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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por IrisAguileraJonas Jue 27 Dic 2012, 10:44 am

Nueva lectora! Me ha encantado la novela! Sigue!!!!!
IrisAguileraJonas
IrisAguileraJonas


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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por DirectionerCaprichosa5 Jue 27 Dic 2012, 12:40 pm

Nueva Lectora badumtss Seguiiiiiiiiiila plz :(L): me Llamo Candela, Me encanta la novela, "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 1606340316 UN BESO! :fiu:
DirectionerCaprichosa5
DirectionerCaprichosa5


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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por Barbie JTorres Jue 27 Dic 2012, 9:21 pm

nuevaaaaaaaaaaaaaa lectora, me encanta porfavor siguelaaaaa!! D: #besos
Barbie JTorres
Barbie JTorres


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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por Mariel Jonas Vie 28 Dic 2012, 10:28 am

Veo que tengo nuevas lectoras por ahí. Que padre verlas :) ¡Bienvenidas!
Ya no sufran (? Aquí les dejo el cap. BESOS A TODAS.

Excursión al supermercado II


_____ carraspeó, para aclararse la garganta antes de hablar. Después
miró al chico que la acompañaba, sosteniendo un bote de mostaza entre las
manos mientras leía la etiqueta. Su ridículo traje de chaqueta llamaba tanto la
atención dentro del supermercado de una modesta urbanización que todos los
clientes se giraban para echarle una detallada ojeada.

—Nicholas, siento tener que decirte esto, pero deberás darte un poco de
prisa con la compra —dijo, cruzándose de brazos a la defensiva—. Sé que te
encantaría, pero no podemos acampar y pasar la noche aquí; cierran a las
ocho.

—Perfecto. —Sonrió satisfecho—. Entonces aún nos quedan unas horas.

Ella se detuvo y soltó el carrito de la compra en mitad del largo pasillo de
salsas.

—¿Te has vuelto loco? —gritó—. Bueno, ¡qué pregunta más estúpida por
mi parte!

—Sí, la verdad es que sí —afirmó él, distraído—. ¡Pero cuántos conservantes
tiene esto!

—¡Es que siempre has estado loco!

Nicholas se volvió y la miró con curiosidad.

—Nos conocemos desde hace veinticuatro horas, basurera, así que no
entiendo qué quieres decir cuando dices «siempre».

—Esa es la peor parte: recordar que aún nos quedan veintinueve días por
delante. Tendré que comprarme pastillas antiestrés o tapones para los oídos.

Nicholas se encogió de hombros. En realidad le daba igual. Por él como si
terminaba metiéndose esas pastillas por vena. Bajo su punto de vista, aquella
chica desarreglada cumplía todos los requisitos para terminar muriendo por
sobredosis. No le extrañaría en absoluto encontrársela dentro de unos años en
cualquier esquina, pidiendo limosna. Limosna que él no le daría, por supuesto.

—Mira, enfermo, tenemos que irnos —se quejó—. No pienso pasar mi
primer día de vacaciones en un supermercado. Existen cosas más interesantes
en la vida.

—¿Como qué? —Nicholas alzó una ceja, intrigado.

—Oh, ¿es que jamás haces nada divertido?

—Bueno, da igual, si así fuese tampoco sería asunto tuyo —farfulló con un
delirante desinterés—. Y ahora, si no te importa, deja que termine de leer los
componentes de la salsa roquefort.

_____ murmuró algo por lo bajo, irritada. Se despidió de Nicholas
indicándole que le esperaría en las cajas y le dejó a solas en mitad del pasillo.
Aguardó mientras observaba cómo una muchacha rubia cobraba la compra
de los clientes sin demasiada amabilidad. Desesperada, terminó rezando y
pidiendo que Nicholas llegara pronto. Si no lo hacía, pensaba marcharse sin
miramientos; poco le importaba lo mucho que su madre la reñiría. En todo caso,
lo único que la asustaba levemente era que la señora Graham la castigara sin
salir con sus amigos, teniendo en cuenta que acababan de empezar las
vacaciones.

Media hora después, el inglés apareció por el pasillo de la derecha, con el
carro repleto de comida como si se acabase de declarar la tercera guerra
mundial y tuviesen que recolectar suministros para medio continente americano.
_____ le miró intrigada.

—¿Se puede saber cómo vamos a pagar todo eso? —preguntó,
señalando las extrañas hamburguesas sin carne, algo que le pareció totalmente
contradictorio.

—¿Es que tu madre no te ha dado dinero? —Nicholas se encogió de
hombros.

—Sí, pero lo que me ha dado no llega para pagar todas estas pijerías —se
quejó, consternada—. Vuelve a dejarlas en su sitio —añadió, al tiempo que
reparaba en un desagradable trozo de queso sin sal que yacía al lado de un
paquete de algas marinas ricas en vitaminas.

