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"Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
CAPÍTULO 8
Joe se quedó mirando el rostro absolutamente sonrojado de _____, no sabía que lo había llevado a hacer lo que había hecho, pero diablos, el beso había sido increíble. ¿Quién iba a decirle que esa pequeña humana parlanchina y mandona iba a tener tanta pasión encerrada en su interior? No sabía muy bien que lo había llevado a hacer lo que había hecho, él no estaba interesado en ella de esa forma, aunque, por otro lado, lo que había dicho aquel anciano… Y entonces ella lo había sorprendido con un regalo. Nadie hacía regalos a un ángel caído y desde luego no, una taza con un jodido angelito blanco, pero el gesto es lo que lo había estremecido por dentro.
No sabía cómo ni cuándo había empezado, pero aquella diminuta hembra había empezado a deshacer las defensas que tanto se había esforzado en levantar para protegerse y temía que se romperían del todo si seguía a ese ritmo.
Antes de que ella pudiera decir algo, la dejó y volvió a la mesa en la que había dejado la taza, permitiendo que la gente que había admirado el espectáculo se acercara a ella. Joe recibió por su parte un satisfecho asentimiento del anciano que le había hecho la sugerencia y de Rudo quien le mostró el pulgar hacia arriba con una gran sonrisa.
—Humanos —dejó escapar un bufido mitad sonrisa mientras cogía la taza y se ponía a examinarla detenidamente.
_____ sonreía como una tonta cuando Gena la abrazó y le recordó la muchísima suerte que tenía.
—Oh, cielo. Si eso no ha sido la cosa más caliente de este mundo que venga el diablo y lo desmienta —chasqueó la muchacha con absoluta alegría por su amiga.
—Ha sido sin duda muy fogoso —se rió otra de las mujeres mayores abanicándose con la mano.
—Pero dime, ¿Cómo ha sido? —Le preguntó Gena haciéndole cosquilla para sacarla del trance—. Dijiste que le tenías un regalo…
—Pues es obvio que le gustó —aseguró la mujer mayor.
—Me temo que ese ha sido más bien el regalo de él, Señora Dintel —se rió Gena.
—Yo… le regalé una taza… le encanta el café —respondió ella con una tímida sonrisa.
—Ya lo creo que debe gustarle —aseguró Gena abanicándose, entonces envolvió a _____ con el brazo y le susurró al oído—. Llévatelo a casa y disfruta. Por una jodida vez en tu vida, olvida lo que pasó con ese cretino neandertal y disfruta de un auténtico hombre… te lo mereces.
—Yo no… —negó _____ quemándose con el ardor de sus mejillas.
—Oh, sí, tú sí —aseguró Gena y soltando a la chica le dio un empujoncito que la dejó en dirección hacia él.
_____ miró a su amiga quien la animó echándola con ambas manos y se volvió hacia el final de la sala, en donde Joe examinaba la taza cuidadosamente. Respirando profundamente para darse ánimos, empezó a caminar hacia él, sus coletas balanceándose al mismo tiempo que caminaba, los cascabeles de los sobre zapatos verdes que cubrían sus botines tintineaban a su paso, pero era su mente la que giraba a toda velocidad y su estómago el que revoloteaba como si hubiese mil mariposas encerradas en su interior.
¿Se atrevería a proponérselo? Había visto la pasión en sus ojos cuando la había besado, pasión sincera, desprovista de mentiras, no como había ocurrido con su primer novio. El recuerdo de una noche como esta hacía ya unos cuantos años trajo a su mente de nuevo la vergüenza, el dolor y el desprecio que sintió después por si misma cuando aquel imbécil con el que había estado saliendo le había propuesto por fin consumar su relación de varios meses. Ella se había creído enamorada y deseaba dar ese paso, pero nada había sido como en las novelas románticas que leía, todo había ocurrido en un abrir y cerrar de ojos, no habían terminado de enfriarse todavía las sábanas cuando él le había dejado muy claro lo inservible y tonta que era y la había dejado.
¿Podría soportar nuevamente el rechazo? ¿Sería Joe tan cruel como lo había sido él?
Gena y su abuela habían sido las únicas a las que se lo había contado, pero en un pueblo tan pequeño como aquel era difícil que las cosas no trascendieran. _____ se había sentido sucia y avergonzada, humillada y enfadada consigo misma, solo los consejos y la perspectiva de su abuela con respecto a lo ocurrido habían hecho que volviese a confiar en sí misma y en sus posibilidades. Sabía que tenía algo de sobre peso, que no era una belleza, tenía unos ojos llamativos pero ahí moría todo su encanto, era otra más del montón, pero otra que sabía lo que quería y por mucho que se lo hubiese estado negando durante los últimos tres días, estaba interesada en Joe, puede que todavía no lo amara y quizás eso fuera lo mejor, pues él iba a marcharse de todas formas.
—¿Hemos acabado aquí? —le preguntó él borrando cualquier pensamiento coherente de su mente, volviéndola repentinamente vacilante.
—Eh, sí —aseguró ella parándose ante él.
—¿Eso quiere decir que podemos irnos?
_____ asintió con la cabeza y Joe frunció el ceño.
—¿No me digas que por fin te has quedado sin palabras? —preguntó como si aquello fuese un auténtico milagro.
_____ bajó la cabeza y se echó a reír en voz baja.
—Supongo que hay cosas que nunca cambiarán —murmuró ella y suspiró alzando la cabeza y sonrió—. Sí, podemos irnos, ya se ha terminado tu tortura por hoy.
—Bien —asintió él tomando la taza e inclinándose hacia ella para susurrarle sin apartar sus ojos de sus labios—. Porque esta noche, va empezar la tuya.
_____ tragó saliva, sus ojos abriéndose ampliamente al tiempo que Joe ladeaba la cabeza.
—¿Hay alguna regla, tradición o lo que sea que diga que se pueda hacer más de un regalo en Navidad? —le preguntó él, el brillo volviendo a sus ojos.
—Em… se supone que si has… has sido buena... —balbuceó _____—. Santa Claus, bajará por la chimenea y te dejará los regalos en el calcetín.
—En ese caso, esta noche considérame tu Santa Claus —susurró Joe de un modo absolutamente erótico—. Ya se me ocurrirá que hacer con lo de la chimenea.
Las cartas estaban echadas, pensó Joe despegando sus ojos de ella e instándola a acompañarle. Si a algo no podía resistirse un ángel caído era a la pasión y la que había probado en _____, prometía traer el infierno sobre su piel.
Natuu!!(:
No sabía cómo ni cuándo había empezado, pero aquella diminuta hembra había empezado a deshacer las defensas que tanto se había esforzado en levantar para protegerse y temía que se romperían del todo si seguía a ese ritmo.
Antes de que ella pudiera decir algo, la dejó y volvió a la mesa en la que había dejado la taza, permitiendo que la gente que había admirado el espectáculo se acercara a ella. Joe recibió por su parte un satisfecho asentimiento del anciano que le había hecho la sugerencia y de Rudo quien le mostró el pulgar hacia arriba con una gran sonrisa.
—Humanos —dejó escapar un bufido mitad sonrisa mientras cogía la taza y se ponía a examinarla detenidamente.
_____ sonreía como una tonta cuando Gena la abrazó y le recordó la muchísima suerte que tenía.
—Oh, cielo. Si eso no ha sido la cosa más caliente de este mundo que venga el diablo y lo desmienta —chasqueó la muchacha con absoluta alegría por su amiga.
—Ha sido sin duda muy fogoso —se rió otra de las mujeres mayores abanicándose con la mano.
—Pero dime, ¿Cómo ha sido? —Le preguntó Gena haciéndole cosquilla para sacarla del trance—. Dijiste que le tenías un regalo…
—Pues es obvio que le gustó —aseguró la mujer mayor.
—Me temo que ese ha sido más bien el regalo de él, Señora Dintel —se rió Gena.
—Yo… le regalé una taza… le encanta el café —respondió ella con una tímida sonrisa.
