El Círculo {One Direction} |NC|

Cierro los ojos en un intento de dormir, pero las imágenes del cuarto se me vienen a la mente en cuánto intento cerrar los párpados. Alexa toma mi mano en cuánto mi cuerpo comienza a temblar, al recordar aquellos momentos.
-¡Diablos Stella! ¡Deja de moverte! –Chilló Helenna. –Creo que fue mala idea acostarme a un lado de ti.
-Como a ti no te torturaron. –Escupí con rencor, me levanté del suelo en dónde yacíamos. Necesitaba despejar mi mente y estar a solas por un rato.

Salí de la casa dando un portazo, me importaba una mierda despertar a los demás y que después me regañaran por mi actitud tan infantil. ¿A ellos que les debo? Nada, o tal vez la muerte prematura que tendré gracias al estúpido círculo.

¿Por qué yo? Esa pregunta rondó por mi cabeza durante todo el torturamiento, habiendo más de 7 billones de personas… ¿Por qué yo?

La brisa de la playa rozaba cada parte de mi cuerpo, me tranquilizaba de alguna manera. Pero el frío que recorría cada centímetro de mi piel retractaba aquella emoción.
Me dejé caer en la arena, ya no me importaba en donde me había sentado, ni sobre lo que me había sentado.

-Te dejo un lindo regalo en la arena, y te sientas en él. Bravo Stella, bravo. –Al escuchar su voz… me levantó enseguida y me pongo alerta y en posición para atacar. No estoy en mi mejor forma pero todavía puedo defenderme… Un poco. –No pensé que te ibas a poner tan… fiera. Pero así me gustan. –Fruncí el ceño ante las palabras de Harry, más bien puse una cara de asco porque se río en mi cara prácticamente. Escupí y lo volteé a ver de nuevo.

-¿Qué haces aquí, idiota?
-¿No ves? Tratando de advertirte…, no, no de advertirte. Si no de prevenirte. Al final debo de salvar a mi mujer, ¿no? –Arqueó una ceja. Creo que escuché mal… ¿Me llamó su mujer? –Creo que los ratones te comieron la lengua.

-¿Crees que me quedaré sin habla enfrente de ti? Ni en tus más mojados sueños, Styles. –Harry arqueó las cejas y tiró las comisuras de sus labios hacia abajo para después sonreír cínicamente, como sorprendido ante mis palabras.
-Uy, eso me gusta. –Estoy a punto de replicar cuando me doy cuenta de lo que dije. Idiota, Stella idiota.
-¿No verás en lo que te sentaste? –Sin dejarlo de ver me agaché a recoger lo que fuese que me había dejado. Un collar de una cola de delfín de color blanca unida a una liga negra.
-¿Qué es esto? –Los largos dedos de Harry me lo quitan a la fuerza y hace mi cabello a un lado. Coloca el collar en mi cuello y siento como un campo de fuerza sale disparado alrededor de nosotros.
-Listo, no te pasará nada con esto. –Se queda viendo a la cola del delfín y la acaricia por unos momentos. –Con esto no sabrán que tenemos el mismo collar. –Con su mano derecha saca su collar de su camisa. Es una media luna de color negro, unida a una liga blanca.

-Entonces… ¿con esto podré usar mis poderes dentro del polvo mágico? –Sonríe.
-Vaya que si usas el cerebro, cuando quieres.  –Lo miré mal y le enseñé el dedo grosero, arqueó las cejas. –No me esperaba esa actitud para alguien a quién le salvé la vida.
-No me salvaste la vida.
-Perrie pudo matarte con el electroshock, querida. Debes de ver el libro para entender un poco más.

Un escalofrío recorre mi espalda al recordar como Harry y otros chicos me mantenían firme a la mesa para que no me moviera, mientras que Perrie me ataba una cinta con muchos cables alrededor de mi cabeza.
-Ya…, no pienses en eso.
-¿Cómo no lo haré? –Mi voz se quiebra al final, odio mostrarme débil ante los demás, trato de evadir el contacto visual. Cierro los párpados y unas lágrimas rodaron por mis mejillas. Maldita sea.

Traté de limpiarme las lágrimas antes de que él las viera, con tan sólo escuchar la pesadez de su respiración sé que las notó.
Me senté de nuevo en la arena.