Nicholas la miró hosco, sin ninguna intención de devolver nada a su lugar.

—Pues ve al banco a sacar dinero —le ordenó, con aire diplomático.

—Pero ¿qué demonios te has creído? ¡No somos ricos, no podemos
permitirnos todos estos caprichos, somos una familia de clase media!

—No hace falta que medio supermercado se entere de vuestra situación
económica. A nadie le interesa —objetó, ante los gritos de _____.

La muchacha respiró hondo, intentando calmarse. Era agotador mediar
con aquel imbécil. Se armó de paciencia, procurando que entrase en razón.

—El problema es que no tenemos suficiente dinero —dijo, hablando claro,
despacio y alto—. Así que algo tendremos que hacer.

Él la miró sin comprender. En la vida de Nicholas jamás se había presentado
ningún contratiempo que tuviese que ver con el dinero. Nunca le habían
negado nada, mucho menos si se trataba de comida, algo absolutamente
necesario para vivir. Por lo tanto, la familia Graham le estaba negando la vida.

Suspiró, frustrado.

—Le pediremos a la chica de la caja que sea solidaria con nosotros
—concluyó, sonriente.

—Pero ¿tú en qué mundo vives? —_____ le miró extrañada—. Aquí nadie
regala nada. Tienes que pagar todo lo que compras.

Nicholas, pensativo, observó a la muchacha rubia de la caja. _____ siguió el
eje de su mirada, advirtiendo a dos chicas de su edad, de aspecto delicado,
que cuchicheaban con la vista clavada en el inglés.

—Te están mirando fijamente —objetó _____, extrañada.

Él sonrió ampliamente, mostrándole su blanca dentadura.

—Claro que me miran, todo el mundo lo hace.

—¿Qué?

—Es por mi cara —dijo señalándose el rostro—. Siempre les resulto
atractivo.

—Estás demente.

Nicholas, con gesto seductor, les guiñó uno ojo a ambas jóvenes, que
terminaron riendo tontamente mientras se ruborizaban. _____ pestañeó,
sorprendida. No comprendía que alguien tan insoportable como él pudiese
resultar atractivo. Le miró fijamente, intentando encontrar aquel punto de
belleza. Sí, bueno, tenía el cabello de un rubio dorado; bien, aquello podía pasar
por aceptable. Lo ojos también, grisáceos. Su forma de mirar anunciaba a
leguas de distancia que era un cabrón en toda regla. Y, supuso, aquello solía
atraer a chicas de cabeza hueca. Resopló, molesta por la repentina atención
que había despertado el inglés.

—No es momento para firmar autógrafos —le indicó, señalando el
abarrotado carro de la compra—, tenemos problemas más serios de los que
ocuparnos.

Él enarcó una ceja, divertido.

—¿Estás celosa?

_____ sintió verdaderas ganas de estrangularle, de apretar con fuerza
aquel delicado cuello de cisne señorial. Le dirigió una mueca burlona.

—¿Es que existe alguna razón por la cual pueda sentir celos? ¿Celos de
qué, exactamente? ¿De tener que convivir bajo el mismo techo que un pirado?
No, te aseguro que no —puntualizó—. Si ahora mismo esas chicas me diesen tres
dólares por ti, te vendería sin lugar a dudas.

Nicholas sobreactuó haciéndose el dolido, abriendo desmesuradamente los
ojos al tiempo que se llevaba una mano al corazón.

—¿Tres dólares? ¿Eso crees que valgo? —protestó.

Ella sonrió de lado, satisfecha.

—No es lo que vales tú, idiota, cobraría tres dólares porque te vendería
con el traje incluido. Y, ciertamente, tiene pinta de ser caro.

Los fulminantes ojos grises de Nicholas se convirtieron en dos pequeñas
rendijas brillantes. Aquel punto irónico de _____ no le había gustado en
absoluto. Lo consideraba bueno, sí, era una magnífica salida. Y eso,
obviamente, desestabilizaba la situación. Suspiró, con una idea divagando en la
cabeza.

—Es una pena que no pueda decir lo mismo de ti —musitó, con falso gesto
apenado—. No podría venderte, tendría que regalarte. Dudo que nadie fuese a
darme nada por tu ropa. Es más, dudo que nadie aceptase mi regalo, por
mucho que insistiese. Yo no lo haría si estuviese en su pellejo.

_____ cerró con fuerza los ojos, tranquilizándose mentalmente. No
soportaba más el simple hecho de oír su suave vocecilla inocente. Se apartó el
pelo de la cara, abrumada, antes de volver a señalar por cuarta vez
consecutiva el carrito de la compra.

—Tenemos que pagar eso, desgraciado —le recordó.

