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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
mira volvi pasar de pajina jajaja
creo qe me meresco un cap :)
creo qe me meresco un cap :)
Nani Jonas
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
jajaajajajja okidoki aqui te doy tu capi XDDDDDDDDDD
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Capitulo 3 (parte 2)
—¿Qué pasa aquí, Jonas? ¿Es que a los cazarrecompensas malos y grandotes no os dan dietas de viaje?
Los dedos de Joe se tensaron en torno a la muñeca de ella un instante, pero el hombre se limitó a gruñir.
—Muy graciosa, pelirroja. Muy graciosa. —Y la arrastró hacia la ventanilla.
Quince minutos más tarde se metía los billetes en el bolsillo de su camisa blanca y se la llevaba hacia una hilera de sillas de plástico clavadas al suelo al lado de la sala de juegos. Allí dejó caer el equipaje.
—Siéntate.
—Caramba. ¿Cómo podría rechazar una invitación tan educada y encantadora? —Y eligió para sentarse la silla más limpia.
Él le acercó el equipaje a patadas y se dejó caer en la silla contigua. Se inclinó, plantó los codos sobre sus piernas abiertas y se quedó mirando las sucias losetas rojas del suelo. La camisa se tensaba sobre sus hombros y sus manos grandes colgaban entre sus rodillas. El muslo izquierdo invadía el espacio de ______.
Ella estaba sentada erguida y tiesa, con los tobillos alineados y las piernas remilgadamente juntas, apartadas de la pierna musculosa que invadía su territorio. Sabía que debía de tener una pinta de lo más repipi, pero no le importaba. Era lo único que de momento podía hacer para mantener bajo control sus agitadas emociones. Se quedó mirando al vacío, escuchando las vibraciones y pitidos eléctricos que surgían de la sala de video-juegos a su espalda.
Joe la miró de reojo y frunció el ceño. Había algo en ella que hacía que él se sintiese como un gorila sin modales. Por la manera que tenía de estar allí sentada como una reina entre la plebe, era difícil recordar que se ganaba la vida meneando las caderas con un mínimo de ropa. Menuda actriz. Tuvo la tentación de presionar un poco más con la pierna izquierda, solo para ver qué haría ella.
Pero probablemente no era una buena idea. Mal*dita sea. ¿Qué tenía aquella mujer que no hacía más que incitarle a olvidarse de su profesionalidad?
Se inclinó para recoger del suelo su bolsa y se la puso sobre el regazo. Abrió la cremallera y comenzó a sacar los contenidos para hacer un breve inventario. Se animó al instante. No estaba tan mal como se había temido.
—¿Qué demonios estás haciendo?
Joe advirtió que la mujer se había quedado mirando la pila de téjanos, camisetas y calzoncillos que tenía sobre el regazo, y los útiles de afeitar que oscilaban encima del montón.
—Mirando lo que llevo.
—¿Por qué? ¿Es que te hizo la bolsa tu mujer o algo parecido?
El resoplido de risa de Joe fue breve y carente de humor.
—¿Acaso te parezco un producto de la felicidad conyugal?
Ella le miró con una expresión serena en sus grandes ojos verdes.
—No creo que quieras saber lo que de verdad me pareces, Jonas. A pesar de todo, sí que da la impresión de que tienes inteligencia suficiente para recordar lo que echaste en la bolsa anoche o esta mañana.
Por alguna razón, el insulto le provocó una sonrisa. Una cosa tenía que admitir, la pelirroja no tenía pelos en la lengua.
—La bolsa lleva en el maletero de mi coche... ya ni me acuerdo. —De hecho, la previsión de tener siempre una bolsa lista le había evitado más de un apuro—. El coche había pasado la noche en el aparcamiento, así que esta mañana tuve el tiempo justo de recoger la bolsa antes de que saliera mi avión. Y menos mal, porque si no habría tenido que comprarme la ropa a precios del aeropuerto cuando te me escapaste esta mañana en MIA.
—¿MIA? ¡Por favor! ¿Eso qué es, argot de cazarrecompensas?
«Ya. Como si tú no lo supieras.»
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Capitulo 3 (parte 3)
—Muy bien, voy a seguirte la corriente —replicó con paciencia—. Miami Internacional Airport. Desde donde los dos hemos salido esta mañana.
Qué demonios. Su buen humor, al garete. No necesitaba que nadie le recordara lo mucho que la fugitiva le había costado en billetes de avión y autobús.
Un chiquillo rubio se subió a la silla junto a la de __________.
—Hola —saludó.
Agarrándose al respaldo de plástico con una mano regordeta, se inclinó hacia ella, haciendo oscilar precariamente el zumo de uva que llevaba en la otra mano.
—¡Tommy! ¡Deja en paz a esa señorita! —Una rubia con expresión de agotamiento, vestida con ropa de mercadillo, se sentó al otro lado de su hijo.
Para sorpresa de Joe, ________ sonrió a la madre y al hijo.
—No pasa nada —aseguró. Luego miró al pequeño y añadió con voz suave—: Hola, Tommy.
—¿Sabes qué? —dijo el golfillo—. La semana que viene cumplo cuato años. —Sonrió y prosiguió informando—: Mi made y yo vamos a Pote'land. —Hizo un amplio gesto con la mano que sostenía el zumo—. Vamos a vivir con mi abuela. ¿Y tú? ¿Dónde vas? —Con esta última pregunta el zumo de uva salió disparado del vaso, trazó un arco en el aire y salpicó a __________ en la blusa y las rodillas desnudas. Ella se levantó de un brinco con una exclamación, apartándose del pecho el algodón empapado.
