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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
hola soy nueva lectora y me encata tu nove
siguela plis :)
siguela plis :)
Nani Jonas
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
jejjejej grax chicas por sus comments y BIENVENIDAS SEAN TODAS :D :D
Y por pasar de capi les dejo el capi 2 COMPLETO!!!!
Y por pasar de capi les dejo el capi 2 COMPLETO!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Capítulo 2
—¡Mier*da! —Joseph Jonas estaba hasta las narices.
Pero ¿es que nunca se iba a acabar aquel mald*ito día? Aquella mujer le había partido en dos el hueso de la espinilla.
Joe se inclinó sobre la exuberante pelirroja que tenía atrapada y asomó la cabeza por la ventana de la que acababa de apartarla. Guiñando los ojos debido al sol, vio la maleta y el bolso en el patio y lo tomó como prueba irrefutable de que MacPherson había intentado escapar. Se enderezó de nuevo, apartando el pecho de la espalda de ella, y cerró la ventana.
—Una cosa tengo que admitir, eres de armas tomar.
Joe la empujó contra la pared y, metiendo un pie entre los de ella, se los abrió de una patada.
_____ lanzó una exclamación ahogada al notar que le recorría con las manos los hombros y los costados. Pero cuando aquel hombre rozó con los dedos la curva de sus pechos, guardó silencio y se quedó muy, muy quieta, como si pensara que su inmovilidad le impulsaría a dejar de cachearla.
Joe no sentía mucha compasión. Aquella mujer le había hecho sudar la gota gorda y le había costado una fortuna que no podía permitirse. Le repasó el torso y subió las manos entre los pechos hasta las clavículas, luego las pasó de forma impersonal sobre las generosas pendientes de sus pechos. Deslizó los dedos en torno a la cintura elástica de sus pantalones de ciclista, y un instante después la cacheó desde la cintura hasta la costura de la entrepierna, por delante y por detrás.
—No —gimió ella—. Por favor.
—Calma, pelirroja. Lo único que me interesa es saber si tienes algún arma escondida. —Se agachó para pasarle las manos por las caderas hasta donde los pantalones daban paso a la piel desnuda, y luego trazó el recorrido inverso por la parte interior de las piernas, que eran largas, firmes y tersas. En cuanto su cerebro registró esa impresión, sus manos se apartaron de golpe del cuerpo y Joe se levantó.
—Muy bien, estás limpia. Date la vuelta.
Ella se volvió despacio hasta situarse frente a él. La manera en que se aferraba a la pechera de la blusa como una solterona horrorizada era un detalle astuto, pensó Joe con cinismo. Casi podía creerse que esa mujer no tenía ni idea de por qué estaba él allí.
—Escuche —resolló _______ sin aliento, mirándole con sus enormes ojos verdes—, está cometiendo usted un terrible error.
Joseph se echó a reír sin humor.
—¿Cuántas veces habré oído yo eso? Venga, guapa, vamos a por tus cosas. Luego ya se lo contarás todo al juez de Miami.
¿Al juez? ______ suspiró aliviada. ¡Gracias a Dios! Si pensaba llevarla ante la justicia de Florida, debía de tratarse de un policía, y no de LaBon.
No es que ella fuera a confundir en un millón de años a un simio con un dios, ni nada parecido. Pero se acordaba de la descripción de Kaylee, y teniendo en cuenta la altura y aquellos hombros, más la negrura de su pelo, ella había asumido enseguida que...
Joe la arrastró de mala manera por el pasillo hasta el recibidor, donde cerró con llave la puerta de la casa. Luego la llevó de vuelta por el pasillo, a través de la cocina, hasta la puerta trasera. Ella trotaba dócilmente tras él, de momento. Aquello no era tan espantoso como ella había temido. Todo saldría bien. No era la situación ideal, claro. La situación ideal habría sido que su hermana se entregara voluntariamente. Pero por lo menos tenía que lidiar con el lado bueno de la ley. Y eso, desde luego, suponía un alivio.
—Escuche, comete usted un error —repitió cuando Joe se detuvo en el patio. Él la agarró de la muñeca con mano dura y se agachó para recoger con la otra mano los contenidos del bolso de Kaylee—. Yo no soy la que busca. Me llamo _______ MacPherson. Soy la hermana gemela de Kaylee.
Él se quedó quieto un instante. Luego se enderezó despacio, y su imponente altura se impuso sobre ella. _______ tuvo tiempo de advertir que sus ojos eran de un castaño dorado, más penetrantes que los de un águila cazando. Joseph tendió la mano libre, le dio un golpecito paternalista en la mejilla con sus dedos callosos y convino secamente:
—Seguro que sí.
