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"Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
CAPÍTULO 10
Joe observó la nieve amontonada sobre el coche de _____ y la entrada principal a la casa, había dejado de nevar en algún momento durante la noche, la mañana había amanecido fresca y luminosa como un crudo recordatorio de que se le terminaba el tiempo. Hacía escasamente cuatro días habría estado encantado de ver esa escena, pero hoy… Su mirada volvió hacia la pequeña cocina en donde _____ se movía de un lado a otro con su pelo atado en una coleta y su cuerpo curvilíneo arropado por su propia camisa, pasaba bastante de las once de la mañana pero ella se había empeñado en preparar café y unas tostadas, el inesperado y agradable ejercicio de la noche parecía haberle abierto en serio el apetito.
La noche había sido otra enorme locura, él se había enfadado porque ella lo había arrastrado a esa cena benéfica negándose a participar en nada que tuviera que ver con los estúpidos humanos, pero como siempre que _____ andaba cerca, las cosas se torcieron y Joe terminó no solo ayudando si no también disfrutando de la compañía de Rudo, el enorme afroamericano cocinero, así como también se vio sorprendido por la perspicacia de un anciano que le había recordado que él mismo se había pasado toda la noche sin quitarle la mirada de encima a _____.
Vestida como una pequeña y adorable elfo con dos coletitas, se había paseado de un lado a otro con sus cascabeles y su sonrisa derritiendo a toca criatura con la que se topara. Él le había dicho antes de salir de la casa que su vestimenta era ridícula, pero había sido aquel cambio y… qué sabía él… ¿Magia navideña, quizás?... el que lo tuvo pendiente de ella hasta el punto de besarla por primera vez bajo el dichoso muérdago y arrastrarla después a casa para una larga noche de sexo tórrido y desinhibido.
Sin duda, el mejor sexo de su vida.
—Joe, ¿Quieres tostadas con el café? —le dijo ella con la cafetera en una mano y una tostada a medio comer en la otra.
—Solo café —respondió llevándose instintivamente la mano al hombro, el cual ya había sanado por completo, al igual que la herida en su ala. Joe extendió suavemente sus alas antes de volver a plegarlas, cruzándolas a su espalda, era algo tan extraño a la par que agradable poder ser él mismo sin que nadie le apuñalara o saliera gritando. Su mirada recorrió a _____ mientras ella servía otra humeante taza de café y guardaba la mermelada en la nevera.
—De acuerdo —aceptó _____ satisfecha con el desayuno que había preparado y vaciló un instante con la bandeja en los brazos, su mirada iba del mostrador al sofá y de ahí a la mesa de mimbre. Joe sonrió para sí y caminó hacia ella para coger la taza de café y una de las servilletas y posarla sobre el mostrador de la barra americana de la cocina—. Siéntate, empiezas a marearme con tantas vueltas.
_____ se inclinó sobre el mostrador y se rió en voz baja antes de musitar:
—Si pudiera sentarme, ya lo habría hecho.
Un suave sonrojo cubría sus mejillas mientras tomaba un sorbo de su descafeinado y le daba un nuevo mordisco a su tostada, suspirando con satisfacción.
Joe la miró por encima del mostrador, disfrutando de sus largas piernas desnudas, el faldón de la camisa le cubría el trasero y bajaba por delante hasta mitad del muslo.
—¿Qué tal tus costillas? ¿Han desaparecido ya los morados? —le preguntó él sentándose en uno de los altos taburetes al tiempo que la recorría con la mirada.
Ella tragó y asintió fervientemente y estiró una mano para acariciar ahora sin miedo las plumas de las alas que asomaban por encima de los hombros del ángel.
—Sí —sonrió acariciando suavemente las plumas para retirar luego la mano y mirarle a modo de disculpa—. Lo siento, es que… son muy suaves y cálidas… y bueno… ya sabes.
Joe ocultó su sonrisa tras la taza y dio un sorbo a su café, paladeando el sabor.
—Sí, ya sé —respondió él.
_____ sonrió y se concentró en su desayuno, pensando en la fantástica noche que había pasado en brazos de ese ángel negro que se tomaba una taza de café como cualquier humano en el desayuno. Joe había resultado ser una verdadera bendición y absolutamente inventivo, con solo echar una mirada al mostrador en que estaban desayunando le subió un tibio calor a las mejillas. Ni en sus más salvajes fantasías habría pensado terminar tan deliciosamente dolorida que no pudiera ni sentarse, pero sobre todo, había sido su propia respuesta desinhibida al aceptarle a él como amante de un momento para otro sin pensar si quiera en las consecuencias. Joe no era algo permanente en su vida, lo sabía, él se lo había recordado inadvertidamente cuando se quedó largo tiempo mirando por la ventana y no podía dejar de decirse a sí misma “te lo advertí”.
—Te marcharás pronto, ¿no? —murmuró ella con suavidad, su mirada seguía fija en la tostada en su plato.
Joe la miró y volvió la mirada hacia la ventana por la que se colaban los primeros rayos de sol desde hacía días.
—Tan pronto la nieve comience a derretirse —respondió con un leve asentimiento.
_____ asintió a su vez y alzó la cabeza, una sonrisa estiraba ya sus labios.
—¿He conseguido al menos que dejes de pensar en los humanos como la última peste en la tierra? —preguntó con un deje de melancolía cubierto de diversión.
Joe esbozó una irónica sonrisa y miró el tazón del café, el que él le había regalado.
—No puedes esperar que una noche de sexo con una humana borre de un plomazo lo que la humanidad ha hecho y hará —fue la respuesta de él, no deseaba sonar cortante, pero ese fue el efecto que causó.
_____ se tensó, aquello había dolido.
—No me acosté contigo para hacerte cambiar de idea sobre la humanidad, Joe — respondió ella con lentitud.
Joe suspiró, había estropeado un buen comienzo de mañana con solo una frase. Había hábitos de los que era difícil desprenderse.
—Si te sirve de algo, tu amigo Rudo me ha parecido un buen humano, cabezota, pero un buen tipo —comentó él con un ligero encogimiento de hombros—. En la cena de ayer, toda esa gente que acudió, todos tenían algo bueno que decir sobre ti, y sé que hablaban en serio.
Ella alzó la mirada hacia él e hizo una mueca.
—Dime que no te fueron con cuentos, con ruegos de que hicieras de mí una muchacha honrada o cualquier estupidez por el estilo —murmuró ella con un gemido lastimero.
Joe se rió.
—Digamos que sus advertencias eran del estilo “hazle daño y te corto las pelotas” — respondió él tomando otro sorbo de café.
—Ese fue Rudo —respondió ella suspirando resignada—. Lo siento por eso, Joe y por lo de que te confundieran con mi novio.
—Me parece que eso quedó bastante claro después que nos fuéramos —respondió él con ironía—. Lamento que eso pueda llegar a causarte problemas después de que me vaya.
Ella desechó el asunto con un movimiento de la mano.
—Estoy acostumbrada, sabré manejarlo —aceptó encogiéndose de hombros, aunque Joe pudo ver el brillo que lo desmentía en su mirada.
—_____, tengo que marcharme.
—Lo sé —respondió ella demasiado rápido—. Quiero decir, siempre fuiste honesto en eso, en que no ibas a quedarte, ni siquiera te gustaba estar conmigo.
Joe se la quedó mirando durante un instante y finalmente apartó la mirada. ¿Qué podía decirle? Él mismo estaba batallando todavía con eso mismo.
—Joe —le susurró ella—. ¿Qué te ocurrió para que desprecies tanto a los humanos? Intuyo que también ha sido durante la navidad.
El silencio contestó a aquella pregunta una vez más, suspirando _____ lo dejó pasar, si él no quería hablar, no iba a obligarle, ella mejor que nadie sabía que había cosas de las que era difícil desprenderse aunque el guardarlas significara que te carcomerían por dentro.
—Mi abuela solía decir que las penas que no se compartían, terminaban por carcomerte el alma —continuó ella, sus manos rodearon la taza que tenía frente a ella y respiró profundamente—. En mi caso, más que pena fue estupidez y juventud.
Joe se volvió hacia ella, _____ seguía mirando la taza, rodeando el borde con el dedo mientras hablaba.
—Se llamaba Anthony, lo conocí en una de las pocas fiestas a las que Gena consiguió arrastrarme —aseguró ella con una mueca—, ella es la chica guapa, la popular, siempre estaba siendo invitada a todos lados y aquel viernes de hace tres años accedí a ir con ella. Él estaba en la fiesta y se había acercado a hablar con nosotras, pasé casi toda la noche hablando animadamente con él y quedamos para vernos después. Estuvimos saliendo un tiempo y como en toda relación quisimos avanzar, solo que la siguiente fase no fue lo que yo me esperaba. —_____ sacudió la cabeza y resopló antes de exclamar—. ¡Qué diablos! Fue un verdadero cabrón, eligió una mugrosa habitación en un motel a las afueras del pueblo, me citó allí como a una puta y no tardó ni quince minutos antes de tirarme un par de billetes para un taxi y decirme que ni me molestara en volver a llamarlo. —_____ se movió inquieta mientras continuaba—. Él fue… brusco conmigo… y esa había sido mi primera vez. Me pasé dos horas delante de la puerta del motel compadeciéndome de mi misma y de mi estupidez antes de llamar a Gena; Ella solo me pidió la dirección y vino a buscarme, en su favor debo decir que tampoco le di más opción, pues me había echado a llorar y era incapaz de pronunciar palabra. Pasé la noche en su casa. No le dije nada a Grani hasta casi dos semanas después y ella simplemente me escuchó y me dijo que las cosas sucedían por algo y que incluso de las malas experiencias se podía sacar algo bueno.
_____ alzó la mirada ahora y se encontró con la de Joe que la miraba fijamente.
—Me he pasado los últimos tres años encerrándome en mi misma, invitándome alguna escusa cada vez que Gena me decía de ir a alguna fiesta o quería presentarme a alguno de sus amigos —continuó ella, una vez se empezaba era fácil llegar al final—. Hasta ayer. Yo no soy así, ¿ok? No me voy a la cama con un hombre al que solo conozco desde hace cuatro días y que aún encima es de otra especie… tú has sido el primero en eso y… tuve que armarme de mucho valor para decirte que sí cuando sugeriste… Es que, tú me besaste y yo… —_____ gimió y se tapó la cara con las manos—. Diablos, estoy balbuceando, que estúpida soy… Solo quería decirte que me alegro que me lo pidieras, yo… solo eso.
Joe sonrió a pesar de sí mismo y sacudió la cabeza haciendo volar su pelo negro en varias direcciones.
—Ese humano era un idiota hijo de puta —aseguró Joe con sencillez, el relato de _____ solo había contribuido a aumentar la información que había obtenido ayer mismo por boca de Rudo e hizo que quisiera tener realmente a ese idiota delante suyo para meterle un palo de escoba por el trasero. _____ era una delicia de mujer, era un verdadero ultraje que fuese tratada de esa forma—. Una garrapata en nuestra sociedad.
Ella dejó escapar una sonrisa mitad bufido.
—Me gusta lo de la garrapata.
Él sonrió en respuesta y estiró una mano para finalmente hundir el dedo en el escote de la camisa y tirar de ella por encima del mostrador hasta que estuvieron mirándose uno al otro.
—Eres hermosa, tienes un cuerpo apetecible y eres absolutamente fogosa y pasional —enumeró Joe cada una de sus virtudes—. Eres una jodida bendición para cualquiera que quiera llevarte a la cama, así que, que se jodan las garrapatas.
