"Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA

Por medio de una meticulosa planificación, consiguió mantener a Nicholas a distancia durante unos días. Programó sus lecciones por las tardes, comentándole a Nicholas vagamente algo acerca de unas sesiones de asesoramiento con unos clientes. Cuando llegaba a casa, tarde, no le costaba trabajo parecer cansada y Nicholas aceptaba su falta de interés en hacer el amor. Esperaba que su frialdad no lo condujera hacia Sharon, pero el caso era que no podía asimilar la idea de una intimidad física con Nicholas por el momento.
Se matriculó en un curso intensivo; un día, muy pronto, sorprendería a Lloyd con sus conocimientos. Hasta que ese día llegara, quería evitar su cama. Hasta que su arsenal no estuviera preparado, prefería no atacar directamente las posiciones de Sharon.
Dedicó toda una tarde y gran parte de sus escasos ahorros a la compra de un equipo de submarinismo, que guardó en el maletero de su Chevette. La semana se le pasó volando y con cinco tardes de entrenamiento a sus espaldas, _____ comenzó a ganar confianza en su capacidad bajo el agua, aunque no había experimentado más que en el tanque de la escuela de submarinismo.
Durante el fin de semana no había clases y, mientras veía el sol brillar la mañana del domingo al levantarse, ______ se preguntaba cómo se las arreglaría para evitar a Nicholas durante dos días. No habría tenido que preocuparse, pensó amargamente cuando lo vio entrar por la puerta al mediodía, cargado con su equipo de submarinismo. Estaba segura de que habría estado con Sharon.
—¡Hola! —su amplia sonrisa reflejaba su placer al verla—. Ofreciéndote un merecido descanso después de una dura semana de trabajo, por lo que veo.
Ella dejó el libro que había estado intentando infructuosamente leer durante toda la mañana y alzó la mirada hacia él, hacia la felicidad que irradiaban sus facciones bronceadas. Sus vaqueros y su camiseta le recordaron el anterior domingo, cuando habían… No, no iba a pensar en aquello. Al fin y al cabo, ¿no venía él de estar con Sharon?
—Nada mejor para relajarse que un buen libro —dijo ella manteniendo un tono uniforme—. ¿Te lo has pasado bien en la cala?
Se odió a sí misma por preguntar.
—Claro. Ojalá cambiaras de idea y lo intentaras algún día con nosotros, _____ —sus bien esculpidos rasgos adquirieron una expresión de juvenil ilusión—. Sharon es una auténtica profesional, y estoy seguro de que podría enseñarte rápidamente. Te gustará, estoy deseando que vosotras dos os conoz…
—¡Bueno, pues yo no!
Se puso de pie bruscamente, asombrada de que siguiera intentando que se hiciera amiga de la persona con la que estaba envuelta en una batalla sin cuartel. Pero, naturalmente, él no podía saberlo.
—No estoy segura de qué tipo de persona te crees que soy, pero no estoy en absoluto dispuesta a dejar que Sharon me enseñe a hacer submarinismo. Me parece maravilloso que seas tan espontáneo en relación con todo esto… —la voz comenzó a temblarle a pesar de sus esfuerzos por controlarla—, ¡pero supongo que yo no estoy tan liberada como tú!
—Ya te he dicho que no estoy preparado para atarme de nuevo, _____. Creía que lo habías comprendido.
—Intelectualmente, quizás. Pero emocionalmente, me resulta muy difícil en cuanto pienso en Sharon. Y ahora, si me perdonas, Sigmund me necesita.
Le dio la espalda, pero él la agarró por el brazo antes de que tuviera tiempo de ponerse fuera de su alcance.
—Yo también —dijo él en voz baja y amenazadora—. Y he sido muy paciente toda la semana con una mujer que no tiene ni un minuto libre para mí. No te he hecho ninguna pregunta respecto a tus salidas, y he aceptado tus explicaciones acerca de tu cansancio. De hecho, era evidente que estabas cansada. Podía notarlo al mirarte. Por eso me dije que esperaría al fin de semana. Te he dejado dormir esta mañana porque me parecía que lo necesitabas. Luego, cuando vuelvo a casa, deseando lo que he estado echando de menos toda la semana, te portas conmigo como si fuera la última escoria de la tierra. ¿Qué bicho te ha picado, _____? Sabías lo de Sharon el sábado pasado por la noche, pero no parecía importarte mucho. ¿Dónde está la mujer cálida y apasionada que se fundió entre mis brazos el fin de semana pasado?
—Así que lo reconoces —estaba lívida de rabia—. Todo lo que quieres de mí es que me meta contigo en la cama. Yo satisfago parte de tus necesidades, y Sharon satisface otras, ¿no es eso? Y nos utilizas a las dos sin comprometerte con ninguna. Creía que odiaba a Sharon, pero he cambiado de idea. Siento lástima por ella.
Le escupió aquellas palabras, deseando herirlo, contemplando con una sensación de triunfo la expresión de dolor que aparecía en sus ojos. Pero al cabo de un momento, el dolor desapareció, oculto tras una máscara impenetrable. Le soltó el brazo.
—Muy bien, _____ —su voz fríamente impersonal le produjo un escalofrío—. Me he engañado a mí mismo pensando que podrías darme algo de espacio y de tiempo para tratar de resolver esto; me dije que tal vez tu preparación psicológica podía servir de ayuda… No podemos seguir viviendo de esta forma, destrozándonos mutuamente. Hablaré con Sharon para ver si está dispuesta a venir a vivir aquí.
—¿Y se supone que yo tengo que aceptar eso sin rechistar? Tal vez yo no quiera vivir con tu novia, Nick.
—¿Tienes una alternativa mejor? —dijo él en un tono tranquilamente desafiante.
Ella no la tenía. Tal vez Sharon fuera el menor de dos males, al fin y al cabo. No había sabido seguir el juego y había perdido. Quería largarse, sumergirse en la más absoluta intimidad. El mundo ya no era un lugar acogedor.
—Supongo que no —suspiró; estaba demasiado destrozada como para oponer ninguna objeción al hecho de tener a Sharon como compañera de piso—. Lo que tú quieras.