—Escúcheme. Estoy más que dispuesta a colaborar con usted, pero soy _______ MacPherson. Soy profesora en la escuela de sordos Briarwood, y esto —y con el gesto abarcó el patio soleado y la parte trasera de la casa— es mi casa.
—¿Tengo yo pinta de haber nacido ayer? —la interrumpió él impaciente—. Lo primero que he hecho es pasarme por la escuela Briarwood. ¿Y sabes qué, pelirroja? Tu hermana salió ayer hacia Europa, en un viaje que llevaba años planeando.
>—¡Me robaron! —exclamó _______ con amargura—. Y no me llamo pelirroja. Me llamo _________ MacPherson. Señorita MacPherson, para usted.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
joseph abrió la cartera que había recogido del suelo y le pegó a las narices la parte que contenía el carnet de identidad.
—Aquí pone que tu nombre es Kaylee MacPherson. —Cerró bruscamente la cartera pero siguió blandiéndola delante de su cara—. Y Kaylee MacPherson es una gogó del Tropicana en Miami.
________ apartó la cartera de un manotazo.
—Bailarina —corrigió automáticamente. Y luego deseó haberse mordido la lengua hasta sangrar. Su madre había estado negando la realidad hasta el día de su muerte, y su repetida y terca insistencia había hecho que _______ dijera aquello sin pensarlo. Sin embargo, haberlo soltado así en aquella situación, había sonado como si se estuviera defendiendo—. Y, de todas formas, eso no lo pone en el carnet de conducir —añadió, y entonces hizo una mueca. «Mal, _______. Muy mal. Estás empeorando las cosas.»
Intentó soltarse tirando de la muñeca, pero Joe la retuvo y se acercó un paso más, lo cual la puso muy nerviosa.
—Mire —se desesperó ella—, vamos a mi casa y le enseño mi carnet de conducir. Le puedo enseñar toda una serie de... Pero ¿qué se cree que está haciendo?
Joseph se había sentado de pronto en el suelo con las piernas cruzadas y había tirado de ella hasta tenerla tumbada boca abajo sobre su regazo. Agarrándola con una mano fuerte, llevó la otra a la cintura de los pantalones de ciclista, y en un solo movimiento se los bajó.
—Según mi expediente, señorita MacPherson, tiene usted un tatuaje de unos labios rojos... —Uno de sus dedos se deslizó bajo el encaje de las bragas—. Más o menos... —Y apartó la frágil tela dejando al descubierto una nalga redondeada—. ¡Aquí! —Y su pulgar calloso frotó el lugar.
_______ se quedó helada. Era un loco. Luego su cuerpo se convirtió en un frenesí de movimientos. Tendió el brazo hacia atrás y le arañó la mano, se la apartó de golpe y se levantó. Intentó colocarse bien las bragas y los pantalones y se volvió hacia él, sabiendo que tenía las mejillas encendidas.
—¡Dios mío! —resolló—. Pero ¿qué clase de persona es usted? ¡Y pensar que tengo todo un programa para enseñar a mis niños que la policía es nuestra amiga! No puedo creerme que haya hecho algo tan... Dios mío... algo tan... sórdido...
—Vamos, cálmate, pelirroja. Tú sabes quién soy, yo sé quién eres, así que dejémonos de historias, ¿eh? Coge tu bolso. Ya hemos perdido bastante tiempo. —Le puso el bolso en las manos y se agachó para recoger la maleta. Luego la agarró de la mano y la arrastró hasta el lateral de la casa—. Tengo que cumplir con mi agenda.
Joseph apartó una rama de un manotazo y rodeó la casa hasta salir al jardín frontal, arrastrando a su prisionera tras él. Pero ¿por quién demonios le había tomado?, se preguntaba sombrío. ¿Por un completo imbécil? Aquella mujer había visto demasiados culebrones.
La madre de Joseph era aficionada a los culebrones. Denisse Jonas, en su casa, un cuarto piso sin ascensor, se pasaba las horas pegada al pequeño televisor viendo aquellos programas. Con una madre que prefería con mucho soñar fantasías antes que enfrentarse a la realidad, Joe conocía al dedillo la vieja historia de la gemela mala y la buena. Ya de pequeño no se la creía, y mucho menos ahora.
Pero ¿es que MacPherson pensaba que se acababa de caer de un guindo? Jo*der, él no era precisamente el tonto de la película, aunque aquella mujer pensase que podía cambiar de aspecto con solo quitarse el maquillaje y peinarse hasta dejarse el pelo liso y brillante en lugar de abultado y esponjoso. Era cierto que había intentado mostrarse menos exuberante y llamar menos la atención, con el propósito de integrarse en el entorno de clase media de su hermana. ¡Pero vamos! Aunque su modesta blusa hacía todo lo posible, todavía no se había inventado un atuendo lo bastante conservador para disfrazar un cuerpazo como el suyo.
