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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 6 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Julieta♥ Vie 23 Nov 2012, 1:18 pm

Si por favor !!!! Necesitamos cap!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 6 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Isi Vie 23 Nov 2012, 2:19 pm

Capítulo 9


Se sentía tan vivo que casi resultaba doloroso. Carroll Janes notaba como iba creciendo dentro de él una deliciosa expectación por lo que le aguardaba, como aumentaba su fuerza hasta que tuvo la sensación de resplandecer. Nunca dejaba de asombrarle que la gente no fuera capaz de ver aquella fuerza, pero es que la mayoría de la gente en realidad era extraordinariamente imbécil.

Sería esa noche.

No era habitual que hubiera transcurrido sólo una semana desde el viernes, pero aquello iba a ser tan fácil que no merecía la pena aplazarlo. Además, resultaba muy agradable sentir aquella acumulación de fuerza casi justo cuando cuando se había desvanecido el brillo anterior. Naturalmente, no podía contar con que aquello le sucediese todas las semanas; los casos realmente groseros no se daban con tanta frecuencia. Y normalmente le gustaba planificarlos mucho más, tal vez incluso hasta durante un mes, porque casi siempre había dificultades que superar, complicaciones que resolver.

Jacqueline Sheets no planteaba ninguna. Vivía sola, y su rutina diaria resultaba asfixiante de lo rígida que podía ser.

No, no había motivo alguno para esperar.

Era curioso que casi siempre fueran mujeres las que se mostraban groseras, aunque en una o dos ocasiones hubo un hombre al que no tuvo más remedio que castigar. No le gustaba que fuera un hombre. No era que la fuerza de un hombre lo hiciera más difícil, él despreciaba ese

detalle; era lo bastante fuerte para manejar casi a cualquiera, y hacía ejercicio religiosamente para conservar esa fuerza. Sencillamente, los hombres no ofrecían el mismo placer, la oportunidad de jugar con ellos mientras la sensación de poder iba creciendo. Los hombres

eran casi aburridos. y por supuesto, él no era marica, de modo que como mínimo se perdía la mitad de la diversión. Él no penetraría a un hombre por nada del mundo. Si a veces era más benévolo con la descortesía de un hombre. ..bueno, después de todo le correspondía a él

decidir, y a nadie más. Si prefería a las mujeres, era sólo asunto suyo.

Se pasó todo el día tarareando, lo cual hizo que Annette hiciera la observación de que ciertamente le veía de muy buen humor.

-Debe de tener planes estupendos para este fin de semana -le comentó, y él percibió un inconsciente toque de celos en su voz. Eso le gustó. Naturalmente, sabía que Annette suspiraba por él, aunque de bien poco le servía. Simplemente, Annette no era su tipo.

-Tengo una cita emocionante -contestó, sin preocuparse de si ella habría captado el ligero temblor de placer en su voz. A lo mejor eso animaba un poco sus fantasías.

Se imaginó a Jacqueline Sheets esperándole. Ya había estado dentro de su casa, y se imaginaba la escena con toda exactitud. Sabía dónde se sentaba a ver la televisión. ..que era prácticamente lo único que hacía. Sabía cómo era su dormitorio, qué se ponía para dormir:

comodos pijamas.

No le sorprendió. Él prefería los camisones, pero los pantalones de pijama no suponían ningún problema. Ella se los baja- ría a una orden de él; todas lo hacían cuando se les ponía un cuchillo delante de la cara.

Había inspeccionado la cocina. Los cuchillos se hallaban en un decepcionante mal estado, con los bordes sin afilar, apenas capaces de cortar un plátano. Evidentemente, no era buena cocinera, o de lo contrario tendría los cuchillos en mejor estado. Había seleccionado un cuchillo de cortar filetes y se lo había llevado a casa, donde pasó dos noches colocando cuidadosamente una cuchilla de navaja de afeitar sobre la hoja. Odiaba tener que trabajar con herramientas de segunda.

No podía esperar a que llegara la noche, cuando daría comienzo el ritual, tal como su padre le había enseñado. Cuando uno es descortés, recibe su castigo.

***


Joe había llamado a ______ esa mañana a las siete, sólo para decirle hola y preguntarle si había dormido bien, y la irritación que notó en su voz le hizo reír ligeramente. ______ se resistía a él mentalmente, pero físicamente había ido todo mucho mejor de lo que hubiera esperado.

La había besado, y ella no sólo no se asustó, sino que disfrutó. Teniendo en cuenta sus antecedentes, aquél era un paso de gigante.

De camino al trabajo fue todo el tiempo sonriendo como un idiota. ¡La había besado! ¿Y qué si había sido un beso que haría que cualquier adolescente pusiera los ojos en blanco de puro aburrimiento ? ¿Qué sabían esos adolescentes salidos?. Lo único que les interesaba era estrujar tetas y unos cuantos empujones. Gracias a Dios, él era lo bastante adulto para saber

que cuanto más despacio, mejor. Era posible que estuviera ya a punto de volverse loco de frustración cuando ______ viniera a él, pero después de la noche anterior no tenía ninguna duda de lo que iba a pasar. Estaba mareado de felicidad, la ilusión por el placer que le aguardaba le volvía efervescente como las burbujas del champán.

Cuando llegó, Nick ya estaba allí, recostado en su silla con ojos de sueño y mirando cómo se acercaba Joe. Alrededor de él pululaba la gente, hablando y soltando tacos; los teléfonos no paraban de sonar, el fax y la fotocopiadora zumbaban casi sin pausa. Un día típico, pero Joseph no se sentía típico. Todavía sonriente, fue hasta la máquina de café y sacó dos tazas. Empezó a beber de una al regresar a su sitio, y entregó la otra a Trammell.

-Tienes pinta de necesitarlo. ¿Una mala noche?

-Gracias. –Nick probó el café con cautela, sin quitar ojo a Joseph-. Ha sido una noche muy larga, pero no mala. ¿ y bien? ¿ Averiguaste algo interesante ayer ?

-Bastante. De momento, digamos que ya no estoy tan escéptico como antes.

Nicholas puso los ojos en blanco.

-¿Y ______? ¿Qué ha estado haciendo en estos seis años?

-Tratar de recuperarse -respondió lacónicamente Joseph -. Arno Gleen le dio una paliza, intentó violarla, y al ver que no podía, mató al niño que tenía enfrente de ella. Según el doctor Evans, el trauma que sufrió dañó gravemente, si no destruyó, sus capacidades paranormales. Evidentemente, la visión del asesinato de Vinick es el primer síntoma psíquico que ha tenido

desde entonces.

-¿Así que está recuperando sus capacidades psíquicas?

Joseph se encogió de hombros.

-Quién sabe. No ha sucedido nada más. -Gracias a Dios-. Anoche hablé con ella y le hice unas cuantas preguntas más sobre lo que vio en la visión, y recordó un par de detalles.

-¿Como cuáles?

-El tipo en cuestión mide alrededor de uno ochenta, está en muy buena forma física y no es del sur.

Trammell soltó un bufido.

-Eso ciertamente reduce nuestra búsqueda.

-Es mejor que lo que teníamos.

-Conforme. Siempre es mejor algo que nada. Eso, suponiendo que aceptemos como pista la visión de una vidente, porque un tribunal con toda seguridad no la aceptará como prueba.

-¿Qué otra alternativa tenemos? No hay nada más. Ese tipo no dejó ni un rastro. Pienso agarrarme a cualquier pista que pueda conseguir, y ya me preocuparé por cargarla de peso cuando le encontremos.

-De hecho -dijo Nick lentamente-, ya hemos hablado con alguien que encaja en esa descripción.

-Sí, lo sé. Ansel Vinick. Es fuerte como un toro, y aunque lleva más de veinte años viviendo en Florida, conserva un acento del Medio Oeste. -No le había sorprendido; había muy pocas personas no criadas en el sur que fueran capaces de llegar a coger bien el acento. Las industrias del cine y de la televisión no lo habían conseguido-. Pero las tripas me dicen que él no lo hizo.

-Tuvo la oportunidad.

-Pero no el móvil. Ningún novio, ninguna póliza de seguros. Nada.

-¿Tal vez una discusión que se fue de las manos?

-En el examen médico no se encontraron heridas que indicaran golpes. No sólo la mataron, sino que hicieron con ella una carnicería.

-Los libros de texto dicen que cuando hay tantas heridas de arma blanca, es que el asesino estaba realmente muy cabreado con la víctima. y que si invierte mucho tiempo en hacerlo, probablemente vive en las inmediaciones. Tú te sabes las cifras tan bien como yo: el ochenta por ciento de las veces, cuando una mujer es asesinada, el responsable es el marido o el novio y en muchas ocasiones es el asesino quien llama a la policía cuando «descubre» el cadáver. Vinick encaja en todas las categorías.

-Excepto en la primera. Si estuvieron discutiendo, nadie lo sabe. Los vecinos no oyeron nada, al parecer siempre se habían llevado bien, y esa noche Vinick no actuó de forma distinta de la normal en el trabajo. Además, la violaron, pero no se encontró semen. ______ dice que el asesino llevaba una goma. ¿Por qué molestar a Vinick? Era su esposa, por el amor de Dios.

Encontrar semen suyo dentro de ella no serviría para incriminarle. Lo que realmente me preocupa -dijo, concentrándose- son los dedos. ¿Por qué le cortó los dedos? No los hemos encontrado. No había razón alguna para cortarle los dedos, a no ser...

-…que ella le arañase -terminó Nicholas, con sus oscuros ojos brillantes-. Lo arañó, y él sabía lo de trazar perfiles por el ADN . Así que le cortó los dedos para que los forenses no pudieran obtener una muestra de piel de debajo de las uñas.

-Vinick llevaba una camisa de manga corta esa mañana -recordó Joe-. ¿Recuerdas que tuviera algún arañazo?

-No. Es posible que tuviera alguno en el pecho o en los brazos, pero las manos y los antebrazos son las zonas más probables.

-No te olvides de la persiana rasgada del dormitorio. Si lo hubiera hecho Vinick, para que pareciera que alguien había entrado por la fuerza, ¿no lo habría hecho de manera más obvia?. De todos modos, no me da que sea un tipo sutil. y todo lo que nos contó ______ coincidía con lo que encontramos en la escena del crimen. No fue Vinick.

-Aguarda un minuto -dijo Nick-. ______ no mencionó los dedos, ¿no?

Joseph reflexionó sobre ello, y luego negó con la cabeza.

-No, y no parece ser de esos detalles que uno olvida.

Aquella omisión le preocupó, y tomó nota mentalmente de preguntarle al respecto aquella noche.

-De todas formas, me sentiría mejor si hablásemos otra vez con Vinick-insistió Trammell.

Joseph se encogió de hombros.

-Por mí, de acuerdo. Simplemente tengo la impresión de que es perder el tiempo.

Nick intentó varias veces ese día ponerse en contacto con el señor Vinick, entre los cientos de cosas que tenía que hacer, pero no obtuvo respuesta. Llamó a la compañía de transpones en la que trabajaba, y le dijeron que llevaba toda la semana de baja y que, teniendo en cuenta las circunstancias, no esperaban que volviera al trabajo por lo menos hasta dentro de otra semana más.

-Ayer fue el funeral-dijo Joe,-. Puede que se quede en casa de algunos amigos. Diablos, claro que no está en su casa. Los forenses han terminado con la escena del crimen, pero ¿querrías tú dormir allí?

Nicholas hizo una mueca de desagrado.

-Supongo que no. ¿Pero cómo vamos a ponernos en contacto con él?

-Preguntaremos a uno de los vecinos. Ellos lo sabrán.

Ya eran las últimas horas de la tarde cuando llegaron a la casa del señor Vinick. Tenía el aspecto de una vivienda cerrada, desocupada. Habían quitado la cinta amarilla que la identificaba como escenario de un crimen, pero aun así parecía aislada, para siempre distinta de las demás a causa de la violencia que había tenido lugar dentro de ella. Había un coche aparcado en el camino de entrada, y Joseph vio que era el mismo que estaba allí el sábado por la mañana.

-Está aquí.

Llamaron a la puerta principal. No hubo respuesta, ningún ruido procedente del interior de la casa. Nicholas probó en la puena trasera, con idéntico resultado. Todas las cortinas estaban echadas, de modo que no podían asomarse por ninguna ventana.

Las dos puertas estaban cerradas con llave. Golpearon de nuevo con más fuerza, identificándose. Nada.

Joseph fue hasta la casa de los vecinos Tras llamar, salió una mujer al porche.

-Soy el detective Jonas-dijo, abriendo la cartera con la identificación-. ¿Ha visto al señor Vinick? Tiene aquí su coche, pero no contesta nadie a la puerta.

La mujer frunció el entrecejo y se apartó el pelo de los ojos.

-No, no le he visto desde el funeral. Acudí a él, igual que todos los vecinos de esta calle. Ella era una mujer encantadora No sé cuándo su marido aparcó el coche ahí. Ayer por la tarde no estaba, pero lo vi esta mañana, al levantarme.

-¿No ha visto a nadie ahí?

-No. Naturalmente, no he estado aquí todo el día, pero no ha habido nadie que yo haya visto.