Ella se echó a reír y asintió antes de tomar el rostro de Joe entre sus manos y depositar un suave beso en sus labios.
—Gracias, Joe —le susurró con ternura—. Diría que tú también eres una bendición, pero dado el tamaño de tu ego, dejémoslo en que eres bueno a secas.
Él se echó a reír en respuesta, carcajadas claras y de verdadera diversión.
—Gracias, cariño —se rió él—. La próxima vez intentaré hacerlo mejor, quizás entonces admitas que soy una bendición.
Ella lo miró sorprendida antes de echarse a reír a su vez.
—Creo que voy a echar de menos no tener con quien hablar cuando te hayas ido. — respondió todavía riendo—. Nadie resultará igual de ingenioso ni tan hipnotizante. Echaré de menos esas plumas.
Él dejó su taza de café a un lado y sonrió ante la mención a sus alas.
—Ya tienes una pluma, no te daré más —le dijo acariciándole la nariz con un dedo.
Ella arrugó la nariz ante el contacto, era algo automático y sacudió la cabeza.
—Me gustan donde están ahora mismo —aceptó, entonces suspiró y se tomó lo que quedaba de su desayuno de un solo trago—. Hoy es Navidad, con lo que no tendré que ir a la biblioteca, ¿Qué te apetece hacer?
Él le dedicó una abierta mirada sensual.
—Podrían ocurrírseme algunas cosas —aseguró con un sexy movimiento de cejas.
Ella rió en voz baja y recogió las tazas y los platos para llevarlos al fregadero.
—¿Qué tal algo en lo que ambos estemos vestidos? —Sugirió _____ dejando las tazas y los platos para volverse luego hacia Joe—. En estos momentos, creo que es todo lo que puedo hacer.
—Si no hay otro remedio —respondió él encogiéndose de hombros, al tiempo que señalaba hacia la ventana con el pulgar—. Habrá que ir empezando por quitar la nieve, ¿no?
Ella asintió, entonces sonrió abiertamente.
—¿Alguna vez has hecho un muñeco de nieve, Joe?
Joe nunca había hecho un muñeco de nieve, pero disfrutó del intento con _____. Ella tenía una forma de ver la vida, una alegría contagiosa que solo había visto en sus tiempos de ángel blanco y que se había esfumado después del episodio que lo hizo pasarse al bando de los ángeles caídos. Era capaz de sonreír y reírse de sí misma incluso después de haber resbalado por tercera vez en la misma placa de hielo para luego, lo había hecho salir en plena noche a contemplar las estrellas que brillaban sobre sus cabezas con una temperatura alarmantemente baja, en contraste con la tibieza que encontraban en el interior de la casa uno en brazos de otro.
Ella se había entregado en cuerpo y alma en cada uno de sus interludios, respondiendo a sus caricias y a su pasión con más caricias y más pasión, no se guardaba nada para ella, era generosa en sus actos, como ya lo había demostrado en la cena de beneficencia y se había ganado el cariño de la gente de aquel pueblo por ello.
Joe llegó a preguntarse incluso, si él podría ganárselo también, pero entonces desechó la idea sabiendo que no sería justo para ella, no podía permitirle que entregase nada más cuando no podría corresponder a su generosidad. La nieve había empezado a derretirse y sabía que era cuestión de tiempo que tuviese que marcharse y volver a su rutina de siempre.
Imágenes de sus alumnos volvieron a su memoria recordando que allí también había gente que lo necesitaba, él era todo lo que tenían aquellos novatos caídos para mostrarles que no se trataba de un fin a su vida, sino un nuevo comienzo. Y como él mismo sabía de primera mano, los comienzos nunca eran fáciles, nunca era fácil dejar el pasado atrás y como ya había visto en Ara, dejar el amor atrás era incluso más difícil y él no podía arriesgarse a pasar por lo que había pasado su amiga, _____ no se lo merecía.
Compartieron cada minuto de los días y de las noches, _____ había decidido tomarse unos merecidos días de descanso y había llamado a su amiga Gena para decirle que echara un vistazo a la Biblioteca por ella, era muy consciente de que la partida de Joe estaba cerca, él no había dicho nada que le hiciera pensar lo contrario, cada amanecer despertaba para verlo junto a la ventana, contemplando con mirada ausente un paisaje nevado que había empezado a relucir bajo la luz del sol. Las condiciones meteorológicas habían mejorado considerablemente un par de días después de navidad y de ahí los días habían seguido claros y sin nevadas permitiendo que la nieve dejara de acumularse y empezara a derretirse.
Disfrutó de su compañía y consiguió con tesón y perseverancia que empezara a considerar a los humanos algo menos que la última plaga para la humanidad, al menos aquellos a los que había llegado a conocer durante su estadía en el pueblo, si bien había ganado una pequeña batalla, no había conseguido llegar al corazón de Joe, el cual permanecía absolutamente cerrado a la confianza por lo que quiera que le hubiese ocurrido en el pasado y aquello era precisamente lo que la mantenía a salvo de sí misma y de ese ángel caído que había llegado a ella una fría mañana de navidad y que se iría el día menos pensado.
Y ese día resultó ser el de una luminosa mañana de finales de diciembre.
—¿Ibas a marcharte sin despedirte?
Joe se volvió para ver a _____ envuelta en una de sus horribles chaquetas en el umbral de la puerta. El largo pelo desordenado cayéndole sobre los hombros, sus largas y torneadas piernas asomando desnudas por debajo de la cenefa de la chaqueta y solo calzada con unas zapatillas de andar por casa, era la viva imagen de la sensualidad. Él la había dejado durmiendo, había pasado las últimas horas contemplándola mientras dormía antes de abandonar el improvisado campamento que habían montado esos últimos días ante la chimenea. Joe se había negado a ir a la habitación de ella y la de él no era mucho más grande, con lo que _____ se había encogido graciosamente de hombros y le había sonreído antes de correr hacia uno de los muebles de la entrada y sacar una vieja cama hinchable donde habían pasado gran parte de los últimos cinco días.
—Vas a coger un resfriado si sales así —le respondió él volviéndose hacia ella, acortando la distancia que los separaba.
_____ solo se encogió de hombros y alzó la mirada hacia el brillante cielo.
—Entonces, ¿Ya es la hora? —le preguntó volviendo la mirada nuevamente hacia él.
Joe subió los tres peldaños que daban entrada a la puerta de la casa y se quedó frente a ella.
—La nieve ya ha empezado a derretirse —contestó—. Ha llegado el momento de que regrese.
_____ apartó la mirada y recorrió el sendero despejado de nieve, su coche limpio y continuó hacia el interior, donde todavía estaba su cama deshecha.
—Esto no va a ser lo mismo sin ti —respondió ella con un tenue susurro.
Él le ahuecó la mejilla con la mano, acariciándole la piel con el pulgar.
—No, nada va a ser lo mismo —murmuró él a su vez, atrapando su mirada durante un momento que se hizo eterno, para finalmente alzar el rostro femenino hacia él y besarla en los labios.
—Cuida de ti misma, _____ —le pidió a un suspiro de sus labios.
Ella subió las manos, rodeando las de él y suspiró dejando salir poco a poco el aliento.
—Tú también —respondió ella recorriendo su rostro con la mirada, como si quisiera gravarlo en su memoria. Entonces sonrió y dio un paso atrás—. Saluda a Arabel de mi parte y dale las gracias.
Joe ladeó el rostro, un poco sorprendido por la petición.
—¿Las gracias por qué?
Ella le sonrió con dulzura.
—Por su regalo de navidad.
Joe no entendió, pero asintió. Se permitió un instante más para mirarla y grabarse aquel rostro en su memoria antes de alejarse también, bajando los tres escalones y alejarse de ella. No pudo continuar más allá del coche de _____, no podía irse así, no todavía.
Desandando sus pasos, subió de una zancada los tres peldaños y la alzó en brazos poseyendo su boca, devorándola con la misma hambre que había sentido por ellas desde el momento en que su boca había probado la de ella, quería grabarse su sabor para siempre en el cerebro.
—Joe —susurró ella con un quebrado suspiro cuando él la soltó.
Él le puso el dedo sobre los hinchados labios y negó con la cabeza.
—Adiós, pequeña _____ —susurró mirándola a los ojos.
—Adiós, ángel caído.
Joe la dejó allí, temblorosa, un par de pequeñas lágrimas escurriéndose por sus mejillas, entonces se dio la vuelta y tal y como _____ le había parecido ver la primera vez, él extendió sus alas y con una sacudida de plumas se desvaneció.
Natuu!!
La noche había sido otra enorme locura, él se había enfadado porque ella lo había arrastrado a esa cena benéfica negándose a participar en nada que tuviera que ver con los estúpidos humanos, pero como siempre que _____ andaba cerca, las cosas se torcieron y Joe terminó no solo ayudando si no también disfrutando de la compañía de Rudo, el enorme afroamericano cocinero, así como también se vio sorprendido por la perspicacia de un anciano que le había recordado que él mismo se había pasado toda la noche sin quitarle la mirada de encima a _____.
Vestida como una pequeña y adorable elfo con dos coletitas, se había paseado de un lado a otro con sus cascabeles y su sonrisa derritiendo a toca criatura con la que se topara. Él le había dicho antes de salir de la casa que su vestimenta era ridícula, pero había sido aquel cambio y… qué sabía él… ¿Magia navideña, quizás?... el que lo tuvo pendiente de ella hasta el punto de besarla por primera vez bajo el dichoso muérdago y arrastrarla después a casa para una larga noche de sexo tórrido y desinhibido.
Sin duda, el mejor sexo de su vida.
—Joe, ¿Quieres tostadas con el café? —le dijo ella con la cafetera en una mano y una tostada a medio comer en la otra.
—Solo café —respondió llevándose instintivamente la mano al hombro, el cual ya había sanado por completo, al igual que la herida en su ala. Joe extendió suavemente sus alas antes de volver a plegarlas, cruzándolas a su espalda, era algo tan extraño a la par que agradable poder ser él mismo sin que nadie le apuñalara o saliera gritando. Su mirada recorrió a _____ mientras ella servía otra humeante taza de café y guardaba la mermelada en la nevera.
—De acuerdo —aceptó _____ satisfecha con el desayuno que había preparado y vaciló un instante con la bandeja en los brazos, su mirada iba del mostrador al sofá y de ahí a la mesa de mimbre. Joe sonrió para sí y caminó hacia ella para coger la taza de café y una de las servilletas y posarla sobre el mostrador de la barra americana de la cocina—. Siéntate, empiezas a marearme con tantas vueltas.
_____ se inclinó sobre el mostrador y se rió en voz baja antes de musitar:
—Si pudiera sentarme, ya lo habría hecho.
Un suave sonrojo cubría sus mejillas mientras tomaba un sorbo de su descafeinado y le daba un nuevo mordisco a su tostada, suspirando con satisfacción.
Joe la miró por encima del mostrador, disfrutando de sus largas piernas desnudas, el faldón de la camisa le cubría el trasero y bajaba por delante hasta mitad del muslo.
—¿Qué tal tus costillas? ¿Han desaparecido ya los morados? —le preguntó él sentándose en uno de los altos taburetes al tiempo que la recorría con la mirada.
Ella tragó y asintió fervientemente y estiró una mano para acariciar ahora sin miedo las plumas de las alas que asomaban por encima de los hombros del ángel.
—Sí —sonrió acariciando suavemente las plumas para retirar luego la mano y mirarle a modo de disculpa—. Lo siento, es que… son muy suaves y cálidas… y bueno… ya sabes.