—Tiene que escucharme —protestaba ahora, tirando de la muñeca que él seguía agarrándole—. Kaylee está metida en un buen lío. Oyó cómo planeaban el asesinato de una mujer, desde entonces ha desaparecido, y si entierran el cuerpo donde ella sabe que lo harán, podrá hacer que condenen tanto al hombre que cometió el asesinato como al que lo encargó. Y eso significa que mi hermana corre un serio peligro.
¡Por todos los santos! Joe la arrastró hasta el coche aparcado en la acera y abrió la puerta del pasajero.
—Cuidado con la cabeza —advirtió, poniéndole la mano en la coronilla para protegérsela mientras la hacía entrar en el sedán.
El tacto de su pelo era cálido y resbaladizo entre sus dedos. Joe presionó contra su cabeza para que se moviera. Quería meterla en el coche cuanto antes para poder apartar sus manos de ella. No le gustaban los impulsos que sentía cada vez que la tocaba.
Pero _______ no se movía, negándose a cooperar. De pronto se dio media vuelta para mirarle con expresión furiosa.
—¡Mal*dita sea! ¿Quiere escucharme?
—No, si ya te he escuchado, pelirroja. Eso también se lo puedes contar al juez.
—Quiero ver su identificación. Quiero verla ahora mismo. —Pero por dentro tembló de miedo al ver el súbito gesto sombrío de la boca de Jonas y el ceño en el que se unían sus cejas negras sobre sus entrecerrados ojos ambarinos. Joe la miraba como si estuviera a punto de darle un puñetazo. ______ tragó saliva—. Quiero ver su placa —insistió con decisión, intentando ignorar el calor que emanaba en oleadas del cuerpo de Jonas.
Él masculló entre dientes una maldición, pero apartó la mano de su cabeza para ponerla sobre el techo del coche, inmovilizándola así entre él, el vehículo y la puerta abierta mientras se llevaba la otra mano al bolsillo del pantalón. No se molestó en apartarse y ______ bajó la mirada, concentrándose en su nuez de adán. ¿De verdad hacía falta que se pegara tanto a ella? Podía oler el jabón de lavandería en su camisa de paño y un leve aroma a limpio sudor masculino.
—Aquí está —gruñó él, poniéndole en las narices la cartera abierta.
Ella leyó la identificación. Parpadeó y volvió a leerla con creciente incredulidad.
—¿Agente de recuperación de fugitivos? —Y para su humillación, se le quebró la voz. Respiró hondo y echó atrás la cabeza para mirar los fieros ojos dorados de Jonas—. ¡Pero si ni siquiera eres policía! —le acusó. Su tono de voz subía con cada palabra—. ¡No eres más que un asqueroso cazarrecompensas!
Joe lanzó otra maldición.
—No tengo tiempo para esto —masculló. Y con un rápido movimiento, la apartó de la puerta abierta del coche y la inmovilizó con firmeza bajo el brazo. Cerró la puerta del pasajero, la arrastró hasta el lado del conductor y por allí la introdujo en el coche. Se metió tras ella, cerró la puerta y bloqueó todas las cerraduras pulsando un botón—. Ponte el cinturón —ordenó, mientras metía la llave en el contacto.
A _______ le entró el pánico al oír el ruido del motor.
—¡Déjame salir, Jonas!
La mirada que él le dirigió la hizo encogerse en una esquina.
—He dicho que te pongas el cinturón, pelirroja. ¿O prefieres que lo haga yo?
______ no pensaba por nada del mundo darle la menor oportunidad para que volviera a plantarle encima aquellas manos de palmas anchas y dedos largos, de manera que se puso el cinturón.
—No te saldrás con la tuya, ¿sabes?
Joseph resopló. Mientras ponía en marcha el motor se sacó del bolsillo de la camisa un papel doblado, lo abrió con una sacudida y lo alzó para que ella lo leyera. Era una copia certificada de la fianza de Kaylee.
—Según la ley, esto es prueba suficiente para realizar una detención.
—Puede, si yo fuera Kaylee MacPherson —replicó _______ con los dientes apretados, mientras se alejaban del barrio—. Pero soy ________.
-Maldita sea, pelirroja, ya estoy harto de esa murga. Como no te calles, te amordazo. —No lo haría, por supuesto. Pero conocía a las mujeres y sabía que con esa amenaza bastaría. Lo que más odiaba en el mundo una mujer era que le impidiesen hablar.
