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Premonición mortal (Joe y tu)

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Mensaje por Isi Dom 14 Oct 2012, 2:36 pm

Capítulo 4

-¡Maldita sea, Jonas! –Kevin le dirigió una mirada furibunda-. ¿Tenías que ser tan gilipollas? Esa mujer ha venido aquí con la intención de ayudar, por Dios! Nos ha proporcionado una información asombrosa. ..

-De asombrosa, nada -le interrumpió Joseph, sintiendo todavía los efectos de la rabia que bullía en su interior, aunque ahora por lo menos la mitad iba dirigida contra él mismo-. Si no lo hizo ella, estuvo allí cuando sucedió. O lo hizo, o es un cómplice, y nos está desafiando a que la pillemos en una trampa contándonos esa absurda historia de videntes.

-Ella sabe detalles que nadie más que el asesino, o asesinos, podría saber -dijo Nick lacónicamente-. mierda, todos conocemos la basura que esos supuestos videntes describen en sus supuestas visiones. «Siento una impresión de la letra c» -imitó-. «Tiene algo que ver con la letra C, y está mojado... Sí, decididamente siento una sensación de humedad. El cadáver está cerca del agua».

-Lo cual reduce la búsqueda a todo el jodido estado -terminó Joseph-. Lo que ha descrito esa mujer no es la visión de un vidente, sino la declaración de un testigo. Estaba allí cuando sucedió, y para mí acaba de ponerse la primera de la lista.

-Ella no puede haberlo hecho -protestó Kevin débilmente, con clara desilusión.

-Sola no -concordó Joseph-. No habría tenido la fuerza suficiente.

-Está claro que debemos investigar a esta mujer -terció Trammell.

El teniente suspiró.

-Ya sé que pensáis que ha sido una idea tonta, pero los videntes realmente han sido de gran ayuda en algunos casos en los que he intervenido.

Joseph soltó un resoplido.

-Por lo que a mí respecta, un vidente no es más que un psicótico.

-Está bien, está bien. –Kevin todavía parecía descontento, pero les hizo un gesto con la mano para que se fueran-. Id a ver qué lográis averiguar acerca de ella.

Regresaron a sus mesas, Nick detrás de Joseph.

-¿Qué demonios te ocurre? -murmuró contra la espalda de Joe.

-¿A qué te refieres? ¿Acaso crees que debería haber fingido que la creía?

-No, me refiero a que la minga se te ha puesto tiesa como una porra, y estabas tan cerca que a punto has estado de pincharla con ella en la barriga -contestó Trammell.

Joseph se volvió y miró furioso a su compañero, pero no se le ocurrió ninguna excusa que dar. No sabía qué había sucedido, sólo que a partir del momento en que ella le miró con aquellos ojos azul oscuro, tuvo una erección tan intensa que ni un gato podría arañarla.

Todavía notaba los efectos.

-Diablos, no sé - dijo por fin.

-Amigo, si estás tan cachondo, más vale que te rasques lo que te pica antes de volver a encontrarte con ella. O se le da muy bien manejar un cuchillo, o está liada con alguien que lo maneja bien. Si yo fuera tú, no me gustaría que ninguna parte de mí cuerpo sobresaliera para llamarle la atención.

-Deja de preocuparte por mi vida sexual -le aconsejó Joseph en tono severo-. Tenemos que averiguar lo que podamos acerca de esa ______ Keen.

***

Nunca la habían puesto tan furiosa. ______ estaba acostumbrada a encontrarse con una mezcla de incredulidad y burla, pero siempre había sentido una necesidad casi desesperada de conseguir que la gente le creyera, de convencerles de que podía ser de ayuda, de que lo que afirmaba era cierto. Pero no experimentó esa necesidad en lo que al detective Jonas se refería. No le importaba un comino lo que pensara aquel neanderthal, suponiendo que fuera capaz de realizar un proceso mental tan avanzado.

A lo mejor era porque había tenido mucho miedo de acudir a la policía, siendo plenamente consciente del grado en que aquel paso iba a alterar su vida cuidadosamente construida. A lo mejor era simplemente que había cambiado. Pero cuando él se puso tan insultantemente despectivo, no sintió otra cosa que cólera. Desde luego, no iba a quedarse allí a rogarle que la creyera; ya llegaba tarde al trabajo, maldita sea, y aunque había llamado, la fastidiaba haberse tomado tantas molestias para nada. Se había sometido a la dura prueba de contar lo que había visto, ¡Y aquel idiota había dicho que era un montón de mierda!

Sus movimientos fueron bruscos mientras lidiaba con el intenso tráfico, Y sólo a base de fuerza de voluntad consiguió calmarse antes de provocar un accidente. Ya se había enfrentado a idiotas como aquél, muchas veces; no era nada nuevo, excepto por la manera en que se había acercado a ella, tratando de intimidarla con su tamaño. Tuvo que buscar fuerzas para enfrentarse a él, para permitirle acercarse tanto. Él había usado la masculinidad como arma, sabedor de que cualquier mujer se sentiría amenazada por un hombre extraño que se irguiese así sobre ella, sobre todo uno que pareciese estar hecho de madera y comer clavos para desayunar. Dentro del estereotipo de poli bueno/poli malo, su aspecto le clasificaría automáticamente como poli malo. Nadie en su sano juicio esperaría benevolencia o consideración de un hombre así.

Casi la invadió el pánico cuando él se le acercó de aquel modo. En su mente, aún percibía el calor generado por su cuerpo, que se había adueñado del estrecho espacio que había entre ambos. Furiosa, se preguntó si habría hecho eso mismo si ella fuera un hombre; su instinto le decía que no. Aquélla era una táctica que utilizaban los hombres sólo con las mujeres, la amenaza del contacto. No dejaba de resultar curioso que algo tan simple, tan básico, pudiera ser también tan aterrador.

Se estremeció. No podría haber soportado que él la tocara; habría saltado como una cobarde total.

Como era tan tarde, fue difícil encontrar aparcamiento junto al banco en el que trabajaba.

Tuvo que dar tres vueltas a la manzana hasta que un cliente que se iba dejó un espacio del que consiguió apoderarse antes de que lo hiciera otro. Luego permaneció varios minutos sentada en el coche, respirando hondo y procurando calmarse un poco. Contempló el edificio del banco y encontró consuelo en su solidez. Su trabajo en contabilidad era agradable, seguro, desapasionado; lo había elegido a propósito cuando se trasladó allí. Los números la bombardeaban con ideas y sensaciones, no le pedían nada; sus cualidades no variaban nunca, un cero era siempre un cero. Lo único que tenía que hacer era alinearlos en columnas, meterlos en un ordenador y llevar la cuenta del debe y el haber. Los números eran siempre limpios, nunca se ensuciaban como los seres humanos.

Y resultaba agradable apoyarse en algo, aun cuando sabía que no tenía necesidad de hacerlo. La pequeña casa que había convertido en su hogar la había comprado para siempre, cuando decidió que quería vivir en Florida, lejos de Washington, en la otra punta del país. El doctor Evans habría dispuesto lo necesario para que recibiera un cheque todos los meses, si ella hubiera querido; pero no quiso, pues finalmente prefirió ser independiente, sin todos los sistemas de apoyo de la Asociación. Incluso ahora, lo único que tenía que hacer era coger el teléfono y decir al doctor Evans que necesitaba ayuda, y se la enviarían. Aunque no había sido culpa de él, ni de nadie, el doctor Evans seguía sintiéndose culpable de lo que había sucedido seis años antes.

Suspiró. Le pagaban por horas; cada minuto que pasara allí sentada le sería deducido de su paga. Resuelta, se sacó de la cabeza al detective Jonas y salió del coche.

* * *
-Eh, muñeca, ¿has encontrado ya algo interesante? -La detective Fredericka Brown, que respondía sólo al nombre de -«Freddie», dio unos golpecitos en la cabeza a Joseph al pasar por detrás de su silla. Era una mujer alta, larguirucha y encantadoramente corriente, con una expresión habitualmente alegre y divertida que invitaba a sonreír. En general, para una mujer era duro ser policía, y concretamente detective, pero Freddie había encajado bien. Estaba felizmente casada con un entrenador de fútbol de instituto, enorme, que parecía estar dispuesto a descuartizar a cualquiera qule causase la menor molestia a Freddie. Freddie tendía a tratar a todos los demás detectives como si fueran los alumnos adolescentes de su marido, con una desconcertante mezcla de ligero coqueteo y actitud maternal.

Joe la miró ceñudo. -Este caso debería ser tuyo. Teníamos el fin de semana libre, maldita sea.

-Lo siento -dijo ella con aire angelical, al tiempo que saludaba a Nick con una sonrisa cuando éste levantó la vista del teléfono que tenía pegado a la oreja desde primera hora de la mañana.

-¿Qué tal la muela? -preguntó Joe.

-Mejor. Estoy hasta arriba de antibióticos y analgésicos. Ha sido un absceso, de modo que ahora llevo un drenaje en la raíz.

-Qué horror. -La expresión era sincera.

-Sobreviviré, pero Worley está ocupándose de conducir todo el tiempo mientras yo tenga que llevar esto. -Worley era su compañero-. ¿Hay algo que podamos hacer para ayudar, alguna pista que podamos seguir? Tenemos nuestros casos para ocuparnos, pero por lo que ha llegado a mis oídos, la escena del sábado por la mañana parecía sacada de una película de terror.

-No fue agradable. -Una frase que se quedaba corta. Freddie volvió a palmearle, esta vez en el hombro, y volvió a sus asuntos. Joseph también volvió a los suyos.

El trabajo de un detective resultaba aburrido la mayor parte del tiempo; consistía en hablar mucho por teléfono, revisar los periódicos o salir a hablar con personas cara a cara. Joe había pasado las últimas horas enfrascado en las dos primeras actividades. Normalmente, Nick llevaba aquella parte del trabajo mejor que él, pues era más paciente, pero esta vez se puso a ello con gran determinación. Lo que le había sucedido a Nadine Vinick no debería sucederle nunca a nadie, pero realmente le cabreaba que ______ Keen le hubiera dado en las narices con lo que sabía del caso.

-¿Tienes tú algo? -preguntó Nick, con evidente frustración en el tono de voz cuando colgó el teléfono--. No he conseguido nada con la pizzería ni con la compañía de cable. Toda la calle ha tenido problemas con el cable, pero por fin repararon la línea a una manzana de allí. No fue necesario entrar en ninguna vivienda. y la pizza fue entregada por una chica de dieciséis años. El señor Vinick fue el que la pagó. Punto final.

-Aquí tampoco hay nada -murmuró Joseph-. Todavía.

