♥ Una Pizca de Tentaciòn ♥ (Joe & Tu)

____ estaba de pie en mitad de Rags to Riches, su tienda favorita, con un Chanel en la mano cuando una vez más la golpeó con fuerza el pensamiento de que dos días después iba a salir con Joe .

Joe Jonas . Que hacía que le temblaran las piernas, le palpitara el corazón y la mente se le quedara en blanco. No sólo porque era famoso, ya que en los años que llevaba en Manhattan había conocido a muchos famosos, desde Robert de Niro a Trent Reznor. Había tenido suerte. Una de las primeras personas a las que conoció en la ciudad fue una diseñadora de interiores que trabajaba con estrellas de cine. Shelly tenía contactos increíbles y cuando ____ empezó a planear su negocio, utilizó su influencia y le presentó a sus clientes.

Al principio aquello resultaba abrumador. ____ se sentía intimidada y tímida, no porque fuera así por naturaleza, sino porque se volvía así cuando entraba en los pisos lujosos de los ricos y famosos.

Con el tiempo empezó a relajarse y a fijarse más en las similitudes que en las diferencias. Después de todo, los ganadores de Oscars también tenían cuartos de baño.

Después salió con Colé Darden y conoció un estrato más, el de los clubes elitistas con porteros que ganaban cien mil dólares al año.

El punto negativo de la historia era que ella no estaba en posición económica tan desahogada como para moverse a gusto. No por las copas o las propinas, ya que bebía poco y muchas veces pagaban sus acompañantes, sino por la ropa. Había que ser millonaria para permitirse un guardarropa como el que lucían muchas de las mujeres que frecuentaban esos lugares. Por desgracia para____, ella no tenía un estudio de cine detrás y no podía pagarse un pañuelo de Prada. Cosa que servía para recordarle que, aunque le permitían la entrada, haría bien en no sentirse demasiado cómoda. Estaba invitada allí con un pase que podían anularle en cualquier momento.

Lo cual no era un buen tren de pensamiento y la llevaba a preguntarse una vez más por qué le había pedido Joe que fuera con él. Seguramente por lástima.

Aunque eso podía soportarlo.

Volvió a la hilera de vestidos, la mayoría de los cuales estaban allí porque tenían algún defecto. Pero de vez en cuando encontraba una joya, y esperaba que eso ocurriera ese día. Muchas cosas dependían de ese sábado, entre ellas demostrarle a Brad que no lo echaba de menos en absoluto, que había otros hombres, hombres fabulosos que la deseaban.

O tal vez no la desearan, pero Brad no tenía por qué saberlo. Joe la trataría como a una reina, porque trataba así a todas las mujeres. ____ sólo pedía no convertirse en rana antes de tiempo, no cometer ninguna estupidez ni hacer el ridículo.

—¡Vaya, pero si es la fabulosa ____ Norton!

La joven sonrió. Detrás de ella estaba Mary, su amiga y vecina.

—Mary Neal. ¡Qué sorpresa!
—No me lo creo.

____ miró la ropa que llevaba Mary. Doc Martens, vaqueros muy bajos en unas caderas delgadísimas, un suéter de los años sesenta y un abrigo con mucho pelo que podría haber pertenecido a Atila, rey de los hunos, pero que a ella le quedaba bien.

—Estoy desesperada —confesó.
—Cuéntaselo todo a tía Mary.

La tienda, llena a rebosar y en la que hacía bastante calor, era uno de los lugares que frecuentaban ambas, no sólo por los hallazgos ocasionales que les proporcionaba sino también porque al lado había un café maravilloso que servía la mejor tarta de manzana del universo.

—Te lo contaré con detalle, pero antes necesito algo fabuloso. Algo transcendente, algo que dé una erección instantánea a todos los hombres mayores de dieciocho.

Mary miró el vestido que tenía en la mano.

—Con eso no conseguirás ni una palmada en el trasero —separó la ropa como un Moisés que separara las aguas del Mar Rojo—.Vamos a ver.

Dos horas después, tras haberse probado trajes de todo el mundo, desde Versace hasta Polo, ____ tiró de la mano de su amiga y la sacó al aire exterior. Su vista se desvió automáticamante hacia el horizonte y, como siempre, contuvo el aliento un instante al ver lo que faltaba. Miró a Mary, que había sacado un espejito y se empolvaba la nariz y señaló el café, que respondía al nombre improbable de Rana y Cardo.

