Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 12 de 13. • Comparte
Página 12 de 13. • 1, 2, 3 ... , 11, 12, 13
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Chicas enserio les agradezco todos los comentarios! Me alegra saber que la están leyendo! :( faltan solo 2 capítulos para que se acabe, pero después viene el 3 libro que es el ultimo!!!!mi madre me quita el compu pq estoy que pierdo el año y le dije que me diera un tiempo para terminar 50 sombras mas oscuras. me pondrán un profesor y Blah,blah,blah, el tercer libro lo subiré cuando me de tiempo, solo les pido que noo se enojen por ser tan boba y casi tirarme el año!
CarolineR2
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Nena, no te preocupes... te entiendo. Me alegra que falte poco.
Sube cuando puedas :) Y que te vaya bien con tu profesor... A cualquiera le puede pasar eso
Besos
Sube cuando puedas :) Y que te vaya bien con tu profesor... A cualquiera le puede pasar eso
Besos
Anne Hale
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
no te preocupes presiosa :) .. awww me da tristesa al saber que ya esta maravillosa historia se nos va a acabar :( buu pero tambien me alegra de que te hayas tomado el tiempo para subirla y habernos echo desear mas , agh siento que ya en un abri y cerrar de ojos ya no nos veremos :( .. pero en fin echale muchas ganas con el profe , o la esucela y espero la verdad con ansias la novela wuwuwu! ya quiero saber que pasara haha buen oen fin no te preocupes te entendemos , seremos pacientes :) . .cuidate muchisimo gracias por todo lo q has echo!v :)
vane xx
vane xx
vanessavalerio98
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
!Hellow! :3 Tome el computador a econdidas wuajajaja, soy una malota okno! Aqui les dejo el Penúltimo capitulo, Para que sepan este es el segundo libro, como les dije seguiria toda la trilogia, asi que esto aun no se acaba, apenas acaba de comenzar! Falta aun el tercer libro :) Disfruten esto :)
Capitulo 21
Harry se para delante del cuarto de juegos.
—¿Estás segura de esto? —pregunta con una mirada ardorosa, pero llena
de ansiedad.
—Sí —murmuro, y le sonrío con timidez.
Su expresión se dulcifica.
—¿Hay algo que no quieras hacer?
Estas preguntas inesperadas me descolocan, y mi mente empieza a dar
vueltas. Se me ocurre una idea.
—No quiero que me hagas fotografías.
Se queda quieto, y se le endurece el gesto. Ladea la cabeza y me mira con
suspicacia.
Oh, no. Tengo la impresión de que va a preguntarme por qué, pero
afortunadamente no lo hace.
—De acuerdo —murmura.
Frunce el ceño, abre la puerta y se aparta para hacerme pasar a la
habitación. Cuando él entra detrás y cierra, siento sus ojos sobre mí.
Deja la cajita del regalo sobre la cómoda, saca el iPod y lo enciende.
Luego pasa la mano frente al equipo de sonido de la pared, y los cristales ahumados se
abren suavemente. Pulsa varios botones, y el sonido de un metro resuena en la
habitación. Él baja el volumen, de manera que el compás electrónico lento, hipnótico,
que se oye seguidamente se convierte en ambiental. Empieza a cantar una mujer que no
sé quién es, pero su voz es suave aunque rasposa, y el ritmo contenido y
deliberadamente… erótico. Oh, Dios: es música para hacer el amor.
Harry se da la vuelta para mirarme. Yo estoy de pie en medio del
cuarto, con el corazón palpitante y la sangre hirviendo en mis venas al ritmo del
seductor compás de la música… o esa es la sensación que tengo. Él se me acerca
despacio con aire indolente, y me coge de la barbilla para que deje de morderme el
labio.
—¿Qué quieres hacer, ______? —murmura, y me da un recatado beso en
la comisura de la boca, sin dejar de retenerme el mentón entre los dedos.
—Es tu cumpleaños. Haremos lo que tú quieras —musito.
Él pasa el pulgar sobre mi labio inferior, y arquea una ceja.
—¿Estamos aquí porque tú crees que yo quiero estar aquí?
Pronuncia esas palabras en voz muy baja, sin dejar de observarme
atentamente.
—No —murmuro—. Yo también quiero estar aquí.
Su mirada se oscurece, volviéndose más audaz a medida que asimila mi
respuesta. Después de una pausa eterna, habla.
—Ah, son tantas las posibilidades, señorita Steele. —Su tono es grave,
excitado—. Pero empecemos por desnudarte.
Tira del cinturón de la bata, que se abre para dejar a la vista el camisón de
satén. Luego da un paso atrás y se sienta con total tranquilidad en el brazo del sofá
Chesterfield.
—Quítate la ropa. Despacio.
Me dirige una mirada sensual, desafiante.
Trago saliva compulsivamente y junto los muslos. Ya siento humedad entre
las piernas. La diosa que llevo dentro está ya en la cola, totalmente desnuda, dispuesta,
esperando y suplicándome para que le siga el juego. Yo me echo la bata sobre los
hombros, sin dejar de mirarle a los ojos, los levanto con un suave movimiento y dejo
que la prenda caiga en cascada al suelo. Sus fascinantes ojos verdes arden, y se pasa el
dedo índice sobre los labios con la mirada muy fija en mí.
Dejo que los finísimos tirantes de mi camisón se deslicen por mis hombros,
le miro intensamente un momento, y luego lo dejo caer. El camisón resbala lentamente
sobre mi cuerpo, hasta quedar desparramado a mis pies. Estoy desnuda, prácticamente
jadeante y… oh, tan dispuesta…
Harry se queda muy quieto un momento, y me maravilla su expresión de
franca satisfacción carnal. Él se levanta, se dirige hacia la cómoda y saca su corbata
gris perla… mi corbata favorita. La desliza y la hace dar vueltas entre sus dedos, y se
me acerca con gesto despreocupado y un amago de sonrisa en los labios. Cuando se
coloca frente a mí, yo espero que haga ademán de cogerme las manos, pero no es así.
—Me parece que lleva usted muy poca ropa, señorita Steele —murmura.
Me pone la corbata alrededor del cuello, y despacio pero con destreza hace
lo que imagino que es un nudo Windsor perfecto. Cuando lo aprieta, sus dedos me
rozan la base del cuello, provocando una descarga de electricidad en mi cuerpo que me
deja jadeante. Él deja que el extremo más ancho de la corbata caiga hasta abajo, tan
abajo que la punta me hace cosquillas en el vello púbico.
—Ahora mismo está usted fabulosa, señorita Steele —dice, y se inclina
para besarme con dulzura en los labios.
Es un beso fugaz, y una espiral de deseo lascivo invade mis entrañas, y
quiero más.
—¿Qué haremos contigo ahora? —dice, y coge la corbata, tira de mí hacia
él y caigo en sus brazos.
Hunde las manos en mi pelo y me echa la cabeza hacia atrás, y me besa
fuerte y apasionadamente, con su lengua implacable y despiadada. Una de sus manos se
desliza por mi espalda y se detiene sobre mi trasero. Cuando él se aparta, jadeante
también, me fulmina con una mirada incendiaria de sus ojos Verdes. Yo, anhelante,
apenas puedo respirar ni pensar con claridad. Estoy segura de que su ataque sensual
me ha dejado los labios henchidos.
—Date la vuelta —ordena con delicadeza, y yo obedezco.
Me aparta la corbata del cabello. Lo trenza y lo ata rápidamente, y tirando
de la trenza me obliga a alzar la cabeza.
—Tienes un pelo precioso, _________ —murmura, y me besa el cuello,
provocándome un escalofrío que me recorre toda la columna—. Cuando quieras que
pare solo tienes que decírmelo. Lo sabes, ¿verdad? —murmura pegado a mi garganta.
Yo asiento con los ojos cerrados, deleitándome en el sabor de sus labios.
Me da la vuelta otra vez y coge la corbata por la punta.
—Ven —dice, y tirando suavemente me lleva hasta la cómoda, sobre la
cual está el resto del contenido de la caja.
—Estos objetos no me parecen muy adecuados, ________… —Coge el
dilatador anal—. Este es demasiado grande. Una virgen anal como tú no debe empezar
con este. Optaremos por empezar con esto.
Levanta el dedo meñique, y yo ahogo un gemido. Dedos… ¿ahí? Él me
sonríe con aire malicioso, y me viene a la mente la desagradable imagen del puño en el
ano que se mencionaba en el contrato.
—Un dedo… solo uno —dice en voz baja, con esa extraña capacidad que
tiene de leerme la mente.
Clavo la mirada en sus ojos. ¿Cómo lo hace?
—Estas pinzas son brutales. —Señala las pinzas para los pezones—.
Usaremos estas. —Pone otro par sobre la cómoda. Parecen horquillas gigantes, pero
con unas bolitas azabache colgando—. Estas son ajustables —murmura Harry, su
voz entreverada de gentil preocupación.
Parpadeo y le miro con los ojos muy abiertos: Harry, mi mentor sexual.
Él sabe mucho más que yo de todo esto. Yo nunca estaré a la altura. Frunzo ligeramente
el ceño. De hecho, sabe más que yo de casi todo… excepto de cocina.
—¿Está claro? —pregunta.
—Sí —murmuro con la boca seca—. ¿Vas a decirme lo que piensas hacer?
—No. Iré improvisando sobre la marcha. Esto no es ninguna sesión, __________.
—¿Cómo debo comportarme?
Arquea una ceja.
—Como tú quieras.
¡Oh!
—¿Acaso esperabas a mi álter ego,__________? —pregunta con un matiz
levemente irónico y al mismo tiempo sorprendido.
—Bueno… sí. A mí me gusta —murmuro.
Él esboza su sonrisa secreta, alarga la mano y me pasa el pulgar por la
mejilla.
—¿No me digas? —musita, y desliza el pulgar sobre mi labio inferior—.
Yo soy tu amante, _________, no tu Amo. Me encanta oír tus carcajadas y esa risita
infantil. Me gustas relajada y contenta, como en las fotografías de José. Esa es la chica
que un día entró cayendo de bruces en mi despacho. Esa es la chica de la que un día me
enamoré.
Me quedo con la boca abierta, y en mi corazón brota una grata calidez. Es
dicha… pura dicha.
—Pero, una vez dicho esto, a mí también me gusta tratarla con dureza,
señorita Steele, y mi álter ego sabe un par de trucos. Así que haz lo que te ordeno y
date la vuelta.
Sus ojos brillan perversos, y la dicha se traslada de repente hacia abajo,
por debajo de la cintura, y se apodera de mí tensándome todos los músculos. Hago lo
que me ordena. Él abre uno de los cajones a mis espaldas, y al cabo de un momento
vuelvo a tenerle frente a mí.
—Ven —ordena, tira de la corbata y me lleva hacia la mesa.
Cuando pasamos junto al sofá, me doy cuenta por primera vez de que han
desaparecido todas las varas, y me distraigo un momento. ¿Estaban aquí ayer cuando
entré? No me acuerdo. ¿Se las ha llevado Harry? ¿La señora Jones? Él interrumpe
mis pensamientos.
—Quiero que te pongas de rodillas encima —dice cuando llegamos junto a
la mesa.
Ah, muy bien. ¿Qué tiene en mente? La diosa que llevo dentro está
impaciente por averiguarlo: ya está subida en la mesa completamente abierta y
mirándole con adoración.
Él me sube a la mesa con delicadeza, y yo me siento sobre las piernas y
quedo de rodillas frente a él, sorprendida de mi propia agilidad. Ahora estamos al
mismo nivel. Baja las manos por mis muslos, me agarra las rodillas, me separa las
piernas y se queda plantado justo delante de mí. Está muy serio, con los ojos
entornados y más oscuros… lujuriosos.
—Pon los brazos a la espalda. Voy a esposarte.
Saca unas esposas de cuero del bolsillo de atrás y se me acerca. Allá
vamos. ¿A qué dimensión de placer va a transportarme esta vez?
Su proximidad resulta embriagadora. Este hombre va a ser mi marido. ¿Qué
más puede ambicionar nadie con un marido como este? No recuerdo haber leído nada
al respecto. No puedo resistirme, y deslizo mis labios entreabiertos por su mentón,
saboreando su barba incipiente con la lengua, irritante y suave al mismo tiempo, una
mezcla tremendamente erótica. Él se queda quieto y cierra los ojos. Se le altera la
respiración y se aparta.
—Para, o esto se terminará mucho antes de lo que deseamos los dos —me
advierte.
Por un momento creo que está enfadado, pero entonces sonríe y aparece un
brillo divertido en su mirada ardorosa.
—Eres irresistible —digo con un mohín.
—¿Ah, sí? —replica secamente.
Yo asiento.
—Bueno, no me distraigas, o te amordazaré.
—Me gusta distraerte —susurro mirándole con expresión terca, y él levanta
una ceja.
—O te azotaré.
¡Oh! Intento disimular una sonrisa. Hubo una época, no hace mucho, en que
me habría sometido ante esa amenaza. Nunca me habría atrevido a besarle
espontáneamente, y menos estando en este cuarto. Ahora me doy cuenta de que ya no
me intimida, y es como una revelación. Sonrío con picardía y él me devuelve una
sonrisa cómplice.
—Compórtate —masculla.
Da un paso atrás, me mira y golpea con las esposas de cuero en la palma de
su mano.
Y la amenaza está ahí, implícita en sus actos. Trato de parecer arrepentida,
y creo que lo consigo. Él se acerca otra vez.
—Eso está mejor —musita, y se inclina nuevamente hacia mí con las
esposas.
Yo evito tocarle, pero inhalo ese glorioso aroma a Harry, fresco aún
después de la ducha de anoche. Mmm… debería embotellarlo.
Espero que me espose las muñecas, pero en vez de eso me las coloca por
encima de los codos. Eso me obliga a arquear la espalda y a empujar los pechos hacia
delante, aunque mis codos quedan bastante separados. Cuando termina, se echa hacia
atrás para contemplarme.
—¿Estás bien? —pregunta.
No es la postura más cómoda del mundo, pero la expectativa de descubrir
qué puede hacer resulta tan electrizante que asiento y jadeo débilmente con anhelo.
—Bien.
Saca el antifaz del bolsillo de atrás.
—Creo que ya has visto bastante —murmura.
Me pone el antifaz por encima de la cabeza hasta cubrirme los ojos. Se me
acelera la respiración. Dios… ¿Por qué es tan erótico no ver nada? Estoy aquí,
esposada y de rodillas sobre una mesa, esperando… con una dulce y ardiente
expectación que me quema por dentro. Pero puedo oír, y de fondo sigue sonando ese
ritmo melódico y constante que resuena por todo mi cuerpo. No me había dado cuenta
hasta ahora. Debe de haberlo programado en modo repetición.
Harry se aparta. ¿Qué está haciendo? Se dirige hasta la cómoda y abre
un cajón. Lo cierra otra vez. Al cabo de un segundo vuelvo a notar que está delante de
mí. Noto un olor fuerte, picante y dulzón en el aire. Es delicioso, casi apetitoso.
—No quiero estropear mi corbata preferida —murmura mientras la
desanuda lentamente.
Inhalo con fuerza cuando la tela de la corbata se desliza por mi cuerpo,
haciéndome cosquillas a su paso. ¿Estropear su corbata? Escucho con atención para
tratar de averiguar qué va a hacer. Se está frotando las manos. De pronto me acaricia la
mejilla con los nudillos, recorriendo el perfil de mi mandíbula hasta la barbilla.
Sus caricias me provocan un delicioso estremecimiento que sobresalta mi
cuerpo. Su mano se curva sobre mi nuca, y está resbaladiza por ese aceite aromático
que extiende suavemente por mi garganta, a lo largo de la clavícula, y sobre mi
hombro, trabajando delicadamente con los dedos. Oh, me está dando un masaje. No es
lo que esperaba.
Pone la otra mano sobre mi otro hombro y emprende otro provocador
recorrido a lo largo de mi clavícula. Emito un suave quejido mientras va descendiendo
hacia mis senos cada vez más anhelantes, ávidos de sus caricias. Es tan excitante…
Arqueo más el cuerpo hacia sus diestras caricias, pero él desliza las manos por mis
costados, despacio, comedido, siguiendo el compás de la música y evitando
deliberadamente mis pechos. Yo gimo, aunque no sé si es de placer o de frustración.
—Eres tan hermosa,________ —me murmura al oído en voz baja y ronca.
Su nariz roza mi mandíbula mientras sigue masajeándome… bajo los senos,
sobre el vientre, más abajo… Me besa fugazmente los labios y luego desliza la nariz
por mi nuca, bajando por el cuello. Dios santo, estoy ardiendo… su cercanía, sus
manos, sus palabras.
—Y pronto serás mi esposa para poseerte y protegerte —susurra.
Oh, sí.
—Para amarte y honrarte.
Dios…
—Con mi cuerpo, te adoraré.
Echo la cabeza hacia atrás y gimo. Él pasa los dedos por mi vello púbico,
sobre mi sexo, y frota la palma de la mano contra mi clítoris.
—Señora Styles —susurra mientras sigue masajeándome.
Suelto un suave gruñido.
—Sí —musita mientras sigue excitándome con la palma de la mano—.
Abre la boca.
Ya la tengo entreabierta porque estoy jadeando. La abro más, y él me
introduce entre los labios un objeto metálico ancho y frío, una especie de enorme
chupete con unas pequeñas muescas o ranuras, y algo que parece una cadena al final.
Es grande.
—Chupa —ordena en voz baja—. Voy a meterte esto dentro.
¿Dentro? Dentro… ¿dónde? Me da un vuelco el corazón.
—Chupa —repite, y deja quieta la palma de la mano.
¡No, no pares! Quiero gritar, pero tengo la boca llena. Sus manos oleosas
recorren nuevamente mi cuerpo hacia arriba y finalmente cubren mis desatendidos
senos.
—No pares de chupar.
Hace girar delicadamente mis pezones entre el pulgar y el índice, con una
caricia experta que los endurece y agranda, creando una oleada sináptica de placer que
llega hasta mi entrepierna.
—Tienes unos pechos tan hermosos, _________ —susurra, y mis pezones
responden endureciéndose aún más.
Él murmura complacido y yo gimo. Baja los labios desde mi cuello hasta
uno de mis senos, sin dejar de chupar y mordisquear suavemente hasta llegar al pezón,
y de repente noto el pellizco de la pinza.
—¡Ay! —gruño entrecortadamente a través del aparato que cubre mi boca.
Oh, por Dios… el pellizco produce una sensación exquisita, cruda,
dolorosa, placentera. Me lame con dulzura el pezón prisionero, mientras procede a
colocar la segunda pinza. El pellizco también es intenso… pero igualmente agradable.
Gimo con fuerza.
—Siéntelo —sisea él.
Ah, lo siento. Lo siento. Lo siento.
—Dame esto.
Tira con cuidado del estriado chupete metálico que tengo en la boca, y lo
suelto. Sus manos recorren otra vez mi cuerpo, descendiendo hacia mi sexo. Ha vuelto
a untárselas de aceite, y se deslizan alrededor de mi trasero.
Ahogo un gemido. ¿Qué va a hacer? Cuando me pasa los dedos entre las
nalgas, me tenso sobre las rodillas.
—Chsss, despacio —me susurra al oído, y me besa la nuca y me provoca e
incita con los dedos.
¿Qué va a hacer? Desliza la otra mano por mi vientre, hasta mi sexo, y lo
acaricia de nuevo con la palma. Introduce sus dedos dentro de mí y yo jadeo fuerte,
gozando.
—Voy a meterte esto dentro —murmura—. No aquí. —Sus dedos se
deslizan entre mis nalgas, untando el aceite—. Sino aquí.
Y hace girar los dedos una y otra vez, dentro y fuera, golpeando la pared
frontal de mi vagina. Yo gimo y mis pezones presos se hinchan.
—Ah.
—Ahora, silencio.
Harry saca los dedos y desliza el objeto dentro de mí. Luego me coge la
cara entre las manos y me besa, con su boca invadiendo la mía, y entones oigo un
levísimo clic. En ese instante, el artilugio empieza a vibrar en mi interior… ¡ahí abajo!
Y gimo. Es una sensación extraordinaria, que supera cualquier otra que haya
experimentado antes.
—¡Ah!
—Tranquila —me calma Harry, y sofoca mis jadeos con su boca.
Sus manos descienden hacia mis senos y tiran con mucha delicadeza de las
pinzas. Grito con fuerza.