—¡Tommy! ¡Mira lo que has hecho! —gimió la madre—. Lo siento, señorita. Lo siento muchísimo. —Y también se puso en pie para intentar secar la blusa de __________ con una servilleta de papel.
El niño se contagió de su creciente agitación y su gemido de sorpresa se convirtió en un llanto a moco tendido.
—No pasa nada, de verdad. Es una blusa vieja. —__________ le quitó a la mujer la servilleta mojada y se limpió el zumo de las piernas.
A Joe le sorprendió su compostura. Él habría jurado que era de esas que se ponen hecha una furia en una situación así.
—Vamos —dijo, levantándose y agarrando las bolsas—. Puedes asearte en el servicio.
Dejando a la mujer balbuceando disculpas y al chiquillo llorando, Joe se llevó a ___________ del codo hasta la rampa que llevaba a los servicios de señoras. Abrió de golpe la puerta y asomó la cabeza para asegurarse de que no había otra salida por la que su prisionera pudiera largarse. Una mujer que se estaba secando las manos lanzó una exclamación indignada, pero Joe no le hizo ningún caso. Le tendió la maleta a _______ y sugirió:
—Ve a asearte.
__________ se limpió los pegajosos churretes de zumo de uva con agua del grifo y varias toallas de papel. Se quitó la blusa, y después de un triste examen la tiró a la papelera. No había manera de quitarle las manchas. Se agachó para abrir la maleta de Kaylee.
Para una mujer que había pasado toda su vida adulta disimulando unas curvas demasiado voluptuosas, la elección que le ofrecían los contenidos de la maleta eran desoladores. Se probó un top tras de otro, y cada uno parecía más atrevido que el anterior. Por fin se decidió por una camiseta corta verde esmeralda, pero al verse en el espejo tiró avergonzada de la escasa tela en un intento por estirarla hasta la cintura de los pantalones. ¡Y por Dios! Si por lo menos no se ciñera tanto a la forma de sus pechos... _______ realizó un último y fútil examen de la maleta. ¿Es que Kaylee no tenía ni una sola prenda que no brillara, relumbrara o se ajustara como una segunda piel?
Unos fuertes golpes en la puerta de los servicios la hicieron dar un brinco.
—Abre, pelirroja —gruñó Jonas—. Ya llevas ahí un buen rato.
__________ se precipitó hacia la puerta y la abrió de golpe.
—¡Lárgate! ¡No soy tu perrito faldero! Saldré cuando haya terminado.
Los ojos de Joe apuntaron como misiles teledirigidos a sus pechos. Luego la repasó entera con la vista y su nuez de adán se deslizó arriba y abajo por la fuerte columna de su garganta.
—Eh... sí. Claro. Muy bien —convino vagamente. Bajó la vista hasta su rostro y sus oscuras cejas se unieron por encima de la nariz mientras recuperaba la compostura—. Tienes dos minutos, MacPherson.
_________ le dio con la puerta en las narices.
—Haz esto, pelirroja. No hagas lo otro —le imitó ella con amargura—. Como si necesitara que un gusano me dijera lo que tengo que hacer. —Volvió a guardar la ropa de Kaylee, se levantó y miró a su alrededor.
Pero ¿en qué demonios estaba pensando? Había malgastado el tiempo preocupándose por cómo le quedaba la ropa de su hermana cuando tenía un momento a solas para pensar en la forma de salir de aquel lío. ¡Maldita sea! Le daban ganas de darse de bofetadas. ¿Había allí alguna ventana? Miró de nuevo alrededor. No, no había ventana. Bueno, muy bien. Tenía que pensar. ¿Qué otra cosa..? ¡Barra de labios! Escribiría un mensaje pidiendo socorro en el espejo. A lo mejor alguien lo leía y llamaba al FBI o algo así.
Metió la mano en el bolso buscando el gigantesco neceser de maquillaje de Kaylee. En el fondo encontró una barra de Woodrose Creme. La abrió y apoyándose con una mano en el lavabo se inclinó sobre el espejo.
La puerta se abrió de golpe a su espalda.
—Pero ¿qué te pasa? —le preguntó al reflejo de Joe. Sin dejar de mirarle a los ojos, redondeó los labios y aplicó sobre ellos el cremoso carmín—. ¿Es que el servicio de caballeros no funciona o qué?
Joe la miró mientras se secaba los labios con un pañuelo, luego bajó la vista hasta la curva de su trasero, para hacerla rebotar de nuevo en la imagen en el espejo. __________ hizo un pequeño mohín con los labios y se apartó para observarse con ojo crítico. Dejó caer el carmín en el bolso, se dio la vuelta y señaló el cubículo con un gesto.
—Todo tuyo.
Él atravesó la sala en un instante y plantó las manos sobre el mostrador a cada lado de sus caderas, empujándola contra el lavabo.
—No me provoques, pelirroja.
Ella alzó el mentón.
—¿O qué? ¿Me vas a llevar a rastras por todo el país para meterme en la cárcel?
Un músculo brincó en el mentón de Jonas. Luego se apartó, sus ojos fríos de nuevo, como si los fuegos se hubieran extinguido de pronto.
