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new rules
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Re: new rules
Intento subir hoy, pero si no subo mañana. Perdón por el retraso pero no estoy muy inspirada y me cuesta más escribir
indigo.
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Re: new rules
- te quiero pero es raro:
- Perdón x34958340 por tardar tanto en subir. Pero se me juntó con otro capítulo y luego he tenido serios problemas para escribir y bueno, más dramas con los que no voy a aburriros. Me hubiese gustado escribir un capítulo más largo pero no he podido alargarlo más porque debo en más ncs No me gusta mucho, pero espero que lo disfrutéis
Pd: Subo vuestro comentarios en estos días, que no me dio tiempo a terminarlos, lo siento
Sigue Kande.
Capítulo 07.
Thelma Bane | Roy Blakeslee || By hypatia || Sigue: Stark.
«Mereces un amor que te quiera despeinada, con todo y las razones que te llevan deprisa…». Las palabras se emborronan antes mis ojos recién despertados. La luz se cuela por la ventana en un ángulo recto que se expande por mi cama y hasta la puerta. Porta ruido metropolitano, olor a alcantarilla y a desayunos por dos dólares.
Permanezco un rato sentada, con mis legañas y los cuadernos de canciones a medio hacer repartidos por el colchón. Observo la cita de Frida impresa en la pared que me da los buenos días todas las mañanas. Trato de recordar cuándo me quedé dormida. Imagino que por la presión que tengo en la cabeza y la sensación de haber dormido tres horas, debí caer rendida bastante tarde. Últimamente le he cogido miedo a eso de dormir. A la oscuridad, las paredes en blanco y mis pensamientos nocturnos. Poco importa que empiecen centrándose en una mandarina, siempre terminan desembocando en Roy.
Los días, con sus luces y sus distracciones son llevaderos. Sin embargo, las noches son escaladas sin cinturón de seguridad que no consigo sobrellevar de ninguna de las maneras. La parte buena es que mi corazón roto tiene mucho que decir y no hay madrugada en la que no se me ocurra una canción nueva.
Desde que lo vi dos semanas atrás, me duele cada vez más. Es como si hubiese desandado todos los pasos. Vuelve a dolerme. Y me duele él, entero y casi todo el tiempo. Pero hoy es un día crucial en la vida de mi mejor amiga. Hoy es la fiesta de inauguración del hotel. La primera toma de contacto con el público. Acudirán personas importantes: posibles inversores, críticos y los primeros clientes. No puedo permitir que mi catástrofe amorosa interceda. Las posibilidades de que meta la pata son cuantiosas incluso sin que entre la ecuación. «Concentración absoluta, Thelma».
Salto de la cama y a punto estoy de romperme los dientes contra la mesilla de noche porque se me ha quedado un pie enredado en las sábanas. Quizá demasiada efusividad. Saludo a mis cactus, Rómulo y Remo, situados bajo la ventana y guiño el ojo al autorretrato de Frida Kahlo que vive sobre el cabecero de mimbre de mi cama. Al final, me quedé yo la habitación. Ha sido como un regalo, puse tanto cariño decorándola que si alguien más la usara sentiría como si estuviesen violando una parte de mi alma.
Me doy una ducha rápida y cojo las primeras prendas de ropa que encuentro sobre la silla. Una camiseta de manga larga granate con el cuello vuelto, pantalón negro y zapatillas blancas. Lo completo con mi cazadora vaquera oversize y salgo de la habitación.
Ya en el primer tramo de escaleras el ajetreo impacta en mis oídos. Al llegar abajo me encuentro con una actividad frenética. Empleados que caminan de acá para allá, cargados con cajas o sillas destinadas a la cafetería o al patio —donde sucederá parte de la fiesta de esta noche—. Casi me dan ganas de ponerme a correr yo también, aunque no tenga órdenes que acatar. Sin embargo, mi estómago lleva a mis pies en dirección a la cafetería en busca de algo con lo que llenarse.
En el comedor, compruebo que la mayoría de las mesas han sido sacadas y sustituidas por dos amplias mesas de cáterin a ambos lados de la pared. Veo a Momo tras la barra, hablando con un hombre vestido de chef. Imagino que el servicio de cáterin ya ha llegado. Aguardo junto a la puerta hasta que terminan y cuando él se introduce en la cocina acudo al encuentro de mi mejor amiga.
Me llega la tensión y los nervios frenéticos que la poseen y trata de contener en su moño despeinado en cuanto me sitúo frente a ella. Carga con un cuaderno en el que debe de tener apuntado todo lo que hay que hacer a lo largo del día. Se muerde la uña y escucho que da golpes en el suelo con la punta del pie.
—Una taza de café y soy toda tuya —saludo, subiéndome en uno de los taburetes.
Momo da un salto sobre su propio cuerpo, lanzándome una mirada furibunda por asustarla. Le pido perdón juntando las palmas. Abandona su cuaderno para prestarme atención.
—Ya era hora, Bella Durmiente.
—Ayer me quedé dormida mientras componía y no puse a la alarma, lo siento. —No sé si es porque ve algo en mi manera de decirlo o porque sus ojeras son la señal de que ella tampoco duerme por las noches, pero no me dice nada—. Cuando veas que no aparezco, despiértame.
Pone los ojos en blanco.
—Tenías echado el pestillo y no he podido abrir —se ríe negando con la cabeza.
«Vaya desastre de mano derecha que se ha buscado».
Paso dentro de la barra para prepararme el café. Hay una bandeja con bollos de chocolate y mientras se muele el café me sirvo seis en un plato. Con el desayuno ya preparado, me subo a una de las cámaras.
—Ponme al día —farfullo dando un gran mordisco a uno de los bollos.
—Creo que vamos bien… —Amoné mordisquea el bolígrafo y se arremete un mechón rebelde de pelo—. La decoración para la fiesta ha llegado y la están preparando en el jardín, la banda de música llega a las tres para empezar los ensayos y el servicio de cáterin está manos a la obra.
Que «crea» que las cosas van bien significa que van viento en popa. Amoné nunca llega a estar satisfecha del todo, siempre encuentra peros, es demasiado perfeccionista. Por lo que me lo tomo como una buena señal.
—¿Qué quieres que haga? —pregunto.
—Me gustaría que fueses a una floristería, quiero comprarle un ramo de flores a tu madre. Y si te acercas a Brooklyn a comprar esas pastas que tanto le gustan a tu padre, mejor que mejor —anuncia con tono cantarín—. Quiero darles las gracias de alguna forma por lo del cáterin…
Su cara de culpa me conmueve y molesta a partes iguales, porque es innecesaria. Mis padres la quieren tanto como nos quieren a Louise y a mí, la ven como a una hija. No son necesarias las muestras de agradecimiento. Pero Momo es así, no le gusta que le regalen nada. Papá y mamá tuvieron que invertir una hora convenciéndola de que pagar el cáterin era nuestro regalo por todo lo que habíamos conseguido con el hotel. Bueno, sobre todo era un regalo para Momo.
—De acuerdo, jefa. —La abrazo de lado. Es mi manera de decirla que yo también estoy orgullosa de ella. Que va a conseguir recuperar lo que es suyo y que tanto las chicas como yo, estaremos a su lado en todo momento.
Salto de la cámara y termino de beberme el café de un trago. Me despido con intención de cumplir sus recados.
Cuando estoy cerca de la salida, me grita:
—No tardes mucho, las chicas vienen a comer y luego nos arreglaremos juntas.
Realizo un gesto con la mano para hacer ver que la he escuchado y me marcho. Por suerte, me acuerdo de subir a mi habitación a por la mochila. Hoy no me apetece colarme en el metro.
Un par de horas más tarde completo los recados de Amoné sin sufrir ningún percance. El ramo de tulipanes naranjas, lo favoritos de mamá, va bien aferrado a mi mano. Y las pastas de papá en mi mochila. Justo cuando estoy a punto de introducirme en el metro el culo empieza a vibrarme a causa del teléfono. Es Will.
—¿Qué se supone que me tengo que poner para la fiesta? —Es lo primero que dice. Escucho música de fondo y un leve murmullo de conversaciones ajenas. Miro la ahora en el reloj. No es ni mediodía y Will ya está metido en un bar. No tiene remedio.
—Traje —especifico—. Y no sirve que te pongas una americana con una camiseta debajo. Es la gran noche de Amoné. No puedes liarla, ni un poco.
—Yo no tengo de eso. —Me recuerda, haciendo caso omiso a mi amenaza.
Me sitúo a un lado de la escalera, para evitar ser arrollada por los transeúntes. El tufo del metro emerge por la entrada y reprimo una arcada.
—Alquílalo o pídeselo a Lucas, no sé.
Hielos chocando contra una superficie de cristal. Will traga: seguramente esté bebiendo. ¿Qué les pasa a mis mejores amigos? Bebiendo desde por la mañana. Aguardo a que hable.
—Por cierto —pregunta con voz pastosa tras el trago— ¿Te quedarías un rato con Sam esta tarde? Tengo que ir al King Kong a cobrar el dinero de mi última actuación y si mi hermano se entera de que he llevado a su hija allí me cortará la cabeza.
—Claro, tráela al hotel un rato. Pero solo un rato, tenemos tarde ocupada —acepto. Desde que me reencontré con la pequeña dos semanas atrás hemos pasado mucho tiempo juntas. Acto seguido, añado—: Espera ¿Quién viene a buscarla?
Formulo la pregunta correspondiente. Accedí a ver a Sam siempre y cuando no tuviera que encontrarme con Roy otra vez. Bastante me trastocó nuestro encontronazo en la puerta de su casa. Me ha provocado insomnio, puñetazos en las costillas y más lágrimas traicioneras de las que estoy dispuesta a reconocer.
—Irá la abuela —asegura—. Sobre las tres estará allí. Solo serán un par de horas.
Asiento al aire, como si Will pudiera verme. Respiro bien, tranquila. Es increíble y molesto cómo reacciona mi cuerpo con solo imaginar un posible enfrentamiento cara a cara. Me siento idiota. Roy no merece nada de esto: ni siquiera que me tome tantas molestias en evitarlo.
—Nos vemos esta noche, cara de culo. —Me despido de Will y comienzo a bajar las escaleras del metro.
Antes de que las chicas lleguen para la comida, Momo y yo pasamos el rato en mi habitación. He tenido que invertir quince minutos en convencerla para que soltase su dichosa lista, dejase hacer a los decoradores y se relajara.
Ahora está tumbada en la cama, apuntando notas de la canción que escribí por la noche. Es una tradición que se mantiene desde que Amoné descubrió mi primer cuaderno de canciones. Ella se lo toma como pasatiempo, pero lo que tiene que decir acerca de mis composiciones lo tomo casi más en cuenta que la opinión de Will, supuesto experto. Que lo haga por medio de notas es más impersonal. Así puede exponer su opinión y decirme que algo es un chiste sin miedo a herir mis sentimientos —que se hieren con facilidad—.
Por el altavoz suena 4 Non Blondes. Tarareo mientras me balanceo frente al espejo, observando mi atuendo para esta noche. He elegido un vestido sencillo de tubo. De color negro y ajustado. Cuello de cisne con aberturas triangulares a ambos lados de las caderas, dejando al descubierto una pequeña fracción de piel. Lo he combinado con unas sandalidas altas del mismo color, adornadas con tachuelas en las tiras.
—Pareces una estrella del pop. —Me elogia Amoné.
Le lanzo una mirada a través del espejo a la par que aliso el vestido. Se me escapa un mohín. Si al menos lograse ser la ínfima parte de una estrella del pop… La comparación me recuerda que un productor de Sound Record tiene un pendrive con mis canciones desde hace quince días. Prometió a Will escucharlas. Pero quizá nunca llegue a hacerlo, quizá las haya abandonado en un cajón con la intención de un «en otro momento» que jamás sucederá.
Paciencia, me increpa Will cada vez que desespero. Parece mentira que no sepa que yo carezco de esa cualidad.
Me dejo caer en la cama y comienzo a desvestirme. La canción cambia: Shout to my ex. Comienzo a cantar en voz baja.
—Por cierto —recuerdo de pronto—, Sam estará con nosotras un rato después de comer.
Observo a mi mejor amiga por encima del hombro, con la barbilla apoyada sobre él. La escritura de Momo se detiene un segundo, temblor de barbilla. Un segundo de quietud. Continúa redactando.
—Perfecto —dice.
Rechisto.
—Escúpelo, Momo.
Sus «perfecto» ocultan opiniones. Mientras se decide a compartirlas conmigo recojo los pantalones del suelo.
—¿Estás segura? —inquiere.
«Lo sabía».
—Nunca estoy segura, por eso hago las cosas que hago. —Le recuerdo.
Suspiro exasperado por su parte. No la estoy mirando en este momento, pero apuesto a que vuelve a temblarle la barbilla.
—Amoné…
Me levanto de la cama al tiempo que giro el cuerpo hacia ella, luchando contra mis pantalones. Ha dejado las notas y el cuaderno a su lado. Me observa circunspecta, con sus rasgados ojos en finas rendijas. Duelo de miradas.
—Solo te digo que mantener una relación con Sam te obliga a mantener una con Roy. Aunque sea de manera indirecta—. Odio tanto sus temblores de barbilla, siempre tan acertados.
Lucho unos segundos más contra el pantalón hasta que consigo abrochármelos. A lo mejor debería renunciar a los Jumpers una temporada...
Ahora es mi mejor amiga la que pide mis palabras. Pega golpes rítmicos con el bolígrafo en su rodilla.
—Venga, Thel, habla conmigo.
Podría pedirle lo mismo, incluso reprochárselo: de la misma manera que ella me está reprochando en este momento mis silencios. Pero no somos así, nuestra amistad está por encima de ese tipo de cosas. Y tampoco hay nada que reprochar. Le preocupa que Roy me haga más daño al igual que a mí me preocupa que Edward se lo haga ella.
Atuso mi pelo.
—Me siento culpable —decido confesar—. He formado parte de la rutina de Sam desde que es un bebé. Es una niña, no puedo desaparecer así como así porque su padre sea un hijo de puta—. Noto cómo crece el nudo en mi garganta a medida que hablo.
—Te entiendo, pero quizás deberías esperar a…
La freno con un gesto negativo de cabeza. Respiro hondo. Cree que si me encuentro con Roy —otra vez— pueda confundir las cosas. No necesito que siga hablando.
—Me rompió el corazón, Momo —digo, con más frialdad y entereza de la que tengo—. Hizo creer que me quería… Todavía le quiero, pero lo hago con rabia, con rencor—. Es la conversación más sincera que tenemos en mucho tiempo. Amoné agacha la cabeza, afectada. Mis palabras son las suyas y, como ella no puede pronunciarlas decido hacerlo por las dos—. No volvería con él porque sé lo que hay. Y, después de él, me quiero más. Lo suficiente para respetarme y ponerme por delante de cualquier emoción. Sí, sigo teniendo el corazón roto: pero solo necesito canciones, partituras e instrumentos.
Cuando acabo, casi sin aire, veo la verdad en mis palabras. Tiempo hasta que esto solo sea una cicatriz. Un recordatorio de que el amor duele, pero no es determinante. De que te rompen, pero coges las piezas y te arreglas.
Momo mira por la venta, pensativa. Con las sombras que crean la luz en la habitación, parece antigua, como de otra época.
—Primero yo… —cabila.
—Primero nosotras.
Las chicas llegan poco después de las dos. Cargadas con bolsas de deliciosa comida, un par de packs de cerveza y sus vestidos para la fiesta de esta noche. Hacemos un corro en el suelo, junto a la ventana.
—¡Comida! —proclamo, lanzándome a por una de las bolsas.
—Thelma, respira —increpa Mich, abriendo las cervezas mientras nos da una a cada una.
—Es que habéis tardado demasiado —me quejo.
Zettie me pega en el hombro.
—Culpa de Ronnie —se exculpa Becca, agarrando una quesadilla.
Ronnie pone los ojos en blanco y suspira.
—¿Qué te ha pasado? —se interesa Amoné, sentada a su lado.
—Mi jefa, quería que corrigiera un artículo porque lo veía demasiado subjetivo —masculla, llevándose el botellín a los labios. Las ojeras relucen bajo sus ojos a la luz del sol.
—Deberías dejar ese trabajo —añado al tiempo que mojo un nacho en guacamole.
—Tengo que mantenerme.
—Yo puedo adoptarte. —Se ofrece Mich, bromeando.
Comemos, bebemos y reímos. Estos son los momentos que más disfruto. Al lado de mis amigas, en corro, arreglando el mundo. Me preocupaba que tras el instituto la vida y sus cosas nos separaran. Pero aquí seguimos. Unidas. Resistiendo.
Tras la comida nos tumbamos en el suelo. Yo apoyo la cabeza en el estómago de Mich. Ella se entretiene creando formas con mi pelo. Con el sol dándome en la cara y llena de comida, lucho contra el sueño. Escuchamos una canción a petición de Becca. Habla de una promesa de amor, de un chico a una chica. De esas que no existen en el mundo real.
—Ellos prometen y prometen… —suelta Mich en uno de sus arranques de protesta en contra de los hombres.
—… hasta que te la meten —finalizo con tono cantarín.
—¡Thelma! —me regaña Amoné, dándome una patada. Intento devolvérsela pero acabo dándole una patada al colchón. Me saca la lengua.
—No os hagáis las recatadas, que todas estabais pensando lo mismo —rebato. Mitch ríe y mi cabeza tiembla.
—Eres la única malpensada —escucho decir a Ronnie.
Resoplo.
—Así me comprasteis, así tenéis que quererme. —Un coro de risas.
—¿Alguna guarda el recibo? —dice Becca mirándome con una ceja alzada.
—¡Oye!
Cerca de la cuatro de la tarde recibo un mensaje de Will: está a punto de traer a Sam. Bajo al vestíbulo a esperarles. Momo aprovecha la oportunidad para supervisar que todo marcha bien y me acompaña. Las chicas empiezan a preparar el maquillaje y a esbozar peinados para esta noche. Me separo de mi mejor amiga en las escaleras, ella se marcha hacia la cafetería y yo me siento en los últimos escalones.
Me quedo fascinada con lo que encuentro. La lámpara de araña ha sido encendida, vertiendo luz sobre el suelo pulido. Han colocado enormes jarrones con flores a ambos lados de la puerta y una mesa circular con los programas que redactó Ronnie sobre el hotel.
Estoy a punto de levantarme para ir a ver cómo ha quedado la decoración exterior, que es donde tendrá lugar la mayor parte de la fiesta.
—¡Thelma!
Escucho la voz chillona un par de segundos antes de que un cuerpo diminuto me arrolle. Me pilla tan desprevenida que acabo cayendo hacia atrás y clavándome varios escalones en espalda, cuello y cabeza. Lucho por recuperar la respiración al tiempo que me incorporo, con Sam agarrada a mí como una garrapata.
—¿Qué tal el colegio, renacuaja? —pregunto ahoga. La siento a mi lado en los escalones sonriéndola, haciendo caso omiso al dolor que siento en la espalda.
—Hemos jugado al fútbol —grita. Pega una patada al aire simulando que da a un balón. Rompo a reír. Sam es un chute de adrenalina en estado puro.
—Hola, cara culo.
Will aparece frente a mí, largo y delgado como un junco. Con la mochila de Sam en la mano, su sombrero inseparable y esos aires de superestrella. Emulo un puñetazo en su muslo a modo de saludo.
—Tú sí que tienes cara de culo, pero de verdad.
Está más pálido que de costumbre y sus ojeras trazan un semicírculo que se pronuncia hasta las mejillas: amoratadas, casi negras.
—No he dormido —comenta reprimiendo un bostezo al tiempo que echa un vistazo al vestíbulo. Es la primera vez que viene desde que lo obligué a ayudarnos a limpiar.
Me preocupan sus desfases nocturnos, que no duerma y que viva en una fiesta sin final. Pero como con Momo, que sea su mejor amiga no me da derecho a juzgar. Odio que me juzguen, a mí y mis decisiones: por lo que yo no lo hago.
—El tío Will duerme de día, es un vapiro. —Will realiza una imitación de un vampiro y Sam se parte de la risa, poniendo cara de ratona.
—Bueno, me marcho. —Me tiende la mochila de la niña—. La abuela vendrá a recogerte en un par de horas. Sé fiel a tus genes y da por saco todo lo que puedas, Sammy.
Pongo los ojos en blanco.
—Copiado —en su intento por guiñar un ojo aprieta los párpados.
Es una Blakeslee de los pies a la cabeza. Le pellizco la mejilla pecosa con cariño. Will realiza un saludo militar y se marcha. La niña y yo seguimos sentadas al pie de las escaleras. Sam mira demudada la lámpara de araña: con la boca abierta. El brillo de las bombillas se refleja en sus ojos verdes, haciéndolos brillar más que de costumbre.
—¿Vives aquí? —musita.
—¿Te gusta? —pregunto.
—Es como el castillo de la Bestia.
—Aquí no tenemos de eso —respondo. Lo que más me gusta de Sam es que a pesar de su edad, puedes hablar con ella. Mis conversaciones son casi más serias con esta niña de cuatro años que las que tengo con Will.
—Me gusta la Bestia, es muy bueno. Lo que pasa es que está icomprendido. —Lo dice con tal seriedad…
—Incomprendido —corrijo riendo.
—Claro, lo que he dicho.
Subimos hacia mi habitación. Le cuento a Sam las historias de las mujeres que dan nombre a las habitaciones según pasamos por las puertas. Ella escucha atenta: la que más le gusta es la de Amoné. Cuando llegamos a mi habitación, las chicas ya se han puesto manos a la obra. Los vestidos están tendidos sobre mi cama. Mich maquilla a Zettie con destreza, mientras Becca crea ondas en el pelo de Ronnie: ambas sentadas en el suelo frente al espejo.
Carraspeo para hacerme notar. Sam se agarra a mis piernas y se esconde detrás de mí, avergonzada.
Conoce a mis amigas, me la he llevado varias veces cuando he salido con ellas. Pero Sam sigue siendo tímida. No está acostumbrada a estar con chicas: solo con su abuela y conmigo. En el colegio se relaciona sobre todo con niños. Es como si las mujeres la intimidasen.
Las chicas saludan a Sam con alegría, pero ella se limita a mascullar un tímido «Hola». Con las cejas hago gestos hacia la niña para que la hagan sentir cómoda.
—Sam, ven conmigo —la invita Mich con una sonrisa—. Vamos a maquillar a Zettie juntas.
—Después me ayudas a mí a peinar a Becca. —Ronnie le sonríe desde el espejo.
Sam alza la cabeza desde todo lo pequeñita que es, como pidiéndome permiso. La despego de mis piernas y con un empujón en la espalda la animo a unirse a mis amigas. Al principio se limita a pararse al lado de Mitch, con las manos entrelazadas sobre la tripa. Pero pronto Zettie empieza a hacer muecas divertidas para que se ría y Mitch le da una brocha para enseñándola a maquillar. Sam se anima y empieza a hablarle de sus aventuras escolares.
Las observo desde mi posición, emocionada. Amoné dice que mi relación con Sam puede perjudicarme. Pero a ella le perjudica que salga de su vida.
Pasamos las siguientes horas arreglándonos entre nosotras. Amoné me hace un moño despeinado y Ronnie me maquilla. Sam se dedica a probarse mi ropa y a jugar con la guitarra: la desafina por completo y a mí me dan escalofríos. Una hora después estamos casi todas listas, solo nos falta vestirnos.
—Tu abuela está abajo, Sam —digo después de recibir un mensaje de Taissa—. Dile adiós a las chicas.
—¡Tenemos que jugar más veces! —exclama moviendo sus dos manos despidiéndose—. La próxima vez te maquilo yo a ti.
—Hecho. —Mich guiña un ojo.
Mis amigas le lanzan besos y se despiden al unísono. Mientras nos dirigimos al vestíbulo, comienzan a sudarme las manos. Esta será la primera vez que vea a Taissa desde que su nieto se quitó la careta. Nunca nos dijo nada, pero sé que era consciente de que estábamos juntos. Las sonrisas de suficiencia y los guiños de ojos que me dedicaba empezaron justo después de la azotea.
Empiezo a murmurar tipos de fruta: es un tic nervioso que me sale. Algunas personas se muerden las uñas, yo recito frutas. Sam llega al pie de las escaleras y comienza a bajarlas de dos en dos. Acelero para que no se me escape.
—Manzana…, plátano…, papaya. —Una fruta por escalón— ¡Sam que te vas a caer! —grito cuando veo que empieza a comerse dos escalones en cada salto.
—¡Abu, abu! —chilla dando el salto final. Corre hacia ella, a punto de arrollar a uno de los empleados del hotel—. Que ya se maquillar. En casa te maquilo ¿Vale?
Taissa la recoge con una sonrisa. Yo continúo mascullando frutas en cada paso que doy.
—Hola —saludo y se me escapa un agudo.
Taissa conecta sus ojos con los míos. Con su porte regio y sus facciones duras podría compararse con la mala de Blancanieves. Pero, en realidad, tiene mucho de Hada Madrina. Me sonríe con sus dientes deslumbrantes y me siento un poco mejor.
—Cuánto tiempo. —Se adelanta para darme uno de esos abrazos de abuela que hacen crujir huesos—. ¿Cómo estás?
—Muy bien.
—Thelma no viene a casa porque está ocupada —comenta, mirándonos desde abajo. Enrojezco. Un día mato a esta niña.
Taissa me mira con comprensión y afecto. No necesito que diga nada, me entiende, comprende. Hay personas que se comunican mejor con la mirada. Y lo que más me emociona: cree que su nieto es un completo gilipollas.
Caminamos por el pasillo acompasadas por el ritmo de los tacones: yo finalizo la marcha. Observo a mis amigas; Ronnie y Zettie, azul y morado, ambas de largo. Mitch ha escogido un rojo brillante, ajustado y que va cortar alientos a quien se atreva a mirarla. Becca va de negro, al igual que yo. Por último, está Momo; con un vestido granate, ajustado y manga larga; tela transparente y escote imperial. El resto del es de un granate metalizado.
En lo más alto de las escaleras, observamos el vestíbulo: ya han llegado los primeros invitados, que se dedican a examinar el lugar. Los camareros nadan por la zona con bandejas que portan copas y comida. Suena música ambiental de fondo, perdida entre las voces.
Momo tiembla a mi lado. Engancho mi brazo con el suyo, al mismo tiempo que Ronnie se agarra del mío. Así formamos una cadena y juntas descendemos por las escaleras. Me siento un poco princesa en ese momento. Pero sin torre, dragón, ni apuros. Sin caballero andante, porque ya ando yo sola. Sin reino que gobernar, porque yo soy el reino.
Abajo nos dispersamos. Las chicas se van a disfrutar de la fiesta y la comida. Momo empieza a hablar con la gente y yo me sitúo junto a la puerta: dando la bienvenida a los invitados y repartiendo los programas.
Poco después aparecen mis padres.
—Hija, siempre con el negro —chista mi madre, que al contrario que yo lleva un vestido de tonos tierra. Pongo los ojos en blanco—, ni que fueses a un funeral.
—Yo también me alegro de verte —mascullo, poniendo los ojos en blanco. Nos damos un leve abrazo.
Papá, con las manos en las caderas, observa el lugar: suelta un silbido de asombro. Viste un traje negro y una corbata azul, a juego con mi madre. Me quedo muy quieta, a ver si se olvida de que estoy allí y evitarme la vergüenza. No sirve de nada:
—¡Aquí está mi magdalena de chocolate! —Creo que no ha habido ni una sola persona en Nueva York que no lo haya escuchado—. ¡Ven a darle un abrazo a tu padre!—. «¿Hola? ¿La Tierra? Sí…, trágame por favor».
No me acerco creyendo que puedo evitarlo. Pero mi padre me intercepta y en un pestañeo ya me tiene alzada y me da vueltas. Como si tuviese tres años. Me pongo roja.
—Papá, para —mascullo, intentando que no se me suba el vestido.
—No avergüences a la niña. —Lo regaña mi madre, dándole un manotazo en el hombro cuando me suelta—. Ay, cielo, tienes un poco de pintalabios corrido, ven… —Se pone un poco de saliva en la mano y comienza a aplastarme la cara con su dedo.
Estos son mis padres: expertos en humillarme.
—¡Parad los dos! —pido entre dientes, lanzando miradas a los asistentes—. Se supone que trabajo aquí…
Mis padres se miran con complicidad y estallan en carcajadas. Escondo el rostro entre mis manos, resoplando.
—Ya estáis aquí, perfecto.
Momo aparece a mi espalda, con una gran sonrisa.
—¡Esto ha quedado genial!
—¡Estamos orgullosos de ti!
La felicitan los dos al unísono. Me apartan como si fuese un mueble y abrazan a mi mejor amiga. No me molesta el gesto porque se trata de ella y porque así salgo fuera de su radar por unos minutos.
—¿En serio? —Momo, acongojada, agacha la vista.
Mi madre, con afecto que no pone en ridículo —Momo tiene suerte—, alza su rostro alicaído con sutileza. Se acerca ella y la mira.
—Has montado un hotel de la nada. Debes estar orgullosa.
Por cosas como estás quiero a mis padres. Acogieron a una chica con una familia de mierda y la introdujeron en la nuestra sin preguntas, ni concesiones ni peros.
—Además, has conseguido que Thelma haga algo de provecho en la vida —añade papá, colocándose las mangas del traje.
—Ya estamos…
Y por cosas como estás me cambiaría de familia. Sé que soy una cabeza loca con más pájaros que cerebro. Que probablemente me vaya mal en la música. Pero es mi vida. Mis errores y mis caídas. Me reservo el derecho a darme la hostia. Lo único que le pido a mis padres es que me den la libertad para ello y que estén ahí para recoger mis desilusiones. Soy la primera que no quiere decepcionarlos. Sin embargo, a lo largo de estos dos años, he comprendido que parte del proceso de crecer conlleva desilusionar a mis padres y enfadarme con ellos más que cuando era una adolescente.
Mi padre me guiña un ojo por encima del hombro y mamá, sin dejar de mirar a Momo, tantea con la mano hasta que me da un apretón en la muñeca. Y es por cosas como estas por las que vuelvo a perdonarlos: porque me quieren a pesar de todo.
Pronto se enfrascan en una conversación con mi mejor amiga de la que me distraigo de inmediato. Vuelvo a mi puesto junto a la puerta y prosigo con la bienvenida y la entrega de programas. Me entra un sueño atroz rato después y como me aburro: comienzo a crear melodías con mis pies, tarareando. Soy un desastre para concentrarme.
—¿Puedes ir a por los regalos? —La voz de Amoné pegada a mi oído me hace botar sobre mi cuerpo y perder el equilibrio en los puñeteros tacones que me destrozan los pies.
—Vamos yendo al jardín —anuncia papá, agarrando a mi madre de la mano. Ambas asentimos.
—Claro —afirmo cuando se marchan.
Momo se pasa las manos por el vestido de manera nerviosa y sus ojos viajan por la estancia frenéticos, casi dándole vueltas en sus cuencas. Apoyo una mano en su brazo.
—Edward no ha llegado, tranquila —musito.
—No…
Pongo los ojos en blanco. A día de hoy todavía se piensa que puede engañarme.
—Sé que en cuanto venga empezará a sacar defectos a todo, encontrará fallos y…
—Y si te toca mucho los cojones le clavaré el tacón en sus partes sensibles.
Consigo que suelte una carcajada, pero para mí no es una broma: es toda una declaración de intenciones. No conozco a ese señor ni sé nada de él. Pero me tocó preparar su habitación y su despacho. Una persona con tanta devoción por el orden y la perfección no puede estar bien de la cabeza. Además, le destrozó el corazón a Amoné. Aunque hoy se comporte, seguiré teniendo ganas de clavarle el tacón en las pelotas.
—¿Tu hermana y Aza cuándo vienen? ¿Y Will? —Se interesa para cambiar el cariz tormentoso que ha tomado la conversación.
—Estarán al caer. —Lo cierto es que no he hablado con ninguno—. Venga, vete al jardín, agarra dos copas de vino y me esperas para emborracharnos.
—No podemos emborracharnos —recuerda.
Después se encamina hacia el jardín. Yo decido pasarme por la cocina a prepararme un café antes de cumplir con su encargo. Tengo intención de aguantar hasta el amanecer y la amenaza del sueño no va a impedírmelo.
Acto seguido regreso al vestíbulo, con un humeante vaso de café en la mano. Las puertas del ascensor están a punto de cerrarse y corro para no perderlo: no pienso subir dos pisos con los tacones. Me cuelo de lado por la escasa abertura.
Las puertas se cierran.
Mis fosas nasales se llenan con un olor que conozco demasiado bien. Que recuerdo en sueños y que me hizo perder la cabeza en más de una ocasión.
El ascensor de pone en marcha.
Me doy la vuelta lentamente y le veo.
Roy Blakeslee a mi espalda, mirándome con el mismo asombro.
—Hola.
«Me cago en todo».
Pulso todos los botones con fuerza. Tengo calor, frío y una mala leche que no cabe en el cuerpo. La vida no puede tenerme tanta manía…
—Thelma —me llama Roy.
—Cierra la boca —replico con fuerza.
Lo noto cerca de mí, a pocos centímetros de mi espalda. Como una sombra que amenaza con alterarme hasta los huesos. El ascensor continúa subiendo sin pararse en ningún piso. El café me quema en la mano. Frustrada, doy un manotazo a la botonera.
Me aparto de él todo lo que puedo, pegada a la esquina. Parezco un animal acorralado. Roy está apoyado contra el espejo. Brazos cruzados sobre el pecho, el pelo revuelto: con un mechón cayéndole sobre la frente. Está tan guapo que me da hasta rabia.
—¿Qué se supone que haces tú aquí?
Tarda en responder, está analizándome: desde los tacones hasta el último pelo de la cabeza. Aprieto la mano contra el vaso de poliéster. Con sus ojos insondables y la línea fina de sus labios ocultando una sonrisa prepotente.
—¿No sabes a hablar o qué? —inquiero nerviosa. No quiero que me mire de esa manera, ni de ninguna forma.
