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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
me fascino el maratón tienes q seguirla yaaaaaaaaaaaaaa
ElitzJb
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
13
_____ acababa de terminar el mensaje y cerrar el ordenador. Se había puesto el albornoz viejo azul que siempre lo hacía pensar en su casa. Se había lavado la cara, y estaba a punto de meterse en la bañera. La aromaterapia de esa noche era de lilas, con sales de baño, crema hidratante y hasta colonia. En la mesilla había dispuesto todo lo necesario para arreglarse las uñas de los pies, incluido esmalte rojo vibrante.
Esa mañana había ido a Noír, pero Joe no estaba allí. Aunque sí había salido en los periódicos. La noche anterior, después de tomar café con Mary y con ella, había asistido a los Globos de Oro en compañía de Kate Whistier. Y _____ siempre había odiado las películas de aquella coqueta.
¿Pero qué esperaba? ¿Que saliera con ella una vez y renunciara a su vida para suplicarle que fuera suya y sólo suya?
Movió la cabeza. ¿Dónde estaba su lógica, su sentido común? Tenía que dejar de pensar en él.
Puso música, Debussy, entró en el cuarto de baño y se quitó el albornoz.
Acababa de meter el pie derecho en la bañera cuando sonó el timbre. Lanzó una maldición y volvió a ponerse el albornoz. Le diría a Mary que volviera más tarde y continuaría con su tratamiento relajante.
Pero no era Mary.
—Tenía que haber llamado —dijo Joe—. No quiero molestar.
—Eres tú.
—Sí. Pero también traigo vino —levantó una botella, que _____ no miró—. Mira, lo siento, no tenía que haber venido así. Te llamaré mañana.
_____ le tomó la mano.
—No, no importa; es sólo que me has pillado por sorpresa. Entra.
—¿Te ibas a bañar?
—Puede esperar —sonrió ella—. El sacacorchos está en el cajón de arriba —señaló la cocina—. Vuelvo enseguida.
—No irás a cambiarte, ¿verdad?
—Lo había pensado.
—No lo hagas. Estás muy bien así.
_____ soltó una carcajada.
—Bien, los dos sabemos lo que buscas aquí — hizo una mueca y deseó poder retirar sus palabras. Era tan sutil como una apisonadora.
Joe se ruborizó.
—La verdad es que vengo a hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—Creo que antes me gustaría abrir el vino. De hecho, creo que quiero beberme un vaso entero antes de empezar.
_____ sacó dos vasos de cristal que había heredado de su tía Pearl.
—Sírvelo.
Joe encontró el sacacorchos al primer intento y sirvió el vino.
—Por... las posibilidades —dijo.
—De acuerdo —_____ chocó su vaso con el de él y tomó un sorbo—. Es fabuloso.
—Es de nuestra reserva privada.
La joven parpadeó.
—No me mires así.
—Te miro con curiosidad. ¿Entramos en la sala?
—Tú primero.
_____ lo precedió hasta el sofá y se sentó en un extremo. Se tapó las piernas con el albornoz y apretó el cinturón. Le parecía raro estar allí casi desnuda.
Joe la miró, sonrió y apoyó los codos en las rodillas. Sostenía el vaso con las dos manos.
—Tenía esto planeado, pero ahora...
—¿Sí? —preguntó ella.
—Lo que pasa es esto... Mi vida es un poco... rara.
—Aja.
—Quiero decir que no trabajo de nueve a cinco y llego a casa todos los días a la misma hora.
—Ya lo supongo.
Joe la miró un instante y siguió observando su vaso.
—Parte de mi trabajo es acompañar a señoras a ciertas... funciones.
—Sí, lo sé. ¿Y?
—Que aunque acompaño a esas mujeres, no salgo con ellas.
—Vale.
—A pesar de lo que leas en los periódicos. Y ahora llega lo complicado. Yo aliento en cierto modo eso que escriben.
—¿Sí?
Joe afirmó con la cabeza.
—¿Conoces el dicho ese de que no hay publicidad mala? En lo que a Noir respecta, es cierto. A mi padre también le ocurrió lo mismo. Es la naturaleza de la bestia.
—Comprendo —repuso ella, que empezaba a ver quizá adonde iba a parar aquello. O quizá no.
—Así que, aunque mi vida social está muy atareada, mi vida personal... no. Lo cual no me importa. No me quejo. Sé que también me aporta mucho. Pero también me falta algo.
—¿Un equipo de documentales que te siga a todas partes?
Joe se echó hacia atrás y la miró malhumorado.
—Hablo en serio, _____.
—Oh. Perdona.
Él se pasó una mano por el pelo.
—No importa. Puedes decir lo que quieras.
—Continúa. No volveré a hacerme la graciosa, por lo menos hasta que termine esta conversación.
Joe asintió.
—Vale. ¿Por dónde iba?
—Te faltaba algo.
—Cierto —tragó un gran sorbo de vino y tosió unos segundos—. La otra noche me divertí mucho.
—Yo también.
—Muchísimo. Y no me refiero sólo al rato de la piscina.
A _____ le latía el corazón con tanta fuerza que pensaba que se iba a morir allí mismo. Se concentró en respirar despacio.
—No quiero que termine ahí. Me gustaría verte más veces.
—¿Sí?
Joe asintió con la cabeza mirándola a los ojos.
—Pero seguirías...—dijo ella.
—Sí. Sé que es mucho pedir y que no es justo.
—Bueno —_____ intentó pensar con claridad—. ¿Qué sería yo exactamente para ti?
Joe hizo una mueca.
—Ah... ¿amiga especial?
No era exactamente el final de cuento de hadas con el que había soñado. Pero al menos se mostraba sincero, que era más de lo que había hecho Brad. Con Joe sabía dónde estaba. El hombre más interesante e increíble que había conocido la deseaba... o eso parecía.
Todo lo que no quería ofrecido por el hombre al que deseaba más que a nadie.Toda una ironía.
Sintió una mano en la pierna y se dio cuenta de que llevaba un rato callada.
—Estoy... meditando —dijo.
—No tienes que tomar una decisión ahora. Y si decides que quieres que probemos, sé que no tengo tanto tiempo como me gustaría para estar contigo, pero te prometo que haré todo lo que pueda por hacerte feliz. Sé que tú tienes tu negocio y prometo no entrometerme.
La miró a los ojos y la observó como si la viera por primera vez.
—Quiero saber que estás ahí aunque yo esté de viaje. Quiero hablar por teléfono contigo, despertar y verte en mi cama. Eres la mujer más fascinadora que he conocido en mucho tiempo y quiero saberlo todo sobre ti.
—No... no sé qué decir.
Joe se acercó más a ella.
—No digas nada —la besó en los labios con mucha gentileza.
_____ cerró los ojos y dejó el tumulto de su mente por la delicia sensual de la boca de él. Descruzó las piernas para acercarse más, para que él la abrazara y la estrechara contra sí.
El beso se hizo más profundo y el recuerdo de su noche juntos provocó una reacción en cadena en su cuerpo. De sus labios escapó un gemido y devolvió el beso con pasión. Aquello era demasiado. ¿Cómo rechazar algo así de un modo más o menos regular?
Aquella idea le hizo interrumpir el beso.
—Ah, ¿Joe?
Él carraspeó.
—¿Sí?
—¿Tendríamos que escondernos?
Joe negó con la cabeza.
—No, eso no me gustaría. Pero tienes que comprender que no podré llevarte a los grandes acontecimientos donde haya mucha prensa.
—¿Pero podemos ir a cenar y al cine?
Él sonrió con cierta tristeza.
—Sí. No me avergüenzo de esto, _____. Ni mucho menos. Creo que eres maravillosa y me importa un bledo que lo sepan. Pero tengo que mantener una fachada. Mucha gente cuenta conmigo y no puedo pensar sólo en lo que yo siento.
_____ no había pensado en aquello, pero él tenía razón. Era el símbolo del macho norteamericano y todo lo que eso representaba. Noír daba trabajo a miles de personas y toda la generación de ella se había criado con Michael Jonas y sus aventuras. Noir era una parte de sus vidas y no habría tenido el mismo impacto si Michael hubiera estado casado con una jardinera agradable.
Y a medida que el padre se hacía mayor, lo había ido sustituyendo el hijo. Y por supuesto, no podía abandonar todo su imperio por alguien como ella.
—Di algo —musitó él.
—No voy a fingir que comprendo tu vida —repuso ella—.Pero veo un poco tu situación y no me siento insultada ni nada de eso.
—¿Pero...?
—Pero no sé si puedo hacer esto.
—Yo tampoco lo sé. Por eso quiero que lo pienses todo lo que sea preciso. No quiero que suframos ninguno de los dos.
—Voto por eso.
Joe sonrió. Le tocó la mejilla con el dorso de la mano.
—Espero que la respuesta sea «sí», pero entenderé un «no».
Se puso en pie y le tendió la mano.
—Creo que mi llegada ha interrumpido algo — dijo.
_____ le tomó la mano y él la ayudó a incorporarse y la abrazó.
—Eres muy hermosa —susurró—-, Y no puedo dejar de pensar en tí.
—No sé, Joe. No sé si soy lo bastante sofisticada para todo esto. Soy una chica de pueblo, ¿sabes? Y lo más importante que ocurría en Tulip era la feria anual y el rodeo.
—Piénsalo todo el tiempo que necesites —repitió él.
Tiró de ella hacia el cuarto de baño.
—No quiero que dejes de bañarte por mi culpa —dijo con voz seductora.
_____ sintió sus manos en el cuello del albornoz y se abrió el cinturón como si llevara días planeando aquello.
Joe la besó en el cuello mientras la desnudaba y siguió mordisqueándola y besándola desde atrás mientras le acariciaba el pecho.
A _____ se le ocurrió que esa vez era ella la que estaba desnuda y él vestido. Y que una vez acabarían mojados, y no sólo de excitación.
Joe frotaba sus pezones en círculo con las palmas de las manos. Ella se estremeció. Él se apartó y fue al lateral de la bañera.
—Entra.
La joven obedeció a cámara lenta. Las velas temblaban en la estancia llena de vapor y el aroma a lilas la llenaba de una calma que parecía imposible.
El agua seguía caliente. Se estremeció al entrar, lo que le dio piel de gallina y le endureció aún más los pezones.
Colocó ambas manos a los lados de la bañera y se hundió en el agua perfumada. Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y pasó las manos por su estómago plano y sus pechos.
Un gemido de él le hizo levantar la vista y la alegró ver que se quitaba la camisa. Estarían apretados, pero cabían los dos. Sonaba todavía Debussy, que los envolvía como una telaraña musical.
Suspiró y esperó a que Joe terminara de desnudarse. Era muy atractivo y sabía que eso influía en que quisiera aceptar su propuesta. ¿Estaba mal? ¿Era una superficial por desearlo por ser guapo? No lo sabía.
Joe se movió y ella vio que sólo se había quitado la camisa. Se arrodilló al lado de la bañera, tendió la mano hacia un estante pequeño y tomó la esponja y el gel.
Echó una buena cantidad de gel en la esponja y jugó con ella hasta que se llenó de espuma.
—¿Qué haces?
—¿Hay un nombre para una geisha masculina?
—Jerry Lewis.
Él se echó a reír.
—Eres muy rápida —dijo. Escurrió parte de la espuma entre los senos de ella—. Creo que esto va a durar un rato, así que, si necesitas más agua caliente, lo dices.
—No, no, estoy bien. Estoy...
Joe sonrió y empezó a frotarle el cuerpo con la esponja en una caricia lenta y circular.
—¿Qué?
—Se me ha olvidado.
—Bien. Ahora cierra los ojos y déjame trabajar a mí.
—Esto es muy decadente. Hedonista. Y si paras, te mato.
Joe soltó una risita y ella cerró los ojos. Aquello era un sueño. Se sentía especial, hermosa y la mujer más deseable del mundo.
Lo cual era una ilusión. No lo era ni lo sería nunca. Seguía siendo _____ Norton, la chica que siempre se equivocaba en sus decisiones sobre los hombres, que había jurado a sus amigas que el próximo con el que saliera sería un hombre corriente con el que pudiera casarse.
La esponja bajó hasta la unión de sus muslos y desapareció. Y fueron las manos y los dedos de él los que la tocaron como...
Dejó de pensar.
_____ acababa de terminar el mensaje y cerrar el ordenador. Se había puesto el albornoz viejo azul que siempre lo hacía pensar en su casa. Se había lavado la cara, y estaba a punto de meterse en la bañera. La aromaterapia de esa noche era de lilas, con sales de baño, crema hidratante y hasta colonia. En la mesilla había dispuesto todo lo necesario para arreglarse las uñas de los pies, incluido esmalte rojo vibrante.
Esa mañana había ido a Noír, pero Joe no estaba allí. Aunque sí había salido en los periódicos. La noche anterior, después de tomar café con Mary y con ella, había asistido a los Globos de Oro en compañía de Kate Whistier. Y _____ siempre había odiado las películas de aquella coqueta.
¿Pero qué esperaba? ¿Que saliera con ella una vez y renunciara a su vida para suplicarle que fuera suya y sólo suya?
Movió la cabeza. ¿Dónde estaba su lógica, su sentido común? Tenía que dejar de pensar en él.
Puso música, Debussy, entró en el cuarto de baño y se quitó el albornoz.
Acababa de meter el pie derecho en la bañera cuando sonó el timbre. Lanzó una maldición y volvió a ponerse el albornoz. Le diría a Mary que volviera más tarde y continuaría con su tratamiento relajante.
Pero no era Mary.
—Tenía que haber llamado —dijo Joe—. No quiero molestar.
—Eres tú.
—Sí. Pero también traigo vino —levantó una botella, que _____ no miró—. Mira, lo siento, no tenía que haber venido así. Te llamaré mañana.
_____ le tomó la mano.
—No, no importa; es sólo que me has pillado por sorpresa. Entra.
—¿Te ibas a bañar?
—Puede esperar —sonrió ella—. El sacacorchos está en el cajón de arriba —señaló la cocina—. Vuelvo enseguida.
—No irás a cambiarte, ¿verdad?
—Lo había pensado.
—No lo hagas. Estás muy bien así.
_____ soltó una carcajada.
—Bien, los dos sabemos lo que buscas aquí — hizo una mueca y deseó poder retirar sus palabras. Era tan sutil como una apisonadora.
Joe se ruborizó.
—La verdad es que vengo a hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—Creo que antes me gustaría abrir el vino. De hecho, creo que quiero beberme un vaso entero antes de empezar.
_____ sacó dos vasos de cristal que había heredado de su tía Pearl.
—Sírvelo.
Joe encontró el sacacorchos al primer intento y sirvió el vino.
—Por... las posibilidades —dijo.
—De acuerdo —_____ chocó su vaso con el de él y tomó un sorbo—. Es fabuloso.
—Es de nuestra reserva privada.
La joven parpadeó.
—No me mires así.
—Te miro con curiosidad. ¿Entramos en la sala?
—Tú primero.
_____ lo precedió hasta el sofá y se sentó en un extremo. Se tapó las piernas con el albornoz y apretó el cinturón. Le parecía raro estar allí casi desnuda.
Joe la miró, sonrió y apoyó los codos en las rodillas. Sostenía el vaso con las dos manos.
—Tenía esto planeado, pero ahora...
—¿Sí? —preguntó ella.
—Lo que pasa es esto... Mi vida es un poco... rara.
—Aja.
—Quiero decir que no trabajo de nueve a cinco y llego a casa todos los días a la misma hora.
—Ya lo supongo.
Joe la miró un instante y siguió observando su vaso.
—Parte de mi trabajo es acompañar a señoras a ciertas... funciones.
—Sí, lo sé. ¿Y?
—Que aunque acompaño a esas mujeres, no salgo con ellas.
—Vale.
—A pesar de lo que leas en los periódicos. Y ahora llega lo complicado. Yo aliento en cierto modo eso que escriben.
—¿Sí?
Joe afirmó con la cabeza.
—¿Conoces el dicho ese de que no hay publicidad mala? En lo que a Noir respecta, es cierto. A mi padre también le ocurrió lo mismo. Es la naturaleza de la bestia.
—Comprendo —repuso ella, que empezaba a ver quizá adonde iba a parar aquello. O quizá no.
—Así que, aunque mi vida social está muy atareada, mi vida personal... no. Lo cual no me importa. No me quejo. Sé que también me aporta mucho. Pero también me falta algo.
—¿Un equipo de documentales que te siga a todas partes?
Joe se echó hacia atrás y la miró malhumorado.
—Hablo en serio, _____.
—Oh. Perdona.
Él se pasó una mano por el pelo.
—No importa. Puedes decir lo que quieras.
—Continúa. No volveré a hacerme la graciosa, por lo menos hasta que termine esta conversación.
Joe asintió.
—Vale. ¿Por dónde iba?
—Te faltaba algo.
—Cierto —tragó un gran sorbo de vino y tosió unos segundos—. La otra noche me divertí mucho.
—Yo también.
—Muchísimo. Y no me refiero sólo al rato de la piscina.
A _____ le latía el corazón con tanta fuerza que pensaba que se iba a morir allí mismo. Se concentró en respirar despacio.
—No quiero que termine ahí. Me gustaría verte más veces.
—¿Sí?
Joe asintió con la cabeza mirándola a los ojos.
—Pero seguirías...—dijo ella.
—Sí. Sé que es mucho pedir y que no es justo.
—Bueno —_____ intentó pensar con claridad—. ¿Qué sería yo exactamente para ti?
Joe hizo una mueca.
—Ah... ¿amiga especial?
No era exactamente el final de cuento de hadas con el que había soñado. Pero al menos se mostraba sincero, que era más de lo que había hecho Brad. Con Joe sabía dónde estaba. El hombre más interesante e increíble que había conocido la deseaba... o eso parecía.
Todo lo que no quería ofrecido por el hombre al que deseaba más que a nadie.Toda una ironía.
Sintió una mano en la pierna y se dio cuenta de que llevaba un rato callada.
—Estoy... meditando —dijo.
—No tienes que tomar una decisión ahora. Y si decides que quieres que probemos, sé que no tengo tanto tiempo como me gustaría para estar contigo, pero te prometo que haré todo lo que pueda por hacerte feliz. Sé que tú tienes tu negocio y prometo no entrometerme.
La miró a los ojos y la observó como si la viera por primera vez.
—Quiero saber que estás ahí aunque yo esté de viaje. Quiero hablar por teléfono contigo, despertar y verte en mi cama. Eres la mujer más fascinadora que he conocido en mucho tiempo y quiero saberlo todo sobre ti.
—No... no sé qué decir.
Joe se acercó más a ella.
—No digas nada —la besó en los labios con mucha gentileza.
_____ cerró los ojos y dejó el tumulto de su mente por la delicia sensual de la boca de él. Descruzó las piernas para acercarse más, para que él la abrazara y la estrechara contra sí.
El beso se hizo más profundo y el recuerdo de su noche juntos provocó una reacción en cadena en su cuerpo. De sus labios escapó un gemido y devolvió el beso con pasión. Aquello era demasiado. ¿Cómo rechazar algo así de un modo más o menos regular?
Aquella idea le hizo interrumpir el beso.
—Ah, ¿Joe?
Él carraspeó.
—¿Sí?
—¿Tendríamos que escondernos?
Joe negó con la cabeza.
—No, eso no me gustaría. Pero tienes que comprender que no podré llevarte a los grandes acontecimientos donde haya mucha prensa.
—¿Pero podemos ir a cenar y al cine?
Él sonrió con cierta tristeza.
—Sí. No me avergüenzo de esto, _____. Ni mucho menos. Creo que eres maravillosa y me importa un bledo que lo sepan. Pero tengo que mantener una fachada. Mucha gente cuenta conmigo y no puedo pensar sólo en lo que yo siento.
_____ no había pensado en aquello, pero él tenía razón. Era el símbolo del macho norteamericano y todo lo que eso representaba. Noír daba trabajo a miles de personas y toda la generación de ella se había criado con Michael Jonas y sus aventuras. Noir era una parte de sus vidas y no habría tenido el mismo impacto si Michael hubiera estado casado con una jardinera agradable.
Y a medida que el padre se hacía mayor, lo había ido sustituyendo el hijo. Y por supuesto, no podía abandonar todo su imperio por alguien como ella.
—Di algo —musitó él.
—No voy a fingir que comprendo tu vida —repuso ella—.Pero veo un poco tu situación y no me siento insultada ni nada de eso.
—¿Pero...?
—Pero no sé si puedo hacer esto.
—Yo tampoco lo sé. Por eso quiero que lo pienses todo lo que sea preciso. No quiero que suframos ninguno de los dos.
—Voto por eso.
Joe sonrió. Le tocó la mejilla con el dorso de la mano.
—Espero que la respuesta sea «sí», pero entenderé un «no».
Se puso en pie y le tendió la mano.
—Creo que mi llegada ha interrumpido algo — dijo.
