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Pasado Imborrable [Joe&Tu]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Pasado Imborrable [Joe&Tu]
awww ya sabe que es su hija :affraid:
awww ahora que va a pasar ???
Siguela!!!
Gracias por el maraton!!
awww ahora que va a pasar ???
Siguela!!!
Gracias por el maraton!!
aranzhitha
Re: Pasado Imborrable [Joe&Tu]
Ahhhhhhhhhhhhhh!!!
No lo puedo creer!! Lo descubrio!
Que divino!!
Gracias por subir la maratón, GENIA!!!
No lo puedo creer!! Lo descubrio!
Que divino!!
Gracias por subir la maratón, GENIA!!!
Augustinesg
Re: Pasado Imborrable [Joe&Tu]
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
JB&1D2
Re: Pasado Imborrable [Joe&Tu]
¡HOLA! ¡TANTO TIEMPO!. Espero que no se hayan olvidado de mi :|
Perdón por no haber publicado la novela en 2 meses, tuve problemas, pero ya los soluciones y espero no haber perdido lectoras por que pienso continuar con la novela. en recompensa subiré dos veces. Comenten por favor.
Perdón por no haber publicado la novela en 2 meses, tuve problemas, pero ya los soluciones y espero no haber perdido lectoras por que pienso continuar con la novela. en recompensa subiré dos veces. Comenten por favor.
Capitulo IV (Primera Parte)
ANGUSTIADA, ____ vio que Joe entraba en su apartamento y cerraba la puerta con una incongruente suavidad, sus ojos grises clavados en ella, su expresión muy seria. La lluvia había vuelto a mojar su pelo y los hombros de su chaqueta.
Tenía una horrible sensación de déjà vu, la misma sensación que tuvo ese día, cuando encontró a su madre inconsciente. Todo estaba a punto de cambiar y ella no podía hacer nada para evitarlo.
La rabia que había sentido unos momentos antes, al pensar que había rechazado a Lola, se disipó bajo una amenaza mucho más potente. Joe estaba a punto de hacer lo mismo que había hecho su padre cuando ella tenía seis años.
–No te quiero aquí. No quería que supieras nada...
–Evidentemente, no querías que yo supiera nada –la interrumpo él–. Ha sido una suerte que eligiera ese restaurante ayer, entre los miles que hay en Londres.
Parecía furioso, pero ____ no tenía sensación de peligro.
–Se me hiela la sangre al pensar que he estado a punto de no enterarme.
–No me has dejado terminar. No quería que te enterases de este modo. Iba a decírtelo... por la niña.
Él arqueó una imperiosa ceja.
–¿Cuándo? ¿Cuándo fuese mayor de edad? ¿Cuan do fuera una persona adulta con una vida entera de resentimiento contra el padre que la había abandonado? Imagino que eso era lo que habías planeado. Le habrías dicho que su padre no quiso saber nada de ella...
–¡No! No había pensado decirle eso. Iba a contárselo y a ti también, te lo aseguro.
Sonaba falso incluso a sus propios oídos, pero era la verdad. Había querido esperar hasta que pudiera usar su título universitario para abrir una consulta de psicología infantil y ser solvente antes de darle la noticia. Sabía que no tendría defensa contra alguien como él a menos que pudiera demostrar que era una persona independiente y económicamente solvente. Y la actitud de Joe demostraba que había hecho bien.
____ se dejó caer sobre un sillón mientras Joe la miraba sin un átomo de simpatía o preocupación, aunque sabía que debía haberse puesto pálida. Le daba miedo levantarse por si las piernas no la sostenían, pero reunió fuerzas, las que la habían ayudado a salir adelante completamente sola, y se levantó.
En ese momento, oyeron un grito en la cocina y los dos se volvieron para ver a Lola mirando de uno a otro, sus enormes ojos grises abiertos de par en par y los labios temblorosos. ____ se dio cuenta de que la niña notaba su angustia y se dirigió a la cocina para sacarla de la trona.
Con ella en brazos, volvió a mirar a Joe Jonas.
–Déjanos por ahora. Ahora sabes dónde estamos... y no necesito nada de ti. Ni Lola ni yo necesitamos nada de ti.
–Pues me temo que eso no es suficiente porque yo sí quiero algo de ti: a mi hija. Y hasta que pueda hablar por sí misma, yo decidiré lo que necesita.
Su tono autoritario le provocó un escalofrío. Le recordaba tanto a su padre que, instintivamente, ____ apretó a Lola contra su corazón.
–Yo soy su madre. Cualquier cosa que tenga que ver con su bienestar, será mi decisión. Yo decidí tenerla por mi cuenta, soy una madre soltera.
–Imagino que le habrás hecho creer a la gente que yo no quise saber nada, claro, que no quise hacerme cargo de mi hija. ¿Pusiste mi apellido en la partida de nacimiento?
____ recordó haber mentido sobre eso en el hospital cuando fue preguntada. Pero se decía a sí misma que si no hubiera visto las noticias esa mañana no sabría quién era. Ella no solía mentir, pero la situación la había superado.
–No.
____ dio un paso atrás cuando Joe se movió. Por un momento, había creído que iba a quitarle a Lola.
–Maldita sea, ____ Butler. ¿Cómo te atreves a negarle mi nombre? Tú sabías quién era.
–Estaba protegiendo a mi hija.
–¿De quién? No tenías derecho a tomar esa decisión.
–¡Claro que tenía derecho! Vi las noticias esa mañana... te vi en televisión, pero no sabía nada de ti. Pensé que jamás volvería a verte, así que hice lo que me pareció mejor.
Rico frunció el ceño.
–¿Qué tiene eso que ver?
–Vi que salías de un juzgado después de destrozar a una mujer que decía tener un hijo tuyo.
Él hizo un gesto con la mano.
–Tú no sabes nada de ese caso. Estaba intentando dar ejemplo para que ninguna otra mujer sintiera la tentación de creer que podía aprovecharse de mí.
____ levantó la barbilla.
–¿Y entonces cómo puedes culparme por no decirte que estaba embarazada? Cuando te fuiste esa mañana, dejaste bien claro que no querías saber nada de mí. Y cuando vi cómo tratabas a una mujer que decía ser la madre de tu hijo...
Joe tuvo que contenerse para no decir que lamentaba su apresurada partida. Había llamado al hotel cuando terminó la vista, esperando que ____ siguiera en la habitación, pero se había ido. Y no iba a revelarle esa debilidad... especialmente sabiendo lo que sabía.
–La diferencia en este caso es que yo sé que dormimos juntos. A la otra mujer sólo la conocía de vista. Por eso insistí en una prueba de paternidad, para demostrar que estaba mintiendo.
–¿Y cómo iba yo a saber eso? Arruinaste su reputación públicamente, sacaste a relucir su pasado...
–Fue culpa suya, no mía. Creyó que no querría arriesgarme a demostrar que el niño no era hijo mío y tuvo que pagar las consecuencias. Le di la oportunidad de retirar la demanda de paternidad, pero no lo hizo, creyendo que sería un objetivo fácil y que le daría dinero sin protestar. Pero unas semanas después de la vista admitió que yo no era el padre. Créeme, no merece tu simpatía.
