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"Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
AmyBaqueiro escribió:Gracias por el cap. Me encanta esta nove!
Yo en una moto con Nick, abrazandolo, hczxbzxkvbzkhbvzv morí!
Y claro que deberiamos intentarlo! yo quiero intentar todo con ese Jonas!
Me desespero con facilidad asi que quiero cap!!!!!!!!!
jajaja mentira! Esperare es la primera nove que sigo por que me encanto todas las demás las he leído ya terminadas.
Besos y sigue pronto!
haha lose yo también estaria dispuesta a hacer todo lo que Nick me dijera 8) gracias por leer,es la primera nove que publico así que significa mucho :)
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
pitirri16 escribió:nueva lectora siguela..
Bienvenida :lol!:
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
LU_ 123 escribió:jajajaja estoy feliz acabo de entrar al foro y este es el pimer mensaje que envio....
tenes un lugar en mi corazon jajaja :D
Aww gracias!tú tambien ocupas uno por ser lectora de mi primera novela en el foro :inlove: gracias por leer
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Nueva lectora! Me re intriga actualiza seguido porfa! (:
simplychuchuJB
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
olaaaa me encanta tu nove siguelaaaaa
soy nueva lectora y no he dormido nada son las 5y 30 am y aun no tngo sueño
jajajaja y x cierto me cae bien sigmund pero me dieron ganas d ahorcarlo
y si puedes t pasas x la mia xfaa esq no tiene muchas lectoras el link esta en mi firma y es algo asi
Me llamo _______ y vivo con mi abuelo, el papa de mi mama, mi abuela murio hace poco y mi mama un tiempo antes que ella, practicamente creci con ellos y ahora q tengo 17 solo somos el y yo. Mi abuelo ya esta viejito y no tengo la vida de la mayoria de los adolescentes a mi edad yo tengo q cuidar de el xq el solo no lo puede hacer, esta enfermo sufre del corazon aun asi lo quiero mucho y nunca lo voy a abandonar
Se que diran q hay de tu papa? si tu mama murio como no estas con el, bueno pues nunca lo he visto x tanto no lo conozco, creanme q ni su nombre se, menos de su famila; a mama no le gustaba hablar de eso y a mis abuelos tampoco
Cuando mama murio tenia 9 años por tanto los recuerdo d ella son escasos. Ella trabajaba en la floreria de mi abuelo y siempre la iba a ayudar pero cuando murio yo me hize cargo xq mi abuela no podia, la repentina muerte de mama la habia afectado y se enfermo paso mucho tiempo en una cama y despues sucedio lo inevitable murio.
Yo soy Nick Jonas,Aparte de los Jonas Brothers y tengo un disco llamado Who I Am
mi familia me apoyo en todo y encerio se los agradezco
En el disco para mi fue imposible plasmar una historia q llamo mucho mi atencion, mama nos la conto a mis hermanos y a mi, se trata de una niña quien nace por error, sus padres eran muy jovene, aun asi pudo tener el milagro de la vida le encantan los jardines de rosas y lucha por sobrellevar con su vida espero q haigan escuchado la cancion y aunq ya ha pasado un año y un poco mas desde q sucedio todo esto, ahora se me ha ocurrido una idea los Jonas Brothers se han dado un descanso Joe, mi hermano, tambien esta probando suerte en solitario le deseo mucho exito en eso y tambien es el momento perfecto para q regrese y xq no averiguar quien es la chica del jardin de rosas
soy nueva lectora y no he dormido nada son las 5y 30 am y aun no tngo sueño
jajajaja y x cierto me cae bien sigmund pero me dieron ganas d ahorcarlo
y si puedes t pasas x la mia xfaa esq no tiene muchas lectoras el link esta en mi firma y es algo asi
Me llamo _______ y vivo con mi abuelo, el papa de mi mama, mi abuela murio hace poco y mi mama un tiempo antes que ella, practicamente creci con ellos y ahora q tengo 17 solo somos el y yo. Mi abuelo ya esta viejito y no tengo la vida de la mayoria de los adolescentes a mi edad yo tengo q cuidar de el xq el solo no lo puede hacer, esta enfermo sufre del corazon aun asi lo quiero mucho y nunca lo voy a abandonar
Se que diran q hay de tu papa? si tu mama murio como no estas con el, bueno pues nunca lo he visto x tanto no lo conozco, creanme q ni su nombre se, menos de su famila; a mama no le gustaba hablar de eso y a mis abuelos tampoco
Cuando mama murio tenia 9 años por tanto los recuerdo d ella son escasos. Ella trabajaba en la floreria de mi abuelo y siempre la iba a ayudar pero cuando murio yo me hize cargo xq mi abuela no podia, la repentina muerte de mama la habia afectado y se enfermo paso mucho tiempo en una cama y despues sucedio lo inevitable murio.
Yo soy Nick Jonas,Aparte de los Jonas Brothers y tengo un disco llamado Who I Am
mi familia me apoyo en todo y encerio se los agradezco
En el disco para mi fue imposible plasmar una historia q llamo mucho mi atencion, mama nos la conto a mis hermanos y a mi, se trata de una niña quien nace por error, sus padres eran muy jovene, aun asi pudo tener el milagro de la vida le encantan los jardines de rosas y lucha por sobrellevar con su vida espero q haigan escuchado la cancion y aunq ya ha pasado un año y un poco mas desde q sucedio todo esto, ahora se me ha ocurrido una idea los Jonas Brothers se han dado un descanso Joe, mi hermano, tambien esta probando suerte en solitario le deseo mucho exito en eso y tambien es el momento perfecto para q regrese y xq no averiguar quien es la chica del jardin de rosas
As I am
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Hola hermosas,¿Como estan?bueno pues vengo a dejarles capitulo,y avisarles que no subire todos los dias,por la escuela,solo subire los Martes,Jueves,Sabados y tal vez los Domingos,espero que me entiendan y sigan leyendo la nove,Bienvenidas a las nuevas lectoras,gracias por leer
Que tal se la pasaron este San Valentin?yo genial con mis posters de los Jonas ya saben una cena romantica en mi cama haha bueno les dejo el capi disfrutenlo
Capitulo 3
Cautelosamente, _____ empujó el carrito por el pasillo del supermercado, dispuesta a mantener en secreto su presencia ante Nick, que deambulaba por el pasillo contiguo, pero una de las ruedas chirrió, delatando su presencia. Él se dio la vuelta y la vio. Ella hizo girar rápidamente el carrito y se lanzó hacia el pasillo de las pastas y galletas, pero la rueda delatora reveló su posición. _____ apretó el paso mientras él la seguía en dirección a las cajas registradoras. ¿Debía abandonar el carrito? No, necesitaba todo lo que contenía. La rueda seguía protestando sin parar. Nicholas cubrió la distancia que los separaba antes de que ella pudiera alcanzar la seguridad de la cola de pago…
_____ se despertó bruscamente, con el corazón latiéndole a toda velocidad. ¡Aún podía oír el ruido del carrito! Una mancha gris y blanca revoloteó durante un instante ante el balcón, emitiendo de nuevo aquel agudo sonido. ¡Una gaviota…! Se desplomó de nuevo sobre la almohada, sonriendo. ¡Menuda imaginación tenía su subconsciente! No le costaba interpretar el sueño, pero no parecía contener las respuestas que había solicitado antes de dormirse.
El aroma a café recién hecho le recordó que, aunque la persecución del supermercado era imaginaria, no por ello lo eran los problemas reales que tenía con la persona que estaba haciendo el café. ¿Cómo podía presentarse ante él después de lo que había sucedido la noche anterior? ¡Qué comienzo más desastroso! Y si Sigmund no hubiera interrumpido, tal vez aquella mañana se habría despertado entre los brazos de Nicholas.
La tormenta de la noche anterior había tumbado sus defensas, pero estaba dispuesta a rehacerlas. Apoyándose sobre un codo, se quedó mirando, maravillada, la plácida escena que había reemplazado a la ferocidad de tan sólo unas horas antes. Las airadas olas habían dado paso a suaves ondulaciones, coronadas aquí y allá de iridiscentes plumas de espuma blanca. En la verde extensión del parque adyacente, un deportista con un chándal rojo trotaba por el sendero de cemento.
—Fantástico —susurró, sacando las piernas desnudas de la cama y poniéndose de pie para tener una vista mejor de la línea de costa—. No puedo dejar que una desafortunada aventura amorosa nos estropee esto, Sigmund —siguió diciendo con determinación.
Pero ¿qué le había pasado la noche anterior? Tenía que asegurarse de que no le volvería a ocurrir…, ni siquiera en el caso de que un huracán monstruoso arrasara La Jolla, se dijo a sí misma caminando descalza hasta el cuarto de baño.
Tenía que convencer a Nicholas de que era indiferente a sus encantos masculinos, aunque teniendo en cuenta el modo desenfrenado en que había respondido a sus avances la noche anterior, seguramente él lo volvería a intentar, una vez que su dolido ego se recuperara.
¡Tenía que reunir fuerzas para resistirse! Pasar más tiempo con Jeremy le serviría de ayuda, y Sigmund podía seguir siendo una barrera eficaz, tal como lo había sido inadvertidamente la noche anterior. A Nicholas no le gustaba el pájaro, así que, si ella le demostraba su profundo amor continuamente y lo colmaba de atenciones, tal vez consiguiera mitigar la atracción sensual que existía entre ellos, una atracción que ponía en peligro todos sus cuidadosos planes.
Mientras se secaba con gestos enérgicos,____ comenzó a canturrear por lo bajo. Estaba preparada; sus objetivos estaban claros. ¡Sería mejor que Nicholas Jonas tuviera cuidado a partir de aquel momento!
Se puso una camisa de seda verde que le había regalado su madre, y la conjuntó con unos pantalones anchos de cuadros marrones y verdes. Tras calzarse unos zapatos de tacón bajo, decidió dejar el maquillaje para después del desayuno. No tenía sentido mostrarle a Nicholsd un rostro seductor. Tras hacer la cama y prometer llevarle fruta fresca a Sigmund, salió con paso decidido del dormitorio, sintiéndose valiente y segura de sí misma.
—Así que por fin has decidido levantarte.
Él estaba cómodamente apoyado en uno de los dos taburetes del bar, la primera muestra de su mobiliario que _____ veía. Miró hacia la sala de estar, pero allí no había más muebles de Nicholas.
—No tengo la primera clase hasta las diez —replicó ella, e inmediatamente deseó haber usado un tono menos brusco—. ¿No tienes muebles para la sala de estar?
—Todavía no. Mi otro apartamento era amueblado. Voy a ir a comprar algunos esta mañana. ¿Quieres café?
—¿Me lo ofreces porque es mi café el que te estás bebiendo? —al instante lamentó haber hecho aquella observación. Una miserable taza de café no tenía mayor importancia—. Lo siento. Eso ha sonado bastante mezquino.
—Pues sí, pero comprendo que estés enfadada. De todas formas, peleándonos por tonterías no vamos a solucionar nada, así que será mejor que tratemos de comportarnos civilizadamente, como tú dices.
—Si seguimos cada uno nuestro camino, no habrá ningún problema —dijo ella envaradamente—. Al menos, por mi parte.
—¿Estás segura de eso?
Cruzó los brazos sobre el pecho y se la quedó mirando con calma, tan seguro de sí mismo que ella sintió ganas de gritar.
Respiró hondo.
—Perdona, pero tengo que llevarle algo de fruta a Sigmund —dijo cuidadosamente, como si estuviera intentando borrar toda emoción de su voz, mientras pasaba por delante de él en dirección a la nevera.
—Espera un poco.
Los dedos de Nicholas se cerraron sobre la suave seda de su manga, y a ____ comenzó a latirle el corazón a toda velocidad. Tragó saliva convulsivamente, maldiciendo la desbocada reacción de sus sentidos, y se negó a mirarlo a los ojos para que él no pudiera adivinar lo que estaba sintiendo en esos momentos.
—Muy bien, aquí me tienes —se soltó el brazo con un gesto impaciente—. No tienes por qué sujetarme para conseguir mi atención. ¿Qué quieres?
Su proximidad seguía perturbándola, pero al menos se había librado del electrizante contacto de su mano.
—He visto tus horarios —señaló con la cabeza el calendario de pared que ella había puesto el día anterior—. Esta tarde no tienes ninguna clase, ¿verdad?
Aquel gesto de su cabeza hizo que un rizo le cayera sobre la frente, y _____ tuvo que apretar los puños para resistir el impulso de volvérselo a colocar.
—Sí, es cierto, ¿y qué?
Su tono era beligerante, pero no podía evitarlo. Si tenía que elegir entre la temblorosa vulnerabilidad y la beligerancia, escogería esta última.
—Pues que lo lógico es que seas tú quien se quede aquí en casa esperando al instalador del teléfono.
—¿El instalador del teléfono? —se lo quedó mirando sorprendida—. ¿Quién ha solicitado la instalación?
—Yo —su tono era eficiente, profesional—. Les dije que necesitábamos una extensión en cada dormitorio y que figuren dos nombres en la guía, pero resulta mucho más barato si tenemos el mismo número —hizo una pausa y se la quedó mirando especulativamente—. Claro que si prefieres no…
—Parece lo más sensato, desde luego —replicó ella—. De eso se trata, al fin y al cabo, ¿no? De ahorrar dinero.
—Oh, sí, queremos ahorrar. Y ya que estamos con este tema, quería comentarte algo. Te has pasado en la ducha más de diez minutos. Doce, para ser más exactos. Sólo tenemos un contador, y yo suelo ducharme en menos de cinco minutos. ¿Estás dispuesta a pagar una parte mayor del recibo de la luz, o prefieres acortar tus duchas?
_____ se puso como un tomate de indignación y vergüenza. ¡Cómo se atrevía a regular el tiempo que pasaba en la ducha!
¡Mientras ella se devanaba los sesos pensando cómo podía funcionar aquel demencial acuerdo de vida, él estaba allí tomándose un café y cronometrando cuánto tiempo pasaba en el cuarto de baño!
—¿Y bien? ¿Qué me contestas?
La miró fijamente. Su rostro no reflejaba emoción alguna.
—A partir de ahora me llevaré el despertador a la ducha —le soltó ella—, a menos, naturalmente, que prefieras hacer sonar un gong en la puerta cuando consideres que he sobrepasado mi cuota de agua caliente —sus ojos azules ardían de furia.
