"Can you see me?" {Jack Frost & ______ Copper}

—Niñas, el desayuno está listo –anuncio mi madre desde el piso de abajo.

Me mire por última vez en el espejo. Mi piel era pálida y había un pequeño toque rojizo en mis mejillas, mis ojos eran grandes y azules, y mi cabello era largo hasta un poco más debajo de la espalda y de color negro azabache. Esa mañana llevaba puesto unos jeans oscuros, mis convers rojos con una blusa negra y un suéter de lana blanco encima de esta.

Baje a la cocina y me encontré con mi madre y Claire desayunando en el comedor. Bese la mejilla de ambas y tome asiento.

—______, el Hada de los dientes me ha dejado una moneda –dijo emocionada Claire.

—El Ratón Pérez –la contradije.

—No te daré caramelos si sigues así -me amenazo mi hermanita.

—Niñas, basta –interrumpió mi mamá-. Dejen de pelear y terminen su desayuno.

Iba camino a la escuela escuchando música con los audífonos puesto. Hacía demasiado frio pero había dejado de nevar. Todos los días mi madre llevaba a Claire a la escuela y yo me iba caminando. Me gustaba estar sola por un momento y respirar el frío aire de invierno.

Una fuerte bola de nieve que se estampo contra mi nuca me hizo salir de mis pensamientos. Me gire para ver al dueño de esa bola de nieve y no había nadie, estaba completamente sola en la calle. Seguí caminado, y al avanzar un par de metros otra bola de nieve se estampo en mi nuca. Me detuve, pero esta vez no me gire y simplemente suspire. Al dar nuevamente un primer paso otra bola de nieve se estampo en mí y sin perder tiempo me agache a tomar una gran bola de nieve y me incorpore para lanzarla y al girarme me tope frente a frente quedando a poco centímetros con un par de ojos azules provocando que la bola de nieve en mi mano callera al suelo nuevamente.

Mire de arriba a abajo al chico que estaba frente a mí. Era pálido y con cabello grisáceo, tenía unos ojos azules hermosos y vestía con una sudadera azul y unos pantalones cafés bastante peculiares. Lo que más me sorprendió fue ver sus pies desnudos sobre la fría nieve sin que a él pareciera importarle.

—¿Puedes verme? –fue lo único que dijo.

Sin articular palabra, asentí.

Él retrocedió unos cuantos pasos con una pequeña sonrisa asomándose en sus labios. Tomó el extraño cayado que descansaba sobre la nieve y salió corriendo para después de un gran salto subir al tejado de una casa y desaparecer.