—Comida. Ya.
—Vale, vale —Mary deslizó la polvera en su bolso y sonrió—. Pero tienes que contarme a qué viene esta búsqueda tan loca.
—Lo haré. Vamos —____ evitó a un chico que se deslizaba en monoNickín—.Tengo que encontrar un vestido hoy o mañana a más tardar. Lo necesito para el sábado por la noche.
—No me hagas esperar. Es cruel.

____ entró en el café y pidió una mesa para dos al chico delgaducho de detrás del mostrador. Lo siguió por el lugar lleno de gente, entre las mesas con manteles a cuadros y claveles frescos, hasta una mesa de la parte de atrás. Mary se quitó el abrigo y se sentó.

—¿Y bien?
—Vale, vale. No hace falta que te pongas así.
—____...

Ésta bajó la voz para que sólo la oyera su amiga.

—Voy a salir con Joe Jonas .

Mary soltó un gritó tan alto que un camarero tiró su bandeja, la gente dejó de hablar y los ojos de todos los presentes se clavaron en ellas. Mary al fin cerró la boca y miró a la gente.

—Tiene una cita con Joe Jonas—dijo.

____ no pudo reprimir una sonrisa al ver la mirada de comprensión de casi todas las mujeres. Varias de ellas asintieron con la cabeza. Unas cuantas la miraron con admiración. Después de todo, se trataba de Joe Jonas . Y era suyo durante una noche entera.

Sentía que iba a vomitar.


Joe entró en el despacho de su hermano y vio que Nicholas estudiaba ya las fotos brillantes extendidas ante él. Su gesto era serio y reconcentrado: tenía que elegir las páginas centrales de septiembre. Joe había elegido ya y la familia, ellos dos y su padre, tenían siempre la última palabra.

Joe se acercó a la estantería y vio que las únicas cosas nuevas eran un libro de James Patterson, una biografía de Napoleón y el último bestseller sobre comunicación en los negocios. No lo sedujo ninguno.
Como no tenía nada que lo distrajera, optó por sentarse en uno de lo sillones de cuero. Extendió las piernas y esperó a que su hermano lo mirara, pero Nicholas no parecía dispuesto a moverse todavía.
El despacho era muy parecido al de Joe . Muchos metros cuadrados decorados en tonos masculinos, verde caza en su mayor parte, con varios de los negocios que tenían representados por fotografías, logotipos y las inevitables pilas de revistas.

La tirada de Noir era más elevada que nunca. Millones de hombres compraban la revista cada mes yalgunos de ellos seguramente leían los artículos. Su padre se había propuesto llevar Noir a muchos hogares y había tenido más éxito del que hubiera podido soñar. En sus tiempos, Jonas había sido un hombre de vanguardia. Suave, sofisticado y encantador, era la fuerza viva detrás de Noir, pero ahora estaba cansado y tenía todo el derecho a estarlo. Había trabajado mucho toda su vida. Joe era su as en la manga. Podía entregarle las llaves del reino sin ningún miedo y con muchas esperanzas de que continuaría su éxito y sus empresas crecerían. Seguro de que se mostraría tan entusiasta e incansable como su padre.

Y Joe miraba su futuro con una suerte de resolución sorprendida. El mundo colgado de un hilo y a el no le gustaban los yoyós. Aunque estaba dispuesto a hacer que le gustaran, ya que no pensaba pasarse los siguientes treinta años insatisfecho y resentido.

Aunque no era porque no le gustara dirigir el cotarro, sino simplemente porque él no era su padre. Joe era un hombre al que gustaba la privacidad y que se veía arrojado a los focos. Envidiaba a Nick, que podía centrarse en el verdadero motor de todo aquello: el dinero.

Se sobresaltó un poco al darse cuenta de que miraba de hito en hito a su hermano y de que éste le devolvía la mirada.

—¿Cuánto tiempo llevas observándome?

Nick se encogió de hombros.

—El suficiente para querer saber qué te preocupa.

Joe hizo un movimiento con la mano.