—¡Harry, por favor!
—Chsss, nena. Aguanta.
Esto es demasiado… toda esta sobre estimulación, por todas partes. Mi cuerpo empieza a ascender, y yo, de rodillas, no puedo controlar la escalada. Dios…
¿seré capaz de soportar esto?
—Buena chica —me tranquiliza él.
—Harry —jadeo, y mi voz suena desesperada incluso a mis oídos.
—Chsss, siéntelo, __________. No tengas miedo.
Ahora sus manos me rodean la cintura, sujetándome, pero no puedo
concentrarme en todo, en sus manos, en lo que tengo dentro, en las pinzas. Mi cuerpo
asciende, asciende hacia el estallido, con esas vibraciones implacables y esa dulce,
dulce tortura en mis pezones. Dios… Esto va a ser demasiado intenso. Él mueve las
manos, sedosas y oleosas, alrededor y por debajo de mis caderas, tocando, sintiendo,
masajeando mi piel… masajeando mi culo.
—Qué hermoso —susurra, y de repente introduce suavemente un dedo
ungido dentro de mí… ¡ahí, en mi trasero!
Dios… Es una sensación extraña, plena, prohibida… pero, oh… muy…
muy agradable. Y se mueve despacio, entra y sale, mientras roza con los dientes mi
barbilla erguida.
—Qué hermoso, __________.
Estoy suspendida en lo alto, muy alto, sobre un enorme precipicio, y
entonces vuelo y caigo vertiginosamente al mismo tiempo, y me precipito hacia la
tierra. Ya no puedo contenerme y grito, mientras mi cuerpo, ante esa irresistible
plenitud, se convulsiona y alcanza el clímax. Cuando mi cuerpo estalla, no soy más que
sensaciones, por todo mi ser. Harry retira primero una pinza y luego la otra, y mis
pezones se quejan de una dulce sensación de dolor, que es sin embargo muy agradable
y me provoca el orgasmo, un orgasmo que dura y dura. Él mantiene el dedo en el
mismo sitio, entrando y saliendo.
—¡Agh! —grito, y Harry me envuelve y me abraza, mientras mi cuerpo
sigue con su implacable pulsión interior—. ¡No! —vuelvo a gritar, suplicante, y esta
vez retira el vibrador de mi interior y también el dedo, mientras mi cuerpo sigue
convulsionando.
Me quita una de las esposas, de modo que mis brazos caen hacia delante.
Mi cabeza cuelga sobre su hombro, y estoy perdida, totalmente perdida en esta
sensación abrumadora. No soy más que respiración alterada, exhausta de deseo, y
dulce y placentero olvido de todo.
Soy vagamente consciente de que Harry me levanta, me lleva a la cama
y me tumba sobre las refrescantes sábanas de satén. Al cabo de un momento, sus
manos, todavía untuosas, me masajean dulcemente detrás de los muslos, las rodillas,
las pantorrillas y los hombros. Noto que la cama cede un poco cuando él se tumba a mi
lado.
Me quita el antifaz, pero no tengo fuerzas para abrir los ojos. Busca la
trenza y me suelta el pelo, y se inclina hacia delante para besarme dulcemente en los
labios. Solo mi respiración errática interrumpe el silencio de la habitación, y va
estabilizándose a medida que vuelo de nuevo hacia la tierra. Ya no se oye la música.
—Maravilloso —murmura.
Finalmente consigo abrir un ojo y descubro que él me está mirando
fijamente con una leve sonrisa.
—Hola —dice. Consigo contestar con un gemido y su sonrisa se ensancha
—. ¿Te ha parecido suficientemente brusco?
Yo asiento y le sonrío como puedo. Vaya, si hubiera sido más brusco
tendría que habernos azotado a los dos.
—Creo que intentas matarme —musito.
—Muerta por orgasmo. —Sonríe—. Hay formas peores de morir —dice,
pero después frunce el ceño levísimamente, como si de pronto hubiera pensado en algo
desagradable.
Su gesto me inquieta. Me incorporo y le acaricio la cara.
—Puedes matarme así siempre que quieras —murmuro.
Me doy cuenta de que está desnudo, espléndido y preparado para la acción.
Cuando me coge la mano y me besa los nudillos, yo me enderezo, le atrapo la cara con
las manos y llevo su boca a mis labios. Me besa fugazmente y luego se para.
—Esto es lo que quiero hacer —susurra.
Busca bajo la almohada el mando de la música, aprieta un botón y los
suaves acordes de una guitarra resuenan entre las paredes.
—Quiero hacerte el amor —dice, mirándome fijamente.
Sus ojos Verdes brillan sinceros y ardientes. Al fondo se oye una voz
familiar que empieza a cantar «The First Time Ever I Saw Your Face». Y sus labios
buscan los míos.
Mientras me abrazo a él y me rindo de nuevo al éxtasis liberador, Harry
se deja ir en mis brazos, con la cabeza echada hacia atrás y gritando mi nombre. Él me
estrecha contra su pecho y permanecemos sentados nariz contra nariz en medio de su
cama inmensa, yo a horcajadas sobre él. Y en este momento, este momento de felicidad
con este hombre y su música, la intensidad de mi experiencia de esta mañana con él
aquí, y de todo lo que ha pasado durante la última semana, me abruma de nuevo, no
solo física sino también emocionalmente. Me siento por completo superada por todas
estas sensaciones. Estoy profundamente enamorada de él. Y por primera vez alcanzo a
entrever y comprender lo que él siente en relación con mi seguridad.
Al recordar que ayer estuve a punto de perderle, me echo a temblar y los
ojos se me llenan de lágrimas. Si le hubiera pasado algo… le amo tanto. Las lágrimas
corren libremente por mis mejillas. Hay tantas facetas en Harry: su personalidad
dulce y amable, y su vertiente dominante, ese lado agreste y brusco de «Yo puedo
hacer lo que me plazca contigo y tú me seguirás como un perrito»… sus cincuenta
sombras, todo él. Todo espectacular. Todo mío. Y soy consciente de que aún no nos
conocemos bien, y de que tenemos que superar un montón de cosas. Pero sé que los dos
lo deseamos… y que dispondremos de toda la vida para ello.
—Eh —musita, sosteniéndome la cabeza entre las manos y mirándome
intensamente. Sigue dentro de mí—. ¿Por qué lloras? —dice con la voz preñada de
preocupación.
—Porque te quiero tanto —susurro.
Él absorbe mis palabras con los ojos entrecerrados, como drogado. Y
cuando vuelve a abrirlos, arden de amor.
—Y yo a ti, ________. Tú me… completas.
Y me besa con ternura mientras Roberta Flack termina su canción.
* * *
Hemos hablado y hablado y hablado, sentados juntos sobre la cama del
cuarto de juegos, yo sobre su regazo y rodeándonos con las piernas mutuamente. La
sábana de satén rojo nos envuelve como si fuera un refugio majestuoso, y no tengo ni
idea de cuánto tiempo ha pasado. Harry está riéndose de mi imitación de Perrie
durante la sesión de fotos en el Heathman.
—Pensar que podría haber sido ella quien me entrevistara. Gracias a Dios
que existen los resfriados —murmura, y me besa la nariz.
—Creo que tenía la gripe, Harry —le riño, y dejo que mis dedos
deambulen a través del vello de su torso, maravillada de que lo esté tolerando tan bien
—. Todas las varas han desaparecido —murmuro, recordando que eso me llamó antes
la atención.
Él me recoge el pelo detrás de la oreja por enésima vez.
—No creí que llegaras a pasar nunca ese límite infranqueable.
—No, no creo que lo haga —susurro con los ojos muy abiertos, y luego
dirijo la vista hacia los látigos, las palas y las correas alineados en la pared de
enfrente.
Él mira en la misma dirección.
—¿Quieres que me deshaga de todo eso también? —dice en tono irónico,
pero sincero.
—De esa fusta no… la marrón. Ni del látigo de tiras de ante.
Me ruborizo.
Él me mira y sonríe.
—De acuerdo, la fusta y el látigo de tiras. Vaya, señorita Steele, es usted
una caja de sorpresas.
—Y usted también, señor Styles. Esa es una de las cosas que adoro de ti.
Le beso con cariño en la comisura de la boca.
—¿Qué más adoras de mí? —pregunta con los ojos muy abiertos.
Sé que para él supone mucho hacer esta pregunta. Es una muestra de
humildad que me hace parpadear, perpleja. Yo adoro todo de él… incluso sus
cincuenta sombras. Sé que la vida con Christian nunca será aburrida.
—Esto. —Paso el dedo índice sobre sus labios—. Adoro esto, y lo que
sale de ella, y lo que me haces con ella. Y lo que hay aquí dentro. —Le acaricio la sien
—. Eres tan brillante, inteligente e ingenioso, tan competente en tantas cosas. Pero lo
que más adoro es lo que hay aquí. —Presiono ligeramente con la palma de la mano
sobre su pecho, y siento el latido constante y uniforme de su corazón—. Eres el hombre
más compasivo que conozco. Lo que haces. Cómo trabajas. Es realmente impresionante
—murmuro.
—¿Impresionante?
Está desconcertado, pero en su mirada refulge un brillo alegre. Luego le
cambia el semblante y aparece su sonrisa tímida, como si estuviera avergonzado. Me
entran ganas de lanzarme a sus brazos… y lo hago.
Estoy adormilada, envuelta en satén y en Styles. Harry me acaricia con la
nariz para despertarme.
—¿Tienes hambre? —susurra.
—Mmm… estoy hambrienta.
—Yo también.
Me incorporo para mirarle tumbado en la cama.
—Es su cumpleaños, señor Styles. Te prepararé algo. ¿Qué te apetece?
—Sorpréndeme. —Me pasa la mano por la espalda con una suave caricia
—. Debería revisar los mensajes de la BlackBerry que no miré ayer.
Suspira y hace ademán de incorporarse, y sé que este momento especial ha
terminado… por ahora.
—Duchémonos —dice.
¿Quién soy yo para contradecir al chico del cumpleaños?
* * *
Harry está en su estudio hablando por teléfono. Taylor está con él. Tiene
un aspecto muy serio, pero su atuendo es informal, unos vaqueros y una camiseta negra
ceñida. Yo estoy preparando algo de comer en la cocina. He encontrado unos filetes de
salmón en la nevera y los estoy marinando con limón, y los acompañaré con una
ensalada y unas patatas que estoy hirviendo. Me siento extraordinariamente relajada y
feliz, en la cima del mundo… literalmente. Me giro hacia el enorme ventanal y observo
el espléndido cielo azul. Toda esa charla… todo el sexo… mmm. Cualquier chica
podría acostumbrarse a esto.
Taylor sale del estudio e interrumpe mi fantasía. Yo apago el iPod y me
saco un auricular.
—Hola, Taylor.
—________ —saluda con un gesto de cabeza.
—¿Tu hija está bien?
—Sí, gracias. Mi ex mujer creía que tenía apendicitis, pero exageraba,
como siempre. —Taylor pone los ojos en blanco, cosa que me sorprende—. Sophie
esta bien, aunque tiene un virus estomacal bastante fastidioso.
—Lo siento.
Él sonríe.
—¿Han localizado el Charlie Tango?
—Sí. El equipo de rescate va para allá. Esta noche ya debería estar de
vuelta en Boeing Field.
—Ah, bien.
Me dedica una sonrisa tensa.
—¿Algo más, señora?
—No, no, gracias.
Me ruborizo… ¿Me acostumbraré algún día a que Taylor me llame
«señora»? Hace que me sienta muy vieja, casi como una treintañera.
Él asiente y sale de la sala. Harry sigue al teléfono. Yo estoy esperando
a que hiervan las patatas. Eso me da una idea. Cojo el bolso y busco la BlackBerry.
Hay un mensaje de Perrie.
Nos vemos esta noche. Me apetece que charlemos un buen rato
Le contesto.
Lo mismo digo>
Estará bien hablar con Perrie.
Abro el programa de correo y le escribo un mensaje rápido a Harry.
De: _________Steele
Fecha: 18 de junio de 2011 13:12
Para: Harry Styles
Asunto: Comida
Querido señor Styles:
Le mando este e-mail para informarle de que su comida está casi lista.
Y de que hace un rato gocé de un sexo pervertido alucinante.
Es muy recomendable el sexo pervertido en los cumpleaños.
Y otra cosa… te quiero.
____x
(Tu prometida)
Permanezco atentamente a la escucha de cualquier tipo de reacción, pero él
sigue al teléfono. Me encojo de hombros. Quizá esté demasiado ocupado, simplemente.
Mi BlackBerry vibra.
De: Harry Styles
Fecha: 18 de junio de 2011 13:15
Para: _________ Steele
Asunto: Sexo pervertido
¿Qué aspecto fue el más alucinante?
Tomaré nota.
Harry Styles
Hambriento y exhausto tras los esfuerzos matutinos presidente de Styles
Enterprises Holdings, Inc.
P.D.: Me encanta tu firma.
P.P.D.: ¿Qué ha sido del arte de la conversación?
De: _________ Steele
Fecha: 18 de junio de 2011 13:18
Para: Harry Styles
Asunto: ¿Hambriento?
Querido señor Styles:
Me permito recordarle la primera línea de mi anterior e-mail, en la que
le informaba de que su comida ya está casi lista… así que nada de tonterías de que
está hambriento y exhausto. Con respecto a los aspectos alucinantes del sexo
pervertido… francamente, todos, presidente. Me interesará leer sus notas. Y a mí
también me gusta mi firma entre paréntesis.
_______x
(Tu prometida)
P.D.: ¿Desde cuándo eres tan locuaz? ¡Y estás hablando por teléfono!
Pulso enviar y, al levantar la vista, le tengo delante, sonriendo con aire
travieso. Antes de que pueda decir nada, da la vuelta a la encimera de la isla de la
cocina, me coge en volandas y me da un sonoro beso.
—Esto es todo, señorita Steele —dice.
Me suelta y vuelve a su despacho con paso airoso —en vaqueros, descalzo
y con la camisa por fuera—, dejándome sin aliento.
* * *
He preparado un bol de crema agria con berros y cilantro para acompañar
el salmón, y lo dejo sobre la barra del desayuno. Odio interrumpirle mientras trabaja,
pero ahora me planto en el umbral de su despacho. Él sigue al teléfono, con su pelo
alborotado y sus ojos Verdes brillantes: todo un festín para la vista. Levanta la mirada
al verme y ya no aparta la vista de mí. Frunce levemente el ceño, y no sé si es por mí o
por la conversación.
—Tú hazlos pasar y déjalos solos. ¿Entendido, Mia? —dice entre dientes,
poniendo los ojos en blanco—. Bien.
Le hago una señal de que la comida está lista, y él me sonríe y asiente.
—Nos vemos luego. —Cuelga—. ¿Una llamada más? —pregunta.
—Claro.
—Este vestido es muy corto —añade.
—¿Te gusta?
Doy una vuelta frente a él. Es una de las compras de Caroline Acton. Un
vestido veraniego de color turquesa, que seguramente sería más apropiado para ir a la
playa, pero hoy hace un día precioso en muchos sentidos. Él frunce el ceño y yo me
pongo pálida.
—Estás fantástica, _________. Pero no quiero que nadie más te vea así.
—¡Oh! —le digo en tono de reproche—. Estamos en casa, Harry. Solo
está el personal.
Tuerce el gesto y, o bien intenta disimular su buen humor, o realmente no le
hace ninguna gracia. Pero al final asiente, ratificándose. Yo le miro sin dar crédito…
¿de verdad lo dice en serio? Regreso a la cocina.
Cinco minutos después, vuelvo a tenerle enfrente, con el teléfono en la
mano.
—Ray quiere hablar contigo —murmura con una mirada cauta.
Me quedo sin respiración de golpe. Cojo el teléfono y cubro el micrófono.
—¡Se lo has contado! —siseo.
Harry asiente, y abre mucho los ojos ante mi angustiado semblante.
¡Oh, no! Inspiro profundamente.
—Hola, papá.
—Harry acaba de preguntarme si puede casarse contigo —dice Ray.
Se hace el silencio entre los dos mientras pienso desesperadamente qué
puedo decir. Ray sigue callado como suele hacer, sin darme ninguna pista sobre su
reacción ante la noticia. Me decido por fin.
—¿Y tú qué le has dicho?
—Le he dicho que quería hablar contigo. Es bastante repentino, ¿no crees,
_______? Hace muy poco que le conoces. Quiero decir que es un buen tío, le gusta la
pesca y todo eso, pero… ¿tan pronto? —dice en un tono tranquilo y comedido.
—Sí. Es repentino… espera un momento.
Me alejo a toda prisa de la zona de la cocina y de la mirada ansiosa de Harry, y voy hacia el ventanal. Las puertas que dan al balcón están abiertas, y salgo
a la luz del sol. No puedo acercarme al borde. Está demasiado alto.
—Ya sé que es muy repentino y todo eso… pero, bueno, yo le quiero. Él me
quiere. Quiere casarse conmigo, y sé que es el hombre de mi vida.
Me ruborizo, pensando que seguramente esta sea la conversación más
íntima que he mantenido con mi padrastro.
Ray permanece en silencio al otro lado del teléfono.
—¿Se lo has dicho a tu madre?
—No.
—__________… ya sé que es muy rico y muy buen partido, pero… ¿casarse? Es
un paso muy importante. ¿Estás convencida?
—Él me da toda la felicidad que busco —susurro.
—Uf —dice Ray al cabo de un momento, en un tono más suave.
—Él lo es todo.
—_______, ________,________. Eres una jovencita muy testaruda. Espero de
corazón que sepas lo que haces. ¿Me lo vuelves a pasar, por favor?
—Claro, papá, ¿y tú me acompañarás al altar? —pregunto en voz baja.
—Oh, cariño. —Se le quiebra la voz, y se queda callado un buen rato. Y
mis ojos se llenan de lágrimas al comprobar lo emocionado que está—. Nada me haría
más feliz —dice finalmente.
Oh, Ray. Te quiero tanto… Trago saliva para no llorar.
—Gracias, papá. Te vuelvo a pasar a Harry. Sé cariñoso con él. Le amo
—susurro.
Creo que Ray sonríe al otro lado de la línea, pero es difícil decirlo. Con
Ray siempre es difícil.
—Cuenta con ello, ______. Y ven a visitar a este viejo y tráete a Harry .
Vuelvo a la sala, enfadada con Harry por no haberme avisado, y le paso
el teléfono con un gesto que le hace saber lo molesta que estoy. Él lo coge de buen
humor y regresa al estudio.
Dos minutos después reaparece.
—Tengo la bendición un tanto reticente de tu padrastro —dice
orgullosamente, tanto, de hecho, que me da la risa y él me sonríe.
Se comporta como si acabara de negociar una fusión o una adquisición
importantísima, lo cual, supongo, en cierto sentido ha hecho.
* * *
—Vaya, eres muy buena cocinera, mujer.
Harry se traga el último bocado y alza la copa de vino. Yo me ruborizo
por el halago, y se me ocurre que solo podré cocinar para él los fines de semana.
Frunzo el ceño. A mí me encanta cocinar. Quizá debería hacerle un pastel de
cumpleaños. Consulto el reloj. Aún tengo tiempo.
—¿________? —Harry interrumpe mis pensamientos—. ¿Por qué me pediste
que no te hiciera fotos?
Su pregunta me inquieta, sobre todo porque utiliza un tono de voz
aparentemente dulce.
Oh… no. Las fotos. Miro fijamente mi plato vacío y entrelazo los dedos en
el regazo. ¿Qué puedo decir? Me prometí a mí misma que no mencionaría que encontré
su versión de Penthouse Pets.
—_______ —dice bruscamente—. ¿Qué pasa?
Su voz me sobresalta, obligándome a mirarle. ¿Cómo he podido llegar a
pensar que ya no me intimidaba?
—Encontré tus fotos —susurro.
Harry abre los ojos, conmocionado.
—¿Has entrado en la caja fuerte? —pregunta, incrédulo.
—¿Caja fuerte? No. No sabía que tuvieras una.
Frunce el ceño.
—No lo entiendo.
—En tu vestidor. La caja. Estaba buscando tu corbata, y la caja estaba
debajo de los vaqueros… esos que llevas normalmente en el cuarto de juegos. Menos
hoy.
Y me ruborizo.
Me mira con la boca abierta, horrorizado, y se pasa nerviosamente la mano
por el cabello mientras procesa la información. Se frota la barbilla, sumido en sus
pensamientos, pero no puede ocultar la perplejidad y el enojo impresos en su cara.
