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La biblioteca privada de Netherfield Park
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La biblioteca privada de Netherfield Park
La biblioteca privada de Netherfield Park
autor/x: spellman. ~ ambientada en: Orgullo y Prejucio ~ palabras: 1327
La señora Bennet parecía más atareada, nerviosa y excitada de lo habitual. Esa noche era la víspera de todos los santos, y en Netherfield Park se celebraba una velada de lo más excéntrica organizada por Miss Bingley,lo que garantizaba ser una fiesta llena de despilfarro y posibles sorpresas y juegos durante toda la noche.
La señora Bennet movía con desespero el abanico sobre su pecho, pese a ser uno de los octubres más helados, ella seguía sufriendo sofocos y calores como si se tratara de una estación veraniega.
— Madre, ¿por qué tengo yo que ir disfrazada de bruja cuando el resto de las personas, incluidas mis hermanas van con grandes galas y bellas máscaras?
— Mary no seas condescendiente, llevarás lo que se te otorga y punto. Siempre estás quejándote, deberías ser más agradecida, como tus hermanas.
Tal vez por que a ellas siempre reciben más cariño y mejores galas, no heredan lo que sus hermanas mayores o vecinas han regalado a nuestra familia, quiso decir Mary, pero se lo calló para sus adentros. Era posible que con palabras tan insolentes acabará quedándose en casa y ella quería asistir a la celebración como el resto de personas.
Mary se miró una ultima vez en el reflejo del espejo, el vestido le estaba algo apretado de cintura, pero tenía las mangas largas y se sentía más cómoda así, sin necesidad de pasar frío. Aunque a decir verdad la capa que llevaba sobre sus hombros tapaba la cintura y el pecho, ocultando tal vez lo más bello del atuendo, el bordado del cuello. Llevaba puesto un sombrero de punta y sobre su rostro descansaba la máscara hecha con pasta de papel que ella misma había tenido que elaborar sin mucho éxito, a parte de la nariz puntiaguda que descansaba sobre la suya. Ninguna de sus hermanas llevaba una máscara. Antes de salir y montarse en el carruaje su madre le proporcionó la escoba a juego con su disfraz.
Al llegar a la casa todos se fueron dispersando, unos iban a saludar a Jane y Lizzie y otros a amigos o conocidos, o simplemente a cualquier parte de la casa para observar cómo estaba todo decorado y cotillear por los alrededores. El caso es que nada más llegar Mary se había quedado sola en el vestíbulo.
La joven echó una mueca y se puso a pasear por la casa, en la sala de estar el piano descansaba sin nadie que le diera cuerda, por un instante tuvo el deseo de acudir a acariciarlo. Pero sabía que después de la última velada en la que interpretó una pieza sus padres le habían obligado prometer que nunca volvería a hacerlo. Así que pasó de largo. A Mary le gustaba tocar el piano y cantar, tal vez no fuera lo que mejor se le daba pero nunca había tenido alguien que le enseñara, cuando era pequeña Lizzie le enseñó los pocos acordes que sabía pero eso había sido lo más cercano a una lección. El resto lo había aprendido ella sola, pero como todo, no era suficiente.
Envuelta en sus propios pensamientos acabó ante una puerta entreabierta de donde salía una tenue luz de vela. Tentada por la curiosidad de que escondería aquella estancia, dio un paso y abrió cuidadosamente la puerta. Allí descansaba la biblioteca de la casa. ¡Y qué biblioteca! Mary no había visto tantos libros juntos desde que había estado en la biblioteca de la capital. La estancia la iluminaba un par de calabazas con una vela y a su lado descansaba un pequeño candelabro, la joven cerró juntó la puerta y se acercó a la mesa para encender la vela.
Con vela en mano se dispuso a ver los libros que descansaban en las estanterías y empezó a leerlos en un susurro. Un ruido asomó sobre la escalera que estaba junto a ella, pero ella trató de no prestarle atención, seguramente era la madera vieja y el frío que hacía en aquella estancia pues no tenía encendida ninguna chimenea y no había otra fuente de calor más que las velas. Un libro se desentendió de sus hermanos y salió de su hueco para pararse contra el suelo, el ruido de aquello por casi hace que Mary soltara el candelabro sobre el suelo.
La joven echó un suspiro antes de adelantarse a la posición del libro y cogerlo para observar que escondía. Al darle la vuelta la muchacha observó que no se trataba solo de un libro, si no que era algo parecido a un álbum de fotos pero tenía anotaciones propias de un diario personal. Sobre el pie de la foto de la página que se había abierto se leía: El señorito Lucas DeQuincey en sus vacaciones en Netherfield Park, efectivamente como ella pudo comprobar el edificio que se encontraba el señorito era el mismo en el que ella se situaba en ese momento. El muchacho no parecía ser mayor de dieciocho años y en su mano descansaba un cuaderno de partituras. La ventana de la habitación se abrió de golpe y hizo apagar las velas de las calabazas, la joven se acercó para cerrar la ventana de nuevo y encender las velas que se habían apagado. Cuando volvió a su sitio en el suelo al lado del libro observó como las páginas se habían pasado y de ellas ahora descansaba un recorte de periódico, este decía: Un joven ha muerto ahogado después de que el cochero perdiera el control sobre el carruaje. Más abajo se leía el nombre del joven Lucas DeQuincey.
