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Mensaje por Invitado Lun 22 Nov 2010, 11:24 am

Número 7 de la calle Dover, en la actualidad.
_
___ estaba exhausta cuando regresó a su hogar después de la fiesta de gala que se había llevado a cabo en la casa de Iris para recaudar fondos. Apenas había proferido algunas palabras durante toda la noche, sólo se limitó a ayudar a sus amigas para solicitar las donaciones de caridad, aunque no creía que una participación más activa de su parte hubiera aumentado las posibilidades de obtener resultados más favorables. A la aristocracia inglesa no le importaban las viudas de guerra ni los niños hambrientos; lo único que le preocupaba eran sus frívolas diversiones. Sin embargo, ___ estaba convencida de que Iris y Sophie le exigirían una explicación por su extraña conducta durante esa noche. Pero en nombre de Dios, ¿qué podía contarles? ¿Que se sentía devastada? ¿Que el único hombre que le había importado en su vida la había echado, sin miramientos, de su casa y de sus sentimientos, ordenándole que no volviera jamás?

Nunca les había hablado sobre su enamoramiento infantil del conde. Se habían hecho amigas cuando fueron presentadas en sociedad, y en ese entonces, Joseph era considerado una leyenda entre sus pares, un redomado mujeriego, un reconocido comandante de caballería, trece años mayor que ella, y socialmente, diez veces más encumbrado; y... absolutamente inalcanzable. Además había estado ausente en la Península durante todo ese tiempo, situación que le había ahorrado la humillación de enfrentar al hombre que había desdeñado su beso.

Le había demandado mucho tiempo superar esa vergüenza.. . y ese dolor. Y le había llevado dos años reunir el coraje para ir a verlo a su regreso del Continente.

«Váyase a su casa, ____, y no regrese jamás por aquí». La idea de no volver a verlo le destrozaba el alma. Inexorablemente, sus pensamientos fluían a días más felices en los cuales Joseph y Will llegaban a caballo, trayendo el sol con ellos. Eran polos opuestos... Will, de ingenio despreocupado; Joseph, el lord de personalidad intensa; y aun así, se complementaban a la perfección, creando una sinergia que era casi envidiable.

Recordaba, como si fuese ayer, la primera vez que había puesto los ojos en él. Ella tenía doce años; Joseph, más del doble. Will lo había hecho entrar al vestíbulo, donde ella se estaba jugando con las gemelas mientras su madre hojeaba la sección de sociedad.

Recordaba cómo se había puesto de pie torpemente y lo había saludado con cortesía, y cómo Joseph le había cogido de la mano y le había hecho una reverencia.

—Nunca me dijiste que tenías a una hermosa muñeca como hermana, Will —le había dicho a su hermano.

Y al levantar la vista, se había encontrado con esos ojos color verde marino; los más bondadosos, expresivos y solitarios que había visto en su vida.

Ojos que la atravesaron y le robaron el corazón para siempre. Sin Joseph y sin Will, sólo le quedaba un sofocante vacío que le resultaba insoportable donde otrora había tenido un corazón palpitante.Joseph le había cerrado la puerta en la cara, y no había vuelta atrás.

Lucy se puso de pie prestamente cuando ____ entró en la alcoba; tenía los ojos enrojecidos por el sueño.

—Esto llegó apenas media hora después de que usted se marchara, señorita —Lucy señaló una exquisita caja de caoba que se hallaba sobre la cama de ____. Estaba anudada con un lazo azul que sujetaba una margarita—. El viejo Norris se la quería dar a lady Aubrey, pero yo pasé por allí justo cuando llegó el mensajero; al ver su librea y escucharle decir que la caja era para usted, se la arrebaté de las manos. Un extraño escalofrío le recorrió la espalda. —Bien hecho, Lucy. ¿Qué tenía de especial la librea de mensajero?

—Era negra y dorada, madame.

El pulso se le aceleró. ¿Una caja de Joseph? Ella lo había ofendido. ¿Por qué le enviaría un regalo? Se dio la vuelta dándole la espalda a la doncella.

—Lucy, rápido. Ayúdame a desatarme el vestido, por favor.

Mientras Lucy le desataba los lazos de la espalda, ____ encontró los ojos de su doncella en el espejo.

—Espero que... eh... hayas olvidado la visita que efectuamos esta mañana.

—¿Olvidar qué? —con una picara sonrisa Lucy la ayudó a quitarse el vestido y la ropa interior de seda junto con los pasadores del cabello—. Buenas noches, señorita.

—Gracias, Lucy, buenas noches.

____ se colocó rápidamente el camisón, sacudió los abundantes rizos de su cabellera, y se subió a la cama. Con el corazón latiéndole aceleradamente, se quedó mirando la caja. Todos sus aburridos pretendientes, carentes totalmente de imaginación, le enviaban ramos de rosas rojas; pero una margarita amarilla parecía por sí sola un mensaje. Aunque no tenía ni idea de cuál podría ser.

—Eres una tonta sentimental —se reprendió, aunque le temblaban las manos.

Desanudó cuidadosamente los lazos azules que sostenían a la flor en una graciosa posición inclinada, y los anudó en su tallo brillante. Deslizó la yema de los dedos sobre la tapa de caoba. Tallados en la madera, había un león y una leona, rodeados por sus pequeños cachorros. Una manada de leones. Abrió la caja. ¿Billetes? Y cayó en la cuenta... una donación. Contó el monto. «Cien, doscientas, trescientas... mil, dos mil... cinco mil libras».

—¡Válgame el Cielo!

Con la boca abierta, ____ jadeó ante la pila de billetes desparramados sobre el cobertor de la cama. «Cinco mil libras». Podrían hacer cualquier cosa con una suma tan exorbitante como esa. Podrían pagarle finalmente al abogado, el señor Flowers; alquilar una oficina para la fundación; contratar policías para agregar a la lista más familias de soldados fallecidos en combate. Un sinnúmero de ideas le revoloteaban en la cabeza frenéticamente. ¡Iris y Sophie se pondrían eufóricas! No podía esperar para contárselo, pero antes...

En el interior de la caja había un sobre. Tenía la figura de un león marcada en el lacre. El mismo león que tenía grabado el sello de Joseph. Levantó el sobre, por poco se le cae de las manos ya que le temblaban como las de una anciana. Extrajo la pequeña tarjeta de su interior. Y en letra firme y extraña estaba escrito:

Le ruego me perdone y le deseo éxito en todas sus empresas.
Suyo, J. P. L.

J. P. L. Reconoció con cada fibra de su ser la «L» de Lancaster, pero las iniciales P. N. eran un misterio. No sabía cuál era el primer nombre de Joseph, ni tampoco el segundo. Sabía tan poco sobre él... Se recostó y se apoyó la tarjeta sobre los labios cerrando los ojos. « Joseph ».

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Mensaje por Invitado Lun 22 Nov 2010, 11:33 am

No se daría por vencida. No ahora. Ni nunca. ____ sonrió. Aunque no desease verla, ella necesitaba que fuera parte de su vida, como había sido una vez parte de su familia; y esa donación le brindaba el mejor pretexto para visitarlo nuevamente. De alguna manera, lograría persuadir a la Gárgola de que saliese de su aislamiento para buscar una caricia.