-Gracias –Joe se despidió con ungesto de cabeza y regresó a la casa de los Vinick - Esto no me gusta - dijo, después de contar a Trammell lo que había dicho la vecina-¿Qué te parece si entramos por la fuerza?

-Que será mejor que lo hagamos -respondió Nick serenamente-. Si estamos equivocados, agacharemos la cabeza y pagamos los desperfectos.

Rodearon la casa hasta llegar a la parte de atrás. La mitad superior de la puerta de la cocina estaba formada por pequeños cristales en forma de rombo. Joseph sacó la Beretta y la utilizó para golpear el cristal que estaba más cerca del pomo de la puerta. Siempre le sorprendía de lo difícil que era en realidad romper una ventana. Los cristales rotos cayeron con estrépito al suelo de baldosa que había al otro lado. Se envolvió con cuidado la mano en un pañuelo, la introdujo en el agujero y abrió la cerradura.

La casa estaba caldeada y viciada con el olor a muerte que había quedado atrapado allí dentro. El silencio tenía casi una consistencia sólida.

Joe se desenrolló el pañuelo de la mano y se lo puso contra la nariz.

-mie&$a -murmuró, y luego alzó la voz-: ¿Señor Vinick? Somos los detectives Jonas y Trammell.

Nada.

El olor se filtraba a través del pañuelo. No era ese tufo empalagoso y dulzón de la carne putrefacta, sino un penetrante hedor de restos humanos mezclado con el olor metálico de la sangre, tanto vieja como nueva. A Joe se le hizo un nudo en el estómago. Soltó otra palabrota en voz baja y penetró en la casa.

El cuarto de estar estaba vacío, tal como esperaba. Las paredes seguían salpicadas de la sangre de la señora Vinick, y las manchas se habían vuelto marrones.

El Sr. Vinick estaba en el dormitorio.

La habitación tampoco estaba limpia. Todavía se veía la raya de tiza que marcaba la posición del cadáver, en el rincón. El señor Vinick estaba tendido al lado, con una pistola pequeña junto a la cabeza.

No se había arriesgado a hacer una chapuza. Cuando alguien se mete el cañón de la pistola en la boca, es porque su intención es serie.

-Ah, mie&$a -dijo Nick con voz cansada -. Voy a llamar.

Joseph se agachó en cuclillas junto al cadáver, teniendo cuidado de no tocar nada. Nada que él pudiera ver indicaba que aquello fuera otra cosa que un suicidio, pero lo acostumbrado era no alterar la escena de un crimen.

Miró a su alrededor y vio un papel encima de la cama. Habían quitado las sábanas, dejando sólo el colchón desnudo, y el papel blanco no se apreciaba a primera vista contra la tela. Leyó lo que ponía sin necesidad de inclinarse.

Ya no tengo familia, ahora que Nadine no está, de modo que no creo que importe mucho. Simplemente, no quiero continuar…



Había escrito la fecha y la firma, hasta anotó la hora. Las once y media de la noche, precisamente la hora aproximada a la que había sido asesinada su mujer.

Joseph se frotó la nuca e hizo un gesto de desagrado. Maldita fuera, aquello era duro de tragar. El hombre había enterrado a su esposa, y después había regresado al lugar en que la habían asesinado y se había pegado un tiro en la cabeza.

Nicholas volvió a la habitación y se quedó de pie junto a Joseph, leyendo la nota.

-¿Ha sido culpa o depresión?

-¿Quién diablos va a saberlo?

-mie&$a -dijo Nick. Había algo en aquella casa de muerte que reducía los comentarios a aquella única palabra. Era triste.

Cuando la escena fue acordonada, retiraron el cadáver y se terminó el papeleo, casi eran ya las nueve. Joe pensó en llamar a ______, pero decidió no hacerlo. No estaba de buen humor, y no tenía ganas de romances. Nicholas tenía una cita, pero estaba tan taciturno como él y llamó para anularla. En vez de ello fueron al bar favorito de los policías y se trasegaron un par de cervezas. Muchos policías tomaban una o dos copas, o tres, antes de irse a casa. Era la manera más fácil de desconectar, y una oportunidad para volcar toda la tensión en personas que sabían exactamente de qué les estaban hablando, antes de irse a sus casas a reunirse con sus cónyuges y sus hijos y fingir que todo era dulzura y felicidad.

-Si él era el asesino, ahora ya no podremos saberlo nunca -gruñó Nick, lamiéndose la espuma del labio superior.

Una cosa que a Joe siempre le había gustado de Nicholas era que bebía cerveza en vez de algún vino de tío pijo. Podía aceptar los trajes italianos y las camisas de seda, y también los mocasines de Gucci, pero le habría costado mucho conectar con un tipo que bebiera vino.

No sabía por qué Nick había decidido de repente que Ansel Vinick era su sospechoso más probable, pero todos tenían alguna vez la cabeza llena de pájaros.

-No creo que lo hiciera él. Yo creo que ese pobre cabrón no pudo soportar la idea de seguir viviendo después de encontrarse a su mujer como se la encontró.

-Yo no estaba convencido de que lo hubiera hecho él -negó Nick en tono gruñón-. Sólo quería cerciorarme de que no se fuera de rositas porque nosotros estábamos demasiado ocupados buscando fantasmas.

Joseph se acabó la cerveza.

-Bueno, inocente o culpable, no se ha ido de rositas. ¿Quieres otra?

Nicholas examinó el nivel de cerveza que quedaba en su vaso.

-No, con esto me basta. -Calló por un instante, todavía mirando el líquido ámbar con el ceño fruncido-. Oye, dime una cosa, Joe...

Su voz se perdió, y Joe levantó las cejas, aguardando con un gesto interrogante.

-Sí, ¿qué?

-Esas sensaciones que tienes en las tripas. Tu instinto suele acertar, eso lo sabe todo el mundo. ¿Alguna vez has pensado... que no eres muy diferente de ______?

Si Joe no se hubiera terminado ya la cerveza, la habría escupido por toda la mesa. Se atragantó, y exclamó un escandalizado «¿qué?» que le salió como un sonido ahogado.

-Tú piénsalo un poco. –Nick se estaba entusiasmando con el tema, y se inclinó hacia delante para apoyar los codos sobre la mesa-. Todos tenemos corazonadas, todos tenemos tripas. La mayoría de las veces no nos hacen falta, porque tenemos al culpable ahí sentado, cantando de plano, pero de vez en cuando nos topamos con un misterio. Y entonces, ¿por qué son diferentes nuestras corazonadas de lo que hace ______?

-Eso es una bobada. Las corazonadas son simplemente que el subconsciente percibe algo que conscientemente no se nos ha ocurrido todavía.

-Eso se parece mucho a lo que hace alguien que posee percepción extrasensorial, ¿ no ?

Joseph le dirigió una mirada agria.

-Me parece que con dos cervezas ya rebasas tu límite en una. Tenemos corazonadas debido a las pruebas que vemos ya circunstancias sobre las que podemos pensar. Diablos, un vidente no necesita estar en el sitio ni conocer nada acerca de una situación, sencillamente percibe esas vibraciones, o lo que sean.

Nick se frotó la cabeza, revolviéndose el pelo al hacerlo. Joseph empezó a sentirse vagamente preocupado; a lo mejor dos cervezas eran demasiado para Nicholas. Dios sabía que jamás había visto a su compañero con un solo pelo fuera de sitio, excepto aquella vez en que quedaron atrapados en un tiroteo y él fue alcanzado por una bala, pero ésas eran circunstancias atenuantes.

-No consigo decidir qué debería creer -musitó Nick-. La lógica y las leyes de los promedios dicen que Ansel Vinick era el sospechoso más probable. Pero ______ lo sabía todo, excepto lo de los dedos, ¿y cómo podía saberlo a menos que sea lo que dice ser? Si es así, Vinick era inocente y volvemos al punto de partida. -Cogió el vaso y lo apuró, y luego lo dejó sobre la mesa con un golpe seco.

-Ahí es exactamente donde nos encontramos. En el punto de partida. Estoy empezando a sentirme como un idiota, no estamos llegando a ninguna parte.

-No hay pruebas, ni testigos, ni móvil. ¿Sabes una cosa?

El rostro delgado y semejante a un fauno de Nicholas mostraba una expresión tan fúnebre que Joseph tuvo que morderse la mejilla por dentro para no sonreír.

-No, ¿qué?

-No metabolizo muy bien el alcohol-anunció su pulcro compañero con grave dignidad.

-¡No! –Joe se cogió la cara con las manos-. Jamás lo hubiera pensado.

-Pensó para sí que alguien que fuera capaz de decir la palabra «metabolizar» sin equivocarse con las sílabas tenía que estar en muy buena forma.

-Normalmente tengo más cuidado. Y... bebo despacio.

-Eres un bebedor lento de primera fila.

-Gracias. Pero creo que será una buena idea que conduzcas tú.

-Me parece que sí. ¿ Estás ya para irte a casa ?

-Cuando lo estés tú. No vas a tener que meterme en la cama ni nada parecido, pero no quisiera conducir.

-Yo tampoco quisiera que condujeras, amigo. Vámonos.

Nicholas se tenía derecho en pie, pero iba tarareando, y Joseph estuvo a punto de echarse a reír otra vez. Tararear «Cuando salí de Cuba» no pegaba con la situación.

-¿Tendrás resaca luego? -le preguntó con curiosidad. Tener una resaca por dos cervezas sería para partirse de risa.

-Nunca la tengo -replicó Nick. Salieron a la calle, y aspiró una bocanada de aire libre de humos-. Esto no suele ocurrirme. Desde que fui a la universidad.

-Eso está bien.

-No se lo dirás a nadie, ¿verdad?

-No. Lo prometo.

Resultaría tentador, pero se lo guardaría para sí. Aunque la mayoría de las situaciones embarazosas eran algo legítimo que atacar, aquello era algo que Nick no podía evitar, y los chicos le tomarían el pelo sin piedad durante el resto de su vida. Por otro lado, era agradable tener algo con que poder coaccionar a Nicholas de vez en cuando. Se puso a silbar alegremente mientras subían al coche, otra vez de buen humor.


* * *

El ritual resultaba reconfortante. Le gustaba que todo se desarrollara exactamente en el mismo orden todas las veces, porque él así lo mandaba. No lo hacía con la frecuencia necesaria para que se convirtiera en una actividad repetitiva -eso le quitaría fuerza, pero la monotonía de la preparación le procuraba tranquilidad. El hecho de saber que aquellos mismos preparativos harían que a la policía le fuese imposible cogerle nunca le proporcionaba una sensación de poder. Atrapaban sólo a gente idiota que cometía errores idiotas, y él jamás había cometido un error.

Ni uno solo.

Seguía notando cómo crecía dentro de sí la emoción por lo que le aguardaba, pero la mantuvo firmemente controlada. Quería concentrarse en los preparativos.
Primero sacó la peluca rubia y rizada. Era una peluca muy buena; había pagado por ella una indecente cantidad de dinero, pero había valido la pena hasta el último centavo. Nadie había descubierto que se trataba de una peluca total. No sólo era de un rubio natural, lo cual significaba que el color no resultaba chillón, sino que además el estilo de los bucles era algo que la gente recordaba. Era muy fácil de reconocer. Su propio pelo no tenía nada de malo, se dijo, examinando las sienes en busca de algún signo que delatara que se le estuviera retrasando la línea de nacimiento del cabello. Pero sería una tontería permitir que un pelo suelto diera a la policía un medio para identificarle. Se afeitó cuidadosamente la cabeza, sin prisas, aunque no tenía más que unos milímetros de pelo que le habían crecido desde la última vez, todavía reciente. Le encantaba afeitarse, la humedad, el tacto resbaladizo del gel de afeitar, el deslizarse de la cuchilla sobre su piel.

Era casi como el sexo.

A continuación le tocó el turno a la barba. No sería caballeroso arañarla con una barbilla sin afeitar. Luego el pecho. Tenía una mata de vello en forma de rombo y estaba bastante orgulloso de su grosor, pero tenía que desaparecer.
Después los brazos y las piernas. No le extrañaba que las mujeres se depilaran las piernas. Producía una sensación maravillosa. Por último, la entrepierna. Que no quedaran por ahí pelillos rizados que peinar, examinar, disfrutar. Tuvo sumo cuidado en aquella zona, pues hasta el más mínimo corte podría dejar una mancha de sangre que pasara inadvertida. Simplemente no podía ser. y por supuesto, siempre usaba un condón para no dejar rastro de semen. Hasta contaba con un plan de emergencia por si se rompía el condón; hasta el momento, no había tenido que echar mano del plan.

Había leído que algunos hombres no podían ser identificados por su semen; se les llamaba «no-secretadores», y había uno de cada cinco. Le hubiera gustado saber si él se encontraba dentro de aquel veinte por ciento, pero no podía acudir a un laboratorio y pedir que clasificasen su semen en secretador o no secretador. No le importaba ponerse el condón; no quería que su esperma estuviera dentro de aquellas transgresoras.

Después vino la ropa.

Cuero.