_____ le tomó la mano y él la ayudó a incorporarse y la abrazó.
—Eres muy hermosa —susurró—-, Y no puedo dejar de pensar en tí.
—No sé, Joe. No sé si soy lo bastante sofisticada para todo esto. Soy una chica de pueblo, ¿sabes? Y lo más importante que ocurría en Tulip era la feria anual y el rodeo.
—Piénsalo todo el tiempo que necesites —repitió él.
Tiró de ella hacia el cuarto de baño.
—No quiero que dejes de bañarte por mi culpa —dijo con voz seductora.
_____ sintió sus manos en el cuello del albornoz y se abrió el cinturón como si llevara días planeando aquello.
Joe la besó en el cuello mientras la desnudaba y siguió mordisqueándola y besándola desde atrás mientras le acariciaba el pecho.
A _____ se le ocurrió que esa vez era ella la que estaba desnuda y él vestido. Y que una vez acabarían mojados, y no sólo de excitación.
Joe frotaba sus pezones en círculo con las palmas de las manos. Ella se estremeció. Él se apartó y fue al lateral de la bañera.
—Entra.
La joven obedeció a cámara lenta. Las velas temblaban en la estancia llena de vapor y el aroma a lilas la llenaba de una calma que parecía imposible.
El agua seguía caliente. Se estremeció al entrar, lo que le dio piel de gallina y le endureció aún más los pezones.
Colocó ambas manos a los lados de la bañera y se hundió en el agua perfumada. Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y pasó las manos por su estómago plano y sus pechos.
Un gemido de él le hizo levantar la vista y la alegró ver que se quitaba la camisa. Estarían apretados, pero cabían los dos. Sonaba todavía Debussy, que los envolvía como una telaraña musical.
Suspiró y esperó a que Joe terminara de desnudarse. Era muy atractivo y sabía que eso influía en que quisiera aceptar su propuesta. ¿Estaba mal? ¿Era una superficial por desearlo por ser guapo? No lo sabía.
Joe se movió y ella vio que sólo se había quitado la camisa. Se arrodilló al lado de la bañera, tendió la mano hacia un estante pequeño y tomó la esponja y el gel.
Echó una buena cantidad de gel en la esponja y jugó con ella hasta que se llenó de espuma.
—¿Qué haces?
—¿Hay un nombre para una geisha masculina?
—Jerry Lewis.
Él se echó a reír.
—Eres muy rápida —dijo. Escurrió parte de la espuma entre los senos de ella—. Creo que esto va a durar un rato, así que, si necesitas más agua caliente, lo dices.
—No, no, estoy bien. Estoy...
Joe sonrió y empezó a frotarle el cuerpo con la esponja en una caricia lenta y circular.
—¿Qué?
—Se me ha olvidado.
—Bien. Ahora cierra los ojos y déjame trabajar a mí.
—Esto es muy decadente. Hedonista. Y si paras, te mato.
Joe soltó una risita y ella cerró los ojos. Aquello era un sueño. Se sentía especial, hermosa y la mujer más deseable del mundo.
Lo cual era una ilusión. No lo era ni lo sería nunca. Seguía siendo _____ Norton, la chica que siempre se equivocaba en sus decisiones sobre los hombres, que había jurado a sus amigas que el próximo con el que saliera sería un hombre corriente con el que pudiera casarse.
La esponja bajó hasta la unión de sus muslos y desapareció. Y fueron las manos y los dedos de él los que la tocaron como...
Dejó de pensar.
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
14
Joe le miró la cara mientras la acariciaba íntimamente. Con los ojos cerrados, el rostro sonrojado y relajado y el pelo revuelto, parecía la personificación de la sensualidad.
Deslizó un dedo más adentro y los labios de ella formaron una «O» perfecta. Respiró hondo y contuvo el aliento.
—¿Te gusta? —preguntó él.
Ella asintió.
Él se acercó a su oído.
—Hablame. Dime lo que te gusta, lo que quieres.
—Más adentro —repuso ella con voz espesa.
Joe obedeció y ella se arqueó en la bañera, con los pechos saliendo fuera del agua.
—¿Qué quieres? —preguntó él.
—Más.
Él obedeció y le deslizó dos dedos.
El rubor se extendió por su cuello y rostro. Joe deseaba meterse en la bañera con ella.
—A tí —dijo ella.
—¿A mí qué?
—Te quiero a tí. Te necesito aquí dentro conmigo.
Su plan había sido darle un orgasmo, causarle tanto placer que no pudiera rechazar su proposición. Pero cuanto más placer le daba, más se incrementaba su deseo.
—Joe...
—¿Sí?
Ella abrió los ojos.
—Me has preguntado qué quería.
—Tienes razón.
Se incorporó y terminó de desnudarse. La mirada de ella se clavó en su pene y la «O» volvió a sus labios. Joe no pudo resistirse. Se acercó y ella llevó una mano a la base del pene. Levantó la cabeza y el gimió, con todo el cuerpo tenso.
Ella lo sostenía con firmeza y él oía chapotear el agua pero no podía mirar para ver lo que hacía. No quería terminar en dos segundos, así que apretó los puños y los dientes, pero ella no se lo ponía fácil.
La lengua de ella lamía el pene en círculos mientras su mano se movía arriba y abajo. Se sentía tan preparado como nunca en su vida, y no sólo en el pene, sino en toda la longitud de su cuerpo, en los párpados, en los lóbulos de las orejas, la parte de atrás de las rodillas, el trozo de carne entre los testículos y el ano... todas las partes placenteras de su cuerpo estaban cargadas de sensaciones, vibrantes, unidas por un millón de nervios al movimiento errático de la boca de _____.
Notó la mano de ella en los testículos y dio un respingo. La caricia le gustaba demasiado. Se apartó con todas sus fuerzas. No quería terminar todavía y, si la dejaba continuar, sería inevitable. No, quería estar dentro de ella.
Tomó la toalla grande colgada detrás de él y la abrió entre sus manos.
—Vamos —susurró.
Ella se levantó como Venus y él miró aquel cuerpo hermoso y exuberante que tanto lo excitaba.
_____ se colocó con cuidado en la pequeña alfombra y se acercó a él para que la envolviera en la toalla. Joe aprovechó la ocasión para besarla y frotarle la espalda.
Sonrió y se concentró más en secarla y menos en su erección. Usó el dedo índice para meter la toalla entre las nalgas. Ella dio un respingo y él subió y bajó la toalla por la ranura. No paró hasta que la sintió estremecerse.
—Creo que ya estás seca —dijo—. ¿Qué opinas tú?
—Te has dejado un sitio.
Joe la miró a los ojos.
—Oh, oh. ¿Y cuál puede ser?
_____ se soltó de él.
—Ven conmigo y te lo enseñaré.
Él la siguió al dormitorio, donde había una cama enorme con un edredón blanco y muchos cojines. La cama tenía cuatro columnas, cosa que le dio algunas ideas.
_____ se tumbó sobre el edredón, con la cabeza sobre unos cojines, los brazos extendidos y las piernas encogidas. Joe se reunió con ella y le pasó la mano por el vientre y el pecho.
Ella giró y, en lugar de besarlo, le mordisqueó el labio inferior.
El la correspondió tomando el pezón derecho de ella entre el índice y el pulgar.
Ella mordió.
Él apretó.
Ella gimió.
Él la soltó y cambió de táctica. Bajó la mano por el pecho y el vientre de ella hasta llegar al punto en que todavía seguía húmeda. Sus dedos, familiarizados ya con el terreno, buscaron la máxima reacción. Ella arqueó el cuerpo y abrió la boca, soltándole el labio en el proceso.
Joe aprovechó la ventaja para besarla con pasión.
No podía más; tenía que penetrarla. Interrumpió el peso y tomó aire.
—Condón —dijo.
Ella asintió y giró la cabeza hacia la mesilla pequeña al lado de la cama. Joe abrió el cajón, sacó un condón de la caja de Trojans y se lo puso. Un momento después le abría las piernas y se arrodillaba entre ellas.
Subió las manos por los muslos de ella y, cuando llegó al trozo de pelo suave, la acarició un momento antes de separar los labios con el pulgar. Se inclinó a saborearla.
Ella lanzó un gemido y se agarró a su pelo.
Joe aplicó la punta de la lengua al botón hinchado y no se detuvo cuando las piernas de ella abrazaron su espalda ni cuando se movió con tal fuerza debajo de él que casi perdió el equilibrio. No paró hasta que el cuerpo de ella se tensó y lanzó un grito. Y cuando sintió que llegaba al climax con un escalofrío violento, la penetró con fuerza y se enterró en ella
_____ se abrazó a él, todavía con los espasmos, provocando con sus músculos interiores lo que tenía que ser la sensación más increíble del mundo. Joe se retiró casi por completo y volvió a entrar con fuerza.
_____ le clavó las uñas en la espalda y sus piernas abrazaron la cintura de él. De sus labios salían sonidos inconexos y su cabeza se movía de modo salvaje en los cojines.
Joe sabía que no podría durar mucho, pero no le importaba. Seguía moviéndose y las contracciones de ella lo ordeñaban de un modo que no tenía vuelta atrás. La presión aumentaba a medida que sus testículos se tensaban y llegó al orgasmo con un rugido de león en un instante que le pareció situado fuera del tiempo.
Se quedó inmóvil. Recuperó el aliento en golpes repentinos y luchó por enfocar la mirada.
Lo que vio aumentó aún más su determinación: _____, con su hermoso rostro en reposo, los ojos cerrados, los labios húmedos y la satisfacción evidente en su mirada líquida.
Ella sonrió con los ojos cerrados todavía.
—¡Santo Cielo!
Joe se echó a reír.
—Y que lo digas.
Ella le dio otro apretón con aquellos músculos interiores increíbles y todo el cuerpo de él se estremeció.
—Imagina cómo sería si practicáramos.
—Eso mismo digo yo.
_____ abrió los ojos a medias.
—No juegas limpio.
—No.
—¿Y si quiero verte yo a ti?
—Haré lo que pueda por venir corriendo.
—¿Pero si tienes una cita con Nicole Kidman me quedo con las ganas?
Él sonrió.
—A veces sí. Quizá te ayude pensar en mí como si fuera un médico que tiene que salir a ver sus pacientes. Sería duro pero comprensible, ¿no?
—Siempre que no hagas el boca a boca.
Joe se movió con cuidado, se quitó el condón y abrazó a _____.
—No lo haré. Si alguna vez algo así, un beso, un abrazo o algo que te moleste, recuerda que lo que ves no siempre es real. Las fotos se pueden manipular y a mí me lo han hecho muchas veces.
_____ suspiró. Movió un poco la cabeza a la izquierda.
—Antes de decir «sí» o «no», quiero saber cómo es despertarte contigo.
—Entonces me quedaré.
_____ volvió a cerrar los ojos.
—Bien.
Las tres y veinte y seguía despierta. Joe se hallaba a su lado, con la cadera pegada a la suya, el único punto en que se tocaban. Pero ella lo oía respirar y las sábanas tenían una sensación diferente y, si se movía, podía despertarlo.
Su cuerpo, agradablemente dolorido por la sesión de sexo anterior, quería moverse. Estirarse, lavarse. ¿Y por qué no lo hacía? Después de todo, era su cama. Él era un invitado. Un amante.
Su amante.
Si ella quería.
¿Cómo decirle que sí si ni siquiera podía salir de la cama? ¿Cómo iban a ser iguales si él era Joe Jonas y ella sólo era _____?
Aceptar su plan no tenía sentido. Acabaría perdiendo, destrozada como un mosquito bajo la suela de un zapato. Sin duda se enamoraría... ya lo estaba a medias. ¿Noches largas y solitarias deseando que estuviera a su lado? ¿Celos cada vez que viera la portada de ciertas revistas?
No, no era buena idea.
Y sin embargo...
Apartó el edredón y salió de la cama. Joe no movió ni un músculo. ¿Tanta preocupación para eso?
Entró en el cuarto de baño y se lavó los dientes nmirándose al espejo. ¿Qué veía Joe en ella? No era fea, pero sí una mujer corriente. Especial, sí, pero no como para salir en la portada de People.
No estaba mal, a pesar de que le sobraban cinco kilos. En un mundo normal como el de su pueblo estaría a gusto con su peso, pero el de Joe no era el mundo normal. Y ella nunca encajaría allí.
¿Pero y si Samantha tenía razón? Jugar mientras se pueda porque no siempre va a estar ahí el juego. Cuando salió de Tulíp se prometió que no dejaría que el miedo le impidiera alcanzar sus objetivos. Al final de su vida quería mirar atrás sin arrepentirse. Sobre todo de ser una cobarde.
Lo único cierto sobre Joe era que no se enamoraría de ella ni se casaría con ella. Aquello era simplemente cuestión de sexo. Sexo y diversión. Sexo y más sexo. Lo cual no tenía nada de malo. Siempre que ella no lo confundiera con amor.
Y aquél era el punto clave del asunto. Pero si decía «sí» a la parte sexual y aceptaba que no había más, entonces no importaba que no encajara en su mundo.
—Bien —le dijo a su reflejo en el espejo—. ¿Hacerlo con Joe o no hacerlo con Joe? —se echó a reír, apagó la luz y volvió a la cama.
Joe seguía durmiendo. Pensó que debía dejarlo en paz; después de todo era tarde. Aunque por otra parte...
Tosió. Nada. Volvió a toser. No hubo suerte. Por lo menos podía mirarlo todo lo que quisiera, aunque había muy poca luz. Pero incluso en la penumbra era un hombre hermoso.
Su mano se acercó a la lámpara de la mesilla sin que pudiera evitarlo.
Él hizo una mueca.
Ella se sentó con fuerza en la cama y volvió a toser.
Bingo.
—Hola —gruñó él—. ¿Qué hora es?
—Muy tarde. Vuelve a dormir.
Joe le puso una mano en el muslo.
—Ven aquí.
—De acuerdo —se tumbó a su lado—. ¿Estás lúcido?
—Depende. Si quieres que hable de filosofía, no. Si quieres que lama algo, sí.
_____ sonrió.
—No, quiero que oigas algo.
—Soy todo oídos.
—Sí.
Joe carraspeó. Parpadeó varias veces.
—¿Sí?
Ella asintió. Subió el pie por la pantorrilla de él.
—Sí.
Él abrió mucho los ojos.
—Oh. Sí.
—Aja.
—Eso está bien. Muy, muy bien.
—Lo sé.
—¿Estás segura?
—Sí. Pero me reservo el derecho a cambiar de idea.
—Por supuesto. No podría ser de ninguna otra forma.
—Y eso no cambia nada sobre Cullen. Sigo queriendo actuar sola.
Joe bostezó y la atrajo hacia sí.
—Siempre estaré encantado de ayudarte, pero no me entrometeré.
Algo duro rozó la cadera de ella.
—Oh, oh. Creo que lo he despertado todo.
La risa de él la hizo estremecerse, pero no tanto como la sensación de sus labios en la curva del cuello.
_____ bajó la mano hasta el pene de él y lo acarició un momento. Empujó a Joe de espaldas, apartó del todo el edredón y sacó otro condón de la mesilla. Tendría que comprar más. Muchos más.
Con el paquete en la mano, miró a Joe. Se colocó a horcajadas sobre él, sentándose casi en sus muslos. Un minuto después le había puesto el condón.
Se echó a reír y se colocó mejor para acercarse al blanco.
Joe levantó las caderas y ella se sentó en su pene y permaneció un momento inmóvil, disfrutando del poder de su posición.
—Creo, señor Jonas, que te voy a usar y abusar de tí, si no te importa. Probar todo lo que siempre he querido probar. Voy a ser valiente y osada y te voy a desgastar.
Joe lanzó un gemido. Sujetó las caderas de ella y empujó con tanta fuerza que la levantó de la cama.
—Supongo que eso significa que lo apruebas — dijo ella.
—¿_____?
—¿Sí?
—Puedes hacerme todo lo que quieras y cuando quieras. Pero si ahora no levantas ese hermoso trasero tuyo, voy a tener que ponerme duro.
La joven sonrió.
—Bien.
Joe le miró la cara mientras la acariciaba íntimamente. Con los ojos cerrados, el rostro sonrojado y relajado y el pelo revuelto, parecía la personificación de la sensualidad.
Deslizó un dedo más adentro y los labios de ella formaron una «O» perfecta. Respiró hondo y contuvo el aliento.
—¿Te gusta? —preguntó él.
Ella asintió.
Él se acercó a su oído.
—Hablame. Dime lo que te gusta, lo que quieres.
—Más adentro —repuso ella con voz espesa.
Joe obedeció y ella se arqueó en la bañera, con los pechos saliendo fuera del agua.
—¿Qué quieres? —preguntó él.
—Más.
Él obedeció y le deslizó dos dedos.
El rubor se extendió por su cuello y rostro. Joe deseaba meterse en la bañera con ella.
—A tí —dijo ella.
—¿A mí qué?
—Te quiero a tí. Te necesito aquí dentro conmigo.
Su plan había sido darle un orgasmo, causarle tanto placer que no pudiera rechazar su proposición. Pero cuanto más placer le daba, más se incrementaba su deseo.
—Joe...
—¿Sí?
Ella abrió los ojos.
—Me has preguntado qué quería.
—Tienes razón.
Se incorporó y terminó de desnudarse. La mirada de ella se clavó en su pene y la «O» volvió a sus labios. Joe no pudo resistirse. Se acercó y ella llevó una mano a la base del pene. Levantó la cabeza y el gimió, con todo el cuerpo tenso.
Ella lo sostenía con firmeza y él oía chapotear el agua pero no podía mirar para ver lo que hacía. No quería terminar en dos segundos, así que apretó los puños y los dientes, pero ella no se lo ponía fácil.
La lengua de ella lamía el pene en círculos mientras su mano se movía arriba y abajo. Se sentía tan preparado como nunca en su vida, y no sólo en el pene, sino en toda la longitud de su cuerpo, en los párpados, en los lóbulos de las orejas, la parte de atrás de las rodillas, el trozo de carne entre los testículos y el ano... todas las partes placenteras de su cuerpo estaban cargadas de sensaciones, vibrantes, unidas por un millón de nervios al movimiento errático de la boca de _____.
Notó la mano de ella en los testículos y dio un respingo. La caricia le gustaba demasiado. Se apartó con todas sus fuerzas. No quería terminar todavía y, si la dejaba continuar, sería inevitable. No, quería estar dentro de ella.
Tomó la toalla grande colgada detrás de él y la abrió entre sus manos.
—Vamos —susurró.
Ella se levantó como Venus y él miró aquel cuerpo hermoso y exuberante que tanto lo excitaba.
_____ se colocó con cuidado en la pequeña alfombra y se acercó a él para que la envolviera en la toalla. Joe aprovechó la ocasión para besarla y frotarle la espalda.
Sonrió y se concentró más en secarla y menos en su erección. Usó el dedo índice para meter la toalla entre las nalgas. Ella dio un respingo y él subió y bajó la toalla por la ranura. No paró hasta que la sintió estremecerse.
—Creo que ya estás seca —dijo—. ¿Qué opinas tú?
—Te has dejado un sitio.
Joe la miró a los ojos.
—Oh, oh. ¿Y cuál puede ser?
_____ se soltó de él.
—Ven conmigo y te lo enseñaré.
Él la siguió al dormitorio, donde había una cama enorme con un edredón blanco y muchos cojines. La cama tenía cuatro columnas, cosa que le dio algunas ideas.
_____ se tumbó sobre el edredón, con la cabeza sobre unos cojines, los brazos extendidos y las piernas encogidas. Joe se reunió con ella y le pasó la mano por el vientre y el pecho.
Ella giró y, en lugar de besarlo, le mordisqueó el labio inferior.
El la correspondió tomando el pezón derecho de ella entre el índice y el pulgar.
Ella mordió.
Él apretó.
Ella gimió.
Él la soltó y cambió de táctica. Bajó la mano por el pecho y el vientre de ella hasta llegar al punto en que todavía seguía húmeda. Sus dedos, familiarizados ya con el terreno, buscaron la máxima reacción. Ella arqueó el cuerpo y abrió la boca, soltándole el labio en el proceso.
Joe aprovechó la ventaja para besarla con pasión.
No podía más; tenía que penetrarla. Interrumpió el peso y tomó aire.
—Condón —dijo.
Ella asintió y giró la cabeza hacia la mesilla pequeña al lado de la cama. Joe abrió el cajón, sacó un condón de la caja de Trojans y se lo puso. Un momento después le abría las piernas y se arrodillaba entre ellas.
Subió las manos por los muslos de ella y, cuando llegó al trozo de pelo suave, la acarició un momento antes de separar los labios con el pulgar. Se inclinó a saborearla.
Ella lanzó un gemido y se agarró a su pelo.
