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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
OOOOOOOOOOOOHHHHH!!!!!
YO CREOOO QUE NIICCKK YA CAAAYOOOO!!!!!
JAJAJAJAJAJAJAJA!!!!ES CIERTO CUANDO UNO SE LA PASA BIEN PLATICANDO SE VA VOLANDO EL TIEMPO!!!
YO CREOOO QUE NIICCKK YA CAAAYOOOO!!!!!
JAJAJAJAJAJAJAJA!!!!ES CIERTO CUANDO UNO SE LA PASA BIEN PLATICANDO SE VA VOLANDO EL TIEMPO!!!
chelis
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
KLJASNKDJNASKDJ MEEE ENCANTAROOON LOS DOSS CAPITULOOOSS SEGUILAA PRONTOO :)
Invitado
Invitado
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
hay dios ya se estan despertando los intereses del uno al otro
me encanto siguela
quiero mas :)
me encanto siguela
quiero mas :)
ElitzJb
Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion)
Capitulo 5.
Puesto que habían crecido en el vecindario de Edgemoor, en Bellingham, ______ y sus hermanos habían explorado todos los caminos del monte Chuckanut y habían jugado en las playas de la bahía de Bellingham. La zona, un lugar muy tranquilo, ofrecía vistas de las islas San Juan y de las montañas canadienses. Además, estaba muy cerca de Fairhaven, con sus tiendas exclusivas y sus galerías de arte, con esos restaurantes donde los camareros explicaban a los comensales las delicias de las piezas de caza o pesca más frescas y su procedencia.
Bellingham tenía fama de ser una ciudad de pocas emociones y se enorgullecía de ello. Era un lugar tranquilo y acogedor. El tipo de ciudad donde la gente podía ser todo lo excéntrica que le apeteciera sin temor a que le dieran la espalda. Los coches estaban cubiertos de pegatinas de todos los colores. En los jardines, brotaban los carteles políticos de diversas ideologías cual bulbos primaverales florecidos. Se toleraban todas las ideologías siempre y cuando no se expusieran de modo agresivo.
Después de que Jill, una de sus hermanas, la recogiera en Anacortes, fueron a almorzar a Fairhaven District, el barrio histórico. Puesto que ______ y Jill eran las más pequeñas de la familia y sólo se llevaban un año y medio de edad, siempre habían estado muy unidas. En el colegio, sólo las separaba un curso, iban a los mismos campamentos de verano y se enamoraron de los mismos ídolos en la adolescencia. Jill fue la dama de honor en la boda de ______, y le había pedido a ésta que lo fuera en la suya, que se celebraría en breve. Iba a casarse con un bombero de la localidad llamado Danny Stroud.
—Me alegro de poder disfrutar de un ratito a solas —dijo Jill mientras se tomaban unas tapas en Flats, un restaurante español con inmensos ventanales de increíbles vistas y un patio chiquitín adornado con muchas flores—. En cuanto lleguemos a casa de papá y mamá, todos te rodearán y ya no podré hablar contigo. Pero mañana por la noche tendrás que dedicarme un poco de tiempo porque voy a presentarte a alguien.
______ dejó a medio camino el vaso de sangría que iba a llevarse a los labios.
—¿A quién? —preguntó con recelo—. ¿Por qué?
—Es un amigo de Danny —contestó Jill a la ligera—. Un tío monísimo, muy dulce y...
—¿Has quedado con él a mis espaldas?
—No, antes quería mencionártelo, pero...
—Me alegro. Porque no quiero conocerlo.
—¿Por qué? ¿Estás saliendo con alguien?
—Jill, ¿se te ha olvidado por qué he venido a Bellingham este fin de semana? Es el segundo aniversario de la muerte de Eddie. Lo último que me apetece es conocer a un tío.
—He pensado que sería el momento perfecto. Han pasado dos años. Estoy segura de que no has salido con nadie desde que Eddie murió, ¿verdad?
—Todavía no estoy preparada.
La camarera interrumpió la conversación cuando les llevó un bocadillo bayona, consistente en una salchicha asada, pimientos y queso, todo ello entre dos lonchas de crujiente pan rústico. Siempre lo servían cortado en tres trozos, y el del centro era el más apetitoso porque en él el queso estaba más derretido.
—¿Cómo sabrás que estás preparada? —le preguntó Jill después de que la camarera se marchara—. ¿Tienes un temporizador que te avise o algo?
______ la miró con una mezcla de cariño y exasperación mientras cogía el bocadillo.
—Conozco a un montón de tíos guapos y solteros en la ciudad —siguió su hermana—. Podría concertarte una cita sin problemas. Pero insistes en esconderte en Friday Harbor. Al menos, podrías haber abierto un bar o una tienda de artículos deportivos donde pudieras conocer hombres. ¿Crees que vas a conseguirlo en una juguetería?
—Adoro mi tienda. Adoro Friday Harbor.
—Pero ¿eres feliz?
—Lo soy —contestó ______ con gesto reflexivo después de probar el delicioso bocadillo—. De verdad que estoy bien.
—Me alegro, porque ha llegado el momento de que sigas con tu vida. Sólo tienes veintiocho años y deberías abrirte a la posibilidad de conocer a alguien.
—No quiero verme obligada a tener que repetir el proceso otra vez. Las posibilidades de encontrar el amor verdadero son de una entre mil millones. Ya lo encontré una vez, así que es imposible que vuelva a suceder.
—¿Sabes lo que necesitas? Un novio provisional.
—¿Provisional?
—Sí, como un carnet de conducir provisional que te permita mejorar tus habilidades al volante antes de conseguir el definitivo. No pienses en encontrar a un tío con el que puedas mantener una relación seria. Limítate a elegir a alguien divertido con quien puedas volver a circular.
—Supongo que eso equivaldría a ser un conductor menor de dieciocho años —replicó ______, siguiendo la broma—. ¿Necesito que me acompañe un adulto o puedo conducir sola?
—Desde luego que puedes, siempre y cuando lo hagas con precaución.
Después del almuerzo, realizaron una parada en Rocket Donuts por insistencia de ______. Pidió una selección variada que incluía algunos bollos alargados cubiertos con azúcar glasé caramelizado y crujientes tiras de beicon, otros con trocitos de galletas Oreo y unos cuantos bañados de chocolate.
—Son para papá, claro —dijo Jill.
—Ajá.
—Mamá va a matarte —le advirtió su hermana—. Está intentando que le baje el colesterol.
—Lo sé. Pero me mandó un mensaje esta mañana suplicándome que llevara una caja.
—______, lo consientes demasiado.
—Lo sé, por eso me quiere más que a vosotros.
El largo camino de acceso a la casa estaba ocupado por seis o siete coches y el jardín se encontraba atestado de niños. Algunos se acercaron corriendo a ______, entre ellos uno que le enseñó orgulloso que se le había caído un diente mientras otro intentaba convencerla de que jugara con ellos al escondite. Entre carcajadas, les prometió que jugaría más tarde.
