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Paraiso Robado( Nick y y tu)

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Mensaje por JB&1D2 Sáb 13 Abr 2013, 10:58 am

nueva lectora
siguelaaaa
JB&1D2
JB&1D2


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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por chelis Sáb 13 Abr 2013, 11:33 am

:ilusion:
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por Florjudith96 Dom 14 Abr 2013, 8:25 am

subeeee pleasee
Florjudith96
Florjudith96


https://twitter.com/florjudith  http://thejonasismyairmyall.tumb

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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por chelis Dom 14 Abr 2013, 9:47 am

Poooorrfiiiss
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por JB&1D2 Vie 26 Abr 2013, 9:13 pm

siguelaaaaaaaaaaaaaaa
JB&1D2
JB&1D2


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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por chelis Sáb 27 Abr 2013, 7:13 pm

:)
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por hope7 Vie 27 Sep 2013, 8:35 pm

hola
nueva lectora
seguila
seguila pronto
hope7
hope7


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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por chelis Vie 27 Sep 2013, 9:59 pm

:wut:
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por anasmile Dom 23 Feb 2014, 2:49 pm

perdonen  por no subirles  antes mas capítulos disculpen chicas he estado muy ocupada :)

–_______ –dijo–, casi todas las parejas se toman unos meses para conocerse antes de llegar al matrimonio. Nosotros tenemos un par de días antes de casarnos y menos de una semana antes de separarnos, porque yo me marcho a Venezuela. ¿Crees que podríamos condensar varios meses en unos pocos días?
–Supongo que sí –contestó ella, desconcertada por la intensidad de la voz de Nick.
–Está bien –dijo Nick, sorprendido ante la inesperada respuesta–. ¿Qué quieres saber de mí?
Reprimiendo la risa, _______ lo miró con perplejidad. Se preguntó si Nick se referiría a cuestiones de tipo genético puesto que era el padre del niño que ella llevaba en el vientre. Con tono vacilante respondió a su pregunta con otra.
–¿Sugieres que debería interrogarte acerca de cuestiones tales como si ha habido enfermos mentales en tu familia o si estás fichado por la policía?
Ahora fue Nick el que tuvo que reprimir un acceso de risa y hablar con fingida seriedad.
–La respuesta a ambas preguntas es que no. ¿Y en tu caso?
Ella meneó la cabeza con solemnidad.
–No estoy fichada por la policía. No hay historial enfermedades mentales en mi familia.
Nick reparó en la hilaridad reflejada en los ojos de _______ y de nuevo sintió el fuerte impulso de abrazarla.
–Es tu turno –continuó _______ con voz alegre–. ¿Qué quieres saber?
–Una cosa –dijo Nick con franqueza, y apoyó un brazo en el árbol, por encima de la cabeza de la joven–. ¿Eres tan dulce como pareces?
–Tal vez no.
El joven se irguió sonriente, pues estaba casi seguro que ella se equivocaba.
–Caminemos, antes de que olvide lo que en teoría hemos venido a hacer. En nombre de la más completa honradez –añadió de pronto–, acabo de recordar que estoy fichado por la policía. –_______ se detuvo y Nick la miró de frente–. Me llevaron dos veces a la comisaría cuando tenía diecinueve años.
–¿A qué te dedicabas entonces?
–Peleas. Armar camorra sería una respuesta más exacta. Antes de la muerte de mi madre me convencí de que si ella estuviera atendida por los mejores médicos y los mejores hospitales, no moriría. Mi padre y yo le conseguimos todo lo mejor. Cuando el seguro dejo de pagar, vendimos el equipo de la explotación agrícola y todo lo que teníamos para pagar las facturas médicas. Pero ella murió a pesar de todo. –Nick trataba de que voz sonara neutra–. Mi padre se dio a la bebida y yo a la calle en busca de algo a que entregarme. Durante meses me metí en líos, y como no podía ponerle las manos encima a ese Dios en quien mi madre confiaba tanto, me contenté con cualquier mortal que no me volviera la espalda. En Edmunton no es difícil pelear –añadió con una sonrisa irónica, y en aquel momento se dio cuenta de que le estaba confiando a una joven de dieciocho años cosas que no le había contado a nadie, ni siquiera a sí mismo. Y la muchacha lo miraba con una callada comprensión que contradecía rotundamente su edad–. La policía intervino en dos de las peleas –concluyó Nick– y nos llevaron a todos a la comisaría. Poca cosa. Excepto en Edmunton, estos episodios no figuran en los archivos policiales.
Conmovida por la confianza que Nick había depositado en ella, _______ comentó con dulzura:
–Debes de haberla querido mucho. –Consciente de que pisaba terreno resbaladizo, agregó–: No conocí a mi madre. Después del divorcio se fue a Italia. Supongo que tuve suerte, porque de esa manera no lamenté su ausencia durante mi adolescencia.
Nick se dio cuenta de la intención de estas palabras, y no se burló de los esfuerzos de _______.
–Muy amable –dijo con voz queda, y para sacudirse la tristeza, añadió con ironía–: Tengo un asombroso buen gusto para las mujeres.
_______ rió. Después se estremeció cuando la mano de Nick, deslizándose por su espalda, se posó en su cintura y la atrajo hacia él mientras caminaban. Apenas habían dado unos pasos cuando ella preguntó espontáneamente:
–¿Has estado casado alguna vez? Quiero decir antes.
–No. ¿Y tú? –preguntó él a su vez, bromeando.
–Sabes muy bien que yo no había... no había... –Se interrumpió, incomodada por el tema.
–Sí, lo sé. Lo que no entiendo es que alguien con tu cara y tu figura pueda llegar a los dieciocho años sin haber perdido la virginidad, sin habérsela entregado a algún ricachón de escuela universitaria.
–No me gustan esa clase de chicos –replicó _______, y miró a Nick, perpleja–. La verdad es que hasta ahora no me había dado cuenta.
Nick se sintió halagado, porque con toda seguridad ella no iba a casarse con uno de esos. Esperó a que _______ siguiera hablando y al ver que no lo hacía inquirió:
–¿Eso es todo? ¿No tienes más que decir?
–No es todo. La verdad es que hasta los dieciséis años apenas salía de casa, y los chicos me evitaban. Cuando empecé a salir estaba tan furiosa con ellos por haberme ignorado durante años que en general me merecían una opinión muy pobre.
Nick contempló aquel hermoso rostro, la boca tentadora, los ojos radiantes. Sonrió.
–¿Te gustaba de veras quedarte en casa?
–Digámoslo así –contestó _______, y agregó–: Si tenemos una hija, será mejor que de joven se parezca a ti.
La risa de Nick rompió el tranquilo silencio de la noche. La abrazó y, todavía riendo, hundió la cabeza en el pelo de la joven, sorprendido de sus sentimientos de ternura porque ella había sido una adolescente hogareña; conmovido porque se lo había confesado y aliviado porque... No quiso indagar la cuestión. Todo lo que importaba era que también ella reía y le rodeaba la cintura con los brazos.
Sonriendo, Nick le susurró al oído:
–Tengo un gusto exquisito para las mujeres.
–Hace un par de años no habrías pensado así–repuso ella.
–Soy un hombre con mucha visión –le aseguró Nick–. Lo habría adivinado ya entonces.
Una hora después estaban sentados en los peldaños del porche, frente a frente, con la espalda apoyada en las barandas opuestas. Nick se situó en el escalón superior para estirar las piernas. Por su parte, _______ permaneció con los brazos cruzados sobre las rodillas, cerca del pecho. Ya no se esforzaban por conocerse ante la inminencia del matrimonio. En aquel momento eran una pareja más, gozando del fresco de una noche de verano y de la mutua compañía.
Echando la cabeza atrás y con los ojos medio cerrados, _______ prestó atención al canto de un grillo.
–¿En qué estás pensando? –le preguntó Nick con suavidad.
–En que pronto será otoño –respondió _______, mirándolo–. El otoño es mi estación favorita. La primavera está sobrevalorada, porque en realidad es húmeda y los árboles conservan todavía la desnudez del invierno, que me parece interminable. El verano está bien, pero es monótono. El otoño es distinto. ¿Hay algún perfume en el mundo comparable al de las hojas quemadas? –preguntó _______ con una sonrisa cautivadora. Nick pensó que ella misma olía muchísimo mejor que las hojas quemadas, pero la dejó seguir–. El otoño es excitante. Las cosas cambian, es como la oscuridad...
–¿La oscuridad?
–Sí, el atardecer, cuando aparecen las sombras. Para mí es el momento mejor del día, porque es cambiante. De niña me gustaba sentarme en el camino de entrada de nuestra casa y observar el paso de los coches con los faros encendidos. Los viajeros tenían algo que hacer, un lugar adonde ir. Empezaba la noche... –Hizo una pausa y añadió avergonzada–: Debo de parecerte una tonta.
–Me parece que estás terriblemente sola.
–Pues no era exactamente eso. Soñaba de día. Sé que la impresión que te dio mi padre en Glenmoor fue terrible, pero no es el ogro que imaginas. Me quiere y ha dedicado su vida a protegerme y darme lo mejor. –De pronto, se esfumó el maravilloso humor de _______, dando paso a la cruda realidad que amenazaba con aplastarla–. En pago por todo ello, voy a volver a casa embarazada.
 Prometimos no hablar de eso esta noche –le recordó Nick.
_______ asintió y trató de sonreír, pero era evidente que no podía controlar sus pensamientos con la facilidad con que él controlaba los suyos. De pronto, la joven imaginó a su hijo, de pie, solo, acercarse a una puerta cualquiera de Chicago, mirando el paso de los automóviles. Sin hermanos ni hermanas ni padre. Sin familia. Únicamente ella. _______ no estaba segura de ser bastante para su hijo.
–Si el otoño es tu estación favorita, ¿qué es lo que menos te gusta? –le preguntó Nick en un intento de distraer su atención.
Se quedó pensativa un momento.
–Los montones de árboles de Navidad el día después. Hay algo muy triste en esos herniosos árboles que nadie se llevó. Son como huérfanos rechazados por el mundo. –Se detuvo, consciente de lo que estaba diciendo, y desvió la mirada.
–Ya es medianoche –observó Nick levantándose pensando que _______ se hallaba en un estado de ánimo irredimible–. ¿Por qué no nos vamos a la cama?
Parecía dar por sentado que iban a acostarse juntos, lo cual sobresaltó a _______. Estaba embarazada y Nick iba a casarse con ella porque era su deber. La situación era tan sórdida que _______ se sintió humillada como una mujerzuela.
En silencio, apagaron las luces del salón y subieron primer piso. La habitación de Nick se encontraba a la izquierda de la escalera, en el rellano; la de Julie, al final del pasillo. Entre ambas habitaciones había un cuarto baño. Al llegar a la puerta del dormitorio de Nick, _______ tomó la iniciativa.
–Buenas noches, Nick –dijo con voz temblorosa. Pasó junto a él y le miró. Como Nick siguió inmóvil en el umbral de la puerta, _______ se sintió aliviada y al mismo tiempo llena de pesar. Al parecer, se dijo al entrar en la habitación de Julie, las mujeres embarazadas no resultan atractivas ni siquiera para el hombre que semanas antes se había vuelto loco con una en la cama.
Apenas había cruzado el umbral de la puerta cuando la voz de Nick la detuvo.
–¿_______?
Ella se volvió y lo vio todavía de pie en el umbral de su habitación, apoyado en el marco de la puerta y los brazos cruzados sobre el pecho.
–¿Sabes cuál es la cosa que menos me gusta?
Aquella voz, de pronto implacable, dio a entender a _______ que la pregunta no era retórica. Negó con la cabeza, esperando con recelo que Nick se definiera. Este no la mantuvo mucho tiempo en la duda.
–Dormir solo cuando en el fondo del pasillo hay alguien que sé muy bien que debería dormir conmigo.
Nick hubiese querido que sus palabras sonaran más como una invitación que como una enérgica observación, y su falta de tacto lo sorprendió. En el rostro de _______ se reflejaron distintas emociones: vergüenza, incertidumbre, duda, malestar; la joven sostenía una lucha interior. Por fin, vacilante, esbozó una sonrisa y dijo con firmeza:
–Buenas noches.
Nick la vio meterse en la habitación de Julie y cerrar la puerta. Se quedó allí durante largo rato, consciente de que si la seguía e intentaba persuadirla con ternura, era muy probable que lograra convencerla. Pero por alguna razón, la idea no le gustó. De ninguna manera haría algo así. Entró en su habitación. Sin embargo, dejó la puerta abierta, pensando que ella deseaba estar con él, y que, por lo tanto, volvería cuando ya estuviera preparada para meterse en cama.
Vestido solo con el pantalón de un pijama que tuvo e buscar en los cajones, se apoyó en el alféizar de la ventana y contempló el patio bañado por la luna. Oyó a _______ salir del lavabo, después de la ducha, y se quedó muy quieto, tenso, escuchando. Pero los pasos sonaron más y más amortiguados, y de pronto se cerró una puerta. _______ había tomado una decisión que lo sorprendió, enojándolo y decepcionándolo a la vez. Aquellos sentimientos no guardaban relación con el deseo no correspondido, sino con algo más general y profundo. Había deseado que ella diera muestras de estar preparada para una relación sexual, pero desde luego no estaba dispuesto a hacer nada por persuadirla. Tenía que ser decisión de _______, tomada libremente, sin aleccionamientos ni coacciones. Y la decisión que ella había tomado era dormir sola. Si la joven había albergado dudas acerca de lo que él quería que hiciera, Nick las había despejado al decirle que deberían acostarse juntos.
Frustrado, se apartó de la ventana, suspiró y afrontó el hecho de que quizá esperaba demasiado de una muchacha de dieciocho años. El caso es que era muy difícil recordar constantemente la edad de _______.
Apartó la sábana y se metió en la cama, mirando el techo con las manos cruzadas tras la nuca. Aquella misma noche, _______ le había hablado de Lisa Pontini y cómo se hicieron amigas. Nick dedujo que la futura madre de su hijo no solo se encontraba como en casa en clubes de campo y en las mansiones, sino también en lugares tan humildes como la vivienda de los Pontini. _______ era una chica normal y corriente, aunque también había en ella una inequívoca distinción, una elegancia heredada que a él le resultaba tan atractiva como su rostro fascinante y sus ojos irresistibles.
Finalmente, rendido de cansancio, cerró los ojos.
Por desgracia, ninguna de esas cualidades la impulsarían a viajar con él a Venezuela. No contribuirían en nada a que la idea de tal aventura le resultara más atractiva. A menos que, naturalmente, _______ sintiera algo por él. Pero no era así, de lo contrario, en ese momento estaría allí, a su lado. La perspectiva de persuadir a una muchacha mimada y remisa –a una joven de dieciocho años–, de inducirla a acompañarlo teniendo en cuenta que ella carecía del coraje o de la convicción para acercársele desde el otro extremo del pasillo, no solo era repugnante, sino también inútil. 
_______ permanecía al lado de la cama de Julie, con la cabeza inclinada, dividida por ansias y recelos que no parecía ser capaz de dominar o predecir. Su embarazo aún no se apreciaba, pero le estaba causando estragos en el corazón. Una hora antes no había querido acostarse con Nick, pero ahora sí lo deseaba. El sentido común le decía que su futuro ya era aterradoramente incierto, y que rendirse a la creciente atracción que sentía por Nick no haría más que complicar la de por sí difícil situación. A sus veintiséis años, Nick era mucho mayor que ella y más experimentado en todas las dimensiones de la vida, de una vida que a ella le era completamente ajena. Seis semanas atrás, cuando lo conoció vestido de etiqueta y en un entorno familiar para ella,Nick le había parecido como los otros hombres con los que tenía amistad. Pero aquí, vestido con vaqueros y camisa, exhibía cierta tosquedad que a ella le resultaba a la vez atractiva y alarmante. Nick quería compartir la cama con ella. En lo que se refería a mujeres y sexo, estaba tan seguro de sí mismo que pudo decirle sin tapujos lo que esperaba de ella, casi exigírselo, sin pedirlo ni intentar persuadirla. Sin duda en Edmunton debía detener fama de pardillo y no era de extrañar; pero la noche en que lo conoció, Nick la hizo vibrar de pasión a pesar de que ella estaba muerta de miedo. Él sabía cómo y dónde tocarla; sabía cómo moverse y enloquecerla de deseo, y eso no lo había aprendido en los libros. Con toda seguridad, había hecho el amor cientos de veces con cientos de mujeres.
 
