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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Fiesta privada-Joe y Tu
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Fiesta privada-Joe y Tu
SIGUELA SIGUELA .....SIGUELA!!!!!!!!
SIGUELA SIGUELA ....ES LINDISIMA ME ENCANTA ME ENCANTA!!!!!
JEJEJEJE
=)
SIGUELA SIGUELA ....ES LINDISIMA ME ENCANTA ME ENCANTA!!!!!
JEJEJEJE
=)
Liz...=)
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
AMO. TU NOVE Y AL LINDISIMO DE JOE......DIOOOOOOS
NO TENGO PALABRAS............PFFFFFF
SOLO SIGUELA SI???=)
Liz...=)
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
SIENTO Q ME DARAALGO SINO LA SIGUEEEEES.. PLIZ HAZLO
COMPACENOS QREMOS LEER MA.............SSSSSS....
JOE........AWWWWWW
COMPACENOS QREMOS LEER MA.............SSSSSS....
JOE........AWWWWWW
Liz...=)
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
SIGUELA Y TE AMARE A MIL
=)...............
ESPERO CAPIS DE TU NOVE PRONTO..BESOS =)
=)...............
ESPERO CAPIS DE TU NOVE PRONTO..BESOS =)
Liz...=)
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
si...espero la sigas mujer....nos matas.xD
SIGUELA
SIGUELA
MUERO X TU NOVE
=)
SIGUELA PLIZI.PLIZ xD
SIGUELA
SIGUELA
MUERO X TU NOVE
=)
SIGUELA PLIZI.PLIZ xD
Liz...=)
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
MIRA Q MEES DIFICL NO LEER ESTA HISTORIA.........MI JOE,,,DIOS
!!
!
!!
!
Liz...=)
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Chicas!!!! lo prometido es deuda... hasi que aqui les va el maraton... las quiero ok :)
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo
6
6
_________ se echó una última mirada en el espejo y se colocó bien los tirantes
de la camisola de color rosa pálido. El escote ligeramente fruncido evitaba que
la seda se le pegara demasiado al torso, y casi mejor, ya que el top y la falda
a juego en seda y gasa era otro conjunto que requería la ausencia de sujetador.
De hecho, el modo que tenía la falda de pegarse a su cuerpo apenas permitía
tampoco otra ropa interior pero Wendy le había asegurado que podía ponerse sin
problemas uno de sus nuevos tangas.
Lo que ya en sí era toda una aventura. Después de pasarse la mayor parte de su
vida intentando evitar que las bragas se le metieran por el trasero, no era
fácil acostumbrarse a tener una tira de tela metida continuamente por ahí.
Aunque tenía que admitir, pensó mientras examinaba su reflejo, que estaba
guapa. Sexy pero con gusto. El color rosa pálido de la seda la favorecía y
hacía resaltar el dorado recién adquirido de su piel, cortesía del tratamiento
autobronceador que había recibido después de la depilación con cera, proceso
que le había parecido un tanto invasivo. La sedosa caída de la tela hacía resaltar
su poco impresionante busto mientras disimulaba de una forma milagrosa lo que
ella siempre había considerado un culo demasiado respingón.
Un último retoque con su brillo de labios MAC favorito y estaría lista para
enfrentarse con Joe.
El corto paseo de esa tarde hasta la quinta no había servido de mucho a la hora
de enfriar su irritación, pero la tensión había comenzado a desvanecerse en
cuanto había puesto el pie dentro de la frescura proporcionada por el aire
acondicionado de la casita. Los muebles de mimbre suntuosos pero cómodos del
chalé, la inmensa cama de matrimonio con su mosquitera y lo que era más
importante, la bellísima playa de arena blanca que tenía justo delante de la
terraza, hizo maravillas con su enfado, ¿Para qué iba a perder el tiempo dándole
vueltas al poco entusiasta recibimiento de Joe cuando tenía todo aquel lujo a
su disposición?
Pero después de repasar todos los servicios que ofrecía el complejo, _________
no pudo evitar desear que la respuesta de Joe hubiera sido un poco más efusiva.
Además de la variedad habitual de servicios que se ofrecían en el spa, Cayo
Holley también ofrecía tratamientos solo para parejas en los que los amantes
podían darse masajes uno a otro y envolverse en miel o darse saunas privadas o
baños de vapor. Y el menú del servicio de habitaciones incluía un surtido de
cestas con regalitos que iban desde condones a aceites para masajes de
diferentes sabores, pasando por esposas y anillos para el p*@e.
Joe esposado a la cama y cubierto de aceite con sabor a coco. La sola idea
envió una oleada de calor por los muslos de _________.
Después de deshacer las maletas se puso el más modesto de sus nuevos bikinis y
fue a darse un baño relajado en el mar, ¿Cuándo había sido la última vez que
había disfrutado de unas vacaciones de verdad? Era cierto que había visitado
más complejos turísticos de cinco estrellas de los que podía contar, pero
siempre estaba trabajando o tanteando a la competencia. No recordaba la última
vez que había llegado a un sitio bonito y no había tenido nada mejor que hacer
que ir a nadar o echarse una siesta bajo el cálido sol tropical.
Pero había llegado el momento de enfrentarse a la realidad, en forma de Joe.
Esa noche se celebraba el cóctel de bienvenida en el restaurante de la playa
del complejo. Joe tendría que estar allí, dado que era el anfitrión oficial.
Se le hizo un nudo en el vientre, una mezcla de anticipación y aprensión. Lo
único que tenía que hacer era hablar con él a solas un par de minutos,
explicarle que lo único que quería de él eran un par de semanas relajantes,
nada más.
En deferencia a los tacones de siete centímetros y medio de sus sandalias de
cuentas doradas, _________ utilizó el carrito de golf cortesía de la quinta
para, salvar la corta distancia que la separaba del cóctel.
La fiesta ya estaba en pleno apogeo y le llevó un minuto encontrar a Joe entre
la multitud de ochenta y tantos invitados que se arremolinaban junto a la barra
u ocupaban varias mesas.
_________ no pudo evitar sonreír cuando vio su atuendo. Todavía llevaba el conjunto
que se había puesto para ir al muelle, un aspecto que encontraba su eco en la
mayor parte de los invitados masculinos. Las mujeres, por el contrario, se
habían puesto elegantes vestidos de playa y faldas de diseño y _________ se
tomó un instante para dar gracias por haber elegido uno de los conjuntos más
elegantes que se había traído.
Joe le lanzó una sonrisa rápida y la saludó con una leve inclinación de cabeza
pero no hizo movimiento alguno de acercarse a ella. El dolor la punzó como un
mosquito y se riñó por ponerse tan paranoica, como si lo necesitara solo a él.
La vida de Joe quizá pareciera unas largas vacaciones pero, de hecho, estaba
trabajando. No podía dejarlo todo para entretenerla solo porque ella hubiera
decidido aparecer ante su puerta.
_________ se abrió camino entre la multitud para intentar acercarse a donde Joe
se encontraba charlando con un grupo de buceadores que había llegado en el
ferry pero la detuvo una camarera para preguntarle lo que le apetecía beber.
—Tomaré un vino blanco… —La mujer la miró expectante. Vamos a ver, ¿acaso no
había dejado atrás de una vez sus días de vino blanco?—. Tomaré un margarita de
Patrón Silver con hielo —dijo.
Cuando la camarera se alejó, _________ cogió un pastelito de cangrejo de otro
camarero que pasaba y buscó de nuevo a Joe con la mirada. Acababa de
encontrarlo cuando oyó una voz conocida a su izquierda.
—¡Eh, _________, por aquí! —Amy y su grupo de amigas habían juntado varias
mesitas y el grupo de buceadores se había sentado con ellas—. Ven a sentarte
con nosotras.
_________ no sabía qué hacer. Lo cierto era que el grupo parecía estar
pasándoselo bien pero ella quería hablar con Joe. Quería asegurarse de que no
había visto en realidad aquella mirada sorprendida y angustiada en los ojos
masculinos cuando se había bajado del ferry.
Amy estaba muy ocupada moviendo a la gente y colocando otra silla entre ella y
un tipo alto, rubio y atractivo cuyo nombre _________ recordaba vagamente que
era Mike. Qué diablos. Joe estaba inmerso en su conversación con la pareja de
Londres. Quizá fuera mejor esperar a que la multitud hubiera mermado un poco
antes de intentar hablar con él.
Recogió la copa que le había traído la camarera y se sentó en la silla que le
ofrecían.
—_________, ya conoces a Jen, Kara y Chrissy —dijo Amy señalando a sus tres
amigas—. Y estos son Mike, Dan, Greg y Brad.
_________ estrechó con gesto cordial las manos de todos y observó que ninguno
de ellos se mostraba muy sutil a la hora de mirarla de arriba abajo. Tomó un
sorbo de su copa y supo que la calidez que sentía no tenía nada que ver con el
tequila. Llámame frívola, pensó, pero era agradable verse admirada después de
pasarse buena parte de su vida sintiéndose invisible.
El grupo se puso a charlar y _________ se enteró de que los chicos eran todos
compañeros de la facultad de Empresariales de Harvard. Todos tenían treinta y
tantos años y habían aprovechado bien el boom de internet de finales de los
años noventa. Se reunían al menos una vez al año para disfrutar de los mejores
rincones del mundo para practicar el submarinismo.
—Dime, _________, ¿tú buceas? —preguntó Mike. Los rizos rubios le caían de una
forma encantadora sobre la frente y tenía unos ojos de color azul claro muy
bonitos.
—Lo he hecho un par de veces pero la verdad es que no es lo mío. —Contó a toda
prisa la historia de su última y desastrosa inmersión en Hawái casi dos años
antes. Habían sido las primeras vacaciones (y las últimas) que había pasado con
Nick. Este la había convencido para ir a bucear en aguas profundas a pesar de
las protestas de _________, que tendía a sufrir un ataque de pánico cuando el
agua se oscurecía demasiado. Una vez en el agua la había rozado una foca y
_________, al pensar que era un tiburón, se había aterrorizado y se había
agarrado a Nick, al que le había quitado la boquilla por accidente. Al llegar
al barco, su novio le había dicho que no volvería a bucear con ella jamás si
iba a comportarse como una niña pequeña. Después, él se había pasado el resto
de las vacaciones buceando con la sexy monitora australiana.
—Dado que nunca he superado el miedo a las aguas profundas, era una buena
excusa para limitarme a hacer esnórquel. —Hubo risitas y gestos de asentimiento
entre algunas de las chicas.
Mike había fruncido el ceño.
—Pero eso no tiene ninguna gracia. Si no estabas cómoda a esa profundidad, ese
tío debería haberte llevado a hacer inmersiones más cortas hasta que
adquirieras más confianza.
—La caballerosidad nunca fue el punto fuerte de Nick —dijo _________ mientras
lamía la sal de la copa y daba otro sorbo.
—Razón de más para sentirte afortunada por haberte deshecho de ese imbécil
—dijo Jen al tiempo que levantaba su piña colada—. Por _________ y su recién
adquirida y merecida libertad de todos los gilipollas del mundo.
_________ se echó a reír y levantó su copa. Lo
cierto era que se sentía libre. Y era genial.
—Parece que os lo estáis pasando muy bien.
_________ dio un respingo al oír aquella voz tan conocida tras ella. Ladeó la cabeza
hacía atrás para mirar a Joe, que examinaba al grupo con una sonrisa que
parecía un poco tensa en las comisuras.
—Tienes un hotel fabuloso —se explayó Amy—. Ya nos lo estamos pasando en
grande.
_________ observó a Joe, que se iba moviendo alrededor de la mesa para ir
saludándolos uno a uno. ¿Era ella o estaba mirando de arriba abajo a todas las
mujeres salvo a ella? _________ levantó la mano y se tiró del lóbulo de la
oreja; de repente se sentía cohibida. Apenas cinco minutos antes se había
sentido segura de sí misma y sexy pero en ese instante tenía la sensación de
ser una adolescente torpe entre un grupo lleno de glamour.
Kara, una doble de Sophia Loren de ojos incitantes y una sinuosa melena de
color castaño oscuro, acaparaba la atención de Joe. Los maravillosos ojos de
color negro azulado del gerente se habían clavado en ella con un brillo alegre
y lucía el destello de sus dientes blancos al reírse de algo que había dicho la
amiga de Amy.
_________ tomó otro trago de su copa y después le hizo una rápida seña a una
camarera para que le llevara otra. Justo cuando ya no soportaba verlo seguir
coqueteando con Kara, Joe se dirigió hacia ella, le cogió una mano y se la
llevó a los labios. Incluso ese pequeño contacto fue suficiente para enviar una
oleada de calor por su brazo. La boca masculina se torció en una divertida
media sonrisa.
—Y es un placer verte otra vez, Jules. Me alegro de ver que te estás
recuperando de tu reciente fiasco. Estoy seguro de que tus nuevos amigos te
ayudarán a olvidarlo todo. —Antes de que _________ pudiera responder, Joe se
irguió y se disculpó—. Debería seguir saludando a mis invitados —dijo—. Pero
espero que disfrutéis todos de la velada y del resto de vuestra estancia.
_________ estuvo a punto de echar a correr tras él. ¿De qué iba todo aquello? Joe
se había mostrado de lo más cordial y aquel beso en la mano había sido
suficiente —por embarazoso que fuese— para que se mojara las bragas. ¿Pero a
qué se refería con «sus nuevos amigos»? ¿Era una manera de quitársela de encima
para no tener que entretenerla?
Apenas oyó la conversación de esos nuevos amigos, que iba aumentando de volumen
a medida que se acumulaban las copas vacías. A _________ le costó mucho
seguirla, consumida como estaba por el frío comportamiento de Joe. Se había
convencido de que Wendy tenía razón, que si aparecía allí y le ofrecía sexo sin
compromisos, no habría forma humana de que Joe la rechazase. Pero al parecer
eso era lo que iba a hacer. ¿Es que no se lo habían pasado en grande juntos?
¿Tan mal lo había hecho, tan inepta había sido, que a Joe le repugnaba la idea
de acostarse con ella otra vez?
_________ intentó no perder el control de sus emociones, intentó ver las cosas
desde el punto de vista de Joe. Que él supiera, _________ había recorrido más
de cuatro mil quinientos kilómetros para verlo después de haber pasado solo una
noche con él. Para ser justos, aquello era una especie de acoso. Lo mejor que
podía hacer era dejar sus intenciones claras como el agua. En cuanto él tuviera
un momento libre, _________ se le plantaría delante y le diría que quería
reavivar la llama de su vieja amistad, pero con unos cuantos beneficios
añadidos. Nada más. Entonces él ya no tendría razones para preocuparse por si
había expectativas poco realistas por parte de _________.
—¿Sigue enfadado contigo?
—¿Qué? —_________ vio la expresión preocupada de los ojos azules de Amy. Ay,
Dios, ¿había averiguado de alguna forma lo de su noche con Joe?
—¿Por dejar plantado a su hermano? —le aclaró Amy.
—Ah, ya. Creo que todo este asunto no ha sido muy fácil para él, eso es todo
—dijo _________—. Hablando de bodas, dime lo que has planeado para la tuya.
—Amy aprovechó con avidez el cambio de tema. Como todas las novias, describió
con entusiasmo cada detalle de sus inminentes nupcias, hasta el número de
cristales que iban a adornar sus zapatos de novia de seda.
_________ lanzó los «ohs» y «ahs» correspondientes sin dejar de vigilar ni un
momento a Joe, a la espera de que se tomara un respiro. Se ventiló la copa con
un último trago y al levantarse notó que le temblaban un poco las piernas. Para
alguien de su tamaño, dos copas sin comer nada más que un pastelito de cangrejo
podían tumbarla. Tomó nota mentalmente de hacerle una visita a la bandeja de
los quesos y las galletas saladas después de hablar con Joe.
Joe estaba junto a una de las barras, apoyado en un codo con aire despreocupado
mientras se tomaba su copa. _________ levantó la mano para saludarlo y la
mirada masculina vaciló así que la joven supo que la había visto. Pero al
parecer no podía deshacerse de la conversación que estaba sosteniendo con una
modelo que a _________ le sonaba mucho. La modelo y su novio, una estrella del
rock, estaban entre los huéspedes que ya llevaban varios días en el complejo y
daba la sensación de que Joe y ella ya eran muy buenos amigos.
_________ cobró ánimos y continuó acercándose mientras intentaba hacer caso
omiso de la incómoda sensación que tenía en las tripas y de la tensión que
sentía en la garganta. Jamás se había considerado celosa, ni siquiera cuando Nick
le había dado razones más que de sobra para serlo. Pero si aquella mujer se
volvía a pasar la mano por el pelo y lanzaba otra risita estúpida, _________
iba a arrancarle de raíz todas y cada una de aquellas mechas perfectas.
Se abrió camino entre la multitud hasta que se encontró junto a Joe, que le
sonrió pero no hizo nada para dar por finalizada su conversación con la modelo.
Al fin, _________ pidió otro margarita, para que pareciera que tenía una razón
para estar en la barra.
—Oh, ahí está Johnny —dijo por fin Megan, o Madeline, o como se llamara—. Será
mejor que le corte la retirada antes que decida ir a darse un baño en bolas.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
—Joe
—_________ lo cogió por el brazo antes de que él pudiera encontrar otra razón
para escapar—, necesito hablar contigo.