Nada de fibras de tela que pudieran quedar como rastro, nada que les proporcionara pruebas. Conservaba sus prendas de cuero cuidadosamente guardadas en una caja de cartón, apartadas del resto. Tenía un cubreasientos de vinilo que ponía encima del asiento del coche, y el suelo estaba cubierto con alfombrillas de vinilo.

Siempre tenía mucho cuidado de no dejar que sus pies tocaran otra cosa que la alfombrilla, para que a sus botas no se adhirieran fibras de la moqueta.

Detalle.

La atención al detalle lo era todo. No había forma de que le identificase la policía, porque no dejaba nada a su paso excepto el objeto de la lección.

Isi
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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 6 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Isi Vie 23 Nov 2012, 2:29 pm

* * *

El detective Jonas no había llamado, aunque ______ esperaba que lo hiciera, 0 que incluso se presentara sin anunciarse como tendía a hacer. Había estado nerviosa, con miedo de que él efectivamente llamase o fuera a su casa, y después irritada porque no lo había hecho. De una forma o de otra, Jonas se las había arreglado para estropearle su tranquila velada en casa.

Había jugado con la idea de ir al cine, en parte para chafar a Jonas si por fin llamaba, pero rechazó la idea. No se olvidaba de lo que había pasado el viernes anterior. ¿Había transcurrido sólo una semana? Le parecía un mes.

Tal vez la semana siguiente fuera al cine, pero esta noche no.

Se fue a la cama más temprano que de costumbre, antes de las diez, sin ni siquiera quedarse un rato a ver las noticias.

Estaba cansada; aquella semana de tensión le había pasado factura. Supuso un alivio cerrar los ojos sabiendo que a la mañana siguiente no tenía que trabajar, que podría quedarse en la cama todo lo que le apeteciera. Se relajó sobre el mullido colchón, notando cómo sus músculos se aflojaban y su mente iba deslizándose hacia el sueño. ..

...Se movió silenciosamente por la casa. La televisión estaba a todo volumen, lo cual enmascaraba su presencia. Permaneció un momento de pie en la puerta, observando a la mujer que estaba sentada de espaldas a él viendo una película antigua, y sintió que le inundaba el desprecio.

Qué fácil era.

Avanzó despacio, sin prisas, disfrutando del suspense. El parpadeo de la televisión arrancó un destello a la hoja esbelta y curva del cuchillo que tenía en la mano. ..


Un gruñido animal surgió de lo más hondo del pecho de ______ cuando intentó chillar, cuando intentó enviar una desesperada advertencia a través de su garganta cerrada.

Dios, oh, Dios.

Gimió, forcejeando con las mantas mientas trataba de salir de la cama. La visión era tan real que casi esperó ver al hombre venir hacia ella surgiendo de la oscuridad, con su brillante hoja plateada.

...Se quedó de pie detrás de ella, mirándola. La muy imbécil no tenía idea de que él estaba allí. Eso le gustó. A lo mejor se quedaba allí de pie hasta el final de la película, y durante todo ese teimpo, ello no sabría…

______ se escurrió como pudo de la cama y cayó al suelo a causa de la sábana que tenía enredada en las piernas. Luchó por liberarse de ella y consiguió ponerse de pie, dando tumbos de un lado a otro en su camino hacia la puerta. El pánico la cegaba, le paralizaba el cerebro…

No, estaba todo oscuro, las luces estaban apagadas. Se desequilibró contra la pared, y el duro impacto logró afianzarla de algún modo. Buscó a tientas el interruptor de la luz, pero no estaba.

...Aquello resultaba aburrido. Sonriendo, extendió para tocarle el cuello. ..

______ tropezó de nuevo contra otra pared, una pared que no debía estar allí. Se quedó quieta, temblando, totalmente desorientada ¿dónde estaba?

Los faros de un coche que pasaba iluminaron por un breve instante la habitación.

Era el cuarto de estar.

¿Cómo había llegado hasta allí? Recordaba haber intentado llegar a la

puerta del dormitorio, pero no recordaba haberla alcanzado. Bueno, por lo menos sabía donde había una luz.

Estuvo a punto chocar con la lámpara al dar un manotazo al interruptor, y el repentino estallido de luz la cegó momentáneamente.

El teléfono.

El teléfono estaba allí mismo, sobre la mesa.

Su número.

¿Cuál era su número, maldita sea? No se acordaba, no podía pensar… El botón de rellamada. ¿Había llamado a otra persona desde aquella noche? No lo sabía, ni tampoco le importaba; alguien contestaría. Levantó el auricular y se golpeó dolorosamente en la sien al intentar sujetarlo en el sitio con una mano temblorosa. Marcó lo que esperaba que fuese el botón de rellamada: la vista se le estaba volviendo borrosa, y no estaba segura. Zumbó en su oído el primer timbrazo. Cerró los ojos, luchando por conservar el dominio de

sí misma.

El segundo timbrazo. Vamos. Por favor, aprisa, aprisa.

El tercero se interrumpió a mitad, y se oyó una voz grave, soñolienta, malhumorada, que dijo:

-Jonas.

-J-Joe . -La voz de ______ era muy débil, insegura.

-¿______? -Rápidamente desapareció todo rastro de somnolencia-. ______, ¿qué ocurre?

Ella intentó hablar, pero no pudo; tenía la garganta demasiado rígida. Aspiró varias bocanadas de aire.

-______, maldita sea, di algo! –Joseph ya vociferaba.

Se acercaba. No podía continuar luchando contra ello. El temblor se hizo convulsivo, la luz se desvaneció y perdió la vista. Hizo un esfuerzo desesperado, chillando, pero su voz fue sólo un susurro:

-Lo... está haciendo... otra vez.


Fin del capítulo
Bueno ahí les dejé el capítulo que les prometí (:
No les agradecí por haber firmado todo el tiempo que me ausenté, así que les agradezco ahora :D
Saludos!!!
Isi
Isi


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Mensaje por andreita Vie 23 Nov 2012, 5:48 pm

waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa omj omj omj
porfavor quiero mas caps despues de tanta esperaaaaa :/
andreita
andreita


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Mensaje por ElitzJb Lun 26 Nov 2012, 8:03 pm

oh dios ese tipo matara de nuevo siguelaaaaaaaaaaaaaa quiero leer q pasara coloca mas capitulos por el amor de dios siguelaaaaaaaaaaaa
ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por Julieta♥ Dom 02 Dic 2012, 7:15 pm

Tu sabes q me encanta!!!!!!
Debes seguirla por favor quiero saber q pasa!!!!!!
Sigue!!!!!!
Amo esta nove!!!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por ElitzJb Miér 05 Dic 2012, 12:56 pm

mas :)
ElitzJb
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Mensaje por andreita Vie 07 Dic 2012, 6:19 am

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andreita
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Mensaje por Isi Vie 07 Dic 2012, 5:23 pm

Qué horrible! :'( yo iba a subir hoy y no pude, se supone que subiría muchos capítulos. Les prometo que cuando vuelva de mis vacaciones les subo muchos capítulos.

PD: vuelvo el sábado 15 de este mes :D

Saludos!!!
Isi
Isi


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Mensaje por andreita Sáb 08 Dic 2012, 6:33 am

bueno disfruta tus vaccaiones

epro de regreso queremos megamarton! :)
andreita
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Mensaje por ElitzJb Dom 16 Dic 2012, 4:32 pm

:wut: siguela por favor
ElitzJb
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Mensaje por andreita Lun 17 Dic 2012, 7:40 am

hoy ya es 17!!!!!!
andreita
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Mensaje por ElitzJb Dom 23 Dic 2012, 1:57 pm

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Mensaje por Isi Dom 23 Dic 2012, 4:33 pm

Capítulo 10


Joseph no consiguió hacerle decir nada más, aunque la línea seguía abierta. Joseph abierta.

Se vistió a toda prisa y metió los pies descalzos en unas zapatillas de deporte. Agarró su sobaquera, con la Beretta dentro, pero no perdió tiempo en ponérsela. Apenas un minuto después de contestar al teléfono estaba ya saliendo por la puerta.

El corazón le retumbaba dolorosamente contra las costillas. ¿Qué había dicho ______?.

Su última frase había sonado tan débil que casi no pudo oírla; algo que estaba haciendo otra vez.

No importaba lo que hubiera dicho. Había sentido su pánico a través del teléfono, tan real como si lo estuviera viendo. ______ tenía problemas, problemas graves.

Llovía ligeramente, justo lo bastante para que las calles estuvieran resbaladizas y necesitara usar todo el tiempo el limpiaparabrisas del coche. No pudo conducir tan deprecia como hubiera querido, pero aún así iba demasiado rápido para el estado de la calzada. La sensación de urgencia le hacía mantener el pie en el acelerador. Al llegar a un Stop simplemente reducía la velocidad, y se detenía en un semáforo rojo sólo hasta que se abría una brecha en el tráfico. Un accidente ocurrido en la autovía le obligó a saltar la mediana, retroceder y tomar otra ruta, desperdiciando un tiempo precioso. Habían pasado casi veinte minutos cuando por fin llegó a la casa de ______. Su coche se encontraba en el lugar de costumbre, y había una luz encendida en el cuarto de estar. No se molestó en subir los pequeños escalones, sino que se plantó en el porche de un salto y a la puerta.

-¿______? Soy Joe. Abre.

Dentro de la casa reinaba un silencio absoluto, tan total como el de la otra tarde en la vivienda de los Vinick, como si allí no hubiera criatura viviente. Se le heló la sangre en las venas, y su voz sonó al llamarla otra vez al tiempo que golpeaba la puerta con el puño.

Aquella puerta no tenia cristales que pudiera romper, y no perdió el tiempo en ir a la parte de atrás a ver la puerta de la cocina. Retrocedió un paso y lanzó un fuerte puntapié a la puerta.

Después de cuatro patadas se rompió la cerradura y se astilló el marco, y la puerta se abrió de golpe para ir a estrellarse contra la pared. Sabía que debería ir más despacio, no entrar a lo loco sin conocer cuál era la situación, pero el miedo pudo más que la prudencia, y se arrojó por la abertura sin pensarlo, Beretta en mano.

-¡______!

______ estaba allí, sentada en el sofá, en el círculo de luz que proyectaba la lámpara, igual que una estatua en un nicho. Tenía la abiertos, fijos y vacíos. Estaba completamente inmóvil, blanca como la cal, y por un instante de agonía Joe dejó de respirar. El dolor fue como un puñetazo, y sintió que le oprimía el corazón.

Entonces se acordó de lo que había dicho el agente Ewan, que al principio creyó que estaba muerta, y comenzó a respirar de nuevo y consiguió moverse, aunque el miedo aún no le había soltado de su helada garra. Dejó la pistola a un lado y se arrodilló en el suelo frente a ______, le cogió una mano del regazo y la sostuvo mientras le palpaba la frágil muñeca con dos dedos. Presionó ligeramente y encontró el ritmo tranquilizador del pulso, lento pero firme.

Tenía la piel helada, pero justo debajo de aquel frío superficial latía el calor de la vida.

-______-dijo otra vez, ya mucho más calmado. Seguía sin haber respuesta.

La examinó detenidamente. Y después exploró el entorno que la rodeaba No había señales de lucha, ni tampoco heridas a la vista. Parecía estar bien físicamente.

El auricular del teléfono yacía a su lado, sobre el sofá, un pitido intermitente. Lo recogió y lo colocó en su sitio.

Tragó saliva al comprender lo que debía de haber pasado. ______ había tenido otra visión, tal vez incluso todavía estuviera atrapada en ella. ¿Qué sería esta vez? ¿Otro asesinato ? Santo Dios, con tantas drogas y pandillas callejeras, resultaba increíble que ______ no pasara la mayor parte del tiempo en estado catatónico. ¿Percibiría alguna vez lo bueno, los momentos de felicidad de las personas que jugaban con sus hijos o se reían de alguna broma sencilla? ¿Cómo lograría vivir su vida, si siempre estaba sobrecargada con toda aquella mie&$a de la vida de otros ?

______ llevaba puesto sólo un delgado top y unas bragas, y tenía las piernas heladas al tacto. Joe se levantó y cerró la puerta destrozada, y después fue al dormitorio a buscar una manta. La pequeña habitación, al igual que todas las que había visto del apartamento, era acogedora y sedante. ______ había convertido aquella casa en su refugio, su barrera para defenderse del mundo. Se quedó de pie en medio y miró a su alrededor, aprendiendo a conocerla en los pequeños detalles. Los cobertores de la pequeña cama estaban revueltos y medio tirados en el suelo; era evidente que se encontraba acostada cuando comenzó la visión, y el estado de aquellas ropas daba la medida de la agitación que debió de sentir.

Había un chal de punto tirado sobre una mecedora. Lo recogió y regresó al cuarto de estar, donde se lo echó por encima a ______, con cuidado de taparle bien los brazos y las piernas. Que él supiera, ______ no se había movido ni siquiera un centímetro, excepto el apenas perceptible subir y bajar de su pecho por la respiración.

No sabía qué más hacer, salvo esperar. Fue a la cocina y preparó una cafetera; tal vez ______ no necesitara café cuando saliera de aquel trance, pero seguro que él sí.

Se sentó en el sofá a su lado a observarla. Su expresión era tan vacía como la de la estatua a la que le había recordado antes. No se daba cuenta de nada; tenía los ojos abiertos, pero o bien se hallaba inconsciente, o bien. ..estaba ida, no sabía cómo.