Mary se vió sorprendida por la noticia,hacía cuanto a penas hacía tres años del accidente y ella nunca había oído nada al respecto. Apenada y atemorizada dejó descansar el álbum sobre el hueco de la estantería, cuando se volvió para salir de la estancia la ventana de nuevo se volvió a abrir, y todas las velas, incluida la que tenía en mano se apagaron. Mary asustada dejó caer el objeto de su mano y corrió en busca de la salida, pese a haber atravesado las puertas no dejó de correr aprisa mirando hacia aquella sala tan extraña. Sin ver a dónde se dirigía se topó con un muchacho y ambos cayeron al suelo en el medio del pasillo. La joven miró cuando se recuperó del golpe al chico y observó su cabello ligeramente rizado y sus pómulos tan marcados, ¡dios santo, era igual que el muchacho de la foto!
Llena de miedo se levantó de un salto y corrió a buscar a sus padres, los cuales ignoraron sus plegarias de irse de la velada tan pronto y la hicieron marchar fuera de la casa a que tomara el aire. Mientras salía hacía el jardín a su alrededor los demás se burlaban de su atuendo, actitud de niña chica y le hacían señas para que barriera el suelo con su escoba.
Mary soltó la escoba en el suelo y tiró la máscara una vez llegó al jardín. Reacia a la fiesta donde ahora solo veía el egoísmo y el aire elitista que se respiraba se sentó en las escaleras para poder estar sola y admirar lo poco que tenía alrededor gracias a las luces que yacían iluminando el jardín.
Una leve brisa la sobrecogió haciéndola que se tocara la nuca, como si alguien la hubiera acariciado con una mano helada, parecía que se hubiera posado a su lado. Mary se sorprendió pensando en las posibilidades de aquello que sentía, hacía un instante estaba sola, pero ahora no podía distinguirlo, percibía una presencia pero no veía nada a su alrededor, y al mismo tiempo se sentía más acogida como le había ocurrido en la biblioteca privada.
Tal vez a su lado había alguien, en espíritu o alma, o tal vez eran sus propios pensamientos. En cualquier caso en ese instante se encontraba mejor allí afuera que dentro con el resto de las personas y su familia.
— Hola —dijo al fin, tentando a una respuesta.
La señora Bennet movía con desespero el abanico sobre su pecho, pese a ser uno de los octubres más helados, ella seguía sufriendo sofocos y calores como si se tratara de una estación veraniega.
— Madre, ¿por qué tengo yo que ir disfrazada de bruja cuando el resto de las personas, incluidas mis hermanas van con grandes galas y bellas máscaras?
— Mary no seas condescendiente, llevarás lo que se te otorga y punto. Siempre estás quejándote, deberías ser más agradecida, como tus hermanas.
Tal vez por que a ellas siempre reciben más cariño y mejores galas, no heredan lo que sus hermanas mayores o vecinas han regalado a nuestra familia, quiso decir Mary, pero se lo calló para sus adentros. Era posible que con palabras tan insolentes acabará quedándose en casa y ella quería asistir a la celebración como el resto de personas.
Mary se miró una ultima vez en el reflejo del espejo, el vestido le estaba algo apretado de cintura, pero tenía las mangas largas y se sentía más cómoda así, sin necesidad de pasar frío. Aunque a decir verdad la capa que llevaba sobre sus hombros tapaba la cintura y el pecho, ocultando tal vez lo más bello del atuendo, el bordado del cuello. Llevaba puesto un sombrero de punta y sobre su rostro descansaba la máscara hecha con pasta de papel que ella misma había tenido que elaborar sin mucho éxito, a parte de la nariz puntiaguda que descansaba sobre la suya. Ninguna de sus hermanas llevaba una máscara. Antes de salir y montarse en el carruaje su madre le proporcionó la escoba a juego con su disfraz.
Al llegar a la casa todos se fueron dispersando, unos iban a saludar a Jane y Lizzie y otros a amigos o conocidos, o simplemente a cualquier parte de la casa para observar cómo estaba todo decorado y cotillear por los alrededores. El caso es que nada más llegar Mary se había quedado sola en el vestíbulo.
