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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
SIGUELAAAA
SUBE CAP PRONTOOO DEJE D ESTUDIAR MATE PARA LEER XD A SI Q SUUBEEE
SUBE CAP PRONTOOO DEJE D ESTUDIAR MATE PARA LEER XD A SI Q SUUBEEE
Amy d' jonas <3
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
ok si me esperan un rato les subo un cap entero pero tienen que esperar xq como ya eh dicho los cap son muy largos y tengo que editar la nove! :D
asi q me esperan o subo mañana??
que desiden?? :D
asi q me esperan o subo mañana??
que desiden?? :D
maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
Capitulo 7
—El testamento de Samuel es completamente legal y correcto —insistió Oswald Hooper—. Me aseguré bien de que así lo fuera cuando se lo redacté.
—No pretendía molestarlo —le dijo Nick.
Estaba sentado frente a él en el despacho del abogado.
—Lo que pasa es que quiero asegurarme de que los abuelos de la señorita __________(tn) no puedan darnos problemas.
Oswald levantó las cejas, esperando que él se explicara mejor. No quería tener que preguntarle en voz alta.
Pero Nick no le hizo esperar. Se encogió de hombros y le sonrió.
—He enviado un telegrama esta misma mañana para que le envíen todas sus pertenencias desde Lexington —le dijo él sin perder la sonrisa—. Les he dicho que nos casamos —añadió.
Miró el reloj que había en una de las ventanas del despacho. Estaba algo nervioso.
—Supongo que recibiré respuesta en cualquier momento —le dijo mientras se ponía en pie y recogía el sombrero que había dejado en el perchero—. Creo que voy a acercarme a la estación y preguntarle a Harley Summers si sus abuelos habrán tenido ya el tiempo suficiente para mandarme un telegrama.
—¿Cuándo será la boda? —le preguntó Oswald poniéndose también de pie.
—Iré a ver al pastor después de hablar con Harley. No sé cuándo podrá, puede que incluso mañana mismo si puedo encontrarle un vestido en el bazar del pueblo para que lleve —le dijo Nick—. Y tengo intención de encontrarlo, cueste lo que cueste.
Se enfureció cuando Harley Summers le dijo que no había recibido respuesta desde Lexington. Se imaginó que los abuelos de _______(tn) estaban demasiado conmocionados como para reaccionar.
Fue caminando desde la estación hasta la iglesia y ató la silla de paseo al poste frente al bazar de Abraham Guismann. Hubiera preferido ir a caballo hasta el pueblo, pero había decidido después llevar la silla porque no sabía cuánto iba a acabar comprando en la tienda de Abraham.
Caminó por la calle principal hasta la casa del pastor. Sabía que ese paseo le vendría bien para tranquilizarse un poco. No entendía cómo podía estar tan nervioso e impaciente. No había deseado tanto que el tiempo pasara deprisa desde niño, cuando contaba ansioso los días que quedaban para que llegaran las fiestas navideñas.
La visita al pastor fue bien y su humor mejoró un poco. El reverendo Tanner le aseguró que estaría encantado de oficiar la ceremonia en cuanto le avisara. A Josiah Tanner no parecía haberle sorprendido su petición. Nick le dio las gracias y se fue. No le hacía gracia que todo el pueblo supiera ya lo que iba a hacer y estuviera hablando de él.
Gracias a Deborah, todos los habitantes de Forbes Junction parecían saber que había heredado una novia junto con el rancho de los Carruthers. ______(tn) había acertado cuando le avisó de lo que iba a ocurrir.
Ruth Guismann lo saludó cuando Nick entró en la tienda de su marido.
—Buenos días, señor Jonas —le dijo ella con formalidad.
Él asintió y se llevó la mano al sombrero a modo de saludo.
—Buenos días, señora.
Pero se le quitaron las ganas de comprar cuando vio que las mujeres que estaban allí lo miraban con interés.
Respiró profundamente y decidió ir al grano y terminar con aquello cuanto antes.
Se metió las manos en los bolsillos y se quedó mirando con atención los rollos de tela que había colocados en estanterías tras el mostrador de cerezo. A su lado había toda una pared llena de cajones. Cada uno con las distintas piezas que componían el atuendo femenino. Había también calcetines y calzoncillos.
Vio que a su derecha había más estanterías con trajes doblados. Fueron esos los que atrajeron su atención.
—Necesito ver un vestido —murmuró él bajando la voz.
—¿Qué talla necesita? —le preguntó la señora Guismann.
A la mujer le brillaban los ojos y parecía estar conteniendo una sonrisa, estaba claro que le hacía gracia que se sintiera tan incómodo.
—No es muy grande —dijo mientras con las manos formaba un círculo que podía representar la cintura de ________(tn)—. No sé. Bueno, es bastante más pequeña y delgada que María.
Ruth Guismann estaba sufriendo para no dejar que se le escapara la risa. Le dio la espalda y se dispuso a buscar entre vestidos oscuros.
—Señora —la llamó él después de aclararse la garganta con incomodidad.
—¿Sí, señor Jonas? —repuso ella mientras sujetaba un vestido azul marino.
—No quiero que sea tan sombrío y oscuro —le explicó mientras miraba el vestido que sujetaba la mujer.
—¿Es para alguna ocasión especial? —preguntó la señora entusiasmada.
Miró a su alrededor y las mujeres que lo habían estado observando apartaron rápidamente las miradas.
Decidió que no iba a soportar por más tiempo aquella situación. Se negaba a ser el hazmerreír del pueblo y que todas las mujeres murmuraran. Levantó la cabeza y echó los hombros hacia atrás. Sacó del bolsillo delantero de sus pantalones vaqueros un rollo de billetes.
—Necesito un vestido de novia para mi prometida —anunció en voz alta y con el ceño fruncido—. Quiero algo que sea alegre. Verde, azul o algo así. Con encaje, volantes o lazos. Algo que lo haga más festivo y elegante. La cintura tiene que ser más o menos de este tamaño —explicó mientras hacía de nuevo un círculo con sus manos.
La señora Guismann dobló y colocó de nuevo en la estantería el vestido azul marino. Después rebuscó rápidamente con manos hábiles para dar con lo que necesitaba su cliente. Sacó un vestido floreado y con volantes. Lo desdobló y sujetó frente a ella para que él pudiera hacerse una idea de cómo era.
Nick entrecerró los ojos para intentar imaginarse la curvilínea figura de _________(tn) dentro del vestido de flores azules. Miró los volantes y adornos, creía que tenía suficientes como para que le gustara a cualquier mujer.
—Este vestido tiene un elástico a la altura de la cintura —le explicó la tendera—. Creo que le quedará bien, si es que ha juzgado bien su tamaño.
La señora Guismann colocó la manga sobre el mostrador y le mostró los botones que, imitando perlas, cerraban los puños.
—Estos son la última moda en la ciudad de Nueva York —le aseguró.
—Pero debe de ser un poco caluroso con unas mangas tan largas, ¿no?
—Bueno, una dama nunca muestra sus brazos en público —contestó la mujer con dignidad, mientras le mostraba sus propias mangas.
Él asintió y tomó el vestido de sus manos. Lo sujetó delante de él. Dejó que el dobladillo rozara el suelo y decidió satisfecho que el largo era el adecuado.
—Está bien —concluyó de mala gana, al ver que todas las clientas lo observaban ya sin decoro—. ¿Necesito comprar alguna cosa más que vaya con el vestido?
La señora Guismann le sonrió con condescendencia.
—Voy a ver qué puedo encontrar.
Sin esperar a que él le diera permiso, la mujer fue hasta los cajones que debían contener la lencería femenina. Se imaginó que allí habría suficiente seda y encajes como para quedarse sin el dinero que había llevado esa mañana a la tienda.
—Muy bien, usted dirá —concedió con un suspiro de resignación.
El montón de prendas fue creciendo frente a él en el mostrador. Él observaba todo con gesto estoico, pero acabó apartando la vista cuando vio una ligera y frágil prenda que parecía de seda. Aunque lo cierto era que no habría podido distinguir la seda del algodón o el tergal.
Frustrado, miró a otro lado y sonrió a la mujer que tenía más cerca, Hilda Schmidt. Ella, animada por el gesto, se acercó para hablar con él.
—Ya habíamos oído que iba a haber una boda —le dijo la mujer con entusiasmo—. Le dije al señor Schmidt ayer mismo que en el grupo de bordadoras al que pertenezco le vamos a hacer una colcha a su futura esposa.
Nick frunció el ceño.
—¿Cuánto hace que lo sabe?
—Bueno, hace ya algunos días. Creo que desde el servicio religioso del pasado domingo.
Le pareció que tenía sentido, Deborah lo había visitado en el rancho el sábado. Estaba claro que no había perdido el tiempo. Admitió que iba a tener que felicitar a ________(tn), había acertado de lleno al describir a Deborah como el tipo de persona al que le gustaba murmurar sobre los demás.
—Bueno, no va a ser una boda a lo grande —le dijo él con firmeza—. Sólo tendremos una ceremonia privada en la capilla. Eso es todo.
—Muy bien, muy bien —repuso la mujer algo decepcionada—. Les llevaremos la colcha después de la luna de miel, entonces.
Las otras mujeres asintieron casi al unísono y él se contuvo para no suspirar. Todas lo rodearon, como gallinas alrededor de la comida. Se dio la vuelta para fijar de nuevo su atención en los artículos que llenaban el mostrador.
—¿Lo tiene ya todo, señora Guismann? —preguntó con algo de desesperación en la voz.
Había decidido que, aunque la tendera le dijera que no, iba a salir de allí tan rápidamente como sus pies lo dejaran.
Ella inclinó a un lado la cabeza y se mordió el labio interior mientras observaba las prendas que llenaban el mostrador. Asintió para indicar que su trabajo había terminado y después tomó el rollo de papel que tenía a sus espaldas. Calculó el trozo que iba a necesitar y lo cortó. Lo colocó en el mostrador y apuntó con rapidez allí los precios de las prendas.
No pudo por menos de levantar sorprendido las cejas cuando vio el total de la suma, pero sacó los billetes sin abrir la boca y se los entregó a la mujer.
La señora Guismann le dio las gracias y se guardó el dinero en el bolsillo del delantal. Después colocó las prendas en medio del papel e hizo un paquete con ellas. Tenía mucha práctica y lo hizo con celeridad. Cortó también un pedazo de cordel y lo anudó alrededor del paquete.
—Aquí tiene, señor Jonas —le dijo la mujer con una sonrisa de satisfacción—. Estoy segura de que su novia estará bellísima —añadió mientras se acercaba a la gran caja registradora.
Fue hasta la puerta y, antes de salir, se llevó la mano al sombrero un instante e inclinó la cabeza para despedirse de las señoras. Aliviado, salió a la calle y cerró la puerta tras él.
Era ya media tarde cuando volvió por fin al rancho. Earl salió de la cuadra y se acercó para sujetar a la yegua y permitir que él se bajara del coche.
—¡Quieta, quieta! —le dijo al animal para calmarla—. Vamos, te espera tu cena. Te quito el arnés y ya puedes comer —añadió Earl mientras Nick se bajaba del coche—. ¿Necesita ayuda con algo, jefe?
—No, no pesa mucho —repuso él mientras recogía de la parte de atrás del coche el gran paquete y lo sujetaba por el cordel.
Con lo que le había costado esa ropa y lo que había sufrido para comprarla, estaba decidido a meter él mismo el paquete en la casa. Planeaba llevárselo a _____(tn) hasta su propio dormitorio si era necesario.
—El resto de las cosas hay que llevarlas al cuarto de los aparejos —le dijo a Earl, mientras señalaba las cosas que había comprado en la herrería del pueblo.
Fue hacia la casa. El telegrama que había recibido de Lexington estaba metido en el bolsillo de su camisa. Intentó controlar la sonrisa triunfadora que amenazaba con salir de sus labios. Harley Summers le había apuntado en un papel el telegrama que le habían enviado desde allí.
Los abuelos de ______(tn) no habían abierto la boca para quejarse, simplemente lo informaban de que iban a enviarle sus cosas. Ella podría tener toda su ropa en la habitación en una semana poco más o menos.
Subió los escalones del porche pensando en que lo mejor que podían hacer era trasladarse los dos al dormitorio más grande de la casa, uno que estaba en la parte de atrás. Entró por la puerta de la cocina. Decidió que le encargaría a María que preparara la habitación mientras él llevaba a ________(tn) al pueblo para celebrar la ceremonia. No pudo evitar sonreír encantado al pensar en la imagen de sus delicadas botas de piel al lado de su tosco calzado a los pies de la cama.