Lentamente se dirigió a su dormitorio y cerró la puerta; al cabo de un momento, oyó cómo la puerta de la calle se cerraba con violencia. Seguramente, Nicholashabía ido a solicitar la cooperación de Sharon.
¡Tanto tiempo y dinero perdidos!, pensó ella, recordando el equipo escondido en su coche. Aquel equipo tenía que haber sido su llave para un plácido mundo privado. De pronto se sintió muy atraída por la idea de dejar que el agua se cerrara sobre ella mientras se deslizaba silenciosamente, sin esfuerzo alguno, entre las algas ondulantes. Ya sabía lo suficiente como para hacer una inmersión sencilla, y tenía todo el equipo necesario. Iba a experimentar las maravillas submarinas de la cala y Nicholas Jonas podía irse al infierno, porque a ella le daba igual.
Se puso rápidamente su traje de baño rojo y encima un albornoz. Tras tomar las llaves, salió del apartamento y se dirigió a su coche para recoger el equipo.
La cala estaba desierta y ella se imaginó que se debería a que todos los submarinistas estaban debajo del agua, aprovechando aquel magnífico día. En la zona más alejada de la cala, más allá de donde había pensado ir, había varias boyas flotando entre las olas. Recordó las sugerencias de su instructor respecto a que las boyas podían ayudar a señalar la posición de un submarinista en apuros, pero ella no necesitaba nada tan elaborado. Sólo iba a alejarse, un poco y volver, lo suficiente para tranquilizarse un poco. De todas formas, su bombona de aire le daba solo para cuarenta y cinco minutos.
Una vez se hubo puesto el equipo, entró en el agua conteniendo la respiración al notar el contacto helado en los tobillos. Por primera vez escuchó la vocecilla de la conciencia que hasta el momento había estado intentando acallar. No debería sumergirse sola. ¿Cuántas veces lo había recalcado su instructor, escribiéndolo en la pizarra? Pero sola era exactamente como deseaba estar en aquel momento.
Sus ojos se dirigieron hacia las móviles boyas. Al fin y al cabo, no estaba realmente sola. Aquella zona era un auténtico hervidero de submarinistas.
Tras humedecer la máscara, se la ajustó sobre su pecosa nariz, se puso el regulador en la boca y se sumergió entre las espumosas olas en busca de mayor profundidad.
Casi se olvidó de respirar. Así que aquello era…, para eso todas las horas de práctica en la piscina de la escuela, la pequeña fortuna que había invertido en el equipo.
Ante ella se extendía un caleidoscopio de colores, casi silencioso de no ser por los leves crujidos y chirridos que producía la vida marina que hacía de la cala su hogar. Lentamente, comenzó a nadar hacia las ondulantes cintas doradas del lecho de un quelpo gigantesco. Las moteadas frondas la atraían con movimientos perezosos, sostenidas en alto por vejigas llenas de gas del tamaño de pelotas de béisbol. Inmensas bandadas de diminutos pececillos nadaban velozmente entre las gomosas extremidades.
_______ no lo pudo ver con suficiente rapidez, hechizada como estaba por la riqueza submarina que la rodeaba. No sabía los nombres de los seres que la rodeaban, excepto el del quelpo, pero ya aprendería. ¡Allí! Aquél de color naranja brillante, un enorme pez dorado, sería el primer nombre que aprendería.
Como si fuera una nutria, se lanzó entre el denso lecho del quelpo, tratando de seguir al pez de brillantes colores. Una de las extremidades del quelpo le rozó la pierna y ella se sacudió con irritación. El movimiento produjo un remolino en el agua y otra fronda se enrolló como un látigo en tomo a su tobillo. Aleteando con una mano, _____ trató de librarse con la otra, pero la gomosa fronda parecía pegada a su pierna. Exasperada, fue a sacar el cuchillo que debía tener en la funda de la pierna, pero se detuvo en mitad del gesto. El cuchillo no estaba en su lugar. En su impaciencia, se lo había dejado dentro de la bolsa de lona en la playa.
«Muy bien, no te dejes llevar por el pánico», se dijo a sí misma, sabiendo que el miedo incrementaría su consumo de aire.
Metódicamente, trató de librarse del quelpo con los dedos, pero la resistente membrana no cedía ante sus esfuerzos. Una piedra, se dijo, tal vez pudiera cortarla con una piedra afilada. Cada vez más desesperada, escrutó el fondo hasta donde podía alcanzar con la mano, y no encontró nada. Sus ojos volvieron a posarse en la válvula de presión. «Todavía hay tiempo, todavía hay tiempo», se repetía a sí misma, dándose cuenta de que su respiración se estaba acelerando.
«Muy bien, sí, tengo miedo». El reconocerlo la ayudó. Con más calma, exploró con los dedos la enredada fronda, tratando de encontrar un extremo que pudiera desenrollar. Pero tras varios preciosos minutos de tirar y palpar, comprobó que no había manera. Sus manos se agarrotaron frenéticamente sobre la fronda mientras las palabras de Nicholas a Jeremy resonaban como un eco en su cerebro. «Los submarinistas a menudo corren riesgos inútiles… inútiles… inútiles».
Otras personas quebraban reglas y no quedaban atrapadas. Qué irónico que ella, que siempre había vivido respetando todas las reglas, tuviera que caer la primera vez que no hacía caso de una advertencia. La válvula de presión marcaba el nivel de peligro. «Nunca bucear solos». Podía ver las palabras escritas cuidadosamente en la pizarra verde de la clase de submarinismo. Claro que ella no estaba realmente sola, recordó. Había otros submarinistas, los de las boyas flotantes. No tardarían en acudir.
Trató de no mirar, pero el suave rostro de la válvula de presión atraía su mirada con morbosa fascinación. Escrutó a través del agua brumosa, esforzándose en ver una figura humana que nadaba hacia ella. Intentó enfocar la vista, pero los primeros síntomas de mareo le impedían ver claramente. Sacudió la cabeza pero no logró despejarse…
