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Mensaje por Invitado Miér 30 Jul 2014, 11:02 am

¡Hola chicas!
Ya he vuelto :') Os echaba de menos x3
He decidido haceros un maratón de 5 capitulos entre hoy y mañana. Siento que sean tan pocos pero es que he llegado hoy y estoy un poco cansada :/
Abreme si quieres saber que me ha pasado:
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Mensaje por Jessica. Miér 30 Jul 2014, 11:09 am

Sasa estoy tan alegre de que volviste Bitch ese man tiene que ser re-cute oh sus padres son colombianos yo tengo ciudadanía colombiana destino Daniel? Daniel que mierda yo conozco a un Daniel que es súper guapo... Debes dar más detalles de tu viaje y de ese tal Daniel  jumm Bueno espero los capítulos.
Besos Jess xx
Jessica.
Jessica.


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Mensaje por ayluu_garciaa;) Miér 30 Jul 2014, 11:53 am

Holiiii...que bueno qe hallas(no se como se escribe)vuelto...espero q le hallas pedido su número seguila...chao besos
ayluu_garciaa;)
ayluu_garciaa;)


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Mensaje por Invitado Miér 30 Jul 2014, 12:17 pm

Capitulo 14
♕La Selección [Harry y tu] |TERMINADA|♕ - Página 7 Ig5LC
Tal como me había imaginado, las chicas que habían solicitado irse a casa cambiaron de opinión cuando las aguas volvieron a su cauce. Ninguna de nosotras sabía exactamente quiénes habían sido las que lo habían pedido, pero había algunas —Celeste en particular— que estaban decididas a descubrirlo. De momento, seguíamos siendo veintisiete.
Según el rey, el ataque registró tan pocos daños que apenas merecía que se hablara de él. No obstante, como aquella mañana estaban llegando a palacio algunos equipos de televisión, parte del ataque se emitió en directo, y por lo visto aquello no le gustó nada al monarca, lo que hizo que me preguntara cuántos ataques habría recibido el palacio de los que nunca nos habíamos enterado. ¿Sería un lugar menos seguro de lo que yo me pensaba?
Silvia nos explicó que, si el ataque hubiera sido mucho peor, nos habrían dejado llamar a nuestras familias para decirles que estábamos bien. Pero tal como habían ido las cosas nos dijeron que era mejor que les mandásemos una carta.
Escribí para decirles que estaba bien y que, tal vez, el ataque había parecido más grave de lo que realmente era. Y que el rey nos había protegido a todas. Les pedí que no se preocuparan por mí, les conté que les echaba de menos y le di la carta a una doncella.
El día posterior al ataque pasó sin incidentes. Pensaba ir a la Sala de las Mujeres para hablar sobre Harry con las demás, pero, después de ver a Lucy tan agitada, decidí quedarme en mi habitación.
No sé en qué se ocupaban mis tres doncellas mientras yo estaba fuera, pero el tiempo que pasé en la habitación se dedicaron a jugar a las cartas y a charlar, introduciendo algún cotilleo en la conversación.
Me enteré de que por cada docena de personas que yo veía en palacio había un centenar más: los cocineros y las lavanderas de las que ya tenía constancia, pero también gente cuyo único trabajo era el de mantener limpias las ventanas. La brigada de limpiacristales tardaba toda una semana en limpiarlas todas, y para entonces el polvo ya se había colado por las paredes, pegándose a los cristales de nuevo, por lo que tenían que volver a empezar. También había joyeros que elaboraban piezas para la familia y regalos para los visitantes, y equipos de modistas y de compradoras que mantenían elegantemente vestidos a los miembros de la familia real, y ahora también a nosotras.
Asi mismo, me enteré de otras cosas: de los guardias que ellas consideraban más guapos y del horrible diseño del nuevo vestido que la jefa del servicio les hacía llevar en las fiestas; de que había gente en palacio que hacía apuestas sobre la chica que saldría seleccionada, y de que yo estaba entre las diez mejor situadas; de que el bebé de una de las cocineras estaba tan enfermo
que lo habían desahuciado, lo que le hizo soltar alguna lágrima a Andy. Resultaba que la cocinera en cuestión era muy amiga suya, y que la pareja había estado esperando aquel hijo mucho tiempo.
Mientras las escuchaba, participando en la conversación solo cuando se me ocurría algo que valiera la pena decir, me alegré de haberme quedado con ellas: no se me ocurría que abajo pudieran estar pasándoselo mejor. El ambiente en la habitación era alegre y distendido.
Me lo había pasado tan bien que el día siguiente también me lo pasé allí. Esta vez abrimos la puerta que daba al pasillo y la balconera, y el aire cálido entraba y nos envolvía. Aquello parecía tener un efecto especialmente positivo sobre Lucy, y me pregunté con qué frecuencia debía de salir al exterior.
Andy comentó lo inapropiado de aquella situación—yo, sentada con ellas, jugando a las cartas y con las puertas abiertas—, pero se rindió casi de inmediato. Ya se iba haciendo a la idea de que no podría convertirme en la dama que todos esperaban que fuera.
Estábamos en plena partida de cartas cuando detecté una presencia por el rabillo del ojo. Era Harry, de pie, en el umbral de la puerta, que nos miraba con gesto divertido. Cuando nuestros ojos se encontraron, vi clara en su rostro la pregunta: ¿qué narices estaba haciendo? Yo me puse en pie, sonreí y me acerqué a él.
—¡Oh, Dios mío! —murmuró Andy, cuando se dio cuenta de que el príncipe estaba en la puerta. Inmediatamente tiró las cartas dentro del costurero y se puso en pie. Emily y Lucy la siguieron.
—Señoritas —se presentó Harry.
—Alteza —dijo Andy, con una reverencia—. Es un honor, señor.
—El honor es mío —respondió él, sonriendo.
Las doncellas se miraron unas a otras, halagadas. Todos nos quedamos en silencio un momento, sin saber muy bien qué hacer. De pronto Emily reaccionó:
—Nosotras ya nos íbamos.
—¡Sí, eso! —añadió Lucy—. Íbamos…, esto… —soltó, y miró a Andy en busca de ayuda.
—A acabar el vestido de Lady _____ para el viernes —apostilló Andy.
—Eso es —asintió Emily—. Solo quedan dos días.
Pasaron a nuestro lado y se dirigieron a la puerta, con unas sonrisas enormes en el rostro.
—No querría entretenerlas —dijo Harry, siguiéndolas con la mirada, absolutamente fascinado con su reacción.
Una vez que estuvieron en el pasillo, hicieron una serie de reverencias mal sincronizadas y se alejaron a paso ligero. En cuanto doblaron la esquina, las risitas de Lucy resonaron por todo el pasillo, y después se oyó a Andy haciéndola callar.
—Menudo grupito de doncellas tienes —observó Harry, entrando en la habitación y escrutándola con la mirada.
—Se encargan de que siempre esté a punto —respondí, con una sonrisa.
—Es evidente que te tienen afecto. Eso es difícil de encontrar. —Dejó de observar la habitación y me miró a la cara—. No me imaginaba así tu habitación.
Levanté un brazo y lo dejé caer.
—En realidad no es mi habitación, ¿no? Te pertenece a ti; yo solo la ocupo.
Él hizo una mueca.
—Te habrán dicho que puedes hacer cambios, ¿no? Si quieres otra cama, o que la pinten de otro color…
—Una capa de pintura no la haría mía —dije, encogiéndome de hombros—. Las chicas como yo no viven en casas con suelos de mármol —bromeé.
Harry sonrió.
—¿Cómo es tu habitación, en casa de tus padres?
—Hum… ¿Para qué has venido exactamente?
—¡Oh! Es que he tenido una idea.
—¿Sobre qué?
—Bueno —empezó, poniéndose a caminar por la habitación—, he pensado que, ya que tú y yo no tenemos la típica relación que sí tengo con las otras chicas, quizá deberíamos compartir… medios de comunicación alternativos. —Se detuvo frente a mi espejo y miró las fotografías de mi familia—. Tu hermana es idéntica a ti —observó, divertido.
Me acerqué.
—Nos lo dicen mucho. ¿Qué es eso de los medios de comunicación alternativos?
Harry acabó de repasar las fotos y se acercó al piano, al fondo de la habitación.
—Dado que se supone que tienes que ayudarme, ser mi amiga y todo eso —prosiguió, mirándome a los ojos—, quizá no deberíamos confiar en las notas de siempre a través de las doncellas y en las invitaciones formales para vernos. Estaba pensando en algo menos ceremonioso. —Cogió una de las partituras que había encima del piano—. ¿Las has traído tú?
—No, esas estaban aquí. Si quiero tocar algo que me apetezca de verdad, me lo sé de memoria.
—Impresionante —dijo, levantando las cejas, y retrocedió, acercándose a mí, sin completar su explicación.
—¿Podrías dejar de curiosear y acabar de explicarme tu idea, por favor?
Harry suspiró.
—Bueno. Lo que había pensado es que tú y yo podríamos tener una señal, o algo así, algún modo de decirnos que necesitamos hablar sin que nadie más lo sepa. ¿Qué tal frotarnos la nariz? -Y se pasó un dedo adelante y atrás justo por encima del labio.
—Parecerá que estás resfriado. No queda muy bonito.
Se me quedó mirando, algo sorprendido, y asintió.
—Muy bien. ¿Qué tal si nos pasamos los dedos por entre el cabello?
Sacudí la cabeza casi al instante.
—Yo casi siempre llevo el pelo recogido con horquillas. Es prácticamente imposible que pueda pasarme los dedos por en medio. Además, ¿qué pasará si llevas la corona puesta? Se te caería al suelo.
Levantó el dedo y me señaló con él, considerando mi respuesta.
—Muy bien pensado. Hmmm…
Pasó a mi lado, concentrado, y se detuvo cerca de la mesilla de noche.
—¿Qué tal si te tiras suavemente de la oreja?
—Me gusta —respondí, después de pensármelo un momento—. Es lo bastante sencillo como para que se pase por alto, pero no tan frecuente como para que podamos confundirlo con cualquier otra cosa. Nos quedamos con lo del tirón de la oreja.
Harry estaba mirando algo fijamente, pero se giró y me sonrió.
—Me alegro de que estés de acuerdo. La próxima vez que quieras verme, tírate con suavidad del lóbulo y yo vendré en cuanto pueda. Probablemente después de la cena —concluyó, encogiéndose de hombros.
Antes de que pudiera preguntarle cómo tenía que acudir yo si él me llamaba, Harry atravesó la habitación con mi frasco en la mano.
—¿Qué diantres es esto?
Suspiré.
—Me temo que es algo imposible de explicar.
Llegó el primer viernes, y con él nuestro debut en el Illéa Capital Report. Era algo a lo que estábamos obligadas, pero al menos esa semana lo único que debíamos hacer era estar sentadas. Con la diferencia horaria saldríamos en antena a las cinco, estaríamos allí sentadas una hora y luego podríamos ir a cenar.
Andy, Emily y Lucy se esmeraron especialmente en vestirme. El vestido era de un azul intenso que se acercaba al morado. Me ajustaba por la cadera y luego se abría en unas suaves ondas satinadas por detrás. No podía creerme que pudiera tocar siquiera algo tan bonito. Mis doncellas me abrocharon botón tras botón por la espalda, me pusieron horquillas con perlas en el cabello, unos minúsculos pendientes con perlas y un collar con un cordoncito tan fino y más perlas tan separadas que parecían flotar sobre mi piel.
Miré al espejo. Seguía siendo yo. Era la versión más bonita de mí misma que había visto nunca, pero reconocía aquella cara. Desde que habían seleccionado mi nombre, mi gran temor era convertirme en una persona irreconocible —cubierta en capas de maquillaje y tan cargada de joyas que tuviera que escarbar durante semanas para encontrarme de nuevo—. Pero de momento seguía siendo _____.
Y, como era habitual en mí, me encontré cubierta de una pátina de sudor en el momento en que me dirigía a la sala donde grababan los mensajes de palacio. Nos dijeron que llegáramos diez minutos antes de la hora. En mi caso, diez minutos significaban más bien quince. En el caso de Celeste, más bien significaban tres. Así que el grupo fue llegando a trompicones.
