Pasado Imborrable [Joe&Tu]

Capitulo VI (Continuación)

Ninguna mujer, jamás, había hecho que sintiera el deseo de estrangularla y besarla al mismo tiempo.
Besando a ____ conseguiría paliar la constante presión que sentía en la entrepierna, pero estaba seguro de que ella le daría una bofetada. Se ponía tensa cada vez que estaban juntos, pero sabía que se sentía atraída por él. La atracción estaba entre ellos como una corriente eléctrica.
Dominar a aquella mujer se estaba convirtiendo en una obsesión y hacerlo sería muy dulce. Por primera vez en su vida, el trabajo había pasado a ser algo secundario.
Ir de compras era algo que no había hecho en mucho tiempo y le recordaba la noche que conoció a ____, cuando tuvo que entrar en una farmacia a toda prisa para comprar preservativos, como un adolescente con las hormonas descontroladas.
Se había sentido incómodamente expuesto cuando ella le echó en cara que hubiese comprado tanta ropa para la niña. ¿Cómo iba a explicarle que había querido aprovechar la oportunidad para darle a Lola todo lo que no había podido tener hasta ese momento? Se había sentido expuesto y débil. Nadie le había hecho sentir así en mucho tiempo y no le gustaba nada.
Tal vez cuando se hubiera acostado con ____, podría ver con más claridad qué lugar debía ocupar en su vida. Ella tenía que querer algo a pesar de su enfado por haber gastado tanto dinero. Y también había insistido en pagar los pañales...
Rico no recordaba la última vez que una mujer había insistido en pagar nada, pero una vez que supiera qué quería ____ Butler y cuáles eran sus debilidades, podría manipularla. Lo importante en aquel momento era conseguir que las dos dependiesen de él porque no iban a ir a ningún sitio.
Al día siguiente, _____ echaba humo por las orejas mientras paseaba por el salón, admirando la fabulosa vista de Londres. El ático estaba en silencio. La señora Wakefield se había ido a casa y Lola estaba dormida.
Cuando despertó esa mañana, ____ había encontrado una nota de Joe:
Estaré en la oficina todo el día. Llámame si necesitas algo.
Era un alivio, pero si tenía que ser sincera consigo misma, la verdad era que también había sentido algo muy parecido a la desilusión.
Más tarde, mientras estaba dejando en el pasillo las bolsas de ropa que Lola y ella no iban a necesitar, ____ vio unas revistas.
La señora Wakefield le había confiado que las revistas del corazón eran su debilidad y decidió echarle un vistazo a una de ellas... pero de inmediato lamentó haberlo hecho. Porque en la portada había una fotografía de Joe, Lola y ella en el parque el día anterior.
Joe tenía a la niña en brazos y ella estaba a un lado, sonriendo. No recordaba por qué estaba sonriendo y le parecía una traición. El titular decía: El magnate Joe Jonas y su familia secreta.
Horrorizada, ____ tiró la revista e intentó ponerse en contacto con él, pero su secretaria le dijo que estaba en una reunión y no podía ponerse al teléfono.
–¿Quiere dejar un mensaje?
–Sí, quiero dejar un mensaje. Dígale al señor Jonas que su familia secreta quiere
hablar con él.
Lo había planeado él mismo, estaba segura. Había querido asegurarse de que todo el mundo supiera que tenía una hija para que no pudiera dar un paso sin que la siguieran.
Cuando llamó al conserje, el hombre le confirmó que había fotógrafos en la puerta. Y pensar que le había parecido enternecedor que Joe hubiera querido llevarlas a su casa...
La puerta se abrió en ese momento y Joe entró en el salón, quitándose la corbata con expresión cansada.
–Gracias por devolverme la llamada –le dijo, sarcástica.
–Me han dado el mensaje, no te preocupes.
–¿Has pensado que si no hubiera visto la revista y hubiera salido a dar un paseo con Lola, esos fotógrafos se habrían lanzado sobre nosotras? No hemos podido salir de casa en todo el día... una niña pequeña encerrada en un apartamento, por grande que sea, no es una experiencia muy agradable, te lo aseguro.
Joe dio un paso hacia ella mientras tiraba la corbata sobre el sofá.
–Había un guardaespaldas en la puerta. No te habría pasado nada.
____ levantó las manos.
–¿Y cómo iba a saberlo? ¿Por qué no me lo habías dicho? Además, ¿de qué serviría un guardaespaldas con treinta fotógrafos persiguiéndonos por la calle? Lola se habría asustado...
–No he podido llamarte porque estaba en una reunión. Estamos en medio de unas negociaciones muy importantes...
–Sí, ya me lo imagino –lo interrumpió _____–. Nada es más importante para ti que una reunión o ganar un millón más.