Pero aun así, _______ se rebelaba contra la idea que el único interés que Nick sentía por ella fuera sexual. Era cierto que no volvió a llamarla después de aquella noche, pero también lo era que ella estaba tan trastornada que ni siquiera pudo pensar en la idea de que deseaba verlo de nuevo. Nick le había dicho que su intención era llamarla a su regreso de Venezuela, lo cual había sonado ridículo. Pero ahora, en el silencio de la noche, después de haberlo oído hablar de sus planes de futuro, intuía que Nick quería ser alguien cuando volviera a verla.
Pensó en todo lo que él le contó acerca de la muerte su madre; sin duda, aquel muchacho que tanto había sufrido y se había enfurecido por la desaparición de un ser querido, no podía haberse convertido en un hombre vacío o irresponsable cuyo único interés con respecto a mujeres fuera... _______ se horrorizó ante la palabra. No, Nick no era un irresponsable. Ni una sola vez, desde que ella se presentó allí, había intentado eludir su responsabilidad. Además, basándose en cosas que Nick había dicho y en algunos comentarios de Julie, sabía que durante años él había soportado sobre sus hombros la mayor parte de la carga que suponía sacar adelante a la familia.
Si aquella noche él solo pensó en el sexo, ¿por que no había intentado convencerla de que compartieran la cama, si eso era lo que quería? Recordó la tierna mirada de los ojos de Nick cuando le preguntó si era tan dulce como él creía.
¿Porqué no intentó Nick llevársela a la cama?
De pronto, _______ encontró la respuesta, provocándole un intenso alivio pero también un miedo extraño. Nick quería algo más que su cuerpo esa noche, no solo hacer el amor. Sin saber cómo, _______ estaba segura de ello.
O quizá se sentía abrumada por las emociones, su estado natural en los últimos días.
Se incorporó, temblando de incertidumbre y llevándose inconscientemente una mano al vientre aún no abultado.
Se sentía asustada, confundida y locamente atraída por un hombre al que ni conocía ni parecía capaz de comprender. Empujó en silencio la puerta del cuarto de Julie; solo oía los latidos de su propio corazón desbocado. Nick había dejado la puerta abierta, lo vio al salir de la ducha. Si ya estaba dormido, volvería a su cama. El destino sería quien decidiera.
Estaba dormido. _______ se dio cuenta desde el umbral, pues la luz de la luna se filtraba por las finas cortinas de la ventana, iluminando su rostro. El pulso de _______ se normalizó. La joven no se retiró enseguida. La fuerza de sus sentimientos la había conducido hasta allí... Era asombroso. Por fin, consciente de que estaba de pie en el umbral del dormitorio de Nick, contemplándolo mientras dormía, se volvió para encaminarse a su habitación.
Nick no sabía qué lo había despertado o cuánto tiempo llevaría _______ en el umbral de la puerta, pero cuando abrió los ojos vio que la joven se marchaba. Trató de detenerla con las primeras palabras aturdidas que le vinieron a la mente:
–¡No _______!
Ella se volvió al oír su voz, con un movimiento tan brusco que su cabellera se soltó y le cubrió un hombro. Preguntándose lo que él había querido decir, trató inútilmente de verle el rostro, por lo que se acercó con decisión a la cama.
Nick la vio acercarse y advirtió que solo llevaba puesto un corto camisón de seda, que apenas le cubría la parte superior de los muslos. Le hizo sitio en la cama y apartó las sábanas. Ella vaciló y por fin se limitó a sentarse en el borde, pero lo bastante cerca como para que caderas de ambos se tocasen. Cuando sus miradas se encontraron, en los ojos de _______ solo se leía el mayor de los desconciertos. Fue ella la primera en romper silencio.
–No sé por qué, pero esta vez estoy más asustada que la primera–susurró con voz trémula.
Nick sonrió. Sus dedos rozaron la mejilla de _______ y luego la nuca.
–Yo también.
Se produjo un largo silencio, ambos permanecieron móviles, salvo por la lenta caricia de los dedos de Nick la nuca de ella. Los dos presentían que estaban a punto de embarcar con rumbo a lo desconocido, aunque en caso de Nick la idea emergía con total claridad. Había deseado a _______ desde el primer momento, y ahora ella estaba sentada en su cama en mitad de la noche.
–Creo que debo decirte –susurró Nick al tiempo que la atraía hacia sí– que el riesgo que vamos a correr podría ser mucho mayor que el de hace seis semanas. –_______ clavó la mirada en aquellos ojos ardientes y creyó comprender el significado de sus palabras. Nick parecía advertirle: «Podrías enamorarte de mí»–. Decídete –prosiguió el joven en un susurro ronco.
_______ vaciló, pero luego su mirada se posó en los ojos de Nick y después en su boca. Creyó que se le detenía el corazón y, poniéndose rígida, se apartó.
–Yo... –musitó, moviendo la cabeza y levantándose, pero no pudo seguir. Emitiendo un gemido ahogado, se abalanzó sobre Nick y le besó. Él la abrazó con fuerza y luego la tumbó de espaldas, situándose encima ella sin dejar de besarla.
Al igual que la primera vez seis semanas atrás, se desató la magia, pero en esta ocasión mucho más ardiente, y con mucho mayor sentido.
Cuando todo hubo terminado, _______ se volvió de lado, el cuerpo flácido y empapado, saciado. Sentía el roce de las piernas y los muslos de Nick contra los suyos. Tenía sueño, mientras notaba el contacto de una mano de Nick acariciándole dulcemente un brazo para posarse finalmente en un pecho, en un gesto de ternura y posesión. El último pensamiento de _______ antes de caer dormida fue que él deseaba hacer sentir su presencia, que pedía un derecho que ella no le había dado. Era muy propio de Nick actuar así. _______ se durmió con una sonrisa en los labios.




–¿Has dormido bien? –preguntó Julie a la mañana siguiente. Estaba junto al banco de la cocina, untando con mantequilla las tostadas.
–Muy bien –le contestó _______, tratando de disimular que había pasado buena parte de la noche haciendo el amor con el hermano de la muchacha–. ¿Puedo ayudarte a preparar el desayuno?
–Oh, no. Papá hace turnos dobles esta semana. Desde las tres de la tarde hasta las siete de la mañana. Cuando llega a casa, solo quiere comer enseguida y acostarse a dormir. Ya tengo su desayuno preparado. Nick no toma nada, excepto café. ¿Quieres llevárselo tú? Suelo hacerlo yo, justo antes de que suene el despertador, lo que ocurre a las... –Miró el reloj de la cocina, un objeto de plástico con forma de tetera–. Dentro de diez minutos.
Feliz ante la idea de hacer algo tan doméstico como despertar a Nick llevándole el café, _______ asintió, llenó un gran tazón y miró con gesto indeciso la azucarera.
–Lo toma sin leche y sin azúcar –informó Julie, sonriendo ante la vacilación de _______–. Por cierto, por la mañana es un oso gruñón, de modo que no esperes una conversación alegre.
–¿De veras? –_______ tomó nota de ello.
–Bueno, no es que se porte mal. Sencillamente no habla.
Julie tenía razón, pero solo en parte. Cuando _______ entró a la habitación después de haber llamado a la puerta, Nick se volvió en la cama, abrió los ojos y pareció sumido en el mayor desconcierto. Como único saludo, esbozó una sonrisita de agradecimiento, mientras se incorporaba en la cama. La joven permaneció allí, indecisa, viéndolo tomar el café con avidez, como si en ello le fuera la vida. Cuando _______ se encaminó a la puerta, sintiendo que su presencia era innecesaria Nick tendió el brazo y la agarró de la muñeca, obligándola a sentarse en el borde de la cama.
–¿Por qué soy el único que está exhausto esta mañana? –preguntó el joven con la voz todavía un poco ronca por el sueño.
–Soy muy madrugadora –respondió _______–. Tal vez por la tarde me caiga de cansancio.
Nick observó la indumentaria de la muchacha. Llevaba una camisa a cuadros de Julie, que se había anudado a la altura de la cintura, y pantalones cortos blancos, también de Julie.
–Pareces una modelo –dijo.
Era el primer piropo que le decía a excepción de las dulces palabras que le susurrara en la cama. Más que el hecho en sí, _______ trató de recordarlo por la ternura con que había sido dicho.
Patrick llegó del trabajo, comió y se fue a la cama. Julie se marchó a las ocho y media, tras despedirse alegremente y anunciar que después de las clases iría a casa de su amiga y pasaría allí de nuevo la noche. A las nueve y media _______ decidió llamar a su casa. Contestaría el mayordomo y ella le daría un mensaje para Philip. Sin embargo, fue Albert quien atendió la llamada y le dio un mensaje del padre. Tenía que regresar de inmediato, y más le valía que explicara su desaparición de modo convincente. _______ le dijo a Albert que le comunicara a su padre que tenía un motivo maravilloso para no estar en casa, y que regresaría el domingo.
Después el tiempo pareció detenerse. Con cuidado para no despertar a Patrick, entró en el salón en busca de algo para leer. La biblioteca ofrecía varias alternativas, pero _______ estaba demasiado inquieta para concentrarse en una novela. En la estantería superior, entre ejemplares de revistas y periódicos, encontró un viejo folleto sobre las diversas maneras de hacer ganchillo. Lo leyó con creciente interés, mientras en su mente aparecían imaginativas formas de patucos de bebé.
Como no tenía nada mejor que hacer, decidió intentar lo del ganchillo. Así pues, sacó el coche y se dirigió a la ciudad para comprar el material necesario. En la tienda de Jackson Sack compró una revista de hacer ganchillo, media docena de madejas de lana y una gruesa aguja de madera que, según el vendedor, era la más apropiada para los principiantes. Se disponía ya a entrar en el coche, que había estacionado frente a Tru Value Hardware, cuando se le ocurrió que quizá ella podría encargarse de la cena de aquel día. Dejó en el coche lo que acababa de comprar, volvió a cruzar la calle y entró en el supermercado. Estuvo deambulando por los pasillos durante largos minutos, asaltada por las dudas (muy justificadas) con respecto a sus habilidades de cocinera. En el mostrador de la carne removió muchos paquetes, mordiéndose el labio. La noche anterior Julie había preparado un estupendo pastel de carne picada; lo que ella hiciera no podía ser más que algo sencillo. Paseó la mirada por los paquetes de bistecs, de costillas de cerdo, de hígado de ternera; por fin su vista tropezó con salchichas y tuvo una inspiración. Con suerte, la cena de esa noche sería una nostálgica aventura en lugar una catástrofe culinaria. Sonriente, compró las salchichas y una gran bolsa de malvaviscos.
De vuelta en casa, _______ se sentó con la aguja de ganchillo y la revista, que incluía instrucciones ilustrativas. Puso manos a la obra con diligencia. Como la aguja y la lana eran muy gruesas, le salían puntos de más de centímetro de grosor.
La mañana daba paso a la tarde cuando resurgieron preocupaciones latentes en _______. Se dedicó con furia al ganchillo, intentando olvidarlas. No quería pensar en pediatras, en dolores de parto, en si Nick exigiría derechos de visita, en la guardería, en lo que Nick quiso decir al referirse a un matrimonio verdadero...


