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UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.

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 UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 8 Empty Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.

Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:14 pm

Se preguntaba cómo reaccionarían Sophie e Iris si se enterasen de que había perdido la cabeza por la Gárgola. Su espíritu mundano era un punto a su favor para poder contar con ellas para escapadas clandestinas; ya que siendo Joe un recluso —uno enmascarado además—, ella debía ser quien tomase la iniciativa y convertirse en la acosadora. Algo para lo cual se sentía incómoda y poco capacitada.

Abruptamente, el enjambre de admiradores se separó como el Mar Rojo ante Moisés para permitir que una cabeza dorada se acercara a ella.

—Mi querida _______ —lord John le cogió la mano con la altiva expresión de un pavo real, y le besó los nudillos enguantados—. Creo que nuestro baile está por comenzar.

Conteniendo el impulso de informarle que ella no era nada suyo, _______ se cogió del brazo que le ofrecía y le permitió conducirla a la pista de baile. En el camino pudo divisar la residencia Lancaster a través de un ventanal abierto. La casa estaba sumida en penumbras. Se preguntó qué estaría haciendo Joe y si estaría pensando en ella, ya que por su parte, no podía apartarlo de su mente. ¿Debería visitarlo mañana? ¿O al día siguiente? ¿Esperar a que la invitara? Ya que cuanto más le daba vueltas al asunto, más dudaba de que él se atreviese a dejar su cueva para buscarla.

—Veo que la rodea un séquito de admiradores —señaló John al entrar a la pista.

¿Se estaba vanagloriando? A _______ no le sorprendería enterarse de que a todas las mujeres que él había invitado a bailar les hubiese sucedido lo mismo; y que esa fuese la razón de su éxito sorprendente, justamente sus atenciones. Ni siquiera estaba segura de que le conviniese. Si bien siempre había despertado la atención de los hombres, la nueva situación le metería ideas extrañas a Stilgoe en la cabeza. No deseaba la imposición de nuevos candidatos.

—Están interesados en mí porque suponen que usted lo está —comentó impasiblemente.

—¿Suponen? Estoy interesado en usted. Usted es la joven más extraordinaria y encantadora, usted brilla como una Venus recién nacida —su mirada le recorrió intensamente el brillante atuendo—. Sin embargo, usted me adjudica demasiado crédito. La razón por la cual están zumbando como un enjambre a su alrededor esta noche no es porque yo le haya pedido dos piezas —sonrió—, sino que usted me las haya concedido. ¿Cuándo fue la última vez que usted le reservó al mismo caballero más de una pieza en la misma velada?

Tenía razón, reflexionó _______. Después de haber rechazado cinco propuestas oficiales de casamiento, y otras siete no oficiales, se había acostumbrado a desalentar a todos los nuevos pretendientes. Apenas la semana anterior, el hijo del marqués de Ailesbury había intentado robarle un beso en Covent Garden. Si Stilgoe los hubiese descubierto antes de que ella se liberara del abrazo del atrevido... Al día siguiente, decidió, visitaría a Joe... y ahora sabía por qué. John se le acercó.

—Estoy sumamente halagado de que usted me haya preferido a ellos. Usted me ha cautivado.

Sus halagos no le hacían mella. Si Joe le estuviese hablando así, la tendrían que haber recogido del suelo. Decidió atormentar un poco a John, comprobar de qué madera estaba hecho.

—Estoy segura de que le susurra las mismas tonterías a todas sus compañeras de baile —le comentó despreocupadamente.

—Difícilmente —siguió en tono confidente, seductor—. No he podido pensar en otra cosa desde que bailamos la última vez. ¿Ha pensado siquiera fugazmente en mí?

—Las flores que me envió eran hermosas. He estado ansiosa por darle las gracias.

Un destello de escepticismo le brilló en la mirada.

—No parece usted demasiado convincente.

Bueno, diablos, qué esperaba, pensó un tanto airada. Apenas se conocían. Ella no se arrojaría sobre él con la misma efusividad que el resto de su séquito. No se podía negar que era apuesto y cortés, pero no le provocaba nada. Se mantuvo en silencio a propósito mientras bailaban. Era mejor dejarlo con la intriga. Le vendría muy bien a lord Handsome aprender algo de humildad.

—Creo recordar que le debo un favor. ¿Ha pensado qué podría hacer por usted?

Sonrió graciosamente.

—¿Le interesaría apoyar nuestra causa?

La cegó con la blancura de sus dientes.

—Cualquier cosa relacionada con usted me interesa, _______.

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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:14 pm

Rodeó con los brazos la esbelta figura masculina al bailar, sus relucientes faldas crujieron al compás de la música, y sintió docenas de ojos femeninos clavados en ella deseando que tropezara y se rompiese el cuello. No era de extrañar que el hombre sintiese que el sol salía y se ocultaba por él.

—Puedo tener una misión que encargarle... aunque sé que no es fácil.

Por qué no me permite evaluar el grado de dificultad?

—Muy bien. ¿Por casualidad, no conoce a nadie que tenga acceso a las nóminas del personal del ejército?

—¿Serviría el Gabinete de Ministros? —sonrió con aires de superioridad. A pesar de su presuntuosa autosuficiencia, no pudo evitar la alegría que le produjo su respuesta. Inmediatamente le explicó por qué necesitaba los listados—. Considerelo un hecho —dijo—. ¿Algo más que pueda hacer por usted, mi adorable Venus?

—Podría leer nuestra propuesta y darme su opinión —batió las pestañas coquetamente.

—Me encantaría. Incluso podría intentar convencerla para que me obsequie sus interesantes ideas si me concede otro vals. Creo que es el siguiente.

Se aplaudiría a sí misma si no supiese cómo lo había logrado. Quizás él no era tan vano y pagado de sí mismo como había pensado.

—No sé que decir, John.

—Dígame que me permitirá llevarla de paseo a Hyde Park mañana a la tarde.

—Me temo que tengo otro compromiso. Creo que se lo mencioné la otra noche: todos los viernes se reúne el consejo de la fundación e invitamos a las mujeres a quienes brindamos apoyo.

—Por supuesto —sus labios se curvaron en una fría sonrisa. El querido L. J. no estaba acostumbrado a ser rechazado, notó _______—. ¿Tiene algún compromiso para el sábado por la tarde?

Ella sonrio tristemente.

—Lamentablemente, así es —iría a tomar un helado con el mayor Ryan el sábado por la tarde, su intención era obtener más información de Joe.

Un destello de incredulidad le brilló en la mirada.

—Temo preguntar... ¿le parece bien el domingo?

Ella sonrió.

—Me parece maravilloso el domingo, John.

Su expresión se tornó dramáticamente seria.

—No, _______. Usted es maravillosa.
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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:15 pm

CAPÍTULO 8

Sus labios respiran delante de mi alma; ¡ved adonde vuela!

Venid, Helena, venid, ¡traedme mi alma de nuevo!

Aquí habitaré, pues el cielo está en esos labios,

y lo que no es Helena, escoria es.

La trágica historia del doctor Fausto, Christopher Marlowe

Joe cerró su catalejo militar y se apartó de la ventana de la tercera planta. Se apoyó contra la pared a oscuras y, con los ojos cerrados, echó la cabeza hacia atrás. Duro. Era muy duro soportar ese infierno otra vez, por haberse dejado llevar por la urgencia auto destructiva de besar a _______ una vez más.

