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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por Julieta♥ Lun 19 Nov 2012, 11:14 am

ojala joe no quiera solo jugar con la rayis
no es justo
ademas ella lo ama de verdad
siguela porfis!!!!!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por chelis Lun 19 Nov 2012, 1:39 pm

OTROOOOO
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por JB&1D2 Lun 19 Nov 2012, 1:58 pm

me encantaron lo 2 capi
siguelaaaaaa
JB&1D2
JB&1D2


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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por chelis Lun 19 Nov 2012, 2:20 pm

CAAAAPIISS
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por ElitzJb Lun 19 Nov 2012, 4:35 pm

genial estuvieron esos capitulos
tienes q seguirla yaaaaaaaaa por favor
ElitzJb
ElitzJb


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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por aranzhitha Lun 19 Nov 2012, 7:32 pm

siguela!!!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por Invitado Lun 19 Nov 2012, 7:56 pm

Capitulo Tres




Sentada de nuevo ante su escritorio del periódico, ______ pensaba en sus breves vacaciones y le parecían un sueño. Como de costumbre, la redacción era un hervidero de actividad y confusión. Dan Harvey, el director del periódico, era la única persona que trabajaba poniendo en juego toda su capacidad. Quizá porque él conseguía milagrosamente salvarse de la locura, tenía aquel empeño por provocarla a su alrededor.
Harvey presidía la redacción y repartía las noticias entre sus redactores como si estuviera montando una delicada coreografía. Dentro de la jerarquía, estaba en primer lugar el director de noticias nacionales, que se encargaba de controlar los hechos producidos fuera de la ciudad mediante contactos y corresponsales del periódico. Luego estaban el director de artículos, el encargado del télex, el director de las notas sociales y muchos más, todos ellos, incluido Harvey, a las órdenes del director ejecutivo, Morgan Winthrop. Este era un veterano reportero que se había ganado su puesto después de largos años de experiencia, empezando desde abajo. Él era el hombre principal en la estructura de poder del periódico después del presidente, James Harris, y del editor.
En aquel momento, ______ se encontraba terminando con mucho esfuerzo las últimas líneas de un artículo sobre un concejal de la ciudad, el cual había saltado a la fama tras su decisión de vivir una semana en un barrio conocido por la alta incidencia de delincuencia. Resultaba verdaderamente difícil trabajar teniendo delante de la mesa a un hombre que no hacía más que mirar el reloj y golpear el suelo con el pie, en un gesto de impaciencia.
Finalmente, con un suspiro de alivio, se hizo a un lado y le mostró a su jefe la pantalla de la computadora.
—Ya está.
—Vete pasándolo —le dijo él, mientras iba leyendo en la pantalla.
______ accionó la tecla para que fueran surgiendo las líneas en la impresora. Mientras leía, Harvey apretaba los labios, murmuraba algo inteligible y asentía.
—De acuerdo, hazlo —dijo secamente, dejándola sola sin ninguna palabra de elogio.
—Gracias, ______ has hecho un buen trabajo —se dijo ______ en voz baja, mientras iba registrando lo escrito en la memoria—. Eres una periodista sensacional, estamos contentísimos de tenerte con nosotros y no estamos dispuestos a dejarte marchar aunque eso suponga un aumento de diez mil dólares en tu sueldo.
—¡_____ le van a subir el sueldo diez mil dólares! —exclamó Dorie Blake desde el otro extremo de la redacción, dirigiéndose a Harvey—. ¿No me lo podrías subir a mi también?
—Los redactores de la sección de sociedad no tienen aumentos —respondió Harvey haciendo gala de su seco sentido del humor, sin mirarla siquiera—. Date cuenta de que te estamos pagando por asistir a bodas.
—¿Qué? —exclamó Dorie.
—Te hartas de comer pasteles de boda, canapés y de beber champaña. Y eso es un beneficio extra.
Dorie le hizo una mueca sacándole la lengua.
—¡Esta juventud! —murmuró Harvey metiéndose en su despacho.
—Dile al señor Winthrop que Harvey ha estado espiándote desde detrás de la máquina de linotipia —le sugirió Bud Schuman, que pasaba por allí en dirección al lavabo.
Era un hombre casi tan calvo como Harvey, encorvado, con las gafas apoyadas casi en la punta de la nariz.
Dorie le lanzó una mirada centelleante.
—Bub, hace años que retiraron la máquina de linotipia. Y el director ejecutivo nunca presta oídos a nuestras quejas; está demasiado ocupado procurando que el periódico obtenga beneficios.
—¿Entonces se han llevado la máquina de linotipia? Ahora me explico por qué no tengo sitio para poner mi cenicero —respondió Bud.
—Este hombre es increíble. Cualquier día perderá su coche porque no se acordará de dónde lo ha dejado estacionado —murmuró la mujer meneando la cabeza.
—Pero sigue siendo el mejor reportero de sucesos que tenemos —le respondió ______—. Lleva veinticinco años en ello y no hay quien le gane. Figúrate, un día que me invitó a comer me estuvo contando que la policía descubrió aquí un negocio de trata de blancas. Se dedicaban a vender chicas.
—La verdad es que a mí no me importaría que me vendieran a Sylvester Stallone o a Arnold Schwarzenegger —dijo Dorie con un suspiro.
—Con la suerte que tú tienes, no me extrañaría que te vendieran a un restaurante y que te pasaras los años de tu decadencia lavando platos —murmuró Bud alejándose,
—¡Eres un sádico! —exclamó Dorie.
—Hoy tengo tres reuniones del comité y una conferencia de prensa en el centro —dijo _____ mientras revolvía el escritorio buscando su cámara—. El concejal James vuelve a estar en la brecha. Después de pasar una semana en ese barrio, va a informar a los periodistas de sus propuestas para resolver el problema de la delincuencia. Con un poco de suerte tendré el reportaje listo para pasarlo a la impresora a tiempo para cenar a una hora respetable.
—¿Tú crees que ese hombre está consiguiendo algo de verdad o se trata de una estrategia política para mantener en vilo a los periodistas? —preguntó Dorie.
—Yo creo que se preocupa de verdad —respondió ______—. Una vez me hizo salir de una reunión del ayuntamiento y me apuntó para ayudar a una familia negra de su distrito que se había quedado sin dinero. ¿No te acuerdas que hice un reportaje sobre ellos? Se trataba de un error de la computadora del banco, pero se encontraban en unas condiciones deplorables, sin un céntimo y con un enfermo.
—Sí que me acuerdo —dijo Dorie con una sonrisa—. Eres la única persona que conozco que se atreve a internarse por esos barrios de noche sin que nadie la moleste. Los vecinos serían capaces de matar a quien se atreviera a tocarte.
—Por eso me encanta el trabajo de reportera —dijo _____ pensativa—. Podemos perjudicar mucho a la gente, pero también hacer cosas buenas. Prefiero ayudar a la gente con problemas antes que brillar en mi profesión. Bueno, ahora tengo que irme. Hasta luego.
______ agarró la cámara y la pequeña computadora portátil, un aparato maravilloso en el que tomaba las notas de la conferencia de prensa y que le permitía enviar directamente la información a la central de datos del periódico, ahorrándole así la molestia de tomar el teléfono y contárselo todo de viva voz al redactor nocturno.
Pero tuvo la mala fortuna de que el aparato se le estropeara en la reunión del comité, justo antes de la conferencia de prensa del concejal. Como andaba muy apurada de tiempo, tampoco tenía la posibilidad de volver al periódico por otro, así que no le quedaba más remedio que tomar las notas a mano, si es que alguien le prestaba un papel y un bolígrafo, porque daba la casualidad de que no llevaba ninguna de las dos cosas en el bolso.
Con aquellas perspectivas se adentró en el tráfico del centro de la ciudad. Aprovechando la pausa de un embotellamiento, tuvo tiempo para buscar un poco por el coche, y pudo encontrar unos cuantos sobres viejos metidos en la guantera. Como sucedía con frecuencia últimamente, se preguntó si no habría estado Joe en la ciudad y ella no se habría enterado, lo cual era muy posible, ya que en aquellos últimos días se había quedado trabajando hasta tarde. Estaba tan emocionada ante la perspectiva de que Joe la llamara, que había llegado incluso a pensar en la posibilidad de instalar un contestador automático. No obstante, pronto había abandonado la idea, porque sabía que la mayoría de la gente que ella conocía y que podía llamarla, probablemente colgaría al encontrarse con el contestador. Así que se pasaba el tiempo libre sentada junto al teléfono, mirando por la ventana o buscando en el buzón alguna carta con el matasellos de Dakota del Sur.
Cuando se cansaba de esperar inútilmente, se decía a sí misma que aquello era una locura; que Joe le había tomado el pelo y que no tenía ninguna intención de llamarla. Sin embargo, no podía terminar de creer aquello por una razón muy sencilla, y era que Joe no gastaba nunca bromas.
Entre unas cosas y otras, _____ llegó al estacionamiento del ayuntamiento. Antes de marcharse, miró con desolación las abolladuras de los parachoques de su pequeño coche naranja.
—Pobrecito —murmuró fijándose en los impresionantes coches que lo rodeaban—. Pero no te preocupes, algún día de estos tendré dinero suficiente para llevarte a un taller y que te arreglen esos golpes.
Sí, algún día, quizá cuando cumpliera noventa años. Por muy emocionante que fuera, la profesión de periodista no era ni mucho menos la mejor pagada del mundo. Tenía que poner el máximo de sí misma, con perjuicio de sus nervios y a veces hasta de su salud, y ni siquiera recibía un pago por las horas extra que le dedicaba.
Cuando llegó a la sala de reuniones atestada, el concejal Barkley H. James ya estaba hablando con algunas personas. Los miembros de la prensa escrita y los profesionales de otros medios de comunicación habían empezado a acomodarse en los asientos, todos ellos con la expresión impasible y algo aburrida que caracterizaba a los miembros de la profesión. Más que el aburrimiento, su mal era el del cansancio por repetición, porque la mayoría de ellos eran reporteros veteranos que a lo largo de su carrera lo habían visto todo y habían perdido la capacidad de asombrarse ante nada. Se habían vuelto duros porque no les quedaba otro remedio, lo que no quería decir que no pudieran emocionarse. Se emocionaban, sí, pero habían aprendido a disimularlo.
______ ocupó un asiento vacío junto a Roger Dean, corresponsal de una revista semanal de la ciudad. Roger andaba cerca de los cuarenta años y había dejado su trabajo en el periódico, tomándose el semanario como una especie de retiro.
—Hola, Roger, ¿qué tal? —saludó ______ mientras ponía a punto su cámara—. Ayer te vi en la reunión del comité directivo de aprovechamiento de los desechos sólidos, ¿eras tú, verdad?
—Sí. Era un trabajo estúpido, pero alguien tenía que hacerlo —respondió Roger—. ¿Cómo es que siempre te mandan a ti a cubrir esas noticias?
—Siempre que se presenta un trabajo de ese tipo, todos los de la redacción nos encerramos en el cuarto de baño hasta que Harvey elige a una víctima.
—Una vez a mí me tocó cubrir la información de un acto público en el que se anunciaba la apertura de un depósito de basuras en un barrio de la periferia. Aquello fue terrible; la gente tenía pistolas, cuchillos y no hacía más que gritar.
______ sonrió.
—Pues yo ya he sobrevivido a dos como esa. En la primera hubo una pelea terrible, y en la segunda un hombre estuvo a punto de tirar a otro por la ventana. Yo me vi envuelta en el tumulto y recuerdo haber recibido más de un pellizco malintencionado.
En aquel punto su conversación quedó interrumpida porque el concejal empezó a hablar. Comenzó describiendo la situación de su distrito; las elevadas cotas de desempleo y los grados intolerables de pobreza. Según él, los barrios deprimidos como aquel no tenían razón de existir en el siglo veintiuno. Antes que él comenzara a interesarse, el alcalde ya había emprendido un programa de revitalización, que él pensaba seguir a pies juntillas para mejorar las condiciones de aquel barrio azotado por la delincuencia.
