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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 2 de 20. • 1, 2, 3 ... 11 ... 20
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
—Sorauren —inhaló—. Me desfiguraron el rostro en Sorauren.
—Eso sucedió hace cuatro años —se había enterado cuando la gente había comenzado a referirse a él como «la Gárgola de Mayfair»—. Will jamás mencionó...
—¿...Que me había convertido en un ser horrendo? Will era demasiado bueno como para hablar mal de sus amigos. Hacía que se sintieran humanos, aunque nada de humanidad quedase ya en ellos.
Mirando fijamente los angustiados y ardientes ojos masculinos, sintió que el corazón se le estrujaba de compasión.
—Lord Joseph, usted es el hombre más amable y más generoso que he conocido. No creo que alguna vez, ni por ninguna razón, pudiese perder su sentido de la humanidad.
—Podría sorprenderse.
Sus duras palabras le provocaron un desagradable escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
—He sufrido el desconsuelo y la desesperación, milord, pero descubrí que el socorrer a otros, a gente menos afortunada, ayuda a recuperarse.
—Estoy sumamente complacido de que usted haya encontrado el camino a la virtud, pero no siempre el mismo método sirve para todos por igual.
Antes de que él se diese la vuelta para retirarse, ella dijo:
—¿Ha visto alguna vez cómo se ilumina el rostro de un niño ante un plato de comida caliente, o al disfrutar nuevamente de un cálido abrigo, o al ver sonreír a su madre ante una pequeña muestra de ayuda? Tanto usted como yo tenemos mucho que dar, y nuestro deber es brindarlo.
Él permaneció en silencio durante un momento.
—¿Qué tipo de ayuda es la que me pide?
Su tono de voz no aseguraba promesa de ayuda alguna, pero denotaba curiosidad.
—Nuestro Directorio ha contratado a un abogado para elaborar y presentar un proyecto de ley que contemple un subsidio anual para los familiares de los soldados fallecidos en combate, para las mujeres y los niños que se encuentran privados de medios de subsistencia.
—Cuando menciona «Directorio», ¿debo presumir que se refiere a usted misma?
—Sí, a lady Iris Chilton, a la señora Sophie Fairchild y a mí.
—Continúe.
—Buscamos a un caballero influyente para que defienda nuestra causa e impulse la legislación que buscamos. Como miembro de la Cámara, usted...
—No he asistido a las sesiones de la Cámara de los Lores desde hace mucho tiempo. Ni tengo intención de hacerlo en un futuro inmediato. Ergo, no soy el... adalid que ustedes buscan. ¿Algo más?
—Con su poder e influencias, y con sus conexiones en el Ministerio de Guerra, usted podría contribuir a nuestra causa mucho más que cualquier miembro del Parlamento.
—Usted está equivocada, ____—dijo adustamente—. No tengo que contribuir con nadie.
«Usted puede contribuir conmigo», pensó desalentada. La imagen de Joseph y Will riéndose juntos le estrujó el corazón.
—Quizás... podríamos ayudarnos mutuamente —ofreció gentilmente.
—¿Cómo podría usted ayudarme a mí? —dijo casi mordiendo las palabras—. No estaba al tanto de que necesitaba ayuda.
—Usted no es la única persona a quien la guerra le ha dejado cicatrices, milord.
—¿Cómo podría usted ayudarme? —espetó furiosamente—. Mi vida está acabada —echó una furtiva mirada a los labios femeninos, y cuando sus miradas se encontraron, ella supo con certeza que él recordaba todo lo que había sucedido en el exterior de su casa esa noche tan lejana. La intensidad de su mirada le provocó temor y, al mismo tiempo, emoción.
____ dejó escapar un tembloroso suspiro. Dios, ella había aprendido la lección respecto de él.
—Usted una vez me dijo que consideraba a Will como un hermano. Y como hermana suya, estaría feliz...
—No me trate con condescendencia —gruñó mirándola furiosamente como si ella lo hubiese abofeteado—. ¡Yo no soy uno de sus malditos casos de caridad! ¡Si yo fuese el mismo hombre de hace cuatro años, usted se hallaría en una situación muy comprometida!
____ dio un respingo, desconcertada por la intensidad de su furia.
—Perdóneme. No fue mi intención... —Vayase a su casa, ____, y no vuelva jamás por aquí. La Gárgola no merece ni su piedad ni su burla —abandonó la sala a grandes pasos, despidiéndola sin miramientos.
—¿No les había dado estrictas instrucciones prohibiendo toda visita a esta casa?
El furibundo bramido habría provocado que las despavoridas ratas, si las hubiese, huyeran escurriéndose para protegerse en los agujeros de las paredes. Furioso, Joseph subió aporreando la escalera con sus fuertes pisadas, maldiciendo por lo bajo. ¡Maldita fuera toda esa mierda! ¿Por qué tenía ella que irrumpir en su vida otra vez?
Siguiéndolo jadeante, Phipps adujo quejosamente:
—Ella me amenazó con infligirme daño físico, milord.
Joseph se dio la vuelta tan bruscamente que hizo que su mayordomo tropezara con riesgo de caerse por la escalera.
—Y otra cosa, ¿no te había dicho específicamente que mantuvieras las cortinas cerradas en todo momento?
Resollando, Phipps se cogió del pasamano de la escalera.
—Usted lo hizo, milord, pero no hubiese resultado apropiado recibir a la señorita Aubrey en una habitación a oscuras, ¿no es así, señor?
—No deberías haberla recibido en primer lugar, ¡tú... abyecto entrometido!
Con las sienes latiéndole aceleradamente, Ashby llegó a la planta alta y se dirigió hacia su alcoba. Necesitaba... destrozar algo, para quitarse de la cabeza la imagen de ____ Aubrey rodeada de un halo de luz. ¡Cristo, cómo había cambiado! Casi no había podido reconocerla. La pequeña ____ era una muñeca de ojos brillantes y lazos en el cabello. La mujer que acababa de encontrar era tan impactante... que desgarraba el corazón. Quizás no era el mejor elogio que un caballero podía dedicarle a una dama, pero era exactamente lo que le había provocado en el recibidor esa visión de deslumbradora feminidad, el exquisito óvalo de su rostro enmarcado por suaves bucles negros, sus labios perfectos entreabiertos por el asombro, su grácil figura, madura y bien torneada.
Realmente, no podía creer que le hubiese sugerido que debía considerarla como una hermana. Ella no lo había considerado como un hermano en esa noche lejana, cuando era todavía un hombre joven y completo. ¡Maldita, maldita sea! Lo hacía sentir vetusto, como si fuese un viejo senil sin esperanza de recuperación, cuando lo que ansiaba dolorosamente era terminar ese beso que había comenzado siete años atrás.
Joseph se arrancó la máscara del rostro y la arrojó por encima del hombro sabiendo que su muda sombra estaría allí para recogerla.
—¿Hay alguna razón específica por la cual sigas pisándome los talones en mi propia casa? Te aseguro que soy perfectamente capaz de caminar solo.
—Me gustaría aclarar, si me lo permite, milord, que Dudley estaba totalmente en contra de hacerse pasar por usted.
Joseph bufó con disgusto.
—¿Dónde demonios se encuentra ese intrépido ayuda de cámara mío ?
—Escondido en algún lugar, milord.
—Bien. Mantenlo allí —al entrar a su alcoba, Joseh se dirigió a grandes pasos a la cómoda y abrió uno de los cajones. Hurgó en su interior, pero no encontró lo que buscaba. Phipps tosió. Enfadado, Joseph lo miró con disgusto—. ¿Por qué te encuentras aún en el umbral, jadeando y resoplando?
—Estaría en mejor estado si se me autorizase a recibir algunas visitas ocasionales, milord.
—Estarías en mucho mejor estado si en vez de elucubrar artimañas, dirigieses esta casa más eficientemente — Joseph abrió el segundo cajón y continuó su búsqueda. Sin éxito.
Observando sin pestañear cómo su amo desarmaba el mueble, Phipps dijo sumisamente:
—La mayoría de los hombres estaría de mejor ánimo con la visita inesperada de una bella mariposa, milord.
—¡Una mariposa! — Joseph le sonrió con suficiencia—. Ella y su doncella te hicieron de todo, salvo matarte.
Phipps se encogió de hombros.
—Les di suficientes razones como para pensar mal de mí.
—A mí me das suficientes razones diariamente, y no por eso te incrusto parasoles ni te arrojo floreros. Sin embargo, estoy considerando seriamente el echarte de aquí y enviarte a Joseph Park.
El mayordomo se sorprendió.
—Ni siquiera soñaría con abandonar a milord.
—Qué pena —incapaz de encontrar lo que estaba buscando, Joseph se dirigió a revisar el armario. Y el mastín lo siguió saltando a su alrededor—. Habla de una vez por todas, Phipps, antes de que me vuelva viejo y canoso.
—Es acerca de la señorita Aubrey, milord. Creo que su propósito al venir aquí no era totalmente impersonal —Phipps extrajo la tarjeta de presentación del bolsillo del chaleco.
—Así que estuviste poniendo la oreja. Qué vergüenza — Joseph apartó las elegantes chaquetas colgadas en el armario y se inclinó para buscar en las cajas prolijamente guardadas en el fondo. Abrió una tras otra, arrojando sobre su hombro las corbatas nuevas, ni siquiera estrenadas.
Phipps continuó.
—La reacción de la señorita Aubrey respecto del subterfugio fue... bueno, se mostró demasiado angustiada.
—Obviamente. Pensó que tú y Dudley erais un par de criminales, Phipps.
—Ese es precisamente mi punto. Debería haberse atemorizado, pero en lugar de ello, se enfureció y... bien, no pude dejar de notar que estaba genuinamente apenada.
Evitando que el mayordomo pudiese ver su expresión, Joseph infirió:
—Perdió a su hermano hace poco tiempo. Era un ser muy querido para ella, y yo era su mejor amigo, su comandante.
—Pues entonces, ¿por qué usted la echó... cuando ella estaba llorando desconsoladamente, milord?
Había estado tentado de encerrarla y tragarse la llave, pero tendría que pasar el resto de su vida tras una máscara. La dulce y bondadosa ____, quien recogía cachorros callejeros, caería muerta de un desmayo si lo viese sin la máscara. «¡Él no era uno de sus malditos casos de caridad!»
