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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Hola chicas ¿Como les va? :D yo andaba algo desorientada okno, entro al foro y me topo con que le cambiaron la imagen de nuevo kaskljfs y les hubiera subido cap desde antes pero estaba en mantenimiento y pues no podia entrar ni nada xd
Las piedras del camino
Tras la llamada, casi media hora después, un coche negro apareció frente
a su banco y subió en el asiento del copiloto sin mediar palabra. Se colocó bien
el cinturón de seguridad y, una vez hubo revisado dos veces el enganche, se
dignó mirar al conductor.
—¿Qué es exactamente lo que ha pasado? —preguntó Gorth, mientras
conducía calle abajo y terminaba dirigiéndose hacia la avenida principal.
Nicholas resopló molesto. Ahora no sabía si había sido una buena idea
llamarle. Pero la noche del cumpleaños de Marcus advirtió que _____ le tenía
bastante cariño al Chico Arma, ya que no dejaba de defenderle. Y teniendo en
cuenta que era, al parecer, la única persona mínimamente inteligente de todas
cuantas había conocido durante aquellos días… acudir a él había sido su única
opción.
Pese a sentirse ligeramente culpable, le había molestado la reacción de
_____. ¿Por qué había salido corriendo? ¡A ella no la había engañado, así que
no le parecía justo que se comportase así! Después del descarado abandono,
no se sentía con fuerzas para regresar y presentarse en la casa de los Graham.
Todavía le quedaba algo de orgullo.
—Hemos hablado de mi pasado —le confesó, hablando en voz baja—.
Solo le he contado que engañé con otra a mi primera novia. Y se ha enfadado.
—¿Ha gritado mucho? —Gorth le miró de reojo, sin dejar de conducir.
—No, nada —suspiró—. Lo único que me ha dicho ha sido: «¿Quién
demonios eres, Nicholas?» —repitió con retintín, intentando imitar la voz de _____.
—Entiendo. Eso significa que el cabreo es grande.
—Ah —exclamó sorprendido—. ¿_____ tiene un lenguaje especial
respecto a sus enfados? Me ayudaría mucho aprendérmelo de memoria, la
verdad.
Gorth rió ante sus palabras.
—No exactamente. —Chasqueó los dedos—. Pero esas cosas se saben
con el paso del tiempo, cuando conoces a una persona.
Gorth aparcó el coche frente a una acogedora cafetería y poco después
ambos entraron en ella. Se acomodaron en la mesa que Nicholas eligió —tras
evaluar detenidamente la suciedad camuflada en su superficie— y pidió un
zumo de naranja natural, contrariamente a Gorth, que optó por un buen tazón
de café con leche.
—Vale, a ver si consigo aclararme. —El Chico Arma se llevó las manos a la
frente, apartándose algunos mechones de pelo—. Todo iba perfecto, hasta que
le has confesado que tiempo atrás engañaste a una chica, ¿cierto?
Nicholas asintió con la cabeza.
—Deberías haber supuesto que _____, en realidad, es bastante…
inocente. No sé si sabes a qué me refiero.
—Sí.
Ladeó la cabeza y observó la ropa de su compañero. No le gustaba la
calavera que colgaba de su cuello ni tampoco aquella gabardina negra y larga
que le recordaba a la capa de La Muerte. Continuaba pintándose los ojos, y
Nicholas se preguntaba si las profundas ojeras eran naturales o también fruto de un
estrafalario maquillaje.
—¿Tú quieres estar con ella?
La cuestión le pilló desprevenido. Alzó la cabeza y miró fijamente a Gorth,
algo confuso. Habría sido más fácil charlar sobre lo ocurrido en la feria que
enfrentarse a esa peligrosa pregunta. Porque él no quería pensar en ello. Claro,
se sentía bien a su lado. Demasiado bien, incluso. Pero ¿qué ocurriría cuando
tuviese que regresar a Londres?, ¿qué pasaría con ellos? Quizá ya era tarde para
reflexionar sobre todo aquello. Nicholas no había advertido exactamente en qué
momento sus sentimientos hacia _____ cambiaron. Probablemente porque se
trató de un proceso lento y progresivo, casi imperceptible hasta para él mismo.
—Sí.
—Vale —Gorth sonrió—, esa era la respuesta que estaba esperando.
—Y ahora, ¿qué? —insistió—, ¿qué se supone que debo hacer?
Gorth se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.
—Tú sabrás. No es asunto mío.
Nicholas parpadeó en exceso, molesto.
—¿Para qué demonios me molesto en llamarte si ni siquiera me ayudas?
—Quizá a veces sea bueno tener un poco de compañía —contestó Gorth,
ahora más serio.
—No necesito compañía, no necesito a nadie, ¿entiendes? —Le señaló
con un dedo acusador, cabreado sin saber muy bien por qué—. Puedo valerme
por mí mismo, siempre lo he hecho.
—Entonces, ¿por qué has acudido a mí?
Nicholas frunció los labios, y un tenso silencio se instaló entre ellos. Gorth le
miró con cariño, tras darle tranquilamente un sorbo a su café con leche.
—¿Necesitas un lugar donde pasar la noche? Puedes quedarte en mi
casa, si quieres —le ofreció.
Nicholas respiró hondo, recobrando la compostura y calmándose de nuevo.
En realidad no tenía ninguna razón para enfadarse con Gorth. Bastante había
hecho el Chico Arma acudiendo a su encuentro aun cuando apenas le
conocía.
—No, pero te agradecería que me llevaras a casa de _____.
—Eso está hecho.
Terminaron de tomarse sus bebidas mientras charlaban sobre temas que
nada tenían que ver con la joven que se apoderaba de la mente de Nicholas.
Hablaron sobre el cambio climático, sobre asuntos de política, y luego Gorth
contó dos chistes que, sorprendentemente, le hicieron reír. Más tarde, y cuando
Nicholas se hubo sentido algo más seguro, él le llevó a casa y paró el coche frente
al hogar de los Graham. El inglés se quitó el cinturón de seguridad.
—Espero que todo vaya bien —le dijo Gorth.
—Yo también. —Le sonrió tímidamente—. Y… gracias.
Salió rápidamente del vehículo y cerró la puerta con brusquedad
internándose en el caminito que conducía a la entrada. Tomó aire cuando el
coche de Gorth desapareció de su vista. ¿Qué le estaba pasando? Aquello era
muy fuerte. Él nunca decía esa palabra… maldita. La palabra «Gracias» había
sido desterrada de su vocabulario y, si alguna vez hacía uso de ella, ocurría sin
que se diese cuenta, por pura costumbre. Pero en esa ocasión había sido
consciente de ello mientras la pronunciaba, mientras la palpaba entre sus
labios… Oh, sí, definitivamente se estaba volviendo loco. Sintió unas ganas
tremendas de golpearse la cabeza contra los ladrillos de la pared de la casa,
pero no lo hizo; estaba ocupado llamando al timbre a la espera de que alguien
le abriera. Si es que pensaban hacerlo, claro.
_____ se sonó los mocos y dejó el papel doblado sobre la mesita junto al
sofá. Después, tambaleándose, se dirigió hacia la puerta. Llevaba horas
esperándole. Había estado muy preocupada y se había sentido idiota e infantil
por dejarle tirado en medio de una calle que Nicholas desconocía
completamente. Respiró hondo y abrió la puerta.
Allí estaba él. Tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón y la
cabeza ligeramente agachada, con la vista fija en el suelo. Pasaron unos
instantes eternos, hasta que él tuvo el valor de buscar su mirada. _____ tembló,
pero presionó la mandíbula intentando no demostrar su nerviosismo.
—¿Dónde has estado? —le preguntó.
—Por ahí. —Él se encogió de hombros—. ¿Puedo pasar?
_____ se hizo a un lado y él entró. Le vio subir las escaleras y poco después
oyó el brusco sonido de la puerta de su habitación al cerrarse. Genial, así que ni
siquiera pensaba pedirle disculpas o hablar sobre el tema. La relación le
recordaba a la de un matrimonio de dos cuarentones en crisis.
Volvió al comedor y se tumbó sobre el sofá, secándose con el pañuelo
usado una nueva tanda de lágrimas. ¿Por qué tenía que ser tan… melancólica?
Se ahogaba en un palmo de agua. Cualquier desgracia se le antojaba inmensa
y le costaba horrores escapar de la oscuridad en la que se sumergía.
No solo se había enfadado con Nicholas, sino también con su madre. Abigail
le había preguntado por el inglés cuando la vio llegar sofocada a casa. Y
cuando ella le confesó que lo había dejado tirado porque, textualmente, «era
un cerdo egoísta», la señora Graham, sin entender la situación, pilló un enfado
de mil demonios. Le ordenó que fuese a buscarlo con su padre antes de irse a la
cama, pero _____ no lo hizo —aunque bien poco le había faltado— y prefirió
esperarle.
Afortunadamente, por una vez, Nicholas había usado la cabeza y su
«magnífico» sentido común le había instado a regresar. _____ volvió a sonarse
los mocos y se tapó bien con la manta, acurrucada entre los cojines.
Fijó la vista en el televisor. Emitían una película llamada Breve encuentro.
_____ sollozó todavía más. La había visto muchas veces, desde pequeña, y se
sabía el guión de memoria. Se incorporó sobre el sofá y alzó una mano,
sujetando el pañuelo arrugado, mientras interpretaba el diálogo al ritmo de los
propios personajes.
—«¿Cuántas veces tomaste la resolución de no volver a verme?»
—gimoteó, imitando a Alec—. «Varias veces al día» —añadió, cambiando el
tono de voz para interpretar a Laura—. «Yo también». «¡Oh, Alec!»
—Dramatizando en exceso, se llevó una mano al corazón—. «Te quiero. Me
encantan tus ojos sorprendidos, la forma en que sonríes, tu timidez, el modo en
que ríes mis bromas…»
Una pausa incómoda y después Laura mirando suplicante al caballeroso
Alec. _____ se enjugó las lágrimas, antes de proseguir.
—«¡Por favor, no, Alec!» —exclamó, y luego se metió en la piel del
admirable chico—. «¡Te quiero!, ¡te quiero! Y tú me quieres, es inútil pretender
que no ha pasado nada, porque sí ha pasado.»
—Sí, la verdad es que es inútil pretender que no ha pasado nada, él tiene
razón —musitó Nicholas, apoyado sobre el marco de la puerta de entrada al
comedor y señalando el televisor.
_____ agachó la cabeza, avergonzada. Lloró más y se secó las lágrimas
de nuevo. Ese pañuelo ya estaba muy gastado, así que sacó otro del envoltorio.
Fantástico, ahora él la había descubierto como a una vieja solterona que
termina interpretando los guiones de los falsos amores de Hollywood.
—No quiero hablar contigo —le dijo.
Nicholas, con el batín puesto, le dirigió una mirada suplicante, pero ella le
ignoró y siguió viendo la película.
—¿Puedo sentarme a tu lado?
_____ no contestó; Nicholas quiso suponer que su respuesta en realidad era
un rotundo sí. Se sentó junto a ella sin más miramientos, manteniendo una
distancia prudencial. La película era terriblemente aburrida y se alegró cuando
llegaron los anuncios e hicieron una pausa especial para dar las noticias más
importantes del día. Escuchó con atención al presentador del telediario de
medianoche.
—Noticia de última hora. El juicio contra la empresa Gultter, la mayor
multinacional de la venta de sistemas operativos informáticos, se adelanta a
causa de las declaraciones del jefe de la base Gultter. —El presentador
desapareció de la pantalla para dar paso a un hombre arreglado y elegante,
de unos cuarenta años de edad, bien conocido por ser el dueño de todas las
empresas Gultter. Este empezó a hablar—. Desde aquí queremos tranquilizar a
los usuarios y asegurarles que ya se han arreglado los errores del último sistema
operativo que salió a la venta; por ello hemos decidido acelerar los trámites de
las denuncias recibidas para zanjar cuanto antes este desafortunado asunto.
El presentador del telediario volvió a cobrar protagonismo y siguió
comentando la noticia de un oso panda que había nacido en China.
—¡Menudo farsante! —gritó _____, refiriéndose al dueño de las
acaudaladas empresas Gultter.
Nicholas bostezó. Luego la miró algo molesto y frunció el ceño.
—Oye, deja de opinar sobre asuntos que desconoces.
—Ah, claro, usted perdone, mi rey. —Se cruzó de brazos—. Supongo que
como tú conoces tan bien a todos los Gultter, a diferencia de mí, que solo soy
una pobre ignorante, sí puedes despotricar a tu antojo —recalcó con ironía.
Nicholas volvió a bostezar por segunda vez consecutiva.
—Pues claro que sí, tonta —farfulló—. Gultter es mi padre.
Las piedras del camino
Tras la llamada, casi media hora después, un coche negro apareció frente
a su banco y subió en el asiento del copiloto sin mediar palabra. Se colocó bien
el cinturón de seguridad y, una vez hubo revisado dos veces el enganche, se
dignó mirar al conductor.
—¿Qué es exactamente lo que ha pasado? —preguntó Gorth, mientras
conducía calle abajo y terminaba dirigiéndose hacia la avenida principal.
Nicholas resopló molesto. Ahora no sabía si había sido una buena idea
llamarle. Pero la noche del cumpleaños de Marcus advirtió que _____ le tenía
bastante cariño al Chico Arma, ya que no dejaba de defenderle. Y teniendo en
cuenta que era, al parecer, la única persona mínimamente inteligente de todas
cuantas había conocido durante aquellos días… acudir a él había sido su única
opción.
Pese a sentirse ligeramente culpable, le había molestado la reacción de
_____. ¿Por qué había salido corriendo? ¡A ella no la había engañado, así que
no le parecía justo que se comportase así! Después del descarado abandono,
no se sentía con fuerzas para regresar y presentarse en la casa de los Graham.
Todavía le quedaba algo de orgullo.
—Hemos hablado de mi pasado —le confesó, hablando en voz baja—.
Solo le he contado que engañé con otra a mi primera novia. Y se ha enfadado.
—¿Ha gritado mucho? —Gorth le miró de reojo, sin dejar de conducir.
—No, nada —suspiró—. Lo único que me ha dicho ha sido: «¿Quién
demonios eres, Nicholas?» —repitió con retintín, intentando imitar la voz de _____.
—Entiendo. Eso significa que el cabreo es grande.
—Ah —exclamó sorprendido—. ¿_____ tiene un lenguaje especial
respecto a sus enfados? Me ayudaría mucho aprendérmelo de memoria, la
verdad.
Gorth rió ante sus palabras.
—No exactamente. —Chasqueó los dedos—. Pero esas cosas se saben
con el paso del tiempo, cuando conoces a una persona.
Gorth aparcó el coche frente a una acogedora cafetería y poco después
ambos entraron en ella. Se acomodaron en la mesa que Nicholas eligió —tras
evaluar detenidamente la suciedad camuflada en su superficie— y pidió un
zumo de naranja natural, contrariamente a Gorth, que optó por un buen tazón
de café con leche.
—Vale, a ver si consigo aclararme. —El Chico Arma se llevó las manos a la
frente, apartándose algunos mechones de pelo—. Todo iba perfecto, hasta que
le has confesado que tiempo atrás engañaste a una chica, ¿cierto?
Nicholas asintió con la cabeza.
—Deberías haber supuesto que _____, en realidad, es bastante…
inocente. No sé si sabes a qué me refiero.