Ya se había ocupado de interesar a varias empresas que estaban dispuestas a emprender la reforma de las casas del vecindario. Existían estadísticas que demostraban que la mejora de los barrios bajos se encontraba en relación directa con el descenso de la delincuencia. A continuación lanzó un auténtico bombardeo de datos estadísticos y terminó haciendo un rápido resumen de su plan de acción.
Al término de la rueda de prensa hubo la habitual estampida de periodistas para acaparar los teléfonos y llamar a sus respectivas redacciones, emisoras de radio y televisión con las noticias. Tanta expectación era debida a que la historia del concejal era actualidad desde hacía una semana, y todo el mundo seguía su desarrollo con interés
Después de aguantar empujones y pisotones durante un buen rato, ______ consiguió por fin llegar a un teléfono que funcionara. Telefoneó rápidamente y contó un somero resumen de la conferencia, justo a tiempo para que lo incluyeran en la siguiente edición.
Cuando hubo terminado, se apoyó en la pared, completamente agotada, observando a Roger, quien se acercaba a ella con toda tranquilidad.
—Sí, pero hoy precisamente se le ocurrió descomponerse. Odio las computadoras, casi tanto como a los reporteros de semanarios —murmuró ______—. Ustedes no tienen que salir disparados al teléfono y volver luego a su escritorio para redactar el reportaje ampliado.
—Sí, claro, nosotros llevamos una vida cómoda, sin agitaciones. No sabes cómo te equivocas. Mira, para tu información, te diré que el trabajo de los reporteros de semanarios es mucho más agotador que el de los periódicos. Ustedes no tienen que pegar su artículo, y volverlo a pegar si no cuadra bien, y volverlo a probar, y hacer líneas enteras para que se adapte al formato, y hacer anuncios y contestar el teléfono, y hacer trabajo comercial en la librería de detrás de la imprenta, y vender artículos de oficina y conseguir suscripciones.
—¡Por favor, para ya!
Roger se encogió de hombros.
—Lo único que hacía era recordarte la suerte que tienes. Bueno —añadió guardando el bolígrafo en el bolsillo de la camisa—, me voy. Me alegro mucho de haberte visto, ______.
—Lo mismo digo.
Él la miró con una sonrisa.
—Si te vienes a cenar conmigo, a lo mejor consigo convencerte de que cambies de trabajo y todo. Vamos, ____ te invito a una pizza.
_____ estuvo a punto de aceptar, pues aunque Roger no era ni mucho menos un príncipe encantador, le resultaba muy simpático, y le hubiera agradado desahogarse con él de las frustraciones de su trabajo. Sin embargo, tenía la casa sin recoger desde hacía días, y no podía retrasar más una pequeña limpieza.
—Te lo agradezco, Roger, pero tengo la casa hecha un desastre y hoy ya no me queda más remedio que recogerla un poco. ¿Lo dejamos para otro día?
—Está bien, si me sonríes así, no puedo negarme. Otro día será. Hasta luego, preciosa.
Roger le guiñó un ojo y se alejó, mientras ______ lo contemplaba alejarse pensando cómo una persona en su sano juicio podía haber rechazado la oportunidad de cenar gratis, tal y como estaban las cosas.
______ llegó a su casa completamente agotada; lo único que deseaba era sumergirse en un baño de espuma y dormir. Cuando llegó a la puerta, oyó que el teléfono estaba sonando dentro. Entró corriendo y consiguió tomarlo antes que colgaran.
—¿Dígame?—contestó casi sin aliento—. Si eres tú, Dan Harvey, te advierto que no voy a cubrir ninguna información más por hoy, así que puedes ir buscando a la gente que ande escondida por el cuarto de baño.
—No soy Harvey —le interrumpió una voz profunda y familiar.
_____ sintió que el corazón le daba un vuelco.
—¿Joe? ¿Eres tú?
A ______ casi le parecía escuchar su sonrisa.
—Llevo una hora llamándote. Pensé que salías a las cinco.
______, que tenía un nudo en la garganta, se dejó caer en una silla haciendo un esfuerzo por no temblar demasiado. Habían transcurrido dos semanas desde la boda de Margo, pero a ella le parecía que llevaba años sin verlo.
—Sí, salgo a esa hora, pero hoy tuve que asistir a una conferencia de prensa en el ayuntamiento y el tráfico estaba imposible.
—¿Quieres cenar esta noche conmigo? —le preguntó él a bocajarro, empleando un tono que nunca había utilizado con ella antes.
______ estuvo a punto de morirse al recordar lo poco que había faltado para que se marchara con Roger.
—Ahora son las seis y media —respondió mirando su reloj.
—¿Puedes arreglarte en media hora?
—¡Por supuesto!
Joe se echó a reír.
—Entonces paso a buscarte a las siete.
—Espera un momento. Tú no sabes dónde vivo
—Sí lo sé —respondió él y colgó sin mediar más palabra.
______ tardó diez minutos en ducharse y secarse el pelo, pero la elección del vestido apropiado para la ocasión le, costó un cuarto de hora de profundas reflexiones. Uno le parecía demasiado serio, el otro excesivamente descocado, y el tercero tristemente viejo. El único que podía pasar era su favorito, un vestido negro de seda con un pronunciado escote y falda estrecha que le llegaba por mitad de la rodilla. Resultaba sencillo y a la vez elegante, con el complemento de los zapatos altos de terciopelo negro y la gargantilla dorada. Se dejó el largo pelo negro suelto y no se maquilló demasiado, porque sabía que a Joe no le gustaban las mujeres demasiado sofisticadas.
Llegó puntual; cuando daban las siete, llamó al timbre, y ______ accionó el botón del portero automático con manos temblorosas. Minutos después, le abrió la puerta temblando de pies a cabeza, aunque estaba haciendo todo lo posible por fingir que estaba tranquila.
—Estás muy guapa —le dijo al vería, fijándose en el vestido—. Me alegro de que no hayas pensado que iba a llevarte a comer una hamburguesa.
______ se sonrojó,
—Yo...
—Toma el bolso y vámonos. He reservado mesa para las siete y media.
Ella obedeció sin decir nada, cerró la puerta con llave y lo siguió hasta el ascensor.
—La verdad es que no me avisaste de lo que me debía poner.
______ no iba a admitir que se había vestido de aquella manera sólo para gustarle.
Una vez dentro del ascensor, ______ se sintió observada, y con cierto sobresalto cayó en la cuenta de que era la primera vez que se encontraba a solas con él. Para _____ era una novedad sentirse mirada por él como una mujer, y no como la niña amiga de su sobrina. De pronto todo se le antojaba diferente, y quizá por eso, el corazón le latía alocadamente.
—Te noto nerviosa conmigo... ¿por qué?
______ se encogió de hombros.
—Tú siempre me pones nerviosa... no sé, consigues intimidarme.
—Ya no eres una niña. Hazte a la idea de que esta noche eres mi pareja, no la mejor amiga de Margo. Espero no tener que ponerte el babero cuando nos sentemos a la mesa.
Aquello era pasarse de la raya. En un arranque de orgullo, _____ le advirtió:
—Oye, si prefieres cenar solo...
— Desde luego, como sigas haciéndote la tímida conmigo, me arrepentiré de no haber salido a cenar solo. Para tu información, si hubiera querido la compañía de una jovencita virgen, me habría buscado una.
______ estuvo a punto de gritarle que ella era eso ni más ni menos, pero se contuvo a tiempo porque sabía que semejante confesión sólo serviría para echar a perder la velada de antemano. Se había pasado años soñando con aquella noche y ahora no podía estropearla con una indiscreción.
Así que en lugar de contestarle como hubiera querido, se las arregló para esbozar una sonrisa coqueta y dijo:
—Perdona, es que hoy he tenido un día de mucho trabajo.
Joe aceptó sus disculpas con una simple mirada. Cuando llegaron a la planta baja, la tomó del brazo y la condujo hasta un flamante Mercedes plateado de alquiler.
—Es como el tuyo —comentó _____ al subirse.
En efecto, los Jonas tenían dos coches: un Lincoln negro y un Mercedes plateado exactamente igual que aquel, además del resto de los vehículos del rancho.
—Es que es el mío, _____. Ya sabes que no me gustan nada los aviones, así que me vine en coche.
—Habrás tardado por lo menos un día entero —observó _____.
—He hecho el viaje en dos días, porque me paré en Wisconsin. Tenía que hablar con un granjero de allí.
Resultaba sorprendente que hubiera llegado hasta Chicago sin matarse, sabiendo cómo conducía.
—¿No te han puesto ninguna multa por exceso de velocidad?
—Perdona, ¿cómo dices? —preguntó fríamente.
_____ bajó los ojos, obstinada.
—¿Cuántos coches destrozaste mientras estabas en la universidad?
—Yo no soy un mal conductor —en el momento en que decía aquello, salió a la carretera, sin darse cuenta de que en aquel momento pasaba un vehículo, que tuvo que frenar para no chocar por detrás—. Idiotas —murmuró—. En esta maldita ciudad nadie sabe conducir como es debido. Van como locos. Esta noche he tenido ya cinco amenazas de encontronazo.
_____ no dijo nada, porque estaba demasiado concentrada haciendo grandes esfuerzos para no echarse a reír.
—Está bien, está bien. Pero que quede claro que no fueron tres coches los que dejé inservibles, como todo el mundo dice, sino dos.
Se miraron, sonrientes, y ______ se sonrojó un poco al darse cuenta de que se fijaba en sus labios.
—Dime, ______ ¿con quién me has confundido esta tarde cuando te llamé por teléfono?
— Con el jefe de redacción del periódico. Tengo una habilidad especial para que me den las peores tareas, porque el resto de la gente se escabulle.
— Me dijiste que estuviste en una conferencia de prensa. ¿De quién? —preguntó él sacando un cigarrillo.
______ le contó la historia del concejal, sus planes para la barriada y las reformas que con tanto éxito estaba llevando a cabo el alcalde.
—Las ciudades grandes como ésta cada vez están más deshumanizadas, y siempre es positivo que se intenten soluciones para los barrios más conflictivos. A mí también me alegra porque me gusta Chicago.
Joe la miró con curiosidad, pero no dijo nada. Hubo un silencio, al cabo del cual, ______ dijo:
—Nunca habías querido salir conmigo. De hecho, yo estaba convencida de que me odiabas.
Acababan de llegar al restaurante. Joe detuvo el coche, puso el freno de mano y la miró.
—El odio y el deseo son las dos caras de una misma moneda. Yo no podía seducir a la mejor amiga de mi sobrina.
_____ tuvo la sensación de que el corazón quería salírsele del pecho.
—Yo... no me había dado cuenta.
—Porque yo me he preocupado siempre de disimular —respondió Joe con voz suave, recorriéndola con una mirada intensa—. Mi mayor preocupación era mantener a Margo al margen de esas cosas. Por eso no he llevado nunca mujeres a casa. Tú eras la posibilidad más difícil, de hecho la primera mujer de mi vida que estaba completamente fuera de mi alcance.
_____ lo escuchaba sin dejar de pensar ni un momento en que Joe estaba hablando en términos de deseo y no de amor. Tal y como le había aconsejado su hermano Tom, más le valía andarse con cuidado. Pero era inútil, porque ya no podía hacer nada; Joe se había introducido en su corazón, lo amaba demasiado como para dar marcha atrás.
—Pero ahora Margo se ha casado —añadió él con voz cálida, acariciándole el pelo de una manera que la hizo temblar— y ya no tengo por qué disimular durante más tiempo. Ya tienes casi veinticinco años, eres una mujer independiente y responsable, y vives en la ciudad. Ya no tengo que tratarte como a una niña, ¿verdad, ______?
A _____ no le importaba en absoluto cómo la tratara, y ahí residía el problema. Por una parte hubiera deseado decirle que se equivocaba al juzgarla; hablarle de su niñez y de la severísima educación que había recibido de su padre, pero también temía que al saber la verdad él regresara a Dakota del Sur y no volviera a acercarse a ella. Por eso se mordió la lengua y no le dijo que estaba equivocado.
Joe terminó de fumar su cigarro lentamente, y al inclinarse a apagarlo se acercó mucho a ella, tanto que casi la rozaba. ______ sintió que se perdía en la profundidad de sus ojos, en su olor. Sintió que el corazón le daba un vuelco cuando él posó la mano en su mejilla y comenzó a acariciarla lentamente, pasando los dedos por sus labios.
—No llevas maquillaje —comentó suavemente —. Me gusta. Además, vas vestida como una señora —añadió fijándose en su vestido —. Dime, ¿llevas algo debajo del vestido?
