene por qué informar a Farrell de que hay tal problema.
–Ética y moralmente sería reprobable, pero no basta, ya que también sería impracticable. –Parker exhaló un suspiro de frustración y procedió a dar explicaciones–: El Colegio de Abogados de Estados Unidos ha recibido ya dos denuncias contra ese impostor y el asunto está en manos de las autoridades. Si _______ actuara como tú sugieres y el falso abogado fuera arrestado y confesara... ¿Lo comprendes? Las autoridades le notificarían a Farrell que su divorcio no es legal, aunque es probable que este se enterase antes por la prensa. ¿Tienes idea de la clase de querella que podría entablar contra vosotros? Farrell dejó en tus manos, de buena fe, la responsabilidad de llevar a cabo el divorcio. Tú pecaste de negligencia. Además, durante todos estos años ha corrido el riesgo de bigamia por tu culpa y...
–Parece que lo tienes todo muy claro –lo interrumpió Philip–. ¿Qué sugieres que hagamos?
–Lo que sea necesario con tal de adormecer a la fiera y conseguir que acepte un divorcio rápido y sin complicaciones –replicó Parker con calma inflexible. Luego se volvió hacia _______–: Me temo que serás tú quien tenga que hacer el trabajito.
Durante la discusión, _______ se había mantenido al margen. Las palabras de Parker parecieron sacarla de su estupor.
–¿Por qué hay que calmar a ese hombre?
–Porque las implicaciones económicas son enormes. Te guste o no, Farrell es tu marido legal. Un matrimonio de once años de duración. Eres una joven millonaria, _______, y Farrell, como tu esposo legal, podría querer apoderarse de tu fortuna...
–¡Deja de llamarlo mi marido!
–Lo es –insistió Parker, pero esta vez con tono suave–. Farrell podría negarse a colaborar en el asunto del divorcio. También podría llevarte a los tribunales por negligencia...
–¡Dios mío! –exclamó _______, poniéndose de pie y echando a andar nerviosamente por la habitación–. ¡No puedo creer lo que está ocurriendo! Seguro que estamos exagerando. –Se esforzó por pensar con lógica y plantear el problema como si fuera uno de tantos de los que surgían en su trabajo–. Si lo que he leído es verdad, Nick es mucho más rico que nosotros –dijo por fin.
–Así es –convino Parker, sonriendo para demostrar que aprobaba su capacidad para pensar con calma–. En cuyo caso, tendría mucho más que perder que tú, si se llega a una lucha por los derechos de propiedad.
–Entonces no hay de qué preocuparse –concluyó _______–. Nick querrá liquidar este asunto tanto o más que nosotros, y se alegrará al saber que no quiero nada de él. En realidad, tenemos la sartén por el mango...
–No exactamente –negó Parker–. Como acabo de explicar, tú y tu padre asumisteis la responsabilidad de obtener el divorcio, y como no lo hicisteis, probablemente los abogados de Farrell convencerían a los tribunales de que la culpa es vuestra. En tal caso, el juez podría incluso concederle una indemnización. Por otra parte, a ti te sería muy difícil obtener un solo dólar de él, pues deberías haberte divorciado en aquel momento. Supongo que sus abogados persuadirían al tribunal de que lo hiciste a propósito, con premeditación, para así poder sacarle dinero después.
–Arderá en el infierno antes de sacarnos otro centavo –intervino Philip–. Ya le pagué diez mil dólares a ese bastardo para que desapareciera de nuestras vidas y renunciara al dinero de _______ y al mío.
–¿Cómo se lo pagaste?
–Yo... –Philip palideció–. Hice lo que ese Spyzhalski me indicó que hiciera, nada fuera de lo corriente. Extendí un cheque conjunto, para Farrell y para él.
–Spyzhalski es un timador –dijo Parker con tono irónico–. ¿Crees honestamente que tendría el menor escrúpulo para falsificar el cheque de Farrell y quedarse con el dinero?
–Debería haber matado a Farrell el día que _______ lo trajo aquí.
–¡Cállate! –suplicó _______–. Vas a sufrir otro infarto. Sencillamente nuestro abogado se pondrá en contacto con el abogado de Nick...
–Lo dudo –la interrumpió Parker–. Si quieres que este hombre coopere y que el asunto no trascienda, lo que en mi opinión es nuestro primer objetivo, entonces será mejor que arregles la situación con Farrell.
–¿Qué situación? –preguntó _______, exaltada.
–Sugiero que tu primer paso sea disculparte personalmente por tu observación que apareció en la columna de Sally Mansfield...
_______ recordó el incidente del baile a beneficio de la ópera y se sentó en el sillón que había frente a la chimenea, mirando fijamente las llamas.
–No puedo creerlo –murmuró.
–Estoy empezando a dudar de ti, Parker. ¿Que clase de hombre eres para sugerir que _______ le pida disculpas a ese cretino? ¡Yo me las veré con él! –vociferó Philip.
–Soy un hombre pragmático y civilizado, eso es lo que soy –replicó Parker, dirigiéndose a _______ y poniéndole una mano sobre un hombro–. Y tú eres un hombre volátil, razón por la cual no hay persona menos indicada en el mundo que tú para tratar con Farrell. Además, confío en _______. Escucha, ella me ha contado su historia con Farrell. Él se casó con tu hija porque estaba embarazada. Lo que hizo cuando _______ perdió al niño fue cruel, pero también práctico y quizá más benévolo que arrastrar un matrimonio condenado desde el principio...
–¡Benévolo! –escupió Philip–. Él tenía veintitrés años y era un cazador de dotes que sedujo a una heredera de dieciocho, la dejó embarazada y después, benévolamente, consintió en casarse con ella...
–¡No sigas! –rogó _______–. Parker tiene razón. Y sabes muy bien que Nick no me sedujo. Te conté lo que ocurrió y la razón de que ocurriera. –Con gran dificultad, recuperó el control–. Todo esto no tiene nada que ver con el asunto al que nos enfrentamos. Hablaré con Nick cuando haya decidido la mejor manera de hacerlo.
–He aquí mi chica –dijo Parker. Miró a Philip e ignoró su gesto de rabia–. Lo que _______ tiene que hacer, es encontrarse con él civilizadamente, explicarle el problema y sugerirle que se divorcien sin pretensiones económicas por una u otra parte. –Con una sonrisa irónica, estudió el rostro pálido de _______–. Te has enfrentado con problemas más difíciles que este y con tipos más duros que Farrell. ¿No es cierto, querida?
_______ vio el orgullo reflejado en el rostro de Parker, vio su gesto de aliento y le lanzó una mirada de irremediable consternación.
–No –repuso.
–¡Claro que sí! –insistió Parker–. Mañana por la noche todo este lío será un recuerdo si consigues que te reciba enseguida...
–¡Que me reciba! –estalló _______–. ¿Por qué no puedo hablarle sencillamente por teléfono?
–¿Intentarás resolver por teléfono una situación difícil y de vital importancia para los intereses de Bancroft & Company?
–No, claro que no –contestó _______.
Parker se marchó minutos después y _______ se quedó en la biblioteca con su padre. Ambos permanecieron en silencio durante largo rato, mirando al vacío.
Por fin, Philip dijo:
–Supongo que me echas la culpa...
Sacudiéndose la autocompasión que sentía, _______ miro a su padre. Estaba pálido y su aspecto era el de un hombre derrotado.
–Claro que no –le contestó apaciblemente–. Solo querías protegerme, y por eso contrataste los servicios de un ahogado que no nos conocía.
–Yo mismo llamaré a Farrell mañana por la mañana.
–No, eso no –replicó _______, sin perder la compostura pero con firmeza–. En eso Parker tiene razón. La sola mención del nombre de Nick te pone furioso y a la defensiva. Si intentaras hablar con él perderías la paciencia en menos de diez segundos y terminarías por sufrir otro infarto. Será mejor que ahora te acuestes y trates de dormir un poco. –_______ se puso de pie, dispuesta a marcharse–. Te veré mañana en el trabajo. Verás cómo de día todo este asunto nos parecerá... Bueno... menos amenazador. Además –añadió, logrando esbozar una sonrisa animosa–, ya no tengo dieciocho años ni me asusta la idea de enfrentarme a Nicholas Farrell. En realidad –mintió–, me excita la idea de ganarle la partida.
Philip parecía estar pensando desesperadamente en una solución alternativa y, como no la encontraba, se ponía más nervioso.
Ella le dedicó un alegre gesto de despedida y bajó a toda prisa los escalones de la puerta de entrada. Tenía el coche aparcado en el camino. Subió al frío vehículo y cerró la portezuela. Después apoyó la cabeza en el volante y cerró los ojos.
–Dios mío –murmuró, aterrada ante la idea de enfrentarse con aquel demonio surgido de su pasado.
A medida que transcurría la velada, sus esfuerzos por calmarse se hacían cada vez más difíciles. Medio convencida de que no habría de qué preocuparse, pero incapaz de poner freno a su creciente nerviosismo, _______ se las arregló de todos modos para actuar con razonable soltura entre los invitados de su padre. Hacía ya más de una hora que habían terminado de comer y Parker todavía no había llamado.
Alguien encendió la televisión y varios hombres escuchaban las noticias.
–¡Qué reunión tan agradable! –exclamó la esposa del senador, dirigiéndose a _______. Siguió hablando, pero ella no la escuchaba, atenta a la voz del locutor.
«Otro ciudadano de Chicago ha sido hoy noticia. Se trata de Nicholas Farrell, que esta tarde fue entrevistado para la televisión por Barbara Walters. Entre otras cosas, Farrell aludió a la reciente ola de compras hostiles de empresas. He aquí un extracto de la entrevista...»
Los huéspedes, que habían leído el artículo de Sally Mansfield, dieron por sentado que a _______ le interesaría escuchar las palabras de Farrell. Después de mirarla con curiosidad, fijaron la vista en la pantalla donde aparecía Nick.
«–¿Qué opinión le merece el creciente número de compras hostiles que se están produciendo en el país?
»–Creo que es una tendencia que proseguirá hasta que el gobierno establezca normas para controlarlas –replicó Nick.
»–¿Hay alguien inmune a una fusión forzada con su empresa? Quiero decir, incluso amigos y... hablando con franqueza: ¿es posible que nuestra propia cadena pueda convertirse en su próxima presa?
»–El objeto de un intento de compra se llama blanco –puntualizó Nick con frialdad–. No se llama presa. Sin embargo, si eso la tranquiliza, puedo asegurarle que en este momento Intercorp no tiene puesta la mirada en ABC.»
Todos los presentes se echaron a reír ante la respuesta de Nick. _______ no permitió que se alteraran sus facciones.
«–¿Podríamos hablar ahora un poco acerca de su vida personal? Al parecer, durante los últimos años usted ha vivido tórridas aventuras con varias estrellas de la pantalla, con una princesa y, más recientemente, con una joven griega, heredera de una gran flota mercante. Su nombre es Maria Calvaris. Todos estos amoríos, difundidos ampliamente por los medios de comunicación, ¿han sido realidad o simplemente un invento de periodistas chismosos?
»–Sí.»
_______ volvió a oír las risas de admiración de los huéspedes de su padre, sin duda fascinados por la sangre fría de Nick. Los ojos de la joven reflejaron el resentimiento que le producía comprobar la facilidad con que su ex marido se ganaba la simpatía de todo el mundo.
«–Usted nunca se ha casado y me preguntaba si tiene intenciones de hacerlo algún día...
»–No descarto el matrimonio.»
Su fugaz sonrisa ponía de relieve la impertinencia de la pregunta y _______ apretó los dientes al recordar que aquella sonrisa un día había acelerado los latidos de su corazón.
De repente Nick desapareció de la pantalla, que volvió a ocupar el locutor local. Pero el alivio que experimentó _______ se disipó por culpa del senador, que se volvió hacia ella con amistosa curiosidad.
–Supongo que todos los que estamos aquí hemos leído la columna de Sally Mansfield, _______. ¿Te molestaría explicarnos por qué no te cae bien Farrell?
_______ se las arregló para imitar la sonrisa indiferente de Nick.
–Sí.
Todos rieron, pero ella advirtió que sus rostros estaban iluminados por la curiosidad. Escapó del trance fingiendo interés en arreglar los almohadones del sofá, mientras el senador se dirigía a Philip.
–Stanton Avery ha solicitado el ingreso de Nick Farrell en el club de campo.
Maldiciendo a Nick por haber venido a Chicago, _______ lanzó una mirada de advertencia a su padre, cuyo mal genio se había impuesto a su buen juicio.
–Estoy seguro de que todos nosotros tenemos bastante influencia para impedir la entrada de Farrell en Glenmoor, aun en el caso de que el resto de los socios se muestre favorable a su ingreso.
El juez Northrup le oyó e interrumpió su conversación con otro invitado.
–¿Eso es lo que quieres que hagamos, Philip? ¿Impedir su admisión?
–Exactamente.
–Si estás convencido de que es un indeseable, a mí eso me basta –declaró el juez, y miró a todos los demás.
Lenta pero enfáticamente, los amigos de Philip fueron asintiendo con la cabeza. _______ se dijo que las posibilidades de Nick quedaban reducidas a cero.
–Farrell ha comprado un enorme terreno urbanizable en Southville –comentó el juez a Philip–. Quiere recalificarla para construir allí un gran complejo industrial de tecnología avanzada.
–¿De veras? –inquirió Philip, y _______ supo que, si podía, su padre impediría también aquel proyecto–. ¿A quién conocemos en la comisión de calificación de terrenos en Southville?
–A varios. A Paulson, a...
–¡Por el amor de Dios! –interrumpió _______, con una sonrisa forzada y dirigiendo una mirada de súplica a su padre–. No hay necesidad de desplegar la artillería pesada porque a mí no me gusta Nick Farrell.
–Estoy seguro de que tu padre y tú tenéis excelentes razones para sentir lo que sentís hacia ese hombre.
–Tienes toda la...
–¡De ningún modo! –exclamó _______, tratando de poner fin a la venganza que se estaba fraguando. Con una falsa sonrisa, se dirigió a todos–: La verdad es que Nick Farrell intentó conquistarme hace años, cuando yo tenía dieciocho. Mi padre nunca se lo ha perdonado.
–¡Ahora sé dónde conocí a Farrell! –intervino la señora Foster, mirando a su marido. Luego se volvió hacia _______ y añadió–: ¡Ocurrió años atrás en Glenmoor! Recuerdo haber pensado en lo extraordinariamente atractivo que era ese joven... Y _______, tú fuiste quien nos lo presentó.
Quizá fue obra del destino o una casualidad, pero el senador le ahorró a _______ la respuesta.
–Bien, lamento interrumpir mi fiesta de cumpleaños, pero tengo que tomar un avión hacia Washington...
Media hora más tarde se marchaban los últimos invitados y _______ los estaba despidiendo junto a su padre cuando vio aparecer un automóvil en el camino de entrada.
–¿Quién diablos puede ser? –preguntó Philip, frunciendo el entrecejo cuando los faros los alumbraron a ambos.
_______ se fijó en el vehículo cuando este cruzaba bajo una de las luces del camino de entrada. Era un Mercedes azul pálido.
–¡Es Parker!
–¿A las once de la noche?
_______ tuvo un mal presentimiento, que se incrementó cuando a la luz del porche distinguió el rostro tenso y sombrío de su novio.
–Creí que la fiesta habría terminado ya. Tengo que hablar con vosotros –anunció Parker.
–Parker –empezó a decir _______–, no olvides que mi padre ha estado enfermo...
–No voy a inquietarlo sin necesidad –prometió el banquero, casi empujándolos hacia el interior de la casa–. Pero debe estar al corriente de los hechos para que podamos enfrentarnos a ellos del modo apropiado.
–¡Deja de hablar como si yo no estuviera presente! –le espetó Philip cuando entraban en la biblioteca–. ¿De qué hablas? ¿Qué diablos está ocurriendo?
Parker se detuvo para cerrar la puerta. Luego se dirigió a los dos:
–Creo que deberíais sentaros.
–¡Maldita sea Parker, nada me altera más que me mantengan en vilo...!
–Muy bien. Philip, anoche tuve ocasión de leer la sentencia de divorcio de _______, y vi que contiene varias irregularidades. ¿Te acuerdas de que hace unos ocho años apareció la noticia sobre un abogado de Chicago que aceptaba honorarios de clientes y luego se los embolsaba sin ni siquiera llenar los documentos del caso?
–Sí. ¿Y qué?
–Y hace unos cinco años se produjeron otras historias en torno a un supuesto abogado del South Side, de nombre Joseph Grandola, convicto de más de cincuenta casos de suplantación del cargo. Este hombre se hacía pasar por abogado, se embolsaba los honorarios y sus casos nunca llegaban al tribunal de justicia. –Parker esperó a que se produjera algún comentario, pero Philip se puso rígido y guardó silencio. En vista de ello, Parker prosiguió–: Grandola estudió un año de derecho antes de que la universidad lo expulsara. Unos años después abrió un bufete en un barrio pobre, en el que casi todos sus clientes eran gente poco menos que analfabeta. Durante más de diez años salió adelante con su basura porque solo aceptaba casos en los que el juicio era innecesario y que, además, raramente requerían la presencia de un abogado del bando contrario. Divorcios incontestados, testamentos a redactar y asuntos de ese estilo.
_______ se hundió en el sofá, sintiendo que se le formaba un nudo en el estómago. Aceptaba la evidencia de lo que Parker iba a decirle a Philip, aunque su corazón negaba la veracidad de la historia. La voz de Parker sonó como desde la lejanía:
–Adquirió algunos conocimientos durante su breve paso por la facultad de derecho y conocía lo suficiente la jerga jurídica como para hacerla parecer propia de un alegato judicial. Cuando se le presentaba un cliente pidiéndole un divorcio, primero se aseguraba que la otra parte estaba completamente de acuerdo... o de que se había esfumado. Después le cobraba al incauto todo lo que podía y redactaba la petición. Consciente de que nunca podría hacerse pasar por abogado el tiempo suficiente para que un juez firmara la solicitud, la firmaba él mismo.
