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Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Nombre: Soy toda tuya
Adaptación: Si
Género: Romance y HOT
Advertencias: Pues con el titulo en rojo lo saben
Otras Páginas: Ps...quizas hayan
La ternura de él y la fogosidad de ella: un cóctel explosivo
El último lugar en el que _______ MacPherson imaginaba encontrarse era sentada en un autobús, esposada a un malhumorado cazarrecompensas. Justo dos horas antes, ese pedazo de hombre se presentó de improviso en su casa, la confundió con su errática hermana, una showgirl de Miami, y se la llevó en volandas en sus enormes brazos. Y no importa lo sexy que sea él: ¡_______ está furiosa!
Pero a Joseph Jonas nadie le engaña con el viejo truco de las hermanas gemelas. Al fin tiene consigo a la guapísima pelirroja y no va a permitir que se le escape. El problema es que la chica resulta ser mucho más dulce y elegante de lo que parece, y que los besos de ambos son de tan alto voltaje que alguien puede llegar a quemarse...
Adaptación: Si
Género: Romance y HOT
Advertencias: Pues con el titulo en rojo lo saben
Otras Páginas: Ps...quizas hayan
La ternura de él y la fogosidad de ella: un cóctel explosivo
El último lugar en el que _______ MacPherson imaginaba encontrarse era sentada en un autobús, esposada a un malhumorado cazarrecompensas. Justo dos horas antes, ese pedazo de hombre se presentó de improviso en su casa, la confundió con su errática hermana, una showgirl de Miami, y se la llevó en volandas en sus enormes brazos. Y no importa lo sexy que sea él: ¡_______ está furiosa!
Pero a Joseph Jonas nadie le engaña con el viejo truco de las hermanas gemelas. Al fin tiene consigo a la guapísima pelirroja y no va a permitir que se le escape. El problema es que la chica resulta ser mucho más dulce y elegante de lo que parece, y que los besos de ambos son de tan alto voltaje que alguien puede llegar a quemarse...
Última edición por ♫ Laura Jonas ♥ el Dom 11 Sep 2011, 12:36 am, editado 1 vez
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Para las que no me conocen soy Laura, y pues tengo aqui dos noves las cuales se estan subiendo, una es El Destino que por ahora esta suspendida, y la otra es Mi Deseo Conocer a Alguien que me Desee, que se esta subiendo si quieren verlas estan las dos en mi avatar.
Pues lei esta nove y me encanto y queria hacerle una adaptacion y aqui esta espero y les guste tanto como a mi :D
Pues lei esta nove y me encanto y queria hacerle una adaptacion y aqui esta espero y les guste tanto como a mi :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Prologo dedicado a roxana.c por ser mi primera lectora :cheers: :cheers:
Prólogo
Tras la carrera por el aeropuerto, Joseph Jonas llegó a la zona de embarque justo a tiempo de ver cómo se alejaba el vuelo 437. Se detuvo con un patinazo.
—¡Mie*rda! —exclamó, dando un puñetazo al aire.
Se dio la vuelta con brusquedad y alzó los brazos para pasarse los diez dedos por el pelo, mirando ceñudo a lo lejos, ajeno a la gente que al pasar daba un amplio rodeo para no acercarse a él.
Tenía ganas de golpear algo. ¡Se moría de ganas de liarse a golpes! Se le acababa de presentar una oportunidad de oro... y se le había esfumado sin que él pudiera echarle el guante.
Intentó calmarse, haciendo un esfuerzo por ver el lado positivo. Qué demonios, había sido pura casualidad ver a Kaylee MacPherson. Joseph volvía de una reunión con los banqueros de Carolina del Norte que financiaban el refugio de pesca que quería comprar, y la última persona a la que esperaba ver en el aeropuerto era a una clienta del agente de fianzas. Pero allí estaba, y mientras él se frenaba en seco para quedarse mirándola perplejo, ella había recorrido la explanada con aquel paso suyo tan provocativo, el maletín rebotando en su bien formada pantorrilla.
Incapaz de dar crédito a sus ojos, Joseph había tardado en reaccionar. Pero era imposible confundirla: esa misma mañana Joe había estado en la oficina, recogiendo un cheque, mientras el garante que le empleaba hacía las gestiones necesarias para acudir a la comparecencia de Kaylee ante el juez y depositar la fianza convenida. Y era más que seguro que en Miami no había dos mujeres con aquel color de cabello ni un cuerpo así. Y Joseph sabía muy bien que al salir de la zona, Kaylee estaba violando los términos de su libertad bajo fianza.
«¡Dios, Dios!», pensó; estaba claro que Dios existía. La recompensa por detener a Kaylee le proporcionaría los fondos que necesitaba para el refugio. Por fin podría decir adiós a la escoria de la sociedad, a la humedad, a las calles polvorientas, para recibir con los brazos abiertos la serenidad de las mañanas frescas y brumosas. Más fácil imposible.
Lo cual demostraba lo que puede suceder cuando uno subestima la tarea que tiene por delante. Aquello le daba un nuevo significado al término «bocazas». ¿Por qué c*oño había imaginado que atrapar a MacPherson iba a ser pan comido?
Ella había sido tan tonta que ni siquiera había intentado disimular o modificar su apariencia, y mucho menos viajar bajo un nombre falso. Qué demonios, si al mirarla, uno podía oír el ritmo sensual del meneo de aquellas caderas redondeadas embutidas en licra. Por no mencionar esa exuberante melena de pelo rojizo que llameaba resplandeciente. Vamos, era como si llevara sobre la cabeza una hilera de flechas de neón señalando el camino. Para no perderla de vista solo hacía falta seguir el camino indicado por las cabezas masculinas que se volvían a su paso.
Claro que a Joe no le había servido de nada.
No había contado con la empleada nueva que lo había retenido en el control de facturación. Y la culpa había sido solo suya. Ahora no tenía más remedio que comprar un billete para Seattle e intentar encontrar un rastro que sin duda estaría ya helado para cuando llegara. Jod*er, se moría de ganas de encender un cigarrillo. Qué momento más gilipo*llas para dejar de fumar.
Llamó a la oficina para informarles de adonde se dirigía, para que le enviaran el contrato de fianza de la fugitiva y para conseguir toda la información posible sobre MacPherson. Luego fue al mostrador, donde por fin tuvo suerte, aunque se encontró con el tópico de «una buena noticia y otra mala». La buena noticia era que había un vuelo que le dejaría en Seattle menos de una hora después que MacPherson. La mala era que aquello le dejaba sin presupuesto para nada más. Bueno, qué se le iba a hacer.
Ya encontraría la forma de economizar en el trayecto de vuelta a Miami. Al pensarlo, soltó un resoplido de risa, aunque no le hacía ninguna gracia. Aquello iba a ser un desafío de narices, teniendo en cuenta que la mujer a la que perseguía no era precisamente de gustos baratos.
Prólogo
Tras la carrera por el aeropuerto, Joseph Jonas llegó a la zona de embarque justo a tiempo de ver cómo se alejaba el vuelo 437. Se detuvo con un patinazo.
—¡Mie*rda! —exclamó, dando un puñetazo al aire.
Se dio la vuelta con brusquedad y alzó los brazos para pasarse los diez dedos por el pelo, mirando ceñudo a lo lejos, ajeno a la gente que al pasar daba un amplio rodeo para no acercarse a él.
