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Mensaje por As I am Jue 16 Feb 2012, 2:09 pm

me encantaaa.... claro q me voy a pasar muy seguido x aqui
a mi me gusta el negro pero no para decorar todo d negro
ese jeremy q se joda
a la rayita le gusta nick y no el!!
q lindo nick lo ame
jajajjaja siguelaaaaa
As I am
As I am


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Mensaje por MissKeynes96 Sáb 18 Feb 2012, 1:40 am

:) me gusta mucho la novela, tienes que seguirla mu pronto ya quiero saber que pasa y ese tal Jeremy no me cae nada bien ¬¬ saluditos y soy nueva lectora
MissKeynes96
MissKeynes96


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Mensaje por Dorin Dom 19 Feb 2012, 8:18 pm

siguelaa =)
Dorin
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Mensaje por Nixa Lun 20 Feb 2012, 1:54 am

me encanta la nove...por cierto new reader reportandose aqui

________

Mis Noves (need readers :()

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Nixa
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Mensaje por Dorin Mar 28 Feb 2012, 8:31 pm

siguelaaaa
Dorin
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Mensaje por heyitsnicktanii Miér 29 Feb 2012, 12:14 am

Hola hermosas!como les ha ido?,deben de estar que me matan D:' pero en mi defensa les dire que cuando iba a subir capitulo vi lo de la remodelacion y bueno cuando el domingo cheque si ya estaba todo en orden no aun no me aparecia nada,hasta pense que ya me habia borrado la nove TT,pero el Lunes ya abrian las paginas y yo de Wii pero cuando les iba a subir decia no puedes comentar en este foro D:' casi muero hasta hoy me dejaron subir capi,se que les va a gustat ;) &&' bueno para compensar este tiempo les subire dos capitulos espero que los disfruten &&' bienvenidas a las nuevas lectoras GRACIAS!por leer significa mucho,espero aun contar con su comentario en la nove:)

Capitulo 5


Qué maravilloso para ti, Nicholas —le espetó ella, evitando mirarlo a los ojos.
—Podría ser maravilloso para los dos si te relajaras y dejaras que sucediera —dijo él en voz baja.
—¿«Maravilloso» durante cuánto tiempo, Nicholas?, ¿seis meses? ¿Y qué sucedería cuando la magia hubiera desaparecido y tuviéramos que seguir viviendo juntos? ¿Qué sucedería cuando yo tuviera que vender perdiendo dinero porque no aguantara más tiempo a tu lado, o tú al mío? Nuestra situación ahora puede que no sea fantástica, pero es tolerable. Y tengo la intención de mantenerla así hasta que pueda conseguir lo que quiero de este sitio: suficiente dinero para mi clínica.
Él se la quedó mirando durante un instante, y luego se apartó un mechón de pelo de la frente.
—Sigues en tus trece, ¿eh?
—No faltaba más.
—Entonces supongo que no tiene sentido pedirte que vengas conmigo a una fiesta de Navidad, ¿verdad? Por eso he venido a casa temprano. Alguna gente de Scripps se reúne esta noche, y pensé que podría apetecerte venir, pero… —titubeó.
Por un breve instante, ella flaqueó, conmovida por el hecho de que hubiera ido a casa especialmente para invitarla. ¿Pero no sería aceptar equivalente a decir que se acostaría con él? No podía arriesgarse.
—No, gracias, Nicholas.
—Entonces será mejor que me prepare.
______ se quedó sentada muy quieta en la mecedora una vez él se hubo ido a su dormitorio. ¿Había sido una estúpida por rechazar lo que le ofrecía? Cada día que pasaba, su anhelo crecía. ¿Por qué no disfrutar del momento y olvidarse de los problemas que se cernían en el horizonte? ¿Por qué no aprovechar la oportunidad de tener una aventura maravillosa?
«Porque te has enamorado de él», respondió su corazón. «Porque cuando la aventura terminara, cosa que sucedería tarde o temprano, tu vida se haría añicos».
Lentamente, se balanceó en la mecedora, escuchando el ruido que hacía Nicholas en la ducha. ¡Tenía que irse de allí, al menos hasta que él se hubiera marchado a la fiesta!
Fue a su habitación, se puso el impermeable verde con capucha y salió del apartamento. Una brisa fría y húmeda azotó su rostro nada más salir a la calle en dirección al parque. Respirando a grandes bocanadas el aire cargado de lluvia, agradeció el contacto de las frías gotas; se metió deliberadamente en todos los charcos hasta que sintió que él agua empapaba sus zapatillas de lona. Se acercó chapoteando a la escollera y se detuvo a escuchar las olas que jugaban al escondite entre la niebla. Lentamente, la luz se fue desvaneciendo en el cielo invernal.
Mantuvo el oído atento al ruido de la moto de Nicholas, y cuando la oyó desaparecer calle abajo con un airado rugido, emprendió el camino de regreso al apartamento.