Estudió su rostro inexpresivo. Vistas de perfil, sus facciones poseían una pureza de otro mundo que no había notado antes. Cuando estaba despierta, lo afilado de su lengua y la fría inteligencia que vio en aquellos insondables ojos azules acaparaba la mayor parte de su atención. La mayor parte, pero no toda. Si ______ estuviera despierta, seguramente él no le habría tapado aquel cuerpo semidesnudo.

Miró la suave curva de sus labios y recordó su textura, su sabor. Su figura era todo delicadeza femenina, curvas suaves y ligeras que le provocaban un intenso calor en todo el cuerpo y una clara tirantez en la piel.

Habían transcurrido diez minutos. El mecánico zumbar y escupir que provenía de la cocina había cesado, lo que indicaba que el café había terminado de hacerse. Fue por una taza, y después volvió a sentarse junto a ______ y dejó la taza sobre la mesita auxiliar. Levantó a ______ muy suavemente y la sentó sobre sus rodillas.

-______ ¿Puedes despertarte ya? Vamos, cariño, despierta. -Le acarició la cara, le dio un apretón en el hombro, la sacudió.

Ella emitió un leve ruido, que no llegó a ser un gemido, y sus pestañas se agitaron.

-Vuelve a mí, ______. Soy Joe. Despierta y cuéntame qué ha pasado.

La cabeza le cayó inerte sobre su hombro. La acunó en el brazo y con la mano libre le frotó el hombro, sintiendo la piel fría y lisa bajo su dura palma. La sacudió otra vez, pero sin violencia, sólo para reanimarla. Ahora ______ tenía los ojos cerrados, lo cual le pareció más natural, como si estuviera durmiendo.

-¡______! -Usó un tono de voz más duro-.¡Despierta y háblame, maldita sea!

Ella gimió e intentó apartarse de él, pero la mano se le cayó sin fuerza sobre el regazo como si no pudiera controlarla. Aspiró varias veces espasmódicamente, sus párpados se abrieron pero se cerraron otra vez, pues al parecer aquello le costaba un esfuerzo excesivo.

-______, mírame. -Pronunció su nombre a propósito, para hacerla volver de lo más recóndito de la oscuridad, de vuelta hacia la luz.

Alguien la llamaba insistentemente por su nombre. La mente exhausta de ______ se aferró a aquel dato conocido, igual que una persona que está a punto de ahogarse se aferra a un salvavidas. Le proporcionaba un centro, una sensación de identidad en medio del nublado torbellino de aquella pesadilla. La voz sonó muy lejana al principio, pero luego se fue acercando cada vez más, hasta que la sintió justo en- cima. La realidad fue entrando poco a poco, aunque en ella había algo muy irreal. Tenía la sensación de estar apoyada contra alguien, de que unos brazos la rodeaban, y era una sensación tan desconocida que la confundió. Ella no permitía que nadie la abrazase; la intrusión mental, reforzada por el contacto físico, resultaba un trastorno demasiado grande. Sin embargo, alguien la había abrazado de hecho, insistía su mente.

Oh, sí. Joseph.

Intimidándola suavemente, tenaz, negándose a escucharla.

..Claro. Joseph.

Se obligó a abrir los párpados y se encontró mirando de frente aquel rudo rostro, aquellos ojos avellana oscurecidos por la preocupación. Sintió el corazón de él latir con fuerza contra ella, un ritmo reconfortante que le provocó el impulso de acurrucarse contra él. Notó el calor de su gran cuerpo debajo, alrededor, ahuyentando el frío que le helaba los huesos. ¿Por qué tenía tanto frío?.

Miró a su alrededor con los ojos nublados. Se encontraba en su sala de estar. ¿Pero por qué estaba allí Joseph, y por qué estaba ella sentada en sus rodillas? ¿Por qué estaba tan cansada? Había esperado que el detective la llamase, pero no la llamó, y se fue a la cama. ..

Le había llamado ella.

Se puso rígida, al tiempo que los recuerdos regresaron a su cerebro trayendo consigo una avalancha de horribles detalles que hubiera preferido no recordar. Su mente exhausta luchó por combatirlos.

-Joseph .-Asió su camisa, retorciendo la tela entre los dedos.

-No pasa nada -murmuró él, acariciándole el pelo-. Estoy aquí. Has tenido otra visión, ¿verdad? ¿Qué ha sido esta vez? No tengas ninguna prisa, tranquilízate. ¿Quieres un poco de café? ¿Te sentirás mejor así?

Le acercó la taza de café a los labios, y ella bebió un pequeño sorbo con la esperanza de que la cafeína le hiciera ganar unos pocos minutos. Tenía que ordenar sus ideas, contarle a Joseph todo lo que pudiera, pero aquel café era el peor que había probado nunca, y volvió la cara con una mueca cuando él intentó hacerla beber de nuevo.

-Ha vuelto a hacerlo -dijo con pronunciación un tanto imprecisa.

-¿Quién? -preguntó Joseph en tono ausente, intentando que ______ bebiera un poco más de café. Pero ella apartó la cabeza.

-Él. Esta noche ha matado a otra mujer. -El temblor había empezado otra vez, un temblor que le nacía dentro.

Joseph se puso en tensión. Ella notó cómo contraía los músculos bajo su peso.

-¿El mismo que mató a Nadine Vinick? -preguntó lentamente.

-Sí. Percibí que estaba ahí, mirando... Lo sentí, sólo ligeramente, la noche que te llamé.-Hizo un esfuerzo por decirlo todo seguido, aunque fuera a trompicones.

-¿Eso es lo que te asustó?

______ afirmó con la cabeza, aunque apenas podía moverla en el hueco del hombro de Joseph.

Joseph la estrechó contra sí, cogió el teléfono y llamó a la central. Se identificó y dijo:

-¿Se ha dado esta noche algún parte del asesinato de una mujer?

-No, está todo bastante tranquilo para ser viernes. Supongo que la lluvia ha contribuido a ello. ¿Es que sabes algo que no sepamos nosotros?

-Puede que sí, puede que no. Escucha, si surge algo así, llámame al busca. De día o de noche, da lo mismo.

-De acuerdo.

Colgó y miró a ______.

-No se ha recibido ningún parte.

Ella todavía estaba aferrada a su camisa, y sus ojos habían adoptado aquella mirada remota que tenían el lunes por la mañana, cuando relató una historia de horror con voz fría e inexpresiva. El temblor de su cuerpo menudo se había incrementado; Joe la rodeó con ambos brazos, en un intento de absorber los espasmos que notaba que le recorrían todo el cuerpo.

-La víctima es pelirroja -dijo ______ con aquella voz débil y fantasmagórica-. Y es muy guapa. Está viendo la televisión, una película antigua. No sabe que él está ahí. Él se sitúa a su espalda y se queda ahí, mirándola. Le divierte eso; ¿cuánto tiempo pasará hasta que ella se dé cuenta de su presencia? Demasiado. Es una zorra imbécil, y él empieza a aburrirse. Le toca el cuello con la mano izquierda, y después le tapa la boca antes de que pueda gritar. Le encanta ese primer momento de terror. Tiene el cuchillo en la mano derecha. Se lo acerca a la garganta.

-¿Estás segura de que es el mismo? -preguntó Joseph. Estaba desesperado por oírlo decir que no estaba segura.

-Sí. La película aún no ha terminado, y amortigua el ruido. Él la obliga a quitarse el pijama y tenderse en el suelo. Los sofás resultan demasiado estrechos; no le gustan los sofás. Utiliza un condón. Ella no merece su esperma. Lento y suave, lento y suave... Deja que se relaje, que no tenga tanto miedo. No le hagas daño, todavía no.

Joseph la sujetó contra sí, la abrazó tan fuerte que esperaba que ella protestase, pero ______ no protestó, pues toda su atención estaba fija en aquella terrorífica narración. Los escalofríos le subían por la espalda, y el cabello de la nuca se le puso de punta.

Oh, Dios.

-Ha terminado. Está de rodillas delante de ella. Ella lo mira asustada, con los ojos muy abiertos, pero esperanzada. Eso está muy bien, verdaderamente bien. Él le sonríe, y ella mueve temblorosa esos labios de imbécil, pero sonríe también. Tiene miedo de no hacerlo, pues cree que él está loco. Es demasiado idiota para vivir. Está aburrido; esto no es tan divertido como lo de la vez pasada. A lo mejor podría animarla un poco. La pincha un poco y ella chilla como un cerdo, y entonces empieza la carrera. Vueltas y más vueltas, alrededor del árbol.

-Dios mío -dijo Joseph con voz ronca-. ______, déjalo ya. Ya basta.

Ella parpadeó y volvió a enfocar la vista en él, y la expresión de sus ojos hizo que Joseph sintiera deseos de llorar. La palidez causada por el agotamiento oscurecía el rostro de ______ igual que una máscara de barro.

-Tienes que atraparlo -dijo con voz borrosa.

-Ya lo sé. Lo haré, cariño. Te lo prometo.

Ella volvió a esconder la cara en su hombro y cerró los ojos. Su cuerpo quedó inerte en brazos de Joseph. Él la miró y vio que empezaba a respirar lenta y profundamente, lo que indicaba que se había quedado dormida. Con toda rapidez se había deslizado en la inconsciencia. No se alarmó; después de haberla visto como estaba cuando él llegó a la casa, aquello le pareció completamente normal.

Se quedó allí sentado por espacio de varios minutos, con el semblante serio, pensando en las desagradables ramificaciones. Por fin se levantó, todavía con ______ en brazos, y la llevó hasta el dormitorio, donde la depositó con cuidado sobre la cama. Ella ni se movió cuando le quitó el chal y volvió a taparla con la sábana.

Rellenó la taza de café caliente, luego volvió a sentarse y se puso a reflexionar sobre lo sucedido esa noche. No le gustaba nada.

Echó una mirada al reloj: ya eran más de las doce. Pero llamó a Nicholas de todos modos.

Alguien levantó bruscamente el auricular al otro extremo de la línea, y oyó una voz de mujer que dijo:

-¿Diga? -Al mismo tiempo Nick decía-: ¡No contestes! -Era obvio que dos cervezas no le habían dejado demasiado incapacitado, y era obvio que la cita anulada había sido recuperada.

Entonces se puso Nick al teléfono, apartando a su compañera.

-¿Sí?

Joseph no estaba de humor para hacerle alguna broma.

-Esta noche ______ ha tenido otra visión -dijo sin preámbulos-. El mismo tipo. Dice que ha matado a otra víctima.

Nick guardó silencio durante un par de minutos mientras absorbía aquella información-

-¿Dónde? -preguntó.

-Todavía no se ha recibido ningún parte.

Más silencio. Luego dijo:

-Esto demostrará de un modo o de otro si ella es lo que dice ser.

-Sí. Se encontraba bastante mal. Estoy en su casa, por si me necesitas. La central me llamará si se informa de algo.

-De acuerdo. Si ella está en lo cierto... ¡Mierda!

Eso es, mie&$a. Joseph se quedó allí, tomando café, meditabundo. Si ______ estaba en lo cierto, y el mismo tipo que había asesinado a Nadine Vinick acababa de matar a otra mujer, y de la misma manera, iban a tener problemas. Por mucho que ansiara pescar a aquel hijo de pu*a, creía que estaba buscando a un asesino ocasional, había albergado la esperanza de que fuera alguien que conocía a la señora Vinick. Pensó que sería algo personal, aunque no había podido encontrar nada que indicase qué había sido. El hecho de que hubiera múltiples heridas de arma blanca normalmente significaba que alguien odiaba de verdad a la víctima.

Pero la presencia de otra víctima, asesinada con el mismo modus operandi, quería decir que tenían un psicópata en Orlando. Un asesino en serie. Alguien sin conciencia, alguien que sólo actuaba según sus propias reglas. Peor aún, parecía tratarse de un asesino en serie inteligente, que se tomaba muchas molestias para no dejar ninguna prueba. Los asesinos en serie eran muy difíciles de coger, cualesquiera que fuesen las circunstancias, pero uno que fuera listo era casi imposible. Mataban mucho antes de cometer por fin un error.

Joseph no podía hacer otra cosa que esperar. No podía investigar un asesinato del que no se había dado parte, un cadáver que no se había hallado.

Hasta que apareciera una víctima, lo único que tenía era una visión sufrida por una vidente quemada y traumatizada. Sin embargo, creía en ella; sus tripas creían en ella, y eso en sí mismo ya daba miedo. En un rincón de su cerebro todavía quedaba un resquicio racional que le decía: «espera a ver», pero la razón no podía disipar el nudo que tenía en el estómago.

Conocía la terminología: asesino en serie con agresión sexual y espiral de violencia.

Intentó recordar si había en Orlando algún crimen de esa clase sin resolver antes del de Nadine Vinick, pero no le vino ninguno a la mente, al menos ninguno que se le pareciera. O bien el asesino acababa de empezar a matar a sus víctimas, o bien se había trasladado desde otra ciudad. Si un asesino se desplazaba, los crímenes se repartían por diversas jurisdicciones, y los policías tal vez nunca cayeran en la cuenta de que eran obra de un asesino en serie porque no disponían de los otros asesinatos para comparar.

