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Fiesta privada-Joe y Tu
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Pondré todo mi empeño en no causarte más molestias durante el resto de
mí estancia. ¿Quién coño hablaba así?, pensó Joe mientras se terminaba el agua
y el zumo.
________. ________ hablaba así. ________, cuando se sentía amenazada o
incómoda, siempre corría a refugiarse tras la armadura de la cortesía y los
cumplidos.
Era una monada, tanto cuando escogía con todo cuidado esas ridículas
expresiones como cuando se cabreaba de verdad.
Pero sí bien a Joe siempre le había encantado tomarle el pelo e intentar
echarle un vistazo a su aparentemente inexistente genio, no le gustaba verla
avergonzada.
Joe regresó andando a su casa mientras se iba secando con la toalla. Por no
mencionar que aquella chica estaba de vacaciones. ________ había pagado lo que
hasta él admitía que era una cantidad obscena de dinero para alojarse allí y,
fueran cuales fuesen sus razones para haber viajado hasta Cayo Holley, se
merecía pasárselo bien como quisiese.
El empresario frunció el ceño. Pero no si su idea de diversión incluía coger la
gran curda y desnudarse delante de cualquiera que quisiera contemplar sus
pechos perfectos.
En menudo puto jaleo se había metido. Apenas había podido dormir la noche
anterior mientras intentaba contener el impulso de salir corriendo, forzar la
puerta del chalé de ________ y follársela como era obvio que aquella chica
quería. Tampoco había sido capaz de hacer nada en la oficina. En lo único que
podía pensar era en la sensación del sexo dulce y ardiente de ________
ciñéndole los dedos, lo magnífico que hubiera sido deslizar su polla por los
suaves labios de aquella cueva oscura. Una y otra vez hasta que no le quedó más
remedio que irse a casa y hacerse una paja solo para poder concentrarse
después.
Y verla así, sudada y ruborizada tras la carrera, lo ponía a mil, hasta tal
punto que tuvo que ponerse la toalla alrededor de la cintura para no
escandalizar a algún inocente miembro del personal o a algún cliente.
En lo único que podía pensar él era en volver a estar dentro de ella y
resultaba que ella se iba a pasar la mañana con Mike. Mike, con su cara bonita
de surfero y su impaciencia de buen chico, sin duda había podido echarle a
________ un buen vistazo el día anterior, antes de que Joe se las arreglara
para devolver a ________ a su quinta.
Fantástico, joder. El futuro éxito de Cayo Holley dependía de su capacidad para
llevar a buen puerto aquella estúpida boda y gracias a una mujer rubia y menuda
con unas tetas perfectas y un culito descarado, él era incapaz de concentrarse
ni un minuto.
Tal y como él había temido, ________ representaba la mayor distracción del
mundo en un momento de su vida en el que no podía permitirse el lujo de
distraerse. La pregunta era, ¿cómo coño se suponía que debía solucionarlo? La
respuesta obvia era ponerla de patitas en el ferry. Pero ni siquiera él era tan
gilipollas y además, ¿qué imagen daría de Cayo Holley si él se hacía famoso por
echar a sus huéspedes sin razón aparente?
Y aunque detestaba admitirlo, Joe tampoco estaba listo para despedirse de
aquella mujer todavía.
Horas más tarde seguía sin saber qué hacer y Carla tampoco lo ayudaba mucho.
—¿Qué quieres decir con que no pasó nada? —dijo Carla cuando Joe la puso al
corriente de lo que había pasado después de que ________ y él dejaran la
playa—. ¿Te la llevaste como si fueras un gorila de montaña y no pasó nada?
Pero si estaba prácticamente desnuda. —Carla se recostó en su sillón y se cruzó
de brazos, indignada.
—Estaba como una cuba…
—Y arrojándose en tus brazos, aunque no sé muy bien por qué, teniendo en cuenta
lo imbécil que has sido con ella…
—No quería aprovecharme de ella.
—Oh, por favor, has aceptado las ofertas de cientos de mujeres igual de
borrachas.
—¡No tantas!
—Esta bien, docenas.
Joe hizo un cálculo mental rápido y no discutió.
—Docenas de mujeres —continuó Carla— y jamás has sentido el menor escrúpulo por
sus estados de embriaguez. —Carla hizo una pausa y un pequeño ceño le arrugó la
frente—. Bueno, eso no es del todo verdad, jamás te he visto irte con alguien
en peligro inminente de ponerse a vomitar.
Lo que decía Carla era verdad y, coño, le dolía. Joe jamás había sentido ningún
escrúpulo por su comportamiento.
—Ninguna estaba tan borracha como para no saber lo que estaba haciendo. —Era un
argumento bastante endeble pero por primera vez en su vida a Joe le estaba
costando justificar su comportamiento.
—¿Y ________?
—¿Y ________ qué?
El tono de Carla se hizo más exasperado todavía.
—¿Estaba tan borracha como para no saber lo que estaba haciendo?
Joe pensó bien la pregunta antes de contestar. No cabía duda de que ________
había bebido demasiado pero, sí tenía que ser sincero consigo mismo, tenía que
admitir que había sido más bien un caso de pérdida de inhibiciones que de que
________ hubiera hecho algo que no habría hecho de ninguna otra manera.
Igual que en la noche de bodas de la joven. Joe sintió una tensión conocida en
el estómago cuando recordó las horas que había pasado con ella en aquella gran
cama del Winston. La había hecho suya de todas las maneras que se le habían
ocurrido y, con todo, seguía empalmado y ansiándola cuando se había subido al
avión que lo había devuelto a Cayo Holley.
Igual que en ese mismo instante, al recordar la sensación del pecho de
________, desnudo y perfecto, bajo su mano.
Pero no había estado bien aprovecharse de la falta de inhibición de ________ en
su noche de bodas, igual que tampoco habría estado bien si se hubiera acostado
con ella el día anterior.
—Después de todos los putos sermones que me has echado sobre mi comportamiento
en el pasado, se diría que estarías orgullosa de mi contención.
Carla puso los ojos en blanco.
—Muy bien, por una vez no se te escapó de los pantalones. ¿Qué quieres, una
medalla?
Joe intentó lanzarle una mirada asesina pero sin gran resultado.
—Lo único que digo es que es obvio que la deseas. Y aunque ella intenta
mantener la compostura, está claro que el sentimiento es mutuo. Así que no veo
por qué te sigues torturando. Por no hablar de como me atormentas a mí, que
tengo que cargar con tu perpetuo mal humor.
—No es buena idea, Carla.
—¿Pero qué problema hay? ¿A qué le tienes tanto miedo?
—¿Miedo?—se burló Joe—. Yo no le tengo miedo a nada —dijo, quizá con demasiada
pasión porque Carla se recostó en su sillón y lo miró con los ojos entrecerrados
con esa expresión tan suya.
—Te gusta, ¿verdad? —dijo al fin con un brillo en los ojos, como si acabara de
descubrir algún gran y oscuro secreto.
—Pues claro que me gusta…
—No, te gusta pero de verdad. Sigues suspirando por ella, como cuando ibas a la
universidad.
—Yo jamás…
Su prima continuó, aplastando cualquier protesta que él pudiera haber hecho.
—Estabas loco por ella en aquel entonces. En tus emails siempre era «________ y
yo hemos hecho esto, ________ y yo hemos hecho lo otro…».
—Sí, y siempre estaba saliendo con otra persona.
—Siempre te estabas tirando a otra persona —lo corrigió Carla—. Pero a la que
deseabas de verdad era a ________.
—Solo éramos amigos.
—Sigo sin entender por qué nunca le entraste —dijo Carla sin advertir la
tensión que agarrotaba cada músculo del cuerpo masculino.
—Dejemos el tema —dijo Joe. Fue más duro de lo que había pretendido pero al
menos su prima cerró la boca con un arqueo sorprendido de las cejas.
Joe regresó al ordenador e intentó quitarse a ________ de la cabeza pero los
comentarios de Carla le devolvieron todos aquellos desagradables recuerdos del
instituto, cuando se había ido a vivir con su padre. Por aquel entonces estaba
fuera de control, bebía, iba de juerga en juerga y no paraba de meterse en
líos. Casi quince años después veía su comportamiento como lo que era. Una
llamada de atención hacia un hombre que veía su breve matrimonio con su madre
—por no hablar del propio Joe— como un error. David Jonas apenas se había
quedado con la madre de Joe, una camarera de Las Vegas, el tiempo suficiente
para dejarla embarazada.
Si bien la había dejado con una compensación, más que generosa, durante la
mayor parte de la vida de Joe su contacto con su hijo se había limitado a unas
cuantas tarjetas de Navidad y cumpleaños (siempre acompañadas de un gran
cheque) y una visita al año, de vez en cuando dos.
Cuando Joe cumplió los diecisiete años y hacía el último curso en el instituto,
su madre, que ya no soportaba más el comportamiento cada vez más alocado de Joe,
lo había enviado a vivir con David. Había llegado el momento, le había dicho,
de que su padre hiciera algo más que poner dinero para solucionar el problema.
Pero solo porque Joe estuviera viviendo en la misma casa eso no significaba que
David o la que entonces era su mujer se involucraran en su vida. La pareja, al
igual que Nick, que era cinco años mayor, solo aparecía en la gigantesca
mansión de Hillsborough durante unos minutos entre el trabajo y las
obligaciones sociales. Con todo, Joe se las había arreglado para meterse en
líos de sobra pero descubrió que cuando a nadie le importaba, la cosa perdía
bastante gracia.
En su lugar intentó centrarse en los estudios y se ganó la distraída aprobación
de su padre cuando consiguió sacar todo sobresalientes sin demasiado esfuerzo.
Pero incluso entonces, Joe nunca tuvo la sensación de que aquella era su casa,
nunca sintió que su padre y Nick fueran su familia de verdad. Por no hablar ya
de los amigos de la familia, que jamás habían sabido qué pensar de él.
Todo el mundo había sido muy agradable con él pero había oído rumores
suficientes. Especulaban sobre su madre, cotilleaban que era una stripper o,
peor aún, una prostituta que había engatusado de alguna manera a David Jonas
para que se casara con ella y le diera millones de dólares.
Joe jamás se había molestado en intentar convencerlos de la verdad. Que Gina
Discala Jonas era una jovencita ingenua de veintidós años cuando David Jonas la
había conquistado. Que se había enamorado de verdad de David y que habría
devuelto los millones en un abrir y cerrar de ojos a cambio de la oportunidad
de tener una familia de verdad con él.
Solo ________ llegó a saber la verdad. La joven había visto a Gina unas cuantas
veces cuando esta había ido a visitar a Joe a la universidad. ________ fue la única
persona del presumido círculo social de su padre que tuvo el valor suficiente
para preguntarle sin rodeos por los rumores. Cuando él le dijo la verdad sobre
el matrimonio de sus padres, ________ se había limitado a sonreír.
—Sabía que tenía que ser una mujer agradable. Mira cómo saliste tú —le había
dicho.
Pero a pesar de toda su dulzura, ________ jamás iba a ser suya. Lo que no había
impedido que él la deseara con todas sus fuerzas. Para cuando cumplió los
veinte años y ________ tenía dieciséis, Joe ya había disfrutado de unas cuantas
chicas malas pero entonces le había echado un vistazo a ________, con su piel
cremosa y aquellas curvas jóvenes y frescas, y se había preguntado qué haría
falta para, hacer que una chica buena como ________ se portara mal.
Sus cavilaciones debieron de ser bastante obvias por que Grant ________ no
había perdido el tiempo: lo habían arrinconado y lo había desengañado de
cualquier idea que Joe pudiera tener sobre ________. Puede que seas el hijo de
David, le había gruñido. Pero no eres uno de nosotros. No te acerques a
________.
Joe nunca supo si Grant le había hecho la misma advertencia explícita a
________ pero en Berkeley fue obvio que la chica quería mantener en secreto su
creciente amistad.
Joe se había planteado durante un tiempo la idea de seducirla para vengarse,
para desquitarse de unas personas que, a pesar de la poco entusiasta aceptación
de su padre, jamás lo llegarían a aceptar como uno de los suyos. Pero muy
pronto se dio cuenta de que ________ le gustaba demasiado para hacerle eso.
¿Así que Carla quería saber por qué no le había entrado nunca? Jamás lo
admitiría ante ella pero podía admitirlo para sí. Porque había sido un cobarde,
así de simple. Porque siempre había sabido que cualquier relación con ________
terminaría reduciéndose a una sencilla elección: o él o su familia. Y siempre
había sabido que perdería él.
Y como el idiota que era, durante un tiempo, tras licenciarse, había intentado
conseguir la aceptación de su mundo trabajando duro para su padre y Grant en
D&D, intentando demostrar que era uno de ellos, alguien digno de una chica
como ________. Se había pasado tres años golpeándose la cabeza contra el muro
antes de espabilar de una vez y abandonarlo todo para construir Cayo Holley.
—Si ella está dispuesta, no sé por qué no te lanzas y te lo quitas de una vez
de la cabeza —dijo Carla, sacándolo de repente.de su desagradable viaje por la
calle de los recuerdos.
Joe se frotó los ojos con la esperanza de que eso devolviera al primer plano
los números de la hoja de cálculo.
—Te he pedido que dejaras el tema. Además, los dos sabemos que ahora mismo no
me puedo permitir distracciones.
—¿Es que ahora no estás distraído? —respondió Carla—. ¿Sabes? Quizá si te
lanzaras y te lo quitaras de encima, podrías concentrarte en esto de una vez.
Joe no se molestó en decirle a Carla que ya había hecho suya a ________ una vez
y que eso no había hecho mucha mella en el deseo que sentía por ella.
—No es tan fácil.
—¿Qué es lo peor que podría ocurrir? —Maldita fuera, aquella mujer era como un
perro con un hueso.
¿Lo peor? Que ________ se fuera y regresara al seno de su familia, dejándolo a
él solo y con todos aquellos patéticos anhelos que había vuelto a despertar.
Básicamente, lo inevitable. Por fortuna sonó el teléfono antes de que Joe se
viera obligado a pensar una respuesta. Mientras Carla sostenía otra
conversación llena de tensión con el jefe de seguridad de Jane Bowden, Joe
regresó al siempre creciente presupuesto de la boda.
Pero por mucho que intentara concentrarse, no podía quitarse a ________ de la
cabeza, cosa que, como bien había señalado Carla, ya era una enorme distracción
sin ni siquiera haberse acostado con ella otra vez. Dios, en ese momento estaba
sufriendo todas las consecuencias que más temía pero sin ninguno de los
beneficios.
Y si lo pensaba bien, llevaba años obsesionado con una versión idealizada de
________. Una ________ que jamás lo habría utilizado para vengarse, que jamás
le habría propuesto a un tío una aventura casual. En los cinco años
transcurridos desde la última vez que la había visto, ________ se había
convertido en una persona diferente. Quizá si Joe tomaba una dosis de realidad,
de la mujer real en la que ________ se había convertido, podría enterrar
aquella obsesión de una vez por todas.
Pero primero la iba a enterrar a ella, en una cama. Y empezando esa misma
noche.
mí estancia. ¿Quién coño hablaba así?, pensó Joe mientras se terminaba el agua
y el zumo.
________. ________ hablaba así. ________, cuando se sentía amenazada o
incómoda, siempre corría a refugiarse tras la armadura de la cortesía y los
cumplidos.
Era una monada, tanto cuando escogía con todo cuidado esas ridículas
expresiones como cuando se cabreaba de verdad.
Pero sí bien a Joe siempre le había encantado tomarle el pelo e intentar
echarle un vistazo a su aparentemente inexistente genio, no le gustaba verla
avergonzada.
Joe regresó andando a su casa mientras se iba secando con la toalla. Por no
mencionar que aquella chica estaba de vacaciones. ________ había pagado lo que
hasta él admitía que era una cantidad obscena de dinero para alojarse allí y,
fueran cuales fuesen sus razones para haber viajado hasta Cayo Holley, se
merecía pasárselo bien como quisiese.
El empresario frunció el ceño. Pero no si su idea de diversión incluía coger la
gran curda y desnudarse delante de cualquiera que quisiera contemplar sus
pechos perfectos.
En menudo puto jaleo se había metido. Apenas había podido dormir la noche
anterior mientras intentaba contener el impulso de salir corriendo, forzar la
puerta del chalé de ________ y follársela como era obvio que aquella chica
quería. Tampoco había sido capaz de hacer nada en la oficina. En lo único que
podía pensar era en la sensación del sexo dulce y ardiente de ________
ciñéndole los dedos, lo magnífico que hubiera sido deslizar su polla por los
suaves labios de aquella cueva oscura. Una y otra vez hasta que no le quedó más
remedio que irse a casa y hacerse una paja solo para poder concentrarse
después.