—¿Ocurre algo? ¿Hay algún problema con tu alojamiento? —preguntó Joe, que sabía
de sobra que no se trataba de eso.
—No, el problema es que tengo la impresión de que no me quieres aquí.
Joe contuvo el impulso de echarse a reír. ¿Que no la quería allí? Joder, sí que
la quería allí. Quería sentarla en la barra y subirle de un tirón la falda
hasta la cintura para ver de qué color llevaba las bragas. Después quería
quitarle esas bragas con los dientes y pasar más o menos una hora averiguando
si el coño le sabía tan bien como recordaba. Después quería llevársela a su
quinta y mantenerla allí, desnuda la semana entera. Follársela por todos los
lados posibles con la vana esperanza de que quizá así se le quitara la obsesión
de una vez, ya que era obvio que una noche no había sido suficiente.
Pero tenía que seguir atendiendo la fiesta y mezclándose con los invitados. Y
cuando terminara con eso, tenía que volver a su despacho y seguir trabajando en
esa estúpida boda que iban a celebrar en dos semanas, la boda que en un principio
había parecido una gran idea pero que en ese momento amenazaba con volverlo
chiflado por completo.
mie&$a, sí, la quería allí. Demasiado. Y ese era justo el problema. Así que
en lugar de permitir que lo distrajeran _________ y sus más que notables
encantos, estaba más que decidido a mantener las distancias. Si ella quería
huir al paraíso durante una semana, estupendo, pero él tenía dos semanas
cargadas de trabajo y no podía enredarse en los jueguecitos de _________ para
plantarle cara a papaíto.
—Pues claro que te quiero aquí. Quiero que todos mis huéspedes se sientan
bienvenidos.
Los ojos de la joven se estrecharon de forma casi imperceptible cuando lamió la
sal del borde de la copa de margarita. Joe tragó saliva con cierta dificultad;
ojalá pudiera perseguir aquella dulce lengüecita con la suya y metérsela en la
boca.
—Sé que ha sido una sorpresa —dijo _________—. Pero con todo lo que está
pasando, necesitaba huir a algún lugar tranquilo, algún sitio donde pudiera
pasar desapercibida, ¿sabes? —La joven dejó la copa en la barra y dio un paso
hacia él. El aroma a flores frescas y piel cálida estuvo a punto de hacer caer
a Joe de rodillas, pero consiguió seguir de pie y no perder la compostura.
_________ posó la mano en el brazo masculino, y la palma fresca de la joven,
quemó la piel de Joe.
—Y esperaba… pasar algún tiempo contigo. —Joder, aquella mujer no podía ponerle
las cosas fáciles, ¿verdad?
Aunque hacerlo estuvo a punto de acabar con él, Joe le quitó la mano.
—Ojalá pudiera darte lo que quieres pero no creo que pueda.
La confusión arrugó las cejas rubias y perfectamente arqueadas de _________.
—No sé qué crees que quiero pero lo cierto es que solo esperaba reavivar la
llama de nuestra amistad —la joven le dedicó una sonrisa picara—, con unos
cuantos beneficios añadidos.
Justo lo que él había pensado. Joe no habría creído que el tema fuera para
tanto pero, por alguna razón, al oírle decirlo en voz alta se volvió a cabrear
otra vez.
—¿Amistad?
_________, no te había visto en cinco años y apareces en mi habitación en tu
noche de bodas para echar un polvo y poder vengarte de otro. —Aquellas palabras
salpicadas de vitriolo le brotaron de la boca antes de que su cerebro pudiera
activar la función de edición—. No sé si eso nos hace muy buenos amigos.
Sorpresa, dolor y al fin una humillación vil tiñó la cara de _________. Joe
sintió que el alma se le caía a los pies. Joder.
Había herido a aquella mujer. Quizá hubiera querido utilizarlo para vengarse un
poco de Nick y su padre, pero _________ seguía siendo la misma chica dulce y
sana que conjuraba en él toda una hueste de instintos protectores. Verla herida
lo hizo sentirse como una mie&$a, y saber que había sido él el que la había
herido lo hizo sentirse más mie&$a todavía.
—Perdona. —Joe estiró la mano pero ella ya se estaba alejando.
—Gracias por dejar claros tus sentimientos —dijo _________ y había que decir en
su favor que la voz solo le tembló un poco—. Ahora, si me disculpas, estoy
segura de que puedo encontrar algo que me mantenga ocupada, muchas gracias. —Se
alejó como un rayo del lado de Joe y se abrió camino a toda prisa entre la
multitud. Joe intentó ir tras ella pero no tardaron en abordarlo sus invitados
y se vio obligado a intercambiar saludos corteses y hablar de naderías.
Cuando se detuvo a pedir otra copa, entabló sin muchas ganas una conversación
con un magnate de la informática de Silicon Valley. No le interesaba demasiado
el modo en el que la siguiente generación de programas iba a revolucionar las
bases de datos corporativas pero Joe había tenido cuatro años para perfeccionar
la sonrisa de interés perfecta para esos casos.
Su mirada no dejaba de posarse en _________, que había regresado con su grupo
de solteras y buceadores y reía y charlaba como si no tuviera una sola
preocupación en el mundo. Joe siempre había admirado su habilidad para
recuperar la compostura de inmediato cuando algo la alteraba.
Y desde luego él la había alterado. Odiaba lo duro que había sido con ella pero
no podía evitar pensar que quizá fuera lo mejor. Si _________ pensaba que era
un absoluto gilipollas, cumpliría su parte y no intentaría acercarse a él.
Además, lo que le había dicho era verdad. Sí, en otro tiempo habían sido amigos
pero no habían seguido en contacto y no habían vuelto a hablar hasta un día
antes de su boda con su hermanastro. Dejando aparte su reciente comportamiento,
era obvio que _________ estaba contenta en su nido seguro y protegido. Un mundo
en el que siempre hacía lo que se esperaba de ella, en el que nunca se
cuestionaba a mamá y papá y, a cambio, siempre habría alguien para cuidar de
ella.
Joe asintió a algo que dijo el director general de la tal empresa informática
pero su atención se había centrado por completo en _________. Esta se reía de
algo que decía el tal Mike y le ponía la mano en el brazo con gesto coqueto.
Aunque el cerebro de Joe insistía en que guardara las distancias, eso no
impidió que un nudo de celos se le enroscara en el estómago. Apenas pudo
contener el impulso primitivo de acercarse al grupo, darle un puñetazo a Mike
en la cara y llevarse a _________ a su guarida, como un hombre de las cavernas.
En lugar de eso se ventiló el resto de la copa y se masajeó el cuello. El dolor
de cabeza había vuelto a colarse por la base del cráneo y tuvo que hacer acopio
de todas sus fuerzas para mantener la sonrisa.
Era una de las cosas que peor llevaba del trabajo. La mayor parte del tiempo su
trabajo le encantaba. Era por naturaleza una criatura muy sociable, la clase de
tío que hacía amigos en todas partes y siempre estaba dispuesto a ir de juerga.
Levantar el complejo turístico de la nada había sido un sueño hecho realidad y
él estaba hecho para el papel de anfitrión deslumbrante. Conocer gente nueva,
sentir el sincero placer que exudaban cuando él les ofrecía un entorno lujoso y
único que hasta los más mimados de los fabulosamente ricos eran capaces de
apreciar, le proporcionaba más satisfacciones que todo lo demás junto.
Y saber que lo había hecho todo solo, sin ayuda alguna de su padre o del dinero
de su padre… bueno, eso no era más que la enorme guinda que adornaba el pastel.
Pero a veces, como en ese momento, pensaba que ojalá pudiera darse un respiro.
No solo del trabajo en sí, que se había triplicado en el último año con la
creciente popularidad del complejo, sino también de la carga social que tenía
que soportar como propietario y gerente de Cayo Holley.
Claro que el único culpable era él. Desde el momento en que se había inaugurado
Cayo Holley, Joe había llenado la lista de invitados con sus amigos y
conocidos, todos ellos personas jóvenes y ridículamente ricas como él. Cayo
Holley había adoptado de inmediato el ambiente de un club de amigos y la carga
de que todo el mundo se sintiera como un miembro preferente recaía en Joe,
incluso cuando la lista fue creciendo hasta incluir menos amigos y más
desconocidos. El resultado, que formaba parte del gran atractivo de Cayo
Holley, era que los huéspedes se sentían como si estuvieran en una inmensa
fiesta en la casa caribeña de un amigo y Joe fuese el anfitrión del siglo.
Pero esa noche al anfitrión solo le apetecía dejarse caer en una hamaca de su
terraza, abrir una cerveza y quizá leer un libro. O quizá solo quedarse mirando
el mar de color turquesa hasta que le entrase sueño.
O, mejor que todo eso, llevarse a _________ a su quinta y hacerle el amor hasta
caer agotado.
Pero en lugar de todo eso entabló una nueva conversación con un miembro
secundario de la realeza británica mientras observaba a _________, que se había
acercado a la barandilla que se asomaba a la playa con Mike cogiéndola del
brazo con aire casual.
Lord Lo-que-fuera se alejó al fin en busca de su novia y Joe se apoyó en la
barra y le pidió al barman una botella de Caribe Lager y dos Tylenoles.
—No deberías tomarte eso con alcohol, ¿sabes? —le dijo Carla cuando tragó las
pastillas con un sorbo de cerveza—. No es bueno para el hígado.
—Ahora mismo el dolor de cabeza tiene prioridad absoluta, el hígado va a tener
que apañárselas. —Joe tomó otro largo trago de cerveza.
—Tan mal estás, ¿eh? —Carla lo observó con aire especulativo.
—Solo estoy demasiado cansado. —Bostezó y se masajeó el cuello para recalcarlo.
—Ya. —Carla miró tras él, a la izquierda de Joe, hacia la barandilla. Una
sonrisa astuta cruzó sus labios carnosos—. ¿Por qué no te tiras a la piscina?
Joe no se molestó en fingir que no sabía de qué estaba hablando Carla.
—Para empezar, está casada con mi hermano…
—Pero ha pedido la anulación —lo interrumpió Carla.
—¿Ah, sí? ¿Cómo lo sabes?
—Me lo dijo Amy. —La cabeza rizada y castaña de Carla señaló con un gesto al
grupo de las solteras—. Pasé un rato con ellas esta tarde, en la piscina.
—Incluso aunque haya pedido la anulación —dijo Joe sin hacer caso de la pequeña
punzada de emoción y alivio que lo atravesó entero—, eso no cambia nada.
_________ no es la clase de mujer con la que pueda acostarme y dejarla sin más.
—¿Y si a ella no le importa? ¿Y si solo le apetece una pequeña aventura sin
complicaciones que la ayude a superarlo todo?
Joe no se molestó en explicarle que el problema no era _________.
—Confía en mí, Carla. Esto solo puede terminar mal, para los dos.
—¿Crees que antes no terminaba mal nunca?
Joe sintió que empezaba a perder los estribos.
—Así de mal no. —Por lo menos para mí.
—Solo porque seas sincero e intentes mantener las cosas en un plano casual no
significa que algunas personas no salgan heridas. La diferencia es que antes
nunca te importó.
Quizá esa era la forma que tenía el universo de vengarse de él. Después de
todas sus aventuras sin sentido, de todas las mujeres que se habían ido con una
sonrisa melancólica en los labios, la única mujer que deseaba más que nada en
el mundo aparecía y lo único que quería era una aventura sin compromiso. Y su
prima le estaba dando todas las razones que había para que aceptara el
ofrecimiento de _________.
Joe no contestó y después de un minuto Carla continuó:
—Mira, las mujeres toman sus propias decisiones, buenas y malas, y si te dicen
que lo único que quieren también es algo sin compromiso, no es responsabilidad
tuya buscar intenciones ocultas. Algunas estarán diciendo la verdad, otras no,
pero no eres tú el que tiene que protegerlas de sí mismas.
—_________ no es como las otras mujeres —dijo Joe—. No tiene tanta experiencia
como las demás.
—¿Y qué? Tú tampoco la tenías en tus tiempos.
Dios, para una vez en su vida que estaba intentando hacer las cosas bien
—aunque fuera por motivos egoístas— y lo único que conseguía era un dolor de
cabeza.
—De todos modos, quizá hayas perdido tu oportunidad —dijo su prima mientras
señalaba con un gesto el otro lado de la sala—. Creo que hay otra persona
dispuesta a entretenerla.
Joe se giró justo a tiempo de ver a Mike, con el brazo alrededor de la cintura
de _________, seguir a sus amigos y al grupo de solteras al patio que daba al
restaurante.
—_________ lo cogió por el brazo antes de que él pudiera encontrar otra razón
para escapar—, necesito hablar contigo.
—¿Ocurre algo? ¿Hay algún problema con tu alojamiento? —preguntó Joe, que sabía
de sobra que no se trataba de eso.
—No, el problema es que tengo la impresión de que no me quieres aquí.
Joe contuvo el impulso de echarse a reír. ¿Que no la quería allí? Joder, sí que
la quería allí. Quería sentarla en la barra y subirle de un tirón la falda
hasta la cintura para ver de qué color llevaba las bragas. Después quería
quitarle esas bragas con los dientes y pasar más o menos una hora averiguando
si el coño le sabía tan bien como recordaba. Después quería llevársela a su
quinta y mantenerla allí, desnuda la semana entera. Follársela por todos los
lados posibles con la vana esperanza de que quizá así se le quitara la obsesión
de una vez, ya que era obvio que una noche no había sido suficiente.
Pero tenía que seguir atendiendo la fiesta y mezclándose con los invitados. Y
cuando terminara con eso, tenía que volver a su despacho y seguir trabajando en
esa estúpida boda que iban a celebrar en dos semanas, la boda que en un principio
había parecido una gran idea pero que en ese momento amenazaba con volverlo
chiflado por completo.
mie&$a, sí, la quería allí. Demasiado. Y ese era justo el problema. Así que
en lugar de permitir que lo distrajeran _________ y sus más que notables
encantos, estaba más que decidido a mantener las distancias. Si ella quería
huir al paraíso durante una semana, estupendo, pero él tenía dos semanas
cargadas de trabajo y no podía enredarse en los jueguecitos de _________ para
plantarle cara a papaíto.
—Pues claro que te quiero aquí. Quiero que todos mis huéspedes se sientan
bienvenidos.
Los ojos de la joven se estrecharon de forma casi imperceptible cuando lamió la
sal del borde de la copa de margarita. Joe tragó saliva con cierta dificultad;
ojalá pudiera perseguir aquella dulce lengüecita con la suya y metérsela en la
boca.
—Sé que ha sido una sorpresa —dijo _________—. Pero con todo lo que está
pasando, necesitaba huir a algún lugar tranquilo, algún sitio donde pudiera
pasar desapercibida, ¿sabes? —La joven dejó la copa en la barra y dio un paso
hacia él. El aroma a flores frescas y piel cálida estuvo a punto de hacer caer
a Joe de rodillas, pero consiguió seguir de pie y no perder la compostura.
_________ posó la mano en el brazo masculino, y la palma fresca de la joven,
quemó la piel de Joe.
—Y esperaba… pasar algún tiempo contigo. —Joder, aquella mujer no podía ponerle
las cosas fáciles, ¿verdad?
Aunque hacerlo estuvo a punto de acabar con él, Joe le quitó la mano.
—Ojalá pudiera darte lo que quieres pero no creo que pueda.
La confusión arrugó las cejas rubias y perfectamente arqueadas de _________.
—No sé qué crees que quiero pero lo cierto es que solo esperaba reavivar la
llama de nuestra amistad —la joven le dedicó una sonrisa picara—, con unos
cuantos beneficios añadidos.
Justo lo que él había pensado. Joe no habría creído que el tema fuera para
tanto pero, por alguna razón, al oírle decirlo en voz alta se volvió a cabrear
otra vez.
—¿Amistad?
_________, no te había visto en cinco años y apareces en mi habitación en tu
noche de bodas para echar un polvo y poder vengarte de otro. —Aquellas palabras
salpicadas de vitriolo le brotaron de la boca antes de que su cerebro pudiera
activar la función de edición—. No sé si eso nos hace muy buenos amigos.
Sorpresa, dolor y al fin una humillación vil tiñó la cara de _________. Joe
sintió que el alma se le caía a los pies. Joder.
Había herido a aquella mujer. Quizá hubiera querido utilizarlo para vengarse un
poco de Nick y su padre, pero _________ seguía siendo la misma chica dulce y
sana que conjuraba en él toda una hueste de instintos protectores. Verla herida
lo hizo sentirse como una mie&$a, y saber que había sido él el que la había
herido lo hizo sentirse más mie&$a todavía.
—Perdona. —Joe estiró la mano pero ella ya se estaba alejando.
—Gracias por dejar claros tus sentimientos —dijo _________ y había que decir en
su favor que la voz solo le tembló un poco—. Ahora, si me disculpas, estoy
segura de que puedo encontrar algo que me mantenga ocupada, muchas gracias. —Se
alejó como un rayo del lado de Joe y se abrió camino a toda prisa entre la
multitud. Joe intentó ir tras ella pero no tardaron en abordarlo sus invitados
y se vio obligado a intercambiar saludos corteses y hablar de naderías.