—Vamos. El autobús está a punto de salir.
____________ notó una oleada de pánico. Ahora que se acercaba el momento de partir, de pronto todo parecía mucho más real, y su breve rebelión acabó no con un estallido sino con un gemido. ¡No! ¡No podía permitir que sucediera aquello! Había logrado labrarse allí una vida, una vida segura, lejos de los altercados y los problemas en los que su hermana estaba siempre involucrada. Y ahora, por culpa de Kaylee, estaba a punto de...
—¡No! —Intentó echar a correr hacia la puerta, pero en vano.
Una idea estúpida. Lo supo antes de que Joe la atrapara con un brazo en torno a su cintura y la levantara del suelo. Pero ________ no era capaz de razonar con calma. Reaccionó instintivamente, dando puñetazos y patadas a cualquier parte del cuerpo que pudiera alcanzar, hasta que él la rodeó con los dos brazos y avanzó unos pasos hacia la derecha. Para cuando _____________ se dio cuenta, estaba aplastada entre la pared del baño y los músculos de hierro de su captor.
—Cálmate —ordenó Jonas. Su voz salía ronca de su pecho, con un tono que sorprendentemente carecía de agresividad—. Domínate, pelirroja.
Liberó una de sus manos sin dejar que ella se moviera ni un centímetro. Le agarró con ella la cabeza y la dejó inmóvil, con la frente apoyada contra su pecho. El calor de sus largos dedos se extendía por su cráneo. Luego Jonas bajó la mano a lo largo de su pelo.
—Para y piensa un momento —prosiguió, con el mismo tono enérgico—. Así no llegarás a ninguna parte. —El calor de su cuerpo comenzaba a penetrar los tensos músculos de ________.
Joe advirtió su ligero movimiento de sorpresa. Se preguntó qué pensaría si le dijera que ya esperaba de ella una reacción parecida. Siempre llegaba un momento en el que los prisioneros se daban cuenta de que volvían sin remedio a la cárcel a la espera de un juicio del que habían confiado librarse. La reacción entonces era siempre la misma: todos intentaban huir. A los hombres solía reducirlos con la fuerza bruta y el uso de su pistola, si era necesario. Pero con la mayoría de las mujeres intentaba ser un poco menos brusco, siempre y cuando ellas no se pusieran agresivas. Pero la pelirroja era la única persona, hombre o mujer, a la que no había esposado.
—Muy bien, voy a seguirte la corriente —replicó con paciencia—. Miami Internacional Airport. Desde donde los dos hemos salido esta mañana.
Qué demonios. Su buen humor, al garete. No necesitaba que nadie le recordara lo mucho que la fugitiva le había costado en billetes de avión y autobús.
Un chiquillo rubio se subió a la silla junto a la de __________.
—Hola —saludó.
Agarrándose al respaldo de plástico con una mano regordeta, se inclinó hacia ella, haciendo oscilar precariamente el zumo de uva que llevaba en la otra mano.
—¡Tommy! ¡Deja en paz a esa señorita! —Una rubia con expresión de agotamiento, vestida con ropa de mercadillo, se sentó al otro lado de su hijo.
Para sorpresa de Joe, ________ sonrió a la madre y al hijo.
—No pasa nada —aseguró. Luego miró al pequeño y añadió con voz suave—: Hola, Tommy.
—¿Sabes qué? —dijo el golfillo—. La semana que viene cumplo cuato años. —Sonrió y prosiguió informando—: Mi made y yo vamos a Pote'land. —Hizo un amplio gesto con la mano que sostenía el zumo—. Vamos a vivir con mi abuela. ¿Y tú? ¿Dónde vas? —Con esta última pregunta el zumo de uva salió disparado del vaso, trazó un arco en el aire y salpicó a __________ en la blusa y las rodillas desnudas. Ella se levantó de un brinco con una exclamación, apartándose del pecho el algodón empapado.
—¡Tommy! ¡Mira lo que has hecho! —gimió la madre—. Lo siento, señorita. Lo siento muchísimo. —Y también se puso en pie para intentar secar la blusa de __________ con una servilleta de papel.
El niño se contagió de su creciente agitación y su gemido de sorpresa se convirtió en un llanto a moco tendido.
—No pasa nada, de verdad. Es una blusa vieja. —__________ le quitó a la mujer la servilleta mojada y se limpió el zumo de las piernas.
A Joe le sorprendió su compostura. Él habría jurado que era de esas que se ponen hecha una furia en una situación así.
—Vamos —dijo, levantándose y agarrando las bolsas—. Puedes asearte en el servicio.
Dejando a la mujer balbuceando disculpas y al chiquillo llorando, Joe se llevó a ___________ del codo hasta la rampa que llevaba a los servicios de señoras. Abrió de golpe la puerta y asomó la cabeza para asegurarse de que no había otra salida por la que su prisionera pudiera largarse. Una mujer que se estaba secando las manos lanzó una exclamación indignada, pero Joe no le hizo ningún caso. Le tendió la maleta a _______ y sugirió:
—Ve a asearte.
__________ se limpió los pegajosos churretes de zumo de uva con agua del grifo y varias toallas de papel. Se quitó la blusa, y después de un triste examen la tiró a la papelera. No había manera de quitarle las manchas. Se agachó para abrir la maleta de Kaylee.
