Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 13 de 20. • Comparte
Página 13 de 20. • 1 ... 8 ... 12, 13, 14 ... 16 ... 20
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
Encontrar a Will fue un punto crucial en su vida. Realmente le agradaba a Will. Y lo que era más extraño: la seguridad en sí mismo de su nuevo amigo provenía de su interior. Como segundo hijo de un miembro nuevo de la nobleza, se esperaba que se abriera camino en el mundo simplemente con el único aval de las conexiones de su familia. Sin embargo, no le coartaron la libertad de deambular por el mundo con una alegre sonrisa en el rostro y la convicción interna de su unicidad. Will forzó a Joe a hacer algunas sesiones de profunda introspección sobre sus motivaciones, convicciones y actitudes, pero no fue hasta que lo llevó a su casa que le brotó el deseo de satisfacer un nuevo capricho. Sólo que éste no era tan fácil de satisfacer, era casi imposible. Por tanto; se convirtió en una obsesión, un hambre tan profunda, tan persistente, que le ocupó todo sus pensamientos y sueños. Deseaba que alguien lo amara.
Amor, esa bestia irracional e ilusoria que todo el mundo veneraba, por la cual luchaban embelesados. Quería sentirlo. Sin embargo, sin importar cuánto lo anhelara, cuan afanosamente lo buscara, la bestia lo eludía. Hasta que pudo vislumbrarla siete años atrás, en un oscuro banco, en una jovencita a quien le doblaba la edad.
Nunca había encontrado a alguien más apasionado y devoto de los que amaba; una auténtica leona. Ser objeto de su amor, aunque no fuese más que por un fugaz momento, lo había vigorizado, lo había hecho sentirse especial, invencible, vivo... un león. Lo que hubiera visto ________ en él para merecer su afecto, lo hizo desear ser otro hombre, por ella y por él mismo; porque le había agradado el sentimiento. Le había hecho sentir que la vida merecía ser vivida. Si él hubiese sabido que ella aceptaría sus cicatrices... sus culpas, y todo lo demás... no habría siquiera pensado en colocarse la pistola en la cabeza en Waterloo. Habría ido directamente hacia ella. Pero ________ no lo había visto después de Sorauren, y ella no sabía que había matado a su hermano.
La posibilidad de que él pudiese terminar como uno de los desafortunados borrachos que se babeaban detrás de ella lo aterrorizaba. Apostaría todo lo que tenía a que ________ no tenía conciencia de la poderosa arma que poseía tan naturalmente. Lo había visto con los golfos del baile de los Barrington: ella irradiaba inocentemente ese cálido magnetismo, y les parecía inalcanzable a todos ellos, porque ninguno en realidad le interesaba. Su arma no era su belleza, ni su dote —de las cuales no carecía aunque no en la magnitud de otras mujeres de su círculo—: era esa promesa de amor incondicional que, sin proponérselo, trasuntaba. Era eso lo que fascinaba los hambrientos de amor de la aristocracia. Hombres como él mismo.
Hombres que vivían en una sociedad cínica, mercenaria e hipócrita, integrada por adictos al placer y a la ginebra que, de ser escarbada su glamorosa superficie, aparecerían como realmente eran, meras víctimas del fallido sistema deambulando como infantes, a pesar de ser mujeres y hombres adultos, en una frustrada búsqueda del amor. Porque ese don era tan infrecuente, que debían arrastrarse en pos de artificiales sustitutos. «Semejante a los fantasmas de los sueños, en cuya desconcertante historia no había cosa que por ventura no confundiesen», escribió Esquilo.12 Bien, estaba harto de esa sociedad y de sus lastimosos fingimientos. Mucho tiempo atrás había decidido que no se conformaría con nada fingido. La falta de afectación de ________, el regalo de su amor, lo había deslumbrado y subyugado, como si fuese un mendigo arrastrándose en el lodo ante el guiño de aquiescencia del soberano.
Era comprensible por qué se sentía desposeído. Después de leer las cartas de Will, después de todo lo que había hecho por ella, había esperado lograr su afecto. Sin embargo, a pesar del infinito amor que en su corazón ella albergaba por su familia, sus amigo», y por cuanta alma desgraciada había sobre la tierra, no había encontrado una migaja para él. No desde su desairada huida de la glorieta de los Barrington, desde que él la había herido. Por estos días, incluso por un sentimiento de caridad, estaba por debajo de un gato callejero. Todo por la maldita máscara. ________ no quería una barrera entre ellos. Mira tú, había estado desnudo con mujeres que jamás habían llegado a saber algo de él; ni siquiera aquellas con las que se había acostado durante un tiempo habían logrado conocer una mínima fracción de lo que él le había confesado abiertamente a ________ sobre sí mismo. Objetos sexuales y amigas casuales no habían alcanzado a vislumbrar ni una pizca de su alma. Para ________ era como un libro abierto. Ella sabía cuál era su deseo secreto. Y ella lo mantenía lejos de su alcance, intencionalmente.
Esa era la razón por la cual se hallaba enclaustrado en su octavo día de solitario dolor y sin hacer nada al respecto. ¿Qué podría hacer salvo entrar como una tromba a la agencia e increparla con una diatriba de amante desdeñado? Considerando que la única irrupción que llevase a cabo sería en privado, se reservaba la opción de incursionar en su alcoba esa noche; pero si ella gritaba pidiendo ayuda, Stilgoe dispararía primero, y preguntaría después. Quizás debería raptarla, huir con ella a España o Italia, comprarle un pequeño palazzo junto al mar, donde pudiese tenerla sólo para él... Salvo que no estaba seguro de cómo reaccionaría ella al verle el rostro. Maldición. Maldición. Maldición.
Amor, esa bestia irracional e ilusoria que todo el mundo veneraba, por la cual luchaban embelesados. Quería sentirlo. Sin embargo, sin importar cuánto lo anhelara, cuan afanosamente lo buscara, la bestia lo eludía. Hasta que pudo vislumbrarla siete años atrás, en un oscuro banco, en una jovencita a quien le doblaba la edad.
Nunca había encontrado a alguien más apasionado y devoto de los que amaba; una auténtica leona. Ser objeto de su amor, aunque no fuese más que por un fugaz momento, lo había vigorizado, lo había hecho sentirse especial, invencible, vivo... un león. Lo que hubiera visto ________ en él para merecer su afecto, lo hizo desear ser otro hombre, por ella y por él mismo; porque le había agradado el sentimiento. Le había hecho sentir que la vida merecía ser vivida. Si él hubiese sabido que ella aceptaría sus cicatrices... sus culpas, y todo lo demás... no habría siquiera pensado en colocarse la pistola en la cabeza en Waterloo. Habría ido directamente hacia ella. Pero ________ no lo había visto después de Sorauren, y ella no sabía que había matado a su hermano.
La posibilidad de que él pudiese terminar como uno de los desafortunados borrachos que se babeaban detrás de ella lo aterrorizaba. Apostaría todo lo que tenía a que ________ no tenía conciencia de la poderosa arma que poseía tan naturalmente. Lo había visto con los golfos del baile de los Barrington: ella irradiaba inocentemente ese cálido magnetismo, y les parecía inalcanzable a todos ellos, porque ninguno en realidad le interesaba. Su arma no era su belleza, ni su dote —de las cuales no carecía aunque no en la magnitud de otras mujeres de su círculo—: era esa promesa de amor incondicional que, sin proponérselo, trasuntaba. Era eso lo que fascinaba los hambrientos de amor de la aristocracia. Hombres como él mismo.
Hombres que vivían en una sociedad cínica, mercenaria e hipócrita, integrada por adictos al placer y a la ginebra que, de ser escarbada su glamorosa superficie, aparecerían como realmente eran, meras víctimas del fallido sistema deambulando como infantes, a pesar de ser mujeres y hombres adultos, en una frustrada búsqueda del amor. Porque ese don era tan infrecuente, que debían arrastrarse en pos de artificiales sustitutos. «Semejante a los fantasmas de los sueños, en cuya desconcertante historia no había cosa que por ventura no confundiesen», escribió Esquilo.12 Bien, estaba harto de esa sociedad y de sus lastimosos fingimientos. Mucho tiempo atrás había decidido que no se conformaría con nada fingido. La falta de afectación de ________, el regalo de su amor, lo había deslumbrado y subyugado, como si fuese un mendigo arrastrándose en el lodo ante el guiño de aquiescencia del soberano.
Era comprensible por qué se sentía desposeído. Después de leer las cartas de Will, después de todo lo que había hecho por ella, había esperado lograr su afecto. Sin embargo, a pesar del infinito amor que en su corazón ella albergaba por su familia, sus amigo», y por cuanta alma desgraciada había sobre la tierra, no había encontrado una migaja para él. No desde su desairada huida de la glorieta de los Barrington, desde que él la había herido. Por estos días, incluso por un sentimiento de caridad, estaba por debajo de un gato callejero. Todo por la maldita máscara. ________ no quería una barrera entre ellos. Mira tú, había estado desnudo con mujeres que jamás habían llegado a saber algo de él; ni siquiera aquellas con las que se había acostado durante un tiempo habían logrado conocer una mínima fracción de lo que él le había confesado abiertamente a ________ sobre sí mismo. Objetos sexuales y amigas casuales no habían alcanzado a vislumbrar ni una pizca de su alma. Para ________ era como un libro abierto. Ella sabía cuál era su deseo secreto. Y ella lo mantenía lejos de su alcance, intencionalmente.
Esa era la razón por la cual se hallaba enclaustrado en su octavo día de solitario dolor y sin hacer nada al respecto. ¿Qué podría hacer salvo entrar como una tromba a la agencia e increparla con una diatriba de amante desdeñado? Considerando que la única irrupción que llevase a cabo sería en privado, se reservaba la opción de incursionar en su alcoba esa noche; pero si ella gritaba pidiendo ayuda, Stilgoe dispararía primero, y preguntaría después. Quizás debería raptarla, huir con ella a España o Italia, comprarle un pequeño palazzo junto al mar, donde pudiese tenerla sólo para él... Salvo que no estaba seguro de cómo reaccionaría ella al verle el rostro. Maldición. Maldición. Maldición.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
La escofina se le escapó de la mano y le desgarró la piel del dedo.
— ¡Por mil demonios!
Gruñendo, alzó la caja que estaba tallando para ella y la arrojó contra la pared. Ya no podía soportar más estar solo, ni un maldito minuto más. Si ella no lo amaba, estaba sentenciado, se volvería completamente loco. Porque ella era la única mujer que deseaba. Maldiciendo profusamente, se dirigió a sumergir en agua fría el dedo que le ardía terriblemente. Phipps apareció en el arco de entrada.
— ¿Qué? —ladró.
—Milord, tiene una visita —movió nerviosamente las cejas—. Una cierta joven margarita...
El corazón le empezó a latir con ritmo enloquecido. Cogió la máscara.
—Hazla pasar.
Un momento después, la luz del sol pareció iluminar el sótano al entrar ________ con su gracioso sombrero y su retículo balanceándose en su brazo. Alta, ágil y esbelta, lucía un vestido de muselina color damasco, de cuello alto y recatado, de la misma tonalidad que sus mejillas. Deseaba comerla viva.
Sólo haciendo gala de un penoso autodominio pudo evitar lanzarse sobre ella, aferraría salvajemente entre sus brazos, y llevarla a la cama antigua que estaba en el otro extremo de la habitación. Ella necesitaba saber que él tenía otras cosas en su vida, además de ella. Los pensamientos que tenía de ________ ocupaban gran parte de ella.
—Hola.
Ella dio un paso hacia delante.
—Estás enojado.
Sí, estaba enojado consigo mismo por comportarse como la más vilipendiada de sus conquistas. Si ________ vendiese asientos para presenciar esta patética escena, el sótano no tendría capacidad suficiente para albergar a sus ex concubinas y amantes aplaudiendo y vitoreándola. Olivia lo había acusado de ser orgulloso. Puede que lo fuese, pero en ese momento en particular se sentía derrotado. Debería reiniciar su obra, salvo que se había despellejado el dedo índice y había hecho trizas la caja contra la pared. Desearía contarle cosas como que estaba agotado después de una noche de juerga, pero como ella sabía perfectamente que no salía en público, se daría cuenta de que la había estado espiando otra vez, observando cómo ella salía todas las noches con Hanson y su hermana, y con sus amigas. Porque ella no tenía tiempo para él.
— ¿Cómo va la agencia? —preguntó en cambio, soplándose el dedo dolorido.
—Muy bien, gracias a ti. Estamos logrando un éxito asombroso. Recibimos bolsas llenas de pedidos de empleo diariamente. Incluso llegan a nosotras solicitantes que no viven en la ciudad y han oído hablar de nosotras. Hemos contratado un ama de llaves, una mujer dulce llamada Rebecca, quien se mudó a la casa con sus dos hijos pequeños. Contratamos asistentes para que nos ayuden con el trabajo. Y he contactado a las familiares de los que figuraban en los listados que me enviaste —sonrió—. Debía haber pensado en ello. Después de todo soy una de ellas, familiar de una de las bajas del Regimiento 18 de Caballería de Húsares.