Cuando se detuvo a pedir otra copa, entabló sin muchas ganas una conversación
con un magnate de la informática de Silicon Valley. No le interesaba demasiado
el modo en el que la siguiente generación de programas iba a revolucionar las
bases de datos corporativas pero Joe había tenido cuatro años para perfeccionar
la sonrisa de interés perfecta para esos casos.
Su mirada no dejaba de posarse en _________, que había regresado con su grupo
de solteras y buceadores y reía y charlaba como si no tuviera una sola
preocupación en el mundo. Joe siempre había admirado su habilidad para
recuperar la compostura de inmediato cuando algo la alteraba.
Y desde luego él la había alterado. Odiaba lo duro que había sido con ella pero
no podía evitar pensar que quizá fuera lo mejor. Si _________ pensaba que era
un absoluto gilipollas, cumpliría su parte y no intentaría acercarse a él.
Además, lo que le había dicho era verdad. Sí, en otro tiempo habían sido amigos
pero no habían seguido en contacto y no habían vuelto a hablar hasta un día
antes de su boda con su hermanastro. Dejando aparte su reciente comportamiento,
era obvio que _________ estaba contenta en su nido seguro y protegido. Un mundo
en el que siempre hacía lo que se esperaba de ella, en el que nunca se
cuestionaba a mamá y papá y, a cambio, siempre habría alguien para cuidar de
ella.
Joe asintió a algo que dijo el director general de la tal empresa informática
pero su atención se había centrado por completo en _________. Esta se reía de
algo que decía el tal Mike y le ponía la mano en el brazo con gesto coqueto.
Aunque el cerebro de Joe insistía en que guardara las distancias, eso no
impidió que un nudo de celos se le enroscara en el estómago. Apenas pudo
contener el impulso primitivo de acercarse al grupo, darle un puñetazo a Mike
en la cara y llevarse a _________ a su guarida, como un hombre de las cavernas.
En lugar de eso se ventiló el resto de la copa y se masajeó el cuello. El dolor
de cabeza había vuelto a colarse por la base del cráneo y tuvo que hacer acopio
de todas sus fuerzas para mantener la sonrisa.
Era una de las cosas que peor llevaba del trabajo. La mayor parte del tiempo su
trabajo le encantaba. Era por naturaleza una criatura muy sociable, la clase de
tío que hacía amigos en todas partes y siempre estaba dispuesto a ir de juerga.
Levantar el complejo turístico de la nada había sido un sueño hecho realidad y
él estaba hecho para el papel de anfitrión deslumbrante. Conocer gente nueva,
sentir el sincero placer que exudaban cuando él les ofrecía un entorno lujoso y
único que hasta los más mimados de los fabulosamente ricos eran capaces de
apreciar, le proporcionaba más satisfacciones que todo lo demás junto.
Y saber que lo había hecho todo solo, sin ayuda alguna de su padre o del dinero
de su padre… bueno, eso no era más que la enorme guinda que adornaba el pastel.
Pero a veces, como en ese momento, pensaba que ojalá pudiera darse un respiro.
No solo del trabajo en sí, que se había triplicado en el último año con la
creciente popularidad del complejo, sino también de la carga social que tenía
que soportar como propietario y gerente de Cayo Holley.
Claro que el único culpable era él. Desde el momento en que se había inaugurado
Cayo Holley, Joe había llenado la lista de invitados con sus amigos y
conocidos, todos ellos personas jóvenes y ridículamente ricas como él. Cayo
Holley había adoptado de inmediato el ambiente de un club de amigos y la carga
de que todo el mundo se sintiera como un miembro preferente recaía en Joe,
incluso cuando la lista fue creciendo hasta incluir menos amigos y más
desconocidos. El resultado, que formaba parte del gran atractivo de Cayo
Holley, era que los huéspedes se sentían como si estuvieran en una inmensa
fiesta en la casa caribeña de un amigo y Joe fuese el anfitrión del siglo.
Pero esa noche al anfitrión solo le apetecía dejarse caer en una hamaca de su
terraza, abrir una cerveza y quizá leer un libro. O quizá solo quedarse mirando
el mar de color turquesa hasta que le entrase sueño.
O, mejor que todo eso, llevarse a _________ a su quinta y hacerle el amor hasta
caer agotado.
Pero en lugar de todo eso entabló una nueva conversación con un miembro
secundario de la realeza británica mientras observaba a _________, que se había
acercado a la barandilla que se asomaba a la playa con Mike cogiéndola del
brazo con aire casual.
Lord Lo-que-fuera se alejó al fin en busca de su novia y Joe se apoyó en la
barra y le pidió al barman una botella de Caribe Lager y dos Tylenoles.
—No deberías tomarte eso con alcohol, ¿sabes? —le dijo Carla cuando tragó las
pastillas con un sorbo de cerveza—. No es bueno para el hígado.
—Ahora mismo el dolor de cabeza tiene prioridad absoluta, el hígado va a tener
que apañárselas. —Joe tomó otro largo trago de cerveza.
—Tan mal estás, ¿eh? —Carla lo observó con aire especulativo.
—Solo estoy demasiado cansado. —Bostezó y se masajeó el cuello para recalcarlo.
—Ya. —Carla miró tras él, a la izquierda de Joe, hacia la barandilla. Una
sonrisa astuta cruzó sus labios carnosos—. ¿Por qué no te tiras a la piscina?
Joe no se molestó en fingir que no sabía de qué estaba hablando Carla.
—Para empezar, está casada con mi hermano…
—Pero ha pedido la anulación —lo interrumpió Carla.
—¿Ah, sí? ¿Cómo lo sabes?
—Me lo dijo Amy. —La cabeza rizada y castaña de Carla señaló con un gesto al
grupo de las solteras—. Pasé un rato con ellas esta tarde, en la piscina.
—Incluso aunque haya pedido la anulación —dijo Joe sin hacer caso de la pequeña
punzada de emoción y alivio que lo atravesó entero—, eso no cambia nada.
_________ no es la clase de mujer con la que pueda acostarme y dejarla sin más.
—¿Y si a ella no le importa? ¿Y si solo le apetece una pequeña aventura sin
complicaciones que la ayude a superarlo todo?
Joe no se molestó en explicarle que el problema no era _________.
—Confía en mí, Carla. Esto solo puede terminar mal, para los dos.
—¿Crees que antes no terminaba mal nunca?
Joe sintió que empezaba a perder los estribos.
—Así de mal no. —Por lo menos para mí.
—Solo porque seas sincero e intentes mantener las cosas en un plano casual no
significa que algunas personas no salgan heridas. La diferencia es que antes
nunca te importó.
Quizá esa era la forma que tenía el universo de vengarse de él. Después de
todas sus aventuras sin sentido, de todas las mujeres que se habían ido con una
sonrisa melancólica en los labios, la única mujer que deseaba más que nada en
el mundo aparecía y lo único que quería era una aventura sin compromiso. Y su
prima le estaba dando todas las razones que había para que aceptara el
ofrecimiento de _________.
Joe no contestó y después de un minuto Carla continuó:
—Mira, las mujeres toman sus propias decisiones, buenas y malas, y si te dicen
que lo único que quieren también es algo sin compromiso, no es responsabilidad
tuya buscar intenciones ocultas. Algunas estarán diciendo la verdad, otras no,
pero no eres tú el que tiene que protegerlas de sí mismas.
—_________ no es como las otras mujeres —dijo Joe—. No tiene tanta experiencia
como las demás.
—¿Y qué? Tú tampoco la tenías en tus tiempos.
Dios, para una vez en su vida que estaba intentando hacer las cosas bien
—aunque fuera por motivos egoístas— y lo único que conseguía era un dolor de
cabeza.
—De todos modos, quizá hayas perdido tu oportunidad —dijo su prima mientras
señalaba con un gesto el otro lado de la sala—. Creo que hay otra persona
dispuesta a entretenerla.
Joe se giró justo a tiempo de ver a Mike, con el brazo alrededor de la cintura
de _________, seguir a sus amigos y al grupo de solteras al patio que daba al
restaurante.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo
7
7
Al día siguiente, Joe saltó de la cama a las cinco y media de la mañana. Puesto
que ya llevaba dos horas despierto, lo mismo podía levantarse. Después de una
carrera rápida de ocho kilómetros alrededor de la isla, se dio una ducha y se
dirigió sin prisas a su despacho.
Tenía que repasar los planes para la gran boda poblada de celebridades que iba
a celebrarse en el hotel diez días después. Era la primera vez que iban a
albergar un evento de esas características y Joe y Carla estaban haciendo el
pino puente para intentar asegurarse de que todo iba a la perfección. Para
complicar las cosas, la novia era una de las actrices mejor pagadas de
Hollywood y estaba decidida a mantener la ubicación de su boda en absoluto
secreto para que no se enterara la prensa. Era un desafío inmenso, incluso a
pesar del compromiso de Cayo Holley con la intimidad de sus huéspedes. Carla y Joe
se veían reducidos a hablar en código con todo el personal, los proveedores y
cualquiera que pudiera filtrar el evento a la prensa.
Por el lado bueno, si la boda iba bien, Cayo Holley se convertiría en el lugar
más exclusivo del mundo para celebrar una boda.
Y mejor todavía, en cuanto tuviera noticias de su éxito, su padre tendría que
admitir al fin que aunque Nick fuera el heredero del reino, era Joe el que
tenía de verdad lo que había que tener para gobernar un imperio.
Entretanto, pensó Joe mientras se hundía los dedos en la nuca, era una suerte
que el trabajo le quitara a ________ de la cabeza. Se había pasado toda la
noche imaginándosela entrelazada con el buceador aquel, el tal Mike, y aquella
visión lo había vuelto loco.
Carla ya estaba en la oficina, esperándolo.
—Gracias a Dios que estás aquí. Ya me ha llamado cinco veces esta mañana para
repasar el presupuesto. —Carla miró el reloj—. Y son qué, ¿las cuatro de la
mañana en la costa oeste? Esa mujer es una psicópata. Ah, y ese jefe de
seguridad que tiene…
Joe se sirvió una taza de café y escuchó solo a medias mientras Carla se
despachaba a gusto sobre el jefe de los guardaespaldas de Jane Bowden.
—Se cree que somos unos incompetentes —bramó su prima—. Quiere que hagamos
comprobaciones detalladas de los antecedentes de todo el personal, ¡hasta la
última camarera del hotel!
Joe se sentó detrás del escritorio, enfrente del de Carla.
—¿Qué quería Jane? —preguntó Joe. Carla podía quejarse del guardaespaldas todo
lo que quisiera. En lo que a Joe se refería, era Jane la auténtica espina que
los atormentaba a los dos—. ¿Vuelve a quejarse de las flores?
La novia no entendía cómo podían costar tanto las flores cuando estaban en una
isla tropical. No parecía comprender que las hortensias que quería no crecían
en el Caribe.
—No, esta vez es el catering —dijo Carla—. Cree que deberíamos conseguir un
precio mejor por el champán.
Joe encendió el ordenador y no tardó en encontrar en su base de datos el número
del móvil de la ayudante personal de la novia.
—Yo diría que cuando a alguien le pagan un millón de dólares por episodio, no
se pone a discutir por este tipo de cosas.
No era la primera vez que Joe se cuestionaba si había sido buena idea aceptar
la organización de la boda de Jane Bowden. El dinero y la publicidad les iban a
venir de perlas pero después de pasarse cuatro semanas negociando hasta el
último centavo, no estaba muy seguro de que compensara los dolores de cabeza.
—Lo sé —dijo Carla—. Yo pensaba que el sentido de este sitio, era que si tienes
que preocuparte por el presupuesto es que no deberías estar aquí.
Joe consiguió adoptar un tono cordial cuando dejó el mensaje para la ayudante
de Jane pidiéndole que lo llamara para hablar del catering.
—Si esa tía no se tranquiliza, va a terminar con un regalito muy especial en
la. tarta —dijo Joe.
—Esa no es una actitud muy propia de un empresario dedicado a complacer a sus
clientes. —Carla abrió un archivo y le pasó a Joe la última versión del menú de
la boda de Jane.
—No se puede decir que hoy esté por la labor de complacer a nadie.
—Y hablando de complacer, ¿a qué se dedica hoy tu amiguita? —preguntó Carla.
Joe frunció el ceño.
—¿Cómo quieres que lo sepa? Estoy seguro de que está muy entretenida por ahí.
—No me cabe duda. Una se puede divertir mucho en un sitio como este.
—Ya, como si tú lo supieras de primera mano —le soltó Joe—. La mujer que se
pasa casi cada noche con la única compañía de los helados Ben & Jerry.
—¿Estás insinuando que estoy engordando? —Carla se levantó a medias de su
silla. Su prima salía a correr todos los días y hacía ejercicio sin perder ni
un solo día con uno de los preparadores personales del complejo. Gorda no era
desde luego uno de los adjetivos que Joe utilizaría para describirla.
—No, solo digo que no tienes vida propia.
—Y a ti te hace falta un buen polvo. Estás empezando a perder el sentido del
humor —dijo Carla.
—Mira quién habla. ¿Cuánto tiempo hace? ¿Cuatro años?
—Tres.
—Para matarte. Tú ya has pasado del malhumor a la franca hostilidad. Creo que
eres tú la que necesita un poco de acción.
—De eso nada, no puedo permitirme perder mi bordería. Por tanto, me toca a mí
ser la desagradable. —La joven alzó una ceja y miró a Joe—. Tú, por otro lado,
tienes que ser fascinante con todas esas personas encantadoras que vienen a
visitarte. Creo que tienes que ir a buscar a la señorita ________ y aliviarte
un poco.
—Ya te he dicho…
—Ah, ya, todas esas tonterías de la niña buena. Bueno, pues con otra. ¿Qué hay
de Kara DeMartinis? —Carla se refería a la morena que había llegado con el
grupo de la despedida de soltera—. Por lo que tengo entendido, es de las que
son capaces de colgarse de la lámpara.
Joe arrugó la nariz, un tanto asqueado.
—Solo si quiero pillar algo. —Kara DeMartinis era una habitual de las fiestas,
la clase de chica que era famosa por nada en realidad, salvo un comportamiento
escandaloso y una larga lista de novios ricos.
Joe abrió la hoja de cálculo del presupuesto de la boda y empezó a revisar el
montón de notas que Sarah, la ayudante de Jane Bowden, le había mandado por
fax. Pensó que ojalá pudiera seguir la sugerencia de Carla e irse a buscar a
________ a donde estuviera y pasar el resto de la semana —tal y como ella había
dicho— «reavivando la llama de su amistad».
Por extraño que pareciera y a pesar de lo que le había dicho a ________ la
noche anterior, la idea no dejaba de tener su atractivo, incluso sin los
beneficios que su amiga había mencionado. Aunque no la había visto y apenas se
habían mantenido en contacto en los últimos años, Joe la había echado de menos.
Había extrañado ver películas estúpidas con ella. Había extrañado el modo en el
que la joven se ruborizaba mientras se reía del chiste más obsceno que solo se
le podía ocurrir a él. Había extrañado el modo en el que arrugaba la nariz
cuando bebía con el mejor de los ánimos su parte del barril de cerveza. Echaba
de menos el modo en el que ________, ah, con tanta educación, eludía a sus posibles
pretendientes de modo que los chicos ni siquiera se daban cuenta de que les
habían dado calabazas.
Joe había dejado esa amistad atrás cuando les había dado la espalda a la
familia y la empresa de su padre. Y que ella empezara a salir con Nick había sido
la gota que había colmado el vaso. Joe no solo no estaba dispuesto a oír hablar
de la nueva vida y el nuevo amor de ________, sino que no podía evitar sentir
que si ________ era el tipo de mujer que podía enamorarse de Nick, quizá no era
el tipo de persona que él había creído que era. Así que había dejado morir su
ya infrecuente correspondencia. Le había parecido más fácil soltar amarras del
todo.
Estaba tan perdido en sus cavilaciones que Carla tuvo que acercarse físicamente
a su escritorio y agitar una mano delante de él para captar su atención.
—Ah de la casa. ¿Tan interesante es la selección de aperitivos?
Joe se dio cuenta de que llevaba casi una hora mirando sin ver la primera
página del menú de la boda.
Al fin se centró en los grandes ojos castaños de Carla.
—Te preguntaba si querías algo para comer.
Joe miró el reloj. Solo eran las once de la mañana pero dado que no había
desayunado, un almuerzo temprano le pareció una gran idea.
—Sí, vamos hasta el café —dijo, refiriéndose al restaurante pequeño e informal
que había junto a una de las piscinas.
—No —dijo Carla—. Vamos al bar de la playa. Creo que las vistas serán mejores.
—________, ¿tú quieres algo?
________, que estaba medio adormilada en su hamaca, giró la cabeza hacia Amy.
—¿Hmm?
Amy señaló con la cabeza al camarero, que esperaba con paciencia, con su
uniforme de camisa tropical, pantalones cortos sueltos y sin zapatos. ________
no pudo evitar sonreír. Si estuviera en uno de los complejos turísticos de
D&D, el camarero luciría una camisa almidonada, pantalones largos y zapatos
de vestir, aunque trabajara en la playa bajo el implacable sol del Caribe.