Para una mujer que había pasado toda su vida adulta disimulando unas curvas demasiado voluptuosas, la elección que le ofrecían los contenidos de la maleta eran desoladores. Se probó un top tras de otro, y cada uno parecía más atrevido que el anterior. Por fin se decidió por una camiseta corta verde esmeralda, pero al verse en el espejo tiró avergonzada de la escasa tela en un intento por estirarla hasta la cintura de los pantalones. ¡Y por Dios! Si por lo menos no se ciñera tanto a la forma de sus pechos... _______ realizó un último y fútil examen de la maleta. ¿Es que Kaylee no tenía ni una sola prenda que no brillara, relumbrara o se ajustara como una segunda piel?
Unos fuertes golpes en la puerta de los servicios la hicieron dar un brinco.
—Abre, pelirroja —gruñó Jonas—. Ya llevas ahí un buen rato.
__________ se precipitó hacia la puerta y la abrió de golpe.
—¡Lárgate! ¡No soy tu perrito faldero! Saldré cuando haya terminado.
Los ojos de Joe apuntaron como misiles teledirigidos a sus pechos. Luego la repasó entera con la vista y su nuez de adán se deslizó arriba y abajo por la fuerte columna de su garganta.
—Eh... sí. Claro. Muy bien —convino vagamente. Bajó la vista hasta su rostro y sus oscuras cejas se unieron por encima de la nariz mientras recuperaba la compostura—. Tienes dos minutos, MacPherson.
_________ le dio con la puerta en las narices.
—Haz esto, pelirroja. No hagas lo otro —le imitó ella con amargura—. Como si necesitara que un gusano me dijera lo que tengo que hacer. —Volvió a guardar la ropa de Kaylee, se levantó y miró a su alrededor.
Pero ¿en qué demonios estaba pensando? Había malgastado el tiempo preocupándose por cómo le quedaba la ropa de su hermana cuando tenía un momento a solas para pensar en la forma de salir de aquel lío. ¡Maldita sea! Le daban ganas de darse de bofetadas. ¿Había allí alguna ventana? Miró de nuevo alrededor. No, no había ventana. Bueno, muy bien. Tenía que pensar. ¿Qué otra cosa..? ¡Barra de labios! Escribiría un mensaje pidiendo socorro en el espejo. A lo mejor alguien lo leía y llamaba al FBI o algo así.
Metió la mano en el bolso buscando el gigantesco neceser de maquillaje de Kaylee. En el fondo encontró una barra de Woodrose Creme. La abrió y apoyándose con una mano en el lavabo se inclinó sobre el espejo.
La puerta se abrió de golpe a su espalda.
—Pero ¿qué te pasa? —le preguntó al reflejo de Joe. Sin dejar de mirarle a los ojos, redondeó los labios y aplicó sobre ellos el cremoso carmín—. ¿Es que el servicio de caballeros no funciona o qué?
Joe la miró mientras se secaba los labios con un pañuelo, luego bajó la vista hasta la curva de su trasero, para hacerla rebotar de nuevo en la imagen en el espejo. __________ hizo un pequeño mohín con los labios y se apartó para observarse con ojo crítico. Dejó caer el carmín en el bolso, se dio la vuelta y señaló el cubículo con un gesto.
—Todo tuyo.
Él atravesó la sala en un instante y plantó las manos sobre el mostrador a cada lado de sus caderas, empujándola contra el lavabo.
—No me provoques, pelirroja.
Ella alzó el mentón.
—¿O qué? ¿Me vas a llevar a rastras por todo el país para meterme en la cárcel?
Un músculo brincó en el mentón de Jonas. Luego se apartó, sus ojos fríos de nuevo, como si los fuegos se hubieran extinguido de pronto.
—Vamos. El autobús está a punto de salir.
____________ notó una oleada de pánico. Ahora que se acercaba el momento de partir, de pronto todo parecía mucho más real, y su breve rebelión acabó no con un estallido sino con un gemido. ¡No! ¡No podía permitir que sucediera aquello! Había logrado labrarse allí una vida, una vida segura, lejos de los altercados y los problemas en los que su hermana estaba siempre involucrada. Y ahora, por culpa de Kaylee, estaba a punto de...
—¡No! —Intentó echar a correr hacia la puerta, pero en vano.
Una idea estúpida. Lo supo antes de que Joe la atrapara con un brazo en torno a su cintura y la levantara del suelo. Pero ________ no era capaz de razonar con calma. Reaccionó instintivamente, dando puñetazos y patadas a cualquier parte del cuerpo que pudiera alcanzar, hasta que él la rodeó con los dos brazos y avanzó unos pasos hacia la derecha. Para cuando _____________ se dio cuenta, estaba aplastada entre la pared del baño y los músculos de hierro de su captor.
—Cálmate —ordenó Jonas. Su voz salía ronca de su pecho, con un tono que sorprendentemente carecía de agresividad—. Domínate, pelirroja.
Liberó una de sus manos sin dejar que ella se moviera ni un centímetro. Le agarró con ella la cabeza y la dejó inmóvil, con la frente apoyada contra su pecho. El calor de sus largos dedos se extendía por su cráneo. Luego Jonas bajó la mano a lo largo de su pelo.
—Para y piensa un momento —prosiguió, con el mismo tono enérgico—. Así no llegarás a ninguna parte. —El calor de su cuerpo comenzaba a penetrar los tensos músculos de ________.