Joe ocultó su sonrisa tras la taza y dio un sorbo a su café, paladeando el sabor.
—Sí, ya sé —respondió él.
_____ sonrió y se concentró en su desayuno, pensando en la fantástica noche que había pasado en brazos de ese ángel negro que se tomaba una taza de café como cualquier humano en el desayuno. Joe había resultado ser una verdadera bendición y absolutamente inventivo, con solo echar una mirada al mostrador en que estaban desayunando le subió un tibio calor a las mejillas. Ni en sus más salvajes fantasías habría pensado terminar tan deliciosamente dolorida que no pudiera ni sentarse, pero sobre todo, había sido su propia respuesta desinhibida al aceptarle a él como amante de un momento para otro sin pensar si quiera en las consecuencias. Joe no era algo permanente en su vida, lo sabía, él se lo había recordado inadvertidamente cuando se quedó largo tiempo mirando por la ventana y no podía dejar de decirse a sí misma “te lo advertí”.
—Te marcharás pronto, ¿no? —murmuró ella con suavidad, su mirada seguía fija en la tostada en su plato.
Joe la miró y volvió la mirada hacia la ventana por la que se colaban los primeros rayos de sol desde hacía días.
—Tan pronto la nieve comience a derretirse —respondió con un leve asentimiento.
_____ asintió a su vez y alzó la cabeza, una sonrisa estiraba ya sus labios.
—¿He conseguido al menos que dejes de pensar en los humanos como la última peste en la tierra? —preguntó con un deje de melancolía cubierto de diversión.
Joe esbozó una irónica sonrisa y miró el tazón del café, el que él le había regalado.
—No puedes esperar que una noche de sexo con una humana borre de un plomazo lo que la humanidad ha hecho y hará —fue la respuesta de él, no deseaba sonar cortante, pero ese fue el efecto que causó.
_____ se tensó, aquello había dolido.
—No me acosté contigo para hacerte cambiar de idea sobre la humanidad, Joe — respondió ella con lentitud.
Joe suspiró, había estropeado un buen comienzo de mañana con solo una frase. Había hábitos de los que era difícil desprenderse.
—Si te sirve de algo, tu amigo Rudo me ha parecido un buen humano, cabezota, pero un buen tipo —comentó él con un ligero encogimiento de hombros—. En la cena de ayer, toda esa gente que acudió, todos tenían algo bueno que decir sobre ti, y sé que hablaban en serio.
Ella alzó la mirada hacia él e hizo una mueca.
—Dime que no te fueron con cuentos, con ruegos de que hicieras de mí una muchacha honrada o cualquier estupidez por el estilo —murmuró ella con un gemido lastimero.
Joe se rió.
—Digamos que sus advertencias eran del estilo “hazle daño y te corto las pelotas” — respondió él tomando otro sorbo de café.
—Ese fue Rudo —respondió ella suspirando resignada—. Lo siento por eso, Joe y por lo de que te confundieran con mi novio.
—Me parece que eso quedó bastante claro después que nos fuéramos —respondió él con ironía—. Lamento que eso pueda llegar a causarte problemas después de que me vaya.
Ella desechó el asunto con un movimiento de la mano.
—Estoy acostumbrada, sabré manejarlo —aceptó encogiéndose de hombros, aunque Joe pudo ver el brillo que lo desmentía en su mirada.
—_____, tengo que marcharme.
—Lo sé —respondió ella demasiado rápido—. Quiero decir, siempre fuiste honesto en eso, en que no ibas a quedarte, ni siquiera te gustaba estar conmigo.
Joe se la quedó mirando durante un instante y finalmente apartó la mirada. ¿Qué podía decirle? Él mismo estaba batallando todavía con eso mismo.
—Joe —le susurró ella—. ¿Qué te ocurrió para que desprecies tanto a los humanos? Intuyo que también ha sido durante la navidad.
El silencio contestó a aquella pregunta una vez más, suspirando _____ lo dejó pasar, si él no quería hablar, no iba a obligarle, ella mejor que nadie sabía que había cosas de las que era difícil desprenderse aunque el guardarlas significara que te carcomerían por dentro.
—Mi abuela solía decir que las penas que no se compartían, terminaban por carcomerte el alma —continuó ella, sus manos rodearon la taza que tenía frente a ella y respiró profundamente—. En mi caso, más que pena fue estupidez y juventud.
Joe se volvió hacia ella, _____ seguía mirando la taza, rodeando el borde con el dedo mientras hablaba.
—Se llamaba Anthony, lo conocí en una de las pocas fiestas a las que Gena consiguió arrastrarme —aseguró ella con una mueca—, ella es la chica guapa, la popular, siempre estaba siendo invitada a todos lados y aquel viernes de hace tres años accedí a ir con ella. Él estaba en la fiesta y se había acercado a hablar con nosotras, pasé casi toda la noche hablando animadamente con él y quedamos para vernos después. Estuvimos saliendo un tiempo y como en toda relación quisimos avanzar, solo que la siguiente fase no fue lo que yo me esperaba. —_____ sacudió la cabeza y resopló antes de exclamar—. ¡Qué diablos! Fue un verdadero cabrón, eligió una mugrosa habitación en un motel a las afueras del pueblo, me citó allí como a una puta y no tardó ni quince minutos antes de tirarme un par de billetes para un taxi y decirme que ni me molestara en volver a llamarlo. —_____ se movió inquieta mientras continuaba—. Él fue… brusco conmigo… y esa había sido mi primera vez. Me pasé dos horas delante de la puerta del motel compadeciéndome de mi misma y de mi estupidez antes de llamar a Gena; Ella solo me pidió la dirección y vino a buscarme, en su favor debo decir que tampoco le di más opción, pues me había echado a llorar y era incapaz de pronunciar palabra. Pasé la noche en su casa. No le dije nada a Grani hasta casi dos semanas después y ella simplemente me escuchó y me dijo que las cosas sucedían por algo y que incluso de las malas experiencias se podía sacar algo bueno.
_____ alzó la mirada ahora y se encontró con la de Joe que la miraba fijamente.
—Me he pasado los últimos tres años encerrándome en mi misma, invitándome alguna escusa cada vez que Gena me decía de ir a alguna fiesta o quería presentarme a alguno de sus amigos —continuó ella, una vez se empezaba era fácil llegar al final—. Hasta ayer. Yo no soy así, ¿ok? No me voy a la cama con un hombre al que solo conozco desde hace cuatro días y que aún encima es de otra especie… tú has sido el primero en eso y… tuve que armarme de mucho valor para decirte que sí cuando sugeriste… Es que, tú me besaste y yo… —_____ gimió y se tapó la cara con las manos—. Diablos, estoy balbuceando, que estúpida soy… Solo quería decirte que me alegro que me lo pidieras, yo… solo eso.
Joe sonrió a pesar de sí mismo y sacudió la cabeza haciendo volar su pelo negro en varias direcciones.
—Ese humano era un idiota hijo de puta —aseguró Joe con sencillez, el relato de _____ solo había contribuido a aumentar la información que había obtenido ayer mismo por boca de Rudo e hizo que quisiera tener realmente a ese idiota delante suyo para meterle un palo de escoba por el trasero. _____ era una delicia de mujer, era un verdadero ultraje que fuese tratada de esa forma—. Una garrapata en nuestra sociedad.
Ella dejó escapar una sonrisa mitad bufido.
—Me gusta lo de la garrapata.
Él sonrió en respuesta y estiró una mano para finalmente hundir el dedo en el escote de la camisa y tirar de ella por encima del mostrador hasta que estuvieron mirándose uno al otro.
—Eres hermosa, tienes un cuerpo apetecible y eres absolutamente fogosa y pasional —enumeró Joe cada una de sus virtudes—. Eres una jodida bendición para cualquiera que quiera llevarte a la cama, así que, que se jodan las garrapatas.
Ella se echó a reír y asintió antes de tomar el rostro de Joe entre sus manos y depositar un suave beso en sus labios.
—Gracias, Joe —le susurró con ternura—. Diría que tú también eres una bendición, pero dado el tamaño de tu ego, dejémoslo en que eres bueno a secas.
Él se echó a reír en respuesta, carcajadas claras y de verdadera diversión.
—Gracias, cariño —se rió él—. La próxima vez intentaré hacerlo mejor, quizás entonces admitas que soy una bendición.
Ella lo miró sorprendida antes de echarse a reír a su vez.
—Creo que voy a echar de menos no tener con quien hablar cuando te hayas ido. — respondió todavía riendo—. Nadie resultará igual de ingenioso ni tan hipnotizante. Echaré de menos esas plumas.
Él dejó su taza de café a un lado y sonrió ante la mención a sus alas.
—Ya tienes una pluma, no te daré más —le dijo acariciándole la nariz con un dedo.
Ella arrugó la nariz ante el contacto, era algo automático y sacudió la cabeza.
—Me gustan donde están ahora mismo —aceptó, entonces suspiró y se tomó lo que quedaba de su desayuno de un solo trago—. Hoy es Navidad, con lo que no tendré que ir a la biblioteca, ¿Qué te apetece hacer?
Él le dedicó una abierta mirada sensual.
—Podrían ocurrírseme algunas cosas —aseguró con un sexy movimiento de cejas.
Ella rió en voz baja y recogió las tazas y los platos para llevarlos al fregadero.
—¿Qué tal algo en lo que ambos estemos vestidos? —Sugirió _____ dejando las tazas y los platos para volverse luego hacia Joe—. En estos momentos, creo que es todo lo que puedo hacer.
—Si no hay otro remedio —respondió él encogiéndose de hombros, al tiempo que señalaba hacia la ventana con el pulgar—. Habrá que ir empezando por quitar la nieve, ¿no?
Ella asintió, entonces sonrió abiertamente.
—¿Alguna vez has hecho un muñeco de nieve, Joe?
Joe nunca había hecho un muñeco de nieve, pero disfrutó del intento con _____. Ella tenía una forma de ver la vida, una alegría contagiosa que solo había visto en sus tiempos de ángel blanco y que se había esfumado después del episodio que lo hizo pasarse al bando de los ángeles caídos. Era capaz de sonreír y reírse de sí misma incluso después de haber resbalado por tercera vez en la misma placa de hielo para luego, lo había hecho salir en plena noche a contemplar las estrellas que brillaban sobre sus cabezas con una temperatura alarmantemente baja, en contraste con la tibieza que encontraban en el interior de la casa uno en brazos de otro.
Ella se había entregado en cuerpo y alma en cada uno de sus interludios, respondiendo a sus caricias y a su pasión con más caricias y más pasión, no se guardaba nada para ella, era generosa en sus actos, como ya lo había demostrado en la cena de beneficencia y se había ganado el cariño de la gente de aquel pueblo por ello.
Joe llegó a preguntarse incluso, si él podría ganárselo también, pero entonces desechó la idea sabiendo que no sería justo para ella, no podía permitirle que entregase nada más cuando no podría corresponder a su generosidad. La nieve había empezado a derretirse y sabía que era cuestión de tiempo que tuviese que marcharse y volver a su rutina de siempre.
Imágenes de sus alumnos volvieron a su memoria recordando que allí también había gente que lo necesitaba, él era todo lo que tenían aquellos novatos caídos para mostrarles que no se trataba de un fin a su vida, sino un nuevo comienzo. Y como él mismo sabía de primera mano, los comienzos nunca eran fáciles, nunca era fácil dejar el pasado atrás y como ya había visto en Ara, dejar el amor atrás era incluso más difícil y él no podía arriesgarse a pasar por lo que había pasado su amiga, _____ no se lo merecía.