Aquel atavío informal era una de las pequeñas pero no obstante importantes
diferencias que convertían a Cayo Holley en un lugar mucho más acogedor que
otros hoteles de cinco estrellas.
Después de todo, ¿cómo se suponía que una persona iba a relajarse si estaba
temblando continuamente por si metía la pata?
—Me encantaría tomar un Pellegrino con lima, por favor —le dijo ________ al
camarero.
Amy puso los ojos en blanco.
—Oh, no seas tan aburrida.
—Sí —interpuso Jen—. Yo voy a tomar un margarita, Amy un Bloody Mary y Kara y
Chrissy van a compartir una jarra de ponche de ron.
Las otras chicas la miraron expectantes.
________ miró el reloj.
—Pero son solo las diez y media.
Kara puso los ojos en blanco con una expresión que parecía de auténtico
disgusto.
—No seas tan estirada —dijo. Al contrario que el de Amy y Jen, su tono no era
de broma—. Puedes relajarte un poquito, ¿sabes?
—Bueno…
—________, solo era una broma. Pide lo que quieras —dijo Amy mientras le
lanzaba una mirada furiosa a Kara.
________ se alegró de poder atribuir su sonrojo al calor del sol. Qué típico.
La buena de ________ pide un agua mientras las demás chicas se sueltan el pelo.
Kara tenía razón. Estaba de vacaciones y se podía permitir… no, se merecía,
soltarse un poquito.
—Me gustaría tomar ese Pellegrino —le sonrió a Amy y después le lanzó a Kara
una mirada de soslayo— y un té helado de Long Island. —Siempre que tomara el
agua junto con el alcohol, se dijo ________, todo iría bien.
El camarero volvió tres minutos después con las copas. ________ se acomodó en
la hamaca y dio un largo trago. Había algo en la bebida dulce y la fuerza del
licor que la hizo sonreír. Tenía la sensación de que estaba cometiendo una
travesura y nadie le iba a decir nada, y así se lo dijo a Amy.
—Pues es bastante triste, ________, la verdad, si lo único que hace falta para
que te sientas como una chica mala es tomar una copa antes de las doce.
—Admito que no hace falta gran cosa —dijo ________ mientras tomaba otro sorbo.
—Brindo por las chicas malas, o, al menos, un poco traviesas —dijo Amy y todas
las chicas se apresuraron a entrechocar las copas.
________ le sonrió al grupo, agradeciendo una vez más que Amy la hubiera
acogido bajo su ala. De otro modo se habría pasado la semana sintiéndose como
una intrusa, acechando a la espera de que alguien hablara con ella. Aunque el
complejo tenía la reputación de ser el lugar perfecto para divertirte si
estabas soltero, ________ observó que todos los demás huéspedes solteros habían
acudido con amigos.
Sabía que disfrutaría de la soledad y la tranquilidad mientras estuviera allí
pero era agradable saber que podía tener compañía cuando quisiera. Y Amy y sus
amigas —por no mencionar a Mike el buceador, como lo llamaba ________ para sí—,
parecían dispuestos e impacientes por asegurarse de que se lo pasaba bien.
Al contrario que Joe, el muy imbécil. Seguía sin poder creerse todo lo que le
había dicho aquel hombre. ¿De verdad pensaba que era una niña rica y malcriada?
¿Que lo único que quería era utilizarlo para vengarse de algún modo?
Está bien, quizá tuviera razón, al menos un poco de razón. Pero también se
había acostado con él porque era lo que deseaba, de verdad. Y de verdad, de verdad
que quería volver a acostarse con él, aunque tal admisión —por silenciosa que
fuera— estuvo a punto de hacerla atragantarse.
Bueno, era obvio que no había nada que hacer. Había disfrutado de una noche
increíble con él y tendría que dejar las cosas así e intentar concentrarse en
lo bueno, y de eso había mucho. Pero desde luego pensaba alejarse de él todo lo
posible durante el resto de su estancia, aunque solo fuera para demostrarle que
no le hacía ninguna falta su atención para pasarlo bien.
Pero el hecho de que la hubiera rechazado con tanta facilidad todavía la
alteraba. ¡Qué vergüenza! Ella le había dejado claro que lo único que quería
era sexo y él ni siquiera se iba a tomar la molestia. Se lo había dejado
perfectamente claro en el bar la noche anterior.
Menos mal que ________ no le había contado toda la verdad, cómo había
fantaseado durante todo el viaje sobre él. Sobre cómo la cogería entre sus
brazos y la besaría como solo él sabía, derritiéndola y dejándola sin aliento.
Y que luego se pasaría toda la semana untándola con aceite de coco y haciéndola
correrse hasta que ya no pudiera moverse.
En lugar de eso la había recibido con expresión aterrada, frialdad y al final
auténtica hostilidad. Pásate a verme cuando necesites un respiro de ese inundo
de locos. Ja. Al menos todo ese desastre la enseñaría a no aceptar de forma
impulsiva una invitación que sabía de sobra que solo se había hecho por pura
cortesía.
Avergonzada o no, herida o no, allí estaba y pensaba divertirse aunque muriera
en el intento.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
________
le dio otro sorbo a la copa y le sorprendió ver que ya se había terminado la
mitad. Será mejor que frenes un poco, se dijo y lo acompañó de un trago de
Pellegrino. El sol, combinado con el alcohol, la acunó hasta adormecerla. Oyó
vagamente a las chicas hablando sobre otros huéspedes que acababan de llegar a
la playa.
—Creí que íbamos a tener esto para nosotras solas —oyó decir a Jen.
La isla tenía varias playas entre las que elegir. La mayor parte de los
huéspedes, sobre todo las parejas, se quedaban cerca de sus quintas, donde era
más fácil contar con cierta intimidad. Amy y sus amigas, por el contrario,
habían elegido la playa principal que había delante del complejo turístico;
preferían estar donde se encontraba la acción. Pero hasta el momento ellas
cinco eran las únicas que podían poner un poco de acción por allí.
________ abrió un ojo. Cómo no, era el magnate de los chips y su prometida. La
pareja le pidió al chico que atendía la playa que alejara un poco más las
hamacas del grupo de las solteras.
—Bueno, ¿y qué hay de lo tuyo con Mike?
________ se quedó callada un momento hasta que se dio cuenta de que Jen estaba
hablando con ella.
—Sí, está muy bueno —dijo Chrissy, una rubia bajita que podría haberse hecho
pasar por la hermana de ________—. Pero Dan también, y dado que Mike parece muy
ocupado ya…
—Pero si conocí a Mike ayer —dijo ________—. ¿Cómo iba a pasar algo ya?
—Oh, venga ya —la riñó Amy—. Un día en un sitio como este es tiempo de sobra.
—La joven se bajó un poco las gafas de Versace y miró a Jen por encima de
ellas—. ¿No es cierto, Jen?
Jen se estiró con pereza antes de contestar.
—Qué quieres que te diga, hay poco tiempo, los recursos son escasos y tengo que
trabajar rápido.
—Jen se enrolló con Greg anoche —dijo Kara.
—Es el tío moreno de los ojos verdes, ¿no? —preguntó ________ y se terminó la
copa con un último trago. Casi por arte de magia apareció el camarero y Amy
pidió otra ronda para todas.
—No, ese es Dan —le aclaró Jen—. Greg es el de los ojos azules y el pelo de
color rubio ceniza.
—Entonces, el otro es Brad, ¿no? —dijo Amy.
—Pues tú deberías saberlo, estuviste sentada a su lado durante la cena —la riñó
Jen.
—Ya, como si me fuera a acordar. A esas alturas ya estaba tan curda que tuve
suerte si fui capaz de acordarme de mi propio nombre —rió Amy—. Pobre Brad,
seguro que pensó que iba a ver un poco de acción, la última aventura de la
futura novia, ¡ja! —Amy suspiró—. Por desgracia para él, estoy demasiado
enamorada de Will para mirar siquiera a otro hombre.
—Chorradas —dijo Kara con aspereza.
—Está bien, puedo mirar, pero no pienso hacer nada más —dijo Amy.
________ se echó a reír y cogió
la nueva copa que le ofrecía el camarero. Sintió una ligera punzada de envidia
al oír las bromas de aquel grupo de amigas. Salvo por Wendy, ________ había
perdido el contacto con la mayor parte de sus amistades en los últimos dos años
porque se había pasado la mayor parte del tiempo con los amigos de Nick y sus
esposas. Aunque eran personas muy agradables, jamás habían dejado de tratar a
________ con un aire de inconfundible condescendencia y siempre se referían a
ella como la novia-niña de Nick. Como resultado, ________ siempre había
intentando comportarse con ellos de la manera más madura posible.
Las chicas empezaron de pronto a contar historias de otras vacaciones y a
bromear entre sí sobre pasadas hazañas.
—¿Te acuerdas del tío de Jamaica, Amy, el del piercing en la lengua? —preguntó
Jen.
________ sintió otra punzada de resentimiento. Gracias a Nick, se había perdido
la oportunidad de tener amigas como aquellas y disfrutar de sus propias
locuras.
—Eh, no sabía que se podía hacer.
________ siguió la mirada de Jen playa abajo. La prometida del magnate de los
chips, de atributos harto improbables, se había quitado el sujetador del bikini
y se estaba untando los pechos con protección solar con toda tranquilidad.
—Estupendo —dijo Kara y no tardó ni un instante en deshacerse de su propio
sujetador.
________ se quedó mirando con la boca abierta mientras las demás se quitaban
los sujetadores a una velocidad más que notable.
—Vamos, ________ —la animó Amy.
________ sacudió la cabeza. Beber por la mañana era una cosa pero no tenía la
menor intención de quedarse con los pechos al aire delante de un montón de
desconocidos.
—Es que se me ha olvidado la crema protectora en la quinta. —Después le dio
otro sorbo a su copa.
Kara le lanzó una mirada desafiante y le tiró un bronceador en el regazo.
Sobresaltada, ________ se tiró parte de la copa por el estómago.
—Tiene un factor de protección de 45.
Hubo algo en la actitud de Kara que irritó a ________, como si hubiera notado
que la actitud despreocupada y divertida de ________ solo era una fachada y
supiera que en el fondo era tan aburrida que Kara nunca se hubiera molestado en
hablar con ella. O quizá era el modo en que Kara prácticamente le había metido
los pechos a Joe en la cara la noche anterior, durante el cóctel.
Fuera lo que fuese, después de cobrar ánimo con otro sorbo del té Long Island,
________ respiró hondo y se desató el sujetador de su bikini de color coral
brillante. Los dos pequeños triángulos que le cubrían los pechos cayeron de
inmediato y ________ contuvo el impulso de cubrirse; en lugar de eso se llevó
las manos a la espalda y se desató la otra cinta.
De inmediato sintió que los pezones se le erizaban cuando la cálida brisa del
mar le rozó la piel. Se aplicó a toda prisa una generosa capa de protector
solar y miró a su alrededor, avergonzada.
Jen se echó a reír.
—No hay nadie mirando —dijo mientras cogía el tubo de bronceador de ________ y
se lo aplicaba ella también. ________ miró a su alrededor. Pues no, el director
general de la compañía informática estaba enfrascado en el Wall Street Journal,
sin advertir el festín de pechos que tenía ante sus ojos.
________ cogió su libro, una gruesa obra histórica que presentaba a un fornido
nativo de las tierras altas escocesas. ¿Qué aspecto tendría Joe con una falda
escocesa?, se preguntó con una sonrisa.
Su compostura se alteró un poco cuando vio que el camarero volvía a acercarse.
Al contrario que las otras mujeres, ella no era capaz de quedarse allí echada
como si no pasara nada. Sin darle aparente importancia, ________ ajustó el
respaldo de la hamaca para que quedara plano y se dio la vuelta.
—_________, ¿quieres otra?
Sabía que no debería. Claro que tampoco debería estar exponiendo la piel virgen
de sus pechos al daño del sol. Pero qué coño.
—Pues sí, pero esta vez que sea un daiquiri de plátano. —Cierto, era la clase
de copa para nenazas que estaba decidida a evitar a toda costa, pero después de
dos tés de Long Island, estaba a punto de caerse de bruces en la arena.
No se dio cuenta del error que había cometido hasta después de haberse
ventilado casi la mitad del daiquiri. En las Islas Vírgenes, como en la mayor
parte del Caribe, el ron de la bebida era más barato que la mezcla que se le
añadía. Para ahorrar dinero, los bármanes solían ser más que generosos con el
ron. Recordó que se había olvidado de pedir una marca del continente.
Tampoco estoy haciendo ningún daño, pensó al tiempo que las palabras de su libro
empezaban a mezclarse. Después de todo, estaba de vacaciones.
El café de la playa todavía no estaba muy lleno, solo había ocupadas unas
cuantas mesas. La mayor parte de los huéspedes estaban disfrutando de una de
las muchas playas o de la piscina, o bien habían salido a bucear o hacer
esnórquel.
Mientras Carla esperaba a que les trajeran los pedidos, Joe se acercó a la
terraza del café, que se asomaba a la playa principal del complejo. Esta
también estaba casi vacía, como la mayor parte de las hamacas.
Qué no daría él por tener una hora para tirarse en la arena y quedarse mirando
las aguas tranquilas de color turquesa. Pero esa era la bendición y la
maldición de dirigir un sitio así. Joe vivía en uno de los sitios más bonitos
de la tierra pero cada vez tenía menos tiempo para disfrutarlo.
Joe observó al camarero que se apresuraba por la arena con una bandeja llena de
bebidas. Su mirada se posó en el grupo al que servía el camarero y se quedó sin
aliento.
Era un grupo de mujeres, Amy y su despedida de soltera. Y en la hamaca más
próxima a él estaba ________.
Aunque estaba boca abajo, Joe se dio cuenta de que era ella. Reconoció el
perfil cuando se apoyó en los codos para coger la copa que le tendía el
camarero. Llevaba el cabello rubio y rizado recogido de cualquier modo con una
pinza, con unos zarcillos húmedos enroscándosele en la nuca. La piel de la
espalda resplandecía con un incitante color dorado bajo el sol brillante y Joe
sintió que una oleada de calor le invadía la entrepierna cuando su mirada siguió
bajando por el cuerpo femenino.
Desde donde se encontraba tenía una vista espectacular del culo de ________,
apenas cubierto por la tela brillante de color coral del bikini. A Joe siempre
le había encantado su culo. Que no era gordo, como ella siempre decía, sino
redondo y suculento. Y —como Joe sabía de primera mano— perfecto, firme y suave
al tacto. Sintió que le picaban los dedos al imaginarse desatando los lazos que
sujetaban las bragas del bikini para revelar…
—Eeh, espero que se hayan puesto crema.
La voz de Carla lo sobresaltó, sacándolo de su ensueño.
—¿Qué? —dijo no muy entusiasmado.
—Una quemadura en las tetas es de lo más doloroso que hay —dijo Carla.
Joe arrugó el ceño y volvió a mirar al grupo. Pues sí, las cuatro nuevas amigas
de ________ estaban haciendo topless. Y él ni siquiera lo había notado. Que
unas chicas hicieran topless no era tan raro en Cayo Holley pero Joe era un
hombre. Solo porque viera pechos desnudos en la playa todo el tiempo no
significaba que no supiera apreciarlos.
¿Pero qué diablos le pasaba para que se quedara tan hipnotizado por el culo de
________ que ni siquiera había visto cuatro (y ahora que se fijaba, observó que
eran bastante bonitos) pares de pechos desnudos a menos de diez metros de sus
narices?
Aquello empezaba a ser ridículo.
Y justo entonces ________ se dio la vuelta y Joe gimió. Pues claro, ________
también estaba haciendo topless. Al tiempo que se ponía verde a sí mismo por
comérsela con los ojos, Joe no podría haber parado ni aunque lo hubieran
amenazado con una pistola. No tenía los pechos más grandes del grupo —Kara era
la que se llevaba el título, admitió Joe con objetividad—, pero los pechos de
________ eran sin duda los más atractivos. Suaves, de piel cremosa, con unos
pezones duros y rosados que apuntaban al cielo azul despejado. A Joe se le hizo
la boca agua al pensar en trazarlos con la lengua.
—¿Quieres una servilleta?
—¿Una qué? —Joe se volvió hacia Carla, que había puesto los ojos en blanco.
—Se te está cayendo la baba.
—¿Ya tenemos la comida lista? —Tenía que salir de allí. Se dio la vuelta para
entrar otra vez pero ya era demasiado tarde.
—¡Joe! ¡Eh, Joe! —Kara lo había visto en la terraza y agitaba los brazos con el
entusiasmo suficiente como para que sus copas D se movieran de un lado a otro.
Joe le devolvió el saludo sin demasiada convicción e hizo amago de volver al
interior del café.
—Ven a tomarte una
copa con nosotras —exclamó Kara. Todas las demás, excepto ________, como no
dejó de notar Joe, extendieron la invitación.
—Será mejor que vayas. —A Joe le apeteció quitarle a Carla la sonrisita
engreída de un sopapo—. No querrías estropear tu reputación de anfitrión
siempre servicial. —Carla se dio la vuelta y entró en el café.
