"Los príncipes no existen"

 

Capitulo Cinco

 

 
No sabia como, pero al final después de una costosa y ardua  negociación  con el tal Liam, logré que llevara a mis amigas junto a nosotros dos, claro todas excepto Charlotte, quien no se había aparecido en todo la maldita tarde; por el parque donde quedamos.
 
-Entonces Liam… ¿Cómo sabias donde estábamos exactamente?- preguntó Becca, frunciendo el seño y mordiendo levemente su labio inferior.
 
-Creo que eso no te incumbe.-contesto el chico virando asía la derecha.
 
-Claro que me incumbe, Mack es mi amiga y la verdad no quiero que tu amigo la lastime, no se si es un psicópata a algo parecido. Ningún chico normal hubiera mandado a su amigo por su cita ¿O si?- pregunto sarcásticamente mientras nos miraba a todas enarcando una ceja.
 
-Mi amigo no es un psicópata cariño.- El chico se resigno a no decir nada mas, mientras todas escuchábamos atentamente la discusión entre esos dos.
 
Un silencio algo incomodo inundo el auto por unos 10 minutos mas, hasta que Ruth pregunto.
-¿Liam, puedo poner algo de música?- El chico la vio por el retrovisor unos dos segundos y asintió.
 
-De acuerdo puedes poner música, pero por favor que no sea de Justin Bieber, ya me tienen arto mis hermanas con ese tipo.- Todas soltamos una pequeña risa, y antes de que alguien agregara algo, Ruth dio play a su teléfono con la canción “Maps de Maroon5”  no pude contenerme y comencé a tararear la pegajosa canción. No se cuando, ni como, pero al llegar al portón de la inmensa casa de Edward todos los presentes íbamos cantando a todo pulmón. Y sorprendentemente Liam tenia una preciosa voz.
 
-Están servidas señoritas.-Liam salió del auto súper rápido y antes de que cualquiera de nosotras abriera la puerta del bello auto, el cordialmente lo hizo por nosotras.
 
-Gracias.-murmure al salir, resople un poco, y di gracias a Dios por no andar vestida como una pordiosera. Antes de si quiera entrar a la casa, con ayuda de Ceci, Franklyn, Ruth y Rebecca logré domar un poco al rebelde arbusto al que llamaba cabello y después de pellizcar mis pálidas mejillas como por cinco frustrantes minutos logré tener un poco de color.
 
-Hola.- Lo primero que pude ver al entrar fue a una bella niña castaña, con cabello liso y sedoso  sentada frente  a larga escalera de caracol.
-Hola Gemm.-Liam saluda a la hermosa niña y esta se pone roja como un pequeño tomate y ríe nerviosamente.
 
-¡Gemma!- Un grito de la planta alta hace que la pequeña se sobresalte y corra a esconderse tras nosotros. Veo una mata de rizos familiar, y enseguida me doy cuanta que lleva la cara pintada con un gracioso mostacho.
El chico para en seco al verme y antes de que pregunte algo Liam dice:
“Edward las ha invitado a venir.” Harry asiente y nuestros ojos se encuentran por un instante. Hermosas esmeraldas verdes y un chocolate chocan y siento como un escalofrió recorre mi columna vertebral. Retiro la mirada y me sonrojo, diablos ¿Qué acaso no podía ser mas obvia? Giro sobre mi, al oír como la dulce voz de la pequeña Gemma me pide que la proteja e inmediatamente la niña me abraza ambas piernas.
 
-Perdónala.-digo a Harry, el chico solo me mira y dice: “Oh claro, la perdono por como a dejado mi bello rostro, como si no me costara nada quitar esta estúpida cosa de mi rostro.”
 
-Vamos chico, creo que tu rostro no era tan bello de todas formas.- Bromea Ceci, ganándose una buena ronda de carcajadas de parte de todos excepto el chico con bigote; claro.
 
-Vamos cariño discúlpate con tu hermano.-Habla Franklyn tratando de ser la voz de la razón de una vez.
 
-Pero el rompió mi muñeca.-Se quejo la niña, y antes de que otra palabra saliera de cualquier persona presente en la sala, se oyó un fuerte grito de la planta alta y luego un inconfundible sonido de tacones bajando las escaleras.
 
-¡Ya estoy cansada de ti cabrón! ¡Solo sirves para joderme la vida!- Una tipa rubia con dos enormes pelotas de silicona por pechos salió, azotando la puerta tras de si.
Y un muy guapo chico castaño casi rojizo corrió, pero ya no la pudo detener.
 
Todo quedo en silencio luego de eso. No importo la muñeca, el mostacho o mucho menos el enorme grano en mi frente. ¡No señor! Todos teníamos un enorme signo de interrogante en la frente mientras el chico lloraba desconsoladamente.