Atravesó la cocina y fue hasta el comedor.
_____(tn) estaba sentada donde siempre, justo enfrente de la señorita Olivia y con Theresa a su lado. María estaba a punto de servir una fuente con carne y verduras delante de su plato, a la cabecera de la gran mesa de caoba.
—Lo esperamos hasta que vimos que la carne se estaba enfriando —le dijo María dándose la vuelta para mirarlo—. Venga y siéntese.
Buscó a ________(tn) con la mirada, pero ella estaba ocupada colocándose la servilleta sobre el regazo. Le puso nervioso que no lo mirara, que apartara la mirada.
—____(tn) —dijo él con suavidad y al lado de su silla.
Ella lo miró de mala gana y con ojos desafiantes.
—¿Sí? —contestó con frialdad.
Tuvo que contenerse para no dejarse llevar por la furia. Se le cayó el paquete de las manos, pero ni el golpe contra el suelo hizo que ella se inmutara.
Desde el otro lado de la mesa sonó la ilusionada voz de su hermana pequeña.
—¿Me has traído algo, Nissholas?
—Nicholas —corrigió Olivia con voz firme—. Ya hemos hablado de ello, Theresa. Eres lo suficientemente mayor como para decir bien el nombre de tu hermano.
Nick la miró exasperado.
—Olivia, ¿tenemos que soportar clases y correcciones también durante la cena?
—Sólo estaba intentando… —comenzó la mujer.
Lo miraba atónita, sin comprender su reacción.
—¡Ahora, no! —la interrumpió él.
La mujer bajó la vista y se concentró en su regazo.
—Nissh… Nicholas —dijo la niña intentando pronunciar bien su nombre.
—Sí, Tessie, muy bien —masculló él entre dientes.
—¿Me has traído algo? —repitió la pequeña.
Él negó con la cabeza.
—No, Tessie, esta vez no te he traído nada.
—Entonces, ¿todo lo que hay en ese paquete es para _____(tn)? —preguntó la niña mientras se inclinaba sobre el asiento de su hermana para ver mejor el bulto.
—Sí, todo —repuso él mientras se apartaba e iba hasta su silla.
Se dio cuenta de que la desconcertante mujer estaba enfadada por algo, pero sabía que no iba a averiguarlo hasta después de la cena.
Pasaron los minutos y quedó más claro aún que estaba disgustada con él. __________(tn) habló con la señorita Olivia sobre la educación de Theresa. Le sugirió que usara un libro que ella había llevado desde Kentucky. Les prometió que se lo mostraría a las dos al día siguiente durante el desayuno. Se mostró agradable con María y la felicitó por la deliciosa cena y el sabroso postre que sirvió después. Incluso le contó a Theresa la historia de un perro que ella había tenido de pequeña y le dijo que después le enseñaría una foto que llevaba consigo en su bolsa de viaje y en la que estaba el animal.
Pero al hombre que estaba sentado a su derecha no le dirigió la palabra en toda la cena. Todo lo que hizo fue mirarlo de reojo cada cierto tiempo. Para cuando terminaron de cenar, él estaba tan harto con la situación que le hubiera encantado arrastrarla para que saliera del comedor y conseguir que se le bajaran un poco los humos.
Pero, por supuesto, no lo hizo. Se atrevió sólo a agarrarla por la muñeca cuando ella se levantó para abandonar la mesa. Hizo un gesto para pedirles a la señorita Olivia y a Tessie que se ausentaran. Después, tomando el paquete con la otra mano, llevó a su reticente novia hasta el gran dormitorio de la parte de atrás de la casa.
Abrió la puerta y se echó a un lado para que entrara. Cerró después con un fuerte golpe de talón. _______(tn) lo miró con el ceño fruncido.
—No se considera apropiado estar a solas en un dormitorio con una mujer que no es tu esposa —le dijo ella con tono digno y remilgado.
—Estuve contigo a solas en tu dormitorio unos días atrás, cuando ese caballo que tanto adoras te tiró al suelo —replicó él mientras se acercaba a ella.
Sus caras sólo estaban a unos centímetros de distancia. Vio arrepentimiento y vergüenza en sus ojos antes de que _________(tn) bajara la mirada al suelo.
—Eso es distinto. Yo no me daba cuenta de lo que pasaba. No era yo misma…
—No, eso lo tengo muy claro. Con decirte que fuiste agradable conmigo…
Le dio la espalda y volvió a girarse de nuevo para mirarla. Puso los brazos enjarras y la miró con toda la ira que había estado conteniendo.
—¿Qué demonios te ocurre? —exclamó él.
Ella levantó deprisa la vista, indignada por sus palabras.
—¡No me hables así! —replicó ella mientras intentaba separarse de él empujando con las manos su torso.
______(tn) se dio cuenta de que empujar a Nick era como intentar mover una montaña, no tenía la fuerza necesaria para hacerlo. Él ni siquiera se movió. Sabía que no iba a poder salirse con la suya, así que decidió decirle lo que le pasaba.
—María me dijo que habías ido al pueblo a arreglar lo de nuestra boda —le dijo ella.
Nick la miró extrañado.
—¿Por eso estás enfadada?
Ella abrió la boca para hablar, pero la cerró de nuevo. Después volvió a intentarlo.
—Sí, por eso estoy enfadada —replicó ella en el mismo tono enfadado de Nick.
—Pero si lo he hecho por ti —gruñó él.
Se pasó las manos por el pelo, parecía desesperado.
—Pues, muchas gracias —repuso ella—. Pero me hubiera gustado tener algo más que decir y opinar en la organización de mi propia boda, ¿no te parece?
—¿Por qué? —preguntó él sin entender nada—. ¿Qué es lo que hay que organizar? Vamos a ir al pueblo. Nos acercaremos a ver al reverendo y él nos casará. Eso es todo. He intentado que sea lo más sencillo posible y encargarme yo de todos los detalles del asunto. ¡Estaba intentando hacerte un favor, por todos los demonios!
Ella lo miraba fuera de sí.
—¿Es eso lo que significa para ti esta boda? ¿Sólo uno de los asuntos que tienes que solucionar cuanto antes?
Él suspiró y cerró los ojos un instante.
—Venga, ________(tn)… No te enfades, no quería decir eso. Sabes que no. Supongo que pensé que no querías venir conmigo.
—Tenías miedo de que quisiera una boda de verdad, ¿no?
Él se quedó callado.
Sintió cómo se quedaba pálida mientras esperaba mi contestación que no llegaba. Le hizo entonces la pregunta que le había estado rondando por la cabeza algún tiempo.
—¿Te avergüenzas de mí? —le preguntó con voz temblorosa.
—¡No! ¡Claro que no!
Le contestó con tanta vehemencia que no pudo dudar de la sinceridad de sus palabras. Se sentía algo más aliviada, pero no tranquila del todo. Apretó los labios y se separó un poco del hombre que la miraba con intensidad. Matt tenía los brazos en jarras y maldijo entre dientes.
—Por favor, no uses palabras malsonantes en mi presencia —le pidió ella entonces con educado tono.
—Bueno, es que has conseguido sacarme de quicio, señorita refinada —replicó él—. Y si crees que lo que he dicho es malsonante, tendrías que oírme cuando de verdad me enfado.
Ella suspiró y se echó un poco más hacia atrás. No quería ni imaginarse cómo sería Nick Jonas cuando de verdad montaba en cólera por algo. Le parecía que hasta su aroma era amenazante. Era un olor masculino y sensual.
—¡No vuelvas a hacer eso! —protestó él—. ¡Me olisqueas como si fuera una cuadra y levantas esa orgullosa nariz como si no fuera lo suficientemente bueno para ti!
Ella sacudió la cabeza y lo miró atónita.
—Eso no es verdad —replicó ella—. Nunca he pensando algo así. Yo no soy altanera ni arrogante. Desde luego, no como tú.
—¿Qué se supone que quieres decir con eso? —preguntó Nick bajando un poco el tono de voz.
—Que estoy harta de que pienses que, sólo porque soy del este, no podría ser una buena esposa de ranchero. Quieres casarte conmigo a toda prisa y a escondidas para que tus amigos no tengan la posibilidad de verme y reírse de tu prometida.
—¡Demonios! —gritó él fuera de sí.
Alargó las manos hacia ella y, con una fuerza imposible, agarró sus hombros y tiró de ella hasta que quedó aplastada contra su torso. Aflojó entonces las manos para deslizarías por su espalda. Las llevó hasta su estrecha cintura y la empujó hasta que su esbelto cuerpo quedó aplastado indecentemente contra su cuerpo.
Ella podía sentir su calor a través de las capas y capas de ropa que los separaban. Podía sentir su ardor y la frustración que lo consumía. Sus pechos habían quedado aplastados entre los dos y sentía en ellos una urgencia desconocida. Su estómago estaba comprimido contra la entrepierna de Nick, que no podía esconder por más tiempo su evidente excitación. Se quedó sin aliento al entender lo que aquello presagiaba.
Él la miraba con los ojos encendidos por el deseo y el enfado. Aun así, cuando la besó por fin lo hizo con delicadeza y suavidad. Lo hizo despacio, como si estuviera esperando que ella le diera permiso para continuar. Sintió cómo Nick inhalaba con fuerza al separarse de ella. La miró con intensidad a los ojos.
—Me vuelves loco, mujer —gruñó él entre dientes, ante de besarla de nuevo.
Esa vez no lo hizo con tanto cuidado. Lo hizo apasionadamente, marcándola con la caricia de su lengua, uniendo su boca cerrada hasta dar con la apertura que necesitaba.
Ella se estremeció y suspiró. Nick deslizó la lengua en su interior, aprovechando la ocasión que ella le había procurado sin saberlo. Acarició sus labios y su boca, consumiéndole un mundo de sensaciones al que no pudo por menos de rendirse con un gutural gemido.
Él también gruñó con satisfacción y ese sonido consiguió mortificarla. Le parecía increíble que Nick hubiera conseguido con tanta facilidad que se rindiera entre sus brazos. Había podido someterla y contar con su complacencia para tomarla de esa manera.
Ni la manera en la que había invadido su boca ni las caricias de su lengua habían conseguido que se apartara de él. Todo lo contrario, estaba derritiéndose entre los brazos de ese hombre, acercándose aún más a su cuerpo.
Pero creía que no habría podido comportarse como una dama aunque lo hubiera intentando con más fuerza. Le parecía imposible hacerlo cuando su propio cuerpo estaba reaccionando como lo hacía y se encontraba aplastada de manera indecente e íntima contra ese hombre. No podía siquiera pensar en nada, todos sus sentidos estaban trastornados por el placer de aquellos apasionados besos.
Se apartó de ella con cuidado. Ya no estaba tan irritado como lo había estado minutos antes. La miraba sonriente, apenas podía esconder ese gesto de victoria al recordar lo que acababa de ocurrir entre los dos. La miró de arriba abajo. ________(tn) estaba temblando.
—Y ahora, señorita _______(tn), ¿sigue teniendo dudas? ¿Aún no sabes a ciencia cierta si quiero casarme contigo o no? ¿De verdad crees que te juzgo por tus cualidades o falta de ellas para ser una buena esposa de ranchero? La verdad es que ni siquiera sé qué significa eso —le dijo él con una sonrisa.
_________(tn) negó con la cabeza. Parecía indecisa, como si no supiera qué contestar ni cómo reaccionaría él.
Se llevó las manos a la cara y se cubrió las mejillas. Estaba colorada y parecía querer refrescarse la cara con ese gesto. Después se las llevó al pelo y se arregló los rizos que habían escapado de su peinado.
Cubrió las manos de _________(tn) con las suyas y las apretó con ternura para detenerlas.
—Deja esos bonitos rizos a su aire —le ordenó con suavidad.
Miró tiernamente los mechones rebeldes que se habían escapado y rodeaban su rostro.
Ella lo miró a lo ojos, con intensidad, parecía querer algún tipo de compromiso por su parte. Estaba muy seria.
—Si de verdad quieres casarte conmigo, esperarás a que podamos organizar una boda como Dios manda —anunció ella con firmeza y levantando la cara desafiante.
—¿Si de verdad quiero casarme contigo? —repitió él sin poder creer sus palabras—. Creí que eso ya lo había dejado muy claro.
—Bueno, o puedo ir al pueblo, hablar con el reverendo y participar en la organización o…
Se detuvo para pensar un momento, como si no pudiera decidir qué tipo de amenaza haría que él le diera la razón.
—Iré contigo —intervino él.
