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Mensaje por Nani Jonas Lun 05 Mar 2012, 9:14 pm

natu ame os caps gracias por subirlos
siguela pronto plis
Nani Jonas
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Mensaje por Nani Jonas Lun 05 Mar 2012, 9:16 pm

wiiiiiiiiiiiii pase de pagina creo qe me meresco un cap por
eso no? siguela plis
Nani Jonas
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"Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA - Página 4 Empty Re: "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA

Mensaje por Natuu! Lun 05 Mar 2012, 11:22 pm

CAPÍTULO 6



La pequeña humana estaba loca si esperaba que fuera a participar en toda esa locura navideña por iniciativa propia. Nada más regresar a esa pequeña caja de zapatos que tenía por casa había sacado la compra del maletero del coche y le había obligado a cargar con las bolsas hasta el interior.
—¿Piensas alimentar a todo un ejército? —preguntó refunfuñando al coger dos enormes bolsas de papel marrón de la que sobresalían legumbres y pan.
Ella se limitó a reír y pasó ante él para abrirle la puerta.
—Fuiste tú el que dijo que era vegetariano —aseguró ella pasando al interior de la casa—. Déjalas sobre el mostrador de la cocina, Joe.
Pero aquello no había sido lo peor, lo realmente malo había llegado cuando había empezado a sacar adornos navideños de una vieja caja, algunos de ellos parecían haber sufrido los daños causados por un incendio, aunque Joe no era capaz de explicarse cómo y se los había tendido pidiéndole ayuda para colgarlos.
—Dame una buena razón por la que tenga que hacer algo tan estúpido, humana — refunfuñó él.
—Porque eres mucho más grande y alto que yo y llegas a los sitios sin necesidad de una escalera o hacer equilibrismos sobre una silla —le aseguró palmeándole suavemente el hombro sano para darle ánimos—. Considéralo tu buena obra de estas navidades.
—La navidad me trae sin cuidado y las buenas obras están hechas para los blancos, no para mí.
_____ se había limitado a decirle que sí, a darle la razón aunque no la tuviese como si se tratase de un niño pesado e insistente al que se había visto obligada a cuidar y al final, sin saber todavía como, Joe había terminado colgando las cintas de colores, bolas y adornos navideños que en su opinión hacían aún más pequeña de lo que era la pequeña caja de cerillas.
—Si metes alguna otra cosa más, tendremos que salir nosotros —masculló él de mal humor. No sabía que le pasaba, pero junto a ella ese parecía ser su perpetuo estado.
_____ terminó de asegurar los calcetines sobre la chimenea y se volvió hacia Joe.
—Agradece a que el abeto de plástico se quemó las navidades pasadas y no he podido reemplazarlo —respondió ella observándole asegurar la última de las cintas de colores sobre la cocina.
—¿Qué hiciste? ¿Lanzarlo a la chimenea?
_____ hizo una mueca.
—En realidad, se cayó solo —aceptó ella con un leve encogimiento de hombros—. Y tuve suerte de que solo fuera el árbol y que tuviese el extintor a mano, o podría haber sido mucho peor. Desde entonces, no he vuelto a encender la chimenea.
Joe se volvió hacia ella y la observó mientras arreglaba los calcetines de diseños navideños que había colgado en la repisa de la chimenea como dictaba la tradición humana, uno de ellos era de un gastado tono rojo, incluso el muñeco de nieve que tenía gravado parecía haberse descolorido, el otro sin embargo era de un intenso color verde, con un gordo Santa Claus subido en su trineo arrastrado por renos y parecía estar absolutamente nuevo. Su mente vagó a las últimas navidades humanas a las que había asistido en donde había asistido también a una escena como esa; Ella había estado colgando cuatro coloridos calcetines sobre la chimenea mientras dos niños correteaban por el enorme salón persiguiéndose uno al otro, las risas habían inundado el hogar a cada momento del día y en la mañana de Navidad los pequeños habían chillado de felicidad al ver que las galletas que habían dejado sobre el plato y el vaso de leche habían sido probados por Santa y sus calcetines estaban repletos con dulces y juguetes. Aquellas habían sido las últimas navidades a las que Joe había asistido, poco tiempo después las risas habían dejado de escucharse en aquella casa siendo sustituidos por los gritos y las palizas hasta que ya no se oyó nada más.
Apretando los dientes se obligó a desterrar esos recuerdos de su mente.
—La navidad no es más que otro inútil intento de la humanidad de enmascarar de algún modo el egoísmo que han demostrado a lo largo del resto del año —respondió Joe con desprecio atrayendo la mirada de _____ hacia él—. Una hipocresía más.
Sin decir ni una sola palabra más, lanzó las tijeras y el rollo de celo sobre el mostrador de la cocina y cruzó el salón de forma intempestiva hacia la puerta. _____ lo miró con tristeza, observando la manera en que había reaccionado a un solo comentario de ella, o quizás no solo había sido su comentario, pues había creído sentir los ojos de él fijos en su espalda durante un momento.
—¿Quién te ha hecho tanto daño para que pienses así de los humanos, Joe? — murmuró para sí misma, entonces dejó la cinta con la que había atado los calcetines y caminó hacia la puerta solo para verlo allí solo en medio de la nieve que había empezado a caer de nuevo, todo vestido de negro y con el rostro de cara al cielo.
_____ tenía miedo a moverse por si hacía ruido o lo molestaba, dios sabía que el ángel que estaba ahí fuera estaba lo bastante enfadado con el mundo como para querer provocarlo aún más, pero había algo en él que realmente le inspiraba lástima y ternura.
—Joe —susurró apoyándose en el umbral de la puerta, cruzando los brazos sobre el pecho para evitar estremecerse con el aire frío.
Como si la hubiese oído, él volvió la cabeza hacia ella y _____ jadeó ante el dolor que leyó en aquellos ojos castaños un instante antes de que él se desvaneciera en el aire quedando únicamente el paisaje nevado como única cosa que mirar.
—Lo siento, Joe —susurró ella y volvió a entrar en la casa cerrando la puerta tras ella, esperando que al menos él regresara para la cena.


