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Mensaje por isabellita102 Mar 01 Abr 2014, 6:57 pm

ᴍᴀʀ. escribió:Que genial! Volviste! Ya extrañaba la nove.
Adoré los caps!
No puedo creer que Liam sea así con ella! Es muy triste.
Seguilaaa! :D
:bye:

hola volvi
publique un nuevo cap
espero que te guste
gracias por leer
 ;) 
isabellita102
isabellita102


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TIENTAME AL AMANECER (LIAM PAYNE)HOT NUEVA - Página 7 Empty Re: TIENTAME AL AMANECER (LIAM PAYNE)HOT NUEVA

Mensaje por isabellita102 Mar 01 Abr 2014, 7:02 pm

Isabela85 escribió:volviste!!!!!!!!!!!!!!!!  yeeeeeeiiiiii!!!!!!

oooohhh!!! Liam ella no quiere a un "caballero", Win te quiere a ti y a esa bienvenida

continua pliiiiiiiiiiiiiiiiiiisss!!!!!!!!!!

 :bye:  :bye:  :bye: 


TIENTAME AL AMANECER (LIAM PAYNE)HOT NUEVA - Página 7 Statpublix

hola volvi
traigo unmaraton
gracia spor leer
 ;) 
isabellita102
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Mensaje por isabellita102 Mar 01 Abr 2014, 7:03 pm

Capítulo 8

Por la mañana, Leo conoció a la institutriz.
Tanto Poppy como Beatrix le habían escrito un año antes hablándole de la necesidad de contratar a una institutriz. Su nombre era señorita Marks, y a ambas les caía bien, aunque sus descripciones no trasmitían con exactitud el por qué les gustaba tal criatura. Por lo visto era insignificante, callada y severa. No sólo ayudaba a las hermanas sino que toda la familia aprendía a desenvolverse en sociedad.
Leo creía que esta instrucción social era probablemente algo bueno. Para todos los demás, no para él.
Cuando se trataba de conductas apropiadas, la sociedad tendía a ser mucho más exigente con las mujeres que con los hombres. Y si un hombre poseía un título y soportaba su borrachera razonablemente bien, podía hacer o decir cualquier cosa que se le ocurriera, y aún ser invitado a todas partes.
Por un capricho del destino Leo había heredado un vizcondado, lo que cumplía meticulosamente la primera parte de la ecuación. Y ahora después de una larga permanencia en Francia, había limitado su bebida a una o dos copa de vino en la cena. Lo cual significaba que estaba relativamente seguro de ser recibido en cualquier aburrido y respetable acontecimiento de Londres a los cuales no tenía ningún deseo de asistir.
Sólo esperaba que la formidable señorita Marks intentara corregirle. Podría ser divertido hacerla trastabillar sobre sus propios talones.
Leo casi nada sabía sobre institutrices, excepto por las apocadas criaturas de las novelas, que tendían a caer enamoradas del amo de la casa solariega, siempre con funestos resultados. Sin embargo, la señorita Marks estaba completamente a salvo con él. Para variar, no tenía interés alguno en seducirla. Sus antiguas aventuras disipadas habían perdido el poder de cautivarle.
En una de las correrías de Leo por Provenza visitando algún resto arquitectónico Galo-Romano, se había topado con uno de sus viejos profesores de la Academie des Beaus Art. Ese oportuno encuentro originó que renovaran sus relaciones. En los meses siguientes, Leo había pasado muchas tardes realizando bosquejos, leyendo, y estudiando en el estudio del profesor. Leo había llegado a algunas conclusiones que tenía intención de poner a prueba ahora que estaba de regreso en Inglaterra.
Mientras paseaba despreocupadamente a lo largo del gran pasillo que llevaba a la suite de los Hathaway, oyó el sonido de pasos apresurados. Alguien corría hacia él desde la otra dirección. Moviéndose a un lado, Leo esperó con las manos metidas en los bolsillos.
—¡Ven aquí, pequeño demonio! —Oyó un gruñido de mujer—. ¡Rata gigante! ¡Cuando ponga mis manos sobre ti, te arrancaré las entrañas!
El tono sanguinario no era propio de una dama. Asombroso. Leo estaba inmensamente entretenido. Los pasos sonaron más cerca… pero sólo había un par de ellos. ¿A quién demonios estaría persiguiendo?
Rápidamente se hizo evidente que ella no perseguía a un quién sino a un qué. El peludo y escurridizo cuerpo de un hurón se acercó corriendo a grandes zancos a lo largo del pasillo con un objeto con volantes sujeto en el hocico. La mayor parte de los huéspedes del hotel sin duda se desconcertarían ante la visión de ese pequeño mamífero carnívoro corriendo como un rayo hacia ellos. Sin embargo, Leo había vivido durante años con las criaturas de Beatrix: ratones que aparecían en sus bolsillos, crías de conejos en sus zapatos, erizos que vagaban por causalidad por delante de él en la mesa del comedor. Sonriendo, observó al apresurado hurón que pasó apresurado junto a él.
La mujer llegó poco después, una masa de faldas grises crujían mientras corría abriéndose paso tras la criatura. Pero si había una cosa para la cual la ropa de las damas no estaba diseñada a hacer, era facilitar la libertad de movimiento. Agobiada por capas y capas de tela, tropezó y se cayó a unos metros de distancia de Leo. Unas gafas salieron volando hasta su lado.
Leo estuvo junto a ella en un instante, se puso en cuclillas mientras buscaba entre el siseante enredo de miembros y faldas.
—¿Se ha hecho daño? Estoy seguro que hay una mujer aquí en algún sitio… Ah, allí está usted. Tranquila. Déjeme…
—No me toque —exclamó ella, golpeándole con los puños.
—No la estoy tocando. Es decir, sólo la estoy tocando con… ay, ¡maldición!... con intención de ayudarla. —Su sombrero, un pequeño trozo de fieltro atado con lazos baratos, se le había caído sobre la cara. Leo logró empujarlo hacia la coronilla de su cabeza, esquivando por escaso margen un brusco golpe a su propia mandíbula—. Cristo. ¿Quiere dejar de agitarse por un momento?
Luchando por sentarse, ella lo fulminó con la mirada.
Leo se arrastró para recuperar las gafas y regresó para devolvérselas. Ella se las arrebató sin una palabra de agradecimiento.
Era una mujer delgada y aparentemente impaciente. Una joven con ojos entrecerrados, los cuales se fijaban en él con mala disposición. Su cabello castaño claro estaba recogido hacia atrás con la tirantez de una cuerda de horca lo que provocó que Leo hiciera una mueca sólo de verlo. Uno habría esperado algún rasgo que compensara… un par de suaves labios, quizás, o un bonito pecho. Pero no, sólo había una boca severa, un pecho llano, y unas mejillas descarnadas. Si Leo se hubiese visto obligado a pasar algún tiempo con ella... que, por suerte, no era así... habría comenzado alimentándola.
—Si quiere ayudar —dijo ella con frialdad, enganchando las gafas al costado de sus orejas—, recupere a ese maldito hurón por mí. Quizás lo haya cansado lo suficiente para que usted sea capaz de atraparlo.
Aún en cuclillas, Leo echó un vistazo al hurón, que había hecho una pausa a diez metros de distancia mientras los observaba a ambos con brillantes y pequeños ojos.
—¿Cuál es su nombre?
—Dodger .
Leo produjo un silbido bajo y unos chasquidos con la lengua.
—Ven aquí, Dodger. Has causado suficientes problemas por esta mañana. Aunque no puedo criticar tu gusto por ¿las ligas de las damas? ¿Es eso lo que sostienes?
La mujer observó, estupefacta, como el largo y esbelto cuerpo del hurón se movía hacia Leo. Parloteando efusivamente, Dodger avanzó lentamente hasta el muslo de Leo.
—Buen chico —dijo Leo, acariciando la liza piel.
—¿Cómo lo hizo? —preguntó la mujer molesta.
—Tengo un vínculo con los animales. Tienden a aceptarme como uno de los suyos. —Leo rescató el trozo de encaje y cinta de entre los largos dientes delanteros. Definitivamente era una liga, deliciosamente femenina y poco práctica. Le lanzó a la mujer una sonrisa burlona cuando se la entregó.
—Sin duda esto es suyo.
En realidad no lo creía, por supuesto. Asumía que la liga pertenecía a alguna otra. Era imposible imaginar que esta fémina tan severa usara algo tan frívolo. Pero cuando vio como un rubor se extendía por las mejillas de la joven, comprendió que realmente era de ella. Fascinante.
Gesticuló con el hurón colgando relajado de su mano y dijo:
—¿Asumo que este animal no le pertenece?
—No, es de una de mis pupilas.
—Por casualidad, ¿es usted institutriz?
—Eso no es de su incumbencia.
—Porque si lo es, entonces una de sus pupilas definitivamente es la señorita Beatrix Hathaway.
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Mensaje por isabellita102 Mar 01 Abr 2014, 7:04 pm

Ella frunció el ceño.
—¿Cómo sabe eso?
—Mi hermana es la única persona a quien conozco que traería a un hurón ladrón de ligas al Styles Hotel.
—¿Su hermana?
Él sonrió ante su rostro sorprendido.
—Lord Ramsay, a su servicio. ¿Y usted es la señorita Marks, la institutriz?
—Sí —refunfuñó ella, ignorando la mano que él le ofreció. Se puso de pie sin ayuda.
Leo sintió un impulso irresistible de provocarla.
—Cuan gratificante. Siempre he anhelado una institutriz a quien acosar.
El comentario pareció enfurecerla más allá de toda expectativa.
—Soy consciente de su reputación como perseguidor de faldas, milord. No encuentro nada gracioso en eso.
Leo no creía que encontrara mucho humor en nada.
—¿Mi reputación ha perdurado a pesar de una ausencia de dos años? —preguntó, asumiendo un tono de alegre sorpresa.
—¿Está orgulloso de eso?
—Por supuesto. Es fácil tener una buena reputación… simplemente no tienes que hacer nada. Pero ganar una mala reputación… bueno, eso lleva algo de esfuerzo.
Una mirada despectiva ardió a través de los espejuelos de las gafas.
—Lo desprecio —anunció ella. Empezando a caminar, se alejó de él.
Leo la siguió, llevando al hurón.
—Acabamos de conocernos. No puede despreciarme hasta que realmente llegue a conocerme.
Ella lo ignoró mientras la seguía a la suite Hathaway. Lo ignoró cuando él llamó a la puerta, y lo ignoró cuando fueron recibidos por la doncella.
Había una especie de conmoción en la suite, lo cual no debería ser una sorpresa considerando que era la suite de su familia. El aire estaba lleno de maldiciones, exclamaciones, y gruñidos de combate físico.
—¿Leo? —Beatrix apareció en el salón principal y se dirigió apresurada hacia ellos.
—¡Beatrix, querida! —Leo se sorprendió por el cambio que los últimos dos años y medio habían hecho en su hermana más joven—. ¡Cómo has crecido…!
—Sí, eso no importa —dijo ella con impaciencia, quitándole al hurón—. ¡Entra ahí y ayuda al señor Malik!
—¿Ayudarlo en qué?
—Intenta evitar que Payne mate al doctor Harrow.
—¿De verdad? —preguntó Louis sin expresión, y se precipitó al salón de recepción.