—Ya lo creo que debe gustarle —aseguró Gena abanicándose, entonces envolvió a _____ con el brazo y le susurró al oído—. Llévatelo a casa y disfruta. Por una jodida vez en tu vida, olvida lo que pasó con ese cretino neandertal y disfruta de un auténtico hombre… te lo mereces.
—Yo no… —negó _____ quemándose con el ardor de sus mejillas.
—Oh, sí, tú sí —aseguró Gena y soltando a la chica le dio un empujoncito que la dejó en dirección hacia él.
_____ miró a su amiga quien la animó echándola con ambas manos y se volvió hacia el final de la sala, en donde Joe examinaba la taza cuidadosamente. Respirando profundamente para darse ánimos, empezó a caminar hacia él, sus coletas balanceándose al mismo tiempo que caminaba, los cascabeles de los sobre zapatos verdes que cubrían sus botines tintineaban a su paso, pero era su mente la que giraba a toda velocidad y su estómago el que revoloteaba como si hubiese mil mariposas encerradas en su interior.
¿Se atrevería a proponérselo? Había visto la pasión en sus ojos cuando la había besado, pasión sincera, desprovista de mentiras, no como había ocurrido con su primer novio. El recuerdo de una noche como esta hacía ya unos cuantos años trajo a su mente de nuevo la vergüenza, el dolor y el desprecio que sintió después por si misma cuando aquel imbécil con el que había estado saliendo le había propuesto por fin consumar su relación de varios meses. Ella se había creído enamorada y deseaba dar ese paso, pero nada había sido como en las novelas románticas que leía, todo había ocurrido en un abrir y cerrar de ojos, no habían terminado de enfriarse todavía las sábanas cuando él le había dejado muy claro lo inservible y tonta que era y la había dejado.
¿Podría soportar nuevamente el rechazo? ¿Sería Joe tan cruel como lo había sido él?
Gena y su abuela habían sido las únicas a las que se lo había contado, pero en un pueblo tan pequeño como aquel era difícil que las cosas no trascendieran. _____ se había sentido sucia y avergonzada, humillada y enfadada consigo misma, solo los consejos y la perspectiva de su abuela con respecto a lo ocurrido habían hecho que volviese a confiar en sí misma y en sus posibilidades. Sabía que tenía algo de sobre peso, que no era una belleza, tenía unos ojos llamativos pero ahí moría todo su encanto, era otra más del montón, pero otra que sabía lo que quería y por mucho que se lo hubiese estado negando durante los últimos tres días, estaba interesada en Joe, puede que todavía no lo amara y quizás eso fuera lo mejor, pues él iba a marcharse de todas formas.
—¿Hemos acabado aquí? —le preguntó él borrando cualquier pensamiento coherente de su mente, volviéndola repentinamente vacilante.
—Eh, sí —aseguró ella parándose ante él.
—¿Eso quiere decir que podemos irnos?
_____ asintió con la cabeza y Joe frunció el ceño.
—¿No me digas que por fin te has quedado sin palabras? —preguntó como si aquello fuese un auténtico milagro.
_____ bajó la cabeza y se echó a reír en voz baja.
—Supongo que hay cosas que nunca cambiarán —murmuró ella y suspiró alzando la cabeza y sonrió—. Sí, podemos irnos, ya se ha terminado tu tortura por hoy.
—Bien —asintió él tomando la taza e inclinándose hacia ella para susurrarle sin apartar sus ojos de sus labios—. Porque esta noche, va empezar la tuya.
_____ tragó saliva, sus ojos abriéndose ampliamente al tiempo que Joe ladeaba la cabeza.
—¿Hay alguna regla, tradición o lo que sea que diga que se pueda hacer más de un regalo en Navidad? —le preguntó él, el brillo volviendo a sus ojos.
—Em… se supone que si has… has sido buena... —balbuceó _____—. Santa Claus, bajará por la chimenea y te dejará los regalos en el calcetín.
—En ese caso, esta noche considérame tu Santa Claus —susurró Joe de un modo absolutamente erótico—. Ya se me ocurrirá que hacer con lo de la chimenea.
Las cartas estaban echadas, pensó Joe despegando sus ojos de ella e instándola a acompañarle. Si a algo no podía resistirse un ángel caído era a la pasión y la que había probado en _____, prometía traer el infierno sobre su piel.
Natuu!!(:
Natuu!
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
natu como rayos la dejas ahI???
no no no
se vale pon otro cap
no no no
se vale pon otro cap
andreita
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
Sin palabras...
naaaaaaaaa, Joe se pasa de sexy
JAJAJA me encanto lo de Santa Claus xD
SEEEEGUILAAAAAAA!
naaaaaaaaa, Joe se pasa de sexy
JAJAJA me encanto lo de Santa Claus xD
SEEEEGUILAAAAAAA!
antto_hp
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
si alfin se besaron y porque la dejaste justo ahi porfavor sube mas
SIGUELA
SIGUELA
DanyelitaJonas
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
Esta ahhh tan sexy
Osea es la cosa mas
Sexy que vi en mi vida
Ame el cap ... ahhh como
que me da bronca el ex novio
de la rayis pero bueno ahora tiene
a Joe y es mucho mejor *-*
Pooooooor Favoooooooooooor
No la dejes ahi !
Siguela XD
Osea es la cosa mas
Sexy que vi en mi vida
Ame el cap ... ahhh como
que me da bronca el ex novio
de la rayis pero bueno ahora tiene
a Joe y es mucho mejor *-*
Pooooooor Favoooooooooooor
No la dejes ahi !
Siguela XD
# TeamBullshit
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
Ahhhh quiero ver ese regalo aunq por la forma en q lo dijo Joe ya se q es :twisted: picaronn ese angelitoo!
SIGUELAA!!
SIGUELAA!!
jb_fanvanu
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
CAPÍTULO 9
_____ abrió la puerta y la empujó con la cadera, sus manos ocupadas con el bolso y los zapatos que tintineaban al compás de sus movimientos, el abrigo colgaba de uno de sus brazos mientras que la bufanda y los guantes ocupaban una de sus manos. Joe arrancó las llaves de la puerta y la cerró con el tacón de la bota mientras su compañera retrocedía mordiéndose los labios y echando un rápido vistazo a la habitación en penumbra.
—Creo que olvidé encender la calefacción —murmuró estremeciéndose mientras alcanzaba la llave de la luz para encenderla.
Joe no dijo nada, su atención estaba fija en ella, cual cazador que acechara a su presa, le arrancó el abrigo de los brazos con una mano y la bufanda y uno de los guantes con la otra y los lanzó de cualquier manera sobre el colgador al lado de la puerta, el abrigo se deslizó al suelo y la bufanda quedó colgada por una de las esquinas. _____ jadeó ante la brusquedad, pero su temor quedó eclipsado ante el brillo de deseo que no se negaban a disimular los ojos castaños del hombre que estaba ante ella.
—Olvídate de la calefacción —respondió Joe siguiéndola paso a paso en su retroceso hacia el salón—. En breve no la necesitaremos.
Ella se sonrojó. La idea de acostarse con él había sido realmente fantástica hacía una media hora, cuando él la había besado y había dejado caer la proposición que los había llevado directamente a casa entre calientes miradas y burlonas sonrisas. Ardía por él, realmente deseaba a ese hombre como jamás había deseado a nadie y con cada mirada hambrienta que recibía de él, más hambrienta se volvía ella. ¡Se estaba comportando como una perra en celo!
—Al menos deja que me quite esto y me ponga algo más cómodo —sugirió ella sonriendo algo avergonzada—. Sé que no me veo tan bien como Gena con este traje de duende.
Joe la recorrió con una mirada totalmente desinhibida, comiéndosela literalmente.
—No me importa lo que llevas puesto, si no lo que no llevas —le aseguró alzando la mirada para fijarla en sus ojos—. ¿Todavía estás dispuesta a continuar… _____?