–¿Insinúas que ese abogado cuyos servicios contraté hace once años no era abogado? –masculló Philip con voz apenas reconocible.
–Me temo que sí.
–¡No lo creo! –estalló Philip, como si con su ira pudiera ahuyentar la realidad del hecho.
–No hay necesidad de que te arriesgues a sufrir otro infarto, porque eso en nada cambiará las cosas –replicó Parker con tono razonable. _______ se sintió un poco aliviada al observar que su padre trataba de dominar sus emociones.
–Sigue –dijo al cabo de un momento.
–Hoy, después de comprobar que Spyzhalski no es miembro del colegio, envié a un detective a los juzgados. Es un hombre muy discreto que trabaja para nosotros en cuestiones bancarias –dijo para tranquilizar a Philip, quien se había aferrado al respaldo de una silla–. Pasó todo el día y parte de la noche verificando una y otra vez la presunta existencia del acta de divorcio de _______. No está en los archivos.
–¡Mataré al bastardo!
–Si te refieres a Spyzhalski, primero tendrás que averiguar dónde se encuentra. Desapareció. Si te refieres a Farrell –siguió Parker con tono de resignación–, sugiero vehementemente que reconsideres tu actitud.
–¡Una mie/rda! _______ puede resolver este asunto yéndose a Reno o a cualquier otra parte, y obteniendo allí un divorcio rápido y discreto.
–Lo he pensado pero no sirve. –Parker levantó la mano para silenciar la airada reacción de Philip–. Escúchame, porque esta noche he tenido tiempo para pensar detenidamente en el asunto. Aunque _______ actuara como tú sugieres, eso no resolvería el problema jurídico de los derechos de propiedad. Este último aspecto del divorcio tendría que pasar necesariamente por los tribunales de Illinois.
–_______ no tiene por qué informar a Farrell de que hay tal problema.
–Ética y moralmente sería reprobable, pero no basta, ya que también sería impracticable. –Parker exhaló un suspiro de frustración y procedió a dar explicaciones–: El Colegio de Abogados de Estados Unidos ha recibido ya dos denuncias contra ese impostor y el asunto está en manos de las autoridades. Si _______ actuara como tú sugieres y el falso abogado fuera arrestado y confesara... ¿Lo comprendes? Las autoridades le notificarían a Farrell que su divorcio no es legal, aunque es probable que este se enterase antes por la prensa. ¿Tienes idea de la clase de querella que podría entablar contra vosotros? Farrell dejó en tus manos, de buena fe, la responsabilidad de llevar a cabo el divorcio. Tú pecaste de negligencia. Además, durante todos estos años ha corrido el riesgo de bigamia por tu culpa y...
–Parece que lo tienes todo muy claro –lo interrumpió Philip–. ¿Qué sugieres que hagamos?
–Lo que sea necesario con tal de adormecer a la fiera y conseguir que acepte un divorcio rápido y sin complicaciones –replicó Parker con calma inflexible. Luego se volvió hacia _______–: Me temo que serás tú quien tenga que hacer el trabajito.
Durante la discusión, _______ se había mantenido al margen. Las palabras de Parker parecieron sacarla de su estupor.
–¿Por qué hay que calmar a ese hombre?
–Porque las implicaciones económicas son enormes. Te guste o no, Farrell es tu marido legal. Un matrimonio de once años de duración. Eres una joven millonaria, _______, y Farrell, como tu esposo legal, podría querer apoderarse de tu fortuna...
–¡Deja de llamarlo mi marido!
–Lo es –insistió Parker, pero esta vez con tono suave–. Farrell podría negarse a colaborar en el asunto del divorcio. También podría llevarte a los tribunales por negligencia...
–¡Dios mío! –exclamó _______, poniéndose de pie y echando a andar nerviosamente por la habitación–. ¡No puedo creer lo que está ocurriendo! Seguro que estamos exagerando. –Se esforzó por pensar con lógica y plantear el problema como si fuera uno de tantos de los que surgían en su trabajo–. Si lo que he leído es verdad, Nick es mucho más rico que nosotros –dijo por fin.
–Así es –convino Parker, sonriendo para demostrar que aprobaba su capacidad para pensar con calma–. En cuyo caso, tendría mucho más que perder que tú, si se llega a una lucha por los derechos de propiedad.
–Entonces no hay de qué preocuparse –concluyó _______–. Nick querrá liquidar este asunto tanto o más que nosotros, y se alegrará al saber que no quiero nada de él. En realidad, tenemos la sartén por el mango...
–No exactamente –negó Parker–. Como acabo de explicar, tú y tu padre asumisteis la responsabilidad de obtener el divorcio, y como no lo hicisteis, probablemente los abogados de Farrell convencerían a los tribunales de que la culpa es vuestra. En tal caso, el juez podría incluso concederle una indemnización. Por otra parte, a ti te sería muy difícil obtener un solo dólar de él, pues deberías haberte divorciado en aquel momento. Supongo que sus abogados persuadirían al tribunal de que lo hiciste a propósito, con premeditación, para así poder sacarle dinero después.
–Arderá en el infierno antes de sacarnos otro centavo –intervino Philip–. Ya le pagué diez mil dólares a ese bastardo para que desapareciera de nuestras vidas y renunciara al dinero de _______ y al mío.
–¿Cómo se lo pagaste?
–Yo... –Philip palideció–. Hice lo que ese Spyzhalski me indicó que hiciera, nada fuera de lo corriente. Extendí un cheque conjunto, para Farrell y para él.
–Spyzhalski es un timador –dijo Parker con tono irónico–. ¿Crees honestamente que tendría el menor escrúpulo para falsificar el cheque de Farrell y quedarse con el dinero?
–Debería haber matado a Farrell el día que _______ lo trajo aquí.
–¡Cállate! –suplicó _______–. Vas a sufrir otro infarto. Sencillamente nuestro abogado se pondrá en contacto con el abogado de Nick...
–Lo dudo –la interrumpió Parker–. Si quieres que este hombre coopere y que el asunto no trascienda, lo que en mi opinión es nuestro primer objetivo, entonces será mejor que arregles la situación con Farrell.
–¿Qué situación? –preguntó _______, exaltada.
–Sugiero que tu primer paso sea disculparte personalmente por tu observación que apareció en la columna de Sally Mansfield...
_______ recordó el incidente del baile a beneficio de la ópera y se sentó en el sillón que había frente a la chimenea, mirando fijamente las llamas.
–No puedo creerlo –murmuró.
–Estoy empezando a dudar de ti, Parker. ¿Que clase de hombre eres para sugerir que _______ le pida disculpas a ese cretino? ¡Yo me las veré con él! –vociferó Philip.
–Soy un hombre pragmático y civilizado, eso es lo que soy –replicó Parker, dirigiéndose a _______ y poniéndole una mano sobre un hombro–. Y tú eres un hombre volátil, razón por la cual no hay persona menos indicada en el mundo que tú para tratar con Farrell. Además, confío en _______. Escucha, ella me ha contado su historia con Farrell. Él se casó con tu hija porque estaba embarazada. Lo que hizo cuando _______ perdió al niño fue cruel, pero también práctico y quizá más benévolo que arrastrar un matrimonio condenado desde el principio...
–¡Benévolo! –escupió Philip–. Él tenía veintitrés años y era un cazador de dotes que sedujo a una heredera de dieciocho, la dejó embarazada y después, benévolamente, consintió en casarse con ella...
–¡No sigas! –rogó _______–. Parker tiene razón. Y sabes muy bien que Nick no me sedujo. Te conté lo que ocurrió y la razón de que ocurriera. –Con gran dificultad, recuperó el control–. Todo esto no tiene nada que ver con el asunto al que nos enfrentamos. Hablaré con Nick cuando haya decidido la mejor manera de hacerlo.
–He aquí mi chica –dijo Parker. Miró a Philip e ignoró su gesto de rabia–. Lo que _______ tiene que hacer, es encontrarse con él civilizadamente, explicarle el problema y sugerirle que se divorcien sin pretensiones económicas por una u otra parte. –Con una sonrisa irónica, estudió el rostro pálido de _______–. Te has enfrentado con problemas más difíciles que este y con tipos más duros que Farrell. ¿No es cierto, querida?
_______ vio el orgullo reflejado en el rostro de Parker, vio su gesto de aliento y le lanzó una mirada de irremediable consternación.
–No –repuso.
–¡Claro que sí! –insistió Parker–. Mañana por la noche todo este lío será un recuerdo si consigues que te reciba enseguida...
–¡Que me reciba! –estalló _______–. ¿Por qué no puedo hablarle sencillamente por teléfono?
–¿Intentarás resolver por teléfono una situación difícil y de vital importancia para los intereses de Bancroft & Company?
–No, claro que no –contestó _______.
Parker se marchó minutos después y _______ se quedó en la biblioteca con su padre. Ambos permanecieron en silencio durante largo rato, mirando al vacío.
Por fin, Philip dijo:
–Supongo que me echas la culpa...
Sacudiéndose la autocompasión que sentía, _______ miro a su padre. Estaba pálido y su aspecto era el de un hombre derrotado.
–Claro que no –le contestó apaciblemente–. Solo querías protegerme, y por eso contrataste los servicios de un ahogado que no nos conocía.
–Yo mismo llamaré a Farrell mañana por la mañana.
–No, eso no –replicó _______, sin perder la compostura pero con firmeza–. En eso Parker tiene razón. La sola mención del nombre de Nick te pone furioso y a la defensiva. Si intentaras hablar con él perderías la paciencia en menos de diez segundos y terminarías por sufrir otro infarto. Será mejor que ahora te acuestes y trates de dormir un poco. –_______ se puso de pie, dispuesta a marcharse–. Te veré mañana en el trabajo. Verás cómo de día todo este asunto nos parecerá... Bueno... menos amenazador. Además –añadió, logrando esbozar una sonrisa animosa–, ya no tengo dieciocho años ni me asusta la idea de enfrentarme a Nicholas Farrell. En realidad –mintió–, me excita la idea de ganarle la partida.
Philip parecía estar pensando desesperadamente en una solución alternativa y, como no la encontraba, se ponía más nervioso.
Ella le dedicó un alegre gesto de despedida y bajó a toda prisa los escalones de la puerta de entrada. Tenía el coche aparcado en el camino. Subió al frío vehículo y cerró la portezuela. Después apoyó la cabeza en el volante y cerró los ojos.
–Dios mío –murmuró, aterrada ante la idea de enfrentarse con aquel demonio surgido de su pasado.
anasmile
Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
25
–Buenos días –dijo Phyllis alegremente, disponiéndose a seguir a _______ a su despacho.
–Podría ponerle un montón de adjetivos a esta mañana –le replicó _______ mientras colgaba el abrigo en el armario–, pero no el de buena. –Intentando aplazar el momento de su llamada a Nick, añadió–: ¿Hay mensajes telefónicos?
Phyllis respondió con un gesto de asentimiento.
–El señor Sanborn, de personal, ha llamado para pedir que le devolvieras el formulario de tu póliza de seguro puesto al día. Dice que lo necesita con urgencia. –Le tendió el documento y se quedó a la espera.
Suspirando, _______ se sentó a su escritorio, cogió el bolígrafo y, después de escribir su nombre y dirección, se sintió confusa ante la siguiente cuestión del formulario: «Estado civil: soltera, casada, viuda (tache la casilla correspondiente)». Presa de histerismo, estuvo a punto de reír al fijar la mirada en la segunda opción. Estaba casada. Durante once años había estado casada con Nick Farrell.
–¿Te sientes bien? –le preguntó solícitamente Phyllis al observar que su joven jefa y amiga apoyaba la frente sobre una mano y miraba el formulario como hipnotizada.
_______ miró a su secretaria.
–¿Qué pueden hacerle a uno por mentir en el formulario de una póliza de seguros?
–Supongo que, en caso de muerte, podrían negarse a pagarle a tu heredero legal.
–Está bien –dijo _______ con sarcasmo, y tachó la casilla «soltera». Ignorando el gesto de preocupación de Phyllis, terminó de rellenar el formulario y se lo entregó.
–Por favor, cierra la puerta al salir y durante unos minutos no me pases llamadas.
Cuando la secretaria la dejó a solas, _______ cogió la guía telefónica, y tras encontrar el número de Haskell Electronics, lo garabateó en su bloc de notas. Dejó la guía en su sitio y miró fijamente el teléfono. Sabía que el temido momento, el momento en que no había dejado de pensar durante toda la noche, había llegado. Cerró los ojos por un instante, para mentalizarse. En realidad, lo que hizo fue ensayar su plan una vez más. Si Nick estaba enojado por lo que ella le había dicho la noche del baile de la ópera –y seguramente lo estaría–, le pediría disculpas con sencilla dignidad. Enseguida le pediría que se vieran por un asunto importante y urgente. Ese era su plan. Lentamente tendió una mano temblorosa hacia el teléfono...
Por tercera vez en una hora sonó el intercomunicador del escritorio de Nick, interrumpiendo un debate acalorado entre sus ejecutivos. Contrariado por tantas interrupciones, Nick miró a sus hombres y, al apretar el botón del intercomunicador, explicó:
–La hermana de la señorita Stern está enferma y ella ha tenido que viajar a la costa. Sigan hablando. –Por el intercomunicador le gritó a la secretaria que sustituía a la señorita Stern–: ¡Le dije que no me pasara llamadas!
–Sí, señor. Lo sé... –se oyó decir a Joanna Simmons–, pero la señorita Bancroft dijo que se trataba de algo de suma importancia e insistió en que le interrumpiera.
–Reciba usted el mensaje –replicó Nick. Se disponía a seguir con la reunión cuando preguntó bruscamente–: ¿Quién ha dicho que me llama?
–_______ Bancroft –contestó la secretaria, pronunciando el nombre con cierto énfasis. Por su tono, era evidente que también ella había leído en la columna de Sally Mansfield lo ocurrido entre _______ y Nick. No era la única. En torno a Nick se produjo un silencio sepulcral que, no obstante, se vio interrumpido al cabo de un momento, cuando reiniciaron la discusión, ahora mas viva que antes.
–Estoy en mitad de una reunión –repuso Nick, tajante–. Dígale que vuelva a llamar dentro de quince minutos. –Era consciente de que las reglas de la cortesía exigían que fuera él quien llamara a _______, pero le importaba un bledo. No tenían nada que decirse. Esforzándose por concentrarse en el trabajo, lanzó una mirada a Tom Anderson y prosiguió la conversación interrumpida por la llamada de _______–. No habrá problema alguno en Southville. Tenemos un contacto en la comisión y nos ha asegurado que el condado y la ciudad están ansiosos por que instalemos una fábrica en el lugar anunciado. Tendremos la aprobación definitiva el miércoles, fecha en que se reúnen para votar...
Diez minutos después, Nick hizo salir a los hombres del despacho y volvió a sentarse ante su escritorio. Al cabo de media hora _______ seguía sin llamar. Nick se reclinó en el sillón de piel y le lanzó una mirada furiosa al teléfono. Su hostilidad iba en aumento con cada instante que pasaba. Muy propio de _______, pensó; lo llamaba después de más de diez años de silencio, insistía en que su secretaria lo interrumpiera en una reunión y, como él no la había atendido de inmediato, ahora lo hacía esperar. Aquella mujer había nacido con un sentido exagerado de su propia importancia y había sido educada en la creencia de que era mejor que cualquier otro ser humano...
Tamborileando con los dedos sobre la mesa, _______ se acomodó en el sillón, observando con ira el reloj, esperando deliberadamente que transcurrieran cuarenta y cinco minutos antes de llamar de nuevo. ¡Muy propio de aquel cretino arrogante hacer que ella volviera a llamar!, pensó enojada. Era obvio que en el caso de Nick Farrell la riqueza no había ido acompañada de los buenos modales, porque de lo contrario él debería haber llamado, dado que ella había tomado la iniciativa. Naturalmente, los buenos modales nunca significarían nada para aquel hombre. Bastaría con rascar un poco en la personalidad de Nick para descubrir un tipo rudo y ambicioso... De pronto _______ trató de reprimir su resentimiento, consciente de que no haría más que obstaculizar el entendimiento entre ambos. Además, se recordó de nuevo, era injusto echarle a él la culpa de todo lo sucedido años atrás. La noche en que se conocieron, ella no había sido, ni muchos menos, un espectador pasivo de su encuentro amoroso en la cama. Por otro lado, no había hecho nada para evitar la posibilidad del embarazo. Y cuando este se confirmó, Nick se ofreció decentemente a casarse con ella. Más tarde, ella se convenció de que la amaba, pero lo cierto era que Nick nunca se lo había dicho. En realidad, nunca la había engañado en el sentido literal de la palabra. Resultaba est/úpido e infantil censurarlo por no haberse mostrado a la altura de lo que ella, en su ingenuidad, esperaba. Era tan absurdo e inútil como su ataque en el baile a beneficio de la ópera. Mucho más calmada, se tragó su orgullo y prometió mantener la compostura. El reloj marcaba las 10.45, y entonces _______ cogió el teléfono.
Nick dio un respingo cuando oyó el intercomunicador.
–Lo llama la señorita Bancroft –informó Joanna.
El se apresuró a responder.
–¿_______? –dijo con voz impaciente y seca–. ¡Qué sorpresa tan inesperada!
_______ advirtió que él no había dicho «inesperado placer». También notó que su voz era más profunda y grave de lo que ella recordaba.
–¿_______? –El tono irritado de Nick sacó a la joven de sus nerviosas cavilaciones–. Si me has llamado para soplarme en el oído, me siento halagado pero un tanto confuso. ¿Qué esperas que haga ahora?
–Veo que aún eres tan presumido y tienes tan malos modales como...