Había un enjambre de personas revoloteando a nuestro alrededor, dando los últimos toques al plató —en el que habían instalado unas gradas con asientos para las seleccionadas—. Los presentadores, que reconocía de haber visto el Report durante años, estaban ahí, leyendo sus guiones y ajustándose las corbatas. Algunas de las seleccionadas se examinaban en los espejos y se alisaban sus vistosos vestidos con la mano. La actividad era frenética.
Me giré y pillé a Harry en un momento íntimo. Su madre, la bella reina Anne, le estaba colocando unos cabellos rebeldes en su sitio. Él se alisó la chaqueta y le dijo algo. Ella asintió y Harry sonrió. Habría seguido mirándolos un rato, pero apareció Silvia y, con su habitual dinamismo, me llevó a mi sitio.
—Suba a la fila superior, Lady _____ —me ordenó—. Puede sentarse donde quiera. Es que la mayoría de las chicas han solicitado la fila de delante. —Me lo dijo con voz apenada, como si me estuviera dando una mala noticia.
—Oh, gracias —respondí, y me fui tan contenta a sentarme en la fila de atrás.
No me hacía gracia la idea de subir aquellos escalones tan pequeños con un vestido tan ajustado y aquellos zapatos de tiras. (¿De verdad eran necesarios? ¡Nadie iba a verme los pies!) Pero lo conseguí. Vi entrar a Jessica, que me sonrió y me saludó, y se vino a sentar a mi lado. Para mí significaba mucho que hubiera escogido un lugar a mi lado en lugar de situarse en la segunda fila. Era una amiga fiel. Sería una gran reina.
Su vestido era de un amarillo intenso. Con su cabello castaño y su piel suavemente bronceada, parecía irradiar luz.
—Jess, me encanta tu vestido. ¡Estás fantástica!
—Oh, gracias. —Se ruborizó un poco—. Tenía miedo de que fuera algo excesivo.
—¡En absoluto! Créeme, te queda perfecto.
—Quería hablar contigo, pero habías desaparecido. ¿Crees que podríamos hablar mañana? —me preguntó, en un susurro.
—Claro. En la Sala de las Mujeres, ¿verdad? Es sábado —respondí usando el mismo tono.
—De acuerdo —respondió, excitada.
Justo delante de nosotras estaba Amy, que se giró:
—Tengo la sensación de que se me salen las horquillas. ¿Podéis echarles un vistazo, chicas?
Sin decir palabra, Jess metió sus finos dedos entre los rizos de Amy y tanteó en busca de horquillas sueltas.
—¿Mejor?
Amy suspiró.
—Sí, gracias.
—_____, ¿tengo pintalabios en los dientes? —me preguntó Zoe.
Me giré a la izquierda y me la encontré con una sonrisa forzada, mostrándome unos dientes de un blanco perla.
—No, estás bien —respondí, comprobando por el rabillo del ojo que Jessica asentía en señal de confirmación.
—Gracias. ¿Cómo puede estar tan tranquilo? —preguntó Zoe, señalando a Harry, que estaba hablando con un miembro del equipo. Entonces se inclinó hacia delante, metió la cabeza entre las piernas y se puso a hacer ejercicios de respiración controlada.
Jess y yo nos miramos, desconcertadas, e intentamos no reírnos. Era difícil si seguíamos mirándola, así que echamos un vistazo a la sala y charlamos sobre lo que llevaban puestas las demás. Varias de las chicas llevaban vestidos de un rojo seductor y de alegres tonos verdes, pero ninguna iba de azul. Olivia se había atrevido a vestirse de naranja. Yo, desde luego, no sabía mucho sobre moda, pero Jess y yo coincidimos en que alguien tendría que haberla advertido. Aquel color le daba a su piel un tono verdoso.
Dos minutos antes de que encendieran las cámaras nos dimos cuenta de que no era el vestido lo que le daba aquel color verde. Olivia vomitó estentóreamente en la papelera más cercana y cayó al suelo. Silvia acudió al momento y aparecieron varias personas para limpiarle el sudor y ayudarla a sentarse. La situaron en la fila de atrás, con un pequeño recipiente a sus pies, por si acaso.
Bariel estaba sentada justo delante de ella. No oí lo que le dijo desde mi posición, pero daba la impresión de que aquella chica estaba dispuesta a lanzarse sobre la pobre Olivia si volvía a tener vómitos cerca de ella.
Supuse que Harry había visto u oído parte de la escena, y miré en su dirección para ver si reaccionaba de algún modo. Pero él no estaba mirando hacia el lugar del suceso; me observaba a mí. Rápidamente —tanto que cualquier otra persona habría pensado que se estaba rascando— Harry levantó la mano y se tiró de la oreja. Yo repetí la acción, y ambos nos giramos.
Estaba nerviosa pensando que aquella noche, tras la cena, se pasaría por mi habitación.
De pronto sonó el himno y vi el escudo nacional en unas pequeñas pantallas repartidas por la sala. Levanté la cabeza y erguí el cuerpo. Lo único en lo que podía pensar era en que mi familia iba a verme aquella noche, y quería que estuvieran orgullosos de mí.
El rey Dess estaba en el estrado hablando del «breve e infructuoso» ataque al palacio. Yo no lo habría llamado infructuoso, ya que consiguió asustarnos a casi todos. Fueron dando las noticias una tras otra. Intenté prestar atención a todo lo que se decía, pero me costaba. Estaba acostumbrada a ver todo aquello desde la comodidad de mi sofá, con un cuenco de palomitas y entre los comentarios de mi familia.
Muchas de las noticias tenían que ver con los rebeldes, a los que se culpaba de diversos actos sin dejar margen de duda. Las obras de las carreteras que se estaban construyendo en Sumner iban con retraso a causa de los rebeldes, y el número de policías locales en Atlin había disminuido porque se había enviado un grupo de refuerzo para contener los disturbios provocados por los rebeldes en Saint George. Yo no tenía ni idea de que hubiera sucedido ninguna de aquellas dos cosas. Entre todo lo que había visto y oído durante mi infancia y lo que había aprendido desde mi llegada al palacio, empecé a preguntarme cuánto sabíamos exactamente sobre los rebeldes. Quizás estuviera equivocada, pero no me parecía que se les pudiera culpar de todo lo que ocurría en Illéa.
Y de pronto, como si hubiera salido de la nada, apareció Gavril en el plató, presentado por el coordinador de Eventos.
—Buenas noches a todos. Hoy tengo un anuncio especial que hacer. Se cumple una semana de Selección y ocho señoritas ya se han vuelto a casa, dejando atrás a veintisiete bellas jóvenes entre las que tendrá que escoger el príncipe Harry. La semana que viene, pase lo que pase, dedicaremos la mayor parte del Illéa Capital Report a conocer a estas asombrosas jóvenes.
Sentí el sudor en las sienes. Estar ahí sentada y poner buena cara…, eso podía hacerlo, pero ¿responder preguntas? Sabía que no iba a ganar aquel jueguecito; aquella no era la cuestión. Sin embargo, desde luego, no quería quedar como una tonta delante de todo el país.
—Antes de pasar a las señoritas, hablemos un momento con el hombre de moda. ¿Cómo está, príncipe Harry? —dijo Gavril, cruzando el plató.
Aquello era una emboscada. Harry no tenía micrófono ni se había preparado la respuesta.
Justo entonces crucé una mirada con él y le guiñé el ojo. Aquella tontería bastó para que sonriera.
—Estoy muy bien, Gavril, gracias.
—¿Está disfrutando de la compañía hasta el momento?
—¡Sí, claro! Ha sido un placer conocer a estas señoritas.
—¿Son todas ellas tan dulces y amables como parecen? —preguntó Gavril. Y antes de que Harry respondiera, la respuesta me hizo sonreír. Porque sabía que sería un sí…, más o menos.
—Hummm… —Harry miró más allá de Gavril, en mi dirección—. Casi.
—¿Casi? —preguntó Gavril, sorprendido. Y se giró hacia nosotras—. ¿Alguna de ellas ha hecho alguna travesura?
Por fortuna, todas las chicas soltaron unas risitas, de modo que yo me uní a ellas. ¡El muy traidor!
—¿Qué es lo que han hecho exactamente estas chicas para portarse mal? —insistió Gavril.
Los disturbios provocados por los rebeldes en Saint George. Yo no tenía ni idea de que hubiera sucedido ninguna de aquellas dos cosas. Entre todo lo que había visto y oído durante mi infancia y lo que había aprendido desde mi llegada al palacio, empecé a preguntarme cuánto sabíamos exactamente sobre los rebeldes. Quizás estuviera equivocada, pero no me parecía que se les pudiera culpar de todo lo que ocurría en Illéa.
Y de pronto, como si hubiera salido de la nada, apareció Gavril en el plató, presentado por el coordinador de Eventos.
—Buenas noches a todos. Hoy tengo un anuncio especial que hacer. Se cumple una semana de Selección y ocho señoritas ya se han vuelto a casa, dejando atrás a veintisiete bellas jóvenes entre las que tendrá que escoger el príncipe Harry. La semana que viene, pase lo que pase, dedicaremos la mayor parte del Illéa Capital Report a conocer a estas asombrosas jóvenes.
Sentí el sudor en las sienes. Estar ahí sentada y poner buena cara…, eso podía hacerlo, pero ¿responder preguntas? Sabía que no iba a ganar aquel jueguecito; aquella no era la cuestión. Sin embargo, desde luego, no quería quedar como una tonta delante de todo el país.
—Antes de pasar a las señoritas, hablemos un momento con el hombre de moda. ¿Cómo está, príncipe Harry? —dijo Gavril, cruzando el plató.
Aquello era una emboscada. Harry no tenía micrófono ni se había preparado la respuesta.
Justo entonces crucé una mirada con él y le guiñé el ojo. Aquella tontería bastó para que sonriera.
—Estoy muy bien, Gavril, gracias.
—¿Está disfrutando de la compañía hasta el momento?
—¡Sí, claro! Ha sido un placer conocer a estas señoritas.
—¿Son todas ellas tan dulces y amables como parecen? —preguntó Gavril. Y antes de que Harry respondiera, la respuesta me hizo sonreír. Porque sabía que sería un sí…, más o menos.
—Hummm… —Harry miró más allá de Gavril, en mi dirección—. Casi.
—¿Casi? —preguntó Gavril, sorprendido. Y se giró hacia nosotras—. ¿Alguna de ellas ha hecho alguna travesura?
Por fortuna, todas las chicas soltaron unas risitas, de modo que yo me uní a ellas. ¡El muy traidor!
—¿Qué es lo que han hecho exactamente estas chicas para portarse mal? —insistió Gavril.
—Bueno, te diré. —Harry cruzó las piernas y se puso cómodo. Probablemente era la vez que más relajado lo veía, ahí sentado, divirtiéndose a mi costa. Me gustaba esa faceta suya. Me habría gustado verla más a menudo—. Una de ellas tuvo el valor de gritarme bastante la primera vez que nos vimos. ¡Me gané una dura regañina!
Por detrás de Harry, el rey y la reina intercambiaron una mirada. Daba la impresión de que era la primera vez que oían aquella historia. A mi lado, las chicas se miraban unas a otras, asombradas. No lo entendí hasta que Jess dijo algo.
—Yo no recuerdo que nadie le gritara en el Gran Salón, ¿no?
Harry parecía haber olvidado que nuestro primer encuentro debía permanecer en secreto.
—Supongo que está diciendo eso para gastar una broma. Yo le dije algunas cosas muy en serio. Puede que se refiera a mí.
—¿Una regañina, dice? ¿Por qué? —prosiguió Gavril.
—La verdad es que no estoy muy seguro. Creo que fue un arranque de nostalgia, motivo por el que se lo perdoné, por supuesto —dijo Harry. Se le veía muy suelto, hablando con Gavril como si fuera la única persona de la sala. Se me ocurrió que tendría que decirle más tarde lo bien que lo había hecho.
—¿Así que es una de las chicas que sigue entre nosotros? —Gavril miró en nuestra dirección con una gran sonrisa en el rostro, y luego volvió a mirar a su príncipe.
—Oh, sí, continúa aquí —respondió Harry, sin apartar la mirada de Gavril—. Y espero que nos acompañe un tiempo.