—¿Y tú, Sigmund?, ¿vas a disfrazarte de Santa Claus este año? —dijo _____, acurrucada en la mecedora.
Estaba convencida de que aquél iba a ser el peor día de Navidad de su vida.
Cada cinco minutos, apremiada por los gorgojeos guturales de Sigmund, metía la mano en la brillante bolsa amarilla y sacaba dos cacahuetes dulces, uno para ella y otro para su multicolor acompañante. Él estaba precariamente encaramado al brazo de la mecedora, y agitaba las alas cada vez que Stephanie cambiaba el peso y hacía balancearse el asiento.
—Perdona —dijo al pájaro—. Intentaré no mover tu barca.
«Aunque la mía se esté hundiendo», pensó, desesperada.
Se pasó el día corrigiendo exámenes, dispuesta a borrar de su mente los desastres del día anterior. Cuando hubo acabado, no tuvo nada más que interponer entre ella y sus sombríos pensamientos. Ya no podía pensar en Jeremy como socio para su clínica, lo cual la dejaba sin nadie para ayudarla. Sin socio, tendría que ahorrar el doble para poner en marcha el proyecto, y eso significaba que tendría que vivir en aquel apartamento el doble de tiempo de lo que había pensado. Gruñó en voz alta. Cada día le costaba más resistir la atracción que sentía hacia Nicholas. Cuanto más tiempo permaneciera allí, más probabilidades había de que acabara en su cama.
—Sigmund, la mente es fuerte pero la carne se debilita por momentos —dijo, acariciando las brillantes plumas del ave.
—____ bonita —graznó Sigmund en respuesta, mordisqueándole suavemente el dedo.
_____ se preguntó si Nicholas le habría enseñado aquello, pero era muy de agradecer una palabra cariñosa, aunque proviniera de su mascota.
Al fin y al cabo, se había arreglado un poco. Una vez hubo corregido el último examen, se había recompensado con una larga ducha caliente, haciendo caso omiso de los dictados de Nicholas. Tal vez a causa de la fiesta que se había perdido la noche anterior, había decidido ponerse un precioso traje de color escarlata. Los pantalones, amplios, de tipo árabe y la blusa de pronunciado escote le daban un aspecto festivo muy alejado de su estado de ánimo real, pero había pensado que, al menos, podía ponerse guapa por fuera. Había completado el atuendo con unas sandalias doradas y un collar de oro.
Se había comprado el traje varios meses atrás, una vez que había ido de tiendas con Valerie, quien la había animado a comprarse algo «lo suficientemente vistoso, que esté a la altura de ese pájaro tuyo con esos colores tan increíbles». Bien, allí estaba, toda vestida de rojo, con su amigo de brillantes plumas, rojas, azules y amarillas, y sin nadie cerca para admirar el espectáculo. Sintiendo una gran compasión por sí misma, decidió servirse una copa del vino blanco de Jeremy, que había estado guardando en la nevera para una ocasión especial.
—Ésta puede llegar a ser muy especial, Sigmund —suspiró mientras descorchaba la botella y vertía un poco de vino en una copa—. Si al menos no fuera tan condenadamente atractivo… —siguió, fingiendo por un momento que el ave podía comprenderla—. ¡Y esos ojos leonados suyos me vuelven loca!
—¡Esos ojos leonados! —repitió Sigmund con la adecuada dosis de reverencia.
—Oh. Será mejor que tengas cuidado de a quién le repites esa frase, amigo mío, o darás al traste con mi estrategia.
Se llevó la copa a los labios y dejó que el refrescante líquido se deslizara por su garganta antes de cruzar de nuevo la sala para ir a sentarse otra vez en la mecedora. Entre sorbo y sorbo, siguió dándole dulces a Sigmund, sin dejar de pensar en su imposible situación. Estaba enamorada del hombre con el que vivía, pero no podía hacer ni decir nada que la delatara.
Con un suspiro, se acabó la copa y sopesó la conveniencia de tomarse otra con el estómago vacío. Estaba departiendo aún consigo misma cuando, de pronto, la puerta se abrió y un punzante aroma a pino inundó la habitación.
—¡Jo, jo, jo, feliz Navidad!
_____ escrutó la masa de ramas que estaba penetrando enérgicamente por la puerta y se quedó mirando, fascinada, mientras Nicholas continuaba con una jovial voz de bajo:
—¿Has sido buena este año?
Totalmente desarmada, ella se entregó a su juego.
—Me temo que no, Santa Claus —respondió con aguda voz de falsete—. Pero soy campeona mundial de decoración de árboles, así que tal vez pueda compensar mis malas acciones.
—¿Cómo puedes ser campeona mundial de decoración de árboles? —preguntó Nicholas con su voz normal mientras lograba finalmente hacer pasar el árbol a través de la puerta entre una lluvia de agujas de pino—. El campeón mundial de decoración de árboles soy yo.
—Perdona, puede que tú seas el campeón, pero yo soy la campeona.
No creía que pasara nada porque decoraran un árbol juntos. Sus ojos se entretuvieron en el revuelto pelo oscuro y en las mejillas sonrojadas por el esfuerzo de cargar con aquel árbol de dos metros de alto hasta el apartamento. Estaba maravilloso.
A su vez, Nicholas se quedó mirando su atuendo de alegres colores, entreteniéndose en su amplio escote y la triple cadena de oro que rodeaba su cuello.
—Estás muy guapa, _____.
—Gracias.
¿Por qué se estaba sonrojando como una de sus alumnas de primer curso? Los hombres ya le habían hecho cumplidos otras veces. Azorada, cambió de tema.
—Este árbol tiene una forma bonita, pero espero que no manche la moqueta de resina.
—¡Arriba! —él se apresuró a levantar el tronco del suelo y pasó la mano por la parte del corte—. No parece que rezume. Seguramente es porque lo cortaron hace días. A sólo dos días de Navidad, prácticamente los estaban regalando —le explicó con una sonrisa inocente—. Nunca he conseguido resistirme a una ganga.
«Por eso estamos aquí los dos hoy», pensó _____.
—Es muy bonito —dijo en voz alta—, pero no tengo absolutamente nada para sujetarlo. ¿Cómo nos las vamos a arreglar?
—Que no cunda el pánico. ¿Puede acaso aparecer sin su equipo correspondiente el campeón del mundo de decoración de árboles? Por ahora, lo dejaremos apoyado en el mostrador.
Hizo descender suavemente el pino, pero cuando soltó el tronco, el árbol se deslizó hacia un lado y _____ se lanzó hacia adelante para impedir que cayera. Los dos agarraron el tronco a la vez y cuando sus manos se tocaron, ella sintió algo parecido a una descarga eléctrica. Apartó rápidamente la mano mientras él enderezaba lentamente el árbol, sin apartar los ojos de ella.
—En seguida vuelvo —dijo él en voz baja, y ______ asintió con la cabeza, sin atreverse a pronunciar palabra.
Nicholas había arrojado sobre ella un intenso hechizo. ¡Hasta el más mínimo roce podía dejarla convertida en temblorosa gelatina! Él salió otra vez del apartamento y, mientras estaba fuera, cientos de preguntas acudieron a la mente de ______. ¿Por qué había comprado el árbol? ¿Había pretendido compartirlo con ella deliberadamente o tan sólo había dado la casualidad de que ella estaba en casa?
Haciendo un esfuerzo, trató de asumir de nuevo su resolución de la tarde anterior, pero, de alguna forma, viéndose allí de pie, ataviada con aquel traje festivo delante del árbol de Navidad que había comprado él, lo único que logró sentir fue una sensación de calidez que cada vez se iba haciendo más intensa en su interior. Tal vez estaba sintiendo por fin el espíritu navideño, tal vez sólo se trataba de eso. «Sí, claro. ¡No te engañes!», dijo una vocecilla en su interior.
—Creo que no se me ha olvidado nada —anunció Nicholas mientras entraba de nuevo en la casa con una gran bolsa y un haz de leña.
—¿Cómo has podido transportar todo eso en tu moto? —le preguntó ella, asombrada.
—La bolsa y la leña las até en el asiento de atrás, y el árbol lo sujeté a un lado horizontalmente. Me sentía un poco como uno de los caballeros del rey Arturo sobre mi caballo negro, la verdad —sonrió irónicamente—. ¿No tendrá algún dragón por ahí que quiera que mate, mi dama?
_____ sacudió la cabeza.
—Ha sido un mal año para los dragones. Sin embargo, dispongo de un delicioso néctar para cuando acabemos de decorar el árbol, mi señor —señaló su copa vacía, que estaba junto a la mecedora.
—¡Entonces, manos a la obra! —Nicholas dejó la bolsa en el suelo y llevó la leña junto a la chimenea—. Pero antes vamos a encender un buen fuego —añadió, quitándose la chaqueta de pana y arrodillándose delante de la chimenea.
Abrió la compuerta y miró con ojo crítico los troncos artificiales medio chamuscados.
—Nunca me han gustado estas cosas —murmuró, ensuciándose las manos de hollín al sacar los troncos y colocarlos en el extremo más alejado del hogar.
Desató rápidamente la leña que había llevado él, tomó un trozo de periódico y, al cabo de unos minutos, había encendido un alegre fuego.
—Ya está. Tendríamos que haber hecho esto hace mucho tiempo —dijo con tono de evidente satisfacción.
_____ lo contempló mientras la cálida luz del fuego suavizaba las líneas de su rostro, y sintió un súbito anhelo de protección. Se dio cuenta de que su necesidad de dar, de compartir, estaba ahogando toda su cautela. Habría sido muy fácil salvar la corta distancia que los separaba y permitir que sus dedos aliviaran la tensión de los amplios hombros agachados sobre las llamas…, pero se contuvo. ¿Era Nicholas capaz de devolver su amor con la entrega total que ella necesitaba para sobrevivir? Necesitaba tiempo, tiempo para averiguarlo.
—¡Villancicos! —dijo Nicholas súbitamente, haciendo chasquear los dedos y poniéndose en pie—. Estoy casi seguro de que tenía una cinta de villancicos —se volvió hacia ella con expresión preocupada—. ¿Te gusta la música navideña?
—Es mi favorita —dijo ____ riéndose, pensando que parecía un niño pequeño.
—Bien.
Desapareció en su dormitorio y regresó con un radio-cassette y una cinta. Un instante después la voz de Bing Crosby cantando Navidades blancas hizo desaparecer los últimos vestigios de melancolía del apartamento. ____ se puso a tararear, anticipando… ¿qué? Centró su atención en el árbol y trató de no pensar.