—¿«Tenemos»? —Simuló mirar a su alrededor—. Querrás decir «tienes que
pagar».

—¿Qué? ¡Pero si has sido tú quien ha cogido todo lo que hay ahí dentro!

Las dos muchachas que minutos atrás miraban embelesadas a Nicholas
ahora se habían girado, y prestaba mayor atención a la situación, como si se
tratase de un culebrón.

—Pero ¿a mí qué me estás contando? —Él se encogió de hombros—. Tú
madre te ha responsabilizado a ti de comprar la comida, yo solo te
acompañaba. Si no has sabido apañártelas no me eches ahora la culpa.
—Sonrió malévolo—. Va siendo hora de que empieces a madurar, _____.

Le miró anonadada. Estaba de broma, ¿no? Porque, de no ser así,
terminaría por volverse loca. Algo se encogió en su estómago cuando volvió a
recordar que todavía le quedaban veintinueve días por delante junto a Nicholas.
Era la peor de las pesadillas.

—¿No llevas nada de dinero encima? —preguntó; comenzaba a sentirse
débil y maltrecha. Tenía ganas de llorar, pero logró reponerse alzando con
firmeza el rostro, orgullosa.

—No. Absolutamente nada. Cero.

—Genial. —Suspiró pesadamente.

Entonces se acercó decidida hasta el carrito de la compra, se lo arrebató
a Nicholas de las manos y se dirigió hacia los pasillos del supermercado.

—Pero ¿qué haces? —preguntó él, atónito.

—Ya que tú no quieres colaborar, lo haré sola: voy a dejar toda esta
mierda light en su lugar —anunció satisfecha.

Él la alcanzó corriendo. Extendió las manos frente a ella para impedirle
avanzar.

—¡No lo harás, rata inmunda! —masculló con voz áspera.

—Ya lo creo que sí. —_____ comenzó a silbar animadamente con la
finalidad de sacar de quicio al joven.

Cogió un cogollo de lechuga y, tras leer la enorme etiqueta en la que se
especificaba que había sido cultivada en un invernadero ecológico, la dejó en
el estante con el resto de las lechugas.

—¡No! —gritó él, llevándose las manos a la cabeza.

—Tranquilo, sobrevivirás sin tu lechuga.

Nicholas lo recogió y la siguió contrariado, sosteniendo el cogollo entre las
manos como si fuese un bebé recién nacido que necesitase mimos.

—¡Está bien! Iré al banco —dijo al fin, rindiéndose ante la satisfecha risita
de _____—. Yo pagaré la compra.

—Así me gusta. —Ella asintió orgullosa—. Veo que vas mejorando.



Mariel Jonas
Mariel Jonas


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Mensaje por without_you Vie 28 Dic 2012, 10:39 am

siii me gusto mucho el capitulo, aunque este nicholas sigue sin agradarme mucho jajaja. ESPERO ANSIOSA EL PROXIMI CAP!!!!
without_you
without_you


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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por IrisAguileraJonas Dom 30 Dic 2012, 8:43 am

Siguela!! Me ha gustado mucho el capítulo!!!. Nicholas esta un poco loco xD
IrisAguileraJonas
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por DirectionerCaprichosa5 Dom 30 Dic 2012, 12:32 pm

De nuevo viene Candela a molestar(? Me encantó, Seguila badumtss
DirectionerCaprichosa5
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por IrisAguileraJonas Lun 31 Dic 2012, 10:16 am

Siguela!!!!! "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 1606340316
IrisAguileraJonas
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por Mariel Jonas Lun 31 Dic 2012, 12:17 pm


Viaje en limusina


Desgraciadamente, de camino a casa, Nicholas vislumbró el enorme cartel
de una pequeña tienda donde anunciaban la fabulosa oferta de cuarenta
Tupperware por cien dólares.

—Entremos —ordenó.

—¡Tú estás pirado! —se quejó _____, cargada con gran cantidad de
bolsas. Tenía los dedos entumecidos por el peso y le dolían las manos.

—Luego cogemos un taxi —objetó él, al tiempo que sus correspondientes
bolsas en mitad de la calle—. Necesito esos envases para administrar mi comida.

—¡No, no hagas eso Nicholas, por Dios! —gritó _____, pero fue demasiado
tarde. Él le había sacado varios metros de distancia y se dirigió a una velocidad
descomunal hacia la tienda, como si fuese una droga para él.

Salió poco después, cargado con dos cajas de cartón y una estúpida
sonrisilla surcando su rostro. Gracias a la compra de última hora, llegaron a la
conclusión de que no podían continuar su camino con quince bolsas de comida
y aquellas enormes cajas de cartón que parecían a punto de reventar.

—Pero ¿qué has hecho, estúpido?