Compartieron cada minuto de los días y de las noches, _____ había decidido tomarse unos merecidos días de descanso y había llamado a su amiga Gena para decirle que echara un vistazo a la Biblioteca por ella, era muy consciente de que la partida de Joe estaba cerca, él no había dicho nada que le hiciera pensar lo contrario, cada amanecer despertaba para verlo junto a la ventana, contemplando con mirada ausente un paisaje nevado que había empezado a relucir bajo la luz del sol. Las condiciones meteorológicas habían mejorado considerablemente un par de días después de navidad y de ahí los días habían seguido claros y sin nevadas permitiendo que la nieve dejara de acumularse y empezara a derretirse.
Disfrutó de su compañía y consiguió con tesón y perseverancia que empezara a considerar a los humanos algo menos que la última plaga para la humanidad, al menos aquellos a los que había llegado a conocer durante su estadía en el pueblo, si bien había ganado una pequeña batalla, no había conseguido llegar al corazón de Joe, el cual permanecía absolutamente cerrado a la confianza por lo que quiera que le hubiese ocurrido en el pasado y aquello era precisamente lo que la mantenía a salvo de sí misma y de ese ángel caído que había llegado a ella una fría mañana de navidad y que se iría el día menos pensado.
Y ese día resultó ser el de una luminosa mañana de finales de diciembre.
—¿Ibas a marcharte sin despedirte?
Joe se volvió para ver a _____ envuelta en una de sus horribles chaquetas en el umbral de la puerta. El largo pelo desordenado cayéndole sobre los hombros, sus largas y torneadas piernas asomando desnudas por debajo de la cenefa de la chaqueta y solo calzada con unas zapatillas de andar por casa, era la viva imagen de la sensualidad. Él la había dejado durmiendo, había pasado las últimas horas contemplándola mientras dormía antes de abandonar el improvisado campamento que habían montado esos últimos días ante la chimenea. Joe se había negado a ir a la habitación de ella y la de él no era mucho más grande, con lo que _____ se había encogido graciosamente de hombros y le había sonreído antes de correr hacia uno de los muebles de la entrada y sacar una vieja cama hinchable donde habían pasado gran parte de los últimos cinco días.
—Vas a coger un resfriado si sales así —le respondió él volviéndose hacia ella, acortando la distancia que los separaba.
_____ solo se encogió de hombros y alzó la mirada hacia el brillante cielo.
—Entonces, ¿Ya es la hora? —le preguntó volviendo la mirada nuevamente hacia él.
Joe subió los tres peldaños que daban entrada a la puerta de la casa y se quedó frente a ella.
—La nieve ya ha empezado a derretirse —contestó—. Ha llegado el momento de que regrese.
_____ apartó la mirada y recorrió el sendero despejado de nieve, su coche limpio y continuó hacia el interior, donde todavía estaba su cama deshecha.
—Esto no va a ser lo mismo sin ti —respondió ella con un tenue susurro.
Él le ahuecó la mejilla con la mano, acariciándole la piel con el pulgar.
—No, nada va a ser lo mismo —murmuró él a su vez, atrapando su mirada durante un momento que se hizo eterno, para finalmente alzar el rostro femenino hacia él y besarla en los labios.
—Cuida de ti misma, _____ —le pidió a un suspiro de sus labios.
Ella subió las manos, rodeando las de él y suspiró dejando salir poco a poco el aliento.
—Tú también —respondió ella recorriendo su rostro con la mirada, como si quisiera gravarlo en su memoria. Entonces sonrió y dio un paso atrás—. Saluda a Arabel de mi parte y dale las gracias.
Joe ladeó el rostro, un poco sorprendido por la petición.
—¿Las gracias por qué?
Ella le sonrió con dulzura.
—Por su regalo de navidad.
Joe no entendió, pero asintió. Se permitió un instante más para mirarla y grabarse aquel rostro en su memoria antes de alejarse también, bajando los tres escalones y alejarse de ella. No pudo continuar más allá del coche de _____, no podía irse así, no todavía.
Desandando sus pasos, subió de una zancada los tres peldaños y la alzó en brazos poseyendo su boca, devorándola con la misma hambre que había sentido por ellas desde el momento en que su boca había probado la de ella, quería grabarse su sabor para siempre en el cerebro.
—Joe —susurró ella con un quebrado suspiro cuando él la soltó.
Él le puso el dedo sobre los hinchados labios y negó con la cabeza.
—Adiós, pequeña _____ —susurró mirándola a los ojos.
—Adiós, ángel caído.
Joe la dejó allí, temblorosa, un par de pequeñas lágrimas escurriéndose por sus mejillas, entonces se dio la vuelta y tal y como _____ le había parecido ver la primera vez, él extendió sus alas y con una sacudida de plumas se desvaneció.
Natuu!!
Natuu!
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
nooooooooooooo...se fue!!!
por q???
tiene q regresar!!!
yo quiero mi propio angel jejej y q sea asi o mas apasionado jejejej
quiero el ultimo cappppp
por q???
tiene q regresar!!!
yo quiero mi propio angel jejej y q sea asi o mas apasionado jejejej
quiero el ultimo cappppp
Julieta♥
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
NOOOOOOOO :crybaby: :crybaby: Q VUELVAA!! :crybaby:
SIGUELAA!!
SIGUELAA!!
jb_fanvanu
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
Voyyy a llorarrrr !
Si no vuelve mato a alguien okno
Por favoooor
Siguela XD
Si no vuelve mato a alguien okno
Por favoooor
Siguela XD
# TeamBullshit
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
ai no joe si se fue espero regrese con la rayis
siguela plis
siguela plis
Nani Jonas
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
Chama no creo que falte tan poco para que se acabe :(
JB&1D2
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
porfavor natu poon el siguente cap
queiro que joe vuelva
queiro que joe vuelva
andreita
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
awwwwwwwwww... como q se fue q regrese xq lo voy a matra..siguela
jonatic&diectioner
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
CAPÍTULO 11
Ara empezó a pasearse de un lado a otro del pasillo, sus alas negras abriéndose y cerrándose a su espalda, agitando sus plumas como si no pudiera tenerlas quietas en ninguna posición cómoda para ella. Joe llevaba ya tres horas encerrado en el maldito gimnasio con sus alumnos y no estaba malditamente tranquila con ello, no después de haber visto el lamentable estado con el que se había presentado dos semanas atrás.
Ella había esperado oírlo refunfuñar como de costumbre, o quejarse, diablos, hasta una jodida mueca habría sido mejor que la fría e indescifrable expresión con que la recibió, el Joe que ella conocía no se parecía en nada a aquel ángel caído que se había parado ante ella y la había mirado sin emoción alguna en los ojos antes de preguntarle donde estaban sus alumnos.
—¿Eso quiere decir que he ganado mi apuesta? —preguntó ella ilusionada.
Joe en cambio se había limitado a volver la mirada hacia el corredor por el que venían unos de sus propios alumnos, los cuales al verlo lo saludaron inmediatamente y le preguntaron por su última misión en la tierra. Joe se había limitado a un par de respuestas breves, un par de palmadas en la espalda y a despacharlos rápidamente, diablos, al menos con ellos había sido algo cálido.
—¿Joe? —Había insistido ella al ver que él seguía ignorando su pregunta—. ¿Cómo está _____?
En ese momento, él la había mirado a los ojos y Ara se maldijo a sí misma una y mil veces por lo que vio en los ojos del ángel caído.
—Por una vez en tu vida, deja de joder la de los demás y ve a verlo por ti misma, ella te lo agradecerá —fue la seca respuesta de él.
Ara sacudió la cabeza y lo miró con pena.
—Aún no lo has comprendido, ¿verdad?
Él no había respondido a aquello, ni había respondido a ninguno de sus intentos por acercársele en las dos últimas semanas en las que se había encargado del entrenamiento de sus alumnos y de los propios y de alguno más que le pusiera Luc por delante.
Mirando de nuevo la puerta cerrada frente a ella, volvió a iniciar su paseo de un lado a otro, no iba a permitir que ese estúpido ángel cabezota echase por tierra todo su esfuerzo por qué no supiese aceptar que se había enamorado de una humana.
—Si sigues así, terminarás haciéndole un surco al suelo, Arabel.
Ara se volvió de golpe al oír la voz del único ser que era capaz de inculcar al mismo tiempo miedo y respeto, mezclado por un inexplicable agradecimiento y sensación de lealtad, el director de la Academia Ángeles Caídos y Señor de los Infiernos.
—Hola Luc —lo saludó con un ligero movimiento de su mano.
El aludido miró hacia la puerta cerrada y luego a Ara, sus manos metidas en los bolsillos del pantalón de cuero negro que se ceñía a un perfecto trasero y larguísimas piernas, la camiseta con una profunda “v” permitía un vislumbre de su bronceada piel.
—¿Sigue igual de irascible que estos días?
Ara asintió ligeramente.
—A juzgar por el estado de mis alumnos, diría que incluso más.
Luc chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
—Es una pena, una verdadera pena, realmente voy a extrañar a ese Caído —aseguró él con un encogimiento de hombros—. Claro que, por otro lado, no hay cosa que más me guste que ganarle al de arriba un alma.
Ara frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Luc sonrió mostrando una perfecta dentadura blanca.
—¿Crees que ella también lo ama?
Ara se sorprendió por la pregunta. Ella había llamado a _____ poco después de que Joe volviese, pero ella no había dicho nada al respecto, incluso había ido a verla solo para encontrarse con una demasiado jovial y activa bibliotecaria, le había reprochado el no haberle contado la verdad desde el principio pero con todo había sonreído, su sonrisa solo había vacilado un poco al preguntarle por Joe.
—Lleva alrededor del cuello una pluma negra de uno de los Ángeles Caídos más poderosos, al que consiguió incluso convencer de que la ayudase haciendo de voluntario en una cena benéfica navideña, por si eso te sirve de algo —respondió ella con ironía. Pero aquello era cierto, _____ había estado llevando el colgante que Joe le había dejado.
Luc pareció estremecerse ante la pregunta, entonces señaló con el pulgar hacia la puerta.
—Realmente, hay veces en que esperar que a esos ángeles vean más allá de sus narices es un jodido problema —aseguró él con un resoplido—. La chica está colada por él, eso es un hecho… y siendo el receptor de tan noble sentimiento, uno de mis chicos… no puedo más que dar saltitos de alegría ante la idea de corromper a un ángel puro antes incluso de que alcance ese estado. Eso es como marcar un gol desde una portería a otra, imbatible.
Ara estaba asombrada por el entusiasmo que estaba demostrando su jefe con aquel asunto, ella más bien hubiese pensado, en realidad lo había temido, que exigiera que acabase con esa estupidez y en cambio, parecía más dispuesto que ninguno a hacer de celestina.
¿Quién podía entender al diablo?
—Así que… solo queda nuestro amiguito, aquí el profesor —comentó Luc, mirando de nuevo a Ara—. ¿Crees que si le arranco las alas y lo mando de regreso de una patada, se dará por aludido?
Un sonoro resoplido se escuchó a espaldas de ambos, Ara se volvió al mismo tiempo que su jefe, todavía sorprendida y algo alucinada con sus conclusiones. Joe permanecía en pie, su pelo recogido en una coleta, vistiendo pantalones de cuero y camiseta negra tanque, no había ni una gota de sudor manchando su inmaculada piel, mientras que de sus alumnos no se podía decir lo mismo, viéndolos en distintas posiciones tirados en el suelo del gimnasio o atusándose de forma dolorida las plumas.