Tenía ganas de golpear algo. ¡Se moría de ganas de liarse a golpes! Se le acababa de presentar una oportunidad de oro... y se le había esfumado sin que él pudiera echarle el guante.
Intentó calmarse, haciendo un esfuerzo por ver el lado positivo. Qué demonios, había sido pura casualidad ver a Kaylee MacPherson. Joseph volvía de una reunión con los banqueros de Carolina del Norte que financiaban el refugio de pesca que quería comprar, y la última persona a la que esperaba ver en el aeropuerto era a una clienta del agente de fianzas. Pero allí estaba, y mientras él se frenaba en seco para quedarse mirándola perplejo, ella había recorrido la explanada con aquel paso suyo tan provocativo, el maletín rebotando en su bien formada pantorrilla.
Incapaz de dar crédito a sus ojos, Joseph había tardado en reaccionar. Pero era imposible confundirla: esa misma mañana Joe había estado en la oficina, recogiendo un cheque, mientras el garante que le empleaba hacía las gestiones necesarias para acudir a la comparecencia de Kaylee ante el juez y depositar la fianza convenida. Y era más que seguro que en Miami no había dos mujeres con aquel color de cabello ni un cuerpo así. Y Joseph sabía muy bien que al salir de la zona, Kaylee estaba violando los términos de su libertad bajo fianza.
«¡Dios, Dios!», pensó; estaba claro que Dios existía. La recompensa por detener a Kaylee le proporcionaría los fondos que necesitaba para el refugio. Por fin podría decir adiós a la escoria de la sociedad, a la humedad, a las calles polvorientas, para recibir con los brazos abiertos la serenidad de las mañanas frescas y brumosas. Más fácil imposible.
Lo cual demostraba lo que puede suceder cuando uno subestima la tarea que tiene por delante. Aquello le daba un nuevo significado al término «bocazas». ¿Por qué c*oño había imaginado que atrapar a MacPherson iba a ser pan comido?
Ella había sido tan tonta que ni siquiera había intentado disimular o modificar su apariencia, y mucho menos viajar bajo un nombre falso. Qué demonios, si al mirarla, uno podía oír el ritmo sensual del meneo de aquellas caderas redondeadas embutidas en licra. Por no mencionar esa exuberante melena de pelo rojizo que llameaba resplandeciente. Vamos, era como si llevara sobre la cabeza una hilera de flechas de neón señalando el camino. Para no perderla de vista solo hacía falta seguir el camino indicado por las cabezas masculinas que se volvían a su paso.
Claro que a Joe no le había servido de nada.
No había contado con la empleada nueva que lo había retenido en el control de facturación. Y la culpa había sido solo suya. Ahora no tenía más remedio que comprar un billete para Seattle e intentar encontrar un rastro que sin duda estaría ya helado para cuando llegara. Jod*er, se moría de ganas de encender un cigarrillo. Qué momento más gilipo*llas para dejar de fumar.
Llamó a la oficina para informarles de adonde se dirigía, para que le enviaran el contrato de fianza de la fugitiva y para conseguir toda la información posible sobre MacPherson. Luego fue al mostrador, donde por fin tuvo suerte, aunque se encontró con el tópico de «una buena noticia y otra mala». La buena noticia era que había un vuelo que le dejaría en Seattle menos de una hora después que MacPherson. La mala era que aquello le dejaba sin presupuesto para nada más. Bueno, qué se le iba a hacer.
Ya encontraría la forma de economizar en el trayecto de vuelta a Miami. Al pensarlo, soltó un resoplido de risa, aunque no le hacía ninguna gracia. Aquello iba a ser un desafío de narices, teniendo en cuenta que la mujer a la que perseguía no era precisamente de gustos baratos.
Última edición por ♫ Laura Jonas ♥ el Dom 11 Sep 2011, 12:24 pm, editado 1 vez
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
*Nueva Lectora!!*
Ahh se lee que esta muy genial...
¡¡SIGUELA!!
Ahh se lee que esta muy genial...
¡¡SIGUELA!!
.Lu' Anne Lovegood.
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
jejejejej muchas grax, mas tarde si veo mas comments subo el primer capi, hasta mas tarde :hi:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Capítulo 1
El primer impulso de ___________ MacPherson al oír el timbre de la puerta fue no responder. No se sentía precisamente sociable.
Por otra parte, la autocompasión era un rasgo muy poco atractivo, que además le provocaba mala conciencia, a pesar de que se había concedido un día entero para regodearse en su desgracia. El timbre volvió a sonar, incesante, insistente, y al final ganaron los años de autodisciplina. Contestó la llamada.
La última persona que esperaba ver a la puerta de su casa era a su gemela.
—Kaylee —dijo, aturdida, y se quedó allí parada, mirando perpleja a su hermana.
—¡Sorpresa! —exclamó Kaylee con su voz ronca de contralto que había perfeccionado cuando tenía quince años.
Y sin más entró en el recibidor, con un bamboleo de pechos, el asa del bolso cayendo por su brazo y la enorme maleta chocando contra el marco de la puerta. Soltó el equipaje y el bolso y se echó en brazos de _________, envolviéndola en un exuberante y fragante abrazo.
________ le devolvió el abrazo de manera automática, pero no pudo acallar la vocecilla en su mente que susurraba: «Oh, oh. Se avecinan problemas en River City».
Se apartó dándole a Kaylee unos golpecitos en el hombro y retrocedió un paso.
Kaylee echó un vistazo al recibidor, se asomó al salón y volvió a mirar a _______ alzando una ceja con gesto irónico.
—Ya veo que sigues siendo una maruja —comentó divertida—. Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio.
Fue como si le metieran brutalmente un dedo en una llaga.
—En realidad la casa está más ordenada de lo habitual —replicó ______, tensa—. Iba a marcharme a Europa anoche, pero cuando llegué al aeropuerto me enteré de que mi agencia de viajes estaba en bancarrota y se había quedado con todo mi dinero.
—¡Vaya!
—Me he pasado la vida ahorrando para ese viaje, Kaylee. —A ________ le tembló un instante el mentón, pero hizo acopio de fuerzas y apretó los dientes hasta recuperar el dominio de sí misma.
—Sí, qué mala suerte —se compadeció Kaylee. Luego se encogió de hombros y añadió alegremente—: Pero tú lo solucionarás, hermanita. Como siempre. —Cogió una frágil escultura de la mesita del recibidor, se la quedó mirando con indiferencia un instante y se volvió de nuevo hacia su hermana—. El caso es —volvió a dejar la figura con cuidado en su sitio— que yo sí que tengo problemas.
«Vaya, eso sí que es una novedad», pensó ________, aunque sabía que ese sarcasmo decía muy poco de su carácter, pero no conseguía arrepentirse del todo. No era una casualidad que viviese lo más alejada posible de su hermana sin tener que salir de Estados Unidos.
Desde que ________ podía recordar, siempre había tenido que hacerse cargo de los problemas familiares. Lo que no recordaba era cómo había recaído sobre ella esa responsabilidad, aunque seguramente se debía a un hecho evidente: para lograr algo, era necesario que alguien estuviera dispuesto a hacerlo. Y en su familia nunca se ofreció nadie más. Su padre se pasaba la vida detrás de múltiples proyectos con la intención de hacerse rico de forma inmediata, y que luego viniera Rita (y todos los demás) a cargar con las consecuencias. Su madre era sorda y estaba inmersa en su grupo de la iglesia fundamentalista, del que solo salía el tiempo suficiente para advertir a _______ y a Kaylee de los peligros que suponía mostrar sus cuerpos pecadores. Este tipo de advertencias habían llegado con soporífera regularidad, pero los problemas cotidianos se habían ignorado. Tuvo que ser _________ la que se encargara de que se pagaran las facturas, de que hubiera comida en la mesa. Dependió de ella también sacar a Kaylee de los diversos líos en los que se había metido.