Él la miró con una cara extraña: algo de pena mezclada con un deje de
profunda satisfacción.

—He visto la oferta y no he podido resistirme —explicó él, orgulloso—,
además, ¿dónde piensas que va a caber toda esta comida? Claro, ¡es verdad!
Podríamos utilizar tu cuarto como despensa, yo creo que hasta parecería más
ordenado; y como el suelo es tu ropero, el armario queda completamente libre
para guardar alimentos —dijo, con gesto reflexivo imitando a uno de aquellos
filósofos de la Ilustración.

—¡No puedo creer que estés hablando en serio! —explotó ella—. Eres tú
quien ha ocupado mi casa, un inquilino indeseable. Lo más normal sería que
utilizases tu habitación, y vaciases tu ridículo armario lleno de cajas de
bastoncillos para los oídos, cremitas para la cara y potingues y medicamentos
varios —replicó _____.

Nicholas abrió la boca para protestar, pero ella le interrumpió dirigiéndole
una mirada que cortaba la respiración.

—Cogeremos el autobús —anunció _____ dirigiéndose hacia la parada
que tenían a apenas tres metros de distancia.

—¿El autobús? —preguntó Nicholas intrigado.

—Sí, ese coche grande, con ruedas, que lo maneja un conductor…
—explicó _____.

Nicholas sonrió orgulloso.

—¡Ah! Yo tengo uno de esos, pero nosotros lo llamamos «limusina» —aclaró
contento.

_____ le miró consternada. ¿De verdad Nicholas hablaba en serio? ¿Era
cierto que jamás había entrado en un supermercado y ni siquiera tenía claro lo
que era un autobús? _____ preguntaba en qué mundo se habría criado aquel
excéntrico muchacho; desde luego, en ninguno demasiado realista. Decidió
aprovechar aquella oportunidad.

—¡Oh, sí, sí! Es eso, una especie de limusina, pero más popular —le dijo,
deseosa de ver su reacción cuando el autobús parase frente a ellos.

—¿A qué te refieres con eso de «más popular»? —Nicholas frunció el
entrecejo, inseguro.

—¡Ya lo verás! —Sonrió ella malévola—. ¡Mira, ahí llega!

Nicholas observó la enorme limusina que se acercaba hacia ellos,
abrumado por la emoción. Aquella era más grande que la que él utilizaba para
acudir cada día a sus clases en Londres. Soltó un silbido de asombro, sonriente.
Entonces el majestuoso carruaje frenó secamente frente a ellos, y comenzó a
distinguir algunas cabecillas curiosas que se asomaban por las ventanas. Gente
desconocida.

—Pero ¿qué coño…?

—¡Vamos, sube!

Siguió a _____, consternado.

—¡Dios mío, es el Apocalipsis! —gimió en cuanto puso un pie en el autobús.
Agarró a _____ de la manga de la chaqueta y tiró de ella insistentemente.
Después reaccionó y la soltó asqueado—. Yo prefiero ir andando.

Ella sonrió ampliamente, tras dejar las bolsas de la compra en el suelo
mientras comenzaba a abrir su colorido monedero de tela. Dejó caer tres
dólares en la repisa del conductor.

—De ningún modo —objetó—, la culpa es tuya por decidir comprar cien
Tuperwares.

—Siempre podría devolverlos…

_____ se volvió, dándole la espalda al conductor.

—Mala suerte, ya he pagado los billetes.

—¿Y a mí qué me importa? Eres tú quien ha perdido dinero
estúpidamente.

Las puertas del autobús se cerraron con un sonido chirriante y esponjoso. El
conductor se puso en marcha dirigiéndole media sonrisa.

—Lo siento muchacho —le dijo al tiempo que se encogía de hombros—,
las mujeres mandan.

—Esto no es una mujer —le corrigió Nicholas, señalando a _____.

—Pero ¿cómo te atreves?

_____ le habría abofeteado gustosamente de no ser porque sus manos
estaban ocupadas sosteniendo las enormes bolsas de la compra.

—Solo te mantengo en contacto con la realidad.

—Te diré una cosa, Nicholas —puntualizó Kesley, enfadada—. Puede que no
sea la chica más guapa del mundo…

—No, no lo eres, desde luego.

—… pero comprendo el significado de la palabra «respeto», algo que tú
desconoces.

Nicholas parpadeó con indiferencia.

—Bien, quédate con tu respeto —farfulló—. Yo prefiero quedarme con las
mujeres guapas.

—Eres un ignorante sin remedio —concluyó ella—. Me das pena.

—¡Oh, no sé si podré soportarlo! —exclamó burlón, y se llevó una mano al
pecho dramatizando exageradamente.

—Que te den.