Roy está a punto de abrir la boca cuando el ascensor da una sacudida. Choco contra la esquina y se me vierte un poco de café en la mano, abrasándola. Las luces se van momentáneamente y un pestañeo después se encienden las de emergencia: iluminando el cubículo parcialmente con una luz amarilla. No nos movemos.
Me he quedado encerrada en un ascensor con el chico que me rompió el corazón. De todas las cosas que podrían haber sucedido esta noche, acabo en un ascensor atrapada con Roy. ¿Por qué me odia tanto la vida?
Silencio absoluto. Nos tanteamos con la mirada. A mí el corazón me va a mil por hora, él se mantiene quieto, sin expresión, como siempre. El móvil me vibra en el esternón. Se rompe el extraño hechizo. Me meto la mano en el escote y saco el móvil.
—¿Dónde estás? —chilla Mitch desde el otro lado, acompañada por cientos de voces. La voz se le entrecorta por la mala cobertura—. Hemos tenido un problema con los fusibles y se ha ido la luz en el hotel. Sheldon lo está solucionando, Amoné está con él, pero…
—Estoy encerrada en el ascensor —informo, con más calma de la que me esperaba. Igual me he quedado en estado de shock o algo. Roy mira al techo, de nuevo con los brazos cruzados—. Dile a Sheldon que, por lo que más quiera en la vida, se dé prisa.
—Vale, tranquila. —En su voz percibo de todo menos tranquilidad—. Cuando vuelva la luz el ascensor tendría que andar de nuevo.
El Rompecorazones bufa, negando con la cabeza. Lo aniquilo con la mirada.
—Qué —escupo en su dirección.
—¿Con quién hablas? —pregunta Mitch entre interferencias. Le digo que luego se lo cuento y cuelgo, pidiéndole que se den prisa.
—Te estás comportando como una cría —suelta con exasperación. Se me dispara la adrenalina—. Vale que no quiere ni verme, pero no hace falta que…
—Sí, soy una cría. Con muy mala hostia, además —rechino los dientes, acercándome un paso hacia él—. Así que cuidado, que voy armada con un vaso de café hirviendo.
Roy frunce los labios, mordiéndose las palabras. Yergue la espalda y da un manotazo al aire: rendido. Una parte de mí se queda con ganas de saber lo que quería decir. Es esa parte que espera que algún día la llame para que la diga que fue un error, que la quiere aún, que por favor empiecen de cero.
Camina hasta la cara interna y se sienta en la pared del fondo, con las rodillas alzadas y los largos brazos colgando. Lo imito, como puedo por culpa del vestido y también me siento. Empiezo a beber mi café a pequeños sorbos: a pesar del calor asfixiante que provoca gotas de sudor en mi frente.
Unos meses atrás no hubiese imaginado que llegaría un día en el que estar en silencio con Roy resultaría incómodo. Cuando antes, eran mis momentos favoritos. Los dos tirados en la azotea, su cama o la mía; mirando techo o estrellas camufladas. Daba igual. Bastaba con estar juntos, sin decir nada. Y es que siempre he creído que en eso consiste el amor: en ser capaz de estar en silencio con una persona sin tener ganas de llenarlo.
—Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga el café, la ilusión y la poesía.
Noto que se me estrangula el corazón: como si lo hubiesen condenado a la guillotina. Hacemos contacto visual al mismo tiempo.
—¿Por qué has dicho eso? —A penas logro pronunciar las palabras.
—Porque estás bebiendo café y es tu cita favorita. No sé, me ha venido a la cabeza —murmura; se rasca la sien y agacha la cabeza.
«Me ha venido a la cabeza». Me pregunto si también se habrá acordado de la primera vez que se la recité, desnudos, haciendo el amor. Me pregunto si también siente esa manada de elefantes corriendo por el estómago al recordarlo. Y me contesto sola: la respuesta es no. Porque Roy no se enamoró de mí y no lo experimentó de la misma forma.
Experimento el vacío en el pecho, ese tira y afloja entre el orgullo y las lágrimas.
—No tienes derecho a decir estas cosas. —Trago la emoción y me muestro impasible. No voy a permitir que me vea débil, ni con el corazón roto.
Juguetea con sus manos, entrecejo fruncido y expresión acongojada. No comprendo esta actitud. Esta actitud como si le doliera, como si estuviese enfadado.
Su actitud me desconcierta. Otra vez aparece esa pequeña parte que ansía una rectificación. Que es consciente de que si estira las piernas podría tocarle. Que todo el espacio está impregnado con su colonia.
—Thelma, yo…
Antes de que tenga oportunidad de decir algo más, interrumpo:
—Cállate.
Segunda regla: A ti te quieres más.
Permanezco un rato sentada, con mis legañas y los cuadernos de canciones a medio hacer repartidos por el colchón. Observo la cita de Frida impresa en la pared que me da los buenos días todas las mañanas. Trato de recordar cuándo me quedé dormida. Imagino que por la presión que tengo en la cabeza y la sensación de haber dormido tres horas, debí caer rendida bastante tarde. Últimamente le he cogido miedo a eso de dormir. A la oscuridad, las paredes en blanco y mis pensamientos nocturnos. Poco importa que empiecen centrándose en una mandarina, siempre terminan desembocando en Roy.
Los días, con sus luces y sus distracciones son llevaderos. Sin embargo, las noches son escaladas sin cinturón de seguridad que no consigo sobrellevar de ninguna de las maneras. La parte buena es que mi corazón roto tiene mucho que decir y no hay madrugada en la que no se me ocurra una canción nueva.
Desde que lo vi dos semanas atrás, me duele cada vez más. Es como si hubiese desandado todos los pasos. Vuelve a dolerme. Y me duele él, entero y casi todo el tiempo. Pero hoy es un día crucial en la vida de mi mejor amiga. Hoy es la fiesta de inauguración del hotel. La primera toma de contacto con el público. Acudirán personas importantes: posibles inversores, críticos y los primeros clientes. No puedo permitir que mi catástrofe amorosa interceda. Las posibilidades de que meta la pata son cuantiosas incluso sin que entre la ecuación. «Concentración absoluta, Thelma».
Salto de la cama y a punto estoy de romperme los dientes contra la mesilla de noche porque se me ha quedado un pie enredado en las sábanas. Quizá demasiada efusividad. Saludo a mis cactus, Rómulo y Remo, situados bajo la ventana y guiño el ojo al autorretrato de Frida Kahlo que vive sobre el cabecero de mimbre de mi cama. Al final, me quedé yo la habitación. Ha sido como un regalo, puse tanto cariño decorándola que si alguien más la usara sentiría como si estuviesen violando una parte de mi alma.
Me doy una ducha rápida y cojo las primeras prendas de ropa que encuentro sobre la silla. Una camiseta de manga larga granate con el cuello vuelto, pantalón negro y zapatillas blancas. Lo completo con mi cazadora vaquera oversize y salgo de la habitación.
Ya en el primer tramo de escaleras el ajetreo impacta en mis oídos. Al llegar abajo me encuentro con una actividad frenética. Empleados que caminan de acá para allá, cargados con cajas o sillas destinadas a la cafetería o al patio —donde sucederá parte de la fiesta de esta noche—. Casi me dan ganas de ponerme a correr yo también, aunque no tenga órdenes que acatar. Sin embargo, mi estómago lleva a mis pies en dirección a la cafetería en busca de algo con lo que llenarse.
En el comedor, compruebo que la mayoría de las mesas han sido sacadas y sustituidas por dos amplias mesas de cáterin a ambos lados de la pared. Veo a Momo tras la barra, hablando con un hombre vestido de chef. Imagino que el servicio de cáterin ya ha llegado. Aguardo junto a la puerta hasta que terminan y cuando él se introduce en la cocina acudo al encuentro de mi mejor amiga.
Me llega la tensión y los nervios frenéticos que la poseen y trata de contener en su moño despeinado en cuanto me sitúo frente a ella. Carga con un cuaderno en el que debe de tener apuntado todo lo que hay que hacer a lo largo del día. Se muerde la uña y escucho que da golpes en el suelo con la punta del pie.
—Una taza de café y soy toda tuya —saludo, subiéndome en uno de los taburetes.
Momo da un salto sobre su propio cuerpo, lanzándome una mirada furibunda por asustarla. Le pido perdón juntando las palmas. Abandona su cuaderno para prestarme atención.
—Ya era hora, Bella Durmiente.
—Ayer me quedé dormida mientras componía y no puse a la alarma, lo siento. —No sé si es porque ve algo en mi manera de decirlo o porque sus ojeras son la señal de que ella tampoco duerme por las noches, pero no me dice nada—. Cuando veas que no aparezco, despiértame.
Pone los ojos en blanco.
—Tenías echado el pestillo y no he podido abrir —se ríe negando con la cabeza.
«Vaya desastre de mano derecha que se ha buscado».
Paso dentro de la barra para prepararme el café. Hay una bandeja con bollos de chocolate y mientras se muele el café me sirvo seis en un plato. Con el desayuno ya preparado, me subo a una de las cámaras.
—Ponme al día —farfullo dando un gran mordisco a uno de los bollos.
—Creo que vamos bien… —Amoné mordisquea el bolígrafo y se arremete un mechón rebelde de pelo—. La decoración para la fiesta ha llegado y la están preparando en el jardín, la banda de música llega a las tres para empezar los ensayos y el servicio de cáterin está manos a la obra.
Que «crea» que las cosas van bien significa que van viento en popa. Amoné nunca llega a estar satisfecha del todo, siempre encuentra peros, es demasiado perfeccionista. Por lo que me lo tomo como una buena señal.
—¿Qué quieres que haga? —pregunto.
—Me gustaría que fueses a una floristería, quiero comprarle un ramo de flores a tu madre. Y si te acercas a Brooklyn a comprar esas pastas que tanto le gustan a tu padre, mejor que mejor —anuncia con tono cantarín—. Quiero darles las gracias de alguna forma por lo del cáterin…
Su cara de culpa me conmueve y molesta a partes iguales, porque es innecesaria. Mis padres la quieren tanto como nos quieren a Louise y a mí, la ven como a una hija. No son necesarias las muestras de agradecimiento. Pero Momo es así, no le gusta que le regalen nada. Papá y mamá tuvieron que invertir una hora convenciéndola de que pagar el cáterin era nuestro regalo por todo lo que habíamos conseguido con el hotel. Bueno, sobre todo era un regalo para Momo.
—De acuerdo, jefa. —La abrazo de lado. Es mi manera de decirla que yo también estoy orgullosa de ella. Que va a conseguir recuperar lo que es suyo y que tanto las chicas como yo, estaremos a su lado en todo momento.
Salto de la cámara y termino de beberme el café de un trago. Me despido con intención de cumplir sus recados.
Cuando estoy cerca de la salida, me grita:
—No tardes mucho, las chicas vienen a comer y luego nos arreglaremos juntas.
Realizo un gesto con la mano para hacer ver que la he escuchado y me marcho. Por suerte, me acuerdo de subir a mi habitación a por la mochila. Hoy no me apetece colarme en el metro.
Un par de horas más tarde completo los recados de Amoné sin sufrir ningún percance. El ramo de tulipanes naranjas, lo favoritos de mamá, va bien aferrado a mi mano. Y las pastas de papá en mi mochila. Justo cuando estoy a punto de introducirme en el metro el culo empieza a vibrarme a causa del teléfono. Es Will.
—¿Qué se supone que me tengo que poner para la fiesta? —Es lo primero que dice. Escucho música de fondo y un leve murmullo de conversaciones ajenas. Miro la ahora en el reloj. No es ni mediodía y Will ya está metido en un bar. No tiene remedio.
—Traje —especifico—. Y no sirve que te pongas una americana con una camiseta debajo. Es la gran noche de Amoné. No puedes liarla, ni un poco.
—Yo no tengo de eso. —Me recuerda, haciendo caso omiso a mi amenaza.
Me sitúo a un lado de la escalera, para evitar ser arrollada por los transeúntes. El tufo del metro emerge por la entrada y reprimo una arcada.
—Alquílalo o pídeselo a Lucas, no sé.
Hielos chocando contra una superficie de cristal. Will traga: seguramente esté bebiendo. ¿Qué les pasa a mis mejores amigos? Bebiendo desde por la mañana. Aguardo a que hable.
—Por cierto —pregunta con voz pastosa tras el trago— ¿Te quedarías un rato con Sam esta tarde? Tengo que ir al King Kong a cobrar el dinero de mi última actuación y si mi hermano se entera de que he llevado a su hija allí me cortará la cabeza.
—Claro, tráela al hotel un rato. Pero solo un rato, tenemos tarde ocupada —acepto. Desde que me reencontré con la pequeña dos semanas atrás hemos pasado mucho tiempo juntas. Acto seguido, añado—: Espera ¿Quién viene a buscarla?
Formulo la pregunta correspondiente. Accedí a ver a Sam siempre y cuando no tuviera que encontrarme con Roy otra vez. Bastante me trastocó nuestro encontronazo en la puerta de su casa. Me ha provocado insomnio, puñetazos en las costillas y más lágrimas traicioneras de las que estoy dispuesta a reconocer.
—Irá la abuela —asegura—. Sobre las tres estará allí. Solo serán un par de horas.
Asiento al aire, como si Will pudiera verme. Respiro bien, tranquila. Es increíble y molesto cómo reacciona mi cuerpo con solo imaginar un posible enfrentamiento cara a cara. Me siento idiota. Roy no merece nada de esto: ni siquiera que me tome tantas molestias en evitarlo.
—Nos vemos esta noche, cara de culo. —Me despido de Will y comienzo a bajar las escaleras del metro.
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Antes de que las chicas lleguen para la comida, Momo y yo pasamos el rato en mi habitación. He tenido que invertir quince minutos en convencerla para que soltase su dichosa lista, dejase hacer a los decoradores y se relajara.
Ahora está tumbada en la cama, apuntando notas de la canción que escribí por la noche. Es una tradición que se mantiene desde que Amoné descubrió mi primer cuaderno de canciones. Ella se lo toma como pasatiempo, pero lo que tiene que decir acerca de mis composiciones lo tomo casi más en cuenta que la opinión de Will, supuesto experto. Que lo haga por medio de notas es más impersonal. Así puede exponer su opinión y decirme que algo es un chiste sin miedo a herir mis sentimientos —que se hieren con facilidad—.
Por el altavoz suena 4 Non Blondes. Tarareo mientras me balanceo frente al espejo, observando mi atuendo para esta noche. He elegido un vestido sencillo de tubo. De color negro y ajustado. Cuello de cisne con aberturas triangulares a ambos lados de las caderas, dejando al descubierto una pequeña fracción de piel. Lo he combinado con unas sandalidas altas del mismo color, adornadas con tachuelas en las tiras.
—Pareces una estrella del pop. —Me elogia Amoné.
Le lanzo una mirada a través del espejo a la par que aliso el vestido. Se me escapa un mohín. Si al menos lograse ser la ínfima parte de una estrella del pop… La comparación me recuerda que un productor de Sound Record tiene un pendrive con mis canciones desde hace quince días. Prometió a Will escucharlas. Pero quizá nunca llegue a hacerlo, quizá las haya abandonado en un cajón con la intención de un «en otro momento» que jamás sucederá.
Paciencia, me increpa Will cada vez que desespero. Parece mentira que no sepa que yo carezco de esa cualidad.
Me dejo caer en la cama y comienzo a desvestirme. La canción cambia: Shout to my ex. Comienzo a cantar en voz baja.
—Por cierto —recuerdo de pronto—, Sam estará con nosotras un rato después de comer.
Observo a mi mejor amiga por encima del hombro, con la barbilla apoyada sobre él. La escritura de Momo se detiene un segundo, temblor de barbilla. Un segundo de quietud. Continúa redactando.
—Perfecto —dice.
Rechisto.
—Escúpelo, Momo.
Sus «perfecto» ocultan opiniones. Mientras se decide a compartirlas conmigo recojo los pantalones del suelo.
—¿Estás segura? —inquiere.
«Lo sabía».
—Nunca estoy segura, por eso hago las cosas que hago. —Le recuerdo.
Suspiro exasperado por su parte. No la estoy mirando en este momento, pero apuesto a que vuelve a temblarle la barbilla.
—Amoné…
Me levanto de la cama al tiempo que giro el cuerpo hacia ella, luchando contra mis pantalones. Ha dejado las notas y el cuaderno a su lado. Me observa circunspecta, con sus rasgados ojos en finas rendijas. Duelo de miradas.
—Solo te digo que mantener una relación con Sam te obliga a mantener una con Roy. Aunque sea de manera indirecta—. Odio tanto sus temblores de barbilla, siempre tan acertados.
Lucho unos segundos más contra el pantalón hasta que consigo abrochármelos. A lo mejor debería renunciar a los Jumpers una temporada...
Ahora es mi mejor amiga la que pide mis palabras. Pega golpes rítmicos con el bolígrafo en su rodilla.
—Venga, Thel, habla conmigo.
Podría pedirle lo mismo, incluso reprochárselo: de la misma manera que ella me está reprochando en este momento mis silencios. Pero no somos así, nuestra amistad está por encima de ese tipo de cosas. Y tampoco hay nada que reprochar. Le preocupa que Roy me haga más daño al igual que a mí me preocupa que Edward se lo haga ella.
Atuso mi pelo.
—Me siento culpable —decido confesar—. He formado parte de la rutina de Sam desde que es un bebé. Es una niña, no puedo desaparecer así como así porque su padre sea un hijo de puta—. Noto cómo crece el nudo en mi garganta a medida que hablo.
—Te entiendo, pero quizás deberías esperar a…
La freno con un gesto negativo de cabeza. Respiro hondo. Cree que si me encuentro con Roy —otra vez— pueda confundir las cosas. No necesito que siga hablando.
—Me rompió el corazón, Momo —digo, con más frialdad y entereza de la que tengo—. Hizo creer que me quería… Todavía le quiero, pero lo hago con rabia, con rencor—. Es la conversación más sincera que tenemos en mucho tiempo. Amoné agacha la cabeza, afectada. Mis palabras son las suyas y, como ella no puede pronunciarlas decido hacerlo por las dos—. No volvería con él porque sé lo que hay. Y, después de él, me quiero más. Lo suficiente para respetarme y ponerme por delante de cualquier emoción. Sí, sigo teniendo el corazón roto: pero solo necesito canciones, partituras e instrumentos.
Cuando acabo, casi sin aire, veo la verdad en mis palabras. Tiempo hasta que esto solo sea una cicatriz. Un recordatorio de que el amor duele, pero no es determinante. De que te rompen, pero coges las piezas y te arreglas.
Momo mira por la venta, pensativa. Con las sombras que crean la luz en la habitación, parece antigua, como de otra época.
—Primero yo… —cabila.
—Primero nosotras.
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Las chicas llegan poco después de las dos. Cargadas con bolsas de deliciosa comida, un par de packs de cerveza y sus vestidos para la fiesta de esta noche. Hacemos un corro en el suelo, junto a la ventana.
—¡Comida! —proclamo, lanzándome a por una de las bolsas.
—Thelma, respira —increpa Mich, abriendo las cervezas mientras nos da una a cada una.
—Es que habéis tardado demasiado —me quejo.
Zettie me pega en el hombro.
—Culpa de Ronnie —se exculpa Becca, agarrando una quesadilla.
Ronnie pone los ojos en blanco y suspira.
—¿Qué te ha pasado? —se interesa Amoné, sentada a su lado.
—Mi jefa, quería que corrigiera un artículo porque lo veía demasiado subjetivo —masculla, llevándose el botellín a los labios. Las ojeras relucen bajo sus ojos a la luz del sol.
—Deberías dejar ese trabajo —añado al tiempo que mojo un nacho en guacamole.
—Tengo que mantenerme.
—Yo puedo adoptarte. —Se ofrece Mich, bromeando.
Comemos, bebemos y reímos. Estos son los momentos que más disfruto. Al lado de mis amigas, en corro, arreglando el mundo. Me preocupaba que tras el instituto la vida y sus cosas nos separaran. Pero aquí seguimos. Unidas. Resistiendo.
Tras la comida nos tumbamos en el suelo. Yo apoyo la cabeza en el estómago de Mich. Ella se entretiene creando formas con mi pelo. Con el sol dándome en la cara y llena de comida, lucho contra el sueño. Escuchamos una canción a petición de Becca. Habla de una promesa de amor, de un chico a una chica. De esas que no existen en el mundo real.
—Ellos prometen y prometen… —suelta Mich en uno de sus arranques de protesta en contra de los hombres.
—… hasta que te la meten —finalizo con tono cantarín.
—¡Thelma! —me regaña Amoné, dándome una patada. Intento devolvérsela pero acabo dándole una patada al colchón. Me saca la lengua.
—No os hagáis las recatadas, que todas estabais pensando lo mismo —rebato. Mitch ríe y mi cabeza tiembla.
—Eres la única malpensada —escucho decir a Ronnie.
Resoplo.
—Así me comprasteis, así tenéis que quererme. —Un coro de risas.
—¿Alguna guarda el recibo? —dice Becca mirándome con una ceja alzada.
—¡Oye!
Cerca de la cuatro de la tarde recibo un mensaje de Will: está a punto de traer a Sam. Bajo al vestíbulo a esperarles. Momo aprovecha la oportunidad para supervisar que todo marcha bien y me acompaña. Las chicas empiezan a preparar el maquillaje y a esbozar peinados para esta noche. Me separo de mi mejor amiga en las escaleras, ella se marcha hacia la cafetería y yo me siento en los últimos escalones.
Me quedo fascinada con lo que encuentro. La lámpara de araña ha sido encendida, vertiendo luz sobre el suelo pulido. Han colocado enormes jarrones con flores a ambos lados de la puerta y una mesa circular con los programas que redactó Ronnie sobre el hotel.
Estoy a punto de levantarme para ir a ver cómo ha quedado la decoración exterior, que es donde tendrá lugar la mayor parte de la fiesta.
—¡Thelma!
Escucho la voz chillona un par de segundos antes de que un cuerpo diminuto me arrolle. Me pilla tan desprevenida que acabo cayendo hacia atrás y clavándome varios escalones en espalda, cuello y cabeza. Lucho por recuperar la respiración al tiempo que me incorporo, con Sam agarrada a mí como una garrapata.
—¿Qué tal el colegio, renacuaja? —pregunto ahoga. La siento a mi lado en los escalones sonriéndola, haciendo caso omiso al dolor que siento en la espalda.
—Hemos jugado al fútbol —grita. Pega una patada al aire simulando que da a un balón. Rompo a reír. Sam es un chute de adrenalina en estado puro.
—Hola, cara culo.
Will aparece frente a mí, largo y delgado como un junco. Con la mochila de Sam en la mano, su sombrero inseparable y esos aires de superestrella. Emulo un puñetazo en su muslo a modo de saludo.
—Tú sí que tienes cara de culo, pero de verdad.
Está más pálido que de costumbre y sus ojeras trazan un semicírculo que se pronuncia hasta las mejillas: amoratadas, casi negras.
—No he dormido —comenta reprimiendo un bostezo al tiempo que echa un vistazo al vestíbulo. Es la primera vez que viene desde que lo obligué a ayudarnos a limpiar.
Me preocupan sus desfases nocturnos, que no duerma y que viva en una fiesta sin final. Pero como con Momo, que sea su mejor amiga no me da derecho a juzgar. Odio que me juzguen, a mí y mis decisiones: por lo que yo no lo hago.
—El tío Will duerme de día, es un vapiro. —Will realiza una imitación de un vampiro y Sam se parte de la risa, poniendo cara de ratona.
—Bueno, me marcho. —Me tiende la mochila de la niña—. La abuela vendrá a recogerte en un par de horas. Sé fiel a tus genes y da por saco todo lo que puedas, Sammy.
Pongo los ojos en blanco.
—Copiado —en su intento por guiñar un ojo aprieta los párpados.
Es una Blakeslee de los pies a la cabeza. Le pellizco la mejilla pecosa con cariño. Will realiza un saludo militar y se marcha. La niña y yo seguimos sentadas al pie de las escaleras. Sam mira demudada la lámpara de araña: con la boca abierta. El brillo de las bombillas se refleja en sus ojos verdes, haciéndolos brillar más que de costumbre.
—¿Vives aquí? —musita.
—¿Te gusta? —pregunto.
—Es como el castillo de la Bestia.
—Aquí no tenemos de eso —respondo. Lo que más me gusta de Sam es que a pesar de su edad, puedes hablar con ella. Mis conversaciones son casi más serias con esta niña de cuatro años que las que tengo con Will.
—Me gusta la Bestia, es muy bueno. Lo que pasa es que está icomprendido. —Lo dice con tal seriedad…
—Incomprendido —corrijo riendo.
—Claro, lo que he dicho.
Subimos hacia mi habitación. Le cuento a Sam las historias de las mujeres que dan nombre a las habitaciones según pasamos por las puertas. Ella escucha atenta: la que más le gusta es la de Amoné. Cuando llegamos a mi habitación, las chicas ya se han puesto manos a la obra. Los vestidos están tendidos sobre mi cama. Mich maquilla a Zettie con destreza, mientras Becca crea ondas en el pelo de Ronnie: ambas sentadas en el suelo frente al espejo.
Carraspeo para hacerme notar. Sam se agarra a mis piernas y se esconde detrás de mí, avergonzada.
Conoce a mis amigas, me la he llevado varias veces cuando he salido con ellas. Pero Sam sigue siendo tímida. No está acostumbrada a estar con chicas: solo con su abuela y conmigo. En el colegio se relaciona sobre todo con niños. Es como si las mujeres la intimidasen.
Las chicas saludan a Sam con alegría, pero ella se limita a mascullar un tímido «Hola». Con las cejas hago gestos hacia la niña para que la hagan sentir cómoda.
—Sam, ven conmigo —la invita Mich con una sonrisa—. Vamos a maquillar a Zettie juntas.
—Después me ayudas a mí a peinar a Becca. —Ronnie le sonríe desde el espejo.
Sam alza la cabeza desde todo lo pequeñita que es, como pidiéndome permiso. La despego de mis piernas y con un empujón en la espalda la animo a unirse a mis amigas. Al principio se limita a pararse al lado de Mitch, con las manos entrelazadas sobre la tripa. Pero pronto Zettie empieza a hacer muecas divertidas para que se ría y Mitch le da una brocha para enseñándola a maquillar. Sam se anima y empieza a hablarle de sus aventuras escolares.
Las observo desde mi posición, emocionada. Amoné dice que mi relación con Sam puede perjudicarme. Pero a ella le perjudica que salga de su vida.
Pasamos las siguientes horas arreglándonos entre nosotras. Amoné me hace un moño despeinado y Ronnie me maquilla. Sam se dedica a probarse mi ropa y a jugar con la guitarra: la desafina por completo y a mí me dan escalofríos. Una hora después estamos casi todas listas, solo nos falta vestirnos.
—Tu abuela está abajo, Sam —digo después de recibir un mensaje de Taissa—. Dile adiós a las chicas.
—¡Tenemos que jugar más veces! —exclama moviendo sus dos manos despidiéndose—. La próxima vez te maquilo yo a ti.
—Hecho. —Mich guiña un ojo.
Mis amigas le lanzan besos y se despiden al unísono. Mientras nos dirigimos al vestíbulo, comienzan a sudarme las manos. Esta será la primera vez que vea a Taissa desde que su nieto se quitó la careta. Nunca nos dijo nada, pero sé que era consciente de que estábamos juntos. Las sonrisas de suficiencia y los guiños de ojos que me dedicaba empezaron justo después de la azotea.
Empiezo a murmurar tipos de fruta: es un tic nervioso que me sale. Algunas personas se muerden las uñas, yo recito frutas. Sam llega al pie de las escaleras y comienza a bajarlas de dos en dos. Acelero para que no se me escape.
—Manzana…, plátano…, papaya. —Una fruta por escalón— ¡Sam que te vas a caer! —grito cuando veo que empieza a comerse dos escalones en cada salto.
—¡Abu, abu! —chilla dando el salto final. Corre hacia ella, a punto de arrollar a uno de los empleados del hotel—. Que ya se maquillar. En casa te maquilo ¿Vale?
Taissa la recoge con una sonrisa. Yo continúo mascullando frutas en cada paso que doy.
—Hola —saludo y se me escapa un agudo.
Taissa conecta sus ojos con los míos. Con su porte regio y sus facciones duras podría compararse con la mala de Blancanieves. Pero, en realidad, tiene mucho de Hada Madrina. Me sonríe con sus dientes deslumbrantes y me siento un poco mejor.
—Cuánto tiempo. —Se adelanta para darme uno de esos abrazos de abuela que hacen crujir huesos—. ¿Cómo estás?
—Muy bien.
—Thelma no viene a casa porque está ocupada —comenta, mirándonos desde abajo. Enrojezco. Un día mato a esta niña.
Taissa me mira con comprensión y afecto. No necesito que diga nada, me entiende, comprende. Hay personas que se comunican mejor con la mirada. Y lo que más me emociona: cree que su nieto es un completo gilipollas.
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Caminamos por el pasillo acompasadas por el ritmo de los tacones: yo finalizo la marcha. Observo a mis amigas; Ronnie y Zettie, azul y morado, ambas de largo. Mitch ha escogido un rojo brillante, ajustado y que va cortar alientos a quien se atreva a mirarla. Becca va de negro, al igual que yo. Por último, está Momo; con un vestido granate, ajustado y manga larga; tela transparente y escote imperial. El resto del es de un granate metalizado.
En lo más alto de las escaleras, observamos el vestíbulo: ya han llegado los primeros invitados, que se dedican a examinar el lugar. Los camareros nadan por la zona con bandejas que portan copas y comida. Suena música ambiental de fondo, perdida entre las voces.
Momo tiembla a mi lado. Engancho mi brazo con el suyo, al mismo tiempo que Ronnie se agarra del mío. Así formamos una cadena y juntas descendemos por las escaleras. Me siento un poco princesa en ese momento. Pero sin torre, dragón, ni apuros. Sin caballero andante, porque ya ando yo sola. Sin reino que gobernar, porque yo soy el reino.
Abajo nos dispersamos. Las chicas se van a disfrutar de la fiesta y la comida. Momo empieza a hablar con la gente y yo me sitúo junto a la puerta: dando la bienvenida a los invitados y repartiendo los programas.
Poco después aparecen mis padres.
—Hija, siempre con el negro —chista mi madre, que al contrario que yo lleva un vestido de tonos tierra. Pongo los ojos en blanco—, ni que fueses a un funeral.
—Yo también me alegro de verte —mascullo, poniendo los ojos en blanco. Nos damos un leve abrazo.
Papá, con las manos en las caderas, observa el lugar: suelta un silbido de asombro. Viste un traje negro y una corbata azul, a juego con mi madre. Me quedo muy quieta, a ver si se olvida de que estoy allí y evitarme la vergüenza. No sirve de nada:
—¡Aquí está mi magdalena de chocolate! —Creo que no ha habido ni una sola persona en Nueva York que no lo haya escuchado—. ¡Ven a darle un abrazo a tu padre!—. «¿Hola? ¿La Tierra? Sí…, trágame por favor».
No me acerco creyendo que puedo evitarlo. Pero mi padre me intercepta y en un pestañeo ya me tiene alzada y me da vueltas. Como si tuviese tres años. Me pongo roja.
—Papá, para —mascullo, intentando que no se me suba el vestido.
—No avergüences a la niña. —Lo regaña mi madre, dándole un manotazo en el hombro cuando me suelta—. Ay, cielo, tienes un poco de pintalabios corrido, ven… —Se pone un poco de saliva en la mano y comienza a aplastarme la cara con su dedo.
Estos son mis padres: expertos en humillarme.
—¡Parad los dos! —pido entre dientes, lanzando miradas a los asistentes—. Se supone que trabajo aquí…
Mis padres se miran con complicidad y estallan en carcajadas. Escondo el rostro entre mis manos, resoplando.
—Ya estáis aquí, perfecto.
Momo aparece a mi espalda, con una gran sonrisa.
—¡Esto ha quedado genial!
—¡Estamos orgullosos de ti!
La felicitan los dos al unísono. Me apartan como si fuese un mueble y abrazan a mi mejor amiga. No me molesta el gesto porque se trata de ella y porque así salgo fuera de su radar por unos minutos.
—¿En serio? —Momo, acongojada, agacha la vista.
Mi madre, con afecto que no pone en ridículo —Momo tiene suerte—, alza su rostro alicaído con sutileza. Se acerca ella y la mira.
—Has montado un hotel de la nada. Debes estar orgullosa.
Por cosas como estás quiero a mis padres. Acogieron a una chica con una familia de mierda y la introdujeron en la nuestra sin preguntas, ni concesiones ni peros.
—Además, has conseguido que Thelma haga algo de provecho en la vida —añade papá, colocándose las mangas del traje.
—Ya estamos…
Y por cosas como estás me cambiaría de familia. Sé que soy una cabeza loca con más pájaros que cerebro. Que probablemente me vaya mal en la música. Pero es mi vida. Mis errores y mis caídas. Me reservo el derecho a darme la hostia. Lo único que le pido a mis padres es que me den la libertad para ello y que estén ahí para recoger mis desilusiones. Soy la primera que no quiere decepcionarlos. Sin embargo, a lo largo de estos dos años, he comprendido que parte del proceso de crecer conlleva desilusionar a mis padres y enfadarme con ellos más que cuando era una adolescente.
Mi padre me guiña un ojo por encima del hombro y mamá, sin dejar de mirar a Momo, tantea con la mano hasta que me da un apretón en la muñeca. Y es por cosas como estas por las que vuelvo a perdonarlos: porque me quieren a pesar de todo.
Pronto se enfrascan en una conversación con mi mejor amiga de la que me distraigo de inmediato. Vuelvo a mi puesto junto a la puerta y prosigo con la bienvenida y la entrega de programas. Me entra un sueño atroz rato después y como me aburro: comienzo a crear melodías con mis pies, tarareando. Soy un desastre para concentrarme.
—¿Puedes ir a por los regalos? —La voz de Amoné pegada a mi oído me hace botar sobre mi cuerpo y perder el equilibrio en los puñeteros tacones que me destrozan los pies.
—Vamos yendo al jardín —anuncia papá, agarrando a mi madre de la mano. Ambas asentimos.
—Claro —afirmo cuando se marchan.