CAPÍTULO 3

—Lo siento, señoras —el señor Flowers cerró el libro que había estado leyendo concentradamente y se escabulló hacia otro estante de libros—. No tengo nada que presentaros. Tendréis que venir la semana próxima.

—Eso fue lo que dijo la semana pasada —masculló ____. Apiñada en un raído sofá junto a Iris y Sophie, ____ examinó la polvorienta oficina llena de arañas, mientras luchaba contra el violento impulso de levantarse y abrir la ventana. Los lugares cerrados le producían una molestia casi física, y el aire viciado le estaba haciendo sentir náuseas, además de jaqueca.

A pesar de la deplorable situación de su oficina, el señor Flowers poseía una mente legal brillante, pero debido a una enfermedad que le provocaba un acentuado temblor en las manos, había tenido que abandonar una exitosa carrera como defensor público. Si había alguien capaz de presentar un proyecto de ley con posibilidades de éxito, ese era él.

—Señor Flowers —empezó Iris—, le hemos provisto de toda la información que nos pidió. No veo razón que justifique que esto se extienda tanto tiempo. No tengo la costumbre de hablar descortésmente, pero usted se está demorando demasiado con este asunto, y estamos perdiendo la paciencia.

— ¡Por Dios, permitidme, por favor! —exhaló con desdén Sophie. Extrajo algunos billetes de su retículo y las apoyó bruscamente sobre la mesa del abogado—. ¿Servirían para acelerar el proceso, monsieur?

____ le echó una mirada interrogante a Sophie, pero después reconoció que su amiga, quien durante su niñez había recorrido descalza las calles de París mendigando por un mísero centavo, probablemente tenía razón. Hurgó en su propio bolso y extrajo una abultada cantidad de billetes. Antes de que el señor Flowers se diera cuenta del rápido intercambio, colocó la mitad de la suma que traía sobre el escritorio y guardó los billetes de Sophie en el bolso. Le dijo en voz baja:

—Recibimos una importante donación ayer.

Iris se dio la vuelta bruscamente hacia ella.

—¿Qué? ¿De quién?

—¡Sshh! Os lo explicaré después —murmuró ____. El señor Flowers examinó algunas páginas de otro mohoso libro.

—Bueno —con una amplia sonrisa lo cerró y cogió la silla que estaba detrás de su escritorio—. Gracias, señora Fairchild. Todos necesitamos comer de vez en cuando —extendió una mano temblorosa hacia el fajo de billetes.

Pero _____ los cubrió con la palma de la mano.

—Señor Flowers —sonrió—. No pude dejar de percibir que usted se movió agitado cuando lady Chilton se refirió a la información que le habíamos provisto.

—Mmm —el abogado la miró penetrantemente—. Usted sería una litigante temible, señorita Aubrey. Tiene buen ojo para detectar reacciones significativas en un testigo.

—Gracias por el cumplido, señor Flowers. Ahora, ¿de qué se trata? —no le resultaba agradable que le dijesen que tenía talento natural para una profesión tan despiadada.

—Se trata de... información! —levantó un dedo tembloroso—. Sus fundamentos son humanitarios, lógicos y proponen soluciones bastante innovadoras, debo reconocer. Sin embargo, si se las sometiesen a consideración del Parlamento sin la evaluación del costo aproximado que la nueva ley podría demandar, ¡serían descartadas de plano!

Las damas se hundieron en el sofá con expresión apesadumbrada.

—Debió decírnoslo hace semanas —lo reprendió Iris—. ¿Qué tipo de información adicional necesita, señor Flowers?

—Necesito cifras, listados.

—¿Qué clase de listados?

—Nóminas del personal de ejército; nombres, años de servicio, rangos, y sueldos, por supuesto.

—¿Nóminas del personal de ejército? —____ podía ver cómo la esperanza de lograr sus objetivos se derrumbaba frente a sus propios ojos.

—Esas nóminas son confidenciales. Lo que es más, el acceso a ellas está sumamente restringido.

—¿Cómo supone usted que podríamos conseguir esos listados, monsieur Flowers? —demandó de manera cortante Sophie.

Entrelazó las manos temblorosas sobre el montón de papeles.

—Como puedan.

A ____ se le ocurrieron sólo dos maneras posibles de obtener información clasificada del Ejército: irrumpiendo clandestinamente en el asentamiento de la Guardia Montada y robándolas... o recurriendo a Joseph. La segunda posibilidad, si bien era tentadora, le resultaba intimidante, y reforzaba la decisión a la que había llegado la noche anterior, en cuanto a visitarlo nuevamente.

—Suponiendo que logremos obtener los listados —dijo Sophie—, ¿cómo podemos calcular un estimativo? ¿Podría suministrarnos algunos ejemplos... ?

—En casos como éste, recomiendo recurrir a un contable. Tendrá un costo adicional, por supuesto —advirtió.

—Entiendo —____ curvó los labios—. Todo lo que necesitamos es obtener la información.

—Precisamente.

—En su opinión, ¿quién podría tener acceso a esas nóminas, señor Flowers? —preguntó Iris.

—El Alto Mando, el Ministerio de Guerra...

—En caso de que podamos acceder a esas instancias jerárquicas para pedir colaboración —musitó en voz alta ____, teniendo en mente una próxima vista a Joseph —, necesitamos algo tangible para despertar su interés de buen ciudadano.

—¿Ha logrado esbozar los aspectos fundamentales de la propuesta, señor Flowers? Es decir, ¿ha puesto, aunque sea algo, por escrito?

—A decir verdad, lo he hecho —abrió uno de los cajones del escritorio y extrajo un portapliegos de cuero—. Este es el cuerpo principal de la propuesta, pero como ya les he dicho, sin las cifras...

—Es sólo un conjunto de buenas intenciones que podrían ser consideradas una sarta de tonterías —____ se puso de pie arrastrando con ella a Sophie y a Iris—. Gracias, señor Flowers. Creo que lograremos algo en breve.

—De aquí en adelante, depende de ustedes. Señoras, que tengan buen día.

Cuando subieron al coche de ____, Iris le preguntó:

—¿Qué es eso de una importante donación? No dijiste ni una palabra sobre eso anoche. En realidad, estuviste bastante...

—Poco efectiva. Lo sé, y quiero disculparme. No... no me sentía muy bien —____ abrió la ventanilla e inspiró profundamente. Pero el aire de esa bulliciosa parte de la ciudad estaba tan viciado como el de la oficina del señor Flowers; luchó para sobreponerse y contuvo una sonrisa—. Pero después, recibí una caja que contenía cinco mil libras y una nota diciendo que eran para nosotras.

— ¡Cinco mil libras! ¡Mon Dieu! —exclamó Sophie—. ¡Eso es magnífico!

Iris la miró igualmente asombrada.

—Cinco mil libras... ¿Te das cuenta de cuántas cosas podríamos lograr con cinco mil libras?

—¿Sobornar al Jefe de la Guardia Montada para que nos dé las listas? —preguntó Sophie tímidamente.