Sacude la cabeza abruptamente, exasperado —pero también divertido—, y una ligera
sonrisa de admiración aflora en la comisura de su boca. Junta las manos frente a sí y
vuelve a dedicarme toda su atención.
—No es lo que piensas. Me había olvidado por completo de ellas. Alguien
ha cambiado la caja de sitio. Esas fotos deberían estar en la caja fuerte.
—¿Quién las cambió de sitio? —murmuro.
Él traga saliva.
—Solo pudo hacerlo una persona.
—Oh. ¿Quién? ¿Y qué quieres decir con «No es lo que piensas»?
Él suspira y ladea la cabeza, y creo que está avergonzado. ¡Debería
estarlo!, me increpa mi subconsciente.
—Esto te va a sonar frío, pero… hay una póliza de seguros —susurra, y se
pone tenso a la espera de mi respuesta.
—¿Una póliza de seguros?
—Contra la exhibición pública de esas fotos.
De repente caigo en la cuenta y me siento incómoda y un tanto idiota.
—Oh —musito, porque no se me ocurre qué decir. Cierro los ojos. Aquí
están de nuevo: las cincuenta sombras de su vida destrozada, aquí y ahora—. Sí.
Tienes razón —digo con un hilo de voz—. Suena muy frío.
Me levanto para recoger los platos. No quiero saber nada más.
—___________.
—¿Lo saben ellas? ¿Las chicas… las sumisas?
Él frunce el ceño.
—Claro que lo saben.
Ah, bueno, algo es algo. Alarga una mano para cogerme y atraerme hacia él.
—Esas fotos deberían estar en la caja fuerte. No son para ningún fin
recreativo. —Hace una pausa—. Quizá lo fueron en un principio, cuando se hicieron.
Pero… —Se calla y me mira suplicante—. No significan nada.
—¿Quién las puso en tu vestidor?
—Solo pudo haber sido Leila.
—¿Ella sabe la combinación de tu caja fuerte?
Él se encoge de hombros.
—No me sorprendería. Es una combinación muy larga, que casi nunca uso.
Es el único número que tengo anotado y que nunca he cambiado. —Sacude la cabeza—.
Me pregunto qué más sabrá Leila y si habrá sacado alguna otra cosa de allí. —Frunce
el ceño y vuelve a mirarme—. Mira, destruiré las fotos. Ahora mismo si quieres.
—Son tus fotos, Harry. Haz lo que quieras con ellas —musito.
—No seas así —dice, sosteniéndome la cabeza entre las manos y
mirándome a los ojos—. Yo no quiero esa vida. Quiero nuestra vida, juntos.
Santo Dios. ¿Cómo sabe que bajo mi horror ante esas fotos se oculta toda
mi paranoia?
—Creía que habíamos exorcizado todos esos fantasmas esta mañana, __________.
Yo lo siento así, ¿tú no?
Le miro fijamente, recordando esa mañana tan, tan placentera y romántica,
descaradamente lasciva, en su cuarto de juegos.
—Sí. —Sonrío—. Yo también siento lo mismo.
—Bien. —Se inclina hacia delante, me besa y me rodea con sus brazos—.
Las romperé —murmura—. Y luego tengo que ir a trabajar. Lo siento, nena, pero tengo
un montón de asuntos de negocios esta tarde.
—No pasa nada. Yo tengo que llamar a mi madre. —Hago una mueca—. Y
después quiero comprar algunas cosas y hacerte un pastel.
Él sonríe de oreja a oreja y sus ojos se iluminan como los de un chiquillo.
—¿Un pastel?
Asiento.
—¿Un pastel de chocolate?
—¿Tú quieres un pastel de chocolate?
Su sonrisa es contagiosa. Asiente.
—Veré lo que puedo hacer, señor Styles.
Y vuelve a besarme.
* * *
Carla se queda muda por la sorpresa.
—Mamá, di algo.
—No estarás embarazada, ¿verdad, ______? —murmura, horrorizada.
—No, no, no es nada de eso.
La desilusión me parte el corazón, y me entristece que pueda pensar eso de
mí. Pero luego recuerdo, con mayor decepción si cabe, que ella estaba embarazada de
mí cuando se casó con mi padre.
—Perdona, cielo. Pero es que todo esto es tan repentino. Quiero decir que
Harry es muy buen partido, pero tú eres muy joven, y deberías ver antes un poco de
mundo.
—Mamá, ¿no puedes alegrarte por mí sin más? Yo le quiero.
—Es que necesito acostumbrarme a la idea, cariño. Me has dejado de
piedra. En Georgia ya noté que había algo muy especial entre vosotros, pero el
matrimonio…
En Georgia él quería que yo fuera su sumisa, pero eso no se lo voy a decir a
ella.
—¿Habéis fijado la fecha?
—No.
—Ojalá tu padre estuviera vivo —susurra.
Oh, no… esto no. Ahora no.
—Lo sé, mamá. A mí también me hubiera gustado conocerle.
—Solo te tuvo en brazos una vez, y estaba tan orgulloso. Pensaba que eras
la niña más preciosa del mundo.
Y relata la vieja historia familiar con un hilillo quejumbroso de voz… una
vez más. Va a echarse a llorar.
—Lo sé, mamá.
—Y luego murió —dice con un leve sollozo, y sé que el recuerdo la ha
afligido, como pasa siempre.
—Mamá —susurro, sintiendo ganas de traspasar el teléfono y poder
abrazarla.
—Soy una vieja tonta —musita, y vuelve a dejar escapar otro sollozo—.
Claro que me alegro mucho por ti, cariño. ¿Ray lo sabe? —añade.
Parece que ha recuperado la compostura.
—Harry acaba de pedírselo.
—Oh, qué tierno. Bien.
La noto melancólica, pero está haciendo un esfuerzo.
—Sí, lo ha sido —murmuro.
—________, cielo, te quiero muchísimo. Y me alegro mucho por ti. Y tenéis que
venir a verme, los dos.
—Sí, mamá. Yo también te quiero.
—Bob me está llamando. Tengo que colgar. Ya me dirás la fecha. Tenemos
que planear… ¿será una boda por todo lo alto?
Una boda por todo lo alto. Oh, Dios. Ni siquiera había pensado en eso.
¿Una gran boda? No, yo no quiero una gran boda.
—Todavía no lo sé. En cuanto lo sepa te llamo.
—Bien. Y ve con cuidado. Aún tenéis que disfrutar mucho juntos… ya
habrá tiempo para tener hijos.
¡Hijos! Mmm… y ahí está otra vez: una alusión, no muy sutil, al hecho de
que ella me tuvo muy joven.
—Mamá, yo no te arruiné la vida, ¿verdad?
Ella sofoca un gemido.
—Oh, no, Ana, yo nunca pensé eso. Tú fuiste lo mejor que nos pasó en la
vida a tu padre y a mí. Pero me gustaría que él estuviera aquí para verte tan adulta y a
punto de casarte.
Vuelve a ponerse nostálgica y llorosa.
—A mí también me gustaría. —Muevo la cabeza, pensando en mi mítico
padre—. Te dejo, mamá. Ya volveré a llamarte.
—Te quiero, cariño.
—Yo también, mamá. Adiós.
* * *
Trabajar en la cocina de Harry es algo de ensueño. Para ser un hombre
que no sabe nada de tareas culinarias, se diría que lo tiene todo. Sospecho que a la
señora Jones también le gusta la cocina. Lo único que necesito ahora es chocolate de
buena calidad para el glaseado. Dejo las dos mitades del pastel sobre una rejilla para
que se enfríen, cojo el bolso y asomo la cabeza por la puerta del estudio de Harry.
Está concentrado en la pantalla del ordenador. Levanta la vista y me mira.
—Voy un momento a la tienda a buscar unos ingredientes.
—Vale.
Frunce el ceño.
—¿Qué pasa?
—¿Piensas ponerte unos vaqueros o algo?
Oh, por favor…
—Solo son piernas, Harry.
Me mira fijamente, muy serio. Esto acabará en pelea. Y es su cumpleaños.
Le dirijo una mirada exasperada, sintiéndome como una adolescente descarriada.
—¿Y si estuviéramos en la playa? —pregunto, optando por otra táctica.
—No estamos en la playa.
—Si estuviéramos en la playa, ¿protestarías?
Se queda pensando en ello un momento.
—No —se limita a responder.
Abro muchos los ojos y le sonrío, satisfecha.
—Bueno, pues imagínate que lo estamos. Hasta luego.
Me doy la vuelta y salgo disparada hacia el vestíbulo. Consigo llegar al
ascensor antes de que me atrape. Cuando se cierran las puertas, le hago un gesto de
despedida y le sonrío con cariño, mientras él me mira impotente, con los ojos
entornados, pero afortunadamente de buen humor. Sacude la cabeza con gesto de
exasperación, y luego dejo de verle.
Oh, ha sido emocionante. La adrenalina palpita en mis venas, y tengo la
sensación de que el corazón se me va a salir del pecho. Pero, a medida que el ascensor
baja, mi ánimo también desciende. Maldita sea… ¿qué he hecho?
He despertado a la fiera. Se enfadará conmigo cuando vuelva. Mi
subconsciente me mira fijamente por encima de sus gafas de media luna, con una vara
de sauce en la mano. Oh, no. Pienso en la poca experiencia que tengo con los hombres.
Yo nunca he vivido con un hombre… bueno, excepto con Ray pero, por alguna razón,
él no cuenta. Es mi padre… bueno, el hombre a quien considero mi padre.
Y ahora tengo a Harry. En realidad, él nunca ha vivido con nadie, creo.
Tengo que preguntárselo… si es que todavía me habla.
No obstante creo firmemente que tengo que vestirme como yo quiera.
Recuerdo sus normas. Sí, esto debe de ser muy duro para él, pero también tengo
clarísimo que este vestido lo pagó él. Debería haber dejado instrucciones más claras
en Neimans: ¡nada demasiado corto!
Este vestido no es tan corto, ¿no? Lo compruebo en el gran espejo de la
entrada. Maldita sea. Sí, lo es, pero ya he tomado mi decisión. Y sin duda tendré que
enfrentarme a las consecuencias. Me pregunto vagamente qué hará él, pero primero
tengo que sacar dinero.
Me quedo mirando el comprobante del cajero automático: 51.689,16
dólares. ¡Hay cincuenta mil dólares de más! «_________, si aceptas mi proposición, tú
también vas a tener que aprender a ser rica.» Y ya está empezando. Cojo mis míseros
cincuenta dólares y me encamino hacia la tienda.
* * *
Cuando vuelvo, voy directamente a la cocina, sin poder evitar un escalofrío
de alarma. Harry sigue en su estudio. Vaya. Lleva ahí encerrado casi toda la tarde.
Decido que la mejor opción es enfrentarme a él y comprobar cuanto antes la gravedad
de lo que he hecho. Me acerco con cautela a la puerta de su estudio. Está al teléfono,
mirando por la ventana.
—¿Y el especialista de Eurocopter vendrá el lunes por la tarde?… Bien.
Mantenme informado. Diles que necesito sus primeras conclusiones el lunes a última
hora o el martes por la mañana.
Cuelga y da la vuelta a la silla, pero al verme se queda quieto, con gesto
impasible.
—Hola —musito.
Él no dice nada, y se me cae el corazón a los pies. Entro con cuidado en su
estudio y me acerco a la mesa donde está sentado. Él sigue sin decir nada, y no deja de
mirarme a los ojos. Me quedo de pie frente a él, sintiéndome ridícula de cincuenta mil
formas distintas.
—He vuelto. ¿Estás enfadado conmigo?
Él suspira y me coge de la mano. Me atrae hacia él, me sienta en su regazo
de un tirón y me rodea con sus brazos. Hunde la nariz en mi cabello.
—Sí —dice.
—Perdona. No sé lo que me ha pasado.
Me acurruco en su regazo, aspiro su celestial aroma a Harry y me siento
segura, pese a saber que está enfadado.
—Yo tampoco. Vístete como quieras —murmura. Sube la mano por mi
pierna desnuda hasta el muslo—. Además, este vestido tiene sus ventajas.
Se inclina para besarme y nuestros labios se rozan. La pasión, o la lujuria,
o una necesidad profundamente arraigada de hacer las paces, me invade, y el deseo me
inflama la sangre. Le cojo la cabeza entre las manos y sumerjo los dedos en su cabello.
Él gime y su cuerpo responde, y me mordisquea con avidez el labio inferior… el
cuello, la oreja, e invade mi boca con su lengua, y antes de que me dé cuenta se baja la
cremallera de los pantalones, me coloca a horcajadas sobre su regazo y me penetra. Yo
me agarro al respaldo de la silla, mis pies apenas tocan el suelo… y empezamos a
movernos.
* * *
—Me gusta tu forma de pedir perdón —musita con los labios sobre mi
pelo.
—Y a mí la tuya —digo con una risita, y me acurruco contra su pecho—.
¿Has terminado?
—Por Dios, _________, ¿quieres más?
—¡No! De trabajar.
—Aún me queda una media hora. He oído tu mensaje en el buzón de voz.
—Es de ayer.
—Parecías preocupada.
Le abrazo fuerte.
—Lo estaba. No es propio de ti no contestar a las llamadas.
Me besa el cabello.
—Tu pastel ya estará listo dentro de media hora.
Le sonrío y bajo de su regazo.
—Me hace mucha ilusión. Cuando estaba en el horno olía
maravillosamente, incluso evocador.
Le sonrío con timidez, un poco avergonzada, y él responde con idéntica
expresión. Vaya, ¿realmente somos tan distintos? Quizá esto le traiga recuerdos de la
infancia. Me inclino hacia delante, le doy un beso fugaz en la comisura de los labios y
me voy a la cocina.
* * *
Cuando le oigo salir del estudio, ya lo tengo todo preparado, y enciendo la
solitaria vela dorada de su pastel. Él me dedica una sonrisa radiante mientras se acerca
muy despacio, y yo le canto bajito «Cumpleaños feliz». Luego se inclina y sopla con
los ojos cerrados.
—He pedido un deseo —dice cuando vuelve a abrirlos, y por alguna razón
su mirada hace que me sonroje.
—El glaseado aún está blando. Espero que te guste.
—Estoy impaciente por probarlo, _______ —murmura, haciendo que
suene muy sensual.
Corto una porción para cada uno, y procedemos a comérnoslo con
tenedores de postre.
—Mmm —dice con un gruñido de satisfacción—. Por esto quiero casarme
contigo.
Yo me echo a reír, aliviada… Le gusta.
* * *
—¿Lista para enfrentarte a mi familia?
Harry para el motor del R8. Hemos aparcado en el camino de entrada a
la casa de sus padres.
—Sí. ¿Vas a decírselo?
—Por supuesto. Tengo muchas ganas de ver cómo reaccionan.
Me sonríe maliciosamente y sale del coche.
Son las siete y media, y aunque el día ha sido cálido, sopla una fresca brisa
vespertina procedente de la bahía. Me envuelvo con el chal y bajo del coche. Llevo un
vestido de cóctel verde esmeralda que encontré esta mañana cuando rebuscaba en el
armario. Tiene un cinturón ancho a juego. Harry me da la mano, y vamos hacia la
puerta principal. Carrick la abre de par en par antes de que llamemos.
—Hola, Harry. Feliz cumpleaños, hijo.
Coge la mano que Harry le ofrece, pero tira de ella y le sorprende con
un breve abrazo.
—Esto… gracias, papá.
—______, estoy encantado de volver a verte.
Me abraza también, y entramos en la casa detrás de él.
Antes de poner los pies en el salón, vemos a Perrie que viene hacia nosotros
con paso enérgico por el pasillo. Parece indignada.
¡Oh, no!
—¡Vosotros dos! Quiero hablar con vosotros ahora mismo —nos suelta,
con su tono de «Más os vale no engañarme».
Nerviosa, miro de reojo a Harry. Él se encoge de hombros, decide
seguirle la corriente y entramos detrás de ella en el comedor, dejando a Carrick
perplejo en el umbral del salón. Ella cierra la puerta de golpe y se vuelve hacia mí.
—¿Qué coño es esto? —masculla, agitando una hoja de papel frente a mí.
Completamente desconcertada, la cojo y le echo un rápido vistazo. Se me
seca la boca. Oh, Dios. Es mi e-mail de respuesta a Harry sobre el tema del
contrato.
Capitulo 21
Harry se para delante del cuarto de juegos.
—¿Estás segura de esto? —pregunta con una mirada ardorosa, pero llena
de ansiedad.
—Sí —murmuro, y le sonrío con timidez.
Su expresión se dulcifica.
—¿Hay algo que no quieras hacer?
Estas preguntas inesperadas me descolocan, y mi mente empieza a dar
vueltas. Se me ocurre una idea.
—No quiero que me hagas fotografías.
Se queda quieto, y se le endurece el gesto. Ladea la cabeza y me mira con
suspicacia.
Oh, no. Tengo la impresión de que va a preguntarme por qué, pero
afortunadamente no lo hace.
—De acuerdo —murmura.
Frunce el ceño, abre la puerta y se aparta para hacerme pasar a la
habitación. Cuando él entra detrás y cierra, siento sus ojos sobre mí.
Deja la cajita del regalo sobre la cómoda, saca el iPod y lo enciende.
Luego pasa la mano frente al equipo de sonido de la pared, y los cristales ahumados se
abren suavemente. Pulsa varios botones, y el sonido de un metro resuena en la
habitación. Él baja el volumen, de manera que el compás electrónico lento, hipnótico,
que se oye seguidamente se convierte en ambiental. Empieza a cantar una mujer que no
sé quién es, pero su voz es suave aunque rasposa, y el ritmo contenido y
deliberadamente… erótico. Oh, Dios: es música para hacer el amor.
Harry se da la vuelta para mirarme. Yo estoy de pie en medio del
cuarto, con el corazón palpitante y la sangre hirviendo en mis venas al ritmo del
seductor compás de la música… o esa es la sensación que tengo. Él se me acerca
despacio con aire indolente, y me coge de la barbilla para que deje de morderme el
labio.
—¿Qué quieres hacer, ______? —murmura, y me da un recatado beso en
la comisura de la boca, sin dejar de retenerme el mentón entre los dedos.
—Es tu cumpleaños. Haremos lo que tú quieras —musito.
Él pasa el pulgar sobre mi labio inferior, y arquea una ceja.
—¿Estamos aquí porque tú crees que yo quiero estar aquí?
Pronuncia esas palabras en voz muy baja, sin dejar de observarme
atentamente.
—No —murmuro—. Yo también quiero estar aquí.
Su mirada se oscurece, volviéndose más audaz a medida que asimila mi
respuesta. Después de una pausa eterna, habla.
—Ah, son tantas las posibilidades, señorita Steele. —Su tono es grave,
excitado—. Pero empecemos por desnudarte.
Tira del cinturón de la bata, que se abre para dejar a la vista el camisón de
satén. Luego da un paso atrás y se sienta con total tranquilidad en el brazo del sofá
Chesterfield.
—Quítate la ropa. Despacio.
Me dirige una mirada sensual, desafiante.
Trago saliva compulsivamente y junto los muslos. Ya siento humedad entre
las piernas. La diosa que llevo dentro está ya en la cola, totalmente desnuda, dispuesta,
esperando y suplicándome para que le siga el juego. Yo me echo la bata sobre los
hombros, sin dejar de mirarle a los ojos, los levanto con un suave movimiento y dejo
que la prenda caiga en cascada al suelo. Sus fascinantes ojos verdes arden, y se pasa el
dedo índice sobre los labios con la mirada muy fija en mí.
Dejo que los finísimos tirantes de mi camisón se deslicen por mis hombros,
le miro intensamente un momento, y luego lo dejo caer. El camisón resbala lentamente
sobre mi cuerpo, hasta quedar desparramado a mis pies. Estoy desnuda, prácticamente
jadeante y… oh, tan dispuesta…
Harry se queda muy quieto un momento, y me maravilla su expresión de
franca satisfacción carnal. Él se levanta, se dirige hacia la cómoda y saca su corbata
gris perla… mi corbata favorita. La desliza y la hace dar vueltas entre sus dedos, y se
me acerca con gesto despreocupado y un amago de sonrisa en los labios. Cuando se
coloca frente a mí, yo espero que haga ademán de cogerme las manos, pero no es así.
—Me parece que lleva usted muy poca ropa, señorita Steele —murmura.