La cocina no era el fuerte de _____, ella era perfectamente consciente de ello y con todo siempre ponía su empeño en intentar mejorar aunque no siempre fueran sus resultados acorde al esfuerzo que suponían. Aquella noche había conseguido hacer un pastel de verduras que tenía aspecto comestible y un sabroso aroma, la sopa de ajo sin embargo le había quedado un poco sosa y las tartaletas de queso, bien, el milagro de la mermelada les había dado un aspecto cuando menos comestible.
Su mirada voló por enésima vez al reloj de la cocina, su ángel negro se había esfumado hacía más de dos horas y todavía no había regresado y no estaba muy segura de que fuese a regresar.
Su ángel. Sonrió con ironía ante tal apelativo, Joe no era el ángel de nadie, él no permitiría a nadie acercarse lo suficiente para que llegase a pensar si quiera en algo parecido y mucho menos se lo permitiría a ella.
—Solo hace poco más de un día que lo conoces y ya piensas con los pies, _____ — se dijo a si misma mirando el pastel con un suspiro—. Quizás debiera meterte en la nevera, y si quiere comer cuando venga, que te saque.
Suspirando nuevamente volvió a mirar el reloj y la cena que ya empezaba a enfriarse.
—Menuda tarea te has impuesto a ti misma, _____ —se compadeció de sí misma, pensando en cómo haría que ese hombre volviese a confiar en los humanos, que tan siquiera la viese a ella como una amiga en vez de su peor pesadilla salida del infierno.
Girándose en la silla buscó el mando de la pequeña televisión que tenía colocada en una esquina de la barra americana en la cocina y puso el canal de noticias mientras se servía una ración del pastel y envolvía el resto con papel transparente antes de meterlo en la nevera.
—Si tú no quieres cenar es cosa tuya, Joe —refunfuñó ella atacando el pastel mientras observaba las noticias.


