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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 4 de 11. • 1, 2, 3, 4, 5 ... 9, 10, 11
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Ey cari~o amo tu nove! Siguela ya!
Pao Jonatica Forever :3
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Vi a una nueva lectora por ahí. Bienvenida nena :) Y no se preocupen todas, que ya les dejo el capitulo :P
En cuanto los vio a lo lejos, Nicholas reprimió el vehemente impulso de huir.
Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de
insectos, donde las abejas zumbaban a su antojo de un lado a otro y los
caracoles babeaban la corteza de los árboles, se amontonaba un grupo de
seres extraños. Le miraban de forma rara. Le miraban demasiado, a decir
verdad; como si le estuviesen estudiando para describirlo después en un
importante examen. Asió del codo a _____ y se inclinó para hablarle al oído.
—Dime que esos no son tus amigos —masculló—, dime que solo son un
grupo circense que ha decidido descansar un rato antes de marcharse a otra
ciudad.
_____ sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: aquellos eran sus amigos.
Todavía no habían llegado todos, algunos siempre se retrasaban y no se
dignaban aparecer hasta media tarde. Se giró hacia Nicholas, cuyo rostro estaba
ahora pálido, tornándose de un blanco intenso como si estuviese cubierto de
deliciosa nata montada.
—Son simpáticos, tranquilo.
—Solo un ciego podría estar tranquilo en estos momentos —añadió él en
voz baja. Y, por un instante, deseó ser ciego para no ver a esos elementos.
Llegaron hasta el banco de madera donde todos estaban sentados. A
Nicholas se le ocurrió la estúpida idea de sonreír al máximo, mostrando tensión en
la curvatura de los labios. Uno de los chicos, de aspecto macarra, se abrochó la
chaqueta de cuero hasta el cuello mientras le echaba al rubio un vistazo rápido,
como si estuviera decidiendo si lo mataba allí mismo o esperaba un poco antes
del derramamiento de sangre.
—¿Tu amigo nos está enseñando su nuevo blanqueamiento dental o qué?
—Charles, él es Nicholas, el chico que va a pasar un mes en mi casa —los
presentó _____, ignorando el comentario del primero.
—Encantado de conoceros —dijo Nicholas.
Todos rieron.
—¡Qué chico tan formal! —explotó Cloe, que le dedicó un seductor
pestañeo antes de mirar a sus amigos—. No como estos, que solo saben
comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte,
guapo —dijo, y le dio un beso en la mejilla.
Nicholas torció el rostro dibujando una mueca de asco. _____ se inclinó con
disimulo hacia él.
—Como te limpies las mejillas te mato —le advirtió.
Él la miró apenado.
—Por favor, estoy lleno de pintalabios. Haz algo o montaré un
espectáculo.
_____ aprovechó el hecho de que casi todos sus amigos estaban
entretenidos entre ellos para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un
pañuelo. Hoscamente, le restregó las mejillas y le libró de la pesada carga de
gérmenes que tanto le preocupaban. Él sonrió divertido.
—Gracias, sirvienta. Ya puede retirarse —le susurró bromeando.
Ella le fulminó con la mirada, advirtiéndole con antelación de que no
estaba dispuesta a soportar sus juegos en ese momento. Nicholas suspiró y
comenzó a aburrirse poco después. Los amigos de _____ eran incluso más raros
que ella. El tal Charles le miraba francamente mal, como si fuese un estorbo.
Otros dos se dedicaban a ignorarlo, hablando entre ellos. El resto eran chicas.
Todas ellas le observaban expectantes, haciéndole a _____ preguntas sin
sentido sobre él, especialmente Cloe.
—¿Y cómo se lleva con tu hermano? —preguntó una de ellas, Nixie.
—Oh, pues… bien —balbució _____, sin estar segura de qué decir al
respecto.
—Hum… —Nixie sonrió, mordiéndose el labio inferior—. ¡Marcus es tan sexy!
Nicholas parpadeó confundido. ¿Aquello era sarcasmo? Estaba a punto de
reír tontamente para quedar bien cuando advirtió que el comentario sobre la
sensualidad del Mendigo iba en serio.
—Espero que no decida nunca cortarse las rastas, perdería todo su
atractivo salvaje —añadió la chica.
—¡Tía, que es mi hermano, córtate! —se quejó _____.
Nicholas iba a protestar a su vez, diciéndole «¡Tía, no estoy sordo! Y tus
comentarios duelen», pero se contuvo. Quería estudiar a aquellos individuos.
Eran realmente curiosos, algo estrambóticos también. Rápidamente dejó a un
lado al grupo de chicos, que no le hacían ningún caso, y se acercó más a ellas,
como un felino sigiloso que acaba de descubrir que la carne existe.
—¿Te está gustando América, Nicholas? —le preguntó Cloe, mientras se
retocaba el pintalabios, de un rojo ciruela.
—Sí, mucho. El supermercado es genial —contestó.
Cloe lo miró extrañada. Después se sacudió la larga melena rubia hacia
atrás con soltura. Nicholas dedujo que no le llegaba a él ni a la suela de los
zapatos en cuanto a elegancia.
—¿Te gustaría venir esta noche a mi casa? —preguntó la chica, sin ningún
tipo de vacilación en la voz. Nicholas tragó saliva despacio, sintiendo cómo el
miedo le revolvía el estómago—. He pensado que podríamos reunirnos todos allí,
para ver películas y… lo que surja.
«Y… lo que surja.» Nicholas miró a _____ desesperado, deseoso de que ella
le defendiese, ¡tenía que hacer algo! Era demasiado guapo como para pasar
desapercibido, eso lo entendía sin problemas. Y lo aceptaba, vaya que sí. Pero,
ciertamente, no estaba preparado para enfrentarse a aquella devoradora de
hombres, que parecía realmente hambrienta. Tragó saliva despacio.
—No creo. Me gusta acostarme pronto, siempre lo hago —se excusó. Y era
cierto.
Cloe sonrió con malicia, Nicholas lo notó en el brillo inhumano de sus ojos
claros, que se encendieron como una linterna en medio de la oscuridad.
—No importa —se acercó más a él—, puedes quedarte a dormir en mi
casa si quieres. Mis padres no estarán…
Él palidecía por instantes. _____ le miró divertida, mientras Nixie
continuaba halagando al piojoso de Marcus. Intentó pensar en algo que lograse
fastidiar a las dos chicas: tanto a la insaciable de Cloe como a la idiota de
_____, que no se dignaba sacarlo de aquel apuro. Sonrió con gesto malévolo
cuando una idea cruzó su mente como una estrella fugaz.
—Si me quedase a dormir en tu casa, _____ se pondría realmente celosa.
Es bastante posesiva —explicó, señalando a la aludida, que le miraba con la
boca abierta.
_____ apretó los puños con fuerza, furiosa. ¿Cómo podía mentir tan
vilmente? ¡Ella hubiese estado encantada de que se quedase a dormir en casa
de Cloe! ¡Y no solo un día, sino hasta que tuviese que regresar a Londres, a ser
posible! Perderle de vista sería un regalo divino.
—Cloe, no te lo aconsejo —le dijo a su amiga—. Tiene ladillas —añadió.
Nicholas pensó que iba a desfallecer. ¿Ladillas? Sí, las conocía bien. Había
estudiado todas las enfermedades existentes en el mundo por su cuenta con el
objeto de evitarlas. Recordó que se trasmitían mediante las relaciones sexuales y
le dirigió a _____ una mirada de ternura antes de hablar.
—Me las habrás pegado tú, cariño… —susurró delicadamente.
—¿Os habéis acostado? —preguntó Cloe, visiblemente molesta y
decepcionada.
—¡No, claro que no! —se defendió _____, consternada. Aquello estaba
yendo demasiado lejos. Los chicos habían dejado de hablar de sus cosas para
mirarles, pendientes de la conversación.
—Ahora dice eso —farfulló Nicholas, mientras negaba con la cabeza con
dramatizada indiferencia—. Es curioso. Pero anoche solo decía «Sí, más, sí,
sigue».
Los chicos, liderados por Charles, rieron al unísono. Mientras exclamaban
«¡Este es de los nuestros!» y se tronchaban a carcajadas. _____ se cruzó de
brazos, arrepintiéndose al instante de haber llevado a Nicholas consigo.
—Solo hubiese dicho esas palabras en otro contexto, como «Sí, más, sí,
sigue ahorcándote, imbécil» —aclaró furiosa. Sus ojos destellaban rabia.