Recuperó bruscamente la conciencia al sentir que unos brazos la arrastraban fuera del agua. Su pierna estaba libre. Agitó débilmente los pies, tratando de ayudar mientras alguien la arrastraba hacia la orilla. Giró el rostro hacia su salvador, pero no reconoció al submarinista ni a su compañero, que nadaba junto a ella por el otro lado.
Cuando llegaron a las aguas superficiales, los dos hombres la sostuvieron y la remolcaron hasta la playa. Mientras uno ayudaba a _____ a quitarse el equipo, el otro se descargó la bombona y se quitó las aletas antes de poner el pie en los escalones de cemento que subían por el acantilado. Los ojos de Stephanie lo siguieron mientras abría una caja de madera en la que había un teléfono rojo de emergencia.
—Creo que no necesito nada —protestó, dirigiéndose al hombre de rostro amable que se inclinaba sobre ella—. Sólo estoy un poco mareada.
—Vamos a llamar a los asistentes sanitarios para examinarla, para mayor seguridad —se quitó la bombona y las aletas y se agachó junto a ella en la arena—. Ya veo que es usted una principiante —murmuró—. Se supone que hay que ponerse el cinturón de peso después de la bombona, y no antes. ¿Y no le han advertido nunca que no bucee sola?
Su amable preocupación le arrancó lágrimas de humillación. ¡Si al menos pudiera alegar ignorancia!
—Me temo que sí —confesó sinceramente—. Su-supongo que pensé que, con todos los submarinistas que había por la zona… Pensaba que no estaba realmente sola —la excusa sonaba estúpida, y ella lo sabía.
—¡Señorita, esta cala es más bien grande! ¿Sabe usted lo fácil que hubiera sido que no la viéramos cuando regresábamos? —su preocupación se había transformado en impaciente enfado, y ella no podía reprochárselo.
—Me… me alegro de que me vieran —balbuceó.
—Más le vale. Un par de minutos más y no estaría usted aquí.
Oyó a su salvador murmurar algo entre dientes, pero el sonido de las sirenas, ahogó sus palabras. Sirenas. Lo que faltaba para la total humillación. El agudo gemido atrajo una previsible multitud de curiosos, y ____ cerró los ojos.
—Oh, Dios mío.
La voz llegó a los oídos de _____ por encima del murmullo de la muchedumbre. Nicholas.
Abrió los ojos mientras él corría por la arena en dirección a ella, pero parecía tardar muchísimo en llegar allí, como si estuviera moviéndose a cámara lenta. Tuvo tiempo de ver el gesto tenso de su boca, los puños apretados, el ceño que ensombrecía su frente. Y sus ojos. Nunca había visto a nadie así.
—______, ¿qué diablos…? —se dejó caer junto a ella, jadeando, y la agarró por los brazos.
—Perdone, caballero —dos hombres de uniforme lo obligaron a apartarse de _______—. ¿Es ésta? —preguntó el más bajo de los dos, y el submarinista que había llamado por teléfono asintió con la cabeza.
—De verdad, estoy bien, yo… —comenzó a decir ____ a los enfermeros, con los ojos clavados en el rostro de Nicholas.
—Respire por aquí un rato señora —le ordenó una voz, y ella sintió la goma de la máscara de oxígeno cubriéndole la boca y la nariz mientras la hacían tumbarse sobre la arena con gestos eficientes.
Con expertos movimientos los enfermeros la examinaron, pero _____ sólo era vagamente consciente de sus esfuerzos. La única realidad para ella estaba en un par de ardientes ojos dorados que no se apartaban de su rostro.
Le quitaron la máscara de oxígeno y le dijeron que se levantara y anduviera. Una vez que hubieron comprobado que su estado era satisfactorio, los dos hombres recogieron su equipo y se marcharon. Gradualmente, la multitud se fue dispersando y _____ les dio las gracias a sus dos salvadores.
—No vuelva a bucear nunca sola, señorita —le dijo el hombre que había llamado a los asistentes sanitarios.
Los dos hombres se despidieron y se marcharon. _____ se volvió hacia Nicholas, segura de que había oído el último comentario.
—¿Te metiste ahí abajo «sola»? —dijo con voz tensa por la furia contenida.
—Sí —apartó la mirada, incapaz de resistir sus ojos torturados—. Ha sido una estupidez.
—¿Qué sucedió? ¿Por qué han tenido que rescatarte?
—Me enredé en un lecho de quelpo.
—¿Qué? —palideció y contuvo el aliento—. Podías haber muerto.
Ella se dio cuenta, consternada, de que Nicholas estaba temblando.
—¿Por qué lo hiciste?
—Quería…, bueno, ya da igual —dijo con un suspiro, inclinándose para recoger su bolsa de lona de la arena.
—¡Y un cuerno que da igual! —en dos zancadas se situó junto a ella y clavó los dedos en su brazo mientras la hacía volverse hacia él—. Exijo saber por qué has arriesgado tu vida ahí abajo, sola, sin ninguna experiencia, con un equipo que no sabes usar, con…
—¡Eso no es cierto! —gritó ella, harta de ser tratada como una completa idiota—. He estado tomando clases. Sé cómo usar el equipo. Si me hubiera acordado del cuchillo, esto no hubiera…
—¿Clases? —la soltó el brazo bruscamente—. ¿Qué clases?
—Clases de submarinismo. Casi he acabado el curso.
—¿Y por qué has ido a otro sitio cuando yo te ofrecí…?
—¡Quizás no me apetecía ser alumna tuya! —gritó ella, apartándose de él—. ¡Quizás no quiero tener nada más que ver contigo, Nicholas Jonas!
Con los ojos nublados por las lágrimas, metió furiosamente todas sus cosas en la bolsa y salió corriendo hacia las escaleras de cemento, produciendo tras de sí pequeñas explosiones de arena.
El teléfono estaba sonando cuando entró en el apartamento, tras cerrar la puerta de un portazo. Después de arrojar la bolsa de lona en el cuarto de baño, levantó el auricular con un gesto brusco, y luego tragó saliva, en un esfuerzo por controlar su voz.
—¿Sí? —dijo finalmente con un susurro quebrado.
—¿______?
Ella frunció el ceño al no reconocer la bien modulada voz de la mujer que hablaba al otro lado de la línea.
—Sí, soy_____.
—Soy Sharon. Nicholas me dijo que podía acercarme esta noche para conocerte, si tú no tienes inconveniente.