—Sí.
Ladeó la cabeza y observó la ropa de su compañero. No le gustaba la
calavera que colgaba de su cuello ni tampoco aquella gabardina negra y larga
que le recordaba a la capa de La Muerte. Continuaba pintándose los ojos, y
Nicholas se preguntaba si las profundas ojeras eran naturales o también fruto de un
estrafalario maquillaje.
—¿Tú quieres estar con ella?
La cuestión le pilló desprevenido. Alzó la cabeza y miró fijamente a Gorth,
algo confuso. Habría sido más fácil charlar sobre lo ocurrido en la feria que
enfrentarse a esa peligrosa pregunta. Porque él no quería pensar en ello. Claro,
se sentía bien a su lado. Demasiado bien, incluso. Pero ¿qué ocurriría cuando
tuviese que regresar a Londres?, ¿qué pasaría con ellos? Quizá ya era tarde para
reflexionar sobre todo aquello. Nicholas no había advertido exactamente en qué
momento sus sentimientos hacia _____ cambiaron. Probablemente porque se
trató de un proceso lento y progresivo, casi imperceptible hasta para él mismo.
—Sí.
—Vale —Gorth sonrió—, esa era la respuesta que estaba esperando.
—Y ahora, ¿qué? —insistió—, ¿qué se supone que debo hacer?
Gorth se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.
—Tú sabrás. No es asunto mío.
Nicholas parpadeó en exceso, molesto.
—¿Para qué demonios me molesto en llamarte si ni siquiera me ayudas?
—Quizá a veces sea bueno tener un poco de compañía —contestó Gorth,
ahora más serio.
—No necesito compañía, no necesito a nadie, ¿entiendes? —Le señaló
con un dedo acusador, cabreado sin saber muy bien por qué—. Puedo valerme
por mí mismo, siempre lo he hecho.
—Entonces, ¿por qué has acudido a mí?
Nicholas frunció los labios, y un tenso silencio se instaló entre ellos. Gorth le
miró con cariño, tras darle tranquilamente un sorbo a su café con leche.
—¿Necesitas un lugar donde pasar la noche? Puedes quedarte en mi
casa, si quieres —le ofreció.
Nicholas respiró hondo, recobrando la compostura y calmándose de nuevo.
En realidad no tenía ninguna razón para enfadarse con Gorth. Bastante había
hecho el Chico Arma acudiendo a su encuentro aun cuando apenas le
conocía.
—No, pero te agradecería que me llevaras a casa de _____.
—Eso está hecho.
Terminaron de tomarse sus bebidas mientras charlaban sobre temas que
nada tenían que ver con la joven que se apoderaba de la mente de Nicholas.
Hablaron sobre el cambio climático, sobre asuntos de política, y luego Gorth
contó dos chistes que, sorprendentemente, le hicieron reír. Más tarde, y cuando
Nicholas se hubo sentido algo más seguro, él le llevó a casa y paró el coche frente
al hogar de los Graham. El inglés se quitó el cinturón de seguridad.
—Espero que todo vaya bien —le dijo Gorth.
—Yo también. —Le sonrió tímidamente—. Y… gracias.
Salió rápidamente del vehículo y cerró la puerta con brusquedad
internándose en el caminito que conducía a la entrada. Tomó aire cuando el
coche de Gorth desapareció de su vista. ¿Qué le estaba pasando? Aquello era
muy fuerte. Él nunca decía esa palabra… maldita. La palabra «Gracias» había
sido desterrada de su vocabulario y, si alguna vez hacía uso de ella, ocurría sin
que se diese cuenta, por pura costumbre. Pero en esa ocasión había sido
consciente de ello mientras la pronunciaba, mientras la palpaba entre sus
labios… Oh, sí, definitivamente se estaba volviendo loco. Sintió unas ganas
tremendas de golpearse la cabeza contra los ladrillos de la pared de la casa,
pero no lo hizo; estaba ocupado llamando al timbre a la espera de que alguien
le abriera. Si es que pensaban hacerlo, claro.
_____ se sonó los mocos y dejó el papel doblado sobre la mesita junto al
sofá. Después, tambaleándose, se dirigió hacia la puerta. Llevaba horas
esperándole. Había estado muy preocupada y se había sentido idiota e infantil
por dejarle tirado en medio de una calle que Nicholas desconocía
completamente. Respiró hondo y abrió la puerta.
Allí estaba él. Tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón y la
cabeza ligeramente agachada, con la vista fija en el suelo. Pasaron unos
instantes eternos, hasta que él tuvo el valor de buscar su mirada. _____ tembló,
pero presionó la mandíbula intentando no demostrar su nerviosismo.
—¿Dónde has estado? —le preguntó.
—Por ahí. —Él se encogió de hombros—. ¿Puedo pasar?
_____ se hizo a un lado y él entró. Le vio subir las escaleras y poco después
oyó el brusco sonido de la puerta de su habitación al cerrarse. Genial, así que ni
siquiera pensaba pedirle disculpas o hablar sobre el tema. La relación le
recordaba a la de un matrimonio de dos cuarentones en crisis.
Volvió al comedor y se tumbó sobre el sofá, secándose con el pañuelo
usado una nueva tanda de lágrimas. ¿Por qué tenía que ser tan… melancólica?
Se ahogaba en un palmo de agua. Cualquier desgracia se le antojaba inmensa
y le costaba horrores escapar de la oscuridad en la que se sumergía.
No solo se había enfadado con Nicholas, sino también con su madre. Abigail
le había preguntado por el inglés cuando la vio llegar sofocada a casa. Y
cuando ella le confesó que lo había dejado tirado porque, textualmente, «era
un cerdo egoísta», la señora Graham, sin entender la situación, pilló un enfado
de mil demonios. Le ordenó que fuese a buscarlo con su padre antes de irse a la
cama, pero _____ no lo hizo —aunque bien poco le había faltado— y prefirió
esperarle.
Afortunadamente, por una vez, Nicholas había usado la cabeza y su
«magnífico» sentido común le había instado a regresar. _____ volvió a sonarse
los mocos y se tapó bien con la manta, acurrucada entre los cojines.
Fijó la vista en el televisor. Emitían una película llamada Breve encuentro.
_____ sollozó todavía más. La había visto muchas veces, desde pequeña, y se
sabía el guión de memoria. Se incorporó sobre el sofá y alzó una mano,
sujetando el pañuelo arrugado, mientras interpretaba el diálogo al ritmo de los
propios personajes.
—«¿Cuántas veces tomaste la resolución de no volver a verme?»
—gimoteó, imitando a Alec—. «Varias veces al día» —añadió, cambiando el
tono de voz para interpretar a Laura—. «Yo también». «¡Oh, Alec!»
—Dramatizando en exceso, se llevó una mano al corazón—. «Te quiero. Me
encantan tus ojos sorprendidos, la forma en que sonríes, tu timidez, el modo en
que ríes mis bromas…»
Una pausa incómoda y después Laura mirando suplicante al caballeroso
Alec. _____ se enjugó las lágrimas, antes de proseguir.
—«¡Por favor, no, Alec!» —exclamó, y luego se metió en la piel del
admirable chico—. «¡Te quiero!, ¡te quiero! Y tú me quieres, es inútil pretender
que no ha pasado nada, porque sí ha pasado.»
—Sí, la verdad es que es inútil pretender que no ha pasado nada, él tiene
razón —musitó Nicholas, apoyado sobre el marco de la puerta de entrada al
comedor y señalando el televisor.
_____ agachó la cabeza, avergonzada. Lloró más y se secó las lágrimas
de nuevo. Ese pañuelo ya estaba muy gastado, así que sacó otro del envoltorio.
Fantástico, ahora él la había descubierto como a una vieja solterona que
termina interpretando los guiones de los falsos amores de Hollywood.
—No quiero hablar contigo —le dijo.
Nicholas, con el batín puesto, le dirigió una mirada suplicante, pero ella le
ignoró y siguió viendo la película.
—¿Puedo sentarme a tu lado?
_____ no contestó; Nicholas quiso suponer que su respuesta en realidad era
un rotundo sí. Se sentó junto a ella sin más miramientos, manteniendo una
distancia prudencial. La película era terriblemente aburrida y se alegró cuando
llegaron los anuncios e hicieron una pausa especial para dar las noticias más
importantes del día. Escuchó con atención al presentador del telediario de
medianoche.
—Noticia de última hora. El juicio contra la empresa Gultter, la mayor
multinacional de la venta de sistemas operativos informáticos, se adelanta a
causa de las declaraciones del jefe de la base Gultter. —El presentador
desapareció de la pantalla para dar paso a un hombre arreglado y elegante,
de unos cuarenta años de edad, bien conocido por ser el dueño de todas las
empresas Gultter. Este empezó a hablar—. Desde aquí queremos tranquilizar a
los usuarios y asegurarles que ya se han arreglado los errores del último sistema
operativo que salió a la venta; por ello hemos decidido acelerar los trámites de
las denuncias recibidas para zanjar cuanto antes este desafortunado asunto.
El presentador del telediario volvió a cobrar protagonismo y siguió
comentando la noticia de un oso panda que había nacido en China.
—¡Menudo farsante! —gritó _____, refiriéndose al dueño de las
acaudaladas empresas Gultter.
Nicholas bostezó. Luego la miró algo molesto y frunció el ceño.
—Oye, deja de opinar sobre asuntos que desconoces.
—Ah, claro, usted perdone, mi rey. —Se cruzó de brazos—. Supongo que
como tú conoces tan bien a todos los Gultter, a diferencia de mí, que solo soy
una pobre ignorante, sí puedes despotricar a tu antojo —recalcó con ironía.
Nicholas volvió a bostezar por segunda vez consecutiva.
—Pues claro que sí, tonta —farfulló—. Gultter es mi padre.
Mariel Jonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
¡Feliz Navidad!
«¿Me he vuelto loca ya?», se preguntó _____ mientras se miraba en el
espejo grande el baño. En realidad las profundas ojeras, la piel arrugada del
contorno de los ojos tras el patético lloriqueo de la noche anterior y el cabello
despeinado y enredado… no ayudaban mucho a encontrar una respuesta
coherente que despejase sus dudas.
«Vale. Ahora, aparte de loca, también soy fea. Dos puntos extra.» Se sentó
sobre el borde de la bañera mientras esta se llenaba de agua. Necesitaba con
urgencia darse un baño relajante.
Los acontecimientos de la noche anterior la habían dejado aturdida. En
primer lugar, todavía no lograba imaginarse a su aniñado Nicholas acostándose
con aquella chica de la fiesta de no sé quién cuando tenía novia. En segundo
lugar, debería haberle preguntado antes cuál era su apellido. En realidad lo
indicaba en los papeles correspondientes del intercambio, pero no le había
prestado atención y, aunque lo hubiese hecho, no lo habría creído.
Un Gultter… El mimado, rico e imbécil hijo del famoso matrimonio Gultter.
El padre, dueño de una de las mayores empresas del mundo. La madre, una de
las abogadas más prestigiosas de toda Europa. _____ se abofeteó a sí misma,
intentando despertar así de aquel confuso sueño. Pero no pasó nada. Siguió allí,
absorta, escuchando el sonido del agua caer conforme la bañera se iba
llenando.
Por otra parte, empezaba a entender cómo y dónde había crecido
Nicholas. Ahora todo tenía sentido, porque, claro, no era solo Nicholas, sino Nicholas
Gultter. Esa última palabra lo cambiaba todo de un modo radical.
Se desvistió, cerró el grifo y se sumergió en el agua. Respiró hondo,
relajándose. Inclinó la cabeza hacia atrás, hundiéndola hasta mojarse todo el
pelo. Innumerables pensamientos volvieron a invadir su mente.
De todos modos a ella le daba igual quién era Nicholas. Le importaba lo que
había vivido con él, ni más ni menos. Y, si él había terminado engañando a su
novia, que era una amiga e iba a su misma clase, ¿cómo podrían mantener ellos
una relación a distancia? Se iría con otra a la primera de cambio, seguro. _____
no quería pasarlo mal, no deseaba hundirse por las noches en el sofá del
comedor, al lado de su simpático amigo helado de chocolate, mientras
recitaba una vez tras otra los diálogos de Romeo y Julieta y se preguntaba,
angustiada, qué estaría haciendo Nicholas. Porque su paranoica mente se lo
indicaría enseguida: estaría… con otra.
Exhaló aire por la nariz con la cabeza sumergida en el agua, un montón
de burbujas pequeñas subieron a la superficie. Después volvió a sacar la cabeza
y encontró fuerzas para echarse un poco de champú y frotarse el cabello sin
demasiadas ganas. Llamaron a la puerta del baño.
—¡_____!
Era el traidor. Fingió que acababa de quedarse sorda.
—_____, sé que estás ahí —prosiguió él—. ¿Puedo pasar?
—¡NO!
Esta vez sí contestó, porque no recordaba si había puesto el pestillo y
temía que él entrara sin demasiados miramientos. Por si acaso, corrió la cortina
de la bañera.
—¿Por qué no?, ¿qué estás haciendo?
—Duchándome.
—Ah, vale. —Nicholas bajó el tono de voz—. Pues te espero en la puerta
hasta que termines.
_____ resopló. La estaba acorralando. Claro que ella le había evitado en
numerosas ocasiones. La noche anterior, tras descubrir que el empresario Gultter
era su padre, había corrido despavorida hasta su habitación y se había
encerrado allí a cal y canto, tal como había hecho también esa misma
mañana. Solo salió —a toda prisa— cuando escuchó la voz de Nicholas y advirtió
que este se encontraba en la planta baja de la casa. Ahora él no pensaba
dejarla escapar otra vez, y comportándose como un hippie en la acción de
manifestarse, había decidido hacer una sentada frente a la puerta del baño;
solo le faltaba una pancarta reivindicativa que dijese: «_____, ¡deja de huir! El
pueblo te necesita». Total, viviendo ambos entre las mismas cuatro paredes,
poco podría haber hecho por evitarle. Mucho menos teniendo en cuenta que
aquel día era Navidad y celebraban la comida con toda la familia.
Y lo que era aún peor, esa misma noche se darían los regalos. _____ no
quería darle su regalo a Nicholas, lo que realmente deseaba era estampárselo en
la cara y que el golpe le dejase una buena cicatriz. Rió tontamente, sola,
rememorando algunos días atrás, cuando incluso llegó a suponer que Nicholas
sería virgen. ¡Ja! Qué tonta e ingenua era.
Poco después salió de la bañera y se vistió lentamente. Intentó tardar todo
lo posible para desesperar a Nicholas. En efecto, cuando finalmente abrió la
puerta del baño, él la miró con cara de pocos amigos y los brazos cruzados con
ademán protector.
—¿Pensabas celebrar el día de Navidad en el baño o qué? —Ojeó su reloj
de pulsera—. Has tardado más de una hora.
—Puede que sea impuntual, pero no traidora… como otros.
Nicholas notó que un pequeño escalofrío le recorría el cuerpo. Se le puso la
piel de gallina y dio algunos pasos al frente intentando calmar la desagradable
sensación. Eso había sido un golpe bajo por parte de _____.
—¿No podemos hablar sobre el tema? —le preguntó.
—Es Navidad, Nicholas —dijo ella—. Ya hablaremos más tarde, esta noche,
quizá, ahora no es el momento.
Nicholas la miró confuso.