–¡Ah! Me has llamado para criticar mis modales –concluyó Nick.
_______ se recordó con severidad que su objetivo era aplacarlo y no todo lo contrario. Conteniendo su genio, dijo con sinceridad:
–En realidad te llamo porque quisiera... enterrar el hacha.
–¿En qué parte de mi cuerpo?
El comentario se acercaba tanto a la verdad que _______ no pudo contener la risa. Al oírla, Nick, recordó de pronto cuánto le gustaba en el pasado esa risa y aquel sentido del humor. Apretó los dientes y dijo con acritud:
–¿Qué quieres de mí, _______?
–Verás, necesito hablar contigo personalmente.
–La semana pasada me volviste la espalda ante quinientas personas –le recordó con voz gélida–. ¿Cómo es que de pronto has cambiado de idea?
–Ha ocurrido algo y tenemos que hablar con calma y como personas maduras –le contestó ella, tratando de no dar detalles por teléfono–. Se trata... de nosotros...
–No hay un «nosotros» –interrumpió Nick con tono implacable–. Y por lo sucedido en la fiesta deduzco que hablar con calma es algo que está más allá de tu alcance.
_______ estuvo a punto de estropearlo todo con una respuesta airada, pero finalmente logró controlarse. No quería la guerra sino la paz. Era una mujer de negocios y había aprendido a tratar airosamente con hombres tercos. Nick se mostraba difícil y, por lo tanto, había que conducirlo por otro camino, instalarlo en otro marco de referencia. Eso no se conseguiría discutiendo con él.
–No tenía idea de que Sally Mansfield anduviera por allí cuando me comporté contigo como lo hice –le explicó con tacto–. Te pido disculpas por lo que dije y, sobre todo, por haberlo dicho delante de ella.
–Estoy impresionado –replicó Nick con tono de burla–. Es obvio que has estudiado diplomacia.
_______ le hizo una mueca al auricular, pero se abstuvo de levantar la voz.
–Nick, intento establecer una tregua. ¿No puedes cooperar un poco conmigo?
Nick se sobresaltó al oír su nombre en boca de _______ y vaciló unos segundos. Por fin contestó con brusquedad:
–Dentro de una hora tengo que salir hacia Nueva York. No regresaré hasta el lunes por la noche.
_______ esbozó una sonrisa triunfal.
–El jueves es el día de Acción de Gracias. ¿Podríamos vernos antes, por ejemplo el martes? ¿O acaso ese día es imposible para ti?
Nick consultó su agenda y vio que aquella semana estaba llena de citas y reuniones. Estaría horriblemente ocupado. No obstante, dijo:
–El martes está bien. ¿Por qué no pasas por mi oficina a las doce menos cuarto?
–Perfecto –aceptó _______ enseguida, más aliviada que decepcionada por los cinco días de espera.
–Por cierto –añadió Nick–, ¿tu padre sabe que vamos a vernos?
El tono corrosivo de sus palabras dio a entender a _______ que no había disminuido la hostilidad que Nick Farrell sentía hacia Philip.
–Lo sabe.
–Entonces me sorprende que no te haya encerrado bajo llave y te haya encadenado para impedir nuestra entrevista. Debe de estar ablandándose.
–No es que se haya ablandado, sino que ha envejecido y ha estado muy enfermo. –Sabía que la animosidad de Nick hacia su padre aumentaría en cuanto descubriera que Philip había contratado, aunque involuntariamente, los servicios de un falso abogado, y que por lo tanto la disolución del matrimonio no era legal. _______ trató de amortiguar de antemano la ira de Nick–. Puede morir en cualquier momento –añadió.
–Cuando lo haga –le replicó Nick con sarcasmo–, espero por el amor de Dios que alguien tenga la presencia de ánimo necesaria para clavarle una estaca en el corazón. ¡alksjdhfdjs YO LO HAGO Pero si te casas conmigo .-.!
_______ sofocó una risita de horror ante la broma de Nick y se despidió cortésmente de él. Pero en cuanto colgó dejó de reír. Se reclinó en el sillón y meditó. Nick había insinuado que su padre era un vampiro, y hubo un tiempo en que ella sintió que realmente Philip le consumía la vida. En el mejor de los casos, su padre le había arrebatado gran parte del gozo de la juventud.
26
El martes de la semana siguiente, día de la cita, _______ se las había arreglado para convencerse de que entre ella y Nick podía producirse un encuentro cortés e impersonal, en el que conseguiría persuadirlo de que un divorcio rápido y sin complicaciones era lo mejor para ambas partes.
Se miró al espejo del cuarto de baño privado adyacente a su despacho. Se retocó los labios y se soltó la larga cabellera, que le cubrió los hombros. Luego dio un paso atrás para estudiar el efecto del discretamente estampado suéter de lana negra con cuello alto y la falda del mismo color. Una reluciente gargantilla de oro destacaba sobre el conjunto negro. En la muñeca lucía una pulsera haciendo juego.
El orgullo y el sentido común le exigían la máxima elegancia. Nick salía con estrellas de cine y con atractivas y encantadoras modelos. Pensaba que podría manipularlo mejor si irradiaba confianza. Satisfecha de su aspecto, metió en la cartera los elementos de maquillaje, se puso el abrigo y los guantes y al salir decidió que tomaría un taxi para ir al despacho de Nick, con lo que se ahorraría la lucha contra el tráfico, además del problema del estacionamiento, sobre todo teniendo en cuenta que era un día lluvioso.
Una vez en el taxi, miró por la ventanilla y observó a los peatones cruzar presurosos la avenida Michigan, unos cubriéndose con paraguas, otros con periódicos. La lluvia martilleaba el techo del vehículo y ella se acurrucó entre los pliegues del lujoso abrigo de piel que su padre le había regalado cuando cumplió veinticinco años. _______ había estado planeando su estrategia durante los últimos cinco días y ensayó numerosas veces lo que iba a decirle a Nick y cómo iba a hacerlo. Se mostraría tranquila y hablaría con tacto, profesionalmente. Así actuaría. No se rebajaría a criticarlo por sus actitudes pasadas. Por una parte, él carecía de conciencia; por otra, ella se negaba a darle la satisfacción de mostrar lo mal que se había sentido a causa de su traición. Se recordó que no le haría ninguna recriminación. Tranquila, con tacto, profesional... De esta forma marcaría la pauta y confiaba en que le ofrecería un ejemplo a seguir. Tampoco le plantearía de golpe el problema que la llevaba allí; se lo diría poco a poco.
Sintió que le temblaban las manos y las hundió en los bolsillos del abrigo. La voz del taxista la sacó de sus pensamientos.
–Hemos llegado, señorita.
_______ pagó, y bajo el aguacero se precipitó a la protección del alto edificio de vidrio y acero que era la sede social de la más reciente adquisición de Nick Farrell.
Cuando salió del ascensor, en la planta dieciséis, se encontró en una espaciosa zona de recepción, con alfombrado de color plata. Se dirigió a la recepcionista, una muchacha muy elegante sentada tras una mesa redonda. La joven observó a la recién llegada con mal disimulada fascinación.
–El señor Farrell la espera, señorita Bancroft –dijo, reconociendo a _______ por las fotografías de prensa–. En este momento tiene una reunión, pero estará libre dentro de unos minutos. Por favor, siéntese.
Enojada porque Nick la hacía esperar como si se tratara de un campesino que hubiese solicitado audiencia al rey, _______ miró con sarcasmo el reloj que colgaba de la pared. Había llegado con diez minutos de antelación.
Se le pasó el enfado con la misma rapidez con que había aparecido y se sentó en una silla de piel. Cuando cogió una revista y la abrió, un hombre salía precipitadamente del despacho del rincón, dejando la puerta entreabierta. Por encima de la revista, _______ vio con claridad al hombre que había sido su marido, y se quedó mirándolo con fascinación.
Nick estaba sentado a su escritorio con aire meditabundo. Se reclinó en su asiento, escuchando a los hombres sentados frente a él. A pesar de su postura relajada, su expresión reflejaba autoridad y confianza. Aun en mangas de camisa, desprendía un aura de poder que _______ halló un tanto sorprendente y perturbador. La noche de la ópera ella había estado demasiado nerviosa para observarlo detenidamente. Pero ahora advirtió que sus facciones eran muy parecidas a las que ella recordaba... y, sin embargo, habían experimentado un cambio sutil. A los treinta y siete años había perdido la insolencia de la juventud, y en su lugar se apreciaba en aquel rostro una fuerza tenaz que lo hacía parecer incluso más atractivo que antes... y más inflexible. Su pelo era más negro de lo que ella recordaba, sus ojos parecían más claros, pero la boca conservaba la misma sensualidad. Uno de los hombres dijo algo divertido y la repentina sonrisa de Nick le añadió un encanto que sobresaltó a _______. Esforzándose por reprimir aquella reacción inexplicable, la joven concentró su atención en lo que se decía en el despacho. Al parecer Nick planeaba fusionar dos divisiones de Intercorp. El propósito de la reunión era encontrar el método para hacerlo de la forma más sencilla posible.
Con creciente interés profesional, _______ se dio cuenta de que los métodos de Nick y su actitud hacia sus ejecutivos diferían de los de Philip. Su padre convocaba una reunión con el solo propósito de dar órdenes y se sentía ultrajado si alguien se atrevía a contradecirlo. En cambio, Nick prefería la libre expresión de diferentes puntos de vista y de sugerencias. Escuchaba, sopesando en silencio el valor de cada idea, de cada objeción. En lugar de someter y humillar a su equipo, como hacía su padre, Nick utilizaba las dotes de cada uno de los reunidos, beneficiándose de la experiencia de cada hombre en un campo determinado. A _______ le pareció que el método de Nick era mucho más sensato y productivo que el de su padre.
Mientras espiaba, en su interior crecía una pequeña semilla de admiración. Dejó la revista en su sitio y, como si aquel movimiento hubiera llamado la atención de Nick, este volvió de pronto la cabeza y su mirada se encontró con la de ella.
–Buenos días –dijo Phyllis alegremente, disponiéndose a seguir a _______ a su despacho.
–Podría ponerle un montón de adjetivos a esta mañana –le replicó _______ mientras colgaba el abrigo en el armario–, pero no el de buena. –Intentando aplazar el momento de su llamada a Nick, añadió–: ¿Hay mensajes telefónicos?
Phyllis respondió con un gesto de asentimiento.
–El señor Sanborn, de personal, ha llamado para pedir que le devolvieras el formulario de tu póliza de seguro puesto al día. Dice que lo necesita con urgencia. –Le tendió el documento y se quedó a la espera.
Suspirando, _______ se sentó a su escritorio, cogió el bolígrafo y, después de escribir su nombre y dirección, se sintió confusa ante la siguiente cuestión del formulario: «Estado civil: soltera, casada, viuda (tache la casilla correspondiente)». Presa de histerismo, estuvo a punto de reír al fijar la mirada en la segunda opción. Estaba casada. Durante once años había estado casada con Nick Farrell.
–¿Te sientes bien? –le preguntó solícitamente Phyllis al observar que su joven jefa y amiga apoyaba la frente sobre una mano y miraba el formulario como hipnotizada.
_______ miró a su secretaria.
–¿Qué pueden hacerle a uno por mentir en el formulario de una póliza de seguros?
–Supongo que, en caso de muerte, podrían negarse a pagarle a tu heredero legal.
–Está bien –dijo _______ con sarcasmo, y tachó la casilla «soltera». Ignorando el gesto de preocupación de Phyllis, terminó de rellenar el formulario y se lo entregó.
–Por favor, cierra la puerta al salir y durante unos minutos no me pases llamadas.
Cuando la secretaria la dejó a solas, _______ cogió la guía telefónica, y tras encontrar el número de Haskell Electronics, lo garabateó en su bloc de notas. Dejó la guía en su sitio y miró fijamente el teléfono. Sabía que el temido momento, el momento en que no había dejado de pensar durante toda la noche, había llegado. Cerró los ojos por un instante, para mentalizarse. En realidad, lo que hizo fue ensayar su plan una vez más. Si Nick estaba enojado por lo que ella le había dicho la noche del baile de la ópera –y seguramente lo estaría–, le pediría disculpas con sencilla dignidad. Enseguida le pediría que se vieran por un asunto importante y urgente. Ese era su plan. Lentamente tendió una mano temblorosa hacia el teléfono...
Por tercera vez en una hora sonó el intercomunicador del escritorio de Nick, interrumpiendo un debate acalorado entre sus ejecutivos. Contrariado por tantas interrupciones, Nick miró a sus hombres y, al apretar el botón del intercomunicador, explicó:
–La hermana de la señorita Stern está enferma y ella ha tenido que viajar a la costa. Sigan hablando. –Por el intercomunicador le gritó a la secretaria que sustituía a la señorita Stern–: ¡Le dije que no me pasara llamadas!
–Sí, señor. Lo sé... –se oyó decir a Joanna Simmons–, pero la señorita Bancroft dijo que se trataba de algo de suma importancia e insistió en que le interrumpiera.
–Reciba usted el mensaje –replicó Nick. Se disponía a seguir con la reunión cuando preguntó bruscamente–: ¿Quién ha dicho que me llama?
–_______ Bancroft –contestó la secretaria, pronunciando el nombre con cierto énfasis. Por su tono, era evidente que también ella había leído en la columna de Sally Mansfield lo ocurrido entre _______ y Nick. No era la única. En torno a Nick se produjo un silencio sepulcral que, no obstante, se vio interrumpido al cabo de un momento, cuando reiniciaron la discusión, ahora mas viva que antes.
–Estoy en mitad de una reunión –repuso Nick, tajante–. Dígale que vuelva a llamar dentro de quince minutos. –Era consciente de que las reglas de la cortesía exigían que fuera él quien llamara a _______, pero le importaba un bledo. No tenían nada que decirse. Esforzándose por concentrarse en el trabajo, lanzó una mirada a Tom Anderson y prosiguió la conversación interrumpida por la llamada de _______–. No habrá problema alguno en Southville. Tenemos un contacto en la comisión y nos ha asegurado que el condado y la ciudad están ansiosos por que instalemos una fábrica en el lugar anunciado. Tendremos la aprobación definitiva el miércoles, fecha en que se reúnen para votar...
Diez minutos después, Nick hizo salir a los hombres del despacho y volvió a sentarse ante su escritorio. Al cabo de media hora _______ seguía sin llamar. Nick se reclinó en el sillón de piel y le lanzó una mirada furiosa al teléfono. Su hostilidad iba en aumento con cada instante que pasaba. Muy propio de _______, pensó; lo llamaba después de más de diez años de silencio, insistía en que su secretaria lo interrumpiera en una reunión y, como él no la había atendido de inmediato, ahora lo hacía esperar. Aquella mujer había nacido con un sentido exagerado de su propia importancia y había sido educada en la creencia de que era mejor que cualquier otro ser humano...
Tamborileando con los dedos sobre la mesa, _______ se acomodó en el sillón, observando con ira el reloj, esperando deliberadamente que transcurrieran cuarenta y cinco minutos antes de llamar de nuevo. ¡Muy propio de aquel cretino arrogante hacer que ella volviera a llamar!, pensó enojada. Era obvio que en el caso de Nick Farrell la riqueza no había ido acompañada de los buenos modales, porque de lo contrario él debería haber llamado, dado que ella había tomado la iniciativa. Naturalmente, los buenos modales nunca significarían nada para aquel hombre. Bastaría con rascar un poco en la personalidad de Nick para descubrir un tipo rudo y ambicioso... De pronto _______ trató de reprimir su resentimiento, consciente de que no haría más que obstaculizar el entendimiento entre ambos. Además, se recordó de nuevo, era injusto echarle a él la culpa de todo lo sucedido años atrás. La noche en que se conocieron, ella no había sido, ni muchos menos, un espectador pasivo de su encuentro amoroso en la cama. Por otro lado, no había hecho nada para evitar la posibilidad del embarazo. Y cuando este se confirmó, Nick se ofreció decentemente a casarse con ella. Más tarde, ella se convenció de que la amaba, pero lo cierto era que Nick nunca se lo había dicho. En realidad, nunca la había engañado en el sentido literal de la palabra. Resultaba est/úpido e infantil censurarlo por no haberse mostrado a la altura de lo que ella, en su ingenuidad, esperaba. Era tan absurdo e inútil como su ataque en el baile a beneficio de la ópera. Mucho más calmada, se tragó su orgullo y prometió mantener la compostura. El reloj marcaba las 10.45, y entonces _______ cogió el teléfono.
Nick dio un respingo cuando oyó el intercomunicador.
–Lo llama la señorita Bancroft –informó Joanna.
El se apresuró a responder.
–¿_______? –dijo con voz impaciente y seca–. ¡Qué sorpresa tan inesperada!
_______ advirtió que él no había dicho «inesperado placer». También notó que su voz era más profunda y grave de lo que ella recordaba.
–¿_______? –El tono irritado de Nick sacó a la joven de sus nerviosas cavilaciones–. Si me has llamado para soplarme en el oído, me siento halagado pero un tanto confuso. ¿Qué esperas que haga ahora?
–Veo que aún eres tan presumido y tienes tan malos modales como...
–¡Ah! Me has llamado para criticar mis modales –concluyó Nick.
_______ se recordó con severidad que su objetivo era aplacarlo y no todo lo contrario. Conteniendo su genio, dijo con sinceridad:
–En realidad te llamo porque quisiera... enterrar el hacha.
–¿En qué parte de mi cuerpo?
El comentario se acercaba tanto a la verdad que _______ no pudo contener la risa. Al oírla, Nick, recordó de pronto cuánto le gustaba en el pasado esa risa y aquel sentido del humor. Apretó los dientes y dijo con acritud:
–¿Qué quieres de mí, _______?
–Verás, necesito hablar contigo personalmente.
–La semana pasada me volviste la espalda ante quinientas personas –le recordó con voz gélida–. ¿Cómo es que de pronto has cambiado de idea?