—Nada que no pueda arreglar una lobotomía.
—Ah, bien. Tenemos un seguro médico muy bueno; ellos podrán hacer algo.
—Vaya, gracias.
—Vamos. ¿Qué te pasa?
—A mí me gusta Marie... ¿cuál es su apellido? ¿Clymer? La pelirroja de la segunda fila.

Nicholas miró las pruebas.

—Sí, yo también me inclino por ella, pero no cambies de tema. ¿Qué te pasa?
—Nada.

Nicholas enarcó la ceja derecha.

—Muy bien. Como quieras. ¿Por qué has venido a verme?
—Este fin de semana voy a ir a esa fiesta en las Hamptons.Y creo que deberíamos enviar un fotógrafo.
—¿A casa de Nickieby?

Joe asintió.

—Ya me he ocupado —dijo su hermano.
—Eres muy eficiente.
—Me gusta sobresalir en todos los campos.

Joe soltó una pedorreta con la boca.

—A mí no me engañas.
—No me extraña que tú seas el heredero aparente —dijo Nicholas—.Tu madurez y clase son un ejemplo brillante para todos nosotros.

Joe se puso en pie y estiró el cuello.

—Eh, ¿conoces a la mujer de las plantas?
—¿____?
—Sí. Voy con ella.
—¿A la fiesta?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque ella necesita un acompañante y yo soy un hombre maravilloso —Joe avanzó hacia la puerta.
—Espera un momento. No me gusta.
—¿Qué no te gusta?
—Es una buena chica, Joe .Y una empleada.
—¿Y qué?
—Que no es buena idea, sólo eso.
—¿A qué te refieres?

Nicholas pasó algunas fotos.

—Sabes perfectamente a lo que me refiero. Ella no es un juguete.

Joe se acercó al borde del escritorio de madera de teca de su hermano y se inclinó hacia adelante, balanceándose en las palmas.

—¿Te interesa esa chica?

Nicholas lo miró.

—No, pero me gusta. Es lista y ambiciosa, pero también muy joven y viene de un sitio perdido, así que no le hagas daño. Es lo único que te pido.
—La voy a llevar a una fiesta, Nicholas, no a una boda.
—Sí, bueno, las mujeres se suelen enamorar de ti. Dios sabe por qué.
—Sí, yo también te quiero —se enderezó, consciente de que Nicholas hablaba muy en serio—. Seré bueno, lo prometo.
—¿Por qué será que eso no me consuela?

Joe movió la cabeza, como para indicar que no tenía ni idea.

—Oh, lárgate de mi despacho. Algunos tenemos que ganarnos la vida.

Joe asintió con la cabeza y volvió a su despacho. Su hermano no solía meter las narices en sus asuntos, razón por la cual lo de ____ resultaba aún más curioso. Estaba claro que la chica había causado impresión a alguien que no solía impresionarse fácilmente.

Joe creía a Nicholas cuando le decía que no se interesaba por ____, pero intuía alguna conexión allí. Los dos habían hablado, claro,ya que había sido Nicholas el primero que la contrató para que se ocupara del mantenimiento de las plantas en las oficinas del centro. ¿Qué había en ella para que su hermano quisiera protegerla tanto?

Más importante aún, ¿por qué él también deseaba ayudarla y hacer el papel de caballero andante con ella cuando normalmente le iba mejor el de villano?

¿Pero por qué no? Por una noche podía ser sir Lancelot. De todos modos, casi toda su vida pública era ya pura actuación. Supondría un cambio de ritmo, lo cual no estaba mal. Recordó sus curvas, los pechos ceñidos por la camiseta. Desgraciadamente, no todo en la vida era cuestión de sexo, aunque a veces lo pareciera.


Rojo, longitud hasta el tobillo, sin etiqueta ni fallos en la seda lujosa y cincuenta dólares. El vestido era un regalo de los dioses y le sentaba como si lo hubieran diseñado para ella. Cincuenta dólares.____ sonreía mientras pagaba a la mujer de dientes estropeados y salió de la tienda abrazando el paquete contra sí.

