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50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
la amo como siempre!! .. siempre me dejas con mas ansias encerio .. me encanta todo! siguela!
vanessavalerio98
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Síguela cuando puedas... es muy interesante hahaha
Besos
Besos
Anne Hale
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Siguela pronto que estoy intrigada por saber que pasa!
Blanca.Srta.Horan
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Claro que les subiré el Capitulo Hermosas!!!!
Muchas Gracias por Comentar :)
Muchas Gracias por Comentar :)
CarolineR2
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
cuando nos subiras capi?? :D me muero por saber que pasa !
catadanza
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
nos subira capi ahora ya en este momento ?
vanessavalerio98
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Capitulo 12
PREPARENSE PARA EL SUSPENSO CHICAS!!!!!!
—Hablaste con ella hoy? —le pregunto a Hary mientras esperamos la
llegada de la señora Robinson.
—Sí.
—¿Qué le dijiste?
—Le dije que tú no querías verla, y que yo entendía perfectamente tus
motivos. También le dije que no me gustaba que actuara a mis espaldas.
Tiene una mirada inexpresiva que no trasluce nada.
Ay, Dios.
—¿Y ella qué dijo?
—Eludió la responsabilidad como solo ella sabe hacerlo.
Hace una mueca con los labios.
—¿Para qué crees que ha venido?
—No tengo ni idea —responde Harry, encogiéndose de hombros.
Taylor vuelve a entrar en el salón.
—La señora Lincoln —anuncia.
Y ahí está… ¿Por qué ha de ser tan endiabladamente atractiva? Va toda
vestida de negro: vaqueros ajustados, una blusa que realza su silueta perfecta, y el
cabello brillante y sedoso como un halo.
Harry me atrae hacia él.
—Elena —dice, y parece confuso.
Ella me mira estupefacta y se queda paralizada. Le cuesta recuperar la voz
y parpadea.
—Lo siento. No sabía que estabas acompañado,Harry. Es lunes —dice
como si eso explicara su presencia aquí.
—Novia —responde Harry a modo de explicación, mientras ladea la
cabeza y le dedica una sonrisa fría.
En la cara de ella aparece lentamente un gesto de inmensa satisfacción.
Todo resulta muy desconcertante.
—Claro. Hola, _______. No sabía que estabas aquí. Sé que no quieres
hablar conmigo, y lo entiendo.
—¿Ah, sí? —respondo en voz baja, y la miro a la cara de un modo que nos
sorprende a ambas.
Ella frunce levemente el ceño y avanza un paso más para entrar en la
habitación.
—Sí, he captado el mensaje. No he venido a verte a ti. Como he dicho,
Harry no suele tener compañía entre semana. —Hace una pausa—. Tengo un
problema y necesito hablarlo con Harry.
—¿Ah? —Harry se yergue—. ¿Quieres beber algo?
—Sí, por favor.
Harry le sirve una copa de vino, mientras Elena y yo seguimos
observándonos mutuamente con cierta incomodidad. Ella juguetea con un gran anillo de
plata que lleva en el dedo corazón, y yo no sé dónde mirar. Finalmente me dedica una
sonrisita crispada, se acerca a la cocina y se sienta en el taburete del extremo de la
isla. Es obvio que conoce bien el sitio y que se mueve por él con naturalidad.
¿Me quedo? ¿Me marcho? Oh, qué difícil es esto. Mi subconsciente mira
ceñuda a Elena con su expresión más abiertamente hostil.
Hay tantas cosas que quiero decirle a esa mujer, y ninguna es agradable.
Pero es amiga de Harry—su única amiga—, y por mucho odio que sienta por ella,
soy educada por naturaleza. Decido quedarme y me siento, con toda la elegancia de la
que soy capaz, en el taburete que ocupaba Harry. Él nos sirve vino en las copas y se
sienta entre ambas en la barra del desayuno. ¿Se da cuenta de lo raro que es todo esto?
—¿Qué pasa? —le pregunta a Elena.
Ella me mira nerviosa, y Harry me coge la mano.
—_____ está ahora conmigo —dice ante su pregunta implícita, y me
aprieta la mano.
Yo me sonrojo y mi subconsciente, olvidada ya la cara de arpía, sonríe
radiante.
Elena suaviza el gesto como si se alegrara por él. Como si realmente se
alegrara por él. Oh, no entiendo en absoluto a esta mujer, y su presencia me incomoda
y me pone nerviosa.
Ella inspira profundamente, se remueve inquieta y se sienta en el borde del
taburete. Se mira las manos con nerviosismo, y empieza a dar vueltas sin parar al
anillo de plata de su dedo corazón.
¿Cuál es su problema? ¿Que yo esté presente? ¿Provoco ese efecto en ella?
Porque yo siento lo mismo: no la quiero aquí. Ella levanta la cabeza y mira a Harry
directamente a los ojos.
—Me están haciendo chantaje.
Por Dios. No es eso lo que esperaba que dijera. Harry se pone tenso.
¿Alguien ha descubierto su afición por los jóvenes menores de edad maltratados y
vapuleados por la vida? Reprimo mi repulsión, y por un momento acude a mi mente esa
frase sobre el burlador burlado. Mi subconsciente se frota las manos con mal
disimulado placer. Bien.
—¿Cómo? —pregunta Harry, y su voz refleja claramente el espanto.
Ella coge su enorme bolso de piel, un diseño exclusivo, saca una nota y se
la entrega.
—Ponla aquí y ábrela.
Harry señala la barra con el mentón.
—¿No quieres tocarla?
—No. Huellas dactilares.
—Harry, tú sabes que no puedo ir a la policía con esto.
¿Por qué estoy escuchando esto? ¿Es que ella está tirándose a otro pobre
chico?
Deja la nota delante de él, que se inclina para leerla.
—Solo piden cinco mil dólares —dice como si no le diera importancia—.
¿Tienes idea de quién puede ser? ¿Alguien de la comunidad?
—No —contesta ella con su voz dulce y melosa.
—¿Linc?
¿Linc? ¿Quién es ese?
—¿Qué? ¿Después de tanto tiempo? No creo —masculla ella.
—¿Lo sabe Isaac?
—No se lo he dicho.
¿Quién es Isaac?
—Creo que él debería saberlo —dice Harry.
Ella niega con la cabeza, y ahora me siento fuera de lugar. No quiero saber
nada de esto. Intento soltar mi mano de la de Harry, pero él me retiene con fuerza y
se vuelve a mirarme.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—Estoy cansada. Creo que me voy a la cama.
Sus ojos escrutan los míos… ¿buscando acaso qué? ¿Censura?
¿Aprobación? ¿Hostilidad? Yo intento mantenerme impertérrita.
—De acuerdo —dice—. Yo no tardaré.
Me suelta y me pongo de pie. Elena me mira con cautela. Yo sigo impasible
y le devuelvo la mirada sin expresar nada.
—Buenas noches, _________ —me dice con una leve sonrisa.
—Buenas noches —musito con frialdad.
Me doy la vuelta para marcharme. La tensión me resulta insoportable. En
cuanto salgo de la estancia ellos reanudan la conversación.
—No creo que yo pueda hacer gran cosa, Elena —le dice Harry—. Si es
una cuestión de dinero… —Se interrumpe—. Puedo pedirle a Welch que investigue.
—No, Harry, solo quería que lo supieras —dice ella.
Desde fuera del salón la oigo comentar:
—Se te ve muy feliz.
—Lo soy —contesta Harry.
—Mereces serlo.
—Ojalá eso fuera verdad.
—Harry… —replica en tono reprobador.
Yo me quedo paralizada, y escucho atentamente sin poder evitarlo.
—¿Sabe ella lo negativo que eres contigo mismo? ¿En todos los aspectos?
—Ella me conoce mejor que nadie.
—¡Vaya! Eso me ha dolido.
—Es la verdad, Elena. Con ella no necesito jueguecitos. Y lo digo en serio,
déjala en paz.
—¿Cuál es su problema?
—Tú… lo que fuimos. Lo que hicimos. Ella no lo entiende.
—Haz que lo entienda.
—Eso es el pasado, Elena, ¿y por qué voy a querer contaminarla con
nuestra jodida relación? Ella es buena y dulce e inocente, y, milagrosamente, me
quiere.
—Eso no es un milagro, Harry —le replica ella con afecto—. Confía un
poco en ti mismo. Eres una auténtica joya. Ya te lo he dicho muchas veces. Y ella
parece encantadora también. Fuerte. Alguien que te hará frente.
No oigo la respuesta de Harry. Así que soy fuerte… ¿en serio? La
verdad es que no me siento así.
—¿Lo echas de menos? —continúa Elena.
—¿El qué?
—Tu cuarto de juegos.
Se me corta la respiración.
—La verdad es que eso no es asunto tuyo, maldita sea —le espeta
Harry.
Oh.
—Perdona —replica Elena sin sentirlo realmente.
—Creo que deberías irte. Y, por favor, otra vez llama antes de venir.
—Lo siento, Harry —dice, y a juzgar por el tono, esta vez es de verdad
—. ¿Desde cuándo eres tan sensible? —vuelve a reprenderle.
—Elena, nosotros tenemos una relación de negocios que ha sido
enormemente provechosa para ambos. Dejémoslo así. Lo que hubo entre los dos forma
parte del pasado.________ es mi futuro, y no quiero ponerlo en peligro de ningún
modo, así que ahórrate toda esa mierda.
¡Su futuro!
—Ya veo.
—Mira, siento que tengas problemas. Quizá deberías enfrentarte
directamente y plantarles cara.
Ahora su tono es más suave.
—No quiero perderte,Harry.
—Para eso debería ser tuyo, Elena —le espeta de nuevo.
—No quería decir eso.
—¿Qué querías decir?
Está enfadado, su tono es brusco.
—Oye, no quiero discutir contigo. Tu amistad es muy importante para mí.
Me alejaré de ________. Pero si me necesitas, aquí estaré. Siempre.
—_________ cree que estuvimos juntos el sábado pasado. En realidad tú me
llamaste por teléfono y nada más. ¿Por qué le dijiste lo contrario?
—Quería que supiera cuánto te afectó que se marchara. No quiero que te
haga daño.
—Ella ya lo sabe. Se lo he dicho. Deja de entrometerte. Francamente, te
estás comportando como una madraza muy pesada.
Harry parece más resignado y Elena se ríe, pero su risa tiene un deje
triste.
—Lo sé. Lo siento. Ya sabes que me preocupo por ti. Nunca pensé que
acabarías enamorándote, Harry, y verlo es muy gratificante. Pero no podría soportar
que ella te hiciera daño.
—Correré el riesgo —dice con sequedad—. ¿Seguro que no quieres que
Welch investigue un poco?
Elena lanza un gran suspiro.
—Supongo que eso no perjudicaría a nadie.
—De acuerdo. Le llamaré mañana por la mañana.
Les oigo hablar un poco más del tema. Como viejos amigos, como dice
Harry. Solo amigos. Y ella se preocupa por él… quizá demasiado. Bueno, como
haría cualquiera que le conociera bien.
—Gracias,Harry. Y lo siento. No pretendía entrometerme. Me voy. La
próxima vez llamaré.
—Bien.
¡Se marcha! ¡Oh, maldita sea! Recorro a toda prisa el pasillo hasta el
dormitorio de Harry y me siento en la cama. Harry entra poco después.
—Se ha ido —dice cauteloso, pendiente de mi reacción.
Yo levanto la vista, le miro e intento formular mi pregunta.
—¿Me lo contarás todo sobre ella? Intento entender por qué crees que te
ayudó. —Me callo y pienso a fondo mi siguiente frase—. Yo la odio,Harry. Creo
que te hizo un daño indecible. Tú no tienes amigos. ¿Fue ella quien los alejó de ti?
Él suspira y se pasa la mano por el pelo.
—¿Por qué coño quieres saber cosas de ella? Tuvimos una historia hace
mucho tiempo, ella solía darme unas palizas de muerte y yo me la tiraba de formas que
tú ni siquiera imaginas, fin de la historia.
Me pongo pálida. Oh, no, está enfadado… conmigo.
—¿Por qué estás tan enfadado?
—¡Porque toda esa mierda se acabó! —grita, ceñudo.
Suspira exasperado y menea la cabeza.
Estoy blanca como la cera. Dios. Me miro las manos unidas en mi regazo.
Yo solo pretendo entenderlo.
Se sienta a mi lado.
—¿Qué quieres saber? —pregunta con aire cansado.
—No tienes que contármelo. No quiero entrometerme.
—No es eso, A________. No me gusta hablar de todo aquello. He vivido en
una burbuja durante años, sin que nada me afectara y sin tener que justificarme ante
nadie. Ella siempre ha sido mi confidente. Y ahora mi pasado y mi futuro colisionan de
una forma que nunca creí posible.
Le miro, y él me está observando con los ojos muy abiertos.
—Nunca imaginé mi futuro con nadie,_______. Tú me das esperanza y
haces que me plantee todo tipo de posibilidades —se queda pensando.
—Os he estado escuchando —susurro, y vuelvo a mirarme las manos.
—¿Qué? ¿Nuestra conversación?
—Sí.
—¿Y? —dice en tono resignado.
—Ella se preocupa por ti.
—Sí, es verdad. Y yo por ella, a mi manera, pero eso no se puede ni
comparar siquiera a lo que siento por ti. Si es que se trata de eso…
—No estoy celosa. —Me duele que piense eso… ¿o sí lo estoy? Maldita
sea. Quizá sea eso—. Tú no la quieres —murmuro.
Él vuelve a suspirar. Se le nota de nuevo enfadado.
—Hace mucho tiempo creí que la quería —dice con los dientes apretados.
Oh.
—Cuando estábamos en Georgia… dijiste que no la querías.
—Es verdad.
Frunzo el ceño.
—Entonces te amaba a ti, _______ —susurra—. He volado cinco mil
kilómetros solo para verte. Eres la única persona por la que he hecho algo así.
Oh, Dios… No lo entiendo, en aquel momento él todavía me quería como
sumisa. Frunzo más el ceño.
—Mis sentimientos por ti son muy diferentes de los que sentí nunca por
Elena —dice a modo de explicación.
—¿Cuándo lo supiste?
Se encoge de hombros.
—Es irónico, pero fue Elena quien me lo hizo notar. Ella me animó a ir a
Georgia.
¡Lo sabía! Lo supe en Savannah. Le miro, impasible.
¿Y ahora qué? Quizá ella está realmente de mi parte y solo le preocupa que
yo pueda hacerle daño a Harry. Pensar en eso me duele. Yo nunca desearía hacerle
daño. Ella tiene razón: ya le han herido bastante.
Puede que no sea tan mala, después de todo. Niego con la cabeza. No
quiero aceptar su relación con Harry. La desapruebo. Sí, eso es. Es un personaje
despreciable que se aprovechó de un adolescente vulnerable y le arrebató esa etapa de
su vida, diga lo que diga él.
—¿Así que la deseabas? Cuando eras más joven.
—Sí.
Ah.
—Me enseñó muchísimas cosas. Me enseñó a creer en mí mismo.
Ah.
—Pero ella también te daba unas palizas terribles.
Él sonríe con cariño.
—Sí, es verdad.
—¿Y a ti te gustaba?
—En aquella época, sí.
—¿Tanto que querías hacérselo a otras?
Abre los ojos de par en par y se pone serio.
—Sí.
—¿Ella te ayudó con eso?
—Sí.
—¿Fue también tu sumisa?
—Sí.
Por Dios…
—¿Y esperas que me caiga bien? —digo con voz amarga y quebradiza.
—No. Aunque eso me facilitaría muchísimo la vida —dice con cautela—.
Comprendo tu reticencia.
—¡Reticencia! Dios, Harry… si se hubiera tratado de tu hijo, ¿qué
sentirías?
Se me queda mirando, como si no comprendiera del todo la pregunta.
Tuerce el gesto.
—Nadie me obligó a estar con ella. Lo elegí yo, ________ —murmura.
Así no voy a llegar a ninguna parte.
—¿Quién es Linc?
—Su ex marido.
—¿Lincoln el maderero?
—El mismo —dice sonriendo.
—¿E Isaac?
—Su actual sumiso.
Oh, no.
—Tiene veintimuchos años,________. Ya sabes, es un adulto que sabe lo
que hace —añade enseguida, al interpretar correctamente mi expresión de repugnancia.
—Tu edad —musito.
—Mira, _______, como le he dicho a Elena, ella forma parte de mi
pasado. Tú eres mi futuro. No permitas que se entrometa entre nosotros, por favor. Y la
verdad, ya estoy harto de este tema. Voy a trabajar un poco. —Se pone de pie y me
mira—. Déjalo estar, por favor.
Yo levanto la vista y le observo, tozuda.
—Ah, casi me olvido —añade—. Tu coche ha llegado un día antes. Está en
el garaje. Taylor tiene la llave.
Uau… ¿el Saab?
—¿Podré conducirlo mañana?
—No.
—¿Por qué no?
—Ya sabes por qué no. Y eso me recuerda que, si vas a salir de la oficina,
me lo hagas saber. Sawyer estaba allí, vigilándote. Por lo visto, no puedo fiarme de
que cuides de ti misma —dice en tono de reproche, y consigue que vuelva a sentirme
como una niña descarriada… otra vez.
Y me dan ganas de volver a plantarle cara, pero ya está bastante exaltado
por lo de Elena y no quiero presionarle más. Sin embargo no puedo evitar comentar:
—Por lo visto, yo tampoco puedo fiarme de ti —digo entre dientes—.
Podrías haberme dicho que Sawyer me estaba vigilando.
—¿Quieres discutir por eso también? —replica.
—No sabía que estuviéramos discutiendo. Creía que nos estábamos
comunicando —mascullo malhumorada.
Él cierra los ojos un segundo y hace esfuerzos para reprimir el mal genio.
Yo trago saliva y le miro, ansiosa. No sé cómo acabará esto.
—Tengo trabajo —dice en voz baja, y seguidamente sale de la habitación.
Exhalo con fuerza. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo la
respiración. Me tumbo otra vez en la cama, mirando el techo.
¿Alguna vez podremos tener una conversación que no termine en discusión?
Resulta agotador.
Simplemente, aún no nos conocemos bien. ¿Realmente quiero venirme a
vivir con él? Ni siquiera sé si debería prepararle una taza de té o de café mientras está
trabajando. ¿Debería interrumpirle? No tengo ni idea de qué le gusta y qué no.
Es evidente que está harto de todo el tema de Elena… y tiene razón: tengo
que olvidarlo. Dejarlo correr. Bien, al menos no espera que me haga amiga de ella, y
confío en que ahora Elena deje de acosarme para que nos veamos.
Salgo de la cama y voy hacia el ventanal. Abro la puerta del balcón y me
acerco a la barandilla de vidrio. Su transparencia me pone nerviosa. Está muy alto, y el
aire es fresco, frío.
Contemplo las luces de Seattle centelleando allá fuera. Harry está tan
lejos de todo, aquí arriba en su fortaleza. No tiene que rendir cuentas ante nadie.
Acababa de decirme que me Amaba, y entonces vuelve a interponerse toda esa
porquería por culpa de esa espantosa mujer. Pongo los ojos en blanco. Su vida es muy
complicada. Él es muy complicado.
Respiro hondo, echo un último vistazo a la ciudad que se extiende a mis
pies como un manto dorado, y decido telefonear a Ray. Hace tiempo que no hablo con
él. Tenemos una conversación breve, como de costumbre, pero me cuenta que está bien
y que estoy interrumpiendo un partido de fútbol importante.
—Espero que vaya todo bien con Harry —dice con naturalidad, y sé que
su intención es obtener información, pero que en realidad no lo quiere saber.
—Sí. Estamos muy bien.
Más o menos, y me voy a vivir con él. Aunque no hemos concretado fechas.
—Te quiero, papá.
—Yo también te quiero,_______.
Cuelgo y miro el reloj. Solo son las diez. Estoy inquieta y tensa.
Me doy una ducha rápida y, cuando vuelvo a la habitación, decido ponerme
uno de los camisones de Neiman Marcus que me envió Caroline Acton. Harry
siempre se queja de mis camisetas. Hay tres. Escojo el rosa pálido y me lo pongo por
la cabeza. La tela se desliza por mi piel, acariciándome y ciñéndose mientras me cubre
el cuerpo. Es de un satén finísimo y buenísimo, que transmite una sensación de lujo.
¡Uau! Me miro en el espejo y parezco una estrella de cine de los años treinta. Es largo
y elegante… y tan impropio de mí.
Cojo la bata a juego y decido ir a buscar un libro a la biblioteca. Puedo
leer con mi iPad, pero en este momento me apetece la comodidad y la solidez física de
un libro. Dejaré tranquilo a Harry. Quizá recupere el buen humor cuando haya
terminado de trabajar.
En la biblioteca de Harry hay una cantidad ingente de libros. Tardaría
una eternidad en revisarlos título por título. Le echo un vistazo a la mesa de billar y, al
recordar la noche anterior, me ruborizo. Sonrío al ver que la regla sigue en el suelo. La
recojo y me golpeo en la mano. ¡Ay! Escuece.
¿Por qué no puedo aceptar un poco más de dolor por mi hombre? Dejo la
regla sobre la mesa con cierto abatimiento y sigo buscando un buen libro para leer.
La mayoría son primeras ediciones. ¿Cómo puede haber reunido una
colección como esta en tan poco tiempo? Quizá el trabajo de Taylor incluya la
adquisición de libros. Me decido por Rebecca, de Daphne du Maurier. Lo leí hace
mucho tiempo. Sonrío, me acurruco en una de las mullidas butacas y leo la primera
frase:
Anoche soñé que había vuelto a Manderley…
* * *
Me despierto de golpe cuando Harry me coge en brazos.
—Hola —murmura—, te has quedado dormida. No te encontraba.
Hunde la nariz en mi pelo. Adormecida, le echo los brazos al cuello y
aspiro su aroma —oh, qué bien huele—, mientras él me lleva otra vez al dormitorio.
Me tumba en la cama y me arropa.
—Duerme, nena —susurra, y me besa en la frente.
* * *
Me despierto sobresaltada de un sueño convulso y me quedo
momentáneamente desorientada. Reacciono mirando con ansiedad a los pies de la
cama, pero allí no hay nadie. Del salón llega el tenue sonido de una compleja melodía
de piano.
