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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 5 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por Mariel Jonas Sáb 19 Ene 2013, 10:42 am

Felices fiestas I


Un nuevo amanecer, un nuevo día.

_____ descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la
habitación de un suave tono dorado. Se recogió el largo cabello castaño oscuro
en una coleta desarreglada antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó.
Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños,
repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría
la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.

«Navidad, Navidad, dulce Navidad…»

—¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! —gritó, a pleno pulmón,
asomándose por el semicírculo de la escalera.

El señor Graham le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior,
cruzado de brazos.

—Todas las navidades dices lo mismo, _____. No pienso quitarlo.
Escucharemos villancicos, es la tradición.

La joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz,
sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado
alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró
abochornada.

—¿No podrías bajar un poco el volumen?

—¡No! ¡Quiero que todos lo escuchéis y os llenéis del espíritu navideño!
—Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla
alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.

La puerta contigua a la de _____ se abrió de golpe, y Nicholas salió como
un huracán enfurecido, vestido con su ridículo pijama de raso. Miró con asco a
la muchacha.

—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme?

—Villancicos.

—No me gustan los villancicos —aclaró.

—¿Y a mí qué me cuentas?

—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.

_____ resopló, airada. Definitivamente, no podía hacer nada al respecto;
de lo contrario su padre la odiaría por toda la eternidad. Se preparó
mentalmente para pasar una de las mañanas más insufribles de su vida. La
señora Graham salió del cuarto de baño y le dio una palmada a Nicholas en la
cabeza afectuosamente.

—¿Qué tal has dormido, cielín? —preguntó melosa.

—Bien. —Le sonrió tímidamente, antes de que Abigail se marchase
escaleras abajo a toda prisa.

_____ observó la divertida escena.

—¿Noto que empiezas a sentir cierto cariño hacia mi madre o son solo
imaginaciones mías?

Nicholas la miró hoscamente desde el otro lado del pasillo.

—¿Y yo noto que esta mañana eres aún más fea de lo habitual o será que
hasta el momento no me había puesto las lentillas…? —replicó burlón.

—¿Llevas lentillas?

—¡Claro que no! Mis ojos son perfectos. —Pestañeó con afectación—.
Jamás tendrás unas pupilas tan maravillosas como las mías.

—¡Ja! Siento decirle, mi señor, que sus ojos son un tanto… repugnantes.
Espero que no tome en cuenta mi osadía al hablarle de tal modo, ¡oh,
caballeroso conde Nicholas de inigualable belleza! —_____ hizo una reverencia a
modo de burla cuando terminó su anticuado discurso, que no pareció agradar
al inglés.

—Deja de intentar hablar como si aún quedase en ti un atisbo de
elegancia. Eres puro vulgarismo, nena.

—¡NO ME LLAMES «NENA»!

Nicholas sonrió agudo, con sus ojos grises brillando en exceso.

—Lo que tú digas, nena.

—¡Uf…! ¡Cómo te odio!

—¡Quiéreme, nena, quiéreme! —exclamó dramáticamente, antes de
escabullirse nuevamente hasta su habitación y cerrar la puerta de golpe. _____
le dio una patada a la pared, cabreada.

¿Por qué demonios siempre conseguía sacarla de quicio, si sabía de
antemano a lo que se enfrentaba? No debería dejarle ganar. Tenía que
encontrar alguna forma de reprimir sus rabietas. No quería que él la viese así,
enfadada consigo misma. Volvió a su habitación y se dejó caer sobre la cama.

Durante aquellos primeros días había estado estudiando su mirada gris, la
malévola sonrisa que curvaba sus labios, la oscuridad que encerraban sus ojos,

su forma de andar, de moverse… todo lo que superficialmente caracterizaba a
Nicholas. Era más astuto de lo que ella jamás hubiese imaginado. Generalmente
mantenía la mente fría, por lo cual podía permitirse el lujo de pensar con mucha
más claridad que el resto de las personas, ya que el sentimiento de culpa pocas
veces se apoderaba de él. Pero rompía sus esquemas aquella actitud inocente
que a menudo parecía invadirle. Esa incomprensión respecto al mundo que le
rodeaba hacía que _____ se plantease numerosas cuestiones, como, por
ejemplo, hasta qué punto llegaría su ignorancia.

La melodía de los villancicos abrumaba la cabeza de Kesley. No los
soportaba más. Bajó a la cocina, dispuesta a beber algo de café para aclarar
sus ideas. Apoyó un codo sobre el mármol de la pila mientras removía el
desayuno con parsimonia, aburrida. Nicholas apareció poco después, alegando
que no conseguía volver a dormirse a causa de «la mierda que flotaba en el
ambiente»; y _____ supuso —o quiso suponer— que la palabra «mierda» sustituía
a «villancicos». Observó soñolienta cómo él se preparaba unas tostadas con
mermelada y dos zumos de fruta natural. Prefería cien mil veces seguir ingiriendo
su amada cafeína de siempre. Sorbió el café con orgullo. El señor Graham entró
agitado en la cocina con las manos repletas de espumillones.

—Buenos días —saludó alegremente—, ¿os vais acostumbrando a los
villancicos? ¡Espero que sí! Ya empiezan las Navidades. —Tiró unas bolas rotas a
la papelera, sin compasión—. Esta mañana hay que adornar la casa,
colaboraremos haciéndolo entre todos. Por cierto, he colgado muérdago en
diferentes lugares, así que intentad no coincidir bajo ninguno, ya sabéis el dicho,
¡bajo el muérdago, beso de murciélago!

—Ese no es el dicho —le corrigió Nicholas, sin dejar de untar su tostada
matinal.

—No importa, a veces me invento las cosas. —El señor Graham se encogió
de hombros con despreocupación—. Os espero en el comedor, venid cuando
acabéis de desayunar.

Y desapareció otra vez silbando animadamente. _____ resopló, al tiempo
que Nicholas le apuntaba con el dedo índice, acusador.

—Ni de coña pienso decorar tu casa —afirmó—. No he venido aquí para
servir a unos muertos de hambre.

—No es ningún servicio, idiota. —_____ no estaba de humor aquella
mañana, más bien se encontraba abatida—. Se supone que debe ser un placer
decorar la casa con adornos navideños.

—¿Un placer? —Rió a carcajadas—. Tú tienes serios problemas, _____. Ve
a un médico, quizá pueda echarte una mano prescribiéndote algún sedante
o… algo, cualquier cosa que te deje grogui.

Ella se estiró en la cocina, haciendo crujir su espalda, y Nicholas le regaló
una profunda mirada de repulsión. La joven sonrió.

—No pienso contestar a ninguna de tus estupideces.

Él pestañeó sin comprender.

—Informativo de buena mañana. Pip, pip, pip. —Ladeó la cabeza sin dejar
de observar a _____—. En América amanece un día asqueroso, sin novedad
respecto a los anteriores. Queridos oyentes, no cambien de emisora; desde aquí
queremos contactar con la señorita _____ Graham, apodada la Basurera a
causa de su vulgar vestimenta habitual, y aclararle que, alegando que no
piensa contestar más a mis maravillosos comentarios, ya me ha contestado otra
vez. Pip, pip, pip. Y ahora disfruten de una sesión de silencio sin interrupciones
durante la siguiente hora. Que pasen un buen día.

_____ tuvo que esforzarse para no reír. Miró alrededor, preguntándose si
realmente no estaba soñando, meditando sobre si aquello era ciertamente su
cocina y el chaval que tenía delante, preparándose ahora unas verduras a la
plancha para desayunar, existía de verdad.

—Estás fatal, Nicholas. Sabía de tus problemas mentales, pero no llegué a
pensar que rozaran un grado tan elevado.

Él se volvió de golpe, dejó la sartén a un lado y le apuntó con el tenedor,
abriendo mucho los ojos.

—¡Lo sabía, sabía que caerías! ¡Has vuelto a contestar! —explotó,
orgulloso.

_____ mantuvo los labios apretados, procurando no hablar. Pasados unos
tensos minutos, respiró hondo antes de dirigirse hacia el comedor con la
intención de echarle una mano a su padre.