—Borré el nombre de Will. No quería que te amargara —movió el dedo. La maldita cosa le dolía como los mil demonios.
Ella se le acercó y le cogió la mano.
—Pobrecito, ¿te lastimaste el dedo? Deberías lavarlo con agua fría. Te calmará el dolor.
No se sentía demasiado agradecido con ella como para apreciar su preocupación; sobre todo porque tenía otros escozores que necesitaba calmar.
—Ya lo hice. No sirvió de nada.
—Pues tengo un remedio mejor —sonriendo, levantó el dedo, se lo llevó a los labios, y lo besó suavemente.
— ¡Por mil demonios!
Gruñendo, alzó la caja que estaba tallando para ella y la arrojó contra la pared. Ya no podía soportar más estar solo, ni un maldito minuto más. Si ella no lo amaba, estaba sentenciado, se volvería completamente loco. Porque ella era la única mujer que deseaba. Maldiciendo profusamente, se dirigió a sumergir en agua fría el dedo que le ardía terriblemente. Phipps apareció en el arco de entrada.
— ¿Qué? —ladró.
—Milord, tiene una visita —movió nerviosamente las cejas—. Una cierta joven margarita...
El corazón le empezó a latir con ritmo enloquecido. Cogió la máscara.
—Hazla pasar.
Un momento después, la luz del sol pareció iluminar el sótano al entrar ________ con su gracioso sombrero y su retículo balanceándose en su brazo. Alta, ágil y esbelta, lucía un vestido de muselina color damasco, de cuello alto y recatado, de la misma tonalidad que sus mejillas. Deseaba comerla viva.
Sólo haciendo gala de un penoso autodominio pudo evitar lanzarse sobre ella, aferraría salvajemente entre sus brazos, y llevarla a la cama antigua que estaba en el otro extremo de la habitación. Ella necesitaba saber que él tenía otras cosas en su vida, además de ella. Los pensamientos que tenía de ________ ocupaban gran parte de ella.
—Hola.
Ella dio un paso hacia delante.
—Estás enojado.
Sí, estaba enojado consigo mismo por comportarse como la más vilipendiada de sus conquistas. Si ________ vendiese asientos para presenciar esta patética escena, el sótano no tendría capacidad suficiente para albergar a sus ex concubinas y amantes aplaudiendo y vitoreándola. Olivia lo había acusado de ser orgulloso. Puede que lo fuese, pero en ese momento en particular se sentía derrotado. Debería reiniciar su obra, salvo que se había despellejado el dedo índice y había hecho trizas la caja contra la pared. Desearía contarle cosas como que estaba agotado después de una noche de juerga, pero como ella sabía perfectamente que no salía en público, se daría cuenta de que la había estado espiando otra vez, observando cómo ella salía todas las noches con Hanson y su hermana, y con sus amigas. Porque ella no tenía tiempo para él.
— ¿Cómo va la agencia? —preguntó en cambio, soplándose el dedo dolorido.
—Muy bien, gracias a ti. Estamos logrando un éxito asombroso. Recibimos bolsas llenas de pedidos de empleo diariamente. Incluso llegan a nosotras solicitantes que no viven en la ciudad y han oído hablar de nosotras. Hemos contratado un ama de llaves, una mujer dulce llamada Rebecca, quien se mudó a la casa con sus dos hijos pequeños. Contratamos asistentes para que nos ayuden con el trabajo. Y he contactado a las familiares de los que figuraban en los listados que me enviaste —sonrió—. Debía haber pensado en ello. Después de todo soy una de ellas, familiar de una de las bajas del Regimiento 18 de Caballería de Húsares.
—Borré el nombre de Will. No quería que te amargara —movió el dedo. La maldita cosa le dolía como los mil demonios.
Ella se le acercó y le cogió la mano.
—Pobrecito, ¿te lastimaste el dedo? Deberías lavarlo con agua fría. Te calmará el dolor.
No se sentía demasiado agradecido con ella como para apreciar su preocupación; sobre todo porque tenía otros escozores que necesitaba calmar.
—Ya lo hice. No sirvió de nada.
—Pues tengo un remedio mejor —sonriendo, levantó el dedo, se lo llevó a los labios, y lo besó suavemente.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
El corazón le dio un brinco, debería estar furioso con su propio corazón por haberle dado tanto poder a ella. Pero él tampoco podía ayudarlo, había intentado no escucharlo, pero siempre volvía a obsesionarlo.
Ladeó la cabeza e inhaló el perfume de su cabello. Dios. Su esencia le obnubilaba el cerebro.
— ¿Me amas?
Lo miró sorprendida.
— ¿Y tú me amas? —le repitió su pregunta—. ¿O me necesitas?
Su réplica ingeniosa lo confundió. ¿Cómo diablos se suponía que debía contestar esa pregunta capciosa? ¿No era amor la necesidad que se siente por otra persona? Maldición. ¡Él no estaba incapacitado para el amor! Amaba a sus padres, ¿no es cierto? Había amado a Will. Deseaba desesperadamente preguntárselo a ella, la experta en la materia, qué maldita diferencia había, pero no era tan tonto como para no saber de antemano que ella interpretaría su pregunta como una excusa burda para justificarse.
—Te necesito mucho —confesó, sintiéndose poco ingenioso.
Su respuesta había sido errónea al juzgar por su mohín de desagrado.
— ¿Por qué debería amar a alguien que me necesita, pero no me ama?
— ¡No he dicho que no te ame, maldita sea! —apartó la mano bruscamente de ella y fue a servirse una saludable dosis de whisky. La mujer estaba decidida a verlo internado en un instituto psiquiátrico—. ¿Quieres un poco de whisky?
—No, gracias. Hay una diferencia entre amor y necesidad, Joe. ¿No lo sabes?
—Explícamelo.
Le echó una extraña mirada.
—Muy bien. Amor significa que uno antepone las necesidades de la persona que ama a las propias.
La miró.
— ¿Estás bromeando, no? ¿Se supone que debo entender una maldita cosa de la explicación tan intrincada que me has dado? —maldiciendo por lo bajo terminó el resto de su bebida.
—No puedo explicarte qué es el amor. Lo sientes, o no lo sientes.
—Y tú ya no lo sientes por mí. Ya no —se sirvió otro vaso. Emborracharse parecía una excelente idea, se preguntaba por qué no se le había ocurrido antes.
El aleteo de sus pestañas fue un signo delator de su desasosiego.
—No entiendo por qué estamos discutiendo esto. ¿Qué problema tienes?
—Tú —apoyó bruscamente el vaso en la mesita auxiliar y se encaminó hacia ella—. Tú... irrumpiste en mi pacífica existencia, trastornaste todo, me subyugaste con tu voz melosa y tus brillantes ojos azules, y tus suaves labios... —al llegar junto a ella, pareció convertirse en un animal depredador. Instintivamente, ella retrocedió alarmada, pero él la acorraló contra la pared.
—Basta. Detente. Me estás asustando —lo amonestó, sintiéndose un tanto intimidada.
—Me sometí a ti para reparar mi conducta en la glorieta, pero nada parece suficiente para ti, ¿no es cierto? —cuando llegó hasta ella, apoyó ambas manos contra la pared enmarcándole el rostro, acorralándola, desafiándola con la mirada—. No descansarás hasta verme a tus pies.
Ladeó la cabeza e inhaló el perfume de su cabello. Dios. Su esencia le obnubilaba el cerebro.
— ¿Me amas?
Lo miró sorprendida.
— ¿Y tú me amas? —le repitió su pregunta—. ¿O me necesitas?
Su réplica ingeniosa lo confundió. ¿Cómo diablos se suponía que debía contestar esa pregunta capciosa? ¿No era amor la necesidad que se siente por otra persona? Maldición. ¡Él no estaba incapacitado para el amor! Amaba a sus padres, ¿no es cierto? Había amado a Will. Deseaba desesperadamente preguntárselo a ella, la experta en la materia, qué maldita diferencia había, pero no era tan tonto como para no saber de antemano que ella interpretaría su pregunta como una excusa burda para justificarse.
—Te necesito mucho —confesó, sintiéndose poco ingenioso.
Su respuesta había sido errónea al juzgar por su mohín de desagrado.
— ¿Por qué debería amar a alguien que me necesita, pero no me ama?
— ¡No he dicho que no te ame, maldita sea! —apartó la mano bruscamente de ella y fue a servirse una saludable dosis de whisky. La mujer estaba decidida a verlo internado en un instituto psiquiátrico—. ¿Quieres un poco de whisky?
—No, gracias. Hay una diferencia entre amor y necesidad, Joe. ¿No lo sabes?
—Explícamelo.
Le echó una extraña mirada.
—Muy bien. Amor significa que uno antepone las necesidades de la persona que ama a las propias.
La miró.
— ¿Estás bromeando, no? ¿Se supone que debo entender una maldita cosa de la explicación tan intrincada que me has dado? —maldiciendo por lo bajo terminó el resto de su bebida.
—No puedo explicarte qué es el amor. Lo sientes, o no lo sientes.
—Y tú ya no lo sientes por mí. Ya no —se sirvió otro vaso. Emborracharse parecía una excelente idea, se preguntaba por qué no se le había ocurrido antes.
El aleteo de sus pestañas fue un signo delator de su desasosiego.
—No entiendo por qué estamos discutiendo esto. ¿Qué problema tienes?
—Tú —apoyó bruscamente el vaso en la mesita auxiliar y se encaminó hacia ella—. Tú... irrumpiste en mi pacífica existencia, trastornaste todo, me subyugaste con tu voz melosa y tus brillantes ojos azules, y tus suaves labios... —al llegar junto a ella, pareció convertirse en un animal depredador. Instintivamente, ella retrocedió alarmada, pero él la acorraló contra la pared.
—Basta. Detente. Me estás asustando —lo amonestó, sintiéndose un tanto intimidada.
—Me sometí a ti para reparar mi conducta en la glorieta, pero nada parece suficiente para ti, ¿no es cierto? —cuando llegó hasta ella, apoyó ambas manos contra la pared enmarcándole el rostro, acorralándola, desafiándola con la mirada—. No descansarás hasta verme a tus pies.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
—Has perdido la razón —le contestó—. Has estado encerrado en este sótano sin aire demasiado tiempo.
—Querías los listados, y te los conseguí. Querías mi opinión sobre la propuesta de reforma de ley, y te la brindé. Necesitabas encontrar otra manera para ayudar a tus mujeres desposeídas, y te la puse en bandeja. Te di todo lo que querías y no te pedí nada a cambio, salvo algo que ambos deseábamos, ¿y qué conseguí? Indiferencia. Frialdad. Absoluto desprecio.
—Nunca he sido fría contigo.
—Tampoco demasiado cálida —observó la mezcla de emociones reflejadas en su rostro en forma de corazón, en el mohín de sus labios, en sus suaves mejillas ufanas, en la impertinente nariz arrugada, en sus ojos azules preocupados, en el ceño levemente fruncido de esas cejas de un rubio oscuro.
Diablos. ¡No quería una disquisición de filosofía aristotélica! Todo lo que deseaba era un maldito beso. Para empezar...
— ¿Estás diciendo que todo lo que hiciste por la obra de caridad... lo hiciste por mí? —preguntó.
—No fue por mí —aunque, sorprendentemente, le había hecho sentirse no sólo recompensado... le había hecho sentirse bien.
—Pensé que realmente te importaba nuestra causa. Dijiste que la razón por la cual habías decidido involucrarte era para recuperarte ayudando a otras personas —se plasmó una expresión de desilusión en su rostro—. ¡No te importan en lo más mínimo esas pobres mujeres, ni sus hijos hambrientos! ¡Lo único que te importa es satisfacer tus propias necesidades!
—Me importa mucho tu causa. Quizás no tengo tu disposición natural para ayudar a todos, todo el tiempo, pero me indicaste el camino correcto, y te ayudé. ¡Pero fracasé al darme cuenta por qué es un crimen hacer algo bueno por alguien a quien quieres complacer!
—Eres igual que todos los demás —luchó por contener las lágrimas—. Sólo eres más hábil en el juego, porque eres más inteligente y decidido... y tienes más dinero.
Exasperado, siseó:
— ¿Todos se han quedado con un cachorro porque tú no podías soportar que fuera arrojado a la calle? ¿Todos abandonaron todo para ayudarte a cumplir los objetivos que te impusiste? ¿Todos se dedican por entero a ayudar a mujeres desposeídas?
—Hiciste todo eso porque necesitabas algo de mí.
—Sí. A ti. ¿Es tan malo eso? ¿Hacer cosas por ti me convierte en un villano?