Capítulo 9

Después de intentar dormir en una cama que se había convertido en un potro de tortura, Liam despertó con el corazón agobiado. Y otras incomodidades más urgentes.
Había sufrido una plaga de sueños excitantes en los que el cuerpo desnudo de Win se retorcía contra él, debajo de él. Todos los deseos que mantenía a raya a la luz del día se habían expresado en esos sueños… Había abrazado a Win, empujado en su interior, y acallado sus gritos con la boca… la había besado desde la cabeza hasta los dedos del pie y vuelta. Y en esos mismos sueños ella se había comportado de la manera más impropia de Win, deleitándose delicadamente en él con una boca disoluta, explorándolo con pequeñas e inquisitivas manos.
Un baño con agua helada ayudo en algo a su estado, pero Liam aún era consciente del fuego que ardía demasiado cerca de la superficie.
Hoy iba a encontrarse con Win y tenía que hablar con ella delante de los demás, como si todo fuera normal. Tendría que mirarla y no pensar en la suavidad entre sus muslos, en como lo había acunado mientras él empujaba contra ella, en como sintió su calor incluso a través de las capas de ropa. Y en cómo había yacido con ella y la había hecho llorar.
Sintiéndose miserable y explosivo, Liam se vistió con las ropas de ciudad que la familia insistía que llevara cuando estaba en Londres.
—Sabes cuánto valor dan los gadjos a la apariencia —le había dicho Malik, arrastrándolo a Savile Row—. Tienes que parecer respetable, o repercutirá negativamente en tus hermanas cuando las vean contigo.
El antiguo patrón de Malik, Lord St. Vicent, le había recomendado una tienda especializada en ropas de caballeros hechas a medida. No conseguirás nada decente que no esté hecho a medida, le había dicho St. Vicent, chasqueando después de echar un vistazo evaluador a Liam. Ningún modelo le servirá.
Liam se había sometido a la indignidad de que le tomaran las medidas, que lo cubrieran con incontables telas, probándose infinitos accesorios. Malik y las hermanas Hathaway parecían contentos con el resultado, pero Liam no podía ver ninguna diferencia entre su nuevo atavío y el viejo. La ropa era ropa, algo que cubría su cuerpo para protegerlo de los elementos.
Frunciendo el ceño, Liam se puso encima una camisa blanca plisada y corbata negra, un chaleco con un cuello marcado, y pantalones estrechos. Luego un abrigo de ciudad hecho de lana con bolsillos delanteros y una abertura en la espalda. (A pesar de su desdén por la ropa de gadjo, tenía que admitir que era un abrigo fino y cómodo).
Como de costumbre, Liam se dirigió a la suite Hathaway para el desayuno. Mantuvo su rostro inexpresivo, aun cuando su estómago se retorcía y su pulso estuviera descontrolado. Todo ante el pensamiento de ver a Win. Pero manejaría la situación con destreza. Estaría calmado y silencioso, y Win estaría habitualmente serena, y superarían este maldito y embarazoso primer encuentro.
Todas sus intenciones, sin embargo, desaparecieron cuando entró en el salón de recepción, y vio a Win en el suelo. En ropa interior.
Estaba postrada sobre el estómago, intentando empujar hacia arriba, mientras un hombre se inclinaba sobre ella. Tocándola.
La visión hizo explotar algo en el interior de Liam.
Con un rugido sanguinario, alcanzó a Win en un destello tomándola rápidamente en sus posesivos brazos.
—Espera —jadeó ella—. ¿Qué estas…? ah, ¡no lo hagas! ¡Déjame explic… no!
Él la depositó sin ceremonias sobre un sofá a su espalda, y se dio la vuelta para enfrentarse al otro hombre. El único pensamiento en la mente de Liam era la desmembración rápida y eficaz, empezando por descuartizar al bastardo muerto.
Prudentemente el hombre se había precipitado detrás de una silla pesada, colocándola entre ellos.
—Usted debe ser Payne —dijo él—. Yo soy…
—Un hombre muerto —gruñó Liam, sobresaltándolo.
—¡Es mi doctor! —gritó Win—. ¡Es el doctor Harrow, y… Payne, no te atrevas a hacerle daño!
Él la ignoró, Liam se adelantó aproximadamente dos pasos antes de sentir un gancho alrededor de su pierna, que lo lanzó dolorosamente al suelo. Era Zayn Malik quien se echó encima de él, se arrodilló sobre sus brazos, y lo agarró por la nuca.
—Payne, idiota —dijo Malik, luchando por contenerlo—, es el puñetero doctor. ¿Qué crees que haces?
—Matar... lo —gruñó Liam, sacudiéndose a pesar del peso restrictivo de Malik.
—¡Maldita sea! —exclamó Malik—. ¡Louis, ayúdame a sujetarlo! Ahora.
Louis se precipitó a ayudar. Se necesitó a ambos para contener a Payne.
—Me gustan nuestras reuniones familiares —oyó decir a Louis—. Payne, ¿cuál es tu problema?
—Win está en ropa interior, y ese hombre…
—Ésta no es mi ropa interior —llegó la exasperada voz de Win—. ¡Es un traje de ejercicio!
Payne se retorció para mirar en su dirección. Ya que Malik y Louis aún lo sujetaban, no podía mirar del todo hacia arriba. Pero vio que Win estaba vestida con calzones flojos y un corpiño que mostraba los brazos desnudos.
—Conozco la ropa interior cuando la veo —chasqueó él.
—Estos son pantalones turcos, y un corpiño absolutamente respetable. Toda mujer en la clínica lleva este mismo traje. ¡El ejercicio es necesario para mi salud! Y con seguridad no lo haré en un vestido y cors…
—¡Te estaba tocando! —la interrumpió Liam severamente.
—Se aseguraba de que tuviera una postura adecuada.
El doctor se acercó con precaución. Había un parpadeo de humor en sus ojos grises y alertas.
—En realidad este es un ejercicio hindú. Forma parte de método de entrenamiento que he desarrollado. Todos mis pacientes lo han incorporado a sus programas diarios. Por favor créame si le digo que mis atenciones con la señorita Hathaway eran completamente respetuosas. —Hizo una pausa e irónicamente preguntó—: ¿Ahora ya estoy a salvo?
Louis y Zayn, que aún luchaban con Liam, contestaron simultáneamente:
—¡No!
Para entonces, Poppy, Beatrix, y la señorita Marks se habían apresurado a entrar en la habitación.
—Payne —dijo Poppy—. El doctor Harrow no le hacía ningún daño a Win y…
—En verdad es muy agradable, Payne —intervino Beatrix—. Incluso a mis animales les gusta.
—Tranquilo —dijo Malik tranquilamente a Liam, hablando en romaní de modo que nadie más pudiera entender—. Esto no beneficia a nadie.
Liam aún dijo:
—La estaba tocando —contestó en la vieja lengua, aún cuando odiara usarla.
Y sabía que Malik entendería que para un romaní era difícil, aún inconcebible, tolerar que cualquier otro hombre pusiera una mano sobre su mujer, fuera por la razón que fuera.
—Ella no es tuya, phral —dijo Malik en romaní, no sin algo de lástima.
Lentamente Liam se forzó a relajarse.
—¿Puedo soltarlo ahora? —preguntó Louis—. Sólo hay un tipo de esfuerzo del que disfruto antes del desayuno. Y este no lo es.
Malik permitió a Liam ponerse de pie, pero le mantuvo un brazo retorcido detrás de la espalda.
Win se dirigió junto a Harrow. La visión de ella llevando tan poca ropa, estando tan cerca a otro hombre, provocó que los músculos se crisparan por todo el cuerpo de Liam. Podía ver la forma de sus caderas y piernas. Toda la familia se había vuelto loca, al dejarla vestir así delante de un extraño y actuando como si esto fuera apropiado. Pantalones turcos…. como si darles ese nombre no los hiciera seguir siendo calzones.
—Insisto en que le pidas disculpas —dijo Win—. Has sido muy grosero con mi invitado, Payne.
¿Su invitado? Liam la miró ultrajado.
—No es necesario —dijo Harrow a toda prisa—. Comprendo lo que debió parecer.
Win miró airadamente a Liam.
—Sólo me estaba ayudando otra vez, ¿y esta es la forma en que se lo pagas? —reclamó ella.
—Usted se ha ayudado a sí misma —dijo Harrow—. Es el resultado de sus propios esfuerzos, señorita Hathaway.
La expresión de Win se suavizó cuando dirigió la mirada al doctor.
—Gracias. —Pero cuando miró nuevamente a Liam, el ceño regresó—. ¿Pedirás perdón, Payne?
Malik retorció su brazo un poco más fuerte.
—Hazlo, maldito seas —refunfuñó Malik—. Por la familia.
Mirando airadamente al doctor, Liam habló en romaní.
—Ka xlia ma pe tute. (Voy a cagarme en ti).
—Lo cual significa —dijo Malik a toda prisa—. «Disculpe el malentendido, por favor; separémonos como amigos».
—Te malavel les i menkiva —añadió Liam con buenas maneras. (Ojalá te mueras de una diarrea maligna).
—Una traducción aproximada —dijo Malik— sería, «Que su jardín este repleto de gordos erizos». Lo que, debo añadir, es considerado una bendición entre los romanís.
Harrow parecía escéptico. Pero murmuró:
—Acepto sus disculpas. Sin rencores.
—Perdónenos —dijo Malik en un tono agradable, aún retorciendo el brazo de Liam—. Vayan a desayunar, por favor… Tenemos algunos asuntos que ultimar. Por favor decidle a Amelia cuando se levante que volveré aproximadamente al mediodía. —Y guió a Liam fuera del salón, con Louis tras sus talones.
En cuanto estuvieron fuera de la suite, en el pasillo, Malik liberó el brazo de Liam y lo giró para enfrentarlo. Pasándose la mano por su pelo, Malik le preguntó con amortiguada exasperación:
—¿Qué esperabas conseguir matando al doctor de Win?
—Placer.
—Eso no lo dudo. Pese a todo, Win no parecía muy divertida.
—¿Por qué está aquí Harrow? —preguntó Liam con ferocidad.
—Yo puedo contestar a eso —dijo Louis, apoyando un hombro contra la pared con casual facilidad—. Harrow se ha convertido en un buen amigo de los Hathaways. Debido a que él y mi hermana son… íntimos.
Liam sintió bruscamente un repugnante peso en el estómago, como si hubiera tragado un puñado de piedras del río.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, aun cuando lo sabía. Ningún hombre podía conocer a Win y no enamorarse de ella.
—Harrow es viudo —dijo Louis—. Un tipo bastante decente. Más atado a su clínica y sus pacientes que ningún otro. Pero es un hombre sofisticado, un viajero incansable, y rico como el demonio. Y es un coleccionista de objetos hermosos. Un conocedor de cosas finas.
Ninguno de los otros hombres dejó de notar la implicación. Win sería una exquisita adición a su colección de finos objetos.
Fue difícil hacer la siguiente pregunta, pero Liam se obligó a hacerla.
—¿A Win le importa él?
—No que creo que Win sepa cuanto de eso que siente por él es gratitud, y cuanto verdadero afecto. —Louis lanzó a Liam una mirada afilada—. Y aún existen algunas preguntas sin respuestas que tendrá que resolver por sí misma.
—Hablaré con ella.
—Yo no lo haría si estuviera en tu lugar. No antes de que se enfríe un poco. Está más bien furiosa contigo.
—¿Por qué? —preguntó Liam, preguntándose si ella le habría confiado a su hermano los acontecimientos de la noche anterior.
—¿Por qué? —La boca de Louis se curvó—. Hay un sinfín de brillantes opciones, me encuentro en un dilema al elegir con cual empezar. Dejando a un lado el penoso asunto de esta mañana, ¿qué tal el hecho de que nunca le hayas escrito?
—Lo hice —dijo Liam con indignación.
—Una carta —concedió Louis—. El informe de la hacienda. Me lo mostró, en realidad. ¿Cómo podría uno olvidar la elevada prosa que usaste para escribir sobre la fertilización del campo cerca de la puerta del este? Te diré, que la parte sobre el estiércol de oveja casi trajo una lágrima a mis ojos, era tan sentimental…
—¿Qué esperaba ella que le escribiera? —protestó Liam.
—No te molestes en explicarle, milord —intercedió Zayn cuando Louis abría la boca—. No es costumbre de los romanís poner nuestros pensamientos privados sobre el papel.
—Tampoco, es costumbre de los romanís administrar una hacienda y manejar equipos de trabajadores y arrendatarios —contestó Louis—. Pero lo has hecho, ¿verdad? —Louis rió sardónicamente ante la expresión malhumorada de Liam—. Según todas las probabilidades, Payne, harías mejor papel de amo de un feudo que yo. Mírate, ¿vas vestido como un romaní? ¿Pasas tus días holgazaneando alrededor de una hoguera de campamento, o estudias minuciosamente el estado de los libros de cuentas? ¿Duermes a la intemperie sobre el duro suelo, o dentro sobre un cómodo colchón de plumas? ¿Aún hablas como un romaní más? No, has perdido tu acento. Suenas como…
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Mensaje por isabellita102 Mar 01 Abr 2014, 7:06 pm