Joe advirtió su ligero movimiento de sorpresa. Se preguntó qué pensaría si le dijera que ya esperaba de ella una reacción parecida. Siempre llegaba un momento en el que los prisioneros se daban cuenta de que volvían sin remedio a la cárcel a la espera de un juicio del que habían confiado librarse. La reacción entonces era siempre la misma: todos intentaban huir. A los hombres solía reducirlos con la fuerza bruta y el uso de su pistola, si era necesario. Pero con la mayoría de las mujeres intentaba ser un poco menos brusco, siempre y cuando ellas no se pusieran agresivas. Pero la pelirroja era la única persona, hombre o mujer, a la que no había esposado.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Capitulo 3 (parte 4)
No es que la considerase especial, ni mucho menos. No lo había hecho por ella. Tenían un largo camino por delante, porque en su margen de beneficios ya no cabía el precio de los billetes de avión. Ni por un momento había creído su historia de complots, cadáveres enterrados y asesinos a sueldo. Pero era un hombre precavido, y en el improbable caso de que hubiera un ápice de honestidad en aquella mujer, quería atravesar el país llamando lo menos posible la atención. Bastaba con echar un vistazo a la pelirroja para saber que tenía muy pocas posibilidades de pasar desapercibida, y la ropa ajustada que acababa de ponerse no aumentaba precisamente esas posibilidades. Si a todo eso le añadía unas esposas, más le valía quedarse allí parado esperando a que apareciera uno de aquellos hipotéticos villanos para arrebatarle a la prisionera de las manos.
Su expresión se endureció. Aquello no ocurriría mientras él estuviera allí, sobre todo teniendo en cuenta que debía cobrar sus honorarios y comprar un refugio para Gary.
Se apartó de ella dando un paso hacia atrás. ________ osciló un poco, y él le apoyó las manos en los hombros para estabilizarla.
—Vamos —dijo con aspereza—. Es hora de ponerse en marcha.
Ella parpadeó.
—¿Qué?
Joe tensó la boca al mirar aquellos grandes y atormentados ojos verdes. Por Dios, aquella mujer se había equivocado de profesión. En Hollywood habría arrasado, y ni siquiera habría necesitado exponer el 95 por ciento de su cuerpo.
No sabía por qué aquello seguía sacándole de quicio.
La puerta se abrió tras ellos. Joe volvió la cabeza bruscamente, dándose cuenta de pronto de que estaba en una posición en la que no podría alcanzar deprisa su pistola. Una mujer entró en los servicios, pero frenó en seco al verle. Luego miró a _______ frunciendo los ojos.
—¡Ya podían buscarse otro sitio para eso! —les espetó—. A algunas nos gusta saber que al entrar en el servicio de señoras solo vamos a encontrar señoras.
—Vamos, pelirroja. —Joe agarró las maletas y deslizó el brazo por los hombros de ________--. Así la guió por la rampa hasta la puerta de embarque—. El autobús llegará enseguida. —Miró el reloj. Eran las 17.40. Aquello le recordó que se acercaba la hora de la cena y que pasarían varias horas metidos en un autobús hasta la siguiente parada—. ¿Te apetece comer algo?
Ella negó con la cabeza.
—Probablemente tengamos tiempo de tomar una hamburguesa —sugirió Jonas, señalando con la cabeza el Burger King que tenía una entrada en la estación de autobuses.
Ella se estremeció y apartó la vista.
—Vale, nada de hamburguesas. Pero voy a comprar algo para llevar. Es posible que cambies de opinión una vez que estemos en camino. —La condujo hasta una serie de máquinas expendedoras y compró varios artículos que metió en su bolsa. Luego se dirigieron al exterior, donde otros pasajeros esperaban el autobús fumando o andando de un lado a otro. Joe se palmeó el bolsillo del pecho buscando su tabaco antes de acordarse de que había dejado de fumar.
El autobús llegó al cabo de un momento. Joe introdujo a su prisionera en el interior y no tardó en tener el equipaje en el estante superior y a _______ sentada junto a la ventanilla.
Esta no decía nada. Ni siquiera reconocía ya su presencia. Miraba por la ventanilla mientras el autobús salía de la estación. Era como si Joe no existiera.
Bueno, a él no le importaba. Cuanto menos hablaran, mejor. Tampoco es que se muriera de ganas de conocerla. Las luces de la ciudad iluminaban su perfil mientras se dirigían hacia la autopista. Joe frunció el ceño. Aquella mujer no era para él más que mercancía, por mucho que hubiera sentido un pellizco en el estómago cuando la vio pintarse los labios. Qué demonios, seguro que había sido debido al hambre. La pelirroja había dicho que no a una hamburguesa, pero a él le habría venido de miedo. «Mercancía», se repitió en silencio. «Es mercancía.»
Un paquete que tenía que entregar antes de poder lograr su objetivo.
No es que la considerase especial, ni mucho menos. No lo había hecho por ella. Tenían un largo camino por delante, porque en su margen de beneficios ya no cabía el precio de los billetes de avión. Ni por un momento había creído su historia de complots, cadáveres enterrados y asesinos a sueldo. Pero era un hombre precavido, y en el improbable caso de que hubiera un ápice de honestidad en aquella mujer, quería atravesar el país llamando lo menos posible la atención. Bastaba con echar un vistazo a la pelirroja para saber que tenía muy pocas posibilidades de pasar desapercibida, y la ropa ajustada que acababa de ponerse no aumentaba precisamente esas posibilidades. Si a todo eso le añadía unas esposas, más le valía quedarse allí parado esperando a que apareciera uno de aquellos hipotéticos villanos para arrebatarle a la prisionera de las manos.
