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"Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 5 de 8. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Nick ARRGGHH!!!!!
SIGUELA!!!!
SIGUELA!!!!
*Stephanie*
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Waaaaaah please sube capi! Amo esta novela asmdkmasjsdbhdkdsjs
S I G U E L A!
S I G U E L A!
BeautifulDisaster;*
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
q cobarde nick.... pero un cobarde muy guapo
jajajaja siguela me encantaron los capitulos
q..... emocionante....
jajajaja siguela
jajajaja siguela me encantaron los capitulos
q..... emocionante....
jajajaja siguela
As I am
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Hola hermosas!,como estan?espero que de lo mejor,bueno vengo a dejarles el capitulo de hoy,esta medio triste,pero bueno espero que les guste,si veeo mucho coments,el Martes le subo maraton,les parece?Mil Gracias por leer,significa mucho para mi,bueno aqui les dejo el capitulo
Capitulo 6
¿Sharon? ¿Quién diablos era Sharon?
_____ hurgó en su memoria, pero no logró recordar queNicholas hubiera mencionado a ninguna persona llamada Sharon. Su sueño de esa mañana amenazó con convertirse en una pesadilla al imaginarse a Nicholas explorando aquel mundo submarino con otra persona, una mujer llamada Sharon. _____ se la pudo imaginar fácilmente. Seguro que era alta y morena, una criatura esplendorosa ataviada con un ajustado traje negro de submarinismo. Podía ver la larga cabellera de Sharon ondeando en el silencio de las profundidades submarinas, mientras Lloyd nadaba protectoramente a su lado, los dos perdidos en la especial intimidad de su líquido dominio.
_____ deambuló por la sala mientras los recuerdos de lo queNicholas y ella habían compartido bombardeaban su mente, torturándola. Tendría que haberlo sabido, se reprendió amargamente. Nicholas le había impedido declararle sus sentimientos. Había dicho muy claramente: «Sin problemas; sin compromisos». Y en aquel momento, le estaba demostrando exactamente lo que había querido decir. Quería permanecer libre para Sharon, o para cualquier otra persona con la que quisiera pasar el rato. No tenía ninguna intención de atarse a nadie como había hecho con Jewel.
—¡Esos ojos leonados! —graznó Sigmund, saltando alegremente sobre su percha al entrar ella.
—Oh, Sigmund, ¿cómo puedes…? —exclamó, dando rienda suelta a las lágrimas.
—______ bonita —graznó el pájaro esperanzadamente, ladeando la cabeza en un gesto de confusión ante la tristeza de su ama.
—Pájaro tonto —dijo ella entre sollozos, secándose las lágrimas con la manga—. No sabes ni lo que dices, pero hay veces que tienes una gran influencia sobre los locos de los humanos —contuvo otro sollozo—. Vamos, te voy a sacar de la jaula. Apuesto a que tienes hambre.
Era reconfortante centrar la atención sobre aquel pájaro de brillantes colores, y se tomó más tiempo de lo habitual para cortar una manzana y un plátano en trocitos y ponérselos en su pocillo. Le dejó comer encaramado al mostrador de la cocina, algo que ni se le hubiera ocurrido de haber estado Nicholas allí. Una vez hubo acabado, lo dejó libre por el apartamento, cerrando antes cuidadosamente la puerta de Nicholas, sin posar la mirada sobre la cama deshecha.
Achacando su falta de apetito a la cena que había compartido de madrugada con Nicholas, se tomó una taza rápida de café, agradeciendo el reconfortante calor de la porcelana entre sus dedos helados. Se dedicaría a limpiar, decidió bruscamente. Hacer limpieza era su entretenimiento favorito cuando estaba muy preocupada, y en aquel momento los dedos le cosquilleaban de ganas de agarrar el cepillo. Sólo entonces se dio cuenta de que los platos de la noche anterior ya no estaban. Todo lo que habían usado estaba fregado y colocado de nuevo en su sitio, casi como si Nicholas hubiera querido eliminar cualquier señal de lo sucedido entre ellos. Bueno, ella también podía hacer lo mismo, se dijo amargamente, aclarando la taza. Empezaría la limpieza por la chimenea.
Trabajó sin descanso toda la mañana, con las mangas de la camisa enrolladas por encima de los codos y los faldones atados en un nudo alrededor de la cintura. Al mediodía, se dejó caer, rendida, en la mecedora.
No quedaba ni una partícula de ceniza en la chimenea, y había apilado la leña sobrante junto a la puerta trasera. ¡Qué pensara Nicholas lo que quisiera! Todos los envoltorios y cajas de los adornos navideños estaban junto con las cenizas, en el cubo de basura del portal, y las agujas de pino habían sido cuidadosamente aspiradas. Contempló sombríamente el árbol apagado, que se burlaba de ella con su fragancia y le recordaba su voluntaria rendición ante Nicholas de hacía tan sólo unas horas. Y en aquel momento, él estaba con Sharon.
Dejándose llevar por el impulso que había estado sintiendo durante toda la mañana, se levantó de la mecedora y abrió las puertas correderas que daban a la terraza. Hacía un día espléndido, y el parque estaba abarrotado de gente que trataba de aprovecharlo al máximo.
Contempló con un nudo en la garganta cómo dos submarinistas emergían de las aguas de la cala, se quitaban las aletas y avanzaban un trecho por la playa antes de desembarazarse de los pesados tanques de oxígeno. Aunque parecían un hombre y una mujer, desde aquella distancia no podía estar segura de que fuera Nicholas. Pero si lo era, y aquella mujer era Sharon, esta última confirmaba sus peores sospechas: una cabellera negra se agitaba bajo el sol mientras se despojaba del traje de goma que cubría su cuerpo sinuoso.
Una punzada de dolor atravesó el corazón de ____ cuando el hombre extendió una mano para tomar la de la mujer y atraerla hacia la arena, junto a él. Respirando hondo, pugnó por contener el ataque de náuseas que le sobrevino. Le dio la espalda a la escena y volvió a entrar en la sala de estar, cerrando la puerta tras ella con determinación.
—¿Sabes lo que voy a hacer, Sigmund? ¡Me voy a dar la ducha más larga y caliente de toda mi vida!
Sigmund revoloteó hasta su hombro y ella decidió llevárselo al dormitorio mientras se duchaba, no fuera que decidiera convertirse de nuevo en adorno navideño.
Cerró la puerta del dormitorio firmemente y depositó a Sigmund encima de su jaula. Luego entró en el cuarto de baño, se despojó de toda su ropa y se metió en la ducha. Sacudiendo la cabeza bajo la lluvia de agua caliente, se mojó bien los rizos y alargó la mano para agarrar el champú. Se frotó ferozmente para borrar toda traza de la presencia de Nicholas, toda huella de su aroma en la curva de la garganta; quería limpiar cada centímetro que él había acariciado tan íntimamente, tan amorosamente…
Un sollozo escapó de sus labios mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas mezcladas con el agua caliente. ¿Por qué tenía que amarlo? Deseaba poder ser como él, dispuesta a vivir sólo el momento, feliz de poder cambiar cuando el momento hubiera terminado. Permaneció bajo la cálida lluvia hasta que la piel se le enrojeció y las yemas de los dedos comenzaron a arrugársele, pero no logró que se disolviera la tormenta de su interior.