Durante su adolescencia, _______ deseó muchas cosas, pero lo que más ansiaba era que su madre dejara de predicar tanto sobre sus cuerpos pecadores. Aquello le hacía sentirse algo avergonzada del suyo, sin embargo a Kaylee la impulsaba a mostrar del suyo tanto como estuviera legalmente permitido. Por lo visto, el lema de su hermana había sido: «Si dicen que no, hazlo. Y si te gusta, hazlo hasta no poder más».
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
_________ se cansaba solo de pensarlo. Durante una época, solucionar los excesos de Kaylee le había requerido toda su energía, porque su hermana rara vez pensaba antes de actuar. _______ no tenía ni que cerrar los ojos para que le pasara por la mente a una velocidad vertiginosa toda una serie de incidentes.
La paciencia de _________ ya no era la misma de antes, pero aquello no negaba el hecho de que, al igual que los perros de Pavlov, había sido condicionada para reaccionar ante un conjunto dado de estímulos. En su caso, si se encontraba ante un dilema, reaccionaba al instante en busca de soluciones. Sintiendo aquella vieja e incómoda mezcla de amor, rabia y desesperación, _________ ahogó un suspiro y se agachó para recoger la maleta de su hermana.
—Ven a la cocina —la invitó con cansancio—, y me lo cuentas.
—¿Que oíste qué? —preguntó incrédula unos momentos más tarde, dándose la vuelta para mirar a su hermana.
—Que planeaban un asesinato.
—¡Por Dios, Kaylee! Eso me había parecido oír. —________ volvió a la cocina para poner la tetera al fuego. Debido a la impresión recibida, los dedos se le habían debilitado y la tetera chocó con estrépito contra el fogón. Las tazas que llevó a la mesa traqueteaban en los platos, y el sol que se filtraba por las persianas parecía de pronto chillón y extraño—. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién?
Kaylee miró inexpresiva la primorosa taza de flores que su hermana le había puesto delante, luego se volvió hacia la cara pálida de su gemela.
—¿Un té? —preguntó incrédula—. Te digo que he oído cómo preparaban un asesinato, ¿y tú me das una taza de té? Jo*der, ______*. ¿No tienes nada un pelín más fuerte? Un whisky, un coñac... lo que sea.
«Jod*er, ____*.» __________ oyó la voz de su padre, vio su rostro, con su sonrisa siempre a punto y sus mejillas rubicundas. «Joder, ____*, tienes que aprender a animarte un poco. Seguro que te las apañas para preparar una buena cena. ¡Vamos, ni que me hubiera gastado todo el dinero de la compra!»
Se abstuvo de señalar que era un poco temprano para beber alcohol. Se levantó en silencio y fue hasta el armario donde guardaba el medio litro de whisky que quedó de la Navidad. Se lo ofreció a Kaylee y la miró mientras su hermana abría la botella y se echaba un generoso chorro en la taza. Luego volvió a sentarse frente a ella.
Kaylee bebió un largo trago y tosió con delicadeza. Miró a _________, y como si la viera por primera vez torció la boca hacia un lado con gesto irónico y movió la cabeza.
—Por Dios, ____*, vistes como una monja. Mamá estaría orgullosísima.
________ se miró. Era cierto que la blusa blanca era un poco amplia, pero no quería que los pechos se le delinearan bajo la ropa porque llamaban demasiado la atención. Sus pantalones de ciclista, sin embargo, eran de licra y se le pegaban como una segunda piel. Miró a continuación a su hermana, que llevaba licra del escote hasta el muslo, y zapatos de tacón de aguja de ocho centímetros frente a las Keds deportivas de ________. Tuvo que reconocer, que comparada con Kaylee, era cierto que tenía un aspecto bastante parroquial.
—¿De verdad quieres hablar de mi vestuario?
—No, supongo que no. ¿Por dónde íbamos? —Kaylee desechó la cuestión con un gesto de sus dedos esbeltos de uñas pintadas—. Da igual, empezaré por el principio. Hace tres días me quedé plantada en el club sin coche, por culpa de una bruja que... bueno, eso es otra historia, y además es una chorrada comparada con el lío en que me he metido ahora.
_________ sabía que el club era el Tropicana Lounge, donde Kaylee trabajaba de gogó. Por lo que ella sabía, aquello significaba que Kaylee danzaba sobre un escenario junto con otras chicas, vestidas con mucha parafernalia en la cabeza y muy poca tela. Su madre siempre decía que Kaylee era bailarina, porque le parecía que la palabra tenía connotaciones menos desagradables. Bajo su punto de vista, gogó venía a significar stripper. Pero así era su madre.
—El Trop está muy bien —prosiguió Kaylee—. Pero el vestuario de las bailarinas está pegado al servicio de caballeros, y te aseguro que la pared es muy fina. Hay ciertas funciones corporales que preferiría no haber tenido que escuchar. —Kaylee se encogió de hombros—. En fin, el caso es que estaba descansando un poco, esperando a que Maria terminara de coquetear con un tío en el vestíbulo y me llevara a casa, cuando oí a Hector Sanchez, el dueño del garito, al otro lado de la pared. Estaba hablando con el Cadenas de Alice Mayberry, con la que tiene una tórrida historia, como todo el mundo sabe. Pues nada, que yo me lo estaba pasando pipa allí escuchando, esperando enterarme de algo jugoso, cuando Hector le encargó el trabajito.
—El trabajito —repitió _______ con un hilo de voz.
—Un encargo, _________, una ejecución. Ordenada por mi jefe... y llevada a cabo por Jimmy Cadenas Slovak. Es el jefe de seguridad del Trop. Y, esto... —Kaylee carraspeó, mirando a su hermana con recelo—, el jefe de mi novio Bobby LaBon.
________- se atragantó con el té y se apresuró a dejar la taza sobre la mesa.
—¿Tu novio? ¿Tu novio trabaja para un asesino a sueldo?
—Bobby es un gorila, _____*. Y desde luego yo no sabía que el Cadenas era un asesino. Jod*er, no lo es. Por lo menos no lo era hasta ahora, que yo sepa.
________ no escuchaba. Miraba horrorizada a su hermana.
—¿Y se te ha ocurrido venir aquí? Pero ¿tú estás loca? Este es el primer sitio donde esa gente te buscará.
—Qué va. —Kaylee entornó los ojos—. ¿Y a qué te refieres al decir «esa gente»? Hablas como mamá, ______.
—No. Lo que pasa es que me pongo un poco nerviosa cuando me traes a casa a asesinos a sueldo.
- Jod*er, cálmate. Sanchez y Jimmy Cadenas no saben nada de ti.
—¿Ah, no? ¿Y tu novio, Kaylee? Dices que trabaja para ese tal Cadenas, ese asesino a sueldo, y perdona que insista en el tema. Tu novio seguro que sabe de mí.
—No, no sabe nada.