Nada más entrar en casa, se dirigió a la cocina, donde su madre y algunos de sus hermanos se afanaban preparando la comida. Le dio un beso a su madre, una mujer voluptuosa, pero no gorda, con una melena corta canosa y un cutis envidiable que no necesitaba de maquillaje. Llevaba un delantal que proclamaba: «Lo he visto, oído y hecho todo. Pero no recuerdo nada.»
—Eso no será para tu padre, ¿verdad? —le preguntó su madre, que miró la caja de donuts con severidad.
—Está lleno de palitos de apio y zanahoria —contestó ______—. La caja es para engañar.
—Tu padre está en el salón. Hemos instalado un sistema de sonido envolvente y desde entonces no se despega del televisor. Dice que ahora los disparos suenan como los de verdad.
—Si eso es lo que quería, podías haberlo llevado a Tacoma —comentó uno de sus hermanos.
______ sonrió mientras iba hacia el salón.
Su padre estaba sentado en uno de los rincones de un mullidísimo sofá con un bebé dormido en el regazo. Al verla entrar, sus ojos volaron hacia la caja que llevaba en los brazos.
—Mi hija preferida —dijo.
—Hola, papá. —______ se inclinó para darle un beso en la cabeza y le colocó la caja en las piernas.
Su padre la abrió, ojeó el contenido hasta localizar un bollo con beicon y sirope de arce y procedió a devorarlo como si supiera a gloria bendita.
—Siéntate conmigo. Y coge al bebé. Necesito las dos manos para esto.
______ se colocó con cuidado la cabecita del bebé dormido en el hombro.
—¿De quién es? —quiso saber—. No lo reconozco.
—No tengo ni idea. Alguien me lo ha dejado en brazos.
—¿Es uno de tus nietos?
—Es posible.
______ contestó sus preguntas sobre la tienda, sobre los últimos acontecimientos que habían sucedido en Friday Harbor y sobre si había conocido a alguien interesante recientemente. Titubeó lo justo para que su padre la mirara con un brillo interesado en los ojos.
—Ajá. ¿Quién es y a qué se dedica?
—Qué va, si no... no es nadie. Está pillado. He estado hablando con él durante el trayecto en el ferry. —Notó que el bebé se movía y le colocó la mano en la espalda para tranquilizarlo con sus caricias—. Creo que he tonteado con él sin proponérmelo.
—¿Eso es malo?
—Quizá no, pero hace que me pregunte... ¿cómo sabré si estoy preparada para volver a salir con un hombre?
—Yo diría que es una buena señal que hayas tonteado con él sin proponértelo.
—No sé, es un poco raro. Me sentí atraída por él y eso que no se parece a Eddie en absoluto.
Antes de caer enfermo, Eddie era un hombre alegre, gracioso y divertido. El hombre con el que había compartido el trayecto en el ferry era sombrío, serio y reservado, y parecía poseer una personalidad muy intensa. Como había sido incapaz de detener su imaginación, en el rincón más profundo de su mente se había preguntado cómo serían las relaciones físicas con él. La respuesta había sido tan explosiva que la simple posibilidad la había asustado. Sin embargo, eso formaba parte de su atractivo. Recordaba haberse sentido atraída por Eddie precisamente porque a su lado parecía estar segura. No obstante, acababa de descubrir que deseaba a Nick Jonas justo por lo contrario.
Inclinó la cabeza para darle un beso al bebé. Parecía muy vulnerable y, sin embargo, notaba la solidez de su cuerpecito. Su piel era increíblemente suave y estaba un poco húmeda por el sudor. Recordó de forma fugaz un momento que tuvo lugar durante los últimos días de la vida de Eddie, cuando sumida en la desesperación deseó haber tenido un hijo con él. Para poder conservar una parte suya cuando se fuera.
—Cariño —oyó que le decía su padre—, no he pasado por todo lo que tú pasaste con Eddie. No sé cuándo acaba el proceso del dolor, ni cómo sabes cuándo estás lista para seguir adelante. Pero sí estoy seguro de algo: el próximo hombre de tu vida será distinto.
—Lo sé. Ya lo sabía. Creo que lo que me tiene preocupada es la certeza de que yo he cambiado.
Su padre la miró con los ojos como platos, como si el comentario lo hubiera sorprendido.
—Por supuesto que has cambiado. ¿Cómo no ibas a hacerlo?
—Pero es que en parte no quiero cambiar. En parte quiero seguir siendo la misma persona que era cuando estaba con Eddie. —Guardó silencio al ver la expresión de su padre—. ¿Te parece muy descabellado? ¿Necesito terapia o algo?
—Creo que lo que necesitas es una cita con alguien. Ponerte un vestido bonito y que te inviten a una opípara cena. Despedirte con un beso de buenas noches.
—Pero en cuanto deje de ser la viuda de Eddie, ¿cómo voy a recordarlo? Será como perderlo de nuevo.
—Cielo —le dijo su padre con voz suave y serena—, aprendiste muchísimo de Eddie. Todo eso que te hizo ser mejor persona... ésa será tu forma de recordarlo. Jamás lo olvidaremos.
—Lo siento —dijo Shelby mientras aceptaba la taza de té que le ofreció Nick. Estaba acurrucada en el sofá, vestida con ropa cómoda de color gris e iba a añadir algo más cuando la sorprendió un repentino estornudo.
—No pasa nada —le aseguró Nick, que se sentó a su lado.
Shelby sacó un pañuelo de papel de una caja para sonarse la nariz.
—Espero que sólo sea un episodio de alergia y que no haya pillado nada grave. No hace falta que te quedes conmigo. Ponte a salvo de un posible contagio.
Nick le sonrió.
—Unos cuantos gérmenes no me asustan. —Abrió un bote de pastillas para el resfriado y le ofreció dos.
Shelby cogió la botella de agua que descansaba en la mesa, se tragó las pastillas y puso cara de asco.
—Habíamos planeado una fiesta genial —protestó—. Janya tiene un apartamento increíble en Seattle, y yo estaba deseando presumir de pareja delante de todos.
—Ya presumirás otro día —dijo Nick mientras la arropaba con una manta—. De momento, concéntrate en ponerte mejor. Seré bueno y te dejaré el mando a distancia.
—Eres un sol. —Shelby suspiró, se apoyó en él y se sonó otra vez la nariz—. Nuestro fin de semana sensual se ha ido al traste.
—Nuestra relación va más allá del sexo.
—Me alegro de que digas eso. —Guardó silencio un momento y añadió—: Es la número tres en la lista.
Nick estaba pasando los canales de televisión con el mando.
—¿En qué lista?
—Creo que no debería decírtelo. Pero hace poco leí una lista con las cinco señales que indican que un hombre está listo para la palabra que empieza por «c».
Nick dejó lo que estaba haciendo.
—¿Qué palabra? —preguntó, extrañado.
—Compromiso. Y, de momento, ya has hecho tres de las cosas que la lista asegura que hacen los hombres cuando están listos para comprometerse.