Al día siguiente, cuando tuvieran teléfono, intentaría localizar a un electricista para que instalara contadores separados. El coste, por muy alto que fuera, no era nada comparado con tolerar que aquel hombre irritante interfiriera en uno de sus placeres más personales.
—Podríamos ahorrar aún más dinero si nos ducháramos juntos —sugirió él.
Ella abrió enormemente la boca y los ojos, mientras él intentaba reprimir una sonrisa.
—¡Ni lo sueñes! —exclamó y contempló, impotente, cómo él estallaba en carcajadas—. Si no te importa, voy a llevarle un poco de fruta a Sigmund —dijo alzando la barbilla en un vano intento de salvaguardar sus últimos vestigios de orgullo.
—¿Qué hay del instalador del teléfono? —preguntó él cuando menguó su hilaridad.
—Lo solicitaste tú. ¿Por qué no te puedes quedar?
¡Al parecer estaba convencido de que podía darle órdenes también!
—Acordé la cita antes de saber que tenía que ir al laboratorio esta tarde. Si no puedes hacerlo, puedo intentar cambiar mi horario. Para mí es importante que me puedan llamar en cualquier momento del instituto. Necesito tener teléfono.
—Para mí también es importante —reconoció _____ de mala gana, porque no le gustaba la clara sugerencia de que le había hecho un favor solicitando la instalación del teléfono—. Hago algo de asesoramiento por mi cuenta y en este momento nadie se puede poner en contacto conmigo, pero no había tenido tiempo de acercarme a la compañía telefónica —hizo una pausa, y luego añadió con sinceridad—: Supongo que tengo que agradecerte que te hayas tomado la molestia.
—De nada. ¿Puedes quedarte aquí, entonces?
—Sí. me quedaré.
Sacó dos manzanas rojas del refrigerador y arrancó un gran plátano del racimo que había sobre la encimera.
—Y ahora, si no te importa, voy a dar de desayunar a Sigmund.
No le dijo que aquella fruta sería también su desayuno. En su estado de nervios, probablemente organizaría un desastre si intentaba preparar algo. El aroma del café recién hecho la atraía, pero no quería quedarse ni un segundo más en la cocina con él.
—_____ —su tono se suavizó—. Respecto a anoche…
—Olvidémoslo, ¿quieres?
Quería dejar la noche anterior lo más lejos posible, no emplear ni un minuto en remover el error que habían estado a punto de cometer.
—Te garantizo que no vas a poder olvidarte, ni yo tampoco. Y, para tu información, el café que te he ofrecido era mío. Sólo tomo lo que creo que es mío. Puedes tenerlo por seguro.
_____ alzó hacia él una mirada furiosa y desafiante, respondiendo al reto de sus ojos con toda la fuerza que pudo reunir. Pero, cuanto más lo intentaba, más se hundía en sus doradas profundidades.
—Tengo que darme prisa o llegaré tarde a clase —dijo al fin. Se dio la vuelta y salió de la cocina, convencida de que los ojos de Nicholas la seguirían hasta que desapareciera de su vista.
Que tal se la pasaron este San Valentin?yo genial con mis posters de los Jonas ya saben una cena romantica en mi cama haha bueno les dejo el capi disfrutenlo
Capitulo 3
Cautelosamente, _____ empujó el carrito por el pasillo del supermercado, dispuesta a mantener en secreto su presencia ante Nick, que deambulaba por el pasillo contiguo, pero una de las ruedas chirrió, delatando su presencia. Él se dio la vuelta y la vio. Ella hizo girar rápidamente el carrito y se lanzó hacia el pasillo de las pastas y galletas, pero la rueda delatora reveló su posición. _____ apretó el paso mientras él la seguía en dirección a las cajas registradoras. ¿Debía abandonar el carrito? No, necesitaba todo lo que contenía. La rueda seguía protestando sin parar. Nicholas cubrió la distancia que los separaba antes de que ella pudiera alcanzar la seguridad de la cola de pago…
_____ se despertó bruscamente, con el corazón latiéndole a toda velocidad. ¡Aún podía oír el ruido del carrito! Una mancha gris y blanca revoloteó durante un instante ante el balcón, emitiendo de nuevo aquel agudo sonido. ¡Una gaviota…! Se desplomó de nuevo sobre la almohada, sonriendo. ¡Menuda imaginación tenía su subconsciente! No le costaba interpretar el sueño, pero no parecía contener las respuestas que había solicitado antes de dormirse.
El aroma a café recién hecho le recordó que, aunque la persecución del supermercado era imaginaria, no por ello lo eran los problemas reales que tenía con la persona que estaba haciendo el café. ¿Cómo podía presentarse ante él después de lo que había sucedido la noche anterior? ¡Qué comienzo más desastroso! Y si Sigmund no hubiera interrumpido, tal vez aquella mañana se habría despertado entre los brazos de Nicholas.
La tormenta de la noche anterior había tumbado sus defensas, pero estaba dispuesta a rehacerlas. Apoyándose sobre un codo, se quedó mirando, maravillada, la plácida escena que había reemplazado a la ferocidad de tan sólo unas horas antes. Las airadas olas habían dado paso a suaves ondulaciones, coronadas aquí y allá de iridiscentes plumas de espuma blanca. En la verde extensión del parque adyacente, un deportista con un chándal rojo trotaba por el sendero de cemento.
—Fantástico —susurró, sacando las piernas desnudas de la cama y poniéndose de pie para tener una vista mejor de la línea de costa—. No puedo dejar que una desafortunada aventura amorosa nos estropee esto, Sigmund —siguió diciendo con determinación.
Pero ¿qué le había pasado la noche anterior? Tenía que asegurarse de que no le volvería a ocurrir…, ni siquiera en el caso de que un huracán monstruoso arrasara La Jolla, se dijo a sí misma caminando descalza hasta el cuarto de baño.
Tenía que convencer a Nicholas de que era indiferente a sus encantos masculinos, aunque teniendo en cuenta el modo desenfrenado en que había respondido a sus avances la noche anterior, seguramente él lo volvería a intentar, una vez que su dolido ego se recuperara.
¡Tenía que reunir fuerzas para resistirse! Pasar más tiempo con Jeremy le serviría de ayuda, y Sigmund podía seguir siendo una barrera eficaz, tal como lo había sido inadvertidamente la noche anterior. A Nicholas no le gustaba el pájaro, así que, si ella le demostraba su profundo amor continuamente y lo colmaba de atenciones, tal vez consiguiera mitigar la atracción sensual que existía entre ellos, una atracción que ponía en peligro todos sus cuidadosos planes.
Mientras se secaba con gestos enérgicos,____ comenzó a canturrear por lo bajo. Estaba preparada; sus objetivos estaban claros. ¡Sería mejor que Nicholas Jonas tuviera cuidado a partir de aquel momento!
Se puso una camisa de seda verde que le había regalado su madre, y la conjuntó con unos pantalones anchos de cuadros marrones y verdes. Tras calzarse unos zapatos de tacón bajo, decidió dejar el maquillaje para después del desayuno. No tenía sentido mostrarle a Nicholsd un rostro seductor. Tras hacer la cama y prometer llevarle fruta fresca a Sigmund, salió con paso decidido del dormitorio, sintiéndose valiente y segura de sí misma.
—Así que por fin has decidido levantarte.
Él estaba cómodamente apoyado en uno de los dos taburetes del bar, la primera muestra de su mobiliario que _____ veía. Miró hacia la sala de estar, pero allí no había más muebles de Nicholas.
—No tengo la primera clase hasta las diez —replicó ella, e inmediatamente deseó haber usado un tono menos brusco—. ¿No tienes muebles para la sala de estar?
—Todavía no. Mi otro apartamento era amueblado. Voy a ir a comprar algunos esta mañana. ¿Quieres café?
—¿Me lo ofreces porque es mi café el que te estás bebiendo? —al instante lamentó haber hecho aquella observación. Una miserable taza de café no tenía mayor importancia—. Lo siento. Eso ha sonado bastante mezquino.
—Pues sí, pero comprendo que estés enfadada. De todas formas, peleándonos por tonterías no vamos a solucionar nada, así que será mejor que tratemos de comportarnos civilizadamente, como tú dices.
—Si seguimos cada uno nuestro camino, no habrá ningún problema —dijo ella envaradamente—. Al menos, por mi parte.
—¿Estás segura de eso?
Cruzó los brazos sobre el pecho y se la quedó mirando con calma, tan seguro de sí mismo que ella sintió ganas de gritar.
Respiró hondo.
—Perdona, pero tengo que llevarle algo de fruta a Sigmund —dijo cuidadosamente, como si estuviera intentando borrar toda emoción de su voz, mientras pasaba por delante de él en dirección a la nevera.
—Espera un poco.
Los dedos de Nicholas se cerraron sobre la suave seda de su manga, y a ____ comenzó a latirle el corazón a toda velocidad. Tragó saliva convulsivamente, maldiciendo la desbocada reacción de sus sentidos, y se negó a mirarlo a los ojos para que él no pudiera adivinar lo que estaba sintiendo en esos momentos.
—Muy bien, aquí me tienes —se soltó el brazo con un gesto impaciente—. No tienes por qué sujetarme para conseguir mi atención. ¿Qué quieres?
Su proximidad seguía perturbándola, pero al menos se había librado del electrizante contacto de su mano.
—He visto tus horarios —señaló con la cabeza el calendario de pared que ella había puesto el día anterior—. Esta tarde no tienes ninguna clase, ¿verdad?
Aquel gesto de su cabeza hizo que un rizo le cayera sobre la frente, y _____ tuvo que apretar los puños para resistir el impulso de volvérselo a colocar.
—Sí, es cierto, ¿y qué?
Su tono era beligerante, pero no podía evitarlo. Si tenía que elegir entre la temblorosa vulnerabilidad y la beligerancia, escogería esta última.
—Pues que lo lógico es que seas tú quien se quede aquí en casa esperando al instalador del teléfono.
—¿El instalador del teléfono? —se lo quedó mirando sorprendida—. ¿Quién ha solicitado la instalación?
—Yo —su tono era eficiente, profesional—. Les dije que necesitábamos una extensión en cada dormitorio y que figuren dos nombres en la guía, pero resulta mucho más barato si tenemos el mismo número —hizo una pausa y se la quedó mirando especulativamente—. Claro que si prefieres no…
—Parece lo más sensato, desde luego —replicó ella—. De eso se trata, al fin y al cabo, ¿no? De ahorrar dinero.
—Oh, sí, queremos ahorrar. Y ya que estamos con este tema, quería comentarte algo. Te has pasado en la ducha más de diez minutos. Doce, para ser más exactos. Sólo tenemos un contador, y yo suelo ducharme en menos de cinco minutos. ¿Estás dispuesta a pagar una parte mayor del recibo de la luz, o prefieres acortar tus duchas?
_____ se puso como un tomate de indignación y vergüenza. ¡Cómo se atrevía a regular el tiempo que pasaba en la ducha!
¡Mientras ella se devanaba los sesos pensando cómo podía funcionar aquel demencial acuerdo de vida, él estaba allí tomándose un café y cronometrando cuánto tiempo pasaba en el cuarto de baño!
—¿Y bien? ¿Qué me contestas?
La miró fijamente. Su rostro no reflejaba emoción alguna.
—A partir de ahora me llevaré el despertador a la ducha —le soltó ella—, a menos, naturalmente, que prefieras hacer sonar un gong en la puerta cuando consideres que he sobrepasado mi cuota de agua caliente —sus ojos azules ardían de furia.
Al día siguiente, cuando tuvieran teléfono, intentaría localizar a un electricista para que instalara contadores separados. El coste, por muy alto que fuera, no era nada comparado con tolerar que aquel hombre irritante interfiriera en uno de sus placeres más personales.
—Podríamos ahorrar aún más dinero si nos ducháramos juntos —sugirió él.
Ella abrió enormemente la boca y los ojos, mientras él intentaba reprimir una sonrisa.
—¡Ni lo sueñes! —exclamó y contempló, impotente, cómo él estallaba en carcajadas—. Si no te importa, voy a llevarle un poco de fruta a Sigmund —dijo alzando la barbilla en un vano intento de salvaguardar sus últimos vestigios de orgullo.
—¿Qué hay del instalador del teléfono? —preguntó él cuando menguó su hilaridad.
—Lo solicitaste tú. ¿Por qué no te puedes quedar?
¡Al parecer estaba convencido de que podía darle órdenes también!
—Acordé la cita antes de saber que tenía que ir al laboratorio esta tarde. Si no puedes hacerlo, puedo intentar cambiar mi horario. Para mí es importante que me puedan llamar en cualquier momento del instituto. Necesito tener teléfono.
—Para mí también es importante —reconoció _____ de mala gana, porque no le gustaba la clara sugerencia de que le había hecho un favor solicitando la instalación del teléfono—. Hago algo de asesoramiento por mi cuenta y en este momento nadie se puede poner en contacto conmigo, pero no había tenido tiempo de acercarme a la compañía telefónica —hizo una pausa, y luego añadió con sinceridad—: Supongo que tengo que agradecerte que te hayas tomado la molestia.
—De nada. ¿Puedes quedarte aquí, entonces?
—Sí. me quedaré.
Sacó dos manzanas rojas del refrigerador y arrancó un gran plátano del racimo que había sobre la encimera.
—Y ahora, si no te importa, voy a dar de desayunar a Sigmund.
No le dijo que aquella fruta sería también su desayuno. En su estado de nervios, probablemente organizaría un desastre si intentaba preparar algo. El aroma del café recién hecho la atraía, pero no quería quedarse ni un segundo más en la cocina con él.
—_____ —su tono se suavizó—. Respecto a anoche…
—Olvidémoslo, ¿quieres?
Quería dejar la noche anterior lo más lejos posible, no emplear ni un minuto en remover el error que habían estado a punto de cometer.
—Te garantizo que no vas a poder olvidarte, ni yo tampoco. Y, para tu información, el café que te he ofrecido era mío. Sólo tomo lo que creo que es mío. Puedes tenerlo por seguro.
_____ alzó hacia él una mirada furiosa y desafiante, respondiendo al reto de sus ojos con toda la fuerza que pudo reunir. Pero, cuanto más lo intentaba, más se hundía en sus doradas profundidades.
—Tengo que darme prisa o llegaré tarde a clase —dijo al fin. Se dio la vuelta y salió de la cocina, convencida de que los ojos de Nicholas la seguirían hasta que desapareciera de su vista.