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"Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA - Página 4 Empty Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA

Mensaje por heyitsnicktanii Miér 29 Feb 2012, 12:40 am

—Ahora establezcamos las bases para la competición de decoradores de árboles —Nicholas se sentó en el suelo para instalar la base del árbol—. ¿Quieres hacer el favor de traer el árbol, ____?
Ella alzó el fragante pino y lo encajó en el anillo de la parte superior del bastidor, plenamente consciente de la cabeza de Nicholas estaba a escasos milímetros de su muslo. Se aclaró su delatora ronquera.
—Muy bien. Las luces son un efecto combinado, pero después de eso, repartiremos los adornos entre los dos y cada uno se encargará de decorar una mitad del árbol, y Sigmund juzgará los resultados. ¿Te parece bien?
—Me parece bien —asintió _____ gravemente.
—Es lo más apropiado —dijo él con similar gravedad.
Mientras juntos desenredaban las dos tiras de bombillas, ____ vislumbró con el rabillo del ojo una mancha borrosa de color azul y rojo, con alas doradas.
—¡Sigmund! —gritó con súbita aprensión, dejando caer las luces al suelo, pero fue demasiado tarde.
El gran pájaro rodeó el árbol una vez, y luego se posó en las ramas superiores cual si fuera un gigantesco adorno. Si hubiera tenido las raíces hundidas en la tierra de un bosque, tal vez hubiera podido sostenerlo, pero el endeble bastidor de metal no ofrecía suficiente base para su considerable peso. El árbol se tambaleó mientras el indignado Sigmund regresaba volando y graznando a la mecedora. Unas garras heladas oprimieron el corazón de ____ mientras se lanzaba a enderezar el árbol, preguntándose si Sigmund no habría echado a perder el ambiente navideño que había empezado a formarse entre ellos.
—Por lo menos no había agua en el bastidor —dijo Nicholas, riéndose, mientras se agachaba para revisar los tornillos que anclaban el árbol.
—Nick, lo siento —gimió ella, mirando si se había roto alguna rama.
—La verdad es que ha sido una reacción perfectamente natural por su parte —dijo Nicholas, y ____ percibió con sorpresa el tono amistosamente comprensivo de su voz. ¡Ella creía que odiaba a Sigmund!
—Árboles y pájaros van juntos, eso es todo. Pero tal vez sea mejor que le metas otra vez en la jaula por el momento, de todas formas.
—Por supuesto.
Consiguió que Sigmund se le subiera al brazo y se fue con él a su dormitorio.
—Nick, ¿te importaría traerme la bolsa de cacahuetes dulces? —exclamó desde allí mientras pugnaba por convencer a Sigmund de que aceptara el confinamiento forzado.
Por mucho que intentara hacerlo entrar por la puerta, el pájaro siempre conseguía agarrarse al exterior con el pico o la garra.
—¿Por qué? ¿Te ha dado un ataque repentino de golosinería? —preguntó Nicholas mientras entraba en la habitación con la bolsa en la mano.
—Es para Sigmund —le explicó ella sin dejar de luchar con el ave—. Si le pongo unos cacahuetes en la jaula, a lo mejor consigo que se meta.
—¿Le gustan estas cosas?
—Le encantan. Ponme unos pocos en la mano.
Extendió un brazo hacia atrás y sintió cómo Nicholas le echaba unos cuantos cacahuetes en la mano. La retiró rápidamente de su cálido contacto mientras Sigmund la contemplaba con sus brillantes ojos amarillos.
—Muy bien, Sigmund, esto es una pequeña treta para conseguir que te metas en la jaula. Tú lo sabes y yo lo sé, pero funciona, ¿a que sí?
Dejó caer los dulces uno a uno en su pocillo, asegurándose de que Sigmund oyera bien el ruido que hacían. Sigmund le lanzó una larga mirada, y luego saltó al suelo de la jaula y sacó uno de los dulces con el pico. Silenciosamente, _____ cerró la puerta de la jaula y se puso en pie.
—¡Vaya! —exclamó Nick—. ¡Le gustan!
Bajó la mirada hacia ______; sus ojos tenían una expresión de indulgente jocosidad y de algo más…, algo que hizo que ella contuviera el aliento.
—Es una auténtica maravilla ese pájaro que tiene usted, señorita.
—Lo quiero muchísimo —confesó ella; deseaba que ____ supiera lo mucho que Sigmund significaba para ella. La respiración se le hacía cada vez más difícil al recordar la última vez que habían estado juntos en aquella habitación.
—Lo sé —murmuró Nicholas y le rozó suavemente los labios con las yemas de los dedos.
Ella entrecerró los ojos, esperando un beso que no llegó.
—Vamos a decorar el árbol —dijo él con un sospechoso temblor en la voz.
Hombro con hombro, se pusieron a trabajar en la sala iluminada tan sólo por el resplandor multicolor de las luces del árbol y el brillo anaranjado del fuego. Volvieron a poner la cinta de Nicholas, sin importarles la repetición de los villancicos que surgían del radio-cassette.
—Ya casi he terminado —anunció ____ mientras acababa de poner un carámbano artificial en el extremo de una rama—. El tiempo también cuenta, ya sabes.
—¿Ah, sí? —replicó Nick con fingida angustia—. ¡Entonces olvidemos las reglas!
Se puso a colocar los carámbanos por puñados en su lado del árbol.
—¡Para! ¡No puedes hacer eso! —riéndose, dio la vuelta al árbol y lo sujetó del brazo—. Así queda espantoso —lo reprendió, quitándole los carámbanos—. Creo que has perdido.
—¿Y qué pasa con la penalización por agarrar? —dijo él, mirando significativamente la mano de ____. Ella lo soltó de inmediato.
—Ummm…, me parece que la competición ha quedado en empate —murmuró mirando subrepticiamente a Nicholas.
—Tienes miedo de pagar la multa —aventuró con una expresión maliciosa en los ojos.
—¿Cuál es?
—Sólo un beso —dijo él con naturalidad, pero el tono ronco de su voz traicionaba la emoción que estaba tratando de disimular.
—¿Ah, eso es todo?
Ella intentó parecer tan fría como Nicholas. No iba a ser él el único que jugara. Poniéndose de puntillas le dio un breve beso en la mejilla.
—Ya está. Multa pagada.
—No del todo —dijo él en voz baja, rodeándola con los brazos—. Al fin y al cabo, la tuya ha sido una infracción grave. El castigo debe estar acorde con la falta —murmuró antes de que sus labios se posaran sobre los de ella y sus brazos se tensaran atrayéndola con fuerza hacia su cuerpo.
Su asalto fue rápido, exigente y, con similar rapidez, _____ sintió cómo se abrían de par en par las compuertas de su anhelo contenido, inundándola de un ardiente deseo. Su boca se abrió plenamente antes de que la lengua de Nicholas iniciara su empuje y arqueó su cuerpo trémulo contra él mientras le rodeaba la cintura con los brazos, urgiéndolo a apretarse más contra ella.
Con un gruñido ahogado, Nicholas enredó sus dedos en la masa de rizos dorados, acunó su cabeza y profundizó el beso, explorando la húmeda suavidad de su boca con la lengua. ____ sintió cómo prendía un fuego salvaje en su interior y se retorció contra él, deseándolo, amándolo, odiando la ropa que separaba sus cuerpos anhelantes.
Nicholas retiró la boca y le cubrió el rostro y la garganta de besos.
—Tentadora —carraspeó hoscamente—. Ese traje rojo me ha convertido en un toro rabioso…, ¿no lo sabías? Dios, _____, cómo te deseo, cómo te he deseado desde la primera vez que te vi, aquí de pie, ataviada con ese suéter impresentable, condenadamente beligerante ante la perspectiva de vivir conmigo.
—Tenía miedo, Nicholas —murmuró ella contra su mejilla—. Y todavía lo tengo.
—No lo tengas. No te haré daño.
Sentía su aliento ardiente contra la garganta y sus manos se deslizaron por debajo de la blusa roja, desabrochándole el cierre del sujetador.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó ella ahogadamente mientras su cuerpo se rebelaba contra cualquier restricción.
Su mente deseaba creer que podía confiar en él. No podía negarle lo que deseaba, lo que ella deseaba también, pero ansiaba seguridad, aunque luego resultara ser falsa.
—Siente lo que está sucediendo entre nosotros y dime que es malo.
—Sabes que no puedo decir eso.
—Entonces deja que suceda. ¿Cómo puede ser algo tan maravilloso malo para ti? Te siento temblar, ____, y sé que tú también me deseas —le puso la mano suavemente sobre el pecho—. Puedo sentir tu corazón latiendo enloquecido, como el mío —sus dedos juguetearon con el endurecido pezón—. Dime que me deseas, _____ —la miró a los ojos, inundados de amor—. Lo único que quiero de regalo de Navidad es oírtelo decir.
—Te deseo, Nick, pero… —susurró ella—. Pero…
—No, no más palabras —posó levemente el dedo sobre sus labios—. No más bucear en nuestras almas, _____. Nada de promesas, ni de compromisos. Sólo esta noche.
Ella tragó saliva, como si quisiera librarse de las palabras de amor que había estado a punto de pronunciar. Él no estaba preparado para oírlas, tal vez habría pensado que no eran ciertas. «Pero sí que te amo», deseó gritarle, «¡Es algo real!». Sin embargo, las palabras se quedaron en su garganta mientras él cubría su boca y la hacía descender lentamente sobre la moqueta. Las lucecillas del árbol de Navidad danzaban sobre las cadenas de oro de su collar cuando él se los desabrochó y los dejó en el suelo.
—Te quiero libre de todo adorno —susurró—. Quítate los pendientes.
Ella obedeció y los dejó junto a las cadenas. Él la desvistió lentamente, quitándole la blusa por encima de la cabeza y apartando el sujetador hasta dejar expuesta la parte superior del cuerpo a su ardiente mirada.
_____ esperó entonces que la tocara, deseó que le acariciara los pechos palpitantes, pero él centró su atención en una de sus doradas sandalias y se la quitó con morosidad, mientras ella clavaba las uñas en el suelo, loca de impaciencia. Perezosamente, él pasó la lengua por el arco de su pie, y ella se retorció sin poderlo evitar.
—¿Cosquillas? —preguntó riéndose mientras le quitaba la otra sandalia.
—Sí.
—Bien —se movió hacia arriba y sus dedos encontraron la cintura de sus amplios pantalones—. Eso significa que todas tus terminaciones nerviosas están en buen funcionamiento.
Diestramente la despojó de sus últimas prendas y ella quedó tumbada ante él, bañada por la luz suave del árbol de Navidad.
El ruido que hizo Nicholas al contener el aliento fue lo único que rompió el silencio, mientras ella contemplaba cómo los ojos de éste recorrían su piel arrebolada. Pareció transcurrir una eternidad llena de tensa emoción. Finalmente, con las yemas de los dedos él comenzó a trazar lentos círculos a lo largo de sus brazos, sobre sus pechos, por su abdomen, en sus muslos, acariciándola hasta que su respiración se hizo entrecortada.
—Estabas encantadora esta noche con tu traje escarlata —murmuró él, con voz llena de deseo—. Pero así es cómo deseaba verte.
Ella lo miró a la cara y vio las llamas de la chimenea reflejadas en sus pupilas oscurecidas por la pasión. Cuidadosamente, trazó con el dedo la línea de su boca y sonrió cuando él lo atrapó entre los dientes.
—¿Muerdes?
—Sí —respondió él sin soltarle el dedo, que mantenía prisionero—. Pero no dedos.
Tras soltarla, bajó la boca hasta su pecho, arrancando a Stephanie un gemido de placer. Mientras la boca de Nicholas seguía jugando sobre su seno, una mano se acercaba cada vez más a la fuente de su placer y ella arqueó instintivamente las caderas en un gesto de invitación.
—¿Qué deseas, _____? —susurró él, sonriendo, contra su piel sedosa—. Muéstramelo.
El rubor inundó las mejillas de _____ mientras Lloyd alzaba la cabeza para mirarla a los ojos.
—Muéstramelo,____ —repitió él mientras sus dedos seguían trazando un hipnotizante círculo en torno al centro de su placer.
Sonrojándose aún más intensamente, ella le tomó la mano y la guió hasta donde aquel palpitante anhelo se hacía más intenso, librándose al hacerlo de los últimos vestigios de vergüenza.
—Sí —susurró Nicholas, cubriendo su boca con la de él y haciendo estremecerse de placer el ardiente cuerpo de ____ con caricias.
Gimiendo, ella trató de despojarle de la camisa con dedos torpes, impaciente como estaba por obtener todo lo que él podía ofrecerle.
—Tranquila —dijo Nick, riéndose—. No puedo permitirme el lujo de que me destroces la ropa. Mejor déjame que lo haga yo esta vez. La próxima lo harás tú, si estás dispuesta a ser cuidadosa.
Él se apartó y se puso en pie. _____ experimentó entonces una intensa sensación de pérdida.
—Nick, te deseo tanto… —confesó mientras contemplaba cómo se quitaba la camisa y se desabrochaba el cinturón.
—Lo sé, pero no más de lo que te deseo yo a ti. ¿Cómo puede alguien parecer tan inocente y tan sexy al mismo tiempo?
Le sonrió mientras ella devoraba con la mirada el porte orgulloso de su pecho cubierto de vello oscuro, los tensos músculos de su vientre y su prominente masculinidad, que anunciaba a las claras su intenso deseo.
Cuando se arrodilló a su lado, ella alargó la mano para acariciarlo. Él dejó escapar un suave gemido de placer al tumbarse junto a ella; las manos de _____ recorrieron su cuerpo sin traba alguna, procurándole tanto placer como él le había ofrecido a ella, haciéndole estremecerse convulsivamente bajo sus atrevidas caricias.
—No puedo aguantar mucho más esto, _____ —le advirtió él con voz ronca, rodando sobre su cuerpo para quedar de cara a ella—. Ven aquí, muñeca.
La mano de Nicholas volvió a posarse sobre el núcleo de su placer y ella se arqueó, deseando más, deseándolo todo.
—Yo tampoco puedo resistir mucho más —jadeó mientras la lengua de Nicholas recorría la parte interior de su muslo, moviéndose lentamente hacia arriba. Cuando su lengua sustituyó totalmente a los dedos en su ritmo palpitante, ella gritó, incapaz de dominar por más tiempo su voz—. ¡Nicholas, por favor, ahora!
—Sí, ahora —murmuró él mientras ella sentía su invasión y alzaba gozosamente el cuerpo para facilitársela.
Después de unos pocos y poderosos empujes, Nicholas se detuvo, y ella supo que estaba manteniendo un férreo dominio de sí mismo, deseando que ella alcanzara también el máximo placer. Moviéndose debajo de él, aferró con fuerza sus firmes nalgas y lo apremió a seguir, consciente de que su propia y explosiva respuesta tardaría pocos segundos en llegar. Con un grito ahogado, él arremetió de nuevo una y otra vez, y ella gritó su nombre al sentir que la presión que se había ido formando en su interior estallaba finalmente y que una oleada de sensaciones la arrastraba, igual que a él, a quien sentía temblar sobre su cuerpo, jadeando su nombre.
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Mensaje por heyitsnicktanii Miér 29 Feb 2012, 1:17 am