Sonrojándose, _____ apartó la vista, luchando para no mostrarse como la niña inocente que era.
—¿Por qué no entramos a cenar?
Joe se echó a reír.
—Muy bien. Lo haremos a tu manera, si eso es lo que quieres.
______ no sabía a qué se refería con aquella frase, pero prefirió no preguntar, porque era más seguro.
El restaurante estaba prácticamente lleno, pero a ellos les dieron una mesa en el piso superior. El ambiente era tan exquisito, que _____ no pudo evitar sentirse un tanto fuera de lugar, a pesar del elegante vestido que llevaba. Ella habría tenido que ahorrar durante meses para poder permitirse una cena en un sitio como aquel, mientras que todas las mujeres que veía a su alrededor olían a dinero y abundancia.
—No pongas esa cara, mujer —dijo Joe, advirtiendo su turbación —. Al fin y al cabo son personas, como tú y como yo.
_____ se echó a reír, nerviosa.
—Si tú supieras cómo me he criado yo.
—Lo sé. Conozco la casa de tu abuela. Era un viejo edificio Victoriano, pero elegante a su manera.
—Yo pasé mi niñez en Nebraska. En una granja. Mi padre era pobre, y mi madre se fue de casa cuando Tom y yo éramos unos bebés. Después seguimos viviendo con mi padre hasta que murió.
Lo que no dijo es que había muerto de un tumor cerebral que lo hizo enloquecer. Se estremeció imperceptiblemente al evocar tantos recuerdos dolorosos. Después de lo que había pasado con su padre, todavía sentía miedo a la autoridad masculina. Todavía le parecía escuchar los gritos de su padre, y sentía los correazos que le propinaba cada vez que se producía uno de sus frecuentes ataques de ira.
—Yo siempre he sido rico —contestó Joe—. Heredamos el dinero de mi bisabuelo, que hizo su fortuna por el año 1880, cuando los temporales acabaron con más de la mitad del ganado del oeste. El viejo diablo debía tener una habilidad especial para prever el mal tiempo, y se las arregló para trasladar su ganado al este antes que llegara el temporal de nieve. Así hizo su fortuna.
—Pero el dinero trae consigo quebraderos de cabeza —comentó _____, estudiándolo con atención—. Tú, por ejemplo, apenas dispones de tiempo para dedicarlo a ti mismo.
Joe torció la boca.
—¿Tú crees?
_____ bajó la vista, fijándola en el mantel. Por un momento sólo se escuchó la melodía romántica de fondo y el ruido mitigado de las conversaciones a su alrededor.
—Por lo menos durante el día. Cuando Margo y yo éramos pequeñas y yo pasaba temporadas en el rancho, recuerdo que tú siempre estabas ocupado con algo.
—Cuando se tienen negocios entre manos, uno no puede estar con los brazos cruzados, ______. Yo no podría soportar una vida inactiva.
Y era cierto. ______ no podía imaginarse a un hombre de su constitución y fuerza física sentado todo el día detrás de un escritorio.
—Yo tampoco soportaría estar sin hacer nada. Aunque mi trabajo es a veces desagradable, también tiene muchas compensaciones.
—En eso te creo. Trabajas rodeada de hombres, ¿verdad?
Era evidente el doble sentido de su pregunta. Pero _____ no estaba dispuesta a dejarse avasallar, y lo miró directamente, sin vacilar.
—Sí, trabajo con muchos hombres, y no sólo en la redacción del periódico. También conozco policías, miembros de equipos de rescate, políticos... ya sabes. Yo soy como cualquiera de los compañeros.
—Ya lo veo —respondió él con marcada ironía, fijándose en el escote de su vestido.
—Para tu información, cuando voy a trabajar no me pongo vestidos provocativos, ni me dedico a mirar a hombres casados... ¡y si sigues haciendo alusiones veladas sobre lo que sorprendiste en la caseta de baño hace seis años, me iré ahora mismo de aquí!
—Siéntate.
Se lo dijo con tanta frialdad, que ______ se sintió enferma. Casi inconscientemente, quizá intimidada por su manera de mirarla, se sentó, temblando de furia. A su alrededor, la gente se volvía, quizá interesada por lo que debía parecer una pelea de enamorados.
—Sé muy bien lo que pensaste aquel día, y te vuelvo a repetir que estabas equivocado.
—Lo que vi era demasiado evidente para que ahora vengas tú a negármelo. Si en vez de ser tú hubiera encontrado allí a mi sobrina, le habría partido la cara sin dudarlo, aunque ella lo hubiera provocado.
Así era su carácter; luchaba por lo que era suyo como un tigre, pero no por ______, porque de ella pensaba que era una muchachita ligera de cascos que no necesitaba la protección de nadie. Resultaba incluso sorprendente que se inclinara de tal modo a creer siempre lo peor de ella, aun cuando las evidencias apuntaban lo contrario. Después de conocerla durante años, y de ser encantador con ella, en un solo día había cambiado por completo de opinión. La verdad era que ______ nunca había comprendido el porqué.
—Qué afortunada era Margo al tenerte a ti para que la mimaras —murmuró amargamente—. Tom y yo nunca hemos tenido ese problema, desde luego.
—Tu abuela no era pobre —arguyó Joe.
—No me estaba refiriendo al dinero.
Lo que les había faltado a Tom y a ella había sido un poco de amor. La abuela Walker nunca había sido una persona demasiado afectiva, y no había renunciado a nada por ellos; por el contrario, estaba obsesionada con la idea de que a los niños no había que mimarlos demasiado.
En aquel momento se presentó el camarero con las cartas, y _____ estudió la suya sin el menor interés. Aquella conversación había terminado del todo con su apetito.
—¿Qué quieres? —preguntó Joe en tono indiferente.
______ se limitó a responderle con una mirada que no requería palabras adicionales. La reacción de Joe fue romper a reír con todas sus ganas.
—Es cierto eso de que hay miradas que matan... ¿estabas pensando que te gustaría verme a mí incluido en el menú?
—Te odio —replicó ______ con toda su alma—. Ha sido un tremendo error por mi parte acceder a salir contigo. No, no quiero comer nada; me quiero ir. Tú quédate y disfruta de tu cena. Yo voy a tomar un taxi y me voy a casa.
—Como no te sientes ahora mismo, aquí va a haber algo más que palabras. Detesto las escenitas de este tipo.
—Pues qué casualidad, porque hasta esta noche no había tenido que hacer nunca alguna —replicó _____ secamente.
Joe se quedó mirándola, envuelto en un tumulto de sentimientos contradictorios, de los cuales, el más intenso era el deseo. Aquella mujer era la más apetecible que había conocido, y se había pasado años y años haciéndose reproches y tratando de mitigar la pasión que lo consumía cada vez que la tenía cerca. Y ahora que las barreras habían desaparecido, no conseguía hacerse a la idea de que la tenía a su alcance, y se veía sumido en un mar de confusión. Era una mujer deliciosa; en ella se resumían todos sus sueños de seducción y dulzura, y lo peor era que no podía dejar de pensar en cuántos hombres la habrían deseado de la misma forma enloquecida que él, y cuántos la habrían poseído... llegado a ese punto, los celos lo atormentaban y no le dejaban en paz. Sin embargo, no le importaba; estaba dispuesto a tragarse toda la rabia con tal de poseerla una vez, aunque sólo fuera por una noche, el tiempo suficiente para conocer aquel cuerpo suave e insinuante encendido por la pasión. Después la fiebre se apagaría y
se liberaría de su hechizo.
______ no se podía imaginar que Joe había empezado a mirarla como una mujer desde el momento en que la vio besando a aquel muchacho en la piscina, presa de apasionamiento, pero cuando su deseo se manifestó con más brutalidad fue al sorprenderla desnuda en la caseta de baño. La impresión había sido tan fuerte, que estalló.
Joe ni siquiera quería salir con ella aquella noche, pero el deseo había terminado por vencer a la voluntad. Era una fuerza irresistible que no podía detener. Por eso se alegraba en el fondo de que ______ fuera una mujer experimentada en cuestiones sexuales; así no tendría que superar los escrúpulos de seducir a una inocente. Él pensaba, con su mentalidad un tanto anticuada, que el día que le hiciera el amor a una mujer virgen, tendría que casarse con ella.
_____ parecía triste, y él la miraba irritado consigo mismo. El deseo era tan fuerte que ya lo sentía como algo vivo en su cuerpo cuando ni siquiera la había tocado aún. Aquella mujer era una tentación. No importaba que no fuera inocente, porque si hubiera sido virgen, jamás se habría atrevido a ponerle una mano encima.
Joe se recostó en su asiento y paseó la mirada por el escote del vestido.
—Mírame.
Así lo hizo ______, temblorosa de furia. Lo había estropeado todo. Cuando ella habló, tenía la voz trémula.
—No debería haber venido contigo. Roger Dean quería invitarme a una pizza. Debería haber aceptado.
—¿De quién hablas?
—Roger Dean —repitió ______, aprovechándose de su irritación—. Es un reportero de otra revista. Un hombre muy guapo y muy simpático. A él le gusto tal como soy.
Entonces era cierto que había otros hombres. Aquella certeza lo hirió en lo más profundo, despertando un sentimiento que no tenía previsto.
—¿No quisiste salir con él para venir conmigo? —le preguntó, con la sensación de que aquello debía ser una práctica habitual en ella.
—Rechacé su invitación antes que tú llamaras. Siento desilusionarte.
En aquel momento llegó el camarero. Joe pidió para él carne asada con papas y luego se volvió a ______.
—¿Tú qué quieres?
—Cóctel de mariscos y un café.
—Necesitas comer algo más.
—Muchas gracias, pero no quiero nada más.
_____ le devolvió la carta al camarero con una débil sonrisa, y hasta ese momento Joe no se dio cuenta de que parecía muy cansada
—Te he estropeado la noche, ¿verdad? —le preguntó mientras encendía un cigarrillo, mirándola inquisitivamente.
—Cuando llamaste acababa de llegar a casa y después tuve que arreglarme a toda velocidad. He revuelto todo el armario buscando un vestido lo suficiente bonito como para que te gustara a ti. Me sentía... emocionada ante la perspectiva de salir contigo una noche, después de todos estos años en los que he creído que lo único que sentías por mí era repulsión. No podía imaginarme que quisieras salir conmigo. Así que este desastre ha sido culpa mía —añadió bajando los ojos— he venido yo porque he querido, y no debería haberlo hecho.
Joe la miró atónito, porque lo último que a él se le habría ocurrido era que _____ pudiera querer salir con él. Alguna vez había pensado que era posible que sintiera algo de la atracción física que a él lo empujaba, pero nunca nada más. A pesar de su aspecto de mujer moderna, ______ era muy reservada y misteriosa, y costaba trabajo adivinar sus sentimientos.
—Podríamos hacer una tregua, aunque sólo sea por una vez.
Por primera vez en su vida, Joe no se sentía al mando de la situación con una mujer, y era culpa de ______, que se las arreglaba para hacerle creer todo lo que decía... o lo intentaba, porque él no se iba a fiar de su supuesta sinceridad.
Vencida por su sonrisa, _____ contestó:
— Está bien, podemos intentar una tregua, si quieres.
Joe le tomó la mano y la levantó un momento para mirarla. Era una mano pequeña, fina, sin anillos y con las uñas cortas y redondeadas, sin pintar. Pero lo más desconcertante era que al tocarla perdía el aliento.
Cuando sintió que la empezaba a acariciar, ______ lo miró a los ojos, y al cabo de unos segundos las caricias y las miradas habían hecho desaparecer todo lo que les rodeaba.
Al cabo de un momento, la mirada de Joe se hizo dura, y sus dedos se cerraron en torno a su mano con fuerza.
—______ —susurró, al tiempo que entrelazaba los dedos de ambos, en un gesto que resultaba tan íntimo como un beso.
______ se sentía intimidada tanto por su mirada como por aquella caricia insinuante. Era una sensación nueva para ella que hizo que su respiración se acelerara y que su cuerpo reaccionara de manera imprevista, como si antes hubiese estado dormido.
—Años —agregó Joe—. He esperado años a que llegara esta noche, ______.
Intuyendo lo que insinuaba, ______ estuvo a punto de confesarle un montón de cosas, pero se contuvo. No podía echar a perder en un momento algo que podía ser maravilloso. Sí, ella también había esperado durante años aquella noche, y ahora todos sus sueños dorados parecían a punto de cumplirse. De lo que no estaba segura era de si los sueños de Joe se corresponderían con los suyos. ¿Habrían esperado ambos por la misma razón?.