_______ guardó silencio. «¡Esto es el colmo!» La rabia hervía en su interior, ahogando todas las células de su cuerpo. «¿Que me va a amordazar? ¿Amordazar? ¡Eso es ya lo último de lo último! ¡Este tío acaba de cruzar la línea!»
Durante toda su vida había respetado las reglas. Y esta era su recompensa: un cretino que no dudaba en ponerle las manazas encima ni en utilizar la fuerza para intimidarla. Y lo peor es que era como su padre, dispuesto a todo por ganar un dólar, pisando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Pues bien. Ya estaba harta de intentar convencer a aquel listillo de que no era la mujer que él buscaba. De ahora en adelante haría cualquier cosa que estuviera en su poder para impedir el viaje a Florida. Los detalles específicos para lograrlo eran bastante vagos de momento, pero ya encontraría la manera. En primer lugar, sin embargo... Se volvió hacia él.
—Eres un cerdo —declaró, pronunciando las palabras con gran claridad.
Él apartó un momento la vista de la carretera para mirarla ceñudo, clavándola en el asiento con sus ojos de color whisky. Los músculos del cuello y los hombros se le tensaron, lo que le daba un aspecto todavía más imponente, pero ______ no se amilanó. Arrojó sobre él todo el desprecio del que pudo hacer acopio.
—Has cometido un gran error, Jonas, y de alguna forma haré que lo pagues.
Joe emitió un ruido grosero.
-Sí, ya. Anda que voy a perder yo el sueño con la preocupación. —Cambió de carril y volvió a mirarla—. En cuanto a tus deseos de venganza, pelirroja, ya puedes intentarlo. El día que yo me equivoque con alguien como tú...
_______ se ofendió.
—¿Cómo dices? ¿Alguien como yo?
—Alguien que se gana la vida dando brincos cubierta de lentejuelas.
—Ya, en lugar de ser un ciudadano ejemplar como tú, supongo. ¿Pues sabes, cariño? Odio tener que decirte esto, pero tú no eres precisamente la crême de la crême. No eres más que un asqueroso cazarrecompensas al que le gusta fingir que es un policía de verdad.
Aquello tocó una fibra sensible.
—Yo por lo menos sé reconocer y aceptar la verdad —respondió tenso.
—¡Qué cara más dura! ¡Tú no reconocerías la verdad ni aunque te mordiera el cu*lo!
Joseph notaba el mentón cada vez más tenso.
—Como te decía, pelirroja, el día que yo me equivoque con alguien como tú, me meto a monje.
—Pues prepárate para el monasterio, colega —le espetó _____—. Porque vas a ir de cabeza.
—Aquí pone que tu nombre es Kaylee MacPherson. —Cerró bruscamente la cartera pero siguió blandiéndola delante de su cara—. Y Kaylee MacPherson es una gogó del Tropicana en Miami.
________ apartó la cartera de un manotazo.
—Bailarina —corrigió automáticamente. Y luego deseó haberse mordido la lengua hasta sangrar. Su madre había estado negando la realidad hasta el día de su muerte, y su repetida y terca insistencia había hecho que _______ dijera aquello sin pensarlo. Sin embargo, haberlo soltado así en aquella situación, había sonado como si se estuviera defendiendo—. Y, de todas formas, eso no lo pone en el carnet de conducir —añadió, y entonces hizo una mueca. «Mal, _______. Muy mal. Estás empeorando las cosas.»
Intentó soltarse tirando de la muñeca, pero Joe la retuvo y se acercó un paso más, lo cual la puso muy nerviosa.
—Mire —se desesperó ella—, vamos a mi casa y le enseño mi carnet de conducir. Le puedo enseñar toda una serie de... Pero ¿qué se cree que está haciendo?
Joseph se había sentado de pronto en el suelo con las piernas cruzadas y había tirado de ella hasta tenerla tumbada boca abajo sobre su regazo. Agarrándola con una mano fuerte, llevó la otra a la cintura de los pantalones de ciclista, y en un solo movimiento se los bajó.
—Según mi expediente, señorita MacPherson, tiene usted un tatuaje de unos labios rojos... —Uno de sus dedos se deslizó bajo el encaje de las bragas—. Más o menos... —Y apartó la frágil tela dejando al descubierto una nalga redondeada—. ¡Aquí! —Y su pulgar calloso frotó el lugar.
_______ se quedó helada. Era un loco. Luego su cuerpo se convirtió en un frenesí de movimientos. Tendió el brazo hacia atrás y le arañó la mano, se la apartó de golpe y se levantó. Intentó colocarse bien las bragas y los pantalones y se volvió hacia él, sabiendo que tenía las mejillas encendidas.