Sólo probarlos fugazmente para hundirse en el purgatorio del recuerdo hechicero de esos labios lujuriosos apretando los suyos en un banco oscuro, un efímero placer celestial que lo había deslumbrado entonces: Era un tonto, hambriento de dolor. No había futuro posible, sólo frustración... y arrepentimiento, décadas de arrepentimiento. No era para ella, merecía algo mejor que un hombre que no podía soportar su imagen reflejada en un espejo.

Se dejó caer en el suelo y cogió una botella medio vacía de whisky. Quizás no debió haber usado la maldita máscara. Si ella lo hubiese visto, habría huido aterrorizada. Si hubiese controlaldo su maldita líbido, no estaría sentado en el suelo en medio de la oscuridad lamiéndose las viejas heridas como un patético salvaje hambriento de amor. Debió haberlo previsto, pues ya en aquel entonces le había resultado imposible prever el impacto que en él tendría ese beso fulminante de siete años atrás. A los quince años, _______ lo había enardecido. ¿Por qué maldito infierno había supuesto que su beso de adulta sería como el de cualquier otra mujer?

«¡Porque permites que el señor Jones piense por ti, *******!» Cerró los ojos y lanzó una maldición. {hahaha el señor Jonas, entienden ¿no? xD}

Escuchó el ruido de pasos conocidos que entraron en la habitación a oscuras y se detuvieron junto a la ventana. Su vieja nodriza. Phipps enfocó el catalejo hacia el salón de baile de los vecinos y le echó a su amo una mirada sobresaltada.

—No lo digas —lo cortó Joe—. Sé con quién está bailando —Bebió otro generoso trago de whisky, parpadeó al sentir el fogoso líquido abrasándole la garganta, a la espera de que se le borrara de la mente la imagen de _______ agitándole las largas y arqueadas pestañas a Hanson. Carcomido por los celos al saber que lo más probable era que terminase casándose con ese cuello almidonado; y si no era Hanson, pues con cualquier otro petimetre—. Lobos, aves de rapiña, todos ellos —maldijo con voz pastosa. Si no fuese por su maldito rostro, estaría allí ahora, venciendo sin dificultad a sus competidores—. Bastardos.

Durante años, había tenido concubinas y amantes ocasionales, algunas más habilidosas que otras; pero ninguna de ellas lo había afectado tanto como _______. Oh, no. _______, la leona, le devoraba las entrañas sin piedad, con sus ojos brillantes y su dulce voz. Tuvo una erección con sólo recordar cómo había respondido a sus besos. Su fuego, su ansiedad, su temperamento espontáneo y apasionado, combinado con un don erótico natural; lo había dejado dolorosamente excitado, y anhelando mucho más. Se había tomado audaces libertades con ella, y en vez de abofetearle el rostro enmascarado, como realmente merecía, le había introducido las manos bajo la camisa, despertándole el deseo acuciante de sentir sus uñas desgarrándole la piel al tiempo que la llevaba al éxtasis.

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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:16 pm

Oh, maldición, congeniaban perfectamente. No tenía duda alguna. Esas delicadas curvas femeninas habían ardido bajo su cuerpo en un abandono sin artificios, como si hubiesen sido moldeadas para él...

Infierno y condenación. Ella había sido hecha para él. Lo había sabido entonces; y lo sabía ahora. Aun así, el destino cruel había conspirado en su contra. No, no el destino: él mismo lo había hecho.

Su excéntrico mayordomo se sentó encorvado junto a él, y dijo:

—Me han dicho que en algunas culturas foráneas, la cabeza de un sirviente jamás tiene que sobrepasar la de su amo.

Joe le pasó la botella.

—Tienes amplia libertad para trasladarte el día que así lo decidas, a la cultura que prefieras, Martin. Te pagaré el pasaje —en realidad, él debería comprarse un pasaje al confín más remoto del mundo. En Londres, era una bestia enjaulada. En cualquier otro lugar, sería libre. Excepto que no sería su hogar. Había pasado casi una década combatiendo en tierras extrañas. Las experiencias vividas le habían aniquilado todo deseo de aventura. A diferencia de esos payasos hastiados de sus vidas aburridas que deambulaban por la ciudad en busca de excitaciones artificiales, él valoraba la paz y la quietud, el no despertar con cañonazos rugiendo en el horizonte, ni cumpliendo órdenes de ejecutar ataques que terminarían en cruentas carnicerías, ni permaneciendo en constante alerta privado del sueño o aquejado de dolor físico, ni presenciando cómo jóvenes que apenas habían comenzado a vivir, morían en ríos de sangre... No, muchas gracias, él prefería permanecer en el suelo yermo, sumido en la oscuridad, lamentando su desgracia.

Después de dar cuenta de una generosa dosis de whisky, la voz de Phipps sonó ronca al preguntar:

—¿Desde cuando conoce a la señorita Aubrey, milord?

—Casi diez años, pero la última vez que la vi, tenía quince.

—Oh —dijo el mayordomo.

—¿«Oh», qué? —con mirada furibunda Joe le arrebató la botella de las manos.

—Un poco joven... eh... para semejante apego...

— ¡Cierra el pico, Phipps! Y guárdate tus sucio pensamientos...

—Perdón, milord. Me refería a la joven dama. Creo que ella está... muy interesada en usted.

Joe le echó una mirada sarcástica. Phipps siempre había sido un mal tergiversador. Lo que el maldito viejo gruñón y entrometido quería decir era que Joe estaba prendado de la joven. Lo que era verdad, por supuesto. Ningún hombre en la plenitud de su juventud podría permanecer inmune ante tal expresión de feminidad por excelencia. Y no era sólo su cuerpo lo que deseaba. Durante su visita de esa mañana, había disfrutado del placer de los recuerdos compartidos y había quedado deslumhrado por su encanto. _______ poseía un asombroso ingenio, fortaleza y, a diferencia de Olivia, ni una pizca de artificio. Incluso lo había hecho reír.

—Phipps, imagina que estás observando un jardín de rosas de variadas tonalidades, algunas de nivea blancura, otras de candorosos tonos rosados o de un intenso rojo carmesí; y entre ellas, una margarita. ¿Qué flor preferirías?

—Mmm. Diría que la margarita, milord.

Igual que él.

—¿Por qué?

—Los pétalos amarillos se destacarían.

Equivocado. La margarita como un sol nos haría sonreír, en cambio las rosas... «Espléndido». ¿Estaba espiando a una joven y volviéndose un poeta cursi? ¿Qué vendría después? ¿Serenatas bajo una ventana del número 7 de la calle Dover? Esta maldita abstinencia le estaba transformando el cerebro en una gelatina de semen. Realmente necesitaba mandar a buscar a alguna de sus viejas pollitas para que lo ayudara con su ya alarmante y creciente frustración.

Maldita _______ por despertarle ansias de vivir otra vez. Había estado perfectamente contento de regodearse en su propio dolor hasta que ella había aparecido en su umbral como una encarnación del sol.

Phipps se aclaró la garganta.
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 UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 8 Empty Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.

Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:16 pm

—He estado pensando, milord. Si seguimos sentados en nuestros traseros esperando a que cierta margarita nos visite otra vez...