Última edición por Agus_98 el Mar 20 Nov 2012, 9:42 pm, editado 1 vez
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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por aranzhitha Lun 19 Nov 2012, 9:14 pm

awww Joseph que malo eres!
Piensas lo peor de la rayiz siempre!!!
Siguela!!
aranzhitha
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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por chelis Lun 19 Nov 2012, 10:08 pm

ESE JOEE SE DARA DE TOPES CONTRA LA PARED AL ENTERARSE DE LA VERDAD!!!!.. Y SE LO TENDRA MERECIDOO!!! COMO PUEDE JUSGAR A LAS MUJERES POR LO QUE HIZO SU MA!!!!!..
ADEMAS ___!!! ES SINCERA Y EL LA CONOCE DESDE PEQUE!!!!
AAII SIGUELA PORFIISS
chelis
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Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada- - Página 2 Empty Re: Traicionados por El Amor (Joe y tu) -Terminada-

Mensaje por Invitado Mar 20 Nov 2012, 9:43 pm

Capitulo Cuatro



En aquel momento llegó el camarero, y el encanto quedó roto. _____ comió mecánicamente, porque su mente estaba puesta en los sentimientos maravillosos que le producía la presencia de Joe. A partir de entonces la conversación se centró en temas sin trascendencia, pero a pesar de todo, _____ hubiera podido jurar que Joe se encontraba tan excitado físicamente como ella; lo adivinaba por sus ojos, que apenas se apartaban de ella ni un momento.
Cuando hubo terminado su plato, encendió su cigarrillo y le preguntó:
—¿Qué quieres de postre?
—No quiero nada, gracias. No me gustan los dulces.
—A mí tampoco, pero tengo una excepción de oro; el pastel de manzana. Janet, nuestra criada, hace uno de vez en cuando, si mi padre se lo pide.
—Tu padre es un hombre muy agradable —observó ______.
—Agradable. Esa es la palabra. A mí nadie me ha acusado nunca de ser agradable.
—Cada uno es como es, Joe.
—Ya, y si no llega a ser por mi temperamento fuerte, habríamos perdido Warlace hace doce años. También hay cualidades como el sentido común. Mi padre se gastaba el capital más deprisa de lo que tardaba en ganarlo con el rancho. Últimamente, los ranchos han pasado una mala época, y muchos propietarios se han arruinado.
—Tú nunca te arruinarás —murmuró ______.
—Yo no soy Superman. Y debo admitir que también he cometido muchos errores. Pero cuando se trata de negocios, o se es duro, o no se llega a ninguna parte. Mi padre debería haber sido inventor. Se pasaba el día metido en su taller y no se preocupaba de renovar el ganado.
______ lo miró a los ojos y por fin se atrevió a hacerle la pregunta que le rondaba.
—Tu madre no era una mujer soñadora, ¿verdad?
Joe se quedó mirando al vacío un momento, y luego empezó a hablar.
—Yo la odiaba —dijo en voz muy baja, casi un susurro—. Desde que fui lo suficiente mayor como para comprender todo lo que le estaba haciendo a mi padre, la odié con todas mis fuerzas. No era más que una fulana oportunista. Cuando ya se había casado con aquel petrolero de Texas me invitó a pasar con ella unos días, y resultó muy cómico verla intentando justificarse.
—Ni siquiera te molestaste en escucharla, ¿verdad? —preguntó ______ con tristeza.
Su mirada se volvió fría.
—Tú no puedes hacerte una idea de lo que fue mi niñez.
Claro que sé lo podía imaginar; con aquel orgullo suyo debió de ser un verdadero infierno.
—Terminaste por salirte del colegio, ¿verdad?
—Mi padre se cansó de que el director lo llamara a su despacho dos veces por semana. Siempre me estaba metiendo en peleas.
—Mi padre decía que mi madre era como la tuya —dijo ______, con voz vacilante—. De todas formas, yo no puedo hablar, porque no llegué a conocerla. Luego mi padre perdió la cabeza por culpa de una enfermedad, y le dio por obsesionarse conmigo; decía que tenía que evitar a toda costa que yo fuera como ella.
Joe estuvo a punto de hacer un comentario sarcástico, pero se contuvo a tiempo. Le maravillaba que tuviera la desfachatez de hablarle así cuando en realidad debía ser como ella. A pesar de la amargura de su gesto no podía creer lo que le intentaba hacer creer. No podía confiar en ella.
—Mi padre y yo siempre procuramos que Margo no viera nada malo a su alrededor, sin hacérselo notar.
Apagó su cigarrillo con un gesto brusco. No quería saber nada acerca de la infancia de ______ ya sabía lo suficiente de ella. El deseo seguía atormentándolo, cada vez con mayor intensidad.
—¿Quieres que nos vayamos ya?
—Sí.
______ lo miró pagar con expresión ausente. Como era de esperar, Joe se había aburrido de ella antes de lo previsto y ahora la llevaría a casa y él volvería a Dakota del Sur. Pasarían meses enteros hasta que lo volviera a ver, o quizá no volvería a verlo nunca, a juzgar por su actitud, que se había vuelto más fría.
Salieron al exterior, donde los envolvieron las luces de neón y el estrépito del tráfico.
—Yo nunca podría acostumbrarme a vivir en la ciudad —observó Joe cuando estuvieron en el coche—. A mi me gustan los espacios abiertos.
—Al principio, cuando vine aquí, yo no conseguía dormir por las noches —comentó ______ con una sonrisa—. Me despertaban constantemente los ruidos de las sirenas y las bocinas, que no se parecen en nada al maullido de los gatos y a los mugidos del ganado.
—Sí.
______ lo miró mientras maniobraba para salir del estacionamiento, y se dijo que no había ningún motivo para negarse aquel placer sabiendo que probablemente no volvería a verlo a solas. Joe se detuvo en un semáforo y la miró fugazmente.
—¿Se puede saber por qué me estás mirando así?
______ le miró con expresión soñadora. Joe entonces le tomó una mano y no dejó de acariciarsela hasta que llegaron a su casa.
Cuando estuvieron frente a los apartamentos, ______ estaba al borde del ataque de nervios, sumida en una incertidumbre absoluta. Joe detuvo el coche, le soltó la mano y se volvió a mirarla lentamente. Mientras tanto ella le contemplaba el rostro, apenas iluminado por las luces de los faroles, y él hacía un esfuerzo para que el deseo que lo devoraba no le hiciera perder el control.
______ sintió que su orgullo se desvanecía, dominado por la magnitud de su amor. ¿De qué le iba a servir el orgullo después, cuando él se hubiera marchado y volviera a estar sola?
Sus manos trémulas buscaron las de él.
—Joe, por favor, bésame. Aunque sólo sea una vez...
Aquella petición terminó de volverlo loco. Joe la abrazó con demasiada brusquedad quizá, pero es que le ardía el cuerpo. Le hizo volver la cara hacia él, sintiéndose más hombre y más poderoso que nunca, y clavó la vista en sus ojos anhelantes.
—Abre la boca y apoyala en la mía, ______ —le dijo casi en tono de mando.
Sus manos en las mejillas la quemaban. Aquel era el sueño de su vida, llegar a besarlo algún día.
______ cerró los ojos ya cuajados de lágrimas e hizo tal y como él le decía. Sintió el contacto de sus labios y se estremeció, casi temiendo que no podría expresar todo lo que en aquel momento estaba sintiendo por él.
—Joe —susurró deslizando las manos por su pecho, por debajo de su chaqueta.
Sentía en la palma de la mano, y bajo la camisa, sus músculos tensos y el vello. En aquel momento, Joe la hizo apoyar la cabeza en su hombro e introdujo la lengua entre sus labios entreabiertos, delicadamente al principio, hasta que tomó posesión completa de ella y el beso se hizo íntimo, profundo, tan placentero que resultaba devastador.
______ seguía acariciándole el pecho por encima de la camisa, hasta que sintió la mano de Joe, impaciente, que comenzaba a desabrochar los botones. Después le llevó la mano allí donde había abierto la camisa y la movió lentamente, enseñándole cómo le gustaba que lo acariciara.
La pasión creció bruscamente, como una tormenta. Los movimientos suaves y pausados de Joe se volvieron de pronto casi violentos; la hizo recostarse sobre el asiento y la besó con todas sus fuerzas. ______ se entregó sin resistencia, cediendo a aquel ardor que se correspondía con lo mejor de sus sueños. Comenzó a gemir débilmente, sin darse cuenta de que Joe estaba llegando a límites de excitación incontenibles.
Por fin él se apartó, con la respiración entrecortada y el corazón palpitante.
—No podemos quedarnos aquí toda la noche haciendo esto. ¿Vamos a tu apartamento o a mi habitación del hotel? ¿O quieres que me vaya solo?
Debía haberle indicado aquello último. También debería haberle dicho que ella era virgen y que él no tenía ningún derecho a pedirle aquello después de tratarla como lo había hecho. Pero también era posible que él no se diera cuenta de nada, y, además, después de haberse pasado toda la vida sola, ¿no se merecía un poco de luz entre tanta oscuridad? Un solo recuerdo alegre... Aunque sólo fuera por amarlo tanto, tenía aquel derecho.
—No... te vayas a casa —susurró.
Joe la miró a los ojos con una sensación de triunfo, mientras se esforzaba por no pensar cuántas veces se habría entregado a otros hombres con tanta facilidad.
Subieron al apartamento en silencio. ______ empezó a sentirse violenta, y la tensión aumentó cuando abrió la puerta del apartamento y lo hizo entrar. Una vez dentro, se volvió con la intención de decirle que no estaba segura, para explicarle lo que tenía que saber de su pasado. Pero él no la dejó decir nada, la retuvo contra la puerta y comenzó a besarla con infinita suavidad.
El apartamento estaba a oscuras, y afuera, el barullo del tráfico y las sirenas quedaba amortiguado por el acelerado ritmo de las respiraciones entremezcladas. ______ sintió que Joe ponía las manos en sus caderas, y acto seguido su cuerpo la oprimía con todo su peso contra la puerta. Sentía en la espalda el frío pomo de la puerta. Su propio cuerpo reaccionaba de una manera extraña; sin darse cuenta estaba arqueando la espalda, oprimiendo las caderas contra las de él, estimulando su ardor.
Joe le acariciaba los muslos con movimientos ascendentes, arrastrando con la mano su falda, mientras seguía besándola con una ternura enloquecedora. Entonces Joe la hizo moverse un poco, y enseguida sintió sus manos desatando los tirantes que sujetaban el talle de su vestido. Lo miró con los ojos muy abiertos, asustada, lo cual extrañó a Joe, que sabía de sobra que no era el primer hombre que hacía aquello con ella. Sin embargo, no cabía duda de que ______ lo deseaba con todas sus fuerzas, y eso lo complacía.
Cuando había terminado de desatar los tirantes y estaba a punto de dejar al descubierto sus pechos llenos y suaves, ______ cedió a un reflejo instintivo y lo sujetó por las muñecas.
—No finjas, ______ —le dijo él suavemente—. Ya te he dicho antes que no quiero que conmigo te hagas la inocente.
Aquello equivalía a decir que si se enteraba de que en efecto era inocente saldría inmediatamente por la puerta y perdería todo interés. ______ se mordió los labios desesperada. ¿Qué iba a ocurrir cuando estuvieran en la cama? ¿Se daría cuenta? Quizá se pusiera furioso.
—Deja de mirarme de esa manera, y en vez de morderte los labios, muerdemelos a mí.
Joe recorrió su rostro con besos menudos y suaves. Mientras tanto, iba deslizando su vestido hacia abajo, y acariciaba suavemente la parte superior de sus pechos.
—Relájate —susurró al sentirla temblar bajo sus manos—. La noche es larga, no tenemos ninguna prisa.
No era cierto; el miedo a que descubriera la verdad hacía que ______ deseara que todo sucediera muy a prisa, lo más rápido. Ella lo amaba y quería ofrecerle una noche que ya no pudiera olvidar jamás.
Aunque no tenía experiencia, ______ era una devoradora de libros, y había aprendido mucho acerca de los hombres en sus novelas de amor. Así que sin pensarlo más llevó las manos hasta su camisa y comenzó a acariciarle el pecho, enredando los dedos en su vello. Mientras tanto, hacía oscilar sus caderas levemente, rozando sus muslos.