-Quiero irme a casa, ni siquiera sé donde estoy. Ni siquiera sé porque nací con estas cualidades, con estos poderes.
-Ve adentro, ahora. –Harry me ordena.
-¿Qué? –Alzo mi mirada y lo veo, Harry solo pone en blanco los ojos.
-Que te metas a la casa, sorda. –Me ofrece la mano para ayudarme a levantarme, por alguna extraña razón la acepto y una vez que estoy parada me sacudo la arena que pudo adherirse a mi cuerpo. Harry y yo nos quedamos observando por unos momentos y alza su mano, para pasar un mechón de cabello detrás de mi oreja.

-Quiero que pienses en casa, y despierta a las chicas de paso, que será un viaje muy ajetreado.

Inconscientemente, ya estaba dentro de la casa. ¿Cuándo entré? No lo sé. Decido no despertar a las chicas, solo uno sus manos entre si. Todas duermen en el piso y los chicos en los sillones, así que no había problema alguno en hacer eso.

Me concentré tal como Harry me lo pidió, la desorientación y el vértigo se apoderaron de mí, pero no importaba, mi intuición me indicaba que sería algo bueno. Pero el mareo fue demasiado fuerte, así que caí al suelo, y todo se volvió negro.


-Alexa, ¡te dije que cerraras las cortinas! –Escuché gruñir a Helenna a lo lejos, las demás comenzaron a respingar y las escucho, pero me rehúso a levantarme.
-Lo siento Stella. –La dulce voz de Elise me saca de mi rutina de querer dormir más cuando siento el agua por toda mi cara, de mi garganta salió un grito muy fino y me levanté de un brinco y salí de cuarto asustada… Bajé corriendo las escaleras y di vuelta a la izquierda para caer en el suelo cuando sentí un golpe muy duro en mi cabeza.

-¿Stella? –Escuché la voz de mi madre, ¿es un sueño? ¿O es la realidad? -¿Eres tú? –Fruncí el ceño tratando de bajar un poco el dolor de cabeza, abrí los ojos confundida y miré a mis padres…, delante de mi.

-¡El libro siempre estuvo en tu casa, maldita! –Los pasos de las chicas se escuchan por las escaleras hasta que llegan a la cocina, donde mis padres las miran sin saber por qué están allí.
-Uno, dos, tres, cuatro… -Charlie, mi padre, terminó señalándome. –Cinco. –Mi madre dejó soltar el aliento.
-¿Quieren algo de desayunar, chicas? –Dijo mi mamá un poco nerviosa, las chicas asienten y entienden que mi madre tardará un poco, por lo que deciden irse hacia arriba.

-La luna llena de otoño llegó antes de lo previsto, Amelia. Ve a tu cuarto Stella, tu madre y yo tenemos que hablar. –Mi cabeza sigue palpitando dolorosamente, asiento con la cabeza y a duras penas me voy caminando escaleras arriba. Además del “accidental” golpe, mi cabeza rebotó contra el piso, así que no me dejará de doler por un rato más.

Abrí la puerta y me dejé caer en la silla más cerca que encontré. Miré a las chicas, Joan se encontraba leyendo el libro y Alexa hacía el intento de leerlo también al ritmo de la otra. Helenna husmea entre mis cosas y Elise se mira un poco… ¿Arrepentida, tal vez?

-Entonces, –La voz de Joan capta la atención de todas –para poder derrotar a Perrie, es necesario que dos de ustedes enamoren a sus debilidades. -Dijo Joan viéndonos a todas, pero lo que más me llamó la atención fue de que deparó su vista en Helenna y en mí.
-¡Oh no! ¡Ni en un millón de años, querida! -Chilló Helenna, yo todavía no captaba por el golpe de cabeza que me dio mi papá.
-¿De qué hablan? -Pregunté.
-¿No te das cuenta? Joan quiere que tú y yo "coqueteemos" con Zayn y Harry. -Miro a Joan y ella asiente con la cabeza.
-Además –Se me queda viendo a mi labio inferior, tratando de buscar algo. –Tú  se lo debes Stella. -Fruncí el ceño en cuánto escuché eso. -Perrie estuvo a punto de atacarte en aquél cuarto de la Universidad abandonada, pero Harry te mordió el labio para que no lo hiciera, fue como si te hubiera marcado para quedar inmune al poder de Perrie. Por eso no te pudo atacar en el cementerio. -Eres y siempre serás mía. Las palabras de Harry, cuando intente coquetear con unos de los ayudantes de los mensajeros para que me librara de allí y me dejara salir, rebotaron en mi cabeza. Ahora todo tiene sentido, para lo que puedo entender.