Tenía una horrible sensación de déjà vu, la misma sensación que tuvo ese día, cuando encontró a su madre inconsciente. Todo estaba a punto de cambiar y ella no podía hacer nada para evitarlo.
La rabia que había sentido unos momentos antes, al pensar que había rechazado a Lola, se disipó bajo una amenaza mucho más potente. Joe estaba a punto de hacer lo mismo que había hecho su padre cuando ella tenía seis años.
–No te quiero aquí. No quería que supieras nada...
–Evidentemente, no querías que yo supiera nada –la interrumpo él–. Ha sido una suerte que eligiera ese restaurante ayer, entre los miles que hay en Londres.
Parecía furioso, pero ____ no tenía sensación de peligro.
–Se me hiela la sangre al pensar que he estado a punto de no enterarme.
–No me has dejado terminar. No quería que te enterases de este modo. Iba a decírtelo... por la niña.
Él arqueó una imperiosa ceja.
–¿Cuándo? ¿Cuándo fuese mayor de edad? ¿Cuan do fuera una persona adulta con una vida entera de resentimiento contra el padre que la había abandonado? Imagino que eso era lo que habías planeado. Le habrías dicho que su padre no quiso saber nada de ella...
–¡No! No había pensado decirle eso. Iba a contárselo y a ti también, te lo aseguro.
Sonaba falso incluso a sus propios oídos, pero era la verdad. Había querido esperar hasta que pudiera usar su título universitario para abrir una consulta de psicología infantil y ser solvente antes de darle la noticia. Sabía que no tendría defensa contra alguien como él a menos que pudiera demostrar que era una persona independiente y económicamente solvente. Y la actitud de Joe demostraba que había hecho bien.
____ se dejó caer sobre un sillón mientras Joe la miraba sin un átomo de simpatía o preocupación, aunque sabía que debía haberse puesto pálida. Le daba miedo levantarse por si las piernas no la sostenían, pero reunió fuerzas, las que la habían ayudado a salir adelante completamente sola, y se levantó.
En ese momento, oyeron un grito en la cocina y los dos se volvieron para ver a Lola mirando de uno a otro, sus enormes ojos grises abiertos de par en par y los labios temblorosos. ____ se dio cuenta de que la niña notaba su angustia y se dirigió a la cocina para sacarla de la trona.
Con ella en brazos, volvió a mirar a Joe Jonas.
–Déjanos por ahora. Ahora sabes dónde estamos... y no necesito nada de ti. Ni Lola ni yo necesitamos nada de ti.
–Pues me temo que eso no es suficiente porque yo sí quiero algo de ti: a mi hija. Y hasta que pueda hablar por sí misma, yo decidiré lo que necesita.
Su tono autoritario le provocó un escalofrío. Le recordaba tanto a su padre que, instintivamente, ____ apretó a Lola contra su corazón.
–Yo soy su madre. Cualquier cosa que tenga que ver con su bienestar, será mi decisión. Yo decidí tenerla por mi cuenta, soy una madre soltera.
–Imagino que le habrás hecho creer a la gente que yo no quise saber nada, claro, que no quise hacerme cargo de mi hija. ¿Pusiste mi apellido en la partida de nacimiento?
____ recordó haber mentido sobre eso en el hospital cuando fue preguntada. Pero se decía a sí misma que si no hubiera visto las noticias esa mañana no sabría quién era. Ella no solía mentir, pero la situación la había superado.
–No.
____ dio un paso atrás cuando Joe se movió. Por un momento, había creído que iba a quitarle a Lola.
–Maldita sea, ____ Butler. ¿Cómo te atreves a negarle mi nombre? Tú sabías quién era.
–Estaba protegiendo a mi hija.
–¿De quién? No tenías derecho a tomar esa decisión.
–¡Claro que tenía derecho! Vi las noticias esa mañana... te vi en televisión, pero no sabía nada de ti. Pensé que jamás volvería a verte, así que hice lo que me pareció mejor.
Rico frunció el ceño.
–¿Qué tiene eso que ver?
–Vi que salías de un juzgado después de destrozar a una mujer que decía tener un hijo tuyo.
Él hizo un gesto con la mano.
–Tú no sabes nada de ese caso. Estaba intentando dar ejemplo para que ninguna otra mujer sintiera la tentación de creer que podía aprovecharse de mí.
____ levantó la barbilla.
–¿Y entonces cómo puedes culparme por no decirte que estaba embarazada? Cuando te fuiste esa mañana, dejaste bien claro que no querías saber nada de mí. Y cuando vi cómo tratabas a una mujer que decía ser la madre de tu hijo...
Joe tuvo que contenerse para no decir que lamentaba su apresurada partida. Había llamado al hotel cuando terminó la vista, esperando que ____ siguiera en la habitación, pero se había ido. Y no iba a revelarle esa debilidad... especialmente sabiendo lo que sabía.
–La diferencia en este caso es que yo sé que dormimos juntos. A la otra mujer sólo la conocía de vista. Por eso insistí en una prueba de paternidad, para demostrar que estaba mintiendo.
–¿Y cómo iba yo a saber eso? Arruinaste su reputación públicamente, sacaste a relucir su pasado...
–Fue culpa suya, no mía. Creyó que no querría arriesgarme a demostrar que el niño no era hijo mío y tuvo que pagar las consecuencias. Le di la oportunidad de retirar la demanda de paternidad, pero no lo hizo, creyendo que sería un objetivo fácil y que le daría dinero sin protestar. Pero unas semanas después de la vista admitió que yo no era el padre. Créeme, no merece tu simpatía.
Ed Sheeran
Re: Pasado Imborrable [Joe&Tu]
Capitulo IV (Continuación)
___ se preguntó por qué se habría atrevido esa mujer a hacer algo así. Cualquiera se daría cuenta de que Joe Jonas no era un hombre que cediese bajo presión.
–Y, sin embargo, estás dispuesto a creer que Lola es hija tuya.
–Aparte de que tú me has dicho que lo es, podría serlo porque el preservativo que usé esa noche se rompió. Y cuando me aseguraste que no pasaría nada, te creí.
Lo único que ____ podía recordar era el momento en el que él se apartó para ponerse el preservativo y ella le urgió a que siguiera. Tal vez la culpa de que se hubiera roto el preservativo era suya por meterle prisa. Y después le había prometido que estaba a salvo, creyendo que no había razón para preocuparse. Pero no había tomado en cuenta lo errático que era su ciclo menstrual en los meses tras la muerte de su padre...
–Para mí también fue una sorpresa, te lo aseguro.
–Y, sin embargo, huiste de mí anoche sabiendo que era el padre de tu hija. Y es evidente que lo soy. ¿Me preguntas si lo creo cuando mirar a esa niña es como mirarme en un espejo? –exclamó Joe–. Pero no te preocupes, no soy tan ingenuo como para no hacer una prueba de paternidad, por si acaso. Tu insistencia en decir que no quieres nada de mí me hace creer que sí quieres algo.
–¿Qué voy a querer?
–No esperarás que crea que he dejado embarazada a la única mujer en el mundo que no quiere sacarme un céntimo, ¿verdad?