–Ha ocurrido algo y tenemos que hablar con calma y como personas maduras –le contestó ella, tratando de no dar detalles por teléfono–. Se trata... de nosotros...
–No hay un «nosotros» –interrumpió Nick con tono implacable–. Y por lo sucedido en la fiesta deduzco que hablar con calma es algo que está más allá de tu alcance.
_______ estuvo a punto de estropearlo todo con una respuesta airada, pero finalmente logró controlarse. No quería la guerra sino la paz. Era una mujer de negocios y había aprendido a tratar airosamente con hombres tercos. Nick se mostraba difícil y, por lo tanto, había que conducirlo por otro camino, instalarlo en otro marco de referencia. Eso no se conseguiría discutiendo con él.
–No tenía idea de que Sally Mansfield anduviera por allí cuando me comporté contigo como lo hice –le explicó con tacto–. Te pido disculpas por lo que dije y, sobre todo, por haberlo dicho delante de ella.
–Estoy impresionado –replicó Nick con tono de burla–. Es obvio que has estudiado diplomacia.
_______ le hizo una mueca al auricular, pero se abstuvo de levantar la voz.
–Nick, intento establecer una tregua. ¿No puedes cooperar un poco conmigo?
Nick se sobresaltó al oír su nombre en boca de _______ y vaciló unos segundos. Por fin contestó con brusquedad:
–Dentro de una hora tengo que salir hacia Nueva York. No regresaré hasta el lunes por la noche.
_______ esbozó una sonrisa triunfal.
–El jueves es el día de Acción de Gracias. ¿Podríamos vernos antes, por ejemplo el martes? ¿O acaso ese día es imposible para ti?
Nick consultó su agenda y vio que aquella semana estaba llena de citas y reuniones. Estaría horriblemente ocupado. No obstante, dijo:
–El martes está bien. ¿Por qué no pasas por mi oficina a las doce menos cuarto?
–Perfecto –aceptó _______ enseguida, más aliviada que decepcionada por los cinco días de espera.
–Por cierto –añadió Nick–, ¿tu padre sabe que vamos a vernos?
El tono corrosivo de sus palabras dio a entender a _______ que no había disminuido la hostilidad que Nick Farrell sentía hacia Philip.
–Lo sabe.
–Entonces me sorprende que no te haya encerrado bajo llave y te haya encadenado para impedir nuestra entrevista. Debe de estar ablandándose.
–No es que se haya ablandado, sino que ha envejecido y ha estado muy enfermo. –Sabía que la animosidad de Nick hacia su padre aumentaría en cuanto descubriera que Philip había contratado, aunque involuntariamente, los servicios de un falso abogado, y que por lo tanto la disolución del matrimonio no era legal. _______ trató de amortiguar de antemano la ira de Nick–. Puede morir en cualquier momento –añadió.
–Cuando lo haga –le replicó Nick con sarcasmo–, espero por el amor de Dios que alguien tenga la presencia de ánimo necesaria para clavarle una estaca en el corazón. ¡alksjdhfdjs YO LO HAGO Pero si te casas conmigo .-.!
_______ sofocó una risita de horror ante la broma de Nick y se despidió cortésmente de él. Pero en cuanto colgó dejó de reír. Se reclinó en el sillón y meditó. Nick había insinuado que su padre era un vampiro, y hubo un tiempo en que ella sintió que realmente Philip le consumía la vida. En el mejor de los casos, su padre le había arrebatado gran parte del gozo de la juventud.
26
El martes de la semana siguiente, día de la cita, _______ se las había arreglado para convencerse de que entre ella y Nick podía producirse un encuentro cortés e impersonal, en el que conseguiría persuadirlo de que un divorcio rápido y sin complicaciones era lo mejor para ambas partes.
Se miró al espejo del cuarto de baño privado adyacente a su despacho. Se retocó los labios y se soltó la larga cabellera, que le cubrió los hombros. Luego dio un paso atrás para estudiar el efecto del discretamente estampado suéter de lana negra con cuello alto y la falda del mismo color. Una reluciente gargantilla de oro destacaba sobre el conjunto negro. En la muñeca lucía una pulsera haciendo juego.
El orgullo y el sentido común le exigían la máxima elegancia. Nick salía con estrellas de cine y con atractivas y encantadoras modelos. Pensaba que podría manipularlo mejor si irradiaba confianza. Satisfecha de su aspecto, metió en la cartera los elementos de maquillaje, se puso el abrigo y los guantes y al salir decidió que tomaría un taxi para ir al despacho de Nick, con lo que se ahorraría la lucha contra el tráfico, además del problema del estacionamiento, sobre todo teniendo en cuenta que era un día lluvioso.
Una vez en el taxi, miró por la ventanilla y observó a los peatones cruzar presurosos la avenida Michigan, unos cubriéndose con paraguas, otros con periódicos. La lluvia martilleaba el techo del vehículo y ella se acurrucó entre los pliegues del lujoso abrigo de piel que su padre le había regalado cuando cumplió veinticinco años. _______ había estado planeando su estrategia durante los últimos cinco días y ensayó numerosas veces lo que iba a decirle a Nick y cómo iba a hacerlo. Se mostraría tranquila y hablaría con tacto, profesionalmente. Así actuaría. No se rebajaría a criticarlo por sus actitudes pasadas. Por una parte, él carecía de conciencia; por otra, ella se negaba a darle la satisfacción de mostrar lo mal que se había sentido a causa de su traición. Se recordó que no le haría ninguna recriminación. Tranquila, con tacto, profesional... De esta forma marcaría la pauta y confiaba en que le ofrecería un ejemplo a seguir. Tampoco le plantearía de golpe el problema que la llevaba allí; se lo diría poco a poco.
Sintió que le temblaban las manos y las hundió en los bolsillos del abrigo. La voz del taxista la sacó de sus pensamientos.
–Hemos llegado, señorita.
_______ pagó, y bajo el aguacero se precipitó a la protección del alto edificio de vidrio y acero que era la sede social de la más reciente adquisición de Nick Farrell.
Cuando salió del ascensor, en la planta dieciséis, se encontró en una espaciosa zona de recepción, con alfombrado de color plata. Se dirigió a la recepcionista, una muchacha muy elegante sentada tras una mesa redonda. La joven observó a la recién llegada con mal disimulada fascinación.
–El señor Farrell la espera, señorita Bancroft –dijo, reconociendo a _______ por las fotografías de prensa–. En este momento tiene una reunión, pero estará libre dentro de unos minutos. Por favor, siéntese.
Enojada porque Nick la hacía esperar como si se tratara de un campesino que hubiese solicitado audiencia al rey, _______ miró con sarcasmo el reloj que colgaba de la pared. Había llegado con diez minutos de antelación.
Se le pasó el enfado con la misma rapidez con que había aparecido y se sentó en una silla de piel. Cuando cogió una revista y la abrió, un hombre salía precipitadamente del despacho del rincón, dejando la puerta entreabierta. Por encima de la revista, _______ vio con claridad al hombre que había sido su marido, y se quedó mirándolo con fascinación.
Nick estaba sentado a su escritorio con aire meditabundo. Se reclinó en su asiento, escuchando a los hombres sentados frente a él. A pesar de su postura relajada, su expresión reflejaba autoridad y confianza. Aun en mangas de camisa, desprendía un aura de poder que _______ halló un tanto sorprendente y perturbador. La noche de la ópera ella había estado demasiado nerviosa para observarlo detenidamente. Pero ahora advirtió que sus facciones eran muy parecidas a las que ella recordaba... y, sin embargo, habían experimentado un cambio sutil. A los treinta y siete años había perdido la insolencia de la juventud, y en su lugar se apreciaba en aquel rostro una fuerza tenaz que lo hacía parecer incluso más atractivo que antes... y más inflexible. Su pelo era más negro de lo que ella recordaba, sus ojos parecían más claros, pero la boca conservaba la misma sensualidad. Uno de los hombres dijo algo divertido y la repentina sonrisa de Nick le añadió un encanto que sobresaltó a _______. Esforzándose por reprimir aquella reacción inexplicable, la joven concentró su atención en lo que se decía en el despacho. Al parecer Nick planeaba fusionar dos divisiones de Intercorp. El propósito de la reunión era encontrar el método para hacerlo de la forma más sencilla posible.
Con creciente interés profesional, _______ se dio cuenta de que los métodos de Nick y su actitud hacia sus ejecutivos diferían de los de Philip. Su padre convocaba una reunión con el solo propósito de dar órdenes y se sentía ultrajado si alguien se atrevía a contradecirlo. En cambio, Nick prefería la libre expresión de diferentes puntos de vista y de sugerencias. Escuchaba, sopesando en silencio el valor de cada idea, de cada objeción. En lugar de someter y humillar a su equipo, como hacía su padre, Nick utilizaba las dotes de cada uno de los reunidos, beneficiándose de la experiencia de cada hombre en un campo determinado. A _______ le pareció que el método de Nick era mucho más sensato y productivo que el de su padre.
Mientras espiaba, en su interior crecía una pequeña semilla de admiración. Dejó la revista en su sitio y, como si aquel movimiento hubiera llamado la atención de Nick, este volvió de pronto la cabeza y su mirada se encontró con la de ella.
anasmile
Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
chelis escribió:Regresa porfiiiisssss
he regresado chelis!! espero que te siga gustando la nove porque se empieza a poner interesante
anasmile
Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
_______ se quedó rígida, sintiendo la mirada de aquellos ojos penetrantes. Él dejó de observarla y dijo a los hombres sentados en torno de su escritorio:
–Es más tarde de lo que pensaba. Después del almuerzo continuaremos con la reunión.
Cuando empezaron a salir del despacho, _______ notó que se le secaba la garganta al ver que Nick se le acercaba. Tranquilidad, tacto, actitud profesional, se recordó recitando mentalmente la cantinela al tiempo que elevaba la vista para mirar a Nick. Sin recriminaciones. Aborda el problema paulatinamente, no se lo digas de repente.
Nick la observó levantarse, y cuando habló lo hizo de un modo tan impersonal como impersonales eran los sentimientos que la joven le inspiraba.
–Cuánto tiempo –comentó, prefiriendo olvidar su breve y tormentoso encuentro en la ópera. Ella se había disculpado por teléfono, por el solo hecho de presentarse allí demostraba que quería una tregua. Él estaba dispuesto a aceptar. Después de todo, hacía años que la había olvidado y era absurdo guardar rencor por alguien que ya había dejado de importarle.
Alentada por su falta de hostilidad, _______ le extendió su mano enguantada de negro mientras luchaba por ocultar su nerviosismo y expresarse con la voz más natural del mundo:
–Hola, Nick–saludó sin reflejar su estado de ánimo.
Su apretón de manos fue rápido y breve, como en los negocios.
–Entra un momento en mi despacho. Tengo que hacer una llamada antes de salir.
–¿Salir? –preguntó ella, mientras lo acompañaba al espacioso recinto de alfombrado color plata desde el que se divisaba una vista panorámica del perfil de Chicago–. ¿A qué te refieres?
Nick cogió el teléfono.
–Acaba de llegar una remesa de obras de arte a mi despacho y van a colgar los cuadros dentro de unos minutos. Además, pensé que sería mejor hablar mientras almorzamos.
–¿Mientras almorzamos? –repitió _______, pensando frenéticamente en la manera de eludir ese trance.
–No me digas que ya has comido porque no voy a creerte –replicó Nick, mientras marcaba un número–. Solías pensar que no era civilizado almorzar antes de las dos.
_______ se acordó de haber mencionado algo así durante los días que pasó con él y su familia. ¡Qué presuntuosa e idi/ota era a los dieciocho años!, pensó. Hoy en día almorzaba en la oficina, es decir, si tenía tiempo y cuando lo tenía, que podía ser a cualquier hora. En realidad, almorzar en un restaurante no era una idea tan mala, porque allí él no podría maldecirla en voz alta ni gritarle cuando recibiera la noticia que tenía que darle.
Puesto que no le pareció apropiado quedarse junto al teléfono, _______ se acercó a una pared de la que colgaban cuadros de arte moderno. En un extremo del despacho observó e identificó la única pintura que le gustaba, un gran Calder. En la pared de al lado había un cuadro enorme, con manchas de amarillo, azul y marrón. _______ retrocedió para contemplarlo mejor, tratando de ver qué era lo que los demás veían cuando miraban esta presunta obra de arte. Al lado de este cuadro había otro, al parecer la representación de un paseo neoyorquino... _______ ladeó la cabeza para estudiarlo con atención. No era un paseo, sino tal vez un monasterio. Tampoco. Quizá eran montañas del revés, una aldea y una corriente de agua que atravesaba el cuadro en diagonal. Y cubos de basura...
De pie tras la mesa, Nick la observaba mientras esperaba la llamada. La estudiaba con un interés imparcial de un connaisseur. Envuelta en su abrigo de visón, con una gargantilla de oro reluciente en el cuello, su aspecto era elegante y lujoso, una impresión que no casaba con la pureza virginal de su perfil, como Nick advirtió cuando ella alzó la vista hacia un cuadro. Bajo las luces del techo, el pelo de _______ brillaba intensamente. A los casi treinta años, todavía irradiaba el mismo halo convincente de sofisticación y atractivo natural. Sin duda esta cualidad debió de tener un papel fundamental cuando me sedujo, pensó Nick sarcásticamente. Aquella belleza paralizante combinada con un superficial pero convincente distanciamiento y un toque de inexistente dulzura y bondad. Incluso ahora, una década más viejo y más sabio, la encontraría exquisitamente seductora si no supiera lo fría y egoísta que era en realidad.
Cuando colgó el auricular se dirigió hacia _______, que estaba estudiando el cuadro, y esperó sus comentarios.
–Creo... que es magnífico –mintió la joven.
–¿De veras? –repuso Nick–. ¿Qué es lo que te gusta de él?
–Oh, todo. Los colores... la excitación que produce, la originalidad...
–Originalidad –repitió él con tono incrédulo–, ¿Qué ves en concreto cuando miras el cuadro?
–Bueno, veo lo que podrían ser montañas, o agujas góticas del revés, o... –Su voz se apagó, presa de un súbito malestar–. ¿Qué ves tú? –preguntó a su vez la joven con forzado entusiasmo.
–Veo una inversión de un cuarto de millón de dólares que ahora se ha convertido en medio millón –le contestó él con acritud.
_______ no pudo ocultar su asombro.
–¿Medio millón por eso?
–Por eso –respondió Nick, y ella creyó haber visto un destello de humor en sus ojos.
–No quise describirlo como pareció –se excusó _______, recordando su plan. Tranquilidad, tacto...–. En realidad, sé muy poco de arte moderno.
Nick se encogió de hombros con indiferencia y sugirió:
–¿Nos vamos?
Cuando se dirigió a sacar el abrigo del armario, _______ advirtió que encima de la mesa había la fotografía enmarcada de una joven muy bonita, sentada sobre un tronco caído y con una pierna doblada de modo que la rodilla le llegaba hasta el pecho. Tenía el pelo revuelto por el viento y su sonrisa era deslumbrante. _______ decidió que aquella muchacha era una modelo profesional o, a juzgar por su sonrisa, alguien que estaba enamorada del fotógrafo.
–¿Quién tomó la fotografía? –preguntó _______ cuando Nick se volvió hacia ella.
–Yo. ¿Por qué?
–Por nada. –Aquella joven no era ninguna de las famosas estrellas o mujeres de la alta sociedad con las que Nick había sido fotografiado. En la muchacha se observaba una belleza fresca y virginal–. No la reconozco.
–Porque no se mueve en tus círculos –ironizó Nick, encogiéndose de hombros–. Es solo una muchacha que trabaja de investigadora en unos laboratorios de química, en Indiana.
–Y está enamorada de ti –concluyó _______, al advertir el velado sarcasmo de su voz.
Nick miró la fotografía de su hermana.
–Y está enamorada de mí.
_______ se dijo que aquella chica era alguien importante para Nick Farrell. Si eso era verdad, si estaba considerando la posibilidad de casarse con la muchacha o lo tenía ya decidido... entonces se mostraría tan dispuesto como ella a obtener un divorcio rápido y sin complicaciones de ningún tipo, lo que sin duda facilitaría las cosas.
Al pasar por el despacho de la secretaria, Nick se detuvo para decirle algo a la mujer de pelo gris.
–Tom Anderson está en la audiencia de la comisión recalificadora de Southville –le informó–. Si vuelve antes que yo, dele el número del restaurante y dígale que me llame allí.
27
Una flamante limusina los esperaba junto a la acera. Frente a la parte trasera del vehículo se hallaba un robusto chófer, con la nariz chata y un físico imponente. El hombre sostuvo la portezuela abierta para dar paso a _______. A ella le gustaba viajar en limusina, pero en cuanto arrancaron, la joven se agarró al brazo del asiento, sorprendida. Ocultó su alarma a pesar de que la limusina tomaba las esquinas con asombrosa temeridad. Sin embargo, cuando sorteó un autobús de la empresa municipal de transportes y pasó un semáforo en rojo, no tuvo más remedio que mirar a Nick, nerviosa.
Él se encogió de hombros y dijo:
–Spencer no ha renunciado a su sueño de correr en Indianápolis.
–Pero esto no es Indianápolis –apuntó _______ sin soltarse del asiento, pues en aquel momento Spencer giró bruscamente.
–Tampoco él es chófer.
Decidida a imitar su aplomo, _______ separó las manos del brazo acolchado del asiento.
–¿De veras? ¿Qué es, entonces?
–Mi guardaespaldas.
A _______ se le revolvió el estómago ante la prueba de que Nick tenía motivos para temer que otros lo odiaran a muerte y quisieran lastimarlo físicamente. A ella nunca le había atraído el peligro. Le gustaba la paz y la seguridad. La idea de un guardaespaldas le resultaba un tanto salvaje.