Afortunadamente, el resto de la mañana pasó sin demasiados percances.
Nicholas expuso sus quejas acerca de los villancicos unas veinte veces. Después se
negó a decorar la casa, pero se dedicó a observar cómo trabajaban los demás,
dando órdenes y consejos a sus empleados.

—Está un poco doblado, gíralo unos tres centímetros hacia la derecha —le
exigió, con un dedo sobre su mentón en pose pensativa.

_____ lo habría matado, de no ser porque estaba subida a una escalera
colocando un espumillón sobre el marco superior de un cuadro. Molesta, tiró de
la cinta unos tres centímetros hacia la derecha. Abajo, su supuesto ayudante
resopló.

—Y ahora, ¿qué narices te pasa? —preguntó ella; aumentaba su rabia por
segundos.

—Lo has dejado peor que antes. Vuelve a girarlo un poco hacia la
izquierda.

Estiró del maldito espumillón y deseó que este reventase de una vez por
todas.

—¿Estás contento?

—Podría estarlo más. —Sonrió—, pero me conformo. Ya puedes bajar.

_____ descendió lentamente por la escalera, con cuidado de no caerse y
mirando si colocaba bien los pies en las estrechas tablas de madera.

—Tú no me dices cuándo puedo bajar —le reprochó.

—Ya, bueno, no tenemos tiempo que perder en tonterías. —Agitó una
mano con elegancia—. Es hora de terminar con el baño.

_____ cerró los ojos con fuerza una vez logró llegar de nuevo al suelo. Se
frotó la cara, acalorada. Llevaba horas colocando adornos aquí y allá, y se
sentía terriblemente cansada.

—No hace falta decorar el baño, Nicholas. Así que olvídalo.

—¿Qué? —Él la siguió mientras ella se dirigía hacia el garaje para guardar
la escalera—. ¿Te has vuelto loca? ¡Decorar toda la casa exceptuando el baño
rompería con la armonía! Y nos ha costado mucho trabajo.

_____ se giró hacia él, extrañada.

—¿«Nos ha costado»? ¡Me ha costado mucho trabajo! Tú no has hecho
nada. —Se cruzó de brazos—. Te has pasado la mañana diciendo «Esto no me
gusta», «Ese abrigo rojo no favorece en absoluto a Papá Noel; debería ser negro,
así disimularía su barriga», o añadiendo: «¡Menudo árbol de Navidad más
pequeño, parece una esparraguera de monte común…!».

—¿Acaso no eran acertados todos mis comentarios? —se defendió,
mirando con asco el garaje desordenado de la familia Graham.

—¡Claro que no! Y lo peor de todo ha sido cuando te has empeñado en
colocar tú la estrella en la punta del árbol… ¡llevaba años esperando ese
momento! No es justo que siendo el último mono de esta familia tengas más
derechos que los demás. Pero, claro, mi madre ha tenido que ceder por pena.

—¿Por pena?

—¡Estabas a punto de llorar, estúpido! No he visto cosa más tonta en mi
vida.

Nicholas suspiró, algo abochornado. Era cierto. Se había encaprichado con
poner la estrellita que coronaba la copa del árbol, pero era la primera vez que
hacía algo así. Cuando llegaba la Navidad, en Londres, jamás habían adornado
su mansión. Tan solo dejaban algunos calcetines colgando de la chimenea del
comedor principal.

—Bueno, no importa. Hablábamos de la decoración del baño. —Sonrió
alegremente, cambiando de tema.

—He dicho que no.

_____ cerró la puerta del garaje con brusquedad y se dirigió de nuevo al
interior de la casa, hastiada. Quería perderle de vista, aunque solo fuese durante
cinco míseros minutos.

—Si decoras el baño, dejaré que esta noche salgas sola con tus amigos.
Tus padres se van a cenar, ¿verdad? —preguntó, recordando las palabras de la
señora Graham a mitad de la jornada matinal—. Les diré que me llevaste
contigo, pero me quedaré en casa.

La joven dudó unos instantes. En realidad era un buen trato. Solamente
tendría que colocar unos espumillones más y, como recompensa, conseguiría
disfrutar de unas horas de paz y tranquilidad, como en los viejos tiempos, antes
de que Nicholas pusiera un pie en su casa.

—Está bien. Me parece justo. —Estiró un brazo al frente, pues estaba
acostumbrada a cerrar cualquier pacto con una sacudida de manos.

Él frunció el ceño.

—Ni en broma toco tus dedos —musitó antes de subir las escaleras directo
al baño—. ¡Vamos, no tenemos todo el día!

Nicholas se lució con la decoración del baño, que terminó pareciendo el
escaparate algo recargado de una tienda. _____ se dejó caer sobre el retrete
cuando terminaron, exhausta, mientras él le echaba un vistazo rápido a la
estancia.

—¿Qué me dices de la jabonera? —objetó, examinándola—. ¿No
podríamos colocar un lazo rojo alrededor o algo parecido? Es fea, deberíamos
cubrirla con algo.

—¿Ni siquiera sabes anudar tú solo una cinta? —protestó _____, abatida.

—Si no pones el maldito lazo, no habrá pacto alguno. —La miró
malévolo—. Y todo lo que has hecho hasta ahora habrá sido en balde.

_____ se levantó y estiró una gruesa cinta roja con ambas manos,
deseando poder ahogar a Nicholas con ella. Derrotada, la colocó alrededor de la
jabonera.

—¿Contento?

Él se encogió de hombros. Alzó la vista, ladeando la cabeza. Sus ojos
estaban fijos en el muérdago que colgaba de la puerta.

—No me atrae la idea de que la casa esté llena de muérdago. Queda
francamente mal.

—Me da igual. A mí padre le encanta, así que déjalo como está.

Nicholas frunció el ceño y siguió a _____ por el pasillo. Se separaron para
entrar en sus respectivas habitaciones y cerraron sendas puertas con más fuerza
de la necesaria.

Mariel Jonas
Mariel Jonas


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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 5 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por IrisAguileraJonas Sáb 19 Ene 2013, 10:52 am

Sigue!!
IrisAguileraJonas
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 5 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por Mariel Jonas Sáb 19 Ene 2013, 11:00 am

CHICAAAAAAAAAS

Me ausente MUCHO tiempo, lo sé ._. y bueno aqui va mi explicación.
Les comente creo que estaba en examenes finales y no tendria mucho tiempo de subir capitulo, pues al fin el jueves termine el semestre\o/ y el viernes me operaron, me quitaron 2 muelas del juicio y pues ese dia tampoco pude subir, hasta hoy, que ya me siento un poco mejor.
No me maten(? ya les subi capitulo y espero les guste ;)
Mariel Jonas
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 5 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por Mariel Jonas Sáb 19 Ene 2013, 11:03 am

Les dejo un bonus :)

Felices fiestas II

Había empezado a nevar.

_____ tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles
de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad
nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados
copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca
hubiesen estado allí.

Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Nicholas. Ciertamente, no
estaba segura de que dejarlo solo en casa hubiese sido una buena idea. Ahora
se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupada. Se
imaginaba a un impulsivo Nicholas redecorando solo toda la casa e incluso
cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente
comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.

Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció
que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Boston,
tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el
corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso
superior, los primeros acordes de una canción de Nirvana sonaban a todo
volumen.

¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la
escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía
de la habitación de Marcus. Aquello la tranquilizó, pero solo
momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto,
descubrió que no había nadie allí. Aterrada, advirtió el humo en el aire. Humo
que olía raro. Salió disparada hacia el cuarto de Nicholas y abrió la puerta sin
miramientos. Tampoco lo encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperada,
divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el
picaporte plateado con las manos.

Aquella primera imagen la dejó totalmente paralizada. Nicholas estaba
arrodillado frente al retrete abierto, con la cabeza metida en él y las manos
abrazando el contorno. Estaba despeinado. Los mechones rubios caían a los
lados, anárquicos. Sus ojos grises se habían convertido en dos diminutas rendijas
que parecían destilar fuego. Conservaba los pantalones intactos, pero estaba
descalzo y llevaba varios botones de su preciada camisa blanca
desabrochados. Recordando que aquel muchacho era Nicholas, se preguntó si
había estallado una revolución en el país sin que ella se enterase. Se acercó
hasta él, que levantó levemente la cabeza y le dedicó una sonrisa risueña.