–No me he puesto en contacto contigo en estos dos años. Está claro que no quiero tu dinero –replicó ella.
–Tal vez pensabas buscarme cuando la niña estuviera tan delgada y desnutrida que tu historia conmoviese al público...
–No digas estupideces –lo interrumpió ____.
–O tal vez disfrutas perversamente del poder de saber que le has negado un padre a tu hija.
____ apretó a Lola contra su corazón, intentando apartarla de Joe.
–¿De verdad crees que querría criar a mi hija en un sitio como éste sólo para negarle un padre? Yo soy una buena madre y, a pesar de nuestras circunstancias, Lola tiene todo lo que necesita. Y es una niña feliz.
Joe se dio cuenta de que el cielo se había oscurecido aún más. Estaba lloviendo de forma torrencial y podía escuchar el insistente goteo sobre el alféizar de la ventana.
No podía entender a aquella mujer, ni la situación. Estaba seguro de ser el padre de Lola, lo sentía en sus huesos de una forma que no podría explicar. Entonces, ¿por qué no se había puesto en contacto con él en cuanto supo que estaba embarazada? Especialmente sabiendo quién era. Nada de aquello tenía sentido para él.
–¿Por qué no me lo contaste?
____ se mordió los labios y cuando lo miró vio algo parecido al miedo en sus ojos.
–Porque quería proteger a mi hija y hacer lo que me parecía mejor para ella.
Joe sacudió la cabeza, sin entender.
–¿De qué tenías miedo?
–De esto –respondió ella.
–¿Cómo puede ser tu situación mejor de lo que yo puedo ofrecerte?
En ese momento, Joe imaginó lo mal que debía haberlo pasado. La sorpresa de descubrir que estaba embarazada y sola... no debería haberse separado de ella, debería haberla tenido en su cama todo ese tiempo. No sabía por qué había pensado esa tontería, pero de repente lo asaltó una curiosa sensación de tristeza.
Podrían haber llegado a algún tipo de acuerdo por Lola... pero sabía que no se contentaría con un acuerdo. ____ estaba en deuda con él. Se había perdido quince meses de la vida de su hija y Lola lo miraba como si fuera un extraño. Porque era un extraño para ella.
No quería recordar el cosquilleo de emoción que había sentido al saber que ____ no había vuelto a acostarse con ningún otro hombre, que él había sido su única aventura. Esa noche, ____ había si do torpe e inocente, y tan estrecha como una virgen. Ese recuerdo hizo que sintiera una punzada de deseo...
____ levantó la barbilla en ese momento y él tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no apoderarse de su boca.
–Hay mucha gente que sale adelante ganando menos que yo. El dinero no lo es todo y no me apetecía nada tener que ir a juicio y salir en las revistas para demostrar que tú eras el padre de la niña. Fue mi decisión tener a Lola y, por lo tanto, es mi responsabilidad.
Joe tuvo que contener una oleada de preguntas. Sentía que había algo más, pero en aquel momento lo único que deseaba era sacarlas de aquel sitio espantoso. Tendría tiempo para hacerle preguntas más adelante. ____ estaba demostrando ser un enigma de proporciones monumentales, pero estaba seguro de que, a pesar de lo que decía, tenía algún plan. Todas las mujeres tenían un plan.
–Y, sin embargo, estás dispuesto a creer que Lola es hija tuya.
–Aparte de que tú me has dicho que lo es, podría serlo porque el preservativo que usé esa noche se rompió. Y cuando me aseguraste que no pasaría nada, te creí.
Lo único que ____ podía recordar era el momento en el que él se apartó para ponerse el preservativo y ella le urgió a que siguiera. Tal vez la culpa de que se hubiera roto el preservativo era suya por meterle prisa. Y después le había prometido que estaba a salvo, creyendo que no había razón para preocuparse. Pero no había tomado en cuenta lo errático que era su ciclo menstrual en los meses tras la muerte de su padre...
–Para mí también fue una sorpresa, te lo aseguro.
–Y, sin embargo, huiste de mí anoche sabiendo que era el padre de tu hija. Y es evidente que lo soy. ¿Me preguntas si lo creo cuando mirar a esa niña es como mirarme en un espejo? –exclamó Joe–. Pero no te preocupes, no soy tan ingenuo como para no hacer una prueba de paternidad, por si acaso. Tu insistencia en decir que no quieres nada de mí me hace creer que sí quieres algo.
–¿Qué voy a querer?
–No esperarás que crea que he dejado embarazada a la única mujer en el mundo que no quiere sacarme un céntimo, ¿verdad?
–No me he puesto en contacto contigo en estos dos años. Está claro que no quiero tu dinero –replicó ella.
–Tal vez pensabas buscarme cuando la niña estuviera tan delgada y desnutrida que tu historia conmoviese al público...
–No digas estupideces –lo interrumpió ____.
–O tal vez disfrutas perversamente del poder de saber que le has negado un padre a tu hija.
____ apretó a Lola contra su corazón, intentando apartarla de Joe.
–¿De verdad crees que querría criar a mi hija en un sitio como éste sólo para negarle un padre? Yo soy una buena madre y, a pesar de nuestras circunstancias, Lola tiene todo lo que necesita. Y es una niña feliz.
Joe se dio cuenta de que el cielo se había oscurecido aún más. Estaba lloviendo de forma torrencial y podía escuchar el insistente goteo sobre el alféizar de la ventana.
No podía entender a aquella mujer, ni la situación. Estaba seguro de ser el padre de Lola, lo sentía en sus huesos de una forma que no podría explicar. Entonces, ¿por qué no se había puesto en contacto con él en cuanto supo que estaba embarazada? Especialmente sabiendo quién era. Nada de aquello tenía sentido para él.
–¿Por qué no me lo contaste?
____ se mordió los labios y cuando lo miró vio algo parecido al miedo en sus ojos.
–Porque quería proteger a mi hija y hacer lo que me parecía mejor para ella.
Joe sacudió la cabeza, sin entender.
–¿De qué tenías miedo?
–De esto –respondió ella.
–¿Cómo puede ser tu situación mejor de lo que yo puedo ofrecerte?
En ese momento, Joe imaginó lo mal que debía haberlo pasado. La sorpresa de descubrir que estaba embarazada y sola... no debería haberse separado de ella, debería haberla tenido en su cama todo ese tiempo. No sabía por qué había pensado esa tontería, pero de repente lo asaltó una curiosa sensación de tristeza.
Podrían haber llegado a algún tipo de acuerdo por Lola... pero sabía que no se contentaría con un acuerdo. ____ estaba en deuda con él. Se había perdido quince meses de la vida de su hija y Lola lo miraba como si fuera un extraño. Porque era un extraño para ella.
No quería recordar el cosquilleo de emoción que había sentido al saber que ____ no había vuelto a acostarse con ningún otro hombre, que él había sido su única aventura. Esa noche, ____ había si do torpe e inocente, y tan estrecha como una virgen. Ese recuerdo hizo que sintiera una punzada de deseo...
____ levantó la barbilla en ese momento y él tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no apoderarse de su boca.