Capitulo 6

El ruido de madera golpeando contra metal despertó a ____. Apartando una mullida manta de piel que tenía una textura vagamente familiar se incorporó y vio a Lloyd, vestido sólo con los pantalones, tratando de reavivar el fuego a partir de los calientes rescoldos.
—Me siento como una mujer de las cavernas —le dijo a su espalda desnuda mientras se subía la negra manta hasta los hombros—. ¿Necesitamos el fuego para mantener alejados a los tigres?
—Supongo que te he despertado con tanto ruido —se volvió para sonreírle; un oscuro mechón de pelo trazaba una diagonal sobre su frente—. La verdad es que quería que te despertaras.
—¿Ah, sí? —ella arqueó una ceja y sonrió sugestivamente.
—Y no por la razón que estás pensando, lista —dejó el fuego y se acercó a ella a cuatro patas—, aunque la idea también tiene sus alicientes. Me apetece respirar un poco de aire fresco, vamos a dar una vuelta por los acantilados.
—¿Ahora? —Stephanie miró hacia la oscuridad que se extendía más allá de las puertas correderas—. Deben ser las tres de la madrugada.
—Las dos y media, para ser exactos. Precisamente por eso. No habrá nadie fuera.
—Nadie excepto los atracadores y los violadores, querrás decir.
—Nadie nos molestará, ____ —dijo él pacientemente y, al contemplar sus músculos duros como la roca bañados por el débil resplandor del fuego, ella se sintió un poco más tranquila.
—¿Practicas kárate?
—Judo, pero nunca he tenido que usarlo. Venga, vamos a salir antes de que se ponga la luna.
—Muy bien.
Impulsivamente, se puso en pie, y luego se sonrojó al darse cuenta de que no llevaba nada puesto.
Los ojos de Nicholas ardieron como las brasas del fuego.
—Aunque, pensándolo mejor, tal vez podríamos discutir la segunda posibilidad, ahora que estás despierta.
—Ni lo sueñes, nos vamos de paseo —dijo ella firmemente, poniéndose fuera del alcance de su mano extendida—. Antes de que se ponga la luna. Luego ya hablaremos de la otra posibilidad.
—¡Entonces sal de mi vista y deja de provocarme! —exclamó él juguetonamente, y ella corrió a su dormitorio para ponerse unos téjanos y una camisa de franela.
Mientras se estaba cepillando el pelo, _____ se quedó un momento inmóvil, estudiando los ojos chispeantes y las mejillas sonrojadas de la mujer del otro lado del espejo. Se había rendido a las exigencias de Nicholas, y a las suyas propias, reconoció, y se sentía como una niña con zapatos nuevos.
Sin embargo, Nicholas no había hablado de amor. ¿Hasta dónde los llevaría la atracción física que sentían? Ella había puesto en peligro sus propios planes aquella noche, había destruido cualquier esperanza de una relación impersonal. Lo estaba arriesgando todo en aras de la posibilidad de que Lloyd llegara a amarla tanto como ella a él.
—Buena suerte, _____ Collier —susurró.
Tras ponerse el chubasquero verde, volvió a la sala de estar, donde la esperaba Nicholas con la chaqueta de pana en la mano, admirando el árbol.
—Muy buen trabajo —dijo en tono pomposo, mientras rodeaba el aromático pino—. Un trabajo auténticamente profesional.
—Estoy de acuerdo —dijo _____—. ¿Pero qué lado es más profesional?
—Es difícil de decir —replicó él, tomándola entre sus brazos—. La verdad es que no se nota dónde acaba una mitad y empieza la otra.
—Entiendo lo que quieres decir —dijo ella en un susurro antes de que la boca de Nicholas reclamara la suya. Luego él la soltó y la miró, sonriendo, a los ojos.
—Vamos a dar ese paseo —dijo en voz baja, y ella asintió, impaciente por conocerlo mejor.
La tomó de la mano, entrelazando cómodamente los dedos entre los suyos mientras bajaban corriendo las escaleras. Llegaron jadeando y riéndose al final de los cuatro pisos. Corriendo como niños, atravesaron la calle desierta y el húmedo césped del parque hasta detenerse en el muro bajo de piedra que separaba el parque de los acantilados.
Una media luna colgaba del horizonte y su luz dejaba un sendero plateado sobre el agua oscura que tenían delante. _____ contempló cómo el sendero temblaba y se deshacía cada vez que las olas chocaban contra los acantilados, a sus pies.
—Resulta un poco inquietante —murmuró, apretándose contra el reconfortante cuerpo de Nicholas.
—Puede llegar a ser muy peligroso si no tienes cuidado —convino Nicholas, soltándole la mano para tomarla bajo su brazo—. Somos animales terrestres, al fin y al cabo. El océano no es nuestro entorno natural.
—Debe ser emocionante bucear.
—Sí —su voz la envolvió, rica y cálida—. Penetrar en ese mundo prohibido constituye un reto maravilloso al que yo no he conseguido resistirme nunca, desde que era un niño.
Se quedó mirando fijamente la gran extensión de agua, como si de alguna forma quisiera pasar a formar parte de ella.
—¿Así que siempre quisiste ser oceanógrafo?
—Siempre quise hacer algún tipo de carrera relacionada con el océano, y al final escogí ésta.
—Así que conseguiste una beca después de acabar el bachillerato y seguiste estudiando hasta hacer el doctorado, sin apartarte nunca de tu objetivo, ¿no?
Se había imaginado su planteamiento vital unidireccional y se preguntó si su suposición sería correcta.
—No del todo.
La mandíbula de Nicholas se tensó a la luz de la luna y éste retiró el brazo de su hombro.
—Vamos a pasear —dijo secamente, y la tomó de la mano con aire distraído.
Había puesto el dedo en alguna llaga, ____ estaba segura. Esperó que se abriera a ella y se lo contara, que le confiara sus secretos. Su siguiente pregunta la pilló totalmente desprevenida, tan lejos de sus pensamientos estaba.
—Sé que es un poco tarde para preguntártelo, pero ¿por causalidad tomas la píldora?
—Sí, la tomo —susurró ella.
—¡Menos mal!
Su evidente alivio la hizo sentir una leve punzada de disgusto. No quería complicaciones con ella, era evidente.
—Supongo que, siendo una mujer soltera en California, era lo lógico —siguió él— pero no tendría que haberlo dado por supuesto.
—¿Y eso qué significa? ¿Insinúas que me acuesto con todo el que se me presenta? —la magia de la noche estaba comenzando a disolverse rápidamente, y el dolor y la ira ocupaban su lugar—. Para tu información, te diré que la tomo principalmente porque me regulariza el ciclo.
No tenía por qué contarle lo de Gary: que éste le había exigido que la tomara en un principio. Y cuando la había dejado, ella había seguido tomándola por costumbre y porque hacía que su ciclo fuera más previsible.
—No tienes por qué justificarte conmigo, _____. Me alegro mucho de que la tomes y espero que no te hayas olvidado de hacerlo hoy.
—No, no me he olvidado —dijo ella sombríamente.
Una gran ola fue a estrellarse contra las rocas al pie de los acantilados, esparciendo una lluvia de gotas como lágrimas iluminadas por la luna.
—Al menos uno de nosotros ha sido responsable —sus palabras golpearon en el corazón de ____—. Yo también habría tenido que tomar precauciones, pero está claro que un idiota no aprende nunca.
Su amargura la hizo detenerse en seco. Se volvió hacia él.
—¿No estás siendo demasiado duro contigo mismo? No habíamos planeado lo de esta noche.
¿O sí? ¿Lo habría planeado él? La luz de la luna se astilló como el cristal ante sus ojos, súbitamente húmedos.
—¿O era planeado, Nick? —le preguntó en voz muy baja.
Él le tocó la mejilla, arrastrando una sola lágrima con su pulgar.
—Eh, lo siento, muñequita —dijo suavemente—. Creo que he sido un poco brusco contigo.
Alzó la otra mano para tomar su rostro.
—Para responder a tu pregunta, no, no he planeado realmente lo de esta noche, pero…
—¿Pero qué, Nicholas?
—Pero no sería muy sincero contigo si te dijera que era lo más alejado de mi mente. Cuando pasé por el puesto de árboles de Navidad al ir hacia casa, pensé en ti. ¿Una locura, no?
—Para mí no. Me encantan los árboles de Navidad.
Él le acarició los pómulos con los pulgares y, lentamente, ella sintió que su enfado se desvanecía.
—De alguna forma, lo sabía, así que decidí llevarte uno. Había pensado decorarlo y darte una sorpresa cuando llegaras, si no hubieras estado en casa. Y si estabas, y esperaba fervientemente que estuvieras, podríamos decorarlo juntos.
—¿Y eso es todo? —no pudo evitar preguntar ella.
—Bueno, no todo.
—¿Qué más? —una sonrisa se abrió paso hasta las comisuras de su boca.
—Después de decorarlo, pensé que podríamos sentarnos delante del fuego, disfrutar de las luces del árbol y… charlar.
Esbozó la expresión inocente del niño que se acaba de comer la última galleta de la caja.
—¡Nick! ¿Habías planeado toda una campaña, verdad?
—Bueno, había estado tramando un poco, pero ¿qué hay de tu responsabilidad en el asunto? ¿Qué hay del espectáculo que me tenías preparado, con joyas y sandalias doradas, nada más y nada menos? Si quieres mantenerme a distancia, te sugiero una bata deshilachada y unas zapatillas mugrientas que hagan slip-flop cuando andes.
—¿Con eso basta para desanimarte?
—Puede que hubiera bastado en un principio, aunque ahora ya ni siquiera eso. Ahora ya sé lo que se ocultaba bajo la bata.
La miró lascivamente y la atrajo hacia él, frotando las caderas contra su cuerpo.
—¡Nicholas Jonas, estamos en público! —protestó ella, tratando inútilmente de zafarse.
—¿Público? ¿Dónde? —hizo un ademán exagerado de otear los alrededores—. Pues no. Mi público ha desaparecido.
—Excepto yo —dijo _____, riéndose y apretándose contra su pecho.
Había recuperado su buen humor, pero algo que Nicholas había dicho seguía dando vueltas en su cabeza. Algo acerca de que «un idiota no aprende nunca». ¿A qué se refería? Titubeó, pues no quería destruir el plácido silencio, pero la pregunta fue haciéndose más insistente, hasta que ya no pudo dominarse.
—Nick…, hace un rato has dicho que… que «un idiota no aprende nunca».
Sintió cómo se ponía rígido entre sus brazos, y notó cómo alzaba la cabeza y se quedaba mirando el rítmico oleaje.
—Fue hace mucho tiempo, _____.
—Pero no lo has olvidado, ¿verdad?
—No.
Dejó caer el brazo y apartó el rostro para mirar de nuevo hacia el océano.
—Por favor, cuéntamelo, Nick.
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Mensaje por heyitsnicktanii Miér 29 Feb 2012, 1:23 am