—¿Hay alguien en casa?
El alegre saludo la paralizó en el gesto de cerrar el grifo.
—¿______? —llamó a la puerta del dormitorio—. ¿Puedo entrar?
«No», gritó su alma. «Ni en mi habitación, ni en mi vida, ni en mi corazón».
—Espera un momento, Nicholas. Sigmund anda suelto.
Su voz sonaba razonablemente normal, ahogada bajo el agua que seguía corriendo.
—Le ha echado el ojo al árbol otra vez. Es mejor no correr riesgos.
—Muy bien —ella casi podía ver sus amplios hombros encogiéndose y dándose la vuelta—. ¿Has comido?
—No. Quiero decir, sí… he picado algo —exclamó ella, tratando de evitar desesperadamente comer de nuevo en su compañía.
¿Esperaba acaso volver a ella, después de haber pasado la mañana con Sharon, y reanudar las cosas donde las habían dejado? Tan sólo la idea la escandalizó y le produjo la ira suficiente para enfrentarse a él. Poniéndose rápidamente unos vaqueros limpios y una camisa de rayas amarillas y blancas, se pasó los dedos por los rizos húmedos antes de abrir la puerta.
—Has estado limpiando, por lo que veo —observó él, apoyado en el mostrador de la cocina, comiendo galletitas crujientes de una caja que sostenía en la mano.
La visión de Nicholas allí, sonriéndole, estuvo a punto de hacer desvanecerse la decisión de ponerlo en su lugar. Sus dientes brillaban, blancos como la camisa polo que cubría su amplio pecho y, por mucho que _____ lo intentara, no pudo evitar recorrer su cuerpo con la mirada, sus piernas realzadas por unos vaqueros que se ajustaban como una segunda piel… Oh. Dios, todavía lo deseaba. Se apoyó contra el marco de la puerta, sintiéndose súbitamente débil.
—Sí, pensé que le hacía falta a la casa —balbuceó—. Gracias por ocuparte de la cocina… antes de irte —había estado a punto de decir «antes de largarte con Sharon». Pero ella no era tan fría. Le resultaba imposible pronunciar el nombre de su rival.
—De nada —sus ojos sé deslizaron sobre ella posesivamente—. Estás muy guapa así, tan fresca, mojada y rizada, casi como una margarita después de la lluvia.
Dejó la caja en el mostrador y avanzó un paso hacia ella.
—Creo que voy a tomarte de desayuno.
—¡No! —retrocedió a su dormitorio y él se detuvo en seco, con una expresión perpleja en el rostro—. Quiero decir…, tengo que dar de comer a Sigmund. No ha tomado nada desde el desayuno y se pone muy tonto cuando tiene hambre, y ya sé cuánto odias que se ponga a chillar, así que…
—¿Qué sucede, ______? —le preguntó suavemente, interrumpiendo su nerviosa cháchara.
—Nada —balbuceó ella—. Es que tengo que ocuparme de Sigmund. Es un pájaro grande y tiene que comer tres veces al día, y…
—¿Estás disgustada porque me he ido a bucear esta mañana en lugar de quedarme aquí contigo?
—Tienes derecho a hacer lo que quieras con tu tiempo —replicó ella altaneramente.
—Exactamente, pero me preocupa que lo que sucedió entre nosotros anoche te haya dado, en apariencia, tal sentido de la propiedad sobre mí.
Sus palabras la hirieron como cristales rotos. No se había equivocado. Él la deseaba en su cama cuando lo consideraba conveniente, pero reclamaba libertad total para hacer lo que quisiera con quien quisiera. ¡Bien, podía tener esa libertad, pero estaba listo si creía que iba a volver a llevársela a ella a la cama!
—¡Ni se me ocurriría interferir en lo que quiera que te traigas entre manos con… con Sharon! —dijo ella con voz ronca.
—¡Y deja a Sharon al margen de esto! —los ojos le ardían de furia—. Es una auténtica dama, como estoy seguro de haberte dicho ya.
—No recuerdo que la mencionaras en absoluto —replicó ____ con voz fría.
—Claro que lo hice. Anoche después de… —dejó sólo insinuada la descripción de su pasión, cosa que ella le agradeció.
Vagamente recordó algo que le había estado diciendo la noche anterior, cuando estaba medio dormida… ¡Al parecer, se había librado, afortunadamente, de una elogiosa perorata sobre Sharon!
—Sharon y yo llevamos años trabajando juntos —siguió Nicholas—. Como te dije, compartimos el mismo laboratorio. Es mi mejor amiga.
—Qué maravilloso. ¿Cómo he podido olvidar a alguien a quien me has descrito en unos términos tan elogiosos? —replicó ella sarcásticamente—. ¿Y cómo es que no me has contado nada sobre ella hasta que no has conseguido embaucarme para que me metiera en tu cama?
—¿Embaucarte? Mi querida jovencita, tú fuiste tan responsable de eso como yo.
—Y ahora piensas que no voy a ser capaz de resistir una repetición del espectáculo —lo interrumpió; necesitaba hacerle daño—. Bueno, me temo que tampoco me dejaste tan impresionada, así que tendrás que hacerlo con Sharon.
—¿Sharon? ¿Qué tiene que ver ella con nosotros?
—Si eres capaz de preguntar eso, es que no nos entendemos en absoluto. Me imagino que lo único que quieres es un revolcón en el pajar, superficial y sin complicaciones; alguien que te caliente la cama cuando te apetezca. Probablemente cambies de mujer con la misma frecuencia que de camisa.
Quería herirlo, infligirle el mismo tipo de daño que le había hecho a ella esa mañana cuando le había dado la mano a la morena de la cala.
—No creo que tengas derecho a decir nada —replicó él, apretando los músculos de la mandíbula—. ¿Cómo sé que no tienes una cita con Jeremy esta noche? Según creo, todavía estás «prácticamente comprometida» —imitó su voz— con ese tipo.
—Pues, pensándolo bien —dijo ella, rabiosa—, salir con Jeremy esta noche es una buena idea. Una idea muy buena.
—Estupendo. Entonces, si puedo contar con que no vas a estar en casa, invitaré a alguien a cenar. No me gustaría que aparecieras por la puerta en un momento comprometido, no sé si me entiendes…
Ella contuvo el aliento. ¿Llevaría a Sharon allí? Nunca hubiera imaginado que su crueldad pudiera llegar a aquellos extremos.
—No te preocupes —susurró ásperamente—. No vendré hasta muy tarde.
—Entonces, no se hable más. Voy a comprar un par de filetes y una botella de vino.
Y un instante después se había ido
Capitulo 6
¿Sharon? ¿Quién diablos era Sharon?
_____ hurgó en su memoria, pero no logró recordar queNicholas hubiera mencionado a ninguna persona llamada Sharon. Su sueño de esa mañana amenazó con convertirse en una pesadilla al imaginarse a Nicholas explorando aquel mundo submarino con otra persona, una mujer llamada Sharon. _____ se la pudo imaginar fácilmente. Seguro que era alta y morena, una criatura esplendorosa ataviada con un ajustado traje negro de submarinismo. Podía ver la larga cabellera de Sharon ondeando en el silencio de las profundidades submarinas, mientras Lloyd nadaba protectoramente a su lado, los dos perdidos en la especial intimidad de su líquido dominio.