Y verla así, sudada y ruborizada tras la carrera, lo ponía a mil, hasta tal
punto que tuvo que ponerse la toalla alrededor de la cintura para no
escandalizar a algún inocente miembro del personal o a algún cliente.
En lo único que podía pensar él era en volver a estar dentro de ella y
resultaba que ella se iba a pasar la mañana con Mike. Mike, con su cara bonita
de surfero y su impaciencia de buen chico, sin duda había podido echarle a
________ un buen vistazo el día anterior, antes de que Joe se las arreglara
para devolver a ________ a su quinta.
Fantástico, joder. El futuro éxito de Cayo Holley dependía de su capacidad para
llevar a buen puerto aquella estúpida boda y gracias a una mujer rubia y menuda
con unas tetas perfectas y un culito descarado, él era incapaz de concentrarse
ni un minuto.
Tal y como él había temido, ________ representaba la mayor distracción del
mundo en un momento de su vida en el que no podía permitirse el lujo de
distraerse. La pregunta era, ¿cómo coño se suponía que debía solucionarlo? La
respuesta obvia era ponerla de patitas en el ferry. Pero ni siquiera él era tan
gilipollas y además, ¿qué imagen daría de Cayo Holley si él se hacía famoso por
echar a sus huéspedes sin razón aparente?
Y aunque detestaba admitirlo, Joe tampoco estaba listo para despedirse de
aquella mujer todavía.
Horas más tarde seguía sin saber qué hacer y Carla tampoco lo ayudaba mucho.
—¿Qué quieres decir con que no pasó nada? —dijo Carla cuando Joe la puso al
corriente de lo que había pasado después de que ________ y él dejaran la
playa—. ¿Te la llevaste como si fueras un gorila de montaña y no pasó nada?
Pero si estaba prácticamente desnuda. —Carla se recostó en su sillón y se cruzó
de brazos, indignada.
—Estaba como una cuba…
—Y arrojándose en tus brazos, aunque no sé muy bien por qué, teniendo en cuenta
lo imbécil que has sido con ella…
—No quería aprovecharme de ella.
—Oh, por favor, has aceptado las ofertas de cientos de mujeres igual de
borrachas.
—¡No tantas!
—Esta bien, docenas.
Joe hizo un cálculo mental rápido y no discutió.
—Docenas de mujeres —continuó Carla— y jamás has sentido el menor escrúpulo por
sus estados de embriaguez. —Carla hizo una pausa y un pequeño ceño le arrugó la
frente—. Bueno, eso no es del todo verdad, jamás te he visto irte con alguien
en peligro inminente de ponerse a vomitar.
Lo que decía Carla era verdad y, coño, le dolía. Joe jamás había sentido ningún
escrúpulo por su comportamiento.
—Ninguna estaba tan borracha como para no saber lo que estaba haciendo. —Era un
argumento bastante endeble pero por primera vez en su vida a Joe le estaba
costando justificar su comportamiento.
—¿Y ________?
—¿Y ________ qué?
El tono de Carla se hizo más exasperado todavía.
—¿Estaba tan borracha como para no saber lo que estaba haciendo?
Joe pensó bien la pregunta antes de contestar. No cabía duda de que ________
había bebido demasiado pero, sí tenía que ser sincero consigo mismo, tenía que
admitir que había sido más bien un caso de pérdida de inhibiciones que de que
________ hubiera hecho algo que no habría hecho de ninguna otra manera.
Igual que en la noche de bodas de la joven. Joe sintió una tensión conocida en
el estómago cuando recordó las horas que había pasado con ella en aquella gran
cama del Winston. La había hecho suya de todas las maneras que se le habían
ocurrido y, con todo, seguía empalmado y ansiándola cuando se había subido al
avión que lo había devuelto a Cayo Holley.
Igual que en ese mismo instante, al recordar la sensación del pecho de
________, desnudo y perfecto, bajo su mano.
Pero no había estado bien aprovecharse de la falta de inhibición de ________ en
su noche de bodas, igual que tampoco habría estado bien si se hubiera acostado
con ella el día anterior.
—Después de todos los putos sermones que me has echado sobre mi comportamiento
en el pasado, se diría que estarías orgullosa de mi contención.
Carla puso los ojos en blanco.
—Muy bien, por una vez no se te escapó de los pantalones. ¿Qué quieres, una
medalla?
Joe intentó lanzarle una mirada asesina pero sin gran resultado.
—Lo único que digo es que es obvio que la deseas. Y aunque ella intenta
mantener la compostura, está claro que el sentimiento es mutuo. Así que no veo
por qué te sigues torturando. Por no hablar de como me atormentas a mí, que
tengo que cargar con tu perpetuo mal humor.
—No es buena idea, Carla.
—¿Pero qué problema hay? ¿A qué le tienes tanto miedo?
—¿Miedo?—se burló Joe—. Yo no le tengo miedo a nada —dijo, quizá con demasiada
pasión porque Carla se recostó en su sillón y lo miró con los ojos entrecerrados
con esa expresión tan suya.
—Te gusta, ¿verdad? —dijo al fin con un brillo en los ojos, como si acabara de
descubrir algún gran y oscuro secreto.
—Pues claro que me gusta…
—No, te gusta pero de verdad. Sigues suspirando por ella, como cuando ibas a la
universidad.
—Yo jamás…
Su prima continuó, aplastando cualquier protesta que él pudiera haber hecho.
—Estabas loco por ella en aquel entonces. En tus emails siempre era «________ y
yo hemos hecho esto, ________ y yo hemos hecho lo otro…».
—Sí, y siempre estaba saliendo con otra persona.
—Siempre te estabas tirando a otra persona —lo corrigió Carla—. Pero a la que
deseabas de verdad era a ________.
—Solo éramos amigos.
—Sigo sin entender por qué nunca le entraste —dijo Carla sin advertir la
tensión que agarrotaba cada músculo del cuerpo masculino.
—Dejemos el tema —dijo Joe. Fue más duro de lo que había pretendido pero al
menos su prima cerró la boca con un arqueo sorprendido de las cejas.
Joe regresó al ordenador e intentó quitarse a ________ de la cabeza pero los
comentarios de Carla le devolvieron todos aquellos desagradables recuerdos del
instituto, cuando se había ido a vivir con su padre. Por aquel entonces estaba
fuera de control, bebía, iba de juerga en juerga y no paraba de meterse en
líos. Casi quince años después veía su comportamiento como lo que era. Una
llamada de atención hacia un hombre que veía su breve matrimonio con su madre
—por no hablar del propio Joe— como un error. David Jonas apenas se había
quedado con la madre de Joe, una camarera de Las Vegas, el tiempo suficiente
para dejarla embarazada.
Si bien la había dejado con una compensación, más que generosa, durante la
mayor parte de la vida de Joe su contacto con su hijo se había limitado a unas
cuantas tarjetas de Navidad y cumpleaños (siempre acompañadas de un gran
cheque) y una visita al año, de vez en cuando dos.
Cuando Joe cumplió los diecisiete años y hacía el último curso en el instituto,
su madre, que ya no soportaba más el comportamiento cada vez más alocado de Joe,
lo había enviado a vivir con David. Había llegado el momento, le había dicho,
de que su padre hiciera algo más que poner dinero para solucionar el problema.
Pero solo porque Joe estuviera viviendo en la misma casa eso no significaba que
David o la que entonces era su mujer se involucraran en su vida. La pareja, al
igual que Nick, que era cinco años mayor, solo aparecía en la gigantesca
mansión de Hillsborough durante unos minutos entre el trabajo y las
obligaciones sociales. Con todo, Joe se las había arreglado para meterse en
líos de sobra pero descubrió que cuando a nadie le importaba, la cosa perdía
bastante gracia.
En su lugar intentó centrarse en los estudios y se ganó la distraída aprobación
de su padre cuando consiguió sacar todo sobresalientes sin demasiado esfuerzo.
Pero incluso entonces, Joe nunca tuvo la sensación de que aquella era su casa,
nunca sintió que su padre y Nick fueran su familia de verdad. Por no hablar ya
de los amigos de la familia, que jamás habían sabido qué pensar de él.
Todo el mundo había sido muy agradable con él pero había oído rumores
suficientes. Especulaban sobre su madre, cotilleaban que era una stripper o,
peor aún, una prostituta que había engatusado de alguna manera a David Jonas
para que se casara con ella y le diera millones de dólares.
Joe jamás se había molestado en intentar convencerlos de la verdad. Que Gina
Discala Jonas era una jovencita ingenua de veintidós años cuando David Jonas la
había conquistado. Que se había enamorado de verdad de David y que habría
devuelto los millones en un abrir y cerrar de ojos a cambio de la oportunidad
de tener una familia de verdad con él.
Solo ________ llegó a saber la verdad. La joven había visto a Gina unas cuantas
veces cuando esta había ido a visitar a Joe a la universidad. ________ fue la única
persona del presumido círculo social de su padre que tuvo el valor suficiente
para preguntarle sin rodeos por los rumores. Cuando él le dijo la verdad sobre
el matrimonio de sus padres, ________ se había limitado a sonreír.
—Sabía que tenía que ser una mujer agradable. Mira cómo saliste tú —le había
dicho.
Pero a pesar de toda su dulzura, ________ jamás iba a ser suya. Lo que no había
impedido que él la deseara con todas sus fuerzas. Para cuando cumplió los
veinte años y ________ tenía dieciséis, Joe ya había disfrutado de unas cuantas
chicas malas pero entonces le había echado un vistazo a ________, con su piel
cremosa y aquellas curvas jóvenes y frescas, y se había preguntado qué haría
falta para, hacer que una chica buena como ________ se portara mal.
Sus cavilaciones debieron de ser bastante obvias por que Grant ________ no
había perdido el tiempo: lo habían arrinconado y lo había desengañado de
cualquier idea que Joe pudiera tener sobre ________. Puede que seas el hijo de
David, le había gruñido. Pero no eres uno de nosotros. No te acerques a
________.
Joe nunca supo si Grant le había hecho la misma advertencia explícita a
________ pero en Berkeley fue obvio que la chica quería mantener en secreto su
creciente amistad.
Joe se había planteado durante un tiempo la idea de seducirla para vengarse,
para desquitarse de unas personas que, a pesar de la poco entusiasta aceptación
de su padre, jamás lo llegarían a aceptar como uno de los suyos. Pero muy
pronto se dio cuenta de que ________ le gustaba demasiado para hacerle eso.
¿Así que Carla quería saber por qué no le había entrado nunca? Jamás lo
admitiría ante ella pero podía admitirlo para sí. Porque había sido un cobarde,
así de simple. Porque siempre había sabido que cualquier relación con ________
terminaría reduciéndose a una sencilla elección: o él o su familia. Y siempre
había sabido que perdería él.
Y como el idiota que era, durante un tiempo, tras licenciarse, había intentado
conseguir la aceptación de su mundo trabajando duro para su padre y Grant en
D&D, intentando demostrar que era uno de ellos, alguien digno de una chica
como ________. Se había pasado tres años golpeándose la cabeza contra el muro
antes de espabilar de una vez y abandonarlo todo para construir Cayo Holley.
—Si ella está dispuesta, no sé por qué no te lanzas y te lo quitas de una vez
de la cabeza —dijo Carla, sacándolo de repente.de su desagradable viaje por la
calle de los recuerdos.
Joe se frotó los ojos con la esperanza de que eso devolviera al primer plano
los números de la hoja de cálculo.
—Te he pedido que dejaras el tema. Además, los dos sabemos que ahora mismo no
me puedo permitir distracciones.
—¿Es que ahora no estás distraído? —respondió Carla—. ¿Sabes? Quizá si te
lanzaras y te lo quitaras de encima, podrías concentrarte en esto de una vez.
Joe no se molestó en decirle a Carla que ya había hecho suya a ________ una vez
y que eso no había hecho mucha mella en el deseo que sentía por ella.
—No es tan fácil.
—¿Qué es lo peor que podría ocurrir? —Maldita fuera, aquella mujer era como un
perro con un hueso.
¿Lo peor? Que ________ se fuera y regresara al seno de su familia, dejándolo a
él solo y con todos aquellos patéticos anhelos que había vuelto a despertar.
Básicamente, lo inevitable. Por fortuna sonó el teléfono antes de que Joe se
viera obligado a pensar una respuesta. Mientras Carla sostenía otra
conversación llena de tensión con el jefe de seguridad de Jane Bowden, Joe
regresó al siempre creciente presupuesto de la boda.
Pero por mucho que intentara concentrarse, no podía quitarse a ________ de la
cabeza, cosa que, como bien había señalado Carla, ya era una enorme distracción
sin ni siquiera haberse acostado con ella otra vez. Dios, en ese momento estaba
sufriendo todas las consecuencias que más temía pero sin ninguno de los
beneficios.
Y si lo pensaba bien, llevaba años obsesionado con una versión idealizada de
________. Una ________ que jamás lo habría utilizado para vengarse, que jamás
le habría propuesto a un tío una aventura casual. En los cinco años
transcurridos desde la última vez que la había visto, ________ se había
convertido en una persona diferente. Quizá si Joe tomaba una dosis de realidad,
de la mujer real en la que ________ se había convertido, podría enterrar
aquella obsesión de una vez por todas.
Pero primero la iba a enterrar a ella, en una cama. Y empezando esa misma
noche.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo
9 [Primera parte]
9 [Primera parte]
O eso pensaba. Joe miró furioso a _________ desde el otro lado del patio. La
joven estaba en el bar de la playa con un vestido blanco de flores sin mangas
ni espalda que revelaba la piel dorada de su espalda hasta por debajo de la
cintura. Su cabello rubio y ondulado brillaba bajo la luz arrojada por las
antorchas. Joe apretó la mandíbula cuando la vio dibujar otro giro y moverse
sin perder un paso al ritmo de la música de la banda de salsa que tocaba a
varios metros de la barra. El vuelo de la falda de su vestido le descubrió los
muslos. Si no tenía cuidado, con el siguiente movimiento iba a enseñar las
nalgas de su culito redondo y perfecto.
Pero Mike volvió a atraerla hacia sí y extendió los largos dedos por la piel
sedosa y desnuda de la espalda de _________. Los nudillos blancos de Joe
contrastaron con su bronceado cuando apretó los dedos alrededor del vaso que
sostenía. El nudo que tenía en las tripas se tensó cuando Mike atrajo las
caderas de _________ hacia las suyas y los dos se movieron con ritmo sensual en
perfecta armonía.
_________ se echó hacia atrás el cabello y su rostro dibujó una amplia sonrisa
cuando se rió de algo que le dijo Mike justo entonces tropezó y Mike, el muy
cabrón, aprovechó la oportunidad para tocarle el culo mientras fingía ayudarla.
Después le subió la mano por la espalda a toda prisa, como si hubiera sido un
accidente, pero Joe notó la expresión lasciva que adquirían los rasgos de Mike.
Como también notó el rubor que bañaba las mejillas de _________; si fue de
vergüenza o de excitación, Joe no lo sabía. Pero sí que se dio cuenta de que la
joven no estaba intentando apartarse.
No lo soportaba más. Ver a otro hombre tocando su piel desnuda. Verla moverse
contra otro hombre en un baile que prácticamente simulaba una relación sexual.
Había acudido al bar esa noche para aceptar la oferta de _________: sexo sin
compromisos. No esperaba verla riéndose, coqueteando y tocando a otro hombre,
pasándoselo tan obviamente bien. Y tampoco esperaba el destello ardiente de
rabia que lo había invadido al verla con otro. Aquella mujer era suya.
Pero tampoco se paró a analizarlo. No podía. Un solo pensamiento, uno solo,
reverberaba por todo su cerebro. Mientras estuviese en la isla, _________ era
suya; le pertenecía solo a él.
_____________________
_________ se rió con Mike con la esperanza de que no se le notara la tensión.
—Quizá debería sentarme. Estas sandalias no están hechas para bailar,
precisamente.
Para demostrarlo, en ese preciso instante el tacón de aguja de una sandalia se
metió en una grieta. _________ tropezó y cayó contra el pecho de Mike, que la
sujetó poniéndole una mano firme en el trasero.
_________ se puso tensa y se enderezó. Mike llevaba todo el día haciendo lo
mismo. Esa mañana, con el pretexto de comprobar el tanque de oxígeno, se las
había arreglado para rozarle los pechos con la mano por lo menos diez veces.
Por no mencionar las docenas de roces «casuales» más en las piernas, las
caricias en los brazos y las veces que le había cogido la mano.