Si la señora Vinick había sido la primera víctima, para haber vuelto a matar tan pronto el asesino debía de haber perdido totalmente el control, y pronto habría un baño de sangre en la ciudad. Un asesino cada vez más violento empezaba despacio; podían transcurrir meses entre una víctima y otra. Luego los asesinatos comenzaban a espaciarse menos, porque ésa era la

única manera en que se ponía cachondo, y quería más y con más frecuencia. Una sola semana de lapso era señal de una incipiente escalada de violencia. Y él no podía hacer otra cosa que esperar.

¿Cuándo sería más probable que se descubriera el cadáver, si es que había cadáver? A lo mejor el marido trabajaba en el turno de noche, como el señor Vinick. A lo mejor era ése el denominador común, que el marido trabajase por las noches. En ese caso, el descubrimiento se haría por la mañana, digamos que entre las seis y las ocho. Pero si la víctima vivía sola, podían pasar un par de días o más hasta que alguien la echara de menos lo bastante como para ir a ver qué pasaba. Diablos, había visto casos en los que la víctima llevaba incluso semanas muerta antes de que alguien lo descubriese.

Esperar.

Volvió a mirar el reloj. Las dos y cinco. El café se había terminado, y tomaba tanto que sólo le hacía efecto mientras fuera rellenando la taza. Estaba cansado; sentía los párpados como si fueran papel de lija. Observó el sofá de ______, y lanzó un resoplido de rechazo; él medía uno ochenta y siete, y el sofá poco más de metro y medio. Nunca había sido aficionado al masoquismo.

Se asomó a la única habitación de la casa que no había visto, preguntándose si sería otro dormitorio. No lo era. Allí era donde ______ guardaba muebles viejos, maletas, cajas de libros. Aquel lugar no estaba tan abarrotado como solían estarlo las habitaciones principales de su propia casa.

La única cama que había era la que ocupaba ______ en aquel momento. Supuso que podría marcharse a casa, pero no quería dejarla sola. La cerradura de la puerta estaba destrozada.

No sabía cuánto tiempo iba a dormir ______, pero tenía la intención de estar allí cuando se despertara.

Dudó sólo una fracción de segundo, imaginando qué diría ella si se despertase con él aliado en la cama, pero se encogió de hombros y fue al dormitorio. Que él se hubiera dado cuenta, ______ ni siquiera se había movido.

Se desnudó hasta quedarse en calzoncillos, arrojó las prendas sobre la mecedora y dejó la pistola sobre la mesilla de noche, y el busca con ella. Era la única mesilla, y ______ estaba en aquel lado de la cama. Joseph se apresuró a pasar por encima de ella y, sin el menor remordimiento de conciencia, se acostó a su lado y apagó la luz. Resultaba agradable.

Empezó a invadirle una sensación de contento, un cálido antídoto a la preocupación de las últimas horas. Grande como era, la cama se le hacía estrecha, pero incluso eso tenía su lado bueno, porque tenía a ______ muy cerca. La rodeó con sus brazos y la acunó contra sí, con la cabeza apoyada en el hueco de su hombro. El cuerpo menudo de ______ era suave y frágil, y

su respiración le rozaba el pecho a Joseph con el más leve de los contactos.

No le costaría nada permanecer así tumbado y despierto el resto de su vida, si podía protegerla a ella de lo que había pasado aquella noche.

______ se lo había dicho, el agente Ewan se lo había dicho, el profesor se lo había dicho, pero hasta que lo vio con sus propios ojos simplemente no se dio cuenta de lo traumático que era para ella, cuánto daño le hacía, el coste que le suponía.

¡Qué precio había pagado! Joseph sabía las consecuencias que tenia para el espíritu humano ver tanto horror, un día tras otro. Algunos policías lo llevaban mejor que otros, pero a todos les pasaba factura, y eso que ellos poseían una sensibilidad simplemente normal ¿Qué habría sido para ______ el sentirlo todo, todo el dolor, la rabia y el odio? Perder su capacidad de experimentar empatía debió de ser como ser rescatado de una tortura. Ahora que evidentemente había recuperado aquella capacidad, ¿cómo se sentiría? ¿Atrapada? ¿Desesperada?.

Sintió el deseo vibrar en sus ingles; no podía estar junto a ella sin desearla. Pero más fuerte que el deseo era la necesidad de abrazarla con fuerza y protegerla, tanto de los horrores de dentro como de los de fuera.

* * *

Durmió hasta las ocho, y se despertó instantáneamente cuando se dio cuenta de que el busca no había sonado durante la noche.

Ni tampoco se había movido ______. Yacía inerte a su lado, con una inmovilidad que indicaba la medida de su agotamiento ¿Cuánto le duraría normalmente aquel estupor?.

Se dio una ducha, suponiendo que a ella no le importaría que usara su cuarto de baño y sus toallas Después se afeitó, utilizando la maquinilla de ella, y soltó un juramento al cortarse. Acto seguido fue a la cocina y preparó otra cafetera. Empezaba a sentirse tan cómodo en casa de ______ como en la suya propia.

Mientras esperaba a que se hiciera el café, estuvo examinando los destrozos de la puerta de entrada para cambiarla por otra.

Acababa de terminar cuando sonó el teléfono.

-¿Has sabido algo? -preguntó Nick.

-Nada.

-¿Qué dice ______?

-No ha dicho nada. Lleva durmiendo casi desde que salió de la visión anoche. Logró contarme lo que había visto, y después se quedó dormida.

-Esta noche he pasado horas pensando en esto. Si se trata de un asesino en serie…

-Tenemos problemas.

-¿No deberíamos decir a Bonness lo que pensamos?

-Creo que sí. Al fin y al cabo, él creyó a ______ antes que ninguno de los dos. No podemos hacer nada hasta que se verifique el crimen, pero debemos tenerle informado.

-Vamos a tener la sensación de estar haciendo el ridículo sí no aparece nadie

-Eso espero -dijo Joseph con gravedad-. Sinceramente espero poder sentirme el mayor idiota andando por la calle. Eso sería mejor que la otra alternativa.

Nicholas suspiró.

-Hablaré con Bonness -se ofreció-. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte en dasa de ______?

-No lo sé. Por lo menos hasta que sea capaz de funcionar por sí sola. Todo el fin de semana por lo que parece.

-La deja agotada, ¿eh?

-Tú no sabes ni la mitad. -Se le ocurrió una idea-. Y mientras andas por ahí hoy, necesito que me consigas una puerta. La de ______ no muy fuerte.

* * *

La voz tiraba insistentemente de ella, se negaba a dejarla descansar. Era una voz muy paciente, pero implacable. En lo más recóndito de su conciencia sabía que le era familir, pero no lograba reconocerla del todo. Estaba cansada, muy cansada; sólo quería dormir, olvidar. No era la primera vez que aquella voz la sacaba del olvido. ¿Por qué no la dejaba en paz?.

Impaciente, opuso resistencia a aquella perturbación, él, buscando regresar de nuevo a la comodidad de la nada.

-______. Vamos, ______. Despierta.

Aquello no iba a acabar. Trató de dar la espalda al ruido, pero había algo que la sujetaba.

-Eso es, cariño, abre los ojos.

La rendición pareció más fácil; no tenía fuerzas para luchar. Los párpados le parecían de piedra, pero se esforzó por abrirlos, y frunció el ceño confusa al ver al hombre que estaba sentado en la cama junto a ella. Sus brazos la rodeaban a un lado y a otro, tensando la sábana; era eso lo que le impedía moverse..

-Bueno - dijo él con suavidad-. Hola, cielo. Empezaba a preocuparme.

______ no podía pensar; todo era confuso. ¿Por qué estaba Joseph aprisionándola de aquel modo? Debía de llevar la confusión pintada en la cara, porque él sonrió y levantó una mano para apartarle el cabello enmarañado del rostro.

-No pasa nada. Pero llevas mucho tiempo durmiendo, y no sabía si era normal o no, así que he decidido probar a despertarte. Me ha costado un poco - añadió en tono irónico.

-¿Qué…?¿Porqué estás aquí? - balbuceó ella, intentando sentarse. Joseph se echó hacia atrás y soltó la sábana, y ella se incorporó con esfuerzo hasta la posición de sentada, un esfuerzo tan grande que se sintió dolorida. ¿Qué le pasaba?¿Había estado enferma? La gripe, tal vez; le dolían tanto los huesos, que quizá fuera esa la explicación. ¿Pero porqué estaba allí Joseph?

-Si tuviera que adivinar -dijo él, empleando un tono grave y tranquilizador-, diría que tu necesidad de ir al baño tiene que ser ya crítica. ¿Podrás llegar hasta allí?

Cuando él lo mencionó, ______ se dio cuenta de que había dado exactamente en el clavo.

Asintió con un gesto y apartó la sábana con mano torpe. Él se puso de pie para que pudiera sacar las piernas de la cama. No llevaba puesta mucha ropa, pensó ______ débilmente al tiempo que se sentaba en el borde de la cama y se miraba las piernas desnudas, pero no tenía fuerzas ni para preocuparse.

Intentó ponerse de pie, y volvió a hundirse pesadamente en el colchón. Joseph se agachó y la levantó con facilidad en sus brazos. La cabeza se le cayó en la curva formada por el cuello y los hombros de él, y aquella postura le resultó tan cómoda que no intentó modificarla.

Oyó el zumbido del aire acondicionado. Notaba el aire frío en la piel, y el calor que irradiaba el gran cuerpo de Joe le parecía divino. La llevaba…a alguna parte. Cerró los ojos.

-No, no los cierres -la regañó él, dejándola de pie en el suelo. Ella volvió a abrir los ojos y vio que se encontraba en su cuarto de baño-. Haz un esfuerzo, cariño. Vamos, ¿podrás arreglártelas tú sola o quieres que me quede contigo?

______ no estaba tan cansada como para no lanzarle una mirada que decía: «¡Venga ya!», y él rió suavemente.

-Estoy bien -le dijo, aunque captó la preocupante debilidad en su propia voz. Pero no hizo caso. Se las arreglaría; siempre se las arreglaba.

-Está bien, estaré justo al otro lado de la puerta. Llámame si me necesitas.

Cuando Joseph la dejó sola, ______ se quedó de pie, en precario equilibrio, mirando con anhelo la bañera y preguntándose a sí misma si lograría sostenerse en pie el tiempo suficiente para tomar una ducha. Sería muy embarazoso que Joseph tuviera que ayudarla, que manipulase su cuerpo desnudo como si ella fuera un bebé desválido.

No obstante, lo primero es lo primero. Tenía mucha sed, pero había una necesidad más acuciante. Cuando ésta fue satisfecha, se bebió de golpe dos vasos de agua y después permaneció unos segundos con el vaso apoyado contra la frente.

Tenía la mente todavía tan borrosa que cualquier pensamiento le suponía un verdadero esfuerzo. Necesitaba recordar algo, sentía que era urgente, pero no pudo concentrarse lo bastante para sacarlo a la luz. Lo único que deseaba hacer era dormir. Bendito sueño. N o quería recordar.

En realidad deseaba mucho tomar aquella ducha.

Por fin, lo más sencillo de hacer fue abrir el grifo del agua y meterse debajo de él, con ropa y todo, de modo que eso fue lo que hizo. Dejó a propósito el agua no demasiado tibia, pues sabía que eso la despertaría, no porque quisera sino porque aceptaba la necesidad.

Permaneció de pie bajo el chorro fresco, con la cara vuelta hacia arriba para percibir toda la fuerza del agua, y esperó a que se disipara la niebla, que volviera la memoria. Dejó que el agua la dominara y se llevase la sal de las lágrimas, del mismo modo que una inundación se apodera de un riachuelo. Pero llegó un momento en que ni eso fue suficiente y tuvo que enterrar la cara entre las manos, al tiempo que los sollozos recorrían todo su cuerpo.

-¿______ ? -El tono de voz impaciente y preocupado cambió de pronto y se tornó grave y firme -: Ya sé, cielo. Ya sé que es horrible. Pero ahora no estás sola. Yo voy a cuidar de ti.

El grifo del agua se cerró y ______ sintió las fuertes manos de Joseph sobre ella, ayudándola a salir de la bañera. Se quedó de pie sobre la alfombrilla, chorreando agua, todavía con los ojos cerrados, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

-Estás empapada - dijo Joe, aún en aquel tono tranquilizador, sedante- Vamos a quitarle esta ropa mojada….

-No -logró decir ______ con voz ahogada.

-No puedes dejártela puesta.

-Sí me la voy a dejar.

-¿Estás segura?

Ella asintió.

-Está bien. Sólo abre los ojos, cariño, y dime que podrás arreglártelas, y me iré a buscar ropa seca y te dejaré a solas. Pero antes quiero ver esos ojos.

______ tragó saliva y aspiró hondo dos veces para controlar las lágrimas. Cuando creyó poder dominar la situación, se obligó a sí misma a abrir los ojos y mirar a Joseph.

-Puedo hacerlo.

Joseph la observó con mirada penetrante ya continuación asintió brevemente con la cabeza.