________ notó que disminuía parte de la tensión en su espalda.
—Ah —asintió con la cabeza—. Es un novio nuevo, ¿no?
Kaylee parpadeó con sus grandes ojos verdes.
—Qué va, _____*. Es mi amante desde hace tiempo. Llevamos saliendo al menos cuatro meses.
«Cuatro meses. Increíble.»
—Y en todo ese tiempo, ¿ni una sola vez se te ocurrió mencionarle que tienes una hermana gemela? —replicó _______, intentando que su tono no fuera belicoso.
Kaylee se encogió de hombros,
—Pues no, la verdad. Cuando estamos juntos, nuestra prioridad no es precisamente hablar, no sé si me entiendes.
Sí que lo entendía. Era precisamente esa sexualidad a veces desenfrenada de Kaylee la que había acortado las riendas a la suya, en las pocas ocasiones en que amenazó con desbocarse. ¿Y si se dejaba ir y se convertía en su hermana? La idea le producía pavor, y eso la había mantenido si no exactamente pura, por lo menos cautelosa.
Kaylee rebuscó en su bolso y sacó un espejo. Mientras estudiaba con ojo crítico su reflejo, debió de ver algo en la expresión de su hermana, porque se apresuró a tranquilizarla:
—Bueno, tampoco es que no hablemos nunca. Hemos hablado de muchas cosas. Por ejemplo, sé que él tiene un par de hermanos y él sabe que tengo una hermana. Lo que pasa es que todavía no hemos tenido ocasión de intercambiar los pequeños detalles de nuestro árbol genealógico. Ni nuestras agendas. —Y le dio un golpecito al abultado bolso que tenía sobre el regazo—. Y yo me he asegurado de traerme la mía. —Era evidente que se enorgullecía de su previsión.
________ intentó no rechinar los dientes, pero lo logró a duras penas. Se pasó los dedos por el cabello para apartárselo de la frente, apoyó el codo sobre la mesa de la cocina y miró fijamente a su hermana.
La paciencia de _________ ya no era la misma de antes, pero aquello no negaba el hecho de que, al igual que los perros de Pavlov, había sido condicionada para reaccionar ante un conjunto dado de estímulos. En su caso, si se encontraba ante un dilema, reaccionaba al instante en busca de soluciones. Sintiendo aquella vieja e incómoda mezcla de amor, rabia y desesperación, _________ ahogó un suspiro y se agachó para recoger la maleta de su hermana.
—Ven a la cocina —la invitó con cansancio—, y me lo cuentas.
—¿Que oíste qué? —preguntó incrédula unos momentos más tarde, dándose la vuelta para mirar a su hermana.
—Que planeaban un asesinato.
—¡Por Dios, Kaylee! Eso me había parecido oír. —________ volvió a la cocina para poner la tetera al fuego. Debido a la impresión recibida, los dedos se le habían debilitado y la tetera chocó con estrépito contra el fogón. Las tazas que llevó a la mesa traqueteaban en los platos, y el sol que se filtraba por las persianas parecía de pronto chillón y extraño—. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién?
Kaylee miró inexpresiva la primorosa taza de flores que su hermana le había puesto delante, luego se volvió hacia la cara pálida de su gemela.
—¿Un té? —preguntó incrédula—. Te digo que he oído cómo preparaban un asesinato, ¿y tú me das una taza de té? Jo*der, ______*. ¿No tienes nada un pelín más fuerte? Un whisky, un coñac... lo que sea.
«Jod*er, ____*.» __________ oyó la voz de su padre, vio su rostro, con su sonrisa siempre a punto y sus mejillas rubicundas. «Joder, ____*, tienes que aprender a animarte un poco. Seguro que te las apañas para preparar una buena cena. ¡Vamos, ni que me hubiera gastado todo el dinero de la compra!»
Se abstuvo de señalar que era un poco temprano para beber alcohol. Se levantó en silencio y fue hasta el armario donde guardaba el medio litro de whisky que quedó de la Navidad. Se lo ofreció a Kaylee y la miró mientras su hermana abría la botella y se echaba un generoso chorro en la taza. Luego volvió a sentarse frente a ella.
Kaylee bebió un largo trago y tosió con delicadeza. Miró a _________, y como si la viera por primera vez torció la boca hacia un lado con gesto irónico y movió la cabeza.
—Por Dios, ____*, vistes como una monja. Mamá estaría orgullosísima.
________ se miró. Era cierto que la blusa blanca era un poco amplia, pero no quería que los pechos se le delinearan bajo la ropa porque llamaban demasiado la atención. Sus pantalones de ciclista, sin embargo, eran de licra y se le pegaban como una segunda piel. Miró a continuación a su hermana, que llevaba licra del escote hasta el muslo, y zapatos de tacón de aguja de ocho centímetros frente a las Keds deportivas de ________. Tuvo que reconocer, que comparada con Kaylee, era cierto que tenía un aspecto bastante parroquial.
—¿De verdad quieres hablar de mi vestuario?
—No, supongo que no. ¿Por dónde íbamos? —Kaylee desechó la cuestión con un gesto de sus dedos esbeltos de uñas pintadas—. Da igual, empezaré por el principio. Hace tres días me quedé plantada en el club sin coche, por culpa de una bruja que... bueno, eso es otra historia, y además es una chorrada comparada con el lío en que me he metido ahora.
_________ sabía que el club era el Tropicana Lounge, donde Kaylee trabajaba de gogó. Por lo que ella sabía, aquello significaba que Kaylee danzaba sobre un escenario junto con otras chicas, vestidas con mucha parafernalia en la cabeza y muy poca tela. Su madre siempre decía que Kaylee era bailarina, porque le parecía que la palabra tenía connotaciones menos desagradables. Bajo su punto de vista, gogó venía a significar stripper. Pero así era su madre.
—El Trop está muy bien —prosiguió Kaylee—. Pero el vestuario de las bailarinas está pegado al servicio de caballeros, y te aseguro que la pared es muy fina. Hay ciertas funciones corporales que preferiría no haber tenido que escuchar. —Kaylee se encogió de hombros—. En fin, el caso es que estaba descansando un poco, esperando a que Maria terminara de coquetear con un tío en el vestíbulo y me llevara a casa, cuando oí a Hector Sanchez, el dueño del garito, al otro lado de la pared. Estaba hablando con el Cadenas de Alice Mayberry, con la que tiene una tórrida historia, como todo el mundo sabe. Pues nada, que yo me lo estaba pasando pipa allí escuchando, esperando enterarme de algo jugoso, cuando Hector le encargó el trabajito.
—El trabajito —repitió _______ con un hilo de voz.
—Un encargo, _________, una ejecución. Ordenada por mi jefe... y llevada a cabo por Jimmy Cadenas Slovak. Es el jefe de seguridad del Trop. Y, esto... —Kaylee carraspeó, mirando a su hermana con recelo—, el jefe de mi novio Bobby LaBon.
________- se atragantó con el té y se apresuró a dejar la taza sobre la mesa.
—¿Tu novio? ¿Tu novio trabaja para un asesino a sueldo?
—Bobby es un gorila, _____*. Y desde luego yo no sabía que el Cadenas era un asesino. Jod*er, no lo es. Por lo menos no lo era hasta ahora, que yo sepa.
________ no escuchaba. Miraba horrorizada a su hermana.
—¿Y se te ha ocurrido venir aquí? Pero ¿tú estás loca? Este es el primer sitio donde esa gente te buscará.