______ Keen nunca había sido detenida, ni siquiera le habían puesto una multa de aparcamiento, según lo que logró averiguar. Pero no dejó que aquello le desanimara. Tal vez el nombre de ______ Keen fuera un sobrenombre. Si era así, más adelante buscaría esa información. Se podía seguir la pista a las personas por su número de la Seguridad Social, el impuesto sobre la renta, utilizando diversos recursos. Sabía dónde trabajaba y qué coche tenía. Ya había enviado varias peticiones, como un registro de las llamadas que había hecho y recibido; cuando terminara con ella, sabría hasta su talla de sujetador.

Apostaba a que ya era capaz de adivinarla: 34C. Al principio habría calculado que no usaba más de una copa de tamaño B, pero aquella monjil blusa blanca engañaba. Había notado una seductora redondez...

¡Maldita sea! Tenía que dejar de pensar en el sexo, por lo menos en lo relacionado con aquella mujer. Cada vez que se acordaba de la inquietante y macabra historia que les había contado, casi se asfixiaba de pura furia. Nadine Vinick había soportado una agonía indecible antes de morir, y ______ Keen, si es que aquél era su verdadero nombre, intentaba convertirla en un espectáculo de segunda. No le sorprendería recibir una llamada de los medios de comunicación locales, en la que le preguntaran si había algo de verdad en el rumor de que la policía estaba trabajando con una vidente para encontrar al asesino. Si ______ Keen buscaba publicidad, por el motivo morboso que fuera, su siguiente paso sería comunicárselo a los medios ella misma.

Todavía le asombraba el valor de la joven. Descontaba totalmente aquella mie&$a de la videncia; la única forma de que pudiera saber las cosas que sabía era habiendo estado allí.

Joseph no sabía si el asesino había actuado exactamente como ella lo había narrado, pero los detalles pertinentes de lo sucedido eran de una exactitud absoluta. El único modo de que hubiera tenido valor suficiente para llamar la atención sobre sí misma era que no existieran pruebas que la relacionaran con el crimen. El asesino había procedido con sumo cuidado; los forenses no habían logrado encontrar ni el más mínimo rastro de material ajeno al lugar del suceso. Por lo tanto, ella lo había hecho sólo por la emoción de dejar con un palmo de narices al departamento de policía, aireando los detalles en sus caras y sabiendo que no podrían ponerle un dedo encima.

Ella no había empuñado el cuchillo, Joseph estaba bastante seguro de eso. De modo que el verdadero asesino era alguien a quien ella conocía, alguien que le era cercano. Un hermano, tal vez, o un novio; alguien que estuviera lo bastante cerca como para compartir la tortura y el asesinato. Se la imaginó en la cama con el hijo de puta que había apuñalado a la señora Vinick, y se le revolvió el estómago.

Había cometido un error al tentarle con aquella declaración. Ella era el hilo que le conduciría al asesino, y no lo soltaría hasta que llegase al final.

Se levantó y cogió su chaqueta.

-Vámonos -dijo a Nick.

-¿A algún sitio en particular?

-A hablar con los vecinos de la señorita Keen, a averiguar si tiene un novio.

* * *

No lo tenía. Los vecinos de la izquierda, una pareja de jubilados de Ohio, estaban seguros de eso. Bill y Lou, como se presentaron a sí mismos, describieron a ______ como callada, simpática y siempre complaciente para recogerles el periódico y el correo cuando ellos estaban de visita en casa de su hija, en Massillon, y también para dar de comer al gato. No había muchos vecinos que fueran tan amables.

-¿Han notado que entrara o saliera alguien de la casa? ¿Recibe muchas visitas?

-No que yo haya visto, aunque, claro está, no nos sentamos a vigilar la casa de ______- dijo Lou con la altiva indignación propia de alguien que precisamente hacía cosas así-. No, no creo que haya visto nunca gente que haya venido a verla. ¿ y tú, Bill?

Bill se rascó el mentón.

-Creo que no. Es la vecina perfecta, sabe usted. Siempre dice algo cuando la vemos, no va por ahí con aire de desdén como hacen algunos. y además cuida de su jardín.

Joseph frunció el ceño mientras garabateaba en el pequeño cuaderno que llevaban encima todos los policías.

-¿Ninguna visita? -subrayó-. ¿Nunca?

Lou y Bill se miraron el uno al otro y se encogieron de hombros al tiempo que sacudían la cabeza negativamente.

-¿Ningún familiar? ¿Un hermano, una hermana?

Más negativas.

-¿Amigas? -gruñó.

-No -repitió Lou un poco irritada-. Nadie. Hasta se ocupa ella misma del jardín en vez de contratar a un chico o del vecindario. Nunca he visto a nadie por aquí salvo al cartero.

Un callejón sin salida. Estaba francamente confuso. Dirigió una mirada a Nick y vio el leve frunce de su frente, que indicaba que su compañero estaba igual de desconcertado. Los hombres podían ser seres solitarios, pero las mujeres rara vez lo eran. Probó por otra vía:

-¿Sale mucho?

-No muy a menudo, no. De vez en cuando va al cine. No puedo creer que esté
metida en ningún lío. Hace dos años, cuando Bill se rompió una pierna, ella se quedaba con él cada vez que yo tenía que salir. –
Lou le miró con cara de pocos amigos. Joseph se dio cuenta de que la chica lo reservaba todo para él, en vez de incluir a Nick en sus antipatías.

Cerró el cuaderno de golpe.

-Gracias por su ayuda.

Una ayuda escasa.

Los vecinos de la derecha hicieron prácticamente los mismos comentarios, excepto que la señor de la casa tenía dos niños pequeños pegados a sus faldas y no podía prestar demasiada atención a quien entraba o salía de la casa de al lado. No, nunca había visto que ______ tuviera una visita.

Regresaron al coche y subieron a él. Los dos se sentaron en silencio y contemplaron el número 2411 de Hazlewood. Era un pequeño bungalow limpio y fuerte, típico de las casas construidas en los años cincuenta, aunque había sido repintado de un frío color arena y animado con esos toques que las mujeres ponen en sus nidos, con un reborde de lo que para él era un color crema pero cuyo nombre sólo conocían los homosexuales y las mujeres. El porche de la entrada estaba decorado con un par de helechos y unas cuantas flores de color rosáceo, todas en macetas que colgaban de unos aros. Y bien, ¿qué era lo que habían averiguado? ¿Que su sospechosa más probable parecía ser más bien una especie de monja?

-Ese porrazo que acabamos de oír es el que nos hemos dado nosotros, al chocar contra una pared vacía-dijo Nick por fin.

Joseph frunció el entrecejo, pero no había forma de negarlo. Se sentía frustrado y enfadado, pero en el fondo notaba una cierta sensación... ¿de alivio? Maldita sea, ¿qué le estaba pasando? ¿Se sentía aliviado porque un caso de asesinato se estaba convirtiendo en un importante dolor de cabeza y no había sido capaz de encontrar nada en la mejor pista que tenían?

-Tiene que haber estado allí-dijo-. Sabía demasiado.

Trammell se encogió de hombros.

-Existe otra posibilidad.

-¿Cuál?

-Que sea una vidente auténtica -sugirió en tono ligero.

-No me vengas con ésas.

-Entonces busca tú otra explicación. A mí no se me ocurre ninguna. He estado pensando en ello, y nada de lo que hemos podido averiguar sobre esa mujer nos ha proporcionado el menor indicio de que esté involucrada en algo así. Por muy raro que parezca, puede que merezca cierta credibilidad.

-Ya, y puede que los extraterrestres aterricen en el césped de la Casa Blanca.

-Hazte a la idea, tío. Esa vecina es de las que se asoman por la ventana cada vez que se acerca un repartidor de pizza por la calle. Si ______ Keen saliera, o alguien entrara en su casa, puedes apostar a que no habría pasado inadvertido.

-Aún no hemos averiguado quiénes son sus amigas del trabajo, con quién va a comer.

-Ya. Bueno, vamos a ver qué tal se nos da. Por mi parte, sé reconocer un callejón sin salida cuando veo uno.


Fin del capítulo

Hola! subí dos capítulos (: si mañana me puedo meter les subo dos más por la ausencia que tendré en toda la semana c: Gracias por comentar!!! Saludos
Isi
Isi


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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 3 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por GlodDeJonas Dom 14 Oct 2012, 7:44 pm

Siguelaaaa!!
tienen q creerle a la rayis!!!
SIGUELA! :bounce:
GlodDeJonas
GlodDeJonas


https://www.facebook.com/SusiGlod https://twitter.com/SusiiGlod

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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 3 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Anni. [BrujaBuena] Dom 14 Oct 2012, 8:52 pm

Perdón por no comentar más seguido.
Es que no me llegaban las fuckings notificaciones y después recordé cuanto amaba esta novela, a si que aquí estoy... Oh por dios... me encanta, pero a la vez me irrita que no le crea a la Rayita. ¡Síguela bella! *lesbian mode on*


I love you xx
Anni. [BrujaBuena]
Anni. [BrujaBuena]


http://holdmeupthesky.tumblr.com/

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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 3 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Isi Lun 15 Oct 2012, 2:16 pm

Capítulo 5


Lo vio en cuanto salió del banco. Estaba solo en su coche, allí sentado, mirándola. El sol de las últimas horas de la tarde se reflejaba en el parabrisas y le impedía ver con claridad su rostro, pero sabía que era él. El detective Jonas. Aunque en realidad sólo podía discernir la anchura de aquellos fuertes hombros y la forma de su cabeza, lo reconoció gracias a algún primitivo instinto de conservación, una actitud de alerta frente al peligro.

No salió del coche, no la llamó. Simplemente la observó.

______ fue rápidamente en dirección a su automóvil, negándose fríamente a reaccionar a su presencia. Cuando salió del aparcamiento, él arrancó y se puso a seguirla de cerca.

Y permaneció allí, pegado a su parachoques trasero, mientras ella se abría paso entre el tráfico normal de la tarde. Si se creía que iba a ponerla nerviosa con aquel juego adolescente, iba a llevarse una sorpresa; sus nervios ya habían sido puestos a prueba en circunstancias más difíciles que aquélla, y había sobrevivido.

Tenía recados que hacer, cosas que habría hecho durante el fin de semana si no se hubiera visto agobiada por aquella horrible pesadilla. No permitió que la presencia del detective le impidiera hacerlas; si quería ver lo que hacía después del trabajo, le esperaban intensas emociones. Se detuvo frente a la tintorería, donde dejó unas cuantas prendas para limpiar y recogió otras ya limpias. La siguiente parada fue en la biblioteca, a devolver dos libros. A continuación fue al supermercado del barrio. En cada parada, él aparcó el coche lo más cerca que le fue posible, dos veces a su lado, y aguardó imperturbable a que regresara. Cuando ______ salió del supermercado, él observó cómo empujaba el carro, cargado con cuatro bolsas, hasta la parte de atrás del coche y lo frenaba con un pie para que no se deslizase mientras abría el maletero.