Joe aplicó la punta de la lengua al botón hinchado y no se detuvo cuando las piernas de ella abrazaron su espalda ni cuando se movió con tal fuerza debajo de él que casi perdió el equilibrio. No paró hasta que el cuerpo de ella se tensó y lanzó un grito. Y cuando sintió que llegaba al climax con un escalofrío violento, la penetró con fuerza y se enterró en ella
_____ se abrazó a él, todavía con los espasmos, provocando con sus músculos interiores lo que tenía que ser la sensación más increíble del mundo. Joe se retiró casi por completo y volvió a entrar con fuerza.
_____ le clavó las uñas en la espalda y sus piernas abrazaron la cintura de él. De sus labios salían sonidos inconexos y su cabeza se movía de modo salvaje en los cojines.
Joe sabía que no podría durar mucho, pero no le importaba. Seguía moviéndose y las contracciones de ella lo ordeñaban de un modo que no tenía vuelta atrás. La presión aumentaba a medida que sus testículos se tensaban y llegó al orgasmo con un rugido de león en un instante que le pareció situado fuera del tiempo.
Se quedó inmóvil. Recuperó el aliento en golpes repentinos y luchó por enfocar la mirada.
Lo que vio aumentó aún más su determinación: _____, con su hermoso rostro en reposo, los ojos cerrados, los labios húmedos y la satisfacción evidente en su mirada líquida.
Ella sonrió con los ojos cerrados todavía.
—¡Santo Cielo!
Joe se echó a reír.
—Y que lo digas.
Ella le dio otro apretón con aquellos músculos interiores increíbles y todo el cuerpo de él se estremeció.
—Imagina cómo sería si practicáramos.
—Eso mismo digo yo.
_____ abrió los ojos a medias.
—No juegas limpio.
—No.
—¿Y si quiero verte yo a ti?
—Haré lo que pueda por venir corriendo.
—¿Pero si tienes una cita con Nicole Kidman me quedo con las ganas?
Él sonrió.
—A veces sí. Quizá te ayude pensar en mí como si fuera un médico que tiene que salir a ver sus pacientes. Sería duro pero comprensible, ¿no?
—Siempre que no hagas el boca a boca.
Joe se movió con cuidado, se quitó el condón y abrazó a _____.
—No lo haré. Si alguna vez algo así, un beso, un abrazo o algo que te moleste, recuerda que lo que ves no siempre es real. Las fotos se pueden manipular y a mí me lo han hecho muchas veces.
_____ suspiró. Movió un poco la cabeza a la izquierda.
—Antes de decir «sí» o «no», quiero saber cómo es despertarte contigo.
—Entonces me quedaré.
_____ volvió a cerrar los ojos.
—Bien.
Las tres y veinte y seguía despierta. Joe se hallaba a su lado, con la cadera pegada a la suya, el único punto en que se tocaban. Pero ella lo oía respirar y las sábanas tenían una sensación diferente y, si se movía, podía despertarlo.
Su cuerpo, agradablemente dolorido por la sesión de sexo anterior, quería moverse. Estirarse, lavarse. ¿Y por qué no lo hacía? Después de todo, era su cama. Él era un invitado. Un amante.
Su amante.
Si ella quería.
¿Cómo decirle que sí si ni siquiera podía salir de la cama? ¿Cómo iban a ser iguales si él era Joe Jonas y ella sólo era _____?
Aceptar su plan no tenía sentido. Acabaría perdiendo, destrozada como un mosquito bajo la suela de un zapato. Sin duda se enamoraría... ya lo estaba a medias. ¿Noches largas y solitarias deseando que estuviera a su lado? ¿Celos cada vez que viera la portada de ciertas revistas?
No, no era buena idea.
Y sin embargo...
Apartó el edredón y salió de la cama. Joe no movió ni un músculo. ¿Tanta preocupación para eso?
Entró en el cuarto de baño y se lavó los dientes nmirándose al espejo. ¿Qué veía Joe en ella? No era fea, pero sí una mujer corriente. Especial, sí, pero no como para salir en la portada de People.
No estaba mal, a pesar de que le sobraban cinco kilos. En un mundo normal como el de su pueblo estaría a gusto con su peso, pero el de Joe no era el mundo normal. Y ella nunca encajaría allí.
¿Pero y si Samantha tenía razón? Jugar mientras se pueda porque no siempre va a estar ahí el juego. Cuando salió de Tulíp se prometió que no dejaría que el miedo le impidiera alcanzar sus objetivos. Al final de su vida quería mirar atrás sin arrepentirse. Sobre todo de ser una cobarde.
Lo único cierto sobre Joe era que no se enamoraría de ella ni se casaría con ella. Aquello era simplemente cuestión de sexo. Sexo y diversión. Sexo y más sexo. Lo cual no tenía nada de malo. Siempre que ella no lo confundiera con amor.
Y aquél era el punto clave del asunto. Pero si decía «sí» a la parte sexual y aceptaba que no había más, entonces no importaba que no encajara en su mundo.
—Bien —le dijo a su reflejo en el espejo—. ¿Hacerlo con Joe o no hacerlo con Joe? —se echó a reír, apagó la luz y volvió a la cama.
Joe seguía durmiendo. Pensó que debía dejarlo en paz; después de todo era tarde. Aunque por otra parte...
Tosió. Nada. Volvió a toser. No hubo suerte. Por lo menos podía mirarlo todo lo que quisiera, aunque había muy poca luz. Pero incluso en la penumbra era un hombre hermoso.
Su mano se acercó a la lámpara de la mesilla sin que pudiera evitarlo.
Él hizo una mueca.
Ella se sentó con fuerza en la cama y volvió a toser.
Bingo.
—Hola —gruñó él—. ¿Qué hora es?
—Muy tarde. Vuelve a dormir.
Joe le puso una mano en el muslo.
—Ven aquí.
—De acuerdo —se tumbó a su lado—. ¿Estás lúcido?
—Depende. Si quieres que hable de filosofía, no. Si quieres que lama algo, sí.
_____ sonrió.
—No, quiero que oigas algo.
—Soy todo oídos.
—Sí.
Joe carraspeó. Parpadeó varias veces.
—¿Sí?
Ella asintió. Subió el pie por la pantorrilla de él.
—Sí.
Él abrió mucho los ojos.
—Oh. Sí.
—Aja.
—Eso está bien. Muy, muy bien.
—Lo sé.
—¿Estás segura?
—Sí. Pero me reservo el derecho a cambiar de idea.
—Por supuesto. No podría ser de ninguna otra forma.
—Y eso no cambia nada sobre Cullen. Sigo queriendo actuar sola.
Joe bostezó y la atrajo hacia sí.
—Siempre estaré encantado de ayudarte, pero no me entrometeré.
Algo duro rozó la cadera de ella.
—Oh, oh. Creo que lo he despertado todo.
La risa de él la hizo estremecerse, pero no tanto como la sensación de sus labios en la curva del cuello.
_____ bajó la mano hasta el pene de él y lo acarició un momento. Empujó a Joe de espaldas, apartó del todo el edredón y sacó otro condón de la mesilla. Tendría que comprar más. Muchos más.
Con el paquete en la mano, miró a Joe. Se colocó a horcajadas sobre él, sentándose casi en sus muslos. Un minuto después le había puesto el condón.
Se echó a reír y se colocó mejor para acercarse al blanco.
Joe levantó las caderas y ella se sentó en su pene y permaneció un momento inmóvil, disfrutando del poder de su posición.
—Creo, señor Jonas, que te voy a usar y abusar de tí, si no te importa. Probar todo lo que siempre he querido probar. Voy a ser valiente y osada y te voy a desgastar.
Joe lanzó un gemido. Sujetó las caderas de ella y empujó con tanta fuerza que la levantó de la cama.
—Supongo que eso significa que lo apruebas — dijo ella.
—¿_____?
—¿Sí?
—Puedes hacerme todo lo que quieras y cuando quieras. Pero si ahora no levantas ese hermoso trasero tuyo, voy a tener que ponerme duro.
La joven sonrió.
—Bien.
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
15
Joe miraba su agenda con disgusto. Reuniones, entrevistas, decisiones editoriales, comida con Guiliani, cócteles con el abogado, cena con el director de Vanity Faír y una gala de recaudación de fondos.
Cuando lo que quería era volver a la cama con _____.
La noche anterior había sido una locura. Hacía mucho tiempo que no se sentía ten lleno de energía. El problema era que tendría que reestructurar su vida si quería pasar tiempo con ella.
Entró Kelly con un batido y lo miró con curiosidad.
—¿Qué pasa? ¿Tengo espinacas en los dientes?
La mujer negó con la cabeza. Llevaba más de dos años con él y se conocían bastante bien. Tenía unos treinta y cinco años y su marido trabajaba como artista gráfico en Noir. Tenían un hijo de ocho años, Jason.
—Hay algo distinto —dijo.
—No sé qué puede ser —repuso él.
—No es el pelo ni la ropa. Es algo... No sé. Pero tengo razón.
—Kelly, tú siempre tienes razón. Pero no hay nada nuevo en mí.
—Sí que lo hay. Y acabaré adivinándolo. Ya lo verás.
—Eh, no es por cambiar de tema, ¿pero la gala de esta noche es importante?
—Bastante —Kelly se sentó en el sillón situado frente al escritorio de él—. Irán los Clinton. ¿Por qué? ¿Tienes una cita apasionada?
Joe la miró sin contestar.
—Así que es eso —sonrió eüa.
—¿Qué?
—Alguien ha entrado en el castillo. ¿Quién es? ¿Nicole? ¿Sandy?
—Ninguna de las dos. Porque no hay nadie en el castillo. Lo que quiera que eso signifique.
—Mientes como un bellaco. Te has ruborizado. Vamos, Joe, dímelo.
—No hay anda que decir.
Kelly enarcó las cejas.
—Está bien —cedió él—. Me veo con alguien, pero no es nada serio.
—¿Quién es ella?
—_____ Norton.
La secretaria abrió la boca. volvió a cerrarla.
—¿_____ la de las plantas?
—Sí.
—¡Oh, Cielo Santo! Es maravilloso.
—Espera un momento. No es maravilloso. No es serio. Es sólo... ya sabes, para divertirse.
—Divertirse tonterías. Es una mujer de verdad, Joe, no una de esas estrellas de cine vanidosas con las que sueles salir. Es inteligente y ambiciosa. Y hace el mejor pan de maíz que he probado en mi vida.
—¿Te ha invitado a comer?
—Trae cosas de vez en cuando. A Patrick le hizo una tarta de limón deliciosa por Navidad.
—¿De verdad?
—Sí, ella es así. Amable —Kelly frunció el ceño.
—¿Qué?
—Joe, sabes que te aprecio mucho y que me encanta trabajar par ti. Y procuro no meter la nariz donde no debo.
El hombre soltó una carcajada, que frenó al ver la mirada de ella.
—Pero no sé si esto..._____ es...
—¿Qué?
—No es una ingenua precisamente. Pero tampoco es una jugadora de verdad.
—¿Y tú sí?
—No, pero yo no salgo contigo.
—No veo el problema.
—Eres un hombre del que es fácil enamorarse. Ten cuidado, puedes hacerle daño.
Joe asintió.
—Estoy siendo todo lo sincero y directo que puedo. Le he dicho que hay sitios a los que no puedo ir.
—Muchos sitios.
—Ella lo sabe. Y aun así quiere intentarlo.
—Vale. Cruzaré los dedos.
—¿Seguro que no puedo eludir lo de esta noche? —sonrió él.
—No. Y Patrick quiere verte.
—Iré en cuanto haga una llamada.
Kelly se levantó y le sonrió.
—Por si te sirve de algo, creo que tienes buen gusto.
—Claro que sí. Te contraté a tí, ¿no?
—Desde luego.
Joe esperó a que saliera y levantó el auricular. Marcó el número de _____, pero salió el contestador.
—Hola —dijo—. Soy yo. No estoy seguro, ya que puede que tenga que ir a una gala, ¿pero estás libre esta noche? Llámame —colgó. Estaba casi seguro de que podría convencer a Patrick para que ocupara su lugar. ¿Pero qué diría la prensa? Mucha gente no sabía que existía Patrick, no lo asociaban con Noir y los paparazzi no lo seguían.
Por otra parte, era sólo por una noche. Una noche que podía pasar en la cama con _____.
Hablaría con Patrick enseguida.
A:Erin Thatcher; Samantha Tyier
De: _____ Norton
Asunto: El precipicio por el que me be lanzado
Hola, chicas.
Esto fue lo que dijo él: «Me gustaría volver a verte».Y esto fue lo que dije yo: «Vale».
Hubo más conversación, bla, bla, bla, con el resultado final de que él se quedó a pasar la noche y acordamos vernos de vez en cuando aunque él todavía tiene que salir con Nícole Kidman, lo cual no es tan malo como parece porque es su trabajo y tiene mucha gente trabajando para él a la que no puede fallar.
Por favor, decidme que no estoy loca.
Con cariño y besos,
_____.
A:_____ Norton
De:Erín Thatcher
No, tonta. No estás loca. Joe puede que sí.¿Nicole Kidman? ¡Por favor! Tú eres una mujer con una misión. Tienes un hombre con el que hacer cosas.
¿Y qué si es el mayor playboy del mundo occidental? La única que importa eres tú. ¿Aceptas bien lo de volver a verlo «de vez en cuando»? Pase lo que pase, no quiero que sufras. Respira hondo. Conserva la calma y céntrate... lo que implica disfrutar del sexo. Y no caer en ninguna trampa sentimental. Te mereces algo mejor que las migajas de su mesa. Mereces ser el centro de flores.
Te quiero. Erín.
A:_____ Norton
De: Samantha Tyier
Asunto: Precipicios y esas cosas
¡_____! Joe quiere volver a verte. ¡Guau! A mí me parece bastante compromiso para un tipo como él. A lo mejor tienes tanta suerte como Erin y se enamora de tí. Deja de reír, incrédula, es más que posible. Seguro que Nicole Kidman es aburrida comparada contigo.
Supongo que te das cuenta de que tienes ocasión de vivir las fantasías de todas las mujeres. De ser la que haba que se despierte y piense: «De pronto conozco el significado de la vida... ser esclavo de _____ toda la eternidad».
Vale, sé que me precipito. Tal vez incluso me paso de romántica. Es agradable saber que todavía soy capaz de ello.
Anoche tuve un desastre propio. Conocí a un hombre en un bar. Dos besos y todas mis emociones negativas empezaron a salir a borbotones. Lloré encima de su elegante traje. ¿Puedes creerlo? ¡Qué vergüenza! Por supuesto, él se llevó un susto de muerte, así que supongo que tengo que esperar más antes de volver a intentarlo. Demasiadas emociones todavía cerca de la superficie. Pero estoy en la senda de la recuperación.
Así que, desde mi nueva y menos cínica posición, te digo que no te hagas muchas ilusiones pero disfrutes de cada minuto. A veces hay que arriesgarse a sufrir para vivir.
Mántennos informadas. Y si resulta que al final es un playboy hasta la médula, estamos aquí para llorar cuando llegue el momento de olvidarlo y seguir adelante.
Samantha.
Joe cambió la bolsa de mano y llamó a la puerta tras comprobar que había elegido las bombillas adecuadas para el pasillo. ¡Maldito edificio! Odiaba ir hasta allí a ver a_____. Si ella hubiera sido diferente, la habría instalado en un apartamento cerca de su casa, pero si hubiera sido diferente, no estaría en aquella situación.
Lo sorprendía sentir tantas cosas por ella en tan poco espacio de tiempo y no sabía por qué, pero tampoco le importaba. Ella había dicho que sí y estaba decidido a hacerla feliz. Dio las gracias en silencio a Patrick, que representaría aquella noche a Noír en la gala benéfica, volvió a llamar y dio un salto atrás al ver que se abría la puerta. La sonrisa de ella, amplia y excitada, hizo que le saltara el corazón en el pecho.
—Me alegro de que seas tú —dijo_____.
—¿Quién más podría ser?
—No sé. Mary. El cartero. Papá Noel. Pero no. Eres tú.
Joe dejó la bolsa en el suelo con una carcajada y la abrazó.
—Y tú eres tú. ¿No es una coincidencia maravillosa?
Ella se abrazó a su cuello. Sus ojos brillantes estaban lo bastante cerca para que él viera las chispas doradas entre el verde. Pero entonces ella cerró los ojos y lo besó en los labios.
Su beso lo iluminó como un árbol de Navidad. Había en él una tensión eléctrica que iba al mismo tiempo a su cabeza y a su pene. La deseaba como no había deseado nunca a nadie. Y había estado con mujeres increíbles. Pero _____ era diferente.
La estrechó contra sí para que notara lo que le había hecho. De cero a cien en sólo treinta segundos.
—Mmmm, sabes a canela —susurró ella, con los labios rozando todavía los de él.
—¿Y te gusta?
—Sí.
—Tomaré nota.
—Bien. Y ya que estamos, te diré otras cosas que me gustan.
—Dispara.
_____ bajó las manos por la espalda de él hasta llegar a las nalgas.
—Tienes un trasero estupendo. No sé qué haces para mantenerlo así, pero no lo dejes.
—Trabajar en el trasero. Anotado.
Las manos de ella subieron hasta su pecho.
—Y lo mismo vale para el torso —lo besó y se apartó sólo lo suficiente para poder hablar—.Y también me gusta la ropa de seda.
—Pecho, anotado. Seda, entendido.
—Y creo que es todo.
Joe frunció el ceño.
—¿De verdad? ¿Eso es todo lo que te gusta de mí?
—Bueno, hay otra parte que creo que me gusta, pero tengo que explorarla un poco más para estar segura.
—¿Y qué parte puede ser esa?
Las manos de ella bajaron de su pecho a su cintura. Allí se detuvo, volviéndolo loco, balanceándose adelante y atrás, como si oyera una canción dirigida sólo a ellos dos. Bajó más las manos hasta tocarle las caderas y volvió a detenerse.
Joe lanzó un gemido y le mordisqueó la nariz.
—Seguramente no lo notas —dijo—, pero uno de los dos está bastante excitado en este momento.
_____ se frotó contra él, aumentando su tormento.
—¿Cuál?
—Tú —dijo él.
—Eso es cierto. ¿Pero soy la única?
—No lo sé. Dímelo tú.
_____ bajó las manos hasta tocar su erección. Joe lanzó un respingo y ella se echó a reír.
—Todas las indicaciones parecen apuntar a que estás moderadamente excitado.
—¿Moderadamente?
—Sí, creo que sólo acabas de empezar.
—Oh, cariño...
—Pero acabo de recordarlo.
—¿Qué?
Ella le apretó el pene.
—La otra cosa que me gusta.
—¿Sí?
—Sí —se puso de puntillas y acercó los labios al oído de él. —Tu gusto para la ropa.
—¡Eh!
_____ se echó hacia atrás y soltó una carcajada. Joe movió la cabeza.
—Estás loca.
—Lo sé.
—Una hermosa loca.
—¿Tú crees?
—Lo sé.
_____ respiró Hondo y soltó el aire despacio.
—Hasta el momento me gusta este arreglo.
—A mí también.
—Excepto por una cosa.
—¿Cuál?
Ella sonrió con malicia.
—Llevamos demasiada ropa.
—Ah,eso.
—Sí —susurró ella; apretó de nuevo su pene, ya completamente endurecido—.Eso.
Joe tiró con fuerza de su camisa de seda, hecha a mano en Hong Kong, y los botones salieron volando en todas direcciones.
_____ dio un respingo y se llevó las manos a la boca.
Él se arrancó uno de los gemelos en su prisa por desnudarse y, cuando al fin consiguió quitarse la camisa, se golpeó el pecho con los puños e imitó el grito de Tarzán.
_____ se echó a reír con fuerza, sujetándose el estómago.
Aquello no era precisamente lo que él tenía en mente.
Sólo quedaba hacer una cosa. Distraerla. Y conocía el modo de hacerlo.
—¿Joe? ¿Estás despierto?
—Sí.
—Ha sido divertido.
—Sí.
—¿Quién intentas ser, Gary Cooper?
—No. Intento dormir. Son las dos.
—No es culpa mía. Has sido tú el que ha querido repetir.
—Lo sé. Pero ahora es hora de dormir.
—¿Joe?
—Mmmm.
—¿Estás dormido?
—Sí.
—¿De verdad?
—No. Ya no.
—Oh.
—¿Qué?
—Estaba pensando.
—¿En qué?
—Helado.
—¿Qué?
—Rocky road.
—Lo dices en serio, ¿verdad?
—Sí, pero sobreviviré sin él.
—¿Estás segura?
—Sí.
—_____...
—¿qué?
—Despierta.
—¿Qué hora es?
—Las tres y media. Vamos. Levanta.
—¿Qué pasa?
—Toma.
—¿En?
—Rocky road.
—Rocky... no sé...¿has salido?
—Sí.
—¿Por mí?
—Sí.
—¡Oh, vaya!
—Éste fue el que pediste, ¿no?
—Aja.
—¿Y qué ocurre ahora?
—Nada. Todo es... perfecto.
—Vaya. Mujeres. Nunca las entenderé.