Joe frunció el ceño pero fue hacia los escalones que llevaban a la playa. ¿No
era una locura que lo invitaran a unirse a cinco mujeres en topless y él
tuviera la sensación de que prefería ponerse a la cola de las multas de
tráfico?
Acercó una silla de mala gana a la hamaca de ________ e hizo lo que pudo para
no quedarse mirándola como un auténtico viejo verde. Bajo el bronceado de
________, su piel estaba ruborizada por el calor y un leve brillo de
transpiración resplandecía en el valle que quedaba entre sus pechos.
En un intento de distraerse de la necesidad de recorrer con la lengua aquella
piel húmeda, Joe se encontró clavando los ojos en el piercing que llevaba la
joven en el ombligo: el pequeño diamante se asomaba al vientre de ________ y
resplandecía bajo el sol. A Joe por lo general le repugnaban las joyas
corporales cuando se llevaban demasiado lejos, pero jamás había podido
resistirse a un piercing en el ombligo, y el hecho de que fuera el vientre de
________ solo lo hacía mucho más atrayente.
—¿Sabes? Si alguien me hubiera dicho que un día ________ _________ se haría un
piercing en el ombligo y que se bañaría en topless en una playa pública, habría
pensado que estaba loco.
________ sonrió, con los ojos ocultos por las gafas de cristales de color
violeta.
—A veces una chica tiene que animar las cosas un poco, ya sabes, que no se
pierda el interés.
La joven tomó un sorbo de su daiquiri pero arruinó el efecto despreocupado cuando
la sombrillita le dio en la mejilla.
Joe se obligó a apartar los ojos de ________ y se concentró en la conversación
de Amy y Kara. A juzgar por las risitas y las voces que estaban a punto de ser
demasiado altas, las chicas se habían pasado buena parte de la mañana bebiendo
bajo el sol.
—No nos habremos metido en un lío ni nada, ¿verdad? —preguntó Amy de repente—.
¿Por lo del topless? Vimos a la como se llame… —Amy señaló con descuido a la
mujer que estaba algo más abajo en la playa y cuyos pechos preternaturalmente
animados se alzaban al aire como conos de tráfico— y supusimos que no pasaba
nada.
Joe se obligó a sonreír.
—Por mí no hay problema. —Lo cual era cierto cuando se trataba de otras
mujeres. Pero le picaban los dedos por la necesidad de envolver a ________ con
una toalla y apretar bien la tela. Quizá con cinta adhesiva. Supuso que debería
agradecer que no hubiera nadie más por allí para verla. Al único tío que había
en la playa parecía interesarle más vigilar su cartera de acciones, y el personal
del café de la playa había visto tanto en Cayo Holley que unos pechos desnudos
les parecían tan escandalosos como los pies descalzos.
Hasta unos diez minutos antes, Joe habría jurado que él sentía lo mismo.
Después miró a ________, que se acabó el daiquiri y le hizo un gesto al
camarero para que se acercase.
Joe le cogió la muñeca con una mano.
—¿No te parece que deberías frenar un poco?
—¿Qué eres, mi padre? —le soltó ________ con aspereza.
—No seas aguafiestas, Joe —dijo Jen—. Pídete tú también algo.
Joe optó por hacerle caso y pidió una cerveza y cuando ________ pidió otro
daiquiri, Joe la interrumpió.
—Y asegúrate que es del continente —le dijo al camarero.
________ se sentó en la hamaca, indignada, y sus pechos zangolotearon de un
modo que hizo que a Joe le diera vueltas la cabeza.
—No tienes que cuidarme, Joe. Ya no tengo dieciocho años.
—Pues desde luego no lo parece —le soltó él a su vez.
De repente se dio cuenta de que se habían detenido todas las conversaciones y
cinco mujeres de pechos desnudos lo miraban asombradas. Genial, tío. Así se
hace, la mejor forma de hacer que tus huéspedes se sientan cómodos y relajados.
Pero antes de que pudiera dar marcha atrás y calmar la situación, vio algo por
encima del hombro de Kara que le provocó un nudo en la boca del estómago.
Los buceadores habían vuelto de su excursión y los cuatro se dirigían hacia
ellos.
le dio otro sorbo a la copa y le sorprendió ver que ya se había terminado la
mitad. Será mejor que frenes un poco, se dijo y lo acompañó de un trago de
Pellegrino. El sol, combinado con el alcohol, la acunó hasta adormecerla. Oyó
vagamente a las chicas hablando sobre otros huéspedes que acababan de llegar a
la playa.
—Creí que íbamos a tener esto para nosotras solas —oyó decir a Jen.
La isla tenía varias playas entre las que elegir. La mayor parte de los
huéspedes, sobre todo las parejas, se quedaban cerca de sus quintas, donde era
más fácil contar con cierta intimidad. Amy y sus amigas, por el contrario,
habían elegido la playa principal que había delante del complejo turístico;
preferían estar donde se encontraba la acción. Pero hasta el momento ellas
cinco eran las únicas que podían poner un poco de acción por allí.
________ abrió un ojo. Cómo no, era el magnate de los chips y su prometida. La
pareja le pidió al chico que atendía la playa que alejara un poco más las
hamacas del grupo de las solteras.
—Bueno, ¿y qué hay de lo tuyo con Mike?
________ se quedó callada un momento hasta que se dio cuenta de que Jen estaba
hablando con ella.
—Sí, está muy bueno —dijo Chrissy, una rubia bajita que podría haberse hecho
pasar por la hermana de ________—. Pero Dan también, y dado que Mike parece muy
ocupado ya…
—Pero si conocí a Mike ayer —dijo ________—. ¿Cómo iba a pasar algo ya?
—Oh, venga ya —la riñó Amy—. Un día en un sitio como este es tiempo de sobra.
—La joven se bajó un poco las gafas de Versace y miró a Jen por encima de
ellas—. ¿No es cierto, Jen?
Jen se estiró con pereza antes de contestar.
—Qué quieres que te diga, hay poco tiempo, los recursos son escasos y tengo que
trabajar rápido.
—Jen se enrolló con Greg anoche —dijo Kara.
—Es el tío moreno de los ojos verdes, ¿no? —preguntó ________ y se terminó la
copa con un último trago. Casi por arte de magia apareció el camarero y Amy
pidió otra ronda para todas.
—No, ese es Dan —le aclaró Jen—. Greg es el de los ojos azules y el pelo de
color rubio ceniza.
—Entonces, el otro es Brad, ¿no? —dijo Amy.
—Pues tú deberías saberlo, estuviste sentada a su lado durante la cena —la riñó
Jen.
—Ya, como si me fuera a acordar. A esas alturas ya estaba tan curda que tuve
suerte si fui capaz de acordarme de mi propio nombre —rió Amy—. Pobre Brad,
seguro que pensó que iba a ver un poco de acción, la última aventura de la
futura novia, ¡ja! —Amy suspiró—. Por desgracia para él, estoy demasiado
enamorada de Will para mirar siquiera a otro hombre.
—Chorradas —dijo Kara con aspereza.
—Está bien, puedo mirar, pero no pienso hacer nada más —dijo Amy.
________ se echó a reír y cogió
la nueva copa que le ofrecía el camarero. Sintió una ligera punzada de envidia
al oír las bromas de aquel grupo de amigas. Salvo por Wendy, ________ había
perdido el contacto con la mayor parte de sus amistades en los últimos dos años
porque se había pasado la mayor parte del tiempo con los amigos de Nick y sus
esposas. Aunque eran personas muy agradables, jamás habían dejado de tratar a
________ con un aire de inconfundible condescendencia y siempre se referían a
ella como la novia-niña de Nick. Como resultado, ________ siempre había
intentando comportarse con ellos de la manera más madura posible.
Las chicas empezaron de pronto a contar historias de otras vacaciones y a
bromear entre sí sobre pasadas hazañas.
—¿Te acuerdas del tío de Jamaica, Amy, el del piercing en la lengua? —preguntó
Jen.
________ sintió otra punzada de resentimiento. Gracias a Nick, se había perdido
la oportunidad de tener amigas como aquellas y disfrutar de sus propias
locuras.
—Eh, no sabía que se podía hacer.
________ siguió la mirada de Jen playa abajo. La prometida del magnate de los
chips, de atributos harto improbables, se había quitado el sujetador del bikini
y se estaba untando los pechos con protección solar con toda tranquilidad.
—Estupendo —dijo Kara y no tardó ni un instante en deshacerse de su propio
sujetador.
________ se quedó mirando con la boca abierta mientras las demás se quitaban
los sujetadores a una velocidad más que notable.
—Vamos, ________ —la animó Amy.
________ sacudió la cabeza. Beber por la mañana era una cosa pero no tenía la
menor intención de quedarse con los pechos al aire delante de un montón de
desconocidos.
—Es que se me ha olvidado la crema protectora en la quinta. —Después le dio
otro sorbo a su copa.
Kara le lanzó una mirada desafiante y le tiró un bronceador en el regazo.
Sobresaltada, ________ se tiró parte de la copa por el estómago.
—Tiene un factor de protección de 45.
Hubo algo en la actitud de Kara que irritó a ________, como si hubiera notado
que la actitud despreocupada y divertida de ________ solo era una fachada y
supiera que en el fondo era tan aburrida que Kara nunca se hubiera molestado en
hablar con ella. O quizá era el modo en que Kara prácticamente le había metido
los pechos a Joe en la cara la noche anterior, durante el cóctel.
Fuera lo que fuese, después de cobrar ánimo con otro sorbo del té Long Island,
________ respiró hondo y se desató el sujetador de su bikini de color coral
brillante. Los dos pequeños triángulos que le cubrían los pechos cayeron de
inmediato y ________ contuvo el impulso de cubrirse; en lugar de eso se llevó
las manos a la espalda y se desató la otra cinta.
De inmediato sintió que los pezones se le erizaban cuando la cálida brisa del
mar le rozó la piel. Se aplicó a toda prisa una generosa capa de protector
solar y miró a su alrededor, avergonzada.
Jen se echó a reír.
—No hay nadie mirando —dijo mientras cogía el tubo de bronceador de ________ y
se lo aplicaba ella también. ________ miró a su alrededor. Pues no, el director
general de la compañía informática estaba enfrascado en el Wall Street Journal,
sin advertir el festín de pechos que tenía ante sus ojos.
________ cogió su libro, una gruesa obra histórica que presentaba a un fornido
nativo de las tierras altas escocesas. ¿Qué aspecto tendría Joe con una falda
escocesa?, se preguntó con una sonrisa.
Su compostura se alteró un poco cuando vio que el camarero volvía a acercarse.
Al contrario que las otras mujeres, ella no era capaz de quedarse allí echada
como si no pasara nada. Sin darle aparente importancia, ________ ajustó el
respaldo de la hamaca para que quedara plano y se dio la vuelta.
—_________, ¿quieres otra?
Sabía que no debería. Claro que tampoco debería estar exponiendo la piel virgen
de sus pechos al daño del sol. Pero qué coño.
—Pues sí, pero esta vez que sea un daiquiri de plátano. —Cierto, era la clase
de copa para nenazas que estaba decidida a evitar a toda costa, pero después de
dos tés de Long Island, estaba a punto de caerse de bruces en la arena.
No se dio cuenta del error que había cometido hasta después de haberse
ventilado casi la mitad del daiquiri. En las Islas Vírgenes, como en la mayor
parte del Caribe, el ron de la bebida era más barato que la mezcla que se le
añadía. Para ahorrar dinero, los bármanes solían ser más que generosos con el
ron. Recordó que se había olvidado de pedir una marca del continente.
Tampoco estoy haciendo ningún daño, pensó al tiempo que las palabras de su libro
empezaban a mezclarse. Después de todo, estaba de vacaciones.
El café de la playa todavía no estaba muy lleno, solo había ocupadas unas
cuantas mesas. La mayor parte de los huéspedes estaban disfrutando de una de
las muchas playas o de la piscina, o bien habían salido a bucear o hacer
esnórquel.
Mientras Carla esperaba a que les trajeran los pedidos, Joe se acercó a la
terraza del café, que se asomaba a la playa principal del complejo. Esta
también estaba casi vacía, como la mayor parte de las hamacas.
Qué no daría él por tener una hora para tirarse en la arena y quedarse mirando
las aguas tranquilas de color turquesa. Pero esa era la bendición y la
maldición de dirigir un sitio así. Joe vivía en uno de los sitios más bonitos
de la tierra pero cada vez tenía menos tiempo para disfrutarlo.
Joe observó al camarero que se apresuraba por la arena con una bandeja llena de
bebidas. Su mirada se posó en el grupo al que servía el camarero y se quedó sin
aliento.
Era un grupo de mujeres, Amy y su despedida de soltera. Y en la hamaca más
próxima a él estaba ________.
Aunque estaba boca abajo, Joe se dio cuenta de que era ella. Reconoció el
perfil cuando se apoyó en los codos para coger la copa que le tendía el
camarero. Llevaba el cabello rubio y rizado recogido de cualquier modo con una
pinza, con unos zarcillos húmedos enroscándosele en la nuca. La piel de la
espalda resplandecía con un incitante color dorado bajo el sol brillante y Joe
sintió que una oleada de calor le invadía la entrepierna cuando su mirada siguió
bajando por el cuerpo femenino.
Desde donde se encontraba tenía una vista espectacular del culo de ________,
apenas cubierto por la tela brillante de color coral del bikini. A Joe siempre
le había encantado su culo. Que no era gordo, como ella siempre decía, sino
redondo y suculento. Y —como Joe sabía de primera mano— perfecto, firme y suave
al tacto. Sintió que le picaban los dedos al imaginarse desatando los lazos que
sujetaban las bragas del bikini para revelar…
—Eeh, espero que se hayan puesto crema.
La voz de Carla lo sobresaltó, sacándolo de su ensueño.
—¿Qué? —dijo no muy entusiasmado.
—Una quemadura en las tetas es de lo más doloroso que hay —dijo Carla.
Joe arrugó el ceño y volvió a mirar al grupo. Pues sí, las cuatro nuevas amigas
de ________ estaban haciendo topless. Y él ni siquiera lo había notado. Que
unas chicas hicieran topless no era tan raro en Cayo Holley pero Joe era un
hombre. Solo porque viera pechos desnudos en la playa todo el tiempo no
significaba que no supiera apreciarlos.
¿Pero qué diablos le pasaba para que se quedara tan hipnotizado por el culo de
________ que ni siquiera había visto cuatro (y ahora que se fijaba, observó que
eran bastante bonitos) pares de pechos desnudos a menos de diez metros de sus
narices?
Aquello empezaba a ser ridículo.
Y justo entonces ________ se dio la vuelta y Joe gimió. Pues claro, ________
también estaba haciendo topless. Al tiempo que se ponía verde a sí mismo por
comérsela con los ojos, Joe no podría haber parado ni aunque lo hubieran
amenazado con una pistola. No tenía los pechos más grandes del grupo —Kara era
la que se llevaba el título, admitió Joe con objetividad—, pero los pechos de
________ eran sin duda los más atractivos. Suaves, de piel cremosa, con unos
pezones duros y rosados que apuntaban al cielo azul despejado. A Joe se le hizo
la boca agua al pensar en trazarlos con la lengua.
—¿Quieres una servilleta?
—¿Una qué? —Joe se volvió hacia Carla, que había puesto los ojos en blanco.
—Se te está cayendo la baba.
—¿Ya tenemos la comida lista? —Tenía que salir de allí. Se dio la vuelta para
entrar otra vez pero ya era demasiado tarde.
—¡Joe! ¡Eh, Joe! —Kara lo había visto en la terraza y agitaba los brazos con el
entusiasmo suficiente como para que sus copas D se movieran de un lado a otro.
Joe le devolvió el saludo sin demasiada convicción e hizo amago de volver al
interior del café.
—Ven a tomarte una
copa con nosotras —exclamó Kara. Todas las demás, excepto ________, como no
dejó de notar Joe, extendieron la invitación.
—Será mejor que vayas. —A Joe le apeteció quitarle a Carla la sonrisita
engreída de un sopapo—. No querrías estropear tu reputación de anfitrión
siempre servicial. —Carla se dio la vuelta y entró en el café.
Joe frunció el ceño pero fue hacia los escalones que llevaban a la playa. ¿No
era una locura que lo invitaran a unirse a cinco mujeres en topless y él
tuviera la sensación de que prefería ponerse a la cola de las multas de
tráfico?
Acercó una silla de mala gana a la hamaca de ________ e hizo lo que pudo para
no quedarse mirándola como un auténtico viejo verde. Bajo el bronceado de
________, su piel estaba ruborizada por el calor y un leve brillo de
transpiración resplandecía en el valle que quedaba entre sus pechos.
En un intento de distraerse de la necesidad de recorrer con la lengua aquella
piel húmeda, Joe se encontró clavando los ojos en el piercing que llevaba la
joven en el ombligo: el pequeño diamante se asomaba al vientre de ________ y
resplandecía bajo el sol. A Joe por lo general le repugnaban las joyas
corporales cuando se llevaban demasiado lejos, pero jamás había podido
resistirse a un piercing en el ombligo, y el hecho de que fuera el vientre de
________ solo lo hacía mucho más atrayente.
—¿Sabes? Si alguien me hubiera dicho que un día ________ _________ se haría un
piercing en el ombligo y que se bañaría en topless en una playa pública, habría
pensado que estaba loco.