Siempre metiendo la pata Nicholas ¬¬',bueno chicas recuerden solo queda un capitulo y el epilogo,repito,si quieren que les suba otra nove digame para subir la sinopsis mañana juntos con el final,otra cosa,alguna chica les gusta One Direction?es que estaba pensando subir una adaptacion pero de Zayn,pero no se diganme que les piensan si?,Gracias por leer hasta mañama,las quiero :hug:

ahhh ya se acaba?? bueno nada dura para siempre...
sigue quiero saber ahora que sucedera entre ese par de lentos...
claro me gustaria leer otra nove tu solo subela y yo la leere!!!!!! :D

Holaaa
Nueva Lectoraaaaa :o :o
Acaabooo de ller casi tooodaa la novee me falto los 2 ultimos que subiiste xq aca mi hna me quitaa la compuuu Perooo buenooo la sigo leyendo mas tarde Por ciertoo ADOROOOOOO la noveee
SIIIGUUE SIIGUEEE SIIGUUUEEE :D :cheers: :lol!:

por que nick aaaaaaaaaa y ella tambien orgullosos y aaaaaaaaaaa

llegue para el final jajja nueva lectora

Hola nenas,bueno aqui les traigo el ultimo capitulo de esta nove,si ya termino :(,les habia dicho que tenia epilogo,pero descubri que era de otra novela que tenia en el mismo documento D:,asi que solo es el ultimo capitulo,bueno si mas se los dejo disfrutenlo :D