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Mensaje por ayluu_garciaa;) Miér 30 Jul 2014, 6:55 pm

Me encanto el capitulo espero q la puedas seguir pronto chao besososotes
ayluu_garciaa;)
ayluu_garciaa;)


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♕La Selección [Harry y tu] |TERMINADA|♕ - Página 7 Empty Re: ♕La Selección [Harry y tu] |TERMINADA|♕

Mensaje por .Sweet Angel. Miér 30 Jul 2014, 9:55 pm

A pos nosotros igual te extrañamos!!
Vaya que hermoso es lago enserio *00000*
Pol dios uhhyy pillina tu y Daniel  ♕La Selección [Harry y tu] |TERMINADA|♕ - Página 7 285151902  ♕La Selección [Harry y tu] |TERMINADA|♕ - Página 7 285151902 
Ajaajajj linda te seré sincera no leí el cap porque justo ahora estoy escribiendo lo más rápido que puedo mi mama no me deja y me eh escapado por suerte tengo abierto esta página y uffff me entro a revisar rápido XD la leeré mñn en la mñn lo prometo y comentare mucho muchote besos y gracias por que harás maratón!
Wiiiii lo espero con muchas ansias y perdón de nuevo y waaaaa mama está aquí me muero ok si no comento mañana estoy muerta .-.
Byeeee :*****
.Sweet Angel.
.Sweet Angel.