Joe se estremeció, y las caricias de su boca se hicieron bruscas. Dejó de insinuar caricias en sus senos y los frotó con energía, deslizando la palma de la mano contra sus pezones erguidos, asiéndolos entre los dedos.
______ lo sintió estremecerse y se dio cuenta de que estaba tan excitado que había perdido el control; lo notaba en la pasión exaltada con que había empezado a acariciarla. Comenzó a moverse, introduciendo la rodilla entre sus muslos. Después con un movimiento impaciente, la desnudó hasta la cintura, y apretó el cuerpo contra el suyo, casi haciéndole daño en los pechos desnudos.
Le ardía todo el cuerpo. Joe la acariciaba como nunca hubiera soñado que un hombre pudiera hacerlo. De alguna manera se las arregló para desnudarla a ella y a él mismo mientras seguían allí de píe. El deseo le creaba tanta tensión, que fue un alivio para ______ sentir su piel desnuda contra la suya por fin, sin ninguna barrera.
Sin abandonar la presión insistente de su boca, Joe la levantó en brazos y la llevó al dormitorio. A partir de entonces las cosas se sucedieron con una rapidez vertiginosa; un segundo después estaba sobre ella, recorriendo centímetro a centímetro su piel con su boca caliente y húmeda, como si quisiera devorarla. Cuando por fin la colocó con una intención clara de pasar adelante, ______ empezó a temblar de pies a cabeza, aunque el deseo podía con el miedo.
—Joe —gimió con los ojos húmedos de lágrimas.
—No digas nada —susurró él.
Diciendo aquello, la agarró de las manos y se colocó sobre ella.
—Ten... cuidado —le dijo a duras penas, pues los nervios no la dejaban ni hablar.
—No voy a hacerte daño. Relájate.
Apenas había tenido tiempo para darse cuenta de lo que le estaba diciendo cuando Joe ya había penetrado en su cuerpo. Se miraban a los ojos. Sintiéndola tensa, Joe la acarició suavemente entre los muslos, para apaciguarla. Pero ______ sufrió un violento estremecimiento; aquello no eran nervios, ni tensión, sino dolor, simple y llanamente. Entonces Joe se inclinó sobre ella y comenzó a moverse en su interior mordiéndole los labios con ansiedad.
Ella intentó apartarlo de sí poniéndole ambas manos contra su pecho, pero ya era demasiado tarde; él pensó que sus movimientos bruscos y repentinos eran la señal de que ella alcanzaba el orgasmo, en vez de que se debatía desesperadamente, como lo estaba haciendo. Aquella reacción de ______ lo puso al borde de la culminación al empezar por primera vez en su vida. Las lágrimas quemaban los ojos de ______ pero él no las veía. Sin preocuparse más, Joe se dejó llevar por las riendas de su propio placer, hasta alcanzar un frenesí de pasión que explotó como una terrible tormenta en el interior de su cuerpo. Al terminar, lanzó un prolongado grito de angustia y satisfacción.
Se apartó en el momento último, tan tarde que no podía estar seguro de si había conseguido su objetivo de protegerla, ya que ella le había insinuado que no había puesto ningún medio por su cuenta. Pero en aquel momento no podía pensar en nada; tan sólo quería gozar de su piel sedosa, del olor de ella, tan exhausto de placer que no le hubiera importado morir.
Mucho tiempo después, el rumor de unos sollozos lo sacó de su placentero estado. Levantó la cabeza y vio el rostro blanco como la cera de______, bañado en lágrimas.
—¿Te he hecho daño? —susurró en un hilo de voz.
______ le empujó para librarse de su peso.
—Por favor...
Su expresión lo decía todo. Joe se echó a un lado, pensando que aquella no era la reacción de una mujer que acababa de satisfacer sus deseos.
—Espera —gritó al ver que se levantaba dirigiéndose al cuarto de baño—. Por el amor de Dios, vuelve aquí y cuéntame qué te pasa. Deja que te compense, ya verás.
—¿Compensarme? —repitió ______ con repugnancia—. Prefiero morirme antes que vuelvas a hacerme eso. ¡Dios mío, ha sido horrible!
______ corrió al cuarto de baño y se encerró con llave, sintiéndose enferma de asco por lo que acababa de ocurrir. Al principio había sentido un dolor intenso, pero luego, paulatinamente, Joe le había proporcionado un placer que ahora quería olvidar. Sí, había sentido oleadas de placer en su vientre, que crecían y crecían, empujándola a arañarlo, a morderlo, a besarlo hasta la saciedad. Pero cuando el placer acababa de empezar, Joe había terminado con ella, y era la frustración lo que había hecho que se encolerizara y enfermara de angustia. Así que aquello era el sexo; un vislumbre de placer para las mujeres y la satisfacción absoluta para los hombres. Resultaba una experiencia horrible tocar por un momento el cielo con las manos para después caer en tierra con una sensación insufrible de insatisfacción. ¿Y ahora quería volver a hacerlo, sólo para disfrutar él una vez más? Se sentía demasiado frustrada como para pensar en ello tranquilamente y alcanzar a comprenderlo. No podía más, y rompió a llorar.
En la habitación contigua, Joe había empezado a vestirse con movimientos fríos. A él también le tocaba ahora su dosis de frustración. Le habían dicho muchas cosas sobre su manera de hacer el amor las mujeres a las que había conocido, pero nunca que fuera horrible. Lo que más le dolía era saber que en efecto había perdido el control, que no había podido contenerse y que ella lo sabía. Si _____ hubiera querido, podría haberla compensado; pero al sólo ver su expresión se había dado cuenta de que no había nada que hacer. La había decepcionado irremediablemente. Le había resultado desagradable. Pero, ¿cómo era posible que no se diera cuenta de que era ella quien le había llevado hasta aquellos extremos intolerables de excitación? ¿Para qué lo empujaba hasta hacerlo perder el control si después iba a quejarse de no quedar satisfecha? La única conclusión posible era que todo había sido culpa suya. O quizá era un juego que acostumbraba a jugar con todos los hombres, para ocultar su frigidez. Sin embargo, ella se
Había mostrado muy apasionada al principio. Entonces, ¿qué podía haber fallado?
Mientras terminaba de vestirse, cuanto más pensaba y le daba vueltas a lo que _____ le había dicho, más se enfadaba. ¿Así que había sido horrible? Pues bien, no tenía por qué preocuparse, porque no pensaba volver a molestarla más en ese aspecto. En su vida se había sentido más ridículo, y lo peor era que no dejaba de oír los gemidos ahogados de ______, procedentes del cuarto de baño, lo que terminaba por colmar su confusión.
—Ábreme la puerta o te juro que la echo abajo ahora mismo.
______ se envolvió en una toalla y abrió una rendija. Incapaz de mirarlo a los ojos, permaneció en silencio.
—Por los servicios prestados —dijo él dejando un billete de cien dólares en el lavabo—. Quizá así te sentirás compensada después de haberla pasado tan mal.
Dicho aquello se marchó cerrando de un portazo, dejando a ______ hecha un mar de lágrimas, que eran de decepción y de rabia.
No se le ocurrió pensar que aquel último gesto despectivo estaba provocado por la rabia y el sentimiento de culpabilidad al no haberse sabido controlar a tiempo. Como era natural en una mujer sin experiencia, como ella, cometió el error de tomárselo al pie de la letra. Después de tanto años de amarlo y desearlo, su historia terminaba de aquella manera. Joe tan sólo había pretendido disfrutar de su cuerpo, y con la urgencia, ni siquiera había reparado en que ella era virgen. La había utilizado y después se marchaba sin decirle siquiera una palabra amable.
______ tomó un baño, obsesionada por quitarse su olor del cuerpo, y después echó las sábanas en la lavadora y se dispuso a dormir en el sofá. Mientras se dejaba llevar por las lágrimas, pensaba que nunca más podría volver a dormir en su cama.
A la mañana siguiente, al despertar, le vino a la memoria de golpe lo ocurrido la noche anterior. Como le decía su padre, ya era una mujer perdida. Probablemente Joe pensaría lo mismo. Mientras se vestía para ir al trabajo pensó que le aguardaban días de incertidumbre, porque a pesar de las precauciones que él había tomado en el último momento, no estaba del todo descartada la posibilidad de que hubiera quedado embarazada.
Por muy extraño que pareciera, la idea de tener un hijo de Joe no le disgustaba en absoluto, a pesar de lo que le había hecho. Debía ser muy agradable tener una criatura pequeña y suave a la que cuidar. Sí, sería agradable tener a alguien que le perteneciera por completo. La otra cara de la moneda era que si por casualidad se quedaba embarazada de verdad, iba a resultar imposible mantener el secreto para que no se enteraran Margo y Tom, e incluso Joe. A él no podría ocultárselo, porque, aun después de lo ocurrido, Joe continuaría en contacto con Tom. Así que si quedaba embarazada, él se enteraría, y eso sería el fin.
______ no tenía ninguna intención de casarse con él por culpa de un bebé. Antes de eso, estaba dispuesta a cualquier cosa, aunque tuviera que salir del país.
Se le ocurrió mirar el reloj. ¡Las ocho! Llegaría tarde al trabajo. Llegó a la redacción justo a tiempo para que la enviaran a cubrir la información de un incendio. Afortunadamente, era de pequeñas proporciones, y no había habido desgracias personales. Para ella incluso resultó un alivio olvidarse de sus preocupaciones mientras duró el tumulto.
Cuando regresó a la oficina, fue directamente al despacho de su jefe y le preguntó si había alguna vacante en la sección de sucesos y casos policiales.
—Sí —le respondió Morgan Winthrop—. Pero, ¿tú crees que te va a gustar un trabajo de ese tipo, _____? Es muy duro, te advierto
—Déjame intentarlo, por favor— Hubo un momento de vacilación, y por fin cedió —De acuerdo. El trabajo es tuyo.
______ se puso tan contenta que hubiera querido darle un beso. Aquello significaba que iba a tener algo en que ocupar su mente, algo que la distrajera de los recuerdos que amenazaban con destruirla. Y aunque sabía que al final no le iba a quedar más remedio que enfrentarse con la tristeza y el abatimiento que Joe había sembrado en su vida, prefería retrasarlo lo más posible.
Tom la llamó un día de la semana siguiente, pero ______ no le contó nada acerca de su desastrosa cita con Joe ni del nuevo trabajo que se había buscado. Él estaba muy ocupado con una nueva campaña para la agencia de publicidad y pasaría una semana fuera de la ciudad, así que tenía la intención de aprovechar el viaje para pasar un par de días con ella. _______ se mostró entusiasmada, aunque secretamente se alegraba de que la visita de su hermano tuviera lugar bastantes días después, pues así, cuando lo viera, ya le habría dado tiempo de asimilar un poco más el disgusto.
En los días siguientes se concentró de lleno en su trabajo. Trabajaba con Bud Schuman, el compañero que solía contarle historias del viejo Chicago. Bud aparentaba sesenta años, pero _____ nunca se atrevía a preguntarle la edad porque podría muy bien tener noventa. Bud tenía una radio con la que podía acceder a ciertas frecuencias prohibidas y sólo utilizadas por la policía.
—No es que no sea honrado —le decía Bud—. Es una cosa de carácter psíquico, o por lo menos eso es lo que le digo a la policía cuando me preguntan cómo he averiguado algún secreto. Eso es otra cosa que debes aprender, querida; nunca les preguntes si está pasando algo. Lo que tienes que preguntar es si ha ocurrido algo determinado y si han hecho ya algún arresto. Siempre puedes echar un vistazo a sus informes si necesitas saber algo.
Resultaba toda una experiencia trabajar con un reportero veterano. Parecía conocer a todo el mundo en la comisaría, en el centro de protección civil, en el personal de conductores de ambulancias, por no hablar de las secretarias. Él la enseñó a obtener información con métodos insospechados y a desentrañar noticias poco claras.