_________ sonrió con decisión cuando reanudaron el ritmo del baile. El problema
era que tampoco se podía decir que ella lo hubiera desanimado. Esa mañana,
después del encontronazo con Joe en la piscina, _________ había saludado a Mike
con algo más que su habitual cordialidad. A decir verdad, se había comportado
como una auténtica coqueta.
Después de que se burlaran de ella por arrojarse en brazos de Joe, _________ se
había sentido obligada a demostrarse a sí misma que había otros hombres en el
mundo además de él. Y llámala superficial, llámala presumida, pero necesitaba
que algún hombre confirmara su atractivo, que le demostrara que podía conseguir
un hombre sin necesidad de quedarse en cueros y comportarse como una estrella
del porno aficionada. Mike era justo lo que necesitaba. Era un hombre francamente
guapo por derecho propio y podría haber conquistado a cualquiera de las mujeres
solteras que había en Cayo Holley. Pero le estaba prestando atención a ella y
_________ tendría que estar muerta para no disfrutar de ese pequeño estímulo a
su orgullo.
Claro que esa noche tenía que pagar las consecuencias por darle la idea
equivocada. No era que Mike no le cayera bien. Le caía muy bien. Era divertido
y considerado, por no hablar de lo guapísimo que era.
Pero con él no sentía nada. Su roce no le provocaba cosquilleos por la columna.
No se le erizaban los pezones cuando le acariciaba los pechos con la mirada. Y
esa mañana, cuando Mike había intentado besarla, en lugar de ansiar el sabor de
su boca como una mujer muerta de hambre, prácticamente se había tirado del
barco para intentar evitarlo.
Y en ese instante tenía que sufrir la incomodidad del pulgar masculino que
dibujaba círculos diminutos en sus riñones y no sabía muy bien cómo se iba a
apartar con elegancia sin provocar una situación apurada para los dos. _________
miró por encima del hombro de su compañero con la esperanza de llamar la
atención de Amy o Jen. Quizá si _________ parecía lo bastante desesperada, una
de ellas la vería y acudiría al rescate.
Se quedó sin aliento cuando vio a Joe, que la miraba sin apartar los ojos desde
la barra. Se le encogieron los dedos de los pies en las sandalias y volvió a
tropezar cuando el empresario se apartó de la barra y se dirigió a ella sin
prisas pero con decisión.
En medio del patio lo abordó Kara y, como siempre, _________ sintió una oleada
de irritación al ver a la bellísima morena de piernas largas. _________ sabía
que era irracional, Kara siempre había sido muy civilizada con ella. Con todo,
tenía una actitud cínica y calculadora que a _________ la ponía enferma.
Kara envolvió la cintura de Joe con los brazos y movió las caderas contra las
del hombre en un seductor movimiento del que Joe se hizo eco de buena gana.
Rodeó los hombros de la joven con los brazos y le sonrió desde su altura, esa
sonrisa perezosa y encantadora que nunca dejaba de enviar una sacudida por la
columna de _________.
El orgullo y el dolor se enfrentaron mientras _________ luchaba por mantener la
compostura. Por si no bastara con que prácticamente se hubiera reído de ella
por sus hazañas sexuales, encima tenía que verlo babear por otra mujer. Una
morena alta y curvilínea. No era de extrañar. Joe siempre había sentido
preferencia por todo lo que _________ no era.
Con eso desapareció todo pensamiento de rechazar a Mike. Le demostraría a Joe
que había hombres —montones de hombres— a los que las rubias menudas como ella
les parecían atractivas, por no hablar de sexys y deseables. _________ cerró la
brecha de un centímetro que separaba sus caderas de las de Mike y ejecutó un
intrincado giro. La mano masculina se tensó sobre la cintura de _________ y la
lujuria tiñó la sonrisa del hombre.
—Gracias otra vez por llevarme hoy a bucear —dijo _________ con la voz
entrecortada—. Me sentí tan segura contigo allí abajo…
Los ojos azules de Mike brillaron al mirarla.
—Me alegro de que lo pasaras bien. Espero poder hacer que te lo pases bien con
muchas otras cosas.
Ay, madre. No le iba a hacer ninguna gracia cuando _________ lo dejara con solo
un beso ante su puerta. Suponía que lo más correcto, lo que tenía que hacer,
era desilusionar a Mike con suavidad antes de que se tomara la molestia de
acompañarla a su quinta. Pero desde luego no pensaba dejar que Joe la viera
irse sola.
Una mano cayó sobre su hombro y _________ ni siquiera tuvo que darse la vuelta
para saber quién era. Una oleada de calor irradió desde el punto de contacto de
aquella palma ancha y cálida hasta la boca de su estómago.
—¿Puedo interrumpir? —Aunque formulada como una pregunta, tanto ella como Mike
reconocieron la exigencia por lo que era.
—_________, ¿te parece bien? —preguntó Mike, la lujuria coqueta de su expresión
dio paso a la preocupación.
—No pasa nada —dijo _________ mientras se giraba para mirar a Joe. Cuando Mike
empezó a apartarse, _________ lo cogió de repente por la muñeca—. Te veo más
tarde, ¿de acuerdo?
Mike sonrió, asintió y le lanzo una mirada venenosa a Joe.
—No cuentes con ello —murmuró Joe cuando Mike ya no pudo oírlo. En lugar de
cogerla entre sus brazos y emprender un nuevo baile con ella, Joe cogió a
_________ por el antebrazo y tiró de ella para sacarla de la pista y llevarla a
una zona oscura del patio en la que no había clientes.
_________ tiró de la mano que la sujetaba e intentó sin mucho éxito clavar en
el suelo los tacones de sus poco prácticas sandalias.
—¿Qué manía te ha entrado con
sacarme a la fuerza de los sitios? —dijo mientras tropezaba tras él.
Joe miró con el ceño fruncido la mano que envolvía el brazo femenino pero no la
soltó.
—¿Estás intentando volverme loco? —Los ojos azules de Joe destellaban con una
furia que _________ no había visto jamás.
—¿Se puede saber qué te pasa? —le soltó _________.
A pesar de la escasez de luz, _________ vio que la boca de Joe se convertía en
una línea tensa y que entrecerraba, los ojos.
—Prácticamente te lo estabas follando en plena pista de baile. Solo estoy
evitando que cometas una estupidez, y lo sabes.
—No entiendo por qué te importa siquiera —respondió _________; un matiz
desagradable se había colado en su tono—. Has dejado claro de una forma meridiana
que a ti no te interesa.
—Y ya que a mí no me interesa, ¿crees que puedes montártelo con el primer tío
que te haga caso?
_________ hizo una mueca cuando los dedos de Joe se tensaron y se clavaron en
la piel de su antebrazo.
—Quizá. —No tenía intención de acostarse con Mike pero Joe no tenía por qué
saberlo—. No creo que sea asunto tuyo.
—Al menos tengo el consuelo de saber que el primero en recibir la oferta fui
yo.
_________ tiró del brazo pero Joe seguía sin soltarla.
—No fue eso.
—¿Entonces qué fue? —dijo él en voz baja y amenazante—. Porque me parece a mí
que tu noche de bodas fue solo el comienzo de tu venganza contra Nick, la que
pretendes llevar a cabo follándote a todo lo que respire.
_________ sintió aquellas palabras como un puñetazo en el estómago. Se quedó
sin aire en los pulmones y, por un momento, incluso se mareó.
—¿Sabes? —dijo mientras luchaba para qué no se le quebrara la voz—. Jamás
lamenté, ni por un segundo, la noche que pasé contigo. Hasta ahora. —Se soltó
de un tirón. Tenía un nudo en la garganta y sabía que iba a llorar, incapaz de
soportar aquella última humillación, _________ se dio la vuelta y echó a
correr.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Joe no podía creer lo que acababa de decir. ¿Cómo había podido ser tan increíblemente bruto? Sobre todo con _________, la única persona que había sabido reconocer que él era algo más que un gilipollas, algo más que un intruso en la buena sociedad. Era la única que lo había tomado en serio cuando hablaba sobre crear un lugar como Cayo Holley. Y esa noche, en lugar de llevar a cabo su gran plan de seducción, había arremetido contra ella. Se le encogió el estómago con una sensación de culpabilidad cuando volvió a revivir el dolor de la joven, la expresión estupefacta de su rostro al oírlo. Fueran cuales fuesen sus intenciones, _________ jamás lo hubiera herido de forma deliberada como acababa de hacer él con ella.
Se llenó de obscenos insultos y salió corriendo playa abajo tras ella. No le llevó mucho tiempo alcanzarla. Había una luna casi llena así que tenía una visión clara de la joven corriendo por la playa, y tampoco era que se pudiera mover muy rápido con aquellas estúpidas sandalias.
—_________ —la llamó mientras corría detrás de ella—. Lo siento. Para, por favor.
La joven no se detuvo sino que siguió tropezando tan rápido como pudo con los tacones de aguja que se le clavaban en la arena con cada paso.
—Déjame en paz.
—Lo siento —repitió Joe cuando llegó a su altura—. No hablaba en serio, es que estaba tan…
—Mi noche de bodas no fue solo por venganza —dijo _________—. Está bien, quizá un poco pero sobre todo era por tener al fin algo que quería de verdad. Me lo había negado durante años y al fin tenía la oportunidad, así que la aproveché.
Joe sintió que un puño le estrujaba el corazón cuando vio el brillo de unas lágrimas en los ojos de la joven.
—Y ahora —continuó _________ con la voz a punto de quebrarse—, me siento como una idiota, no hago más que arrojarme en brazos de alguien que ni siquiera me desea.
Joe no pudo soportarlo más.
—¿Crees que no te deseo? —le susurró al tiempo que la abrazaba con gesto brusco.
_________ levantó los brazos y le empujó el pecho en un intento de liberarse pero Joe la estrechó con más fuerza.
—Lo cierto es que te deseo como a nadie —susurró Joe mientras enterraba la nariz en la suavidad del cabello femenino—. He intentado ser bueno y no acercarme a ti pero la verdad es que me vuelves loco.
_________ no respondió, pero tampoco intentó apartarlo de ella.
—Y ahora que sé lo maravilloso que es tocarte —siguió susurrando Joe al tiempo que entrelazaba los dedos en el cabello de _________—, lo que es follarte —susurró mientras le levantaba la cabeza para poder contemplar aquellos grandes y preciosos ojos, aquella boca rosada y sexy—, me saca de quicio pensar en lo que me estoy perdiendo.
Los brazos de _________ se deslizaron por su cuello y con una mano le sujetó la nuca y le bajó la cara para besarlo.
En cuanto la boca de Joe rozó la de la joven, el empresario tuvo la sensación de que iba a explotar. Abrió la boca sobre la de _________ e introdujo la lengua para que copulara con la de ella mientras con las manos le soltaba la tira que sostenía el vestido.
Los dos gimieron a la vez cuando la mano masculina capturó el pecho de la joven y lo apretó, lo masajeó y lo pellizcó con un fervor que excluía cualquier dulzura.
—Dime que me deseas —jadeó Joe al tiempo que dibujaba la garganta de _________ con los labios.
—Te deseo —gimió _________ mientras hundía los dedos en los músculos de los brazos del empresario—. Te deseo más que a nada en el mundo.
Joe gimió cuando la joven deslizó con descaro la mano por el bulto que le forzaba los pantalones y después le estrujó y acarició la verga hasta que la tuvo dura como una roca. Las manos masculinas levantaron la falda de _________, Joe gimió en la boca femenina cuando sus manos encontraron la piel suave que dejaba expuesta el tanga de _________. Joe le metió una mano entre las piernas y sintió la humedad cálida que empapaba la fina tira de tela.
—Estás tan mojada, lista para mí —murmuró al tiempo que succionaba la lengua femenina—. Tengo que meterme dentro de ti—Le deslizó los dedos bajo la finísima tela del tanga y gimió cuando un líquido ardiente le empapó la mano. Se le agitó la verga en los pantalones exigiendo ocupar el lugar de los dedos.
—C-condón —tartamudeó _________—. Tengo un condón en el bolso. —La joven respiró hondo y se apartó para buscar el bolsito que había caído en la arena.
Joe se quedó desconcertado por un instante. ¿_________ llevaba condones en el bolso? ¿Qué significaba eso? ¿Qué decía eso de sus planes para esa noche? ¿Que…?
Un segundo más tarde era incapaz de pensar de forma racional cuando las afanosas manos de _________ le abrieron la cremallera y le bajaron los pantalones cortos hasta las rodillas. Rodillas que amenazaron con doblarse cuando la joven le acarició la polla desde la raíz a la punta y con tal expresión de admiración que Joe se sintió como un puto dios del sexo. Y después, en un movimiento que le hizo cerrar los ojos de pronto y apretar los dientes, _________ se inclinó, se la metió en la boca e hizo girar la lengua alrededor de la punta. Joe repasó a toda prisa la lista de los jugadores de los Gigantes de San Francisco para intentar no correrse allí mismo.
—Para —gimió cuando su cerebro se negó a concentrarse en el béisbol y prefirió obsesionarse con la succión cálida y húmeda de la boca femenina y los incitantes lametones de aquella lengua. Joe cogió la cabeza de _________ con las manos y la apartó con suavidad al tiempo que se arrodillaba en la arena a su lacio.
La joven lo envolvió entero, besándolo y lamiéndole el cuello, el pecho, los hombros mientras él se ponía a toda prisa el condón. Joe ni siquiera se molestó en quitarle las bragas, se limitó a enganchar la tela con un dedo y apartarla cuando _________ se acomodó en su regazo.
_________ bajó la mano, cogió la erección y la colocó contra su entrada. Y luego —sí, Dios, sí— Joe estaba dentro de ella y la calidez húmeda de su sexo lo ceñía como un puño cuando ella lo absorbió por completo.
Joe le sujetó las caderas cuando _________ lo montó con fuerza, a toda prisa. Las caderas masculinas respondían a cada embate de la joven, uno por uno. No había elegancia ni sutileza en aquel acto, mientras Joe se clavaba en ella sin compasión. El empresario bajó después la cabeza, le rodeó un pezón con la lengua, se lo metió en la boca y succionó, quizá con demasiada fuerza. _________ chilló y echó la cabeza hacia atrás mientras le clavaba la pelvis sin parar.
Frena un poco, se dijo Joe con dureza. Iba demasiado deprisa, con demasiada fuerza, _________ no iba a…
—Joe, Joe, Joe —canturreó _________ mientras se agarrotaba y daba una sacudida contra él. Después abrió mucho la boca en un grito silencioso y le clavó las uñas en el bíceps al tiempo que sufría un último estremecimiento.
Pero Joe no paró, sino que la echó de espadas en la arena y empujo dos, tres veces, clavándola en la arena con cada golpe de cadera. El orgasmo lo golpeó con una fuerza cegadora mientras luchaba por introducirse todavía más en el cuerpo femenino. Después se derrumbó encima de ella, temblando con las últimas pulsaciones de la eyaculación.
—Ayy. —Joe dio un salto cuando la joven le dio un mordisco en el cuello, y no con demasiada dulzura precisamente—. ¿A qué viene eso?
—Has sido muy cruel conmigo —dijo _________.
Joe se levantó de encima de ella y sonrió.
—Lo sé y lo siento, cielo. —Se inclinó y besó la punta de aquella naricita perfecta.
—Vas a tener que compensarme. —_________ le deslizó las manos por debajo de la camisa y le pasó las uñas por toda la espalda.
—Creía que acababa de hacerlo —la provocó Joe mientras disfrutaba del sabor de aquella mujer al dejar un rastro de besos por sus mejillas y párpados.
—Mmm. —La joven se agitó contra él—. No fue un mal comienzo pero tienes mucho más que hacer antes de que esté dispuesta a perdonarte.
—En tal caso —dijo Joe mientras se ponía de rodillas y la ayudaba a sentarse—, será mejor que volvamos a mi casa, donde puedo lavarte hasta el último grano de arena y de paso pueda demostrarte cuánto lo siento.
Se colocaron la ropa lo mejor que pudieron sin dejar de reírse al intentar quitarse lo peor de la arena el uno al otro.
—Este sería un gran tratamiento de belleza —dijo _________ mientras le ofrecía la espalda a Joe—. Exfoliación a fondo con arena. Eh, que te has saltado algo. —Y le lanzó una mirada provocadora por encima del hombro antes de levantarse la falda.
Joe quedó maravillado. Solo con ver aquel culito redondo y salpicado de arena volvía a tenerla dura otra vez. No había experimentado una recuperación tan rápida desde que estaba en la universidad. La atrajo hacia él y se frotó contra ella la bragueta forzada.
—Tengo una ducha estupenda en mi casa, muy grande —le susurró mientras sacaba la lengua para saborear la piel del lóbulo femenino, dulce como un melocotón—. Caben, dos personas.
—Eso suena —_________ hizo una pausa y arqueó el cuello para darle mejor acceso— genial.