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♕La Selección [Harry y tu] |TERMINADA|♕ - Página 7 Empty Re: ♕La Selección [Harry y tu] |TERMINADA|♕

Mensaje por Invitado Jue 31 Jul 2014, 1:58 am

Capitulo 15
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La cena fue decepcionante. Me propuse decirles a mis doncellas que la semana siguiente me dejaran algo de espacio en el vestido para poder comer.
Ya en la habitación, Andy, Emily y Lucy querían ayudarme a desvestirme, pero les expliqué que aún no, que tenían que esperar un poco. Andy fue la primera en imaginarse el motivo —que Harry iba a venir a verme—, pues yo siempre estaba deseando quitarme aquellas ropas tan apretadas.
—¿Quiere que nos quedemos hasta más tarde? Por nosotras no hay problema —se ofreció Emily, quizás ilusionada ante la perspectiva.
Tras el alboroto provocado con la anterior visita de Harry, decidí hacer que se fueran lo antes posible. Además, no podía soportar la idea de tenerlas allí, mirándome, hasta que él llegara.
—No, no, estoy bien. Si tengo algún problema con el vestido más tarde, ya llamaré.
Se fueron a regañadientes y me dejaron esperando a Harry. Yo no sabía cuánto tardaría, y no quería empezar un libro y tener que dejarlo a medias, o sentarme en el piano y que me diera un sobresalto. Acabé por echarme en la cama, esperando. Dejé vagar la mente. Pensé en Jess y su amabilidad. Me di cuenta de que, salvo por algunos detalles, sabía muy poco de ella. Sin embargo, tenía la certeza de que su modo de actuar conmigo era sincero. Y luego pensé en las chicas que no lo eran en absoluto. Me pregunté si Harry distinguiría a unas de las otras.
La experiencia que tenía Harry con las mujeres daba la impresión de ser enorme y muy reducida a la vez. Era todo un caballero, pero cuando llegaba a las distancias cortas se venía abajo. Daba la impresión de que sabía cómo tratar a una dama, pero no si era la chica con la que tenía que salir.
Todo lo contrario que Aspen.
Aspen.
Su nombre, su rostro y su recuerdo me golpearon de repente. Aspen. ¿Qué sería de él en aquel momento? En Carolina estaría a punto de empezar el toque de queda. Aún estaría trabajando, si es que tenía trabajo. O quizás estuviera con Brenna, o con quienquiera con que hubiera decidido salir después de romper conmigo. Una parte de mí se moría por saberlo…, pero otra se entristecía con solo pensar en ello.
Miré mi frasco. Lo cogí y vi cómo se deslizaba el céntimo por la pared de vidrio, tan solo en el mundo.
—Como yo —murmuré—. Como yo.
¿Era una tonta por guardar aquello? Le había devuelto todo lo demás, así que… ¿de qué servía conservar un céntimo? ¿Era eso lo único que me iba a quedar? ¿Un céntimo en un frasco, para que pudiera enseñárselo a mi hija un día y hablarle de mi primer novio, del que nadie supo nada?
No tuve tiempo de regodearme con mis preocupaciones. Solo unos minutos más tardes Harry llamó a la puerta con decisión y fui corriendo hacia allí.
Abrí la puerta con gran ímpetu. Harry se me quedó mirando, sorprendido.
—¿Dónde están tus doncellas? —preguntó, mirando al interior de la habitación.
—No están. Les mando que se vayan cuando vuelvo de la cena.
—¿Cada día?
—Sí, claro. Puedo quitarme la ropa sola, gracias.
Harry levantó las cejas y sonrió. Yo me ruboricé. No pretendía decirlo de aquel modo.
—Coge algo de abrigo. Fuera hace fresco.
Recorrimos el pasillo. Aún estaba algo ausente, perdida en mis pensamientos, y ya sabía que Harry no era un experto en iniciar conversaciones. Eso sí, le pasé la mano por el brazo inmediatamente. Me gustaba que se hubiera creado cierta familiaridad entre nosotros.
—Si insistes en no tener doncellas cerca, voy a tener que ponerte un guardia en la puerta —dijo.
—¡No! No quiero que me vigilen como a una niña.
Él chasqueó la lengua.
—Estaría fuera de la puerta. Ni siquiera te enterarías de que está ahí.
—Sí que me enteraría. Sentiría su presencia.
Harry soltó un suspiro en señal de agotamiento, pero sonreía. Yo estaba tan enfrascada en la discusión que no oí los susurros hasta que prácticamente las tuve delante: Celeste, Emmica y Tiny se cruzaron con nosotros en dirección a sus habitaciones.
—Señoritas —saludó Harry, con una leve inclinación de la cabeza.
Quizás había sido una ingenua pensando que nadie nos vería. Sentí un calor que se me subía a la cabeza, pero no sabía muy bien por qué. Todas las chicas hicieron una reverencia y siguieron adelante. Miré por encima del hombre mientras nos dirigíamos a las escaleras. Emmica y Tiny parecían curiosas. Al cabo de unos minutos ya se lo habrían contado a las demás. Al día siguiente seguro que se me echaban todas encima. Celeste me atravesó con la mirada. No cabía duda de que se lo iba a tomar como una afrenta personal.
Me giré y dije lo primero que se me pasó por la cabeza.
—Ya te dije que las chicas que se pusieron tan nerviosas durante el ataque acabarían quedándose.
No sabía exactamente quiénes habían pedido marcharse, pero, según los rumores, Tiny era una de ellas. Se había desmayado. Alguien había señalado a Bariel, pero sabía que eso era mentira. Antes habría que arrancarle la corona de las manos.
—No te puedes imaginar qué alivio —repuso él. Parecía sincero.
Tardé un momento en saber qué responder, como si aquello no fuera exactamente lo que me esperaba, y además estaba muy concentrada en no caerme. No sabía muy bien cómo bajar escaleras cogida del brazo de alguien. Los tacones no ayudaban nada. Por lo menos, si me resbalaba, alguien me agarraría.
—Yo diría que habría resultado útil —dije, cuando llegamos al primer piso y recuperé la estabilidad—. Quiero decir que tiene que ser complicado escoger a una chica de entre tantas. Si las circunstancias eliminaran a algunas de la criba, ¿no haría eso más fácil la elección?
Harry se encogió de hombros.
—Supongo que sí. Pero yo no lo vi así, te lo aseguro. —De algún modo, parecía dolido—. Buenas noches, caballeros —saludó a los guardas, que abrieron las puertas del jardín sin vacilar.
Quizá tuviera que replantearme la oferta de Harry de decirles que me gustaba salir. La idea de poder escapar con aquella facilidad resultaba de lo más atractiva.
—No lo entiendo —dijo, mientras me conducía a un banco (a nuestro banco) y me hacía sentar de cara a las luces del palacio.
Él se sentó con el cuerpo orientado en dirección contraria, de modo que estábamos prácticamente encarados. Así era fácil hablar.
No parecía muy seguro de compartir sus pensamientos, pero tomó aire y habló:
—A lo mejor he pecado de orgulloso, pero se me ha ocurrido pensar que quizá valga la pena correr algún riesgo para estar conmigo. No es que se lo desee a nadie, claro —precisó—. No quiero decir eso. Pero… no sé. ¿No veis todas el riesgo que corro yo?
—Hmmm, no. Tú tienes aquí a tu familia para pedirle consejo, y todas nosotras vivimos siguiendo tus horarios. En tu vida no ha cambiado nada, y la nuestra cambia constantemente de la noche a la mañana. ¿Qué riesgo podrías estar corriendo?
Harry parecía estupefacto.
—_____, yo tendré a mi familia, pero imagínate lo embarazoso que puede ser tener a tus padres observándote mientras tú intentas empezar a salir con una chica. Y no solo a tus padres: ¡todo el país! Peor aún, ni siquiera se trata de salir con alguien de un modo normal.
»¿Y lo de vivir siguiendo mis horarios? Cuando no estoy con vosotras, estoy organizando a las tropas, legislando, ajustando presupuestos…, y últimamente eso lo hago solo, mientras mi padre observa cómo voy dando palos de ciego, como un tonto, porque no tengo su experiencia. Y cuando hago algo diferente de cómo lo haría él, algo que parece inevitable, él me corrige. Y todo eso con la mente puesta en vosotras, que sois lo único en lo que puedo pensar: ¡me tenéis emocionado pero a la vez aterrado!
Movía las manos al hablar, más que nunca, agitándolas y pasándoselas por el pelo.
—¿Y tú crees que mi vida no está cambiando? ¿Qué oportunidades crees que tengo de encontrar a mi alma gemela entre vuestro grupo? Tendré suerte si encuentro a alguien capaz de soportarme toda la vida. ¿Y si es una de las que ya he enviado a casa pensando que debía de haber una química que no sentía? ¿Y si resulta que la elegida me deja a la primera adversidad? ¿Y si no aparece la persona ideal? ¿Qué hago entonces, _____?
Había empezado a hablar con rabia y con pasión, pero al final sus preguntas habían perdido toda su retórica. En realidad lo que quería saber era una sola cosa: ¿qué iba a hacer si entre las chicas no había ninguna que pudiera llegar a despertar en él, aunque solo fuera, el amor más pequeño? Aunque parecía que su principal preocupación no era esa; lo que más le preocupaba era que ninguna pudiera llegar a quererle.
—En realidad, Harry, creo que sí encontrarás aquí a tu alma gemela. De verdad.
—¿De verdad? —En contra de lo que pensaba, reaccionó con cierta esperanza.
—Seguro. —Le puse una mano en el hombro. Daba la impresión de que aquel simple contacto le reconfortaba. Me pregunté cuántas veces habría sentido ese simple contacto humano—. Si tu vida es tan caótica como dices, tendrá que estar en algún sitio. Por lo que yo sé, el amor verdadero suele aparecer siempre donde menos te lo esperas —dije, esbozando una sonrisa.
Aquellas palabras parecieron tener un efecto positivo en él, y a mí también me consolaban. Porque creía en lo que decía. Y si no podía encontrar el amor, lo mejor que podía hacer era ayudar a Harry a encontrar el suyo.
—Espero que te vaya bien con Jessica. Es encantadora.
Harry hizo una mueca rara.
—Sí, lo parece.
—¿Cómo? ¿Tiene algo de malo ser encantadora?
—No, no. Está bien —dijo, sin ir más allá—. ¿Qué es lo que andas buscando? —me preguntó de pronto.
—¿Cómo?
—Da la impresión de que no puedes mantener la mirada fija en un punto. Me escuchas, pero parece como si estuvieras buscando algo.
Me di cuenta de que tenía razón. Todo el tiempo que había durado su exposición, había estado escrutando el jardín y las ventanas, e incluso las torretas de la muralla. Me estaba volviendo paranoica.
—La gente…, las cámaras… —me excusé, negando con la cabeza y fijando la vista en la oscuridad.
—Estamos solos. Solo está el guardia junto a la puerta —me aseguró, señalando a la solitaria figura a la luz del farol, junto al palacio.
Tenía razón: no nos habían seguido; en todas las ventanas había luz, pero no parecía haber nadie. Me tranquilizó que me lo confirmara.
Sentí que mi cuerpo adoptaba una postura algo más relajada.
—No te gusta que te mire la gente, ¿eh? —preguntó.
—En realidad no. Prefiero pasar desapercibida. Es a lo que estoy acostumbrada, ¿sabes? —dije, siguiendo con la vista los surcos tallados en el bloque de piedra que tenía bajo los pies para evitar su mirada.
—Tendrás que acostumbrarte. Cuando salgas de aquí, la gente te mirará el resto de tu vida. Mi madre aún tiene contacto con algunas de las mujeres con las que estuvo durante la Selección. A todas se las considera mujeres importantes. Aún hoy.
—¡Genial! —refunfuñé—. Una cosa más que me animará cuando vuelva a casa.
Harry se disculpó con la mirada, pero yo tuve que apartar la vista. Me acababa de recordar lo mucho que me iba a costar aquella estúpida competición, que nunca recuperaría lo que era para mí una vida normal. No me parecía justo…
Sin embargo, me lo pensé mejor. No debía culpar a Harry. En aquella situación, él era tan víctima como el resto de nosotras, aunque de un modo muy diferente. Suspiré y volví a mirarle. Por su expresión, supe que había tomado una decisión.
—_____, ¿puedo preguntarte algo personal?