_____ echó a andar hacia el interior del autobús, mientras oía al fondo las
carcajadas del conductor. Estaba tremendamente cabreada. Y lo estuvo aún
más cuando distinguió las coquetas miradas que le dirigían al idiota de Nicholas un
grupo de chicas apoyadas en el cristal derecho del autobús.

—Ciegas… —susurró ella por lo bajo.

Él buscó su mirada antes de contestar.

—¿Ciegas? —Sonrió ampliamente—. Querrás decir afortunadas.
Afortunadas por poder gozar de mi exquisito rostro.

_____ arrugó la nariz, molesta.

—Tú jamás te has puesto delante de un espejo, ¿verdad?

Él sacudió las manos, despreocupado.

—¿Para qué iba a hacerlo? No lo necesito —aclaró—. Puedo ver mi reflejo
en las reacciones satisfechas de todos los que me rodean.

Ella pestañeó más de lo necesario, intentando asimilar sus palabras. Se
preguntó si estaría bromeando, pero Nicholas tenía el rostro serio aunque
levemente tenso mientras miraba a su alrededor.

—Oye, aquí hay muchos gérmenes… —murmuró—. No me gusta esta
limusina, la mía es mejor.

—Sujétate o te caerás cuando frene —le avisó ella, girándose hacia la
ventanilla con la intención de ignorarlo.

El inglés farfulló algo.

—Pero ¿qué dices? Estas barras de metal han sido tocadas por muchas
personas. No pienso posar mis delicadas manos sobre ellas —Alzó una mano
frente al rostro de _____—. ¿Ves? Mi madre siempre me ha dicho que tengo
dedos de pianista.

—Tu madre miente.

—¿Por qué iba a hacer algo así?

—Para que te callaras y la dejaras en paz, seguramente —le explicó,
todavía enfurruñada—. La gente te cubre de halagos sin ton ni son con la
intención de perderte de vista.

—Eso no es cierto. —Sonrió tímidamente—. Yo nunca te he halagado, pero
sí deseo que te pierdas de mi vista. Y de la vista del resto del mundo, a ser
posible.

_____ bufó de forma pesada, cansada de escuchar su voz de algodón,
que lograba sacarla de quicio. Entonces el autobús frenó en seco cuando un
semáforo se puso en rojo. Nicholas, que seguía de pie sin sujetarse a nada, se
deslizó bruscamente hacia delante, precipitándose sin control sobre el cuerpo
de ella, que gimió dolorida cuando se golpeó contra el suelo.

—¡Levanta, imbécil! —ordenó, al tiempo que sacudía el cuerpo del
muchacho—. ¿Quieres apartarte?

—¡Por todas las vírgenes, debo estar lleno de microbios! —se quejó él,
haciéndose a un lado.

—Espero que te coman vivo.

_____ logró levantarse del suelo a duras penas y se frotó la espalda.

—La próxima vez intenta resistir la tentación de tirarte sobre mí. Gracias
—aclaró la joven, dolorida.

Nicholas consiguió ponerse en pie y, tras sacarse un pañuelo blanco de tela
del bolsillo, comenzó a sacudirse las ropas, como ejecutando una especie de
ritual para invocar al demonio. Ella le observó aterrorizada.

—¿Quieres dejar de hacer eso? Todo el mundo nos está mirando.

—Nunca me ha molestado que la gente me mire, al contrario —explicó
él—, resulta satisfactorio ver sus brillantes ojitos de deseo.

La chica tosió, y dio un paso atrás; intentaba fingir que el rubio del pañuelo
no era su acompañante ni tenía ningún tipo de relación con ella.
Desgraciadamente, le era del todo imposible e inhumano no advertirle.

—¡Quieres cogerte a la barra de una maldita vez!

Él negó con la cabeza.

—Lo que necesito es sentarme —objetó, cual consejero de la Corte.
Entonces se giró hacia una anciana enclenque y le dirigió una mirada
acusadora y penetrante, como queriéndole decir que aquel era su sitio.
Reservado. _____ le dio un suave puntapié.

—Deja de mirarla así, ¿es que no tienes vergüenza?

Nicholas carraspeó y se acercó al oído de _____, que percibió su aroma
cítrico y mentolado.

—Es que no es justo. Yo tengo una vida por delante, y esa mujer es obvio
que no. Dile que se levante.

_____ se volvió de nuevo hacia la ventanilla, anhelando salir de allí y
sintiendo cómo algunas lágrimas de pura crispación y rabia se agolpaban en sus
ojos. Pestañeó inmediatamente, con lo que logró que ninguna de ellas se
derramase.

No podía ser real. Necesitaba cerciorarse de que no era cierto.

—Bueno, ¿piensas decírselo algún día?

—No, claro que no —contestó secamente—. ¿Por qué no te sientas en ese
otro sitio? —le preguntó, señalando un asiento libre.