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
El estómago de _____ rugía, inmisericorde, mientras abría la puerta. Necesitaba comer algo y descansar unas horas después de la tensión de guiar a una extensa clase de primer curso a través del laberinto de conflictivas teorías psicológicas. En la clase había unos cuantos estudiantes prometedores, pero eran demasiados los que esperaban tres horas de trabajo fácil, un regalo que ella no estaba dispuesta a hacerles.
Tras dejar la carpeta y el bolso sobre el mostrador de la cocina, se lavó las manos en el fregadero, tomando nota mental de comprar una pastilla de jabón para dejar allí. Al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que se había olvidado de comprar papel de cocina, y de que no había desempaquetado aún las cajas de los platos. Con las manos goteando, se dirigió al cuarto de baño y tomó la toalla. Mientras se secaba, se miró en el espejo y se dio cuenta de que no se había puesto nada de maquillaje. ¡El altercado con Nicholas la había hecho olvidarse totalmente!
—Bueno, Sigmund —dijo al brillante pájaro, que estaba desperezándose de una tranquila siesta y la miraba con sus relucientes ojos amarillos—. Al parecer me estoy convirtiendo en la típica profesora distraída por culpa de cierto oceanógrafo que tú y yo conocemos.
Le sacó la lengua a su imagen del espejo. Parecía como si tuviera doce años en lugar de veintiséis. Sin nada de maquillaje que tapase las numerosas pecas y su espesa mata de rizos rubios se parecía a Annie la Huerfanita, pensó sombríamente. Desde luego, no era el tipo que le pudiera gustar a Nicholas Jonas.
Un nuevo rugido de su estómago le recordó que ese día únicamente había comido una manzana y el trozo de plátano que le había sustraído a Sigmund. Después de dejar la toalla en la barra, se dirigió de nuevo a la cocina, notando entonces que había algo diferente en el apartamento.
En medio de la sala de estar había dos muebles, los más horribles que había visto en su vida. Ambas piezas estaban dominadas por brillantes tubos de metal, algunos de los cuales sostenían el cristal de una mesa de café mientras los otros servían de base para unos cojines de cuero negro que recordaban vagamente un sillón. ¿Pretendía Nicholas que aquellos muebles, por llamarlos de algún modo, compartieran la misma sala con su mecedora estilo Boston y sus cojines estampados?
Gruñó en voz alta al pensar en la mezcolanza que podría producirse si intentara armonizar de alguna forma sus gustos en los lugares comunes. Una cosa era el eclecticismo, y otra aquello. No se le había ocurrido que él pudiera comprar unos muebles así, aunque realmente, ¿qué sabía de él, aparte de su profesión y de su habilidad para satisfacer a una mujer en la cama?
Mecánicamente, se preparó una comida ligera; escurrió el aceite de una lata de atún y en un cuenco mezcló mayonesa y salsa de escabeche, vertiéndolo todo luego sobre una gran tostada de pan integral. Unos huevos duros tampoco estarían mal, pensó mientras completaba el sándwich con otra rebanada de pan tostado. Ya tenía otra cosa que añadir a su lista de compras. ¿Cuánto tardaría en sentirse instalada? Tal vez no lo conseguiría nunca, reconoció, mordiendo el suculento bocadillo de atún y tomando un sorbo de un gran vaso de leche.
De pie ante la barra, vio pasar un barco mercante a lo lejos. Impulsivamente, puso el bocadillo y el vaso en una bandeja y fue a sentarse en la mecedora, al balcón. Cuando pudiera permitírselo, se compraría una silla de hierro para la terraza, pero por el momento tendría que arreglárselas con la mecedora.
Se sintió mucho mejor respirando el aire del mar. Aquél era uno de los principales motivos por los que estaba allí, se recordó a sí misma mientras disfrutaba del juego del oleaje contra las arenas de la playa. Sus ojos barrieron la línea de costa hasta detenerse en los edificios del Instituto Scripps, situados a unos tres kilómetros. En algún lugar de aquellos edificios estaba Nicholas, con su bata blanca y la oscura cabeza inclinada sobre un microscopio.
Se le encogió el estómago al recordar la noche anterior, y se preguntó si Nicholas habría pensado en ella también. ¿Serían capaces de compartir aquel piso, o la tensión entre ellos daría al traste con sus cuidadosos planes? No tenía ni idea de cuál podía ser la respuesta.
El instalador del teléfono llegó a última hora de la tarde, pero ____ encontró muchas cosas que hacer y el tiempo se le pasó acabando de desembalar y dando los últimos toques a su dormitorio. Dejó la sala de estar exactamente como estaba, temiendo la confrontación que, estaba segura, se iba a producir. Asignó cuidadosamente la mitad del espacio de las alacenas de la cocina para Nicholas, aunque la cafetera, una lata de café y una taza parecían ser todas sus pertenencias. Tal vez comiera siempre fuera, razonó ella, y sintió una extraña punzada de frustración.
—Dígame, señorita, ¿de qué color quiere el aparato? —la voz del hombre salía del dormitorio de Nicholas, donde estaba examinando el enchufe para ver si funcionaba correctamente—. En el pedido no han concretado el color.
—Ummm, espere un minuto —respondió ____ evasivamente, dudando de tomar una decisión así por Nicholas.
¿Por qué no? Siempre podía cambiarlo si no le gustaba. Se metió en el dormitorio para comprobar sus gustos cromáticos, intentando parecer desenfadada, pero sintiéndose como una flagrante allanadora. Nada más entrar, se quedó boquiabierta.
No tendría que haberse sorprendido, se dijo a sí misma. Después de los monstruos de metal y cuero negro de la sala de estar, ¿qué podía esperar?
Una enorme cama de agua dominaba la habitación. ¿Y él se había atrevido a llamarle la atención por su consumo de agua caliente en la ducha? Había oído hablar lo suficiente sobre esas camas como para saber que debían rellenarse de agua caliente. Indignada, pasó la mano por el cabecero de cuero negro de la voluminosa cama y por la aterciopelada colcha negra, que parecía la piel de una pantera. Aparte de la cama, la habitación contenía una cómoda de laca negra, que contrastaba intensamente con las blancas paredes. La única mancha de color de la habitación provenía de una reproducción de un grabado de Picasso colgado de la pared.
—Aggg —la exclamación se le escapó de los labios sin poder evitarlo.
—¿Sucede algo, señora? —el barbudo instalador alzó la vista del enchufe, después de apretar los tornillos de la placa de plástico—. ¿De qué color lo quiere por fin?
—Negro —replicó ella, impávida.
—De acuerdo —el instalador lo apuntó en su libreta; su rostro era también una máscara impenetrable—. Ya no nos piden muchos de ese color.
—No me extraña.
—¿Y en la otra habitación?
—El mío lo quiero blanco —respondió ella, deseando poder permitirse un aparato ornamental de época que hiciese juego con la decoración de su dormitorio. Pero aquello estaba fuera de sus posibilidades, así que decidió que el blanco sería lo más discreto.
Una vez se hubo marchado el instalador, se quedó un momento inmóvil en el centro de la sala, considerando la conveniencia de llamar a sus padres. Cuando les había anunciado su decisión de compartir piso con un hombre, la respuesta de sus padres había sido fría. En aquel momento, aunque sabía que tenía que llamarlos para darles el nuevo número, le daba pánico hacerlo. El ruido de unos golpes en la puerta decidió por ella. Una batalla por noche era más que suficiente, ya llamaría a sus padres al día siguiente.
—¿Ha venido el del teléfono? —preguntó Nicholas mientras cerraba la puerta de la calle con el pie y balanceaba dos voluminosas bolsas de comida en las manos.
—¿Cómo estás tan seguro de que era un hombre? —inquirió ella con irritación.
—Oh, lo siento, señorita Collier —dejó las bolsas sobre la encimera y un desordenado mechón de pelo le cayó sobre la frente al inclinarse para vaciar el contenido de la primera de ellas—. ¿Llegó la «persona» del teléfono?
—Sí —hizo caso omiso del sarcasmo de su voz, decidiendo reservar sus energías combativas para preocupaciones más inmediatas—. He elegido el color de tu teléfono por ti.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál has elegido?
Hizo la pregunta distraídamente, centrando su atención en el contenido de las bolsas.
—Negro —Stephanie sonrió.
Él levantó la cabeza.
—Has entrado en mi habitación…
—Sí. ¿Quién es tu decorador? ¿Drácula?
—Muy graciosa. Resulta que me gusta el contraste claro y limpio del blanco y el negro. ¿Alguna objeción?
Sus ojos la mantuvieron cautiva, y ella sintió que el corazón comenzaba una carrera salvaje. Se obligó a sí misma a centrar su atención en el sillón de cuero y metal del otro extremo de la habitación.
—Puede que tenga algunas objeciones, pero ya las discutiremos en otro momento. Aunque tengo otra pregunta, un problema matemático. ¿Cuántas duchas de doce minutos son necesarias para llenar tu gigantesca cama de agua?
Él tuvo la decencia de sonrojarse, pero no cedió terreno.
—Ése es un gasto de una sola vez y he pensado aportar una parte mayor del recibo de la luz este mes. Yo me refería a lo que probablemente es un hábito por tu parte.
—¿Tengo que suponer que tú no tienes ningún hábito caro? ¿Qué hay de la televisión?, ¿a qué pasas horas sentado engullendo todos los programas deportivos? ¿Tienes idea de cuánta electricidad gasta eso?
—No tengo televisión.
Se quedó callada, asimilando la noticia. Aparte de ella, no conocía a nadie que no tuviera, al menos, un aparato portátil en blanco y negro. De vez en cuando, si emitían alguna serie especial o una buena película, pensaba en comprar una, pero normalmente ocupaba su tiempo libre con libros y música. Y desde que se había ido a vivir a California, había añadido una actividad más a su lista: largos paseos junto al mar.
—Bueno, espero que no contases con ver la mía —dijo suspicazmente—, porque yo tampoco tengo.
—Bueno, al menos una razón por la que alegrarme de que seas copropietaria de este apartamento…
______ se resintió por aquella pulla intencionada.
—Ya me había hecho a la idea de tener que soportar el estruendo de una televisión todas las noches —añadió él.
—Pues creo que vas a tener suerte, porque el único estruendo que puede que tengas que soportar en alguna ocasión es una sinfonía de Tchaikovsky o música de mi tierra.
—Extraña combinación, ¿no?
—No mucho más extraña que una decoración basada principalmente en el negro —le soltó ella, dispuesta a no dejarse intimidar.
—No te gusta el negro —dijo él, simulando un tono dolido.
—Claro que me gusta… en caballos, coches oficiales y monumentos funerarios. Pero como color dominante en una habitación, lo encuentro muy deprimente —miró hacia el sillón de cuero y metal.
—Tampoco te gusta mi sillón, ¿verdad?
—Para serte sincera, Nick, no me gusta ni uno solo de los muebles que has traído, pero daría igual si se tratara solamente de tu habitación. Allí puedes hacer lo que quieras —él arqueó las dos cejas y abrió la boca para decir algo, pero ella no le dejó—. El asunto es que tenemos que crear algún tipo de armonía en la sala de estar y no veo cómo podemos conseguirlo con esos… esos… —señaló con un gesto amplio y expresivo el sillón y la mesa de centro, incapaz de encontrar una palabra adecuada para describir ambos objetos.
—¿Y no se te ha ocurrido pensar que yo podría objetar algo a tus coquetas mecedoras y tus encantadores cojines? —comenzó a decir Nicholas, dando un paso hacia ella—. Tal vez quiera crear una atmósfera de sofisticación en esta sala, y las mecedoras sólo me recuerdan una cosa: ¡a mi abuela haciendo punto!
—¿Y qué tiene eso de malo? —su voz alcanzó una nota estridente—. Resulta que a mí me gusta esa imagen de calidez y cariño, dos cosas sobre las que tú evidentemente no sabes nada —sus ojos centelleaban peligrosamente.
—Crees que lo sabes todo sobre mí, ¿verdad? —salvó el espacio que los separaba de una sola zancada y la agarró por los hombros—. Puede que seas psicóloga, y puede que estés orgullosa de ser capaz de escudriñar los sentimientos más íntimos de todo el mundo que conoces, pero piénsatelo bien antes de intentar psicoanalizarme, _____ Collier.
Le clavó los dedos con fuerza en los hombros mientras sus ojos la taladraban. La tensión entre ellos creció hasta un punto insostenible, porque ____ no estaba dispuesta a ceder ni a bajar su propia mirada de furia. Gradualmente, la expresión de los ojos Nicholas fue cambiando de una forma sutil hacia algo diferente, algo que hizo que la rígida resistencia de las rodillas de ____ se convirtiera casi en un temblor.
Nicholas la deseaba. Y lo peor era que ella también notaba cómo su enfado iba siendo reemplazado por un irrefrenable anhelo cuyos efectos conocía demasiado bien. ¡Aquello tenía que acabar! Reuniendo toda su fuerza de voluntad, se apartó de él con un gesto brusco.
—Haz lo que quieras con la sala de estar —le dijo—. Yo me voy a cenar fuera.
Agarró el bolso, que había dejado en la barra de la cocina y salió disparada del apartamento, sabiendo que el frío de la noche penetraría sin piedad a través de la fina tela de su blusa de seda, pero sabiendo también que, si se quedaba un momento más, aunque fuera solamente para buscar una chaqueta, acabaría entre los brazos de Nicholas.
Haahaha los gustos de Nick.Bueno espero que les guste y de nuevo gracias por leer,que esten bien comenten nos leemos el jueves :hi:
Tras dejar la carpeta y el bolso sobre el mostrador de la cocina, se lavó las manos en el fregadero, tomando nota mental de comprar una pastilla de jabón para dejar allí. Al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que se había olvidado de comprar papel de cocina, y de que no había desempaquetado aún las cajas de los platos. Con las manos goteando, se dirigió al cuarto de baño y tomó la toalla. Mientras se secaba, se miró en el espejo y se dio cuenta de que no se había puesto nada de maquillaje. ¡El altercado con Nicholas la había hecho olvidarse totalmente!
—Bueno, Sigmund —dijo al brillante pájaro, que estaba desperezándose de una tranquila siesta y la miraba con sus relucientes ojos amarillos—. Al parecer me estoy convirtiendo en la típica profesora distraída por culpa de cierto oceanógrafo que tú y yo conocemos.