—No sé. A mí me parece que me comprendes muy bien.
—Eh, creía que querías helado.
—Y quiero. Y me lo comeré. Después.
—¿Después? Oh.
—Sí. Oh.
Joe miraba su agenda con disgusto. Reuniones, entrevistas, decisiones editoriales, comida con Guiliani, cócteles con el abogado, cena con el director de Vanity Faír y una gala de recaudación de fondos.
Cuando lo que quería era volver a la cama con _____.
La noche anterior había sido una locura. Hacía mucho tiempo que no se sentía ten lleno de energía. El problema era que tendría que reestructurar su vida si quería pasar tiempo con ella.
Entró Kelly con un batido y lo miró con curiosidad.
—¿Qué pasa? ¿Tengo espinacas en los dientes?
La mujer negó con la cabeza. Llevaba más de dos años con él y se conocían bastante bien. Tenía unos treinta y cinco años y su marido trabajaba como artista gráfico en Noir. Tenían un hijo de ocho años, Jason.
—Hay algo distinto —dijo.
—No sé qué puede ser —repuso él.
—No es el pelo ni la ropa. Es algo... No sé. Pero tengo razón.
—Kelly, tú siempre tienes razón. Pero no hay nada nuevo en mí.
—Sí que lo hay. Y acabaré adivinándolo. Ya lo verás.
—Eh, no es por cambiar de tema, ¿pero la gala de esta noche es importante?
—Bastante —Kelly se sentó en el sillón situado frente al escritorio de él—. Irán los Clinton. ¿Por qué? ¿Tienes una cita apasionada?
Joe la miró sin contestar.
—Así que es eso —sonrió eüa.
—¿Qué?
—Alguien ha entrado en el castillo. ¿Quién es? ¿Nicole? ¿Sandy?
—Ninguna de las dos. Porque no hay nadie en el castillo. Lo que quiera que eso signifique.
—Mientes como un bellaco. Te has ruborizado. Vamos, Joe, dímelo.
—No hay anda que decir.
Kelly enarcó las cejas.
—Está bien —cedió él—. Me veo con alguien, pero no es nada serio.
—¿Quién es ella?
—_____ Norton.
La secretaria abrió la boca. volvió a cerrarla.
—¿_____ la de las plantas?
—Sí.
—¡Oh, Cielo Santo! Es maravilloso.
—Espera un momento. No es maravilloso. No es serio. Es sólo... ya sabes, para divertirse.
—Divertirse tonterías. Es una mujer de verdad, Joe, no una de esas estrellas de cine vanidosas con las que sueles salir. Es inteligente y ambiciosa. Y hace el mejor pan de maíz que he probado en mi vida.
—¿Te ha invitado a comer?
—Trae cosas de vez en cuando. A Patrick le hizo una tarta de limón deliciosa por Navidad.
—¿De verdad?
—Sí, ella es así. Amable —Kelly frunció el ceño.
—¿Qué?
—Joe, sabes que te aprecio mucho y que me encanta trabajar par ti. Y procuro no meter la nariz donde no debo.
El hombre soltó una carcajada, que frenó al ver la mirada de ella.
—Pero no sé si esto..._____ es...
—¿Qué?
—No es una ingenua precisamente. Pero tampoco es una jugadora de verdad.
—¿Y tú sí?
—No, pero yo no salgo contigo.
—No veo el problema.
—Eres un hombre del que es fácil enamorarse. Ten cuidado, puedes hacerle daño.
Joe asintió.
—Estoy siendo todo lo sincero y directo que puedo. Le he dicho que hay sitios a los que no puedo ir.
—Muchos sitios.
—Ella lo sabe. Y aun así quiere intentarlo.
—Vale. Cruzaré los dedos.
—¿Seguro que no puedo eludir lo de esta noche? —sonrió él.
—No. Y Patrick quiere verte.
—Iré en cuanto haga una llamada.
Kelly se levantó y le sonrió.
—Por si te sirve de algo, creo que tienes buen gusto.
—Claro que sí. Te contraté a tí, ¿no?
—Desde luego.
Joe esperó a que saliera y levantó el auricular. Marcó el número de _____, pero salió el contestador.
—Hola —dijo—. Soy yo. No estoy seguro, ya que puede que tenga que ir a una gala, ¿pero estás libre esta noche? Llámame —colgó. Estaba casi seguro de que podría convencer a Patrick para que ocupara su lugar. ¿Pero qué diría la prensa? Mucha gente no sabía que existía Patrick, no lo asociaban con Noir y los paparazzi no lo seguían.
Por otra parte, era sólo por una noche. Una noche que podía pasar en la cama con _____.
Hablaría con Patrick enseguida.
A:Erin Thatcher; Samantha Tyier
De: _____ Norton
Asunto: El precipicio por el que me be lanzado
Hola, chicas.
Esto fue lo que dijo él: «Me gustaría volver a verte».Y esto fue lo que dije yo: «Vale».
Hubo más conversación, bla, bla, bla, con el resultado final de que él se quedó a pasar la noche y acordamos vernos de vez en cuando aunque él todavía tiene que salir con Nícole Kidman, lo cual no es tan malo como parece porque es su trabajo y tiene mucha gente trabajando para él a la que no puede fallar.
Por favor, decidme que no estoy loca.
Con cariño y besos,
_____.
A:_____ Norton
De:Erín Thatcher
No, tonta. No estás loca. Joe puede que sí.¿Nicole Kidman? ¡Por favor! Tú eres una mujer con una misión. Tienes un hombre con el que hacer cosas.
¿Y qué si es el mayor playboy del mundo occidental? La única que importa eres tú. ¿Aceptas bien lo de volver a verlo «de vez en cuando»? Pase lo que pase, no quiero que sufras. Respira hondo. Conserva la calma y céntrate... lo que implica disfrutar del sexo. Y no caer en ninguna trampa sentimental. Te mereces algo mejor que las migajas de su mesa. Mereces ser el centro de flores.
Te quiero. Erín.
A:_____ Norton
De: Samantha Tyier
Asunto: Precipicios y esas cosas
¡_____! Joe quiere volver a verte. ¡Guau! A mí me parece bastante compromiso para un tipo como él. A lo mejor tienes tanta suerte como Erin y se enamora de tí. Deja de reír, incrédula, es más que posible. Seguro que Nicole Kidman es aburrida comparada contigo.
Supongo que te das cuenta de que tienes ocasión de vivir las fantasías de todas las mujeres. De ser la que haba que se despierte y piense: «De pronto conozco el significado de la vida... ser esclavo de _____ toda la eternidad».
Vale, sé que me precipito. Tal vez incluso me paso de romántica. Es agradable saber que todavía soy capaz de ello.
Anoche tuve un desastre propio. Conocí a un hombre en un bar. Dos besos y todas mis emociones negativas empezaron a salir a borbotones. Lloré encima de su elegante traje. ¿Puedes creerlo? ¡Qué vergüenza! Por supuesto, él se llevó un susto de muerte, así que supongo que tengo que esperar más antes de volver a intentarlo. Demasiadas emociones todavía cerca de la superficie. Pero estoy en la senda de la recuperación.
Así que, desde mi nueva y menos cínica posición, te digo que no te hagas muchas ilusiones pero disfrutes de cada minuto. A veces hay que arriesgarse a sufrir para vivir.
Mántennos informadas. Y si resulta que al final es un playboy hasta la médula, estamos aquí para llorar cuando llegue el momento de olvidarlo y seguir adelante.
Samantha.
Joe cambió la bolsa de mano y llamó a la puerta tras comprobar que había elegido las bombillas adecuadas para el pasillo. ¡Maldito edificio! Odiaba ir hasta allí a ver a_____. Si ella hubiera sido diferente, la habría instalado en un apartamento cerca de su casa, pero si hubiera sido diferente, no estaría en aquella situación.
Lo sorprendía sentir tantas cosas por ella en tan poco espacio de tiempo y no sabía por qué, pero tampoco le importaba. Ella había dicho que sí y estaba decidido a hacerla feliz. Dio las gracias en silencio a Patrick, que representaría aquella noche a Noír en la gala benéfica, volvió a llamar y dio un salto atrás al ver que se abría la puerta. La sonrisa de ella, amplia y excitada, hizo que le saltara el corazón en el pecho.
—Me alegro de que seas tú —dijo_____.
—¿Quién más podría ser?
—No sé. Mary. El cartero. Papá Noel. Pero no. Eres tú.
Joe dejó la bolsa en el suelo con una carcajada y la abrazó.
—Y tú eres tú. ¿No es una coincidencia maravillosa?
Ella se abrazó a su cuello. Sus ojos brillantes estaban lo bastante cerca para que él viera las chispas doradas entre el verde. Pero entonces ella cerró los ojos y lo besó en los labios.
Su beso lo iluminó como un árbol de Navidad. Había en él una tensión eléctrica que iba al mismo tiempo a su cabeza y a su pene. La deseaba como no había deseado nunca a nadie. Y había estado con mujeres increíbles. Pero _____ era diferente.
La estrechó contra sí para que notara lo que le había hecho. De cero a cien en sólo treinta segundos.
—Mmmm, sabes a canela —susurró ella, con los labios rozando todavía los de él.
—¿Y te gusta?
—Sí.
—Tomaré nota.
—Bien. Y ya que estamos, te diré otras cosas que me gustan.
—Dispara.
_____ bajó las manos por la espalda de él hasta llegar a las nalgas.
—Tienes un trasero estupendo. No sé qué haces para mantenerlo así, pero no lo dejes.
—Trabajar en el trasero. Anotado.
Las manos de ella subieron hasta su pecho.
—Y lo mismo vale para el torso —lo besó y se apartó sólo lo suficiente para poder hablar—.Y también me gusta la ropa de seda.
—Pecho, anotado. Seda, entendido.
—Y creo que es todo.
Joe frunció el ceño.
—¿De verdad? ¿Eso es todo lo que te gusta de mí?
—Bueno, hay otra parte que creo que me gusta, pero tengo que explorarla un poco más para estar segura.
—¿Y qué parte puede ser esa?
Las manos de ella bajaron de su pecho a su cintura. Allí se detuvo, volviéndolo loco, balanceándose adelante y atrás, como si oyera una canción dirigida sólo a ellos dos. Bajó más las manos hasta tocarle las caderas y volvió a detenerse.
Joe lanzó un gemido y le mordisqueó la nariz.
—Seguramente no lo notas —dijo—, pero uno de los dos está bastante excitado en este momento.
_____ se frotó contra él, aumentando su tormento.
—¿Cuál?
—Tú —dijo él.
—Eso es cierto. ¿Pero soy la única?
—No lo sé. Dímelo tú.
_____ bajó las manos hasta tocar su erección. Joe lanzó un respingo y ella se echó a reír.
—Todas las indicaciones parecen apuntar a que estás moderadamente excitado.
—¿Moderadamente?
—Sí, creo que sólo acabas de empezar.
—Oh, cariño...
—Pero acabo de recordarlo.
—¿Qué?
Ella le apretó el pene.
—La otra cosa que me gusta.
—¿Sí?
—Sí —se puso de puntillas y acercó los labios al oído de él. —Tu gusto para la ropa.
—¡Eh!
_____ se echó hacia atrás y soltó una carcajada. Joe movió la cabeza.
—Estás loca.
—Lo sé.
—Una hermosa loca.
—¿Tú crees?
—Lo sé.
_____ respiró Hondo y soltó el aire despacio.
—Hasta el momento me gusta este arreglo.
—A mí también.
—Excepto por una cosa.
—¿Cuál?
Ella sonrió con malicia.
—Llevamos demasiada ropa.
—Ah,eso.
—Sí —susurró ella; apretó de nuevo su pene, ya completamente endurecido—.Eso.
Joe tiró con fuerza de su camisa de seda, hecha a mano en Hong Kong, y los botones salieron volando en todas direcciones.
_____ dio un respingo y se llevó las manos a la boca.
Él se arrancó uno de los gemelos en su prisa por desnudarse y, cuando al fin consiguió quitarse la camisa, se golpeó el pecho con los puños e imitó el grito de Tarzán.
_____ se echó a reír con fuerza, sujetándose el estómago.
Aquello no era precisamente lo que él tenía en mente.
Sólo quedaba hacer una cosa. Distraerla. Y conocía el modo de hacerlo.
—¿Joe? ¿Estás despierto?
—Sí.
—Ha sido divertido.
—Sí.
—¿Quién intentas ser, Gary Cooper?
—No. Intento dormir. Son las dos.
—No es culpa mía. Has sido tú el que ha querido repetir.
—Lo sé. Pero ahora es hora de dormir.
—¿Joe?
—Mmmm.
—¿Estás dormido?
—Sí.
—¿De verdad?
—No. Ya no.
—Oh.
—¿Qué?
—Estaba pensando.
—¿En qué?
—Helado.
—¿Qué?
—Rocky road.
—Lo dices en serio, ¿verdad?
—Sí, pero sobreviviré sin él.
—¿Estás segura?
—Sí.
—_____...
—¿qué?
—Despierta.
—¿Qué hora es?
—Las tres y media. Vamos. Levanta.
—¿Qué pasa?
—Toma.
—¿En?
—Rocky road.
—Rocky... no sé...¿has salido?
—Sí.
—¿Por mí?
—Sí.
—¡Oh, vaya!
—Éste fue el que pediste, ¿no?
—Aja.
—¿Y qué ocurre ahora?
—Nada. Todo es... perfecto.
—Vaya. Mujeres. Nunca las entenderé.
—No sé. A mí me parece que me comprendes muy bien.
—Eh, creía que querías helado.
—Y quiero. Y me lo comeré. Después.
—¿Después? Oh.
—Sí. Oh.
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
16
—¿Patrick? ¿Tienes un minuto?
El hombre levantó la vista del ordenador y sonrió.
—Para ti, _____, desde luego.
La joven entró en el despacho pensando si se habría vuelto loca por completo. Patrick era la espina dorsal de la empresa, tomaba decisiones, pero no tenía la costumbre de hacer de portavoz. Hasta hacía poco. Y ella no sólo quería pedirle consejo sobre alejar a Joe de su trabajo, sino que además quería alterar su vida ordenada para que asumiera el papel de estrella de cine que interpretaba su hermano.
—Sea lo que sea, no puede ser tan malo —musitó él, tras observarla un rato en silencio.
—No estés tan seguro.
—No pensarás irte, ¿verdad?
—No. Aunque puede que tú quieras que lo haga después de esta conversación.
Patrick dejó de sonreír y ella se sorprendió de lo atractivo que era. Mucho más de lo que le parecía antes. ¿Por qué? Se había cambiado las gafas y estaba más bronceado. Patrick se estaba reconstruyendo y con mucho acierto. Tal vez su entrada en el mundo de los focos no era tan negativa como ella asumía.
—No sé leer el pensamiento, _____, así que...
—Perdona. Vale. Esto no es fácil, ten paciencia.
—Soy todo oídos.
—Primero debes sabes que salgo con Joe... más o menos.
—Sí, me he enterado.
—Me dijo desde el principio que no estaba completamente libre.
—Entiendo.
—Por Noir, claro. Pero aunque no me lo hubiera dicho, yo habría asumido que no quería compromiso.
—¿Por qué?
_____ lo miró con la boca abierta.
—Porque él es Joe Jonas, por supuesto,
—¿Y qué significa eso?
—Vamos, Patrick. Tú lo sabes mejor que yo. Su trabajo. Sale con una estrella de cine distinta cada semana. Es el soltero más cotizado del país, es la personificación del sexo sin ataduras.
—Ah.
_____ lo miró con curiosidad.
—Te estás riendo de mí, ¿verdad?
—En absoluto. De hecho, he pensado mucho en Joe y en tí últimamente.
—¿Por qué? ¿Porque lo estoy estropeando todo?
—No. Porque hacía años que no lo veía tan feliz.
_____ contuvo el aliento.
—Por favor, no te burles de mí. Sería cruel.
—Hablo en serio. Al principio no me pareció buena idea que saliera contigo, pero estoy reconsiderando mi postura.
—¿De verdad?
—Nunca lo admitirá, _____, pero no le gustan mucho los focos.
—Vamos.
—Va en serio. Lo hace bien y parece estar en su elemento, pero sería mucho más feliz si pudiera evadirse del ojo del público.
—¿Y por qué no lo hace?
Patrick enarcó las cejas y no contestó.
—Entiendo —musitó ella—.Y eso me lleva a lo que decía. Entre nosotros no puede haber nada a largo plazo.
—Y si tú lo sabes, ¿dónde está el dilema?
—No lo sé —musitó ella—. No debería haberlo. Sé lo que sé y no puedo cambiarlo.
—¿Pero?
—Supongo que esperaba una salida.
Patrick sonrió.
—_____, el mundo está lleno de cambios.
—Cierto, pero yo deseo que sean en la dirección que quiero.
—Ah —musitó él—. Si sabes cómo hacer que eso ocurra, avísame, ¿vale?
_____ asintió.
—¿Algún consejo?
Patrick se echó hacia atrás en la silla. Tardó un instante en hablar.
—¿Tienes CDs de música clásica en casa? —-preguntó.
—Sí.
—¿De quién?
—Vivaldi. Debussy. Tchaikovsky. ¿Por qué?
Patrick se levantó de la silla y ella notó al instante que había perdido peso.
—Y ya que estamos en eso, ¿te importaría decirme cómo te has convertido en un modelo de GQ? —preguntó.
Patrick se echó a reír.
—Una de las cosas que me gusta de tí es cómo usas las palabras —dijo.
—Vamos, estás fabuloso.
Él se acercó a ella y le apretó el hombro con gentileza.
—Gracias. He hecho algunos cambios en mi vida, incluidos dieta y ejercicio.
—Bravo. ¿Algo en especial?
—No. Es sólo que siempre he sabido que debía hacerlo.
—Maldición, no tienes respuestas mágicas, ¿verdad?
—No —sonrió él—. Pero espera un segundo.
Abrió un armario al lado de la estantería donde había filas y filas de CDs alineados. Sacó una docena de ellos.
—Llévatelos —dijo—. Le gustan mucho. No es que la música vaya a cambiar mucho, pero es el único modo en que se relaja del todo.
Ella enarcó las cejas.
—¿Estás seguro de eso?
Patrick movió la cabeza.
—Buena suerte, _____. Espero que todo salga bien, pero no te decepciones mucho si no es así. Lo han criado desde niño para ocuparse de estas empresa. Es un poco como el príncipe Carlos con menos dinero y más ventajas. No le resultará fácil desilusionar a papá.
—Lo sé. Yo seré la más sorprendida si duramos un par de meses.
—Pues disfruta de lo que tienes ahora.
—Lo haré —tomó los CDs—. Gracias.
—No es mucho. Si se me ocurre algo más, te lo diré.
_____ lo besó en la mejilla.
—Gracias, Patrick.
—De nada.
Joe llamó para decir que estaba enfermo. En honor a la verdad, debería haber dicho que estaba cansado, pero no habría resultado tan convincente. Kelly le dijo la agenda del día y lo que podía hacer desde casa, aunque en realidad estaba en casa de _____ desde las nueve de la noche anterior y eran casi las once de la mañana y sólo habían salido de la cama para lo más imprescindible.
_____ le sonrió y él pensó que era una mujer increíble y tan sexy que hasta su risa lo excitaba. Se sentía como un adolescente plagado de lujuria y hormonas.
—Tengo hambre —dijo ella.
—¿Otra vez?
—Cené anoche a las seis. No creo que sea ilógico querer desayunar.
—Concedido. ¿Qué quieres?
—Salir.
—¿A la calle?
—Sí. Aquí hay poca cosa.
—Pero eso implica ducharse y vestirse.
_____ enarcó las cejas.
—Yo te lavo la espalda si me la lavas tú a mí.
—¿Y el frente?
—Eso también.
Joe sonrió y salió de la cama. La tomó de la mano y entraron en el cuarto de baño. _____ corrió la cortina de la bañera y abrió el grifo. Un momento después se colocaban ambos bajo la ducha. Él tomó el jabón y lo frotó bien contra las manos. Luego, se dispuso a procurar que _____ quedara bien limpia de la cabeza a los pies.
El desayuno pasó a ser comida y cuando llegaron ambos a la cafetería, estaban muertos de hambre. Por desgracia, la pareja de la mesa de al lado reconoció a Joe y éste tuvo que firmar autógrafos y dejar que se hicieran fotos con él. Dos personas pidieron a _____ su autógrafo y aunque ella intentó explicarles que no era famosa, se negaron a escucharla.
—Lo siento —musitó Joe cuando al fin los dejaron solos.
—No me importa.
—Esto no ha sido muy grave, pero puede ser mucho peor.
—¿Hasta qué punto?
—Comidas interrumpidas. Groserías. Que te toquen. Eso es lo peor.
—Pero yo no tendré que preocuparme por eso, ¿verdad?
—Si estás conmigo, puede que sí. La mayoría de la gente es amable, pero algunos son unos imbéciles completos.