Su expresión se endureció. Aquello no ocurriría mientras él estuviera allí, sobre todo teniendo en cuenta que debía cobrar sus honorarios y comprar un refugio para Gary.
Se apartó de ella dando un paso hacia atrás. ________ osciló un poco, y él le apoyó las manos en los hombros para estabilizarla.
—Vamos —dijo con aspereza—. Es hora de ponerse en marcha.
Ella parpadeó.
—¿Qué?
Joe tensó la boca al mirar aquellos grandes y atormentados ojos verdes. Por Dios, aquella mujer se había equivocado de profesión. En Hollywood habría arrasado, y ni siquiera habría necesitado exponer el 95 por ciento de su cuerpo.
No sabía por qué aquello seguía sacándole de quicio.
La puerta se abrió tras ellos. Joe volvió la cabeza bruscamente, dándose cuenta de pronto de que estaba en una posición en la que no podría alcanzar deprisa su pistola. Una mujer entró en los servicios, pero frenó en seco al verle. Luego miró a _______ frunciendo los ojos.
—¡Ya podían buscarse otro sitio para eso! —les espetó—. A algunas nos gusta saber que al entrar en el servicio de señoras solo vamos a encontrar señoras.
—Vamos, pelirroja. —Joe agarró las maletas y deslizó el brazo por los hombros de ________--. Así la guió por la rampa hasta la puerta de embarque—. El autobús llegará enseguida. —Miró el reloj. Eran las 17.40. Aquello le recordó que se acercaba la hora de la cena y que pasarían varias horas metidos en un autobús hasta la siguiente parada—. ¿Te apetece comer algo?
Ella negó con la cabeza.
—Probablemente tengamos tiempo de tomar una hamburguesa —sugirió Jonas, señalando con la cabeza el Burger King que tenía una entrada en la estación de autobuses.
Ella se estremeció y apartó la vista.
—Vale, nada de hamburguesas. Pero voy a comprar algo para llevar. Es posible que cambies de opinión una vez que estemos en camino. —La condujo hasta una serie de máquinas expendedoras y compró varios artículos que metió en su bolsa. Luego se dirigieron al exterior, donde otros pasajeros esperaban el autobús fumando o andando de un lado a otro. Joe se palmeó el bolsillo del pecho buscando su tabaco antes de acordarse de que había dejado de fumar.
El autobús llegó al cabo de un momento. Joe introdujo a su prisionera en el interior y no tardó en tener el equipaje en el estante superior y a _______ sentada junto a la ventanilla.
Esta no decía nada. Ni siquiera reconocía ya su presencia. Miraba por la ventanilla mientras el autobús salía de la estación. Era como si Joe no existiera.
Bueno, a él no le importaba. Cuanto menos hablaran, mejor. Tampoco es que se muriera de ganas de conocerla. Las luces de la ciudad iluminaban su perfil mientras se dirigían hacia la autopista. Joe frunció el ceño. Aquella mujer no era para él más que mercancía, por mucho que hubiera sentido un pellizco en el estómago cuando la vio pintarse los labios. Qué demonios, seguro que había sido debido al hambre. La pelirroja había dicho que no a una hamburguesa, pero a él le habría venido de miedo. «Mercancía», se repitió en silencio. «Es mercancía.»
Un paquete que tenía que entregar antes de poder lograr su objetivo.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
ola soi nueva lectora...
guau me enknta tu nove....siento curiosidad de saber q pasara...plis continuala.....
guau me enknta tu nove....siento curiosidad de saber q pasara...plis continuala.....
jamileth
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
& ¿Cuando subes muchachita x)? me gusta demasiado tu nove
tenes qe seguirla!!:D
tenes qe seguirla!!:D
Lisy
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Cαρíтυlö 4
Kaylee estaba delante del armario en la habitación de su hermana. Pero ¿es que _______ no tenía nada de ropa que tuviera algo de gracia? Volvió a rebuscar entre las perchas. Verde salvia, dorado viejo, ¡marrón, por Dios bendito! Y ni una sola prenda con la que le dieran a una ganas de ponerse unos tacones y menear un poco la cadera. ¿Cómo podía ___* ponerse aquellos pingos? Con un hondo suspiro de desesperación, Kaylee se quitó el ajustado y reluciente top púrpura para ponerse una aburrida blusa de color bronce. Vale que el tono le iba muy bien a la cara. Pero desde luego no hacía justicia a sus hermosos pechos ni a su diminuta cintura.
En fin. En el caso de que los vecinos la viesen, debían creer que se trataba de ___________. Kaylee necesitaba un lugar para recobrar el aliento mientras pensaba qué hacer a continuación.
Reconoció al cazarrecompensas por el día en que había aceptado el préstamo para su fianza. El tipo no le había dicho ni una palabra en el despacho, pero a ella nunca se le pasaba por alto un hombre sexy, y aquel grandullón tenía para dar y regalar.