Nicholas se molestó. Deseaba con todas sus fuerzas que _____ quedase mal
delante de sus amigos. Se aburría. Y no soportaba que ella le tratase con esa
superioridad desmesurada, sin acaeptar cuál era su lugar en aquel dúo. Su lugar
era, desde luego, el de más abajo.
—¡Mujeres! ¿Quién las entiende? —añadió Nicholas, y no supo qué más
decir para salir de aquel embrollo.
Charles asintió pensativo, al compás de los otros dos, que parecían imitarle
en todo momento.
—Tienes razón, tío, son complicadas, ¿eh? —Le dio una palmada en la
espalda.
Nicholas se encogió de hombros.
Entonces oyó a lo lejos un silbido suave, empalagoso… que le molestó de
inmediato. Se giró bruscamente cuando Nixie dijo: «Ahí llega Matt». El susodicho
vestía bien. Bastante bien. Llevaba unos vaqueros pulcros, combinados con un
suéter marrón, y aun a distancia Nicholas pudo apreciar la buena calidad del
tejido. Frunció el ceño, conforme este se acercaba más, y advertía su cabello
castaño, cuidado y repeinado. Se fijó en sus manos, en la perfecta curvatura del
corte de sus uñas, en la suave piel de su rostro hidratado, la elegante forma de
andar y los danzantes movimientos que le acompañaban descaradamente.
Matt no le gustó. Matt era pura competencia. El príncipe falso, de plástico, que
pretendía robarle el trono. No estaba dispuesto a permitir que aquello sucediese.
—¿Cómo va todo? —preguntó al llegar, dirigiéndole a _____ una mirada
repleta de interés. Interés que Nicholas no entendió, pero que sí le molestó.
—Bien, tío —dijo Charles—. Oye, mira, este de aquí es Nicholas, el chico de
intercambio que está en casa de _____. Es la monda.
Se dieron la mano. Sus miradas chocaron al instante emanando odio.
Odio porque ambos pudieron distinguir la suavidad resbaladiza de las manos del
contrario. Nicholas se cabreó aún más cuando descubrió que Matt llevaba la
misma colonia que él: una colonia casi exclusiva que debía pedir por encargo
para que se la trajesen desde Francia.
—Me llamo Matt Kresel —saludó el otro, frunciendo el entrecejo—. Quizá
me conozcas por mi libro.
—¿Qué libro? —Nicholas soltó rápidamente su mano. Se limpió en una
servilleta.
—¿No te lo ha contado _____? —Se giró hacia ella, que escondió el rostro
entre las manos—. He escrito un libro con solo dieciocho años. Tuve una vida
difícil, una infancia terriblemente dolorosa —explicó, dramatizando en exceso
para el gusto de Nicholas—. Así que terminé escribiendo mi biografía, que se ha
vendido muchísimo y me ha hecho rico.
—Me alegra no ser entonces el único rico de aquí —siseó Nicholas.
_____ resopló. El resto de sus amigos parecían divertidos. Ella había
esperado aquello. La competencia por el poder de la estupidez había surgido,
desatándose con una ferocidad abrumadora. _____ se pasó una mano por la
frente, recordando que lo único por lo que no competirían sería por ella,
afortunadamente. Matt llevaba desde los catorce años persiguiéndola e
intentando que saliesen juntos, algo a lo que ella se había negado
constantemente. Aunque parecido a Nicholas, era más respetuoso que él. Igual
de aristocrático, pero menos espabilado e irónico que el otro.
—No, no lo eres. —Matt sonrió forzado—. Así compartiremos el puesto. Por
cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte en casa de _____?
—Un mes —contestó Nicholas, incómodo.
—Oh, ¡qué barbaridad! —explotó—. Los intercambios de hoy en día duran
demasiado. La educación está fatal. ¿No echarás de menos a tu familia?
—No —respondió el otro, contundente.
—Qué poco sentimental.
—Matt, déjale en paz —dijo _____ para apaciguar los ánimos.
Cloe parecía visiblemente cabreada por no poder seguir hablando con
Nicholas sobre el asunto de dormir en su casa.
—Entonces, ¿vendrás esta noche? —insistió poniendo morritos.
—¿Adónde tiene que ir? —preguntó el recién llegado con curiosidad.
—A mi casa, para ver unas películas —aclaró Cloe, deseosa de que no
volviesen a interrumpir su conversación.
—Yo me apunto —contestó Matt, sonriente.
Nicholas se disponía a responder que no, pero la seguridad de su
contrincante le hizo dudar. Miró a _____, quien se encogió de hombros
deseando huir de allí.
—Yo también iré —contestó entonces, alzando la cabeza con orgullo—.
Con _____ —añadió. Y sonrió tímidamente al notar el malestar en el rostro de
Matt.
—Gracias por preguntarme si me apetece ir —se quejó ella.
—Oh, vamos, lo pasaremos bien —intervino Charles—. Tiene razón tu
amigo, las mujeres sois incomprensibles.
Los otros dos asintieron mecánicamente. Cloe se levantó irritada,
sacudiendo su melena. Había pensado en una velada íntima con aquel apuesto
rubio, no en una reunión de amigotes. Ya se las apañaría para lograr estar a
solas con él.
—Podrías invitar a Marcus —añadió Nixie.
—Ni lo sueñes —atajó _____ molesta—. Seguro que habrá quedado con
sus amigos. La semana que viene es su cumpleaños y lo celebraremos en casa;
os invitaré a todos. No desesperes, Nixie.
Nicholas sonrió de nuevo y comenzó a trazar un plan mentalmente para
vencer al enemigo. Había descubierto el punto débil de Matt: la indeseable
_____.
Colegas
En cuanto los vio a lo lejos, Nicholas reprimió el vehemente impulso de huir.
Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de
insectos, donde las abejas zumbaban a su antojo de un lado a otro y los
caracoles babeaban la corteza de los árboles, se amontonaba un grupo de
seres extraños. Le miraban de forma rara. Le miraban demasiado, a decir
verdad; como si le estuviesen estudiando para describirlo después en un
importante examen. Asió del codo a _____ y se inclinó para hablarle al oído.
—Dime que esos no son tus amigos —masculló—, dime que solo son un
grupo circense que ha decidido descansar un rato antes de marcharse a otra
ciudad.
_____ sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: aquellos eran sus amigos.
Todavía no habían llegado todos, algunos siempre se retrasaban y no se
dignaban aparecer hasta media tarde. Se giró hacia Nicholas, cuyo rostro estaba
ahora pálido, tornándose de un blanco intenso como si estuviese cubierto de
deliciosa nata montada.
—Son simpáticos, tranquilo.
—Solo un ciego podría estar tranquilo en estos momentos —añadió él en
voz baja. Y, por un instante, deseó ser ciego para no ver a esos elementos.
Llegaron hasta el banco de madera donde todos estaban sentados. A
Nicholas se le ocurrió la estúpida idea de sonreír al máximo, mostrando tensión en
la curvatura de los labios. Uno de los chicos, de aspecto macarra, se abrochó la
chaqueta de cuero hasta el cuello mientras le echaba al rubio un vistazo rápido,
como si estuviera decidiendo si lo mataba allí mismo o esperaba un poco antes
del derramamiento de sangre.
—¿Tu amigo nos está enseñando su nuevo blanqueamiento dental o qué?
—Charles, él es Nicholas, el chico que va a pasar un mes en mi casa —los
presentó _____, ignorando el comentario del primero.
—Encantado de conoceros —dijo Nicholas.
Todos rieron.
—¡Qué chico tan formal! —explotó Cloe, que le dedicó un seductor
pestañeo antes de mirar a sus amigos—. No como estos, que solo saben
comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte,
guapo —dijo, y le dio un beso en la mejilla.
Nicholas torció el rostro dibujando una mueca de asco. _____ se inclinó con
disimulo hacia él.
—Como te limpies las mejillas te mato —le advirtió.
Él la miró apenado.
—Por favor, estoy lleno de pintalabios. Haz algo o montaré un
espectáculo.
_____ aprovechó el hecho de que casi todos sus amigos estaban
entretenidos entre ellos para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un
pañuelo. Hoscamente, le restregó las mejillas y le libró de la pesada carga de
gérmenes que tanto le preocupaban. Él sonrió divertido.
—Gracias, sirvienta. Ya puede retirarse —le susurró bromeando.
Ella le fulminó con la mirada, advirtiéndole con antelación de que no
estaba dispuesta a soportar sus juegos en ese momento. Nicholas suspiró y
comenzó a aburrirse poco después. Los amigos de _____ eran incluso más raros
que ella. El tal Charles le miraba francamente mal, como si fuese un estorbo.