—Vale, tú te encargas de los imbéciles y me dejas a mí los otros.
—Buen plan.
_____ sonrió.
—¿Sabes una cosa?
—¿Mmmm?
—Me gustas. No eres como esperaba.
—¿No?
Ella negó con la cabeza.
—Pensaba que serias un bastardo arrogante.
Joe soltó una carcajada.
—Y lo soy.
—No es verdad. Eres maravilloso, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta tus antecedentes.
—Tuve una infancia normal. Colegio, béisbol, fumar en los dormitorios, todo eso.
—Nunca hablas de tu madre.
—No la conocí mucho. Mi padre y ella sólo estuvieron juntos un año. Ella decidió que sería más feliz en Europa, donde había nacido. Murió cuando yo tenía cinco años.
—Lo siento mucho.
Joe se encogió de hombros.
—Como ya te he dicho, apenas la conocí.
—Pero es duro crecer sin madre.
—Tuve niñeras y amas de llaves. Y papá se preocupaba mucho de que sacara buenas notas.
—Mi padre también.
—¿A qué se dedica?
—Es el encargado de una ferretería grande en Tulip. Le encanta construir cosas. Deberías ver su taller. Es asombroso.
—¿Y tu madre?
—Es cotilla profesional. Vive para eso. Aunque es una cotilla amable. Le gusta enterarse de todo, pero luego busca excusas para el mal comportamiento de la gente. Debería escribir libros.
—Los quieres mucho.
—Sí.
—¿Hermanos?
—No. Hija única, pero con muchos primos.
—Yo sólo tengo a Patrick.
_____ sonrió.
—Es maravilloso.
—Sí.
—¿Qué opinas de su cambio?
—¿A qué te refieres?
_____ parpadeó.
—A Patrick.A su pelo, su cuerpo.
Joe movió la cabeza.
—No te entiendo.
—Vamos, la próxima vez que lo veas, fíjate. Te sorprenderás.
—Vale, lo haré.
Llegó la camarera con la comida y _____ atacó los huevos revueltos contenta de estar donde estaba y con la persona que estaba. Casi consiguió olvidar que los miraba la gente. Casi, pero no del todo.
Joe observaba a Patrick desde la puerta del gimnasio.
_____ tenía razón. Había cambiado bastante, Lo miró con atención.
No llevaba gafas y su pelo era más oscuro y espeso. Interesante.
—¡En, forastero! —dijo Patrick desde la cinta corredera—. ¿Has decidido venir a hacer algo al fin?
Joe sonrió.
—Sí, no puedo dejarte a ti toda la diversión.
—Vaya diversión. He tenido que ver a Jefferson solo.
—Lo siento. Lo he olvidado.
Su hermano aflojó el paso.
—En las últimas semanas has olvidado muchas cosas.
Joe se acercó al banco de las pesas, dejó la bolsa de deporte en el suelo y se sentó.
—Sí, supongo que sí.
—Es por _____, ¿verdad?
Joe asintió. Patrick saltó de la cinta y se secó la frente con una toalla.
—Dime algo.
—No sé qué decir.
—Dime qué va a ser de ella cuando te canses de esta diversión.
—No es una diversión.
—¿No? ¿Quieres decir que te vas a casar con ella?
—Vamos, Patrick; sabes que no es posible.
—Yo sí, pero parece que tú no. Y no debes romperle el corazón —hizo una pausa—. ¿Estás enamorado de ella?
—Creo que no. Me gustas y pienso mucho en ella. Vaya, Patrick, ya no lo sé. Si todo fuera distinto...
—Hay algo que debes saber.
Joe enarcó las cejas.
—Papá va a anunciar que se retira en la gala de la revista.
Joe suspiró con fuerza. Cuando se retirara su padre, ya no habría vuelta atrás. Él sería Noír. En algún momento, tal vez cuando tuviera cincuenta años, podría encontrar a alguien con quien asentarse. Pero todavía no. Y en un futuro cercano tampoco. Sería demasiado arriesgado.
Sintió la mano de Patrick en el hombro.
—Tienes que tomar decisiones serias. Espero que consideres bien todas tus opciones.
—¿Qué opciones? —preguntó Joe.
Patrick miró su reloj.
—Demonios, tengo que marcharme. Uno de los dos tiene que dirigir la empresa. Peor te diré una cosa. Sí tienes opciones. Piénsalo bien. Recuerda que nada cambia si algo no cambia. Hablaremos luego — avanzó hacia la taquilla—. Oh, y hay un nuevo restaurante que quiero que pruebes en Los Ángeles.
—¿Los Ángeles?
Patrick se detuvo.
—Los Globos de Oro. Este fin de semana.
—Oh, maldición!
—Vamos, Joe. Contrólate. No puedes desmoronarte ahora.
Joe se miró las manos. Se estaba desmoronando. _____. No debería estar con ella. ¿Pero cómo dejarla marchar?
La música le sonaba familiar. No terminaba de identificarla y ningún compositor le acudía a la mente, pero la melodía le recordaba algo, algo que calmaba su humor melancólico.
Dejó en el suelo la bolsa de tierra y avanzó hacia el sonido. En aquella parte del piso no había plantas y nunca había ido tan lejos. Sabía que Joe estaba en casa y al parecer estaba oyendo música.
Cuando más se acercaba al sonido, más vinculada se sentía con él. Tendría que averiguar lo que era y comprar algún CD pronto. Joe tenía un gusto exquisito.
Las paredes del pasillo tenían un dibujo hermoso asiático de bambú y hojas, con una alfombra beige en el suelo y luces indirectas. El piso entero era fabuloso, pero esa parte parecía más habitada.
La puerta de su derecha daba al dormitorio de él y no puedo resistir la tentación de asomarse. La pieza central era una cama enorme y el gran armario y la cómoda encajaban con su personalidad. Fuertes, sencillos, de líneas limpias.
Había estanterías con libros y una televisión enorme con sistema de sonido y DVD. La cama resultaba muy invitadora con un edredón grueso verde.
Siguió por el pasillo. Pasó un cuarto de baño más grande que su sala de estar y llegó a una puerta al final del pasillo. Estaba entreabierta y la música salía de ella.
Llamó con los nudillos, abrió la puerta y vio que Joe estaba sentado ante un piano y era él el que tocaba.
Contuvo el aliento y se quedó escuchándolo hasta que terminó la pieza y el acorde final quedó colgando en el aire como un perfume.
—Veo que has descubierto mi secreto —dijo él. Se volvió con expresión inescrutable.
—Perdona. No he debido venir aquí, pero la música era tan hermosa...
Joe movió la cabeza y se puso en pie.
—No importa. Debería haberte invitado antes de ahora.
—No me habías dicho que tocabas.
—Es una pasión íntima.
—¿Qué era lo que tocabas?
Joe se encogió de hombros.
—Algo que compuse hace tiempo.
_____ abrió los ojos sorprendida.
—¿Lo compusiste tú? Es maravilloso. ¿Lo tienes grabado?
Joe se acercó a ella y la besó en los labios.
—No, no lo he grabado. Es un hobby, nada más.
—Pues me parece una lástima. Yo no soy una experta, pero me ha gustado mucho.
Joe la abrazó y ella se aferró a él y respiró hondo.
—¿Qué te pasa? —preguntó el hombre.
—Cullen me ha negado el dinero.
Él la abrazó con más fuerza.
—Lo llamaré.
_____ abrió los ojos y se soltó de su abrazo.
—¡Ni se te ocurra!
—No ha estudiado la oferta con imparcialidad o habría visto que la inversión es buena. Es un malentendido y yo puedo arreglarlo con una llamada.
—Te lo agradezco, pero no. Ya te lo dije. Es mi negocio y no quiero interferencias.
Joe la miró con severidad.
—No te lo ofrezco porque nos acostemos juntos. Si no creyera en tu proyecto, no te haría la oferta.
—Te lo agradezco más de lo que puedas imaginar —dijo ella—. Pero quiero que esto sea mío.
Joe movió la cabeza y se pasó una mano por el pelo.
——Está bien. Pero hazme un favor. No te rindas ya con Cullen. Habla con él personalmente. Lo peor que puede ocurrir es que no cambie de idea, pero dale una oportunidad de ver quién eres...
—Ha dicho que no. ¿Cómo voy a...?
—Confía en mí, ¿vale? Inténtalo. Si te dice que no, no has perdido nada.
—De acuerdo —concedió ella de mala gana—. Hablaré con él.
—Estupendo. Te lo mereces, _____. No dejes que Lacey tenga la última palabra.
Al oír aquel nombre, la joven supo lo que tenía que hacer. Iría a ver a Cullen, pero después de haber hecho una visita a Lacey Talbot.
Joe la besó en los labios con gentileza.
—Me gustaría que tuviéramos más tiempo, pero he venido a hacer la maleta —musitó con tristeza.
—¿Maleta?
—Tengo que pasar el fin de semana en Los Ángeles, pero volveré el lunes por la noche.
No debería haberle dolido oírlo decir aquello, pero le dolió. Sin embargo, sabía desde el principio que sería así, así que sonrió y fingió que no la preocupaba nada.
—Más vale que vaya a ocuparme de tus plantas.
—Lo siento.
—No importa —le aseguró ella—. Pero no te diviertas mucho.
—No lo haré, puedes estar segura.
Lo besó y salió al pasillo. Al pasar por su dormitorio se preguntó por qué nunca la había invitado allí, por qué se veían siempre en su casa.
Cada paso que daba le pesaba más. Era su amante escondida, nada más. ¿Y era eso lo que quería? ¿Las migajas en vez del pastel?
Cuanto más tiempo durara aquello, más doloroso sería al terminar. Y terminaría. Lo único que quedaba por saber era cuándo.
—¿Patrick? ¿Tienes un minuto?
El hombre levantó la vista del ordenador y sonrió.
—Para ti, _____, desde luego.
La joven entró en el despacho pensando si se habría vuelto loca por completo. Patrick era la espina dorsal de la empresa, tomaba decisiones, pero no tenía la costumbre de hacer de portavoz. Hasta hacía poco. Y ella no sólo quería pedirle consejo sobre alejar a Joe de su trabajo, sino que además quería alterar su vida ordenada para que asumiera el papel de estrella de cine que interpretaba su hermano.
—Sea lo que sea, no puede ser tan malo —musitó él, tras observarla un rato en silencio.
—No estés tan seguro.
—No pensarás irte, ¿verdad?
—No. Aunque puede que tú quieras que lo haga después de esta conversación.
Patrick dejó de sonreír y ella se sorprendió de lo atractivo que era. Mucho más de lo que le parecía antes. ¿Por qué? Se había cambiado las gafas y estaba más bronceado. Patrick se estaba reconstruyendo y con mucho acierto. Tal vez su entrada en el mundo de los focos no era tan negativa como ella asumía.
—No sé leer el pensamiento, _____, así que...
—Perdona. Vale. Esto no es fácil, ten paciencia.
—Soy todo oídos.
—Primero debes sabes que salgo con Joe... más o menos.
—Sí, me he enterado.
—Me dijo desde el principio que no estaba completamente libre.
—Entiendo.
—Por Noir, claro. Pero aunque no me lo hubiera dicho, yo habría asumido que no quería compromiso.
—¿Por qué?
_____ lo miró con la boca abierta.
—Porque él es Joe Jonas, por supuesto,
—¿Y qué significa eso?
—Vamos, Patrick. Tú lo sabes mejor que yo. Su trabajo. Sale con una estrella de cine distinta cada semana. Es el soltero más cotizado del país, es la personificación del sexo sin ataduras.
—Ah.
_____ lo miró con curiosidad.
—Te estás riendo de mí, ¿verdad?
—En absoluto. De hecho, he pensado mucho en Joe y en tí últimamente.
—¿Por qué? ¿Porque lo estoy estropeando todo?
—No. Porque hacía años que no lo veía tan feliz.
_____ contuvo el aliento.
—Por favor, no te burles de mí. Sería cruel.
—Hablo en serio. Al principio no me pareció buena idea que saliera contigo, pero estoy reconsiderando mi postura.
—¿De verdad?
—Nunca lo admitirá, _____, pero no le gustan mucho los focos.
—Vamos.
—Va en serio. Lo hace bien y parece estar en su elemento, pero sería mucho más feliz si pudiera evadirse del ojo del público.
—¿Y por qué no lo hace?
Patrick enarcó las cejas y no contestó.
—Entiendo —musitó ella—.Y eso me lleva a lo que decía. Entre nosotros no puede haber nada a largo plazo.
—Y si tú lo sabes, ¿dónde está el dilema?
—No lo sé —musitó ella—. No debería haberlo. Sé lo que sé y no puedo cambiarlo.
—¿Pero?
—Supongo que esperaba una salida.
Patrick sonrió.
—_____, el mundo está lleno de cambios.
—Cierto, pero yo deseo que sean en la dirección que quiero.
—Ah —musitó él—. Si sabes cómo hacer que eso ocurra, avísame, ¿vale?
_____ asintió.
—¿Algún consejo?
Patrick se echó hacia atrás en la silla. Tardó un instante en hablar.
—¿Tienes CDs de música clásica en casa? —-preguntó.
—Sí.
—¿De quién?
—Vivaldi. Debussy. Tchaikovsky. ¿Por qué?
Patrick se levantó de la silla y ella notó al instante que había perdido peso.
—Y ya que estamos en eso, ¿te importaría decirme cómo te has convertido en un modelo de GQ? —preguntó.
Patrick se echó a reír.
—Una de las cosas que me gusta de tí es cómo usas las palabras —dijo.
—Vamos, estás fabuloso.
Él se acercó a ella y le apretó el hombro con gentileza.
—Gracias. He hecho algunos cambios en mi vida, incluidos dieta y ejercicio.
—Bravo. ¿Algo en especial?
—No. Es sólo que siempre he sabido que debía hacerlo.
—Maldición, no tienes respuestas mágicas, ¿verdad?
—No —sonrió él—. Pero espera un segundo.
Abrió un armario al lado de la estantería donde había filas y filas de CDs alineados. Sacó una docena de ellos.
—Llévatelos —dijo—. Le gustan mucho. No es que la música vaya a cambiar mucho, pero es el único modo en que se relaja del todo.
Ella enarcó las cejas.
—¿Estás seguro de eso?
Patrick movió la cabeza.
—Buena suerte, _____. Espero que todo salga bien, pero no te decepciones mucho si no es así. Lo han criado desde niño para ocuparse de estas empresa. Es un poco como el príncipe Carlos con menos dinero y más ventajas. No le resultará fácil desilusionar a papá.
—Lo sé. Yo seré la más sorprendida si duramos un par de meses.
—Pues disfruta de lo que tienes ahora.
—Lo haré —tomó los CDs—. Gracias.
—No es mucho. Si se me ocurre algo más, te lo diré.
_____ lo besó en la mejilla.
—Gracias, Patrick.
—De nada.
Joe llamó para decir que estaba enfermo. En honor a la verdad, debería haber dicho que estaba cansado, pero no habría resultado tan convincente. Kelly le dijo la agenda del día y lo que podía hacer desde casa, aunque en realidad estaba en casa de _____ desde las nueve de la noche anterior y eran casi las once de la mañana y sólo habían salido de la cama para lo más imprescindible.
_____ le sonrió y él pensó que era una mujer increíble y tan sexy que hasta su risa lo excitaba. Se sentía como un adolescente plagado de lujuria y hormonas.
—Tengo hambre —dijo ella.
—¿Otra vez?
—Cené anoche a las seis. No creo que sea ilógico querer desayunar.
—Concedido. ¿Qué quieres?
—Salir.
—¿A la calle?
—Sí. Aquí hay poca cosa.
—Pero eso implica ducharse y vestirse.
_____ enarcó las cejas.
—Yo te lavo la espalda si me la lavas tú a mí.
—¿Y el frente?
—Eso también.
Joe sonrió y salió de la cama. La tomó de la mano y entraron en el cuarto de baño. _____ corrió la cortina de la bañera y abrió el grifo. Un momento después se colocaban ambos bajo la ducha. Él tomó el jabón y lo frotó bien contra las manos. Luego, se dispuso a procurar que _____ quedara bien limpia de la cabeza a los pies.
El desayuno pasó a ser comida y cuando llegaron ambos a la cafetería, estaban muertos de hambre. Por desgracia, la pareja de la mesa de al lado reconoció a Joe y éste tuvo que firmar autógrafos y dejar que se hicieran fotos con él. Dos personas pidieron a _____ su autógrafo y aunque ella intentó explicarles que no era famosa, se negaron a escucharla.
—Lo siento —musitó Joe cuando al fin los dejaron solos.
—No me importa.
—Esto no ha sido muy grave, pero puede ser mucho peor.
—¿Hasta qué punto?
—Comidas interrumpidas. Groserías. Que te toquen. Eso es lo peor.
—Pero yo no tendré que preocuparme por eso, ¿verdad?
—Si estás conmigo, puede que sí. La mayoría de la gente es amable, pero algunos son unos imbéciles completos.
—Vale, tú te encargas de los imbéciles y me dejas a mí los otros.
—Buen plan.
_____ sonrió.
—¿Sabes una cosa?
—¿Mmmm?
—Me gustas. No eres como esperaba.
—¿No?
Ella negó con la cabeza.
—Pensaba que serias un bastardo arrogante.
Joe soltó una carcajada.
—Y lo soy.
—No es verdad. Eres maravilloso, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta tus antecedentes.
—Tuve una infancia normal. Colegio, béisbol, fumar en los dormitorios, todo eso.
—Nunca hablas de tu madre.
—No la conocí mucho. Mi padre y ella sólo estuvieron juntos un año. Ella decidió que sería más feliz en Europa, donde había nacido. Murió cuando yo tenía cinco años.
—Lo siento mucho.
Joe se encogió de hombros.
—Como ya te he dicho, apenas la conocí.
—Pero es duro crecer sin madre.
—Tuve niñeras y amas de llaves. Y papá se preocupaba mucho de que sacara buenas notas.
—Mi padre también.
—¿A qué se dedica?
—Es el encargado de una ferretería grande en Tulip. Le encanta construir cosas. Deberías ver su taller. Es asombroso.
—¿Y tu madre?
—Es cotilla profesional. Vive para eso. Aunque es una cotilla amable. Le gusta enterarse de todo, pero luego busca excusas para el mal comportamiento de la gente. Debería escribir libros.
—Los quieres mucho.
—Sí.
—¿Hermanos?
—No. Hija única, pero con muchos primos.
—Yo sólo tengo a Patrick.
_____ sonrió.
—Es maravilloso.
—Sí.
—¿Qué opinas de su cambio?
—¿A qué te refieres?
_____ parpadeó.
—A Patrick.A su pelo, su cuerpo.
Joe movió la cabeza.
—No te entiendo.
—Vamos, la próxima vez que lo veas, fíjate. Te sorprenderás.
—Vale, lo haré.
Llegó la camarera con la comida y _____ atacó los huevos revueltos contenta de estar donde estaba y con la persona que estaba. Casi consiguió olvidar que los miraba la gente. Casi, pero no del todo.
Joe observaba a Patrick desde la puerta del gimnasio.
_____ tenía razón. Había cambiado bastante, Lo miró con atención.
No llevaba gafas y su pelo era más oscuro y espeso. Interesante.
—¡En, forastero! —dijo Patrick desde la cinta corredera—. ¿Has decidido venir a hacer algo al fin?
Joe sonrió.
—Sí, no puedo dejarte a ti toda la diversión.
—Vaya diversión. He tenido que ver a Jefferson solo.
—Lo siento. Lo he olvidado.
Su hermano aflojó el paso.
—En las últimas semanas has olvidado muchas cosas.
Joe se acercó al banco de las pesas, dejó la bolsa de deporte en el suelo y se sentó.
—Sí, supongo que sí.
—Es por _____, ¿verdad?
Joe asintió. Patrick saltó de la cinta y se secó la frente con una toalla.
—Dime algo.
—No sé qué decir.
—Dime qué va a ser de ella cuando te canses de esta diversión.
—No es una diversión.
—¿No? ¿Quieres decir que te vas a casar con ella?
—Vamos, Patrick; sabes que no es posible.
—Yo sí, pero parece que tú no. Y no debes romperle el corazón —hizo una pausa—. ¿Estás enamorado de ella?
—Creo que no. Me gustas y pienso mucho en ella. Vaya, Patrick, ya no lo sé. Si todo fuera distinto...
—Hay algo que debes saber.
Joe enarcó las cejas.
—Papá va a anunciar que se retira en la gala de la revista.
Joe suspiró con fuerza. Cuando se retirara su padre, ya no habría vuelta atrás. Él sería Noír. En algún momento, tal vez cuando tuviera cincuenta años, podría encontrar a alguien con quien asentarse. Pero todavía no. Y en un futuro cercano tampoco. Sería demasiado arriesgado.
Sintió la mano de Patrick en el hombro.