Ese día se había escondido en el garaje de un vecino hasta que Jonas se llevó a _________. Luego volvió a hurtadillas a casa de su hermana y rebuscó en todos los escondrijos típicos de _________ hasta encontrar la llave para entrar. Mientras abría la puerta de atrás, la asaltó un fugaz sentimiento de culpa por el lío en que había metido a su hermana. Pero __________ sabría apañárselas. Era capaz de apañárselas en cualquier situación. Kaylee era la que siempre necesitaba ayuda.
Sin embargo, ahora que se encontraba en el dormitorio de _________ comenzaba a dudar de sus actos. Se dijo que a su hermana no le pasaría absolutamente nada. Aquello significaría un día de su vida, dos como mucho. Qué demonios, hasta viajaría gratis a Miami, donde aclararía sin ningún género de dudas su verdadera identidad.
Pero fue la idea de que ____* se acercara a Miami lo que puso nerviosa a Kaylee. ¡Por Dios! ¿En qué estaba pensando? Sanchez tenía influencias, contactos: conocía a gente de todas las calañas y posiciones, sobre la que ejercía diversos grados de autoridad. Sin duda inventaría alguna historia y correría la voz de que la andaba buscando. Y si alguien de los juzgados, por ejemplo, veía a su hermana gemela, Sanchez no se pararía a preguntarle su nombre.
No dudaría ni un instante y se aseguraría de que ________ no volviera a respirar. ¡Dios, Dios! Esta vez la había ******* del todo.
Lo último que Kaylee esperaba mientras paseaba nerviosa por la casa unas horas más tarde era ver a Bobby LaBon aparcando delante de la casa.
«¡Me ha encontrado! ¿Cómo demonios ha podido encontrarme?» Su primer impulso fue echar a correr. Pero se dominó. «¡Piensa!» Tenía que hacer lo que habría hecho ____*. Tenía que ser ________.
Kaylee se quedó quieta. Sí, eso era. Tenía que ser _________.
Se apresuró hacia el cuarto de baño y se quitó el maquillaje. Se pasó un cepillo por el pelo y se lo recogió en una descuidada coleta. Luego, abrochándose hasta el cuello la blusa de _________, volvió corriendo hacia la puerta. Respiró hondo varias veces y abrió antes de que Bobby llamase o echase abajo la puerta de una patada o lo que fuera que tuviera en mente. Kaylee fue a coger el periódico que habían dejado en el porche con anterioridad. Al enderezarse, dio un respingo.
—¡Ah! Hola. ¿Puedo ayudarle en algo?
Él la recorrió con la vista de arriba abajo.
—He venido a por ti, nena.
—¿Cómo dice? —Kaylee se felicitó por su tono de voz. Era el tono de ____*, el que tanto a ella como a su padre les impulsaba a decir: «Jooderr, ____*, hija, anímate».
Bobby frunció el ceño.
—¿Kaylee?
—No, soy ________. La hermana de Kaylee. ¿Quién es usted? ¡Eh! —protestó cuando él la apartó de un empujón para entrar en la casa. ¡Dios santo! ¿Qué haría __________ en esa situación? Kaylee fue derecha al teléfono y consiguió marcar el nueve y el uno antes de que él colgara con dos dedos.
—Quiero ver alguna prueba de que eres quien dices ser —pidió.
Kaylee no tuvo que pensárselo dos veces: sabía cuál sería la reacción de ___________ ante eso. Alzó el mentón en un gesto idéntico al que haría su hermana.
—¡Eso ni lo sueñe! —dijo en un tono gélido—. Esta es mi casa y yo no tengo que demostrarle quién soy. —Y estiró de pronto el brazo con gesto imperioso para señalar hacia la puerta—. ¡Salga ahora mismo de aquí!
Él sacó una pistola. No la apuntó con ella, pero la amenaza quedaba implícita.
—Enséñame una prueba.
Por otra parte, su hermana jamás había sido inflexible hasta el extremo de la estupidez. Con el mentón alzado, Kaylee se dirigió hacia el salón, donde le entregó dos fotografías enmarcadas de una de las estanterías. Una era una foto muy sexy de ella, donde tenía un aspecto fantástico.
—Kaylee —dijo. La otra era una foto de su hermana en la playa. El rostro era de lo más parecido al de la otra fotografía, pero las diferencias eran también evidentes—. Yo.
A continuación sacó del bolso de ___________ la cartera donde estaba el carnet de conducir. Se lo tendió a LaBon y se pasó la mano por delante del cuerpo, indicando la ropa. Bobby tenía razones de sobra para saber que en circunstancias normales Kaylee no se habría puesto aquello ni loca.
—También soy yo.
Bobby la miró detenidamente, deteniéndose en la tersa longitud de sus piernas.
—Preciosa.
«¡Pero serás hijo de puta! ¡Asqueroso mujeriego!» Kaylee necesitó un gran esfuerzo para quedarse quieta y devolverle una mirada inexpresiva. «Si no tuviera tanto miedo a que me hagas daño, te mataría.»
—¿Dónde está Kaylee?
—¿Cómo voy a saberlo? ¿Quién es usted?
—Bobby LaBon. Su novio —añadió.
—Ah, sí, he oído hablar de ti. Pero ¿qué haces aquí? —Solo podía haber una razón, ¿no?, teniendo en cuenta la pistola que llevaba. «¡Ay, Bobby!»—. ¿Os habéis peleado?