Capitulo Final

______ estaba ante el espejo del cuarto de baño empleando un tiempo inusitado en su rostro. Acercándose mas a su imagen del espejo, se aplicó rimel y luego retrocedió para valorar el efecto conjunto del rimel y la apagada sombra de ojos azulada que raras veces solía ponerse.
—No sé, Sigmund. ¿Qué te parece?
—Cacahuetes —graznó él.
—¿Eso es lo único que te preocupa? ¿No te das cuenta de lo que me espera? —suspiró mientras examinaba el pecoso rostro del espejo—. Me pregunto si te das cuenta, Sigmund, de lo difícil que resulta parecer sofisticada cuando se tiene el pelo corto y rizado y pecas en la nariz.
Se extendió el colorete por las mejillas y se aplicó brillo de labios con la yema del dedo.
—Ya está.
Entró en la habitación para comprobar el efecto total en el espejo de cuerpo entero del armario. El vestido de punto azul se ajustaba a las suaves curvas de su figura, proporcionándole un aire frágil teñido de sutil sensualidad. Una fila de diminutos botones de perla comenzaba en su cintura y acababa en el recatado cuello alto, orlado de frunces de encaje color marfil. El mismo tipo de encaje formaba los puños de las ajustadas mangas. Alrededor de la cintura, y no muy apretado, llevaba un cinturón de punto, y la falda caía formando suaves pliegues hasta la altura de la rodilla. Se calzó los pies, cubiertos por medias, en los zapatos de ante gris que reservaba para aquellas ocasiones en que quería irradiar elegancia. Aquélla era una de esas ocasiones, por mucho que le doliera admitirlo.
El atuendo no era precisamente el que una llevaría para andar por casa, pero había pensado decirles a Nicholas y a Sharon que había quedado con alguien más tarde aquella noche, sin precisar la hora exacta. De aquella forma, si le resultaba imposible permanecer en el apartamento con ellos dos, podía poner en práctica una retirada apresurada. Ya decidiría adonde ir más tarde.
—¿____? —la voz de Nicholas se oyó a través de la puerta.
Ella volvió a sentir de nuevo la familiar sensación de placer que le producía oír su nombre pronunciado por aquella voz grave. Si al menos pudiera odiarlo…
—¿Sí?
—¿Estás lista? Sharon aparecerá en cualquier momento.
Ella recorrió los pocos pasos que la separaban de la puerta y la abrió.
—Estoy lista.
Los ojos de Nicholas se dilataron de admiración y ella sintió que se le encendían las mejillas bajo su intensa mirada.
—¿Todo esto es por Sharon? —preguntó suavemente, y ella percibió la pregunta que había detrás de aquélla.
—Oh, no —dijo desenfadadamente—. He quedado con alguien luego.
La luz de los ojos dorados deNicholas se desvaneció.
—Con Jeremy, sin duda —dijo sombríamente.
—No creo que sea de tu incumbencia.
Ella percibió un leve destello de dolor antes de que su rostro se convirtiera en una máscara estoica.
—Supongo que no.
—______ bonita, _____ bonita —graznó Sigmund, aleteando hasta la parte superior de la jaula.
—Pájaro listo —murmuró Nicholas—. ¿No crees que deberías meterlo en la jaula, ______? No sabemos cómo va a reaccionar ante Sharon, y…
—Naturalmente.
«Si Sigmund comprendiera la situación, os sacaría los ojos a los dos», pensó ella amargamente mientras iba en busca del paquete de cacahuetes dulces. Arrodillándose junto a la jaula, se puso a hablarle al gran pájaro.
—Vamos, Sigmund. Ya es hora de volver a tu jaula. Te daré un poco de dulce si cooperas. Vamos.
El guacamayo ladeó la cabeza y la miró como si se hubiera vuelto loca.
—Vamos, Sigmund. No juegues.
—Me parece que no quiere —Nicholas se acercó a la jaula y se arrodilló junto a ______—. Hey, Sigmund. Esto es por tu bien, amigo. Entra en la jaula, ¿quieres?
—¡Esos ojos leonados! —graznó Sigmund alegremente, encantado con la doble dosis de atención.
______ nunca había tenido tantas ganas de estrangularlo. Su ira creció. Había sido un día muy tenso y aquella demostración de independencia por parte de su mascota era lo que le faltaba. Se dispuso a agarrarlo con las manos para meterlo en la jaula por la fuerza, le gustara o no. Con un graznido de indignación, Sigmund revoloteó para ponerse fuera de su alcance y fue a aterrizar en la cama, y de allí se dirigió hacia la sala de estar.
—Oh, no —gimió ______—. Ya empezamos con las persecuciones.
—No te preocupes. Lo atraparé —aseguró Nicholas mientras le quitaba el paquete de dulces de la mano.
Ella lo siguió hasta la sala de estar, donde Sigmund se había encaramado al respaldo de la mecedora.
—Vamos, Sigmund. Toma un cacahuete —canturreó Nicholas, pero cuando se acercó al pájaro con el tentador cebo entre los dedos, Sigmund volvió a aletear y se puso fuera de su alcance. Con una de las alas golpeó la lámpara de pie de _____, que se cayó ruidosamente.
—¡Maldito pájaro! —Nicholas se abalanzó hacia Sigmund, el cual voló hasta el sillón de cuero negro.
Stephanie se lanzó para cazarlo por el otro lado, y cayeron juntos sobre Sigmund, pero sus manos se cerraron en torno al aire mientras el guacamayo volaba frenéticamente hacia la cocina. Momentáneamente desequilibrado, Nicholas chocó con el sillón, lanzándolo contra la mesa de cristal. Con un sonido seco, la lisa superficie se quebró limpiamente en dos, en el preciso instante en que _____ se balanceaba hacia atrás y caía al suelo.
—¡Por todos los diablos! —Nicholas se puso a cuatro patas y evaluó la destrucción con ojos atónitos—. Parece la Tercera Guerra Mundial.
Llevaba los faldones de la camisa fuera del pantalón y el pelo desordenado sobre la frente mientras sacudía la cabeza en un gesto de incredulidad. ______ buscó con la mirada el zapato que había perdido durante la batalla mientras se volvía a bajar la falda hasta las rodillas.
—Cacahuetes —graznó Sigmund desde el mostrador de la cocina.
Nicholas sonrió, y a S______ le pareció oír algo así como una tos contenida. Bruscamente ambos estallaron en carcajadas.
—Oh, Nick, lo siento —jadeó Stephanie, confiando en que no se tratara de los primeros síntomas de histeria—. Tu mesa…
—Olvídala. Tenías razón, de todas formas. Es horrible —sacudió la cabeza—. Aún no sé cómo dejé que me convencieran para comprar esa cosa. El vendedor me dijo que era única en su género y creo que ya sé por qué. El tipo que la diseñó fue despedido al día siguiente. ¡Y el sillón ni siquiera es cómodo!
—Oh, Nick.
La sonrisa le tembló en los labios y las lágrimas de risa amenazaron con convertirse en sollozos. El maldito sillón. Podía pintar todo el apartamento de negro, con tal de que se quedara.
—Nick, tenemos…
La llamada al timbre la interrumpió en medio de la frase. Antes de ponerse en pie, respiró hondo. Se ajustó mecánicamente el vestido y localizó el zapato que le faltaba.
—¿Qué, ______? —Nicholas estaba retrasando el momento de abrir la puerta—. ¡Qué ibas a decir?
—Nada. No la tengas ahí fuera esperando, Nicholas —dijo en voz baja.
Él la miró a los ojos durante un elocuente instante y luego se volvió hacia la puerta.
—Ten cuidado de que Sigmund no salga volando por la puerta —le advirtió mientras se metía la camisa en el pantalón.
—Descuida.
Con el corazón latiéndole a gran velocidad, _____ centró su atención en Sigmund, hablándole tranquilizadoramente, situando su cuerpo entre el pájaro y la puerta. A sus espaldas oyó la melodiosa voz del teléfono saludando cálidamente a Nicholas. La puerta se cerró y Stephanie se dio la vuelta, haciendo acopio de fuerzas para enfrentarse a su rival.
—_____, te presento a Sharon McNeil —Nicholas las presentó con excesiva seriedad, como si se encontraran en un cóctel—. Sharon, ____ Collier y el famoso guacamayo, Sigmund Freud. Perdona el desorden, pero cuando Sigmund decidió que no quería estar en la jaula esta noche, tuvimos la errónea impresión de que podríamos obligarlo a meterse.
_____ balbuceó algo educado mientras extendía automáticamente la mano hacia la esbelta rubia que se erguía nerviosamente delante de ella. «Tiene tan pocas ganas de estar aquí como yo», comprendió con súbita claridad, y se sorprendió sintiendo simpatía por aquella mujer alta de sonrisa tímida. No era la morena de la playa, se había equivocado en aquello, pero daba igual. Era joven y atractiva, y no dejaba de lanzar miradas de afecto a Nicolas. En un instante, ______ se dio cuenta de lo que tenía que hacer.
—¿Por qué no vamos a sentarnos a la sala de estar? —se sentía asombrosamente tranquila—. Podríamos tomar una copa y… —hizo una pausa y chasqueó los dedos, como si acabara de recordar algo—. Nicholas, se me olvidó volver a llenar la bandeja de cubitos de hielo y ya casi no quedan. ¿Te importaría ir a buscar una bolsa pequeña para que podamos beber algo? Sharon y yo podemos aprovechar para conocernos un poco mejor mientras estás fuera.
Nicholas se incorporó y dejó el sillón que estaba intentando poner derecho otra vez.
—¿Estás segura de que no hay suficiente hielo,______?
Se había dado cuenta del subterfugio, estaba segura.
—Sólo uno o dos cubitos, Nicholas —mintió ella, confiando en que él no lo pusiera en duda.
—Voy a buscar el casco y las llaves. En seguida vuelvo —dijo, y sus ojos reflejaban preocupación ante la imagen de Sharon y ______ allí solas, cara a cara, en la sala de estar—. Vigilad a Sigmund ahora cuando abra la puerta.
—No te preocupes. Parece que ya se ha calmado un poco. Gracias, Nick.
—De nada.
Sacudió la cabeza, perplejo, mientras cerraba tras él la puerta.
—Querías librarte de él —Sharon la contempló con curiosidad—. ¿Por qué?
—Porque acabo de darme cuenta de quién sobra aquí, y no eres tú, sino yo.
—Pero ¿de qué estás hablando? —la expresión de los ojos de Sharon había pasado de la curiosidad a la confusión.
—¿No tendría más sentido que tú alquilases mi parte del piso? —preguntó a Sharon.
—¿Por qué iba a hacer eso? —su interlocutora frunció el ceño, perpleja.
—Oh, vamos, Sharon —_____ comenzó a irritarse levemente—. Hace ya un tiempo que sé que entre tú y Nicholas hay algo. Puede que se haya distraído momentáneamente por el hecho de tenerme cerca, pero es evidente que tú eres mucho más adecuada para él. No le asustas pidiéndole compromisos. He decidido, después de conocerte, que no quiero destruir la felicidad, del tipo que sea, que Nicholas pueda encontrar contigo. Él no quería comprar este piso compartido en un principio, pero sé que le encanta la vista, y no quiero que tenga que renunciar a ella tan sólo porque no nos llevamos bien. Así que… ¿por qué no me lo alquilas a mí? Con eso, todo quedaría solucionado.
—No del todo.
—¿Por qué no?
—Porque no es a mí a quien Nicholas desea. Está enamorado de ti.