—Quizá —respondí, a la defensiva.
Él me miró, sonriente.
—Es que…, bueno, está claro que esto no te gusta. Odias las normas y la competición, y el tener siempre a alguien encima, y la ropa, y la…, bueno, no, la comida te gusta. —Sonrió. Yo también—. Echas de menos tu casa y a tu familia…, y sospecho que a alguien más. Mucho. Tus sentimientos están a flor de piel.
—Sí, lo sé —concedí, levantando la vista al cielo.
—Pero prefieres sufrir la nostalgia y pasarlo mal «aquí» en lugar de volver a casa. ¿Por qué?
Sentí que se me hacía un nudo en la garganta, pero tragué saliva.
—No lo paso mal…, y tú sabes por qué.
—Bueno, a veces parece que estás bien. Cuando hablas con alguna de las chicas te veo sonreír, y pareces estar muy a gusto durante las comidas, eso sí. Pero hay otras ocasiones en las que se te ve muy triste. ¿No quieres contarme por qué? ¿Toda la historia?
—No es más que otra historia de amor fracasada. Nada espectacular ni interesante, de verdad —respondí, pero lo que pensé fue otra cosa: «Por favor, no me presiones. No quiero llorar».
—Sea como sea, me gustaría conocer alguna otra historia de amor de verdad, aparte de la de mis padres, una que se haya desarrollado fuera de estos muros y de estas normas… Por favor.
Lo cierto era que había cargado con el secreto durante tanto tiempo que no podía imaginarme contarlo en voz alta. Y me dolía muchísimo pensar en Aspen. ¿Podría siquiera pronunciar su nombre? Respiré hondo. Harry era mi amigo. Hacía todo lo posible para que me sintiera bien. Y había sido tan sincero conmigo…
—Ahí fuera —dije, señalando al otro lado de las murallas— las castas se cuidan unas a otras. A veces. Por ejemplo, mi padre tiene tres familias que le compran al menos un cuadro cada año, y yo tengo familias que siempre me llaman para que cante en sus fiestas de Navidad. Son como nuestros patrones, ¿entiendes?
»Bueno, pues nosotros somos como patrones de su familia. Ellos son Seises. Cuando podemos permitirnos contratar a alguien para que limpie, o si necesitamos ayuda con el inventario, siempre llamamos a su madre. A él lo conocí cuando éramos niños, aunque él es mayor que yo, de la edad de mi hermano. Eran un poco brutos jugando, así que no solía ir con ellos.
»Mi hermano mayor, Kota, es un artista, como mi padre. Hace unos años vendió una escultura de metal en la que llevaba trabajando años por una cantidad enorme de dinero. Puede que hayas oído hablar de él.
—Kota Singer —dijo Harry.
Pasaron algunos segundos, y de pronto vi que establecía la conexión cerebral.
Me aparté el cabello de los hombros y crucé los brazos.
—Estábamos todos muy contentos por Kota; había trabajado enormemente en esa pieza. Y en aquella época necesitábamos mucho el dinero, así que toda la familia estaba encantada. Pero Kota se quedó casi todo el dinero. Aquella escultura lo catapultó a la fama; la gente empezó a pedirle obras constantemente. Ahora tiene una lista de espera interminable y cobra precios astronómicos, porque puede. Creo que se ha vuelto adicto a la fama. Los Cincos raramente destacamos tanto.
Nuestras miradas se cruzaron por un momento, y yo sabía que, a sus ojos, ya no podría pasar desapercibida nunca más.
—En cualquier caso, en cuanto empezó a recibir pedidos, Kota decidió alejarse de la familia. Mi hermana mayor se acababa de casar, así que perdimos los ingresos que nos reportaba. Y justo cuando Kota empieza a ganar dinero de verdad, va y nos deja. —Apoyé las manos en el pecho de Harry para subrayar la importancia de aquello—. Eso no se hace. Uno no deja a su familia así como así. Mantenerse unidos… es el único modo de sobrevivir.
En su mirada vi que me entendía.
—¿Se lo quedó todo él? ¿Quiso usar el dinero para ascender de casta?
Asentí.
—Se ha propuesto llegar a ser un Dos. Si le bastara con ser un Tres o un Cuatro, podía haber comprado el título y ayudarnos, pero está obsesionado. En realidad es estúpido. Vive muy cómodamente, pero lo que quiere es esa estúpida etiqueta. No parará hasta que la consiga.
Harry sacudió la cabeza.
—Podría tardar toda la vida.
—Mientras consiga que en su lápida pongan que era un Dos, supongo que no le importa.
—Imagino que ya no tenéis tanto contacto…
—Ahora no —suspiré—. Al principio pensaba que se me había pasado algo por alto. Tal vez lo que estaba haciendo Kota era independizarse, no separarse de nosotros. Al principio, estaba de su lado. Así que, cuando consiguió su apartamento y su estudio, fui a ayudarle. Y él llamó a la misma familia de Seises a la que siempre recurríamos; el hijo mayor estaba disponible y encantado de trabajar con Kota unos días, ayudándole a instalarse.
Hice una pausa, recordando aquello.
—Así que ahí estaba yo, sacando cosas de las cajas…, y ahí estaba él. Nuestras miradas se cruzaron, y ya no me pareció tan mayor ni tan bruto. Hacía mucho que no nos habíamos visto. Ya no éramos críos.
»Todo aquel día íbamos tocándonos «accidentalmente» al mover las cosas de un lado al otro. Él me miraba y me sonreía, y yo me sentía viva por primera vez. Yo estaba…, estaba loca por él.
Por fin se me quebró la voz, y empezaron a salir las lágrimas que tanto tiempo había retenido.
—Vivíamos bastante cerca el uno del otro, así que a veces me iba de paseo solo para ver si me lo encontraba. Cuando su madre venía a ayudarnos, a veces él la acompañaba. Y nos limitábamos a mirarnos: era todo lo que podíamos hacer. —Se me escapó un sollozo imperceptible—. Él es un Seis, y yo una Cinco, y hay leyes… ¡Y mi madre! Ella se habría puesto furiosa. No podía saberlo nadie.
Las manos se me movían como espasmódicamente, con la tensión de haber mantenido aquel secreto durante tanto tiempo.
—Muy pronto empezaron a aparecer notas anónimas en mi ventana, que me decían lo guapa que era, o que cantaba como un ángel. Y yo sabía que eran suyas. La noche de mi decimoquinto cumpleaños mi madre dio una fiesta; su familia estaba invitada. Él vino a mi encuentro en un rincón y me dio una felicitación; me dijo que la leyera cuando estuviera sola. Cuando por fin pude hacerlo, vi que no llevaba su nombre, ni siquiera un «Feliz cumpleaños». Solo decía: «Casa del árbol. Medianoche».
Harry abrió bien los ojos.
—¿Medianoche? Pero…
—Deberías saber que yo violo el toque de queda de Illéa con bastante frecuencia.
—Podías haber acabado en la cárcel, _____ —exclamó, agitando la cabeza.
Me encogí de hombros.
—En aquel momento, aquello no me pareció importante. La primera vez me sentí como si volara. Conocía su caligrafía por todas las otras notas, y me alegraba de haber sido lo suficientemente lista como para mantenerlo todo en secreto. Y él, por su parte, había estado buscando un modo para que nos pudiéramos ver. No podía creerme que quisiera estar a solas conmigo.
»Aquella noche esperé en mi habitación, mirando hacia la casa del árbol del patio. Hacia la medianoche, vi que alguien trepaba y se metía dentro. Recuerdo que fui a cepillarme los dientes de nuevo, por si acaso. Me escabullí por la puerta de atrás y fui hasta el árbol. Y ahí estaba él. No… podía creérmelo.
»No recuerdo cómo empezó, pero muy pronto los dos nos habíamos confesado nuestros sentimientos, y no lográbamos dejar de reír de lo contentos que estábamos de que nuestro sentimiento fuera correspondido. Ni siquiera podía pensar en lo que suponía violar el toque de queda o mentir a mis padres. Me daba igual ser una Cinco y que él fuera un Seis. No me preocupaba el futuro. Porque lo único que me importaba era que me quisiera…
»Y me quería, Harry, me quería…
Más lágrimas. Me eché una mano al pecho, sintiendo la ausencia de Aspen como nunca antes. Hablar de ella la volvía más real. Ahora ya no podía hacer otra cosa más que acabar el relato.
—Nos vimos en secreto durante dos años. Éramos felices, pero a él siempre le preocupaba que tuviéramos que vernos a escondidas, así como no poder darme lo que consideraba que me merecía. Cuando nos enteramos de lo de la Selección, insistió en que me apuntara.
Harry se quedó boquiabierto.
—Lo sé. Fue un tontería. Pero él se habría sentido culpable toda la vida si no lo intentaba. Y yo pensaba, la verdad, que no me escogerían. ¿Cómo iban a elegirme?
Levanté las manos al aire y las dejé caer. Aún estaba anonadada por todo lo sucedido.
—Por su madre me enteré de que había estado ahorrando para casarse con una chica misteriosa. Me emocioné. Le preparé una cena sorpresa, pensando que así conseguiría que se me declarara. Estaba esperándolo.
»Pero cuando vio todo el dinero que me había gastado en la cena, se disgustó. Es muy orgulloso. Quería ser él quien me diera todos los caprichos, no al revés, y supongo que entonces vio que nunca podría hacerlo. Así que decidió romper conmigo… Una semana más tarde, hicieron público mi nombre como una de las seleccionadas.
Oí que Harry murmuraba algo ininteligible.
—La última vez que lo vi fue en mi despedida —recordé, con la voz entrecortada—. Iba con otra chica.
—¡¿Cómo?! —exclamó Harry.
Hundí la cara entre las manos.
—Lo que me saca de mis casillas es que sé que hay otras chicas que le van detrás, siempre las ha habido, y que ahora no tiene ningún motivo para decirles que no. Puede que incluso siga aún con aquella del día de mi despedida. No lo sé. Y no puedo hacer nada al respecto. Pero la idea de volver a casa y encontrarme cara a cara con eso… No puedo, Harry, no puedo…
Lloré y lloré, y él no me apremió para que dejara de hacerlo. Cuando por fin las lágrimas empezaron a desaparecer, proseguí:
—Harry, espero que encuentres alguien que te haga sentir que no puedes vivir sin ella. De verdad. Y espero que nunca experimentes lo que puede ser vivir sin esa persona, todo el esfuerzo que conlleva.
El rostro de Harry era como un reflejo de mi propio dolor. Parecía completamente desolado. Es más, furioso.
—Lo siento, _____. Yo no… —Ladeó un poco la cabeza—. ¿Es buena ocasión para darte unas palmaditas en el hombro?
Su inseguridad me hizo sonreír.
—Sí. Es una ocasión perfecta.
Parecía igual de vacilante que el otro día, pero esta vez, en lugar de limitarse a darme unas palmaditas en el hombro, se acercó y, sin saber muy bien cómo, me abrazó.
—En realidad la única persona a la que he abrazado en mi vida es a mi madre. ¿Lo hago bien? —preguntó.
Me reí.
—Es difícil dar un abrazo y hacerlo mal. —Pasado un rato, añadí—: Sé lo que quieres decir. En realidad, yo tampoco suelo abrazar a nadie, salvo a mi familia.
Me sentí agotada tras aquel día tan largo, con aquel vestido, el Report, la cena y la charla. Era agradable sentir el abrazo de Harry, e incluso sus palmaditas. No estaba tan perdido como parecía. Esperó pacientemente a que me calmara y entonces se separó y me miró a los ojos.
—Harry, te prometo que te mantendré aquí todo lo que pueda. Sé que quieren que reduzca las opciones a tres chicas y que luego elija. Pero te juro que reduciré la elección a dos y que te mantendré hasta entonces. No te obligaré a marcharte hasta que no me resulte inevitable. O hasta que tú estés lista. Lo que llegue antes.
Asentí.
—Sé que nos acabamos de conocer, pero creo que eres maravillosa. Y me duele verte herida. Si ese tipo estuviera aquí, yo…, yo… —Harry se agitó, frustrado, y luego suspiró—. Lo siento muchísimo, ______.
Volvió a abrazarme, y apoyé la cabeza en su hombro. Sabía que Harry cumpliría su promesa. Así que me dispuse a acomodarme en el último sitio en el que jamás habría pensado que hubiera podido encontrarme cómoda de verdad.
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Mensaje por .Sweet Angel. Jue 31 Jul 2014, 10:33 am