—¿Nos? —murmuró Joe contra la boca de la botella de whisky, apoyó los labios y echó la cabeza hacia atrás. Ah. Fuego. Mucho mejor. Se secó la boca con la manga de la camisa.

Phipps lo miró fijamente.

—¿Debo enviar a Polly con una muda de cama limpia al sótano, milord?

—¿Qué? ¡Oh, vete a la miierda! —gruñó Joe. No estaba de humor para ser tratado como un chiquillo—. No estoy reincidiendo, si es lo que te preocupa —le espetó disgustado—. ¡Ahora, esfúmate!

Solo en la oscuridad otra vez, Joe apoyó la cabeza contra la pared y oró por recuperar la serenidad. La orquesta de Barrington House empezó a tocar un vals. «Me gustaría mucho bailar un vals contigo».

Maldición. Se puso de pie. Si ella podía besarlo por la mañana y coquetear con un enjambre de vagos por la noche, bien podía él buscar el alivio que necesitaba donde pudiese conseguirlo, y en este preciso momento, la deseaba a ella. Se encaminó a grandes pasos a su alcoba.

—¡Phipps! ¡Dudley! —gruñó desde las escaleras quitándose la camisa por encima de la cabeza. Escuchó a alguien patinar en el vestíbulo y a otro, tropezar con una pared en el otro extremo. Estaba dirigiendo un maldito circo—. ¡Mi bacinilla!... ¡Ahora! {JAJAJA XD}

—¿Lo hizo? ¡Es un excelente progreso, _______! —exclamó Iris.

—Dijo que conoce a todos los miembros del Gabinete de Ministros —concluyó _______ con el relato de su productiva conversación con lord John—. Creo que tendremos los listados muy pronto.

—Le conseguiste a Mary un empleo y lograste el apoyo de lord John... ¡ Eres soberbia! —Sophie aplaudió con las manos enguantadas—. Debe estar enamorado de ti. ¿A ti te gusta?

—No sé —_______ se mordió el labio—. Sus palabras son siempre encantadoras, y siempre dice la frase adecuada... pero tengo la impresión de que... Tonterías. Probablemente es sólo mi imaginación —estaba por decir que los elogios y susurros de lord John no parecían brotarle del corazón sino del cerebro. Aunque eso tampoco era totalmente cierto, porque en un momento dado de la conversación que habían mantenido durante el baile, su interés le había parecido sincero. Cualquiera de las cosas que ella había hecho, o que no había hecho, parecían haber dado resultados.

_______ suspiró. Aunque sus esfuerzos habían resultado provechosos para la fundación, habían hecho fracasar sus planes para visitar a Joe esa noche. La hora que había pensado dedicar para bailar y conversar, se había prolongado a casi tres, y ya era muy tarde.

—Hoy Sophie y yo hemos estado muy ocupadas —dijo Iris—. Hemos preparado todo para la reunión de mañana. —Le contó sobre los paquetes que distribuirían entre las mujeres que conocían, aquellas que necesitaban apoyo urgentemente—. También concurrimos al almuerzo de lady Penrose con la esperanza de conseguir nuevas adhesiones, pero nadie se ofreció.

_______ caviló en voz alta.

—Ahora que podemos afrontarlo económicamente, creo que deberíamos alquilar una oficina...

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 UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 8 Empty Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.

Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:17 pm

—No te muevas —dijo en voz baja Sophie. Cogió del codo a _______ y se escondió detrás de ella—. Marcus the Fetus se está dirigiendo hacia aquí.

Iris se ahogó.

—¿Quién es Marcus the Fetus? —preguntó _______ sonriéndole a Iris.

—El pobre sir Marcus está enamorado de nuestra querida soprano —le explicó—, pero ella no quiere saber nada de él.

Le echó una sonriente mirada al rostro colorado que se escondía avergonzado detrás de la espalda de _______.

—¡Tiene por lo menos cinco años menos que yo! —murmuró Sophie indignada.

—Ocho, pero, ¿qué importa? —Iris le hizo un guiño a _______.

—La otra noche te quejaste por haber sido acosada por un viejo vil y repugnante —recapituló _______ con una sonrisa—. Deberías poner un anuncio en el White's, especificando la edad que debe tener un pretendiente para cumplir con tus exigencias.

—No es una cuestión divertida —contestó Sophie con tono furioso—. Parece que atraigo a sinvergüenzas decrépitos que quieren turnarme en sus rodillas con sus nietos; o jóvenes imberbes que se babean fantaseando con mi pasado en París. ¿Dónde están todos los hombres atractivos, me pregunto?

—¿Disfrutando de la ópera en París? —propuso _______ y consiguió un pellizco en el trasero.

—Se ha ido —Iris sonrió a la figura encorvada de su amiga escondida. Sophie suspiró enderezándose.

—¿Estás pensando seriamente en casarte, Sophie? —preguntó _______.

—Me siento sola —admitió Sophie—. Los ingleses son tan aburridos... Y los que pueden interesarme, jamás considerarían a alguien con mi pasado como la mujer adecuada para casarse.

—George lo hizo —le recordó afectuosamente _______ cogiéndola del brazo—. Tú eres muy especial, Sophie. Sé paciente. El día menos pensado encontrarás a alguien que te quiera tal como eres y te valore, alguien que no te desdeñe. Asintiendo, Iris le cogió el brazo que tenía libre. —Alguien que sea adecuado para ti. Sophie suspiró.

—Debo decir que me divertía más como «mujer objeto» que como «as de espadas».

—¿Qué es un «as de espadas» ? —preguntó Iris.

—Es un término del argot para «viuda» —_______ le palmeó la mano a Sophie—. Querida, siempre puedes regresar a la ópera para ser una respetable soprano —propuso _______—. Te prometemos asistir a todas tus presentaciones.

—Puede que sea eso lo que haga —concluyó tristemente Sophie.

Se acercó un sirviente.

—Señorita Aubrey, me dijeron que le entregara esto. El mensajero dijo que era urgente —le extendió una misiva lacrada que yacía en una bandeja brillantemente lustrada.

—¿Para mí? ¿No será para Stilgoe? —le preguntó preocupada. Lo primero que le cruzó la mente fue Danielli. La pobre niña había estado tosiendo toda la tarde, fue por eso por lo que Angie se había quedado en casa. _______ rogó porque la niña no se hubiese contagiado nada jugando con el agua del estanque de Joe.

—No, madame. El mensajero me aclaró específicamente que estaba dirigida a usted.

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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:17 pm

—Gracias.

Cogió la misiva y le echó un rápido vistazo. La dominó una poderosa excitación. Tenía un león lacrado. Sin reparar en las miradas preocupadas de sus amigas, rompió el sello. Reconoció la letra de Joe de inmediato. La nota decía: «Ha pasado bastante tiempo desde que baile, pero si tú propuesta sigue en pie, te espero en el extremo alejado del jardín. P.». Su pulso se aceleró desenfrenado, le temblaban las manos, y tuvo que morderse salvajemente el labio para ocultar la sonrisa. No solamente ya había firmado con la inicial de su nombre de pila, sino que además quería verla. Ahora.

—¿Sucede algo malo? —la voz de Iris denotó preocupación—. Pareces agitada.