Apretando los dientes, Joseph enfrentó al mayordomo.
—¿Dónde demonios lo pusiste, Phipps?
—¿A qué artículo se refiere, milord?
Joseph le clavó una mirada exasperada a su mayordomo.
—¡Sabes muy bien a qué artículo me refiero!
El mayordomo se adelantó presto.
—En el baúl que está debajo de su cama, donde guarda los uniformes y las medallas, pero, ¿está usted seguro de que es conveniente, milord? La última vez que usted...
—Yo decido qué es conveniente en esta casa. ¡Ahora desaparece! — Joseph lo apartó de un codazo y se arrodilló frente a la cama.
Arrastró el pesado baúl y levantó la tapa. No lo había tocado en los últimos dos años y le temblaban las manos al abrirlo ahora.
—Está envuelto en la manta de la montura, milord.
Joseph se abalanzó, hizo girar a Phipps y lo empujó hacia la puerta que cerró con un brutal puntapié. Pensándolo mejor, cerró la puerta con llave. El imbécil consideraba que sus deberes incluían hacerle de niñera. Era la historia de su vida: sirvientes que lo criaban, confortaban, velaban por todas sus necesidades, y jamás podían darse cuenta de cuándo debían dejarlo tranquilo.
Suspiró extenuado y se dejó caer sobre la cama mirando fijamente el baúl abierto. Guardaba sus uniformes doblados, su morrión de piel, el sable mameluco, el trabuco, y encima de todo, las medallas. Esa imagen le trajo un cúmulo de recuerdos, algunos agradables; la mayoría... insoportables. «¿Qué esperas precisamente?», se preguntó a sí mismo.
La última vez que se había aventurado a cometer esa idiotez tan autodestructiva, había terminado destrozando todos los espejos de la casa, excepto uno, el espejo de tocador de su madre. Hundió el brazo en los pliegues de la ornamentada manta, y allí estaba. Lo cogió, sin atreverse a mirarse en él.
Tres cirujanos se habían negado a operarlo, asegurando que le costaría la vida. Sólo un asistente de cirujano, un hindú de menuda figura que Will había encontrado en el campamento de un batallón de infantería, había aceptado llevarla a cabo, Más tarde, le dijeron que el extranjero le había salvado la vida.
Cerró los ojos agobiado por el viejo dolor y las auto recriminaciones. ¿Will le había salvado la vida y qué había hecho él en retribución? El recuerdo de un disparo de pistola le resonó en el corazón. Joseph tembló, sentía el alma lacerada por las angustias.
Quizás esta tortura se debía en parte por haber visto a la hermana de Will otra vez. Tanto espiritual como físicamente, ____ era una réplica del único amigo verdadero que había tenido en la vida.
¿Como podía ayudarla si apenas podía ayudarse a sí mismo?
Abrió los ojos y miró fijamente la Gárgola reflejada en el espejo que sostenía en la mano.
—Vete al infierno —dijo con aspereza, mientras que el mango del espejo, también en forma de Gárgola, parecía maldecirlo con su boca pétrea...
Alguien tocó levemente a la puerta. Joseph levantó la vista y vio la tarjeta deslizarse bajo el resquicio de la puerta hasta quedar sobre la alfonbra. Se puso de pie y la recogió. Tenía un elegante grabado en relieve con el nombre de ______ como presidente de la organización de caridad.
«Lea lo que está escrito en el dorso», había sugerido Phipps. Si Joseph no lo conociese tan bien, juraría que el maldito incordio había hecho agujeros en la puerta. Maldiciendo, dio vuelta la tarjeta y sintió como si un puño le oprimiese el corazón. Con letra prolija y armoniosa estaba escrito: «Necesito de sus habilidades especiales».
—Eso sucedió hace cuatro años —se había enterado cuando la gente había comenzado a referirse a él como «la Gárgola de Mayfair»—. Will jamás mencionó...
—¿...Que me había convertido en un ser horrendo? Will era demasiado bueno como para hablar mal de sus amigos. Hacía que se sintieran humanos, aunque nada de humanidad quedase ya en ellos.
Mirando fijamente los angustiados y ardientes ojos masculinos, sintió que el corazón se le estrujaba de compasión.
—Lord Joseph, usted es el hombre más amable y más generoso que he conocido. No creo que alguna vez, ni por ninguna razón, pudiese perder su sentido de la humanidad.
—Podría sorprenderse.
Sus duras palabras le provocaron un desagradable escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
—He sufrido el desconsuelo y la desesperación, milord, pero descubrí que el socorrer a otros, a gente menos afortunada, ayuda a recuperarse.
—Estoy sumamente complacido de que usted haya encontrado el camino a la virtud, pero no siempre el mismo método sirve para todos por igual.
Antes de que él se diese la vuelta para retirarse, ella dijo:
—¿Ha visto alguna vez cómo se ilumina el rostro de un niño ante un plato de comida caliente, o al disfrutar nuevamente de un cálido abrigo, o al ver sonreír a su madre ante una pequeña muestra de ayuda? Tanto usted como yo tenemos mucho que dar, y nuestro deber es brindarlo.
Él permaneció en silencio durante un momento.
—¿Qué tipo de ayuda es la que me pide?
Su tono de voz no aseguraba promesa de ayuda alguna, pero denotaba curiosidad.
—Nuestro Directorio ha contratado a un abogado para elaborar y presentar un proyecto de ley que contemple un subsidio anual para los familiares de los soldados fallecidos en combate, para las mujeres y los niños que se encuentran privados de medios de subsistencia.
—Cuando menciona «Directorio», ¿debo presumir que se refiere a usted misma?
—Sí, a lady Iris Chilton, a la señora Sophie Fairchild y a mí.
—Continúe.
—Buscamos a un caballero influyente para que defienda nuestra causa e impulse la legislación que buscamos. Como miembro de la Cámara, usted...
—No he asistido a las sesiones de la Cámara de los Lores desde hace mucho tiempo. Ni tengo intención de hacerlo en un futuro inmediato. Ergo, no soy el... adalid que ustedes buscan. ¿Algo más?
—Con su poder e influencias, y con sus conexiones en el Ministerio de Guerra, usted podría contribuir a nuestra causa mucho más que cualquier miembro del Parlamento.
—Usted está equivocada, ____—dijo adustamente—. No tengo que contribuir con nadie.
«Usted puede contribuir conmigo», pensó desalentada. La imagen de Joseph y Will riéndose juntos le estrujó el corazón.
—Quizás... podríamos ayudarnos mutuamente —ofreció gentilmente.
—¿Cómo podría usted ayudarme a mí? —dijo casi mordiendo las palabras—. No estaba al tanto de que necesitaba ayuda.
—Usted no es la única persona a quien la guerra le ha dejado cicatrices, milord.
—¿Cómo podría usted ayudarme? —espetó furiosamente—. Mi vida está acabada —echó una furtiva mirada a los labios femeninos, y cuando sus miradas se encontraron, ella supo con certeza que él recordaba todo lo que había sucedido en el exterior de su casa esa noche tan lejana. La intensidad de su mirada le provocó temor y, al mismo tiempo, emoción.
____ dejó escapar un tembloroso suspiro. Dios, ella había aprendido la lección respecto de él.
—Usted una vez me dijo que consideraba a Will como un hermano. Y como hermana suya, estaría feliz...
—No me trate con condescendencia —gruñó mirándola furiosamente como si ella lo hubiese abofeteado—. ¡Yo no soy uno de sus malditos casos de caridad! ¡Si yo fuese el mismo hombre de hace cuatro años, usted se hallaría en una situación muy comprometida!
____ dio un respingo, desconcertada por la intensidad de su furia.
—Perdóneme. No fue mi intención... —Vayase a su casa, ____, y no vuelva jamás por aquí. La Gárgola no merece ni su piedad ni su burla —abandonó la sala a grandes pasos, despidiéndola sin miramientos.
—¿No les había dado estrictas instrucciones prohibiendo toda visita a esta casa?
El furibundo bramido habría provocado que las despavoridas ratas, si las hubiese, huyeran escurriéndose para protegerse en los agujeros de las paredes. Furioso, Joseph subió aporreando la escalera con sus fuertes pisadas, maldiciendo por lo bajo. ¡Maldita fuera toda esa mierda! ¿Por qué tenía ella que irrumpir en su vida otra vez?
Siguiéndolo jadeante, Phipps adujo quejosamente:
—Ella me amenazó con infligirme daño físico, milord.
Joseph se dio la vuelta tan bruscamente que hizo que su mayordomo tropezara con riesgo de caerse por la escalera.
—Y otra cosa, ¿no te había dicho específicamente que mantuvieras las cortinas cerradas en todo momento?
Resollando, Phipps se cogió del pasamano de la escalera.
—Usted lo hizo, milord, pero no hubiese resultado apropiado recibir a la señorita Aubrey en una habitación a oscuras, ¿no es así, señor?
—No deberías haberla recibido en primer lugar, ¡tú... abyecto entrometido!
Con las sienes latiéndole aceleradamente, Ashby llegó a la planta alta y se dirigió hacia su alcoba. Necesitaba... destrozar algo, para quitarse de la cabeza la imagen de ____ Aubrey rodeada de un halo de luz. ¡Cristo, cómo había cambiado! Casi no había podido reconocerla. La pequeña ____ era una muñeca de ojos brillantes y lazos en el cabello. La mujer que acababa de encontrar era tan impactante... que desgarraba el corazón. Quizás no era el mejor elogio que un caballero podía dedicarle a una dama, pero era exactamente lo que le había provocado en el recibidor esa visión de deslumbradora feminidad, el exquisito óvalo de su rostro enmarcado por suaves bucles negros, sus labios perfectos entreabiertos por el asombro, su grácil figura, madura y bien torneada.
Realmente, no podía creer que le hubiese sugerido que debía considerarla como una hermana. Ella no lo había considerado como un hermano en esa noche lejana, cuando era todavía un hombre joven y completo. ¡Maldita, maldita sea! Lo hacía sentir vetusto, como si fuese un viejo senil sin esperanza de recuperación, cuando lo que ansiaba dolorosamente era terminar ese beso que había comenzado siete años atrás.
Joseph se arrancó la máscara del rostro y la arrojó por encima del hombro sabiendo que su muda sombra estaría allí para recogerla.
—¿Hay alguna razón específica por la cual sigas pisándome los talones en mi propia casa? Te aseguro que soy perfectamente capaz de caminar solo.