–Hay mucha gente que sale adelante ganando menos que yo. El dinero no lo es todo y no me apetecía nada tener que ir a juicio y salir en las revistas para demostrar que tú eras el padre de la niña. Fue mi decisión tener a Lola y, por lo tanto, es mi responsabilidad.
Joe tuvo que contener una oleada de preguntas. Sentía que había algo más, pero en aquel momento lo único que deseaba era sacarlas de aquel sitio espantoso. Tendría tiempo para hacerle preguntas más adelante. ____ estaba demostrando ser un enigma de proporciones monumentales, pero estaba seguro de que, a pesar de lo que decía, tenía algún plan. Todas las mujeres tenían un plan.
Ed Sheeran
Re: Pasado Imborrable [Joe&Tu]
si la seguistes!!!!!!!!!!!
me encanto el cap!! siguela
me encanto el cap!! siguela
jonatic&diectioner
Re: Pasado Imborrable [Joe&Tu]
SIIII!!! SUBISTE CAP!!!
AHHHH JOE ESTA SOSPECHANDO D LA RAYITA!!!!
siguelaaaaaaaa
siguelaaaaaaaaa
necsito mas cap :D
AHHHH JOE ESTA SOSPECHANDO D LA RAYITA!!!!
siguelaaaaaaaa
siguelaaaaaaaaa
necsito mas cap :D
jamileth
Re: Pasado Imborrable [Joe&Tu]
¡HOLA! REGRESE CON UN CAPITULO LARGOOOO. ¿Quieren leer mas? ¡COMENTEN! *es gratis* ah.
Bueno si comentan les subo otro capitulo mañana ;)
Bueno si comentan les subo otro capitulo mañana ;)
Capitulo V (Completo)
____ esperaba que Joe aceptase su explicación, pero no le gustaba nada cómo la miraba. Y Lola estaba demasiado callada, mirando a Joe con los ojos muy abiertos y un dedo metido en la boca.
La señora Murphy, que cuidaba de la niña mientras ella iba a trabajar, había comentado muchas veces que Lola era una «niña mayor».
–Recoge tus cosas –dijo él entonces–. Nos vamos.
–¿Qué?
–Ya me has oído. Nos vamos de este sitio ahora mismo. ____ negó con la cabeza, asustada.
–No pienso ir a ningún sitio contigo. Joe se cruzó de brazos.
–¿Por qué? ¿Tienes que ir a trabajar a algún sitio? Ah, no, espera, ayer te despidieron de tu puesto de trabajo. De hecho, tú misma te fuiste del restaurante en plena jornada laboral... no es un gesto muy responsable para una madre soltera, ¿no te parece?
–¿Y quién eres tú para juzgar mi comportamiento? –replicó ella.
–¿Quién cuidaba de Lola mientras tú trabajabas? ____ se puso a la defensiva.
–Una vecina mía. ¿Por qué?
–¿Dejas a mi hija con una extraña?
____ puso los ojos en blanco.
–Millones de mujeres tienen que dejar a sus hijos con personas que los atienden mientras van a trabajar. ¿Qué clase de tontería es ésa? Además, la señora Murphy no es una extraña, la conozco desde hace tiempo y tiene mucha experiencia cuidando niños. Y Lola suele estar dormida cuando yo me voy a trabajar...
–Cuando trabajabas –la interrumpió Joe–. En cualquier caso, da igual. Este barrio no es apropiado para un niño y no quiero que estéis aquí ni una noche más.
Temblando por dentro a pesar de su fingida bravura, ____ replicó:
–No puedes venir aquí y decirme lo que tengo que hacer.
–¿Porque tienes una casa preciosa y una vida perfecta?
–¿Y quién eres tú para juzgar mi vida?
Rico se pasó una mano por el pelo.
–Este sitio no es aceptable para un perro y mucho menos para una niña pequeña. Vas a venir conmigo y lo harás esta misma noche.
Justo entonces Lola puso las manitas en su cara y ____ se dio cuenta de que las tenía frías. El hombre de la calefacción no había aparecido y ella sabía que aunque estuviese reparada no serviría de mucho porque era vieja. Sin un calefactor eléctrico se morirían de frío y había una gotera en la esquina del salón... y la pobre Lola acababa de pasar un resfriado.
Joe Jonas no podía haber elegido peor momento para encontrarla. O mejor, pensó amargamente.
–¿Qué le pasa? –le preguntó él, señalando a la niña.
–Está cansada. No durmió bien anoche y durante el paseo tampoco ha dormido mucho.
–Os llevaré en brazos si tengo que hacerlo, pero nos vamos de aquí –insistió Joe–. Me niego a seguir aquí un minuto más.
Avergonzada, ____ se dio cuenta de que no tenía fuerzas para luchar.
–¿Dónde piensas llevarnos?
–A mi apartamento. Es infinitamente más cómodo que esto, te lo aseguro. Y mi ama de llaves puede cuidar de Lola mientras nosotros hablamos.
Sintiendo como si estuviera despeñándose por un barranco, ____ por fin tuvo que claudicar:
–Muy bien, de acuerdo. Iremos contigo.
Todo fue increíblemente rápido. _____ puso a una soñolienta Lola en el cochecito mientras guardaba las cosas esenciales en una maleta, sabiendo que con una niña pequeña tenía que ser práctica.
Por fin, cuando estuvo lista, Joe tomó su abrigo del respaldo de la silla y la esperó frente a la puerta.
Lo había oído hablar por el móvil dando órdenes en griego y estaba mirándola con ojos helados, nada que ver con el seductor que había bailado con ella esa noche en la discoteca... aunque el efecto seguía siendo el mismo.
Pero ____ apartó ese pensamiento de su cabeza mientras tomaba la maleta y miraba el cochecito de la niña.
–Tengo que...
–Yo me encargo de eso mientras tú cierras la puerta. ¿Tienes una silla de seguridad para el coche?
–El asiento del cochecito es una silla de seguridad.
Antes de que ____ pudiera protestar o decir una sola palabra, Joe sacó el asiento del cochecito como si llevara toda la vida haciéndolo.
Y al verlo sujetando la sillita de la niña, sintió algo primitivo, algo traidor en su corazón. Le gustaría quitarle a su hija y, sin embargo, sus ojos se habían empañado. ____ hizo un esfuerzo para controlar las lágrimas, sabiendo que no podía mostrar emoción ante Joe Jonas, que no podía permitirse el lujo de ser vulnerable ante un hombre como él.
El chófer sujetaba un paraguas sobre sus cabezas mientras abría el maletero. Una vez dentro del coche, ____ se encargó de abrochar el cinturón de seguridad en la sillita. La niña no parecía asustada o preocupada, al contrario, estaba sonriendo de oreja a oreja y eso hizo que sintiera algo extraño en su interior.
Pero cuando el coche arrancó, ____ recordó algo.
–¡El cochecito!
Joe estaba abrochándole el cinturón de seguridad, como si ella no supiera hacerlo. _____ habría querido darle un manotazo cuando sintió que rozaba sus muslos... molesta por la punzada de deseo que había experimentado. Estaba demasiado cerca y no podía apartarse porque la silla de seguridad de Lola se lo impedía.