¿Qué hora es? Miro el despertador: las dos de la madrugada. ¿Habrá
dormido algo Harry? Apartando la bata que todavía llevo puesta y que se me enreda
en las piernas, bajo de la cama.
Me quedo de pie en la penumbra del salón, escuchando. Harry está
absorto en la música. Parece tranquilo y a salvo en su burbuja de luz. Y la pieza que
interpreta es una melodía cadenciosa, con partes que me resultan familiares. Pero es
muy compleja. Es un intérprete maravilloso. ¿Por qué siempre me sorprendo ante ello?
La escena en conjunto parece diferente de algún modo, y entonces me doy
cuenta de que la tapa del piano está bajada y el entorno parece más diáfano. Él levanta
la vista y nuestras miradas se encuentran. Sus ojos Verdes se iluminan bajo el difuso
resplandor de la lámpara. Sigue tocando, sin la menor vacilación ni fallo, mientras yo
me voy acercando. Me sigue con sus ojos, que se embeben de mí, arden y
resplandecen. Cuando llego a su lado, deja de tocar.
—¿Por qué paras? Era precioso.
—¿Tienes idea de lo deseable que estás en este momento? —dice en voz
baja.
Oh.
—Ven a la cama —susurro, y sus ojos refulgen cuando me tiende la mano.
La acepto, él tira repentinamente de mí y caigo en su regazo. Me rodea con
sus brazos y me acaricia la nuca con la nariz, por detrás de la oreja, y un escalofrío me
recorre la columna.
—¿Por qué nos peleamos? —murmura, y sus dientes me rozan el lóbulo.
Mi corazón late con fuerza y empieza a palpitar desbocado, y mi cuerpo se
enardece.
—Porque nos estamos conociendo, y tú eres tozudo y cascarrabias y gruñón
y difícil —murmuro sin aliento, y ladeo la cabeza para facilitarle el acceso a mi
cuello.
Él baja la nariz por mi garganta, y noto que sonríe.
—Soy todas esas cosas, señorita Steele. Me asombra que me soporte. —Me
mordisquea el lóbulo y yo gimo—. ¿Es siempre así? —suspira.
—No tengo ni idea.
—Yo tampoco.
Tira del cinturón de mi bata, la abre, y desliza una mano que me acaricia el
cuerpo, los senos. Mis pezones se endurecen con sus tiernas caricias y se yerguen bajo
el satén. Él sigue bajando hacia la cintura, hasta la cadera.
—Es muy agradable tocarte bajo esta tela, y se trasluce todo, incluso esto.
Tira suavemente de mi vello público y me provoca un gemido, mientras con
la otra mano me agarra el pelo de la nuca. Me echa la cabeza hacia atrás y me besa con
una lengua anhelante, despiadada, hambrienta. Yo respondo con un quejido y acaricio
ese rostro tan querido. Con una mano tira hacia arriba de mi camisón, con delicadeza,
despacio, seductor. Me acaricia el trasero desnudo y luego baja el pulgar hasta el
interior del muslo.
De repente se levanta, sobresaltándome. Me coloca sobre el piano con los
pies apoyados en las teclas, que emiten notas discordantes e inconexas, mientras sus
manos suben por mis piernas y me separan las rodillas. Me sujeta las manos.
—Túmbate —ordena, sin soltarme las manos mientras yo me recuesto sobre
el piano.
Noto en la espalda la tapa dura y rígida. Me libera las manos y me separa
mucho las piernas. Mis pies bailan sobre las teclas, sobre las notas más graves y
agudas.
Ay, Dios. Sé qué va a hacer, y la expectativa… Cuando me besa el interior
de la rodilla gimo con fuerza. Luego me mordisquea mientras sube por la pierna hasta
el muslo. Aparta la suave tela de satén del camisón, que se desliza hacia arriba sobre
mi piel electrizada. Yo flexiono los pies y vuelven a sonar los acordes discordantes.
Cierro los ojos y, cuando su mano alcanza el vértice de mis muslos, me rindo a él.
Me besa… ahí… Oh, Dios… ahora sopla ligeramente antes de trazar
círculos con la lengua en mi clítoris. Empuja para separarme más las piernas, y yo me
siento tan abierta… tan vulnerable. Me coloca bien, apoya las manos encima de mis
rodillas, y su lengua sigue torturándome, sin cuartel, sin descanso… sin piedad. Yo
alzo las caderas para unirme y acompasarme a su ritmo.
—Oh, Harry, por favor —gimo.
—Ah, no, nena, todavía no —dice con un deje burlón, pero noto que me
acelero al ritmo de él, y entonces se detiene.
—No —gimoteo.
—Esta es mi venganza, ________ —gruñe suavemente—. Si discutes conmigo,
encontraré el modo de desquitarme con tu cuerpo.
Dibuja un rastro de besos a través de mi vientre, sus manos recorren mis
muslos hacia arriba, rozando, masajeando, seduciendo. Me rodea el ombligo con la
lengua, mientras sus manos —y sus pulgares… oh, sus pulgares— llegan a la cúspide
de mis muslos.
—¡Ah! —grito cuando uno de ellos penetra en mi interior.
El otro me acosa, despacio, de forma agónica, trazando círculos una y otra
vez. Mi espalda se arquea y se separa de la tapa del piano, y me retuerzo bajo sus
caricias. Es casi insoportable.
—¡Harry! —grito, y me sumerjo en una espiral descontrolada de deseo.
Él se apiada de mí y se para. Me levanta los pies del teclado, me empuja y
me desliza sobre la tapa del piano. El satén resbala con suavidad, y él también se sube.
Se arrodilla un momento para ponerse un condón. Se cierne sobre mí y yo jadeo, le
miro con anhelo febril, y me doy cuenta de que está desnudo. ¿Cuándo se ha quitado la
ropa?
Él baja la mirada hacia mí con ojos asombrados, maravillados de amor y
pasión, y resulta embriagador.
—Te deseo tanto —dice y muy despacio, de forma exquisita, se hunde en
mí.
Estoy tumbada sobre él, exhausta, siento las extremidades pesadas y
lánguidas. Ambos estamos encima del piano. Oh, Dios. Es mucho más cómodo estar
encima de Harry que sobre el piano. Con cuidado de no tocarle el torso, apoyo la
mejilla en él y me quedo inmóvil. No protesta, y escucho su respiración, que se
ralentiza como la mía. Me acaricia con ternura el pelo.
—¿Tomas té o café por las noches? —pregunto, medio dormida.
—Qué pregunta tan rara —dice también adormilado.
—Se me ocurrió llevarte un té al estudio, y entonces caí en la cuenta de que
no sabía si te apetecería.
—Ah, ya. Por las noches agua o vino, _________. Aunque a lo mejor debería
probar el té.
Baja la mano cadenciosamente por mi espalda y me acaricia con ternura.
—La verdad es que sabemos muy poco uno del otro —murmuro.
—Lo sé —dice en tono afligido.
Me siento y le miro fijamente.
—¿Qué pasa? —pregunto.
Él mueve la cabeza, como si quisiera deshacerse de una idea desagradable.
Levanta una mano y me acaricia la mejilla, con los ojos brillantes, muy serio.
—Te Amo, _______ Steele —dice.
* * *
A las seis en punto suena la alarma con la información del tráfico, y me
despierta bruscamente de un perturbador sueño sobre rubias de intensa cabellera y
mujeres de pelo oscuro. No entiendo de qué va todo esto, pero me olvido al momento
porque Harry Styles me envuelve el cuerpo como la seda, con su mata de pelo
rebelde sobre mi pecho, una mano sobre mis senos y una pierna echada por encima de
mí, sujetándome. Él sigue durmiendo y yo tengo demasiado calor. Pero no hago caso de
esa incómoda sensación, e intento pasarle los dedos por el pelo con suavidad. Se
mueve, levanta sus brillantes ojos Verdes y sonríe adormilado. Oh, Dios… es adorable.
—Buenos días, preciosa —dice.
—Buenos días, precioso tú también.
Le devuelvo la sonrisa. Me besa, se desenreda para incorporarse, se apoya
en un codo y me mira.
—¿Has dormido bien?
—Sí, a pesar de esa interrupción de anoche.
Su sonrisa se ensancha.
—Mmm. Tú puedes interrumpirme así siempre que quieras.
Vuelve a besarme.
—¿Y tú? ¿Has dormido bien?
—Contigo siempre duermo bien, ________.
—¿Ya no tienes pesadillas?
—No.
Frunzo el ceño y me atrevo a preguntar:
—¿Sobre qué son tus pesadillas?
Él arquea una ceja y su sonrisa se desvanece. Maldita sea… mi estúpida
curiosidad.
—Son imágenes de cuando era muy pequeño, según dice el doctor Flynn.
Algunas muy claras, otras menos.
Se le quiebra la voz y aparece en su rostro una mirada distante y
atormentada. Con aire ausente, resigue con el dedo el perfil de mi clavícula, tratando
de desviar mi atención.
—¿Te despiertas llorando y gritando? —intento bromear, en vano.
Él me mira, perplejo.
—No,__________. Nunca he llorado, que yo recuerde.
Frunce el ceño, como si se asomara al abismo de su memoria. Oh, no…
probablemente sea un lugar demasiado siniestro para visitarlo en este momento.
—¿Tienes algún recuerdo feliz de tu infancia? —pregunto enseguida,
básicamente para distraerle.
Se queda pensativo un momento, sin dejar de acariciarme la piel con el
pulgar.
—Recuerdo a la puta adicta al crack preparando algo en el horno.
Recuerdo el olor. Creo que era un pastel de cumpleaños. Para mí. Y luego recuerdo la
llegada de Mia, cuando ya estaba con mis padres. A mi madre le preocupaba mi
reacción, pero yo adoré a aquel bebé desde el primer momento. La primera palabra
que dije fue «Mia». Recuerdo mi primera clase de piano. La señorita Kathie, la
profesora, era extraordinaria. Y también criaba caballos.
Sonríe con nostalgia.
—Dijiste que tu madre te salvó la vida. ¿Cómo?
Su expresión soñadora desaparece, y me mira como si yo fuera incapaz de
sumar dos más dos.
—Me adoptó —dice sin más—. La primera vez que la vi creí que era un
ángel. Iba vestida de blanco, y fue tan dulce y tranquilizadora mientras me
examinaba… Nunca lo olvidaré. Si ella me hubiera rechazado, o si Carrick me hubiera
rechazado… —Se encoge de hombros y echa un vistazo al despertador a su espalda—.
Todo esto es un poco demasiado profundo para esta hora de la mañana —musita.
—Me he prometido a mí misma que te conocería mejor.
—¿Ah, sí, señorita Steele? Yo creía que solo quería saber si prefería café o
té. —Sonríe—. De todas formas, se me ocurre una forma mejor de que me conozcas —
dice, empujando las caderas hacia mí sugerentemente.
—Creo que en ese sentido ya te conozco bastante —replico con altivez,
haciéndole sonreír aún más.
—Pues yo creo que nunca te conoceré bastante en ese sentido —murmura
—. Está claro que despertarse contigo tiene ventajas —dice en un tono seductor que
me derrite por dentro.
—¿Tienes que levantarte ya? —pregunto con voz baja y ronca.
Oh… lo que provoca en mí…
—Esta mañana no. Ahora mismo solo deseo estar en un sitio, señorita
Steele —dice con un brillo lascivo en los ojos.
—¡Harry! —jadeo sobresaltada cuando, de pronto, le tengo encima,
sujetándome contra la cama.
Me coge las manos, me las coloca sobre la cabeza y empieza a besarme el
cuello.
—Oh, señorita Steele. —Sonríe con su boca contra mi piel, y su mano
recorre mi cuerpo y empieza a levantar despacio el camisón de satén, provocándome
unos calambres deliciosos—. Ah, lo que me gustaría hacerte —murmura.
Y el interrogatorio se acaba, y yo estoy perdida.
La señora Jones me sirve tortitas y beicon para desayunar, y una tortilla y
beicon para Harry. Estamos sentados de lado frente a la barra, cómodos y en
silencio.
—¿Cuándo conoceré a Claude, tu entrenador, para ponerle a prueba? —
pregunto.
Harry me mira y sonríe.
—Depende de si quieres ir a Nueva York este fin de semana o no; a menos
que quieras verle entre semana, a primera hora de la mañana. Le pediré a Andrea que
consulte su horario y te lo diga.
—¿Andrea?
—Mi asistente personal.
Ah, sí.
—Una de tus muchas rubias —bromeo.
—No es mía. Trabaja para mí. Tú eres mía.
—Yo trabajo para ti —murmuro en tono mordaz.
Él sonríe, como si lo hubiera olvidado.
—Eso también —replica, y su sonrisa se ensancha de forma contagiosa.
—Quizá Claude pueda enseñarme kickboxing —le advierto.
—¿Ah, sí? ¿Para enfrentarte a mí con más garantías? —Harry levanta
una ceja, divertido—. Pues adelante, señorita Steele.
Ahora se le ve tan condenadamente feliz, comparado con el mal humor de
anoche cuando se fue Elena, que me desarma totalmente. A lo mejor es por todo el
sexo… a lo mejor es eso lo que le pone tan contento.
Echo un vistazo al piano a nuestra espalda, y me deleito en el recuerdo de
anoche.
—Has vuelto a levantar la tapa del piano.
—La bajé anoche para no molestarte. Por lo visto no funcionó, pero me
alegro.
Harry esboza una sonrisa lasciva mientras se lleva un trozo de tortilla a
los labios. Yo me pongo de todos los colores y le devuelvo la sonrisa.
Oh sí… esos gloriosos momentos sobre el piano.
La señora Jones se inclina sobre la barra y me coloca delante una bolsa de
papel con mi almuerzo, y yo me sonrojo, avergonzada.
—Para después, ________. De atún, ¿vale?
—Sí, sí. Gracias, señora Jones.
Le sonrió con timidez.
Ella me devuelve una sonrisa afectuosa y abandona la estancia. Para
proporcionarnos un poco de intimidad, supongo.
Me vuelvo hacia Harry.
—¿Puedo preguntarte una cosa?
Su expresión divertida se esfuma.
—Claro.
—¿Y no te enfadarás?
—¿Es sobre Elena?
—No.
—Entonces no me enfadaré.
—Pero ahora tengo una pregunta adicional.
—¿Ah?
—Que sí es sobre ella.
Él pone los ojos en blanco.
—¿Qué? —dice, ahora ya exasperado.
—¿Por qué te enfadas tanto cuando te pregunto por ella?
—¿Sinceramente?
—Creía que siempre eras sincero conmigo —replico.
—Procuro serlo.
Le miro con los ojos entornados.
—Eso suena a evasiva.
—Yo siempre soy sincero contigo,_______. No me interesan los jueguecitos.
Bueno, no ese tipo de jueguecitos —matiza, y su mirada se enardece.
—¿Qué tipo de jueguecitos te interesan?
Inclina la cabeza hacia un lado y me sonríe con complicidad.
—Señorita Steele, se distrae usted con mucha facilidad.
Me echo a reír. Tiene razón.
—Usted es una distracción en muchos sentidos, señor Styles.
Veo bailar en sus ojos Verdes una chispa jocosa.
—La canción que más me gusta del mundo es tu risa, _______. Dime,
¿cuál era tu primera pregunta? —dice suavemente, y creo que se está riendo de mí.
Intento torcer el gesto para expresar mi desagrado, pero me gusta el
Cincuenta juguetón… es divertido. Me encantan estas bromas matutinas. Arrugo la
frente, intentando recordar mi pregunta.
—Ah, sí. ¿Solo veías a tus sumisas los fines de semana?
—Sí, eso es —contesta, y me mira nervioso.
Le sonrío.
—Así que nada de sexo entre semana.
Se ríe.
—Ah, ahí querías ir a parar. —Parece vagamente aliviado—. ¿Por qué
crees que hago ejercicio todos los días laborables?
Ahora se está riendo claramente de mí, pero no me importa. Soy tan feliz
que tengo ganas de abrazarme. Otra primera vez… bueno, varias primeras veces.
—Parece muy satisfecha de sí misma, señorita Steele.
—Lo estoy, señor Styles.
—Tienes motivos. —Sonríe—. Ahora cómete el desayuno.
Oh, el dominante Cincuenta… siempre al acecho.
* * *
Estamos en la parte de atrás del Audi, con Taylor al volante. Me dejará en
el trabajo, y después a Harry. Sawyer va en el asiento del copiloto.
—¿No dijiste que el hermano de tu compañera de piso llegaba hoy? —
pregunta Harry como sin darle importancia, sin que ni su voz ni su rostro expresen
nada.
—¡Oh, Ethan! —exclamo—. Me había olvidado. Oh, Harry, gracias por
recordármelo. Tendré que volver al apartamento.
Le cambia la cara.>
—¿A qué hora?
—No sé exactamente a qué hora llegará.
—No quiero que vayas sola a ningún sitio —dice tajante.
>—Ya lo sé —musito, y reprimo la tentación de mirar con los ojos en
blanco al señor Exagerado— ¿Sawyer estará espiando… esto… vigilando hoy?
Miro de reojo y con timidez a Sawyer, y compruebo que tiene la parte de
atrás de las orejas teñida de rojo.
—Sí —replica Harry con una mirada glacial.
—Sería más fácil si fuera conduciendo el Saab —mascullo en tono arisco.
—Sawyer tendrá un coche y podrá llevarte al apartamento, a la hora que
sea.
—De acuerdo. Supongo que Ethan se pondrá en contacto conmigo durante
el día. Ya te haré saber los planes entonces.
Se me queda mirando, sin decir nada. Ah, ¿en qué estará pensando?
—Vale —acepta—. A ningún sitio sola, ¿entendido? —dice, haciendo un
gesto de advertencia con el dedo.
—Sí, cariño —musito.
Aparece un amago de sonrisa en su cara.
—Y quizá deberías usar solo tu BlackBerry… te mandaré los correos ahí.
Eso debería evitar que el informático de mi empresa pase una mañana demasiado
entretenida, ¿de acuerdo? —dice en tono sardónico.
—Sí, Harry.
No lo puedo evitar. Le miro con los ojos en blanco, y él me sonríe
maliciosamente.
—Vaya, señorita Steele, me parece que se me está calentando la mano.
—Ah, señor Styles, usted siempre tiene la mano caliente. ¿Qué vamos a
hacer con eso?
Se ríe, pero entonces se ve interrumpido por su BlackBerry, que debe de
estar en silencio, porque no suena. Al ver el identificador de llamada, Harry frunce
el ceño.
—¿Qué pasa? —espeta al teléfono, y luego escucha con atención.
Yo aprovecho la oportunidad para observar sus adorables facciones: su
nariz recta, el cabello despeinado que le cae sobre la frente. Su expresión cambia de
incrédula a divertida, haciendo que deje de comérmelo subrepticiamente con los ojos y
preste atención.
—Estás de broma… Vaya… ¿Cuándo te dijo eso? —Harry se carcajea,
casi sin ganas—. No, no te preocupes. Tú no tienes por qué disculparte. Estoy
encantado de que haya una explicación lógica. Me parecía una cantidad de dinero
ridículamente pequeña… No tengo la menor duda de que tienes en mente un plan
creativo y diabólico para vengarte. Pobre Isaac. —Sonríe—. Bien… Adiós.
Cierra el teléfono de golpe y, aunque de pronto su mirada parece cautelosa,
curiosamente también se le ve aliviado.
—¿Quién era? —pregunto.
—¿De verdad quieres saberlo? —inquiere en voz baja.
Y esa respuesta me basta para saberlo. Niego con la cabeza y observo por
la ventanilla el día gris de Seattle, sintiéndome consternada. ¿Por qué ella es incapaz
de dejarle en paz?
—Eh…
Me coge la mano y me besa los nudillos, uno por uno, y de pronto me chupa
el meñique, con fuerza. Después me muerde con suavidad.
¡Dios…! Tiene una línea erótica que comunica directamente con mi
entrepierna. Jadeo y, nerviosa, miro de reojo a Taylor y a Sawyer, y después a
Harry, que tiene los ojos sombríos y me obsequia con una sonrisa prolongada y
sensual.
—No te agobies, _________ —murmura—. Ella pertenece al pasado.
Y me planta un beso en el centro de la palma de la mano que me provoca un
cosquilleo por todo el cuerpo, y mi enojo momentáneo queda olvidado.
—Buenos días, ________ —saluda Jack mientras me dirijo hacia mi mesa—.
Bonito vestido.
Me ruborizo. El vestido forma parte de mi nuevo guardarropa, cortesía de
mi novio increíblemente rico. Es un traje sin mangas, de lino azul claro y bastante
entallado, que llevo con unas sandalias beis de tacón alto. A Harry le gustan los
tacones, creo. Sonrío por dentro al pensarlo, pero enseguida recupero una anodina
sonrisa profesional destinada a mi jefe.
—Buenos días, Jack.
Inicio mi jornada pidiendo un mensajero para que lleve a imprimir sus
folletos. Él asoma la cabeza por la puerta de su despacho.
—_________, ¿podrías traerme un café, por favor?
—Claro.
Voy hacia la cocina y me encuentro con Claire, la recepcionista, que
también está preparando café.
—Hola, _________ —dice alegremente.
—Hola, Claire.
Charlamos un poco sobre la reunión del fin de semana con su numerosa
familia, en la cual disfrutó muchísimo, y yo le cuento que salí a navegar con Harry.
—Tienes un novio de ensueño, _______ —me dice con los ojos brillantes.
Estoy tentada de mirarla con expresión maravillada.
—No está mal.
Sonrío, y ambas nos echamos a reír.
—¡Cuánto has tardado! —me increpa Jack cuando llego.
¡Oh!
—Lo siento.
Me ruborizo y luego tuerzo el gesto. He tardado lo normal. ¿Qué le pasa? A
lo mejor está nervioso por algo.
Él mueve la cabeza, arrepentido.
—Perdona, _________. No pretendía gritarte, cielo.
¿Cielo?
—En dirección se está tramando algo y no sé qué es. Estate atenta, ¿vale?
Si oyes algo por ahí… sé que las chicas habláis entre vosotras.
Me sonríe con aire cómplice y siento unas ligeras náuseas. No tiene ni idea
de qué hablamos las «chicas». Además, yo ya sé lo que está pasando.
—Me lo harás saber, ¿verdad?
—Claro —digo entre dientes—. He mandado a imprimir el folleto. Estará
listo a las dos en punto.