—Qué va. —Kaylee entornó los ojos—. ¿Y a qué te refieres al decir «esa gente»? Hablas como mamá, ______.
—No. Lo que pasa es que me pongo un poco nerviosa cuando me traes a casa a asesinos a sueldo.
- Jod*er, cálmate. Sanchez y Jimmy Cadenas no saben nada de ti.
—¿Ah, no? ¿Y tu novio, Kaylee? Dices que trabaja para ese tal Cadenas, ese asesino a sueldo, y perdona que insista en el tema. Tu novio seguro que sabe de mí.
—No, no sabe nada.
________ notó que disminuía parte de la tensión en su espalda.
—Ah —asintió con la cabeza—. Es un novio nuevo, ¿no?
Kaylee parpadeó con sus grandes ojos verdes.
—Qué va, _____*. Es mi amante desde hace tiempo. Llevamos saliendo al menos cuatro meses.
«Cuatro meses. Increíble.»
—Y en todo ese tiempo, ¿ni una sola vez se te ocurrió mencionarle que tienes una hermana gemela? —replicó _______, intentando que su tono no fuera belicoso.
Kaylee se encogió de hombros,
—Pues no, la verdad. Cuando estamos juntos, nuestra prioridad no es precisamente hablar, no sé si me entiendes.
Sí que lo entendía. Era precisamente esa sexualidad a veces desenfrenada de Kaylee la que había acortado las riendas a la suya, en las pocas ocasiones en que amenazó con desbocarse. ¿Y si se dejaba ir y se convertía en su hermana? La idea le producía pavor, y eso la había mantenido si no exactamente pura, por lo menos cautelosa.
Kaylee rebuscó en su bolso y sacó un espejo. Mientras estudiaba con ojo crítico su reflejo, debió de ver algo en la expresión de su hermana, porque se apresuró a tranquilizarla:
—Bueno, tampoco es que no hablemos nunca. Hemos hablado de muchas cosas. Por ejemplo, sé que él tiene un par de hermanos y él sabe que tengo una hermana. Lo que pasa es que todavía no hemos tenido ocasión de intercambiar los pequeños detalles de nuestro árbol genealógico. Ni nuestras agendas. —Y le dio un golpecito al abultado bolso que tenía sobre el regazo—. Y yo me he asegurado de traerme la mía. —Era evidente que se enorgullecía de su previsión.
________ intentó no rechinar los dientes, pero lo logró a duras penas. Se pasó los dedos por el cabello para apartárselo de la frente, apoyó el codo sobre la mesa de la cocina y miró fijamente a su hermana.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
:sad: no me comentan :crybaby: :crybaby: :crybaby:
al parecer tendre que cancelar la nove por falta de lectoras :sad: :crybaby:
al parecer tendre que cancelar la nove por falta de lectoras :sad: :crybaby:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
no la canceles
es mu buena tu nove
no la canceles
es mu buena tu nove
rox >.<
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
esta bien, no la cancelare, mejor teneer aunque sea una lectora que ninguna
Capitulo 1 parte 3
- Vas a tener que rebobinar —sugirió en un tono neutro—. Estoy algo perdida.
—Muy bien. Bobby vio mi número en el Tropicana mi primera noche y fue como si surgiera entre nosotros una química instantánea, ¿sabes? ¡Ay, ojalá lo hubieras visto, hermanita! —comentó entusiasmada—. ¡Es un dios! Mide por lo menos uno noventa, con el pelo más negro que te puedas imaginar, y unos hombros así, y unos ojos para morirse, son tan...
—¡Kaylee! No me interesan los atributos de tu novio. Cuéntame lo de Alice Mayberry.
—Ah, claro, claro. ¿Por dónde iba? —Kaylee intentó retomar el desflecado hilo de sus pensamientos—. Ah, sí. Pues nada, que cuando oí que Hector ofrecía al Cadenas dinero por cargarse a Alice, me imaginé que se trataba de un chiste malo. Vamos, que Hector y Alice estaban de tortolitos total, así que pensé que era una broma del tipo «la maté porque era mía».
—¿Y qué dijo Sanchez exactamente?
—Dijo que Alice le estaba dando problemas, y le ofrecía al Cadenas diez mil dólares por solucionar el tema. Y también le dijo dónde enterrar el cadáver una vez liquidado el asunto.
—¿Y pensaste que era una broma?
- Bueno... sí. ¿Quién se lo iba a tomar en serio? Esas cosas no pasan.
—¿Y qué hiciste?
—Pues irme a casa.
________ lanzó un gemido y se levantó para lavar su taza. No obedecía a un deseo de limpieza, sino intentaba evitar sacudir a su hermana. ¿Cómo podía Kaylee oír una cosa así y marcharse sin más? Costaba creer que las dos hubieran compartido el mismo óvulo. _______- dudaba de que fuera posible encontrar dos personalidades más distintas en el mundo entero.
—________--, ¿de verdad crees que me habría ido tranquilamente a casa de haber pensado que hablaban en serio?
_______ respiró hondo para calmarse, dejó la taza limpia en el escurridor y se volvió hacia su hermana, que la miraba con gesto acusador.
—No, claro que no. —Y se sintió algo avergonzada, porque por un momento había creído eso. La responsabilidad no era uno de los puntos fuertes de Kaylee—. Y de todas formas, a lo mejor tienes razón. Quizá el asesinato no llegó a ejecutarse. —Dio un respingo ante sus propias palabras, y supo que en cierto modo se estaba engañando. Kaylee no había llegado hasta allí por nada.
—Eso también esperaba yo. Pero debo haber llamado más de diez veces, y no me han contestado. Y Alice no ha vuelto al trabajo, ___*. Y sé que es porque está muerta.
_______ se desplomó contra el mostrador, intentando pensar.
—¿Y qué razón podía tener Sanchez para matarla? Tiene que haber algún motivo, porque si no esto es absurdo.
—Le he dado muchísimas vueltas, y tengo el terrible presentimiento de que Alice amenazó con ir a contárselo todo a la señora Sanchez.
—¿Y por qué iba a hacer una cosa así? Se arriesgaba a perder su trabajo, como mínimo, ¿no?
—Sí, pero Alice era ambiciosa. Aspiraba a algo más que andar pavoneándose sobre un escenario.
—Bailando —la corrigió ________ de manera automática, y Kaylee le dirigió una súbita y cálida sonrisa.
—¡Anda que mamá no te ha lavado el cerebro! —Kaylee apenas tuvo tiempo de ver la mueca con la que su hermana le dio de mala gana la razón—. A lo mejor Alice pensó que así obligaría a Sanchez a dejar a su esposa para casarse con ella.
________ se aferró al mostrador a su espalda.
—Muy bien, pero sigo pensando que no es una razón para matarla.
- La señora Sanchez es la que maneja el dinero en la familia, ___*.
—Ah. Mie*rda.
—Eso digo yo.
Capitulo 1 parte 3
- Vas a tener que rebobinar —sugirió en un tono neutro—. Estoy algo perdida.
—Muy bien. Bobby vio mi número en el Tropicana mi primera noche y fue como si surgiera entre nosotros una química instantánea, ¿sabes? ¡Ay, ojalá lo hubieras visto, hermanita! —comentó entusiasmada—. ¡Es un dios! Mide por lo menos uno noventa, con el pelo más negro que te puedas imaginar, y unos hombros así, y unos ojos para morirse, son tan...
