Homophobia |Larry Stylinson|

Cuando quedó frente a una casa—ella diría mansión—gigantesca, se quedó boquiabierta.
Ella vivía en una casa común y corriente, de las normales en Inglaterra. Vivía porque por un tiempo se fue a Estados Unidos por diversos motivos—motivos que sinceramente no recordaba. Regresó porque la había prometido a Louis que en esas fechas volvería ya que era una fecha muy importante para ambos.
Desde pequeña ella supo que siempre estarían siempre juntos. Y no en sentido amoroso, sino de manera amistosa. Desde que se topó por primera vez los ojos azules de Louis, tan tímidos y brillantes en una tarde de picnic con ambas familias, se imaginó que sería su mejor amigo por siempre. Y vaya que fue así.
Nunca tuvo familia, siempre fue hija única. Y quizá era por eso que lo veía como un hermano mayor aunque la diferencia de edad sólo fuera de un año.
Desde que arribó a Inglaterra le intentó llamar, pero el castaño no le había contestado. Con su vida importante como cantante ella imaginó que estaría ocupado así que no insistió mucho; pero encontrarse a Harry Styles en el aeropuerto de Londres con aire apagado se le hizo extraño. No quería verse interesada o algo por el estilo, así que no quiso sofocarlo con preguntas o autógrafos; simplemente se limitó a sacarle plática y a sonreír.
Sacándose de sus pensamientos, bufó por lo bajo al darse cuenta de que casi estaba olvidando las maletas. Las tomó con firmeza y se quedó en blanco.
Y ahora… no sabía qué hacer con exactitud. Estaba algo nerviosa, debía de admitirlo. Y, aparte de eso, quería conocer a la tal Eleanor Calder. Ya tenía cuatro años que no veía a Louis, y cuando lo hacía era por muy poco tiempo que jamás pudo conocer a la pareja de su mejor amigo. Escuchaba a sus amigas directioners decir que era una chica muy linda, simpática, sincera y demasiado tierna, que irradiaba inocencia y que era perfecta para Louis. Eso le hacía feliz y…
—¿Quién rayos eres tú? —preguntaron a su espalda.
Eva pegó un pequeño brinco del espanto y se giró sobre sí misma con rapidez. La maleta se tambaleó un poco y, reaccionando, la tomó de nuevo para recargarla en un pequeño árbol que estaba a su lado a unos cuantos centímetros. Con razón había sentido picazón mientras miraba la casona. Se encontró con una chica castaña, de buen ver y con las cejas fruncidas, mostrando su notorio enojo y poca satisfacción.
Pudo reconocerla gracias a las fotos. Eleanor.
—Oh. Un gusto, soy Eva Sky-
—No me importa. De seguro eres una de esas directioners que descubrieron la dirección privada de Louis y vienen a pedirle un autógrafo—la voz de la castaña denotaba odio y cansancio. Pasó por largo de ella y se dirigió a la puerta de la casa, sacando unas llaves de su saco caqui—. Pero yo no estoy humor y Louis no está, así que lárgate de aquí.
Eva se quedó parada, estática, siguiendo los movimientos de Eleanor con rapidez e interés. ¿Qué? ¿Cuál chica linda e inocente? ¡A la mierda todo, esa no era para nada una chica linda e inocente! Ni siquiera sabía quién era y ya le daba un trato pésimo. No era justificación el hecho de que «no estuviera de humor», ¡ella viajó ahí para ver a Tommo! No era de las personas que se dejan hacer y deshacer al antojo de los demás, así que mordiéndose sus labios quedó frente a la chica que aún le daba la espalda.
Soltando un suspiro y cruzándose de brazos, habló.
—Harry me dio la dirección de Louis así que yo vine para acá. Extraño a Will y sé que él me extraña a mí, así que hazme el grandísimo favor de dejarme pasar.