Me pone la corbata alrededor del cuello, y despacio pero con destreza hace
lo que imagino que es un nudo Windsor perfecto. Cuando lo aprieta, sus dedos me
rozan la base del cuello, provocando una descarga de electricidad en mi cuerpo que me
deja jadeante. Él deja que el extremo más ancho de la corbata caiga hasta abajo, tan
abajo que la punta me hace cosquillas en el vello púbico.
—Ahora mismo está usted fabulosa, señorita Steele —dice, y se inclina
para besarme con dulzura en los labios.
Es un beso fugaz, y una espiral de deseo lascivo invade mis entrañas, y
quiero más.
—¿Qué haremos contigo ahora? —dice, y coge la corbata, tira de mí hacia
él y caigo en sus brazos.
Hunde las manos en mi pelo y me echa la cabeza hacia atrás, y me besa
fuerte y apasionadamente, con su lengua implacable y despiadada. Una de sus manos se
desliza por mi espalda y se detiene sobre mi trasero. Cuando él se aparta, jadeante
también, me fulmina con una mirada incendiaria de sus ojos Verdes. Yo, anhelante,
apenas puedo respirar ni pensar con claridad. Estoy segura de que su ataque sensual
me ha dejado los labios henchidos.
—Date la vuelta —ordena con delicadeza, y yo obedezco.
Me aparta la corbata del cabello. Lo trenza y lo ata rápidamente, y tirando
de la trenza me obliga a alzar la cabeza.
—Tienes un pelo precioso, _________ —murmura, y me besa el cuello,
provocándome un escalofrío que me recorre toda la columna—. Cuando quieras que
pare solo tienes que decírmelo. Lo sabes, ¿verdad? —murmura pegado a mi garganta.
Yo asiento con los ojos cerrados, deleitándome en el sabor de sus labios.
Me da la vuelta otra vez y coge la corbata por la punta.
—Ven —dice, y tirando suavemente me lleva hasta la cómoda, sobre la
cual está el resto del contenido de la caja.
—Estos objetos no me parecen muy adecuados, ________… —Coge el
dilatador anal—. Este es demasiado grande. Una virgen anal como tú no debe empezar
con este. Optaremos por empezar con esto.
Levanta el dedo meñique, y yo ahogo un gemido. Dedos… ¿ahí? Él me
sonríe con aire malicioso, y me viene a la mente la desagradable imagen del puño en el
ano que se mencionaba en el contrato.
—Un dedo… solo uno —dice en voz baja, con esa extraña capacidad que
tiene de leerme la mente.
Clavo la mirada en sus ojos. ¿Cómo lo hace?
—Estas pinzas son brutales. —Señala las pinzas para los pezones—.
Usaremos estas. —Pone otro par sobre la cómoda. Parecen horquillas gigantes, pero
con unas bolitas azabache colgando—. Estas son ajustables —murmura Harry, su
voz entreverada de gentil preocupación.
Parpadeo y le miro con los ojos muy abiertos: Harry, mi mentor sexual.
Él sabe mucho más que yo de todo esto. Yo nunca estaré a la altura. Frunzo ligeramente
el ceño. De hecho, sabe más que yo de casi todo… excepto de cocina.
—¿Está claro? —pregunta.
—Sí —murmuro con la boca seca—. ¿Vas a decirme lo que piensas hacer?
—No. Iré improvisando sobre la marcha. Esto no es ninguna sesión, __________.
—¿Cómo debo comportarme?
Arquea una ceja.
—Como tú quieras.
¡Oh!
—¿Acaso esperabas a mi álter ego,__________? —pregunta con un matiz
levemente irónico y al mismo tiempo sorprendido.
—Bueno… sí. A mí me gusta —murmuro.
Él esboza su sonrisa secreta, alarga la mano y me pasa el pulgar por la
mejilla.
—¿No me digas? —musita, y desliza el pulgar sobre mi labio inferior—.
Yo soy tu amante, _________, no tu Amo. Me encanta oír tus carcajadas y esa risita
infantil. Me gustas relajada y contenta, como en las fotografías de José. Esa es la chica
que un día entró cayendo de bruces en mi despacho. Esa es la chica de la que un día me
enamoré.
Me quedo con la boca abierta, y en mi corazón brota una grata calidez. Es
dicha… pura dicha.
—Pero, una vez dicho esto, a mí también me gusta tratarla con dureza,
señorita Steele, y mi álter ego sabe un par de trucos. Así que haz lo que te ordeno y
date la vuelta.
Sus ojos brillan perversos, y la dicha se traslada de repente hacia abajo,
por debajo de la cintura, y se apodera de mí tensándome todos los músculos. Hago lo
que me ordena. Él abre uno de los cajones a mis espaldas, y al cabo de un momento
vuelvo a tenerle frente a mí.
—Ven —ordena, tira de la corbata y me lleva hacia la mesa.
Cuando pasamos junto al sofá, me doy cuenta por primera vez de que han
desaparecido todas las varas, y me distraigo un momento. ¿Estaban aquí ayer cuando
entré? No me acuerdo. ¿Se las ha llevado Harry? ¿La señora Jones? Él interrumpe
mis pensamientos.
—Quiero que te pongas de rodillas encima —dice cuando llegamos junto a
la mesa.
Ah, muy bien. ¿Qué tiene en mente? La diosa que llevo dentro está
impaciente por averiguarlo: ya está subida en la mesa completamente abierta y
mirándole con adoración.
Él me sube a la mesa con delicadeza, y yo me siento sobre las piernas y
quedo de rodillas frente a él, sorprendida de mi propia agilidad. Ahora estamos al
mismo nivel. Baja las manos por mis muslos, me agarra las rodillas, me separa las
piernas y se queda plantado justo delante de mí. Está muy serio, con los ojos
entornados y más oscuros… lujuriosos.
—Pon los brazos a la espalda. Voy a esposarte.
Saca unas esposas de cuero del bolsillo de atrás y se me acerca. Allá
vamos. ¿A qué dimensión de placer va a transportarme esta vez?
Su proximidad resulta embriagadora. Este hombre va a ser mi marido. ¿Qué
más puede ambicionar nadie con un marido como este? No recuerdo haber leído nada
al respecto. No puedo resistirme, y deslizo mis labios entreabiertos por su mentón,
saboreando su barba incipiente con la lengua, irritante y suave al mismo tiempo, una
mezcla tremendamente erótica. Él se queda quieto y cierra los ojos. Se le altera la
respiración y se aparta.
—Para, o esto se terminará mucho antes de lo que deseamos los dos —me
advierte.
Por un momento creo que está enfadado, pero entonces sonríe y aparece un
brillo divertido en su mirada ardorosa.
—Eres irresistible —digo con un mohín.
—¿Ah, sí? —replica secamente.
Yo asiento.
—Bueno, no me distraigas, o te amordazaré.
—Me gusta distraerte —susurro mirándole con expresión terca, y él levanta
una ceja.
—O te azotaré.
¡Oh! Intento disimular una sonrisa. Hubo una época, no hace mucho, en que
me habría sometido ante esa amenaza. Nunca me habría atrevido a besarle
espontáneamente, y menos estando en este cuarto. Ahora me doy cuenta de que ya no
me intimida, y es como una revelación. Sonrío con picardía y él me devuelve una
sonrisa cómplice.
—Compórtate —masculla.
Da un paso atrás, me mira y golpea con las esposas de cuero en la palma de
su mano.
Y la amenaza está ahí, implícita en sus actos. Trato de parecer arrepentida,
y creo que lo consigo. Él se acerca otra vez.
—Eso está mejor —musita, y se inclina nuevamente hacia mí con las
esposas.
Yo evito tocarle, pero inhalo ese glorioso aroma a Harry, fresco aún
después de la ducha de anoche. Mmm… debería embotellarlo.
Espero que me espose las muñecas, pero en vez de eso me las coloca por
encima de los codos. Eso me obliga a arquear la espalda y a empujar los pechos hacia
delante, aunque mis codos quedan bastante separados. Cuando termina, se echa hacia
atrás para contemplarme.
—¿Estás bien? —pregunta.
No es la postura más cómoda del mundo, pero la expectativa de descubrir
qué puede hacer resulta tan electrizante que asiento y jadeo débilmente con anhelo.
—Bien.
Saca el antifaz del bolsillo de atrás.
—Creo que ya has visto bastante —murmura.
Me pone el antifaz por encima de la cabeza hasta cubrirme los ojos. Se me
acelera la respiración. Dios… ¿Por qué es tan erótico no ver nada? Estoy aquí,
esposada y de rodillas sobre una mesa, esperando… con una dulce y ardiente
expectación que me quema por dentro. Pero puedo oír, y de fondo sigue sonando ese
ritmo melódico y constante que resuena por todo mi cuerpo. No me había dado cuenta
hasta ahora. Debe de haberlo programado en modo repetición.
Harry se aparta. ¿Qué está haciendo? Se dirige hasta la cómoda y abre
un cajón. Lo cierra otra vez. Al cabo de un segundo vuelvo a notar que está delante de
mí. Noto un olor fuerte, picante y dulzón en el aire. Es delicioso, casi apetitoso.
—No quiero estropear mi corbata preferida —murmura mientras la
desanuda lentamente.
Inhalo con fuerza cuando la tela de la corbata se desliza por mi cuerpo,
haciéndome cosquillas a su paso. ¿Estropear su corbata? Escucho con atención para
tratar de averiguar qué va a hacer. Se está frotando las manos. De pronto me acaricia la
mejilla con los nudillos, recorriendo el perfil de mi mandíbula hasta la barbilla.
Sus caricias me provocan un delicioso estremecimiento que sobresalta mi
cuerpo. Su mano se curva sobre mi nuca, y está resbaladiza por ese aceite aromático
que extiende suavemente por mi garganta, a lo largo de la clavícula, y sobre mi
hombro, trabajando delicadamente con los dedos. Oh, me está dando un masaje. No es
lo que esperaba.
Pone la otra mano sobre mi otro hombro y emprende otro provocador
recorrido a lo largo de mi clavícula. Emito un suave quejido mientras va descendiendo
hacia mis senos cada vez más anhelantes, ávidos de sus caricias. Es tan excitante…
Arqueo más el cuerpo hacia sus diestras caricias, pero él desliza las manos por mis
costados, despacio, comedido, siguiendo el compás de la música y evitando
deliberadamente mis pechos. Yo gimo, aunque no sé si es de placer o de frustración.
—Eres tan hermosa,________ —me murmura al oído en voz baja y ronca.
Su nariz roza mi mandíbula mientras sigue masajeándome… bajo los senos,
sobre el vientre, más abajo… Me besa fugazmente los labios y luego desliza la nariz
por mi nuca, bajando por el cuello. Dios santo, estoy ardiendo… su cercanía, sus
manos, sus palabras.
—Y pronto serás mi esposa para poseerte y protegerte —susurra.
Oh, sí.
—Para amarte y honrarte.
Dios…
—Con mi cuerpo, te adoraré.
Echo la cabeza hacia atrás y gimo. Él pasa los dedos por mi vello púbico,
sobre mi sexo, y frota la palma de la mano contra mi clítoris.
—Señora Styles —susurra mientras sigue masajeándome.
Suelto un suave gruñido.
—Sí —musita mientras sigue excitándome con la palma de la mano—.
Abre la boca.
Ya la tengo entreabierta porque estoy jadeando. La abro más, y él me
introduce entre los labios un objeto metálico ancho y frío, una especie de enorme
chupete con unas pequeñas muescas o ranuras, y algo que parece una cadena al final.
Es grande.
—Chupa —ordena en voz baja—. Voy a meterte esto dentro.
¿Dentro? Dentro… ¿dónde? Me da un vuelco el corazón.
—Chupa —repite, y deja quieta la palma de la mano.
¡No, no pares! Quiero gritar, pero tengo la boca llena. Sus manos oleosas
recorren nuevamente mi cuerpo hacia arriba y finalmente cubren mis desatendidos
senos.
—No pares de chupar.
Hace girar delicadamente mis pezones entre el pulgar y el índice, con una
caricia experta que los endurece y agranda, creando una oleada sináptica de placer que
llega hasta mi entrepierna.
—Tienes unos pechos tan hermosos, _________ —susurra, y mis pezones
responden endureciéndose aún más.
Él murmura complacido y yo gimo. Baja los labios desde mi cuello hasta
uno de mis senos, sin dejar de chupar y mordisquear suavemente hasta llegar al pezón,
y de repente noto el pellizco de la pinza.
—¡Ay! —gruño entrecortadamente a través del aparato que cubre mi boca.
Oh, por Dios… el pellizco produce una sensación exquisita, cruda,
dolorosa, placentera. Me lame con dulzura el pezón prisionero, mientras procede a
colocar la segunda pinza. El pellizco también es intenso… pero igualmente agradable.
Gimo con fuerza.
—Siéntelo —sisea él.
Ah, lo siento. Lo siento. Lo siento.
—Dame esto.
Tira con cuidado del estriado chupete metálico que tengo en la boca, y lo
suelto. Sus manos recorren otra vez mi cuerpo, descendiendo hacia mi sexo. Ha vuelto
a untárselas de aceite, y se deslizan alrededor de mi trasero.
Ahogo un gemido. ¿Qué va a hacer? Cuando me pasa los dedos entre las
nalgas, me tenso sobre las rodillas.
—Chsss, despacio —me susurra al oído, y me besa la nuca y me provoca e
incita con los dedos.
¿Qué va a hacer? Desliza la otra mano por mi vientre, hasta mi sexo, y lo
acaricia de nuevo con la palma. Introduce sus dedos dentro de mí y yo jadeo fuerte,
gozando.
—Voy a meterte esto dentro —murmura—. No aquí. —Sus dedos se
deslizan entre mis nalgas, untando el aceite—. Sino aquí.
Y hace girar los dedos una y otra vez, dentro y fuera, golpeando la pared
frontal de mi vagina. Yo gimo y mis pezones presos se hinchan.
—Ah.
—Ahora, silencio.
Harry saca los dedos y desliza el objeto dentro de mí. Luego me coge la
cara entre las manos y me besa, con su boca invadiendo la mía, y entones oigo un
levísimo clic. En ese instante, el artilugio empieza a vibrar en mi interior… ¡ahí abajo!
Y gimo. Es una sensación extraordinaria, que supera cualquier otra que haya
experimentado antes.
—¡Ah!
—Tranquila —me calma Harry, y sofoca mis jadeos con su boca.
Sus manos descienden hacia mis senos y tiran con mucha delicadeza de las
pinzas. Grito con fuerza.
—¡Harry, por favor!
—Chsss, nena. Aguanta.
Esto es demasiado… toda esta sobre estimulación, por todas partes. Mi cuerpo empieza a ascender, y yo, de rodillas, no puedo controlar la escalada. Dios…
¿seré capaz de soportar esto?
—Buena chica —me tranquiliza él.
—Harry —jadeo, y mi voz suena desesperada incluso a mis oídos.
—Chsss, siéntelo, __________. No tengas miedo.
Ahora sus manos me rodean la cintura, sujetándome, pero no puedo
concentrarme en todo, en sus manos, en lo que tengo dentro, en las pinzas. Mi cuerpo
asciende, asciende hacia el estallido, con esas vibraciones implacables y esa dulce,
dulce tortura en mis pezones. Dios… Esto va a ser demasiado intenso. Él mueve las
manos, sedosas y oleosas, alrededor y por debajo de mis caderas, tocando, sintiendo,
masajeando mi piel… masajeando mi culo.
—Qué hermoso —susurra, y de repente introduce suavemente un dedo
ungido dentro de mí… ¡ahí, en mi trasero!
Dios… Es una sensación extraña, plena, prohibida… pero, oh… muy…
muy agradable. Y se mueve despacio, entra y sale, mientras roza con los dientes mi
barbilla erguida.
—Qué hermoso, __________.
Estoy suspendida en lo alto, muy alto, sobre un enorme precipicio, y
entonces vuelo y caigo vertiginosamente al mismo tiempo, y me precipito hacia la
tierra. Ya no puedo contenerme y grito, mientras mi cuerpo, ante esa irresistible
plenitud, se convulsiona y alcanza el clímax. Cuando mi cuerpo estalla, no soy más que
sensaciones, por todo mi ser. Harry retira primero una pinza y luego la otra, y mis
pezones se quejan de una dulce sensación de dolor, que es sin embargo muy agradable
y me provoca el orgasmo, un orgasmo que dura y dura. Él mantiene el dedo en el
mismo sitio, entrando y saliendo.
—¡Agh! —grito, y Harry me envuelve y me abraza, mientras mi cuerpo
sigue con su implacable pulsión interior—. ¡No! —vuelvo a gritar, suplicante, y esta
vez retira el vibrador de mi interior y también el dedo, mientras mi cuerpo sigue
convulsionando.
Me quita una de las esposas, de modo que mis brazos caen hacia delante.
Mi cabeza cuelga sobre su hombro, y estoy perdida, totalmente perdida en esta
sensación abrumadora. No soy más que respiración alterada, exhausta de deseo, y
dulce y placentero olvido de todo.
Soy vagamente consciente de que Harry me levanta, me lleva a la cama
y me tumba sobre las refrescantes sábanas de satén. Al cabo de un momento, sus
manos, todavía untuosas, me masajean dulcemente detrás de los muslos, las rodillas,
las pantorrillas y los hombros. Noto que la cama cede un poco cuando él se tumba a mi
lado.
Me quita el antifaz, pero no tengo fuerzas para abrir los ojos. Busca la
trenza y me suelta el pelo, y se inclina hacia delante para besarme dulcemente en los
labios. Solo mi respiración errática interrumpe el silencio de la habitación, y va
estabilizándose a medida que vuelo de nuevo hacia la tierra. Ya no se oye la música.
—Maravilloso —murmura.
Finalmente consigo abrir un ojo y descubro que él me está mirando
fijamente con una leve sonrisa.
—Hola —dice. Consigo contestar con un gemido y su sonrisa se ensancha
—. ¿Te ha parecido suficientemente brusco?
Yo asiento y le sonrío como puedo. Vaya, si hubiera sido más brusco
tendría que habernos azotado a los dos.
—Creo que intentas matarme —musito.
—Muerta por orgasmo. —Sonríe—. Hay formas peores de morir —dice,
pero después frunce el ceño levísimamente, como si de pronto hubiera pensado en algo
desagradable.
Su gesto me inquieta. Me incorporo y le acaricio la cara.
—Puedes matarme así siempre que quieras —murmuro.
Me doy cuenta de que está desnudo, espléndido y preparado para la acción.
Cuando me coge la mano y me besa los nudillos, yo me enderezo, le atrapo la cara con
las manos y llevo su boca a mis labios. Me besa fugazmente y luego se para.
—Esto es lo que quiero hacer —susurra.
Busca bajo la almohada el mando de la música, aprieta un botón y los
suaves acordes de una guitarra resuenan entre las paredes.
—Quiero hacerte el amor —dice, mirándome fijamente.
Sus ojos Verdes brillan sinceros y ardientes. Al fondo se oye una voz
familiar que empieza a cantar «The First Time Ever I Saw Your Face». Y sus labios
buscan los míos.
Mientras me abrazo a él y me rindo de nuevo al éxtasis liberador, Harry
se deja ir en mis brazos, con la cabeza echada hacia atrás y gritando mi nombre. Él me
estrecha contra su pecho y permanecemos sentados nariz contra nariz en medio de su
cama inmensa, yo a horcajadas sobre él. Y en este momento, este momento de felicidad
con este hombre y su música, la intensidad de mi experiencia de esta mañana con él
aquí, y de todo lo que ha pasado durante la última semana, me abruma de nuevo, no
solo física sino también emocionalmente. Me siento por completo superada por todas
estas sensaciones. Estoy profundamente enamorada de él. Y por primera vez alcanzo a
entrever y comprender lo que él siente en relación con mi seguridad.
Al recordar que ayer estuve a punto de perderle, me echo a temblar y los
ojos se me llenan de lágrimas. Si le hubiera pasado algo… le amo tanto. Las lágrimas
corren libremente por mis mejillas. Hay tantas facetas en Harry: su personalidad
dulce y amable, y su vertiente dominante, ese lado agreste y brusco de «Yo puedo
hacer lo que me plazca contigo y tú me seguirás como un perrito»… sus cincuenta
sombras, todo él. Todo espectacular. Todo mío. Y soy consciente de que aún no nos
conocemos bien, y de que tenemos que superar un montón de cosas. Pero sé que los dos
lo deseamos… y que dispondremos de toda la vida para ello.