El detective salió del coche y se plantó a su lado casi antes de que el ruido de la portezuela al cerrarse llegara a alertarla. Giró la cabeza bruscamente y le vio allí, grande y tenebroso como una tormenta. Llevaba los ojos ocultos por unas oscurísimas gafas de sol. Las gafas de sol siempre la hacían sentirse vagamente incómoda. Como siempre, su presencia física fue tan fuerte como un puñetazo; tuvo que contenerse para no dar un paso atrás.

-¿Qué quiere? -le preguntó con frialdad.

Él extendió una enorme mano y levantó sin esfuerzo una de las bolsas del carrito para meterla en el maletero.

-Sólo ayudarla con la compra.

-Toda mi vida me las he arreglado sin usted, detective, de modo que ahora también.

-No es ningún problema. -La sonrisa que le obsequió era a la vez burlona y carente de humor. Cargó en el coche las bolsas que quedaban-. No se moleste en darme las gracias.

______ se encogió de hombros.

-De acuerdo.

Se dio la vuelta, abrió la portezuela y se sentó al volante. El espacio de aparcamiento que tenia enfrente estaba vacío, lo cual quería decir que no tendría que salir marcha atrás; enfiló por medio del espacio de delante y dejó que el detective colocase el carrito o que hiciera con él lo que le viniera en gana. No estaba de humor para ser educada; estaba cansada, deprimida y enfadada. Peor aún, estaba asustada, aunque no del detective Jonas, por muy desagradable que fuera éste; sus miedos eran mucho más profundos.

Tenía miedo del monstruo que había destrozado a Nadine Vinick.
Y tenía miedo de sí misma.

Cuando se detuvo en el siguiente semáforo después de salir del supermercado, ya le tema otra vez a la espalda. Aquel hombre poseía verdadero talento para desenvolverse en medio del tráfico.

La vista de su casa no fue tan estimulante como de costumbre. Tenía la irónica certeza de que su refugio iba a ser violado por un hombre grande e implacable al que por lo visto había desagradado de inmediato. Estaba acostumbrada al escepticismo de la gente, pero no al desagrado; aquella actitud la hería un poco, aunque le causaba sorpresa experimentar ese sentimiento. El detective Jonas no significaba nada para ella, así que debía de ser simplemente que era propio de la naturaleza humana querer que los demás piensen bien de uno.

Tal como esperaba, Jonas subió la rampa de entrada antes de que ella tuviera tiempo de apagar el motor. Salió de su coche, se quitó las gafas de sol y se las guardó en el bolsillo de la camisa. A pesar de la incomodidad que le producían las gafas de sol, ______ deseó de pronto que no se las hubiera quitado, porque sus ojos de color avellana, iluminados por los últimos rayos del sol poniente, eran duros y de una intensidad que daba miedo.

-¿Qué quiere ahora ? -le preguntó-. ¿O es que se ha dado este paseo para ayudarme a bajar las bolsas de la compra?

-Ha dicho que puede arreglárselas sin mi ayuda -señaló él-. He pensado que podíamos charlar un rato.

Alguien salió de la casa vecina. ______ levantó la vista y vio a su vecina, Lou, de pie en el porche, mirándolos con curiosidad. La saludó con la mano y un «hola». El detective Jonas también agitó la mano.

-Me alegro de volver a verla -dijo.

______, ceñuda, controló su genio. Por supuesto, el detective ya había interrogado a los vecinos; no habría esperado otra cosa de él. Aquella mañana había dejado claro que sospechaba mucho de ella.

A pesar de lo que había dicho, cuando ella abrió el maletero sacó las cuatro bolsas repletas de la compra, dos en cada mano.

-Después de usted -dijo cortésmente. Ella se encogió de hombros; si estaba dispuesto a cargar con la compra, ella estaba dispuesta a permitírselo. Abrió la puerta de la casa y la mantuvo abierta para que pasara él, luego le siguió al interior y le guió hasta la cocina, donde él dejó las bolsas encima de la mesa.

-Gracias - le dijo.

-¿Por qué me da las gracias ahora, cuando antes no lo ha hecho?

______ enarcó las cejas.

-Usted me dijo que no lo hiciera. -Empezó a sacar las cosas de las bolsas-. ¿Qué es lo que le preocupa, detective?

-Un asesinato.

Las circunstancias de la muerte de Nadine Vinick no eran algo que ella pudiera tomarse a la ligera. Sus facciones se volvieron tensas al decir, sencillamente.

-A mí también. -Sus ojos se agrandaron y adquirieron una expresión atormentada.

Isi
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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 3 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Isi Lun 15 Oct 2012, 2:32 pm

Jonas se apoyó contra el armario y la contempló pensativo mientras ella se movía por la cocina, se agachaba para guardar esto aquí, se estiraba para poner eso allá. No se le había escapado la tensión que revelaba su semblante.

Recorrió la estancia con la vista. Le gustaba la cocina, lo cual era un pensamiento más bien inquietante; fuera lo que fuera lo que había imaginado del interior de aquella casa, no coincidía con aquel ambiente tranquilo y acogedor. Su propia cocina era estrictamente funcional; la de

Nick contenía lo último en tecnología y resultaba de lo más intimidatorio. Sin embargo, la cocina de ______ Keen resultaba reconfortante. Junto a la ventana, delante del fregadero, había una fila de pequeñas macetas en las que crecían hierbas que prestaban al aire un agradable aroma. Las baldosas del suelo eran de un color blanco crema, con dibujos en suaves verdes y azules. Las persianas abiertas estaban pintadas del mismo azul, y sobre la

mesa pendía un ventilador de techo de color blanco.

-¿Ha averiguado algo interesante sobre mí? -preguntó ______, manteniéndose de espaldas a él mientras colocaba latas en una balda.

Jonas no respondió, sino que se limitó a contemplarla con aire meditabundo. No tenía ninguna intención de informarla acerca de sus progresos, O de la falta de ellos.

-Deje que le diga -se ofreció ella en tono ligero-- que hoy ha averiguado que nunca me han detenido, nunca me han puesto una multa de tráfico, y que, por lo que saben mis vecinos, no salgo con nadie ni recibo visitas. Pago mis facturas puntualmente, no utilizo tarjetas de crédito y no tengo libros pasados de fecha de entrega en la biblioteca, aunque los habría tenido si no

hubiera devuelto los de hoy.

-¿Por qué no me vuelve a contar lo del viernes por la noche? -dijo Jonas. Su tono de voz era duro. Ella se lo había resumido brevemente, y no le había gustado. La ira que llevaba todo el día bullendo dentro de él estaba controlada, pero a duras penas. Definitivamente, aquella mujer le había picado.

Vio cómo los hombros de ______ se ponían tensos.

-¿Qué parte no entendió?

-Me gustaría volver a oírlo todo. Déme ese capricho. Limítese a empezar otra vez por el principio.

______ se dio la vuelta, igual de pálida que aquella misma mañana, cuando relató la historia por primera vez. Jonas se fijó en sus manos que estaban cerradas en dos puños a los costados.

-¿La molesta hablar de ello? -le preguntó con frialdad. Esperaba que así fuera. Si le remordía la conciencia, a lo mejor lo soltaba todo. Ya había sucedido antes, aunque normalmente ese tipo de confesiones se debían a una total idiotez y a un orgullo mal entendido.

-Naturalmente. ¿No le molesta a usted oírlo?

-Verlo fue mucho peor.

-Lo sé -murmuró ______, y por un instante la expresión de sus ojos quedó al descubierto.

Había dolor en aquellos ojos de color azul oscuro, y también rabia, pero sobre todo Jonas vio un sentimiento de desolación que le golpeó de plano en el pecho.

Tuvo que cerrar los puños con fuerza para no acudir a consolarla. De repente parecía tan frágil como si fuera a desmayarse. También era posible que fuera una magnífica actriz, se recordó gravemente a sí mismo, apartando a un lado aquella preocupación, inoportuna e insólita, hacia alguien sospechoso.

-Hábleme de la noche del viernes -dijo-. ¿Qué dijo que estaba haciendo?

-Fui al cine a las nueve.

-¿Adónde?

______ le dijo el nombre de los multicines.

-¿Qué película vio?

También se lo dijo, y luego añadió:

-Espere... Puede que todavía tenga la entrada, suelo guardarla en el bolsillo. Todavía no he hecho la colada, así que aún debe de seguir allí.

Salió presurosa de la cocina; él no fue detrás, pero escuchó con atención para seguir sus movimientos por la casa para que no pudiera salir de ella sin que él se enterara, si ésa era su intención. Por supuesto, había bloqueado la salida con su coche y no pensaba que intentase huir corriendo. ¿Por qué iba a hacerlo, estando tan segura de que él no tenía nada de que acusarla? Y, maldita fuera, tenía razón.

______ regresó en sólo un minuto y le entregó la entrada de cine usada, teniendo cuidado de no tocarle al depositar el trocito de papel en su mano. A continuación se apresuró a apartarse unos cuantos pasos; Jonas torció la boca al notar el gesto. No podía ser más clara al mostrar el desagrado que sentía hacia él. Contempló la entrada que tenía en la mano; era de las generadas por ordenador, y llevaba impresos el título de la película, la fecha y la hora. Aquello demostraba que había comprado una entrada, pero no que hubiera visto la película. Él tampoco la había visto, de modo que no podía hacerle preguntas pertinentes sobre la misma.

-¿A qué hora salió del cine?

-Cuando terminó la película, a eso de las once y media–

______ permanecía de pie, en tensión, junto a la mesa.

-Al volver a casa, ¿qué ruta escogió?

Ella se lo explicó, hasta los números de las salidas de la autovía.

-¿Y dónde estaba cuando tuvo esa supuesta visión?

Ella apretó los labios pero mantuvo la compostura, y contestó con voz firme:

-Como le dije esta mañana, acababa de salir de la autovía. Las visiones siempre son muy...agotadoras, de modo que salí de la calzada.

-¿Agotadoras? ¿Cómo?

-Perdí el conocimiento -repuso ella sin más.

Jonas elevó las cejas.

-Perdió usted el conocimiento -repitió, con una incredulidad tan evidente en su tono de voz que a ______ le picaba la mano de ganas de abofetearle-. ¿Quiere decir que se desmayó a causa del estrés?

-No exactamente.

-¿Pues exactamente, qué, entonces?

Ella se encogió de hombros en un gesto de impotencia.

-La visión me domina, no puedo ver ninguna otra cosa, no oigo nada más, no sé nada más.

-Comprendo. Así que se quedó allí sentada hasta que terminó la visión, y después continuó tranquilamente hasta su casa y se fue a la cama. Si está tan segura de ser vidente, señorita Keen, ¿por qué esperó más de dos días para contárselo a la policía? ¿Por qué no nos llamó inmediatamente? Quizá pudiéramos haber pillado al culpable todavía en el barrio, o incluso dentro de la casa.