Iris hizo una mueca.

—¿Y cómo podríamos explicar la obtención de esa información ante el Parlamento? ¿Serías tan amable de aclarármelo?

—Realmente, Iris —dijo Sophie poniendo los ojos en blanco—. A veces suenas tan parecida a la voz de mi conciencia...

Iris ignoró el comentario.

—____, ¿quién es nuestro benefactor?

Oh, por Dios. ____ no había preparado una respuesta para esa pregunta.

—No tengo la menor idea.

Hizo un mohín como de gato a punto de comerse un canario. Jamás le había mentido a una amiga. Le había ocultado algunas cosillas a su madre cuando se ponía insoportablemente latosa y entrometida. Había pensado en contarles a sus amigas lo de Joseph , pero había desistido. Si bien Iris y Sophie eran deliciosamente excéntricas y amigas totalmente confiables, también tenían una actitud muy protectora para con ella y respetaban estrictamente lo que disponían las normas convencionales en cuanto al decoro y la corrección. Si les contase que tenía la intención de visitar a la Gárgola, recibiría una perorata sobre cómo debía comportarse una dama y le dirían que eso pondría en riesgo su buena reputación. Y más aún, insistirían en que fueran juntas a verlo. La idea no le agradaba ni en lo más mínimo. Él era un ermitaño. ¡Por el amor de Dios! No tenía derecho de imponerle la presencia de sus amigas..

—Qué cosa tan extraña —comentó Iris—. Un benefactor que desea permanecer anónimo.

—Es la demostración más legítima del espíritu de caridad —declaró Sophie—. Aquel que practica la caridad en secreto es más grande que Moisés. Nuestro generoso benefactor eligió realizar su contribución anónimamente para no herir la dignidad de los más necesitados, lo que demuestra que, ella o él, lo hizo honestamente, no para ganarse el reconocimiento de la aristocracia. Creo que esa persona es... extraordinaria.

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 UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 5 Empty Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.

Mensaje por Invitado Lun 22 Nov 2010, 11:44 am

«Más de lo que ellas podrían imaginarse», pensó ____. Kevin le podría haber dado la donación personalmente, pero no había querido que ella se lo agradeciese. Le bastó saber que ella haría buen uso del dinero... además consideró a Will un santo. Sonrió para sí misma. Dime con quién andas y te diré quién eres. ¿Cómo podría dejar de admirarlo?

—Aún no hemos encontrado un patrocinador —les recordó Iris—. ¿A quién conocemos que pudiera ayudarnos para conseguir los listados y representarnos para elevar la propuesta ante el Parlamento?

—Podría hablar con el almirante Duckworth en la reunión de Almack's, mañana por la noche —sugirió Sophie—. Cuando murió mi querido George, el almirante me visitó para ofrecerme que recurriera a él si necesitaba cualquier cosa. Me dijo que le debía la vida a George.

—Es una posibilidad —coincidió—. Yo podría hablar con Chilton, pero dudo que él...

—Tu marido no nos ayudará —dijo ____ mustiamente—. Y si lo hiciese, lo haría para atormentarte y obligarte a hacer lo que a él se le antojase.

—Lo hace de todas formas —Iris bajó la vista y no habló más del tema.

____ le apretó cariñosamente la mano.

—Vamos, señoras. Somos mujeres inteligentes, imaginativas. Deberíamos ser capaces de hallar un buen plan que nos ayude a lograr nuestros objetivos. Tengo una gran idea. ¿Por qué no hacemos un alto para almorzar en nuestro lugar favorito en Piccadilly e intentamos elucubrar algo? Necesito desesperadamente un poco de aire fresco, y algo comestible —cuando sus amigas aceptaron entusiasmadas, sacó la cabeza por la ventanilla—. ¡Jackson, a Piccadilly, por favor!

Treinta minutos después, estaban bebiendo limonada y devorando bollos de pepino, mientras observaban al mundillo distinguido que paseaba a pie o en elegantes vehículos.

—¿Cómo avanza ese proyecto secreto que tienes? —le preguntó Iris a ____.

Casi se le cae el vaso de limonada.

—¿Proyecto secreto?

—El de la pobre viuda y su pequeño hijo —aclaró Iris—, los que recogiste en Bishopsgate, esa prima de tu doncella a quien socorriste.

Limpiándose las manos salpicadas de limonada con una servilleta, ____ le contestó en voz baja.

—Muy bien, le estoy enseñando las primeras letras a Molly y algunos conocimientos básicos de aritmética. Es una alumna muy capaz. Y el pequeño Joy es un sol.

—¿Qué harás con ellos? —le preguntó Sophie—. No puedes adoptar a todas las esposas e indigentes de Londres. Antes de que puedas darte cuenta, tendrás a un ejército bajo tu responsabilidad.

—Podrías abrir tu propio asilo... Santa ____ de Mayfair —sonrió Iris.

—La idea es que puedan ser independientes. Espero darle a Molly la educación suficiente como para que pueda valerse por sí misma para mantener a su hijo.

—Encontrémosle un marido —propuso Sophie—. Organicemos un servicio para concertar casamientos y...

—¡Dios mío! —cogió apresuradamente su chal del respaldo de la silla, viéndose tan pálida como si hubiese visto un fantasma—. Debo irme, yo... le prometí a Chilton que regresaría a la una en punto y... son casi las dos.

____ se puso de pie y le cogió la mano.

—Coge mi coche y envíalo de vuelta a buscarnos.

—No es necesario, cogeré un coche de alquiler —Iris salió deprisa del café y desapareció en la multitud de transeúntes. Sophie maldijo en francés.

—¡Ese hombre odioso! ¡Me gustaría retorcerle el cuello y arrojarlo a una zanja! ¿Cómo se atreve a mantener a Iris como un pájaro enjaulado? Ella debe rendirle cuenta detallada de cada uno de sus movimientos y pedirle permiso para todo. No puede bailar ni conversar con otros caballeros. Necesita el consentimiento de ese ogro hasta para respirar. ¿Cómo puede soportar que la trate así?

—Sabes tan bien como yo que Iris no tiene adonde ir —dijo tristemente ____—. Un marido no es siempre la respuesta más adecuada.

Su amiga era el mejor ejemplo de la cantidad de infelices mujeres que habían perdido la protección de un hombre en la guerra. Era sorprendente cómo Iris jamás se había lamentado de su situación.

—¡ Santo Dios! ¡ La pequeña ____ Aubrey! —se escuchó una profunda voz masculina y una risa entre dientes—. No puedo creerlo.

____ levantó la vista y quedó atónita. El alto y apuesto húsar de cabello negroo que llevaba el uniforme azul del Regimiento 18 de Húsares no era ni Will ni Joseph. Una sonrisa que reflejaba encontradas emociones, tanto de alivio y placer, como desilusión, le iluminó el rostro.

—¡Pero si es el capitán Kevin Macalister! De todos los lugares donde podría encontrarlo, qué alegría hallarlo aquí. ¿Por qué no se sienta con nosotras, capitán?