_____ deambuló por la sala mientras los recuerdos de lo queNicholas y ella habían compartido bombardeaban su mente, torturándola. Tendría que haberlo sabido, se reprendió amargamente. Nicholas le había impedido declararle sus sentimientos. Había dicho muy claramente: «Sin problemas; sin compromisos». Y en aquel momento, le estaba demostrando exactamente lo que había querido decir. Quería permanecer libre para Sharon, o para cualquier otra persona con la que quisiera pasar el rato. No tenía ninguna intención de atarse a nadie como había hecho con Jewel.
—¡Esos ojos leonados! —graznó Sigmund, saltando alegremente sobre su percha al entrar ella.
—Oh, Sigmund, ¿cómo puedes…? —exclamó, dando rienda suelta a las lágrimas.
—______ bonita —graznó el pájaro esperanzadamente, ladeando la cabeza en un gesto de confusión ante la tristeza de su ama.
—Pájaro tonto —dijo ella entre sollozos, secándose las lágrimas con la manga—. No sabes ni lo que dices, pero hay veces que tienes una gran influencia sobre los locos de los humanos —contuvo otro sollozo—. Vamos, te voy a sacar de la jaula. Apuesto a que tienes hambre.
Era reconfortante centrar la atención sobre aquel pájaro de brillantes colores, y se tomó más tiempo de lo habitual para cortar una manzana y un plátano en trocitos y ponérselos en su pocillo. Le dejó comer encaramado al mostrador de la cocina, algo que ni se le hubiera ocurrido de haber estado Nicholas allí. Una vez hubo acabado, lo dejó libre por el apartamento, cerrando antes cuidadosamente la puerta de Nicholas, sin posar la mirada sobre la cama deshecha.
Achacando su falta de apetito a la cena que había compartido de madrugada con Nicholas, se tomó una taza rápida de café, agradeciendo el reconfortante calor de la porcelana entre sus dedos helados. Se dedicaría a limpiar, decidió bruscamente. Hacer limpieza era su entretenimiento favorito cuando estaba muy preocupada, y en aquel momento los dedos le cosquilleaban de ganas de agarrar el cepillo. Sólo entonces se dio cuenta de que los platos de la noche anterior ya no estaban. Todo lo que habían usado estaba fregado y colocado de nuevo en su sitio, casi como si Nicholas hubiera querido eliminar cualquier señal de lo sucedido entre ellos. Bueno, ella también podía hacer lo mismo, se dijo amargamente, aclarando la taza. Empezaría la limpieza por la chimenea.
Trabajó sin descanso toda la mañana, con las mangas de la camisa enrolladas por encima de los codos y los faldones atados en un nudo alrededor de la cintura. Al mediodía, se dejó caer, rendida, en la mecedora.
No quedaba ni una partícula de ceniza en la chimenea, y había apilado la leña sobrante junto a la puerta trasera. ¡Qué pensara Nicholas lo que quisiera! Todos los envoltorios y cajas de los adornos navideños estaban junto con las cenizas, en el cubo de basura del portal, y las agujas de pino habían sido cuidadosamente aspiradas. Contempló sombríamente el árbol apagado, que se burlaba de ella con su fragancia y le recordaba su voluntaria rendición ante Nicholas de hacía tan sólo unas horas. Y en aquel momento, él estaba con Sharon.
Dejándose llevar por el impulso que había estado sintiendo durante toda la mañana, se levantó de la mecedora y abrió las puertas correderas que daban a la terraza. Hacía un día espléndido, y el parque estaba abarrotado de gente que trataba de aprovecharlo al máximo.
Contempló con un nudo en la garganta cómo dos submarinistas emergían de las aguas de la cala, se quitaban las aletas y avanzaban un trecho por la playa antes de desembarazarse de los pesados tanques de oxígeno. Aunque parecían un hombre y una mujer, desde aquella distancia no podía estar segura de que fuera Nicholas. Pero si lo era, y aquella mujer era Sharon, esta última confirmaba sus peores sospechas: una cabellera negra se agitaba bajo el sol mientras se despojaba del traje de goma que cubría su cuerpo sinuoso.
Una punzada de dolor atravesó el corazón de ____ cuando el hombre extendió una mano para tomar la de la mujer y atraerla hacia la arena, junto a él. Respirando hondo, pugnó por contener el ataque de náuseas que le sobrevino. Le dio la espalda a la escena y volvió a entrar en la sala de estar, cerrando la puerta tras ella con determinación.
—¿Sabes lo que voy a hacer, Sigmund? ¡Me voy a dar la ducha más larga y caliente de toda mi vida!
Sigmund revoloteó hasta su hombro y ella decidió llevárselo al dormitorio mientras se duchaba, no fuera que decidiera convertirse de nuevo en adorno navideño.
Cerró la puerta del dormitorio firmemente y depositó a Sigmund encima de su jaula. Luego entró en el cuarto de baño, se despojó de toda su ropa y se metió en la ducha. Sacudiendo la cabeza bajo la lluvia de agua caliente, se mojó bien los rizos y alargó la mano para agarrar el champú. Se frotó ferozmente para borrar toda traza de la presencia de Nicholas, toda huella de su aroma en la curva de la garganta; quería limpiar cada centímetro que él había acariciado tan íntimamente, tan amorosamente…
Un sollozo escapó de sus labios mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas mezcladas con el agua caliente. ¿Por qué tenía que amarlo? Deseaba poder ser como él, dispuesta a vivir sólo el momento, feliz de poder cambiar cuando el momento hubiera terminado. Permaneció bajo la cálida lluvia hasta que la piel se le enrojeció y las yemas de los dedos comenzaron a arrugársele, pero no logró que se disolviera la tormenta de su interior.
—¿Hay alguien en casa?
El alegre saludo la paralizó en el gesto de cerrar el grifo.
—¿______? —llamó a la puerta del dormitorio—. ¿Puedo entrar?
«No», gritó su alma. «Ni en mi habitación, ni en mi vida, ni en mi corazón».
—Espera un momento, Nicholas. Sigmund anda suelto.
Su voz sonaba razonablemente normal, ahogada bajo el agua que seguía corriendo.
—Le ha echado el ojo al árbol otra vez. Es mejor no correr riesgos.
—Muy bien —ella casi podía ver sus amplios hombros encogiéndose y dándose la vuelta—. ¿Has comido?
—No. Quiero decir, sí… he picado algo —exclamó ella, tratando de evitar desesperadamente comer de nuevo en su compañía.
¿Esperaba acaso volver a ella, después de haber pasado la mañana con Sharon, y reanudar las cosas donde las habían dejado? Tan sólo la idea la escandalizó y le produjo la ira suficiente para enfrentarse a él. Poniéndose rápidamente unos vaqueros limpios y una camisa de rayas amarillas y blancas, se pasó los dedos por los rizos húmedos antes de abrir la puerta.