—Me gustaría aclarar, si me lo permite, milord, que Dudley estaba totalmente en contra de hacerse pasar por usted.
Joseph bufó con disgusto.
—¿Dónde demonios se encuentra ese intrépido ayuda de cámara mío ?
—Escondido en algún lugar, milord.
—Bien. Mantenlo allí —al entrar a su alcoba, Joseh se dirigió a grandes pasos a la cómoda y abrió uno de los cajones. Hurgó en su interior, pero no encontró lo que buscaba. Phipps tosió. Enfadado, Joseph lo miró con disgusto—. ¿Por qué te encuentras aún en el umbral, jadeando y resoplando?
—Estaría en mejor estado si se me autorizase a recibir algunas visitas ocasionales, milord.
—Estarías en mucho mejor estado si en vez de elucubrar artimañas, dirigieses esta casa más eficientemente — Joseph abrió el segundo cajón y continuó su búsqueda. Sin éxito.
Observando sin pestañear cómo su amo desarmaba el mueble, Phipps dijo sumisamente:
—La mayoría de los hombres estaría de mejor ánimo con la visita inesperada de una bella mariposa, milord.
—¡Una mariposa! — Joseph le sonrió con suficiencia—. Ella y su doncella te hicieron de todo, salvo matarte.
Phipps se encogió de hombros.
—Les di suficientes razones como para pensar mal de mí.
—A mí me das suficientes razones diariamente, y no por eso te incrusto parasoles ni te arrojo floreros. Sin embargo, estoy considerando seriamente el echarte de aquí y enviarte a Joseph Park.
El mayordomo se sorprendió.
—Ni siquiera soñaría con abandonar a milord.
—Qué pena —incapaz de encontrar lo que estaba buscando, Joseph se dirigió a revisar el armario. Y el mastín lo siguió saltando a su alrededor—. Habla de una vez por todas, Phipps, antes de que me vuelva viejo y canoso.
—Es acerca de la señorita Aubrey, milord. Creo que su propósito al venir aquí no era totalmente impersonal —Phipps extrajo la tarjeta de presentación del bolsillo del chaleco.
—Así que estuviste poniendo la oreja. Qué vergüenza — Joseph apartó las elegantes chaquetas colgadas en el armario y se inclinó para buscar en las cajas prolijamente guardadas en el fondo. Abrió una tras otra, arrojando sobre su hombro las corbatas nuevas, ni siquiera estrenadas.
Phipps continuó.
—La reacción de la señorita Aubrey respecto del subterfugio fue... bueno, se mostró demasiado angustiada.
—Obviamente. Pensó que tú y Dudley erais un par de criminales, Phipps.
—Ese es precisamente mi punto. Debería haberse atemorizado, pero en lugar de ello, se enfureció y... bien, no pude dejar de notar que estaba genuinamente apenada.
Evitando que el mayordomo pudiese ver su expresión, Joseph infirió:
—Perdió a su hermano hace poco tiempo. Era un ser muy querido para ella, y yo era su mejor amigo, su comandante.
—Pues entonces, ¿por qué usted la echó... cuando ella estaba llorando desconsoladamente, milord?
Había estado tentado de encerrarla y tragarse la llave, pero tendría que pasar el resto de su vida tras una máscara. La dulce y bondadosa ____, quien recogía cachorros callejeros, caería muerta de un desmayo si lo viese sin la máscara. «¡Él no era uno de sus malditos casos de caridad!»
Apretando los dientes, Joseph enfrentó al mayordomo.
—¿Dónde demonios lo pusiste, Phipps?
—¿A qué artículo se refiere, milord?
Joseph le clavó una mirada exasperada a su mayordomo.
—¡Sabes muy bien a qué artículo me refiero!
El mayordomo se adelantó presto.
—En el baúl que está debajo de su cama, donde guarda los uniformes y las medallas, pero, ¿está usted seguro de que es conveniente, milord? La última vez que usted...
—Yo decido qué es conveniente en esta casa. ¡Ahora desaparece! — Joseph lo apartó de un codazo y se arrodilló frente a la cama.
Arrastró el pesado baúl y levantó la tapa. No lo había tocado en los últimos dos años y le temblaban las manos al abrirlo ahora.
—Está envuelto en la manta de la montura, milord.
Joseph se abalanzó, hizo girar a Phipps y lo empujó hacia la puerta que cerró con un brutal puntapié. Pensándolo mejor, cerró la puerta con llave. El imbécil consideraba que sus deberes incluían hacerle de niñera. Era la historia de su vida: sirvientes que lo criaban, confortaban, velaban por todas sus necesidades, y jamás podían darse cuenta de cuándo debían dejarlo tranquilo.
Suspiró extenuado y se dejó caer sobre la cama mirando fijamente el baúl abierto. Guardaba sus uniformes doblados, su morrión de piel, el sable mameluco, el trabuco, y encima de todo, las medallas. Esa imagen le trajo un cúmulo de recuerdos, algunos agradables; la mayoría... insoportables. «¿Qué esperas precisamente?», se preguntó a sí mismo.
La última vez que se había aventurado a cometer esa idiotez tan autodestructiva, había terminado destrozando todos los espejos de la casa, excepto uno, el espejo de tocador de su madre. Hundió el brazo en los pliegues de la ornamentada manta, y allí estaba. Lo cogió, sin atreverse a mirarse en él.
Tres cirujanos se habían negado a operarlo, asegurando que le costaría la vida. Sólo un asistente de cirujano, un hindú de menuda figura que Will había encontrado en el campamento de un batallón de infantería, había aceptado llevarla a cabo, Más tarde, le dijeron que el extranjero le había salvado la vida.
Cerró los ojos agobiado por el viejo dolor y las auto recriminaciones. ¿Will le había salvado la vida y qué había hecho él en retribución? El recuerdo de un disparo de pistola le resonó en el corazón. Joseph tembló, sentía el alma lacerada por las angustias.
Quizás esta tortura se debía en parte por haber visto a la hermana de Will otra vez. Tanto espiritual como físicamente, ____ era una réplica del único amigo verdadero que había tenido en la vida.
¿Como podía ayudarla si apenas podía ayudarse a sí mismo?
Abrió los ojos y miró fijamente la Gárgola reflejada en el espejo que sostenía en la mano.
—Vete al infierno —dijo con aspereza, mientras que el mango del espejo, también en forma de Gárgola, parecía maldecirlo con su boca pétrea...
Alguien tocó levemente a la puerta. Joseph levantó la vista y vio la tarjeta deslizarse bajo el resquicio de la puerta hasta quedar sobre la alfonbra. Se puso de pie y la recogió. Tenía un elegante grabado en relieve con el nombre de ______ como presidente de la organización de caridad.
«Lea lo que está escrito en el dorso», había sugerido Phipps. Si Joseph no lo conociese tan bien, juraría que el maldito incordio había hecho agujeros en la puerta. Maldiciendo, dio vuelta la tarjeta y sintió como si un puño le oprimiese el corazón. Con letra prolija y armoniosa estaba escrito: «Necesito de sus habilidades especiales».
Invitado
Invitado
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
CAPÍTULO 2
Número 7 de la calle Dover, siete años atrás.
—Me pregunto qué habrá para la cena —dijo el capitán William Aubrey relamiéndose mientras trotaban a lo largo de Dover Street—. Huelo sopa de rabo, cerdo y tarta de manzana, y carne asada con buñuelos Yorkshire.
—¿No les avisaste que veníamos a pasar tres días? —preguntó Joseph.
—¿Para qué estropear la sorpresa? —sonrió Will—. Los gritos y llantos de ____ serán una diversión estupenda.
Joseph esbozó una sonrisa.
—Ella siempre reacciona así cuando la visitas.
Will le dirigió una mirada sardónica.
—¿Cuando yo la visito?
Joseph sintió el rostro acalorado.
—No sigas, Will. No debe saber que yo lo sé.
Will lanzó una carcajada.
—Todo el mundo sabe que mi pequeña hermana tiene tiernos sentimientos hacia ti, Joe. Es obvio para cualquiera que tenga ojos y oídos.
—No, no es así, y si sabe que estoy al tanto se sentirá avergonzada.
—Eres el único que parece avergonzado, Joseph —Will rió burlonamente—. No puedo creer que de todas esas mujeres de los pueblos y guarniciones, sin mencionar las de Londres, que se arrojan sobre ti; sea mi imberbe hermana la única que te hace ruborizar. ¡Es increíble!
Era verdad. ____ Aubrey lo hacía ruborizarse. Y mucho. Suponía que el motivo de su reacción tan absurda era no saber las razones por las cuales él le gustaba. Siempre les había gustado a las mujeres. Por su título, su dinero... incluso a algunas, por su mala reputación; y a la mayoría de ellas, por lo que su cuerpo les hacía disfrutar, ¿pero a una pequeña de quince años? Ese era un misterio que era incapaz de resolver.
—Hablando del diablillo... —Will sonrió burlonamente, al tiempo que divisaron a ____ sentada en un banco cerca del jardín de rosas con un pequeño cachorro negro en el regazo—. ____ Jane Aubrey —gritó Will—. ¡Ven a darle un beso de bienvenida a tu exhausto hermano!
—¡Will! —gritó ____ y se puso de pie de un salto. Su mirada se escabulló hacia Joseph y un resplandor de adoración brilló en sus ojos azules. Joseph sintió que se le detenía el corazón por un instante para luego expandirse y absorber el cálido sentimiento que ella le infundía. Vagamente recordó haber experimentado ese sentimiento... mucho, mucho tiempo atrás.
—A las pruebas me remito —masculló Will. Desmontó y abrió los brazos para recibirla. ____ colocó al cachorro en una canasta forrada que apoyó sobre el banco y corrió hacia los brazos de su hermano.
Disfrutando de la escena, Joseph desmontó y le arrojó las riendas de su caballo y las del caballo de Will a un mozo de cuadra que estaba aguardando.
—¿Y no hay un beso para mí? —Sonrió y la miró a los ojos, mientras ella apoyaba la mejilla en el pecho de Will.
____se desasió del abrazo de su hermano y se acercó a él tímidamente. Profundamente ruborizada, su infantil sonrisa le derritió el corazón.
—Capitán lord Joseph. —Le hizo una pequeña reverencia y se puso de puntillas para darle un suave beso en la mejilla.