O dios....
Te han quedado tan hermosos los caps *00000*
Jajajajaj amo la sencillez de rayis jugaba cartas con nosotras awwwwwwww
Hay harry si no tuviera el control te hubiera besado, es tan elegante y educado ♕La Selección [Harry y tu] |TERMINADA|♕ - Página 7 3373640616 
Owwwww la rayis se abrió eso es lindo, ajajajaj el rulos puede llegar a ser demasiado inocente no es cierto sasa?
Es que waaaaaaaaaaaa amo tu nove, y sabes?
Por suerte pude comentar!
Justo ahora me tengo que ir al cole, deseame mucha suerte, tengo exámenes -.-
Nooooooo jaja, y pues como te decía los caps quedaron espectaculares, ame eso de las señas con el lóbulo de la oreja, algo íntimo de amigos y se siente que cada vez se van acercando es decir como que su conexión  de amigos crece y es lindo saber eso *---*
Harry traidor!! Ajajajaj se supone que no dirías nada XD
Síguela prontis!!
:3
I love U :******
 :gochamp:
.Sweet Angel.
.Sweet Angel.


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Mensaje por ayluu_garciaa;) Jue 31 Jul 2014, 1:51 pm

El capitulo estubo hermoso seguila pronto
ayluu_garciaa;)
ayluu_garciaa;)


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Mensaje por Invitado Jue 31 Jul 2014, 4:27 pm

Capitulo 16

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Cuando me desperté, a la mañana siguiente, me pesaban los párpados. En el momento en que me los frotaba para desentumecerlos, me alegré de haberle contado todo aquello a Harry. Se me hacía raro que el palacio —aquella jaula de oro— fuera precisamente el lugar donde pudiera abrirme y comunicar todo lo que sentía.
La promesa de Harry se había ido afianzando en mi interior, y ahora me sentía segura. Todo aquel proceso de eliminación que tenía que hacer, partiendo de treinta y cinco hasta dejar solo una, le llevaría semanas, o quizá meses. Y tiempo era justo lo que yo necesitaba. No estaba segura de superar nunca lo de Aspen. Había oído decir a mi madre que el primer amor es el que llevas contigo toda la vida. Aunque tal vez, con el paso de los días, antes o después conseguiría que no me afectara. Mis doncellas no me preguntaron por mis ojos hinchados; se limitaron a disimular la hinchazón. No dijeron nada sobre mi cabello enmarañado; simplemente lo desenredaron y lo suavizaron. Y eso me gustó. No era como en casa, donde todo el mundo se daba cuenta de cuándo estaba triste, aunque no hacían nada al respecto. Aquí tenía la sensación de que todos se preocupaban por mí y de lo que me pasaba. Y respondían tratándome con sumo cuidado.
A media mañana ya estaba lista para empezar el día. Era sábado, así que no había rutinas ni horarios, pero era el día de la semana en el que todas teníamos que estar en la Sala de las Mujeres. El palacio recibía invitados los sábados, y se nos había advertido de que alguien podía querer conocernos. A mí aquello no me hacía demasiada gracia, pero por lo menos me dejaron ponerme mis vaqueros nuevos por primera vez. Por supuesto, nunca unos pantalones me habían quedado tan bien. Esperaba que, con la buena relación que tenía con Harry, me permitiera quedármelos cuando me fuera.
Bajé despacio, algo cansada tras la noche anterior. Antes de llegar siquiera a la Sala de las Mujeres oí el murmullo de sus conversaciones y, cuando entré, Jess me agarró y se me llevó hacia un par de sillas en la parte trasera de la sala.
—¡Por fin! ¡Te estaba esperando! —exclamó.
—Lo siento, Jess. Me acosté tarde y tenía sueño.
Ella se me quedó mirando, probablemente consciente del rastro de tristeza que quedaba en mi voz, pero decidida a dirigir la conversación hacia mis vaqueros.
—¡Son fantásticos!
—¿Verdad? Nunca me he puesto nada tan cómodo —dije, algo más animada. Había decidido volver a mi máxima de antes: Aspen tenía prohibida la entrada en aquel lugar. Lo aparté de mi mente y me centré en mi segunda persona favorita del palacio—. Siento haberte hecho esperar. ¿De qué querías hablar?
Jess dudó. Se mordió el labio y se sentó. No había nadie alrededor. Debía de ser un secreto.
—En realidad, ahora que lo pienso, quizá no debería decírtelo. A veces se me olvida que aquí estamos compitiendo las unas contra las otras.
Oh. Tenía secretos relacionados con Harry. Eso me interesaba.
—Sé cómo te sientes, Jess. Creo que podríamos ser muy buenas amigas. No puedo verte como una rival, ¿sabes?
—Sí. Eres un encanto. Y a la gente le gustas. Quiero decir, que es muy posible que ganes… —dijo, algo desanimada.
Tuve que hacer un esfuerzo para no hacer una mueca o reírme al oír aquello.
—Jess, ¿te puedo contar un secreto? —le pregunté, con voz suave y sincera. Esperaba que me creyera.
—Claro que sí, _____. Lo que sea.
—No sé quién ganará esto. En realidad, podría ser cualquiera de las que estamos en esta sala. Supongo que cada una piensa que puede ser ella misma, pero sé que, si no puedo ser yo, quiero que seas tú. Pareces generosa y justa. Creo que serías una gran princesa. De verdad. —De hecho, prácticamente todo aquello era verdad.
—Y yo creo que tú eres inteligente y un encanto —susurró ella—. También serías una princesa estupenda.
Incliné la cabeza. Le agradecía que tuviera tan alto concepto de mí. Pero me sentía algo incómoda cuando la gente me decía cosas así…, mamá, May, Emily… Era difícil de creer que tanta gente pensara que yo pudiera ser una buena princesa. ¿Acaso era la única que veía mis defectos? No era una persona refinada. No sabía dar órdenes ni era muy organizada. Era egoísta y tenía un carácter terrible, y no me gustaba aparecer en público. Y no era valiente. Había que ser valiente para ocupar aquel cargo. Y de eso se trataba. No de un matrimonio, sino de un cargo.
—Pienso cosas así de muchas de las chicas —confesó—. Como si todas tuvieran alguna cualidad de la que yo careciera y que las hiciera mejores.
—De eso se trata, Jessica. Es probable que encontraras algo especial en cada una de las chicas de esta sala. Pero ¿quién sabe qué es lo que busca exactamente Harry?
Ella meneó la cabeza.
—Pues no nos preocupemos de eso. Puedes contarme todo lo que quieras. Yo te guardaré los secretos si tú guardas los míos. Yo te apoyaré y, si tú quieres, tú me puedes apoyar a mí. Estará bien tener una amiga aquí dentro.
Ella sonrió; luego recorrió la sala con la mirada, asegurándose de que nadie nos oyera.
—Harry y yo hemos tenido una cita —susurró.
—¿De verdad? —pregunté. Sabía que mi reacción sonaba demasiado ilusionada, pero no pude evitarlo. Quería saber si había conseguido mostrarse algo menos tieso con ella, y si Jessica le había gustado.
—Envió una carta a una de mis doncellas preguntando si podía verme el jueves. —Sonreí mientras Jess me iba contando aquello y pensé en que el día anterior había hecho lo mismo conmigo. Harry y yo habíamos decidido eliminar aquellas formalidades—. Yo le envié otra nota diciendo que sí, por supuesto. ¡Como si pudiera decirle que no! Él vino a buscarme y fuimos a dar un paseo por el palacio. Empezamos a hablar de cine, y resulta que hay muchas películas que nos gustan a los dos. Así que nos fuimos al sótano. ¿Has visto el cine que tienen allí?
—No. —De hecho, nunca había estado en ningún cine, y estaba impaciente por que me lo describiera.
—¡Oh, pues es perfecto! Las butacas son anchas y se reclinan, e incluso puedes hacerte tus propias palomitas: tienen una máquina. ¡Harry preparó unas cuantas para nosotros! Fue monísimo, _____. Midió mal el aceite y las primeras salieron quemadas. Llamó a alguien para que lo limpiara y tuvo que volver a hacerlas de nuevo.
Puse los ojos en blanco. Genial, Harry, genial. Por lo menos a Jess aquello le parecía encantador.