Su aroma, único y masculino, la envolvía, amenazando con despertar todo tipo de
recuerdos. Y era humillante sabiendo que él no sentía lo mismo.
Claro que era lógico, ya que parecía poco más que una indigente con ese aspecto. Lo único decente que tenía era su ropa de trabajo y ya no podía usarla...
–El cochecito es el último de tus problemas. Cuando lleguemos a mi apartamento habrá uno nuevo esperando.
____ intentó no dejar que el olor a cuero y la calefacción del coche la sedujeran.
–No puedes hacer esto –se rebeló.
–¿Qué?
–No puedes hacer lo que quieras sólo porque eres el padre de la niña.
–Tú misma te pusiste la soga al cuello al dejarme fuera de esto –replicó él–. Yo tengo tanto derecho a la niña como tú y ahora que conozco su existencia moveré cielos y tierra para que crezca sabiendo quién es su padre.
Luego se volvió hacia la ventanilla, su perfil serio, la mandíbula apretada.
____ cerró la boca firmemente. Sabía que no tenía sentido seguir discutiendo. Los hombres como Joe Jonas y su padre eran implacables, no tenían tiempo para los demás y se cerraban en banda cuando no oían lo que querían oír.
Volvió la cabeza, con el estómago encogido, para mirar por la ventanilla las calles grises de Londres. Sólo esperaba que cuando Joe Jonas viese lo que era vivir con una niña pequeña decidiera salir corriendo.
Poco después llegaban al elegante barrio de Mayfair: calles limpias, coches caros, casas preciosas y gente con dinero. Había dejado de llover, casi como si hubieran dejado las nubes en la triste calle de ____. Su padre había tenido un apartamento allí; un apartamento donde recibía a sus amantes...
El coche de Joe se detuvo frente a un elegante edificio con un toldo que ocupaba toda la acera y un conserje se apresuró a abrir la puerta. ____ sacó la sillita de Lola, que se había quedado dormida durante el viaje, y se quedó en la acera, con la silla en la mano, parpadeando, casi como si hubiera sido transportada a otro planeta o esperando despertar en cualquier momento y comprobar que todo aquello había sido un sueño.
Unos segundos después estaban en el ascensor, donde Joe pulsó el botón del ático. Un ático, por supuesto.
Cuando salieron del ascensor, ____ vio la figura oronda de una mujer de mediana edad dirigiendo a un montón de hombres que entraban con cajas.
–Necesito que todo esté colocado lo antes posible... ah, señor Jonas, ya ha vuelto. Como ve, ya ha llegado todo lo que pidió. Estará listo enseguida.
Joe puso una mano en la espalda de ____. –____, te presento a la señora Wakefield, mi ama de llaves.
La nueva simpatía que había en su voz la sorprendió. Le recordaba demasiado lo fácil que le había resultado seducirla. Sin mirarlo, _____ sonrió a la mujer, que la miró a su vez con curiosidad antes de mirar a Lola.
–Qué niña tan preciosa. Tengo una camita preparada para ella en el salón.
Más que sorprendida, ____ siguió a la mujer por un moderno vestíbulo hasta un salón
enorme decorado en tonos grises y arena. El apartamento de un hombre soltero, estaba claro.
La señora Wakefield le mostró la camita que había hecho para Lola en el sofá y ella misma la arropó con una manta de cachemir.
–Yo tengo cinco hijas, pero ya son mayores. Crecen tan rápido que no se dará ni cuenta... y un día le dará un vuelco el corazón cuando aparezca con un novio y queriendo salir todas las noches.
____ sonrió, pero no dejaba de observar a Joe por el rabillo del ojo. Se daba cuenta de que la miraba con expresión de censura, sin duda pensando en el tiempo que le había robado.
Con la promesa de volver pronto con té y sándwiches, la señora Wakefield los dejó solos en el enorme salón y ____ se dedicó a arropar a Lola durante unos segundos para evitar enfrentarse con Joe.
–¿Es normal que duerma tanto?
–Los niños duermen muchas horas –respondió ella.
–¿Y cómo voy a saber yo eso? Tú te has encargado de que no lo supiera.
____ lo vio quitarse el abrigo con movimientos bruscos antes de tirarlo sobre el respaldo de un sillón. Luego empezó a pasear de un lado a otro y ella suspiró, agotada, mirando alrededor.
Los ventanales llegaban hasta el techo y desde ellos se veía todo Londres. Desde allí, las nubes parecían más oscuras pero, a pesar del mal tiempo, era un sitio precioso. Y nada práctico para una niña de quince meses.
____ se volvió, decidida a pesar del patético estado de su apartamento, a no dejar que Joe le pasara por encima.
–No podemos quedarnos aquí. Este sitio no es adecuado para una niña pequeña –le dijo, señalando una mesa de cristal–. Hay esquinas puntiagudas por todas partes... Lola es muy curiosa y tarde o temprano se haría daño.
–Yo me encargaré de que Lola esté protegida. En veinticuatro horas, este apartamento será a prueba de niños. Tendrás que encontrar una excusa mejor para apartarme de vosotras –replicó él.
–Esos hombres... ¿qué traían en las cajas?
–Una cuna, un cochecito, un cambiador... le dije a mi ayudante que comprase todo lo necesario para un niño de quince meses. Si falta algo, dímelo.
–Pero yo sólo he venido a hablar... sólo he venido por unas horas, una noche a lo sumo –protestó ____–. Mañana volveremos a casa. Yo tengo que encontrar trabajo y Lola tiene su rutina... no puedes decirme dónde voy a vivir, Joe. No necesitamos todo eso para una noche, así que tendrás que devolverlo.
Joe dio un paso adelante y ____ tuvo que hacer un esfuerzo para no tomar a Lola en brazos y salir corriendo.
–Esa niña es mi hija y me he perdido quince meses de su existencia, quince meses –le recordó–. No importa que ahora mismo sea demasiado pequeña como para darse cuenta de la importancia de tener un padre, yo sí sé que es importante. De modo que a partir de hoy, estoy en su vida y en la tuya. Y tú, sin trabajo y viviendo en una cuchitril, no estás en posición de discutir.
Aunque sus palabras la horrorizaron, ____ debía admitir que por fin pisaba terreno firme. Al menos ahora sabía dónde estaba y con quién estaba lidiando.
–¿Me estás amenazando, Joe? ¿Estás diciendo que si me marchase con Lola ahora mismo usarías tu poder contra nosotras?
Él apretó la mandíbula. Sus ojos se habían vuelto tan oscuros que parecían negros en lugar de grises.
Por fin, dijo con una calma aterradora:
–Eso es exactamente lo que estoy diciendo. Si te marchases de aquí, tendrías que irte sola. Aunque tengo la impresión de que no harías eso.
La implicación de que dejaría que se fuera sin la niña hizo que ____ se enfureciera.
–Tienes razón, no me iría de aquí sin mi hija. En cuanto a mi situación... sí, ya lo sé, no estoy en condiciones de luchar contra ti en los tribunales. Conozco a los hombres como tú, Joe Jonas. No tienes el menor problema en aplastar a un contrario mientras consigas lo que quieres. Por el momento y como no tengo alternativa, me quedaré aquí, pero no tengo la menor duda de que en cuanto hayas visto lo difícil que es criar a una niña pequeña nos echarás de aquí para poder seguir con tu egoísta existencia. Y estoy deseando que llegue ese momento, te lo aseguro.