—¡Eeeh, Kelshey! —saludó agitando una mano en el aire.

_____ se arrodilló a su lado y lo examinó asombrada, sin comprender.

—¡Dios mío! Pero ¿qué demonios te ha ocurrido?

Nicholas rió a carcajada limpia, soltando momentáneamente el retrete
sobre el que se inclinaba para sujetarse la tripa con las manos.

—¡Shoy felizzz…! Temedamete felizzz…

_____ quiso decir algo, pero se había quedado muda. Él se acercó más a
ella, todavía riendo, y ella distinguió el aroma a alcohol puro. Abrió mucho los
ojos, alucinada, mirándole sin poder creerse lo que estaba ocurriendo.

—¿Has bebido, Nicholas?

Él parecía pensativo. Alzó la vista hacia el techo del baño, como si
intentase recordar algo. Después brotó una nueva carcajada de sus labios.

—Un boquito. —Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos
cuatro centímetros—. Pero no musho. Es que he passsado la noshe con tu
hemano, que es mu’ majo, mu’ simpático tamién…

_____ se llevó las manos a la cabeza. Tenía que calmarse. Debía lograr
controlarse para enmendar la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Marcus se
quedaba aquella noche en casa. Pero ¿cómo había derivado la situación para
que su perfecto estudiante de intercambio acabase así?

—¡Voy a matar a Marcus! —gritó, frotándose las sienes como si así fuese a
conseguir dominar el conflicto.

Nicholas negó con la cabeza, cerrando los ojos.

—Pueg no hace musha falta. Creo que ya está muergto. —La miró sin
siquiera pestañear—. Lo he vishto en el baño dabajo, tirado en el suelo.
—Apuntó con un dedo al rostro de _____—. Mírame atentamente: eshtaba ashí.

Nicholas se despatarró sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los
brazos, colocándose boca abajo, imitando la última postura en la que había
visto a Marcus. Después rió y se incorporó nuevamente. _____ resopló, furiosa.
Ahora había pasado de estar asombrada a estar cabreada. Supuso que su
hermano se había quedado dormido en el baño, como solía hacer cada vez
que volvía de fiesta.

—Luego intercambiaré algunas palabras con él.

Nicholas se encogió de hombros.

—¡Pero si he disho que ta muerto, mu muerto! —repitió.

—Vamos, levántate, idiota —le exigió ella, al tiempo que le estiraba de un
brazo.

Él sonrió con aire alelado, como si fuese un muñeco de trapo.

—¡Qué divedtido…! —exclamó alegremente, poniéndose de pie con
ayuda de _____.

—¿Te encuentras muy mal?

—¡Pero qué dishes! Estoy de puuuta madre. —Fijó la vista en el retrete unos
instantes—. Iba a fomitar, pero ya no.

_____ se acercó a él y se apartó instintivamente.

—Apestas a alcohol —le informó.

Él continuó riendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el
hombro de _____ para no caerse.

—He bebido cerveza —detalló—. Y despuesh, hemosh bebido eso que se
llama… se llama… ¡joder, se llama como el chucho ese…!

—¿Whisky? ¿Has bebido whisky?

—¡Shi, eso!

La miró orgulloso. _____ se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua
fría y colocó el tapón para que comenzase a llenarse. A él le costó mantenerse
en pie cuando perdió el hombro de ella como apoyo. Se recostó sobre el
lavabo, observándola con los ojos entrecerrados.

—Pero ¿cómo ha ocurrido todo esto? —continuó _____.

Él volvió a encogerse de hombros.

—Puesh, bueno, tu hemano me dijo que quería ensheñarme una canción
o algo de eso. Y despuesf me dio una especie de cigarro raro. —Sonrió al
recordar la situación—. Ya no me acuerfdo de que mash ha pasado. Yo solo
intentaba relacionarme mash con el Mendigo…

—¿Marihuana, te ha dado marihuana?

—¡Ah, sí, sip, él dice que es muuu güena para la salud, es terapéutica! Pa
prevenir enfermedadesh.

_____ respiró agitadamente, angustiada. Agradeció que sus padres no
estuviesen en casa. No quería ni imaginar qué habría ocurrido si hubiesen
llegado a encontrarlo en tan pésimo estado. Alargó una mano hacia Nicholas,
tirándole de la camisa y él volvió a reír como si aquello fuese un juego
divertidísimo. Sin demasiados miramientos le empujó para meterle en la bañera,
enseñándole cómo era eso de alzar una pierna y luego la otra. Él se dejó caer en
el agua.

—¡ESHTá FRÍA! —gritó.

—Te jodes. —_____ le miró enfadada—. Todo esto es por tu culpa. No
puedo dejarte solo ni unas horas; mira cómo has acabado… borracho perdido.

—Eh, eh, eh, yo no eshtoy borrasho, eh…

_____ resopló. Cogió el bote de champú y dejó que el denso líquido le
cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Nicholas, que ahora
jugaba con el agua, chapoteando alegremente como bien podría haberlo
hecho un niño de tres años de edad. Comenzó a relatar la historia de un barco
pirata —simbolizado por la mano izquierda— que se hundía a causa del ataque
de una ballena asesina —simulada por la mano derecha, que se movía
ágilmente golpeando a la izquierda—. _____ comenzó a frotarle con más
ahínco la cabeza, procurando que el olor a alcohol desapareciera. Después se
la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Él se quejó.

—¡Pican los ojosh!

—¡Cállate!

—Jopeta…

Permaneció quieto unos instantes, dejando que ella terminase de
enjuagarle el pelo.

—Navidá, navidá, duuulceee navidá… —canturreó sin ningún tipo de
vergüenza.

_____ arrugó la nariz.

—¿No odiabas los villancicos?

—No sé. —Se entretuvo observando una de sus manos—. ¡Hacia Belén va
una burra, ring, ring, yo me aremendaba yo me eremendé…!

_____ negó con la cabeza en silencio.

—¡Vamos, sal de una vez de la bañera!

Él se miró de arriba abajo, extrañado. Frunció el ceño.

—¡Pero shi todavía estoy vestido!

—¿Y qué quieres que haga yo al respecto, yonki?

—¿Yonki? ¿Me hash llamado yonki? ¡Ya me eshtásh desnudando!
—ordenó.

Ella rió, medio tosiendo. Se había quedado a cuadros, sin saber qué hacer.
Sintió pena por él, así que comenzó a desabrocharle la camisa, cerrando los ojos
y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la risa de Nicholas conforme su
pecho se movía al compás de las carcajadas.

—¡Me hashes coshquillash, Kelshey! —dijo alegre.

_____ le desabrochó el último botón y le quitó la camisa, rozando sus
hombros, que eran suaves y fuertes. Intentó no admirar demasiado la
musculatura de su torso, pero tuvo que reconocer que estaba de toma pan y
moja.

La risa de Nicholas aumentó. Ella comenzó a cabrearse, más consigo misma
que con él.

—¿De qué te ríes, estúpido?

—¡Ja, ja, ja…! Ahora te toca quitarme losh pantalonesh… y ahí no veash
cuántas coshquillash tengo —explicó, señalándose la entrepierna.

_____ dio un paso hacia atrás, asustada. Entonces los entrecerrados ojos
de Nicholas se clavaron fijamente en la puerta del baño.

—¡_____! —exclamó—. ¿Tú papá no decía que debajo del muéddago
tocaba besho de murciédago?

Ella no pudo reprochar nada, porque las manos de Nicholas atraparon su
cuerpo. Se inclinó sobre _____, todavía con aquella sonrisita tonta en los labios, y
la besó. _____ dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar
bajo sus pies. No pudo moverse. No pudo dar un paso atrás. Tuvo que admitir
que Nicholas besaba de un modo francamente extraordinario. Él se separó un
poco, mientras ella se había convertido en una estatua, y la miró feliz, dándole
un último beso en la comisura de los labios. _____, asombrada, notó cómo sus
mejillas comenzaban a arder.

—Joder, tu cara me recueddda a la nariz de Rudolf, el reno —farfulló él,
sonriente—. Bueno, ¿qué pasaba con mi pantalón?

