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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
♥ CAPITULO 3 ♥
Joe subió al segundo piso del edificio de ladrillo marrón y miró su reloj. Eran las cinco menos diez. Se preguntó cuánto le faltaría a ____ para estar preparada. La experiencia le había enseñado que las mujeres estaban genéticamente predispuestas a retrasos relacionados con maquillajes o productos del pelo. Estaba preparado, pues, a esperar, aunque confiaba en que la limusina estuviera segura abajo. El barrio dejaba algo que desear.
Subió dos tramos más de escaleras, procurando ignorar un olor en el que no quería pensar, y bajó por un pasillo oscuro donde había tres bombillas fundidas. Pensó que ____ debería pedir que las repusieran, ya que aquello no era seguro. En alguno de los umbrales en sombra se podía esconder alguien.
Encontró el apartamento 42. Llamó, se enderezó la pajarita, tiró de la chaqueta del esmoquin hacia abajo e hizo un esfuerzo por relajarse. Mencionaría las bombillas como por casualidad, mientras ella se daba los últimos retoques. Y no diría nada del olor.
Le abrió la puerta una mujer desconocida, que le sonrió.
—Busco a ____ —dijo él.
La mujer, delgada, atractiva, de ojos grandes y nariz pequeña, se hizo a un lado para dejarlo pasar.
—Está casi lista —dijo—. Soy Mary, su vecina.
—Encantado de conocerte, Mary —le tomó la mano y le besó el dorso. A las mujeres les gustaba eso, y la sonrisa de Mary confirmó esa sospecha—. Soy Joe Jonas .
—Sí, ya lo suponía.
Él sonrió y ocultó su sorpresa ante el vestuario de ella. Una camiseta de Scooby-Doo encima de unos vaqueros tan amplios que cabía en ellos dos veces y que sujetaba con tirantes rojos. Su pelo era seminormal, si se puede considerar normal una raya púrpura.
—¿Quieres tomar algo? —Mary cerró la puerta—. Hay un Merlot bastante decente.
—No, gracias. Habrá bebida de sobra en la fiesta.
Mary lo guió hasta una sala pequeña. Muy pequeña. Hacía años que Joe no veía un apartamento como aquél y había olvidado que había gente que vivía así. Un lugar típico en Manhattan, que se habría considerado una caja de zapatos en casi todas las demás ciudades. Había espacio para un diván, un sillón, una lámpara y una especie de mesita de café que vista de cerca resultó ser un tronco de árbol con un cristal arriba.
—Siéntate —Mary se acomodó en el sillón, así que Joe hizo lo mismo en el diván. Se hundió en él hasta que tenía las rodillas casi en la cintura. No iba a ser fácil levantarse. Rezó para que ____ estuviera lista pronto.
—Bueno, ¿cómo es ser tú?
Joe miró a la mujer de Scooby-Doo.
—No sé. No he pensado mucho en eso —repuso.
—¿Eres feliz?
¿Quién era aquella chica tan rara? Aparentaba unos veintitantos años y, por lo que podía ver, no había ni rastro de maquillaje en su rostro limpio.
—Básicamente sí.
—Mmmm —repuso ella, con aire de psicóloga.
—¿Qué?
—Siempre te he visto sonriendo. En revistas y cosas de ésas, y supongo que te había imaginado siempre contento.
—Nadie está siempre contento.
—Lo sé, pero...
—Mary, deja de molestarlo.
La voz de ____ procedía de la puerta que había detrás de Joe y éste poso la mano en el borde del diván para ayudarse y se levantó con alivio. Quería salir de allí y regresar a su territorio. Se Volvió y se quedó paralizado en el sitio. ____ era una visión de feminidad exuberante enfundada en un vestido rojo que le dejó la garganta seca. Llevaba el pelo alborotado, como si acabara de darse un revolcón largo con un hombre y sus ojos brillaban de malicia y algo más que no supo identificar. Pero lo que más llamaba la atención eran los labios.
Rojos, como el vestido; llenos, como los pechos. Quería atraerla hacia sí, sentir aquel cuerpo desde el hombro a la rodilla y besarla hasta que perdiera el sentido.
—Por favor, disculpa a mi amiga —dijo ____. Avanzó hacia él con un movimiento de caderas—. Normalmente no la dejamos hablar con desconocidos a menos que haya tomado Prozac.
Joe sonrió.
—Estás deslumbrante —dijo.
____ bajó las pestañas y se ruborizó.
—Gracias —lo miró con timidez—.Tú también.
Joe se echó a reír.
—¿Deslumbrante? No lo creo.
Ella echó la cabeza a un lado.
—Es cierto.
Joe desechó el cumplido agitando un brazo en el aire y le tomó la mano. Cuando besó el dorso, inhaló hondo y captó su aroma a miel.
—El carruaje espera —dijo.
—Sólo me falta el bolso.
Soltó su mano, pero él tuvo la recompensa de verla andar hasta la pequeña cocina. Sus curvas resultaban igual de impresionantes por ese lado.
Intentó recordar por qué había decidido que no iba a tocarla y el rostro de Nicholas acudió a su mente... durante unos dos segundos. Otra mirada a ____ y apartó a su hermano de su cabeza para el resto de la noche.
—Vale, estoy lista —dijo ella.
Joe cruzó la estancia de tres zancadas y volvió a tomarle la mano.
—Será una gran fiesta —dijo, avanzando hacia la puerta—.Y yo seré el más afortunado de los presentes.
____ frunció el ceño.
—Quizá deberíamos llevarnos a Mary. Los dos tenéis mucho en común.
—¿A qué te refieres?
—Si la conocieras lo entenderías.
Joe saludó con una inclinación de cabeza a la mujer acurrucada en el sillón.
—Aunque sería un placer conocerte más, esta noche es para ____.
—Sed buenos —dijo Mary—.Y si no podéis ser buenos, sed precavidos. Recordad, nada de amar sin goma.
—Mary —musitó ____ con dulzura.
—¿Sí?
—Recuérdame que te mate cuando vuelva a casa, ¿vale?
—Te dejaré una nota —agitó la manos para despedirlos—. Pasadlo bien.
Joe salió al pasillo y miró directamente una de las bombillas fundidas.
—Esto no es seguro —dijo—.Tenéis que arreglar esas luces. Ni siquiera tenéis portero.
—No, pero he llegado a la conclusión de que el encargado del mantenimiento de esto es un holograma.
—Pues entonces llama al casero.
—Haré lo que pueda.
—¿Lo prometes?
____ asintió.
—Sí,.de verdad. Gracias por tu interés.
—Bueno, es peligroso.
—También lo es andar con estos tacones.
Joe entendió la indirecta y la guió por las escaleras hasta la calle, donde la limusina seguía intacta y los esperaba ronroneante.