—Ahora, mayor —la corrigió Will.
—¡Felicitaciones! Lo logró antes que Will. —La gloriosa sonrisa que ____ le dispensó logró aturdir a Joseph.
¿Es éste el rostro que hizo mover a mil navios,
e hizo quemar las desgastadas torres de Ilion?
Dulce Helena, hazme inmortal con un beso.
La trágica historia del doctor Fausto, Christopher Marlowe
e hizo quemar las desgastadas torres de Ilion?
Dulce Helena, hazme inmortal con un beso.
La trágica historia del doctor Fausto, Christopher Marlowe
Número 7 de la calle Dover, siete años atrás.
—Me pregunto qué habrá para la cena —dijo el capitán William Aubrey relamiéndose mientras trotaban a lo largo de Dover Street—. Huelo sopa de rabo, cerdo y tarta de manzana, y carne asada con buñuelos Yorkshire.
—¿No les avisaste que veníamos a pasar tres días? —preguntó Joseph.
—¿Para qué estropear la sorpresa? —sonrió Will—. Los gritos y llantos de ____ serán una diversión estupenda.
Joseph esbozó una sonrisa.
—Ella siempre reacciona así cuando la visitas.
Will le dirigió una mirada sardónica.
—¿Cuando yo la visito?
Joseph sintió el rostro acalorado.
—No sigas, Will. No debe saber que yo lo sé.
Will lanzó una carcajada.
—Todo el mundo sabe que mi pequeña hermana tiene tiernos sentimientos hacia ti, Joe. Es obvio para cualquiera que tenga ojos y oídos.
—No, no es así, y si sabe que estoy al tanto se sentirá avergonzada.
—Eres el único que parece avergonzado, Joseph —Will rió burlonamente—. No puedo creer que de todas esas mujeres de los pueblos y guarniciones, sin mencionar las de Londres, que se arrojan sobre ti; sea mi imberbe hermana la única que te hace ruborizar. ¡Es increíble!
Era verdad. ____ Aubrey lo hacía ruborizarse. Y mucho. Suponía que el motivo de su reacción tan absurda era no saber las razones por las cuales él le gustaba. Siempre les había gustado a las mujeres. Por su título, su dinero... incluso a algunas, por su mala reputación; y a la mayoría de ellas, por lo que su cuerpo les hacía disfrutar, ¿pero a una pequeña de quince años? Ese era un misterio que era incapaz de resolver.
—Hablando del diablillo... —Will sonrió burlonamente, al tiempo que divisaron a ____ sentada en un banco cerca del jardín de rosas con un pequeño cachorro negro en el regazo—. ____ Jane Aubrey —gritó Will—. ¡Ven a darle un beso de bienvenida a tu exhausto hermano!
—¡Will! —gritó ____ y se puso de pie de un salto. Su mirada se escabulló hacia Joseph y un resplandor de adoración brilló en sus ojos azules. Joseph sintió que se le detenía el corazón por un instante para luego expandirse y absorber el cálido sentimiento que ella le infundía. Vagamente recordó haber experimentado ese sentimiento... mucho, mucho tiempo atrás.
—A las pruebas me remito —masculló Will. Desmontó y abrió los brazos para recibirla. ____ colocó al cachorro en una canasta forrada que apoyó sobre el banco y corrió hacia los brazos de su hermano.
Disfrutando de la escena, Joseph desmontó y le arrojó las riendas de su caballo y las del caballo de Will a un mozo de cuadra que estaba aguardando.
—¿Y no hay un beso para mí? —Sonrió y la miró a los ojos, mientras ella apoyaba la mejilla en el pecho de Will.
____se desasió del abrazo de su hermano y se acercó a él tímidamente. Profundamente ruborizada, su infantil sonrisa le derritió el corazón.
—Capitán lord Joseph. —Le hizo una pequeña reverencia y se puso de puntillas para darle un suave beso en la mejilla.
—Ahora, mayor —la corrigió Will.
—¡Felicitaciones! Lo logró antes que Will. —La gloriosa sonrisa que ____ le dispensó logró aturdir a Joseph.
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Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
siguela porfavor
me encanta
ame los capis
:D
me encanta
ame los capis
:D
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Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
que no nos gusta! esta loca amo la nove! solo que no tengo muxo tiempo!
StayMemiFaither
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
me encanta la nove siguela plisss
:D
:D
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Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
chicas mas comentarios y la sigo! que bueno que les guste la nove!!
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Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
SIGUE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!111
karen_bieber
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
siguela plisss me encantan tus noves :D
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Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
sigue!!!!
quien a escuchando la cancion de Love The Way You Lie de eminem con Rihanna??
quien a escuchando la cancion de Love The Way You Lie de eminem con Rihanna??
karen_bieber
Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
niñas grax por los comentarios!!!! aoora mismo edito el cap i lo subo :)
agreguen mi eme q estoy aburrida :P : nanin_10aldana@hotmail.com
agreguen mi eme q estoy aburrida :P : nanin_10aldana@hotmail.com
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Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
Capitulo 2 / parte 2
—¡Felicitaciones! Lo logró antes que Will. —La gloriosa sonrisa que ____ le dispensó logró aturdir a Joseph.
A ella no le importó y lo encomió aplaudiendo. Nadie más lo había hecho, salvo sus sirvientes; y recibían paga por ser respetuosos.
—Gracias. — Joseph asintió rígidamente, con la garganta cerrada.
—Y probablemente logre ascender al grado de teniente coronel antes de cumplir treinta años —señaló Will—. ¿Percibo el olor de torta Eccles, quizás? —avanzó olfateando el aire.
—Has olido cada comida desde la ciudad de Rodrigo hasta St. James Street —sonrió burlonamente Ashby.
Joseph meneó la cabeza.
—Aguarda, Will, necesito que le eches un vistazo a mi nueva mascota. No puede apoyarse sobre la pata izquierda, pero no consigo descubrir lo que lo aqueja.
—¿Y yo qué sé de cachorros? Pregúntale al experto —señaló a Joseph —. Aquí tienes al hombre que tiene habilidades especiales —se dirigió al interior de la casa, anunciándole al resto su presencia.
____ miró fijamente a .Joseph El se encaminó hacia el banco.
—Echémosle una mirada a tu cachorro, ¿te parece bien?
Se sentaron uno al lado del otro. ____ levantó a la pequeña pelota peluda y negra de la canasta, y la colocó en las manos de Joseph.
—No tengo ni idea de cómo llegó hasta aquí. Parece que tiene apenas unos pocos días. y me gustaría saber qué le sucedió a su madre y a sus hermanos. No pude encontrarlos por ningún sitio a una milla de distancia de Dover Street.
El pequeñín apenas alcanzaba a llenar la palma de la mano de Joseph. Lo acarició frotándole el cuello con el dedo, haciéndole gruñir de placer.
—¿La pata izquierda dijiste? Veamos —dio vuelta suavemente al cachorrito dejándolo boca arriba para examinarle la pata—. No tiene rasguños, ni hematomas. Tampoco huesos rotos —intentó que se pusiera de pie apoyándose en la pata izquierda, pero el perrito se inclinó hacia un lado, y cayó. Joseph lo recogió suavemente—. ¿Dónde dices que hallaste a esta bola negra de pelo?
—Estaba destrozando las rosas de mamá —contestó ____—. Ella quiso echarlo a la calle.
—El jardín de rosas... — Joseph sonrió. Cogió al animalito y le examinó cuidadosamente la pata—. Aja —extrajo una fina espina, casi imperceptible, y se la mostró a ____—. He aquí el problema.
Le brillaron los ojos a ____.
—Eres magnífico, Joseph... Perdón, mayor lord Ashby.
—Llámame... —el corazón comenzó a latirle aceleradamente—. Puedes llamarme Joseph. Todos me llaman así.
—Gracias...Joseph —le dio otro casto beso en la mejilla, la mascota saltó de su regazo y se dirigió dando saltos hacia la escalera del frente de la casa—. ¡Dios mío! Dentro de la casa no —siguió a toda carrera al animal, con los rizos negros balanceándose sobre los hombros, las faldas cortas azules arremolinadas alrededor de los calcetines que ocultaban sus esbeltas pantorrillas, hasta que desapareció en el interior de la casa.
Joseph llegó a una decisión, la más asombrosa que alguna vez había tomado: deseaba una esposa. Deseaba eso, lo que tenían Will e ____, un hogar con niños y mascotas que lo recibieran, con apetitosos manjares humeantes en la cocina. Quería mantener correspondencia desde el frente con alguien más que abogados, banqueros y administradores. Ansiaba una familia. Era lo único por lo cual valía la pena vivir, por lo que querría volver cuando la guerra terminase.
Silbando con satisfacción, se encaminó a ese caos tan familiar que reinaba siempre en el número 7 de la calle Dover y encontró a Will al pie de la escalera, con la boca llena de torta.
—¿Curaste al perro?
—Curé al perro.
El alboroto caótico de la planta superior pareció incrementarse.
—Averigüemos qué puede ser tan interesante como para provocar ese revuelo.
Subieron lentamente las escaleras y por poco tropiezan con el pequeño cachorro que huía a toda prisa de alaridos y tropezones, por poco fueron embestidos por el pequeño ejército que cargaba contra ellos encabezado por Teddy y Freddy, las hermanas de Will de sólo ocho años que eran réplicas en miniatura de ____; las mellizas eran seguidas por ____ y tres ansiosos sirvientes que
se arrastraban atemorizados por la furibunda voz chillona de lady Hyacinth:
—¡Si esa insignificante cosa mugrienta no está fuera de mi puerta en un minuto, lo primero que deberán hacer mañana es buscarse un nuevo empleo!
—Bienvenido al número 7 de la calle Dover —rió entre dientes Will.
Joseph sonrió. «Un hogar, con niños para recibirlo». Totalmente decidido, siguió a Will hasta el estudio de la planta alta para saludar a la dama dragón.
—¡Oh, William! ¡Mi querido hijo! —lady Hyacinth se abalanzó sobre Will y le depositó un sonoro beso en la mejilla—. Y me querido capitán, lord Joseph, qué amable de su parte al haber venido. ¡Oh! Debe quedarse a cenar con nosotros. Insisto, rotundamente. No me importan los manjares que le estén preparando en la residencia Lancaster. Debe quedarse con nosotros y contarnos todo sobre Wellington.