—No —reconoció quedamente, bajando la mirada—. Pero yo pensé...
—Pensaste que yo era igual que tú —suspiró profundamente—. Desearía serlo. Créeme. Estoy haciendo todo lo que está a mi alcance para ser el hombre que tú deseas, _______ , y haré más, pero necesito que... me guíes —bajó la cabeza y la besó suavemente—. Te deseo a ti, ¿tú no me deseas? —cuando ella levantó el rostro, él le acarició los rasgos de muñeca como si estuviese en trance—. ¿Todos te hacen arder de deseo como yo? —ella apartó la mirada con el rostro arrebatado por el rubor. Esto iba a consumirlo, pero no tenía otra opción. Le apoyó los labios en la oreja y le susurró acariciante—: Aún siento tu sabor. Y quiero saborearte más.
—Basta.
Gracias, Lucifer, le había hecho mella. No había sido muy sutil, pero jamás podía serlo con nada que se refiriera a ella. Decidió ser implacable.
— ¿Te tocas a ti misma como yo te he tocado, por la noche, sola en tu cama? Yo lo hago a veces cuando me resulta insoportable el deseo, y pienso en ti. Imagino tus dulces labios, tus senos turgentes en las palmas de mis manos, tu grácil cuerpo desnudo recibiéndome complaciente, y así puedo lograr liberarme. No como me gustaría, dentro de ti, con tu cuerpo húmedo y enardecido por mí, clavándome las uñas en la espalda, mi leona —le besó el cuello, la sangre le fluía caliente por la venas, cada pulgada de su cuerpo ardía por ella. Cuando ella gimió, clavándole los dedos en la cintura, sintió el deseo de poseerla ahí mismo, contra la pared.
—Querías los listados, y te los conseguí. Querías mi opinión sobre la propuesta de reforma de ley, y te la brindé. Necesitabas encontrar otra manera para ayudar a tus mujeres desposeídas, y te la puse en bandeja. Te di todo lo que querías y no te pedí nada a cambio, salvo algo que ambos deseábamos, ¿y qué conseguí? Indiferencia. Frialdad. Absoluto desprecio.
—Nunca he sido fría contigo.
—Tampoco demasiado cálida —observó la mezcla de emociones reflejadas en su rostro en forma de corazón, en el mohín de sus labios, en sus suaves mejillas ufanas, en la impertinente nariz arrugada, en sus ojos azules preocupados, en el ceño levemente fruncido de esas cejas de un rubio oscuro.
Diablos. ¡No quería una disquisición de filosofía aristotélica! Todo lo que deseaba era un maldito beso. Para empezar...
— ¿Estás diciendo que todo lo que hiciste por la obra de caridad... lo hiciste por mí? —preguntó.
—No fue por mí —aunque, sorprendentemente, le había hecho sentirse no sólo recompensado... le había hecho sentirse bien.
—Pensé que realmente te importaba nuestra causa. Dijiste que la razón por la cual habías decidido involucrarte era para recuperarte ayudando a otras personas —se plasmó una expresión de desilusión en su rostro—. ¡No te importan en lo más mínimo esas pobres mujeres, ni sus hijos hambrientos! ¡Lo único que te importa es satisfacer tus propias necesidades!
—Me importa mucho tu causa. Quizás no tengo tu disposición natural para ayudar a todos, todo el tiempo, pero me indicaste el camino correcto, y te ayudé. ¡Pero fracasé al darme cuenta por qué es un crimen hacer algo bueno por alguien a quien quieres complacer!
—Eres igual que todos los demás —luchó por contener las lágrimas—. Sólo eres más hábil en el juego, porque eres más inteligente y decidido... y tienes más dinero.
Exasperado, siseó:
— ¿Todos se han quedado con un cachorro porque tú no podías soportar que fuera arrojado a la calle? ¿Todos abandonaron todo para ayudarte a cumplir los objetivos que te impusiste? ¿Todos se dedican por entero a ayudar a mujeres desposeídas?
—Hiciste todo eso porque necesitabas algo de mí.
—Sí. A ti. ¿Es tan malo eso? ¿Hacer cosas por ti me convierte en un villano?
—No —reconoció quedamente, bajando la mirada—. Pero yo pensé...
—Pensaste que yo era igual que tú —suspiró profundamente—. Desearía serlo. Créeme. Estoy haciendo todo lo que está a mi alcance para ser el hombre que tú deseas, _______ , y haré más, pero necesito que... me guíes —bajó la cabeza y la besó suavemente—. Te deseo a ti, ¿tú no me deseas? —cuando ella levantó el rostro, él le acarició los rasgos de muñeca como si estuviese en trance—. ¿Todos te hacen arder de deseo como yo? —ella apartó la mirada con el rostro arrebatado por el rubor. Esto iba a consumirlo, pero no tenía otra opción. Le apoyó los labios en la oreja y le susurró acariciante—: Aún siento tu sabor. Y quiero saborearte más.
—Basta.
Gracias, Lucifer, le había hecho mella. No había sido muy sutil, pero jamás podía serlo con nada que se refiriera a ella. Decidió ser implacable.
— ¿Te tocas a ti misma como yo te he tocado, por la noche, sola en tu cama? Yo lo hago a veces cuando me resulta insoportable el deseo, y pienso en ti. Imagino tus dulces labios, tus senos turgentes en las palmas de mis manos, tu grácil cuerpo desnudo recibiéndome complaciente, y así puedo lograr liberarme. No como me gustaría, dentro de ti, con tu cuerpo húmedo y enardecido por mí, clavándome las uñas en la espalda, mi leona —le besó el cuello, la sangre le fluía caliente por la venas, cada pulgada de su cuerpo ardía por ella. Cuando ella gimió, clavándole los dedos en la cintura, sintió el deseo de poseerla ahí mismo, contra la pared.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
La voz femenina se escuchó como un largo quejido:
— ¿Harías algo por mí? ¿Sólo por mí?
En su estado, aceptaría cualquier cosa. Sólo rogó porque ella no lo enviara al infierno.
—Te escucho —levantó la cabeza y se encontró con un sobre—. ¿Qué es esto? —si era una invitación para su próxima boda con Hanson, ella jamás podría dejar su casa. Cogió el sobre y extrajo una tarjeta adornada con máscaras venecianas de color negro y dorado.
—Daremos un baile el viernes para celebrar la inauguración de nuestra agencia. Esperamos reunir fondos y reconocimiento de la aristocracia. Vine a invitarte personalmente.
Se percató que su nombre figuraba después de la frase: «patrocinado por».
—Lo pensaré.
—Es un baile de disfraces. Todos usarán máscaras, no sólo tú —lo miró a los ojos—. Quiero que concurras, Joe. Por mí. ¿Lo harás, por mí?
Era la primera vez que le pedía algo para ella y no para la obra de caridad, o para ayudar a alguna otra pobre criatura. Si se negaba, dudaba que le pidiera que hiciera otra cosa por ella.
Ella deslizó las manos que tenía apoyadas en su pecho, y se las pasó alrededor del cuello.
—Por favor, asiste a mi baile, querido. Eres la única persona que querría ver, y con quien desearía bailar —lo cogió de sorpresa cuando se puso de puntillas y lo besó suave y profundamente, poniendo todo su corazón y su alma en ese beso. Cuando ella hacía algo así, él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa—. Realmente, te deseo —murmuró ella cubriéndolo de besos lentos—. Incluso cuando me invaden unas terribles ganas de estrangularte, hombre misterioso... maravilloso —lo abrazó... solamente lo abrazó, y pudo sentir los latidos de su corazón contra su pecho.
—_______.
La abrazó con fuerza, y sintió que el frío que anidaba en lo más recóndito de su corazón desaparecía con su calidez de mujer, haciéndole evocar recuerdos y sentimientos hacía mucho tiempo olvidados. Nunca lo habían abrazado así desde que tenía cuatro años. Y a pesar de ser tan menuda y frágil, la fuerza de su espíritu lo sobrecogió. Jamás podría dejarla ir, aunque ella lo desdeñara, se burlara de él y sintiera arcadas al ver su rostro, porque jamás podría sobrevivir sin ella.
—Antes de que lo olvide... —se apartó de su abrazo, para su consternación, y extrajo una caja pequeña de su retículo. Estaba bellamente envuelta como regalo, y anudada con un lazo azul—. Esto es para ti.
— ¿Qué es?
—Ábrela para verlo por ti mismo —le sonrió extendiéndole la caja apoyada en la palma de la mano.
Le quitó el papel, el lazo... y se le cortó la respiración.
—Es un reloj de bolsillo.
—Lo sé. Sin duda debes tener una gran cantidad de ellos, pero... lo vi. en una tienda en Bond Street y... no pude resistirme —le brindó una tímida sonrisa—. Mira en la parte de atrás. Tiene algo grabado.
Se sintió... débil.
— ¿Harías algo por mí? ¿Sólo por mí?
En su estado, aceptaría cualquier cosa. Sólo rogó porque ella no lo enviara al infierno.
—Te escucho —levantó la cabeza y se encontró con un sobre—. ¿Qué es esto? —si era una invitación para su próxima boda con Hanson, ella jamás podría dejar su casa. Cogió el sobre y extrajo una tarjeta adornada con máscaras venecianas de color negro y dorado.
—Daremos un baile el viernes para celebrar la inauguración de nuestra agencia. Esperamos reunir fondos y reconocimiento de la aristocracia. Vine a invitarte personalmente.
Se percató que su nombre figuraba después de la frase: «patrocinado por».
—Lo pensaré.
—Es un baile de disfraces. Todos usarán máscaras, no sólo tú —lo miró a los ojos—. Quiero que concurras, Joe. Por mí. ¿Lo harás, por mí?
Era la primera vez que le pedía algo para ella y no para la obra de caridad, o para ayudar a alguna otra pobre criatura. Si se negaba, dudaba que le pidiera que hiciera otra cosa por ella.
Ella deslizó las manos que tenía apoyadas en su pecho, y se las pasó alrededor del cuello.
—Por favor, asiste a mi baile, querido. Eres la única persona que querría ver, y con quien desearía bailar —lo cogió de sorpresa cuando se puso de puntillas y lo besó suave y profundamente, poniendo todo su corazón y su alma en ese beso. Cuando ella hacía algo así, él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa—. Realmente, te deseo —murmuró ella cubriéndolo de besos lentos—. Incluso cuando me invaden unas terribles ganas de estrangularte, hombre misterioso... maravilloso —lo abrazó... solamente lo abrazó, y pudo sentir los latidos de su corazón contra su pecho.
—_______.
La abrazó con fuerza, y sintió que el frío que anidaba en lo más recóndito de su corazón desaparecía con su calidez de mujer, haciéndole evocar recuerdos y sentimientos hacía mucho tiempo olvidados. Nunca lo habían abrazado así desde que tenía cuatro años. Y a pesar de ser tan menuda y frágil, la fuerza de su espíritu lo sobrecogió. Jamás podría dejarla ir, aunque ella lo desdeñara, se burlara de él y sintiera arcadas al ver su rostro, porque jamás podría sobrevivir sin ella.
—Antes de que lo olvide... —se apartó de su abrazo, para su consternación, y extrajo una caja pequeña de su retículo. Estaba bellamente envuelta como regalo, y anudada con un lazo azul—. Esto es para ti.
— ¿Qué es?
—Ábrela para verlo por ti mismo —le sonrió extendiéndole la caja apoyada en la palma de la mano.
Le quitó el papel, el lazo... y se le cortó la respiración.
—Es un reloj de bolsillo.
—Lo sé. Sin duda debes tener una gran cantidad de ellos, pero... lo vi. en una tienda en Bond Street y... no pude resistirme —le brindó una tímida sonrisa—. Mira en la parte de atrás. Tiene algo grabado.
Se sintió... débil.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
— ¿Me compraste un regalo? ¿Por qué? —Se encogió de hombros, sonrojándose.
— ¿Por qué hiciste para mí la caja con el león?
—_______, si esto es por el edificio para la agencia... —balbuceó torpemente.
Se sonrojó más aún.
—Te compré este regalo, bueno... porque me gustas, tonto. ¿Tengo que tener una razón en particular?
Con manos no muy firmes y el pulso acelerado, miró reverentemente el brillante reloj de oro con cadena, revisando la parte de atrás donde encontró el blasón de su familia, un león bellamente grabado en oro blanco, junto con una inscripción que decía: «Para P. J. Lancaster. Coeur de Lion. Con afecto, _______». Contuvo la respiración entrecortada.
—No sé qué decirte. Es hermoso. Lo guardaré con gran estima. Gracias.
Se mordió el labio para esconder la sonrisa, y los ojos brillantes.
— ¿No te importa el francés?
—Corazón de león. No, no me importa el francés —tragó con dificultad—. ¿Es lo que piensas de mí?