Nicholas sonrió satisfecho y caminó a trompicones hacia el asiento libre.
_____ le siguió: quería perderle de vista, pero temía dejarle solo y que montase
algún espectáculo. El inglés extendió su pañuelo blanco sobre la silla antes de
sentarse, ante la atónita mirada de todos los pasajeros. A su lado iba una mujer
de mediana edad con un niño de apenas un año sentado sobre las rodillas.
Nicholas le dirigió una mirada acusadora al chiquillo, como avisándole de que no
quería problemas.

Apenas pasaron cinco minutos cuando una imprevisible ráfaga azotó su
nariz. El olor era fuerte e insistente, como si se hubiese sentado al lado de un
cesto lleno de huevos podridos. _____ no tuvo tiempo de detenerle cuando
Nicholas giró lentamente la cabeza hacia la distraída mujer.

—Perdone… —le dijo—, pero su hijo huele a materia orgánica sucia. Muy
sucia.

—¿Qué? —preguntó la mujer, confundida.

—Excremento —aclaró, tapándose la nariz con los dedos—, desecho,
caca, mierda. El niño huele a mierda, señora.

La mujer abrió los ojos, alarmada. _____ bajó la mirada y la clavó en el
suelo, deseando que aquel autobús fuese como los coches de los Picapiedra,
abiertos, para poder escapar de él. Sentía una vergüenza ajena tan profunda
que no fue capaz de interrumpir la conversación de los otros dos. Sus mofletes se
habían tornado de color ciruela.

—¡Es un niño, es normal que pasen esas cosas! —exclamó la madre, que
abrazó con más fuerza a su hijo—. Tú también hiciste ese tipo de cosas cuando
tenías un año.

Nicholas sonrió orgulloso, sin dejar de taparse la nariz en ningún momento,
de forma que su voz sonaba radiofónica.

—Lo siento, pero eso jamás me ocurrió a mí. Mi asistenta tenía la orden de
cambiarme cada media hora —le informó—. Es que, ¿sabe?, mi piel es
increíblemente sensible.

—Este chico está pirado… —susurró la madre del niño.

—¡Y que lo diga! —la apoyó _____ que había encontrado el suficiente
valor para hablar, abochornada.

Afortunadamente bajaron en la siguiente parada. Nicholas se levantó al
instante, satisfecho de salir del autobús. La mujer, con el niño todavía sobre las
rodillas, le dirigió a _____ una mirada caritativa.

—¡Qué Dios se apiade de ti! —le dijo, en referencia a la infinita paciencia
de la chica, después de que esta le contase que Nicholas era su inquilino de
intercambio.

—Eso espero —replicó ella, al tiempo que se santiguaba.

Nicholas bufó exasperado, empujándola del autobús. _____ estuvo a punto
de caer sobre un charco del arcén de la carretera, pero él la sujetó del codo.

—Llevas mi comida en tus manos —le dijo—. Así que deja de lanzarte
felizmente en busca de microbios.

—¡Me he tropezado!

—Eres pura imperfección.

_____ pataleó en el suelo, desesperada. Después le siguió calle abajo;
deseando tumbarse en su sofá. Últimamente la idea de dormir se le antojaba el
mejor de los planes: era el único momento de calma en su vida. Suspiró
agotada, asiendo fuertemente las bolsas con las manos.



Y este fue el ultimo capitulo del año :') *llora okno
Les deseo un feliz año nuevo. Pásenla en grande rodeado de personas que amen y así.
!Felices fiestas! :D
Mariel Jonas
Mariel Jonas


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Mensaje por IrisAguileraJonas Mar 01 Ene 2013, 4:48 am

Siguelaaaaa!!! Feliz año!!!
IrisAguileraJonas
IrisAguileraJonas


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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por Faby Evans Jonas Mar 01 Ene 2013, 4:51 pm

El mundo no queria que leyera la nove en serio, siempre algo pasaba mientras leia PERO ya me puse al dia y quiero mas!!!
siguela tkm!
Faby Evans Jonas
Faby Evans Jonas


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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por Mariel Jonas Miér 02 Ene 2013, 2:23 pm

El primer capitulo del año :) Disfrútenlo. Besos.

Cómo comportarse con desconocidos


Abigail estrechó al joven en un fuerte abrazo que por poco le deja sin
respiración. Se limpió una lagrimilla que le rodaba por la mejilla izquierda y volvió
a abrazarle.

—¡Oh, Nicholas, eres un regalo caído del cielo! —gimoteó con afectación—.
Pero ¿cómo se te ocurre pagar la compra?