_______ abrió la boca para protestar, pero Sharon le hizo un gesto con la mano para que se callara.
—No había pensado decirte todo esto, pero creo que ya va siendo hora de que alguien deje de jugar. Después del divorcio de Nicholas, estuvimos saliendo durante un año. Yo estaba muy ilusionada, para qué voy a negarlo, pero algo no acababa de funcionar. Finalmente fue él quien me planteó que sería mejor que lo dejásemos. Afortunadamente, hemos logrado seguir siendo amigos. Aún lo amo, supongo, pero el amor unilateral no es algo muy satisfactorio que digamos, así que he empezado a salir con otras personas. Espero encontrar algún día a alguien tan maravilloso como Nicholas que piense que yo también soy maravillosa.
______ sintió una oleada de simpatía por aquella mujer, súbitamente tan frágil, enamorada de alguien que no le correspondía. Aquel dolor hizo vibrar una cuerda en su corazón.
—Si ése es el caso —aventuró—, ¿qué sucede entonces con este asunto del alquiler?
—Nick se sintió atraído por ti desde el primer momento, pero tenía que superar su suspicacia con respecto a las mujeres. Nunca he sabido toda la historia de su ex mujer, pero sé que, cuando una mujer se vuelve posesiva,Nick se pone muy nervioso. Me imagino que me habrá estado utilizando a mí de escudo para mantenerte a distancia.
—Has acertado.
—Me lo imaginaba. Cuando se asustó realmente, me pidió que alquilase su parte del piso. Pero hoy ha sucedido algo. No me ha dicho de qué se trataba cuando me ha llamado esta tarde, a última hora, sólo que llevaba dos horas dando vueltas por las calles, llamándose a sí mismo idiota. Tú eras lo más importante de su vida, me confesó, y le habías dicho que no querías saber nada más de él.
—Eso es cierto. Se lo dije —confirmó _____ en voz baja.
—Bien, él quiere hacerte cambiar de idea, pero piensa que la única forma es empezar de nuevo, sin la tensión de vivir juntos. Algo así como un galanteo al viejo estilo, eso es lo que tiene en mente. Si yo vivo aquí, él puede demostrar que no hay nada entre nosotros, y se supone que yo también puedo averiguar hasta qué punto estás comprometida con ese tal Jeremy. Eso le preocupa mucho.
Dejó de hablar, pero a _____ le costó varios segundos recuperarse del impacto que le habían producido sus palabras y cerrar la boca que había mantenido abierta por el asombro desde el principio.
—¿Se supone que tenías que espiarme?
—Sí, se le podría llamar así.
—Y, por todos los santos del cielo, ¿por qué ibas tú a acceder a todo este juego, Sharon?
—Como ya te he dicho, le tengo cariño a Nick. Además, he visto el sitio y está mucho mejor que cualquier otra cosa que yo pudiera permitirme. Nick me ha ofrecido un precio muy razonable.
—Oh, Sharon lo siento. Después de lo que me has contado, sería imposible. Y, para tu información, hace tiempo que no veo a Jeremy. Ya no tiene nada que ver conmigo.
—¿Y qué sientes por Nick?
_____e titubeó por un breve instante, pero se dio cuenta de que no podía engañar a aquella mujer.
—Me temo que lo amo, Sharon.
—Menos mal —dijo Sharon, suspirando—. Creo que los dos podéis funcionar muy bien, pero será mejor que tengáis una larga conversación o, mejor, varias largas conversaciones.
—¿Sobre qué?
La alegre voz de Nicholas cortó la conversación de las dos mujeres. Entró en la sala y dejó caer ruidosamente una bolsa de cubitos de hielo en el fregadero.
—Sobre todo —respondió Sharon, poniéndose en pie—. Y yo voy a dejaros solos para que podáis empezar a hacerlo. Tal vez Sigmund pueda enseñaros un par de cosas sobre comunicación —se rió cuando el pájaro respondió con un sonoro graznido al sonido de su nombre.
—¿No irás a marcharte? —el pánico pareció apoderarse de Nicholas por un momento—. ¿No te quedas a tomar una copa?
—Nicholas, todos sabemos por qué se te ha enviado a buscar hielo, y no tiene nada que ver con las copas. _____ y yo hemos tenido ocasión de aprender varias cosas la una sobre la otra. Y ahora te toca a ti. Y
lo haces bien, tal vez necesites ese hielo para enfriar una botella de champán.
En cuanto la puerta se hubo cerrado, _______ se levantó, indignada, de la mecedora.
—¡Querías que me espiara! —la expresión dócil del rostro de Nicholas hizo que su ira se derritiera como la nieve bajo el sol—. Y lo más divertido es que hubiera sido en vano.
—¿En vano? —la pregunta era como un grito de esperanza, y ella se apresuró a eliminar sus miedos para siempre.
—Jeremy y yo hemos terminado. Hace ya tiempo. De hecho, lo nuestro nunca llegó a ser muy fuerte que digamos.
La preocupación ensombreció los rasgos de Nicholas.
—Entonces, si no estabas con Jeremy la noche de Nochebuena, ¿con quien estuviste?
—Con mucha gente. Un escritor de novelas de misterio, algunas personalidades de la televisión, columnistas de cotilleo…, todos mortalmente aburridos.
—No te entiendo.
—Me fui a un hotel barato aquella noche, Nick, y me quedé allí tratando de leer, ver la televisión, incluso dormir, hasta estar segura de que no me toparía con Sharon al volver a casa.
—¡Mi muñeca loca! —su voz llegó hasta ella antes de que sus brazos la rodearan—. Y yo me pasé la noche masticando un filete que no me sabía a nada, pensando que estabas con Jeremy. Después de que Sharon se fuese a eso de las nueve, empecé a deambular por toda la casa, esperando a que volvieras. Si no hubiera sido por la compañía de Sigmund, me habría vuelto loco de atar.
—Al menos tú tenías a Sigmund.
______e le lanzó una mirada al multicolor pájaro, que había vuelto a saltar al respaldo de la mecedora y parecía casi dormido. Al oír su nombre, abrió sus ojos amarillos.
—Buenos días, _____ —graznó sin gran entusiasmo.
—Oh, Sigmund —suspiró Nicholas—, te aseguro que nunca olvidaré la primera vez que te oí decir eso. En aquel momento te hubiera cocinado con patatas, querido amigo.
—¿Y ahora? —inquirió ______.
—No puedo imaginar la vida sin ese pájaro —sus ojos dorados la miraron, sonrientes—. Ni sin su dueña de rizos de oro.
Ella escrutó su rostro, necesitaba asegurarse de sus sentimientos.
—Nick, he sido muy posesiva contigo, pero es que no lo puedo evitar. Tenía que estar segura de que no había nadie más.
—No hay nadie más, ______—su mirada se clavó en la de ella—. Nunca lo ha habido, de verdad. Intenté utilizar a Sharon como barrera protectora, pero es sólo una amiga, nada más.