La joven echó una mueca y se puso a pasear por la casa, en la sala de estar el piano descansaba sin nadie que le diera cuerda, por un instante tuvo el deseo de acudir a acariciarlo. Pero sabía que después de la última velada en la que interpretó una pieza sus padres le habían obligado prometer que nunca volvería a hacerlo. Así que pasó de largo. A Mary le gustaba tocar el piano y cantar, tal vez no fuera lo que mejor se le daba pero nunca había tenido alguien que le enseñara, cuando era pequeña Lizzie le enseñó los pocos acordes que sabía pero eso había sido lo más cercano a una lección. El resto lo había aprendido ella sola, pero como todo, no era suficiente.
Envuelta en sus propios pensamientos acabó ante una puerta entreabierta de donde salía una tenue luz de vela. Tentada por la curiosidad de que escondería aquella estancia, dio un paso y abrió cuidadosamente la puerta. Allí descansaba la biblioteca de la casa. ¡Y qué biblioteca! Mary no había visto tantos libros juntos desde que había estado en la biblioteca de la capital. La estancia la iluminaba un par de calabazas con una vela y a su lado descansaba un pequeño candelabro, la joven cerró juntó la puerta y se acercó a la mesa para encender la vela.
Con vela en mano se dispuso a ver los libros que descansaban en las estanterías y empezó a leerlos en un susurro. Un ruido asomó sobre la escalera que estaba junto a ella, pero ella trató de no prestarle atención, seguramente era la madera vieja y el frío que hacía en aquella estancia pues no tenía encendida ninguna chimenea y no había otra fuente de calor más que las velas. Un libro se desentendió de sus hermanos y salió de su hueco para pararse contra el suelo, el ruido de aquello por casi hace que Mary soltara el candelabro sobre el suelo.
La joven echó un suspiro antes de adelantarse a la posición del libro y cogerlo para observar que escondía. Al darle la vuelta la muchacha observó que no se trataba solo de un libro, si no que era algo parecido a un álbum de fotos pero tenía anotaciones propias de un diario personal. Sobre el pie de la foto de la página que se había abierto se leía: El señorito Lucas DeQuincey en sus vacaciones en Netherfield Park, efectivamente como ella pudo comprobar el edificio que se encontraba el señorito era el mismo en el que ella se situaba en ese momento. El muchacho no parecía ser mayor de dieciocho años y en su mano descansaba un cuaderno de partituras. La ventana de la habitación se abrió de golpe y hizo apagar las velas de las calabazas, la joven se acercó para cerrar la ventana de nuevo y encender las velas que se habían apagado. Cuando volvió a su sitio en el suelo al lado del libro observó como las páginas se habían pasado y de ellas ahora descansaba un recorte de periódico, este decía: Un joven ha muerto ahogado después de que el cochero perdiera el control sobre el carruaje. Más abajo se leía el nombre del joven Lucas DeQuincey.
Mary se vió sorprendida por la noticia,hacía cuanto a penas hacía tres años del accidente y ella nunca había oído nada al respecto. Apenada y atemorizada dejó descansar el álbum sobre el hueco de la estantería, cuando se volvió para salir de la estancia la ventana de nuevo se volvió a abrir, y todas las velas, incluida la que tenía en mano se apagaron. Mary asustada dejó caer el objeto de su mano y corrió en busca de la salida, pese a haber atravesado las puertas no dejó de correr aprisa mirando hacia aquella sala tan extraña. Sin ver a dónde se dirigía se topó con un muchacho y ambos cayeron al suelo en el medio del pasillo. La joven miró cuando se recuperó del golpe al chico y observó su cabello ligeramente rizado y sus pómulos tan marcados, ¡dios santo, era igual que el muchacho de la foto!
Llena de miedo se levantó de un salto y corrió a buscar a sus padres, los cuales ignoraron sus plegarias de irse de la velada tan pronto y la hicieron marchar fuera de la casa a que tomara el aire. Mientras salía hacía el jardín a su alrededor los demás se burlaban de su atuendo, actitud de niña chica y le hacían señas para que barriera el suelo con su escoba.
Mary soltó la escoba en el suelo y tiró la máscara una vez llegó al jardín. Reacia a la fiesta donde ahora solo veía el egoísmo y el aire elitista que se respiraba se sentó en las escaleras para poder estar sola y admirar lo poco que tenía alrededor gracias a las luces que yacían iluminando el jardín.
Una leve brisa la sobrecogió haciéndola que se tocara la nuca, como si alguien la hubiera acariciado con una mano helada, parecía que se hubiera posado a su lado. Mary se sorprendió pensando en las posibilidades de aquello que sentía, hacía un instante estaba sola, pero ahora no podía distinguirlo, percibía una presencia pero no veía nada a su alrededor, y al mismo tiempo se sentía más acogida como le había ocurrido en la biblioteca privada.
Tal vez a su lado había alguien, en espíritu o alma, o tal vez eran sus propios pensamientos. En cualquier caso en ese instante se encontraba mejor allí afuera que dentro con el resto de las personas y su familia.
— Hola —dijo al fin, tentando a una respuesta.
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