—Creo que ya se ha dado por aludido sin necesidad, vaya, siempre me quitan el caramelo de la boca cuando lo estoy chupando —se quedó Luc como un niño pequeño al que pillan infraganti.
Joe ignoró su perorata y se dirigió directamente a su jefe.
—Te mantendrás absolutamente lejos de _____, Luc, ella no te pertenece.
Luc hizo una mueca y se cruzó de brazos.
—Siempre le quitas toda la diversión a las cosas, Joseph —aseguró Luc encogiéndose de hombros—. Ella puede estar protegida por los puritanos del Haven, pero es una de nosotros y lo sabes. Sí, puede que sea demasiado buenecita para mi gusto, pero ey, soy el diablo, para mí donde exista la juerga, que se quite lo demás.
—Ella no es un ángel caído, Luc, ni siquiera es un ángel —respondió él poniendo los ojos en blanco.
—Ahora no, ella es humana… —aceptó Luc con un leve asentimiento—. Pero lo será, Joe, ¿Y sabes por qué? Porque el amor es la cosa más estúpida y lo que mejor que parecen hacer los humanos, ellos aman con suficiente pasión como para alimentar las llamas del infierno eternamente y si han de condenarse a sí mismos por amor con tal de estar con el objeto de su afecto, lo harán. Son una raza aparte, chico, tú mejor que nadie debería saberlo.
—Ella no me ama, así que te quedas sin alma.
Luc miró a Ara y suspiró.
—Tenías razón, es tonto de remate —aseguró el hombre con fastidio.
—No recuerdo haber dicho eso… Luc —se defendió Ara.
—No hace falta que lo digas, guapa, se ve a leguas —aseguró con total despreocupación.
Joe miró a Ara y sacudió la cabeza, dándole a entender que lo dejara estar, conocía demasiado bien a su jefe como para hacer caso de sus tendencias suicidas.
—¿Les importaría dejar de hablar de mí cuando estoy justamente delante? — Intervino Joe y empezó a dirigirse a cada uno, empezando con su jefe—. Deja de meter la jodida nariz en cosas que no te incumben, Luc.
—¿Tengo que recordarte quién soy? —Respondió con ironía—. Meter la nariz en todo, es mi vida.
Joe realmente suspiró con resignación, no quería estar allí teniendo aquella conversación de besugos, realmente no quería estar allí.
—No, no quieres estarlo —le respondió Luc con una irónica sonrisa, indicándole que había captado sus pensamientos—. Quieres estar con una humana que te ha vuelto loco, te ha mangoneado, te ha gritado y dado órdenes como el mejor de los generales y que ha tirado una a una las defensas que tan fuertemente habías levantado alrededor de tu corazón para no volver a sufrir —enumeró sin quitar la mirada de la de Joe—. Has perdido la apuesta que has hecho con Ara porque sí te has enamorado de ella… amas a una humana, Joe.
Joe no respondió, no hacía falta que lo hiciera, el hombre, el ser que tenía ante él podía leer en su alma y en su corazón como el mejor de los videntes y no había errado. Se había enamorado de _____, no sabía como había ocurrido, pero ella había traspasado todas sus defensas hasta colarse bajo su piel, los pocos días que había compartido con aquella desastrosa humana, habían resultado ser lo único que consiguió alejar en algo el duelo que llevaba por sus niños.
—Citando a tu querida amiga aquí presente, Joe —continuó Luc—. Cuando la nieve se derrita… deberás regresar a casa.
Joe parpadeó y frunció el ceño sin comprender.
—¿Dónde está tu hogar, Joe?
—¿Mi hogar? —preguntó volviéndose entre uno y otro con mirada confusa.
—¿Podríamos implementar un nuevo curso para agilidad mental? Me desespera tanta ineptitud —aseguró Luc mirando a Ara.
Ella sonrió a su pesar y se volvió hacia su compañero.
—¿La quieres?
Joe se tensó ante la respuesta que iba a dar, pero era la única que colgaba en su mente.
—Ella es humana, Ara.
Ara negó con la cabeza y repitió su pregunta.
—¿La amas?
Joe asintió y miró a Luc.
—La amo.
El hombre puso los ojos en blanco y alzó las manos como diciendo, ¿No te lo había dicho?
—¿Entregarías tus alas por ella, chico? —preguntó ahora Luc, su mirada fija en la de Joe.
Joe no vaciló.
—Ya las entregué —confesó, recordando la pluma que había obsequiado a _____ y que había transformado en un colgante para que lo pudiese llevar.
Luc pareció bastante sorprendido ante eso.
—Caray, eso sí que es algo que yo no sabía —aseguró empezando a entrecerrar los ojos—. Ese viejo hijo de puta… ¡Le pondré una demanda! Ara, echa un vistazo a la Academia mientras voy a echar un pulso con el de arriba. Y tú, estás despedido —le dijo a Joe antes de dar media vuelta y largarse a la carrera por el pasillo.
Joe se volvió a mirar a Ara, quien simplemente se encogió de hombros.
—A mí no me mires, yo solo he hecho una apuesta contigo —le aseguró ella alzando las manos a modo de defensa.
—Y yo la perdí —respondió Joe sonriendo por primera vez en varias semanas.
El chocolate con nata que había comprado en el supermercado hacía ya varias horas que se había enfriado, pero aquello parecía no importar demasiado a la persona que deslizaba frenéticamente sus dedos sobre el teclado de aquel viejo modelo de ordenador portátil, un frustrado suspiro salió de entre sus labios antes de que moviese uno de sus dedos hacia la tecla DEL y empezase a borrar lo último que había escrito para luego reclinarse hacia atrás en la silla y volver a empezar de nuevo.
—¿_____? —Llamaron y a continuación se escuchó el sonido del timbre del mostrador principal—. _____, sé que estás ahí dentro así que haz el favor de venir aquí.
_____ levantó la cabeza de la pantalla y se volvió hacia la puerta, unas profundas bolsas oscuras se extendían como medialunas bajo sus ojos, sus gafas de lectura permanecían precariamente sujetas sobre la nariz. Resoplando con desgana se obligó a guardar el archivo en el que había estado trabajando para atender la llamada, hubiese preferido ignorarla y seguir escribiendo para poder terminar la maldita novela, pero conocía esa voz y sabía que Gena no pararía hasta hacerla salir de su oficina si no acudía pronto a su llamado.
La pequeña y atractiva rubia sonrió ampliamente cuando la vio para luego hacer una mueca cuando reparó en su aspecto y sobre todo en su rostro.
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste a dormir a casa? —Preguntó la chica con el ceño fruncido—. Tienes un aspecto lamentable.
_____ la ignoró, hacía casi dos semanas que no dormía en su casa, el lugar que más había adorado en toda su vida, se había convertido después de la partida de Joe en un santuario que solo le traía recuerdos de él. En un intento para alejarlo de su mente, _____ había empezado a retomar su libro pasando buena parte del día en la Biblioteca, hasta el punto en que acabó rescatando un catre del desván para instalarse allí a dormitar cuando las estúpidas lágrimas se lo permitían. Nunca en la vida había llorado por un hombre y en menos de quince días se había deshidratado de tanto extrañarlo.
¿A quién quería engañar? Quizás hubiese podido engañarlo a él con aquella despedida amistosa, pero no había podido seguir engañándose a sí misma después de eso, la realidad era demasiado grande como para ignorarla, en menos de una semana había apuñalado a un hombre que resultó ser más que un hombre, lo había arrastrado con ella en un intento por demostrarle que estaba equivocado con respecto a los humanos, había saltado a la cama alegremente con él y el error más importante de todos y que se había prometido no cometer otra vez, se había enamorado de él.
Ella, _____, amaba a un ángel caído.
—No ha vuelto a llamarte, ¿verdad? —Preguntó Gena con cierta tristeza y un profundo sentimiento de culpabilidad—. Diablos, yo y mi tremenda boca, ¿Por qué me escuchas cuando solo digo idioteces?
_____ se encogió de hombros y fue a sentarse tras el mostrador.
—Quizás, porque en ese momento necesitaba escuchar una idiotez —respondió _____ sonriendo levemente.
Gena asintió, sonriendo a su vez.
—Rudo también se siente un poco culpable —continuó la rubita—. Parece que también intentó hacer de Celestina y no contó con que tú chico fuera del tipo de cabrón que se te folla y se larga.
_____ sacudió la cabeza.
—Yo sabía que Joe iba a marcharse, siempre lo supe —aseguró _____—. Ahí radica la principal diferencia.
Gena chasqueó la lengua y se volvió a mirar hacia la calle para luego volverse hacia _____.
—Esa es una mala escusa que todas hemos utilizado alguna vez —respondió ella con una ligera mueca—. Venga, te invito a comer. Así podrás dejar por un rato este deprimente lugar.
_____ dejó escapar un pequeño bufido irónico.
—Es deprimente solo para algunos, Gena —respondió _____ sacudiendo la cabeza—. Te agradezco la invitación, quizás en otro momento.
Gena resopló.
—Tienes que comer algo, _____, no puedes pasarte todo el día aquí metida alimentándote a base de cafés y patatas fritas de bolsa.
_____ se levantó y palmeó la mano de su amiga.
—Deja de preocuparte, Gena, todo va bien —le aseguró antes de rodear el mostrador para acompañarla a la puerta—. Asegúrate de hacérselo ver a Rudo, si él viene a verme con la mala escusa de pedir prestado algún libro de cocina más, lo pondré a trabajar en la sección de Gastronomía solo para desquitarme.
Gena se rió entre dientes y asintió dándose por vencida.
—Descuida, se lo diré —aceptó ella y se encogió ligeramente de hombros—. Si necesitas cualquier cosa…
—Te llamaré cuando sienta la necesidad de pincharle las ruedas a alguien —le aseguró _____ frotando el hombro de su amiga a modo de despedida.
Gena abrazó a _____ reacia a marcharse, pero finalmente dio un paso atrás y se despidió con la mano.
—Come algo antes de volver a esa endemoniada oficina tuya —le pidió a modo de recordatorio.
—Sí, mamá —se burló _____ y la vio alejarse cruzando la calle.
Sacudiendo la cabeza suspiró profundamente y se volvió hacia el mostrador, acariciando el timbrador de latón al pasar de camino nuevamente a su oficina. No había alcanzado a cruzar el umbral cuando oyó de nuevo el timbre.
—Esto no puede ser verdad —murmuró _____ alzando la mirada al techo y resoplando antes de dar media vuelta pensando en que sería Gena habiéndose olvidado de decirle algo, o Rudo en su cuarta incursión en busca de algún libro de cocina.
_____ desanduvo una vez más el camino ya murmurando las posibles causas de aquella nueva intrusión.
—Rudo, ni toda la sección de Gastronomía va a ayudarte a hacer la Lasaña mejor de lo que ya te sale, por qué no te pasas mejor por… —las palabras de _____ murieron en sus labios cuando vio que el hombre que había de pie al otro lado del mostrador no era el enorme afroamericano que conocía desde hacía tiempo.
—Hola _____ —la saludó Joe.
Había vuelto. Aquello fue lo primero que pasó por la mente de _____ mientras observaba a Joe de pie al lado del mostrador de la recepción vestido con sus usuales vaqueros oscuros, camisa y chaqueta, aunque en esta ocasión llevaba también una bufanda y una pequeña bolsa de viaje colgaba de uno de sus hombros. El pelo negro lo llevaba recogido en una coleta y su bigote y perilla estaban perfectamente recortados, pero eran sus profundos ojos castaños los que captaron su atención.