Joe deambuló durante horas hasta que los recuerdos y sentimientos que le provocaban su época pasada como ángel blanco se fueron desvaneciendo nuevamente relegados a ese oculto lugar en su corazón en el que todavía residían y sus emociones volvieron a estar bajo su control. La noche ya se había echado encima, la nieve había dejado de caer pero el cielo seguía encapotado impidiéndole ver ninguna de las estrellas que había allá arriba, sabía que no tenía lugar al que volver que no fuera la caja de zapatos de esa chica, _____ y la sola idea de volver a ella provocaba un vuelco en su estómago. Había visto la mirada en sus ojos cuando lo vio fuera bajo la nevada y se había odiado por ello, no quería la lástima de nadie y menos de aquella pequeña y desastrosa humana. Ella era tan extraña, en un instante estaba dándole órdenes como el mejor de los generales y al siguiente era nuevamente la delicada y desastrosa muchacha que se tropezaba hasta con sus propios pies, ella era… extraña.
—Tienes que ganar la jodida apuesta así que céntrate —se recordó con fiereza.
La estúpida apuesta era el único motivo por el que estaba en el mundo humano, aguantando a la insulsa humana y la ganaría, así tuviese que pasar toda una jodida estación en compañía de ese patético ser, no permitiría que Ara le tomase el pelo y mucho menos que jugara con él de la manera que había hecho, le demostraría que estaba equivocada, que los humanos no valían la pena. No perdería la apuesta.
Con esa idea en mente volvió a la casa de _____. La luz de la entrada seguía encendida, así como las del interior y el piso superior, _____ debía haberse retirado ya hacía tiempo al ver que él no había regresado todavía.
Joe cerró la puerta de la entrada tras él y se sacudió la nieve que se había aposentado sobre su pelo y hombros sin que se hubiese percatado, al tiempo que esquivaba el pequeño ramillete que había colgado del umbral y cuya utilidad nunca le había encontrado. Sabía que se trataba de alguna estúpida tradición navideña, pero nunca se había sentido demasiado interesado como para preguntar de qué se trataba. Por la altura a la que estaba colocado, no cabía duda de que hubiera sido la humana quien lo había colgado ahí. Chasqueando la lengua, estiró la mano e hizo que el ramillete se descolgara solo para volver a colgarlo un poco más arriba, sin que tuviese que tropezar con él cada vez que entraba, a veces su altura podía ser un impedimento, sobre todo en una caja de zapatos como aquella, le sorprendía no darse de cabeza con el techo.
La luz de la pequeña cocina seguía encendida, así como una lámpara en la que no había reparado antes y que se alzaba al lado de la mecedora donde una dormida _____ se acurrucaba con una libreta caída en suelo a sus pies y un bolígrafo en su mano.
Su mirada pasó entonces al mostrador de la cocina, en la que había dos platos tapados por papel transparente y una hoja de papel garabateada a mano en la que explicaba paso por paso, como funcionaba el microondas. Sus labios se estiraron en una irónica sonrisa al leer las instrucciones y se volvió nuevamente hacia la chica que seguía durmiendo en la mecedora.
Se la veía tan indefensa así acurrucada, tan vulnerable que le entró el conocido sentimiento de culpabilidad que no había sentido en muchísimo tiempo, no desde que había tenido que acompañar a sus dos niños al Haven. Joe cerró los ojos con fuerza ante el recuerdo y volvió a abrirlos para mirarla a ella de nuevo.
Antes de poder darse cuenta se encontraba frente a ella, recogiendo la libreta en el suelo en la que ella había estado garabateando algunas cosas que para él no tenían sentido:
—…resumen del capítulo diez: Él no puede soportar la soledad de su alma y decide volver a ella, sabe que tendrá que arrastrarse para que lo perdone, pero se le dará bien rogar.
Joe sacudió la cabeza y cerró el cuaderno dejándolo a un lado, junto con el bolígrafo que se había deslizado de su mano. Debía de haber estado escribiendo cuando se había quedado dormida. ¿Lo habría estado esperando? Su mirada volvió a la comida, a juzgar por la cena preparada y cubierta, estaba por apostar que sí.
—Humana… —trató de sacudirla, pero ella no se inmutó—. _____… —lo intentó de nuevo, sacudiéndole ligeramente el hombro, pero ella se limitó a lamerse los labios y acurrucarse aún más—. Genial.
Mirando a su alrededor sin saber qué hacer, se volvió a mirarla a ella para después suspirar con fastidio y hacer algo que pensó no volvería a hacer nunca, alzar a un humano en brazos.
Joe se sorprendió por el peso de ella, si bien no era todo huesos, su peso no suponía esfuerzo ninguno para él, al contrario incluso se sentía bien con ella en sus brazos.
Haciendo a un lado aquella estúpida idea, recorrió el salón con cuidado de no rozarle el costado lastimado y la llevó al piso de arriba para dejarla sobre la cama.
—Das más trabajo que toda una clase de ángeles novatos —murmuró él arropándola con una manta que encontró doblada a los pies de la cama.
Joe retrocedió un par de pasos y contempló nuevamente la habitación, como solo un ángel caído podía hacerlo, maravillándose de la calidez y el amor que había impreso en las paredes de aquel pequeño dormitorio, sentimientos que solo un ángel puro podía haber sentido en algún momento de su vida y que había dado cobijo a aquella pequeña humana, aislándola de todo mal.
Ella se revolvió en la cama, dándose la vuelta y sorprendió al ángel caído con un:
—Buenas noches, Joe —susurró ella acurrucándose sobre la cama.
Joe se la quedó mirando un instante y finalmente dejó que sus labios se curvaran en la mueca de sonrisa que había estado intentando retener.
—Buenas noches… _____ —susurró él, pronunciando su nombre por segunda vez.
Aquella humana, por extraño que le pareciera, empezaba a resultarle menos desagradable, ignoraba el motivo y tampoco estaba muy seguro de que quisiera averiguarlo, así pues cerrando la puerta tras él, dejó a _____ durmiendo en la cama y bajó a la cocina, para dar cuenta de la cena que ella le había dejado preparada.
Joe sonrió para sí al ver el pastel de verduras y la sopa de ajo, no le había mentido cuando le había dicho que era vegetariano, los ángeles puros no comían carne por voluntad propia, los caídos a menudo disfrutaban de un buen chuletón por el placer de hacerlo, aunque como ángeles no tenían verdadera necesidad de alimentarse. Si comían, lo hacían más que nada por hábito y en su caso, a pesar de ser un ángel caído, la carne siempre le había resultado un poco “salvaje” para su gusto.
Sentándose en uno de los taburetes, descubrió el plato y hundió el tenedor en el pedazo de pastel. Para estar hecho por una humana desastrosa, no estaba nada mal.














Natuu!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por jb_fanvanu Lun 05 Mar 2012, 11:56 pm

Aww a Joe le esta empezando a gustar ___ :arre:

No hay problema con lo del maraton ;)

SIGUELA!!!!
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por jonatic&diectioner Mar 06 Mar 2012, 6:39 am

si a Joe le esta gustando la rayis.. "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA - Página 4 450641 "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA - Página 4 67591 "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA - Página 4 67591
siguela..
jonatic&diectioner
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Mensaje por Julieta♥ Mar 06 Mar 2012, 12:22 pm

joe es muy dificil..pobeshito!!!!

la rayis tiene que empezar a gustarle, es patosa pero es encantadora jejeje

siguela y pronto!!!!!

me encanta!!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por andreita Mar 06 Mar 2012, 12:56 pm

jajajajaja me encanta joe
ya esta cambiendo
andreita
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Mensaje por Nani Jonas Mar 06 Mar 2012, 9:05 pm

Nani Jonas escribió:wiiiiiiiiiiiii pase de pagina creo qe me meresco un cap por
eso no? siguela plis



qe tonta crei aver pasado de pagina una disculpa por eso esqe ultimamente nose donde traigo la cabeza

la nove esta genial siguela pronto plis
Nani Jonas
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Mensaje por Natuu! Mar 06 Mar 2012, 9:14 pm