Otros dos se dedicaban a ignorarlo, hablando entre ellos. El resto eran chicas.
Todas ellas le observaban expectantes, haciéndole a _____ preguntas sin
sentido sobre él, especialmente Cloe.
—¿Y cómo se lleva con tu hermano? —preguntó una de ellas, Nixie.
—Oh, pues… bien —balbució _____, sin estar segura de qué decir al
respecto.
—Hum… —Nixie sonrió, mordiéndose el labio inferior—. ¡Marcus es tan sexy!
Nicholas parpadeó confundido. ¿Aquello era sarcasmo? Estaba a punto de
reír tontamente para quedar bien cuando advirtió que el comentario sobre la
sensualidad del Mendigo iba en serio.
—Espero que no decida nunca cortarse las rastas, perdería todo su
atractivo salvaje —añadió la chica.
—¡Tía, que es mi hermano, córtate! —se quejó _____.
Nicholas iba a protestar a su vez, diciéndole «¡Tía, no estoy sordo! Y tus
comentarios duelen», pero se contuvo. Quería estudiar a aquellos individuos.
Eran realmente curiosos, algo estrambóticos también. Rápidamente dejó a un
lado al grupo de chicos, que no le hacían ningún caso, y se acercó más a ellas,
como un felino sigiloso que acaba de descubrir que la carne existe.
—¿Te está gustando América, Nicholas? —le preguntó Cloe, mientras se
retocaba el pintalabios, de un rojo ciruela.
—Sí, mucho. El supermercado es genial —contestó.
Cloe lo miró extrañada. Después se sacudió la larga melena rubia hacia
atrás con soltura. Nicholas dedujo que no le llegaba a él ni a la suela de los
zapatos en cuanto a elegancia.
—¿Te gustaría venir esta noche a mi casa? —preguntó la chica, sin ningún
tipo de vacilación en la voz. Nicholas tragó saliva despacio, sintiendo cómo el
miedo le revolvía el estómago—. He pensado que podríamos reunirnos todos allí,
para ver películas y… lo que surja.
«Y… lo que surja.» Nicholas miró a _____ desesperado, deseoso de que ella
le defendiese, ¡tenía que hacer algo! Era demasiado guapo como para pasar
desapercibido, eso lo entendía sin problemas. Y lo aceptaba, vaya que sí. Pero,
ciertamente, no estaba preparado para enfrentarse a aquella devoradora de
hombres, que parecía realmente hambrienta. Tragó saliva despacio.
—No creo. Me gusta acostarme pronto, siempre lo hago —se excusó. Y era
cierto.
Cloe sonrió con malicia, Nicholas lo notó en el brillo inhumano de sus ojos
claros, que se encendieron como una linterna en medio de la oscuridad.
—No importa —se acercó más a él—, puedes quedarte a dormir en mi
casa si quieres. Mis padres no estarán…
Él palidecía por instantes. _____ le miró divertida, mientras Nixie
continuaba halagando al piojoso de Marcus. Intentó pensar en algo que lograse
fastidiar a las dos chicas: tanto a la insaciable de Cloe como a la idiota de
_____, que no se dignaba sacarlo de aquel apuro. Sonrió con gesto malévolo
cuando una idea cruzó su mente como una estrella fugaz.
—Si me quedase a dormir en tu casa, _____ se pondría realmente celosa.
Es bastante posesiva —explicó, señalando a la aludida, que le miraba con la
boca abierta.
_____ apretó los puños con fuerza, furiosa. ¿Cómo podía mentir tan
vilmente? ¡Ella hubiese estado encantada de que se quedase a dormir en casa
de Cloe! ¡Y no solo un día, sino hasta que tuviese que regresar a Londres, a ser
posible! Perderle de vista sería un regalo divino.
—Cloe, no te lo aconsejo —le dijo a su amiga—. Tiene ladillas —añadió.
Nicholas pensó que iba a desfallecer. ¿Ladillas? Sí, las conocía bien. Había
estudiado todas las enfermedades existentes en el mundo por su cuenta con el
objeto de evitarlas. Recordó que se trasmitían mediante las relaciones sexuales y
le dirigió a _____ una mirada de ternura antes de hablar.
—Me las habrás pegado tú, cariño… —susurró delicadamente.
—¿Os habéis acostado? —preguntó Cloe, visiblemente molesta y
decepcionada.
—¡No, claro que no! —se defendió _____, consternada. Aquello estaba
yendo demasiado lejos. Los chicos habían dejado de hablar de sus cosas para
mirarles, pendientes de la conversación.
—Ahora dice eso —farfulló Nicholas, mientras negaba con la cabeza con
dramatizada indiferencia—. Es curioso. Pero anoche solo decía «Sí, más, sí,
sigue».
Los chicos, liderados por Charles, rieron al unísono. Mientras exclamaban
«¡Este es de los nuestros!» y se tronchaban a carcajadas. _____ se cruzó de
brazos, arrepintiéndose al instante de haber llevado a Nicholas consigo.
—Solo hubiese dicho esas palabras en otro contexto, como «Sí, más, sí,
sigue ahorcándote, imbécil» —aclaró furiosa. Sus ojos destellaban rabia.
Nicholas se molestó. Deseaba con todas sus fuerzas que _____ quedase mal
delante de sus amigos. Se aburría. Y no soportaba que ella le tratase con esa
superioridad desmesurada, sin acaeptar cuál era su lugar en aquel dúo. Su lugar
era, desde luego, el de más abajo.
—¡Mujeres! ¿Quién las entiende? —añadió Nicholas, y no supo qué más
decir para salir de aquel embrollo.
Charles asintió pensativo, al compás de los otros dos, que parecían imitarle
en todo momento.
—Tienes razón, tío, son complicadas, ¿eh? —Le dio una palmada en la
espalda.
Nicholas se encogió de hombros.
Entonces oyó a lo lejos un silbido suave, empalagoso… que le molestó de
inmediato. Se giró bruscamente cuando Nixie dijo: «Ahí llega Matt». El susodicho
vestía bien. Bastante bien. Llevaba unos vaqueros pulcros, combinados con un
suéter marrón, y aun a distancia Nicholas pudo apreciar la buena calidad del
tejido. Frunció el ceño, conforme este se acercaba más, y advertía su cabello
castaño, cuidado y repeinado. Se fijó en sus manos, en la perfecta curvatura del
corte de sus uñas, en la suave piel de su rostro hidratado, la elegante forma de
andar y los danzantes movimientos que le acompañaban descaradamente.
Matt no le gustó. Matt era pura competencia. El príncipe falso, de plástico, que
pretendía robarle el trono. No estaba dispuesto a permitir que aquello sucediese.
—¿Cómo va todo? —preguntó al llegar, dirigiéndole a _____ una mirada
repleta de interés. Interés que Nicholas no entendió, pero que sí le molestó.
—Bien, tío —dijo Charles—. Oye, mira, este de aquí es Nicholas, el chico de
intercambio que está en casa de _____. Es la monda.
Se dieron la mano. Sus miradas chocaron al instante emanando odio.
Odio porque ambos pudieron distinguir la suavidad resbaladiza de las manos del
contrario. Nicholas se cabreó aún más cuando descubrió que Matt llevaba la
misma colonia que él: una colonia casi exclusiva que debía pedir por encargo
para que se la trajesen desde Francia.
—Me llamo Matt Kresel —saludó el otro, frunciendo el entrecejo—. Quizá
me conozcas por mi libro.
—¿Qué libro? —Nicholas soltó rápidamente su mano. Se limpió en una
servilleta.
—¿No te lo ha contado _____? —Se giró hacia ella, que escondió el rostro
entre las manos—. He escrito un libro con solo dieciocho años. Tuve una vida
difícil, una infancia terriblemente dolorosa —explicó, dramatizando en exceso
para el gusto de Nicholas—. Así que terminé escribiendo mi biografía, que se ha
vendido muchísimo y me ha hecho rico.
—Me alegra no ser entonces el único rico de aquí —siseó Nicholas.
_____ resopló. El resto de sus amigos parecían divertidos. Ella había
esperado aquello. La competencia por el poder de la estupidez había surgido,
desatándose con una ferocidad abrumadora. _____ se pasó una mano por la
frente, recordando que lo único por lo que no competirían sería por ella,
afortunadamente. Matt llevaba desde los catorce años persiguiéndola e
intentando que saliesen juntos, algo a lo que ella se había negado
constantemente. Aunque parecido a Nicholas, era más respetuoso que él. Igual
de aristocrático, pero menos espabilado e irónico que el otro.