Ella se estremeció ante la forma tan sexy en la que pronunciaba su nombre, como envolviéndolo en su lengua. Como respuesta, se mordió el labio inferior y empezó a quitarse el guante que le quedaba, seguido por la mini capa que cubría sus hombros y los dejó caer en el sofá junto a ella.
Joe sonrió ampliamente mostrando una sonrisa lobuna, predadora un instante antes de extender la mano hacia la chimenea cubierta con una rejilla que evitaba que las brasas o cayesen sobre el piso y crear una potente llamarada sobre la madera que estaba apilada haciéndola arder de inmediato. _____ saltó hacia atrás por el estruendo, sus ojos abiertos con sorpresa mientras miraba el fuego que lamía los troncos, alimentándose vorazmente.
—Vaya, eso puede resultar útil cuando no se tienen cerilla, ¿eh? —respondió ella con una tímida sonrisita.
Joe se lamió lo labios y se inclinó ligeramente para quedar a la altura de sus ojos.
—Como dije, algo se me ocurriría para la chimenea —respondió con un leve encogimiento de hombros.
Ella apartó la mirada, echando un vistazo a la chimenea para luego volver a mirarlo a él. Joe se enderezó cuan alto era y estiró una mano, llamándola con un gesto de su dedo índice.
—Ven aquí, _____ —ronroneó él, su voz profunda y oscura—. Veamos si soy capaz de derretir la nieve.
Ella se estremeció de anticipación y caminó hacia él, mandando sus reservas y miedos a volar, dispuesta a disfrutar por una vez de sí misma y del hombre magnífico que tenía delante. O ángel… o lo que fuera.
Joe no la tocó, se limitó a retroceder hacia la zona de la chimenea donde ya empezaba a notarse el calorcillo del fuego, ella lo siguió como hipnotizada, acompasando sus pasos a los de él, hasta que solo quedó un suspiro entre ambos. Solo entonces se permitió alzar las manos y con una sola pasada, los coleteros que le sujetaban el pelo desaparecieron dejando caer su melena desordenada sobre los hombros. Joe hundió los dedos entre los revueltos mechones y testó su suavidad entre dos dedos llevándoselo luego a la nariz para inspirar profundamente su aroma.
Ella se tensó cuando lo hizo, Joe podía oír el acelerado latido de su corazón, así como sentir el leve temblor de su cuerpo, lo deseaba tanto como él la estaba deseando a ella, pero tenía miedo, estaba asustada y no podía culparla por ello. Él mismo no tenía ni idea de que era lo que se le había metido en la cabeza, pero todo su cuerpo había despertado de hambre por ella, todos sus sentidos la deseaban y no estaba en su naturaleza negarse algo que deseaba, no era tan noble.
Sus largos dedos se deslizaron por su pelo hasta sus hombros y de ahí hacia su espalda, donde la cremallera del vestido verde y blanco se cerraba. La bajó lentamente, disfrutando de los escalofríos y la mirada cada vez más oscura en sus ojos violetas, las yemas de sus dedos acariciando la suave piel que encontraba a su paso, rozando el contorno del sujetador y deslizándose hasta su cintura, la cual estaba ceñida por el cinturón. Este cedió rápidamente a su poder cayendo inerte al suelo mientras llevaba la cremallera hasta el tope para luego empujar la tela de sus hombros, descubriendo una piel suave salpicada de pecas, sus pechos se apretaban contra la tela rojo fuego del sujetador de encaje, dejando a la vista unos ya endurecidos y oscurecidos pezones rebelándose contra la tela que los ceñía. Joe siguió deslizando el vestido, su mirada recorriendo cada trozo de piel que quedaba expuesta, admirando las llenas curvas y la suave redondez de su vientre antes de arrancar de un tirón hacia abajo la falda del vestido por sus caderas dejándola solo con un minúsculo trozo de encaje rojo que ocultaba el oscuro nido de vello arrancando de su garganta un profundo gruñido de deseo y necesidad.
El vestido formaba un charco verde alrededor de los botines negros de tacón que le daban unos buenos 7 centímetros más de altura, vestida ya solo con la ropa interior y unas medias de rayas blancas y rojas aseguradas al muslo con sendas ligas, el pelo suelto y despeinado sobre los hombros y un suave y bonito tono rojo sobre sus mejillas, la pequeña _____ se había revelado como un auténtico ser de voluptuosas curvas y sensualidad descarnada que se estaba muriendo por probar.
—Por las llamas de los siete infiernos —murmuró él comiéndosela con los ojos—. ¿Cómo puedes ocultar todo esto bajo esas horrorosas chaquetas? Eres un regalo a la vista, _____.
Ella se sonrojó y sonrió aliviada de que Joe la encontrara hermosa.
—Sabía que no te gustaban mis chaquetas, pero ellas me mantienen caliente — respondió ella con una risita.
—Al diablo las chaquetas, hay mejores y más placenteras maneras de entrar en calor, chiquita y pienso mostrarte cada una de ellas —gruñó Joe acercando la boca a el ombligo que lo atraía y hundió la lengua rodeándolo y lamiéndolo mientras sus manos se cerraban en la cintura de la chica, un instante antes de que fueran subiendo por sus costados, al igual que lo hacía Joe, arrastrando su lengua por la piel de ella a medida que subía.
Los morados y amarillos que vio en un costado izquierdo le arrancaron un gruñido, su mano se deslizó con el tacto de una pluma sobre ellos, prestando más atención en la zona oscura que se perdía por debajo del pecho izquierdo. Una rápida mirada hacia arriba le descubrió la cadena y la pluma enterrada entre los montículos de su piel. Maldito fuera si no la bañaba entera en sus plumas antes de que la noche acabase para borrarle aquellas marcas en su piel.
—Ya no me duele tanto, Joe —la oyó murmurar, sus suaves manos se habían posado sobre sus hombros, sus dedos formando circulares caricias.
Él solo gruñó y siguió con su exploración, deslizando las manos por sus pechos, lo cual arrancó un jadeó de la garganta femenina. Los montículos cabían perfectamente en sus manos, llenos, hermosos y con unos pezones duros que se moría por mordisquear. Ella se contoneó bajo su contacto demostrando la sensibilidad que tenía en aquella zona y consiguiendo con ello que él se pusiera duro ante la perspectiva de lo que podría hacer con aquellos pechos.
Sus dedos alcanzaron su clavícula y la columna de su cuello, sus ojos se encontraron y por fin vio en ellos lo que había estado esperando, el permiso para devorarla y hacerla suplicar durante toda la noche.
Joe se lamió los propios labios antes de capturar los de ella en un hambriento beso, su lengua acarició el labio inferior, atrapándolo en los dientes y tironeando antes de lamerlo otra vez. Ella gimió en respuesta permitiéndole deslizar la lengua en su boca, encontrando la respuesta que había anhelado, sus lenguas se encontraron y se entrelazaron, sus gemidos se combinaron y ya no supo quién lloriqueaba por más o quien gruñía por no tener suficiente.
Ella se adaptaba perfectamente a sus brazos, sus curvas casaban perfectamente con las suyas haciéndolo plenamente consciente del cuerpo femenino que se apretaba contra el suyo con tanta hambre como el de él. Su pene confinado en los vaqueros empujaba rabioso contra la cremallera, anidando en la unión de los muslos de ella, el lugar en el que quería enterrarse hasta la empuñadura y joderla hasta que le suplicara más.
Joe deslizó las manos por la suave espalda más allá de sus costillas, hasta los hinchados globos de sus glúteos que quedaban al desnudo gracias al magnífico tanga. Sus manos siguieron más abajo masajeando y apretando, apretándolo contra él, un par de sus largos dedos se deslizó entre sus glúteos y recorrió la tira de tela hasta rozar su hinchado sexo ya humedecido por sus jugos.
Una sonrisa traviesa jugueteó en sus labios cuando arrancó sus labios de los de ella al tiempo que introducía sus dedos por debajo del cordón de encaje y acariciaba la carne tierna y húmeda que se ocultaba en la zona más dulce de su cuerpo.