Momo se pasa las manos por el vestido de manera nerviosa y sus ojos viajan por la estancia frenéticos, casi dándole vueltas en sus cuencas. Apoyo una mano en su brazo.
—Edward no ha llegado, tranquila —musito.
—No…
Pongo los ojos en blanco. A día de hoy todavía se piensa que puede engañarme.
—Sé que en cuanto venga empezará a sacar defectos a todo, encontrará fallos y…
—Y si te toca mucho los cojones le clavaré el tacón en sus partes sensibles.
Consigo que suelte una carcajada, pero para mí no es una broma: es toda una declaración de intenciones. No conozco a ese señor ni sé nada de él. Pero me tocó preparar su habitación y su despacho. Una persona con tanta devoción por el orden y la perfección no puede estar bien de la cabeza. Además, le destrozó el corazón a Amoné. Aunque hoy se comporte, seguiré teniendo ganas de clavarle el tacón en las pelotas.
—¿Tu hermana y Aza cuándo vienen? ¿Y Will? —Se interesa para cambiar el cariz tormentoso que ha tomado la conversación.
—Estarán al caer. —Lo cierto es que no he hablado con ninguno—. Venga, vete al jardín, agarra dos copas de vino y me esperas para emborracharnos.
—No podemos emborracharnos —recuerda.
Después se encamina hacia el jardín. Yo decido pasarme por la cocina a prepararme un café antes de cumplir con su encargo. Tengo intención de aguantar hasta el amanecer y la amenaza del sueño no va a impedírmelo.
Acto seguido regreso al vestíbulo, con un humeante vaso de café en la mano. Las puertas del ascensor están a punto de cerrarse y corro para no perderlo: no pienso subir dos pisos con los tacones. Me cuelo de lado por la escasa abertura.
Las puertas se cierran.
Mis fosas nasales se llenan con un olor que conozco demasiado bien. Que recuerdo en sueños y que me hizo perder la cabeza en más de una ocasión.
El ascensor de pone en marcha.
Me doy la vuelta lentamente y le veo.
Roy Blakeslee a mi espalda, mirándome con el mismo asombro.
—Hola.
«Me cago en todo».
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Pulso todos los botones con fuerza. Tengo calor, frío y una mala leche que no cabe en el cuerpo. La vida no puede tenerme tanta manía…
—Thelma —me llama Roy.
—Cierra la boca —replico con fuerza.
Lo noto cerca de mí, a pocos centímetros de mi espalda. Como una sombra que amenaza con alterarme hasta los huesos. El ascensor continúa subiendo sin pararse en ningún piso. El café me quema en la mano. Frustrada, doy un manotazo a la botonera.
Me aparto de él todo lo que puedo, pegada a la esquina. Parezco un animal acorralado. Roy está apoyado contra el espejo. Brazos cruzados sobre el pecho, el pelo revuelto: con un mechón cayéndole sobre la frente. Está tan guapo que me da hasta rabia.
—¿Qué se supone que haces tú aquí?
Tarda en responder, está analizándome: desde los tacones hasta el último pelo de la cabeza. Aprieto la mano contra el vaso de poliéster. Con sus ojos insondables y la línea fina de sus labios ocultando una sonrisa prepotente.
—¿No sabes a hablar o qué? —inquiero nerviosa. No quiero que me mire de esa manera, ni de ninguna forma.
Roy está a punto de abrir la boca cuando el ascensor da una sacudida. Choco contra la esquina y se me vierte un poco de café en la mano, abrasándola. Las luces se van momentáneamente y un pestañeo después se encienden las de emergencia: iluminando el cubículo parcialmente con una luz amarilla. No nos movemos.
Me he quedado encerrada en un ascensor con el chico que me rompió el corazón. De todas las cosas que podrían haber sucedido esta noche, acabo en un ascensor atrapada con Roy. ¿Por qué me odia tanto la vida?
Silencio absoluto. Nos tanteamos con la mirada. A mí el corazón me va a mil por hora, él se mantiene quieto, sin expresión, como siempre. El móvil me vibra en el esternón. Se rompe el extraño hechizo. Me meto la mano en el escote y saco el móvil.
—¿Dónde estás? —chilla Mitch desde el otro lado, acompañada por cientos de voces. La voz se le entrecorta por la mala cobertura—. Hemos tenido un problema con los fusibles y se ha ido la luz en el hotel. Sheldon lo está solucionando, Amoné está con él, pero…
—Estoy encerrada en el ascensor —informo, con más calma de la que me esperaba. Igual me he quedado en estado de shock o algo. Roy mira al techo, de nuevo con los brazos cruzados—. Dile a Sheldon que, por lo que más quiera en la vida, se dé prisa.
—Vale, tranquila. —En su voz percibo de todo menos tranquilidad—. Cuando vuelva la luz el ascensor tendría que andar de nuevo.
El Rompecorazones bufa, negando con la cabeza. Lo aniquilo con la mirada.
—Qué —escupo en su dirección.
—¿Con quién hablas? —pregunta Mitch entre interferencias. Le digo que luego se lo cuento y cuelgo, pidiéndole que se den prisa.
—Te estás comportando como una cría —suelta con exasperación. Se me dispara la adrenalina—. Vale que no quiere ni verme, pero no hace falta que…
—Sí, soy una cría. Con muy mala hostia, además —rechino los dientes, acercándome un paso hacia él—. Así que cuidado, que voy armada con un vaso de café hirviendo.
Roy frunce los labios, mordiéndose las palabras. Yergue la espalda y da un manotazo al aire: rendido. Una parte de mí se queda con ganas de saber lo que quería decir. Es esa parte que espera que algún día la llame para que la diga que fue un error, que la quiere aún, que por favor empiecen de cero.
Camina hasta la cara interna y se sienta en la pared del fondo, con las rodillas alzadas y los largos brazos colgando. Lo imito, como puedo por culpa del vestido y también me siento. Empiezo a beber mi café a pequeños sorbos: a pesar del calor asfixiante que provoca gotas de sudor en mi frente.
Unos meses atrás no hubiese imaginado que llegaría un día en el que estar en silencio con Roy resultaría incómodo. Cuando antes, eran mis momentos favoritos. Los dos tirados en la azotea, su cama o la mía; mirando techo o estrellas camufladas. Daba igual. Bastaba con estar juntos, sin decir nada. Y es que siempre he creído que en eso consiste el amor: en ser capaz de estar en silencio con una persona sin tener ganas de llenarlo.
—Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga el café, la ilusión y la poesía.
Noto que se me estrangula el corazón: como si lo hubiesen condenado a la guillotina. Hacemos contacto visual al mismo tiempo.
—¿Por qué has dicho eso? —A penas logro pronunciar las palabras.
—Porque estás bebiendo café y es tu cita favorita. No sé, me ha venido a la cabeza —murmura; se rasca la sien y agacha la cabeza.
«Me ha venido a la cabeza». Me pregunto si también se habrá acordado de la primera vez que se la recité, desnudos, haciendo el amor. Me pregunto si también siente esa manada de elefantes corriendo por el estómago al recordarlo. Y me contesto sola: la respuesta es no. Porque Roy no se enamoró de mí y no lo experimentó de la misma forma.
Experimento el vacío en el pecho, ese tira y afloja entre el orgullo y las lágrimas.
—No tienes derecho a decir estas cosas. —Trago la emoción y me muestro impasible. No voy a permitir que me vea débil, ni con el corazón roto.
Juguetea con sus manos, entrecejo fruncido y expresión acongojada. No comprendo esta actitud. Esta actitud como si le doliera, como si estuviese enfadado.
Su actitud me desconcierta. Otra vez aparece esa pequeña parte que ansía una rectificación. Que es consciente de que si estira las piernas podría tocarle. Que todo el espacio está impregnado con su colonia.
—Thelma, yo…
Antes de que tenga oportunidad de decir algo más, interrumpo:
—Cállate.
Segunda regla: A ti te quieres más.
Última edición por hypatia. el Dom 26 Ago 2018, 3:57 pm, editado 6 veces
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Re: new rules
- Kande :
- Y aquí estamos otra vez (Holi ). Creo que esta es la primera vez que voy a hacerte tantos comentarios seguidos Pero bueno, que ya me dejo de rollos y empiezo:
Aclaración: Voy a hacer le comentario a medida que lo leo, así que es muy probable que esté lleno de incoherencias y mayúsculas chillonas
Siempre supe que enamorarme de Edward fue el error más grande que pude haber cometido en la vida. No solo estaba acostándome con el enemigo, sino que lo estaba amando más de lo que me amaba a mí misma, y, por ende, me perdí. Si él me hubiese pedido dar un paso al costado, tonta e ilusa, habría dado cien pasos, siempre y cuando su mano sostuviera la mía. Su mano no me sostuvo. Lo único que hizo fue darme una buena cachetada para que entrara en razón y me diera cuenta que jamás habría sentido algo por mí, que para él todo fue un juego muy fácil en el que caí y creí en todas sus caricias y sus palabras.
Ya desde el principio todo huele a drama Me vas a hacer sufrir como una total y absoluta condenada con esta historia. Lo sé y lo sabes... Aunque no me quejo, porque aunque me quejo amo el drama Bueno y ya dejo de hablar de mí (qué egocéntrica soy).
Se me parte el corazón leer esto de Momo. La manera en la que el maldito Edward la utilizó y jugó con ella, cómo se aprovechó de sus sentimientos para controlarla (al menos es lo que yo entendí). Además que refleja muy bien lo que el amor hace con nosotrxs y buenoYo trabaje en mi propio proyecto por nueve meses, esforzándome en el trabajo del hotel y en la universidad, tratando de mantener mi vida amorosa a flote y siendo impecable a la hora de lidiar con Connor y su mirada despectiva hacia a mí. No dormía, no comía lo suficiente, se me cayó el cabello innumerables veces y aguante el malhumor de los clientes todos los días y sin excepción.
Mira no, por ahí no Todo lo que hizo Amoné para que las cosas saliesen bien y cómo terminó... Quiero arrancarle a Connor todos los dedos de los pies con pinzas, uno por unoEntonces lo abofetee con fuerza, volteándole la cara hacia un lado. Sentía las lágrimas de rabia y dolor correr por mis mejillas, con tanto odio y amor al mismo tiempo, tanto dolor y negación. No quería creerlo. No quería, realmente que no, pero el vídeo era más que suficiente para abrirme los ojos.
Que es que lo estoy pasando mal de verdad al leer esto. La rabia y la impotencia que me está entrando al ver Amoné tan rota y mal...
—Te dije que no confiaras en nadie. Ni siquiera en mí.
HIJO DE TU MADREEEEEE A ver si te piensas que las advertencias te dan derecho a hacer daño a los demás, no te jode. Te voy a dar una clase de moral y valores, tontoY fui despedida, echada como un perro y sin siquiera una sola oportunidad de poder defender mi posición. Ni aunque les mostrase el vídeo hubiese podido convencer a los accionistas. Era obvio que la treta no venía directa de Edward y Connor, venia de todos. Me querían fuera. Y los hijos de puta lo lograron.
Amoné va a recuperar su imperio como que me llamo Katherine, vamos, y después vamos a poner a todos los que se amotinaron contra ella en fila para darles una palmadita en la espalda y mandarlos de una patada a la China Connor y Edward los primeros.
(De verdad, Kande, no sabes la rabia que me entró al ver lo mal que trataron a Momo, ella no lo merece )—Esto es una pocilga —dijo Thelma apenas y entramos con Ronnie a la vieja mansión que debía volver un hotel de lujo.
—Ríndete, es más fácil que perder tiempo aquí —me aconsejo Ro con una mano sobre mi hombro.
—Solo tomen una escoba y ayúdenme a barrer.
Ellas positivas, lloroAgradezco el tiempo en que nos mantuvimos distanciados, ordene mi cabeza y mis prioridades, aunque es difícil aun lidiar con el corazón. Todavía estoy dolida y lastimada, me siento humillada y avergonzada porque no fui capaz de ver más allá que una historia de amor. Ahora con él de regreso en mi vida, no solo voy a sufrir estrés por el hotel, sino por su presencia.
Sabes esta sensación de que quieres patear algo con todas tus fuerzas. Pues es lo que me está pasando a mí al ver lo destrozada que dejó a Momo este ser repugnante :____—¡Joder, Michelle!
—¡Son ellas las violentas, no me culpes!
No te haces una idea de lo que me gustó esta escena entre el grupo de amigas. Que estén todas reunidas bebiendo y haciendo el tonto. Que tenga la confianza para tirarse cosas a la cabeza y gritarse y reírse las unas de las otras. Además me gusta ver a Amoné ahí, feliz y olvidándose de todo, siendo consciente de que siempre van a estar allí para ella. P R E C I O S O.No entiendo bien que fue lo que paso por mi cabeza, solo que no podía dormir y no sacie mi ansiedad hasta que toque la puerta de su habitación.
Pasó que el amor nos vuelve incoherentes, estúpidos y hacemos cosas que de ningún otra manera haríamos (Aquí Katherine dando lecciones cuando ha sido la primera coherente estúpida xd).Confió en Marley y en su juicio. Hace cuatro años se recibió de abogada y trabajo en el Hotel Rousseaus encargándose de la parte legal hasta que finalmente decidió marcharse y abrir su propio estudio. No es estúpida, es cierto. No pude haber conseguido alguien mejor para este trabajo y más digno de confianza. De todas formas, no puedo confiar en ella con totalidad, no cuando Connor es su padre, no cuando es amiga de Edward, no cuando…
Entiendo que Amoné no pueda confiar del todo en ella por lo que ha ocurrido y teniendo en cuenta con quién está relacionada Marley, aunque ella no le haya dado motivos para desconfiar. Pero la entiendo. Y amo su relación, la emboscada que le tendió Marley y cómo consigue que vaya a la cita. Lloro.—¿Por qué eres tan estúpida? —sus palabras me helaron hasta los huesos, quitándome el aire por el dolor—Si te digo que no confíes en nadie, significa que en nadie. Mucho menos en mí. ¿Y ahora que tratas de hacer, Amoné? ¿Tratas de volverme la victima? —soltó una seca risa corta y cínica—¿Alguna vez te dije que te amaba? ¿Alguna vez te prometí que me casaría contigo? No, no lo hice. Te traicioné porque vi que era la ocasión perfecta para relucir entre los candidatos para la herencia de la presidencia. Y lo logre. Gracias a ti.
HIJO DE PUTA, MALDITO HIJO DE TU PUTA MADRE Va a sentir mi furia por medio de Thelma, que se vigile las espaldas... ¿Cómo la hace eso? ¿Cómo la tira así, como un perro? Encima mi pobre Amoné dispuesta a perdonarlo. Madre mía.—¿Y vas a hacerlo sola?
—Claro que no, tu vas a ayudarme.
—Ya me lo veía venir —Thelma revolea los ojos—Hay que darle una cálida bienvenida al gerente general del hotel, ¿cierto?
Me encanta la amistad que tienen, ay Realmente no es necesario que hablen mucho, se entienden casi siempre con miradas y son muy goals.—Ni siquiera estoy borracha. Quiero un vodka, ¿puedes dármelo?
—No. Y si te molestas conmigo, fue Marley la que me dijo que no te diera demasiado.
Todos poniéndola en abstinencia—Hay una delgada línea entre el coqueteo y el acoso, y ustedes, los hombres, deberían aprenderlo.
—Tú deberías enseñarme. ¿Qué te parece?
La Momo feminista es mi Momo preferida Aunque a mí Seth me cayó muy bien, parece bastante simpático y agradable. Veremos a ver qué pasa...Observo a Seth a mi lado y recuerdo a Marley decirme que un acoston no me haría mal. Voy a arrepentirme de esto mañana, pero con estas copas de más y las siguientes que tendré, creo que no me importa mucho en estos momentos.
—Entonces—suspiro dejando caer mi codo en la barra, apoyando mi mejilla en mi mano. Los ojos de Seth se encienden y la sonrisa coqueta no tarda en curvarse en su rostro, mostrando sus hoyuelos — ¿Deberíamos empezar con la lección?
Eso de que un clavo saca otro clavo. Que buscas cualquier cosa o persona que te haga sentir bien aunque a la mañana siguiente te arrepientas. Es tan normal, tan de ruptura. Ay, no sé, me revolviste todo con tu capítulo mujer. Estoy ansiosa por ver cómo continúan las cosas.
Perdón por mi comentario de porquería, pero es que debo muchísimos y no he podido entretenerme como a mí me hubiese gustado. Pero queda claro que lo amé, como siempre. Que la historia me ha calado hondo y que Amoné ha despertado un instinto protector en mí que ni Thelma
- Alec:
- Holi Bueno primero que todo perdón por tardar tanto en comentar tu capítulo, soy un desastre absoluto... Pero finalmente aquí estoy—¿Hace cuanto que no asistías a un partido escolar?
Abro los ojos al escuchar la pregunta. Sam se sienta a mi lado en la incomoda grada de concreto y me tiende un refresco con una mano mientras la otra sostiene una gran bandeja de nachos con queso y jalapeños, los acepto en silencio llevándome uno a la boca de inmediato sin dejar de mirarlo, bajo la gorra negra que lleva puesta sus ojos oscuros parecen divertidos mientras lleva la pajilla de su propia soda a los labios.
Mi pobre Zettie pasando frío y viendo un partido (a pesar de que los odie) solo para acompañar a su bebé Sam Yo no estoy segura de si lo haría. Bueno quizá si me ofrecen comida...Oh, dulce y molesta vida de adolescentes, como te hecho de menos aunque fuiste un grano en el trasero.
Esta frase me representa muchísimo. Cuando eras adolescente estabas deseando crecer para que dejaran de tratarte como a un niño y tomar tus decisiones. Ahora que eres "adulto" y tienes que tomar decisiones quieres que vuelvan a tomarlas por ti. Más complicados y no nacemos (Menudo monólogo me acabo de montar).dejar México fue algo que nos costó a todos en la familia pero mucho más a mí que estaba acostumbrada a las caminatas nocturnas y las fogatas en la playa cuando el sol se metía, han pasado desde entonces cinco años pero no dejo de sentirme melancólica en estos aspectos. La comida es tan diferente que suelo pedir salsa picante extra en toda mi comida y cuando estoy bastante conmovida no puedo evitar hablar atropelladamente en español haciendo que todos me miren raro; en verdad creo que jamás me acostumbraré a esto.
Debió de ser muy complicado para Zettie adaptarse a un nuevo país, a una cultura y a un idioma nuevo Y veo completamente normal que no acabe de acostumbrarse nunca. Por cierto, me encanta que tu personaje sea de otro país y que muestres "lo que pasa" al hacerlo. No sé, he dormido poco y realmente no estoy diciendo más que gilipolleces xd. Pero eso, que me encanta Zettie y que sea mejicana—No. Quiero ir a Columbia o tal vez Fordham. —Se encoge de hombros pareciendo desinteresado cuando sé que está inquieto—. Tengo todavía un año para pensarlo.
—Columbia no te librará de muchos de ellos, pero Fordham suena bien si quieres ser un buen ciudadano católico, creo que te va, eres el más sensible de todos así que...
—¡Ya, capté, lo pensaré después!
Me parece que no lo he dicho todavía: pero me encanta que Zettie sea de esa manera con Sam. Quiero decir que lo sermonee y que sea porque quiere lo mejor para él. Y no podemos olvidar que está allí congelándose para acompañarlo Shippeo que sean hermanos y sé que amaré los momentos entre ellos—Kay dice que llevemos comida, mamá está a dieta y quiere que todos cenen pasta con ella, papá y ellos parecen desesperados.
Cuando alguien de la familia se pone a dieta y pretende que toda la familia coma lo mismo para evitar las tenciones. La mujer de mi padre siempre hace lo mismo y es como YO NO HE DECIDIDO PONERME A DIETA, TEN TÚ CONSIDERACIÓN MUJER—Apuesto por algo más condimentado. ¿Qué tal quesadillas o tacos?
—México corre por tus venas, Sam.
—En las de todos nosotros, incluido papá.
Amé este diálogo, no sé por qué, ay. Jo es que me encantan juntos y que Zettie sea tan maternal con élSeremos diferentes entre todas pero siempre encontramos la manera de encontrar algo para discutir y burlarnos por mensajes de texto.
Esto es tan de amigas que ay—Por accidente abrí las historias de Lewis en Snapchat. —Entrecierro mis ojos y aprieto mis labios para medir mis próximas palabras—. Entonces he decidido enviarle un mensaje.
—¿Lewis... Stein? ¿Reynolds?
—Ese mismo.
Esto es como cuando te pones a stalkear a tu y pasa lo siguiente: o bien le das mg a una foto antigua sin pretenderlo y tienes que hacer la maleta para mudarte a un mundo paralela tras pertrechar la cagada de tu vida o bien se te revuelve hasta el alma, te entra la morriña y le hablas.
Oye y qué ha pasado con estos tres Estoy nerviosa por saber el motivo por el que se dejaron de hablar y qué tiene que ver el Johan este en todo esto.—Pero de todas formas sentías que en parte era su culpa y podías meter a los dos en un saco si eso podía aligerar las cosas desde tu perspectiva. Terminar con Johan fue como haber terminado con Lewis también y nunca más volviste a querer hacer las paces con ellos o su familia.
¿Hola? Sí, quiero un Samuel para llevar. Graciasporque todo fue de color rosa hasta que la gran estafa de Johan dio frutos después de todo.
¿Qué le hiciste a Zettie malnacido?—¿Quieres que te saque el cinturón también como a un niño?
—Quiero que me respondas.
—Sí, tú ganas, te lo diré todo.
—Genial.
SAM ES LO MEJOR DE ESTE MUNDO YA HAS HECHO QUE ME ENAMORE DE ÉL, TE VOY A DENUNCIAR Necesito tramas con este chico y con todos tus personajes. Me acabo de acordar que jamás te respondí al mp (como dije, soy un desastre) así que en cuento acabe el comentario me pongo a ello
Ay y me encanta la familia de Zettie, quiero que me adopten porfa—Ve y has palomitas, Leonardo, tres minutos o se quemarán. —Con un gesto de la mano nuestro padre ordena a Sammy levantarse de su asiento.
—Un paquete de extra mantequilla para mí —pide Kayden que se tira en el suelo con un par de mantas y almohadas como un niño pequeño.
—Yo quiero uno de los nuevos que tienen queso añadido. —La voz de Bill es cariñosa y menos mandona que la anterior petición.
Pues yo quiero palomitas de colores, por favor y gracias, Leo—Eso sería lo correcto. —Me devuelve el teléfono y releo los mensajes de nueva cuenta—. Él no es Johan, Zett, no tirarás a una de tus mejores amistades porque rompiste con su primo, ¿a que se escucha absurdo?
Así que se alejaron porque Zett rompió con el Johan este y se sintió traicionada por parte de Lewis. Oye este hype no, Alec. Yo necesito saber qué está pasando aquí—Oh, bien, todos parecen estar de su lado hoy y en contra mía. —Pongo los ojos en blanco antes de caminar de vuelta con los otros—. ¡Gracias, familia, creía que eran Lloyd y no Reynolds!
Cuando toda tu familia empieza a decirte que has cometido un error y tú lo único que quieres que te den la razón porque se supone que es tu familia y deben estar de tu parte Pero en realidad me encanta que sean así con Zettie, quiero decir que se preocupen lo suficiente para decirle cuándo algo que hace no les parece bien. Eso es amor
Me ha gustado muchísimo tu capítulo, Alec Y Zett me gusta mucho también, su manera de ser y su familia numerosa y todo. Espero con ansias tu próximo capítulo
Última edición por hypatia. el Dom 26 Ago 2018, 3:53 pm, editado 1 vez
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Re: new rules
- kate:
la frase con la que abre me encanta, es tan real y a veces tan difícil de ver«Mereces un amor que te quiera despeinada, con todo y las razones que te llevan deprisa…».
Thelma tiene mucha razón en decir que cuando uno tiene el corazón roto, generalmente se inspira más yyy me alegra que piense en nuevas canciones, omg.
la historia de mi vida. nada es mejor que desayunar tostadas francesas con una copa de mimosa [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. will es yo lo amooHielos chocando contra una superficie de cristal. Will traga: seguramente esté bebiendo. ¿Qué les pasa a mis mejores amigos? Bebiendo desde por la mañana. Aguardo a que hable.
me encanta la personalidad de thelma, sin dudas, es como chispeante no sé, espontánea. yyy, todos tenemos esas inseguridades asi que la entiendo más de lo que debería.—Nunca estoy segura, por eso hago las cosas que hago. —Le recuerdo.
¿ya dije que es una genia? porque lo es. ponerse primero antes que otro generalmenteno es fácil, y entiendo lo que cuesta omg la amo. el amor duele, ikr, pero es cuestión de superar y eventualmente alguien bueno va a venir. the best is yet to comeY, después de él, me quiero más. Lo suficiente para respetarme y ponerme por delante de cualquier emoción. Sí, sigo teniendo el corazón roto: pero solo necesito canciones, partituras e instrumentos.
best friendship ever.—Ellos prometen y prometen… —suelta Mich en uno de sus arranques de protesta en contra de los hombres.
—… hasta que te la meten —finalizo con tono cantarín.
—¡Thelma! —me regaña Amoné, dándome una patada. Intento devolvérsela pero acabo dándole una patada al colchón. Me saca la lengua.
sam es tan tierna y graciosa, y amo a will btw.—El tío Will duerme de día, es un vapiro. —Will realiza una imitación de un vampiro y Sam se parte de la risa, poniendo cara de ratona.
me encanta la forma de ser que tiene es muy ocurrente como tode niñe yyy es seria además. como que enseña mucho a pesar de ser tan peque<3
es verdad, de las dos formas. e igualmente le dolería a thelma alejarse un poco, como antes.Las observo desde mi posición, emocionada. Amoné dice que mi relación con Sam puede perjudicarme. Pero a ella le perjudica que salga de su vida.
amooo que thelma sea como "autosuficiente", en el sentido que se ponga primero a sí misma. nada mejor que el amor a uno mismo<3
la situación con sus padres se me hace divertida, la mayoría de los padres se la pasan humillando a sus hijos :roll: sinf mis papás me hacen pasar vergüenza 24/7
omggg royyyy
mmm tarde para los arrepentimientos. que el ascensor funcione ya porfa.—Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga el café, la ilusión y la poesía.
Noto que se me estrangula el corazón: como si lo hubiesen condenado a la guillotina. Hacemos contacto visual al mismo tiempo.
—¿Por qué has dicho eso? —A penas logro pronunciar las palabras.
—Porque estás bebiendo café y es tu cita favorita. No sé, me ha venido a la cabeza —murmura; se rasca la sien y agacha la cabeza.
vaya final, cortándole el rollo.
me encantó tu capítulo kate, te quedó muy lindo y nos dio a conocer a thelma aún más a fondo, la amooo me encanta su personalidad y como está sobrellevando su corazón roto <3
hemmo.
Re: new rules
- lovely Kate:
Holis bebe aquí esta Kande para hacerte el comentario estoy algoMUCHOemocionada con tu capitulo lo llevo esperando desde tu turno pasado, imagínate Ahí le voy :3Desde que lo vi dos semanas atrás, me duele cada vez más. Es como si hubiese desandado todos los pasos. Vuelve a dolerme. Y me duele él, entero y casi todo el tiempo. Pero hoy es un día crucial en la vida de mi mejor amiga. Hoy es la fiesta de inauguración del hotel. La primera toma de contacto con el público. Acudirán personas importantes: posibles inversores, críticos y los primeros clientes. No puedo permitir que mi catástrofe amorosa interceda. Las posibilidades de que meta la pata son cuantiosas incluso sin que entre la ecuación. «Concentración absoluta, Thelma».
Me da cosita Thelma sufriendo por Roy No es que lo odie, a mi me encanta el padrazo que es y que cuide a su nena, pero se comporto como un idiota con ella y eso es suficiente para que retrase mi enamoramiento por él (?) Lo bueno es que de lo malo saca provecho, escribe canciones, lo malo es que no puede dormir y eso es PECADO. Dormir es hermoso, nadie debería privarle de ello
JAJAJAJA Thelma me recuerda a mi "por que no me despertaste?" "sino pusieras llave a la puerta, Candela"—Tenías echado el pestillo y no he podido abrir —se ríe negando con la cabeza.
«Vaya desastre de mano derecha que se ha buscado».
Ya pues, me encantan como son estas dos Amo su amistad y lo lindo que combinan también lo lindo que Thelma le comparta la familia y le hayan regalado el caterín
En cualquier momento Will y Amoné se van a poner un bar y solitos lo van a fundir, ya los veo siendo los mejores compañeros de tragos y Thelma allí, acompañando sentimiento porque nunca se debe negar a una copa (o las que inviten juju)Hielos chocando contra una superficie de cristal. Will traga: seguramente esté bebiendo. ¿Qué les pasa a mis mejores amigos? Bebiendo desde por la mañana. Aguardo a que hable.
Ya no pueden engañar a Thelma con el truco anterior, aunque me encantaria un segundo encuentro entre Roy y Thelma, solo para ver como van las cosillas O mejor para que él sufra por no estar con semejante mujer—Irá la abuela —asegura—. Sobre las tres estará allí. Solo serán un par de horas.
No tiene qu eperder las esperanzas, ya vera que pronto van a llamarla y ofrecerle un contrato para mostrar sus canciones al mundo después de ello, nadie va a detener a Thelma por nada en el mundo. Mucho mejor si también lo contratan a Will, ambos cumplirían sus sueños y taparían la boca a quienes le dicen que no puedenLa comparación me recuerda que un productor de Sound Record tiene un pendrive con mis canciones desde hace quince días. Prometió a Will escucharlas. Pero quizá nunca llegue a hacerlo, quizá las haya abandonado en un cajón con la intención de un «en otro momento» que jamás sucederá.
Uyy esos momentos en que tu mejor amiga no quiere serte sincera pero ya que lo pides, te tiro la sopa—Escúpelo, Momo.
Sus «perfecto» ocultan opiniones. Mientras se decide a compartirlas conmigo recojo los pantalones del suelo.
—¿Estás segura? —inquiere.
«Lo sabía».
Es cierto lo que dice momo :c, es que van a existir ocasiones en que se va a cruzar a Roy, le guste o no. Es inevitable porque no siempre vendrá otra persona a buscarla a Sam o eventos que la llevaran a cruzarse con él. Tiene que asumirlo desde ya y siempre estar preparada para ello. Pero también concuerdo con Thelma, salirse de la vida de Sam le causa mas daño a la pobre niña, se adoran entre si y es injusto que todo se vaya a la borda solo porque Roy fue un idiota.—Solo te digo que mantener una relación con Sam te obliga a mantener una con Roy. Aunque sea de manera indirecta—. Odio tanto sus temblores de barbilla, siempre tan acertados.
Ame a Thelma por su determinación Tiene mucha razón con lo que dice, lo cierto es que Momo debería aprender un poco de ella para no volver a permitir que Edward juegue con ella (spoiler=lo aprende tarde porque yo soy una dramatica )—Me rompió el corazón, Momo —digo, con más frialdad y entereza de la que tengo—. Hizo creer que me quería… Todavía le quiero, pero lo hago con rabia, con rencor—. Es la conversación más sincera que tenemos en mucho tiempo. Amoné agacha la cabeza, afectada. Mis palabras son las suyas y, como ella no puede pronunciarlas decido hacerlo por las dos—. No volvería con él porque sé lo que hay. Y, después de él, me quiero más. Lo suficiente para respetarme y ponerme por delante de cualquier emoción. Sí, sigo teniendo el corazón roto: pero solo necesito canciones, partituras e instrumentos.—Primero yo… —cabila.
—Primero nosotras.
EXACTO! Que ningu idiota las pase por encima, no lo valen
Esa Thelma es fanática de la comida—¡Comida! —proclamo, lanzándome a por una de las bolsas.
—Thelma, respira —increpa Mich, abriendo las cervezas mientras nos da una a cada una.—Ellos prometen y prometen… —suelta Mich en uno de sus arranques de protesta en contra de los hombres.
—… hasta que te la meten —finalizo con tono cantarín.
JAJAJ ya pues, no es tan mal pensada, yo pensaba igual que ella
Bullying a Thel, pobre, no se hagan todas las rescatadas que bello que las chicas se hayan reunido es tan lindo cuando se juntan y hacen de las suyas, ya sea para andar comiendo y bebiendo y también para arreglarse. Ya las quiero ver en la fiesta luciéndose y disfrutando de la noche—Así me comprasteis, así tenéis que quererme. —Un coro de risas.
—¿Alguna guarda el recibo? —dice Becca mirándome con una ceja alzada.
—¡Oye!—Bueno, me marcho. —Me tiende la mochila de la niña—. La abuela vendrá a recogerte en un par de horas. Sé fiel a tus genes y da por saco todo lo que puedas, Sammy.
JAJAJA ese tio que tiene Sam
Me encanto que Sam se haya relacionado con las chicas. A esa niña le falta un poco de poder femenino para que se suelte mas Me da penita que la niña, pero por suerte tiene a Thelma
Espero que vaya mas seguido
Ay hasta la abue se dio cuenta que Roy es un idiota ya pues, que se puede hacer si salta a la simple vista, ni siquiera su abue esta a su favor (?Taissa me mira con comprensión y afecto. No necesito que diga nada, me entiende, comprende. Hay personas que se comunican mejor con la mirada. Y lo que más me emociona: cree que su nieto es un completo gilipollas.
Y el comienzo de la fiesta!! Las chicas, como siempre, luciendose super sexys y bellas
—¡Aquí está mi magdalena de chocolate! —Creo que no ha habido ni una sola persona en Nueva York que no lo haya escuchado—. ¡Ven a darle un abrazo a tu padre!—. «¿Hola? ¿La Tierra? Sí…, trágame por favor».
Debo admitir que ame a los padres de Thelma, son los mejores sin ni una pizca de culpa le hacen pasar las grandes verguenzas a la pobre y lo peor es que se complotan entre ambos para hacerlo, son perfectos juntos Me mato cuando la empujan a Thel para abrazar a Momo, no tienen piedad por su hija
Roy Blakeslee a mi espalda, mirándome con el mismo asombro.
—Hola.
«Me cago en todo».