Le sacó la lengua a su imagen del espejo. Parecía como si tuviera doce años en lugar de veintiséis. Sin nada de maquillaje que tapase las numerosas pecas y su espesa mata de rizos rubios se parecía a Annie la Huerfanita, pensó sombríamente. Desde luego, no era el tipo que le pudiera gustar a Nicholas Jonas.
Un nuevo rugido de su estómago le recordó que ese día únicamente había comido una manzana y el trozo de plátano que le había sustraído a Sigmund. Después de dejar la toalla en la barra, se dirigió de nuevo a la cocina, notando entonces que había algo diferente en el apartamento.
En medio de la sala de estar había dos muebles, los más horribles que había visto en su vida. Ambas piezas estaban dominadas por brillantes tubos de metal, algunos de los cuales sostenían el cristal de una mesa de café mientras los otros servían de base para unos cojines de cuero negro que recordaban vagamente un sillón. ¿Pretendía Nicholas que aquellos muebles, por llamarlos de algún modo, compartieran la misma sala con su mecedora estilo Boston y sus cojines estampados?
Gruñó en voz alta al pensar en la mezcolanza que podría producirse si intentara armonizar de alguna forma sus gustos en los lugares comunes. Una cosa era el eclecticismo, y otra aquello. No se le había ocurrido que él pudiera comprar unos muebles así, aunque realmente, ¿qué sabía de él, aparte de su profesión y de su habilidad para satisfacer a una mujer en la cama?
Mecánicamente, se preparó una comida ligera; escurrió el aceite de una lata de atún y en un cuenco mezcló mayonesa y salsa de escabeche, vertiéndolo todo luego sobre una gran tostada de pan integral. Unos huevos duros tampoco estarían mal, pensó mientras completaba el sándwich con otra rebanada de pan tostado. Ya tenía otra cosa que añadir a su lista de compras. ¿Cuánto tardaría en sentirse instalada? Tal vez no lo conseguiría nunca, reconoció, mordiendo el suculento bocadillo de atún y tomando un sorbo de un gran vaso de leche.
De pie ante la barra, vio pasar un barco mercante a lo lejos. Impulsivamente, puso el bocadillo y el vaso en una bandeja y fue a sentarse en la mecedora, al balcón. Cuando pudiera permitírselo, se compraría una silla de hierro para la terraza, pero por el momento tendría que arreglárselas con la mecedora.
Se sintió mucho mejor respirando el aire del mar. Aquél era uno de los principales motivos por los que estaba allí, se recordó a sí misma mientras disfrutaba del juego del oleaje contra las arenas de la playa. Sus ojos barrieron la línea de costa hasta detenerse en los edificios del Instituto Scripps, situados a unos tres kilómetros. En algún lugar de aquellos edificios estaba Nicholas, con su bata blanca y la oscura cabeza inclinada sobre un microscopio.
Se le encogió el estómago al recordar la noche anterior, y se preguntó si Nicholas habría pensado en ella también. ¿Serían capaces de compartir aquel piso, o la tensión entre ellos daría al traste con sus cuidadosos planes? No tenía ni idea de cuál podía ser la respuesta.
El instalador del teléfono llegó a última hora de la tarde, pero ____ encontró muchas cosas que hacer y el tiempo se le pasó acabando de desembalar y dando los últimos toques a su dormitorio. Dejó la sala de estar exactamente como estaba, temiendo la confrontación que, estaba segura, se iba a producir. Asignó cuidadosamente la mitad del espacio de las alacenas de la cocina para Nicholas, aunque la cafetera, una lata de café y una taza parecían ser todas sus pertenencias. Tal vez comiera siempre fuera, razonó ella, y sintió una extraña punzada de frustración.
—Dígame, señorita, ¿de qué color quiere el aparato? —la voz del hombre salía del dormitorio de Nicholas, donde estaba examinando el enchufe para ver si funcionaba correctamente—. En el pedido no han concretado el color.
—Ummm, espere un minuto —respondió ____ evasivamente, dudando de tomar una decisión así por Nicholas.
¿Por qué no? Siempre podía cambiarlo si no le gustaba. Se metió en el dormitorio para comprobar sus gustos cromáticos, intentando parecer desenfadada, pero sintiéndose como una flagrante allanadora. Nada más entrar, se quedó boquiabierta.
No tendría que haberse sorprendido, se dijo a sí misma. Después de los monstruos de metal y cuero negro de la sala de estar, ¿qué podía esperar?
Una enorme cama de agua dominaba la habitación. ¿Y él se había atrevido a llamarle la atención por su consumo de agua caliente en la ducha? Había oído hablar lo suficiente sobre esas camas como para saber que debían rellenarse de agua caliente. Indignada, pasó la mano por el cabecero de cuero negro de la voluminosa cama y por la aterciopelada colcha negra, que parecía la piel de una pantera. Aparte de la cama, la habitación contenía una cómoda de laca negra, que contrastaba intensamente con las blancas paredes. La única mancha de color de la habitación provenía de una reproducción de un grabado de Picasso colgado de la pared.
—Aggg —la exclamación se le escapó de los labios sin poder evitarlo.
—¿Sucede algo, señora? —el barbudo instalador alzó la vista del enchufe, después de apretar los tornillos de la placa de plástico—. ¿De qué color lo quiere por fin?
—Negro —replicó ella, impávida.
—De acuerdo —el instalador lo apuntó en su libreta; su rostro era también una máscara impenetrable—. Ya no nos piden muchos de ese color.
—No me extraña.
—¿Y en la otra habitación?
—El mío lo quiero blanco —respondió ella, deseando poder permitirse un aparato ornamental de época que hiciese juego con la decoración de su dormitorio. Pero aquello estaba fuera de sus posibilidades, así que decidió que el blanco sería lo más discreto.
Una vez se hubo marchado el instalador, se quedó un momento inmóvil en el centro de la sala, considerando la conveniencia de llamar a sus padres. Cuando les había anunciado su decisión de compartir piso con un hombre, la respuesta de sus padres había sido fría. En aquel momento, aunque sabía que tenía que llamarlos para darles el nuevo número, le daba pánico hacerlo. El ruido de unos golpes en la puerta decidió por ella. Una batalla por noche era más que suficiente, ya llamaría a sus padres al día siguiente.
—¿Ha venido el del teléfono? —preguntó Nicholas mientras cerraba la puerta de la calle con el pie y balanceaba dos voluminosas bolsas de comida en las manos.
—¿Cómo estás tan seguro de que era un hombre? —inquirió ella con irritación.
—Oh, lo siento, señorita Collier —dejó las bolsas sobre la encimera y un desordenado mechón de pelo le cayó sobre la frente al inclinarse para vaciar el contenido de la primera de ellas—. ¿Llegó la «persona» del teléfono?
—Sí —hizo caso omiso del sarcasmo de su voz, decidiendo reservar sus energías combativas para preocupaciones más inmediatas—. He elegido el color de tu teléfono por ti.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál has elegido?
Hizo la pregunta distraídamente, centrando su atención en el contenido de las bolsas.
—Negro —Stephanie sonrió.
Él levantó la cabeza.
—Has entrado en mi habitación…
—Sí. ¿Quién es tu decorador? ¿Drácula?
—Muy graciosa. Resulta que me gusta el contraste claro y limpio del blanco y el negro. ¿Alguna objeción?
Sus ojos la mantuvieron cautiva, y ella sintió que el corazón comenzaba una carrera salvaje. Se obligó a sí misma a centrar su atención en el sillón de cuero y metal del otro extremo de la habitación.
—Puede que tenga algunas objeciones, pero ya las discutiremos en otro momento. Aunque tengo otra pregunta, un problema matemático. ¿Cuántas duchas de doce minutos son necesarias para llenar tu gigantesca cama de agua?
Él tuvo la decencia de sonrojarse, pero no cedió terreno.
—Ése es un gasto de una sola vez y he pensado aportar una parte mayor del recibo de la luz este mes. Yo me refería a lo que probablemente es un hábito por tu parte.
—¿Tengo que suponer que tú no tienes ningún hábito caro? ¿Qué hay de la televisión?, ¿a qué pasas horas sentado engullendo todos los programas deportivos? ¿Tienes idea de cuánta electricidad gasta eso?
—No tengo televisión.
Se quedó callada, asimilando la noticia. Aparte de ella, no conocía a nadie que no tuviera, al menos, un aparato portátil en blanco y negro. De vez en cuando, si emitían alguna serie especial o una buena película, pensaba en comprar una, pero normalmente ocupaba su tiempo libre con libros y música. Y desde que se había ido a vivir a California, había añadido una actividad más a su lista: largos paseos junto al mar.
—Bueno, espero que no contases con ver la mía —dijo suspicazmente—, porque yo tampoco tengo.
—Bueno, al menos una razón por la que alegrarme de que seas copropietaria de este apartamento…
______ se resintió por aquella pulla intencionada.
—Ya me había hecho a la idea de tener que soportar el estruendo de una televisión todas las noches —añadió él.
—Pues creo que vas a tener suerte, porque el único estruendo que puede que tengas que soportar en alguna ocasión es una sinfonía de Tchaikovsky o música de mi tierra.
—Extraña combinación, ¿no?
—No mucho más extraña que una decoración basada principalmente en el negro —le soltó ella, dispuesta a no dejarse intimidar.
—No te gusta el negro —dijo él, simulando un tono dolido.
—Claro que me gusta… en caballos, coches oficiales y monumentos funerarios. Pero como color dominante en una habitación, lo encuentro muy deprimente —miró hacia el sillón de cuero y metal.
—Tampoco te gusta mi sillón, ¿verdad?
—Para serte sincera, Nick, no me gusta ni uno solo de los muebles que has traído, pero daría igual si se tratara solamente de tu habitación. Allí puedes hacer lo que quieras —él arqueó las dos cejas y abrió la boca para decir algo, pero ella no le dejó—. El asunto es que tenemos que crear algún tipo de armonía en la sala de estar y no veo cómo podemos conseguirlo con esos… esos… —señaló con un gesto amplio y expresivo el sillón y la mesa de centro, incapaz de encontrar una palabra adecuada para describir ambos objetos.
—¿Y no se te ha ocurrido pensar que yo podría objetar algo a tus coquetas mecedoras y tus encantadores cojines? —comenzó a decir Nicholas, dando un paso hacia ella—. Tal vez quiera crear una atmósfera de sofisticación en esta sala, y las mecedoras sólo me recuerdan una cosa: ¡a mi abuela haciendo punto!
—¿Y qué tiene eso de malo? —su voz alcanzó una nota estridente—. Resulta que a mí me gusta esa imagen de calidez y cariño, dos cosas sobre las que tú evidentemente no sabes nada —sus ojos centelleaban peligrosamente.
—Crees que lo sabes todo sobre mí, ¿verdad? —salvó el espacio que los separaba de una sola zancada y la agarró por los hombros—. Puede que seas psicóloga, y puede que estés orgullosa de ser capaz de escudriñar los sentimientos más íntimos de todo el mundo que conoces, pero piénsatelo bien antes de intentar psicoanalizarme, _____ Collier.
Le clavó los dedos con fuerza en los hombros mientras sus ojos la taladraban. La tensión entre ellos creció hasta un punto insostenible, porque ____ no estaba dispuesta a ceder ni a bajar su propia mirada de furia. Gradualmente, la expresión de los ojos Nicholas fue cambiando de una forma sutil hacia algo diferente, algo que hizo que la rígida resistencia de las rodillas de ____ se convirtiera casi en un temblor.
Nicholas la deseaba. Y lo peor era que ella también notaba cómo su enfado iba siendo reemplazado por un irrefrenable anhelo cuyos efectos conocía demasiado bien. ¡Aquello tenía que acabar! Reuniendo toda su fuerza de voluntad, se apartó de él con un gesto brusco.
—Haz lo que quieras con la sala de estar —le dijo—. Yo me voy a cenar fuera.
Agarró el bolso, que había dejado en la barra de la cocina y salió disparada del apartamento, sabiendo que el frío de la noche penetraría sin piedad a través de la fina tela de su blusa de seda, pero sabiendo también que, si se quedaba un momento más, aunque fuera solamente para buscar una chaqueta, acabaría entre los brazos de Nicholas.
Haahaha los gustos de Nick.Bueno espero que les guste y de nuevo gracias por leer,que esten bien comenten nos leemos el jueves :hi:
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
simplychuchuJB escribió:Nueva lectora! Me re intriga actualiza seguido porfa! (:
Bienvenida,si ya puse los dias que podre subir nove,gracias por leer :)
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Dorin escribió:siguela siguela =)
Ya la segui hahaha,gracias por siempre leer :D
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
criss_jb escribió:olaaaa me encanta tu nove siguelaaaaa
soy nueva lectora y no he dormido nada son las 5y 30 am y aun no tngo sueño
jajajaja y x cierto me cae bien sigmund pero me dieron ganas d ahorcarlo
y si puedes t pasas x la mia xfaa esq no tiene muchas lectoras el link esta en mi firma y es algo asi
Me llamo _______ y vivo con mi abuelo, el papa de mi mama, mi abuela murio hace poco y mi mama un tiempo antes que ella, practicamente creci con ellos y ahora q tengo 17 solo somos el y yo. Mi abuelo ya esta viejito y no tengo la vida de la mayoria de los adolescentes a mi edad yo tengo q cuidar de el xq el solo no lo puede hacer, esta enfermo sufre del corazon aun asi lo quiero mucho y nunca lo voy a abandonar
Se que diran q hay de tu papa? si tu mama murio como no estas con el, bueno pues nunca lo he visto x tanto no lo conozco, creanme q ni su nombre se, menos de su famila; a mama no le gustaba hablar de eso y a mis abuelos tampoco
Cuando mama murio tenia 9 años por tanto los recuerdo d ella son escasos. Ella trabajaba en la floreria de mi abuelo y siempre la iba a ayudar pero cuando murio yo me hize cargo xq mi abuela no podia, la repentina muerte de mama la habia afectado y se enfermo paso mucho tiempo en una cama y despues sucedio lo inevitable murio.