—Estupendo. Toma. —Me entrega un montón de manuscritos—. Necesito
una sinopsis del primer capítulo de todos estos, y luego archívalos.
—Me pondré a ello.
Me siento aliviada al salir de su despacho y ocupar mi mesa. Ah, no me
resulta nada fácil disponer de información confidencial. ¿Qué hará Jack cuando se
entere? Se me hiela la sangre. Algo me dice que se enfadará bastante. Echo un vistazo a
mi BlackBerry y sonrío. Hay un e—mail de Harry.
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 09:23
Para: _________ Steele
Asunto: Amanecer
Me encanta despertarme contigo por la mañana.
Harry Styles
Total y absolutamente enamorado presidente de Styles Enterprises
Holdings, Inc.
Tengo la sensación de que la sonrisa que aparece en mi cara la parte en dos.
De:> _________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 09:35
Para: Harry Styles
Asunto: Anochecer
Querido total y absolutamente enamorado:
A mí también me encanta despertarme contigo. Aunque yo adoro estar
contigo en la cama y en los ascensores y encima de los pianos y en mesas de billar y
en barcos y escritorios y duchas y bañeras y atada a extrañas cruces de madera y en
inmensas camas de cuatro postes con sábanas de satén rojo y en casitas de
embarcaderos y en dormitorios de infancia.
Tuya
Loca por el sexo e insaciable xx
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 09:37
Para: _________ Steele
Asunto: Hardware húmedo
Querida loca por el sexo e insaciable:
Acabo de espurrear el café encima de mi teclado.
Creo que nunca me había pasado algo así.
Admiro a una mujer que se entusiasma tanto por la geografía.
¿Debo deducir que solo me quiere por mi cuerpo?
Harry Styles Total y absolutamente escandalizado presidente de Styles Enterprises
Holdings, Inc.
De: _________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 09:42
Para: Harry Styles
Asunto: Riendo como una tonta… y húmeda también
Querido total y absolutamente escandalizado:
Siempre.
Tengo que trabajar.
Deja de molestarme.
LS amp;I xx
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 09:50
Para: _________ Steele
Asunto: ¿He de hacerlo?
Querida LS amp;I:
Como siempre, sus deseos son órdenes para mí.
Me encanta que estés húmeda y riendo como una tonta.
Hasta luego, nena.
x
Harry Styles Total y absolutamente enamorado, escandalizado y embrujado
presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.
Dejo la BlackBerry y me pongo a trabajar.
A la hora del almuerzo, Jack me pide que vaya a comprarle algo de comer.
En cuanto salgo de su despacho, llamo a Harry.
—_________ —contesta inmediatamente con voz cariñosa y acariciante.
¿Cómo consigue este hombre que me derrita por teléfono?
—Harry, Jack me ha pedido que vaya a comprarle la comida.
—Cabrón holgazán —maldice.
No le hago caso, y continúo:
—Así que voy a comprarla. Quizá sería más práctico que me dieras el
teléfono de Sawyer, y así no tendría que molestarte.
—No es ninguna molestia, nena.
—¿Estás solo?
—No. Aquí hay seis personas que me miran atónitas preguntándose con
quién demonios estoy hablando.
Oh, no…
—¿De verdad? —musito aterrada.
—Sí. De verdad. Mi novia —informa, apartándose del teléfono.
¡Madre mia!
—Seguramente todos creían que eras gay, ¿sabes?
Se ríe.
—Sí, seguramente.
Puedo percibir su sonrisa.
—Esto… tengo que colgar.
Estoy segura de que nota cuánto me avergüenza interrumpirle.
—Se lo comunicaré a Sawyer. —Vuelve a reírse—. ¿Has sabido algo de tu
amigo?
—Todavía no. Será usted el primero en enterarse, señor Styles.
—Bien. Hasta luego, nena.
—Adiós, Harry.
Sonrío. Cada vez que dice eso, me hace sonreír… tan impropio de
Cincuenta, pero en cierto modo, también tan de él.
Cuando salgo al cabo de pocos segundos, Sawyer ya me está esperando en
la puerta del edificio.
—Señorita Steele —me saluda muy formal.
—Sawyer —asiento a modo de respuesta, y nos encaminamos juntos hacia
la tienda.
Con Sawyer no me siento tan cómoda como con Taylor. Él sigue vigilando
la calle mientras caminamos por la acera. De hecho, consigue ponerme más nerviosa, y
también yo acabo haciendo lo mismo.
¿Está Leila rondando por aquí cerca? ¿O nos hemos contagiado todos de la
paranoia de Harry? ¿Forma parte esto de sus cincuenta sombras? Lo que daría por
tener una inocente conversación de media hora con el doctor Flynn para averiguarlo.
No se ve nada raro, solo Seattle a la hora del almuerzo: gente que sale a
comer con prisas, que va de compras o a reunirse con amigos. Veo a dos mujeres
jóvenes que se abrazan al encontrarse.
Echo de menos a Perrie. Solo hace dos semanas que se fue de vacaciones,
pero me parecen las dos semanas más largas de mi vida. Han pasado tantas cosas…
Perrie no me creerá cuando se lo cuente. Bueno, se lo contaré parcialmente, una versión
sujeta a un acuerdo de confidencialidad. Frunzo el ceño. Tengo que hablar con
Harry de eso. ¿Cómo reaccionaría Perrie si se enterase? Palidezco al pensarlo. Tal
vez regrese con Ethan. Esa posibilidad me hace temblar de emoción, pero no lo creo
probable. Seguramente se quedará en Barbados con Elliot.
—¿Dónde se pone cuando está esperando y vigilando en la calle? —le
pregunto a Sawyer mientras hacemos cola para la comida.
Está situado delante de mí, de cara a la puerta, controlando continuamente
la calle y a todo el que entra. Resulta inquietante.
—Me siento en la cafetería que hay al otro lado de la calle, señorita Steele.
—¿No es muy aburrido?
—Para mí no, señora. Es a lo que me dedico —dice con frialdad.
Me sonrojo.
—Perdone, no pretendía…
Al ver su expresión amable y comprensiva, me quedo sin palabras.
—Por favor, señorita Steele. Mi trabajo es protegerla. Y eso es lo que
hago.
—¿Ni rastro de Leila, entonces?
—No, señora.
Frunzo el ceño.
—¿Cómo sabe qué aspecto tiene?
—He visto una fotografía suya.
—Ah, ¿la lleva encima?
—No, señora. —Se da un golpecito en la cabeza—. La guardo en la
memoria.
Pues claro. La verdad es que me gustaría mucho examinar bien una
fotografía de Leila para ver cómo era antes de convertirse en la Chica Fantasma. Me
pregunto si Harry me dejaría tener una copia. Sí, seguramente sí… por mi
seguridad. Urdo un plan, y mi subconsciente se relame y asiente entusiasmada.
* * *
Los folletos llegan a la oficina, y me alivia ver que han quedado muy bien.
Llevo uno al despacho de Jack. Se le ilumina la mirada: no sé si es por mí o por el
folleto. Opto por creer que se trata de esto último.
—Están muy bien, ________. —Lo hojea tranquilamente—. Sí, buen trabajo.
¿Vas a ver a tu novio esta noche?
Tuerce el labio al decir «novio».
—Sí. Vivimos juntos.
Es una verdad a medias. Bueno, en este momento sí es cierto, así que no es
más que una mentira inocente. Espero que con eso baste para disuadirle.
—¿Se molestaría si fueras conmigo a tomar una copa rápida esta noche?
Para celebrar todo el trabajo que has hecho.
—Tengo un amigo que vuelve a la ciudad esta noche, y saldremos todos a
cenar.
Y estaré ocupada todas las noches, Jack.
—Ya veo. —Suspira, exasperado—. ¿Quizá cuando vuelva de Nueva York,
entonces?
Levanta las cejas, expectante, y se le enturbia la mirada de forma sugerente.
Oh, no… Esbozo una sonrisa evasiva y reprimo un estremecimiento.
—¿Te apetece un café o un té? —pregunto.
—Café, por favor —dice en voz baja y ronca, como si estuviera pidiendo
otra cosa.
Maldita sea. Ahora me doy cuenta de que no piensa rendirse. Oh… ¿qué
hago?
Cuando salgo de su despacho respiro hondo, ya mucho más tranquila. Jack
me pone muy tensa. Harry no se equivoca con él, y en parte me molesta que tenga
razón.
Me siento a mi mesa y suena mi BlackBerry: un número que no reconozco.
—_______ Steele.
—¡Hola, Steele!
El alegre tono de Ethan me coge momentáneamente desprevenida.
—¡Ethan! —casi grito de alegría—. ¿Cómo estás?
—Encantado de haber vuelto. Estaba francamente harto de sol y de ponches
de ron, y de mi hermana pequeña perdidamente enamorada de ese tipo tan importante.
Ha sido infernal, ___________.
—¡Ya! Mar, arena, sol y ponches de ron recuerda mucho al «Infierno» de
Dante —contesto entre risas—. ¿Dónde estás?
—En el aeropuerto, esperando a que salga mi maleta. ¿Qué estás haciendo
tú?
—Estoy en el trabajo. Sí, tengo un trabajo remunerado —replico ante su
exclamación de asombro—. ¿Quieres venir a buscar las llaves? Luego podemos vernos
en el apartamento.
—Me parece estupendo. Nos vemos dentro de cuarenta y cinco minutos, una
hora como mucho. ¿Me das la dirección?
Le doy la dirección de SIP.
—Nos vemos ahora, Ethan.
—Hasta luego, nena —dice, y cuelga.
¿Qué? ¿Ethan también? ¡No! Y caigo en la cuenta de que acaba de pasar una
semana con Elliot. Rápidamente le escribo un correo electrónico a Harry.
De: _________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 14:55
Para: Harry Styles
Asunto: Visitas procedentes de climas soleados
Queridísimo total y absolutamente EEE:
Ethan ha vuelto, y va a venir a buscar las llaves del apartamento.
Me gustaría mucho comprobar que está bien instalado.
¿Por qué no me recoges después del trabajo? ¿Podríamos ir al
apartamento y después salir TODOS a cenar algo?
¿Invito yo?
Tuya
_______ x
Aún LS amp;I
_________ Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 15:05
Para: _________ Steele
Asunto: Cenar fuera
Apruebo tu plan. ¡Menos lo de que pagues tú!
Invito yo.
Te recogeré a las seis en punto.
x
P.D.: ¡¡¡Por qué no utilizas tu BlackBerry!!!
Harry Styles
Total y absolutamente enfadado presidente de Styles Enterprises
Holdings, Inc.
De: ___________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 15:11
Para: Harry Styles
Asunto: Mandón
Bah, no seas tan rudo ni te enfades tanto.
Todo está en clave.
Nos vemos a las seis en punto.
_______ x
_________ Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 15:18
Para: ________ Steele
Asunto: Mujer exasperante
¡Rudo y enfadado!
Ya te daré yo rudo y enfadado.
Y tengo muchas ganas.
Harry Styles
Total y absolutamente más enfadado, pero sonriendo por alguna razón
desconocida, presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.
De: __________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 15:23
Para: Harry Styles
Asunto: Promesas, promesas
Adelante, señor Styles.
Yo también tengo muchas ganas.;D
_________ x
________ Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
No contesta, pero tampoco espero que lo haga. Le imagino quejándose de
las señales contradictorias, y al pensarlo sonrío. Fantaseo un momento sobre lo que
puede hacerme, pero acabo revolviéndome en la silla. Mi subconsciente me mira con
aire reprobatorio por encima de sus gafas de media luna: Sigue trabajando.
Al cabo de un momento, suena el teléfono de mi mesa. Es Claire, de
recepción.
—Aquí hay un chico muy mono que viene a verte. Tenemos que salir juntas
de copas algún día, _______. Seguro que tú conoces a muchos tíos buenos —sisea a través
del auricular en tono cómplice.
¡Ethan! Cojo las llaves de mi bolso, y corro al vestíbulo.
Madre mía… Cabello rubio tostado por el sol, bronceado espectacular y
unos ojos almendrados que me miran resplandecientes desde el sofá de piel verde. En
cuanto me ve, Ethan se pone de pie y viene hacia mí con la boca abierta.
—Uau, Ana. —Me mira con el ceño fruncido mientras se inclina para
darme un abrazo.
—Estás estupendo —le digo sonriendo.
—Tú estás… vaya… diferente. Más moderna y sofisticada. ¿Qué ha
pasado? ¿Te has cambiado el peinado? ¿La ropa? ¡No sé, Steele, pero estás muy
atractiva!
Siento que me arden las mejillas.
—Oh, Ethan. Es solo la ropa que llevo para trabajar —le regaño medio en
broma.
Claire, que nos está mirando desde su mostrador, arquea una ceja y sonríe
con ironía.
—¿Qué tal por Barbados?
—Divertido.
—¿Cuándo vuelve Perrie?
—Ella y Elliot vuelven el viernes. Parece que van bastante en serio —dice
Ethan, alzando la mirada al cielo.
—La he echado de menos.
—¿Sí? ¿Cómo te ha ido con el magnate?
—¿El magnate? —Suelto una risita—. Bueno, está siendo interesante. Esta
noche nos invita a cenar.
—Genial.
Ethan parece sinceramente encantado. ¡Uf!
—Toma. —Le entrego las llaves—. ¿Tienes la dirección?
—Sí. Hasta luego, nena. —Se agacha y me besa en la mejilla.
—¿Eso lo dice Elliot?
—Sí, por lo visto se pega.
—Pues sí. Hasta luego.
Le sonrío y él recoge la enorme bolsa que ha dejado junto al sofá verde y
sale del edificio.
Cuando me doy la vuelta, Jack me está mirando desde el otro extremo del
vestíbulo, con expresión inescrutable. Yo le sonrío, radiante, y me dirijo de vuelta a mi
mesa, consciente en todo momento de que no me quita la vista de encima. Está
empezando a crisparme los nervios. ¿Qué hago? No tengo ni idea. Tendré que esperar
a que vuelva Perrie. A ella se le ocurrirá algún plan. Pensar eso disipa mi inquietud, y
cojo el siguiente manuscrito.
* * *
A las seis menos cinco, suena el teléfono de mi mesa. Es Harry.
—Ha llegado el malhumorado Rudo y Enfadado —dice, y sonrío.
Cincuenta sigue juguetón. La diosa que llevo dentro aplaude, feliz como una
cría.
—Bien, aquí Loca por el Sexo e Insaciable. Deduzco que ya estás fuera —
digo.
—Efectivamente, señorita Steele. Tengo ganas de verla —dice en tono
cálido y seductor, y mi corazón empieza a brincar, frenético.
—Lo mismo digo, señor Styles. Ahora salgo.
Cuelgo.
Apago el ordenador y cojo el bolso y mi chaqueta beis.
—Me voy, Jack —le aviso.
—Muy bien, _________. ¡Gracias por lo de hoy! Que lo pases bien.
—Tú también.
¿Por qué no puede ser así siempre? No le entiendo.
El Audi está aparcado junto al bordillo, y cuando me acerco Harry baja
del coche. Se ha quitado la americana, y lleva esos pantalones grises que le sientan tan
bien, mis favoritos. ¿Cómo puede ser para mí este dios griego? Y me encuentro
sonriendo como una idiota ante su sonrisita tonta.
Lleva todo el día comportándose como un novio enamorado… enamorado
de mí. Este hombre adorable, complejo e imperfecto está enamorado de mí, y yo de él.
De pronto siento en mi interior un gran estallido de júbilo, y saboreo este fugaz
momento en el que me siento capaz de conquistar el mundo.
—Señorita Steele, está usted tan fascinante como esta mañana.
Harry me atrae hacia él y me besa intensamente.
—Usted también, señor Styles.
—Vamos a buscar a tu amigo.
Me sonríe y me abre la puerta del coche.
Mientras Taylor nos lleva hacia el apartamento, Harry me habla del día
que ha tenido, mucho mejor que el de ayer, por lo visto. Le miro arrobada mientras
intenta explicarme el enorme paso adelante que ha dado el departamento de ciencias
medioambientales de la WSU en Vancouver. Apenas comprendo el significado de sus
palabras, pero me cautivan su pasión y su interés por ese tema. Quizá así es como será
nuestra relación: habrá días malos y días buenos, y si los buenos son como este, no
pienso tener ninguna queja. Me entrega una hoja.
—Estas son las horas que Claude tiene libres esta semana —dice.
¡Ah! El preparador.
Cuando nos acercamos al edificio de mi apartamento, saca su BlackBerry
del bolsillo.
—Styles—contesta—. ¿Qué pasa, Ros?
Escucha atentamente, y veo que la conversación será larga.
—Voy a buscar a Ethan. Serán dos minutos —articulo en silencio,
levantando dos dedos.
Él asiente; es obvio que está muy enfrascado en la conversación. Taylor me
abre la puerta con una sonrisa afable. Yo le correspondo; incluso Taylor lo nota. Pulso
el timbre del interfono y grito alegremente:
—Hola, Ethan, soy yo. Ábreme.
La puerta se abre con un zumbido y subo las escaleras hasta el apartamento.
Caigo en la cuenta de que no he estado aquí desde el sábado por la mañana. Parece que
haya pasado mucho más tiempo. Ethan me ha dejado la puerta abierta. Entro y, no sé
por qué, pero en cuanto estoy dentro me quedo paralizada instintivamente. Tardo un
momento en darme cuenta de que es porque hay una persona pálida y triste de pie junto
a la encimera de la isla de la cocina, sosteniendo un pequeño revólver: es Leila, que
me observa impasible.
PREPARENSE PARA EL SUSPENSO CHICAS!!!!!!
—Hablaste con ella hoy? —le pregunto a Hary mientras esperamos la
llegada de la señora Robinson.
—Sí.
—¿Qué le dijiste?
—Le dije que tú no querías verla, y que yo entendía perfectamente tus
motivos. También le dije que no me gustaba que actuara a mis espaldas.
Tiene una mirada inexpresiva que no trasluce nada.
Ay, Dios.
—¿Y ella qué dijo?
—Eludió la responsabilidad como solo ella sabe hacerlo.
Hace una mueca con los labios.
—¿Para qué crees que ha venido?
—No tengo ni idea —responde Harry, encogiéndose de hombros.
Taylor vuelve a entrar en el salón.
—La señora Lincoln —anuncia.
Y ahí está… ¿Por qué ha de ser tan endiabladamente atractiva? Va toda
vestida de negro: vaqueros ajustados, una blusa que realza su silueta perfecta, y el
cabello brillante y sedoso como un halo.
Harry me atrae hacia él.
—Elena —dice, y parece confuso.
Ella me mira estupefacta y se queda paralizada. Le cuesta recuperar la voz
y parpadea.
—Lo siento. No sabía que estabas acompañado,Harry. Es lunes —dice
como si eso explicara su presencia aquí.
—Novia —responde Harry a modo de explicación, mientras ladea la
cabeza y le dedica una sonrisa fría.
En la cara de ella aparece lentamente un gesto de inmensa satisfacción.
Todo resulta muy desconcertante.
—Claro. Hola, _______. No sabía que estabas aquí. Sé que no quieres
hablar conmigo, y lo entiendo.
—¿Ah, sí? —respondo en voz baja, y la miro a la cara de un modo que nos
sorprende a ambas.
Ella frunce levemente el ceño y avanza un paso más para entrar en la
habitación.
—Sí, he captado el mensaje. No he venido a verte a ti. Como he dicho,
Harry no suele tener compañía entre semana. —Hace una pausa—. Tengo un
problema y necesito hablarlo con Harry.
—¿Ah? —Harry se yergue—. ¿Quieres beber algo?
—Sí, por favor.
Harry le sirve una copa de vino, mientras Elena y yo seguimos
observándonos mutuamente con cierta incomodidad. Ella juguetea con un gran anillo de
plata que lleva en el dedo corazón, y yo no sé dónde mirar. Finalmente me dedica una
sonrisita crispada, se acerca a la cocina y se sienta en el taburete del extremo de la
isla. Es obvio que conoce bien el sitio y que se mueve por él con naturalidad.
¿Me quedo? ¿Me marcho? Oh, qué difícil es esto. Mi subconsciente mira
ceñuda a Elena con su expresión más abiertamente hostil.
Hay tantas cosas que quiero decirle a esa mujer, y ninguna es agradable.
Pero es amiga de Harry—su única amiga—, y por mucho odio que sienta por ella,
soy educada por naturaleza. Decido quedarme y me siento, con toda la elegancia de la
que soy capaz, en el taburete que ocupaba Harry. Él nos sirve vino en las copas y se
sienta entre ambas en la barra del desayuno. ¿Se da cuenta de lo raro que es todo esto?
—¿Qué pasa? —le pregunta a Elena.
Ella me mira nerviosa, y Harry me coge la mano.
—_____ está ahora conmigo —dice ante su pregunta implícita, y me
aprieta la mano.
Yo me sonrojo y mi subconsciente, olvidada ya la cara de arpía, sonríe
radiante.
Elena suaviza el gesto como si se alegrara por él. Como si realmente se
alegrara por él. Oh, no entiendo en absoluto a esta mujer, y su presencia me incomoda
y me pone nerviosa.
Ella inspira profundamente, se remueve inquieta y se sienta en el borde del
taburete. Se mira las manos con nerviosismo, y empieza a dar vueltas sin parar al
anillo de plata de su dedo corazón.
¿Cuál es su problema? ¿Que yo esté presente? ¿Provoco ese efecto en ella?
Porque yo siento lo mismo: no la quiero aquí. Ella levanta la cabeza y mira a Harry
directamente a los ojos.
—Me están haciendo chantaje.
Por Dios. No es eso lo que esperaba que dijera. Harry se pone tenso.
¿Alguien ha descubierto su afición por los jóvenes menores de edad maltratados y
vapuleados por la vida? Reprimo mi repulsión, y por un momento acude a mi mente esa
frase sobre el burlador burlado. Mi subconsciente se frota las manos con mal
disimulado placer. Bien.
—¿Cómo? —pregunta Harry, y su voz refleja claramente el espanto.
Ella coge su enorme bolso de piel, un diseño exclusivo, saca una nota y se
la entrega.
—Ponla aquí y ábrela.
Harry señala la barra con el mentón.
—¿No quieres tocarla?
—No. Huellas dactilares.
—Harry, tú sabes que no puedo ir a la policía con esto.