—Estoy bien. No hay nada de qué preocuparse —_______ introdujo la nota dentro de su retículo—. Pero necesito vuestra ayuda —bajó la voz—. Debo retirarme... durante unos pocos minutos. Si Stilgoe viene a buscarme, por favor, ¿podríais decirle que yo... ? —se devanó el cerebro buscando una excusa apropiada.

Iris entrecerró los ojos.

—¿Con quién vas a encontrarte en secreto, _______? —como _______ se sonrojó, Iris la miró completamente lívida—. ¿Se trata de ese detestable mayor, no es así?

—¡No, por supuesto que no! —respondió _______ rápidamente, Iris parecía algo más que enojada... ¡estaba celosa! Bueno, bueno, deberían tener esa discusión en otra ocasión y en otro lugar, ya que en ese preciso momento, _______ estaba demasiado agitada y emocionada como para dispensarle a Iris la debida atención. Joe estaba esperando...

— ¡No te ayudaré a que arruines tu vida! —la amonestó Iris—. ¿Con quién tienes una cita?

Sophie le apoyó la mano en el brazo a Iris.

—No es de nuestra incumbencia, Iris. _______ es una mujer adulta. Sabe perfectamente lo que debe hacer. ¿No es así, _______? —la miró penetrantemente.

—Eso espero —_______ sonrió suspirando trémulamente—. ¿Me ayudaréis?

Cuando su renuente amiga asintió por fin, abandonó el salón y bajó deprisa las escaleras que conducían a la cocina. El corazón le latía desbocado cuando salió corriendo de la casa y siguió el sendero de grava hasta el muro exterior del jardín, donde se ocultó detrás de los setos. Su vestido de gala no bastaba para preservarla del frío de la noche, pero era el nerviosismo que la dominaba lo que le ponía la carne de gallina en los brazos y le provocaba escalofríos en la espalda. Estaba tan... ansiosa de ver a Joe otra vez, que se negaba a considerar las consecuencias de su irresponsable conducta.

Una glorieta blanca iluminada por la luz de la luna ocupaba la esquina izquierda del jardín. En su interior, una silueta imponente de anchas espaldas y vestida de traje de etiqueta negro se paseaba sin descanso de un extremo a otro de la balaustrada. Los guantes blancos y el plastrón brillaban a la luz de la luna. Llevaba el oscuro cabello sujeto en una coleta en la nuca, pero algunos mechones oscuros le caían sobre los ojos, y aunque se los alisaba repetidamente hacia atrás, volvían a caerle rebeldes sobre la frente cubierta con la máscara. Sonrió, no podía permanecer toda la noche observándolo.

Se detuvo abruptamente y dio vuelta la cabeza en su dirección. Los ojos brillantes destellaron tras la máscara. «Dios mío», el corazón le dio un vuelco. Eso era lo que había enfrentado la caballería francesa en el campo de batalla. Su reacción fue exactamente la opuesta... gravitó hacia él.





—Gracias.

Cogió la misiva y le echó un rápido vistazo. La dominó una poderosa excitación. Tenía un león lacrado. Sin reparar en las miradas preocupadas de sus amigas, rompió el sello. Reconoció la letra de Joe de inmediato. La nota decía: «Ha pasado bastante tiempo desde que baile, pero si tú propuesta sigue en pie, te espero en el extremo alejado del jardín. P.». Su pulso se aceleró desenfrenado, le temblaban las manos, y tuvo que morderse salvajemente el labio para ocultar la sonrisa. No solamente ya había firmado con la inicial de su nombre de pila, sino que además quería verla. Ahora.

—¿Sucede algo malo? —la voz de Iris denotó preocupación—. Pareces agitada.

—Estoy bien. No hay nada de qué preocuparse —_______ introdujo la nota dentro de su retículo—. Pero necesito vuestra ayuda —bajó la voz—. Debo retirarme... durante unos pocos minutos. Si Stilgoe viene a buscarme, por favor, ¿podríais decirle que yo... ? —se devanó el cerebro buscando una excusa apropiada.

Iris entrecerró los ojos.

—¿Con quién vas a encontrarte en secreto, _______? —como _______ se sonrojó, Iris la miró completamente lívida—. ¿Se trata de ese detestable mayor, no es así?

—¡No, por supuesto que no! —respondió _______ rápidamente, Iris parecía algo más que enojada... ¡estaba celosa! Bueno, bueno, deberían tener esa discusión en otra ocasión y en otro lugar, ya que en ese preciso momento, _______ estaba demasiado agitada y emocionada como para dispensarle a Iris la debida atención. Joe estaba esperando...

— ¡No te ayudaré a que arruines tu vida! —la amonestó Iris—. ¿Con quién tienes una cita?

Sophie le apoyó la mano en el brazo a Iris.

—No es de nuestra incumbencia, Iris. _______ es una mujer adulta. Sabe perfectamente lo que debe hacer. ¿No es así, _______? —la miró penetrantemente.

—Eso espero —_______ sonrió suspirando trémulamente—. ¿Me ayudaréis?

Cuando su renuente amiga asintió por fin, abandonó el salón y bajó deprisa las escaleras que conducían a la cocina. El corazón le latía desbocado cuando salió corriendo de la casa y siguió el sendero de grava hasta el muro exterior del jardín, donde se ocultó detrás de los setos. Su vestido de gala no bastaba para preservarla del frío de la noche, pero era el nerviosismo que la dominaba lo que le ponía la carne de gallina en los brazos y le provocaba escalofríos en la espalda. Estaba tan... ansiosa de ver a Joe otra vez, que se negaba a considerar las consecuencias de su irresponsable conducta.

Una glorieta blanca iluminada por la luz de la luna ocupaba la esquina izquierda del jardín. En su interior, una silueta imponente de anchas espaldas y vestida de traje de etiqueta negro se paseaba sin descanso de un extremo a otro de la balaustrada. Los guantes blancos y el plastrón brillaban a la luz de la luna. Llevaba el oscuro cabello sujeto en una coleta en la nuca, pero algunos mechones oscuros le caían sobre los ojos, y aunque se los alisaba repetidamente hacia atrás, volvían a caerle rebeldes sobre la frente cubierta con la máscara. Sonrió, no podía permanecer toda la noche observándolo.

Se detuvo abruptamente y dio vuelta la cabeza en su dirección. Los ojos brillantes destellaron tras la máscara. «Dios mío», el corazón le dio un vuelco. Eso era lo que había enfrentado la caballería francesa en el campo de batalla. Su reacción fue exactamente la opuesta... gravitó hacia él.









—Gracias.

Cogió la misiva y le echó un rápido vistazo. La dominó una poderosa excitación. Tenía un león lacrado. Sin reparar en las miradas preocupadas de sus amigas, rompió el sello. Reconoció la letra de Joe de inmediato. La nota decía: «Ha pasado bastante tiempo desde que baile, pero si tú propuesta sigue en pie, te espero en el extremo alejado del jardín. P.». Su pulso se aceleró desenfrenado, le temblaban las manos, y tuvo que morderse salvajemente el labio para ocultar la sonrisa. No solamente ya había firmado con la inicial de su nombre de pila, sino que además quería verla. Ahora.

—¿Sucede algo malo? —la voz de Iris denotó preocupación—. Pareces agitada.