El sonido de unas voces los sacó a los dos de repente del momento. Antes de que alguien los descubriera salieron corriendo y solo se detuvieron para que _________ pudiera quitarse las sandalias. Unos minutos después llegaron jadeando a la puerta de la quinta de Joe.
El empresario le abrió la puerta a _________ mientras intentaba hacer caso omiso de la sensación que tenía, como si estuviera en plena caída libre, precipitándose en picado hacia algo que no había experimentado jamás. Cerró la puerta principal, atrapó a _________ contra la madera y la besó como si se estuviera muriendo de hambre, duro como una roca aunque no hacía ni cinco minutos que se había corrido. Existía una posibilidad muy real y peligrosa de que por mucho que se dejara llevar por sus fantasías, quizá nunca dejara de desear a _________. Y que cuando la joven se fuera, él se quedara allí plantado con un anhelo que no tenía nada que ver con el deseo sexual.
Se obligó a quitarse todo eso de la cabeza y optó en su lugar por centrarse en el sabor cálido y dulce de la boca femenina, en la suavidad lozana de sus labios bajo los de él, en el movimiento impaciente de los dedos de _________ sobre su piel. De momento, al menos, _________ había decidido estar allí, estar con él. Algún día se iría, por supuesto. Pero al menos Joe podía asegurarse de que aquella mujer le echara de menos cuando cogiera el avión.
Joe no perdió tiempo a la hora de llevar a _________ al cuarto de baño y desnudarla por completo.
—Y ahora —le dijo mientras la guiaba a la ducha recubierta de mármol—, vamos a ver si podemos dejarte limpita otra vez.
El baño de Joe era el sueño de cualquier hedonista, con su jacuzzi del tamaño de una pequeña piscina y una ducha independiente con varias alcachofas que parecían golpear a _________ desde todos los ángulos posibles. Claro que tampoco tuvo mucho tiempo para admirar las comodidades cuando Joe cogió la alcachofa móvil, la giró para ajustar la presión y se la pasó por la parte posterior de los muslos, _________ chilló cuando el agua le dio en el trasero y los vibrantes chorros le hicieron cosquillas en la piel.
—Cuidado, a ver dónde metes ese trasto —se rió mientras intentaba apartarse. Una piel húmeda se deslizó contra otra piel igual de húmeda cuando _________ se retorció, juguetona, junto a él, después escupió por un momento cuando una de las otras alcachofas le dio directamente en la cara.
Con una risita baja, Joe la cogió por la cintura y le ciñó la espalda contra su torso mientras utilizaba la alcachofa que tenía en la mano para rodearle los pechos con gesto incitante. Los pezones femeninos se erizaron convertidos en pequeños y anhelantes puntos.
—Tengo que asegurarme de que te quito toda la arena. —La voz masculina, baja y profunda, reverberaba en las paredes de la ducha y vibraba por el cuerpo de _________ como una caricia.
—No creo que tenga arena ahí arriba —respondió la joven mientras arqueaba con picardía la espalda hasta que apretó las nalgas contra los muslos musculosos de su amante. La verga de Joe se alzó contra los riñones de la joven, dura e insistente.
—¿Y por aquí? —La voz de Joe era más ronca cuando fue bajando la alcachofa y le rozó la parte superior de los muslos con el chorro. La otra mano abandonó la cintura femenina y _________ lo observó, contuvo un gemido cuando esa mano le cubrió el monte de Venus. Un calor líquido la atravesó entera y empapó la mano de Joe. Así de preparada estaba, lista para dispararse como un cohete a la menor caricia de aquellas manos.
Poco a poco, con gesto deliberado, Joe la abrió con los dedos y la expuso por completo al chorro caliente de la ducha. Con la primera pasada, _________ estuvo a punto de morirse del susto. Con el segundo, dejó escapar un grito agudo y clavó las uñas en el antebrazo de Joe en un intento inútil de detenerlo. Aquella estimulación era excesiva en una zona ya hipersensibilizada por el anterior orgasmo. _________ encogió los músculos del estómago y los sonidos ásperos de su propia respiración llenaron su cabeza y bloquearon todo lo demás.
Sin una palabra, sin un solo sonido, Joe dejó la alcachofa en su soporte y mientras sostenía a _________ estiró el brazo para coger una pastilla blanca de jabón. Un aroma intenso a coco llenó la cámara llena de vapor cuando Joe la frotó para crear una espuma densa. Le dio la vuelta a _________ para apoyarle la espalda en la pared y después deslizó las manos por todo su cuerpo en caricias firmes y seguras. Mientras que antes la había tocado de una forma desesperada, casi frenética, en la ducha lo hacía con lentitud, con movimientos deliberados. Aquellos dedos la frotaban, le untaban la espuma, le masajeaban de arriba abajo la espalda, las piernas, los brazos.
A pesar de su actitud casi perezosa, no cabía duda de que Joe estaba tan excitado como ella. Su verga sobresalía erecta de su cuerpo, gruesa y repleta de venas, con la cabeza hinchada de un delicioso color rojo oscuro. _________ jamás había sido una gran admiradora de los penes pero le impresionaba la belleza primitiva de la erección de Joe. Aquel falo que se hinchaba y alzaba, solo por ella.
Las manos de Joe le cubrieron los pechos y trazaron con los pulgares resbaladizos círculos alrededor de los pezones. _________ cerró los ojos, la cabeza le rodaba por el mármol duro como si pensara por un momento que iba a correrse solo con la sensación de aquellas manos en sus pechos. Los dedos masculinos la pellizcaban y tiraban de los pezones, después la calmaban.
—Por favor —murmuró sin saber muy bien si le estaba rogando que parase o que siguiese.
El empresario capturó el ruego con la boca e introdujo y sacó la lengua con un ritmo que hizo ansiar a _________ sentirlo dentro otra vez. Aunque en comparación con la playa se estaba moviendo a paso de caracol, había una intensidad especial en él, en su manera de tocarla. Levantó la cabeza y la expresión de sus ojos hizo a _________ contener el aliento. Había desaparecido todo rastro del donjuán encantador. Aquellos ojos se habían oscurecido de tormento, deseo y quizá incluso furia.
La expresión desapareció antes de que _________ pudiera seguir analizándola y una vez más el sabor de su boca sobre la de ella, la sensación de sus manos sobre su cuerpo, alejó cualquier pensamiento lógico de su cabeza y lo único que pudo hacer fue sentir.
_________ entrelazó los dedos en unos mechones espesos y húmedos de cabello cuando él la besó, con más fuerza todavía, atormentándola con suaves mordisquitos. La joven gimió y se pegó más a él hasta que enterró los pezones con impaciencia en el torso masculino y sintió la verga de Joe deslizarse por la piel enjabonada del vientre. Bajó una mano entre los dos y la cogió; y su sexo se estremeció al sentirla tan gruesa, tan caliente, dura como una roca entre sus dedos.
Joe gimió y se inclinó hasta apoyar la frente en la de _________. Después apretó la mandíbula cuando la joven apretó el puño una vez, dos, antes de que él le detuviera la mano.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo 9 [segunda parte]
—No quiero correrme otra vez hasta que haya acabado contigo.
Había solo una insinuación de amenaza en su voz pero en lugar de asustarla, envió una ráfaga de calor a aquel lugar que tenía entre las piernas y que ya amenazaba con sufrir una combustión espontánea. Joe le cogió las manos entre las suyas, se las levantó por encima de la cabeza y se las sujetó contra la pared de mármol. Mientras con una mano le sostenía con facilidad ambas muñecas, la otra quedaba libre de recorrerle el torso húmedo y desnudo. Impaciente por acariciarlo de nuevo a su vez, _________ intentó liberarse una mano de un tirón pero Joe no pensaba consentirlo. Aunque no le hacía daño, la mano que la sujetaba era firme.
Un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura despertó cada nervio de la joven con un grito. Joe estaba frotando cada centímetro de su piel enjabonada y seguía a cada caricia con los labios y la lengua. Le succionó y le mordió el cuello, los hombros y los pechos, con tal fuerza que a _________ le preocupó que dejara marcas pero fue incapaz de pedirle que parara. Aunque tampoco Joe iba a parar, ni aunque se lo pidiese. Y esa idea, tanto como el cálido tirón de los labios masculinos sobre uno de sus pezones, hizo que se le derritieran las rodillas.
El empresario se inclinó sobre ella. _________ estaba atrapada, con el mármol resbaladizo a la espalda y el muro musculoso del torso masculino presionándola por delante. Joe le levantó una pierna y se la apoyó en la cadera, después utilizó la mano y guió la punta de su verga hasta que acarició la boca húmeda del sexo de la joven, _________ apenas fue capaz de reconocer como propios los sonidos que se escapaban de su boca mientras se ponía de puntillas y luchaba por conseguir un contacto más profundo. Pero Joe era implacable, introducía la gruesa cabeza de su erección dentro de ella pero después la sacaba para dibujar círculos cálidos y sedosos alrededor de su clítoris. Y luego la volvía a introducir y se hundía un centímetro más pero la sacaba antes de penetrarla a la profundidad que ella ansiaba.
_________ tironeó de la presa que le aferraba las muñecas, pero en vano. Joe la miró y esbozó una enorme sonrisa; un brillo casi malvado resplandecía en sus ojos a través del vapor. Aquella mirada decía que _________ era suya y que iba a hacer con ella lo que él quisiese y que sabía de sobra que _________ disfrutaría con cada segundo de lo que él le quisiese infligir.
_________ decidió que procedía un acercamiento más directo.
—Deja de atormentarme y fóllame de una santa vez.
Joe abrió mucho los ojos, escandalizado y encantado al oír aquella gráfica exigencia. La joven aprovechó el momento, soltó una mano y le envolvió la polla con ella al tiempo que se la apretaba y se colocaba para que él pudiera hundirse en ella. Tras encajar el codo bajo la rodilla que tenía apoyada en la cadera, Joe dobló las rodillas y con un solo embate alto y fuerte la penetró. Un gruñido bajo se escapó de su pecho mientras la sostenía allí, con las caderas pegadas a las de la joven mientras presionaba para entrar en ella hasta donde pudiera y quizá un poco más.
Las manos femeninas se clavaron en los hombros de Joe cuando se retorció contra él, convencida de que era capaz de matarlo o volverse loca si aquel hombre no empezaba a moverse. Pero él solo la sujetó allí, con los ojos apretados y la mandíbula tensa, cada músculo en tensión para poder contenerse. Y entonces, por increíble que pareciera, Joe se retiró.
—¡No! —La protesta de _________ resonó por aquella cámara de mármol y cristal.
Joe emitió una sola palabra mientras la cogía entre sus brazos.
—Condón.
A pesar de toda su frustración, _________ le dio las gracias a Dios porque al menos a uno de los dos le funcionara todavía alguna neurona. Joe la llevó al dormitorio, apartó con una mano el edredón y la depositó de lado en la amplia cama. Después sacó un condón de la mesita y _________ lo observó ponérselo con los ojos nublados por la lujuria. Aquel hombre era un espécimen extraordinario, todo músculos duros estremecidos bajo la piel bronceada y salpicada de vello. El aroma a jabón y excitación masculina irradiaba de él en oleadas, acrecentando su ardor casi hasta un punto doloroso, _________ no sabía que era posible estar tan excitada, que se podía pender sobre un precipicio en el que la menor caricia amenazaba con enviarla al abismo.
Su amante se inclinó y la besó con una suavidad sorprendente, con los labios succionándole con dulzura, los suyos y deslizando la nariz junto a la de _________ en una caricia llena de ternura. Se arrodilló entre sus muslos y _________ se mordió el labio al anticipar la sensación de la penetración.
Pero para su sorpresa, Joe le levantó las piernas, las apoyó en sus hombros y bajó la cabeza para enterrar la lengua en los pliegues del sexo femenino. _________ enredó las manos en el cabello de Joe, no sabía si para apartarlo o para apretarlo más contra sí.
El empresario hizo una lenta exploración de la ranura, una caricia que disparó las caderas de _________ fuera de la cama cuando el placer le invadió la columna.
—Sabes incluso mejor de lo que recordaba —susurró Joe—. Eres tan dulce y jugosa, como un melocotón pequeño y húmedo. —_________ gemía y jadeaba, le costaba respirar mientras él se la comía, implacable, lamiéndola y succionándola hasta hacerla caer en el olvido—. Eso es, nena —_________ apenas lo oyó murmurar—. Me encanta cuando te corres en mi boca.
Y eso fue exactamente lo que hizo _________: su cuerpo entero se sumió en los espasmos cuando las olas de placer la bañaron entera. Después se relajó en el colchón, suponiendo que él la penetraría entonces. Pero Joe se quedó donde estaba y la cubrió de besos dulces y tiernos hasta que, por increíble que fuera, _________ sintió otro orgasmo que se formaba en la base de la columna. Joe le cogió el clítoris entre los labios y se lo succionó con suavidad hasta que ella estalló entre sus labios.
El empresario la penetró cuando se alejaba la última ola de placer, el cuerpo femenino se ciñó a su alrededor cuando él se apretó contra ella. _________ estaba tan hinchada, tan sensible, que no sabía si podría soportarlo y le puso las manos en las caderas en un intento no muy decidido de detenerlo. Pero Joe no admitió oposición alguna, la cogió por las muñecas y se las sujetó por encima de la cabeza igual que en la ducha.
Indefensa. _________ volvía a estar indefensa bajo él, bajo lo que él quisiera hacerle. Indefensa contra el placer que incluso en ese momento, cuando creía que ya no podría soportar más, se iba cimentando en su interior a medida que Joe se mecía contra ella en unos embates profundos y casi imperceptibles. Aquel hombre estaba por todas partes, la rodeaba, el vello de su pecho le rozaba los pezones mientras sus besos le quitaban el aliento. Sus movimientos eran lentos, lánguidos, como si pudiera follarla hasta que ella entrara en combustión espontánea de puro placer sexual.
_________ estaba ardiendo. Joe se convirtió en todo su mundo: el sabor de aquel hombre en su boca, el sonido de su voz susurrándole cosas que ya ni siquiera era capaz de entender, Y sobre todo y ante todo, la sensación de aquel hombre en su interior, tan dulce y profundo que por un momento quiso mantenerlo allí para siempre y no soltarlo jamás.
Se estaba partiendo, deshaciéndose, rompiéndose en un millón de fragmentos diminutos. Oyó gemir a Joe de forma vaga y sintió que le hundía los dedos en las curvas suaves de sus caderas cuando él también se estremeció y tembló. Las partículas femeninas comenzaban a encontrar el camino de vuelta, a asentarse en algo parecido a un cierto orden.
Pero cuando _________ abrió los ojos y miró aquel rostro duro y hermoso, se preguntó si alguna vez volvería a ser la misma. Entre el agotamiento echó raíces una semilla de inquietud. El sexo con Joe había sido intenso antes pero esa vez se sentía como si hubiera desatado algo con lo que no contaba.
Aquel hombre siempre había tenido el encanto del chico malo, de la oveja negra, pero por primera vez _________ se dio cuenta de que Joe era peligroso. No en un sentido físico, no era un peligro que fuera a poner en riesgo su vida. Pero desde luego era una amenaza clara para su seguridad emocional.
Había vivido negándose aquello, pensando que no sentía por él más que un encaprichamiento adolescente que no se había desvanecido. Pero Joe le había arrancado las anteojeras y había revelado la profundidad de las emociones que podía desatar si _________ volvía a bajar la guardia. Si no tenía cuidado, aquel hombre le iba a romper el corazón sin remedio.
____________________________
_________ se despertó desorientada. Miró a su alrededor. Estaba en el dormitorio principal de la casa, una habitación con las paredes forradas de blanco, los techos altos y las vigas a la vista. La luz se filtraba por las puertaventanas y bañaba el edredón con el que se había cubierto para defenderse de la brisa fresca del aire acondicionado.
Se dio la vuelta y frunció el ceño cuando vio la almohada vacía que había a su lado. ¿Dónde estaba Joe? ¿Había vuelto a escabullirse mientras ella dormía? Después de la noche anterior, no estaba muy segura de poder soportarlo si Joe se había ido otra vez sin despedirse.
Un tintineo apagado resonó por encima del zumbido del aire acondicionado. _________ se levantó de la cama, frunció la nariz al ver el vestido arrugado y rebozado de arena y optó por ponerse la camisa que se había quitado Joe. Era tan grande que las mangas cortas le llegaban hasta los codos y el borde le rozaba las rodillas. Después siguió los sonidos que salían de la cocina abierta que daba al salón de la villa.