—Mira, no te hagas la tonta conmigo. Llevo todo el día siguiéndola y sé que ha estado aquí. Te lo voy a preguntar por última vez: ¿Dónde está? —repitió—. No me obligues a sacar otra vez la pistola.
—No sé dónde está. —Y al ver que él la miraba entornando los ojos, supo que había cometido un error.
Repasó a toda prisa lo sucedido; la cabeza le daba vueltas. ¡M*ierda! Había sido la voz. Había hablado con aquel tono ronco en el que tanto había trabajado durante años para convertirlo en una segunda naturaleza.
Él se acercó con gesto amenazador.
—Muy bien, Kaylee, ¿qué está pasando aquí? Reconocería esa voz en cualquier parte.
A pesar de estar aterrorizada, le satisfizo saber que Bobby era capaz de diferenciarla de su hermana gemela. Sin embargo no estaba dispuesta a admitir nada.
—__________ —le corrigió en un tono helado—. Me llamo _______.
—Y una mi*erda. Hace un momento casi me la pegas, pero ahora ya sé quién eres. —Su tono se suavizó—. Escucha, nena. No vengo de parte de Sanchez ni del Cadenas ni de ningún otro. No he venido a hacerte daño. He venido porque recibí tu nota y estaba preocupado por ti.
Por dentro Kaylee suspiró de alivio, pero por fuera mantuvo su compostura.
—Sí, desde luego. Por eso me has sacado la pistola.
—¿Cómo? ¿Esto? —Bobby miró el arma y la guardó—. Era solo para llamar tu atención cuando aún pensaba que eras tu hermana. Jod*er, si ni siquiera la tenía. La compré cuando volví a Miami y leí tu nota. Y era para protegerte, preciosa, no para hacerte daño.
—Estoy segura de que eso sería muy tranquilizador, señor LaBon, si yo fuera mi hermana. Pero no lo soy. Por última vez, me llamo __________.
—¿Ah, sí?
Y antes de que Kaylee se diera cuenta, Bobby la había agarrado por los antebrazos para estrecharla contra su pecho.
—Muy bien, pues vamos a hacer un pequeño experimento —sugirió. Y la besó.
Y siguió besándola y besándola... hasta casi ahogarla. Kaylee hizo todo lo posible, pero los hombres con carácter eran su debilidad, y jamás había sido capaz de resistirse a los besos de Bobby.
Para cuando él alzó la cabeza, Kaylee se había quedado sin fuerzas. De no haber sido porque él seguía sujetándola, estaba segura de que se hubiera desmoronado en el suelo como un muñeco de trapo.
Bobby se la quedó mirando, también con los párpados pesados.
—Hola, preciosa —la saludó con voz ronca, relamiéndose el labio—. Te he echado de menos.
Aquello la hizo volver de sopetón a la realidad. Se echó hacia atrás, unió las dos manos y lanzó un golpe apuntando a su cabeza como si fuera una bola que pensara enviar a las gradas.
Bobby se agachó, y los puños de Kaylee rebotaron a un lado de su cabeza. De haber tenido los reflejos un poco más lentos, el golpe le habría tirado al suelo.
—Jod*er, Kaylee —protestó, frotándose la sien—. ¡Podías haberme matado!.
—¡Me han detenido por tu culpa! Me dijiste que el coche era tuyo, y me han detenido.
—Sí, lo siento. No sé qué pasó.
—Yo sí sé lo que pasó. ¡Que tú robaste el coche y yo he pagado el pato!
—Oye, que yo no he robado nada. Es que estaba ahí abandonado, cantando un canto de sirena, y yo sabía que Babette estaba fuera de la ciudad, así que... bueno, lo tomé prestado, eso es todo. Pensaba devolverlo, pero cuando tuve que irme se me ocurrió pensar en lo monísima que estarías tú al volante y se me olvidó que el coche no era mío. Fue un error inocente, Kaylee.
—Y una mier*da. ¿Y quién demonios es esa tal Babette? ¿Qué tienes tú que ver con ella? Cuando vino a la comisaría, después de que me detuvieran, tuve la impresión de que te conocía.
—Ya, bueno... —Bobby la miró con recelo—. En cierto modo, sí. Es, bueno... una ex novia.
—¿Una ex novia? —Kaylee estaba furiosa—. ¿Una ex novia? ¡No te creo, Bobby! ¡Jod*er, no me lo puedo creer! No puedo creerme que me he estado acostando con un tío capaz de salir con una tía que se llama Babette.
—Fue hace mucho tiempo, preciosa.
—Me da igual que fuera en el siglo pasado. Tienes un mal gusto espantoso. Y además, ¿qué le pasa a esa tía?
—Pues que es el perro del hortelano. Cuando rompimos no le importó en absoluto, pero cuando vio que la había sustituido por una mujer de bandera, no pudo soportarlo. Seguro que en cuanto te vio supo que no podría competir contigo ni en belleza ni en estilo, y se puso verde de envidia.
—¡Venga ya, Bobby! Estoy metida en un buen lío por tu culpa. Necesito ayuda, no piropos.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
el capi de hoy chicas disfrutenlo, si veo mas comments subo la otra parte
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
perdon por desapareserme
me encanto el cap sube el
siguiente cap plis :D
me encanto el cap sube el
siguiente cap plis :D
Nani Jonas
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