Logró escapar de los brazos de la señora Graham cuando esta se distrajo
por el pitido del microondas. Se sacudió la ropa. _____ resopló a su espalda,
consternada por el comportamiento nada apropiado de su madre. Se dijo que
desde luego no tenía ni idea de con quién estaba hablando: con el demonio.
Un demonio despiadado e insufrible.

—He decidido encargarme de la compra durante el mes que pase aquí
—informó Nicholas—. Creo que es lo menos que puedo hacer. Y, como usted sabe
que mi alimentación es algo compleja, será mejor que me haga responsable de
ella. El supermercado me ha fascinado.

Aquello fue suficiente para Abigail, que parecía a punto de explotar de
alegría. Ella prometió darle más presupuesto para la compra semanal y añadió
que _____ le acompañaría cada vez que tuviese que salir, sin siquiera preguntar
a la aludida.

—¿Sabes? Serías el hombre perfecto para mi hija. —La señora Graham
señaló a la chica, apoyada en el dintel de la puerta de brazos cruzados—. Es tan
desorganizada… tú equilibrarías su desorden.

Nicholas tosió. _____ también. Se dirigieron una mirada afilada que podría
haberse traducido por «Ni en tus mejores sueños seríamos pareja». La madre no
pareció reparar en la tensión en los hombros de ambos jóvenes.

—Yo guardaré todo esto —se apresuró a ofrecerse él—. He comprado
cien Tuperwares para poder organizar adecuadamente la comida.

—Oh, increíble. Nicholas, eres increíble…

_____ cerró los ojos con fuerza y se largó de la cocina. Si su madre
continuaba halagándole de aquel modo, solo conseguiría que su ego
aumentase más y más —si es que aquello era humanamente posible—. Tenía
que encontrar algún modo de fijar un límite, unas reglas de comportamiento que
equilibrasen la situación. Aprovechó el resto de la tarde para darse un baño
relajante, ya que supuso que Nicholas se encontraría ocupado con la distribución
de los nutrientes por orden alfabético.

Sumergió la cabeza en el agua. Después, cuando salió a la superficie,
respiró con fuerza. Tenía ganas de ver a sus amigos. Echaba de menos pasar las
tardes sentada en un parque cualquiera charlando. Llevarse a Nicholas con ella y
presentárselo a sus colegas no le hacía ninguna gracia. Temía que acabasen
apedreándolo. Aunque Matt, un chico que llevaba tras ella desde que tenían
catorce años y que incluso había escrito un libro autobiográfico, se parecía a
Nicholas en ciertos aspectos. Cabía la posibilidad de que se llevasen bien. Por otro
lado, también era probable que, tras conocerse, surgiese entre ambos una
especie de competitividad: la lucha por el poder de la estupidez.

Se vistió lentamente antes de dirigirse de nuevo hacia la cocina. La nevera
estaba repleta de Tupperwares transparentes, amontonados unos sobre otros
como si fuesen una exposición de arte moderno. En casi todos ellos estaba
escrito el nombre de Nicholas seguido de una fecha. _____ supuso que había
organizado qué comería cada día de la semana siguiente. Y se preguntó cómo
alguien podía tener tanta paciencia para administrar al detalle todo aquello.
Cerró la nevera bruscamente.

—¿Te gusta cómo ha quedado? —preguntó Nicholas, al tiempo que se
sentaba en una de las sillas.

—Ha quedado ridículo —espetó _____, sirviéndose un poco de café.

—Pero ¿qué dices? Tu madre me ha felicitado varias veces por ello.
—Sonrió abiertamente, orgulloso de su hazaña—. Por cierto, me he tomado la
molestia de organizar también tu comida. Esta noche te toca ensalada. Ya va
siendo hora de que dejes de comer fritos a todas horas —agregó.

_____ se atragantó con el café.

—Espero que no estés hablando en serio. No eres nadie para decidir cómo
debo alimentarme.

—¡Encima de que me preocupo por ti! Deberías arrodillarte, besar mis
pulcros zapatos y agradecérmelo.

—Pero ¿tú quién te crees que eres? ¿El príncipe de Inglaterra?

—No, pero trátame como si lo fuese. Así marcamos nuestras diferencias
sociales.

_____ arrugó la nariz, furiosa.

—Esta tarde he quedado con mis amigos.

—¿Crees que me importa? Guárdate tus culebrones rosas. —Pestañeó
con afectación.

—Debería importarte, Nicholas, porque vendrás conmigo —le informó,
entusiasmada al percibir el sufrimiento que ensombrecía su rostro.

—No se te da nada bien eso de contar chistes.

—Tienes dos opciones —le explicó _____—. Puedes venir conmigo o
quedarte en casa con Marcus. A solas.

Nicholas abrió desmesuradamente los ojos.

—Soy joven para morir —dijo—. Ni en broma me quedaría a solas con ese
mendigo harapiento. Si llego a saber que conviviría con alguien como Marcus
habría pedido a mis guardaespaldas que me acompañasen.