_____, aterrada, salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Se
entretuvo en ponerle el pestillo a la puerta, apoyándose después en ella. Pero
¿qué había hecho? ¿En qué momento la situación había dado un giro? Ella no lo
recordaba. Se sentía molesta por no haberse apartado a tiempo, antes de que
Nicholas le diese aquel delicioso beso de príncipe… ¿Delicioso? No, no, ¡para
nada! Delicioso no, más bien debía haber sido asqueroso. _____ se tanteó los
labios con los dedos y suspiró avergonzada. Todavía creía sentir calor que le
había subido a las mejillas.

Deseando dormirse para dejar de recordar los últimos acontecimientos, se
puso el pijama y se tumbó en la cama, tapándose con las mantas hasta la nariz.
Apagó la luz con la esperanza de que el sueño la invadiese pronto.

Veinte minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta,
golpeándola con el puño cerrado.

—¡Eh, Kelshey! ¡Soy Nicholas!

Cerró los ojos con fuerza. Fingió que no le oía.

—¡Abre, por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro…

Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda de
golpe. Quitó el seguro de la puerta, la abrió descubriendo a Nicholas, aturdido,
con el pijama puesto del revés y el cabello rubio despeinado y todavía húmedo.

Él sonrió felizmente cuando sus ojos se encontraron. Y, sin pedir permiso
alguno, entró en la habitación con paso descarado. Ella se interpuso en su
camino.

—¡Lárgate de aquí! De verdad, Nicholas, es hora de dormir; he tenido
suficiente por hoy, créeme.

Él la miró apenado.

—Es que, Kelshey, mi habitación da mushas vueltas, y mash vueltash… Me
he tumbado en la cama y no dejafa de girar tooodo el rato —intentó explicar,
balbuceando. Ahora, más que divertido, parecía algo contrariado.

—Es normal que dé vueltas. Estás borracho y tu imaginación te juega
malas pasadas.

—No me gushta ese cuarto, prefiero dormir aquí —añadió.

_____ abrió los ojos como platos. Se sentó en la cama y estiró las piernas,
como si así fuese a proteger su espacio vital. Él sonrió, antes de perder el
equilibiro y dejarse caer sobre ella. El rostro de Nicholas quedó sobre su estómago.

—¡Oye, apártate de mí, imbécil! —chilló, intentando hacerse a un lado.

Ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Nicholas. Tenía los ojos cerrados.
Completamente cerrados. Se había quedado dormido sin poder tenerse ni un
solo minuto más en pie. _____ suspiró pesadamente. Alguien debería regalarle
algo por su paciencia, su consideración, su tolerancia… su bondad en general.

Empujó a Nicholas contra la pared, pues parecía un peso muerto de varias
toneladas. Él sonrió en sueños apoderándose de la almohada; _____ resopló,
pensando que ni dormido dejaría de ser egoísta. Dejó caer una manta sobre él
antes de apagar la luz y acomodarse en el otro extremo de la cama.

Escuchaba la respiración de Nicholas, la sentía en su pelo. Mantuvo los ojos
muy abiertos, advirtiendo anticipadamente que aquella extraña noche apenas
podría descansar.
Mariel Jonas
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Mensaje por IrisAguileraJonas Sáb 19 Ene 2013, 11:37 am

Me ha encantado!
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Mensaje por SmileJonas Sáb 19 Ene 2013, 2:19 pm

ahhhhh la beso pero estaba borracho jajjajaja pero seguila como la dejas asi!!!! seguilaaaaa adore los fos capitulosss!!! SEGJILAAAAAA
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Mensaje por MissKeynes96 Sáb 19 Ene 2013, 10:17 pm

Estuvo bueno, les digo algo la mamá de la rayis se llama igual que yo jajaja síguela cuando puedas porfis :D
MissKeynes96
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Mensaje por Pao Jonatica Forever :3 Dom 20 Ene 2013, 9:43 am

Jfjsdfhskd waaaa! Me encanto! Dffddsgfsdhd se besaron!!! Hjdfcjkdfd
Me fasino el cap!! Jajaja pobre Nick lo emborracho Marcus loquito jaja
Waa se durmieron juntos! Djhsdfcsdfdsd sube mas caps! Fddsgfsdf
Que pasara ahora ? ?? Jddscf siguelaaaa! :3 saludos tqmm sube mas aqi spero!
Pao Jonatica Forever :3
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Mensaje por Mariel Jonas Lun 21 Ene 2013, 5:32 pm

Es lindo entrar y ver sus comentarios chicas:) ¿Como estan? ¿Alguna anda de vacaciones igual que yo?

¡Señorita enfermera!



—¡_____, no te vas a creer lo que pasó anoche! Estuve con tu amigo, el
inglés que…

Marcus dejó de hablar en seco cuando descubrió dos bultos que se
incorporaban en la cama. Abrió los ojos, sorprendido. Una risita tonta escapó de
sus labios.

—¡Oh, vaya! Veo que Nicholas se lo siguió pasando en grande después…
—Sonrió pícaro, ladeando la cabeza—. ¡Qué marcha lleva el chaval! Es todo un
semental.

Nicholas parpadeó confundido, mirando como loco a su alrededor. Le
escocían mucho los ojos. Se topó con la encorvada silueta del Mendigo.

—¡Marcus ha resucitado! —explotó el rubio, admirado.

—¿Eh? —Marcus enarcó las cejas.

—Por cierto… —Nicholas parecía confundido—. ¿Qué narices hacéis en MI
cuarto?

_____ se sentó en la cama y se apoyó en la cabecera. Bostezó. Después
observó a Nicholas de reojo, sin demasiado interés.

—Perdona, idiota, pero este es mi cuarto —aclaró.

Él se destapó rápidamente, mirándose a sí mismo de arriba abajo. Marcus
reía en el otro extremo de la habitación.

—¡Y llevo el pijama puesto del revés! ¿Qué me has hecho, _____?, ¿qué
me has hecho?

La joven resopló, molesta, mientras se ponía unos coloridos calcetines.

—Pero ¿qué dices, atontao? Fuiste tú quien se abalanzó anoche sobre mí,
y me miraste con esa cara de chino feliz; dijiste que te daba miedo dormir solo.

La habitación quedó sumida en un incómodo silencio que Marcus rompió
sin miramientos.

—Bueno, vamos al grano… ¿te la tiraste o no?

—¿Tirar?

—¿No recuerdas si mojaste? —Se tocó una rasta distraído, y Nicholas torció
el gesto.

—¿Mojar?

_____ se levantó de la cama, se anudó el batín alrededor de la cintura y
quitó algunos trastos que reposaban sobre la silla del escritorio.

—Marcus, no pasó nada. —Se frotó la frente—. ¿Se puede saber que
hiciste ayer? Eres un irresponsable.

Su hermano se encogió de hombros.

—Pues que montamos una buena bacanal entre el señor Porro, Nicholas,
don Alcohol, mister Wisky y yo —Sonrió orgulloso—; el perro se lo pasó en grande.

—¿Qué? —_____ alzó los brazos alarmada.

—¡Pero no te preocupes! Mister Wisky está ahí, tirao en el pasillo. Le he
tomao el pulso y sigue vivo. O eso parece.

—¡Uuuh, mi cabeza…!

_____ se giró y reparó por primera vez en Nicholas, que se tambaleaba
intentando levantarse de la cama como si fuese un niño de un año aprendiendo
a caminar. Nicholas estaba más pálido de lo habitual, tenía el cabello revuelto y
despuntado y sus ojos grises ya no se mostraban malévolos, sino más bien
tristones.

—Veo la luz… la luz… —gimoteó—. Es el fin. Me muero —añadió, a punto
de sollozar.

—Solo he apartado la cortina y están entrando los rayos del sol, imbécil; no
tienes más que resaca.

—¿Qué? ¡Estoy enfermo!

—No es una enfermedad, es un efecto secundario.

—¡Tengo un efecto secundario! —exclamó, preocupado—. ¿Dónde están
mis analgésicos? ¡_____, muévete!, ¡haz algo!

Marcus rió nuevamente. Cogió la ropa sucia que su hermana le tendía
para bajarla al cuarto de la lavadora y le guiñó un ojo al inglés.

—¡No pasa nada, tronco! —le animó—. Yo he pasado muchas de esas, al
final te acostumbras. Eso no es na.