____ se llevó una mano al corazón porque le costaba trabajo respirar y se regañó a sí misma por haber hablado demasiado. Pero como sabía por experiencia, sería absurdo luchar contra un hombre como él. Mejor darle la razón, dejar que interpretase el papel de padre durante unos días y esperar que se cansase. No tenía la menor duda de que lo haría, especialmente con bellezas pelirrojas como la de la noche anterior esperándolo.
Pero al pensar en Joe acostándose con esa mujer se le encogió el estómago.
Justo entonces la señora Wakefield entró en el salón con una bandeja de té y sándwiches y Lola despertó. ____ corrió para ayudarla a bajar del sofá y, automáticamente, la apartó de la mesa de cristal. Pero Lola, curiosa como era, salió corriendo hacia el ventanal, fascinada por la vista.
–¡Pájado! –exclamó.
La señora Wakefield dejó la bandeja sobre la mesa y se acercó para jugar con ella.
–Es muy alegre, ¿verdad?
____ sonrió, alegrándose de la momentánea distracción.
–Sí, lo es. Pero cuidado con ella cuando tiene sueño o hambre.
La señora Wakefield alargó una mano y Lola la tomó, confiada.
–¿Qué tal si vamos a explorar el apartamento y dejamos y a tu mamá y al señor Jonas tomando el té?
Antes de que ____ pudiera protestar, Lola salía alegremente de la habitación con el ama de llaves, dejando a su madre atrás. Y aunque se sentía orgullosa de lo sociable que era su hija, también se sintió absurdamente dolida.
Cuando se volvió, Joe estaba apartando una silla para ella.
–No te preocupes, no va a secuestrarla.
____ no dijo nada. No era el momento de decir nada más porque estaba demasiado
nerviosa. Con desgana, por fin se quitó la parka, sabiendo que no volverían a su apartamento por el momento.
Joe sirvió el té y empujó un plato de sándwiches en su dirección. Seguía un poco sorprendido por la conversación de antes. El hecho de que ____ estaba proyectando en él algo que tenía grabado en el alma era evidente. Y sospechaba que era lo mismo que había impedido que le contase lo del embarazo. ¿Pero qué era?
Entonces se prometió a sí mismo investigar la vida de ____ Butler. No saber nada sobre la madre de su hija era algo que no le gustaba nada. Si alguna vez hubiera contemplado la idea de tener un hijo, habría elegido a alguien basándose en la lógica y el intelecto. La madre de su hijo no sería cualquier mujer y el niño no sería concebido en un momento de pasión ciega...
Se le encogió el estómago al pensarlo. Porque eso era exactamente lo que había pasado.
Pero, se dijo a sí mismo, él tenía los medios necesarios para controlar aquello. Para controlarla a ella.
La vio comer un sándwich con apetito y se preguntó cuándo habría sido la última vez que comió de manera apropiada. Esa ropa ancha escondía un cuerpo más delgado que dos años antes, aunque eso no impedía que siguiera siendo una chica increíblemente atractiva. O que él siguiera deseándola.
Abruptamente, se levantó con la taza en la mano y fue a mirar por la ventana. No le gustaba que pudiera excitarlo sin hacer absolutamente nada, sencillamente estando a su lado. O que a él le importase si estaba delgada o no. Y especialmente no le gustaba ese deseo de hacer todo lo posible para que volviera a tener un aspecto saludable.
Cuando se volvió, ella estaba mirándolo con sus enormes ojos verdes, casi como Lola lo había mirado en el apartamento, su melena rizada recordándole el espíritu libre que parecía el día que se conocieron, algo que lo había atraído como un imán.
Y que le hizo pensar por un momento que tal vez ____ Butler era una mujer a la que de verdad no le importaba su fortuna.
Pero se recordó a sí mismo lo que le había hecho. Lo peor que podría hacerle nadie a una persona. Tal vez no era una buscavidas, pero era algo peor. Era la clase de mujer que no dudaría en casarse con otro hombre y dejar que criase a la niña como si fuera su propia hija, sin saber los horrores que le esperaban a esa niña.
–Tú sabes que nunca te perdonaré por lo que has hecho, ¿verdad?
____ esperaba que Joe aceptase su explicación, pero no le gustaba nada cómo la miraba. Y Lola estaba demasiado callada, mirando a Joe con los ojos muy abiertos y un dedo metido en la boca.
La señora Murphy, que cuidaba de la niña mientras ella iba a trabajar, había comentado muchas veces que Lola era una «niña mayor».
–Recoge tus cosas –dijo él entonces–. Nos vamos.
–¿Qué?
–Ya me has oído. Nos vamos de este sitio ahora mismo. ____ negó con la cabeza, asustada.
–No pienso ir a ningún sitio contigo. Joe se cruzó de brazos.
–¿Por qué? ¿Tienes que ir a trabajar a algún sitio? Ah, no, espera, ayer te despidieron de tu puesto de trabajo. De hecho, tú misma te fuiste del restaurante en plena jornada laboral... no es un gesto muy responsable para una madre soltera, ¿no te parece?
–¿Y quién eres tú para juzgar mi comportamiento? –replicó ella.
–¿Quién cuidaba de Lola mientras tú trabajabas? ____ se puso a la defensiva.
–Una vecina mía. ¿Por qué?
–¿Dejas a mi hija con una extraña?
____ puso los ojos en blanco.
–Millones de mujeres tienen que dejar a sus hijos con personas que los atienden mientras van a trabajar. ¿Qué clase de tontería es ésa? Además, la señora Murphy no es una extraña, la conozco desde hace tiempo y tiene mucha experiencia cuidando niños. Y Lola suele estar dormida cuando yo me voy a trabajar...
–Cuando trabajabas –la interrumpió Joe–. En cualquier caso, da igual. Este barrio no es apropiado para un niño y no quiero que estéis aquí ni una noche más.
Temblando por dentro a pesar de su fingida bravura, ____ replicó:
–No puedes venir aquí y decirme lo que tengo que hacer.
–¿Porque tienes una casa preciosa y una vida perfecta?
–¿Y quién eres tú para juzgar mi vida?
Rico se pasó una mano por el pelo.
–Este sitio no es aceptable para un perro y mucho menos para una niña pequeña. Vas a venir conmigo y lo harás esta misma noche.
Justo entonces Lola puso las manitas en su cara y ____ se dio cuenta de que las tenía frías. El hombre de la calefacción no había aparecido y ella sabía que aunque estuviese reparada no serviría de mucho porque era vieja. Sin un calefactor eléctrico se morirían de frío y había una gotera en la esquina del salón... y la pobre Lola acababa de pasar un resfriado.
Joe Jonas no podía haber elegido peor momento para encontrarla. O mejor, pensó amargamente.
–¿Qué le pasa? –le preguntó él, señalando a la niña.
–Está cansada. No durmió bien anoche y durante el paseo tampoco ha dormido mucho.