—Bueno, eso ya lo veremos —repuso ella bajando los ojos en gesto de rendición femenina.
Pero a Nick no podía engañarlo. Antes de apartar la vista, pudo ver el brillo y determinación que había en sus ojos.
FIN CAP7
espero que les guste
con el cap 8 estoy segura que mueren o se caen de la silla por la sorpresa :D
pero ese cap lo voy a subir mañana y por partes 8)
byebye
las quiero :)
—El testamento de Samuel es completamente legal y correcto —insistió Oswald Hooper—. Me aseguré bien de que así lo fuera cuando se lo redacté.
—No pretendía molestarlo —le dijo Nick.
Estaba sentado frente a él en el despacho del abogado.
—Lo que pasa es que quiero asegurarme de que los abuelos de la señorita __________(tn) no puedan darnos problemas.
Oswald levantó las cejas, esperando que él se explicara mejor. No quería tener que preguntarle en voz alta.
Pero Nick no le hizo esperar. Se encogió de hombros y le sonrió.
—He enviado un telegrama esta misma mañana para que le envíen todas sus pertenencias desde Lexington —le dijo él sin perder la sonrisa—. Les he dicho que nos casamos —añadió.
Miró el reloj que había en una de las ventanas del despacho. Estaba algo nervioso.
—Supongo que recibiré respuesta en cualquier momento —le dijo mientras se ponía en pie y recogía el sombrero que había dejado en el perchero—. Creo que voy a acercarme a la estación y preguntarle a Harley Summers si sus abuelos habrán tenido ya el tiempo suficiente para mandarme un telegrama.
—¿Cuándo será la boda? —le preguntó Oswald poniéndose también de pie.
—Iré a ver al pastor después de hablar con Harley. No sé cuándo podrá, puede que incluso mañana mismo si puedo encontrarle un vestido en el bazar del pueblo para que lleve —le dijo Nick—. Y tengo intención de encontrarlo, cueste lo que cueste.
Se enfureció cuando Harley Summers le dijo que no había recibido respuesta desde Lexington. Se imaginó que los abuelos de _______(tn) estaban demasiado conmocionados como para reaccionar.
Fue caminando desde la estación hasta la iglesia y ató la silla de paseo al poste frente al bazar de Abraham Guismann. Hubiera preferido ir a caballo hasta el pueblo, pero había decidido después llevar la silla porque no sabía cuánto iba a acabar comprando en la tienda de Abraham.
Caminó por la calle principal hasta la casa del pastor. Sabía que ese paseo le vendría bien para tranquilizarse un poco. No entendía cómo podía estar tan nervioso e impaciente. No había deseado tanto que el tiempo pasara deprisa desde niño, cuando contaba ansioso los días que quedaban para que llegaran las fiestas navideñas.
La visita al pastor fue bien y su humor mejoró un poco. El reverendo Tanner le aseguró que estaría encantado de oficiar la ceremonia en cuanto le avisara. A Josiah Tanner no parecía haberle sorprendido su petición. Nick le dio las gracias y se fue. No le hacía gracia que todo el pueblo supiera ya lo que iba a hacer y estuviera hablando de él.
Gracias a Deborah, todos los habitantes de Forbes Junction parecían saber que había heredado una novia junto con el rancho de los Carruthers. ______(tn) había acertado cuando le avisó de lo que iba a ocurrir.
Ruth Guismann lo saludó cuando Nick entró en la tienda de su marido.
—Buenos días, señor Jonas —le dijo ella con formalidad.
Él asintió y se llevó la mano al sombrero a modo de saludo.
—Buenos días, señora.
Pero se le quitaron las ganas de comprar cuando vio que las mujeres que estaban allí lo miraban con interés.
Respiró profundamente y decidió ir al grano y terminar con aquello cuanto antes.
Se metió las manos en los bolsillos y se quedó mirando con atención los rollos de tela que había colocados en estanterías tras el mostrador de cerezo. A su lado había toda una pared llena de cajones. Cada uno con las distintas piezas que componían el atuendo femenino. Había también calcetines y calzoncillos.
Vio que a su derecha había más estanterías con trajes doblados. Fueron esos los que atrajeron su atención.
—Necesito ver un vestido —murmuró él bajando la voz.
—¿Qué talla necesita? —le preguntó la señora Guismann.
A la mujer le brillaban los ojos y parecía estar conteniendo una sonrisa, estaba claro que le hacía gracia que se sintiera tan incómodo.
—No es muy grande —dijo mientras con las manos formaba un círculo que podía representar la cintura de ________(tn)—. No sé. Bueno, es bastante más pequeña y delgada que María.
Ruth Guismann estaba sufriendo para no dejar que se le escapara la risa. Le dio la espalda y se dispuso a buscar entre vestidos oscuros.
—Señora —la llamó él después de aclararse la garganta con incomodidad.
—¿Sí, señor Jonas? —repuso ella mientras sujetaba un vestido azul marino.
—No quiero que sea tan sombrío y oscuro —le explicó mientras miraba el vestido que sujetaba la mujer.
—¿Es para alguna ocasión especial? —preguntó la señora entusiasmada.
Miró a su alrededor y las mujeres que lo habían estado observando apartaron rápidamente las miradas.
Decidió que no iba a soportar por más tiempo aquella situación. Se negaba a ser el hazmerreír del pueblo y que todas las mujeres murmuraran. Levantó la cabeza y echó los hombros hacia atrás. Sacó del bolsillo delantero de sus pantalones vaqueros un rollo de billetes.
—Necesito un vestido de novia para mi prometida —anunció en voz alta y con el ceño fruncido—. Quiero algo que sea alegre. Verde, azul o algo así. Con encaje, volantes o lazos. Algo que lo haga más festivo y elegante. La cintura tiene que ser más o menos de este tamaño —explicó mientras hacía de nuevo un círculo con sus manos.
La señora Guismann dobló y colocó de nuevo en la estantería el vestido azul marino. Después rebuscó rápidamente con manos hábiles para dar con lo que necesitaba su cliente. Sacó un vestido floreado y con volantes. Lo desdobló y sujetó frente a ella para que él pudiera hacerse una idea de cómo era.
Nick entrecerró los ojos para intentar imaginarse la curvilínea figura de _________(tn) dentro del vestido de flores azules. Miró los volantes y adornos, creía que tenía suficientes como para que le gustara a cualquier mujer.
—Este vestido tiene un elástico a la altura de la cintura —le explicó la tendera—. Creo que le quedará bien, si es que ha juzgado bien su tamaño.
La señora Guismann colocó la manga sobre el mostrador y le mostró los botones que, imitando perlas, cerraban los puños.
—Estos son la última moda en la ciudad de Nueva York —le aseguró.
—Pero debe de ser un poco caluroso con unas mangas tan largas, ¿no?
—Bueno, una dama nunca muestra sus brazos en público —contestó la mujer con dignidad, mientras le mostraba sus propias mangas.
Él asintió y tomó el vestido de sus manos. Lo sujetó delante de él. Dejó que el dobladillo rozara el suelo y decidió satisfecho que el largo era el adecuado.
—Está bien —concluyó de mala gana, al ver que todas las clientas lo observaban ya sin decoro—. ¿Necesito comprar alguna cosa más que vaya con el vestido?
La señora Guismann le sonrió con condescendencia.
—Voy a ver qué puedo encontrar.
Sin esperar a que él le diera permiso, la mujer fue hasta los cajones que debían contener la lencería femenina. Se imaginó que allí habría suficiente seda y encajes como para quedarse sin el dinero que había llevado esa mañana a la tienda.
—Muy bien, usted dirá —concedió con un suspiro de resignación.
El montón de prendas fue creciendo frente a él en el mostrador. Él observaba todo con gesto estoico, pero acabó apartando la vista cuando vio una ligera y frágil prenda que parecía de seda. Aunque lo cierto era que no habría podido distinguir la seda del algodón o el tergal.
Frustrado, miró a otro lado y sonrió a la mujer que tenía más cerca, Hilda Schmidt. Ella, animada por el gesto, se acercó para hablar con él.
—Ya habíamos oído que iba a haber una boda —le dijo la mujer con entusiasmo—. Le dije al señor Schmidt ayer mismo que en el grupo de bordadoras al que pertenezco le vamos a hacer una colcha a su futura esposa.
Nick frunció el ceño.
—¿Cuánto hace que lo sabe?
—Bueno, hace ya algunos días. Creo que desde el servicio religioso del pasado domingo.
Le pareció que tenía sentido, Deborah lo había visitado en el rancho el sábado. Estaba claro que no había perdido el tiempo. Admitió que iba a tener que felicitar a ________(tn), había acertado de lleno al describir a Deborah como el tipo de persona al que le gustaba murmurar sobre los demás.
—Bueno, no va a ser una boda a lo grande —le dijo él con firmeza—. Sólo tendremos una ceremonia privada en la capilla. Eso es todo.
—Muy bien, muy bien —repuso la mujer algo decepcionada—. Les llevaremos la colcha después de la luna de miel, entonces.
Las otras mujeres asintieron casi al unísono y él se contuvo para no suspirar. Todas lo rodearon, como gallinas alrededor de la comida. Se dio la vuelta para fijar de nuevo su atención en los artículos que llenaban el mostrador.
—¿Lo tiene ya todo, señora Guismann? —preguntó con algo de desesperación en la voz.
Había decidido que, aunque la tendera le dijera que no, iba a salir de allí tan rápidamente como sus pies lo dejaran.
Ella inclinó a un lado la cabeza y se mordió el labio interior mientras observaba las prendas que llenaban el mostrador. Asintió para indicar que su trabajo había terminado y después tomó el rollo de papel que tenía a sus espaldas. Calculó el trozo que iba a necesitar y lo cortó. Lo colocó en el mostrador y apuntó con rapidez allí los precios de las prendas.
No pudo por menos de levantar sorprendido las cejas cuando vio el total de la suma, pero sacó los billetes sin abrir la boca y se los entregó a la mujer.
La señora Guismann le dio las gracias y se guardó el dinero en el bolsillo del delantal. Después colocó las prendas en medio del papel e hizo un paquete con ellas. Tenía mucha práctica y lo hizo con celeridad. Cortó también un pedazo de cordel y lo anudó alrededor del paquete.
—Aquí tiene, señor Jonas —le dijo la mujer con una sonrisa de satisfacción—. Estoy segura de que su novia estará bellísima —añadió mientras se acercaba a la gran caja registradora.
Fue hasta la puerta y, antes de salir, se llevó la mano al sombrero un instante e inclinó la cabeza para despedirse de las señoras. Aliviado, salió a la calle y cerró la puerta tras él.
Era ya media tarde cuando volvió por fin al rancho. Earl salió de la cuadra y se acercó para sujetar a la yegua y permitir que él se bajara del coche.
—¡Quieta, quieta! —le dijo al animal para calmarla—. Vamos, te espera tu cena. Te quito el arnés y ya puedes comer —añadió Earl mientras Nick se bajaba del coche—. ¿Necesita ayuda con algo, jefe?
—No, no pesa mucho —repuso él mientras recogía de la parte de atrás del coche el gran paquete y lo sujetaba por el cordel.
Con lo que le había costado esa ropa y lo que había sufrido para comprarla, estaba decidido a meter él mismo el paquete en la casa. Planeaba llevárselo a _____(tn) hasta su propio dormitorio si era necesario.
—El resto de las cosas hay que llevarlas al cuarto de los aparejos —le dijo a Earl, mientras señalaba las cosas que había comprado en la herrería del pueblo.
Fue hacia la casa. El telegrama que había recibido de Lexington estaba metido en el bolsillo de su camisa. Intentó controlar la sonrisa triunfadora que amenazaba con salir de sus labios. Harley Summers le había apuntado en un papel el telegrama que le habían enviado desde allí.
Los abuelos de ______(tn) no habían abierto la boca para quejarse, simplemente lo informaban de que iban a enviarle sus cosas. Ella podría tener toda su ropa en la habitación en una semana poco más o menos.
Subió los escalones del porche pensando en que lo mejor que podían hacer era trasladarse los dos al dormitorio más grande de la casa, uno que estaba en la parte de atrás. Entró por la puerta de la cocina. Decidió que le encargaría a María que preparara la habitación mientras él llevaba a ________(tn) al pueblo para celebrar la ceremonia. No pudo evitar sonreír encantado al pensar en la imagen de sus delicadas botas de piel al lado de su tosco calzado a los pies de la cama.
Atravesó la cocina y fue hasta el comedor.