Nicholas agradeció que el Mendigo desapareciese escaleras abajo. Volvió
a tumbarse en la cama. Veía borroso, como si se le hubiese metido una pestaña
en los ojos. Y su cabeza retumbaba simulando una melodía de música tecno.
Notaba el cuerpo dolorido; cada uno de sus músculos y células se resentían. Se
llevó las manos al estómago, que estaba revuelto, mientras _____ reía al tiempo
que ordenaba su habitación.

—¿A qué esperas para ir a por ese analgésico? —insistió él—. Mira, los
medicamentos están en la maleta roja, al fondo del armario, en el extremo
derecho.

_____ le miró desde arriba, de brazos cruzados.

—Tendrás que pagar las consecuencias. No haberte emborrachado.
Ahora levanta el culo de la cama y cuídate tú solito.

—¿Yo solito…? ¿Te has vuelto loca o qué? —La miró apenado, como un
perro abandonado en una carretera desierta—. Voy a necesitar tus servicios a lo
largo de todo el día. Si no lo haces, me chivaré a tus padres.

_____ arrugó la nariz. Odiaba que la chantajeasen. Pero, ciertamente, si
sus padres llegaban a estar al tanto de la situación… la castigarían de por vida;
jamás volvería a ver la luz del sol. Cabreada, se dirigió a la habitación del inglés
arrastrando los pies, en busca de los analgésicos.

La puerta estaba entreabierta, tal como ella la había dejado el día
anterior. Suspiró, ojeando la estancia. Había cambiado mucho desde que el
nuevo inquilino la ocupaba. No había ni una mota de polvo, ni un ápice de
suciedad… era la habitación más pulcra que _____ había visto en toda su vida.
Y eso que su madre era una gran amante de la limpieza. En la cama de Nicholas,
correctamente hecha, no se dibujaba ninguna arruga; la colcha casi parecía
de un material sólido. Comprobó que no hubiese nadie tras ella cerró la puerta
del cuarto, deseosa de cotillear un poco. Solo un poco…

Abrió el primer cajón de la mesita de noche, donde los objetos, como era
de esperar, estaban rigurosamente ordenados; clasificados por color, como una
escala artística. En el lado derecho reposaba un móvil negro, y junto a él, un
bote gris de gotas para los ojos; después le seguían una pequeña libreta azul
oscuro, un monedero de un azul más claro… y así hasta llegar a los colores más
calidos; a la izquierda había colocado unos bastoncillos para los oídos dentro de
una caja granate.

Rió sola, dada la ridiculez de Nicholas. Ella jamás hubiese tenido la suficiente
paciencia como para organizar de aquel modo un simple cajón. Es más, en el
suyo solía terminar metiendo las cosas a presión. Ojeó el segundo cajón, donde
solo había una fotografía. La imagen lo mostraba sonriente rodeado por lo que
parecía un sequito de guardaespaldas (gafas de sol incluidas), criadas que le
pellizcaban los mofletes cariñosamente, lo que indicaba que era el niño mimado
de la casa, y un hombre alto y estirado, de temple serio y bigote rizado, que
tenía pinta de mayordomo. _____ dejó la foto en su lugar, confundida,
preguntándose si no hubiese sido más normal que Nicholas guardase una
instantánea de él con sus padres y no con el servicio de la casa.

Como era de esperar, la ropa del joven inglés se encontraba
impecablemente doblada y colgada en las perchas del armario. _____ supuso
que él se asustaría si llegase a abrir el suyo. Suspiró, sintiéndose un tanto culpable
por entrometerse en asuntos ajenos. Sacó de allí el maletín rojo, lo abrió encima
de la cama y buscó los analgésicos. Aquello no era un simple maletín. Era, más
bien, el equipo que un neurocirujano reconocido utilizaría para una
complicadísima operación. No encontró los malditos analgésicos, así que
terminó llevándose el maletín a su habitación. Cuando entró, Nicholas gimoteó
afectado, para llamar su atención.

—¡Cuánto has tardado! ¿Tan pocas neuronas tienes como para no poder
encontrar un maletín que, por si fuera poco, es de color rojo intenso? —espetó
hostilmente, para no perder la costumbre.

—No te pases, inválido borracho —Le señaló con aire amenazador—,
podría abandonarte a tu suerte. Y, créeme, siendo como eres, no sobrevivirías tú
solo ante una resaca.

En eso tenía razón, de modo que Nicholas procuró mantener la boca
cerrada. Le ordenó algunas cosas más. Se tomó tres pastillas para el dolor de
cabeza y vitaminas extras. Después, tambaleándose, bajó las escaleras hasta el
salón con la ayuda de _____.

—Pondré alguna película —dijo _____, tras acomodarlo en el sofá y
ponerle sobre la frente un paño mojado—. El rey león, por ejemplo, hace tiempo
que no la veo.

—¿Es de dibujos animados? —preguntó Nicholas, al tiempo que miraba la
carátula.

—Sí. —Le observó con curiosidad—. ¿Es que no la has visto?

—Yo no veo memeces.

—Ya, claro, perdone, Majestad, lo había olvidado.

_____ se dejó caer sobre el sofá, a su lado, y apretó el botón de «Play»
mientras refunfuñaba. ¡Era tan sumamente raro! No conocía a nadie que no
hubiese visto El rey león. Poco a poco comenzaron a aparecer las primeras
imágenes de la película.

—Presiento que va a ser un tostón —dijo Nicholas. ¡Como si a alguien le
importase su opinión! _____ puso los ojos en blanco.

Justo durante el nacimiento de Simba, Nicholas comentó que, si tuviese que
elegir a un personaje de la película, él sería, obviamente, Mufasa, el líder del
clan. _____ rió por lo bajo, a sabiendas de lo que venía a continuación.

Para no gustarle la película, Nicholas lo disimulaba realmente bien. Sus ojillos
grises estaban fijos en la pantalla del televisor como si lo hubiera abducido. Tenía
los mofletes colorados a causa de la emoción contenida. Mufasa, el personaje
que le representaba, acababa de morir por culpa de Scar.

—Pero ¿por qué? —Miró a _____ apenado, casi sin pestañear. Y ella temió
que llorase—. ¡Pobre Simba! Ahora está tan solo…

Después llegaron las secuencias donde aparecían Timón y Pumba. A
Nicholas no le hizo ni pizca de gracia que estos se alimentaran de bichos. Su
expresión se tornó agria y sus labios se fruncieron esbozando una mueca de
profundo asco. Sin embargo, cuando Simba encontró a Nala y se hizo mayor,
Nicholas se giró hacia _____ sonriente.

—¡Ahora yo soy Simba, que seguro que acaba siendo el líder del clan!
—Alzó una mano—: Y ni sueñes con la idea de ser Nala, porque ni de coña. Esa
leona, aun siendo de dibujos, es más mona que tú.

—No estás bien de la cabeza. Es una película, no hace falta que te
identifiques con ningún personaje en concreto. Simplemente, mírala y cierra la
boca —le reprochó _____.

Wisky apareció en el salón meneando la colita. _____ lo cogió entre los
brazos para subirlo al sofá.

—Quita a ese chucho de mi vista —exigió Nicholas.

—Tiene los mismos derechos que tú.

_____ lo posó sobre el sofá, y el inglés clavó sus ojos amenazadores en el
animal.

—… Además, me han contado que anoche estuviste de fiesta con él
—añadió _____.

—Anoche pasaron muchas cosas que no recuerdo —aclaró Nicholas,
contrariado.

Volvió a fijar su mirada en el televisor. Se estaba desatando la guerra final
entre ambos clanes de leones, cuando una imagen pasó velozmente por la
mente de Nicholas, dejándolo anonadado. Sentado sobre el sofá, rígido, con los
hombros tensos, giró su rostro hacia _____ a cámara lenta y la señaló con el
dedo. Su dedo temblaba mientras él lo sostenía en alto.

—¡Tú! —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva—. ¡Tú… me besaste
anoche! —gritó, fuera de sí.

_____ sintió que se ruborizaba lentamente, al tiempo que comenzaban a
sudarle las palmas de las manos. Nicholas lo vio todo claro. Jamás se había sentido
tan furioso.