—¿Adónde quieres llegar? —lo interrumpió Liam de forma cortante.
—Sólo que has hecho compromisos a diestra y siniestra desde que llegaste a esta familia. Has hecho cualquier cosa que tuvieras que hacer, con tal de estar cerca de Win. Entonces déjate de ser un maldito hipócrita y no te conviertas en un romaní ahora que finalmente tienes una posibilidad de… —Louis se detuvo y alzó los ojos hacia el cielo—. ¡Por Dios! Esto es demasiado incluso para mí. Y yo que pensaba que estaba curtido ante el drama. —Lanzó una mirada ácida a Malik—. Háblale tú. Voy a conseguirme un té.
Regresó a la suite, dejándolos en el pasillo
—No escribí sobre el estiércol de oveja —refunfuñó Liam—. Era otra clase de fertilizante.
Malik intentó sin éxito sofocar una sonrisa.
—Sea como sea, phral, la palabra fertilizante con seguridad debería quedar excluida de una carta a una dama.
—No me llames así.
Malik empezó a bajar por el pasillo.
—Ven conmigo. Hay una misión en la que te requiero.
—No estoy interesado.
—Es peligrosa —lo engatusó Malik—. Es posible que consigas golpear a alguien. Tal vez incluso comenzar una reyerta. Ah…. sabía que eso te convencería.


Una de las cualidades que Liam encontraba más molesta de Zayn Malik era su persistencia a la hora de hacer averiguaciones sobre los tatuajes. Había perseguido el misterio durante dos años.
A pesar de la multitud de responsabilidades que llevaba a hombros, Malik nunca omitía una oportunidad de investigar el asunto. Había buscado diligentemente a su propia tribu, pidiendo información a cada vardo viajero y yendo a cada campamento gitano. Pero parecía como si la tribu de Malik hubiera desaparecido de la faz de la tierra, o al menos se hubiera ido a la otra cara de la misma. Probablemente nunca los encontraría, no había límites a lo lejos que una tribu podía viajar, y no existía garantía de que alguna vez volvieran a Inglaterra.
Malik había buscado en registros de matrimonio, nacimiento y registros de defunción, con la esperanza de encontrar alguna mención de su madre, Sonya, o de sí mimo. Nada hasta ahora. También había consultado a expertos heráldicos e historiadores irlandeses para averiguar el significado del símbolo pooka. Todo lo que estos habían podido hacer fue sacar a la superficie las acostumbradas leyendas del caballo de pesadilla: el cual hablaba con voz humana, se aparecía a la medianoche y si te pidiera ir con él, tú nunca podrías negarte. Y cuando fueras con él, si sobrevivías al paseo, estarías cambiado para siempre cuando volvieras.
Zayn tampoco había podido encontrar una conexión significativa entre los nombres de Malik y Payne, que eran comunes entre los romanís. Por lo tanto el último intento de Malik era buscar a la tribu de Liam, o a alguien que supiera de ellos.
Liam era comprensiblemente hostil a ese plan, por lo cual Malik se lo reveló mientras caminaban por los escondrijos del hotel.
—Me abandonaron para que muriera —dijo Liam—. ¿Y quieres que te ayude a encontrarlos? Si veo a cualquiera de ellos, sobre todo al rom baro, lo mataré con mis propias manos.
—Bien —contestó Malik serenamente—. Después de que nos hable del tatuaje.
—Todo lo que te dirán es lo que ya te he dicho yo… es la marca de una maldición. Y si alguna vez averiguas lo que significa…
—Sí, sí, lo sé. Estaremos condenados. Pero si llevo una maldición en mi brazo, Payne, quiero saberlo.
Liam le lanzó una mirada que debería haberlo derribado. Se detuvo en un rincón de las cuadras donde herraduras, tijeras podadoras, y limas estaban muy bien organizadas en un anaquel.
—No iré. Tendrás que buscar a mi tribu sin mí.
—Te necesito —contestó Malik—. Ya que al primer lugar al que nos dirigiremos es el kekkeno mushes puv.
Liam lo miró fijamente con incredulidad. Kekkeno mushes puv, significaba «hombre-sin-tierra», era un sórdido llano localizado en Surrey en la ribera del Támesis. La tierra fangosa estaba atestada por desvencijadas tiendas gitanas, unos cuantos vardos, perros salvajes, y casi salvajes romanís. Pero ese no era el verdadero peligro. Había otro, un grupo no gitano llamado los Chorodies, descendientes de granujas y parias, principalmente de origen sajón. Los Chorodies eran realmente viles, sucios, y feroces, sin costumbres o modales. Acercarse en lo más mínimo a ellos era virtualmente estar pidiendo ser atacado o robado. Era difícil imaginar un lugar más peligroso en Londres excepto los barrios bajos de Eastside.
—¿Por qué crees que alguien de mi tribu podría estar en un lugar como ese? —preguntó Liam, algo más que impresionado por la idea. Sin duda, aún bajo el mando del baro rom, ellos no habrían caído tan bajo.
—Hace poco conocí a un chal de la tribu Bosvil. Dijo que su hermana pequeña, Shuri, estuvo casada hace mucho con tu rom baro. —Malik miró atentamente a Payne—. Parece que la historia de lo que te pasó se conoce hasta los confines de Romanija.
—No veo el por qué —refunfuñó Liam, sintiéndose asfixiado—. No es importante.
Malik se encogió de hombros casualmente, fijando su mirada sagaz sobre el rostro de Liam.
—Los Romanís cuidan de los suyos. Ninguna tribu abandonaría nunca a un muchacho herido o moribundo, sean cuales sean las circunstancias. Y al parecer esto trajo una maldición sobre la tribu del baro rom… Su suerte se volvió desastrosa, y la mayor parte de ellos cayeron en la ruina. Hay justicia para ti.
—Nunca me preocupó la justicia. —Liam quedó ligeramente sorprendido por el chirrido de su propia voz.
Malik habló con tranquilo entendimiento.
—Es extraña la vida, ¿verdad?... Un romaní sin tribu. No importa cuán duro parezca ser, nunca puede encontrar un hogar. Porque para nosotros, un hogar no es un edificio o una tienda o un vardo… un hogar es una familia.
Liam tenía dificultades para sostener la mirada de Malik. Las palabras cortaban muy cerca a su corazón. En todo el tiempo que conocía a Malik, Liam nunca había sentido un parentesco con él hasta ese instante. Pero no podía ignorar más el maldito hecho de que tenían mucho en común. Eran dos extraños con un pasado lleno de preguntas sin respuestas. Y cada uno de ellos se había visto atraído hacia los Hathaways, y encontrado un hogar con ellos.
—Iré contigo, demonios —dijo Liam bruscamente—. Pero sólo porque sé lo que Amelia me hará si dejo que algo te pase.