—Eh —musita, sosteniéndome la cabeza entre las manos y mirándome
intensamente. Sigue dentro de mí—. ¿Por qué lloras? —dice con la voz preñada de
preocupación.
—Porque te quiero tanto —susurro.
Él absorbe mis palabras con los ojos entrecerrados, como drogado. Y
cuando vuelve a abrirlos, arden de amor.
—Y yo a ti, ________. Tú me… completas.
Y me besa con ternura mientras Roberta Flack termina su canción.
* * *
Hemos hablado y hablado y hablado, sentados juntos sobre la cama del
cuarto de juegos, yo sobre su regazo y rodeándonos con las piernas mutuamente. La
sábana de satén rojo nos envuelve como si fuera un refugio majestuoso, y no tengo ni
idea de cuánto tiempo ha pasado. Harry está riéndose de mi imitación de Perrie
durante la sesión de fotos en el Heathman.
—Pensar que podría haber sido ella quien me entrevistara. Gracias a Dios
que existen los resfriados —murmura, y me besa la nariz.
—Creo que tenía la gripe, Harry —le riño, y dejo que mis dedos
deambulen a través del vello de su torso, maravillada de que lo esté tolerando tan bien
—. Todas las varas han desaparecido —murmuro, recordando que eso me llamó antes
la atención.
Él me recoge el pelo detrás de la oreja por enésima vez.
—No creí que llegaras a pasar nunca ese límite infranqueable.
—No, no creo que lo haga —susurro con los ojos muy abiertos, y luego
dirijo la vista hacia los látigos, las palas y las correas alineados en la pared de
enfrente.
Él mira en la misma dirección.
—¿Quieres que me deshaga de todo eso también? —dice en tono irónico,
pero sincero.
—De esa fusta no… la marrón. Ni del látigo de tiras de ante.
Me ruborizo.
Él me mira y sonríe.
—De acuerdo, la fusta y el látigo de tiras. Vaya, señorita Steele, es usted
una caja de sorpresas.
—Y usted también, señor Styles. Esa es una de las cosas que adoro de ti.
Le beso con cariño en la comisura de la boca.
—¿Qué más adoras de mí? —pregunta con los ojos muy abiertos.
Sé que para él supone mucho hacer esta pregunta. Es una muestra de
humildad que me hace parpadear, perpleja. Yo adoro todo de él… incluso sus
cincuenta sombras. Sé que la vida con Christian nunca será aburrida.
—Esto. —Paso el dedo índice sobre sus labios—. Adoro esto, y lo que
sale de ella, y lo que me haces con ella. Y lo que hay aquí dentro. —Le acaricio la sien
—. Eres tan brillante, inteligente e ingenioso, tan competente en tantas cosas. Pero lo
que más adoro es lo que hay aquí. —Presiono ligeramente con la palma de la mano
sobre su pecho, y siento el latido constante y uniforme de su corazón—. Eres el hombre
más compasivo que conozco. Lo que haces. Cómo trabajas. Es realmente impresionante
—murmuro.
—¿Impresionante?
Está desconcertado, pero en su mirada refulge un brillo alegre. Luego le
cambia el semblante y aparece su sonrisa tímida, como si estuviera avergonzado. Me
entran ganas de lanzarme a sus brazos… y lo hago.
Estoy adormilada, envuelta en satén y en Styles. Harry me acaricia con la
nariz para despertarme.
—¿Tienes hambre? —susurra.
—Mmm… estoy hambrienta.
—Yo también.
Me incorporo para mirarle tumbado en la cama.
—Es su cumpleaños, señor Styles. Te prepararé algo. ¿Qué te apetece?
—Sorpréndeme. —Me pasa la mano por la espalda con una suave caricia
—. Debería revisar los mensajes de la BlackBerry que no miré ayer.
Suspira y hace ademán de incorporarse, y sé que este momento especial ha
terminado… por ahora.
—Duchémonos —dice.
¿Quién soy yo para contradecir al chico del cumpleaños?
* * *
Harry está en su estudio hablando por teléfono. Taylor está con él. Tiene
un aspecto muy serio, pero su atuendo es informal, unos vaqueros y una camiseta negra
ceñida. Yo estoy preparando algo de comer en la cocina. He encontrado unos filetes de
salmón en la nevera y los estoy marinando con limón, y los acompañaré con una
ensalada y unas patatas que estoy hirviendo. Me siento extraordinariamente relajada y
feliz, en la cima del mundo… literalmente. Me giro hacia el enorme ventanal y observo
el espléndido cielo azul. Toda esa charla… todo el sexo… mmm. Cualquier chica
podría acostumbrarse a esto.
Taylor sale del estudio e interrumpe mi fantasía. Yo apago el iPod y me
saco un auricular.
—Hola, Taylor.
—________ —saluda con un gesto de cabeza.
—¿Tu hija está bien?
—Sí, gracias. Mi ex mujer creía que tenía apendicitis, pero exageraba,
como siempre. —Taylor pone los ojos en blanco, cosa que me sorprende—. Sophie
esta bien, aunque tiene un virus estomacal bastante fastidioso.
—Lo siento.
Él sonríe.
—¿Han localizado el Charlie Tango?
—Sí. El equipo de rescate va para allá. Esta noche ya debería estar de
vuelta en Boeing Field.
—Ah, bien.
Me dedica una sonrisa tensa.
—¿Algo más, señora?
—No, no, gracias.
Me ruborizo… ¿Me acostumbraré algún día a que Taylor me llame
«señora»? Hace que me sienta muy vieja, casi como una treintañera.
Él asiente y sale de la sala. Harry sigue al teléfono. Yo estoy esperando
a que hiervan las patatas. Eso me da una idea. Cojo el bolso y busco la BlackBerry.
Hay un mensaje de Perrie.
Nos vemos esta noche. Me apetece que charlemos un buen rato
Le contesto.
Lo mismo digo>
Estará bien hablar con Perrie.
Abro el programa de correo y le escribo un mensaje rápido a Harry.
De: _________Steele
Fecha: 18 de junio de 2011 13:12
Para: Harry Styles
Asunto: Comida
Querido señor Styles:
Le mando este e-mail para informarle de que su comida está casi lista.
Y de que hace un rato gocé de un sexo pervertido alucinante.
Es muy recomendable el sexo pervertido en los cumpleaños.
Y otra cosa… te quiero.
____x
(Tu prometida)
Permanezco atentamente a la escucha de cualquier tipo de reacción, pero él
sigue al teléfono. Me encojo de hombros. Quizá esté demasiado ocupado, simplemente.
Mi BlackBerry vibra.
De: Harry Styles
Fecha: 18 de junio de 2011 13:15
Para: _________ Steele
Asunto: Sexo pervertido
¿Qué aspecto fue el más alucinante?
Tomaré nota.
Harry Styles
Hambriento y exhausto tras los esfuerzos matutinos presidente de Styles
Enterprises Holdings, Inc.
P.D.: Me encanta tu firma.
P.P.D.: ¿Qué ha sido del arte de la conversación?
De: _________ Steele
Fecha: 18 de junio de 2011 13:18
Para: Harry Styles
Asunto: ¿Hambriento?
Querido señor Styles:
Me permito recordarle la primera línea de mi anterior e-mail, en la que
le informaba de que su comida ya está casi lista… así que nada de tonterías de que
está hambriento y exhausto. Con respecto a los aspectos alucinantes del sexo
pervertido… francamente, todos, presidente. Me interesará leer sus notas. Y a mí
también me gusta mi firma entre paréntesis.
_______x
(Tu prometida)
P.D.: ¿Desde cuándo eres tan locuaz? ¡Y estás hablando por teléfono!
Pulso enviar y, al levantar la vista, le tengo delante, sonriendo con aire
travieso. Antes de que pueda decir nada, da la vuelta a la encimera de la isla de la
cocina, me coge en volandas y me da un sonoro beso.
—Esto es todo, señorita Steele —dice.
Me suelta y vuelve a su despacho con paso airoso —en vaqueros, descalzo
y con la camisa por fuera—, dejándome sin aliento.
* * *
He preparado un bol de crema agria con berros y cilantro para acompañar
el salmón, y lo dejo sobre la barra del desayuno. Odio interrumpirle mientras trabaja,
pero ahora me planto en el umbral de su despacho. Él sigue al teléfono, con su pelo
alborotado y sus ojos Verdes brillantes: todo un festín para la vista. Levanta la mirada
al verme y ya no aparta la vista de mí. Frunce levemente el ceño, y no sé si es por mí o
por la conversación.
—Tú hazlos pasar y déjalos solos. ¿Entendido, Mia? —dice entre dientes,
poniendo los ojos en blanco—. Bien.
Le hago una señal de que la comida está lista, y él me sonríe y asiente.
—Nos vemos luego. —Cuelga—. ¿Una llamada más? —pregunta.
—Claro.
—Este vestido es muy corto —añade.
—¿Te gusta?
Doy una vuelta frente a él. Es una de las compras de Caroline Acton. Un
vestido veraniego de color turquesa, que seguramente sería más apropiado para ir a la
playa, pero hoy hace un día precioso en muchos sentidos. Él frunce el ceño y yo me
pongo pálida.
—Estás fantástica, _________. Pero no quiero que nadie más te vea así.
—¡Oh! —le digo en tono de reproche—. Estamos en casa, Harry. Solo
está el personal.
Tuerce el gesto y, o bien intenta disimular su buen humor, o realmente no le
hace ninguna gracia. Pero al final asiente, ratificándose. Yo le miro sin dar crédito…
¿de verdad lo dice en serio? Regreso a la cocina.
Cinco minutos después, vuelvo a tenerle enfrente, con el teléfono en la
mano.
—Ray quiere hablar contigo —murmura con una mirada cauta.
Me quedo sin respiración de golpe. Cojo el teléfono y cubro el micrófono.
—¡Se lo has contado! —siseo.
Harry asiente, y abre mucho los ojos ante mi angustiado semblante.
¡Oh, no! Inspiro profundamente.
—Hola, papá.
—Harry acaba de preguntarme si puede casarse contigo —dice Ray.
Se hace el silencio entre los dos mientras pienso desesperadamente qué
puedo decir. Ray sigue callado como suele hacer, sin darme ninguna pista sobre su
reacción ante la noticia. Me decido por fin.
—¿Y tú qué le has dicho?
—Le he dicho que quería hablar contigo. Es bastante repentino, ¿no crees,
_______? Hace muy poco que le conoces. Quiero decir que es un buen tío, le gusta la
pesca y todo eso, pero… ¿tan pronto? —dice en un tono tranquilo y comedido.
—Sí. Es repentino… espera un momento.
Me alejo a toda prisa de la zona de la cocina y de la mirada ansiosa de Harry, y voy hacia el ventanal. Las puertas que dan al balcón están abiertas, y salgo
a la luz del sol. No puedo acercarme al borde. Está demasiado alto.
—Ya sé que es muy repentino y todo eso… pero, bueno, yo le quiero. Él me
quiere. Quiere casarse conmigo, y sé que es el hombre de mi vida.
Me ruborizo, pensando que seguramente esta sea la conversación más
íntima que he mantenido con mi padrastro.
Ray permanece en silencio al otro lado del teléfono.
—¿Se lo has dicho a tu madre?
—No.
—__________… ya sé que es muy rico y muy buen partido, pero… ¿casarse? Es
un paso muy importante. ¿Estás convencida?
—Él me da toda la felicidad que busco —susurro.
—Uf —dice Ray al cabo de un momento, en un tono más suave.
—Él lo es todo.
—_______, ________,________. Eres una jovencita muy testaruda. Espero de
corazón que sepas lo que haces. ¿Me lo vuelves a pasar, por favor?
—Claro, papá, ¿y tú me acompañarás al altar? —pregunto en voz baja.
—Oh, cariño. —Se le quiebra la voz, y se queda callado un buen rato. Y
mis ojos se llenan de lágrimas al comprobar lo emocionado que está—. Nada me haría
más feliz —dice finalmente.
Oh, Ray. Te quiero tanto… Trago saliva para no llorar.
—Gracias, papá. Te vuelvo a pasar a Harry. Sé cariñoso con él. Le amo
—susurro.
Creo que Ray sonríe al otro lado de la línea, pero es difícil decirlo. Con
Ray siempre es difícil.
—Cuenta con ello, ______. Y ven a visitar a este viejo y tráete a Harry .
Vuelvo a la sala, enfadada con Harry por no haberme avisado, y le paso
el teléfono con un gesto que le hace saber lo molesta que estoy. Él lo coge de buen
humor y regresa al estudio.
Dos minutos después reaparece.
—Tengo la bendición un tanto reticente de tu padrastro —dice
orgullosamente, tanto, de hecho, que me da la risa y él me sonríe.
Se comporta como si acabara de negociar una fusión o una adquisición
importantísima, lo cual, supongo, en cierto sentido ha hecho.
* * *
—Vaya, eres muy buena cocinera, mujer.
Harry se traga el último bocado y alza la copa de vino. Yo me ruborizo
por el halago, y se me ocurre que solo podré cocinar para él los fines de semana.
Frunzo el ceño. A mí me encanta cocinar. Quizá debería hacerle un pastel de
cumpleaños. Consulto el reloj. Aún tengo tiempo.
—¿________? —Harry interrumpe mis pensamientos—. ¿Por qué me pediste
que no te hiciera fotos?
Su pregunta me inquieta, sobre todo porque utiliza un tono de voz
aparentemente dulce.
Oh… no. Las fotos. Miro fijamente mi plato vacío y entrelazo los dedos en
el regazo. ¿Qué puedo decir? Me prometí a mí misma que no mencionaría que encontré
su versión de Penthouse Pets.
—_______ —dice bruscamente—. ¿Qué pasa?
Su voz me sobresalta, obligándome a mirarle. ¿Cómo he podido llegar a
pensar que ya no me intimidaba?
—Encontré tus fotos —susurro.
Harry abre los ojos, conmocionado.
—¿Has entrado en la caja fuerte? —pregunta, incrédulo.
—¿Caja fuerte? No. No sabía que tuvieras una.
Frunce el ceño.
—No lo entiendo.
—En tu vestidor. La caja. Estaba buscando tu corbata, y la caja estaba
debajo de los vaqueros… esos que llevas normalmente en el cuarto de juegos. Menos
hoy.
Y me ruborizo.
Me mira con la boca abierta, horrorizado, y se pasa nerviosamente la mano
por el cabello mientras procesa la información. Se frota la barbilla, sumido en sus
pensamientos, pero no puede ocultar la perplejidad y el enojo impresos en su cara.
Sacude la cabeza abruptamente, exasperado —pero también divertido—, y una ligera
sonrisa de admiración aflora en la comisura de su boca. Junta las manos frente a sí y
vuelve a dedicarme toda su atención.
—No es lo que piensas. Me había olvidado por completo de ellas. Alguien
ha cambiado la caja de sitio. Esas fotos deberían estar en la caja fuerte.
—¿Quién las cambió de sitio? —murmuro.
Él traga saliva.
—Solo pudo hacerlo una persona.
—Oh. ¿Quién? ¿Y qué quieres decir con «No es lo que piensas»?
Él suspira y ladea la cabeza, y creo que está avergonzado. ¡Debería
estarlo!, me increpa mi subconsciente.
—Esto te va a sonar frío, pero… hay una póliza de seguros —susurra, y se
pone tenso a la espera de mi respuesta.
—¿Una póliza de seguros?
—Contra la exhibición pública de esas fotos.
De repente caigo en la cuenta y me siento incómoda y un tanto idiota.
—Oh —musito, porque no se me ocurre qué decir. Cierro los ojos. Aquí
están de nuevo: las cincuenta sombras de su vida destrozada, aquí y ahora—. Sí.
Tienes razón —digo con un hilo de voz—. Suena muy frío.
Me levanto para recoger los platos. No quiero saber nada más.
—___________.
—¿Lo saben ellas? ¿Las chicas… las sumisas?
Él frunce el ceño.
—Claro que lo saben.
Ah, bueno, algo es algo. Alarga una mano para cogerme y atraerme hacia él.
—Esas fotos deberían estar en la caja fuerte. No son para ningún fin
recreativo. —Hace una pausa—. Quizá lo fueron en un principio, cuando se hicieron.
Pero… —Se calla y me mira suplicante—. No significan nada.
—¿Quién las puso en tu vestidor?
—Solo pudo haber sido Leila.
—¿Ella sabe la combinación de tu caja fuerte?
Él se encoge de hombros.
—No me sorprendería. Es una combinación muy larga, que casi nunca uso.
Es el único número que tengo anotado y que nunca he cambiado. —Sacude la cabeza—.
Me pregunto qué más sabrá Leila y si habrá sacado alguna otra cosa de allí. —Frunce
el ceño y vuelve a mirarme—. Mira, destruiré las fotos. Ahora mismo si quieres.
—Son tus fotos, Harry. Haz lo que quieras con ellas —musito.
—No seas así —dice, sosteniéndome la cabeza entre las manos y
mirándome a los ojos—. Yo no quiero esa vida. Quiero nuestra vida, juntos.
Santo Dios. ¿Cómo sabe que bajo mi horror ante esas fotos se oculta toda
mi paranoia?
—Creía que habíamos exorcizado todos esos fantasmas esta mañana, __________.
Yo lo siento así, ¿tú no?
Le miro fijamente, recordando esa mañana tan, tan placentera y romántica,
descaradamente lasciva, en su cuarto de juegos.
—Sí. —Sonrío—. Yo también siento lo mismo.
—Bien. —Se inclina hacia delante, me besa y me rodea con sus brazos—.
Las romperé —murmura—. Y luego tengo que ir a trabajar. Lo siento, nena, pero tengo
un montón de asuntos de negocios esta tarde.
—No pasa nada. Yo tengo que llamar a mi madre. —Hago una mueca—. Y
después quiero comprar algunas cosas y hacerte un pastel.
Él sonríe de oreja a oreja y sus ojos se iluminan como los de un chiquillo.
—¿Un pastel?
Asiento.
—¿Un pastel de chocolate?
—¿Tú quieres un pastel de chocolate?
Su sonrisa es contagiosa. Asiente.
—Veré lo que puedo hacer, señor Styles.
Y vuelve a besarme.
* * *
Carla se queda muda por la sorpresa.
—Mamá, di algo.
—No estarás embarazada, ¿verdad, ______? —murmura, horrorizada.
—No, no, no es nada de eso.
La desilusión me parte el corazón, y me entristece que pueda pensar eso de
mí. Pero luego recuerdo, con mayor decepción si cabe, que ella estaba embarazada de
mí cuando se casó con mi padre.
—Perdona, cielo. Pero es que todo esto es tan repentino. Quiero decir que
Harry es muy buen partido, pero tú eres muy joven, y deberías ver antes un poco de
mundo.
—Mamá, ¿no puedes alegrarte por mí sin más? Yo le quiero.
—Es que necesito acostumbrarme a la idea, cariño. Me has dejado de
piedra. En Georgia ya noté que había algo muy especial entre vosotros, pero el
matrimonio…
En Georgia él quería que yo fuera su sumisa, pero eso no se lo voy a decir a
ella.
—¿Habéis fijado la fecha?
—No.
—Ojalá tu padre estuviera vivo —susurra.
Oh, no… esto no. Ahora no.
—Lo sé, mamá. A mí también me hubiera gustado conocerle.
—Solo te tuvo en brazos una vez, y estaba tan orgulloso. Pensaba que eras
la niña más preciosa del mundo.
Y relata la vieja historia familiar con un hilillo quejumbroso de voz… una
vez más. Va a echarse a llorar.
—Lo sé, mamá.
—Y luego murió —dice con un leve sollozo, y sé que el recuerdo la ha
afligido, como pasa siempre.
—Mamá —susurro, sintiendo ganas de traspasar el teléfono y poder
abrazarla.
—Soy una vieja tonta —musita, y vuelve a dejar escapar otro sollozo—.
Claro que me alegro mucho por ti, cariño. ¿Ray lo sabe? —añade.
Parece que ha recuperado la compostura.
—Harry acaba de pedírselo.
—Oh, qué tierno. Bien.
La noto melancólica, pero está haciendo un esfuerzo.
—Sí, lo ha sido —murmuro.
—________, cielo, te quiero muchísimo. Y me alegro mucho por ti. Y tenéis que
venir a verme, los dos.