—Si me lo permiten —sonrió deslumbradoramente y le hizo una elegante reverencia a Sophie. Cuando se irguió, el abundante cabello le tapó desenfadadamente un ojo. Se sentó en la silla vacía que había dejado Iris—. Debo decir que también me resulta un verdadero placer verla de nuevo, ____... perdón, señorita Aubrey.

—Llámeme ____ — le contestó cálidamente—. Capitán, permítame presentarle a mi querida amiga, la señora Fairchild. El esposo de Sophie fue teniente de la marina. Lamentamos mucho su pérdida.

La expresión de Kevin se tornó sombría.

—Le presento mis más sinceras condolencias, señora Fairchild. Perdí un lamentable número de buenos amigos en la guerra —miró a ____—. Su hermano fue la pérdida más irreparable.

—Es usted muy amable —____ sonrió con valentía. —Gracias, capitán —Sophie se hizo eco de sus palabras

—. ¿Tengo entendido que usted sirvió bajo las órdenes del mayor Aubrey?

—Por cierto —Kevin sonrió con orgullo—. El mayor William Aubrey hizo que nuestras vidas fuesen más llevaderas, aun cuando la situación era intolerable. Echo de menos de todo corazón su rápido ingenio y su amistosa sonrisa.

____ se enjugó una lágrima que le rodaba por la mejilla.

—Pues cuénteme, ¿qué lo trae a Londres? Tenía la impresión de que cumplía una comisión en la India.

—Así es. Estoy destinado en la India, con el rango de mayor ahora —le señaló la insignia de grado. El deja vu fue demasiado doloroso.

—Felicitaciones, mayor. Y dígame, ¿es la India de su agrado?

—No mucho. El clima es caluroso. En cada roca se oculta una serpiente y la comida tan condimentada me destroza el estómago. Además, la unidad a la cual pertenezco deja mucho que desear...

—¿Un nuevo regimiento? —____ frunció el ceño.

—Sí. Están disolviendo al Regimiento 18 de Húsares. ¿No lo sabía?

—No, no lo sabía.

—Sufrimos demasiadas bajas, entre las cuales se encontraron nuestros mejores oficiales —le sostuvo la mirada, revelándole cuan hondamente compartía el dolor de su pérdida—. Y ahora que Joseph se ha retirado... Será difícil que alguien pueda igualarlo. Hasta mis uniformes están raídos. Tengo que conseguir unos nuevos —hizo una mueca.

____ sintió que estaba a punto de llorar.

—¿Es esa la razón por la que se encuentra aquí?

El apuesto mayor se inclinó hacia delante, esbozando una sonrisa de complicidad.

—Se supone que estoy consultando a un doctor por una herida en el pie, pero entre usted y yo, estoy ansioso por encontrar un motivo para quedarme aquí para siempre —le guiñó un ojo.

—¿Un motivo?

Le mantuvo la mirada apoyando el mentón sobre el brazo acodado sobre la mesa.

—Una razón valedera. Se ruborizó.

—Bien, mayor, espero que su búsqueda resulte exitosa.

—Creo que así será, ____. De hecho... —sonrió burlonamente de soslayo—, ya me siento alentado con mayores esperanzas.

Desviando la vista, ____ captó la mirada de complicidad que le dirigió Sophie.

—Tengo que decir —continuó seductoramente—, que debí haber supuesto que usted se convertiría en una belleza semejante. Es una lástima que no se lo haya dicho a su hermano hace algunos años. No está comprometida todavía, ¿no es cierto?

—No, mayor. No lo estoy —____ se mordió el labio para evitar sonreír tontamente. Kevin Macalister siempre había sido un seductor, pero el impacto de su uniforme era casi... irresistible.

—Excelentes noticias. Eso merece un brindis —levantó la mano señalando al mozo—. ¿Qué desean, señoras?

Sophie señaló al gran plato

—Puede coger el último bollo, si lo desea.

—Gracias —lo cogió y se lo llevó rápidamente a la boca. Uno de los mozos se aproximó—. ¿Sería tan amable de traernos una botella de su mejor Hock y otro plato de bollos?

—Y un helado —apuntó ____—. Me gustaría un helado de cereza.

—Un helado de cereza para la dama. ¡Rápido, hombre! —Kevin despidió al apático mozo—. A propósito, vi a otra dama dejar la mesa. Espero que no haya sido por mi culpa.

—Lady Chilton tenía que retirarse temprano —contestó Sophie.

Kevin echó una mirada al portapliegos sobre el cual estaba acodado.

—¿Qué es esto?

—Un proyecto de ley para presentar en el Parlamento —explicó ____ levantando una ceja.

—¿Realmente? Hábleme sobre ello.

Sophie e ____ le contaron la fundación de caridad y los objetivos de la misma. Kevin pareció genuinamente impresionado.

—El problema es que —continuó ____—, sin los listados, nuestra propuesta resulta inviable. ¿Por casualidad, usted no tendrá acceso a la nómina del personal del ejército?

Negó con la cabeza.

—Pero conozco a alguien que lo tiene. Y usted también.

____ imploró porque la expresión de su rostro no la delatara.

—¿ Quién ?

Llenó el vaso de vino.

— Joseph.

Le tembló la mano cuando llevó la cuchara con helado de cereza a la boca.

—Hace años que el coronel Joseph no frecuenta mi casa.

—¿Quién es ese tal coronel Joseph? —preguntó Sophie.

____ tragó el helado con dificultad.

—Era el mejor amigo de Will. Al final de la guerra, él comandaba el regimiento al que pertenecía mi hermano. Ahora es un... ermitaño.

Sophie bajó la voz.

—¿Es el que llaman «la Gárgola»?

____ se encontró con la mirada oscura de Kevin y se emocionó al descubrir que a él le había disgustado el epíteto tanto como a ella.

—Es una maldita vergüenza, eso es lo que es —dijo—. Todavía no puedo creer que se haya retraído totalmente de la sociedad.

____ se inclinó hacia delante, haciendo un esfuerzo para no parecer demasiado intrigada.

—¿Qué le sucedió? JKevin suspiró.

—Una bala de cañón le explotó en el rostro durante una carga en Sorauren causándole una herida que lo dejó al borde de la muerte. Fue sometido a una intervención quirúrgica en un hospital de campaña y debió permanecer en cama durante seis meses.

—¿Tuvo que usar una máscara desde entonces? —preguntó quedamente ____.

—¿Una máscara? ¿ Joseph? —Kevin resopló con desdén—. Tan pronto como pudo levantarse, siguió comandando cada una de las cargas. Solía bromear al respecto diciendo que sólo la visión de su rostro podía matar más franceses que nosotros, cobardes buenos para nada, como nos llamaba. Wellington lo condecoró con la Medalla de Oro.

—Si no le importaba entonces, ¿por qué se convirtió en un recluso al regresar a Inglaterra?

Kevin bajó la vista.

—No dije que no le importaba. Según recuerdo, hubo comentarios sobre un escándalo relacionado con eso... —dijo escuetamente.

____ apretó los labios. Anhelaba casi dolorosamente saber todo sobre Joseph.

—¿Por qué es un ermitaño?