—Estoy bien. No hay nada de qué preocuparse —_______ introdujo la nota dentro de su retículo—. Pero necesito vuestra ayuda —bajó la voz—. Debo retirarme... durante unos pocos minutos. Si Stilgoe viene a buscarme, por favor, ¿podríais decirle que yo... ? —se devanó el cerebro buscando una excusa apropiada.

Iris entrecerró los ojos.

—¿Con quién vas a encontrarte en secreto, _______? —como _______ se sonrojó, Iris la miró completamente lívida—. ¿Se trata de ese detestable mayor, no es así?

—¡No, por supuesto que no! —respondió _______ rápidamente, Iris parecía algo más que enojada... ¡estaba celosa! Bueno, bueno, deberían tener esa discusión en otra ocasión y en otro lugar, ya que en ese preciso momento, _______ estaba demasiado agitada y emocionada como para dispensarle a Iris la debida atención. Joe estaba esperando...

— ¡No te ayudaré a que arruines tu vida! —la amonestó Iris—. ¿Con quién tienes una cita?

Sophie le apoyó la mano en el brazo a Iris.

—No es de nuestra incumbencia, Iris. _______ es una mujer adulta. Sabe perfectamente lo que debe hacer. ¿No es así, _______? —la miró penetrantemente.

—Eso espero —_______ sonrió suspirando trémulamente—. ¿Me ayudaréis?

Cuando su renuente amiga asintió por fin, abandonó el salón y bajó deprisa las escaleras que conducían a la cocina. El corazón le latía desbocado cuando salió corriendo de la casa y siguió el sendero de grava hasta el muro exterior del jardín, donde se ocultó detrás de los setos. Su vestido de gala no bastaba para preservarla del frío de la noche, pero era el nerviosismo que la dominaba lo que le ponía la carne de gallina en los brazos y le provocaba escalofríos en la espalda. Estaba tan... ansiosa de ver a Joe otra vez, que se negaba a considerar las consecuencias de su irresponsable conducta.

Una glorieta blanca iluminada por la luz de la luna ocupaba la esquina izquierda del jardín. En su interior, una silueta imponente de anchas espaldas y vestida de traje de etiqueta negro se paseaba sin descanso de un extremo a otro de la balaustrada. Los guantes blancos y el plastrón brillaban a la luz de la luna. Llevaba el oscuro cabello sujeto en una coleta en la nuca, pero algunos mechones oscuros le caían sobre los ojos, y aunque se los alisaba repetidamente hacia atrás, volvían a caerle rebeldes sobre la frente cubierta con la máscara. Sonrió, no podía permanecer toda la noche observándolo.

Se detuvo abruptamente y dio vuelta la cabeza en su dirección. Los ojos brillantes destellaron tras la máscara. «Dios mío», el corazón le dio un vuelco. Eso era lo que había enfrentado la caballería francesa en el campo de batalla. Su reacción fue exactamente la opuesta... gravitó hacia él.













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 UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 8 Empty Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.

Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:19 pm

—Buenas noches —la saludó formalmente y le hizo una reverencia, con el corazón palpitándole aceleradamente—. Te ves... radiante.

Su iridiscente vestido se adhería a su cuerpo de estatua, de diosa, exhibiendo deliciosamente sus voluptuosos encantos físicos. Los suaves rizos le caían sobre las mejillas y el cuello. Maldita si sabía qué la había hecho abandonar un salón repleto de aduladores, sin mencionar al riesgo a que exponía su reputación... para estar con él. Sin embargo, se sentía muy agradecido con el mundo como para presionar su suerte cuestionando el buen tino de _______.

Le extendió la mano invitándola y ella subió los escalones para cogérsela. Tenía los ojos brillantes e ilusionados; la pequeña mano tembló en la suya. Le hizo una graciosa reverencia.

—Luces muy elegante también —ella estaba temblando y fue lo único que lo detuvo para no cogerla en sus brazos.

Le llegaron los acordes del último vals de la noche a través de las ventanas profusamente iluminadas del salón de baile.

—¿Soy demasiado presuntuoso al suponer que quizás no hayas concedido a nadie el último vals ? —le preguntó percatándose de que no estaba tan calmado como quería aparentar. No podía recordar que alguna vez hubiese deseado tanto bailar con una mujer como en ese preciso instante. Ella sonrió nerviosamente.

—No, no lo eres. Pero... ¿no quieres que entremos y lo bailemos en el salón en vez de... —su voz se fue apagando y se mordió el labio turgente, como él estaba tentado de hacerlo.

Negó con la cabeza, tragando con dificultad.

—Bailemos aquí, los dos solos. En privado —le colocó una mano en la esbelta cintura y la hizo balancearse, siguiendo los acordes del vals. A seis pulgadas de distancia uno de otro —la separación apropiada según las normas de etiqueta—; pero al girar en el reducido espacio de la glorieta, se fueron acercando más y más, hasta que los muslos se rozaron. Él inclinó la cabeza y le olió el cabello.

—Vainilla —murmuró. Como una droga, el perfume le fue nublando los sentidos, minándole las fuerzas.

—Me complace que te hayas atrevido a venir aquí para verme —le susurró ella al oído.

—No estaba seguro de que vinieras. ¿Por qué lo hiciste? —cerró los ojos embriagado por la calidez del flexible cuerpo femenino balanceándose junto al suyo—. ¿No traerás contigo esa propuesta de ley, verdad? A la espera de saltar sobre mí cuando estoy tan débil como para ofrecer resistencia...

Escuchó su suave risa.

—En realidad, creo que he conseguido un patrocinador. Lord John Hanson. ¿Lo conoces? Me prometió leerla y conseguirnos los listados. Ahora, lo único que necesito es un hábil contable para que haga los cálculos.

Joe apretó los dientes. Sabía que no debía irritarle que ella hubiese tenido éxito en conseguir que otro pobre hombre accediese a su solicitud, pero así era.

—¿Por qué has venido cuando tienes a alguien de la envergadura de lord John Hanson dispuesto a mover cielo y tierra por ti?

Sonriendo, echó la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos.

—¿Realmente necesitas preguntarlo?

Al mirarla a los ojos, encontró algo que no había visto hacía mucho tiempo... a sí mismo. Al hombre que había sido cuando Will aún estaba vivo, cuando iba a cenar a su casa, cuando se sentía todavía humano. Y ella no era cualquier mujer que podría haber deseado en el pasado. Era _______... su _______.

—No, no es necesario —bajó la cabeza y probó sus labios, aquellos dulces y tentadores labios. Sorpresivamente, a ella le flaquearon las piernas y él instintivamente le rodeó la cintura con los brazos y la levantó, apoyándola contra su cuerpo.

_______ le pasó los brazos alrededor del cuello, acercándole su cuerpo curvilíneo, dulcemente perfumado.

—Joe.

—¿Sí, querida? —le mordisqueó los labios turgentes incitándola con la lengua, percibiendo el exquisito sabor de su boca mientras le acariciaba la cintura, moldeando sus suaves curvas contra su cuerpo endurecido por la excitación.
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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:20 pm

—No puedo creer que esté aquí contigo...

Aunque también él estaba maravillado, quería saber:

—¿Por qué no puedes creerlo?