—Sí, mamá. Yo también te quiero.
—Bob me está llamando. Tengo que colgar. Ya me dirás la fecha. Tenemos
que planear… ¿será una boda por todo lo alto?
Una boda por todo lo alto. Oh, Dios. Ni siquiera había pensado en eso.
¿Una gran boda? No, yo no quiero una gran boda.
—Todavía no lo sé. En cuanto lo sepa te llamo.
—Bien. Y ve con cuidado. Aún tenéis que disfrutar mucho juntos… ya
habrá tiempo para tener hijos.
¡Hijos! Mmm… y ahí está otra vez: una alusión, no muy sutil, al hecho de
que ella me tuvo muy joven.
—Mamá, yo no te arruiné la vida, ¿verdad?
Ella sofoca un gemido.
—Oh, no, Ana, yo nunca pensé eso. Tú fuiste lo mejor que nos pasó en la
vida a tu padre y a mí. Pero me gustaría que él estuviera aquí para verte tan adulta y a
punto de casarte.
Vuelve a ponerse nostálgica y llorosa.
—A mí también me gustaría. —Muevo la cabeza, pensando en mi mítico
padre—. Te dejo, mamá. Ya volveré a llamarte.
—Te quiero, cariño.
—Yo también, mamá. Adiós.
* * *
Trabajar en la cocina de Harry es algo de ensueño. Para ser un hombre
que no sabe nada de tareas culinarias, se diría que lo tiene todo. Sospecho que a la
señora Jones también le gusta la cocina. Lo único que necesito ahora es chocolate de
buena calidad para el glaseado. Dejo las dos mitades del pastel sobre una rejilla para
que se enfríen, cojo el bolso y asomo la cabeza por la puerta del estudio de Harry.
Está concentrado en la pantalla del ordenador. Levanta la vista y me mira.
—Voy un momento a la tienda a buscar unos ingredientes.
—Vale.
Frunce el ceño.
—¿Qué pasa?
—¿Piensas ponerte unos vaqueros o algo?
Oh, por favor…
—Solo son piernas, Harry.
Me mira fijamente, muy serio. Esto acabará en pelea. Y es su cumpleaños.
Le dirijo una mirada exasperada, sintiéndome como una adolescente descarriada.
—¿Y si estuviéramos en la playa? —pregunto, optando por otra táctica.
—No estamos en la playa.
—Si estuviéramos en la playa, ¿protestarías?
Se queda pensando en ello un momento.
—No —se limita a responder.
Abro muchos los ojos y le sonrío, satisfecha.
—Bueno, pues imagínate que lo estamos. Hasta luego.
Me doy la vuelta y salgo disparada hacia el vestíbulo. Consigo llegar al
ascensor antes de que me atrape. Cuando se cierran las puertas, le hago un gesto de
despedida y le sonrío con cariño, mientras él me mira impotente, con los ojos
entornados, pero afortunadamente de buen humor. Sacude la cabeza con gesto de
exasperación, y luego dejo de verle.
Oh, ha sido emocionante. La adrenalina palpita en mis venas, y tengo la
sensación de que el corazón se me va a salir del pecho. Pero, a medida que el ascensor
baja, mi ánimo también desciende. Maldita sea… ¿qué he hecho?
He despertado a la fiera. Se enfadará conmigo cuando vuelva. Mi
subconsciente me mira fijamente por encima de sus gafas de media luna, con una vara
de sauce en la mano. Oh, no. Pienso en la poca experiencia que tengo con los hombres.
Yo nunca he vivido con un hombre… bueno, excepto con Ray pero, por alguna razón,
él no cuenta. Es mi padre… bueno, el hombre a quien considero mi padre.
Y ahora tengo a Harry. En realidad, él nunca ha vivido con nadie, creo.
Tengo que preguntárselo… si es que todavía me habla.
No obstante creo firmemente que tengo que vestirme como yo quiera.
Recuerdo sus normas. Sí, esto debe de ser muy duro para él, pero también tengo
clarísimo que este vestido lo pagó él. Debería haber dejado instrucciones más claras
en Neimans: ¡nada demasiado corto!
Este vestido no es tan corto, ¿no? Lo compruebo en el gran espejo de la
entrada. Maldita sea. Sí, lo es, pero ya he tomado mi decisión. Y sin duda tendré que
enfrentarme a las consecuencias. Me pregunto vagamente qué hará él, pero primero
tengo que sacar dinero.
Me quedo mirando el comprobante del cajero automático: 51.689,16
dólares. ¡Hay cincuenta mil dólares de más! «_________, si aceptas mi proposición, tú
también vas a tener que aprender a ser rica.» Y ya está empezando. Cojo mis míseros
cincuenta dólares y me encamino hacia la tienda.
* * *
Cuando vuelvo, voy directamente a la cocina, sin poder evitar un escalofrío
de alarma. Harry sigue en su estudio. Vaya. Lleva ahí encerrado casi toda la tarde.
Decido que la mejor opción es enfrentarme a él y comprobar cuanto antes la gravedad
de lo que he hecho. Me acerco con cautela a la puerta de su estudio. Está al teléfono,
mirando por la ventana.
—¿Y el especialista de Eurocopter vendrá el lunes por la tarde?… Bien.
Mantenme informado. Diles que necesito sus primeras conclusiones el lunes a última
hora o el martes por la mañana.
Cuelga y da la vuelta a la silla, pero al verme se queda quieto, con gesto
impasible.
—Hola —musito.
Él no dice nada, y se me cae el corazón a los pies. Entro con cuidado en su
estudio y me acerco a la mesa donde está sentado. Él sigue sin decir nada, y no deja de
mirarme a los ojos. Me quedo de pie frente a él, sintiéndome ridícula de cincuenta mil
formas distintas.
—He vuelto. ¿Estás enfadado conmigo?
Él suspira y me coge de la mano. Me atrae hacia él, me sienta en su regazo
de un tirón y me rodea con sus brazos. Hunde la nariz en mi cabello.
—Sí —dice.
—Perdona. No sé lo que me ha pasado.
Me acurruco en su regazo, aspiro su celestial aroma a Harry y me siento
segura, pese a saber que está enfadado.
—Yo tampoco. Vístete como quieras —murmura. Sube la mano por mi
pierna desnuda hasta el muslo—. Además, este vestido tiene sus ventajas.
Se inclina para besarme y nuestros labios se rozan. La pasión, o la lujuria,
o una necesidad profundamente arraigada de hacer las paces, me invade, y el deseo me
inflama la sangre. Le cojo la cabeza entre las manos y sumerjo los dedos en su cabello.
Él gime y su cuerpo responde, y me mordisquea con avidez el labio inferior… el
cuello, la oreja, e invade mi boca con su lengua, y antes de que me dé cuenta se baja la
cremallera de los pantalones, me coloca a horcajadas sobre su regazo y me penetra. Yo
me agarro al respaldo de la silla, mis pies apenas tocan el suelo… y empezamos a
movernos.
* * *
—Me gusta tu forma de pedir perdón —musita con los labios sobre mi
pelo.
—Y a mí la tuya —digo con una risita, y me acurruco contra su pecho—.
¿Has terminado?
—Por Dios, _________, ¿quieres más?
—¡No! De trabajar.
—Aún me queda una media hora. He oído tu mensaje en el buzón de voz.
—Es de ayer.
—Parecías preocupada.
Le abrazo fuerte.
—Lo estaba. No es propio de ti no contestar a las llamadas.
Me besa el cabello.
—Tu pastel ya estará listo dentro de media hora.
Le sonrío y bajo de su regazo.
—Me hace mucha ilusión. Cuando estaba en el horno olía
maravillosamente, incluso evocador.
Le sonrío con timidez, un poco avergonzada, y él responde con idéntica
expresión. Vaya, ¿realmente somos tan distintos? Quizá esto le traiga recuerdos de la
infancia. Me inclino hacia delante, le doy un beso fugaz en la comisura de los labios y
me voy a la cocina.
* * *
Cuando le oigo salir del estudio, ya lo tengo todo preparado, y enciendo la
solitaria vela dorada de su pastel. Él me dedica una sonrisa radiante mientras se acerca
muy despacio, y yo le canto bajito «Cumpleaños feliz». Luego se inclina y sopla con
los ojos cerrados.
—He pedido un deseo —dice cuando vuelve a abrirlos, y por alguna razón
su mirada hace que me sonroje.
—El glaseado aún está blando. Espero que te guste.
—Estoy impaciente por probarlo, _______ —murmura, haciendo que
suene muy sensual.
Corto una porción para cada uno, y procedemos a comérnoslo con
tenedores de postre.
—Mmm —dice con un gruñido de satisfacción—. Por esto quiero casarme
contigo.
Yo me echo a reír, aliviada… Le gusta.
* * *
—¿Lista para enfrentarte a mi familia?
Harry para el motor del R8. Hemos aparcado en el camino de entrada a
la casa de sus padres.
—Sí. ¿Vas a decírselo?
—Por supuesto. Tengo muchas ganas de ver cómo reaccionan.
Me sonríe maliciosamente y sale del coche.
Son las siete y media, y aunque el día ha sido cálido, sopla una fresca brisa
vespertina procedente de la bahía. Me envuelvo con el chal y bajo del coche. Llevo un
vestido de cóctel verde esmeralda que encontré esta mañana cuando rebuscaba en el
armario. Tiene un cinturón ancho a juego. Harry me da la mano, y vamos hacia la
puerta principal. Carrick la abre de par en par antes de que llamemos.
—Hola, Harry. Feliz cumpleaños, hijo.
Coge la mano que Harry le ofrece, pero tira de ella y le sorprende con
un breve abrazo.
—Esto… gracias, papá.
—______, estoy encantado de volver a verte.
Me abraza también, y entramos en la casa detrás de él.
Antes de poner los pies en el salón, vemos a Perrie que viene hacia nosotros
con paso enérgico por el pasillo. Parece indignada.
¡Oh, no!
—¡Vosotros dos! Quiero hablar con vosotros ahora mismo —nos suelta,
con su tono de «Más os vale no engañarme».
Nerviosa, miro de reojo a Harry. Él se encoge de hombros, decide
seguirle la corriente y entramos detrás de ella en el comedor, dejando a Carrick
perplejo en el umbral del salón. Ella cierra la puerta de golpe y se vuelve hacia mí.
—¿Qué coño es esto? —masculla, agitando una hoja de papel frente a mí.
Completamente desconcertada, la cojo y le echo un rápido vistazo. Se me
seca la boca. Oh, Dios. Es mi e-mail de respuesta a Harry sobre el tema del
contrato.
CarolineR2
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
ESTOY EMOCIONADA por la boodaa! ahora lo que me preocupa es la situacion con perry, harry se enojara mucho por el descuido de rayita ya solo falta uno :( pero buenoo todavia faltaa la siguiente temporada y eso me emociona muchoo sigue subiendo cuando puedas y suerte en la escuela :D
paty22
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
escribi perry y es perrie :S jajaja lo siento
paty22
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
uwuwuw siguela pronto cuando puedas la amo :love: eres toda una rudota (8
vane xx
vane xx
vanessavalerio98
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Siguela pronto :D
Kisses Cherry (Si, ahora me han cambiado el mote, y mira, me encanta que ahora me llamen cherry :D)
Kisses Cherry (Si, ahora me han cambiado el mote, y mira, me encanta que ahora me llamen cherry :D)
Judy_1D
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Soy nueva lectora lml Me encanta que estes adaptando estos libros, los lei hace un tiempo, pero es tan lakjfksdjfhsdf no leerlos con Christian, si no con Harry. Bueno, espero que la sigas pronto y muchísima suerte con lo de tu escuela :)
InLoveWithYou
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Siguela, Poraforrrrrr, o muero :lloro:
AlwaysBeTogether ∞
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Síguela :) cuando puedas. Wuju, esto es genial...
Anne Hale
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Hola soy melliley tengo 15 años y soy de California (U.S)
Pues dejame decirte que me encanta la trama de esta novela si lose soy una pervertida pero siempre me ah llamado la atención todo lo relacionado con estos temas y esas cosas....en fin te pido que subas lo mas antes posible, porfis (:♥
pd:este es el primer comentario que hago en esta pagina bagkkhjaahs nunca comento en ninguna novela soy mala,pero como dice justin bieber "never say never" hahaha,kisses muak:*
Pues dejame decirte que me encanta la trama de esta novela si lose soy una pervertida pero siempre me ah llamado la atención todo lo relacionado con estos temas y esas cosas....en fin te pido que subas lo mas antes posible, porfis (:♥
pd:este es el primer comentario que hago en esta pagina bagkkhjaahs nunca comento en ninguna novela soy mala,pero como dice justin bieber "never say never" hahaha,kisses muak:*
Invitado
Invitado
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
CAPITULO FINAL
cuerpo. De forma instintiva me coloco entre ella y Harry.
—¿Qué es eso? —murmura Harry, con recelo.
Yo le ignoro. No puedo creer que Perrie esté haciendo esto.
—¡Perrie! Esto no tiene nada que ver contigo.
La fulmino con una mirada ponzoñosa, la ira ha reemplazado al miedo.
¿Cómo se atreve a hacer esto? Ahora no, hoy no. En el cumpleaños de Harry, no.
Sorprendida ante mi respuesta, ella abre de par en par sus ojos verdes y parpadea.
—¿Qué es eso, _______? —dice Harry otra vez, ahora en un tono más
amenazador.
—¿Podrías marcharte, Harry, por favor? —le pido.
—No. Enséñamelo.
Extiende la mano, y sé que no es momento de discutirle; habla con dureza y
frialdad. Le entrego el e-mail de mala gana.
—¿Qué te ha hecho él? —pregunta Perrie, sin hacer caso de Harry, y
parece muy preocupada.
En mi mente aparece una sucesión de multitud de imágenes eróticas, y me
ruborizo.
—Eso no es asunto tuyo, Perrie.
No puedo evitar el tono de exasperación que tiene mi voz.
—¿De dónde sacaste esto? —pregunta Harry con la cabeza ladeada e
inexpresivo, pero en un tono bajo muy… amenazador.
Perrie se sonroja.
—Eso es irrelevante. —Pero, al ver su mirada glacial, prosigue enseguida
—: Estaba en el bolsillo de una americana, que supongo que es tuya, y que encontré
detrás de la puerta del dormitorio de _________.
La firmeza de Perrie se debilita un poco ante la abrasadora mirada verde de Harry, pero aparentemente se recupera y le clava la vista furiosa.
Con su vestido ceñido de un rojo intenso, parece la hostilidad
personificada. Está impresionante. Pero ¿qué demonios hacía rebuscando en mi ropa?
Normalmente es al revés.
—¿Se lo has contado a alguien?
Ahora la voz de Harry es como un guante de seda.
—¡No! Claro que no —replica Perrie, ofendida.
Harry asiente y parece relajarse. Se da la vuelta y se encamina hacia la
chimenea. Perrie y yo permanecemos calladas mientras vemos cómo coge un encendedor
de la repisa, prende fuego al e-mail, lo suelta y deja que caiga flotando lentamente en
llamas sobre el suelo del hogar hasta quedar reducido a cenizas. El silencio en la
habitación es opresivo.
—¿Ni siquiera a Elliot? —le pregunto a Perrie.
—A nadie —afirma enfáticamente ella, que por primera vez parece dolida
y desconcertada—. Yo solo quería saber si estabas bien, _________ —murmura.
—Estoy bien, Perrie. Más que bien. Por favor, Harry y yo estamos
estupendamente, de verdad; eso es cosa del pasado. Por favor, ignóralo.
—¿Que lo ignore? —dice—. ¿Cómo voy a ignorar esto? ¿Qué te ha hecho
él? —pregunta, y sus ojos verdes están cargados de preocupación sincera.
—Él no me ha hecho nada, Perrie. En serio… estoy bien.
Ella me mira, vacilante.
—¿De verdad?
Harry me pasa un brazo por la cintura y me estrecha contra él, sin
apartar los ojos de Perrie.
—______ ha aceptado ser mi mujer, Perrie—dice tranquilamente.
—¡Tu mujer! —chilla Perrie, y abre mucho los ojos, sin dar crédito.
—Vamos a casarnos. Vamos a anunciar nuestro compromiso esta noche —
afirma él.
—¡Oh! —Perrie me mira con la boca abierta. Está atónita—. ¿Te dejo sola
quince días y vas a casarte? Esto muy precipitado. Así que ayer, cuando dije… —Me
mira, estupefacta—. ¿Y cómo encaja este e-mail en todo esto?
—No encaja, Perrie. Olvídalo… por favor. Yo le quiero y él me quiere. No
arruines su fiesta y nuestra noche. No lo hagas —susurro.
Ella pestañea y de pronto sus ojos están brillantes por las lágrimas.
—No. Claro que no. ¿Tú estás bien?
Quiere que se lo asegure para quedarse tranquila.
—Soy más feliz que en toda mi vida —murmuro.
Ella se acerca y me coge la mano, haciendo caso omiso del brazo de Harry rodeando mi cintura.
—¿De verdad estás bien? —pregunta esperanzada.
—Sí.
Le sonrío de oreja a oreja, recuperada por fin mi alegría. Perrie se relaja, y
su sonrisa es un reflejo de mi felicidad. Me aparto de Harry, y ella me abraza de
repente.
—Oh,_______… me quedé tan preocupada cuando leí esto. No sabía qué
pensar. ¿Me lo explicarás? —musita.
—Algún día, ahora no.
—Bien. Yo no se lo contaré a nadie. Te quiero mucho, ________, como a una
hermana. Es que pensé… no sabía qué pensar, perdona. Si tú eres feliz, yo también soy
feliz.
Mira directamente a Harry y se disculpa otra vez. Él asiente, pero su
mirada es glacial y su expresión permanece imperturbable. Oh, no, sigue enfadado.
—De verdad que lo siento. Tienes razón, no es asunto mío —me dice al
oído.
Llaman a la puerta, Perrie se sobresalta y yo me aparto de ella. Grace asoma
la cabeza.
—¿Todo bien, cariño? —le pregunta a Harry.
—Todo bien, señora Styles —salta Perrie al instante.
—Estupendamente, mamá —dice Harry.
—Bien. —Grace entra—. Entonces no os importará que le dé a mi hijo un
abrazo de cumpleaños.
Nos sonríe a ambos. Él la estrecha con fuerza entre sus brazos y su gesto
inmediatamente se suaviza.
—Feliz cumpleaños, cariño —dice ella en voz baja, y cierra los ojos
fundida en ese abrazo—. Estoy tan contenta de que no te haya pasado nada.
—Estoy bien, mamá. —Harry le sonríe.
Ella se echa hacia atrás, le examina fijamente y sonríe radiante.
—Me alegro muchísimo por ti —dice, y le acaricia la cara.
Él le devuelve una sonrisa… su entrañable sonrisa capaz de derretir el
corazón más duro.
¡Ella lo sabe! ¿Cuándo se lo ha dicho Harry?
—Bueno, chicos, si ya habéis terminado vuestro tête-à-tête, aquí hay un
montón de gente que quiere comprobar que realmente estás de una pieza, y desearte
feliz cumpleaños, Harry.
—Ahora mismo voy.
Grace nos mira con cierta ansiedad a Perrie y a mí, y al parecer nuestras
sonrisas la tranquilizan. Me guiña el ojo y nos abre la puerta. Harry me tiende una
mano, y yo la acepto.
—Harry, perdóname, de verdad —dice Perrie humildemente.
Perrie en plan humilde… es algo digno de ver. Harry la mira, asiente y
ambos salimos detrás de ella.
Una vez en el pasillo, miro de reojo a Harry.
—¿Tu madre sabe lo nuestro? —pregunto con inquietud.
—Sí.
—Ah.
Y pensar que la tenaz señorita Edwards podría haber arruinado nuestra
velada. Me estremezco al pensar en las consecuencias que podría tener que el estilo de
vida de Harry saliera a la luz.
—Bueno, ha sido una forma interesante de empezar la noche.
Le sonrío con dulzura. Él baja la mirada hacia mí, y aparece de nuevo su
mirada irónica. Gracias a Dios.
—Tiene usted el don de quedarse corta, señorita Steele. Como siempre. —
Se lleva mi mano a los labios y me besa los nudillos, y entramos al salón, donde somos
recibidos con un aplauso súbito, espontáneo, ensordecedor.
Oh, Dios. ¿Cuánta gente hay aquí?