-Voy por la ropa. Dime qué quieres ponerte.

______ intentó pensar, pero no le venía nada a la mente.

-Lo mismo me da. Cualquier cosa.

-Cualquier cosa. -Si por él fuera, le bastaría con unas bragas y el albornoz de algodón.

Mientras él aguardaba fuera, ______ se quitó la ropa mojada, se secó torpemente y después se vistió con lo que él le trajo. Se estaba frotando el pelo húmedo con una toalla cuando Joseph decidió que ya había disfrutado de bastante tiempo, y volvió a abrir la puerta.

-Dame, lo haré yo -le dijo, quitándole la toalla y bajando la tapa del inodoro para que se sentase. Ella se sentó, y Jod le fue secando cuidadosamente el exceso de humedad del cabello, luego cogió el peine y empezó a deshacer los enredos. ______ permaneció allí sentada igual que una niña, dejando que él la atendiese, y aquellas pequeñas atenciones le proporcionaron un placer que jamás había conocido. Entumecida, se dio cuenta de que lo que él había dicho era cierto: esta vez no estaba sola. Joseph estaba con ella. Había estado allí esa noche y todavía seguía allí, cuidando de ella, prestándole su fuerza cuando ella no tenía ninguna.

-¿Qué hora es? -preguntó ______ por fin. Algo trivial, pero las cosas pequeñas y sin importancia eran las anclas de la vida, las constantes que procuraban estabilidad.

-Casi la una. Tienes que comer; vamos a la cocina, y haré café y después te prepararé el desayuno.

______ recordó el café que Joseph le había dado a beber, y le dirigió una mirada horrorizada.

-El café puedo hacerlo yo.

Joe aceptó de buen grado el rechazo de su café, pues ya estaba acostumbrado.

______ estaba saliendo de aquello, ya podía decir lo que quería sobre su café. Estaba más despejada, aunque su rostro seguía sumamente pálido salvo por las ojeras, y tirante por la nerviosa.

Le rodeó la cintura con un brazo para sostenerla los dos se encaminaron lentamente hacia la cocina.

______ se apoyó contra el armario mientras hacía el café, luego sentó y observó cómo Joe preparaba con cierta competencia un desayuno a base de tostadas, tocino y un huevo revuelto. Comió un par de bocados del huevo y del tocino, y una tostada. Joseph se comió el resto.

Cuando se derrumbó, Joseph, sin decir palabra, la atrajo y la abrazó mientras ella lloraba.
Isi
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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 6 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Isi Dom 23 Dic 2012, 5:01 pm

Capítulo 11


Esa tarde, Nicholas llegó alrededor de las cuatro, al volante de una camioneta que había tomado prestada, con la puerta de repuesto cargada en la parte trasera. Joe se detuvo un instante a saborear la incongruencia que suponía ver a Nicholas conduciendo una camioneta, y después salió a ayudarle a descargar la puerta.

-¿De quién es esta camioneta? -le preguntó.

-Del marido de Freddie.

Cada uno agarró un lado de la puerta y la sacaron de la furgoneta. No tuvieron que preguntar si se había recibido algún parte; si fuera así, los dos estarían enterados. En la casa de al lado, Lou salió al porche a observarles con franco y suspicaz interés. Joe se tomó la molestia de saludarla con la mano. Ella le devolvió el saludo, pero frunciendo el ceño en gesto reprobatorio. No había duda de que lo primero que había hecho esa mañana había sido asomarse por la ventana y ver el coche de ______ frente a la casa; indiscutiblemente, Joe había ensuciado la inmaculada reputación de ______.

-¿ Una nueva amiga? -inquirió con delicadeza mientras trasladaban la puerta hasta el porche.

-Hum, no. –Nick se mostraba insólitamente reticente, y Joseph sospechó al momento. No era que Nicholas fuera de esa clase de tipos que regalaban a sus compañeros de comisaría con un relato pormenorizado de una noche «caliente», pero por lo general era lo bastante comunicativo para por lo menos dar el nombre de la chica.

-Creí que la cita se había anulado.

Nicholas se aclaró la garganta.

-Vino de todos modos.

-¿Hay algo que yo deba saber?

-No. Puede. Pero todavía no.

Joseph no había llegado a ser tan buen detective siendo idiota. Se preguntó por qué razón Nicholas creía necesario proteger la identidad de una mujer, y sólo se le ocurrieron dos posibilidades.

Una: la joven estaba casada. Pero Nick no era un cazador furtivo; para él,

las mujeres casadas quedaban fuera de límites.

Dos: la joven era policía. Eso tenía lógica; encajaba. Inmediatamente empezó a repasar nombres y caras, en un intento de hacerlas coincidir con la voz que había oído la noche anterior. Entonces todo encajó en su sitio, igual que tres cerezas en una máquina tragaperras. Cabello rubio ceniza sobriamente reprimido para embutirlo en una gorra de patrullero, rostro más bien austero, ojos serenos y de color castaño.

No hermosa pero sí profunda. No le gustaria ser el blanco de los estridentes cotilleos en los que se especializaban las salas de las comisarías, y no era una mujer con la que se pudiera jugar.

-Grace Roeg -dijo

-¡Maldita sea! –Nick dejó caer su lado de la puerta con un golpe y miró furioso a Joseph.

Joe depositó el suyo más suavemente.

-Soy muy bueno -dijo, encogiéndose de hombros- ¿Qué puedo decir?

-Nada. Haz el favor de no decir absolutamente nada.

-No hay problema, pero te estás metiendo en profundidades conmigo. Ya son dos los secretos que tengo que guardar.

-Dios. Está bien, si sientes la necesidad de contar algo y no puedes aguantar la presión, diles lo de la cerveza. Eso podré soportarlo. Pero deja a Grace al margen.

-Como he dicho, no hay problema. Me gusta esa mujer, es una buena policia. Yo tiraría de la manta en lo que se refiere a ti, pero a ella no la molestaría para nada. De todos modos, ojo con lo que haces, amigo. Puede que te veas metido en problemas serios. Tú eres de categoría superior a la de ella.

-No existe ningún problema de acoso sexual.

-Tal vez no a ti, o a ella, pero puede que las malas lenguas no lo vean así. -Aunque su preocupación era sincera, Joseph disfrutaba inmensamente. Nicholas estaba mirando furioso. Resultaba agradable vengarse de él, después del modo en que se había reído en silencio del encaprichamiento suyo con ______-.

-¿Cuánto tiempo dura esto?

-Apostaría a que no mucho; lo habría notado antes.

-Un par de días -respondió Nick de mal humor.

-Vas un poco deprisa, socio.

Nick izo ademán de ir a decir algo, pero cerró la boca y después musito:

-Yo no lo creo.

Joseph se echó a reír al oír el tono desvalido de Nicholas. Sabía exactamente cómo se sentía.

-Otro buen hombre que muerde el polvo.

-¡No! No va tan en serio.

-Sigue diciéndote eso a ti mismo, colega; Puede que eso evite que te entre el pánico cuando vayas de camino a la iglesia.

-Maldita sea, no es eso. Es...

-¿Sólo una aventura? -inquirió Joe con las cejas arqueadas-. ¿Un buen rato en la cama? ¿No significa nada?

Nick parecía acosado.

-No, es... Oh, mie&$a. Pero nada de campanas de boda. No quiero casarme. No tengo la menor intención de casarme.

-De acuerdo, te creo. Pero herirás mis sentimientos si no soy yo el padrino.

Sonriendo al oír el juramento de frustración de Nicholas, Joseph fue al interior de la casa a buscar un destornillador, y Nick le siguió. ______ estaba acurrucada en el sofá, dormida.

Joe se detuvo un instante para mirarla y remetió el ligero cobertor alrededor de los pies.

Parecía pequeña y pálida, totalmente indefensa, mientras su mente se recobraba de aquel devastador agotamiento.

Nick observaba el rostro de Joe , en lugar del de ______.

-Tú sí que estás colado, amigo -le dijo con suavidad.

-Sí -murmuró Joe-, así es.-Tan colado que jamás iba a recuperarse.

-Creía que sólo era un caso de atracción sexual, pero es más que eso.

-Eso me temo.

-¿No hay campanas de boda para ti?

-Puede. –Joe sonrió a medias -Ella sigue sin apreciarme demasiado, de modo que tendré que trabajarme el asunto. Y además tenemos un asesino que atrapar.

Continuó hasta la cocina, donde se puso a abrir todos los cajones en busca de un destornillador. Según su experiencia, en todas las cocinas había un cajón de utensilios varios, y aquel era el lugar más probable donde encontrar un destornillador ya que no se imaginaba a ______ teniendo una verdadera caja de herramientas.

Su cajón de utensilios varios, bendita fuera, estaba más ordenado que la cubertería de él, y allí estaba un juego de destornilladores, metido en su limpio estuche de plástico.

Se imaginó a ______ seleccionando detenidamente el más apropiado, usándolo, y luego volviendo a colocarlo en su sitio en el estuche con los demás, sin permitir que se salieran nunca del orden en que venían cuando los compró. Joe sacó el estuche entero, y también el pequeño martillo que había en el cajón.

______ se despertó cuando él utilizó el martillo para extraer la clavija de la segunda bisagra, se sentó en el sofá y se retiró la gruesa mata de pelo de la cara. Tenía los ojos hinchados, y su expresión recordaba todavía ese aire ausente que era una mezcla de fatiga y shock. Joe le dirigió una mirada valorativa y decidió dejarle un momento para sí misma. Ell, permaneció sentada en silencio, observando sólo con mediano interés cómo ellos retiraban la puerta destrozada y la sustituían por la nueva.

No fue hasta que terminaron cuando dijo en tono divertido:

-¿Por que me habeis cambiado la puerta?

-La otra estaba rota --explicó Joe brevemente mientras recogía las herramientas.

-¿Rota? –______ frunció el entrecejo--. ¿Cómo se ha roto?

-Yo le di una patada anoche.

______ se quedó muy quieta, reconstruyendo lentamente sus recuerdos, encajando los detalles.

-¿Después de que yo te lIamara?

-Sí.

Hubo otra pausa.

-Lo siento --dijo ______ por fin- No fue mi intención preocuparte.

«Preocupación» no era exactamente la palabra que Joseph hubiera utilizado para describirlo. Había experimentado un pánico que le retorció las entrañas.

-¿Te acuerdas de mi compañero, Nicholas Trammell?

-Sí. Hola, detective. Gracias por ayudar a cambiarme la puerta.

-Ha sido un placer. -La voz de Nick era más gentil de lo normal. Era obvio que ______ aún luchaba por ordenar sus ideas.

-¿Habéis tenido ya alguna noticia? -les preguntó.

Nicholas y él intercambiaron una mirada rápida.

-No -dijo Joseph por fin.

Los ojos de ______ adquirieron una expresión lejana.

-Está tendida en el suelo. Su familia no lo sabe, ni tampoco sus amigos. Siguen su vida normal, felizmente y sin saber nada, y ella está allí en el suelo, esperando a que la encuentren. ¿Por qué no va o llama alguien, sólo para confirmarlo?

Joe se sintió incómodo, igual que Nick, que cambió de postura, nervioso. Ellos eran más objetivos en cuanto a los cadáveres, sobre todo cadáveres que ni siquiera existían.

Habían visto tantos que ya se habían endurecido, y por lo general pensaban en los cadáveres como víctimas, no como personas. La posibilidad de que existiera otra víctima de asesinato les tenía preocupados a ambos, pues implicaba que había un asesino en serie que andaba suelto por Orlando.

Sin embargo, para ______ era algo personal; ella no tenía aquel muro interior para protegerla.

-No hay nada que nosotros podamos hacer -dijo--. A menos que nos proporciones un nombre o un lugar, no tenemos nada con que seguir, ningún sitio donde mirar. Si ha ocurrido, alguien terminará encontrándola. Lo único que podemos hacer es esperar.

La sonrisa de ______ era amarga, no era verdaderamente una sonrisa.

-Ha ocurrido. No hay ninguna otra posibilidad.

Joseph se sentó a su lado. Nicholas acercó una silla

-¿Recuerdas algún detalle, algo que no me hayas contado anoche? No sobre el asesinato en sí, sino sobre el lugar. ¿Ves algo que pudiera darnos una pista? ¿Es una casa o un apartamento?

-Una casa -respondió ______ instantáneamente.

-¿Una casa de aspecto agradable, o una chabola?

-Muy arreglada, buenos muebles. Con una de esas televisiones grandes sobre un pedestal.–______ frunció el ceño y se froto la frente como si le doliera la cabeza. Joe aguardó-. Ciprés.

-¿Ciprés? ¿ Hay un ciprés enfrente, un parque con ciprés, qué?

-No lo sé. En realidad yo no lo vi. Simplemente el pensó.

-Eso ayuda mucho -musitó Joseph.

-¿Y qué esperabas ? -soltó ______-. ¿Que él pensase: «Voy a entrar en esta casa de tal, número de tal calle donde voy a violar y matar a Fulanita de Tal»? Nadie piensa de esamanera, todo es más automático y subconsciente. Y no yo soy en absoluto telepática.

-¿Entonces como captaste lo del ciprés?