—Estaré encantado de quedarme a cenar con ustedes, lady Hyacinth — Joseph sonrió.
—Bien. Está arreglado. Ahora debo enviar a alguien a buscar a Stilgoe a Whites's. ¡Norris!
—Qué buena vida se da tu hermano —le dijo Joseph sonriendo a Will.
Will se encogió de hombros.
—Sí, bueno, no todos son como tú, Joe.
—No lo critiques. Él tiene una familia que cuidar, como la mayoría de los miembros de la aristocracia. Yo no.
—Por supuesto que la tienes —Will le palmeó la espalda afectuosamente—. ¿Qué somos nosotros? , ¿cervatillos? Además, si algo te sucediese, ____ no volvería a dirigirme la palabra.
Joseph esbozó una sonrisa.
—¿Sabes que podría fugarme con ella a Gretna Green, si me sigue sonriendo de esa manera?
—¡Por favor, hazlo! ¡Fúgate con ella! ¡Restaura la paz en mi familia!
—A tu madre no le agradaría —sonrió Joseph.
—¿Lo dices en serio? —Will arrugó el rostro cómicamente—. ¡Mi madre les haría una ofrenda a los dioses! Creo que, de todas formas, lo hace en secreto... —Will guardó silencio cuando lady Hyacinth volvió a entrar.
—Oh, por Dios. Mírense —examinó los sucios uniformes con el ceño fruncido—. Deben asearse y cambiarse antes de cenar, Will, muéstrale a Joseph la alcoba de huéspedes, ¿te parece, mi amor?
— Joseph sabe dónde está la alcoba de huéspedes, mamá —de todas formas se encaminó a cumplir la orden—. A propósito, Joe, la alcoba de mi hermana está allí —señaló en dirección opuesta en la que se dirigían por el pasillo—, por si decides fugarte con ella.
—No me tientes.
—Es sólo una idea —Will agitó los brazos mientras entraba a su alcoba.
Joseph siguió por el pasillo en dirección a la habitación de huéspedes. La idea de fugarse con ____ le resultaba tanto divertida como... inquietante. Era trece años menor que él. Para cuando la guerra terminase y ella fuese mayor, él sería tan viejo que ni siquiera recordaría qué había visto en él.
Se bañó, se puso un uniforme limpio y escribió una nota para enviar a su casa informándole a Phipps que llegaría más tarde. Will y él ya se habían detenido en la Guardia Montada para recibir la nueva designación de Joseph, por lo que tenían tres días de franco, después de los cuales debía volver al infierno, pero no antes de hacerle una visita a cierta dama. Decidió que al día siguiente iría a Joseph Park para ver a Olivia. Sintió una calidez en su interior ante la perspectiva. Olivia le había dado a entender en más de una ocasión que no importaba cuándo él se le declarase, ella no esperaría hasta que la guerra terminase para casarse. También le había dado a entender que estaba dispuesta a no esperar tampoco para otros aspectos, si acordaban una fecha futura para comprometerse. Esa era una cuestión para la cual no tenía prisa alguna. Lo último que quería era dejar un hijo huérfano.
Cuando se sentaron a la mesa, Joseph notó que ____ no estaba.
—¡Diablos, Joseph! ¡Mírate! —Charles Aubrey, vizconde de Stilgoe, le echó una mirada apreciativa de arriba abajo—. ¿Qué grado tienes ahora..., mayor? Impresionante, viejo amigo. ¿Quién hubiese pensado en los alegres días de Cambridge que algún día te convertirías en un héroe de guerra?
Joseph asintió con una sonrisa.
—Ni siquiera yo puedo aún recuperarme del asombro —se inclinó hacia un lado y en voz baja le preguntó a Will—: ¿Dónde está ____? ¿No va a cenar con nosotros?
Will se encogió de hombros.
—No tengo ni idea. Nunca se pierde una cena si estás tú —miró hacia el otro extremo de la mesa—. Theodora, Frederica, ¿dónde está vuestra hermana mayor?
—¡Muy confinada! —anunció la pequeña Freddy con tono solemne.
—Muy enfadada, pequeña —la corrigió Will—. ¿ Dónde se encuentra?
—Está muy lejos, en el ático, con su nuevo cachorro —les informó a todos Teddy.
—No es verdad —discutió Freddy—. Está en su alcoba, pero dijo que no bajará a cenar hasta que mamá le diga que puede quedarse con el cachorro —se dio la vuelta hacia su madre con ojos suplicantes—. ¿Podemos tener cachorritos nosotras también, mamá?
Lady Hyacinth inspiró profundamente.
—No, no podéis. Y tampoco ____. Si su obstinación es mayor que su hambre, puede quedarse en su alcoba hasta que cambie de opinión.
—Quizás pueda ayudarla a cambiar de opinión —dijo Joseph, excusándose para retirarse de la mesa y se dirigió a la planta superior. No estaba seguro de cuál de las alcobas de las niñas era la de ____, por lo que avanzó lentamente tratando de escuchar algún ruido que hiciese mimando al perro. Pero lo que oyó fue el sonido de su llanto. Tragó con dificultad y golpeó suavemente a la puerta.
—¡Vete! —gritó ____ con voz llorosa.
—Soy Joseph, ____. ¿Puedo entrar, por favor?
—No puede, estoy sola.
Joseph movió la cabeza sonriendo. A la pequeña le preocupaba su reputación. Diablos, ¿por qué no? Él era un hombre; y ella tenía todo el derecho de considerarse una pequeña dama.
—Entonces dejaré la puerta abierta.
—Está bien —contestó sorbiendo las lágrimas.
La encontró sentada en el suelo, jugueteando con la canasta acolchonada. Tenía enrojecidos los inmensos ojos azules y la nariz hinchada. Entró dejando la puerta abierta.
—¿Dónde está ese pequeño demonio negro? —preguntó, buscándolo en la alcoba. Nunca había estado en los aposentos de una niña, aunque sí en los de jóvenes damas, pero esas no tenían drapeados con volantes de color rosa ni muñecas sobre la cama.
—Está escondido debajo de la cama —____ se sonó la nariz con un pañuelo y lo miró a los ojos—. Todos lo estaban persiguiendo y ahora el pobrecito tiene un susto de muerte.
—No está asustado — Joseph se sentó junto a ella apoyando la mano en una de las rodillas, ambas piernas calzadas con botas—. Es demasiado joven como para saber qué es el miedo. Probablemente pensó que era una suerte de juego divertido. Saldrá enseguida. Ya verás.
—Traté de convencerlo, pero no quiso saber nada. Sin duda también tiene miedo de mí ahora.
Joseph echó una mirada a la cama con volantes rosas.
—¿Lo tentaste con comida?
Le señaló un pequeño tazón con leche que estaba en el suelo junto a la cama.
—Ni siquiera la tocó.
Algún día tendría una hija como ella, pensó Joseph complacido.
—¿No crees que estás sobredimensionando la cuestión un poco? Es sólo un perro, ____.
—Él es mi responsabilidad.
—Es tu responsabilidad porque así lo decidiste.
—Sí, así es —contestó, levantando la maravillosa cabellera de rebeldes rizos de color negro como el atardecer; los ojos ardientes por la emoción, las mejillas le brillaban enrojecidas y los labios carnosos le temblaban por la furia—. No podemos vendarnos los ojos para simular que no vemos el sufrimiento. O lo que es peor, suponer que otro solucionará el problema. El pequeñín no tiene a nadie en el mundo entero,Joseph . ¿Todo esto es tan incomprensible para usted?
Sintió una opresión en la garganta. Una niña pequeña... ¿a quién quería engañar? Ella era una pequeña mujer con el potencial de atrapar cualquier corazón masculino, así como su mente y su alma.
—¿Por qué tu madre se opone tan rotundamente a permitir que adoptes al cachorro?
—Mi madre teme que destroce los muebles —masculló mordazmente—. Debo dejarle el tazón con leche fuera de la cocina —los hermosos ojos se le llenaron de lágrimas—. Comida y cobijo no son ni remotamente suficientes. Si corre hacia la calle podría atropellarlo un coche. Puede ser un perro, pero es un pobre cachorrito huérfano. Necesita que lo amen. ¿Cómo podría sobrevivir de otra manera?
Casi deseó ser el perro.
—Las criaturas pueden sobrevivir sin amor —afirmó suavemente.
Lo miró desdeñosamente, como si fuese el hombre más cruel del mundo.
—Gracias por haber venido, milord, pero se le está enfriando la cena.
Su gélida mirada fue más de lo que pudo soportar.
—Si te prometo que cuidaré bien de tu pequeña mascota, ¿me permitirías que lo lleve conmigo?
Lo miró horrorizada.
—¿A la frontera española?
—Muchos soldados tienen perros. Se quedará con la tropa mientras yo...
—Mientras usted arriesga la vida —terminó la frase al tiempo que se le deslizaron unas lágrimas por las brillantes mejillas. El fulgor de sus ojos ocultaba algo más... una profunda preocupación por su seguridad—. Me disculpo por mi grosería. Perdóneme, por favor. Usted es el hombre más bueno, más generoso...
Joseph pudo respirar normalmente otra vez. Se puso de pie.
—No, no lo soy. Ahora vamos a cenar. Dejaremos la puerta cerrada para que Héctor no se escape mientras estamos comiendo.
—¿Héctor? —sonrió, poniéndose de pie.
—Por qué no. Héctor fue un gran guerrero. Puedo necesitar de un amigo así a mi lado. Me ayudará a cuidar de Will —la siguió en dirección al pasillo y cerró la puerta tras de sí.
—¿Suponga que se niega a salir de debajo de la cama? —preguntó ____cuando llegaron a las escaleras.
—En algún momento tiene que salir. Créeme. Por leche, por una caricia... por lo que necesite más —por el rabillo del ojo vio que su comentario le había agradado. Sonrió—. Yo saldría por una caricia —dijo y se puso en marcha.
—Prometo no olvidarme de ello, Joseph —sonrió atractivamente.
Ese tipo de comentarios era lo que le hacía ruborizarse. Diablos.
Todos estuvieron complacidos cuando se unieron a los comensales, una vez ya servida la sopa de rabo y antes de que trajeran el cerdo y la tarta de manzana.
—Me alegro de que hayas entrado en razones, ____ —declaró Hyacinth.