—No, no lo eres. —Matt sonrió forzado—. Así compartiremos el puesto. Por
cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte en casa de _____?
—Un mes —contestó Nicholas, incómodo.
—Oh, ¡qué barbaridad! —explotó—. Los intercambios de hoy en día duran
demasiado. La educación está fatal. ¿No echarás de menos a tu familia?
—No —respondió el otro, contundente.
—Qué poco sentimental.
—Matt, déjale en paz —dijo _____ para apaciguar los ánimos.
Cloe parecía visiblemente cabreada por no poder seguir hablando con
Nicholas sobre el asunto de dormir en su casa.
—Entonces, ¿vendrás esta noche? —insistió poniendo morritos.
—¿Adónde tiene que ir? —preguntó el recién llegado con curiosidad.
—A mi casa, para ver unas películas —aclaró Cloe, deseosa de que no
volviesen a interrumpir su conversación.
—Yo me apunto —contestó Matt, sonriente.
Nicholas se disponía a responder que no, pero la seguridad de su
contrincante le hizo dudar. Miró a _____, quien se encogió de hombros
deseando huir de allí.
—Yo también iré —contestó entonces, alzando la cabeza con orgullo—.
Con _____ —añadió. Y sonrió tímidamente al notar el malestar en el rostro de
Matt.
—Gracias por preguntarme si me apetece ir —se quejó ella.
—Oh, vamos, lo pasaremos bien —intervino Charles—. Tiene razón tu
amigo, las mujeres sois incomprensibles.
Los otros dos asintieron mecánicamente. Cloe se levantó irritada,
sacudiendo su melena. Había pensado en una velada íntima con aquel apuesto
rubio, no en una reunión de amigotes. Ya se las apañaría para lograr estar a
solas con él.
—Podrías invitar a Marcus —añadió Nixie.
—Ni lo sueñes —atajó _____ molesta—. Seguro que habrá quedado con
sus amigos. La semana que viene es su cumpleaños y lo celebraremos en casa;
os invitaré a todos. No desesperes, Nixie.
Nicholas sonrió de nuevo y comenzó a trazar un plan mentalmente para
vencer al enemigo. Había descubierto el punto débil de Matt: la indeseable
_____.
Mariel Jonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Waaaa! Matt hermoso! <3
Siguela! :B
Quiero saber q pasara!
Entonces mi Nicho me usara!
Para darl celos a Mattty jajaja
Subenos un cap:) plis! Anda sube
Otro no seas mala si?
Siguela! :B
Quiero saber q pasara!
Entonces mi Nicho me usara!
Para darl celos a Mattty jajaja
Subenos un cap:) plis! Anda sube
Otro no seas mala si?
Pao Jonatica Forever :3
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Siguela!!!! Me ha gustado mucho el capítulo!
IrisAguileraJonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
New reader!!.... me encanta tu nove!!.. es muy... buena!!!.. jajaja... siguela!!.. :D...
Pd: cuando puedas pasate por mi nove "Cuando llegaste tu" un beso!!.. :D
Pd: cuando puedas pasate por mi nove "Cuando llegaste tu" un beso!!.. :D
dhannyellitta
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Siguela linda! Me fasino la nove!
Pao Jonatica Forever :3
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
HOLA!
Les cuento rapidin que hoy regrese a clases, despues de las vacaciones navideñas, y pues solo seran 2 semanas mientras presento examenes finales(solo voy al examen y me regreso a mi casita haha) equis, y luego de nuevo tengo como 2 semanas de vacaciones antes de entrar al nuevo semestre. Solo les comentaba porque estos días si andare algo ocupada estudiando, ya saben "la escuela primero" y no subire tan seguido capitulo. Pero no las abandonare por completo y me dare mis vueltas para subir capitulo y asi xd
El grupo circense
Caminaron por la solitaria avenida de la urbanización hasta la casa de
Cloe. _____ estaba a punto de llamar al timbre cuando Nicholas alzó una mano
para detenerla.
—Hagamos un pacto —le pidió—. Si tu amiga loca intenta desnudarme
me defenderás. No puedes dejarme solo.
—¿Y qué recibo yo a cambio de protegerte?
—¿Es que no puedes conformarte con mi cara bonita? —le reprochó
Nicholas, señalándose el rostro.
—El trato no me convence, lo siento. —Se encogió de hombros.
El inglés se inclinó hacia ella peligrosamente.
—Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne —le recordó—.
Yo seré la carne, obviamente es más suave. Tú serás la uña sucia. Tenemos que
obedecer a la señora Graham.
—¡Ni en tus mejores sueños! Me da absolutamente igual lo que mi madre
diga.
Él insistió, contrariado.
—¡Pero soy tu protegido, _____! —explotó, con gesto apenado—. No
puedes abandonarme a la deriva con la fiera de Cloe, ¿acaso no te has fijado
en cómo me mira? Sus pupilas se clavan en mis partes bajas como cuchillos;
apuesto lo que sea a que a esa le va el sadomasoquismo.
—No exageres, Cloe es una buena chica. No te pasará nada —concluyó
ella, pulsando el interruptor del timbre. Se oyó un sonoro «ding dong».
—Son las campanas de mi funeral —susurró Nicholas.
Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Matt. Él no
quería estar allí, hubiese preferido pasar la noche calentito en su cama, lejos de
todos aquellos monstruitos a los que no lograba comprender. Tenía miedo. El
corazón le palpitaba con fuerza en el pecho cuando Cloe abrió la puerta,
ignoró totalmente a _____ y fijó sus ojillos azules en los ojos grises de Nicholas, que
dio un respingo hacia atrás al oír su aguda voz.
—¡Nicholas! ¡Has venido! ¡Ya pensaba que no llegaríais! Pasad, pasad… —les
indicó, haciéndose a un lado.
Él se inclinó hacia _____. Dentro de lo malo malísimo, ella era lo menos
malo malísimo por simple comparación. El listón estaba alto, rozando el límite de
lo humano.
—Conviértete en mi hermana siamesa durante el resto de la noche —le
rogó.
—Como no te calles, me convertiré en tu hermana perdida —amenazó
_____, aunque disimuló ante la atenta Cloe, que les observaba cruzada de
brazos.
En cuanto se despistó, su amiga asió del brazo a Nicholas, que la miró
aterrorizado como si aquella fuese la mayor de todas las catástrofes posibles.
_____ rió por lo bajo y se dijo que, en realidad, su compañero tenía verdaderas
razones para estar asustado.
Dentro se encontraban los demás. Nicholas clavó su mirada en la de Matt,
que le observaba receloso. Seguramente había supuesto que no iría, pero ahí
estaba él, manteniéndose firme a pesar de la apocalíptica situación, dispuesto a
arrebatarle su falsa corona.
—¿Cómo va la noche? —preguntó, dirigiéndose a todos en general.
Charles jugaba a la PlayStation con sus dos perros fieles y le saludó
levantando la mano. Nixie, acompañada por otra chica llamada Agathé,
también se dignó contestar con un simple «bien», contrariamente a Matt, que
solo se quitó una pelusilla de su chaqueta de piel. Curiosamente, a pesar de
estar bien consideradas, a Nicholas nunca le habían gustado las chaquetas de
piel. No le agradaba eso de llevar animales encima como en la Edad de Piedra.
Obviamente, el neandertal de Matt no opinaba lo mismo.
Cloe se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Nicholas
sintió un escalofrío. La joven golpeó con la palma de la mano el sitio que
quedaba libre a su lado.
—Nicholas, cielo, siéntate aquí —le indicó.
Él miró fijamente a _____, esperando que ella dijese algo. Lo que fuese.
Sus labios se mantuvieron bien sellados, divertidos, mostrándole una tímida
sonrisa casi imperceptible. El joven se dirigió resignado hacia el sofá.
—¿Qué vamos a cenar? —preguntó Charles, distraído, sin dejar de apretar
todos los botones del mando de la PlayStation.
—He pedido ternera con salsa. La traerán enseguida —contestó Cloe,
resuelta.
Nicholas tosió afectado.
—Yo no como carne.
—No todos los paladares pueden apreciar algo tan sabroso —añadió
Matt, sonriendo de lado.
—Exacto. Mi paladar no está preparado para degustar mierda —aclaró
Nicholas, sin darse por vencido.