¿Por qué estoy escuchando esto? ¿Es que ella está tirándose a otro pobre
chico?
Deja la nota delante de él, que se inclina para leerla.
—Solo piden cinco mil dólares —dice como si no le diera importancia—.
¿Tienes idea de quién puede ser? ¿Alguien de la comunidad?
—No —contesta ella con su voz dulce y melosa.
—¿Linc?
¿Linc? ¿Quién es ese?
—¿Qué? ¿Después de tanto tiempo? No creo —masculla ella.
—¿Lo sabe Isaac?
—No se lo he dicho.
¿Quién es Isaac?
—Creo que él debería saberlo —dice Harry.
Ella niega con la cabeza, y ahora me siento fuera de lugar. No quiero saber
nada de esto. Intento soltar mi mano de la de Harry, pero él me retiene con fuerza y
se vuelve a mirarme.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—Estoy cansada. Creo que me voy a la cama.
Sus ojos escrutan los míos… ¿buscando acaso qué? ¿Censura?
¿Aprobación? ¿Hostilidad? Yo intento mantenerme impertérrita.
—De acuerdo —dice—. Yo no tardaré.
Me suelta y me pongo de pie. Elena me mira con cautela. Yo sigo impasible
y le devuelvo la mirada sin expresar nada.
—Buenas noches, _________ —me dice con una leve sonrisa.
—Buenas noches —musito con frialdad.
Me doy la vuelta para marcharme. La tensión me resulta insoportable. En
cuanto salgo de la estancia ellos reanudan la conversación.
—No creo que yo pueda hacer gran cosa, Elena —le dice Harry—. Si es
una cuestión de dinero… —Se interrumpe—. Puedo pedirle a Welch que investigue.
—No, Harry, solo quería que lo supieras —dice ella.
Desde fuera del salón la oigo comentar:
—Se te ve muy feliz.
—Lo soy —contesta Harry.
—Mereces serlo.
—Ojalá eso fuera verdad.
—Harry… —replica en tono reprobador.
Yo me quedo paralizada, y escucho atentamente sin poder evitarlo.
—¿Sabe ella lo negativo que eres contigo mismo? ¿En todos los aspectos?
—Ella me conoce mejor que nadie.
—¡Vaya! Eso me ha dolido.
—Es la verdad, Elena. Con ella no necesito jueguecitos. Y lo digo en serio,
déjala en paz.
—¿Cuál es su problema?
—Tú… lo que fuimos. Lo que hicimos. Ella no lo entiende.
—Haz que lo entienda.
—Eso es el pasado, Elena, ¿y por qué voy a querer contaminarla con
nuestra jodida relación? Ella es buena y dulce e inocente, y, milagrosamente, me
quiere.
—Eso no es un milagro, Harry —le replica ella con afecto—. Confía un
poco en ti mismo. Eres una auténtica joya. Ya te lo he dicho muchas veces. Y ella
parece encantadora también. Fuerte. Alguien que te hará frente.
No oigo la respuesta de Harry. Así que soy fuerte… ¿en serio? La
verdad es que no me siento así.
—¿Lo echas de menos? —continúa Elena.
—¿El qué?
—Tu cuarto de juegos.
Se me corta la respiración.
—La verdad es que eso no es asunto tuyo, maldita sea —le espeta
Harry.
Oh.
—Perdona —replica Elena sin sentirlo realmente.
—Creo que deberías irte. Y, por favor, otra vez llama antes de venir.
—Lo siento, Harry —dice, y a juzgar por el tono, esta vez es de verdad
—. ¿Desde cuándo eres tan sensible? —vuelve a reprenderle.
—Elena, nosotros tenemos una relación de negocios que ha sido
enormemente provechosa para ambos. Dejémoslo así. Lo que hubo entre los dos forma
parte del pasado.________ es mi futuro, y no quiero ponerlo en peligro de ningún
modo, así que ahórrate toda esa mierda.
¡Su futuro!
—Ya veo.
—Mira, siento que tengas problemas. Quizá deberías enfrentarte
directamente y plantarles cara.
Ahora su tono es más suave.
—No quiero perderte,Harry.
—Para eso debería ser tuyo, Elena —le espeta de nuevo.
—No quería decir eso.
—¿Qué querías decir?
Está enfadado, su tono es brusco.
—Oye, no quiero discutir contigo. Tu amistad es muy importante para mí.
Me alejaré de ________. Pero si me necesitas, aquí estaré. Siempre.
—_________ cree que estuvimos juntos el sábado pasado. En realidad tú me
llamaste por teléfono y nada más. ¿Por qué le dijiste lo contrario?
—Quería que supiera cuánto te afectó que se marchara. No quiero que te
haga daño.
—Ella ya lo sabe. Se lo he dicho. Deja de entrometerte. Francamente, te
estás comportando como una madraza muy pesada.
Harry parece más resignado y Elena se ríe, pero su risa tiene un deje
triste.
—Lo sé. Lo siento. Ya sabes que me preocupo por ti. Nunca pensé que
acabarías enamorándote, Harry, y verlo es muy gratificante. Pero no podría soportar
que ella te hiciera daño.
—Correré el riesgo —dice con sequedad—. ¿Seguro que no quieres que
Welch investigue un poco?
Elena lanza un gran suspiro.
—Supongo que eso no perjudicaría a nadie.
—De acuerdo. Le llamaré mañana por la mañana.
Les oigo hablar un poco más del tema. Como viejos amigos, como dice
Harry. Solo amigos. Y ella se preocupa por él… quizá demasiado. Bueno, como
haría cualquiera que le conociera bien.
—Gracias,Harry. Y lo siento. No pretendía entrometerme. Me voy. La
próxima vez llamaré.
—Bien.
¡Se marcha! ¡Oh, maldita sea! Recorro a toda prisa el pasillo hasta el
dormitorio de Harry y me siento en la cama. Harry entra poco después.
—Se ha ido —dice cauteloso, pendiente de mi reacción.
Yo levanto la vista, le miro e intento formular mi pregunta.
—¿Me lo contarás todo sobre ella? Intento entender por qué crees que te
ayudó. —Me callo y pienso a fondo mi siguiente frase—. Yo la odio,Harry. Creo
que te hizo un daño indecible. Tú no tienes amigos. ¿Fue ella quien los alejó de ti?
Él suspira y se pasa la mano por el pelo.
—¿Por qué coño quieres saber cosas de ella? Tuvimos una historia hace
mucho tiempo, ella solía darme unas palizas de muerte y yo me la tiraba de formas que
tú ni siquiera imaginas, fin de la historia.
Me pongo pálida. Oh, no, está enfadado… conmigo.
—¿Por qué estás tan enfadado?
—¡Porque toda esa mierda se acabó! —grita, ceñudo.
Suspira exasperado y menea la cabeza.
Estoy blanca como la cera. Dios. Me miro las manos unidas en mi regazo.
Yo solo pretendo entenderlo.
Se sienta a mi lado.
—¿Qué quieres saber? —pregunta con aire cansado.
—No tienes que contármelo. No quiero entrometerme.
—No es eso, A________. No me gusta hablar de todo aquello. He vivido en
una burbuja durante años, sin que nada me afectara y sin tener que justificarme ante
nadie. Ella siempre ha sido mi confidente. Y ahora mi pasado y mi futuro colisionan de
una forma que nunca creí posible.
Le miro, y él me está observando con los ojos muy abiertos.
—Nunca imaginé mi futuro con nadie,_______. Tú me das esperanza y
haces que me plantee todo tipo de posibilidades —se queda pensando.
—Os he estado escuchando —susurro, y vuelvo a mirarme las manos.
—¿Qué? ¿Nuestra conversación?
—Sí.
—¿Y? —dice en tono resignado.
—Ella se preocupa por ti.
—Sí, es verdad. Y yo por ella, a mi manera, pero eso no se puede ni
comparar siquiera a lo que siento por ti. Si es que se trata de eso…
—No estoy celosa. —Me duele que piense eso… ¿o sí lo estoy? Maldita
sea. Quizá sea eso—. Tú no la quieres —murmuro.
Él vuelve a suspirar. Se le nota de nuevo enfadado.
—Hace mucho tiempo creí que la quería —dice con los dientes apretados.
Oh.
—Cuando estábamos en Georgia… dijiste que no la querías.
—Es verdad.
Frunzo el ceño.
—Entonces te amaba a ti, _______ —susurra—. He volado cinco mil
kilómetros solo para verte. Eres la única persona por la que he hecho algo así.
Oh, Dios… No lo entiendo, en aquel momento él todavía me quería como
sumisa. Frunzo más el ceño.
—Mis sentimientos por ti son muy diferentes de los que sentí nunca por
Elena —dice a modo de explicación.
—¿Cuándo lo supiste?
Se encoge de hombros.
—Es irónico, pero fue Elena quien me lo hizo notar. Ella me animó a ir a
Georgia.
¡Lo sabía! Lo supe en Savannah. Le miro, impasible.
¿Y ahora qué? Quizá ella está realmente de mi parte y solo le preocupa que
yo pueda hacerle daño a Harry. Pensar en eso me duele. Yo nunca desearía hacerle
daño. Ella tiene razón: ya le han herido bastante.
Puede que no sea tan mala, después de todo. Niego con la cabeza. No
quiero aceptar su relación con Harry. La desapruebo. Sí, eso es. Es un personaje
despreciable que se aprovechó de un adolescente vulnerable y le arrebató esa etapa de
su vida, diga lo que diga él.
—¿Así que la deseabas? Cuando eras más joven.
—Sí.
Ah.
—Me enseñó muchísimas cosas. Me enseñó a creer en mí mismo.
Ah.
—Pero ella también te daba unas palizas terribles.
Él sonríe con cariño.
—Sí, es verdad.
—¿Y a ti te gustaba?
—En aquella época, sí.
—¿Tanto que querías hacérselo a otras?
Abre los ojos de par en par y se pone serio.
—Sí.
—¿Ella te ayudó con eso?
—Sí.
—¿Fue también tu sumisa?
—Sí.
Por Dios…
—¿Y esperas que me caiga bien? —digo con voz amarga y quebradiza.
—No. Aunque eso me facilitaría muchísimo la vida —dice con cautela—.
Comprendo tu reticencia.
—¡Reticencia! Dios, Harry… si se hubiera tratado de tu hijo, ¿qué
sentirías?
Se me queda mirando, como si no comprendiera del todo la pregunta.
Tuerce el gesto.
—Nadie me obligó a estar con ella. Lo elegí yo, ________ —murmura.
Así no voy a llegar a ninguna parte.
—¿Quién es Linc?
—Su ex marido.
—¿Lincoln el maderero?
—El mismo —dice sonriendo.
—¿E Isaac?
—Su actual sumiso.
Oh, no.
—Tiene veintimuchos años,________. Ya sabes, es un adulto que sabe lo
que hace —añade enseguida, al interpretar correctamente mi expresión de repugnancia.
—Tu edad —musito.
—Mira, _______, como le he dicho a Elena, ella forma parte de mi
pasado. Tú eres mi futuro. No permitas que se entrometa entre nosotros, por favor. Y la
verdad, ya estoy harto de este tema. Voy a trabajar un poco. —Se pone de pie y me
mira—. Déjalo estar, por favor.
Yo levanto la vista y le observo, tozuda.
—Ah, casi me olvido —añade—. Tu coche ha llegado un día antes. Está en
el garaje. Taylor tiene la llave.
Uau… ¿el Saab?
—¿Podré conducirlo mañana?
—No.
—¿Por qué no?
—Ya sabes por qué no. Y eso me recuerda que, si vas a salir de la oficina,
me lo hagas saber. Sawyer estaba allí, vigilándote. Por lo visto, no puedo fiarme de
que cuides de ti misma —dice en tono de reproche, y consigue que vuelva a sentirme
como una niña descarriada… otra vez.
Y me dan ganas de volver a plantarle cara, pero ya está bastante exaltado
por lo de Elena y no quiero presionarle más. Sin embargo no puedo evitar comentar:
—Por lo visto, yo tampoco puedo fiarme de ti —digo entre dientes—.
Podrías haberme dicho que Sawyer me estaba vigilando.
—¿Quieres discutir por eso también? —replica.
—No sabía que estuviéramos discutiendo. Creía que nos estábamos
comunicando —mascullo malhumorada.
Él cierra los ojos un segundo y hace esfuerzos para reprimir el mal genio.
Yo trago saliva y le miro, ansiosa. No sé cómo acabará esto.
—Tengo trabajo —dice en voz baja, y seguidamente sale de la habitación.
Exhalo con fuerza. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo la
respiración. Me tumbo otra vez en la cama, mirando el techo.
¿Alguna vez podremos tener una conversación que no termine en discusión?
Resulta agotador.
Simplemente, aún no nos conocemos bien. ¿Realmente quiero venirme a
vivir con él? Ni siquiera sé si debería prepararle una taza de té o de café mientras está
trabajando. ¿Debería interrumpirle? No tengo ni idea de qué le gusta y qué no.
Es evidente que está harto de todo el tema de Elena… y tiene razón: tengo
que olvidarlo. Dejarlo correr. Bien, al menos no espera que me haga amiga de ella, y
confío en que ahora Elena deje de acosarme para que nos veamos.
Salgo de la cama y voy hacia el ventanal. Abro la puerta del balcón y me
acerco a la barandilla de vidrio. Su transparencia me pone nerviosa. Está muy alto, y el
aire es fresco, frío.
Contemplo las luces de Seattle centelleando allá fuera. Harry está tan
lejos de todo, aquí arriba en su fortaleza. No tiene que rendir cuentas ante nadie.
Acababa de decirme que me Amaba, y entonces vuelve a interponerse toda esa
porquería por culpa de esa espantosa mujer. Pongo los ojos en blanco. Su vida es muy
complicada. Él es muy complicado.
Respiro hondo, echo un último vistazo a la ciudad que se extiende a mis
pies como un manto dorado, y decido telefonear a Ray. Hace tiempo que no hablo con
él. Tenemos una conversación breve, como de costumbre, pero me cuenta que está bien
y que estoy interrumpiendo un partido de fútbol importante.
—Espero que vaya todo bien con Harry —dice con naturalidad, y sé que
su intención es obtener información, pero que en realidad no lo quiere saber.
—Sí. Estamos muy bien.
Más o menos, y me voy a vivir con él. Aunque no hemos concretado fechas.
—Te quiero, papá.
—Yo también te quiero,_______.
Cuelgo y miro el reloj. Solo son las diez. Estoy inquieta y tensa.
Me doy una ducha rápida y, cuando vuelvo a la habitación, decido ponerme
uno de los camisones de Neiman Marcus que me envió Caroline Acton. Harry
siempre se queja de mis camisetas. Hay tres. Escojo el rosa pálido y me lo pongo por
la cabeza. La tela se desliza por mi piel, acariciándome y ciñéndose mientras me cubre
el cuerpo. Es de un satén finísimo y buenísimo, que transmite una sensación de lujo.
¡Uau! Me miro en el espejo y parezco una estrella de cine de los años treinta. Es largo
y elegante… y tan impropio de mí.
Cojo la bata a juego y decido ir a buscar un libro a la biblioteca. Puedo
leer con mi iPad, pero en este momento me apetece la comodidad y la solidez física de
un libro. Dejaré tranquilo a Harry. Quizá recupere el buen humor cuando haya
terminado de trabajar.
En la biblioteca de Harry hay una cantidad ingente de libros. Tardaría
una eternidad en revisarlos título por título. Le echo un vistazo a la mesa de billar y, al
recordar la noche anterior, me ruborizo. Sonrío al ver que la regla sigue en el suelo. La
recojo y me golpeo en la mano. ¡Ay! Escuece.
¿Por qué no puedo aceptar un poco más de dolor por mi hombre? Dejo la
regla sobre la mesa con cierto abatimiento y sigo buscando un buen libro para leer.
La mayoría son primeras ediciones. ¿Cómo puede haber reunido una
colección como esta en tan poco tiempo? Quizá el trabajo de Taylor incluya la
adquisición de libros. Me decido por Rebecca, de Daphne du Maurier. Lo leí hace
mucho tiempo. Sonrío, me acurruco en una de las mullidas butacas y leo la primera
frase:
Anoche soñé que había vuelto a Manderley…
* * *
Me despierto de golpe cuando Harry me coge en brazos.
—Hola —murmura—, te has quedado dormida. No te encontraba.
Hunde la nariz en mi pelo. Adormecida, le echo los brazos al cuello y
aspiro su aroma —oh, qué bien huele—, mientras él me lleva otra vez al dormitorio.
Me tumba en la cama y me arropa.
—Duerme, nena —susurra, y me besa en la frente.
* * *
Me despierto sobresaltada de un sueño convulso y me quedo
momentáneamente desorientada. Reacciono mirando con ansiedad a los pies de la
cama, pero allí no hay nadie. Del salón llega el tenue sonido de una compleja melodía
de piano.
¿Qué hora es? Miro el despertador: las dos de la madrugada. ¿Habrá
dormido algo Harry? Apartando la bata que todavía llevo puesta y que se me enreda
en las piernas, bajo de la cama.
Me quedo de pie en la penumbra del salón, escuchando. Harry está
absorto en la música. Parece tranquilo y a salvo en su burbuja de luz. Y la pieza que
interpreta es una melodía cadenciosa, con partes que me resultan familiares. Pero es
muy compleja. Es un intérprete maravilloso. ¿Por qué siempre me sorprendo ante ello?
La escena en conjunto parece diferente de algún modo, y entonces me doy
cuenta de que la tapa del piano está bajada y el entorno parece más diáfano. Él levanta
la vista y nuestras miradas se encuentran. Sus ojos Verdes se iluminan bajo el difuso
resplandor de la lámpara. Sigue tocando, sin la menor vacilación ni fallo, mientras yo
me voy acercando. Me sigue con sus ojos, que se embeben de mí, arden y
resplandecen. Cuando llego a su lado, deja de tocar.
—¿Por qué paras? Era precioso.
—¿Tienes idea de lo deseable que estás en este momento? —dice en voz
baja.
Oh.
—Ven a la cama —susurro, y sus ojos refulgen cuando me tiende la mano.
La acepto, él tira repentinamente de mí y caigo en su regazo. Me rodea con
sus brazos y me acaricia la nuca con la nariz, por detrás de la oreja, y un escalofrío me
recorre la columna.
—¿Por qué nos peleamos? —murmura, y sus dientes me rozan el lóbulo.
Mi corazón late con fuerza y empieza a palpitar desbocado, y mi cuerpo se
enardece.
—Porque nos estamos conociendo, y tú eres tozudo y cascarrabias y gruñón
y difícil —murmuro sin aliento, y ladeo la cabeza para facilitarle el acceso a mi
cuello.
Él baja la nariz por mi garganta, y noto que sonríe.
—Soy todas esas cosas, señorita Steele. Me asombra que me soporte. —Me
mordisquea el lóbulo y yo gimo—. ¿Es siempre así? —suspira.
—No tengo ni idea.
—Yo tampoco.
Tira del cinturón de mi bata, la abre, y desliza una mano que me acaricia el
cuerpo, los senos. Mis pezones se endurecen con sus tiernas caricias y se yerguen bajo
el satén. Él sigue bajando hacia la cintura, hasta la cadera.
—Es muy agradable tocarte bajo esta tela, y se trasluce todo, incluso esto.
Tira suavemente de mi vello público y me provoca un gemido, mientras con
la otra mano me agarra el pelo de la nuca. Me echa la cabeza hacia atrás y me besa con
una lengua anhelante, despiadada, hambrienta. Yo respondo con un quejido y acaricio
ese rostro tan querido. Con una mano tira hacia arriba de mi camisón, con delicadeza,
despacio, seductor. Me acaricia el trasero desnudo y luego baja el pulgar hasta el
interior del muslo.
De repente se levanta, sobresaltándome. Me coloca sobre el piano con los
pies apoyados en las teclas, que emiten notas discordantes e inconexas, mientras sus
manos suben por mis piernas y me separan las rodillas. Me sujeta las manos.
—Túmbate —ordena, sin soltarme las manos mientras yo me recuesto sobre
el piano.
Noto en la espalda la tapa dura y rígida. Me libera las manos y me separa
mucho las piernas. Mis pies bailan sobre las teclas, sobre las notas más graves y
agudas.
Ay, Dios. Sé qué va a hacer, y la expectativa… Cuando me besa el interior
de la rodilla gimo con fuerza. Luego me mordisquea mientras sube por la pierna hasta
el muslo. Aparta la suave tela de satén del camisón, que se desliza hacia arriba sobre
mi piel electrizada. Yo flexiono los pies y vuelven a sonar los acordes discordantes.
Cierro los ojos y, cuando su mano alcanza el vértice de mis muslos, me rindo a él.
Me besa… ahí… Oh, Dios… ahora sopla ligeramente antes de trazar
círculos con la lengua en mi clítoris. Empuja para separarme más las piernas, y yo me
siento tan abierta… tan vulnerable. Me coloca bien, apoya las manos encima de mis
rodillas, y su lengua sigue torturándome, sin cuartel, sin descanso… sin piedad. Yo
alzo las caderas para unirme y acompasarme a su ritmo.
—Oh, Harry, por favor —gimo.
—Ah, no, nena, todavía no —dice con un deje burlón, pero noto que me
acelero al ritmo de él, y entonces se detiene.
—No —gimoteo.
—Esta es mi venganza, ________ —gruñe suavemente—. Si discutes conmigo,
encontraré el modo de desquitarme con tu cuerpo.
Dibuja un rastro de besos a través de mi vientre, sus manos recorren mis
muslos hacia arriba, rozando, masajeando, seduciendo. Me rodea el ombligo con la
lengua, mientras sus manos —y sus pulgares… oh, sus pulgares— llegan a la cúspide
de mis muslos.
—¡Ah! —grito cuando uno de ellos penetra en mi interior.
El otro me acosa, despacio, de forma agónica, trazando círculos una y otra
vez. Mi espalda se arquea y se separa de la tapa del piano, y me retuerzo bajo sus
caricias. Es casi insoportable.
—¡Harry! —grito, y me sumerjo en una espiral descontrolada de deseo.
Él se apiada de mí y se para. Me levanta los pies del teclado, me empuja y
me desliza sobre la tapa del piano. El satén resbala con suavidad, y él también se sube.