Capítulo 10

En algunas partes de Inglaterra, la primavera había cubierto la tierra con terciopelo verde y convincentes flores en los setos. En algunas partes el cielo era azul y el aire dulce. Pero no en la tierra de nadie, donde el humo de millones de tubos de chimeneas había agriado la tez de la ciudad con una neblina amarillenta por la que la luz del día apenas podía penetrar. Había poco excepto barro y miseria en este lugar estéril. Estaba localizado aproximadamente a un cuarto de milla del río y lindaba con una colina y el ferrocarril.
Liam estaba sombrío y silencioso mientras él y Malik dirigían sus caballos por el campo Romaní. Las tiendas de campaña estaban dispersas con holgura, con los hombres sentados en las entradas, mientras modelaban colgadores o fabricaban cestas. Liam oyó a unos muchachos gritarse unos a otros. Cuando rodeaba una tienda, vio un pequeño grupo alrededor de una pelea. Los hombres gritaban con ira instrucciones y amenazas a los muchachos como si fueran animales en un foso.
Parando para echar un vistazo, Liam miró a los muchachos mientras las imágenes de su propia niñez pasaban a través de su mente. Dolor, violencia, miedo… la ira del rom baro, que golpearía a Liam más aún si perdía. Y si ganaba, enviaría a otro muchacho ensangrentado y destrozado al suelo, no habría ninguna recompensa. Sólo la aplastante culpa de herir a alguien que no le había hecho ninguna ofensa.
¿Qué es esto? Había rugido el rom baro, descubriendo a Liam acurrucado en una esquina, llorando, después de haber golpeado a un muchacho que le había pedido que parara. Eres patético, un perro lloriqueando. Te daré uno de estos, su pie calzado con una bota había alcanzado el costado de Liam, contusionándole las costillas, por cada lágrima que derrames. ¿Qué clase de idiota lloraría por ganar? ¿Llorando después de hacer la única cosa para la que eres bueno? Expulsaré la debilidad fuera de ti, gran bebé llorón. No dejó de darle patadas hasta que Liam quedó inconsciente.
La siguiente vez que Liam golpeó a alguien, no sintió ninguna culpa. No sintió nada.
Liam no era consciente de haberse quedado congelado en el lugar o de que respiraba jadeando, hasta que Malik le habló suavemente.
—Vamos, phral.
Arrancando la mirada de los muchachos, Liam vio compasión y cordura en los ojos del otro hombre. Los oscuros recuerdos retrocedieron. Liam hizo una breve inclinación con la cabeza y continuó.
Malik se detuvo en dos o tres tiendas, preguntando por el paradero de una mujer a la que llamaban Shuri. Las respuestas llegaban a regañadientes. Como esperaban, los Romaní contemplaban a Malik y Liam con obvia sospecha y curiosidad. El dialecto Roma era difícil de interpretar, una mezcla de Romaní profundo y lo que llamaban «jerga viajera», un argot utilizado por los gitanos urbanos.
Liam y Malik se dirigieron a una de las tiendas más pequeñas, donde un muchacho mayor estaba sentado a la entrada sobre un cubo volteado. Tallaba botones con un pequeño cuchillo.
—Buscamos a Shuri —dijo Liam en la antigua lengua.
El muchacho miró sobre el hombro hacia la tienda.
—Mainl —gritó él—. Hay dos hombres para verte. Romanís vestidos como gadjos.
Una singular mujer fue hacia la entrada. No media más de metro y medio de altura, pero su torso y la cabeza eran amplias, la tez oscura y arrugada, los ojos brillantes y negros. Liam la reconoció inmediatamente. Era ciertamente Shuri, quien sólo había tenido aproximadamente dieciséis años cuando se había casado con el rom baro. Liam había abandonado la tribu no mucho después de eso.
Los años no habían sido amables con ella. Shuri había sido una vez de una belleza asombrosa, pero una vida llena de dificultades la había hecho envejecer antes de tiempo. Aunque ella y Liam eran casi de la misma edad, la diferencia entre ellos podría haber sido de veinte años en vez de dos.
Ella miró fijamente a Liam sin mucho interés. Entonces sus ojos se agrandaron y las nudosas manos se movieron en un gesto con el que comúnmente solían protegerse contra los malos espíritus.
—Liam —dijo en voz baja.
—Hola, Shuri —le dijo él con dificultad y lo siguió con un saludo que no había hecho desde la niñez—. Droboy tume Romale.
—¿Eres un espíritu? —le preguntó ella.
Malik lo miró alerta.
—¿Liam? —repitió él—. ¿Es ese tu nombre tribal?
Liam le ignoró.
—No soy un espíritu, Shuri. —Le lanzó una sonrisa tranquilizadora—. Si lo fuera, no me habría hecho mucho más viejo, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza, los ojos como rendijas con una mirada suspicaz de reojo.
—Si eres realmente tú, enséñame la marca.
—¿Puedo hacerlo dentro?
Después de una larga vacilación, Shuri asintió de mala gana, haciéndoles señas a ambos, Liam y Malik, para que entraran en la tienda.
Zayn hizo una breve pausa en la entrada y le habló al muchacho.
—Asegúrate de que no roban los caballos —le dijo— y te daré media corona. —No estaba seguro de si los caballos estaban en más peligro con los Chorodies o con los Romanís.
—Sí, kako —dijo el muchacho, usando un título respetuoso para un macho mucho mayor.
Sonriendo con pesar, Zayn siguió a Payne hacia la tienda.
La estructura estaba hecha con barras clavadas en la tierra que se doblaban en lo alto, con otras barras de apoyo sujetas a ellas con cuerda. Todo esto estaba cubierto por una tela gruesa marrón que había sido fijada junta sobre los nervios de la estructura. No había sillas o mesa. A un romaní, el suelo le servía perfectamente bien para ambos fines. Pero había un montón de abundantes ollas y zanjas en la esquina y una ligera plataforma cubierta por un paño. El interior de la tienda estaba caldeado por un pequeño fuego de carbón encendido en una olla de tres patas.
En dirección hacia Shuri, Zayn se sentó con las piernas cruzadas cerca de la olla de fuego. Sofocó una sonrisa burlona cuando Shuri insistió en ver el tatuaje de Payne, lo cual provocó una mirada de resignación en él. Siendo un hombre modesto y reservado, Payne probablemente rechinaba por dentro al tener que desnudarse delante de ellos. Pero apretó la mandíbula, tiró de su abrigo y se desabotonó el chaleco.
En vez de quitarse la camisa del todo, Payne la desabrochó y dejó que se empezaran a revelar la parte superior de la espalda y hombros, las cuestas musculosas brillaban como el bronce. El tatuaje era todavía una visión ligeramente asombrosa para Zayn, quien no lo había visto nunca sobre alguien excepto él mismo.
Refunfuñando en Romaní profundo, usando unas palabras que sonaban como lengua sánscrita, Shuri se acercó por detrás de Liam para mirar el tatuaje. La cabeza de Payne bajó y respiró tranquilamente.
La diversión de Zayn se desvaneció cuando vio la cara de Payne, indiferente salvo por un leve ceño fruncido. Para Zayn habría sido una alegría y un alivio encontrar alguien de su pasado. Para Payne, la experiencia estaba siendo pura miseria. Pero lo llevaba con una estoica entereza que emocionaba a Zayn. Y Zayn descubrió que no le gustaba ver a Payne tan vulnerable.
Después de recorrer con la mirada la marca del horrendo caballo, Shuri se alejó de Payne y le hizo señas para que se vistiera.
—¿Quién es este hombre? —le preguntó ella, cabeceando en dirección de Zayn.
—Uno de mi kumpania —refunfuñó Payne. Kumpania era una palabra que solía describir un clan, un grupo unido aunque no necesariamente por vínculos familiares. Colocándose la ropa de nuevo encima, Payne le preguntó con brusquedad—. ¿Qué le ha pasado a la tribu, Shuri? ¿Dónde está el rom baro?
—En la tierra —dijo la mujer, con una indiferencia mordaz respecto a su marido—. La tribu se dispersó. Después de que la tribu vio lo que te hizo, Liam… te hicimos… abandonarte para morir… todo fue mal después de eso. Nadie quiso seguirlo. Los gadjos finalmente lo ahorcaron, cuando lo cogieron haciendo wadafu luvvu.
—¿Qué es eso? —preguntó Zayn, incapaz de seguir su acento.
—Falsificar dinero —dijo Payne.
—Antes de eso —siguió Shuri—, el rom baro había intentado hacer que algunos muchachos jóvenes entraran en ashribe, ganar monedas en ferias y en las calles de Londres. Pero ninguno de ellos podía luchar como tú y sus padres no dejarían al rom baro ir tan lejos con ellos. —Sus sagaces ojos oscuros se giraron en dirección a Zayn—. El rom baro llamaba a Liam su perro de lucha —dijo—. Pero los perros eran tratados mejor que él.
—Shuri… —Payne habló entre dientes, frunciendo el ceño—. Él no necesita saber…
—Mi marido quería que Liam muriera —continuó ella—, pero ni siquiera el rom baro se atrevería a matarlo abiertamente. Entonces privó de comida al muchacho y lo metió en demasiadas peleas, no le dio ninguna venda o bálsamo para sus heridas. Nunca le dieron una manta, sólo una cama de paja. Solíamos escamotear comida y medicinas para él cuando el rom baro no miraba. Pero no había nadie para defenderlo, pobre muchacho. —Su mirada se volvió enfurruñada mientras hablaba a Payne directamente—. Y no era fácil ayudarte, cuando tú no hacías nada más que gruñir y chasquear los dientes. Nunca una palabra de agradecimiento, ni siquiera una sonrisa.
Payne guardaba silencio, la cara apartada mientras se terminaba de abrochar el último de los botones de su chaleco.
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Mensaje por isabellita102 Mar 01 Abr 2014, 7:09 pm

Zayn se encontró a sí mismo pensando en que era bueno que el rom baro estuviera ya muerto. Porque sentía el poderoso impulso de perseguir al bastardo y matarlo. Y a Zayn no le gustaba la crítica de Shuri a Payne. No es que Payne alguna vez hubiera sido un modelo de encanto… pero después de haber crecido en un ambiente tan despiadado, era un maldito milagro que fuera capaz de vivir como un hombre normal.
Los Hathaways habían hecho más que salvar la vida de Payne. Habían salvado también su alma.
—¿Por qué tu marido odiaba tanto a Payne? —preguntó Zayn suavemente.
—El rom baro odiaba todas las cosas gadjo. Solía decir que si cualquiera de la tribu alguna vez se iba con uno de los gadjo, los mataría.
Payne la miró repentinamente.
—Pero yo soy Romaní.
—Eres poshram, Liam. Mitad gadjo. —Ella se rió ante su asombro—. ¿Nunca lo sospechaste? Tienes la mirada de un gadjo, sabes. La nariz estrecha. La forma de la mandíbula.
Payne negó con la cabeza, mudo ante la relevación.
—Santo infierno —susurró Zayn.
—Tu madre se casó con un gadjo, Liam —siguió Shuri—. El tatuaje que llevas es la marca de su familia. Pero tu padre la abandonó, como tienden a hacer los gadjos. Y después de que pensamos que habías muerto, el rom baro dijo: «Ahora sólo hay uno».
—¿Sólo un qué? —logró preguntar Zayn.
—Hermano —Shuri se movió para remover el contenido de la olla al fuego, enviado un destello brillante a través de la tienda—. Liam tenía un hermano menor.
La emoción inundó a Zayn. Sintió un deslumbrante cambio en toda su conciencia, una inflexión nueva en cada pensamiento. Después de haber pasado toda su vida creyendo estar solo, aquí había alguien que compartía su sangre. Un hermano de verdad. Zayn clavó los ojos en Payne, observando la comprensión en los ojos oscuros como el café. Zayn no creía que la noticia fuera tan bienvenidas para Payne como lo era para él, pero maldita sea si le importaba.
—La abuela cuidó de ambos niños un tiempo —siguió Shuri—. Pero entonces la abuela tuvo razones para pensar que los gadjos podrían venir y llevárselos. Quizás incluso matarlos. Entonces se quedó con un muchacho, mientras Liam fue enviado a nuestra tribu al cuidado de su tío Pov, el rom baro. Estoy segura de que la abuela no sospechó como el rom baro abusaría de él, o no lo habría hecho.
Shuri echó un vistazo a Payne.
—Probablemente pensó debido a que Pov era un hombre fuerte, haría un buen trabajo protegiéndote. Pero él pensaba en ti como una abominación, siendo medio… —Se detuvo con un jadeo cuando Zayn apartó de un empujón la parte superior de su abrigo y la manga de la camisa y le mostró el antebrazo. El tatuaje pooka sobresalía oscuro, un relieve negro sobre su piel.
—Soy su hermano —le dijo Zayn, con la voz ligeramente ronca.
La mirada de Shuri se movía de la cara de un hombre al otro.
–Sí, lo veo —murmuró finalmente—. No hay un parecido muy evidente, pero ahí está. —Una sonrisa curiosa tocó sus labios—. Devlesa avilan. Ha sido Dios quien os ha juntado.
Cualquiera que fuera la opinión de Payne sobre quién o qué los había reunido, no la compartió. En cambio preguntó concisamente:
—¿Sabes el nombre de nuestro padre?
Shuri lo miró con pesar.
—El rom baro nunca lo mencionó. Lo siento.
—No, ya has ayudado bastante —le dijo Zayn—. Sabes algo sobre por qué los gadjos podrían haber querido…
—Mami —llegó la voz del muchacho desde fuera—. Los Chorodies están llegando.
—Quieren los caballos —dijo Payne poniéndose rápidamente de pie. Presionó unas monedas contra la mano de Shuri—. Salud y buena suerte —le dijo.
—Kushti bok —contestó ella, devolviéndole el sentimiento.
Zayn y Payne se dieron prisa en salir de la tienda. Tres Chorodies estaban acercándose. Con el pelo enmarañado, las caras sucias, las bocas podridas y un hedor que los precedía mucho antes que su llegada, parecían más animales que hombres. Algunos romanís observaban desde una distancia prudente. Estaba claro que no habría ninguna ayuda de aquel cuarteto.
—Bien —dijo Zayn en voz baja—, esto debería ser divertido.
—A los Chorodies les gustan los cuchillos —dijo Payne—. Pero no saben cómo usarlos. Déjame esto a mí.
—Ve directo al cabecilla —le dijo Zayn agradablemente.
Uno de los Chorodies habló en un dialecto que Zayn no pudo entender. Pero gesticulaba hacia el caballo de Zayn, Pooka, quien los miraba nerviosamente y se revolvía.
—¡Y una mierda!—refunfuñó Zayn.
Payne contestó al hombre con un puñado de palabras igualmente incomprensibles. Como él había predicho, el Chorodie alargó su mano hacia la espalda y sacó un cuchillo dentado. Payne parecía relajado, pero sus dedos estaban flexionados y Zayn vio la forma en que su postura se alteraba sutilmente preparándose para el ataque.
El Chorodie se abalanzó con un áspero grito, apuntando hacia la zona media del torso. Pero Payne se dio la vuelta haciéndose a un lado ágilmente. Con impresionante velocidad y destreza, agarró el brazo del atacante. Tiró del Chorodie desequilibrándolo, usando su propio ímpetu contra él mismo. Antes de que otro latido hubiera pasado, Payne tiró a su oponente contra el suelo, retorciendo el brazo del bastardo en el proceso. Una audible fractura hizo que todos ellos, incluso Zayn, se estremecieran. El Chorodie aulló de agonía. Cogiendo el cuchillo de la mano laxa del hombre, Payne se lo lanzó a Zayn, quien lo cogió en reflejo.
Payne echó un vistazo a los dos Chorodies restantes.
—¿Quién es el siguiente? —preguntó con frialdad.
Aunque las palabras fueron pronunciadas en inglés, las criaturas parecieron entender su significado. Escaparon sin echar la vista atrás, abandonando a su compañero herido arrastrándose mientras se alejaba con ruidosos gemidos.
—Muy bonito, phral —dijo Zayn con admiración.
—Nos marchamos —le informó Payne de forma cortante—. Antes de que vengan más de ellos.
—Vamos a una taberna —dijo Zayn—. Necesito un trago.
Payne montó su bayo sin decir una palabra. Por una vez parecía que Payne y Zayn estaban de acuerdo en algo.