_____ le miró fijamente, asombrada. Negó con la cabeza, intentando
convencerse de que todo aquello no era cierto.

—¿Tenías guardaespaldas en Londres?

—Pues claro, ¿quién si no iba a protegerme? —Se limpió las uñas distraído,
observando la perfección de estas bajo la luz que entraba por la ventana de la
cocina—. Ellos siempre iban detrás de mí. Y, en casa, se quedaban quietos como
estatuas a la espera de recibir mis órdenes.

—Empiezo a comprender de dónde viene tu estupidez —objetó ella,
consternada al escuchar todo aquello—. Creo que tus padres te han malcriado.

—¿Mis padres? —Nicholas la miró sin comprender—. Casi nunca están en
casa; así que no han tenido la oportunidad de malcriarme. Pero no importa,
tengo a todo un equipo profesional bajo mi supervisión. Son realmente
eficientes, tendrías que verlos algún día.

—No sabes la ilusión que me hace —terció ella irónica, poniendo los ojos
en blanco.

—Tranquila, era un decir, por pura cortesía. —Sonrió—. Tú jamás pondrás
un pie en mi mansión. Antes de que entrases, soltaría a los perros y terminarías
corriendo calle abajo como una punki cualquiera.

_____ resopló, se terminó el café y dejó la taza en la pila con un golpe
seco. Nicholas la señaló.

—¿Es que no piensas fregarla? —preguntó consternado.

—No, lo haré más tarde —respondió ella mientras se abrochaba la
chaqueta.

—Pero si la dejas ahí demasiado tiempo se llenará de moho —explicó
Nicholas sin dar su brazo a torcer—. Y los bichos acudirán a ella.

—¡Límpiala tú si tanto te importa!

—Lo siento, yo jamás he hecho eso. —Sonrió y se levantó—. Mis manos no
están preparadas para enfrentarse a cualquier jabón doméstico. Tengo la piel
sensible.

_____ se llevó una mano a la frente.

—¡Ya me lo has dicho un millón de veces! —gritó cabreada—. Y no me
importa en absoluto cuán sensible llegue a ser tu piel. —Negó con la cabeza en
silencio—. ¡Dios mío! Seguro que incluso utilizas toallitas de bebé para limpiarte el
culo. Si es que no se encarga de eso alguna de tus criadas.

Él asintió lentamente.

—Sí, has acertado. Es curioso. Me lo limpio con toallitas de bebé con olor a
lavanda —detalló—. Deberías probarlas. He traído unos veinte paquetes, seguro
que me sobrará alguna. Ya verás qué bien huelen.

—Pero ¿tú de dónde has salido? ¿Me puedes decir quién es el malvado
ser que te ha metido tantas tonterías en la cabeza?

—Nadie. Yo solito.

—Imposible. Esas cosas no nacen de uno mismo —replicó ella, y casi sintió
pena por Nicholas—. La gente no tiene esos instintos hipocondríacos.

—¿Qué tiene de malo?

—¡Todo! No se puede vivir así; estás totalmente limitado.

—_____, a ti te limita tu cara frente a la sociedad y, ¿ves?, no es ningún
problema. Incluso diría que pareces ligeramente feliz. Obviamente eres un ser
demasiado conformista para mi gusto, pero…

—Basta. De verdad. No me interesa seguir escuchando tus tonterías. Es
hora de irnos.

Nicholas la siguió hasta la calle. Se preguntaba si los amigos serían mucho
peor que ella. No estaba seguro de cómo debía comportarse. Hasta el
momento jamás había conocido a nadie fuera de su acomodado colegio,
donde todos seguían su mismo estilo de vida. Temía encontrarse con varios
clones de Marcus, rodeándole sin piedad. Se frotó las manos, temeroso de tener
que enfrentarse ante lo desconocido. No le gustaba aquello de no llevar las
riendas de la situación. Mientras que en su casa había sido todo un rey, allí el
nivel había bajado al de patético príncipe.

Mariel Jonas
Mariel Jonas


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Mensaje por DirectionerCaprichosa5 Miér 02 Ene 2013, 6:32 pm

Seguila :c
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación - Página 3 Empty Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación

Mensaje por IrisAguileraJonas Jue 03 Ene 2013, 6:59 am

Siguela!!!!
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Mensaje por hippiejessirock Jue 03 Ene 2013, 12:25 pm

holaaa nueva lectora :D
esta muy buena esta nove, este nick es tan egocéntrico y controlador, no me lo puedo imaginar haci de loco, es tan diferente de la rayis, pero dicen que los opuestos atraen :fiu: ojala que pronto la sigas
un beso :love:
hippiejessirock
hippiejessirock


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