—¿Ah, sí? —replicó con cautela—. ¿Cuál es la número uno?
—Perder el interés en bares y pubs.
—La verdad es que nunca me han gustado mucho que digamos.
—La segunda es la disposición a conocer a la familia y a los amigos. La tercera, acabas de decir que nuestra relación es algo más que un alivio sexual.
—¿Y la cuarta y la quinta?
—No puedo decírtelo.
—¿Por qué no?
—Porque si te lo digo, a lo mejor no lo haces.
Nick sonrió y le pasó el mando a distancia.
—En fin, pues avísame cuando lo haga. No me gustaría perdérmelo. —La abrazó mientras ella buscaba alguna película en los canales de pago.
Los silencios entre ellos solían ser cómodos. Sin embargo, ése fue tenso, interrogante. Nick era consciente de que Shelby acababa de darle pie para avanzar en la relación. Era consciente de que estaba ansiosa por extender los límites de su relación y por discutir qué dirección iban a tomar.
Aunque pareciera irónico, él también había pensado tratar el tema durante el fin de semana. Tenía todos los motivos del mundo para comprometerse con Shelby y para decirle que sus intenciones eran serias. Porque era cierto.
Si el matrimonio con ella iba a desarrollarse en la misma tónica que su relación actual, estaba dispuesto a firmar sin pensárselo. No había locuras, ni gritos, ni peleas. Sus expectativas generales eran razonables. No creía en el destino ni en el amor predestinado. Quería una mujer agradable y normal, como Shelby, con quien las sorpresas serían mínimas. Con quien existía compañerismo.
Formarían una familia. Por Holly.
—Shelby —dijo, pero tuvo que carraspear para aclararse la garganta antes de seguir—, ¿qué opinas de tener una relación exclusiva?
Ella volvió la cabeza, que tenía apoyada en uno de sus brazos, para mirarlo.
—¿Te refieres a tener una relación de pareja de verdad? ¿A no quedar con terceras personas?
—Sí.
Shelby esbozó una sonrisa satisfecha.
—Acabas de hacer la cuarta cosa de la lista —dijo, acurrucándose contra él.
Bellingham tenía fama de ser una ciudad de pocas emociones y se enorgullecía de ello. Era un lugar tranquilo y acogedor. El tipo de ciudad donde la gente podía ser todo lo excéntrica que le apeteciera sin temor a que le dieran la espalda. Los coches estaban cubiertos de pegatinas de todos los colores. En los jardines, brotaban los carteles políticos de diversas ideologías cual bulbos primaverales florecidos. Se toleraban todas las ideologías siempre y cuando no se expusieran de modo agresivo.
Después de que Jill, una de sus hermanas, la recogiera en Anacortes, fueron a almorzar a Fairhaven District, el barrio histórico. Puesto que ______ y Jill eran las más pequeñas de la familia y sólo se llevaban un año y medio de edad, siempre habían estado muy unidas. En el colegio, sólo las separaba un curso, iban a los mismos campamentos de verano y se enamoraron de los mismos ídolos en la adolescencia. Jill fue la dama de honor en la boda de ______, y le había pedido a ésta que lo fuera en la suya, que se celebraría en breve. Iba a casarse con un bombero de la localidad llamado Danny Stroud.
—Me alegro de poder disfrutar de un ratito a solas —dijo Jill mientras se tomaban unas tapas en Flats, un restaurante español con inmensos ventanales de increíbles vistas y un patio chiquitín adornado con muchas flores—. En cuanto lleguemos a casa de papá y mamá, todos te rodearán y ya no podré hablar contigo. Pero mañana por la noche tendrás que dedicarme un poco de tiempo porque voy a presentarte a alguien.
______ dejó a medio camino el vaso de sangría que iba a llevarse a los labios.
—¿A quién? —preguntó con recelo—. ¿Por qué?
—Es un amigo de Danny —contestó Jill a la ligera—. Un tío monísimo, muy dulce y...
—¿Has quedado con él a mis espaldas?
—No, antes quería mencionártelo, pero...
—Me alegro. Porque no quiero conocerlo.
—¿Por qué? ¿Estás saliendo con alguien?
—Jill, ¿se te ha olvidado por qué he venido a Bellingham este fin de semana? Es el segundo aniversario de la muerte de Eddie. Lo último que me apetece es conocer a un tío.
—He pensado que sería el momento perfecto. Han pasado dos años. Estoy segura de que no has salido con nadie desde que Eddie murió, ¿verdad?
—Todavía no estoy preparada.
La camarera interrumpió la conversación cuando les llevó un bocadillo bayona, consistente en una salchicha asada, pimientos y queso, todo ello entre dos lonchas de crujiente pan rústico. Siempre lo servían cortado en tres trozos, y el del centro era el más apetitoso porque en él el queso estaba más derretido.
—¿Cómo sabrás que estás preparada? —le preguntó Jill después de que la camarera se marchara—. ¿Tienes un temporizador que te avise o algo?
______ la miró con una mezcla de cariño y exasperación mientras cogía el bocadillo.
—Conozco a un montón de tíos guapos y solteros en la ciudad —siguió su hermana—. Podría concertarte una cita sin problemas. Pero insistes en esconderte en Friday Harbor. Al menos, podrías haber abierto un bar o una tienda de artículos deportivos donde pudieras conocer hombres. ¿Crees que vas a conseguirlo en una juguetería?
—Adoro mi tienda. Adoro Friday Harbor.
—Pero ¿eres feliz?
—Lo soy —contestó ______ con gesto reflexivo después de probar el delicioso bocadillo—. De verdad que estoy bien.
—Me alegro, porque ha llegado el momento de que sigas con tu vida. Sólo tienes veintiocho años y deberías abrirte a la posibilidad de conocer a alguien.
—No quiero verme obligada a tener que repetir el proceso otra vez. Las posibilidades de encontrar el amor verdadero son de una entre mil millones. Ya lo encontré una vez, así que es imposible que vuelva a suceder.
—¿Sabes lo que necesitas? Un novio provisional.
—¿Provisional?
—Sí, como un carnet de conducir provisional que te permita mejorar tus habilidades al volante antes de conseguir el definitivo. No pienses en encontrar a un tío con el que puedas mantener una relación seria. Limítate a elegir a alguien divertido con quien puedas volver a circular.
—Supongo que eso equivaldría a ser un conductor menor de dieciocho años —replicó ______, siguiendo la broma—. ¿Necesito que me acompañe un adulto o puedo conducir sola?
—Desde luego que puedes, siempre y cuando lo hagas con precaución.
Después del almuerzo, realizaron una parada en Rocket Donuts por insistencia de ______. Pidió una selección variada que incluía algunos bollos alargados cubiertos con azúcar glasé caramelizado y crujientes tiras de beicon, otros con trocitos de galletas Oreo y unos cuantos bañados de chocolate.
—Son para papá, claro —dijo Jill.