Moe, chófer de Joe desde hacía al menos cinco años, sonrió al abrirles la puerta de atrás. Tenía cuarenta y siente años, con una mata de pelo negro espeso y bigotes a juego. No lo parecía, pero era también guardaespaldas y había complementado su entrenamiento en la CÍA con años de kárate.
—Buenas tardes, señorita. Permítame ayudarla a entrar. El escalón es un poco complicado.
____ le dio las gracias y Joe fue a la otra puerta. Un momento después estaban bien instalados en el interior.
—Ponte cómoda —dijo él—. Son tres horas.
—Puedo subir a por mis zaNickillas de conejo de peluche.
—O puedo servirte un cóctel.
—Mejor que las zapatillas.
La limusina iba bien surtida y, después de un momento de concentración, ____ optó por un martín con manzana. Joe sacó la coctelera, el hielo y el vodka, pero estuvo a punto de tirárselo todo encima. ____ se había echado hacia atrás y respirado hondo y él se sentía de pronto muy torpe. Aquello no era propio de él, que estaba más acostumbrado a desconcertar a las mujeres que a lo contrario. Procuró controlarse, le preparó la copa, se sirvió un whisky con hielo y se recostó al lado de ella, pero no lo bastante cerca.
____ tomó un sorbo, gimió de placer y suspiró. Joe se sintió muy complacido.
—Ya entiendo por qué te ha hecho Mary esas preguntas —musitó ella.
Joe tardó un momento en acordarse.
—¿La de ser feliz?
____ asintió.
—Cuando sólo ves una imagen pública es raro. No te conozco en absoluto.
—¿Por qué no arreglamos eso?
—Sí.Tenemos tres horas.
—Pregunta lo que quieras.Siempre que yo pueda hacer lo mismo, claro.
—Mi vida es un libro abierto. No me importaría tener un esqueleto en el armario, pero por el momento sólo hay conejos de peluche.
—Empiezo a notar cierta repetición. ¿De niña tenías conejos? ¿Tuviste un trauma con un conejo?
Ella se echó a reír.
—Ningún conejo se cruzó en mi camino. Es influencia de Mary, estoy convencida de que si estás mucho tiempo con ella te puedes volver loca, y es mi mejor amiga.
—Apuesto a que tienes muchos amigos.
____ tomó un sorbo de su vaso y la colocó entre los dos, en el asiento de cuero.
—Bastantes. Me crié en un pueblo y allí tenía una pandilla. Básicamente por pura autodefensa. El factor aburrimiento se imponía mucho. Había sólo un cine y ningún centro comercial. No era agradable.
—¿Y ahora?
—Nueva York no es el lugar más fácil para hacer amigos, pero tengo unos cuantos. Mary. La mujer que me metió en el negocio de las plantas. Mis amigas de Internet, por supuesto. Y Tate —su rostro se suavizó al pronunciar aquel nombre.
—¿Y quién es Tate?
—Un hombre maravilloso que me lleva al teatro.
—¿Oh?
—No, no es nada de eso. Es lo bastante mayor para ser mi padre, pero es alguien especial y me alegro de conocerlo.
—¿Y qué lo hace ser tan especial?
____ se encogió de hombros.
—Es muy apasionado con lo que le gusta y lo comparte conmigo. Nunca hay medias tintas en Tate,
—Es un hombre afortunado entonces.
—No estoy segura de que sea cuestión de suerte. Creo que, en su caso, es que sencillamente estaba dispuesto a pagar el precio.
Joe se llevó el vaso a los labios y saboreó el whisky añejo, que dejaba un rastro caliente por su garganta. Había veces que costaba más ceder que otras, pero quiza, ella no lo sabía todavía. Era muy joven.
____ notó el cambio en él, aunque no sabía qué lo había causado. Sólo le había hablado de Tate...
Tal vez era eso. Había asumido que se lo había dicho para que supiera que estaba libre, pero aquello no era una cita de verdad y él no estaba interesado en ella, sólo se mostraba amable.
¡Pero qué guapo era! El esmoquin parecía sacado de una película de James Bond y Joe había nacido para llevarlo. Era el playboy por excelencia, el sinvergüenza elegante que partía corazones con tanta facilidad como ella se partía las uñas.
Se miró las manos. Las uñas postizas seguían pegadas, brillantes de un tono rojo a juego con el vestido. Nadie adivinaría que en realidad tenía uñas de jardinero, tan cortas que no le llegaban ni a la punta de los dedos.
Miró de nuevo a Joe , su expresión. Ya no fruncía el ceño y la miraba con interés.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Estaba pensando.
—¿En qué?
—En tu proposición de negocios.
A ____ se le encogió el estómago y estuvo a punto de soltar el vaso.
—Muchas gracias. Yo había conseguido olvidar un rato ese terror.
—Perdona, aunque no veo de qué tienes miedo. Cullen te adorará.
—Si tú lo dices...
Él sonrió y ella sintió la sonrisa hasta los dedos de los pies. Unos dientes perfectos, aquel labio inferior... resultaba demasiado.
—No tengas miedo, lo digo en serio. Lo que me sorprende es que no me lo pidieras a mí.
—¿El qué?
—Los fondos.
—¿Y por qué iba a hacer eso?
—Por lo mismo que lo hacen todos los demás empresarios de la ciudad. Porque yo podía ayudarte.
—Trabajo para ti. Esto es aparte.
—¿No se te pasó por la cabeza?
—No.Y no me mires así. Hablo en serio.
—Te creo.
—Vale —ella terminó el martini y le pasó el vaso vacío—. Quería decirte otra vez cuánto significa esto para mí. Es mucho más de lo que estás obligado a hacer y me estás ayudando mucho.
—No tienes que darme las gracias. Yo saco de esto tanto como tú.
—Eso es algo que no comprendo muy bien.
—No hay mucho que entender. Puedo llevar a una mujer hermosa a la fiesta.
—Sí, claro.
—Vale, hay algo más —sonrió él—.Todas esas fotos que ves de mí sonriendo... eso es trabajo. Y no es un trabajo fácil. No es que me queje, sé que soy el hijo de perra más afortunado del mundo, pero no es fácil ser feliz a todas horas.
—¿Y esta noche no tienes que trabajar?
—No del mismo modo. Si estuviera con una actriz o una modelo, habría especulaciones, fotos constantes, preguntas, indirectas. Contigo, sentirán curiosidad, sí, pero no tan morbosa.
—¿Quieres decir que no voy a salir en la portada dePeople?
—Seguramente no —dijo él—. ¿Te sientes decepcionada?
—Destrozada.
Joe dejó de sonreír.
—Es...
____ le tocó el brazo.
—Es una broma. Me alegro mucho de ser lo que quiera que tú necesites que sea esta noche. De verdad.
Joe bajó la vista a su brazo, donde la mano de ella se posaba en la manga.