—¡Kaylee! No me interesan los atributos de tu novio. Cuéntame lo de Alice Mayberry.
—Ah, claro, claro. ¿Por dónde iba? —Kaylee intentó retomar el desflecado hilo de sus pensamientos—. Ah, sí. Pues nada, que cuando oí que Hector ofrecía al Cadenas dinero por cargarse a Alice, me imaginé que se trataba de un chiste malo. Vamos, que Hector y Alice estaban de tortolitos total, así que pensé que era una broma del tipo «la maté porque era mía».
—¿Y qué dijo Sanchez exactamente?
—Dijo que Alice le estaba dando problemas, y le ofrecía al Cadenas diez mil dólares por solucionar el tema. Y también le dijo dónde enterrar el cadáver una vez liquidado el asunto.
—¿Y pensaste que era una broma?
- Bueno... sí. ¿Quién se lo iba a tomar en serio? Esas cosas no pasan.
—¿Y qué hiciste?
—Pues irme a casa.
________ lanzó un gemido y se levantó para lavar su taza. No obedecía a un deseo de limpieza, sino intentaba evitar sacudir a su hermana. ¿Cómo podía Kaylee oír una cosa así y marcharse sin más? Costaba creer que las dos hubieran compartido el mismo óvulo. _______- dudaba de que fuera posible encontrar dos personalidades más distintas en el mundo entero.
—________--, ¿de verdad crees que me habría ido tranquilamente a casa de haber pensado que hablaban en serio?
_______ respiró hondo para calmarse, dejó la taza limpia en el escurridor y se volvió hacia su hermana, que la miraba con gesto acusador.
—No, claro que no. —Y se sintió algo avergonzada, porque por un momento había creído eso. La responsabilidad no era uno de los puntos fuertes de Kaylee—. Y de todas formas, a lo mejor tienes razón. Quizá el asesinato no llegó a ejecutarse. —Dio un respingo ante sus propias palabras, y supo que en cierto modo se estaba engañando. Kaylee no había llegado hasta allí por nada.
—Eso también esperaba yo. Pero debo haber llamado más de diez veces, y no me han contestado. Y Alice no ha vuelto al trabajo, ___*. Y sé que es porque está muerta.
_______ se desplomó contra el mostrador, intentando pensar.
—¿Y qué razón podía tener Sanchez para matarla? Tiene que haber algún motivo, porque si no esto es absurdo.
—Le he dado muchísimas vueltas, y tengo el terrible presentimiento de que Alice amenazó con ir a contárselo todo a la señora Sanchez.
—¿Y por qué iba a hacer una cosa así? Se arriesgaba a perder su trabajo, como mínimo, ¿no?
—Sí, pero Alice era ambiciosa. Aspiraba a algo más que andar pavoneándose sobre un escenario.
—Bailando —la corrigió ________ de manera automática, y Kaylee le dirigió una súbita y cálida sonrisa.
—¡Anda que mamá no te ha lavado el cerebro! —Kaylee apenas tuvo tiempo de ver la mueca con la que su hermana le dio de mala gana la razón—. A lo mejor Alice pensó que así obligaría a Sanchez a dejar a su esposa para casarse con ella.
________ se aferró al mostrador a su espalda.
—Muy bien, pero sigo pensando que no es una razón para matarla.
- La señora Sanchez es la que maneja el dinero en la familia, ___*.
—Ah. Mie*rda.
—Eso digo yo.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
—Bueno, pues tenemos un posible móvil. Pero ¿por qué iban ellos a sospechar que tú habías oído algo?
—Porque luego me encontré con Jimmy Cadenas en el pasillo. —Al ver la expresión de ________, Kaylee se apresuró a defenderse—: ¡Creía que se habían ido! Los oí marcharse, pero al Cadenas se le debió de olvidar hacer pis o algo. Es muy típico de él: si todo su cerebro fuera cocaína de primera, no habría suficiente para comprar una barra de labios en un todo a cien. En fin, el caso es que cuando salí del vestuario para ir a buscar a Maria y largarme de allí de una vez, él venía por el pasillo.
—Si no es muy inteligente, a lo mejor no sacó conclusiones.
—Seguramente él no —convino Kaylee—. Pero le encanta hablar, y me muero de miedo al pensar que puede mencionárselo a Hector. Porque si eso pasa, _____, estoy tan muerta como Alice. —Kaylee miró a su hermana—. Y no exagero. Hector dijo a Jimmy Cadenas dónde enterrar el cadáver. Y sin cadáver, no hay crimen. Si se encuentra el cadáver, y a eso se suma un testimonio que lo relacione con Hector, seguramente irá a la cárcel. Le dejé un montón de mensajes a Alice en el contestador para que me llamara. Si Hector los oye, y si llega a sospechar que oí sus planes, estoy muerta del todo.
______ se apartó del mostrador.
—Tienes que ir a la policía, Kaylee.
—Bueno... es que... en fin... —Kaylee evitaba mirarla a los ojos.
—¡Oh, no! —_______ se enderezó—. ¿Qué? ¿Qué pasa ahora?
—Pues que... bueno, más o menos me detuvieron esta semana.
—¿Qué?
—Que me detuvieron. No fue culpa mía, ____*.
—No, claro que no. Nunca es culpa tuya, ¿verdad? —______ apretó los dientes. ¿Cuántas veces había oído esas palabras en su vida? Era la razón por la que había cogido al vuelo el trabajo en Briarwood School que le habían ofrecido cuatro años atrás. Seattle se le antojaba maravillosamente lejos de Miami—. Mira, antes de llegar a viejas, sería fantástico que por una vez, aunque fuera una sola, aceptaras la responsabilidad de tus propios actos.
Dios. Veinticinco minutos en compañía de su hermana, y ya era como si nunca se hubiera marchado. No debería ser así.
No siempre había sido así.
—¡Ay, déjate de sermones, ________! —le espetó Kaylee—. ¿Desde cuándo eres tan estirada?
—¿Cuándo demonios he tenido la posibilidad de no serlo? —______ se dejó caer en la silla y miró ceñuda a su hermana—. Siempre he estado demasiado ocupada solucionando tus problemas.
—Vale, vale, puede que no siempre haya sido muy responsable. Pero eso era antes. Y esta vez no ha sido culpa mía, te lo estoy diciendo. La detención fue un error. Verás, Bobby tenía que salir de la ciudad, y me dejó su coche nuevo. Pero al final resultó que no era suyo, y a mí me acusaron de haberlo robado por la declaración de una idiot*a que tenía los papeles del coche y muy mala leche.
—Entonces, ¿cómo...?
—Ah, nada, me soltaron bajo fianza. Pero ese es el problema, ____*. Que según los términos de la fianza, no puedo salir de Florida. Pero claro, en cuanto me di cuenta de que el contrato para matar a Alice no era un chiste malo, saqué todo lo que tenía en el banco y me vine hacia aquí. —Tendió el brazo sobre la mesa y apretó los dedos de su hermana—. Venga, _____*, por favor. Esto es muy serio, y de verdad que necesito tu ayuda.- En la calle se oyó la puerta de un coche al cerrarse. ______ miró por la ventana. Había un sedán aparcado a medio camino entre su casa y la de los vecinos, y un hombre inclinado sobre él, cerrando la puerta del conductor. Seguramente habría ido a ver la casa de al lado, que estaba en venta.