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Mensaje por anasmile Dom 23 Feb 2014, 2:51 pm

nuevos capitulos chicas que los disfruten  :P  :P
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Mensaje por anasmile Dom 23 Feb 2014, 2:52 pm

A las dos de la tarde el embarazo, que hasta entonces no había dado señales de vida, se manifestó con una tensa sensación de sueño y cansancio. _______ dejó la aguja y se enroscó casi con gratitud en el sofá, al tiempo que dirigía una mirada al reloj. Tenía tiempo de dormir un rato y luego esconder el ganchillo y prepararse para la llegada de Nick... La idea de que volviera a ella después de una dura jornada de trabajo la llenaba de deleite. De pronto recordó cómo Nick le había hecho el amor y a los pocos instantes tuvo que pensar en otra cosa, pues sintió que su cuerpo se inflamaba de deseo. Se dio cuenta de que corría el serio peligro de enamorarse del padre de su bebé. ¿Serio peligro? Sonrió. ¿Acaso podía haber algo más maravilloso? Siempre, claro está, que su amor fuera correspondido. Y _______ sospechaba que así era.
El sonido de grava aplastada bajo las ruedas de un automóvil penetró por la ventana abierta, despertando _______, que miró la hora ansiosamente. Eran las cuatro y media. Se incorporó y se mesó el pelo. Estaba a punto de recoger la lana y la aguja para esconderlo todo cuando se abrió la puerta y apareció Nick. El corazón de _______ latió de alegría.
   –Hola –lo saludó con tono afable, y al hacerlo imaginó muchos días como este, en los que Nick regresaba por la tarde después del trabajo. Se preguntó si habría pensado en ella, y se reprochó por una pregunta tan tonta, Era ella quien había tenido tiempo de pensar, pues Nick se había pasado el día trabajando–. ¿ Cómo te ha ido?
_______ estaba de pie junto al sofá y Nick se quedó mirándola. Por su mente desfilaron escenas como aquella durante años, en que él regresaba a su princesa de cabellera dorada, que le sonreía de tal modo que lo hacia sentirse todopoderoso: mataría él solo el dragón, curaría el resfriado común y hallaría la solución política al problema de la paz universal.
   –Me ha ido bien –contestó Nick, sonriendo–.¿Qué has hecho tú?
_______ había pasado la mitad del día preocupándose y la otra mitad pensando y soñando con él. Puesto que no podía decírselo, respondió:
–Decidí hacer ganchillo. –Exhibió una madeja para demostrar que no mentía.
–Muy doméstico –bromeó Nick, y recorrió con su mirada la alargada obra de _______, que llegaba hasta debajo de la mesita de té. Asombrado, abrió los ojos desorbitadamente e inquirió–: ¿Qué te propones hacer?
–Adivínalo –dijo ella, con la esperanza de que a él se le ocurriera algo.
Nick se inclinó, cogió un extremo de la lana y retrocedió hasta que lo hubo extendido unos cuatro metros, hasta un rincón de la habitación.
–¿Una alfombra? –especuló gravemente.
_______ se esforzó por no reír y parecer ofendida.
–Claro que no.
Con discreción, Nick se acercó a ella y su rostro adquirió una expresión adusta.
–Dame una pista –dijo con tono afable.
–No tendrías que necesitar ninguna pista, porque lo que estoy haciendo salta a la vista. –Volvió a reprimir la risa y luego anunció–: Añadiré unos puntos de lana a lo que ya he hecho, para que sea más ancho. Después lo almidonaré e invadiré tu terreno, como en el monopoly.
Nick se echó a reír y la rodeó con sus brazos.
–He comprado algo para cenar –musitó _______, retirando la cabeza sin desprenderse de sus brazos. Nick tenía la intención de llevarla a cenar a un restaurante. Sonrió, sorprendido.
–Creí que habías dicho que no sabías cocinar.
–Lo entenderás cuando veas qué he comprado –afirmó _______, conduciendo a Nick a la cocina.
_______ sacó las salchichas y el pan.
–¡Qué lista! –exclamó él sin dejar de sonreír–. Imaginaste el modo de hacerme cocinar.
–Créeme –replicó ella con cómica seriedad–, es más seguro de ese modo.
Hacía apenas diez minutos que estaba en casa, y era segunda vez que él sentía como si su vida se iluminara con una oleada de luz y alegría.
_______ sacó una manta y la comida, y él preparó fuego. Pasaron la tarde fuera, devorando con alegría perritos calientes demasiado asados. Hablaron de diversos temas, desde la cuestión de Sudamérica hasta la insólita carencia de síntomas de embarazo en _______, pasando por el grado apropiado de cocción de las salchichas. Terminaron de comer cuando moría el crepúsculo. _______ recogió los platos y entró en la cocina para lavarlos. Durante su ausencia, Nick juntó un montón de hojas y las arrojó al fuego.
Cuando _______ volvió a salir, percibió el olor acre de las hojas quemadas: era el aroma del otoño, su estación preferida, según comentó a Mart. Este estaba sentado en la manta, impertérrito, como si no fuera nada extraño que agosto oliera a octubre, como si la quema de hojas fuera una ocupación estival. La joven se sentó frente a él, sobre la manta, con los ojos brillantes.
–Gracias, Nick –dijo con sencillez.
–De nada –replicó él, y su voz sonó ronca incluso a sus propios oídos. Le tendió una mano y tuvo que reprimir su deseo cuando ella, en lugar de sentarse a su lado, lo hizo entre sus piernas y apoyó la cabeza en su pecho. El deseo dio paso a una sensación de deleite cuando la joven susurró, emocionada:
–Ha sido la mejor tarde de mi vida, Nick.
Él le rodeó la cintura con un brazo y sus dedos acariciaron con gesto protector aquel vientre liso en el que empezaba a gestarse el hijo de ambos. Intentó no parecer tan conmovido como realmente estaba. Con la otra mano le acarició el pelo y, despejando la nuca, la besó con cariño.
–¿Y qué me dices de anoche?




Ella ladeó la cabeza para que Nick pudiera besarla en la boca y añadió:
–Ha sido la segunda mejor noche de mi vida.
Nick sonrió con los labios apretados contra la piel de _______ y le pellizcó una oreja. Todo su cuerpo estaba encendido de pasión, una pasión que recorría sus venas como un fuego incontenible. Posó sus labios en los de ella y _______ se mostró receptiva. Al principio le besó tiernamente, pero luego tomó la iniciativa. Nick perdió el control. Su mano se deslizó por debajo de la camisa de _______ y apresó un pecho palpitante. Ella gimió de placer. Con mucha suavidad la tumbó sobre la manta, la cubrió en parte con su cuerpo, le levantó la cabeza y volvió besarla. Se sentía en total armonía con ella. Por un momento Nick se quedé inmóvil, perplejo ante la intensidad de su propio deseo. Quizá por ello no advirtió que la fugaz vacilación de _______ se debía más bien a la inexperiencia y la incertidumbre, pues no estaba segura de sí misma y de cómo devolver sus caricias. Por otro lado, Nick pensó que no le importaba, pues nada podía frenar la pasión que sentía por ella. Le quitó la ropa con lentitud, temblándole las manos, y la estuvo besando hasta que ella se retorció mientras acariciaba con frenesí su ardiente piel. Las caricias y los gemidos de _______ enloquecían aún más a Nick, que profería cálidas palabras de placer. Ella hizo lo propio hasta que de pronto soltó un alarido y su cuerpo se arqueó al alcanzar el orgasmo.
Después Nick la abrazó bajo la manta y observó el cielo tachonado de estrellas, aspirando la nostálgica fragancia de un otoño temprano. En el pasado, el sexo había sido para él un simple intercambio de placer. Con _______, era un acto de arrebatadora belleza, exquisita y torturante, mágica belleza. Por primera vez en su vida Nick se sentía plenamente satisfecho y en paz consigo mismo y con el mundo. Su futuro se presentaba más complicado que nunca, y sin embargo nunca se había sentido más seguro de que conseguiría moldearlo a gusto de ambos, el suyo y el de _______. Es decir, si ella le daba la oportunidad... y el tiempo.
Necesitaba más tiempo para robustecer lo que todavía era un vínculo frágil que, por otra parte, se hacía más fuerte con cada hora que pasaban juntos. Si la convencía de que lo acompañara a Venezuela, entonces si tendría tiempo para fortalecer los lazos y el matrimonio perduraría. Al día siguiente llamaría a Jonathan Sommers y trataría de averiguar las condiciones de vida en su zona de trabajo, sobre todo en cuanto a la vivienda y los cuidados médicos. Para él no tenía importancia, pero _______ y el niño eran otra historia.
Si pudiera llevársela... Ese era el problema. No podía renunciar al trabajo de Venezuela. Por una parte, había firmado un contrato; por otra, necesitaba los ciento cincuenta mil dólares que iba a ganar para capitalizar su próxima inversión. Como los cimientos de un rascacielos, aquella suma era la base de su gran plan de futuro. Por supuesto, no era tanto como hubiera de deseado, pero bastaría.
Acostado junto a _______, pensó en olvidarse de Venezuela y quedarse con ella, pero era imposible. La joven estaba acostumbrada a todo lo mejor. Tenía derecho a ello y él no deseaba quitárselo. Y la única esperaza de que él se lo proporcionara algún día pasaba por viajar a Venezuela.
La idea de dejarla y luego perderla ante la posibildad de que ella se cansara de esperar o dejara de tener fe en su éxito, en otras circunstancias lo habría vuelto loco. Pero tenía a su favor una carta: _______ llevaba en su seno al hijo de ambos. El niño le daría una fuerte razón para confiar en el padre y esperarlo.
El mismo embarazo que para _______ había supuesto una calamidad, a Nick le parecía un regalo inesperado del destino. Al dejarla en Chicago se marchó pensando en que pasarían al menos dos años antes de su regreso, cuando podrían celebrarlo a lo grande... siempre que entretanto no se la hubiera llevado otro. _______ era una joven hermosa y cautivadora, lo que significaba que mientras él estuviera ausente cientos de jóvenes pretenderían su mano. Y tal vez uno de ellos la consiguiera. Nick había sido muy consciente de ello durante aquella primera noche de amor.
Pero el destino había intervenido en su favor y le entregaba el mundo. El hecho de que la suerte nunca se hubiera aliado con la familia Farrell era algo que no iba a hundir a Nick en la desesperanza. En ese momento estaba dispuesto a creer en Dios, en el destino y en la bondad universal, gracias a _______ y el niño.
Lo único que le costaba era creer que aquella joven y sofisticada heredera que había conocido en un club de campo, aquella rubia fascinante que bebía cócteles de champán y se desenvolvía con tanta elegancia, estaba ahora tendida a su lado, dormida en sus brazos, y con un hijo suyo, de Nick Farrell, en el refugio de su vientre.
Sí; allí estaba su hijo.
Nick paseó los dedos por el abdomen de _______ y sonrió, pensando que ella no tenía idea de los sentimientos que a él le inspiraba el embarazo y el futuro hijo de ambos. _______ tampoco sabía cómo se sentía hacia ella por no haberse desembarazado del hijo ni del padre. Cuando la joven se presentó en Edmunton, entre alternativas que con gran repugnancia le había enumerado a Nick, figuraba el aborto. Él había sentido náuseas ante la sola mención de la palabra.


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Mensaje por anasmile Dom 23 Feb 2014, 2:56 pm