Echo un rápido vistazo a la sala: están todos los Styles, Ethan con Mia, el
doctor Flynn y su esposa, supongo. También está Mac, el tipo del barco; un
afroamericano alto y guapo —recuerdo haberle visto la primera vez que estuve en la
oficina de Harry—; Lily, esa bruja amiga de Mia, dos mujeres a las que no conozco
de nada, y… oh, no. Se me cae el alma a los pies. Esa mujer… la señora Robinson.
Aparece Gretchen con una bandeja de champán. Lleva un vestido negro
escotado, el pelo recogido en un moño alto en lugar de las coletas, y al ver a Harry
sus pestañas aletean y se sonroja. El aplauso va apagándose y todas las miradas se
dirigen expectantes hacia Harry, que me aprieta la mano.
—Gracias, a todos. Creo que necesitaré una de estas.
Coge dos copas de la bandeja de Gretchen y le dedica una sonrisa fugaz.
Tengo la sensación de que Gretchen está a punto de desmayarse o de morirse. Harry
me ofrece una copa.
Alza la suya hacia el resto de la sala, e inmediatamente todos se acercan,
encabezados por la diabólica mujer de negro. ¿Es que siempre viste del mismo color?
—Harry, estaba preocupadísima.
Elena le da un pequeño abrazo y le besa en ambas mejillas. Yo intento
soltarme de su mano, pero él no me deja.
—Estoy bien, Elena —musita Harry con frialdad.
—¿Por qué no me has llamado? —inquiere ella desesperada, buscando su
mirada.
—He estado muy ocupado.
—¿No recibiste mis mensajes?
Harry se remueve, incómodo, me rodea con un brazo y me estrecha hacia
él. Sigue mirando a Elena con gesto impasible. Ella ya no puede seguir ignorándome, y
me saluda con un asentimiento cortés.
—_______, querida —dice ronroneante—. Estás encantadora.
—Elena —respondo en el mismo tono—. Gracias.
Capto una mirada de Grace, que frunce el ceño al vernos a los tres juntos.
—Tengo que anunciar una cosa, Elena —le dice Harry con indiferencia.
A ella se le enturbia la mirada.
—Por supuesto.
Finge una sonrisa y da un paso atrás.
—Escuchadme todos —dice Harry.
Espera un momento hasta que cesa el rumor de la sala, y todos vuelven a
centrar sus miradas en él.
—Gracias por haber venido. Debo decir que esperaba una tranquila cena
familiar, de manera que esto es una sorpresa muy agradable.
Mira fijamente a Mia, que sonríe radiante y le saluda discretamente.
Harry mueve la cabeza con simulada exasperación y prosigue.
—A Ros y a mí… —hace un gesto hacia la mujer pelirroja que está de pie junto a una rubia menuda y vivaz—… nos fue ayer de muy poco.
Ah, es Ros, la mujer que trabaja con él. Ella sonríe y alza la copa hacia él.
—Así que me hace especialmente feliz estar aquí hoy para compartir con
todos vosotros una magnífica noticia. Esta preciosa mujer —baja la mirada hacia mí
—, la señorita __________ Rose Steele, ha aceptado ser mi esposa, y quería que todos
vosotros fuerais los primeros en saberlo.
¡Se produce una reacción de asombro general, vítores ocasionales, y luego
una ronda de aplausos! Dios… esto está pasando realmente de verdad. Creo que me he
puesto del color del vestido de Perrie. Harry me coge la barbilla, alza mi boca hasta
sus labios y me da un beso fugaz.
—Pronto serás mía.
—Ya lo soy —susurro.
—Legalmente —musita, y me sonríe con aire malicioso.
Lily, que está al lado de Mia, parece alicaída; por la expresión que pone,
Gretchen parece haberse tragado algo muy desagradable y amargo. Paseo la vista con
cierta ansiedad entre la multitud congregada y localizo a Elena. Tiene la boca abierta.
Está atónita… horrorizada incluso, y al verla tan estupefacta, no puedo evitar una
intensa satisfacción. Al fin y al cabo, ¿qué demonios estás haciendo aquí?
Carrick y Grace interrumpen mis malévolos pensamientos, e
inmediatamente todos los Styles empiezan a abrazarme y a besarme, uno detrás de otro.
—Oh, _________… estoy tan encantada de que vayas a formar parte de la familia
—dice Grace muy emocionada—. El cambio que ha dado Harry… Ahora es…
feliz. Te lo agradezco tanto.
Incómoda ante tal efusividad, yo me sonrojo, pero en el fondo estoy muy
contenta.
—¿Dónde está el anillo? —exclama Mia cuando me abraza.
—Eh…
¡El anillo! Vaya. Ni siquiera había pensado en el anillo. Miro de reojo a Harry.
—Lo escogeremos juntos —dice Harry, fulminando a su hermana con la
mirada.
—¡Ay, no me mires así, Styles! —le reprocha ella, y luego le abraza—.
Estoy muy emocionada por ti, Harry —dice.
Ella es la única persona a la que no intimida su expresión colérica. A mí me
hace temblar… bueno, solía hacerlo.
—¿Cuándo os casaréis? ¿Habéis fijado la fecha? —le pregunta radiante a Harry.
Él niega con la cabeza, con evidente exasperación.
—No tengo ni idea, y no lo hemos decidido. Todavía tenemos que hablarlo
_________ y yo —dice, irritado.
—Espero que celebréis una gran boda… aquí.
Sonríe con entusiasmo, sin hacer el menor caso del tono cáustico de su
hermano.
—Lo más probable es que mañana nos escapemos a Las Vegas —le replica
él, y recibe a cambio un mohín lastimero, típico de Mia Styles.
Harry pone los ojos en blanco y se vuelve hacia Elliot, que le da su
segundo gran abrazo en solo dos días.
—Así se hace, hermano —dice palmeándole la espalda.
La reacción de toda la sala es abrumadora, y pasan unos minutos hasta que
consigo reunirme de nuevo con Harry, que se acerca ahora al doctor Flynn. Por lo
visto Elena ha desaparecido, y Gretchen sigue sirviendo champán con gesto arisco.
Al lado del doctor Flynn hay una joven muy atractiva, con una melena larga
y oscura, casi azabache, un escote muy llamativo y unos ojos almendrados preciosos.
—Harry —dice Flynn tendiéndole la mano, y él la estrecha encantado.
—John. Rhian.
Besa a la mujer morena en la mejilla. Es menuda y muy linda.
—Estoy encantado de que sigas entre nosotros, Harry. Mi mujer estaría muy apenada y aburrida, sin ti.
Harry sonríe.
—¡John! —le reprocha Rhian, ante el regocijo de Harry.
—Rhian, esta es ________, mi prometida. __________, esta es la esposa de John.
—Encantada de conocer a la mujer que finalmente ha conquistado el corazón de Harry —dice Rhian con amabilidad.
—Gracias —musito yo, nuevamente apurada.
—Esta sí que ha sido una buena bolea, Harry —comenta el doctor Flynn
meneando la cabeza, como si no diera crédito. Harry frunce el ceño.
—Tú y tus metáforas de críquet, John. —Rhian pone los ojos en blanco—.
Felicidades a los dos, y feliz cumpleaños, Harry. Qué regalo tan maravilloso —me
dice con una gran sonrisa.
No tenía ni idea de que el doctor Flynn fuera a estar aquí, ni tampoco Elena.
Me ha cogido desprevenida, y me devano los sesos pensando si tengo algo que
preguntarle al doctor, aunque no creo que una fiesta de cumpleaños sea el lugar
adecuado para una consulta psiquiátrica.
Charlamos durante unos minutos. Rhian es un ama de casa con dos hijos
pequeños. Deduzco que ella es la razón de que el doctor Flynn ejerza en Estados
Unidos.
—Ella está bien, Harry, responde bien al tratamiento. Dentro de un par
de semanas la incorporaremos a un programa para pacientes externos.
El doctor Flynn y Harry están hablando en voz baja, pero no puedo
evitar escucharles y desatender a Rhian con cierta descortesía.
—Y ahora mismo vivo entre fiestas infantiles y pañales…
—Eso debe de robarte mucho tiempo.
Me sonrojo y me concentro nuevamente en Rhian, que ríe con amabilidad.
Sé que Harry y Flynn están hablando de Leila.
—Pídele una cosa de mi parte —murmura Harry.
—¿Y tú a qué te dedicas,_______?
—__________, por favor. Trabajo en una editorial.
Harry y el doctor Flynn bajan más la voz; es muy frustrante. Pero se
callan en cuanto se les acercan las dos mujeres a las que no conocía de antes: Ros y
Gwen, la vivaz rubita a la que Harry presenta como la compañera de Ros.
Esta es encantadora, y no tardo en descubrir que vive prácticamente
enfrente del Escala. Se dedica a elogiar la destreza de Harry como piloto. Era la
primera vez que volaba en el Charlie Tango, y dice que no dudaría en volver a
hacerlo. Es una de las pocas mujeres que he conocido que no está fascinada por él…
bueno, el motivo es obvio.
Gwen es risueña y tiene un sentido del humor irónico, y Harry parece
extraordinariamente cómodo con ambas. Las conoce bien. No hablan de trabajo, pero
me doy cuenta de que Ros es una mujer inteligente que no tiene problemas para
seguirle el ritmo. También posee una fantástica risa ronca de fumadora empedernida.
Grace interrumpe nuestra placentera conversación para informar a todo el
mundo de que en la cocina de los Styles están sirviendo el bufet en que consistirá la
cena. Los invitados empiezan a dirigirse hacia la parte de atrás de la casa.
Mia me para en el pasillo. Con su vestido de encaje rosa pálido y sus
altísimos tacones, se planta frente a mí como un fantástico árbol navideño. Sostiene dos
copas de cóctel.
—________ —sisea con complicidad.
Yo miro de reojo a Harry, que me deja como diciendo «Que tengas
suerte, yo no puedo con ella», y entramos juntas en el salón.
—Toma —dice con aire travieso—. Es un martini de limón, especialidad
de mi padre… mucho más bueno que el champán.
Me ofrece una copa y me observa con ansiedad mientras doy un sorbo para
probarlo.
—Mmm… delicioso. Aunque un poco fuerte.
¿Qué pretende? ¿Intenta emborracharme?
—________, necesito un consejo. Y no se lo puedo pedir a Lily: ella es muy crítica con todo. —Mia pone los ojos en blanco y luego me sonríe—. Tiene muchos
celos de ti. Creo que esperaba que un día Harry y ella acabarían juntos.
Mia se echa a reír ante tal absurdo, y yo tiemblo por dentro.
Eso es algo con lo que tendré que lidiar durante mucho tiempo: que otras
mujeres deseen a mi hombre. Aparto esa idea inoportuna de mi mente, y me evado
centrándome en el tema que ahora nos ocupa. Bebo otro sorbo de martini.
—Intentaré ayudarte. Adelante.
—Ya sabes que Ethan y yo nos conocimos hace poco, gracias a ti.
Me sonríe radiante.
—Sí.
¿Adónde demonios quiere ir a parar?
—_________… él no quiere salir conmigo —confiesa con un mohín.
—Oh.
Parpadeo extrañada, y pienso: A lo mejor él no está tan encaprichado
contigo.
—Mira, no es exactamente así. Él no quiere salir conmigo porque su
hermana está saliendo con mi hermano. ¿Sabes?, Ethan considera que todo esto es un
poco… incestuoso. Pero yo sé que le gusto. ¿Qué puedo hacer?
—Ah, ya entiendo —musito, intentando ganar algo de tiempo. ¿Qué puedo
decir?—. ¿No podéis plantearos ser amigos y daros un poco de tiempo? Quiero decir
que acabas de conocerle.
Ella arquea una ceja.
—Mira, ya sé que yo acabo de conocer a Harry, pero… —Frunzo el
ceño sin saber qué decir—. Mia, esto tenéis que solucionarlo Ethan y tú, juntos. Yo lo
intentaría por la vía de la amistad.
Mia esboza una amplia sonrisa.
—Esa mirada la has aprendido de Harry.
Me ruborizo.
—Si quieres un consejo, pregúntale a Perrie. Ella debe de saber algo más
sobre los sentimientos de su hermano.
—¿Tú crees?
—Sí —digo con una sonrisa alentadora.
—Fantástico. Gracias, ______.
Me da otro abrazo y sale corriendo hacia la puerta con aire excitado —e
impresionante, dados los tacones que lleva—, sin duda para ir a incordiar a Perrie.
Bebo otro sorbo de martini, y me dispongo a seguirla, cuando me paro en seco.
Elena entra en la sala con paso muy decidido y expresión tensa y colérica.
Cierra la puerta con cuidado y me dirige una mirada amenazadora.
Oh, no.
—Ana —dice con una sonrisa desdeñosa.
Ligeramente mareada después de dos copas de champán y del cóctel letal
que llevo en la mano, hago acopio de toda la serenidad de que dispongo. Tengo la
sensación de que la sangre ha dejado de circular por mis venas, pero recurro tanto a mi
subconsciente como a la diosa que llevo dentro para aparentar tanta tranquilidad e
indiferencia como puedo.
—Elena —digo con un hilo de voz, firme pese a la sequedad de mi boca.
¿Por qué me trastorna tanto esta mujer? ¿Y ahora qué quiere?
—Te daría mis felicitaciones más sinceras, pero me parece que no sería Apropiado.
Y clava en mí sus penetrantes ojos azules, fríos y llenos de odio.
—Yo no necesito ni deseo tus felicitaciones, Elena. Me sorprende y me
decepciona que estés aquí.
Ella arquea una ceja. Creo que parece impresionada.
—No había pensado en ti como en una adversaria digna, ________. Pero
siempre me sorprendes.
—Yo no he pensado en ti en absoluto —miento fríamente. Harry estaría
orgulloso—. Y ahora, si me disculpas, tengo cosas mucho mejores que hacer en lugar
de perder el tiempo contigo.
—No tan deprisa, niñita —sisea, y se apoya en la puerta para bloquearme
el paso—. ¿Qué demonios te crees que haces aceptando casarte con Harry? Si has
pensado durante un minuto siquiera que puedes hacerle feliz, estás muy equivocada.
—Lo que yo haya consentido hacer o no con Harry no es problema tuyo.
Sonrío dulcemente con sarcasmo. Ella me ignora.
—Él tiene necesidades… necesidades que tú no puedes satisfacer en lo más
mínimo —replica con arrogancia.
—¿Qué sabes tú de sus necesidades? —replico. Una sensación de
indignación arde en mis entrañas y una descarga de adrenalina recorre mi cuerpo.
¿Cómo se atreve esta bruja asquerosa a sermonearme?—. No eres más que una
pederasta enfermiza, y si de mí dependiera te arrojaría al séptimo círculo del infierno y
me marcharía tranquilamente. Ahora apártate… ¿o voy a tener que obligarte?
—Estás cometiendo un grave error en este asunto. —Agita frente a mí un
largo y esbelto dedo con una manicura perfecta—. ¿Cómo te atreves a juzgar nuestro
estilo de vida? Tú no sabes nada, y no tienes ni idea de dónde te estás metiendo. Y si
crees que él será feliz con una insulsa cazafortunas como tú…
¡Ya basta! Le tiro a la cara el resto del martini de limón, dejándola
empapada.
—¡No te atrevas a decirme tú dónde me estoy metiendo! —le grito—.
¿Cuándo aprenderás que eso no es asunto tuyo?
Me mira horrorizada con la boca abierta y se limpia la bebida pegajosa de
la cara. Creo que está a punto de abalanzarse sobre mí, pero de pronto se queda
paralizada cuando se abre la puerta.
Hary aparece en el umbral. Tarda una fracción de segundo en hacerse
cargo de la situación: yo, pálida y temblorosa; ella, empapada y lívida. Su hermoso
rostro se ensombrece, crispado por la rabia, y se coloca entre ambas.
—¿Qué coño estás haciendo, Elena? —dice en un tono glacial y
amenazador.
Ella levanta la vista hacia él y parpadea.
—Ella no es buena para ti, Harry —susurra.
—¿Qué? —grita él, y ambas nos sobresaltamos.
No le veo la cara, pero todo su cuerpo está tenso e irradia animosidad.
—¿Tú cómo coño sabes lo que es bueno para mí?
—Tú tienes necesidades, Harry —dice ella en un tono más suave.
—Ya te lo he dicho: esto no es asunto tuyo, joder —ruge.
Oh, no… El furioso Harry ha asomado su no tan espantoso rostro. Va a
oírle todo el mundo.
—¿De qué va esto? —Harry se queda callado un momento, fulminándola
con la mirada—. ¿Piensas que eres tú? ¿Tú? ¿Crees que tú eres la persona adecuada
para mí? —dice en un tono más bajo, pero impregnado de desdén, y de pronto siento
deseos de marcharme de aquí. No quiero presenciar este enfrentamiento íntimo. Pero
estoy paralizada: mis extremidades se niegan a moverse.
Elena traga saliva y parece como si se obligara a erguirse. Su postura
cambia de forma sutil y se convierte en autoritaria. Da un paso hacia él.
—Yo fui lo mejor que te pasó en la vida —masculla con arrogancia—.
Mírate ahora. Uno de los empresarios más ricos y triunfadores de Estados Unidos,
equilibrado, emprendedor… Tú no necesitas nada. Eres el amo de tu mundo.
Él retrocede como si le hubieran golpeado, y la mira atónito y enfurecido.
—Aquello te encantaba, Harry, no intentes engañarte a ti mismo. Tenías
una tendencia autodestructiva de la cual te salvé yo, te salvé de acabar en la cárcel.
Créeme, nene, hubieras acabado allí. Yo te enseñé todo lo que sabes, todo lo que
necesitas.
Harry se pone pálido, mirándola horrorizado, y cuando habla lo hace
con voz queda y escéptica.
—Tú me enseñaste a follar, Elena. Pero eso es algo vacío, como tú. No me
extraña que Linc te dejara.
Yo siento cómo la bilis me sube por la garganta. No debería estar aquí.
Pero estoy petrificada, morbosamente fascinada, mientras ellos se destrozan el uno al
otro.
—Tú nunca me abrazaste —susurra Harry—. No me dijiste que me
querías, ni una sola vez.
Ella entorna los ojos.
—El amor es para los idiotas, Harry.
—Fuera de mi casa.
La voz furiosa e implacable de Grace nos sobresalta a todos. Los tres
volvemos rápidamente la cabeza hacia ella, de pie en el umbral de la sala. Está
mirando fijamente a Elena, que palidece bajo su bronceado de Saint-Tropez.
El tiempo se detiene mientras todos contenemos la respiración. Grace
irrumpe muy decidida en la habitación, sin apartar su ardiente y colérica mirada de
Elena, hasta plantarse frente a ella. Elena abre los ojos, alarmada, y Grace le propina
un fuerte bofetón en la cara, cuyo impacto resuena en las paredes del comedor.
—¡Quita tus asquerosas zarpas de mi hijo, puta, y sal de mi casa… ahora!
—masculla con los dientes apretados.
Elena se toca la mejilla enrojecida, y parpadea horrorizada y atónita
mirando a Grace. Luego abandona corriendo la sala, sin molestarse siquiera en cerrar
la puerta.
Grace se vuelve despacio hacia Harry, y un tenso silencio cae como un
manto de espesa niebla sobre la habitación mientras madre e hijo se miran fijamente.
Al cabo de un momento, Grace dice:
—_______, antes de entregarte a mi hijo, ¿te importaría dejarme unos minutos a
solas con él? —articula en voz baja y ronca, pero llena de fuerza.
—Por supuesto —susurro, y me apresuro a salir observando de reojo por
encima del hombro.
Pero ninguno de los dos se vuelve hacia mí cuando abandono la sala.
Siguen mirándose fijamente, comunicándose sin palabras de un modo atronador.
Llego al pasillo y me siento perdida un momento. Mi corazón retumba y la
sangre hierve en mis venas… Me siento aterrada y débil. Dios santo, eso es algo
realmente grave, y ahora Grace lo sabe. No me imagino qué le dirá a Harry, y
aunque sé que no está bien, me apoyo en la puerta para intentar oírles.
—¿Cuánto duró, Harry?
Grace habla en voz baja. Apenas la oigo.
No oigo lo que responde él.
—¿Cuántos años tenías? —Ahora el tono es más insistente—. Dime.
¿Cuántos años tenías cuando empezó todo esto?
Tampoco ahora oigo a Harry.
—¿Va todo bien, _______? —me interrumpe Ros.
—Sí. Bien. Gracias, yo…
Ros sonríe.