—¡Dios mío! —resolló—. Pero ¿qué clase de persona es usted? ¡Y pensar que tengo todo un programa para enseñar a mis niños que la policía es nuestra amiga! No puedo creerme que haya hecho algo tan... Dios mío... algo tan... sórdido...
—Vamos, cálmate, pelirroja. Tú sabes quién soy, yo sé quién eres, así que dejémonos de historias, ¿eh? Coge tu bolso. Ya hemos perdido bastante tiempo. —Le puso el bolso en las manos y se agachó para recoger la maleta. Luego la agarró de la mano y la arrastró hasta el lateral de la casa—. Tengo que cumplir con mi agenda.
Joseph apartó una rama de un manotazo y rodeó la casa hasta salir al jardín frontal, arrastrando a su prisionera tras él. Pero ¿por quién demonios le había tomado?, se preguntaba sombrío. ¿Por un completo imbécil? Aquella mujer había visto demasiados culebrones.
La madre de Joseph era aficionada a los culebrones. Denisse Jonas, en su casa, un cuarto piso sin ascensor, se pasaba las horas pegada al pequeño televisor viendo aquellos programas. Con una madre que prefería con mucho soñar fantasías antes que enfrentarse a la realidad, Joe conocía al dedillo la vieja historia de la gemela mala y la buena. Ya de pequeño no se la creía, y mucho menos ahora.
Pero ¿es que MacPherson pensaba que se acababa de caer de un guindo? Jo*der, él no era precisamente el tonto de la película, aunque aquella mujer pensase que podía cambiar de aspecto con solo quitarse el maquillaje y peinarse hasta dejarse el pelo liso y brillante en lugar de abultado y esponjoso. Era cierto que había intentado mostrarse menos exuberante y llamar menos la atención, con el propósito de integrarse en el entorno de clase media de su hermana. ¡Pero vamos! Aunque su modesta blusa hacía todo lo posible, todavía no se había inventado un atuendo lo bastante conservador para disfrazar un cuerpazo como el suyo.
—Tiene que escucharme —protestaba ahora, tirando de la muñeca que él seguía agarrándole—. Kaylee está metida en un buen lío. Oyó cómo planeaban el asesinato de una mujer, desde entonces ha desaparecido, y si entierran el cuerpo donde ella sabe que lo harán, podrá hacer que condenen tanto al hombre que cometió el asesinato como al que lo encargó. Y eso significa que mi hermana corre un serio peligro.
¡Por todos los santos! Joe la arrastró hasta el coche aparcado en la acera y abrió la puerta del pasajero.
—Cuidado con la cabeza —advirtió, poniéndole la mano en la coronilla para protegérsela mientras la hacía entrar en el sedán.
El tacto de su pelo era cálido y resbaladizo entre sus dedos. Joe presionó contra su cabeza para que se moviera. Quería meterla en el coche cuanto antes para poder apartar sus manos de ella. No le gustaban los impulsos que sentía cada vez que la tocaba.
Pero _______ no se movía, negándose a cooperar. De pronto se dio media vuelta para mirarle con expresión furiosa.
—¡Mal*dita sea! ¿Quiere escucharme?
—No, si ya te he escuchado, pelirroja. Eso también se lo puedes contar al juez.
—Quiero ver su identificación. Quiero verla ahora mismo. —Pero por dentro tembló de miedo al ver el súbito gesto sombrío de la boca de Jonas y el ceño en el que se unían sus cejas negras sobre sus entrecerrados ojos ambarinos. Joe la miraba como si estuviera a punto de darle un puñetazo. ______ tragó saliva—. Quiero ver su placa —insistió con decisión, intentando ignorar el calor que emanaba en oleadas del cuerpo de Jonas.
Él masculló entre dientes una maldición, pero apartó la mano de su cabeza para ponerla sobre el techo del coche, inmovilizándola así entre él, el vehículo y la puerta abierta mientras se llevaba la otra mano al bolsillo del pantalón. No se molestó en apartarse y ______ bajó la mirada, concentrándose en su nuez de adán. ¿De verdad hacía falta que se pegara tanto a ella? Podía oler el jabón de lavandería en su camisa de paño y un leve aroma a limpio sudor masculino.
—Aquí está —gruñó él, poniéndole en las narices la cartera abierta.
Ella leyó la identificación. Parpadeó y volvió a leerla con creciente incredulidad.