Yo soy Nick Jonas,Aparte de los Jonas Brothers y tengo un disco llamado Who I Am
mi familia me apoyo en todo y encerio se los agradezco
En el disco para mi fue imposible plasmar una historia q llamo mucho mi atencion, mama nos la conto a mis hermanos y a mi, se trata de una niña quien nace por error, sus padres eran muy jovene, aun asi pudo tener el milagro de la vida le encantan los jardines de rosas y lucha por sobrellevar con su vida espero q haigan escuchado la cancion y aunq ya ha pasado un año y un poco mas desde q sucedio todo esto, ahora se me ha ocurrido una idea los Jonas Brothers se han dado un descanso Joe, mi hermano, tambien esta probando suerte en solitario le deseo mucho exito en eso y tambien es el momento perfecto para q regrese y xq no averiguar quien es la chica del jardin de rosas
Hola Bienvenida,haha yo amo a sigmund y claro que me pasare tu novela ame la sinopsis,gracias por leer,espero verte por aqui seguido :lol!:
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Adorei el cap!!!
Os gostos de Nick son extraños!!
SIGUELA!!
___________
Te pasas por mi nove?
Corazón Cautivo (Nick y Tu)Adaptacion Hot
https://onlywn.activoforo.com/t9518-corazon-cautivo-nick-y-tu?highlight=corazon+cautivo
Os gostos de Nick son extraños!!
SIGUELA!!
___________
Te pasas por mi nove?
Corazón Cautivo (Nick y Tu)Adaptacion Hot
https://onlywn.activoforo.com/t9518-corazon-cautivo-nick-y-tu?highlight=corazon+cautivo
*Stephanie*
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Hola como les prometi aqui les traigo el capitulo 4 disfrutenlo :)
Capitulo 4
La subida por la empinada cuesta que llevaba a la zona comercial del Ocean Boulevard le ofreció a Stephanie una buena oportunidad para desahogar la energía acumulada. Alterada aún por su altercado con Nicholas, era apenas consciente de las frías corrientes de aire que se arremolinaban en torno a su cuerpo.
Una vez acabado el ascenso, comenzó a deambular entre las lujosas tiendas de La Jolla. La mayoría estaban cerradas ya, pero los letreros instaban a los clientes a regresar al día siguiente para comprar vestidos de noche, anillos de oro de cuarenta quilates y pieles suaves de los más diversos colores, desde el pardo más oscuro hasta el más puro de los blancos.______ vagaba de un escaparate a otro con pensamientos confusos. Faltaban tres semanas para las navidades y anhelaba el bienestar especial que aquella época solía proporcionarle.
Desesperadamente, trató de empaparse del espíritu de las decoraciones navideñas de los elegantes escaparates. Fue inútil. Aquel año las navidades no tenían para ella ningún aliciente. Al enterarse de que un hombre había reemplazado a Valerie como copropietario del piso, sus padres habían inventado rápidamente una excusa para no ir a California en diciembre. En su situación económica, ella no podía permitirse el lujo de ir a casa y, aunque pudiera, la desaprobación de sus padres le había quitado las ganas de pasar las fiestas en Indiana. Sentía curiosidad por saber si Nicholas tenía algún sitio donde celebrar las fiestas, o alguien con quien hacerlo. La pregunta le hizo darse cuenta de lo poco que sabía de aquel hombre que había llegado a significar tanto para ella.
Trató de recordar el plan de acción que había trazado aquella mañana en la ducha. Empezaría a ver más a Jeremy. Tal vez no fuera justo…, no, sabía que no lo era, pero estaba entre la espada y la pared y no se le ocurría ninguna otra solución por el momento.
También empezaría a dejar salir a Sigmund de la jaula. Sabiendo lo que sentía Nicholas por el pájaro, dejarlo suelto era como molestar al león en el zoo, pero se arriesgaría. El peligro de acabar en la cama con Lloyd se había vuelto demasiado real como para no tomar precauciones.
La niebla creaba halos en torno a las luces de las farolas, y______ se envolvió el cuerpo con los brazos mientras el frío húmedo penetraba sin dificultad a través de la seda de su blusa. Suspiró, consciente de que cuanto más permaneciera en aquella húmeda y fría niebla, sin chaqueta, más se arriesgaría a atrapar un feo resfriado. El sentido común acabó por tomar la iniciativa y ordenó a sus pies que la llevaran de regreso colina abajo.
El letrero de cartón colgado en la puerta del autoservicio rezaba Abierto y, llevada por un impulso, la empujó, entró y se dirigió a la sección de frutos secos.
—Algo para ejercitar la dentadura, ¿eh? —dijo sonriendo el dependiente cuando ella fue a pagar varios paquetes de cacahuetes dulces.
—No se lo va a creer, pero quien va a comerse esto no tiene ni un solo diente —replicó ella, sonriendo también.
—¿En serio? Entonces le aconsejo que se lleve algo más blando. Esto puede causarle problemas —dijo el dependiente muy serio, como si estuviera extendiendo una receta.
_______ se echó a reír.
—No lo creo. Son para mi guacamayo, Sigmund.
—¿De verdad? —exclamó el hombrecillo, enarcando las cejas—. ¿Le gustan los dulces?
—No cualquier dulce —le explicó ella—. Solamente los cacahuetes dulces —se encogió de hombros—. No estoy segura de que sean muy buenos para su organismo, pero lleva comiéndolos cinco años y todavía no le ha pasado nada.
—Son unos pájaros caros, ¿no?
La tienda estaba vacía y ______ se dio cuenta de que los comentarios de aquel hombre eran producto de la soledad y el aburrimiento, pero su amistoso interés la hizo sentirse mejor.
—Sí, pero afortunadamente, a Sigmund me lo regalaron.
—¿En serio? ¿Y habla?
—Me temo que sí.
_______ sonrió con tristeza, recordando cómo el don de la oportunidad de Sigmund había interrumpido su apasionado interludio con Nicholas. Y se lo agradecía…, ¿o no?
—Vaya, cómo me gustaría tener uno de esos pájaros, pero supongo que sería mejor que me comprase un coche nuevo en lugar de un pájaro. Además, a mi edad, un bicho así me sobreviviría. Tengo entendido que viven tanto como las personas.
—Eso he oído —asintió ______—. Es una sensación extraña, ¿verdad?, saber que tienes una mascota para toda la vida.
Nunca antes había considerado a Sigmund desde aquel punto de vista, pero dado que no podía soportar la idea de librarse de él, quienquiera que fuera a compartir su vida tendría que convivir también con Sigmund… para siempre. Aquello eliminaba a Nicholas. La idea la dejó paralizada. Debía estar loca para alimentar ideas como ésa, ¡estaba intentando abrir una clínica propia, no encontrar marido!
—Bueno, espero que le gusten a Sigmund —concluyó el dependiente, tendiéndole la bolsa de papel marrón mientras otro cliente se acercaba a la caja con un jarabe para la tos—. Encantado de hablar con usted.
—Gracias —respondió ______ cálidamente. Se alegraba de haber podido distraer su malhumor.
Tarareando el último éxito de música country, dejó la brillante fluorescencia del autoservicio y emprendió la fría vuelta a casa, ensayando lo que le diría a Nicholas cuando llegara.
El caso fue que el ensayo resultó en vano, pues la puerta de la habitación de Nicholas estaba cerrada cuando entró en el apartamento. No había signos de su presencia, aunque el débil olor de hamburguesa le indicó que ya había cenado. La luz de la cocina estaba encendida, casi como si la hubiera dejado así deliberadamente para que ella no tropezara en la oscuridad, pero no estaba dispuesta a reconocer que lo hubiera hecho por consideración, así que decidió que se la habría dejado encendida por descuido. Después de apagarla, se dirigió a su habitación con los dulces, deseando darse una ducha y meterse en la cama. Y comerse algunos de los cacahuetes dulces de Sigmund.
—Muy bien, Sigmund, súbete a mi hombro —le dijo ____ varios días después mientras pensaba en qué preparar de cena.
Desde el umbral de su dormitorio podía ver a Nicholas, repantigado en el sillón negro leyendo una revista de submarinismo. Él cambió varias veces de postura mientras lo contemplaba, y no pudo evitar una leve sonrisa de satisfacción. Aquel maldito sillón ni siquiera era cómodo.
—La cena —graznó Sigmund, revoloteando suavemente hasta la toalla que se había puesto ella sobre el hombro para evitar que le clavara sus afiladas uñas.
Tan sólo un roce bastaría para rasgar la delicada tela del vestido que llevaba, uno de sus favoritos. En otras circunstancias, no le habría dejado ni acercarse al vestido, pero Sigmund se había convertido en su perro guardián en los últimos días. Con él en el hombro, Nicholas mantenía las distancias, tal como ella había planeado.
—Vamos, pájaro loco. Creo que te gustarán las naranjas que te he comprado hoy —le dijo mientras abandonaba el santuario de su habitación.
Los ojos se alzaron de las páginas que estaba leyendo.
—¡Jo-jo-jo…, y una botella de ron!
—¡Izad la principal y arriad la mesana! Se acerca una galerna —replicó ella, acostumbrada a sus cáusticos comentarios sobre Sigmund.
Nicholas soltó un bufido de hilaridad.
—¿Pero sabes lo que estás diciendo?
—Algo. He leído La isla del tesoro y Moby Dick.
—Y con eso, seguro que ya te sientes capaz de salir a navegar en velero por la bahía de San Diego —sacudió la cabeza, riéndose.
—Deduzco que, entre tus muchas habilidades secretas, también lo sabes todo acerca del arte de navegar.
Sacó una gran naranja de la nevera y comenzó a pelarla para Sigmund.
—Un poco —reconoció él, doblando la esquina de la página que estaba leyendo y cerrando la revista—. Todo lo que tiene que ver con el océano me fascina. Me encanta estar sobre la superficie, en un bote o debajo, metido en un traje de submarinista. Una vida no es suficiente para todo lo que hay que saber sobre el mar.
Sigmund se agitó, nervioso, sobre el hombro de _____ y ésta se dio cuenta de que había dejado de pelar la naranja.
—Te encanta, ¿verdad? —dijo, obligándose a reemprender la tarea de pelar la naranja—. La mayor parte de mi vida he sido un animal de tierra adentro. La primera vez que vi el océano, hace seis años, me quedé boquiabierta, y aún no me he acostumbrado del todo a su inmensidad. Ahora ya nado en él, pero la idea de navegar o de hacer submarinismo me parecen aún demasiado atrevidas.
—¿Por qué? A mí me encantaría enseñarte todo lo que pudiera. Es todo un mundo lo que te estás perdiendo, ______.
Era una oferta generosa, y ella se lo quedó mirando durante unos instantes, saboreando la posibilidad, sabiendo que no debía aceptar.
—Gracias, pero creo que no.
—Muy bien —él tomó la revista y siguió leyendo, pero no sin que _____ captara la expresión dolida de sus ojos.
Nicholas pasó la página con naturalidad, y ______ se preguntó si estaba asimilando las palabras que tenía delante, a pesar de su aire de intensa concentración. Levantó una mano para acariciarse la nuca, y ella tuvo que contener el dulce impulso de acercarse y aliviar de alguna forma la tensión de aquellos anchos hombros.
Como si notara que era su foco de atención, él alzó la mirada:
—¿Sabes?, ese vestido te hace parecer una virgen a punto de ser sacrificada.
—¿Esa es tu forma de decir que no te gusta?
Se sintió desolada. Siempre había pensado que aquel vestido resaltaba sus ojos azules y su cabello rubio.
—No, es mi forma de decir que me resulta difícil pensar en otra cosa que no sea hacer el amor contigo.
El dulce anhelo fue rápidamente sustituido por una ardiente llama en su interior.
—¡Vaya! ¿Ya estamos con ésas otra vez?
Los dedos le temblaban mientras empezaba a dividir la naranja y darle los gajos a Sigmund.
—Estamos siempre,______. Puede que creas que tu argucia de tener a Sigmund cerca nos separará, pero no te va a funcionar siempre. Ese pájaro se está acostumbrando a mí cada día más, y pronto no importará si está en la habitación o no.
—Si crees que necesito a Sigmund para mantenerte a raya, es que me subestimas, Nicholas —dijo ella evasivamente, alegrándose de que Jeremy fuera a llegar al cabo de unos minutos—. Y ahora, si me perdonas, voy a calentar ese estofado y comer algo antes de que llegue Jeremy.
—Ah, sí. Jeremy, el otro subterfugio. ¿Qué has preparado para sacarle a escena esta vez?
«Lo sabe. Sabe lo que estoy haciendo», pensó frenéticamente, pero seguiría adelante con su juego de todas formas.
—No he «preparado» nada. Vamos a dirigir conjuntamente una sesión de terapia de grupo esta noche.
—¿Con ese vestido? Yo creía que lo de la terapia de grupo consistía en aporrear almohadones y dar rienda suelta a la ira.
—Está claro que te queda mucho por aprender de psicología —dijo ella con frialdad mientras removía el estofado.
—Aprendí todo lo que tenía que aprender cuando Jewel y yo acudimos a un asesor matrimonial. ¡Dios, qué pérdida de tiempo!
—Tal vez acudisteis a un mal asesor. A veces sucede —se sirvió en un plato el estofado.
—Aquel parecía tener problemas con el idioma. Le dije repetidas veces que no amaba a mi mujer, pero él se negaba a aceptarlo. Finalmente, decidí abandonar mis intentos de convencerlo.
—¿Cómo podías estar tan seguro de que no la amabas?
—Estaba seguro —su tono era frío.
—Pero el amor es un concepto tan complejo, Nicholas. Tal vez tú…
—______—su voz la hizo quedarse quieta en el otro extremo de la habitación—, ¿quieres dejar de ejercer de psicóloga al menos por una vez y responderme como una mujer?
Ella no pudo evitar mirarlo a los ojos: su mirada era una pura brasa.
—De acuerdo.
—¿Tú sabrías si amas o no a alguien?
¿Por qué le producía tal efecto aquella pregunta?, se dijo _____. ¿Por qué estaba temblando bajo la mirada de sus ojos ardientes? Estaba dispuesta a reconocer que sentía una gran atracción sexual, pero… ¿amor?
—¿Lo sabrías, ______? —insistió Nicholas, y ella observó que su respiración también era irregular bajo su camisa blanca.
—Sí, supongo que lo sabría.
—Bien —volvió a abrir su revista—. Doy por cerrado el caso.
_______ se quedó mirando el plato un largo instante, luego lo levantó y tiró el contenido a la basura. Sería mejor que Jeremy llegase pronto.
Cuando estaba metiendo a Sigmund otra vez en su jaula, sonó el timbre. _____ aseguró el pestillo de la terraza y se disponía a salir de la habitación cuando recordó que tenía que ponerse un jersey. Mientras lo estaba sacando del armario, oyó voces masculinas. Nicholas ya había abierto la puerta.