–Os llevaré en brazos si tengo que hacerlo, pero nos vamos de aquí –insistió Joe–. Me niego a seguir aquí un minuto más.
Avergonzada, ____ se dio cuenta de que no tenía fuerzas para luchar.
–¿Dónde piensas llevarnos?
–A mi apartamento. Es infinitamente más cómodo que esto, te lo aseguro. Y mi ama de llaves puede cuidar de Lola mientras nosotros hablamos.
Sintiendo como si estuviera despeñándose por un barranco, ____ por fin tuvo que claudicar:
–Muy bien, de acuerdo. Iremos contigo.
Todo fue increíblemente rápido. _____ puso a una soñolienta Lola en el cochecito mientras guardaba las cosas esenciales en una maleta, sabiendo que con una niña pequeña tenía que ser práctica.
Por fin, cuando estuvo lista, Joe tomó su abrigo del respaldo de la silla y la esperó frente a la puerta.
Lo había oído hablar por el móvil dando órdenes en griego y estaba mirándola con ojos helados, nada que ver con el seductor que había bailado con ella esa noche en la discoteca... aunque el efecto seguía siendo el mismo.
Pero ____ apartó ese pensamiento de su cabeza mientras tomaba la maleta y miraba el cochecito de la niña.
–Tengo que...
–Yo me encargo de eso mientras tú cierras la puerta. ¿Tienes una silla de seguridad para el coche?
–El asiento del cochecito es una silla de seguridad.
Antes de que ____ pudiera protestar o decir una sola palabra, Joe sacó el asiento del cochecito como si llevara toda la vida haciéndolo.
Y al verlo sujetando la sillita de la niña, sintió algo primitivo, algo traidor en su corazón. Le gustaría quitarle a su hija y, sin embargo, sus ojos se habían empañado. ____ hizo un esfuerzo para controlar las lágrimas, sabiendo que no podía mostrar emoción ante Joe Jonas, que no podía permitirse el lujo de ser vulnerable ante un hombre como él.
El chófer sujetaba un paraguas sobre sus cabezas mientras abría el maletero. Una vez dentro del coche, ____ se encargó de abrochar el cinturón de seguridad en la sillita. La niña no parecía asustada o preocupada, al contrario, estaba sonriendo de oreja a oreja y eso hizo que sintiera algo extraño en su interior.
Pero cuando el coche arrancó, ____ recordó algo.
–¡El cochecito!
Joe estaba abrochándole el cinturón de seguridad, como si ella no supiera hacerlo. _____ habría querido darle un manotazo cuando sintió que rozaba sus muslos... molesta por la punzada de deseo que había experimentado. Estaba demasiado cerca y no podía apartarse porque la silla de seguridad de Lola se lo impedía.
Su aroma, único y masculino, la envolvía, amenazando con despertar todo tipo de
recuerdos. Y era humillante sabiendo que él no sentía lo mismo.
Claro que era lógico, ya que parecía poco más que una indigente con ese aspecto. Lo único decente que tenía era su ropa de trabajo y ya no podía usarla...
–El cochecito es el último de tus problemas. Cuando lleguemos a mi apartamento habrá uno nuevo esperando.
____ intentó no dejar que el olor a cuero y la calefacción del coche la sedujeran.
–No puedes hacer esto –se rebeló.
–¿Qué?
–No puedes hacer lo que quieras sólo porque eres el padre de la niña.
–Tú misma te pusiste la soga al cuello al dejarme fuera de esto –replicó él–. Yo tengo tanto derecho a la niña como tú y ahora que conozco su existencia moveré cielos y tierra para que crezca sabiendo quién es su padre.
Luego se volvió hacia la ventanilla, su perfil serio, la mandíbula apretada.
____ cerró la boca firmemente. Sabía que no tenía sentido seguir discutiendo. Los hombres como Joe Jonas y su padre eran implacables, no tenían tiempo para los demás y se cerraban en banda cuando no oían lo que querían oír.
Volvió la cabeza, con el estómago encogido, para mirar por la ventanilla las calles grises de Londres. Sólo esperaba que cuando Joe Jonas viese lo que era vivir con una niña pequeña decidiera salir corriendo.
Poco después llegaban al elegante barrio de Mayfair: calles limpias, coches caros, casas preciosas y gente con dinero. Había dejado de llover, casi como si hubieran dejado las nubes en la triste calle de ____. Su padre había tenido un apartamento allí; un apartamento donde recibía a sus amantes...
El coche de Joe se detuvo frente a un elegante edificio con un toldo que ocupaba toda la acera y un conserje se apresuró a abrir la puerta. ____ sacó la sillita de Lola, que se había quedado dormida durante el viaje, y se quedó en la acera, con la silla en la mano, parpadeando, casi como si hubiera sido transportada a otro planeta o esperando despertar en cualquier momento y comprobar que todo aquello había sido un sueño.
Unos segundos después estaban en el ascensor, donde Joe pulsó el botón del ático. Un ático, por supuesto.
Cuando salieron del ascensor, ____ vio la figura oronda de una mujer de mediana edad dirigiendo a un montón de hombres que entraban con cajas.
–Necesito que todo esté colocado lo antes posible... ah, señor Jonas, ya ha vuelto. Como ve, ya ha llegado todo lo que pidió. Estará listo enseguida.
Joe puso una mano en la espalda de ____. –____, te presento a la señora Wakefield, mi ama de llaves.
La nueva simpatía que había en su voz la sorprendió. Le recordaba demasiado lo fácil que le había resultado seducirla. Sin mirarlo, _____ sonrió a la mujer, que la miró a su vez con curiosidad antes de mirar a Lola.
–Qué niña tan preciosa. Tengo una camita preparada para ella en el salón.
Más que sorprendida, ____ siguió a la mujer por un moderno vestíbulo hasta un salón
enorme decorado en tonos grises y arena. El apartamento de un hombre soltero, estaba claro.
La señora Wakefield le mostró la camita que había hecho para Lola en el sofá y ella misma la arropó con una manta de cachemir.
–Yo tengo cinco hijas, pero ya son mayores. Crecen tan rápido que no se dará ni cuenta... y un día le dará un vuelco el corazón cuando aparezca con un novio y queriendo salir todas las noches.
____ sonrió, pero no dejaba de observar a Joe por el rabillo del ojo. Se daba cuenta de que la miraba con expresión de censura, sin duda pensando en el tiempo que le había robado.
Con la promesa de volver pronto con té y sándwiches, la señora Wakefield los dejó solos en el enorme salón y ____ se dedicó a arropar a Lola durante unos segundos para evitar enfrentarse con Joe.
–¿Es normal que duerma tanto?
–Los niños duermen muchas horas –respondió ella.
–¿Y cómo voy a saber yo eso? Tú te has encargado de que no lo supiera.
____ lo vio quitarse el abrigo con movimientos bruscos antes de tirarlo sobre el respaldo de un sillón. Luego empezó a pasear de un lado a otro y ella suspiró, agotada, mirando alrededor.