Joe se afanaba en trocear una pequeña montaña de fruta. Por un momento _________ no dijo nada y disfrutó de la oportunidad de admirar las líneas lustrosas de la espalda masculina que se marcaban al trabajar. El empresario iba sin camisa, vestido solo con un par de deshilachados pantalones cortos de color caqui. Los músculos del hombro y el brazo vibraban mientras cortaba una piña en trozos pequeños, perfectos y uniformes.
Como si hubiera sentido su mirada, Joe hizo una pausa en su trabajo y se dio la vuelta para saludar a _________ con una sonrisa tan cálida y sexy que la joven la sintió hasta en la punta de los pies descalzos. Después cruzó el salón abierto hasta la cocina y se encontró envuelta en un paraíso de piel cálida y brazos musculosos. _________ apoyó la cara en los músculos firmes del torso de Joe y enterró la nariz en los suaves mechones de vello que lo adornaban. La bañó el aroma masculino: jabón, sexo y hombre. _________ sintió el suspiro satisfecho de Joe contra su pelo y lo abrazó con más fuerza.
—Buenos días —le dijo mientras se ponía de puntillas para recibir el beso de Joe con sabor a piña. El empresario la cogió por la nuca y _________ abrió la boca sin dudar cuando su amante convirtió lo que había comenzado como un simple beso inocente en algo más profundo. _________ estaba a punto de arrastrarlo a la cama otra vez cuando él levantó la cabeza.
—Venga, vamos a la terraza.
_________ lo soltó de mala gana y cogió la fuente de fruta que le indicó Joe mientras él llevaba una bandeja con una cafetera, tazas y platos.
La joven se quedó sin aliento cuando salió al patio por las puertaventanas. Situada por encima del resto del complejo turístico, la terraza de Joe ofrecía una vista de doscientos setenta grados de la bahía. El color turquesa del agua era casi iridiscente bajo el sol de la mañana y a lo lejos vio el perfil de Virgin Gorda, a varios kilómetros de distancia.
—Este lugar es asombroso —suspiró _________ mientras colocaba la fuente de fruta en la mesa.
Joe se sentó en uno de los sillones acolchados de teca. _________ se sirvió una taza de café y fue a sentarse en otro sillón a su lado pero él la cogió por la cintura y se la sentó en el regazo.
—Yo creo que la asombrosa eres tú —murmuró Joe.
En unos cinco segundos iba a derretirse sobre aquel hombre como un trozo de mantequilla al sol.
—De verdad, hablo en serio —dijo _________ recorriendo con las puntas de los dedos el fornido antebrazo que le rodeaba la cintura—. Cayo Holley es fantástico. —Echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en el hombro de Joe para poder mirarlo—. Estoy muy orgullosa de ti, Joe.
El inclinó la cabeza y la besó con ternura en la mejilla, en la nariz y al fin en la boca.
—Gracias, __________.
Se quedaron en silencio varios minutos, conformándose con tomar el café y disfrutar de las vistas.
—Y tu quinta es también fantástica —dijo _________ entonces.
—Las mejores vistas de la isla —murmuró él.
—Es mucho más… pequeña de lo que esperaba —comentó _________. Lo cierto era que cuando Joe le había dicho que iban a su casa, _________ esperaba que la llevara a una de las enormes quintas, casi pequeñas mansiones, en realidad, que había en la colina pero en lugar de eso habían ido a un chalé pequeño pero precioso. La joven no había explorado mucho más allá del baño 3/ el dormitorio pero le había dado la impresión de que era un lugar espacioso y cómodo que encajaba a la perfección con la personalidad informal y relajada de Joe.
—Vivo solo —respondió él mientras estiraba una mano y escogía un trozo de piña para dárselo a _________ en la boca—. No tiene mucho sentido que ocupe uno de los edificios grandes.
—¿Y cuando tienes… visitas? —_________ se obligó a hablar antes de tragar el trozo agridulce de fruta. Detestaba la nota de celos que teñía su voz pero también se preguntaba cuántas mujeres habían disfrutado de la pericia de Joe con la ducha de masajes.
—No las tengo —se limitó a decir Joe al tiempo que le ofrecía un trozo de mango.
El zumo dulce que le estalló en la lengua distrajo a _________ por un instante. ¿La fruta sabía alguna vez tan bien en casa?
—¿Qué quieres decir con que no tienes visitas?
—Quiero decir que aquí no se queda nadie. ¿Por qué iban a quedarse cuando tengo habitaciones de sobra para cien personas?
—¿Nunca? —_________ giró la cabeza para poder mirarlo a la cara. Le costaba creer que Joe no tuviera visitas nocturnas regulares.
—Hasta anoche, nunca —susurró Joe.
Tampoco le des tanta importancia, se advirtió _________ con firmeza. La noche anterior, vulnerable tras varios e intensos orgasmos, había empezado a confundir un sexo asombroso con otra cosa. Pero a la luz del día todo volvía a quedar claro una vez más. Se lo estaban pasando bien. Estaban compensando una década de deseo mutuo nunca satisfecho. Una vez que se les pasara la fiebre, todo volvería a la normalidad. Ella se iría a su casa, él se quedaría allí y la vida continuaría tal y como ambos la conocían; solo que los dos conservarían recuerdos muy felices de la idílica semana que habían pasado en Cayo Holley.
Joe interrumpió su silencioso sermón, le cubrió la boca con la suya y la impidió articular cualquier otro pensamiento racional. Joe con sabor a mango. Una pena que tuviera que irse en menos de una semana porque no le costaría nada acostumbrarse a aquello.
No me costaría nada acostumbrarme a esto, pensó Joe mientras le metía la lengua en la boca a _________. Le encantaba sentir el peso suave del cuerpo femenino en su regazo, oler su aroma, dulce y limpio pero marcado también por el olor del propio Joe; el aroma a sexo.
Jamás había llevado allí a ninguna mujer. Aquella era su casa, su santuario, y si bien, disfrutaba de la parte social de su trabajo, para él era importante saber que tenía un sitio en el que podía estar solo sin que nadie lo molestara.
Cuando se trataba de mujeres, era él el que siempre iba a sus habitaciones, así siempre tenía la opción de irse si quería. Y la mayor parte de las noches quería. Muy pocas veces le apetecía despertar al lado de una mujer. Las mañanas tendían a quitarle a una mujer cierto glamour y Joe prefería verlas en toda su gloría y sofisticación. Le gustaba tener privacidad, disfrutaba de la soledad que le ofrecían las mañanas y no le entusiasmaba la idea de tener que hablar de nada en concreto con una mujer prácticamente desconocida nada más despertarse.
Pero _________ no era ninguna desconocida. Por alguna razón le había, parecido natural dormirse junto a ella. Tan natural que se le hizo un nudo en el estómago. _________ se iba en solo unos días, se recordó antes de adormecerse, y no podía dedicarse a suspirar por ella y fantasear con mil noches más durmiendo a su lado después de hacerle el amor hasta dejarla agotada. Pero esa mañana la había mirado, cálida y despeinada, dormida con la cara enterrada en una almohada, y en lugar de huir a la oficina se había puesto a hacer el desayuno. Tenía una tonelada de trabajo pendiente pero había preparado el desayuno, nada menos, porque no tenía ninguna gana de dejarla y quería darle una excusa para que se quedara.
Y por mucho que quisiera hacerle el amor, seguir explorando las profundidades recién halladas de su sensualidad, también quería hablar con ella, solo eso, pasar el rato juntos como antes. Aunque no era que estuvieran hablando mucho de momento. Joe jadeó cuando _________ se giró hacia él. Después le cogió las piernas por detrás de las rodillas y la acomodó en su regazo.
_________ respondió con un gemido cuando Joe le deslizó una mano por la suave la piel del muslo. La palma siguió subiendo hasta que el pulgar se posó en el pliegue que quedaba entre el muslo y la cadera de la joven. No llevaba nada bajo la camisa y los dedos de Joe no encontraron nada salvo piel desnuda y sedosa. No cabía duda: no le costaría nada acostumbrarse a eso.
_________ tardó otra hora en regresar a su chalé. Joe la acompañó y la dejó en la puerta con otro de aquellos besos que le quitaban el aliento.
—Si entro, no voy a salir más —dijo Joe al apartar la boca de mala gana—. ¿Cenas conmigo esta noche? :
_________ sabía que seguramente tenía en la cara la sonrisa más atontada y soñadora del mundo, pero le dio igual.
—Por supuesto.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo
10 [primera parte]
10 [primera parte]
Una exfoliación, un tratamiento con hierbas y un masaje completo siguieron sin
ser suficientes para tranquilizar a _________. Todas las dudas y recelos que se
había quitado de la cabeza regresaron de repente con los maliciosos comentarios
de Kara. ¿Pero qué creía que estaba haciendo?, pensaba mientras se duchaba para
quitarse los residuos dejados por un sinfín de capas de aceites y lociones.
Ah, sí, eso es, se estaba acostando con el hermanastro de su marido, el más
joven y salvaje. Si sus padres se enteraban, la mataban. Su padre siempre se
desesperaba con el comportamiento de David Jonas y las aventuras que no dejaban
de alimentar las páginas de las revistas de cotilleos. Si la prensa llegaba a
enterarse de dónde estaba _________ y lo que estaba haciendo, se iba a montar
una buena.
Pero _________ no era del todo idiota. Siempre había sabido que aquel impulso
podría llevarla al desastre, pero estaba tan harta de preocuparse por lo que
pensaba todo el mundo y por tener que hacer siempre lo que debía que, durante
un tiempo al menos, había podido hacer caso omiso de la realidad y divertirse
un poco.
Nadie podría averiguar que estaba allí. Y nadie podría averiguar lo de Joe. Se
mordió la uña del pulgar y rezó para que ninguna de las chicas dijera nada
cuando volvieran a casa. Sobre todo Kara. Esa sí que parecía capaz de cantarlo
todo por pura mala uva. Por otro lado, _________ y ella no se movían en los
mismos círculos. Quizá ni siquiera se diera cuenta de que _________ podía ser
objetivo de la prensa.
Miró el reloj. Las cuatro y media. Todavía tenía hora y media antes de
encontrarse con Joe para cenar. Hora y media para llamarlo y anular la cita.
Porque eso sería lo más inteligente. Terminar de una vez antes de darle a nadie
más de qué hablar. Y antes de que los sentimientos de _________ se complicaran
todavía más. Venga, ¿a quién estaba intentando engañar?
A pesar de todas las charlas de Wendy y dejando aparte su resolución de esa
mañana de mantener las cosas en un plano casual y sin complicaciones, el caso
era que no había nada casual en lo que aquel hombre la hacía sentir, no había
nada casual en lo que sentía cuando las manos y los labios de Joe la tocaban.
Pero incluso si había una mínima probabilidad de que hicieran durar aquello más
allá de esa escasa semana, ¿de veras podría enfrentarse a sus padres y decirles
que estaba enamorada de Joe?
Buena pregunta. Le gustara o no, _________ todavía tenía una responsabilidad
con su familia y la empresa. Cuando volviera a casa, bastante lío tenía que
solucionar sin añadir encima a la mezcla un ardiente romance con el hermano de
su ex marido.
Debería cortar aquel tema de raíz antes de que demasiados sentimientos —es
decir, los de ella— terminaran pisoteados por el barro.
Pero antes de que pudiera coger él teléfono oyó que alguien llamaba a la
puerta.
Se ciñó mejor el albornoz blanco de algodón y abrió la puerta para encontrarse
a Joe apoyado con gesto informal en el marco. El cabello de color café
resplandecía con mechas bruñidas por el sol y arrugaba los preciosos ojos
azules en una sonrisa de autodesprecio.
—Sé que no habíamos quedado hasta dentro de una hora —dijo mientras se apartaba
de la puerta y le rodeaba la cintura con los brazos—, pero no podía esperar
para verte otra vez.
La levantó del suelo para besarla y todo pensamiento de cancelar la cita y
terminar con la aventura se disolvieron con el primer roce de la boca de él.
_________ no pensaba negarle a aquel hombre —ni a sí misma— nada, diablos.
—Llevo todo el día pensando en ti —dijo Joe con tono casi acusador. La llevó al
salón y la sentó en su regazo en el sofá de mimbre acolchado—. Llevo seis horas
con los ojos clavados en unas hojas de cálculo pero soy incapaz de concentrarme
porque en lo único que pienso es en esto. —Le desató el nudo de la cintura y le
abrió las solapas poco a poco, después se lamió los labios cuando los pechos de
la joven quedaron expuestos ante sus ojos.
El brillo ávido y ardiente de los ojos de Joe hizo que _________ se sintiera la
mujer más bella y deseable del universo. Cuando él le cubrió los pechos con las
palmas grandes y llenas de callos, _________ fue incapaz de contenerse. Hundió
los dedos en la seda densa de su cabello y atrajo su boca para introducir la
lengua entre los labios suaves de Joe. Lo deseaba, lo deseaba como a nadie.
En ese momento daba igual que aquello no fuera a ningún sitio, que cuando
dejara Cayo Holley Joe y ella siguieran caminos separados sin mirar atrás. Le
importó poco que si el mundo lo averiguaba, el escándalo sería mayor que cuando
David Jonas había dejado a la madre de Nick por la de Joe. _________ no pensaba
renunciar a aquello de ninguna de las maneras. Estaba dispuesta a aceptar lo
que Joe pudiera darle y disfrutar del tiempo que pudieran pasar juntos.
¿Y si, como temía, terminaba con el corazón roto? Ya cruzaría ese puente cuando
llegara a él.
___________________________
Joe nunca tenía suficiente cuando se trataba de _________. Era así de sencillo.
_________ se acomodó contra las almohadas de su gigantesca cama con una sonrisa
satisfecha en los labios.
Joe no pudo resistir el impulso de inclinarse y saborearla.
—Mmm —gimió _________—. Eres el amante más asombroso del mundo —ronroneó.
El tono suave y ronco de su voz fue suficiente para que a Joe volviera a
ponérsele casi dura.
—Me vas a matar —suspiró.
_________ se revolvió contra él con una sonrisa traviesa y adormilada.
—¿De veras? Porque yo tengo la sensación de que
necesito más práctica. —Le recorrió la espalda con las uñas, con suavidad, una
caricia que hizo estremecerse a Joe hasta las plantas de los pies—. Todo esto
del sexo salvaje y desinhibido es nuevo para mí. Tengo mucho que hacer para
ponerme al día. —Le estaba dando mordisquitos en el cuello, seguidos por
pequeños lametones con la lengua, como a Joe le gustaba.
—Confía en mí —le dijo él mientras le recorría el muslo con la mano—, lo tuyo
es innato.
Por increíble que pareciera, volvía a estar excitado. Pero justo cuando
deslizaba el cuerpo femenino bajo el suyo para el segundo asalto, los dos
estómagos rugieron. Con estrépito. Y en estéreo.
_________ prácticamente hizo temblar la cama de las carcajadas que lanzaba.
—Dios, para ser una chica tan pequeña tienes una barriga muy estruendosa —dijo Joe
mientras se apartaba de ella.
—¡Mira quien habla! Pero si pareces la jaula de los leones a la hora de comer.
A los dos volvió a entrarles otro ataque de risa hasta tal punto que las
lágrimas les corrían por las mejillas. Y mientras otra oleada de hilaridad lo
envolvía, Joe admitió que ni siquiera tenía tanta gracia. Pero se sentía tan
bien, ¿qué otra cosa podía hacer salvo reírse?
Al parecer, _________ pensaba lo mismo. La sonrisa de Joe desapareció cuando
observó los pechitos de la joven, que zangoloteaban cuando se reía. Con un
gemido burlón, Joe la volvió a echar en la cama y le envolvió los pechos con
las manos mientras gruñía y la mordía en el cuello.
—No —jadeó _________ mientras hacía lo que podía para escabullirse, aunque hizo
una pausa cuando lo sintió duro y ardiente contra su culo. Por un momento se
apoyó en él antes de hablar—. No —repitió—. Me muero de hambre. Tenemos que
comer. —Le tiró de las muñecas y su amante le soltó de mala gana los pechos.
—Supongo que necesitamos conservar las fuerzas —dijo Joe mientras observaba con
pesar a _________, que se había puesto el albornoz.
_________ se levantó y se dirigió al baño, un segundo después Joe la oyó abrir
la ducha.
—¿Quieres que solo bajemos al bar de la playa? —exclamó _________ por encima
del agua.
Joe lo pensó un momento. Nunca había sido un gran fan de las largas cenas
románticas con velitas. A decir verdad, después de un par de horas a solas con
una mujer, por lo general empezaba a aburrirse y a ansiar alguna compañía
adicional para animar un poco las cosas.
Además, sabía que debería salir por el complejo y alternar con los otros
huéspedes. Pero por extraño que fuera —por aterrador que fuera, en realidad—,
la idea de compartir a _________ con alguien más esa noche no lo atraía en
absoluto. No quería ver ni hablar con nadie más. La quería toda para él.