—Entonces… ¿seguimos juntos?
Ella resopló, con el cuerpo ligeramente vuelto en dirección a su
habitación. Se giró una última vez antes de marcharse definitivamente.
—Déjame en paz.
Y desapareció, tras cerrar de golpe la puerta de su habitación. Nicholas se
quedó ahí de pie, extremadamente quieto, como si todo lo que se encontraba
a su alrededor quemase de algún modo misterioso. Después chasqueó los dedos
y una sonrisa maliciosa se apoderó de sus rojizos labios. Bien, vale, pues si _____
no quería ni siquiera escucharle durante unos míseros minutos, él no pensaba
rebajarse más. Además, si supuestamente ya no estaban juntos, ¿importaba
mucho cómo se comportase? Él creía que no. ¿Y qué mejor día para
demostrárselo que durante la comida familiar de Navidad?
Pasadas unas horas, todos se encontraban sentados a la enorme mesa de
madera del comedor. La señora Graham obligó a Marcus a vestirse de un modo
adecuado (o sea: unos vaqueros que no estaban rotos y una camiseta que no
reflejaba su innato amor por la marihuana y que todavía no se había desteñido
por el paso de los siglos). Habían acudido algunos familiares, ante los que Nicholas
se había presentado con elegancia y sofisticación (ya les demostraría más
adelante quién era en realidad). Por una parte estaban los padres de la señora
Graham, un matrimonio de ancianos que parecían odiarse mutuamente: el
señor Rolan y su esposa, Margerot, que era una especie de saco de arrugas con
dos ojos y una enorme nariz aguileña que a Nicholas le daba mala espina.
También había acudido la hermana del señor Graham, que se llamaba
Amber, junto a sus dos extraños hijos gemelos, que tendrían unos catorce años.
Una vez llegaron todos, se acomodaron para comer. _____ evitó
descaradamente la fría mirada que Nicholas le dirigió. Afortunadamente, la
señora Graham había recordado que Nicholas era vegetariano; le había
preparado una ensalada, evitando que comiese pavo como hacían todos los
demás. A Nicholas le gustaba ser la excepción.
—¡Disfrutemos de la comida navideña! —exclamó Abigail, tras servir a
cada uno su plato.
«Eso, mi querida _____, ¡ya verás cuánto vamos a disfrutar!», pensó Nicholas,
y sus ojos grises brillaron traviesos. Pasados unos segundos de silencio, la abuela
de _____ le sonrió y le señaló con uno de sus arrugados dedos.
—Un chico tan guapo como tú tiene que tener novia —comentó.
Era su oportunidad. Nicholas dejó el tenedor y el cuchillo sobre la servilleta y
cruzó elegantemente las manos sobre la mesa.
—No sé qué decirle, señora —contestó, y le dirigió a _____ una mirada
significativa—. ¿Tú qué opinas, _____?, ¿tengo novia?
Ella apretó el cuchillo con las manos, conteniéndose de no lanzárselo a
Nicholas a modo de diana, hasta que los nudillos se le tornaron de un color
blanquecino. Nicholas sonrió con más ganas. Marcus, confundido, les miró.
—Creo que me he perdido algo.
—Sí, te has perdido ciertos detalles del pasado de Nicholas que no tienen
desperdicio —le indicó su hermana con fingida amabilidad.
—Pero ¿el jovencito tiene novia o está buscando? —insistió la abuela—.
Porque yo tengo una amiga, Berta, que ahora es viuda, pero está de buen ver y
prepara unos pastelitos de arándanos deliciosos.
El esposo de Margerot, el señor Rolan, suspiró con desgana.
—¡Marge, por Dios!, que tu amiga tiene setenta años y pesa ciento
cincuenta kilos.
Nicholas tragó saliva despacio y creyó sentir un hormigueo extraño
ascendiendo por todo su cuerpo. Los padres de _____ reían tranquilamente.
—Piénsatelo, Nicholasie; oportunidades así no surgen todos los días.
—Desde luego, señora —contestó apesadumbrado—. Y me llamo Nicholas.
—Ah, pues eso, Nicholas.
_____ fingió que se limpiaba la boca con la servilleta para que nadie
advirtiese la vengativa sonrisilla que cruzaba su rostro de lado a lado.
—No hagas caso a mi mujer, está chiflada —le aconsejó el señor Rolan—.
Quise divorciarme de ella el mismo día en que me casé.
—¡Papá! —se quejó la señora Graham, abochornada.
—Déjale, hija, no tiene arreglo —replicó Margerot—. Siento que tuvieses
que crecer con un padre así, debí haber elegido mejor.
—Y yo siento que vivieses una infancia al lado del demonio —añadió él,
señalando a su mujer con el tenedor.
El señor Graham se removió incómodo en su silla.
—Está bien, ¡ya basta! Os recuerdo que estamos celebrando la Navidad.
El silencio reinó en la mesa durante los siguientes cinco minutos. Nicholas
siguió comiéndose su insípida ensalada mientras miraba a _____ de reojo. Se
preguntaba si, de continuar juntos, terminarían comportándose como sus
abuelos. Casi podía ver reflejado en ellos cómo sería su futuro cincuenta años
después.
La señora Graham parecía seriamente disgustada por los comentarios que
sus padres se dedicaban el uno al otro; prefirió permanecer en silencio.
Nicholas aplastó un trozo de tomate con el tenedor y el jugo salpicó el brazo
de Marcus, que se encogió de hombros y ni siquiera se dignó limpiarse. El inglés
observó asqueado su alrededor; la comida navideña era muy aburrida y se
preguntaba cómo podría hacer que fuese algo más animada. Sonrió poco
después, dirigiéndose al señor Rolan.
—Entonces, ¿por qué se casó con su mujer?
—Porque la dejé preñada… ¡y en qué mala hora!
La anciana le dio un fuerte pisotón, bajo la mesa, y él gimió dolorido. El
señor Graham suspiró apesadumbrado. Los gemelos seguían comiendo en
silencio, y la tía de _____ apenas pestañeaba. Todos los habitantes de la casa
parecían haber muerto en vida.
Nicholas ojeó a _____ mientras ella cortaba distraída un trozo de carne.
Tenía el contorno de los ojos ligeramente arrugado a causa de las numerosas
lágrimas que, seguramente, había derramado la noche anterior. Aun así, pensó
que estaba guapa y casi se asustó cuando advirtió las ganas que tenía de
acariciar sus rosadas mejillas.
—Nicholas, cielo, ¿te has quedado con hambre? —le preguntó Abigail
mostrándole una de sus encantadoras sonrisas.
Él negó con la cabeza. No tenía apetito. Mirar a _____ le quitaba las
ganas de comer; quizá porque a veces pensaba que podría llegar a alimentarse
de la inocencia que emanaba su rostro… Suspiró, melancólico, y sacudió la
cabeza sintiéndose torpe y confuso.
—Yo shi tengo mash hambre, mami —dijo Marcus, con la boca todavía
llena. Algunas migajas de pan revolotearon hasta posarse sobre el mantel rojo.
Nicholas le dedicó una mueca de asco e hizo una complicada reflexión
sobre qué demonios vería Nixie en aquel orangután.
—Ahora sacaré unas galletas de jengibre —respondió Abigail.
Se levantó y empezó a recoger los platos; Nicholas la ayudó en la tarea.
Juntos se dirigieron a la cocina; la señora Graham le tendió una bandeja y le
pidió que colocara en ella las galletas de jengibre. Ella se dedicó a fregar; al
cabo de unos minutos, le miró de reojo de forma significativa.
—¿Os habéis peleado? —preguntó con cierta timidez—. Ayer _____
estaba muy disgustada.
—Yo no le he hecho nada… a ella —repuso, encogiéndose de hombros.
—No te preocupes, cielo, se le pasará. —La señora Graham le palmeó la
espalda con afecto, tras secarse las manos en el delantal—. _____ es
demasiado quisquillosa, seguro que se ha enfadado por cualquier tontería.
En ese mismo instante, _____ entró en la cocina y puso los ojos en blanco.
Se cruzó de brazos, y Marcus, que caminaba a su espalda, chocó contra ella.
—¡Eh!, ¿qué haces ahí parada? Aparta —musitó.
—¿Por qué estáis hablando de mí? —gritó, consternada—. En serio, mamá,
quiero que se marche de esta casa. No lo aguanto más.
—¡_____! ¡No seas maleducada!
Marcus abrió mucho la boca, sorprendido.
—¿Quieres dejarme sin cuñado? ¡Tú no tienes corazón! —Apuntó a su
hermana con un dedo acusador, luego se acercó a Nicholas, que permanecía
quieto y serio como un buen soldado romano, y le rodeó los hombros con el
brazo—. ¡Traidora de sangre!
—Pero ¿qué demonios dices? —_____ frunció el ceño—. ¡Mamá, haz algo!
La señora Graham balbució algunas palabras incomprensibles y
agradeció la llegada de su marido. Dio un paso al frente, desorientada, hasta
situarse a su lado.
—Cariño, diles que no discutan, por favor.
—No discutáis, chicos —murmuró él con voz monótona—. ¿Qué es lo que
os pasa?
_____ le dio una patada a la nevera, cabreada, y todos retrocedieron
para alejarse de la furiosa chica. Ella miró fijamente a Nicholas. Tenía ganas de
llorar.
—¡Te odio! Eres desquiciante e insoportable —le acusó sin piedad—. ¡Y si
mi hermano te apoya es porque no tiene ni idea de todo lo que dices sobre él a
sus espaldas!
Marcus observó de reojo a su compañero, asombrado, y preguntándose si
su hermana decía la verdad. A lo lejos se oyó la voz gritona y aguda de la
abuela de _____, que, al parecer, cantaba un villancico.
—«Canta, ríe, bebe, que hoy es Nochebuena, que en estos momentos no
hay que tener pena…»
Nicholas tragó saliva despacio; los cantares de Margerot no ayudaban en
absoluto. La situación era caótica. Logró enfrentarse a la mirada de Marcus,
pero no fue capaz de negar las palabras de _____. Ella tenía razón, lo más
bonito que le había dedicado hasta el momento eran algunos apelativos sueltos
como «neandertal» o «mendigo». Y ahora se sentía mal, porque extrañamente
había empezado a cogerle cierto cariño a… ese misterioso ser.
—¿Hablas mal de mí, tío? —Marcus le miró apenado, parecía a punto de
llorar—. Joder, colega, con todo lo que yo te defiendo…
—«Dale a la zambomba, dale al violín, dale a la cabeza y canta feliz… Al
chico de mi portera, tera…»
Nicholas cerró los ojos con fuerza. Quería escapar de allí como fuera. Toda
la familia Graham le miraba en silencio, esperando a que dijese algo. Pero se
había quedado mudo. Marcus se apartó de su lado y salió de la cocina
caminando a trompicones. _____ siguió a su hermano. Se oyeron algunas
puertas cerrarse de golpe. La señora Graham se tapó los oídos, procurando no
escuchar el animado canto de su madre, y poco después desapareció también
con la bandeja de galletas de jengibre en las manos. Nicholas se quedó a solas
con el señor Graham, que le miró con indiferencia y se encogió de hombros.
—Esta familia es una mierda —suspiró y apoyó su mano en el hombro de
Nicholas. Parecía no tener fuerzas para seguir viviendo—. En fin, chaval, ¡feliz
Navidad!
Mariel Jonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Excursión al trozo de hielo
Tanto Marcus como _____ habían desaparecido de la comida navideña
cuando Nicholas volvió a sentarse a la mesa. Al parecer, ambos se habían
refugiado en sus respectivas habitaciones. Nicholas soportó durante más de una
hora ciertos comentarios verdes que le dedicaba la abuela de _____, como
«Puedes pasarte por mi casa a visitarme cuando quieras» o «Nicholasie, tú sí que
eres un mozo como Dios manda y no el carcamal este que tengo por esposo». El
inglés asintió ante todas sus palabras. Ya no tenía fuerzas para hacer bromas. Se
había quedado sin inspiración.
Ahora no solo le odiaba _____, sino también Marcus. Miró de lado a la
señora Graham, rogando en silencio que ella todavía no le hubiese dado de
lado. Afortunadamente, Abigail le sonrió con cariño, y él se sintió reconfortado
bajo el brillo de sus amables ojos.
El señor Graham se sirvió un vaso de licor, aprovechando la ocasión
navideña y seguramente deseando olvidar su propia vida. Así pues, cuando los
familiares de _____ se marcharon al fin, Nicholas lo agradeció con creces. Se
disculpó después ante Abigail, indicándole que necesitaba descansar un rato.
Acababa de entrar en su habitación cuando sonó su teléfono. Lo buscó
en el bolsillo de la chaqueta colgada tras la puerta, donde se le había olvidado,
y contestó:
—¿Cómo está mi pequeña coliflor?
Era su madre. Se sentó en la cama, mareado, e intentó sonreír, aunque
sabía que ella no podía verle.
—Bien. —Suspiró—. Feliz Navidad, mamá.
—Igualmente, cariño. —Se oyeron algunas risitas de fondo—. Lo hemos
celebrado en el restaurante italiano que tanto te gusta. Aquí ya es de noche,
supongo que tú acabarás de comer.
—Sí, hace un rato.
—Aja —musitó—. Bueno, ricura, se pone tu padre al teléfono, que quiere
hablar contigo.
Nicholas notó que su estómago daba un vuelco súbito y se llevó una mano a
la barriga. Qué ganas tenía de hablar con su padre. Casi le temblaron las manos
cuando escuchó su voz ronca y segura. El señor Gultter siempre hablaba con
una firmeza arrolladora y era extremadamente persuasivo.
—¿Cómo te va, hijo?
—Digamos que… quizá no sea tan malo como pude pensar al principio.
—Nicholas presionó el teléfono contra su oreja—. ¿Mucho trabajo por ahí?
—Sí, demasiado —contestó—. De todos modos, ya falta poco para que
regreses, así que no te preocupes si no lo pasas tan bien como desearías. Tu
madre y yo tenemos ganas de verte y de que estés en casa.
Nicholas parloteó algo más con su padre sobre temas de negocios antes de
colgar. Tenía la boca seca. Casi no había pensado en ello, pero acababa de
darse cuenta de que le quedaba poco tiempo y de que en apenas unos días
volvería a Londres. Lo suyo con _____ era imposible. De un modo u otro, siempre
estarían separados, ya fuese por sus discusiones, por la diferencia de sus mundos
o porque, sencillamente, vivían en dos continentes diferentes.
Se levantó de golpe cuando _____ abrió la puerta de la habitación y le
miró de arriba abajo con desdén.
—Prepara una mochila con provisiones para dos días —le ordenó.
—¿Qué?
—Nos vamos de acampada.
Nicholas la miró como si estuviese loca de remate, pero a _____ no le
importó. Cerró la puerta de golpe y regresó a su habitación. Tenía la seguridad
de que los dos días siguientes serían los peores de su vida.
Todos los años, el grupo de amigos al completo organizaba una
acampada por navidad. Bordeaban el bosque de la reserva hasta llegar a un
lago que se congelaba en aquellas fiestas y por el cual todos solían resbalar y
caer; les divertía deslizarse por el hielo.
Le había preguntado a su madre si podía dejar a Nicholas en casa, pero ella
había respondido a su amable cuestión con un rotundo no. _____ no quería
imaginar cómo sería convivir con Nicholas… en plena naturaleza. Ya era duro
soportarle entre cuatro paredes.