CAPÍTULO 7



_____ se desperezó lentamente saliendo de un agradable sueño en el que había perdido diez kilos y caminaba del brazo de un elegantísimo hombre alto de cabellos negros, desgraciadamente no había llegado a verle el rostro pero algo en su interior sabía perfectamente quien era. Al abrir los ojos se dio cuenta que se había quedado dormida encima de la cama y todavía con la ropa de ayer, lo que no conseguía recordar era como había llegado a esta, sabía que tenía la costumbre de quedarse dormida en cualquier sitio y el despertar sin saber cómo había llegado allí se había hecho algo normal, incluso llegó a pensar si sería sonámbula pero nunca había podido asegurarlo ya que había estado siempre sola en la casa. Quizás ahora que estaba Joe podría preguntarle si la había visto u oído caminar de noche por la casa.
Joe. Él no había vuelto para cenar, recordó entonces y antes de que pudiera darse cuenta de lo que hacía, ya estaba saltando de la cama y corriendo hacia la puerta para abrirla y encontrarse la de la otra habitación abierta y la cama hecha, así como ruidos procedentes de la planta de abajo.
_____ se deslizó entonces hacia el pasillo y bajó por las escaleras, solo para encontrarse a Joe sentado ante el mostrador de la cocina, disfrutando de una humeante taza de café mientras veía un programa de animación en la televisión.
—Estás aquí —se oyó decir a sí misma con un aliviado suspiro.
Joe la miró de arriba abajo y arqueó una ceja.
—¿Dónde esperabas que estuviera? —Le respondió señalándole la ventana con un gesto de la barbilla—. Ha dejado de nevar, pero hace un frío de mil demonios ahí fuera.
Ella siguió su mirada y frunció el ceño al recordar que hoy era la cena de beneficencia.
—Puedo prescindir de abrir la biblioteca, realmente no creo que haya nadie que vaya —aceptó ella, su mente ya empezaba a funcionar sola a aquellas horas de la mañana—. Pero no podemos faltar a la cena, necesitan voluntarios.
—Habla por ti misma, _____ —respondió él llevándose la taza a los labios—. Yo no me presto voluntario a nada… —entonces sonrió como si hubiese recordado algo interesante—. Bueno, para algunas cosas puede que sí.
_____ no llegó a prestar atención a la última parte de su discurso, él la había llamado por su nombre, no humana, o tonta o cualquier apelativo despreciable, la había llamado por su nombre.
—¿Qué? —Preguntó Joe con recelo al ver la mirada sorprendida que pronto pasó de ser de pura dicha por el rostro de la chica.
_____ negó con la cabeza y miró con encima del hombro del hombre hacia la parte de atrás donde la cafetera estaba encendida.
—Hiciste café —murmuró sorprendida.
Joe puso los ojos en blanco.
—No hay que ser un genio para encender una cafetera, hasta un Caído puede hacerlo —le respondió como si le hubiese dicho una tontería.
—Ya veo —respondió ella guardándose una sonrisa—. Voy a darme una ducha y cambiarme de ropa, creo que me he quedado dormida tal cual estaba, imagínatelo, ni siquiera recuerdo como acabé en mi cama, claro que eso es normal en mí.
Joe no dijo nada, para él era incluso mejor que pensara que ella era misma la que había llegado hasta allí.
—Por cierto —recordó _____ a punto de perderse en el baño—. Cuando no vayas a venir a cenar, avísame antes de largarte por la puerta, la comida sabe mejor caliente que fría.
No le dio tiempo a contestar pues se metió en el baño y cerró la puerta tras ella. Joe levantó la mirada de la pantalla de la televisión y la dirigió más allá de la cocina, para escuchar casi de inmediato el sonido del agua y una colorida maldición. Suspiró, aquella muchacha nunca cambiaría.


El resto de la mañana la pasaron entre palas y escobas, la nieve se iba amontonando y aumentando en altura alrededor de la casa, congelando las cañerías o el agua, como había podido comprobar _____ cuando se había metido debajo del chorro de la ducha, o cubriendo el camino de entrada, así como su coche, el cual por suerte, se le había ocurrido cubrir la tarde anterior con una lona para aislarlo. Así que mientras uno retiraba la nieve a paladas, el otro pasaba la dura escoba del exterior o esparcía sal para derretir las placas de hielo que se habían formado.
Lo que empezó siendo un agotador trabajo, con el consiguiente refunfuño de Joe, terminó en una batalla de bolas de nieve entre los dos. _____ se había cansado de las quejas del hombre y hacía decidido solucionarlo de una forma rápida y efectiva: Le había lanzado un puñado de nieve.
La cara de sorpresa e incredulidad de Joe la hizo reír a carcajadas, solo para recibir un nuevo impacto ella misma que la hizo callar al instante, desde ese momento, las bolas de nieve volaron de un lado a otro entre risas y carreras por evitar ser alcanzados por los proyectiles. _____ llegó a pedir clemencia tirada en el suelo, para partirse de la risa poco después cuando su compañero de juegos resbaló también y terminó espatarrado en el suelo junto a ella.
—Estás loca, ¿lo sabías? Rematadamente chiflada —le aseguró Joe intentando recuperar la dignidad después de su traspié.
_____ se estiró por completo en el suelo y empezó a mover los brazos y los pies imitando el movimiento de una tijera, entonces se levantó y observó su obra.
—Si te lo imaginas con las alas negras y un humor sombrío, podría parecérsete, Joe —le aseguró ella indicando el ángel que había creado en la nieve.
Joe miró la silueta desde el suelo y frunció el ceño. Entonces se levantó y retrocedió un par de pasos para poder apreciar mejor el diseño.
—Imagino que si le echas mucha imaginación, podría pasar por un ángel — respondió con un leve encogimiento de hombros.
—Es obvio que tú no tienes ninguna, angelito —se burló ella dándole la espalda solo para ser alcanzada por una bola de nieve cuando no había dado ni dos pasos—. Así que esas tenemos.
_____ se agachó y tomó un puñado de nieve mientras miraba a Joe que la invitaba a atreverse a contestar a su puya con un movimiento de las manos, su apetecible boca estaba curvada en una divertida y sensual sonrisa. Ella sonrió para sí misma, al menos lo había hecho sonreír, algo que había parecido imposible en los últimos dos días.
—No creas que te vas a librar de asistir como voluntario en la cena de esta noche, les prometí a Gena y Rudolf que llevaría un par de manos extra.
—¿Rudolf? ¿Qué clase de nombre es Rudolf? —respondió Joe haciendo una mueca de disgusto.
—El nombre de un cocinero de más o menos tu altura y algo así como el doble de tu peso y masa corporal —le respondió ella recorriendo al hombre con la mirada—. Y ah, sí. Es afroamericano.
—¿Me estás describiendo un cocinero o un practicante de Sumo? —se sorprendió Joe.
_____ le lanzó el puñado de nieve que cogió a Joe despistado y le dio en el rostro y empezó a correr de regreso a casa entre risas.
—Podría decirse que sí —las palabras de ella quedaron flotando a su espalda.
Joe gruñó, escupió nieve y miró a la pequeña demonio que huía a la seguridad del hogar.
—¡No me prestaré voluntario a nada! —le gritó él a sus espaldas, y tras sacudirse la nieve de encima, miró de nuevo el ángel que ella había hecho, metió las manos en los bolsillos y se dirigió también hacia la casa.