Al día siguiente era el gran día. El día de Joe Jonas . Kelly, la secretaria de él, había llamado esa mañana para organizarlo todo. El coche, que ____ estaba segura de que sería una limusina, llegaría a su apartamento poco después de las cinco. El viaje hasta Amgansett duraba unas tres horas.
Tres horas a solas con él.

¿De qué hablarían? ¿Tomarían champán? El champán le daba dolor de cabeza, pero lo soportaría.

Tenía que calmarse. Aquello no era una cita de verdad, sino una cita por compasión, y no debía olvidarlo.

Cruzó Christopher Street parpadeando debido al brillo de la tarde. Esa noche tenía que ponerse una mascarilla de barro, hacerse las uñas de los dedos y de los pies, depilarse... la diversión no acababa nunca. Tal vez Mary pasara por su casa. O puede que ____ se ahogara en su bañera.

Recorrió dos manzanas largas, obligándose por no mirar los escaparates de las zapaterías. No tenía dinero para zapatos, así que se pondría sus sandalias negras de tacón alto. ¿Y qué si casi tenían dos años? Nadie le iba a mirar los pies.

El vestido, en cambio, era maravilloso.Acariciaba sus curvas y, lo más importante, se sentía guapa con él.

¿Por qué podía ser tan segura en lo referente a sus planes y negocios pero se llenaba de inseguridades cuando se trataba de su vida privada? No era justo. Ya no era una paleta de Texas, había vivido en la gran ciudad el tiempo suficiente para que la atracaran, la echaran de un apartamento y la dejaran algunos chicos de clase alta. Joe Jonas no debería ser más que otro aliciente más de Nueva York, como los museos o los teatros.

Sí, claro.

Bajó las escaleras del metro e incluso consiguió sentarse, aunque al lado de alguien que parecía usar ajo como loción de afeitar. Sólo había veinte minutos hasta su parada y luego tendría que andar cinco minutos. Pararía en el mercado de la esquina y compraría una ensalada para cenar.

Joe Jonas .

Esas dos palabras se habían convertido en su mantra.Y al igual que las mujeres que no pueden quedarse embarazadas sólo ven bebés por todas partes,____ se había visto inundada con fotos de su acompañante de ensueño.

Lo había visto en la portada de Esquire con una camisa gris oscura que daba un tono casi azul a sus ojos almendrados. Lucía una sonrisa astuta, como si conociera un secreto y tal vez estuviera dispuesto a contárselo.

También lo había visto en Yogue, Cosmo,Mademoiselle y el National Enquirer. No porque ella leyera el último... sólo para matar el tiempo en la cola del supermercado.

Todas las fotos eran hermosas y ella las pegó todas, menos la del periódico sensacionalista, en un álbum de recortes nuevo que tenía oculto debajo de la cama. Tal vez fuera una ingenuidad guardar sus fotos, pero ya se alegraría veinte años después cuando quisiera mostrar a sus nietos que la abuela había sido muy sofisticada.

Además, le gustaba mirarlo. Sus hombros anchos y sus caderas delgadas, el pelo moreno que le caía de un modo provocador sobre la frente, la nariz... Mary decía que era grande, y tal vez lo fuera, pero era fuerte y tenía mucha más personalidad que otras más pequeñas. Y luego estaban los labios... en particular el de abajo. Grande, lleno, perfecto, pero no femenino. Hecho para besar. La idea de aquella boca sobre la suya...

Se estremeció y el hombre del ajo la miró de hito en hito.

____ no hizo caso, abrió su bolso y sacó su lista de cosas que debía hacer. Sí, tenía todo lo que necesitaba. El domingo tenía que ir al mercado de las flores, el lunes empezaría su trabajo nuevo en el Trump Plaza y el martes era la noche de la reunión del grupo de lectura La Manzana de Eva, así que tenía que terminar de leer La perla, que no había abierto todavía, pero esa noche escucharía música, Linkin Park, algo de Creed y quizá también algo de Joni Mitchell.Tenía la botella de Merlot que le había dado Brad después de dejarla plantada dos noches seguidas; pero eso era el pasado y el presente sería maravilloso siempre que no pensara demasiado en el día siguiente, siempre que sus nervios aguantaran y el estómago no le jugara malas pasadas. Siempre que pudiera fingir que era como cualquier otra noche de un universo normal y corriente.

Sí, claro.