—¡Te aprovechaste de mí porque estaba borracho! ¿Cómo pudiste,
_____…? ¡Qué bajo has caído! —la acusó.

Ella se volvió furiosa hacia él, dispuesta a afrontar la situación.

—¡Cierra la boca, idiota! Fuiste tú quien me besó. Y no sabes lo horrible que
fue. Besas mal, muy mal —mintió descaradamente—. Y por si eso fuese poco,
después te empeñaste en dormir conmigo.

—¿Te has vuelto completamente loca? Veo que has tocado fondo. Eso es
imposible. Yo nunca haría algo así.

—Ya, claro, también decías que eras la persona más sana del mundo y
mira cómo acabaste anoche.

—Fue culpa de tu hermano.

—Marcus no te metió ningún embudo en la boca para obligarte a beber.
Empinaste el codo tú solito.

Nicholas se removió incómodo en el sofá, alternando su mirada entre el
perro y _____, que estaba cruzada de brazos. Realmente no estaba muy seguro
de qué era cierto y qué era mentira. No recordaba bien lo sucedido la noche
anterior. Pero, si era cierto que había besado a _____, debería odiarse por toda
la eternidad. Era, con diferencia, lo peor que había hecho en toda su vida. Sería
la mancha negra sobre su pulcro expediente.

—Te odio —dijo, como conclusión—. Y encima, por tu culpa, no he podido
terminar de ver cómo me coronaban.

—Tú no eres Simba, métetelo en la cabeza, imbécil.

—Estás celosa porque te gustaría ser Nala y sabes que no llegas a ese
nivel. No la pagues conmigo. Y ahora, si no te importa, tráeme un vaso de agua,
tengo la garganta seca.

—¿Por qué no pruebas a levantarte tú del sofá y así haces un poco de
ejercicio? Engordarás como sigas sin moverte.

Nicholas bufó, hastiado.

—Mi anatomía es perfecta por pura naturaleza; no tengo nada que
corregir. Tú, en cambio, sí deberías comenzar a replantearte algunos retoques,
¡que buena falta te hacen!

_____ se estaba poniendo furiosa. Detestaba aquel tono de superioridad
con el que hablaba el inglés. Era repugnantemente aristocrático.

—Ayer, cuando me besaste, no parecías pensar lo mismo.

Nicholas cerró los ojos con fuerza. No le gustaba que le atacase de aquel
modo tan… sucio. Él estaba en desventaja, porque seguía sin recordar qué
había ocurrido exactamente en aquel maldito cuarto de baño. Suspiró, abatido.
Era duro soportar aquella tortura.

Entonces, por increíble que pudiese parecer, despegó sus posaderas del
sofá y se levantó. Lo hizo despacio, pero lo hizo. Les dirigió a ambos, tanto a
_____ como a Whisky, una mirada de profundo odio contenido, antes de
dirigirse con largos traspiés hacia la cocina. Una vez allí, se sentó a la mesa y se
llevó las manos a la cabeza. Pero ¿qué había hecho? ¿Por qué narices no se
había quedado en la cama, calentito, sin meterse en problemas? Ahora _____
podría burlarse de él eternamente, utilizando lo ocurrido la noche anterior. Era
horrible.

En su perfecta vida en Londres no ocurrían esas cosas. Allí lo tenía todo
bajo control. Jamás le sorprendía ningún acontecimiento, nunca nada se salía
de los límites establecidos. Ahora su día a día era como una rueda que no
dejaba de girar, y él no podía seguir aquel ritmo desenfrenado. Le superaba. Se
sentía perdido y hundido. Cerró los ojos y respiró hondo, procurando mantener el
control. El rostro sonriente de _____ acudió a su mente como un huracán.

En realidad no era tan fea; no, más bien pasaba por ser una chica
normalita tirando a guapa. Bastante guapa. Tenía una nariz graciosa y los ojos
grandes, alargados y expresivos. Su piel era cuidada (de forma natural, al
parecer) y tenía todo el aspecto de ser suave. Eso a él le gustaba. Las pieles
suaves eran su debilidad. De su anatomía no podía decir mucho. Solo sabía una
cosa: que era delgada. Pero, como vestía con anchas sudaderas que le
tapaban el culo e incluso la parte alta de los muslos, no había llegado a advertir
si tenía un cuerpo bien formado o no. De todos modos, ¿por qué estaba
pensando en eso? ¡Ah, sí! Porque quería sentirse menos culpable por haberse
besado con ella. Tampoco daba tanto asco (solo un poco, quizá). La verdadera
razón por la que la detestaba era por su despreocupación a la hora de vivir
—como si los relojes no existiesen— y aquel modo desvergonzado e
imperturbable que tenía de hablar.

Se levantó, se dirigió a la pila y escurrió el paño con el que _____ le había
cubierto la frente. Mientras cerraba el grifo del agua fría, oyó un ladrido detrás
de él y se giró bruscamente. El perro y Nicholas se miraron fijamente durante unos
segundos.

—Vete —le ordenó, sin un atisbo de duda en el tono de su voz.

—¡Guau, guau!

Whisky meneó la colita despreocupado y pareció sonreírle. Se acercó a él
a paso lento, alzó la pata y un líquido amarillento comenzó a empapar el pijama
de raso de Nicholas.

—Pero ¿qué…? ¡Ah, quita, chucho, quita! ¡Hijo de putifer!

Nicholas dio un paso a atrás. Sollozó. Aquello era demasiado. El perro acabó
de hacer sus necesidades y se fue corriendo escaleras arriba.

—¡_____, _____!

_____ entró asustada en la cocina. Se esperaba lo peor.

—¿Qué te pasa ahora, borracho?

—¡ME HA MEADO! Tu asqueroso perro se ha meado en mi pierna.

_____ no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupada.

—Tranquilo, solo está marcando territorio. —Soltó una brusca carcajada y
pestañeó en exceso—, ahora eres suyo, Nicholas, eres suyo.

Mariel Jonas
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Mensaje por Pao Jonatica Forever :3 Lun 21 Ene 2013, 6:35 pm

Awww me encanto el cap! Siguela plis! Sube otro cap! Andaaa! Aqi siempre stamos fieles comentando! Jaja me mato el cap! Ese marcus. Locoo! Jaja awww ese Nichola pensando ser Simba jaja y si claro yo quiero ser Nala jaja hay que lindo y aww Whisky lo quieri :') que lindo! Lo marco para q no s le acerquen que lindo! Y ese Nichola exagerado! Eeeahh! Le gusto! :3 jndhjdfjkdxhjfchjdf me encanto el cap! Siguela! Por fis saludos y spero q subas cap si!! Andaaa! Me fasino! Tqqm saludos:)
Pao Jonatica Forever :3
Pao Jonatica Forever :3


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Mensaje por MissKeynes96 Lun 21 Ene 2013, 11:37 pm

jajajajaja estuvo buenisimo :) me encanto el capitulo fue tan divertido
MissKeynes96
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Mensaje por IrisAguileraJonas Mar 22 Ene 2013, 11:38 am

Jajjja "ahora eres suyo Nicholas" esta genial! Siguela!!
IrisAguileraJonas
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Mensaje por SmileJonas Miér 23 Ene 2013, 11:25 am

Jajjajajjajanjajaja JAJJAAJJA ay dios Ja! y el ultimo JA! listo me vengue ay nicholas puede ser taaan odioso!! nunca pense en decir eso jajajja pero adore el capitulo y yo tambien tengo vacaciones todavia !!! y wow estaba bien profundi en sus pensamientos sobre la rayis!! ehhh.... jajja bueno eso jajajja besoos te quiero!!!....seguilaa y amo a whisky !!! <3..
XD
SmileJonas
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Mensaje por Mariel Jonas Miér 23 Ene 2013, 5:04 pm

Cosas que pasan en los centros comerciales I


Lucecillas de todos los colores posibles parpadeaban desde árboles,
carteles y escaparates. Frondosos abetos navideños se extendían por las aceras.
Los niños chillaban alegres, correteando por las calles. Los abuelos se sentaban
en los bancos del paseo, agotados tras varias horas de caminata, y algunos
jóvenes se picaban con las motos, derrapando por la calzada. Y allí, entre aquel
armonioso paisaje navideño impregnado de felicidad, caminaban tres jóvenes
tremendamente diferentes entre sí con la esperanza de encontrar los regalos
para sus familias.