AY ME MUEROOOOOO Por fin un momento a solas aunque Thelma se quiera tirar a un pozo yo estoy muy contenta de que se encuentren! Soy fan de tus parejas, siempre tienen algo que me enamoran y ayyyy Roy y Thelma no son la excepción, obvio que no.
Hay que admitir que la pobre no tiene la mejor de las suertes, eso si Ella sufre por los nervios para a mi es como que Aun así, Thelma se mantiene fuerte como toda una guerrera solo porque Roy este bueno y sea sexy no vamos a olvidar que le destrozo el corazóncito ....¿o si?
Me he quedado encerrada en un ascensor con el chico que me rompió el corazón. De todas las cosas que podrían haber sucedido esta noche, acabo en un ascensor atrapada con Roy. ¿Por qué me odia tanto la vida?—Te estás comportando como una cría —suelta con exasperación. Se me dispara la adrenalina—. Vale que no quiere ni verme, pero no hace falta que…
—Sí, soy una cría. Con muy mala hostia, además —rechino los dientes, acercándome un paso hacia él—. Así que cuidado, que voy armada con un vaso de café hirviendo.
Todo el mundo sabe que no se jode a alguien con un vaso de café caliente y menos encerrados en un ascensor Amo como Thel lo pone en su lugar, es tan bello su poder femenino—Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga el café, la ilusión y la poesía.
Noto que se me estrangula el corazón: como si lo hubiesen condenado a la guillotina. Hacemos contacto visual al mismo tiempo.
—¿Por qué has dicho eso? —A penas logro pronunciar las palabras.
—Porque estás bebiendo café y es tu cita favorita. No sé, me ha venido a la cabeza —murmura; se rasca la sien y agacha la cabeza.
«Me ha venido a la cabeza». Me pregunto si también se habrá acordado de la primera vez que se la recité, desnudos, haciendo el amor. Me pregunto si también siente esa manada de elefantes corriendo por el estómago al recordarlo. Y me contesto sola: la respuesta es no. Porque Roy no se enamoró de mí y no lo experimentó de la misma forma.
Esta fue una de las partes que mas me dio en el cora tiene razón en decirle que no tiene derecho al decirle ello, insisto en que Roy debería ser mas valiente y dejar de tenerle miedo a que las cosas marchen mal. Es demasiado pesimista, yo ya estoy que me voy al [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y sin embargo, todavía estoy aquí, Roy, no me hagas arrepentirme
Una vez mas, Thelma nos muestra la fortaleza que tiene al decirle que se calle! Bien ahí bebe, aunque yo también quería que él le explicara porque no esta con ella en vez de que sigan haciendome sufrir
Segunda regla: A ti te quieres más.
Obvio que si, baby siempre!
En pocas palabras te resumo lo siguiente: Thelma is the best forever, bitches, Roy me encanta pero es un cobarde, Sam es preciosa y amo su actitud, los padres de Thel son geniales
Ya quiero leerte de nuevo aquí! Sé que vas a hacerme sufrir con el drama y no evito amar eso porque soy una masoquista(?) Estoy encantada con tus personajes, tu manera de escribir y la trama! No quiero sonar repetitiva, pero sabes que soy tu fan y nada siempre es un placer leerte y escribir contigo. Besitos, reina! Te quiero!
Jaeger.
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Re: new rules
perdón por la tardanza :( voy a estar subiendo entre hoy y mañana sin falta!
Jaeger.
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Re: new rules
- holis :
- Hola bebes! El cap se me hizo largo y tuve que dividirlo en dos partes. Siento subir sobre los días, pero la segunda parte se me hizo complicada de terminarla y estuve editandolo muchas veces porque no me convencía. Espero que les guste Le sigue Ally
Capítulo 08
Amoné Rousseaus || Edward Dunne || By Stark. || Sigue: Kida
Despacio y con cuidado, me las arreglo para tomar mi celular desde la mesita de luz y le envió un fugaz mensaje a Ronnie.
"Llámame y llora."
Le rezo a todos los santos y a los dioses del Olimpo que Ronnie no este durmiendo en este momento. Es temprano y de seguro tiene que levantarse para ir a trabajar. Las mañanas después del sexo son lo más incómodo que hay en el mundo. Los tipos están ansiosos de que te vayas, pensando que tal vez estés buscando algo más. A mí me pasa lo contrario, me quiero ir apenas termino el encuentro, solo que ayer estaba tan ebria y fue jodidamente bueno que termine agotada y durmiendo desnuda en su cama.
Después de unos interminables minutos, mi celular vibra.
"¿Y ahora en qué te metiste?"
Siento a Seth moverse entre las sabanas mientras suelta un gruñido, aun adormilado, pero despertándose. Tecleo lo más rápido que puedo.
"LLÁMAME Y LLORA."
—Buenos días, preciosa.
Seth abre con pereza los ojos y antes de cerrarlos y dedicarme una sonrisa sexy. No hay por donde mentir. El chico es sexy, encantador y sabe lo que hace en la cama. Ayer lo hicimos dos veces, primero en la puerta de la entrada apenas la atravesamos y luego en su cuarto. Pero eso tampoco lo libra de ser uno más y que me tenga socorriendo a Ronnie y sus malas interpretaciones de amiga desesperada o novia ultra celosa. Nunca sé con qué va a saltar, tiene imaginación para inventar historias. Con tal de que me saque de apuros, yo le sigo la corriente.
No le devuelvo la sonrisa, agradeciendo mentalmente que no esté tratando de buscar una ronda mañanera.
—Ahm, buenos días —mascullo con las sabanas contra mi cuerpo.
Mi celular suena estruendosamente con la canción de “Mr. Moonlight” y atiendo de inmediato, aliviada.
—¿Hola?
—¡Momo! ¡Momo! —el chillido de Ronnie por poco me rompe los tímpanos.
Tengo que alejar el auricular de mi oreja, había olvidado que tiene que gritar para que el sujeto de turno escuche. Ha pasado tiempo desde nuestros truquitos para zafarnos de situaciones incomodas.
El chico levanta las cejas y sonríe en mi dirección, viéndose más sexy que nunca. Se acerca rodeando mi cuerpo con su brazo y dando pequeños besos que vagan de mi hombro a mi cuello. Hay gente que es cruel y él sí que lo es, más cuando recuerdo lo rico que se sintió ayer.
—¡Terry! ¡Terry! —grita fingiendo un mal llanto. Tengo que morderme el labio inferior para no soltar un jadeo cuando Seth me muerde la oreja.
—¿Terry? —repito un poco tonta, más distraída por los besos del castaño y sus manos vagando en mi cuerpo.
—¡Mi pez! ¡Terry! —me recuerda a su mascota imaginario y tengo que asentir para seguirle el juego, aunque en estos momentos creo no querer irme —Me he despertado hoy, ¿y adivina qué? ¡Se ahogó!
Seth se permite alejarse de mi cuello antes de soltar una carcajada a lo grande. La cara se me pone roja por la estúpida excusa de Ronnie, no sé si lo hizo a propósito o si ella también perdió la práctica.
—Genial. Me tendrás ahí para darte mis condolencias —murmuro molesta por verme atrapada en el engaño y termino la llamada.
Segundos después en que Seth se sigue riendo hasta llenar lágrimas en sus ojos, me llega un whatsapp.
“¡Ey! ¿Por qué cortaste? ¡Tenía más material! ¿Pudiste salir?”
No le contesto y cierro la conversación. Hay que empezar a cuadrar mejor las excusas.
—¿Es tan divertido? —pregunto en dirección a Seth.
Las carcajadas disminuyen y se seca las lágrimas. Vuelve a acercarse a mí como el depredador que es mientras yo me siento una tonta tratando de escapar con dignidad.
—Debo admitir que ese truquito con tu amiga me ha ayudado bastantes veces a escabullirme—dice con sinceridad sin perder el brillo divertido en sus ojos y su sonrisa coqueta—Pero no pensé que te querrías ir tan pronto, cariño, no cuando ayer la pasamos tan bien.
—Sí, la pasamos bien —toma unos mechones en mi cabello y los besa, observándome con hambre. El estómago se me revuelve mientras estoy pensando seriamente si realmente tengo que irme—Solo quería ahorrarme el incómodo momento.
—Iba a ser incómodo, de todas formas.
—Sí, pero no tanto.
Se acerca mucho más, buscándome. Su rostro esta tan cerca del mío que nuestras respiraciones chocan. Los ojos esmeraldas de Seth no me pierden de vista en ningún momento, seduciéndome. Yo me dejo, por mucho que me haga la dura, me gusta.
—Deberíamos repetirlo.
—No suelo repetir.
—Estoy seguro que ninguno fue tan bueno.
Se atreve a estampar nuestros labios. Le sigo el beso, llevada por la tensión sexual. Acaricia con sus dedos el largo de mis mejillas, acomodándose poco a poco arriba de mí. Pongo mis manos sobre sus hombros, lo que no sé es si debo distanciarlo de mi o enredar mis dedos en su cabello.
—Solo déjate llevar, te prometo que valdrá la pena.
No tiene que prometerme nada porque ya lo sé. Es muy bueno y, mierda, me encanto. Sus manos recorriendo mi cuerpo saben dónde ir y cómo hacerlo, los besos sensuales, su agarre, su movimiento, sus susurros e incluso sus gruñidos. Sé que tal vez no debería, que tendría que estar en el hotel y preparar la inauguración. Solo que en estos momentos, parece ser el único en que no estoy estresada, triste o cansada.
Me separo del castaño de golpe, sorprendiéndolo.
—Tengo que ir al velorio del pez Terry en una hora.
La sonrisa divertida en el rostro de Seth y sus ojos brillando me da un tirón en el estómago que va directo hacia mi corazón.
—Dame dos horas y te dejo ir a despedir al pobre Terry.
Acepto con gusto en un fogoso beso que viene con manos de aquí para allá. Casi puedo sentir a la vieja Amoné volver del pasado, cuando no era dependiente ni cambiaba mi dignidad por pocas caricias. Es mucho mejor una corta aventura sin compromisos ni sentimientos que un corazón roto y las desilusiones al vacío.
Pese a que fue agradable con Seth, mi mundo no va a cambiar por tan solo sexo con un chico que apenas conozco. Por el mediodía, cuando me preparo para las entrevistas previas para los puestos de mucamas, meseros y botones, pienso en Edward como una estúpida masoquista y me siento horrible. Puede que estemos separados y haya sido un cretino, pero aun así la culpa me carcome, me llena de vergüenza y hace que me arrepienta de todo. Sé que no debería ser así, sé que no merece que sienta esto. Lo cierto es que, pese a todas sus demás mentiras, nunca le creí que no me amara. No compartes dos años de tu vida al lado de alguien que no te quiere sin notarlo. Yo sé que me quiere, lo notaba. No siempre, Edward es demasiado cerrado como para permitirse demasiadas demostraciones de amor, incluso en privado. Sin embargo, cuando lo expresaba realmente sentía su corazón.
Hace un año atrás, Connor se había ido un fin de semana a la India con su mujer. Yo tenía dos días libres y, por increíble que pareciera, Edward había decidido darse un día de descanso. Para él, nunca antes ha habido uno. Los detesta. Esta constantemente trabajando que no sabe qué hacer si no va a trabajar. No se ha tomado vacaciones ni una sola vez desde que empezó en el Hotel Rousseaus.
—Vayamos a pasear—le dije el viernes por la noche.
Levanto la vista de los papeles que acostumbraba llevar su casa. El principal Hotel no solo mantenía un edificio majestuoso, elegante y gigante, sino también estaba a cargo de una villa con pequeñas casas. Edward vivía en una de ellas y yo vivía al lado de él. Generalmente, cuando se hacía de noche y terminaba nuestro turno, yo pasaba gran parte de mi tiempo en su casa. Él siempre estaría en la sala con documentos arriba de la mesa y la laptop a su lado. Al menos ya no se encerraba en su oficina y yo estaría sola como idiota esperando su atención. Podía seguir trabajando en la mesa de la sala mientras yo terminaba la tarea de la universidad o estudiaba. Esa fue una de las peleas que yo había ganado.
—No se puede.
—Pero Connor se fue.
—No, él nunca se va.
Pude entender lo que quería decirme. Cuando Connor se marchaba, su mirada se afilaba aún más en mí. No solo tenía a Edward vigilándome, sino a muchos ojos más.
—¿Te ha preguntado sobre mí?
—Lo usual.
Arquee las cejas, sintiéndome molesta. Él lo noto de inmediato, no cambiando su expresión de póker. Siempre supe que Edward me vigilaba, desde el primer momento en que lo conocí. Cuando empezamos a salir, no se apeno en negarlo. Creía que estaba bien, que era bueno porque era menos probable que supiera de lo nuestro. Pero no sabía que cosas informaba Edward sobre mí.
—¿Y qué es lo “usual”?
—¿Quieres el informe completo?
—Edward —advertí.
—“ Asistió a todas las clases del día. Aprobó economía y está preparándose para su curso de alemán. Habla con dos compañeras en la universidad, Jas y Minnie. Buena presencia en el trabajo. Ocho horas completas. No, no está saliendo con nadie.” —abrí la boca, sorprendida—Eso es lo usual.
—Maniáticos.
Las sonrisas de Edward nunca duraban demasiado, era como un gesto veloz. Con el tiempo empecé a apreciarlas, a esperarlas con más ansiedad y a sentir que mi corazón estallaría cada vez que veía una de esas. Lo observe como idiota, totalmente enamorada. Sus ojos brillaron cuando conectaron con los míos, amándome. Esa era la magia que teníamos. Puedes amar a alguien toda la vida, pero hay momentos en que sientes que realmente lo estas amando y que te están amando. Es fuerte, feroz, y se te incrusta por dentro.
—Vamos, Edward —le regale una sonrisa y estire una de mis manos para tomar las suyas. Sentí como se relajaba, estirándose levemente sobre la mesa—Vayamos a algún lugar donde seamos los dos.
La duda atravesó en sus ojos y tardo en responder. No fue hasta que le di un pequeño apretón en la mano y le hice un puchero. Otra corta sonrisa se asomó y gane nuevamente una batalla.
Fuimos a una casa en la playa de su familia en Malibu, tan aislados, tan solos, como si el mundo nos perteneciera. No me sentía asfixiada por no poder mostrarnos, por estar siempre cuidándonos las espaldas. Lo tenía todo para mí, por lo menos un día completo. Vimos el atardecer abrazados sobre la arena, leímos un libro de poemas y nos deleitamos con el paisaje en silencio. A la noche, cocino para mí y dejo que eligiera una película por mas que supiera que yo era fan de las de comedia romántica. Luego hicimos el amor, nos tomamos todo el tiempo del mundo para disfrutar uno del otro; con paciencia, completamente entregados. Edward durmió diez horas con la cabeza en mi pecho, más de doble de lo que suele dormir generalmente. Se sentía relajado cuando dormíamos juntos, lograba hacerlo dormir seis horas antes que cuatro, a lo que estaba acostumbrado. Esa vez, durmió lo que no había dormido en más de diez años. Me pase parte de la mañana solo observándolo y acariciándole el cabello, deseando que jamás llegara el día en que me encontrara sin él.
Justo como ahora.
—¿Momo? ¿Estás bien?
Levanto la vista sobre mi libreta para observar a Becca con el ceño fruncido.
—¿Eh?
—Que si estás bien —repite, entrecierra la mirada y se cruza de brazos—¿Hay algo que quieras compartir?
—No, ¿por qué?
—No te hagas la tonta conmigo —me apunta con el dedo índice. Lo quito de mi cara golpeando su mano—Tarde o temprano lo sabré, pequeña saltamontes.
—Ya te dije que no pasa nada—incorporándome de la silla del escritorio, tomo las carpetas con los curriculum y mi cuaderno. Lo que menos quiero ahora es un interrogatorio, no cuando los recuerdos me dejan sensible—Supongo que ya llegaron los postulantes, ¿cierto?
—Sí, están esperándonos en el vestíbulo. Haremos la entrevista en el patio.
Paso frente al espejo entero y le echo un ojo a mi atuendo: un vestido azul francés al cuerpo y a unos centímetros de mis rodillas, mangas tres cuartos y sin escote. Trate de vestirme lo más presentable posible, no pretendo verme con más años encima, pero si seria y segura.
—Es un buen día. Gran elección, Becks.
—Tus halagos no te salvan, Rousseaus.
Le sonrió en respuesta y salimos juntas de mi oficina. Becks trabajara de medio tiempo en el hotel sirviendo en las mesas de afuera y de adentro. Thelma también trabajara en el hotel, aunque su función es más variada. Si hay algo para hacer, allí ira mi loca amiga a echar una mano. Puede que Edward venga con su gente, pero yo también tengo que tener personal de mi lado, mucho mejor si mis amigas están en él.
Llego al vestidor con los entrevistados reunidos allí. Algunas ocupan asiento en los sillones mientras que otros se mantienen de pie y hablando entre ellos. Varían de edad y de apariencia. Casi puedo sentir los nervios destrozar la poca confianza que tengo, pero resisto ante la presión y sonrió mientras termino de avanzar. Me ven observar y levantan la vista hacia a mí por un momento antes de ignorarme.
Becca me da una palmadita en el hombro y me guiña un ojo cuando volteo a verla.
—Vamos, chica. Demuéstrales quien es la jefa aquí.
Le sonrió, agradecida por el ánimo. Acomodo la falda del vestido y doy tres pasos hacia el frente y espero en silencio hasta que me presten atención. No pasa más de cinco minutos en que murmuran entre ellos y voltean a mirarme, quedándose callados esta vez. Vuelvo a sonreír, solo que más fría y cordial.
—Buenos días.
—Disculpe, señorita —me interrumpe un hombre de mediana edad a un extremo de la habitación—¿Vendrá la encargada a entrevistarnos?
Mantengo la sonrisa en el rostro, aunque por dentro este molesta. La edad siempre es un impedimento para todo en mi vida. Puede que tenga 20 años, pero mayor parte del tiempo me siento como si tuviera quince años más.
—Mi nombre es Francesca Rousseaus y soy la encargada de Hotel Rousseaus de Manhattan—expreso con calma, arrebatando la sorpresa e incredibilidad en ellos—Las entrevistas serán dadas por orden de llegada, ¿todos tienen sus números? —veo a pocos asentir, lo que me es suficiente para seguir —Perfecto. Les deseo suerte a todos.
Les asiento con la cabeza en modo de despedida y camino dentro de la puerta de doble hoja que conecta al patio, Becca la cierra al pasar tras de mí y se gira rápidamente, dándome una sonrisa orgullosa.
—Esa es mi Momo —choco los cinco con ella mientras dejo escapar un largo suspiro.
—Fue molesto.
—Que no te joda, amiga. Cuando estés mangoneándolos sabrán que tan buena eres.
—Gracias, pero no quiero mangonearlos, solo que hagan su trabajo —me abrazo a mí misma, sintiéndome insegura—Entiendo que algunas personas les molesta estar bajo la supervisión de alguien más joven.
—Si ellos realmente necesitan el trabajo, entonces no les importara eso y querrán mantenerlo.
—Sí, es verdad.
—Ahora deja de preocupar y ponte en tu puesto —señala a la silla de al frente—Los haré pasar.
Me dejo caer en el asiento indicado, Becca me pasa el primer curriculum y lo abro. Es para el puesto de mucama, se llama Ramona Santiago, tiene 44 años y dos hijos. Buenas referencias y experiencia previa en hoteles.
—Por cierto, ¿Francesca? —Becca me observa con incredibilidad—¿Acaso tienes otra identidad que yo no conozco?
—Primer nombre.
—Siempre eres un misterio, Momo —me encojo de hombros, no lo veo relevante. —En fin, ¿quieres tomar algo antes de empezar?
—Un Martini.
—Thelma me dijo que vigilara cuantos Martini y Whisky te tomas en el día.
Revoleo los ojos, frustrada. Entre Marley y Thelma van a dejarme con abstinencia.
—Bien, solo agua.
Becca va hacia la heladera que detrás de la barra y me pasa una botella con una sonrisa burlona.
—No daría una buena imagen para ti, jefa.
Gruño por debajo, consciente de que tiene razón. Decido de olvidarme de todo asunto previo y concentrarme solo en la entrevista. Ya después me subiré botellas al minibar de mi cuarto y me daré los gustillos, claro que sin que Thelma o Becca se enteren. Me niego a que sigan tachándome de alcohólica.
Sin mayores problemas y complicaciones, la semana paso con catorce empleados trabajando oficialmente en el hotel. Ramona, Helga, Catalina y Martha serían las mucamas. George, Barry y Drew los botones. Sophia y Mike serían los meseros en la cafetería de adentro mientras que Becca y Steve serían los de afuera. Los meseros podían variar desde adentro hacia afuera, hay una puerta que conecta los dos extremos, por lo que les sería fácil a los cuatro manejarse en los dos ámbitos. Catrina y Kenny son los ayudantes de la cocina. Shawna estará como recepcionista, es las más jóvenes con 18 años. Thelma será mi secretaria y cubrirá a Shawna cuando tenga que tomar sus clases. Me falta el chef y el barman, y, a mi parecer, es lo esencial en el hotel.
Reviso los curriculum enviados al correo del hotel después de imprimirlos con una taza de café con un poco de vodka en mi oficina. No estoy buscando nada pretencioso, pero la comida tiene que ser excelente y el barman con una habilidad de escuchar problemas y controlar borrachos. Pensé en Marcus y lo deseche de inmediato, él tiene su propio negocio que atender. Así que aquí estoy, buscando el chef y el barman, quizá mas necesitando del último que del primero. Para la inauguración, tuve suerte que los padres de Thelma decidieran ayudarme con el cáterin, pese a la enorme vergüenza que sentí porque me lo hayan regalado, aun así estoy sumamente agradecida y contenta.
El teléfono de la oficina suena y me distrae de mi tarea. Doy un sorbo más antes de levantar el auricular y llevarlo a mi oreja.
—Hotel Rousseaus, buenas tardes.
—Francesca, cariño—cierro los ojos y largo un suspiro cargado. Lo que faltaba.
—Hola mamá.
Lauren Rousseaus es mi madre y la carga más pesada que he tenido en la vida. Desde manipuladora, superficial, codiciosa y falsa, nunca fue una madre con la intención de ganar un premio como la mejor del año. Ser afectuosa nunca estuvo en ella, lo máximo que hizo por mi cuando vivía sola era visitarme dos veces al año solo para llevarme de compras y al spa. Día de madre e hija, decía ella. Yo lo veía más como la oportunidad de refrescarme que mis acciones estaban fuera de mis manos y que debía recuperarlas costara lo que costara. Connor aguanto sus gastos escandalosos porque solían ser amantes y porque ella le entrego la custodia de mis acciones; unas que no vería hasta los 25 o tal vez nunca si no logró levantar este hotel. El caso es que si había otro al mando, dudo que aguantara los caprichos de Lauren.
—Ya estas instalada en Manhattan, ¿cierto? Connor me contó que abrirías un hotel.
—Estoy hace dos meses en Manhattan—contesto seca y distante. No me sorprende que no lo sepa, hace cuatro meses que no hablamos.
—¿Enserio? Supongo que la inauguración será pronto…
—Si, en tres semanas—miento de inmediato.
Si hay una habilidad que tiene mi madre, es el de hacer el ridículo en cada fiesta que hay. Demasiado champagne no es bueno para ella, y aunque lo sabe, poco parece importarle. Hace tiempo me resigne con Lauren y su enfoque a las cirugías plásticas y el alcohol. No la quiero aquí en esa noche especial para mí, ni siquiera le avise a Connor, aunque supongo que ya debe saberlo.
—¿No crees que es un poco tarde para ello? —comenta tratando de ocultar su molestia en vano—Estas hace dos meses allí, Francesca. ¿Qué estuviste haciendo todo ese tiempo?
—Bebiendo whisky y acostándome con hombres.
—Déjate de juegos, niña. Recuperar tus acciones es importante para nosotras.
—Entonces, ¿por qué se las diste?
—Ya vas con tu mierda de nuevo.
—Y tú con la tuya.
Siempre es la misma pelea, no importa si es por teléfono o cara a cara. Sale a relucir que no soy lo suficientemente consciente de lo que estoy perdiendo, que no soy lo suficientemente buena, y yo le retruco con que fue ella quien me quito lo que es mío.
—No vamos a empezar con esto —suspira buscando paciencia, una muy escasa—Francesca…
—Es Amoné.
—No. Eres Francesca. Yo te elegí ese nombre.
—Es por eso que lo detesto.
—¡Ya! —chilla enojada—¡Solo haz la maldita inauguración! ¿Vas a dejar que esos malditos se queden con lo que es nuestro?
—Le diste las herramientas de poder hacerlo, Lauren.
—Francesca…—advierte. Casi puedo verla apretando los dientes con fuerza mientras me dedica una mirada fulminante.
—No sabes nada del manejo de hoteles ni cuánto cuesta habilitarlo, por lo que te pedirías que te mantuvieras al margen de lo que ignoras. No estas invitada a la inauguración, así que no te quiero aquí sino quieres que ordene a los guardias a sacarte a la fuerza.
—¡Francesca!
—Y para que te quede claro una cosa: el Hotel Rousseaus es mío. Solo mío. No es propiedad de Connor, de los miembros del comité o de ti. Soy yo quien tiene el 45% de las acciones a mi nombre, y te prometo que no verás un solo centavo en cuanto las tenga en mi poder. No vuelvas a llamar, sabes que no me gusta cuando lo haces.
Termino la llamada de golpe, suspirando aún más frustrada. Saco la petaca de vodka que mantengo escondida en mi cajón y le hecho unos cuantos sorbos más a mi café antes de darle un largo sorbo. Al menos el alcohol me mantiene cuerda, por muy contradictorio que suene.
La puerta de mi oficina suena.
—Pase.
Recupero la compostura y termino rápido mi café al ver a Ronnie entrar por allí junto con Michelle. Me hago la tonta esquivando sus miradas con los ojos fijos en los curriculum. Me llevo una pastilla de menta en la boca, esperando a que no noten que he estado tomando alcohol a escondidas.
—¿Qué hacen aquí?
—Se dice “hola”, maleducada —rechista Ro y toma asiento en una de las dos sillas de al frente. Mich se sienta en la otra.
Le doy una sonrisa por encima de los papeles y los dejo de lado.
—¿Paso algo?
—No. ¿A ti te pasa algo?
Sé a que lo que se está refiriendo, pero aun así sonrió y niego.
—¿Y Thelma? No estaba en su habitación —pregunta Mich.
—Tenía que ir a ver a Sam.
—¿Te parece un café? Zettie está de camino a aquí.
Asiento dejando a un lado los papeles y me levanto del asiento. Los ojos fijos de Ronnie no pierden un momento de mí, solo la ignoro y paso de ella, esperando a que no pregunte nada sobre porque tuvo que llamarme por Terry, su pez ahogado. Recordar a Seth me recuerda a Edward y, mierda, estoy aprendiendo a no traerlo a mi mente.
Vamos a la cafetería y nos sentamos en una de las mesas cerca de los ventanales, hago dos cafés para ellas y un té de frutilla para mí mientras que Ronnie busca unos aperitivos en la heladera de la cocina. Sale comiéndose un muffin de chocolate.
—Esto es la jodida gloria.
—Eso es seguro.
—¿Y Becca? —Mich la busca con los ojos por el espacio.
—En su departamento—dejo el café frente a ella y Ronnie, dejo el mío frente a mi asiento y la bandeja la apoyo en la mesa de al lado—No empieza hasta el lunes, así que debería descansar todo lo que puede.
—El sábado es la inauguración, ¿cierto? —asiento hacia Ro—¿Necesitaras ayuda para la preparación de ese día?
—No, tengo todo en orden. Gracias, de todas formas.
—Estás decaída —dice sin más—¿Qué pasa?
—Nada.
La mirada de Mich varía entre ambas sin entender nada, pero entre Ronnie y yo es suficiente pocas palabras y nuestros ojos en sintonía como para entendernos. Ella quiere saber que ha estado pasando conmigo y yo me niego a hablar. Un día de estos voy a cansarla con tantas vueltas y sacare a la bestia interior. Pero no será hoy, hoy lo deja pasar y se come otro muffin. No es que no quiera contarle lo que pasa o lo que paso, es solo que no quiero contarlo a nadie.
—Tienes suerte que esto este delicioso—masculla con la boca abierta.
—Después yo soy la maleducada.
Mich se ríe de ambas y va hacia el último muffin de chocolate que queda, los demás son de crema. Ronnie le golpea la mano con una mirada fulminante.
—¡Ronnie!
—Es mío, búscate los tuyos.
—Dame uno, ya te comiste dos.
—Olvídalo.
—No seas glotona.
—No soy gorda.
—No dije eso, dije que eres glotona —Ronnie lleva la mano hacia el ultimo muffin y Mich le da un golpe en la mano, imitándola.
Arqueando las cejas, la castaña se pone seria.
—No te metas conmigo, chica. No es seguro.
—Muérdeme, glotona.
Suelto una leve risa por la tonta pelea de muffin entre las dos. Me pregunto cómo se pondrán cuando les diga que hay solo un volcán de chocolate.
—¿Cómo va con el hotel? —pregunta Michelle resignada, mirándome.
—Pues, ya hice la elección del personal. Solo me falta el barman y el chef, sobre todo el chef.
—¿Y por qué no le dices a Cole?
Observo a Ronnie preguntándole con la mirada si está hablando realmente enserio. Puede que sea un secreto su romance con Cole y han tratado de mantener su amistad, pero lo cierto es que me siento un poco incomoda con ello. No por mí, por ella. Aunque si ella lo está ofreciendo, tal vez debería aceptar.
Ronnie asiente con una media sonrisa.
—Estoy segura que estará encantado de ayudarte a buscar a alguien. Ya sabes, siempre le caíste bien.
No tengo tanta confianza en creer en sus palabras, pero tampoco para contradecirlas. Le pido el número celular. Más tarde lo llamare para que venga el domingo, el día después de la inauguración.
—¿Y qué tal te fue en tu cita con Tony? —cambio de tema volviendo a Mich. Esta se tensa y desvía sus ojos—Perdón, ¿era algo para no preguntar?
—No es eso, es que…
—¡Llego por quien lloraban! —chilla Zettie desde la entrada de la cafetería. El mesero que pasa tras ella se sobresalta, observándola con el ceño fruncido.
Suelto una risita por ello cuando se da media vuelta para disculparse y vuelve a nosotras, acercándose con una sonrisa de Cheshire. No se me pasa desapercibido el suspiro de Michelle, por lo que hago una nota mental de no preguntarle hasta que ella lo cuente por sí misma.
—Te tardaste—comenta Ronnie comiéndose el último de los muffin, recibiendo una mirada fulminante por parte de Mich—Ya no hay muffin.
—¡Porque te los comiste todos! —exclama la pelinegra molesta. Yo me río —¿Y tú de que te ríes, Rousseaus?
—En la cocina hay más.
Mich se levanta para ir en busca de aperitivos, le pido que traiga de más por si vuelven a pelearse y Zettie le pide dos cafés.
—¿Dos cafés? —inquiere Mich deteniéndose.
Nos echamos un vistazo con Ro antes de dirigirnos a Zettie, aun manteniendo su sonrisa en alto.
—¿Por qué dos?
—Me encontré un amigo en el camino —me guiña un ojo en mi dirección—¡Tu fabulosa entrada, nene!
Un muchacho alto de cabello castaño y ojos azules como el mar se asoma por la puerta, tiene unos jeans negros y una camisa celeste de mangas largas. Hace la caminata lunar tan perfecta que parecieran las piernas de Michel Jackson. De inmediato, me levanto de mi asiento y Ro también, seguramente manteniendo la boca tan abierta como la mía.
—Preciosas —da una vuelta completa sobre sus pies antes de lanzarnos un beso con la mano.
El chillido de Mich nos saca a todas de transe y es la primera en ir corriendo hacia Brasil, este no tarda en devolverle el abrazo soltando risotadas mientras mi amiga se mantiene emocionada. Le sigue Ro y yo voy detrás de ella, recibiendo nuestro abrazo de oso por turno. Damon Brasil ha sido mi mejor amigo desde que me mude a Dumbo. Entre Will y él han sido los responsables de llevarnos sanas y salvas a casa cuando nos pasábamos de copas y ya no recordábamos ni siquiera nuestros nombres. Es de los pocos hombres que quedan en el mundo que no son imbéciles. Las chicas lo adoran y yo también. Cuando terminamos la preparatoria, él se mudó a Canadá y solo nos hemos mantenido en contacto por whatsapp, video llamadas y comentarios de Instagram. Y, por supuesto, visitas fugaces desde Vancouver y Los Ángeles por parte de ambos.
—¿Cuándo llegaste? —pregunto de inmediato cuando me separo de él.
—Hace tres días —pasa un brazo por mi cintura, atrayendo levemente hacia él. Lo envuelvo en brazos y mi cabeza se apoya en su hombro.
—¿Y por qué no contactaste? —Ronnie le da un leve golpe en el hombro—Deberías habernos dicho para hacerte una bienvenida.
—Lo cierto es que estoy un poco ocupado con la mudanza y buscando trabajo —hace una mueca de cansancio.
—¡De eso justamente venía hablándole! —Zettie se para frente nuestro con su mirada brillante—Momo, Becca me dijo que necesitabas un barman. ¿Cierto?
Brasil me guiña el ojo y yo sonrió.
—¿Enserio?
—Cariño, los mejores tragos que has bebido vinieron de mí —presumido nada, como siempre —Además, podrás venir siempre cuando quieras a desahogarte conmigo, acompañada con uno de mis fabulosos tragos como en los viejos tiempos.
Sonrió mientras asiento y le doy un beso en la mejilla, abrazándolo otra vez. Ya tengo barman y chef, así que estoy completa para el hotel.
El estómago se me revuelve y siento ganas de vomitar. A su vez, mi garganta está cerrada y de mi frente escurre una capa de sudor. Trato de inhalar y exhalar lentamente, uno a la vez, pero lo cierto es que los nervios me dificultan la respirar y en cualquier momento voy a tener un ataque de ansiedad. Llevo mis uñas a mi brazo y comienzo a rascar con fuerza sobre la tela, pero ni el dolor o el ardor llega a calmarme. La luz en el hotel se fue y es la inauguración.