—Bueno, ya veo que habéis decidido dónde poner los muebles —oyó comentar a Jeremy antes de entrar en la sala. Se detuvo para oír la respuesta de Nicholas
Capitulo 4
La subida por la empinada cuesta que llevaba a la zona comercial del Ocean Boulevard le ofreció a Stephanie una buena oportunidad para desahogar la energía acumulada. Alterada aún por su altercado con Nicholas, era apenas consciente de las frías corrientes de aire que se arremolinaban en torno a su cuerpo.
Una vez acabado el ascenso, comenzó a deambular entre las lujosas tiendas de La Jolla. La mayoría estaban cerradas ya, pero los letreros instaban a los clientes a regresar al día siguiente para comprar vestidos de noche, anillos de oro de cuarenta quilates y pieles suaves de los más diversos colores, desde el pardo más oscuro hasta el más puro de los blancos.______ vagaba de un escaparate a otro con pensamientos confusos. Faltaban tres semanas para las navidades y anhelaba el bienestar especial que aquella época solía proporcionarle.
Desesperadamente, trató de empaparse del espíritu de las decoraciones navideñas de los elegantes escaparates. Fue inútil. Aquel año las navidades no tenían para ella ningún aliciente. Al enterarse de que un hombre había reemplazado a Valerie como copropietario del piso, sus padres habían inventado rápidamente una excusa para no ir a California en diciembre. En su situación económica, ella no podía permitirse el lujo de ir a casa y, aunque pudiera, la desaprobación de sus padres le había quitado las ganas de pasar las fiestas en Indiana. Sentía curiosidad por saber si Nicholas tenía algún sitio donde celebrar las fiestas, o alguien con quien hacerlo. La pregunta le hizo darse cuenta de lo poco que sabía de aquel hombre que había llegado a significar tanto para ella.
Trató de recordar el plan de acción que había trazado aquella mañana en la ducha. Empezaría a ver más a Jeremy. Tal vez no fuera justo…, no, sabía que no lo era, pero estaba entre la espada y la pared y no se le ocurría ninguna otra solución por el momento.
También empezaría a dejar salir a Sigmund de la jaula. Sabiendo lo que sentía Nicholas por el pájaro, dejarlo suelto era como molestar al león en el zoo, pero se arriesgaría. El peligro de acabar en la cama con Lloyd se había vuelto demasiado real como para no tomar precauciones.
La niebla creaba halos en torno a las luces de las farolas, y______ se envolvió el cuerpo con los brazos mientras el frío húmedo penetraba sin dificultad a través de la seda de su blusa. Suspiró, consciente de que cuanto más permaneciera en aquella húmeda y fría niebla, sin chaqueta, más se arriesgaría a atrapar un feo resfriado. El sentido común acabó por tomar la iniciativa y ordenó a sus pies que la llevaran de regreso colina abajo.
El letrero de cartón colgado en la puerta del autoservicio rezaba Abierto y, llevada por un impulso, la empujó, entró y se dirigió a la sección de frutos secos.
—Algo para ejercitar la dentadura, ¿eh? —dijo sonriendo el dependiente cuando ella fue a pagar varios paquetes de cacahuetes dulces.
—No se lo va a creer, pero quien va a comerse esto no tiene ni un solo diente —replicó ella, sonriendo también.
—¿En serio? Entonces le aconsejo que se lleve algo más blando. Esto puede causarle problemas —dijo el dependiente muy serio, como si estuviera extendiendo una receta.
_______ se echó a reír.
—No lo creo. Son para mi guacamayo, Sigmund.
—¿De verdad? —exclamó el hombrecillo, enarcando las cejas—. ¿Le gustan los dulces?
—No cualquier dulce —le explicó ella—. Solamente los cacahuetes dulces —se encogió de hombros—. No estoy segura de que sean muy buenos para su organismo, pero lleva comiéndolos cinco años y todavía no le ha pasado nada.
—Son unos pájaros caros, ¿no?
La tienda estaba vacía y ______ se dio cuenta de que los comentarios de aquel hombre eran producto de la soledad y el aburrimiento, pero su amistoso interés la hizo sentirse mejor.
—Sí, pero afortunadamente, a Sigmund me lo regalaron.
—¿En serio? ¿Y habla?
—Me temo que sí.
_______ sonrió con tristeza, recordando cómo el don de la oportunidad de Sigmund había interrumpido su apasionado interludio con Nicholas. Y se lo agradecía…, ¿o no?
—Vaya, cómo me gustaría tener uno de esos pájaros, pero supongo que sería mejor que me comprase un coche nuevo en lugar de un pájaro. Además, a mi edad, un bicho así me sobreviviría. Tengo entendido que viven tanto como las personas.
—Eso he oído —asintió ______—. Es una sensación extraña, ¿verdad?, saber que tienes una mascota para toda la vida.
Nunca antes había considerado a Sigmund desde aquel punto de vista, pero dado que no podía soportar la idea de librarse de él, quienquiera que fuera a compartir su vida tendría que convivir también con Sigmund… para siempre. Aquello eliminaba a Nicholas. La idea la dejó paralizada. Debía estar loca para alimentar ideas como ésa, ¡estaba intentando abrir una clínica propia, no encontrar marido!
—Bueno, espero que le gusten a Sigmund —concluyó el dependiente, tendiéndole la bolsa de papel marrón mientras otro cliente se acercaba a la caja con un jarabe para la tos—. Encantado de hablar con usted.
—Gracias —respondió ______ cálidamente. Se alegraba de haber podido distraer su malhumor.
Tarareando el último éxito de música country, dejó la brillante fluorescencia del autoservicio y emprendió la fría vuelta a casa, ensayando lo que le diría a Nicholas cuando llegara.
El caso fue que el ensayo resultó en vano, pues la puerta de la habitación de Nicholas estaba cerrada cuando entró en el apartamento. No había signos de su presencia, aunque el débil olor de hamburguesa le indicó que ya había cenado. La luz de la cocina estaba encendida, casi como si la hubiera dejado así deliberadamente para que ella no tropezara en la oscuridad, pero no estaba dispuesta a reconocer que lo hubiera hecho por consideración, así que decidió que se la habría dejado encendida por descuido. Después de apagarla, se dirigió a su habitación con los dulces, deseando darse una ducha y meterse en la cama. Y comerse algunos de los cacahuetes dulces de Sigmund.
—Muy bien, Sigmund, súbete a mi hombro —le dijo ____ varios días después mientras pensaba en qué preparar de cena.
Desde el umbral de su dormitorio podía ver a Nicholas, repantigado en el sillón negro leyendo una revista de submarinismo. Él cambió varias veces de postura mientras lo contemplaba, y no pudo evitar una leve sonrisa de satisfacción. Aquel maldito sillón ni siquiera era cómodo.
—La cena —graznó Sigmund, revoloteando suavemente hasta la toalla que se había puesto ella sobre el hombro para evitar que le clavara sus afiladas uñas.
Tan sólo un roce bastaría para rasgar la delicada tela del vestido que llevaba, uno de sus favoritos. En otras circunstancias, no le habría dejado ni acercarse al vestido, pero Sigmund se había convertido en su perro guardián en los últimos días. Con él en el hombro, Nicholas mantenía las distancias, tal como ella había planeado.
—Vamos, pájaro loco. Creo que te gustarán las naranjas que te he comprado hoy —le dijo mientras abandonaba el santuario de su habitación.
Los ojos se alzaron de las páginas que estaba leyendo.
—¡Jo-jo-jo…, y una botella de ron!
—¡Izad la principal y arriad la mesana! Se acerca una galerna —replicó ella, acostumbrada a sus cáusticos comentarios sobre Sigmund.
Nicholas soltó un bufido de hilaridad.
—¿Pero sabes lo que estás diciendo?
—Algo. He leído La isla del tesoro y Moby Dick.
—Y con eso, seguro que ya te sientes capaz de salir a navegar en velero por la bahía de San Diego —sacudió la cabeza, riéndose.
—Deduzco que, entre tus muchas habilidades secretas, también lo sabes todo acerca del arte de navegar.
Sacó una gran naranja de la nevera y comenzó a pelarla para Sigmund.
—Un poco —reconoció él, doblando la esquina de la página que estaba leyendo y cerrando la revista—. Todo lo que tiene que ver con el océano me fascina. Me encanta estar sobre la superficie, en un bote o debajo, metido en un traje de submarinista. Una vida no es suficiente para todo lo que hay que saber sobre el mar.
Sigmund se agitó, nervioso, sobre el hombro de _____ y ésta se dio cuenta de que había dejado de pelar la naranja.
—Te encanta, ¿verdad? —dijo, obligándose a reemprender la tarea de pelar la naranja—. La mayor parte de mi vida he sido un animal de tierra adentro. La primera vez que vi el océano, hace seis años, me quedé boquiabierta, y aún no me he acostumbrado del todo a su inmensidad. Ahora ya nado en él, pero la idea de navegar o de hacer submarinismo me parecen aún demasiado atrevidas.
—¿Por qué? A mí me encantaría enseñarte todo lo que pudiera. Es todo un mundo lo que te estás perdiendo, ______.
Era una oferta generosa, y ella se lo quedó mirando durante unos instantes, saboreando la posibilidad, sabiendo que no debía aceptar.
—Gracias, pero creo que no.
—Muy bien —él tomó la revista y siguió leyendo, pero no sin que _____ captara la expresión dolida de sus ojos.
Nicholas pasó la página con naturalidad, y ______ se preguntó si estaba asimilando las palabras que tenía delante, a pesar de su aire de intensa concentración. Levantó una mano para acariciarse la nuca, y ella tuvo que contener el dulce impulso de acercarse y aliviar de alguna forma la tensión de aquellos anchos hombros.
Como si notara que era su foco de atención, él alzó la mirada:
—¿Sabes?, ese vestido te hace parecer una virgen a punto de ser sacrificada.
—¿Esa es tu forma de decir que no te gusta?
Se sintió desolada. Siempre había pensado que aquel vestido resaltaba sus ojos azules y su cabello rubio.
—No, es mi forma de decir que me resulta difícil pensar en otra cosa que no sea hacer el amor contigo.
El dulce anhelo fue rápidamente sustituido por una ardiente llama en su interior.
—¡Vaya! ¿Ya estamos con ésas otra vez?
Los dedos le temblaban mientras empezaba a dividir la naranja y darle los gajos a Sigmund.
—Estamos siempre,______. Puede que creas que tu argucia de tener a Sigmund cerca nos separará, pero no te va a funcionar siempre. Ese pájaro se está acostumbrando a mí cada día más, y pronto no importará si está en la habitación o no.
—Si crees que necesito a Sigmund para mantenerte a raya, es que me subestimas, Nicholas —dijo ella evasivamente, alegrándose de que Jeremy fuera a llegar al cabo de unos minutos—. Y ahora, si me perdonas, voy a calentar ese estofado y comer algo antes de que llegue Jeremy.
—Ah, sí. Jeremy, el otro subterfugio. ¿Qué has preparado para sacarle a escena esta vez?
«Lo sabe. Sabe lo que estoy haciendo», pensó frenéticamente, pero seguiría adelante con su juego de todas formas.
—No he «preparado» nada. Vamos a dirigir conjuntamente una sesión de terapia de grupo esta noche.
—¿Con ese vestido? Yo creía que lo de la terapia de grupo consistía en aporrear almohadones y dar rienda suelta a la ira.
—Está claro que te queda mucho por aprender de psicología —dijo ella con frialdad mientras removía el estofado.
—Aprendí todo lo que tenía que aprender cuando Jewel y yo acudimos a un asesor matrimonial. ¡Dios, qué pérdida de tiempo!
—Tal vez acudisteis a un mal asesor. A veces sucede —se sirvió en un plato el estofado.
—Aquel parecía tener problemas con el idioma. Le dije repetidas veces que no amaba a mi mujer, pero él se negaba a aceptarlo. Finalmente, decidí abandonar mis intentos de convencerlo.
—¿Cómo podías estar tan seguro de que no la amabas?
—Estaba seguro —su tono era frío.
—Pero el amor es un concepto tan complejo, Nicholas. Tal vez tú…
—______—su voz la hizo quedarse quieta en el otro extremo de la habitación—, ¿quieres dejar de ejercer de psicóloga al menos por una vez y responderme como una mujer?
Ella no pudo evitar mirarlo a los ojos: su mirada era una pura brasa.
—De acuerdo.
—¿Tú sabrías si amas o no a alguien?
¿Por qué le producía tal efecto aquella pregunta?, se dijo _____. ¿Por qué estaba temblando bajo la mirada de sus ojos ardientes? Estaba dispuesta a reconocer que sentía una gran atracción sexual, pero… ¿amor?
—¿Lo sabrías, ______? —insistió Nicholas, y ella observó que su respiración también era irregular bajo su camisa blanca.
—Sí, supongo que lo sabría.
—Bien —volvió a abrir su revista—. Doy por cerrado el caso.
_______ se quedó mirando el plato un largo instante, luego lo levantó y tiró el contenido a la basura. Sería mejor que Jeremy llegase pronto.
Cuando estaba metiendo a Sigmund otra vez en su jaula, sonó el timbre. _____ aseguró el pestillo de la terraza y se disponía a salir de la habitación cuando recordó que tenía que ponerse un jersey. Mientras lo estaba sacando del armario, oyó voces masculinas. Nicholas ya había abierto la puerta.
—Bueno, ya veo que habéis decidido dónde poner los muebles —oyó comentar a Jeremy antes de entrar en la sala. Se detuvo para oír la respuesta de Nicholas
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
—No ha sido difícil —dijo Nicholas, arrastrando las palabras—. Lo único que hemos tenido que hacer es llamar a unos negociadores de Naciones Unidas. A mí me ha correspondido el lado izquierdo de la sala y______ ocupa el derecho. La cocina es zona desmilitarizada.
—La combinación de estilos es… interesante —comentó Jeremy—. Tal vez se ponga de moda.
—¿Nos vamos? —dijo ______ en un tono de voz demasiado alto mientras entraba en la sala.
—Cuando quieras —contestó rápidamente Jeremy; su tono de voz era admirativo—. Pero creo que preferiría que nos olvidáramos de la sesión de terapia. Ese vestido te sienta estupendamente.
—Me temo que ese atuendo es culpa mía —intervino Nicholas—. _____ sabía lo mucho que estaba deseando verla con él puesto. Gracias,_____. Ha sido un detalle por tu parte.
—De nada —replicó ella entre dientes—. Después de esta noche pienso quemarlo.
