Los Ojos del Demonio (Harry Styles)

Harry se había encargado de ser él mismo quien llevara a Dina a su hogar en cuanto el timbre que indicaba la salida del instituto les permitió salir de aquel lugar. Ambos iban en silencio en el coche, tan solo el sonido de I can’t tell you why de Eagles inundaba los oídos de ambos. Dina se negaba a tocar el tema sucedido en los pasillos del instituto, mientras que Harry trataba de aclarar todo lo que pasaba en su cabeza.

-Gracias por traerme – Harry hizo un ligero movimiento de cabeza. Dina bajo del coche sin mirar atrás, tan solo camino hasta la entrada de su hogar. Detrás de ella pudo escuchar el rechinido de las llantas golpear el pavimento, y ahí supo que Harry se había marchado.

Entro sin hacer ruido, lo más seguro es que su madre no estuviera en casa, puesto que se encontraba en la vieja tienda de Durham ayudándole al señor Scott, había enfermado hace unos días de algo que según su mamá los doctores desconocían.

Pisadas fuertes retumbaron en el piso de arriba, un escalofrió recorrió el cuerpo de Dina poniéndole la piel de gallina, tenía miedo de lo que fuera a encontrar. Subió las escaleras despacio, manteniéndose segura al agarrarse del barandal, al llegar a la parte de arriba se detuvo en seco observando las enormes y blancas alas saliendo del cuerpo de su abuelo.

A como pudo se sostuvo por el picaporte de la puerta, un pequeño grito ahogado salió de entre su boca dejando por completo sus debilidades frente a aquel inhumano ser que se encontraba frente a ella, tenía la apariencia de su abuelo fallecido pero un par de alas blancas salían de su espalda extendiéndose por la habitación.

Dina le miraba atónita, no podía creerlo aun. Pero cuando el hombre le miro directo a los ojos ella sintió como todo su cuerpo se paralizaba y todo a su alrededor se volvía obscuro. De pronto ella se encontraba sola y con frio en aquella habitación sin alguna luz que le permitiera ver.

“Confundida” la voz resonó en su cabeza, esa no había sido su pensamiento, sino una voz masculina hablándole “lo imaginaba, pero no quiero que me temas, hija” miraba desesperaba a todos lados pero sus ojos estaban nublados ahora por una luz cegadora.

-¿Quién eres? – quiso saber estando de rodillas frente a aquel ser que no podía ver.

“Soy Miguel” el hombre susurro en su cabeza “no me temas” repitió.

-¿Qué quieres de mí? ¿Dónde estoy? – preguntaba desesperada forzando la vista.

“¿Por qué debería querer algo de ti? Tan solo quiero protegerte del mal, de seres de las tinieblas que están en el mundo terrenal” aquellas palabras no tenían sentido para ella. Al notar esto, Miguel se acercó más a Dina, ella pudo ver como llevaba unas enormes alas al igual que las que había visto que su abuelo llevaba hace unos minutos. La luz cegadora había desaparecido y ahora un rostro masculino estaba frente a sus ojos.

El hombre era hermoso, sus ojos color avellana le miraban con ternura, sus labios pareciera que habían sido tallados por los antiguos romanos, mientras que sus facciones tenían el toque duro de una piedra y la amabilidad de un viejo aventurero, pero mostraba una cicatriz en su ceja izquierda, su atuendo era el de un guerrero, una espada descansaba en su cadera, y aquellas emplumadas alas eran grandes e imponentes ante los ojos de Dina.

-¿Qué eres? – pregunto estirando su mano hasta poder tocar las alas, Miguel cerro los ojos sintiendo el tacto de Dina. – Eres un ángel – murmuro, ¿Qué más podía esperar? después de que había conocido a los hijos de Nerky, un demonio.

-Un arcángel… - le corrigió Miguel al abrir los ojos de nuevo. Dina le miraba con asombro y el miedo parecía haber abandonado su cuerpo.

-Un guerrero – se dijo más para sí misma, a lo que Miguel asintió. - Un guerrero de Dios… - Miguel le sonrió en forma de aprobación.

-Dina… - dijo Miguel atrayéndola hasta sus brazos, le rodeo con estos a lo que Dina no se negó sintiendo una enorme paz en su alma. – Bien, ahora no tenemos mucho tiempo, debo regresarte a tu hogar – Dina se apartó de él mirándole.