—Ajá.
—Mamá va a matarte —le advirtió su hermana—. Está intentando que le baje el colesterol.
—Lo sé. Pero me mandó un mensaje esta mañana suplicándome que llevara una caja.
—______, lo consientes demasiado.
—Lo sé, por eso me quiere más que a vosotros.
El largo camino de acceso a la casa estaba ocupado por seis o siete coches y el jardín se encontraba atestado de niños. Algunos se acercaron corriendo a ______, entre ellos uno que le enseñó orgulloso que se le había caído un diente mientras otro intentaba convencerla de que jugara con ellos al escondite. Entre carcajadas, les prometió que jugaría más tarde.
Nada más entrar en casa, se dirigió a la cocina, donde su madre y algunos de sus hermanos se afanaban preparando la comida. Le dio un beso a su madre, una mujer voluptuosa, pero no gorda, con una melena corta canosa y un cutis envidiable que no necesitaba de maquillaje. Llevaba un delantal que proclamaba: «Lo he visto, oído y hecho todo. Pero no recuerdo nada.»
—Eso no será para tu padre, ¿verdad? —le preguntó su madre, que miró la caja de donuts con severidad.
—Está lleno de palitos de apio y zanahoria —contestó ______—. La caja es para engañar.
—Tu padre está en el salón. Hemos instalado un sistema de sonido envolvente y desde entonces no se despega del televisor. Dice que ahora los disparos suenan como los de verdad.
—Si eso es lo que quería, podías haberlo llevado a Tacoma —comentó uno de sus hermanos.
______ sonrió mientras iba hacia el salón.
Su padre estaba sentado en uno de los rincones de un mullidísimo sofá con un bebé dormido en el regazo. Al verla entrar, sus ojos volaron hacia la caja que llevaba en los brazos.
—Mi hija preferida —dijo.
—Hola, papá. —______ se inclinó para darle un beso en la cabeza y le colocó la caja en las piernas.
Su padre la abrió, ojeó el contenido hasta localizar un bollo con beicon y sirope de arce y procedió a devorarlo como si supiera a gloria bendita.
—Siéntate conmigo. Y coge al bebé. Necesito las dos manos para esto.
______ se colocó con cuidado la cabecita del bebé dormido en el hombro.
—¿De quién es? —quiso saber—. No lo reconozco.
—No tengo ni idea. Alguien me lo ha dejado en brazos.
—¿Es uno de tus nietos?
—Es posible.
______ contestó sus preguntas sobre la tienda, sobre los últimos acontecimientos que habían sucedido en Friday Harbor y sobre si había conocido a alguien interesante recientemente. Titubeó lo justo para que su padre la mirara con un brillo interesado en los ojos.
—Ajá. ¿Quién es y a qué se dedica?
—Qué va, si no... no es nadie. Está pillado. He estado hablando con él durante el trayecto en el ferry. —Notó que el bebé se movía y le colocó la mano en la espalda para tranquilizarlo con sus caricias—. Creo que he tonteado con él sin proponérmelo.
—¿Eso es malo?
—Quizá no, pero hace que me pregunte... ¿cómo sabré si estoy preparada para volver a salir con un hombre?
—Yo diría que es una buena señal que hayas tonteado con él sin proponértelo.
—No sé, es un poco raro. Me sentí atraída por él y eso que no se parece a Eddie en absoluto.
Antes de caer enfermo, Eddie era un hombre alegre, gracioso y divertido. El hombre con el que había compartido el trayecto en el ferry era sombrío, serio y reservado, y parecía poseer una personalidad muy intensa. Como había sido incapaz de detener su imaginación, en el rincón más profundo de su mente se había preguntado cómo serían las relaciones físicas con él. La respuesta había sido tan explosiva que la simple posibilidad la había asustado. Sin embargo, eso formaba parte de su atractivo. Recordaba haberse sentido atraída por Eddie precisamente porque a su lado parecía estar segura. No obstante, acababa de descubrir que deseaba a Nick Jonas justo por lo contrario.
Inclinó la cabeza para darle un beso al bebé. Parecía muy vulnerable y, sin embargo, notaba la solidez de su cuerpecito. Su piel era increíblemente suave y estaba un poco húmeda por el sudor. Recordó de forma fugaz un momento que tuvo lugar durante los últimos días de la vida de Eddie, cuando sumida en la desesperación deseó haber tenido un hijo con él. Para poder conservar una parte suya cuando se fuera.
—Cariño —oyó que le decía su padre—, no he pasado por todo lo que tú pasaste con Eddie. No sé cuándo acaba el proceso del dolor, ni cómo sabes cuándo estás lista para seguir adelante. Pero sí estoy seguro de algo: el próximo hombre de tu vida será distinto.
—Lo sé. Ya lo sabía. Creo que lo que me tiene preocupada es la certeza de que yo he cambiado.
Su padre la miró con los ojos como platos, como si el comentario lo hubiera sorprendido.
—Por supuesto que has cambiado. ¿Cómo no ibas a hacerlo?
—Pero es que en parte no quiero cambiar. En parte quiero seguir siendo la misma persona que era cuando estaba con Eddie. —Guardó silencio al ver la expresión de su padre—. ¿Te parece muy descabellado? ¿Necesito terapia o algo?
—Creo que lo que necesitas es una cita con alguien. Ponerte un vestido bonito y que te inviten a una opípara cena. Despedirte con un beso de buenas noches.
—Pero en cuanto deje de ser la viuda de Eddie, ¿cómo voy a recordarlo? Será como perderlo de nuevo.
—Cielo —le dijo su padre con voz suave y serena—, aprendiste muchísimo de Eddie. Todo eso que te hizo ser mejor persona... ésa será tu forma de recordarlo. Jamás lo olvidaremos.
—Lo siento —dijo Shelby mientras aceptaba la taza de té que le ofreció Nick. Estaba acurrucada en el sofá, vestida con ropa cómoda de color gris e iba a añadir algo más cuando la sorprendió un repentino estornudo.
—No pasa nada —le aseguró Nick, que se sentó a su lado.
Shelby sacó un pañuelo de papel de una caja para sonarse la nariz.
—Espero que sólo sea un episodio de alergia y que no haya pillado nada grave. No hace falta que te quedes conmigo. Ponte a salvo de un posible contagio.
Nick le sonrió.
—Unos cuantos gérmenes no me asustan. —Abrió un bote de pastillas para el resfriado y le ofreció dos.
Shelby cogió la botella de agua que descansaba en la mesa, se tragó las pastillas y puso cara de asco.
—Habíamos planeado una fiesta genial —protestó—. Janya tiene un apartamento increíble en Seattle, y yo estaba deseando presumir de pareja delante de todos.
—Ya presumirás otro día —dijo Nick mientras la arropaba con una manta—. De momento, concéntrate en ponerte mejor. Seré bueno y te dejaré el mando a distancia.
—Eres un sol. —Shelby suspiró, se apoyó en él y se sonó otra vez la nariz—. Nuestro fin de semana sensual se ha ido al traste.