–Yo sabía que Lola y tú estabais a salvo. De haber pensado que corríais peligro...
–Nos hemos visto obligadas a quedarnos en casa como dos fugitivas. Por no decir que nuestra fotografía ha aparecido en las revistas y todo el mundo se preguntará quiénes somos.
____ se angustió al pensar que alguien podría descubrir su pasado. Temía que si Joe descubría quién era su padre y lo que había hecho cuando murió lo usaría contra ella, usaría esa información para hacerla parecer una madre inadecuada. Y si descubría el problema mental de su madre....
–Me iré mañana y me llevaré a Lola. Tu plan no va a funcionar, Joe. Yo tengo derechos como madre de la niña. Te he dado una oportunidad, pero no voy a dejar que pongas nuestras vidas patas arriba... –_____ iba a pasar a su lado, pero Joe la tomó del brazo–. Suéltame.
–No vas a ningún sitio. Aún no tenemos el resultado de la prueba y esos fotógrafos os seguirían y os molestarían hasta conocer todos los detalles de tu vida.
–Y eso es exactamente lo que tú habías planeado, ¿verdad?
–Yo no he tenido nada que ver.
–¿Esperas que crea que no sabías nada de las fotos? ¿Por qué lo has hecho, para manipularme?
–No –contestó Joe, como si lo hubiera insultado–. Los paparazzi me siguen siempre. Admito que sabía que estaban por aquí ayer y sí, admito también que no me molestaba que
hicieran fotografías, pero yo no sabía que el asunto iba a despertar tanto interés.
Seguía sujetando su brazo y cuando ____ intentó apartarse, él no la soltó.
–No te importaba que hiciesen fotografías porque sabías que, de ese modo, yo no podría ir donde quisiera. Pero me llevo a Lola... y nos iremos de Londres si es necesario.
Cuando iba a darse la vuelta, Joe la tomó del brazo y ____ perdió el equilibrio. Sólo permaneció en pie porque él la sujetó por la cintura. Pero cuando la miró, se sintió como hipnotizada por sus ojos. Horrorizada, se dio cuenta de que ya no recordaba por qué Lola y ella tenían que marcharse de allí. Había vuelto atrás en el tiempo y era como si mirase a Joe por primera vez.
Joe tampoco recordaba de qué estaban hablando. Había olvidado el sentimiento de culpa que sintió tras las acusaciones de ____... aunque él no había querido que los fotógrafos la persiguieran, sí había visto la ventaja de hacer público que tenía una hija. Pero ahora, mirando los ojos verdes de ____, todo eso era un borrón.
–Maldita sea –murmuró, con voz ronca–. Sigo deseándote. No he podido olvidarte, por mucho que lo intentase. Por eso fui a buscarte.
____ tragó saliva, intentando contener los salvajes latidos de su corazón. Su furia había desaparecido bajo una ola de deseo tan poderosa que la hacía temblar. Pero no podía ser, no podía dejar que...
–¿Pensabas en mí incluso cuando estabas en la cama con esa pelirroja?
Joe soltó una carcajada.
–¿Estás celosa? Porque si lo estás, eso significa que tampoco tú has podido olvidarme.
–Vete al infierno –le espetó ella, temblando.
–Si yo voy al infierno, tú vendrás conmigo.
Cuando Joe tiró de ella, la delgada camiseta no fue barrera contra su cuerpo. Por un segundo, ____ intentó decir algo negativo, pero sus alientos estaban mezclándose y cuando se apoderó de su boca sintió que estaba perdida...
Sintió que volvía atrás en el tiempo, a la puerta de la discoteca, cuando puso la mano sobre la boca de Joe para que no le dijera su nombre porque no quería que la realidad se inmiscuyese en ese momento. Y él la había besado por primera vez. Su boca era dura y firme y, sin embargo, lo bastante suave como para hacer que _____ se derritiese.
Dejando escapar un gemido, Joe buscó su lengua, besándola con erótica maestría mientras sujetaba sus caderas con las dos manos y ella se agarraba a sus hombros porque se le doblaban las rodillas.
Estaba ardiendo; ardía cada vez que pensaba en Joe Jonas. Como si hubiera leído sus pensamientos, él apretó sus nalgas con sus grandes manos y mientras se besaban desesperadamente, como si los dos se dieran cuenta de la pasión que se habían perdido durante esos años, ____ levantó las manos para acariciar su pelo...
Dejando escapar un gemido de impaciencia, Joe levantó la camiseta para acariciar sus pechos...
Pero en ese momento escucharon un ruido en el monitor y los dos se quedaron inmóviles, _____ agarrada al cuello de Joe y él acariciando sus pechos por encima del sujetador.