-No puedes llevarme aun, necesito saber muchas cosas – su voz salió rasposa y con miedo a la vez. – mi abuelo… - susurro pestañeando.

-él está bien… - sonrió Miguel.

-Supongo que mi padre también está aquí, ¿le has visto? – Miguel suspiro asintiendo - ¿podría verlo? Solo unos segundos, le echo de menos – murmuro Dina, a lo que Miguel se preguntó ¿Cómo le podría echar de menos si cuando él regreso al paraíso ella era una pequeña aun? – Miguel, por favor… - suplicante le decía.

De pronto los ojos de Dina se vieron nublados por algunas imágenes de su nacimiento, Miguel le estaba mostrando la verdad sobre su padre. Le mostraba como habían sido los días cuando su madre estaba embarazada de ella, como Miguel y su madre habían pasado tiempo juntos en una pradera.

-¿Papá? – pregunto Dina mirando a Miguel quien se había arrodillado frente a ella después de que aquellas imágenes la hayan dejado aturdida. Dina se tiro sobre los brazos de aquel arcángel sintiendo los cálidos brazos de su padre rodearle. Ahora entendía porque su madre decía que su padre estaba en el cielo, a esto era a lo que se refería. - ¿Cómo es que…

-No tenemos tiempo, tan solo quiero que te alejes de Harry Styles y todo lo que tenga que ver con él, inclusive debes prometerme que dejaras que Apple cuide de ti… - Dina no comprendía nada pero aun así asintió – prometo explicarte pronto todo – lo último que Dina pudo sentir fue como Miguel –su padre- posaba un dulce beso en su frente, segundos después estaba acostada en la cama de su habitación.

-¡Dina! – le llamaba su madre quien iba entrando a la casa con las bolsas del mercado – necesito un poco de ayuda aquí… - la castaña bajo las escaleras observando su entorno, todo parecía tan normal como siempre pero ella no se sentía así. – Baja las que faltan – le ordeno su madre.

-Mamá, cuéntame sobre mi padre… - pidió una vez entro con las bolsas y las deposito en el desayunador. Su madre le miro con duda, se aclaró la garganta y siguió haciendo la comida. – jamás quieres hablar sobre él, solo dices que él se encuentra en el cielo, descansando del mundo… - su madre se giró a verle con algo de temor en los ojos.

-Tu padre… - suspiro – fue un gran hombre.

-Mi padre es un gran hombre – le corrigió Dina desafiándole. – quiero saber sobre él, mamá – las lágrimas habían inundado los ojos de la madre de Dina, un silencio se prolongó cuando ambas se dirigieron al pequeño sofá beige. La castaña le miro atenta mientras que su madre se decidía en si hablar o no.

-Era muy joven cuando le conocí, era una chica igual que tú, con sueños e ilusiones que sabía que jamás se iban a cumplir, mientras que él… un hombre digno de una verdadera mujer, no de una chica como lo era yo, pero él puso sus ojos sobre mi…

“Madeline había pasado el verano en casa de sus abuelos, como todas las tardes salía a dar un paseo por el bosque que le conducía a un campo de margaritas. Esa tarde se había quedado dormida sobre algunas cuentas flores que su cobija cubría, los rayos del sol golpeaban su rostro.

Al despertar sintió la presencia de alguien a su lado, deprisa se giró inquieta mirando a un hermoso hombre a su derecha, no supo que decir más que una pequeña mueca formo con sus labios.

El hombre llevaba una gabardina, que no ocupaba ya que era verano y el sol no dejaba que sintieras el mas mínimo frio. Madeline sonrió cuando aquel extraño había sonreído también.

-Soy Miguel – se presentó estirando la mano esperando que ella la estrechara, pero en vez de eso solo asintió presentándose.

-Madeline – dijo sin mirarle.

-Lo sé – sonrió Miguel. La joven chica se extrañó pero no sentía miedo.

Ambos hablaron por un rato, Madeline se notaba entusiasmada con la plática de Miguel, pero no todo duraba para siempre, él tenía que marcharse antes de que el sol se escondiera, no podía regresar al paraíso cuando la noche haya caído sobre Lothian. Madeline vio desaparecer a Miguel por la pradera, con una mueca en los labios y la esperanza de volverle a ver.