—Creo que su retraimiento de la sociedad tiene algo que ver con la muerte de su hermano —contestó evasivamente—, pero no tome mis palabras al pie de la letra. El era mi oficial superior. No me hacía ningún tipo de confidencias.

—Nunca nos fue a ver después de la muerte de Will.

—No se lo recrimine —dijo Kevin suavemente—. Quedó devastado con la muerte de Will.

Se le estrujó la garganta.

—Le creo, y no estoy resentida con él por ello.






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 UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 5 Empty Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.

Mensaje por Invitado Lun 22 Nov 2010, 11:54 am

—¿Por qué no le hacéis una visita a lord Joseph juntos, tú y el mayor Macalister, ____? Puede que sea el benefactor patrocinador que necesitamos.

____ se puso tensa.

—Pero... pero... es... es un recluso.

—Lo visité antes de partir hacia la India —mencionó Kevin—, pero el mayordomo no me permitió entrar a la residencia Lancaster. Sólo alguien como Wellington podría ser admitido allí.

—¿Conoce a Wellington, mayor? —preguntó Sophie—. Ser presentadas al Duque de Hierro sería de gran utilidad para nuestra causa.

—Lo saludo cuando lo veo. Algunas veces recuerda mi nombre, pero en otras ocasiones... —sonrió tímidamente encogiéndose de hombros—. Lo siento.

—¿Irá a Almack's mañana por la noche? —preguntó ____. Quizás durante un vals podría conseguir que le revelase algo más sobre JJoseph sin la presencia de Sophie escuchando cada palabra.

—Kevin —corrigió él con una mirada ardiente al tiempo que una traviesa sonrisa le curvaba los labios—. No estoy muy seguro de que me dejen entrar con todas esas debutantes revoloteando por ahí, pero ahora que sé que usted asistirá, intentaré conseguir por todos los medios un permiso de admisión. ¿Me recompensará con un vals, ____? —Será un placer.

—Me agradaría mucho visitarla en alguna ocasión, hágale llegar mis respetos a lady Aubrey.

—Esperaré ansiosamente su visita. Estoy segura de que mamá y Stilgoe estarán encantados de conversar con un viejo amigo de Will.

La miró fijamente.

—Hay un excelente lugar en Berkley Square que vende helados. ¿Le gustaría salir a caminar conmigo el sábado por la tarde?

—Estaré encantada, Kevin.

—Excelente —consultó su reloj de bolsillo—. Y ahora, estimadas señoras, debo retirarme. —Se puso de pie haciendo una seña para llamar al mozo—. ¿Cuánto le debo por todo?

____ le cogió el brazo.

—Le prohíbo que pague lo nuestro...

—Ya lo hice —le cogió la mano y se la llevó a los labios—. Nos vemos el sábado. Señora Fairchild... —hizo una elegante reverencia.

—Mayor.

Cuando él se alejó caminando airosamente, Sophie le asió la mano.

—Le gustas, y debo decir que él también me agrada.

—Kevin es encantador —coincidió ____ mientras sus pensamientos se dirigían a Joseph. Si era cierto que su reclusión auto impuesta tenía que algo que ver con Will, ¿por qué la había echado de su casa?

—Qué lastima que él esté en la lona.

A ____ le causó gracia el dominio que tenía la francesa de los vulgarismos ingleses.

—¿Qué te hace pensar que no tiene un penique?

—Cuando un hombre necesita de una mujer para dejar el ejército... —Sophie chasqueó los labios—. Como te dije, me gusta y obviamente a él le gustas tú, pero en tu lugar, no bajaría la guardia, ____. El hombre está a la pesca de una heredera.

—No debe estar tan mal de dinero si pagó el almuerzo todos.

—Un depredador sagaz nunca permite que una dama pague nada hasta después de la boda.

—Quizás tengas razón —musitó—. Tienes mejor olfato para estas cuestiones que yo, pero me atrevería a decir que si me resultase inevitable ir al altar, Kevin sería el candidato menos desagradable.

Los oscuros ojos de Sophie le hicieron un guiño picaresco.

—En eso estamos de acuerdo, chérie.

—A casa, Jackson —le dijo ____ al cochero después de haber dejado a Sophie en la casa de lord y lady Maitland. A diferencia de Chilton, quien aterrorizaba a la pobre Iris y esgrimía siempre su falta de fortuna y de familia como una espada de Damocles sobre su cabeza, los suegros de Sophie eran amables y afectuosos con ella y la trataban como a una reina, a pesar de su turbulento pasado parisino. Estaban felices de cuidar a su nieto de cinco años, Jerome, y jamás se inmiscuían en la vida privada de su nuera.

En cambio, la madre de ____ era una entrometida recalcitrante que siempre se inmiscuía en las cuestiones privadas de su hija.

El colorido sol del atardecer le entibió la mejilla mientras el coche rodaba por las calles de Mayfair. Golpeteando rítmicamente el portapliegos de cuero que tenía sobre las rodillas, ____ se preguntó cómo y cuándo visitaría a Joseph otra vez. En plena temporada social y con todas las actividades de caridad le quedaba poco tiempo libre, era poco probable que lo hiciese en breve.

A menos...

—Jackson —____ se asomó por la ventanilla del coche cuando llegó a la atestada intersección—, por favor, lléveme a la residencia Lancaster en Park Lañe.

—Sí, señorita Aubrey.

El cochero se mantuvo inmutable, sin traslucir perturbación alguna en el tono de voz por el abrupto cambio de destino a seis calles del número 7 de la calle Dover, ni porque ella se dirigiese a lugares desconocidos sin la compañía de una doncella. El plantel de servicio estaba dividido en dos bandos: los aliados de su madre, fieles servidores para su permanente espionaje, como Norris; y los que despreciaban a la vieja tirana y les gustaba conspirar a sus espaldas. Ya que Jackson pertenecía al segundo grupo, ella podía contar con su discreción.

Se secó las manos húmedas en la falda del vestido de muselina de color rosa y se colocó los guantes de ante. Sintió un delicioso nerviosismo revoloteándole en el estómago. ¡Qué malicia parecía poseerla! Visitar a un hombre soltero dos veces en la misma semana, sin invitación, sin carabina... Pero Joseph siempre le había despertado esa veta descarada de su personalidad. Esperaba verse presentable. No es que tuviese ilusiones con Joseph en absoluto. No se fijaría en ella aunque se florease desnuda frente a él... Pero, ¿cómo se le había ocurrido un pensamiento tan escandaloso? No debía ahondar demasiado en ello o perdería el valor completamente. Respiró hondo y se concentró en lo que debía decirle.

—Residencia Lancaster —anunció Jackson desde su asiento. El lacayo, hijo de Jackson, le abrió la puerta y, extendiendo los
escalones plegables, le cogió la mano temblorosa y la ayudó a descender.

Con la espalda rígida, ____ se obligó a caminar lenta y erguidamente, controlándose para no correr hacia la imponente entrada y aporrear el llamador de bronce de la puerta principal. Phipps apareció en el umbral.

—¡Señorita Aubrey!

—¿Sería usted tan amable de informar a milord que tiene una visita? —dijo con expresión inmutable.