Nick paseó los dedos por el abdomen de _______ y sonrió, pensando que ella no tenía idea de los sentimientos que a él le inspiraba el embarazo y el futuro hijo de ambos. _______ tampoco sabía cómo se sentía hacia ella por no haberse desembarazado del hijo ni del padre. Cuando la joven se presentó en Edmunton, entre alternativas que con gran repugnancia le había enumerado a Nick, figuraba el aborto. Él había sentido náuseas ante la sola mención de la palabra.
Quería hablarle a _______ del niño, decirle lo que sentía con respecto a todo el asunto, pero por una parte se veía como un egoísta por ser tan feliz a causa de algo que a ella la hacía tan desgraciada; y por la otra, _______ vivía en el temor del enfrentamiento con su padre, cualquier mención a su estado le traía el recuerdo de lo que la esperaba...
El enfrentamiento con su padre... La sonrisa de Nick se desvaneció. Se dijo que era un hijo de pu/ta que, sin embargo, había engendrado una hija asombrosa. Al menos en este sentido Nick le estaba inmensamente agradecido, hasta el punto de que estaba dispuesto acompañar a _______ a Chicago y hacer todo lo posible para lograr que el encuentro entre padre e hija fuera más fácil. De algún modo, pensó Nick, debía recordar en todo momento que _______ era la única descendiente de Philip Bancroft, y que por razones que la muchacha sabría, ese cretino arrogante contaba con el amor de su hija.
10
–¿Dónde está _______? –preguntó Nick a su hermana al día siguiente, al volver del trabajo.
Julie estaba sentada a la mesa del comedor, haciendo los deberes. Levantó la cabeza.
–Ha salido a dar un paseo a caballo. Pensaba volver antes que tú, pero llegas dos horas antes de lo habitual –dijo y añadió con una sonrisa maliciosa–: Me pregunto qué hay aquí para atraerla.
–Mocosa –le espetó su hermano, dirigiéndose a la puerta trasera. Al pasar junto a Julie le revolvió el pelo.
_______ le había comentado a Nick que le gustaba mucho la equitación. Aquella misma mañana Nick llamó al vecino, Dale, que enseguida accedió a que _______ montara uno de sus caballos.
Ya en el exterior, Nick atravesó el patio y la antigua huerta de su madre, ahora invadida por la maleza. Miró a lo lejos, buscando a _______. A medio camino de la cerca la vio y se sintió asustado. El caballo castaño ni siquiera iba al trote y _______ estaba muy inclinada sobre el cuello del animal, avanzando hacia la cerca. Al aproximarse, Nick se dio cuenta que la joven tenia intención de dar la vuelta y dirigirse hacia el granero. Nick se encaminó hacia allí y al acercarse se tranquilizó. _______ Bancroft cabalgaba como la aristócrata que era: ligera, segura y elegante en la montura, con absoluto control del caballo.
–¡Hola! –exclamó a verlo. Tenía el rostro arrebolado y brillante de sudor. Detuvo el caballo en el patio del granero, junto a un fardo de paja podrido–. Tengo que calmarlo –comentó, mientras Nick tomaba las riendas, pero por desgracia, el joven pisó accidentalmente los dientes de un viejo rastrillo en el preciso momento en que _______ desmontaba. El mango del rastrillo se irguió con fuerza y golpeó el morro del caballo que, asustado, relinchó y se alzó en las patas traseras. Nick soltó las riendas e intentó inútilmente agarrar a _______, que cayó sobre el fardo de paja, atenuando  el impacto.
–¡Maldita sea! –exclamó Nick, agachándose y asiendo a _______ por los hombros–. ¿Estás herida?
–¿Que si estoy herida? –repitió con una cómica mirada de aturdimiento mientras se ponía de pie–. Mi orgullo está peor que herido, está acabado...
Nick la miró con preocupación.
–¿Y el niño?
_______ se estaba sacudiendo la paja y el polvo de pantalones, unos vaqueros de Julie, y al oír a Nick estuvo a punto de echarse a reír.
–Nick –le informó con aire de superioridad y llevándose las manos al trasero, donde había recibido el golpe–, aquí no está el niño.
Aliviado, Nick fingió estar perplejo e inquirió:
–Ah. ¿No está ahí?
Durante unos minutos, _______ permaneció sentada, observando cómo Nick tranquilizaba al caballo. De pronto se acordó de algo y comentó:
–Hoy he terminado tu suéter.
El joven desvió la atención del caballo y clavó en ella una mirada dubitativa.
–No me digas que has convertido aquella especie de cuerda en un suéter. ¿Un suéter para mí?
–Oh, Nick –musitó _______, tratando de no reír–. Lo que viste solo eran pruebas. El suéter lo he hecho hoy. En realidad es un chaleco. ¿Quieres verlo?
Nick aceptó, pero parecía tan incómodo que ella tuvo que morderse un labio para no reír. Cuando momentos más tarde salió de la casa, llevaba consigo un voluminoso chaleco beige, con la aguja clavada en él, y una madeja de lana del mismo color.
Nick salía del granero y se encontraron al lado del fardo de paja.
–Aquí está –dijo _______ con aire triunfal, exhibiendo la prenda–. ¿Qué te parece?
Nick contempló las manos de _______ sin disimular sus temores, luego alzó por un instante la mirada y observó su rostro inocente. Estaba asombrado. No esperaba algo así de _______, que se sintió un poco incómoda.
–Es admirable –admitió Nick–. ¿Crees que me quedará bien?
_______ estaba segura de ello. En realidad había tomado las medidas de otros suéteres de Nick, para asegurarse de que le iría bien. Cuando volvió a casa desde la tienda, no se olvidó de quitar hasta la última etiqueta.
–Creo que sí.
–Voy a probármelo.
–¿Aquí mismo? –preguntó ella, y cuando Nick asintió con la cabeza, la joven desprendió la aguja, sintiéndose algo culpable.
Con sumo cuidado, Nick se puso el suéter sobre su camisa rayada, lo alisó y arregló el cuello.
–¿Qué aspecto tengo? –preguntó, llevándose una mano a las caderas y separando un poco las piernas.
Tenía un aspecto espléndido, los hombros anchos, las estrechas caderas, la belleza un tanto dura de sus facciones.
–Me gusta mucho, sobre todo porque lo has hecho para mí.
–Nick –susurró ella, incómoda y dispuesta a confesar.
–¿Sí...?
–En cuanto al suéter...
–No, querida –le interrumpió Nick–. No te excuses por no haberme podido tejer otros. Ya lo harás mañana.
_______ se sintió complacida al oírle pronunciar la palabra «querida». De pronto vio la mirada divertida de sus ojos brillantes. Con fingido gesto amenazador, recogió un palo del suelo y se encaminó a _______, que retrocedió riéndose a carcajadas.
–¡No te atrevas! –exclamó mientras corría entre fardos de paja hacia el granero. Tropezó con la pared del edificio y se tambaleó hacia delante, pero él la agarró de la muñeca y, atrayéndola hacia sí, la abrazó con fuerza.
Con las mejillas encendidas y los ojos chispeantes de risa, ella clavó la mirada en el rostro de Nick.
 11
_______ observaba cómo los rayos de sol se reflejaban contra el anillo de oro que Nick le había puesto en el dedo durante la sencilla ceremonia matrimonial llevada a cabo por un juez de la localidad, y de la que Julie y Patrick Farrell fueron únicos testigos. Comparada con las lujosas bodas religiosas a las que _______ solía asistir, la suya había sido no solo breve, sino también parecida a una transacción comercial. En cambio, la luna de miel que celebraron en la cama de Nick fue todo menos una transacción. Con la casa para ellos solos, su marido la había mantenido despierta hasta el alba, haciéndole repetidamente el amor. _______ sospechaba que Nick se había superado a sí mismo para hacerla olvidar que no podía ofrecerle una luna de miel convencional.
Pensaba en ello mientras frotaba ociosamente el anillo contra la tela del vestido que Julie le había prestado. En la cama Nick no parecía necesitar que ella le devolviese todas sus caricias. A veces, cuando él le estaba haciendo el amor, ella suspiraba por corresponder al placer que recibía, pero no se decidía a tomar la iniciativa y esperaba a que su marido le demostrara que deseaba que lo hiciera. A. _______ le molestaba la idea de recibir más de lo que daba. Sin embargo, cuando Nick la poseía, se olvidaba de este detalle. En realidad, se olvidaba del mundo entero.
Esa mañana, todavía medio dormida, él dejó la bandeja del desayuno sobre la mesita de noche y se sentó a su lado. _______ sabía que durante el resto de su vida recordaría el juvenil encanto de la sonrisa de Nick al inclinarse sobre ella y murmurarle al oído:
–Despierta, bella durmiente, y dale un beso a este sapo.
Al mirarlo, no vio rasgos de niño en aquella mandíbula cuadrada y firme. Sin embargo, en otras ocasiones, cuando reía o cuando dormía con el pelo negro ensortijado, los rasgos de su rostro, más que duros, eran tiernos. ¡Y sus pestañas! La mañana anterior, se había fijado en ellas mientras Nick dormía. _______ sintió el absurdo impulso de arroparlo, porque parecía un niño dormido.
Nick la sorprendió en pleno examen y bromeó:
–¿He olvidado afeitarme esta mañana?
_______ se echó a reír al comprobar lo lejos que estaba su marido de sus verdaderos pensamientos.
–En realidad, estaba pensando que tienes unos párpados por los que cualquier chica suspiraría.
–Ten cuidado –le advirtió Nick con fingido tono amenazador–. A un chico de la escuela primaria le di una buena tunda por decirme que tenía pestañas de mujer.
_______ volvió a reír. No obstante, a medida que se acercaban a su casa, es decir, a medida que se aproximaba el enfrentamiento con su padre, empezó a desaparecer el estado de ánimo alegre que ambos habían intentado mantener. Nick tenía que viajar a Venezuela dentro dos días, por lo que pronto dejarían de estar juntos. Y aunque el joven había aceptado no hablarle a Philip del embarazo, personalmente se oponía a ese silencio.
A ella tampoco le gustaba la idea de ocultar el asunto. Se sentía aún más culpable por el hecho de ser una novia embarazada. Quería aprender a cocinar mientras esperaba que Nick la llamase para que se reuniera con él en Venezuela. En los últimos días la idea de ser una verdadera esposa, con un marido y una vivienda propia, la había entusiasmado, a pesar de la desalentadora descripción que Nick le hizo de lo que probablemente sería la casa.
–Hemos llegado –anunció _______ poco después, y se internaron en el camino de entrada–. Hogar, dulce hogar.
–Si tu padre te quiere tanto como tú crees –comentó Nick para infundirle ánimos mientras la ayudaba salir del coche–, una vez que haya asimilado el trauma intentará arreglar el asunto de la mejor manera posible. –_______ se dijo que ojalá su marido estuviera en lo cierto, porque de lo contrario tendría que vivir con los Farrell mientras esperaba la llamada de Nick. Y lo cierto es que tal perspectiva no le gustaba, debido a la hostilidad de Patrick.
–Vamos allá –dijo la joven, exhalando un hondo suspiro mientras subían por la escalinata de la puerta principal.
Puesto que había llamado aquella mañana y le había comunicado a Albert que llegaría a primera hora de la tarde, daba por sentado que su padre estaría esperándola. No se equivocó. Apenas se abrió la puerta, Philip salió del salón con aspecto de no haber dormido en toda una semana.
–¿Dónde diablos has estado? –vociferó, dispuesto a agarrarla por los hombros. Sin advertir la presencia de Nick, que se quedó unos pasos atrás, prosiguió con voz iracunda–: ¿Estás intentando volverme loco, _______?
–Cálmate un momento y te lo explicaré todo –rogó _______, y señaló a Nick con la mano.
Entonces Philip vio al hombre que acompañaba a su hija.
–¡Hijo de pu/ta! –exclamó.
–No es lo que tú piensas –sollozó _______–. Estamos casados.
–Estáis ¿qué?
–Casados –repitió Nick con voz serena y firme.
Philip no tardó más de tres segundos en deducir la única razón por la que su hija había podido casarse precipitadamente con un desconocido: estaba embarazada.
–¡Oh Dios!
La mirada abatida de sus ojos y la ira impregnada de angustia de su voz hirieron más a _______ que cualquier cosa que él pudiera decir. Sin embargo, de pronto la joven advirtió que eso no era más que el principio. La rabia se impuso en el rostro de Philip Bancroft. Ni angustia ni pena, solo furor. Giró sobre sus talones al tiempo que les ordenaba que entraran con él en el estudio. Cuando lo hicieron, cerró dando tal portazo que temblaron las paredes.
Ignorando a _______, empezó a deambular por la habitación como un león enjaulado, lanzándole de vez en cuando una mirada de intenso odio a Nick. Tras un largo y angustioso momento, empezó a hablar, acusando al joven de asalto, violación y otras atrocidades. Como Nick lo escuchaba en silencio, la cólera de Bancroft crecía.
Nick y _______ estaban sentados juntos, en el sofá que hicieron el amor. Temblorosa y avergonzada, ella se sentía tan tensa y tan exhausta, que tardó en darse cuenta de que a su padre no le indignaba tanto el hecho de que ella estuviese embarazada cuanto que el responsable de ello fuera un individuo «ambicioso, un degenerado de clase baja», que pretendía ingresar con un matrimonio de esa índole en el círculo de los elegidos.
Cuando Philip enmudeció por fin, se dejó caer pesadamente en la silla de su escritorio. Se produjo un silencio ominoso. Philip tenía la mirada clavada en Nick, y con el cortapapeles daba golpecitos contra la mesa.
_______, con la garganta ardiente por las lágrimas que no había derramado, comprendió que Nick se había equivocado. Philip no se adaptaría a la situación ni la aceptaría. Sin duda se comportaría con ella como años atrás había hecho con su mujer. La desterraría de su vida. A pesar de todos los desacuerdos existentes entre ambos, a _______ la destrozaba esta idea. Nick era todavía un extraño, y en adelante su propio padre iba a convertirse en otro extraño. Era inútil intentar la defensa de Nick, pues cuando ella trataba de hablar, su padre hacía oídos sordos o se ponía aún más furioso, _______ se puso de pie y, con toda la dignidad de que fue capaz, se dirigió a Philip.
–Mi intención era quedarme aquí hasta el día de mi viaje a Venezuela. Obviamente eso es imposible. Me voy arriba a recoger algunas cosas.
Se volvió hacia Nick para sugerirle que la esperara en el coche, pero su padre dijo con voz muy tensa:



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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por anasmile Dom 23 Feb 2014, 3:04 pm