Las tabernas eran a menudo descritas como la recreación del hombre ocupado, el negocio del hombre ocioso y el santuario del hombre melancólico. El Hell and Bucket, estaba localizado en los alrededores de peor reputación de Londres, también podría haberse llamado el escondrijo del criminal o el asilo del bebedor. Esto satisfacía los objetivos de Zayn y Liam bastante bien, ya que era un lugar que serviría a dos romanís sin parpadear. La cerveza era de buena calidad, doce fanegas de concentración y aunque las camareras eran hoscas, hacían un buen trabajo manteniendo la barra llena y el suelo barrido.
Zayn y Liam se sentaron en una pequeña mesa, alumbrada por una vela dentro de un candelero, con cebo prendido sobre sus laterales teñidos de morado. Liam bebió media jarra sin parar y dejó el recipiente. Raras veces bebía algo excepto vino y con moderación. No le gustaba la pérdida de control que conllevaba la bebida.
Zayn, sin embargo, agotó su propia jarra. Se reclinó sobre su silla e inspeccionó a Liam con una leve sonrisa.
—Siempre me ha divertido tu incapacidad para aguantar el licor —le comentó Zayn—. Un romaní de tu tamaño debería ser capaz de beber un cuarto de barril de un trago. Pero ahora al descubrir que eres medio irlandés también… esto es imperdonable. Tendremos que trabajar en tus habilidades de bebedor…
—No vamos a decírselo a nadie —dijo Liam con gravedad.
—¿El hecho de que somos hermanos? —Zayn pareció disfrutar del visible estremecimiento de Liam—. No está tan mal, ser mitad gadjo —le dijo a Liam amablemente y rió disimuladamente ante su expresión—. Esto seguramente explica el por qué los dos hemos encontrado un lugar de descanso, mientras que la mayor parte de los romanís deciden vagar para siempre. Es el irlandés que llevamos dentro que….
—Ni… una… palabra —dijo Liam—. Ni siquiera a la familia.
Zayn se puso un poco serio.
—No guardo secretos a mi esposa.
—¿Ni siquiera por su seguridad?
Zayn pareció meditar esto, mirando fijamente a través de una de las estrechas ventanas de la taberna. Las calles estaban atestadas de vendedores ambulantes, las ruedas de las carretillas repiqueteando sobre los adoquines. Los marcados gritos se elevaban en el aire mientras intentaban interesar a los clientes en cajas de sombreros, juguetes, infernales juegos, paraguas y escobas. En el lado contrario de la calle, la ventana de una carnicería brillaba roja y blanca con la carne recién cortada.
—¿Piensas que la familia de nuestro padre todavía quiere matarnos? —le preguntó Zayn.
—Es posible.
Zayn se frotó la manga, sobre el lugar donde la marca del pooka estaba localizada.
—Entiendes que nada de esto: los tatuajes, los secretos, mantenernos separados, dándonos nombres diferentes, habría pasado a no ser que nuestro padre fuera un hombre importante. Porque de otra manera, a los gadjos no les importaría un bledo un par de niños mestizos. Me pregunto ¿por qué dejaría a nuestra madre? Me pregunto…
—No me importa nada.
—Voy a hacer una nueva búsqueda en los registros de nacimientos en la parroquia. Quizás nuestro padre…
—No lo hagas. Déjalo estar.
—¿Déjalo estar? —Zayn lo miró con incredulidad—. ¿De verdad quieres ignorar lo que hemos averiguado hoy? ¿Ignorar el parentesco que hay entre nosotros?
—Sí.
Negando con la cabeza lentamente, Zayn giró uno de los anillos de oro de sus dedos.
—Después de hoy, Hermano, te entiendo mucho mejor. La forma en que…
—No me llames así.
—Me imagino que crecer como un animal de foso no inspira muchos sentimientos por la raza humana. Lamento que fueras tú el desafortunado, el que fue enviado con nuestro tío. Pero no puedes dejar que eso te impida llevar una vida plena ahora. Averiguar quién eres.
—Averiguar quién soy no me conseguirá lo que quiero. Nada lo hará. Así que no hay ninguna razón para ello.
—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó Zayn suavemente.
Manteniendo la boca cerrada, Liam miró airadamente a Zayn.
—¿Ni siquiera puedes obligarte a decirlo? —le pinchó Zayn. Cuando Liam permaneció obstinadamente en silencio, Zayn alargó el brazo hacia su jarra de cerveza—. ¿Vas a terminarte esto?
—No.
Zayn se bebió la cerveza con unos pocos tragos expeditivos.
—Sabes —comentó irónicamente— es mucho más fácil dirigir un club lleno de borrachos, jugadores y criminales varios que tratar contigo y los Hathaways. —Dejó la jarra y esperó un momento antes de preguntar en voz baja—. ¿Sospechabas algo? ¿Pensaste que el vínculo entre nosotros podía tener este final?
—No.
—Creo que yo sí, en el fondo. Siempre supe que no se suponía que tuviera que estar solo.
Liam lo miró con severidad.
—Esto no cambia nada. No soy familia tuya. No hay ningún vínculo entre nosotros.
—La sangre cuenta para algo —contestó Zayn afablemente—. Y ya que el resto de mi tribu ha desaparecido, tú eres todo lo que tengo, phral. Intenta librarte de mí.