Los días pasaban, así como los años y aquello que tenían Miguel y Madeline se hacía cada vez más grande. Ella hablaba de planes para un futuro, mientras que él en silencio y con una sonrisa le escuchaba atento.

La relación entre Miguel y aquella chica llena de ilusiones ya no era como antes, ella tenía depositada todo su amor y su confianza en él, mientras que para él, ella era la niña de sus ojos, la mortal a la que pertenecía su corazón celestial.”

-No te detengas, mamá… - Dina miro a su madre sumida en los recuerdos, que le habían dejado en silencio. El dolor estaba plasmado en su rostro, en su alma y en su cabeza. - ¿mamá? – le llamo Dina de nuevo. Madeline pareció regresar de aquel trance en el que estaba posando la vista en su hija.

-Él no era una mala persona… - Dina asintió escuchándole – Sé que él estaría muy orgulloso de ti, sé que hubiera querido verte crecer…

-Pero no fue así, tuvo que marcharse… - le interrumpió Dina, a lo que su madre asintió.

-El destino así lo quiso…

-Mamá, no mientas, por favor, sé que él no está muerto… se lo que en realidad él es, tan solo quiero escucharlo de tu boca… ¿Por qué se marchó? – Madeline chasqueo la lengua pensando en las palabras que estaba a punto de decirle a Dina, le miro unos segundos sintiendo como la vista de su hija le veía atenta cuando aparto la mirada de ella.

-Tu padre no está muerto… -Madeline sonrió con un brillo en los ojos que Dina no esperaba – Tan solo se fue por un tiempo, prometió regresar, pero no dijo cuándo lo haría…

-Pero ¿Por qué se marchó?

-La vida de un arcángel es muy dura… - susurro Madeline mirando a Dina, pero no vio ni un rastro de sorpresa en su rostro, así que continuo – Durante mi embarazo jamás se apartó de mi lado, siempre quiso cuidarte y saber que era lo que pasaba contigo. A cada minuto preguntaba si necesitaba algo, incluso ponía su oído en mi vientre y cerraba los ojos, te ponías muy inquieta cuando le tenías cerca, él decía que podía percibir tus sentimientos… - su madre se quedó en silencio observando el rostro de Dina, la castaña sonreía imaginando la felicidad de su madre al tener a Miguel, su padre, junto a ella. – Fue cuando tu tenías tan solo tres años cuando me lo dijo… dijo que se marcharía, no podía estar más tiempo en la tierra, podía ser castigado si el señor de los cielos sabía que estaba aquí. Me explico que a un ángel no se le permitía estar más de unos minutos en el mundo terrenal, que le castigaban con el purgatorio si se llegaba a exceder del tiempo permitido, y él, siendo un arcángel…

-Un guerrero… - susurro Dina más para ella que para su mamá.

-No puede bajar y mezclarse con los humanos, por ningún motivo se les permite esto, los arcángeles solo pueden estar en el paraíso, protegiéndolo, al fin y al cabo son solo guerreros que sirven al Señor. – Madeline vio a su hija, y le provoco sonreír - ¿Por qué presiento que ya sabias todo esto? – Dina sonrió un poco levantándose del sofá en el que estaba sentada.

-Porque un arcángel me lo conto… - su madre sonrió ampliamente mirando como su hija desaparecía por las escaleras.



Más tarde Dina se encontraba en su habitación sentada frente a su computador, la curiosidad le había ganado, comenzó a teclear en el buscador “Arcángel Miguel”, infinidad de resultados fueron los que aparecieron, dio clic en uno sintiendo como su corazón se aceleraba…

“El arcángel Miguel es, ante todo, el enemigo de Satanás. También es el ángel de la muerte ya que se dice que le ofrece a las almas la oportunidad de redimirse antes de morir. Es también el guardián de la Iglesia universal, por eso, se le representa como un ángel con armadura de general romano, amenazando con una lanza o espada a un demonio o dragón. También suele ser representado pesando las almas en la balanza, pues según la tradición, él tomaría parte en el Juicio Final…”

“… La Iglesia lo considera el primero de los siete arcángeles…Cada arcángel tiene sus atributos, según su papel en los relatos bíblicos”

“Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Jofiel, Samuel y Zadkiel son los encargados de combatir a los ángeles obscuros, los seres que se ocultan en las tinieblas…”

Dina leía atenta cada palabra que aparecía en su monitor, pero un pequeño ruido le hizo girarse hacia la ventana, esta se abrió de golpe dejando ver el rostro de Harry con el semblante molesto, la castaña cerro las pestañas rápidamente del internet girándose por completo a Harry quien ya estaba sentado en la cama mirándole.