—¿Ah, sí? No sabía que te dedicabas a quemar prendas de vestir.
—En este momento, cualquier forma de piromanía resultaría apropiada —replicó ella, sonriendo dulcemente—. ¿Nos vamos, Jeremy?
—Por supuesto —dijo él, dirigiéndose hacia la puerta.
—Adiós, niños. No vengáis tarde —exclamó Nicholas mientras ella se escabullía.
Jeremy la tomó de la cintura mientras bajaban por las escaleras traseras hacia el aparcamiento.
—Solos al fin —suspiró—. Ese tal Jonas te las está haciendo pasar moradas, ¿no?
—Desde luego, no es la situación más fácil con la que me he encontrado en mi vida —convino_____, pensando en cómo librarse con tacto del brazo de Jeremy.
Deseaba con todas sus fuerzas no tener la sensación de haber salido a la calle con el hombre equivocado. Nicholas era arrogante, despótico y odioso. Y vulnerable y divertido, y más sexy que cualquier otro hombre que hubiera conocido en su vida, le susurró una voz interior.
Nicholas evitó a Stephanie durante los siguientes días. Ella tenía la mayoría de las clases por la mañana, y él había programado su trabajo de laboratorio para por las tardes. Aunque se decía a sí misma que estaba encantada, _____ encontraba las horas que pasaba sola en el apartamento largas y tediosas.
Mientras regresaba en el coche a casa el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad, deseó que ya hubieran pasado las dos semanas siguientes. La jubilosa energía de sus alumnos la distraía de sus propios problemas, y sus clases se habían convertido en la parte más agradable del día. Pero habían terminado hasta enero y la única ocupación que le restaba era la corrección de los exámenes que llevaba en el asiento contiguo del coche.
El pesado banco de niebla matutina se había negado a disiparse, y la lluvia comenzó a salpicar el parabrisas mientras entraba en el aparcamiento. Tal como esperaba, la moto ya no estaba allí.
Después de prepararse un sándwich de mantequilla de cacahuetes y rellenar los pocillos de la comida y bebida de Sigmund, se puso sus vaqueros más cómodos y una camisa rosa y se arrellanó en su mecedora con el primer examen. Corrigió otros tres antes de levantar la vista de nuevo hacia el cielo plomizo.
La niebla lo cubría todo excepto una línea apenas visible de oleaje marfileño.
El sonido del timbre de la puerta le ofreció la esperanza de emerger de sus sombríos pensamientos, y decidió que hasta un vendedor sería bienvenido en una tarde depresiva como aquélla.
—Hoy es un día perfecto para acurrucarse con una rubia esplendorosa delante del fuego. Mira lo que te he traído —orgullosamente, Jeremy le enseñó dos troncos de viruta prensada envueltos en papel rojo y negro—. Parece que ya estén ardiendo, con estos colores. ¿Comprobamos si funcionan?
—¿Por qué no? —______ le sonrió, agradecida, mirando su rostro enmarcado por húmedos mechones de fino cabello—. Pero, a decir verdad, no sé muy bien qué tal tirará la chimenea.
—¿No la has usado todavía?
La siguió alegremente a la sala de estar; parecía un perrito, observó ella, reprendiéndose de inmediato por aquella comparación tan poco caritativa. Su personalidad desenfadada era precisamente lo que necesitaba en aquel momento.
—No. No he encontrado el momento adecuado —dijo ella, encogiéndose de hombros, y él asintió comprensivamente.
—Sigues sin llevarte muy bien conJonas, ¿verdad? —su tono reflejaba simpatía, pero ella también percibió cierta satisfacción.
—La verdad es que sí —reconoció ella, preguntándose si Jeremy relacionaría aquella aseveración con su repentina disposición a estar con él de las dos últimas semanas.
Se habían visto mucho, aunque ella seguía rechazando sus insinuaciones sexuales. Aquélla era la primera vez, sin embargo, que iba a estar con ella en el apartamento, y se dio cuenta de que nunca lo había invitado, como si su presencia fuera una especie de intrusión. Y en aquel momento, también la sentía un poco así, aunque Nicholas iba a estar fuera toda la tarde y no tenía por qué enterarse de que Jeremy había estado con ella.
—Bueno, pues peor para él. Supongo que no estará aquí, ¿verdad? —Jeremy dejó los troncos sobre el borde de pizarra de la chimenea.
—No, suele trabajar en el laboratorio por las tardes.
—Bien —Jeremy se frotó las manos—. ¿Tienes algún periódico viejo y cerillas?
Después de quemar varias páginas del periódico y una caja entera de cerillas, consiguieron arrancarle una llama a uno de los troncos.
—No es exactamente lo que yo llamaría crepitante, pero desde luego, tú estás esplendorosa, así que vamos a sentarnos y sacarle el máximo partido —dijo Jeremy, atrayéndola hacia él.
—¿Te apetecen unos pastelitos? —dijo ella, riéndose nerviosamente; estaba preocupada por lo que Jeremy tenía en mente—. ¿O quizás mejor palomitas? Podríamos…
—_____, por el amor de Dios, no voy a hacerte nada, así que siéntate y cállate.
Jeremy deslizó una mano por la muñeca de Stephanie hasta entrelazar sus dedos con los de ella. ¡Qué blandos le parecían a ésta en comparación con los de Nicholas! Al instante, lamentó la comparación mental, que desencadenó una cascada de recuerdos y encendió en su rostro un leve rubor. Aquello no pasó inadvertido a Jeremy, quien supuso que estaba consiguiendo el efecto deseado sobre la mujer que tenía a su lado.
—¿Qué te ha dicho Marge últimamente sobre la venta del piso? —le preguntó, suponiendo que aquel tema mantendría el interés de _____ mientras él le soltaba la mano y le pasaba el brazo por encima de los hombros en un gesto natural.
—Cree que podré sacarlo al mercado dentro de unos seis meses —respondió ____, incómodamente consciente del peso del brazo de Jeremy—. He ido mirando el periódico para buscar posibles locales para la clínica, aunque sea todavía demasiado pronto, y ya he encontrado varios que pueden servir.
Empezó a olvidarse del brazo de Jeremy mientras se metía más en el tema.
—Había uno que parecía perfecto…, no demasiado lejos de la universidad, con un despacho exterior y dos salas de consulta, y el alquiler no estaba mal. Según lo que obtuviese por mi parte del piso, podría conseguir el resto a través de clientes hasta conseguir que la clínica se pudiera mantener por sí misma.
Sus azules ojos chispearon de entusiasmo mientras soñaba con el día en que sería su propia jefa.
—No te olvides de que yo voy a ayudarte a pagar el alquiler —le recordó Jeremy, aprovechando la oportunidad para estrecharla más contra su cuerpo—. Ayer mismo me subieron el sueldo.
—Qué bien.
De pronto, el aire se escapó de su globo de felicidad. Cuando se imaginaba el despacho con las dos salas de consulta, le costaba imaginarse a Jeremy en una de ellas. Sin embargo, tendría que estar, naturalmente, porque su plan ya era bastante difícil de financiar contando incluso con la ayuda de un tercero. No podía ni soñar en llevarlo adelante sola. Un leve suspiro escapó de sus labios.
—No te desanimes, _____, cariño —dijo Jeremy melosamente, con los labios a unos milímetros de su oído—. El tiempo pasará más rápidamente de lo que piensas. Este mismo verano estaremos montando nuestra clínica juntos y después, quizás… —dejó la frase sin acabar, pero a ella no le costó mucho hacerlo por él, que había comenzado a mordisquearle el cuello.
—Jeremy —suplicó, tratando de interceptar su otra mano, que le estaba subiendo por el muslo. Al parecer, estaba dispuesto a intentarlo todo esa tarde.
—Vamos, ____ —murmuró Jeremy contra su piel, tomándole la mano—. Cuando te vi la primera vez con el tipo ese, Jonas, pensé que te había perdido, pero como no pareces estar muy a buenas con él que digamos, estoy recuperando mi posición.
Los labios de Jeremy se acercaron a su escote mientras desabrochaba un botón de su camisa rosa. Ella trató de liberarse, pero Jeremy resultó ser más fuerte de lo que había pensado, y al intentar zafarse lo único que consiguió fue que se le desabrochara otro botón.
—Suéltame, Jeremy —gruñó entre dientes.
—Oye, llevamos retrasando esto demasiado tiempo.
Ella sintió sus labios húmedos y calientes sobre la piel.
—No, Jeremy —lo empujó, pero él se aferró tercamente a ella. Una leve punzada de miedo la sacudió.
—Escúchame,_____. Nos conocemos desde hace casi un año ya. ¿Cuánto tiempo crees que puedo seguir esperando?
La voz de Jeremy rezumaba pasión mientras sus dedos temblorosos trataban de desabrocharle el cierre del pantalón.
—No lo entiendes. No quiero… —trató de apartarle los dedos.
Sólo el repentino portazo consiguió que Jeremy hiciera lo que le pedía. Bruscamente, se irguió con un gesto rígido.
¡Nicholas! ¡Había llegado Nicholas!
—Siento haber interrumpido —su voz era tensa y fría—. No os molestaré.
_____ aprovechó la oportunidad.
—¡Nicholas!
El grito estrangulado le hizo detenerse sobre sus pasos.
—¿Qué?
Ella notaba su impaciencia.
—¿De qué quieres hablar con él? —inquirió Jeremy, riendo nerviosamente y soltándola.
—Yo… eh… no esperaba que volvieras —balbuceó _____, abrochándose la camisa y poniéndose en pie con gestos inseguros.
—Ya veo —Nicholas se dirigió hacia su habitación—. En seguida me vuelvo a ir.
—¡No! —____ lo siguió y él se volvió, sorprendido—. Quiero decir…, no hace falta. Jeremy se marchaba ya.
—Pero… —Jeremy se puso torpemente en pie, abrochándose el cinturón— yo creía que tú y yo íbamos…
—Será mejor que te vayas, Jeremy. Ahora.
Los ojos de ______ lo miraron amenazadoramente mientras la mirada de Nicholas reevaluaba la situación.
—Pero _______… —suplicó Jeremy.
—Vete, antes de que diga algo que podamos lamentar los dos.
—Bueno, si así están las cosas, por mí de acuerdo —Jeremy se dirigió hacia la puerta lentamente, lanzándole una mirada cómplice a Nicholas—. No hay quien entienda a las mujeres, ¿verdad? Primero están a punto de arrancarte la ropa y al minuto siguiente se ponen en plan de vírgenes desairadas.
—Yo no veo que tus ropas estén muy desgarradas —dijo Nicholas entre dientes—. Y ahora, creo que será mejor que te vayas.
—Claro, claro —Jeremy retrocedió hacia la puerta—. Tal vez tú tengas más suerte que yo, colega —sus ojos se entrecerraron en una expresión de amargura al volverse hacia ______—. Llámame cuando te aclares.
Y se fue.
—¿Qué estaba sucediendo aquí, _______?
Súbitamente exhausta, ella se hundió en su mecedora.
—Ha venido con unos troncos artificiales para que encendiéramos un fuego. Luego… se dejó llevar… —su voz se convirtió en un susurro mientras sentía que los ojos se le llenaban de lágrimas. Agachó la cabeza, pues no quería que Nicholas las viera.
—¿Te ha hecho daño? —en un instante apareció a su lado, agachado junto a la mecedora—. ¿______?
—No —murmuró ella—. ¡Oh, Nicholas, probablemente ha sido todo culpa mía! Le he estado viendo demasiado, y él, naturalmente, ha pensado que…
—¿Qué tenía derecho a imponerte sus favores? —Nicholas la agarró por los hombros—. ¡______, ningún hombre tiene derecho a eso, piense lo que piense! Espero que no vuelvas a dejar entrar a ese tipo aquí —su voz estaba tensa de emoción.
_______ alzó los ojos, sorprendida, olvidando sus lágrimas.
—Pero si vamos a ser socios en lo de la clínica, y lo veo todo los días en la universidad… ¿Qué se supone que tengo que hacer?
—Te sugiero que procures no quedarte nunca a solas con él —dijo Nicholas tranquilamente—. A menos que quieras que te moleste otra vez. ¿Qué crees que te hubiera sucedido si yo no hubiera llegado a casa?
_______ se estremeció, recordando el pánico que había sentido. Aun así, le resultaba difícil creer que Jeremy pudiera haberle hecho daño.
—Creo que se hubiera detenido,Nicholas. No es una persona tan horrible.
—Si trata de imponerse a una mujer, no tiene una puntuación muy alta en mi libro de estima. Pero supongo que es tu problema, eres tú la que está «prácticamente comprometida» con ese tipo —se puso en pie—. No puedo entenderlo, de verdad, _______. Afirmas estar casi comprometida con él, pero no le dejas que te ponga la mano encima. Si fueras mi novia, esperaría algo más que un besito de buenas noches en la mejilla.
La idea de un compromiso con Nicholas la hizo sentir un escalofrío y se refugió en el sarcasmo.
—Nunca tendremos la oportunidad de comprobarlo, ¿no? El único compromiso que podríamos tener tú y yo sería en el terreno militar, ¿no te parece?
—Por una vez estás en lo cierto, ______. El matrimonio no es una de mis instituciones favoritas.
—¿Así que te contentas con una relación sin compromiso de vez en cuando?
Sintió una opresión en el corazón ante la idea de que Nicholas rechazase tan de plano el matrimonio. Si había soñado, aunque fuera en el más diminuto rincón de su mente, con algún tipo de relación con él, aquel sueño acababa de quedar destrozado.
—Se podría decir algo así, si no fuera por una cosa —sus ojos la mantuvieron clavada en el sitio—. Mis relaciones no son nunca sin compromiso.
Bueno aqui esta como les prometi,ya se viene lo mejor,en la noche vere si puedo subir otro capitulo por que el sábado no creo estar ire a casa de mi prima,bueno hasta la noche :hi:
—La combinación de estilos es… interesante —comentó Jeremy—. Tal vez se ponga de moda.
—¿Nos vamos? —dijo ______ en un tono de voz demasiado alto mientras entraba en la sala.
—Cuando quieras —contestó rápidamente Jeremy; su tono de voz era admirativo—. Pero creo que preferiría que nos olvidáramos de la sesión de terapia. Ese vestido te sienta estupendamente.
—Me temo que ese atuendo es culpa mía —intervino Nicholas—. _____ sabía lo mucho que estaba deseando verla con él puesto. Gracias,_____. Ha sido un detalle por tu parte.