—Tienes que tomar decisiones serias. Espero que consideres bien todas tus opciones.
—¿Qué opciones? —preguntó Joe.
Patrick miró su reloj.
—Demonios, tengo que marcharme. Uno de los dos tiene que dirigir la empresa. Peor te diré una cosa. Sí tienes opciones. Piénsalo bien. Recuerda que nada cambia si algo no cambia. Hablaremos luego — avanzó hacia la taquilla—. Oh, y hay un nuevo restaurante que quiero que pruebes en Los Ángeles.
—¿Los Ángeles?
Patrick se detuvo.
—Los Globos de Oro. Este fin de semana.
—Oh, maldición!
—Vamos, Joe. Contrólate. No puedes desmoronarte ahora.
Joe se miró las manos. Se estaba desmoronando. _____. No debería estar con ella. ¿Pero cómo dejarla marchar?
La música le sonaba familiar. No terminaba de identificarla y ningún compositor le acudía a la mente, pero la melodía le recordaba algo, algo que calmaba su humor melancólico.
Dejó en el suelo la bolsa de tierra y avanzó hacia el sonido. En aquella parte del piso no había plantas y nunca había ido tan lejos. Sabía que Joe estaba en casa y al parecer estaba oyendo música.
Cuando más se acercaba al sonido, más vinculada se sentía con él. Tendría que averiguar lo que era y comprar algún CD pronto. Joe tenía un gusto exquisito.
Las paredes del pasillo tenían un dibujo hermoso asiático de bambú y hojas, con una alfombra beige en el suelo y luces indirectas. El piso entero era fabuloso, pero esa parte parecía más habitada.
La puerta de su derecha daba al dormitorio de él y no puedo resistir la tentación de asomarse. La pieza central era una cama enorme y el gran armario y la cómoda encajaban con su personalidad. Fuertes, sencillos, de líneas limpias.
Había estanterías con libros y una televisión enorme con sistema de sonido y DVD. La cama resultaba muy invitadora con un edredón grueso verde.
Siguió por el pasillo. Pasó un cuarto de baño más grande que su sala de estar y llegó a una puerta al final del pasillo. Estaba entreabierta y la música salía de ella.
Llamó con los nudillos, abrió la puerta y vio que Joe estaba sentado ante un piano y era él el que tocaba.
Contuvo el aliento y se quedó escuchándolo hasta que terminó la pieza y el acorde final quedó colgando en el aire como un perfume.
—Veo que has descubierto mi secreto —dijo él. Se volvió con expresión inescrutable.
—Perdona. No he debido venir aquí, pero la música era tan hermosa...
Joe movió la cabeza y se puso en pie.
—No importa. Debería haberte invitado antes de ahora.
—No me habías dicho que tocabas.
—Es una pasión íntima.
—¿Qué era lo que tocabas?
Joe se encogió de hombros.
—Algo que compuse hace tiempo.
_____ abrió los ojos sorprendida.
—¿Lo compusiste tú? Es maravilloso. ¿Lo tienes grabado?
Joe se acercó a ella y la besó en los labios.
—No, no lo he grabado. Es un hobby, nada más.
—Pues me parece una lástima. Yo no soy una experta, pero me ha gustado mucho.
Joe la abrazó y ella se aferró a él y respiró hondo.
—¿Qué te pasa? —preguntó el hombre.
—Cullen me ha negado el dinero.
Él la abrazó con más fuerza.
—Lo llamaré.
_____ abrió los ojos y se soltó de su abrazo.
—¡Ni se te ocurra!
—No ha estudiado la oferta con imparcialidad o habría visto que la inversión es buena. Es un malentendido y yo puedo arreglarlo con una llamada.
—Te lo agradezco, pero no. Ya te lo dije. Es mi negocio y no quiero interferencias.
Joe la miró con severidad.
—No te lo ofrezco porque nos acostemos juntos. Si no creyera en tu proyecto, no te haría la oferta.
—Te lo agradezco más de lo que puedas imaginar —dijo ella—. Pero quiero que esto sea mío.
Joe movió la cabeza y se pasó una mano por el pelo.
——Está bien. Pero hazme un favor. No te rindas ya con Cullen. Habla con él personalmente. Lo peor que puede ocurrir es que no cambie de idea, pero dale una oportunidad de ver quién eres...
—Ha dicho que no. ¿Cómo voy a...?
—Confía en mí, ¿vale? Inténtalo. Si te dice que no, no has perdido nada.
—De acuerdo —concedió ella de mala gana—. Hablaré con él.
—Estupendo. Te lo mereces, _____. No dejes que Lacey tenga la última palabra.
Al oír aquel nombre, la joven supo lo que tenía que hacer. Iría a ver a Cullen, pero después de haber hecho una visita a Lacey Talbot.
Joe la besó en los labios con gentileza.
—Me gustaría que tuviéramos más tiempo, pero he venido a hacer la maleta —musitó con tristeza.
—¿Maleta?
—Tengo que pasar el fin de semana en Los Ángeles, pero volveré el lunes por la noche.
No debería haberle dolido oírlo decir aquello, pero le dolió. Sin embargo, sabía desde el principio que sería así, así que sonrió y fingió que no la preocupaba nada.
—Más vale que vaya a ocuparme de tus plantas.
—Lo siento.
—No importa —le aseguró ella—. Pero no te diviertas mucho.
—No lo haré, puedes estar segura.
Lo besó y salió al pasillo. Al pasar por su dormitorio se preguntó por qué nunca la había invitado allí, por qué se veían siempre en su casa.
Cada paso que daba le pesaba más. Era su amante escondida, nada más. ¿Y era eso lo que quería? ¿Las migajas en vez del pastel?
Cuanto más tiempo durara aquello, más doloroso sería al terminar. Y terminaría. Lo único que quedaba por saber era cuándo.
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
17
Joe se colocó la corbata mientras la limusina paraba en el Beverly Hilton. Sonrió a Helen, su cita de esa noche. Estaba nominada al premio de mejor actriz y confiaba en que ganara, ya que le gustaban su trabajo y su sentido del humor. No era la primera vez que salían juntos, pero nunca había habido chispas románticas. Eran sólo amigos que entendían el juego.
Por supuesto, había mucha prensa y muchos famosos y tardarían bastante tiempo en llegar al final de la alfombra roja.
Helen llevaba el pelo rubio suelto hasta casi la cintura, tapándole la espalda desnuda. Su vestido dorado se pegaba a todas sus curvas, aunque Joe consideraba que, al igual que a muchas de las presentes, le faltaban cinco kilos.
Sonrió de aquel modo que era tan automático como respirar y se detuvo para la primera entrevista. Les hicieron las preguntas de costumbre, las insinuaciones de siempre, nada nuevo. A Joe no le importó. No quería estar allí, sino con _____. En su apartamento minúsculo, viendo reposiciones de Fríends.
_____ llamó al timbre con el corazón casi en la boca. Tal vez Lacey no estuviera en casa. Confiaba en que así fuera.
¿Qué narices le iba a decir? ¿Que dejara de ser mala o se vengaría de ella?
O quizá debería hincarse de rodillas y suplicarle.
Aquello no era buena idea. De hecho, era una idea espantosa. _____ se disponía a salir corriendo cuando se abrió la puerta.
-¿Qué...?
El sonido de la voz de Lacey la dejó clavada en el sitio. Había acudido a abrir la puerta personalmente. ¿No tenía criados para eso? Giro despacio e intentó sonreír con indiferencia.
—Hola, Lacey.
La mujer parecía muy desgraciada. Por si su rostro no fuera indicación suficiente, la mano que sostenía un vaso de cóctel estaba casi blanca de tanto apretarlo. A _____ no la habría sorprendido que se rompiera el cristal.
—¿Qué haces tú aquí?
—Quería hablar contigo.
—¿Por qué?
—¿Puedo pasar?
Lacey la observó con amargura. Al fin se apartó y _____ entró en la casa.
Ésta era mucho más grande de lo que parecía por fuera. El suelo de mármol blanco brillaba bajo las luces de un candelabro enorme. Había jarrones con flores en tres mesas antiguas, pero lo más impresionante, aparte de la escalinata curva era el cuadro que colgaba en la pared del vestíbulo. Un Picasso auténtico.
—Ya has entrado —dijo Lacey—. ¿Qué querías decir?
_____ olvidó el cuadro y miró a la rubia. Con el pelo recogido hacia atrás en una coleta y sin maquillaje, resultaba menos amedrentadora.
—Sé que le hablaste de mí a Jim Cullen —dijo—. Que le dijiste que mi negocio no sería una buena inversión. Quiero saber por qué.
Lacey frunció los labios.
—Es una broma, ¿verdad?
—Nunca he hablado más en serio.
—¿Crees que puedes llegar y colarte así sin más? ¿Sin familia, dinero ni lazos? ¿Crees que es tan fácil entrar en este club?
—No sabía que era un club.
—Es el club más importante que hay. El club del dinero y el poder. Supongo que hasta tú puedes entender eso.
_____ respiró hondo.
—Lo que no entiendo es en qué modo te amenazo a ti. No pretendo ocupar tu lugar.
Lacey se acercó al arreglo floral del centro del vestíbulo. Dejó el vaso en la mesa y se cruzó de brazos. Su camisa tenía una mancha pequeña encima del bolsillo derecho.
—Querida, nadie puede ocupar mi puesto. Soy la guardiana de las llaves. Conozco todos los esqueletos de todos los armarios de Manhattan. ¿Por qué crees que te ha rechazado Cullen?
—Te vuelvo a preguntar lo mismo. ¿De qué modo te amenazo yo?
—Yo te habría dejado disfrutar de tu momento con Brad. Él no es muy importante en el esquema general. Pero ahora quieres a Joe y eso no ocurrirá
—¿Joe no tiene nada que decir sobre eso?
—Está en un momento de lujuria. Pasará. Siempre pasa.
—¿Y qué tiene de malo dejarme mi negocio? Si no os puedo tocar ni a Joe ni a ti, es que soy inofensiva.
Lacey soltó una risita.
—Por ti sola sí. Pero te verían otras. Intentarían ser como tú.
—Eres asombrosa —dijo _____—.Y si crees que me voy a dejar parar por tus mezquinos actos de agresión, estás muy equivocada.
—¿De verdad?
_____ sintió una rabia repentina.
—Muchísimo. Tengo a Joe y tendré mi tienda. No os necesito ni a Cullen ni a ti. He llegado hasta aquí sola y una rica pedante no me va a parar ahora.
Lacey abrió mucho los ojos.
—¡Vaya! Pero si eres el terror deTexas.
—Y que lo digas.
La rubia volvió a reír.
—Adelante, muchacha. Enséñame cuál es mi lugar. Demuéstrame cómo podéis los texanos apoderaros del mundo. Pero antes de que te vayas, quiero enseñarte algo.
_____, recelosa, dio un paso hacia la puerta.
—No, no es nada terrible. Por lo menos no lo creo así. ¿Eres valiente, texana? ¿Puedes contemplar la verdad desnuda y seguir tan llena de rabia justiciera?
—Pruébame.
Lacey avanzó hacia unas puertas dobles muy elaboradas. _____ la siguió de mala gana. Al llegar al umbral se detuvo. La habitación tenía una pantalla tan grande como las de un cine comercial y estaba amueblada con sillones y sofás de piel italiana. El sonido del programa llenaba la atmósfera y _____ captó olor a palomitas en el aire. La barra del otro lado de la estancia era tan lujosa como todo lo demás y en el centro había una botella de vodka.
Lacey tomó un mando a distancia y empezó a rebobinar antes de que _____ pudiera identificar el programa. Unos segundos después pulsó el «Play» y _____ tardó un momento en darse cuenta de que se trataba de la gala de los Globos de Oro. Las cámaras enfocaban la alfombra roja y vio a Brad Pitt y Jennifer Aniston.
—¿Qué es esto? —preguntó.
—Ya lo verás —sonrió Lacey.
_____ no se apartó de la puerta. Deseaba volver a la calle y salir de allí. Lacey le daba más miedo que NuevaYork. Aquello era pura malicia, una bala que llevaba su nombre y, aunque hablaba como una texana dura, se sentía como una niña que se enfrentaba a un adulto formidable.
—Ahí —dijo Lacey.
_____ miró la pantalla y lo vio al instante. Joe sonreía y parecía relajado. Saludaba a la multitud y apoyaba una mano en la parte baja de la espalda de Helen Hunt. Hacían tan buena pareja como Brad y Jennifer. _____ se llevó una mano al estómago y rezó para no vomitar.
—¿De verdad crees que es tuyo? ¿Que puede buscar en ti otra cosa que no sea la novedad? Estás tan confundida que resulta patético. Vete a casa, _____. Vuelve a tu pueblo. Serás mucho más feliz, créeme. En este lago hay tiburones grandes, tesoro, y tú sólo has luchado con truchas. No eres bienvenida aquí. ¿Está claro?
_____ tragó saliva. Hizo acopio de valor para contestar:
—Muy claro. Pero eso son tonterías. Esto no es el Salvaje Oeste y tú no puedes echarme de la ciudad.
—Tienes razón. Pero puedo hacerte muy incómoda la estancia.
—Debe de ser una pesadilla ser tú.
—¡Oh, por favor!
_____ se volvió para salir.
—Oh, ¿y _____?
La joven se detuvo a su pesar.
—Ni siquiera sirves para una carcajada. Eres igual a todas sus demás chicas, aunque debo admitir que tú has picado el anzuelo antes que la mayoría. Normalmente tiene que esforzarse más para que acepten su plan de verlo a escondidas. Oh, bueno. Es evidente que te encuentra divertida.
_____ estuvo a punto de lanzar una maldición, pero se contuvo. Era una señorita y no se dejaría pinchar por alguien como Lacey. Siguió su camino con la cabeza alta.
No se derrumbó hasta que llegó a su casa.
Joe estuvo a punto de dar la dirección de _____ al conductor de la limusina. Quería verla más que nada en el mundo. Llevaba tres días pensando en ella y no veía otra salida que acabar con aquello. Tenía que hacerlo aunque la echaría muchísimo de menos.
Quería acostarse con ella y abrazarla, pero no podía ser tan egoísta.
Se había enamorado de ella. Pero para poder tenerla habría de renunciar a la única vida que había conocido; por no mencionar la de muchas personas a las que perjudicaría.
—¿Señor? ¿Vamos a casa de la señorita Norton?
Joe asintió. Hasta el chófer sabía lo que pasaba.
A la porra con todo.
_____ sabía que iba a ir antes de que llamara. No habría podido decir cómo lo sabía, pero lo sabía. Lo sentía. Sabía que iría directo desde el aeropuerto.
Y aun así no estaba preparada.
Cada llamada era como un puñetazo en el estómago. Tenía que aferrar con fuerza los brazos del sillón, aterrarlo de tal modo que creía que iba a romperlo.
Si lo veía, se derrumbaría. La única fuerza que tenía era aquélla. Una mirada, una caricia y cedería, lo aceptaría en cualquier circunstancia.
Él volvió a llamar, más fuerte esa vez, con más desesperación. Las lágrimas bajaban por el rostro de ella, pero no se atrevía a levantar una mano para secarlas.
No era por lo que había dicho Lacey; no creía para nada a aquella bruja. Sabía con certeza absoluta que su relación con Joe Jonas era auténtica y especial. Pero también sabía que él nunca sería para ella.
Los golpes en la puerta se hicieron más insistentes.
—Vete —susurró ella—. ¿Por qué no te marchas?
Pero cuando lo hizo y cayó el silencio, fue infinitamente peor.
—_____, por favor, hlablame. No comprendo...
No terminó la frase. No hacía falta. Había dejado el mismo mensaje docenas de veces. Ella no abría la puerta ni contestaba al teléfono. Hasta había enviado a una de sus amigas a cuidar las plantas de Noír.
Se estaba volviendo loco.
Sí, él había pensado también terminar con ella, pero no de aquel modo. No con aquel silencio. ¿Qué había pasado en los tres días que estuvo él en Los Ángeles? Ella no era el tipo de mujer que huyera de una conversación final. Como mínimo le habría escrito una carta explicándole...
Se levantó y fue al cuarto de música. Era tarde, casi las once, y se había llevado trabajo de la oficina, pero no podía concentrarse.
Tal vez encontrara consuelo en el piano. Se sentó en el taburete negro, cerró los ojos y empezó a tocar su pieza favorita, la que había oído _____ el día que lo sorprendió. De inmediato pensó en ella. Tenía que hablar con ella. No había más remedio. También tenía que decidir qué le iba a decir cuando lo hiciera. Tenía que buscar una solución buena para todos.
_____ tarareaba mientras fregaba su taza de té, pero eso no sirvió para levantarle el ánimo. Sabía que aquel dolor era inevitable. Lo sabía desde el momento en que aceptó sus condiciones. Antes o después tendría que seguir adelante y vivir en el mundo real.
Joe Jonas. ¡Por favor! ¿A quién había pretendido engañar? Cerró el grifo y fue a sentarse en el sofá de la sala. Era una mujer patética. Y muy desgraciada.
Lo único decente que había hecho en los últimos cinco días había sido buscar a T. Roy Miller, un inversor de muy buena reputación que le había prometido buscarle algo que le fuera como anillo al dedo. Le había sonreído, le había dicho cosas alentadoras e incluso había flirteado un poco con ella. Pero su mejor virtud era que no conocía a Lacey.
Había repasado mil veces en su mente su conversación con esta última, pero en el fondo no podía culparla de lo que le ocurría. Ni tampoco a Joe, que se había mostrado sincero desde el principio.
Ella se había metido en aquello con los ojos bien abiertos, porque en el fondo creía que cambiarían las cosas y él la querría y renunciaría a todo por ella Después de todo, el rey Eduardo había hecho eso por WaIlis Simpson, ¿no? Y el suyo era un imperio de verdad, no un conglomerado de empresas de entretenimiento.
La fantasía había florecido con cada beso. Había sido como una hiedra emocional que creciera y ahogara en sí todo el sentido común de _____.
Y ahora estaba allí sentada, con los ojos hinchados, el pelo revuelto y metida en su albornoz viejo. Patético
Sola.
Tan triste que su corazón seguramente no volvería a estar alegre.
Oh, Joe. ¿Qué me has hecho?
Joe se colocó la corbata mientras la limusina paraba en el Beverly Hilton. Sonrió a Helen, su cita de esa noche. Estaba nominada al premio de mejor actriz y confiaba en que ganara, ya que le gustaban su trabajo y su sentido del humor. No era la primera vez que salían juntos, pero nunca había habido chispas románticas. Eran sólo amigos que entendían el juego.
Por supuesto, había mucha prensa y muchos famosos y tardarían bastante tiempo en llegar al final de la alfombra roja.
Helen llevaba el pelo rubio suelto hasta casi la cintura, tapándole la espalda desnuda. Su vestido dorado se pegaba a todas sus curvas, aunque Joe consideraba que, al igual que a muchas de las presentes, le faltaban cinco kilos.
Sonrió de aquel modo que era tan automático como respirar y se detuvo para la primera entrevista. Les hicieron las preguntas de costumbre, las insinuaciones de siempre, nada nuevo. A Joe no le importó. No quería estar allí, sino con _____. En su apartamento minúsculo, viendo reposiciones de Fríends.
_____ llamó al timbre con el corazón casi en la boca. Tal vez Lacey no estuviera en casa. Confiaba en que así fuera.
¿Qué narices le iba a decir? ¿Que dejara de ser mala o se vengaría de ella?
O quizá debería hincarse de rodillas y suplicarle.
Aquello no era buena idea. De hecho, era una idea espantosa. _____ se disponía a salir corriendo cuando se abrió la puerta.
-¿Qué...?
El sonido de la voz de Lacey la dejó clavada en el sitio. Había acudido a abrir la puerta personalmente. ¿No tenía criados para eso? Giro despacio e intentó sonreír con indiferencia.
—Hola, Lacey.
La mujer parecía muy desgraciada. Por si su rostro no fuera indicación suficiente, la mano que sostenía un vaso de cóctel estaba casi blanca de tanto apretarlo. A _____ no la habría sorprendido que se rompiera el cristal.
—¿Qué haces tú aquí?
—Quería hablar contigo.
—¿Por qué?
—¿Puedo pasar?
Lacey la observó con amargura. Al fin se apartó y _____ entró en la casa.
Ésta era mucho más grande de lo que parecía por fuera. El suelo de mármol blanco brillaba bajo las luces de un candelabro enorme. Había jarrones con flores en tres mesas antiguas, pero lo más impresionante, aparte de la escalinata curva era el cuadro que colgaba en la pared del vestíbulo. Un Picasso auténtico.
—Ya has entrado —dijo Lacey—. ¿Qué querías decir?
_____ olvidó el cuadro y miró a la rubia. Con el pelo recogido hacia atrás en una coleta y sin maquillaje, resultaba menos amedrentadora.
—Sé que le hablaste de mí a Jim Cullen —dijo—. Que le dijiste que mi negocio no sería una buena inversión. Quiero saber por qué.