—Has estado limpiando, por lo que veo —observó él, apoyado en el mostrador de la cocina, comiendo galletitas crujientes de una caja que sostenía en la mano.
La visión de Nicholas allí, sonriéndole, estuvo a punto de hacer desvanecerse la decisión de ponerlo en su lugar. Sus dientes brillaban, blancos como la camisa polo que cubría su amplio pecho y, por mucho que _____ lo intentara, no pudo evitar recorrer su cuerpo con la mirada, sus piernas realzadas por unos vaqueros que se ajustaban como una segunda piel… Oh. Dios, todavía lo deseaba. Se apoyó contra el marco de la puerta, sintiéndose súbitamente débil.
—Sí, pensé que le hacía falta a la casa —balbuceó—. Gracias por ocuparte de la cocina… antes de irte —había estado a punto de decir «antes de largarte con Sharon». Pero ella no era tan fría. Le resultaba imposible pronunciar el nombre de su rival.
—De nada —sus ojos sé deslizaron sobre ella posesivamente—. Estás muy guapa así, tan fresca, mojada y rizada, casi como una margarita después de la lluvia.
Dejó la caja en el mostrador y avanzó un paso hacia ella.
—Creo que voy a tomarte de desayuno.
—¡No! —retrocedió a su dormitorio y él se detuvo en seco, con una expresión perpleja en el rostro—. Quiero decir…, tengo que dar de comer a Sigmund. No ha tomado nada desde el desayuno y se pone muy tonto cuando tiene hambre, y ya sé cuánto odias que se ponga a chillar, así que…
—¿Qué sucede, ______? —le preguntó suavemente, interrumpiendo su nerviosa cháchara.
—Nada —balbuceó ella—. Es que tengo que ocuparme de Sigmund. Es un pájaro grande y tiene que comer tres veces al día, y…
—¿Estás disgustada porque me he ido a bucear esta mañana en lugar de quedarme aquí contigo?
—Tienes derecho a hacer lo que quieras con tu tiempo —replicó ella altaneramente.
—Exactamente, pero me preocupa que lo que sucedió entre nosotros anoche te haya dado, en apariencia, tal sentido de la propiedad sobre mí.
Sus palabras la hirieron como cristales rotos. No se había equivocado. Él la deseaba en su cama cuando lo consideraba conveniente, pero reclamaba libertad total para hacer lo que quisiera con quien quisiera. ¡Bien, podía tener esa libertad, pero estaba listo si creía que iba a volver a llevársela a ella a la cama!
—¡Ni se me ocurriría interferir en lo que quiera que te traigas entre manos con… con Sharon! —dijo ella con voz ronca.
—¡Y deja a Sharon al margen de esto! —los ojos le ardían de furia—. Es una auténtica dama, como estoy seguro de haberte dicho ya.
—No recuerdo que la mencionaras en absoluto —replicó ____ con voz fría.
—Claro que lo hice. Anoche después de… —dejó sólo insinuada la descripción de su pasión, cosa que ella le agradeció.
Vagamente recordó algo que le había estado diciendo la noche anterior, cuando estaba medio dormida… ¡Al parecer, se había librado, afortunadamente, de una elogiosa perorata sobre Sharon!
—Sharon y yo llevamos años trabajando juntos —siguió Nicholas—. Como te dije, compartimos el mismo laboratorio. Es mi mejor amiga.
—Qué maravilloso. ¿Cómo he podido olvidar a alguien a quien me has descrito en unos términos tan elogiosos? —replicó ella sarcásticamente—. ¿Y cómo es que no me has contado nada sobre ella hasta que no has conseguido embaucarme para que me metiera en tu cama?
—¿Embaucarte? Mi querida jovencita, tú fuiste tan responsable de eso como yo.
—Y ahora piensas que no voy a ser capaz de resistir una repetición del espectáculo —lo interrumpió; necesitaba hacerle daño—. Bueno, me temo que tampoco me dejaste tan impresionada, así que tendrás que hacerlo con Sharon.
—¿Sharon? ¿Qué tiene que ver ella con nosotros?
—Si eres capaz de preguntar eso, es que no nos entendemos en absoluto. Me imagino que lo único que quieres es un revolcón en el pajar, superficial y sin complicaciones; alguien que te caliente la cama cuando te apetezca. Probablemente cambies de mujer con la misma frecuencia que de camisa.
Quería herirlo, infligirle el mismo tipo de daño que le había hecho a ella esa mañana cuando le había dado la mano a la morena de la cala.
—No creo que tengas derecho a decir nada —replicó él, apretando los músculos de la mandíbula—. ¿Cómo sé que no tienes una cita con Jeremy esta noche? Según creo, todavía estás «prácticamente comprometida» —imitó su voz— con ese tipo.
—Pues, pensándolo bien —dijo ella, rabiosa—, salir con Jeremy esta noche es una buena idea. Una idea muy buena.
—Estupendo. Entonces, si puedo contar con que no vas a estar en casa, invitaré a alguien a cenar. No me gustaría que aparecieras por la puerta en un momento comprometido, no sé si me entiendes…
Ella contuvo el aliento. ¿Llevaría a Sharon allí? Nunca hubiera imaginado que su crueldad pudiera llegar a aquellos extremos.
—No te preocupes —susurró ásperamente—. No vendré hasta muy tarde.
—Entonces, no se hable más. Voy a comprar un par de filetes y una botella de vino.
Y un instante después se había ido
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Ahora sí que la había hecho buena. Se había comprometido a permanecer fuera la mitad de la noche. No tenía la menor intención de llamar a Jeremy. Éste solía pasar las vacaciones en la montaña y no estaría en la ciudad aunque quisiera verlo, lo cual no era el caso.
Jeremy había sido lo primero que se le había ocurrido como réplica a Nicholas, pero las tornas habían cambiado cuando él había aprovechado la oportunidad al vuelo y había aprovechado para invitar a Sharon a cenar. Se preguntó si le encendería un fuego… y si se tumbarían delante del árbol de Navidad iluminado. ¿Se la llevaría luego a su cama de agua?, ¿se…? Se llevó los puños a la cara como si quisiera borrar la imagen de Nicholas y Sharon juntos sobre la ondulante cama, la negra cabellera de Sharon extendida sobre la blancura de las sábanas.
Tenía que salir de allí, pensar algo para estar toda la noche fuera. Corrió a su dormitorio, abrió la guía telefónica y buscó entre la lista de moteles. Ya estaba. Un establecimiento barato lejos del océano y la playa. No podía llevarse a Sigmund, pero podía dejarle fruta y lechuga suficientes hasta la mañana. Con mano temblorosa, marcó el número del motel y reservó una habitación para aquella noche.
Se había metido en aquello, pero sólo por una noche; después iba a ser mucho más firme.Nicholas tendría que llevarse a sus amigas a cualquier otro sitio. Aquélla era la última vez que la echaban de su propia casa.
Fue probablemente la noche más larga de su vida. Previendo que tendría problemas para dormir, hizo acopio de material de lectura: varias revistas del corazón, una novela policíaca y la última guía de televisión. Pero de nada le sirvió. Apoyada en el cabecero metálico de la cama, se quedó mirando, sin ver, el aparato de televisión en blanco y negro empotrado en la pared, tratando de concentrarse en la frenética hilaridad de la serie cómica que estaban emitiendo. Lanzó una mirada al reloj. Las siete y media.