Marley se mantiene a mi lado, las dos alumbrando con la linterna a Sheldon y los fusibles. Gracias al maldito cielo que aceptó la invitación de venir a la fiesta, aunque me da vergüenza tenerlo trabajando para mí cuando debería estar disfrutando por ayudarme tanto.
—¿Falta mucho? —inquiere mi prima con cierta impaciencia mientras sube y baja el tacón de su zapato. Incluso ese sonido me estresa —No quiero apresurarlo, pero ya hace diez minutos se fue.
—Ya va —dice Sheldon con calma.
Quito el sudor de mi frente y me digo a mi misma que solo es un fallo, uno pequeño. Pero el engaño no me ayuda para nada, solo me pone aún más nerviosa y tensa. El calor y el frio me golpean varias veces hasta que el leve mareo me nubla la vista. Tengo que sostenerme de una columna cerca con disimulo para no caerme y ellos no lo noten. No puedo derrumbarme, no ahora.
Respira. Respira. Respira.
La luz vuelve de golpe. De mis labios sale un suspiro de puro alivio mientras los síntomas van desapareciendo poco a poco, pero no lo suficiente para mantenerme tranquila. Mascullo un agradecimiento a Sheldon y les pido que vuelvan a la fiesta. Voy casi corriendo hasta el salón, fingiendo la mejor sonrisa que puedo en este momento. Los invitados voltean a mirarme y, para mi suerte, casi nadie se ha ido. Me paro frente a la sala con las manos enredadas al frente.
—Lamentamos el incidente y esperamos que sigan disfrutando la fiesta —los aplausos de los invitados me sacan otro suspiro de alivio y pocos segundos está sonando la música nuevamente.
—Momo—me llama Mich desde atrás. Volteo hasta enfrentarme a ella—Llame a Thelma como me dijiste, pero había mala cobertura y no le entendí bien. Creo que estaba encerrada con alguien, dijo que te dieras prisa.
—Mierda, ¿te dijo con quien?
—No, pero se oía molesta.
Me voy nuevamente a las corridas hacia el ascensor y aprieto el botón para llamar al subsuelo. Diez segundos después, las puertas metálicas se abren y la primera en salir es Thelma con el rostro deformado por la ira. Esta tan alterada que casi me lleva encima.
—¿Qué fue lo que…?
—Ahora vengo —dice sin siquiera darme una mirada y sube los escalones dos en dos.
Otra persona sale del ascensor, sorprendiendome. ¿Qué hace Roy Blakeslee aquí? ¿Vino a buscar a Thelma?
Roy camina sin perderle la vista hasta que Thelma desaparece, soltando un suspiro recargado. Me cruzo de brazos en cuanto gira hacia a mí, le encarno una ceja y lo miro con cierto desdén. No hemos intercambiado más palabras que un saludo cordial y una despedida cada vez que iba a la casa de Will. No tenía nada en contra de él, pero después de que le haya roto el corazón a mi mejor amiga, creo sentir un pequeño profundo y gran odio hacia su persona.
—Blakeslee.
—Rousseaus.
—No recuerdo haberte enviado la invitación.
—Solo vine a buscar algo —aclara con una mano hacia arriba—No quiero molestar.
—Pues, ya lo haces, chico.
—¿Roy? —Will aparece de repente con traje azul francés sin corbata, zapatos negros y su inseparable sombrero; lleva un ramo de flores en la mano. Su ceño se frunce con molestia, a él tampoco le agrada verlo—¿Qué haces en el hotel?
—Vine a buscar algo —repite cansino y revolea los ojos—¿Acaso soy algún tipo de asesino o ladrón para que odien que este aquí?
Will y yo nos miramos de reojo antes de asentir. Roy bufa, frustrado. Thelma baja rápidamente las escaleras con una muñeca en la mano que no tarda en dársela a Roy con brusquedad, golpeándole el pecho.
—Aquí tienes, ya puedes irte.
—Gra—
—Cállate.
—Solo iba a decir gracias —replica Roy ofendido.
Thelma solo pasa de él y se va al gran salón, la observa hasta que se pierde entre las personas y vuelve a suspirar.
—Lamento la intromisión—me dice antes de poner la vista en el pelinegro—Nos vemos en casa.
—Vete antes de que te maten, hermano —le aconseja Will dándole una palmeada al pasar. Desaparece por la puerta principal y casi me da pena por como arrastra los pies. Casi sino fuese porque mi mejor amiga tiene el corazón roto por su culpa—¿Sabes? Pudo habérmelo pedido a mí. Sabía que yo venía de camino.
—Pero ambos sabemos por qué vino —le echo una mirada significativa mientras él solo menea con la cabeza. —Por cierto, ¿y ese ramo?
Will me sonríe y me lo entrega no sin antes darme un afectuoso abrazo y un beso en la mejilla.
—Felicidades, Momo. Te quedo bellísimo.
—Gracias, me encantan —le regalo una sonrisa mientras inspiro la fragancia de las rosas—Pasa a la barra a tomar algo y luego ve a la habitación de Janis Joplin, primer piso —le paso la llave.
Mi amigo solo suelta un silbido, arrebatándome una risita.
—Gracias por pensar en mí para el espectáculo, Momo.
—Gracias a ti por aceptar— le doy un beso en la mejilla y una palmadita en la espalda—Ahora ve, amigo mío, bebe por mí.
Will se marcha y yo le pido a uno de los meseros que pasa si puede poner las rosas en agua. Cuando estaba organizando la inauguración con Thelma y Becca, la primera sugirió que sería bueno ponerlo a Will en el micrófono e interpretara algunas canciones con la guitarra. Me gustó la idea porque la voz del chico es genial y aún más cuando toca las canciones de mi amiga, así que le di el okey y mande a que le prepararan una habitación para alistarse.
Camino hacia el gran salón en busca de Thel para preguntarle como esta. No todos los días te quedas encerrada con tu ex en un ascensor. Pero, en cambio, un rostro familiar está en el medio del salón con una copa de champagne. Su cabello dorado ha crecido aún más y lo mantiene con ondulado a un costado de su hombro mientras que lleva un vestido rojizo al cuerpo, resaltando sus curvas. Amber Maxwell siempre ha sido hermosa, demasiado hermosa para cualquier hombre. Sin embargo, es una perra cuando quiere serlo y no dudo que está aquí para joder mi noche. Se mantiene con el brazo enredado con el de su padre, Robert Maxwell, un poderoso abogado y gran amigo de Connor. La miro un poco más con la idea de simplemente marcharme, podría saludarlos en otro momento o tal vez solo esperar a que se marchen. Ninguno me cae en gracia.
Paro en seco cuando me fijo con quien hablan los dos. El corazón me da un vuelco mientras empieza a latir con fuerza y dolorosamente. Las piernas se me debilitan por completo, no puedo moverlas por más que quiero. Ni siquiera puedo apartar mis ojos de él: Edward está aquí. Tiene un traje negro, impecable y sin ninguna arruga, con una corbata roja que le regale para navidad y el cabello perfectamente peinado hacia atrás. No puedo ver demasiado de su rostro, solo de perfil, pero no ha cambiado absolutamente en nada.
Nuevamente, mi corazón da otro vuelco cuando gira la cabeza hacia a mí. Sus ojos brillan por un breve momento y me disparan directo al alma, rompiéndome en mil pedazos. Tengo la suficiente fuerza para darme vuelta y comenzar a caminar lo más lejos posible, sintiendo las lágrimas golpear mis ojos y la respiración entre cortada. Llego a la barra del patio de afuera y me quedo parada, esperando a que Brasil tome mi pedido.
—Jefa, ¿acaso viene a supervisar mi tarea como el mejor barman de Manhattan? —bromea al mismo tiempo que me prepara un Martini—Ey, ¿Qué pasa?
—Dame ese Martini—prácticamente se lo arrebato y me lo bebo de golpe. —Ahora dame un whisky.
—Amoné…
—Brasil, solo hazlo —la voz se me quiebra y tengo que repetirme una y mil veces que me tranquilice, que esto no es el fin del mundo, que es obvio que iba a verlo porque trabajaría aquí conmigo.
Brasil lo hace sin rechistar ni cuestionar, solo tomo el vaso y me marcho de ahí antes de que empiece a interrogarme. Bebo a sorbos largos mientras me paro aun lado del escenario, ya casi está todo listo para que Will se suba.
Una mano se posa en mi hombro, sobresaltándome.
—Tranquila, nena, soy yo —Thelma frunce el ceño al verme alterada—Lo siento, no quería asustarte. Y siento lo de Roy viniendo aquí, Sam olvido su muñeca y no aguantaría hasta mañana sin ella. ¿ya se fue?
Asiento y termino mi whisky de un solo golpe.
—Ey, ey. Dijiste que no hay que emborracharnos hoy—me arrebata el vaso y lo deja en una de las mesas con aperitivos más cercana—¿Qué está pasando, Momo?
—Edward está aquí —suelto de sopetón con el aire contenido en mis pulmones.
Abre la boca en grande y voltea a buscarlo con la mirada. Se detiene un momento y mis alarmas se encienden a todo dar.
—¿Es el de ojos rasgados y nariz estirada? Te está viendo directamente.
Un grito ahogado se me escapa y tan pronto le escucho advertirme que viene hacia donde estamos, me escapo diciéndole que se asegure que Will suba al escenario en veinte minutos. Voy por la segunda puerta que conecta el patio de afuera con el salón de adentro, esperando perderme entre la gente y así retrasar el encuentro lo más posible.
Me toman de la mano y se la quitó con brusquedad. Ronnie me observa, sorprendida.
—Perdón, no fue mi intensión—digo arrepentida y frustrada. —¿Qué sucede?
—Mamá trajo a un reportero para entrevistarte. Esta buscandote.
—¿Ahora?
—Será corta, amiga. Le dije que después del discurso—me soba la espalda—Debes estar estresada.
—Mucho —admito y seco de mi frente el sudor. Los golpes de calor y frió empiezan a revolverme el estómago, quiero vomitar. —Ronnie, sé que estas aquí para disfrutar, pero ¿podrías…?
—Tranquila, yo me ocupo —me guiña un ojo, se da vuelta para irse pero a dos pasos regresa—Espera, ¿de qué me ocupo?
Le suelto una media sonrisa y le explico que tiene que avisarle al dj que en diez minutos cierre la música porque cortaremos el listón para formalizar la inauguración, que los meseros ya vayan sirviendo las copas de champagne para el gran brindis. Luego subirá Will y solo nos queda esperar a que la fiesta siga marchando bien. Ronnie asiente y se va, quitándome un peso de encima. Aun así, mi ansiedad no disminuye y pronto estoy de nuevo rascándome el brazo. La visión empieza a nublarme mientras los sonidos van haciéndose eco. Lo único que falta es que me desmaye aquí por los nervios. Me sostengo en una de las mesas que esta contra la pared mientras trato de distinguir una silla y algún bocadillo dulce. He sufrido de presión baja toda la vida y es peor cuando estoy al límite de mi estrés.
Uno de mis tacones se dobla y ya casi creo sentir el piso en mi cara, pero alguien me sujeta a tiempo antes de que otros puedan notar. No es necesario que voltee a ver quién es, ya solo con el tacto de nuestros cuerpos y su fragancia es suficiente para darme cuenta.
—Solo respira profundamente —susurra en mi oído, un escalofrío recorre por toda mi espalda—Hoy estas en el ojo del público. Necesitas mantenerte en pie.
—Suéltame —me las arreglo para decir.
No lo hace y me lleva a una silla, dejándome caer lo más disimulada posible. Alcanza uno de los pastelillos y lo deja en mis manos.
—Cómelo.
—Ya se lo que tengo que hacer—aprieto con fuerza los dientes. Sé que debo hacerlo, pero aún tengo nauseas.
Le doy una pequeña mordida antes de masticarlo y tragarlo a la fuerza.
—Baja la cabeza y bebe agua —lo escucho servirlo en un vaso y me lo pasa—Ayudara a nivelar tu presión.
Ayudaría a nivelar mi presión si simplemente se marchara e hiciera las cosas más fáciles para mí, pero no es como si fuera a suceder. Lo que más odio es tener que hacerle caso a sus malditas órdenes porque no me queda de otra. Bebo dos vasos más de agua aun manteniendo la cabeza abajo, aun evitando sus ojos marrones. Es casi irreal que este frente a mí, ayudándome a mantener la compostura cuando la última vez que nos vimos nuestro encuentro termino con él observándome con indiferencia y yo histérica haciendo un desastre en su habitación. Casi me avergüenzo de mi comportamiento, casi porque todavía recuerdo lo imbécil y desgraciado que fue.
Nos mantenemos callados, él parado frente a mí y yo con la cabeza hacia abajo. Puedo sentir sus ojos y no soy lo suficientemente valiente para devolverle la mirada. Mi corazón ahora late con menos dolor y más con ese amor que me ha condenado desde el primer latido. Es estúpido e irracional, lo sé, pero parte de mí se siente feliz después de anhelarlo tanto tiempo, después de extrañarlo como loca aunque me lo niegue a mí misma. Quiero abrazarlo, besarle y decirle que estará todo bien, que simplemente estemos juntos.
Empujo todos esos pensamientos y sentimientos hacia el fondo, recordándome con rencor que por su culpa estoy fuera del principal Hotel Rousseaus, que por él estoy jugándome mi herencia.
—Puedes irte—digo esta vez más calmada.
—No.
—Estoy bien.
—Todavía no.
La suavidad en la que habla me hace desistir por un momento, aunque vuelvo a insistirle que se vaya. Hace oídos sordos y no me responde, exasperándome.
—No soy tu problema, Edward. Largo.
No contesta y mis nervios comienzan a florar de nuevo.
—Necesito que…
—Amoné…
Mi garganta se seca al mismo tiempo en que las lágrimas vuelven a exigir salida. No soy tan fuerte como siempre aparento. Tan solo escuchar mi nombre saliendo de sus labios provoca esto. Algo tan simple y sencillo. Soy tan estúpida.
Ya no puedo seguir huyendo y dejar que él siga teniendo este efecto en mí, así que junto coraje en una inhalación lo levanto la cabeza. Nuestras miradas chocan tan fuerte que una descarga pasa por todo mi cuerpo. Es increíble que hace dos meses no haya visto aquellos ojos cafés intensos y profundos, sus labios carnosos que disfrutaba besar, su mandíbula bien marcada y la elegancia que desprende su postura. Me quedo perdida en su mirada, devolviéndome el mundo en solo un segundo.
—Vaya, que tenemos aquí.
Cierro profundamente los ojos y vuelvo a abrirlos, esta vez volteando a mi costado, levantándome despacio. Amber se acerca con una sonrisa falsa y sus movimientos sensuales. Sus gestos no desprenden más que burla y cinismo, por lo que no me dejo molestar. Lo que si me jode es que este enredando su brazo con el de Edward, acercándose tan íntimamente. Mi ceño su frunce de inmediato, pero vuelvo a mi rostro lleno de indiferencia.
Una risita se escapa de sus labios. Lo notó y creo que Edward también.
—No te pongas celosa, Francesca. Después de todo, Edward y yo siempre fuimos amigos.
—Amber —advierte el pelinegro, conciso y seco—No es el lugar ni el momento.
—Solo venía a felicitarla —le hace un puchero y aprieto con fuerza mis puños para no arrancarle las manos—Felicidades. El hotel es precioso. Tienes excelentes habilidades para el diseño.
—Gracias —respondo entre dientes, divirtiéndola aún más.
—Veremos cómo te va en el manejo. Te deseo suerte, yo ya me tengo que ir.
Esa si es una buena noticia.
—Estaré por la ciudad en estas semanas —le dice a Edward con su voz de encanto, retorciendo mis celos. Se acerca a su oído y le susurra con sus ojos puestos en mí. —Podemos encontrarnos cuando quieras.
—Solo vete, Amber —Edward la aparta de si con caballerosidad y le envía una de sus miradas frías—Hablaremos después.
La furia incrementa ante eso último y no soy capaz de cambiar mi cara de culo cuando ella se despide toda cínica. Hacemos contacto visual, él indiferente y yo a punto de asesinarlo.
—¿Te sientes mejor? —asiento aun tensa—Ve a prepararte para cortar el listón. Yo voy a…
—No te preocupes, lo tengo todo cubierto —digo mordazmente y dejo con brusquedad el vaso en la mesa cerca sin despegar mis ojos de él—Deberías llamarla, se mostraba muy interesada en ti.
—Amoné…
—Supongo que ella puede soportar más tus maltratos que yo. Al menos, ella era consciente de que solo la usabas.
—Por favor, Amoné…
—Está bien. Ya no soy tu novia y creo que lo nuestro nunca fue importante, de todas formas —me encojo de hombros, fingiendo desinterés. Por muy enfermizo que sea, espero que mis palabras lo lastimen, que haga un gesto o algo, pero ahí está nuevamente su cara seria que tanto detesto—¿Ya fuiste a tu habitación?
—Aun no.
—¿Y tus maletas?
—Llegan mañana.
—Genial. Entonces, hoy no deberías quedarte aquí.
Me doy media vuelta y comienzo a caminar hacia el fondo del salón sin darle tiempo a contestar. Me maldigo interiormente por actuar como una cría estúpida y celosa, solo que no puedo evitarlo cuando veo a alguien cerca de él y tan interesada como Amber, sobre todo con ella. De solo imaginármelos tan íntimamente me hierve la sangre y parece que se me va a evaporizar.
Respiro profundo y trato de convencerme que no es lugar para esto. Me concentro más bien en el listón rojo que está sujeto a dos bastones dorados en el suelo, con los extremos enredados alrededor de cada uno. Atrás de este, en un costado, un atril de madera negra con un micrófono. Envió a uno de los meseros para que vayan sacando las copas de champagne y acata las órdenes de inmediato. Segundos después, cinco meseros están sirviendo champagne mientras que uno me pasa una copa. Poco a poco todos van recibiendo su trago, mis amigas se movilizan hacia un costado con sonrisas gigantescas en el rostro. Se las devuelvo de mejor ánimo que minutos antes, no tardo en divisar a Marley también asomándose y guiñándome un ojo. Los padres de Thelma, Louise y Aza están cerca. Los Bane parecen explotar de emoción, lo que me conmueve. Margaret y Taron también se ven felices por mi y no evito sonreirles con cariño. Edward también se sitúa enfrente con su copa, pero a él mejor ignorarlo.
Zettie golpea una cuchara contra su copa para llamar la atención de los demás invitados, cosa que le agradezco con una sonrisa. Voy detrás del atril para dar finalmente mi discurso. Mis manos sudan y mi corazón late más rápido que nunca, esta emoción y felicidad nadie puede arrebatármela.
—“Estimados invitados.
Estimados colegas.
Damas y caballeros.
Permítanme en prima instancia, agradecerles a todos y cada uno de ustedes por su presencia en este evento de suma importancia para nosotros en nuestra amada Manhattan—los aplausos no se hacen esperar y más que uno que otro grito por parte de mis locas y de los Bane. Sonrió de inmediato—Doy gracias a Dios por lo logrado y por lo lograr. Agradezco a los colaboradores y empleados, a mis grandes amigos y a mi familia. Hace un año atrás, me encontraba siendo solo una recepcionista en el Hotel Rousseaus en Los Ángeles. Soñaba con un día como este, jamás pensé que llegaría tan pronto. Creo que cuando hay voluntad y decisión, trabajo y compromiso, los seres humanos hacen posible lo imposible.
Esta es una etapa cerrada para nosotros. Comenzamos otra en la que tomamos responsabilidad y deber con nuestros clientes y nuestros empleados, dedicándonos a ello y esperando en el futuro no detenernos, sino seguir expandiéndonos.
Con mucho orgullo, hoy inauguramos el Hotel Rousseaus: 28 Women, nuestro séptimo proyecto bajo la marca de la Corporación Rousseaus. Un subsuelo, dos pisos y con 14 habitaciones que cumplen los estándares superiores de calidad, todas con ventanales altos y anchos, en su mayoría con balcón; dos cafeterías con bar incluido, tanto adentro como afuera; piscina climatizada, un área para niños y una azotea con vista al mar.
Mi nombre es Francesca Rousseaus, encargada del hotel de Manhattan, y con mucha alegría y felicidad los invito a levantar sus copas y brindar junto a mí: por el Grupo Rousseaus.”
—¡Por el Grupo Rousseaus!
El brindis no se hace esperar entre ellos. Yo me voy al medio del listón con mi copa y con una tijera grande. Zettie y otros más capturan el momento con fotografías, corto el listón y otro estallido de felicitaciones y aplausos no se hacen esperar. Los invitados poco a poco se van acercando para chocar las copas conmigo y hablar un breve momento para felicitarme. Casi al final vienen mis amigas y no dudamos en darnos un abrazo fuerte entre las seis, soltando risas y en el proceso lágrimas. Los padres de Thelma me dan un abrazo fuerte de oso entre los dos y lo mismo hace Louise con Aza. Will y Brasil se pelean un instante para ver quien me abraza primero, pero terminan haciéndolo los dos por igual, causándome risas.
Marley se acerca a lo último, nos abrazamos con cariño.
—Estoy orgullosa de ti.
—Gracias—me separo de ella y quito las lágrimas que han caído —Esto es solo el comienzo.
—No debiste incluir a esos malnacidos—dice, refiriéndose a los demás accionistas dela corporación.
—Lo sé, pero debía hacerlo. De allí saque el capital.
Marley menea la cabeza aun sonriendo y choca su copa conmigo. Mi vista se posa detrás de ella, Edward se acerca con su copa en mano y su expresión seria, pero sus ojos brillando. Mi prima echa un vistazo hacia atrás antes de volver a mí.
—¿Lo saco a patadas o te lo aguantas?
—Estoy bien.
Me da una ultima mirada antes de girar sobre si y pasar de Edward, no sin antes darle una palmada en el trasero. Este se gira, molesto por el fetiche que tiene Marley siempre de darle una nalgada. En otra ocasión me echaría a reír, siempre era divertido ver la dinámica de su amistad: amor-odio todo el tiempo. Sin embargo, ya han pasado aquellos días en que podía sentirme cómoda alrededor de Edward o que siquiera pueda hacerme reír ese tipo de gestos.
—Felicidades —habla apenas lo tengo enfrente. Intenta chocar su copa contra la mía, pero la llevo hacia mis labios y la bebo de golpe. Nuestras miradas se cruzan, el brillo se apaga y encarna una ceja.
—No brindo con el diablo, gracias—le echo una sonrisa falsa —Mucho menos sino está siendo honesto.
—Soy honesto.
Meneo la cabeza con una sonrisa cínica.
—Nunca fuiste honesto ni un solo día desde que te conozco, así que ahórrate todo el espectáculo.
Retiene un suspiro que lo expulsa por sus fosas nasales. Su intensa mirada sigue intimidándome, pero ya no puedo bajar la cabeza, no cuando puede darme un puñal en cualquier momento.
—Al ver que esta todo en orden, debería irme.
—Ni siquiera tuviste que haber venido. Esta todo perfecto—replico brusca.
—No lo parecía cuando se fue la luz.
—Un pequeño fallo.
—Cualquier error puede ser mortal—me recuerda. Odio que sea tan perfeccionista, incluso mas que yo.
—Pero no lo fue. Así que ahórrate las palabras.
—Vendré mañana temprano. Tendremos una reunión —informa bebiendo un poco de su champagne—No te duermas tarde…
—No me digas lo que tengo que hacer. Yo soy tu jefa aquí.
Su sonrisa arrogante se forma de inmediato, tumbándome el corazón. Maldición.
—Eso está por verse.
Quiero decirle algo más, como que es un gilipollas y una gran mierda, pero de pronto aparece un tipo de traje, cabello rojizo, ojos marrones y pecas por todas partes del rostro.
—Lamento interrumpirlos, soy Chester McFly, periodista del New York Times —extiende su tarjeta de presentación junto a su identificación colgando de su cuello y me da la mano para estrecharla—Un placer conocerla, señorita Rousseaus.
—Un placer, señor McFly— le devuelvo la sonrisa cordial—No se preocupe, aquí el caballero estaba por retirarse.
Edward le ofrece un leve asentimiento, sus ojos me penetran al volver a mi.
—Que descanse, señorita Rousseaus.
Se da media vuelta y se marcha, yendo hacia la salida. Casi le tiro la copa por la cabeza al escucharlo llamarme así. Era como solía hacerlo cuando trabajábamos en el hotel en Los Ángeles, frente a los empleados o a Connor. En la intimidad, me llamaba por mi nombre. No debería molestarme ni herirme, sé que está poniendo distancia y nuevamente aparenta que no somos más que colegas en el trabajo. Es solo que me recuerda a lo doloroso que resultaba escondernos todo el tiempo y tratarnos con frialdad.
—¿Señorita Rousseaus? —me llama de nuevo Chester.
Decido prestarle toda mi atención. Me pregunta si puede grabar las preguntas y yo asiento, solamente cinco minutos porque estoy un poco atareada, prometiéndole que próximamente podría darle una entrevista más amplia. El hombre se muestra amable y respetuoso, contento por la propuesta. Las demás preguntas van hacia la preparación del hotel, que era esto antes de convertirlo en lo que es hoy, que esperaba en un futuro en este hotel, cuantas habitaciones y como es el servicio. Luego, vienen preguntas un poco más personales. Mi nombre completo, mi edad—se queda sorprendido cuando le digo que tengo 20, próximamente 21 en cinco meses—, que estudio, que tal ha sido mi experiencia trabajando en mi propio hotel y demás.
—Una última pregunta y prometo dejarla libre —le sonrió aun cordial por su amabilidad—Hay un rumor acerca de la próxima presidencia de la Corporación Rousseaus. Dicen que usted es una de las candidatas.
Siento la sangre hervirme otra vez por las venas. Lo sería si esos malditos… si el imbécil de Edward…
—Lo cierto es que no estoy en posición para afirmar o negar nada—contesto lo más neutral posible, sosteniendo la máscara de “aquí no pasa nada, esta todo genial” —Por ahora, solo puedo decir que estoy agradecida por la confianza que el Grupo Rousseaus ha depositado en mí. Soy joven y aún no he terminado mis estudios, pero este es un gran paso para mi vida profesional y personal. Simplemente puedo agradecerles y prometerles que no voy a fallarles cueste lo que cueste.
Chester se va contento por su entrevista y con mi número de teléfono para la próxima. Yo solo espero que el periódico llegue hasta Los Ángeles y que noten el claro sarcasmo de la última respuesta.
Decido rellenar mi copa con más champagne y pasar de invitado a invitado para agradecerles la presencia y recibir más felicitaciones. Logro llegar al patio trasero con un poco de retraso y voy directo al escenario. Will ya casi termina con los arreglos arriba del escenario y me echa una sonrisa con un pulgar arriba.
—Buenas noches a todos—dice por el micrófono, se sienta en el taburete y mantiene la guitarra sobre su regazo—Mi nombre es Will Blakeslee. Antes de empezar, me gustaría un aplauso para la señorita Rousseaus.
Los aplausos no se hacen de rogar y les sonrió a todos con amabilidad, sintiéndome ahora un poco avergonzada. Thelma y Ronnie se sitúan ambas a cada costado mientras Zettie y Mich van de lado de Ronnie y Becca de Thelma.
Will empieza a tocar unos acordes mientras su talentosa voz empieza a sonar por cada parte del hotel. Pronto la gente se amontona para escucharlo cantar la melodía suave que no reconozco. Para de tocar antes de sonreírnos con arrogancia y con otros acordes más electrizantes, la melodía cambia a más rápida y movediza. Lo secundamos con las palmas mientras las seis nos arreglamos para mover nuestros cuerpos aun pegados y aplaudiendo al son de la canción.
"Llámame y llora."
Le rezo a todos los santos y a los dioses del Olimpo que Ronnie no este durmiendo en este momento. Es temprano y de seguro tiene que levantarse para ir a trabajar. Las mañanas después del sexo son lo más incómodo que hay en el mundo. Los tipos están ansiosos de que te vayas, pensando que tal vez estés buscando algo más. A mí me pasa lo contrario, me quiero ir apenas termino el encuentro, solo que ayer estaba tan ebria y fue jodidamente bueno que termine agotada y durmiendo desnuda en su cama.
Después de unos interminables minutos, mi celular vibra.
"¿Y ahora en qué te metiste?"
Siento a Seth moverse entre las sabanas mientras suelta un gruñido, aun adormilado, pero despertándose. Tecleo lo más rápido que puedo.
"LLÁMAME Y LLORA."
—Buenos días, preciosa.
Seth abre con pereza los ojos y antes de cerrarlos y dedicarme una sonrisa sexy. No hay por donde mentir. El chico es sexy, encantador y sabe lo que hace en la cama. Ayer lo hicimos dos veces, primero en la puerta de la entrada apenas la atravesamos y luego en su cuarto. Pero eso tampoco lo libra de ser uno más y que me tenga socorriendo a Ronnie y sus malas interpretaciones de amiga desesperada o novia ultra celosa. Nunca sé con qué va a saltar, tiene imaginación para inventar historias. Con tal de que me saque de apuros, yo le sigo la corriente.
No le devuelvo la sonrisa, agradeciendo mentalmente que no esté tratando de buscar una ronda mañanera.
—Ahm, buenos días —mascullo con las sabanas contra mi cuerpo.
Mi celular suena estruendosamente con la canción de “Mr. Moonlight” y atiendo de inmediato, aliviada.
—¿Hola?
—¡Momo! ¡Momo! —el chillido de Ronnie por poco me rompe los tímpanos.
Tengo que alejar el auricular de mi oreja, había olvidado que tiene que gritar para que el sujeto de turno escuche. Ha pasado tiempo desde nuestros truquitos para zafarnos de situaciones incomodas.
El chico levanta las cejas y sonríe en mi dirección, viéndose más sexy que nunca. Se acerca rodeando mi cuerpo con su brazo y dando pequeños besos que vagan de mi hombro a mi cuello. Hay gente que es cruel y él sí que lo es, más cuando recuerdo lo rico que se sintió ayer.
—¡Terry! ¡Terry! —grita fingiendo un mal llanto. Tengo que morderme el labio inferior para no soltar un jadeo cuando Seth me muerde la oreja.
—¿Terry? —repito un poco tonta, más distraída por los besos del castaño y sus manos vagando en mi cuerpo.
—¡Mi pez! ¡Terry! —me recuerda a su mascota imaginario y tengo que asentir para seguirle el juego, aunque en estos momentos creo no querer irme —Me he despertado hoy, ¿y adivina qué? ¡Se ahogó!
Seth se permite alejarse de mi cuello antes de soltar una carcajada a lo grande. La cara se me pone roja por la estúpida excusa de Ronnie, no sé si lo hizo a propósito o si ella también perdió la práctica.
—Genial. Me tendrás ahí para darte mis condolencias —murmuro molesta por verme atrapada en el engaño y termino la llamada.
Segundos después en que Seth se sigue riendo hasta llenar lágrimas en sus ojos, me llega un whatsapp.
“¡Ey! ¿Por qué cortaste? ¡Tenía más material! ¿Pudiste salir?”
No le contesto y cierro la conversación. Hay que empezar a cuadrar mejor las excusas.
—¿Es tan divertido? —pregunto en dirección a Seth.
Las carcajadas disminuyen y se seca las lágrimas. Vuelve a acercarse a mí como el depredador que es mientras yo me siento una tonta tratando de escapar con dignidad.
—Debo admitir que ese truquito con tu amiga me ha ayudado bastantes veces a escabullirme—dice con sinceridad sin perder el brillo divertido en sus ojos y su sonrisa coqueta—Pero no pensé que te querrías ir tan pronto, cariño, no cuando ayer la pasamos tan bien.
—Sí, la pasamos bien —toma unos mechones en mi cabello y los besa, observándome con hambre. El estómago se me revuelve mientras estoy pensando seriamente si realmente tengo que irme—Solo quería ahorrarme el incómodo momento.
—Iba a ser incómodo, de todas formas.
—Sí, pero no tanto.
Se acerca mucho más, buscándome. Su rostro esta tan cerca del mío que nuestras respiraciones chocan. Los ojos esmeraldas de Seth no me pierden de vista en ningún momento, seduciéndome. Yo me dejo, por mucho que me haga la dura, me gusta.
—Deberíamos repetirlo.
—No suelo repetir.
—Estoy seguro que ninguno fue tan bueno.
Se atreve a estampar nuestros labios. Le sigo el beso, llevada por la tensión sexual. Acaricia con sus dedos el largo de mis mejillas, acomodándose poco a poco arriba de mí. Pongo mis manos sobre sus hombros, lo que no sé es si debo distanciarlo de mi o enredar mis dedos en su cabello.
—Solo déjate llevar, te prometo que valdrá la pena.
No tiene que prometerme nada porque ya lo sé. Es muy bueno y, mierda, me encanto. Sus manos recorriendo mi cuerpo saben dónde ir y cómo hacerlo, los besos sensuales, su agarre, su movimiento, sus susurros e incluso sus gruñidos. Sé que tal vez no debería, que tendría que estar en el hotel y preparar la inauguración. Solo que en estos momentos, parece ser el único en que no estoy estresada, triste o cansada.
Me separo del castaño de golpe, sorprendiéndolo.
—Tengo que ir al velorio del pez Terry en una hora.
La sonrisa divertida en el rostro de Seth y sus ojos brillando me da un tirón en el estómago que va directo hacia mi corazón.
—Dame dos horas y te dejo ir a despedir al pobre Terry.
Acepto con gusto en un fogoso beso que viene con manos de aquí para allá. Casi puedo sentir a la vieja Amoné volver del pasado, cuando no era dependiente ni cambiaba mi dignidad por pocas caricias. Es mucho mejor una corta aventura sin compromisos ni sentimientos que un corazón roto y las desilusiones al vacío.