Lacey frunció los labios.
—Es una broma, ¿verdad?
—Nunca he hablado más en serio.
—¿Crees que puedes llegar y colarte así sin más? ¿Sin familia, dinero ni lazos? ¿Crees que es tan fácil entrar en este club?
—No sabía que era un club.
—Es el club más importante que hay. El club del dinero y el poder. Supongo que hasta tú puedes entender eso.
_____ respiró hondo.
—Lo que no entiendo es en qué modo te amenazo a ti. No pretendo ocupar tu lugar.
Lacey se acercó al arreglo floral del centro del vestíbulo. Dejó el vaso en la mesa y se cruzó de brazos. Su camisa tenía una mancha pequeña encima del bolsillo derecho.
—Querida, nadie puede ocupar mi puesto. Soy la guardiana de las llaves. Conozco todos los esqueletos de todos los armarios de Manhattan. ¿Por qué crees que te ha rechazado Cullen?
—Te vuelvo a preguntar lo mismo. ¿De qué modo te amenazo yo?
—Yo te habría dejado disfrutar de tu momento con Brad. Él no es muy importante en el esquema general. Pero ahora quieres a Joe y eso no ocurrirá
—¿Joe no tiene nada que decir sobre eso?
—Está en un momento de lujuria. Pasará. Siempre pasa.
—¿Y qué tiene de malo dejarme mi negocio? Si no os puedo tocar ni a Joe ni a ti, es que soy inofensiva.
Lacey soltó una risita.
—Por ti sola sí. Pero te verían otras. Intentarían ser como tú.
—Eres asombrosa —dijo _____—.Y si crees que me voy a dejar parar por tus mezquinos actos de agresión, estás muy equivocada.
—¿De verdad?
_____ sintió una rabia repentina.
—Muchísimo. Tengo a Joe y tendré mi tienda. No os necesito ni a Cullen ni a ti. He llegado hasta aquí sola y una rica pedante no me va a parar ahora.
Lacey abrió mucho los ojos.
—¡Vaya! Pero si eres el terror deTexas.
—Y que lo digas.
La rubia volvió a reír.
—Adelante, muchacha. Enséñame cuál es mi lugar. Demuéstrame cómo podéis los texanos apoderaros del mundo. Pero antes de que te vayas, quiero enseñarte algo.
_____, recelosa, dio un paso hacia la puerta.
—No, no es nada terrible. Por lo menos no lo creo así. ¿Eres valiente, texana? ¿Puedes contemplar la verdad desnuda y seguir tan llena de rabia justiciera?
—Pruébame.
Lacey avanzó hacia unas puertas dobles muy elaboradas. _____ la siguió de mala gana. Al llegar al umbral se detuvo. La habitación tenía una pantalla tan grande como las de un cine comercial y estaba amueblada con sillones y sofás de piel italiana. El sonido del programa llenaba la atmósfera y _____ captó olor a palomitas en el aire. La barra del otro lado de la estancia era tan lujosa como todo lo demás y en el centro había una botella de vodka.
Lacey tomó un mando a distancia y empezó a rebobinar antes de que _____ pudiera identificar el programa. Unos segundos después pulsó el «Play» y _____ tardó un momento en darse cuenta de que se trataba de la gala de los Globos de Oro. Las cámaras enfocaban la alfombra roja y vio a Brad Pitt y Jennifer Aniston.
—¿Qué es esto? —preguntó.
—Ya lo verás —sonrió Lacey.
_____ no se apartó de la puerta. Deseaba volver a la calle y salir de allí. Lacey le daba más miedo que NuevaYork. Aquello era pura malicia, una bala que llevaba su nombre y, aunque hablaba como una texana dura, se sentía como una niña que se enfrentaba a un adulto formidable.
—Ahí —dijo Lacey.
_____ miró la pantalla y lo vio al instante. Joe sonreía y parecía relajado. Saludaba a la multitud y apoyaba una mano en la parte baja de la espalda de Helen Hunt. Hacían tan buena pareja como Brad y Jennifer. _____ se llevó una mano al estómago y rezó para no vomitar.
—¿De verdad crees que es tuyo? ¿Que puede buscar en ti otra cosa que no sea la novedad? Estás tan confundida que resulta patético. Vete a casa, _____. Vuelve a tu pueblo. Serás mucho más feliz, créeme. En este lago hay tiburones grandes, tesoro, y tú sólo has luchado con truchas. No eres bienvenida aquí. ¿Está claro?
_____ tragó saliva. Hizo acopio de valor para contestar:
—Muy claro. Pero eso son tonterías. Esto no es el Salvaje Oeste y tú no puedes echarme de la ciudad.
—Tienes razón. Pero puedo hacerte muy incómoda la estancia.
—Debe de ser una pesadilla ser tú.
—¡Oh, por favor!
_____ se volvió para salir.
—Oh, ¿y _____?
La joven se detuvo a su pesar.
—Ni siquiera sirves para una carcajada. Eres igual a todas sus demás chicas, aunque debo admitir que tú has picado el anzuelo antes que la mayoría. Normalmente tiene que esforzarse más para que acepten su plan de verlo a escondidas. Oh, bueno. Es evidente que te encuentra divertida.
_____ estuvo a punto de lanzar una maldición, pero se contuvo. Era una señorita y no se dejaría pinchar por alguien como Lacey. Siguió su camino con la cabeza alta.
No se derrumbó hasta que llegó a su casa.
Joe estuvo a punto de dar la dirección de _____ al conductor de la limusina. Quería verla más que nada en el mundo. Llevaba tres días pensando en ella y no veía otra salida que acabar con aquello. Tenía que hacerlo aunque la echaría muchísimo de menos.
Quería acostarse con ella y abrazarla, pero no podía ser tan egoísta.
Se había enamorado de ella. Pero para poder tenerla habría de renunciar a la única vida que había conocido; por no mencionar la de muchas personas a las que perjudicaría.
—¿Señor? ¿Vamos a casa de la señorita Norton?
Joe asintió. Hasta el chófer sabía lo que pasaba.
A la porra con todo.
_____ sabía que iba a ir antes de que llamara. No habría podido decir cómo lo sabía, pero lo sabía. Lo sentía. Sabía que iría directo desde el aeropuerto.
Y aun así no estaba preparada.
Cada llamada era como un puñetazo en el estómago. Tenía que aferrar con fuerza los brazos del sillón, aterrarlo de tal modo que creía que iba a romperlo.
Si lo veía, se derrumbaría. La única fuerza que tenía era aquélla. Una mirada, una caricia y cedería, lo aceptaría en cualquier circunstancia.
Él volvió a llamar, más fuerte esa vez, con más desesperación. Las lágrimas bajaban por el rostro de ella, pero no se atrevía a levantar una mano para secarlas.
No era por lo que había dicho Lacey; no creía para nada a aquella bruja. Sabía con certeza absoluta que su relación con Joe Jonas era auténtica y especial. Pero también sabía que él nunca sería para ella.
Los golpes en la puerta se hicieron más insistentes.
—Vete —susurró ella—. ¿Por qué no te marchas?
Pero cuando lo hizo y cayó el silencio, fue infinitamente peor.
—_____, por favor, hlablame. No comprendo...
No terminó la frase. No hacía falta. Había dejado el mismo mensaje docenas de veces. Ella no abría la puerta ni contestaba al teléfono. Hasta había enviado a una de sus amigas a cuidar las plantas de Noír.
Se estaba volviendo loco.
Sí, él había pensado también terminar con ella, pero no de aquel modo. No con aquel silencio. ¿Qué había pasado en los tres días que estuvo él en Los Ángeles? Ella no era el tipo de mujer que huyera de una conversación final. Como mínimo le habría escrito una carta explicándole...
Se levantó y fue al cuarto de música. Era tarde, casi las once, y se había llevado trabajo de la oficina, pero no podía concentrarse.
Tal vez encontrara consuelo en el piano. Se sentó en el taburete negro, cerró los ojos y empezó a tocar su pieza favorita, la que había oído _____ el día que lo sorprendió. De inmediato pensó en ella. Tenía que hablar con ella. No había más remedio. También tenía que decidir qué le iba a decir cuando lo hiciera. Tenía que buscar una solución buena para todos.
_____ tarareaba mientras fregaba su taza de té, pero eso no sirvió para levantarle el ánimo. Sabía que aquel dolor era inevitable. Lo sabía desde el momento en que aceptó sus condiciones. Antes o después tendría que seguir adelante y vivir en el mundo real.
Joe Jonas. ¡Por favor! ¿A quién había pretendido engañar? Cerró el grifo y fue a sentarse en el sofá de la sala. Era una mujer patética. Y muy desgraciada.
Lo único decente que había hecho en los últimos cinco días había sido buscar a T. Roy Miller, un inversor de muy buena reputación que le había prometido buscarle algo que le fuera como anillo al dedo. Le había sonreído, le había dicho cosas alentadoras e incluso había flirteado un poco con ella. Pero su mejor virtud era que no conocía a Lacey.
Había repasado mil veces en su mente su conversación con esta última, pero en el fondo no podía culparla de lo que le ocurría. Ni tampoco a Joe, que se había mostrado sincero desde el principio.
Ella se había metido en aquello con los ojos bien abiertos, porque en el fondo creía que cambiarían las cosas y él la querría y renunciaría a todo por ella Después de todo, el rey Eduardo había hecho eso por WaIlis Simpson, ¿no? Y el suyo era un imperio de verdad, no un conglomerado de empresas de entretenimiento.
La fantasía había florecido con cada beso. Había sido como una hiedra emocional que creciera y ahogara en sí todo el sentido común de _____.
Y ahora estaba allí sentada, con los ojos hinchados, el pelo revuelto y metida en su albornoz viejo. Patético
Sola.
Tan triste que su corazón seguramente no volvería a estar alegre.
Oh, Joe. ¿Qué me has hecho?
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
18
Joe avanzaba por el pasillo que llevaba al apartamento de _____ y se sentía como un idiota. Era domingo, la noche de la gran gala de Noír, y tenía un millón de cosas que hacer, pero no le importaba nada. Hacía más de una semana que no conseguía hablar con ella y estaba a punto de volverse loco.
Se detuvo en la puerta y escuchó, pero no oyó nada. Hasta que una puerta se cerró a sus espaldas y le hizo dar un salto.
—Vaya, eres tú.
—Hola, Mary —la joven llevaba aquel día un mono de granjero con un jersey grueso debajo y botas negras pesadas que parecían compradas en Ucrania.
Echó la cabeza a un lado y lo miró con recelo.
—¿Te ha pedido ella que vengas? —preguntó.
—No.
—¿Has hablado con ella?
—No.
Mary se acercó a él con las manos en los bolsillos.
—Bueno, Joe Jonas. Dime por qué has venido.
—Con la esperanza de que me abra la puerta — repuso él, con sinceridad.
—¿Y luego qué?
—No lo sé. Si supiera por qué me dejó sin una palabra...
—¿Y qué esperabas?
Joe había pensado mucho en aquello.
—Más. Ilógico, lo sé.Y egoísta. Pero quería más.
—¿Y qué sacaba ella de eso aparte de bañarse en tu gloria?
Joe hizo una mueca.
—Deberías trabajar de fiscal, se te da bien.
—Perdona. Soy muy directa. Pero la pregunta sigue en pie.
—Quiero estar con ella.
—Eso eres tú.
Él se apoyó en la puerta, agotado de pronto.
—Intento hacer que funcione. Tengo alguna idea, pero no sé si saldrá bien.
—¿Qué es lo que intentas que funcione?
—Quiero estar con ella, ¿vale? No sólo cuando el trabajo me lo permite. Y no quiero salir con nadie más aunque sea sólo por trabajo.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad.
—¿Y eso no alteraría un poco tu vida?
Joe sonrió sin humor.
—Y que lo digas.
—Pero no sabes si puedes.
—No, no lo sé. Hay más personas mezcladas. Sólo me queda esperar que sí.
Mary asintió con la cabeza.
—De acuerdo —dijo, más para sí misma que para él. Le hizo señas de que se pusiera a un lado y llamó a la puerta.
Se abrió la puerta.
—¡Maldita sea, Mary! No puedo...
La mirada de Joe se encontró con la suya en un momento fuera del tiempo. Estaba más delgada, más pálida. Increíblemente hermosa. Había memorizado los detalles de su rostro y, sin embargo, era nuevo para él. Quizá porque antes siempre la había visto feliz.
—¡Oh, Dios! —susurró ella.
—Habla con él —dijo Mary—.Ya eres desgraciada, así que no tienes nada que perder, ¿verdad?
_____ intentó sonreír, pero no lo consiguió. Joe cruzó la distancia que los separaba, pero no respiró hasta que lo tocó, hasta que la mano de ella fue a su mejilla. Al instante siguiente estaba en sus brazos y sus labios se encontraron.
La sensación fue como volver a casa. La besó hasta que al fin ella se apartó y lo dejó entrar. Mary había desaparecido.
_____ llevaba unos vaqueros desgastados y una camiseta de manga larga. El pelo estaba revuelto, como si acabara de salir de la cama. Y sus ojos, rojos e hinchados, indicaban que había llorado hacía poco.
—Lo siento —dijo él.
—¿Por qué?
—Por pedirte aquello. No tenía derecho.
—Tenías derecho a pedirlo. Yo creía que sabía dónde me metía, pero no...
—¿No qué?
—No sabía que sería así.
—Por si te sirve de algo, yo tampoco.
_____ lo miró a los ojos.
—No puedo, Joe. No puedo aceptar esas condiciones.
—Lo sé. No te lo pediré.
—¿Y entonces qué...?
—¿Qué hago aquí? Necesitaba verte una vez más. Te he echado mucho de menos.
_____ suspiró.
—Esto no va a cambiar nada.
—Lo sé, pero tengo que pedirte un favor. Es muy grande y si dices que no, lo comprenderé. Pero, por favor, no digas que no.
—¿Qué es?
Joe le tocó el brazo.
—Ven conmigo a la gala.
Ella abrió mucho los ojos.
—Es esta noche.
—Dentro de cuatro horas, sí. Por favor, _____, ven conmigo. La última noche. La última fiesta.
—No sé, Joe. Esto ya es bastante duro en privado.
Necesitaba que aceptara. Para que las cosas salieran como quería, tenía que convencerla de que fuera. Le sujetó los dos brazos.
—Necesito que estés allí, _____ —suplicó—. Sí, sé que es egoísta por mi parte, pero te necesito. No puedo decirlo de otra manera.
_____ lo miró largo rato.
—No puedo negarte nada —susurró al fin—.Ése es el problema.
—Oh, cariño, por favor, no te preocupes. Por favor. Sólo por esta noche vamos a fingir que todo es posible, ¿vale? Quiero que sea la noche más memorable de nuestra vida.
—A mí no me costará mucho recordar todos los detalles.
Joe sonrió. Por primera vez en mucho tiempo, volvía a tener esperanza. Si lo acompañaba la suerte, aquélla podía ser la noche que los cambiara para siempre.
_____ llevaba de nuevo el vestido rojo.
Al ponérselo le temblaban las manos. Sabía que estaba cometiendo un error de proporciones colosales.
Lo raro era que asistir a la gala en sí no la preocupaba nada. Algo había cambiado en ella en la última semana. Sus temores de no ser lo bastante buena para estar con Joe eran un montón de tonterías y le parecía absurdo haberles dedicado ni un minuto de su tiempo. ¿Y qué si salía con estrellas de cine? La verdad era que no podía tenerlo y punto. Daba igual que su rival fuera Nicole Kidman o la mujer de la lavandería; lo que importaba era que se había enamorado de un hombre que nunca sería suyo.
Se puso los zapatos y entró en el cuarto de baño. Joe iría a buscarla en media hora y tenía que darse prisa.
Se dijo que no debía llorar, pero la mujer del espejo no quiso hacerle caso y acabó arruinándose el maquillaje por tercera vez; sin embargo, no le importó.
Cuando llamaron a la puerta, estaba todo lo preparada que podía estar, lo cual era bastante poco.
La gala ocupaba todo el piso de banquetes del hotel Plaza. Joe y _____ habían entrado por la parte de atrás para evitar las cámaras de delante, pero dentro había fotógrafos suficientes para llenar páginas y páginas de revistas en los días siguientes. _____ nunca había visto tantos famosos juntos. Era como asistir a los Oscars.
Entraron en el salón principal y la joven abrió mucho los ojos al ver la decoración. La estancia, toda en blanco y negro, con excepción de las rosas rojas, resultaba esplendorosa. Una orquesta bastante amplia tocaba una melodía new age en una plataforma en el lado más alejado. Camareros y camareras circulaban por el lugar ofreciendo copas de champán.
Las mesas lucían manteles blancos, accesorios negros y centros de mesa de rosas rojas. Y había un centenar de mesas como mínimo.
Fotos colgadas del techo o en las paredes ofrecían una historia visual de Noir, con el padre de Joe en el punto central. Pero Joe y Patrick también aparecían. Mientras Joe hablaba con Katie Couric,_____ estudió su pasado, su legado. ¿Cómo podía haber pensado ni siquiera por un momento que podría ser suyo? Era casi risible.
—Vamos —le susurró él—.Tengo que buscar a Patrick.
_____ asintió y se dejó conducir hasta la mesa de honor.
—Tengo que dejarte aquí un momento —musitó él—.Te enviaré a un camarero y vuelvo en un segundo —la besó en los labios y se dirigió hacia la parte de atrás de la estancia. Una mujer ataviada con un vestido verde esmeralda que los había visto la miró con sorpresa y curiosidad.
_____ no hizo caso y se sentó. Cuando llegó un camarero, tomó dos copas de la bandeja. Probó una de ellas mientras observaba la fiestas. Era como si estuviera sentada en el exterior de un escaparate enorme observando, sin formar parte de la situación.
No supo cuánto tiempo esperó. Media hora, tal vez. Pero al fin volvió Joe y parecía que le había ocurrido algo bueno, ya que sonreía.
—¿Me has echado de menos? —preguntó, sentándose a su lado.
—Desesperadamente.
—Yo también a ti —rió él. Colocó la silla de modo que casi quedaron frente a frente—.Tengo que preguntarte algo.
—¿Qué?
—¿Por qué no querías verme?
_____, sorprendida por la pregunta, parpadeó un par de veces.
—¿Es una pregunta con truco?
—No.
La joven lo miró a los ojos.
—Porque no puedo compartirte más.
Él se inclinó hacia ella.
—¿Por qué?
Ella respiró hondo.
—Porque te quiero.
La sonrisa de él se hizo más amplia.
—Esperaba que dijeras eso.
—¿De verdad?
Joe le dio un beso rápido y se puso en pie.
—No te muevas de aquí.
—De acuerdo —dijo ella. El corazón le latía con fuerza, pero era incapaz de pensar con coherencia. ¿Qué se proponía? ¿Qué significaba todo aquello?
No tuvo que esperar mucho para descubrirlo. Paró la música y el padre de Joe se acercó al micrófono del escenario.
_____ escuchó su discurso, aplaudió sus logros y se puso en pie para ovacionarlo cuando anunció su retirada. Joe y Patrick se hallaban detrás de su padre.
A continuación llegó el gran anuncio. La entrega de las riendas a su hijo. La voz de Michael temblaba al hablar de su hijo. Sólo que...
_____ tuvo que agarrarse con fuerza al respaldo de la silla para no caerse. Porque el hombre que tomaba las riendas de las empresas Noir no era Joe, sino Patrick.
Todos los presentes parecían tan atónitos como ella y hubo un momento de silencio absoluto. Alguien empezó a aplaudir y eso rompió el hielo.
Patrick, sonriente y seguro de sí, se situó al lado de su padre. Esperó que acabaran los aplausos e hizo un discurso sobre su progenitor y su nuevo papel.
_____ no dejaba de mirar a Joe. Éste miró en su dirección, sonrió y asintió una vez con la cabeza.
—Mi hermano no deja Industrias Noir —decía Patrick en aquel momento—. Será nuestro director ejecutivo y estará muy vinculado a todas las decisiones que tome la empresa. Y hay más cambios, pero dejaré que se los cuente Joe.
Éste se acercó al micrófono en medio de un aplauso estruendoso. Esperó a que la habitación quedara en silencio.
—Sé que todos esperaban que sustituyera a mi padre y para mí habría sido un orgullo, ya que lo quiero y respeto enormemente —dijo—. Él construyó un imperio partiendo de cero y ha trabajado toda su vida por conservarlo. Pero aunque quiero continuar su legado, creo que puedo servirlo mejor entre bastidores.
Varios de los presentes mostraron su desacuerdo con abucheos, y Joe levantó una mano para acallarlos.
—Gracias, pero créanme cuando digo que Patrick es el hombre indicado para el puesto. Llevará a Noír a lugares que no hemos ni soñado. Él es el nuevo rostro de Noír y yo estoy encantado con ello.