La petición había sonado demasiado intensa, y _____ se mordió el labio. Su formación de psicóloga funcionaba muy bien… hasta que se enfrentaba con sus propios problemas. Tendría que haber adoptado un tono bien modulado, un levemente desinteresado «¿te gustaría hablar de ello?». Observó el gesto beligerante de LNicholas y se preguntó si lo habría echado todo a perder.
—Muy bien.
La línea de su mandíbula se suavizó, y sus hombros se hundieron un poco. Ella sintió su dolor, pero también algo más importante: confianza. Suspiró, sabiendo que le estaba ofreciendo un regalo más precioso que todos los árboles de Navidad del mundo.
Las palabras salieron lentamente al principio, ásperas, mientras buscaba la forma de contar una historia que nunca había contado del todo.
—Fue mi último año de bachillerato. Y también el de Jewel. Ya habrás oído la historia otras veces, la reina de las animadoras y el capitán del equipo de béisbol son una pareja tradicional. Éramos dos animales jóvenes y sanos que experimentan el amor físico por primera vez. Yo tenía grandes planes para la universidad, estaba ahorrando dinero y trabajando para conseguir esas becas de las que hablabas antes. Se lo conté a Jewel. Le pedí que tomara la píldora, hasta le pagué la consulta del médico para que le extendiera la receta. ¡Incluso llegó a enseñarme esas malditas pastillas!
—¿Pero no se las tomó?
—Ni una. Tenía tantas ganas de casarse que no reparó en los medios para hacerlo. Fue lo que me dijo cuando me anunció que estaba embarazada.
—Actualmente, Nicholas, hay otras alternativas aparte del matrimonio para un caso así —dijo ella con suavidad.
—Para mí no. Al principio me puse furioso, quería matarla, pero luego se me ocurrió pensar que dentro de ella estaba mi hijo, que era suyo también. Tendría que casarme con ella, tenía que proteger aquella parte de mí que estaba creciendo en su interior. Ya sé que es una forma medieval de ver las cosas, e intenté convencerme de que no tenía sentido una vida así pero no pude. Nos casamos en junio.
—¿Y el niño?
Él se rió secamente.
—Eso es lo gracioso del asunto. Lo perdió en julio. Tendría que haber solicitado el divorcio inmediatamente, pero ella hizo un gran espectáculo de su dolor; no dejaba de llorar por el niño y, dado que yo tampoco me sentía muy bien precisamente, creí que me necesitaría para atravesar aquellos momentos malos. Me quedé, mantuve mi trabajo de encargado en unos grandes almacenes y deseché mis planes de matricularme en la universidad en otoño. Cuando llegó el segundo semestre, ella parecía estar de mejor ánimo, así que le anuncié que me iba para matricularme en la universidad. Entonces fue cuando se empleó a fondo e incluso se ofreció a trabajar para pagarme las clases.
—Eso parece bastante poco egoísta —reconoció ____, aunque deseaba odiar a aquella mujer.
—Eso pensé yo también. Sabía que no la amaba, pero ella parecía amarme por los dos y resultaba tan conmovedora, sollozando y suplicándome que no me fuera… Tuvimos una larga conversación aquella noche y le dije que cuando acabara la carrera, quería formar una familia. El haber vislumbrado la paternidad me había causado una gran impresión, y deseaba tener hijos. Ella aceptó. Habría aceptado cualquier cosa.
—Nick… —le tocó el brazo y notó que estaba temblando—. ¿Tienes hijos?
Tenía que saberlo.
—No.
El corazón de ____ se encogió ante el pesar que había detectado en su voz, pero al mismo tiempo una brisa de alivio atravesó su conciencia. Los niños constituían un vínculo entre dos personas y, en aquel momento, ella no deseaba que Nicholas tuviera vínculo alguno con su antigua mujer.
—Cuando conseguí mi título de doctor, volví a plantearle el asunto, pero ella siempre tenía algún motivo para no empezar. Primero porque necesitábamos antes una casa, luego una piscina, después un coche nuevo… Finalmente me confesó la verdad, una noche que se había tomado algunas copas de más. No quería niños, nunca los había querido. «Los embarazos echan a perder la figura de una mujer», me dijo. La única razón por la que se había quedado embarazada la primera vez había sido para asegurarse de que no me iría. Y en aquel momento creía que ya me tenía suficientemente atrapado con nuestras posesiones materiales y nuestro estilo de vida. Me juró que me dejaría sin un céntimo si la abandonaba. Lo hice y ella también cumplió su amenaza; el resto ya lo sabes.
Durante toda la explicación le había dado la espalda a ______.
—Nick, lo siento mucho.
_____ le rodeó la cintura con los brazos y posó la mejilla sobre su espalda. Durante un instante, él se quedó rígido, con los brazos colgando a sus costados. _____ siguió abrazada a él, comunicándole silenciosamente su amor, esperando.
Muy despacio, la tensión lo fue abandonando y finalmente se dio la vuelta y alzó las manos para tomar entre ellas el rostro de ____
—Yo también lo siento, ____. He dejado que esos recuerdos ensombrezcan nuestra felicidad de esta noche.
La brisa marina llegó al olfato de ____ y le agitó el mechón de pelo oscuro a Nicholas. Ella sintió que su gozo crecía con la calidez de los ojos de Lloyd, que estudiaban su rostro, trazando la línea de pecas que cubría su respingona nariz.
—Pareces una versión rubia de Annie la Huerfanita, ¿lo sabías?
Su cálida sonrisa hizo encogerse de anhelo el corazón de Stephanie.
—¿Por qué crees que llevo el pelo así? —dijo ella en broma, tratando de mantener un tono de voz desenfadado.
—Bueno, puede que yo no sea Papaíto Warbucks, pero me gustaría llevarte a casa —susurró él, cubriendo de leves besos su rostro.
—Convénceme —dijo ella seductoramente, humedeciéndose con premeditación los labios.
Con una sonrisa, él capturó su boca sonriente y ______ le respondió con una explosión de pasión que la sorprendió a ella misma. Trató de pegar hasta el último centímetro de su cuerpo menudo contra los firmes contornos de Nicholas, frotándose llena de sensualidad contra él hasta hacerle protestar.
—Para un poco, ¿quieres? —le dijo, riéndose contra su mejilla—. ¿Cómo quieres que te lleve a casa si ni siquiera puedo caminar?
Ella podía sentir la turgencia de su masculinidad contra la cadera y se dio cuenta de la realidad de su afirmación. Sonriendo provocativamente, retrocedió.
—¿Y correr, puedes? —lo retó.
Y, de pronto, giró sobre la húmeda hierba y echó a correr velozmente hacia la calle iluminada por las farolas. Oyó los rápidos pasos de Nicholas tras ella y aceleró la marcha, logrando cruzar el asfalto antes de que una fuerte mano le rodeara la cintura y de encontrarse otra vez entre los brazos de Nicholas.
—Pero… ¡si ni siquiera estás sin aliento! —dijo ella, jadeante.
—Gracias a una vida sana —replicó él, sonriendo irónicamente—. Y ahora vamos adentro, antes de que hagas que me detengan. ¿No se te ha ocurrido pensar lo que puede haberle parecido esta pequeña escena a un policía?
—No —bajó los ojos, apesadumbrada. Cuando los volvió a alzar, una luz maliciosa danzaba en sus profundidades—. Pero habría ido a verte a la cárcel.
—¡Arriba inmediatamente, desvergonzada! —le dio una sonora palmada en el redondeado trasero y, mientras subían las escaleras, _____ era muy consciente del punto exacto donde él tenía clavada su mirada.
El árbol de Navidad inundaba la habitación con su aroma a bosque, ____ respiró hondo mientras entraba. Las bombillas multicolores colgaban de las oscuras ramas y el aire que entraba por la puerta abierta hacía temblar los carámbanos que pendían en resplandeciente profusión por el lado de Lloyd y cual delicadas filigranas por el de ____.
—Desde luego, a mí no me resulta difícil decir en qué lado «arrojaste» tus carámbanos —comentó ella escuetamente.
—La Navidad es época de abundancia, ¿no lo sabías? —replicó él.
—Pero en el caso de los carámbanos, menos es más —alargó una mano para sacar un desordenado matojo de cintas plateadas—. ¿De qué te ríes?
Él estaba mirándola con las manos en las caderas y una amplia sonrisa en el rostro.
—Esta es la misma discusión que mi padre y mi madre tenían todos los años. Ahora me doy cuenta de lo mucho que debían divertirse.
____ sonrió también, y luego se puso seria.
—Has dicho «tenían» no «tienen».
—Sí, desgraciadamente. Mi padre murió de un ataque al corazón. Mi madre vivió cerca de dos años después de aquello, pero nunca fue la misma. Nunca llegaron a saber exactamente lo que le ocurría, pero eso es porque los médicos no saben diagnosticar un corazón destrozado.
—Seguro que eso es lo que les pasaría a mis padres también. Se adoran.
—¿Por qué no has ido a verlos estas navidades, ____?