Se arrodilla un momento para ponerse un condón. Se cierne sobre mí y yo jadeo, le
miro con anhelo febril, y me doy cuenta de que está desnudo. ¿Cuándo se ha quitado la
ropa?
Él baja la mirada hacia mí con ojos asombrados, maravillados de amor y
pasión, y resulta embriagador.
—Te deseo tanto —dice y muy despacio, de forma exquisita, se hunde en
mí.
Estoy tumbada sobre él, exhausta, siento las extremidades pesadas y
lánguidas. Ambos estamos encima del piano. Oh, Dios. Es mucho más cómodo estar
encima de Harry que sobre el piano. Con cuidado de no tocarle el torso, apoyo la
mejilla en él y me quedo inmóvil. No protesta, y escucho su respiración, que se
ralentiza como la mía. Me acaricia con ternura el pelo.
—¿Tomas té o café por las noches? —pregunto, medio dormida.
—Qué pregunta tan rara —dice también adormilado.
—Se me ocurrió llevarte un té al estudio, y entonces caí en la cuenta de que
no sabía si te apetecería.
—Ah, ya. Por las noches agua o vino, _________. Aunque a lo mejor debería
probar el té.
Baja la mano cadenciosamente por mi espalda y me acaricia con ternura.
—La verdad es que sabemos muy poco uno del otro —murmuro.
—Lo sé —dice en tono afligido.
Me siento y le miro fijamente.
—¿Qué pasa? —pregunto.
Él mueve la cabeza, como si quisiera deshacerse de una idea desagradable.
Levanta una mano y me acaricia la mejilla, con los ojos brillantes, muy serio.
—Te Amo, _______ Steele —dice.
* * *
A las seis en punto suena la alarma con la información del tráfico, y me
despierta bruscamente de un perturbador sueño sobre rubias de intensa cabellera y
mujeres de pelo oscuro. No entiendo de qué va todo esto, pero me olvido al momento
porque Harry Styles me envuelve el cuerpo como la seda, con su mata de pelo
rebelde sobre mi pecho, una mano sobre mis senos y una pierna echada por encima de
mí, sujetándome. Él sigue durmiendo y yo tengo demasiado calor. Pero no hago caso de
esa incómoda sensación, e intento pasarle los dedos por el pelo con suavidad. Se
mueve, levanta sus brillantes ojos Verdes y sonríe adormilado. Oh, Dios… es adorable.
—Buenos días, preciosa —dice.
—Buenos días, precioso tú también.
Le devuelvo la sonrisa. Me besa, se desenreda para incorporarse, se apoya
en un codo y me mira.
—¿Has dormido bien?
—Sí, a pesar de esa interrupción de anoche.
Su sonrisa se ensancha.
—Mmm. Tú puedes interrumpirme así siempre que quieras.
Vuelve a besarme.
—¿Y tú? ¿Has dormido bien?
—Contigo siempre duermo bien, ________.
—¿Ya no tienes pesadillas?
—No.
Frunzo el ceño y me atrevo a preguntar:
—¿Sobre qué son tus pesadillas?
Él arquea una ceja y su sonrisa se desvanece. Maldita sea… mi estúpida
curiosidad.
—Son imágenes de cuando era muy pequeño, según dice el doctor Flynn.
Algunas muy claras, otras menos.
Se le quiebra la voz y aparece en su rostro una mirada distante y
atormentada. Con aire ausente, resigue con el dedo el perfil de mi clavícula, tratando
de desviar mi atención.
—¿Te despiertas llorando y gritando? —intento bromear, en vano.
Él me mira, perplejo.
—No,__________. Nunca he llorado, que yo recuerde.
Frunce el ceño, como si se asomara al abismo de su memoria. Oh, no…
probablemente sea un lugar demasiado siniestro para visitarlo en este momento.
—¿Tienes algún recuerdo feliz de tu infancia? —pregunto enseguida,
básicamente para distraerle.
Se queda pensativo un momento, sin dejar de acariciarme la piel con el
pulgar.
—Recuerdo a la puta adicta al crack preparando algo en el horno.
Recuerdo el olor. Creo que era un pastel de cumpleaños. Para mí. Y luego recuerdo la
llegada de Mia, cuando ya estaba con mis padres. A mi madre le preocupaba mi
reacción, pero yo adoré a aquel bebé desde el primer momento. La primera palabra
que dije fue «Mia». Recuerdo mi primera clase de piano. La señorita Kathie, la
profesora, era extraordinaria. Y también criaba caballos.
Sonríe con nostalgia.
—Dijiste que tu madre te salvó la vida. ¿Cómo?
Su expresión soñadora desaparece, y me mira como si yo fuera incapaz de
sumar dos más dos.
—Me adoptó —dice sin más—. La primera vez que la vi creí que era un
ángel. Iba vestida de blanco, y fue tan dulce y tranquilizadora mientras me
examinaba… Nunca lo olvidaré. Si ella me hubiera rechazado, o si Carrick me hubiera
rechazado… —Se encoge de hombros y echa un vistazo al despertador a su espalda—.
Todo esto es un poco demasiado profundo para esta hora de la mañana —musita.
—Me he prometido a mí misma que te conocería mejor.
—¿Ah, sí, señorita Steele? Yo creía que solo quería saber si prefería café o
té. —Sonríe—. De todas formas, se me ocurre una forma mejor de que me conozcas —
dice, empujando las caderas hacia mí sugerentemente.
—Creo que en ese sentido ya te conozco bastante —replico con altivez,
haciéndole sonreír aún más.
—Pues yo creo que nunca te conoceré bastante en ese sentido —murmura
—. Está claro que despertarse contigo tiene ventajas —dice en un tono seductor que
me derrite por dentro.
—¿Tienes que levantarte ya? —pregunto con voz baja y ronca.
Oh… lo que provoca en mí…
—Esta mañana no. Ahora mismo solo deseo estar en un sitio, señorita
Steele —dice con un brillo lascivo en los ojos.
—¡Harry! —jadeo sobresaltada cuando, de pronto, le tengo encima,
sujetándome contra la cama.
Me coge las manos, me las coloca sobre la cabeza y empieza a besarme el
cuello.
—Oh, señorita Steele. —Sonríe con su boca contra mi piel, y su mano
recorre mi cuerpo y empieza a levantar despacio el camisón de satén, provocándome
unos calambres deliciosos—. Ah, lo que me gustaría hacerte —murmura.
Y el interrogatorio se acaba, y yo estoy perdida.
La señora Jones me sirve tortitas y beicon para desayunar, y una tortilla y
beicon para Harry. Estamos sentados de lado frente a la barra, cómodos y en
silencio.
—¿Cuándo conoceré a Claude, tu entrenador, para ponerle a prueba? —
pregunto.
Harry me mira y sonríe.
—Depende de si quieres ir a Nueva York este fin de semana o no; a menos
que quieras verle entre semana, a primera hora de la mañana. Le pediré a Andrea que
consulte su horario y te lo diga.
—¿Andrea?
—Mi asistente personal.
Ah, sí.
—Una de tus muchas rubias —bromeo.
—No es mía. Trabaja para mí. Tú eres mía.
—Yo trabajo para ti —murmuro en tono mordaz.
Él sonríe, como si lo hubiera olvidado.
—Eso también —replica, y su sonrisa se ensancha de forma contagiosa.
—Quizá Claude pueda enseñarme kickboxing —le advierto.
—¿Ah, sí? ¿Para enfrentarte a mí con más garantías? —Harry levanta
una ceja, divertido—. Pues adelante, señorita Steele.
Ahora se le ve tan condenadamente feliz, comparado con el mal humor de
anoche cuando se fue Elena, que me desarma totalmente. A lo mejor es por todo el
sexo… a lo mejor es eso lo que le pone tan contento.
Echo un vistazo al piano a nuestra espalda, y me deleito en el recuerdo de
anoche.
—Has vuelto a levantar la tapa del piano.
—La bajé anoche para no molestarte. Por lo visto no funcionó, pero me
alegro.
Harry esboza una sonrisa lasciva mientras se lleva un trozo de tortilla a
los labios. Yo me pongo de todos los colores y le devuelvo la sonrisa.
Oh sí… esos gloriosos momentos sobre el piano.
La señora Jones se inclina sobre la barra y me coloca delante una bolsa de
papel con mi almuerzo, y yo me sonrojo, avergonzada.
—Para después, ________. De atún, ¿vale?
—Sí, sí. Gracias, señora Jones.
Le sonrió con timidez.
Ella me devuelve una sonrisa afectuosa y abandona la estancia. Para
proporcionarnos un poco de intimidad, supongo.
Me vuelvo hacia Harry.
—¿Puedo preguntarte una cosa?
Su expresión divertida se esfuma.
—Claro.
—¿Y no te enfadarás?
—¿Es sobre Elena?
—No.
—Entonces no me enfadaré.
—Pero ahora tengo una pregunta adicional.
—¿Ah?
—Que sí es sobre ella.
Él pone los ojos en blanco.
—¿Qué? —dice, ahora ya exasperado.
—¿Por qué te enfadas tanto cuando te pregunto por ella?
—¿Sinceramente?
—Creía que siempre eras sincero conmigo —replico.
—Procuro serlo.
Le miro con los ojos entornados.
—Eso suena a evasiva.
—Yo siempre soy sincero contigo,_______. No me interesan los jueguecitos.
Bueno, no ese tipo de jueguecitos —matiza, y su mirada se enardece.
—¿Qué tipo de jueguecitos te interesan?
Inclina la cabeza hacia un lado y me sonríe con complicidad.
—Señorita Steele, se distrae usted con mucha facilidad.
Me echo a reír. Tiene razón.
—Usted es una distracción en muchos sentidos, señor Styles.
Veo bailar en sus ojos Verdes una chispa jocosa.
—La canción que más me gusta del mundo es tu risa, _______. Dime,
¿cuál era tu primera pregunta? —dice suavemente, y creo que se está riendo de mí.
Intento torcer el gesto para expresar mi desagrado, pero me gusta el
Cincuenta juguetón… es divertido. Me encantan estas bromas matutinas. Arrugo la
frente, intentando recordar mi pregunta.
—Ah, sí. ¿Solo veías a tus sumisas los fines de semana?
—Sí, eso es —contesta, y me mira nervioso.
Le sonrío.
—Así que nada de sexo entre semana.
Se ríe.
—Ah, ahí querías ir a parar. —Parece vagamente aliviado—. ¿Por qué
crees que hago ejercicio todos los días laborables?
Ahora se está riendo claramente de mí, pero no me importa. Soy tan feliz
que tengo ganas de abrazarme. Otra primera vez… bueno, varias primeras veces.
—Parece muy satisfecha de sí misma, señorita Steele.
—Lo estoy, señor Styles.
—Tienes motivos. —Sonríe—. Ahora cómete el desayuno.
Oh, el dominante Cincuenta… siempre al acecho.
* * *
Estamos en la parte de atrás del Audi, con Taylor al volante. Me dejará en
el trabajo, y después a Harry. Sawyer va en el asiento del copiloto.
—¿No dijiste que el hermano de tu compañera de piso llegaba hoy? —
pregunta Harry como sin darle importancia, sin que ni su voz ni su rostro expresen
nada.
—¡Oh, Ethan! —exclamo—. Me había olvidado. Oh, Harry, gracias por
recordármelo. Tendré que volver al apartamento.
Le cambia la cara.>
—¿A qué hora?
—No sé exactamente a qué hora llegará.
—No quiero que vayas sola a ningún sitio —dice tajante.
>—Ya lo sé —musito, y reprimo la tentación de mirar con los ojos en
blanco al señor Exagerado— ¿Sawyer estará espiando… esto… vigilando hoy?
Miro de reojo y con timidez a Sawyer, y compruebo que tiene la parte de
atrás de las orejas teñida de rojo.
—Sí —replica Harry con una mirada glacial.
—Sería más fácil si fuera conduciendo el Saab —mascullo en tono arisco.
—Sawyer tendrá un coche y podrá llevarte al apartamento, a la hora que
sea.
—De acuerdo. Supongo que Ethan se pondrá en contacto conmigo durante
el día. Ya te haré saber los planes entonces.
Se me queda mirando, sin decir nada. Ah, ¿en qué estará pensando?
—Vale —acepta—. A ningún sitio sola, ¿entendido? —dice, haciendo un
gesto de advertencia con el dedo.
—Sí, cariño —musito.
Aparece un amago de sonrisa en su cara.
—Y quizá deberías usar solo tu BlackBerry… te mandaré los correos ahí.
Eso debería evitar que el informático de mi empresa pase una mañana demasiado
entretenida, ¿de acuerdo? —dice en tono sardónico.
—Sí, Harry.
No lo puedo evitar. Le miro con los ojos en blanco, y él me sonríe
maliciosamente.
—Vaya, señorita Steele, me parece que se me está calentando la mano.
—Ah, señor Styles, usted siempre tiene la mano caliente. ¿Qué vamos a
hacer con eso?
Se ríe, pero entonces se ve interrumpido por su BlackBerry, que debe de
estar en silencio, porque no suena. Al ver el identificador de llamada, Harry frunce
el ceño.
—¿Qué pasa? —espeta al teléfono, y luego escucha con atención.
Yo aprovecho la oportunidad para observar sus adorables facciones: su
nariz recta, el cabello despeinado que le cae sobre la frente. Su expresión cambia de
incrédula a divertida, haciendo que deje de comérmelo subrepticiamente con los ojos y
preste atención.
—Estás de broma… Vaya… ¿Cuándo te dijo eso? —Harry se carcajea,
casi sin ganas—. No, no te preocupes. Tú no tienes por qué disculparte. Estoy
encantado de que haya una explicación lógica. Me parecía una cantidad de dinero
ridículamente pequeña… No tengo la menor duda de que tienes en mente un plan
creativo y diabólico para vengarte. Pobre Isaac. —Sonríe—. Bien… Adiós.
Cierra el teléfono de golpe y, aunque de pronto su mirada parece cautelosa,
curiosamente también se le ve aliviado.
—¿Quién era? —pregunto.
—¿De verdad quieres saberlo? —inquiere en voz baja.
Y esa respuesta me basta para saberlo. Niego con la cabeza y observo por
la ventanilla el día gris de Seattle, sintiéndome consternada. ¿Por qué ella es incapaz
de dejarle en paz?
—Eh…
Me coge la mano y me besa los nudillos, uno por uno, y de pronto me chupa
el meñique, con fuerza. Después me muerde con suavidad.
¡Dios…! Tiene una línea erótica que comunica directamente con mi
entrepierna. Jadeo y, nerviosa, miro de reojo a Taylor y a Sawyer, y después a
Harry, que tiene los ojos sombríos y me obsequia con una sonrisa prolongada y
sensual.
—No te agobies, _________ —murmura—. Ella pertenece al pasado.
Y me planta un beso en el centro de la palma de la mano que me provoca un
cosquilleo por todo el cuerpo, y mi enojo momentáneo queda olvidado.
—Buenos días, ________ —saluda Jack mientras me dirijo hacia mi mesa—.
Bonito vestido.
Me ruborizo. El vestido forma parte de mi nuevo guardarropa, cortesía de
mi novio increíblemente rico. Es un traje sin mangas, de lino azul claro y bastante
entallado, que llevo con unas sandalias beis de tacón alto. A Harry le gustan los
tacones, creo. Sonrío por dentro al pensarlo, pero enseguida recupero una anodina
sonrisa profesional destinada a mi jefe.
—Buenos días, Jack.
Inicio mi jornada pidiendo un mensajero para que lleve a imprimir sus
folletos. Él asoma la cabeza por la puerta de su despacho.
—_________, ¿podrías traerme un café, por favor?
—Claro.
Voy hacia la cocina y me encuentro con Claire, la recepcionista, que
también está preparando café.
—Hola, _________ —dice alegremente.
—Hola, Claire.
Charlamos un poco sobre la reunión del fin de semana con su numerosa
familia, en la cual disfrutó muchísimo, y yo le cuento que salí a navegar con Harry.
—Tienes un novio de ensueño, _______ —me dice con los ojos brillantes.
Estoy tentada de mirarla con expresión maravillada.
—No está mal.
Sonrío, y ambas nos echamos a reír.
—¡Cuánto has tardado! —me increpa Jack cuando llego.
¡Oh!
—Lo siento.
Me ruborizo y luego tuerzo el gesto. He tardado lo normal. ¿Qué le pasa? A
lo mejor está nervioso por algo.
Él mueve la cabeza, arrepentido.
—Perdona, _________. No pretendía gritarte, cielo.
¿Cielo?
—En dirección se está tramando algo y no sé qué es. Estate atenta, ¿vale?
Si oyes algo por ahí… sé que las chicas habláis entre vosotras.
Me sonríe con aire cómplice y siento unas ligeras náuseas. No tiene ni idea
de qué hablamos las «chicas». Además, yo ya sé lo que está pasando.
—Me lo harás saber, ¿verdad?
—Claro —digo entre dientes—. He mandado a imprimir el folleto. Estará
listo a las dos en punto.
—Estupendo. Toma. —Me entrega un montón de manuscritos—. Necesito
una sinopsis del primer capítulo de todos estos, y luego archívalos.
—Me pondré a ello.
Me siento aliviada al salir de su despacho y ocupar mi mesa. Ah, no me
resulta nada fácil disponer de información confidencial. ¿Qué hará Jack cuando se
entere? Se me hiela la sangre. Algo me dice que se enfadará bastante. Echo un vistazo a
mi BlackBerry y sonrío. Hay un e—mail de Harry.
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 09:23
Para: _________ Steele
Asunto: Amanecer
Me encanta despertarme contigo por la mañana.
Harry Styles
Total y absolutamente enamorado presidente de Styles Enterprises
Holdings, Inc.
Tengo la sensación de que la sonrisa que aparece en mi cara la parte en dos.
De:> _________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 09:35
Para: Harry Styles
Asunto: Anochecer
Querido total y absolutamente enamorado:
A mí también me encanta despertarme contigo. Aunque yo adoro estar
contigo en la cama y en los ascensores y encima de los pianos y en mesas de billar y
en barcos y escritorios y duchas y bañeras y atada a extrañas cruces de madera y en
inmensas camas de cuatro postes con sábanas de satén rojo y en casitas de
embarcaderos y en dormitorios de infancia.
Tuya
Loca por el sexo e insaciable xx
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 09:37
Para: _________ Steele
Asunto: Hardware húmedo
Querida loca por el sexo e insaciable:
Acabo de espurrear el café encima de mi teclado.
Creo que nunca me había pasado algo así.
Admiro a una mujer que se entusiasma tanto por la geografía.
¿Debo deducir que solo me quiere por mi cuerpo?
Harry Styles Total y absolutamente escandalizado presidente de Styles Enterprises
Holdings, Inc.
De: _________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 09:42
Para: Harry Styles
Asunto: Riendo como una tonta… y húmeda también
Querido total y absolutamente escandalizado:
Siempre.
Tengo que trabajar.
Deja de molestarme.
LS amp;I xx
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 09:50
Para: _________ Steele
Asunto: ¿He de hacerlo?
Querida LS amp;I:
Como siempre, sus deseos son órdenes para mí.
Me encanta que estés húmeda y riendo como una tonta.
Hasta luego, nena.
x
Harry Styles Total y absolutamente enamorado, escandalizado y embrujado
presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.
Dejo la BlackBerry y me pongo a trabajar.
A la hora del almuerzo, Jack me pide que vaya a comprarle algo de comer.
En cuanto salgo de su despacho, llamo a Harry.
—_________ —contesta inmediatamente con voz cariñosa y acariciante.
¿Cómo consigue este hombre que me derrita por teléfono?
—Harry, Jack me ha pedido que vaya a comprarle la comida.
—Cabrón holgazán —maldice.
No le hago caso, y continúo:
—Así que voy a comprarla. Quizá sería más práctico que me dieras el
teléfono de Sawyer, y así no tendría que molestarte.
—No es ninguna molestia, nena.
—¿Estás solo?
—No. Aquí hay seis personas que me miran atónitas preguntándose con
quién demonios estoy hablando.
Oh, no…
—¿De verdad? —musito aterrada.
—Sí. De verdad. Mi novia —informa, apartándose del teléfono.
¡Madre mia!
—Seguramente todos creían que eras gay, ¿sabes?
Se ríe.
—Sí, seguramente.
Puedo percibir su sonrisa.
—Esto… tengo que colgar.
Estoy segura de que nota cuánto me avergüenza interrumpirle.
—Se lo comunicaré a Sawyer. —Vuelve a reírse—. ¿Has sabido algo de tu
amigo?
—Todavía no. Será usted el primero en enterarse, señor Styles.
—Bien. Hasta luego, nena.
—Adiós, Harry.
Sonrío. Cada vez que dice eso, me hace sonreír… tan impropio de
Cincuenta, pero en cierto modo, también tan de él.
Cuando salgo al cabo de pocos segundos, Sawyer ya me está esperando en
la puerta del edificio.
—Señorita Steele —me saluda muy formal.
—Sawyer —asiento a modo de respuesta, y nos encaminamos juntos hacia
la tienda.
Con Sawyer no me siento tan cómoda como con Taylor. Él sigue vigilando
la calle mientras caminamos por la acera. De hecho, consigue ponerme más nerviosa, y
también yo acabo haciendo lo mismo.
¿Está Leila rondando por aquí cerca? ¿O nos hemos contagiado todos de la
paranoia de Harry? ¿Forma parte esto de sus cincuenta sombras? Lo que daría por
tener una inocente conversación de media hora con el doctor Flynn para averiguarlo.
No se ve nada raro, solo Seattle a la hora del almuerzo: gente que sale a
comer con prisas, que va de compras o a reunirse con amigos. Veo a dos mujeres
jóvenes que se abrazan al encontrarse.
Echo de menos a Perrie. Solo hace dos semanas que se fue de vacaciones,
pero me parecen las dos semanas más largas de mi vida. Han pasado tantas cosas…
Perrie no me creerá cuando se lo cuente. Bueno, se lo contaré parcialmente, una versión
sujeta a un acuerdo de confidencialidad. Frunzo el ceño. Tengo que hablar con
Harry de eso. ¿Cómo reaccionaría Perrie si se enterase? Palidezco al pensarlo. Tal
vez regrese con Ethan. Esa posibilidad me hace temblar de emoción, pero no lo creo
probable. Seguramente se quedará en Barbados con Elliot.