—¿Agente de recuperación de fugitivos? —Y para su humillación, se le quebró la voz. Respiró hondo y echó atrás la cabeza para mirar los fieros ojos dorados de Jonas—. ¡Pero si ni siquiera eres policía! —le acusó. Su tono de voz subía con cada palabra—. ¡No eres más que un asqueroso cazarrecompensas!
Joe lanzó otra maldición.
—No tengo tiempo para esto —masculló. Y con un rápido movimiento, la apartó de la puerta abierta del coche y la inmovilizó con firmeza bajo el brazo. Cerró la puerta del pasajero, la arrastró hasta el lado del conductor y por allí la introdujo en el coche. Se metió tras ella, cerró la puerta y bloqueó todas las cerraduras pulsando un botón—. Ponte el cinturón —ordenó, mientras metía la llave en el contacto.
A _______ le entró el pánico al oír el ruido del motor.
—¡Déjame salir, Jonas!
La mirada que él le dirigió la hizo encogerse en una esquina.
—He dicho que te pongas el cinturón, pelirroja. ¿O prefieres que lo haga yo?
______ no pensaba por nada del mundo darle la menor oportunidad para que volviera a plantarle encima aquellas manos de palmas anchas y dedos largos, de manera que se puso el cinturón.
—No te saldrás con la tuya, ¿sabes?
Joseph resopló. Mientras ponía en marcha el motor se sacó del bolsillo de la camisa un papel doblado, lo abrió con una sacudida y lo alzó para que ella lo leyera. Era una copia certificada de la fianza de Kaylee.
—Según la ley, esto es prueba suficiente para realizar una detención.
—Puede, si yo fuera Kaylee MacPherson —replicó _______ con los dientes apretados, mientras se alejaban del barrio—. Pero soy ________.
-Maldita sea, pelirroja, ya estoy harto de esa murga. Como no te calles, te amordazo. —No lo haría, por supuesto. Pero conocía a las mujeres y sabía que con esa amenaza bastaría. Lo que más odiaba en el mundo una mujer era que le impidiesen hablar.
_______ guardó silencio. «¡Esto es el colmo!» La rabia hervía en su interior, ahogando todas las células de su cuerpo. «¿Que me va a amordazar? ¿Amordazar? ¡Eso es ya lo último de lo último! ¡Este tío acaba de cruzar la línea!»
Durante toda su vida había respetado las reglas. Y esta era su recompensa: un cretino que no dudaba en ponerle las manazas encima ni en utilizar la fuerza para intimidarla. Y lo peor es que era como su padre, dispuesto a todo por ganar un dólar, pisando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Pues bien. Ya estaba harta de intentar convencer a aquel listillo de que no era la mujer que él buscaba. De ahora en adelante haría cualquier cosa que estuviera en su poder para impedir el viaje a Florida. Los detalles específicos para lograrlo eran bastante vagos de momento, pero ya encontraría la manera. En primer lugar, sin embargo... Se volvió hacia él.
—Eres un cerdo —declaró, pronunciando las palabras con gran claridad.
Él apartó un momento la vista de la carretera para mirarla ceñudo, clavándola en el asiento con sus ojos de color whisky. Los músculos del cuello y los hombros se le tensaron, lo que le daba un aspecto todavía más imponente, pero ______ no se amilanó. Arrojó sobre él todo el desprecio del que pudo hacer acopio.
—Has cometido un gran error, Jonas, y de alguna forma haré que lo pagues.
Joe emitió un ruido grosero.
-Sí, ya. Anda que voy a perder yo el sueño con la preocupación. —Cambió de carril y volvió a mirarla—. En cuanto a tus deseos de venganza, pelirroja, ya puedes intentarlo. El día que yo me equivoque con alguien como tú...
_______ se ofendió.
—¿Cómo dices? ¿Alguien como yo?
—Alguien que se gana la vida dando brincos cubierta de lentejuelas.
—Ya, en lugar de ser un ciudadano ejemplar como tú, supongo. ¿Pues sabes, cariño? Odio tener que decirte esto, pero tú no eres precisamente la crême de la crême. No eres más que un asqueroso cazarrecompensas al que le gusta fingir que es un policía de verdad.
Aquello tocó una fibra sensible.
—Yo por lo menos sé reconocer y aceptar la verdad —respondió tenso.
—¡Qué cara más dura! ¡Tú no reconocerías la verdad ni aunque te mordiera el cu*lo!
Joseph notaba el mentón cada vez más tenso.
—Como te decía, pelirroja, el día que yo me equivoque con alguien como tú, me meto a monje.
—Pues prepárate para el monasterio, colega —le espetó _____—. Porque vas a ir de cabeza.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Listo capi 2 COMEPLETO!!