—Caliente, muy mojada y absolutamente apretada —empezó a murmurar en el oído de _____, acariciándola al compás de sus palabras de manera superficial para luego probar a hundir sus dedos desde aquella posición y obligándola a alzar su trasero hacia su contacto—. Me encanta la forma en que mojas mis dedos, estás tan caliente… eres una gatita caliente, _____.
Ella se limitó a hundir su rostro en el hueco del hombro de él y gemir, sus manos cerradas en temblorosos puños sobre su espalda. Sus palabras la hacían sentir vergüenza y al mismo tiempo la encendían y la ponían tan caliente que estaba segura de que al final acabaría estallando en llamas.
Joe subió su mano libre por su espalda, arrastrando las yemas de sus dedos sobre su piel hasta enterrarse en el nacimiento del pelo en su cuello y masajearlo suavemente, le lamió el pabellón de la oreja y descendió lamiendo su cuello arrastrando la mano con él solo para apoderarse de uno de sus pechos con un ligero apretón que la hizo dejar escapar un ahogado jadeo.
—No te reprimas, tesoro, quiero oírte gemir —le susurró con tanta suavidad y ternura que _____ se obligó a abrir los ojos para encontrarle con los de él—. Eso es… mírame, bonita… esta noche es para ti… disfrútala sin ambages.
Ella se mordió el labio inferior, sus mejillas enrojecidas por completo, sus labios hinchados por sus besos, sus ojos velados por el deseo y la pasión.
Joe le guiñó el ojo y la acarició más profundamente haciéndola saltar en sus brazos, temblorosa. Él sonrió ante su desinhibida respuesta y pasó a prestar atención a sus pechos, sus pezones lo llamaban como nada lo había llamado antes, deseaba metérselos en la boca y chuparlos hasta hacerla gritar y por todos los infiernos que no iba a parar hasta que lo hiciera. La mano que tenía entre sus piernas cambió, sus dedos se hundieron profundamente al mismo tiempo que su boca tomaba posesión de una de las preciosas perlas y _____ gritó, las manos de ella se aferraron en su pelo mientras él la chupaba y la montaba con sus dedos, los latidos de su propio corazón resonaban en sus oídos mientras que sus pulmones se esforzaban por dejar pasar el aire a través de sus audibles jadeos y gemidos. La estaba volviendo loca.
— Joe… si sigues así… no podré tenerme en pie… —se las arregló para susurrar.
Él soltó el pezón derecho de su boca con brusquedad y sonrió como un lobo que se relame en un banquete.
—Bien —le respondió con una risita antes de coger el sujetador con su mano libre y bajárselo de golpe, dejando sus senos medio atrapados en la tela, medio libres antes de pasar al otro pezón, probándolo sin el inconveniente del encaje entre su boca y el apetitoso botón.
_____ gimió con fuerza, desesperada y ardiente bajo las expertas manos masculinas. Su experiencia en el sexo se limitaba a un fugaz y desastroso encuentro que la había dejado insatisfecha y recelosa hacia el sexo, pero Joe estaba encargándose de borrar aquel error a pasos agigantados.
Sus dedos se hundían sin piedad en su goteante sexo haciéndola mojarse aún más, su boca era caliente y devastadora sobre sus pechos, si seguía así iba a correrse.
— Joe… —lloriqueó enredando los dedos en su pelo—. Por favor… no puedo más.
Sonriendo satisfecho dejó su atención sobre los sensibles pezones y retiró los dedos empapados en su sexo dejándola vacía y sollozante.
—Shhh —le susurró alzándose para besarla fugazmente y con mucho cuidado hacerla salir del círculo que había formado su vestido. Los jugos de su empapado sexo se resbalaban por el interior de sus muslos, mojando el borde de las medias—. No hemos hecho más que empezar.
Bajo la confiada mirada de _____, la volvió de cara a la chimenea, la luz y el calor del fuego se reflejaban en su piel, pero no llegaban a quemarla, Joe deslizó sus manos desde los hombros de ella hasta sus muñecas, cogiendo sus manos en las de él y las extendió a ambos lados inclinándola hacia el alfeizar de la chimenea, donde apoyó sus manos sobre las de ella.
—Te sugiero te agarres bien, _____ —le susurró al oído, calentándole el pabellón con su aliento antes de dejar las manos de ella extendidas a ambos lados y bajar las suyas de nuevo por sus brazos y hombros, acariciando su espalda arqueada y sujetar sus caderas trayendo su precioso trasero contra la dura y larga vara que se frotaba contra la carne desnuda de ella. Joe la notó temblar ante el contacto de sus vaqueros y le acarició con suavidad la espalda, inclinándose nuevamente sobre ella, apartándole el pelo de la oreja para poder susurrarle—. Está bien, gatita, esto te gustará, tu cuerpo está deseoso de atención, solo déjate hacer y disfruta.
Ella giró el rostro ligeramente por encima del hombro, las dudas se mezclaban en sus ojos con la curiosidad.
Joe se inclinó y la besó en los labios, acariciando su lengua fugazmente con la propia antes de volver a su anterior posición y desabotonar el par de botones de sus vaqueros y bajar la cremallera dejando libre su sexo. Su pene estaba hinchado y grueso, palpitante con la cabeza oscurecida y lista para enterrarse en esa vaina aterciopelada que tanto necesitaba. Con un brusco tirón y la colaboración de sus poderes, el tanga se rompió en sus manos y se llevó a sí mismo a la oculta entrada del cuerpo femenino, hundiendo la gorda cabeza de su pene con cuidado.
Joe se tomó un momento para respirar profundamente antes de empujar poco a poco y suavemente en el interior de la dulzura y humedad que acogía apretadamente su pene, ella estaba tan apretada que tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no correrse ya mismo.
_____ tembló bajo su contacto, nerviosa y expectante, vibrando por tenerlo dentro de ella. Su tamaño era mayor de lo que había pensado, llenándola y estirándola lentamente, robándole todo el aliento de sus pulmones mientras la mantenía en una posición tan abierta y delicada, totalmente a su merced. Su cuerpo se estremecía y se apretaba ante aquella extraña invasión, nunca nada la había llenado tan completamente y él seguía empujando. Era enorme.
Joe le acarició la cadera allí donde la había estado sujetando cuando la oyó gemir, ella era pequeña bajo su inmenso cuerpo pero lo alojaba como nadie, tomando cada centímetro de él en su interior, todo en él gritaba por el empujón final, por enterrarse hasta la empuñadura y empezar a bombear pero _____ no se merecía algo así, no esta vez. Él se inclinó un poco más hacia delante, cubriendo su cálida espalda con su pecho todavía cubierto por la camisa, antes de susurrarle al oído.
—Estás tan caliente y tan apretada que vas a hacer que me corra antes siquiera de empezar —le susurró al oído, una de sus manos seguía en su cadera, pero la otra ahora voló hacia sus pechos, atormentando uno de sus pezones, rodándolo entre el índice y el pulgar—. Diablos, ¿Cuándo fue la última vez que tuviste a alguien así de profundo en tu interior, gatita?
_____ solo gimió, su cabeza agitándose y cayendo entre el arco que formaban sus brazos.
— Joe… —se las arregló para gemir.
—Quiero una respuesta, _____ —le susurró de nuevo al oído, su voz cadente, oscura y sensual—. ¿Cuándo te jodieron así de profundo?
Ella lloriqueó al sentirlo empujarse otro centímetro.
—Me estás matando… —lloriqueó.
—Sí, pero de placer —le susurró Joe y la mano que acunaba su cadera la abandonó para sumergirse entre sus cuerpos y acariciar el botón escondido en su sexo haciéndola dar un respingo—. Eso es, pequeña, ábrete más a mí, tómame por completo, esta noche soy todo para ti.
— Joe… por favor —lloriqueó apretando el alfeizar de la chimenea entre sus dedos. Sus pechos y vientre estaban calientes por el fuego de la chimenea—. Muévete o haz algo… solo… no me dejes…
Las lágrimas en la voz de _____ lo hicieron rechinar los dientes y desear tener al jodido humano que la había lastimado de aquella manera para poder enseñarle un par de cosas.