Pese a que fue agradable con Seth, mi mundo no va a cambiar por tan solo sexo con un chico que apenas conozco. Por el mediodía, cuando me preparo para las entrevistas previas para los puestos de mucamas, meseros y botones, pienso en Edward como una estúpida masoquista y me siento horrible. Puede que estemos separados y haya sido un cretino, pero aun así la culpa me carcome, me llena de vergüenza y hace que me arrepienta de todo. Sé que no debería ser así, sé que no merece que sienta esto. Lo cierto es que, pese a todas sus demás mentiras, nunca le creí que no me amara. No compartes dos años de tu vida al lado de alguien que no te quiere sin notarlo. Yo sé que me quiere, lo notaba. No siempre, Edward es demasiado cerrado como para permitirse demasiadas demostraciones de amor, incluso en privado. Sin embargo, cuando lo expresaba realmente sentía su corazón.
Hace un año atrás, Connor se había ido un fin de semana a la India con su mujer. Yo tenía dos días libres y, por increíble que pareciera, Edward había decidido darse un día de descanso. Para él, nunca antes ha habido uno. Los detesta. Esta constantemente trabajando que no sabe qué hacer si no va a trabajar. No se ha tomado vacaciones ni una sola vez desde que empezó en el Hotel Rousseaus.
—Vayamos a pasear—le dije el viernes por la noche.
Levanto la vista de los papeles que acostumbraba llevar su casa. El principal Hotel no solo mantenía un edificio majestuoso, elegante y gigante, sino también estaba a cargo de una villa con pequeñas casas. Edward vivía en una de ellas y yo vivía al lado de él. Generalmente, cuando se hacía de noche y terminaba nuestro turno, yo pasaba gran parte de mi tiempo en su casa. Él siempre estaría en la sala con documentos arriba de la mesa y la laptop a su lado. Al menos ya no se encerraba en su oficina y yo estaría sola como idiota esperando su atención. Podía seguir trabajando en la mesa de la sala mientras yo terminaba la tarea de la universidad o estudiaba. Esa fue una de las peleas que yo había ganado.
—No se puede.
—Pero Connor se fue.
—No, él nunca se va.
Pude entender lo que quería decirme. Cuando Connor se marchaba, su mirada se afilaba aún más en mí. No solo tenía a Edward vigilándome, sino a muchos ojos más.
—¿Te ha preguntado sobre mí?
—Lo usual.
Arquee las cejas, sintiéndome molesta. Él lo noto de inmediato, no cambiando su expresión de póker. Siempre supe que Edward me vigilaba, desde el primer momento en que lo conocí. Cuando empezamos a salir, no se apeno en negarlo. Creía que estaba bien, que era bueno porque era menos probable que supiera de lo nuestro. Pero no sabía que cosas informaba Edward sobre mí.
—¿Y qué es lo “usual”?
—¿Quieres el informe completo?
—Edward —advertí.
—“ Asistió a todas las clases del día. Aprobó economía y está preparándose para su curso de alemán. Habla con dos compañeras en la universidad, Jas y Minnie. Buena presencia en el trabajo. Ocho horas completas. No, no está saliendo con nadie.” —abrí la boca, sorprendida—Eso es lo usual.
—Maniáticos.
Las sonrisas de Edward nunca duraban demasiado, era como un gesto veloz. Con el tiempo empecé a apreciarlas, a esperarlas con más ansiedad y a sentir que mi corazón estallaría cada vez que veía una de esas. Lo observe como idiota, totalmente enamorada. Sus ojos brillaron cuando conectaron con los míos, amándome. Esa era la magia que teníamos. Puedes amar a alguien toda la vida, pero hay momentos en que sientes que realmente lo estas amando y que te están amando. Es fuerte, feroz, y se te incrusta por dentro.
—Vamos, Edward —le regale una sonrisa y estire una de mis manos para tomar las suyas. Sentí como se relajaba, estirándose levemente sobre la mesa—Vayamos a algún lugar donde seamos los dos.
La duda atravesó en sus ojos y tardo en responder. No fue hasta que le di un pequeño apretón en la mano y le hice un puchero. Otra corta sonrisa se asomó y gane nuevamente una batalla.
Fuimos a una casa en la playa de su familia en Malibu, tan aislados, tan solos, como si el mundo nos perteneciera. No me sentía asfixiada por no poder mostrarnos, por estar siempre cuidándonos las espaldas. Lo tenía todo para mí, por lo menos un día completo. Vimos el atardecer abrazados sobre la arena, leímos un libro de poemas y nos deleitamos con el paisaje en silencio. A la noche, cocino para mí y dejo que eligiera una película por mas que supiera que yo era fan de las de comedia romántica. Luego hicimos el amor, nos tomamos todo el tiempo del mundo para disfrutar uno del otro; con paciencia, completamente entregados. Edward durmió diez horas con la cabeza en mi pecho, más de doble de lo que suele dormir generalmente. Se sentía relajado cuando dormíamos juntos, lograba hacerlo dormir seis horas antes que cuatro, a lo que estaba acostumbrado. Esa vez, durmió lo que no había dormido en más de diez años. Me pase parte de la mañana solo observándolo y acariciándole el cabello, deseando que jamás llegara el día en que me encontrara sin él.
Justo como ahora.
—¿Momo? ¿Estás bien?
Levanto la vista sobre mi libreta para observar a Becca con el ceño fruncido.
—¿Eh?
—Que si estás bien —repite, entrecierra la mirada y se cruza de brazos—¿Hay algo que quieras compartir?
—No, ¿por qué?
—No te hagas la tonta conmigo —me apunta con el dedo índice. Lo quito de mi cara golpeando su mano—Tarde o temprano lo sabré, pequeña saltamontes.
—Ya te dije que no pasa nada—incorporándome de la silla del escritorio, tomo las carpetas con los curriculum y mi cuaderno. Lo que menos quiero ahora es un interrogatorio, no cuando los recuerdos me dejan sensible—Supongo que ya llegaron los postulantes, ¿cierto?
—Sí, están esperándonos en el vestíbulo. Haremos la entrevista en el patio.
Paso frente al espejo entero y le echo un ojo a mi atuendo: un vestido azul francés al cuerpo y a unos centímetros de mis rodillas, mangas tres cuartos y sin escote. Trate de vestirme lo más presentable posible, no pretendo verme con más años encima, pero si seria y segura.
—Es un buen día. Gran elección, Becks.
—Tus halagos no te salvan, Rousseaus.
Le sonrió en respuesta y salimos juntas de mi oficina. Becks trabajara de medio tiempo en el hotel sirviendo en las mesas de afuera y de adentro. Thelma también trabajara en el hotel, aunque su función es más variada. Si hay algo para hacer, allí ira mi loca amiga a echar una mano. Puede que Edward venga con su gente, pero yo también tengo que tener personal de mi lado, mucho mejor si mis amigas están en él.
Llego al vestidor con los entrevistados reunidos allí. Algunas ocupan asiento en los sillones mientras que otros se mantienen de pie y hablando entre ellos. Varían de edad y de apariencia. Casi puedo sentir los nervios destrozar la poca confianza que tengo, pero resisto ante la presión y sonrió mientras termino de avanzar. Me ven observar y levantan la vista hacia a mí por un momento antes de ignorarme.
Becca me da una palmadita en el hombro y me guiña un ojo cuando volteo a verla.
—Vamos, chica. Demuéstrales quien es la jefa aquí.
Le sonrió, agradecida por el ánimo. Acomodo la falda del vestido y doy tres pasos hacia el frente y espero en silencio hasta que me presten atención. No pasa más de cinco minutos en que murmuran entre ellos y voltean a mirarme, quedándose callados esta vez. Vuelvo a sonreír, solo que más fría y cordial.
—Buenos días.
—Disculpe, señorita —me interrumpe un hombre de mediana edad a un extremo de la habitación—¿Vendrá la encargada a entrevistarnos?
Mantengo la sonrisa en el rostro, aunque por dentro este molesta. La edad siempre es un impedimento para todo en mi vida. Puede que tenga 20 años, pero mayor parte del tiempo me siento como si tuviera quince años más.
—Mi nombre es Francesca Rousseaus y soy la encargada de Hotel Rousseaus de Manhattan—expreso con calma, arrebatando la sorpresa e incredibilidad en ellos—Las entrevistas serán dadas por orden de llegada, ¿todos tienen sus números? —veo a pocos asentir, lo que me es suficiente para seguir —Perfecto. Les deseo suerte a todos.
Les asiento con la cabeza en modo de despedida y camino dentro de la puerta de doble hoja que conecta al patio, Becca la cierra al pasar tras de mí y se gira rápidamente, dándome una sonrisa orgullosa.
—Esa es mi Momo —choco los cinco con ella mientras dejo escapar un largo suspiro.
—Fue molesto.
—Que no te joda, amiga. Cuando estés mangoneándolos sabrán que tan buena eres.
—Gracias, pero no quiero mangonearlos, solo que hagan su trabajo —me abrazo a mí misma, sintiéndome insegura—Entiendo que algunas personas les molesta estar bajo la supervisión de alguien más joven.
—Si ellos realmente necesitan el trabajo, entonces no les importara eso y querrán mantenerlo.
—Sí, es verdad.
—Ahora deja de preocupar y ponte en tu puesto —señala a la silla de al frente—Los haré pasar.
Me dejo caer en el asiento indicado, Becca me pasa el primer curriculum y lo abro. Es para el puesto de mucama, se llama Ramona Santiago, tiene 44 años y dos hijos. Buenas referencias y experiencia previa en hoteles.
—Por cierto, ¿Francesca? —Becca me observa con incredibilidad—¿Acaso tienes otra identidad que yo no conozco?
—Primer nombre.
—Siempre eres un misterio, Momo —me encojo de hombros, no lo veo relevante. —En fin, ¿quieres tomar algo antes de empezar?
—Un Martini.
—Thelma me dijo que vigilara cuantos Martini y Whisky te tomas en el día.
Revoleo los ojos, frustrada. Entre Marley y Thelma van a dejarme con abstinencia.
—Bien, solo agua.
Becca va hacia la heladera que detrás de la barra y me pasa una botella con una sonrisa burlona.
—No daría una buena imagen para ti, jefa.
Gruño por debajo, consciente de que tiene razón. Decido de olvidarme de todo asunto previo y concentrarme solo en la entrevista. Ya después me subiré botellas al minibar de mi cuarto y me daré los gustillos, claro que sin que Thelma o Becca se enteren. Me niego a que sigan tachándome de alcohólica.
Sin mayores problemas y complicaciones, la semana paso con catorce empleados trabajando oficialmente en el hotel. Ramona, Helga, Catalina y Martha serían las mucamas. George, Barry y Drew los botones. Sophia y Mike serían los meseros en la cafetería de adentro mientras que Becca y Steve serían los de afuera. Los meseros podían variar desde adentro hacia afuera, hay una puerta que conecta los dos extremos, por lo que les sería fácil a los cuatro manejarse en los dos ámbitos. Catrina y Kenny son los ayudantes de la cocina. Shawna estará como recepcionista, es las más jóvenes con 18 años. Thelma será mi secretaria y cubrirá a Shawna cuando tenga que tomar sus clases. Me falta el chef y el barman, y, a mi parecer, es lo esencial en el hotel.
Reviso los curriculum enviados al correo del hotel después de imprimirlos con una taza de café con un poco de vodka en mi oficina. No estoy buscando nada pretencioso, pero la comida tiene que ser excelente y el barman con una habilidad de escuchar problemas y controlar borrachos. Pensé en Marcus y lo deseche de inmediato, él tiene su propio negocio que atender. Así que aquí estoy, buscando el chef y el barman, quizá mas necesitando del último que del primero. Para la inauguración, tuve suerte que los padres de Thelma decidieran ayudarme con el cáterin, pese a la enorme vergüenza que sentí porque me lo hayan regalado, aun así estoy sumamente agradecida y contenta.
El teléfono de la oficina suena y me distrae de mi tarea. Doy un sorbo más antes de levantar el auricular y llevarlo a mi oreja.
—Hotel Rousseaus, buenas tardes.
—Francesca, cariño—cierro los ojos y largo un suspiro cargado. Lo que faltaba.
—Hola mamá.
Lauren Rousseaus es mi madre y la carga más pesada que he tenido en la vida. Desde manipuladora, superficial, codiciosa y falsa, nunca fue una madre con la intención de ganar un premio como la mejor del año. Ser afectuosa nunca estuvo en ella, lo máximo que hizo por mi cuando vivía sola era visitarme dos veces al año solo para llevarme de compras y al spa. Día de madre e hija, decía ella. Yo lo veía más como la oportunidad de refrescarme que mis acciones estaban fuera de mis manos y que debía recuperarlas costara lo que costara. Connor aguanto sus gastos escandalosos porque solían ser amantes y porque ella le entrego la custodia de mis acciones; unas que no vería hasta los 25 o tal vez nunca si no logró levantar este hotel. El caso es que si había otro al mando, dudo que aguantara los caprichos de Lauren.
—Ya estas instalada en Manhattan, ¿cierto? Connor me contó que abrirías un hotel.
—Estoy hace dos meses en Manhattan—contesto seca y distante. No me sorprende que no lo sepa, hace cuatro meses que no hablamos.
—¿Enserio? Supongo que la inauguración será pronto…
—Si, en tres semanas—miento de inmediato.
Si hay una habilidad que tiene mi madre, es el de hacer el ridículo en cada fiesta que hay. Demasiado champagne no es bueno para ella, y aunque lo sabe, poco parece importarle. Hace tiempo me resigne con Lauren y su enfoque a las cirugías plásticas y el alcohol. No la quiero aquí en esa noche especial para mí, ni siquiera le avise a Connor, aunque supongo que ya debe saberlo.
—¿No crees que es un poco tarde para ello? —comenta tratando de ocultar su molestia en vano—Estas hace dos meses allí, Francesca. ¿Qué estuviste haciendo todo ese tiempo?
—Bebiendo whisky y acostándome con hombres.
—Déjate de juegos, niña. Recuperar tus acciones es importante para nosotras.
—Entonces, ¿por qué se las diste?
—Ya vas con tu mierda de nuevo.
—Y tú con la tuya.
Siempre es la misma pelea, no importa si es por teléfono o cara a cara. Sale a relucir que no soy lo suficientemente consciente de lo que estoy perdiendo, que no soy lo suficientemente buena, y yo le retruco con que fue ella quien me quito lo que es mío.
—No vamos a empezar con esto —suspira buscando paciencia, una muy escasa—Francesca…
—Es Amoné.
—No. Eres Francesca. Yo te elegí ese nombre.
—Es por eso que lo detesto.
—¡Ya! —chilla enojada—¡Solo haz la maldita inauguración! ¿Vas a dejar que esos malditos se queden con lo que es nuestro?
—Le diste las herramientas de poder hacerlo, Lauren.
—Francesca…—advierte. Casi puedo verla apretando los dientes con fuerza mientras me dedica una mirada fulminante.
—No sabes nada del manejo de hoteles ni cuánto cuesta habilitarlo, por lo que te pedirías que te mantuvieras al margen de lo que ignoras. No estas invitada a la inauguración, así que no te quiero aquí sino quieres que ordene a los guardias a sacarte a la fuerza.
—¡Francesca!
—Y para que te quede claro una cosa: el Hotel Rousseaus es mío. Solo mío. No es propiedad de Connor, de los miembros del comité o de ti. Soy yo quien tiene el 45% de las acciones a mi nombre, y te prometo que no verás un solo centavo en cuanto las tenga en mi poder. No vuelvas a llamar, sabes que no me gusta cuando lo haces.
Termino la llamada de golpe, suspirando aún más frustrada. Saco la petaca de vodka que mantengo escondida en mi cajón y le hecho unos cuantos sorbos más a mi café antes de darle un largo sorbo. Al menos el alcohol me mantiene cuerda, por muy contradictorio que suene.
La puerta de mi oficina suena.
—Pase.
Recupero la compostura y termino rápido mi café al ver a Ronnie entrar por allí junto con Michelle. Me hago la tonta esquivando sus miradas con los ojos fijos en los curriculum. Me llevo una pastilla de menta en la boca, esperando a que no noten que he estado tomando alcohol a escondidas.
—¿Qué hacen aquí?
—Se dice “hola”, maleducada —rechista Ro y toma asiento en una de las dos sillas de al frente. Mich se sienta en la otra.
Le doy una sonrisa por encima de los papeles y los dejo de lado.
—¿Paso algo?
—No. ¿A ti te pasa algo?
Sé a que lo que se está refiriendo, pero aun así sonrió y niego.
—¿Y Thelma? No estaba en su habitación —pregunta Mich.
—Tenía que ir a ver a Sam.
—¿Te parece un café? Zettie está de camino a aquí.
Asiento dejando a un lado los papeles y me levanto del asiento. Los ojos fijos de Ronnie no pierden un momento de mí, solo la ignoro y paso de ella, esperando a que no pregunte nada sobre porque tuvo que llamarme por Terry, su pez ahogado. Recordar a Seth me recuerda a Edward y, mierda, estoy aprendiendo a no traerlo a mi mente.
Vamos a la cafetería y nos sentamos en una de las mesas cerca de los ventanales, hago dos cafés para ellas y un té de frutilla para mí mientras que Ronnie busca unos aperitivos en la heladera de la cocina. Sale comiéndose un muffin de chocolate.
—Esto es la jodida gloria.
—Eso es seguro.
—¿Y Becca? —Mich la busca con los ojos por el espacio.
—En su departamento—dejo el café frente a ella y Ronnie, dejo el mío frente a mi asiento y la bandeja la apoyo en la mesa de al lado—No empieza hasta el lunes, así que debería descansar todo lo que puede.
—El sábado es la inauguración, ¿cierto? —asiento hacia Ro—¿Necesitaras ayuda para la preparación de ese día?
—No, tengo todo en orden. Gracias, de todas formas.
—Estás decaída —dice sin más—¿Qué pasa?
—Nada.
La mirada de Mich varía entre ambas sin entender nada, pero entre Ronnie y yo es suficiente pocas palabras y nuestros ojos en sintonía como para entendernos. Ella quiere saber que ha estado pasando conmigo y yo me niego a hablar. Un día de estos voy a cansarla con tantas vueltas y sacare a la bestia interior. Pero no será hoy, hoy lo deja pasar y se come otro muffin. No es que no quiera contarle lo que pasa o lo que paso, es solo que no quiero contarlo a nadie.
—Tienes suerte que esto este delicioso—masculla con la boca abierta.
—Después yo soy la maleducada.
Mich se ríe de ambas y va hacia el último muffin de chocolate que queda, los demás son de crema. Ronnie le golpea la mano con una mirada fulminante.
—¡Ronnie!
—Es mío, búscate los tuyos.
—Dame uno, ya te comiste dos.
—Olvídalo.
—No seas glotona.
—No soy gorda.
—No dije eso, dije que eres glotona —Ronnie lleva la mano hacia el ultimo muffin y Mich le da un golpe en la mano, imitándola.
Arqueando las cejas, la castaña se pone seria.
—No te metas conmigo, chica. No es seguro.
—Muérdeme, glotona.
Suelto una leve risa por la tonta pelea de muffin entre las dos. Me pregunto cómo se pondrán cuando les diga que hay solo un volcán de chocolate.
—¿Cómo va con el hotel? —pregunta Michelle resignada, mirándome.
—Pues, ya hice la elección del personal. Solo me falta el barman y el chef, sobre todo el chef.
—¿Y por qué no le dices a Cole?
Observo a Ronnie preguntándole con la mirada si está hablando realmente enserio. Puede que sea un secreto su romance con Cole y han tratado de mantener su amistad, pero lo cierto es que me siento un poco incomoda con ello. No por mí, por ella. Aunque si ella lo está ofreciendo, tal vez debería aceptar.
Ronnie asiente con una media sonrisa.
—Estoy segura que estará encantado de ayudarte a buscar a alguien. Ya sabes, siempre le caíste bien.
No tengo tanta confianza en creer en sus palabras, pero tampoco para contradecirlas. Le pido el número celular. Más tarde lo llamare para que venga el domingo, el día después de la inauguración.
—¿Y qué tal te fue en tu cita con Tony? —cambio de tema volviendo a Mich. Esta se tensa y desvía sus ojos—Perdón, ¿era algo para no preguntar?
—No es eso, es que…
—¡Llego por quien lloraban! —chilla Zettie desde la entrada de la cafetería. El mesero que pasa tras ella se sobresalta, observándola con el ceño fruncido.
Suelto una risita por ello cuando se da media vuelta para disculparse y vuelve a nosotras, acercándose con una sonrisa de Cheshire. No se me pasa desapercibido el suspiro de Michelle, por lo que hago una nota mental de no preguntarle hasta que ella lo cuente por sí misma.
—Te tardaste—comenta Ronnie comiéndose el último de los muffin, recibiendo una mirada fulminante por parte de Mich—Ya no hay muffin.
—¡Porque te los comiste todos! —exclama la pelinegra molesta. Yo me río —¿Y tú de que te ríes, Rousseaus?
—En la cocina hay más.
Mich se levanta para ir en busca de aperitivos, le pido que traiga de más por si vuelven a pelearse y Zettie le pide dos cafés.
—¿Dos cafés? —inquiere Mich deteniéndose.
Nos echamos un vistazo con Ro antes de dirigirnos a Zettie, aun manteniendo su sonrisa en alto.
—¿Por qué dos?
—Me encontré un amigo en el camino —me guiña un ojo en mi dirección—¡Tu fabulosa entrada, nene!
Un muchacho alto de cabello castaño y ojos azules como el mar se asoma por la puerta, tiene unos jeans negros y una camisa celeste de mangas largas. Hace la caminata lunar tan perfecta que parecieran las piernas de Michel Jackson. De inmediato, me levanto de mi asiento y Ro también, seguramente manteniendo la boca tan abierta como la mía.
—Preciosas —da una vuelta completa sobre sus pies antes de lanzarnos un beso con la mano.
El chillido de Mich nos saca a todas de transe y es la primera en ir corriendo hacia Brasil, este no tarda en devolverle el abrazo soltando risotadas mientras mi amiga se mantiene emocionada. Le sigue Ro y yo voy detrás de ella, recibiendo nuestro abrazo de oso por turno. Damon Brasil ha sido mi mejor amigo desde que me mude a Dumbo. Entre Will y él han sido los responsables de llevarnos sanas y salvas a casa cuando nos pasábamos de copas y ya no recordábamos ni siquiera nuestros nombres. Es de los pocos hombres que quedan en el mundo que no son imbéciles. Las chicas lo adoran y yo también. Cuando terminamos la preparatoria, él se mudó a Canadá y solo nos hemos mantenido en contacto por whatsapp, video llamadas y comentarios de Instagram. Y, por supuesto, visitas fugaces desde Vancouver y Los Ángeles por parte de ambos.
—¿Cuándo llegaste? —pregunto de inmediato cuando me separo de él.
—Hace tres días —pasa un brazo por mi cintura, atrayendo levemente hacia él. Lo envuelvo en brazos y mi cabeza se apoya en su hombro.
—¿Y por qué no contactaste? —Ronnie le da un leve golpe en el hombro—Deberías habernos dicho para hacerte una bienvenida.
—Lo cierto es que estoy un poco ocupado con la mudanza y buscando trabajo —hace una mueca de cansancio.
—¡De eso justamente venía hablándole! —Zettie se para frente nuestro con su mirada brillante—Momo, Becca me dijo que necesitabas un barman. ¿Cierto?
Brasil me guiña el ojo y yo sonrió.
—¿Enserio?
—Cariño, los mejores tragos que has bebido vinieron de mí —presumido nada, como siempre —Además, podrás venir siempre cuando quieras a desahogarte conmigo, acompañada con uno de mis fabulosos tragos como en los viejos tiempos.
Sonrió mientras asiento y le doy un beso en la mejilla, abrazándolo otra vez. Ya tengo barman y chef, así que estoy completa para el hotel.
El estómago se me revuelve y siento ganas de vomitar. A su vez, mi garganta está cerrada y de mi frente escurre una capa de sudor. Trato de inhalar y exhalar lentamente, uno a la vez, pero lo cierto es que los nervios me dificultan la respirar y en cualquier momento voy a tener un ataque de ansiedad. Llevo mis uñas a mi brazo y comienzo a rascar con fuerza sobre la tela, pero ni el dolor o el ardor llega a calmarme. La luz en el hotel se fue y es la inauguración.
Marley se mantiene a mi lado, las dos alumbrando con la linterna a Sheldon y los fusibles. Gracias al maldito cielo que aceptó la invitación de venir a la fiesta, aunque me da vergüenza tenerlo trabajando para mí cuando debería estar disfrutando por ayudarme tanto.
—¿Falta mucho? —inquiere mi prima con cierta impaciencia mientras sube y baja el tacón de su zapato. Incluso ese sonido me estresa —No quiero apresurarlo, pero ya hace diez minutos se fue.
—Ya va —dice Sheldon con calma.
Quito el sudor de mi frente y me digo a mi misma que solo es un fallo, uno pequeño. Pero el engaño no me ayuda para nada, solo me pone aún más nerviosa y tensa. El calor y el frio me golpean varias veces hasta que el leve mareo me nubla la vista. Tengo que sostenerme de una columna cerca con disimulo para no caerme y ellos no lo noten. No puedo derrumbarme, no ahora.
Respira. Respira. Respira.
La luz vuelve de golpe. De mis labios sale un suspiro de puro alivio mientras los síntomas van desapareciendo poco a poco, pero no lo suficiente para mantenerme tranquila. Mascullo un agradecimiento a Sheldon y les pido que vuelvan a la fiesta. Voy casi corriendo hasta el salón, fingiendo la mejor sonrisa que puedo en este momento. Los invitados voltean a mirarme y, para mi suerte, casi nadie se ha ido. Me paro frente a la sala con las manos enredadas al frente.
—Lamentamos el incidente y esperamos que sigan disfrutando la fiesta —los aplausos de los invitados me sacan otro suspiro de alivio y pocos segundos está sonando la música nuevamente.
—Momo—me llama Mich desde atrás. Volteo hasta enfrentarme a ella—Llame a Thelma como me dijiste, pero había mala cobertura y no le entendí bien. Creo que estaba encerrada con alguien, dijo que te dieras prisa.
—Mierda, ¿te dijo con quien?
—No, pero se oía molesta.
Me voy nuevamente a las corridas hacia el ascensor y aprieto el botón para llamar al subsuelo. Diez segundos después, las puertas metálicas se abren y la primera en salir es Thelma con el rostro deformado por la ira. Esta tan alterada que casi me lleva encima.
—¿Qué fue lo que…?
—Ahora vengo —dice sin siquiera darme una mirada y sube los escalones dos en dos.
Otra persona sale del ascensor, sorprendiendome. ¿Qué hace Roy Blakeslee aquí? ¿Vino a buscar a Thelma?
Roy camina sin perderle la vista hasta que Thelma desaparece, soltando un suspiro recargado. Me cruzo de brazos en cuanto gira hacia a mí, le encarno una ceja y lo miro con cierto desdén. No hemos intercambiado más palabras que un saludo cordial y una despedida cada vez que iba a la casa de Will. No tenía nada en contra de él, pero después de que le haya roto el corazón a mi mejor amiga, creo sentir un pequeño profundo y gran odio hacia su persona.
—Blakeslee.
—Rousseaus.
—No recuerdo haberte enviado la invitación.
—Solo vine a buscar algo —aclara con una mano hacia arriba—No quiero molestar.
—Pues, ya lo haces, chico.
—¿Roy? —Will aparece de repente con traje azul francés sin corbata, zapatos negros y su inseparable sombrero; lleva un ramo de flores en la mano. Su ceño se frunce con molestia, a él tampoco le agrada verlo—¿Qué haces en el hotel?
—Vine a buscar algo —repite cansino y revolea los ojos—¿Acaso soy algún tipo de asesino o ladrón para que odien que este aquí?
Will y yo nos miramos de reojo antes de asentir. Roy bufa, frustrado. Thelma baja rápidamente las escaleras con una muñeca en la mano que no tarda en dársela a Roy con brusquedad, golpeándole el pecho.
—Aquí tienes, ya puedes irte.
—Gra—
—Cállate.
—Solo iba a decir gracias —replica Roy ofendido.
Thelma solo pasa de él y se va al gran salón, la observa hasta que se pierde entre las personas y vuelve a suspirar.
—Lamento la intromisión—me dice antes de poner la vista en el pelinegro—Nos vemos en casa.
—Vete antes de que te maten, hermano —le aconseja Will dándole una palmeada al pasar. Desaparece por la puerta principal y casi me da pena por como arrastra los pies. Casi sino fuese porque mi mejor amiga tiene el corazón roto por su culpa—¿Sabes? Pudo habérmelo pedido a mí. Sabía que yo venía de camino.
—Pero ambos sabemos por qué vino —le echo una mirada significativa mientras él solo menea con la cabeza. —Por cierto, ¿y ese ramo?
Will me sonríe y me lo entrega no sin antes darme un afectuoso abrazo y un beso en la mejilla.
—Felicidades, Momo. Te quedo bellísimo.
—Gracias, me encantan —le regalo una sonrisa mientras inspiro la fragancia de las rosas—Pasa a la barra a tomar algo y luego ve a la habitación de Janis Joplin, primer piso —le paso la llave.
Mi amigo solo suelta un silbido, arrebatándome una risita.
—Gracias por pensar en mí para el espectáculo, Momo.
—Gracias a ti por aceptar— le doy un beso en la mejilla y una palmadita en la espalda—Ahora ve, amigo mío, bebe por mí.
Will se marcha y yo le pido a uno de los meseros que pasa si puede poner las rosas en agua. Cuando estaba organizando la inauguración con Thelma y Becca, la primera sugirió que sería bueno ponerlo a Will en el micrófono e interpretara algunas canciones con la guitarra. Me gustó la idea porque la voz del chico es genial y aún más cuando toca las canciones de mi amiga, así que le di el okey y mande a que le prepararan una habitación para alistarse.
Camino hacia el gran salón en busca de Thel para preguntarle como esta. No todos los días te quedas encerrada con tu ex en un ascensor. Pero, en cambio, un rostro familiar está en el medio del salón con una copa de champagne. Su cabello dorado ha crecido aún más y lo mantiene con ondulado a un costado de su hombro mientras que lleva un vestido rojizo al cuerpo, resaltando sus curvas. Amber Maxwell siempre ha sido hermosa, demasiado hermosa para cualquier hombre. Sin embargo, es una perra cuando quiere serlo y no dudo que está aquí para joder mi noche. Se mantiene con el brazo enredado con el de su padre, Robert Maxwell, un poderoso abogado y gran amigo de Connor. La miro un poco más con la idea de simplemente marcharme, podría saludarlos en otro momento o tal vez solo esperar a que se marchen. Ninguno me cae en gracia.
Paro en seco cuando me fijo con quien hablan los dos. El corazón me da un vuelco mientras empieza a latir con fuerza y dolorosamente. Las piernas se me debilitan por completo, no puedo moverlas por más que quiero. Ni siquiera puedo apartar mis ojos de él: Edward está aquí. Tiene un traje negro, impecable y sin ninguna arruga, con una corbata roja que le regale para navidad y el cabello perfectamente peinado hacia atrás. No puedo ver demasiado de su rostro, solo de perfil, pero no ha cambiado absolutamente en nada.
Nuevamente, mi corazón da otro vuelco cuando gira la cabeza hacia a mí. Sus ojos brillan por un breve momento y me disparan directo al alma, rompiéndome en mil pedazos. Tengo la suficiente fuerza para darme vuelta y comenzar a caminar lo más lejos posible, sintiendo las lágrimas golpear mis ojos y la respiración entre cortada. Llego a la barra del patio de afuera y me quedo parada, esperando a que Brasil tome mi pedido.
—Jefa, ¿acaso viene a supervisar mi tarea como el mejor barman de Manhattan? —bromea al mismo tiempo que me prepara un Martini—Ey, ¿Qué pasa?
—Dame ese Martini—prácticamente se lo arrebato y me lo bebo de golpe. —Ahora dame un whisky.
—Amoné…
—Brasil, solo hazlo —la voz se me quiebra y tengo que repetirme una y mil veces que me tranquilice, que esto no es el fin del mundo, que es obvio que iba a verlo porque trabajaría aquí conmigo.
Brasil lo hace sin rechistar ni cuestionar, solo tomo el vaso y me marcho de ahí antes de que empiece a interrogarme. Bebo a sorbos largos mientras me paro aun lado del escenario, ya casi está todo listo para que Will se suba.
Una mano se posa en mi hombro, sobresaltándome.
—Tranquila, nena, soy yo —Thelma frunce el ceño al verme alterada—Lo siento, no quería asustarte. Y siento lo de Roy viniendo aquí, Sam olvido su muñeca y no aguantaría hasta mañana sin ella. ¿ya se fue?
Asiento y termino mi whisky de un solo golpe.
—Ey, ey. Dijiste que no hay que emborracharnos hoy—me arrebata el vaso y lo deja en una de las mesas con aperitivos más cercana—¿Qué está pasando, Momo?
—Edward está aquí —suelto de sopetón con el aire contenido en mis pulmones.
Abre la boca en grande y voltea a buscarlo con la mirada. Se detiene un momento y mis alarmas se encienden a todo dar.
—¿Es el de ojos rasgados y nariz estirada? Te está viendo directamente.
Un grito ahogado se me escapa y tan pronto le escucho advertirme que viene hacia donde estamos, me escapo diciéndole que se asegure que Will suba al escenario en veinte minutos. Voy por la segunda puerta que conecta el patio de afuera con el salón de adentro, esperando perderme entre la gente y así retrasar el encuentro lo más posible.
Me toman de la mano y se la quitó con brusquedad. Ronnie me observa, sorprendida.
—Perdón, no fue mi intensión—digo arrepentida y frustrada. —¿Qué sucede?
—Mamá trajo a un reportero para entrevistarte. Esta buscandote.
—¿Ahora?
—Será corta, amiga. Le dije que después del discurso—me soba la espalda—Debes estar estresada.
—Mucho —admito y seco de mi frente el sudor. Los golpes de calor y frió empiezan a revolverme el estómago, quiero vomitar. —Ronnie, sé que estas aquí para disfrutar, pero ¿podrías…?
—Tranquila, yo me ocupo —me guiña un ojo, se da vuelta para irse pero a dos pasos regresa—Espera, ¿de qué me ocupo?