Con un pesado suspiro, saltó de la cama y apagó la televisión. No tenía sentido gastar corriente. Un sándwich de pavo a medias y una botella de leche casi llena permanecían abandonados sobre la mesilla de noche, pero se sentía incapaz de probar un bocado más. Sus ojos escrutaron la diminuta habitación, los grabados baratos de las paredes, la colcha estampada, las cuerdas trenzadas de las cortinas. Nunca se había sentido tan sola en su vida.
Negándose a dejarse llevar por las lágrimas, se hundió de nuevo en la estrecha cama con la novela en la mano; confiaba en la reputación de emocionante del bestseller para ayudarla a atravesar la noche. Después de cinco páginas, dejó la lectura a un lado, incapaz de concentrarse.
—¡Maldito seas, Nicholas Jonas!
Lanzó el libro al otro extremo de la habitación, enterró el rostro entre las manos y se puso a sollozar, dejando que las impersonales paredes de la habitación absorbieran sus gemidos de dolor. Al cabo de un largo, largo rato, los sollozos cesaron y ella se acurrucó en la cama, aún totalmente vestida, y esperó al amanecer. Poco antes de que la luz del sol tratara de abrirse paso a través de las gruesas cortinas, se sumió en un sueño torturado, lleno de mujeres altas y morenas.
El sonido de puertas abriéndose y cerrándose la despertó, recordándole dónde se encontraba. Se frotó los ojos doloridos. Se oía el ruido de los demás clientes al marcharse, los tubos de escape de los coches al ponerse en marcha y las entradas y apresuradas salidas de las habitaciones en busca de objetos olvidados en el último minuto.
Las voces y los ruidos se desvanecieron y ella se preguntó si no sería la única persona que quedaba en el motel. Pronto lo remediaría, decidió. ¡Ya estaba bien de aquella estúpida habitación! Después de lavarse la cara y limpiarse los dientes, se sintió ligeramente mejor, pero estaba deseando cambiarse de ropa. El día anterior le había parecido innecesario llevarse una muda.
Una mirada en el espejo le mostró a una joven de pelo revuelto con una camisa blanca y amarilla muy arrugada. «Tengo un aspecto espantoso», reconoció, pensando que Annie la Huerfanita no parecía tan simpática con ojeras. Tal vez Nicholas se preguntara a qué se había dedicado la noche anterior. «Bien, pues que se lo pregunte», pensó amargamente, embutiendo el sándwich, las revistas y las novelas como pudo en la papelera. Después de verter la leche agriada en el lavabo, tiró el cartón vacío a la papelera también y metió sus pertenencias en el bolso.
Cabía la posibilidad de que a Nicholas no le importara, mientras lo dejara tranquilo para tener sus aventuras, pensó furiosamente, agarrando el bolso con una mano y el neceser con la otra. ¡Más valía que se lo hubiera pasado bien, porque aquélla era la última vez que se acomodaba a sus hazañas buscando otro sitio donde pasar la noche!
El olor a carne asada aún flotaba en el aire cuando ______ abrió la puerta. Echó un vistazo en la cocina y arrugó la nariz ante los platos del fregadero, y la sartén aún sin fregar. «Debe haber estado demasiado ocupado para lavar los platos esta vez», pensó mientras las náuseas le retorcían el estómago. Corrió hacia el dormitorio, ansiosa de ver a Sigmund.
—¿Se puede saber dónde has estado toda la noche?
Se volvió y lo vio apoyado en el marco de la puerta de su habitación, sin afeitar y con la camisa arrugada, como si hubiera dormido vestido.
—No creo que sea en absoluto de tu incumbencia —replicó ella fríamente, conteniendo las ganas de acercarse y acariciarlo.
—No dijiste que te fueses a pasar fuera toda la noche y, a juzgar por tu aspecto, ha sido toda una noche —la acusó mientras su mirada tomaba nota del aspecto desaseado que presentaba—. Estuve pensando en llamar a la policía, por si te había sucedido algo.
Una fugaz expresión parecida al dolor apareció en su rostro.
—Tu preocupación es conmovedora.
Lanzando un grito de ira, él avanzó, pero sé detuvo a los dos pasos.
—Tengo que proteger mi inversión en este piso —dijo con rígido dominio de sí mismo—. Si algo te sucediera, me sería muy difícil pagar esto yo solo hasta que encontrara otro comprador.
—Intentaré tenerlo presente. Es la mejor razón que se me ocurre para cuidar de mí misma —replicó ella sardónicamente—. Y ahora, si me lo permites, voy a ver qué tal está Sigmund.
—No tan rápido —su tono bajo y amenazador produjo a _____ un escalofrío de miedo—. ¿Vas o no a decirme dónde has estado toda la noche?
Ella lo miró a la cara con expresión desafiante. No iba a dejarse intimidar.
—No.
—______, ayúdame entonces, yo…
Hizo un movimiento rápido hacia ella y_____ saltó hacia atrás, temblando.
—No me toques,Nicholas Jonas —dijo con voz ahogada—. ¿Por qué iba a tener que rendirte cuentas a ti como si fuera una… una colegiala? —alzó ligeramente el tono de voz—. ¿Y qué tal si me describes tú tu noche? ¡Qué típico de un hombre! Consideras que yo debería justificarme ante ti, pero tus asuntos no son de la incumbencia de nadie, porque puedes arreglártelas solo, ¿no? ¡Bueno, pues yo también sé arreglármelas muy bien por mi cuenta!
«No voy a llorar», se prometió, mordiéndose con fuerza la cara interna del labio para impedir que le temblara.
—Ésa no es la impresión que saqué el otro día —dijo él suavemente.
¿Era acaso preocupación lo que creía detectar en su voz? Se lo quedó mirando sin decir palabra, deseando creer que así era, pero sin confiar en la leve esperanza que estaba empezando a formarse en su corazón.
—No… no he corrido ningún peligro esta noche, Nick. Siento que te hayas preocupado.
Las lágrimas que había logrado contener gracias a su indignación amenazaban con desbordarse ante aquel primer signo de ternura.
—Sí, estaba preocupado. Después de que Sharon se marchara, yo…
Al oír el nombre de la otra mujer, la realidad abofeteó a Stephanie de nuevo.
—¿Y a qué hora fue eso? —lo interrumpió, parpadeando para contrarrestar la humedad de sus ojos—. ¿A las tres, a las cuatro? ¿Cuánto tiempo has estado preocupado?, ¿veinte minutos?
—No metas a Sharon en esto —rugió él.
—¡No he sido yo quien la ha metido, sino tú!
—De acuerdo. Supongo que sí.
_____ vio cómo el cansancio reemplazaba a la ira en el rostro de Nicholas.
—Pero el hecho sigue siendo que, a pesar de tanta liberación de la mujer, señorita Collier, una mujer sola a altas horas de la noche en la calle puede correr grandes peligros. Era tu seguridad la que estaba en juego, no la mía.