Eleanor se detuvo cuando escuchó el nombre del de rulos salir de los labios de la chica. Lanzó un chillido furioso y, girándose un poco—lo suficiente como para verle el rostro, le miró feo por unos segundos. Eva alzó una ceja confusa sin entender muy bien la situación en la que estaba. Ella mantenía la esperanza de ver a la «tierna y dulce chica que toda quisiera ser, y no sólo por el hecho de salir con Louis, sino porque es todo un amor», pero al parecer no quería salir.
Era eso o simplemente jamás existió.
—Vete a la mierda—le respondió Eleanor después de unos segundos.
Y al final le cerró la puerta en sus narices.
Ahora sí era oficial. Eva no sabía qué hacer.

—x—

Diecisiete horas de vuelo.
Sentía la mirada de la azafata sobre él, de seguro devorándolo, así que mejor se dedicó a leer el libro que encontró en su pequeña mochila con fingido interés.
Se maldijo por diversas razones ya que quizá no fue tan buena idea el tomar un vuelo normal a esas horas del día; pero entonces se recordaba que si tomaba un avión privado tenía que ser de ellos, y de no ser así todos sabrían a dónde se dirigía porque sonsacarían a cualquier persona con dinero. Aunque probablemente también lo pudieran saber en el aeropuerto, él mismo se encargó de que el jefe y encargado del mismo—al cual chantajeó también, dándole un autógrafo para su hija—no dijera en absoluto el país a donde se iría su vuelo o que diera indicios de ello.
Todo había sido jodidamente planeado, y eso le satisfacía en parte. Fuera de eso estaba mal. Sabía que había hecho sufrir a los chicos al irse así, pero no había marcha atrás. No tenía a nadie más que a su familia… y a sus amigos, por supuesto. Pero ya no estaba en la banda, dejó de ser parte de su vida.
Recordó de manera rápida y sorpresiva la manera en que su mirada y la de Louis se encontraron antes de que el avión comenzara su vuelo. Fue algo extraño y sintió una chispa eléctrica recorrerle todas las entrañas, pero eso vino acompañado de una sensación de ansiedad y abandono, como si todo lo que alguna vez fue se quedara ahí, con lo que fue su mejor amigo. Después de haber cruzado el umbral del avión se quitó un peso de encima y lo dejó en Londres, pero le cayó uno aún más grande al ver que él también hizo sufrir a los chicos.
Se sintió una mala persona y eso lo deprimió.
Cuando lanzó un suspiro al aire un movimiento a su lado le llamó la atención. La azafata al parecer lo hizo a propósito ya que centró toda su mirada en ella; era como siempre se la imaginó: una chica rubia, ojos azules; era alta y delgada, con una nariz puntiaguda y labios finos. Era linda, debía de admitirlo—y como decía siempre cada que se encontraba con alguna chica—, pero a él no le gustaban las mujeres.
Y un peso horrible cayó otra vez sobre él al recordar todo de nuevo.
—Disculpe, joven Styles—la voz de la azafata rubia le taladró los oídos—. ¿Algo en específico que se le apetezca? —la manera en que se lo había dicho le dio entender al de ojos esmeraldas que estaba coqueteando con él.
Se limitó a sonreírle forzadamente y a negar con la cabeza de manera efusiva, agradeciéndole con un susurro. Bajó de nuevo la vista para volverla hacia su libro, el cual no había cambiado de hoja en todo ese tiempo y se imaginó que la chica había descubierto que lo único que hacía era fingir el que leía. Se maldijo de nuevo por varias razones. Enterró su mano temblorosa en su cabello rizado, sintiendo seca su garganta, implorándole a gritos que le diera algo de beber.
Pero no quería cualquier cosa. Quería alcohol.
—Para cualquier cosa, llámeme. Aquí estaré yo—concluyó después la rubia azafata, sonriéndole coquetamente y alejándose mientas contoneaba sus caderas.