El aplauso fue conservador, pero los abucheos habían cesado. _____ seguía intentando procesar lo que oía.
Joe se volvió al director de orquesta y asintió con la cabeza. Cuando empezó la música, _____ cerró los ojos para contener las lágrimas. Conocía la pieza, la había oído tocar al piano y había tarareado la melodía en su casa más de una vez.
Cuando abrió los ojos, descubrió que Joe la miraba.
—Por si te interesa —dijo en el micrófono—, la razón de que haya decidido apartarme no es que no quiera a Noír y todo lo que represente, sino que te quiero más a ti.
_____ se llevó una mano al corazón, segura de que iba a salírsele del pecho. La amaba. La quería tanto que iba a renunciar a la vida que siempre había conocido y le habían reservado desde que naciera.
Resultaba demasiado increíble.
—¿Por qué no subes aquí, querida? —preguntó Joe.ç
_____ tardó un momento en descubrir que podía andar, pero cuando lo hizo, la multitud se apartó a su paso como las aguas del Mar Rojo. Ella mantuvo la vista clavada en Joe y su sonrisa.
Consiguió llegar a las escaleras sin tropezar y él le tomó la mano y la llevó al centro del escenario.
—Les presento a _____ Norton —dijo por el micrófono—, que espero que se convierta pronto en mi esposa.
Hubo una pausa seguida de una ovación, pero ella no oía nada excepto los latidos de su corazón y la música.
Joe la besó entonces y todo lo demás dejó de importar. Estaba con el hombre que amaba y él había removido cielo y tierra para que pudieran estar juntos.
—¿Puedo tomar eso por un «sí»? —le susurró él cuando al fin se apartó.
—Puedes —sonrió ella.
—Menos mal. Lo contrario hubiera sido muy embarazoso
_____ se echó a reír. Al instante siguiente la abrazó Patrick y luego su futuro suegro. Al fin volvió al lado de Joe, quien le señaló con la cabeza una de las mesas de la sala. _____ siguió su gesto con la mirada y se mordió el labio para reprimir la risa al ver a Lacey, que parecía a punto de vomitar. A su lado se hallaba Brad, que tampoco tenía buen aspecto.
Joe le apretó la mano.
—¿Qué te parece si vamos a un lugar más íntimo?
—Me encantaría.
Joe murmuró algo a su padre y la condujo a una salida trasera. No se detuvieron hasta que llegaron a la limusina. Allí sacó una cajita de terciopelo del bolsillo del esmoquin, le mostró un anillo de diamantes y se lo puso en el dedo.
—Eres la mujer más increíble que he conocido —dijo—. Quiero emplear el resto de mi vida en conocerte bien.
—Por suerte para tí, no tengo otros compromisos.
Joe soltó una carcajada y la besó.
Joe avanzaba por el pasillo que llevaba al apartamento de _____ y se sentía como un idiota. Era domingo, la noche de la gran gala de Noír, y tenía un millón de cosas que hacer, pero no le importaba nada. Hacía más de una semana que no conseguía hablar con ella y estaba a punto de volverse loco.
Se detuvo en la puerta y escuchó, pero no oyó nada. Hasta que una puerta se cerró a sus espaldas y le hizo dar un salto.
—Vaya, eres tú.
—Hola, Mary —la joven llevaba aquel día un mono de granjero con un jersey grueso debajo y botas negras pesadas que parecían compradas en Ucrania.
Echó la cabeza a un lado y lo miró con recelo.
—¿Te ha pedido ella que vengas? —preguntó.
—No.
—¿Has hablado con ella?
—No.
Mary se acercó a él con las manos en los bolsillos.
—Bueno, Joe Jonas. Dime por qué has venido.
—Con la esperanza de que me abra la puerta — repuso él, con sinceridad.
—¿Y luego qué?
—No lo sé. Si supiera por qué me dejó sin una palabra...
—¿Y qué esperabas?
Joe había pensado mucho en aquello.
—Más. Ilógico, lo sé.Y egoísta. Pero quería más.
—¿Y qué sacaba ella de eso aparte de bañarse en tu gloria?
Joe hizo una mueca.
—Deberías trabajar de fiscal, se te da bien.
—Perdona. Soy muy directa. Pero la pregunta sigue en pie.
—Quiero estar con ella.
—Eso eres tú.
Él se apoyó en la puerta, agotado de pronto.
—Intento hacer que funcione. Tengo alguna idea, pero no sé si saldrá bien.
—¿Qué es lo que intentas que funcione?
—Quiero estar con ella, ¿vale? No sólo cuando el trabajo me lo permite. Y no quiero salir con nadie más aunque sea sólo por trabajo.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad.
—¿Y eso no alteraría un poco tu vida?
Joe sonrió sin humor.
—Y que lo digas.
—Pero no sabes si puedes.
—No, no lo sé. Hay más personas mezcladas. Sólo me queda esperar que sí.
Mary asintió con la cabeza.
—De acuerdo —dijo, más para sí misma que para él. Le hizo señas de que se pusiera a un lado y llamó a la puerta.
Se abrió la puerta.
—¡Maldita sea, Mary! No puedo...
La mirada de Joe se encontró con la suya en un momento fuera del tiempo. Estaba más delgada, más pálida. Increíblemente hermosa. Había memorizado los detalles de su rostro y, sin embargo, era nuevo para él. Quizá porque antes siempre la había visto feliz.
—¡Oh, Dios! —susurró ella.
—Habla con él —dijo Mary—.Ya eres desgraciada, así que no tienes nada que perder, ¿verdad?
_____ intentó sonreír, pero no lo consiguió. Joe cruzó la distancia que los separaba, pero no respiró hasta que lo tocó, hasta que la mano de ella fue a su mejilla. Al instante siguiente estaba en sus brazos y sus labios se encontraron.
La sensación fue como volver a casa. La besó hasta que al fin ella se apartó y lo dejó entrar. Mary había desaparecido.
_____ llevaba unos vaqueros desgastados y una camiseta de manga larga. El pelo estaba revuelto, como si acabara de salir de la cama. Y sus ojos, rojos e hinchados, indicaban que había llorado hacía poco.
—Lo siento —dijo él.
—¿Por qué?
—Por pedirte aquello. No tenía derecho.
—Tenías derecho a pedirlo. Yo creía que sabía dónde me metía, pero no...
—¿No qué?
—No sabía que sería así.
—Por si te sirve de algo, yo tampoco.
_____ lo miró a los ojos.
—No puedo, Joe. No puedo aceptar esas condiciones.
—Lo sé. No te lo pediré.
—¿Y entonces qué...?
—¿Qué hago aquí? Necesitaba verte una vez más. Te he echado mucho de menos.
_____ suspiró.
—Esto no va a cambiar nada.
—Lo sé, pero tengo que pedirte un favor. Es muy grande y si dices que no, lo comprenderé. Pero, por favor, no digas que no.
—¿Qué es?
Joe le tocó el brazo.
—Ven conmigo a la gala.
Ella abrió mucho los ojos.
—Es esta noche.
—Dentro de cuatro horas, sí. Por favor, _____, ven conmigo. La última noche. La última fiesta.
—No sé, Joe. Esto ya es bastante duro en privado.
Necesitaba que aceptara. Para que las cosas salieran como quería, tenía que convencerla de que fuera. Le sujetó los dos brazos.
—Necesito que estés allí, _____ —suplicó—. Sí, sé que es egoísta por mi parte, pero te necesito. No puedo decirlo de otra manera.
_____ lo miró largo rato.
—No puedo negarte nada —susurró al fin—.Ése es el problema.
—Oh, cariño, por favor, no te preocupes. Por favor. Sólo por esta noche vamos a fingir que todo es posible, ¿vale? Quiero que sea la noche más memorable de nuestra vida.
—A mí no me costará mucho recordar todos los detalles.
Joe sonrió. Por primera vez en mucho tiempo, volvía a tener esperanza. Si lo acompañaba la suerte, aquélla podía ser la noche que los cambiara para siempre.
_____ llevaba de nuevo el vestido rojo.
Al ponérselo le temblaban las manos. Sabía que estaba cometiendo un error de proporciones colosales.
Lo raro era que asistir a la gala en sí no la preocupaba nada. Algo había cambiado en ella en la última semana. Sus temores de no ser lo bastante buena para estar con Joe eran un montón de tonterías y le parecía absurdo haberles dedicado ni un minuto de su tiempo. ¿Y qué si salía con estrellas de cine? La verdad era que no podía tenerlo y punto. Daba igual que su rival fuera Nicole Kidman o la mujer de la lavandería; lo que importaba era que se había enamorado de un hombre que nunca sería suyo.
Se puso los zapatos y entró en el cuarto de baño. Joe iría a buscarla en media hora y tenía que darse prisa.
Se dijo que no debía llorar, pero la mujer del espejo no quiso hacerle caso y acabó arruinándose el maquillaje por tercera vez; sin embargo, no le importó.
Cuando llamaron a la puerta, estaba todo lo preparada que podía estar, lo cual era bastante poco.
La gala ocupaba todo el piso de banquetes del hotel Plaza. Joe y _____ habían entrado por la parte de atrás para evitar las cámaras de delante, pero dentro había fotógrafos suficientes para llenar páginas y páginas de revistas en los días siguientes. _____ nunca había visto tantos famosos juntos. Era como asistir a los Oscars.
Entraron en el salón principal y la joven abrió mucho los ojos al ver la decoración. La estancia, toda en blanco y negro, con excepción de las rosas rojas, resultaba esplendorosa. Una orquesta bastante amplia tocaba una melodía new age en una plataforma en el lado más alejado. Camareros y camareras circulaban por el lugar ofreciendo copas de champán.
Las mesas lucían manteles blancos, accesorios negros y centros de mesa de rosas rojas. Y había un centenar de mesas como mínimo.
Fotos colgadas del techo o en las paredes ofrecían una historia visual de Noir, con el padre de Joe en el punto central. Pero Joe y Patrick también aparecían. Mientras Joe hablaba con Katie Couric,_____ estudió su pasado, su legado. ¿Cómo podía haber pensado ni siquiera por un momento que podría ser suyo? Era casi risible.
—Vamos —le susurró él—.Tengo que buscar a Patrick.
_____ asintió y se dejó conducir hasta la mesa de honor.
—Tengo que dejarte aquí un momento —musitó él—.Te enviaré a un camarero y vuelvo en un segundo —la besó en los labios y se dirigió hacia la parte de atrás de la estancia. Una mujer ataviada con un vestido verde esmeralda que los había visto la miró con sorpresa y curiosidad.
_____ no hizo caso y se sentó. Cuando llegó un camarero, tomó dos copas de la bandeja. Probó una de ellas mientras observaba la fiestas. Era como si estuviera sentada en el exterior de un escaparate enorme observando, sin formar parte de la situación.
No supo cuánto tiempo esperó. Media hora, tal vez. Pero al fin volvió Joe y parecía que le había ocurrido algo bueno, ya que sonreía.
—¿Me has echado de menos? —preguntó, sentándose a su lado.
—Desesperadamente.
—Yo también a ti —rió él. Colocó la silla de modo que casi quedaron frente a frente—.Tengo que preguntarte algo.
—¿Qué?
—¿Por qué no querías verme?
_____, sorprendida por la pregunta, parpadeó un par de veces.
—¿Es una pregunta con truco?
—No.
La joven lo miró a los ojos.
—Porque no puedo compartirte más.
Él se inclinó hacia ella.
—¿Por qué?
Ella respiró hondo.
—Porque te quiero.
La sonrisa de él se hizo más amplia.
—Esperaba que dijeras eso.
—¿De verdad?
Joe le dio un beso rápido y se puso en pie.
—No te muevas de aquí.
—De acuerdo —dijo ella. El corazón le latía con fuerza, pero era incapaz de pensar con coherencia. ¿Qué se proponía? ¿Qué significaba todo aquello?
No tuvo que esperar mucho para descubrirlo. Paró la música y el padre de Joe se acercó al micrófono del escenario.
_____ escuchó su discurso, aplaudió sus logros y se puso en pie para ovacionarlo cuando anunció su retirada. Joe y Patrick se hallaban detrás de su padre.
A continuación llegó el gran anuncio. La entrega de las riendas a su hijo. La voz de Michael temblaba al hablar de su hijo. Sólo que...
_____ tuvo que agarrarse con fuerza al respaldo de la silla para no caerse. Porque el hombre que tomaba las riendas de las empresas Noir no era Joe, sino Patrick.
Todos los presentes parecían tan atónitos como ella y hubo un momento de silencio absoluto. Alguien empezó a aplaudir y eso rompió el hielo.
Patrick, sonriente y seguro de sí, se situó al lado de su padre. Esperó que acabaran los aplausos e hizo un discurso sobre su progenitor y su nuevo papel.
_____ no dejaba de mirar a Joe. Éste miró en su dirección, sonrió y asintió una vez con la cabeza.
—Mi hermano no deja Industrias Noir —decía Patrick en aquel momento—. Será nuestro director ejecutivo y estará muy vinculado a todas las decisiones que tome la empresa. Y hay más cambios, pero dejaré que se los cuente Joe.
Éste se acercó al micrófono en medio de un aplauso estruendoso. Esperó a que la habitación quedara en silencio.
—Sé que todos esperaban que sustituyera a mi padre y para mí habría sido un orgullo, ya que lo quiero y respeto enormemente —dijo—. Él construyó un imperio partiendo de cero y ha trabajado toda su vida por conservarlo. Pero aunque quiero continuar su legado, creo que puedo servirlo mejor entre bastidores.
Varios de los presentes mostraron su desacuerdo con abucheos, y Joe levantó una mano para acallarlos.
—Gracias, pero créanme cuando digo que Patrick es el hombre indicado para el puesto. Llevará a Noír a lugares que no hemos ni soñado. Él es el nuevo rostro de Noír y yo estoy encantado con ello.
El aplauso fue conservador, pero los abucheos habían cesado. _____ seguía intentando procesar lo que oía.
Joe se volvió al director de orquesta y asintió con la cabeza. Cuando empezó la música, _____ cerró los ojos para contener las lágrimas. Conocía la pieza, la había oído tocar al piano y había tarareado la melodía en su casa más de una vez.
Cuando abrió los ojos, descubrió que Joe la miraba.
—Por si te interesa —dijo en el micrófono—, la razón de que haya decidido apartarme no es que no quiera a Noír y todo lo que represente, sino que te quiero más a ti.
_____ se llevó una mano al corazón, segura de que iba a salírsele del pecho. La amaba. La quería tanto que iba a renunciar a la vida que siempre había conocido y le habían reservado desde que naciera.
Resultaba demasiado increíble.
—¿Por qué no subes aquí, querida? —preguntó Joe.ç
_____ tardó un momento en descubrir que podía andar, pero cuando lo hizo, la multitud se apartó a su paso como las aguas del Mar Rojo. Ella mantuvo la vista clavada en Joe y su sonrisa.
Consiguió llegar a las escaleras sin tropezar y él le tomó la mano y la llevó al centro del escenario.
—Les presento a _____ Norton —dijo por el micrófono—, que espero que se convierta pronto en mi esposa.
Hubo una pausa seguida de una ovación, pero ella no oía nada excepto los latidos de su corazón y la música.
Joe la besó entonces y todo lo demás dejó de importar. Estaba con el hombre que amaba y él había removido cielo y tierra para que pudieran estar juntos.
—¿Puedo tomar eso por un «sí»? —le susurró él cuando al fin se apartó.
—Puedes —sonrió ella.
—Menos mal. Lo contrario hubiera sido muy embarazoso
_____ se echó a reír. Al instante siguiente la abrazó Patrick y luego su futuro suegro. Al fin volvió al lado de Joe, quien le señaló con la cabeza una de las mesas de la sala. _____ siguió su gesto con la mirada y se mordió el labio para reprimir la risa al ver a Lacey, que parecía a punto de vomitar. A su lado se hallaba Brad, que tampoco tenía buen aspecto.
Joe le apretó la mano.
—¿Qué te parece si vamos a un lugar más íntimo?
—Me encantaría.
Joe murmuró algo a su padre y la condujo a una salida trasera. No se detuvieron hasta que llegaron a la limusina. Allí sacó una cajita de terciopelo del bolsillo del esmoquin, le mostró un anillo de diamantes y se lo puso en el dedo.
—Eres la mujer más increíble que he conocido —dijo—. Quiero emplear el resto de mi vida en conocerte bien.
—Por suerte para tí, no tengo otros compromisos.
Joe soltó una carcajada y la besó.
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
Epílogo
A: Erin Thatcher; Samantha Tyier
De: _____ Norton
Asunto: Diciendo sí quiero
Queridísimas amigas,
Primero, un asunto de negocios... tengo inversor. No, no es Joe. He conseguido encontrar un inversor de verdad que ha depositado su fe y su dinero en mí. En cuanto se pase lo de la boda, empezaré a buscar una tienda. ¡Yupi!
Oh, y hablando de boda, recibiréis la invitación oficial por correo, pero ésta es desde el corazón... de no haber sido por vosotras, jamás me habría atrevido, nunca lo habría soñado.
Vosotras me ayudasteis a no volverme loca y a creer en mí. Si eso no es amistad, no sé lo que es.
Os quiero, chicas, y quiero que estéis en mi boda. ¿Queréis se damas de honor? Y prometo que los vestidos no serán horribles.
Estoy de acuerdo en que deberíamos abrir el grupo. Sé que Mary, de la que ya os he hablado, se va a apuntar, y tengo un par de amigas más que quieren participar.
El proyecto de hombres con los que acostarse y con los que no no salió como yo esperaba, pero no importa. Estoy bastante contenta con lo que ha pasado. Erín, a tu esposo y a tí os va de maravílla.Y Sam... cariño, sólo es cuestión de tiempo.
Los milagros ocurren. Lo prometo. Sólo hay que ver lo que me ha pasado a mí.
Os quiere,
_____.
pequeñas les dejo toda la nove es que ando sin internet y desde el cel no puedo subirlas
espero les guste las quiero y cuando tenga internet de nuevo subire otra nove
A: Erin Thatcher; Samantha Tyier
De: _____ Norton
Asunto: Diciendo sí quiero
Queridísimas amigas,
Primero, un asunto de negocios... tengo inversor. No, no es Joe. He conseguido encontrar un inversor de verdad que ha depositado su fe y su dinero en mí. En cuanto se pase lo de la boda, empezaré a buscar una tienda. ¡Yupi!
Oh, y hablando de boda, recibiréis la invitación oficial por correo, pero ésta es desde el corazón... de no haber sido por vosotras, jamás me habría atrevido, nunca lo habría soñado.
Vosotras me ayudasteis a no volverme loca y a creer en mí. Si eso no es amistad, no sé lo que es.
Os quiero, chicas, y quiero que estéis en mi boda. ¿Queréis se damas de honor? Y prometo que los vestidos no serán horribles.
Estoy de acuerdo en que deberíamos abrir el grupo. Sé que Mary, de la que ya os he hablado, se va a apuntar, y tengo un par de amigas más que quieren participar.
El proyecto de hombres con los que acostarse y con los que no no salió como yo esperaba, pero no importa. Estoy bastante contenta con lo que ha pasado. Erín, a tu esposo y a tí os va de maravílla.Y Sam... cariño, sólo es cuestión de tiempo.
Los milagros ocurren. Lo prometo. Sólo hay que ver lo que me ha pasado a mí.
Os quiere,
_____.
pequeñas les dejo toda la nove es que ando sin internet y desde el cel no puedo subirlas
espero les guste las quiero y cuando tenga internet de nuevo subire otra nove
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!
JOEEE LA ELIJIOOO!!!!!!
SIIII!!!.. JAJAJAJJA ESA BRUJA NO SE SALIO CON LA SUYA AL IGUAL QUE BRAD!!!
AAAII AME ESTA NOOVEEEE!!!
Y DESCUIDAA QUE SI SUBES OTRA ME VERAS EN ELLA!!!!
JOEEE LA ELIJIOOO!!!!!!
SIIII!!!.. JAJAJAJJA ESA BRUJA NO SE SALIO CON LA SUYA AL IGUAL QUE BRAD!!!
AAAII AME ESTA NOOVEEEE!!!
Y DESCUIDAA QUE SI SUBES OTRA ME VERAS EN ELLA!!!!
chelis
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
omj ame la nove enserioestuvo waaa hermosisisisma
gracais pros ubirla :)
gracais pros ubirla :)
andreita
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
huy mas romantico ese joe renuncio a su puesto x ella
lo adere de verdad me encanto esta novela,
ajajaja me encanto los gestos de brad y lacey eso hijo de hgdadshdajkb
en fin fue hermosos el final
vuelve pronto con mas novela :)
nos leeremos en la proxima
lo adere de verdad me encanto esta novela,
ajajaja me encanto los gestos de brad y lacey eso hijo de hgdadshdajkb
en fin fue hermosos el final
vuelve pronto con mas novela :)
nos leeremos en la proxima
ElitzJb
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