—¿Falta mucho? —preguntó Marcus, y se encendió el séptimo cigarro en
un tiempo récord de apenas media hora.

—Ya casi estamos —contestó _____.

_____ se sentía agobiada aun antes de empezar. A la derecha caminaba
su hermano; las rastas se alzaban arriba y abajo al compás de sus pasos. A la
izquierda se encontraba Nicholas, que miraba alrededor con los ojos bien abiertos,
a la espera de descubrir, seguramente, la tienda más cara de toda la ciudad.
Supo de antemano que iba a ser un día largo, demasiado largo.

—Esto es un asco —se quejó el inglés.

Ya estaba tardando. _____ casi agradeció escuchar sus protestas, pues
empezaba a pensar que algo raro le ocurría. Le ignoró, sintiéndose más
tranquila.

—A mí tampoco me gusta ir de tiendas —añadió Marcus.

Nicholas arrugó la nariz.

—No lo decía por eso —aclaró—, es solo que todas estas tiendas parecen
de segunda mano. —Se paró frente a un escaparate y señaló una bonita
camisa a cuadros que costaba cincuenta y siete dólares—. ¿Ves?, ¿de qué
mierda está hecha para que sea tan barata? Seguro que destroza e irrita la piel.

—¿Es que pretendes que la gente se gaste el sueldo del mes en una
camisa?

_____ se cruzó de brazos. Marcus se quedó atrás, acariciando a un alegre
perro que pasaba a su lado.

—Que ganen más, ¿a mí qué me cuentas? —replicó, frunciendo el
ceño—. Solo mis calzoncillos ya son más caros que esa prenda —añadió Nicholas.

_____ rió.

—¿Tus calzoncillos valen sesenta dólares?

—He dicho que más, sorda. Unos cien dólares.

—¿Es que tus partes íntimas son de oro o qué?

—Eh, no hables de esas cosas. —Nicholas sintió cómo comenzaba a
sonrojarse levemente, avergonzado. _____ era demasiado descarada para su
gusto.

—¡Oh, tienes la cara roja! —Le señaló, todavía riendo.

Nicholas la miró asqueado.

—¡Pues mira, sí, mis partes íntimas son tan valiosas para mí como para
protegerlas con un buen material!

Marcus se despidió del perro y se acercó a ellos, sonriente tras el último
comentario, pero sobre todo curioso.

—¿Con qué las proteges?

—Con calzoncillos, como todo el mundo, pero de seda. Son exclusivos y
me los traen de Italia.

—Ah. —Marcus le miró sin saber qué decir—. Yo no uso ropa interior.

Los tres guardaron un incómodo silencio. Se miraron fijamente unos
instantes. Intentando olvidar las palabras de Marcus, avanzaron despacio entre
el gentío, más callados que antes y quizá más pensativos.

Nicholas procuraba esquivar la cantidad de obstáculos que se cruzaban a
su paso. Niños en monopatín —sin casco ni rodilleras—; ancianos que apenas
avanzaban tres centímetros por minuto; señoras locas por las compras, que
parecían conocer aquel centro comercial mucho mejor que él… Se giró hacia
_____.

—¿Qué piensas comprarles a tus padres? —le preguntó.

—No sé —Se encogió de hombros—, a mamá quizá unos pendientes, y
creo que papá necesita alguna corbata para el trabajo.

Nicholas torció el gesto.

—¿Solo eso?

—¿Acaso pretendes que me hipoteque a los diecisiete para contentarlos?
—Bufó, hastiada—. El amor se demuestra de otros modos.

—¿De veras?

—¡Claro! Pasando tiempo juntos, en familia, por ejemplo. —Sonrió,
sacudiendo felizmente las manos.

Nicholas apretó fuertemente los labios. ¿Pasando tiempo… juntos? Intentó
recordar cuándo había sido la última vez que había pasado unos días con sus
padres. Algunas imágenes difusas le vinieron a la memoria. Probablemente el
día que nació todos estuvieran en la misma habitación y, además, cuando
cumplía años siempre comían juntos en el mejor restaurante de Londres. Sonrió,
algo más relajado y satisfecho.

—¿Y a mí me vas a comprar algo?

—Es una broma, ¿verdad? —_____ dejó de caminar y se cruzó de brazos.

Marcus rió tontamente.

—Hombre, tía, después de dormir juntitos algún detalle tendrás que tener
con el chaval, ¿no?

_____ cerró los ojos y respiró hondo.

—Marcus, haz el favor de no llamarme «tía».

—¡Joder, vale, tía, vale! —Alzó las manos en son de paz.

—Entonces, ¿no pensabas comprarme nada? —gritó Nicholas, dolido—.
¡Pero cómo puedes ser tan rácana! ¡Yo incluso ya tenía pensado tu regalo…!
¡Estamos en Navidad, _____!

—Está bien, está bien. —Suspiró—. Si cierras la boca, prometo que te
compraré alguna chorrada.

Se volvió decidida y reemprendió la marcha. Marcus, rezagado, se quedó
embobado con los ojos fijos en el escaparate de una papelería. Nicholas rió por lo
bajo.

—¿Piensas deleitar a tus padres con unos lapiceros? ¡Qué original!
—farfulló, malicioso.

—¡Marcus! —_____ ignoró a Nicholas y llamó a su hermano—. ¡Vamos, qué
haces ahí parado!

Marcus curvó los labios lentamente hacia arriba.

—He tenido una idea fantástica —explicó—. Vosotros id de compras, nos
encontramos dentro de dos horas en el Café Shoquin.

—Pero ¿qué narices piensas hacer?

_____ había procurado planificar bien aquel horrible día de compras, y
justo antes de que empezara, sus planes ya comenzaban a trastocarse. Tenía un
regalo más que comprar, y su hermano la abandonaba dejándola a solas con
un obsesivo compulsivo.

—Es una sorpresa, luego veréis.

Y se internó en la papelería a paso lento y desganado, como de
costumbre. Nicholas siguió caminando, satisfecho por haber perdido de vista al
Mendigo. Miró a la joven, sonriente.

—¿Sabes a quién se parece tu hermano?

—Sorpréndeme, ¡oh, maravilloso ser divino omnipotente que todo lo sabe!
—musitó, irónica.

—A Bob Marley. Es como su gemelo; incluso tienen aficiones comunes.
—Esquivó a un crío que degustaba un enorme trozo de turrón—. Lo vimos en
clase de Educación Cívica.

—¿Qué?

—Sí. Era el ejemplo exacto de lo que no debíamos llegar a ser —sonrió—, y
también ojeamos la biografía de Sid Vicius; el loco de los Sex Pistols era otro de
los que estaban en la lista negra.

Pero ¿a qué colegio iba aquel pobre desgraciado? Se llevó las manos a la
cabeza, consternada. Ahora lo entendía. Seguramente ni siquiera era un
colegio, sino una secta. Le observó cuando dejó de andar, absorto en el
escaparate de una joyería. Visto así, de lejos y calladito, realmente no estaba
nada mal. Es más, algunas de las chicas que pasaban por su lado le miraban
pestañeando en exceso, coqueteando. Nicholas tenía un perfil algo afilado.
Volvía a llevar el rubio cabello totalmente repeinado —como si se hubiese
puesto brillantina—, pero _____ le había visto en plena borrachera,
desarreglado, y sabía que aquella primera imagen de chico formal podría
mejorar si se mostrase más desgarbado. Bajó la vista por su rostro y encontró sus
labios, que, de un suave color melocotón, contrastaban con la palidez de su
piel. Resopló, abochornada por recordar otra vez el estúpido beso bajo el
muérdago, y sacudió la cabeza.

—¿Qué haces ahí parado? —le chilló, cruzándose de brazos y adoptando
su actitud habitual.

—¿No querías también tú comprarle unos pendientes a tu madre?

—Sí. Pero no en esta tienda, es demasiado cara.

—Ya veo los límites que le pones al amor maternal. —Negó lentamente
con uno de sus largos dedos, moviéndolo de derecha a izquierda—. Entremos.
La mía sí se lo merece.