Varias horas después, Joe refunfuñaba delante de la puerta abierta del salón de actos, donde una chica y varios chicos vestidos de _¿Aquello eran duendes?_ colocaban mesas y sillas en una larga fila en medio de una sala lo suficientemente grande como para que se sintiera a gusto, mirase a donde mirase había algún adorno navideño, guirnaldas, farolillos, lo que fuera que pudiera hacer de aquel lugar una sala más acogedora. A escasos pasos sobre sus cabezas, colgando sobre el dintel de la puerta, había otro de esos ramilletes verdes y blancos.
—Vamos, vamos —lo animó _____, quien lucía dos simpáticas coletas con unos broches que imitaban al muérdago y un abrigo negro y gastado. Pero era lo que había debajo de ese abrigo lo que había dejado a Joe estupefacto cuando la había visto en el salón de la casa de ella y que desafiaba toda ley del ridículo, aunque, debía reconocer, que el traje no le sentaba tan mal—. Es Nochebuena, cambia esa cara.
—¿Por qué habría de hacerlo? Me has arrastrado hasta aquí —le recordó todavía refunfuñando.
—¿Habrías preferido pasar la noche solo?
—Puestos a elegir… —respondió señalando con un ondeo de la mano a los “elfos y duendes” que pululaban por el lugar.
_____ resopló y se puso en jarras.
—Esa gente está aquí por voluntad propia, sin cobrar un solo centavo para poder darles un poco de alegría y compañía a las personas que tienen que pasar estas fechas solos porque sus familias han muerto, o han sido abandonados por considerarlos viejos que ya no tienen valor —respondió ella en voz baja, pero lo suficiente contundente para que él la oyese—. No te morirás por hacer algo bueno por una vez en tu jodida existencia, Joseph.
Joe entrecerró los ojos ante el rapapolvo que acababa de recibir de parte de una cosa tan pequeña e insignificante que aún encima tenía dos estúpidas coletas y vestía como un duendecillo navideño bajo el feo abrigo.
—Te equivocas de ángeles, humana —respondió recalcando nuevamente la palabra humana—. A mí no podría importarme menos lo que le pase a esa gente. Ellos mismos se lo han buscado.
_____ se tensó y lo miró con la misma expresión que había visto en los ojos de Joe.
—No sé qué es lo que te ha vuelto tan amargado, Joe —respondió ella acercándose incluso más a él—. Y empiezo a pensar que haga lo que haga, nada cambiará, porque tú no quieres que te den la oportunidad de que cambie. Prefieres seguir lamentándote por lo que quiera que haya ocurrido en el pasado, que pasar página y hacer algo que lo compense.
Él se tensó por las palabras tan certeras de _____.
—Ahí tienes la puerta —le respondió ella señalándosela con un dedo—, no voy a obligarte a que hagas algo que debería ser hecho por propia voluntad. Puedes irte cuando quieras, ángel caído.
_____ dio media vuelta y empezó a desabotonarse el abrigo y quitarse la bufanda para finalmente saludar a una de los duendecillos y darle su ropa, quedándose con el traje verde y las medias rojas y blancas a rayas con la que la había visto antes de salir de la casa. Su sonrisa se amplió al responder al comentario de aquella otra humana y entonces negó con la cabeza y miró un instante hacia atrás para finalmente ignorarlo y perderse con la chica por uno de los pasillos laterales de la sala.
Bien, ya tenía lo que había venido buscando, ahora solo debería dar media vuelta y marcharse, como ella le había sugerido, por donde había venido.
—Ey, disculpa —oyó desde atrás.
Joe se volvió para ver una enorme montaña de cajas.
—¿Te importaría echarme una mano con esto, hombre? —pidió la profunda voz de hombre que salía de detrás de todo aquello.
Joe vaciló y finalmente cogió sin esfuerzo las cuatro cajas superiores dejando al descubierto al hombre afroamericano que había detrás. La cabeza prácticamente rasurada, un tatuaje tribal que le bajaba por un lado del cuello y una mirada amable en unos marcados ojos castaños le miraron con buen humor.
—Gracias —le respondió el hombre—. Si me acompañas te digo donde ponerlos. Soy Rudolph por cierto, con que me llames Rudo estará bien.
—Joseph —respondió él, pronunciando su nombre como Jo-se-ph—. Joe. ¿Tú eres el cocinero?
—El mismo —asintió con un asentimiento de cabeza hacia la zona por la que había desaparecido _____ anteriormente—. Y tú debes ser el novio de _____, ¿no? Ella dijo que iba a traer un par de manos extra.
¿Su novio? Joe esbozó una sonrisa irónica ante tal absurda sugerencia.
—Soy el hermano de una de sus amigas, me estoy quedando con ella temporalmente —respondió Joe sin saber cómo responder exactamente a lo sugerido por el hombre—. Imagino que sí, que soy ese par de manos extra.
—Fantástico —aceptó el enorme hombre pasando delante de él—. Sígueme.
Joe fue tras él. Tenía que darle crédito a _____, él era enorme.
Cruzaron la sala para luego colarse por un pequeño corredor que llevaba a unas dependencias de las que empezaba a salir ya el olor de la comida, Joe escuchó la voz de _____ antes de verla hablando con la misma chica con la que la había visto momentos antes, su voz en cambio era mucho más pausada, triste.
—Déjalo ahí mismo, Joe —oyó la voz de Rudo—. Ey, _____, ¿Te importa si me quedo a tu novio aquí en la cocina?
_____ abrió la boca y volvió a cerrarla, entonces se sonrojó cuando vio Joe dejando unas cajas en el suelo.
—Imagino que no… —susurró ella cada vez más colorada.
—Bien —aceptó Rudo y palmeó el hombro de Joe—. Hay más cajas como esta en la furgoneta, vamos a por ellas antes de empezar aquí.
Joe miró a _____ quien se encogió y formó con los labios la palabra “lo siento”, antes de salir tras Rudo. Después de todo, parecía que sí iba a ayudar.
—_____, no habías dicho que estabas saliendo con un hombre tan cañón —comentó la duende de pelo rubio con la que había estado hablando al tiempo que se inclinaba para echar un buen vistazo al hombre de pelo negro—. Chica, ese trasero es totalmente ilegal. ¡Qué envidia!