Asintió con los ojos. Precipitadamente, le aseguró:
—No es un soborno y no tiene nada que ver con la invitación al baile...
—Si dices una sola palabra más comenzaré a llorar —la silenció con un beso, escondiendo cuan profundamente lo había emocionado. El último regalo que había recibido en su vida había sido de sus padres. Ella estaba destruyéndolo.
—Ahora guárdalo, porque no he terminado la discusión sobre el baile.
Emocionado por su dulce gesto, guardó el reloj en la caja, y la apoyó sobre la mesa de vinos. Volvió a su lado con el corazón palpitándole con fuerza.
— ¿Sí, Su Majestad?
Ella le enlazó el cuello y le hizo bajar la cabeza para darle un suave y prolongado beso. La turgente calidez de sus labios, la aterciopelada caricia de su lengua lo dejaron completamente fascinado. Eso era algo distintivo en _______... sus besos, besos que le absorbían el alma y lo convertían en un redomado *******.
—Un gesto de buena fe, es lo único que pido —le susurró—. Piénsalo.
Si tan sólo supiese lo que le estaba pidiendo... ¿pero qué podía decirle? ¿Cómo podía decirle que el tormento por las atrocidades que había cometido lo perseguían a todas partes? Que él era un fantasma viviente de todos los miles que habían sido mutilados en el campo de batalla. Que no servía para reinsertarse en la sociedad. Solamente lo instaría a hacerlo con más afán, ansiosa de sanar sus tormentos y de hacer de él un hombre nuevo. Quizás realmente lo quisiese, pero había dispuesto un vía crucis para él en su afán de hacerlo merecedor de su incondicional, desinhibido e inalterable amor, y él no estaba seguro de poder soportarlo.
— ¿Por qué hiciste para mí la caja con el león?
—_______, si esto es por el edificio para la agencia... —balbuceó torpemente.
Se sonrojó más aún.
—Te compré este regalo, bueno... porque me gustas, tonto. ¿Tengo que tener una razón en particular?
Con manos no muy firmes y el pulso acelerado, miró reverentemente el brillante reloj de oro con cadena, revisando la parte de atrás donde encontró el blasón de su familia, un león bellamente grabado en oro blanco, junto con una inscripción que decía: «Para P. J. Lancaster. Coeur de Lion. Con afecto, _______». Contuvo la respiración entrecortada.
—No sé qué decirte. Es hermoso. Lo guardaré con gran estima. Gracias.
Se mordió el labio para esconder la sonrisa, y los ojos brillantes.
— ¿No te importa el francés?
—Corazón de león. No, no me importa el francés —tragó con dificultad—. ¿Es lo que piensas de mí?
Asintió con los ojos. Precipitadamente, le aseguró:
—No es un soborno y no tiene nada que ver con la invitación al baile...
—Si dices una sola palabra más comenzaré a llorar —la silenció con un beso, escondiendo cuan profundamente lo había emocionado. El último regalo que había recibido en su vida había sido de sus padres. Ella estaba destruyéndolo.
—Ahora guárdalo, porque no he terminado la discusión sobre el baile.
Emocionado por su dulce gesto, guardó el reloj en la caja, y la apoyó sobre la mesa de vinos. Volvió a su lado con el corazón palpitándole con fuerza.
— ¿Sí, Su Majestad?
Ella le enlazó el cuello y le hizo bajar la cabeza para darle un suave y prolongado beso. La turgente calidez de sus labios, la aterciopelada caricia de su lengua lo dejaron completamente fascinado. Eso era algo distintivo en _______... sus besos, besos que le absorbían el alma y lo convertían en un redomado *******.
—Un gesto de buena fe, es lo único que pido —le susurró—. Piénsalo.
Si tan sólo supiese lo que le estaba pidiendo... ¿pero qué podía decirle? ¿Cómo podía decirle que el tormento por las atrocidades que había cometido lo perseguían a todas partes? Que él era un fantasma viviente de todos los miles que habían sido mutilados en el campo de batalla. Que no servía para reinsertarse en la sociedad. Solamente lo instaría a hacerlo con más afán, ansiosa de sanar sus tormentos y de hacer de él un hombre nuevo. Quizás realmente lo quisiese, pero había dispuesto un vía crucis para él en su afán de hacerlo merecedor de su incondicional, desinhibido e inalterable amor, y él no estaba seguro de poder soportarlo.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
CAPÍTULO 19
OBERÓN: en mala hora os encuentro a la luz de la luna,
orgullosa Titania.
TITANIA: ¿y bien, celoso Oberón? Duende, aléjate de aquí.
He renegado de su lecho y su sociedad.
OBERÓN: poco a poco, jactanciosa. ¿No soy tu señor?
Sueño de una noche de verano, Shakespeare.
— ¡Qué espléndida reunión! —disfrazada como un ave del paraíso con un vestido de fiesta de seda azul con coloridas plumas y una máscara haciendo juego, Sophie se estremecía deleitada al escrutar el atestado salón opulentamente decorado—. Me preocupaba que la lluvia hiciera que todos permanecieran en sus hogares, pero al parecer, todos los pares del reino están presentes en la velada, y los que no lo son, también. Nuestra fiesta es un éxito, si me permitís que os lo diga.
—Me han comentado que Prinny está en camino —susurró Iris con igual entusiasmo, glamurosa en su disfraz celta de seda verde esmeralda—. ¡Oh! Y puedo ver a la duquesa de Devonshire devorando bombones de chocolate junto a la mesa de refrigerios. Esa es siempre una buena señal.
—Todos parecen estar pasándolo de maravillas — acotó _______.
«Todos excepto ella». Suspiró tristemente, al tiempo que las parejas enmascaradas giraban a su alrededor al compás de una danza de parejas en hileras. Como anfitriona, tenía la prerrogativa de declinar invitaciones a bailar sin que nadie se ofendiese. Por tanto, permaneció de pie junto a la pista de baile, deseando estar en otra parte, y con otra persona. Lamentablemente, ya había usado todos sus ases: mantenerse alejada de su casa, rogarle que acudiese a su fiesta, permitir que esa semana John y Olivia la acompañaran a cada una de las veladas, a sabiendas de que Joe merodeaba en las sombras fuera de su casa... Aun así, nada parecía perturbarlo. Por el contrario, parecía más afianzado que nunca en su posición, refugiándose detrás de la máscara. ¿Qué otra cosa podía hacer ella?
Sus maquinaciones no la conducían a ningún fin provechoso, tenía sólo dos cartas por jugar: desenmascararlo cuando menos lo esperase, o pasar la noche con él. Pero no quería echar mano a ninguna de ellas. El recurrir a medidas desesperadas bien podría costarle la separación del hombre al que amaba, la reputación, la agencia e incluso, la libertad. Estaba perdiendo el maldito juego.
Aunque le había demostrado que no podía esperar que ella resultase una presa fácil, el coronel Lord Joseph, el brillante estratega, estaba tomándose su tiempo, a la espera de que la fruta madura cayese en sus manos. Eso estaría muy bien y estaría en lo correcto salvo por el hecho de que la decisión final sobre su futuro no estaba en manos de ella. John ya no intentaba conquistar otras mujeres, había centrado toda su atención en ella y, como resultado, su madre y su hermano aguardaban una inminente propuesta de matrimonio.
—Todos se han colocado una máscara y han venido a echarle un vistazo a nuestro patrocinador —comentó Iris—. Hasta Chilton se encuentra aquí, en algún sitio.
—Tu esposo, al igual que el resto de los presentes, se verá penosamente decepcionado esta velada, puesto que él no vendrá —dijo _______. Después de haber escudriñado la multitud durante dos horas buscando a un hombre enmascarado en particular, estaba mal que decepcionada. Se sentía completamente desdichada.
— ¿Quién no vendrá? —dijo alguien en voz baja junto a ella.
OBERÓN: en mala hora os encuentro a la luz de la luna,
orgullosa Titania.
TITANIA: ¿y bien, celoso Oberón? Duende, aléjate de aquí.
He renegado de su lecho y su sociedad.
OBERÓN: poco a poco, jactanciosa. ¿No soy tu señor?
Sueño de una noche de verano, Shakespeare.
— ¡Qué espléndida reunión! —disfrazada como un ave del paraíso con un vestido de fiesta de seda azul con coloridas plumas y una máscara haciendo juego, Sophie se estremecía deleitada al escrutar el atestado salón opulentamente decorado—. Me preocupaba que la lluvia hiciera que todos permanecieran en sus hogares, pero al parecer, todos los pares del reino están presentes en la velada, y los que no lo son, también. Nuestra fiesta es un éxito, si me permitís que os lo diga.
—Me han comentado que Prinny está en camino —susurró Iris con igual entusiasmo, glamurosa en su disfraz celta de seda verde esmeralda—. ¡Oh! Y puedo ver a la duquesa de Devonshire devorando bombones de chocolate junto a la mesa de refrigerios. Esa es siempre una buena señal.
—Todos parecen estar pasándolo de maravillas — acotó _______.
«Todos excepto ella». Suspiró tristemente, al tiempo que las parejas enmascaradas giraban a su alrededor al compás de una danza de parejas en hileras. Como anfitriona, tenía la prerrogativa de declinar invitaciones a bailar sin que nadie se ofendiese. Por tanto, permaneció de pie junto a la pista de baile, deseando estar en otra parte, y con otra persona. Lamentablemente, ya había usado todos sus ases: mantenerse alejada de su casa, rogarle que acudiese a su fiesta, permitir que esa semana John y Olivia la acompañaran a cada una de las veladas, a sabiendas de que Joe merodeaba en las sombras fuera de su casa... Aun así, nada parecía perturbarlo. Por el contrario, parecía más afianzado que nunca en su posición, refugiándose detrás de la máscara. ¿Qué otra cosa podía hacer ella?
Sus maquinaciones no la conducían a ningún fin provechoso, tenía sólo dos cartas por jugar: desenmascararlo cuando menos lo esperase, o pasar la noche con él. Pero no quería echar mano a ninguna de ellas. El recurrir a medidas desesperadas bien podría costarle la separación del hombre al que amaba, la reputación, la agencia e incluso, la libertad. Estaba perdiendo el maldito juego.
Aunque le había demostrado que no podía esperar que ella resultase una presa fácil, el coronel Lord Joseph, el brillante estratega, estaba tomándose su tiempo, a la espera de que la fruta madura cayese en sus manos. Eso estaría muy bien y estaría en lo correcto salvo por el hecho de que la decisión final sobre su futuro no estaba en manos de ella. John ya no intentaba conquistar otras mujeres, había centrado toda su atención en ella y, como resultado, su madre y su hermano aguardaban una inminente propuesta de matrimonio.
—Todos se han colocado una máscara y han venido a echarle un vistazo a nuestro patrocinador —comentó Iris—. Hasta Chilton se encuentra aquí, en algún sitio.
—Tu esposo, al igual que el resto de los presentes, se verá penosamente decepcionado esta velada, puesto que él no vendrá —dijo _______. Después de haber escudriñado la multitud durante dos horas buscando a un hombre enmascarado en particular, estaba mal que decepcionada. Se sentía completamente desdichada.
— ¿Quién no vendrá? —dijo alguien en voz baja junto a ella.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
_______ se sobresaltó, pero reconoció la voz de Ryan Macalister aun sin ver su alta figura de cabello castaño rojizo. Iris alcanzó a reconocerla incluso antes que ella y se excusó de inmediato. Sophie le dispensó una mirada que le advirtió a _______ que sería considerada una traidora por relacionarse con el enemigo y huyó tras su amiga. _______ permaneció inmóvil.
El soldado enmascarado la cogió de la mano e hizo una reverencia.
—Bottom, a vuestro servicio, Su Majestad.
— ¿Cómo lo supo? —ella sonrió detrás de su máscara de colores pastel cubierta con polvo plateado.
— ¿Qué? ¿Que usted es Titania, la reina de las hadas?
Se percató de cómo la examinaban sus curiosos ojos celestes a través de las rendijas de la máscara que le cubría la mitad del rostro. La observó detenidamente: las zapatillas plateadas, el vestido de variados colores de gasa que iban desde el amarillo brillante al rosa y al celeste, deteniéndose particularmente en los senos que el corsé plateado dejaban generosamente al descubierto, más de lo usual. Su mirada le recorrió lentamente todo el cuerpo hasta llegar finalmente a sus acicalados rizos que caían como cascada desde una diminuta tiara de plata. Era una pena que no fuese el causante de la elección de ese disfraz tan sugestivo.
—Era una apuesta segura. Más segura que sugerir que estaba disfrazada de...
— ¿De qué? Le ruego que me lo diga —lo instó desafiantemente.
—A riesgo de que me golpee los nudillos con el abanico, mi otra opción habría sido una cremosa millefeille, un pastel de hojaldre de mil capas delgadas como el papel, con sabroso y dulce...