—No te preocupes. —Cloe se levantó enseguida—. Llamaré ahora mismo
para pedir que traigan una ensalada, ¿te parece bien?
Nicholas asintió. La idea de que otros se moviesen por él no terminó de
disgustarle. Estaba bien aquello de que todos estuviesen a sus pies, abiertos a
sugerencias. Suspiró hondo, preparándose mentalmente para soportar la
desastrosa noche. Le dirigió a _____ una mirada dramática; parecía uno de los
violinistas del Titanic justo antes de morir. El último vals de su vida había llegado.
La joven pareció ablandarse y, sin perder la sonrisilla malévola de su rostro, se
sentó a su lado en el sofá. Matt la siguió y se hizo hueco donde no lo había.
—¿Pretendes tirarnos a todos del sofá? —preguntó Nicholas, molesto.
Matt le ignoró, acomodándose, pegándose al cuerpo de _____ como lo
haría un crustáceo a un acantilado. Nicholas, todavía más cabreado, también se
acercó a su compañera, que, a esas alturas, apenas si podía seguir respirando.
—Me estáis aplastando —masculló.
—Díselo a tu amigo —se quejó Nicholas—, que sería capaz de ametrallarnos
a todos con tal de sentarse. Menudo egoísta.
—No me hables precisamente tú de egoísmo, Nicholas. Mi mente no está
preparada para aceptar algo así —le reprochó _____.
Nicholas bufó. Charles gritó cuando ganó una partida del videojuego y alzó
los brazos como si aquello fuese el más grande de todos los acontecimientos
posibles. Se giró después hacia ellos.
—¿Queréis jugar? —preguntó.
Matt negó lentamente con la cabeza. Nicholas sonrió, curioso.
—Vale —murmuró, encogiéndose de hombros.
Charles dejó el mando en sus manos.
—Pensándolo bien yo también me apunto —rectificó Matt.
_____ resopló. Aquello era agotador. ¿Cómo podían llegar a ser tan
sumamente estúpidos? ¿Dónde estaba el límite, tendrían algún tope? Apostaba
lo que fuese a que no. Se dejó caer sobre el respaldo del sofá, cuando llegó
Cloe.
—Ya he pedido tu ensalada, Nicholas —informó, sonriente. Su rostro se volvió
algo agrio cuando descubrió que habían ocupado su lugar en el sofá—. Bueno,
será mejor que dejemos de jugar —añadió rápidamente—. Podríais echar una
mano para poner la mesa.
Cloe apagó la PlayStation sin miramientos. Charles resopló consternado.
Les indicó que la siguiesen hasta la cocina para darles cubiertos, vasos y demás.
Una vez allí, puso en las manos de Nicholas la jarra de agua. Este, con el ceño
fruncido, se volvió hacia _____.
—Yo no hago estas cosas —se quejó—. ¡Pero si somos sus invitados! ¿Cómo
puede ser tan maleducada?
—Somos invitados, Nicholas, pero esto no es una cena presidencial —le
recordó _____, mientras caminaban hacia el comedor—. Cuando se juntan los
amigos no existen los anfitriones, todos colaboran por igual.
A _____ le llamaba la atención tener que explicarle todo aquello. Tenía
curiosidad por saber quién era realmente Nicholas, pero temía que si se lo
preguntaba su ego creciese aún más al proporcionarle insospechados detalles
sobre su fantástica vida en la mansión de Londres.
Observó cómo Nicholas dejaba la jarra de agua delicadamente sobre el
mantel tras recolocarlo, ya que estaba un tanto torcido hacia la izquierda. Se
preguntaba por qué todo a su alrededor debía estar tan sumamente perfecto.
Alguien tenía que haberle enseñado a ser así, ese tipo de cosas no salían de uno
mismo. Suspiró, resignada, al advertir que Nicholas llenaba todas las copas con la
misma cantidad de agua y las comparaba entre sí. Matt enarcó una ceja.
—Este tío está pirado —dijo.
—Y tú acabado —contestó Nicholas—, estás acabado.
—¿Acabado de qué? No sabes ni lo que dices.
Se acercó hasta él, cuando _____ estaba distraída, y le habló en susurros.
—Tienes la esperanza de que _____ termine enamorándose de ti. Sueñas
con vivir a su lado en una gran casa con un enorme jardín, veinte gatos, diez
perros y trescientos niños chillando y corriendo de un lado a otro —le dijo—. Bien,
pues te lo adelanto: eso jamás ocurrirá.
Matt le dirigió una mirada de profundo odio que parecía llamear en el
interior de sus pupilas almendradas. Apretó los puños con fuerza, furioso.
—… No ocurrirá, porque, para empezar, tu querida Julieta sería más feliz
viviendo debajo de un puente. Y, como segundo apunte, te diré que nadie
quiere a un Romeo como tú. Eres un tostón. Puedes ponerte toda la colonia
francesa que quieras, pero seguirás oliendo a puro aburrimiento —concluyó, sin
piedad.
Matt permaneció quieto. Tenía verdaderas ganas de golpearle. Pero
¿quién se creía que era? Él llevaba muchísimos años detrás de _____ como para
que ahora un recién llegado se la arrebatase. Claro, el inglés tenía ventaja por
vivir en su casa. Nicholas le miró divertido, señalándole con el dedo índice.
—¡Ah, y una cosa más! Si piensas que a mí me puede llegar a gustar tu
bella doncella, te contestaré que no. Jamás de los jamases. Nunca. Tengo más
clase, así que mi listón está más alto.
—Mejor, no sabes lo que te pierdes.
—… ¿Me pierdo pasar horas buscando restos entre los contenedores?
Prefiero cederte el puesto. Gracias.
—No importa, nadie sería capaz aguantar a alguien como tú. Así que
dudo que cualquier otro ser humano pueda llegar a quererte —siseó Matt.
Nicholas torció el gesto. Furioso. Ahora estaba furioso. ¿Cómo que nadie
podría quererle? Claro que sí, todos en su casa le querían. Arrugó la nariz. _____
los llamó para que se sentaran. Hacía rato que había sonado el timbre de la
puerta, cuando habían traído la ternera en salsa y la ensalada. Se sentaron
mientras se dedicaban mutuamente miradas de odio. Comenzaron a cenar.
—Tío, ¿en Londres hay mucha marcha? —le preguntó Charles, animado.
—¿Marcha?
_____ se acercó a su oreja.
—Fiesta, ajetreo, movida… —susurró.
—Ah, ¡marcha, claro, claro! Pues, eh… supongo que sí —aclaró, dudoso—.
Yo solo salgo por la urbanización. Es más segura.
—¿Tus papis no te dejan ir muy lejos? —intervino Matt.
—Mis padres me dejan hacer lo que quiera —informó, con aire señorial.
Cloe estaba cabreada. No le gustaba el ritmo que tomaba la noche. No
le gustaba tampoco, en absoluto, que surgiesen rivalidades entre Matt y Nicholas,
porque eso significaba que _____ —y no ella— estaba dentro del juego de
competencia. Se apartó el pelo de la cara.
—No tienes novia por allí, ¿verdad? —preguntó, con una ancha sonrisa.
Nicholas pareció dudar, pero luego se mostró serio.
—No.
—¿Y no te cansas de comer tanto verde? —insistió Matt, señalando su
ensalada.
Nicholas le miró extrañado.
—¿Tú te cansas acaso de comer sangre?
—No es lo mismo. Yo sigo una dieta variadísima.
—Pues no se te nota en la piel.
_____ resopló, dando a entender que no deseaba seguir escuchándoles.
La noche continuó sin más percances, hasta que Cloe se decidió a poner una
película.
—Tengo las películas en mi habitación —explicó, cuando todos se
sentaron alrededor de la televisión—. Nicholas, ¿quieres acompañarme y
ayudarme a elegirla?
Nicholas tragó saliva despacio, temeroso.
—No importa, escoge la que más te guste a ti —respondió
entrecortadamente.
Matt sonrió de lado.
—Qué poca educación… —susurró.
Cloe pareció ofendida, asió del brazo a Nicholas y casi lo arrastró hacia su
habitación. Y, por primera vez, _____ sintió auténtica pena, Nicholas no
imaginaba lo que le esperaba allí dentro.
El inglés respiró hondo cuando llegaron al cuarto, sacudiéndose la manga
de la fina camisa que Cloe había tocado con sus afiladas uñas rojizas. Miró
alrededor. Detestaba las habitaciones rosas, repletas de flores, corazones y
artilugios diversos de colorines. Se giró consternado buscando los DVD.