_____ respiró hondo antes de abrir su armario y comenzar a llenar la
mochila con todo lo que encontraba mínimamente útil. Distinguió el regalo de
Nicholas al fondo, entre montones de ropa, bien escondido. Sintió ganas de
quemarlo, pero se contuvo a tiempo. ¿Cómo podía haberse encariñado de una
persona tan sumamente egoísta? Era cierto que tenía algunos toques dulces y
tiernos, pero no eran suficientes para equilibrar la inmensa balanza, que
terminaba hundiéndose a causa de sus incontables defectos.
Tapó el regalo de Nicholas con una sudadera y se olvidó de él. Sacó un
enorme anorak y toda la ropa de abrigo que pudo. Tres pares de calcetines de
lana, una bufanda, guantes, un gorro blanco de nieve, camisetas interiores…
Los tímidos rayos del sol acunaban el despertar del día, semejando oro
líquido que se derramaba sobre las agitadas hojas de los árboles. El azul cielo
estaba ligeramente adornado con hermosas pinceladas rojizas y anaranjadas
que indicaban el final del amanecer. El viento que soplaba era plácido, sutil y
delicado…
Numerosos jóvenes se encontraban sentados en la cuneta de una
carretera comarcal, al lado del inicio del bosque de la reserva. Habían dejado
atrás el terreno cerrado de la urbanización donde vivían. Nicholas agradeció no
haber despertado del todo todavía, así la situación se le antojaba menos
dolorosa, puesto que aún no era consciente al cien por cien de lo que estaba
ocurriendo.
Apenas a unos metros de distancia, su brother, Charles, lanzaba una
pequeña navaja y la clavaba en la corteza del tronco de un árbol. La cogía de
nuevo y volvía a lanzarla. De buena mañana, a las seis. A Nicholas ya casi nada le
parecía alarmante. Por otra parte, Amy (la visión de su pelo fucsia empeoraba
de buena mañana), Nixie, Cloe y la Chica Cabeza Rapada permanecían
adormiladas sentadas sobre sus propias mochilas. _____ se había alejado de él
a propósito y charlaba sin demasiadas ganas con Gorth. Marcus se encontraba
ocupado escribiendo sobre la tierra seca su propio nombre con un palito de
madera; parecía triste.
—Están tardando demasiado —se quejó Cloe.
Por una vez, Nicholas estaba de acuerdo con ella. No era justo que ya
llevasen allí casi veinte minutos esperando al enorme Evan, más conocido como
Golpes y Sangre, ni mucho menos al estúpido de Matt.
Afortunadamente, no tardaron mucho más en aparecer caminando
carretera arriba. Todos portaban una mochila colgada a la espalda.
Desgraciadamente, a Nicholas no le cabía en una mochila todo lo necesario para
subsistir en medio del bosque, así que él llevaba dos, más una bolsa de tela en la
mano derecha. Esperaba que el camino no fuese demasiado largo.
—Sentimos la tardanza —dijo Matt, respirando con dificultad tras la
carrera.
—No pasa nada. —Charles se guardó la navaja en el bolsillo del
desgastado pantalón vaquero y Nicholas agradeció el gesto en silencio—. Pero
será mejor que nos marchemos ya, así llegaremos al claro a media tarde y
podremos montar las tiendas cuando todavía haya luz.
—Pues, ¡venga, adelante! —rugió Golpes y Sangre.
Formaron una inestable fila y empezaron a internarse en las profundidades
del bosque. Nicholas se sentía extenuado, pues apenas había dormido la noche
anterior. Preparar la mochila no era algo que hiciese así como así. Pasó la tarde
meditando qué llevarse. Aparte de la ropa, se había decantado por un botiquín
de emergencia, entre otras cosas, como antimosquitos, cinco paquetes de
pañuelos, tres linternas —había que ser precavido—, dos cepillos de dientes
nuevos con sus respectivos envases de pasta dentífrica, una almohada plegable
de viaje… y numerosos artilugios más que creyó convenientes para la ocasión,
incluido un juego de sábanas por estrenar.
Verdaderamente, no sabía muy bien qué hacía allí en aquel instante:
apretujado entre numerosas personas —odiaba las multitudes a muerte—, con
_____ a su lado —también creía odiarla— y Matt a un metro de distancia
—sobre el odio hacia este no abrigaba duda alguna—, caminando por el
bosque —como si de un indígena se tratase—, con ganas de traspasarlo para
llegar a un lago congelado —¿qué tenía de interesante ese enorme trozo de
hielo?
Durante la primera media hora de caminata se dedicó a observar y
analizar a los presentes. Charles, su brother, parecía haberse proclamado el líder
del grupo, seguramente porque al no tener ningún tipo de escrúpulos lograba
intimidar al resto; se movía con soltura entre los árboles y partía las ramas cuando
alguna se enganchaba en su chaqueta de cuero. Amy le miraba con
admiración y sacudía de vez en cuando sus coloridos cabellos, que resaltaban
frente a los demás. Cloe y Nixie avanzaban cogidas del brazo, como las mujeres
mayores, posición bastante incómoda a la hora de sortear las piedras o gruesas
raíces que aparecían en medio del sendero. Marcus parecía evitar la presencia
de Nicholas y tenía la vista fija en el suelo, probablemente incluso estuviese
pensando, aunque muy en el fondo a Nicholas le costó creérselo. Se giró hacia
_____, que estaba tras él y había pasado todo el trayecto hablando con Matt.
Trascurridos unos veinte minutos más, descubrió que las conversaciones de
Matt eran más aburridas que pasar una semana en un desierto. Solo. Sin agua.
Hubiese aguantado más tiempo vivo en ese estado que haciendo el esfuerzo de
escucharle. En su mente comenzó una ardua investigación científica: «¿Cómo
lograba _____ no dormirse de pie mientras esa voz parloteaba estupideces de
fondo?». Incógnita de complicada resolución.
—Así que esos son mis planes para el futuro —proseguía Matt—, en cuanto
termine mi segunda novela…
Nicholas le miró de reojo, molesto.
—¿No puedes caminar en silencio? Me estás mareando —se quejó.
—Qué delicado nos ha salido el inglés —respondió Matt con cierto retintín.
—No es necesario ser delicado para odiar tus monótonas conversaciones.
_____ suspiró, y justo en ese momento Matt preguntó sobre la hora del
almuerzo. Quienes iban a la cabeza de la fila comentaron que también ellos
tenían hambre y finalmente lograron ponerse de acuerdo para hacer una corta
parada. Se situaron en una explanada, sentados en círculo sobre el suelo,
mojándose levemente por la humedad de la hierba. Nicholas fue el único que
sacó de su mochila una pequeña toalla de baño y se sentó sobre ella, ante lo
que Matt rió por lo bajo.
—¿Es gracioso el hecho de que no tenga ganas de mojarme el culo?
—preguntó, clavándole sus gélidos ojos grises.
—No. Lo gracioso es que estemos en el campo, de excursión, pero no seas
capaz de mantener un mínimo contacto físico con la naturaleza; algo
verdaderamente hermoso, por cierto —dijo el escritor con media sonrisa en los
labios.
—¿A qué te refieres con la expresión «contacto físico»? ¿Tengo que
tragarme una mosca para estar en contacto físico con la naturaleza o acaso
debo sentarme sobre un montón de mierda para aprender a disfrutarla mejor?
—atacó. Su limitada paciencia se agotaba por momentos. Total, ¿qué más
podía perder? _____ le odiaba, Marcus al parecer también… y apenas faltaban
unos días para que se marchase de nuevo a Londres.
Matt iba a contestar sus palabras, pero Amy se le adelantó e interrumpió la
conversación. Seguramente todos estaban al tanto de la tensión entre los otros
dos, dado que Nicholas había besado a _____ delante del grupo al completo a
sabiendas de lo que Matt sentía por ella.
—Basta, chicos. Que no se siente en el suelo no significa que no ame la
naturaleza. A todos aquí nos encanta, por eso hacemos esta excusión cada año
—aclaró, mostrando sus blanquísimos dientes.
—Sí. Yo la amo mucho —siseó Nicholas. Probablemente solo _____ y Matt
encontraron la ironía que escondían sus palabras.
La odiaba. Nicholas odiaba a muerte la naturaleza. ¡La de cantidad de
gérmenes que se encontraban viviendo en ella! Aquello era como un hotel para
las enfermedades. Bacterias, virus, resfriados, picaduras, infecciones… ¡Pensarlo
se le antojaba doloroso! Odiaba los bichos, desde los gusanos hasta las
tarántulas, detestaba aquella forma tan enclenque que tenían de caminar, de
desplazarse. Las avispas le sacaban de quicio, y eso por no hablar de que
además era terriblemente alérgico a sus picaduras. Pero lo que más odiaba de
todo lo que habitaba en el campo eran los piojos. Pensar que unos diminutos
seres podrían vivir en su cabeza, en su pelo, alimentándose de su valiosa
sangre… le removía el intestino. Tener piojos era para él casi peor que un cáncer.
Era la más temida de las maldiciones. ¡Por todo ello odiaba la naturaleza! Sin
contar, por supuesto, con la presencia del resto de los animales que podían
llegar a rondar por el bosque… prefirió no ahondar en aquel último aspecto.
Sacó de la mochila el bocadillo vegetal que le había preparado la señora
Graham e intentó disfrutar de la comida. _____ le observaba con atención. Y él,
por más que lo desease, no era capaz de probar bocado. Lo había sacado al
aire libre, allí donde múltiples gérmenes ya se habrían instalado agradablemente
sobre el pan, sobre sus deliciosas olivas… invadiéndolo todo. Por ello, cuando
todos habían terminado de almorzar, él solo había dado tres pequeños
mordiscos al bocadillo.
—¡Vamos, come de una vez! —le ordenó Golpes y Sangre, y la dura
mirada de este pareció surtir efecto, pues Nicholas comenzó a devorar su
almuerzo con más ganas.
La excursión prosiguió sin pausa. Nicholas estaba agotado. Y para colmo el
único que hablaba era el pesado de Matt, el resto del grupo caminaba en
silencio. Las horas se tornaron eternas, y los minutos, infinitos. La tensión
acumulada en el ambiente provocaba que se sintiera vulnerable e intimidado.
Marcus no le había dirigido la palabra ni una sola vez durante todo el trayecto,
aspecto que comenzaba a preocuparle de veras. Por otra parte, _____ le
dejaba de lado y centraba toda su atención en Matt. Nicholas intentó hacerse un
hueco entre los dos.
—_____, ¿dónde dormiremos nosotros? —le preguntó—. No he traído
tienda de campaña.
—La lleva Marcus —respondió ella secamente.
—Entonces… ¿eso significa… que dormimos con Marcus?
—Felicidades, has acertado.
_____ le sonrió falsamente. Nicholas tembló. Dormir con ambos hermanos
sería francamente… peligroso.
—Y, _____, si estáis muy apretados, en mi tienda cabes —añadió Matt.
Nicholas sintió unas ganas tremendas de matarle. Entornó los ojos e intentó
no desesperarse.
—Sí, puede que sea una buena opción —le respondió ella, palmeándole
la espalda.
Nicholas cerró los puños con fuerza e intentó seguir los pasos de la fila. Algo
extraño comenzaba a bullir en su interior. Estaba cansado de tanta tontería. El
enfado de _____ había ido demasiado lejos. Se inclinó hasta rozar la oreja de la
chica con sus labios.
—¿Podemos hablar un momentito? —le susurró.
—No, ahora no —le espetó _____, y se sacudió la melena hacia atrás—.
Quizá luego, cuando acampemos.
—Me estás sacando de quicio —le avisó Nicholas.
—Paciencia…
La voz de _____ denotaba cierta diversión ante la situación, cosa que a
Nicholas no le hacía ninguna gracia.
—«Paciencia» es una palabra que en mi vocabulario se encuentra en
peligro de extinción.
—Como sigas así el que va a estar en peligro de extinción eres tú
—concluyó ella.
Montar las tiendas de campaña no fue tarea fácil. Era la primera vez que
Nicholas hacía una excursión de aquel tipo y le sorprendió la soltura del grupo a la
hora de organizarse. Charles llevaba la voz cantante y daba algunas órdenes de
vez en cuando, mientras que Golpes y Sangre podía hundir las piquetas en la
dura tierra sin la necesidad de tener un martillo, aspecto bastante útil. El único
que le sonreía de vez en cuando era Gorth. A Nicholas le tranquilizaba su
presencia.
Una vez su tienda estuvo bien montada, Nicholas entró en ella. Lo primero
que pensó fue que sería complicado que consiguiese dormir bajo la dudosa
seguridad de tres capas de tela fina. La segunda idea que acudió a su mente
fue que definitivamente no deseaba que _____ terminase compartiendo la
tienda con Matt, pues el aspecto de su interior se le antojaba extrañamente…
íntimo.
Se puso nervioso cuando Marcus entró. En aquel reducido espacio no
podía evitar su mirada sin que se notase en exceso, así que pensó que había
llegado la hora de enfrentarse a él y pagar por sus actos.
—Marcus… —comenzó a decir, nervioso—. Lo que dijo tu hermana era
verdad.
—Eso ya lo sé —contestó el otro, mientras guardaba su paquete de
tabaco de liar en un bolsillo del extremo de la tienda.
—Lo que quiero decir es que… lo siento —admitió—. Puede que seamos
muy diferentes, pero nos compenetramos bien. El problema es que no pensaba
lo mismo al principio, no te conocía lo suficiente.
Un silencio tenso se adueñó de la tienda. Nicholas tosió, incómodo. Marcus
sonrió lentamente y poco después lo asfixió entre sus brazos. Las rastas de Marcus
le arañaban la piel de las mejillas, pero permaneció muy quieto aceptando el
abrazo del Mendigo.
—¡Te perdono, tío! —exclamó Marcus, la mar de feliz. Lo soltó poco
después, dejándole exhausto—. ¡Y ahora celebremos nuestra amistad con un
porrete!
Nicholas rió, cosa que le extrañó hasta a sí mismo y esperó mientras Marcus
liaba con maestría aquel cigarro de hierbas medicinales. Ambos permanecieron
en el interior de la tienda mientras escuchaban el ajetreo que el resto armaba
fuera. Nicholas no fumó, pero la humareda que le envolvía comenzó a marearle.
Suspiró, colocando su almohada plegable sobre el suelo y extendiendo las
sábanas nuevas.
—¿Sabes? Tu hermana pretende dormir con Matt —le informó a Marcus.
Marcus abrió mucho los ojos, sorprendido, al parecer.
—¡Ni de broma! Yo no quiero cambiar de cuñado —se quejó, como un
niño pequeño—. Le pediré a Matt que me deje dormir en su tienda y así _____
tendrá que dormir aquí, ¿no crees, chaval?
Nicholas sonrió travieso. Por supuesto que lo creía. Probablemente aquella
era una de las mejores ideas que Marcus había tenido en toda su vida.