—No voy a irme a ninguna parte, bebé, no ahora —le susurró al oído y volvió a posar sus manos en las caderas femeninas—. Prepárate para la cabalgada de tu vida, pequeña nieve, haré que supliques.
Con un solo empellón se hundió hasta la empuñadura en ella solo para volver a salir lentamente y volver a empujarse hasta el fondo repitiendo la cadente secuencia una y otra vez, ella estaba tan apretada, era tan condenadamente apretada y dios que bien la sentía aferrándole. El colgante que le había regalado se balanceaba al compás de sus embestidas, sus pechos subían y bajaban mientras la cabalgaba con el abandono y lujuria solo conocida por un ángel oscuro, un Caído y toda estaba dedicada a ella. Joe no podía entenderlo, pero la deseaba, necesitaba hundirse en ella una y otra vez, deseaba oírla gritar cuando llegara al final solo para correrse él finalmente e inundarla con su esencia. Por fortuna, sabía que _____ estaba tomando la píldora para regular su menstruación, ya que la había visto repetir la misma operación noche tras noche y cuando examinó el medicamento leyó que era un anticonceptivo. No es que hubiese muchas posibilidades de que la fecundara, pero no quería correr riesgos, él se iría antes o después y no quería tener que dejar nada atrás.
De repente, la sola idea de dejarla no le gustaba en absoluto. ¿Qué diablos le había pasado? No llevaba ni tres días con ella, lo había mangoneado, lo había enfadado y a pesar de ello, ahí estaba, jodiéndola como si le fuese la vida en ello y disfrutando de la sensación de que fuese suya.
Joe hizo a un lado esos repentinos pensamientos y se concentró en la mujer bajo él y en su sexo exprimiéndolo en su interior. La sintió tensarse, sus paredes internas contrayéndose preparándose para el orgasmo y sonrió antes de empujarse más fuerte para llevarla al final y acabar él mismo.
_____ gritó al alcanzar el clímax, todo su mundo se hizo pedazos en un caleidoscopio de colores y ya no supo ni si estaba en pie, sentada, acostada o había muerto. Todo su cuerpo estaba siendo presa de livianos estremecimientos mientras Joe seguía empujando, aumentando la sensación de vértigo hasta que él también se corrió inundándola con su calor.
Las rodillas le flaquearon y hubiese caído si él no la hubiese apretado contra sí, arrastrándolos a ambos hacia el sofá que estaba tras ellos. Cuando Joe se dejó caer hacia atrás llevándola con él, todavía estaban unidos, demasiado exhaustos para hacer otra cosa que no fuera respirar, las manos de él se deslizaron por su espalda para soltar el broche del sujetador y ella no pudo si no reírse cuando él empezó a sacárselo.
—Ahora te acuerdas —rió ella entre jadeos.
Joe le apartó el pelo del cuello y le mordió suavemente la piel.
—Te quiero completamente desnuda —murmuró él lamiendo el mordisco que le había dado.
—¿Puedo pedir lo mismo? —preguntó ella con timidez.
Una leve corriente la sacudió antes de notar su espalda y sus glúteos tocando únicamente piel desnuda. Joe la levantó entonces y la hizo girar sobre él sin que perdieran ni un solo instante su unión hasta que _____ quedó montándolo, sus rodillas flexionadas a ambos lados, su sexo endureciéndose de nuevo y profundamente enterrado en su interior, pero era la ardiente mirada en los ojos de Joe mientras devoraba su cuerpo la que la hizo repentinamente consciente de lo que acababan de compartir. Una repentina sensación de timidez impactó en ella, llevándola a cubrirse los pechos.
Joe arqueó una ceja ante el gesto y estiró los labios en una divertida sonrisa, entonces tomó las manos de ella y las separó al tiempo que se incorporaba, quedando sentado.
—Nunca te cubras delante de mí —le susurró sujetando sus manos a ambos lados de sus caderas mientras la miraba a los ojos, pese a sus palabras, su tono era gentil—. Te adoro desnuda.
Ella se sonrojó incluso más y abrió la boca pero volvió a cerrarla sin saber que decir. Joe sonrió incluso más ampliamente y le acarició el costado con la mano, fijándose bien en el hematoma que cubría la parte lateral de su pecho izquierdo, el cual tenía un ligero tono amarillo.
—Eres la humana más torpe que he conocido en toda mi existencia —murmuró él, entonces la abrazó resbalándose hacia el borde del sofá haciéndola gemir e hizo algo que no había hecho nunca antes con sus amantes humanas. Extendió sus alas.
_____ dio un respingo cuando oyó el silbido y notó la brisa que levantaron aquellas dos impresionantes extremidades de plumas negras que ahora se alzaban sobre ellos antes de que ambas se combaran cubriéndola, envolviéndola en un cálido capullo de suaves plumas negras. Ella sonrió observando los arcos que envolvían los hombros de Joe y a ella misma.
—Son tan suaves —murmuró ella disfrutando del contacto de tenerlas a su espalda.
Joe asintió y la observó allí, acunada por sus alas, por su verdadero yo y la última barrera en su interior cayó por fin obligándolo a enfrentarse al algo que jamás hubiese creído posible.
—¿Puedo tocarlas?
Joe asintió con la cabeza, era incapaz de decir nada más mientras sus pensamientos daban vueltas y su interior palpitaba con desesperación.
_____ estiró una de las manos muy lentamente y acarició con la yema de los dedos las suaves plumas de aquellas enormes alas, su rostro se iluminó y se volvió hacia Joe.
—Son hermosas —sonrió ella.
Él no respondió con palabras, en su lugar atrapó sus labios y la besó como si estuviese nuevamente hambriento, sus brazos se estrecharon a su alrededor acariciándole la espalda hasta descender a su trasero, solo entonces dejó su boca.
—Cabálgame —le pidió con voz oscura, sensual.
Ella enrojeció y se lamió los labios.
—Yo no…
Él le puso un dedo sobre los labios.
—Te gustará —le aseguró con un guiño.
_____ comprobó durante aquella larga noche que esa palabra pronunciada por sus labios nunca la decepcionaba, si él decía que le gustaría, ella terminaría clamando y gritando de placer. Abrigada entre sus brazos, empezó a temer el momento en que llegara la mañana y la luz de un nuevo día arrojara en sus rostros aquello que solo la noche podía enmascarar. Se había creído inmune a él, había pensado que podía manejar lo que ese ángel caído provocaba en ella porque él se iría cuando la nieve se derritiera, solo ahora empezaba a ver su error.
Chicas quedan solamente dos capítulos y el epílogo para que la novela llegue a su fin (:
Natuu!
—Creo que olvidé encender la calefacción —murmuró estremeciéndose mientras alcanzaba la llave de la luz para encenderla.
Joe no dijo nada, su atención estaba fija en ella, cual cazador que acechara a su presa, le arrancó el abrigo de los brazos con una mano y la bufanda y uno de los guantes con la otra y los lanzó de cualquier manera sobre el colgador al lado de la puerta, el abrigo se deslizó al suelo y la bufanda quedó colgada por una de las esquinas. _____ jadeó ante la brusquedad, pero su temor quedó eclipsado ante el brillo de deseo que no se negaban a disimular los ojos castaños del hombre que estaba ante ella.
—Olvídate de la calefacción —respondió Joe siguiéndola paso a paso en su retroceso hacia el salón—. En breve no la necesitaremos.
Ella se sonrojó. La idea de acostarse con él había sido realmente fantástica hacía una media hora, cuando él la había besado y había dejado caer la proposición que los había llevado directamente a casa entre calientes miradas y burlonas sonrisas. Ardía por él, realmente deseaba a ese hombre como jamás había deseado a nadie y con cada mirada hambrienta que recibía de él, más hambrienta se volvía ella. ¡Se estaba comportando como una perra en celo!