—Así que vimos la película, y, cuando llegamos a la parte romántica, hacia el final, ¡me cogió la mano! Yo pensaba que me desmayaba. Bueno, le había cogido del brazo durante el paseo, pero se supone que eso tienes que hacerlo. Pero eso de cogerme la mano… —Suspiró y se dejó caer contra el respaldo de la silla.
Solté una risita. Jess parecía entusiasmada. ¡Sí, sí, sí!
—No veo el momento de que vuelva a visitarme. ¡Es tan atractivo! ¿No te parece?
Me lo pensé un momento.
—Sí, es mono.
—¡Venga ya, _____! ¿No te has fijado en esos ojos, y en esa voz…?
—¡Salvo cuando se ríe! —Solo de recordar la carcajada de Harry, me daba a mí la risa. Era graciosa, pero rara. Iba soltando aire entre risas, y luego hacía un ruido entrecortado al aspirar que era como otra carcajada en sí misma.
—Sí, vale. Tiene una risa un poco rara, pero es mono.
—Sí, claro, si te gusta oír el ruido de un ataque de asma al oído cada vez que le cuentas un chiste.
Jess se partía de la risa.
—De acuerdo, vale —concedió, recuperando el aliento—. Pero seguro que tendrá algo que te guste.
Abrí la boca y la cerré dos o tres veces. Me sentí tentada de lanzar otro ataque contra Harry, pero no quería que Jess le encontrara nuevos defectos. Así que me lo pensé.
¿Qué tenía Harry de atractivo?
—Bueno, cuando baja la guardia está bien. Quiero decir, cuando habla sin rebuscar las palabras o cuando lo pillas con la mirada perdida en algo, como si…, como si estuviera buscando la belleza en ello.
Jess sonrió, y supe que ella también había notado aquello.
—Y me gusta porque parece que se implica de verdad cuando te escucha, ¿sabes? Aunque tenga que dirigir un país y gestionar mil cosas… Es como si se olvidara de todo eso cuando está contigo. Se dedica de lleno a lo que tiene entre manos. Eso me gusta.
»Y… bueno, no se lo digas a nadie, pero sus brazos…, me gustan sus brazos.
Al final me ruboricé. Idiota… ¿Por qué no me había limitado a hablar de los detalles positivos sobre su personalidad? Por suerte, Jess no tuvo ningún problema en hacer suyo el comentario.
—¡Es verdad! Se le notan los brazos bajo esos trajes tan gruesos, ¿verdad? Debe de ser increíblemente fuerte —suspiró Jessica.
—Me pregunto por qué. Quiero decir…, ¿por qué tendría que ser tan fuerte? Trabaja sentado tras una mesa. Es raro.
—A lo mejor le gusta hacer posturitas delante del espejo —propuso Jessica, haciendo una mueca y flexionando sus bracitos.
—¡Ja, ja! Seguro que es eso. ¿A que no se lo preguntas?
—¡Ni hablar!
Parecía ser que Jessica se lo había pasado estupendamente. Me pregunté por qué no me lo había mencionado Harry la noche anterior. Por su reacción, daba la impresión de que no la había visto siquiera. ¿Sería por timidez?
Miré por la sala y vi que más de la mitad de las chicas parecían tensas o de mal humor. Janelle, Emmica y Zoe escuchaban atentamente algo que les estaba contando Kriss. Esta sonreía y parecía animada, pero Janelle estaba nerviosa y preocupada, y Zoe se mordía las uñas. Emmica estaba hurgándose un granito justo por debajo de la oreja, con la cabeza en otra parte y con una expresión de cierto dolor en el rostro. A su lado, Celeste y Anna, muy diferentes entre sí, mantenían una charla intensa. Como era típico en ella, Celeste hablaba con petulancia. Jessica se dio cuenta de qué estaba mirando y me aclaró lo que sucedía.
—Las que están malhumoradas son las que no han salido aún con él. Me dijo que yo era su segunda cita del jueves. Parece que está intentando salir con todas.
—¿De verdad? ¿Tú crees?
—Sí. Bueno, míranos a nosotras. Estamos bien, y es porque ha quedado con ambas a solas. Sabemos que le hemos gustado lo suficiente como para quedar con nosotras y no darnos la patada después. Se va sabiendo con quién ha salido y con quién no. Algunas están preocupadas al ver que se toma tanto tiempo, y piensan que quizá sea por desinterés, y que, cuando por fin quede con ellas, las echará.
¿Por qué no me había contado a mí todo eso? ¿No éramos amigos? Un amigo hablaría de esas cosas. Había quedado al menos con una docena de chicas, y las había elegido basándose en su sonrisa. Habíamos pasado mucho tiempo juntos la noche anterior, y se había limitado a verme llorar. ¿Qué amigo es el que se guarda esos secretos y hace que tú se lo cuentes todo?
Tuesday, que había estado escuchando a Camille con gesto tenso, se levantó de su asiento y paseó la mirada por la sala. Dio con Marlee y conmigo, en la esquina, y se acercó a paso ligero.
—¿Qué habéis hecho vosotras en vuestras citas? —preguntó, sin más.
—¡Hola, Tuesday! —la saludó Jessica alegremente.
—¡Venga, va! —nos apremió, y se giró hacia mí—. Di, _____, cuenta.
—Ya te lo conté.
—No. ¡La de anoche! —Una doncella se acercó y nos ofreció té, que yo habría aceptado, pero Tuesday se la quitó de encima.
—¿Cómo…?
—Tiny os vio juntos y nos lo ha contado —dijo Jessica, intentando justificar los nervios de Tuesday—. Eres la única que ha estado con él a solas dos veces. Muchas de las chicas que aún no han quedado con él se han quejado. Creen que es injusto. Pero no es culpa tuya que le gustes.
—Pero es completamente injusto —protestó Tuesday—. Yo aún no le he visto fuera de las comidas, ni siquiera de paso. ¿Qué es lo que hiciste mientras estabas con él?
—Nosotros…, eh…, volvimos al jardín. Sabe que me gusta estar al aire libre. Y solo hablamos —dije, nerviosa, como si tuviera que defenderme.
Tuesday me miraba con tanto interés que aparté la mirada. Y al hacerlo vi que unas cuantas chicas nos escuchaban desde las mesas cercanas.
—¿Solo hablasteis? —preguntó, escéptica.
Me encogí de hombros.
—Pues sí.
Tuesday soltó un resoplido y se fue hasta la mesa de Kriss para pedirle, con bastante vehemencia, que esta volviera a contarle su historia. Yo, por mi parte, estaba estupefacta.
—¿Estás bien, _____? —preguntó Jessica, haciendo que volviera a la realidad.
—Sí. ¿Por qué?
—Pareces contrariada —dijo ella, frunciendo el ceño, con preocupación.
—No. No estoy contrariada. Todo va bien.
De pronto, con un movimiento tan rápido que me lo habría perdido de no haber estado tan cerca, Anna Farmer —una Cuatro que se ganaba la vida trabajando la tierra— se puso en pie y le soltó una bofetada a Celeste.
Varias de las chicas exclamaron de la impresión, yo entre ellas. Las que se lo habían perdido se giraron y preguntaron qué había pasado, en particular Tiny, cuya voz aguda atravesó el silencio reinante.
—Oh, Anna, no —exclamó Emmica, con un suspiro.
Al momento Anna entendió las consecuencias de lo que había hecho. La enviarían a casa; asiento y paseó la mirada por la sala. A Emmica se le escaparon las lágrimas, mientras Anna se sentaba de nuevo, absorta. Ambas eran chicas de campo y habían conectado desde el principio. Pensé en cómo me sentiría si Marlee tuviera que irse de pronto.
No había tenido un trato personal con Anna, pero siempre me había sorprendido su carácter efervescente. Sabía que no era una persona que pudiera querer hacer daño a nadie. Se había pasado gran parte del ataque de los rebeldes de rodillas, rezando.
Sin duda había caído en una provocación, pero no había nadie lo suficientemente cerca como para oír la conversación y testificar en su favor. Sería su palabra contra la de Celeste. Además, por otra parte, todas las presentes podían constatar que la había golpeado. Quizás hasta apremiaran a Harry para que enviara a Anna a casa, como ejemplo para las demás.
Anna, con lágrimas en los ojos, tuvo que oír a Celeste, que le susurró algo al oído y se apresuró a salir de la sala.
A la hora de la cena, Anna ya no estaba.
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Mensaje por ayluu_garciaa;) Jue 31 Jul 2014, 7:50 pm