–_______, esta es tu casa y de aquí no sales. Además, Farrell y yo debemos hablar a solas.
A _______ no le gustó la idea, pero Nick le hizo un gesto de que se retirara.
Cuando la puerta se cerró tras ella, el joven se dispuso a recibir otra andanada que no se produjo. Philip Bancroft parecía haber ganado la lucha contra su sistema nervioso. Sentado, apoyándose en la mesa del escritorio con los dedos rígidos y la mirada fría, se mantuvo en silencio observando a Nick. Este se dio cuenta de que el padre de _______ buscaba las palabras más eficaces para dejarlo fuera de combate. Sin embargo, no pudo imaginar que Philip vulneraría su punto más sensible, en realidad, su único punto sensible en lo que a _______ se refería: el sentimiento de culpa. Además, Bancroft habló con una elocuencia inesperada que desconcentró a Nick.
–Felicidades, Farrell –empezó Philip con voz amarga y acústica–. Ha dejado usted embarazada a una inocente de dieciocho años, a una muchacha que tenía toda la vida por delante. ¡Y qué vida! La universidad, viajes, lo mejor de todo. ¿Sabe usted por qué existen clubes como Glenmoor? –En vista de que Nick persistía en su silencio, Philip continuó–: Existen para proteger a nuestras familias, a nuestras hijas, de basuras como usted. –Bancroft pareció intuir que había dado en el blanco, por lo que siguió hablando–: _______ tiene dieciocho años y usted le ha robado la juventud al dejarla embarazada y casarse con ella. Ahora quiere arrastrarla, hacerla rodar cuesta abajo como usted. Pretende llevársela a Venezuela y que viva la vida de un obrero. Yo he estado allí y conozco a Bradley Sommers. Conozco con total exactitud los sondeos que tiene previstos, cómo y dónde. Tendrá usted que abrir caminos en la selva para ir desde lo que allí se entiende por civilización hasta el campo petrolífero. Un temporal de lluvia y adiós a los caminos. Los suministros se hacen por helicóptero; y no hay teléfono, ni aire acondicionado. Y a ese húmedo agujero del infierno se quiere llevar a mi hija.
Cuando aceptó la oferta, Nick era consciente de que no iban a darle, aparte del sueldo, una gratificación final ciento cincuenta mil dólares solo por su simpatía. Tendría que sufrir muchas privaciones. Sin embargo, estaba razonablemente seguro de que podría arreglar las cosas de modo que _______ no lo pasara demasiado mal. Ahora, a pesar del desprecio que le inspiraba Philip Bancroft, sabía que aquel hombre tenía derecho a ciertas explicaciones con respecto al futuro bienestar de su propia hija. Por primera vez desde su llegada, el joven Farrell abrió la boca:
–Hay un pueblo muy grande a noventa kilómetros de distancia –empezó a decir con voz firme y decidida.
–¡Mentira! Noventa kilómetros son ocho horas en jeep siempre que el último camino abierto no haya sido invadido por la jungla. ¿En un pueblo así se propone enterrar a mi hija durante un año y medio? ¿cuándo la visitará? Usted estará haciendo turnos de doce horas, según tengo entendido.
–También hay cabañas en el campo –añadió Nick, aunque sospechaba, y así se lo hizo saber a _______ que no reunirían el mínimo nivel de habitabilidad, a pesar de lo que aseguraba Sommers. Asimismo, Nick sabía que Bancroft estaba en lo cierto en cuanto al lugar y sus inconvenientes, cifraba su esperanza en que a _______ le gustara Venezuela, que viviera aquel período de su vida con espíritu de aventura.
–¡Maravillosa vida la que usted le ofrece a _______! –ironizó lPhilip–. Una choza en el campo petrolífero o un cuchitril en una aldea olvidada de Dios en mitad de ninguna parte. –Bruscamente, cambió el ángulo de su siguiente puñalada–: Usted tiene agallas, Farrell. Lo admito. Tomó todo lo que yo podía darle sin vacilar. Me pregunto si tiene conciencia. Le ha vendido sus sueños a mi hija a cambio de su vida entera. Bueno, ¡ella también tenía sueños, cretino! Quería ir a la universidad. Desde su infancia ha estado enamorada del mismo hombre, el hijo de un banquero, alguien que le habría dado el mundo entero. Él no sabe que yo lo sé, pero es así. ¿Y usted?
Nick apretó los dientes y guardó silencio.
–Dígame una cosa. ¿De dónde ha sacado mi hija la ropa que lleva puesta? –Sin esperar respuesta, Bancroft prosiguió con voz burlona–: Ha pasado con usted unos días, tan solo unos días, y ya no parece la misma. Parece haber sido vestida por K. Nick. Ahora bien –continuó, y su voz adquirió el tono del hombre de negocios–, eso nos conduce a la siguiente cuestión, vital para usted, supongo: el dinero. Le aseguro que no verá un solo centavo del dinero de _______. ¿Queda bien claro? –dijo, inclinándose sobre la mesa–. Ya le ha robado su juventud y sus sueños, pero sus dólares no se los robará. Tengo el control de su fortuna durante los doce próximos años. Si para entonces quiere la mala suerte que _______ esté todavía a su lado, antes que entregarle su herencia la invertiré hasta el último centavo en cosas que ella no podrá vender ni comerciar antes de que pasen otros veinticinco años.
Como Nick persistía en un frío silencio, Philip continuó:
–Si cree que sentiré lástima de verla vivir como va a vivir a su lado, y por lo tanto, que mandaré dinero también para usted, no me conoce lo más mínimo. Usted se cree duro, Farrell, pero aún no tiene idea de lo que es ser duro. Con tal de librar a _______ de sus garras no me detendré ante nada, y si eso significa permitir que ande vestida con harapos, descalza y embarazada, que así sea. ¿He hablado claro? –dijo, perdiendo un poco el control ante la impasibilidad de Nick.
–Perfectamente –respondió el joven–. Ahora déjeme que le recuerde algo. –Su expresión dura desmentía el golpe que Bancroft le había propinado al remover su sentimiento de culpa–. Aquí hay un niño de por medio. _______ está embarazada, de modo que todo lo que usted ha dicho ya no tiene ninguna importancia.
–¡Tenía que ir a la universidad! –replicó Philip–. Todo el mundo lo sabe. La enviaré lejos y tendrá ese niño. Y aún estamos a tiempo de considerar otra alternativa...
Los ojos de Nick se encendieron de furia.
–¡Nada va a ocurrirle al niño! –advirtió en voz baja pero amenazadora.
–Está bien. Si usted quiere al niño, quédeselo.
Durante la turbulenta semana anterior, ni _______ ni Nick habían pensado en esa alternativa. Había sido innecesario, por otra parte, dado el desarrollo de los acontecimientos entre ambos. Con mucha más convicción de la que sentía en estos momentos. Nick dijo:
–Eso no viene al caso. _______ quiere estar conmigo.
–¡Por supuesto que quiere! –masculló Philip–. Para ella, el sexo es una novedad. –Lanzándole a Nick mirada despectiva, añadió–: No lo es para usted, ¿verdad? –como dos hombres empeñados en un duelo ambos aguzaban la mente. Sin embargo, Philip tenía el arma más cortante, y el joven estaba a la defensiva–. Cuando usted se marche, cuando el sexo deje de ser parte de su atractivo, _______ pensará con más lucidez –declaró Philip con firmeza–. Querrá llevar a cabo sus sueños, no los suyos. Querrá ir a la universidad, salir sus amigos. Por eso –añadió a modo de conclusión.–, le pido una concesión por la que estoy dispuesto a pagarle generosamente. Si _______ es como su madre, el embarazo no se notará hasta los seis meses. Así que tendrá tiempo de reconsiderar. Y para que lo tenga, le ruego que mantenga en secreto este repugnante matrimonio y el hecho de que mi hija esté embarazada. Y le ruego que la convenza a ella en el mismo sentido.
Para no permitir que Philip creyera que había conseguido su aprobación, Nick aclaró:
–_______ ya ha decidido esperar hasta unírseme en Venezuela. –El placer reflejado en el rostro de Philip al oír su respuesta hizo que Nick apretara los dientes.
–Bien. Si nadie se entera del matrimonio todo será más claro y más limpio a la hora del divorcio. Farrell, le hago la siguiente oferta: a cambio de dejar libre a mi hija, contribuiré con una cantidad importante a ese est/úpido  proyecto que según ella tiene usted para cuando regrese de Venezuela.
Guardando un tenso silencio, Nick observó cómo Philip Bancroft sacaba un talonario, impulsado por un sentimiento de venganza. El joven dejó que llenara un cheque, con la intención de rechazarlo después. Sería una pequeña revancha por la amargura que aquel hombre le estaba haciendo tragar.
Cuando hubo terminado, Philip Bancroft arrojó el bolígrafo sobre la mesa y luego se puso en pie y empezó a recorrer el despacho de un extremo a otro. Nick se levantó lentamente.
–Cinco minutos después de que abandone esta habitación, ordenaré a mi banco que no le pague el cheque –advirtió Bancroft–. Tan pronto como usted convenza a _______ de que renuncia a esta parodia de matrimonio y le entregue a usted el niño, daré instrucciones al banco para que cobre. Esta cantidad, ciento cincuenta mil dólares, es la recompensa que recibe por no destruir la vida de una muchacha de dieciocho años. –Tomó el cheque, se lo tendió a Nick y con tono imperativo exclamó–: ¡Cójalo!
Nick ignoró el gesto y las palabras.
–¡Coja este cheque porque es el último centavo de mi fortuna que va a tocar jamás!
–¡No me interesa su maldito dinero!
–Se lo advierto, Farrell –masculló Philip con el rostro de nuevo encendido por la ira–: coja el cheque.
Nick le contestó con calma glacial.
–Métaselo en...
Bancroft le lanzó un ****azo con inusitado vigor, pero Nick lo esquivó, aferró el brazo del hombre y se retorció hasta sujetarlo a su espalda. Luego Nick farfulló:
–Escúcheme con mucho cuidado, Bancroft. Dentro de unos años tendré el dinero suficiente para comprarlo y vencerlo, pero si se mete usted con mi matrimonio lo enterraré. ¿Me ha entendido?
–¡Hijo de pu/ta, suélteme el brazo!
Nick le dio un empujón y se dirigió a la puerta. Bancroft recuperó la compostura casi al instante.
–Los domingos comemos a las tres. Preferiría que no molestase a _______ contándole lo ocurrido aquí dentro. Como bien dijo usted mismo, está embarazada.
Con la mano en el pomo de la puerta, Nick se volvió y asintió. Pero Bancroft no había terminado. Sorprendentemente, daba la impresión de que se rendía a la evidencia y aceptaba el matrimonio.
–No quiero perder a mi hija, Farrell –dijo con pétrea–. Es obvio que usted y yo nunca nos caeremos bien. Pero por _______ deberíamos intentar disimularlo.
Nick miró detenidamente el rostro furioso y frustrado de Philip, pero no vio asomo de hipocresía. Además, lo que sugería el padre de _______ era algo lógico y sensato, lo mejor tanto para él como para su hija. Pasado un largo momento, Nick hizo un breve gesto de asentimiento, aceptando la oferta sin vacilación.
–Podemos intentarlo.
Philip Bancroft le siguió con la mirada, y cuando la puerta se cerró tras Nick, rompió el cheque con una sonrisa vengativa.
–Farrell –dijo burlonamente–, has cometido dos grandes errores. El primero, no aceptar el cheque; el segundo, subestimar a tu adversario.
anasmile
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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por chelis Mar 25 Feb 2014, 6:32 pm

Ese hombre es un bastardo!!!!!.... Pero nick lo hizo bien!!!!!....
chelis
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Paraiso Robado( Nick y y tu) - Página 3 Empty Re: Paraiso Robado( Nick y y tu)

Mensaje por anasmile Miér 26 Feb 2014, 2:19 pm

Acostada al lado de Nick, _______ clavó la mirada en el dosel de su cama, alarmada por el cambio que notaba en él desde su conversación con Philip. Al preguntarle qué había ocurrido en el despacho de su padre, Nick había respondido de una forma no muy explícita.
–Intentó convencerme de que desapareciera de tu vida.
Como ambos hombres se habían tratado educadamente desde su conversación en privado, _______ dio por sentado que habían acordado una tregua. Bromeando, le preguntó a su marido.
–¿Te convenció?
Nick le contestó que no y ella le creyó, pero esa noche le había hecho el amor con una sombría determinación que no iba con su carácter. Como si quisiera imprimir su huella en el cuerpo de su mujer, como si estuviera despidiéndose de ella.
_______ le miró de reojo. Estaba despierto, apretada la mandíbula, inmerso en sus pensamientos. ¿Enojado, triste, o solo preocupado?, se preguntó _______. No podía saberlo. Hacía seis días que se conocían, y ahora se daba cuenta de que eso constituía una muralla enorme porque no llegaba a comprender el estado de ánimo de su marido.
–¿Qué piensas? –preguntó él bruscamente.
Asombrada por su repentina disposición a hablar, _______ se apresuró a responder:
–Estaba pensando en que hace solo seis días que nos conocemos.
La hermosa boca de Nick se torció en una sonrisa burlona, como si hubiera estado esperando esa respuesta.
–Excelente razón para renunciar a la idea de seguir adelante con nuestro matrimonio. ¿Me equivoco?
La intranquilidad de _______ se convirtió en pánico al oír estas palabras. De pronto comprendió la razón de su temor: estaba locamente enamorada de Nick, y se sentía un ser muy vulnerable.
Con aparente indiferencia se puso boca abajo en la cama, apoyando la cabeza sobre los brazos doblados. Decidió averiguar a qué se refería Nick. Evitó escrupulosamente la mirada de su marido, pareció entretenerse trazando un círculo imaginario en la almohada y, reuniendo todo su valor, empezó a hablar.
–¿Me estabas pidiendo mi opinión o sencillamente expresando la tuya?
–Te estaba preguntando si era eso lo que pensabas.
_______ se sintió inmensamente aliviada al oír estas palabras.
–Estaba pensando que como hace tan poco tiempo que nos conocemos me resulta difícil  entenderte esta noche. –Al no obtener respuesta, _______ miro a Nick y notó que él seguía triste y preocupado–. Es tu turno –añadió la joven, sonriendo, decidida pero nerviosa–. ¿En qué has estado pensando?
Esta noche, el silencio de Nick la había inquietado. Cuando empezó a hablar, sus palabras le resultaron decepcionantes.
–Estaba pensando que la razón de nuestro matrimonio fue tu deseo de legitimar al niño y de no revelar a tu padre que estabas embarazada. Pues bien, el niño ya es legítimo y tu padre sabe que estás embarazada. En lugar de tratar de que este matrimonio funcione, existe otra solución que tú y yo no hemos considerado hasta ahora: yo podría hacerme cargo del niño.
_______ había adoptado la firme decisión de comportarse con madurez, pero aquellas palabras la desequilibraron por completo, llegando a una conclusión que a ella le parecía obvia.
–Eso te libraría del fardo de una esposa no deseada, ¿verdad?
–No lo dije por eso.
–¿No? –ironizó _______.
–No. –Nick se acercó más a ella, le tomó un brazo y empezó a acariciarlo.
–¡No intentes hacerme el amor otra vez! –profirió _______, separándose–. Soy muy joven, pero tengo derecho a saber qué ocurre y a no ser utilizada toda la noche como un... cuerpo sin cerebro. ¡Si quieres romper este matrimonio, dilo!
–¡Maldita sea! Yo no quiero romper nada –se excusó Nick, también enojado–. _______, no soporto este sentimiento de culpa. Culpa, no cobardía. Te dejé embarazada, viniste a mí asustada, y me casé contigo. Como dijo con toda elocuencia tu padre, te he «robado la juventud». –Pronunció estas palabras con amargo desprecio de sí mismo–. Te he robado la juventud y tus sueños y te he vendido los míos.
Loca de alegría al comprobar que no era el arrepentimiento sino un sentimiento de culpa lo que estaba afectando a Nick, _______ exhaló un profundo suspiro y se dispuso a hablar, pero su marido estaba empeñado en demostrar que realmente era culpable de haberle arrebatado la juventud e incluso sus esperanzas de futuro.
–Afirmaste que no querías estar en Edmunton mientras esperas mi llamada –continuó el joven–. ¿Se te ha ocurrido pensar que la casa de mi padre es mucho mejor que el lugar en que vivirás en Venezuela? ¿O acaso te engañas como un niño al pensar que vas a vivir en Venezuela como lo haces aquí? Y no solo eso. ¿Qué clase de vida crees que tendrás a nuestro regreso? Si piensas así, te espera la desilusión más grande de tu vida. Incluso si las cosas salen como las tengo proyectadas pasarán años antes de que pueda mantenerte como estás acostumbrada. Diablos, es muy posible que nunca pueda permitirme una casa como esta...
–¿Una casa como esta? –le interrumpió _______ mirando horrorizada a su marido, y con el rostro contra la almohada, su cuerpo tembló de risa.
La voz de Nick, llena de tensión, reflejaba desconcierto.
–¡Esto no tiene ninguna gracia!
–Claro que la tiene –objetó ella, incapaz de contener la risa–. ¡Esta casa es horrible! Nunca me ha gustado. No tiene nada de acogedora. –Como él no dijo nada, _______ trató de serenarse y, apartándose el pelo de la cara, miró de soslayo el rostro inescrutable de su marido–. ¿Quieres saber algo más? –bromeó, pensando en el supuesto robo de su juventud.
Decidido a hacerla comprender los sacrificios que tendría que afrontar por su culpa, Nick reprimió el impulso de acariciarle el pelo, pero no pudo evitar sonreír cuando le preguntó con ternura:
–¿Qué?
Los hombros de _______ se agitaron en una nueva oleada de regocijo.
–Mi juventud... ¡Tampoco me gustaba mi juventud!
Si esperaba que sus palabras complacieran a Nick, no se equivocó. Él la besó en la boca, dejándola sin aliento y sin capacidad para pensar. Todavía se estaba recuperando cuando Nick dijo:
–_______, tienes que prometer una cosa. Si durante mi ausencia cambias de idea en algo que se refiera a nosotros, prométeme que no te librarás del niño. Nada de abortos. Yo me las arreglaré para criarlo.
–No voy a cambiar...
–¡Prométeme que no te librarás del niño! –insistió.
Consciente de que discutir no tenía sentido, _______ hizo un gesto de asentimiento y se quedó mirando los ojos grises de su marido.
–Lo prometo –musitó con una dulce sonrisa.
Como recompensa, _______ obtuvo otra hora de amor, pero esta vez era el amor del hombre que conocía.
 