Una idea que le habría hecho cagarse de miedo si se hubiera parado a pensarlo
un momento.
Así que no se paró.
En lugar de eso se dirigió a la ducha, entró y cogió la pastilla de jabón de
las dóciles manos de _________.
—Tengo una idea mejor —dijo mientras la masajeaba con suavidad con la espuma
con olor a coco—. ¿Por qué no pedimos algo al servicio de habitaciones y
hacemos un picnic en la playa para poder tenerte para mí solo?
_________ atrajo su boca hacia la de ella y le rodeó la cintura con una pierna.
Joe se lo tomó como un sí.
Para cuando llegó la cena estaban tan muertos de hambre que se lanzaron sobre
la comida como un par de hienas. No hace falta decir que no llegaron a la
playa, más bien le ladraron al camarero que dejara la bandeja en la mesita de
café. Después de engullir la mitad de su hamburguesa en unos dos segundos y
medio, _________ se echó hacia atrás con un gemido.
—Oh, tengo que frenar un poco o va a sentarme mal.
Se cubrió la boca y Joe no pudo creer lo que oyó a continuación, por delicado y
silencioso que fuera.
—¿Eso ha sido un eructo? —Una carcajada sorprendida le estalló en el pecho.
—¡Cállate, idiota! —_________ le tiró la servilleta, un gesto seguido por otro
eructo bastante más alto—. Tampoco es para tanto —chilló mientras se ponía roja
hasta las raíces—. Soy humana y he comido demasiado rápido, así que he
eructado. Como si tú no lo hicieras todo el rato.
Joe se secó otra lágrima del rabillo del ojo,
—Ya lo sé, ya lo sé, es solo… —empezó a reírse otra vez—, es solo que tú eres…
—Ya sé —dijo _________ poniendo los ojos en blanco—. Yo soy perfecta. Nunca
eructo, nunca tiro pedos, nunca huelo mal, nunca digo lo que no debo, nunca
hago lo que no debo, y estoy hasta las narices. —Se apoyó en el respaldo del
sofá con los brazos cruzados en gesto beligerante—. Estoy harta de ser perfecta
todo el tiempo.
Joe se dio cuenta de que había tocado una fibra sensible.
—Eh —le dijo mientras se limpiaba la boca, se apoyaba en el respaldo a su lado
y le rodeaba los hombros con los brazos. Después le levantó la cabeza para que
lo mirara—. Sé que no eres perfecta. —Las cejas de color dorado oscuro de la
joven se inclinaron cuando apartó la vista. Joe le rodeó la mejilla con la mano
y atrajo la cara hacia él—. Pero me da igual. De hecho, me gustas más así. Te
olvidas que te conocí cuando eras una adolescente desgarbada, antes de que te
convirtieras en una mujercita perfecta y toda arreglada. Es la _________ de
verdad con la que yo quiero estar. La que eructa de vez en cuando.
_________ lanzó una risita tímida.
Joe la besó en la frente.
—La que a veces dice lo que no debe. —La besó en la mejilla—. Y me gusta sobre
todo la chica que anda por ahí con hombres que no le convienen. —Le pasó la
lengua por la superficie resbaladiza de los dientes—. Pero me niego a aceptar
los pedos en la cama.
_________ lanzó un chillido y lo golpeó con un
cojín. La lucha cuerpo a cuerpo resultante terminó con los dos medio desnudos,
jadeando en el suelo y completamente excitados otra vez.
_________ se mordió el labio con coquetería y se apretó contra la creciente
erección de Joe.
—Mmm, parece que has recuperado fuerzas.
Joe le deslizó una mano bajo la solapa del albornoz e hizo rodar uno de los pezones
femeninos entre el pulgar y el índice. Después se inclinó y rastreó con la
lengua el lado aterciopelado del cuello de _________.
—Más o menos. Pero antes necesito el postre. —Se incorporó un momento y recogió
la cesta que había escondido detrás del sofá del salón.
—¿Qué es eso? —preguntó _________. Pero Joe se dio cuenta por el brillo
impaciente de sus ojos que ya lo sabía. Cuando había pedido la cena, también
había dicho que le enviaran una de las cestas «especiales» de Cayo Holley para
parejas. Por la expresión de su cara, parecía que _________ estaba impaciente
por probar el contenido.
—Vamos a ver qué tenemos aquí —dijo Joe llamándola con un gesto para que se
reuniera con él en el sofá. Después fue sacando los artículos uno por uno—.
Aceite para masajes con olor a canela. —Joe esbozó una sonrisa de aprobación
cuando _________ le quitó el frasquito y se frotó un poco en las manos al
tiempo que olisqueaba con gusto el aroma especiado—. Hmm, esto no nos hace
falta. —Tiró un tubo de lubricante por encima del hombro—. Pero éstas…
_________ cogió las esposas falsas recubiertas de pelo, y un ligero rubor le
manchó las mejillas.
—¿Quieres atarme?
—La idea era esa —sonrió Joe.
—Pues yo tengo una mejor —dijo _________. Lo llevó al dormitorio y le dio un
suave empujón en el pecho para que cayera en la cama. Sin prisas, con
deliberación para que a él no le quedaran dudas sobre sus intenciones, le rodeó
una muñeca con una de las esposas. Joe sintió un pequeño mareo cuando toda la
sangre de su cuerpo se precipitó de repente hacia su verga. No era la primera
vez que practicaba aquel tipo de juegos pero nunca en el papel de sumiso. La
idea de tener a _________ encima de él, lamiéndolo, acariciándolo, follándolo,
mientras él yacía allí, incapaz de detenerla, era, sin lugar a dudas, lo más
erótico que podía imaginarse.
El empresario se quedó echado, sin moverse, y dejó que le atara la otra muñeca.
—Haz lo que quieras conmigo, nena. Estoy listo.
_________ se mordió el labio y esbozó una sonrisa sensual que le quitó el aliento
a Joe.
—Eso ya lo veo —dijo mientras observaba la erección que forzaba la tela de los
boxers de su amante. Después se quitó el albornoz y, desnuda, se arrodilló en
la cama junto a Joe.
El crujido del velero cuando _________ ajustó las ligaduras envió una oleada de
chispas por cada terminación nerviosa de Joe, que cambió de postura, inquieto,
sobre las sábanas.
—No te muevas —le ordenó _________ mientras pasaba la cuerda por los barrotes y
cerraba los clips de cada extremo tras ajustarlos a las esposas.
El tono autoritario excitó a Joe todavía más.
—Qué mandona. Me gusta —murmuró. Después le dio unos tirones a las ataduras
para probarlas—. Estoy a tu merced. ¿Y ahora qué vas a hacer?
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
_________
le deslizó la mano por el pecho, un simple roce pero le encantaba el modo en el
que los músculos masculinos vibraban y se estremecían bajo sus manos.
—No estoy segura del todo.
Cuando había visto las esposas, le había parecido la oportunidad perfecta para
llevar a cabo una pequeña venganza por el modo en el que Joe la había dominado
la noche anterior. En ese momento no estaba muy segura de cómo proceder así que
se tomó un momento para mirarlo y bebérselo con los ojos. Era todo músculos,
fibra y piel bruñida. "Y ella podía hacer lo que quisiera con él. Una
explosión de humedad le estalló entre los muslos.
_________ se sentó a horcajadas sobre él y se frotó el resbaladizo monte contra
la erección que alzaba la tela de los boxers. Al parecer era un paso en la
dirección adecuada porque Joe gimió y levantó las caderas hasta clavarse más
contra ella. _________ se inclinó como si fuera a besarlo pero se detuvo justo
antes de rozarle los labios. El aliento húmedo de Joe se mezcló con el de su
captora cuando se alzó hacia ella en un intento de apresarle la boca.
—Todavía no —susurró _________ mientras bajaba la cabeza para recorrer aquellos
firmes pectorales con la lengua. Los bíceps masculinos se tensaron cuando Joe
apretó y relajó las manos en un intento inconsciente de forzar las ataduras.
_________ saboreó la embriagadora sensación de poder al sentir la impaciencia
de su prisionero. Podía torturarlo de verdad si quería. La pregunta era,
¿cuánto tiempo podría aguantar Joe?
La joven se deslizó un poco hasta que quedó arrodillada sobre las pantorrillas de
su cautivo y le enganchó la cinturilla de los calzoncillos con los dedos. La
erección de Joe se liberó de golpe como si agradeciera la posibilidad de huir
de los confines de la ropa interior. La verga del empresario quedó apoyada en
su vientre, gruesa y larga, con la punta hinchada alzándose para rozar el
ombligo de su dueño.
_________ destapó el frasquito de aceite y se vertió una generosa cantidad en
las manos. Comenzó por los pies de Joe y fue subiendo, masajeando los músculos
con pasadas firmes y suaves hasta llegar a las pantorrillas y luego los muslos.
Una ligera película de sudor hacía brillar la piel del hombre y el olor intenso
y almizclado se mezclaba con el olor cálido de la canela.
—¿Qué te parece? —preguntó _________. Joe encogió
los dedos de los pies, los músculos de los muslos le vibraban cada vez que las
manos femeninas se deslizaban por su piel.
—Es fantástico —gimió Joe—, pero quizá podrías frotarme un poco más arriba.
—¿Así? —_________ se deslizó por su cuerpo hasta rodearle la cintura con las
piernas y le vertió un poco de aceite en el pecho. A Joe se le escapó algo que
estaba entre la carcajada y el gemido cuando _________ inclinó el torso para
frotarse los pechos contra él.
—Aah, la canela me pone a cien —dijo la joven cuando el aceite le hizo
cosquillear la piel ruborizada.
—Ya estás a cien —murmuró Joe. Movió las caderas bajo ella y _________ sintió
la verga de Joe, dura y gruesa, frotándose contra la cara interna de sus
muslos.
_________ se puso de rodillas y se inclinó sobre él de modo que los pechos le
colgaban, incitantes, sobre los labios masculinos.
—¿A qué sabe? —lo provocó mientras se inclinaba de modo que Joe apenas pudiera
tocarle el pezón con la lengua—. ¿Sabe bien? —Se inclinó un poco más y Joe
comenzó al instante a succionarle el pezón con una presión que provocó otro
estallido de calor entre las piernas de _________.
—Sabe dulce y picante —susurró él entre un ávido lametón y otro—, y arde. Estás
ardiendo.
_________ volvió a bajar el cuerpo hasta que quedó sentada a horcajadas de la
cintura masculina. Joe era como un festín erótico y ella no sabía qué saborear
antes. El cautivo se alzaba contra su muslo, su miembro se iba endureciendo con
cada segundo que la miraba e intentaba anticiparse al siguiente movimiento de
su captora.
_________ cogió el aceite de masajes y se vertió un poco más en la mano,
experimentó una lánguida y profunda sensación de satisfacción cuando le chorreó
entre los dedos y cayó en la piel de Joe. Después se frotó las manos y se las
llevó a les pechos. Sintió la mirada azul y ardiente de Joe, como una caricia
que seguía cada movimiento de sus dedos y de la palma de su mano cuando empezó
a acariciarse y se untó de aceite los pechos y los pezones.
Joe tuvo miedo de estar a punto de correrse en ese mismo instante, mientras la
miraba. Las manos femeninas se movían sobre los pechos y Joe no pudo contener
un gemido cuando la joven se pellizcó con suavidad los pezones entre el pulgar
y el índice. Se le hizo la boca agua al pensar en saborear aquellos pezones
rosados y duros. Le picaban los dedos por sentir la presa resbaladiza y
musculosa del sexo de _________ cerrándose alrededor de él. Cambió de postura
bajo ella y se frotó la verga dolorida contra la suavidad de la cara interna
del muslo de _________.
—__________, si no avanzas un poco, muy pronto no vas a tener mucho con lo que
trabajar.
_________ fue deslizando las manos por su propio cuerpo poco a poco y lo miró
con una severidad fingida.
—Creo que mi prisionero ha olvidado quién manda aquí —dijo mientras se iba
deslizando hasta quedar a horcajadas de los muslos masculinos. Una mano pequeña
se estiró para envolver la erección de Joe. Una gruesa gota de fluido seminal
apareció en la punta y Joe gimió cuando _________ usó el pulgar para extenderla
alrededor en una caricia que le hizo tensar los testículos y apretar los
dientes.
—Por favor, _________, no estoy de broma —gimió.
—Yo tampoco —dijo _________ al inclinarse sobre él. Joe contuvo el aliento, con
todos y cada uno de los músculos tensos al anticipar el momento en el que los
labios y la lengua de la joven se cerraran sobre él. Pero el momento nunca se
produjo. En lugar de eso sintió el deslizamiento suave de una piel lisa, el
cosquilleo cálido del aceite de canela cuando _________ se frotó los pechos
contra la verga de Joe. La visión de su grueso miembro entre los pechos de
_________ estuvo a punto de ser su perdición. Varias gotas nacaradas más se
escaparon para mezclarse con el aceite sobre la piel cremosa de su captora.
Joe estuvo a punto de estallar cuando _________ se apretó las tetas y le rodeó
la polla con la piel impregnada en aceite y líquido seminal. Se le tensaron los
huevos, advirtiéndole del orgasmo inminente.
—Para, por favor —le rogó Joe sin aliento, aunque después lo lamentó cuando
_________ se levantó de repente y se fue—. ¿A dónde vas? —dijo, incapaz de
contener la nota frenética de su voz.
_________ desapareció en el baño. Joe cambió de postura, inquieto, mientras la
oía rebuscar algo y después suspiró aliviado cuando la vio reaparecer segundos
más tarde.
Sostenía un paquetito recubierto de aluminio.
—Gracias a Dios —graznó Joe.
Pero para inmensa frustración del cautivo, _________ se limitó a dejar el
condón en la mesita y no hizo movimiento alguno para ponérselo. En lugar de
eso, se estiró sobre él, pecho contra pecho y abrió los muslos, que dejó caer
alrededor de las caderas de Joe.
—Eres muy impaciente —le susurró antes de inclinarse para besarlo. Joe succionó
con avaricia los labios y la lengua de _________ y absorbió el sabor de la
joven teñido de canela. Aunque mantenía las apariencias y no parecía haber
perdido el control, Joe podía sentir el leve temblor de las manos de _________
y lo húmeda que estaba cuando se frotaba contra su verga. Estaba seguro de que
ella tampoco sería capaz de aguantar mucho más.
_________ siseó y suspiró cuando deslizó su sexo abierto y muy, muy mojado
contra él y lo provocó con su piel resbaladiza y excitada. Después se incorporó
y cogió el condón.
Joe gruñó con impaciencia cuando _________ sacó sin prisas el condón y se lo
fue poniendo poco a poco.
—Dios, ¿estás intentando matarme?
_________ lo hizo callar y le dio a la verga un apretón de advertencia.
—Jamás he puesto un condón y quiero asegurarme de que lo hago bien.
Joe contuvo una maldición justo cuando su torturadora desenrollaba el último
centímetro alrededor de su miembro palpitante
—Aah, eso ya está mejor —dijo _________—. Bien
envuelto, como un regalo, y solo para mí. —Lo sostuvo en una mano y colocó la
cabeza contra su entrada. Después gritó y se apoyó en el pecho de Joe cuando
este alzó las caderas y la penetró con un embate firme.
_________ empezó a moverse y abrió las rodillas para poder frotarse el clítoris
contra él con cada acometida. Se alzó un poco y se inclinó hacia atrás para
poder mirar a Joe, que se movía como un animal sin domar bajo ella. El sudor
perlaba la piel masculina impregnada de aceite. Le palpitaba el pecho mientras
luchaba por mantener el control y le vibraban los bíceps al forzar las
ataduras, con las manos rodeando las barras del cabecero. Y aquel hombre era
suyo. Todo suyo.
_________ siguió bajando la mirada, hasta el lugar donde ambos estaban unidos y
dejó escapar un suave grito. Vio su piel, rosada y resplandeciente, empapada y
excitada al aceptar con impaciencia la invasión de su amante. Observó la gruesa
verga de Joe que se retiraba casi por completo de su cuerpo y luego volvía a
desaparecer en su interior cuando su cuerpo se ceñía alrededor de ella. En ese
momento levantó la vista y vio a Joe, que, con un brillo satisfecho en los
ojos, la observaba observándolos. El empresario apoyó bien los pies en el
colchón y se clavó en ella. _________ arqueó la espalda y gritó cuando lo
sintió penetrarla todavía más, por imposible que pareciera. El orgasmo la
golpeó con tal fuerza que se quedó sin aliento y su cuerpo se ciñó alrededor
del miembro de Joe sin poder evitarlo.