—Haré lo que pueda por solucionar esto, claro —accedió con cansancio—. Pero, a pesar de todo, tendrás que entregarte.
Kaylee soltó los dedos de _____.
—¡Joder, _______! Te estoy diciendo que eso es imposible.
—No, me estás diciendo que la situación es complicada. Pero el caso es que oíste que alguien planeaba un asesinato. Un asesinato, Kaylee, que sospechas que ya se ha cometido. Y según tus propias palabras, eres la única que sabe dónde está enterrado el cadáver. Esta vez estás metida en un lío de los gordos.
—A ver si te enteras, ______. Que cuando salí de Florida violé mi libertad bajo fianza. ¡Que no puedo volver!
—Pues tienes que volver.
Kaylee fue a levantarse de la mesa. Era evidente que no le gustaba lo que estaba oyendo. Pero _______ la agarró de la muñeca y no la soltó hasta que tuvo toda su atención.
- Si no te entregas, no solo estarás huyendo de ese tal Cadenas y Bobby LaBon o quien sea, sino que además serás una fugitiva de la justicia. No puedes huir de todo el mundo. ¡Necesitas a alguien de tu lado!
—Sí, ya lo sé. Para eso te tengo a ti.
—¡Por Dios, Kaylee! ¡Yo soy profesora de alumnos sordos! ¿Qué sé yo de asesinos a sueldo ni de tu situación legal en un asunto tan complicado? Si quieres estar a salvo, necesitas contar con gente que sepa de esto.
_______ miró de nuevo por la ventana y vio que el hombre del coche se había incorporado y miraba la casa de al lado. Era un hombre impactante con su pelo negro, sus cejas oscuras y un cuerpo atlético, vestido con pantalones y una camisa blanca remangada hasta los codos. Emanaba fuerza y energía.
—Ya puedes pensar en otra cosa —insistió Kaylee, llamando de nuevo la atención de ________—. Porque yo no puedo volver.
—No hay otra solución.
—Tiene que haberla. Si vuelvo, nadie me creerá. Sanchez es un hombre de negocios respetado y conocido en la comunidad. —Kaylee se frotó el ceño fruncido—. Jo*der, con lo ilusionada que estaba pensando que por una vez en mi vida había encontrado un trabajo en un club con clase. Pensaba que era mi gran oportunidad. Piensa en otra solución, ___*. Sé que tú puedes. Por eso he venido.
—Por Dios, Kaylee, ¿qué pensabas que iba a hacer yo? ¿Hacerte desaparecer? ¿Eliminar el problema a golpe de varita mágica?
—No necesito tu sarcasmo, ___*. ¡Necesito tu ayuda! Volver no solucionaría nada.
—Lo siento, pero no tienes más remedio. Tú misma lo has dicho: esto es muy serio, y no se puede barrer debajo de la alfombra. —Vio el gesto belicoso del mentón de su gemela, y supo que Kaylee no quería oír lo que tenía que decirle, pero _______ insistió, apretando los dientes—: ¡Tienes que entregarte!
Kaylee, empeñada en evitar su mirada, volvió la vista hacia la ventana. De pronto se levantó de la mesa de un brinco.
—Tengo que ir al servicio. —Agarró el bolso y la maleta y echó a andar precipitadamente por el pasillo con paso patizambo.
_______ hundió la cara en las manos. Tal vez debería llamar a un abogado, después de ponerse en contacto con la policía. ¿Y había que llamar a la policía local o a la de Miami? ¡Un momento!
¿Para qué necesitaba Kaylee la maleta para ir al cuarto de baño?
______ recorrió el pasillo en un instante e irrumpió en el baño justo a tiempo de ver a su hermana saltar por la ventana al patio de ladrillos. Se lanzó hacia ella.
—¡Kaylee!
No le salió del todo la orden imperiosa que pretendía, puesto que su diafragma impactó con fuerza contra el repecho de la ventana. Al mismo tiempo se oyó un estrépito en la parte delantera de la casa y una voz masculina rugió:
—¡Alto!
Dos pares de ojos verdes se miraron con idéntica expresión horrorizada. Hasta que Kaylee salió de su parálisis y recogió a toda prisa la agenda del patio, donde se había desparramado el contenido de su bolso. Volvió a meter dentro el fajo de billetes que se había salido y se puso en pie. Con el puño cerrado trazó un círculo sobre su pecho, el signo de los sordomudos estadounidenses para expresar «lo siento». Vaciló un instante y luego se limitó a repetir: «Lo siento, ___*». Acto seguido dio media vuelta y echó a correr, dejando atrás el bolso y la maleta.
«¡No!» Un grito silencioso surgió en la mente de _______, mientras renovaba sus esfuerzos por salir por la ventana. Casi lo había logrado, deseando poder frenar su caída con algo que no fuera su cabeza, cuando la puerta del cuarto de baño se estrelló contra la pared.
—¡Alto ahí! —Unas manos fuertes se aferraron a su cadera y la introdujeron de nuevo en la habitación.
_______ abrió la boca para gritar, pero advirtió que se le habían bloqueado las cuerdas vocales. De manera que, inspirándose en la única clase de defensa personal que había recibido en su vida, hizo lo mejor que se le ocurrió. Lanzó una patada y experimentó un salvaje estallido de satisfacción al notar que hacía impacto contra la dura espinilla del intruso.
—Porque luego me encontré con Jimmy Cadenas en el pasillo. —Al ver la expresión de ________, Kaylee se apresuró a defenderse—: ¡Creía que se habían ido! Los oí marcharse, pero al Cadenas se le debió de olvidar hacer pis o algo. Es muy típico de él: si todo su cerebro fuera cocaína de primera, no habría suficiente para comprar una barra de labios en un todo a cien. En fin, el caso es que cuando salí del vestuario para ir a buscar a Maria y largarme de allí de una vez, él venía por el pasillo.
—Si no es muy inteligente, a lo mejor no sacó conclusiones.
—Seguramente él no —convino Kaylee—. Pero le encanta hablar, y me muero de miedo al pensar que puede mencionárselo a Hector. Porque si eso pasa, _____, estoy tan muerta como Alice. —Kaylee miró a su hermana—. Y no exagero. Hector dijo a Jimmy Cadenas dónde enterrar el cadáver. Y sin cadáver, no hay crimen. Si se encuentra el cadáver, y a eso se suma un testimonio que lo relacione con Hector, seguramente irá a la cárcel. Le dejé un montón de mensajes a Alice en el contestador para que me llamara. Si Hector los oye, y si llega a sospechar que oí sus planes, estoy muerta del todo.
______ se apartó del mostrador.
—Tienes que ir a la policía, Kaylee.
—Bueno... es que... en fin... —Kaylee evitaba mirarla a los ojos.
—¡Oh, no! —_______ se enderezó—. ¿Qué? ¿Qué pasa ahora?
—Pues que... bueno, más o menos me detuvieron esta semana.
—¿Qué?
—Que me detuvieron. No fue culpa mía, ____*.
—No, claro que no. Nunca es culpa tuya, ¿verdad? —______ apretó los dientes. ¿Cuántas veces había oído esas palabras en su vida? Era la razón por la que había cogido al vuelo el trabajo en Briarwood School que le habían ofrecido cuatro años atrás. Seattle se le antojaba maravillosamente lejos de Miami—. Mira, antes de llegar a viejas, sería fantástico que por una vez, aunque fuera una sola, aceptaras la responsabilidad de tus propios actos.