Mariel Jonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Oh my god!! jajaja ay nicholas te netes en problemas todo el tiempo jajaj y es verdad ya se va a termibar :( ....pero seguila por fis y sii ame como quedo el foro!!! jajaj seguila besos ame los capitulis !! ;) vesoos love U!! <3
SmileJonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
HOLA, ME HA ENCANTADO TODO QUIERO MAS Y MAS ME ENCATA ESTA NOVELA, DISCULPA POR NO PASAR ANTES PERO LA ESCUELA ME TRAE HASTA EL FUL :(
MissKeynes96
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
Soiguelaaa me encanto muajajajxD ese marcus es muy lidnoo jajaaja y aaw mi rayis esta sentida! Pobre siguela sip! Y ese Nick ya se va :'(
Pao Jonatica Forever :3
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
La hermandad marihuanera
—Tío… pedazo submarino —comentó Charles mientras entraba en la
tienda y procuraba divisar entre la humareda los rostros de los otros dos—. Se
sale, chaval.
—Ya te digo. —Marcus le dio otra calada al porro—. ¿Quieres?
Nicholas negó con la cabeza.
—Estoy ocupado ahora mismo… intentando no ahogarme.
—Ja, ja, ¡es la hostia este inglés! —exclamó Charles, antes de que Marcus
le pasase el canuto—. Joder, qué calor, dejadme espacio que voy a quitarme la
chupa.
—¿La chupa? —preguntó Nicholas.
—Sí, brother, la chaqueta.
—Ah, entiendo.
El humo era denso. El olor a marihuana impregnaba sus fosas nasales,
dejándole exhausto. Se sentía mareado. A pesar de no haberle dado ni una sola
calada al porro, le empezó a entrar la risa tonta. Marcus ya se estaba liando el
segundo.
—Me encantan estas excusiones —comentó—. Todos aquí, con la
naturaleza…
—… con la naturaleza en los pulmones. —Charles soltó una brusca
carcajada.
—Suena todo muy… místico —opinó Nicholas.
—Ya ves, tío. —Charles se acomodó más, cruzando las piernas al estilo
indio—. Esto es espiritual.
Nicholas no estaba seguro de si hacer un submarino de marihuana en una
tienda de campaña era una hazaña espiritual, pero tampoco le importaba
demasiado. Marcus le había perdonado. Era un primer paso importante.
Observó cómo el Mendigo se encendía el segundo canuto.
—¿Sabes lo que ha pasado, colega? Que el idiota de Matt quiere quitarle
la novia a mi cuñao.
—Sí, va, ¿qué me cuentas, tío?, ¿en serio?
Nicholas escuchó con atención la conversación de los otros dos.
—Sí, solo porque se han peleado ya le ha dicho a _____ que duerma con
él.
—¡Será mamón! —Charles alzó un puño—. Eh, brother, si quieres yo le pego
dos hostias.
Nicholas consideró la oferta. No estaba seguro de que enviar a un matón
fuese su mejor opción si quería que _____ le perdonase. Así que negó con la
cabeza repetidamente.
—¿No? —Charles le miró decepcionado—. Joder, ¡con las ganas que le
tengo a esa nenaza!
Su brother parecía triste por no haber obtenido permiso de Nicholas para
descargar su furia sobre otra persona. Se mostró pensativo unos instantes y luego
se echó a reír.
—Esta noche podríamos darle un buen susto a Cloe, que seguro que se
muere de miedo —apuntó—. Y a Nixie…
—Oye, a Nixie no me la toques —le interrumpió Marcus.
Un silencio incómodo invadió la tienda. Se oía a lo lejos la brutal voz de
Golpes y Sangre; era aterrador aun a distancia. Entonces Nicholas, en medio de la
confusión que generaba aquel submarino, reparó en algo. Se giró hacia Marcus.
—¿Te gusta Nixie?
—Un poquitín. —Rió como un chiquillo.
Charles le dio una palmada en la espalda como buen camarada que era
y, emocionado, le dijo:
—Joder, brother, nos hacemos mayores… Qué bonito es todo esto.
Nicholas sonrió abiertamente. Ya sabía cómo agradecerle a Marcus su
innata solidaridad. Hablaría con Nixie en cuanto tuviese la mínima oportunidad.
Sintió un pequeño escalofrío al imaginarse a los dos juntos, pero no le costó
demasiado pensar en otra cosa y olvidar la imagen que había trazado en su
cabeza. Era complicado fantasear con la idea de que Marcus tenía novia.
—Eh, entonces, ¿qué coño hacemos al final con la nenaza? —insistió
Charles, que al parecer tenía unas ganas incontrolables de hacer el mal contra
Matt.
—Alejarle de _____ —musitó Nicholas, y casi le sorprendió su propia
determinación.
—Vale. Yo me pegaré a mi hermana como una lapa. —Marcus rió de
nuevo—. Y tú, Charles, intenta molestar un poco a Matt.
—Tranquilo. —Sonrió malévolo; a Nicholas casi le daba miedo—. Esa es… mi
especialidad.
Cuando salieron de la tienda, Nicholas se tambaleó y estuvo a punto de
tropezar con dos piquetas. El aire puro le pilló de improviso; se sentía como si
llevase varias semanas viviendo bajo tierra. Se frotó la cara con desgana y luego
buscó a _____ con la mirada. Le agradó descubrir que se encontraba junto a
Amy, hablando tranquilamente.
—¿Y dónde está la nena? —preguntó Charles, refiriéndose a Matt.
Nicholas observó cómo su brother acariciaba sobre la tela la navaja que
guardaba en el bolsillo. Tragó saliva despacio. Se convenció de que no era
posible que estuviera tan sumamente loco.
Gorth se acercó hasta ellos mientras devoraba con calma una
chocolatina. Les sonrió. Siempre parecía extremadamente tranquilo, y eso a
Nicholas le gustaba.
—¿Cómo va eso, chicos?
—Aquí estamos —Charles se encogió de hombros—, vamos a hundir a
Matt, ¿te unes a nuestra hermandad?
—¿Qué? —Gorth les miró sin comprender. Fue una pena que se
despistase, porque, justo en ese instante de profunda ignorancia, Marcus le quitó
un buen trozo de la chocolatina y se marchó corriendo con el botín hasta donde
se encontraba su hermana, se sentó a su lado y se pegó a ella cual mejillón, tal
como había prometido.
—¡Será…! ¡Marcus, esta te la guardo! —le gritó, girándose. Pero era tarde,
no había nada que hacer. Marcus se había metido todo el chocolate en la
boca de una sola vez. Nicholas temió que terminara atragantándose y
asfixiándose—. Bueno, ¿qué narices decíais sobre la hermandad de no sé qué?
—¡Es verdad, colega, aún no nos hemos puesto nombre! —Charles alzó
una mano, consternado—. Vale, ya lo tengo, seremos la Hermandad
Marihuanera, en honor al momento de la creación del grupo.
Nicholas le miró fijamente. ¿Lo decía en serio? Él, Nicholas Gultter, uno de los
líderes fundadores de… la Hermandad Marihuanera. Intentó no reír. Su brother
parecía emocionado con la idea del nombre.
Cosas inexplicables
Dicen que en la vida ocurren cosas inexplicables. El hecho de que él se
hubiese enamorado de _____ formaba parte de la lista. No había modo alguno
de entender cómo había terminado inmerso en una situación tan descabellada.
Cuando llegó a Estados Unidos jamás lo habría imaginado.
Y ahora la necesitaba. Los seres humanos se aferran con fuerza y facilidad
a otras personas. Cuesta mucho más olvidarlas que quererlas. Nicholas tenía una
idea clara que palpitaba en su mente: no deseaba olvidar a _____. Por mucho
que todo le indicase que era lo que debía hacer. Él se marcharía en unos días y
estarían separados, no podrían verse durante largas temporadas, y hasta la
fecha _____ le odiaba. Había descubierto que él no era un príncipe azul, a
diferencia de Nicholas, que acababa de descubrir que ella sí era su princesa.
La observó desde lejos. Estaba sentada sobre la fina hierba del claro del
bosque, apoyada sobre el tronco de un árbol. Reía. Cuando reía estaba guapa,
porque sus facciones se suavizaban. Nicholas siempre sentía ganas de acariciar sus
rosadas mejillas…
Se sobresaltó cuando Charles le dio una brusca palmada en la espalda.
—No te desanimes, brother. El plan sigue en pie —le dijo, sonriéndole.
Nicholas le devolvió la sonrisa, agradecido. Empezaba a entender que
existían ciertas personas que a veces hacían favores sin esperar recibir nada a
cambio. Le extrañaba esa actitud, pero con el paso del tiempo había ido
asimilándola.
Las horas se le antojaban lentas y misteriosamente densas, como si el
tiempo se hubiese materializado en un enorme pastel de chocolate tan
empalagoso que era imposible de comer. _____ no parecía reparar en su
actitud y danzaba alegremente de un lado a otro, seguida de cerca por su
hermano (y guardaespaldas temporal).
—¿Por qué demonios me persigues, Marcus? ¡Largo! —le gritó. Empezaba
a molestarse.
Marcus se encogió de hombros.
—Eres mi hermana… Me gusta estar… contigo.
—¡Vamos!, pero ¿qué te ocurre? Estás muy raro, en serio. —Se cruzó de
brazos y le inspeccionó de los pies a la cabeza como si con ello fuese a descubrir
el secreto que guardaba—. Desaparece, no pienso repetírtelo.
Marcus ignoró todas sus súplicas y continuó pegado a ella como un buen
mejillón. Estaba cumpliendo una misión. Nicholas quiso aplaudirle, pero hubiese
sido algo poco discreto. Matt parecía contento tras saber que ellos estaban
peleados y pasaba el rato contándole su aburrida vida a una paciente _____.
—Tómatelo con calma —le aconsejó Gorth, cuando pasó por su lado y
advirtió que Nicholas comenzaba a desesperarse.
El inglés asintió, no muy convencido. Matt tenía complejo de pulpo y
arrastraba sus tentáculos hasta terminar tocando siempre a _____. A Nicholas le
importaba poco que Matt solo le rozase el hombro o la agarrase de la cintura,
sencillamente no quería que tocase ni un solo pelo de su cabeza. Respiró hondo.
Quizá el submarino de marihuana que habían montado en la tienda horas atrás
le había dejado tonto de por vida. Esperaba que las secuelas fuesen reparables.
Finalmente, decidió acercarse hasta donde _____ se encontraba. Y se
quedó allí, muy quieto, escuchando a Matt y mirando a Marcus de reojo.
—… Lo que intento decir es que está demostrado que un niño que crece
con falta de afecto siempre tendrá problemas. Ningún psicólogo puede reparar
el pasado de las personas; las vivencias dejan huellas que no pueden ser
borradas. Sería fantástico que la ciencia avanzara lo suficiente como para
hacer que los humanos olvidasen partes desagradables de sus vidas, todos
seríamos mucho más felices.
Nicholas parpadeó confundido y miró fijamente a Matt. Este permanecía
serio y sereno. El inglés estalló en una sonora carcajada y le señaló con el dedo
índice.
—¿Esta conversación es real? —Nicholas miró a su alrededor, casi
esperando encontrar una cámara oculta en el recoveco de algún árbol. Estaba
seguro de que se trataba de una broma televisiva o algo por el estilo. Matt no
podía estar martirizando a la pobre _____ con sus traumas infantiles en plena
acampada. Aquello era demasiado.
Marcus rió con gesto lelo.
—No sé, yo hace media hora que he dejado de escucharle… —opinó,
distraído.
—No me extraña. Yo también voy a fingir que me he quedado sordo, es el
único modo de sobrevivir mientras él esté cerca —explicó, señalando a un
enfadado Matt.
_____ intentó no reír. Odiaba que las palabras de Nicholas le hiciesen
gracia, pero no podía dejar de admitir que las conversaciones de su amigo
conseguían adormirla de una forma extraña. Se propuso gritarle a Nicholas que
tuviese un poco más de respeto, pero cuando abrió la boca no pudo evitar que
una brusca carcajada reemplazase sus palabras. De modo que Matt se marchó
de allí enfurecido y se internó entre los frondosos árboles que bordeaban el
claro. Nicholas le señaló divertido.
—¡Eso, corre, a ver si encuentras un oso y haces nuevos amigos!
_____ agradeció que Matt ya estuviese lo suficientemente lejos como
para no escucharle. Le propinó un manotazo a Nicholas.
—¡No seas tan cruel!
—¡Pero si tú también te has reído! —le recordó.
—Yo… necesito otro porrito… —confesó Marcus, antes de desaparecer y
dejarles a solas.
Se miraron fijamente durante unos instantes eternos. _____ no sabía si
debía reír o llorar, tenía serias dudas al respecto. Esperó pacientemente hasta
que Nicholas se dignó decir algo.
—¿Ahora ya podemos hablar? —preguntó inseguro.
_____ no contestó con palabras, pero asintió despacio con la cabeza.
Nicholas alargó la mano, casi temblando, hasta que encontró sus dedos pequeños
y los enroscó lentamente entre los suyos. _____ tenía la piel muy fría, y sonrió
tímidamente. Él se armó de valor para dar un paso tras otro, tirando suavemente
de _____, hasta llegar a la tienda de Marcus. Descorrió la cremallera y le indicó
que entrase.
Se acomodaron sobre las esterillas y algunas mantas arrugadas. A pesar
de que cada uno se había sentado en un extremo, gracias al espacio reducido
de la tienda estaban muy juntos. Nicholas suspiró. ¿Qué tenía qué decir? Lo había
olvidado. En realidad se había pasado la noche anterior memorizando un
discurso bonito y extremadamente sensiblero, pero ninguna de las palabras que
había planeado acudían ahora a su mente. Se había quedado en blanco.
—¿Y bien? —_____, cruzada de brazos y sentada al estilo indio, parecía
impaciente por escuchar su discurso.
Nicholas respiró hondo.
—Esto… Yo creo que… —balbució—. Bueno, es que yo… claro, ya sabes…
¿me entiendes, verdad? Era lo que quería decir…
—¿Qué? —Ella le observó divertida. Obviamente no había entendido
nada.
—¡Pues eso, _____! ¿Qué más quieres que te diga? Si no puedes
comprenderme… Era eso… y tal… —Se miró las manos, confuso. Estaba
sudando a pesar del horrible frío que hacía.
—Nicholas… ¿cómo quieres que te entienda si aún no has dicho nada
coherente?
Él alzó la vista y se perdió en el mar azul de sus ojos. Había vida en ellos.
Había transparencia. Todo estaba en su sitio, todo tenía su lugar. ¿No había
dicho nada coherente? Quizá _____ tenía razón, porque no recordaba las
palabras que acaba de pronunciar, se sentía demasiado intranquilo. Se asustó:
podía oír incluso los latidos de su corazón. Empezaba a molestarle el tenso
silencio. Cogió mucho aire de golpe.
—_____, ¿entiendes que… te quiero?
Más y más silencio. Ambos en un mundo paralelo, lejos de todos los
demás. _____ tragó saliva despacio y advirtió que estaba a punto de llorar.
—Sí.
—Entonces lo entiendes todo —concluyó Nicholas.
Sonrieron. Él se acercó despacio hacia ella. Alzó un dedo en lo alto y,
extrañado por sus propios actos, acarició con lentitud las lágrimas que se
escurrían por su rostro. Incluso llorando estaba guapa, ¿era eso posible?
Probablemente influía lo que sentía por ella.
—No llores —le susurró—. Llorar… está mal.
—¿Quién te ha dicho algo así? —_____ encontró sus ojos grises e intentó
que no le temblase el labio inferior al hablar.
—Mi padre —contestó, hablando muy bajito—. No hay que llorar, ¿por
qué lo haces?