La sonrisa de ____ era tenue, pero triunfante.
— Joseph se ofreció para adoptar a mi perro. Llevará a Héctor a España con él.
—¿Héctor? —Will rió por lo bajo—. Temo que te crezca una aureola de santo, amigo mío.
Joseph se encontró con los ojos sonrientes de ____. Ya tenía su recompensa, aquí y ahora.
— ¿Realmente tienes de la intención de llevar contigo a esa bola aullante? —le preguntó Stilgoe después de la cena, cuando los hombres se habían quedado solos en la mesa bebiendo whisky y fumando cigarros.
—Le di mi palabra a ____ —contestó Joseph —. No puedo echarme atrás ahora.
—Puedes dejarlo con Phipps —Will lo miró levantando una ceja.
—Phipps no sabe nada de perros. — Joseph terminó su bebida de un sorbo y sintió un calor que le abrasaba la garganta. También se sintió un idiota, no por haberse ofrecido a cuidar de la mascota, sino por la razón por la cual lo había hecho—. Y tampoco creo que se lo pueda dejar a Olivia.
—Olivia, bueno —murmuró Will con una mirada de profundo desdén—. Sin duda lo herviría y se lo serviría a los sirvientes.
—Es que heriría los sentimientos de ____ —explicó Joseph.
—¿En serio? ¿Cómo heriría los sentimientos de mi hermana?
Joseph enfrentó la mirada suspicaz y enfadada de Will.
—He decidido pedirle a Olivia que se case conmigo.
—¿Y cuándo tuvo lugar tal epifanía?
—Hoy —¿por qué diablos sentía que debía disculparse?, maldijo Joseph para sí mismo.
Will le echó una mirada a su hermano mayor.
—Charlie, ¿te importaría dejarnos solos unos minutos?
—En lo más mínimo —Stilgoe se puso de pie—. Tengo un juego de naipes que me está esperando en Boodle's —rodeó la mesa y palmeó el hombro de Ashby—. Cuídate, viejo amigo. Te veré mañana, Will.
Tan pronto como estuvieron solos, Will atacó.
—¿Olivia? ¿Has perdido la cabeza completamente y sin remedio? Pensé que la locura heroica en la Sierra de Bussaco obedeció a un momento de locura pasajera, que además sirvió para tu ascenso, no que estabas en un estado avanzado de demencia.
Joseph se sirvió otro vaso de whisky.
—Eso es interesante viniendo de ti.
—Explícate. Agitó la bebida.
—¿ Sabes por qué consideras una locura mi maniobra de la Sierra de Bussaco, Will? ¡Porque tú tienes esto! Este hogar, con sus risas y locuras, toda una vida que te impulsa a regresar. Yo tengo una enorme y lujosa mansión vacía.
—¿Y crees que Olivia Hanson la llenará de risas, locura y vida? Medítalo bien, amigo mío. ¡Olivia no se parece en nada a ____! ¡Es una perra fría, manipuladora y avariciosa!
—Conozco a Olivia desde que éramos niños. Sé cómo es.
Will estaba temblando de ira e incredulidad.
—¿Y?
—Ella me ama.
Will se hundió en la silla meneando la cabeza y gruñendo.
—Dios mío, Joe. Entiendo por qué Wellington te distinguió, por qué te considera una suerte de prodigio, y por qué te apoya profesionalmente, pero por Dios, ¡puedes ser tan estúpido algunas veces!
Joseph observó el líquido ambarino de su copa y decidió desistir.
—Debo irme —se separó de la mesa y se puso de pie—. Estás borracho. Y yo también. Te veré dentro de tres días —levantó la pequeña canasta de picnic que ____ había dejado sobre una silla y se dirigió hacia la puerta. Abrió la tapa de la canasta y le sonrió a la pequeña bola de pelo que estaba durmiendo sobre un cojín—. Espero que te hayas despedido de tu dueña porque puede que no la vuelvas a ver en mucho tiempo.
Su caballo de tropa estaba ensillado y aguardándolo en el sendero principal.
—Gracias, Jimmy —cogió las riendas y dejó que se retirara el mozo de cuadra. Estaba a punto de montar cuando se abrió la puerta principal y se cerró bruscamente. Miró por encima del hombro y vio a ____ corriendo hacia él.
— Joseph... —jadeó y lo miró con ojos cargados de emoción.
Quedó paralizado.
—¿Qué sucede, ____? ¿Le ha sucedido algo a Will?
Ella negó con la cabeza, sin aliento. Tragó con dificultad.
—Se fue a acostar.
Apoyó la canasta en el suelo y sujetó las riendas en el borrén delantero de la montura. Los pensamientos le discurrían en distintas direcciones y aceleradamente. Una de las posibilidades era que los hubiese escuchado conversar con Will. No quería herir los sentimientos de____ pero él era un hombre de veintiocho años y ella debería entender que, tarde o temprano, tendría una esposa.
—Ven, vamos a sentarnos en el banco —la cogió del codo guiándola hacia allí.
Se sentaron en silencio dejando una decorosa distancia entre ambos.
—Lord Joseph—comenzó a decir ella dirigiendo el rostro hacia él—. Tengo que pedirle otro favor especial.
—Tus deseos son órdenes.
Se apretó las manos con fuerza retorciéndose los dedos incesantemente. Sus ojos se veían muy grandes, oscuros y ansiosos.
—Sé que usted y Will son soldados que luchan en una guerra espantosa contra un hombre peligroso, déspota y demente que quiere que los sansculottes galos dominen Inglaterra, pero...
Joseph sonrió con perspicacia.
—Tu hermano es como un hermano para mí, _______, yo no tengo más hermanos. Puedes estar tranquila de que protegeré a Will con mi vida si es necesario, porque si algo le sucediese... Bueno, déjame decirte que preferiría morir que fracasar. Sin embargo —respiró profundamente—, y a pesar de lo que te he dicho, eres lo suficientemente madura como para entender que tanto en la guerra como en la paz, nuestros destinos no dependen totalmente de nosotros, quizás ni siquiera en parte. Debes ser valiente. Debes...
Se le acercó susurrando:
—Sé que usted protegerá a Will. Es por usted por quien estoy preocupada...
—Will me protege. Tenemos un acuerdo.
—Will es bajito y esquelético —arrugó la impertinente nariz.
Sonrió y sintió el pulso acelerado.
—Mírame. ¿Yo soy bajito y esquelético?
Lo miró de arriba abajo.
—No. Usted es alto y fuerte.
Tragó, deseando haberse tomado el último trago de whisky después de todo.
—Agradezco tu preocupación, ____. Estaré bien. Ve a acostarte.
Le brillaron lágrimas cristalinas en los ojos.
—¿Me lo promete?
—Lo prometo.
—Porque moriría si algo malo le sucediese —ella le entrelazó las blancas manos alrededor del cuello y presionó los labios sobre los de él. Su mente se ofuscó, ____ Aubrey tenía unos labios muy tentadores, suaves, rosados, carnosos y dulces... y por un fugaz momento, sus labios respondieron al beso.
La cogió de los hombros y la separó de él.
—Oh, Dios —su mente se obnubiló, el corazón le latió aceleradamente. «Maldición». Se obligó a mirarla a los ojos. Los ojos de ____ reflejaban su misma consternación. Cuando abrió la boca para disculparse, ella salió disparada a toda carrera hacia la casa.
Esa noche, maldiciéndose por ser un crápula, cabalgó directamente hacia Joseph Park, con Héctor durmiendo en la canasta sobre su regazo, y le pidió a Olivia que fuese su esposa. Ella lo aceptó.
—¡Felicitaciones! Lo logró antes que Will. —La gloriosa sonrisa que ____ le dispensó logró aturdir a Joseph.
A ella no le importó y lo encomió aplaudiendo. Nadie más lo había hecho, salvo sus sirvientes; y recibían paga por ser respetuosos.
—Gracias. — Joseph asintió rígidamente, con la garganta cerrada.
—Y probablemente logre ascender al grado de teniente coronel antes de cumplir treinta años —señaló Will—. ¿Percibo el olor de torta Eccles, quizás? —avanzó olfateando el aire.
—Has olido cada comida desde la ciudad de Rodrigo hasta St. James Street —sonrió burlonamente Ashby.
Joseph meneó la cabeza.
—Aguarda, Will, necesito que le eches un vistazo a mi nueva mascota. No puede apoyarse sobre la pata izquierda, pero no consigo descubrir lo que lo aqueja.
—¿Y yo qué sé de cachorros? Pregúntale al experto —señaló a Joseph —. Aquí tienes al hombre que tiene habilidades especiales —se dirigió al interior de la casa, anunciándole al resto su presencia.
____ miró fijamente a .Joseph El se encaminó hacia el banco.
—Echémosle una mirada a tu cachorro, ¿te parece bien?
Se sentaron uno al lado del otro. ____ levantó a la pequeña pelota peluda y negra de la canasta, y la colocó en las manos de Joseph.
—No tengo ni idea de cómo llegó hasta aquí. Parece que tiene apenas unos pocos días. y me gustaría saber qué le sucedió a su madre y a sus hermanos. No pude encontrarlos por ningún sitio a una milla de distancia de Dover Street.
El pequeñín apenas alcanzaba a llenar la palma de la mano de Joseph. Lo acarició frotándole el cuello con el dedo, haciéndole gruñir de placer.
—¿La pata izquierda dijiste? Veamos —dio vuelta suavemente al cachorrito dejándolo boca arriba para examinarle la pata—. No tiene rasguños, ni hematomas. Tampoco huesos rotos —intentó que se pusiera de pie apoyándose en la pata izquierda, pero el perrito se inclinó hacia un lado, y cayó. Joseph lo recogió suavemente—. ¿Dónde dices que hallaste a esta bola negra de pelo?
—Estaba destrozando las rosas de mamá —contestó ____—. Ella quiso echarlo a la calle.
—El jardín de rosas... — Joseph sonrió. Cogió al animalito y le examinó cuidadosamente la pata—. Aja —extrajo una fina espina, casi imperceptible, y se la mostró a ____—. He aquí el problema.
Le brillaron los ojos a ____.
—Eres magnífico, Joseph... Perdón, mayor lord Ashby.
—Llámame... —el corazón comenzó a latirle aceleradamente—. Puedes llamarme Joseph. Todos me llaman así.