No volvieron a hablar hasta que Spencer detuvo el vehículo bajo la marquesina de Landry, uno de los restaurantes más elegantes y exclusivos de Chicago.
El maître, que también era copropietario del restaurante, se hallaba, como de costumbre, cerca de la puerta principal. Iba rigurosamente vestido de esmoquin. _______ conocía a John desde hacía muchos años, en realidad desde sus días de internado, en que su padre solía llevarla allí y el maitre le servía alguna bebida suave aderezada como una exótica bebida alcohólica.
–Buenas tardes, señor Farrell –saludó John formalmente, pero al ver a _______ añadió con una amplia sonrisa–: Señorita Bancroft, es siempre un placer verla.
_______ dirigió una rápida mirada a Nick, cuyo rostro era impenetrable. Ella se preguntó cómo le habría sentado comprobar que la conocían más que a él en el restaurante. Pero lo olvidó enseguida, cuando al ser acompañados a su mesa distinguió varias caras conocidas. A juzgar por sus miradas de asombro, habían reconocido a Nick y sin duda se preguntaban por qué _______ iba acompañada con un hombre al que había insultado en público. Sherry Withers, una de las mayores cotorras del círculo de conocidos de _______, miraba fijamente a Nick, arqueando las cejas. Estaba especulando, divirtiéndose con ello.
Un camarero los condujo entre hileras de ramos de flores recién cortadas, pasando junto a un hermoso enrejado blanco hasta una mesa situada lo bastante cerca del piano para oír la música y lo bastante lejos para que esta no impidiera la conversación. A menos que uno fuera cliente habitual de Landry, resultaba casi imposible reservar una mesa con menos de dos semanas de antelación y, desde luego, conseguir una buena mesa como esa ya era una hazaña. _______ se preguntó cómo lo habría logrado Nick.
–¿Un aperitivo? –preguntó él cuando estuvieron sentados.
La mente de _______ abandonó toda conjetura con respecto a la mesa para enfrentarse a la terrible situación que se avecinaba.
–No, gracias. Solo agua con hielo. –En cuanto lo dijo, pensó que un aperitivo le relajaría los nervios–. Sí –se corrigió–. Tomaré un aperitivo.
–¿Qué te gustaría?
–Estar en Brasil –murmuró ella con un suspiro.
–¿Perdón?
–Algo fuerte –respondió _______, tratando de decidir qué tomar–. Un manhattan. –Pero de inmediato hizo un gesto de negación. Una cosa era calmarse y otra muy distinta inducirse a decir o hacer algo que no debiera. Era un manojo de nervios y quería tomar algo que rebajara la tensión. Algo que pudiera beber lentamente y obrara el pequeño milagro. Algo que no le gustaba–. Un martini –decidió por fin, asintiendo con la cabeza.
–¿Todo eso? –le preguntó Nick con aparente seriedad–. ¿Un vaso de agua, un manhattan y un martini?
–No... solo el martini –aclaró ella con una sonrisa vacilante y una mirada de frustrada desolación.
Por un momento, Nick se sintió intrigado ante aquella combinación de llamativos contrastes que le presentaba _______. Luciendo un sofisticado vestido negro, tenía un aspecto elegante y encantador que, combinado con el ligero rubor de las mejillas, el inevitable atractivo de sus ojos embriagadores y su confusión de adolescente, hacía de ella un ser casi irresistible. Puesto que era ella quien había fomentado el encuentro, Nick decidió de pronto comportarse como había decidido la noche del baile de la ópera. Pensó que lo pasado, pasado estaba.
–¿Te lanzaré a otro mar de confusión si te pregunto con qué quieres el martini?
–Ginebra –le contestó _______–. No, vodka –se corrigió, y añadió de nuevo–: No, ginebra. Un martini con ginebra.
Nerviosa, se ruborizó y no advirtió la mirada burlona de los ojos de Nick cuando este siguió preguntando con voz un tanto solemne:
–¿Dulce o seco?
–Seco.
–¿Beefeater, Tanqueray o Bombay?
–Beefeater.
–¿Aceituna o cebolla?
–Aceituna.
–¿Una o dos?
–Dos.
–¿Valium o aspirinas? –preguntó con el mismo tono de voz, esbozando una sonrisa. _______ se dio cuenta de que había estado bromeando durante todo el tiempo. Se sintió agradecida y lo miró, devolviéndole la sonrisa.
–Lo siento. Estoy... un poco nerviosa.
Cuando el camarero se alejó con el pedido, Nick pensó en la confesión de _______ con respecto a su estado nervioso. Miró alrededor. En aquel lujoso restaurante una comida costaba lo que él ganaba en una jornada de duro trabajo en Edmunton. Casi sin pretenderlo, hizo una confesión propia.
–Solía soñar con llevarte a comer a un lugar como este.
Distraída, pues estaba pensando en cómo abordar el asunto que la había traído allí, _______ paseó la mirada y vio el hermoso despliegue de flores en enormes vasos de plata. Vio a los camareros que se inclinaban sobre las mesas con manteles de hilo y vajillas de porcelana y cristal.
–¿Un lugar como cuál?
Nick rió.
–No has cambiado nada, _______. El lujo más desbordante todavía es para ti la cosa más natural del mundo.
Dispuesta a mantener el buen clima creado cuando debatían qué iba a beber ella, _______ dijo razonablemente:
–Tú no puedes saber si he cambiado o no. Solo pasamos seis días juntos.
–Con sus correspondientes noches –señaló Nick intencionadamente para que volviera a sonrojarse. Deseaba que su firmeza se tambaleara otra vez, deseaba recuperar a la muchacha insegura, incapaz de decidir qué aperitivo tomar.
_______ ignoró la alusión de Nick, pero no se apartó por completo del tema.
–Es difícil creer que una vez estuvimos casados.
–No tiene nada de sorprendente, puesto que nunca utilizaste mi apellido.
–Estoy segura –comentó ella, intentando que su voz tuviera un tono de serena indiferencia. de que hay docenas de mujeres con más derechos del que yo tuve nunca a utilizar tu apellido.
–Hablas como si estuvieras celosa.
_______ estuvo a punto de perder la paciencia, pero logró evitarlo. Se inclinó hacia él y musitó:
–Si te parezco celosa, entonces es que tienes problemas de oído.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Nick.
–Había olvidado ese tono recatado de internado que tienes cuando estás enojada.
–¿Qué pasa? –replicó la joven con voz aguda–. ¿Es que quieres que discutamos?
–En realidad –le respondió Nick secamente– mis últimas palabras eran un cumplido.
–Oh –masculló ella. Sorprendida y un tanto nerviosa, miró al camarero, que en aquel momento servía las bebidas. Le pidieron la comida y _______ decidió esperar a que Nick hubiera tomado parte de su aperitivo con la esperanza de que el alcohol lo suavizara un poco. Entonces le daría la noticia de que su divorcio en realidad no existía. Dejó que él eligiera el siguiente tema de conversación.
Nick levantó su vaso, irritado consigo mismo por haber aguijoneado a _______. Empezó a hablar con sincero interés.
–Según las noticias de sociedad de la prensa, te ocupas de media docena de actividades caritativas, de la orquesta sinfónica, de la ópera y del ballet. ¿Qué más haces con tu tiempo?
–Trabajo cincuenta horas semanales en Bancroft –le respondió ella, vagamente decepcionada por el hecho de que al parecer Nick no hubiera oído hablar de sus logros como ejecutiva.
Por supuesto, Nick estaba al corriente de esos logros, pero sentía curiosidad por saber hasta qué punto ella era una buena profesional. Estaba seguro de que lo descubriría con solo oírla hablar de ello. Empezó a hacerle preguntas acerca de su trabajo.
_______ las respondía todas. Al principio con tono vacilante, pero paulatinamente con mayor confianza, porque por una parte temía abordar el asunto del divorcio y, por la otra, el trabajo era su tema favorito de conversación. Las preguntas de Nick eran tan certeras y parecía realmente interesado en lo que oía que no pasó mucho tiempo antes de que _______ le contara con pelos y señales sus logros, sus objetivos, sus éxitos y sus fracasos. Sí, Nick sabía escuchar, y con su actitud atenta estimulaba a su interlocutor, que acababa por hacerle toda clase de confidencias. Antes de que se diera cuenta, _______ le había explicado incluso el problema al que se enfrentaba: acusación de nepotismo en los grandes almacenes. Le resultaba tan difícil enfrentarse a dicha acusación como al chauvinismo que su padre fomentaba entre los ejecutivos de la empresa con su propia actitud.
Cuando el camarero retiró los cubiertos, _______ había contestado todas las preguntas de Nick y había bebido casi media botella de Bordeaux, pedida por él. Pensó que si se había mostrado tan locuaz era porque en el fondo deseaba eludir el temible asunto del divorcio. Sin embargo, incluso ahora, cuando había llegado el momento de abordar la cuestión, se sentía mucho más relajada que al principio de la comida. Se miraron mutuamente, en amigable silencio.
–Tu padre es afortunado de tenerte en Bancroft –dijo Nick con sinceridad. No le cabía la menor duda de que _______ era una ejecutiva excelente, muy bien dotada. Al hablar, su estilo profesional se había puesto de manifiesto, así como su dedicación, su inteligencia, su entusiasmo y, sobre todo, su coraje e ingenio.
–Yo soy la afortunada –repuso _______, sonriendo–. Bancroft lo es todo para mí. Es lo más importante de mi vida.
Nick se reclinó en el asiento, pensando en la dimensión de _______. Frunció el entrecejo y contempló el vaso de vino que tenía en la mano, preguntándose por qué diablos la joven hablaba de los grandes almacenes como si se tratase de personas queridas. ¿Por qué no había en su vida algo más importante que su carrera? ¿Por qué no lo era Parker Reynolds, o cualquier otro miembro destacado de la alta sociedad? De inmediato Nick halló las respuestas. La clave era su padre. Philip Bancroft había conseguido lo que quería: dominar a su hija de forma tan brutal y efectiva que al final a ella no le importaban los hombres. Cualquiera que fuera la razón que tenía para casarse con Reynolds, era obvio que no lo hacía por amor. Basándose en lo que _______ había dicho y en la expresión de su rostro al hablar de Bancroft, estaba comprometida y enamorada de unos grandes almacenes.
Nick la miraba y sentía piedad y ternura. Eran las mismas emociones que había sentido la noche en que la conoció, junto al avasallador deseo de poseerla, un deseo que anuló su sentido común. Entró en aquel club de campo, vio la sonrisa vivaz de _______, sus ojos brillantes, y perdió el sentido. En ese momento su corazón se dulcificó al recordar que lo había presentado a los socios de Glenmoor como un magnate del acero, de Indiana. ¡Qué maravillosa! Tan llena de risa y de vida, tan inocentemente ardorosa en sus brazos. Él había intentado apartarla de su padre, acariciarla, mimarla y protegerla.
De haber seguido casados, él estaría increíblemente orgulloso de su mujer. En realidad, de un modo un tanto impersonal, estaba orgulloso de lo que _______ había llegado a ser.
¿Mimarla y protegerla? Nick comprendió la implicación de sus pensamientos y apretó los dientes, disgustado consigo mismo. _______ no necesitaba a nadie que la protegiera. En realidad, era tan mortífera como el veneno de una viuda negra. Solo le importaba un ser humano: su padre, y para aplacado había asesinado al hijo que llevaba en las entrañas. Era una mujer consentida, sin carácter y sin corazón; una muñeca, hermosa y vacía, para sentarla a un extremo de la mesa del comedor, vestida con las prendas más caras. Solo servía para eso. Y si de pronto él lo había olvidado se debía precisamente a su aspecto, a sus ojos cautivadores, a su boca dulce y generosa, el sonido musical de su voz, la sonrisa contagiosa y también su modo de ser. ¡Dios! Siempre me he comportado como un idi/ota con esta mujer, pensó Nick, y su hostilidad desapareció al pensar que no tenía sentido seguir odiándola. Al margen de lo que ella había hecho, no debía olvidar que por aquel entonces era muy joven y estaba asustada. Además, todo había ocurrido hacia ya mucho tiempo. Así pues, miró a _______ y le hizo un cumplido con tono imparcial y un tanto indiferente:
–Oyéndote, es fácil comprobar que te has convertido en una gran ejecutiva. Si hubieras seguido casada conmigo, es probable que intentara atraerte a mi empresa.
Sin saberlo, acababa de darle pie a _______ para abordar el tema que la había traído allí. La joven no dejó pasar la oportunidad. Intentando inyectarle una gota de humor al temible momento, dijo con una risa nerviosa y ahogada.
–Entonces empieza a atraerme.
Los ojos de Nick se entrecerraron.
–¿Qué significa eso?
Incapaz de mantener por más tiempo su vacilante sonrisa, _______ se inclinó hacia delante, cruzó los brazos sobre la mesa y lanzó un hondo suspiro.
–Tengo algo que... decirte, Nick. Trata de no perder la calma.
Él se encogió de hombros con indiferencia y elevó el vaso de vino a los labios.
–No sentimos nada el uno por el otro, _______. Por lo tanto, nada de lo que puedas decirme me hará perder la calma...
–Aún estamos casados –anunció la joven.
Nick frunció el entrecejo y exclamó:
–¡Nada excepto eso!
–Nuestro divorcio no es legal –prosiguió ella, dando un respingo ante la ominosa mirada de su ex marido–. El... el abogado que se encargó de nuestro divorcio era un farsante que está siendo investigado por la justicia. Ningún juez firmó nuestra sentencia de divorcio. ¡Ningún juez la ha visto nunca!
Fuera de sí, Nick dejó el vaso en la mesa, se inclinó y dijo con voz iracunda:
–¡O mientes o eres una est/úpida! Hace once años me invitaste a dormir contigo sin pensar en las consecuencias. Cuando quedaste embarazada viniste a mi corriendo y me endosaste el problema. Y ahora me dices que no tuviste la inteligencia necesaria para contratar los servicios de un abogado que tramitara el divorcio y que, por lo tanto, todavía estamos casados. ¿Cómo diablos puedes dirigir una sección de los grandes almacenes y ser a la vez tan est/úpida?
Cada palabra de Nick le hería el orgullo como un latigazo, pero _______ esperaba algo así y pensó que lo tenía merecido. El impacto de la revelación dejó mudo a Nick por un momento, y ella lo aprovechó para decir con voz queda:
–Nick, comprendo cómo te sientes...
Él quería creer que _______ lo merecía y que aquello no era más que un loco intento de sacarle dinero. Quería creerlo, pero en el fondo pensaba que le estaba diciendo la verdad.
–Si yo estuviera en tu lugar –prosiguió ella–, sentiría lo mismo que tú.
–¿Cuándo lo supiste? –la interrumpió Nick.
–La noche anterior a mi llamada para arreglar este encuentro.
–Dando por sentado que me estás contando la verdad, es decir, que todavía estamos casados, ¿qué pretendes de mí exactamente?
–Un divorcio. Amable y tranquilo, sin complicaciones. E inmediato.
–¿Sin pensión alimenticia? –se mofó él, y observó cómo un furioso rubor cubría las mejillas de _______–. ¿Sin derechos de propiedad ni nada parecido?
–Es más tarde de lo que pensaba. Después del almuerzo continuaremos con la reunión.
Cuando empezaron a salir del despacho, _______ notó que se le secaba la garganta al ver que Nick se le acercaba. Tranquilidad, tacto, actitud profesional, se recordó recitando mentalmente la cantinela al tiempo que elevaba la vista para mirar a Nick. Sin recriminaciones. Aborda el problema paulatinamente, no se lo digas de repente.
Nick la observó levantarse, y cuando habló lo hizo de un modo tan impersonal como impersonales eran los sentimientos que la joven le inspiraba.
–Cuánto tiempo –comentó, prefiriendo olvidar su breve y tormentoso encuentro en la ópera. Ella se había disculpado por teléfono, por el solo hecho de presentarse allí demostraba que quería una tregua. Él estaba dispuesto a aceptar. Después de todo, hacía años que la había olvidado y era absurdo guardar rencor por alguien que ya había dejado de importarle.
Alentada por su falta de hostilidad, _______ le extendió su mano enguantada de negro mientras luchaba por ocultar su nerviosismo y expresarse con la voz más natural del mundo:
–Hola, Nick–saludó sin reflejar su estado de ánimo.
Su apretón de manos fue rápido y breve, como en los negocios.
–Entra un momento en mi despacho. Tengo que hacer una llamada antes de salir.
–¿Salir? –preguntó ella, mientras lo acompañaba al espacioso recinto de alfombrado color plata desde el que se divisaba una vista panorámica del perfil de Chicago–. ¿A qué te refieres?
Nick cogió el teléfono.
–Acaba de llegar una remesa de obras de arte a mi despacho y van a colgar los cuadros dentro de unos minutos. Además, pensé que sería mejor hablar mientras almorzamos.
–¿Mientras almorzamos? –repitió _______, pensando frenéticamente en la manera de eludir ese trance.
–No me digas que ya has comido porque no voy a creerte –replicó Nick, mientras marcaba un número–. Solías pensar que no era civilizado almorzar antes de las dos.
_______ se acordó de haber mencionado algo así durante los días que pasó con él y su familia. ¡Qué presuntuosa e idi/ota era a los dieciocho años!, pensó. Hoy en día almorzaba en la oficina, es decir, si tenía tiempo y cuando lo tenía, que podía ser a cualquier hora. En realidad, almorzar en un restaurante no era una idea tan mala, porque allí él no podría maldecirla en voz alta ni gritarle cuando recibiera la noticia que tenía que darle.