Phipps titubeó durante un momento hasta que un resplandor de decisión le iluminó los ojos. Dio un paso a un lado para dejarla pasar y cerró la puerta.

—Por aquí, si es usted tan amable —la guió a través del magnífico vestíbulo y la condujo hacia el interior de la casa.

Ella lo consideró como una señal prometedora. Ayer, sólo se le había permitido acceder hasta la sala que daba al frente.

Definitivamente, se estaba abriendo camino en el mundo. El hombre se detuvo frente a una puerta y le rogó que aguardara.

Cuando regresó, cerrando la puerta tras él, ____ casi rompe en llanto, pero en vez de acompañarla hasta la puerta, acomodó algo que había guardado en el bolsillo superior, algo que no estaba allí antes, y reinició la marcha.

Llegaron a una puerta de hierro y madera. La abrió revelando un angosto tramo de escalones de piedra que conducía hacia abajo.

Lo siguió sin proferir palabra, pero cuando oyó los rítmicos golpes que se intensificaban a medida que descendían, preguntó:

—¿Adonde me lleva?

—A la bodega.

____ se horrorizó.

—¿Lord Joseph pasa toda el día en la bodega?

—No tanto como solía hacerlo. Los primeros seis meses, era imposible sacarlo de ahí. Ahora pasa la mayor parte de la noche.

«Pobre Joseph », pensó ____; el pobre hombre ahogaba su desesperación en una botella tras otra. Gracias a Dios, había tenido el tino de regresar, a pesar de su hostil rechazo.

Llegaron al final de las escaleras, a una pequeña habitación en penumbras, una bodega parecida a la que había en su casa. No había señales de Joseph.

—Señorita Aubrey, le ruego que aguarde aquí—Phipps desapareció detrás de una de las estanterías de vinos. El ruido o golpes cesó.

—¿Qué? —escuchó desde el interior la voz profunda de Joseph teñida de notoria impaciencia.

—Milord, tiene una visita.

—Deshazte de ella —algo pesado golpeó el suelo.

—Es la señorita Aubrey, milord.

Escuchó el rítmico sonido del pulido de una lija. Incapaz de controlar la curiosidad, se puso de puntillas en la arcada y espió a través de la estantería de vinos. Una habitación que parecía una caverna se extendía frente a ella, iluminada con candelabros ubicados en nichos a distintas alturas. Aunque el sol no se había ocultado aún, en el interior de esa caverna reinaba la oscuridad.

Las botellas estaban almacenadas contra las paredes en estanterías que llegaban hasta el techo abovedado. Polvillo de aserrín cubría el suelo. Esculturas, muebles y tablones de madera ocupaban casi todo el espacio. Estiró el cuello y, a lo lejos, vio las piernas nervudas enfundadas en pantalones de montar de ante que se alejaban de la mesa de trabajo.

Rodeó la mesa y se paró frente a ella.

—¿Dijo por qué está aquí?

—No, milord, no lo hizo, pero si debo aventurar una opinión, creo que tiene algo que ver con el paquete que usted le envió.

Por Dios. Joseph estaba desnudo de la cintura para arriba. Pudo ver los fuertes brazos fibrosos que se extendían hasta los hombros poderosos. El pecho ancho que terminaba en una esbelta y musculosa cintura, el vientre chato donde los tendones se marcaban nítidamente en perfecta simetría. La tersa piel brillaba cubierta de transpiración.

Se sintió profundamente desilusionada porque el largo cabello le ocultaba los rasgos, mientras lijaba vigorosamente un bloque de madera. Inmutable, acarició con la mirada ese hermoso cuerpo, fascinada por el movimiento de los músculos bajo la piel suave y brillante. Ella había visto antes a jóvenes fornidos con el torso desnudo, pero ninguno de ellos se parecía a eso..., una obra maestra que parecía tallada en mármol como expresión magistral —y carnal— de la fuerza física.

Qué criatura tan extraña y maravillosa era, pensó ____. El rico y poderoso conde, quien en vez de refugiarse en su casa escudado tras su título nobiliario había enfrentado a Napoleón arriesgando la vida... era carpintero. Así era como llenaba sus horas de soledad, creando cosas bellas... como Vulcano, el dios sufriente y deforme de los artesanos.

—¿Vino sola? —demandó saber Joseph.

—Sí, milord, creo que sí. Tiene un coche esperándola —Phipps extrajo del bolsillo una máscara negra de satén. Se la extendió a su amo.

Transcurrió un breve momento.

—Dile que pase.

Retrocedió bruscamente temiendo que la descubriesen espiando. Se estrujó las manos mientras simulaba estar examinando la oscura antecámara. Apareció Phipps.

—Puede pasar ahora, señorita Aubrey.

Sintiendo la tensión en todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo, exhaló la respiración contenida y entró. Echó una mirada a un bulto de formas difusas cubierto con una vieja sábana. Las herramientas de carpintería estaban esparcidas por doquier.

—No toque nada —le ordenó.

Divisó la alta espalda de Joseph inclinada sobre una cómoda apoyada contra una pared alejada. Una cama anticuada de cuatro postes con dosel drapeado de color rojo se hallaba en un rincón. Sintió el ruido del agua al salpicarse en el lavabo. Él se lavó la cara y se peinó con los dedos la espesa y clara cabellera alisándosela hacia la nuca. Se secó el rostro con una camisa arrugada.

A continuación, cogió la máscara negra. La anudó alrededor de la cabeza y se dio la vuelta hacia ella en toda su gloriosa semi desnudez.


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Mensaje por Invitado Mar 23 Nov 2010, 5:20 pm

siguela me encanta :D
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Mar 23 Nov 2010, 6:10 pm

por dios siguela!!!!!!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
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Mensaje por Invitado Miér 15 Dic 2010, 11:40 pm


siguela plisss :D siguela plisss :) siguela plisss :o

siguela plisss :lol: siguela plisss :P siguela plisss ;)

siguela plisss  UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 5 1477071114 siguela plisss  UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 5 178903236 siguela plisss 🐱

siguela plisss 🐷 siguela plisss 🐰 siguela plisss :bounce:
siguela plisss :cheers: siguela plisss :albino: siguela plisss :cherry:
siguela plisss :geek: siguela plisss :flower: siguela plisss :king:
siguela plisss :afro: siguela plisss :risa: siguela plisss :grupo:
siguela plisss  UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación. - Página 5 88550944 siguela plisss :happy: siguela plisss :jeje:
siguela plisss 🇪🇭 siguela plisss :fiu: siguela plisss :polli:
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Mensaje por Invitado Miér 22 Dic 2010, 7:46 pm

Cerró la boca bruscamente.

—Lord Joseph —hizo una reverencia frenando el impulso de humedecerse los labios. Le molestaba que su fascinación por él, en vez de decrecer, se hubiese convertido en algo mucho más turbador y físico—. Me disculpo por... —se le cortó la respiración al ver cómo se frotaba el escultural torso húmedo con la camisa arrugada. Nunca se imaginó que los hombres podían ser tan... fascinantes.

—¿Por qué está aquí? —su voz imperiosa la hizo levantar la vista.

Se esforzó para poder concentrarse.