____ sabía que debía retirarla, pero se sentía paralizada. Era absurdo, pero habría podido jurar que sentía el calor de él. Imposible a través de la camisa y la chaqueta, claro. Aquello no había empezado como un gesto íntimo, pero había acabado convirtiéndose en uno. El calor se extendió por ella, provocado por la mirada de él, pero no movió la mano.
—Eso puede ser algo complicado —musitó él en voz más baja y ronca que la de un momento atrás.
—¿El qué?
—Que seas lo que yo necesito.
—¡Oh!
Se inclinó hacia ella y____ contuvo el aliento. Iba a besarla. Pero él se detuvo a pocos centímetros de sus labios. Su aliento, una mezcla intoxicante de whisky y menta, entró en el interior de ella.
—Muy complicado —susurró. Y sus labios rozaron los de ella.
Antes de que ____ tuviera tiempo de cerrar los ojos, ya se había retirado. Ella parpadeó e intentó recordar cómo respirar de nuevo.
Joe se aclaró la garganta, tiró de sus puños hacia abajo, miró por la ventanilla, al techo, al bar y al fin a ella.
—Lo siento —dijo.
—¿El qué?
—Esta velada no compromete a nada. Te pido disculpas.
—Por mí no te preocupes —musitó ella, sorprendida de sus propias palabras.
Joe se rió, pero no de ella. No burlándose. De hecho, el sonido la hizo sentirse un poco menos tonta.
—Vale, por lo menos sabemos una cosa.
—¿Que tengo que aprender a cerrar la boca?
—No, que los dos estamos un poco nerviosos:
—En mi caso lo entiendo, pero en el tuyo no.
—Siempre me pongo un poco nervioso cuando estoy con una mujer hermosa.
____ estuvo a punto de contestar con una ironía, pero se contuvo. Algo en él le dijo que tal vez decía la verdad y la consideraba hermosa.
Sabía que no era fea, pero tampoco nada del otro mundo. Le sobraban cinco kilos, tenía uñas feas y un pelo que parecía peinado con una batidora. No era Nicole ni Meg ni Julia. Era una chica de pueblo, nada más. Y él el hombre más sofisticado de la Tierra.
Eso lo explicaba, claro. Esa noche, a pesar de sus palabras, él estaba trabajando. No podía evitarlo. Cuando uno seduce habitualmente a mujeres, es algo que le sale natural, como respirar o dormir. Y ella haría bien en no dejarse llevar por su imaginación.
Aquello no era un carruaje, él no era un príncipe y ella, desde luego, no era Cenicienta.
—____.
Lo miró sobresaltada.
—¿Sí?
—La razón no importa. Es un favor mutuo y en este momento me alegro de estar aquí contigo.
Ella sonrió con calor, pero esa vez no se dejó engañar. Él era muy listo, tan educado y halagador que Cary Grant a su lado parecía un aprendiz
—Gracias —dijo—.Yo también me alegro.
Si alguna vez había habido un hombre con el que salir sin compromisos, era aquél. Jamás, ni en un millón de años, podría ser un hombre con el que casarse.Al menos para ella. Para ella nunca.
espero lo disfruten :D
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAIIIIIIIIII!!!!!!
QUE CABALLEROSOOO DE JOOOEEEE!!!
JAJAJAJAJ QUIEN LO DIRIAAAAA... DE JOOOOEEEEEE!!!!!
ATRAIDOOO POR UNA CHICAAA COMO ____ DE CARNE Y HUESOOO!!!!!
AAAIII SIGUELAAAAA
QUE CABALLEROSOOO DE JOOOEEEE!!!
JAJAJAJAJ QUIEN LO DIRIAAAAA... DE JOOOOEEEEEE!!!!!
ATRAIDOOO POR UNA CHICAAA COMO ____ DE CARNE Y HUESOOO!!!!!
AAAIII SIGUELAAAAA
chelis
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
ahh pobre rayis!!!
no se tiene fe :(
pero me parece que si lo va a conquistar :)
Siguela esta re interesante :)
no se tiene fe :(
pero me parece que si lo va a conquistar :)
Siguela esta re interesante :)
zai
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
waaaaaaaaaaaaaaa joe quiere con la rayis :twisted:
jajaja siguela
jajaja siguela
andreita
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
♥ CAPITULO 4 ♥
Tardó bastante rato en ver la casa.
Primero llegó la verja, de hierro forjado con una caja de alta seguridad en el lado del conductor. Luego, fue como cruzar un parque. Un parque cuidado de un modo extraordinario, con césped recortado y árboles autóctonos de la zona que ofrecían sombra a los lechos de flores.
Se preguntó cuánto costaría mantener aquello así; y seguramente gastarían también una fortuna en flores frescas y plantas para la casa. El encargado de todo aquello tenía un buen negocio.
Joe se movió a su lado y ella dejó de pensar en plantas y cuentas bancarias. Había estado callado desde el beso, por respeto a ella posiblemente. Una mujer más sofisticada habría aprovechado el momento para jugar un poco con él, pero su famoso aplomo la había abandonado y no conseguía recuperarlo.
—¿Has estado aquí antes? —preguntó él.
—No. Y el sitio es asombroso.
—Esta casa perteneció a uno de los Dupont. Tiene veintidós dormitorios, sin contar la casa de invitados.
—Debe de ser durísimo de limpiar.
La risa de él sirvió para hacer que se sintiera más cómoda, pero su proximidad...
No se tocaban, pero entre ellos había sólo espacio suficiente para una mano. Si dejaba caer la suya, lo tocaría, y seguramente no sería buena idea.
Intentó pensar lo que harían sus amigas. Erin le diría que esperara; Samantha que se lanzara. Ninguna de las dos opiniones le parecía bien.Tenía que superar una velada entera y no podía permitirse derrumbarse. Cullen la estaría observando. Y también Brad y su Fulana.
Lacey. Una mujer tan estirada que era increíble que pudiera andar sin tropezar con todo. Y con una sonrisa...
—¿____?
Miró a Joe . Sonrió.
—¿Sí?
—¿Adonde te habías ido?
—Estaba pensando en Lacey Talbot.
La expresión de él se endureció, lo que hizo que a ____ le gustara aún más.
—Es una joven interesante —dijo él.
—Es una opinión como otra cualquiera.
—No le hagas caso —le advirtió él. Se inclinó a dejar su vaso en el bar—.Tiene problemas.
____ no pudo reprimir una risita.
—Pero te lo advierto —prosiguió él—.Tal y como estás esta noche, la pondrás nerviosa.
—¿Yo?
—Sí, tú. Ya te he dicho antes que estás deslumbrante.
____ contuvo el aliento un instante y soltó luego el aire despacio. Aquello no significaba nada.
—Gracias—repuso.