—¿Dónde se pone cuando está esperando y vigilando en la calle? —le
pregunto a Sawyer mientras hacemos cola para la comida.
Está situado delante de mí, de cara a la puerta, controlando continuamente
la calle y a todo el que entra. Resulta inquietante.
—Me siento en la cafetería que hay al otro lado de la calle, señorita Steele.
—¿No es muy aburrido?
—Para mí no, señora. Es a lo que me dedico —dice con frialdad.
Me sonrojo.
—Perdone, no pretendía…
Al ver su expresión amable y comprensiva, me quedo sin palabras.
—Por favor, señorita Steele. Mi trabajo es protegerla. Y eso es lo que
hago.
—¿Ni rastro de Leila, entonces?
—No, señora.
Frunzo el ceño.
—¿Cómo sabe qué aspecto tiene?
—He visto una fotografía suya.
—Ah, ¿la lleva encima?
—No, señora. —Se da un golpecito en la cabeza—. La guardo en la
memoria.
Pues claro. La verdad es que me gustaría mucho examinar bien una
fotografía de Leila para ver cómo era antes de convertirse en la Chica Fantasma. Me
pregunto si Harry me dejaría tener una copia. Sí, seguramente sí… por mi
seguridad. Urdo un plan, y mi subconsciente se relame y asiente entusiasmada.
* * *
Los folletos llegan a la oficina, y me alivia ver que han quedado muy bien.
Llevo uno al despacho de Jack. Se le ilumina la mirada: no sé si es por mí o por el
folleto. Opto por creer que se trata de esto último.
—Están muy bien, ________. —Lo hojea tranquilamente—. Sí, buen trabajo.
¿Vas a ver a tu novio esta noche?
Tuerce el labio al decir «novio».
—Sí. Vivimos juntos.
Es una verdad a medias. Bueno, en este momento sí es cierto, así que no es
más que una mentira inocente. Espero que con eso baste para disuadirle.
—¿Se molestaría si fueras conmigo a tomar una copa rápida esta noche?
Para celebrar todo el trabajo que has hecho.
—Tengo un amigo que vuelve a la ciudad esta noche, y saldremos todos a
cenar.
Y estaré ocupada todas las noches, Jack.
—Ya veo. —Suspira, exasperado—. ¿Quizá cuando vuelva de Nueva York,
entonces?
Levanta las cejas, expectante, y se le enturbia la mirada de forma sugerente.
Oh, no… Esbozo una sonrisa evasiva y reprimo un estremecimiento.
—¿Te apetece un café o un té? —pregunto.
—Café, por favor —dice en voz baja y ronca, como si estuviera pidiendo
otra cosa.
Maldita sea. Ahora me doy cuenta de que no piensa rendirse. Oh… ¿qué
hago?
Cuando salgo de su despacho respiro hondo, ya mucho más tranquila. Jack
me pone muy tensa. Harry no se equivoca con él, y en parte me molesta que tenga
razón.
Me siento a mi mesa y suena mi BlackBerry: un número que no reconozco.
—_______ Steele.
—¡Hola, Steele!
El alegre tono de Ethan me coge momentáneamente desprevenida.
—¡Ethan! —casi grito de alegría—. ¿Cómo estás?
—Encantado de haber vuelto. Estaba francamente harto de sol y de ponches
de ron, y de mi hermana pequeña perdidamente enamorada de ese tipo tan importante.
Ha sido infernal, ___________.
—¡Ya! Mar, arena, sol y ponches de ron recuerda mucho al «Infierno» de
Dante —contesto entre risas—. ¿Dónde estás?
—En el aeropuerto, esperando a que salga mi maleta. ¿Qué estás haciendo
tú?
—Estoy en el trabajo. Sí, tengo un trabajo remunerado —replico ante su
exclamación de asombro—. ¿Quieres venir a buscar las llaves? Luego podemos vernos
en el apartamento.
—Me parece estupendo. Nos vemos dentro de cuarenta y cinco minutos, una
hora como mucho. ¿Me das la dirección?
Le doy la dirección de SIP.
—Nos vemos ahora, Ethan.
—Hasta luego, nena —dice, y cuelga.
¿Qué? ¿Ethan también? ¡No! Y caigo en la cuenta de que acaba de pasar una
semana con Elliot. Rápidamente le escribo un correo electrónico a Harry.
De: _________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 14:55
Para: Harry Styles
Asunto: Visitas procedentes de climas soleados
Queridísimo total y absolutamente EEE:
Ethan ha vuelto, y va a venir a buscar las llaves del apartamento.
Me gustaría mucho comprobar que está bien instalado.
¿Por qué no me recoges después del trabajo? ¿Podríamos ir al
apartamento y después salir TODOS a cenar algo?
¿Invito yo?
Tuya
_______ x
Aún LS amp;I
_________ Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 15:05
Para: _________ Steele
Asunto: Cenar fuera
Apruebo tu plan. ¡Menos lo de que pagues tú!
Invito yo.
Te recogeré a las seis en punto.
x
P.D.: ¡¡¡Por qué no utilizas tu BlackBerry!!!
Harry Styles
Total y absolutamente enfadado presidente de Styles Enterprises
Holdings, Inc.
De: ___________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 15:11
Para: Harry Styles
Asunto: Mandón
Bah, no seas tan rudo ni te enfades tanto.
Todo está en clave.
Nos vemos a las seis en punto.
_______ x
_________ Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
De: Harry Styles
Fecha: 14 de junio de 2011 15:18
Para: ________ Steele
Asunto: Mujer exasperante
¡Rudo y enfadado!
Ya te daré yo rudo y enfadado.
Y tengo muchas ganas.
Harry Styles
Total y absolutamente más enfadado, pero sonriendo por alguna razón
desconocida, presidente de Styles Enterprises Holdings, Inc.
De: __________ Steele
Fecha: 14 de junio de 2011 15:23
Para: Harry Styles
Asunto: Promesas, promesas
Adelante, señor Styles.
Yo también tengo muchas ganas.;D
_________ x
________ Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
No contesta, pero tampoco espero que lo haga. Le imagino quejándose de
las señales contradictorias, y al pensarlo sonrío. Fantaseo un momento sobre lo que
puede hacerme, pero acabo revolviéndome en la silla. Mi subconsciente me mira con
aire reprobatorio por encima de sus gafas de media luna: Sigue trabajando.
Al cabo de un momento, suena el teléfono de mi mesa. Es Claire, de
recepción.
—Aquí hay un chico muy mono que viene a verte. Tenemos que salir juntas
de copas algún día, _______. Seguro que tú conoces a muchos tíos buenos —sisea a través
del auricular en tono cómplice.
¡Ethan! Cojo las llaves de mi bolso, y corro al vestíbulo.
Madre mía… Cabello rubio tostado por el sol, bronceado espectacular y
unos ojos almendrados que me miran resplandecientes desde el sofá de piel verde. En
cuanto me ve, Ethan se pone de pie y viene hacia mí con la boca abierta.
—Uau, Ana. —Me mira con el ceño fruncido mientras se inclina para
darme un abrazo.
—Estás estupendo —le digo sonriendo.
—Tú estás… vaya… diferente. Más moderna y sofisticada. ¿Qué ha
pasado? ¿Te has cambiado el peinado? ¿La ropa? ¡No sé, Steele, pero estás muy
atractiva!
Siento que me arden las mejillas.
—Oh, Ethan. Es solo la ropa que llevo para trabajar —le regaño medio en
broma.
Claire, que nos está mirando desde su mostrador, arquea una ceja y sonríe
con ironía.
—¿Qué tal por Barbados?
—Divertido.
—¿Cuándo vuelve Perrie?
—Ella y Elliot vuelven el viernes. Parece que van bastante en serio —dice
Ethan, alzando la mirada al cielo.
—La he echado de menos.
—¿Sí? ¿Cómo te ha ido con el magnate?
—¿El magnate? —Suelto una risita—. Bueno, está siendo interesante. Esta
noche nos invita a cenar.
—Genial.
Ethan parece sinceramente encantado. ¡Uf!
—Toma. —Le entrego las llaves—. ¿Tienes la dirección?
—Sí. Hasta luego, nena. —Se agacha y me besa en la mejilla.
—¿Eso lo dice Elliot?
—Sí, por lo visto se pega.
—Pues sí. Hasta luego.
Le sonrío y él recoge la enorme bolsa que ha dejado junto al sofá verde y
sale del edificio.
Cuando me doy la vuelta, Jack me está mirando desde el otro extremo del
vestíbulo, con expresión inescrutable. Yo le sonrío, radiante, y me dirijo de vuelta a mi
mesa, consciente en todo momento de que no me quita la vista de encima. Está
empezando a crisparme los nervios. ¿Qué hago? No tengo ni idea. Tendré que esperar
a que vuelva Perrie. A ella se le ocurrirá algún plan. Pensar eso disipa mi inquietud, y
cojo el siguiente manuscrito.
* * *
A las seis menos cinco, suena el teléfono de mi mesa. Es Harry.
—Ha llegado el malhumorado Rudo y Enfadado —dice, y sonrío.
Cincuenta sigue juguetón. La diosa que llevo dentro aplaude, feliz como una
cría.
—Bien, aquí Loca por el Sexo e Insaciable. Deduzco que ya estás fuera —
digo.
—Efectivamente, señorita Steele. Tengo ganas de verla —dice en tono
cálido y seductor, y mi corazón empieza a brincar, frenético.
—Lo mismo digo, señor Styles. Ahora salgo.
Cuelgo.
Apago el ordenador y cojo el bolso y mi chaqueta beis.
—Me voy, Jack —le aviso.
—Muy bien, _________. ¡Gracias por lo de hoy! Que lo pases bien.
—Tú también.
¿Por qué no puede ser así siempre? No le entiendo.
El Audi está aparcado junto al bordillo, y cuando me acerco Harry baja
del coche. Se ha quitado la americana, y lleva esos pantalones grises que le sientan tan
bien, mis favoritos. ¿Cómo puede ser para mí este dios griego? Y me encuentro
sonriendo como una idiota ante su sonrisita tonta.
Lleva todo el día comportándose como un novio enamorado… enamorado
de mí. Este hombre adorable, complejo e imperfecto está enamorado de mí, y yo de él.
De pronto siento en mi interior un gran estallido de júbilo, y saboreo este fugaz
momento en el que me siento capaz de conquistar el mundo.
—Señorita Steele, está usted tan fascinante como esta mañana.
Harry me atrae hacia él y me besa intensamente.
—Usted también, señor Styles.
—Vamos a buscar a tu amigo.
Me sonríe y me abre la puerta del coche.
Mientras Taylor nos lleva hacia el apartamento, Harry me habla del día
que ha tenido, mucho mejor que el de ayer, por lo visto. Le miro arrobada mientras
intenta explicarme el enorme paso adelante que ha dado el departamento de ciencias
medioambientales de la WSU en Vancouver. Apenas comprendo el significado de sus
palabras, pero me cautivan su pasión y su interés por ese tema. Quizá así es como será
nuestra relación: habrá días malos y días buenos, y si los buenos son como este, no
pienso tener ninguna queja. Me entrega una hoja.
—Estas son las horas que Claude tiene libres esta semana —dice.
¡Ah! El preparador.
Cuando nos acercamos al edificio de mi apartamento, saca su BlackBerry
del bolsillo.
—Styles—contesta—. ¿Qué pasa, Ros?
Escucha atentamente, y veo que la conversación será larga.
—Voy a buscar a Ethan. Serán dos minutos —articulo en silencio,
levantando dos dedos.
Él asiente; es obvio que está muy enfrascado en la conversación. Taylor me
abre la puerta con una sonrisa afable. Yo le correspondo; incluso Taylor lo nota. Pulso
el timbre del interfono y grito alegremente:
—Hola, Ethan, soy yo. Ábreme.
La puerta se abre con un zumbido y subo las escaleras hasta el apartamento.
Caigo en la cuenta de que no he estado aquí desde el sábado por la mañana. Parece que
haya pasado mucho más tiempo. Ethan me ha dejado la puerta abierta. Entro y, no sé
por qué, pero en cuanto estoy dentro me quedo paralizada instintivamente. Tardo un
momento en darme cuenta de que es porque hay una persona pálida y triste de pie junto
a la encimera de la isla de la cocina, sosteniendo un pequeño revólver: es Leila, que
me observa impasible.
CarolineR2
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
ooooh fuck! tension nivel dioooooooooooooooooooooos!
catadanza
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
ohhhh fucking bitch! .. maldita leila!! bitch! ._. ... te odio aghh .. no esto no puede ser encerio ... siguela pronto .. encerio no te pases de lanza ..
pd. me ire de vacasiones entonces no podre leer :( .. no te pongas triste si no vez un comentario mio , cuando regrese quiero ver que pasa .. sale?
siguela pronto :wut:
pd. me ire de vacasiones entonces no podre leer :( .. no te pongas triste si no vez un comentario mio , cuando regrese quiero ver que pasa .. sale?
siguela pronto :wut:
vanessavalerio98
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
vanessavalerio98 escribió:ohhhh fucking bitch! .. maldita leila!! bitch! ._. ... te odio aghh .. no esto no puede ser encerio ... siguela pronto .. encerio no te pases de lanza ..
pd. me ire de vacasiones entonces no podre leer :( .. no te pongas triste si no vez un comentario mio , cuando regrese quiero ver que pasa .. sale?
siguela pronto :wut:
Tranquila! Tu has sido una fiel Lectora!
Muy Pronto la Sigo :)
CarolineR2
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
¿A que hora subirás capitulo? No nos puedes dejar con esta intriga asdfghjklñ
mireia_3
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Siguela :wut: Me muero maldición Leila sube el proximo capitulo lo mas pronto que puedas :lloro:
Shannon♥Directioner
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Capitulo 13
Dios santo…
Está ahí, mirándome con semblante inexpresivo e inquietante, y con una
pistola en la mano. Mi subconsciente es víctima de un desmayo letal, del que no creo
que despierte ni aspirando sales.
Parpadeo repetidamente mirando a Leila, mientras mi mente no para de dar
vueltas frenéticamente. ¿Cómo ha entrado? ¿Dónde está Ethan? ¡Por Dios…! ¿Dónde
está Ethan?
El miedo creciente y helador que atenaza mi corazón se convierte en terror,
y se me erizan todos y cada uno de los folículos del cuero cabelludo. ¿Y si le ha hecho
daño? Mi respiración empieza a acelerarse y la adrenalina y un pánico paralizante
invaden todo mi cuerpo. Mantén la calma, mantén la calma… repito mentalmente como
un mantra una y otra vez.
Ella ladea la cabeza y me mira como si fuera un fenómeno de barraca de
feria. Pero aquí el fenómeno no soy yo.
Siento que he tardado un millón de años en procesar todo esto, cuando en
realidad ha transcurrido apenas una fracción de segundo. El semblante de Leila sigue
totalmente inexpresivo, y su aspecto tan desaliñado y enfermizo como siempre. Sigue
llevando esa gabardina mugrienta, y parece necesitar desesperadamente una ducha.
Tiene el pelo grasiento y lacio pegado a la cabeza, y sus ojos castaños se ven
apagados, turbios y vagamente confusos
Pese a tener la boca absolutamente seca, intento hablar.
—Hola… ¿Leila, verdad? —alcanzo a decir.
Ella sonríe, pero no es una sonrisa auténtica; sus labios se curvan de un
modo desagradable.
—Ella habla —susurra, y su voz es un sonido fantasmagórico, suave y
ronco a la vez.
—Sí, hablo —le digo con dulzura, como si me dirigiera a una niña—.
¿Estás sola aquí? ¿Dónde está Ethan?
Cuando pienso que puede haber sufrido algún daño, se me desboca el
corazón.
A ella se le demuda la cara de tal modo que creo que está a punto de
echarse a llorar… parece tan desvalida.
—Sola —susurra—. Sola.
Y la profundidad de la tristeza que contiene esa única palabra me desgarra
el alma. ¿Qué quiere decir? ¿Yo estoy sola? ¿Está ella sola? ¿Está sola porque le ha
hecho daño a Ethan? Oh… no… tengo que combatir el llanto inminente y el miedo
asfixiante que me oprimen la garganta.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Puedo ayudarte?
Pese al sofocante ahogo que siento, mis palabras logran conformar un
discurso atento, sereno y amable. Ella frunce el ceño como si mis preguntas la
aturdieran por completo. Pero no emprende ninguna acción violenta contra mí. Sigue
sosteniendo la pistola con gesto relajado. Yo no hago caso de la opresión que siento en
el cerebro e intento otra táctica.
—¿Te apetece un poco de té?
¿Por qué le estoy preguntando si quiere té? Esa es la respuesta de Ray ante
cualquier situación de crisis emocional, y me surge ahora en un momento totalmente
inapropiado. Dios… le daría un ataque si me viera ahora mismo. Él ya habría echado
mano de su preparación militar y a estas alturas ya la habría desarmado. De hecho, no
me está apuntando con la pistola. A lo mejor puedo acercarme. Leila mueve lentamente
la cabeza de un lado a otro, como si destensara el cuello.
Inspiro una preciada bocanada de aire para tratar de calmar el pánico que
me dificulta la respiración, y me acerco hasta la encimera de la isla de la cocina. Ella
tuerce el gesto, como si no entendiera del todo qué estoy haciendo, y se desplaza un
poco para seguir plantada frente a mí. Cojo el hervidor con una mano temblorosa y lo
lleno bajo el grifo. Conforme me voy moviendo, mi respiración se va normalizando. Sí,
si ella quisiera matarme, seguramente ya me habría disparado. Me mira perpleja, con
una curiosidad ausente. Mientras enciendo el interruptor de la tetera, no puedo dejar de
pensar en Ethan. ¿Estará herido? ¿Atado?
—¿Hay alguien más en el apartamento? —pregunto con cautela.
Ella inclina la cabeza hacia un lado y, con la mano derecha —la que no
sostiene el revólver—, coge un mechón de su melena grasienta y empieza a juguetear
con él, a darle vueltas y a enrollarlo. Resulta evidente que es algo que hace cuando
está nerviosa, y al fijarme en ese detalle, me impresiona nuevamente cuánto se parece a
mí. Mi ansiedad está llegando a un nivel que casi me resulta insoportable, y espero su
respuesta con la respiración contenida.
—Sola. Completamente sola —murmura.
Eso me tranquiliza. Quizá Ethan no esté aquí. Esa sensación de alivio me da
fuerzas.
—¿Estás segura de que no quieres té ni café?
—No tengo sed —contesta en voz baja, y da un paso cauteloso hacia mí.
Mi sensación de fortaleza se evapora. ¡Dios…! Empiezo a jadear otra vez
de miedo, sintiendo cómo circula de nuevo, denso y tempestuoso, por mis venas. A
pesar de eso, y haciendo acopio de todo mi valor, me doy la vuelta y saco un par de
tazas del armario.
—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —pregunta, y su voz tiene la entonación
cantarina de una niña pequeña.
—¿A qué te refieres, Leila? —pregunto con toda la amabilidad de la que
soy capaz.
—El Amo, el señor Styles, permite que le llames por su nombre.
—Yo no soy su sumisa, Leila. Esto… el Amo entiende que yo soy incapaz e
inadecuada para cumplir ese papel.
Ella inclina la cabeza hacia el otro lado. Es un gesto de lo más inquietante y
antinatural.
—Ina…de…cuada. —Experimenta la palabra, la dice en voz alta, tratando
de saber qué sensación le produce en la lengua—. Pero el Amo es feliz. Yo le he visto.
Ríe y sonríe. Esas reacciones son raras… muy raras en él.
Oh.
—Tú te pareces a mí. —Leila cambia de actitud, cogiéndome por sorpresa,
y creo que por primera vez fija realmente sus ojos en mí—. Al Amo le gustan
obedientes y que se parezcan a ti y a mí. Las demás, todas lo mismo… todas lo
mismo… y sin embargo tú duermes en su cama. Yo te vi.
¡Oh, no! Ella estaba en la habitación. No eran imaginaciones mías.
—¿Tú me viste en su cama? —susurro.
—Yo nunca dormí en la cama del Amo —murmura.
Es como un espectro etéreo, perdido. Como una persona a medias. Parece
tan leve y frágil, y a pesar de llevar un arma, de pronto siento una abrumadora
compasión por ella. Ahora sujeta la pistola con las dos manos, y yo abro tanto los ojos
que amenazan con salírseme de las órbitas.
—¿Por qué al Amo le gustamos así? Eso me hace pensar que… que… el
Amo es oscuro… el Amo es un hombre oscuro, pero yo le quiero.
No, no lo es, grito en mi fuero interno. Él no es oscuro. Él es un hombre
bueno, y no está sumido en la oscuridad. Está conmigo, a plena luz. Y ahora ella está
aquí, intentando arrastrarle de vuelta a las sombras con la retorcida idea de que le
quiere.
—Leila, ¿quieres darme la pistola? —pregunto con suavidad.
Sus manos la aferran con más fuerza, y se lleva la pistola al pecho.
—Esto es mío. Es lo único que me queda. —Acaricia el arma con
delicadeza—. Así ella podrá reunirse con su amor.
¡Santo Dios! ¿Qué amor… Harry? Siento como si me hubiera dado un
puñetazo en el estómago. Sé que él aparecerá en cualquier momento para averiguar por
qué estoy tardando tanto. ¿Tiene la intención de dispararle? La idea es tan terrorífica
que se me forma un enorme nudo en la garganta. Se hincha y me duele, y casi me ahoga,
al igual que el miedo que se acumula y me oprime el estómago.
Justo en ese momento, la puerta se abre de golpe y Harry aparece en el
umbral, seguido de Taylor.
Los ojos de Harry se fijan en mí durante un par de segundos, me
observan de la cabeza a los pies, y detecto un centelleo de alivio en su mirada. Pero
ese alivio desaparece en cuanto clava la vista en Leila y se queda inmóvil, centrado en
ella, sin vacilar lo más mínimo. La observa con una intensidad que yo no había visto
nunca, con ojos salvajes, enormes, airados y asustados.
Oh, no… oh, no.
Leila abre mucho los ojos y por un momento parece que recobra la cordura.
Parpadea varias veces y sujeta el arma con más fuerza.
Contengo el aliento, y mi corazón empieza a palpitar con tanta fuerza que
oigo la sangre bombeando en mis oídos. ¡No, no, no!