—Joe —murmuró ella, parpadeando varias veces como si necesitara asegurarse que no se trataba de una alucinación.
Él simplemente asintió con la cabeza, mientras contemplaba a la pequeña humana envuelta en una de aquellas horribles chaquetas a las que había empezado a acostumbrarse, pero eran las dos profundas medialunas bajo sus cansados ojos y la palidez de su rostro lo que lo preocupó e hizo que caminara hacia ella.
—¿Estás enferma? —le preguntó dejando la bolsa sobre el mostrador para acercarle luego a ella y alzarle el rostro para examinarla—. Estás pálida y pareces cansada.
Ella sacudió la cabeza, abrió la boca y volvió a cerrarla cuando las palabras empezaron a negarse a abandonar su boca.
—No… estoy… bien —murmuró incapaz de apartar su mirada de la del hombre—. Estás aquí.
Joe le acarició la mejilla con el dorso de los dedos y asintió.
—Sí, pequeñita —respondió él con una sonrisa—. Creo que eso es obvio.
—No, quiero decir… has vuelto… —aseguró sorprendida, aunque sus labios se estiraron en una sonrisa, correspondiendo a la de él antes de fruncir el ceño—. Pero… ¿Por qué?
—Alguien me dijo que los humanos no eran la última peste sobre la tierra y decidí darle a la humanidad una oportunidad y venir a comprobarlo —le respondió él.
—¿Ah, sí? —murmuró ella incapaz de creer que estuviese ante él después de las últimas dos semanas en las que había pensado que nunca más volvería a ver sus ojos castaños ni a escuchar su voz—. ¿Y has descubierto algo interesante, algo, que demuestre esa teoría?
Joe ladeó ligeramente la cabeza como si se lo estuviese pensando.
—He conocido a una pequeña humana que fue capaz de apuñalarme nada más conocerme, que me puso a trabajar y quitar la nieve de la entrada de su casa y con la que pasé la mejor navidad de toda mi existencia —aseguró inclinándose hacia ella—. Pero sabes, hay una cosa que no le dije cuando me marché.
_____ lo miró sin entender y sacudió la cabeza.
—¿Cuál?
—He perdido la apuesta —respondió Joe tomando nuevamente la barbilla femenina entre sus dedos para alzarle el rostro—. Me he enamorado de ella.
_____ ahogó una incrédula sonrisa, demasiado sorprendida para poder decir algo, sus ojos empañándose por las lágrimas.
—En mi pasado hay demasiadas cicatrices, _____, la humanidad se encargó de colocar sobre mi alma la más profunda de todas —continuó Joe sin apartar su mirada de ella—. En otro tiempo fui uno de esos alas blancas, mi última misión sobre la tierra fue la de escoltar las almas de dos niños al Haven, esos dos niños habían sido mis protegidos. Los había visto nacer, había escuchado sus llantos y sus risas y también oí sus gritos la noche en que su propio padre llegó a casa absolutamente borracho, clamando algo sobre su mujer y un supuesto amante, los gritos de ella se mezclaron durante varios segundos con el sonido de la muerte, él la acuchilló en el dormitorio de ambos, entonces acudió al de sus dos hijos pequeños y les cercenó la garganta a ambos mientras se acurrucaban el uno contra el otro en una de sus pequeñas camas.
Joe tuvo que hacer una pausa para poder continuar, las imágenes de aquella noche y su fracaso como ángel custodio lo había marcado tan profundamente que no entendió que nada de lo que pudiera haber hecho hubiese cambiado el destino de aquella familia. _____ lo contemplaba con mirada horrorizada y un profundo sentimiento de dolor.
—Entonces, él se fue a su estudio, tomó una botella de whisky y se puso a garabatear una nota en la que se confesaba autor de todos los crímenes cometidos en aquel lugar, que había dado muerte también al amante de su esposa y que había librado a los niños del sufrimiento de saber que su madre era una zorra —continuó Joe con decisión—. El muy cobarde se quitó la vida después de esa nota, pegándose un tiro en la cabeza.
Joe bajó la mirada y volvió a subirla para mirar de nuevo a la chica.
—Perdí mis alas entonces —aseguró él, su voz firme, sin rastro de arrepentimiento—. No quería seguir sirviendo a… alguien… que era capaz de permitir algo así. Desprecié a la raza humana que solo eran capaces de dañarse los unos a los otros por el más absurdo de los motivos y caí… caí por qué no podía creer ya en la gente, nada de lo que veía a mi alrededor me demostraba que estuviese equivocado en mi elección, la humanidad fue creada para luchar unos contra otros, para amarse y odiarse a partes iguales, dotada de un libre albedrío que les permite elegir sus propios destinos y todo lo que veía era solo muerte, decadencia, mutilación y que todos volvían el rostro hacia otro lado. Perdí la fe en la humanidad… y entonces te encontré a ti.
—Joe —murmuró ella, las lágrimas cayendo por sus mejillas.
—Eres la humana más desastrosa que he conocido nunca e hiciste que todas mis creencias se tambaleasen, me hiciste dudar hasta el punto de hacer algo que ningún ángel caído o no debería hacer si no quiere condenarse por toda la eternidad —continuó Joe y le secó las mejillas antes de enganchar un dedo en la cadena que asomaba de su colgante y tirar de él—. Entregar sus alas.
_____ bajó la mirada a su colgante y rodeó la figura de la pluma con sus dedos por encima de los de Joe.
—¿Entregar tus alas?
Joe asintió.
—Para un ángel caído, significa condenarse a pasar la eternidad encadenado a esa persona —aseguró Joe notando los dedos de ella sobre los suyos—. Nunca he estado realmente lejos, _____, nunca lo estaré.
Ella cedió al llanto y se deslizó en sus brazos, rodeándole el cuello.
—Te quiero, Joe —respondió ella entre lágrimas apretándose contra él—. No me importa si eres un ángel caído, un alas blancas, o el tipo más engreído y pretencioso sobre la tierra, a pesar de todo ello, te quiero.
Joe dejó escapar el aire que ni siquiera sabía que había estado conteniendo al oír la respuesta de _____ y la abrazó con fuerza.
—La nieve ha empezado a derretirse, mi amor —le susurró al oído, acunándola en sus brazos.
—Bienvenido a casa, Joseph —le susurró ella.
La mirada de Joe se fundió en la de ella, sus labios bajaron sobre la apetecible boca y _____ se derritió como solo la nieve sabía hacerlo.
Ella había esperado oírlo refunfuñar como de costumbre, o quejarse, diablos, hasta una jodida mueca habría sido mejor que la fría e indescifrable expresión con que la recibió, el Joe que ella conocía no se parecía en nada a aquel ángel caído que se había parado ante ella y la había mirado sin emoción alguna en los ojos antes de preguntarle donde estaban sus alumnos.
—¿Eso quiere decir que he ganado mi apuesta? —preguntó ella ilusionada.
Joe en cambio se había limitado a volver la mirada hacia el corredor por el que venían unos de sus propios alumnos, los cuales al verlo lo saludaron inmediatamente y le preguntaron por su última misión en la tierra. Joe se había limitado a un par de respuestas breves, un par de palmadas en la espalda y a despacharlos rápidamente, diablos, al menos con ellos había sido algo cálido.
—¿Joe? —Había insistido ella al ver que él seguía ignorando su pregunta—. ¿Cómo está _____?
En ese momento, él la había mirado a los ojos y Ara se maldijo a sí misma una y mil veces por lo que vio en los ojos del ángel caído.
—Por una vez en tu vida, deja de joder la de los demás y ve a verlo por ti misma, ella te lo agradecerá —fue la seca respuesta de él.
Ara sacudió la cabeza y lo miró con pena.
—Aún no lo has comprendido, ¿verdad?
Él no había respondido a aquello, ni había respondido a ninguno de sus intentos por acercársele en las dos últimas semanas en las que se había encargado del entrenamiento de sus alumnos y de los propios y de alguno más que le pusiera Luc por delante.
Mirando de nuevo la puerta cerrada frente a ella, volvió a iniciar su paseo de un lado a otro, no iba a permitir que ese estúpido ángel cabezota echase por tierra todo su esfuerzo por qué no supiese aceptar que se había enamorado de una humana.
—Si sigues así, terminarás haciéndole un surco al suelo, Arabel.
Ara se volvió de golpe al oír la voz del único ser que era capaz de inculcar al mismo tiempo miedo y respeto, mezclado por un inexplicable agradecimiento y sensación de lealtad, el director de la Academia Ángeles Caídos y Señor de los Infiernos.
—Hola Luc —lo saludó con un ligero movimiento de su mano.
El aludido miró hacia la puerta cerrada y luego a Ara, sus manos metidas en los bolsillos del pantalón de cuero negro que se ceñía a un perfecto trasero y larguísimas piernas, la camiseta con una profunda “v” permitía un vislumbre de su bronceada piel.
—¿Sigue igual de irascible que estos días?
Ara asintió ligeramente.
—A juzgar por el estado de mis alumnos, diría que incluso más.
Luc chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
—Es una pena, una verdadera pena, realmente voy a extrañar a ese Caído —aseguró él con un encogimiento de hombros—. Claro que, por otro lado, no hay cosa que más me guste que ganarle al de arriba un alma.
Ara frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Luc sonrió mostrando una perfecta dentadura blanca.
—¿Crees que ella también lo ama?
Ara se sorprendió por la pregunta. Ella había llamado a _____ poco después de que Joe volviese, pero ella no había dicho nada al respecto, incluso había ido a verla solo para encontrarse con una demasiado jovial y activa bibliotecaria, le había reprochado el no haberle contado la verdad desde el principio pero con todo había sonreído, su sonrisa solo había vacilado un poco al preguntarle por Joe.
—Lleva alrededor del cuello una pluma negra de uno de los Ángeles Caídos más poderosos, al que consiguió incluso convencer de que la ayudase haciendo de voluntario en una cena benéfica navideña, por si eso te sirve de algo —respondió ella con ironía. Pero aquello era cierto, _____ había estado llevando el colgante que Joe le había dejado.
Luc pareció estremecerse ante la pregunta, entonces señaló con el pulgar hacia la puerta.
—Realmente, hay veces en que esperar que a esos ángeles vean más allá de sus narices es un jodido problema —aseguró él con un resoplido—. La chica está colada por él, eso es un hecho… y siendo el receptor de tan noble sentimiento, uno de mis chicos… no puedo más que dar saltitos de alegría ante la idea de corromper a un ángel puro antes incluso de que alcance ese estado. Eso es como marcar un gol desde una portería a otra, imbatible.
Ara estaba asombrada por el entusiasmo que estaba demostrando su jefe con aquel asunto, ella más bien hubiese pensado, en realidad lo había temido, que exigiera que acabase con esa estupidez y en cambio, parecía más dispuesto que ninguno a hacer de celestina.
¿Quién podía entender al diablo?
—Así que… solo queda nuestro amiguito, aquí el profesor —comentó Luc, mirando de nuevo a Ara—. ¿Crees que si le arranco las alas y lo mando de regreso de una patada, se dará por aludido?