________ sonrió, con los ojos ocultos por las gafas de cristales de color
violeta.
—A veces una chica tiene que animar las cosas un poco, ya sabes, que no se
pierda el interés.
La joven tomó un sorbo de su daiquiri pero arruinó el efecto despreocupado cuando
la sombrillita le dio en la mejilla.
Joe se obligó a apartar los ojos de ________ y se concentró en la conversación
de Amy y Kara. A juzgar por las risitas y las voces que estaban a punto de ser
demasiado altas, las chicas se habían pasado buena parte de la mañana bebiendo
bajo el sol.
—No nos habremos metido en un lío ni nada, ¿verdad? —preguntó Amy de repente—.
¿Por lo del topless? Vimos a la como se llame… —Amy señaló con descuido a la
mujer que estaba algo más abajo en la playa y cuyos pechos preternaturalmente
animados se alzaban al aire como conos de tráfico— y supusimos que no pasaba
nada.
Joe se obligó a sonreír.
—Por mí no hay problema. —Lo cual era cierto cuando se trataba de otras
mujeres. Pero le picaban los dedos por la necesidad de envolver a ________ con
una toalla y apretar bien la tela. Quizá con cinta adhesiva. Supuso que debería
agradecer que no hubiera nadie más por allí para verla. Al único tío que había
en la playa parecía interesarle más vigilar su cartera de acciones, y el personal
del café de la playa había visto tanto en Cayo Holley que unos pechos desnudos
les parecían tan escandalosos como los pies descalzos.
Hasta unos diez minutos antes, Joe habría jurado que él sentía lo mismo.
Después miró a ________, que se acabó el daiquiri y le hizo un gesto al
camarero para que se acercase.
Joe le cogió la muñeca con una mano.
—¿No te parece que deberías frenar un poco?
—¿Qué eres, mi padre? —le soltó ________ con aspereza.
—No seas aguafiestas, Joe —dijo Jen—. Pídete tú también algo.
Joe optó por hacerle caso y pidió una cerveza y cuando ________ pidió otro
daiquiri, Joe la interrumpió.
—Y asegúrate que es del continente —le dijo al camarero.
________ se sentó en la hamaca, indignada, y sus pechos zangolotearon de un
modo que hizo que a Joe le diera vueltas la cabeza.
—No tienes que cuidarme, Joe. Ya no tengo dieciocho años.
—Pues desde luego no lo parece —le soltó él a su vez.
De repente se dio cuenta de que se habían detenido todas las conversaciones y
cinco mujeres de pechos desnudos lo miraban asombradas. Genial, tío. Así se
hace, la mejor forma de hacer que tus huéspedes se sientan cómodos y relajados.
Pero antes de que pudiera dar marcha atrás y calmar la situación, vio algo por
encima del hombro de Kara que le provocó un nudo en la boca del estómago.
Los buceadores habían vuelto de su excursión y los cuatro se dirigían hacia
ellos.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Capítulo
8
8
A Joe le daba igual la mala impresión que pudiera dar, no tenía ninguna
intención de dejar que Mike y compañía vieran a ________ así. Se levantó sin
más preámbulos y cogió el pareo de ________ con una mano y el brazo de la joven
con la otra.
—Tenemos que hablar —le dijo al tiempo que la levantaba de un tirón.
________ se tambaleó hacia él y el empresario dejó escapar un siseo cuando los
pechos femeninos entraron en contacto con su antebrazo. Tenía que vestirla sin
perder más tiempo.
—Ponte esto —dijo mientras le tiraba el pareo.
Las otras cuatro mujeres se lo habían quedado mirando sin decir nada.
________ hizo caso omiso del pareo y lo dejó caer en la arena.
—Suéltame —dijo. Intentó soltarse pero Joe la sujetaba con firmeza por el
antebrazo—. ¿Pero qué problema tienes? —________ volvió a tirar otra vez y se
tambaleó al perder pie.
Joe tropezó al recibir todo el impacto del peso de la joven pero se las arregló
para sujetarla antes de que cayeran los dos.
—Oh, eh, Mike, eh, chicos. —________ se acababa de fijar en los cuatro chicos
que subían por la playa y los saludó con el brazo libre. Los cuatro hombres
llevaban gafas de sol pero los cristales oscuros no pudieron ocultar la
expresión libidinosa que invadió las cuatro sonrisas cuando vieron que las
mujeres estaban en topless.
Los celos retorcieron las tripas de Joe. Sabía que no debería importarle.
________ no era nada suyo. No debería importarle si quería enseñarle los pechos
al mundo entero, pero fue incapaz de contener aquel impulso primitivo e
irracional que se disparó cuando aquellos hombres lanzaron una mirada de deseo
a aquel cuerpo que él consideraba suyo.
No, no es tuya, nunca lo fue y nunca lo será. Y una reacción como esta es el
ejemplo perfecto de por qué tienes que guardar las distancias. Cuanto más lejos
de ella, mejor. No obstante, Joe no podía quedarse allí sentado y dejar que
otros cuatro hombres se comieran con los ojos a ________. Así que se inclinó y,
sin hacer caso de su chillido, la cogió por las piernas y se la echó al hombro.
Le rodeó con un brazo firme los muslos y le hizo un gesto a Amy para que le
pasara el pareo y la bolsa de la playa de ________.
—Bájame ahora mismo, imbécil —chilló ________ mientras le aporreaba la espalda
con el puño cuando Joe emprendió el camino que llevaba a la quinta de la joven.
Joe le dio un azote firme en el trasero pero después no pudo resistir la
tentación de rodear la nalga femenina con la palma de la mano para darle un
buen apretón.
—¿Me estás metiendo mano?
—Cállate, ¿quieres que nos oiga todo el mundo? —la riñó Joe.
—Me da igual quién nos oiga, eres tú el que se está llevando a una de tus
huéspedes como sí fueras un Neandertal. Seguro que eso queda muy bien.
—Eh, que eres tú la que estás borracha antes de las doce de la mañana y la que
anda por ahí sin sujetador. —Joe dobló la esquina.
—No estoy borracha.
Joe bufó.
—Te digo que no lo estoy. Y en cuanto a estar en topless, no te oí quejarte de
ninguna de las otras. Ay.
Joe le dio un par de empujones mientras buscaba la llave en su bolsa.
—¿Qué hace que mis pechos sean especialmente ofensivos?
Joe se tomó un momento para dejar que sus ojos se acostumbraran a la penumbra
de la quinta. Pasó por la pequeña cocina y el salón y entró en el dormitorio,
donde lanzó sin más cumplidos a ________ sobre el colchón gigante. Después le
tiró el pareo pero la chica hizo caso omiso de él y dejó que la tela se
deslizara por su cuerpo y cayera al suelo.
—Nick siempre pensó que eran demasiado pequeños —dijo mirándose el pecho
desnudo.
Aquella mujer seguía hablando de sus pechos. Joe estuvo a punto de gemir de
frustración.
—¿Crees que necesito implantes?
Joe tragó saliva en un intento de conseguir humedecerse un poco una boca que se
le había quedado seca como el desierto. Le estaba tomando el pelo, ¿no? Pero
cuando la miró a la cara, vio que a su manera, un poco borracha, por cierto, la
joven estaba preocupada de verdad. Había fruncido el ceño, se había apoyado en
los codos y había metido la barbilla para ver mejor.
—Creo que tus pechos son perfectos —dijo Joe al fin y la expresión de felicidad
que cruzó el rostro femenino fue casi suficiente para hacerlo caer de rodillas
allí mismo. ¿Cómo se había metido otra vez en la misma situación, a solas con
una ________ __________ casi desnuda y deseándola tanto que la polla estaba a
punto de hacerle estallar la bragueta, pero sabiendo sin sombra de duda que no
debería hacer nada en absoluto sobre el tema?
—¿De veras? —insistió ________.
Oh, Dios, aquella mujer tenía que dejar de hablar de sus pechos y ponerse algo
encima o él iba a volverse loco.
Joe intentó apartar la vista pero hasta su olor, aquella piel cálida y el
bronceador con aroma de coco, era suficiente para tensarle la entrepierna.
—Por citar una de nuestras películas favoritas, «hay escasez de pechos
perfectos en el mundo y sería una pena perder los tuyos».
La sonrisa de ________ se iluminó un poco más, si es que eso era posible.
—La Princesa Prometida. Hace años que no la veo.
—Bueno, Botoncito, si eres una niña buena y no te quitas el sujetador del
bikini, podemos verla en mi casa antes de que te vayas.
—Me gustaría —respondió ________ en voz baja pero no hizo nada por cubrirse.
Incapaz de soportarlo más, Joe cogió de un manotazo el pareo del suelo y se lo
puso alrededor. Pero antes de que pudiera erguirse, el brazo de ________ le
rodeó el hombro y Joe sintió que los dedos femeninos se le enredaban entre el
pelo un poco húmedo de la nuca.
—¿Qué más te da que otros hombres me vean en topless, Joe?
________ tenía los labios rosados y separados y si él no pudiera oler la ya
leve dulzura del ron en su aliento, se habría inclinado más para saborearla.
—¿Estás celoso? —lo picó ella.
Le causó un dolor casi físico estirar la mano y desprender con suavidad la mano
de ________ de su cabello. Aquella chica lo estaba matando, se le hizo un nudo
en las tripas cuando su cerebro conjuró un torrente de imágenes de los dos,
desnudos, pasando el resto de la tarde envueltos en una vigorosa maraña de
miembros entrelazados.
Pero ________ estaba borracha y eso estaba alimentando sus coqueteos. Y le
gustara a Joe o no, el mismo instinto protector y los celos que hacían que
quisiera ocultarla de los ojos de otros hombres era lo que evitaba que se
olvidara de su sentido común y se derrumbara sobre esa cama con ella. Eso y
saber que si la volvía a tomar, sobre todo borracha como estaba, solo
terminaría complicándole a él la vida todavía más.
—Es solo que no quiero que te metas en una situación que no puedas manejar,
_________ —dijo al fin. Era una excusa patética, ¿pero qué otra cosa iba a
decir? ¿Que con solo pensar que otro hombre pudiera verla desnuda le apetecía
atravesar una pared con el puño? ¿O que la sola idea de que estaba celoso lo
confundía y cabreaba más de lo que lo había estado en toda su vida?
________ sacó el labio inferior con un puchero enfurruñado.
—No soy ninguna niña. —A la joven le pesaban los párpados cuando lo miró entre
las pestañas inclinadas.
—Eso ya lo sé. Es solo… Digamos que me cuesta romper con las viejas costumbres.
La joven puso los ojos en blanco, igual que la adolescente hosca que afirmaba
no ser.
—De acuerdo, Joe, voy a hacer un trato contigo. Yo no me quito el sujetador del
bikini y no me acerco a ti, si eso es lo que quieres. Pero tú tienes que
relajarte un poquito y dejar que me lo pase bien.
Joe frunció el ceño de repente.
—Jamás he dicho que no quería que te acercaras a mí.
—Gilipolleces.
Joe no pudo contener la sonrisa. No sabía si llegaría acostumbrarse a oír tacos
en boca de ________.
—Dios, deberías haberte visto la cara cuando aparecí aquí. Estabas muerto de
miedo, como si esperaras que sacara del bolso un conejito hervido o algo así.
Joe hizo una mueca pero no intentó defenderse.
—Me lo pasé muy bien contigo, Joe, y creí que tú lo habías pasado bien también
—dijo ________ en voz baja—. Pero sé de sobra que no hay que confundir un sexo
estupendo con el verdadero amor. Sobre todo contigo.
Eso sí que lo golpeó como la proverbial estaca en el corazón. Joe contuvo el
aliento por un instante, dolido, cuando el casual comentario de la joven dio en
el blanco de lleno. Por desgracia para ella, Joe no estaba dispuesto a ser su
juguetito personal de la semana. Y aunque la idea lo ponía físicamente enfermo,
no tenía ningún derecho a detenerla si quería buscarse un sustituto.
—Está bien, de acuerdo. Yo me relajo. Pero tú ten cuidado. —Cuando ________
abrió la boca para protestar, Joe la silenció tapándole la boca con la mano—.
Mira, sé que eres una mujer adulta y que quieres pasártelo bien, pero eso no
cambia el hecho de que hasta ahora has llevado una vida bastante protegida. Así
que no te vuelvas loca. No todos los tíos son buenos chicos como yo.
—Está bien, papá —dijo ________ de mal humor. Y después, con un tono más
cordial—: ¿Significa eso que somos amigos otra vez?
—Sí, supongo que sí.
________ volvió a dejarse caer entre las almohadas y cerró los ojos. Joe se
inclinó sobre ella y depositó un beso en la piel suave de la frente de la
joven.
Antes de que Joe pudiera reaccionar, ________ le deslizó los brazos por los
hombros y levantó la cabeza. Abrió los suaves labios sobre los de Joe y sacó un
poco la lengua para incitar la piel resbaladiza de la boca de su amigo.
Con un suspiro, Joe se dejó llevar por el beso. ________ sabía tan
asombrosamente bien, dulce y cálida, con el matiz picante del ron por debajo.
Al tiempo que el cerebro le chillaba que parase, que se apartase, que se
levantara de aquella cama, Joe le recorrió el brazo con la mano. Deslizó la
palma por la piel sedosa del vientre femenino y fue subiendo bajo el pareo con
el que la había envuelto.
________ dejó escapar un pequeño gemido cuando la mano masculina le envolvió un
pecho, después deslizó las manos por la espalda de Joe e introdujo los dedos
por la cinturilla de sus pantalones cortos. Joe gimió al saborear la sensación
de tenerla entre sus manos, al sentir el sabor de aquella mujer en su boca, al
percibir el calor femenino apenas contenido que se frotaba contra sus
pantalones.
Un golpe seco resonó en la puerta de la quinta.
El ruido le devolvió a Joe el sentido común con una sacudida. Se apartó de
________ y se sentó tan rápido en la cama que le dio vueltas la cabeza.
—Vete —exclamó ________.
—¿________? Soy Amy. Solo quería ver…
—Estoy bien, vete —repitió ________. Se puso de rodillas e intentó atraer a Joe
otra vez a la cama—. Bueno, ¿dónde estábamos?
—________, debería irme. —Joe intentó desprenderse con suavidad de los brazos
que le rodeaban el cuello pero la joven lo envolvía como un pulpo—. No podemos
hacerlo —dijo con una mueca ante su propia falta de convicción.
—¿Por qué no? No es como si no lo hubiéramos hecho antes. Y estuvo taaan bien
—murmuró ________ mientras lo torturaba con mordisquitos incitantes por el
cuello y las orejas—. No he dejado de pensar ni un momento en lo bien que me
sentía cuando me follabas hasta el fondo, con tanta fuerza.
Joe estuvo a punto de correrse con solo oír eso, escandalizado e
insoportablemente excitado por aquel lenguaje tan poco propio de ________.
Cerró los ojos. Estaba deseando rendirse a la lógica femenina pero sabía que se
odiaría, y ________ también lo odiaría, si lo hacía.
—Solo porque hayamos cometido un error una vez
no significa que tengamos que volver a cometerlo.
________ dejó caer los brazos y se derrumbó de nuevo en la cama.
—Muy bien. Supongo que tendré que arreglármelas sola. —Con una sonrisita picara
estiró los dedos y deslizó la palma de la mano por el vientre desnudo. Mientras
Joe la miraba, paralizado de lujuria, deslizó la mano bajo la cinturilla de las
bragas del bikini y se arqueó para acoger los dedos con un gemido ronco.
Joe tenía mil razones para no volver a caer jamás en el anhelo que le inspiraba
________ pero en ese instante no se le ocurrió ni una sola, porque toda la
sangre de su cuerpo huyó a su entrepierna. La verga le palpitaba mientras
observaba los dedos femeninos que se movían bajo la tela sedosa del bikini. Se
le secó la boca cuando ________ capturó su propio pezón entre dos dedos y lo
apretó un poco.
El empresario había intentado ser bueno con todas sus fuerzas, hacer lo que
debía. Pero el aguante de un hombre tiene un límite.
A los pocos segundos estaba en la cama al lado de ________, cubriendo con su
mano la de la joven, que se acariciaba y masajeaba el pecho. ________ abrió los
ojos de repente y después los labios en un jadeo sorprendido al sentir la
caricia masculina. Joe aprovechó la oportunidad para envolverle la boca con la
suya y hundir la lengua para saborearla y atormentarla. Deslizó la palma de la
mano por el vientre plano y bronceado de la joven y se detuvo solo un momento
para desatarle un lado del bikini y quitarle la brillante tela de color coral.
Tragó saliva al ver aquellos dedos esbeltos que se habían enterrado entre los
pliegues resbaladizos del sexo femenino. El clítoris era una mora roja
perfecta, jugosa y bañada por su propia humedad, que asomaba con impaciencia
entre los labios suaves de la v@$*%a, ________ se acariciaba, se rodeaba con
los dedos con un ritmo firme y constante, y gemía. El sonido envió oleadas de
calor que hicieron crepitar directamente los huevos de Joe y este supo que no
iba a aguantar ni un segundo más sin tocarla.
Trazó con dos dedos la jugosa ranura. Los dedos de la joven se quedaron
inmóviles.