Joe la miró un momento con curiosidad y luego volvió la vista al frente.
—El palacio.
____ se volvió hacia las luces. Había muchas luces. La casa, que sí recordaba a un palacio, estaba bañada en blanco, y el largo sendero de las luces de las limusinas que paraban delante de ellos le recordó a una alfombra roja.
Nunca había visto una casa así. Era enorme y ella se sentía de pronto muy paleta. Todo aquello era un error.
—Si nos separamos dentro, enciende una bengala y te encontraré en dos o tres días —dijo él.
____ sonrió, aunque no estaba segura de que se tratara de una broma.
—No puedo ni imaginármelo. Es como ir a la luna.
—Kay Nickeby tiene un problema con la comida que ha devuelto a cuatro psiquiatras a la escuela. Su hija Phoebe es una cleptómana que intentó una vez robar una de las tiaras de la princesa Diana. William fue expulsado de todos los colegios de la costa este. Roger Nickieby está siendo investigado por usar información privilegiada en la Bolsa y sospecho que gastará gran parte de su fortuna antes de que eso termine.
—¿Me estás diciendo que es mejor ser pobre?
Joe frunció el ceño.
—No. Te digo que hay lunáticos en todos los sectores de la vida.
____ sonrió.
—¿Y tú qué? ¿Eres un lunático?
—Oh, sí.
La limusina avanzaba muy despacio. Había porteros de librea preparados, que ofrecían la mano a mujeres elegantemente vestidas para ayudarlas a salir de los vehículos.
A ____ se le aceleró el corazón. Se pasó los dedos por el pelo y sacó la polvera del bolso. Se retocó el maquillaje y los labios y miró a Joe .
—Llegó el momento.
—No te preocupes. Los vas a dejar sin habla.
—Francamente, me preocupa más tropezar en la escalera.
Él le tocó la mano.
—Yo estaré a tu lado; no sufras.
—Vale.
Se abrió su puerta y una mano oscura la ayudó a salir. Segundos después Joe estaba a su lado, y cuando sintió su mano en la cintura, notó que se relajaba.
La relajación desapareció en cuanto se acercaron a los escalones. Un grupo pequeño de fotógrafos los rodeó y los flashes la deslumbraron.
—Joe , aquí.
—¿Quién es ella?
—Sonrían.
Los gritos eran educados pero insistentes y ____ se sentía muy fuera de su elemento. Joe apretó la presión de su brazo, pero él parecía relajado y tranquilo. Por supuesto, estaba acostumbrado a aquello.
Un fotógrafo se acercó hasta pocos centímetros del hombro de ella.
—¡Eh, muñeca!
Al volverse ____, disparó la cámara, la cegó con el flash y ella tropezó en el escalón. Joe la sujetó y la ayudó a enderezarse. ____ no le veía la cara, pero notó que su cuerpo se tensaba como un arco.
Apretaron el paso hasta entrar en la casa y dejar atrás a los fotógrafos, pero él no la soltó.
—¿Estás bien? —preguntó.
Ella asintió.
—Eso ha sido interesante.
—Sea quien sea ese imbécil, no durará mucho tiempo en esto. Siento que te haya ocurrido a ti.
—No importa. Sólo me ha asustado un poco, pero estoy bien.
—No estás bien —sonrió él, ya más relajado—. Peor lo estarás en cuanto consiga abrirme paso hasta el bar. ¿Oro martini de manzana?
—Me gustaría.
—No te muevas de aquí. Volveré en un instante.
____ lo miró entrar en la gran sala que había a su derecha y avanzar entre mujeres vestidas de Versace y Prada y hombres con esmoquin de Armani, todos con dientes muy blancos y copas en sus manos bien cuidadas.
Joe no pasó desapercibido. Todos lo miraban y o bien le sonreían ampliamente o se humedecían los labios, dependiendo del sexo al que pertenecieran. Se interrumpían conversaciones y los hombres se enderezaban a su paso. Aquello la puso nerviosa; había anticipado que sería blanco de miradas, pero no hasta ese punto. Ir en compañía de Joe Jonastenía un precio.
No le envidiaba esa faceta. No debía de ser fácil estar siempre en el centro. Era como si todo el mundo quisiera algo de él.
¿Y acaso no le ocurría a ella lo mismo? Cierto que la había invitado él, ¿pero no se había alegrado por ello? ¿Por qué quería que el resto del mundo actuara de otro modo?
Respiró hondo y se dio cuenta de que la atención de la gente había pasado de Joe a ella. Su primer instinto fue esconderse. Si hubiera sabido dónde estaba el cuarto de baño, habría salido corriendo. Pero
Joe volvería pronto y lo arreglaría todo.
Fijó su atención en un cuadro colgado en la pared que tenía enfrente. Apenas se había fijado en lo que la rodeaba, lo cual era sorprendente teniendo en cuenta dónde estaba. Era una especie de vestíbulo más ampliado que todo su apartamento. El suelo era de mármol, las paredes color crema y la decoración hablaba de dinero a gritos.
El cuadro en cuestión era un Monet y seguramente auténtico, ya que todos los muebles parecían fantásticos y de calidad. Y los arreglos florales eran magníficos.
Se acercó al pedestal más cercano, uno de los seis que decoraban la estancia. El que arreglaba las flores era un maestro. Eran maravillosas y encajaban perfectamente con el espacio. El foco central eran gardenias, una de sus flores preferidas, y el florista las había colocado de un modo exquisito. Se volvió al oír la voz de Joe :
—Debería haber supuesto que estarías aquí.
—Son fabulosas.
—Desde luego, no más hermosas que las flores de la oficina.
—Los halagos te llevarán a todas partes.
—Con eso cuento.
____ se ruborizó un poco y tomó el martín que le tendía. Él también llevaba un vaso en la mano, al parecer de whisky con hielo. Miró a su alrededor.
—La ostentación también tiene su arte, ¿verdad? —musitó.
—Desde luego.
Joe tomó un sorbo del vaso y la miró a los ojos.
—¿Crees que estás lista para el salón de baile?
—¿Por qué no?
Él le ofreció el brazo.
—Vamos allá.
____ se agarró a él y rezó para que sus temblores no le hicieran derramar la bebida por todo el suelo.
Avanzaron hacia el lugar de donde salía música en directo y murmullos de muchas voces. ____ sorbía su martini con rapidez porque necesitaba darse valor.
En cuanto traspasaron el umbral, el tamaño de la fiesta la dejó atónita. La música procedía de una orquesta grande, como la de Tommy Rosey o Hedí Duchin en los años cuarenta. Empezaron a tocar Serenata a la luz de la luna mientras Joe la guiaba entre la gente.
El salón le recordaba a uno de los de La bella y la bestia, incluida la cúpula del techo, decorada con cientos de luces brillantes que asemejaban estrellas.