El rostro de ______ perdió el último vestigio de color al sentir el impacto de aquella voz profunda y sarcástica. No había forma de explicarle lo que había sucedido seis años atrás, porqué los detalles la confundieron hasta que no tuvo la seguridad de si había experimentado una regresión o era que las visiones habían vuelto. No podía desnudar su alma ante un hombre

como aquél, desnudar su psique para que él viera todos sus miedos, sus puntos vulnerables.

En vez de eso se concentró en lo único de lo que él había dicho que ella podía refutar.

-N-no -tartamudeó, odiando la inseguridad de su voz. Aspiró profundamente para alejar aquel indicio de flaqueza-. No me limité a continuar hasta casa. Un policía de patrulla se fijó en mi coche y se paró para ver si me pasaba algo. N o me acuerdo de nada, excepto de la visión, desde el momento en que saqué el coche de la calzada hasta que el policía dio unos golpecitos en la ventanilla y me sacó del estupor. Yo temblaba mucho, y le dije que era

epiléptica y que debía de haber sufrido un ataque leve. Él sospechaba un poco, y me hizo salir del coche, pero por fin me dejó marchar y me siguió hasta mi casa para cerciorarse de que llegaba sin novedad.

Joseph no se enderezó de su postura apoyado contra el armario, pero cada centímetro de su cuerpo vibraba de atención.

-¿Á qué hora fue eso?

-No lo sé.

-Haga un cálculo. Salió del cine a las once y media; ¿más o menos a que hora empezó la visión?

-Las once cuarenta, las once cuarenta y cinco, no lo se con seguridad.

-¿Ya que hora llego a casa? ¿Cuanto duro la visión?

-No lo sé! -estallo, ______, dándole la espalda-. Me costo mucho llegar a casa; después me derrumbé y no me desperté hasta la tarde del sábado.

Joe estudió su espalda rígida. La joven estaba temblando, un temblor leve pero visible. Debería alegrarse de haberla puesto nerviosa pero en cambio sentía aquel extraño impulso de consolarla.

-Seguiremos en contacto -dijo con brusquedad, y se fue antes dejarse llevar por aquel impulso. Maldita sea, ¿qué le pasaba con aquella mujer? Era muy consciente de la presión que sentía en la ingle, y sabía que si ella hubiera mirado, de ninguna forma habría dejado de advertirlo. Gracias a Dios, al parecer prefería mirar a cualquier otra parte antes que a él.

Había oído hablar de policías que se ponían cachondos con el peligro, pero él nunca había sido uno de ésos ¿Qué diablos le estaba pasando?

Cuando entró en el coche admitió que no debería haber ido por lo menos no sin ir acompañado de Nick. Por lo visto, Nick había dado el trabajo por terminado ese día, pero él no había podido hacer lo mismo. En lugar de eso, esperó a ______ Keen en el aparcamiento de su lugar de trabajo y la siguió hasta su casa Había sido una tontería; ¿y si ella llamase al teniente y se quejase de que él la estaba acosando?. El teniente les había dado luz verde para investigarla, pero Joseph sabía que aquella tarde se había extralimitado.

Al menos la joven le había dado algo interesante que comprobar. No sería difícil verificar si un policía de patrulla se había detenido a investigar un vehículo sospechoso. Tenía el lugar y la fecha, y sabía que era dentro del tercer turno. Pan comido.

Regresó a la oficina y empezó a hacer llamadas telefónicas. Le llevó una hora conseguir el nombre del policía en cuestión, Jim Ewan, un veterano que llevaba seis años patrullando.

Cuando le llamó a su casa, no obtuvo respuesta. Esperó una hora más y llamó otras cuatro veces, sin resultado. Consultó su reloj de pulsera; eran casi las ocho, y tenía hambre. Supuso que podría levantarse temprano la mañana siguiente y pillar al agente Ewan al salir del turno, pero nunca se le había dado bien esperar cuando quería algo. Qué demonios; Ewan tenía que

comenzar a trabajar dentro de menos de tres horas, así que Joe se figuró que bien podría irse a comer algo y después volver y llamarle otra vez. Averiguara lo que averiguara, tendría toda la noche para meditar sobre ello.

Se fue a casa y se preparó rápidamente un par de bocadillos; luego, mientras se los comía, escuchó los mensajes del contestador y consultó cómo iba la nueva temporada de béisbol.

Todavía estaba cabreado con los Gigantes de San Francisco, y quería que no ganara nadie más que ellos.

El béisbol no pudo retener su atención, y sus pensamientos seguían deslizándose hacia ______ Keen, a aquellos profundos ojos azules que tenían más sombras que un cementerio.

Fuera cual fuera su plan, no se sentía cómoda del todo con él; se alteraba visiblemente cada vez que hablaba de la noche del viernes. Ni siquiera una actriz ganadora de un óscar podría ponerse pálida como la cal como le había sucedido a ______ aquella tarde.

Recordó cómo temblaba su frágil cuerpo, y sintió nacer de nuevo el impulso de rodearla con sus brazos, acunarla contra sí y decirle que todo iba a salir bien. ¿A qué se debía aquel absurdo sentimiento protector? Aceptó que tenía el natural instinto masculino de cuidar de una mujer; él era más grande y más fuerte, por lo tanto, ¿por qué no iba a interponerse entre una mujer y cualquier peligro que pudiera amenazarla? ¿Por qué no iba a cuidar de ella cuando subiera o bajara las escaleras, dispuesto en todo momento a sostenerla en sus brazos si aquellos traicioneros tacones altos que llevaban las mujeres la hacían tropezar? ¿Por qué no iba a hacer por ella cualquier tarea desagradable cada vez que pudiera y se lo permitiera su horario? Cuando era patrullero e investigaba accidentes de coche, lo primero que hacía siempre era comprobar si había mujeres o niños afectados, sin pensar- lo siquiera. Pero, maldita sea, su instinto protector nunca se había ex- tendido a alguien sospechoso de asesinato.

Él era policía; ella era una sospechosa. No podía permitirse tocarla de ninguna forma, salvo lo que fuera necesario para desempeñar su trabajo. Acunarla en sus brazos no figuraba en la lista.

Pero deseaba hacerlo. Sí, lo deseaba mucho. Quería hacerla apoyar la cabeza en su hombro, quería acariciarle la mejilla, el cuello, y después dejar que su mano bajara para investigar sus pechos, la curva de su vientre, la suave hendidura entre sus piernas.

Se puso en pie de un salto, maldiciendo para sí. La había visto por primera vez aquella misma mañana, y desde entonces no había podido dejar de pensar en ella. Seguro que había sido víctima de la famosa «química» entre dos personas.

Miró la hora: las nueve y cuarto. Diablos, tenía que bajar a la comisaría y esperar al agente Ewan. Por lo menos, las chorradas de costumbre que se comentaban le impedirían pensar tanto en ella. Paseó nervioso durante unos momentos, luego cogió las llaves del coche y se puso en acción.

Tal como había esperado, el agente Ewan llegó puntual, como hacían muchos policías, para tener tiempo de sobra para cambiarse de ropa y tomar un café, una especie de preparación cotidiana antes de que comenzase el turno. Jim Ewan era un hombre medio en casi todos los sentidos: estatura media, peso medio, facciones medias. Sus ojos, sin embargo, eran muy despiertos, los ojos escépticos de un policía, alguien acostumbrado a ver

de todo y esperarse de todo.

Recordaba con toda claridad el incidente del viernes por la noche.

-Fue un tanto misterioso -dijo, pensando en ello-. La joven estaba allí sentada, como una estatua, con los ojos abiertos y fijos. Al principio creí que había encontrado un fiambre.

Encendí la linterna, pero no vi nada sospechoso en el coche, y entonces me di cuenta que respiraba. Di unos golpes en la ventanilla con la linterna, pero ella tardo un poco en enterarse.

Joseph sintió un incómodo hormigueo que le subía por la espalda.

-¿Se había desmayado, tal vez?

El agente Ewan se alzó de hombros.

-Las únicas personas que yo he visto con los ojos fijos como los de ella eran cadáveres o locos. Los ojos se cierran cuando uno se desmaya.

-¿Y qué pasó entonces?

-Por lo visto, estaba confusa de verdad, y al principio pareció asustada. Tenía problemas para moverse, como una persona que sale de la anestesia. Pero se las arregló para bajar la ventanilla, y dijo que era epiléptica y que debía de haber tenido un ataque. Yo le pedí que saliera del coche, y ella obedeció. Temblaba como una hoja, de la cabeza a los pies. No noté olor a alcohol, ni tampoco parecía haber tomado drogas. Ya había llamado para preguntar por

la matrícula del coche, y todo estaba bien, de modo que no había razón para retenerla. Como he dicho, temblaba como un flan, así que la seguí hasta su casa para cerciorarme de que no le pasara nada.

-¿A qué hora fue eso? -preguntó Joseph.

-Veamos. Puedo consultar mis papeles de esa noche para darle la hora exacta, si lanecesita, pero creo que era poco después de media noche, quizá las doce y cuarto.

-Gracias -dijo Joe-. Me ha ayudado mucho.

-Ha sido un placer.

Joseph volvió a casa en su coche meditando sobre lo que le había dicho el agente Ewan.

Para ser un breve encuentro, le había proporcionado gran cantidad de información.

Por una parte, más o menos a la misma hora que Nadine Vinick fue asesinada, ______ Keen se encontraba en la otra punta de la ciudad desde la residencia de los Vinick. Las observaciones del agente Evan corroboraban en gran medida lo que le había dicho ______ acerca de cómo la había afectado la «visión».

Así que ¿qué tenía ya? Lógicamente, no podía seguir considerándola sospechosa, y sintió que algo en su interior se aflojaba con alivio, Ella no había estado allí, tenía una coartada. No había nada que la relacionase con el asesinato. ..excepto sus propias palabras. Había visto cometerse el crimen. No cabía otra explicación. ¿Pero cómo podía ser? ______ sabía algo, algo que no le había contado a él. Algo que le causaba aquellas sombras en los ojos. Iba a averiguar qué era lo que ocultaba, a averiguar exactamente cómo estaba ella relacionada con aquel asesinato. La única alternativa era que realmente fuera vidente, y él no podía aceptar tal cosa. Aún no. Quizá no para siempre..., pero aún no.


Fin del capítulo

Hola! gracias por comentar c: ahora no alcanzo, pero más rato subo un capítulo más :D
Recuerden que me ausentaré por el resto de la semana :/ saludos!!!
Isi
Isi


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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 3 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Julieta♥ Lun 15 Oct 2012, 3:36 pm

que mal que te vayas
asi que en recompensa deber subir muchos mas cpas
esta muy interesante la nove!!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 3 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Isi Lun 15 Oct 2012, 5:32 pm

Capítulo 6


Sintió la cólera en su interior cuando la mujer se fue caminando, y se obligó a controlarla, como controlaba todo. Ahora no era el momento de dejarla explotar, resultaría inapropiado.