Ningún otro sonido salió del monitor, pero ella utilizó ese parón para apartarse de Rico, que se quedó donde estaba, despeinado e increíblemente atractivo, sus ojos tan oscurecidos por la pasión que parecían negros.
____ dio otro paso atrás, nerviosa.
–No sé... ha sido...
–Eso es algo que retomaremos más tarde –dijo Joe–. Sin interrupciones.
____ tembló cuando él dio un paso adelante.
–Acaba de quedar claro que el deseo que hay entre nosotros no ha muerto. Podría hacerte el amor aquí mismo...
–No me toques.
–No vas a ir a ningún sitio, ____. Y si te marchas, te encontraré. Vayas donde vayas, te traeré de vuelta. Lola y tú sois mías ahora y siempre seréis mías...
____ dio un salto al oír por el monitor que Lola la llamaba.
–Te odio –murmuró.
Joe sonrió, burlón.
–Yo también te odio a ti. Pero, a pesar de la mutua antipatía, parece que seguimos deseándonos el uno al otro.
Ella hizo un esfuerzo sobrehumano por calmarse y, con las piernas temblorosas, salió del salón para atender a su hija.

Capítulo 7 (Primera Parte)
Joe se dejó caer en el sofá. En realidad, le temblaban las piernas y su corazón latía a toda velocidad a pesar de la frialdad que había intentado fingir mientras hablaba con _____.
Tocarla, besarla, estar a su lado otra vez había sido el más poderoso afrodisíaco. Si no hubieran si do interrumpidos por Lola, le habría quitado la ropa para hacerle el amor allí mismo. Sentía un deseo que sólo había sentido una vez, la noche que la conoció.
Era increíble que la pasión lo hubiera hecho perder la cabeza de esa forma, pero que ______ dijese que pensaba marcharse había desatado un deseo posesivo tan intenso que lo había dejado de piedra.
A través del monitor podía escuchar los balbuceos de Lola y la voz de ______, sospechosamente ronca, diciendo:
–¿Qué pasa, cariño? ¿Te has despertado?
Pero entonces el sonido se interrumpió abruptamente, como si _____ hubiera apagado el monitor. Y Joe tuvo que contenerse para no ir a la habitación y exigir de manera irracional que volviera a encenderlo.
El viernes por la mañana, _____ recibió la llamada que temía. La que de manera irremediable significaba el final de la libertad que Lola y ella habían disfrutado hasta entonces.
Con voz helada, Joe le informó de que tenía en su mano el resultado de la prueba de paternidad y que, por supuesto, confirmaba que él era el padre de la niña.
«Podrías haberte ahorrado tu preciso dinero», estuvo a punto de decirle. Pero no lo hizo. Sencillamente asintió cuando le dijo que hablarían cuando llegase a casa.
Mientras las señora Wakefield le daba el almuerzo a Lola, _____ paseaba de un lado a otro, inquieta. Estaba nerviosa desde el beso, unas noches antes. Desde entonces había intentado evitar a Joe en lo posible, pero sus ojos grises la seguían a todas partes. Aunque había trabajado hasta muy tarde esos días, confirmando que ése sería su patrón de comportamiento a partir de entonces.
Y empezaba a asustarse de verdad porque estaba claro que su mente no podía controlar su cuerpo cuando se trataba de aquel hombre. Su cuerpo deseaba a Joe de tal forma que soñaba con él cuando estaba dormida y lo deseaba cuando estaba despierta.
Odiaba ser tan débil, odiaba saber que aunque Joe quería controlar su vida ella seguía deseándolo.
Unos minutos después, se abrió la puerta y lo vio entrar en la cocina. Joe miraba a Lola, que estaba charloteando con la señora Wakefield, con una expresión tan seria que se asustó aún más.
–Señora Wakefield, le presento a mi hija... Lola.
La mujer sonrió afectuosamente.
–Bueno, eso podría habérselo dicho yo en cuanto la vi. Es su vivo retrato.
Joe se volvió entonces para mirar a _____ y su expresión cambió por completo. La odiaba. La odiaba ahora que tenía la prueba de que él era el padre de la niña.
Luego se volvió hacia el ama de llaves.
–¿Le importaría llevar a la niña a dar un paseo? Tengo cosa que discutir con _____.
Cuando el ama de llaves desapareció discretamente, Joe se volvió hacia ella.
–Vamos a mi estudio.
_____ lo siguió por el pasillo hasta el estudio, una habitación oscura llena de libros. Tan oscura como sus pensamientos.
Joe se volvió mientras _____ cerraba la puerta y se apoyó en el escritorio, cruzando los brazos.
Ella lo miró con ese gesto de desafío al que ya empezaba a acostumbrarse y, de repente, sintió el deseo de protegerla, de consolarla. Sin maquillaje, con el pelo sujeto en una coleta que le gustaría deshacer, parecía tan joven, tan inocente....