—Nuestra relación va más allá del sexo.
—Me alegro de que digas eso. —Guardó silencio un momento y añadió—: Es la número tres en la lista.
Nick estaba pasando los canales de televisión con el mando.
—¿En qué lista?
—Creo que no debería decírtelo. Pero hace poco leí una lista con las cinco señales que indican que un hombre está listo para la palabra que empieza por «c».
Nick dejó lo que estaba haciendo.
—¿Qué palabra? —preguntó, extrañado.
—Compromiso. Y, de momento, ya has hecho tres de las cosas que la lista asegura que hacen los hombres cuando están listos para comprometerse.
—¿Ah, sí? —replicó con cautela—. ¿Cuál es la número uno?
—Perder el interés en bares y pubs.
—La verdad es que nunca me han gustado mucho que digamos.
—La segunda es la disposición a conocer a la familia y a los amigos. La tercera, acabas de decir que nuestra relación es algo más que un alivio sexual.
—¿Y la cuarta y la quinta?
—No puedo decírtelo.
—¿Por qué no?
—Porque si te lo digo, a lo mejor no lo haces.
Nick sonrió y le pasó el mando a distancia.
—En fin, pues avísame cuando lo haga. No me gustaría perdérmelo. —La abrazó mientras ella buscaba alguna película en los canales de pago.
Los silencios entre ellos solían ser cómodos. Sin embargo, ése fue tenso, interrogante. Nick era consciente de que Shelby acababa de darle pie para avanzar en la relación. Era consciente de que estaba ansiosa por extender los límites de su relación y por discutir qué dirección iban a tomar.
Aunque pareciera irónico, él también había pensado tratar el tema durante el fin de semana. Tenía todos los motivos del mundo para comprometerse con Shelby y para decirle que sus intenciones eran serias. Porque era cierto.
Si el matrimonio con ella iba a desarrollarse en la misma tónica que su relación actual, estaba dispuesto a firmar sin pensárselo. No había locuras, ni gritos, ni peleas. Sus expectativas generales eran razonables. No creía en el destino ni en el amor predestinado. Quería una mujer agradable y normal, como Shelby, con quien las sorpresas serían mínimas. Con quien existía compañerismo.
Formarían una familia. Por Holly.
—Shelby —dijo, pero tuvo que carraspear para aclararse la garganta antes de seguir—, ¿qué opinas de tener una relación exclusiva?
Ella volvió la cabeza, que tenía apoyada en uno de sus brazos, para mirarlo.
—¿Te refieres a tener una relación de pareja de verdad? ¿A no quedar con terceras personas?
—Sí.
Shelby esbozó una sonrisa satisfecha.
—Acabas de hacer la cuarta cosa de la lista —dijo, acurrucándose contra él.
Ay, dios.
Chicas, creen que Nick se case con Shelby?
Gracias por leer :)
MeliGarcia
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
Me encanta! :)
Pobre rayiz tiene miedo de seguir adelante! :pale:
Bueno Nicho te casas con ella & te matamos! (? :yonofui:
:enfadado: :caliente2:
Digo solo como consejo (? :z: JAJAJAJ
Esperando el siguiente capi! :)
X
Pobre rayiz tiene miedo de seguir adelante! :pale:
Bueno Nicho te casas con ella & te matamos! (? :yonofui:
:enfadado: :caliente2:
Digo solo como consejo (? :z: JAJAJAJ
Esperando el siguiente capi! :)
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
adakjdnkasdnklaj Mee Encantaa!! Nicho si se Casa con Ella me enojo (? alskdmlak MEE ENCANTAAAAAAAAAAA ASKDKA SEGUILA
Invitado
Invitado
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
coquetea con ____ en el barco y ahora le dice eso a shelby? Nononono no me cae bien y tus caps son muy cortos, tengo serios problemas con los caps cortos jjajaja
SIGUELA
SIGUELA
Creadora
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
New Reader!*
tengo que decir esto: Shelby me cae mal ¬¬!
La rayis es la que manda !! xD
Muuy buena la novela!
SIGUELA (:
tengo que decir esto: Shelby me cae mal ¬¬!
La rayis es la que manda !! xD
Muuy buena la novela!
SIGUELA (:
.Lu' Anne Lovegood.
Re: Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion) Terminada
sigue quiero mas
es relacion entre nick y la tipa esa no me gusta para nada
tienes q seguir xq me morire de la angustia a
q nivel llevara nick esa "relacion"
es relacion entre nick y la tipa esa no me gusta para nada
tienes q seguir xq me morire de la angustia a
q nivel llevara nick esa "relacion"
ElitzJb
Una noche magica - Nick&Tu (Adaptacion)
Capitulo 6. #1
Como cualquier persona familiarizada con la línea de ferry estatal de Washington, sabía que los retrasos en los ferris podían deberse a un sinfín de razones, entre las que se incluía el mal estado de la mar, la marea baja, los accidentes en el embarque de coches, una emergencia médica o los problemas de mantenimiento. Por desgracia, estaban anunciando «reparaciones necesarias para la seguridad de la embarcación» como motivo para retrasar la salida el domingo por la tarde.
Dado que había llegado una hora antes para conseguir un lugar decente en la extensa zona de aparcamiento cercana al muelle de atraque del ferry, Nick se quedó con mucho tiempo libre. La gente bajaba de sus coches, sacaba a pasear a sus perros o iba a la terminal en busca de refrescos o de algo que leer. El cielo estaba nublado y había niebla, y de vez en cuando incluso chispeaba.
Inquieto y molesto, se encaminó a la terminal. Estaba muerto de hambre. Shelby no había querido salir a desayunar esa mañana y en su casa sólo tenía cereales.
Había pasado un buen fin de semana con ella. Se habían quedado en casa, habían hablado, habían visto algunas películas y el sábado por la noche habían pedido la comida en un chino.
El viento soplaba desde el estrecho de Rosario, llevando consigo el olor salado y limpio del mar que se le colaba por el cuello de la chaqueta como unos dedos helados. Sintió un escalofrío en la nuca. Aspiró el aroma marino, deseando estar en casa, deseando... algo.
Al entrar en la terminal, se dirigió hacia la cafetería y vio a una mujer arrastrando un macuto hacia una máquina expendedora cercana. Esbozó una sonrisa al ver esa melena pelirroja.
______ Conroy.
Había estado pensando en ella todo el fin de semana. Cuando menos se lo esperaba, se descubría preguntándose cuándo volvería a verla o cómo. La curiosidad que le despertaba era insaciable. ¿Qué le gustaría desayunar? ¿Tendría alguna mascota? ¿Le gustaba nadar? Cada vez que intentaba desterrar esas preguntas, su curiosidad por aquello que ignoraba las hacía recurrentes.