—Milord, yo... yo vine a...

— Joseph —insistió él mirándola con sus brillantes ojos miel que resaltaban contra su piel morena—. Escucho tantas veces «milord» que me dan arcadas —arrojó la camisa a un lado y se dirigió hacia ella, haciendo resonar las botas contra el suelo de piedra—. ¿No le dije específicamente que no regresara nunca más?

Se mordió el labio.

—Vine para agradecerle personalmente su generoso donativo.

—No hay de qué, pero podría haberme enviado una nota.

—Usted podría haber enviado una suma menor —miró a su alrededor, asombrada por las exquisitas piezas talladas que colmaban la habitación. No era un mero carpintero, era un artista—. Me agradó aún más la caja —dijo con una voz ronca que incluso a ella le resultó difícil de reconocer—. ¿La hizo usted mismo?

Se detuvo justo frente a ella, con toda su ruda masculinidad, tan atrayente como sobrecogedora. Su perfume dulzón le recordó inmediatamente el breve beso en el banco. Recordó súbitamente todo: su respiración agitada, sus labios suaves presionando los suyos, y después su lengua rozando eróticamente la de ella, llenándola de un gusto a whisky que guardó para siempre.

Un violento temblor le recorrió todo el cuerpo. Deseaba besarlo otra vez, tocarlo; lo anhelaba fervientemente, pero no se animaba a sufrir otro rechazo.

Los ojos masculinos se oscurecieron.

—¡Por Dios, ____! No irrite al ciervo —gruñó como si le hubiese leído la mente—. Nada bueno puede resultar de esto. Créame.

No quería escuchar eso.

—Necesito saber... ¿Qué le hizo cambiar de opinión?

—No cambié de opinión. Me pidió colaboración y le di dinero.

—Aun así, usted se mostró inflexible en la…

—El mensaje en su tarjeta resultó efectivo —espetó a regañadientes—. Sus golpes son muy certeros, ____ Aubrey. Cuando quiere conseguir algo, golpea en la fibra más sensible.

—Me disculpo. Mi intención no era...

—Nunca se disculpe conmigo. Nunca. Dios sabe que yo tengo muchas más cosas por las que disculparme.

Se ruborizó de pies a cabeza. Estaba aludiendo a ese infernal beso que había rechazado. Maldito sea.

—He venido a convencerlo para que se una a nuestra causa —a partir de ese momento mantuvo una actitud totalmente práctica—. Sé que me dijo que no ha concurrido al Parlamento desde hace mucho tiempo y que se ha apartado de todas las cuestiones sociales, pero le agradecería sobremanera que me diera su opinión sobre esto —le ofreció el portapliegos.

—¿Qué es esto? —él lo cogió y rápidamente examinó su interior.

—Nuestro proyecto de ley. Le hablé sobre él. No he tenido oportunidad de leerlo todavía, pero...

—¿Qué le hace pensar que yo sé algo de leyes? —hojeó las páginas.

—Según las palabras de Will... usted es un hombre de múltiples habilidades —sonrió desafiante.

—Mis habilidades son muchas y variadas, pero usted ya tiene mi respuesta —le devolvió el archivo.

«Maldita sea».

—Hay algo más. Necesitamos las nóminas del personal de ejército.

—Suba a mi biblioteca —se encogió de hombros indiferentemente—. Tengo los listados del ejército, de la marina...

—Parece que no me entiende. Necesitamos el listado de las bajas, incluyendo los años de servicio, rangos, sueldos y toda información pertinente para calcular el costo aproximado que tendría la ley. Usted es la única persona que conozco que puede tener acceso a los legajos del personal del ejército.

—¿Legajos personales? ¡Esa es información clasificada! Nadie tiene acceso a ella.

Sintió que pisaba terreno más firme. Con él.

—¿Cómo demonios se espera que una persona con conciencia social pueda llevar algo adelante en este país?

—No es usted la encargada. Es la razón por la cual tenemos lores, comunes y un monarca.

Lo miró airada.

—¿No moverá ni un dedo para ayudarme?

—Mi contribución a su causa terminó con las cinco mil libras que le doné —cuando ella guardó silencio después del regaño, él se dirigió lentamente hacia una mesa lateral. Destapó una botella de vino que estaba a medias y sirvió dos vasos de vino tinto—. Mire, ya he tenido mi cruzada —explicó—. Ahora todo lo que quiero es disfrutar de mi vida privada, a pesar de las desventajas que conlleva la soledad —regresó junto a ella y, colocándole un vaso de vino en la mano, golpeó el cristal al brindar—: Salud.

Bebieron en silencio, sosteniéndose mutuamente la mirada. Mientras el delicioso elixir le bajaba por la garganta, se preguntó si él consideraría la situación tan íntima y excitante como ella. Tiempo atrás, hubiese vendido el alma al diablo por compartir un momento como ese con él. «¡Di algo!»

— ¿Qué clase de vino es éste? Me atrevería a decir que no es un Madeira —delicadamente se sorbió una gota que tenía en el labio.




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Mensaje por Invitado Miér 22 Dic 2010, 7:54 pm

Su gesto delicado atrapó la mirada masculina, que pareció fascinada en sus labios durante unos instantes.

—El Madeira es para debutantes y dandis afectados que se hacen la manicura.

Intrigada, bebió otro sorbo.

—Puede considerarme una tonta, pero este vino es...

—¿Multifacético? Como una persona —él asintió.

Hizo girar lo que quedaba del vino en la copa y aspiró su aroma—. Es un Navarrete. Afrutado, provocativo, suave, y lleno de significados escondidos... Compré docenas de cajas en España y las hice traer a casa por barco.

—Escuchándolo, me siento una neófita totalmente desinformada —confesó ruborizándose.

—No lo haga. Me hace sentir viejo y hastiado —echó la cabeza hacia atrás, vaciando la copa.

La visión de una gota roja deslizándosele por la garganta desnuda la atrajo más allá de lo razonable. Sacudió la cabeza.

—¿Qué tipo de desventajas conlleva la soledad?

—Varias.

Quizás esa era la clave. Si sabía lo que echaba de menos, ella podría ofrecerle saciar ese vacío, acercársele y mantenerlo presente en su vida.

—Dígame una.

—El celibato.

Ella tosió, ahogándose con el vino.

Un resplandor travieso le brilló en el iris de sus ojos del color de la miel.

—Usted preguntó.

Quizás no sería tan indiferente como había supuesto si se desvistiese frente a él, pero no representaría una victoria. De acuerdo con su entendida amiga Sophie, un hombre que desea a las mujeres y un hombre que desea a una mujer son dos bestias muy diferentes.

—Hoy almorcé con uno de sus antiguos oficiales —mencionó casualmente para volver al tema anterior—. Kevin Macalister. Ahora es mayor. Hasta él pensó que usted sería el mejor patrocinador que podríamos hallar para nuestra causa, y no le he dicho nada...

—¿La está cortejando?

Su tono áspero la sorprendió.

—¿Y si fuese así?

—Macalister no le conviene ____. Aléjese de él —apoyó el vaso que estaba ya vacío.