_____ respiró hondo. Tenía mocos y agradeció que Nicholas se sacase un
pañuelo limpio del bolsillo y le limpiase con delicadeza.
—¿No te da asco? —preguntó ella.
—Un poquito. —Él le sonrió—. Pero después de mis propios mocos, los tuyos
son los que menos asco me dan del mundo.
—Oh, ¡qué bonito, Nicholas!
_____ le abrazó entre risas. Comenzó a llorar con más intensidad. Él
procuró no caer hacia atrás, dado que _____ se había tirado sobre él con todas
sus fuerzas, y ahora su piernas rodeaban la cintura de Nicholas y ya no había
espacio entre los dos siquiera para respirar. Cerró los ojos, con el rostro escondido
entre sus cabellos, y durante unos segundos creyó encontrarse en medio del
océano, al vaivén de las olas relajantes. Despertó de aquel trance al escuchar
de nuevo los sollozos de _____.
—Pero ¿por qué lloras?
—Porque tengo miedo.
—¿De qué tienes miedo? —preguntó, y besó con ternura su cuello.
—De ti.
Nicholas sintió un pequeño escalofrío recorrer todo su cuerpo.
—Yo… no te haré daño.
—Eso dicen todos.
_____ se separó un poco de él, rompiendo aquel abrazo, para poder
mirarle fijamente.
—Si engañaste a esa otra chica, ¿por qué no harías lo mismo conmigo?
—Porque no eres ella.
—¿Eso es todo?
—El todo lo eres tú, _____.
Cerró los ojos y se calmó cuando los labios de ella rozaron despacio los
suyos. Aguantó las ganas de sonreír para poder sentir plenamente el contacto
de aquel beso. _____ besó después la punta de su nariz, sus mejillas, la frente y
bajó por la barbilla hasta saborear delicadamente uno de sus hombros. Nicholas
se estremeció y la abrazó más fuerte. Temía hacerle daño, temía presionar
demasiado su cintura. Se concentró en escuchar la acelerada respiración de
_____. Empezaba a sentir que no podría quedarse quieto como una roca
durante mucho más tiempo, así que acogió el rostro de _____ entre las manos y
la obligó a mirarle.
—Esta noche dormiré contigo —le dijo ella, sonriéndole.
—¿Esta noche? —Nicholas torció el gesto—. ¿Por qué no ahora?
—Son las dos del mediodía. —_____ ojeó confusa su reloj.
—Podemos dormir… la siesta.
No le dio tiempo a responder. Nicholas la tumbó sobre las mantas y cogió
una de ellas, tapándoles a los dos. La abrazó y apoyó la cabeza en su pecho.
Tiritó.
—_____, tengo frío.
—Eres como un bebé.
_____ rió y le frotó con una mano la espalda, infundiéndole calor. Nicholas
sonrió agradecido ante sus mimos. Advirtió el resultado de la charla y su corazón
palpitó alegre. Estaba perdonado.
—Tío… pedazo submarino —comentó Charles mientras entraba en la
tienda y procuraba divisar entre la humareda los rostros de los otros dos—. Se
sale, chaval.
—Ya te digo. —Marcus le dio otra calada al porro—. ¿Quieres?
Nicholas negó con la cabeza.
—Estoy ocupado ahora mismo… intentando no ahogarme.
—Ja, ja, ¡es la hostia este inglés! —exclamó Charles, antes de que Marcus
le pasase el canuto—. Joder, qué calor, dejadme espacio que voy a quitarme la
chupa.
—¿La chupa? —preguntó Nicholas.
—Sí, brother, la chaqueta.
—Ah, entiendo.
El humo era denso. El olor a marihuana impregnaba sus fosas nasales,
dejándole exhausto. Se sentía mareado. A pesar de no haberle dado ni una sola
calada al porro, le empezó a entrar la risa tonta. Marcus ya se estaba liando el
segundo.
—Me encantan estas excusiones —comentó—. Todos aquí, con la
naturaleza…
—… con la naturaleza en los pulmones. —Charles soltó una brusca
carcajada.
—Suena todo muy… místico —opinó Nicholas.
—Ya ves, tío. —Charles se acomodó más, cruzando las piernas al estilo
indio—. Esto es espiritual.
Nicholas no estaba seguro de si hacer un submarino de marihuana en una
tienda de campaña era una hazaña espiritual, pero tampoco le importaba
demasiado. Marcus le había perdonado. Era un primer paso importante.
Observó cómo el Mendigo se encendía el segundo canuto.
—¿Sabes lo que ha pasado, colega? Que el idiota de Matt quiere quitarle
la novia a mi cuñao.
—Sí, va, ¿qué me cuentas, tío?, ¿en serio?
Nicholas escuchó con atención la conversación de los otros dos.
—Sí, solo porque se han peleado ya le ha dicho a _____ que duerma con
él.
—¡Será mamón! —Charles alzó un puño—. Eh, brother, si quieres yo le pego
dos hostias.
Nicholas consideró la oferta. No estaba seguro de que enviar a un matón
fuese su mejor opción si quería que _____ le perdonase. Así que negó con la
cabeza repetidamente.
—¿No? —Charles le miró decepcionado—. Joder, ¡con las ganas que le
tengo a esa nenaza!
Su brother parecía triste por no haber obtenido permiso de Nicholas para
descargar su furia sobre otra persona. Se mostró pensativo unos instantes y luego
se echó a reír.
—Esta noche podríamos darle un buen susto a Cloe, que seguro que se
muere de miedo —apuntó—. Y a Nixie…
—Oye, a Nixie no me la toques —le interrumpió Marcus.
Un silencio incómodo invadió la tienda. Se oía a lo lejos la brutal voz de
Golpes y Sangre; era aterrador aun a distancia. Entonces Nicholas, en medio de la
confusión que generaba aquel submarino, reparó en algo. Se giró hacia Marcus.
—¿Te gusta Nixie?
—Un poquitín. —Rió como un chiquillo.
Charles le dio una palmada en la espalda como buen camarada que era
y, emocionado, le dijo:
—Joder, brother, nos hacemos mayores… Qué bonito es todo esto.
Nicholas sonrió abiertamente. Ya sabía cómo agradecerle a Marcus su
innata solidaridad. Hablaría con Nixie en cuanto tuviese la mínima oportunidad.
Sintió un pequeño escalofrío al imaginarse a los dos juntos, pero no le costó
demasiado pensar en otra cosa y olvidar la imagen que había trazado en su
cabeza. Era complicado fantasear con la idea de que Marcus tenía novia.
—Eh, entonces, ¿qué coño hacemos al final con la nenaza? —insistió
Charles, que al parecer tenía unas ganas incontrolables de hacer el mal contra
Matt.
—Alejarle de _____ —musitó Nicholas, y casi le sorprendió su propia
determinación.
—Vale. Yo me pegaré a mi hermana como una lapa. —Marcus rió de
nuevo—. Y tú, Charles, intenta molestar un poco a Matt.
—Tranquilo. —Sonrió malévolo; a Nicholas casi le daba miedo—. Esa es… mi
especialidad.
Cuando salieron de la tienda, Nicholas se tambaleó y estuvo a punto de
tropezar con dos piquetas. El aire puro le pilló de improviso; se sentía como si
llevase varias semanas viviendo bajo tierra. Se frotó la cara con desgana y luego
buscó a _____ con la mirada. Le agradó descubrir que se encontraba junto a
Amy, hablando tranquilamente.
—¿Y dónde está la nena? —preguntó Charles, refiriéndose a Matt.
Nicholas observó cómo su brother acariciaba sobre la tela la navaja que
guardaba en el bolsillo. Tragó saliva despacio. Se convenció de que no era
posible que estuviera tan sumamente loco.
Gorth se acercó hasta ellos mientras devoraba con calma una
chocolatina. Les sonrió. Siempre parecía extremadamente tranquilo, y eso a
Nicholas le gustaba.
—¿Cómo va eso, chicos?
—Aquí estamos —Charles se encogió de hombros—, vamos a hundir a
Matt, ¿te unes a nuestra hermandad?
—¿Qué? —Gorth les miró sin comprender. Fue una pena que se
despistase, porque, justo en ese instante de profunda ignorancia, Marcus le quitó
un buen trozo de la chocolatina y se marchó corriendo con el botín hasta donde
se encontraba su hermana, se sentó a su lado y se pegó a ella cual mejillón, tal
como había prometido.
—¡Será…! ¡Marcus, esta te la guardo! —le gritó, girándose. Pero era tarde,
no había nada que hacer. Marcus se había metido todo el chocolate en la
boca de una sola vez. Nicholas temió que terminara atragantándose y
asfixiándose—. Bueno, ¿qué narices decíais sobre la hermandad de no sé qué?
—¡Es verdad, colega, aún no nos hemos puesto nombre! —Charles alzó
una mano, consternado—. Vale, ya lo tengo, seremos la Hermandad
Marihuanera, en honor al momento de la creación del grupo.
Nicholas le miró fijamente. ¿Lo decía en serio? Él, Nicholas Gultter, uno de los
líderes fundadores de… la Hermandad Marihuanera. Intentó no reír. Su brother
parecía emocionado con la idea del nombre.
Cosas inexplicables
Dicen que en la vida ocurren cosas inexplicables. El hecho de que él se
hubiese enamorado de _____ formaba parte de la lista. No había modo alguno
de entender cómo había terminado inmerso en una situación tan descabellada.
Cuando llegó a Estados Unidos jamás lo habría imaginado.
Y ahora la necesitaba. Los seres humanos se aferran con fuerza y facilidad
a otras personas. Cuesta mucho más olvidarlas que quererlas. Nicholas tenía una
idea clara que palpitaba en su mente: no deseaba olvidar a _____. Por mucho
que todo le indicase que era lo que debía hacer. Él se marcharía en unos días y
estarían separados, no podrían verse durante largas temporadas, y hasta la
fecha _____ le odiaba. Había descubierto que él no era un príncipe azul, a
diferencia de Nicholas, que acababa de descubrir que ella sí era su princesa.
La observó desde lejos. Estaba sentada sobre la fina hierba del claro del
bosque, apoyada sobre el tronco de un árbol. Reía. Cuando reía estaba guapa,
porque sus facciones se suavizaban. Nicholas siempre sentía ganas de acariciar sus
rosadas mejillas…
Se sobresaltó cuando Charles le dio una brusca palmada en la espalda.
—No te desanimes, brother. El plan sigue en pie —le dijo, sonriéndole.
Nicholas le devolvió la sonrisa, agradecido. Empezaba a entender que
existían ciertas personas que a veces hacían favores sin esperar recibir nada a
cambio. Le extrañaba esa actitud, pero con el paso del tiempo había ido
asimilándola.
Las horas se le antojaban lentas y misteriosamente densas, como si el
tiempo se hubiese materializado en un enorme pastel de chocolate tan
empalagoso que era imposible de comer. _____ no parecía reparar en su
actitud y danzaba alegremente de un lado a otro, seguida de cerca por su
hermano (y guardaespaldas temporal).
—¿Por qué demonios me persigues, Marcus? ¡Largo! —le gritó. Empezaba
a molestarse.
Marcus se encogió de hombros.
—Eres mi hermana… Me gusta estar… contigo.
—¡Vamos!, pero ¿qué te ocurre? Estás muy raro, en serio. —Se cruzó de
brazos y le inspeccionó de los pies a la cabeza como si con ello fuese a descubrir
el secreto que guardaba—. Desaparece, no pienso repetírtelo.
Marcus ignoró todas sus súplicas y continuó pegado a ella como un buen
mejillón. Estaba cumpliendo una misión. Nicholas quiso aplaudirle, pero hubiese
sido algo poco discreto. Matt parecía contento tras saber que ellos estaban
peleados y pasaba el rato contándole su aburrida vida a una paciente _____.
—Tómatelo con calma —le aconsejó Gorth, cuando pasó por su lado y
advirtió que Nicholas comenzaba a desesperarse.
El inglés asintió, no muy convencido. Matt tenía complejo de pulpo y
arrastraba sus tentáculos hasta terminar tocando siempre a _____. A Nicholas le
importaba poco que Matt solo le rozase el hombro o la agarrase de la cintura,
sencillamente no quería que tocase ni un solo pelo de su cabeza. Respiró hondo.
Quizá el submarino de marihuana que habían montado en la tienda horas atrás
le había dejado tonto de por vida. Esperaba que las secuelas fuesen reparables.
Finalmente, decidió acercarse hasta donde _____ se encontraba. Y se
quedó allí, muy quieto, escuchando a Matt y mirando a Marcus de reojo.
—… Lo que intento decir es que está demostrado que un niño que crece
con falta de afecto siempre tendrá problemas. Ningún psicólogo puede reparar
el pasado de las personas; las vivencias dejan huellas que no pueden ser
borradas. Sería fantástico que la ciencia avanzara lo suficiente como para
hacer que los humanos olvidasen partes desagradables de sus vidas, todos
seríamos mucho más felices.
Nicholas parpadeó confundido y miró fijamente a Matt. Este permanecía
serio y sereno. El inglés estalló en una sonora carcajada y le señaló con el dedo
índice.
—¿Esta conversación es real? —Nicholas miró a su alrededor, casi
esperando encontrar una cámara oculta en el recoveco de algún árbol. Estaba
seguro de que se trataba de una broma televisiva o algo por el estilo. Matt no
podía estar martirizando a la pobre _____ con sus traumas infantiles en plena
acampada. Aquello era demasiado.
Marcus rió con gesto lelo.
—No sé, yo hace media hora que he dejado de escucharle… —opinó,
distraído.
—No me extraña. Yo también voy a fingir que me he quedado sordo, es el
único modo de sobrevivir mientras él esté cerca —explicó, señalando a un
enfadado Matt.
_____ intentó no reír. Odiaba que las palabras de Nicholas le hiciesen
gracia, pero no podía dejar de admitir que las conversaciones de su amigo
conseguían adormirla de una forma extraña. Se propuso gritarle a Nicholas que
tuviese un poco más de respeto, pero cuando abrió la boca no pudo evitar que
una brusca carcajada reemplazase sus palabras. De modo que Matt se marchó
de allí enfurecido y se internó entre los frondosos árboles que bordeaban el
claro. Nicholas le señaló divertido.
—¡Eso, corre, a ver si encuentras un oso y haces nuevos amigos!
_____ agradeció que Matt ya estuviese lo suficientemente lejos como
para no escucharle. Le propinó un manotazo a Nicholas.
—¡No seas tan cruel!
—¡Pero si tú también te has reído! —le recordó.
—Yo… necesito otro porrito… —confesó Marcus, antes de desaparecer y
dejarles a solas.
Se miraron fijamente durante unos instantes eternos. _____ no sabía si
debía reír o llorar, tenía serias dudas al respecto. Esperó pacientemente hasta
que Nicholas se dignó decir algo.
—¿Ahora ya podemos hablar? —preguntó inseguro.
_____ no contestó con palabras, pero asintió despacio con la cabeza.
Nicholas alargó la mano, casi temblando, hasta que encontró sus dedos pequeños
y los enroscó lentamente entre los suyos. _____ tenía la piel muy fría, y sonrió
tímidamente. Él se armó de valor para dar un paso tras otro, tirando suavemente
de _____, hasta llegar a la tienda de Marcus. Descorrió la cremallera y le indicó
que entrase.