—Eso es lo que ella me ha dicho.
—¿Ah, sí? ¿De eso es de lo que habéis hablado también? —sacudió la cabeza—. Pues sí que habéis aprovechado bien mi ausencia.
—Todo salió a la luz en cuanto yo le ofrecí alquilar mi parte del piso.
—¿Estabas dispuesta a irte y dejar que Sharon ocupara tu lugar aquí?
—Pensé que eso te haría feliz, y de pronto eso era lo único importante para mí.
Él echó la cabeza hacia atrás.
—Oh, Dios, esto ha estado a punto de convertirse en un desastre para todo el mundo, sobre todo esta tarde. Creo que ahora comprendo tus motivos para apuntarte a clases de submarinismo. Querías competir con Sharon.
Ella asintió.
—Pero ¿por qué te has arriesgado de esa manera esta tarde?
—Como todos los principiantes, no me daba cuenta de que me estaba arriesgando tanto. Quería estar sola y pensé que tal vez ya nunca tuviera ocasión de utilizar mi equipo y…
Nicholas se estremeció.
—Ha sido una estupidez. Y pensar que has estado a punto de pagarlo con tu vida. Si algo te hubiera sucedido…
Dejó la frase a medio acabar mientras la mecía entre sus brazos. Súbitamente, se detuvo y la apartó de sí lo suficiente para mirarla a la cara.
—Durante tu reveladora conversación con Sharon, ¿te ha comentado por casualidad algo sobre mis sentimientos hacia ti?
—Esto…, creo que algo me ha dicho —_____ se puso roja como un tomate.
—Bien. Pues quiero que lo oigas de mi propia voz. Te amo, _____ Collier, y quiero casarme contigo.
—¿Ah, sí? —se quedó mirándolo, asombrada.
Él se echó a reír, con una risa gozosa.
—Esa respuesta no está bien —dijo, besándola en los ojos cerrados—. Se supone que tienes que decirme: «Yo también te amo y acepto tu proposición».
—Claro que te amo, pero tú…
—Dilo otra vez —ordenó en voz baja.
—Te amo —susurró ella—. Pero…
—Nada de peros cuando se dice una cosa así —inclinó la cabeza para mordisquearle el lóbulo de la oreja—. ¿Cuándo podemos casarnos?
—Nicholas —insistió ella, tratando de mantener claras las ideas mientras la lengua de Nicholas exploraba la parte interior de su oreja—. Todavía estás pasando la manutención de una esposa, ¿estás seguro de que quieres otra? Podemos seguir viviendo juntos, como ahora. No tienes porqué…
La boca de Nick se movió rápidamente sobre su mejilla y la hizo callar con un beso corto e intenso.
—Déjame aclarar unas pocas cosas —dijo, haciéndole alzar hacia él la barbilla con un solo dedo y mirándola intensamente a los ojos—. Primero, tengo entendido que Jewel va a casarse otra vez, con lo cual ya no tendré que seguir manteniéndola. Pero, aun en el caso de que no fuera así, querría casarme contigo. Cuando me di cuenta de lo que había estado a punto de suceder en la cala esta tarde, comprendí que lo eras todo para mí. Todo este tiempo he estado luchando contra un compromiso que ya existía.
—Pero podemos comprometernos sin necesidad de que haya una hoja de papel entre nosotros, Nick.
—Yo quiero esa preciosa hoja de papel, ______. Es una forma de proteger mis intereses.
—¿Respecto al piso compartido?
—Respecto a ti, mi muñeca de trapo —gruñó él, inclinando la cabeza para depositar un beso sobre sus labios entreabiertos—. Oh, _____ —murmuró contra su mejilla—. Quiero que nos casemos, que tengamos niños, que construyamos juntos nuestras carreras. Si tenemos suerte, quiero que podamos pasear junto a la cala cuando tengamos el pelo gris y nuestros hijos estén crecidos, y recordar todas las cosas que hemos compartido desde la primera vez que bajamos allí. Quiero toda una vida, ______. ¿Puedes darme eso?
—Sí.
La palabra quedó suspendida entre ellos como una perla luminosa y, por un instante, ambos saborearon su sonido. Lentamente sus rostros volvieron a acercarse hasta que sus labios se tocaron, sellando la promesa que se habían hecho con todo su ser. ______ sintió su cuerpo derretirse como cera caliente contra el de Nick. Le oyó gemir contra su boca antes de apartarse para mordisquearle el lóbulo de la oreja.
—Mmmm, ____, la tela de tu vestido es tan suave que puedo sentir tus pezones a través de ella —se quedó quieto—. ¿No habías quedado con alguien esta noche? Naturalmente, había pensado que se trataba de Jeremy, pero si no es él…
Ella sonrió irónicamente y se apartó un poco para inundarlo con el resplandor de su amor.
—No he quedado con nadie esta noche, cariño. Tenía que buscar una excusa para arreglarme y quería tenerte avisado para poder hacer una salida rápida si descubría que la imagen de Sharon y tú juntos me resultaba insoportable.
Vio cómo el rostro de Lloyd se relajaba en una sonrisa.
—Así que no te has puesto ese vestido para otro hombre, sino para una mujer. Qué interesante. Todos esos botoncitos me han estado volviendo loco de ganas de desabrocharlos, preguntándome si algún otro tendría el privilegio de hacerlo esta noche —recorrió con un dedo la fila de diminutos botones, haciéndola estremecerse de deseo—. ¿Doctora Collier, puedo acompañarla a casa?
Le deslizó la mano por el brazo y entrelazó sus dedos con los de ella.
—Desde luego, doctor Jonas.
Tomados de la mano, se acercaron lentamente a la puerta del dormitorio de Stephanie, donde ésta se volvió hacia él.
—¿Le apetece entrar un momento?
—No —sus ojos danzaban—. Con un momento no me bastaría para lo que tengo en mente. Esa fila de botones es espantosamente larga.
—Bien… —ella lo consideró un momento y luego alzó hacia él sus ojos chispeantes—. Tal vez podría quedarse un poco más, entonces.
—Es usted infinitamente amable.
—Siéntese, doctor Jonas. Sus pies deben estar cansados después de ese largo paseo. ¿Le gustaría que le quitara los zapatos?
—Entre otras cosas.
Soltándole la mano, se arrodilló delante de él y le quitó los mocasines marrones. Luego deslizó los dedos por debajo de los pantalones para quitarle los calcetines. Una vez lo hubo hecho, comenzó a masajearle las plantas de los pies, alzando la mirada hacia él con los párpados medio entornados.
—¿Está mejor así, doctor Jonas?
Entrelazando las manos en la nuca, él se tumbó con un suspiro de satisfacción.
—Mucho mejor. Si puede hacer tanto bien a mis pies, ¿qué maravillas puedo esperar para el resto de mi cuerpo?
—¿Le gustaría averiguarlo? —preguntó esbozando una sonrisa seductora.
—Mmm —él movió los dedos de los pies a modo de asentimiento.