—¡Que vergüenza, mayor!—le deslizó suavemente el abanico por los nudillos sin poder ocultar una sonrisa—. ¡Comparar a una dama con un pastel! ¿En qué lo convierte eso a usted?
—No en un francés, espero.
—Los franceses perdieron la guerra, mayor, y usted está a punto de perder la suya.
El se le acercó.
— ¿Rechazó mi carta?
—No —le respondió ella en un susurro—, pero usted ha cometido un grave error.
— ¿Por qué? ¿A qué se refiere? —le preguntó alarmado.
—En primer lugar, debió haberse acercado a ella primero, no a mí, y aprovechando la multitud enmascarada, mantener un téte-á-téte en privado pero, desacertadamente, la ha alertado de su presencia. Ahora ella hará lo imposible por evitarlo el resto de la velada.
—Tiene usted razón, soy un idiiota —se pasó la mano por el cabello, desordenándolo—. Es sólo que ella me dejó sin aliento al verla con ese vestido verde esmeralda. Me puso nervioso —admitió tristemente.
Por desgracia, _______ no tenía ningún consejo para darle. Incluso aunque Iris lo perdonase, nunca estarían juntos, al igual que —según había comenzado a temerlo— tampoco lo estarían Joe y ella.
El soldado enmascarado la cogió de la mano e hizo una reverencia.
—Bottom, a vuestro servicio, Su Majestad.
— ¿Cómo lo supo? —ella sonrió detrás de su máscara de colores pastel cubierta con polvo plateado.
— ¿Qué? ¿Que usted es Titania, la reina de las hadas?
Se percató de cómo la examinaban sus curiosos ojos celestes a través de las rendijas de la máscara que le cubría la mitad del rostro. La observó detenidamente: las zapatillas plateadas, el vestido de variados colores de gasa que iban desde el amarillo brillante al rosa y al celeste, deteniéndose particularmente en los senos que el corsé plateado dejaban generosamente al descubierto, más de lo usual. Su mirada le recorrió lentamente todo el cuerpo hasta llegar finalmente a sus acicalados rizos que caían como cascada desde una diminuta tiara de plata. Era una pena que no fuese el causante de la elección de ese disfraz tan sugestivo.
—Era una apuesta segura. Más segura que sugerir que estaba disfrazada de...
— ¿De qué? Le ruego que me lo diga —lo instó desafiantemente.
—A riesgo de que me golpee los nudillos con el abanico, mi otra opción habría sido una cremosa millefeille, un pastel de hojaldre de mil capas delgadas como el papel, con sabroso y dulce...
—¡Que vergüenza, mayor!—le deslizó suavemente el abanico por los nudillos sin poder ocultar una sonrisa—. ¡Comparar a una dama con un pastel! ¿En qué lo convierte eso a usted?
—No en un francés, espero.
—Los franceses perdieron la guerra, mayor, y usted está a punto de perder la suya.
El se le acercó.
— ¿Rechazó mi carta?
—No —le respondió ella en un susurro—, pero usted ha cometido un grave error.
— ¿Por qué? ¿A qué se refiere? —le preguntó alarmado.
—En primer lugar, debió haberse acercado a ella primero, no a mí, y aprovechando la multitud enmascarada, mantener un téte-á-téte en privado pero, desacertadamente, la ha alertado de su presencia. Ahora ella hará lo imposible por evitarlo el resto de la velada.
—Tiene usted razón, soy un idiiota —se pasó la mano por el cabello, desordenándolo—. Es sólo que ella me dejó sin aliento al verla con ese vestido verde esmeralda. Me puso nervioso —admitió tristemente.
Por desgracia, _______ no tenía ningún consejo para darle. Incluso aunque Iris lo perdonase, nunca estarían juntos, al igual que —según había comenzado a temerlo— tampoco lo estarían Joe y ella.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
Haga lo que haga, por favor, tenga en cuenta que su esposo está presente. No le cause problemas. Chilton es del tipo celoso. Si lo ve con ella, Iris será la que pague las consecuencias.
Ryan apretó la mandíbula, la ira y el dolor le oscurecieron los ojos.
—Desearía poder abalanzarme y rescatarla de ese ogro, pero no puedo hacerlo. Ni tampoco creo que ella me lo permitiera, aunque lo intentase.
— ¡_______! —el grito de su madre casi la dejó sorda. Lady Hyacinth la cogió del brazo y acercó los labios a la oreja de _______—. John está buscándote, y me he enterado de buena fuente que se te declarará esta noche. ¡Oh, querida! ¡Apenas puedo contener las lágrimas! —aspiró ruidosa y dramáticamente.
—Tampoco yo —_______ terminó su copa de champaña y se la entregó a un sirviente que pasaba junto a ella. La buena fuente de su madre era indudablemente lady Fanny, la madre de John, lo que significaba que la propuesta era verdaderamente inminente. No ansiaba enfrentar el consiguiente reproche en su casa, cuando le informase a su familia que prefería ingresar a un convento antes que casarse con John «Handsome», quien no le despertaba emoción alguna. Ryan aún se hallaba de pie a su lado —Madre, él es el mayor Macalister. Prestó servicio con Will en el Regimiento 18 de Húsares. Mayor, ella es mi madre viuda, lady Stilgoe.
Su madre extendió la mano para saludar a Ryan, mostrándose poco complacida de que se hallase con su hija estando ella próxima a casarse. En cuanto su madre se alejó, _______ se giró hacia Ryan para disculparse, pero él tenía la vista fija en una máscara de color rubí que se dirigía hacia ellos. Sally Jersey. La orquesta comenzó a tocar un vals.
—Baile conmigo —le murmuró suplicante, deslizando la mano enguantada de ella alrededor de su brazo. _______ le permitió escoltarla hasta la pista de baile, agradecida por la distracción. John, persiguiéndola con un anillo en el bolsillo, le había despertado un repentino interés por la danza. Quedó frente a Ryan en la pista de baile—. Formamos una bonita pareja —él sonrió tristemente, al tiempo que le cogía la mano—. Me pregunto si alguno de los dos conseguirá un final feliz. No le permitirán rechazarlo, ¿no es verdad?
Obviamente había oído el mensaje que su madre le había susurrado sin disimulo.
—No, no lo harán, pero me enfrentaré a ambos con uñas y dientes si es necesario. No me convertiré en la esposa de un hombre a quien no amo.
Él curvó la mano alrededor de su cintura. La curiosidad le centellaba en los ojos.
— ¿A quien ama, mi resplandeciente Titania?
Una gran mano enguantada se posó sobre el hombro de Ryan.
—Hágase a un lado, Macalister —le indicó una voz de barítono—. Este vals es mío
Ryan apretó la mandíbula, la ira y el dolor le oscurecieron los ojos.
—Desearía poder abalanzarme y rescatarla de ese ogro, pero no puedo hacerlo. Ni tampoco creo que ella me lo permitiera, aunque lo intentase.
— ¡_______! —el grito de su madre casi la dejó sorda. Lady Hyacinth la cogió del brazo y acercó los labios a la oreja de _______—. John está buscándote, y me he enterado de buena fuente que se te declarará esta noche. ¡Oh, querida! ¡Apenas puedo contener las lágrimas! —aspiró ruidosa y dramáticamente.
—Tampoco yo —_______ terminó su copa de champaña y se la entregó a un sirviente que pasaba junto a ella. La buena fuente de su madre era indudablemente lady Fanny, la madre de John, lo que significaba que la propuesta era verdaderamente inminente. No ansiaba enfrentar el consiguiente reproche en su casa, cuando le informase a su familia que prefería ingresar a un convento antes que casarse con John «Handsome», quien no le despertaba emoción alguna. Ryan aún se hallaba de pie a su lado —Madre, él es el mayor Macalister. Prestó servicio con Will en el Regimiento 18 de Húsares. Mayor, ella es mi madre viuda, lady Stilgoe.
Su madre extendió la mano para saludar a Ryan, mostrándose poco complacida de que se hallase con su hija estando ella próxima a casarse. En cuanto su madre se alejó, _______ se giró hacia Ryan para disculparse, pero él tenía la vista fija en una máscara de color rubí que se dirigía hacia ellos. Sally Jersey. La orquesta comenzó a tocar un vals.
—Baile conmigo —le murmuró suplicante, deslizando la mano enguantada de ella alrededor de su brazo. _______ le permitió escoltarla hasta la pista de baile, agradecida por la distracción. John, persiguiéndola con un anillo en el bolsillo, le había despertado un repentino interés por la danza. Quedó frente a Ryan en la pista de baile—. Formamos una bonita pareja —él sonrió tristemente, al tiempo que le cogía la mano—. Me pregunto si alguno de los dos conseguirá un final feliz. No le permitirán rechazarlo, ¿no es verdad?
Obviamente había oído el mensaje que su madre le había susurrado sin disimulo.
—No, no lo harán, pero me enfrentaré a ambos con uñas y dientes si es necesario. No me convertiré en la esposa de un hombre a quien no amo.
Él curvó la mano alrededor de su cintura. La curiosidad le centellaba en los ojos.
— ¿A quien ama, mi resplandeciente Titania?
Una gran mano enguantada se posó sobre el hombro de Ryan.
—Hágase a un lado, Macalister —le indicó una voz de barítono—. Este vals es mío
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
_____ sintió que el pulso se le aceleraba frenéticamente.
— ¿Quién demonios...? —Ryan giró la cabeza y quedó boquiabierto. Adoptó la postura de atención inmediatamente—. Coronel Joseph —soltó a _______ y sonrió al tiempo que le ofrecía la mano.
—Sólo Joe.
Al extenderle la mano a Ryan, la mirada de color verde esmeralda de Joe se dirigió hacia _______. Estaba vestido completamente de negro. Su oscuro cabello largo, que ya no estaba a la moda, brillaba a la luz de los candelabros. Ella sintió el calor correrle por debajo de la piel. El mensaje en los ojos de él era claro y nítido: «Tanto así te deseo».
Ryan observó a uno y a otro con mirada curiosa e hizo una reverencia despidiéndose.
—Cuando sienta la necesidad de compartir una copa mientras escucha viejas historias de guerra, dé una vuelta por el Old Captains' Club.
Los blancos dientes de Joe brillaron detrás de la máscara negra.
—Gracias.
Ni bien Ryan se retiró, Joe dio un paso para situarse frente a ella y le rodeó la cintura con la mano. Ella contuvo el aliento. Le cogió la mano que le ofrecía y se le unió con un susurro de faldas alrededor de la atestada pista de baile.
Con la gracia de una pantera negra, él la condujo entre parejas coloridamente ataviadas; su refulgente mirada atrapó la suya y la dominó con su intensidad. Ella deseó agradecerle el haber venido, pero no pudo proferir palabra. Podría haber imaginado que se hallaba flotando en un sueño de no ser por los latidos del corazón que le retumbaban en los oídos. Él la había hechizado. El disfraz de asaltante de caminos le destacaba los esbeltos y anchos hombros, haciéndolo verse... letalmente deseable.Joe se hizo eco de su silencio, interpretando su debilidad física. Era una situación de lo más extraña. Después de haberse encontrado a escondidas con él, en lugares oscuros u ocultos, en ese momento, rodeada por toda esa gente, ella prácticamente se desvanecía de deseo por él.
Él se inclinó un tanto más hacia ella y le mordisqueó el lóbulo de la oreja con los labios.
—Yo también.
Ella sintió que le flaqueaban las rodillas.
—El balcón.
—Guíame.
Con la mirada le señaló las puertas que conducían al balcón, e instantáneamente, él dirigió el desplazamiento del vals en esa dirección. Llegaron al final de la pista y Joe abrió las puertas empujándolas con el codo. La arrastró con él y cerró las puertas con el pie. En el aire flotaba el fresco aroma de la lluvia reciente; las gotas resonaban en el desagüe. La abrazó con más fuerza cuando ella le rodeó el cuello con los brazos. Con voz profunda ella le preguntó:
— ¿Por qué aceptaste mi invitación?
— ¿En realidad necesitas saberlo? —le dio un beso profundo tan embriagador como el brandy. Con un suspiro de placer, ella le entrelazó los dedos en el cabello y lo atrajo hacia sí, haciendo el beso más intenso. Él la besó profundamente con el instinto de un amante, quitándole las pocas fuerzas que le quedaban, haciéndole bullir la sangre. Las máscaras se rozaban mientras él la besaba una y otra vez, fundiendo los cuerpos. Ella no podía tolerarlo, unidos en apretado abrazo, el anhelo, las capas de ropa que separaban los ardientes cuerpos, las barreras... Ella se quitó la máscara y, sin siquiera pensarlo, apartó la de él también.
Joe se paralizó por un brevísimo instante... y apartó brutalmente su boca de la de ella, retrocediendo torpemente. Conmocionada por lo que acababa de hacer, _______ se armó de valor y después entreabrió los ojos y lo miró. Él estaba envuelto en las sombras cubriéndose el rostro con ambas manos. Entre la separación de los dedos, los ojos le centellaban llenos de furia por sentirse profundamente traicionado.