—Al menos deja que me quite esto y me ponga algo más cómodo —sugirió ella sonriendo algo avergonzada—. Sé que no me veo tan bien como Gena con este traje de duende.
Joe la recorrió con una mirada totalmente desinhibida, comiéndosela literalmente.
—No me importa lo que llevas puesto, si no lo que no llevas —le aseguró alzando la mirada para fijarla en sus ojos—. ¿Todavía estás dispuesta a continuar… _____?
Ella se estremeció ante la forma tan sexy en la que pronunciaba su nombre, como envolviéndolo en su lengua. Como respuesta, se mordió el labio inferior y empezó a quitarse el guante que le quedaba, seguido por la mini capa que cubría sus hombros y los dejó caer en el sofá junto a ella.
Joe sonrió ampliamente mostrando una sonrisa lobuna, predadora un instante antes de extender la mano hacia la chimenea cubierta con una rejilla que evitaba que las brasas o cayesen sobre el piso y crear una potente llamarada sobre la madera que estaba apilada haciéndola arder de inmediato. _____ saltó hacia atrás por el estruendo, sus ojos abiertos con sorpresa mientras miraba el fuego que lamía los troncos, alimentándose vorazmente.
—Vaya, eso puede resultar útil cuando no se tienen cerilla, ¿eh? —respondió ella con una tímida sonrisita.
Joe se lamió lo labios y se inclinó ligeramente para quedar a la altura de sus ojos.
—Como dije, algo se me ocurriría para la chimenea —respondió con un leve encogimiento de hombros.
Ella apartó la mirada, echando un vistazo a la chimenea para luego volver a mirarlo a él. Joe se enderezó cuan alto era y estiró una mano, llamándola con un gesto de su dedo índice.
—Ven aquí, _____ —ronroneó él, su voz profunda y oscura—. Veamos si soy capaz de derretir la nieve.
Ella se estremeció de anticipación y caminó hacia él, mandando sus reservas y miedos a volar, dispuesta a disfrutar por una vez de sí misma y del hombre magnífico que tenía delante. O ángel… o lo que fuera.
Joe no la tocó, se limitó a retroceder hacia la zona de la chimenea donde ya empezaba a notarse el calorcillo del fuego, ella lo siguió como hipnotizada, acompasando sus pasos a los de él, hasta que solo quedó un suspiro entre ambos. Solo entonces se permitió alzar las manos y con una sola pasada, los coleteros que le sujetaban el pelo desaparecieron dejando caer su melena desordenada sobre los hombros. Joe hundió los dedos entre los revueltos mechones y testó su suavidad entre dos dedos llevándoselo luego a la nariz para inspirar profundamente su aroma.
Ella se tensó cuando lo hizo, Joe podía oír el acelerado latido de su corazón, así como sentir el leve temblor de su cuerpo, lo deseaba tanto como él la estaba deseando a ella, pero tenía miedo, estaba asustada y no podía culparla por ello. Él mismo no tenía ni idea de que era lo que se le había metido en la cabeza, pero todo su cuerpo había despertado de hambre por ella, todos sus sentidos la deseaban y no estaba en su naturaleza negarse algo que deseaba, no era tan noble.
Sus largos dedos se deslizaron por su pelo hasta sus hombros y de ahí hacia su espalda, donde la cremallera del vestido verde y blanco se cerraba. La bajó lentamente, disfrutando de los escalofríos y la mirada cada vez más oscura en sus ojos violetas, las yemas de sus dedos acariciando la suave piel que encontraba a su paso, rozando el contorno del sujetador y deslizándose hasta su cintura, la cual estaba ceñida por el cinturón. Este cedió rápidamente a su poder cayendo inerte al suelo mientras llevaba la cremallera hasta el tope para luego empujar la tela de sus hombros, descubriendo una piel suave salpicada de pecas, sus pechos se apretaban contra la tela rojo fuego del sujetador de encaje, dejando a la vista unos ya endurecidos y oscurecidos pezones rebelándose contra la tela que los ceñía. Joe siguió deslizando el vestido, su mirada recorriendo cada trozo de piel que quedaba expuesta, admirando las llenas curvas y la suave redondez de su vientre antes de arrancar de un tirón hacia abajo la falda del vestido por sus caderas dejándola solo con un minúsculo trozo de encaje rojo que ocultaba el oscuro nido de vello arrancando de su garganta un profundo gruñido de deseo y necesidad.
El vestido formaba un charco verde alrededor de los botines negros de tacón que le daban unos buenos 7 centímetros más de altura, vestida ya solo con la ropa interior y unas medias de rayas blancas y rojas aseguradas al muslo con sendas ligas, el pelo suelto y despeinado sobre los hombros y un suave y bonito tono rojo sobre sus mejillas, la pequeña _____ se había revelado como un auténtico ser de voluptuosas curvas y sensualidad descarnada que se estaba muriendo por probar.
—Por las llamas de los siete infiernos —murmuró él comiéndosela con los ojos—. ¿Cómo puedes ocultar todo esto bajo esas horrorosas chaquetas? Eres un regalo a la vista, _____.
Ella se sonrojó y sonrió aliviada de que Joe la encontrara hermosa.
—Sabía que no te gustaban mis chaquetas, pero ellas me mantienen caliente — respondió ella con una risita.
—Al diablo las chaquetas, hay mejores y más placenteras maneras de entrar en calor, chiquita y pienso mostrarte cada una de ellas —gruñó Joe acercando la boca a el ombligo que lo atraía y hundió la lengua rodeándolo y lamiéndolo mientras sus manos se cerraban en la cintura de la chica, un instante antes de que fueran subiendo por sus costados, al igual que lo hacía Joe, arrastrando su lengua por la piel de ella a medida que subía.
Los morados y amarillos que vio en un costado izquierdo le arrancaron un gruñido, su mano se deslizó con el tacto de una pluma sobre ellos, prestando más atención en la zona oscura que se perdía por debajo del pecho izquierdo. Una rápida mirada hacia arriba le descubrió la cadena y la pluma enterrada entre los montículos de su piel. Maldito fuera si no la bañaba entera en sus plumas antes de que la noche acabase para borrarle aquellas marcas en su piel.
—Ya no me duele tanto, Joe —la oyó murmurar, sus suaves manos se habían posado sobre sus hombros, sus dedos formando circulares caricias.
Él solo gruñó y siguió con su exploración, deslizando las manos por sus pechos, lo cual arrancó un jadeó de la garganta femenina. Los montículos cabían perfectamente en sus manos, llenos, hermosos y con unos pezones duros que se moría por mordisquear. Ella se contoneó bajo su contacto demostrando la sensibilidad que tenía en aquella zona y consiguiendo con ello que él se pusiera duro ante la perspectiva de lo que podría hacer con aquellos pechos.
Sus dedos alcanzaron su clavícula y la columna de su cuello, sus ojos se encontraron y por fin vio en ellos lo que había estado esperando, el permiso para devorarla y hacerla suplicar durante toda la noche.
Joe se lamió los propios labios antes de capturar los de ella en un hambriento beso, su lengua acarició el labio inferior, atrapándolo en los dientes y tironeando antes de lamerlo otra vez. Ella gimió en respuesta permitiéndole deslizar la lengua en su boca, encontrando la respuesta que había anhelado, sus lenguas se encontraron y se entrelazaron, sus gemidos se combinaron y ya no supo quién lloriqueaba por más o quien gruñía por no tener suficiente.
Ella se adaptaba perfectamente a sus brazos, sus curvas casaban perfectamente con las suyas haciéndolo plenamente consciente del cuerpo femenino que se apretaba contra el suyo con tanta hambre como el de él. Su pene confinado en los vaqueros empujaba rabioso contra la cremallera, anidando en la unión de los muslos de ella, el lugar en el que quería enterrarse hasta la empuñadura y joderla hasta que le suplicara más.
Joe deslizó las manos por la suave espalda más allá de sus costillas, hasta los hinchados globos de sus glúteos que quedaban al desnudo gracias al magnífico tanga. Sus manos siguieron más abajo masajeando y apretando, apretándolo contra él, un par de sus largos dedos se deslizó entre sus glúteos y recorrió la tira de tela hasta rozar su hinchado sexo ya humedecido por sus jugos.