_____(tn) estaba sentada donde siempre, justo enfrente de la señorita Olivia y con Theresa a su lado. María estaba a punto de servir una fuente con carne y verduras delante de su plato, a la cabecera de la gran mesa de caoba.
—Lo esperamos hasta que vimos que la carne se estaba enfriando —le dijo María dándose la vuelta para mirarlo—. Venga y siéntese.
Buscó a ________(tn) con la mirada, pero ella estaba ocupada colocándose la servilleta sobre el regazo. Le puso nervioso que no lo mirara, que apartara la mirada.
—____(tn) —dijo él con suavidad y al lado de su silla.
Ella lo miró de mala gana y con ojos desafiantes.
—¿Sí? —contestó con frialdad.
Tuvo que contenerse para no dejarse llevar por la furia. Se le cayó el paquete de las manos, pero ni el golpe contra el suelo hizo que ella se inmutara.
Desde el otro lado de la mesa sonó la ilusionada voz de su hermana pequeña.
—¿Me has traído algo, Nissholas?
—Nicholas —corrigió Olivia con voz firme—. Ya hemos hablado de ello, Theresa. Eres lo suficientemente mayor como para decir bien el nombre de tu hermano.
Nick la miró exasperado.
—Olivia, ¿tenemos que soportar clases y correcciones también durante la cena?
—Sólo estaba intentando… —comenzó la mujer.
Lo miraba atónita, sin comprender su reacción.
—¡Ahora, no! —la interrumpió él.
La mujer bajó la vista y se concentró en su regazo.
—Nissh… Nicholas —dijo la niña intentando pronunciar bien su nombre.
—Sí, Tessie, muy bien —masculló él entre dientes.
—¿Me has traído algo? —repitió la pequeña.
Él negó con la cabeza.
—No, Tessie, esta vez no te he traído nada.
—Entonces, ¿todo lo que hay en ese paquete es para _____(tn)? —preguntó la niña mientras se inclinaba sobre el asiento de su hermana para ver mejor el bulto.
—Sí, todo —repuso él mientras se apartaba e iba hasta su silla.
Se dio cuenta de que la desconcertante mujer estaba enfadada por algo, pero sabía que no iba a averiguarlo hasta después de la cena.
Pasaron los minutos y quedó más claro aún que estaba disgustada con él. __________(tn) habló con la señorita Olivia sobre la educación de Theresa. Le sugirió que usara un libro que ella había llevado desde Kentucky. Les prometió que se lo mostraría a las dos al día siguiente durante el desayuno. Se mostró agradable con María y la felicitó por la deliciosa cena y el sabroso postre que sirvió después. Incluso le contó a Theresa la historia de un perro que ella había tenido de pequeña y le dijo que después le enseñaría una foto que llevaba consigo en su bolsa de viaje y en la que estaba el animal.
Pero al hombre que estaba sentado a su derecha no le dirigió la palabra en toda la cena. Todo lo que hizo fue mirarlo de reojo cada cierto tiempo. Para cuando terminaron de cenar, él estaba tan harto con la situación que le hubiera encantado arrastrarla para que saliera del comedor y conseguir que se le bajaran un poco los humos.
Pero, por supuesto, no lo hizo. Se atrevió sólo a agarrarla por la muñeca cuando ella se levantó para abandonar la mesa. Hizo un gesto para pedirles a la señorita Olivia y a Tessie que se ausentaran. Después, tomando el paquete con la otra mano, llevó a su reticente novia hasta el gran dormitorio de la parte de atrás de la casa.
Abrió la puerta y se echó a un lado para que entrara. Cerró después con un fuerte golpe de talón. _______(tn) lo miró con el ceño fruncido.
—No se considera apropiado estar a solas en un dormitorio con una mujer que no es tu esposa —le dijo ella con tono digno y remilgado.
—Estuve contigo a solas en tu dormitorio unos días atrás, cuando ese caballo que tanto adoras te tiró al suelo —replicó él mientras se acercaba a ella.
Sus caras sólo estaban a unos centímetros de distancia. Vio arrepentimiento y vergüenza en sus ojos antes de que _________(tn) bajara la mirada al suelo.
—Eso es distinto. Yo no me daba cuenta de lo que pasaba. No era yo misma…
—No, eso lo tengo muy claro. Con decirte que fuiste agradable conmigo…
Le dio la espalda y volvió a girarse de nuevo para mirarla. Puso los brazos enjarras y la miró con toda la ira que había estado conteniendo.
—¿Qué demonios te ocurre? —exclamó él.
Ella levantó deprisa la vista, indignada por sus palabras.
—¡No me hables así! —replicó ella mientras intentaba separarse de él empujando con las manos su torso.
______(tn) se dio cuenta de que empujar a Nick era como intentar mover una montaña, no tenía la fuerza necesaria para hacerlo. Él ni siquiera se movió. Sabía que no iba a poder salirse con la suya, así que decidió decirle lo que le pasaba.
—María me dijo que habías ido al pueblo a arreglar lo de nuestra boda —le dijo ella.
Nick la miró extrañado.
—¿Por eso estás enfadada?
Ella abrió la boca para hablar, pero la cerró de nuevo. Después volvió a intentarlo.
—Sí, por eso estoy enfadada —replicó ella en el mismo tono enfadado de Nick.
—Pero si lo he hecho por ti —gruñó él.
Se pasó las manos por el pelo, parecía desesperado.
—Pues, muchas gracias —repuso ella—. Pero me hubiera gustado tener algo más que decir y opinar en la organización de mi propia boda, ¿no te parece?
—¿Por qué? —preguntó él sin entender nada—. ¿Qué es lo que hay que organizar? Vamos a ir al pueblo. Nos acercaremos a ver al reverendo y él nos casará. Eso es todo. He intentado que sea lo más sencillo posible y encargarme yo de todos los detalles del asunto. ¡Estaba intentando hacerte un favor, por todos los demonios!
Ella lo miraba fuera de sí.
—¿Es eso lo que significa para ti esta boda? ¿Sólo uno de los asuntos que tienes que solucionar cuanto antes?
Él suspiró y cerró los ojos un instante.
—Venga, ________(tn)… No te enfades, no quería decir eso. Sabes que no. Supongo que pensé que no querías venir conmigo.
—Tenías miedo de que quisiera una boda de verdad, ¿no?
Él se quedó callado.
Sintió cómo se quedaba pálida mientras esperaba mi contestación que no llegaba. Le hizo entonces la pregunta que le había estado rondando por la cabeza algún tiempo.
—¿Te avergüenzas de mí? —le preguntó con voz temblorosa.
—¡No! ¡Claro que no!
Le contestó con tanta vehemencia que no pudo dudar de la sinceridad de sus palabras. Se sentía algo más aliviada, pero no tranquila del todo. Apretó los labios y se separó un poco del hombre que la miraba con intensidad. Matt tenía los brazos en jarras y maldijo entre dientes.
—Por favor, no uses palabras malsonantes en mi presencia —le pidió ella entonces con educado tono.
—Bueno, es que has conseguido sacarme de quicio, señorita refinada —replicó él—. Y si crees que lo que he dicho es malsonante, tendrías que oírme cuando de verdad me enfado.
Ella suspiró y se echó un poco más hacia atrás. No quería ni imaginarse cómo sería Nick Jonas cuando de verdad montaba en cólera por algo. Le parecía que hasta su aroma era amenazante. Era un olor masculino y sensual.
—¡No vuelvas a hacer eso! —protestó él—. ¡Me olisqueas como si fuera una cuadra y levantas esa orgullosa nariz como si no fuera lo suficientemente bueno para ti!
Ella sacudió la cabeza y lo miró atónita.
—Eso no es verdad —replicó ella—. Nunca he pensando algo así. Yo no soy altanera ni arrogante. Desde luego, no como tú.
—¿Qué se supone que quieres decir con eso? —preguntó Nick bajando un poco el tono de voz.
—Que estoy harta de que pienses que, sólo porque soy del este, no podría ser una buena esposa de ranchero. Quieres casarte conmigo a toda prisa y a escondidas para que tus amigos no tengan la posibilidad de verme y reírse de tu prometida.
—¡Demonios! —gritó él fuera de sí.
Alargó las manos hacia ella y, con una fuerza imposible, agarró sus hombros y tiró de ella hasta que quedó aplastada contra su torso. Aflojó entonces las manos para deslizarías por su espalda. Las llevó hasta su estrecha cintura y la empujó hasta que su esbelto cuerpo quedó aplastado indecentemente contra su cuerpo.
Ella podía sentir su calor a través de las capas y capas de ropa que los separaban. Podía sentir su ardor y la frustración que lo consumía. Sus pechos habían quedado aplastados entre los dos y sentía en ellos una urgencia desconocida. Su estómago estaba comprimido contra la entrepierna de Nick, que no podía esconder por más tiempo su evidente excitación. Se quedó sin aliento al entender lo que aquello presagiaba.
Él la miraba con los ojos encendidos por el deseo y el enfado. Aun así, cuando la besó por fin lo hizo con delicadeza y suavidad. Lo hizo despacio, como si estuviera esperando que ella le diera permiso para continuar. Sintió cómo Nick inhalaba con fuerza al separarse de ella. La miró con intensidad a los ojos.
—Me vuelves loco, mujer —gruñó él entre dientes, ante de besarla de nuevo.
Esa vez no lo hizo con tanto cuidado. Lo hizo apasionadamente, marcándola con la caricia de su lengua, uniendo su boca cerrada hasta dar con la apertura que necesitaba.
Ella se estremeció y suspiró. Nick deslizó la lengua en su interior, aprovechando la ocasión que ella le había procurado sin saberlo. Acarició sus labios y su boca, consumiéndole un mundo de sensaciones al que no pudo por menos de rendirse con un gutural gemido.
Él también gruñó con satisfacción y ese sonido consiguió mortificarla. Le parecía increíble que Nick hubiera conseguido con tanta facilidad que se rindiera entre sus brazos. Había podido someterla y contar con su complacencia para tomarla de esa manera.
Ni la manera en la que había invadido su boca ni las caricias de su lengua habían conseguido que se apartara de él. Todo lo contrario, estaba derritiéndose entre los brazos de ese hombre, acercándose aún más a su cuerpo.
Pero creía que no habría podido comportarse como una dama aunque lo hubiera intentando con más fuerza. Le parecía imposible hacerlo cuando su propio cuerpo estaba reaccionando como lo hacía y se encontraba aplastada de manera indecente e íntima contra ese hombre. No podía siquiera pensar en nada, todos sus sentidos estaban trastornados por el placer de aquellos apasionados besos.
Se apartó de ella con cuidado. Ya no estaba tan irritado como lo había estado minutos antes. La miraba sonriente, apenas podía esconder ese gesto de victoria al recordar lo que acababa de ocurrir entre los dos. La miró de arriba abajo. ________(tn) estaba temblando.
—Y ahora, señorita _______(tn), ¿sigue teniendo dudas? ¿Aún no sabes a ciencia cierta si quiero casarme contigo o no? ¿De verdad crees que te juzgo por tus cualidades o falta de ellas para ser una buena esposa de ranchero? La verdad es que ni siquiera sé qué significa eso —le dijo él con una sonrisa.
_________(tn) negó con la cabeza. Parecía indecisa, como si no supiera qué contestar ni cómo reaccionaría él.
Se llevó las manos a la cara y se cubrió las mejillas. Estaba colorada y parecía querer refrescarse la cara con ese gesto. Después se las llevó al pelo y se arregló los rizos que habían escapado de su peinado.
Cubrió las manos de _________(tn) con las suyas y las apretó con ternura para detenerlas.
—Deja esos bonitos rizos a su aire —le ordenó con suavidad.
Miró tiernamente los mechones rebeldes que se habían escapado y rodeaban su rostro.
Ella lo miró a lo ojos, con intensidad, parecía querer algún tipo de compromiso por su parte. Estaba muy seria.
—Si de verdad quieres casarte conmigo, esperarás a que podamos organizar una boda como Dios manda —anunció ella con firmeza y levantando la cara desafiante.
—¿Si de verdad quiero casarme contigo? —repitió él sin poder creer sus palabras—. Creí que eso ya lo había dejado muy claro.
—Bueno, o puedo ir al pueblo, hablar con el reverendo y participar en la organización o…
Se detuvo para pensar un momento, como si no pudiera decidir qué tipo de amenaza haría que él le diera la razón.
—Iré contigo —intervino él.
—Bueno, eso ya lo veremos —repuso ella bajando los ojos en gesto de rendición femenina.
Pero a Nick no podía engañarlo. Antes de apartar la vista, pudo ver el brillo y determinación que había en sus ojos.