-No lo sé. Ha sido sólo una impresión. Ese tipo es un emisor increíblemente intenso –dijo ______, en un intento de explicarse--. Es como una emisora de radio superpotente que anula todas las demás señales.

-¿Puedes captarle ahora? -intervino Nick con los ojos brillantes de interés.

-Ahora no puedo captar nada, estoy ,demasiado cansada. Y probablemente él no esté emitiendo.

-Explícate -dijo Joseph brevemente.

______ le miró y a continuación desvió el rostro. Joseph tenía la atención tan concentrada en ella que casi no podía soportarlo, porque su atracción era muy fuerte y tenía miedo de ceder.

-Su intensidad mental aumenta a medida que se va acercando al crimen. Probablemente no puede mantener ese nivel de rabia durante mucho tiempo; de ser así no podría hacer nada que se pareciese a la normalidad. De modo que el único momento en que su energía mental es lo bastante fuerte para que yo la perciba es justo antes y durante el acto del crimen, cuando está en su punto más alto. Poco después de eso, le pierdo; ni siquiera sé cómo abandona la escena del crimen.

-Eso explica lo de los dedos -dijo Joe a Nick, el cual asintió a su vez.

-¿Los dedos?

-¿Le arañó la señora Vinick en algún momento? -preguntó Joe, haciendo caso omiso de la pregunta.

______ puso los ojos en blanco al tiempo que se volcaba hacia dentro de sí.

-No estoy segura. Intentó luchar y le dio manotazos. Es posible, pero no creo que él notase si lo hizo.

Hasta después, pensó Joseph. Aquélla era la razón por la que ______ no sabía nada de los dedos de la señora Vinick. El asesino se lo había tomado todo con mucha calma porque no se dio cuenta de los arañazos hasta que se le enfrió el ansia de matar. El hecho de que los dedos de la víctima hubieran sido cortados era uno de los detalles que no habían salido en la prensa, y él no tenía la intención de decírselo a ______. Ya había soportado bastante, ya tenía suficientes detalles macabros como para dar pie a cientos de pesadillas; él no iba a añadir leña al fuego.

-Has dicho que captaste una impresión de él la otra noche.

-No fue una imagen clara; en realidad no fue una imagen. Fue tan sólo una sensación de maldad, de amenaza. Probablemente el asesino estaba acechando a su víctima -dijo ______ con voz cada vez más débil, conforme se iba dando cuenta de que aquello era exactamente lo que había hecho el asesino. Había controlado la rabia, pero el odio y el desprecio habían logrado filtrarse al exterior, y ella los había percibido.

Empezaba a sentirse de nuevo muy cansada, y los párpados se le cerraban. Deseaba acurrucarse y dormir, que Joseph la dejase en paz; quería perderse en el refugio de sus brazos; quería todo y nada, y estaba demasiado cansada para decidirse.

Pero en ese momento sintió sobre sí las manos de Joseph, fuertes y seguras, dándole la vuelta para recostarla, y notó cómo le colocaba encima otra vez la ligera manta.

-Duerme -le dijo con una voz grave e inmensamente tranquilizadora-. No voy a marcharme.

______ aspiró hondo una sola vez y cayó en un profundo sueño. Nick la observó con una expresión grave en su rostro moreno y delgado.

-Está desvalida -dijo--. ¿Es así todas las veces?

-Sí. Ahora ya se ha recuperado un poco. Fue mucho peor anoche, y esta mañana temprano.

-En ese caso, espero que el asesino no se entere nunca de que existe; es completamente vulnerable a él. Si su energía mental es tan fuerte que puede bloquear la de ella incluso de lejos, imagínate lo que podría hacerle si ella fuera su pretendida víctima. Le caería encima y ella no podría defenderse de ninguna forma.

-No tendrá oportunidad de llegar a ella -dijo Joseph, y en el tono severo de su voz había una promesa. Fuera como fuera, él mantendría a ______ a salvo-. ¿Has hablado con Kevin?

-No le ha hecho mucha gracia la posibilidad de que se trate de un asesino en serie, así que ha dicho que seamos discretos y no se lo mencionemos a nadie más hasta que, si es el caso, descubramos que realmente ha tenido lugar otro asesinato. Pero también se ha mostrado encantado como un chiquillo con la idea de trabajar con ______, porque después de todo la idea fue suya. Te lo juro, hay veces que me pregunto si no habrá algo extraño en el agua de California.

-No te rías -aconsejó Joe-. En este momento nosotros mismos estamos metidos en esto hasta el cuello.

-Ya, pero no damos saltos de alegría.

-Kevin es un buen tipo; un poco raro, pero legal. Los he visto peores.

-Y que lo digas.

Joe paseó la mirada por el rostro dormido de ______, y sus cejas se juntaron en un frunce.

-Ciprés -dijo.

Nicholas supo enseguida lo que estaba pensando.

-Se te ha ocurrido algo.

-Tal vez. Eso es lo único que ha dicho. Ciprés. No ha dicho que se trate de un ciprés en concreto; eso es sólo la asociación que he hecho yo.

-Ciprés, ciprés - murmuró Nick. Se miraron el uno al otro, dos mentes trabajando a toda velocidad por el mismo camino--. Puede que sea la..

-La dirección -terminó Joseph, que ya se había puesto en pie Voy por el mapa. -Al igual que todos los policías, llevaba un mapa en el coche.

Un minuto después ambos estaban inclinados sobre el mapa abierto encima de la mesa de la cocina. Joseph recorrió con el dedo la lista alfabética de calles.

-¡Mierda! ¿Es que a los urbanistas no se les ocurre otra palabra que usar? Avenida del Ciprés, calle del Ciprés, travesía del Ciprés…

-Es peor aún --dijo Nick mientras examinaba las otras listas-. Fíjate en esto Bulevar del Viejo Ciprés, Avenida del Ciprés Retorcido. ¿Y no te aparece ahí un edificio de pisos denominado Colina del Ciprés?

-Joseph plegó el mapa con disgusto--. No hay forma de saber cuántas calles llevan ese nombre. Esto es un callejón sin salida. No podemos ir llamando a todas las puertas de cada calle, buscando cadáveres. ¿Qué haríamos si ninguna respondiera al timbre? ¿Entrar por la fuerza?

Nick se encogió de hombros.

-Tú lo has hecho dos veces en menos de veinticuatro horas.

-Sí, bueno, había circunstancias atenuantes.

-Pero tienes razón. Estamos atascados. Puede que estemos bastante seguros de que ______ no miente, pero Kevin no autorizaría una búsqueda así. La gente se pondría a llamar a casa del alcalde, gritando que Orlando no es un estado policial y que no tenemos derecho a entrar de esa forma en sus hogares. y tendrían razón. No podemos hacer tal cosa.

-Así que otra vez a esperar.

-Eso parece.

No merecía la pena preocuparse de algo que ellos no podían cambiar. Joe se permitió tener un momento de frustración y acto seguido cambió de tema.

-¿Te importaría ir a mi casa y traerme algo de ropa? y también las cosas de afeitarme. Esta mañana tuve que utilizar la cuchilla de ______.

-Ya me he dado cuenta -dijo Nick, observando el corte que lucía Joe en la mejilla-. Claro, no hay problema. -Consultó su reloj-. Tengo tiempo. Esta noche tengo una cita, pero estaré cerca de un teléfono.

-¿Es Grace ? -preguntó Joe, socarrón.

Nick frunció el ceño.

-Sí, voy a ver a Grace . ¿Qué pasa?

-Nada, sólo preguntaba.

-Entonces deja de sonreír igual que un idiota.

Se marchó, y en menos de una hora regresó con la ropa y los utensilios de afeitar de Joe.

-Tu ropero es muy limitado -se quejó, al tiempo que dejaba la ropa sobre una silla. Echó una mirada a ______, que seguía durmiendo--. A lo mejor ella puede hacer algo al respecto.

-A lo mejor -repuso Joe-. ¿Qué tiene de malo mi ropa? -preguntó inocentemente. Si había algo que con toda seguridad podía hacer que Nicholas le echara una bronca, era aquella pregunta.

-Querrás decir qué tiene de bueno -resopló Nick-. Tienes básicamente vaqueros, y muy viejos. Tienes un solo traje, y parece que lo hubieras comprado en la tienda de las monjitas de la caridad. Un surtido de pantalones y prendas de sport, que no hacen juego en ningún caso, y la colección de corbatas más horrible que he visto en mi vida. ¿De verdad te has comprado todo eso? ¿Pagaste dinero por ello?

-Pues sí. Nadie regala ropa, sabes.

-¡Deberían haberte pagado para que los libraras de ella!

Joseph ocultó su sonrisa mientras recogía la ropa y la llevaba al dormitorio de ______, donde la colgó en el armario, el pulcro y ordenado armario. Su ropa colgada de cualquier modo parecía estar fuera de lugar allí, pero dio un paso atrás y admiró su obra por espacio de unos segundos. Le gustó la idea de ver su ropa en el armario de ______, o la ropa de ella en el suyo. Meditó sobre esa posibilidad durante unos instantes. Tendría que despejar su armario para que ______ pudiera o quisiera meter algo suyo en él.

Nicholas se fue, y Joseph estuvo un rato viendo la televisión. No consiguió encontrar un partido de béisbol, así que se conformó con unas finales de baloncesto. Mantuvo el volumen bajo, y ______ durmió sin perturbaciones.

Había hecho montones de vigilancias, había pasado mucho tiempo esperando. Durante las vigilancias, el aburrimiento y la necesidad de orinar eran los dos problemas más importantes.

Esto le recordaba una vigilancia, porque la espera parecía interminable, pero era algo diferente. No estaban aguardando para cazar a un delincuente ni para impedir un crimen; el crimen ya había sido cometido, sólo que no sabían dónde ni contra quién. Estaban esperando que apareciera una víctima, esperando que la sospecha y la preocupación hicieran que alguien acudiera a una tranquila casa situada en alguna parte de la ciudad a ver qué le pasaba a su amiga, vecina o pariente. Entonces terminaría la espera.

-Estás pensando en ello, ¿verdad?

La voz de ______ le sobresaltó. Joe giró rápidamente la cabeza para mirarla, y vio que había vuelto a sentarse y le miraba con ojos sombríos. Se dio cuenta de que llevaba un rato viendo la televisión con mirada vacía, porque eran casi las ocho.

-No es algo que uno pueda quitarse de la cabeza -dijo.

-En efecto, no lo es. -Para ella menos que para nadie.

Joseph se levantó y apagó la televisión.

-¿Qué tal si pedimos una pizza? ¿Tienes hambre?

______ reflexionó un momento.

-Un poco.

-Bien, porque yo estoy que me muero. ¿Cómo te gusta? ¿Con todo?

-Sí. –______ bostezó-. Llama, yo voy a darme una ducha mientras esperamos. A lo mejor eso me despeja.

-Esta vez desnúdate antes -aconsejó Joe, y ella sonrió a medias.

-Lo haré.


El agua le sentó bien, se llevó todas las telarañas mentales y la sensación de haber estado sucia, manchada de algún modo por la maldad que había presenciado. Se sintió tentada de quedarse un rato bajo el chorro de agua fresca, pero pensó en la pizza y se obligó a sí misma a enjabonarse deprisa el cuerpo y la cabeza. Después de secarse el pelo con el secador para que tuviera un mínimo orden, pensó en qué ponerse, pero se conformó con la ligera bata que le había escogido Joe.

Salió del cuarto de baño y se detuvo de pronto contemplando fijamente la cama deshecha.

Si hubiera estado más despierta, lo habría notado antes. El hecho de que su cama estuviera deshecha era bastante insólito, pero lo que la dejó paralizada fue el ver los dos huecos gemelos en las almohadas, que indicaban que allí habían dormido dos personas. Entonces comprendió de pronto, como en una llamarada.

Joseph había dormido con ella, en su cama.

Había aceptado dócilmente su presencia durante todo el día, sabiendo que había hablado con él la noche anterior, pero no se había preguntado por su paradero durante las horas quehabía estado en blanco.

Ahora lo supo; Joseph había estado allí, en la cama con ella.

La invadió una oleada de calor sensual y cerró los ojos, estremecida por la deliciosa sensación. El corazón le latió con fuerza, los pechos se le pusieron tensos, y experimentó una sensación de flojera en las ingles que hizo que se le doblaran las rodillas.

Deseo.

Quedó atónita al sentir su presencia, su fuerza. En vez de escandalizarse por el hecho de que Joseph se hubiera aprovechado de la situación, se sentía excitada ante la idea de que él hubiera dormido a su lado.

Había sido tan delicado al cuidarla, aquella fuerza de hierro y aquella fiereza habían estado tan controladas que ______ sólo sintió la protección que él le ofrecía.

Le peinó el pelo, le dio de comer la abrazó mientras lloraba, y sobre todo, le había dado el consuelo de su presencia.

Esta vez no había estado sola, aunque de un modo u otro siempre lo había estado antes, incluso cuando estaba en el instituto con el doctor Evans. El médico y los demas siempre le habían mantenido a distancia; la intimidad mental le resultaba tan difícil de tener que ellos se habían salido de su norma habitual para dejar que se recuperase a su modo, a su propio ritmo.