Sintió cómo el cuerpo femenino se tensaba levemente. _______ agitó las pestañas imperceptiblemente como si fuesen alas de mariposa, pero le mantuvo la mirada. Su voz, como canto de sirena, susurro:

—Te amo, Joe... Siempre te...

Su confesión lo aniquiló.

—Paris —susurró contra sus labios—, mi nombre es Paris. {idjeid ahí ya le dijo cual se supone que es su primer nombre! lo dejé en Paris pqq si lo editaba iba a ser un show! haha en fin; continuen leyendo xD!}

Absorbió su exhalación sorprendida en un beso ardiente. Inclinó la boca sobre la de ella, le introdujo la lengua y la besó con la vehemencia que le impulsaba su sangre ardiente. La boca femenina era tan tierna y dulce como un durazno maduro. Deseaba darse un festín con su dulzura hasta que ella ardiese con el mismo fogoso deseo que lo consumía a él. «Ella es inocente, trátala con cuidado, por amor de Dios», le gritó la voz de su conciencia, pero la ignoró. Bailando la codujo hasta la pared de la pérgola, aplastándola con su cuerpo contra ella, y la besó hasta perder la conciencia. Suspirando, ella se dejó llevar por la vehemencia de sus besos con igual ardor. La lengua femenina se enfrentó en erótico duelo con la suya. Bajó las manos hasta las turgentes nalgas femeninas, las estrujó apretándola contra su cuerpo. «Dulce Lucifer». Ella no llevaba calzones, sólo ropa interior de seda, según pudo descubrir con sus caricias, y aunque bien sabía que la tentadora vestimenta obedecía más al modelo del vestido que a su gozo personal, el señor Jones se puso en posición de firme respondiendo al toque de atención como un ansioso portaestandarte.

La provocativa descarada apretó los muslos contra él y le acarició la nuca, arrancándole un profundo gemido del pecho.

—Joe...

—Paris —corrigió él—. Me sonsacaste cuál era mi nombre. Ahora tienes que pronunciarlo para que sea real.

—Paris —le susurró en un eco, esbozando una sonrisa—. Tú eres tan real. Tan real...

—Lo sé, lo sé. Es un nombre tan ******* —sonrió irónicamente—. Dios sabe qué indujo a mis padres para colocarme el nombre del personaje masculino más patético de Homero.

—Paris no era patético. Estaba enamorado. Pero quizás tus padres te pusieron ese nombre por la ciudad.

—¿La ciudad de Napoleón? —se ahogó por el asombro.

—Napoleón no estaba en el poder cuando tú naciste, tonto. Ni ahora, gracias a ti.

—Sí, logré vencerlo utilizando una sola mano; y gracias por recordarme mi avanzada edad.

Soltó una risa cantarina. Se puso de puntillas y lo miró a los ojos...

—Paris... adoro tu nombre —sonrió seductoramente, sus ojos brillantes refulgieron en la oscuridad—. Es oscuro, resplandeciente, enigmático... igual que tú.
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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:21 pm

—Te refieres a la ciudad, me parece —echó una mirada a las blancas turgencias femeninas apoyadas contra su pecho y luchó contra el irresistible deseo de hundir el rostro en ellas. Le había llevado veintinueve segundos llegar allí; y necesitaría mucho menos para llevarla a su alcoba—. Te olvidas de que me conoces desde hace más de una década. No soy un misterio para ti.

Pero ella sí lo era... esa Afrodita niña que se había convertido en la criatura más deseable y femenina del mundo. Explotaría si no la poseía. Después, Stilgoe lo perseguiría con una pistola, y él ni siquiera intentaría defenderse. Siempre había sabido que había una bala con su blasón como blanco; era un milagro —o una maldita condena— que la hubiese eludido hasta el momento.

_______ le acarició los labios.

—Sé tan poco de ti. ¿Cuál es tu segundo nombre?

Se le nubló la mente de deseo. Tuvo que parpadear para aclarar la visión.

—Joseph.

—Paris Joseph Lancaster —reemplazó los dedos por sus labios, para acariciarlo, provocarlo, desleírle el cerebro—. ¿Te gustó la ciudad imperial de Napoleón?

Se las veía y se las deseaba para seguir el hilo de sus preguntas.

—Supongo que sí. No podía ser muy objetivo... cuando marché contra la ciudad. No puedo decir que... haya podido recorrer sus atracciones... con entusiasmo turístico. Esto, sin embargo —le besó el cuello que olía a vainilla—... me encantaría recorrerlo.

Tenía la piel más suave que imaginar pudiera. Cuando ella ronroneó suavemente, deseó echársela al hombro y saltar el muro hacia su jardín. De todas formas, ¿quién necesitaba una cama? Nunca había estado tan excitado en toda su vida, pero no podía, sabía que no podía... ¿o acaso sí?

Incapaz de detenerse, deslizó la mano hasta coger el suave seno. _______ cerró los ojos y dejó escapar un suave suspiro. Acarició su redondez deleitándose con la exquisita turgencia que su mano atesoraba. Al notar cómo ella gozaba de a caricia, la lujuria le rugió en las venas.

—Nadie me hace sentir lo que tú me provocas, Joseph.

Sintió una opresión en el corazón. Ella tenía la extraña habilidad de poner en palabras la emoción exacta que a él lo dominaba. Se sintió como un torpe simio.

—_______, tú me haces sentir como un colegial perdidamente enamorado —le capturó la boca con un profundo beso haciéndola gemir. Ardió de deseos de desnudarla y besarla toda, no sólo en la boca... aunque por el momento no podía dejar de hacerlo. _______ Aubrey poseía el talento para que un hombre quedara de rodillas por un beso. Y él deseaba ser el único a sus pies para venerarla como a una diosa—. ¿Quién te enseñó a besar de esta manera?

—Nadie —su voz seductora lo recorrió como una caricia—. Tú... tú lo hiciste.

—¿No besaste a nadie más que a mí? —preguntó incrédulo, pero también absurdamente complacido. Cuando ella negó con la cabeza, un escozor de satisfacción masculina le recorrió todo el cuerpo. Se marchitó con la punzada de la culpa que lo abrumó de repente. No la merecía, y aun así no podía evitar desearla más que a nada en su vida

—¡Oh, eres más hermosa que la brisa vespertina, engalanada con la belleza de mil estrellas! —murmuró una voz que sonaba alarmantemente como la suya.

«Por Dios». Will debía estar riendo, asomando la cabeza desde una nube al ver a su viejo compañero recitándole poesía a su pequeña hermanita, nada menos. «Podría huir con ella a Gretna Green». Esa sí que era una buena idea. Una semana de viaje solo con _______ en coche para hacerla su esposa, su compañera, su condesa... Y entonces otra vez, ¿qué haría él una vez que ella descubriese las cicatrices que desfiguraban su rostro? Tendría una mujer histérica en sus brazos en el medio de la nada.

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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:21 pm

Ella cerró los ojos, con expresión soñadora y los labios curvados en una sonrisa que alejó sus morbosos pensamientos.

—Ya veo que te gusta Kit Marlowe.

—No exactamente, pero ese pasaje del doctor Fausto siempre me recuerda a ti.

—¿Siempre? —el aleteo de sus pestañas revelaron la pasión anidada en sus ojos—. ¿Por qué?

—Por razones que sólo yo conozco.