—¿Dónde están las películas? —preguntó, y sintió que un nudo le
presionaba la garganta.
Cloe se acercó peligrosamente hacia él, pestañeando en exceso, como si
se le hubiese metido una mota de polvo en los ojos. Entonces Nicholas comenzó a
comprender la situación. Y se contuvo para no gritar.
—La película podríamos montarla nosotros mismos… —le susurró Cloe, al
tiempo que le pasaba un dedo por el cuello.
No le gustó aquel primer contacto con su piel; no era lo suficientemente
suave.
—No se me da bien actuar —repuso Nicholas, con la vista fija en la puerta
cerrada de la habitación.
—Yo podría enseñarte.
—Tampoco me interesa demasiado. Gracias, pero tengo otras
expectativas en la vida —se excusó; su rostro se tornó más pálido de lo
habitual—. Creo que deberíamos volver con los demás. _____ estará
preocupada por mí —mintió.
Cloe se inclinó hacia él, de puntillas. Nicholas dio un paso atrás y tropezó.
—Te gusta hacerte el duro, ¿verdad? —preguntó la chica, con voz
melosa—. Te gusta… poner las cosas difíciles. Mejor. Sabes sacar partido a todo
tu atractivo. A mí me encanta que me pongan nuevos retos…
—No finjo nada. Soy así de forma natural —admitió él, contrariado.
—Ya, claro, claro…
—Oye, me das miedo. Quiero irme de aquí —exigió finalmente.
Cloe lo ignoró. Sus manos se dirigieron hacia el cuello de la camisa de
Nicholas y empezaron a desabrochar los primeros botones.
—Pero ¿qué haces, loca? —gritó él, consternado.
—No te resistas más, Nicholas —insistió; comenzaba a enfadarse.
Nunca un chico se le había negado durante más de cinco minutos; todos
terminaban cayendo a sus pies tarde o temprano. Sonrió tontamente. Él intentó
escapar. Ella tiró de la camisa hacia abajo, arrancando todos los botones de un
tirón.
—Niña, tú tienes que ir directa a un psiquiátrico —dijo Nicholas, en dirección
hacia la puerta—. Si quieres contribuiré a pagar los gastos de la clínica.
—¿Adónde crees que vas? —Cloe se cruzó de brazos, cabreada.
—Lejos, muy lejos… de ti —contestó, antes de salir volando de allí.
Nicholas corrió por el pasillo como alma que lleva el diablo, como si hubiera
visto un fantasma.
—¡_____! —gritó, fuera de sí—. ¡_____, VEN!
_____ salió de la sala alarmada por la llamada. Estudió a Nicholas. Llevaba
la camisa desabrochada dejando a la vista la suave y blanca piel de su bien
trabajado torso. Ladeó la cabeza, puntuando mentalmente su cuerpo con un
merecido 8. Después observó su aterrorizado rostro.
—¿Se puede saber qué te ocurre?
Nicholas se apoyó en su hombro, como si fuese a desfallecer, casi
abrazándola.
—Ha intentado matarme, _____ —dijo, hablando atropelladamente—. Tu
amiga está completamente loca; quería que hiciéramos nosotros una película, y
no apta para todos los públicos, precisamente. Me habías prometido que no me
dejarías solo. Tenías que protegerme. No volveré a confiar en ti.
—¿Qué?, pero ¿qué estás diciendo? —Le levantó la cabeza—. No te he
prometido nada. —Suspiró, y reparó en Cloe que les miraba enfadada desde la
puerta, apoyada en el dintel con los brazos en jarras—. Bueno, no importa. Está
bien, volvamos a casa.
_____ se despidió de sus amigos mientras Nicholas la esperaba en la calle.
Después caminaron en silencio, bajo el oscuro manto estrellado de la noche.
—Ha sido una día duro, ¿eh? —_____ le miró divertida, de reojo.
Él suspiró abrumado.
—Lo resumiré de esta forma —explicó él—. Tu casa es un paraíso divino e
inigualable en comparación con lo que hoy he conocido.
_____ rió.
—Empiezo a ver a Marcus como a un ser inofensivo y tremendamente
delicado. Imagínate. —Torció el gesto, tras escucharse a sí mismo—. Bueno, no
me hagas mucho caso, estoy divagando. Mañana todo volverá a ser como
siempre. Tu casa será un estercolero y tu hermano el rey de los mendigos.
—Ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad… —_____ puso
los ojos en blanco.
Llegaron a casa. Nicholas se excusó rápidamente y se dirigió a su
habitación. Deseaba dormir. Se tumbó en la cama y reparó en el teléfono móvil
que reposaba sobre su mesilla de noche. Pulsó el botón de encendido. Cero
llamadas. Suspiró. Buscó en la lista el teléfono de su madre y llamó. Respondieron
al quinto tono.
—¿Diga?
—¿Mamá? Soy Nicholas.
—¡Hola, Nicholas, cariño! Lo siento, tu madre está en una reunión
importante. Soy su nueva secretaria, Helen —dijo una alegre voz al otro lado del
teléfono—. La señora Kellen me ha hablado muchísimo de ti, ¿quieres que le
diga que te llame en cuanto termine?
—Eh… no, no hace falta. Aquí, en América, es tarde.
—¡Es verdad, olvidaba el cambio horario! No te preocupes. Le comentaré
que has llamado de todos modos.
—Gracias.
Nicholas frunció el ceño cuando colgó. Se dio la vuelta en la cama, tras
destapar el colchón por la parte de abajo. Siempre dormía con los pies fuera, no
soportaba tenerlos tapados. Otra de sus manías. Hundió el rostro en la almohada
y cerró los ojos con fuerza, deseando quedarse dormido cuanto antes. Mañana
le esperaría otro largo día.
Les cuento rapidin que hoy regrese a clases, despues de las vacaciones navideñas, y pues solo seran 2 semanas mientras presento examenes finales(solo voy al examen y me regreso a mi casita haha) equis, y luego de nuevo tengo como 2 semanas de vacaciones antes de entrar al nuevo semestre. Solo les comentaba porque estos días si andare algo ocupada estudiando, ya saben "la escuela primero" y no subire tan seguido capitulo. Pero no las abandonare por completo y me dare mis vueltas para subir capitulo y asi xd
El grupo circense
Caminaron por la solitaria avenida de la urbanización hasta la casa de
Cloe. _____ estaba a punto de llamar al timbre cuando Nicholas alzó una mano
para detenerla.
—Hagamos un pacto —le pidió—. Si tu amiga loca intenta desnudarme
me defenderás. No puedes dejarme solo.
—¿Y qué recibo yo a cambio de protegerte?
—¿Es que no puedes conformarte con mi cara bonita? —le reprochó
Nicholas, señalándose el rostro.
—El trato no me convence, lo siento. —Se encogió de hombros.
El inglés se inclinó hacia ella peligrosamente.
—Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne —le recordó—.
Yo seré la carne, obviamente es más suave. Tú serás la uña sucia. Tenemos que
obedecer a la señora Graham.
—¡Ni en tus mejores sueños! Me da absolutamente igual lo que mi madre
diga.
Él insistió, contrariado.
—¡Pero soy tu protegido, _____! —explotó, con gesto apenado—. No
puedes abandonarme a la deriva con la fiera de Cloe, ¿acaso no te has fijado
en cómo me mira? Sus pupilas se clavan en mis partes bajas como cuchillos;
apuesto lo que sea a que a esa le va el sadomasoquismo.
—No exageres, Cloe es una buena chica. No te pasará nada —concluyó
ella, pulsando el interruptor del timbre. Se oyó un sonoro «ding dong».
—Son las campanas de mi funeral —susurró Nicholas.
Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Matt. Él no
quería estar allí, hubiese preferido pasar la noche calentito en su cama, lejos de
todos aquellos monstruitos a los que no lograba comprender. Tenía miedo. El
corazón le palpitaba con fuerza en el pecho cuando Cloe abrió la puerta,
ignoró totalmente a _____ y fijó sus ojillos azules en los ojos grises de Nicholas, que
dio un respingo hacia atrás al oír su aguda voz.
—¡Nicholas! ¡Has venido! ¡Ya pensaba que no llegaríais! Pasad, pasad… —les
indicó, haciéndose a un lado.
Él se inclinó hacia _____. Dentro de lo malo malísimo, ella era lo menos
malo malísimo por simple comparación. El listón estaba alto, rozando el límite de
lo humano.