Todo a su debido tiempo. Miró la reclamación que había presentado la mujer y sonrió al leer su nombre: Jacqueline Sheets, #3311 de la avenida del Ciprés. La garantía de obtener un justo castigo le daba cierta paz. A continuación, teniendo cuidado de que su cuerpo bloqueara la línea visual de Anette, se guardó el impreso de reclamación en el bolsillo para tirarlo más tarde. Sólo un idiota lo habría dejado por allí encima, tal vez para que algún entrometido lo viera y lo recordara más tarde, y Carroll Janes no se consideraba idiota. Todo lo contrario, de hecho. Se enorgullecía de cuidar hasta el más pequeño detalle.

-No sé cómo puede quedarse tan tranquilo cuando la gente lee su futuro inmediato en aras de la seguridad de un camionero. Impulsada habla así, señor Janes -murmuró Annette detrás de él-. A mí me han entrado ganas de arrearle a ésa un puñetazo en la cara.

Él mostraba un semblante perfectamente calmo.

- Bueno, algún día se lo arreará alguien -dijo. Le gustaba Anette; tenía que aguantar las mismas cosas que él y siempre era solidaria cuando alguien le hacia pasar un mal rato. La mayoría de la gente era aceptablemente cortés, pero siempre había unos cuantos que necesitaban que les dieran una lección. Sin embargo, Annette era infaliblemente educada, y le llamaba «señor». Él agradecía su agudeza.

Era muy poquita cosa, bajita, morena y corriente, pero por lo general afable. No le irritaba tanto como muchas otras mujeres, con su aire tonto y sus nimiedades.

Carroll Janes se conducía adoptando una postura erecta, militar. Con frecuencia pensaba que el mundo estaba perfectamente acondicionado para los militares... si uno era oficial, claro.

Habría sido el primero de su clase en cualquiera de las academias, si hubiera podido asistir a ellas. Por desgracia, no había tenido los contactos que se necesitaban para entrar en alguna academia militar; y los contactos eran imprescindibles, y quienes carecían de ellos quedaban excluidos. Así era como la clase alta mantenía cerradas sus filas.

Incorporarse a la vida militar como recluta era impensable; también rechazó otras opciones porque constituían una graduación de segundo orden frente a las academias. En vez de la distinguida carrera militar que debería haber tenido, estaba atascado en aquel humillante trabajo de atender las reclamaciones de los clientes de unos lujosos grandes almacenes, pero eso no significaba que dejase a un lado sus normas personales.

Medía uno setenta y siete, pero su postura erguida con frecuencia inducía a la gente a pensar que era más alto. y por regla general se le consideraba un hombre apuesto, pensó; estaba en buena forma física gracias a las dos veces por semana que iba al gimnasio; tenía un cabello rubio, espeso y rizado; y lucía facciones regulares. Le gustaba vestir bien, y siempre era muy meticuloso con su acicalamiento personal. La atención al detalle marcaba la diferencia entre el éxito y el fracaso, nunca se permitía a sí mismo olvidarlo.

Se preguntó qué diría Annette si descubriera el poder que él mantenía oculto, bajo un perfecto control, hasta que llegase el momento de darle rienda suelta. Pero nadie sospechaba, y Annette menos que nadie. Engañar a todos de una manera tan completa le proporcionaba una inmensa satisfacción; los policías eran tan idiotas, tan profundamente faltos de clase. Tuvo paciencia suficiente para esperar hasta que Annette se tomara el descanso de la tarde antes de acercarse al ordenador a ver si Jacqueline Sheets tenía una cuenta en los grandes almacenes; para satisfacción suya, sí la tenía. Siempre resultaba mucho más fácil cuando disponía de este acceso inicial a la información. Sin embargo, no le interesaba cómo llevaba los pagos. La información de los requerimientos de pago de cada cliente se encontraba al principio del archivo, y esa información incluía el nombre y la ocupación del cónyuge.

Jacqueline Sheets estaba divorciada. Chasqueó la lengua. Qué pena que no fuera capaz de mantener una relación.

Por supuesto, aquello no quería decir que viviera sola. A lo mejor tenía hijos, o un novio que vivía con ella, o una compañera de habitación lesbiana. Tal vez viviera con su madre.

Cualquiera de aquellas posibilidades haría más difícil su tarea, pero de ningún modo imposible.

Casi albergaba la esperanza de que surgiese una complicación así, pues suponía una prueba más veraz de su inteligencia y de su temple. No era muy corriente tener otro transgresor tan cerca de haber tenido el último; sentía cierta curiosidad por ver si esta vez sería más mañoso, como un atleta que intensificara su entrenamiento, o si sería verdad lo contrario.

Esperaba ser todavía más fuerte y más rápido, con la mente más clara, la oleada de poder más intensa.

Cuando salió de trabajar ya sentía bullir en su interior aquella emoción por lo que le aguardaba. No hizo caso de esa agradable sensación y siguió su camino normal, ya que, naturalmente, no podía consentir que se reforzara, no era el momento.

El placer, cuando lo liberara, sería más intenso por el hecho de haber tenido que esperar. Así que fue a su apartamento, leyó el periódico y metió un plato de comida preparada en el microondas.

Mientras éste se calentaba, puso la mesa: mantel individual, servilleta, todo como Dios manda.

El hecho de que viviera solo no era motivo para dejar a un lado sus normas.

Sólo cuando se hizo totalmente de noche se permitió sacar el mapa de la zona de Orlando y buscar la avenida del Ciprés para marcar la ruta desde su apartamento con un rotulador amarillo memorizando cuidadosamente cada giro. Estaba más cerca de lo que había esperado, a no más de quince minutos en coche.

Cómodo.

A continuación salió a dar un agradable paseo en su automóvil, disfrutando del buen tiempo primaveral. Aquel primer reconocimiento del terreno era poco más que un vistazo desde el coche para localizar la casa y grabarla en su mente. También se fijaría en otros detalles, como la distancia a la que estaban las otras casas, si había muchos perros o gatos en el vecindario, cuántos niños parecía haber en las inmediaciones. Si había una valla que rodease el jardín, cuántos coches había aparcados en la rampa de entrada, o si existía un garaje.

Cosas así.

Detalles.

Más tarde averiguaría más, mucho más, iría descubriendo cada vez más con cada visita, hasta pasar al reconocimiento final, cuando entraría en la casa misma y se aprendería la distribución de las habitaciones. Entonces sería cuando dejaría que fuera aumentando el placer, porque había algo delicioso en el hecho de vagar por la casa cuando su propietaria no estaba dentro, tocar sus cosas, fisgonear en los roperos y en el armario del cuarto de baño. Estaría ya dentro de ella, y la víctima ni siquiera lo sabría. Sólo faltaría el acto final.

Pasó con el coche frente al número 3311 de la avenida del Ciprés. En vez de garaje cerrado, había un cobertizo abierto para coches en el que sólo cabía uno, y el espacio estaba ocupado por un Pontiac de cinco años de antigüedad. No había más coches, ni bicicletas ni tablas de patines, lo cual indicaba que no había niños. Dentro de la casa vio una sola luz encendida, lo cual quería decir que o bien había una sola persona dentro, o todo el mundo estaba en una misma habitación. Normalmente solía ser lo primero.

Dio vuelta a la manzana y pasó por delante una segunda vez; dos vueltas era lo que tenía asignado por visita. Si había alguien observando, lo cual no era probable, atribuiría la segunda pasada a que el visitante se había perdido, pero una tercera levantaría sospechas. La segunda vez se fijó en la valla que discurría junto al costado izquierdo de la casa, al lado contrario del aparcamiento. Bien. Una valla constituía un buen parapeto para ocultarse. El costado derecho estaba más abierto de lo que él hubiera preferido, pero con todo la situación era bastante buena. Realmente muy buena. Todo iba colocándose en su sitio.

* * *
Isi
Isi


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Premonición mortal (Joe y tu) - Página 3 Empty Re: Premonición mortal (Joe y tu)

Mensaje por Isi Lun 15 Oct 2012, 5:46 pm

______ estuvo acurrucada en el sofá, leyendo un libro que sólo era medianamente interesante, y poco a poco se fue relajando. Se había sentido en tensión todo el día, preguntándose si el detective Jonas la estaría esperando en el aparcamiento cuando saliera del trabajo, como el día antes. No estaba segura de poder aguantar otra tanda de enfrentamientos hostiles con él, pero al mismo tiempo tuvo la curiosa sensación de haber sido dejada de lado cuando salió del banco y vio que él no estaba allí. Era como esperar a que acabara de resolverse el suspense, sólo que eso no terminaba de suceder.

Apoyó la cabeza en el respaldo del sofá y cerró los ojos. Bajó los párpados y vio su cara: las duras líneas, la nariz rota, el avellana de sus ojos hundidos. No era el rostro de una persona madura y mundana: aunque sus rasgos fueran más regulares, la expresión de aquellos ojos siempre le haría ser distinto. Eran los ojos penetrantes de un depredador, siempre vigilantes. Se le ocurrió que la gente de Orlando podía considerarse afortunada de tenerle del lado de la ley y que sus presas fueran los delincuentes en vez de las personas normales.

Además, añadida a la fuerza de su personalidad, estaba también la imagen que tenían todos los policías, aquel escepticismo generalizado, el frío distanciamiento, el muro que los encargados de hacer cumplir la ley levantaban entre ellos y aquellos a quienes servían.

Había conocido a varios policías, y en todos lo había visto. Los policías sólo se relajaban con los de su especie, con otros que habían visto y hecho las mismas cosas. Ninguno de ellos se iba a casa y se ponía a contarle a su cónyuge la mezquindad y depravación que veía a diario. ¡Qué excelente tema de conversación para la cena! Los policías arrojaban una alta tasa de divorcios. El estrés era increíble.

Los policías nunca habían sabido cómo tratarla a ella. Naturalmente, al principio todos se la tomaban en broma, pero después de haberles demostrado la verdad, todos se ponían muy incómodos, porque su percepción psíquica los afectaba también a ellos. Sólo un policía entendía a otro policía, eso estaba claro. Pero ella había percibido sus emociones, su rabia, su miedo, su asco; no podían erigir aquel muro contra ella, y por lo tanto se sentían vulnerables.

Luego, seis años atrás, tuvo que aprender a leer los sentimientos de la gente igual que los leía todo el mundo, captando sutiles indicios en el lenguaje corporal y el tono de la voz, observando la expresión del rostro. Fue como un niño que aprende a hablar, porque nunca había tenido que basarse en información visual. Durante un tiempo no quiso aprender, lo único que deseaba era que la dejaran en paz en el bendito silencio, pero el aislamiento total no formaba parte de la naturaleza humana; hasta los ermitaños se relacionaban con animales. De manera instintiva, una vez que se sintió a salvo, empezó a observar a la gente para conocerla.