FIN CAP7
espero que les guste
con el cap 8 estoy segura que mueren o se caen de la silla por la sorpresa :D
pero ese cap lo voy a subir mañana y por partes 8)
byebye
las quiero :)
maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
ES UN CAP LARGISIMO
tipo una mini maraton :D
mañana la sigo
COMENTEN!! :)
---------
Pasen x mi otra nove
https://onlywn.activoforo.com/solo-para-mayores-f8/en-la-cama-de-su-ex-maridojoe-y-tu-adaptada-t3524.htm#228994 (en la cama de mi ex-marido joe y tu)
tipo una mini maraton :D
mañana la sigo
COMENTEN!! :)
---------
Pasen x mi otra nove
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maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
SIGUELA NO LA DEJES HAY PLIS
SIGUELA SIGUELA SIGUELA SIGUEL SIGUELA
SIGUELA SIGUELA SIGUELA SIGUEL SIGUELA
#Ale
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
realmente me matas....
mas vale que la subas pronto...
mas vale que la subas pronto...
eli_jonatika
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
SIII ME ENCANTOO GRACIAAS JEJE
ESPERO Q MAÑANA SUBAS EH?¬¬
ESPERO Q MAÑANA SUBAS EH?¬¬
Amy d' jonas <3
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
AHHHHHHHHHH ME ENCANTO EL CAPIIIIII
GRACIAS POR EL CAPI
ESTOY SEGURA UQE FUE LA TOTNTA DE DEBORAH QUE MANDO A COLOCAR LA BROMA DE HIERRO AL CABALLO
PRIMERO PORQUE ME ODIA Y NOS QUIERE QUITAR A NICK
QUIEN MAS PUEDE SERR??????? :caliente: :enfadado:
JUM :zz:
TAN BELLO NICK QUE SE QUIERE CASAR CNMIGOOOOOO!!!!
ES MEJOR QUE VAYAS PREPARANDO EL CAPI DE UNA VEZ PARA QUE MAÑNA A PRIMERA HORA
SUBASSSSSSSSSS CAPIIIIIIIIIIIIII
SINOOOOOOO TE LA VERAS CON NOSOTRASSSSS :zz: :enfadado:
GRACIAS POR EL CAPI
ESTOY SEGURA UQE FUE LA TOTNTA DE DEBORAH QUE MANDO A COLOCAR LA BROMA DE HIERRO AL CABALLO
PRIMERO PORQUE ME ODIA Y NOS QUIERE QUITAR A NICK
QUIEN MAS PUEDE SERR??????? :caliente: :enfadado:
JUM :zz:
TAN BELLO NICK QUE SE QUIERE CASAR CNMIGOOOOOO!!!!
ES MEJOR QUE VAYAS PREPARANDO EL CAPI DE UNA VEZ PARA QUE MAÑNA A PRIMERA HORA
SUBASSSSSSSSSS CAPIIIIIIIIIIIIII
SINOOOOOOO TE LA VERAS CON NOSOTRASSSSS :zz: :enfadado:
ivana-ilove
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
Capitulo 8
Parte 1/2
El cielo estaba ya coloreándose de rojos y naranjas y ____(tn) contempló el amanecer desde la ventana de su dormitorio. Había pasado muy mala noche, no había parado de dar vueltas. Estaba muy confusa.
Había llegado a la conclusión de que Nick Jonas era un diablillo. Él llevaba las riendas y tiraba de ellas cuando quería y como quería. La estaba controlando con la fuerza de sus besos y planeando el futuro de los dos sin tener en cuenta sus necesidades ni sus deseos.
La verdad era que había decidido posponer todo hasta que su cabeza se recuperara por completo del accidente. No podía hacer caso a su corazón, éste no dejaba de traicionarla continuamente. Sabía que le iría mucho mejor si pudiera sólo concentrarse en Theresa y en el bienestar de la pequeña. Al menos de momento. Creía que la boda se podía posponer, al menos eso esperaba. Pensaba que a lo mejor había una salida para ese enigma, una solución legal para que no tuviera que casarse con él. Creía que el abogado quizás pudiera dar con algún fallo de forma que invalidara el testamento.
Decidió que merecía la pena intentarlo.
Lo más sencillo había sido salir de la casa sin ser vista. Ponerle la silla a Chocolate, llevarlo de la cuadra al pueblo y convencer a Tucker de que tenía que ir sin falta había sido la parte más complicada.
De camino hacia allí, tuvo que ignorar el hambre que atenazaba su estómago, no quería ni pensar en el desayuno que María habría preparado esa mañana. Después pensó en el hombre que saldría sin duda a su encuentro en cuanto alguien se diese cuenta de que no estaba en la casa y azuzó al caballo para ir más deprisa. Le daba miedo pensar en cómo reaccionaría Nick esa vez. Temía sus enfados.
Pero sabía que tenía que intentar aquello. Merecía la pena. Estaba segura de que Oswald Hooper conocería la respuesta, si había alguna.
Le pareció ver la bala cruzando delante de ella casi antes de escuchar el sonido del disparo. Se sobresaltó al verla y escuchó el impacto de la bala en la base de uno de los árboles que acababa de pasar.
—¡Maldito cazador! —masculló entre dientes.
Miró a su derecha para intentar ver al irresponsable que acababa de disparar en su dirección sin verla venir.
El caballo resopló y se movió nervioso cuando ella tiró con fuerza de sus riendas. Las aflojó un poco y se inclinó para acariciarle la cabeza. Le habló con suavidad para tranquilizarlo mientras miraba de nuevo a su alrededor.
Vio algo de color moviéndose deprisa. El sol le daba en la cara y tuvo que entrecerrar los ojos para ver. Desaparecía en ese instante de su campo de visión la figura de un hombre a caballo que se alejaba de allí rápidamente.
—La próxima vez que vea a un hombre con una camisa roja, le diré cuatro cosas —murmuró ella mientras azuzaba al caballo—. El muy imbécil ha estado a punto de darme a mí en vez de a ese árbol.
Alargó el cuello y se colocó la mano a modo de visera sobre los ojos.
—La verdad es que no veo ninguna posible presa por aquí. No entiendo qué es lo que podía estar cazando —se dijo en voz alta.
Después, se encogió de hombros y prosiguió su camino hasta el pueblo.
Nick se fijó en la silla que solía ocupar _______(tn) a la mesa del comedor y en que estaba vacía. Frunció el ceño mientras contemplaba el asiento mullido y la delicada estructura de madera labrada donde se sentaba siempre ella.
—¿Dónde está? —preguntó de repente mientras María le colocaba un plato frente a él.
Los huevos revueltos estaban aún calientes y humeaban, igual que el filete que acababa de prepararle.
Pero aquella sabrosa comida no era suficiente para distraerlo del hecho de que ella, la mujer que esperaba ver a su lado esa mañana, no estuviera allí.
María se separó de la mesa y se limpió las manos en el delantal que llevaba sobre su vestido.
—Seguro que viene enseguida, señor Nick —le dijo.
—¿La has visto esta mañana? —le preguntó él mientras se echaba sal y pimienta en el plato.
Ella negó con la cabeza.
—No desde que le llevé una taza de café a su dormitorio hace una hora.
—No tienes por qué servirnos café en las habitaciones, María. Ya tienes bastante trabajo sin tener que hacer eso —replicó él de mala gana.
Pero sabía que ella no le iba a hacer caso, ya habían tenido la misma discusión durante años y años.
Ella se encogió de hombros y le sonrió.
—No se ponga así, señor Nick. Sabe de sobra cuánto le gusta tomarse un café nada más levantarse, antes de afeitarse.
Él se rindió. Una vez más, María le había ganado la batalla. Era una mujer testaruda. Su misión en la vida era cuidar de esa gente, que se habían convertido en su familia después de tanto tiempo.
Los huevos y el filete estaban deliciosos y Nick se dispuso a disfrutarlos. Iba a ser un día muy largo y necesitaría toda la energía que la comida pudiera proporcionarle.
Tenía que recoger al ganado que estaba en los pastos al oeste y traerlo de vuelta a las cuadras. Allí habría que matar ya a algunos y marcarlos.
Él había proseguido con la tradición de los Carruthers que consistía en criar terneros para producir su propia carne. Como cada año, venderían el sobrante. Intentaban tener un número limitado de cabezas de ganado, una cantidad que pudieran manejar con facilidad. Pero el ganado era sólo una parte pequeña en la producción del rancho. La cría de caballos era el pilar de la actividad.
Theresa y la señorita Olivia se unieron a él a la mesa del desayuno. Todos comieron en silencio durante unos minutos. Cada vez estaba más nervioso, sentía que algo pasaba, que algo iba mal.
—Ella ya debería estar aquí —murmuró de repente mientras echaba la silla hacia atrás y se ponía en pie.
—____(tuapodo) no va a venir a desayunar, Nissholas. Digo, Nicholas —anunció su hermana pequeña.
La miró con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir, Tessie?
Ella agitó la mano delante de su cara para quitarle importancia al asunto. Y le habló de manera despreocupada.
—Ya se ha ido al pueblo. Se fue muy temprano.
—¿Al pueblo? —repitió él—. ¿Al pueblo?
Recordó entonces las últimas palabras que _______(tn) le había dicho la noche anterior antes de salir del dormitorio en donde habían estado.
«Eso ya lo veremos», le había dicho ella.
—¡Maldita _________(tn) Carruthers! —exclamó mientras se calaba el sombrero.
—Mujer desconcertante, lo que necesitas es una buena reprimenda —gruñó mientras le colocaba la silla al caballo.
Apretó las cinchas y lo preparó todo con movimientos seguros y diestros.
—¿Se fue sola? —le preguntó a Tucker.
El hombre lo miraba con preocupación, sabía que no convenía acercarse al jefe cuando estaba de mal humor.
—Sí, señor, así es. Le ofrecí engancharle el coche y acompañarla, pero dijo que estaría bien, así que no discutí con ella.
—No dejes que vuelva a salir sola del rancho, ¿de acuerdo? —le dijo Nick mientras lo miraba con intensidad.
—Sí, señor, de acuerdo —repuso el hombre—. Y lamentó mucho no haberle dicho antes que la señorita ________(tn) había salido a pasear a caballo, pero no tenía ni idea de que iba a ir hacia el pueblo, no hasta que vi que iba en esa dirección.
Nick murmuró algo entre dientes y se subió al caballo. Lo hizo girar deprisa y apretó con fuerza las espuelas. Estaba decidido a dar con ella, pero se imaginó que no ocurriría hasta que llegara a Forbes Junction, ella le llevaba mucha ventaja.
Oswald Hooper estaba abriendo la puerta de su despacho cuando vio a _________(tn) bajarse del caballo frente al edificio. La observó mientras se acercaba.
—Buenos días, señorita Carruthers. No esperaba verla hoy por aquí —le dijo él con una sonrisa—. Y tengo que decirle que su aspecto es un poco desaliñado.
Ella le dedicó su sonrisa más fría y se llevó las manos al pelo para peinárselo un poco.
—Bueno, alguien disparó a un conejo o a algún otro animal a las afueras del pueblo y la bala salió por ahí perdida. La esquivé por muy poco, pero tengo que admitir que…
—¿Qué? ¡Espere un minuto! —exclamó el hombre mientras se acercaba para tomarla por el brazo—. ¿Dice que alguien le ha disparado?
El hombre la miró rápidamente de arriba abajo, como si quisiera encontrar evidencia de un disparo.
—¿Y dice que casi le da?
Ella le dio un golpecito afectuoso a la mano del abogado para calmarlo. Después negó con la cabeza.
—No, no creo que estuvieran apuntándome a mí —le aseguró ella con vehemencia—. Seguro que era algún cazador con poca puntería.
Oswald Hooper tragó saliva y la miró perplejo.
—Bueno, siento mucho que se llevara un susto así —le dijo él con sinceridad—. Es una lástima empezar así un día tan bonito como éste —añadió con una sonrisa cálida y mejor humor—. Lo último que esperaba era verla por aquí esta mañana, pensé que estaría en casa preparándose para su boda.
—¿Lo sabía? —le preguntó ella con toda la tranquilidad que pudo fingir—. Entonces, supongo que el señor Jonas ya le ha notificado sus intenciones, ¿verdad?
—Bueno, sí, tengo entendido que ya ha hecho los trámites necesarios —repuso él.
El abogado hablaba con cuidado, midiendo sus palabras. Parecía darse cuenta de que aquel asunto era bastante peliagudo. ______(tn) movía con nerviosismo el pie y lo golpeaba contra la acera. Por mucho que quisiera esconderlo, cualquiera podía darse cuenta de que estaba disgustada.