—Maldita seas —dijo con voz áspera—. No pudiste resistir la tentación, ¿no es cierto? Tenías que humillarme en público.
— ¿Quién demonios...? —Ryan giró la cabeza y quedó boquiabierto. Adoptó la postura de atención inmediatamente—. Coronel Joseph —soltó a _______ y sonrió al tiempo que le ofrecía la mano.
—Sólo Joe.
Al extenderle la mano a Ryan, la mirada de color verde esmeralda de Joe se dirigió hacia _______. Estaba vestido completamente de negro. Su oscuro cabello largo, que ya no estaba a la moda, brillaba a la luz de los candelabros. Ella sintió el calor correrle por debajo de la piel. El mensaje en los ojos de él era claro y nítido: «Tanto así te deseo».
Ryan observó a uno y a otro con mirada curiosa e hizo una reverencia despidiéndose.
—Cuando sienta la necesidad de compartir una copa mientras escucha viejas historias de guerra, dé una vuelta por el Old Captains' Club.
Los blancos dientes de Joe brillaron detrás de la máscara negra.
—Gracias.
Ni bien Ryan se retiró, Joe dio un paso para situarse frente a ella y le rodeó la cintura con la mano. Ella contuvo el aliento. Le cogió la mano que le ofrecía y se le unió con un susurro de faldas alrededor de la atestada pista de baile.
Con la gracia de una pantera negra, él la condujo entre parejas coloridamente ataviadas; su refulgente mirada atrapó la suya y la dominó con su intensidad. Ella deseó agradecerle el haber venido, pero no pudo proferir palabra. Podría haber imaginado que se hallaba flotando en un sueño de no ser por los latidos del corazón que le retumbaban en los oídos. Él la había hechizado. El disfraz de asaltante de caminos le destacaba los esbeltos y anchos hombros, haciéndolo verse... letalmente deseable.Joe se hizo eco de su silencio, interpretando su debilidad física. Era una situación de lo más extraña. Después de haberse encontrado a escondidas con él, en lugares oscuros u ocultos, en ese momento, rodeada por toda esa gente, ella prácticamente se desvanecía de deseo por él.
Él se inclinó un tanto más hacia ella y le mordisqueó el lóbulo de la oreja con los labios.
—Yo también.
Ella sintió que le flaqueaban las rodillas.
—El balcón.
—Guíame.
Con la mirada le señaló las puertas que conducían al balcón, e instantáneamente, él dirigió el desplazamiento del vals en esa dirección. Llegaron al final de la pista y Joe abrió las puertas empujándolas con el codo. La arrastró con él y cerró las puertas con el pie. En el aire flotaba el fresco aroma de la lluvia reciente; las gotas resonaban en el desagüe. La abrazó con más fuerza cuando ella le rodeó el cuello con los brazos. Con voz profunda ella le preguntó:
— ¿Por qué aceptaste mi invitación?
— ¿En realidad necesitas saberlo? —le dio un beso profundo tan embriagador como el brandy. Con un suspiro de placer, ella le entrelazó los dedos en el cabello y lo atrajo hacia sí, haciendo el beso más intenso. Él la besó profundamente con el instinto de un amante, quitándole las pocas fuerzas que le quedaban, haciéndole bullir la sangre. Las máscaras se rozaban mientras él la besaba una y otra vez, fundiendo los cuerpos. Ella no podía tolerarlo, unidos en apretado abrazo, el anhelo, las capas de ropa que separaban los ardientes cuerpos, las barreras... Ella se quitó la máscara y, sin siquiera pensarlo, apartó la de él también.
Joe se paralizó por un brevísimo instante... y apartó brutalmente su boca de la de ella, retrocediendo torpemente. Conmocionada por lo que acababa de hacer, _______ se armó de valor y después entreabrió los ojos y lo miró. Él estaba envuelto en las sombras cubriéndose el rostro con ambas manos. Entre la separación de los dedos, los ojos le centellaban llenos de furia por sentirse profundamente traicionado.
—Maldita seas —dijo con voz áspera—. No pudiste resistir la tentación, ¿no es cierto? Tenías que humillarme en público.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
— ¡No! —gritó ella con el estómago contraído por el miedo. Dios santo. La aborrecería.
—Observa cuanto te plazca, entonces —gruñó. Dio otro paso hacia atrás y, con gran renuencia dejó caer las manos a los costados del cuerpo. La luz de la luna lo iluminó y ella vio su rostro.
Una leve exclamación escapó de los labios de ella. Se cubrió la boca y pestañeó. No había sido un engaño de la oscuridad o del tacto en relación a la vista, ¡verdaderamente se veía igual! El rostro inolvidable que se hallaba frente a ella era exactamente como lo recordaba: rasgos perfectos, una belleza masculina maravillosa y dos largas y finísimas cicatrices que se extendían formando una V desde el puente de la nariz hasta las sienes. Y otras dos cicatrices igualmente finas que le cruzaban las mejillas desde la nariz hacia las orejas. Un gran cirujano había realizado una espectacular labor de reconstrucción con simetría y precisión, de manera tal que sólo fuesen visibles seis finas líneas en su rostro. Ella pensó que se veía más como un león que como una gárgola, y no había nada horrendo en él, sin importar lo que él hubiera dicho.
¿Por qué demonios se sentía forzado a ocultarse? No tenía sentido.
No pudo dejar de mirarlo fijamente, de la misma manera en que había visto a la gente observar las maravillas griegas durante horas en el museo. Sólo allí de pie, observando. El conde de Ashby se veía igual pero... diferente. A los veintiocho años era demasiado bello, casi espléndido, como John. A los treinta y cinco, era todo un hombre. Tenía el rostro de un espartano: de rasgos fuertes, bien definidos, lleno de carácter y magnetismo. Pero el cambio significativo yacía en sus ojos. Era extraño que ella no lo hubiese notado hasta ese momento. El encanto juvenil y el dejo desenfadado habían desaparecido. Su expresión sombría ocultaba secretos y dolor, más allá de lo que ella podía alcanzar a comprender.
— ¿Satisfecha?
Ella sintió que su tono tajante hundía más el puñal de la culpa en su conciencia. Sintió que le flaqueaban las piernas, dio un paso adelante y lo cogió de las solapas del abrigo.
—Perdóname. Fue muy insensato por mi parte ponerte en esta posición. Yo...
Él la miró fríamente.
—Ya te lo he dicho antes. Nunca te disculpes conmigo.
— ¿Por qué? ¿Por qué no puedo disculparme? Lo que hice fue insensato y...
Se oyó el gruñido de una voz familiar.
— ¡Déjala en paz, Gárgola!
—John —dijo _______ sobresaltada. Oh, no, no, no. ¡Qué absoluto desastre! Se interpuso frente a John que avanzaba hacia Joe—. ¡Discúlpate con lord Joseph inmediatamente! —si reñían por ella en el balcón sin la presencia de ninguna otra mujer como carabina, estaría en la ruina, su agencia nunca sobreviviría al escándalo, y todas esas pobres mujeres no tendrían ningún lugar adonde ir.
—Observa cuanto te plazca, entonces —gruñó. Dio otro paso hacia atrás y, con gran renuencia dejó caer las manos a los costados del cuerpo. La luz de la luna lo iluminó y ella vio su rostro.
Una leve exclamación escapó de los labios de ella. Se cubrió la boca y pestañeó. No había sido un engaño de la oscuridad o del tacto en relación a la vista, ¡verdaderamente se veía igual! El rostro inolvidable que se hallaba frente a ella era exactamente como lo recordaba: rasgos perfectos, una belleza masculina maravillosa y dos largas y finísimas cicatrices que se extendían formando una V desde el puente de la nariz hasta las sienes. Y otras dos cicatrices igualmente finas que le cruzaban las mejillas desde la nariz hacia las orejas. Un gran cirujano había realizado una espectacular labor de reconstrucción con simetría y precisión, de manera tal que sólo fuesen visibles seis finas líneas en su rostro. Ella pensó que se veía más como un león que como una gárgola, y no había nada horrendo en él, sin importar lo que él hubiera dicho.
¿Por qué demonios se sentía forzado a ocultarse? No tenía sentido.
No pudo dejar de mirarlo fijamente, de la misma manera en que había visto a la gente observar las maravillas griegas durante horas en el museo. Sólo allí de pie, observando. El conde de Ashby se veía igual pero... diferente. A los veintiocho años era demasiado bello, casi espléndido, como John. A los treinta y cinco, era todo un hombre. Tenía el rostro de un espartano: de rasgos fuertes, bien definidos, lleno de carácter y magnetismo. Pero el cambio significativo yacía en sus ojos. Era extraño que ella no lo hubiese notado hasta ese momento. El encanto juvenil y el dejo desenfadado habían desaparecido. Su expresión sombría ocultaba secretos y dolor, más allá de lo que ella podía alcanzar a comprender.
— ¿Satisfecha?
Ella sintió que su tono tajante hundía más el puñal de la culpa en su conciencia. Sintió que le flaqueaban las piernas, dio un paso adelante y lo cogió de las solapas del abrigo.
—Perdóname. Fue muy insensato por mi parte ponerte en esta posición. Yo...
Él la miró fríamente.
—Ya te lo he dicho antes. Nunca te disculpes conmigo.
— ¿Por qué? ¿Por qué no puedo disculparme? Lo que hice fue insensato y...
Se oyó el gruñido de una voz familiar.
— ¡Déjala en paz, Gárgola!
—John —dijo _______ sobresaltada. Oh, no, no, no. ¡Qué absoluto desastre! Se interpuso frente a John que avanzaba hacia Joe—. ¡Discúlpate con lord Joseph inmediatamente! —si reñían por ella en el balcón sin la presencia de ninguna otra mujer como carabina, estaría en la ruina, su agencia nunca sobreviviría al escándalo, y todas esas pobres mujeres no tendrían ningún lugar adonde ir.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
— ¿Disculparme? ¿Con él? —dijo John socarronamente con expresión cínica. Sintió cómo Joe se tensaba detrás de ella, pero él no emitió palabra—. Preferiría cortarme la lengua antes que hacerlo.
No estaba segura acerca de la habilidad de Joe para controlar su temperamento. Ella sabía que lo tenía, pero nunca lo había visto en una confrontación con otra persona que no fuese ella.
—Controla tus palabras, John. Lord Joe es el fundador de esta agencia, nuestro benefactor más generoso. Acabas de interrumpir una conversación muy importante relacionada con nuestro trabajo.
— ¡No lo defiendas! ¡Vi cómo te arrastraba hacia aquí! —con movimientos sorprendentemente rápidos, John la rodeó y le dio un empellón en el pecho a Joe con fuerza agraviante—. ¿Acaso estás sordo? —gruñó John—. ¡Apártate, bestia, antes de que te golpee ese horrendo rostro hasta convertirlo en una masa más agraciada!
Joe dio un paso atrás torpemente, sin decir nada; su expresión era indescifrable y tenía los puños crispados a los costados del cuerpo.
—Cobarde —espetó John desdeñosamente.
_______ sintió que el pánico le trepaba por la garganta.
— ¡Es suficiente! —miró furibunda a John—. ¿Cómo te atreves a insultar tan cruelmente a nuestro patrocinador? ¡Tú eres la bestia! ¡Discúlpate de inmediato!
El Ángel Dorado se veía lívido. De pie frente a frente con Joe apenas le llegaba a la altura de la nariz. A ella le resultó extraña la completa inmovilidad de Joe, su tenso mutismo. Él era más grande y más fuerte que John; podía destruirle el rostro de un solo golpe, si así lo deseaba. Pero no lo hizo. Y gracias a Dios que así fue, o de lo contrario toda la concurrencia acudiría en estampida al balcón.
— ¿Yo soy la bestia? —se burló John mirando a su rival—. ¿Por qué no le preguntas qué clase de hombre es él en realidad? Pregúntale por qué los franceses lo llamaban Le Boucher.
¿El carnicero? Miró a Joe con el ceño fruncido.
— ¿De qué habla? —susurró ella.
Joe la miró por un brevísimo instante antes de dar otro paso hacia atrás, pero a ella le bastó para percibir la culpa y la vulnerabilidad en sus ojos. Sintió que se le oprimía el corazón. ¡No, se negaba a creer que él tuviera algo de que avergonzarse! ¡Era el caballero negro de brillante armadura!
—Vamos, Joe —John sonrió burlonamente—. No seas un aguafiestas. Deléitanos con tus hazañas heroicas. ¡Cuéntale a la señorita Aubrey, quien perdió a un hermano en la guerra, cuan valientemente recorrías los campos de batalla en busca de soldados enemigos heridos y los masacrabas cuando no podían defenderse de los animales carroñeros, y mucho menos de tu bayoneta!