Un sonoro resoplido se escuchó a espaldas de ambos, Ara se volvió al mismo tiempo que su jefe, todavía sorprendida y algo alucinada con sus conclusiones. Joe permanecía en pie, su pelo recogido en una coleta, vistiendo pantalones de cuero y camiseta negra tanque, no había ni una gota de sudor manchando su inmaculada piel, mientras que de sus alumnos no se podía decir lo mismo, viéndolos en distintas posiciones tirados en el suelo del gimnasio o atusándose de forma dolorida las plumas.
—Creo que ya se ha dado por aludido sin necesidad, vaya, siempre me quitan el caramelo de la boca cuando lo estoy chupando —se quedó Luc como un niño pequeño al que pillan infraganti.
Joe ignoró su perorata y se dirigió directamente a su jefe.
—Te mantendrás absolutamente lejos de _____, Luc, ella no te pertenece.
Luc hizo una mueca y se cruzó de brazos.
—Siempre le quitas toda la diversión a las cosas, Joseph —aseguró Luc encogiéndose de hombros—. Ella puede estar protegida por los puritanos del Haven, pero es una de nosotros y lo sabes. Sí, puede que sea demasiado buenecita para mi gusto, pero ey, soy el diablo, para mí donde exista la juerga, que se quite lo demás.
—Ella no es un ángel caído, Luc, ni siquiera es un ángel —respondió él poniendo los ojos en blanco.
—Ahora no, ella es humana… —aceptó Luc con un leve asentimiento—. Pero lo será, Joe, ¿Y sabes por qué? Porque el amor es la cosa más estúpida y lo que mejor que parecen hacer los humanos, ellos aman con suficiente pasión como para alimentar las llamas del infierno eternamente y si han de condenarse a sí mismos por amor con tal de estar con el objeto de su afecto, lo harán. Son una raza aparte, chico, tú mejor que nadie debería saberlo.
—Ella no me ama, así que te quedas sin alma.
Luc miró a Ara y suspiró.
—Tenías razón, es tonto de remate —aseguró el hombre con fastidio.
—No recuerdo haber dicho eso… Luc —se defendió Ara.
—No hace falta que lo digas, guapa, se ve a leguas —aseguró con total despreocupación.
Joe miró a Ara y sacudió la cabeza, dándole a entender que lo dejara estar, conocía demasiado bien a su jefe como para hacer caso de sus tendencias suicidas.
—¿Les importaría dejar de hablar de mí cuando estoy justamente delante? — Intervino Joe y empezó a dirigirse a cada uno, empezando con su jefe—. Deja de meter la jodida nariz en cosas que no te incumben, Luc.
—¿Tengo que recordarte quién soy? —Respondió con ironía—. Meter la nariz en todo, es mi vida.
Joe realmente suspiró con resignación, no quería estar allí teniendo aquella conversación de besugos, realmente no quería estar allí.
—No, no quieres estarlo —le respondió Luc con una irónica sonrisa, indicándole que había captado sus pensamientos—. Quieres estar con una humana que te ha vuelto loco, te ha mangoneado, te ha gritado y dado órdenes como el mejor de los generales y que ha tirado una a una las defensas que tan fuertemente habías levantado alrededor de tu corazón para no volver a sufrir —enumeró sin quitar la mirada de la de Joe—. Has perdido la apuesta que has hecho con Ara porque sí te has enamorado de ella… amas a una humana, Joe.
Joe no respondió, no hacía falta que lo hiciera, el hombre, el ser que tenía ante él podía leer en su alma y en su corazón como el mejor de los videntes y no había errado. Se había enamorado de _____, no sabía como había ocurrido, pero ella había traspasado todas sus defensas hasta colarse bajo su piel, los pocos días que había compartido con aquella desastrosa humana, habían resultado ser lo único que consiguió alejar en algo el duelo que llevaba por sus niños.
—Citando a tu querida amiga aquí presente, Joe —continuó Luc—. Cuando la nieve se derrita… deberás regresar a casa.
Joe parpadeó y frunció el ceño sin comprender.
—¿Dónde está tu hogar, Joe?
—¿Mi hogar? —preguntó volviéndose entre uno y otro con mirada confusa.
—¿Podríamos implementar un nuevo curso para agilidad mental? Me desespera tanta ineptitud —aseguró Luc mirando a Ara.
Ella sonrió a su pesar y se volvió hacia su compañero.
—¿La quieres?
Joe se tensó ante la respuesta que iba a dar, pero era la única que colgaba en su mente.
—Ella es humana, Ara.
Ara negó con la cabeza y repitió su pregunta.
—¿La amas?
Joe asintió y miró a Luc.
—La amo.
El hombre puso los ojos en blanco y alzó las manos como diciendo, ¿No te lo había dicho?
—¿Entregarías tus alas por ella, chico? —preguntó ahora Luc, su mirada fija en la de Joe.
Joe no vaciló.
—Ya las entregué —confesó, recordando la pluma que había obsequiado a _____ y que había transformado en un colgante para que lo pudiese llevar.
Luc pareció bastante sorprendido ante eso.
—Caray, eso sí que es algo que yo no sabía —aseguró empezando a entrecerrar los ojos—. Ese viejo hijo de puta… ¡Le pondré una demanda! Ara, echa un vistazo a la Academia mientras voy a echar un pulso con el de arriba. Y tú, estás despedido —le dijo a Joe antes de dar media vuelta y largarse a la carrera por el pasillo.
Joe se volvió a mirar a Ara, quien simplemente se encogió de hombros.
—A mí no me mires, yo solo he hecho una apuesta contigo —le aseguró ella alzando las manos a modo de defensa.
—Y yo la perdí —respondió Joe sonriendo por primera vez en varias semanas.
El chocolate con nata que había comprado en el supermercado hacía ya varias horas que se había enfriado, pero aquello parecía no importar demasiado a la persona que deslizaba frenéticamente sus dedos sobre el teclado de aquel viejo modelo de ordenador portátil, un frustrado suspiro salió de entre sus labios antes de que moviese uno de sus dedos hacia la tecla DEL y empezase a borrar lo último que había escrito para luego reclinarse hacia atrás en la silla y volver a empezar de nuevo.
—¿_____? —Llamaron y a continuación se escuchó el sonido del timbre del mostrador principal—. _____, sé que estás ahí dentro así que haz el favor de venir aquí.
_____ levantó la cabeza de la pantalla y se volvió hacia la puerta, unas profundas bolsas oscuras se extendían como medialunas bajo sus ojos, sus gafas de lectura permanecían precariamente sujetas sobre la nariz. Resoplando con desgana se obligó a guardar el archivo en el que había estado trabajando para atender la llamada, hubiese preferido ignorarla y seguir escribiendo para poder terminar la maldita novela, pero conocía esa voz y sabía que Gena no pararía hasta hacerla salir de su oficina si no acudía pronto a su llamado.
La pequeña y atractiva rubia sonrió ampliamente cuando la vio para luego hacer una mueca cuando reparó en su aspecto y sobre todo en su rostro.
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste a dormir a casa? —Preguntó la chica con el ceño fruncido—. Tienes un aspecto lamentable.
_____ la ignoró, hacía casi dos semanas que no dormía en su casa, el lugar que más había adorado en toda su vida, se había convertido después de la partida de Joe en un santuario que solo le traía recuerdos de él. En un intento para alejarlo de su mente, _____ había empezado a retomar su libro pasando buena parte del día en la Biblioteca, hasta el punto en que acabó rescatando un catre del desván para instalarse allí a dormitar cuando las estúpidas lágrimas se lo permitían. Nunca en la vida había llorado por un hombre y en menos de quince días se había deshidratado de tanto extrañarlo.
¿A quién quería engañar? Quizás hubiese podido engañarlo a él con aquella despedida amistosa, pero no había podido seguir engañándose a sí misma después de eso, la realidad era demasiado grande como para ignorarla, en menos de una semana había apuñalado a un hombre que resultó ser más que un hombre, lo había arrastrado con ella en un intento por demostrarle que estaba equivocado con respecto a los humanos, había saltado a la cama alegremente con él y el error más importante de todos y que se había prometido no cometer otra vez, se había enamorado de él.
Ella, _____, amaba a un ángel caído.
—No ha vuelto a llamarte, ¿verdad? —Preguntó Gena con cierta tristeza y un profundo sentimiento de culpabilidad—. Diablos, yo y mi tremenda boca, ¿Por qué me escuchas cuando solo digo idioteces?
_____ se encogió de hombros y fue a sentarse tras el mostrador.
—Quizás, porque en ese momento necesitaba escuchar una idiotez —respondió _____ sonriendo levemente.
Gena asintió, sonriendo a su vez.
—Rudo también se siente un poco culpable —continuó la rubita—. Parece que también intentó hacer de Celestina y no contó con que tú chico fuera del tipo de cabrón que se te folla y se larga.
_____ sacudió la cabeza.
—Yo sabía que Joe iba a marcharse, siempre lo supe —aseguró _____—. Ahí radica la principal diferencia.
Gena chasqueó la lengua y se volvió a mirar hacia la calle para luego volverse hacia _____.
—Esa es una mala escusa que todas hemos utilizado alguna vez —respondió ella con una ligera mueca—. Venga, te invito a comer. Así podrás dejar por un rato este deprimente lugar.
_____ dejó escapar un pequeño bufido irónico.
—Es deprimente solo para algunos, Gena —respondió _____ sacudiendo la cabeza—. Te agradezco la invitación, quizás en otro momento.
Gena resopló.
—Tienes que comer algo, _____, no puedes pasarte todo el día aquí metida alimentándote a base de cafés y patatas fritas de bolsa.
_____ se levantó y palmeó la mano de su amiga.
—Deja de preocuparte, Gena, todo va bien —le aseguró antes de rodear el mostrador para acompañarla a la puerta—. Asegúrate de hacérselo ver a Rudo, si él viene a verme con la mala escusa de pedir prestado algún libro de cocina más, lo pondré a trabajar en la sección de Gastronomía solo para desquitarme.
Gena se rió entre dientes y asintió dándose por vencida.
—Descuida, se lo diré —aceptó ella y se encogió ligeramente de hombros—. Si necesitas cualquier cosa…
—Te llamaré cuando sienta la necesidad de pincharle las ruedas a alguien —le aseguró _____ frotando el hombro de su amiga a modo de despedida.
Gena abrazó a _____ reacia a marcharse, pero finalmente dio un paso atrás y se despidió con la mano.
—Come algo antes de volver a esa endemoniada oficina tuya —le pidió a modo de recordatorio.
—Sí, mamá —se burló _____ y la vio alejarse cruzando la calle.
Sacudiendo la cabeza suspiró profundamente y se volvió hacia el mostrador, acariciando el timbrador de latón al pasar de camino nuevamente a su oficina. No había alcanzado a cruzar el umbral cuando oyó de nuevo el timbre.
—Esto no puede ser verdad —murmuró _____ alzando la mirada al techo y resoplando antes de dar media vuelta pensando en que sería Gena habiéndose olvidado de decirle algo, o Rudo en su cuarta incursión en busca de algún libro de cocina.
_____ desanduvo una vez más el camino ya murmurando las posibles causas de aquella nueva intrusión.
—Rudo, ni toda la sección de Gastronomía va a ayudarte a hacer la Lasaña mejor de lo que ya te sale, por qué no te pasas mejor por… —las palabras de _____ murieron en sus labios cuando vio que el hombre que había de pie al otro lado del mostrador no era el enorme afroamericano que conocía desde hacía tiempo.
—Hola _____ —la saludó Joe.