Hasta ahora no se había dado cuenta de lo sola y atemorizada que había estado.

Joe llamó suavemente a la puerta y la abrió sin esperar respuesta.

-Ya ha llegado la pizza.

Como siempre, el impacto de su presencia fue como un puñetazo Era tan grande y tosco, exudaba una vitalidad tan masculina que la hacía temblar. Por primera vez empezó a pensar que tal vez fuera posible que el legado de terror de Arno Glenn podía estar perdiendo su poder sobre ella, Gleen era un hijo de pu*a enfermo y sádico; Joe, era un puro macho, nítido, demasiado intenso y serio para la vida que le rodeaba como para poder resultar cómodo del todo, pero una mujer siempre se sentiría segura con él, dentro y fuera de la cama.

Joseph entrecerró los ojos

-¿Te encuentras bien? -Llegó hasta ella en dos largas zancadas le deslizó un brazo alrededor de la cintura y la atrajo hacia sí para que se apoyara.

-Sí -contestó _____, sin pensar en ello, y alzó una mano hasta la nuca de él.

Joe, no dudó, no le dio tiempo de pensar. ______ no estaba segura de que le estuviese invitando, pero él aceptó antes de que ella pudiera decidirlo Esa vez no hubo nada de cuidadosa contención; Joseph puso su boca sobre la de ella con hambre, una hambre tan intensa y voraz que la dejó estupefacta.

Le tomó la barbilla con la mano libre y la sujetó, y después introdujo la lengua mas profundamente en su boca, hasta tocar la lengua de ella con descarada exigencia. ______ se dejó caer hacia él, asustada y tentada a la vez, y Joseph la estrechó contra su duro cuerpo. Su erección le presionó ligeramente el vientre. Nunca había sido deseada de aquella forma, tan rápidamente, con tanta violencia. No tenía experiencia en hombres como Joseph Jonas ni en las sensaciones que éste podía provocarle. Pero, de pronto, el contacto con aquel potente cuerpo era lo único que deseaba.

Le rodeó el cuello con ambos brazos y se movió contra él, en un intento de acercarse más. Joseph la abrasaba con la fuerza de sus besos, y deseó más. Sentía una dolorosa tensión en la parte baja del cuerpo, cada vez más húmeda y anhelante.

Joseph le apoyó una mano en el pecho, y a ______ se le bloqueó la respiración en la garganta.

El dedo pulgar de Joseph empezó a girar en torno a su pezón; al principio fue una sensación curiosa, como un leve hormigueo provocado por un sinfín de agujas, pero de repente se intensificó y se convirtió en algo muy intenso que saltó del pezón a la ingle. Gimió en voz alta, asustada por el modo en que su cuerpo había perdido tan fácilmente el control.

Joseph alzó la cabeza. Su rostro mostraba una expresión dura, depredadora, la leve crueldad de la excitación, y sus labios estaban húmedos debido a los besos. No apartó la mano del pecho de ______, sólo separada por la ligerísima tela de algodón. Tenía la respiración agitada, y Marlie notó el fuerte latido de su corazón contra sí.

-¿Pizza o cama? -preguntó Joseph. Su tono fue tan gutural que ______ apenas pudo oírlo-. Si prefieres pizza, más vale que lo digas en este preciso momento.

______ quería decir «cama», lo deseaba mucho. Nunca había sentido el deseo, y la atracción que le provocaba era casi irresistible. Quería olvidar la razón por la que Joseph estaba allí, los asesinatos que había visto, y simplemente entregarse a lo físico. Nunca había podido hacerlo, y quizá no pudiera ahora, pero por primera vez parecía posible.

-P-pizza -articuló, y cerró los ojos mientras luchaba por recobrar el control. Luego sintió que la invadía la consternación por su propia cobardía.

Notó que él se contenía y que aspiraba profundamente.

-Pizza, entonces.

La soltó lentamente y dio un paso atrás. Una enorme protuberancia en sus pantalones indicaba cuán difícil le había resultado parar. La mayoría de los hombres ni siquiera le habrían dado a escoger.

Esbozó una sonrisa irónica y torcida que iluminó sus toscas facciones.

-Supongo que estaba yendo demasiado rápido para ti. Lo siento. Es que tengo un disparador muy sensible en lo que a ti concierne, y no me estoy refiriendo a armas de fuego.

______ le miró fijamente, con un nudo en la garganta y otro enorme en el pecho. Se sentía mareada por la impresión. Oh, Dios. Se había sentido atraída hacia él desde el principio, había reconocido ese hecho y había luchado contra él, pero con aquella sonrisa se precipitó impotente por el precipicio. Había amado, pero nunca se había enamorado, y la fuerza de aquel sentimiento estuvo a punto de hacer verdaderamente que se desmayara. Insegura, extendió una mano en busca de apoyo, y allí estaba él, sólido y vital, y tan caliente que casi se derritió. La rodeaba con su brazo, y ella apoyó la cabeza en su pecho.

-Shhh, tranquila -la arrulló él-. No era mi intención asustarte. Lo siento.

-No -consiguió articular ______, alarmada por el hecho de que él pensara que le había recordado a Gleen. No había sido así; lo esperaba, pero simplemente no sucedió. Siempre había supuesto que el miedo al sexo sería una constante en su vida, y ahora que no se había materializado, se sentía extrañamente a la deriva y falta de equilibrio-. No eres tú, por un instante me he sentido mareada. -De algún modo consiguió esbozar una sonrisa, y fue una de verdad a pesar de resultar temblorosa-. A lo mejor es que tus besos son más potentes de lo que pensabas.

-¿Tú crees? -Su voz le tronó en el oído-. Tendremos que experimentar, ¿no? Después de la pizza.

La acompañó hasta la sala de estar y la guió hacia el sofá.

-Tú siéntate, yo me encargo de las bebidas. ¿Quieres un plato?

-Bueno... sí. Claro.

Joseph rió.

-Debe de ser típico de mujeres.

-Y además una servilleta -dijo ______, educada-. Para no tener que chuparme los dedos.

Él le hizo un guiño.

-Estaré encantado de chuparte los dedos.

______ respondió con un escalofrío y se sentó, aturdida y obediente, mientras él trasteaba en la cocina. Parecía manejarse muy bien por la casa. ¿Cómo había ocurrido aquello?.

Estaba maravillada por la velocidad y el ímpetu con que había sucedido todo. En menos de veinticuatro horas él se había adueñado de la situación; había pasado la noche con ella, al parecer se había mudado a vivir allí, y con una sonrisa la había hecho enamorarse de él.

Aquello era un equipo de operaciones especiales de un solo hombre, que lograba vencer las defensas de ella sin ningún esfuerzo.

Dane regresó en pocos minutos con los refrescos fríos, un plato y un tenedor para ella y un par de servilletas. Tomó asiento a su lado en el sofá, encendió la televisión, buscó un canal de deportes y emitió un gruñido de satisfacción cuando la pantalla se llenó con un partido de béisbol. Le sirvió a ______ un trozo de pizza, se puso uno para él y se recostó con obvio deleite.

______ le miró asombrada. ¿Aquello era en lo que se había metido? No sabía si reír o llorar. Por fin se limitó a concentrarse en la pizza, sentada encogida junto a Joseph en el sofá, divertida por el hecho de verse tan contenta sólo con estar cerca de él y observar su cara mientras veía el partido.

A veces su tamaño la abrumaba y otras veces se sentía reconfortada por él, pero aquélla era la primera vez que había tenido la oportunidad de simplemente sentarse a estudiarle.

Decididamente, era un hombre grande, incluso más grande de lo que ella había creído, por lo menos mediría uno ochenta y cinco y pesaría más de noventa kilos. Los pies que estaban instalados en su mesa de centro tenían que ser de la talla cuarenta y tres o más. Tenía unos hombros tan anchos que ocupaba casi la mitad del sofá; los brazos eran gruesos y duros, modelados por varias capas de pétreos músculos. Su pecho, lo sabía, era duro como una roca, igual que su abdomen. Sus largas piernas, estiradas frente a sí, parecían troncos de árbol.

Su cabello era más oscuro que el de ella, casi negro. Se fijó en la aleta de la nariz y en el brutal perfilado de los pómulos, y se preguntó si tendría algún indio americano en su ascendencia familiar. Tenía una barba cerrada; evidentemente, se había afeitado esa mañana, pues mostraba un corte que parecía reciente, pero ya se le notaba de nuevo el pelo incipiente que le oscurecía la mandíbula.

Joseph se inclinó hacia delante para coger otro trozo de pizza, y ______ concentró la mirada en sus manos. Como todo lo demás en él, eran muy grandes, fácilmente el doble de grandes que las suyas. Pero no eran dos jamones; aunque poderosas, eran esbeltas y bien formadas, con uñas cortas y limpias. Se sentía a salvo con aquellas manos sobre ella; no a salvo de él, sino de todo lo demás. No quería estar a salvo de él. Había perdido el corazón unos quince minutos antes, y todavía no se había recuperado de la impresión.

Era un policía, un hombre que se ganaba la vida con la violencia. No cometía él esa violencia, por regla general, pero tenía que limpiar después de haberse cometido, estaba constantemente rodeado por ella. Junto a la mano derecha llevaba una gran pistola automática.

En algún momento a lo largo del día se había dado cuenta de la existencia del arma, y ahora comprendió que Joseph nunca la tenía muy lejos de su costado. Sobre el respaldo del sofá descansaba una sobaquera, al lado de Joseph.

En el dorso de la mano derecha vio una cicatriz. Alcanzó a vislumbrarla cuando él se inclinó para coger una tercera porción de pizza, y se quedó petrificada al comprender.

-Esa cicatriz que tienes en la mano -le dijo--. ¿Cómo te le has hecho? Parece una herida de cuchillo.

Joseph dio vuelta a la mano para mirársela, luego se encogió de hombros y volvió a fijar la atención en el televisor.

-Y lo es. Un encuentro cercano en una situación difícil, cuando todavía trabajaba patrullando.

-Tiene mal aspecto.

-No fue nada divertido, pero tampoco resultó grave. Fue un corte superficial, no alcanzó ningún tendón. Unos cuantos puntos y la mano me quedó como nueva.

-Gleen me hirió a mí -dijo ______. No supo por qué lo dijo; no tenía intención de hacerlo.

Joseph volvió la cabeza de pronto, toda afabilidad esfumada como si nunca hubiera existido, y con una expresión en sus ojos avellana que daba miedo

-¿Qué? -preguntó con suavidad, al tiempo que dejaba la pizza. Accionó el control remoto y la pantalla de la televisión quedó vacía-. El profesor no me dijo nada de eso.

______ dejó el plato a un lado y se acercó más las rodillas al pecho.

-No fueron cortes graves, sólo ligeros rasguños. Estaba jugando conmigo, intentando que me derrumbara a causa del dolor y del miedo. Y lo consiguió; era lo que necesitaba. No intentaba matarme, por lo menos no en aquel momento. Quería mantenerme viva para poder jugar conmigo. Por supuesto, me habría matado más tarde si no hubiera llegado el sheriff.

-Déjame verlo.

Aquellas palabras sonaron como un suave gruñido, Joseph ya estaba extendiendo las manos hacia ella, obligándola a salir de su postura encogida, abriendo la bata ______ luchó un instante por conservar el control de la bata, pero él ya la había abierto y estaba mirando su cuerpo, desnudo excepto por unas minúsculas braguitas.

Las cicatrices de seis años, no la desfiguraban. Probablemente, si se les daba tiempo, acabarían por desaparecer definitivamente. ______ nunca se había preocupado de ellas porque eran muy poco importantes en comparación con todo lo demás y de cualquier modo nunca había sido vanidosa. Eran simplements unas rayas finas de color claro, en número de cinco, una en la curva interior del pecho derecho y el resto en el abdomen Habrían sido más, pero Gleen había perdido rápidamente el control al ver que aquella táctica no funcionaba, y degeneró en la fuerza bruta de sus puños para provocar la reacción que buscaba.

______ se estremeció y un intenso rubor tiñó sus mejillas mientras Joseph la examinaba lentamente. Se daba perfecta cuenta de su desnudez, de un modo que no había experimentado nunca. Joseph tenía la boca cerrada en una expresión grave mientras recorría la cicatriz de su pecho con la punta del dedo, en un contacto ligero como un suspiro. El pezón se le puso tenso, aunque él ni siquiera lo había tocado. Oyó su propia respiración áspera a medida que Joseph iba tocando cada una de las cicatrices. Él también temblaba, y de pronto ______ se dio cuenta de que era de pura rabia, rabia contra un hombre que para siempre estaría ya fuera de su alcance.

Le puso una mano sobre la cabeza y le pasó los dedos por el pelo, cálido y tupido.

-No tienen importancia -dijo, olvidando su vergüenza- De todo lo que hizo Gleen, estos pequeños cortes no fueron nada.

-No son los cortes -La voz de Joseph estaba enronquecida por la rabia Atrajo a ______ a sus brazos y le acunó la cabeza contra e1 hombro- Es el hecho de saber lo que tuviste que pasar, lo aterrorizada que estabas. No sabías que él no iba a matarte,

-No, esperaba morir. En cierto modo, eso habría sido más fácil.
Isi
Isi


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