—No pares —susurró él entre un beso y otro, besos húmedos con los que le cubrió
el pecho entero—. Enséñame cómo te corres tú sola.
________ emitió un suspiro estremecido y continuó acariciándose. Joe deslizó
los dedos por la entrada de la joven y provocó otra oleada de humedad que bañó
el sexo femenino al presionar en su interior. Se le cerraron los ojos y dejó
escapar un gemido al sentir los músculos resbaladizos que le rodeaban los
dedos. ________ se fundía a su alrededor como miel caliente, azúcar líquido que
bañaba su mano en su dulce calor al arquearse e incitarlo para que metiera más
los dedos.
Val's Matth.
Re: Fiesta privada-Joe y Tu
Ella también movía los dedos más
rápido, con más firmeza, así que Joe cruzó los suyos y empezó a meterlos y
sacarlos, retorciéndolos para que la sensación fuese extrema. Lamió las gotas
de sudor que perlaban el pecho femenino y después siguió subiendo, acariciando
la piel de ________ con la lengua hasta que le capturó el pezón duro como un
guijarro. Le succionó el pecho con fuerza y estuvo a punto de correrse cuando
la joven se tensó contra él y dejó escapar un grito penetrante. El sexo
femenino se estremeció alrededor de los dedos de Joe en oleadas, apretándoselos
en su presa resbaladiza. Tenía que penetrarla. Ya.
Se peleó un momento con el botón de los pantalones y después le sonrió al
colocarse sobre ella. ________ tenía los ojos cerrados y los labios separados y
su respiración se iba ralentizando. Después emitió un ruidito que hizo gemir a Joe.
Pero no de placer.
Estaba roncando. Se había quedado frita. A Joe le hubiera gustado llevarse el
mérito de haber hecho que se corriera hasta el punto de desmayarse pero sabía
que el único responsable del estado inconsciente de la joven era el bueno del
Capitán Morgan.
El sonido de los suaves ronquidos femeninos lo torturó mientras salía del
chalé. Apretó las protestas de su verga con una mano, intentando hacer bajar
aquella dureza dolorosa. Eso era lo que pasaba cuando hacías el tonto con tías
borrachas.
________ se despertó de repente. Levantó la cabeza de la almohada, abrió los
párpados llenos de lagañas y miró por la habitación. ¿Pero qué hora era? Miró
la franja de luz que se colaba por las cortinas. Estaba anocheciendo, supuso.
Sacó las piernas de la cama e hizo una pequeña mueca cuando sintió el cerebro
agitándose dentro del cráneo. ¿Cómo se le había podido ocurrir? Ponerse a beber
a las diez de la mañana y para colmo sin haber desayunado. Tenía un sabor
asqueroso en la boca, como si hubiera estado comiendo sándwiches de tierra.
Se levantó con cierta vacilación y miró el reloj de la radio que tenía en la
mesita. Cinco y media. Se acercó a las puertaventanas que llevaban al patio de
la quinta y retiró las cortinas. Qué raro. Estaba inusualmente oscuro para la
hora que era.
Encendió la luz del baño y guiñó los ojos cuando la asaltó el fulgor. Se
examinó por encima del vaso mientras se tomaba unos cuantos tragos de agua. Qué
mona. Tenía el pelo de punta, una auténtica Medusa, y llevaba un rastro de
saliva seca en la mejilla. Le gruñó el estómago cuando tragó el agua.
Servicio de habitaciones y a la cama otra vez.
—Sí, me gustaría pedir algo de cenar —dijo cuando contestó la operadora.
—¿Cenar? Señora, todavía estamos abriendo para servir el desayuno.
—¿Desayuno? —dijo ________ como si fuera tonta.
—Sí, pero no empezamos a servirlo en las habitaciones hasta las seis. Pero si
quiere hacer su pedido ahora, será un placer llevárselo tan pronto como nos sea
posible.
¿Desayuno? ¿Era posible que…? ________ miró su reloj. Sí, así era, según la
ventanita que mostraba la fecha era lunes por la mañana. De alguna manera se
las había arreglado para dormir casi dieciocho horas seguidas.
—¿Señora?
La voz de la operadora la sobresaltó y la devolvió a un estado semiconsciente.
—Sí, quiero decir, no, no quiero desayunar ahora mismo.
Debe de pensar que soy una auténtica idiota. O una auténtica borracha.
Claro que la operadora del servicio de habitaciones era el menor de sus problemas,
¿no? Dadas sus hazañas del día anterior, había varias personas que seguramente
pensaban que era idiota.
Empezando por Joe.
—Ay, Dios —gimió al recordar de forma vaga que su amigo la había llevado hasta
su habitación. Y después… ay Dios, los momentos que pasaron hasta que ella se
quedó dormida. Los dedos de Joe sobre su cuerpo, y dentro de su sexo, haciendo
que se corriera casi hasta… No, espera, se había desmayado, sin casi. ________
cerró los ojos con todas sus fuerzas y la embargó la vergüenza cuando recordó
lo que había dicho, lo que había hecho. ¡Oh, Dios bendito, pero si se había
tocado justo delante de él! Se había metido las manos en las bragas y había
empezado a masturbarse en un intento de incitarlo.
Como era obvio, había funcionado hasta cierto punto, pero hasta qué punto
________ no estaba del todo segura. Se devanó los sesos e intentó recordar qué
había pasado luego, si es que había pasado algo. ¿Se habían acostado? ¿O él se
había ido después de ponerla a mil?
Quizá, si tenía mucho cuidado, podría arreglárselas para evitarlo durante los
siguientes cinco días.
Se le hizo un nudo en el estómago cuando su cerebro emitió unos cuantos
fragmentos más de la mañana anterior, como el tráiler mal editado de una mala
película. Se había quitado el sujetador del bikini. El último daiquiri de
plátano. Joe echándosela al hombro y llevándosela de la playa.
Sacudió la cabeza y se hizo una taza de café. En su noche de bodas se había
jurado que la nueva ________ iba a animar las cosas. Al contrario que la hijita
buena y obediente que siempre había sido, la nueva ________ no tendría miedo de
armar la gorda, de ser el centro de atención y de provocar algún que otro
escándalo.
Pero emborracharse, desnudarse en público y que se la llevaran de un sitio
delante de sus nuevos amigos no era precisamente lo que tenía en mente cuando
hizo sus votos.
¿Qué podía decirle a Joe, «Siento haberme arrojado entre tus brazos como una
tía de una peli porno»? Siempre se había reñido por llevar una vida tan
aburrida, pero la aburrida ________, la que nunca se desviaba del buen camino y
nunca se saltaba las reglas, esa ________ jamás había tenido que enfrentarse a
una situación parecida.
Y prácticamente intimidar a Joe para que se acostara con ella cuando era obvio
que él no quería reanudar su amistad no entraba en absoluto en ninguno de sus
planes.
Para empeorar las cosas, ________ le había demostrado que tenía razón, ¿no?
Después de todas sus protestas diciendo que no había viajado hasta allí con
ninguna expectativa concreta, se había pegado a él como una lapa a la primera
de cambio.
Solo porque hayamos cometido un error una vez no significa que tengamos que
volver a cometerlo. Aunque el resto de la conversación había quedado envuelta
en una espesa niebla, esas palabras resonaron con claridad en su mente. Un
error. Para él eso era lo que había sido acostarse con ella. No unas cuantas
risas, no un buen rato que merecía la pena repetir, sino un error. ¿Qué más
daba que al final se hubiera rendido el día anterior? Ella estaba medio desnuda
—¡tocándose, por el amor de Dios!— y prácticamente rogándole que se la follara.
________ no se consideraba ninguna experta en hombres, desde luego, pero hasta
ella sabía que le había hecho una oferta que cualquier hombre soltero y hetero
tendría que estar casi muerto para resistir. Recordó entonces que, antes de que
ella hubiera sacado la artillería pesada, él se había apartado.
Solo había una solución. Alejarse todo lo posible de Joe durante el resto de su
estancia.
Volvió a mirar el reloj. Las seis de la mañana. Algo le daba vueltas en la
cabeza. Algo que se suponía que tenía que hacer ese día.
Hizo otra mueca cuando lo recordó. Bucear. Iba a ir a bucear con Mike esa
mañana. No tenía muchas ganas de ir pero Mike le había parecido tan sincero al
decir que quería ayudarla a superar su aversión que le sabía mal rechazarlo.
Si acaso, al menos en un par de horas tendría garantizado que no se tropezaría
con Joe.
Miró fuera, al sol que en ese instante derramaba su luz amarilla como la de un
limón por toda la playa. Se había deshecho de la resaca gracias al agua y al
café y sintió que la invadía una energía inquieta. Sin duda uno de los efectos
secundarios de dormir casi un día entero.
Decidió que una buena carrera era lo mejor para matar un poco el tiempo y
deshacerse de paso de unas cuantas toxinas, así que se puso las zapatillas de
deporte y salió.
Una hora después se sentía reanimada y un poquito mareada de correr con el
estómago vacío. Dio un rodeo por el restaurante de la piscina para pedir un
batido de frutas.
Mientras esperaba a que le mezclaran el potente batido de proteínas de
melocotón, la mirada de ________ se clavó en el hombre que hacía unos largos en
la piscina. Le sorprendió ver a otra persona levantada tan temprano.
Quienquiera que fuera, era asombroso. Tenía una espalda fuerte y bronceada que
resplandecía bajo la superficie del agua y los brazos se estremecían al
empujarlo por el agua sin aparente esfuerzo con unas brazadas impecables.
Después gimió cuando se dio cuenta de quién era.
—¿Es que una chica no puede respirar tranquila ni un momento?
—¿Cómo dice, señorita? —preguntó la camarera, que estaba muy ocupada limpiando
la barra.
—Oh, nada —dijo ________—. Solo estoy esperando mi batido.
¿Qué pasaba, es que habían ido a recoger los melocotones a la huerta? ________
le lanzó una mirada furtiva a Joe, todavía absorto en sus brazadas. ________
rezó en silencio para poder salir de allí sin que él se diera cuenta. Sabía que
al final tendría que dar la cara pero en ese momento temía morirse de vergüenza
allí mismo.
Durante una décima de segundo se planteó la posibilidad de saltarse el desayuno
del todo y pedir algo al servicio de habitaciones pero temía seriamente
desmayarse por un bajón de azúcar antes de llegar a su quinta.
Lanzó un suspiro de alivio cuando apareció por
fin la camarera con un gran vaso de plástico lleno de un espeso batido.
Sigue nadando. Por favor, que aquel hombre siguiera nadando.
Dejó escapar un ruidoso suspiro cuando se dio la vuelta justo a tiempo de ver a
Joe saliendo de la piscina. El agua chorreó por el torso musculoso cuando se
aupó para levantarse. Todavía no la había visto, estaba muy ocupado secándose
la cara y el pelo. Todavía podía escapar.
Por desgracia, los pies se negaron a obedecerla y no pudo echar a correr. En su
lugar se quedó allí plantada, con la saliva manchándole sin duda la camiseta de
tirantes muy finos y bebiéndoselo con los ojos. Incluso después de la noche que
había pasado conociendo a Joe de una forma tan íntima y personal, la visión de
aquel cuerpo medio desnudo era suficiente como para que se le doblaran las
rodillas.
Siguió con los ojos las gotas de agua que le recorrían los abdominales
estremecidos y tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse y no tirarlo al suelo
para secárselas con la lengua.
—Ah, hola, __________. Te has levantado temprano.
La mirada de ________ regresó de pronto a la cara de Joe, sorprendida de ver lo
que solo se podía describir como una sonrisa cordial en su rostro. Qué raro,
después de lo del día anterior, esperaba que la evitara como si fuera la peste.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó Joe cuando ella siguió sin decir nada.
—Estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? —________ tomó un largo sorbo de su batido
y saboreó la dulzura helada que se deslizaba por su garganta. No era solo la
carrera lo que le subía la temperatura.
Los hombros de Joe se estremecieron cuando se secó los brazos y la espalda con
la toalla.
—Me pareció que tendrías un pequeño dolor de cabeza.
________ lanzó una carcajada nerviosa. Por la razón que fuera, Joe estaba
siendo muy agradable esa mañana pero decidió no darle demasiadas vueltas.
—Bueno, sí tenía resaca, supongo que la dormí entera. No sé a qué hora me quedé
dormida pero desperté hace más o menos hora y medía.
Joe dejó escapar un silbido bajo mientras se reunía con ella en el bar. Le dio
las gracias a la camarera que de inmediato le colocó delante dos vasos
gigantes, uno de agua y otro de zumo de naranja.
—Estabas más curda incluso de lo que pensé.
A ________ se le pusieron los pelos de punta.
—No estaba tan borracha. —Evitó la mirada de su amigo fingiendo que colocaba la
pajita antes de tomar otro trago.
—Ya, por eso perdiste el conocimiento dieciocho horas seguidas…
—No perdí el conocimiento. Últimamente no he dormido nada bien y…
—Justo después de intentar aprovecharte de mí —terminó Joe con una irritante
sonrisa de satisfacción.
________ creía que era imposible tener más calor pero la Temperatura de su
rostro aumentó unos diez grados. Ja, si Joe pensaba que ella estaba como una
cuba la noche anterior, ¿por qué no seguirle el juego?
—Estaba tan borracha que ni siquiera sé de qué estás hablando. —Su anfitrión le
había proporcionado la estrategia perfecta: dejarlo correr como si no se
acordara de nada.
Joe se echó a reír pero el tono burlón que ________ temía no apareció.
—Bobadas. No estabas tan borracha.
—Pero acabas de decir…
—Sí, porque sabía que te ibas a cabrear y eres una monada cuando pierdes los
papeles. ¿Has ido a correr esta mañana?
El súbito cambio de tema fue demasiado para la mente de ________, todavía un poco
entumecida, así que todavía tardó un momento en contestar.
—Sí. Quería ir antes de que hiciera demasiado calor. Y no soy ninguna monada.
Lo de «monada» era algo que llevaba persiguiéndola toda su vida. Por una vez
quería que la describieran llamándola belleza o sexy.
—Eres adorable. Y sé a lo que te refieres, yo también intento hacer ejercicio
antes de que el sol llegue al punto de ebullición. Por no mencionar que tampoco
me apetece mucho que todos mis huéspedes me vean así. —Joe señaló con un gesto
los ceñidos pantalones cortos de lycra que llevaba a modo de bañador—. A menos
que seas Lance Armstrong, los pantalones de lycra no son una prenda que un
hombre deba ponerse a la ligera.
________ se quedó mirando la prenda en cuestión. Por el modo en que se adaptaba
como una segunda piel a aquellos muslos atléticos y lustrosos y al
extraordinariamente apretado y fantástico culo que cubría, ________ no pudo
menos que estar de acuerdo. Por no mencionar que no hacía mucho por ocultar los
más que impresionantes bienes que Joe tenía entre las piernas.
El empresario carraspeó un momento.
Oh, Dios, se le había quedado mirando a la entrepierna. Bueno, tampoco era
culpa suya. Había sido él el que le había empezado a hablar de su cuerpo y el
modo en que los pantalones se aferraban con ternura a todas sus… partes.
—Pues yo creo que estás muy… bien —dijo ________. Y acompañó la afirmación con
un trago tan grande de su batido que de inmediato tuvo que cerrar los ojos y
sujetarse la cabeza cuando estuvo a punto de sufrir una congelación cerebral
instantánea.
Una carcajada profunda resonó en el pecho masculino.
—Dios, ________, contigo me parto. Solo tú podrías ser tan educada mientras te
comes con los ojos el paquete de un tío.
________ ahogó un grito.
—No me estaba comiendo con los ojos tu… tu paquete.
—Oye, que no es una queja. Escucha, ________, en cuanto a ayer…
—La verdad es que no quiero hablar de ello. No estoy muy segura de lo que pasó
—mentirosa— pero no voy a darle mayor importancia a las intenciones o falta de
ellas que puedas tener. Sé que actué de un modo de lo más inapropiado y estoy
muy avergonzada. Te prometo que no volveré a arrojarme en tus brazos en lo que
queda de semana, y si lo hago, puedes mandarme a casa sin devolverme el dinero
siquiera, ¿de acuerdo?
—________, no me refería a…
¿Por qué no podía dejar el tema de una vez?
—No puedo evitar que seas un tío francamente guapo y disfruté mucho cuando me
acosté contigo pero —________ levantó las manos cuando él abrió la boca para
interrumpirla— también entiendo que no te interese acostarte otra vez conmigo y
voy a respetar tus deseos, por mucho que me emborrache.
Joe no dijo nada, solo se quedó allí de pie, mirándola con expresión un tanto
confusa.
—Y ahora, si me disculpas, tengo que irme. —________ le dedicó una sonrisa
triste al mirarlo—. Voy a bucear con Mike. Sin duda para ti será un alivio
saber que ya tengo a alguien que me distraiga y que no voy a acosarte más.
El joven la cogió del brazo cuando se dio la vuelta para irse.
—No tienes que avergonzarte de nada. No estoy disgustado…
________ se soltó de un ligero tirón. Solo Dios sabía lo que era capaz de hacer
si aquel hombre seguía tocándola. Después hizo un esfuerzo por recomponer la
serena apariencia que siempre le había servido tan bien antes de hablar.