Se acercó a ella por un costado y se percató de que estaba mirando el contenido de la máquina expendedora con el ceño fruncido. Al darse cuenta de su presencia, ______ lo miró. La alegre y vivaracha energía que recordaba había sido reemplazada por una vulnerabilidad que le atravesó el corazón. La intensidad de su reacción lo pilló desprevenido.
¿Qué le había sucedido durante el fin de semana? _____ había estado con su familia. ¿Habían discutido? ¿Había surgido algún problema?
—Ni se te ocurra comerte eso —le dijo al tiempo que señalaba con la cabeza la oferta de comida basura.
—¿Por qué no?
—Ni uno solo de esos productos tiene fecha de caducidad.
______ examinó los paquetes como si quisiera verificar sus palabras.
—Es una leyenda que las Panteras Rosas duran eternamente —dijo—. Tienen una vida útil de veinticinco días.
—En mi casa tienen una vida útil de unos tres minutos. —La miró a los ojos—. ¿Puedo invitarte a comer? Tenemos dos horas como mínimo, según el operario del ferry.
Se produjo un largo silencio mientras se lo pensaba.
—¿Quieres comer aquí? —acabó preguntándole.
Nick negó con la cabeza.
—Hay un restaurante aquí al lado. A dos minutos andando. Podemos dejar tu macuto(maleta) en mi coche.
—No hay nada de malo en comer —dijo ______ como si necesitara convencerse de ello.
—Yo lo hago casi todos los días. —Extendió la mano para coger el macuto—. Deja que te lo lleve.
______ lo siguió al exterior del edificio.
—Me refería a que no hay nada de malo en que comamos. Los dos juntos. En la misma mesa.
—Si quieres, podemos comer en mesas separadas.
______ contuvo una carcajada.
—Nos sentaremos a la misma mesa —repitió con firmeza—, pero nada de hablar. —Mientras caminaban por la carretera, la niebla se convirtió en llovizna y el aire, en una masa blanca y húmeda—. Es como atravesar una nube —dijo mientras tomaba una honda bocanada de aire—. Cuando era pequeña, creía que las nubes tenían un sabor maravilloso. Un día incluso pedí un cuenco de nubes como postre. Mi madre me puso un poco de nata montada en un plato. —Sonrió—. Y estaban tan buenas como siempre había imaginado.
—Pero ¿no te diste cuenta de que sólo era nata montada? —le preguntó, fascinado al ver que la niebla le rizaba los mechones que le enmarcaban la cara.
—Claro que sí. Pero eso daba igual... lo importante era la idea.
—No sé muy bien dónde trazar los límites para Holly —dijo Nick—. En la misma clase donde le enseñan que los dinosaurios existieron de verdad, también están escribiendo cartas a Papá Noel. ¿Cómo le explico lo que es real y lo que no lo es?
—¿Te ha preguntado ya por Papá Noel?
—Sí.
—¿Y qué le has dicho?
—Que todavía no estaba seguro de una cosa o de la otra, pero que mucha gente cree en él y que no pasa nada si ella también quiere hacerlo.
—Una respuesta estupenda —le aseguró ______—. La imaginación y la fantasía son importantes para los niños. De hecho, los niños que son capaces de usar su imaginación saben distinguir mejor lo que es fantasía de lo que es realidad que aquellos que no lo son.
—¿Quién te ha dicho eso? ¿El hada que vive en tu pared?
______ sonrió.
—Listillo —dijo—. No, Trébol no me lo ha dicho. Leo mucho. Me interesa todo lo que tenga que ver con niños.
—Tengo que aprender más. —La voz de Nick adquirió un matiz tristón—. Me estoy rompiendo los cuernos para no arruinarle a Holly lo que le queda de infancia.
—Por lo que he visto, creo que lo estás haciendo bien.
Llevada por un impulso, ______ le cogió la mano y le dio un ligero apretón para tranquilizarlo y ofrecerle un poco de consuelo. Nick estaba convencido de que así debía interpretar el gesto. Pero en ese momento le rodeó los dedos con los suyos y convirtió el contacto espontáneo en algo más. En algo íntimo. Posesivo.
______ aflojó los dedos. Nick sintió su indecisión como si fuera propia, así como el involuntario placer que ella experimentaba por lo bien que encajaban sus manos.
La caricia de piel contra piel, una cosa normal y corriente. Sin embargo, había puesto su mundo patas arriba. No sabía hasta qué punto la reacción que ella le provocaba era física y hasta qué punto era... algo más. Las emociones se mezclaban entre sí formando algo nuevo y visceral.
______ se soltó de repente.
Sin embargo, él seguía sintiendo la impronta de sus dedos, como si su piel hubiera comenzado a absorberla.
Ninguno de los dos habló cuando entraron en el restaurante, cuyo interior estaba decorado con madera oscura, muebles desgastados y un papel pintado de diseño indefinido. El aire olía a comida, alcohol y moqueta algo enmohecida. Era uno de esos restaurantes que sin duda se habían abierto con buenas intenciones, pero que había acabado cediendo a la inevitabilidad del trasiego de turistas y había rebajado el estándar de calidad. Aun así, parecía un lugar decente donde matar el tiempo y tenía buenas vistas del estrecho.
Una camarera con aire cansado se acercó a tomarles nota de las bebidas. Aunque Nick solía beber cerveza, se pidió un whisky.
_____ pidió una copa de tinto de la casa, pero después cambió de opinión.
—No, espera —dijo—. Otro whisky para mí.
—¿Solo? —preguntó la camarera.
______ lo miró con expresión interrogante.
—Para ella un combinado de whisky sour —dijo, y la camarera asintió con la cabeza y se marchó.
A esas alturas, el pelo de ______ había recuperado los exuberantes rizos por culpa de la humedad. Si no tenía cuidado, se obsesionaría con ellos. Estaba claro que cualquier intento por su parte de luchar contra la atracción que sentía por ella estaba condenado al fracaso. Tenía la sensación de que todo lo que le gustaba en una mujer, incluidas cualidades que ni siquiera se había dado cuenta de que le gustaban, estaba reunido en un único y perfecto paquete.
Antes de que la camarera se fuera, Nick le pidió prestado un bolígrafo, y la mujer le dio el que tenía en la mano.
_____ observó con las cejas ligeramente enarcadas cómo escribía algo en una servilleta de papel que después le dio.
«¿Qué tal el fin de semana?»
______ esbozó una sonrisa.
—No tenemos que ceñirnos a la regla de no hablar —le dijo. Soltó la servilleta y lo miró mientras la sonrisa desaparecía. Se le escapó un corto suspiro, como si acabara de correr cien metros—. La verdad es que no lo sé. —Hizo una mueca y puso las palmas hacia arriba, como si quisiera indicar que el asunto era complicadísimo e irremediable—. ¿Qué tal el tuyo?
—Tampoco lo sé.
La camarera regresó con las bebidas y les tomó nota de lo que iban a comer. En cuanto se marchó, ______ probó el cóctel.
—¿Te gusta? —le preguntó él.