Se despertó acurrucada contra el cuerpo firme de Nicholas, que la había arropado protectoramente con la colcha.
—¿Nick? —se volvió para mirarlo y le acarició la mandíbula áspera por la barba creciente, que la luz de la luna iluminaba.
—¿Mmm?
Sus oscuras pestañas revolotearon y sus párpados se entreabrieron levemente para mirarla.
—Vendamos el piso.
—¿Venderlo? ¿Después de todo esto? —en un instante, estuvo totalmente despierto.
—Acabo de tener la idea más maravillosa —su voz rezumaba ilusión—. Si comprásemos una casa, ¿por qué no instalar mi clínica en una parte de ella? De ese modo no necesitaría ningún socio que me ayudara a pagar el alquiler, y podría tener un horario de consulta flexible, y… —miró ansiosamente a Nick—. ¿A ti te importaría?
Él le sonrió, y sus ojos dorados despedían amor.
—Creo que es una idea fantástica, _______. Y con la venta y la perspectiva de que Jewel se case, podríamos permitirnos el lujo de comprar algo junto al mar.
—Con jardín. No te olvides del jardín —dijo ella, radiante de alegría, mientras su imaginación ya plantaba geranios rojos y aterciopeladas petunias.
—Y un jardín —convino Nick, acariciándole levemente el pezón hasta endurecérselo—. Aunque, por mucho que piense, no sé de dónde voy a sacar tiempo para trabajar en el jardín, con la cantidad de atractivos que me ofrecerá el dormitorio. Y de éstos sólo tendremos uno.
Inclinó su oscura cabeza para mordisquearle suavemente la oscura cima, y Stephanie sintió el áspero picor de la barba contra la piel. El delator anhelo se hizo notar de nuevo, y extendió los brazos hacia él.
—¿Y tu cama de agua?, ¿la usaremos? —murmuró seductoramente.
—Ya te empieza a gustar, ¿eh? —dijo él, riéndose, mientras con la lengua acariciaba su piel arrebolada—. Pero es que hace juego con la cómoda negra. ¿Qué haríamos con tus cosas de mimbre?
—¿No te has enterado de que el eclecticismo es el último grito en decoración de interiores? —dijo ella con un suspiro.
En aquel momento, ni siquiera le habría importado que los muebles de Nicholas tuvieran lunares.
—No, pero creo que vamos a tener que posponer esta conversación para más tarde —canturreó él en su oído, deslizando una posesiva mano a lo largo de su cadera.
—Yo también lo creo —susurró ella, ajena a toda realidad que no fueran sus caricias.
—Buenos días, Nick —graznó una voz familiar.
Nick alzó bruscamente la cabeza.
—¿Sigmund? —exclamó—. ¿Eres tú?
—Buenos días, _____ —continuó el pájaro, haciendo leves sonidos metálicos con las garras mientras caminaba por encima de la jaula.
—Es él —dijo Stephanie, riéndose.
—Ese pájaro tiene un increíble sentido de la oportunidad —musitó Nicholas, acurrucándose contra el pecho de____—. Voy a decirte otra cosa que va a tener nuestra casa.
—¿Qué? —inquirió _____ con languidez, mientras las manos deNicholas retrasaban una previsible respuesta.
—Un dormitorio independiente para Sigmund.

Aws amo a Sigmund :arre: bueno chicas termino esta nove,muchas gracias por leer,y aguantarme cuando me tardaba un poco en subir,espero que le gustara,tanto como a mi me gusto adaptarselas,les dejare el prologo de la siguiente novela,es una de mis favoritas,bueno solo queda decir MUCHAS GRACIAS!por leer y espero verlas por la nueva nove,y bienvenidad a las nuevas lectoras :D

Aqui les dejo el link y la introduccion de la nueva nove espero verlas por ahi (:

[code]Pasiones encadenas

_____ Baxter había salido de su pequeño pueblo dispuesta a comerse Nueva York. Iba en busca de emociones, aventuras... y sexo. Su primer objetivo fue el atractivo Nick Jonas, un tiburón de Wall Street. El problema fue que, una vez que lo tuvo en la cama, no quería dejarlo marchar.
Nick Jonasr jamás había conocido a una mujer tan sexy y desinhibida como _____, pero sabía que para ella no era más que el primero en su lista de futuras conquistas. Lo único que podía hacer era convencerla de que él era todo lo que ella deseaba... y de que no necesitaba a nadie más.