 
En el camino de entrada, _______ se despidió de Nick con un fuerte beso por tercera vez aquella mañana. El día no había empezado muy bien. Durante el desayuno, Philip preguntó si alguna otra persona estaba enterada del matrimonio, lo que le recordó a _______ que había llamado a Jonathan Sommers la semana anterior, cuando en la casa de Edmunton nadie respondía al teléfono. Para salvar la dignidad se inventó la excusa de que había encontrado una tarjeta de crédito de Nick en su coche, después de haberla llevado a la ciudad desde Glenmoor. Jonathan le había dicho que Nick todavía estaba en Edmunton. Como apuntó su padre, la idea de anunciar el casamiento dos días después de la llamada a Sommers era ridícula. Sugirió que _______ viajara a Venezuela e hiciera creer al mundo que se habían casado allí. _______ sabia que la sugerencia era justa, pero era incapaz de mentir y estaba furiosa por haber creado inconscientemente la necesidad de urdir más mentiras.
Ahora el alejamiento de Nick pendía sobre su cabeza como un negro nubarrón.
–Te llamaré desde el aeropuerto –le prometió Nick–. Cuando llegue a Venezuela y descubra las condiciones que reúne, te llamaré desde allí, pero no por teléfono. Tendremos comunicaciones por radio con una estación central. La conexión no será muy buena, y además no podré utilizarla salvo en caso de emergencia. Por esta ocasión los convenceré de que llamarte para decirte que he llegado sin problemas es una emergencia. Pero será la primera y última vez que me lo permitan.
–Escríbeme –rogó ella, intentando sonreír.
–Lo haré. El servicio de correos será probablemente un desastre, así que no te sorprendas si pasan días y días sin recibir una sola carta y luego te traen un montón de golpe.
_______ se quedó largo rato viéndolo alejarse, luego se encaminó lentamente a la casa, pensando, para consolarse, que con un poco de suerte dentro de unas semanas estarían juntos.
Philip se hallaba de pie en el vestíbulo. Recibió a su hija con una mirada de lástima.
–Farrell es la clase de hombre que necesita nuevas mujeres, nuevos lugares, nuevos retos. Siempre es así. Te romperá el corazón si confías en él.
–No es cierto –repuso _______, sin permitir que palabras de su padre la afectaran–. Te equivocas y un día lo sabrás.
 
 
Nick cumplió su promesa y la llamó desde el aeropuerto. _______ pasó los dos días siguientes ocupándose en lo que pudo, mientras esperaba la llamada desde Venezuela. Esta llegó el tercer día, pero ella había acudido a la consulta del ginecólogo, asustada y temiendo que sus síntomas fueran de aborto.
–Durante los tres primeros meses las pérdidas no son infrecuentes –le informó el doctor Arledge después de haberla examinado–. Pueden no significar nada. Sin embargo, es cierto que la mayoría de los abortos se producen durante este período del embarazo. –Lo dijo como esperando una reacción de alivio. El médico y Philip eran viejos amigos, y la joven dio por sentado que Arledge no dudaba que el precipitado matrimonio se debía al embarazo–. En este momento –añadió el doctor– no existe razón alguna para suponer que corres peligro de perderlo.
_______ le pidió consejo en cuanto a su viaje a Venezuela. El médico frunció levemente el entrecejo y dijo:
–No puedo aconsejártelo a menos que tengas la certeza absoluta de que los servicios médicos son buenos.
_______ se había pasado casi un mes alimentando la esperanza de que, si estaba embarazada, tendría un aborto espontáneo. En cambio, ahora se sintió aliviada cuando supo que no iba a perder el niño de Nick... El niño de ambos.
Durante el camino de vuelta no dejó de sonreír.
–Ha llamado Farrell –le comunicó su padre con el mismo desdén que utilizaba siempre que hablaba de Nick–. Dijo que volverá a llamar esta noche.
_______ estaba sentada junto al teléfono cuando este sonó. De inmediato se dio cuenta de que Nick no había exagerado al hablar de las deficiencias de las comunicaciones.
–La idea que Sommers tiene de una vivienda apropiada es una mala broma –oyó con dificultad que le decía Nick–. No hay manera de que puedas quedarte aquí, por el momento. No hay más que barracas. La buena noticia es que una de las pocas cabañas disponibles queda vacía dentro de unos meses.
–Está bien –le respondió _______, intentando hablar con tono alegre, porque no quería revelar a su marido el motivo de su visita al ginecólogo.
–No pareces muy decepcionada.
–¡Estoy decepcionada! –exclamó _______ con firmeza–. Pero el médico dice que casi todos los abortos se producen durante los tres primeros meses, de modo que quizá será mejor que me quede aquí hasta entonces.
–¿Existe algún motivo que te haga pensar que estás en peligro de sufrir un aborto? –preguntó Nick cuando cesaron por un momento las interferencias.
_______ le aseguró que estaba bien. Cuando Nick dijo que solo podría llamarla en esa primera ocasión, ella se sintió defraudada, pero la conversación debido a las interferencias y las voces que rodeaban a Nick era tan difícil, que así no valía la pena hablar. Las cartas serían un buen sustituto, decidió _______.
Hacía ya dos semanas que Nick se había marchado cuando Lisa regresó de Europa. _______ le conté su historia, asegurándole que no se arrepentía de lo sucedo. Lisa se mostró escandalizada y regocijada al miso tiempo.
–No puedo creerlo –repetía una y otra vez sin apartar la mirada de _______, que estaba sentada en la cama–. Aquí hay algo que no encaja –bromeó–. Yo el diablo con faldas y tú la Mary Poppins de Bensonhurst, aparte de la persona más precavida del mundo. Si una de nosotras tenía que enamorarse a primera vista, quedar embarazada y casarse a toda prisa, esa era yo.
_______ sonrió ante la contagiosa alegría de su amiga.
–Bueno ya es hora de que sea la primera en algo.
Lisa recobró en parte la compostura.
–¿Es un hombre maravilloso, _______? Me refiero a que si no es maravilloso, absolutamente maravilloso, entonces no es bastante bueno para ti.
Hablar de Nick y de sus sentimientos hacia él era una experiencia nueva para _______. Nueva y sobre todo complicada, en especial porque era consciente de que resultaba muy extraño afirmar que estaba enamorada tras seis días de convivencia con un hombre. Así pues, _______ prefirió eludir aquel aspecto.
–Es un hombre bastante especial –dijo con voz queda, y sonrió al pensar en su marido. De pronto sintió la necesidad de hablar de él–. Lisa, ¿has conocido alguna vez a alguien y sabido casi de inmediato que es un ser único, alguien cuyo equivalente no encontrarás nunca en tu vida?
–Verás, eso es lo que siento por todos los muchachos la primera vez que salgo con ellos. ¡Estoy bromeando! –Se echó a reír cuando _______ le arrojó una almohada.
–Nick es un ser especial, lo digo en serio. Una persona brillante, literalmente hablando. Es muy fuerte y, a veces, un poco dictatorial, pero hay algo más en su interior, algo fino y delicado y...
–¿Disponemos tal vez de una fotografía de ese dechado? –interrumpió Lisa, tan fascinada por la expresión estática de _______ como por sus palabras.
_______ se apresuró a complacer a Lisa.
–La encontré en un álbum familiar que me enseñó su hermana. Julie me dijo que podía quedármela. Fue tomada hace un año, y aunque solo es una instantánea, y no muy buena, me recuerda algo más que el rostro de Nick. También refleja un poco su personalidad. –Le dio la foto a Lisa. En ella Nick aparecía con los ojos entrecerrados por el sol, tenía las manos metidas en los bolsillos traseros de los vaqueros y sonreía a Julie, que estaba tomando la fotografía.
–¡Oh, Dios mío! –exclamó Lisa, abriendo los ojos desorbitadamente–. Que me hablen de magnetismo animal. Que me hablen de carisma masculino, de **noallow**  appeal...
_______ rió y le quitó la foto.
–¡Eh, eh! Que estás babeando a expensas de mi marido.
Lisa la miró fijamente y comento:
–Siempre te gustaron los tipos rubios y fuertes.
–En realidad, cuando lo vi por primera vez no me pareció especialmente atractivo. Pero desde entonces mi gusto ha mejorado. Es obvio.
–_______. ¿Crees que estás enamorada de él? –inquirió Lisa con seriedad.
–Adoro estar a su lado.
–¿No es lo mismo?
_______ se echó a reír. Luego respondió:
–Sí, pero suena menos est/úpido  que decir que una está enamorada de alguien a quien solo ha conocido durante unos días.
Satisfecha, Lisa se puso de pie.
–Salgamos a celebrarlo. Tú invitas.
–De acuerdo, yo pago la cena –dijo _______, dispuesta a vestirse.
 