Capítulo 11

Win descendía la escalera principal del hotel mientras uno de los lacayos de los Hathaways, Charles, la seguía de cerca.
—Cuidado, señorita Hathaway —advirtió él—. Un resbalón y podría romperse el cuello en esta escalera.
—Gracias, Charles —dijo ella sin disminuir su velocidad—. Pero no hay ninguna necesidad de preocuparse. —Estaba bastante acostumbrada a las escaleras, habiendo subido y bajado largas escaleras en la clínica de Francia como parte de sus ejercicios diarios—. Debería advertirle, Charles, que llevaré a cabo un vigorizante paseo.
—Sí, señorita —dijo él, pareciendo disgustado. Charles era algo voluminoso, y nada aficionado a los paseos. Aunque estaba entrado en años, los Hathaways se resistían a despedirlo antes de que él deseara retirarse.
Win reprimió una sonrisa.
—Sólo hasta a Hyde Park y de vuelta, Charles.
Cuando se acercaban a la entrada del hotel, Win vio a una, alta y oscura, figura moverse por el vestíbulo. Era Payne, parecía malhumorado y distraído mientras caminaba con la mirada concentrada en el suelo. No pudo evitar que aleteos de placer la atravesaran al ver al gallardo y malhumorado bruto. Él se acercó a la escalera, alzó la mirada, y su expresión cambió cuando la vio. Hubo un destello de hambre en sus ojos antes que fuera capaz de extinguirlo. Pero esa breve y brillante llama hizo que los ánimos de Win se alzaran inconmensurablemente.
Después de la escena de esa mañana, y la demostración de rabia celosa de Payne, Win había pedido perdón a Julian. El doctor se había sentido divertido más que desconcertado.
—Él es exactamente como usted lo describió —había dicho Julian, añadiendo con pesar—… y aún más.
«Más» era una palabra apropiada para aplicar a Payne, pensó ella. No había nada subestimable en él. En este momento parecía más bien el villano meditabundo de una novela sensacionalista. Del tipo que siempre era vencido por el héroe rubio.
Las discretas miradas de que era objeto Payne por parte de un grupo de damas en el vestíbulo dejaban patente que Win no era la única que lo encontraba cautivador. El atuendo civilizado le beneficiaba. Llevaba ropa bien entallada sin rastro de cohibición, como si no le importara nada si vestía como un caballero o un trabajador portuario. Y conociendo a Payne, no le importaba.
Win se detuvo y esperó, sonriendo, mientras él se acercaba. Su mirada se extendió por ella, sin omitir un detalle del sencillo vestido de paseo rosa y la chaquetilla a juego.
—Ahora estas vestida —comentó Payne, como si le sorprendiera que no paseara desnuda por el vestíbulo.
—Este es un vestido de paseo —dijo ella—. Como puedes ver, salgo a tomar algo de aire.
—¿Quién te escoltará? —preguntó él, aun cuando podía ver al lacayo esperando a unos cuantos centímetros de distancia.
—Charles —contestó ella.
—¿Sólo Charles? —Payne parecía indignado—. Necesitas más protección que eso.
—Sólo caminaremos hasta Marble Arch —dijo ella, divertida.
—¿Estás fuera de tus cabales, mujer? ¿Tienes alguna idea de lo que podría pasarte en Hyde Park? Hay carteristas, ladronzuelos, estafadores, y pandillas, todos listos para desplumar a una pequeña y linda paloma como tú.
En lugar de sentirse ofendido, Charles dijo con impaciencia:
—Quizás el señor Payne tenga razón señorita Hathaway. Está bastante lejos… y uno nunca sabe…
—¿Te ofreces a ocupar su lugar? —preguntó Win a Payne.
Como había esperado, él llevó a cabo una muestra de gruñona renuencia.
—Supongo que sí, si la alternativa es verte vagar por las calles de Londres, tentando a cada criminal a la vista. —Miró ceñudo a Charles—. No tienes que ir con nosotros. Preferiría no tener que cuidar también de ti.
—Sí, señor —fue la respuesta agradecida del lacayo, y volvió a subir los peldaños con mucho más entusiasmo del que había mostrado bajándolos.
Win deslizó su mano en el brazo de Payne y sintió la feroz tensión de sus músculos. Comprendió que algo lo había trastornado. Algo mucho más importante que su traje de ejercicio o su perspectiva de pasear por Hyde Park.
Abandonaron el hotel, los largos pasos de Payne se sincronizaban fácilmente con los enérgicos de ella. Win mantuvo su tono ocasional y alegre.
—Qué agradable y fresco está el aire hoy.
—Está contaminado con el humo de carbón —dijo él, haciendo que rodeara un charco como si pudiera sufrir un daño mortal al mojarse los pies.
—En realidad, percibo un fuerte olor a humo proveniente de tu abrigo. Y no es humo de tabaco. ¿A dónde fuisteis el señor Malik y tú esta mañana?
—A un campamento gitano.
—¿Con qué motivo? —persistió Win. Con Payne, uno no podía dejarse disuadir fácilmente por su laconismo, o nunca conseguirías nada de él.
—Malik creyó que podríamos encontrar allí a alguien de mi tribu.
—¿Y lo hiciste? —preguntó ella suavemente, sabiendo que ese tema era sensible.
Notó un agitado movimiento del músculo bajo su mano.
—No.
—Sí, lo hiciste. Puedo asegurarlo.
Payne bajó la mirada hacia ella, y vio cuan detalladamente lo estudiaba. Suspiró.
—En mi tribu, había una muchacha llamada Shuri…
Win sintió una punzada de celos. Una muchacha a la que conocía y a la que nunca había mencionado. Quizás se preocupaba por ella.
—La encontramos hoy en el campamento —siguió Payne—. Apenas parecía la misma. Una vez fue muy hermosa, pero ahora parece mucho mayor que su edad.
—Ah, qué lástima —dijo Win, intentando sonar sincera.
—Su marido, el rom baro, era mi tío. Él era… no era un buen hombre.
Eso apenas fue una sorpresa, considerando la condición en la que Win había conocido a Payne. Herido, abandonado, y tan salvaje que estaba claro que había vivido como una criatura salvaje.
Win estaba llena de compasión y ternura. Lamentaba que no estuvieran en algún lugar privado donde podría engatusar a Payne para que se lo contara todo. Lamentaba el no poder abrazarlo, no como a un amante, sino como a un querido amigo. Sin duda muchos pensarían que era absurdo que se sintiera tan protectora con un hombre aparentemente invulnerable. Pero bajo aquella fachada dura e impenetrable, Payne poseía una rara y profunda sensibilidad. Ella lo sabía y también sabía que él negaría este hecho hasta la muerte.
—¿Mencionó su tatuaje el señor Malik a Shuri? —preguntó Win—. ¿Qué era idéntico al tuyo?
—Sí.
—¿Y qué dijo Shuri al respecto?
—Nada.
Su respuesta fue una muesca demasiado rápida.
Un par de vendedores callejeros, uno cargando atados de berro, el otro llevando un paraguas, se acercaron a ellos esperanzados. Pero una mirada encolerizada de Payne hizo que se retiraran, desafiando al tráfico de carruajes, carretas, y caballos para cruzar al otro lado de la calle.
Win no dijo nada durante uno o dos minutos, se aferraba al brazo de Payne mientras éste la guiaba con exasperante arrogancia, refunfuñando: «Por allí no», o, «Tomemos este camino» o, «Pisa con cuidado aquí» como si dar un paso sobre el pavimento roto o desigual pudiera causarle una severa herida.
—Liam —protestó ella finalmente— no soy frágil.
—Lo sé.
—Entonces por favor no me trates como si fuera a romperme al primer traspiés.
Payne se quejó un poco, algo sobre que la calle no era suficientemente buena para ella. Ya que era muy burda. Muy sucia.
Win no podía menos que reír en silencio.
—Por el amor del cielo. Si esta calle estuviera pavimentada con oro y los ángeles la barrieran, todavía dirías que aún es muy burda y sucia para mí. Debes librarte de esa costumbre sobre protectora hacía mí.
—No mientras viva.
Win se quedó callada, pero agarró más fuerte su brazo. La pasión enterrada bajo esas ásperas y sencillas palabras la llenó de un placer casi indecente. Así de fácil, él podía llegar a la región más profunda de su corazón.
—Preferiría que no me colocaran en un pedestal —dijo finalmente.
—No estás sobre un pedestal. Estás… —Pero detuvo sus palabras, y sacudió la cabeza un poco, como si estuviera sorprendido vagamente de lo que había dicho. Cualquier cosa que hubiera pasado en ese día, había afectado de mala forma a su autocontrol.
Win consideró las cosas que posiblemente Shuri podría haber contado. Algo sobre la conexión entre Zayn Malik y Payne…
—Liam. —Win disminuyó su paso, forzándolo a ir más despacio también—. Incluso antes de que me fuera a Francia, tenía la idea de que esos tatuajes eran pruebas de un lazo cercano entre el señor Malik y tú. Estando tan enferma, tenía poco que hacer exceptuando observar a la gente a mi alrededor. Noté cosas que nadie más tenía tiempo de percibir, o pensar sobre ello. Y siempre estuve especialmente armonizada contigo. —Captando su expresión con un vistazo rápido de reojo, Win vio que eso no le gustó. No quería ser comprendido, u observado. Quería permanecer a salvo en su solitaria coraza.
—Y cuando conocí al señor Malik —continuó Win en tono casual, como si estuvieran manteniendo una conversación ordinaria—, me vi golpeada por las muchas semejanzas entre vosotros dos. La inclinación de la cabeza, esa media sonrisa que tiene… como gesticula con las manos… todo cosas que yo te he visto hacer. Y pensé para mí, No me sorprendería enterarme un día que los dos son… hermanos.
Payne se detuvo completamente. Se giró para afrontarla, de pie erguido allí en la calle mientras forzaba a otros peatones a rodearlos, quienes se quejaron por lo bajo de cuan desconsideradas eran las personas que bloqueaban un sendero público. Win buscó en los oscuros ojos paganos y se encogió de hombros inocentemente. Y esperó su respuesta.
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Mensaje por isabellita102 Mar 01 Abr 2014, 7:23 pm