—No puedo permitirme el lujo de ir a casa —se encogió de hombros—. Y ellos no podían venir este año.
—¿No podían o no querían? —hizo una pausa, mirándola inquisitivamente—. No aprueban que compartas el piso conmigo, ¿verdad?
—No —respondió ella con tristeza—. Siguen creyendo que, si vivo bajo el mismo techo con un hombre, debería estar casada con él —alzó la mirada, consternada—. Nick, no quería decir…
—Tranquila, _____, lo comprendo. Resulta difícil mostrarse indiferente a las presiones y los posibles reproches de los padres. Ésa es una de las razones por las que estuve casado tanto tiempo —se acercó a ella y le quitó el matojo de carámbanos que sostenía aún en la mano—. Son muy pocas las veces que hacemos las cosas porque realmente queremos. Eso es lo que convierte en especial esta noche —la tomó entre sus brazos y ella sintió los latidos de su corazón al posar ambas manos sobre su pecho—. Sólo nos estamos ofreciendo placer mutuamente.
Poniéndose de puntillas, ella apoyó los dedos en su mandíbula, en la que empezaba a apuntar la barba, y atrajo su cabeza, entreabriendo los labios mientras sacaba la lengua para recorrer el contorno de su labio superior. Cuando estaba a punto de profundizar el beso, la sobresaltó un rugido ahogado proveniente de algún punto situado justo por encima de la cintura de Nick. ______ se retiró un poco sin soltar su rostro.
—¿Tienes hambre?
—Es que no he cenado —reconoció él.
—¡Ni yo tampoco! —exclamó ella—. ¿Te lo puedes creer? ¡Nunca en mi vida me había saltado una comida sin haberme dado cuenta! ¡No sé lo que tienes, Nicholas Jonas, pero es realmente fuerte!
—¿Quién necesita comer teniéndome a mí?
Como si le hubieran dado la entrada, el estómago de ____ emitió un sonoro rugido, y ella se echó a reír.
—Me parece que yo misma.
Durante un instante se quedaron en silencio, cada uno preguntándose si debía ofrecerle al otro algo de su despensa.
—¿Te apetece…? —empezaron al unísono, y se echaron a reír.
Nicholas empezó de nuevo.
—Vamos a hacer esto equitativamente. Tú tienes vino, ¿no? —ella asintió—. Yo tengo una lata de gambas que estaba reservada para una ocasión especial, así que haré curry de gambas… —Dijo Nicholas— si tú pones el vino y un poco de arroz. ¿Te parece justo?
—¿Desequilibraría la balanza si preparo una ensalada? —ofreció ella, comenzando a sentirse realmente hambrienta.
—No sí me dejas preparar a mí el aliño —regateó él.
—Trato hecho. Vamos, me muero de hambre.
Salió del círculo que formaban los brazos de Nick y se dirigió con paso rápido y ansioso hacia la cocina.
—¡Ahora ya sé el camino de tu corazón! Y luego dicen que es a los hombres a quienes se conquista por el estómago —comentó él con tono burlón.
Comieron en el mostrador, encaramados en los taburetes de bar. Con el rabillo del ojo, _____ observó a Nicholas. Él le había dicho que no le gustaban los champiñones, a pesar de que nunca los había probado, y ella le había prácticamente obligado a comerse uno. En ese momento estaba rebuscando en la ensalada, localizando trozos de champiñón y comiéndolos con auténtica fruición.
—Esto está realmente bueno —dijo _____ cuando probó la salsa curry.
Los ojos de Nick sonrieron al mirarla.
—Gracias. Tú tampoco te has quedado manca con la ensalada.
—¿Y qué te parece el arroz? —quería poner a prueba su sinceridad. El arroz nunca había sido su fuerte.
—El vino también está bueno —dijo evasivamente, con ojos brillantes.
—¿Y el arroz? —insistió ella.
—El arroz está un poco pasado —reconoció.
—Lo sé —lanzó un suspiro—. Siempre me queda así.
—Precisamente como me gusta a mí.
—¿Ah, sí?
—De verdad. Mi madre me acostumbró al arroz pasado. Tampoco a ella le salía bien —sonrió irónicamente y ____, en un impulso, se inclinó hacia delante y depositó un beso sobre su áspera mejilla—. Esto… —hizo una pausa y se tocó la mejilla con la yema de los dedos— es lo que yo llamo un beso de «gustar».
—¿Un qué? —dijo ella riéndose.
—Un beso de «gustar». No tiene nada que ver con el sexo, ni con la pasión, sino con el hecho de gustarte alguien. Es uno de mis besos favoritos —él inclinó la cabeza en su dirección y ____ sintió el roce breve y cálido de sus labios en el pómulo.
—Ese ha sido un beso de «gustar» —añadió él innecesariamente—. Y éste… —apartó los platos hacia un lado y la atrajo hacia sí—… no es un beso de «gustar».
Cuando los labios de ambos se encontraron, los de ella se abrieron bajo la suave presión de su lengua que, con movimientos lentos, comenzó a explorar los húmedos recovecos. El núcleo de su feminidad cobró palpitante vida al oírlo gemir suavemente; luego él la hizo bajar del taburete y la estrechó con más fuerza contra su cuerpo. Ella sintió el calor de una mano deslizarse por debajo de su camisa y por la espalda, hacia arriba.
Nicholas apartó un poco el rostro para mirarla.
—No llevas sujetador, ¿eh? Me gusta, ______.
Deliberadamente, le cubrió un pecho con la palma de la mano y le acarició suavemente el pezón con el pulgar. Embriagada de pasión, ella entrelazó los dedos en su nuca y contempló cómo el deseo oscurecía sus ojos mientras seguía acariciándole sensualmente el pecho.
—¿En la tuya o en la mía? —la voz de Nicholas, embargada por la emoción, hizo que se aceleraran aún más los latidos de su corazón.
—En la mía —susurró ella—. Creo que me marearía en la tuya.
El movimiento lento de su pulgar se detuvo y la miró con sorpresa.
—¿Nunca has probado una cama de agua?
—No.
—Entonces estás invitada a la mía. No hay más que hablar.
La alzó en vilo y se dirigió a su dormitorio.
—¡Oye! ¡No estoy segura de que me vaya a gustar! Vamos a hablarlo antes —gimió ella, pero él puso fin a sus protestas con un beso.
—Hay quien dice que las camas de agua aumentan la respuesta de la mujer.
—¿Ah, sí?
Habían llegado al borde de la cama, donde él la sostuvo un momento más.
—Sí —dijo él.
—¿Y es cierto?
—Lo averiguaremos —sonrió con ironía y la dejó caer en el centro del ondulante colchón.
-¡Nick! —chilló ella mientras las cálidas olas la mecían. Desesperadamente, rodó sobre sí misma, provocando nuevos espasmos en el colchón, y se agarró al vinilo almohadillado del borde de la cama—. ¿Cómo se sale de aquí?
—Aguanta, que voy a salvarte —replicó él, riéndose mientras se quitaba la camisa y el pantalón rápidamente.
Se dejó caer junto a ella en la cama, el movimiento ondulante de la superficie comenzó de nuevo y _____ se aferró con desesperación a él.
—¡Esto es peor que las montañas rusas! —gritó ella y Nick estalló en carcajadas.
—Estáte quieta un momento, que pareces una lombriz, y todo dejará de moverse… temporalmente —murmuró él en su oído.
Ella siguió sus instrucciones, sintiendo cómo sus dedos comenzaban a desabrocharle la camisa. Cuando apartó la tela para hundir la cabeza entre los pechos y acariciarlos con la húmeda presión de sus labios, ella olvidó el movimiento de la cama mientras un ya familiar anhelo se extendía por la parte inferior de su cuerpo. El colchón se balanceó suavemente mientras Nicholas la despojaba de los pantalones y de las delicadas bragas de encaje, pero _____ apenas lo notó. Estaba empezando a disfrutar de la flexibilidad de aquella cama que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, abrazando la curva de sus caderas, moviéndose al mismo ritmo que ella en respuesta a la boca y las manos exploradoras de Nicholas.
Abrió los ojos perezosamente y vio que la estaba contemplando; su rostro reflejaba la misma pasión que ella sentía.
—Tócame,_____ —dijo él con voz ronca—. Quiero sentir tus manos en mi cuerpo.
Ella no necesitaba más estímulo y sus manos trazaron un sensual sendero a lo largo de la columna vertebral. Le acarició las firmes nalgas antes de deslizarse por la cadera hasta llegar al sexo. Comenzó a acariciarlo hasta arrancarle un gemido de deseo.
—Mujer, te necesito —gruñó, rodando hasta quedar sobre ella y separarle los muslos.
Ella se arqueó y el colchón se agitó bajo su cuerpo siguiendo el mismo ritmo. Sus cuerpos se fundieron. Cuando comenzó el lento y tierno balanceo, ella se vio rodeada de una móvil calidez, pero permanecía anclada al hombre a quien amaba, que empujaba con urgencia hasta el centro de su ser, exigiendo la respuesta liberadora de su cuerpo. Juntos se sumergieron en un vértice de sensaciones hasta llegar al centro del remolino, y los gritos de triunfo salieron al unísono de sus gargantas. Más tarde, ella oyó la lenta cadencia de la voz de Nicholas. Las palabras se mezclaron en su mente adormilada y, acunada por el dulce sonido, se quedó dormida.