 
El servicio de correos con Venezuela era mucho peor de que Nick había pronosticado. Durante los dos meses siguientes, _______ le escribió tres o cuatro cartas semanales, pero solo recibió cinco de él. Un hecho al que Philip se refería con más seriedad que satisfacción. _______ le hacía notar invariablemente que las cartas de Nick eran mucho más extensas que las que ella escribía, diez o doce páginas. Además, Nick trabajaba doce horas diarias en una tarea muy dura. No se podía esperar que escribiera tanto como ella. No obstante, no mencionó que las dos últimas cartas de su marido eran mucho más impersonales que las tres primeras. En estas, Nick le hablaba de sus sentimientos y sus planes; en las dos siguientes, del campo petrolífero y el paisaje venezolano. Sin embargo, tanto en unas como en otras, trazaba un retrato vívido. _______ se dijo que si se refería a aspectos menos personales no había que atribuirlo a una pérdida de interés, sino a que pretendía avivar el de ella por el lugar al que iría a vivir durante un tiempo.
Intentando mantenerse ocupada para que los días pasaran más deprisa, _______ leía libros para embarazadas y sobre educación infantil, y compraba cosas para el bebé. No dejaba de soñar y planear. El embarazo, que al principio no había parecido real, ahora hacía notar su presencia. Sentía náuseas, fatiga y unas intensas jaquecas que la obligaban a acostarse en su habitación a oscuras. Pero todo lo resistía con buen humor y con la absoluta certeza de que aquella era una experiencia muy especial. Con el paso de los días, adquirió el hábito de hablarle a su bebé, como si al colocar la mano sobre su vientre aquel proyecto de criatura pudiera oírla. «Espero que lo estés pasando bien ahí dentro –bromeó un día, tendida sobre la cama tras una violenta jaqueca–. Si, porque a mí me estás poniendo enferma, jovencita.» Otras veces decía «jovencito». En realidad a _______ le traía sin cuidado el sexo del bebé. Hacia finales de octubre, la cintura de _______, embarazada de cuatro meses, se había redondeado. Por otra parte, los constantes comentarios de Philip comenzaban a no parecerle tan absurdos. Su padre aseguraba que era obvio que Farrell quería romper el matrimonio.
–Por suerte, solo Lisa sabe que estás casada –declaró Philip unos días antes de la víspera de Halloween–. No olvides, _______, que todavía tienes alternativas –añadió con inusitada suavidad–. Cuando empiece a notarse tu estado, les diremos a todos que te has ido a la universidad para el semestre de otoño.
–¡Deja de hablar así, maldita sea! –le espetó _______, levantándose para encaminarse a su habitación.
Había decidido escribir con menor frecuencia a Nick para darle una lección. Además, estaba harta de sentirse como la est/úpida amante muerta de amor, que se pasaba los días escribiendo mientras él ni siquiera se molestaba en enviarle una tarjeta postal.
Lisa llegó al atardecer. Enseguida se dio cuenta de que _______ estaba nerviosa y adivinó el motivo.
–No ha habido carta de Nick, ¿verdad? Además, supongo que tu padre sigue en sus trece...
–Sí. Hace dos semanas que llegó la quinta y última carta.
–Salgamos –propuso Lisa–. Bien maquilladas y vestidas. Eso siempre te ha hecho sentir mejor. Vayamos a algún lugar agradable.
–¿Por qué no a cenar a Glenmoor? –sugirió _______, que hacía tiempo que albergaba un plan– Tal veamos a Jonathan Sommers. Suele estar allí. Tú le preguntas todo lo que se te ocurra acerca de los pozos de petróleo, y quizá en el transcurso de la charla surja el nombre de Nick.
–Está bien –aceptó Lisa, pero _______ sabía que la opinión de su amiga acerca de Nick había ido degradándose a causa de la reprobable conducta del joven.
Jonathan estaba en el salón con un grupo de amigos, charlando y bebiendo. Cuando llegaron las dos jóvenes produjo una conmoción. Por supuesto, no les resultó nada difícil que las invitaran a unirse al grupo. Durante una hora, _______ permaneció sentada casi en el mismo lugar donde cuatro meses antes había estado con Nick cerca del bar. Lisa le sonsacaba a Sommers todo lo que este sabía sobre la perforación de pozos petrolíferos, y fingía tan bien que él creyó que la muchacha había decidido estudiar geología y especializarse en la exploración de pozos de petróleo. La representación de Lisa era digna del premio de la Academia de las Artes. En cuanto a _______, aprendió mucho sobre pozos de petróleo y nada sobre Nick.
Dos semanas más tarde, el médico de _______ ya no sonreía ni se mostraba confiado cuando habló con ella. Tenía muchas pérdidas. La joven volvió a casa con instrucciones de hacer reposo. Necesitaba más que nunca la presencia de Nick. Al llegar, llamó a Julie para hablar con alguien cercano a su marido. No era la primera vez que lo hacía, sino la tercera. Por ella supo que Nick escribía semanalmente a la familia.
Aquella noche, en la cama, _______ no podía conciliar el sueño. Solo pensaba en el bienestar de su bebé y en el deseo de tener a Nick a su lado. Hacía un mes que no sabía nada de él. En su última carta escribía que estaba muy ocupado y que por las noches se sentía exhausto. Aunque era comprensible, _______ no entendió cómo Nick tenía tiempo para escribir a su familia y no a ella.
Se llevó una mano protectora al vientre y pensó: tu padre recibirá una carta muy severa por lo que está haciendo.
Poco después, dio por sentado que había tenido éxito, porque Nick condujo durante ocho horas para acceder a un teléfono. Ella se sintió feliz al oírlo, pero pronto advirtió que la voz de Nick sonaba un poco fría y cortante.
–La cabaña todavía no está disponible –dijo– Pero he encontrado otro lugar en una pequeña aldea. Sin embargo, solo podré visitarte los fines de semana.
_______ no podía viajar, ya que el médico tenía que visitarla todas las semanas y apenas podía hacer otra cosa que caminar un poco. No obstante, no quería asustar a Nick diciéndole que, según el doctor, corróa un gran riesgo de perder al niño. Pero por otra parte estaba tan enojada con él y temerosa por el niño, que decidió informarlo de todos modos.
–No puedo ir –anunció–. El médico quiere que me quede en casa y que no me mueva mucho.
–Qué extraño –le replicó Nick–. Sommers estuvo aquí la semana pasada y me dijo que tú y Lisa habías estado en Glenmoor deslumbrando a todos los hombres.
–Eso fue antes de que el ginecólogo me ordenara que no saliera.
–Ya entiendo.
–¿Qué esperas de mí? –inquirió _______ con sarcasmo–. ¿Que me pase el día sentada esperando tus esporádicas cartas?
–Podrías intentarlo –respondió Nick–. Por cierto, no es que seas una gran escritora.
_______ interpretó que su marido se refería a su estilo literario y no al número de cartas. Eso la enfurció tanto que estuvo a punto de colgar.
–¿Debo suponer que no tienes nada más que decir?
–No mucho.
Cuando colgaron, Nick se apoyo contra la pared y cerró los ojos, intentando olvidar aquella llamada y su larga agonía. Solo habían pasado tres meses y _______ no quería reunirse con él. Hacía semanas que no le escribía, y estaba reanudando su vida social anterior. Además, le mentía al asegurar que estaba haciendo reposo. Recordó que su mujer era una chiquilla de dieciocho años y este pensamiento le produjo amargura. ¿Por qué no iba ella a desear una vida social? «Mie/rda», susurró Nick ante la futilidad de sus intentos. Pero superó el desaliento y se dijo que dentro de unos meses el campo ya estaría en pleno funcionamiento y bajo control. Entonces insistiría en obtener cuatro días de permiso para ir a Chicago y ver a su esposa. _______ lo amaba, deseaba estar con él, estar casada con él. No importaba que apenas le escribiera, no importaba lo que hiciera, ella lo amaba. Viajaría a Chicago y, cuando se vieran, la convencería de que se marchara con él a Venezuela.
_______ colgó él auricular y se arrojó sobre la cama. Lloró hasta la extenuación. Pensó que cuando Nick se refirió a la casa que había encontrado lo hizo con indiferencia. No parecía importarle mucho si ella viajaba o no.
_______ le escribió una carta muy larga para excusarse por su «mal estilo». Se disculpó por haberse enojado, y dejando al margen su orgullo, le dijo lo mucho que necesitaba sus cartas. Finalmente le explicó con detalle todo lo que le había dicho el médico.
–Bajó y le dejó la carta a Albert para que la echara al correo. Ella se había cansado de salir a esperar al cartero, en vista de que nunca le llegaba carta alguna de Nick. Albert, que era a la vez mayordomo, chófer y encargado de las reparaciones, atendió el requerimiento de _______. La señora Ellis se había tomado tres meses de vacaciones, las primeras desde hacía años, y Albert con reservas, la sustituía en lo posible.
–¿Echará usted esta carta al correo, Albert?
 