—Milord, no aprecio las insinuaciones vagas, ni las órdenes arbitrarias.

La miró fijamente.

—¿Quiere una razón? Bien. Kevin Macalister le destrozará el corazón.

¿ Hablaba en serio ? ¿ No tenía ni la más vaga noción de lo que él le había hecho a su corazón? Por supuesto que no. Los libertinos encantadores nunca la tienen, sobre todo cuando los corazones destrozados eran demasiado jóvenes para ser importantes.

Disimuló, intentando reprimir su viejo resentimiento.

—No tenía idea de que podía predecir el futuro, milord. Qué hábil de su parte.

Se adelantó un paso hacia ella.

—Lo digo sinceramente, ____. Manténgase lejos de Macalister. No es para usted.

Sonó como si estuviese celoso, lo que no tenía sentido. Lo miró a los ojos y le preguntó:

—¿Me está previniendo en contra de él porque no tiene un céntimo? —lo único que obtuvo en respuesta fue una mirada feroz e indescifrable. Colocó la copa vacía junto a la de él—. Lord Joseph, como a quien una vez consideré tan querido como un hermano mayor, le ruego me brinde cualquier información que pueda ser de vital importancia para mi felicidad futura.

—¡Maldita sea, ____! ¡Yo no soy su hermano! —le gruñó ferozmente.

Ella dio un respingo.

—No, por supuesto que no. Usted... usted no me debe nada.

Dejó escapar un suspiro entrecortado que le hizo subir y bajar el magnífico pecho.

—Váyase a su casa. No sea tonta. Jamás podré ocupar el lugar de Will en su vida.

—Lo sé. Ni estoy pidiéndoselo. Ya no soy una niña, Joseph. Ni tampoco una tonta.

La miró rápida; pero hondamente, de manera totalmente diferente a los jóvenes que mantenían largas conversaciones... con sus senos.

—Sin duda, ya no es una niña, lo que lo hace todavía más peligroso.

Le saltó el corazón rebosante de esperanza. Buscó sus ojos brillantes.

—¿Por qué es más peligroso?

Se acercó y le deslizó los ásperos nudillos por la mejilla.

—Porque si alguien la viese entrar o salir de mi casa —respiró contenidamente—, tendría que enfrentar interminables habladurías. Es una mujer adorable, ____. Sería una lástima que arruinase su futuro.

Sus esperanzas se hicieron trizas. Nada había cambiado; no quería tener nada con ella, ni siquiera herido y solo, obligado a usar una máscara. Desde mucho tiempo atrás, debería haber abandonado toda esperanza de ganar su afecto. Y aun sabiéndolo, anhelaba su amistad.

—Le preocupa mi reputación. Qué bondadoso de su parte. Como un hermano mayor.

Esta vez no reaccionó ante el comentario burlón.

—Adiós, señorita Aubrey —pasó junto a ella y la dejó sola en la bodega sin ventanas. Sintió una opresión en la garganta, y subió corriendo las escaleras en busca de aire.
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Mensaje por Invitado Miér 22 Dic 2010, 7:56 pm

Chicas diganmen si les gusta! asi la sigo! porq no s si continuarla!

ustedes deciden!!!
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Mensaje por Invitado Miér 22 Dic 2010, 11:24 pm

me encanta siguela :D
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Jue 23 Dic 2010, 10:42 am

sigue la novela!!!!!!!!!!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
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Mensaje por Invitado Jue 06 Ene 2011, 12:24 pm

sigue :D
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Mensaje por Invitado Jue 06 Ene 2011, 12:25 pm

sigue :D
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Mensaje por tefisasias Vie 09 Sep 2011, 12:42 pm

CAPÍTULO 4

Apenas entró a Almack's, _______ fue atrapada por su hermano.

—Hanson, conoce a mi hermana, ¿no es cierto?. —Dijo el vizconde Stilgoe a un hombre que se encontraba a su lado.

No pudo verlo, ni escuchar su respuesta, porque Iris y Sophie estaban conversando animadamente y le bloqueaban la visual.

—Teníamos un acuerdo, Charlie —le dijo a su hermano al oído—: yo asistiría al «mercado del matrimonio» una vez por semana a cambio de que tú y mamá dejarais de urdir estratagemas casamenteras.

—¿De qué sirve si pierdes toda la noche chismorreando con tus amigas? —masculló en tono casi inaudible—. Ahora cállate y muéstrate encantadora.

—Buenas noches, lady Chilton, señora Fairchild —se escuchó una voz cultivada. Sus amigas se apartaron para dar paso a un hombre de cabello rubio ceniza que se acercaba con una chaqueta oscura que resaltaba su fisonomía de un colorido celestial. _______ quedó boquiabierta. Con todo lo que detestaba las solapadas maniobras casamenteras de Stilgoe, lord John Hanson VI, a quien la alta sociedad llamaba «el Ángel Dorado», era simplemente demasiado apuesto como para quedarse indiferente—. Señorita Aubrey, se ve usted exquisita esta noche —se inclinó reverente sobre su mano enguantada.

—Lord John —hizo una reverencia sonriendo muy a su pesar—. Es un placer volver a verlo.

Sus transparentes ojos azulinos la examinaron detenidamente.

—El placer es mío, se lo aseguro.

—Hanson lidera varios comités legislativos que impulsan proyectos de reformas legislativas, al igual que vosotras, señoras —dijo como introducción Stilgoe, y le susurró al oído a _______—: Te percatas de mis ímprobos esfuerzos para colaborar con vuestra causa, ¿verdad?

—Realmente ímprobos —le contestó _______ en el mismo tono de voz—. Rehusaste patrocinarnos.

—¿Qué se supone que estoy haciendo ahora? —le susurró su hermano, mientras Iris y Sophie le preguntaban a Hanson sobre sus actividades políticas, y agregó en el mismo tono—: El abuelo de Hanson es el duque de Haworth, y dicen que el duque tiene la intención de saltarse una generación y nombrar a John su heredero, en vez de a su padre. Imagínate el bien que podrías prodigar al mundo con semejante patrocinador, _______.

—Es difícil concentrarse con campanas de boda repicando en mis oídos —bromeó. Charles no era ambicioso ni avaricioso, pensó; simplemente era una vieja preocupada por una hermana soltera, recalcitrantemente reacia a casarse—. Ahora cállate y vete. Quiero participar de la conversación.

—Mi principal interés es reducir los impuestos —contestó lord John a una de las preguntas formuladas por Sophie.

—Pues entonces usted apoya a los terratenientes —acotó _______, deseando que su tono de voz no resultara tan áspero como temía. No necesitaba a un aristócrata que actuara en beneficio de sus pares.

—Cualquier cosa que impulse el empleo del personal desmovilizado. Me refiero a los ex soldados.

—Oh —_______ encontró las miradas de Iris y Sophie, y les leyó el pensamiento. Hanson podía ser justo el patrocinador que estaban buscando—. Lord John, parece que tenemos el mismo tipo de preocupaciones —dio un paso para acercarse al dios rubio ignorando la risa de suficiencia que reprimió Stilgoe—. Por favor, cuéntenos más sobre ello.

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