La luz de la mañana se filtraba entre sus pestañas, tratando de arrancarla de un sueño que no quería abandonar.Nicholas la estaba enseñando a bucear, y ambos nadaban con lentos movimientos a través de un mundo misterioso de brillante color, rodeados de millones de iridiscentes peces. Adormilada, se dio media vuelta. Sus ojos se abrieron bruscamente al notar que la cama rodaba con ella. ¡La cama de agua! Instantáneamente recordó, y con similar rapidez se dio cuenta de que estaba sola sobre el trémulo colchón. El total silencio del apartamento le indicó que Nicholas tampoco estaba en la otra habitación. Tal vez hubiera salido a comprar el periódico, o algo para desayunar, pensó esperanzadamente, tratando de no dejarse llevar por la sensación de soledad y depresión que amenazaba con asaltarla. Llegó torpemente hasta el borde de la cama y recogió del suelo su camisa, sus bragas y sus pantalones. Se vistió y fue a la sala.
Las iluminación del árbol de Navidad estaba desconectada y en la chimenea sólo quedaban cenizas. Algo que había en el árbol le llamó la atención y se acercó. Era una nota.
____ comenzaba la nota apresuradamente garabateada; sólo «_____», sin ningún término cariñoso.
Siguió leyendo mientras un creciente sentimiento de desesperación atenazaba sus entrañas.