-Niñas, a comer. –La puerta se abrió y mi madre, con un tono maternal y cariñoso, nos llamó para poder desayunar. Por fin tendré una comida en donde valdrá la pena comer.

Al llegar a la cocina el olor a pan recién horneado, huevos y tocino llegó a mis fosas nasales, suspiré lentamente y me senté en la barra de la cocina. A mi lado llegó Helenna y las demás se acomodan también.
-Mira tu frente Stella, está muy roja.
-Lo siento querida. –Dice mi papá, lo miré mal y tomé el tenedor para empezar a comer.
-Así que… -mi madre toma un largo suspiro antes de continuar. –Por fin eres parte del círculo. –Agradezco no haber estado tomando el jugo de naranja en esos momentos, ¿por qué saben del círculo?

Miré a las demás, están igual de confundidas que yo.
-¿Cómo está tu padre, Joan?
-Espero una explicación, mamá, papá. –Mis padres se miran entre si y mi mamá asiente para que mi papá hable.
-Era diciembre de 1990, tú madre y yo apenas acabábamos de conocernos cuando descubrimos esta pequeña “secta” de magia. Allí fue cuando conocimos al padre de Joan, nos metimos en muchos problemas, algunos vendieron su alma al diablo, otros se suicidaron por la presión de saber las cosas “prohibidas” del mundo. Hasta que encontramos un libro, estaba en blanco y suponíamos que alguien con cualidades especiales, quiero decir; alguien que naciera con esas cualidades, no que las buscase, vería el contenido de ese libro. Después, en el camino a casa, nos topamos con Phillip, un brujo experimentado y temperamental que cree que puede salvar a todo el mundo apareció en nuestro camino; nos dijo que él podía ver lo que había dentro del libro y que necesitábamos de su ayuda para poder avanzar en nuestra “misión”, le dijimos que no le dejaríamos ver el libro y que nos dejara en paz. Se enojo tanto, que les dijo a otra secta, llamada mensajeros de la noche, acerca de lo que nosotros sabíamos. Y nos maldijo a todos con que nuestras hijas iban a pagar el precio por no haber aceptado su ayuda.
El padre de Joan llegó con la profecía en mano, en donde decía que nuestras hijas nacerían con cualidades especiales y que serían marcadas para pertenecer a un círculo. Cada quién nos fuimos por caminos diferentes y al paso del tiempo nos olvidamos de ello, hasta que vimos que un día Stella, detuvo una caja que estaba a punto de caer en la cabeza de Amelia con sus propias manos. Allí fue cuando recordamos la profecía y llamamos a los demás para avisarles. –Agaché la mirada de mi padre y empujé un poco el plato, aun lleno de comida. Por eso él no quería que yo fuera niña, por eso golpeaba a mi madre cuando estaba embarazada, creyendo que ella tenía la culpa de yo haber sido niña y no su “adorado niño”. Hijo de puta.

El sartén encima de la estufa explotó de la nada, las chicas gritaron y mis padres se hicieron a un lado procurando no haberse cortado o herido, fije mi mirada en la ventana y se quebró en pequeños pedazos que salieron expulsados por toda la cocina. Todos se agacharon menos yo, de alguna manera sentía que podía controlar eso.
-¡Basta, Stella! –Gritó mi padre, lo que hizo incrementar mi ira. Pero en vez de seguir destruyendo las cosas de mi casa, decidí salir de ella, dando un portazo a la salida.

Los rayos de sol calentaron mi piel en cuánto salí de la casa, decidí correr un poco para despejarme, y ponerme en condición física.
Ahora con tanto ajetreo estando dentro de círculo, necesitamos estar en forma.

Conquistar a Harry, parece buena idea y tentador…
Pero la gente también pensaba eso del Titanic, y miren como acabo.