—¡Guau! —exclamó.
—Te comprendo muy bien —sonrió él.
—Para tí debe de ser algo corriente.
Joe se encogió de hombros.
—Estar contigo resulta muy refrescante. Es como si lo viera todo por primera vez.
—Me alegro de que estés entretenido.
—Oh, eso no es problema —le tomó el vaso del martini y lo dejó, junto con el suyo, en la bandeja de un camarero que pasaba—.Ven conmigo.
Le rodeó de nuevo la cintura con el brazo y la guió hacia la pista de baile. ____ sintió pánico de nuevo.
No sabía bailar, la orquesta tocaba otra canción de Glen Miller, Collar de perlas, y las demás parejas se movían con gracia con la música. Tal vez los ricos podían comprar el sentido del ritmo.
Joe la tomó en sus brazos. Se tocaban desde el pecho hasta los muslos, pero cuando ella consiguió abrir la boca para decirle que no sabía bailar, ya lo estaban haciendo.
La mano de él la guiaba con una caricia gentil. Se movía con una gracia increíble que hacía que todo pareciera muy fácil. ____ se fue relajando un tanto al ver que no le pisaba los pies.
Sonrió y él la recompensó con un guiño.
—¿Estás bien?
—Sí —dio ella—. Pero no te emociones y empieces a bailar un tango ni nada de eso.
—Te lo prometo. Nada de tangos.
____ pensó que, si no miraba a su alrededor, todo iría bien. Y por supuesto, no suponía ningún esfuerzo mantener la vista fija en Joe . Cuanto más lo miraba, más le gustaba su cara. Más real se volvía.
Bailaban como si lo hubieran hecho un centenar de veces antes, como si la música fuera de encargo. Y estaban lo bastante cerca para que ella captara el aroma a especias de la colonia de él.
—Bien, ¿qué me dices, señorita Norton? ¿El baile es de tu gusto?
—Es un lugar agradable para ir de visita —repuso ella—, pero no estoy segura de que quisiera vivir aquí.
—Aquí no vive nadie —sonrió él—. Los Nickleby hacen esto para presumir. Es una fantasía.
—¿Como nuestra cita?
—Al contrario. Puede que empezara como un favor, pero se está convirtiendo en mi noche de suerte.
____ movió la cabeza.
—No creas que vas a tener tanta suerte.
La risa de él la complació demasiado.
—Touché.
—Pero te lo agradezco mucho.
Joe dejó de sonreír.
—Tú no crees que espere algo a cambio, ¿verdad?
—No lo sé. Apenas te conozco.
—Buena respuesta. Te aseguro que no espero nada.
____ luchó porque la decepción no se le notara en la cara.
—Gracias.
Terminó la canción, pero él no la soltó. Permanecieron donde estaban, con la mano de él en la espalda de ella.
—No mires —le susurró Joe al oído—, pero ahí está Cullen.
La joven se puso tensa y siguió su mirada. Cullen estaba al lado de una de las barras, la más alejada de la orquesta. Se mostraba elegante y cómodo con el esmoquin. Ella sólo lo había visto una vez y había sido en un restaurante atestado. Se había mostrado atento, pero no muy interesado en ella. El hecho de que estuviera dispuesto a considerar el plan de negocios de ella se debía más a un favor hacia Brad que a un interés genuino.
Tomaba champán y recorría la estancia con la vista. ____ lo vio saludar con la cabeza a un hombre grueso y después a una mujer muy alta con una blusa transparente.
Pensó que debía de superar los sesenta años. Tenía cabello gris muy espeso y cejas a juego. Pensó si se le habría olvidado que tenían que verse allí.
—Vamos —dijo Joe .
—Espera.
—Vale
____ respiró hondo.
—No. Vamos.
—¿Estás segura?
—Sí. Es un buen momento.
—Va a quedar deslumbrado.
—¡Oh, Dios mío!
Joe la guió a través de la gente. La sentía temblar bajo su mano, pero dudaba de que nadie pudiera notar su nerviosismo. En conjunto, manejaba la situación con bastante aplomo.
Naturalmente, él la había investigado un poco, ya que uno no podía arriesgarse mucho en su posición. Y aparte de que Nicholas la defendía, las demás recomendaciones sobre ella habían sido entusiastas.
No conocía mucho a Brad, pero tenía que ser idiota. De no ser tan imposible, él mismo intentaría ligar con ella.Y no sólo para una noche. Le habría gustado aprender a conocerla, pasar tiempo con ella. Era inteligente, ingeniosa y le gustaba que no formara parte de su ambiente. Y ése era precisamente el problema, que ella no pertenecía a su mundo. A un nivel personal, aquello no le importaba, pero profesionalmente era otra historia.
Cullen contemplaba a una rubia beber champán con la vista clavada en su escote. Típico de él. Había hecho inversiones inteligentes en un momento en el que muchos otros se habían equivocado. Poseía cientos de millones y arriesgaba capital porque le gustaba. Le gustaba correr riesgos con la gente y rara vez se equivocaba. ____ le iba a encantar.
—¿Señor Cullen?
El hombre levantó la vista, algo irritado por la interrupción, pero sonrió al ver a ____.
—Hola.
—No sé si me recuerda. Soy ____ Norton. Nos conocimos hace unas semanas en Le Cirque.
Cullen achicó los ojos y Joe adivinó que no se acordaba.
—Vamos, espero que tus inversiones sean más sólidas que tu memoria —dijo.
—Joe Jonas , bandido —Jim le tendió la mano, que estrechó con firmeza.
—Hay que ser un bandido para reconocer a otro.
Cullen se echó a reír; volvió la vista a ____.
—Me ha contado que vas a considerar su plan de negocios —dijo Joe —.Veo que los años no han adormecido tu olfato.
—Así que viene con Joe , ¿eh? —preguntó Cullen a la joven—.Yo que usted me preocuparía; su reputación no es buena.
—Somos amigos —____ se apartó un paso y Joe percibió que algo iba mal, aunque no podía imaginar qué.
—¿Amigos? —Cullen enarcó las cejas con un asomo de lascivia—.Tiene buen gusto.
—Gracias. Sólo quería decirle que el lunes tendrá mi plan de negocio en su oficina y que le agradezco que se tome la molestia de echarle un vistazo.
—Es cuestión de cifras —dijo él—.Yo no invierto para perder dinero.
—Claro que no. Y creo que verá que la propuesta es muy sólida.
Cullen la observó con más atención.
—Le daré una valoración sincera, señorita Norton; eso se lo prometo.
____ sonrió.
—Es lo único que le pido.
—Estaremos en contacto.
Joe dio una palmada en la espalda a Cullen.
—Me alegro de verte. Seguro que comprendes que me lleve a ____.
—Eres un hombre afortunado.
—Estoy de acuerdo.