—Yo estoy buscando mi bolso. Necesito un cigarrillo.
Y, por un instante, contemplo la posibilidad de ir a fumar con ella.
—Yo voy al baño.
Necesito aclararme la mente y las ideas, procesar lo que acabo de
presenciar y oír. Creo que el piso de arriba es el sitio donde es más probable que
pueda estar sola. Veo que Ros entra en la salita, y entonces subo las escaleras de dos
en dos hasta el segundo piso, y luego hasta el tercero. Es el único sitio donde quiero
estar.
Abro la puerta del dormitorio de infancia de Harry, entro y cierro
tragando saliva. Me acerco a su cama y me dejo caer, tumbada mirando el blanco
techo.
Santo cielo. Este debe ser, sin ninguna duda, uno de los enfrentamientos
más terribles de los que he sido testigo, y ahora estoy aturdida. Mi prometido y su ex
amante… algo que ninguna futura esposa debería presenciar. Eso está claro, pero en
parte me alegra que ella haya mostrado su auténtico yo, y de haber sido testigo de ello.
Mis pensamientos se dirigen hacia Grace. Pobre mujer, tener que escuchar
todo eso de su hijo. Me abrazo a una de las almohadas de Harry. Ella ha oído que
Harry y Elena tuvieron una aventura… pero no la naturaleza de la misma. Gracias a
Dios. Suelto un gemido.
¿Qué estoy haciendo? Quizá esa bruja diabólica tuviera parte de razón.
No, me niego a creer eso. Ella es tan fría y cruel. Sacudo la cabeza. Se
equivoca. Yo soy buena para Harry. Yo soy lo que necesita. Y, en un momento de
extraordinaria clarividencia, no me planteo «cómo» ha vivido él su vida hasta hace
poco… sino «por qué». Sus motivos para hacer lo que les ha hecho a innumerables
chicas… ni siquiera quiero saber cuántas. El cómo no es el problema. Todas eran
adultas. Todas fueron —¿cómo lo expresó el doctor Flynn?— relaciones seguras y
consentidas de mutuo acuerdo. Es el porqué. El porqué es lo que está mal. El porqué
surge de la profunda oscuridad de sus orígenes.
Cierro los ojos y me los cubro con el brazo. Pero ahora él ha superado eso,
lo ha dejado atrás, y ambos hemos salido a la luz. Yo estoy deslumbrada con él, y él
conmigo. Podemos guiarnos mutuamente. Y en ese momento se me ocurre una idea.
¡Maldita sea! Una idea insidiosa y persistente, y estoy justo en el sitio donde puedo
enterrar para siempre ese fantasma. Me siento en la cama. Sí, debo hacerlo.
Me pongo de pie tambaleante, me quito los zapatos, y observo el panel de
corcho de encima del escritorio. Todas las fotos de Harry de niño siguen ahí; y, al
pensar en el espectáculo que acabo de presenciar entre él y la señora Robinson, me
conmueven más que nunca. Y ahí en una esquina está esa pequeña foto en blanco y
negro: la de su madre, la puta adicta al crack.
Enciendo la lámpara de la mesilla y enfoco la luz hacia esa fotografía. Ni
siquiera sé cómo se llamaba. Se parece mucho a él, pero más joven y más triste, y lo
único que siento al ver su afligida expresión es lástima. Intento encontrar similitudes
entre su cara y la mía. Observo la foto con los ojos entornados y me acerco mucho,
muchísimo, pero no veo ninguna. Excepto el pelo quizá, aunque creo que ella lo tenía
más claro. No me parezco a ella en absoluto. Y es un alivio.
Mi subconsciente chasquea la lengua y me mira por encima de sus gafas de
media luna con los brazos cruzados. ¿Por qué te torturas a ti misma? Ya has dicho que
sí. Ya has decidido tu destino. Yo le respondo frunciendo los labios: Sí, lo he hecho, y
estoy encantada. Quiero pasar el resto de mi vida tumbada en esta cama con Harry.
La diosa que llevo dentro, sentada en posición de loto, sonríe serena. Sí, he tomado la
decisión adecuada.
Tengo que ir a buscar a Harry; estará preocupado. No tengo ni idea de
cuánto rato he estado en esta habitación; creerá que he huido. Al pensar en su reacción
exagerada, pongo los ojos en blanco. Espero que Grace y él hayan terminado de hablar.
Me estremezco al pensar qué más debe de haberle dicho ella.
Me encuentro a Harry subiendo las escaleras del segundo piso,
buscándome. Su rostro refleja tensión y cansancio; no es el Harry feliz y
despreocupado con el que llegué. Me quedo en el rellano y él se para en el último
escalón, de manera que quedamos al mismo nivel.
—Hola —dice con cautela.
—Hola —contesto en idéntico tono.
—Estaba preocupado…
—Lo sé —le interrumpo—. Perdona… no era capaz de sumarme a la fiesta.
Necesitaba apartarme, ¿sabes? Para pensar.
Alargo la mano y le acaricio la cara. Él cierra los ojos y la apoya contra mi
palma.
—¿Y se te ocurrió hacerlo en mi dormitorio?
—Sí.
Me coge la mano, me atrae hacia él y yo me dejo caer en sus brazos, mi
lugar preferido en todo el mundo. Huele a ropa limpia, a gel de baño y a Harry, el
aroma más tranquilizador y excitante que existe. Él inspira, pegado a mi cabello.
—Lamento que hayas tenido que pasar por todo eso.
—No es culpa tuya, Harry. ¿Por qué ha venido ella?
Baja la vista hacia mí y sus labios se curvan en un gesto de disculpa.
—Es amiga de la familia.
Yo intento mantenerme impasible.
—Ya no. ¿Cómo está tu madre?
—Ahora mismo está bastante enfadada conmigo. Sinceramente, estoy
encantado de que tú estés aquí y de que esto sea una fiesta. De no ser así, puede que me
hubiera matado.
—¿Tan enojada está?
Él asiente muy serio, y me doy cuenta de que está desconcertado por la
reacción de ella.
—¿Y la culpas por eso? —digo en tono suave y cariñoso.
Él me abraza fuerte y parece indeciso, como si tratara de ordenar sus
pensamientos.
Finalmente responde:
—No.
¡Uau! Menudo avance.
—¿Nos sentamos? —pregunto.
—Claro. ¿Aquí?
Asiento y nos acomodamos en lo alto de la escalera.
—¿Y tú qué sientes? —pregunto ansiosa, apretándole la mano y observando
su cara triste y seria.
Él suspira.
—Me siento liberado.
Se encoge de hombros, y luego sonríe radiante, con una sonrisa gloriosa y
despreocupada al más puro estilo Harry, y el cansancio y la tensión presentes hace
un momento se desvanecen.
—¿De verdad?
Yo le devuelvo la sonrisa. Uau, bajaría a los infiernos por esa sonrisa.
—Nuestra relación de negocios ha terminado.
Le miro con el ceño fruncido.
—¿Vas a cerrar la cadena de salones de belleza?
Suelta un pequeño resoplido.
—No soy tan vengativo, ________ —me reprende—. No, le regalaré el
negocio. Se lo debo. El lunes hablaré con mi abogado.
Yo arqueo una ceja.
—¿Se acabó la señora Robinson?
Adopta una expresión irónica y menea la cabeza.
—Para siempre.
Yo sonrío radiante.
—Siento que hayas perdido una amiga.
Se encoge de hombros y luego esboza un amago de sonrisa.
—¿De verdad lo sientes?
—No —confieso, ruborizada.
—Ven. —Se levanta y me ofrece una mano—. Unámonos a esa fiesta en
nuestro honor. Incluso puede que me emborrache.
—¿Tú te emborrachas? —le pregunto, y le doy la mano.
—No, desde mis tiempos de adolescente salvaje.
Bajamos la escalera.
—¿Has comido? —pregunta.
Oh, Dios.
—No.
—Pues deberías. A juzgar por el olor y el aspecto que tenía Elena, lo que le
tiraste era uno de esos combinados mortales de mi padre.
Me observa e intenta sin éxito disimular su gesto risueño.
—Harry, yo…
Levanta una mano.
—No discutamos, _______. Si vas a beber, y a tirarles copas encima a mis
ex, antes tienes que comer. Es la norma número uno. Creo que ya tuvimos esta
conversación después de la primera noche que pasamos juntos.
Oh, sí. El Heathman.
Cuando llegamos al pasillo, se detiene y me acaricia la cara, deslizando los
dedos por mi mandíbula.
—Estuve despierto durante horas, contemplando cómo dormías —murmura
—. Puede que ya te amara entonces.
Oh.
Se inclina y me besa con dulzura, y yo me derrito por dentro, y toda la
tensión de la última hora se disipa lánguidamente de mi cuerpo.
—Come —susurra.
—Vale —accedo, porque en este momento haría cualquier cosa por él.
Me da la mano y me conduce hacia la cocina, donde la fiesta está en pleno
auge.
* * *
—Buenas noches, John, Rhian.
—Felicidades otra vez, ________. Seréis muy felices juntos.
El doctor Flynn nos sonríe con afecto cuando, cogidos del brazo, nos
despedimos de él y de Rhian en el vestíbulo.
—Buenas noches.
Harry cierra la puerta, sacude la cabeza, y me mira de repente con unos
ojos brillantes por la emoción.
¿Qué se propone?
—Solo queda la familia. Me parece que mi madre ha bebido demasiado.
Grace está cantando con una consola de karaoke en la sala familiar. Perrie y
Mia no paran de animarla.
—¿Y la culpas por ello?
Le sonrío con complicidad, intentando mantener el buen ambiente entre
ambos. Con éxito.
—¿Se está riendo de mí, señorita Steele?
—Así es.
—Un día memorable.
—Harry, últimamente todos los días que paso contigo son memorables
—digo en tono mordaz.
—Buena puntualización, señorita Steele. Ven, quiero enseñarte una cosa.
Me da la mano y me conduce a través de la casa hasta la cocina, donde
Carrick, Ethan y Elliot hablan de los Mariners, beben los últimos cócteles y comen los
restos del festín.
—¿Vais a dar un paseo? —insinúa Elliot burlón cuando cruzamos las
puertas acristaladas.
Harry no le hace caso. Carrick le pone mala cara a Elliot, moviendo la
cabeza con un mudo reproche.
Mientras subimos los escalones hasta el jardín, me quito los zapatos. La
media luna brilla resplandeciente sobre la bahía. Reluce intensamente, proyectando
infinitas sombras y matices de gris a nuestro alrededor, mientras las luces de Seattle
centellean a lo lejos. La casita del embarcadero está iluminada, como un faro que
refulge suavemente bajo el frío halo de la luna.
—Harry, mañana me gustaría ir a la iglesia.
—¿Ah?
—Recé para que volvieras a casa con vida, y así ha sido. Es lo mínimo que
puedo hacer.
—De acuerdo.
Deambulamos de la mano durante un rato, envueltos en un silencio
relajante. Y entonces se me ocurre preguntarle:
—¿Dónde vas a poner las fotos que me hizo José?
—Pensé que podríamos colgarlas en la casa nueva.
—¿La has comprado?
Se detiene para mirarme fijamente, y dice en un tono lleno de preocupación:
—Sí, creí que te gustaba.
—Me gusta. ¿Cuándo la has comprado?
—Ayer por la mañana. Ahora tenemos que decidir qué hacer con ella —
murmura aliviado.
—No la eches abajo. Por favor. Es una casa preciosa. Solo necesita que la
cuiden con amor y cariño.
Harry me mira y sonríe.
—De acuerdo. Hablaré con Elliot. Él conoce a una arquitecta muy buena
que me hizo unas obras en Aspen. Él puede encargarse de la reforma.
De pronto me quedo sin aliento, recordando la última vez que cruzamos el
jardín bajo la luz de la luna en dirección a la casita del embarcadero. Oh, quizá sea allí
adonde vamos ahora. Sonrío.
—¿Qué pasa?
—Me estaba acordando de la última vez que me llevaste a la casita del
embarcadero.
A Harry se le escapa la risa.
—Oh, aquello fue muy divertido. De hecho…
Y de repente se me carga al hombro, y yo chillo, aunque no creo que
vayamos demasiado lejos.
—Estabas muy enfadado, si no recuerdo mal —digo jadeante.
—_________, yo siempre estoy muy enfadado.
—No, no es verdad.
Él me da un cachete en el trasero y se detiene frente a la puerta de madera.
Me baja deslizándome por su cuerpo hasta dejarme en el suelo, y me coge la cabeza
entre las manos.
—No, ya no.
Se inclina y me besa con fuerza. Cuando se aparta, me falta el aire y el
deseo domina mi cuerpo.
Baja los ojos hacia mí, y el resplandor luminoso que sale de la casita del
embarcadero me permite ver que está ansioso. Mi hombre ansioso, no un caballero
blanco ni oscuro, sino un hombre: un hombre hermoso y ya no tan destrozado al que
amo. Levanto la mano y le acaricio la cara. Deslizo los dedos sobre sus patillas y por
la mandíbula hasta el mentón, y dejo que mi dedo índice le acaricie los labios. Él se
relaja.
—Tengo que enseñarte una cosa aquí dentro —murmura, y abre la puerta.
La cruda luz de los fluorescentes ilumina la impresionante lancha motora,
que se mece suavemente en las aguas oscuras del muelle. A su lado se ve un pequeño
bote de remos.
—Ven.
Harry toma mi mano y me conduce por los escalones de madera. Al
llegar arriba, abre la puerta y se aparta para dejarme entrar.
Me quedo con la boca abierta. La buhardilla está irreconocible. La
habitación está llena de flores… hay flores por todas partes. Alguien ha creado un
maravilloso emparrado de preciosas flores silvestres, entremezcladas con
centelleantes luces navideñas y farolillos que inundan la habitación de un fulgor pálido
y tenue.
Vuelvo la cara para mirarle, y él me está observando con una expresión
inescrutable. Se encoge de hombros.
—Querías flores y corazones —murmura.
Apenas puedo creer lo que estoy viendo.
—Mi corazón ya lo tienes. —Y hace un gesto abarcando la habitación.
—Y aquí están las flores —susurro, terminando la frase por él—. Harry,
es precioso.
No se me ocurre qué más decir. Tengo un nudo en la garganta y las lágrimas
inundan mis ojos.
Tirando suavemente de mi mano me hace entrar y, antes de que pueda
darme cuenta, le tengo frente a mí con una rodilla hincada en el suelo. ¡Dios santo…
esto sí que no me lo esperaba! Me quedo sin respiración.
Él saca un anillo del bolsillo interior de la chaqueta y levanta sus ojos
Verdes hacia mí, brillantes, sinceros y cargados de emoción.
—_________ Steele. Te quiero. Quiero amarte, honrarte y protegerte durante
el resto de mi vida. Sé mía. Para siempre. Comparte tu vida conmigo. Cásate conmigo.
Le miro parpadeando, y las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas.
Mi Cincuenta, mi hombre. Le quiero tanto. Me invade una inmensa oleada de emoción,
y lo único que soy capaz de decir es:
—Sí.
Él sonríe, aliviado, y desliza lentamente el anillo en mi dedo. Es un
precioso diamante ovalado sobre un aro de platino. Uau, es grande… Grande, pero
simple, deslumbrante en su simplicidad.
—Oh, Harry —sollozo, abrumada de pronto por tanta felicidad.
Me arrodillo a su lado, hundo las manos en su cabello y le beso. Le beso
con todo mi corazón y mi alma. Beso a este hombre hermoso que me quiere tanto como
yo le quiero a él; y él me envuelve en sus brazos, y pone las manos sobre mi pelo y la
boca sobre mis labios. Y en el fondo de mi ser sé que siempre seré suya, y que él
siempre será mío. Juntos hemos llegado muy lejos, y tenemos que llegar aún más lejos,
pero estamos hechos el uno para el otro. Estamos predestinados.
* * *
(Chicas como se que algunas no entenderán bien esto el que narra es Jack)
Da una calada y la punta del cigarrillo brilla en la oscuridad. Expulsa una
gran bocanada de humo, que termina en dos anillos que se disipan ante él, pálidos y
espectrales bajo la luz de la luna. Se remueve en el asiento, aburrido, y bebe un
pequeño sorbo de bourbon barato de una botella envuelta en un papel marrón arrugado,
que luego vuelve a colocarse entre los muslos.
Es increíble que aún le siga la pista. Tuerce la boca en una mueca
sardónica. Lo del helicóptero ha sido una acción temeraria y precipitada. Una de las
cosas más excitantes que ha hecho en toda su vida. Pero ha sido en vano. Pone los ojos
en blanco con expresión irónica. ¿Quién habría pensado que ese hijo de puta sabría
pilotar tan bien, el muy cabrón?
Suelta un gruñido.
Le han infravalorado. Si Styles creyó por un momento que se retiraría
gimoteante y con el rabo entre las piernas, es que ese capullo no se entera de nada.
Le ha pasado lo mismo durante toda la vida. La gente le ha infravalorado
constantemente: no es más que un hombre que lee libros. ¡Y una mierda! Es un hombre
que lee libros, y que además tiene una memoria fotográfica. Ah, las cosas de las que se
ha enterado, las cosas que sabe. Gruñe otra vez. Sí, sobre ti, Styles. Las cosas que sé
sobre ti.
No está mal para ser un chico de los bajos fondos de Detroit.
No está mal para ser un chico que obtuvo una beca para Princeton.
No está mal para ser un chico que se deslomó trabajando durante la
universidad y al final consiguió entrar en el mundo editorial.
Y ahora todo eso se ha jodido, se ha ido al garete por culpa de Styles y su
putita. Frunce el ceño mientras observa la casa, como si representara todo lo que él
desprecia. Pero no ha pasado nada. El único acontecimiento destacable ha sido esa
mujer de la melenita rubia corta que ha bajado por el sendero hecha un mar de
lágrimas, se ha subido al CLK blanco y se ha marchado.
Suelta una risita amarga y hace una mueca de dolor. Joder, las costillas.
Todavía le duelen por culpa de las patadas que le dio el esbirro de Styles.
Revive la escena en su mente. «Si vuelves a tocar a la señorita Steele, te
mato.»
Ese hijo de perra también recibirá lo suyo. Sí, no sabe lo que le espera.
Se reclina otra vez en el asiento. Parece que la noche va a ser larga. Se
quedará, vigilando y esperando. Da otra calada al Marlboro. Ya llegará su
oportunidad. Llegará muy pronto.
HAYYYYYYYYYYYY BUENO ESTE FINAL NO ME LO ESPERABA PERO HE LLORADO CUANDO HARRY LE PIDIO A RAYIS QUE FUERA SU ESPOSA!!!!!!!!!!!!!!PERO QUE SE TRAERA ENTRE MANOS EL HIJO DE PUTA DE JACK? MALDITO IDIOTA FUE EL QUE HIZO QUE EL CHARLIE TANGO CASI SE CAYERA!! MALDITO PERRO! IGUAL LA ZORRA DE ELENA!!!! OJALA SE PUDRAN LOS 2! (PERDONEN MI LENGUAJE)PERO LO IMPORTANTE ES QUE RAYIS Y HARRY ESTAN JUNTOS… JUNTOS PARA SIEMPRE!!!
gracias a todas hermosas! ahorita les digo cuando subo el siguiente libro que es el ultimo :)
CarolineR2
Re: 50 Sombras Mas Oscuras(Harry Styles y Tu) TERMINADA
Atención:
Hermosas Estreno el tercer libro (50 sombras mas liberadas) el 23 de Enero!
!LAS QUIERO!
Última edición por CarolineR2 el Miér 23 Ene 2013, 11:06 am, editado 1 vez
CarolineR2
Página 12 de 13. • 1, 2, 3 ... , 11, 12, 13
Temas similares
» 50 Sombras De Styles (Harry Styles y tu)(ADPATADA)(EROTICA)
» Cincuenta Sombras Más Oscuras Ziam
» 50 Sombras De Styles *Adaptacion* (Harry Styles y Tu)
» 50 Sombras De Styles (Harry Styles y tu)(ADPATADA)(HOT)
» Cincuenta sombras de Malik (Ziam)
» Cincuenta Sombras Más Oscuras Ziam
» 50 Sombras De Styles *Adaptacion* (Harry Styles y Tu)
» 50 Sombras De Styles (Harry Styles y tu)(ADPATADA)(HOT)
» Cincuenta sombras de Malik (Ziam)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 12 de 13.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.