—¿Y la seguridad de Sharon? ¿Estaba en juego?
—¡No, maldita sea!
—Me alegro de oírlo —giró sobre sus talones—. Creo que esta conversación ha terminado. Voy a ver cómo está Sigmund.
—Está perfectamente.
Ella se detuvo en seco.
—¿Cómo lo sabes?
—Cuando vi que no volvías a casa, no sabía muy bien qué hacer ni qué podía haber pasado. Le di algo de fruta y le cambié el agua. No… no dejaba de llamarte y pensé que podía tener hambre.
—Gracias —balbuceó ella, totalmente confusa.
No había limpiado la cocina, no se había cambiado de ropa, pero se había ocupado del pájaro. No tenía sentido.
—Ha sido un detalle por tu parte, teniendo en cuenta que no te gusta Sigmund.
Él la miró con curiosidad.
—No me molesta. Le… le he sacado un rato de la jaula a la sala de estar también —hizo un gesto de disculpa, y _____ observó que llevaba un dedo vendado—. Espero que no te importe.
—No —dijo ella, cada vez más perpleja—. ¿No te habrá mordido, verdad?
—¿Por qué lo dices?
—Por la tirita.
—Oh —lanzó una mirada a su mano—. Me quemé con la parrilla. Sharon insistió en que me pusiera algo.
_____ apretó las manos contra los costados.
—Bien, gracias por dar de comer a Sigmund —dijo entre dientes—. Creo que voy a darme una ducha.
—Stephanie, espera un minuto.
—¿Qué pasa?
Sus emociones desgarradas amenazaban con abrumarla. Estaba deseando retirarse a la intimidad de su habitación, huir de él.
—¿Podemos… podemos hablar? —se pasó nerviosamente la mano por el pelo.
Ella luchó contra el impulso de negarse. Era preferible dejar las cosas claras cuanto antes.
—Naturalmente.
Se dejó caer en la mecedora mientras él se ponía a deambular por delante de la puerta corredera, fingiendo un gran interés en el rítmico oleaje.
—Mañana es Navidad —comenzó diciendo, y ella se dio cuenta, consternada, de que era cierto. Aquella noche era Nochebuena—. ¿No crees que deberíamos declarar una tregua para esta noche y mañana? Es una lástima que estemos así, de uñas, sobre todo cuando…
—¿Cuando qué? —lo interrumpió ella, sintiendo que una esperanza irracional se formaba en su interior.
¿Habría roto con Sharon la noche anterior? Por mucho que supiera que era estúpido, se atrevió a imaginar una confesión de amor, una escena gozosa en que ella corría a arrojarse entre sus brazos.
—Me voy pasado mañana cuatro semanas fuera, en un viaje de investigación.
—¿Qué?
La espontánea exclamación indicaba claramente su consternación; ojalá se hubiera mordido la lengua, pensó ____. Era lo último que había esperado que dijese, y el dolor hizo presa en ella.
—Sí —se giró; su rostro sin afeitar enmascaraba sus emociones—. Creo que nos puede venir muy bien a los dos.
—Su… supongo que tienes razón.
—El Instituto envía un equipo a Baja California. El viaje lleva planeado varias semanas, aunque no había visto ninguna razón para decírtelo antes. Pero ahora he pensado que debías saber que no vamos a tener que soportarnos mas que durante un día y medio más antes de estas vacaciones de cuatro semanas para los dos. Tal vez así nos sea más fácil comportarnos civilizadamente. ¿Estás dispuesta a sacar la bandera blanca?
Ella evitó sus ojos, enfocando la mirada en un punto situado más allá de su rostro.
—Naturalmente.
La sonrisa que había logrado componer amenazaba con agrietarse si se arriesgaba a contemplar aquellos ojos que la habían hipnotizado con su amor no hacía mucho tiempo. Cuatro semanas, una eternidad. Había dicho que era un viaje de investigación; no tuvo más remedio que preguntar:
—¿Va… va Sharon al viaje?
—Sí.
Aunque había esperado esa respuesta afirmativa, la golpeó como un puñetazo en el estómago.
Como si hubiera sacado un tema que él hubiera estado deseando plantear, Nicholas siguió:
—A propósito. No había pensado hablarlo hasta después del viaje, pero creo que la separación nos dará más tiempo para pensarlo.
Ella trató de no imaginar lo que estaba tratando de decir. Con un esfuerzo sobrehumano, adoptó una actitud de tranquilo interés.
—¿Para pensar qué, Nick?
—En alquilarle mi parte del piso a Sharon.
Bueno hermosas ahi esta el capi,espero que les guste,ya saben muchos comets y subo maraton el Martes,las quiero :hug:
Jeremy había sido lo primero que se le había ocurrido como réplica a Nicholas, pero las tornas habían cambiado cuando él había aprovechado la oportunidad al vuelo y había aprovechado para invitar a Sharon a cenar. Se preguntó si le encendería un fuego… y si se tumbarían delante del árbol de Navidad iluminado. ¿Se la llevaría luego a su cama de agua?, ¿se…? Se llevó los puños a la cara como si quisiera borrar la imagen de Nicholas y Sharon juntos sobre la ondulante cama, la negra cabellera de Sharon extendida sobre la blancura de las sábanas.
Tenía que salir de allí, pensar algo para estar toda la noche fuera. Corrió a su dormitorio, abrió la guía telefónica y buscó entre la lista de moteles. Ya estaba. Un establecimiento barato lejos del océano y la playa. No podía llevarse a Sigmund, pero podía dejarle fruta y lechuga suficientes hasta la mañana. Con mano temblorosa, marcó el número del motel y reservó una habitación para aquella noche.
Se había metido en aquello, pero sólo por una noche; después iba a ser mucho más firme.Nicholas tendría que llevarse a sus amigas a cualquier otro sitio. Aquélla era la última vez que la echaban de su propia casa.
Fue probablemente la noche más larga de su vida. Previendo que tendría problemas para dormir, hizo acopio de material de lectura: varias revistas del corazón, una novela policíaca y la última guía de televisión. Pero de nada le sirvió. Apoyada en el cabecero metálico de la cama, se quedó mirando, sin ver, el aparato de televisión en blanco y negro empotrado en la pared, tratando de concentrarse en la frenética hilaridad de la serie cómica que estaban emitiendo. Lanzó una mirada al reloj. Las siete y media.
Con un pesado suspiro, saltó de la cama y apagó la televisión. No tenía sentido gastar corriente. Un sándwich de pavo a medias y una botella de leche casi llena permanecían abandonados sobre la mesilla de noche, pero se sentía incapaz de probar un bocado más. Sus ojos escrutaron la diminuta habitación, los grabados baratos de las paredes, la colcha estampada, las cuerdas trenzadas de las cortinas. Nunca se había sentido tan sola en su vida.
Negándose a dejarse llevar por las lágrimas, se hundió de nuevo en la estrecha cama con la novela en la mano; confiaba en la reputación de emocionante del bestseller para ayudarla a atravesar la noche. Después de cinco páginas, dejó la lectura a un lado, incapaz de concentrarse.
—¡Maldito seas, Nicholas Jonas!