Ocupó la boca en besarle los labios, la mejilla, su delicado mentón... cualquier cosa menos demostrarle que la deseaba tan desesperadamente como el Paris de Homero había deseado a Helena. Pero probablemente _______, la pequeña seductora, podía ver a través de él.

—¿No habrás vendido tu alma al diablo, o sí? —suspiró provocativamente.

—No, pero sigue golpeando a mi puerta —«y en otros lugares también».

—Stilgoe me acompañó al baile esta noche —le dijo con complicidad mientras él le mordisqueaba el adorable lóbulo de la oreja. El tono esperanzado de su voz le causó otra vez una opresión en el pecho, pero optó por ignorarla.

Lo asaltó un pensamiento desconcertante.

—¿ Sabe que has venido a verme ?

Inclinó la cabeza invitándolo a que le besara la zona sensible detrás de la oreja.

—Sophie e Iris... pero no saben de ti... aún. Prometieron buscar una excusa para justificar mi ausencia.

El alivio que sintió fue cabal testimonio de su oscura personalidad. Un caballero con escrúpulos la enviaría inmediatamente de regreso, pero él iba a ignorar sus evidentes y claras insinuaciones, y seguiría tomándose las libertades que le permitiese. Sin embargo, ella se veía tan dolorosamente hermosa bajo la luz de la luna, sus delicados rasgos expresaban tal embelesamiento, que no pudo dejarla ir aún.

Ni pudo dejar de besarla, de tocarla. Hundió un dedo en su corpiño y le rozó el pezón. Quedó expectante con la respiración contenida, pero al no recibir ningún brusco bofetón en la mejilla siguió incitándolo hasta dejarlo firme y duro como un pujante brote. Un sonido, mezcla de gemido y suspiro, se escapó de sus labios entreabiertos.

Un fuego le devoró las entrañas. Le tiró del corpiño dejándole al descubierto el pezón, asomándose el seno desnudo como si fuese una fruta madura. Si una gota de rocío se deslizase por la curvatura perfecta de su pecho, la punta del pezón la detendría para ofrecérsela. «Estaba moldeada para hacer el amor». La devoró con los ojos grabando esa visión en la memoria, deseando poder persuadirla para que posase para él. Esculpiría su belleza a tamaño natural, algo menos sería un crimen. Imaginarla desnuda en el sótano, tendida sobre el cobertor rubí de su vieja cama del siglo xv, avivó su deseo hasta niveles peligrosos. Con un profundo gruñido, se llevó el seno a la boca, chupándolo, lamiéndolo, mordiéndole seductoramente el pezón endurecido. Ella gimió clavándole las manos en los hombros. Si ella estuviese siquiera la mitad de lo excitado que él estaba, le encontraría miel entre los muslos.

Al darse cuenta de que su control estaba al límite, le subió la falda cubriéndole el pecho y por encima del hombro, apoyó la frente contra la pared fría. Él era el adulto ahí, era su deber dominarse para no embestir los muslos contra su mano. Se esta torturando a sí mismo; aun así el placer era tan exquisito, ; fue demasiado débil como para separarse. La observó vorazmente, con el pecho agitándosele en ritmo creciente, con ojos fogosos; y estuvo peligrosamente tentado de deslizarle la mano dentro del pantalón para cerrársela alrededor del pene erecto—. Por Dios, _______ —susurró casi doblado por la cintura, estaba casi a punto de correrse—. Suficiente —se alejó de su mano aspirando una bocanada profunda de aire, tratando recuperar la respiración. Veía puntos brillantes.

_______ levantó la mano y deslizó los dedos sobre la máscara.

—¿Por qué dejaste de venir a mi casa? ¿Fue por mi causa? —susurró ella.

Inhaló profundamente, con dificultad, demasiado tenso como para moverse.

—En gran parte, ya te lo dije, eras demasiado joven para mí...

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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:22 pm

—Tienes demasiados secretos. Quiero verte —suspiró, antes de que su confuso cerebro pudiese registrar lo que le estaba pidiendo, ella le cogió la máscara y comenzó a levantarla.

El pánico lo encegueció.

—¡No! —le apartó la mano bruscamente y se dio la vuelta dándole la espalda para ajustarse la máscara y volverla a colocar en su lugar—. ¡Qué gran error! —gruñó ardiendo aún de furia.

—¿Error? ¡Qué... quieres decir! —la suave voz de _______ penetró el torbellino de su mente. Cuando se negó a contestarle, una mano suave le tocó el hombro—. Joe...

—Vuelve al baile y no vengas a verme nunca más...

Qué idiiota había sido, cómo había podido permitir que todo llegase tan lejos. Con lo sucedido en la mañana era previsible. ¿Qué maldición lo hacía comportarse tan libertinamente? Sabía la respuesta. _______, con su seductora promesa de risa, bullicio, vida... y pasión.

—¿Qué? ¿Por qué? —el dolor en su voz le retorció las entrañas—. Dijiste que me deseabas...

Era la cruz que tenía que llevar.

—Déjame —le rogó. «Por favor». Si ella supiese cómo había muerto Will, o si ella pudiese verle el rostro... no quería imaginar lo que pensaría de él.

—No me importa tu apariencia —habló detrás de él—. Sé cómo eres en tu interior...

Estaba equivocada, en su interior era mil veces peor. Se dio la vuelta bruscamente.

—¡Vete!

Su alarido la sorprendió, pero permaneció inmóvil en el lugar, observándolo con esos inmensos ojos entrañables.

—Ya no soy una niña. Puedo tolerarlo. He visto soldados heridos que regresaban de la guerra. He visto niños deformes a causa de una enfermedad —lágrimas grandes como diamantes le anegaban los ojos. Su angustia le laceró la conciencia—. No puedes espantarme.

No podía seguir presenciando la compasión que le ofrecía, la lástima. Tragó con esfuerzo.

—No me interesa volver a verte —articuló con énfasis—. ¿Soy suficientemente claro?

Le tembló el labio inferior. Las pestañas se agitaban nerviosamente mientras intentaba comprender su conducta alienada.

—¿Cómo puedes decirme eso después de todo lo que ha sucedido hoy entre nosotros?

—¡Sólo nos besamos! No significó nada. Los hombres dicen y prometen todo tipo de idiioteses cuando están excitados por una mujer. Que te sirva de lección en tu vida —le espetó huraña e insensiblemente ante la imperiosa necesidad de que se fuese, y al mismo tiempo, deseando estrecharla entre sus brazos para borrarle el dolor que le estaba causando.

Abrió desmesuradamente los ojos alcanzando a comprender. Sí, la había utilizado porque quería tocarla, aunque sabía de antemano que no había futuro para ellos.

—No —sacudió la cabeza, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas—. No puedes hacerme esto, no otra vez...

Tenía que hacerlo. No tenía alternativa. Cerró los ojos durante un momento, reuniendo la pizca de control que le quedaba, después le dispensó una prolongada y última mirada.

—Tienes toda la vida por delante para compartirla con alguien que te ame —abandonó la glorieta a grandes zancadas, giró hacia la izquierda, y con un salto se apoyó en lo alto del muro, y levantó el cuerpo apoyando una bota en el angosto borde, y después saltó hacia el otro lado.

Escuchó un sollozo desgarrador del otro lado del muro.