Fue difícil conocer al detective Jonas; torcía la boca con humor irónico. Tal vez le había costado tanto entenderle porque apenas podía soportar mirarle. No porque fuera repulsivo, pues a pesar de sus duros rasgos no lo era, sino más bien porque era muy intenso. La hacía sentirse incómoda, al mirarla de aquel modo, al machacarla hasta obligarla a sacar a flote recuerdos que ella prefería olvidar.

No le tenía miedo; por mucho que él lo intentase, no podría relacionarla con el asesinato de Nadine Vinick porque no existía tal relación. No podría encontrar pruebas que no existían.

La inquietud que sentía...

______ se quedó paralizada de pronto, con los ojos muy abiertos y fijos en la nada mientras buscaba mentalmente la sensación que la había inundado. No era una visión, ni nada tan agobiante, pero percibió claramente una vaga animosidad, una amenaza. Se puso en pie de un salto y comenzó a pasear por la habitación, tratando de ordenar sus pensamientos. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Estaba realmente volviendo la percepción, o es que estaba experimentando una reacción perfectamente normal a la fuerte carga de estrés?

Había estado pensando en Jonas, y de repente se sintió inquieta y amenazada. Algo bastante fácil de entender si Jonas fuera el origen de esa amenaza. La mayoría de la gente pensaría eso mismo, pero ______ analizó de nuevo aquella sensación y no logró encontrar ningún miedo de Jonas relacionado de ninguna forma con su investigación.

La animosidad la golpeó y se hizo más fuerte. ______ se tapó la boca al notar una súbita náusea. Estaba ocurriendo algo. Dios, estaba ocurriendo algo. ¿Pero qué? ¿Algo relacionado con Jonas? ¿Se encontraba en peligro?.

Se detuvo de golpe, con los puños cerrados con fuerza. Tal vez debiera llamarle, ver si se encontraba bien. ¿pero qué iba a decirle? Nada. No tenía que decir nada. Si él contestaba al teléfono, resultaría obvio que estaba bien, y ella podría simplemente colgar.

Era un truco infantil. Aquella amenaza que no acababa de tomar forma la estaba poniendo enferma. Rompió a sudar, debatiéndose en la indecisión, y de pronto se hicieron cargo de la situación sus antiguos instintos. A ciegas, buscó con la mente tratando de conectar con Jonas, tratando de localizar con precisión aquella borrosa nube de maldad. Era como buscar a tientas en la niebla; no podía enfocarse en nada.

Con un gemido, volvió a dejarse caer en el sofá. ¿Qué había esperado? Llevaba seis años sin poder hacer aquello, e incluso antes no había sido fácil. Sólo porque había tenido una extraña visión y había sentido aquella vaga amenaza, ¿ debía pensar que había recuperado todas sus antiguas capacidades?

¡Tenía la esperanza de no recuperarlas nunca, maldita sea!

Pero en aquel preciso instante las necesitaba, necesitaba algo para calmar el pánico que la invadía.

Pero si Jonas estuviera inconsciente -desterró la palabra «muerto»antes de pensar siquiera en ella- no podría recoger las señales mentales que ella le enviase. Todavía más frenética, invocó una imagen del compañero. Nicholas Trammell. No le había prestado mucha atención, pero fue lo bastante observadora como para recordar su cara. Cerró los ojos y se concentró mientas oía su propia respiración, áspera y agitada, tratando de encontrar una persona en particular. ¡Piensa!, se ordenó con fuerza a sí misma. ¡Piensa en Nicholas!

No sirvió de nada.

Jurando por lo bajo, agarró el listín telefónico y recorrió con el dedo la columna de la J hasta encontrar el apellido Jonas. ¿Cómo podía ser que hubiera tantos? Ah, allí estaba.

Joseph Jonas. Cogió el auricular y tecleó el número antes de que pudiera perder la intención de hacerlo.

Y de pronto supo que él se encontraba bien.

No fue como antes, no había sintonizado con sus sentimientos; no había ninguna barrera mental. Simplemente lo supo. Tuvo una imagen mental de él sentado con los pies descalzos y el torso desnudo delante de la televisión, viendo un partido de béisbol y bebiendo una cerveza.

Musitó un taco al tiempo que cogía el teléfono.

-Sí.

______ se sobresaltó. Aquella palabra había sonado en su oído justo a la vez que se imaginó a Jonas en su mente, hablando.

-Ah. ..er. ..Lo siento -tartamudeó, y volvió a dejar el auricular en su sitio.

Se quedó mirando fijamente el teléfono, tan aturdida que no sabía qué hacer. Había oído claramente el ruido de un partido de béisbol de fondo.

* * *

Joe se encogió de hombros ligeramente irritado y colgó el teléfono. Se había perdido un out del partido, que tuvo lugar precisamente en el momento en que apartó la atención de lapantalla. Se dejó caer contra el respaldo con un gruñido y cruzó las piernas sobre la mesita.

Aquélla era la ocasión en que más cómodo se encontraba hacía tiempo; sin camisa, sin zapatos, con una cerveza en la mano tan fría que la boca se le hacía agua por beberla.

La que había llamado era una mujer. Lo supo de forma instintiva, aunque la voz le había sonado grave e insólitamente áspera. La voz de un fumador.

Pensó en ______ Keen. Su voz era un poco ronca; el solo hecho de oírla le provocaba una erección cada vez. Se miró las piernas con gesto reflexivo.

Bingo.

Volvió a coger el teléfono.

-¿Acaba usted de llamarme? -preguntó bruscamente, tras hacer una breve llamada al servicio de información.

-Er... sí. Lo siento.

-¿Había algún motivo para ello ?

La oyó respirar por la línea, un sonido rápido y superficial. Algo la había alterado.

-Estaba preocupada -admitió ella finalmente.

-¿Preocupada? ¿Por qué?

-Creí que usted podía tener algún problema, pero me equivocaba. Lo siento -volvió a decir.

-Se equivocaba -repitió él, con exagerada incredulidad-. ¡Fíjate!

______ le colgó de golpe. Joseph hizo una mueca por el telefonazo e hizo el ademán de apretar el botón de rellamada, pero en vez de eso colgó también. En lugar de ser sarcástico, debería haber intentado averiguar qué era lo que la había alterado; a lo mejor Nadine Vinick hacía que le remordiera la conciencia; a lo mejor estaba a punto de tirar de la manta. El agente Ewans la había dejado fuera de toda sospecha, aunque ella no lo sabía aún, pero todavía estaba seguro de que ______ conocía la identidad del asesino. Ahora, por haber sido un bocazas, había echado a perder la posibilidad de averiguarlo, porque seguro que a la joven no le quedarían ganas de hablar con él.

Entonces cayó en la cuenta de que ninguno de los dos se había identificado. Ella sabía quién era él, igual que él sabía quién era ella. y había tenido razón en una cosa, maldita sea: en efecto, tenía problemas. Volvió a mirarse las piernas.

Problemas graves.

Le picó la tentación. Dejó la cerveza sobre la mesa con tal porrazo que salió un poco de espuma de la lata. Acto seguido, maldiciendo su propia idiotez, cogió el auricular y pulsó la tecla de rellamada.

-¿Qué? -soltó ______, contestando antes de que hubiera finalizado siquiera el primer tono.

-¿Qué sucede aquí? Dígame.

-¿Qué le gustaría que le dijera? -preguntó ella dulcemente.

-Por ejemplo, la razón por la que me ha llamado.

-Ya se lo he dicho. Creí que podía estar pasando algo malo.

-¿Qué le hizo pensar tal cosa? -Por mucho que lo intentara, no podía eliminar el escepticismo de su tono de voz.

______ aspiró profundamente para tranquilizarse.

-Mire, tuve una inquietante sensación en relación con usted y me preocupé. Estaba equivocada.

-¿Qué le hizo pensar que tenía que ver conmigo?

Silencio mortal. Joseph esperó, pero ______ no dijo nada. El silencio era tan profundo, sin percibirse siquiera el ruido de su respiración, que sintió un escalofrío alarmante que le subía por la espalda.

-¿Se encuentra bien? -le preguntó con brusquedad-. ¿______? -Silencio-. Vamos, nena, dígame algo o voy inmediatamente para allá.

-¡No! -Su voz sonó estrangulada-. No... No venga.

-¿Está bien?

-Sí. Sí, estoy bien. Sólo es que. ..estaba pensando en otra cosa.

-¿Como cuál?

-Quizá no guarde relación con usted, sino con otra persona. Tengo que pensar en esto. Adiós.

-No cuelgue -la advirtió Joseph-. Maldita sea, ______, no cuelgue... ¡Mierda! -Sonó en su oído el tono de marcar. Colgó el teléfono con violencia y se puso en pie de un salto. Iría allí, vería qué pasaba...

...¿Y qué se encontraría? Dudaba sinceramente que ella le abriese la puerta. Ni siquiera tenía un motivo para ir, porque el agente Ewan la había dejado fuera de toda sospecha. Eso llevaba carcomiéndole todo el día; a menos que surgiera algo más, y tal como estaban las cosas no parecía que hubiera esperanzas de ello, no tenía razón alguna para hablar otra vez con ______. y resolver el caso de Nadine Vinick parecía una tarea cada vez más difícil. Le cabreaba profundamente que aquel caso pareciera un verdadero misterio, un asesinato entre desconocidos, el típico caso que no se resolvía casi nunca. La señora Vinick merecía algo mejor.

Y él no quería no ver nunca más a ______ Keen. Si ella no estaba involucrada en el caso, y oficialmente él tenía que aceptarlo, tendría que buscar algo más. No le gustaba lo que sentía, pero era demasiado fuerte para ignorarlo.

Isi
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Mensaje por Isi Lun 15 Oct 2012, 5:49 pm

* * *

______ paseó nerviosa, alternando los juramentos con el acto de secarse las lágrimas.

¡Maldito Jonas! La había puesto tan furiosa, que con gusto le habría arreado un puñetazo si lo hubiera tenido delante. Pero Jonas era el menor de sus problemas. Definitivamente, la percepción estaba volviendo, si bien quizás un poco alterada respecto de antes. Tal vez no sentía tanta empatía como antes, tal vez había un poco más de clarividencia. De no ser así, ¿cómo podía haber sabido que Jonas estaba viendo un partido de béisbol? ¿Cómo podía haber previsto su respuesta al instante? Eso nunca le había sucedido anteriormente.

Había estado pensando en él, sin querer, pero estaba claro que le tenía en la mente cuando la invadió aquella inquietud, aquella sensación de peligro. Automáticamente pensó que tenía algo que ver con él, pero no era así; simplemente, la presencia de Jonas en su mente era tan fuerte que no se dio cuenta de que ambas cosas no estaban relacionadas entre sí. Eso significaba que tenía dos problemas; no, tres.

Uno: estaba recuperando sus capacidades extrasensoriales, en forma de rachas.