_____ siguió sus pasos, asqueada. Una vez dentro, la dependienta, de
unos cuarenta años de edad, le dirigió a ella una mirada de reproche, y a él, la
mejor de sus sonrisas; seguramente se había fijado en que la camisa que llevaba
era de una de las marcas más prestigiosas del planeta.

—¿En qué puedo ayudarle?

—Buscaba un collar… —Nicholas ojeó el mostrador principal—, pero no se
parece en nada a todo lo que veo aquí.

La mujer arrugó la frente, mirando los productos. Después sus ojillos se
clavaron en los de Nicholas y descubrió que acababa de encontrar al cliente
idiota de turno que con una sola compra amortizaría todas sus Navidades.

—¿Desea algo más… exclusivo?

—Exacto.

—Acompáñeme, por favor.

_____ pestañeó, confundida. Los siguió hacia el interior de la joyería por
un pasillo que no quedaba expuesto al público. Seguramente sería la primera y
última vez que entraría allí. Tras abrir una compuerta, se encontraron en una
habitación circular, repleta de estanterías con cajones cerrados con llave. La
dependienta inspeccionó a _____ con desconfianza antes de abrir una de las
cerraduras. El cajón se abrió y dejó a la vista collares de piedras tan brillantes
que casi dañaban la vista. Nicholas se inclinó levemente para echarles un vistazo.

—Me gusta ese. —Señaló uno del que colgaba una pequeña piedra
verde.

—Buena elección. Está hecho de oro blanco de gran calidad, y la piedra
que ve es casi imposible de encontrar.

_____ también lo ojeó, y por poco se desmaya al descubrir el precio
anotado en un pequeño papelito blanco, bajo el colgante.

—¡Pero si es un robo! —gritó, sin poder contenerse—. ¡Con lo que vale este
collar se podría erradicar el hambre de media África!

Nicholas se acercó a ella, molesto, y le dio un codazo.

—Calla de una vez, Basurera, estás haciéndome quedar en ridículo.
—Sonrió y se dirigió de nuevo a la dependienta—. Me lo quedo. Cóbrese
—añadió, al tiempo que le tendía la tarjeta de crédito—. ¡Ah!, y no escatime a la
hora de envolverlo. Ya sabe, una cajita bañada en oro o algo parecido…

—Por supuesto, señor, no se preocupe por eso.

Abandonaron la habitación circular y Nicholas suspiró con orgullo, como si
se hubiese quitado un peso de encima. _____, demasiado anonadada todavía
para hablar, se mantuvo callada sin rechistar; casi se podía oír el rechinar de sus
dientes, carcomida por la rabia. ¿Cómo podía gastarse semejante dineral en un
simple regalo navideño? Y, lo más importante, ¿quién era realmente Nicholas, o de
qué tipo de familia provenía?

_____ observó ensimismada cómo la dependienta le devolvía al inglés la
tarjeta de crédito y este la guardaba de nuevo en su maravillosa cartera negra
de Gucci. Resopló asqueada. Tanta tontería zumbando a su alrededor lograba
ponerla de mal humor. Nicholas, por el contrario, se mostraba satisfecho con la
adquisición. Salieron poco después de la joyería y continuaron caminando por la
avenida del centro comercial.

—Pero ¿qué has hecho, animal? ¡Por algo así debería caerte cadena
perpetua!

Nicholas enarcó las cejas, confundido.

—Pobre _____, las drogas la han dejado tonta…

—¡Es demasiado dinero! Ninguna madre puede llegar a sentirse orgullosa
de que su hijo le regale algo así —prosiguió, cabreada—, ¿por qué no le das otro
destino, como alguna asociación benéfica?

Nicholas soltó una brusca carcajada.

—¡Ya sé lo que te pasa! —La señaló con el dedo índice—. Te pica el
bichito de la envidia… —Volvió a reír—. Además, mis padres ya donan mucho
dinero a ese tipo de organizaciones.

—Eres asqueroso, Nicholas, eres… ¡insoportablemente cínico! No tienes
remedio.

Nicholas se detuvo y la miró dolido. Agitó la bolsita donde llevaba el collar, y
_____ sintió deseos de matarle de una vez por todas.

—La cuestión es… —Suspiró, meditando— que, te guste o no, pequeña
amante de los vertederos, todavía tendremos que vernos las caras por narices
durante más de veinte días, así que no deberías faltarme al respeto. Y te aseguro
que no eres la única que en estos momentos piensa en el suicidio: yo también
me lo empiezo a plantear.

—Pero ¿cómo tienes la cara dura de hablar tú, precisamente tú, de la
palabra respeto? ¡Si ni siquiera sabes lo que es!

—¡Pues claro que lo sé! También lo he dado en clase de Educación Cívica.
Y ahora deja de sermonearme. Me aburres. Cómprate un loro y enséñale la
Constitución hasta que la recite de memoria.

Y, con porte elegante, avanzó unos pasos acera abajo. _____ suspiró.
Durante la última semana, exactamente desde la llegada del inglés, había
tenido tantos nervios en el estómago que, al final, se manifestaban en una
terrible incomodidad e incluso náuseas. Procuró aguantarle y no contestar a sus
palabras. Aquel era el segundo plan: si no puedes con tu enemigo, ignóralo.

Entraron en la zona de techo cubierto. Un árbol navideño, enorme y lleno
de espumillones, se alzaba en el centro hasta casi el techo. En los laterales,
numerosas tiendas mantenían sus puertas abiertas, de donde salían alegres
notas musicales. Y, al fondo, sobre una tarima con dos elegantes doseles rojizos,
un hombre disfrazado de Papá Noel contentaba a una gran cola de niños que
se sentaban por turno en sus rodillas para pedirle sus regalos.

—Qué patético. —Nicholas señaló a Papá Noel—. Yo nunca creí en él,
porque desde el primer día me advirtieron de que no era real.

_____ tosió, alarmada.

—Pero ¿qué clase de infancia has tenido tú, bicho raro?

—¿Bicho raro? Deja de describirte tan detalladamente, _____. —Sonrió—.
Yo entiendo a mis padres, haré lo mismo que ellos… ¿Por qué engañar a tus hijos
si se supone que los quieres? Es un poco ruin —meditó—. Bueno, basta de rollos,
vamos a buscar esa corbata para tu padre que en el futuro terminará irritándole
la piel.

—No irrita la piel.

—Ya, claro. Otra que prefiere vivir en la mentira; eres como esos niños de
ahí.

Se movieron torpemente entre el gentío directos hacia una tienda de
ropa. Y entonces un hombre que llevaba un extraño aparato en una de sus
orejas y vestía de negro riguroso se interpuso en su camino. Apoyó las manos en
los hombros de Nicholas, decidido. Este dio un pequeño saltó hacia atrás,
temeroso de que fueran a atacarle.

—¡Tenemos una emergencia! —gritó el hombre—. Papá Noel acaba de
decirme que se encuentra mal, problemas intestinales.

—¿Y a mí qué me cuenta? —farfulló Nicholas.

—Necesitamos a un sustituto.

_____ sonrió con aire malicioso, pues, de improviso, acababa de
encontrar su esperada venganza. Se adelantó, interponiéndose entre los dos.

—Estará encantado de hacerlo. Adora a los niños.

—¿Qué? Pero ¿qué…?

—¡Vale, no tenemos tiempo que perder! ¡Rápido, acompáñeme a los
lavabos privados! —gritó el hombre de negro, cogiendo a Nicholas de la
chaqueta y arrastrándolo mientras este forcejeaba confuso.

—¡_____! Pero ¿qué está pasando? ¡Haz algo!

Y lo hizo. Le siguió hasta los lavabos. Nicholas apenas tuvo tiempo de
protestar de nuevo cuando llegó el Papá Noel que antes había estado con las
rodillas atestadas de críos.

—¡Gracias a Dios! Me muero por ir al baño… —susurró, acongojado—. Eres
un ángel caído del cielo, muchacho.


Pues este fue el capitulo del día, mañana les traigo otro.
!Besos!
Mariel Jonas
Mariel Jonas


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Mensaje por Pao Jonatica Forever :3 Miér 23 Ene 2013, 7:43 pm

Aaaa me encanto! Siguela:3 jaja la venganza nicky <3
Pao Jonatica Forever :3
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 5 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

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