—Gracias...Joseph —le dio otro casto beso en la mejilla, la mascota saltó de su regazo y se dirigió dando saltos hacia la escalera del frente de la casa—. ¡Dios mío! Dentro de la casa no —siguió a toda carrera al animal, con los rizos negros balanceándose sobre los hombros, las faldas cortas azules arremolinadas alrededor de los calcetines que ocultaban sus esbeltas pantorrillas, hasta que desapareció en el interior de la casa.
Joseph llegó a una decisión, la más asombrosa que alguna vez había tomado: deseaba una esposa. Deseaba eso, lo que tenían Will e ____, un hogar con niños y mascotas que lo recibieran, con apetitosos manjares humeantes en la cocina. Quería mantener correspondencia desde el frente con alguien más que abogados, banqueros y administradores. Ansiaba una familia. Era lo único por lo cual valía la pena vivir, por lo que querría volver cuando la guerra terminase.
Silbando con satisfacción, se encaminó a ese caos tan familiar que reinaba siempre en el número 7 de la calle Dover y encontró a Will al pie de la escalera, con la boca llena de torta.
—¿Curaste al perro?
—Curé al perro.
El alboroto caótico de la planta superior pareció incrementarse.
—Averigüemos qué puede ser tan interesante como para provocar ese revuelo.
Subieron lentamente las escaleras y por poco tropiezan con el pequeño cachorro que huía a toda prisa de alaridos y tropezones, por poco fueron embestidos por el pequeño ejército que cargaba contra ellos encabezado por Teddy y Freddy, las hermanas de Will de sólo ocho años que eran réplicas en miniatura de ____; las mellizas eran seguidas por ____ y tres ansiosos sirvientes que
se arrastraban atemorizados por la furibunda voz chillona de lady Hyacinth:
—¡Si esa insignificante cosa mugrienta no está fuera de mi puerta en un minuto, lo primero que deberán hacer mañana es buscarse un nuevo empleo!
—Bienvenido al número 7 de la calle Dover —rió entre dientes Will.
Joseph sonrió. «Un hogar, con niños para recibirlo». Totalmente decidido, siguió a Will hasta el estudio de la planta alta para saludar a la dama dragón.
—¡Oh, William! ¡Mi querido hijo! —lady Hyacinth se abalanzó sobre Will y le depositó un sonoro beso en la mejilla—. Y me querido capitán, lord Joseph, qué amable de su parte al haber venido. ¡Oh! Debe quedarse a cenar con nosotros. Insisto, rotundamente. No me importan los manjares que le estén preparando en la residencia Lancaster. Debe quedarse con nosotros y contarnos todo sobre Wellington.
—Estaré encantado de quedarme a cenar con ustedes, lady Hyacinth — Joseph sonrió.
—Bien. Está arreglado. Ahora debo enviar a alguien a buscar a Stilgoe a Whites's. ¡Norris!
—Qué buena vida se da tu hermano —le dijo Joseph sonriendo a Will.
Will se encogió de hombros.
—Sí, bueno, no todos son como tú, Joe.
—No lo critiques. Él tiene una familia que cuidar, como la mayoría de los miembros de la aristocracia. Yo no.
—Por supuesto que la tienes —Will le palmeó la espalda afectuosamente—. ¿Qué somos nosotros? , ¿cervatillos? Además, si algo te sucediese, ____ no volvería a dirigirme la palabra.
Joseph esbozó una sonrisa.
—¿Sabes que podría fugarme con ella a Gretna Green, si me sigue sonriendo de esa manera?
—¡Por favor, hazlo! ¡Fúgate con ella! ¡Restaura la paz en mi familia!
—A tu madre no le agradaría —sonrió Joseph.
—¿Lo dices en serio? —Will arrugó el rostro cómicamente—. ¡Mi madre les haría una ofrenda a los dioses! Creo que, de todas formas, lo hace en secreto... —Will guardó silencio cuando lady Hyacinth volvió a entrar.
—Oh, por Dios. Mírense —examinó los sucios uniformes con el ceño fruncido—. Deben asearse y cambiarse antes de cenar, Will, muéstrale a Joseph la alcoba de huéspedes, ¿te parece, mi amor?
— Joseph sabe dónde está la alcoba de huéspedes, mamá —de todas formas se encaminó a cumplir la orden—. A propósito, Joe, la alcoba de mi hermana está allí —señaló en dirección opuesta en la que se dirigían por el pasillo—, por si decides fugarte con ella.
—No me tientes.
—Es sólo una idea —Will agitó los brazos mientras entraba a su alcoba.
Joseph siguió por el pasillo en dirección a la habitación de huéspedes. La idea de fugarse con ____ le resultaba tanto divertida como... inquietante. Era trece años menor que él. Para cuando la guerra terminase y ella fuese mayor, él sería tan viejo que ni siquiera recordaría qué había visto en él.
Se bañó, se puso un uniforme limpio y escribió una nota para enviar a su casa informándole a Phipps que llegaría más tarde. Will y él ya se habían detenido en la Guardia Montada para recibir la nueva designación de Joseph, por lo que tenían tres días de franco, después de los cuales debía volver al infierno, pero no antes de hacerle una visita a cierta dama. Decidió que al día siguiente iría a Joseph Park para ver a Olivia. Sintió una calidez en su interior ante la perspectiva. Olivia le había dado a entender en más de una ocasión que no importaba cuándo él se le declarase, ella no esperaría hasta que la guerra terminase para casarse. También le había dado a entender que estaba dispuesta a no esperar tampoco para otros aspectos, si acordaban una fecha futura para comprometerse. Esa era una cuestión para la cual no tenía prisa alguna. Lo último que quería era dejar un hijo huérfano.
Cuando se sentaron a la mesa, Joseph notó que ____ no estaba.
—¡Diablos, Joseph! ¡Mírate! —Charles Aubrey, vizconde de Stilgoe, le echó una mirada apreciativa de arriba abajo—. ¿Qué grado tienes ahora..., mayor? Impresionante, viejo amigo. ¿Quién hubiese pensado en los alegres días de Cambridge que algún día te convertirías en un héroe de guerra?
Joseph asintió con una sonrisa.
—Ni siquiera yo puedo aún recuperarme del asombro —se inclinó hacia un lado y en voz baja le preguntó a Will—: ¿Dónde está ____? ¿No va a cenar con nosotros?
Will se encogió de hombros.
—No tengo ni idea. Nunca se pierde una cena si estás tú —miró hacia el otro extremo de la mesa—. Theodora, Frederica, ¿dónde está vuestra hermana mayor?
—¡Muy confinada! —anunció la pequeña Freddy con tono solemne.
—Muy enfadada, pequeña —la corrigió Will—. ¿ Dónde se encuentra?
—Está muy lejos, en el ático, con su nuevo cachorro —les informó a todos Teddy.
—No es verdad —discutió Freddy—. Está en su alcoba, pero dijo que no bajará a cenar hasta que mamá le diga que puede quedarse con el cachorro —se dio la vuelta hacia su madre con ojos suplicantes—. ¿Podemos tener cachorritos nosotras también, mamá?
Lady Hyacinth inspiró profundamente.
—No, no podéis. Y tampoco ____. Si su obstinación es mayor que su hambre, puede quedarse en su alcoba hasta que cambie de opinión.
—Quizás pueda ayudarla a cambiar de opinión —dijo Joseph, excusándose para retirarse de la mesa y se dirigió a la planta superior. No estaba seguro de cuál de las alcobas de las niñas era la de ____, por lo que avanzó lentamente tratando de escuchar algún ruido que hiciese mimando al perro. Pero lo que oyó fue el sonido de su llanto. Tragó con dificultad y golpeó suavemente a la puerta.
—¡Vete! —gritó ____ con voz llorosa.
—Soy Joseph, ____. ¿Puedo entrar, por favor?
—No puede, estoy sola.
Joseph movió la cabeza sonriendo. A la pequeña le preocupaba su reputación. Diablos, ¿por qué no? Él era un hombre; y ella tenía todo el derecho de considerarse una pequeña dama.
—Entonces dejaré la puerta abierta.
—Está bien —contestó sorbiendo las lágrimas.
La encontró sentada en el suelo, jugueteando con la canasta acolchonada. Tenía enrojecidos los inmensos ojos azules y la nariz hinchada. Entró dejando la puerta abierta.
—¿Dónde está ese pequeño demonio negro? —preguntó, buscándolo en la alcoba. Nunca había estado en los aposentos de una niña, aunque sí en los de jóvenes damas, pero esas no tenían drapeados con volantes de color rosa ni muñecas sobre la cama.
—Está escondido debajo de la cama —____ se sonó la nariz con un pañuelo y lo miró a los ojos—. Todos lo estaban persiguiendo y ahora el pobrecito tiene un susto de muerte.
—No está asustado — Joseph se sentó junto a ella apoyando la mano en una de las rodillas, ambas piernas calzadas con botas—. Es demasiado joven como para saber qué es el miedo. Probablemente pensó que era una suerte de juego divertido. Saldrá enseguida. Ya verás.
—Traté de convencerlo, pero no quiso saber nada. Sin duda también tiene miedo de mí ahora.
Joseph echó una mirada a la cama con volantes rosas.
—¿Lo tentaste con comida?
Le señaló un pequeño tazón con leche que estaba en el suelo junto a la cama.
—Ni siquiera la tocó.
Algún día tendría una hija como ella, pensó Joseph complacido.
—¿No crees que estás sobredimensionando la cuestión un poco? Es sólo un perro, ____.
—Él es mi responsabilidad.
—Es tu responsabilidad porque así lo decidiste.
—Sí, así es —contestó, levantando la maravillosa cabellera de rebeldes rizos de color negro como el atardecer; los ojos ardientes por la emoción, las mejillas le brillaban enrojecidas y los labios carnosos le temblaban por la furia—. No podemos vendarnos los ojos para simular que no vemos el sufrimiento. O lo que es peor, suponer que otro solucionará el problema. El pequeñín no tiene a nadie en el mundo entero,Joseph . ¿Todo esto es tan incomprensible para usted?
Sintió una opresión en la garganta. Una niña pequeña... ¿a quién quería engañar? Ella era una pequeña mujer con el potencial de atrapar cualquier corazón masculino, así como su mente y su alma.
—¿Por qué tu madre se opone tan rotundamente a permitir que adoptes al cachorro?