—Conviértete en mi hermana siamesa durante el resto de la noche —le
rogó.
—Como no te calles, me convertiré en tu hermana perdida —amenazó
_____, aunque disimuló ante la atenta Cloe, que les observaba cruzada de
brazos.
En cuanto se despistó, su amiga asió del brazo a Nicholas, que la miró
aterrorizado como si aquella fuese la mayor de todas las catástrofes posibles.
_____ rió por lo bajo y se dijo que, en realidad, su compañero tenía verdaderas
razones para estar asustado.
Dentro se encontraban los demás. Nicholas clavó su mirada en la de Matt,
que le observaba receloso. Seguramente había supuesto que no iría, pero ahí
estaba él, manteniéndose firme a pesar de la apocalíptica situación, dispuesto a
arrebatarle su falsa corona.
—¿Cómo va la noche? —preguntó, dirigiéndose a todos en general.
Charles jugaba a la PlayStation con sus dos perros fieles y le saludó
levantando la mano. Nixie, acompañada por otra chica llamada Agathé,
también se dignó contestar con un simple «bien», contrariamente a Matt, que
solo se quitó una pelusilla de su chaqueta de piel. Curiosamente, a pesar de
estar bien consideradas, a Nicholas nunca le habían gustado las chaquetas de
piel. No le agradaba eso de llevar animales encima como en la Edad de Piedra.
Obviamente, el neandertal de Matt no opinaba lo mismo.
Cloe se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Nicholas
sintió un escalofrío. La joven golpeó con la palma de la mano el sitio que
quedaba libre a su lado.
—Nicholas, cielo, siéntate aquí —le indicó.
Él miró fijamente a _____, esperando que ella dijese algo. Lo que fuese.
Sus labios se mantuvieron bien sellados, divertidos, mostrándole una tímida
sonrisa casi imperceptible. El joven se dirigió resignado hacia el sofá.
—¿Qué vamos a cenar? —preguntó Charles, distraído, sin dejar de apretar
todos los botones del mando de la PlayStation.
—He pedido ternera con salsa. La traerán enseguida —contestó Cloe,
resuelta.
Nicholas tosió afectado.
—Yo no como carne.
—No todos los paladares pueden apreciar algo tan sabroso —añadió
Matt, sonriendo de lado.
—Exacto. Mi paladar no está preparado para degustar mierda —aclaró
Nicholas, sin darse por vencido.
—No te preocupes. —Cloe se levantó enseguida—. Llamaré ahora mismo
para pedir que traigan una ensalada, ¿te parece bien?
Nicholas asintió. La idea de que otros se moviesen por él no terminó de
disgustarle. Estaba bien aquello de que todos estuviesen a sus pies, abiertos a
sugerencias. Suspiró hondo, preparándose mentalmente para soportar la
desastrosa noche. Le dirigió a _____ una mirada dramática; parecía uno de los
violinistas del Titanic justo antes de morir. El último vals de su vida había llegado.
La joven pareció ablandarse y, sin perder la sonrisilla malévola de su rostro, se
sentó a su lado en el sofá. Matt la siguió y se hizo hueco donde no lo había.
—¿Pretendes tirarnos a todos del sofá? —preguntó Nicholas, molesto.
Matt le ignoró, acomodándose, pegándose al cuerpo de _____ como lo
haría un crustáceo a un acantilado. Nicholas, todavía más cabreado, también se
acercó a su compañera, que, a esas alturas, apenas si podía seguir respirando.
—Me estáis aplastando —masculló.
—Díselo a tu amigo —se quejó Nicholas—, que sería capaz de ametrallarnos
a todos con tal de sentarse. Menudo egoísta.
—No me hables precisamente tú de egoísmo, Nicholas. Mi mente no está
preparada para aceptar algo así —le reprochó _____.
Nicholas bufó. Charles gritó cuando ganó una partida del videojuego y alzó
los brazos como si aquello fuese el más grande de todos los acontecimientos
posibles. Se giró después hacia ellos.
—¿Queréis jugar? —preguntó.
Matt negó lentamente con la cabeza. Nicholas sonrió, curioso.
—Vale —murmuró, encogiéndose de hombros.
Charles dejó el mando en sus manos.
—Pensándolo bien yo también me apunto —rectificó Matt.
_____ resopló. Aquello era agotador. ¿Cómo podían llegar a ser tan
sumamente estúpidos? ¿Dónde estaba el límite, tendrían algún tope? Apostaba
lo que fuese a que no. Se dejó caer sobre el respaldo del sofá, cuando llegó
Cloe.
—Ya he pedido tu ensalada, Nicholas —informó, sonriente. Su rostro se volvió
algo agrio cuando descubrió que habían ocupado su lugar en el sofá—. Bueno,
será mejor que dejemos de jugar —añadió rápidamente—. Podríais echar una
mano para poner la mesa.
Cloe apagó la PlayStation sin miramientos. Charles resopló consternado.
Les indicó que la siguiesen hasta la cocina para darles cubiertos, vasos y demás.
Una vez allí, puso en las manos de Nicholas la jarra de agua. Este, con el ceño
fruncido, se volvió hacia _____.
—Yo no hago estas cosas —se quejó—. ¡Pero si somos sus invitados! ¿Cómo
puede ser tan maleducada?
—Somos invitados, Nicholas, pero esto no es una cena presidencial —le
recordó _____, mientras caminaban hacia el comedor—. Cuando se juntan los
amigos no existen los anfitriones, todos colaboran por igual.
A _____ le llamaba la atención tener que explicarle todo aquello. Tenía
curiosidad por saber quién era realmente Nicholas, pero temía que si se lo
preguntaba su ego creciese aún más al proporcionarle insospechados detalles
sobre su fantástica vida en la mansión de Londres.
Observó cómo Nicholas dejaba la jarra de agua delicadamente sobre el
mantel tras recolocarlo, ya que estaba un tanto torcido hacia la izquierda. Se
preguntaba por qué todo a su alrededor debía estar tan sumamente perfecto.
Alguien tenía que haberle enseñado a ser así, ese tipo de cosas no salían de uno
mismo. Suspiró, resignada, al advertir que Nicholas llenaba todas las copas con la
misma cantidad de agua y las comparaba entre sí. Matt enarcó una ceja.
—Este tío está pirado —dijo.
—Y tú acabado —contestó Nicholas—, estás acabado.
—¿Acabado de qué? No sabes ni lo que dices.
Se acercó hasta él, cuando _____ estaba distraída, y le habló en susurros.
—Tienes la esperanza de que _____ termine enamorándose de ti. Sueñas
con vivir a su lado en una gran casa con un enorme jardín, veinte gatos, diez
perros y trescientos niños chillando y corriendo de un lado a otro —le dijo—. Bien,
pues te lo adelanto: eso jamás ocurrirá.
Matt le dirigió una mirada de profundo odio que parecía llamear en el
interior de sus pupilas almendradas. Apretó los puños con fuerza, furioso.
—… No ocurrirá, porque, para empezar, tu querida Julieta sería más feliz
viviendo debajo de un puente. Y, como segundo apunte, te diré que nadie
quiere a un Romeo como tú. Eres un tostón. Puedes ponerte toda la colonia
francesa que quieras, pero seguirás oliendo a puro aburrimiento —concluyó, sin
piedad.
Matt permaneció quieto. Tenía verdaderas ganas de golpearle. Pero
¿quién se creía que era? Él llevaba muchísimos años detrás de _____ como para
que ahora un recién llegado se la arrebatase. Claro, el inglés tenía ventaja por
vivir en su casa. Nicholas le miró divertido, señalándole con el dedo índice.
—¡Ah, y una cosa más! Si piensas que a mí me puede llegar a gustar tu
bella doncella, te contestaré que no. Jamás de los jamases. Nunca. Tengo más
clase, así que mi listón está más alto.
—Mejor, no sabes lo que te pierdes.
—… ¿Me pierdo pasar horas buscando restos entre los contenedores?
Prefiero cederte el puesto. Gracias.
—No importa, nadie sería capaz aguantar a alguien como tú. Así que
dudo que cualquier otro ser humano pueda llegar a quererte —siseó Matt.
Nicholas torció el gesto. Furioso. Ahora estaba furioso. ¿Cómo que nadie
podría quererle? Claro que sí, todos en su casa le querían. Arrugó la nariz. _____
los llamó para que se sentaran. Hacía rato que había sonado el timbre de la
puerta, cuando habían traído la ternera en salsa y la ensalada. Se sentaron
mientras se dedicaban mutuamente miradas de odio. Comenzaron a cenar.