Lanzó el libro al otro extremo de la habitación, enterró el rostro entre las manos y se puso a sollozar, dejando que las impersonales paredes de la habitación absorbieran sus gemidos de dolor. Al cabo de un largo, largo rato, los sollozos cesaron y ella se acurrucó en la cama, aún totalmente vestida, y esperó al amanecer. Poco antes de que la luz del sol tratara de abrirse paso a través de las gruesas cortinas, se sumió en un sueño torturado, lleno de mujeres altas y morenas.
El sonido de puertas abriéndose y cerrándose la despertó, recordándole dónde se encontraba. Se frotó los ojos doloridos. Se oía el ruido de los demás clientes al marcharse, los tubos de escape de los coches al ponerse en marcha y las entradas y apresuradas salidas de las habitaciones en busca de objetos olvidados en el último minuto.
Las voces y los ruidos se desvanecieron y ella se preguntó si no sería la única persona que quedaba en el motel. Pronto lo remediaría, decidió. ¡Ya estaba bien de aquella estúpida habitación! Después de lavarse la cara y limpiarse los dientes, se sintió ligeramente mejor, pero estaba deseando cambiarse de ropa. El día anterior le había parecido innecesario llevarse una muda.
Una mirada en el espejo le mostró a una joven de pelo revuelto con una camisa blanca y amarilla muy arrugada. «Tengo un aspecto espantoso», reconoció, pensando que Annie la Huerfanita no parecía tan simpática con ojeras. Tal vez Nicholas se preguntara a qué se había dedicado la noche anterior. «Bien, pues que se lo pregunte», pensó amargamente, embutiendo el sándwich, las revistas y las novelas como pudo en la papelera. Después de verter la leche agriada en el lavabo, tiró el cartón vacío a la papelera también y metió sus pertenencias en el bolso.
Cabía la posibilidad de que a Nicholas no le importara, mientras lo dejara tranquilo para tener sus aventuras, pensó furiosamente, agarrando el bolso con una mano y el neceser con la otra. ¡Más valía que se lo hubiera pasado bien, porque aquélla era la última vez que se acomodaba a sus hazañas buscando otro sitio donde pasar la noche!
El olor a carne asada aún flotaba en el aire cuando ______ abrió la puerta. Echó un vistazo en la cocina y arrugó la nariz ante los platos del fregadero, y la sartén aún sin fregar. «Debe haber estado demasiado ocupado para lavar los platos esta vez», pensó mientras las náuseas le retorcían el estómago. Corrió hacia el dormitorio, ansiosa de ver a Sigmund.
—¿Se puede saber dónde has estado toda la noche?
Se volvió y lo vio apoyado en el marco de la puerta de su habitación, sin afeitar y con la camisa arrugada, como si hubiera dormido vestido.
—No creo que sea en absoluto de tu incumbencia —replicó ella fríamente, conteniendo las ganas de acercarse y acariciarlo.
—No dijiste que te fueses a pasar fuera toda la noche y, a juzgar por tu aspecto, ha sido toda una noche —la acusó mientras su mirada tomaba nota del aspecto desaseado que presentaba—. Estuve pensando en llamar a la policía, por si te había sucedido algo.
Una fugaz expresión parecida al dolor apareció en su rostro.
—Tu preocupación es conmovedora.
Lanzando un grito de ira, él avanzó, pero sé detuvo a los dos pasos.
—Tengo que proteger mi inversión en este piso —dijo con rígido dominio de sí mismo—. Si algo te sucediera, me sería muy difícil pagar esto yo solo hasta que encontrara otro comprador.
—Intentaré tenerlo presente. Es la mejor razón que se me ocurre para cuidar de mí misma —replicó ella sardónicamente—. Y ahora, si me lo permites, voy a ver qué tal está Sigmund.
—No tan rápido —su tono bajo y amenazador produjo a _____ un escalofrío de miedo—. ¿Vas o no a decirme dónde has estado toda la noche?
Ella lo miró a la cara con expresión desafiante. No iba a dejarse intimidar.
—No.
—______, ayúdame entonces, yo…
Hizo un movimiento rápido hacia ella y_____ saltó hacia atrás, temblando.
—No me toques,Nicholas Jonas —dijo con voz ahogada—. ¿Por qué iba a tener que rendirte cuentas a ti como si fuera una… una colegiala? —alzó ligeramente el tono de voz—. ¿Y qué tal si me describes tú tu noche? ¡Qué típico de un hombre! Consideras que yo debería justificarme ante ti, pero tus asuntos no son de la incumbencia de nadie, porque puedes arreglártelas solo, ¿no? ¡Bueno, pues yo también sé arreglármelas muy bien por mi cuenta!
«No voy a llorar», se prometió, mordiéndose con fuerza la cara interna del labio para impedir que le temblara.
—Ésa no es la impresión que saqué el otro día —dijo él suavemente.
¿Era acaso preocupación lo que creía detectar en su voz? Se lo quedó mirando sin decir palabra, deseando creer que así era, pero sin confiar en la leve esperanza que estaba empezando a formarse en su corazón.
—No… no he corrido ningún peligro esta noche, Nick. Siento que te hayas preocupado.
Las lágrimas que había logrado contener gracias a su indignación amenazaban con desbordarse ante aquel primer signo de ternura.
—Sí, estaba preocupado. Después de que Sharon se marchara, yo…
Al oír el nombre de la otra mujer, la realidad abofeteó a Stephanie de nuevo.
—¿Y a qué hora fue eso? —lo interrumpió, parpadeando para contrarrestar la humedad de sus ojos—. ¿A las tres, a las cuatro? ¿Cuánto tiempo has estado preocupado?, ¿veinte minutos?
—No metas a Sharon en esto —rugió él.
—¡No he sido yo quien la ha metido, sino tú!
—De acuerdo. Supongo que sí.
_____ vio cómo el cansancio reemplazaba a la ira en el rostro de Nicholas.
—Pero el hecho sigue siendo que, a pesar de tanta liberación de la mujer, señorita Collier, una mujer sola a altas horas de la noche en la calle puede correr grandes peligros. Era tu seguridad la que estaba en juego, no la mía.
—¿Y la seguridad de Sharon? ¿Estaba en juego?
—¡No, maldita sea!
—Me alegro de oírlo —giró sobre sus talones—. Creo que esta conversación ha terminado. Voy a ver cómo está Sigmund.
—Está perfectamente.
Ella se detuvo en seco.
—¿Cómo lo sabes?
—Cuando vi que no volvías a casa, no sabía muy bien qué hacer ni qué podía haber pasado. Le di algo de fruta y le cambié el agua. No… no dejaba de llamarte y pensé que podía tener hambre.
—Gracias —balbuceó ella, totalmente confusa.
No había limpiado la cocina, no se había cambiado de ropa, pero se había ocupado del pájaro. No tenía sentido.
—Ha sido un detalle por tu parte, teniendo en cuenta que no te gusta Sigmund.
Él la miró con curiosidad.
—No me molesta. Le… le he sacado un rato de la jaula a la sala de estar también —hizo un gesto de disculpa, y _____ observó que llevaba un dedo vendado—. Espero que no te importe.
—No —dijo ella, cada vez más perpleja—. ¿No te habrá mordido, verdad?