—Dígame una cosa —le dijo ella mirándolo directamente a los ojos—. ¿Hay alguna manera legal en la que pueda hacerme con la custodia de mi hermana sin tener que casarme con Nicholas Jonas?
El abogado la miró con la boca abierta. Parecía estar atónito con su pregunta. Después, negó con la cabeza.
—Pensé que ya habían decidido casarse, señorita. ¿Hay algún problema con el que pueda ayudarla?
Ella respiró profundamente y sacudió la cabeza.
—Bueno, es que he estado pensando que lo mejor que podemos hacer es esperar un poco y no precipitarnos.
La verdad era que lo que Nick estaba haciendo con ella era no tenerla en cuenta para nada. Lo había organizado todo sin pedirle su opinión y sin interesarse por sus necesidades. Esperaba que ella lo siguiera como si fuera un perrito. Y lo último que quería era convertirse en la mascota de otra persona.
—Me sorprende oír sus palabras, señorita ________(tn) —dijo él con calma—. Pero así, a voz de pronto, no se me ocurre la manera en la que usted pudiera evitar la boda para hacerse con la custodia de Theresa.
—¿No hay ningún vacío legal en el testamento que nos pueda servir? —le preguntó ella con esperanza.
—Bueno, deje que le diga una cosa —añadió él con algo más de entusiasmo—. El juez del distrito llegó anoche al pueblo. Él conocía a su padre y también el contenido de su testamento. Samuel lo había hablado ya con él hace más o menos un año. A lo mejor porque él sabía algo sobre la ley en un caso como este que yo ignoro. No lo sé —le comentó mientras señalaba al hotel del pueblo—. Puede que aún esté allí. Si está lo encontrará en el comedor.
________(tn) respiró profundamente. Era su última oportunidad e iba a aprovecharla.
—Muchas gracias, señor Hooper. Creo que voy a ver si tengo suerte y doy con él antes de que se vaya —le dijo.
Ató con fuerza las riendas del caballo al poste y cruzó la carretera en cuanto pasaron algunos carruajes.
Pocos segundos después, entraba ya en el elegante vestíbulo del hotel, donde había algunos hombres. Los saludó con la cabeza y se dirigió al comedor.
—¿Quiere una mesa para el desayuno? —le preguntó una joven al lado de la puerta.
La mujer llevaba un uniforme negro con un inmaculado y almidonado delantal atado a la cintura.
—No, gracias —repuso.
Miró rápidamente a su alrededor. No había mucha gente allí a esas horas. Se preguntó qué aspecto tendría un juez del distrito. Vio a un hombre gordo que comía con el sombrero sobre la mesa. No creía que fuera ése. Ni tampoco uno de los dos hombres que tragaban pastas con poca delicadeza y vestían pantalones vaqueros.
Desinflada, se dio la vuelta y se acercó a la camarera que la había recibido al lado de la puerta.
—¿Ya ha tomado el juez su desayuno? —le preguntó.
—Sí, señora. Hace ya bastante que se fue hacia la casa de Katy Klein —respondió la joven ruborizándose—. Me refiero a El Liguero dorado, por supuesto. Parece que esta mañana hay juicio. Esos dos de allí son testigos de un tiroteo —añadió mientras señalaba a los hombres que vestían como rancheros—. Seguro que habrá mucho público en la sala para escuchar el juicio.
Pero _______(tn) no se fijó en lo que le decía la joven sobre el juicio. Su mente había quedado distraída con dos palabras que había pronunciado al principio.
—¿El liguero dorado?
—Sí, señora. Es la casa más grande del pueblo. Hasta que se construya un tribunal en Forbes Junction, es allí donde se celebran los juicios.
—Bueno, muy bien… Gracias —repuso ella yendo hacia el vestíbulo—. ¡Un juicio en una taberna! ¡Nunca había oído hablar de nada igual! —reflexionó en voz alta.
Una vez en la acera, miró hacia un lado y otro de la calle. Se fijó en los brillantes rótulos que marcaban los dos locales favoritos de los hombres de ese pueblo. La bala de plata estaba a un lado de la calle, El liguero dorado al otro.
Fue hacia el segundo de los sitios. No podía quitar la vista del dibujo de un liguero, pintado con todo detalle, que estaba sobre la puerta de la taberna.
Caminaba deprisa hacia allí. Pisaba tan fuerte con sus elegantes botines que se iba formando una nube de polvo a su alrededor.
Las puertas estaban pintadas de rojo y estaban colgadas lo bastante altas como para que no pudiera ver nada por encima de ellas. El interior estaba en penumbra. Sabía que podría mirar por debajo si se agachaba lo necesario, pero era una dama y una dama no hacía cosas tan indignas.
Empujó con la mano una de las puertas batientes y se metió entre ellas.
Estaba muy oscuro en el local. La única luz en su interior era la que se colaba entre las puertas y por las dos ventanas de la sala. Vio que estaba muy desordenado y lleno de cosas.
Había muebles por todas partes. Las sillas estaban colocadas al revés encima de las mesas y un joven barría con rapidez el suelo. Todo estaba lleno de polvo. Miró a su alrededor para intentar localizar al hombre que iba a convertir ese bar en un tribunal, al menos por un día.
—¿Señorita? —la llamó un hombre vestido con una camisa blanca desde detrás de la barra—. ¿Puedo ayudarla en algo?
Ella se acercó despacio. Se encontraba fuera de lugar y no sabía si había sido buena idea ir hasta un sitio como aquél. Sabía que a su abuela le daría un infarto si la pudiera ver en ese instante. Pero se imaginó que era bastante seguro a esas horas del día. Al anochecer, en cambio, los hombres que frecuentaban un sitio como aquél, harían que se convirtiera en un lugar inadecuado y peligroso para una dama decente como ella.
Pensó en el juez y en que él quizá pudiera ayudarla a salir de la situación en que se encontraba. Eso le dio la seguridad que le faltaba.
—¿Está aquí el juez del distrito? —preguntó ella en voz baja.
El camarero asintió y señaló una de las mesas, la que se encontraba en una de las esquinas más oscuras del local.
—Allí, señora —le dijo—. Se llama juez Whitley.
El hombre se quedó callado y después la miró sonriente.
—Una pregunta, ¿no es usted la niña del viejo Carruthers, la que vivía en el este?
Ella asintió sin dejar de mirar en la dirección que le había señalado. Había allí un hombre sentado a una mesa.
—Ya había oído decir que había vuelto al pueblo. Aunque yo lo habría podido adivinar por sus rizos pelirrojos, señora. La verdad es que se parece muchísimo a su padre —continuó el camarero mientras ella cruzaba la sala.
—No son pelirrojos, sólo castaño rojizo —susurró ella sin que nadie pudiera oírla.
El hombre estaba vestido de negro. Llevaba una camisa blanca abotonada hasta el cuello y una corbata negra. El sombrero era ancho y lo llevaba inclinado sobre los ojos, tanto que no podía vérselos.
A pesar de estar sentado, estaba claro que era un hombre grande. Se detuvo justo frente a la mesa, sin saber muy bien qué hacer.
Esperó a que él levantara la vista y la mirara.
—¿Juez Whitley? —preguntó ella con firmeza.
Él asintió.
—Necesito hablar con usted —le dijo sin saber cómo iba a recibirla ese hombre.
Pero estaba decidida a intentar averiguar lo que tenía que saber.
—Dígame, señorita —repuso él sin soltar la copa que sujetaba entre las manos.
Le sorprendió que el hombre bebiera licor a esas horas tan tempranas. Vio cómo elevaba el vaso y lo bebía todo de un trago.
—Sea rápida. Tengo juicio dentro de unos minutos —le urgió él de mala manera.
—Me llamo _____(tn) Carruthers —comenzó ella sin saber muy bien cómo expresar lo que necesitaba saber.
—Eso ya me lo había imaginado. Con esa melena pelirroja, no podía ser otra persona. Además, tiene esa mirada de los Carruthers, no puede negar de quién es hija.
—¿A qué se refiere?
—Bueno, es más guapa que su padre, pero tiene la misma barbilla orgullosa de él —le dijo el juez mientras la miraba con atención—. Supongo que quiere preguntarme sobre el testamento que dejó, ¿no es así?
Ella asintió.
—Sí, así es. Quiero saber si existe la manera de impugnarlo. Quiero a mi hermana, pero no estoy segura de querer casarme ahora mismo. Me gustaría esperar un poco más y no precipitarme, la verdad.
Sabía que todo lo que le estaba pasando era por culpa de Jonas. Creía que era un hombre mandón, prepotente y avasallador. Eran las mejores palabras que se le ocurrían para describirlo. Esa actitud masculina y dura con la que actuaba le irritaba mucho. Y la manera en que la había tratado la noche anterior había sido la gota que había colmado el vaso de su paciencia. Por eso estaba allí esa mañana.
Tenía que reconocer que Nick tenía un lado más tierno y amable. Ésa era la parte de él que le gustaba, la que había conseguido convencerla para que se casaran. Por otro lado, estaba el poder que tenía sobre ella cuando la abrazaba y besaba.
Sacudió la cabeza para volver a la realidad y no dejar que su mente se fuera por otros derroteros. Estaba decidida. Si podía retrasar la boda sin arriesgarse a perder la custodia de su hermana, iba a hacerlo.
La noche que había pasado sin poder pensar en otra cosa que no fuera él, la había convencido de que Nick podría hacerse dueño de su corazón si lo dejaba. Ella estaba comiendo ya de la palma de su callosa mano y lo había conseguido sólo con unos cuantos besos y algunas palabras en el momento adecuado.
—No hay manera de cambiar el testamento, señorita Carruthers. Su padre lo dejó todo atado y bien atado —le dijo el juez Whitley.
Se abrieron las puertas del bar detrás de ella. Se dio cuenta de que no era la primera vez que se abrían en los últimos minutos. La sala se iba llenando de gente poco a poco. Algunos hombres se quedaron mirándola sin moverse, como si les fascinara que ella estuviera presente en ese lugar.
Oyó firmes pasos de botas de montar a su espalda y todo su cuerpo se estremeció al instante. No tuvo que esperar a oír su voz para saber quién estaba detrás de ella. No tuvo que esperar a que tomara su cintura entre sus fuertes manos para saber de quién se trataba. Era el único hombre que parecía tener la capacidad de quemar su piel a través de la ropa.
—Ha conocido a mi prometida, señor juez —dijo Nick alegremente, mientras la sujetaba con la mano.
Habló al magistrado por encima de su cabeza. El hombre lo miró con gesto divertido.
—No se puede decir que esta jovencita esté deseando casarse contigo, muchacho —le dijo el juez Whitley.
Nick le hizo una mueca.
—Es difícil convencerla —replicó mientras la agarraba con más fuerza.
—Suéltame —susurró ella entre dientes.
—Ni lo sueñes —le dijo Nick al oído mientras rozaba su rojiza melena con los labios.
—Bueno, será mejor que arreglemos este asunto de una vez por todas para que quede claro y pueda hacer mi trabajo —anunció el juez poniéndose en pie.
Tal y como se había imaginado, era un hombre enorme. Tragó saliva. Mucho más grande y alto de lo que había pensado. Se echó instintivamente hacia atrás, protegiéndose en el hombre que la sujetaba con firmeza.
—Nicholas Jonas, ¿comprende que tiene que casarse con esta mujer para poder tener la custodia de su hermana y las propiedades de los Carruthers? ¿Está de acuerdo con esos términos?
La voz del juez se oyó por toda la sala.
—Sí, lo estoy —repuso Nick.
—Y usted, ________(tn) Carruthers, ¿es consciente de que para heredar las propiedades de su padre y tener la custodia de su hermana debe casarse con este hombre, vivir con él y tener un hijo suyo? ¿Lo entiende?
Ella se quedó callada. Por supuesto que entendía los términos del testamento. Y desde ese momento, y gracias a la sonora voz del juez, la mitad de la población de todo el pueblo también iba a conocer todos los detalles del mismo.
Suspiró frustrada. Su vida dejaba de ser privada. Y, si ese hombre tenía razón y no había manera de eludir los requisitos del testamento, iba a tener que hacer lo que acababa de describir el hombre. Por un lado, se sintió aliviada al darse cuenta de que todo el asunto se escapaba de sus manos y la decisión ya estaba tomada.
—¿Señorita Emmaline? —insistió el juez para que contestara.