-Estas agitada, y por la forma en que cerraste las pestañas del computador, presiento que estabas viendo pornografía… - dijo de los más tranquilo sin apartarle la mirada que estaba siendo cubierta por sus gafas obscuras.

-Es solo que me espantaste, no esperaba que llegaras sin avisar…

-Así soy yo – dijo encogiéndose de hombros.

-No deberías estar aquí…

-No lo estaría si hubieras respondido a las llamadas de Louis – Dina se encogió de hombros yendo a la mesita de noche para tomar su celular.

-No me había dado cuenta, lo siento… - se disculpó.

-Todos estaban preocupados, así que me mandaron a buscarte… - Dina sintió el cuerpo de Harry en su espalda, detrás de ella. Se quedó quieta al sentir la respiración de él en su cuello, pero no dijo nada, solo continuo mirando su celular.

-Cuando dices todos te refieres solo a ti – le reto la castaña, a lo que Harry mostro una pequeña sonrisita traviesa.

-No te sientas tan importante, tan solo…

-Entonces si no soy importante ¿porque me proteges tanto? – Dina ya estaba de frente a él mirándole desafiantemente, le quito las gafas pero Harry tenía los ojos cerrados. – mírame y respóndeme.

Harry abrió los ojos de golpe dejándose ir sobre Dina, no le lastimo, tan solo le beso en los labios desesperado, algo dentro de él le quería sentir suya, algo que no comprendía aun, desde aquella tarde en la que la había dejado en su hogar y él había llegado a la vieja casa, había tomado el móvil de Louis solo para llamarle a Dina y así poder escuchar su voz y saber que estaba bien, pero como ella no había respondido, su preocupación había surgido, haciendo que saliera de casa a hurtadillas como un adolescente yendo a buscar a su amada. Ese sentimiento llamado “amor” que Harry trataba de negárselo a si mismo se estaba haciendo presente en esos momentos.

El rizado acaricio los costados del cuerpo de Dina, le introdujo la lengua en su cavidad bucal haciendo que un pequeño gemido por parte de ella fuera sofocado, él no se detendría hasta poder poseerla esa noche, pero el monstruo dentro de él le decía que esto no estaba bien. Harry sabía que esto podía ser un lazo más fuerte entre ambos, pero aun así él seguía acariciando cada milímetro del cuerpo de Dina, le dejo desnuda y ella a él, y bajo las sabanas continuaban demostrándose el deseo que ambos sentían uno por el otro.

Dina se sentía completa cuando Harry introdujo uno de sus dedos en su feminidad, contuvo su gemido mordiéndose el labio inferior, Harry siguió moviendo sus dedos dentro de ella deseando poder escuchar su nombre salir de sus labios.

-Di mi nombre – le exigió.

-Ha…Harry… - dijo sin respiración Dina.

-Dilo más fuerte – le pidió sacando los dedos de la feminidad de Dina, comenzó a moverse abriéndose paso entre las piernas de la chica pero un fuerte dolor de cabeza lo detuvo haciéndolo gemir de dolor, se movió a un lado de Dina apretando sus sienes con sus dedos sobre estas.

-Harry, ¿Qué pasa?- Dina salió de su trance de éxtasis al verle más pálido de lo normal. Le partía el corazón verle sufrir.

-Mi cabeza – gruño cayendo de la cama sin dejar de apretar las sienes. – Sal maldita sea… - gruñía más fuerte.

-Harry – susurro Dina atrayéndolo hasta sus brazos, le abrazo haciendo que se calmara, Harry tenía los ojos cerrados y había caído en un profundo sueño. Dina se encargó de tapar el cuerpo desnudo de ambos con una cobija. La castaña le miro por última vez en el día tan tranquilo que pareciera que nada le estuviese pasando hace unos minutos, apoyo su cabeza en el pecho del rizado cerrando los ojos y durmiendo al igual que él.