—De nada —replicó ella entre dientes—. Después de esta noche pienso quemarlo.
—¿Ah, sí? No sabía que te dedicabas a quemar prendas de vestir.
—En este momento, cualquier forma de piromanía resultaría apropiada —replicó ella, sonriendo dulcemente—. ¿Nos vamos, Jeremy?
—Por supuesto —dijo él, dirigiéndose hacia la puerta.
—Adiós, niños. No vengáis tarde —exclamó Nicholas mientras ella se escabullía.
Jeremy la tomó de la cintura mientras bajaban por las escaleras traseras hacia el aparcamiento.
—Solos al fin —suspiró—. Ese tal Jonas te las está haciendo pasar moradas, ¿no?
—Desde luego, no es la situación más fácil con la que me he encontrado en mi vida —convino_____, pensando en cómo librarse con tacto del brazo de Jeremy.
Deseaba con todas sus fuerzas no tener la sensación de haber salido a la calle con el hombre equivocado. Nicholas era arrogante, despótico y odioso. Y vulnerable y divertido, y más sexy que cualquier otro hombre que hubiera conocido en su vida, le susurró una voz interior.
Nicholas evitó a Stephanie durante los siguientes días. Ella tenía la mayoría de las clases por la mañana, y él había programado su trabajo de laboratorio para por las tardes. Aunque se decía a sí misma que estaba encantada, _____ encontraba las horas que pasaba sola en el apartamento largas y tediosas.
Mientras regresaba en el coche a casa el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad, deseó que ya hubieran pasado las dos semanas siguientes. La jubilosa energía de sus alumnos la distraía de sus propios problemas, y sus clases se habían convertido en la parte más agradable del día. Pero habían terminado hasta enero y la única ocupación que le restaba era la corrección de los exámenes que llevaba en el asiento contiguo del coche.
El pesado banco de niebla matutina se había negado a disiparse, y la lluvia comenzó a salpicar el parabrisas mientras entraba en el aparcamiento. Tal como esperaba, la moto ya no estaba allí.
Después de prepararse un sándwich de mantequilla de cacahuetes y rellenar los pocillos de la comida y bebida de Sigmund, se puso sus vaqueros más cómodos y una camisa rosa y se arrellanó en su mecedora con el primer examen. Corrigió otros tres antes de levantar la vista de nuevo hacia el cielo plomizo.
La niebla lo cubría todo excepto una línea apenas visible de oleaje marfileño.
El sonido del timbre de la puerta le ofreció la esperanza de emerger de sus sombríos pensamientos, y decidió que hasta un vendedor sería bienvenido en una tarde depresiva como aquélla.
—Hoy es un día perfecto para acurrucarse con una rubia esplendorosa delante del fuego. Mira lo que te he traído —orgullosamente, Jeremy le enseñó dos troncos de viruta prensada envueltos en papel rojo y negro—. Parece que ya estén ardiendo, con estos colores. ¿Comprobamos si funcionan?
—¿Por qué no? —______ le sonrió, agradecida, mirando su rostro enmarcado por húmedos mechones de fino cabello—. Pero, a decir verdad, no sé muy bien qué tal tirará la chimenea.
—¿No la has usado todavía?
La siguió alegremente a la sala de estar; parecía un perrito, observó ella, reprendiéndose de inmediato por aquella comparación tan poco caritativa. Su personalidad desenfadada era precisamente lo que necesitaba en aquel momento.
—No. No he encontrado el momento adecuado —dijo ella, encogiéndose de hombros, y él asintió comprensivamente.
—Sigues sin llevarte muy bien conJonas, ¿verdad? —su tono reflejaba simpatía, pero ella también percibió cierta satisfacción.
—La verdad es que sí —reconoció ella, preguntándose si Jeremy relacionaría aquella aseveración con su repentina disposición a estar con él de las dos últimas semanas.
Se habían visto mucho, aunque ella seguía rechazando sus insinuaciones sexuales. Aquélla era la primera vez, sin embargo, que iba a estar con ella en el apartamento, y se dio cuenta de que nunca lo había invitado, como si su presencia fuera una especie de intrusión. Y en aquel momento, también la sentía un poco así, aunque Nicholas iba a estar fuera toda la tarde y no tenía por qué enterarse de que Jeremy había estado con ella.
—Bueno, pues peor para él. Supongo que no estará aquí, ¿verdad? —Jeremy dejó los troncos sobre el borde de pizarra de la chimenea.
—No, suele trabajar en el laboratorio por las tardes.
—Bien —Jeremy se frotó las manos—. ¿Tienes algún periódico viejo y cerillas?
Después de quemar varias páginas del periódico y una caja entera de cerillas, consiguieron arrancarle una llama a uno de los troncos.
—No es exactamente lo que yo llamaría crepitante, pero desde luego, tú estás esplendorosa, así que vamos a sentarnos y sacarle el máximo partido —dijo Jeremy, atrayéndola hacia él.
—¿Te apetecen unos pastelitos? —dijo ella, riéndose nerviosamente; estaba preocupada por lo que Jeremy tenía en mente—. ¿O quizás mejor palomitas? Podríamos…
—_____, por el amor de Dios, no voy a hacerte nada, así que siéntate y cállate.
Jeremy deslizó una mano por la muñeca de Stephanie hasta entrelazar sus dedos con los de ella. ¡Qué blandos le parecían a ésta en comparación con los de Nicholas! Al instante, lamentó la comparación mental, que desencadenó una cascada de recuerdos y encendió en su rostro un leve rubor. Aquello no pasó inadvertido a Jeremy, quien supuso que estaba consiguiendo el efecto deseado sobre la mujer que tenía a su lado.
—¿Qué te ha dicho Marge últimamente sobre la venta del piso? —le preguntó, suponiendo que aquel tema mantendría el interés de _____ mientras él le soltaba la mano y le pasaba el brazo por encima de los hombros en un gesto natural.
—Cree que podré sacarlo al mercado dentro de unos seis meses —respondió ____, incómodamente consciente del peso del brazo de Jeremy—. He ido mirando el periódico para buscar posibles locales para la clínica, aunque sea todavía demasiado pronto, y ya he encontrado varios que pueden servir.
Empezó a olvidarse del brazo de Jeremy mientras se metía más en el tema.
—Había uno que parecía perfecto…, no demasiado lejos de la universidad, con un despacho exterior y dos salas de consulta, y el alquiler no estaba mal. Según lo que obtuviese por mi parte del piso, podría conseguir el resto a través de clientes hasta conseguir que la clínica se pudiera mantener por sí misma.
Sus azules ojos chispearon de entusiasmo mientras soñaba con el día en que sería su propia jefa.
—No te olvides de que yo voy a ayudarte a pagar el alquiler —le recordó Jeremy, aprovechando la oportunidad para estrecharla más contra su cuerpo—. Ayer mismo me subieron el sueldo.
—Qué bien.
De pronto, el aire se escapó de su globo de felicidad. Cuando se imaginaba el despacho con las dos salas de consulta, le costaba imaginarse a Jeremy en una de ellas. Sin embargo, tendría que estar, naturalmente, porque su plan ya era bastante difícil de financiar contando incluso con la ayuda de un tercero. No podía ni soñar en llevarlo adelante sola. Un leve suspiro escapó de sus labios.
—No te desanimes, _____, cariño —dijo Jeremy melosamente, con los labios a unos milímetros de su oído—. El tiempo pasará más rápidamente de lo que piensas. Este mismo verano estaremos montando nuestra clínica juntos y después, quizás… —dejó la frase sin acabar, pero a ella no le costó mucho hacerlo por él, que había comenzado a mordisquearle el cuello.
—Jeremy —suplicó, tratando de interceptar su otra mano, que le estaba subiendo por el muslo. Al parecer, estaba dispuesto a intentarlo todo esa tarde.
—Vamos, ____ —murmuró Jeremy contra su piel, tomándole la mano—. Cuando te vi la primera vez con el tipo ese, Jonas, pensé que te había perdido, pero como no pareces estar muy a buenas con él que digamos, estoy recuperando mi posición.
Los labios de Jeremy se acercaron a su escote mientras desabrochaba un botón de su camisa rosa. Ella trató de liberarse, pero Jeremy resultó ser más fuerte de lo que había pensado, y al intentar zafarse lo único que consiguió fue que se le desabrochara otro botón.
—Suéltame, Jeremy —gruñó entre dientes.
—Oye, llevamos retrasando esto demasiado tiempo.
Ella sintió sus labios húmedos y calientes sobre la piel.
—No, Jeremy —lo empujó, pero él se aferró tercamente a ella. Una leve punzada de miedo la sacudió.
—Escúchame,_____. Nos conocemos desde hace casi un año ya. ¿Cuánto tiempo crees que puedo seguir esperando?
La voz de Jeremy rezumaba pasión mientras sus dedos temblorosos trataban de desabrocharle el cierre del pantalón.
—No lo entiendes. No quiero… —trató de apartarle los dedos.
Sólo el repentino portazo consiguió que Jeremy hiciera lo que le pedía. Bruscamente, se irguió con un gesto rígido.
¡Nicholas! ¡Había llegado Nicholas!
—Siento haber interrumpido —su voz era tensa y fría—. No os molestaré.
_____ aprovechó la oportunidad.
—¡Nicholas!
El grito estrangulado le hizo detenerse sobre sus pasos.
—¿Qué?
Ella notaba su impaciencia.
—¿De qué quieres hablar con él? —inquirió Jeremy, riendo nerviosamente y soltándola.
—Yo… eh… no esperaba que volvieras —balbuceó _____, abrochándose la camisa y poniéndose en pie con gestos inseguros.
—Ya veo —Nicholas se dirigió hacia su habitación—. En seguida me vuelvo a ir.
—¡No! —____ lo siguió y él se volvió, sorprendido—. Quiero decir…, no hace falta. Jeremy se marchaba ya.
—Pero… —Jeremy se puso torpemente en pie, abrochándose el cinturón— yo creía que tú y yo íbamos…
—Será mejor que te vayas, Jeremy. Ahora.
Los ojos de ______ lo miraron amenazadoramente mientras la mirada de Nicholas reevaluaba la situación.
—Pero _______… —suplicó Jeremy.
—Vete, antes de que diga algo que podamos lamentar los dos.
—Bueno, si así están las cosas, por mí de acuerdo —Jeremy se dirigió hacia la puerta lentamente, lanzándole una mirada cómplice a Nicholas—. No hay quien entienda a las mujeres, ¿verdad? Primero están a punto de arrancarte la ropa y al minuto siguiente se ponen en plan de vírgenes desairadas.
—Yo no veo que tus ropas estén muy desgarradas —dijo Nicholas entre dientes—. Y ahora, creo que será mejor que te vayas.
—Claro, claro —Jeremy retrocedió hacia la puerta—. Tal vez tú tengas más suerte que yo, colega —sus ojos se entrecerraron en una expresión de amargura al volverse hacia ______—. Llámame cuando te aclares.
Y se fue.
—¿Qué estaba sucediendo aquí, _______?
Súbitamente exhausta, ella se hundió en su mecedora.
—Ha venido con unos troncos artificiales para que encendiéramos un fuego. Luego… se dejó llevar… —su voz se convirtió en un susurro mientras sentía que los ojos se le llenaban de lágrimas. Agachó la cabeza, pues no quería que Nicholas las viera.
—¿Te ha hecho daño? —en un instante apareció a su lado, agachado junto a la mecedora—. ¿______?
—No —murmuró ella—. ¡Oh, Nicholas, probablemente ha sido todo culpa mía! Le he estado viendo demasiado, y él, naturalmente, ha pensado que…
—¿Qué tenía derecho a imponerte sus favores? —Nicholas la agarró por los hombros—. ¡______, ningún hombre tiene derecho a eso, piense lo que piense! Espero que no vuelvas a dejar entrar a ese tipo aquí —su voz estaba tensa de emoción.
_______ alzó los ojos, sorprendida, olvidando sus lágrimas.
—Pero si vamos a ser socios en lo de la clínica, y lo veo todo los días en la universidad… ¿Qué se supone que tengo que hacer?
—Te sugiero que procures no quedarte nunca a solas con él —dijo Nicholas tranquilamente—. A menos que quieras que te moleste otra vez. ¿Qué crees que te hubiera sucedido si yo no hubiera llegado a casa?
_______ se estremeció, recordando el pánico que había sentido. Aun así, le resultaba difícil creer que Jeremy pudiera haberle hecho daño.
—Creo que se hubiera detenido,Nicholas. No es una persona tan horrible.
—Si trata de imponerse a una mujer, no tiene una puntuación muy alta en mi libro de estima. Pero supongo que es tu problema, eres tú la que está «prácticamente comprometida» con ese tipo —se puso en pie—. No puedo entenderlo, de verdad, _______. Afirmas estar casi comprometida con él, pero no le dejas que te ponga la mano encima. Si fueras mi novia, esperaría algo más que un besito de buenas noches en la mejilla.
La idea de un compromiso con Nicholas la hizo sentir un escalofrío y se refugió en el sarcasmo.
—Nunca tendremos la oportunidad de comprobarlo, ¿no? El único compromiso que podríamos tener tú y yo sería en el terreno militar, ¿no te parece?
—Por una vez estás en lo cierto, ______. El matrimonio no es una de mis instituciones favoritas.
—¿Así que te contentas con una relación sin compromiso de vez en cuando?
Sintió una opresión en el corazón ante la idea de que Nicholas rechazase tan de plano el matrimonio. Si había soñado, aunque fuera en el más diminuto rincón de su mente, con algún tipo de relación con él, aquel sueño acababa de quedar destrozado.
—Se podría decir algo así, si no fuera por una cosa —sus ojos la mantuvieron clavada en el sitio—. Mis relaciones no son nunca sin compromiso.
Bueno aqui esta como les prometi,ya se viene lo mejor,en la noche vere si puedo subir otro capitulo por que el sábado no creo estar ire a casa de mi prima,bueno hasta la noche :hi:
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
StephanieJonas escribió:Adorei el cap!!!
Os gostos de Nick son extraños!!
SIGUELA!!
___________
Te pasas por mi nove?
Corazón Cautivo (Nick y Tu)Adaptacion Hot
https://onlywn.activoforo.com/t9518-corazon-cautivo-nick-y-tu?highlight=corazon+cautivo
Haha lose,no me imagino a Nick con ese tipo de gustos,gracias por leer :D
heyitsnicktanii
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