Ella no las deseaba, pero allí estaban, y tendría que hacerles frente. Apartó de sí aquella idea, porque, aunque aquel problema iba a causar un gran efecto en su vida, los otros eran más inmediatos.

Dos: el detective Jonas iba a ser una complicación. Ya lo estaba siendo.

La ponía más furiosa que nadie que hubiera conocido nunca, y lo hacía sin pretenderlo siquiera. Era un verdadero neanderthal, sarcástico y escéptico, y notaba el impacto de la rabia que él albergaba dentro de sí. Era un hombre tan intenso que ella casi cedió al impulso de esconder la cara cada vez que lo veía. Ardía con aquella especie de fiera masculinidad que hacía que las mujeres se volvieran y le miraran con ojos de carnero degollado. ______ era consciente de que no tenía mucha experiencia con los hombres, pero eso no significaba que fuera idiota. Sus reacciones hacia él eran demasiado intensas, carentes de toda proporción. Y lo último que necesitaba en aquel momento era tener que lidiar con una atracción sexual, sobre todo cuando no iba a resultar nada de ella.

Gruñendo, se dio cuenta de que Jonas sentía la misma atracción reacia. La había llamado nena Probablemente, lo único que le contenía era que sospechaba de ella, y eso no podía durar mucho a la vista de la ausencia de pruebas. Los hombres como él no vacilaban cuando deseaban a una mujer; una vez que hubiera aceptado que ella no tenía nada que ver con el asesinato de Nadine Ninick, ______ tendría que vérselas con él.

Lo cual le llevaba al problema número tres, el que la alteraba de tal forma que había aplazado para otro momento pensar en él: la maldad que había percibido, la que le había causado aquella inquietud, poseía la misma….textura, o personalidad, que la fuerza que había sentido la noche en que Nadine Vinick fue asesinada.

Se trataba del mismo hombre. Seguíaallí, y su maldad estaba concentrada en otra persona. Todavía no tenía forma concreta, sólohabía percibido un eco de la misma, pero el asesino iba a actuar de nuevo, y ella era la única esperanza que tenía la policía, y también la víctima, para detenerlo a tiempo.

No tenía nada con que continuar, ninguna cara, ningún nombre. Sin embargo, con un poco de tiempo podría concentrarse en él, permanecer con él, y él cometería algún error que le revelaría su identidad.

Tendría que trabajar con la policía, y eso significaba trabajar con Jonas. No le cabía duda de que iba a ser una situación incómoda y difícil, pero no tenía otra alternativa. Estaba atrapada en aquello y no había manera de escapar.


Fin del capítulo

Hola! ahora sí este fue le último capítulo, subo otro el fin de semana :/ dew!
Isi
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Mensaje por Julieta♥ Lun 15 Oct 2012, 7:43 pm

mmm qmal
pero ame los caps
pobre rayis y mas como la trara joe el colmo!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por ElitzJb Mar 16 Oct 2012, 8:24 pm

wao nah medejasta loca
con todos esos super capitulos
dios como me encanta esta novela hay tantas cosas x descubrir ;)

ame todos esos cap y x supuesto q quede con ganas
de muchoooooooooo mas
siguela por favor espero y no tardes mucho
ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por andreita Dom 21 Oct 2012, 3:55 pm

nueva lectora!
la nove esta muy buena
siuela
andreita
andreita


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Mensaje por Julieta♥ Lun 22 Oct 2012, 9:34 am

ya vas a subir cap????
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por andreita Lun 22 Oct 2012, 3:10 pm

masssssssssssssssss
andreita
andreita


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Mensaje por Isi Lun 22 Oct 2012, 3:31 pm

Capítulo 7


A la mañana siguiente, ______ acababa de terminar de vestirse cuando el fuerte golpe en la puerta principal la hizo dar un respingo y después fruncir el ceño, tanto por la molestia como por la alarma. No tenía ninguna duda acerca de quién estaba llamando a su puerta a las siete y veinte de la mañana, aunque no hacía falta poseer capacidades especiales para adivinarlo.

Sin embargo, la mejor manera de tratarlo era no dejando ver que le provocase reacción alguna. El detective consideraría su enfado no una debilidad, y que Dios la ayudara si él captaba el menor indicio de la inoportuna atracción que sentía; era demasiado agresivo para dejar pasar cualquier circunstancia.

No sentía deseos de invitarlo a entrar; tenía que ponerse a trabajar y no tenía intención de llegar tarde por su culpa. Cogió el bolso y con las llaves en la mano se dirigió hacia la puerta.

Cuando la abrió, se encontró con el detective casi enfrente de sus narices, apoyado con un musculoso brazo contra el marco de la puerta y el otro levantado ya para llamar de nuevo. La proximidad de su cuerpo la hizo contener la respiración, una reacción que ocultó saliendo al exterior y volviéndose para cerrar la puerta tras de sí. Por desgracia, él no retrocedió, y ella fue a parar contra él de plano, todo calor y músculo. Estaba prácticamente en sus brazos; lo único que él tenía que hacer cerrarlos alrededor de ella, y quedaría atrapada.

Con expresión seria, se concentró en cerrar la puerta con llave, procurando no hacer caso de la situación. La breve mirada que le lanzó a la cara le indicó que aquella mañana el detective estaba de mal humor, pero además percibió una alarmante irritabilidad masculina.

Aquel hombre era más encrespado que un semental olfateando una yegua en época de celo.

Aquella imagen mental resultó infortunada, y tan atinada que el corazón empezó a latirle a toda prisa. De espaldas a él mientras lidiaba con la terca cerradura, de pronto notó nítidamente la presión de su cuerpo contra las nalgas. Se había formado una protuberancia inconfundible, gruesa y dura, descaradamente porfiada.

Por fin el pestillo se colocó en su sitio. ______ permaneció quieta, petrificada, sin saber qué hacer. Si se movía, se frotaría contra él; si no se movía, era posible que él lo tomase como una invitación. Cerró los ojos para alejar la insidiosa tentación de simplemente darse la vuelta y encararse con él, lo cual le daría permiso en silencio por el hecho de darle acceso. Tan sólo la certeza de que no funcionaría, de que se quedaría petrificada bajo el azote de un horror de seis años, la salvó de rendirse. No podía volver a pasar por todo aquello.

Se obligó a poner en funcionamiento la voz.

-¿Qué quiere, detective?-inmediatamente deseó morderse la lengua. Había escogido malas palabras, dadas las circunstancias. Con aquella erección rozándola insistentemente, era obvio lo que quería el detective.

Por espacio de un par de segundos, Jonas no contestó. Ella notó el subir de su pecho al inspirar lentamente; a continuación, gracias a Dios, él retrocedió un paso.

-No estoy aquí como detective. He venido sólo a ver si se encontraba bien.

La fuerte tensión sexual se aflojó con la pequeña distancia que se abrió entre ellos, lo cual hizo que ______ si sintiera como si le hubieran quitado unos grilletes. El alivio la mareó ligeramente, una reacción que combatió con la acción.

-Estoy bien -dijo rápidamente, y bajó los escalones antes de que él pudiera detenerla.

Maldita sea, su coche bloqueaba el de ella. Se detuvo, y recuperó el autocontrol suficiente para dudar sólo un momento antes de decir:

-Tengo que irme, o llegaré tarde al trabajo.

Jonas consultó su reloj.

-En coche se tarda quince minutos. Tiene mucho tiempo.

-Tengo que salir temprano, por si hay problemas.

Aquella explicación no lo hizo inmutarse lo más mínimo. Sus ojos avellana de pesados párpados la recorrieron de arriba abajo, mientras su expresión no decía nada.

-¿Anoche se asustó por alguna otra cosa?

-No estaba asustada.

-Yo no podría decir lo mismo.

-No estaba asustada-repitió ______, esta vez con los dientes apretados. Aquella obstinación ya la estaba sacando de sus casillas. Necesitaba huir de él inmediatamente.

-Ya lo creo que sí. Y también está asustada ahora. - Su mirada volvió a recorrerla -. Aunque no por la misma razón - añadió suavemente. Esa vez, cuando sus párpados se elevaron, ella vio el brillo depredador del macho.

______ se puso rígida y sintió un escalofrío de aprensión. Tal vez Jonas no fuera vidente, pero poseía un agudo instinto masculino. Evitarle iba a ser más difícil de lo que había pensado, porque percibía la reacción que ella no lograba ocultar. Jonas bajó los escalones siguiéndola, y ella se apresuró a replegarse hacia su coche. Abrió la portezuela de un tirón y se deslizó al interior, utilizándolo como barricada para defenderse de él.

Jonas la contemplo por encima de la portezuela aún abierta, perforándola con ojos penetrantes.

-Cálmese - murmuró -. No se enfade tanto.

Ella lo miró furiosa, agitada casi hasta no poder soportarlo. Si aquel hombre no se iba pronto, iba a perder el control y decir algo que sabía que luego lamentaría haber dicho. Se agarró de la puerta para sostenerse, con los nudillos blancos por el esfuerzo.

-Aparte su coche, detective. Y a menos que traiga una orden judicial, no vuelva a venir a mi casa.

* * *

Magnífica actuación, Jonas.

Joseph experimentó una sensación de violencia al jurar para sus adentros. Miró furioso su mesa, sin hacer caso del ruido de voces que se superponían unas a otras ni del incesante sonar de los teléfonos. Rabiaba de frustración, tanto sexual como profesional. En el caso de Vinick no había ninguna pista, ninguna prueba; la investigación no iba a ninguna parte, y por lo visto su interés por ______ Keen avanzaba rápidamente en la misma dirección.

¿Qué otra cosa había esperado? ¿Qué ella no notase su erección empujándole el trasero?. Lo increíble era que no se hubiera puesto a chillar.

Debería haber retrocedido inmediatamente cuando ella salió de la casa, pero no lo hizo. El primer roce accidental de su cuerpo le había dejado paralizado en el sitio, con todos los sentidos dolorosamente centrados en aquel contacto. Le había producido tal placer, que apenas consiguió soportarlo, pero al mismo tiempo le resultó insuficiente, y deseó más. Deseó desnudarla, penetrar dentro de ella. Deseó sentir sus piernas alrededor de la cintura, notar cómo temblaba al llegar al orgasmo. Deseó dominarla, hacer añicos su resistencia, doblegarla a su voluntad de forma tan completa que pudiera tomarla cada vez que quisiera..., y deseó protegerla de todo y de todos. Ésa era la razón por la que se había presentado en su porche aquella mañana. No había podido descansar en toda la noche, pues estaba casi totalmente seguro de que algo la había asustado, pero seguro del todo de que ella no le habría recibido bien si la hubiera vuelto a llamar. Cuando se hizo de día, no pudo resistirlo mas; tenía que comprobar por sí mismo que ______ se encontraba bien.

De modo que ¿qué fue lo que hizo? Ganarse su antipatía todavía mas. No había sabido tratarla desde el principio, y seguía sin tener ni idea de lo que debía hacer respecto de ella.