—¡Maldito seas, Joseph! —gritó _______—. ¿Cómo pudiste hacerme esto otra vez? Te odio, ¿me oyes? Te odio y te desprecio... tú... ¡canalla... libertino! Jamás, nunca olvidaré esto. ¡Nunca!

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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:25 pm

Joe entró como una tromba en su alcoba, sentía que las sienes le estallaban y arrojó la máscara a las llamas que crepitaban en la chimenea. Estaba ardiendo por dentro, las venas encendidas de deseo, con la conciencia hecha pedazos, el alma aullando lastimeramente por la mujer que ya no le estaba prohibida y aun así seguía fuera de su alcance. No podía respirar, la quería... la deseaba... tanto.

Maldiciéndose a sí mismo por ser tanto peor de lo que ella le había acusado, se desplomó de espaldas sobre la cama y permaneció ahí, con las emociones que _______ había hecho renacer. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Enterrarlas en el sótano? ¿Por cuánto tiempo... una década, toda la vida? Un gruñido de congoja le desgarró el pecho y se cubrió el rostro con las manos, clavándolas en las cicatrices, deseando desgarrarse otra vez la piel. El abismo del infierno y la soledad eterna lo reclamaba, y él sabía que merecía cada partícula de ambos. Y aún más.

Iris, llama al coche y busca a Stilgoe —dijo Sophie—. Dile que _______ no se siente bien y que la llevaremos a su casa —se sentó pasando el brazo sobre los hombros temblorosos de _______—. Tranquila, chérie. Todo estará bien...

_______ se dio la vuelta y hundió el rostro húmedo en el hombro de Sophie.

—Me utilizó —sollozó mientras Sophie le acariciaba la espalda—. Nunca le he importado...

—¿Quién lo hizo? —preguntó Sophie con voz suave que no alcanzó a esconder su furia.

_______ levantó el rostro bañado por las lágrimas y señaló la ventana abierta de la glorieta.

—¡Él!

Todo lo que pudo ver Sophie fue un alto muro de jardín.
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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:25 pm

CAPÍTULO 9

Lo único peor que una batalla perdida,

es una batalla ganada.

Arthur Wellesly; duque de Wellington,

en alusión a la Batalla de Waterloo, 1815.

Hotel de l'Imperatrice, Bruselas,

15 de junio de 1815... Dos años antes.

Alguien golpeó a la puerta de la habitación del hotel.

—La puerta está abierta —contestó con un gruñido Joe, levantando la sábana arrugada para cubrirse la cadera desnuda.

Echado de espaldas sobre la cama, con la mirada perdida, reconoció la manera de caminar de Will en el vestíbulo. Habían llegado desde Londres un mes atrás. Los hombres, en su mayoría, estaban abatidos por haber dejado a sus esposas e hijos pequeños en Ramsgate. Wellington estaba con el alma en vilo. Napoleón estaba avanzando. Y Joe se sentía vacío por dentro. ¿Qué interés podía tener en regresar salvo las obligaciones que tenía con el patrimonio ancestral? Sin esposa, ni hijos, pocas probabilidades de tenerlos alguna vez...

Sangre y Gloria.

Estaba harto de ambas.

Will entró silbando.

—¡Maldita sea! Los compañeros de juerga me emborracharon tanto que me caí del caballo viniendo hacia... aquí... Hola —se detuvo y miró a la mujer cubierta apenas con un transparente negligé que se estaba cepillando los rizos de color negro azabache frente al tocador—. Usted es «La Furia», ¿no es así? La vi actuar en la Ópera anoche.

La cantante de ópera se encogió de hombros, pero no dijo nada.

—Hablale en francés —le sugirió Joe—. ¿Por qué estás aquí? Pensé que tenías una cita con lady Drusberry.

—Cambio de planes. Vengo de la fiesta de la duquesa de Richmond. Wellington quiere verte.

Joe ya no concurría a fiestas, particularmente a las que asistía toda la beau monde de Europa. Se inclinó hacia delante y cogió la copa llena de brandy que estaba en la consola de la cabecera de la cama.

—Dile que no pudiste encontrarme. Que me dirigí a controlar las tropas de Ninove.

Sonriendo torvamente, Joe se colocó las botas.

—¿Cuan rápido puedes ser? —Will se le acercó riendo entre dientes—. ¿No hay copas de coñac en esta lujosa habitación de hotel que tienes que beber el brandy en tu trofeo? —miró por encima del hombro a «La Furia»—. ¿No concurrió a las competiciones de caballería? —le preguntó en francés—. Gané la copa de plata.

Joe resopló ante la descarada mentira. Macalister había ganado la copa de plata.

«La Furia» le dispensó una mirada fugaz.

—Prefiero el oro a la plata.
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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 1:26 pm

—¡Ay! —Will se encogió sonriendo ampliamente. Se golpeó el pecho—. Tengo oro en mi interior.

Sin impresionarse, se dirigió lentamente hacia la cama y se reclinó sobre Joe, acurrucándose contra su brazo y deslizándole los dedos por el pecho desnudo. Él le apartó la mano.

—Él tiene razón. Mi oro puede acabarse, pero el suyo nunca. Además... —le susurró al oído—. Tiene de acero lo que hace falta.

—¿Oh? —dijo intrigada—. ¿Usted es el mayor Aubrey?

Will hizo una exagerada reverencia.

—A vuestro servicio, madame.

Le echó una mirada de soslayo a Joe.

—Tiene mejores modales que tú.

—Todo lo tiene mejor —reconoció Joe con sonrisa torva—. ¿Alguna noticia?

Apartando la mirada de la tentadora figura de «La Furia», Will se acercó y le susurró a Joe al oído:

—De los puestos de avanzada informaron que Napoleón llegó a Quatre Bras. La caballería recibió órdenes de avanzar.

Joe se colocó los pantalones de montar.

—Aguárdame abajo. La despacharé y me reuniré contigo.

Will le dirigió otra mirada codiciosa a la cantante de ópera semidesnuda.

—¿Supongo que no me permitirás que yo me despache con ella mientras tú me aguardas abajo, eh? No creo que tenga tiempo para lady Drusberry.

Sonriendo torvamente, Joe se colocó las botas.

—¿Cuan rápido puedes ser?

—Con ésta, lo último que quiero es ser rápido. Te veré abajo.

Joe llegó con Wellington y su Estado Mayor a Quatre Bras a la mañana siguiente, poco después de la diez de la mañana; sus aliados prusianos ya estaban desplegados al sur, frente a las tropas francesas, y más efectivos estaban arribando para unirse a las filas enemigas.

—¡Napoleón me ha engañado! ¡Si los prusianos luchan en esa posición, serán masacrados!

La tarde llegó con una lluvia más copiosa y combates más intensos en los bosques y campos de los alrededores de Quatre Bras. Empleando la estrategia usual de ataque de los franceses, empezaron con tiro de artillería como Wellington había previsto haciendo estragos en la infantería prusiana más expuesta. En tanto, la infantería británica, exhausta y desorganizada como consecuencia de órdenes y contraórdenes, seguía arribando por suerte, y para el momento en que los coraceros franceses cayeron sobre la brigada de Joe, sus fuerzas en continuo avance golpearon con fuerza la retaguardia francesa.
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