Tal y como le había advertido Morgan Winthrop, el trabajo podía ser muy duro a veces, porque había gran cantidad de asesinatos, suicidios e historias de tráfico de drogas, así como accidentes laborales y personas quemadas en los incendios, ahogados, niños violados y alguno que otro tiroteo. A veces, su actividad llegaba a ser peligrosa, pero todo ello le dejaba a ______ poco tiempo para pensar, y eso era lo que buscaba.
Los peores momentos llegaban por la noche, cuando después de la jornada se encontraba sola en su apartamento. Incluso había llegado a aceptar una cita con Roger Dean para escapar al fantasma que la perseguía en sus horas de soledad, y había resultado un pequeño desastre. Roger y ella no tenían nada en común aparte de su profesión, y aunque gracias a esto último tenían tema de conversación para rato, sus puntos de vista acerca de la vida eran completamente opuestos. Lo más desesperante fue que ______ empezó a pensar en Joe mientras estaba con Roger.
Se preguntaba si Joe pensaría tanto como ella en la noche que habían pasado juntos, o si le preocupaba su reacción. Seguramente debía sentirse bastante herido en su orgullo después de que ella lo calificara de horrible, sobre todo teniendo en cuenta que él no sabía a qué se refería ella. Pero su actuación antes de marcharse había sido deplorable, mucho peor que la suya. ______ todavía conservaba el dinero que le había dejado como un recuerdo para no olvidar nunca el tipo de hombre que era.
El único motivo que tenía para alegrarse era que por fin sabía con seguridad que no había quedado embarazada. Una semana después supo que no tenía nada que temer al respecto, pero no obstante, el sentimiento de culpabilidad seguía atenazándola.
El día que Tom llegó, ella había estado trabajando en un asesinato que tenía ciertas implicaciones con el terrorismo. Un grupo radical había asesinado a una familia completa, y _______ se preguntaba si alguna vez en su vida podría olvidar lo que había visto en aquella casa. En situaciones como aquella era cuando descubría la cara negra de su trabajo. Una cosa era ver los crímenes ya resueltos, pero otra bien distinta era mirar cara a cara los resultados del crimen.
—Pareces muy cansada, hermanita —le comentó su hermano mientras cenaban en su apartamento—. ¿Has tenido un día muy duro?
—Más de lo que te imaginas —contestó ella con un suspiro—. Me he buscado un nuevo trabajo dentro del periódico que creo que está acabando conmigo.
—¿En qué sección te has metido?
—En la de sucesos. Hoy hemos tenido una auténtica masacre.
Tom dejó el tenedor en el plato y la miró con cierta preocupación.
—Ese no es un trabajo para ti. Pero dime, ______, ¿te encuentras bien? A ti te pasa algo.
______ hubiera querido decírselo, confiarse a él como cuando eran pequeños, pero aquello era demasiado íntimo, demasiado personal para contárselo, aunque él fuera su hermano.
Bajó la vista y se pasó la mano por el pelo. Hacía poco que se lo había cortado de una manera que le daba un aire muy sofisticado. En realidad lo hizo en un intento más por borrar los recuerdos, por romper con el pasado. Así parecía más madura, no sólo por el aspecto exterior, sino también por la expresión de sus ojos.
—No me pasa nada —dijo.
—¿Tienes algún problema?
______ se mordió los labios.
—No.
—No me refiero a problemas amorosos —dijo él con una sonrisa—. Ya sé que tú no eres el prototipo de mujer liberada, y nunca te acostarías con un hombre sin estar casada.
Pero, ¿qué se proponía su hermano diciéndole eso?
—Bueno, Tom, la verdad es que...
En aquel momento sonó el teléfono, y ______ se levantó a contestarlo con cierto sobresalto. Cada vez que sonaba, sobre todo a aquellas horas, esperaba y temía que fuese Joe. Pero por supuesto, nunca era él, y nunca lo sería.
—¿Dígame?
—Hola, soy Bud. Acabo de caerme por la escalera y me he torcido el maldito tobillo, así que no puedo dar ni un paso. La policía acaba de acorralar al comando que asesinó a la familia —a continuación le dio la dirección que ella escribió a toda prisa en un papel—. ¿Tienes la cámara a mano? Puede ser que Harvey envíe a algún fotógrafo, pero esta tarde, cuando salí de la redacción, no quedaba nadie por allí, así que ya puedes ir poniéndote en camino para allá, chica, porque tienes la oportunidad de conseguir una exclusiva.
—¡ahora mismo voy! —respondió ______.
______ colgó con los ojos brillantes de emoción, tomó su cámara y comprobó rápidamente si el flash funcionaba y si tenía película.
—Tengo que salir un momento —le dijo a Tom, que la miraba con curiosidad—. La policía acaba de descubrir al comando que mató a la familia de la que te hablaba antes. Volveré en cuanto pueda.
—Esto no me gusta nada —dijo Tom—. Antes que te vayas quiero que sepas una cosa; la verdad es que no he venido casualmente. Fue Joe quien me pidió por favor que viniera.
______ lo miró, palideciendo.
—¿Joe? —susurró.
—¿Qué diablos ha pasado entre ustedes? Me contó un montón de incoherencias, no sé qué de que había tomado una decisión y que necesitaba hablar contigo, pero que no podía venir él personalmente porque estaba seguro de que no le ibas a abrir la puerta.
—¿Que Joe quería venir aquí? —preguntó ______ con un escalofrío.
—Sí, y de hecho va a venir esta noche. Por eso me he presentado yo antes, para...
—Me tengo que ir —lo interrumpió ______ con voz trémula, tomando la cámara—. Volveré en cuanto pueda.
—¿No podrías pedirle a otra persona que hiciera ese trabajo?
—No. Hasta luego, Tom.
Le dirigió una última mirada triste desde la puerta, y después desapareció.
No habían pasado ni quince minutos cuando llegó Joe. Tom lo hizo entrar en el apartamento. Estaba loco de preocupación por su hermana. Joe, por su parte, tampoco tenía muy buen aspecto.
—Ella no está aquí —le dijo Tom—. Hay un despliegue policial no sé dónde y se ha ido para allá con la cámara.
Joe lo miró con el ceño fruncido.
—¿Pero no estaba en la sección política? ¿Qué hace ella en una operación policial?
—Eso es lo que yo quería saber, pero no ha querido decírmelo.
Joe se dirigió con pasos lentos hacia la ventana.
—Ya me figuro que no querría decírtelo.
—Ya sé que no es asunto mío —empezó a decir Tom con cierta impaciencia—, pero creo que debo decirte una cosa acerca de mi hermana. No creo que vayas a tener la cara dura de intentar seducirla, pero conviene que sepas ciertas cosas por si acaso te pasa por la cabeza semejante idea. Así que te lo voy a contar. Verás, mi padre era pastor laico de la iglesia.
Joe palideció.
—¿Sí?
—Tenía un tumor cerebral. Nuestra madre nos abandonó cuando éramos pequeños porque tuvo la desgracia de enamorarse de otro hombre. No hubo ningún juego sucio. Ella se divorció para poder casarse con el otro, y mi padre, debido a su filiación religiosa consiguió nuestra custodia en los tribunales. Por supuesto, el juez no se dio cuenta de que por entonces ya estaba completamente loco.
Joe lo miraba de hito en hito. Mientras tanto, Tom se levantó y comenzó a pasearse de un lado a otro mientras seguía hablando.
—Durante los años que vivimos con él nos martilleó con moralidad hasta infundirnos un miedo visceral a todo lo que tuviera que ver con el sexo. Para él el sexo era algo malo, lo peor. Como ya te he dicho, por entonces ya había perdido del todo la capacidad de razonar. Él amaba a nuestra madre, y ella lo había traicionado y, por supuesto, aquello agravó su enfermedad. Al final, un día en que ______ sonrió a un chico en el supermercado, se quitó la correa allí mismo y comenzó a golpearla en público, con todas sus fuerzas. Hizo falta la intervención de tres hombres para detenerlo. Cuando se lo llevaban, sufrió un ataque de convulsiones, y murió allí mismo.
Joe se dejó caer en una silla, completamente derrotado. Tom se acercó a él y lo miró a los ojos.
—Esto debería habértelo dicho ______, pero como sé que ella no lo va a hacer, te lo digo yo, por si acaso te pasa por la imaginación la idea de seducirla. Ella está tan enamorada de ti que es capaz de acceder, y no sé cuáles serían las consecuencias, porque yo creo que todavía no se ha recuperado del trauma de la infancia.
Joe estaba blanco como la cera.
—¿______... enamorada de mí?
—¿No me digas que no lo sabías? Pues con toda sinceridad te digo que todo el mundo lo sabe. En la vida de ______ no ha habido otro hombre más que tú. Tiene fotografías tuyas que le quitaba a Margo, escondidas por todo el apartamento. Seguro que aquí mismo tiene una —agregó abriendo un cajoncito de la cómoda. Efectivamente, sacó una fotografía de Joe a caballo que Margo le había hecho hacía años.
Joe escondió la cara entre las manos. Nunca se había sentido tan mal.
—Ella es virgen, claro —dijo con toda seguridad, sin preguntar.
—Los dos lo somos —declaró Tom sin sonrojarse—. Es difícil librarse de ciertas cicatrices. Sin embargo, yo espero casarme algún día. Pero la mujer que me acepte tendrá que ser muy especial para aguantarme tal y como soy. ______ también necesita un hombre muy especial.
En aquel momento, impulsado por un sentimiento suicida que nunca había experimentado, Joe se habría arrojado por la ventana. Recordaba de golpe, con horror, la extraña resistencia que le había ofrecido ______ cuando intentó tocarla, y después su reacción de niña asustada, lo que le había dicho. Claro que le había hecho daño, y después había empeorado las cosas, con aquel maldito billete de cien dólares.
—Dios mío —murmuró, poniéndose en pie—. Dios mío, ¿por qué no me lo has dicho antes?
Tom frunció el ceño.
—Tenía la impresión de que mi hermana no te gustaba en absoluto.
—Que no me gustaba —repitió Joe clavando la mirada en el vacío —. Yo estaba loco por ella, habría sido capaz de caminar sobre el fuego por conseguirla. Pero no podía hacerle ver mis sentimientos. ¡Un hombre no puede aguantar tanto, Tom!
Tom no sabía qué pensar después de haber visto el aspecto atormentado de su hermana y ahora, la tremenda reacción de Joe al conocer la verdad. ¿Qué estaría pasando?
En aquel momento sonó el timbre de la puerta de abajo como una bomba. Tom y Joe se miraron un poco intranquilos.
—Quizá dejó las llaves olvidadas en casa —dijo Tom. Apretó el botón del intercomunicador y preguntó—: ¿Sí?
—Policía —respondió una voz enérgica—. ¿Es usted Tom Walker?
Tom miró a Joe con terror.
—Sí, soy yo. Suban, por favor.
Al cabo de un minuto apareció en el apartamento un oficial uniformado. Desde el principio, la expresión de su rostro le dijo todo.
—¿Le ha ocurrido algo a mi hermana ______? —preguntó Tom atropelladamente.
El hombre asintió.
—Ha habido un tiroteo cuando los terroristas intentaban escapar. Uno de los hombres llevaba una ametralladora y comenzó a disparar. ______ se encontraba detrás de una señal que fue traspasada por las balas. La hemos llevado al hospital.
—¿Está viva? —preguntó Joe desde detrás, con una voz extraña.
—Lo estaba cuando la metimos en la ambulancia —continuó el policía mirando cuidadosamente el rostro lívido de Tom—. Lo siento mucho. Creo que ha sido alcanzada en el vientre.
Tom se lo quedó mirando sin reaccionar, pero no así Joe, que intercambió una expresiva mirada con el agente.
—Te llevaré al hospital —dijo Joe en voz baja.
—Sí... por favor. Si tú sabes rezar, podemos empezar a hacerlo los dos.
¿Empezar a rezar? Joe no había hecho otra cosa desde que el policía dijo lo ocurrido. Joe acompañó a Tom hasta el ascensor pensando que si ______ moría, él ya no querría seguir viviendo. Aquel pensamiento fue tan sorprendente como lo que acababa de ocurrirle a ella.
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Mensaje por aranzhitha Miér 21 Nov 2012, 5:45 am