Mi mundo se sostiene precariamente en manos de esta pobre mujer
destrozada. ¿Disparará? ¿A los dos? ¿Solo a Harry? Es una idea atroz.
Pero después de una eternidad, durante la cual el tiempo queda en suspenso
a nuestro alrededor, ella agacha un poco la cabeza y alza la mirada hacia él a través de
sus largas pestañas con expresión contrita.
Harry levanta la mano para indicarle a Taylor que no se mueva. El
rostro lívido de este revela su furia. Nunca le había visto así, pero se mantiene inmóvil
mientras Harry y Leila se miran el uno al otro.
Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración. ¿Qué hará ella?
¿Qué hará él? Pero se limitan a seguir mirándose. Harry tiene una expresión cruda,
cargada de una emoción que desconozco. Puede ser lástima, miedo, afecto… ¿o es
amor? ¡No, por favor… amor, no!
Él la fulmina con la mirada, y con una lentitud agónica, la atmósfera del
apartamento cambia. La tensión ha aumentado de tal manera que percibo su conexión,
la electricidad que hay entre ambos.
¡No! De repente siento que yo soy la intrusa, la que interfiere entre ellos,
que siguen mirándose fijamente. Yo soy una advenediza, una voyeur que espía una
escena íntima y prohibida detrás de unas cortinas corridas.
El brillo que arde en la mirada de Harry se intensifica y su porte cambia
sutilmente. Parece más alto, y sus rasgos como más angulosos, más frío, más distante.
Reconozco esa pose. Le he visto así antes… en su cuarto de juegos.
De nuevo se me eriza todo el vello. Este es el Harry dominante, y parece
muy a gusto en su papel. No sé si es algo innato o aprendido, pero, con el corazón
encogido y el estómago revuelto, veo cómo responde Leila. Separa los labios, se le
acelera la respiración y, por primera vez, el rubor tiñe sus mejillas. ¡No! Es angustioso
presenciar esa visión fugaz del pasado de Harry.
Finalmente, él articula una palabra en silencio. No sé cuál es, pero tiene un
efecto inmediato en Leila. Ella cae de rodillas al suelo, con la cabeza gacha, y sus
manos sueltan la pistola, que golpea con un ruido sordo el suelo de madera. Dios
santo…
Harry se acerca tranquilamente a donde ha caído el arma, se inclina con
agilidad para recogerla, y luego se la mete en el bolsillo de la americana. Mira una vez
más a Leila, que sigue dócilmente arrodillada junto a la encimera de la isla.
—_________, ve con Taylor —ordena.
Taylor cruza el umbral y se me queda mirando.
—Ethan —susurro.
—Abajo —contesta expeditivo, sin apartar los ojos de Leila.
Abajo. No aquí. Ethan está bien. Un fuerte estremecimiento de alivio me
recorre todo el cuerpo, y por un momento creo que voy a desmayarme.
—__________…
En la voz de Harry hay un deje de advertencia.
Le miro, y de pronto soy incapaz de moverme. No quiero dejarle… dejarle
con ella. Él se coloca al lado de Leila, que permanece arrodillada a sus pies. Se cierne
sobre ella, la protege. Ella está tan quieta… es antinatural. No puedo dejar de mirarles
a los dos… juntos…
—Por el amor de Dios, ________, ¿por una vez en tu vida puedes hacer lo
que te dicen y marcharte?
Con una voz fría como un témpano de hielo, Harry me fulmina con la
mirada y frunce el ceño. Tras la calma deliberada con que pronuncia esas palabras, se
oculta una furia palpable.
¿Furioso conmigo? Dios, no. ¡Por favor… no! Me siento como si me
hubiera dado un bofetón. ¿Por qué quiere quedarse con ella?
—Taylor. Lleva a la señorita Steele abajo. Ahora.
Taylor asiente y yo miro a Harry.
—¿Por qué? —susurro.
—Vete. Vuelve al apartamento. —La frialdad de sus ojos me fulmina—.
Necesito estar a solas con Leila —dice en tono apremiante.
Creo que intenta transmitir una especie de mensaje, pero estoy tan alterada
por todo lo sucedido que no estoy segura. Observo a Leila y veo aparecer una levísima
sonrisa en sus labios, pero aparte de eso sigue totalmente impasible. Una sumisa total.
¡Santo Dios! Se me hiela el corazón.
Esto es lo que él necesita. Esto es lo que le gusta. ¡No…! Siento unas
terribles ganas de llorar.
—Señorita Steele. _______…
Taylor me tiende la mano, suplicándome que vaya con él. Yo estoy
inmovilizada por el terrorífico espectáculo que tengo ante mí. Esto confirma mis
peores temores y acrecienta todas mis inseguridades. Harry y Leila juntos… el Amo
y su sumisa.
—Taylor —insiste Harry, y Taylor se inclina y me coge en volandas.
Lo último que veo es a Harry acariciándole la cabeza a Leila con
ternura, mientras le dice algo en voz baja.
¡No!
Mientras Taylor me lleva escaleras abajo, yaciendo inerte en sus brazos,
intento asimilar lo que ha pasado en los últimos diez minutos… ¿O han sido más? ¿O
menos? He perdido la noción del tiempo.
Harry y Leila, Leila y Harry… ¿juntos? ¿Qué está haciendo con ella
ahora?
—¡Joder, _________! ¿Qué coño está pasando?
Me siento aliviada al ver a Ethan, caminando nerviosamente arriba y abajo
por el vestíbulo, todavía cargado con su enorme bolsa. ¡Oh, gracias a Dios que está
bien! Cuando Taylor me deja en el suelo, prácticamente me abalanzo sobre él,
rodeándole el cuello con los brazos.
—Ethan. ¡Oh, gracias a Dios!
Le abrazo muy fuerte. Estaba tan preocupada que, por un momento, obtengo
cierto respiro del pánico creciente que siento respecto a lo que está ocurriendo arriba
en mi apartamento.
—¿Qué coño está pasando, ______? ¿Quién es este tío?
—Oh, perdona, Ethan. Este es Taylor. Trabaja para Harry. Taylor, este
es Ethan, el hermano de mi compañera de piso.
Se saludan con un leve movimiento de cabeza.
—________, ¿qué está pasando ahí arriba? Estaba buscando las llaves del
apartamento cuando esos tíos aparecieron de la nada y me las quitaron. Uno de ellos
era Harry…
Ethan se queda sin palabras.
—Llegaste tarde… Gracias a Dios.
—Sí. Me encontré con un amigo de Pullman… y nos tomamos una copa
rápida. ¿Qué está pasando ahí arriba?
—Hay una chica, una ex de Harry. En nuestro apartamento. Se ha vuelto
loca, y Harry está…
Se me quiebra la voz, y se me llenan los ojos de lágrimas.
—Eh… —susurra Ethan y me abraza con fuerza—. ¿Alguien ha llamado a
la policía?
—No, no se trata de eso.
Sollozo pegada a su pecho y, en cuanto empiezo, ya no puedo parar de
llorar, las lágrimas liberando toda la tensión de este último episodio. Ethan me abraza
más fuerte, pero noto que está desconcertado.
—Venga, _________, vamos a tomar una copa.
Me da unas palmaditas en la espalda con cierta incomodidad. De repente,
yo también me siento incómoda, y avergonzada, y lo que realmente quiero es estar sola.
Pero asiento y acepto su oferta. Quiero alejarme de aquí, alejarme de lo que sea que
esté pasando arriba.
Me vuelvo hacia Taylor.
—¿Habíais registrado el apartamento? —le pregunto llorosa, limpiándome
la nariz con el dorso de la mano.
—A primera hora de la tarde. —Taylor se encoge de hombros a modo de
disculpa y me ofrece un pañuelo. Parece destrozado—. Lo siento, ______ —murmura.
Frunzo el ceño. Pobre… se le ve que se siente muy culpable. No quiero
hacer que se sienta aún peor.
—Al parecer tiene una extraordinaria capacidad para eludirnos —añade, y
vuelve a torcer el gesto.
—Ethan y yo nos vamos a tomar una copa rápida y después volveremos al
Escala.
Me seco los ojos.
Taylor se apoya en un pie y luego en otro, visiblemente nervioso.
—El señor Styles quería que volviera directamente al apartamento —dice en
voz baja.
—Bueno, pero ahora ya sabemos dónde está Leila. —No puedo evitar que
mi voz revele un deje de amargura—. Así que ya no necesitamos tantas medidas de
seguridad. Dile a Harry que nos veremos luego.
Taylor abre la boca para hablar, pero vuelve a cerrarla prudentemente.
—¿Quieres dejarle la bolsa a Taylor? —le pregunto a Ethan.
—No. Me la llevo, gracias.
Ethan se despide de Taylor con un movimiento de cabeza y después me
acompaña fuera. Y entonces me acuerdo, demasiado tarde, de que me he dejado el
bolso en el asiento de atrás del Audi. No llevo nada encima.
—Mi bolso…
—No te preocupes —murmura Ethan, su rostro expresando una gran
preocupación—. No pasa nada, pago yo.
* * *
Escogemos un bar situado en la acera de enfrente y nos sentamos en unos
taburetes de madera junto a la ventana. Quiero ver lo que pasa: quién entra y, sobre
todo, quién sale. Ethan me pasa una botella de cerveza.
—¿Problemas con una ex? —pregunta en tono afable.
—Es un poco más complicado que eso —musito, adoptando repentinamente
una actitud más reservada.
No puedo hablar de esto: he firmado un acuerdo de confidencialidad. Y,
por primera vez, lo lamento realmente. Además, Harry no ha dicho nada de
rescindirlo.
—Tengo tiempo —dice Ethan muy atento, y toma un buen trago de cerveza.
—Ella es una ex de Harry, de hace varios años. Abandonó a su marido
por otro tipo. Y al cabo de un par de semanas o así, ese tipo murió en un accidente de
coche. Y ahora ha vuelto para perseguir a Harry.
Me encojo de hombros. Ya está, no he revelado demasiado.
—¿Perseguir a Harry?
—Tenía una pistola.
—¡Hostia!
—De hecho no amenazó a nadie con ella. Creo que pretendía dispararse a
sí misma. Pero por eso yo estaba tan preocupada por ti. No sabía si estabas en el
apartamento.
—Ya. Por lo que dices, esa mujer no está bien.
—No, no está bien.
—¿Y ahora qué está haciendo Harry con ella?
Palidezco de golpe y noto que la bilis me sube a la garganta.
—No lo sé —susurro.
Ethan abre los ojos como platos… por fin lo ha entendido.
Esto es lo que me angustia. ¿Qué diablos están haciendo? Hablar, espero.
Solo hablar. Pero lo único que visualizo mentalmente es su mano, acariciando
tiernamente el pelo de ella.
Leila está trastornada y él se preocupa por ella; eso es todo, intento
racionalizar. Pero, en el fondo de mi mente, mi subconsciente mueve la cabeza con
tristeza.
Es más que eso. Leila era capaz de satisfacer sus necesidades de una forma
que yo no puedo. La idea resulta terriblemente deprimente.
Intento centrarme en todo lo que hemos hecho estos últimos días: en su
declaración de amor, sus divertidos coqueteos, su alegría. Pero las palabras de Elena
vuelven para burlarse de mí. Es verdad lo que dicen sobre los fisgones.
«¿No echas de menos… tu cuarto de juegos?»
Me termino la cerveza en un tiempo récord, y Ethan me pasa otra. No soy
muy buena compañía esta noche, pero aun así él se queda conmigo charlando e
intentando levantarme el ánimo, y me habla de Barbados y de las payasadas de Perrie y
Elliot, lo cual es una maravillosa distracción. Pero solo es eso… una distracción.
Mi mente, mi corazón, mi alma siguen todavía en ese apartamento con mi
Cincuenta Sombras y la mujer que había sido su sumisa. Una mujer que cree que
todavía le ama. Una mujer que se parece a mí.
Mientras nos bebemos la tercera cerveza, un enorme vehículo con los
vidrios ahumados aparca junto al Audi delante del edificio. Reconozco al doctor
Flynn, que baja acompañado de una mujer vestida con una especie de bata azul claro.
Atisbo a Taylor, que les hace entrar por la puerta principal.
—¿Quién es ese? —pregunta Ethan.
—Es el doctor Flynn. Harry le conoce.
—¿Qué tipo de doctor es?
—Psiquiatra.
—Ah.
Ambos seguimos observando y, al cabo de unos minutos, vuelven a salir.
Harry lleva a Leila, que va envuelta en una manta. ¿Qué? Veo con horror cómo
suben al vehículo y se alejan a toda velocidad.
Ethan me mira con expresión compasiva, y yo me siento desolada,
totalmente desolada.
—¿Puedo tomar algo más fuerte? —le pregunto a Ethan, sin voz apenas.
—Claro. ¿Qué te apetece?
—Un brandy. Por favor.
Ethan asiente y se acerca a la barra. Yo miro por la ventana hacia la puerta
principal. Al cabo de un momento, Taylor sale, se sube al Audi y se dirige hacia el
Escala… ¿siguiendo a Harry? No lo sé.
Ethan me planta delante una gran copa de brandy.
—Venga, Steele. Vamos a emborracharnos.
Me parece la mejor proposición que me han hecho últimamente. Brindamos,
bebo un trago del líquido ardiente y ambarino, y agradezco esa intensa sensación de
calor que me evade del espantoso dolor que brota en mi corazón.
* * *
Es tarde y me siento bastante aturdida. Ethan y yo no tenemos llaves para
entrar en mi apartamento. Él insiste en acompañarme caminando hasta el Escala,
aunque él no se quedará. Ha telefoneado al amigo al que se encontró antes y con el que
se tomó una copa, y han quedado que dormirá en su casa.
—Así que es aquí donde vive el magnate.
Ethan silba, impresionado.
Asiento.
—¿Seguro que no quieres que me quede contigo? —pregunta.
—No, tengo que enfrentarme a esto… o simplemente acostarme.
—¿Nos vemos mañana?
—Sí. Gracias, Ethan.
Le doy un abrazo.
—Todo saldrá bien, Steele —me susurra al oído.
Me suelta y me observa mientras yo me dispongo a entrar en el edificio.
—Hasta luego —grita.
Yo le dedico una media sonrisa y le hago un gesto de despedida, y después
pulso el botón para llamar al ascensor.
Salgo del ascensor y entro al piso de Harry. Taylor no me está
esperando, lo cual es inusual. Abro la doble puerta y voy hacia el salón. Harry está
al teléfono, caminando nervioso junto al piano.
—Ya está aquí —espeta. Se da la vuelta para mirarme y cuelga el teléfono
—. ¿Dónde coño estabas? —gruñe, pero no se acerca.
¿Está enfadado conmigo? ¿Él es el que acaba de pasar Dios sabe cuánto
tiempo con su ex novia lunática, y está enfadado conmigo?
—¿Has estado bebiendo? —pregunta, consternado.
—Un poco.
No creía que fuera tan obvio.
Gime y se pasa la mano por el pelo.
—Te dije que volvieras aquí —dice en voz baja, amenazante—. Son las
diez y cuarto. Estaba preocupado por ti.
—Fui a tomar una copa, o tres, con Ethan, mientras tú atendías a tu ex —le
digo entre dientes—. No sabía cuánto tiempo ibas a estar… con ella.
Entorna los ojos y da unos cuantos pasos hacia mí, pero Se Detiene.
—¿Por qué lo dices en ese tono?
Me encojo de hombros y me miro los dedos.
—_________, ¿qué pasa?
Y por primera vez detecto en su voz algo distinto a la ira. ¿Qué es?
¿Miedo?
Trago saliva, intentando decidir qué decir.
—¿Dónde está Leila?
Alzo la mirada hacia él.
—En un hospital psiquiátrico de Fremont —dice con expresión escrutadora
—. ________, ¿qué pasa? —Se acerca hasta situarse justo delante de mí—. ¿Cuál es el
problema? —musita.
Niego con la cabeza.
—Yo no soy buena para ti.
—¿Qué? —murmura, y abre los ojos, alarmado—. ¿Por qué piensas eso?
¿Cómo puedes pensar eso?
—Yo no puedo ser todo lo que tú necesitas.
—Tú eres todo lo que necesito.
—Solo verte con ella… —se me quiebra la voz.
—¿Por qué me haces esto? Esto no tiene que ver contigo, _______. Sino con
ella. —Inspira profundamente, y vuelve a pasarse la mano por el pelo—. Ahora mismo
es una chica muy enferma.
—Pero yo lo sentí… lo que teníais juntos.
—¿Qué? No.
Intenta tocarme y yo retrocedo instintivamente. Deja caer la mano y se me
queda mirando. Se le ve atenazado por el pánico.
—¿Vas a marcharte? —murmura con los ojos muy abiertos por el miedo.
Yo no digo nada mientras intento reordenar el caos de mi mente.
—No puedes hacerlo —suplica.
—Harry… yo…
Lucho por aclarar mis ideas. ¿Qué intento decir? Necesito tiempo, tiempo
para asimilar todo esto. Dame tiempo.
—¡No, no! —dice él.
—Yo…
Mira con desenfreno alrededor de la estancia buscando… ¿qué? ¿Una
inspiración? ¿Una intervención divina? No lo sé.
—No puedes irte, _______. ¡Yo te Amo!
—Yo también te Amo, Harry, es solo que…
—¡No, no! —dice desesperado, y se lleva las manos a la cabeza.
—Harry…
—No —susurra, y en sus ojos muy abiertos brilla el pánico.
De repente cae de rodillas ante mí, con la cabeza gacha, y las manos
extendidas sobre los muslos. Inspira profundamente y se queda muy quieto.
¿Qué?
—Harry, ¿qué estás haciendo?
Él sigue mirando al suelo, no a mí.
—¡Harry! ¿Qué estás haciendo? —repito con voz estridente. Él no se
mueve—. ¡Harry, mírame! —ordeno aterrada.
Él levanta la cabeza sin dudarlo, y me mira pasivamente con sus fríos ojos
Verdes: parece casi sereno… expectante.
Dios santo… Harry. El sumiso.
Dios santo…
Está ahí, mirándome con semblante inexpresivo e inquietante, y con una
pistola en la mano. Mi subconsciente es víctima de un desmayo letal, del que no creo
que despierte ni aspirando sales.
Parpadeo repetidamente mirando a Leila, mientras mi mente no para de dar
vueltas frenéticamente. ¿Cómo ha entrado? ¿Dónde está Ethan? ¡Por Dios…! ¿Dónde
está Ethan?
El miedo creciente y helador que atenaza mi corazón se convierte en terror,
y se me erizan todos y cada uno de los folículos del cuero cabelludo. ¿Y si le ha hecho
daño? Mi respiración empieza a acelerarse y la adrenalina y un pánico paralizante
invaden todo mi cuerpo. Mantén la calma, mantén la calma… repito mentalmente como
un mantra una y otra vez.
Ella ladea la cabeza y me mira como si fuera un fenómeno de barraca de
feria. Pero aquí el fenómeno no soy yo.
Siento que he tardado un millón de años en procesar todo esto, cuando en
realidad ha transcurrido apenas una fracción de segundo. El semblante de Leila sigue
totalmente inexpresivo, y su aspecto tan desaliñado y enfermizo como siempre. Sigue
llevando esa gabardina mugrienta, y parece necesitar desesperadamente una ducha.
Tiene el pelo grasiento y lacio pegado a la cabeza, y sus ojos castaños se ven
apagados, turbios y vagamente confusos
Pese a tener la boca absolutamente seca, intento hablar.
—Hola… ¿Leila, verdad? —alcanzo a decir.
Ella sonríe, pero no es una sonrisa auténtica; sus labios se curvan de un
modo desagradable.
—Ella habla —susurra, y su voz es un sonido fantasmagórico, suave y
ronco a la vez.
—Sí, hablo —le digo con dulzura, como si me dirigiera a una niña—.
¿Estás sola aquí? ¿Dónde está Ethan?
Cuando pienso que puede haber sufrido algún daño, se me desboca el
corazón.
A ella se le demuda la cara de tal modo que creo que está a punto de
echarse a llorar… parece tan desvalida.
—Sola —susurra—. Sola.
Y la profundidad de la tristeza que contiene esa única palabra me desgarra
el alma. ¿Qué quiere decir? ¿Yo estoy sola? ¿Está ella sola? ¿Está sola porque le ha
hecho daño a Ethan? Oh… no… tengo que combatir el llanto inminente y el miedo
asfixiante que me oprimen la garganta.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Puedo ayudarte?
Pese al sofocante ahogo que siento, mis palabras logran conformar un
discurso atento, sereno y amable. Ella frunce el ceño como si mis preguntas la
aturdieran por completo. Pero no emprende ninguna acción violenta contra mí. Sigue
sosteniendo la pistola con gesto relajado. Yo no hago caso de la opresión que siento en
el cerebro e intento otra táctica.
—¿Te apetece un poco de té?
¿Por qué le estoy preguntando si quiere té? Esa es la respuesta de Ray ante
cualquier situación de crisis emocional, y me surge ahora en un momento totalmente
inapropiado. Dios… le daría un ataque si me viera ahora mismo. Él ya habría echado
mano de su preparación militar y a estas alturas ya la habría desarmado. De hecho, no
me está apuntando con la pistola. A lo mejor puedo acercarme. Leila mueve lentamente
la cabeza de un lado a otro, como si destensara el cuello.
Inspiro una preciada bocanada de aire para tratar de calmar el pánico que
me dificulta la respiración, y me acerco hasta la encimera de la isla de la cocina. Ella
tuerce el gesto, como si no entendiera del todo qué estoy haciendo, y se desplaza un
poco para seguir plantada frente a mí. Cojo el hervidor con una mano temblorosa y lo
lleno bajo el grifo. Conforme me voy moviendo, mi respiración se va normalizando. Sí,
si ella quisiera matarme, seguramente ya me habría disparado. Me mira perpleja, con
una curiosidad ausente. Mientras enciendo el interruptor de la tetera, no puedo dejar de
pensar en Ethan. ¿Estará herido? ¿Atado?
—¿Hay alguien más en el apartamento? —pregunto con cautela.
Ella inclina la cabeza hacia un lado y, con la mano derecha —la que no
sostiene el revólver—, coge un mechón de su melena grasienta y empieza a juguetear
con él, a darle vueltas y a enrollarlo. Resulta evidente que es algo que hace cuando
está nerviosa, y al fijarme en ese detalle, me impresiona nuevamente cuánto se parece a
mí. Mi ansiedad está llegando a un nivel que casi me resulta insoportable, y espero su
respuesta con la respiración contenida.