Dios. Veinticinco minutos en compañía de su hermana, y ya era como si nunca se hubiera marchado. No debería ser así.
No siempre había sido así.
—¡Ay, déjate de sermones, ________! —le espetó Kaylee—. ¿Desde cuándo eres tan estirada?
—¿Cuándo demonios he tenido la posibilidad de no serlo? —______ se dejó caer en la silla y miró ceñuda a su hermana—. Siempre he estado demasiado ocupada solucionando tus problemas.
—Vale, vale, puede que no siempre haya sido muy responsable. Pero eso era antes. Y esta vez no ha sido culpa mía, te lo estoy diciendo. La detención fue un error. Verás, Bobby tenía que salir de la ciudad, y me dejó su coche nuevo. Pero al final resultó que no era suyo, y a mí me acusaron de haberlo robado por la declaración de una idiot*a que tenía los papeles del coche y muy mala leche.
—Entonces, ¿cómo...?
—Ah, nada, me soltaron bajo fianza. Pero ese es el problema, ____*. Que según los términos de la fianza, no puedo salir de Florida. Pero claro, en cuanto me di cuenta de que el contrato para matar a Alice no era un chiste malo, saqué todo lo que tenía en el banco y me vine hacia aquí. —Tendió el brazo sobre la mesa y apretó los dedos de su hermana—. Venga, _____*, por favor. Esto es muy serio, y de verdad que necesito tu ayuda.- En la calle se oyó la puerta de un coche al cerrarse. ______ miró por la ventana. Había un sedán aparcado a medio camino entre su casa y la de los vecinos, y un hombre inclinado sobre él, cerrando la puerta del conductor. Seguramente habría ido a ver la casa de al lado, que estaba en venta.
—Haré lo que pueda por solucionar esto, claro —accedió con cansancio—. Pero, a pesar de todo, tendrás que entregarte.
Kaylee soltó los dedos de _____.
—¡Joder, _______! Te estoy diciendo que eso es imposible.
—No, me estás diciendo que la situación es complicada. Pero el caso es que oíste que alguien planeaba un asesinato. Un asesinato, Kaylee, que sospechas que ya se ha cometido. Y según tus propias palabras, eres la única que sabe dónde está enterrado el cadáver. Esta vez estás metida en un lío de los gordos.
—A ver si te enteras, ______. Que cuando salí de Florida violé mi libertad bajo fianza. ¡Que no puedo volver!
—Pues tienes que volver.
Kaylee fue a levantarse de la mesa. Era evidente que no le gustaba lo que estaba oyendo. Pero _______ la agarró de la muñeca y no la soltó hasta que tuvo toda su atención.
- Si no te entregas, no solo estarás huyendo de ese tal Cadenas y Bobby LaBon o quien sea, sino que además serás una fugitiva de la justicia. No puedes huir de todo el mundo. ¡Necesitas a alguien de tu lado!
—Sí, ya lo sé. Para eso te tengo a ti.
—¡Por Dios, Kaylee! ¡Yo soy profesora de alumnos sordos! ¿Qué sé yo de asesinos a sueldo ni de tu situación legal en un asunto tan complicado? Si quieres estar a salvo, necesitas contar con gente que sepa de esto.
_______ miró de nuevo por la ventana y vio que el hombre del coche se había incorporado y miraba la casa de al lado. Era un hombre impactante con su pelo negro, sus cejas oscuras y un cuerpo atlético, vestido con pantalones y una camisa blanca remangada hasta los codos. Emanaba fuerza y energía.
—Ya puedes pensar en otra cosa —insistió Kaylee, llamando de nuevo la atención de ________—. Porque yo no puedo volver.
—No hay otra solución.
—Tiene que haberla. Si vuelvo, nadie me creerá. Sanchez es un hombre de negocios respetado y conocido en la comunidad. —Kaylee se frotó el ceño fruncido—. Jo*der, con lo ilusionada que estaba pensando que por una vez en mi vida había encontrado un trabajo en un club con clase. Pensaba que era mi gran oportunidad. Piensa en otra solución, ___*. Sé que tú puedes. Por eso he venido.
—Por Dios, Kaylee, ¿qué pensabas que iba a hacer yo? ¿Hacerte desaparecer? ¿Eliminar el problema a golpe de varita mágica?
—No necesito tu sarcasmo, ___*. ¡Necesito tu ayuda! Volver no solucionaría nada.
—Lo siento, pero no tienes más remedio. Tú misma lo has dicho: esto es muy serio, y no se puede barrer debajo de la alfombra. —Vio el gesto belicoso del mentón de su gemela, y supo que Kaylee no quería oír lo que tenía que decirle, pero _______ insistió, apretando los dientes—: ¡Tienes que entregarte!
Kaylee, empeñada en evitar su mirada, volvió la vista hacia la ventana. De pronto se levantó de la mesa de un brinco.
—Tengo que ir al servicio. —Agarró el bolso y la maleta y echó a andar precipitadamente por el pasillo con paso patizambo.
_______ hundió la cara en las manos. Tal vez debería llamar a un abogado, después de ponerse en contacto con la policía. ¿Y había que llamar a la policía local o a la de Miami? ¡Un momento!
¿Para qué necesitaba Kaylee la maleta para ir al cuarto de baño?
______ recorrió el pasillo en un instante e irrumpió en el baño justo a tiempo de ver a su hermana saltar por la ventana al patio de ladrillos. Se lanzó hacia ella.
—¡Kaylee!
No le salió del todo la orden imperiosa que pretendía, puesto que su diafragma impactó con fuerza contra el repecho de la ventana. Al mismo tiempo se oyó un estrépito en la parte delantera de la casa y una voz masculina rugió:
—¡Alto!
Dos pares de ojos verdes se miraron con idéntica expresión horrorizada. Hasta que Kaylee salió de su parálisis y recogió a toda prisa la agenda del patio, donde se había desparramado el contenido de su bolso. Volvió a meter dentro el fajo de billetes que se había salido y se puso en pie. Con el puño cerrado trazó un círculo sobre su pecho, el signo de los sordomudos estadounidenses para expresar «lo siento». Vaciló un instante y luego se limitó a repetir: «Lo siento, ___*». Acto seguido dio media vuelta y echó a correr, dejando atrás el bolso y la maleta.
«¡No!» Un grito silencioso surgió en la mente de _______, mientras renovaba sus esfuerzos por salir por la ventana. Casi lo había logrado, deseando poder frenar su caída con algo que no fuera su cabeza, cuando la puerta del cuarto de baño se estrelló contra la pared.
—¡Alto ahí! —Unas manos fuertes se aferraron a su cadera y la introdujeron de nuevo en la habitación.
_______ abrió la boca para gritar, pero advirtió que se le habían bloqueado las cuerdas vocales. De manera que, inspirándose en la única clase de defensa personal que había recibido en su vida, hizo lo mejor que se le ocurrió. Lanzó una patada y experimentó un salvaje estallido de satisfacción al notar que hacía impacto contra la dura espinilla del intruso.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
:O Soy lectora de novelas buenas, diferenmtes & originales *.* me encanto
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CONTINUOUS ! :)
. ¿tu la escribiste? New reader
CONTINUOUS ! :)
Lisy
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