Pero enseguida contuvo ese impulso.
Eso era lo que te hacía el deseo, nublar tu capacidad de pensar con claridad, de ver lo que era real y lo que no. Y la realidad era que _____ no era inocente. Tal vez no era una mercenaria en busca de dinero, aunque aún no estaba seguro del todo, pero sí una mercenaria en otro sentido, mucho peor.
De no haberse encontrado con ella, jamás habría sabido que tenía una hija y estaba claro que no iba a responder con sinceridad. _____ no confiaba en él, como él no confiaba en ella... al menos, en eso estaban de acuerdo.
Pero tenía que ser frío, dejarle claro quién era el que tenía todas las cartas en la mano.
–Querías hablar, ¿no?
–Como te he dicho antes, ahora tengo la prueba de que soy el padre de Lola.
_____ cruzó los brazos, sin darse cuenta de que el gesto levantaba sus pechos, y Joe tuvo que apartar la mirada.
–¿Y bien?
–Eso significa que tengo derecho a actuar como su padre, a protegerla, a cuidar de ella y a tomar decisiones sobre su futuro, ya que es mi heredera.
_____ apretó los labios.
–Muy bien, puedes hacer eso. Pero deja que sigamos adelante con nuestras vidas... podemos llegar a un acuerdo de custodia...
–¿Crees que voy a dejar que vuelvas a ese agujero que llamas apartamento con mi hija? –la interrumpió él–. No estoy interesado en un acuerdo de custodia y tampoco pienso vivir en este país.
–¡No puedes hacer eso! Te llevaré a los tribunales.
–¿Con qué? No tienes dinero, no tienes trabajo. Créeme, _____, yo tengo los mejores abogados y un juez me daría la custodia a mí porque estoy en mejores circunstancias económicas. Tienes un título universitario, pero has estado trabajando como camarera y ahora mismo no tienes empleo. Y aunque lo encontrases, necesitarías llevar a la niña a una guardería o contratar a una niñera...
–Muy bien –lo interrumpió ella–. Entonces dime lo que quieres.
–Lo que quiero son los quince meses que me debes. Quiero que Lola y tú viváis conmigo
quince meses para que no vuelva a perderme un segundo de la vida de mi hija.
Esta vez, _____ tuvo que agarrarse al respaldo de una silla para no caer al suelo.
Tenía que estar actuando, pensó Joe. Esa aparente vulnerabilidad no era real, no podía serlo. ¿Qué había de malo en vivir durante quince meses como una multimillonaria?
–Quince meses –repitió ella–. ¿Y luego nos dejarás ir?
¿Por qué su deseo de alejarse de él lo molestaba tanto?
–Después de esos quince meses, te ayudaré a encontrar un empleo y un apartamento decente... siempre que no me pongas impedimentos para ver a mi hija cuando quiera y para tomar decisiones sobre su futuro.
_____ apretó los puños.
–¿Y mientras tanto, cuál es el plan, llevarnos de país en país? ¿Qué clase de vida es ésa para una niña pequeña? Lola necesita una rutina, no un padre que la lleva por todo el mundo. ¿O piensas dejarnos en un apartamento como éste y visitarnos cuando te dé la gana?
_____ miró a Joe, sintiendo como si estuviera a punto de explotar. Su gesto de satisfacción por haber conseguido lo que quería le resultaba despreciable. Necesitaba espacio, necesitaba respirar. Tenía que digerir aquello, aunque sabía que no podría luchar contra él.
–Al contrario, mi cuartel general está en Grecia. Vivo entre Atenas y la isla de Zakynthos. Es la primera vez que vuelvo a Londres en... dos años.
Lo había dicho como si estuviera recordando esa noche y eso hizo que el aire se cargase de electricidad. Sintiendo algo parecido a la claustrofobia, _____ exclamó:
–No pensarás.... no querrás que nos casemos, ¿verdad?
Rico levantó las cejas.
–¿Eso es lo que quieres? ¿Es lo que estabas esperando?
–No, yo no...
–Curiosamente, yo no tengo el menor deseo de casarme con alguien que se cree con el derecho de negarle una hija a su padre. Si algún día me caso, será con alguien que entienda el concepto de honestidad y confianza.
_____ se levantó entonces.
–Los hombres como tú no saben lo que significa la palabra honestidad. Y si tuviese que volver a hacerlo, te aseguro que haría lo mismo.
Esperaba que Joe se apartase, pero no lo hizo.
–No he terminado. No te he dicho qué más quiero.
Ella se puso tensa al ver el brillo de sus ojos.
–¿Qué más quieres? ¿Es que no has pedido ya más que suficiente? ¿Qué más puedo darte?
–A ti.