Un viejo de ya entrada edad le seguía el paso, mirándole el trasero con lujuriosa mirada en diversas ocasiones. Harry se sintió asqueado pero a la vez le entró un ataque de risa, la cual no pudo reprimir y que se escuchó por todo el avión. Se puso rojo de la vergüenza al darse cuenta de que el viejo le miraba enojado, y todos repetían la misma acción sobre él. Se enterró prácticamente en el libro y siguió leyendo, ésta vez de verdad.
Algo le dijo que esa no sería la única vez en que sonreiría.
Ahora se imaginó que lo mejor sería evitar la mirada enojada del viejo y eso hizo, dirigiéndose de manera inconsciente a la página doscientos cincuenta y siete del libro. El protagonista le decía a su chica que no podía estar con ella por diversas razones, entre ellas porque le amaba. Ella le reprendía, le gritaba y le maldecía, gritándole que si le amaba no le haría lo que le hizo.
« ¡Yo no te hice nada, cariño! —Gritó James—. ¡Tú fuiste la que mal pensaste las cosas!
Ellen movió sus castaños cabellos y un gemido salió de sus labios. Un sollozo se escuchó en el jardín de su casa mientras James se echó hacia atrás atontado, recibiendo la bofetada de su chica sin negación alguna. Pero una furia le embargó desde su corazón hasta su cerebro, y no supo el por qué tuvo que decir lo que se quiso callar por lo que le restaba de vida.
— ¡Tengo SIDA, maldita sea! »
Se maldijo de nuevo con lentitud como si lo disfrutara. Esa página en específico y con esa situación en ella no le favorecía en lo absoluto, así que al final mandó todo a la mierda y lo metió en su mochila con algo de furia.
Para entonces ya habían pasado unos cuantas horas, por lo que pronto arribaría a Japón. En realidad no, pero le gustaba sonar algo optimista ya que así intentaría olvidar todo, o al menos alguna parte. Recordaba todo lo que hizo durante el viaje hasta ahora fue intentar leer, escuchar música, dormir, evitar la mirada lujuriosa de la azafata, los gemidos sexuales que se escuchaban provenientes del baño—y que no le ayudó en lo absoluto a su tranquilidad espiritual. Ah, y perderse en los recuerdos de One Direction y lo que fue su vida antes de tomar esa decisión… precipitada.
Un sueño extraño se apoderó de él y de nuevo le dieron ganas de dormir. No sabía cuánto le faltaba el viaje, así que… se imaginó que no habría problema el dormir de nuevo.
Cerró los ojos y cuando menos se dio cuenta, se encontró soñando con la brillante e hilarante sonrisa de Louis Tomlinson.

—x—

—Respira. Hondo.
Perrie obedeció a Liam sin rechistar, tomando la cantidad de aire necesaria como para acallar y calmar las lágrimas que corrían por sus mejillas. El maquillaje se le había corrido y tenía una imagen algo deplorable.
Un quejido salió de su boca y se llevó su mano al corazón, dándose pequeños golpes con lentitud. Cerró los ojos y se dejó abrazar por Liam, quien miraba hacia Zayn mientras éste se encontraba detrás de ellos. El moreno apoyó su mano en el hombro de la chica para después darle un beso tierno en la cabeza. Por ahora el mejor consuelo era Liam, ya que era el único que no mostraba un ápice de derrumbe. Pero sabía que lo estaba aunque no llorara; aparte él seguía enojado y no quería hacer sentir mal a Perrie o hacerla sufrir más de lo que estaba en esos momentos.
Todos lo sabían, pero no quería demostrarlo ya que eso demostraría que se estaba dando por vencido, y Liam Payne no era así. Después de Harry, él era el más decidido de toda la agrupación, y si él caía, todo One Direction estaba derrumbado. Pero ahora, sin Harry con ellos y con la recién amistad rota con Louis, tenía que ser el triple de fuerte de lo era normalmente.