—Improbable —dijo él bruscamente.
—Cosas improbables pasan todo el tiempo —dijo Win—. Sobre todo a nuestra familia. —Siguió mirándolo, leyendo en él—. Es cierto, ¿verdad? —preguntó maravillada—. ¿Es tu hermano?
Liam vaciló. Habló tan quedo que apenas pudo oírlo.
—Hermano menor.
—Me alegro por ti. Por los dos. —Le sonrió firmemente, hasta que la boca de él tomó en respuesta una sarcástica curvatura.
—Yo no.
—Un día lo estarás.
Después de un momento él tiró de su brazo y comenzaron a andar otra vez.
—Si el señor Malik y tú sois hermanos —dijo Win— eres mitad gadjo. Igual que él. ¿Te apena esto?
—No, yo… —Hizo una pausa confundido por este descubrimiento—. No quedé tan sorprendido como debía. Siempre sentí que era romaní y… algo más.
Y Win entendió lo que él no dijo. A diferencia de Malik, él no estaba impaciente por afrontar esta otra identidad totalmente nueva, esa gran parte de sí mismo que hasta ahora había sido tan incomprensible.
—¿Vas a hablar de ello con la familia? —preguntó suavemente. Conociendo a Payne, querría guardar la información en privado hasta que hubiera revisado todas sus implicaciones.
Él negó con la cabeza.
—Hay preguntas que deben ser contestadas primero. Incluyendo por qué el gadjo que nos engendró quiso matarnos.
—¿Lo hizo? ¡Dios mío!, ¿por qué?
—Mi conjetura es que se deba probablemente a alguna cuestión hereditaria. Con los gadjos, es común llegar a esos extremos por dinero.
—Tanta amargura —dijo Win, agarrándose más fuerte a su brazo.
—Tengo razón.
—También tienes razones para ser feliz. Hoy has encontrado a un hermano. Y averiguaste que eres medio irlandés.
Eso realmente le arrancó una nota de diversión.
—¿Eso debería hacerme feliz?
—La irlandesa es una raza notable. Y la veo en ti: tu amor a la tierra, tu tenacidad…
—Mi amor por las peleas.
—Sí. Bueno, quizás deberías continuar suprimiendo esa parte.
—Siendo en parte irlandés —dijo él— debería ser un bebedor más competente.
—Y un conversador mucho más elocuente.
—Prefiero hablar sólo cuando tengo algo que decir.
—Hmmm. Eso no es ni irlandés, ni romaní. Quizás hay otra parte de ti que aún no hemos identificado.
—Dios mío. Espero que no. —Pero se reía, y Win sintió una tierna sensación de placer extendiéndose por todos sus miembros.
—Es la primera risa verdadera que te he visto desde que volví —dijo ella—. Deberías reír más, Liam.
—¿Debería? —preguntó él suavemente.
—Por supuesto. Es beneficioso para tu salud. El doctor Harrow dice que sus pacientes alegres tienden a recuperarse mucho más rápido que los cascarrabias. —La mención del doctor Harrow hizo que la elusiva sonrisa de Payne desapareciera.
—Ramsay dice que te has encariñado mucho con él.
—El doctor Harrow es un amigo —admitió ella.
—¿Sólo un amigo?
—Sí, hasta ahora. ¿Te opondrías si él deseara cortejarme?
—Por supuesto que no —refunfuñó Payne—. ¿Qué derecho tengo yo para objetar algo?
—Ninguno en absoluto. A no ser que tengas algún interés en juego, que con seguridad no tienes.
Sintió la lucha interior de Payne por dejar el asunto. Una lucha que perdió, ya que bruscamente dijo:
—Está lejos de mí negarte una dieta de papilla, si eso es lo que tu apetito exige.
—¿Comparas al doctor Harrow con papilla? —Win luchó por contener una sonrisa satisfecha. La pequeña demostración de celos era un bálsamo para su ánimo—. Te lo aseguro, él no es nada suave. Es un hombre de sustancia y carácter.
—Es un gadjo pálido con ojos acuosos.
—Es muy atractivo. Y sus ojos no son nada acuosos.
—¿Has permitido que te besara?
—Liam, estamos en una vía pública…
—¿Le dejaste?
—Una vez —admitió ella, y esperó mientras él digería la información. Él frunció el ceño ferozmente mirando el pavimento. Cuando se hizo evidente que no iba a decir nada, Win sugirió—: Fue un gesto de afecto.
Aún no había ninguna respuesta.
Buey obstinado, pensó molesta.
—No se parecía a tus besos. Y nunca hemos… —Ella sintió una ola de rubor—. Nunca hemos hecho nada similar a lo que tú y yo… la otra noche…
—No vamos a hablar de eso.
—¿Por qué podemos hablar de los besos del doctor Harrow, pero no de los tuyos?
—Porque mis besos no van a conducir al noviazgo.
Eso dolió. También la dejó perpleja y frustrada. Antes de que todo quedara dicho y hecho, Win tenía intención de hacer admitir a Payne el por qué no la perseguiría. Pero no allí, y no ahora.
—Bien, realmente tengo una posibilidad de noviazgo con el doctor Harrow —dijo, intentando un tono pragmático—. Y a mi edad, debo considerar cualquier perspectiva de matrimonio muy seriamente.
—¿Tu edad? —se mofó él—. Sólo tienes veinticinco.
—Veintiséis. Inclusive si tuviera veinticinco, hace mucho tiempo que me deben considerar en la picota. Perdí varios años, quizás los mejores, debido a mi enfermedad.
—Ahora estás mucho más hermosa que antes. Cualquier hombre estaría loco o ciego si no te quisiera. —El cumplido no fue ofrecido delicadamente, pero sí con una masculina sinceridad que aumentó su rubor.
—Gracias, Liam.
Deslizó sobre ella una mirada cautelosa.
—¿Quieres casarte?
El corazón voluntarioso y traidor de Win dio unas cuantas pulsaciones dolorosas y excitadas, porque al principio creyó que él había preguntado: «¿Quieres casarte conmigo?». Pero no, simplemente preguntaba su opinión sobre el matrimonio como... bien, como su erudito padre hubiera dicho como «una estructura conceptual con potencial de realización».
—Sí, por supuesto —dijo ella—. Quiero niños a quien amar. Quiero un marido que envejezca a mi lado. Quiero una familia propia.
—¿Y Harrow dice que todo eso es posible ahora?
Win vaciló un poco antes de decir.
—Sí, completamente posible.
Pero Payne la conocía demasiado bien.
—¿Qué no me estás diciendo?
—Estoy lo bastante bien para realizar mis propias elecciones —dijo ella firmemente.
—¿Qué dice…?
—No deseo hablar de ello. Tú tienes tus asuntos prohibidos; yo tengo el mío.
—Sabes que lo averiguaré —dijo él calmadamente.
Win lo ignoró, echando una mirada al parque que había ante ellos. Sus ojos se ensancharon cuando vio algo que no había estado allí cuando se fue a Francia… una enorme y magnífica estructura de cristal y hierro.
—¿Es el Palacio de Cristal? Ah, debe de serlo. Es tan hermoso… mucho más que los grabados que he visto.
El edificio, cubría un área de más de nueve acres, guardaba una muestra internacional de arte y ciencia llamada la Gran Exposición. Win había leído sobre ello en los periódicos franceses, que acertadamente habían llamado a la exposición una de las grandes maravillas del mundo.
—¿Hace cuánto que está terminado? —preguntó, su paso aceleró mientras se dirigían hacia el brillante edificio.
—Aproximadamente un mes.
—¿Has entrado? ¿Has visto los objetos expuestos?
—La visité una vez —dijo Payne, riéndose ante su entusiasmo—. Vi algunos de los objetos expuestos, pero no todos. Llevaría tres días o más verlo todo.
—¿Qué parte visitaste?
—La sala de maquinaria, sobre todo.
—Realmente lamento no haber visto aún una pequeña parte de esto —dijo ella melancólicamente, observando a las multitudes de visitantes entrar y salir del notable edificio—. ¿No me acompañarías?
—No tendrías tiempo de ver algo. Es tarde ya. Te traeré mañana.
—Ahora. Por favor. —Ella tiró con impaciencia de su brazo—. Ah, Liam, no digas que no.
Cuando Payne bajó la mirada hacia ella, estaba tan guapo que Win sintió un pequeño y agradable dolor en el estómago.
—¿Cómo podría decirte que no? —preguntó él suavemente.
Mientras la llevó a la altísima entrada en forma de arco del Palacio de Cristal, y pagaba un chelín por cada entrada, Win observó su entorno con reverencia. La fuerza motriz detrás de la exposición de poderío industrial había sido el Príncipe Albert, un hombre de visión y sabiduría. Según el diminuto mapa impreso que les entregaron junto con el ticket de entrada, el edificio estaba construido con más de mil columnas de hierro, y trescientos mil paneles de cristal. Lo suficientemente altas como para abarcar olmos adultos. Sumando todo, había cien mil objetos expuestos provenientes de todo el mundo.
La exposición era importante en un sentido social así como científico. Proporcionaba una oportunidad para que todas las clases y estratos, altas y bajas, se mezclaran libremente bajo un mismo techo de una forma que raras veces sucedía. Personas con todas las formas de vestir y aspecto atestaban el interior del edificio.
Un grupo vestido a la última moda esperaba en el cruce, o en la sección transversal central, del Palacio de Cristal. Ninguno de ellos parecía prestar interés a su entorno.
—¿Qué está esperando esa gente? —preguntó ella.
—Nada —contestó Payne—. Sólo están aquí para ser vistos. Había un grupo similar cuando estuve aquí antes. No les interesa ninguno de los objetos expuestos. Simplemente se quedan allí de pie jactándose.
Win se rió.
—Bueno, ¿nos vamos a quedar aquí cerca de ellos y pretender admirarlos, o vamos a ver algo realmente interesante?
Payne le entregó el pequeño mapa.
Después de escudriñar la lista de salas y demostraciones, Win dijo con decisión:
—Telas y textiles. —Él la escoltó por un vestíbulo atestado de cristal hasta un espacio de asombroso tamaño y anchura. El aire castañeaba con los sonidos de telares y máquinas textiles, con fardos de alfombras arregladas alrededor de la sala y en la parte central. Los olores a lana y del tinte hacían que la atmósfera fuera acre y ligeramente astringente. Mercancías de Kidderminster, América, España, Francia, Oriente, llenaban la sala con un arco iris de matices y texturas… tapices, montones de nudos y pilas de cortes, lazos, ganchos, bordados, trenzados… Win se quitó los guantes y pasó las manos sobre las magníficas ofrendas.
—¡Payne, mira esto! —exclamó—. Es una alfombra Wilton. Similar a la de Bruselas, pero las hebras están cizalladas. ¿Parece terciopelo, verdad?
El representante del fabricante, que estaba de pie cerca, dijo:
—Wilton es mucho más económico, ahora que somos capaces de producir con telares impulsados por vapor.
—¿Dónde está localizada la fábrica? —preguntó Payne, recorriendo con una mano desnuda la suave pila de alfombras—. ¿Kidderminster, asumo?
—Allí, y otra en Glasgow.
Mientras los hombres conversaban sobre la producción de alfombras en los nuevos telares, Win se alejó vagando a lo largo de las filas de muestras y exhibiciones. Había más máquinas, que desconcertaban por su tamaño y complejidad, unas hechas para tejer telas, unas para imprimir el modelo, unas para hacer girar las hebras de lana hasta convertirlas en hilo y estambre. Una de estas máquinas que llenaba colchones y almohadas mostraba como esta actividad un día estaría totalmente mecanizada.
Observando fascinada, Win fue consciente de que Payne se colocaba a su lado.
—Será una maravilla si todo en el mundo finalmente estuviera hecho por una máquina —le dijo ella.
Él rió ligeramente.
—Si tuviéramos tiempo, te llevaría a la exhibición agrícola. Un hombre puede hacer crecer dos veces más alimentos en una fracción del tiempo que se tardaría en hacerlo a mano. Ya hemos adquirido una máquina que trilla para los arrendatarios de Ramsay… Te la mostraré cuando vayamos allá.
—¿Apruebas estos avances tecnológicos? —preguntó Win con un poco de sorpresa.
—Sí, ¿por qué no?
—El romaní no cree en tales cosas.
Él se encogió de hombros.
—Independientemente de lo que el romaní cree, no puedo ignorar el progreso que mejorará la vida de todos. La mecanización hará las cosas más fáciles para la gente común, para permitirse ropa, alimento, jabón... incluso una alfombra para el suelo.
—¿Pero qué pasa con los hombres que perderán su sustento cuando una máquina tome su lugar?
—Están siendo creadas nuevas industrias y más empleo. ¿Por qué poner a un hombre a trabajar haciendo tareas estúpidas en vez de educarlo para hacer algo más?
Win rió.
—Hablas como un reformista —susurró ella traviesamente.
—El cambio económico siempre va acompañado del cambio social. Nadie puede evitar esto.
Qué mente tan versada tiene, pensó Win. Su padre se alegraría de ver en qué se había convertido su expósito gitano.
—Se requerirá que un gran número de mano de obra que apoye toda esta industria —comentó ella—. Crees que un número suficiente de gente del campo estaría dispuesta a trasladarse a Londres y a otros sitios que…
Fue interrumpida por una bocanada explosiva y algunos gritos de sorpresa de los visitantes a su alrededor. Una espesa y alarmante humareda llenaron el aire en una asfixiante ráfaga. Parecía que la máquina que llenaba almohadas había funcionado mal, arrojando remolinos de plumas sobre todo el que estaba a la vista.
Reaccionando rápidamente, Payne se quitó el abrigo y lo tiró sobre Win, luego sujetó un pañuelo sobre su boca y nariz.
—Respira por esto —refunfuñó él, y la arrastró por la sala. La muchedumbre se dispersaba, algunas personas tosían, maldecían, y otras reían, mientras grandes volúmenes del mullido relleno blanco caían sobre la escena. Había gritos de placer de los niños que habían llegado del salón adyacente, bailaban y saltaban intentando coger las evasivas masas flotantes.
Payne no paró hasta que alcanzaron otra ala que contenía la sala de telas. Se habían construido enormes estantes de madera y vitrinas para exhibir telas que fluían como ríos. De las paredes colgaban muestras de terciopelo, brocados, sedas, algodón, muselina, lana, de cada material imaginable creado para la ropa, la tapicería, o la pañería. Altísimos fardos de tela en rollos verticales puestos en más anaqueles de exposición formaban largos pasillos dentro de la sala.
Emergiendo desde debajo del abrigo de Payne, Win le echó una mirada y comenzó a jadear de risa. El blanco relleno había cubierto su cabello negro y se habían adherido a su ropa como nieve recién caída.
La expresión preocupada de Payne cambió a una ceñuda.
—Iba a preguntarte si habías respirado algo de polvo de pluma —dijo él—. Pero juzgando por todo el ruido que haces, tus pulmones parecen bastante claros.
Win no podía contestar; se reía con mucha fuerza.
Cuando Payne se pasó la mano por los mechones color medianoche, el movimiento hizo que estos se enredaran aún más.
—No hagas eso —señaló Win, luchando por refrenar su risa—. Nunca vas… debes deja que te ayude; lo estas empeorando… y tú d-decías que yo era una paloma lista para ser desplumada… —Aún riendo, le tomó de la mano y lo arrastró hasta uno de los pasillos de tela, donde estaban parcialmente ocultos a la vista de los demás. Estaban más allá de la ligera luz, entre las sombras—. Aquí, antes que alguien nos vea. Ah, eres demasiado alto para mí. —Le urgió a bajar con ella al suelo, donde él se puso en cuclillas. Win se arrodilló entre la masa de sus faldas. Soltándose sombrero, lo dejó a un lado.
Payne observó la cara de Win mientras ésta trabajaba, cepillando sus hombros y cabello.
—No puedes estar disfrutando de esto—dijo.
—Hombre tonto. Estás cubierto de plumas… desde luego que disfruto de esto. —Y lo hacía. Parecía tan… bueno, adorable allí arrodillado, frunciendo el ceño y aguantando mientras ella lo desplumaba. Y era encantador jugar con el espeso y brillante manto de su cabello, algo que él nunca hubiera permitido en otras circunstancias. Sus risitas seguían fluyendo, imposibles de suprimir.
Pero cuando pasó un minuto, y luego otro, la risa abandonó su garganta, y se sintió relajada y algo soñadora mientras seguía arrancando plumas de su cabello. El ruido del gentío quedaba amortiguado por todo el terciopelo que los rodeaba, colgando como las cortinas de noche, nubes y niebla.
Los ojos de Payne adquirieron un extraño brillo oscuro, los contornos de su rostro eran severos y hermosos. Se parecía a alguna peligrosa criatura pagana que surge a partir de la hora de las brujas.
—Casi termino —susurró Win, aunque ya había terminado. Sus dedos le acariciaban dulcemente el cabello. Tan vibrante, pesado, los mechones parecían terciopelo en la nuca.
Win contuvo el aliento cuando Payne se movió. En un inicio se estaba poniendo de pie, pero tiró de ella acercándola, luego tomó su cabeza entre las manos. La boca de él estaba tan cerca, su aliento era como vapor contra sus labios.
Estaba atónita por el momento de violencia suspendida, la firmeza salvaje de su apretón. Esperó, escuchando su respiración trabajosa, enfadada, incapaz de entender qué lo que había provocado.
—No tengo nada que ofrecerte —dijo él finalmente con una voz gutural—. Nada.
Los labios de Win se habían quedado secos. Se los humedeció, e intentó
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Mensaje por isabellita102 Mar 01 Abr 2014, 7:25 pm