Puesto que no le pareció apropiado quedarse junto al teléfono, _______ se acercó a una pared de la que colgaban cuadros de arte moderno. En un extremo del despacho observó e identificó la única pintura que le gustaba, un gran Calder. En la pared de al lado había un cuadro enorme, con manchas de amarillo, azul y marrón. _______ retrocedió para contemplarlo mejor, tratando de ver qué era lo que los demás veían cuando miraban esta presunta obra de arte. Al lado de este cuadro había otro, al parecer la representación de un paseo neoyorquino... _______ ladeó la cabeza para estudiarlo con atención. No era un paseo, sino tal vez un monasterio. Tampoco. Quizá eran montañas del revés, una aldea y una corriente de agua que atravesaba el cuadro en diagonal. Y cubos de basura...
De pie tras la mesa, Nick la observaba mientras esperaba la llamada. La estudiaba con un interés imparcial de un connaisseur. Envuelta en su abrigo de visón, con una gargantilla de oro reluciente en el cuello, su aspecto era elegante y lujoso, una impresión que no casaba con la pureza virginal de su perfil, como Nick advirtió cuando ella alzó la vista hacia un cuadro. Bajo las luces del techo, el pelo de _______ brillaba intensamente. A los casi treinta años, todavía irradiaba el mismo halo convincente de sofisticación y atractivo natural. Sin duda esta cualidad debió de tener un papel fundamental cuando me sedujo, pensó Nick sarcásticamente. Aquella belleza paralizante combinada con un superficial pero convincente distanciamiento y un toque de inexistente dulzura y bondad. Incluso ahora, una década más viejo y más sabio, la encontraría exquisitamente seductora si no supiera lo fría y egoísta que era en realidad.
Cuando colgó el auricular se dirigió hacia _______, que estaba estudiando el cuadro, y esperó sus comentarios.
–Creo... que es magnífico –mintió la joven.
–¿De veras? –repuso Nick–. ¿Qué es lo que te gusta de él?
–Oh, todo. Los colores... la excitación que produce, la originalidad...
–Originalidad –repitió él con tono incrédulo–, ¿Qué ves en concreto cuando miras el cuadro?
–Bueno, veo lo que podrían ser montañas, o agujas góticas del revés, o... –Su voz se apagó, presa de un súbito malestar–. ¿Qué ves tú? –preguntó a su vez la joven con forzado entusiasmo.
–Veo una inversión de un cuarto de millón de dólares que ahora se ha convertido en medio millón –le contestó él con acritud.
_______ no pudo ocultar su asombro.
–¿Medio millón por eso?
–Por eso –respondió Nick, y ella creyó haber visto un destello de humor en sus ojos.
–No quise describirlo como pareció –se excusó _______, recordando su plan. Tranquilidad, tacto...–. En realidad, sé muy poco de arte moderno.
Nick se encogió de hombros con indiferencia y sugirió:
–¿Nos vamos?
Cuando se dirigió a sacar el abrigo del armario, _______ advirtió que encima de la mesa había la fotografía enmarcada de una joven muy bonita, sentada sobre un tronco caído y con una pierna doblada de modo que la rodilla le llegaba hasta el pecho. Tenía el pelo revuelto por el viento y su sonrisa era deslumbrante. _______ decidió que aquella muchacha era una modelo profesional o, a juzgar por su sonrisa, alguien que estaba enamorada del fotógrafo.
–¿Quién tomó la fotografía? –preguntó _______ cuando Nick se volvió hacia ella.
–Yo. ¿Por qué?
–Por nada. –Aquella joven no era ninguna de las famosas estrellas o mujeres de la alta sociedad con las que Nick había sido fotografiado. En la muchacha se observaba una belleza fresca y virginal–. No la reconozco.
–Porque no se mueve en tus círculos –ironizó Nick, encogiéndose de hombros–. Es solo una muchacha que trabaja de investigadora en unos laboratorios de química, en Indiana.
–Y está enamorada de ti –concluyó _______, al advertir el velado sarcasmo de su voz.
Nick miró la fotografía de su hermana.
–Y está enamorada de mí.
_______ se dijo que aquella chica era alguien importante para Nick Farrell. Si eso era verdad, si estaba considerando la posibilidad de casarse con la muchacha o lo tenía ya decidido... entonces se mostraría tan dispuesto como ella a obtener un divorcio rápido y sin complicaciones de ningún tipo, lo que sin duda facilitaría las cosas.
Al pasar por el despacho de la secretaria, Nick se detuvo para decirle algo a la mujer de pelo gris.
–Tom Anderson está en la audiencia de la comisión recalificadora de Southville –le informó–. Si vuelve antes que yo, dele el número del restaurante y dígale que me llame allí.
27
Una flamante limusina los esperaba junto a la acera. Frente a la parte trasera del vehículo se hallaba un robusto chófer, con la nariz chata y un físico imponente. El hombre sostuvo la portezuela abierta para dar paso a _______. A ella le gustaba viajar en limusina, pero en cuanto arrancaron, la joven se agarró al brazo del asiento, sorprendida. Ocultó su alarma a pesar de que la limusina tomaba las esquinas con asombrosa temeridad. Sin embargo, cuando sorteó un autobús de la empresa municipal de transportes y pasó un semáforo en rojo, no tuvo más remedio que mirar a Nick, nerviosa.
Él se encogió de hombros y dijo:
–Spencer no ha renunciado a su sueño de correr en Indianápolis.
–Pero esto no es Indianápolis –apuntó _______ sin soltarse del asiento, pues en aquel momento Spencer giró bruscamente.
–Tampoco él es chófer.
Decidida a imitar su aplomo, _______ separó las manos del brazo acolchado del asiento.
–¿De veras? ¿Qué es, entonces?
–Mi guardaespaldas.
A _______ se le revolvió el estómago ante la prueba de que Nick tenía motivos para temer que otros lo odiaran a muerte y quisieran lastimarlo físicamente. A ella nunca le había atraído el peligro. Le gustaba la paz y la seguridad. La idea de un guardaespaldas le resultaba un tanto salvaje.
No volvieron a hablar hasta que Spencer detuvo el vehículo bajo la marquesina de Landry, uno de los restaurantes más elegantes y exclusivos de Chicago.
El maître, que también era copropietario del restaurante, se hallaba, como de costumbre, cerca de la puerta principal. Iba rigurosamente vestido de esmoquin. _______ conocía a John desde hacía muchos años, en realidad desde sus días de internado, en que su padre solía llevarla allí y el maitre le servía alguna bebida suave aderezada como una exótica bebida alcohólica.
–Buenas tardes, señor Farrell –saludó John formalmente, pero al ver a _______ añadió con una amplia sonrisa–: Señorita Bancroft, es siempre un placer verla.
_______ dirigió una rápida mirada a Nick, cuyo rostro era impenetrable. Ella se preguntó cómo le habría sentado comprobar que la conocían más que a él en el restaurante. Pero lo olvidó enseguida, cuando al ser acompañados a su mesa distinguió varias caras conocidas. A juzgar por sus miradas de asombro, habían reconocido a Nick y sin duda se preguntaban por qué _______ iba acompañada con un hombre al que había insultado en público. Sherry Withers, una de las mayores cotorras del círculo de conocidos de _______, miraba fijamente a Nick, arqueando las cejas. Estaba especulando, divirtiéndose con ello.
Un camarero los condujo entre hileras de ramos de flores recién cortadas, pasando junto a un hermoso enrejado blanco hasta una mesa situada lo bastante cerca del piano para oír la música y lo bastante lejos para que esta no impidiera la conversación. A menos que uno fuera cliente habitual de Landry, resultaba casi imposible reservar una mesa con menos de dos semanas de antelación y, desde luego, conseguir una buena mesa como esa ya era una hazaña. _______ se preguntó cómo lo habría logrado Nick.
–¿Un aperitivo? –preguntó él cuando estuvieron sentados.
La mente de _______ abandonó toda conjetura con respecto a la mesa para enfrentarse a la terrible situación que se avecinaba.
–No, gracias. Solo agua con hielo. –En cuanto lo dijo, pensó que un aperitivo le relajaría los nervios–. Sí –se corrigió–. Tomaré un aperitivo.
–¿Qué te gustaría?
–Estar en Brasil –murmuró ella con un suspiro.
–¿Perdón?
–Algo fuerte –respondió _______, tratando de decidir qué tomar–. Un manhattan. –Pero de inmediato hizo un gesto de negación. Una cosa era calmarse y otra muy distinta inducirse a decir o hacer algo que no debiera. Era un manojo de nervios y quería tomar algo que rebajara la tensión. Algo que pudiera beber lentamente y obrara el pequeño milagro. Algo que no le gustaba–. Un martini –decidió por fin, asintiendo con la cabeza.
–¿Todo eso? –le preguntó Nick con aparente seriedad–. ¿Un vaso de agua, un manhattan y un martini?
–No... solo el martini –aclaró ella con una sonrisa vacilante y una mirada de frustrada desolación.
Por un momento, Nick se sintió intrigado ante aquella combinación de llamativos contrastes que le presentaba _______. Luciendo un sofisticado vestido negro, tenía un aspecto elegante y encantador que, combinado con el ligero rubor de las mejillas, el inevitable atractivo de sus ojos embriagadores y su confusión de adolescente, hacía de ella un ser casi irresistible. Puesto que era ella quien había fomentado el encuentro, Nick decidió de pronto comportarse como había decidido la noche del baile de la ópera. Pensó que lo pasado, pasado estaba.
–¿Te lanzaré a otro mar de confusión si te pregunto con qué quieres el martini?
–Ginebra –le contestó _______–. No, vodka –se corrigió, y añadió de nuevo–: No, ginebra. Un martini con ginebra.
Nerviosa, se ruborizó y no advirtió la mirada burlona de los ojos de Nick cuando este siguió preguntando con voz un tanto solemne:
–¿Dulce o seco?
–Seco.
–¿Beefeater, Tanqueray o Bombay?
–Beefeater.
–¿Aceituna o cebolla?
–Aceituna.
–¿Una o dos?
–Dos.
–¿Valium o aspirinas? –preguntó con el mismo tono de voz, esbozando una sonrisa. _______ se dio cuenta de que había estado bromeando durante todo el tiempo. Se sintió agradecida y lo miró, devolviéndole la sonrisa.
–Lo siento. Estoy... un poco nerviosa.
Cuando el camarero se alejó con el pedido, Nick pensó en la confesión de _______ con respecto a su estado nervioso. Miró alrededor. En aquel lujoso restaurante una comida costaba lo que él ganaba en una jornada de duro trabajo en Edmunton. Casi sin pretenderlo, hizo una confesión propia.
–Solía soñar con llevarte a comer a un lugar como este.
Distraída, pues estaba pensando en cómo abordar el asunto que la había traído allí, _______ paseó la mirada y vio el hermoso despliegue de flores en enormes vasos de plata. Vio a los camareros que se inclinaban sobre las mesas con manteles de hilo y vajillas de porcelana y cristal.
–¿Un lugar como cuál?
Nick rió.
–No has cambiado nada, _______. El lujo más desbordante todavía es para ti la cosa más natural del mundo.
Dispuesta a mantener el buen clima creado cuando debatían qué iba a beber ella, _______ dijo razonablemente:
–Tú no puedes saber si he cambiado o no. Solo pasamos seis días juntos.
–Con sus correspondientes noches –señaló Nick intencionadamente para que volviera a sonrojarse. Deseaba que su firmeza se tambaleara otra vez, deseaba recuperar a la muchacha insegura, incapaz de decidir qué aperitivo tomar.
_______ ignoró la alusión de Nick, pero no se apartó por completo del tema.
–Es difícil creer que una vez estuvimos casados.
–No tiene nada de sorprendente, puesto que nunca utilizaste mi apellido.
–Estoy segura –comentó ella, intentando que su voz tuviera un tono de serena indiferencia. de que hay docenas de mujeres con más derechos del que yo tuve nunca a utilizar tu apellido.
–Hablas como si estuvieras celosa.
_______ estuvo a punto de perder la paciencia, pero logró evitarlo. Se inclinó hacia él y musitó:
–Si te parezco celosa, entonces es que tienes problemas de oído.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Nick.
–Había olvidado ese tono recatado de internado que tienes cuando estás enojada.
–¿Qué pasa? –replicó la joven con voz aguda–. ¿Es que quieres que discutamos?
–En realidad –le respondió Nick secamente– mis últimas palabras eran un cumplido.
–Oh –masculló ella. Sorprendida y un tanto nerviosa, miró al camarero, que en aquel momento servía las bebidas. Le pidieron la comida y _______ decidió esperar a que Nick hubiera tomado parte de su aperitivo con la esperanza de que el alcohol lo suavizara un poco. Entonces le daría la noticia de que su divorcio en realidad no existía. Dejó que él eligiera el siguiente tema de conversación.
Nick levantó su vaso, irritado consigo mismo por haber aguijoneado a _______. Empezó a hablar con sincero interés.
–Según las noticias de sociedad de la prensa, te ocupas de media docena de actividades caritativas, de la orquesta sinfónica, de la ópera y del ballet. ¿Qué más haces con tu tiempo?
–Trabajo cincuenta horas semanales en Bancroft –le respondió ella, vagamente decepcionada por el hecho de que al parecer Nick no hubiera oído hablar de sus logros como ejecutiva.
Por supuesto, Nick estaba al corriente de esos logros, pero sentía curiosidad por saber hasta qué punto ella era una buena profesional. Estaba seguro de que lo descubriría con solo oírla hablar de ello. Empezó a hacerle preguntas acerca de su trabajo.
_______ las respondía todas. Al principio con tono vacilante, pero paulatinamente con mayor confianza, porque por una parte temía abordar el asunto del divorcio y, por la otra, el trabajo era su tema favorito de conversación. Las preguntas de Nick eran tan certeras y parecía realmente interesado en lo que oía que no pasó mucho tiempo antes de que _______ le contara con pelos y señales sus logros, sus objetivos, sus éxitos y sus fracasos. Sí, Nick sabía escuchar, y con su actitud atenta estimulaba a su interlocutor, que acababa por hacerle toda clase de confidencias. Antes de que se diera cuenta, _______ le había explicado incluso el problema al que se enfrentaba: acusación de nepotismo en los grandes almacenes. Le resultaba tan difícil enfrentarse a dicha acusación como al chauvinismo que su padre fomentaba entre los ejecutivos de la empresa con su propia actitud.
Cuando el camarero retiró los cubiertos, _______ había contestado todas las preguntas de Nick y había bebido casi media botella de Bordeaux, pedida por él. Pensó que si se había mostrado tan locuaz era porque en el fondo deseaba eludir el temible asunto del divorcio. Sin embargo, incluso ahora, cuando había llegado el momento de abordar la cuestión, se sentía mucho más relajada que al principio de la comida. Se miraron mutuamente, en amigable silencio.
–Tu padre es afortunado de tenerte en Bancroft –dijo Nick con sinceridad. No le cabía la menor duda de que _______ era una ejecutiva excelente, muy bien dotada. Al hablar, su estilo profesional se había puesto de manifiesto, así como su dedicación, su inteligencia, su entusiasmo y, sobre todo, su coraje e ingenio.
–Yo soy la afortunada –repuso _______, sonriendo–. Bancroft lo es todo para mí. Es lo más importante de mi vida.
Nick se reclinó en el asiento, pensando en la dimensión de _______. Frunció el entrecejo y contempló el vaso de vino que tenía en la mano, preguntándose por qué diablos la joven hablaba de los grandes almacenes como si se tratase de personas queridas. ¿Por qué no había en su vida algo más importante que su carrera? ¿Por qué no lo era Parker Reynolds, o cualquier otro miembro destacado de la alta sociedad? De inmediato Nick halló las respuestas. La clave era su padre. Philip Bancroft había conseguido lo que quería: dominar a su hija de forma tan brutal y efectiva que al final a ella no le importaban los hombres. Cualquiera que fuera la razón que tenía para casarse con Reynolds, era obvio que no lo hacía por amor. Basándose en lo que _______ había dicho y en la expresión de su rostro al hablar de Bancroft, estaba comprometida y enamorada de unos grandes almacenes.
Nick la miraba y sentía piedad y ternura. Eran las mismas emociones que había sentido la noche en que la conoció, junto al avasallador deseo de poseerla, un deseo que anuló su sentido común. Entró en aquel club de campo, vio la sonrisa vivaz de _______, sus ojos brillantes, y perdió el sentido. En ese momento su corazón se dulcificó al recordar que lo había presentado a los socios de Glenmoor como un magnate del acero, de Indiana. ¡Qué maravillosa! Tan llena de risa y de vida, tan inocentemente ardorosa en sus brazos. Él había intentado apartarla de su padre, acariciarla, mimarla y protegerla.
De haber seguido casados, él estaría increíblemente orgulloso de su mujer. En realidad, de un modo un tanto impersonal, estaba orgulloso de lo que _______ había llegado a ser.
¿Mimarla y protegerla? Nick comprendió la implicación de sus pensamientos y apretó los dientes, disgustado consigo mismo. _______ no necesitaba a nadie que la protegiera. En realidad, era tan mortífera como el veneno de una viuda negra. Solo le importaba un ser humano: su padre, y para aplacado había asesinado al hijo que llevaba en las entrañas. Era una mujer consentida, sin carácter y sin corazón; una muñeca, hermosa y vacía, para sentarla a un extremo de la mesa del comedor, vestida con las prendas más caras. Solo servía para eso. Y si de pronto él lo había olvidado se debía precisamente a su aspecto, a sus ojos cautivadores, a su boca dulce y generosa, el sonido musical de su voz, la sonrisa contagiosa y también su modo de ser. ¡Dios! Siempre me he comportado como un idi/ota con esta mujer, pensó Nick, y su hostilidad desapareció al pensar que no tenía sentido seguir odiándola. Al margen de lo que ella había hecho, no debía olvidar que por aquel entonces era muy joven y estaba asustada. Además, todo había ocurrido hacia ya mucho tiempo. Así pues, miró a _______ y le hizo un cumplido con tono imparcial y un tanto indiferente:
–Oyéndote, es fácil comprobar que te has convertido en una gran ejecutiva. Si hubieras seguido casada conmigo, es probable que intentara atraerte a mi empresa.