El agente Ewan la había dejado limpia de toda sospecha de haber estado presente en la escena del crimen de Nadine Vinick, pero era evidente que sabía algo y que había ido a contárselo a la policía. ¿Entonces qué era, una sospechosa o un testigo? La lógica indicaba lo primero, pero una especie de incómodo instinto decía lo último, y a su polla francamente no le importaba un comino.

-Estás de un humor de perros -comentó Nicholas ociosamente, echado hacia atrás en su silla y observando la expresión de su compañero.

Joseph gruñó. No había forma de negarlo.

-¿Has hablado últimamente con ______?

Molesto, Joseph le lanzó una mirada.

-Esta mañana - respondió brevemente.

- ¿Y?

- Y nada

-¿Nada?¿Entonces porqué la has llamado?

-No la he llamado.-Joe daba vueltas a un lápiz, nervioso-. He ido a verla.

-Oh, no. Ahora le ocultas secretos a tu compañero, ¿eh?

-No hay ningún secreto que ocultar.

-¿Y por qué has ido a verla?

Maldita sea, aquel interrogatorio le estaba poniendo muy nervioso. Joseph experimentó un breve instante de comprensión por los otros sospechosos a los que Nick y él habían interrogado durante horas. Un instante muy breve.

-No hay ninguna razón -respondió, empleando descaradamente una táctica de cerrojo y sin importarle un bledo que Nicholas lo supiera.

-Así que ninguna razón, ¿eh?

Nick se estaba divirtiendo. Se leía el regocijo en sus ojos oscuros. Nunca había pensado que llegaría el día en que el bueno de Joseph estuviera tan revolucionado por una mujer, y tenía la intención de disfrutar hasta la última gota de aquella situación. Joseph jamás en su vida había tenido problemas por causa de las mujeres; ellas siempre se preocupaban por él más que él por ellas, lo cual le daba una tremenda ventaja en las relaciones. Nunca trataba mal a una mujer, pero al mismo tiempo la influencia que ellas ejercían siempre era muy pequeña.

Aunque a ninguna le gustaba lo irregular de su horario de trabajo. Si tenía que dar plantón a una, ¿qué importaba? Nunca había dado a las mujeres de sí mismo otra cosa que su físico, porque el trabajo siempre era lo primero. Joseph era un magnífico policía, uno de los mejores, pero siempre había navegado ileso por el tempestuoso mar del romance, a diferencia de quienes forcejeaban con los conflictos entre el trabajo y las relaciones personales, de modo que resultaba agradable verle debatirse ahora.

Nick picó un poco más a la bestia.

-¿Qué ha dicho ella?

Joseph frunció el entrecejo y lanzó otra mirada de irritación a su compañero.

-¿Por qué eres tan curioso?

Nicholas extendió las manos, fingiendo inocencia.

-Creía que estábamos trabajando juntos en este caso

-Esto no ha tenido nada que ver con el caso.

-¿Entonces por qué has ido a verla?

-Para ver sí estaba bien

Nick no pudo contener una risita, y todavía estaba riendo cuando sonó el teléfono.

Joe cogió el auricular.

-Detective Jonas -ladró

-Por fin ha aparecido algo en relación con esa tal señorita Keen a la que interrogasteis - dijo una voz lacónica al oído de Joe- Interesante. Muy interesante.

Joseph se había puesto rígido al oír mencionar el apellido de ______, y todo su cuerpo estaba en actitud de alerta

-¿Sí? ¿Como qué?

-Dejaré que lo leas tú mismo, amigo. Te lo estoy enviando por fax. No sabía que te gustaban esta clase de cosas. Aunque no está mal la muñeca.

-Ya -dijo Joe de modo automático-. Gracias, Baden. Te debo una

-Lo apunto en mi agenda -dijo Baden en tono jocoso. Hasta luego.

Joseph colgó el teléfono y vio que Nicholas le miraba con gran interés, ya sin el menor atisbo de diversión.

-¿Qué ocurre?

-Baden me va a enviar información acerca de ______ Keen.

-No jodas –Nick arqueó las cejas-. No pensaba que fuera a surgir nada sobre ella.

-Bueno, pues sí.

El fax que había en el rincón comenzó a zumbar y a escupir papel. Joseph se levantó y fue hasta él, con el semblante grave. No estaba seguro de que quisiera ver aquello. Dos días atrás, le habría encantado tener en las manos información sobre ______, pero ya no. Desde que ella le llamó la noche anterior, había dejado incluso de intentar negar el efecto que ejercía sobre él.

La deseaba, maldita sea, y quería que fuera inocente; quería que hubiera alguna explicación a las cosas que les había contado el lunes.

Nicholas se plantó de pie a su lado, observando a Joseph con mirada inescrutable.

Salió la primera hoja. Era una fotocopia de un artículo de prensa. Leyó rápidamente el titular


JOVEN VIDENTE ENCUENTRA A UN NIÑO DESAPARECIDO.

Nick lanzó un silbido, una única nota que sonó casi imperceptible.

Siguieron una página tras otra, todas con el mismo
tema en común

las capacidades psíquicas de ______ Keen.

Algunos de los artículos parecían pertenecer a revistas de psicología o eran trabajos sobre psicología. Había varias fotografías débilmente impresas que mostraban a una ______ más joven, casi con aspecto de niña. La mayoría eran artículos de prensa que informaban de que la «notable vidente» ______ Keen había trabajado con la policía en la resolución de diversos casos. Se fijó en que los artículos procedían todos del noroeste del país, Oregón y Washington sobre todo, aunque también había dos de Idaho, uno del norte de California y otro de Nevada.

A veces ______ aparecía descrita como «joven clarividente», en una ocasión como «encantadora», dos veces como «extraordinaria».

En todos los artículos era un tema común que la policía local se había mostrado, al principio, escéptica y burlona respecto de los poderes de la joven, hasta que ésta hizo exactamente lo que dijo que podía hacer.

Normalmente se trataba de dar con una persona desaparecida, si bien en un par de ocasiones había ayudado a encontrar a unos secuestradores.

Se mencionaba varias veces que cuando no estaba trabajando en un caso, la señorita Keen vivía en Boulder, Colorado, en el Instituto de Parapsicología. Un tal doctor Sterling Evans, catedrático de parapsicología de dicho instituto, aparecía mencionado varias veces.

Nick estaba de pie junto a Joe, leyendo cada página igual que él. Los dos guardaron silencio. Aunque ya habían sido advertidos de antemano, por la propia ______, leerlo en blanco y negro resultaba inquietante.

Entonces les saltó a la vista un escueto titular:

ASESINO ATACA A UNA VIDENTE.

Joseph cogió la hoja y la mantuvo tensa hasta que terminó de imprimirse, y ambos se pusieron a leerla tan pronto como salió del fax.

Había habido una serie de secuestros de niños en una zona remota de Washington; se había encontrado a un niño muerto, y otros dos seguían desaparecidos. El sheriff local llamó a ______, con la que ya había trabajado en otra ciudad, para que le ayudara a encontrar a los niños.

Justo antes de que ella llegase, desapareció un niño más. Ese mismo día había aparecido en la prensa un gran artículo sobre ella.

Aquella noche, Arno Gleen secuestró a ______ de la habitación de su motel y la llevó al mismo sitio al que había llevado al último niño secuestrado, un pequeño de cinco años.

Sin embargo, lo vieron, y se alertó al Sheriff. Era una ciudad pequeña; lograron identificar a Gleen y seguirle la pista. Pero cuando llegaron, el niño ya estaba muerto, y aunque llegaron a tiempo de salvarle la vida a ______, ésta había , sufrido graves palizas.

Su estado, “malo” fue descrito posteriormente en otro artículo.

No había nada más, absolutamente nada.

Joseph consultó la fecha del último articulo; era de hacia un poco más de seis años.

Durante seis años ______ Keen había desaparecido literalmente del ojo del público.

¿Por qué se había ido a vivir a Florida? Nada más pensar en ello, visualizó un mapa en su mente y comprendió la razón:

Florida estaba lo más, lejos, posible de Washigton, sin salir del País.

¿Pero porqué, después de seis años de anonimato y de llevar una vida completamente normal, había acudido al despacho del teniente y le, había contado lo del asesinato de Nadine Vinick?

-No ha tenido que ser nada fácil -murmuró Nick , cuyos pensamientos iban obviamente por los mismos derroteros - haberse implicado de nuevo después de lo que sucedió la última vez.

Joseph se pasó la mano por el pelo. Una parte de el se sentía exultante, pues habían desaparecido los últimos vestigios de posibles dudas; había una explicación para el hecho de que ella supiera tanto. Aunque aún no se lo creía del todo, por lo menos ahora tenia que dejar de mostrarse incrédulo. Ya no había razón alguna para que permaneciese apartado de ella, podía perseguirla tal como su deseado hacerlo desde el principio. Pero otra parte de él, de modo perverso, no quería aceptar lo que estaba leyendo, primero porque simplemente le parecía improbable, porque se le hacía muy cuesta arriba a alguien tan sólidamente afirmado en la realidad y en los hechos, segundo, porque aquello le alarmaba.

mierda, ¿y si fuera verdad? No quería que nadie le leyera la mente, aunque tras un momento de reflexión tuvo que admitir que sería cómodo que una mujer fuera capaz de distinguir cómo se sentía sin que él tuviera que explicárselo.

Pero era más que eso. Él era policía; había visto cosas, oído cosas, hecho cosas que no quería que fueran de dominio común entre él y su hembra. Se trataba de algo que sólo otro policía podría entender. El trabajo los marcaba, los separaba para siempre de los civiles.

Había casos que se irían con él a la tumba, que vivirían en su mente. Los rostros de algunas víctimas, que vería siempre.

No quería que nadie invadiera la intimidad de su mente, ni siquiera ______; sus pesadillas eran sólo suyas.

Juntó todas las hojas.

-Voy a hacer algunas comprobaciones respecto de esto -dijo-. Hablaré con ese doctor Evans para averiguar qué ha pasado en estos seis últimos años.

Nicholas tenía una expresión un tanto extraña, una especie de diversión que competía con la solidaridad.

Joseph le miró ceñudo; en ocasiones, tener un compañero era como vivir con una vidente, uno llegaba a conocer muy bien al otro. Nicholas era lo bastante sádico para disfrutar viendo cómo Joseph sufría por una mujer.

-¿Qué es lo que te hace tanta gracia? -gruñó. Nick se encogió de hombros.

-Al parecer, los dos vamos a trabajar con ella, y te imagino tratando de llegarle a su lado bueno, después del modo en que ambos os habéis llevado hasta el momento. O que no os habéis llevado, debería decir más bien.


Hasta aquí

Hola! volví c: subí un capítulo largo :D gracias por haber esperado (: Saludos!!!
Isi
Isi


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