— ¿Cómo te atreves? —exclamó _______—. ¡Es la mentira más repugnante que jamás he oído!
— ¿Lo es? —John le sostuvo la mirada mientras lo observaba consternada—. Imagina a tu hermano yaciendo herido y ensangrentado después de la batalla y a un asqueroso soldado francés apuñalándolo mientras le pide piedad. Este es el caballero —escupió la palabra como un insulto— al que aclamas como tu benefactor. Y pensaste que su rostro era su única deformidad. Le Boucher—dijo mordazmente.
— ¿Joe? —_______ buscó la mirada de Joe en el oscuro balcón. A pesar de permanecer orgullosamente erguido, con mechones de cabello oscuro cayéndole sobre los ojos, tenía la vista perdida. ¿Por qué no se defendía contra aquellas horribles acusaciones? Seguramente John mentía.
— ¡Adelante! —John le hizo un gesto condescendiente a Joe con la mano—. ¡Vete ahora! ¡Lárgate!
No estaba segura acerca de la habilidad de Joe para controlar su temperamento. Ella sabía que lo tenía, pero nunca lo había visto en una confrontación con otra persona que no fuese ella.
—Controla tus palabras, John. Lord Joe es el fundador de esta agencia, nuestro benefactor más generoso. Acabas de interrumpir una conversación muy importante relacionada con nuestro trabajo.
— ¡No lo defiendas! ¡Vi cómo te arrastraba hacia aquí! —con movimientos sorprendentemente rápidos, John la rodeó y le dio un empellón en el pecho a Joe con fuerza agraviante—. ¿Acaso estás sordo? —gruñó John—. ¡Apártate, bestia, antes de que te golpee ese horrendo rostro hasta convertirlo en una masa más agraciada!
Joe dio un paso atrás torpemente, sin decir nada; su expresión era indescifrable y tenía los puños crispados a los costados del cuerpo.
—Cobarde —espetó John desdeñosamente.
_______ sintió que el pánico le trepaba por la garganta.
— ¡Es suficiente! —miró furibunda a John—. ¿Cómo te atreves a insultar tan cruelmente a nuestro patrocinador? ¡Tú eres la bestia! ¡Discúlpate de inmediato!
El Ángel Dorado se veía lívido. De pie frente a frente con Joe apenas le llegaba a la altura de la nariz. A ella le resultó extraña la completa inmovilidad de Joe, su tenso mutismo. Él era más grande y más fuerte que John; podía destruirle el rostro de un solo golpe, si así lo deseaba. Pero no lo hizo. Y gracias a Dios que así fue, o de lo contrario toda la concurrencia acudiría en estampida al balcón.
— ¿Yo soy la bestia? —se burló John mirando a su rival—. ¿Por qué no le preguntas qué clase de hombre es él en realidad? Pregúntale por qué los franceses lo llamaban Le Boucher.
¿El carnicero? Miró a Joe con el ceño fruncido.
— ¿De qué habla? —susurró ella.
Joe la miró por un brevísimo instante antes de dar otro paso hacia atrás, pero a ella le bastó para percibir la culpa y la vulnerabilidad en sus ojos. Sintió que se le oprimía el corazón. ¡No, se negaba a creer que él tuviera algo de que avergonzarse! ¡Era el caballero negro de brillante armadura!
—Vamos, Joe —John sonrió burlonamente—. No seas un aguafiestas. Deléitanos con tus hazañas heroicas. ¡Cuéntale a la señorita Aubrey, quien perdió a un hermano en la guerra, cuan valientemente recorrías los campos de batalla en busca de soldados enemigos heridos y los masacrabas cuando no podían defenderse de los animales carroñeros, y mucho menos de tu bayoneta!
— ¿Cómo te atreves? —exclamó _______—. ¡Es la mentira más repugnante que jamás he oído!
— ¿Lo es? —John le sostuvo la mirada mientras lo observaba consternada—. Imagina a tu hermano yaciendo herido y ensangrentado después de la batalla y a un asqueroso soldado francés apuñalándolo mientras le pide piedad. Este es el caballero —escupió la palabra como un insulto— al que aclamas como tu benefactor. Y pensaste que su rostro era su única deformidad. Le Boucher—dijo mordazmente.
— ¿Joe? —_______ buscó la mirada de Joe en el oscuro balcón. A pesar de permanecer orgullosamente erguido, con mechones de cabello oscuro cayéndole sobre los ojos, tenía la vista perdida. ¿Por qué no se defendía contra aquellas horribles acusaciones? Seguramente John mentía.
— ¡Adelante! —John le hizo un gesto condescendiente a Joe con la mano—. ¡Vete ahora! ¡Lárgate!
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
— ¡Basta! —_______ se enfrentó a John, harta de él—. ¡Esta es mi agencia, mi fiesta, y ya no eres bienvenido en ella! ¡Por favor, vete! —sintió que alguien se giraba detrás de ella y se daba la vuelta rápidamente. Paris se había ido—. ¡Joe! —se lanzó contra la barandilla que daba al oscuro jardín de rosas que bañaba la lluvia. No había señal de él por ninguna parte. Había desaparecido en la noche.
El corazón le latía frenéticamente, sintió el calor en las mejillas. ¿Qué había hecho?
— ¡Enhorabuena! —murmuró John junto a ella siguiéndole la mirada en dirección al oscuro matorral. Le tocó la mano—. Mi adorada _______, quería hablar contigo...
—Déjame —dijo apretando los dientes y temblando furiosa, con él y con ella misma; horrorizada, invadida por un pánico extremo, incapaz de comprender la magnitud de la catástrofe acontecida.
— ¡Allí estás! —una salvadora vestida de azul brillante con coloridas plumas se interpuso entre _______ y John. Sophie cogió a _______ del brazo y la condujo hacia la puerta—. Se nos ha terminado la última botella de champaña, necesito la llave de la bodega —arrastró a _______ de regreso al salón, se abrió camino entre la multitud multicolor hacia el pasillo, avanzó hasta una de las oficinas y sólo la soltó cuando estaban fuera de vista y había cerrado la puerta.
— ¿Te has vuelto loca? —exclamó Sophie—. ¿Qué demonios hacías a solas con Hanson en el balcón? ¡Si alguien os viera tendrías que haberte casado con él, tonta!
—No estaba sola con Hanson. Estaba con... —_______ se sentó en una silla y se cubrió el rostro con las manos—. Oh, Sophie, he causado un enredo terrible. Invité a Joe a la fiesta, y vino. Después John nos sorprendió en el balcón e insultó cruelmente a Joe, y él ahora me detesta, me desprecia, y no puedo culparlo porque yo misma me detesto y me desprecio también. Nunca me perdonará. Lo he perdido —sollozó y las lágrimas le humedecieron la gasa del disfraz. La embargó una sensación desagradable al recordar las palabras «le Boucher». ¡No! Tenía que tratarse de una mentira. El Joe que Will amaba y admiraba tanto nunca recurriría a métodos tan viles y deshonrosos, asesinando a los pobres soldados indefensos que yacían heridos en el campo de batalla, aunque se tratase de franceses. El hombre al que amaba extraía espinas de las patas de los cachorros, jugaba con su sobrina de un año de edad, era el héroe de Will. Había donado una casa a la caridad. Era bueno, amable y considerado...
Sophie le apretó el hombro con la mano.
—No lo has perdido, _______. Ve a verlo mañana por la mañana. Solucionarás el enredo fácilmente. Fue Hanson quien lo insultó, no tú.
—Hanson no habría tenido la oportunidad de insultarlo si yo no lo hubiese instado a venir y no... —terminó la frase en silencio «lo hubiese expuesto tan despiadadamente».
— ¿Qué? —Sophie rió por lo bajo—. ¿Qué hiciste? ¿Le robaste un beso en el balcón? Aja, sí. Puedo ver por qué él debería detestarte y despreciarte, y nunca perdonarte por ello.
Ella nunca olvidaría la mirada en sus ojos después de haberle quitado la máscara. «No pudiste resistir la tentación, ¿no es cierto? Tenías que humillarme en público». Mañana sería demasiado tarde. Si no lo buscaba en ese momento, él dispondría de toda la noche para juzgarla, la encontraría culpable y la ejecutaría en sus pensamientos. Se puso de pie.
—Necesito que busques a mi madre y le digas que me sentí indispuesta y tuve que irme a casa.
—Oh, no. No lo harás —Sophie meneó la cabeza—. No irás a buscarlo esta noche.
— ¡Pero debo hacerlo! —protestó _______—. ¿Acaso no te das cuenta? ¡Mañana será demasiado tarde! —en alguna parte de aquella sala había dejado la capa y el retículo. Halló sus pertenencias y se encaminó hacia la puerta.
— ¡No! ¡Te lo prohíbo! —Sophie la cogió del brazo—. Iris tenía razón. Una mujer nunca debe poner su honor y su libertad en las manos de un hombre, especialmente de un hombre atormentado. Aguarda hasta mañana.
El corazón le latía frenéticamente, sintió el calor en las mejillas. ¿Qué había hecho?
— ¡Enhorabuena! —murmuró John junto a ella siguiéndole la mirada en dirección al oscuro matorral. Le tocó la mano—. Mi adorada _______, quería hablar contigo...
—Déjame —dijo apretando los dientes y temblando furiosa, con él y con ella misma; horrorizada, invadida por un pánico extremo, incapaz de comprender la magnitud de la catástrofe acontecida.
— ¡Allí estás! —una salvadora vestida de azul brillante con coloridas plumas se interpuso entre _______ y John. Sophie cogió a _______ del brazo y la condujo hacia la puerta—. Se nos ha terminado la última botella de champaña, necesito la llave de la bodega —arrastró a _______ de regreso al salón, se abrió camino entre la multitud multicolor hacia el pasillo, avanzó hasta una de las oficinas y sólo la soltó cuando estaban fuera de vista y había cerrado la puerta.
— ¿Te has vuelto loca? —exclamó Sophie—. ¿Qué demonios hacías a solas con Hanson en el balcón? ¡Si alguien os viera tendrías que haberte casado con él, tonta!
—No estaba sola con Hanson. Estaba con... —_______ se sentó en una silla y se cubrió el rostro con las manos—. Oh, Sophie, he causado un enredo terrible. Invité a Joe a la fiesta, y vino. Después John nos sorprendió en el balcón e insultó cruelmente a Joe, y él ahora me detesta, me desprecia, y no puedo culparlo porque yo misma me detesto y me desprecio también. Nunca me perdonará. Lo he perdido —sollozó y las lágrimas le humedecieron la gasa del disfraz. La embargó una sensación desagradable al recordar las palabras «le Boucher». ¡No! Tenía que tratarse de una mentira. El Joe que Will amaba y admiraba tanto nunca recurriría a métodos tan viles y deshonrosos, asesinando a los pobres soldados indefensos que yacían heridos en el campo de batalla, aunque se tratase de franceses. El hombre al que amaba extraía espinas de las patas de los cachorros, jugaba con su sobrina de un año de edad, era el héroe de Will. Había donado una casa a la caridad. Era bueno, amable y considerado...
Sophie le apretó el hombro con la mano.
—No lo has perdido, _______. Ve a verlo mañana por la mañana. Solucionarás el enredo fácilmente. Fue Hanson quien lo insultó, no tú.
—Hanson no habría tenido la oportunidad de insultarlo si yo no lo hubiese instado a venir y no... —terminó la frase en silencio «lo hubiese expuesto tan despiadadamente».
— ¿Qué? —Sophie rió por lo bajo—. ¿Qué hiciste? ¿Le robaste un beso en el balcón? Aja, sí. Puedo ver por qué él debería detestarte y despreciarte, y nunca perdonarte por ello.
Ella nunca olvidaría la mirada en sus ojos después de haberle quitado la máscara. «No pudiste resistir la tentación, ¿no es cierto? Tenías que humillarme en público». Mañana sería demasiado tarde. Si no lo buscaba en ese momento, él dispondría de toda la noche para juzgarla, la encontraría culpable y la ejecutaría en sus pensamientos. Se puso de pie.
—Necesito que busques a mi madre y le digas que me sentí indispuesta y tuve que irme a casa.
—Oh, no. No lo harás —Sophie meneó la cabeza—. No irás a buscarlo esta noche.
— ¡Pero debo hacerlo! —protestó _______—. ¿Acaso no te das cuenta? ¡Mañana será demasiado tarde! —en alguna parte de aquella sala había dejado la capa y el retículo. Halló sus pertenencias y se encaminó hacia la puerta.
— ¡No! ¡Te lo prohíbo! —Sophie la cogió del brazo—. Iris tenía razón. Una mujer nunca debe poner su honor y su libertad en las manos de un hombre, especialmente de un hombre atormentado. Aguarda hasta mañana.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
Rehusándose a escucharla, _______ se liberó el brazo, abrió la puerta y se precipitó al vestíbulo, ignorando las curiosas miradas de los invitados que allí se hallaban. Un sirviente le abrió la puerta.