Sin saberlo, acababa de darle pie a _______ para abordar el tema que la había traído allí. La joven no dejó pasar la oportunidad. Intentando inyectarle una gota de humor al temible momento, dijo con una risa nerviosa y ahogada.
–Entonces empieza a atraerme.
Los ojos de Nick se entrecerraron.
–¿Qué significa eso?
Incapaz de mantener por más tiempo su vacilante sonrisa, _______ se inclinó hacia delante, cruzó los brazos sobre la mesa y lanzó un hondo suspiro.
–Tengo algo que... decirte, Nick. Trata de no perder la calma.
Él se encogió de hombros con indiferencia y elevó el vaso de vino a los labios.
–No sentimos nada el uno por el otro, _______. Por lo tanto, nada de lo que puedas decirme me hará perder la calma...
–Aún estamos casados –anunció la joven.
Nick frunció el entrecejo y exclamó:
–¡Nada excepto eso!
–Nuestro divorcio no es legal –prosiguió ella, dando un respingo ante la ominosa mirada de su ex marido–. El... el abogado que se encargó de nuestro divorcio era un farsante que está siendo investigado por la justicia. Ningún juez firmó nuestra sentencia de divorcio. ¡Ningún juez la ha visto nunca!
Fuera de sí, Nick dejó el vaso en la mesa, se inclinó y dijo con voz iracunda:
–¡O mientes o eres una est/úpida! Hace once años me invitaste a dormir contigo sin pensar en las consecuencias. Cuando quedaste embarazada viniste a mi corriendo y me endosaste el problema. Y ahora me dices que no tuviste la inteligencia necesaria para contratar los servicios de un abogado que tramitara el divorcio y que, por lo tanto, todavía estamos casados. ¿Cómo diablos puedes dirigir una sección de los grandes almacenes y ser a la vez tan est/úpida?
Cada palabra de Nick le hería el orgullo como un latigazo, pero _______ esperaba algo así y pensó que lo tenía merecido. El impacto de la revelación dejó mudo a Nick por un momento, y ella lo aprovechó para decir con voz queda:
–Nick, comprendo cómo te sientes...
Él quería creer que _______ lo merecía y que aquello no era más que un loco intento de sacarle dinero. Quería creerlo, pero en el fondo pensaba que le estaba diciendo la verdad.
–Si yo estuviera en tu lugar –prosiguió ella–, sentiría lo mismo que tú.
–¿Cuándo lo supiste? –la interrumpió Nick.
–La noche anterior a mi llamada para arreglar este encuentro.
–Dando por sentado que me estás contando la verdad, es decir, que todavía estamos casados, ¿qué pretendes de mí exactamente?
–Un divorcio. Amable y tranquilo, sin complicaciones. E inmediato.
–¿Sin pensión alimenticia? –se mofó él, y observó cómo un furioso rubor cubría las mejillas de _______–. ¿Sin derechos de propiedad ni nada parecido?
anasmile
Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
–Exacto.
–Está bien, porque con toda seguridad no ibas a obtener nada de mí.
Enojada ante aquella manera de recordarle que ahora él era mucho más rico que ella, _______ lo miró con desdén y comentó:
–Siempre has pensado en el dinero y solo en el dinero. Ninguna otra cosa te ha importado. Pues bien, nunca quise casarme contigo ni quiero tu dinero. Preferiría morirme de hambre a que alguien supiera que hemos estado casados.
El maître eligió aquel inoportuno momento para preguntarles si les había gustado la comida y si deseaban alguna otra cosa.
–Sí ––contestó Nick con acritud–. Un whisky doble con hielo para mí y otro martini para mi mujer. –Enfatizó la palabra, regodeándose al hacerlo.
_______, que no solía mostrar sus sentimientos en público, se dirigió furiosa a su viejo amigo y exclamó:
–¡Te daré mil dólares si envenenas su bebida!
Inclinándose ligeramente, John sonrió y dijo con grave cortesía:
–Seguro, señora Farrell. –Volviéndose hacia Nick, inquirió divertido–: ¿Arsénico, o acaso prefiere algo más exótico, señor Farrell?
–¡No te atrevas a llamarme por ese nombre! –le advirtió _______ a John–. No me llamo así.
El rostro del maître se tomó grave. Volvió a inclinarse y musitó:
–Mis más sinceras excusas por haberme tomado libertades que no me corresponden, señorita Bancroft. Su bebida corre a cargo de la casa.
_______ se sintió como una bruja por haber descargado en John su ira. Se quedó mirándolo, mientras se retiraba, orgulloso. Luego miró a Nick. Esperó un momento a que se calmaran los ánimos, después suspiró y dijo:
–Nick, es contraproducente para los dos pelear. ¿No podríamos intentar tratarnos al menos con amabilidad? Así será más fácil afrontar la situación...
Él sabía que _______ tenía razón. Tras un momento de vacilación, sugirió:
–Supongo que podemos intentarlo. ¿Cómo crees que deberíamos afrontar este asunto?
–¡En silencio! –respondió ella, sonriéndole aliviada–. Y con rapidez. La necesidad de discreción y rapidez es mucho mayor de lo que tal vez creas.
Nick asintió. Al parecer, volvía a pensar con calma.
–Háblame de tu novio –dijo–. Según la prensa, piensas casarte en febrero.
–Bueno, eso es parte del asunto –admitió _______–. Parker ya sabe lo que ocurrió entre nosotros. Él descubrió que el abogado que tramitó el divorcio no era más que un farsante. Pero hay otra cosa, algo que es de vital importancia para mí y que podría perjudicarme si la noticia de que estamos casados saliera a la luz.
–¿Y qué es?
–Necesito un divorcio discreto, preferiblemente en secreto, para evitar la publicidad y las habladurías. Verás, mi padre va a tomarse unas vacaciones por razones de salud, y yo ansío la oportunidad de sustituirlo como presidenta interina. Necesito la ocasión de demostrar al directorio que puedo hacerme cargo de la presidencia cuando él se retire definitivamente. El consejo vacila, porque lo integra gente conservadora que duda por mi doble condición de joven y mujer. A estos dos factores en contra se suma el hecho de que la prensa no me ha ayudado al dar de mí la imagen de una frívola de la alta sociedad, es decir, lo que al directorio le gustaría creer que soy. Si la prensa descubre lo nuestro, convertirán la situación en un carnaval. Yo he anunciado mi compromiso con un banquero muy serio e importante, mientras que por tu parte, se supone que vas a casarte con media docena de estrellas. Pero aquí estamos. Unidos en matrimonio. La bigamia no es un factor que contribuya a convertir a nadie en presidente de Bancroft. Te aseguro que si la cosa sale a la luz, significará el fin de mis aspiraciones.
–No dudo que lo creas así –comentó Nick–, pero no estoy seguro de que te haría tanto daño como dices.
–¿No? –masculló ella con amargura. –Piensa cómo has reaccionado cuando te he dicho que el abogado que tramitó el divorcio era un falso abogado. De inmediato has llegado a la conclusión de que soy una imb/écil inepta, incapaz de conducir mi vida, así que no digamos la de otro o la de unos grandes almacenes. Los miembros del directorio no me ven con buenos ojos y reaccionarían igual que tú.
–¿No podría tu padre dejar claro que quiere que seas tú quien ocupe su lugar durante su ausencia?
–Sí, pero de acuerdo con los estatutos de la empresa, el consejo de administración debe votar unánimemente en las elecciones para la presidencia. Aunque mi padre los controlara, no estoy segura de que intercediera en mi favor.
Nick no respondió porque en ese momento se aproximaba un camarero con las bebidas y otro arrastrando un carrito con un teléfono inalámbrico.
–Tiene una llamada, señor Farrell –anunció–. Al parecer usted dio instrucciones para que lo llamaran aquí.
Consciente de que era Tom Anderson, Nick se excusó ante _______ y atendió la llamada. De inmediato preguntó:
–¿Qué tal con la comisión recalificadora de Southville?
–«Mal asunto, Nick –le respondió Anderson. Nos han rechazado.»
–¿Cómo es posible que hayan denegado una petición de recalificación que va a beneficiar a la comunidad? –estalló Nick, más asombrado que furioso.
–«Según mi contacto en la comisión, alguien de gran influencia instruyó a los miembros para que votaran en contra de la recalificación.»
–¿Alguna idea de quién se trata?
–«Sí. Un tipo llamado Paulson encabeza la comisión. Les dijo a varios miembros de la misma, entre ellos a mi contacto, que el senador Davies consideraría un favor personal que nuestra petición fuera rechazada.»
–Qué extraño –respondió Nick, frunciendo el entrecejo y tratando de recordar si había aportado fondos a la campaña del senador Davies o a la de su oponente. Sin embargo, antes de hallar la respuesta oyó la voz de Tom, llena de sarcasmo.
–«¿Leíste una mención de una fiesta de cumpleaños en las notas de sociedad? ¿Una fiesta en honor del buen senador Davies?»
–No. ¿Por qué?
–«La fiesta fue ofrecida por el señor Philip A. Bancroft. ¿Existe alguna conexión entre él y la _______ sobre la que estuvimos hablando hace una semana?»
La ira estalló en el pecho de Nick. Clavó la mirada en _______ y observó que había palidecido, lo que solo podía atribuirse a la mención de Southville. Respondió a Anderson con voz suave y gélida:
–Claro que hay una conexión. ¿Estás en la oficina? –Anderson contestó afirmativamente–. Pues quédate ahí. Estaré de vuelta a las tres. Perfilaremos la estrategia a seguir.
Lentamente, Nick colgó el auricular y miró a _______, que, con creciente nerviosismo, estaba alisando unas arrugas inexistentes en el mantel. En su rostro se reflejaba la culpa, y en ese momento Nick la odió con una virulencia apenas contenible. Ella le había pedido aquel encuentro con el fin de «enterrar el hacha». ¡Qué hipócrita! Lo único que quería era aprovecharse de él para poder casarse con su precioso banquero, llegar a la presidencia de Bancroft y conseguir un divorcio rápido y discreto. Muy bien. Nick se alegraba de que quisiera todas estas cosas porque no iba a concederle ninguna. En cambio, lo que ella y su padre iban a provocar era una guerra sin cuartel, una guerra que perderían... y con ella todo lo que poseían. Le hizo señas al camarero de que llevara la cuenta. Al advertirlo, _______ sintió que el temblor que la había sacudido ante la mención de la comisión recalificadora se convertía ahora en pánico. Todavía no habían llegado a ningún acuerdo y él ya se disponía a dar por finalizada la reunión. El camarero acudió con la cuenta, metida en una funda de piel y Nick depositó un billete de cien dólares sin ni siquiera mirar el importe. Se puso de pie.
–Vamos –dijo, y sin esperar respuesta rodeó la mesa y retiró la silla de _______.
–Pero aún no hemos llegado a un acuerdo –objetó ella con desesperación. Nick la asió firmemente por el codo y la obligó a avanzar hacia la calle.
–Terminaremos la discusión en el coche.
La lluvia golpeaba el dosel rojo de la puerta del restaurante. Llovía a raudales. El portero uniformado, que aguardaba junto a la acera, abrió su paraguas y cubrió las cabezas de ambos clientes mientras subían a la limusina.
Nick ordenó a Spencer que llevara primero a _______ a los grandes almacenes Bancroft. Después se volvió hacia ella.
–Bien, ¿Qué quieres que hagamos?
Su tono de voz sugería que estaba dispuesto a cooperar, y _______ sintió una mezcla de alivio y vergüenza. Vergüenza porque sabía que la comisión había rechazado a Nick y tampoco sería admitido en el club de campo Glenmoor. Jurando que forzaría la voluntad paterna –aunque aún no sabía cómo– para que reparara ambos daños, susurró:
–Quiero un divorcio rápido y discreto, preferiblemente fuera del estado o del país. Y quiero que no se sepa que hemos estado casados.
Nick asintió como quien considera la cuestión desde una óptica favorable. Sin embargo, dijo:
–Y si me negara, ¿cómo te vengarías? Supongo –especuló con sarcasmo– que seguirías humillándome en aburridas reuniones de sociedad y que tu padre vetaría mi ingreso en todos los clubes de campo de Chicago.
¡Ya sabía lo de Glenmoor!
–Siento lo de Glenmoor. Realmente lo siento.
Él se rió de su seriedad y luego replicó:
–Me importa un bledo tu precioso club. Alguien me propuso sin mi consentimiento.
A pesar de estas palabras, ella no podía creer que el asunto le resultara indiferente. No sería humano que no se sintiera avergonzado por la negativa. El sentimiento de culpa y la vergüenza que le causaban la mezquindad de su padre la obligaron a desviar la mirada. Había disfrutado de la compañía de Nick durante el almuerzo y él parecía haberse alegrado también con la suya. Ella se alegró de poder hablar como si no existiera un pasado desagradable entre ambos. No quería ser su enemiga; lo ocurrido años atrás no era del todo culpa de Nick. Y ahora los dos tenían nuevas vidas que vivir. _______ se sentía orgullosa de sus propios logros, y pensaba que él tenía todo el derecho del mundo a estar igualmente orgulloso de los suyos. El antebrazo de Nick reposaba en el respaldo del asiento y _______ vio el elegante reloj de oro en su muñeca. Después miró la mano de su ex marido, y pensó que sus manos eran maravillosas y muy masculinas. Mucho tiempo atrás, habían estado llenas de callos, y ahora las tenía inmaculadas...
_______ tuvo el absurdo y repentino impulso de tomarle la mano y decirle: «Lo siento. Lamento todo lo que hemos hecho para herirnos mutuamente. Lamento que no estuviéramos hechos el uno para el otro».
–¿Qué pasa? ¿Quieres ver si aún tengo grasa en las uñas?
–¡No! –exclamó _______, mirándolo fijamente a los ojos. Con serena dignidad, añadió–: Estaba deseando que las cosas hubieran terminado de un modo distinto... de un modo que nos permitiera ser amigos, ya que no otra cosa.
–¿Amigos? –repitió él con ironía–. La última vez que fui tu amigo me costó el nombre y muchas cosas más...
Te ha costado más de lo que crees, pensó _______, sintiéndose culpable. Te ha costado la planta industrial que querías construir en Southville, aunque de algún modo arreglaré este lío. Obligaré a mi padre a que repare el daño que te ha causado y le haré prometer que nunca más volverá a meterse contigo.
–Nick, escúchame –rogó la joven, ansiosa por arreglar la situación entre ambos–. Estoy dispuesta a olvidar el pasado y...
–Muy generoso de tu parte –se mofó él. _______ se puso rígida, sintiéndose tentada a decirle que ella era la parte ofendida, la esposa abandonada. No obstante, ahogó el impulso y agregó tercamente:
–Dije que estaba dispuesta a olvidar el pasado y lo estoy. Si accedes a un divorcio discreto y rápido, haré lo posible para que no tengas problemas aquí en Chicago.
–¿Y cómo vas a lograrlo, princesa? –preguntó Nick, con evidente sarcasmo.
–¡No me llames princesa! No trato de mostrarme condescendiente, sino justa.
Nick se reclinó en el asiento y la miró a los ojos.
–Pido perdón por mi rudeza, _______. ¿Qué intentas hacer en mi favor?
Aliviada por lo que interpretó como un cambio de actitud, la joven se apresuró a contestar:
–Para empezar, me aseguraré que no te traten como a un marginado. Sé que mi padre vetó tu entrada en Glenmoor, pero intentaré hacerle cambiar de idea...
–Olvidémonos de mí –sugirió él suavemente, detestando la hipocresía que creía ver en _______. Sin duda le gustaba más cuando se ponía en su sitio, como había sucedido en la ópera, y lo insultaba. En cambio, ahora necesitaba algo de él, algo de suma importancia. Eso alegraba a Nick, porque no iba a ceder ni un ápice–. Tú quieres un divorcio amistoso y rápido porque deseas casarte con tu adorable banquero y conseguir la presidencia de Bancroft. ¿No es así? –Ella asintió y Nick siguió hablando–: Y la presidencia de Bancroft es muy importante para ti, ¿verdad?
–La deseo como nunca he deseado nada en mi vida –respondió _______, anhelante–. Vas a ayudarme... ¿no es así? –añadió, estudiando el rostro inescrutable de Nick. En ese momento el coche se detuvo frente a los grandes almacenes.
–No –repuso él con tono cortés pero tan rotundo que, por un momento, la mente de _______ quedó en blanco.
–¿No? –repitió ella con incredulidad–. Pero el divorcio es...
–¡Olvídalo! –replicó Nick.
–¿Olvidarlo? ¡Todo lo que quiero depende de ello!
–Es una maldita lástima.
–Entonces obtendré el divorcio sin tu consentimiento –amenazó _______.
–Inténtalo y armaré un escándalo que no podrás olvidar durante el resto de tu vida. Para empezar, denunciaré a tu est/úpido banquero por alienación del cariño.
–Alienación de... –Demasiado perpleja para mostrarse cauta, _______ lanzó una carcajada e inquirió–: ¿Has perdido el juicio? Si haces eso harás el ridículo, parecerás un marido cornudo y apaleado.
–Y tú una mujer adúltera –repuso Nick.
La rabia se apoderó de _______.
–¡Maldito seas! –exclamó–. Si te atreves a avergonzar públicamente a Parker, te mataré con mis propias manos. No le llegas ni a la suela de los zapatos. –Lejos de calmarse, añadió–: Él es diez veces más hombre que tú, un hombre que no necesita ni intenta acostarse con cada mujer que le sale al paso. Tiene principios, es un caballero, pero eso tú no puedes entenderlo, porque debajo de ese traje a medida que llevas puesto no eres más que un sucio fundidor de un sucio pueblo y con un sucio padre borracho.
–Y tú –replicó Nick salvajemente– sigues siendo una zo/rra malvada y presumida.