—¿Por qué lo dices?
—Por la tirita.
—Oh —lanzó una mirada a su mano—. Me quemé con la parrilla. Sharon insistió en que me pusiera algo.
_____ apretó las manos contra los costados.
—Bien, gracias por dar de comer a Sigmund —dijo entre dientes—. Creo que voy a darme una ducha.
—Stephanie, espera un minuto.
—¿Qué pasa?
Sus emociones desgarradas amenazaban con abrumarla. Estaba deseando retirarse a la intimidad de su habitación, huir de él.
—¿Podemos… podemos hablar? —se pasó nerviosamente la mano por el pelo.
Ella luchó contra el impulso de negarse. Era preferible dejar las cosas claras cuanto antes.
—Naturalmente.
Se dejó caer en la mecedora mientras él se ponía a deambular por delante de la puerta corredera, fingiendo un gran interés en el rítmico oleaje.
—Mañana es Navidad —comenzó diciendo, y ella se dio cuenta, consternada, de que era cierto. Aquella noche era Nochebuena—. ¿No crees que deberíamos declarar una tregua para esta noche y mañana? Es una lástima que estemos así, de uñas, sobre todo cuando…
—¿Cuando qué? —lo interrumpió ella, sintiendo que una esperanza irracional se formaba en su interior.
¿Habría roto con Sharon la noche anterior? Por mucho que supiera que era estúpido, se atrevió a imaginar una confesión de amor, una escena gozosa en que ella corría a arrojarse entre sus brazos.
—Me voy pasado mañana cuatro semanas fuera, en un viaje de investigación.
—¿Qué?
La espontánea exclamación indicaba claramente su consternación; ojalá se hubiera mordido la lengua, pensó ____. Era lo último que había esperado que dijese, y el dolor hizo presa en ella.
—Sí —se giró; su rostro sin afeitar enmascaraba sus emociones—. Creo que nos puede venir muy bien a los dos.
—Su… supongo que tienes razón.
—El Instituto envía un equipo a Baja California. El viaje lleva planeado varias semanas, aunque no había visto ninguna razón para decírtelo antes. Pero ahora he pensado que debías saber que no vamos a tener que soportarnos mas que durante un día y medio más antes de estas vacaciones de cuatro semanas para los dos. Tal vez así nos sea más fácil comportarnos civilizadamente. ¿Estás dispuesta a sacar la bandera blanca?
Ella evitó sus ojos, enfocando la mirada en un punto situado más allá de su rostro.
—Naturalmente.
La sonrisa que había logrado componer amenazaba con agrietarse si se arriesgaba a contemplar aquellos ojos que la habían hipnotizado con su amor no hacía mucho tiempo. Cuatro semanas, una eternidad. Había dicho que era un viaje de investigación; no tuvo más remedio que preguntar:
—¿Va… va Sharon al viaje?
—Sí.
Aunque había esperado esa respuesta afirmativa, la golpeó como un puñetazo en el estómago.
Como si hubiera sacado un tema que él hubiera estado deseando plantear, Nicholas siguió:
—A propósito. No había pensado hablarlo hasta después del viaje, pero creo que la separación nos dará más tiempo para pensarlo.
Ella trató de no imaginar lo que estaba tratando de decir. Con un esfuerzo sobrehumano, adoptó una actitud de tranquilo interés.
—¿Para pensar qué, Nick?
—En alquilarle mi parte del piso a Sharon.
Bueno hermosas ahi esta el capi,espero que les guste,ya saben muchos comets y subo maraton el Martes,las quiero :hug:
Última edición por heyitsnicktanii el Dom 04 Mar 2012, 12:05 am, editado 1 vez
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Nixa escribió:hola me encanto tu nove es maravillosa...siguela esta muy buenos los capis pero solo los leere los fines de semana entre a mi tercer año de prepa por eso saludos desde chile
Mis noves (need readers pliss) :oops:
El amor de familia, es muy sagrado para todos, pero si el amor solo lo dejas a un lado para ver al hombre que te hace sentir una verdadera mujer. jamie sera capas de enfrentar sus extraños deseos de estar en la cama de su hermanastro...Solo Eres Alguien Más En Mi Corazón
Si entiendo la escuela a veces no da tiempo de nada D:,pero lo bueno es que cuando cheuqes la nove los fines de semana ya habra varios capitulos haha,gracias por leer :)
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
jennito moreno escribió:ese nick es un ....... puedo entrar en la historia y golpearlo por fa?? ushhh
ehh nueva lectora sigue quiero saber que hara ahora ____
Hola!,Bienvenida! :lol!: haha si por favor ve a golpearlo y le das unos cuantos por mi :¬¬: , creo que en este capi lo odiaras mas,gracias por leer :cheers:
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
StephanieJonas escribió:Nick ARRGGHH!!!!!
SIGUELA!!!!
Lose D:,dan ganas de golpearlo :evil:
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
PotatoPayne;* escribió:Waaaaaah please sube capi! Amo esta novela asmdkmasjsdbhdkdsjs
S I G U E L A!
Ya subi hermosa,haha gracias por leer :D ,que bueno que te guste :D
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
criss_jb escribió:q cobarde nick.... pero un cobarde muy guapo
jajajaja siguela me encantaron los capitulos
q..... emocionante....
jajajaja siguela
Haha lose,dan ganas de golpearlo :evil:
heyitsnicktanii
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
Primero que nada soy Nueva Lectora!*
Ahora si a comentar... QUE??!! OSEAAA como Q quiere rentarle su parte del departamento a la tal Sharon??!! Ahhhhh que... ¬¬! & todavia se ira de viajeee??!! Mejor ya que acepte que siente algo por la rayis, asi se evitarian tantas complicaciones haha XD
SIGUELA
Ahora si a comentar... QUE??!! OSEAAA como Q quiere rentarle su parte del departamento a la tal Sharon??!! Ahhhhh que... ¬¬! & todavia se ira de viajeee??!! Mejor ya que acepte que siente algo por la rayis, asi se evitarian tantas complicaciones haha XD
SIGUELA
.Lu' Anne Lovegood.
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
ohhhhh por dios lo quiero matar que le pasa ahhhhhhhh!!!!!
no puedo creerlo las brutalidades que hace nick definitivamente, definitivamente se la gano!!!
ehhhh maraton maraton siiiiiiii esperare ansiosamente por el martes siiiiiiii!!!!!!!!!!
no puedo creerlo las brutalidades que hace nick definitivamente, definitivamente se la gano!!!
ehhhh maraton maraton siiiiiiii esperare ansiosamente por el martes siiiiiiii!!!!!!!!!!
jennito moreno
Re: "Una casa para dos corazones" [Nick y tu]Adaptacion TERMINADA
OMG! Como se le ocurre que la rayis querra rentarle a Sharon? Que tiene en la cabeza Nicholas? Nono... Pero ush... Aunque muy bien no se que relacion tiene el y esa mujer, osea dice que es su mejor amiga y eso pero como que no me convence pff..... Please sube maraton! Sisi muero por saber que mas pasara!
S I G U E L A!
S I G U E L A!
BeautifulDisaster;*
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