Se acomodaron sobre las esterillas y algunas mantas arrugadas. A pesar
de que cada uno se había sentado en un extremo, gracias al espacio reducido
de la tienda estaban muy juntos. Nicholas suspiró. ¿Qué tenía qué decir? Lo había
olvidado. En realidad se había pasado la noche anterior memorizando un
discurso bonito y extremadamente sensiblero, pero ninguna de las palabras que
había planeado acudían ahora a su mente. Se había quedado en blanco.
—¿Y bien? —_____, cruzada de brazos y sentada al estilo indio, parecía
impaciente por escuchar su discurso.
Nicholas respiró hondo.
—Esto… Yo creo que… —balbució—. Bueno, es que yo… claro, ya sabes…
¿me entiendes, verdad? Era lo que quería decir…
—¿Qué? —Ella le observó divertida. Obviamente no había entendido
nada.
—¡Pues eso, _____! ¿Qué más quieres que te diga? Si no puedes
comprenderme… Era eso… y tal… —Se miró las manos, confuso. Estaba
sudando a pesar del horrible frío que hacía.
—Nicholas… ¿cómo quieres que te entienda si aún no has dicho nada
coherente?
Él alzó la vista y se perdió en el mar azul de sus ojos. Había vida en ellos.
Había transparencia. Todo estaba en su sitio, todo tenía su lugar. ¿No había
dicho nada coherente? Quizá _____ tenía razón, porque no recordaba las
palabras que acaba de pronunciar, se sentía demasiado intranquilo. Se asustó:
podía oír incluso los latidos de su corazón. Empezaba a molestarle el tenso
silencio. Cogió mucho aire de golpe.
—_____, ¿entiendes que… te quiero?
Más y más silencio. Ambos en un mundo paralelo, lejos de todos los
demás. _____ tragó saliva despacio y advirtió que estaba a punto de llorar.
—Sí.
—Entonces lo entiendes todo —concluyó Nicholas.
Sonrieron. Él se acercó despacio hacia ella. Alzó un dedo en lo alto y,
extrañado por sus propios actos, acarició con lentitud las lágrimas que se
escurrían por su rostro. Incluso llorando estaba guapa, ¿era eso posible?
Probablemente influía lo que sentía por ella.
—No llores —le susurró—. Llorar… está mal.
—¿Quién te ha dicho algo así? —_____ encontró sus ojos grises e intentó
que no le temblase el labio inferior al hablar.
—Mi padre —contestó, hablando muy bajito—. No hay que llorar, ¿por
qué lo haces?
_____ respiró hondo. Tenía mocos y agradeció que Nicholas se sacase un
pañuelo limpio del bolsillo y le limpiase con delicadeza.
—¿No te da asco? —preguntó ella.
—Un poquito. —Él le sonrió—. Pero después de mis propios mocos, los tuyos
son los que menos asco me dan del mundo.
—Oh, ¡qué bonito, Nicholas!
_____ le abrazó entre risas. Comenzó a llorar con más intensidad. Él
procuró no caer hacia atrás, dado que _____ se había tirado sobre él con todas
sus fuerzas, y ahora su piernas rodeaban la cintura de Nicholas y ya no había
espacio entre los dos siquiera para respirar. Cerró los ojos, con el rostro escondido
entre sus cabellos, y durante unos segundos creyó encontrarse en medio del
océano, al vaivén de las olas relajantes. Despertó de aquel trance al escuchar
de nuevo los sollozos de _____.
—Pero ¿por qué lloras?
—Porque tengo miedo.
—¿De qué tienes miedo? —preguntó, y besó con ternura su cuello.
—De ti.
Nicholas sintió un pequeño escalofrío recorrer todo su cuerpo.
—Yo… no te haré daño.
—Eso dicen todos.
_____ se separó un poco de él, rompiendo aquel abrazo, para poder
mirarle fijamente.
—Si engañaste a esa otra chica, ¿por qué no harías lo mismo conmigo?
—Porque no eres ella.
—¿Eso es todo?
—El todo lo eres tú, _____.
Cerró los ojos y se calmó cuando los labios de ella rozaron despacio los
suyos. Aguantó las ganas de sonreír para poder sentir plenamente el contacto
de aquel beso. _____ besó después la punta de su nariz, sus mejillas, la frente y
bajó por la barbilla hasta saborear delicadamente uno de sus hombros. Nicholas
se estremeció y la abrazó más fuerte. Temía hacerle daño, temía presionar
demasiado su cintura. Se concentró en escuchar la acelerada respiración de
_____. Empezaba a sentir que no podría quedarse quieto como una roca
durante mucho más tiempo, así que acogió el rostro de _____ entre las manos y
la obligó a mirarle.
—Esta noche dormiré contigo —le dijo ella, sonriéndole.
—¿Esta noche? —Nicholas torció el gesto—. ¿Por qué no ahora?
—Son las dos del mediodía. —_____ ojeó confusa su reloj.
—Podemos dormir… la siesta.
No le dio tiempo a responder. Nicholas la tumbó sobre las mantas y cogió
una de ellas, tapándoles a los dos. La abrazó y apoyó la cabeza en su pecho.
Tiritó.
—_____, tengo frío.
—Eres como un bebé.
_____ rió y le frotó con una mano la espalda, infundiéndole calor. Nicholas
sonrió agradecido ante sus mimos. Advirtió el resultado de la charla y su corazón
palpitó alegre. Estaba perdonado.
Mariel Jonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
_____ y Nicholas
Escuchaba la voz de _____ lejana, como si ella se encontrara en un
mundo paralelo. Sonrió tontamente.
—¿No me has oído? ¡Son las seis de la tarde!
Se hizo un ovillo bajo las mantas y, cuando la encontró junto a él, se
abrazó a su cuerpo como si la vida le fuese en ello. _____ le dio un manotazo en
el hombro y le sacudió con fuerza.
—¿Piensas levantarte algún día o tengo que llamar a la grúa?
Nicholas parpadeó repetidamente antes de conseguir abrir los ojos. Bostezó.
Se incorporó despacio y ojeó el interior de la tienda de campaña. Ya había
anochecido, la oscuridad lo invadía todo. Le dirigió a _____ una mirada afilada.
—Gracias por romper el supuesto despertar romántico.
—¡Vamos, Nicholas! Llevo diez minutos rogándote que despiertes de una vez
por todas.
—¡Pero podría haber sido diferente! —Alzó las manos, consternado—. En
vez de pegarme, que me hubieses traído la merienda en una bandeja quizá
habría sido una buena idea.
—¿Me has confundido con una de tus sirvientas o qué?
Nicholas chasqueó la lengua, molesto. Se miró a sí mismo, tendido sobre las
mantas, con los codos ligeramente apoyados en el suelo y el torso erguido.
Movió un poco los pies, de lado a lado.
—_____, no quiero alarmarte… pero lo mejor será que dejemos la
discusión para otro momento.
—¿Qué te pasa ahora? —bufó.
—Se me han dormido las piernas. —La miró apenado, dedicándole un
gracioso puchero.
_____ rió con ganas.
—Puede que sea porque me he dormido encima de ti. —Sacudió una
mano frente a su rostro, quitándole importancia al asunto—. Se te pasará en
unos minutos.
Nicholas frunció el ceño y se estremeció cuando empezó a notar un leve
cosquilleo ascendiendo por las piernas.
—¿Es que no había sitio en la tienda y tenías que dormir sobre mi cuerpo?
—Tenía frío. —_____ se encogió de hombros.
—Yo también tenía frío, pero no por ello he intentado aplastarte.
Ella sonrió tímidamente mientras el rostro de Nicholas se contorsionaba en
extrañas muecas a cual más ridícula a causa del electrizante cosquilleo que se
adueñaba de sus extremidades inferiores. Le apartó sin excesiva delicadeza
algunos mechones que le caían alborotados por la frente y le dio un beso en la
nariz.
—Eres tonto.
—Qué halagador, cariño.
_____ abrió mucho la boca y le señaló con el dedo índice. Nicholas dobló
las rodillas, ya casi no tenía las piernas dormidas.
—¡Me has llamado cariño! —explotó la joven.
—¿Qué? —Nicholas la miró sin comprender—. No, claro que no.
—¡Acabas de decirlo!
—Lo habrás soñado.
_____ se hizo a un lado, escaló por el cuerpo de él y se sentó sin reparos
sobre sus piernas. Le pellizcó las mejillas mientras una pícara sonrisa curvaba sus
labios.
—¿Te da vergüenza? No tiene nada de malo.
Nicholas se señaló las piernas, sobre las que ella continuaba acomodada.
—No has tenido suficiente con echarte la siesta encima de mí, ¿verdad?
—Ahora no cambies de tema. —Acogió el rostro de Nicholas entre sus
pequeñas manos—. ¡Me has llamado cariño! —repitió, emocionada.
Nicholas tragó saliva despacio. Sí, era cierto. Lo había dicho sin pensar, pero
jamás lo reconocería en voz alta. Al menos no delante de ella. Negó con la
cabeza, sin dar su brazo a torcer. Intentó encontrar algún asunto importante que
le hiciese olvidar el percance.
—¿Y qué haremos con… lo nuestro? —preguntó, casi en susurros—. Yo me
iré en apenas dos días.
—Podremos vernos durante las vacaciones —meditó _____—. Y quizá
algún fin de semana si encontramos vuelos baratos de última hora.
Nicholas volvió a tragar saliva despacio. La abrazó. Rodeó con sus grandes
manos la cintura de _____ y se pegó a ella todo lo que pudo. Intentó imaginar
cómo serían sus días sin oler su cabello, sin verla reír, sin observar cómo fruncía el
ceño cuando se enfadaba, sin gritarle ni insultarle…
—¿Me llamarás todos los días? —preguntó, y le dirigió una mirada
suplicante. A ella comenzó a temblarle el labio inferior, y Nicholas advirtió que se
avecinaba otra cascada de lágrimas—. No llores otra vez, por favor.
—¡No estoy llorando! —gimoteó _____, mientras algunas lágrimas ya se
derramaban por sus mejillas.
Él aguantó las ganas de reírse.
—Vamos a estar juntos —le susurró al oído. _____ se calmó poco a poco,
con el rostro escondido en su pecho—. No importa la distancia; así, cuando nos
veamos, tendremos más ganas de intentar matarnos el uno al otro —Sonrió al oír
que ella empezaba a reír—, seguro que todo saldrá bien.
_____ no quería pensar durante mucho tiempo en esa fatídica
despedida. Decidieron pasar el resto de la tarde con el grupo de amigos,
olvidando así sus próximos problemas. Cuando la humedad aumentó y el frío se
tornó más punzante, encendieron una hoguera y se acomodaron alrededor. Y
conforme las horas fueron pasando, ambos se quedaron a solas con Nixie y
Cloe. Los demás ya estaban durmiendo; desgraciadamente ellos habían
dormido una siesta demasiado larga como para volver a conciliar el sueño.
—Chicos, creo que nosotras nos vamos ya a descansar —comentó Cloe.
Se levantó y Nixie también la imitó, mientras bostezaba.
—Dulces sueños —murmuró _____.
Nicholas se acercó sigiloso a _____ para susurrarle al oído.
—Dudo que la palabra «dulce» forme parte del vocabulario de Cloe. Es
probable que no te haya entendido.
Ella le apartó dándole un pequeño empujón. Cloe le dirigió una mirada
asesina a Nicholas antes de echar a andar hacia su tienda de campaña. Entonces
él recordó algo y llamó a Nixie. Esta se acercó de nuevo a la hoguera.
—¿Qué pasa?
—Marcus está solo… en su tienda… —le informó Nicholas. Sus ojos grises
brillaban malévolos bajo la fantasmagórica luz de las llamas.
—¿Qué importa…? No tengo ninguna oportunidad —replicó Nixie con
fastidio.
—¡Claro que sí! Le gustas, me lo ha dicho hoy… un pajarito —dijo Nicholas, y
tanto _____ como Nixie sonrieron emocionadas.
—¿En serio?
—Totalmente. —Nicholas se llevó una mano al pecho, como si al señalarse el
corazón sellase una especie de juramento.
Nixie se encaminó a paso rápido hacia la tienda de Marcus, nerviosa y
tambaleándose de vez en cuando. _____ y Nicholas se quedaron a solas.
—¿Cómo es posible que mi hermano te lo dijese a ti antes que a mí?
—Marcus me adora, _____. Acéptalo.
Se ganó un segundo empujón. Tras un inofensivo forcejeo acompañado
de algunas risas, _____ se levantó y le tendió una mano, instándole a que él
también lo hiciese.
—Quiero enseñarte algo.
—¿Ahora? —Nicholas frunció el ceño.
—Sí. —Sonrió—. Seguro que te gusta. Sígueme.
_____ se internó entre los frondosos árboles, y Nicholas, sin saber muy bien
qué hacer, accedió a seguir sus pasos. Le asustaba que pudiesen perderse o,
peor aún, que se topasen con algún animal peligroso. Ella apenas se giraba y se
movía con agilidad sorteando los arbustos y las rocas que entorpecían el
camino. A Nicholas le costaba algo más coger el ritmo, no estaba familiarizado
con los espacios naturales abiertos.
Tenía ganas de estar con _____ alrededor de la hoguera que habían
dejado atrás. Era un fastidio que las chicas siempre terminasen arruinando
sutilmente todos los momentos que el género masculino calificaba de
«románticos». Para Nicholas, caminar por el bosque a media noche no era nada
«romántico», tropezar con piedras una vez tras otra no era «romántico» y
mancharse sus zapatos italianos de barro tampoco era algo «romántico».
Se sentía cansado, y se disponía a abrir la boca para empezar a protestar
cuando _____ se giró hacia él con una enorme sonrisa en medio de la noche y
le indicó que acababan de llegar. Apartó con una de sus pequeñas manos los
arbustos que se extendían frente a ellos, mostrándole así el hermoso paisaje que
se dibujaba ante sus ojos.
Las estrellas brillaban intensamente como si un millar de faros iluminasen las
rutas del cielo. La montaña donde ellos se encontraban parecía haber sido
cortada por la mitad, de un modo limpio, dando pie a un vertiginoso acantilado
que se recortaba entre la vegetación del lugar. Nicholas sonrió tontamente.
—¿Esto no será una trampa para matarme y quedarte con mi seguro de
vida, verdad? Recuerda que aún no estamos casados.
—Va, tonto, siéntate conmigo —pidió ella, que se acomodó en el suelo y
extendió los brazos. Nicholas se dejó caer delante de _____ y ella le abrazó por
detrás con suavidad—. ¿Ves? Te dije que te gustaría.
—No me gusta. —Arrugó la nariz.
—Mientes.
—Vale, solo me gusta un poquitín. —Nicholas se relajó y consiguió sonreír. Si
alzaba la cabeza, _____ apoyaba la barbilla entre su pelo, y él podía contar las
estrellas perfectamente desde esa posición.
Recordó la primera vez que la besó de verdad, en medio de aquella
horrible discoteca repleta de luces y ruido. También aquel día había contado las
estrellas, en el parking, cuando no sabía qué más hacer o decir. Y le había
sobrado cualquier palabra; se sentía bien así, en silencio, a su lado. Se marcharía
a otro continente dos días después; aun así no tenía nada que decir. Suponía
que en su relación con _____ siempre habían sobrado las palabras; solo las
usaban para humillarse e insultarse, y en los buenos momentos dejaban paso al
silencio, como si les abrigase y les meciese en un vals tranquilo.