Había vuelto. Aquello fue lo primero que pasó por la mente de _____ mientras observaba a Joe de pie al lado del mostrador de la recepción vestido con sus usuales vaqueros oscuros, camisa y chaqueta, aunque en esta ocasión llevaba también una bufanda y una pequeña bolsa de viaje colgaba de uno de sus hombros. El pelo negro lo llevaba recogido en una coleta y su bigote y perilla estaban perfectamente recortados, pero eran sus profundos ojos castaños los que captaron su atención.
—Joe —murmuró ella, parpadeando varias veces como si necesitara asegurarse que no se trataba de una alucinación.
Él simplemente asintió con la cabeza, mientras contemplaba a la pequeña humana envuelta en una de aquellas horribles chaquetas a las que había empezado a acostumbrarse, pero eran las dos profundas medialunas bajo sus cansados ojos y la palidez de su rostro lo que lo preocupó e hizo que caminara hacia ella.
—¿Estás enferma? —le preguntó dejando la bolsa sobre el mostrador para acercarle luego a ella y alzarle el rostro para examinarla—. Estás pálida y pareces cansada.
Ella sacudió la cabeza, abrió la boca y volvió a cerrarla cuando las palabras empezaron a negarse a abandonar su boca.
—No… estoy… bien —murmuró incapaz de apartar su mirada de la del hombre—. Estás aquí.
Joe le acarició la mejilla con el dorso de los dedos y asintió.
—Sí, pequeñita —respondió él con una sonrisa—. Creo que eso es obvio.
—No, quiero decir… has vuelto… —aseguró sorprendida, aunque sus labios se estiraron en una sonrisa, correspondiendo a la de él antes de fruncir el ceño—. Pero… ¿Por qué?
—Alguien me dijo que los humanos no eran la última peste sobre la tierra y decidí darle a la humanidad una oportunidad y venir a comprobarlo —le respondió él.
—¿Ah, sí? —murmuró ella incapaz de creer que estuviese ante él después de las últimas dos semanas en las que había pensado que nunca más volvería a ver sus ojos castaños ni a escuchar su voz—. ¿Y has descubierto algo interesante, algo, que demuestre esa teoría?
Joe ladeó ligeramente la cabeza como si se lo estuviese pensando.
—He conocido a una pequeña humana que fue capaz de apuñalarme nada más conocerme, que me puso a trabajar y quitar la nieve de la entrada de su casa y con la que pasé la mejor navidad de toda mi existencia —aseguró inclinándose hacia ella—. Pero sabes, hay una cosa que no le dije cuando me marché.
_____ lo miró sin entender y sacudió la cabeza.
—¿Cuál?
—He perdido la apuesta —respondió Joe tomando nuevamente la barbilla femenina entre sus dedos para alzarle el rostro—. Me he enamorado de ella.
_____ ahogó una incrédula sonrisa, demasiado sorprendida para poder decir algo, sus ojos empañándose por las lágrimas.
—En mi pasado hay demasiadas cicatrices, _____, la humanidad se encargó de colocar sobre mi alma la más profunda de todas —continuó Joe sin apartar su mirada de ella—. En otro tiempo fui uno de esos alas blancas, mi última misión sobre la tierra fue la de escoltar las almas de dos niños al Haven, esos dos niños habían sido mis protegidos. Los había visto nacer, había escuchado sus llantos y sus risas y también oí sus gritos la noche en que su propio padre llegó a casa absolutamente borracho, clamando algo sobre su mujer y un supuesto amante, los gritos de ella se mezclaron durante varios segundos con el sonido de la muerte, él la acuchilló en el dormitorio de ambos, entonces acudió al de sus dos hijos pequeños y les cercenó la garganta a ambos mientras se acurrucaban el uno contra el otro en una de sus pequeñas camas.
Joe tuvo que hacer una pausa para poder continuar, las imágenes de aquella noche y su fracaso como ángel custodio lo había marcado tan profundamente que no entendió que nada de lo que pudiera haber hecho hubiese cambiado el destino de aquella familia. _____ lo contemplaba con mirada horrorizada y un profundo sentimiento de dolor.
—Entonces, él se fue a su estudio, tomó una botella de whisky y se puso a garabatear una nota en la que se confesaba autor de todos los crímenes cometidos en aquel lugar, que había dado muerte también al amante de su esposa y que había librado a los niños del sufrimiento de saber que su madre era una zorra —continuó Joe con decisión—. El muy cobarde se quitó la vida después de esa nota, pegándose un tiro en la cabeza.
Joe bajó la mirada y volvió a subirla para mirar de nuevo a la chica.
—Perdí mis alas entonces —aseguró él, su voz firme, sin rastro de arrepentimiento—. No quería seguir sirviendo a… alguien… que era capaz de permitir algo así. Desprecié a la raza humana que solo eran capaces de dañarse los unos a los otros por el más absurdo de los motivos y caí… caí por qué no podía creer ya en la gente, nada de lo que veía a mi alrededor me demostraba que estuviese equivocado en mi elección, la humanidad fue creada para luchar unos contra otros, para amarse y odiarse a partes iguales, dotada de un libre albedrío que les permite elegir sus propios destinos y todo lo que veía era solo muerte, decadencia, mutilación y que todos volvían el rostro hacia otro lado. Perdí la fe en la humanidad… y entonces te encontré a ti.
—Joe —murmuró ella, las lágrimas cayendo por sus mejillas.
—Eres la humana más desastrosa que he conocido nunca e hiciste que todas mis creencias se tambaleasen, me hiciste dudar hasta el punto de hacer algo que ningún ángel caído o no debería hacer si no quiere condenarse por toda la eternidad —continuó Joe y le secó las mejillas antes de enganchar un dedo en la cadena que asomaba de su colgante y tirar de él—. Entregar sus alas.
_____ bajó la mirada a su colgante y rodeó la figura de la pluma con sus dedos por encima de los de Joe.
—¿Entregar tus alas?
Joe asintió.
—Para un ángel caído, significa condenarse a pasar la eternidad encadenado a esa persona —aseguró Joe notando los dedos de ella sobre los suyos—. Nunca he estado realmente lejos, _____, nunca lo estaré.
Ella cedió al llanto y se deslizó en sus brazos, rodeándole el cuello.
—Te quiero, Joe —respondió ella entre lágrimas apretándose contra él—. No me importa si eres un ángel caído, un alas blancas, o el tipo más engreído y pretencioso sobre la tierra, a pesar de todo ello, te quiero.
Joe dejó escapar el aire que ni siquiera sabía que había estado conteniendo al oír la respuesta de _____ y la abrazó con fuerza.
—La nieve ha empezado a derretirse, mi amor —le susurró al oído, acunándola en sus brazos.
—Bienvenido a casa, Joseph —le susurró ella.
La mirada de Joe se fundió en la de ella, sus labios bajaron sobre la apetecible boca y _____ se derritió como solo la nieve sabía hacerlo.
Natuu!
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
EPÍLOGO
Meses después…
Ara contempló desde las sombras a la pareja que jugaba en la nieve como dos niños pequeños lanzándose bolas, ella se reía y escapaba de los intentos de él por atraparla hasta que ambos terminaban en el suelo, enlazados y besándose solo para levantarse de nuevo y comenzar otra vez.
Sonrió, aquello era lo que siempre había deseado para Joe, que tuviese la oportunidad de descubrir el amor, él había estado solo demasiado tiempo y había permitido que una mala experiencia en su pasado lo volviese más amargado dándole la espalda a todo aquello en lo que una vez había creído y que nunca pudo llegar a apartar por completo.
_____ había conseguido obrar el más grande de los milagros, una mujer destinada a ser algún día un ángel puro, había seducido y arrancado cada capa de la coraza con la que se había protegido un ángel caído, solo para llegar y apropiarse de su corazón.
Su jefe estaba que no cabía de gozo en sí mismo por aquella extraña vuelta del destino, Ara se había sorprendido bastante cuando Luc le había dicho a Joe que estaba despedido, pero no había sido nada en comparación a la noticia que llegó después de los propios labios de Joe: Luc le había obsequiado con una vida humana, una vida que podría vivir al lado de su humana hasta que la muerte los reclamara a ambos. Sin duda, había sido una astuta propuesta por su parte, pues sabía que su generosidad le sería devuelta más tarde por duplicado, ya que no solo recuperaría a uno de sus más queridos Ángeles Caídos…Sino dos.
Por fin le habría ganado al de arriba una mano por anticipado.
Ara suspiró profundamente y se envolvió con los brazos pensando en su propio amado y sonrió a pesar de su pena.
—Estoy feliz por ti, Joe —susurró ella—. No tendrás que dejarla… ni siquiera en la muerte.
Y con una suave sonrisa, se desvaneció en el aire, dejando a los dos amantes disfrutar de una nevada más.
Ara contempló desde las sombras a la pareja que jugaba en la nieve como dos niños pequeños lanzándose bolas, ella se reía y escapaba de los intentos de él por atraparla hasta que ambos terminaban en el suelo, enlazados y besándose solo para levantarse de nuevo y comenzar otra vez.
Sonrió, aquello era lo que siempre había deseado para Joe, que tuviese la oportunidad de descubrir el amor, él había estado solo demasiado tiempo y había permitido que una mala experiencia en su pasado lo volviese más amargado dándole la espalda a todo aquello en lo que una vez había creído y que nunca pudo llegar a apartar por completo.
_____ había conseguido obrar el más grande de los milagros, una mujer destinada a ser algún día un ángel puro, había seducido y arrancado cada capa de la coraza con la que se había protegido un ángel caído, solo para llegar y apropiarse de su corazón.
Su jefe estaba que no cabía de gozo en sí mismo por aquella extraña vuelta del destino, Ara se había sorprendido bastante cuando Luc le había dicho a Joe que estaba despedido, pero no había sido nada en comparación a la noticia que llegó después de los propios labios de Joe: Luc le había obsequiado con una vida humana, una vida que podría vivir al lado de su humana hasta que la muerte los reclamara a ambos. Sin duda, había sido una astuta propuesta por su parte, pues sabía que su generosidad le sería devuelta más tarde por duplicado, ya que no solo recuperaría a uno de sus más queridos Ángeles Caídos…Sino dos.
Por fin le habría ganado al de arriba una mano por anticipado.
Ara suspiró profundamente y se envolvió con los brazos pensando en su propio amado y sonrió a pesar de su pena.
—Estoy feliz por ti, Joe —susurró ella—. No tendrás que dejarla… ni siquiera en la muerte.
Y con una suave sonrisa, se desvaneció en el aire, dejando a los dos amantes disfrutar de una nevada más.
Natuu!
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
Bueno chicas, la novela ha llegado a su fin (:
Muchas gracias a todas las que me acompañaron hasta aquí, espero que les haya gustado la historia tanto como a mí.
Yo seguire subiedo otras novelas, por si gustan pasarse a leerlas :D
De nuevo, muchas gracias C:
Natuu!!
Muchas gracias a todas las que me acompañaron hasta aquí, espero que les haya gustado la historia tanto como a mí.
Yo seguire subiedo otras novelas, por si gustan pasarse a leerlas :D
De nuevo, muchas gracias C:
Natuu!!
Natuu!
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
la ame!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
natu me encanto enserio
todas las noves
que subes
son exelentes
esperare las nueva
natu me encanto enserio
todas las noves
que subes
son exelentes
esperare las nueva
andreita
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
Waaaa me encanto !!!
De en serio la ameee !
Ya cuando subas otra
tambien me paso XD
Gracias por subirla
De en serio la ameee !
Ya cuando subas otra
tambien me paso XD
Gracias por subirla
# TeamBullshit
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