_____ se sonrojó todavía más. Ella solo había dicho que iba a venir con un amigo, no que este fuera su novio y a juzgar por la mirada que había visto en el rostro de Joe a él no parecía gustarle demasiado la idea. En cierto modo aquello la deprimió, pero siendo realista como era, sabía que nadie con el aspecto de Joe, ni aunque fuera totalmente humano se fijaría en ella de esa manera.
—No es mi novio —negó ella inclinándose también para ver ese trasero ilegal—. Solo es el hermano de una buena amiga a la que estoy haciendo un favor al dejar que Joe se quede conmigo.
La bonita rubia se volvió hacia ella y le dedicó un guiño.
—Pues serías tonta si no aprovechas que lo tienes en casa para metértelo en el bote, cielo —le aseguró con una sonrisa—. Hombres así no caen del cielo, hermana.
_____ sonrió en respuesta, Gena no tenía ni idea de cuan acertado había sido su comentario.
—Supongo que no —respondió antes de volverse y señalar las cajas que habían entrado Rudo y Joe—. ¿Qué te parece si vamos sacando las bandejas y demás cosas de las cajas?
—Sí, mejor ir empezando o se nos echará la noche encima y no habremos ni puesto las mesas.
Joe trabajó toda la tarde codo con codo con Rudo, _____ lo buscaba con la mirada cada dos por tres por temor a que saliese a reducir su mal humor y enfadara al grandullón, pero para su suerte, a Rudo parecía divertirle el peculiar carácter de Joe así que después de un rato dejó de preocuparse.
La larga mesa quedó puesta con los manteles navideños de papel, platos, vasos y bonitos centros navideños que había donado la tienda de Andrè para la ocasión. Si algo le gustaba de Baldacci es que sus habitantes no dudaban a la hora de echar una mano o colaborar con lo que fuera durante esa cena que se celebraba ya en tiempos de la abuela de _____. En realidad, había sido ella la que había inculcado en su nieta el valor de ayudar a los demás, así que después de que ella faltó, _____ consideró su deber ocupar su lugar y encargarse de la organización. Había sido una labor bastante difícil y muy agotadora, pero todo merecía la pena después de ver los rostros de las personas que venían a cenar.
Rudo y Joe habían colocado con ayuda de otros dos voluntarios unas mesas para las bandejas con la comida formando un pequeño mostrador tras el que los mismos voluntarios repartirían la comida como si se tratase de un autoservicio. _____ comprobó que todo estuviese en su sitio y coordinaba a los voluntarios al tiempo que se encargaba de recibir a los invitados, quienes habían empezado a llegar puntualmente como todos los años.
—_____, querida, qué hermosa estás —la saludó una anciana mujer con el pelo ya blanquecino que caminaba apoyada en un bastón.
—Señora Collins —sonrió _____ tomando las ajadas manos de la mujer y besándola en ambas mejillas. La anciana señora venía con su traje de los domingos y varios collares alrededor de su frágil cuello—. Ni en sueños me podría comparar con usted, está noche está deslumbrante.
—Oh, querida, se la edad que tengo —se rió la mujer con jovialidad—. Pero aceptaré tu comentario.
_____ sonrió y la ayudó a entrar hasta donde Gena y otra chica se encargaban de acomodar a los ancianos.
—No deberías alentarla de esa manera, después se pasa toda la semana pensando en que tiene tanta pluma como un pavo real —una voz masculina ajada por los años sorprendió a _____.
—¿Y fingir que no he visto cuando se ha acicalado para esta noche? Eso sería malvado de mi parte, no cree Albert —aseguró _____ volviéndose a un hombre de mediados los setenta, con un pulcro bigote canoso y recortada barba cuyos ojos grises lo miraban con diversión por debajo de su boina de cuadros.
—Depende de a que le llames tú maldad —aseguró el hombre mirando más allá de _____—. Parece que Rudolf no ha perdido ni un ápice de peso, ¿Y quién diablos es el extranjero que está frunciendo el ceño como si estuviese a punto de acabarse el mundo?
_____ sacudió la cabeza y enlazó el brazo con el anciano.
—Ese chico alto y fuerte, Señor Albert, es el que hace el pavo tan delicioso que se va a tomar esta noche —le respondió ella con diversión.
El anciano ladeó la cabeza hacia ella y esbozó una irónica sonrisa.
—Por alto y fuerte te referirás al moreno de la coleta, espero —aseguró el hombre señalándolos a ambos con el bastón con empuñadura de marfil en el que se apoyaba—. Nuestro Rudolf podrá ser un excelente cocinero con el pavo más espléndido de todo Maine, pero definitivamente no lo consideraría alto y fuerte.
_____ tuvo que morderse la lengua para no reír, adoraba el ingenio de este hombre. Albert había perdido a su mujer de un cáncer hacía ya muchos años y su único hijo no le hablaba. Había decidido quedarse en el pueblo donde había conocido a su Molly a pesar de todo porque, solía decir, era el único lugar en el que se había sentido realmente feliz.
—El moreno de la coleta es Joe —respondió ella con un suspiro.
—¿Y ya te ha propuesto matrimonio?
_____ no pudo evitar reírse ganándose una palmadita en la mano de parte del anciano.
—Espero que al menos lo arrastres debajo del muérdago —insistió el anciano y se soltó de su brazo para indicarle hacia la entrada—. Sigue con lo tuyo, querida, desde aquí me las arreglaré yo.
_____ miró al anciano y luego a la mesa y se inclinó hacia él.
—Prométame que no va a ir directamente con Joe para sonsacarle hasta la última palabra sobre su vida —pidió _____ con tal fervor que hizo que el anciano realmente soltara una carcajada.
—Diablos, chiquilla, como puedes pensar algo así de mí —respondió el hombre con total seriedad—. Por supuesto que primero iré a molestar a Margaret, alguien debe alabar el fabuloso collar que lleva al cuello.
_____ agachó la cabeza a modo de derrota y el anciano le palmeó el hombro.
—Vete y déjame el resto a mí.
—Eso es lo que más temo, Albert, que usted se haga cargo —respondió volviendo hacia la puerta a recibir al resto de los invitados.