–Si, claro.
Cuando ella se marchó, Albert se dirigió al despacho del señor Bancroft, abrió un antiguo escritorio y arrojó la carta, reuniéndose con otras muchas, la mitad de las cuales estaban selladas en Venezuela.
_______ se dirigía a su dormitorio cuando empezó la hemorragia.
Pasó dos días en el ala Bancroft del hospital de Cedar Hills. Aquella sección llevaba el nombre de la familia en agradecimiento a sus grandes donaciones.
_______ no hacía más que implorar al cielo que no se repitiera la hemorragia y que Nick volviera a su lado, que milagrosamente decidiera regresar. Quería a su bebé, quería a su marido y tenía el terrible presentimiento de que iba a perderlos a ambos.
Cuando el doctor Arledge le dio el alta, lo hizo bajo la condición de que permaneciera en cama durante el resto del embarazo. Tan pronto como regresó a casa _______ escribió a Nick para informarle de lo ocurrido, mencionando sutilmente, la posibilidad de que su propia vida corría peligro. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal que él no la olvidara.
El reposo absoluto pareció conjugar el peligro del aborto, pero, sin nada que hacer salvo leer, ver televisión o preocuparse, _______ tuvo mucho tiempo para reflexionar sobre una dolorosa realidad: Nick había encontrado en ella a una buena compañera de cama, y ahora que estaba lejos se había convertido en un ser prescindible. Finalmente empezó a pensar en el mejor modo de criar a su hijo sin la presencia del padre.
Este último problema se resolvió por sí solo. A finales del quinto mes de embarazo, en mitad de la noche _______ sufrió una hemorragia. Esta vez todos los milagros de la ciencia médica sirvieron de poco. _______ abortó una niña, a la que llamó Elizabeth en memoria la madre de Nick. Ella misma escapó por poco de la muerte, contra la que estuvo luchando durante tres días críticos.
Pasado el peligro, permaneció otra semana en el hospital, con el cuerpo atestado de tubos. Escuchaba ansiosamente, por si oía los pasos largos y ágiles de Nick en el pasillo. Su padre había intentado llamarlo, pero al no establecer contacto directo, le había enviado un telegrama.
Nick no acudió. Nick no llamó.
Sin embargo, durante la segunda semana en el hospital, recibió un telegrama de Nick con siete palabras brutales: «El divorcio es una idea excelente. Divórciate».
Desolada, _______ se negó a creer que las hubiera escrito Nick, sobre todo teniendo en cuenta que todavía estaba tan enferma.
«Lisa –le había dicho a su amiga, llorando desconsoladamente– tiene que odiarme para haber enviado un telegrama así. Pero yo no he hecho nada para que me odie. Él no envió ese telegrama. ¡No lo hizo! ¡No ha podido hacerlo!»
A petición de _______, Lisa llevó a cabo otra representación en la oficina de la Western Union, con el fin de averiguar quién había enviado el telegrama. La compañía cedió y Lisa descubrió que Nicholas Farrell había enviado el mensaje desde Venezuela, cargando el importe a su tarjeta de crédito.
Un frío día de diciembre, _______ abandonó el hospital flanqueada por Lisa y Philip. Miró el claro cielo azul y le pareció ajeno a ella. El mundo entero le pareció ajeno.
Siguiendo la voluntad de su padre, se matriculó en la Universidad del Noroeste para el semestre de otoño. Compartía una habitación con Lisa. Accedió a todo porque ellos así lo querían, pero con el tiempo recordó lo que la universidad había significado para ella. Recordó también otras cosas: cómo sonreír y cómo reír. El ginecólogo le había advertido que, de quedarse de nuevo embarazada, el bebé y ella misma correrían un riesgo aún mayor que en el pasado. La posibilidad de no tener hijos le resultaba dolorosa, pero de algún modo también consiguió superar ese problema.
La vida le había propinado golpes crueles, pero logró sobrevivir, hallando en su interior una fuerza de la que no había sido consciente hasta entonces.
Su padre contrató a un abogado que tramitó el divorcio. No supo nada de Nick, pero llegó un momento en que era capaz de pensar en él sin dolor ni animosidad. Era obvio que él se había casado con ella porque estaba embarazada y porque era ambicioso. Cuando descubrió que Philip tenía la llave de la fortuna, se echó atrás. Con el tiempo, _______ le perdonó incluso eso. Ella también había tenido sus razones egoístas para casarse. Embarazada, no se había sentido con fuerzas para afrontar sola la situación. Y aunque creyó amarlo, Nick nunca la había engañado diciéndole que la amaba. Ambos se habían casado por motivos equivocados y la alianza estuvo condenada al fracaso desde el principio.
Durante su tercer año universitario vio a Jonathan Sommers en Glenmoor. Sommers le contó que a su padre le había interesado tanto una idea de Nick que formó una sociedad limitada con él, aportando una parte del capital.
Aquella empresa rindió dividendos. De hecho, durante los once años siguientes muchas de las empresas de Nick rindieron beneficios. En revistas y periódicos Aparecían con frecuencia artículos sobre él. _______ los ignoraba, pues estaba demasiado ocupada en su propia carrera y, además, ya no le importaba lo que él hiciera. Sin embargo, a la prensa sí le interesaban las andanzas de Nick, que con el tiempo se convirtió en una obsesión para los medios de comunicación. Recogían sus clamorosos  éxitos financieros y sus no menos conocidas conocidas conquistas amorosas, entre las que se contaban varias estrellas de la pantalla. Para el hombre de la calle, Nick representaba el sueño americano de un joven pobre que alcanzaba el triunfo. Para _______, no era más que un extraño con el que alguna vez tuvo relaciones íntimas. Como jamás usó su nombre, y como solo su padre y Lisa sabían que habían estado casados, las aventuras amorosas del nuevo astro de la escena social norteamericana nunca afectaron la reputación de _______.
12
Noviembre de 1989
El viento se llevaba las gorras de los cámaras que iban a parar a la arena de la playa, unos metros más abajo. Barbara Walters y Nicholas Farrell paseaban ante el acantilado mientras la cámara los seguía con su gran ojo negro, enmarcándolos: a la izquierda de la pareja, el turbulento océano Pacífico; a la derecha, y también como trasfondo, el palaciego Carmel, la propiedad de Nick en California.
La bruma ondulante, un manto gris que iba avanzando desde el mar empujada por el viento, hacía estragos en el peinado de Barbara Walters y arrojaba arena a la lente de la cámara. La periodista se detuvo en el lugar acordado de antemano, se volvió de espaldas al mar y empezó a formular una nueva pregunta a Farrell. También giró la lente de la cámara, que solo captaba como trasfondo de la pareja una cortina de bruma gris. El viento rizaba los cabellos de Barbara, que trataba de apartárselos del rostro.
–¡Corten! –gritó irritada, intentando despegarse unos mechones de los labios. Se volvió hacia la mujer encargada del maquillaje.
–Tracy, ¿tienes algo para sujetarme el pelo con este viento?
–¿Algo así como pegamento Elmer? –bromeo Tracy, y se dirigió a la furgoneta aparcada bajo los cipreses, en un extenso prado de la hacienda de Farrell. Walters siguió a su compañera de trabajo.
–¡Odio la niebla! –masculló el cámara, contemplando con evidente irritación la espesa cortina gris que envolvía la costa de la bahía de Half Moon, elegida por él como marco de la entrevista–. ¡Odio la niebla! –maldijo elevando su rostro al cielo–. ¡Odio el jodido viento!
Como respuesta a sus imprecaciones, un puñado de arena se alzó del suelo como un torbellino y, fue a estrellarse contra el pecho y la cara del operador.
El auxiliar lanzó una risita ahogada.
–Es obvio que tampoco Dios te quiere mucho –comentó, mientras el airado cámara se sacudía la arena del rostro–. ¿Tal vez una taza de café? –le ofreció, tendiéndole una taza humeante.
–¡También odio el café! –murmuró el hombre, pero no rechazó el ofrecimiento.
El auxiliar de cámara señaló con un gesto la alta figura que se erguía a poca distancia de ellos, con la vista en el ancho mar.
–¿Por qué no le pides a Farrell que pare los vientos y despeje la bruma? Por lo que he oído decir, Dios es solo un mediador suyo.
–En mi opinión –intervino Alice Champion, que se unió a ellos–, os diré que Nicholas Farrell es Dios. –Ambos hombres dirigieron una irónica mirada a la secretaria de rodaje, pero no contestaron. Alice intuyó que, a pesar de ellos, sus compañeros estaban impresionados por el gran hombre de negocios y conquistador.
Bebiendo un sorbo de café, Alice contempló a Farrell; a aquel solitario y algo enigmático dirigente de un imperio financiero llamado Intercorp, creado con su propio sudor y audacia. Salido de las fundiciones de Indiana, aquel alto y cortés monarca se había librado de características que podrían haberlo identificado con sus modestos orígenes. No había en él nada que delatara su baja extracción social.
Ahora, de pie en el acantilado, esperando la reanudación de la entrevista, Alice advirtió que aquel hombre era la viva encarnación del éxito, de la confianza en uno mismo y de la virilidad, pero también del poder, sobre todo del poder, puro y duro. De piel bronceada, tenía un aspecto plácido, iba impecablemente vestido, pero había algo en él que ni sus trajes hechos a medida ni su cortés sonrisa podían ocultar. De su figura se desprendía una sensación de peligro e inflexibilidad, algo que impulsaba a cualquiera a intentar caerle bien antes de enojarle. «No te cruces en mi camino», he ahí el mensaje que irradiaba aquel hombre.
–¿Señor Farrell? –dijo Barbara Walters, que salía la furgoneta sujetándose el pelo con las manos–. Con este tiempo es imposible hacer ha entrevista aquí fuera, tendremos que hacerla en su casa. Será cuestión de media hora. ¿Podemos utilizar su cuarto de estar?
–Claro –respondió Nick, y tras su fugaz sonrisa ocultó el enojo que le producía el aplazamiento.
No le gustaban los periodistas ni los medios de comunicación. Si había accedido a la entrevista con Barbara Walters solo fue por razones pragmáticas. Últimamente se había hablado y escrito mucho sobre su vida privada y sus hazañas amorosas, y había llegado el momento de que el mundo viera al presidente de Intercorp en su papel de financiero y empresario. Por Intercorp, Nick haría cualquier sacrificio. Nueve años atrás, a su regreso de Venezuela, invirtió el dinero obtenido más el aportado por Sommers en la compra de una pequeña fábrica de accesorios para la industria del automóvil que se hallaba al borde de la quiebra. Un año más tarde, la vendió por el doble de lo que había pagado por ella. Con los beneficios y el dinero que le prestaron bancos e inversores privados, fundó Intercorp, y durante los años siguientes se dedicó a la compra de empresas al borde de la quiebra (por falta de capital), que luego reflotaba y vendía con grandes beneficios.
Más tarde, en lugar de vender las empresas, inició un cuidado programa de adquisiciones. El resultado fue que en un período de diez años Intercorp se convirtió en el imperio financiero con que había soñado durante sus tristes tiempos de operario de una fundición en Edmunton y de una explotación petrolífera después. En la actualidad Intercorp era un gran conglomerado con sede en Los Ángeles y negocios tan diversos como laboratorios de investigación farmacéutica y fábricas textiles.
Hasta hacía poco, para Nick había sido fundamental la adquisición de compañías seleccionadas y que estaban ya en venta. Pero unos meses atrás había negociado la compra de una empresa de electrónica gigantesca, con sede en Chicago. La compañía se había dirigido a ellos, preguntando si Intercorp estaría dispuesto a absorberla.
A Nick le gustó la idea, pero tras muchos meses de gastos y negociaciones, los directivos de Haskell Electronics se habían echado atrás repentinamente, rechazando los acuerdos iniciales. Furioso por la pérdida de tiempo y dinero que eso significaba para Intercorp, decidió adquirir la empresa con o sin el consentimiento de sus accionistas. El resultado fue una feroz –y muy comentada– batalla, de la que los propietarios dirigentes de Haskell salieron mal parados. Así pues, Intercorp incorporó a sus activos una muy rentable empresa de electrónica. Pero si Nick salió victorioso, también se ganó la reputación de tiburón de las finanzas, lo no le molestaba especialmente (no más que su fama de seductor creada por la prensa). La publicidad adversa y la pérdida de su intimidad personal eran el precio del éxito, y lo aceptaba con la misma indiferencia que sentía hacia la servil hipocresía social y la traición de sus rivales en el mundo de los negocios. Con el éxito surgían por igual los calumniadores y los enemigos, y el trato con unos y otros había hecho de Nick un hombre extremadamente cínico y cauteloso. Era otro precio a pagar.
Nada de eso le molestaba tanto como el hecho de que ya le aburrían sus éxitos. El gozo que sentía al principio, cuando se enfrentaba a una difícil transacción, se había desvanecido, tal vez porque el triunfo se había convertido en rutina. Ya no tenía retos ante sí; o no los tenido hasta que decidió adquirir el control de Haskell Electronics. Ahora, por primera vez desde hacía años, había sentido parte de la excitación inicial. Haskell suponía un gran reto, pues la enorme empresa debía ser reestructurada desde su misma base. Demasiados administradores, instalaciones anticuadas, estrategias de mercado superadas. Todo eso tendría que modificarse antes de que la empresa empezara a rendir a plena capacidad y Nick estaba ansioso por viajar a Chicago y poner manos a la obra de inmediato. En el pasado, cuando se hacía con una compañía, enviaba por delante su avanzadilla, seis hombres a los que la revista Business Week había apodado el «equipo de la Opa», que evaluaba y efectuaba recomendaciones. Hacía dos semanas que el equipo se encontraba en Chicago, trabajando en el edificio de seis plantas de Haskell y esperando a que Nick se les uniera. Como este tenía previsto viajar a menudo a Chicago, durante el próximo año más o menos, compró un apartamento en la ciudad. Todo estaba listo y él no deseaba más que emprender el viaje.
Había regresado de Grecia la noche anterior, después de cuatro frustrantes semanas –en lugar de las dos previstas– negociando la adquisición de una flota de cargueros. Ahora no lo detenía nada más que aquella condenada entrevista. Maldiciendo en silencio la tardanza, se dirigió a la casa. En la enorme extensión de césped de la finca lo esperaba su helicóptero, que debía llevarlo al aeropuerto. Allí, el Lear que había comprado estaba preparado para volar a Chicago.
El piloto del helicóptero le devolvió a Nick el saludo que este le hizo con la mano, y a continuación levantó un pulgar para indicar que el aparato estaba listo para el despegue. A lo lejos, vio con preocupación las nubes amenazadoras que se acercaban con rapidez. Nick sabía que su piloto deseaba tanto como él levantar vuelo.
Cruzó la terraza embaldosada y entró en la casa por las puertas correderas que conducían a su estudio privado. Iba a descolgar el auricular para llamar a su oficina de Los Ángeles cuando se abrió la puerta del estudio.
–Eh, Nick. –Spencer O’Hara asomó la cabeza. Su voz ronca e inculta, su aspecto descuidado, suponían un fuerte contraste con el esplendor de aquella estancia de suelo de mármol, con su tupida alfombra de color crema y el escritorio cubierto de cristal. Oficialmente, O’Hara era el chófer de Nick; extraoficialmente, su guardaespaldas. Para el último cometido resultaba más apropiado que el primero, pues al volante era una amenaza pública; conducía como si estuviera dispu/tando el Grand Prix. –¿Cuándo salimos? –quiso saber O’Hara.
–Tan pronto como me haya librado de los perodistas.
–Bueno. He telefoneado y la limusina nos estará esperando en la pista de Midway. Pero no he venido a hablarle de eso –prosiguió O’Hara. Se encaminó a la ventana y corrió las cortinas. Su rostro curtido se dulcificó al mirar fijamente algo en el exterior. Le hizo un gesto a Nick de que se acercara y luego señaló con el dedo el camino que serpenteaba entre los cipreses frente de la mansión–. ¡Mira qué bombón hay ahí! ¡Qué elegancia! –musitó maliciosamente.
Nick se acercó a la ventana sin esperar ver una hermosa mujer, sino lo que vio realmente, un automóvil. Desde la muerte de su esposa, el único amor de O’Hara eran los coches.
–Es de uno de los cámaras del equipo de Barbara Walters.
Se refería a un Cadillac rojo, modelo de 1959, descapotable, admirablemente conservado.
–¡Mira qué faros! –agregó O’Hara, con el mismo tono y la actitud lasciva con que un adolescente ve la fotografía de una bella mujer desnuda–. ¡Y esas curvas! Elegante, Nick, muy elegante. Dan ganas de acariciarlo. –Le dio un codazo al hombre silencioso que tenía al lado–. ¿Has visto una cosa más bonita?
La llegada de la secretaria de rodaje le ahorró a Nick la respuesta. Alice anunció cortésmente que en el cuarto de estar la escena estaba ya dispuesta.
 
 
Llevaban ya casi una hora de entrevista cuando de repente se abrió la puerta y apareció una joven, que se adelantó esbozando una amplia sonrisa.
–Nick, querido, has vuelto...
Todas las cabezas se volvieron al unísono y la grabación quedó momentáneamente olvidada. La recién llegada era Meryl Saunders, la gran estrella de la pantalla. Vestía un salto de cama rojo, tan transparente que habría ruborizado a cualquier comprador de ropa interior de Frederick, en Hollywood.
El equipo de la cadena ABC había enmudecido no solo ante su cuerpo, sino también ante el rostro de Meryl, que había iluminado innumerables pantallas de cine y televisión a lo largo y ancho del mundo. Meryl declaraba abiertamente sus creencias mormonas. Esta sinceridad, y el aspecto adolescente de su cara, la habían convertido en la preferida de América. A los chicos les gustaba por ser tan bonita y parecer tan joven; a los padres, porque ofrecía a sus hijos una imagen saludable; a los productores, porque era una gran actriz, y película en que ella interviniera tenía garantizado el éxito y, por lo tanto, unos beneficios millonarios. Por más que Meryl tuviera veintitrés años y un fuerte apetito sexual, durante el instante de asombrado silencio que recibió su llegada, Nick se sintió como si hubiera sido sorprendido seduciendo a un mosquetero, un mosquetero mormón.
Como el valiente soldadito que era en escena, Meryl sonrió a todos los presentes, se excusó ante Nick por haberlo interrumpido y, volviéndose, salió de la habitación con la modesta dignidad de una estudiante interna de un colegio de monjas, aunque sabía que su escandaloso salto de cama dejaba bien visibles los encantos de su cuerpo.
Toda una exhibición de sus dotes de actriz.
El rostro de Barbara Walters reflejaba confusión. Era obvio que no sabía qué hacer. Nick se preparó para una andanada de preguntas sobre Meryl, molesto por el hecho de que su imagen pública, tan cuidadosamente construida, fuese a quedar destrozada. Pero la periodista se limitó a preguntarle si Meryl Saunders era una huésped habitual. Nick contestó que, en efecto a la actriz le gustaba quedarse allí cuando la casa estaba vacía, lo que ocurría con frecuencia. Para su sorpresa, Walters aceptó la evasiva respuesta y volvió sobre el tema del que habían estado hablando antes de la llegada de Meryl. Rechinándose ligeramente en la silla, preguntó:
–¿Qué opina del creciente número de compras hostiles de empresas que se está produciendo en el país?
–Según mi parecer, es una tendencia que proseguirá hasta que el gobierno establezca normas para controlarlas –contestó Nick.
–¿Intercorp planea devorar otras compañías? –Una pregunta clave, pero no inesperada. Nick la sorteó hábilmente.
–Intercorp siempre tiene interés en absorber buenas empresas, en beneficio de ambas partes.
–¿Incluso cuando la compañía no desea ser adquirida?
–Es un riesgo que todos corremos, Intercorp incluido –respondió Nick con una cortés sonrisa.
–Pero haría falta un gigante de la talla de Intercorp o aun mayor para absorber a la propia Intercorp. ¿Hay alguien inmune a una fusión forzada con su empresa? Quiero decir, incluso amigos y... Hablando con franqueza, ¿es posible que nuestra propia cadena pueda convertirse en su próxima presa?
–El objeto de un intento de compra se llama «blanco» –matizó Nick secamente–. No se llama «presa». Sin embargo –bromeó–, si eso la tranquiliza, puedo asegurarle que en este momento Intercorp no tiene puesta la mirada en ABC.
Barbara Walters rió y luego le dedicó su mejor sonrisa profesional.
–¿Le importaría que habláramos un poco acerca de su vida personal? Solo unas preguntas.
–¿Acaso podría impedírselo? –dijo Nick, ocultando su irritación tras una cortés sonrisa.
Barbara Walters también sonrió. Meneó la cabeza y fue directa al grano.
–Al parecer durante los últimos años usted ha vivido tórridas aventuras con varias estrellas de la pantalla, con una princesa y, más recientemente, con una joven griega, heredera de una gran flota mercante. Su nombre es María Calvaris. Todos estos amores, difundidos ampliamente por los medios de comunicación, ¿han sido realidad o simplemente un invento de periodistas chismosos?
–Sí –contestó Nick con deliberada ambigüedad.
Barbara Walters se echó a reír ante la astucia del entrevistado. Por fin, recobró la compostura e inquirió:
–¿Y qué me dice de su matrimonio? ¿Podríamos hablar de él?
A Nick esta pregunta lo tomó tan desprevenido que, por un momento, se quedó sin habla.
–¿Mi qué? –masculló.
No podía creerlo. No quería creerlo. Nadie había d
anasmile
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