awww que feo que solo asi Joe se dio cuenta de la inocencia de la rayiz!!!
Que le paso!??
Se va a morir???
Siguela!
aranzhitha
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Mensaje por JB&1D2 Miér 21 Nov 2012, 1:55 pm

QUE NO. SE MUERAAA!!!
JB&1D2
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Mensaje por chelis Miér 21 Nov 2012, 2:48 pm

TOOONNTOOOO... TOOOOOOONNNTOOOO.. TOOOONTOOO JOEEEEE!!!!!!
POR NO DARCE REALMENTE CUENTA Y SOLO PENSAR COSA MAALAAS DE ____... AAAIII CIELOSS QUE NO LE PASE NAADAA PORFIIIISSSS.. PORFIISSS
chelis
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Mensaje por Invitado Vie 23 Nov 2012, 7:38 am

Capitulo Cinco



Cuando Joe y Tom llegaron al hospital, _______ acababa de ser introducida en el quirofano. Joe mantenía una expresión impasible; sólo sus ojos delataban el infierno que estaba viviendo por dentro. Para ser un hombre que había jurado que nunca permitiría que una mujer se le metiera en el corazón, parecía excesivamente alterado.
Tom fue a averiguar al mostrador de urgencias si se sabía algo, mientras Joe se quedaba sentado en la sala de espera fumando como un desesperado. La habitación estaba atestada de gente con expresiones patéticas de nerviosismo. Joe se quedó mirando a un niño, que sonreía medio adormilado en el regazo de su madre. El siempre había acariciado la idea de tener algún día un hijo, aunque no pensaba casarse nunca. De pronto se le ocurrió que podía haber dejado embarazada a ______, porque aunque había intentado evitar el peligro, lo hizo sin demasiado entusiasmo, y quizá demasiado tarde también. De pronto, en medio de la confusión, empezó a pensar que si ______ había quedado embarazada significaba que su falta de responsabilidad había costado no una, sino dos vidas.
Tom estaba hablando en aquel momento con un hombre vestido con una bata verde, que al contestar a las preguntas de Tom se encogía de hombros con gesto grave.
—¿Y bien? —preguntó Joe ansioso cuando el otro se marchó.
—Era el cirujano —murmuró Tom—. Van a hacerle una intervención de emergencia exploratoria para comprobar qué daños ha producido el proyectil. No sabrán nada hasta dentro de una hora, por lo menos.
—¿Y cómo está ella?
—Con muchos dolores.
—Pobrecilla... —susurró Joe cerrando los ojos.
—Yo me encuentro muy mal, Joe. Ella es lo único que tengo...
Joe se quedó mirándolo sin escucharle.
—¿Y el hombre que lo hizo?
—Dos de los terroristas murieron en el tiroteo, y los demás están detenidos. Podría haber sido cualquiera de ellos. Nadie lo sabe con certeza. Lo que no comprendo —agregó cruzando los brazos sobre el pecho— es cómo ha podido ocurrir esto. ______ nunca ha estado interesada en las noticias de sucesos, es más, siempre ha odiado ese trabajo truculento, pero al parecer fue ella misma quien lo pidió.
Joe se volvió de espaldas, tratando de ocultar sus sentimientos detrás de una máscara de impasibilidad. El sí sabía por qué ______ había pedido el trabajo; seguramente para ella era una vía de escape, consciente o inconsciente, que le hiciera olvidar su sentimiento de culpa, esa culpabilidad que él mismo había provocado tratándola como lo hizo. Aunque no muriera, Joe no iba a poder olvidar nunca aquel maldito billete de cien dólares, el símbolo de su orgullo viril herido y despiadado. Nunca se había sentido tan asustado, tan enfermo. Pero no podía hacer nada. Al cabo de un momento, llegaron Bud Schuman y Winthrop. Pasó una hora, y por fin terminó la espera. Todos se arremolinaron en torno al cirujano.
—Está fuera de peligro —le comunicó el cirujano a Tom con una sonrisa— La bala rompió una costilla y atravesó el lóbulo inferior del pulmón. Ha destruido parte del tejido, que hemos tenido que extirpar, pero no se trata de ninguna parte vital que impida las funciones del pulmón, así que ella ni siquiera lo notará. Hemos introducido un drenaje en el pulmón para mantenerlo en funcionamiento y evitar el encharcamiento con las transfusiones, y ya está. Es increíble, porque si la bala llega a perforar unos centímetros más arriba la herida habría resultado fatal.
Tom lanzó un largo suspiro.
—¿Puedo entrar a verla?
—De nada le servirá, porque no lo reconocería. Durante esta noche permanecerá en cuidados intensivos, y mañana la trasladaremos a una habitación particular si se encuentra bien. Puede usted volver por la mañana para verla, si quiere. Ahora lo que más le conviene es irse a casa y descansar, me imagino que debe de haber sido una noche muy larga.
El cirujano sonrió y se alejó de allí.
—Bueno, Schuman —dijo entonces Winthrop—. Da las buenas noches y vamonos. Te llevo a casa. Me mantendré en contacto —añadió dirigiéndose a Tom—. Intenta descansar un poco y llámame si necesitas ayuda.
Winthrop y Schuman se marcharon y Joe se dirigió a la sala de espera buscando un cenicero para apagar su cigarrillo.
—Vámonos —le dijo Tom—. He dejado mi número de teléfono en el mostrador, y la señorita me prometió que me llamarán si se produce algún cambio.
Entonces Joe lo miró sin poder soportar más la tensión que había vivido.
—Yo soy el culpable de esto —declaró.
—Escucha, Joe —respondió Tom sin comprender nada— el amor no es algo que se maneje a gusto de uno. La vida no es tan simple. ______ necesita un poco de tiempo para superar lo tuyo, y enseguida volverá a estar bien. Sólo necesitaba tiempo.
—Espero que no le falte el tiempo —murmuró Joe.
—Cuando lleguemos al apartamento prepararé unos huevos —le dijo Tom cuando salían del hospital—. Menos mal que yo sé cocinar, porque de ser por ti, podríamos morirnos de hambre.
Una vez en el apartamento, después de cenar, se acostaron. Joe, que estaba en el sofá del salón, no consiguió conciliar el sueño, y alrededor de las cinco de la mañana, cuando ya no podía soportarlo más, se levantó, dejó una nota para Tom y se marchó de allí.
La enfermera del mostrador de urgencias era una veterana de la profesión, que no se dejaba convencer fácilmente, pero de algún modo, Joe lo consiguió. A pesar de que aquellas no eran horas de visitas, la mujer le concedió diez minutos sin saber muy bien por qué lo hacía. Quizá era la expresión atormentada de sus ojos, que decía a gritos que necesitaba ser perdonado, y como la jovencita internada en la UVI no estaba respondiendo tan bien como se esperaba, no tuvo corazón para decirle que no.
Joe sólo había estado dos veces en el hospital; la primera cuando fue a ver a su madre moribunda, y la segunda para ver a la abuela de ______, poco antes de su muerte. Pero aquellas visitas no tenían nada que ver con aquello. ______ se encontraba rodeada de docenas de tubos y cables, además de máquinas que hacían extraños ruidos. Su palidez era aterradora. Estaba inmóvil, cubierta por una sábana blanca, y tenía los ojos cerrados. Joe contempló largamente los suaves labios que él había besado, el cuerpo que había poseído y aquellas manos que lo habían acariciado en la entrega. Sintió un escalofrío. _______.
Joe acercó una silla a la cama, y tiró su sombrero al suelo con total indiferencia y tomó entre las suyas una mano de ______. Entonces empezó a hablarle con voz suave, como si ella pudiera oírlo.
—Qué sitio tan horrible para estar, ______ Walker. Si vieras estos aparatos, con lo poco que a ti te gustan las máquinas... Tú necesitas estar en el campo, tener un rincón en el jardín para plantar flores, necesitas la luz del sol. Yo nunca te he conocido bien, ¿verdad? Hoy he oído a tus compañeros hablar de ti, y me doy cuenta de que hasta ahora no había pensado en ti como persona. Sólo te miraba como mujer, y te deseaba, _______, desde hace mucho tiempo. Desde que te vi besándote con Gerald en mi piscina, y después abrazada a él, desnuda en la caseta de baño, he estado obsesionado contigo. Cuando Margo se casó, pensé que serías presa más fácil y que por fin podría satisfacer el hambre de ti para que dejaras de obsesionarme. Pero no fue así, _______. Te dije unas cosas terribles, y tú ni siquiera sabes por qué fui tan cruel aquella noche. Era porque de algún modo intuía la verdad. Sí, maldita sea, en el fondo yo sabía que eras virgen, pero mi deseo por ti era tan fuerte que no quise prestar oídos a mi