Joe dejó la bandeja que le había pasado Rudo en su lugar y empezó a distribuir los utensilios de cocina de forma automática mientras miraba disimuladamente hacia _____, quien se movía con soltura entre aquellos ancianos humanos, ella se detenía a hablar con unos, sonreía con otros, acompañaba a otros tantos, siempre en movimiento, siempre intentando ser útil, como si aquello fuese lo único que buscaba en la vida, ser útil a alguien.
—Es una buena chica, con un corazón enorme —oyó murmurar a Rudo a su espalda—. Y a veces eso mismo hace que se meta en líos tales como el de ese hijo de puta que la dejó.
Joe se volvió lentamente hacia el afroamericano.
—¿Alguien la dejó?
Rudo señaló a la chica.
—No me gusta meterme en donde nadie me llama, pero _____ es demasiado confiada para su propio bien algunas veces —aseguró demostrando algo que Joe ya sabía de primera mano—, y he visto como has estado mirándola durante toda la tarde, casi vigilándola, viejo.
Joe arqueó una ceja ante tal estupidez.
—Yo no…
—Solo procura no hacerle daño, ¿ok? —le pidió recogiendo una de las cajas vacías—. Ella no se permite acercarse demasiado a nadie, pero siempre acaba cediendo y se ha metido en muchos de los corazones de este pueblo.
Joe no respondió, mientras observaba salir al hombre de color con el que había estado colaborando toda la tarde. Rudo había demostrado ser casi tan cabezota como él mismo, pasando por alto sus cortantes respuestas y sus gruñidos y poniéndolo a trabajar sin pena alguna, en cierta forma le recordaba a _____. Sacudiendo la cabeza se inclinó para recoger otra de las bandejas que habían sacado de la cocina y la colocó sobre la mesa.
—Eso huele realmente bien —le comentaron.
Joe alzó la mirada para encontrarse con unos claros ojos grises en el rostro del mismo anciano que había estado hablando con _____ apenas unos minutos antes.
—Si le gusta esta cosa aplastada y con mucho tomate y carne, imagino que sí — farfulló Joe pasando a ignorar al hombre.
El anciano en cambio se apoyó en el bastón, moviendo su peso de una pierna a otra y chaqueó con la lengua.
—No te veo demasiado contento con este puesto, muchacho.
Joe suspiró y subió una segunda bandeja, asentándola en el sitio para luego mirar al hombre.
—Que perspicaz.
Una ronca risa salió de la garganta del anciano.
—Había supuesto que no estabas a gusto por tu aspecto de querer ponerle una bomba a todo esto y que salte por los aires, pero ignoraba que además hubiese un marcado sarcasmo —aseguró el hombre y señaló con el pulgar por encima de su hombro—. Aquella señorita de allí se merece una fantástica velada después de esta noche, podrías empezar por llevarla debajo del muérdago que hay colgado en la puerta.
Joe miró a _____, luego el ramillete colgado sobre la puerta y se volvió hacia el anciano.
—¿Por qué habría de hacer algo tan estúpido como llevar a la hum… a _____ bajo de ese fajo de hierbajos? —preguntó ignorando nuevamente al hombre mientras colocaba los cubiertos al lado de las bandejas.
—¿Fajo de hierbajos? —Se rió el anciano y sacudió la cabeza—. El muérdago es una tradición muy antigua, jovencito, en algún momento incluso puede que hubiese algo mágico en él.
Joe miró al hombre con desinterés, pero el anciano siguió con su monólogo.
—La tradición navideña dice que aquella mujer que recibe un beso bajo el muérdago en Nochebuena encontrará el amor que busca o conservará el que ya tiene. Si se trata de una pareja, será obsequiada con el don de la fertilidad.
Joe se apoyó sobre el mostrador y se inclinó hacia el hombre.
—No estoy interesado en esa… ella de esa manera, pero le agradezco la clase de cultura local —respondió Joe antes de dar media vuelta con intención de marcharse.
—¿No estás interesado en ella de esa manera… y no has dejado de enviarle miradas furtivas desde incluso antes de que me haya acercado hasta aquí? ¿Qué edad crees que tengo, mocoso? —Le soltó el hombre y chasqueó la lengua—. Déjate de tonterías y coge a la chica y dale su regalo de navidad, se lo merece por todo lo que ha hecho y hace cada año por una pandilla de vejestorios como nosotros.
Antes de que Joe pudiese decir cualquier cosa, el hombre se despidió con un toque de su gorra y siguió su recorrido dejándolo mascullando a él solo sobre los humanos, su manía de meterse en todo y observando a su pesar a _____, quien en ese momento casualmente también lo estaba mirando. Ella le dedicó una sonrisa que hizo que se rompiera nuevamente algo en su interior, apartó la mirada de ella sin responder a su gesto y volvió a la cocina a buscar más bandejas.
La cena transcurrió como todos los años con alegría, buen humor y canciones y dedicatorias que los más ancianos sentados a la mesa se veían en la necesidad de compartir con todos los presentes. Para ellos, pasar la noche en compañía lo significaba todo, como lo significaban esas personas que tan desinteresadamente lo organizaban para ellos.
La música siguió al postre y pronto la gente se encontró bailando, tarareando o simplemente charlando unos con los otros hasta el momento exacto en que el reloj de la pared sonó y dieron las doce en punto. En ese momento, los voluntarios empezaron a repartir unos pequeños obsequios entre los presentes y para sorpresa de Joe, incluso él tuvo su regalo.
—Gracias por soportar todo esto, sé que no lo has hecho con demasiadas ganas, pero… Rudo está encantado contigo, dice que te secuestre para el año que viene —le dijo _____ a Joe. Ambos se habían separado del grupo después de haberle sido felicitadas las navidades por casi cada persona que había en el lugar. _____ sacó un pequeño envoltorio de su espalda y se lo tendió a Joe—. Feliz Navidad, Joe.
Sorprendido tomó el pequeño envoltorio en papel azul que le tendía _____ y receloso, empezó a desenvolverlo hasta terminar con una taza en las manos. Pintado en uno de sus lados había un ángel con alas blancas que tenía una bola de nieve en las manos en la que se podía ver una pequeña casa.
—Sé lo mucho que te gusta el café y… bueno, pensé que te gustaría tener un recuerdo… no sé, aunque sea para reírte de lo que te ha traído hasta este pueblo — respondió ella repentinamente nerviosa.
Joe observó la taza y la dejó sobre la mesa para luego levantarse y coger a _____ por la muñeca y arrastrarla tras él. _____ lo siguió sin entender, su mirada volviendo hacia el lugar en el que él había dejado su regalo, un pequeño nudo empezó a formársele en el estómago. ¿No le había gustado?
—Joe —intentó tironear de su mano, mientras miraba a su alrededor y sonreía a modo de disculpa a la gente que los estaba mirando.
Entonces él se detuvo de golpe ante la entrada principal y alzó la mirada hacia arriba, para luego tirar de ella un par de pasos a la derecha y detenerse nuevamente. _____ miró también hacia arriba y se sorprendió al ver el muérdago, sus mejillas se tiñeron y la incertidumbre bañó sus ojos cuando bajó la mirada hacia él y lo observó mirándola.
Sin decir palabra, le rodeó la cintura con un brazo y le tomó la barbilla con la mano para bajar suavemente sobre sus labios y apoderarse de su boca en uno de los besos más inolvidables que _____ había recibido en toda su vida.
Sus labios eran suaves y exigentes sobre los suyos, su lengua encontró el camino a su boca y la lamió y saboreó como si ella fuera el más sabroso de los néctares y él sabía a pecado, decadente y absolutamente maravilloso.
Tan rápido como había empezado, el beso terminó y se encontró ahogándose en unos profundos y ardientes ojos castaños mientras oía de fondo los silbidos, gritos y vítores de la gente.
Joe le acarició la mejilla, sus ojos todavía puestos en los de ella.
—Feliz navidad a ti también, _____.