No recordaba qué le había preguntado exactamente. No se acordaba de si era que entendía el testamento o que aceptaba casarse con Nick.
—Sí, por supuesto —contestó ella de mala gana y sin poder obviar las manos fuertes que la sujetaban por la cintura.
Podía sentir el calor que desprendía el cuerpo de Nick detrás de ella. También sintió el resoplido que dio aliviado después de que contestara.
El juez golpeó la mesa con el puño.
—Muy bien, de acuerdo entonces con las leyes del estado de Arizona y, según su propio consentimiento, los declaro marido y mujer. Nick, puede besar a su esposa —anunció el juez con voz ceremoniosa.
espero q les guste esta parte del cap
a ami me encanta esta parte cuando lo lei, creo q lo re lei como 3 o 4 veces :P
si hay barios comentarios subo lo que queda del cap hoy sino mañana
COMENTEN!!
byebye
las quiero
:D
Parte 1/2
El cielo estaba ya coloreándose de rojos y naranjas y ____(tn) contempló el amanecer desde la ventana de su dormitorio. Había pasado muy mala noche, no había parado de dar vueltas. Estaba muy confusa.
Había llegado a la conclusión de que Nick Jonas era un diablillo. Él llevaba las riendas y tiraba de ellas cuando quería y como quería. La estaba controlando con la fuerza de sus besos y planeando el futuro de los dos sin tener en cuenta sus necesidades ni sus deseos.
La verdad era que había decidido posponer todo hasta que su cabeza se recuperara por completo del accidente. No podía hacer caso a su corazón, éste no dejaba de traicionarla continuamente. Sabía que le iría mucho mejor si pudiera sólo concentrarse en Theresa y en el bienestar de la pequeña. Al menos de momento. Creía que la boda se podía posponer, al menos eso esperaba. Pensaba que a lo mejor había una salida para ese enigma, una solución legal para que no tuviera que casarse con él. Creía que el abogado quizás pudiera dar con algún fallo de forma que invalidara el testamento.
Decidió que merecía la pena intentarlo.
Lo más sencillo había sido salir de la casa sin ser vista. Ponerle la silla a Chocolate, llevarlo de la cuadra al pueblo y convencer a Tucker de que tenía que ir sin falta había sido la parte más complicada.
De camino hacia allí, tuvo que ignorar el hambre que atenazaba su estómago, no quería ni pensar en el desayuno que María habría preparado esa mañana. Después pensó en el hombre que saldría sin duda a su encuentro en cuanto alguien se diese cuenta de que no estaba en la casa y azuzó al caballo para ir más deprisa. Le daba miedo pensar en cómo reaccionaría Nick esa vez. Temía sus enfados.
Pero sabía que tenía que intentar aquello. Merecía la pena. Estaba segura de que Oswald Hooper conocería la respuesta, si había alguna.
Le pareció ver la bala cruzando delante de ella casi antes de escuchar el sonido del disparo. Se sobresaltó al verla y escuchó el impacto de la bala en la base de uno de los árboles que acababa de pasar.
—¡Maldito cazador! —masculló entre dientes.
Miró a su derecha para intentar ver al irresponsable que acababa de disparar en su dirección sin verla venir.
El caballo resopló y se movió nervioso cuando ella tiró con fuerza de sus riendas. Las aflojó un poco y se inclinó para acariciarle la cabeza. Le habló con suavidad para tranquilizarlo mientras miraba de nuevo a su alrededor.
Vio algo de color moviéndose deprisa. El sol le daba en la cara y tuvo que entrecerrar los ojos para ver. Desaparecía en ese instante de su campo de visión la figura de un hombre a caballo que se alejaba de allí rápidamente.
—La próxima vez que vea a un hombre con una camisa roja, le diré cuatro cosas —murmuró ella mientras azuzaba al caballo—. El muy imbécil ha estado a punto de darme a mí en vez de a ese árbol.
Alargó el cuello y se colocó la mano a modo de visera sobre los ojos.
—La verdad es que no veo ninguna posible presa por aquí. No entiendo qué es lo que podía estar cazando —se dijo en voz alta.
Después, se encogió de hombros y prosiguió su camino hasta el pueblo.
Nick se fijó en la silla que solía ocupar _______(tn) a la mesa del comedor y en que estaba vacía. Frunció el ceño mientras contemplaba el asiento mullido y la delicada estructura de madera labrada donde se sentaba siempre ella.
—¿Dónde está? —preguntó de repente mientras María le colocaba un plato frente a él.
Los huevos revueltos estaban aún calientes y humeaban, igual que el filete que acababa de prepararle.
Pero aquella sabrosa comida no era suficiente para distraerlo del hecho de que ella, la mujer que esperaba ver a su lado esa mañana, no estuviera allí.
María se separó de la mesa y se limpió las manos en el delantal que llevaba sobre su vestido.
—Seguro que viene enseguida, señor Nick —le dijo.
—¿La has visto esta mañana? —le preguntó él mientras se echaba sal y pimienta en el plato.
Ella negó con la cabeza.
—No desde que le llevé una taza de café a su dormitorio hace una hora.
—No tienes por qué servirnos café en las habitaciones, María. Ya tienes bastante trabajo sin tener que hacer eso —replicó él de mala gana.
Pero sabía que ella no le iba a hacer caso, ya habían tenido la misma discusión durante años y años.
Ella se encogió de hombros y le sonrió.
—No se ponga así, señor Nick. Sabe de sobra cuánto le gusta tomarse un café nada más levantarse, antes de afeitarse.
Él se rindió. Una vez más, María le había ganado la batalla. Era una mujer testaruda. Su misión en la vida era cuidar de esa gente, que se habían convertido en su familia después de tanto tiempo.
Los huevos y el filete estaban deliciosos y Nick se dispuso a disfrutarlos. Iba a ser un día muy largo y necesitaría toda la energía que la comida pudiera proporcionarle.
Tenía que recoger al ganado que estaba en los pastos al oeste y traerlo de vuelta a las cuadras. Allí habría que matar ya a algunos y marcarlos.
Él había proseguido con la tradición de los Carruthers que consistía en criar terneros para producir su propia carne. Como cada año, venderían el sobrante. Intentaban tener un número limitado de cabezas de ganado, una cantidad que pudieran manejar con facilidad. Pero el ganado era sólo una parte pequeña en la producción del rancho. La cría de caballos era el pilar de la actividad.
Theresa y la señorita Olivia se unieron a él a la mesa del desayuno. Todos comieron en silencio durante unos minutos. Cada vez estaba más nervioso, sentía que algo pasaba, que algo iba mal.
—Ella ya debería estar aquí —murmuró de repente mientras echaba la silla hacia atrás y se ponía en pie.
—____(tuapodo) no va a venir a desayunar, Nissholas. Digo, Nicholas —anunció su hermana pequeña.
La miró con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir, Tessie?
Ella agitó la mano delante de su cara para quitarle importancia al asunto. Y le habló de manera despreocupada.
—Ya se ha ido al pueblo. Se fue muy temprano.
—¿Al pueblo? —repitió él—. ¿Al pueblo?
Recordó entonces las últimas palabras que _______(tn) le había dicho la noche anterior antes de salir del dormitorio en donde habían estado.
«Eso ya lo veremos», le había dicho ella.
—¡Maldita _________(tn) Carruthers! —exclamó mientras se calaba el sombrero.
—Mujer desconcertante, lo que necesitas es una buena reprimenda —gruñó mientras le colocaba la silla al caballo.
Apretó las cinchas y lo preparó todo con movimientos seguros y diestros.
—¿Se fue sola? —le preguntó a Tucker.
El hombre lo miraba con preocupación, sabía que no convenía acercarse al jefe cuando estaba de mal humor.
—Sí, señor, así es. Le ofrecí engancharle el coche y acompañarla, pero dijo que estaría bien, así que no discutí con ella.
—No dejes que vuelva a salir sola del rancho, ¿de acuerdo? —le dijo Nick mientras lo miraba con intensidad.
—Sí, señor, de acuerdo —repuso el hombre—. Y lamentó mucho no haberle dicho antes que la señorita ________(tn) había salido a pasear a caballo, pero no tenía ni idea de que iba a ir hacia el pueblo, no hasta que vi que iba en esa dirección.
Nick murmuró algo entre dientes y se subió al caballo. Lo hizo girar deprisa y apretó con fuerza las espuelas. Estaba decidido a dar con ella, pero se imaginó que no ocurriría hasta que llegara a Forbes Junction, ella le llevaba mucha ventaja.
Oswald Hooper estaba abriendo la puerta de su despacho cuando vio a _________(tn) bajarse del caballo frente al edificio. La observó mientras se acercaba.
—Buenos días, señorita Carruthers. No esperaba verla hoy por aquí —le dijo él con una sonrisa—. Y tengo que decirle que su aspecto es un poco desaliñado.
Ella le dedicó su sonrisa más fría y se llevó las manos al pelo para peinárselo un poco.
—Bueno, alguien disparó a un conejo o a algún otro animal a las afueras del pueblo y la bala salió por ahí perdida. La esquivé por muy poco, pero tengo que admitir que…
—¿Qué? ¡Espere un minuto! —exclamó el hombre mientras se acercaba para tomarla por el brazo—. ¿Dice que alguien le ha disparado?
El hombre la miró rápidamente de arriba abajo, como si quisiera encontrar evidencia de un disparo.
—¿Y dice que casi le da?
Ella le dio un golpecito afectuoso a la mano del abogado para calmarlo. Después negó con la cabeza.
—No, no creo que estuvieran apuntándome a mí —le aseguró ella con vehemencia—. Seguro que era algún cazador con poca puntería.
Oswald Hooper tragó saliva y la miró perplejo.
—Bueno, siento mucho que se llevara un susto así —le dijo él con sinceridad—. Es una lástima empezar así un día tan bonito como éste —añadió con una sonrisa cálida y mejor humor—. Lo último que esperaba era verla por aquí esta mañana, pensé que estaría en casa preparándose para su boda.
—¿Lo sabía? —le preguntó ella con toda la tranquilidad que pudo fingir—. Entonces, supongo que el señor Jonas ya le ha notificado sus intenciones, ¿verdad?
—Bueno, sí, tengo entendido que ya ha hecho los trámites necesarios —repuso él.
El abogado hablaba con cuidado, midiendo sus palabras. Parecía darse cuenta de que aquel asunto era bastante peliagudo. ______(tn) movía con nerviosismo el pie y lo golpeaba contra la acera. Por mucho que quisiera esconderlo, cualquiera podía darse cuenta de que estaba disgustada.
—Dígame una cosa —le dijo ella mirándolo directamente a los ojos—. ¿Hay alguna manera legal en la que pueda hacerme con la custodia de mi hermana sin tener que casarme con Nicholas Jonas?
El abogado la miró con la boca abierta. Parecía estar atónito con su pregunta. Después, negó con la cabeza.
—Pensé que ya habían decidido casarse, señorita. ¿Hay algún problema con el que pueda ayudarla?
Ella respiró profundamente y sacudió la cabeza.
—Bueno, es que he estado pensando que lo mejor que podemos hacer es esperar un poco y no precipitarnos.
La verdad era que lo que Nick estaba haciendo con ella era no tenerla en cuenta para nada. Lo había organizado todo sin pedirle su opinión y sin interesarse por sus necesidades. Esperaba que ella lo siguiera como si fuera un perrito. Y lo último que quería era convertirse en la mascota de otra persona.
—Me sorprende oír sus palabras, señorita ________(tn) —dijo él con calma—. Pero así, a voz de pronto, no se me ocurre la manera en la que usted pudiera evitar la boda para hacerse con la custodia de Theresa.
—¿No hay ningún vacío legal en el testamento que nos pueda servir? —le preguntó ella con esperanza.
—Bueno, deje que le diga una cosa —añadió él con algo más de entusiasmo—. El juez del distrito llegó anoche al pueblo. Él conocía a su padre y también el contenido de su testamento. Samuel lo había hablado ya con él hace más o menos un año. A lo mejor porque él sabía algo sobre la ley en un caso como este que yo ignoro. No lo sé —le comentó mientras señalaba al hotel del pueblo—. Puede que aún esté allí. Si está lo encontrará en el comedor.
________(tn) respiró profundamente. Era su última oportunidad e iba a aprovecharla.
—Muchas gracias, señor Hooper. Creo que voy a ver si tengo suerte y doy con él antes de que se vaya —le dijo.
Ató con fuerza las riendas del caballo al poste y cruzó la carretera en cuanto pasaron algunos carruajes.