______ asintió y se lamió los restos salados que se le habían quedado en el labio inferior, con una delicada pasada de su lengua que hizo que a Nick se le acelerara el pulso.
—Háblame de tu fin de semana.
—El sábado fue el segundo aniversario de la muerte de mi marido. —Los ojos oscuros de ______ lo miraron por encima del vaso—. No quería estar sola. Pensé en visitar a sus padres, pero... él era lo único que teníamos en común, así que... al final me quedé con mi familia. He estado rodeada por un montón de gente todo el fin de semana, pero me sentía sola. Cosa que no tiene sentido.
—No —replicó en voz baja—. Yo lo entiendo perfectamente.
—El segundo aniversario ha sido distinto al primero. El primero... —Meneó la cabeza y volvió a gesticular con las manos, como para desterrar el pensamiento—. El segundo... ha hecho que sea consciente de que hay días en los que me olvido de pensar en él. Y eso hace que me sienta culpable.
—¿Qué diría tu marido al respecto?
Con una sonrisa titubeante, ______ clavó la mirada en su cóctel. Y por un instante Nick se sintió escandalosamente celoso del hombre capaz de arrancarle una sonrisa a esa mujer.
—Eddie me diría que no me sintiera culpable —contestó ella—. Intentaría hacerme reír.
—¿Cómo era?
______ bebió otro sorbo antes de contestar:
—Era un optimista. Siempre le encontraba el lado positivo a todo. Incluso al cáncer.
—Yo soy un pesimista —dijo—. Con algún que otro lapso de optimismo. _____ volvió a sonreír.
—Me gustan los pesimistas. Son los que siempre llevan el chaleco salvavidas. —Cerró los ojos—. Ah, ya se me está subiendo a la cabeza.
—No te preocupes. Me encargaré de que embarques sin problemas.
______ movió la mano por encima de la mesa y rozó con el dorso sus dedos medio encogidos, en un gesto titubeante que _____ no supo cómo interpretar.
—Este fin de semana he hablado con mi padre —dijo—. Nunca ha sido de esa clase de padres que te dice lo que tienes que hacer; de hecho, creo que me habría ido mejor con un poco más de control paterno mientras crecía. Pero me ha dicho que debería empezar a tener citas. Citas. Ya ni siquiera se llaman así.
—¿Y cómo se llama?
—Supongo que la gente dice que ha quedado con alguien. ¿Qué sueles decirle a Shelby cuando quieres pasar el fin de semana con ella?
—Le pregunto si puedo pasar el fin de semana con ella. —Giró la mano, extendiendo los dedos—. ¿Y vas a seguir el consejo de tu padre?
Dado que había llegado una hora antes para conseguir un lugar decente en la extensa zona de aparcamiento cercana al muelle de atraque del ferry, Nick se quedó con mucho tiempo libre. La gente bajaba de sus coches, sacaba a pasear a sus perros o iba a la terminal en busca de refrescos o de algo que leer. El cielo estaba nublado y había niebla, y de vez en cuando incluso chispeaba.
Inquieto y molesto, se encaminó a la terminal. Estaba muerto de hambre. Shelby no había querido salir a desayunar esa mañana y en su casa sólo tenía cereales.
Había pasado un buen fin de semana con ella. Se habían quedado en casa, habían hablado, habían visto algunas películas y el sábado por la noche habían pedido la comida en un chino.
El viento soplaba desde el estrecho de Rosario, llevando consigo el olor salado y limpio del mar que se le colaba por el cuello de la chaqueta como unos dedos helados. Sintió un escalofrío en la nuca. Aspiró el aroma marino, deseando estar en casa, deseando... algo.
Al entrar en la terminal, se dirigió hacia la cafetería y vio a una mujer arrastrando un macuto hacia una máquina expendedora cercana. Esbozó una sonrisa al ver esa melena pelirroja.
______ Conroy.
Había estado pensando en ella todo el fin de semana. Cuando menos se lo esperaba, se descubría preguntándose cuándo volvería a verla o cómo. La curiosidad que le despertaba era insaciable. ¿Qué le gustaría desayunar? ¿Tendría alguna mascota? ¿Le gustaba nadar? Cada vez que intentaba desterrar esas preguntas, su curiosidad por aquello que ignoraba las hacía recurrentes.
Se acercó a ella por un costado y se percató de que estaba mirando el contenido de la máquina expendedora con el ceño fruncido. Al darse cuenta de su presencia, ______ lo miró. La alegre y vivaracha energía que recordaba había sido reemplazada por una vulnerabilidad que le atravesó el corazón. La intensidad de su reacción lo pilló desprevenido.
¿Qué le había sucedido durante el fin de semana? _____ había estado con su familia. ¿Habían discutido? ¿Había surgido algún problema?
—Ni se te ocurra comerte eso —le dijo al tiempo que señalaba con la cabeza la oferta de comida basura.
—¿Por qué no?
—Ni uno solo de esos productos tiene fecha de caducidad.
______ examinó los paquetes como si quisiera verificar sus palabras.
—Es una leyenda que las Panteras Rosas duran eternamente —dijo—. Tienen una vida útil de veinticinco días.
—En mi casa tienen una vida útil de unos tres minutos. —La miró a los ojos—. ¿Puedo invitarte a comer? Tenemos dos horas como mínimo, según el operario del ferry.
Se produjo un largo silencio mientras se lo pensaba.
—¿Quieres comer aquí? —acabó preguntándole.
Nick negó con la cabeza.
—Hay un restaurante aquí al lado. A dos minutos andando. Podemos dejar tu macuto(maleta) en mi coche.
—No hay nada de malo en comer —dijo ______ como si necesitara convencerse de ello.
—Yo lo hago casi todos los días. —Extendió la mano para coger el macuto—. Deja que te lo lleve.
______ lo siguió al exterior del edificio.
—Me refería a que no hay nada de malo en que comamos. Los dos juntos. En la misma mesa.
—Si quieres, podemos comer en mesas separadas.
______ contuvo una carcajada.
—Nos sentaremos a la misma mesa —repitió con firmeza—, pero nada de hablar. —Mientras caminaban por la carretera, la niebla se convirtió en llovizna y el aire, en una masa blanca y húmeda—. Es como atravesar una nube —dijo mientras tomaba una honda bocanada de aire—. Cuando era pequeña, creía que las nubes tenían un sabor maravilloso. Un día incluso pedí un cuenco de nubes como postre. Mi madre me puso un poco de nata montada en un plato. —Sonrió—. Y estaban tan buenas como siempre había imaginado.
—Pero ¿no te diste cuenta de que sólo era nata montada? —le preguntó, fascinado al ver que la niebla le rizaba los mechones que le enmarcaban la cara.
—Claro que sí. Pero eso daba igual... lo importante era la idea.
—No sé muy bien dónde trazar los límites para Holly —dijo Nick—. En la misma clase donde le enseñan que los dinosaurios existieron de verdad, también están escribiendo cartas a Papá Noel. ¿Cómo le explico lo que es real y lo que no lo es?