—Me gusta este sitio —admitió Nicholas.
—Y a mí también. —_____ respiró hondo y su aliento le hizo cosquillas a
Nicholas en la nuca—. Esta es la segunda vez que vengo a este lugar. La primera
vez fue hace dos años, durante una de las acampadas que hacemos cada
Navidad. También era de noche y no conseguía dormirme, así que salí de mi
tienda y comencé a caminar hasta llegar a este acantilado.
Nicholas se giró sorprendido.
—Tú no temes morir, ¿verdad?
—Chist, déjame terminar —pidió ella—. La cuestión es que ese día me
sentía triste y sola, y me preguntaba si algún día lograría encontrar a mi alma
gemela. Me prometí a mí misma que si lo lograba le traería a este sitio.
—Oooh. —Nicholas la miró con ternura, pero no pudo evitar reír. _____
frunció el ceño y él le dio un beso en la frente—. No te enfades, es la historia más
bonita que jamás he vivido: la nuestra.
_____ sonrió y le pidió a Nicholas que se pusiera de pie.
—Pero aún hay más —le dijo—. Quiero enseñarte otra cosa.
_____ se encaminó hacia el árbol más cercano e inspeccionó su corteza.
Nicholas la observó preguntándose qué estaría buscando.
—¡Aquí está! —gritó ella, y frotó con la manga de su chaqueta una zona
del tronco—. Acércate, Nicholas.
Nicholas distinguió unas letras talladas en el árbol, que decían: «_____ y».
—Cuando lo escribí no había nadie que me complementase, no encontré
ningún nombre que pudiese acompañar al mío. —Sonrió—. Pero ahora sí.
_____ le dio a Nicholas una piedra y él comenzó a rasgar la corteza de
madera con la punta, en silencio. Ella contempló satisfecha cómo el nombre de
Nicholas se iba dibujando lentamente bajo el suyo. Cuando él terminó, se giró y la
besó.
—Me ha gustado mucho… venir aquí contigo —le susurró al oído.
—Lo sé.
Y cogidos de la mano caminaron por el bosque y regresaron a la zona de
acampada. Durmieron juntos, con la certeza de que solo les quedaban dos
noches más por delante y a sabiendas de que el tiempo no se detiene nunca.
Solo les diré una cosa...LA NOVE ESTA A NADA DE TERMINAR KDSLKJFDSÑLGKÑDS
Oh si. Solo quedan de 4 a 3 capitulos, y se acaba:')
Escuchaba la voz de _____ lejana, como si ella se encontrara en un
mundo paralelo. Sonrió tontamente.
—¿No me has oído? ¡Son las seis de la tarde!
Se hizo un ovillo bajo las mantas y, cuando la encontró junto a él, se
abrazó a su cuerpo como si la vida le fuese en ello. _____ le dio un manotazo en
el hombro y le sacudió con fuerza.
—¿Piensas levantarte algún día o tengo que llamar a la grúa?
Nicholas parpadeó repetidamente antes de conseguir abrir los ojos. Bostezó.
Se incorporó despacio y ojeó el interior de la tienda de campaña. Ya había
anochecido, la oscuridad lo invadía todo. Le dirigió a _____ una mirada afilada.
—Gracias por romper el supuesto despertar romántico.
—¡Vamos, Nicholas! Llevo diez minutos rogándote que despiertes de una vez
por todas.
—¡Pero podría haber sido diferente! —Alzó las manos, consternado—. En
vez de pegarme, que me hubieses traído la merienda en una bandeja quizá
habría sido una buena idea.
—¿Me has confundido con una de tus sirvientas o qué?
Nicholas chasqueó la lengua, molesto. Se miró a sí mismo, tendido sobre las
mantas, con los codos ligeramente apoyados en el suelo y el torso erguido.
Movió un poco los pies, de lado a lado.
—_____, no quiero alarmarte… pero lo mejor será que dejemos la
discusión para otro momento.
—¿Qué te pasa ahora? —bufó.
—Se me han dormido las piernas. —La miró apenado, dedicándole un
gracioso puchero.
_____ rió con ganas.
—Puede que sea porque me he dormido encima de ti. —Sacudió una
mano frente a su rostro, quitándole importancia al asunto—. Se te pasará en
unos minutos.
Nicholas frunció el ceño y se estremeció cuando empezó a notar un leve
cosquilleo ascendiendo por las piernas.
—¿Es que no había sitio en la tienda y tenías que dormir sobre mi cuerpo?
—Tenía frío. —_____ se encogió de hombros.
—Yo también tenía frío, pero no por ello he intentado aplastarte.
Ella sonrió tímidamente mientras el rostro de Nicholas se contorsionaba en
extrañas muecas a cual más ridícula a causa del electrizante cosquilleo que se
adueñaba de sus extremidades inferiores. Le apartó sin excesiva delicadeza
algunos mechones que le caían alborotados por la frente y le dio un beso en la
nariz.
—Eres tonto.
—Qué halagador, cariño.
_____ abrió mucho la boca y le señaló con el dedo índice. Nicholas dobló
las rodillas, ya casi no tenía las piernas dormidas.
—¡Me has llamado cariño! —explotó la joven.
—¿Qué? —Nicholas la miró sin comprender—. No, claro que no.
—¡Acabas de decirlo!
—Lo habrás soñado.
_____ se hizo a un lado, escaló por el cuerpo de él y se sentó sin reparos
sobre sus piernas. Le pellizcó las mejillas mientras una pícara sonrisa curvaba sus
labios.
—¿Te da vergüenza? No tiene nada de malo.
Nicholas se señaló las piernas, sobre las que ella continuaba acomodada.
—No has tenido suficiente con echarte la siesta encima de mí, ¿verdad?
—Ahora no cambies de tema. —Acogió el rostro de Nicholas entre sus
pequeñas manos—. ¡Me has llamado cariño! —repitió, emocionada.
Nicholas tragó saliva despacio. Sí, era cierto. Lo había dicho sin pensar, pero
jamás lo reconocería en voz alta. Al menos no delante de ella. Negó con la
cabeza, sin dar su brazo a torcer. Intentó encontrar algún asunto importante que
le hiciese olvidar el percance.
—¿Y qué haremos con… lo nuestro? —preguntó, casi en susurros—. Yo me
iré en apenas dos días.
—Podremos vernos durante las vacaciones —meditó _____—. Y quizá
algún fin de semana si encontramos vuelos baratos de última hora.
Nicholas volvió a tragar saliva despacio. La abrazó. Rodeó con sus grandes
manos la cintura de _____ y se pegó a ella todo lo que pudo. Intentó imaginar
cómo serían sus días sin oler su cabello, sin verla reír, sin observar cómo fruncía el
ceño cuando se enfadaba, sin gritarle ni insultarle…
—¿Me llamarás todos los días? —preguntó, y le dirigió una mirada
suplicante. A ella comenzó a temblarle el labio inferior, y Nicholas advirtió que se
avecinaba otra cascada de lágrimas—. No llores otra vez, por favor.
—¡No estoy llorando! —gimoteó _____, mientras algunas lágrimas ya se
derramaban por sus mejillas.
Él aguantó las ganas de reírse.
—Vamos a estar juntos —le susurró al oído. _____ se calmó poco a poco,
con el rostro escondido en su pecho—. No importa la distancia; así, cuando nos
veamos, tendremos más ganas de intentar matarnos el uno al otro —Sonrió al oír
que ella empezaba a reír—, seguro que todo saldrá bien.
_____ no quería pensar durante mucho tiempo en esa fatídica
despedida. Decidieron pasar el resto de la tarde con el grupo de amigos,
olvidando así sus próximos problemas. Cuando la humedad aumentó y el frío se
tornó más punzante, encendieron una hoguera y se acomodaron alrededor. Y
conforme las horas fueron pasando, ambos se quedaron a solas con Nixie y
Cloe. Los demás ya estaban durmiendo; desgraciadamente ellos habían
dormido una siesta demasiado larga como para volver a conciliar el sueño.
—Chicos, creo que nosotras nos vamos ya a descansar —comentó Cloe.
Se levantó y Nixie también la imitó, mientras bostezaba.
—Dulces sueños —murmuró _____.
Nicholas se acercó sigiloso a _____ para susurrarle al oído.
—Dudo que la palabra «dulce» forme parte del vocabulario de Cloe. Es
probable que no te haya entendido.
Ella le apartó dándole un pequeño empujón. Cloe le dirigió una mirada
asesina a Nicholas antes de echar a andar hacia su tienda de campaña. Entonces
él recordó algo y llamó a Nixie. Esta se acercó de nuevo a la hoguera.
—¿Qué pasa?
—Marcus está solo… en su tienda… —le informó Nicholas. Sus ojos grises
brillaban malévolos bajo la fantasmagórica luz de las llamas.
—¿Qué importa…? No tengo ninguna oportunidad —replicó Nixie con
fastidio.
—¡Claro que sí! Le gustas, me lo ha dicho hoy… un pajarito —dijo Nicholas, y
tanto _____ como Nixie sonrieron emocionadas.
—¿En serio?
—Totalmente. —Nicholas se llevó una mano al pecho, como si al señalarse el
corazón sellase una especie de juramento.
Nixie se encaminó a paso rápido hacia la tienda de Marcus, nerviosa y
tambaleándose de vez en cuando. _____ y Nicholas se quedaron a solas.
—¿Cómo es posible que mi hermano te lo dijese a ti antes que a mí?
—Marcus me adora, _____. Acéptalo.
Se ganó un segundo empujón. Tras un inofensivo forcejeo acompañado
de algunas risas, _____ se levantó y le tendió una mano, instándole a que él
también lo hiciese.
—Quiero enseñarte algo.
—¿Ahora? —Nicholas frunció el ceño.
—Sí. —Sonrió—. Seguro que te gusta. Sígueme.
_____ se internó entre los frondosos árboles, y Nicholas, sin saber muy bien
qué hacer, accedió a seguir sus pasos. Le asustaba que pudiesen perderse o,
peor aún, que se topasen con algún animal peligroso. Ella apenas se giraba y se
movía con agilidad sorteando los arbustos y las rocas que entorpecían el
camino. A Nicholas le costaba algo más coger el ritmo, no estaba familiarizado
con los espacios naturales abiertos.
Tenía ganas de estar con _____ alrededor de la hoguera que habían
dejado atrás. Era un fastidio que las chicas siempre terminasen arruinando
sutilmente todos los momentos que el género masculino calificaba de
«románticos». Para Nicholas, caminar por el bosque a media noche no era nada
«romántico», tropezar con piedras una vez tras otra no era «romántico» y
mancharse sus zapatos italianos de barro tampoco era algo «romántico».
Se sentía cansado, y se disponía a abrir la boca para empezar a protestar
cuando _____ se giró hacia él con una enorme sonrisa en medio de la noche y
le indicó que acababan de llegar. Apartó con una de sus pequeñas manos los
arbustos que se extendían frente a ellos, mostrándole así el hermoso paisaje que
se dibujaba ante sus ojos.
Las estrellas brillaban intensamente como si un millar de faros iluminasen las
rutas del cielo. La montaña donde ellos se encontraban parecía haber sido
cortada por la mitad, de un modo limpio, dando pie a un vertiginoso acantilado
que se recortaba entre la vegetación del lugar. Nicholas sonrió tontamente.
—¿Esto no será una trampa para matarme y quedarte con mi seguro de
vida, verdad? Recuerda que aún no estamos casados.
—Va, tonto, siéntate conmigo —pidió ella, que se acomodó en el suelo y
extendió los brazos. Nicholas se dejó caer delante de _____ y ella le abrazó por
detrás con suavidad—. ¿Ves? Te dije que te gustaría.
—No me gusta. —Arrugó la nariz.
—Mientes.
—Vale, solo me gusta un poquitín. —Nicholas se relajó y consiguió sonreír. Si
alzaba la cabeza, _____ apoyaba la barbilla entre su pelo, y él podía contar las
estrellas perfectamente desde esa posición.
Recordó la primera vez que la besó de verdad, en medio de aquella
horrible discoteca repleta de luces y ruido. También aquel día había contado las
estrellas, en el parking, cuando no sabía qué más hacer o decir. Y le había
sobrado cualquier palabra; se sentía bien así, en silencio, a su lado. Se marcharía
a otro continente dos días después; aun así no tenía nada que decir. Suponía
que en su relación con _____ siempre habían sobrado las palabras; solo las
usaban para humillarse e insultarse, y en los buenos momentos dejaban paso al
silencio, como si les abrigase y les meciese en un vals tranquilo.
—Me gusta este sitio —admitió Nicholas.
—Y a mí también. —_____ respiró hondo y su aliento le hizo cosquillas a
Nicholas en la nuca—. Esta es la segunda vez que vengo a este lugar. La primera
vez fue hace dos años, durante una de las acampadas que hacemos cada
Navidad. También era de noche y no conseguía dormirme, así que salí de mi
tienda y comencé a caminar hasta llegar a este acantilado.
Nicholas se giró sorprendido.
—Tú no temes morir, ¿verdad?
—Chist, déjame terminar —pidió ella—. La cuestión es que ese día me
sentía triste y sola, y me preguntaba si algún día lograría encontrar a mi alma
gemela. Me prometí a mí misma que si lo lograba le traería a este sitio.
—Oooh. —Nicholas la miró con ternura, pero no pudo evitar reír. _____
frunció el ceño y él le dio un beso en la frente—. No te enfades, es la historia más
bonita que jamás he vivido: la nuestra.
_____ sonrió y le pidió a Nicholas que se pusiera de pie.
—Pero aún hay más —le dijo—. Quiero enseñarte otra cosa.
_____ se encaminó hacia el árbol más cercano e inspeccionó su corteza.
Nicholas la observó preguntándose qué estaría buscando.
—¡Aquí está! —gritó ella, y frotó con la manga de su chaqueta una zona
del tronco—. Acércate, Nicholas.
Nicholas distinguió unas letras talladas en el árbol, que decían: «_____ y».
—Cuando lo escribí no había nadie que me complementase, no encontré
ningún nombre que pudiese acompañar al mío. —Sonrió—. Pero ahora sí.
_____ le dio a Nicholas una piedra y él comenzó a rasgar la corteza de
madera con la punta, en silencio. Ella contempló satisfecha cómo el nombre de
Nicholas se iba dibujando lentamente bajo el suyo. Cuando él terminó, se giró y la
besó.
—Me ha gustado mucho… venir aquí contigo —le susurró al oído.
—Lo sé.
Y cogidos de la mano caminaron por el bosque y regresaron a la zona de
acampada. Durmieron juntos, con la certeza de que solo les quedaban dos
noches más por delante y a sabiendas de que el tiempo no se detiene nunca.
Solo les diré una cosa...LA NOVE ESTA A NADA DE TERMINAR KDSLKJFDSÑLGKÑDS
Oh si. Solo quedan de 4 a 3 capitulos, y se acaba:')
Mariel Jonas
Re: "Besos de muérdago" (Nick y tu) Adaptación
oww que tiernos!!! dios me mato y sabia que nicholas no habia perido ese toque de muy ..de el jajaja ...ame los capitulos al fin pude ver como era el lado tierno de nicholas!!! jajaja que malo! bueno eso seguila!!! y ya va a terminar?? :misery: why?!?!?! ademas quiero ver como terminan ehh!! jajaja bueno eso besitos!! <3
SmileJonas
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