_______ intentó abofetearlo, pero él detuvo el golpe agarrándole la muñeca. Luego la atrajo hacia él hasta que ambos rostros estuvieron casi juntos. Entonces Nick lanzó una advertencia con voz fría y suave.
–Si la comisión de recalificación de terrenos de Southville no anula su decisión con respecto a Intercorp, olvídate de hablar conmigo acerca del divorcio. Y si me decido a dártelo, yo pondré las condiciones y tú y tu padre tendréis que aceptarlas sin rechistar. –Aumentó la presión de su mano, obligando a _______ a inclinarse todavía un poco más–. ¿Lo entiendes, _______? No tenéis poder sobre mí. Crúzate una vez más en mi camino y desearás no haber nacido.
_______ se liberó de sus manos.
–¡Eres un monstruo! –profirió con voz aguda. Cogió la cartera y los guantes y salió del coche. Spencer sostenía la portezuela abierta y ella le lanzó una mirada altiva. Pero el terrible guardaespaldas de Nick observaba el altercado con la entusiasta intensidad de un rabioso aficionado al tenis.
Ernest acudió en auxilio de la señorita Bancroft tan pronto como la vio salir del vehículo. Venía dispuesto a defenderla de cualquier enemigo que la asediara.
–¿Has visto al hombre del coche? –le preguntó _______.
–Sí, señorita Bancroft –respondió el portero.
–Está bien. Si alguna vez se acerca por aquí, llama a la policía.
–Está bien, porque con toda seguridad no ibas a obtener nada de mí.
Enojada ante aquella manera de recordarle que ahora él era mucho más rico que ella, _______ lo miró con desdén y comentó:
–Siempre has pensado en el dinero y solo en el dinero. Ninguna otra cosa te ha importado. Pues bien, nunca quise casarme contigo ni quiero tu dinero. Preferiría morirme de hambre a que alguien supiera que hemos estado casados.
El maître eligió aquel inoportuno momento para preguntarles si les había gustado la comida y si deseaban alguna otra cosa.
–Sí ––contestó Nick con acritud–. Un whisky doble con hielo para mí y otro martini para mi mujer. –Enfatizó la palabra, regodeándose al hacerlo.
_______, que no solía mostrar sus sentimientos en público, se dirigió furiosa a su viejo amigo y exclamó:
–¡Te daré mil dólares si envenenas su bebida!
Inclinándose ligeramente, John sonrió y dijo con grave cortesía:
–Seguro, señora Farrell. –Volviéndose hacia Nick, inquirió divertido–: ¿Arsénico, o acaso prefiere algo más exótico, señor Farrell?
–¡No te atrevas a llamarme por ese nombre! –le advirtió _______ a John–. No me llamo así.
El rostro del maître se tomó grave. Volvió a inclinarse y musitó:
–Mis más sinceras excusas por haberme tomado libertades que no me corresponden, señorita Bancroft. Su bebida corre a cargo de la casa.
_______ se sintió como una bruja por haber descargado en John su ira. Se quedó mirándolo, mientras se retiraba, orgulloso. Luego miró a Nick. Esperó un momento a que se calmaran los ánimos, después suspiró y dijo:
–Nick, es contraproducente para los dos pelear. ¿No podríamos intentar tratarnos al menos con amabilidad? Así será más fácil afrontar la situación...
Él sabía que _______ tenía razón. Tras un momento de vacilación, sugirió:
–Supongo que podemos intentarlo. ¿Cómo crees que deberíamos afrontar este asunto?
–¡En silencio! –respondió ella, sonriéndole aliviada–. Y con rapidez. La necesidad de discreción y rapidez es mucho mayor de lo que tal vez creas.
Nick asintió. Al parecer, volvía a pensar con calma.
–Háblame de tu novio –dijo–. Según la prensa, piensas casarte en febrero.
–Bueno, eso es parte del asunto –admitió _______–. Parker ya sabe lo que ocurrió entre nosotros. Él descubrió que el abogado que tramitó el divorcio no era más que un farsante. Pero hay otra cosa, algo que es de vital importancia para mí y que podría perjudicarme si la noticia de que estamos casados saliera a la luz.
–¿Y qué es?
–Necesito un divorcio discreto, preferiblemente en secreto, para evitar la publicidad y las habladurías. Verás, mi padre va a tomarse unas vacaciones por razones de salud, y yo ansío la oportunidad de sustituirlo como presidenta interina. Necesito la ocasión de demostrar al directorio que puedo hacerme cargo de la presidencia cuando él se retire definitivamente. El consejo vacila, porque lo integra gente conservadora que duda por mi doble condición de joven y mujer. A estos dos factores en contra se suma el hecho de que la prensa no me ha ayudado al dar de mí la imagen de una frívola de la alta sociedad, es decir, lo que al directorio le gustaría creer que soy. Si la prensa descubre lo nuestro, convertirán la situación en un carnaval. Yo he anunciado mi compromiso con un banquero muy serio e importante, mientras que por tu parte, se supone que vas a casarte con media docena de estrellas. Pero aquí estamos. Unidos en matrimonio. La bigamia no es un factor que contribuya a convertir a nadie en presidente de Bancroft. Te aseguro que si la cosa sale a la luz, significará el fin de mis aspiraciones.
–No dudo que lo creas así –comentó Nick–, pero no estoy seguro de que te haría tanto daño como dices.
–¿No? –masculló ella con amargura. –Piensa cómo has reaccionado cuando te he dicho que el abogado que tramitó el divorcio era un falso abogado. De inmediato has llegado a la conclusión de que soy una imb/écil inepta, incapaz de conducir mi vida, así que no digamos la de otro o la de unos grandes almacenes. Los miembros del directorio no me ven con buenos ojos y reaccionarían igual que tú.
–¿No podría tu padre dejar claro que quiere que seas tú quien ocupe su lugar durante su ausencia?
–Sí, pero de acuerdo con los estatutos de la empresa, el consejo de administración debe votar unánimemente en las elecciones para la presidencia. Aunque mi padre los controlara, no estoy segura de que intercediera en mi favor.
Nick no respondió porque en ese momento se aproximaba un camarero con las bebidas y otro arrastrando un carrito con un teléfono inalámbrico.
–Tiene una llamada, señor Farrell –anunció–. Al parecer usted dio instrucciones para que lo llamaran aquí.
Consciente de que era Tom Anderson, Nick se excusó ante _______ y atendió la llamada. De inmediato preguntó:
–¿Qué tal con la comisión recalificadora de Southville?
–«Mal asunto, Nick –le respondió Anderson. Nos han rechazado.»
–¿Cómo es posible que hayan denegado una petición de recalificación que va a beneficiar a la comunidad? –estalló Nick, más asombrado que furioso.
–«Según mi contacto en la comisión, alguien de gran influencia instruyó a los miembros para que votaran en contra de la recalificación.»
–¿Alguna idea de quién se trata?
–«Sí. Un tipo llamado Paulson encabeza la comisión. Les dijo a varios miembros de la misma, entre ellos a mi contacto, que el senador Davies consideraría un favor personal que nuestra petición fuera rechazada.»
–Qué extraño –respondió Nick, frunciendo el entrecejo y tratando de recordar si había aportado fondos a la campaña del senador Davies o a la de su oponente. Sin embargo, antes de hallar la respuesta oyó la voz de Tom, llena de sarcasmo.
–«¿Leíste una mención de una fiesta de cumpleaños en las notas de sociedad? ¿Una fiesta en honor del buen senador Davies?»
–No. ¿Por qué?
–«La fiesta fue ofrecida por el señor Philip A. Bancroft. ¿Existe alguna conexión entre él y la _______ sobre la que estuvimos hablando hace una semana?»
La ira estalló en el pecho de Nick. Clavó la mirada en _______ y observó que había palidecido, lo que solo podía atribuirse a la mención de Southville. Respondió a Anderson con voz suave y gélida:
–Claro que hay una conexión. ¿Estás en la oficina? –Anderson contestó afirmativamente–. Pues quédate ahí. Estaré de vuelta a las tres. Perfilaremos la estrategia a seguir.
Lentamente, Nick colgó el auricular y miró a _______, que, con creciente nerviosismo, estaba alisando unas arrugas inexistentes en el mantel. En su rostro se reflejaba la culpa, y en ese momento Nick la odió con una virulencia apenas contenible. Ella le había pedido aquel encuentro con el fin de «enterrar el hacha». ¡Qué hipócrita! Lo único que quería era aprovecharse de él para poder casarse con su precioso banquero, llegar a la presidencia de Bancroft y conseguir un divorcio rápido y discreto. Muy bien. Nick se alegraba de que quisiera todas estas cosas porque no iba a concederle ninguna. En cambio, lo que ella y su padre iban a provocar era una guerra sin cuartel, una guerra que perderían... y con ella todo lo que poseían. Le hizo señas al camarero de que llevara la cuenta. Al advertirlo, _______ sintió que el temblor que la había sacudido ante la mención de la comisión recalificadora se convertía ahora en pánico. Todavía no habían llegado a ningún acuerdo y él ya se disponía a dar por finalizada la reunión. El camarero acudió con la cuenta, metida en una funda de piel y Nick depositó un billete de cien dólares sin ni siquiera mirar el importe. Se puso de pie.
–Vamos –dijo, y sin esperar respuesta rodeó la mesa y retiró la silla de _______.
–Pero aún no hemos llegado a un acuerdo –objetó ella con desesperación. Nick la asió firmemente por el codo y la obligó a avanzar hacia la calle.
–Terminaremos la discusión en el coche.
La lluvia golpeaba el dosel rojo de la puerta del restaurante. Llovía a raudales. El portero uniformado, que aguardaba junto a la acera, abrió su paraguas y cubrió las cabezas de ambos clientes mientras subían a la limusina.
Nick ordenó a Spencer que llevara primero a _______ a los grandes almacenes Bancroft. Después se volvió hacia ella.
–Bien, ¿Qué quieres que hagamos?
Su tono de voz sugería que estaba dispuesto a cooperar, y _______ sintió una mezcla de alivio y vergüenza. Vergüenza porque sabía que la comisión había rechazado a Nick y tampoco sería admitido en el club de campo Glenmoor. Jurando que forzaría la voluntad paterna –aunque aún no sabía cómo– para que reparara ambos daños, susurró:
–Quiero un divorcio rápido y discreto, preferiblemente fuera del estado o del país. Y quiero que no se sepa que hemos estado casados.
Nick asintió como quien considera la cuestión desde una óptica favorable. Sin embargo, dijo:
–Y si me negara, ¿cómo te vengarías? Supongo –especuló con sarcasmo– que seguirías humillándome en aburridas reuniones de sociedad y que tu padre vetaría mi ingreso en todos los clubes de campo de Chicago.
¡Ya sabía lo de Glenmoor!
–Siento lo de Glenmoor. Realmente lo siento.
Él se rió de su seriedad y luego replicó:
–Me importa un bledo tu precioso club. Alguien me propuso sin mi consentimiento.
A pesar de estas palabras, ella no podía creer que el asunto le resultara indiferente. No sería humano que no se sintiera avergonzado por la negativa. El sentimiento de culpa y la vergüenza que le causaban la mezquindad de su padre la obligaron a desviar la mirada. Había disfrutado de la compañía de Nick durante el almuerzo y él parecía haberse alegrado también con la suya. Ella se alegró de poder hablar como si no existiera un pasado desagradable entre ambos. No quería ser su enemiga; lo ocurrido años atrás no era del todo culpa de Nick. Y ahora los dos tenían nuevas vidas que vivir. _______ se sentía orgullosa de sus propios logros, y pensaba que él tenía todo el derecho del mundo a estar igualmente orgulloso de los suyos. El antebrazo de Nick reposaba en el respaldo del asiento y _______ vio el elegante reloj de oro en su muñeca. Después miró la mano de su ex marido, y pensó que sus manos eran maravillosas y muy masculinas. Mucho tiempo atrás, habían estado llenas de callos, y ahora las tenía inmaculadas...
_______ tuvo el absurdo y repentino impulso de tomarle la mano y decirle: «Lo siento. Lamento todo lo que hemos hecho para herirnos mutuamente. Lamento que no estuviéramos hechos el uno para el otro».
–¿Qué pasa? ¿Quieres ver si aún tengo grasa en las uñas?
–¡No! –exclamó _______, mirándolo fijamente a los ojos. Con serena dignidad, añadió–: Estaba deseando que las cosas hubieran terminado de un modo distinto... de un modo que nos permitiera ser amigos, ya que no otra cosa.
–¿Amigos? –repitió él con ironía–. La última vez que fui tu amigo me costó el nombre y muchas cosas más...
Te ha costado más de lo que crees, pensó _______, sintiéndose culpable. Te ha costado la planta industrial que querías construir en Southville, aunque de algún modo arreglaré este lío. Obligaré a mi padre a que repare el daño que te ha causado y le haré prometer que nunca más volverá a meterse contigo.
–Nick, escúchame –rogó la joven, ansiosa por arreglar la situación entre ambos–. Estoy dispuesta a olvidar el pasado y...
–Muy generoso de tu parte –se mofó él. _______ se puso rígida, sintiéndose tentada a decirle que ella era la parte ofendida, la esposa abandonada. No obstante, ahogó el impulso y agregó tercamente:
–Dije que estaba dispuesta a olvidar el pasado y lo estoy. Si accedes a un divorcio discreto y rápido, haré lo posible para que no tengas problemas aquí en Chicago.
–¿Y cómo vas a lograrlo, princesa? –preguntó Nick, con evidente sarcasmo.
–¡No me llames princesa! No trato de mostrarme condescendiente, sino justa.
Nick se reclinó en el asiento y la miró a los ojos.
–Pido perdón por mi rudeza, _______. ¿Qué intentas hacer en mi favor?
Aliviada por lo que interpretó como un cambio de actitud, la joven se apresuró a contestar:
–Para empezar, me aseguraré que no te traten como a un marginado. Sé que mi padre vetó tu entrada en Glenmoor, pero intentaré hacerle cambiar de idea...
–Olvidémonos de mí –sugirió él suavemente, detestando la hipocresía que creía ver en _______. Sin duda le gustaba más cuando se ponía en su sitio, como había sucedido en la ópera, y lo insultaba. En cambio, ahora necesitaba algo de él, algo de suma importancia. Eso alegraba a Nick, porque no iba a ceder ni un ápice–. Tú quieres un divorcio amistoso y rápido porque deseas casarte con tu adorable banquero y conseguir la presidencia de Bancroft. ¿No es así? –Ella asintió y Nick siguió hablando–: Y la presidencia de Bancroft es muy importante para ti, ¿verdad?
–La deseo como nunca he deseado nada en mi vida –respondió _______, anhelante–. Vas a ayudarme... ¿no es así? –añadió, estudiando el rostro inescrutable de Nick. En ese momento el coche se detuvo frente a los grandes almacenes.
–No –repuso él con tono cortés pero tan rotundo que, por un momento, la mente de _______ quedó en blanco.
–¿No? –repitió ella con incredulidad–. Pero el divorcio es...
–¡Olvídalo! –replicó Nick.
–¿Olvidarlo? ¡Todo lo que quiero depende de ello!
–Es una maldita lástima.
–Entonces obtendré el divorcio sin tu consentimiento –amenazó _______.
–Inténtalo y armaré un escándalo que no podrás olvidar durante el resto de tu vida. Para empezar, denunciaré a tu est/úpido banquero por alienación del cariño.
–Alienación de... –Demasiado perpleja para mostrarse cauta, _______ lanzó una carcajada e inquirió–: ¿Has perdido el juicio? Si haces eso harás el ridículo, parecerás un marido cornudo y apaleado.
–Y tú una mujer adúltera –repuso Nick.
La rabia se apoderó de _______.
–¡Maldito seas! –exclamó–. Si te atreves a avergonzar públicamente a Parker, te mataré con mis propias manos. No le llegas ni a la suela de los zapatos. –Lejos de calmarse, añadió–: Él es diez veces más hombre que tú, un hombre que no necesita ni intenta acostarse con cada mujer que le sale al paso. Tiene principios, es un caballero, pero eso tú no puedes entenderlo, porque debajo de ese traje a medida que llevas puesto no eres más que un sucio fundidor de un sucio pueblo y con un sucio padre borracho.
–Y tú –replicó Nick salvajemente– sigues siendo una zo/rra malvada y presumida.
_______ intentó abofetearlo, pero él detuvo el golpe agarrándole la muñeca. Luego la atrajo hacia él hasta que ambos rostros estuvieron casi juntos. Entonces Nick lanzó una advertencia con voz fría y suave.
–Si la comisión de recalificación de terrenos de Southville no anula su decisión con respecto a Intercorp, olvídate de hablar conmigo acerca del divorcio. Y si me decido a dártelo, yo pondré las condiciones y tú y tu padre tendréis que aceptarlas sin rechistar. –Aumentó la presión de su mano, obligando a _______ a inclinarse todavía un poco más–. ¿Lo entiendes, _______? No tenéis poder sobre mí. Crúzate una vez más en mi camino y desearás no haber nacido.
_______ se liberó de sus manos.
–¡Eres un monstruo! –profirió con voz aguda. Cogió la cartera y los guantes y salió del coche. Spencer sostenía la portezuela abierta y ella le lanzó una mirada altiva. Pero el terrible guardaespaldas de Nick observaba el altercado con la entusiasta intensidad de un rabioso aficionado al tenis.
Ernest acudió en auxilio de la señorita Bancroft tan pronto como la vio salir del vehículo. Venía dispuesto a defenderla de cualquier enemigo que la asediara.
–¿Has visto al hombre del coche? –le preguntó _______.
–Sí, señorita Bancroft –respondió el portero.
–Está bien. Si alguna vez se acerca por aquí, llama a la policía.
anasmile
Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)
No lo puedo crreeeeeerrr!!!... Y pensar que todo iba bien!!!!!.....
Pero de nuevo su padre se metió entre ellos!!!
Pero de nuevo su padre se metió entre ellos!!!
chelis
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