Me he ido a bucear con Sharon. Volveré por la tarde. Hasta luego,
Nick.


Nicholas ¬¬'.Bueno aqui estan los dos capitulos espero que les gusten tal vez en la tarde suba,depende de cuantos comentarios aiia,bueno ya es noche y tengo escuela mñana :yonofui: queria subirles capitulos en cuanto vi que ya podia comentar las quiero gracias por leer,bye :hi: :hug:
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Mensaje por heyitsnicktanii Miér 29 Feb 2012, 1:28 am

criss_jb escribió:me encantaaa.... claro q me voy a pasar muy seguido x aqui
a mi me gusta el negro pero no para decorar todo d negro
ese jeremy q se joda
a la rayita le gusta nick y no el!!
q lindo nick lo ame
jajajjaja siguelaaaaa

Hahaha lose,los gustos de Nick son un poco raros 8-) gracias por pasar!hasta ahora te puede responder y seguirla que estes bien "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA - Página 4 1477071114
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Mensaje por heyitsnicktanii Miér 29 Feb 2012, 1:30 am

MissKeynes96 escribió::) me gusta mucho la novela, tienes que seguirla mu pronto ya quiero saber que pasa y ese tal Jeremy no me cae nada bien ¬¬ saluditos y soy nueva lectora

Hola!Bienvenida :lol: que bueno que te esta gustando,haha si ese Jeremy tambien me cae mal,hasta ahora pude subir u.u' gracias por leer :)
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Mensaje por heyitsnicktanii Miér 29 Feb 2012, 1:31 am

Nixa escribió:me encanta la nove...por cierto new reader reportandose aqui

________

Mis Noves (need readers :()

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Hola!Bienvenida y gracias por leer :lol!: ,que bueno que te guste,espero seguir viendo algun comentario tuyo por aqui,saludos :lol:
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Mensaje por Nixa Miér 29 Feb 2012, 4:27 pm

hola me encanto tu nove es maravillosa...siguela esta muy buenos los capis pero solo los leere los fines de semana entre a mi tercer año de prepa por eso saludos desde chile

Mis noves (need readers pliss) :oops:

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El amor de familia, es muy sagrado para todos, pero si el amor solo lo dejas a un lado para ver al hombre que te hace sentir una verdadera mujer. jamie sera capas de enfrentar sus extraños deseos de estar en la cama de su hermanastro...Solo Eres Alguien Más En Mi Corazón
Nixa
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Mensaje por jennito moreno Jue 01 Mar 2012, 9:27 am

ese nick es un ....... puedo entrar en la historia y golpearlo por fa?? ushhh
ehh nueva lectora sigue quiero saber que hara ahora ____
jennito moreno
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Mensaje por Dorin Vie 02 Mar 2012, 8:20 am

siguelaaaaa me encanta =)
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