Buenas noches y hasta mañana si Dios quiere
Sueñen con los Jonas
Buenas noches y hasta mañana si Dios quiere
Sueñen con los Jonas
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
aaaaaaaaaaaaaaaah ! me encanto*
—Como te decía, pelirroja, el día que yo me equivoque con alguien como tú, me meto a monje.
—Pues prepárate para el monasterio, colega —le espetó _____—. Porque vas a ir de cabeza.
JAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJ ya lo veo con la capa :P jajaja en fin siguela!
—Como te decía, pelirroja, el día que yo me equivoque con alguien como tú, me meto a monje.
—Pues prepárate para el monasterio, colega —le espetó _____—. Porque vas a ir de cabeza.
JAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJ ya lo veo con la capa :P jajaja en fin siguela!
Lisy
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
me encanto el cap gracias por subirlo completo
siguela plis
siguela plis
Nani Jonas
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Tengo otro comment y les subo la primera parte del capi 3
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
pero porsupuesto yo te pongo ese coment
sube ese cap plis esqe me encanta tu nove
siguela porfavor :D
sube ese cap plis esqe me encanta tu nove
siguela porfavor :D
Nani Jonas
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Capítulo 3. Parte 1
Solo llevaba unas horas con aquel caso, y no pintaba nada bien. «Mamá, qué pena que ya no estés con nosotros», pensó sombrío, intentando por todos los medios ignorar a su malhumorada y escultural pasajera y concentrándose en el tráfico pesado del centro de la ciudad.
Aquella situación no solo incluía elementos que parecían salidos de los programas favoritos de Denisse Jonas, sino que venía a corroborar la teoría derrotista de su madre de que «nadie escapa del nicho en el que ha nacido».
No era que ella deseara el mal para nadie, pero nunca había creído que alguien pudiera mejorar la posición social que le había tocado en la vida. Ella se había esforzado mucho, y lo único que logró fue trabajar muchas horas por un salario muy bajo, una liquidación sin bonificación alguna y una pensión de mala muerte. En otras palabras: acabó justo donde había empezado. De manera que se dedicó a planchar, a ver la televisión y a advertir a Joe para que se resignara al hecho de que él también terminaría donde había comenzado. Según Lenore, tal vez podría escapar por un tiempo, pero antes o después la vida le daría una patada y lo mandaría de nuevo al fondo.
Joe no estaba de acuerdo. Había ingresado en el ejército, se convirtió en policía militar, y durante más de doce años desmintió las predicciones de su madre. En un entorno ordenado y estructurado, prosperó. Luego su compañero Gary Proscelli recibió una bala dirigida a Joe y se quedó parapléjico.
Y Joe se preguntó entonces si su madre no tendría razón. Tenía que decidir en ese momento cuál sería su nueva ocupación.
Pero no pensaba rendirse, no pensaba dirigirse hacia el ocaso con el rabo entre las piernas. Dejó el servicio cuando se enteró de que pensaban enviarle a la base militar de Oakland. ¿Quién demonios esperaban que ayudara a Gary si a él le mandaban al otro lado del continente? Había que cumplimentar todo el interminable papeleo para darle de baja en el ejército, y luego más papeleo para conseguir la pensión de invalidez. Por no mencionar que su amigo también necesitaba a alguien que le ayudara a suavizar la transición a su nuevo modo de vida.
Joe se sintió tan culpable viendo a Gary esforzarse por rehacer su vida que la mala conciencia estuvo a punto de acabar con él. Sabía que tenía que hacer algo. Una vez que se hubieron establecido en un pequeño apartamento de Miami, empezó a buscar la manera de hacer realidad un sueño que habían acariciado durante años.
Siempre habían hablado de cumplir sus veinticinco años en el ejército y luego, con el dinero de la jubilación, comprarse un refugio de pesca. Lo cierto es que había sido una ambición que entonces les parecía muy lejana, que pertenecía a un futuro remoto. Pero cuando el plan fue abatido por la misma bala que paralizó a Gary, Joe tuvo que buscar la manera de ganar dinero de forma rápida.
Y no existían muchas perspectivas para un tipo con estudios primarios y muy pocos créditos universitarios. El crimen estaba descartado, y las fuerzas de la ley no ofrecían un sueldo suficiente, no si esperaba cumplir su objetivo en este siglo. Era una lástima, porque le habría gustado ser policía. Desde luego le gustaba ser policía militar. Pero no se trataba de él. Se trataba de asegurar el futuro de Gary. La caza de recompensas parecía la manera más rápida de ganar dinero. El hecho de que Joe no tuviera gana alguna de convertirse en agente de recuperación de fugitivos y que cada día odiara más su trabajo era lo de menos.