—Pondré todo mi empeño en no causarte más molestias durante el resto de mi
estancia.
________ se permitió una última mirada, tan ávida como discreta, al pecho de Joe
antes de darse la vuelta y alejarse. ¿Quién sabía cuándo volvería a estar tan
cerca de un espécimen masculino de semejante perfección?
rápido, con más firmeza, así que Joe cruzó los suyos y empezó a meterlos y
sacarlos, retorciéndolos para que la sensación fuese extrema. Lamió las gotas
de sudor que perlaban el pecho femenino y después siguió subiendo, acariciando
la piel de ________ con la lengua hasta que le capturó el pezón duro como un
guijarro. Le succionó el pecho con fuerza y estuvo a punto de correrse cuando
la joven se tensó contra él y dejó escapar un grito penetrante. El sexo
femenino se estremeció alrededor de los dedos de Joe en oleadas, apretándoselos
en su presa resbaladiza. Tenía que penetrarla. Ya.
Se peleó un momento con el botón de los pantalones y después le sonrió al
colocarse sobre ella. ________ tenía los ojos cerrados y los labios separados y
su respiración se iba ralentizando. Después emitió un ruidito que hizo gemir a Joe.
Pero no de placer.
Estaba roncando. Se había quedado frita. A Joe le hubiera gustado llevarse el
mérito de haber hecho que se corriera hasta el punto de desmayarse pero sabía
que el único responsable del estado inconsciente de la joven era el bueno del
Capitán Morgan.
El sonido de los suaves ronquidos femeninos lo torturó mientras salía del
chalé. Apretó las protestas de su verga con una mano, intentando hacer bajar
aquella dureza dolorosa. Eso era lo que pasaba cuando hacías el tonto con tías
borrachas.
___________________
________ se despertó de repente. Levantó la cabeza de la almohada, abrió los
párpados llenos de lagañas y miró por la habitación. ¿Pero qué hora era? Miró
la franja de luz que se colaba por las cortinas. Estaba anocheciendo, supuso.
Sacó las piernas de la cama e hizo una pequeña mueca cuando sintió el cerebro
agitándose dentro del cráneo. ¿Cómo se le había podido ocurrir? Ponerse a beber
a las diez de la mañana y para colmo sin haber desayunado. Tenía un sabor
asqueroso en la boca, como si hubiera estado comiendo sándwiches de tierra.
Se levantó con cierta vacilación y miró el reloj de la radio que tenía en la
mesita. Cinco y media. Se acercó a las puertaventanas que llevaban al patio de
la quinta y retiró las cortinas. Qué raro. Estaba inusualmente oscuro para la
hora que era.
Encendió la luz del baño y guiñó los ojos cuando la asaltó el fulgor. Se
examinó por encima del vaso mientras se tomaba unos cuantos tragos de agua. Qué
mona. Tenía el pelo de punta, una auténtica Medusa, y llevaba un rastro de
saliva seca en la mejilla. Le gruñó el estómago cuando tragó el agua.
Servicio de habitaciones y a la cama otra vez.
—Sí, me gustaría pedir algo de cenar —dijo cuando contestó la operadora.
—¿Cenar? Señora, todavía estamos abriendo para servir el desayuno.
—¿Desayuno? —dijo ________ como si fuera tonta.
—Sí, pero no empezamos a servirlo en las habitaciones hasta las seis. Pero si
quiere hacer su pedido ahora, será un placer llevárselo tan pronto como nos sea
posible.
¿Desayuno? ¿Era posible que…? ________ miró su reloj. Sí, así era, según la
ventanita que mostraba la fecha era lunes por la mañana. De alguna manera se
las había arreglado para dormir casi dieciocho horas seguidas.
—¿Señora?
La voz de la operadora la sobresaltó y la devolvió a un estado semiconsciente.
—Sí, quiero decir, no, no quiero desayunar ahora mismo.
Debe de pensar que soy una auténtica idiota. O una auténtica borracha.
Claro que la operadora del servicio de habitaciones era el menor de sus problemas,
¿no? Dadas sus hazañas del día anterior, había varias personas que seguramente
pensaban que era idiota.
Empezando por Joe.
—Ay, Dios —gimió al recordar de forma vaga que su amigo la había llevado hasta
su habitación. Y después… ay Dios, los momentos que pasaron hasta que ella se
quedó dormida. Los dedos de Joe sobre su cuerpo, y dentro de su sexo, haciendo
que se corriera casi hasta… No, espera, se había desmayado, sin casi. ________
cerró los ojos con todas sus fuerzas y la embargó la vergüenza cuando recordó
lo que había dicho, lo que había hecho. ¡Oh, Dios bendito, pero si se había
tocado justo delante de él! Se había metido las manos en las bragas y había
empezado a masturbarse en un intento de incitarlo.
Como era obvio, había funcionado hasta cierto punto, pero hasta qué punto
________ no estaba del todo segura. Se devanó los sesos e intentó recordar qué
había pasado luego, si es que había pasado algo. ¿Se habían acostado? ¿O él se
había ido después de ponerla a mil?
Quizá, si tenía mucho cuidado, podría arreglárselas para evitarlo durante los
siguientes cinco días.
Se le hizo un nudo en el estómago cuando su cerebro emitió unos cuantos
fragmentos más de la mañana anterior, como el tráiler mal editado de una mala
película. Se había quitado el sujetador del bikini. El último daiquiri de
plátano. Joe echándosela al hombro y llevándosela de la playa.
Sacudió la cabeza y se hizo una taza de café. En su noche de bodas se había
jurado que la nueva ________ iba a animar las cosas. Al contrario que la hijita
buena y obediente que siempre había sido, la nueva ________ no tendría miedo de
armar la gorda, de ser el centro de atención y de provocar algún que otro
escándalo.
Pero emborracharse, desnudarse en público y que se la llevaran de un sitio
delante de sus nuevos amigos no era precisamente lo que tenía en mente cuando
hizo sus votos.
¿Qué podía decirle a Joe, «Siento haberme arrojado entre tus brazos como una
tía de una peli porno»? Siempre se había reñido por llevar una vida tan
aburrida, pero la aburrida ________, la que nunca se desviaba del buen camino y
nunca se saltaba las reglas, esa ________ jamás había tenido que enfrentarse a
una situación parecida.
Y prácticamente intimidar a Joe para que se acostara con ella cuando era obvio
que él no quería reanudar su amistad no entraba en absoluto en ninguno de sus
planes.
Para empeorar las cosas, ________ le había demostrado que tenía razón, ¿no?
Después de todas sus protestas diciendo que no había viajado hasta allí con
ninguna expectativa concreta, se había pegado a él como una lapa a la primera
de cambio.
Solo porque hayamos cometido un error una vez no significa que tengamos que
volver a cometerlo. Aunque el resto de la conversación había quedado envuelta
en una espesa niebla, esas palabras resonaron con claridad en su mente. Un
error. Para él eso era lo que había sido acostarse con ella. No unas cuantas
risas, no un buen rato que merecía la pena repetir, sino un error. ¿Qué más
daba que al final se hubiera rendido el día anterior? Ella estaba medio desnuda
—¡tocándose, por el amor de Dios!— y prácticamente rogándole que se la follara.
________ no se consideraba ninguna experta en hombres, desde luego, pero hasta
ella sabía que le había hecho una oferta que cualquier hombre soltero y hetero
tendría que estar casi muerto para resistir. Recordó entonces que, antes de que
ella hubiera sacado la artillería pesada, él se había apartado.
Solo había una solución. Alejarse todo lo posible de Joe durante el resto de su
estancia.
Volvió a mirar el reloj. Las seis de la mañana. Algo le daba vueltas en la
cabeza. Algo que se suponía que tenía que hacer ese día.
Hizo otra mueca cuando lo recordó. Bucear. Iba a ir a bucear con Mike esa
mañana. No tenía muchas ganas de ir pero Mike le había parecido tan sincero al
decir que quería ayudarla a superar su aversión que le sabía mal rechazarlo.
Si acaso, al menos en un par de horas tendría garantizado que no se tropezaría
con Joe.
Miró fuera, al sol que en ese instante derramaba su luz amarilla como la de un
limón por toda la playa. Se había deshecho de la resaca gracias al agua y al
café y sintió que la invadía una energía inquieta. Sin duda uno de los efectos
secundarios de dormir casi un día entero.
Decidió que una buena carrera era lo mejor para matar un poco el tiempo y
deshacerse de paso de unas cuantas toxinas, así que se puso las zapatillas de
deporte y salió.
Una hora después se sentía reanimada y un poquito mareada de correr con el
estómago vacío. Dio un rodeo por el restaurante de la piscina para pedir un
batido de frutas.
Mientras esperaba a que le mezclaran el potente batido de proteínas de
melocotón, la mirada de ________ se clavó en el hombre que hacía unos largos en
la piscina. Le sorprendió ver a otra persona levantada tan temprano.
Quienquiera que fuera, era asombroso. Tenía una espalda fuerte y bronceada que
resplandecía bajo la superficie del agua y los brazos se estremecían al
empujarlo por el agua sin aparente esfuerzo con unas brazadas impecables.
Después gimió cuando se dio cuenta de quién era.
—¿Es que una chica no puede respirar tranquila ni un momento?
—¿Cómo dice, señorita? —preguntó la camarera, que estaba muy ocupada limpiando
la barra.
—Oh, nada —dijo ________—. Solo estoy esperando mi batido.
¿Qué pasaba, es que habían ido a recoger los melocotones a la huerta? ________
le lanzó una mirada furtiva a Joe, todavía absorto en sus brazadas. ________
rezó en silencio para poder salir de allí sin que él se diera cuenta. Sabía que
al final tendría que dar la cara pero en ese momento temía morirse de vergüenza
allí mismo.
Durante una décima de segundo se planteó la posibilidad de saltarse el desayuno
del todo y pedir algo al servicio de habitaciones pero temía seriamente
desmayarse por un bajón de azúcar antes de llegar a su quinta.
Lanzó un suspiro de alivio cuando apareció por
fin la camarera con un gran vaso de plástico lleno de un espeso batido.
Sigue nadando. Por favor, que aquel hombre siguiera nadando.
Dejó escapar un ruidoso suspiro cuando se dio la vuelta justo a tiempo de ver a
Joe saliendo de la piscina. El agua chorreó por el torso musculoso cuando se
aupó para levantarse. Todavía no la había visto, estaba muy ocupado secándose
la cara y el pelo. Todavía podía escapar.
Por desgracia, los pies se negaron a obedecerla y no pudo echar a correr. En su
lugar se quedó allí plantada, con la saliva manchándole sin duda la camiseta de
tirantes muy finos y bebiéndoselo con los ojos. Incluso después de la noche que
había pasado conociendo a Joe de una forma tan íntima y personal, la visión de
aquel cuerpo medio desnudo era suficiente como para que se le doblaran las
rodillas.
Siguió con los ojos las gotas de agua que le recorrían los abdominales
estremecidos y tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse y no tirarlo al suelo
para secárselas con la lengua.
—Ah, hola, __________. Te has levantado temprano.
La mirada de ________ regresó de pronto a la cara de Joe, sorprendida de ver lo
que solo se podía describir como una sonrisa cordial en su rostro. Qué raro,
después de lo del día anterior, esperaba que la evitara como si fuera la peste.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó Joe cuando ella siguió sin decir nada.
—Estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? —________ tomó un largo sorbo de su batido
y saboreó la dulzura helada que se deslizaba por su garganta. No era solo la
carrera lo que le subía la temperatura.
Los hombros de Joe se estremecieron cuando se secó los brazos y la espalda con
la toalla.
—Me pareció que tendrías un pequeño dolor de cabeza.
________ lanzó una carcajada nerviosa. Por la razón que fuera, Joe estaba
siendo muy agradable esa mañana pero decidió no darle demasiadas vueltas.
—Bueno, sí tenía resaca, supongo que la dormí entera. No sé a qué hora me quedé
dormida pero desperté hace más o menos hora y medía.
Joe dejó escapar un silbido bajo mientras se reunía con ella en el bar. Le dio
las gracias a la camarera que de inmediato le colocó delante dos vasos
gigantes, uno de agua y otro de zumo de naranja.
—Estabas más curda incluso de lo que pensé.
A ________ se le pusieron los pelos de punta.
—No estaba tan borracha. —Evitó la mirada de su amigo fingiendo que colocaba la
pajita antes de tomar otro trago.
—Ya, por eso perdiste el conocimiento dieciocho horas seguidas…
—No perdí el conocimiento. Últimamente no he dormido nada bien y…
—Justo después de intentar aprovecharte de mí —terminó Joe con una irritante
sonrisa de satisfacción.
________ creía que era imposible tener más calor pero la Temperatura de su
rostro aumentó unos diez grados. Ja, si Joe pensaba que ella estaba como una
cuba la noche anterior, ¿por qué no seguirle el juego?
—Estaba tan borracha que ni siquiera sé de qué estás hablando. —Su anfitrión le
había proporcionado la estrategia perfecta: dejarlo correr como si no se
acordara de nada.
Joe se echó a reír pero el tono burlón que ________ temía no apareció.
—Bobadas. No estabas tan borracha.
—Pero acabas de decir…
—Sí, porque sabía que te ibas a cabrear y eres una monada cuando pierdes los
papeles. ¿Has ido a correr esta mañana?
El súbito cambio de tema fue demasiado para la mente de ________, todavía un poco
entumecida, así que todavía tardó un momento en contestar.
—Sí. Quería ir antes de que hiciera demasiado calor. Y no soy ninguna monada.
Lo de «monada» era algo que llevaba persiguiéndola toda su vida. Por una vez
quería que la describieran llamándola belleza o sexy.
—Eres adorable. Y sé a lo que te refieres, yo también intento hacer ejercicio
antes de que el sol llegue al punto de ebullición. Por no mencionar que tampoco
me apetece mucho que todos mis huéspedes me vean así. —Joe señaló con un gesto
los ceñidos pantalones cortos de lycra que llevaba a modo de bañador—. A menos
que seas Lance Armstrong, los pantalones de lycra no son una prenda que un
hombre deba ponerse a la ligera.
________ se quedó mirando la prenda en cuestión. Por el modo en que se adaptaba
como una segunda piel a aquellos muslos atléticos y lustrosos y al
extraordinariamente apretado y fantástico culo que cubría, ________ no pudo
menos que estar de acuerdo. Por no mencionar que no hacía mucho por ocultar los
más que impresionantes bienes que Joe tenía entre las piernas.
El empresario carraspeó un momento.
Oh, Dios, se le había quedado mirando a la entrepierna. Bueno, tampoco era
culpa suya. Había sido él el que le había empezado a hablar de su cuerpo y el
modo en que los pantalones se aferraban con ternura a todas sus… partes.
—Pues yo creo que estás muy… bien —dijo ________. Y acompañó la afirmación con
un trago tan grande de su batido que de inmediato tuvo que cerrar los ojos y
sujetarse la cabeza cuando estuvo a punto de sufrir una congelación cerebral
instantánea.
Una carcajada profunda resonó en el pecho masculino.
—Dios, ________, contigo me parto. Solo tú podrías ser tan educada mientras te
comes con los ojos el paquete de un tío.
________ ahogó un grito.
—No me estaba comiendo con los ojos tu… tu paquete.
—Oye, que no es una queja. Escucha, ________, en cuanto a ayer…
—La verdad es que no quiero hablar de ello. No estoy muy segura de lo que pasó
—mentirosa— pero no voy a darle mayor importancia a las intenciones o falta de
ellas que puedas tener. Sé que actué de un modo de lo más inapropiado y estoy
muy avergonzada. Te prometo que no volveré a arrojarme en tus brazos en lo que
queda de semana, y si lo hago, puedes mandarme a casa sin devolverme el dinero
siquiera, ¿de acuerdo?
—________, no me refería a…
¿Por qué no podía dejar el tema de una vez?
—No puedo evitar que seas un tío francamente guapo y disfruté mucho cuando me
acosté contigo pero —________ levantó las manos cuando él abrió la boca para
interrumpirla— también entiendo que no te interese acostarte otra vez conmigo y
voy a respetar tus deseos, por mucho que me emborrache.
Joe no dijo nada, solo se quedó allí de pie, mirándola con expresión un tanto
confusa.
—Y ahora, si me disculpas, tengo que irme. —________ le dedicó una sonrisa
triste al mirarlo—. Voy a bucear con Mike. Sin duda para ti será un alivio
saber que ya tengo a alguien que me distraiga y que no voy a acosarte más.
El joven la cogió del brazo cuando se dio la vuelta para irse.
—No tienes que avergonzarte de nada. No estoy disgustado…
________ se soltó de un ligero tirón. Solo Dios sabía lo que era capaz de hacer
si aquel hombre seguía tocándola. Después hizo un esfuerzo por recomponer la
serena apariencia que siempre le había servido tan bien antes de hablar.
—Pondré todo mi empeño en no causarte más molestias durante el resto de mi
estancia.
________ se permitió una última mirada, tan ávida como discreta, al pecho de Joe
antes de darse la vuelta y alejarse. ¿Quién sabía cuándo volvería a estar tan
cerca de un espécimen masculino de semejante perfección?
Val's Matth.
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