Las manos apoyadas en los hombros de Joe la sujetaron mientras continuaba
moviéndose, arriba y abajo, extrayendo hasta la última oleada densa de su
propio clímax mientras lo conducía a él al suyo. En pocos segundos él gritó y
se corrió con tal fuerza que _________ sintió cada palpitación, cada sacudida
de Joe dentro de ella.
—Maldita sea, mujer, puedes mangonearme cuando quieras —bramó Joe cuando al fin
pudo hablar otra vez.
A _________ le encantaba el modo en el que Joe la hacía sentir, a salvo, segura
de sí misma, tanto que podía probar lo que fuera con él, sexualmente hablando,
sin preocuparse por vergüenzas o inhibiciones. Podía dejarse llevar por
completo.
—Me alegro. Porque creo que me gusta. —Para gran asombro suyo, así era—. Quizá
sean todos esos años de dejar que todo el mundo controlara mi vida —caviló.
—Quizá —dijo él con un bostezo mientras _________ se acurrucaba contra su pecho.
Joe se quedó callado unos minutos y su captora estaba ya a punto de dormirse.
—Esto… _________ —le susurró.
—¿Hmm?
—¿Te importaría desatarme?
le deslizó la mano por el pecho, un simple roce pero le encantaba el modo en el
que los músculos masculinos vibraban y se estremecían bajo sus manos.
—No estoy segura del todo.
Cuando había visto las esposas, le había parecido la oportunidad perfecta para
llevar a cabo una pequeña venganza por el modo en el que Joe la había dominado
la noche anterior. En ese momento no estaba muy segura de cómo proceder así que
se tomó un momento para mirarlo y bebérselo con los ojos. Era todo músculos,
fibra y piel bruñida. "Y ella podía hacer lo que quisiera con él. Una
explosión de humedad le estalló entre los muslos.
_________ se sentó a horcajadas sobre él y se frotó el resbaladizo monte contra
la erección que alzaba la tela de los boxers. Al parecer era un paso en la
dirección adecuada porque Joe gimió y levantó las caderas hasta clavarse más
contra ella. _________ se inclinó como si fuera a besarlo pero se detuvo justo
antes de rozarle los labios. El aliento húmedo de Joe se mezcló con el de su
captora cuando se alzó hacia ella en un intento de apresarle la boca.
—Todavía no —susurró _________ mientras bajaba la cabeza para recorrer aquellos
firmes pectorales con la lengua. Los bíceps masculinos se tensaron cuando Joe
apretó y relajó las manos en un intento inconsciente de forzar las ataduras.
_________ saboreó la embriagadora sensación de poder al sentir la impaciencia
de su prisionero. Podía torturarlo de verdad si quería. La pregunta era,
¿cuánto tiempo podría aguantar Joe?
La joven se deslizó un poco hasta que quedó arrodillada sobre las pantorrillas de
su cautivo y le enganchó la cinturilla de los calzoncillos con los dedos. La
erección de Joe se liberó de golpe como si agradeciera la posibilidad de huir
de los confines de la ropa interior. La verga del empresario quedó apoyada en
su vientre, gruesa y larga, con la punta hinchada alzándose para rozar el
ombligo de su dueño.
_________ destapó el frasquito de aceite y se vertió una generosa cantidad en
las manos. Comenzó por los pies de Joe y fue subiendo, masajeando los músculos
con pasadas firmes y suaves hasta llegar a las pantorrillas y luego los muslos.
Una ligera película de sudor hacía brillar la piel del hombre y el olor intenso
y almizclado se mezclaba con el olor cálido de la canela.
—¿Qué te parece? —preguntó _________. Joe encogió
los dedos de los pies, los músculos de los muslos le vibraban cada vez que las
manos femeninas se deslizaban por su piel.
—Es fantástico —gimió Joe—, pero quizá podrías frotarme un poco más arriba.
—¿Así? —_________ se deslizó por su cuerpo hasta rodearle la cintura con las
piernas y le vertió un poco de aceite en el pecho. A Joe se le escapó algo que
estaba entre la carcajada y el gemido cuando _________ inclinó el torso para
frotarse los pechos contra él.
—Aah, la canela me pone a cien —dijo la joven cuando el aceite le hizo
cosquillear la piel ruborizada.
—Ya estás a cien —murmuró Joe. Movió las caderas bajo ella y _________ sintió
la verga de Joe, dura y gruesa, frotándose contra la cara interna de sus
muslos.
_________ se puso de rodillas y se inclinó sobre él de modo que los pechos le
colgaban, incitantes, sobre los labios masculinos.
—¿A qué sabe? —lo provocó mientras se inclinaba de modo que Joe apenas pudiera
tocarle el pezón con la lengua—. ¿Sabe bien? —Se inclinó un poco más y Joe
comenzó al instante a succionarle el pezón con una presión que provocó otro
estallido de calor entre las piernas de _________.
—Sabe dulce y picante —susurró él entre un ávido lametón y otro—, y arde. Estás
ardiendo.
_________ volvió a bajar el cuerpo hasta que quedó sentada a horcajadas de la
cintura masculina. Joe era como un festín erótico y ella no sabía qué saborear
antes. El cautivo se alzaba contra su muslo, su miembro se iba endureciendo con
cada segundo que la miraba e intentaba anticiparse al siguiente movimiento de
su captora.
_________ cogió el aceite de masajes y se vertió un poco más en la mano,
experimentó una lánguida y profunda sensación de satisfacción cuando le chorreó
entre los dedos y cayó en la piel de Joe. Después se frotó las manos y se las
llevó a les pechos. Sintió la mirada azul y ardiente de Joe, como una caricia
que seguía cada movimiento de sus dedos y de la palma de su mano cuando empezó
a acariciarse y se untó de aceite los pechos y los pezones.
Joe tuvo miedo de estar a punto de correrse en ese mismo instante, mientras la
miraba. Las manos femeninas se movían sobre los pechos y Joe no pudo contener
un gemido cuando la joven se pellizcó con suavidad los pezones entre el pulgar
y el índice. Se le hizo la boca agua al pensar en saborear aquellos pezones
rosados y duros. Le picaban los dedos por sentir la presa resbaladiza y
musculosa del sexo de _________ cerrándose alrededor de él. Cambió de postura
bajo ella y se frotó la verga dolorida contra la suavidad de la cara interna
del muslo de _________.
—__________, si no avanzas un poco, muy pronto no vas a tener mucho con lo que
trabajar.
_________ fue deslizando las manos por su propio cuerpo poco a poco y lo miró
con una severidad fingida.
—Creo que mi prisionero ha olvidado quién manda aquí —dijo mientras se iba
deslizando hasta quedar a horcajadas de los muslos masculinos. Una mano pequeña
se estiró para envolver la erección de Joe. Una gruesa gota de fluido seminal
apareció en la punta y Joe gimió cuando _________ usó el pulgar para extenderla
alrededor en una caricia que le hizo tensar los testículos y apretar los
dientes.
—Por favor, _________, no estoy de broma —gimió.
—Yo tampoco —dijo _________ al inclinarse sobre él. Joe contuvo el aliento, con
todos y cada uno de los músculos tensos al anticipar el momento en el que los
labios y la lengua de la joven se cerraran sobre él. Pero el momento nunca se
produjo. En lugar de eso sintió el deslizamiento suave de una piel lisa, el
cosquilleo cálido del aceite de canela cuando _________ se frotó los pechos
contra la verga de Joe. La visión de su grueso miembro entre los pechos de
_________ estuvo a punto de ser su perdición. Varias gotas nacaradas más se
escaparon para mezclarse con el aceite sobre la piel cremosa de su captora.
Joe estuvo a punto de estallar cuando _________ se apretó las tetas y le rodeó
la polla con la piel impregnada en aceite y líquido seminal. Se le tensaron los
huevos, advirtiéndole del orgasmo inminente.
—Para, por favor —le rogó Joe sin aliento, aunque después lo lamentó cuando
_________ se levantó de repente y se fue—. ¿A dónde vas? —dijo, incapaz de
contener la nota frenética de su voz.
_________ desapareció en el baño. Joe cambió de postura, inquieto, mientras la
oía rebuscar algo y después suspiró aliviado cuando la vio reaparecer segundos
más tarde.
Sostenía un paquetito recubierto de aluminio.
—Gracias a Dios —graznó Joe.
Pero para inmensa frustración del cautivo, _________ se limitó a dejar el
condón en la mesita y no hizo movimiento alguno para ponérselo. En lugar de
eso, se estiró sobre él, pecho contra pecho y abrió los muslos, que dejó caer
alrededor de las caderas de Joe.
—Eres muy impaciente —le susurró antes de inclinarse para besarlo. Joe succionó
con avaricia los labios y la lengua de _________ y absorbió el sabor de la
joven teñido de canela. Aunque mantenía las apariencias y no parecía haber
perdido el control, Joe podía sentir el leve temblor de las manos de _________
y lo húmeda que estaba cuando se frotaba contra su verga. Estaba seguro de que
ella tampoco sería capaz de aguantar mucho más.
_________ siseó y suspiró cuando deslizó su sexo abierto y muy, muy mojado
contra él y lo provocó con su piel resbaladiza y excitada. Después se incorporó
y cogió el condón.
Joe gruñó con impaciencia cuando _________ sacó sin prisas el condón y se lo
fue poniendo poco a poco.
—Dios, ¿estás intentando matarme?
_________ lo hizo callar y le dio a la verga un apretón de advertencia.
—Jamás he puesto un condón y quiero asegurarme de que lo hago bien.
Joe contuvo una maldición justo cuando su torturadora desenrollaba el último
centímetro alrededor de su miembro palpitante
—Aah, eso ya está mejor —dijo _________—. Bien
envuelto, como un regalo, y solo para mí. —Lo sostuvo en una mano y colocó la
cabeza contra su entrada. Después gritó y se apoyó en el pecho de Joe cuando
este alzó las caderas y la penetró con un embate firme.
_________ empezó a moverse y abrió las rodillas para poder frotarse el clítoris
contra él con cada acometida. Se alzó un poco y se inclinó hacia atrás para
poder mirar a Joe, que se movía como un animal sin domar bajo ella. El sudor
perlaba la piel masculina impregnada de aceite. Le palpitaba el pecho mientras
luchaba por mantener el control y le vibraban los bíceps al forzar las
ataduras, con las manos rodeando las barras del cabecero. Y aquel hombre era
suyo. Todo suyo.
_________ siguió bajando la mirada, hasta el lugar donde ambos estaban unidos y
dejó escapar un suave grito. Vio su piel, rosada y resplandeciente, empapada y
excitada al aceptar con impaciencia la invasión de su amante. Observó la gruesa
verga de Joe que se retiraba casi por completo de su cuerpo y luego volvía a
desaparecer en su interior cuando su cuerpo se ceñía alrededor de ella. En ese
momento levantó la vista y vio a Joe, que, con un brillo satisfecho en los
ojos, la observaba observándolos. El empresario apoyó bien los pies en el
colchón y se clavó en ella. _________ arqueó la espalda y gritó cuando lo
sintió penetrarla todavía más, por imposible que pareciera. El orgasmo la
golpeó con tal fuerza que se quedó sin aliento y su cuerpo se ciñó alrededor
del miembro de Joe sin poder evitarlo.
Las manos apoyadas en los hombros de Joe la sujetaron mientras continuaba
moviéndose, arriba y abajo, extrayendo hasta la última oleada densa de su
propio clímax mientras lo conducía a él al suyo. En pocos segundos él gritó y
se corrió con tal fuerza que _________ sintió cada palpitación, cada sacudida
de Joe dentro de ella.
—Maldita sea, mujer, puedes mangonearme cuando quieras —bramó Joe cuando al fin
pudo hablar otra vez.
A _________ le encantaba el modo en el que Joe la hacía sentir, a salvo, segura
de sí misma, tanto que podía probar lo que fuera con él, sexualmente hablando,
sin preocuparse por vergüenzas o inhibiciones. Podía dejarse llevar por
completo.
—Me alegro. Porque creo que me gusta. —Para gran asombro suyo, así era—. Quizá
sean todos esos años de dejar que todo el mundo controlara mi vida —caviló.
—Quizá —dijo él con un bostezo mientras _________ se acurrucaba contra su pecho.
Joe se quedó callado unos minutos y su captora estaba ya a punto de dormirse.
—Esto… _________ —le susurró.
—¿Hmm?
—¿Te importaría desatarme?
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Me voy cuando se quede dormida, pensó Joe más tarde mientras yacía en la
cama con la cabeza de _________ apoyada en su hombro. Todavía era temprano pero
la respiración de la joven se iba regularizando y profundizando. Joe sabía que
en su sonrisa había un matiz engreído. _________ había quedado agotada.
A él también le pesaban los párpados. Luchó contra la necesidad de dormir.
Tenía que irse a casa. De hecho., quería irse a casa. No le gustaba pasar la
noche entera con una mujer. Necesitaba su espacio, su privacidad. Además, nunca
dormía bien con una mujer en su cama. Y con todo el trabajo que tenía con la
boda inminente, necesitaba dormir bien…
_________ se acurrucó más contra el torso duro y peludo que tenía detrás. Abrió
un ojo a la luz gris de la mañana que se filtraba por las persianas de las
puertaventanas. Aún era temprano, ni siquiera había amanecido. Sonrió. Joe
todavía tardaría horas en tener que levantarse. Tenía tiempo de sobra para
saborear la sensación de tenerlo en su cama.
Como si le leyera el pensamiento, el musculoso antebrazo masculino se tensó
alrededor de la cintura de _________ y la joven sintió un muslo firme cubierto
de vello que se deslizaba entre los suyos al tiempo que encajaba las caderas
femeninas en su pelvis con más firmeza.
_________ sintió una oleada inmediata de calor al sentir su erección
palpitándole contra el cojín de las nalgas. Se frotó con suavidad contra él,
satisfecha cuando Joe respondió con un gemido bajo y sordo.
Se mordió el labio inferior para ahogar un gemido cuando los dedos masculinos
le tironearon y pellizcaron los pezones mientras Joe le cubría el hombro y el
cuello de besos ardientes con la boca abierta. Asombroso. Una caricia, un beso
y ya estaba mojada. Jamás había imaginado que fuera dueña de una libido tan
activa.
Cambió de postura para girarse entre los brazos de Joe pero él tensó el brazo
que la rodeaba y evitó que se diera la vuelta.
—Te quiero así —le susurró con calor contra el cuello mientras le levantaba la
pierna y la apoyaba en su propio muslo. _________ pudo sentirlo, duro y
tanteando la entrada de su cuerpo—. Así puedo tocarte. —De las palabras pasó a
la acción, deslizó los dedos entre las piernas de _________ y acarició la piel
impaciente—. Me encanta sentir lo mucho que me deseas —dijo antes de coger un
condón.
El sonido del paquete que se rasgaba provocó un escalofrío por la columna femenina.
_________ se tensó de anticipación cuando sintió la mano de Joe rozarle las
nalgas al ponerse el condón. Después se estaba deslizando en su interior,
estirando poco a poco su cuerpo mientras sus dedos parecían estar por todas
partes, pellizcándole los pezones, frotándola entre las piernas, hasta que
_________ tuvo la sensación de que iba a explotar. Y Joe ni siquiera se había
movido.
—Me la pones tan dura —dijo él; su voz era un susurro áspero en el oído de
_________—. No puedo creer lo mucho que me gusta follarte.
Sus palabras, junto con el movimiento de caderas que las acompañó, enviaron una
oleada de calor al sexo de _________.
—Oh, Dios mío, eres tan bueno —gimió _________, que arqueó la espalda y se
apretó contra la mano que tenía delante y las caderas que tenía detrás.
Le encantaba aquella posición, que permitía que
sintiera presión y fricción de formas nuevas y muy interesantes.
_________ no tardó mucho en ponerse a jadear y estremecerse contra él mientras
su cuerpo se contraía y palpitaba a su alrededor al llegar al final.
Pero Joe no había terminado con ella. Al contrarío que la noche anterior, el
que mandaba esa mañana era él y se iba a salir con la suya. Y _________ estaba
más que dispuesta a permitírselo.
La puso boca abajo, se inclinó hacia atrás y después la levantó hasta que la
joven quedó de rodillas. _________ apretó los puños en las sábanas con un
gemido.
—Te gusta ser una chica mala, ¿no? —dijo Joe enfatizando la pregunta con un
duro golpe de caderas.
—Sí —jadeó ella, apenas coherente cuando se echó hacia atrás para recibirlo.
La palma masculina cayó sobre las nalgas de _________ con un cachete que le
extrajo un gemido al tiempo que su sexo palpitaba y se ceñía alrededor de Joe.