Le suelto una media sonrisa y le explico que tiene que avisarle al dj que en diez minutos cierre la música porque cortaremos el listón para formalizar la inauguración, que los meseros ya vayan sirviendo las copas de champagne para el gran brindis. Luego subirá Will y solo nos queda esperar a que la fiesta siga marchando bien. Ronnie asiente y se va, quitándome un peso de encima. Aun así, mi ansiedad no disminuye y pronto estoy de nuevo rascándome el brazo. La visión empieza a nublarme mientras los sonidos van haciéndose eco. Lo único que falta es que me desmaye aquí por los nervios. Me sostengo en una de las mesas que esta contra la pared mientras trato de distinguir una silla y algún bocadillo dulce. He sufrido de presión baja toda la vida y es peor cuando estoy al límite de mi estrés.
Uno de mis tacones se dobla y ya casi creo sentir el piso en mi cara, pero alguien me sujeta a tiempo antes de que otros puedan notar. No es necesario que voltee a ver quién es, ya solo con el tacto de nuestros cuerpos y su fragancia es suficiente para darme cuenta.
—Solo respira profundamente —susurra en mi oído, un escalofrío recorre por toda mi espalda—Hoy estas en el ojo del público. Necesitas mantenerte en pie.
—Suéltame —me las arreglo para decir.
No lo hace y me lleva a una silla, dejándome caer lo más disimulada posible. Alcanza uno de los pastelillos y lo deja en mis manos.
—Cómelo.
—Ya se lo que tengo que hacer—aprieto con fuerza los dientes. Sé que debo hacerlo, pero aún tengo nauseas.
Le doy una pequeña mordida antes de masticarlo y tragarlo a la fuerza.
—Baja la cabeza y bebe agua —lo escucho servirlo en un vaso y me lo pasa—Ayudara a nivelar tu presión.
Ayudaría a nivelar mi presión si simplemente se marchara e hiciera las cosas más fáciles para mí, pero no es como si fuera a suceder. Lo que más odio es tener que hacerle caso a sus malditas órdenes porque no me queda de otra. Bebo dos vasos más de agua aun manteniendo la cabeza abajo, aun evitando sus ojos marrones. Es casi irreal que este frente a mí, ayudándome a mantener la compostura cuando la última vez que nos vimos nuestro encuentro termino con él observándome con indiferencia y yo histérica haciendo un desastre en su habitación. Casi me avergüenzo de mi comportamiento, casi porque todavía recuerdo lo imbécil y desgraciado que fue.
Nos mantenemos callados, él parado frente a mí y yo con la cabeza hacia abajo. Puedo sentir sus ojos y no soy lo suficientemente valiente para devolverle la mirada. Mi corazón ahora late con menos dolor y más con ese amor que me ha condenado desde el primer latido. Es estúpido e irracional, lo sé, pero parte de mí se siente feliz después de anhelarlo tanto tiempo, después de extrañarlo como loca aunque me lo niegue a mí misma. Quiero abrazarlo, besarle y decirle que estará todo bien, que simplemente estemos juntos.
Empujo todos esos pensamientos y sentimientos hacia el fondo, recordándome con rencor que por su culpa estoy fuera del principal Hotel Rousseaus, que por él estoy jugándome mi herencia.
—Puedes irte—digo esta vez más calmada.
—No.
—Estoy bien.
—Todavía no.
La suavidad en la que habla me hace desistir por un momento, aunque vuelvo a insistirle que se vaya. Hace oídos sordos y no me responde, exasperándome.
—No soy tu problema, Edward. Largo.
No contesta y mis nervios comienzan a florar de nuevo.
—Necesito que…
—Amoné…
Mi garganta se seca al mismo tiempo en que las lágrimas vuelven a exigir salida. No soy tan fuerte como siempre aparento. Tan solo escuchar mi nombre saliendo de sus labios provoca esto. Algo tan simple y sencillo. Soy tan estúpida.
Ya no puedo seguir huyendo y dejar que él siga teniendo este efecto en mí, así que junto coraje en una inhalación lo levanto la cabeza. Nuestras miradas chocan tan fuerte que una descarga pasa por todo mi cuerpo. Es increíble que hace dos meses no haya visto aquellos ojos cafés intensos y profundos, sus labios carnosos que disfrutaba besar, su mandíbula bien marcada y la elegancia que desprende su postura. Me quedo perdida en su mirada, devolviéndome el mundo en solo un segundo.
—Vaya, que tenemos aquí.
Cierro profundamente los ojos y vuelvo a abrirlos, esta vez volteando a mi costado, levantándome despacio. Amber se acerca con una sonrisa falsa y sus movimientos sensuales. Sus gestos no desprenden más que burla y cinismo, por lo que no me dejo molestar. Lo que si me jode es que este enredando su brazo con el de Edward, acercándose tan íntimamente. Mi ceño su frunce de inmediato, pero vuelvo a mi rostro lleno de indiferencia.
Una risita se escapa de sus labios. Lo notó y creo que Edward también.
—No te pongas celosa, Francesca. Después de todo, Edward y yo siempre fuimos amigos.
—Amber —advierte el pelinegro, conciso y seco—No es el lugar ni el momento.
—Solo venía a felicitarla —le hace un puchero y aprieto con fuerza mis puños para no arrancarle las manos—Felicidades. El hotel es precioso. Tienes excelentes habilidades para el diseño.
—Gracias —respondo entre dientes, divirtiéndola aún más.
—Veremos cómo te va en el manejo. Te deseo suerte, yo ya me tengo que ir.
Esa si es una buena noticia.
—Estaré por la ciudad en estas semanas —le dice a Edward con su voz de encanto, retorciendo mis celos. Se acerca a su oído y le susurra con sus ojos puestos en mí. —Podemos encontrarnos cuando quieras.
—Solo vete, Amber —Edward la aparta de si con caballerosidad y le envía una de sus miradas frías—Hablaremos después.
La furia incrementa ante eso último y no soy capaz de cambiar mi cara de culo cuando ella se despide toda cínica. Hacemos contacto visual, él indiferente y yo a punto de asesinarlo.
—¿Te sientes mejor? —asiento aun tensa—Ve a prepararte para cortar el listón. Yo voy a…
—No te preocupes, lo tengo todo cubierto —digo mordazmente y dejo con brusquedad el vaso en la mesa cerca sin despegar mis ojos de él—Deberías llamarla, se mostraba muy interesada en ti.
—Amoné…
—Supongo que ella puede soportar más tus maltratos que yo. Al menos, ella era consciente de que solo la usabas.
—Por favor, Amoné…
—Está bien. Ya no soy tu novia y creo que lo nuestro nunca fue importante, de todas formas —me encojo de hombros, fingiendo desinterés. Por muy enfermizo que sea, espero que mis palabras lo lastimen, que haga un gesto o algo, pero ahí está nuevamente su cara seria que tanto detesto—¿Ya fuiste a tu habitación?
—Aun no.
—¿Y tus maletas?
—Llegan mañana.
—Genial. Entonces, hoy no deberías quedarte aquí.
Me doy media vuelta y comienzo a caminar hacia el fondo del salón sin darle tiempo a contestar. Me maldigo interiormente por actuar como una cría estúpida y celosa, solo que no puedo evitarlo cuando veo a alguien cerca de él y tan interesada como Amber, sobre todo con ella. De solo imaginármelos tan íntimamente me hierve la sangre y parece que se me va a evaporizar.
Respiro profundo y trato de convencerme que no es lugar para esto. Me concentro más bien en el listón rojo que está sujeto a dos bastones dorados en el suelo, con los extremos enredados alrededor de cada uno. Atrás de este, en un costado, un atril de madera negra con un micrófono. Envió a uno de los meseros para que vayan sacando las copas de champagne y acata las órdenes de inmediato. Segundos después, cinco meseros están sirviendo champagne mientras que uno me pasa una copa. Poco a poco todos van recibiendo su trago, mis amigas se movilizan hacia un costado con sonrisas gigantescas en el rostro. Se las devuelvo de mejor ánimo que minutos antes, no tardo en divisar a Marley también asomándose y guiñándome un ojo. Los padres de Thelma, Louise y Aza están cerca. Los Bane parecen explotar de emoción, lo que me conmueve. Margaret y Taron también se ven felices por mi y no evito sonreirles con cariño. Edward también se sitúa enfrente con su copa, pero a él mejor ignorarlo.
Zettie golpea una cuchara contra su copa para llamar la atención de los demás invitados, cosa que le agradezco con una sonrisa. Voy detrás del atril para dar finalmente mi discurso. Mis manos sudan y mi corazón late más rápido que nunca, esta emoción y felicidad nadie puede arrebatármela.
—“Estimados invitados.
Estimados colegas.
Damas y caballeros.
Permítanme en prima instancia, agradecerles a todos y cada uno de ustedes por su presencia en este evento de suma importancia para nosotros en nuestra amada Manhattan—los aplausos no se hacen esperar y más que uno que otro grito por parte de mis locas y de los Bane. Sonrió de inmediato—Doy gracias a Dios por lo logrado y por lo lograr. Agradezco a los colaboradores y empleados, a mis grandes amigos y a mi familia. Hace un año atrás, me encontraba siendo solo una recepcionista en el Hotel Rousseaus en Los Ángeles. Soñaba con un día como este, jamás pensé que llegaría tan pronto. Creo que cuando hay voluntad y decisión, trabajo y compromiso, los seres humanos hacen posible lo imposible.
Esta es una etapa cerrada para nosotros. Comenzamos otra en la que tomamos responsabilidad y deber con nuestros clientes y nuestros empleados, dedicándonos a ello y esperando en el futuro no detenernos, sino seguir expandiéndonos.
Con mucho orgullo, hoy inauguramos el Hotel Rousseaus: 28 Women, nuestro séptimo proyecto bajo la marca de la Corporación Rousseaus. Un subsuelo, dos pisos y con 14 habitaciones que cumplen los estándares superiores de calidad, todas con ventanales altos y anchos, en su mayoría con balcón; dos cafeterías con bar incluido, tanto adentro como afuera; piscina climatizada, un área para niños y una azotea con vista al mar.
Mi nombre es Francesca Rousseaus, encargada del hotel de Manhattan, y con mucha alegría y felicidad los invito a levantar sus copas y brindar junto a mí: por el Grupo Rousseaus.”
—¡Por el Grupo Rousseaus!
El brindis no se hace esperar entre ellos. Yo me voy al medio del listón con mi copa y con una tijera grande. Zettie y otros más capturan el momento con fotografías, corto el listón y otro estallido de felicitaciones y aplausos no se hacen esperar. Los invitados poco a poco se van acercando para chocar las copas conmigo y hablar un breve momento para felicitarme. Casi al final vienen mis amigas y no dudamos en darnos un abrazo fuerte entre las seis, soltando risas y en el proceso lágrimas. Los padres de Thelma me dan un abrazo fuerte de oso entre los dos y lo mismo hace Louise con Aza. Will y Brasil se pelean un instante para ver quien me abraza primero, pero terminan haciéndolo los dos por igual, causándome risas.
Marley se acerca a lo último, nos abrazamos con cariño.
—Estoy orgullosa de ti.
—Gracias—me separo de ella y quito las lágrimas que han caído —Esto es solo el comienzo.
—No debiste incluir a esos malnacidos—dice, refiriéndose a los demás accionistas dela corporación.
—Lo sé, pero debía hacerlo. De allí saque el capital.
Marley menea la cabeza aun sonriendo y choca su copa conmigo. Mi vista se posa detrás de ella, Edward se acerca con su copa en mano y su expresión seria, pero sus ojos brillando. Mi prima echa un vistazo hacia atrás antes de volver a mí.
—¿Lo saco a patadas o te lo aguantas?
—Estoy bien.
Me da una ultima mirada antes de girar sobre si y pasar de Edward, no sin antes darle una palmada en el trasero. Este se gira, molesto por el fetiche que tiene Marley siempre de darle una nalgada. En otra ocasión me echaría a reír, siempre era divertido ver la dinámica de su amistad: amor-odio todo el tiempo. Sin embargo, ya han pasado aquellos días en que podía sentirme cómoda alrededor de Edward o que siquiera pueda hacerme reír ese tipo de gestos.
—Felicidades —habla apenas lo tengo enfrente. Intenta chocar su copa contra la mía, pero la llevo hacia mis labios y la bebo de golpe. Nuestras miradas se cruzan, el brillo se apaga y encarna una ceja.
—No brindo con el diablo, gracias—le echo una sonrisa falsa —Mucho menos sino está siendo honesto.
—Soy honesto.
Meneo la cabeza con una sonrisa cínica.
—Nunca fuiste honesto ni un solo día desde que te conozco, así que ahórrate todo el espectáculo.
Retiene un suspiro que lo expulsa por sus fosas nasales. Su intensa mirada sigue intimidándome, pero ya no puedo bajar la cabeza, no cuando puede darme un puñal en cualquier momento.
—Al ver que esta todo en orden, debería irme.
—Ni siquiera tuviste que haber venido. Esta todo perfecto—replico brusca.
—No lo parecía cuando se fue la luz.
—Un pequeño fallo.
—Cualquier error puede ser mortal—me recuerda. Odio que sea tan perfeccionista, incluso mas que yo.
—Pero no lo fue. Así que ahórrate las palabras.
—Vendré mañana temprano. Tendremos una reunión —informa bebiendo un poco de su champagne—No te duermas tarde…
—No me digas lo que tengo que hacer. Yo soy tu jefa aquí.
Su sonrisa arrogante se forma de inmediato, tumbándome el corazón. Maldición.
—Eso está por verse.
Quiero decirle algo más, como que es un gilipollas y una gran mierda, pero de pronto aparece un tipo de traje, cabello rojizo, ojos marrones y pecas por todas partes del rostro.
—Lamento interrumpirlos, soy Chester McFly, periodista del New York Times —extiende su tarjeta de presentación junto a su identificación colgando de su cuello y me da la mano para estrecharla—Un placer conocerla, señorita Rousseaus.
—Un placer, señor McFly— le devuelvo la sonrisa cordial—No se preocupe, aquí el caballero estaba por retirarse.
Edward le ofrece un leve asentimiento, sus ojos me penetran al volver a mi.
—Que descanse, señorita Rousseaus.
Se da media vuelta y se marcha, yendo hacia la salida. Casi le tiro la copa por la cabeza al escucharlo llamarme así. Era como solía hacerlo cuando trabajábamos en el hotel en Los Ángeles, frente a los empleados o a Connor. En la intimidad, me llamaba por mi nombre. No debería molestarme ni herirme, sé que está poniendo distancia y nuevamente aparenta que no somos más que colegas en el trabajo. Es solo que me recuerda a lo doloroso que resultaba escondernos todo el tiempo y tratarnos con frialdad.
—¿Señorita Rousseaus? —me llama de nuevo Chester.
Decido prestarle toda mi atención. Me pregunta si puede grabar las preguntas y yo asiento, solamente cinco minutos porque estoy un poco atareada, prometiéndole que próximamente podría darle una entrevista más amplia. El hombre se muestra amable y respetuoso, contento por la propuesta. Las demás preguntas van hacia la preparación del hotel, que era esto antes de convertirlo en lo que es hoy, que esperaba en un futuro en este hotel, cuantas habitaciones y como es el servicio. Luego, vienen preguntas un poco más personales. Mi nombre completo, mi edad—se queda sorprendido cuando le digo que tengo 20, próximamente 21 en cinco meses—, que estudio, que tal ha sido mi experiencia trabajando en mi propio hotel y demás.
—Una última pregunta y prometo dejarla libre —le sonrió aun cordial por su amabilidad—Hay un rumor acerca de la próxima presidencia de la Corporación Rousseaus. Dicen que usted es una de las candidatas.
Siento la sangre hervirme otra vez por las venas. Lo sería si esos malditos… si el imbécil de Edward…
—Lo cierto es que no estoy en posición para afirmar o negar nada—contesto lo más neutral posible, sosteniendo la máscara de “aquí no pasa nada, esta todo genial” —Por ahora, solo puedo decir que estoy agradecida por la confianza que el Grupo Rousseaus ha depositado en mí. Soy joven y aún no he terminado mis estudios, pero este es un gran paso para mi vida profesional y personal. Simplemente puedo agradecerles y prometerles que no voy a fallarles cueste lo que cueste.
Chester se va contento por su entrevista y con mi número de teléfono para la próxima. Yo solo espero que el periódico llegue hasta Los Ángeles y que noten el claro sarcasmo de la última respuesta.
Decido rellenar mi copa con más champagne y pasar de invitado a invitado para agradecerles la presencia y recibir más felicitaciones. Logro llegar al patio trasero con un poco de retraso y voy directo al escenario. Will ya casi termina con los arreglos arriba del escenario y me echa una sonrisa con un pulgar arriba.
—Buenas noches a todos—dice por el micrófono, se sienta en el taburete y mantiene la guitarra sobre su regazo—Mi nombre es Will Blakeslee. Antes de empezar, me gustaría un aplauso para la señorita Rousseaus.
Los aplausos no se hacen de rogar y les sonrió a todos con amabilidad, sintiéndome ahora un poco avergonzada. Thelma y Ronnie se sitúan ambas a cada costado mientras Zettie y Mich van de lado de Ronnie y Becca de Thelma.
Will empieza a tocar unos acordes mientras su talentosa voz empieza a sonar por cada parte del hotel. Pronto la gente se amontona para escucharlo cantar la melodía suave que no reconozco. Para de tocar antes de sonreírnos con arrogancia y con otros acordes más electrizantes, la melodía cambia a más rápida y movediza. Lo secundamos con las palmas mientras las seis nos arreglamos para mover nuestros cuerpos aun pegados y aplaudiendo al son de la canción.
Jaeger.
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Re: new rules
Capítulo 08.2
Amoné Rousseaus || Edward Dunne || By Stark. || Sigue: Kida.
No hizo falta demasiado tiempo después de que los invitados se retiraran para que finalmente sucumbieran mis deseos de alcohol. Becca y Zetti se marcharon al departamento que comparten por más que insistí que usaran los cuartos, alegando que sería mejor despertar con resaca en casa que luego tener que moverse al otro día. Mich fue la más ebria de la fiesta y la primera en caer rendida sobre uno de los sofás de afuera. Le deje una manta sobre ella, consciente que podría llevarla en mi espalda y dejarla en una cama calentita y mil veces más cómoda, pero no tengo demasiada fuerza, Will esta tan ebrio como yo y a Brasil no se le permitía salirse de la barra: Thelma y yo lo mataríamos si lo hiciera.
Ronnie parece la más tranquila de todas, bebiendo con calma su trago manteniendo atención sobre la pantalla de su celular. Me siento en el taburete que está en medio de Thelma y ella, al lado de Thel esta Will y frente nuestro Brasil preparando un Martini para mí. Lo bebo mientras dejo caer un codo sobre la barra, apoyando mi mano contra la mejilla, suspirando.
—Noche difícil, ¿eh? —pregunta mi mejor amigo mientras está sirviéndole una cerveza a Will.
—Demasiado difícil.
—Ha salido bien, no te preocupes —Ro me soba la espalda y le regalo una sonrisa corta—¿O puede que sea otra cosa que te preocupe?
No digo nada. En verdad, nunca lo hago. Ni siquiera cuando Thelma parece tensarse a mi lado, es la única que sabe que Edward estuvo aquí y que pronto estará acechando todo lo que me costó construir en tan poco tiempo. Ronnie es perceptiva y se da cuenta cuando hay algo que va mal, pero también sabe que yo soy lo bastante reservada y negadora como para decirlo en voz alta. Aun así, estoy retrasando lo inevitable y lo sabrá mañana cuando despierte.
—Edward vino a la fiesta.
La mirada de los cuatro se enfoca en mí.
—¿Qué? —el primero es Will, estirando el cuello sobre Thelma. —Espera, ¿Quién es Edward?
—No seas tan chismoso—Thel le pone una mano sobre la cara y empuja. Voltea hacia a mí—¿Te dijo algo?
—¿Qué te dijo?
—Solo pasaba a saludar…
—Momo—advierte Brasil con una mirada suave. Es la única persona que le conté sobre Edward, y como no si me había emborrachado hasta casi morir y lo llame por teléfono lloriqueando—Te hará bien contarlo. Somos tus amigos, adelante.
Dudo un momento en hacerlo, pero los efectos del alcohol me surgen más efecto y mi lengua se pone más liviana. Así que les cuento sobre el breve encuentro con Edward hasta que intervino Amber, su ex novia. Lo estúpida que actué solo porque estaba celosa de verlos juntos y de él viniendo mañana para instalarse en el hotel. Mi relato se extiende a Edward partiéndome el corazón solo porque quería quedarse con la presidencia, de Connor y los accionistas confabulando en mi contra, el estrés que me produce tener que ganar millones dentro de cinco meses antes que se me venza el plazo.
—¿Y saben que es lo peor? —balbuceo con las palabras arrastrando, mis mejillas sonrojadas por la furia o los Martini, que se yo—Es que lo único que pienso es en qué momento voy a bajar las escaleras para meterme en su cuarto. ¡Soy tan, pero tan estúpida que me creo capaz de hacerlo!
—Ese malnacido—murmura Thelma furiosa—¡No me puedo creer que te hiciera todo eso! ¡Y que tú te quedes callada! Debiste decirme para saltar arriba de él apenas lo viera.
—¡Es un desgraciado! No merece estar vivo, es un cretino—suelta Ronnie con impotencia.
—¡Todos son iguales, todos esos estúpidos…!
—Oigan, no todos somos iguales que el gilipollas que le partió el corazón—interrumpe Will—Yo, por ejemplo…
—Tu solo eres un mujeriego al igual que yo, cállate —le dice Brasil con humor y vuelve hacia a mí—Eso te pasa por confiar en él. Te dije que no confiaras en nadie una vez que estés allí. Como tonta caíste.
—¡Damon!
—¿Qué? Yo se lo dije y hasta él se lo dijo—puntualiza con honestidad—Aun así confiaste en él. Ni siquiera sabes si realmente te quiso…
—Edward si me quiere —replico de inmediato, atrayendo miradas—No puedes fingir querer a alguien por tanto tiempo, Brasil. Fueron dos años…
—Pero a él no le importo, Amoné. Dos años o veinte años no hubiesen hecho la diferencia: te traicionaría igual.
—Brasil, no estas ayudando…
—No quiero ayudarla a sentirse mejor, Ronnie, quiero que vea la realidad antes que sea demasiado tarde—Duro y severo, es como siempre Brasil ha sido desde el principio—Momo, sabes que te adoro y que eres mi mejor amiga, pero lo que te hizo Edward no tiene perdón. No importa si crees que te quiera o no: está ayudando a esas escorias a arrebatarte lo que es tuyo. El Hotel Rousseaus te pertenece. El que venga Edward aquí solo significa una cosa: quiere hundirte de nuevo.
Pese a los reproches hacia mi amigo, sé que intenta ayudarme a su manera y tiene razón, solo que todavía es difícil de procesar. Me dejo caer sobre la barra con los brazos cubriéndome y suelto un sollozo, tan idiota.
—Es que no sé que hacer… soy tan patética.
—No lo eres, no es tu culpa —insiste Thelma tomándome del brazo. Hacemos contacto visual, es suficiente para ver en su mirada que también siente el mismo dolor que yo: el de un corazón roto—Él no tenia derecho de comportarse como una mierda contigo y lo hizo. Tu vales mas que Edward o que cualquiera que no sepa valorar lo excelente que eres. Recuerda lo que te dije el otro día…
—Primero nosotras —susurro secándome las lagrimas.
—Exacto, nena—una sonrisa sincera y comprensiva se aloja en su rostro—Solo piénsalo: quien este a nuestro lado es un maldito suertudo.
—Secundo eso —apoya Ronnie con una sonrisa—No todos los días se encuentran chicas como nosotras, Momo. Somos de calidad y los imbéciles no tienen la capacidad de entender eso.
—Gracias, chicas—tiro mi cabeza en el hombro de Thelma mientras ambas me cubren de un abrazo entre las tres. Es bueno sentirse acompañada por mis chicas.
—Me hacen llorar, basta —se burla Brasil y Will se carcajea porque Thel le tira el sorbete en la cara.
—Yo opino que hay que darle de su propia medicina —comenta Will con una sonrisa maliciosa en el rostro—Ya sabes: me partes el corazón y yo te parto la madre.
—Dejate de estupideces, no la alientes.
Pero la idea esta sentada y mis amigas estan pensando lo mismo que yo. Saltamos de los taburetes con los ojo brillando de emoción. Vaya saber si es la adrenalina del poder femenino o el alcohol.
—Tienes razón. Tengo que vengarme.
—¿No puedes ser una ebria feliz? Siempre te pones violenta—dice Brasil revoleando los ojos.
—¡Yo te ayudo, amiga! —chilla Thelma—Tengo aerosol negro en mi cuarto, ¡hay que ir a hacerle trizas la habitación!
¡La habitación!
Sigo a Thelma al instante en que camina en dirección las escaleras, seguida de Ronnie. No es como si pudiese tener todo fácil, si puedo hacer que se sienta como la mierda una sola vez, habré ganado.
—¡Voy con ustedes, yo también quiero venganza! —exclama Will detrás de nosotras mientras que Brasil lo único que puede hacer es suspirar.
Lo primero que hago en la mañana es maldecirme a mí misma por beber y a Brasil por hacer sus tragos de gloria. Casi no puedo recordar nada de anoche después de que Michelle se durmió por ebria, lo que si se es que alguien me está abrazando. Respiro profundo y siento el aroma de Thelma, por lo que me acomodo mejor y le paso el brazo sobre mí, estirándolo. Thelma me abraza contra sí, restregando su cabeza en mi cabello y suspirando.
Quizás pasan unos veinte minutos cuando vuelvo a despertarme, y casi es un sueño cuando lo tengo a Edward frente a mí con una expresión de que va a matar a alguien. Lo observo con el ceño fruncido mientras lucho por abrir los ojos.
—¿Edward?
—Buenos días —masculla apretando con fuerza sus dientes—Demasiados buenos para ti, Amoné.
—¿Ah?
—Mmm, no hagan ruido.
Me congelo en el instante en que la voz de Will suena por detrás de mí. Observo nuevamente a Edward con las venas remarcándole la frente a la vez que aprieta sus puños. Will me abraza contra sí.
—¡Suficiente!
En un santiamén, Edward me corre con brusquedad y se las toma contra Will, levantándolo de la camisa y encestándole un golpe, despertándolo. El chico rueda fuera de la cama y se da la cabeza contra la pared, soltando un gemido de dolor fuerte. Thelma, que estaba durmiendo del otro lado, se sobre salta y mira con la boca abierta a Will en el suelo tratando de entender qué demonios sucedió. No es hasta que voltea hacia Edward y luego hacia a mí.
¿Y Ronnie? ¿Brasil, Michelle?
—¡¿Qué carajos te pasa, idiota?! —le grita Will con una mano sobre la mejilla.
Edward no le responde, solo alcanza a darme una mirada fulminante antes de salir de la habitación cerrando de un portazo. Nos miramos entre los tres comprendiendo la situación y recordando: ayer estábamos tan ebrios que nos acostamos sin más, ni siquiera nos desvestimos o nos pusimos los piyamas. Will durmió en medio de Thelma y yo, no sería la primera vez que lo hiciera. Casi siempre que andábamos de joda, íbamos a mi departamento y nos dormíamos abrazaditos los tres. Hace años que Will cambio de tener un pene a tener una vagina, o al menos para nosotras era así.
Basta una mirada más entre mi mejor amiga y yo para estallar a carcajadas mientras Will se queda con su cara de perro.
—¿De qué se ríen, maniáticas? ¿Acaso es gracioso que me despierten así?
Pero eso solo hace aumentar nuestras risotadas de hienas contra el pobre.
—No me la puedo creer. Estaba furioso —comenta Thel señalando la puerta.
—Es un desgraciado, casi me saca la mandíbula—se levanta el chico y se masajea la zona adolorida—Valió la pena hacerle mierda su cuarto.
La sonrisa se me cae del rostro y me incorporo, casi olvidándome de la maldita resaca. La habitación de Edward. Ayer se la destrozamos.
Salgo corriendo de mi habitación y bajo las escaleras aun descalza. Doblo en el pasillo de la izquierda, pero ya es demasiado tarde. Edward sale de allí aún más furioso y tira su valija a un costado, caminando directamente hacia a mí.
—¿Cuántos años tienes? ¿Quince? ¿Crees que eso es gracioso? ¿Dibujar un pene en la pared?
No contesto, aunque en otro momento, como ayer, casi me meo de risa cuando Ronnie lo dibujo y Thelma la secundo con una vagina. No es la primera vez que lo veo enojado, pero rara vez lo hacía en mi contra y no tanto. Casi parece que sus ojos se van a salir de su órbita y todo el hotel va a prenderse fuego.
—¿Viste el lio que es el patio de afuera?
—Vendrán un equipo de limpieza.
—Vino un equipo de limpieza y se marchó porque tu no le abrías la maldita puerta—el corazón me late de prisa mientras siento ganas de llorar, pero me contengo, no puedo llorar delante de él—¿Es así como te haces responsable de un hotel, Amoné? ¿Descontrolándote y haciendo líos?
—Yo solo…
—No me importa si estabas haciendo el tonto con tus amigos. Ya no eres una niña, eres una mujer con responsabilidades sobre sus hombros y debes actuar como tal.
Me quedo callada ante el regaño, consciente de que tiene razón. Podría decir que no es nadie para regañarme, lo cierto es que con todo lo que sabe él de hoteles y lo experimentado que es en esta área, cada consejo suyo es valioso como cada reclamo. Edward fue quien me enseño todo lo que sé sobre la administración de un hotel, replicarle sería desagradecer el conocimiento que me dio.
—Voy a salir a desayunar y volveré más tarde. Por favor, arregla esto—suspira, pasando una mano por el tabique de su nariz—No pensaba decirte esto porque creía que tenías todo arreglado, pero Connor vendrá desde Los Ángeles en unas cuatro horas para ver que tal está el hotel y en qué condiciones lo dejaste. Será mejor que te apures.
Se marcha directo hacia la salida, dejándome completamente paralizada. ¿Connor vendrá?
Corro hacia el patio trasero donde es un desastre, el salón principal también lo es y la cocina por igual, todavía hay comida que sobro de ayer. Me aguanto el grito que está por salir al igual que mis lágrimas. Santa mierda, ¿Por qué carajos no dijo nada antes?
—¿Hola? ¿Amoné?
La voz familiar me llama y voy casi corriendo hacia la entrada. Cole aparece y me echa una de sus sonrisas que lo lucen más atractivo.
—Un hombre me dejo entrar y… ey, ¿estás bien?
—¡Cole, demonios! ¡Necesito tu ayuda! —lloriqueo en sus brazos, tomándolo de la camisa con desesperación.
—¡Tranquila, Momo! ¿Qué sucede?
Intento explicarle pero el llanto no me deja así que me pongo a llorar como estúpida. Cole se pone nervioso al intentar calmarme, no es hasta que aparece Ronnie completamente despeinada y con el maquillaje corrido por toda la cara.
—¿Ro?
Los ojos de la castaña se abren al tope y gira a mirarse en uno de los espejos, soltando un grito ahogado. Se tapa la cara y se va corriendo al baño.
—¡Ahora vengo!
—Pero…
Yo solo sigo lloriqueando sin que Cole sepa que carajos sucede.
Hizo falta un buen golpe en la cabeza por parte de Ronnie para que me diera cuenta que llorar no iba a arreglar nada. Así que empezamos manos a la obra. Nos duchamos rápidamente y nos cambiamos a ropa cómoda, conscientes que limpiar con olor a alcohol no era lo ideal. Zettie y Becca se unieron a la hora después que las bombardeáramos con mensajes. Hasta le pedí ayuda a Marcus, mi amigo con su bar. Resulta que abrió un gimnasio frente al hotel y se mantiene allí en las mañanas y en la noche en su bar.
Brasil se encargó de pintar por completo el cuarto de Edward mientras que Marcus iba a comprar otro colchón después de que al suyo prácticamente lo destrozáramos con nuestras apuñaladas. Yo lo ayude ordenando los libros que tire sin siquiera importarme que la mayoría estén rotos o rayados, en tanto se vean ordenados. Y si, tuve quince años anoche pero no es como si él se lo mereciera menos.
Luego me dirigí hacia la cocina donde terminábamos de empaquetar la comida que sobro y que nadie toco, por lo que los tappers y fuentes que compre fueron suficiente para llenar las una heladera y los demás era directo para las chicas. Que nada se desperdicie.
Thelma y Michelle fueron los primeros en terminar de ordenar el bar de afuera y limpiar los papeles y colillas de cigarros esparcidos por todo el patio. Will ayudo a limpiar el salón junto con Becca, y Cole y Zettie iban trayendo las mesas y sillas. Una vez que Marcus trajo el colchón, lo deje con la bolsa puesta mientras dejábamos la ventana abierta esperando a que la pared se seque. Fui a arreglar otro cuarto para la estancia de Edward y de paso arregle el mío con rapidez, esperando que el olor a los cigarrillos que fumamos ayer y alcohol se disperse con la ventana abierta.
Tres horas y media después de correr de aquí para allá, todo estaba limpio y la basura afuera. Edward llego con cafés y los dejo sobre el mostrador de la recepción, enviándonos una mirada seria y fría a todos, sobre todo a Will y a mí.
—Buenos días a todos—se dirigió con cordialidad, tan típica de él—Siento sonar descortés siendo la primera vez que nos vemos, pero les pediría que beban esto y se marchen a sus casas.
—¿Disculpa? —inquirió Zettie observándolo con el ceño fruncido y se dirigió a mí—¿Y este quien es, Momo?
—Mi nombre es Edward Dunne, señorita —contesto por mí sin inmutarse por el tono de mi amiga—Lo digo porque en menos de cuarenta minutos estará aquí el señor Rousseaus, y no creo que les agrade verlos, sin ofender.
—Está bien, chicos. Gracias y lamento la despedida tan brusca—murmuro con vergüenza. Los hice correr hasta aquí para echarlos.
Michelle es la primera en acercarse y darme dos palmaditas en la espalda.
—Está bien, nena. Tienes que prepararte también. Te llamare.