—Tío, ¿en Londres hay mucha marcha? —le preguntó Charles, animado.
—¿Marcha?
_____ se acercó a su oreja.
—Fiesta, ajetreo, movida… —susurró.
—Ah, ¡marcha, claro, claro! Pues, eh… supongo que sí —aclaró, dudoso—.
Yo solo salgo por la urbanización. Es más segura.
—¿Tus papis no te dejan ir muy lejos? —intervino Matt.
—Mis padres me dejan hacer lo que quiera —informó, con aire señorial.
Cloe estaba cabreada. No le gustaba el ritmo que tomaba la noche. No
le gustaba tampoco, en absoluto, que surgiesen rivalidades entre Matt y Nicholas,
porque eso significaba que _____ —y no ella— estaba dentro del juego de
competencia. Se apartó el pelo de la cara.
—No tienes novia por allí, ¿verdad? —preguntó, con una ancha sonrisa.
Nicholas pareció dudar, pero luego se mostró serio.
—No.
—¿Y no te cansas de comer tanto verde? —insistió Matt, señalando su
ensalada.
Nicholas le miró extrañado.
—¿Tú te cansas acaso de comer sangre?
—No es lo mismo. Yo sigo una dieta variadísima.
—Pues no se te nota en la piel.
_____ resopló, dando a entender que no deseaba seguir escuchándoles.
La noche continuó sin más percances, hasta que Cloe se decidió a poner una
película.
—Tengo las películas en mi habitación —explicó, cuando todos se
sentaron alrededor de la televisión—. Nicholas, ¿quieres acompañarme y
ayudarme a elegirla?
Nicholas tragó saliva despacio, temeroso.
—No importa, escoge la que más te guste a ti —respondió
entrecortadamente.
Matt sonrió de lado.
—Qué poca educación… —susurró.
Cloe pareció ofendida, asió del brazo a Nicholas y casi lo arrastró hacia su
habitación. Y, por primera vez, _____ sintió auténtica pena, Nicholas no
imaginaba lo que le esperaba allí dentro.
El inglés respiró hondo cuando llegaron al cuarto, sacudiéndose la manga
de la fina camisa que Cloe había tocado con sus afiladas uñas rojizas. Miró
alrededor. Detestaba las habitaciones rosas, repletas de flores, corazones y
artilugios diversos de colorines. Se giró consternado buscando los DVD.
—¿Dónde están las películas? —preguntó, y sintió que un nudo le
presionaba la garganta.
Cloe se acercó peligrosamente hacia él, pestañeando en exceso, como si
se le hubiese metido una mota de polvo en los ojos. Entonces Nicholas comenzó a
comprender la situación. Y se contuvo para no gritar.
—La película podríamos montarla nosotros mismos… —le susurró Cloe, al
tiempo que le pasaba un dedo por el cuello.
No le gustó aquel primer contacto con su piel; no era lo suficientemente
suave.
—No se me da bien actuar —repuso Nicholas, con la vista fija en la puerta
cerrada de la habitación.
—Yo podría enseñarte.
—Tampoco me interesa demasiado. Gracias, pero tengo otras
expectativas en la vida —se excusó; su rostro se tornó más pálido de lo
habitual—. Creo que deberíamos volver con los demás. _____ estará
preocupada por mí —mintió.
Cloe se inclinó hacia él, de puntillas. Nicholas dio un paso atrás y tropezó.
—Te gusta hacerte el duro, ¿verdad? —preguntó la chica, con voz
melosa—. Te gusta… poner las cosas difíciles. Mejor. Sabes sacar partido a todo
tu atractivo. A mí me encanta que me pongan nuevos retos…
—No finjo nada. Soy así de forma natural —admitió él, contrariado.
—Ya, claro, claro…
—Oye, me das miedo. Quiero irme de aquí —exigió finalmente.
Cloe lo ignoró. Sus manos se dirigieron hacia el cuello de la camisa de
Nicholas y empezaron a desabrochar los primeros botones.
—Pero ¿qué haces, loca? —gritó él, consternado.
—No te resistas más, Nicholas —insistió; comenzaba a enfadarse.
Nunca un chico se le había negado durante más de cinco minutos; todos
terminaban cayendo a sus pies tarde o temprano. Sonrió tontamente. Él intentó
escapar. Ella tiró de la camisa hacia abajo, arrancando todos los botones de un
tirón.
—Niña, tú tienes que ir directa a un psiquiátrico —dijo Nicholas, en dirección
hacia la puerta—. Si quieres contribuiré a pagar los gastos de la clínica.
—¿Adónde crees que vas? —Cloe se cruzó de brazos, cabreada.
—Lejos, muy lejos… de ti —contestó, antes de salir volando de allí.
Nicholas corrió por el pasillo como alma que lleva el diablo, como si hubiera
visto un fantasma.
—¡_____! —gritó, fuera de sí—. ¡_____, VEN!
_____ salió de la sala alarmada por la llamada. Estudió a Nicholas. Llevaba
la camisa desabrochada dejando a la vista la suave y blanca piel de su bien
trabajado torso. Ladeó la cabeza, puntuando mentalmente su cuerpo con un
merecido 8. Después observó su aterrorizado rostro.
—¿Se puede saber qué te ocurre?
Nicholas se apoyó en su hombro, como si fuese a desfallecer, casi
abrazándola.
—Ha intentado matarme, _____ —dijo, hablando atropelladamente—. Tu
amiga está completamente loca; quería que hiciéramos nosotros una película, y
no apta para todos los públicos, precisamente. Me habías prometido que no me
dejarías solo. Tenías que protegerme. No volveré a confiar en ti.
—¿Qué?, pero ¿qué estás diciendo? —Le levantó la cabeza—. No te he
prometido nada. —Suspiró, y reparó en Cloe que les miraba enfadada desde la
puerta, apoyada en el dintel con los brazos en jarras—. Bueno, no importa. Está
bien, volvamos a casa.
_____ se despidió de sus amigos mientras Nicholas la esperaba en la calle.
Después caminaron en silencio, bajo el oscuro manto estrellado de la noche.
—Ha sido una día duro, ¿eh? —_____ le miró divertida, de reojo.
Él suspiró abrumado.
—Lo resumiré de esta forma —explicó él—. Tu casa es un paraíso divino e
inigualable en comparación con lo que hoy he conocido.
_____ rió.
—Empiezo a ver a Marcus como a un ser inofensivo y tremendamente
delicado. Imagínate. —Torció el gesto, tras escucharse a sí mismo—. Bueno, no
me hagas mucho caso, estoy divagando. Mañana todo volverá a ser como
siempre. Tu casa será un estercolero y tu hermano el rey de los mendigos.
—Ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad… —_____ puso
los ojos en blanco.
Llegaron a casa. Nicholas se excusó rápidamente y se dirigió a su
habitación. Deseaba dormir. Se tumbó en la cama y reparó en el teléfono móvil
que reposaba sobre su mesilla de noche. Pulsó el botón de encendido. Cero
llamadas. Suspiró. Buscó en la lista el teléfono de su madre y llamó. Respondieron
al quinto tono.
—¿Diga?
—¿Mamá? Soy Nicholas.
—¡Hola, Nicholas, cariño! Lo siento, tu madre está en una reunión
importante. Soy su nueva secretaria, Helen —dijo una alegre voz al otro lado del
teléfono—. La señora Kellen me ha hablado muchísimo de ti, ¿quieres que le
diga que te llame en cuanto termine?
—Eh… no, no hace falta. Aquí, en América, es tarde.
—¡Es verdad, olvidaba el cambio horario! No te preocupes. Le comentaré
que has llamado de todos modos.
—Gracias.
Nicholas frunció el ceño cuando colgó. Se dio la vuelta en la cama, tras
destapar el colchón por la parte de abajo. Siempre dormía con los pies fuera, no
soportaba tenerlos tapados. Otra de sus manías. Hundió el rostro en la almohada
y cerró los ojos con fuerza, deseando quedarse dormido cuanto antes. Mañana
le esperaría otro largo día.
Mariel Jonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Waa me encanta la nove! No nos abandones por favor!
Pao Jonatica Forever :3
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
seguilaaa quiero ver si nick cae enamorado de ka rayis muahahhhabah y se a arrepentir de lo que dino muahahaha ok ya jeje seguila porfis!!! besooos te quiero
SmileJonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
hola tienes que seguirla así bien rápido de ya jajaja adiós :)
MissKeynes96
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