hablar a pesar de la temblorosa emoción que la embargaba.
¬—Te tienes a ti mismo —susurró ella.
—No me conoces. Crees hacerlo, pero no es así. Las cosas que he hecho, las cosas de las que soy capaz… tú y tu familia, todo lo que sabéis de la vida proviene de los libros. Si entendieras algo de…
—Hazme entenderte. Dime qué es tan terrible para que debas seguir apartándome.
Él negó con la cabeza.
—Entonces deja de torturarnos a los dos —dijo ella insegura—. Suéltame, o déjame ir.
—No puedo —exclamó él—. No puedo, maldita seas. —Y antes de que ella pudiera emitir algún sonido, la besó.
Su corazón tronó, y se abrió a él con un gemido bajo, desesperado. Las ventanas de su nariz se llenaron de la fragancia a humo, hombre, y especia terrosa de otoño de él. La boca de él modelaba la suya con hambre primitiva, la lengua lanzaba profundos estoques, buscando ávidamente. Aún arrodillados se acercaron mucho más cuando Win se elevó para presionar su torso contra el de él, más cerca, más arduo. Y cada lugar en que se tocaban, le dolía. Ella deseaba sentir su piel, sus músculos tensos y fuertes bajo las manos.
El deseo llameó alto y salvaje, sin dejar espacio para la cordura. Si la presionara hacia atrás entre todo este terciopelo, aquí y ahora, y siguiera adelante con ella. Pensó en tomarlo dentro de su cuerpo, y enrojeció bajo la ropa, hasta que el calor que se extendía lentamente la hizo retorcerse. La boca de él le buscó la garganta, y su cabeza se inclinó hacia atrás para darle libre acceso. Él encontró el latido de su pulso, la lengua acarició el vulnerable punto hasta que ella jadeó.
Alzando las manos hasta su rostro, le perfiló la mandíbula con los dedos, la áspera textura de la barba afeitada raspaba deliciosamente contra sus delicadas palmas. Le guió la boca hacia la suya. El placer la llenó como si la oscuridad y la sensación de él rodeándola le vendaran los ojos.
—Liam —susurró ella entre besos—, te he amado desde hace tan…
Él le aplastó la boca desesperadamente, como si pudiera sofocar no sólo las palabras, sino la emoción en sí misma. Hurgó tan profundamente su sabor como era posible, ardientemente determinado a no dejar nada sin reclamar. Ella se pegó a él, su cuerpo se veía atormentado por continuos temblores, sus nervios cantaban con incandescente calor. Él era todo lo que alguna vez había anhelado, todo lo que alguna vez necesitaría.
Pero un aliento agudo escapó de su garganta cuando él la empujó hacia atrás, rompiendo el ardiente y necesario contacto entre sus cuerpos.
Durante un largo momento ninguno de los dos se movió, ambos se esforzaban por recuperar el equilibrio. Y cuando la llama del deseo se apagó, Win oyó que Payne decía algo como:
—No puedo estar a solas contigo. Esto no puede pasar otra vez.
Esto, Win decidió con una oleada de cólera, era una situación imposible. Payne rechazaba reconocer sus sentimientos hacia ella y no explicaría el por qué. Con certeza merecía más confianza por su parte que eso.
—Muy bien —dijo rígidamente, luchando por ponerse en pie. Cuando Payne se levantó y extendió la mano para ayudarla, ella se la apartó con impaciencia.
—No, no quiero ayuda. —Comenzó a sacudirse las faldas—. Tienes toda la razón, Payne. No deberíamos estar juntos a solas, ya que el resultado siempre es una conclusión ya anticipada: haces un avance, yo respondo, y luego me apartas. No soy el juguete de ningún niño para ser tirada de arriba y abajo por una cuerda, Liam.
Él encontró su sombrero y se lo ofreció.
—Sé que no…
—Dices que no te conozco —dijo ella con furia—. Al parecer tampoco se te ha ocurrido que tú no me conoces a mí. Estás completamente seguro de quién soy, ¿verdad? Pero he cambiado durante los dos últimos años. Al menos podrías hacer un esfuerzo por averiguar en qué tipo de mujer me he convertido. —Fue hacia el final del pasillo de tela, echó una ojeada hacia fuera para ver si la costa estaba despejada, y se encaminó apresuradamente hacia la parte principal de la sala.
Payne la siguió.
—¿A dónde vas?
Mirándolo de reojo, Win quedó satisfecha al ver que parecía tan desgreñado y exasperado como ella se sentía.
—Me marcho. Estoy demasiado enfadada para disfrutar de ninguna de las exhibiciones.
—Vas en otra dirección.
Win estaba silenciosa cuando Payne la sacó del Palacio de Cristal. Nunca se había sentido tan inestable o malhumorada. Sus padres siempre llamaban a la irritabilidad un exceso de bazo, pero Win carecía de la experiencia necesaria para comprender que aquel humor enfermizo provenía de una fuente bastante diferente al bazo. Todo lo que sabía era que Payne parecía igualmente fastidiado mientras caminaba al lado de ella.
La molestó que no dijera una palabra. También la molestó que le siguiera el paso tan fácilmente con sus enérgicas y enormes zancadas, y que cuando ella comenzó a respirar con dificultad por el esfuerzo, él apenas pareció afectado por el ejercicio.
Sólo cuando se acercaron al Styles, Win rompió el silencio. La complació sonar tan tranquila.
—Cumpliré tus deseos, Liam. De ahora en adelante, nuestra relación será platónica y amistosa. Nada más. —Hizo una pausa en el primer peldaño y solemnemente alzó la vista hacia él—. Se me ha dado una rara oportunidad… una segunda posibilidad en la vida. Y tengo la intención de aprovecharla al máximo. No voy a malgastar mi amor con un hombre que no lo desea o necesita. No te molestaré otra vez.


Cuando Zayn entró en el dormitorio de su suite, encontró a Amelia de pie ante una altísima pila de paquetes y cajas que se desbordaban con cintas de seda y adornos femeninos. Ella se giró con una risa avergonzada cuando él cerró la puerta, su corazón trastabilló un poco al verlo. Su camisa sin cuello estaba abierta en la garganta, su cuerpo casi felino con su ágil musculatura, su rostro era fascinante en su sensual belleza masculina. Hacía poco, nunca hubiera imaginado estar casada, y mucho menos con una criatura tan exótica.
Su mirada la recorría lentamente, la bata rosa aterciopelada que se abría para revelar su camisa y muslos desnudos.
—Veo que la expedición de compras fue un éxito.
—No sé qué me embargó —contestó Amelia excusándose—. Sabes que nunca soy extravagante. Sólo quería comprar algunos pañuelos y medias. Pero… —Gesticuló sin convicción hacia la pila de fruslerías—. Parece que hoy he sufrido de un humor codicioso.
Una risa iluminó el oscuro rostro de él.
—Como te he dicho antes, amor, gasta cuanto gustes. No podrías dejarme en la indigencia aunque lo intentaras.
—Compré algunas cosas para ti, también —dijo ella, revolviendo la pila—. Algunas corbatas, y libros, y jabón de afeitar francés… aunque he estado deseando hablar de eso contigo…
—¿Hablar de qué? —Zayn se acercó a ella desde atrás, besándole un costado de la garganta.
Amelia se quedó sin aliento ante la cálida impresión de su boca y casi olvidó lo que había estado diciendo.
—Tu afeitado —dijo ella vagamente—. Las barbas están de bastante moda últimamente. Creo que deberías dejarte una barbita de chivo. Te verías muy elegante, y… —Su voz se fue desvaneciendo mientras él bajaba por su cuello.
—Podría hacer cosquillas —murmuró Zayn, y se rió cuando ella tembló.
Girándola gentilmente para que quedara de cara a él, la miró fijamente a los ojos. Había algo diferente en él, pensó Amelia. Una curiosa vulnerabilidad que nunca antes había visto…
—Zayn —dijo con cuidado— ¿cómo te fue en tu diligencia con Payne?
Los ojos ámbar estaban suaves y vivos por el entusiasmo.
—Bastante bien. Tengo un secreto, monisha. ¿Te lo digo? —La atrajo contra él, envolviendo los brazos alrededor de ella, y luego le susurró al oído.
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Mensaje por Isabela85 Miér 16 Abr 2014, 9:51 pm

estas de vuelta!!!!!!!!! por un momento crei que dejarias la historia y me perderia de la increible historia de estos chicos que resultaron ser hermanos!!!!!!!

Zayn no le podia guardar el secreto, se lo tenia que contar a su amada!!!!!

tengo que darle unos buenos zapes a Liam, él tiene que aceptarse y aceptar lo que siente para estar finalmente con Win!!!!

continua pliiiiiiiiiiiiissssssss!!!!

 :bye:  :bye:  :bye: 

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Mensaje por ᴍᴀʀ. Jue 01 Mayo 2014, 6:42 pm

No lo puedo creer, ¡son hermanos!. Aunque en algún momento me imaginé que podía ser algo así.

No soporto que Liam le haga eso a Win. Ya es hora de que acepte que sienten lo mismo. :/
Adoré los capítulos! TIENTAME AL AMANECER (LIAM PAYNE)HOT NUEVA - Página 7 1857533193

Espero ansiosa que la sigas! TIENTAME AL AMANECER (LIAM PAYNE)HOT NUEVA - Página 7 2841648573
:bye:
ᴍᴀʀ.
ᴍᴀʀ.


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