Cullen soltó una carcajada y empezó a buscar los pechos que tanto lo atraían antes de la interrupción.
Joe tomó a ____ de la mano y la guió de vuelta a la pista de baile. Ella se detuvo en cuanto se alejaron de Cullen.
—No quiero parecer desagradecida, pero no hacía falta que hicieras eso —dijo.
—¿Qué? ¿Estrecharle la mano a un viejo amigo?
—Podía arreglármelas yo sola.
—Lo sé. Lo has hecho muy bien. Yo no pretendía entrometerme, sólo engrasar un poco las ruedas.
____ lo miró con ojos confusos.
—Debería estar encantada. Y lo estoy. Es sólo que...
—Querías hacer esto sola.
—Sí.
—Y lo has hecho. Si le gusta tu propuesta, no será debido a mí. Cullen no trabaja así.
—Supongo que tienes razón.
—La tengo. Sin embargo, te pido disculpas. No debería haber metido la nariz en tus asuntos.
—No, no, no es eso... No me importa. De verdad. Has estado muy bien.
Joe vio a una mujer pequeña con diamantes grandes. Además de llevar joyas en la muñeca y el cuello, iba acompañada de Brad Sunderland. Lacey Talbot había hecho su entrada a lo grande. Su entorno la rodeaba como si fueran un grupo de agentes del servicio secreto. Lacey miró en su dirección y abrió mucho los ojos al ver quién era su acompañante. Un segundo después, Brad tuvo la misma reacción.
Joe sonrió y miró los hermosos ojos de ____.
—Quizá pueda compensarte por ello —susurró.
La tomó en sus brazos y la besó con pasión.
Primero llegó la verja, de hierro forjado con una caja de alta seguridad en el lado del conductor. Luego, fue como cruzar un parque. Un parque cuidado de un modo extraordinario, con césped recortado y árboles autóctonos de la zona que ofrecían sombra a los lechos de flores.
Se preguntó cuánto costaría mantener aquello así; y seguramente gastarían también una fortuna en flores frescas y plantas para la casa. El encargado de todo aquello tenía un buen negocio.
Joe se movió a su lado y ella dejó de pensar en plantas y cuentas bancarias. Había estado callado desde el beso, por respeto a ella posiblemente. Una mujer más sofisticada habría aprovechado el momento para jugar un poco con él, pero su famoso aplomo la había abandonado y no conseguía recuperarlo.
—¿Has estado aquí antes? —preguntó él.
—No. Y el sitio es asombroso.
—Esta casa perteneció a uno de los Dupont. Tiene veintidós dormitorios, sin contar la casa de invitados.
—Debe de ser durísimo de limpiar.
La risa de él sirvió para hacer que se sintiera más cómoda, pero su proximidad...
No se tocaban, pero entre ellos había sólo espacio suficiente para una mano. Si dejaba caer la suya, lo tocaría, y seguramente no sería buena idea.
Intentó pensar lo que harían sus amigas. Erin le diría que esperara; Samantha que se lanzara. Ninguna de las dos opiniones le parecía bien.Tenía que superar una velada entera y no podía permitirse derrumbarse. Cullen la estaría observando. Y también Brad y su Fulana.
Lacey. Una mujer tan estirada que era increíble que pudiera andar sin tropezar con todo. Y con una sonrisa...
—¿____?
Miró a Joe . Sonrió.
—¿Sí?
—¿Adonde te habías ido?
—Estaba pensando en Lacey Talbot.
La expresión de él se endureció, lo que hizo que a ____ le gustara aún más.
—Es una joven interesante —dijo él.
—Es una opinión como otra cualquiera.
—No le hagas caso —le advirtió él. Se inclinó a dejar su vaso en el bar—.Tiene problemas.
____ no pudo reprimir una risita.
—Pero te lo advierto —prosiguió él—.Tal y como estás esta noche, la pondrás nerviosa.
—¿Yo?
—Sí, tú. Ya te he dicho antes que estás deslumbrante.
____ contuvo el aliento un instante y soltó luego el aire despacio. Aquello no significaba nada.
—Gracias—repuso.
Joe la miró un momento con curiosidad y luego volvió la vista al frente.
—El palacio.
____ se volvió hacia las luces. Había muchas luces. La casa, que sí recordaba a un palacio, estaba bañada en blanco, y el largo sendero de las luces de las limusinas que paraban delante de ellos le recordó a una alfombra roja.
Nunca había visto una casa así. Era enorme y ella se sentía de pronto muy paleta. Todo aquello era un error.
—Si nos separamos dentro, enciende una bengala y te encontraré en dos o tres días —dijo él.
____ sonrió, aunque no estaba segura de que se tratara de una broma.
—No puedo ni imaginármelo. Es como ir a la luna.
—Kay Nickeby tiene un problema con la comida que ha devuelto a cuatro psiquiatras a la escuela. Su hija Phoebe es una cleptómana que intentó una vez robar una de las tiaras de la princesa Diana. William fue expulsado de todos los colegios de la costa este. Roger Nickieby está siendo investigado por usar información privilegiada en la Bolsa y sospecho que gastará gran parte de su fortuna antes de que eso termine.
—¿Me estás diciendo que es mejor ser pobre?
Joe frunció el ceño.
—No. Te digo que hay lunáticos en todos los sectores de la vida.
____ sonrió.
—¿Y tú qué? ¿Eres un lunático?
—Oh, sí.
La limusina avanzaba muy despacio. Había porteros de librea preparados, que ofrecían la mano a mujeres elegantemente vestidas para ayudarlas a salir de los vehículos.
A ____ se le aceleró el corazón. Se pasó los dedos por el pelo y sacó la polvera del bolso. Se retocó el maquillaje y los labios y miró a Joe .
—Llegó el momento.
—No te preocupes. Los vas a dejar sin habla.
—Francamente, me preocupa más tropezar en la escalera.
Él le tocó la mano.
—Yo estaré a tu lado; no sufras.
—Vale.
Se abrió su puerta y una mano oscura la ayudó a salir. Segundos después Joe estaba a su lado, y cuando sintió su mano en la cintura, notó que se relajaba.
La relajación desapareció en cuanto se acercaron a los escalones. Un grupo pequeño de fotógrafos los rodeó y los flashes la deslumbraron.
—Joe , aquí.
—¿Quién es ella?
—Sonrían.
Los gritos eran educados pero insistentes y ____ se sentía muy fuera de su elemento. Joe apretó la presión de su brazo, pero él parecía relajado y tranquilo. Por supuesto, estaba acostumbrado a aquello.
Un fotógrafo se acercó hasta pocos centímetros del hombro de ella.
—¡Eh, muñeca!
Al volverse ____, disparó la cámara, la cegó con el flash y ella tropezó en el escalón. Joe la sujetó y la ayudó a enderezarse. ____ no le veía la cara, pero notó que su cuerpo se tensaba como un arco.