Celeste es una perra...como me gustaria hacerle cosas muuuyyy malas...bueno me encanto el capitulo estuvo buenisisimo...seguila pronto chau besotes
ayluu_garciaa;)
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Mensaje por .Sweet Angel. Jue 31 Jul 2014, 8:32 pm

Owwww pobre Anna maldita celeste quien se cree esa perra? Es que odio que sean tan superficiales, awwwww jajaja Jess que linda estaba muy feliz!!
Y como no sí yo nomás con una cita con harry me moriría xD 
Vaya poss la conversación estaba buena eh?
Aajjajaja
Siguelaaaaaa eh amado muchote el cap!
*000000000*
Harry...rayis te cuenta sus cosas pero tu siquiera le dijiste lo de las citas, muy mal rulo muy mal xD
Sube prontis honey 
:******
.Sweet Angel.
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Mensaje por Invitado Sáb 02 Ago 2014, 10:14 pm

Nueva lectora me encanto!!!tienes que seguirla!!!
besos
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Mensaje por emilu Dom 03 Ago 2014, 8:50 pm

acabo de leer los capítulos que subiste! Perdón por no leer ni comentar antes, es que el colegio me complica un poco :( pero ya encuentro tiempo para comentar y leer de nuevo :D jajaja ame los capítulos!
síguela linda!
emilu
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Mensaje por Invitado Mar 05 Ago 2014, 6:45 pm

Cuando la sigues?!me fasina la novela!
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