—Mi madre teme que destroce los muebles —masculló mordazmente—. Debo dejarle el tazón con leche fuera de la cocina —los hermosos ojos se le llenaron de lágrimas—. Comida y cobijo no son ni remotamente suficientes. Si corre hacia la calle podría atropellarlo un coche. Puede ser un perro, pero es un pobre cachorrito huérfano. Necesita que lo amen. ¿Cómo podría sobrevivir de otra manera?
Casi deseó ser el perro.
—Las criaturas pueden sobrevivir sin amor —afirmó suavemente.
Lo miró desdeñosamente, como si fuese el hombre más cruel del mundo.
—Gracias por haber venido, milord, pero se le está enfriando la cena.
Su gélida mirada fue más de lo que pudo soportar.
—Si te prometo que cuidaré bien de tu pequeña mascota, ¿me permitirías que lo lleve conmigo?
Lo miró horrorizada.
—¿A la frontera española?
—Muchos soldados tienen perros. Se quedará con la tropa mientras yo...
—Mientras usted arriesga la vida —terminó la frase al tiempo que se le deslizaron unas lágrimas por las brillantes mejillas. El fulgor de sus ojos ocultaba algo más... una profunda preocupación por su seguridad—. Me disculpo por mi grosería. Perdóneme, por favor. Usted es el hombre más bueno, más generoso...
Joseph pudo respirar normalmente otra vez. Se puso de pie.
—No, no lo soy. Ahora vamos a cenar. Dejaremos la puerta cerrada para que Héctor no se escape mientras estamos comiendo.
—¿Héctor? —sonrió, poniéndose de pie.
—Por qué no. Héctor fue un gran guerrero. Puedo necesitar de un amigo así a mi lado. Me ayudará a cuidar de Will —la siguió en dirección al pasillo y cerró la puerta tras de sí.
—¿Suponga que se niega a salir de debajo de la cama? —preguntó ____cuando llegaron a las escaleras.
—En algún momento tiene que salir. Créeme. Por leche, por una caricia... por lo que necesite más —por el rabillo del ojo vio que su comentario le había agradado. Sonrió—. Yo saldría por una caricia —dijo y se puso en marcha.
—Prometo no olvidarme de ello, Joseph —sonrió atractivamente.
Ese tipo de comentarios era lo que le hacía ruborizarse. Diablos.
Todos estuvieron complacidos cuando se unieron a los comensales, una vez ya servida la sopa de rabo y antes de que trajeran el cerdo y la tarta de manzana.
—Me alegro de que hayas entrado en razones, ____ —declaró Hyacinth.
La sonrisa de ____ era tenue, pero triunfante.
— Joseph se ofreció para adoptar a mi perro. Llevará a Héctor a España con él.
—¿Héctor? —Will rió por lo bajo—. Temo que te crezca una aureola de santo, amigo mío.
Joseph se encontró con los ojos sonrientes de ____. Ya tenía su recompensa, aquí y ahora.
— ¿Realmente tienes de la intención de llevar contigo a esa bola aullante? —le preguntó Stilgoe después de la cena, cuando los hombres se habían quedado solos en la mesa bebiendo whisky y fumando cigarros.
—Le di mi palabra a ____ —contestó Joseph —. No puedo echarme atrás ahora.
—Puedes dejarlo con Phipps —Will lo miró levantando una ceja.
—Phipps no sabe nada de perros. — Joseph terminó su bebida de un sorbo y sintió un calor que le abrasaba la garganta. También se sintió un idiota, no por haberse ofrecido a cuidar de la mascota, sino por la razón por la cual lo había hecho—. Y tampoco creo que se lo pueda dejar a Olivia.
—Olivia, bueno —murmuró Will con una mirada de profundo desdén—. Sin duda lo herviría y se lo serviría a los sirvientes.
—Es que heriría los sentimientos de ____ —explicó Joseph.
—¿En serio? ¿Cómo heriría los sentimientos de mi hermana?
Joseph enfrentó la mirada suspicaz y enfadada de Will.
—He decidido pedirle a Olivia que se case conmigo.
—¿Y cuándo tuvo lugar tal epifanía?
—Hoy —¿por qué diablos sentía que debía disculparse?, maldijo Joseph para sí mismo.
Will le echó una mirada a su hermano mayor.
—Charlie, ¿te importaría dejarnos solos unos minutos?
—En lo más mínimo —Stilgoe se puso de pie—. Tengo un juego de naipes que me está esperando en Boodle's —rodeó la mesa y palmeó el hombro de Ashby—. Cuídate, viejo amigo. Te veré mañana, Will.
Tan pronto como estuvieron solos, Will atacó.
—¿Olivia? ¿Has perdido la cabeza completamente y sin remedio? Pensé que la locura heroica en la Sierra de Bussaco obedeció a un momento de locura pasajera, que además sirvió para tu ascenso, no que estabas en un estado avanzado de demencia.
Joseph se sirvió otro vaso de whisky.
—Eso es interesante viniendo de ti.
—Explícate. Agitó la bebida.
—¿ Sabes por qué consideras una locura mi maniobra de la Sierra de Bussaco, Will? ¡Porque tú tienes esto! Este hogar, con sus risas y locuras, toda una vida que te impulsa a regresar. Yo tengo una enorme y lujosa mansión vacía.
—¿Y crees que Olivia Hanson la llenará de risas, locura y vida? Medítalo bien, amigo mío. ¡Olivia no se parece en nada a ____! ¡Es una perra fría, manipuladora y avariciosa!
—Conozco a Olivia desde que éramos niños. Sé cómo es.
Will estaba temblando de ira e incredulidad.
—¿Y?
—Ella me ama.
Will se hundió en la silla meneando la cabeza y gruñendo.
—Dios mío, Joe. Entiendo por qué Wellington te distinguió, por qué te considera una suerte de prodigio, y por qué te apoya profesionalmente, pero por Dios, ¡puedes ser tan estúpido algunas veces!
Joseph observó el líquido ambarino de su copa y decidió desistir.
—Debo irme —se separó de la mesa y se puso de pie—. Estás borracho. Y yo también. Te veré dentro de tres días —levantó la pequeña canasta de picnic que ____ había dejado sobre una silla y se dirigió hacia la puerta. Abrió la tapa de la canasta y le sonrió a la pequeña bola de pelo que estaba durmiendo sobre un cojín—. Espero que te hayas despedido de tu dueña porque puede que no la vuelvas a ver en mucho tiempo.
Su caballo de tropa estaba ensillado y aguardándolo en el sendero principal.
—Gracias, Jimmy —cogió las riendas y dejó que se retirara el mozo de cuadra. Estaba a punto de montar cuando se abrió la puerta principal y se cerró bruscamente. Miró por encima del hombro y vio a ____ corriendo hacia él.
— Joseph... —jadeó y lo miró con ojos cargados de emoción.
Quedó paralizado.
—¿Qué sucede, ____? ¿Le ha sucedido algo a Will?
Ella negó con la cabeza, sin aliento. Tragó con dificultad.
—Se fue a acostar.
Apoyó la canasta en el suelo y sujetó las riendas en el borrén delantero de la montura. Los pensamientos le discurrían en distintas direcciones y aceleradamente. Una de las posibilidades era que los hubiese escuchado conversar con Will. No quería herir los sentimientos de____ pero él era un hombre de veintiocho años y ella debería entender que, tarde o temprano, tendría una esposa.
—Ven, vamos a sentarnos en el banco —la cogió del codo guiándola hacia allí.
Se sentaron en silencio dejando una decorosa distancia entre ambos.
—Lord Joseph—comenzó a decir ella dirigiendo el rostro hacia él—. Tengo que pedirle otro favor especial.
—Tus deseos son órdenes.
Se apretó las manos con fuerza retorciéndose los dedos incesantemente. Sus ojos se veían muy grandes, oscuros y ansiosos.
—Sé que usted y Will son soldados que luchan en una guerra espantosa contra un hombre peligroso, déspota y demente que quiere que los sansculottes galos dominen Inglaterra, pero...
Joseph sonrió con perspicacia.
—Tu hermano es como un hermano para mí, _______, yo no tengo más hermanos. Puedes estar tranquila de que protegeré a Will con mi vida si es necesario, porque si algo le sucediese... Bueno, déjame decirte que preferiría morir que fracasar. Sin embargo —respiró profundamente—, y a pesar de lo que te he dicho, eres lo suficientemente madura como para entender que tanto en la guerra como en la paz, nuestros destinos no dependen totalmente de nosotros, quizás ni siquiera en parte. Debes ser valiente. Debes...
Se le acercó susurrando:
—Sé que usted protegerá a Will. Es por usted por quien estoy preocupada...
—Will me protege. Tenemos un acuerdo.
—Will es bajito y esquelético —arrugó la impertinente nariz.
Sonrió y sintió el pulso acelerado.
—Mírame. ¿Yo soy bajito y esquelético?
Lo miró de arriba abajo.
—No. Usted es alto y fuerte.
Tragó, deseando haberse tomado el último trago de whisky después de todo.
—Agradezco tu preocupación, ____. Estaré bien. Ve a acostarte.
Le brillaron lágrimas cristalinas en los ojos.
—¿Me lo promete?
—Lo prometo.
—Porque moriría si algo malo le sucediese —ella le entrelazó las blancas manos alrededor del cuello y presionó los labios sobre los de él. Su mente se ofuscó, ____ Aubrey tenía unos labios muy tentadores, suaves, rosados, carnosos y dulces... y por un fugaz momento, sus labios respondieron al beso.
La cogió de los hombros y la separó de él.
—Oh, Dios —su mente se obnubiló, el corazón le latió aceleradamente. «Maldición». Se obligó a mirarla a los ojos. Los ojos de ____ reflejaban su misma consternación. Cuando abrió la boca para disculparse, ella salió disparada a toda carrera hacia la casa.
Esa noche, maldiciéndose por ser un crápula, cabalgó directamente hacia Joseph Park, con Héctor durmiendo en la canasta sobre su regazo, y le pidió a Olivia que fuese su esposa. Ella lo aceptó.
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Re: UNA VEZ UN LIBERTINO... {נσє&тυ} // Adaptación.
perdon por no pasar antes es que casi no e tenido tiempo :D
siguela me encanta la nove
no la dejes siguela siiiiiiii
:D
bye
siguela me encanta la nove
no la dejes siguela siiiiiiii
:D
bye
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