Apretaron el paso hasta entrar en la casa y dejar atrás a los fotógrafos, pero él no la soltó.
—¿Estás bien? —preguntó.
Ella asintió.
—Eso ha sido interesante.
—Sea quien sea ese imbécil, no durará mucho tiempo en esto. Siento que te haya ocurrido a ti.
—No importa. Sólo me ha asustado un poco, pero estoy bien.
—No estás bien —sonrió él, ya más relajado—. Peor lo estarás en cuanto consiga abrirme paso hasta el bar. ¿Oro martini de manzana?
—Me gustaría.
—No te muevas de aquí. Volveré en un instante.
____ lo miró entrar en la gran sala que había a su derecha y avanzar entre mujeres vestidas de Versace y Prada y hombres con esmoquin de Armani, todos con dientes muy blancos y copas en sus manos bien cuidadas.
Joe no pasó desapercibido. Todos lo miraban y o bien le sonreían ampliamente o se humedecían los labios, dependiendo del sexo al que pertenecieran. Se interrumpían conversaciones y los hombres se enderezaban a su paso. Aquello la puso nerviosa; había anticipado que sería blanco de miradas, pero no hasta ese punto. Ir en compañía de Joe Jonastenía un precio.
No le envidiaba esa faceta. No debía de ser fácil estar siempre en el centro. Era como si todo el mundo quisiera algo de él.
¿Y acaso no le ocurría a ella lo mismo? Cierto que la había invitado él, ¿pero no se había alegrado por ello? ¿Por qué quería que el resto del mundo actuara de otro modo?
Respiró hondo y se dio cuenta de que la atención de la gente había pasado de Joe a ella. Su primer instinto fue esconderse. Si hubiera sabido dónde estaba el cuarto de baño, habría salido corriendo. Pero
Joe volvería pronto y lo arreglaría todo.
Fijó su atención en un cuadro colgado en la pared que tenía enfrente. Apenas se había fijado en lo que la rodeaba, lo cual era sorprendente teniendo en cuenta dónde estaba. Era una especie de vestíbulo más ampliado que todo su apartamento. El suelo era de mármol, las paredes color crema y la decoración hablaba de dinero a gritos.
El cuadro en cuestión era un Monet y seguramente auténtico, ya que todos los muebles parecían fantásticos y de calidad. Y los arreglos florales eran magníficos.
Se acercó al pedestal más cercano, uno de los seis que decoraban la estancia. El que arreglaba las flores era un maestro. Eran maravillosas y encajaban perfectamente con el espacio. El foco central eran gardenias, una de sus flores preferidas, y el florista las había colocado de un modo exquisito. Se volvió al oír la voz de Joe :
—Debería haber supuesto que estarías aquí.
—Son fabulosas.
—Desde luego, no más hermosas que las flores de la oficina.
—Los halagos te llevarán a todas partes.
—Con eso cuento.
____ se ruborizó un poco y tomó el martín que le tendía. Él también llevaba un vaso en la mano, al parecer de whisky con hielo. Miró a su alrededor.
—La ostentación también tiene su arte, ¿verdad? —musitó.
—Desde luego.
Joe tomó un sorbo del vaso y la miró a los ojos.
—¿Crees que estás lista para el salón de baile?
—¿Por qué no?
Él le ofreció el brazo.
—Vamos allá.
____ se agarró a él y rezó para que sus temblores no le hicieran derramar la bebida por todo el suelo.
Avanzaron hacia el lugar de donde salía música en directo y murmullos de muchas voces. ____ sorbía su martini con rapidez porque necesitaba darse valor.
En cuanto traspasaron el umbral, el tamaño de la fiesta la dejó atónita. La música procedía de una orquesta grande, como la de Tommy Rosey o Hedí Duchin en los años cuarenta. Empezaron a tocar Serenata a la luz de la luna mientras Joe la guiaba entre la gente.
El salón le recordaba a uno de los de La bella y la bestia, incluida la cúpula del techo, decorada con cientos de luces brillantes que asemejaban estrellas.
—¡Guau! —exclamó.
—Te comprendo muy bien —sonrió él.
—Para tí debe de ser algo corriente.
Joe se encogió de hombros.
—Estar contigo resulta muy refrescante. Es como si lo viera todo por primera vez.
—Me alegro de que estés entretenido.
—Oh, eso no es problema —le tomó el vaso del martini y lo dejó, junto con el suyo, en la bandeja de un camarero que pasaba—.Ven conmigo.
Le rodeó de nuevo la cintura con el brazo y la guió hacia la pista de baile. ____ sintió pánico de nuevo.
No sabía bailar, la orquesta tocaba otra canción de Glen Miller, Collar de perlas, y las demás parejas se movían con gracia con la música. Tal vez los ricos podían comprar el sentido del ritmo.
Joe la tomó en sus brazos. Se tocaban desde el pecho hasta los muslos, pero cuando ella consiguió abrir la boca para decirle que no sabía bailar, ya lo estaban haciendo.
La mano de él la guiaba con una caricia gentil. Se movía con una gracia increíble que hacía que todo pareciera muy fácil. ____ se fue relajando un tanto al ver que no le pisaba los pies.
Sonrió y él la recompensó con un guiño.
—¿Estás bien?
—Sí —dio ella—. Pero no te emociones y empieces a bailar un tango ni nada de eso.
—Te lo prometo. Nada de tangos.
____ pensó que, si no miraba a su alrededor, todo iría bien. Y por supuesto, no suponía ningún esfuerzo mantener la vista fija en Joe . Cuanto más lo miraba, más le gustaba su cara. Más real se volvía.
Bailaban como si lo hubieran hecho un centenar de veces antes, como si la música fuera de encargo. Y estaban lo bastante cerca para que ella captara el aroma a especias de la colonia de él.
—Bien, ¿qué me dices, señorita Norton? ¿El baile es de tu gusto?
—Es un lugar agradable para ir de visita —repuso ella—, pero no estoy segura de que quisiera vivir aquí.
—Aquí no vive nadie —sonrió él—. Los Nickleby hacen esto para presumir. Es una fantasía.
—¿Como nuestra cita?
—Al contrario. Puede que empezara como un favor, pero se está convirtiendo en mi noche de suerte.
____ movió la cabeza.
—No creas que vas a tener tanta suerte.
La risa de él la complació demasiado.
—Touché.
—Pero te lo agradezco mucho.
Joe dejó de sonreír.
—Tú no crees que espere algo a cambio, ¿verdad?
—No lo sé. Apenas te conozco.
—Buena respuesta. Te aseguro que no espero nada.
____ luchó porque la decepción no se le notara en la cara.
—Gracias.
Terminó la canción, pero él no la soltó. Permanecieron donde estaban, con la mano de él en la espalda de ella.