Los ventanales llegaban hasta el techo y desde ellos se veía todo Londres. Desde allí, las nubes parecían más oscuras pero, a pesar del mal tiempo, era un sitio precioso. Y nada práctico para una niña de quince meses.
____ se volvió, decidida a pesar del patético estado de su apartamento, a no dejar que Joe le pasara por encima.
–No podemos quedarnos aquí. Este sitio no es adecuado para una niña pequeña –le dijo, señalando una mesa de cristal–. Hay esquinas puntiagudas por todas partes... Lola es muy curiosa y tarde o temprano se haría daño.
–Yo me encargaré de que Lola esté protegida. En veinticuatro horas, este apartamento será a prueba de niños. Tendrás que encontrar una excusa mejor para apartarme de vosotras –replicó él.
–Esos hombres... ¿qué traían en las cajas?
–Una cuna, un cochecito, un cambiador... le dije a mi ayudante que comprase todo lo necesario para un niño de quince meses. Si falta algo, dímelo.
–Pero yo sólo he venido a hablar... sólo he venido por unas horas, una noche a lo sumo –protestó ____–. Mañana volveremos a casa. Yo tengo que encontrar trabajo y Lola tiene su rutina... no puedes decirme dónde voy a vivir, Joe. No necesitamos todo eso para una noche, así que tendrás que devolverlo.
Joe dio un paso adelante y ____ tuvo que hacer un esfuerzo para no tomar a Lola en brazos y salir corriendo.
–Esa niña es mi hija y me he perdido quince meses de su existencia, quince meses –le recordó–. No importa que ahora mismo sea demasiado pequeña como para darse cuenta de la importancia de tener un padre, yo sí sé que es importante. De modo que a partir de hoy, estoy en su vida y en la tuya. Y tú, sin trabajo y viviendo en una cuchitril, no estás en posición de discutir.
Aunque sus palabras la horrorizaron, ____ debía admitir que por fin pisaba terreno firme. Al menos ahora sabía dónde estaba y con quién estaba lidiando.
–¿Me estás amenazando, Joe? ¿Estás diciendo que si me marchase con Lola ahora mismo usarías tu poder contra nosotras?
Él apretó la mandíbula. Sus ojos se habían vuelto tan oscuros que parecían negros en lugar de grises.
Por fin, dijo con una calma aterradora:
–Eso es exactamente lo que estoy diciendo. Si te marchases de aquí, tendrías que irte sola. Aunque tengo la impresión de que no harías eso.
La implicación de que dejaría que se fuera sin la niña hizo que ____ se enfureciera.
–Tienes razón, no me iría de aquí sin mi hija. En cuanto a mi situación... sí, ya lo sé, no estoy en condiciones de luchar contra ti en los tribunales. Conozco a los hombres como tú, Joe Jonas. No tienes el menor problema en aplastar a un contrario mientras consigas lo que quieres. Por el momento y como no tengo alternativa, me quedaré aquí, pero no tengo la menor duda de que en cuanto hayas visto lo difícil que es criar a una niña pequeña nos echarás de aquí para poder seguir con tu egoísta existencia. Y estoy deseando que llegue ese momento, te lo aseguro.
____ se llevó una mano al corazón porque le costaba trabajo respirar y se regañó a sí misma por haber hablado demasiado. Pero como sabía por experiencia, sería absurdo luchar contra un hombre como él. Mejor darle la razón, dejar que interpretase el papel de padre durante unos días y esperar que se cansase. No tenía la menor duda de que lo haría, especialmente con bellezas pelirrojas como la de la noche anterior esperándolo.
Pero al pensar en Joe acostándose con esa mujer se le encogió el estómago.
Justo entonces la señora Wakefield entró en el salón con una bandeja de té y sándwiches y Lola despertó. ____ corrió para ayudarla a bajar del sofá y, automáticamente, la apartó de la mesa de cristal. Pero Lola, curiosa como era, salió corriendo hacia el ventanal, fascinada por la vista.
–¡Pájado! –exclamó.
La señora Wakefield dejó la bandeja sobre la mesa y se acercó para jugar con ella.
–Es muy alegre, ¿verdad?
____ sonrió, alegrándose de la momentánea distracción.
–Sí, lo es. Pero cuidado con ella cuando tiene sueño o hambre.
La señora Wakefield alargó una mano y Lola la tomó, confiada.
–¿Qué tal si vamos a explorar el apartamento y dejamos y a tu mamá y al señor Jonas tomando el té?
Antes de que ____ pudiera protestar, Lola salía alegremente de la habitación con el ama de llaves, dejando a su madre atrás. Y aunque se sentía orgullosa de lo sociable que era su hija, también se sintió absurdamente dolida.
Cuando se volvió, Joe estaba apartando una silla para ella.
–No te preocupes, no va a secuestrarla.
____ no dijo nada. No era el momento de decir nada más porque estaba demasiado
nerviosa. Con desgana, por fin se quitó la parka, sabiendo que no volverían a su apartamento por el momento.
Joe sirvió el té y empujó un plato de sándwiches en su dirección. Seguía un poco sorprendido por la conversación de antes. El hecho de que ____ estaba proyectando en él algo que tenía grabado en el alma era evidente. Y sospechaba que era lo mismo que había impedido que le contase lo del embarazo. ¿Pero qué era?
Entonces se prometió a sí mismo investigar la vida de ____ Butler. No saber nada sobre la madre de su hija era algo que no le gustaba nada. Si alguna vez hubiera contemplado la idea de tener un hijo, habría elegido a alguien basándose en la lógica y el intelecto. La madre de su hijo no sería cualquier mujer y el niño no sería concebido en un momento de pasión ciega...
Se le encogió el estómago al pensarlo. Porque eso era exactamente lo que había pasado.
Pero, se dijo a sí mismo, él tenía los medios necesarios para controlar aquello. Para controlarla a ella.
La vio comer un sándwich con apetito y se preguntó cuándo habría sido la última vez que comió de manera apropiada. Esa ropa ancha escondía un cuerpo más delgado que dos años antes, aunque eso no impedía que siguiera siendo una chica increíblemente atractiva. O que él siguiera deseándola.
Abruptamente, se levantó con la taza en la mano y fue a mirar por la ventana. No le gustaba que pudiera excitarlo sin hacer absolutamente nada, sencillamente estando a su lado. O que a él le importase si estaba delgada o no. Y especialmente no le gustaba ese deseo de hacer todo lo posible para que volviera a tener un aspecto saludable.
Cuando se volvió, ella estaba mirándolo con sus enormes ojos verdes, casi como Lola lo había mirado en el apartamento, su melena rizada recordándole el espíritu libre que parecía el día que se conocieron, algo que lo había atraído como un imán.
Y que le hizo pensar por un momento que tal vez ____ Butler era una mujer a la que de verdad no le importaba su fortuna.
Pero se recordó a sí mismo lo que le había hecho. Lo peor que podría hacerle nadie a una persona. Tal vez no era una buscavidas, pero era algo peor. Era la clase de mujer que no dudaría en casarse con otro hombre y dejar que criase a la niña como si fuera su propia hija, sin saber los horrores que le esperaban a esa niña.
–Tú sabes que nunca te perdonaré por lo que has hecho, ¿verdad?
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