Estaba más que harto de estar en contacto permanente con las formas de vida más rastreras de Miami. Pero al cabo de un año y medio empezaba a vislumbrar los beneficios, porque hacía tan solo unas semanas se había puesto en venta el refugio de pesca con el que Gary y él soñaban. Estaba situado en un lugar donde habían pasado algunos de sus mejores momentos, el retiro de vacaciones de Carolina del Norte donde habían ido varios años seguidos. Era un trocito de cielo en la tierra, y jamás habían esperado que lo pusieran en venta.
Joe pensaba comprarlo. La entrada que le pedían era más alta de lo que esperaba, pero disponía de treinta días para reunir la cantidad necesaria antes de perder la opción de compra.
Se fijó en su prisionera, que miraba malhumorada el tráfico por la ventanilla. Por lo menos esta no tenía un historial de violencia, a diferencia de la mayoría de la gentuza a la que entregaba. De hecho, le sorprendía un poco lo alta que había sido su fianza. Había tenido mala suerte con el juez, quien despreciaba el mundo del espectáculo. Pero ese no era su problema. De hecho, desde su punto de vista, cuando más alta fuera una fianza, mejor, puesto que el porcentaje que a él le correspondía tras la entrega del fugitivo era del 10 por ciento.
Pero lo primero era llevar a la pelirroja a Miami sin más tropiezos como los de esa mañana. Joe abrió el mapa de carreteras.
____________ le oyó mascullar para sus adentros y le miró. Cada vez que llegaban a un semáforo en rojo, es decir, cada dos minutos, inclinaba la cabeza sobre el mapa de la consola entre los dos asientos y farfullaba palabrotas de lo más grosero. :___________ se quedó mirando la enorme mano abierta sobre el papel. Tenía los dedos largos y parecía fuerte. Tuvo que volverse apresuradamente hacia la ventana al experimentar una salvaje oleada de satisfacción cuando vio los arañazos rojos en el dorso de la mano. Por Dios. Jamás habría imaginado que algún día se sentiría bien por haber infligido esas heridas a alguien.
Los edificios que se alzaban a ambos lados sumían las calles en una penumbra casi sobrenatural, y por primera vez ___________ advirtió el paisaje que se deslizaba por la ventana. Al salir de la autopista estaba demasiado alterada para fijarse, pero ahora se dio cuenta de que estaban en el centro de Seattle.
¿Para qué? El aeropuerto de SeaTac estaba a más de quince kilómetros al sur.
Varias manzanas más adelante, su captor lanzó un murmullo de satisfacción y se metió en un aparcamiento de coches de alquiler. Al cabo de unos segundos había aparcado y estaba con su bolsa, el equipaje de Kaylee y ________ ante el mostrador de la minúscula agencia. Mientras hablaba con el empleado para devolver el coche, ___________ intentó discretamente zafar la muñeca de los fuertes dedos que la aprisionaban. Joe dejó al instante lo que estaba haciendo y le clavó sus ojos dorados, tapando la vista del empleado con un sutil movimiento de su hombro.
—Podemos hacer esto de dos maneras —la informó en voz baja—. Podemos hacerlo por las buenas, como amigos, o puedo ponerte las esposas y llevarte a rastras delante de todo el mundo. La verdad, pelirroja, tu dignidad me importa un carajo, de manera que la elección es tuya.
________ dejó el brazo yerto. Aunque hervía de rabia, echó a andar obedientemente tras él cuando se marcharon de la agencia un minuto más tarde. Al notar que él echaba el peso de su cuerpo sobre la pierna izquierda, se felicitó por haberle dificultado una parte de su trabajo. Pero aunque Joe cojeara y tuviera una mano arañada, la situación de __________ no había experimentado ninguna mejora. Jonas todavía se la llevaba a... bueno, adonde la estuviera llevando.
En la manzana siguiente, Jonas se detuvo delante de un edificio de mármol en la esquina entre la Ocho y Stewart. Nada más abrir la puerta, ___________- se detuvo en seco y se quedó mirando el cartel azul y blanco que había colgado.
—¿Greyhound? —exclamó incrédula—. ¿Vamos a ir a Miami en autobús?
Y vio sorprendida cómo una oleada de rubor ascendía por el cuello de Joe, sobre su fuerte mentón hasta las mejillas tersas y planas. Él miraba ceñudo hacia un punto lejano más allá de ella, negándose a encontrarse con sus ojos. Su evidente incomodidad dio a ____________ algo que no había poseído desde el momento en que Jonas había irrumpido en su vida: un atisbo de control. Le miró alzando una ceja.
♫ Laura Jonas ♥
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