conciencia. Y ahora mi conciencia me está matando de remordimientos, ______. ¿Sabes? Yo no sabía que tú estuvieras enamorada de mí. ¡a mí nunca me ha querido nadie! Nadie como tú. Tienes el apartamento lleno de fotografías mías —se detuvo un momento, mirando fijamente su mano—. Y ahora descubro de golpe todo el daño que te he causado durante estos años con mis acusaciones, mis desprecios, mis sarcasmos. Tú lo has aguantado todo sin quejarte. Me amabas y yo te he hecho mucho daño. Eso es lo que más duele, y no sé si podré vivir siempre con esa culpa. Tom ni siquiera se imagina por qué me siento culpable. Tampoco sabe por qué te has metido en la sección de sucesos... buscabas el peligro, ¿verdad? Nunca me he sentido tan mal como en estas últimas tres semanas. He estado conduciendo como un loco, siendo desagradable con todo el mundo, metiéndome en peleas. Si para ti fue desagradable aquello, para mí tampoco ha sido nada fácil. Los remordimientos me matan. Y ahora esto. Si tú mueres, ¿cómo voy a seguir viviendo
yo? ¿Y si estás esperando un hijo? Oh, ______, estoy solo. Nunca me había importado antes, pero ahora...
Joe se llevó su mano a los labios, y la acarició suavemente.
—Por favor, ______, no te mueras. Yo no podré seguir viviendo si tú no estás, aunque me odies durante el resto de tu vida.
Entonces sintió que la mano que tenía agarrada se movía débilmente. Levantó la cabeza para mirarla y vio que sus dedos se movían, como si intentaran apretar los suyos. Joe se puso de pie, sin dejar de mirar su rostro lívido. Ahora respiraba con más fuerza, ritmicamente. Abrió los ojos, aunque se notaba que no lo veía. ______ gimió.
Antes que tuviera tiempo para avisarle, la enfermera ya estaba allí.
—Muy bien —dijo—. Esto era lo que ella necesitaba; saber que alguien desea que siga viviendo. Váyase a desayunar. Ahora ella estará bien. Llevo veinticinco años trabajando como enfermera y le puedo asegurar que sé cuándo un enfermo se está recuperando. Esta mujer volverá a casa.
Joe intentó decir algo, pero era incapaz de articular palabra. No recordaba haberse sentido tan emocionado en su vida. Se inclinó un momento, besó la fría mejilla de ______ y se fue a llamar a Tom.
Al día siguiente _______ ya se encontraba fuera de la unidad de vigilancia intensiva. Solamente Tom fue autorizado para entrar a verla, y él no tenía corazón para decirle a Joe que había estado a punto de sufrir un ataque de nervios cuando oyó pronunciar su nombre. Por lo tanto, no había ninguna posibilidad de que lo dejaran entrar.
Sin embargo, al final del segundo día, Joe insistió en entrar a verla, y Tom no tuvo más remedio que decirle la verdad.
Joe no esperaba que ella recordara todo lo que le había dicho el día que estuvo hablando con ella en la UVI. En cierto modo, para él era un alivio, porque en aquella ocasión se había mostrado vulnerable, y eso no le gustaba. En aquella ocasión había bajado la guardia, pero no volvería a ocurrir. Así que ______ no quería que la visitara. Bien, eso ya se vería.
Se quedó sentado en la sala de espera ojeando una revista, bajo la mirada impaciente de Tom.
—¿Es que no has entendido lo que he dicho, Joe?
—Lo he entendido perfectamente, pero ella tendrá que verme tarde o temprano, aunque tenga que quedarme aquí sentado hasta el día del juicio final.
—Pero, ¿a qué viene tanto empeño?
—No lo sé —respondió Joe sin mirarlo.
—Buena respuesta —murmuró Tom alejándose.
Cuando regresó a la habitación, Tom se encontró a su hermana incorporada sobre unos almohadones, todavía un poco soñolienta por los calmantes que le administraban para calmar el dolor de la costilla rota, que no iba a poder ser curada hasta que le retiraran el drenaje, unos días más tarde.
—Joe dice que no se quiere ir a casa —anunció Tom desde la puerta—. Dice que está dispuesto a quedarse esperando hasta que decidas hablar con él, aunque deba esperar al día del juicio final.
______ fijó la vista en sus manos, tratando de controlar los latidos alocados de su corazón. Le sorprendía la insistencia de Joe, y no sabía por qué podría tener tanto interés en verla. Recordó sin querer el maldito billete de cien dólares y volvió a sentirse herida. Sí, a pesar de todo lo ocurrido, aún le dolía.
—Pues que espere sentado, porque yo no tengo la menor intención de hablar con él.
Tom acercó una silla a la cama y se sentó. Su hermana tenía un aspecto lamentable; pálida, delgada, con los labios llenos de heridas y el pelo despeinado.
—Dime, ______, ¿qué te pasa con Joe?
Ella arqueó las cejas.
—¿De qué me hablas?
—Sé perfectamente que ha ocurrido algo entre Joe y tú. Desde que te dispararon ha estado como enloquecido.
______ abrió mucho los ojos, sorprendida.
—¿De verdad?
—Después estuvo mucho rato contigo en la UVI. Yo no sé qué te diría, pero parece ser que fuera lo que fuera, sirvió para que empezaras a recuperarte.
______ se removió inquieta entre las sábanas.
—Yo no me acuerdo de nada.
—Ya me lo figuro, porque entonces no estabas en condiciones de oír nada. Si has salido de ésta ha sido por los adelantos de la medicina y la intervención de la señal que hizo disminuir la velocidad de la bala antes que entrara en tu cuerpo.
—No fue culpa de Bud.
—Pues tú eres la única persona que parece convencida de ello. Winthrop ha amenazado con despedirlo, y él tampoco parece demasiado contento consigo mismo.
—¿Hizo alguien el reportaje?
—Pero si la noticia has sido tú, ______. Has salido en todas las portadas.
—Ya te decía yo que algún día conseguiría la portada.
—¡Pues vaya forma más desagradable de ganártela! —exclamó Tom, tomándole la mano—. A ti Joe te ha hecho algo, ¿verdad?
______ se encogió de hombros, impaciente.
—¡Vamos! Si te empeñas en saberlo, te diré que tuvimos una discusión terrible, y que no quiero hablar de ello.
—Está bien. Por lo menos, a partir de ahora puedes estar segura de que no volverá a hacer comentarios sarcásticos acerca de tu dudosa moralidad, porque se lo he contado todo.
______ palideció todavía más.
—¿Qué le has contado? —preguntó en un susurro—. Bueno, ya lo sé. ¿Qué te dijo él?
—El no dijo nada, la verdad. Se puso tan pálido como tú ahora y se quedó mudo. _______, no te enfades, ya sé que habíamos prometido no contárselo nunca a nadie, pero Joe no es una persona cualquiera... tú estás enamorada de él.
______ lo miró angustiada.
—Por favor, Tom, ¿no se lo contarías todo?
Su hermano la vio tan alterada que temió que aquello la perjudicara, así que decidió eludir la respuesta de la mejor manera posible.
—¿Cómo me crees capaz de contarle a él una cosa así?
—Espero que no lo hicieras, porque eso terminaría con el poco orgullo que me queda.
Hubo un momento de silencio.
—______, te recuerdo que es capaz de quedarse ahí sentado hasta la semana que viene, si hace falta.
______ lo miró sin hablar. El no sabía por qué Joe tenía tanto empeño en verla, pero ella sí. Por eso cedió.
—Muy bien —dijo por fin—. Déjalo entrar. Pero adviertele que sólo serán cinco minutos.
Tom sonrió.
—De acuerdo. Ahora mismo vuelvo.

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Mensaje por JB&1D2 Vie 23 Nov 2012, 8:34 am

Ahora si teneia que ocurrir una desgracia para que Joe se diera cuenta de sus sentimientos por ella
Siguelaaa
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