Pocos segundos después, entraba ya en el elegante vestíbulo del hotel, donde había algunos hombres. Los saludó con la cabeza y se dirigió al comedor.
—¿Quiere una mesa para el desayuno? —le preguntó una joven al lado de la puerta.
La mujer llevaba un uniforme negro con un inmaculado y almidonado delantal atado a la cintura.
—No, gracias —repuso.
Miró rápidamente a su alrededor. No había mucha gente allí a esas horas. Se preguntó qué aspecto tendría un juez del distrito. Vio a un hombre gordo que comía con el sombrero sobre la mesa. No creía que fuera ése. Ni tampoco uno de los dos hombres que tragaban pastas con poca delicadeza y vestían pantalones vaqueros.
Desinflada, se dio la vuelta y se acercó a la camarera que la había recibido al lado de la puerta.
—¿Ya ha tomado el juez su desayuno? —le preguntó.
—Sí, señora. Hace ya bastante que se fue hacia la casa de Katy Klein —respondió la joven ruborizándose—. Me refiero a El Liguero dorado, por supuesto. Parece que esta mañana hay juicio. Esos dos de allí son testigos de un tiroteo —añadió mientras señalaba a los hombres que vestían como rancheros—. Seguro que habrá mucho público en la sala para escuchar el juicio.
Pero _______(tn) no se fijó en lo que le decía la joven sobre el juicio. Su mente había quedado distraída con dos palabras que había pronunciado al principio.
—¿El liguero dorado?
—Sí, señora. Es la casa más grande del pueblo. Hasta que se construya un tribunal en Forbes Junction, es allí donde se celebran los juicios.
—Bueno, muy bien… Gracias —repuso ella yendo hacia el vestíbulo—. ¡Un juicio en una taberna! ¡Nunca había oído hablar de nada igual! —reflexionó en voz alta.
Una vez en la acera, miró hacia un lado y otro de la calle. Se fijó en los brillantes rótulos que marcaban los dos locales favoritos de los hombres de ese pueblo. La bala de plata estaba a un lado de la calle, El liguero dorado al otro.
Fue hacia el segundo de los sitios. No podía quitar la vista del dibujo de un liguero, pintado con todo detalle, que estaba sobre la puerta de la taberna.
Caminaba deprisa hacia allí. Pisaba tan fuerte con sus elegantes botines que se iba formando una nube de polvo a su alrededor.
Las puertas estaban pintadas de rojo y estaban colgadas lo bastante altas como para que no pudiera ver nada por encima de ellas. El interior estaba en penumbra. Sabía que podría mirar por debajo si se agachaba lo necesario, pero era una dama y una dama no hacía cosas tan indignas.
Empujó con la mano una de las puertas batientes y se metió entre ellas.
Estaba muy oscuro en el local. La única luz en su interior era la que se colaba entre las puertas y por las dos ventanas de la sala. Vio que estaba muy desordenado y lleno de cosas.
Había muebles por todas partes. Las sillas estaban colocadas al revés encima de las mesas y un joven barría con rapidez el suelo. Todo estaba lleno de polvo. Miró a su alrededor para intentar localizar al hombre que iba a convertir ese bar en un tribunal, al menos por un día.
—¿Señorita? —la llamó un hombre vestido con una camisa blanca desde detrás de la barra—. ¿Puedo ayudarla en algo?
Ella se acercó despacio. Se encontraba fuera de lugar y no sabía si había sido buena idea ir hasta un sitio como aquél. Sabía que a su abuela le daría un infarto si la pudiera ver en ese instante. Pero se imaginó que era bastante seguro a esas horas del día. Al anochecer, en cambio, los hombres que frecuentaban un sitio como aquél, harían que se convirtiera en un lugar inadecuado y peligroso para una dama decente como ella.
Pensó en el juez y en que él quizá pudiera ayudarla a salir de la situación en que se encontraba. Eso le dio la seguridad que le faltaba.
—¿Está aquí el juez del distrito? —preguntó ella en voz baja.
El camarero asintió y señaló una de las mesas, la que se encontraba en una de las esquinas más oscuras del local.
—Allí, señora —le dijo—. Se llama juez Whitley.
El hombre se quedó callado y después la miró sonriente.
—Una pregunta, ¿no es usted la niña del viejo Carruthers, la que vivía en el este?
Ella asintió sin dejar de mirar en la dirección que le había señalado. Había allí un hombre sentado a una mesa.
—Ya había oído decir que había vuelto al pueblo. Aunque yo lo habría podido adivinar por sus rizos pelirrojos, señora. La verdad es que se parece muchísimo a su padre —continuó el camarero mientras ella cruzaba la sala.
—No son pelirrojos, sólo castaño rojizo —susurró ella sin que nadie pudiera oírla.
El hombre estaba vestido de negro. Llevaba una camisa blanca abotonada hasta el cuello y una corbata negra. El sombrero era ancho y lo llevaba inclinado sobre los ojos, tanto que no podía vérselos.
A pesar de estar sentado, estaba claro que era un hombre grande. Se detuvo justo frente a la mesa, sin saber muy bien qué hacer.
Esperó a que él levantara la vista y la mirara.
—¿Juez Whitley? —preguntó ella con firmeza.
Él asintió.
—Necesito hablar con usted —le dijo sin saber cómo iba a recibirla ese hombre.
Pero estaba decidida a intentar averiguar lo que tenía que saber.
—Dígame, señorita —repuso él sin soltar la copa que sujetaba entre las manos.
Le sorprendió que el hombre bebiera licor a esas horas tan tempranas. Vio cómo elevaba el vaso y lo bebía todo de un trago.
—Sea rápida. Tengo juicio dentro de unos minutos —le urgió él de mala manera.
—Me llamo _____(tn) Carruthers —comenzó ella sin saber muy bien cómo expresar lo que necesitaba saber.
—Eso ya me lo había imaginado. Con esa melena pelirroja, no podía ser otra persona. Además, tiene esa mirada de los Carruthers, no puede negar de quién es hija.
—¿A qué se refiere?
—Bueno, es más guapa que su padre, pero tiene la misma barbilla orgullosa de él —le dijo el juez mientras la miraba con atención—. Supongo que quiere preguntarme sobre el testamento que dejó, ¿no es así?
Ella asintió.
—Sí, así es. Quiero saber si existe la manera de impugnarlo. Quiero a mi hermana, pero no estoy segura de querer casarme ahora mismo. Me gustaría esperar un poco más y no precipitarme, la verdad.
Sabía que todo lo que le estaba pasando era por culpa de Jonas. Creía que era un hombre mandón, prepotente y avasallador. Eran las mejores palabras que se le ocurrían para describirlo. Esa actitud masculina y dura con la que actuaba le irritaba mucho. Y la manera en que la había tratado la noche anterior había sido la gota que había colmado el vaso de su paciencia. Por eso estaba allí esa mañana.
Tenía que reconocer que Nick tenía un lado más tierno y amable. Ésa era la parte de él que le gustaba, la que había conseguido convencerla para que se casaran. Por otro lado, estaba el poder que tenía sobre ella cuando la abrazaba y besaba.
Sacudió la cabeza para volver a la realidad y no dejar que su mente se fuera por otros derroteros. Estaba decidida. Si podía retrasar la boda sin arriesgarse a perder la custodia de su hermana, iba a hacerlo.
La noche que había pasado sin poder pensar en otra cosa que no fuera él, la había convencido de que Nick podría hacerse dueño de su corazón si lo dejaba. Ella estaba comiendo ya de la palma de su callosa mano y lo había conseguido sólo con unos cuantos besos y algunas palabras en el momento adecuado.
—No hay manera de cambiar el testamento, señorita Carruthers. Su padre lo dejó todo atado y bien atado —le dijo el juez Whitley.
Se abrieron las puertas del bar detrás de ella. Se dio cuenta de que no era la primera vez que se abrían en los últimos minutos. La sala se iba llenando de gente poco a poco. Algunos hombres se quedaron mirándola sin moverse, como si les fascinara que ella estuviera presente en ese lugar.
Oyó firmes pasos de botas de montar a su espalda y todo su cuerpo se estremeció al instante. No tuvo que esperar a oír su voz para saber quién estaba detrás de ella. No tuvo que esperar a que tomara su cintura entre sus fuertes manos para saber de quién se trataba. Era el único hombre que parecía tener la capacidad de quemar su piel a través de la ropa.
—Ha conocido a mi prometida, señor juez —dijo Nick alegremente, mientras la sujetaba con la mano.
Habló al magistrado por encima de su cabeza. El hombre lo miró con gesto divertido.
—No se puede decir que esta jovencita esté deseando casarse contigo, muchacho —le dijo el juez Whitley.
Nick le hizo una mueca.
—Es difícil convencerla —replicó mientras la agarraba con más fuerza.
—Suéltame —susurró ella entre dientes.
—Ni lo sueñes —le dijo Nick al oído mientras rozaba su rojiza melena con los labios.
—Bueno, será mejor que arreglemos este asunto de una vez por todas para que quede claro y pueda hacer mi trabajo —anunció el juez poniéndose en pie.
Tal y como se había imaginado, era un hombre enorme. Tragó saliva. Mucho más grande y alto de lo que había pensado. Se echó instintivamente hacia atrás, protegiéndose en el hombre que la sujetaba con firmeza.
—Nicholas Jonas, ¿comprende que tiene que casarse con esta mujer para poder tener la custodia de su hermana y las propiedades de los Carruthers? ¿Está de acuerdo con esos términos?
La voz del juez se oyó por toda la sala.
—Sí, lo estoy —repuso Nick.
—Y usted, ________(tn) Carruthers, ¿es consciente de que para heredar las propiedades de su padre y tener la custodia de su hermana debe casarse con este hombre, vivir con él y tener un hijo suyo? ¿Lo entiende?
Ella se quedó callada. Por supuesto que entendía los términos del testamento. Y desde ese momento, y gracias a la sonora voz del juez, la mitad de la población de todo el pueblo también iba a conocer todos los detalles del mismo.
Suspiró frustrada. Su vida dejaba de ser privada. Y, si ese hombre tenía razón y no había manera de eludir los requisitos del testamento, iba a tener que hacer lo que acababa de describir el hombre. Por un lado, se sintió aliviada al darse cuenta de que todo el asunto se escapaba de sus manos y la decisión ya estaba tomada.
—¿Señorita Emmaline? —insistió el juez para que contestara.
No recordaba qué le había preguntado exactamente. No se acordaba de si era que entendía el testamento o que aceptaba casarse con Nick.
—Sí, por supuesto —contestó ella de mala gana y sin poder obviar las manos fuertes que la sujetaban por la cintura.
Podía sentir el calor que desprendía el cuerpo de Nick detrás de ella. También sintió el resoplido que dio aliviado después de que contestara.
El juez golpeó la mesa con el puño.
—Muy bien, de acuerdo entonces con las leyes del estado de Arizona y, según su propio consentimiento, los declaro marido y mujer. Nick, puede besar a su esposa —anunció el juez con voz ceremoniosa.
espero q les guste esta parte del cap
a ami me encanta esta parte cuando lo lei, creo q lo re lei como 3 o 4 veces :P
si hay barios comentarios subo lo que queda del cap hoy sino mañana
COMENTEN!!
byebye
las quiero
:D
maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
—Muy bien, de acuerdo entonces con las leyes del estado de Arizona y, según su propio consentimiento, los declaro marido y mujer. Nick, puede besar a su esposa —anunció el juez con voz ceremoniosa.
se me hacia que los iba a casar ahi mismo ...
pero muy maldito el juez nunca avisar antes JUM ...
y mas te vale que subas cap ahora o sino :twisted: ...
te mando al general Etico Peletico Pelempempetico Pelado Peludo Pelempempudo :cheers:
y su ejercito de pollitos eticos peleticos pelempempeticos pelados peludos pelempempudos (toy re traumada con esa cancion)
pero muy maldito el juez nunca avisar antes JUM ...
y mas te vale que subas cap ahora o sino :twisted: ...
te mando al general Etico Peletico Pelempempetico Pelado Peludo Pelempempudo :cheers:
y su ejercito de pollitos eticos peleticos pelempempeticos pelados peludos pelempempudos (toy re traumada con esa cancion)
eli_jonatika
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
eli-jonatika juro q me rei con tu comentario...jaja
mas tarde la sigo!! :D
mas tarde la sigo!! :D
maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
iop tambien y siguelaaaaaaaaaaaaaaa o veras amenazas fuertes
nina de jonas ♥
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
jajajaj ami tambn me dio risa xD
sisiguelaa plis!
sisiguelaa plis!
Amy d' jonas <3
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