—Sola. Completamente sola —murmura.
Eso me tranquiliza. Quizá Ethan no esté aquí. Esa sensación de alivio me da
fuerzas.
—¿Estás segura de que no quieres té ni café?
—No tengo sed —contesta en voz baja, y da un paso cauteloso hacia mí.
Mi sensación de fortaleza se evapora. ¡Dios…! Empiezo a jadear otra vez
de miedo, sintiendo cómo circula de nuevo, denso y tempestuoso, por mis venas. A
pesar de eso, y haciendo acopio de todo mi valor, me doy la vuelta y saco un par de
tazas del armario.
—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —pregunta, y su voz tiene la entonación
cantarina de una niña pequeña.
—¿A qué te refieres, Leila? —pregunto con toda la amabilidad de la que
soy capaz.
—El Amo, el señor Styles, permite que le llames por su nombre.
—Yo no soy su sumisa, Leila. Esto… el Amo entiende que yo soy incapaz e
inadecuada para cumplir ese papel.
Ella inclina la cabeza hacia el otro lado. Es un gesto de lo más inquietante y
antinatural.
—Ina…de…cuada. —Experimenta la palabra, la dice en voz alta, tratando
de saber qué sensación le produce en la lengua—. Pero el Amo es feliz. Yo le he visto.
Ríe y sonríe. Esas reacciones son raras… muy raras en él.
Oh.
—Tú te pareces a mí. —Leila cambia de actitud, cogiéndome por sorpresa,
y creo que por primera vez fija realmente sus ojos en mí—. Al Amo le gustan
obedientes y que se parezcan a ti y a mí. Las demás, todas lo mismo… todas lo
mismo… y sin embargo tú duermes en su cama. Yo te vi.
¡Oh, no! Ella estaba en la habitación. No eran imaginaciones mías.
—¿Tú me viste en su cama? —susurro.
—Yo nunca dormí en la cama del Amo —murmura.
Es como un espectro etéreo, perdido. Como una persona a medias. Parece
tan leve y frágil, y a pesar de llevar un arma, de pronto siento una abrumadora
compasión por ella. Ahora sujeta la pistola con las dos manos, y yo abro tanto los ojos
que amenazan con salírseme de las órbitas.
—¿Por qué al Amo le gustamos así? Eso me hace pensar que… que… el
Amo es oscuro… el Amo es un hombre oscuro, pero yo le quiero.
No, no lo es, grito en mi fuero interno. Él no es oscuro. Él es un hombre
bueno, y no está sumido en la oscuridad. Está conmigo, a plena luz. Y ahora ella está
aquí, intentando arrastrarle de vuelta a las sombras con la retorcida idea de que le
quiere.
—Leila, ¿quieres darme la pistola? —pregunto con suavidad.
Sus manos la aferran con más fuerza, y se lleva la pistola al pecho.
—Esto es mío. Es lo único que me queda. —Acaricia el arma con
delicadeza—. Así ella podrá reunirse con su amor.
¡Santo Dios! ¿Qué amor… Harry? Siento como si me hubiera dado un
puñetazo en el estómago. Sé que él aparecerá en cualquier momento para averiguar por
qué estoy tardando tanto. ¿Tiene la intención de dispararle? La idea es tan terrorífica
que se me forma un enorme nudo en la garganta. Se hincha y me duele, y casi me ahoga,
al igual que el miedo que se acumula y me oprime el estómago.
Justo en ese momento, la puerta se abre de golpe y Harry aparece en el
umbral, seguido de Taylor.
Los ojos de Harry se fijan en mí durante un par de segundos, me
observan de la cabeza a los pies, y detecto un centelleo de alivio en su mirada. Pero
ese alivio desaparece en cuanto clava la vista en Leila y se queda inmóvil, centrado en
ella, sin vacilar lo más mínimo. La observa con una intensidad que yo no había visto
nunca, con ojos salvajes, enormes, airados y asustados.
Oh, no… oh, no.
Leila abre mucho los ojos y por un momento parece que recobra la cordura.
Parpadea varias veces y sujeta el arma con más fuerza.
Contengo el aliento, y mi corazón empieza a palpitar con tanta fuerza que
oigo la sangre bombeando en mis oídos. ¡No, no, no!
Mi mundo se sostiene precariamente en manos de esta pobre mujer
destrozada. ¿Disparará? ¿A los dos? ¿Solo a Harry? Es una idea atroz.
Pero después de una eternidad, durante la cual el tiempo queda en suspenso
a nuestro alrededor, ella agacha un poco la cabeza y alza la mirada hacia él a través de
sus largas pestañas con expresión contrita.
Harry levanta la mano para indicarle a Taylor que no se mueva. El
rostro lívido de este revela su furia. Nunca le había visto así, pero se mantiene inmóvil
mientras Harry y Leila se miran el uno al otro.
Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración. ¿Qué hará ella?
¿Qué hará él? Pero se limitan a seguir mirándose. Harry tiene una expresión cruda,
cargada de una emoción que desconozco. Puede ser lástima, miedo, afecto… ¿o es
amor? ¡No, por favor… amor, no!
Él la fulmina con la mirada, y con una lentitud agónica, la atmósfera del
apartamento cambia. La tensión ha aumentado de tal manera que percibo su conexión,
la electricidad que hay entre ambos.
¡No! De repente siento que yo soy la intrusa, la que interfiere entre ellos,
que siguen mirándose fijamente. Yo soy una advenediza, una voyeur que espía una
escena íntima y prohibida detrás de unas cortinas corridas.
El brillo que arde en la mirada de Harry se intensifica y su porte cambia
sutilmente. Parece más alto, y sus rasgos como más angulosos, más frío, más distante.
Reconozco esa pose. Le he visto así antes… en su cuarto de juegos.
De nuevo se me eriza todo el vello. Este es el Harry dominante, y parece
muy a gusto en su papel. No sé si es algo innato o aprendido, pero, con el corazón
encogido y el estómago revuelto, veo cómo responde Leila. Separa los labios, se le
acelera la respiración y, por primera vez, el rubor tiñe sus mejillas. ¡No! Es angustioso
presenciar esa visión fugaz del pasado de Harry.
Finalmente, él articula una palabra en silencio. No sé cuál es, pero tiene un
efecto inmediato en Leila. Ella cae de rodillas al suelo, con la cabeza gacha, y sus
manos sueltan la pistola, que golpea con un ruido sordo el suelo de madera. Dios
santo…
Harry se acerca tranquilamente a donde ha caído el arma, se inclina con
agilidad para recogerla, y luego se la mete en el bolsillo de la americana. Mira una vez
más a Leila, que sigue dócilmente arrodillada junto a la encimera de la isla.
—_________, ve con Taylor —ordena.
Taylor cruza el umbral y se me queda mirando.
—Ethan —susurro.
—Abajo —contesta expeditivo, sin apartar los ojos de Leila.
Abajo. No aquí. Ethan está bien. Un fuerte estremecimiento de alivio me
recorre todo el cuerpo, y por un momento creo que voy a desmayarme.
—__________…
En la voz de Harry hay un deje de advertencia.
Le miro, y de pronto soy incapaz de moverme. No quiero dejarle… dejarle
con ella. Él se coloca al lado de Leila, que permanece arrodillada a sus pies. Se cierne
sobre ella, la protege. Ella está tan quieta… es antinatural. No puedo dejar de mirarles
a los dos… juntos…
—Por el amor de Dios, ________, ¿por una vez en tu vida puedes hacer lo
que te dicen y marcharte?
Con una voz fría como un témpano de hielo, Harry me fulmina con la
mirada y frunce el ceño. Tras la calma deliberada con que pronuncia esas palabras, se
oculta una furia palpable.
¿Furioso conmigo? Dios, no. ¡Por favor… no! Me siento como si me
hubiera dado un bofetón. ¿Por qué quiere quedarse con ella?
—Taylor. Lleva a la señorita Steele abajo. Ahora.
Taylor asiente y yo miro a Harry.
—¿Por qué? —susurro.
—Vete. Vuelve al apartamento. —La frialdad de sus ojos me fulmina—.
Necesito estar a solas con Leila —dice en tono apremiante.
Creo que intenta transmitir una especie de mensaje, pero estoy tan alterada
por todo lo sucedido que no estoy segura. Observo a Leila y veo aparecer una levísima
sonrisa en sus labios, pero aparte de eso sigue totalmente impasible. Una sumisa total.
¡Santo Dios! Se me hiela el corazón.
Esto es lo que él necesita. Esto es lo que le gusta. ¡No…! Siento unas
terribles ganas de llorar.
—Señorita Steele. _______…
Taylor me tiende la mano, suplicándome que vaya con él. Yo estoy
inmovilizada por el terrorífico espectáculo que tengo ante mí. Esto confirma mis
peores temores y acrecienta todas mis inseguridades. Harry y Leila juntos… el Amo
y su sumisa.
—Taylor —insiste Harry, y Taylor se inclina y me coge en volandas.
Lo último que veo es a Harry acariciándole la cabeza a Leila con
ternura, mientras le dice algo en voz baja.
¡No!
Mientras Taylor me lleva escaleras abajo, yaciendo inerte en sus brazos,
intento asimilar lo que ha pasado en los últimos diez minutos… ¿O han sido más? ¿O
menos? He perdido la noción del tiempo.
Harry y Leila, Leila y Harry… ¿juntos? ¿Qué está haciendo con ella
ahora?
—¡Joder, _________! ¿Qué coño está pasando?
Me siento aliviada al ver a Ethan, caminando nerviosamente arriba y abajo
por el vestíbulo, todavía cargado con su enorme bolsa. ¡Oh, gracias a Dios que está
bien! Cuando Taylor me deja en el suelo, prácticamente me abalanzo sobre él,
rodeándole el cuello con los brazos.
—Ethan. ¡Oh, gracias a Dios!
Le abrazo muy fuerte. Estaba tan preocupada que, por un momento, obtengo
cierto respiro del pánico creciente que siento respecto a lo que está ocurriendo arriba
en mi apartamento.
—¿Qué coño está pasando, ______? ¿Quién es este tío?
—Oh, perdona, Ethan. Este es Taylor. Trabaja para Harry. Taylor, este
es Ethan, el hermano de mi compañera de piso.
Se saludan con un leve movimiento de cabeza.
—________, ¿qué está pasando ahí arriba? Estaba buscando las llaves del
apartamento cuando esos tíos aparecieron de la nada y me las quitaron. Uno de ellos
era Harry…
Ethan se queda sin palabras.
—Llegaste tarde… Gracias a Dios.
—Sí. Me encontré con un amigo de Pullman… y nos tomamos una copa
rápida. ¿Qué está pasando ahí arriba?
—Hay una chica, una ex de Harry. En nuestro apartamento. Se ha vuelto
loca, y Harry está…
Se me quiebra la voz, y se me llenan los ojos de lágrimas.
—Eh… —susurra Ethan y me abraza con fuerza—. ¿Alguien ha llamado a
la policía?
—No, no se trata de eso.
Sollozo pegada a su pecho y, en cuanto empiezo, ya no puedo parar de
llorar, las lágrimas liberando toda la tensión de este último episodio. Ethan me abraza
más fuerte, pero noto que está desconcertado.
—Venga, _________, vamos a tomar una copa.
Me da unas palmaditas en la espalda con cierta incomodidad. De repente,
yo también me siento incómoda, y avergonzada, y lo que realmente quiero es estar sola.
Pero asiento y acepto su oferta. Quiero alejarme de aquí, alejarme de lo que sea que
esté pasando arriba.
Me vuelvo hacia Taylor.
—¿Habíais registrado el apartamento? —le pregunto llorosa, limpiándome
la nariz con el dorso de la mano.
—A primera hora de la tarde. —Taylor se encoge de hombros a modo de
disculpa y me ofrece un pañuelo. Parece destrozado—. Lo siento, ______ —murmura.
Frunzo el ceño. Pobre… se le ve que se siente muy culpable. No quiero
hacer que se sienta aún peor.
—Al parecer tiene una extraordinaria capacidad para eludirnos —añade, y
vuelve a torcer el gesto.
—Ethan y yo nos vamos a tomar una copa rápida y después volveremos al
Escala.
Me seco los ojos.
Taylor se apoya en un pie y luego en otro, visiblemente nervioso.
—El señor Styles quería que volviera directamente al apartamento —dice en
voz baja.
—Bueno, pero ahora ya sabemos dónde está Leila. —No puedo evitar que
mi voz revele un deje de amargura—. Así que ya no necesitamos tantas medidas de
seguridad. Dile a Harry que nos veremos luego.
Taylor abre la boca para hablar, pero vuelve a cerrarla prudentemente.
—¿Quieres dejarle la bolsa a Taylor? —le pregunto a Ethan.
—No. Me la llevo, gracias.
Ethan se despide de Taylor con un movimiento de cabeza y después me
acompaña fuera. Y entonces me acuerdo, demasiado tarde, de que me he dejado el
bolso en el asiento de atrás del Audi. No llevo nada encima.
—Mi bolso…
—No te preocupes —murmura Ethan, su rostro expresando una gran
preocupación—. No pasa nada, pago yo.
* * *
Escogemos un bar situado en la acera de enfrente y nos sentamos en unos
taburetes de madera junto a la ventana. Quiero ver lo que pasa: quién entra y, sobre
todo, quién sale. Ethan me pasa una botella de cerveza.
—¿Problemas con una ex? —pregunta en tono afable.
—Es un poco más complicado que eso —musito, adoptando repentinamente
una actitud más reservada.
No puedo hablar de esto: he firmado un acuerdo de confidencialidad. Y,
por primera vez, lo lamento realmente. Además, Harry no ha dicho nada de
rescindirlo.
—Tengo tiempo —dice Ethan muy atento, y toma un buen trago de cerveza.
—Ella es una ex de Harry, de hace varios años. Abandonó a su marido
por otro tipo. Y al cabo de un par de semanas o así, ese tipo murió en un accidente de
coche. Y ahora ha vuelto para perseguir a Harry.
Me encojo de hombros. Ya está, no he revelado demasiado.
—¿Perseguir a Harry?
—Tenía una pistola.
—¡Hostia!
—De hecho no amenazó a nadie con ella. Creo que pretendía dispararse a
sí misma. Pero por eso yo estaba tan preocupada por ti. No sabía si estabas en el
apartamento.
—Ya. Por lo que dices, esa mujer no está bien.
—No, no está bien.
—¿Y ahora qué está haciendo Harry con ella?
Palidezco de golpe y noto que la bilis me sube a la garganta.
—No lo sé —susurro.
Ethan abre los ojos como platos… por fin lo ha entendido.
Esto es lo que me angustia. ¿Qué diablos están haciendo? Hablar, espero.
Solo hablar. Pero lo único que visualizo mentalmente es su mano, acariciando
tiernamente el pelo de ella.
Leila está trastornada y él se preocupa por ella; eso es todo, intento
racionalizar. Pero, en el fondo de mi mente, mi subconsciente mueve la cabeza con
tristeza.
Es más que eso. Leila era capaz de satisfacer sus necesidades de una forma
que yo no puedo. La idea resulta terriblemente deprimente.
Intento centrarme en todo lo que hemos hecho estos últimos días: en su
declaración de amor, sus divertidos coqueteos, su alegría. Pero las palabras de Elena
vuelven para burlarse de mí. Es verdad lo que dicen sobre los fisgones.
«¿No echas de menos… tu cuarto de juegos?»
Me termino la cerveza en un tiempo récord, y Ethan me pasa otra. No soy
muy buena compañía esta noche, pero aun así él se queda conmigo charlando e
intentando levantarme el ánimo, y me habla de Barbados y de las payasadas de Perrie y
Elliot, lo cual es una maravillosa distracción. Pero solo es eso… una distracción.
Mi mente, mi corazón, mi alma siguen todavía en ese apartamento con mi
Cincuenta Sombras y la mujer que había sido su sumisa. Una mujer que cree que
todavía le ama. Una mujer que se parece a mí.
Mientras nos bebemos la tercera cerveza, un enorme vehículo con los
vidrios ahumados aparca junto al Audi delante del edificio. Reconozco al doctor
Flynn, que baja acompañado de una mujer vestida con una especie de bata azul claro.
Atisbo a Taylor, que les hace entrar por la puerta principal.
—¿Quién es ese? —pregunta Ethan.
—Es el doctor Flynn. Harry le conoce.
—¿Qué tipo de doctor es?
—Psiquiatra.
—Ah.
Ambos seguimos observando y, al cabo de unos minutos, vuelven a salir.
Harry lleva a Leila, que va envuelta en una manta. ¿Qué? Veo con horror cómo
suben al vehículo y se alejan a toda velocidad.
Ethan me mira con expresión compasiva, y yo me siento desolada,
totalmente desolada.
—¿Puedo tomar algo más fuerte? —le pregunto a Ethan, sin voz apenas.
—Claro. ¿Qué te apetece?
—Un brandy. Por favor.
Ethan asiente y se acerca a la barra. Yo miro por la ventana hacia la puerta
principal. Al cabo de un momento, Taylor sale, se sube al Audi y se dirige hacia el
Escala… ¿siguiendo a Harry? No lo sé.
Ethan me planta delante una gran copa de brandy.
—Venga, Steele. Vamos a emborracharnos.
Me parece la mejor proposición que me han hecho últimamente. Brindamos,
bebo un trago del líquido ardiente y ambarino, y agradezco esa intensa sensación de
calor que me evade del espantoso dolor que brota en mi corazón.
* * *
Es tarde y me siento bastante aturdida. Ethan y yo no tenemos llaves para
entrar en mi apartamento. Él insiste en acompañarme caminando hasta el Escala,
aunque él no se quedará. Ha telefoneado al amigo al que se encontró antes y con el que
se tomó una copa, y han quedado que dormirá en su casa.
—Así que es aquí donde vive el magnate.
Ethan silba, impresionado.
Asiento.
—¿Seguro que no quieres que me quede contigo? —pregunta.
—No, tengo que enfrentarme a esto… o simplemente acostarme.
—¿Nos vemos mañana?
—Sí. Gracias, Ethan.
Le doy un abrazo.
—Todo saldrá bien, Steele —me susurra al oído.
Me suelta y me observa mientras yo me dispongo a entrar en el edificio.
—Hasta luego —grita.
Yo le dedico una media sonrisa y le hago un gesto de despedida, y después
pulso el botón para llamar al ascensor.
Salgo del ascensor y entro al piso de Harry. Taylor no me está
esperando, lo cual es inusual. Abro la doble puerta y voy hacia el salón. Harry está
al teléfono, caminando nervioso junto al piano.
—Ya está aquí —espeta. Se da la vuelta para mirarme y cuelga el teléfono
—. ¿Dónde coño estabas? —gruñe, pero no se acerca.
¿Está enfadado conmigo? ¿Él es el que acaba de pasar Dios sabe cuánto
tiempo con su ex novia lunática, y está enfadado conmigo?
—¿Has estado bebiendo? —pregunta, consternado.
—Un poco.
No creía que fuera tan obvio.
Gime y se pasa la mano por el pelo.
—Te dije que volvieras aquí —dice en voz baja, amenazante—. Son las
diez y cuarto. Estaba preocupado por ti.
—Fui a tomar una copa, o tres, con Ethan, mientras tú atendías a tu ex —le
digo entre dientes—. No sabía cuánto tiempo ibas a estar… con ella.
Entorna los ojos y da unos cuantos pasos hacia mí, pero Se Detiene.
—¿Por qué lo dices en ese tono?
Me encojo de hombros y me miro los dedos.
—_________, ¿qué pasa?
Y por primera vez detecto en su voz algo distinto a la ira. ¿Qué es?
¿Miedo?
Trago saliva, intentando decidir qué decir.
—¿Dónde está Leila?
Alzo la mirada hacia él.
—En un hospital psiquiátrico de Fremont —dice con expresión escrutadora
—. ________, ¿qué pasa? —Se acerca hasta situarse justo delante de mí—. ¿Cuál es el
problema? —musita.
Niego con la cabeza.
—Yo no soy buena para ti.
—¿Qué? —murmura, y abre los ojos, alarmado—. ¿Por qué piensas eso?
¿Cómo puedes pensar eso?
—Yo no puedo ser todo lo que tú necesitas.
—Tú eres todo lo que necesito.
—Solo verte con ella… —se me quiebra la voz.
—¿Por qué me haces esto? Esto no tiene que ver contigo, _______. Sino con
ella. —Inspira profundamente, y vuelve a pasarse la mano por el pelo—. Ahora mismo
es una chica muy enferma.
—Pero yo lo sentí… lo que teníais juntos.
—¿Qué? No.
Intenta tocarme y yo retrocedo instintivamente. Deja caer la mano y se me
queda mirando. Se le ve atenazado por el pánico.
—¿Vas a marcharte? —murmura con los ojos muy abiertos por el miedo.
Yo no digo nada mientras intento reordenar el caos de mi mente.
—No puedes hacerlo —suplica.
—Harry… yo…
Lucho por aclarar mis ideas. ¿Qué intento decir? Necesito tiempo, tiempo
para asimilar todo esto. Dame tiempo.
—¡No, no! —dice él.
—Yo…
Mira con desenfreno alrededor de la estancia buscando… ¿qué? ¿Una
inspiración? ¿Una intervención divina? No lo sé.
—No puedes irte, _______. ¡Yo te Amo!
—Yo también te Amo, Harry, es solo que…
—¡No, no! —dice desesperado, y se lleva las manos a la cabeza.
—Harry…
—No —susurra, y en sus ojos muy abiertos brilla el pánico.
De repente cae de rodillas ante mí, con la cabeza gacha, y las manos
extendidas sobre los muslos. Inspira profundamente y se queda muy quieto.
¿Qué?
—Harry, ¿qué estás haciendo?
Él sigue mirando al suelo, no a mí.
—¡Harry! ¿Qué estás haciendo? —repito con voz estridente. Él no se
mueve—. ¡Harry, mírame! —ordeno aterrada.
Él levanta la cabeza sin dudarlo, y me mira pasivamente con sus fríos ojos
Verdes: parece casi sereno… expectante.
Dios santo… Harry. El sumiso.
CarolineR2
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