—Te gusta, ¿verdad? Te gusta que te dé azotes como si fueras una niña mala. —Joe
le dio otro azote y el ligero escozor envió un rayo a los pezones y al sexo de
la joven. _________ fue incapaz de contestar pero tampoco pudo evitarlo y
retorció el trasero para intentar incitarlo y que le diera más de aquellos deliciosos
azotes.
—Córrete conmigo —le ordenó él al tiempo que alternaba azotes ligeros con
embates profundos y duros que penetraban en el cuerpo femenino cada vez más—.
Quiero que te corras otra vez.
_________ oía la respiración alterada de Joe, el sonido increíblemente
excitante de la palma de su mano golpeándole el culo. Aquel hombre la empujaba
cada vez más para que llegara más alto hasta que se tambaleó al borde de un
placer tan fiero que temió que la consumiera. Se ciñó alrededor del miembro
masculino y gimió cuando la verga de Joe pareció hacerse imposiblemente más
grande, imposiblemente más dura en su interior.
—Oh, Dios.
La fuerza del orgasmo cayó sobre ella como un golpe físico. Oleada tras oleada
de éxtasis que la atravesó como un chisporroteo y se precipitó por cada una de
sus terminaciones nerviosas desde el último pelo de la cabeza hasta la punta de
los dedos. Se derrumbó sobre la almohada, débil, sin fuerzas entre los brazos
de Joe. Percibió de una forma vaga que su amante se estremecía contra ella y
oyó el gemido profundo que hizo palpitar el pecho masculino.
Joe se derrumbó sobre la espalda femenina y después rodó de lado con _________
acurrucada contra él.
Una vez que se desvaneció la dicha sexual, _________ sintió una vaga sensación
de inquietud. Cada vez que Joe la tocaba, cada vez que tenían relaciones
sexuales, se sentía como si estuviera perdiendo otra parte de sí misma entre
las manos de Joe. En la universidad había estado medio enamorada de él y mucho
se temía que la otra mitad había empezado a caer también.
_________ era realista y sabía que no debía permitir que él se diera cuenta de
aquella horripilante realidad. Incluso aunque a Joe le interesara algo más que
una aventura, se había pasado los últimos años alejándose de su familia y
D&D. Seguro que lo último que le apetecía era mezclarse con todo aquel
jaleo. Y _________ era lo bastante honesta consigo misma como para darse cuenta
de que parte de la atracción que ejercía sobre él era la novedad, ver lo que se
sentía al convertir a la princesita perfecta en una chica mala.
Una oleada de calor invadió su cuerpo al recordar hasta qué punto había sido
mala en las últimas veinticuatro horas. Pero no era solo el sexo. El tiempo que
había pasado con él en los últimos días la había hecho recordar todas las
razones por las que en sus días de universidad le encantaba su compañía. Por
qué aquel hombre era tan buen amigo. Era divertido e inteligente. No la juzgaba
cuando quería ver películas tontas o un programa absurdo de televisión. Jamás
la hacía sentirse como si tuviera que mantener un nivel inalcanzable de
perfección. Estar con él le recordó cuánto lo había echado de menos cuando se
había ido. Un dolor intenso le perforó el corazón. Esa vez, cuando se
separasen, lo iba a echar de menos todavía más.
En solo cuatro días tendría que regresar a San "Francisco, mientras que Joe
seguramente no perdería el tiempo para llenar cualquier vacío que _________
pudiera dejar en su cama. Que ella supiera, quizá ni siquiera volverían a
hablarse otra vez.
Aquella idea era mucho más que deprimente.
Dudaba mucho que Joe estuviera interesado en algún tipo de relación a
distancia.
—¿Joe?
—¿Sí, Botoncito?
_________ sintió una reticente sonrisa que le tiraba de los labios al oírle
usar aquel apodo.
—¿Me prometes una cosa?
Se le hundió el alma a los pies cuando oyó la vacilación de Joe. Menos mal que
no iba a pedirle una promesa de amor eterno. Entonces sí que la habría
decepcionado de verdad.
—¿Qué? —preguntó Joe mientras flexionaba la mano con gesto nervioso sobre el
vientre femenino.
_________ se dio la vuelta para poder mirarlo y levantó la mano para
acariciarle la incipiente barba de la mejilla.
—Solo prométeme que cuando esto termine, no vas a desaparecer por completo otra
vez.
Joe sonrió y el alivio que percibió en aquel gesto estuvo a punto de romper el
corazón de _________.
—Eso es fácil —dijo Joe—. Hasta que volví a verte, no me di cuenta de que te
había echado de menos todos estos años. No voy a desaparecer.
_________ sabía que era mucho más de lo que Joe le ofrecía por lo general a sus
amantes y mucho menos de lo que ella tan tontamente quería. Pero tendría que
bastar.
Bueno chicas espero que disfrute el maraton, saludos deje comentarios ok besos
ojala lo hallan disfrutado ...adios
cama con la cabeza de _________ apoyada en su hombro. Todavía era temprano pero
la respiración de la joven se iba regularizando y profundizando. Joe sabía que
en su sonrisa había un matiz engreído. _________ había quedado agotada.
A él también le pesaban los párpados. Luchó contra la necesidad de dormir.
Tenía que irse a casa. De hecho., quería irse a casa. No le gustaba pasar la
noche entera con una mujer. Necesitaba su espacio, su privacidad. Además, nunca
dormía bien con una mujer en su cama. Y con todo el trabajo que tenía con la
boda inminente, necesitaba dormir bien…
_________ se acurrucó más contra el torso duro y peludo que tenía detrás. Abrió
un ojo a la luz gris de la mañana que se filtraba por las persianas de las
puertaventanas. Aún era temprano, ni siquiera había amanecido. Sonrió. Joe
todavía tardaría horas en tener que levantarse. Tenía tiempo de sobra para
saborear la sensación de tenerlo en su cama.
Como si le leyera el pensamiento, el musculoso antebrazo masculino se tensó
alrededor de la cintura de _________ y la joven sintió un muslo firme cubierto
de vello que se deslizaba entre los suyos al tiempo que encajaba las caderas
femeninas en su pelvis con más firmeza.
_________ sintió una oleada inmediata de calor al sentir su erección
palpitándole contra el cojín de las nalgas. Se frotó con suavidad contra él,
satisfecha cuando Joe respondió con un gemido bajo y sordo.
Se mordió el labio inferior para ahogar un gemido cuando los dedos masculinos
le tironearon y pellizcaron los pezones mientras Joe le cubría el hombro y el
cuello de besos ardientes con la boca abierta. Asombroso. Una caricia, un beso
y ya estaba mojada. Jamás había imaginado que fuera dueña de una libido tan
activa.
Cambió de postura para girarse entre los brazos de Joe pero él tensó el brazo
que la rodeaba y evitó que se diera la vuelta.
—Te quiero así —le susurró con calor contra el cuello mientras le levantaba la
pierna y la apoyaba en su propio muslo. _________ pudo sentirlo, duro y
tanteando la entrada de su cuerpo—. Así puedo tocarte. —De las palabras pasó a
la acción, deslizó los dedos entre las piernas de _________ y acarició la piel
impaciente—. Me encanta sentir lo mucho que me deseas —dijo antes de coger un
condón.
El sonido del paquete que se rasgaba provocó un escalofrío por la columna femenina.
_________ se tensó de anticipación cuando sintió la mano de Joe rozarle las
nalgas al ponerse el condón. Después se estaba deslizando en su interior,
estirando poco a poco su cuerpo mientras sus dedos parecían estar por todas
partes, pellizcándole los pezones, frotándola entre las piernas, hasta que
_________ tuvo la sensación de que iba a explotar. Y Joe ni siquiera se había
movido.
—Me la pones tan dura —dijo él; su voz era un susurro áspero en el oído de
_________—. No puedo creer lo mucho que me gusta follarte.
Sus palabras, junto con el movimiento de caderas que las acompañó, enviaron una
oleada de calor al sexo de _________.
—Oh, Dios mío, eres tan bueno —gimió _________, que arqueó la espalda y se
apretó contra la mano que tenía delante y las caderas que tenía detrás.
Le encantaba aquella posición, que permitía que
sintiera presión y fricción de formas nuevas y muy interesantes.
_________ no tardó mucho en ponerse a jadear y estremecerse contra él mientras
su cuerpo se contraía y palpitaba a su alrededor al llegar al final.
Pero Joe no había terminado con ella. Al contrarío que la noche anterior, el
que mandaba esa mañana era él y se iba a salir con la suya. Y _________ estaba
más que dispuesta a permitírselo.
La puso boca abajo, se inclinó hacia atrás y después la levantó hasta que la
joven quedó de rodillas. _________ apretó los puños en las sábanas con un
gemido.
—Te gusta ser una chica mala, ¿no? —dijo Joe enfatizando la pregunta con un
duro golpe de caderas.
—Sí —jadeó ella, apenas coherente cuando se echó hacia atrás para recibirlo.
La palma masculina cayó sobre las nalgas de _________ con un cachete que le
extrajo un gemido al tiempo que su sexo palpitaba y se ceñía alrededor de Joe.
—Te gusta, ¿verdad? Te gusta que te dé azotes como si fueras una niña mala. —Joe
le dio otro azote y el ligero escozor envió un rayo a los pezones y al sexo de
la joven. _________ fue incapaz de contestar pero tampoco pudo evitarlo y
retorció el trasero para intentar incitarlo y que le diera más de aquellos deliciosos
azotes.
—Córrete conmigo —le ordenó él al tiempo que alternaba azotes ligeros con
embates profundos y duros que penetraban en el cuerpo femenino cada vez más—.
Quiero que te corras otra vez.
_________ oía la respiración alterada de Joe, el sonido increíblemente
excitante de la palma de su mano golpeándole el culo. Aquel hombre la empujaba
cada vez más para que llegara más alto hasta que se tambaleó al borde de un
placer tan fiero que temió que la consumiera. Se ciñó alrededor del miembro
masculino y gimió cuando la verga de Joe pareció hacerse imposiblemente más
grande, imposiblemente más dura en su interior.
—Oh, Dios.
La fuerza del orgasmo cayó sobre ella como un golpe físico. Oleada tras oleada
de éxtasis que la atravesó como un chisporroteo y se precipitó por cada una de
sus terminaciones nerviosas desde el último pelo de la cabeza hasta la punta de
los dedos. Se derrumbó sobre la almohada, débil, sin fuerzas entre los brazos
de Joe. Percibió de una forma vaga que su amante se estremecía contra ella y
oyó el gemido profundo que hizo palpitar el pecho masculino.
Joe se derrumbó sobre la espalda femenina y después rodó de lado con _________
acurrucada contra él.
Una vez que se desvaneció la dicha sexual, _________ sintió una vaga sensación
de inquietud. Cada vez que Joe la tocaba, cada vez que tenían relaciones
sexuales, se sentía como si estuviera perdiendo otra parte de sí misma entre
las manos de Joe. En la universidad había estado medio enamorada de él y mucho
se temía que la otra mitad había empezado a caer también.
_________ era realista y sabía que no debía permitir que él se diera cuenta de
aquella horripilante realidad. Incluso aunque a Joe le interesara algo más que
una aventura, se había pasado los últimos años alejándose de su familia y
D&D. Seguro que lo último que le apetecía era mezclarse con todo aquel
jaleo. Y _________ era lo bastante honesta consigo misma como para darse cuenta
de que parte de la atracción que ejercía sobre él era la novedad, ver lo que se
sentía al convertir a la princesita perfecta en una chica mala.
Una oleada de calor invadió su cuerpo al recordar hasta qué punto había sido
mala en las últimas veinticuatro horas. Pero no era solo el sexo. El tiempo que
había pasado con él en los últimos días la había hecho recordar todas las
razones por las que en sus días de universidad le encantaba su compañía. Por
qué aquel hombre era tan buen amigo. Era divertido e inteligente. No la juzgaba
cuando quería ver películas tontas o un programa absurdo de televisión. Jamás
la hacía sentirse como si tuviera que mantener un nivel inalcanzable de
perfección. Estar con él le recordó cuánto lo había echado de menos cuando se
había ido. Un dolor intenso le perforó el corazón. Esa vez, cuando se
separasen, lo iba a echar de menos todavía más.
En solo cuatro días tendría que regresar a San "Francisco, mientras que Joe
seguramente no perdería el tiempo para llenar cualquier vacío que _________
pudiera dejar en su cama. Que ella supiera, quizá ni siquiera volverían a
hablarse otra vez.
Aquella idea era mucho más que deprimente.
Dudaba mucho que Joe estuviera interesado en algún tipo de relación a
distancia.
—¿Joe?
—¿Sí, Botoncito?
_________ sintió una reticente sonrisa que le tiraba de los labios al oírle
usar aquel apodo.
—¿Me prometes una cosa?
Se le hundió el alma a los pies cuando oyó la vacilación de Joe. Menos mal que
no iba a pedirle una promesa de amor eterno. Entonces sí que la habría
decepcionado de verdad.
—¿Qué? —preguntó Joe mientras flexionaba la mano con gesto nervioso sobre el
vientre femenino.
_________ se dio la vuelta para poder mirarlo y levantó la mano para
acariciarle la incipiente barba de la mejilla.
—Solo prométeme que cuando esto termine, no vas a desaparecer por completo otra
vez.
Joe sonrió y el alivio que percibió en aquel gesto estuvo a punto de romper el
corazón de _________.
—Eso es fácil —dijo Joe—. Hasta que volví a verte, no me di cuenta de que te
había echado de menos todos estos años. No voy a desaparecer.
_________ sabía que era mucho más de lo que Joe le ofrecía por lo general a sus
amantes y mucho menos de lo que ella tan tontamente quería. Pero tendría que
bastar.
Bueno chicas espero que disfrute el maraton, saludos deje comentarios ok besos
ojala lo hallan disfrutado ...adios
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Q si amee el mereaton??? X. Dios fue mega fagnifico!
Definitivamente estos 2 ya se estan enamorandooo *_*
Ainsss tan bello joe es la unica mujer q lleva a su casa *_*
Todos stann enamorados! Solo q a ambos les cuesta asumirloO!
Siguela porfis de verdad TODAS tus noves me fascinan!
Siguelaaa me encatoO! No te pierdas! No vallas a perderte xq hiciste maraton! Igual esperamos nuestros capis todos los dias!
Besossss
Siguelaaa no lo olvidess
Att: tu mega fielisima lectora! Y tu pasadotra de paginas hahahahah :)
Definitivamente estos 2 ya se estan enamorandooo *_*
Ainsss tan bello joe es la unica mujer q lleva a su casa *_*
Todos stann enamorados! Solo q a ambos les cuesta asumirloO!
Siguela porfis de verdad TODAS tus noves me fascinan!
Siguelaaa me encatoO! No te pierdas! No vallas a perderte xq hiciste maraton! Igual esperamos nuestros capis todos los dias!
Besossss
Siguelaaa no lo olvidess
Att: tu mega fielisima lectora! Y tu pasadotra de paginas hahahahah :)
Yhosdaly
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
HOLAA!!!
NUEVA LECTORA!!!
ME ENCANTA TU NOVE
ESTA GENIAL!!!!
SIGUELA PRONTO!!!!
NUEVA LECTORA!!!
ME ENCANTA TU NOVE
ESTA GENIAL!!!!
SIGUELA PRONTO!!!!
*Stephanie*
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Hola soy nueva lectora espero la sigas pronto
enserio es muy buena
enserio es muy buena
Nani Jonas
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
*Stephanie* escribió:HOLAA!!!
NUEVA LECTORA!!!
ME ENCANTA TU NOVE
ESTA GENIAL!!!!
SIGUELA PRONTO!!!!
Bienvenida!!! me encanta que te guste mi nove . enserio me dacina ahhahaha...
y no te preocupes que subo seguido xD
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Nani Jonas escribió:Hola soy nueva lectora espero la sigas pronto
enserio es muy buena
Bienvenida!!! y gracias por que te guste la nove en serio me hacen tan felis que les guste mi nove *-*
:)
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
berenice_89 escribió:QUE LINDO ES MI JOE¡¡¡¡¡
https://onlywn.activoforo.com/t8348-mis-novelas#626363
https://onlywn.activoforo.com/t8348-mis-novelas#626363
https://onlywn.activoforo.com/t8348-mis-novelas#626363
hahaha bienvenida te vi en mis otras noves y me encanto verte aqui :)
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
berenice_89 escribió:QUE LINDO ES MI JOE¡¡¡¡¡
https://onlywn.activoforo.com/t8348-mis-novelas#626363
https://onlywn.activoforo.com/t8348-mis-novelas#626363
https://onlywn.activoforo.com/t8348-mis-novelas#626363
Val's Matth.
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