—Wadley, por favor, ¿podrías detener un coche para mí? Me siento bastante indispuesta.
—De inmediato, señorita Aubrey —el hombre dio un paso hacia la calle y levantó la mano.
Llovía nuevamente. _______ se cubrió la cabeza con la capucha y alguien la empujó.
—Necia testaruda. ¡Wadley! —gritó Sophie—. La señorita Aubrey regresará a casa conmigo. Por favor, encuentre a mi cochero y pídale que nos busque aquí fuera. Está esperando al otro lado de la calle.
Mientras esperaban el coche, _______ miró a su amiga.
— ¿Hallaste a mi madre?
—No. Encontré a Iris y le dije que hallara a tu madre y le dijera que Jerome estaba terriblemente enfermo y que me acompañarías a casa porque yo estaba demasiado perturbada para ir sola.
A pesar de la tensión que sentía en el estómago, _______ pudo sonreír ante la astucia de Sophie.
—Gracias. La próxima vez que necesite cometer una fechoría, te pediré que seas mi cómplice.
—Una cómplice renuente —murmuró Sophie con re-probación, mientras su coche se detenía frente a ellas. El sirviente las ayudó a subir y partieron—. Dicho sea de paso —dijo Sophie—, hallé a Iris en el balcón con el mayor. Me habría gustado mucho poder ser una mosca en la pared del concurrido balcón esta noche. Parece que toda la diversión tuvo lugar allí fuera.
—¿Iris estaba con Ryan? —_______ estaba totalmente complacida.
—¿Fue por eso por lo que Macalister se te acercó antes? ¿Tramasteis esa reunión juntos?
—Iris necesita saber la verdad sobre por qué Ryan la dejó en esa cabaña. Carga con demasiado dolor y amargura como para continuar así para siempre —hablar sobre Ryan e Iris la distrajeron de la tensión y el nerviosismo por el remordimiento de conciencia que la carcomía. No podría respirar aliviada hasta ver a Joe, hasta que la sostuviera en sus brazos y le dijese que la perdonaba.
— ¡La residencia Lancaster! —anunció el cochero de Sophie desde su asiento. Un sirviente empapado abrió la puerta, pero Sophie hizo un gesto con la mano y la puerta del coche volvió a cerrarse.
Sophie se inclinó hacia delante y cogió las manos de _______ entre las de ella.
—Escúchame, pequeña niña. Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión. Si entras ahí, todo habrá terminado. No habrá vuelta atrás.
— ¡Por el amor de Dios, Sophie! Sólo quiero hablar con él... explicarle... ¡No pasará nada! —insistió _______ mientras el corazón le retumbaba en el pecho y se le contraía el estómago por la ansiedad. Ella deseaba una propuesta de casamiento apropiada, una vida respetable, con amigos y veladas y una floreciente agencia de caridad. ¡No lo arriesgaría todo porque deseara a un hombre al que había amado durante diez años! Se dijo enfáticamente que no estaba a punto de cometer tal locura.
Sophie meneó la cabeza y suspiró.
—Eres demasiado imprudente, demasiado impaciente. Él te buscará.
—No, no lo hará —no pudo contener una lágrima. El haber concurrido a la fiesta esa noche había sido su gran gesto, y ella había abusado y lo había manejado de manera totalmente incorrecta. Debía enmendar las cosas.
—Wadley, por favor, ¿podrías detener un coche para mí? Me siento bastante indispuesta.
—De inmediato, señorita Aubrey —el hombre dio un paso hacia la calle y levantó la mano.
Llovía nuevamente. _______ se cubrió la cabeza con la capucha y alguien la empujó.
—Necia testaruda. ¡Wadley! —gritó Sophie—. La señorita Aubrey regresará a casa conmigo. Por favor, encuentre a mi cochero y pídale que nos busque aquí fuera. Está esperando al otro lado de la calle.
Mientras esperaban el coche, _______ miró a su amiga.
— ¿Hallaste a mi madre?
—No. Encontré a Iris y le dije que hallara a tu madre y le dijera que Jerome estaba terriblemente enfermo y que me acompañarías a casa porque yo estaba demasiado perturbada para ir sola.
A pesar de la tensión que sentía en el estómago, _______ pudo sonreír ante la astucia de Sophie.
—Gracias. La próxima vez que necesite cometer una fechoría, te pediré que seas mi cómplice.
—Una cómplice renuente —murmuró Sophie con re-probación, mientras su coche se detenía frente a ellas. El sirviente las ayudó a subir y partieron—. Dicho sea de paso —dijo Sophie—, hallé a Iris en el balcón con el mayor. Me habría gustado mucho poder ser una mosca en la pared del concurrido balcón esta noche. Parece que toda la diversión tuvo lugar allí fuera.
—¿Iris estaba con Ryan? —_______ estaba totalmente complacida.
—¿Fue por eso por lo que Macalister se te acercó antes? ¿Tramasteis esa reunión juntos?
—Iris necesita saber la verdad sobre por qué Ryan la dejó en esa cabaña. Carga con demasiado dolor y amargura como para continuar así para siempre —hablar sobre Ryan e Iris la distrajeron de la tensión y el nerviosismo por el remordimiento de conciencia que la carcomía. No podría respirar aliviada hasta ver a Joe, hasta que la sostuviera en sus brazos y le dijese que la perdonaba.
— ¡La residencia Lancaster! —anunció el cochero de Sophie desde su asiento. Un sirviente empapado abrió la puerta, pero Sophie hizo un gesto con la mano y la puerta del coche volvió a cerrarse.
Sophie se inclinó hacia delante y cogió las manos de _______ entre las de ella.
—Escúchame, pequeña niña. Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión. Si entras ahí, todo habrá terminado. No habrá vuelta atrás.
— ¡Por el amor de Dios, Sophie! Sólo quiero hablar con él... explicarle... ¡No pasará nada! —insistió _______ mientras el corazón le retumbaba en el pecho y se le contraía el estómago por la ansiedad. Ella deseaba una propuesta de casamiento apropiada, una vida respetable, con amigos y veladas y una floreciente agencia de caridad. ¡No lo arriesgaría todo porque deseara a un hombre al que había amado durante diez años! Se dijo enfáticamente que no estaba a punto de cometer tal locura.
Sophie meneó la cabeza y suspiró.
—Eres demasiado imprudente, demasiado impaciente. Él te buscará.
—No, no lo hará —no pudo contener una lágrima. El haber concurrido a la fiesta esa noche había sido su gran gesto, y ella había abusado y lo había manejado de manera totalmente incorrecta. Debía enmendar las cosas.
tefisasias
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
—Te esperaré aquí. No te quedes allí demasiado tiempo.
_______ sabía perfectamente lo que hacía su amiga, se convertía en su cinturón de castidad.
—No es necesario que me esperes aquí bajo la lluvia. Tu hijo te espera en casa.
—Ah, chérie —Sophie exhaló afligida, le apretó las manos y la miró penetrantemente, intentando hacerla reconsiderar—. ¿Acaso piensas que esta vieja cantante de ópera desconoce el amor? Si él está dolido, lo consolarás como una mujer consuela al hombre a quien ama, porque no podrás tolerar su dolor. No vayas a buscarlo, _______. Si es el hombre indicado, él vendrá a ti. Si no lo es —meneó la cabeza con expresión grave en el rostro—, entonces no debes entrar ahí bajo ninguna circunstancia.
_______ se negó a escuchar. Sí, Joe era peligroso, enigmático y singular. Prefería mover montañas por ella que llevarla a una cabalgata por el parque. Pero esa noche había ido a la fiesta porque ella se lo había pedido. ¿Cómo podía dejarlo sufrir en soledad cuando ella era la responsable de su dolor? Todo este tiempo había estado convencido de que ella no lo querría a causa de sus cicatrices. Necesitaba aclarar las cosas. El debía saber que sus heridas no se interponían entre ellos, que sus inseguridades no tenían sustento, que podía salir de su cueva y vivir una vida normal. Y si la quería tanto como manifestaba hacerlo, ella lo aceptaría con los brazos abiertos.
—Regresa a casa con Jerome —_______ abrió la puerta y salió del coche bajo la lluvia.
—Mandaré el coche de regreso. ¡No te quedes demasiado tiempo! —le gritó Sophie.
Joe. Joe. _______ subió rápidamente los escalones de la entrada y golpeó la aldaba contra la puerta./////********//////******="FONT-SIZE: 10pt; FONT-FAMILY: 'Sylfaen','serif'">
CAPÍTULO 20
Ven a mí en el sigilo de la noche;
ven en el locuaz silencio de un sueño;
ven con suaves y redondas mejillas y ojos tan brillantes
como la luz del sol en un arroyo;
vuelve con lágrimas,
oh, memoria, esperanza, amor de años pasados.
Christina Rossetti.
_______ avanzó por la pequeña antesala en la cual Joe la había recibido la primera vez que había llamado a su puerta. Se sentía doblemente embargada de ansiedad que aquella vez.
—Señorita Aubrey —le dijo Phipps al regresar con sombría expresión poco halagüeña—. Milord le solicita que se retire. Le ruego me disculpe.
¿Retirarse? ¡Era inaceptable! No permitiría que la echara para recluirse en las profundidades de su solitaria cueva como lo había hecho después de la fiesta de los Barrington. El la había seguido entonces; y ella lo buscaría ahora.
— ¿Se encuentra en el sótano? —preguntó ella.
El mayordomo echó una rápida mirada hacia las escaleras.
—La cuarta puerta a la derecha, en el segundo piso —murmuró en tono conspirador.
_______ sabía perfectamente lo que hacía su amiga, se convertía en su cinturón de castidad.
—No es necesario que me esperes aquí bajo la lluvia. Tu hijo te espera en casa.
—Ah, chérie —Sophie exhaló afligida, le apretó las manos y la miró penetrantemente, intentando hacerla reconsiderar—. ¿Acaso piensas que esta vieja cantante de ópera desconoce el amor? Si él está dolido, lo consolarás como una mujer consuela al hombre a quien ama, porque no podrás tolerar su dolor. No vayas a buscarlo, _______. Si es el hombre indicado, él vendrá a ti. Si no lo es —meneó la cabeza con expresión grave en el rostro—, entonces no debes entrar ahí bajo ninguna circunstancia.
_______ se negó a escuchar. Sí, Joe era peligroso, enigmático y singular. Prefería mover montañas por ella que llevarla a una cabalgata por el parque. Pero esa noche había ido a la fiesta porque ella se lo había pedido. ¿Cómo podía dejarlo sufrir en soledad cuando ella era la responsable de su dolor? Todo este tiempo había estado convencido de que ella no lo querría a causa de sus cicatrices. Necesitaba aclarar las cosas. El debía saber que sus heridas no se interponían entre ellos, que sus inseguridades no tenían sustento, que podía salir de su cueva y vivir una vida normal. Y si la quería tanto como manifestaba hacerlo, ella lo aceptaría con los brazos abiertos.
—Regresa a casa con Jerome —_______ abrió la puerta y salió del coche bajo la lluvia.
—Mandaré el coche de regreso. ¡No te quedes demasiado tiempo! —le gritó Sophie.
Joe. Joe. _______ subió rápidamente los escalones de la entrada y golpeó la aldaba contra la puerta./////********//////******="FONT-SIZE: 10pt; FONT-FAMILY: 'Sylfaen','serif'">
CAPÍTULO 20
Ven a mí en el sigilo de la noche;
ven en el locuaz silencio de un sueño;
ven con suaves y redondas mejillas y ojos tan brillantes
como la luz del sol en un arroyo;
vuelve con lágrimas,
oh, memoria, esperanza, amor de años pasados.
Christina Rossetti.
_______ avanzó por la pequeña antesala en la cual Joe la había recibido la primera vez que había llamado a su puerta. Se sentía doblemente embargada de ansiedad que aquella vez.
—Señorita Aubrey —le dijo Phipps al regresar con sombría expresión poco halagüeña—. Milord le solicita que se retire. Le ruego me disculpe.
¿Retirarse? ¡Era inaceptable! No permitiría que la echara para recluirse en las profundidades de su solitaria cueva como lo había hecho después de la fiesta de los Barrington. El la había seguido entonces; y ella lo buscaría ahora.
— ¿Se encuentra en el sótano? —preguntó ella.
El mayordomo echó una rápida mirada hacia las escaleras.
—La cuarta puerta a la derecha, en el segundo piso —murmuró en tono conspirador.
tefisasias
Página 13 de 20. • 1 ... 8 ... 12, 13, 14 ... 16 ... 20
Temas similares
» Adaptacion
» ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion
» NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
» Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
» "Obsesión" (Joe y tú) [Adaptación]
» ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion
» NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
» Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
» "Obsesión" (Joe y tú) [Adaptación]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 13 de 20.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.