Una sonrisa traviesa jugueteó en sus labios cuando arrancó sus labios de los de ella al tiempo que introducía sus dedos por debajo del cordón de encaje y acariciaba la carne tierna y húmeda que se ocultaba en la zona más dulce de su cuerpo.
—Caliente, muy mojada y absolutamente apretada —empezó a murmurar en el oído de _____, acariciándola al compás de sus palabras de manera superficial para luego probar a hundir sus dedos desde aquella posición y obligándola a alzar su trasero hacia su contacto—. Me encanta la forma en que mojas mis dedos, estás tan caliente… eres una gatita caliente, _____.
Ella se limitó a hundir su rostro en el hueco del hombro de él y gemir, sus manos cerradas en temblorosos puños sobre su espalda. Sus palabras la hacían sentir vergüenza y al mismo tiempo la encendían y la ponían tan caliente que estaba segura de que al final acabaría estallando en llamas.
Joe subió su mano libre por su espalda, arrastrando las yemas de sus dedos sobre su piel hasta enterrarse en el nacimiento del pelo en su cuello y masajearlo suavemente, le lamió el pabellón de la oreja y descendió lamiendo su cuello arrastrando la mano con él solo para apoderarse de uno de sus pechos con un ligero apretón que la hizo dejar escapar un ahogado jadeo.
—No te reprimas, tesoro, quiero oírte gemir —le susurró con tanta suavidad y ternura que _____ se obligó a abrir los ojos para encontrarle con los de él—. Eso es… mírame, bonita… esta noche es para ti… disfrútala sin ambages.
Ella se mordió el labio inferior, sus mejillas enrojecidas por completo, sus labios hinchados por sus besos, sus ojos velados por el deseo y la pasión.
Joe le guiñó el ojo y la acarició más profundamente haciéndola saltar en sus brazos, temblorosa. Él sonrió ante su desinhibida respuesta y pasó a prestar atención a sus pechos, sus pezones lo llamaban como nada lo había llamado antes, deseaba metérselos en la boca y chuparlos hasta hacerla gritar y por todos los infiernos que no iba a parar hasta que lo hiciera. La mano que tenía entre sus piernas cambió, sus dedos se hundieron profundamente al mismo tiempo que su boca tomaba posesión de una de las preciosas perlas y _____ gritó, las manos de ella se aferraron en su pelo mientras él la chupaba y la montaba con sus dedos, los latidos de su propio corazón resonaban en sus oídos mientras que sus pulmones se esforzaban por dejar pasar el aire a través de sus audibles jadeos y gemidos. La estaba volviendo loca.
— Joe… si sigues así… no podré tenerme en pie… —se las arregló para susurrar.
Él soltó el pezón derecho de su boca con brusquedad y sonrió como un lobo que se relame en un banquete.
—Bien —le respondió con una risita antes de coger el sujetador con su mano libre y bajárselo de golpe, dejando sus senos medio atrapados en la tela, medio libres antes de pasar al otro pezón, probándolo sin el inconveniente del encaje entre su boca y el apetitoso botón.
_____ gimió con fuerza, desesperada y ardiente bajo las expertas manos masculinas. Su experiencia en el sexo se limitaba a un fugaz y desastroso encuentro que la había dejado insatisfecha y recelosa hacia el sexo, pero Joe estaba encargándose de borrar aquel error a pasos agigantados.
Sus dedos se hundían sin piedad en su goteante sexo haciéndola mojarse aún más, su boca era caliente y devastadora sobre sus pechos, si seguía así iba a correrse.
— Joe… —lloriqueó enredando los dedos en su pelo—. Por favor… no puedo más.
Sonriendo satisfecho dejó su atención sobre los sensibles pezones y retiró los dedos empapados en su sexo dejándola vacía y sollozante.
—Shhh —le susurró alzándose para besarla fugazmente y con mucho cuidado hacerla salir del círculo que había formado su vestido. Los jugos de su empapado sexo se resbalaban por el interior de sus muslos, mojando el borde de las medias—. No hemos hecho más que empezar.
Bajo la confiada mirada de _____, la volvió de cara a la chimenea, la luz y el calor del fuego se reflejaban en su piel, pero no llegaban a quemarla, Joe deslizó sus manos desde los hombros de ella hasta sus muñecas, cogiendo sus manos en las de él y las extendió a ambos lados inclinándola hacia el alfeizar de la chimenea, donde apoyó sus manos sobre las de ella.
—Te sugiero te agarres bien, _____ —le susurró al oído, calentándole el pabellón con su aliento antes de dejar las manos de ella extendidas a ambos lados y bajar las suyas de nuevo por sus brazos y hombros, acariciando su espalda arqueada y sujetar sus caderas trayendo su precioso trasero contra la dura y larga vara que se frotaba contra la carne desnuda de ella. Joe la notó temblar ante el contacto de sus vaqueros y le acarició con suavidad la espalda, inclinándose nuevamente sobre ella, apartándole el pelo de la oreja para poder susurrarle—. Está bien, gatita, esto te gustará, tu cuerpo está deseoso de atención, solo déjate hacer y disfruta.
Ella giró el rostro ligeramente por encima del hombro, las dudas se mezclaban en sus ojos con la curiosidad.
Joe se inclinó y la besó en los labios, acariciando su lengua fugazmente con la propia antes de volver a su anterior posición y desabotonar el par de botones de sus vaqueros y bajar la cremallera dejando libre su sexo. Su pene estaba hinchado y grueso, palpitante con la cabeza oscurecida y lista para enterrarse en esa vaina aterciopelada que tanto necesitaba. Con un brusco tirón y la colaboración de sus poderes, el tanga se rompió en sus manos y se llevó a sí mismo a la oculta entrada del cuerpo femenino, hundiendo la gorda cabeza de su pene con cuidado.
Joe se tomó un momento para respirar profundamente antes de empujar poco a poco y suavemente en el interior de la dulzura y humedad que acogía apretadamente su pene, ella estaba tan apretada que tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no correrse ya mismo.
_____ tembló bajo su contacto, nerviosa y expectante, vibrando por tenerlo dentro de ella. Su tamaño era mayor de lo que había pensado, llenándola y estirándola lentamente, robándole todo el aliento de sus pulmones mientras la mantenía en una posición tan abierta y delicada, totalmente a su merced. Su cuerpo se estremecía y se apretaba ante aquella extraña invasión, nunca nada la había llenado tan completamente y él seguía empujando. Era enorme.
Joe le acarició la cadera allí donde la había estado sujetando cuando la oyó gemir, ella era pequeña bajo su inmenso cuerpo pero lo alojaba como nadie, tomando cada centímetro de él en su interior, todo en él gritaba por el empujón final, por enterrarse hasta la empuñadura y empezar a bombear pero _____ no se merecía algo así, no esta vez. Él se inclinó un poco más hacia delante, cubriendo su cálida espalda con su pecho todavía cubierto por la camisa, antes de susurrarle al oído.
—Estás tan caliente y tan apretada que vas a hacer que me corra antes siquiera de empezar —le susurró al oído, una de sus manos seguía en su cadera, pero la otra ahora voló hacia sus pechos, atormentando uno de sus pezones, rodándolo entre el índice y el pulgar—. Diablos, ¿Cuándo fue la última vez que tuviste a alguien así de profundo en tu interior, gatita?
_____ solo gimió, su cabeza agitándose y cayendo entre el arco que formaban sus brazos.
— Joe… —se las arregló para gemir.
—Quiero una respuesta, _____ —le susurró de nuevo al oído, su voz cadente, oscura y sensual—. ¿Cuándo te jodieron así de profundo?
Ella lloriqueó al sentirlo empujarse otro centímetro.
—Me estás matando… —lloriqueó.