—¿Te ha preguntado ya por Papá Noel?
—Sí.
—¿Y qué le has dicho?
—Que todavía no estaba seguro de una cosa o de la otra, pero que mucha gente cree en él y que no pasa nada si ella también quiere hacerlo.
—Una respuesta estupenda —le aseguró ______—. La imaginación y la fantasía son importantes para los niños. De hecho, los niños que son capaces de usar su imaginación saben distinguir mejor lo que es fantasía de lo que es realidad que aquellos que no lo son.
—¿Quién te ha dicho eso? ¿El hada que vive en tu pared?
______ sonrió.
—Listillo —dijo—. No, Trébol no me lo ha dicho. Leo mucho. Me interesa todo lo que tenga que ver con niños.
—Tengo que aprender más. —La voz de Nick adquirió un matiz tristón—. Me estoy rompiendo los cuernos para no arruinarle a Holly lo que le queda de infancia.
—Por lo que he visto, creo que lo estás haciendo bien.
Llevada por un impulso, ______ le cogió la mano y le dio un ligero apretón para tranquilizarlo y ofrecerle un poco de consuelo. Nick estaba convencido de que así debía interpretar el gesto. Pero en ese momento le rodeó los dedos con los suyos y convirtió el contacto espontáneo en algo más. En algo íntimo. Posesivo.
______ aflojó los dedos. Nick sintió su indecisión como si fuera propia, así como el involuntario placer que ella experimentaba por lo bien que encajaban sus manos.
La caricia de piel contra piel, una cosa normal y corriente. Sin embargo, había puesto su mundo patas arriba. No sabía hasta qué punto la reacción que ella le provocaba era física y hasta qué punto era... algo más. Las emociones se mezclaban entre sí formando algo nuevo y visceral.
______ se soltó de repente.
Sin embargo, él seguía sintiendo la impronta de sus dedos, como si su piel hubiera comenzado a absorberla.
Ninguno de los dos habló cuando entraron en el restaurante, cuyo interior estaba decorado con madera oscura, muebles desgastados y un papel pintado de diseño indefinido. El aire olía a comida, alcohol y moqueta algo enmohecida. Era uno de esos restaurantes que sin duda se habían abierto con buenas intenciones, pero que había acabado cediendo a la inevitabilidad del trasiego de turistas y había rebajado el estándar de calidad. Aun así, parecía un lugar decente donde matar el tiempo y tenía buenas vistas del estrecho.
Una camarera con aire cansado se acercó a tomarles nota de las bebidas. Aunque Nick solía beber cerveza, se pidió un whisky.
_____ pidió una copa de tinto de la casa, pero después cambió de opinión.
—No, espera —dijo—. Otro whisky para mí.
—¿Solo? —preguntó la camarera.
______ lo miró con expresión interrogante.
—Para ella un combinado de whisky sour —dijo, y la camarera asintió con la cabeza y se marchó.
A esas alturas, el pelo de ______ había recuperado los exuberantes rizos por culpa de la humedad. Si no tenía cuidado, se obsesionaría con ellos. Estaba claro que cualquier intento por su parte de luchar contra la atracción que sentía por ella estaba condenado al fracaso. Tenía la sensación de que todo lo que le gustaba en una mujer, incluidas cualidades que ni siquiera se había dado cuenta de que le gustaban, estaba reunido en un único y perfecto paquete.
Antes de que la camarera se fuera, Nick le pidió prestado un bolígrafo, y la mujer le dio el que tenía en la mano.
_____ observó con las cejas ligeramente enarcadas cómo escribía algo en una servilleta de papel que después le dio.
«¿Qué tal el fin de semana?»
______ esbozó una sonrisa.
—No tenemos que ceñirnos a la regla de no hablar —le dijo. Soltó la servilleta y lo miró mientras la sonrisa desaparecía. Se le escapó un corto suspiro, como si acabara de correr cien metros—. La verdad es que no lo sé. —Hizo una mueca y puso las palmas hacia arriba, como si quisiera indicar que el asunto era complicadísimo e irremediable—. ¿Qué tal el tuyo?
—Tampoco lo sé.
La camarera regresó con las bebidas y les tomó nota de lo que iban a comer. En cuanto se marchó, ______ probó el cóctel.
—¿Te gusta? —le preguntó él.
______ asintió y se lamió los restos salados que se le habían quedado en el labio inferior, con una delicada pasada de su lengua que hizo que a Nick se le acelerara el pulso.
—Háblame de tu fin de semana.
—El sábado fue el segundo aniversario de la muerte de mi marido. —Los ojos oscuros de ______ lo miraron por encima del vaso—. No quería estar sola. Pensé en visitar a sus padres, pero... él era lo único que teníamos en común, así que... al final me quedé con mi familia. He estado rodeada por un montón de gente todo el fin de semana, pero me sentía sola. Cosa que no tiene sentido.
—No —replicó en voz baja—. Yo lo entiendo perfectamente.
—El segundo aniversario ha sido distinto al primero. El primero... —Meneó la cabeza y volvió a gesticular con las manos, como para desterrar el pensamiento—. El segundo... ha hecho que sea consciente de que hay días en los que me olvido de pensar en él. Y eso hace que me sienta culpable.
—¿Qué diría tu marido al respecto?
Con una sonrisa titubeante, ______ clavó la mirada en su cóctel. Y por un instante Nick se sintió escandalosamente celoso del hombre capaz de arrancarle una sonrisa a esa mujer.
—Eddie me diría que no me sintiera culpable —contestó ella—. Intentaría hacerme reír.
—¿Cómo era?
______ bebió otro sorbo antes de contestar:
—Era un optimista. Siempre le encontraba el lado positivo a todo. Incluso al cáncer.
—Yo soy un pesimista —dijo—. Con algún que otro lapso de optimismo. _____ volvió a sonreír.
—Me gustan los pesimistas. Son los que siempre llevan el chaleco salvavidas. —Cerró los ojos—. Ah, ya se me está subiendo a la cabeza.
—No te preocupes. Me encargaré de que embarques sin problemas.
______ movió la mano por encima de la mesa y rozó con el dorso sus dedos medio encogidos, en un gesto titubeante que _____ no supo cómo interpretar.
—Este fin de semana he hablado con mi padre —dijo—. Nunca ha sido de esa clase de padres que te dice lo que tienes que hacer; de hecho, creo que me habría ido mejor con un poco más de control paterno mientras crecía. Pero me ha dicho que debería empezar a tener citas. Citas. Ya ni siquiera se llaman así.
—¿Y cómo se llama?
—Supongo que la gente dice que ha quedado con alguien. ¿Qué sueles decirle a Shelby cuando quieres pasar el fin de semana con ella?
—Le pregunto si puedo pasar el fin de semana con ella. —Giró la mano, extendiendo los dedos—. ¿Y vas a seguir el consejo de tu padre?
Listo, perdon por no subir ayer.
Espero les guste. :D Saludos.
MeliGarcia
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