Jajaja No te preocupes Nani (:



Natuu!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por # TeamBullshit Mar 06 Mar 2012, 9:53 pm

Ohhh se besaron !!!!
Me llevo un poco de tiempo
leerla es que tambien hacia
otras cosas pero hasta aca llegue
Me encanta esta novela
de verdad merece la pena leerla
Nueva y Fiel lectora XD

Siguela !
# TeamBullshit
# TeamBullshit


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Mensaje por jb_fanvanu Mar 06 Mar 2012, 10:32 pm

AHHHHHHH SE BESARON!!!!!! "Cuando La Nieve Se Derrita" (Joe&Tú) TERMINADA - Página 4 1606340316

SIGUELAA!!
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por jonatic&diectioner Miér 07 Mar 2012, 5:26 am

:twisted: siiiiiiiiiii se besaron..yupi.............. :D
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ya quiero leer mas
jonatic&diectioner
jonatic&diectioner


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Mensaje por andreita Miér 07 Mar 2012, 12:21 pm

omj! natu mori con este cap
andreita
andreita


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Mensaje por andreita Miér 07 Mar 2012, 12:22 pm

no lo puedo creer
se besaron
andreita
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Mensaje por andreita Miér 07 Mar 2012, 12:22 pm

omj joe esta empezando a quere a la rayis?
andreita
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