Cuando Perrie y él cumplieron dos años de novios, Harry y la rubia se volvieron mejores amigos. Al principio su relación era por pura formalidad; y no porque no se agradaran, sino porque las agendas no se lo permitían y aparte en ese tiempo Harry se había puesto algo tosco, justo en el tiempo en que Louis se mostró más enamorado de Eleanor que antes. Era por esa razón que le dolía el hecho de que Harry se había ido.
Zayn dirigió su mirada a las escaleras con impaciencia. Niall no había parado de llorar y le estuvo acariciando sus rubios cabellos en la habitación hasta que se durmiera. Se le complicó un poco porque el chico se ponía de pie cada cinco segundos mientras sus lágrimas aumentaban y sus ojos se hinchaban más; pero al final, recordándole que para buscar a Harry tenían que estar sanos y fuertes, lo tranquilizó. Escuchó la temblorosa voz de Perrie llamándolo, y le dirigió la mirada.
Cuando supo que lo que quería era sentirlo, se sentó cerca de ella, le besó en los labios y le abrazó. Perrie recargó su cabeza en su hombro y Liam se sentó frente a ellos con semblante serio y agotado.
—¿Y tío Simon? —preguntó Zayn con cautela.
—Se fue a casa. Quería venir con nosotros, pero no lo permití—respondió Liam con parsimonia. Miró el suelo y luego el reloj que colgaba de la pared—. Le dije que mejor asimilara la situación y luego iríamos… nosotros.
La rubia, que escuchaba todo lo que decían, llevó su mano a la rodilla de Zayn y comenzó a acariciarlo. El moreno, en todo ese tiempo que llevaban de novios, llegó a comprender que esa era una patología que tomaba Perrie cada que estaba nerviosa o no le agradaba demasiado la situación en la que estaba: acariciar su rodilla. Le dio un corto beso en su cabeza, la cual olía a lavanda.
—Ya veo. Supongo que es lo mejor.
Un silencio incómodo se formó en el lugar y el castaño cerró los ojos mientras fruncía el ceño. Muchas preguntas llegaron a las mentes de ambos como un flash, y eras respuestas o eran muy imposibles, o simplemente no querían pensar en ellas. ¿Qué pasaría ahora con One Direction? Harry se había ido y prácticamente habían roto amistades con Louis, ¿ahora qué harían? ¿Qué chismes habría sobre ellos? Liam tenía miedo que todo el peso recayera sobre el chico de ojos azules; puede que por su culpa—o en parte, en su mayoría—el de rulos se haya ido del país, pero aun así fue su amigo por más de cinco años. No podía permitirlo, no podía dejarlo solo. Por más que quisiera, después de ver lo que vio en el aeropuerto… le era imposible.
Zayn escuchó a Liam suspirar y desvió la mirada.
—Hoy, en el aeropuerto, pasó algo que me llamó la atención—dijo Liam de golpe.
—No me lo digas. Me dan ganas de llorar, pero a la vez de ir a la casa del puto de Louis y…
—Louis lloró—le interrumpió el castaño. Los ojos de Zayn se abrieron de par en par y Perrie, quien se había mantenido en silencio, lanzó un chillido—. Un poco, pero lloró. Fue… extraño.
El celular de Perrie comenzó a sonar con extravagancia, vibrando y dando a escuchar una canción de los chicos, I knew. Era una canción algo movida pero que trataba de un tema algo deprimente, escrita por Ed y por Harry; la rubia estiró su mano con pesadez y lo tomó. Cuando vio la pantalla, se alejó de golpe de Zayn, asustándolo un poco. Alzó su rostro y miró de manera estupefacta a los chicos, y éstos alzaron la ceja. Perrie se mordió los labios.
—¿Quién es, amor?
La chica centró su mirada en Zayn y luego negó con la cabeza. Le pasó su celular con rapidez y un escalofrío le recorrió la espalda.
—Eleanor.