—No mires —le susurró Joe al oído—, pero ahí está Cullen.
La joven se puso tensa y siguió su mirada. Cullen estaba al lado de una de las barras, la más alejada de la orquesta. Se mostraba elegante y cómodo con el esmoquin. Ella sólo lo había visto una vez y había sido en un restaurante atestado. Se había mostrado atento, pero no muy interesado en ella. El hecho de que estuviera dispuesto a considerar el plan de negocios de ella se debía más a un favor hacia Brad que a un interés genuino.
Tomaba champán y recorría la estancia con la vista. ____ lo vio saludar con la cabeza a un hombre grueso y después a una mujer muy alta con una blusa transparente.
Pensó que debía de superar los sesenta años. Tenía cabello gris muy espeso y cejas a juego. Pensó si se le habría olvidado que tenían que verse allí.
—Vamos —dijo Joe .
—Espera.
—Vale
____ respiró hondo.
—No. Vamos.
—¿Estás segura?
—Sí. Es un buen momento.
—Va a quedar deslumbrado.
—¡Oh, Dios mío!
Joe la guió a través de la gente. La sentía temblar bajo su mano, pero dudaba de que nadie pudiera notar su nerviosismo. En conjunto, manejaba la situación con bastante aplomo.
Naturalmente, él la había investigado un poco, ya que uno no podía arriesgarse mucho en su posición. Y aparte de que Nicholas la defendía, las demás recomendaciones sobre ella habían sido entusiastas.
No conocía mucho a Brad, pero tenía que ser idiota. De no ser tan imposible, él mismo intentaría ligar con ella.Y no sólo para una noche. Le habría gustado aprender a conocerla, pasar tiempo con ella. Era inteligente, ingeniosa y le gustaba que no formara parte de su ambiente. Y ése era precisamente el problema, que ella no pertenecía a su mundo. A un nivel personal, aquello no le importaba, pero profesionalmente era otra historia.
Cullen contemplaba a una rubia beber champán con la vista clavada en su escote. Típico de él. Había hecho inversiones inteligentes en un momento en el que muchos otros se habían equivocado. Poseía cientos de millones y arriesgaba capital porque le gustaba. Le gustaba correr riesgos con la gente y rara vez se equivocaba. ____ le iba a encantar.
—¿Señor Cullen?
El hombre levantó la vista, algo irritado por la interrupción, pero sonrió al ver a ____.
—Hola.
—No sé si me recuerda. Soy ____ Norton. Nos conocimos hace unas semanas en Le Cirque.
Cullen achicó los ojos y Joe adivinó que no se acordaba.
—Vamos, espero que tus inversiones sean más sólidas que tu memoria —dijo.
—Joe Jonas , bandido —Jim le tendió la mano, que estrechó con firmeza.
—Hay que ser un bandido para reconocer a otro.
Cullen se echó a reír; volvió la vista a ____.
—Me ha contado que vas a considerar su plan de negocios —dijo Joe —.Veo que los años no han adormecido tu olfato.
—Así que viene con Joe , ¿eh? —preguntó Cullen a la joven—.Yo que usted me preocuparía; su reputación no es buena.
—Somos amigos —____ se apartó un paso y Joe percibió que algo iba mal, aunque no podía imaginar qué.
—¿Amigos? —Cullen enarcó las cejas con un asomo de lascivia—.Tiene buen gusto.
—Gracias. Sólo quería decirle que el lunes tendrá mi plan de negocio en su oficina y que le agradezco que se tome la molestia de echarle un vistazo.
—Es cuestión de cifras —dijo él—.Yo no invierto para perder dinero.
—Claro que no. Y creo que verá que la propuesta es muy sólida.
Cullen la observó con más atención.
—Le daré una valoración sincera, señorita Norton; eso se lo prometo.
____ sonrió.
—Es lo único que le pido.
—Estaremos en contacto.
Joe dio una palmada en la espalda a Cullen.
—Me alegro de verte. Seguro que comprendes que me lleve a ____.
—Eres un hombre afortunado.
—Estoy de acuerdo.
Cullen soltó una carcajada y empezó a buscar los pechos que tanto lo atraían antes de la interrupción.
Joe tomó a ____ de la mano y la guió de vuelta a la pista de baile. Ella se detuvo en cuanto se alejaron de Cullen.
—No quiero parecer desagradecida, pero no hacía falta que hicieras eso —dijo.
—¿Qué? ¿Estrecharle la mano a un viejo amigo?
—Podía arreglármelas yo sola.
—Lo sé. Lo has hecho muy bien. Yo no pretendía entrometerme, sólo engrasar un poco las ruedas.
____ lo miró con ojos confusos.
—Debería estar encantada. Y lo estoy. Es sólo que...
—Querías hacer esto sola.
—Sí.
—Y lo has hecho. Si le gusta tu propuesta, no será debido a mí. Cullen no trabaja así.
—Supongo que tienes razón.
—La tengo. Sin embargo, te pido disculpas. No debería haber metido la nariz en tus asuntos.
—No, no, no es eso... No me importa. De verdad. Has estado muy bien.
Joe vio a una mujer pequeña con diamantes grandes. Además de llevar joyas en la muñeca y el cuello, iba acompañada de Brad Sunderland. Lacey Talbot había hecho su entrada a lo grande. Su entorno la rodeaba como si fueran un grupo de agentes del servicio secreto. Lacey miró en su dirección y abrió mucho los ojos al ver quién era su acompañante. Un segundo después, Brad tuvo la misma reacción.
Joe sonrió y miró los hermosos ojos de ____.
—Quizá pueda compensarte por ello —susurró.
La tomó en sus brazos y la besó con pasión.
ESPERO DISFRUTEN EL CAP
BESOS!!!!
Julieta♥
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
waaaaaaaaaaaaaaaaaa la besoooo me encanta
epsera quien es Lacey Talbot?????
epsera quien es Lacey Talbot?????
andreita
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
:wut: LAAA BEEESOOOOOOOOOOOOO????????
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!!!
TIENES QUE PONEEER OTROOO CAAAPIISSSS!!!
JAJAJAJAJA LA CARA QUE PUSIEROONN ESOS DOOOSSSS!!!
JAJAJAJAJAJAJA
AAAII SIGUELA PORFIISS
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!!!
TIENES QUE PONEEER OTROOO CAAAPIISSSS!!!
JAJAJAJAJA LA CARA QUE PUSIEROONN ESOS DOOOSSSS!!!
JAJAJAJAJAJAJA
AAAII SIGUELA PORFIISS
chelis
Re: ♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)
Hola pequeñas perdón por no subir cap, es q mi pc anda molestando con el word y no la tengo en el células,así q mañana miro como lo soluciono y les subo 2 caps
Besos!!!!!
Besos!!!!!
Julieta♥
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