—Sí, pero de placer —le susurró Joe y la mano que acunaba su cadera la abandonó para sumergirse entre sus cuerpos y acariciar el botón escondido en su sexo haciéndola dar un respingo—. Eso es, pequeña, ábrete más a mí, tómame por completo, esta noche soy todo para ti.
— Joe… por favor —lloriqueó apretando el alfeizar de la chimenea entre sus dedos. Sus pechos y vientre estaban calientes por el fuego de la chimenea—. Muévete o haz algo… solo… no me dejes…
Las lágrimas en la voz de _____ lo hicieron rechinar los dientes y desear tener al jodido humano que la había lastimado de aquella manera para poder enseñarle un par de cosas.
—No voy a irme a ninguna parte, bebé, no ahora —le susurró al oído y volvió a posar sus manos en las caderas femeninas—. Prepárate para la cabalgada de tu vida, pequeña nieve, haré que supliques.
Con un solo empellón se hundió hasta la empuñadura en ella solo para volver a salir lentamente y volver a empujarse hasta el fondo repitiendo la cadente secuencia una y otra vez, ella estaba tan apretada, era tan condenadamente apretada y dios que bien la sentía aferrándole. El colgante que le había regalado se balanceaba al compás de sus embestidas, sus pechos subían y bajaban mientras la cabalgaba con el abandono y lujuria solo conocida por un ángel oscuro, un Caído y toda estaba dedicada a ella. Joe no podía entenderlo, pero la deseaba, necesitaba hundirse en ella una y otra vez, deseaba oírla gritar cuando llegara al final solo para correrse él finalmente e inundarla con su esencia. Por fortuna, sabía que _____ estaba tomando la píldora para regular su menstruación, ya que la había visto repetir la misma operación noche tras noche y cuando examinó el medicamento leyó que era un anticonceptivo. No es que hubiese muchas posibilidades de que la fecundara, pero no quería correr riesgos, él se iría antes o después y no quería tener que dejar nada atrás.
De repente, la sola idea de dejarla no le gustaba en absoluto. ¿Qué diablos le había pasado? No llevaba ni tres días con ella, lo había mangoneado, lo había enfadado y a pesar de ello, ahí estaba, jodiéndola como si le fuese la vida en ello y disfrutando de la sensación de que fuese suya.
Joe hizo a un lado esos repentinos pensamientos y se concentró en la mujer bajo él y en su sexo exprimiéndolo en su interior. La sintió tensarse, sus paredes internas contrayéndose preparándose para el orgasmo y sonrió antes de empujarse más fuerte para llevarla al final y acabar él mismo.
_____ gritó al alcanzar el clímax, todo su mundo se hizo pedazos en un caleidoscopio de colores y ya no supo ni si estaba en pie, sentada, acostada o había muerto. Todo su cuerpo estaba siendo presa de livianos estremecimientos mientras Joe seguía empujando, aumentando la sensación de vértigo hasta que él también se corrió inundándola con su calor.
Las rodillas le flaquearon y hubiese caído si él no la hubiese apretado contra sí, arrastrándolos a ambos hacia el sofá que estaba tras ellos. Cuando Joe se dejó caer hacia atrás llevándola con él, todavía estaban unidos, demasiado exhaustos para hacer otra cosa que no fuera respirar, las manos de él se deslizaron por su espalda para soltar el broche del sujetador y ella no pudo si no reírse cuando él empezó a sacárselo.
—Ahora te acuerdas —rió ella entre jadeos.
Joe le apartó el pelo del cuello y le mordió suavemente la piel.
—Te quiero completamente desnuda —murmuró él lamiendo el mordisco que le había dado.
—¿Puedo pedir lo mismo? —preguntó ella con timidez.
Una leve corriente la sacudió antes de notar su espalda y sus glúteos tocando únicamente piel desnuda. Joe la levantó entonces y la hizo girar sobre él sin que perdieran ni un solo instante su unión hasta que _____ quedó montándolo, sus rodillas flexionadas a ambos lados, su sexo endureciéndose de nuevo y profundamente enterrado en su interior, pero era la ardiente mirada en los ojos de Joe mientras devoraba su cuerpo la que la hizo repentinamente consciente de lo que acababan de compartir. Una repentina sensación de timidez impactó en ella, llevándola a cubrirse los pechos.
Joe arqueó una ceja ante el gesto y estiró los labios en una divertida sonrisa, entonces tomó las manos de ella y las separó al tiempo que se incorporaba, quedando sentado.
—Nunca te cubras delante de mí —le susurró sujetando sus manos a ambos lados de sus caderas mientras la miraba a los ojos, pese a sus palabras, su tono era gentil—. Te adoro desnuda.
Ella se sonrojó incluso más y abrió la boca pero volvió a cerrarla sin saber que decir. Joe sonrió incluso más ampliamente y le acarició el costado con la mano, fijándose bien en el hematoma que cubría la parte lateral de su pecho izquierdo, el cual tenía un ligero tono amarillo.
—Eres la humana más torpe que he conocido en toda mi existencia —murmuró él, entonces la abrazó resbalándose hacia el borde del sofá haciéndola gemir e hizo algo que no había hecho nunca antes con sus amantes humanas. Extendió sus alas.
_____ dio un respingo cuando oyó el silbido y notó la brisa que levantaron aquellas dos impresionantes extremidades de plumas negras que ahora se alzaban sobre ellos antes de que ambas se combaran cubriéndola, envolviéndola en un cálido capullo de suaves plumas negras. Ella sonrió observando los arcos que envolvían los hombros de Joe y a ella misma.
—Son tan suaves —murmuró ella disfrutando del contacto de tenerlas a su espalda.
Joe asintió y la observó allí, acunada por sus alas, por su verdadero yo y la última barrera en su interior cayó por fin obligándolo a enfrentarse al algo que jamás hubiese creído posible.
—¿Puedo tocarlas?
Joe asintió con la cabeza, era incapaz de decir nada más mientras sus pensamientos daban vueltas y su interior palpitaba con desesperación.
_____ estiró una de las manos muy lentamente y acarició con la yema de los dedos las suaves plumas de aquellas enormes alas, su rostro se iluminó y se volvió hacia Joe.
—Son hermosas —sonrió ella.
Él no respondió con palabras, en su lugar atrapó sus labios y la besó como si estuviese nuevamente hambriento, sus brazos se estrecharon a su alrededor acariciándole la espalda hasta descender a su trasero, solo entonces dejó su boca.
—Cabálgame —le pidió con voz oscura, sensual.
Ella enrojeció y se lamió los labios.
—Yo no…
Él le puso un dedo sobre los labios.
—Te gustará —le aseguró con un guiño.
_____ comprobó durante aquella larga noche que esa palabra pronunciada por sus labios nunca la decepcionaba, si él decía que le gustaría, ella terminaría clamando y gritando de placer. Abrigada entre sus brazos, empezó a temer el momento en que llegara la mañana y la luz de un nuevo día arrojara en sus rostros aquello que solo la noche podía enmascarar. Se había creído inmune a él, había pensado que podía manejar lo que ese ángel caído provocaba en ella porque él se iría cuando la nieve se derritiera, solo ahora empezaba a ver su error.
Chicas quedan solamente dos capítulos y el epílogo para que la novela llegue a su fin (:
Natuu!
Natuu!
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
Si Joe se va yo me mato Okno
Me encanto el cap asi re lindo
jajaj yo pervert y no podian
faltar las alas de Joe jiji
Siguelaa !!!
Me encanto el cap asi re lindo
jajaj yo pervert y no podian
faltar las alas de Joe jiji
Siguelaa !!!
# TeamBullshit
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
ya el fina????? no quiero
si joe se va yo lo mato..
siguela
si joe se va yo lo mato..
siguela
jonatic&diectioner
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
omj solo dos caps???
ya ponlos ya
natu no quiero que joe
se valla
sigeula porfavor
ya ponlos ya
natu no quiero que joe
se valla
sigeula porfavor
andreita
Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA
como solo dos caps? ai no qiero qe termine
siguela plis
siguela plis
Nani Jonas
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Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.