La despido con un abrazo al igual que a Zettie y Becca, prometiéndoles contarles todo próximamente con una buena cerveza entre nuestras manos. Brasil se marcha junto con Marcus y un cálido abrazo a cada uno. Cuando pasa Will, Edward le roba su vaso de café, siendo el último que quedaba y le da un sorbo, sonriéndole sin gracia.
—Está chiflado —masculla el chico y ni siquiera me abraza, se ve la amenaza en el sujeto detrás de mí y no se arriesga. —Luego te hablo.
—Lo siento, Will.
Me sonríe antes de marcharse. Pobre. Golpeado por dormir entre dos diosas y encima se va sin café. Se marchan, menos Cole y Ronnie porque les pido que se queden un poquito más. Todavía tengo que hablar con Cole sobre lo de la cocina y Ronnie para secundarme.
—¿Puedes llevarlo, por favor? —le pido a Ro para que le vaya dando un vistazo. Cole no vino anoche porque tenía un evento importante en su restaurante así que no tuve oportunidad de mostrarle.
—Claro que sí, Momo. Andando.
Ambos se van no sin antes dirigir una mirada de advertencia hacia Edward. Es bueno tener amigos que te cuiden.
—Señorita…
—Thelma, Thelma Bane —contesta esta de mala gana cruzándose de brazos—Así que supongo que tú eres el gilipollas.
Edward levanta las cejas. Thelma se ve furiosa y como no si ayer practicaba hacer muñecos vudú con él. Sin embargo, Ed está lejos de molestarse, más bien se ve divertido por la postura de mi amiga.
—Suelen decirme Ed, si quieres un apodo. Pero no tenemos tanta confianza, así que…
—¿Enserio? Porque juraría que estuvimos en una relación —replica Thelma sorprendiéndome. Me muerdo los labios para no reírme. Se vendrá con una de sus locuras. Edward parece sacado de onda, pero paciente—Yo te explico, viejo: Momo es mi mejor amiga desde que éramos crías entrando en la adolescencia, bebiendo vodka a escondidas de mis padres y usando su tarjeta de crédito para tener nuestras remeras de One Direction y sus conciertos. Así que tooodo lo que le hagas a ella, me lo estás haciendo a mí. ¿Acaso no ves el imbécil que fuiste? ¿No? Te lo remarco: todo lo que me hagas a mí se lo haces a ella, por ende, doble venganza.
—Supongo que tú fuiste la del pene.
—No, esa fue la que se ve con cara borrego —señala por donde se fue Ronnie—Yo soy la de la vagina.
—Original. Me gusto la frase esa de “Chúpatelas, imbecil”. No hay nada como un buen recibimiento en mi próximo hogar por cinco meses.
—¿Siendo sarcástico, eh?
—No, para nada. —si lo está siendo, pero solo para molestarla.
—Eres más viejo ahora que te veo de cerca. ¿Enserio saliste con este? —lo señala con desdén.
Edward, lejos de disgustarle la personalidad de mi amiga, sonríe fugas y cortamente, asombrándome. Hacer sonreír a Edward solo logran tres personas: su madre, Marley y yo. Eso significa que Thelma le cae bien aunque ella lo odie. Contradictorio, sí.
—Solo tengo treinta y dos.
—¡Doce años y aprovechándote de una criatura! ¡Degenerado!
Se encoge de hombros y le da la razón.
—Soy aficionado a las lolitas.
—¡Ay mi madre! ¡Voy a estar vigilándote! —hace señas con sus dedos sobre sus ojos en él—Y para que sepas, soy la secretaria de Momo y recepcionista en medio tiempo, así que vivo aquí.
Esta vez, la expresión de Edward cambia a una seria.
—En ese caso, le pediría señorita Bane que en horario de trabajo deje sus asuntos personales a un lado y actué con responsabilidad y profesionalismo.
—Estoy diciendo todo esto porque mañana no poder, tal vez cuando tenga el tiempo libre sí, pero podría significar despido y abuso de poder de tu parte.
—Y puede que lo haya: también serás mi secretaria.
—¡¿Qué?! —chillamos las dos.
—¡Ni loca!
—No hay opción, tampoco podemos permitirnos pagar una segunda secretaria. Solo piénsalo, será más sueldo para ti.
—Pero yo no quiero…—refunfuña molesta.
—Entonces me busco a otra que cumpla por los dos—se encoge de hombros—Estoy seguro que el señor Rousseaus estará de acuerdo conmigo.
—¡Yo no voy a…!
Le tapó la boca de inmediato y asiento por ella
—De acuerdo. Compartimos secretaria—le fulmino con la mirada a la vez que suelto a mi amiga—Tu habitación es la de Juana de Arco, primer piso.
Edward asiente y se marcha con su café hacia las escaleras. Escucho la puerta cerrarse antes de dirigirme a Thelma.
—Sé que no quieres y soy la peor amiga del mundo, pero si te mantienes siendo su secretaria voy a poder saber sus movimientos y que hace. Serás como mi espía.
—No lo sé, Momo, no me da buena espina…
—No te preocupes, él jamás abusa de su poder. Es muy bueno como gerente general y muy justo. Un poco estricto, pero sabe separar su trabajo de lo personal.
—Ya pues, si tú lo dices —me envía una mirada significativa.
Le doy un zape en la cabeza.
—Te lo mereces.
—Ya que, le hago de espía. Pero si me descubren y me torturan, puede que suelte la lengua.
—Está bien, deja la paranoia y abrázame —me apapacho con ella, soltando un enorme suspiro—Me van a comer viva entre los dos, Thel.
—Claro que no, Momo. Tienes que tener confianza. Observa todo esto—le echo un vistazo a mi alrededor, sonriendo—Te quedo jodidamente genial, y si a esos imbéciles no les gusta, no tienen gusto.
Alto y hombros anchos, cuerpo musculoso para tener sus cincuenta, cabello dorado corto, barbilla rasurada, mandíbula marcada y ojos azules: el presidente de la corporación Rousseaus se hace presente en mi hotel.
Connor Rousseaus en realidad es el hermano adoptivo de mi padre. Lo adoptaron cuando tenía unos cinco años con la idea de que Harry tuviese un hermano puesto que mis abuelos no podían tener más hijos. Se criaron como si compartieran el mismo factor de sangre y fueron inseparables por años. Todo cambio cuando mi abuelo dejo el testamento y todo fue heredado a Harry. Todo. No hubo un solo centavo destinado hacia Connor ni una sola acción. Lo lleno de odio tal acción de mi abuelo que se enojó con su hermano y no volvieron hablar durante años.
Cuando el hijo de Connor, Logan, murió en el accidente automovilístico, Harry se acercó a él y volvieron estrechar las manos, dejándolo como presidente de la compañía mientras trataba de sobrevivir al cáncer. Papá murió. Después de ello, yo fui enviada a Dumbo para ellos apropiarse de todo mientras que Lauren dormía con Connor para poder salvarse ella misma. No tiene moral ni remordimientos, ni siquiera creo que siente amor. Lo he visto tener tantas amantes que ya he perdido la cuenta, y su esposa, Stella Hamilton, parece estar más que acostumbrada a sus desplantes y sus engaños. Marley lo está y lo asumió desde temprana edad cuando se dio cuenta que el matrimonio de sus padres era arreglado al igual que el de los míos.
Es el hombre que más detesto en la vida, incluso más que Edward. Pero lo cierto es que Connor es demasiado peculiar… excéntrico y raro. Sus cambios de humor y sus reacciones me hicieron pensar por tiempo que es algún tipo de enfermedad mental. Marley alego que siempre fue así y empeoro cuando Logan murió. Verlo llegar con su traje mitad blanco y mitad negro con un sombrero de vaquero en la cabeza no me extraño para nada. A veces usaba atuendos extraños y Stella se la pasaba gritándole que se vistiera decente porque ya le daba vergüenza.
—¡Edward! ¡Mi muchacho!
Tampoco me sorprende que se dirija primero hacia su perro faldero, abrazándolo mientras suelta carcajadas y unos palmazos fuertes en la espalda, como si estuviese viendo a su hijo.
—Estas más bronceado. ¿Has ido a la playa?
—No, señor, no me gusta la playa—contesta y sé que es una mentira. A él le encanta, pero es su manera de evitar conversación o invitaciones.
—Que lastima. Pensé que deberíamos ir a Bahamas por algún fin de semana —se encoge de hombros y recién ahí es cuando sus ojos azules me voltean a mirar—La pequeña Francesca.
—Amoné.
—Sí, si —aletea con la mano quitándole importancia y viene hacia a mí, despeinando mi cabello—¡Gran apertura la de ayer, cielito! Pero se ve que te fallo un foco… ¿o varios?
Habla del apagón, solo me queda asentir y disculparme por mi error. Connor murmura que no puede esperarse más de las mujeres y aprieto fuerte mis puños para no gritarle. Le echo una mirada fulminante hacia Edward, pero este no se inmuta. Maldito chismoso.
—Ahora que veo esto —gira sobre sus pies, caminando lentamente a la vez que mira absolutamente todo—No me gusta mucho el diseño…
El estómago comienza a dolerme al igual que la cabeza. Ahora es cuando empieza mi calvario.
Critica todo. Absolutamente todo. El salón, las mesas, el color de las mesas, la barra, el color de la barra, las dos puertas (“¿para que si se necesita una para ir afuera?”), la piscina ("¿no esta demasiado fría?"), el árbol que está en una esquina del terreno, las baldosas del patio trasero, las mesas redondas (a él le gustan cuadradas), los tragos por servir, las escaleras, el ascensor, y demás.
Son los veinte minutos más largos de mi vida en lo que le escucho parlotear sobre “lo esencial” y “lo malditamente estúpido que compraste”. Muerdo mi labio más de una vez con la bilis llegándome a la garganta. Lo seguimos a través del hotel escuchando sus quejas. Edward toma lentamente mi mano, haciéndome reaccionar. Se la quitó con brusquedad, molesta porque quiera darme consuelo cuando todo esto es su culpa.
—¿Qué se supone que es esto?
Connor no se ve para nada contento cuando lo invito a ver las habitaciones. En vez de numeración, hay nombres de mujeres. Me hace relatarle toda las historias de las 28 mujeres que encabezan las 28 habitaciones: Madonna, Juana de Arco, Frida Kahlo, Jane Austen, Cleopatra, Ana Bolena, Maria Antonieta, Marie Curie, Virginia Woolf, Amelia Earhart, Simone de Beauvoir, Edith Piaf, Marilyn Monroe, Diana de Gales, Janis Joplin, Anna Frank, Eva Perón, Rosa Parks, Coco Chanel, Malala Yousafzai.Hipatia de Alejandría, Leonor de Aquitania, Indira Gandhi, Florence Nightingale, Teresa de Calcuta, Sally Ride,
Lydia Valentín Amoné. Por último, mi nombre.
—¿Le pusiste tu propio nombre? —Levanta las cejas con burla—¿Qué historia magnifica tiene ese nombre?
—Pues la desterraron, le robaron y la humillaron de todas las maneras que existen —le doy de esas sonrisas frías que aprendí de él—Y al final termino por quedarse con todo.
Una sonrisa juguetona se extiende en su rostro.
—Codiciosa. Haces bien para ser mujer.
Mi ceño se frunce un momento al escuchar su comentario machista, pero vuelvo a ser neutral. No me conviene demostrar demasiado ante él, ni siquiera un gesto de molestia. Connor lo tomara y lo hará el triple de molesto para mí. Se la pasa inspeccionando por todas las habitaciones, murmurando cosas para sí mismo en cuanto ve que cada habitación tiene su propia decoración según la mujer que representa. No hay colores de niña o niño: simplemente hay colores. Suelta un comentario malicioso, otro bueno. Otro malo y otro bueno. Así se las pasa por todas las habitaciones
—Es ingenioso —asiente pensativo. Contengo al aire caminando aun detrás de él con Edward a mi lado. —¿Y esta?
Observo la de Frida Kahlo y el corazón se me paraliza. No sé si le gustara que Thelma viva aquí, ni siquiera le gustaba que yo misma me quede en una de las habitaciones y por ello me mando a la villa Rousseaus.
—Espera, no puedes entrar sin más—le intercedo. Frunce el ceño.
—¿Por qué no? Hazte a un lado—intenta correrme, pero me pego más a la puerta.
—Mi amiga… Thelma vive en esta.
—¿Tienes una amiga viviendo en una de las habitaciones de las cuales podrías usar para ganar dinero? —sus facciones se endurecen, asustándome—Córrete.
—Señor…
—¡Córrete, mocosa! —Me saca bruscamente y caigo en los brazos de Edward que me sostiene con fuerza. Lo miro desde arriba, notando que tiene la mandíbula más tensa mirando directamente a su jefe.
Connor abre la puerta y pasa de golpe, lo sigo de inmediato. Thelma está sentada afuera del balcón tocando una canción triste con su hermosa voz. Nos quedamos callados escuchándola como su voz se rompe y la piel se me pone de gallina. Ella quiere ser compositora, pero yo creo que ser cantante tampoco le vendría nada mal. Pasa un tiempo en que nota que estamos allí, ninguno interviene porque Connor no ha intervenido.
—¡Maldito gilipollas! ¡Ojala que le parta un rayo! —grita para finalizar, golpeando las cuerdas de su guitarra.
—¡Magnifico, magnifico! —el hombre aplaude cautivado.
Thelma se sobresalta con los ojos abiertos en grande y la vergüenza recorriendo por su rostro. Deja la guitarra apoyada en la pared mientras entra, enviándome una mirada interrogante.
—Connor quería ver tu habitación —explico, sacándola de onda.
—Eh, mmm, está un poco desordenada…
—¿Eres cantante, cariño? Nunca antes había escuchado esa canción, ¿de quién es?
Las mejillas de Thelma se ponen más rojas.
—Es suya —intervengo en su favor. Si a Connor le gusto, entonces eso la salva a ella y a mí de ser despachadas.
—¡No me la puedo creer! —exclama aun emocionado y le toma la mano estrechándola y moviéndola de arriba a abajo—Tendrás un gran futuro cielito. ¿Cómo dijiste que se llamaba tu amiga?
—Thelma Bane.
—¡Fabulosa Thelma Bane! Hazme saber cuándo saques un disco y te lo compro.
Tal y como entro, se gira y sale aun tarareando la canción. Edward lo sigue tan fiel como siempre. Mi amiga se acerca aun mirando por donde se fueron.
—¿Ese loco es tu tío malvado?
—Lo siento. Es un poco extraño—confieso. Quizás debería haberle hablado de ello—Demasiado excéntrico, quizás.
—Y yo que pensé que me hablabas de la bestia reencarnada—suelta un silbido y me empuja hacia la puerta—No dejes que el cara de plato vaya con él, ¡vamos!
Salimos de la habitación notando que van hacia abajo. Seguramente a la cocina. Llegamos al mismo tiempo que ellos, pero Ronnie y Cole no están.
—Bueno, la cocina me gusta—asiente para sí mismo y se gira sobre sus pies—Tendría que ver el menú—menú que no prepare porque estaba durmiendo y desaproveche mi tiempo limpiando en vez de comentarlo con Cole—Pero estoy apurado así que será para la próxima.
Gira sobre sus talones y se va caminando hacia la entrada. Esta vez, si nos encontramos con nuestros amigos.
—¿Y ustedes quiénes son? ¿También son amigos que se quedan aquí? —inquiere bruscamente.
Ambos parecen sorprendidos por la manera en que les habla. Yo insisto que el viejo es esquizofrénico o bipolar.
—Soy Cole Byrne, un placer —le estrecha la mano sin demasiada importancia. Mi amigo me echa una mirada y le abro en grande los ojos. Capta de inmediato el mensaje—Soy el chef.
El humor de Connor cambia.
—¡Oh, el chef! —aplaude con emoción—Espero que hagas buenos platillos. Estaré aquí la próxima vez que venga…
—Le hare algo exquisito, señor.
—¿Y usted, señorita? —se dirige a Ronnie, quien lo observa con indiferencia, no intimidándose para nada ante el gran hombre de negocios—¿Puedo preguntarle que función cumple usted con el hotel?
—Yo soy una amiga de Amoné.
Connor levanta las cejas en alto, no gustándole que este aquí. Negocios y amistad aparte, siempre lo dice. Ronnie nota enseguida el cambio de humor del hombre y se apresura a agregar:
—Trabajo en el New York Magazine...
—¿Y qué tiene que ver la moda con mi hotel?
Le fulmino la mirada ante tomar lo que es mío como suyo, pero no es como si pudiera replicar delante de otras personas sin tener un castigo.
—Tiene mucho que ver. Mire esto —Ronnie señala la alfombra junto con la lámpara de araña arriba de nosotros—Me gusto el diseño y le saque unas fotos. Se lo mostré a mi jefa y quedo encantado. Según ella, este diseño es digno de admiración y competirían con los de grandes diseñadores como Kelly Hoppen, Peter Marino, Phillippe Starck. Insistió en que hiciera una columna y le pregunte a Amoné si podía echar otro vistazo para escribir sobre ello.
El ingenio de Ronnie nos hace sacar a los tres una sonrisa, menos a Edward que siempre mantiene su cara de póker. Connor parece analizar sus palabras, pero sonríe satisfecho enviándome una mirada de orgullo. Trato de que ello no me afecte, la verdad es que lo que tiene que decir tiene más peso que todos en esta habitación.
—Entonces, por favor, asegúrese de que sea un buen artículo.
—Eso haré, señor.
—En fin —se acomoda su traje y vuelve hacia a Edward y a mí—Tengo que irme, me espera un vuelo hacia Seattle. Debo supervisar el otro hotel. Nos estaremos viendo y espero el informe, Edward.
—Sí, señor.
Su perro faldero lo acompaña hasta afuera mientras yo le doy un asentimiento. Connor solo me sonríe con arrogancia, tan típico de él, y se marcha. Suelto un sonoro suspiro del aire que no sabía ni que estaba conteniendo. Menos mal que Ronnie intervino citando a su trabajo y los diseñadores, sino se iría completamente insatisfecho por el diseño que le di al lugar.
—Joder, Ronnie, te debo una.
—Mejor me los cobro con los muffin que quedaron —se va hacia la cocina sin más—Tengo una mierda de hambre.
Me echo a reír por ello junto con Thelma mientras Cole sigue sonriendo hacia su dirección. Definitivamente, que se trague todo lo que quiera. Iré a buscarle más si eso desea.
—¿Para qué vino sino estuvo ni una hora?
—Él es así: llega de improviso y casi ni se queda. Tuvimos suerte de que no quisiera pasar la noche, de lo contrario sería insoportable.
Los demás asienten por la excentricidad del tipo, para mí no es nada nuevo.
Oteo desde la ventana: están hablando entre ellos. No me da buen presentimiento el tema de conversación que sostienen a juzgar por sus rostros; serios y tensos. Connor no se quedó demasiado tiempo, lo cual es raro porque se queda mínimo un par de horas y es muy minucioso con todo. Algo trama y tengo que averiguar qué diablos.
El animo se me cae al piso cuando Cole me dice que no podrá ayudarme quedándose como chef principal. La sonrisa de disculpas no aminora mi tristeza, pero lo entiendo. Tiene un restaurante por su propia cuenta y no puede descuidarlo, no si hace poco está empezando. Está en las mismas que yo.
—Puedo enviarte a uno de mis chef para que te ayude, Momo, pero yo no puedo.
—¿Y dónde voy a conseguir un chef como tú?
—Ya, ya. Hay mejores que yo—me sonríe en grande y bebe su café.
Ambos nos sentamos en una de las mesas del patio trasero bebiendo café y comiendo de lo dulce que sobro ayer. Ronnie y Thelma cuchichean dentro de la cocina, vaya a saber qué tema: si Cole o Edward, quizá ambas.
—Tengo un amigo interesado en trabajar aquí. Al principio la rechazo, pero en cuanto supo que era aquí la tomo sin dudarlo.
—¿Enserio? —inquiero sorprendida y un poco extrañada—¿Y eso por qué?
—Supongo que noto el reconocimiento del hotel. Siéntete orgullosa.
Y lo estoy, realmente. Al menos, el nombre del hotel hace que muchos quieran trabajar conmigo aunque solo sea una cría ante sus ojos.
—Lo conocerás pronto. Vendrá entre esta o la próxima semana, mientras tanto te enviare a Freddie. Es de confianza y un buen cocinero.
—Gracias, Cole. Realmente me estas ayudando a montones.
—Somos amigos, Momo. Además, puede que me dejes usar la piscina gratis —me guiña un ojo, sacándome una risita.
Volteo a mirar una vez más donde están Ronnie y Thelma, ninguna se asoma. Estoy intrigada y Ronnie me conto muy por encima su corto romance con Cole, mostrándose como si estuviese todo bien cuando afirmo que habían roto. La conozco demasiado bien para saber que él no es historia como ella dice que es.
—¿Cómo están las cosas con Ronnie?
La pregunta parece sorprenderlo, más aun así no quita su sonrisa típica de él.
—Bien, las cosas han ido bastante bien. ¿por qué?
—Vamos, Cole. No me vengas con rodeos a mí.
—Deberías ser más directa conmigo, entonces.
—Bien. ¿Qué pasa con Ronnie? ¿Enserio son amigos? Pensé que ustedes eran de esas parejas que durarían años hasta ser abuelitos. Digo, no por nada te esforzaste tanto.
Parece pensárselo un momento. Da un vistazo fugas a la cocina, aun así nadie se asoma.
—Me apresure y creo que se asustó. Tal vez solo debíamos quedarnos como amigos, ya sabes, no salir de ese círculo.
Suelto un suspiro frustrado. Ronnie que es terca y este que es demasiado buenono.
—Así que tú eres de los que se quedan en la friendzone.
—No puedo obligarla a sentir cosas por mí —se encoge de hombros, parte de su sonrisa se pierde—Prefiero tenerla como amiga a que perderla.
—Si tú lo dices…
Me gustaría decirle que conozco bien a Ronnie, mucho mejor de lo que ella se conoce. ¡A ella le encanta Cole! Es como el maldito príncipe de Cenicienta o de La Sirenita. Todavía no entiendo cómo llegaron a romper, y con lo fan que era de esta pareja.
—Solo te digo una cosa porque soy tu amiga y te adoro: Ronnie es una gran chica y es preciosa, si no le echas ganas ahora, va a venir otro mucho más galán y te la va a quitar.
—No existe nadie más galán que yo—replica con falsa soberbia, sonriendo como un tonto, contagiándome.
—Eso es cierto. Toma una galleta, mi chico —le dejo una galleta en la boca y él se la traga completo. Descargo una risita.
Ronnie y Thelma se asoman abandonando la cocina mientras hablan entre ellas. Detienen la entusiasta charla para sentarse con nosotros.
—¿De que hablaban?
—Sobre salir en estos días a bailar, ya sabes —Ro mueve los hombros al son de una música que solo ella tiene en mente—Noche de descontrol nos vendría bien.
—Yo me sumo. Las salidas con ustedes son emocionantes —dice Cole.
—Bueno, yo…
—Solo será una noche, Edward puede cubrirte al otro día—insiste Thelma y me hace puchero—Quiero salir a mover las caderas. Además, me dijiste que las primeras semanas puede que no haya tanto movimiento. Anda ¿sí?
Las dos me ponen pucheritos que se me es difícil ignorar, peor cuando Cole se une a ellas y tengo que darle un zape en el hombro para que saque esa expresión, soltando una carcajada. Acepto. Tendré que convencer a Edward, eso sí.
Como hace tiempo no lo hacíamos, Thelma y yo tocamos la guitarra mientras Ronnie toma uno de mis bombos y los comienza a tocar bajo el ritmo de nuestros acordes. Thelma escribió una canción nueva, dijo que esta lustrada y mil veces editada, por lo que nos ofrecimos a tocarla junto a ella aunque costo convencerla. Hemos hecho esto desde que nos conocemos, cantar canciones entre las tres, hacer música. Nos relaja y nos da un tiempo para conectarnos, volver a tener trece años.
La voz de Thelma es más gruesa y profunda mientras que la mía es aguda y un poco chillona, pero ambas le van bien cuando nos conectamos para cantar. Ronnie solo cierra los ojos y toca el bombo, conectándose junto con nosotras.
Después de un minuto más tocando, dejamos nuestras guitarras y brindamos con las latas de cerveza que me robe de la heladera luego de que Edward se encerrara en su cuarto.
—Salud por nosotras, chicas. Vamos sobreviviendo—dice Thelma y es la primera en beber.
—Yo estoy en eso —hago una mueca de cansancio. De solo pensar ver a Edward todo los días ya me da migraña—Van a ser unos cinco meses muuuy largos.
—Sí, demasiado, pero nada que no puedas solucionar. Te traje algo.
Alcanza su bolso y saca un objeto de adentro, sorprendiéndonos.
—¿Y eso?
—Esposas, tonta, para que no sucumbas en la noche. Te la atas al cabecero de la cama y ya: no andarás de acosadora.
—¿De dónde diablos sacaste las esposas? —inquiere la castaña apunto de reírse —¿Acaso andas jugando al sado?
—Se las robe a un policía.
—¡¿Se las robaste a un policía?! —exclamamos las dos sin creerlo. Tan buena e inocente que se ve.
Se encoge de hombros.
—Fue excitante con esposas así que ya pues, me las quede.
Suelto una sonora carcajada acompañada por Thelma. Esa Ronnie es de las que no hay.
—Dime que te le tiraste a Lucas.
—¿Qué Lucas?
—¡El hermano de Roy, el policía!
Thelma me da un zape por nombrarlo.
—¡Ya, disculpa! El hermano de Will.
—¿El sexy musculoso que veíamos en sus cumpleaños? —Ronnie suelta un suspiro de enamorada y yo le sigo. Thelma solo menea con la cabeza.
—No puedo creer que les guste Lucas.
—¿Y cómo no? Yo jugaría encantada al ladrón y policía con él.
—¡Ay ya, cállate, no me des esas imágenes! —se tapa los oídos.
—¿Cómo seria eso? —inquiere Ronnie con curiosidad.
—Ya sabes, sería como “te portas mal, ¿cierto?” y una estaría como “¡Sí! ¡Soy una mala, mala chica! ¡Merezco un castigo!”
—¡Momo!
Nuestras risotadas de hienas inundan toda mi habitación, sacándome lágrimas en el proceso y con dolor en la barriga.
—¡Esa es una buena idea! La usare en la próxima.
—¿Todavía tienes el número del policía?
—Todos dejan su número de teléfono y a ninguno llamo —tira su cabello hacia atrás con modestia aparte—Quizás si debería llamarlo a él…
—¡Llámalo!
—Si alguna de las tres puede tener una noche excitante, pues bienvenida sea.
—Tu tendrás una noche excitante —le levanto las cejas con sugerencia nada inocente.
—Uy, ¿debería ponerme mi disfraz de conejita? —Thelma me sigue el rollo y nos partimos de risa.
Diez minutos después de fantasear un poco más con Lucas —o en el caso de Thelma, Zayn Malik—nos dejamos de tonterías y vamos las tres a dormir en mi cama. Mañana Ronnie debe ir a trabajar, por lo que tomara algo de mi armario y se ira temprano. Nosotras también debemos levantarnos para el primer día de trabajo. Pese a que será un día pesado y seguramente terminare abolida y estresada, no evito dormirme con una sonrisa en el rostro. Sip, va a salir todo bien, tengo confianza.
Despierto en la madrugada con la garganta seca y un poco de hambre. Aun a oscuras en la habitación, Thelma ronca mientras Ronnie mantiene su respiración leve y tranquila. Ambas están completamente dormidas y no parecen que vayan a despertarse ni porque haya un terremoto. Restriego mis ojos con la palma de mi mano lego de ver la hora. Son las cinco de la mañana.
Salgo de la cama con la idea de picar algo en la cocina y volver con mi vaso de leche. El hotel solo tiene pocas luces prendidas en la noche como en el pasillo y las escaleras. Bajo por el ascensor con toda la pereza del mundo y voy caminando entre dormida y despierta hacia la cocina, pasando por la cafetería y metiéndome dentro. Con las luces apagadas, vago hasta la heladera y la abro, sacando el jugo y del estante unas patatas fritas.
Mientras llevo una patata y otra a mi boca y mastico, reacciono ante los pasos haciendo eco afuera. No pasa mucho tiempo hasta que caigo en cuenta que es Edward. El sueño se me pasa de golpe e intento guardar todo en silencio y esconderme. Tan pronto termino de dejar las patatas guardadas y el vaso en la pileta, la puerta se abre con Edward con sus pantalones marrones claros y su musculosa blanca al cuerpo.
—¿Qué haces aquí? —pregunta entrando en la cocina. No prende las luces.
—Vine para beber algo—señalo el jugo sobre la isla.
—Deberías guardarlo.
Me acerco desconfiada y un poco nerviosa, sintiendo como una colmena de abejas estuviera revoloteando en mi barriga. Tomo la jarra entre mis manos para dejarla dentro de la heladera con la mirada de Edward sobre mí, inspeccionándome de arriba a abajo. No debí usar el babydoll esta noche. La garganta vuelve a secárseme de los nervios y la tensión que se incita con el sonido de nuestras respiraciones.
Tan pronto cierro la puerta de la heladera, ahogo un grito al verlo tan cerca de mí en menos de un segundo. Edward no me da tiempo para pensar en nada más: sus brazos me acorralan entre ellos a la vez que sus labios chocan ferozmente con los míos, perdiéndome en él por completo. No pasa un segundo en que le devuelvo el beso para que me levante y yo entiende mis piernas en su cadera, soltando un gemido entre besos. El sabor, la textura y la explosión por dentro me juega todo en contra, porque por más que una pequeña parte de mi quiera mantenerlo lejos y recordar todo lo que me hizo, hay otra que le gana por muy grande a todos mis deseos masoquistas.
Las manos de Edward recorren mi cuerpo con la misma desesperación a la que yo me aferro a él. Nuestros labios danzan con fiereza y nuestras lenguas se enredan con ardor, sofocándonos, sin aire. El corazón me galopea a lo loco que temo que se dé cuenta lo descontrolado que esta. Extrañe tanto el contacto entre nosotros, como ardíamos cada vez que desbordábamos pasión y lo bien que congeniábamos uno con el otro.
De golpe y porrón, la conciencia me da una enorme cachetada en la que caigo al suelo. Los besos pronto empiezan a saber cada vez más amargo y el fuego interno disminuye. Corro la cara a un costado y evito el contacto de mis labios contra los suyos, extrañándolos al instante. Dejo mis manos tirando sus hombros lejos de mí, apartándolo.
En la oscuridad, somos inundados por el silencio con nuestras respiraciones agitadas y un triste ambiente rodeándonos.
—Amoné…
—Suéltame, Edward. Esto no está bien —me maldigo por el quiebre de mi voz al final.
El castaño vacila un momento hasta que esto último lo hace ceder por completo, dejándome suave en el suelo. Se aleja dos pasos hacia atrás, yo me abrazo a mí misma con un sentimiento de vacío en el pecho.
—Lo siento —susurra tras unos segundos.
—No puedes hacer esto—le reprocho con lágrimas inundándome los ojos. Pese a la oscuridad, distingo su expresión de cayendo, mostrándose tan triste y demacrado. El corazón me pesa por verlo así, sé que le duele como a mí me duele—No es justo que lo hagas. No después de todo lo que me hiciste.
Se queda callado sin decir nada, arrepentido y castigándose por dentro. La rabia y el dolor me brotan por dentro, no sintiéndose para nada satisfecha por su reacción.
—¿No puedes decir algo? —espeto enojada, levantando la voz poco a poco—¡Odio que siempre te quedes callado! ¿Te das una mierda de idea lo furiosa que estoy contigo? ¿Tienes una maldita idea de lo horrible que lo pase por tu culpa?
Su silencio me desuela y desespera. Nada sale de sus labios, lo único que me queda es su reacción serena y culpable.
—Di algo, ¡lo que sea!
—Será mejor que vayas a descansar—lo observo incrédula por su maldito intento de huir.
—¿Crees que te puedes zafar de esto tan simple? —tiro bruscamente de su remera, acaparando su atención. Limpio mis lágrimas, furiosa conmigo misma y con él—Puede que todavía te amé, Edward, pero eso ya no significa
que puedas hacer conmigo lo que se te canten los huevos como lo vienes haciendo hace tiempo. No vuelvas a hablarme sino es por trabajo…
—Amoné…—estira su mano hacia a mí, pero la alejo de un manotazo. Lo observo herida, pero más fuerte que nunca.
—Y no vuelvas a besarme ni a acercarte. Para la próxima, no voy a dejarlo pasar —le prometo con seriedad y muevo mi barbilla en dirección hacia la salida—Ahora vete. Yo estaba primero aquí.
Aunque sus ojos cafés me observan con una mezcla de impotencia y tristeza, capta mis órdenes y se marcha con un leve asentimiento con la cabeza. Tan pronto sale por la puerta, mis lágrimas vuelven a surcar y tengo que taparme la boca para no soltar los sollozos. Soy más débil en el amor de lo que pensé alguna vez. Tengo que dejar de serlo y valorarme más a mí misma, dejar de fantasear con que algún día las cosas se van a solucionar y estaremos juntos. Edward fue en mi contra y me traiciono; dejo que me humillaran y que me quitaran todo lo que es mío. No puedo hacer de cuenta que nada paso y dejarle entrar y salir las veces que a él se le antoje. Es hora de volver a mi corazón fuerte e independiente para que nunca más sufra de esta manera.
Tercera regla: Puedes decidir hasta cuando aguantar.
Ronnie parece la más tranquila de todas, bebiendo con calma su trago manteniendo atención sobre la pantalla de su celular. Me siento en el taburete que está en medio de Thelma y ella, al lado de Thel esta Will y frente nuestro Brasil preparando un Martini para mí. Lo bebo mientras dejo caer un codo sobre la barra, apoyando mi mano contra la mejilla, suspirando.
—Noche difícil, ¿eh? —pregunta mi mejor amigo mientras está sirviéndole una cerveza a Will.
—Demasiado difícil.
—Ha salido bien, no te preocupes —Ro me soba la espalda y le regalo una sonrisa corta—¿O puede que sea otra cosa que te preocupe?
No digo nada. En verdad, nunca lo hago. Ni siquiera cuando Thelma parece tensarse a mi lado, es la única que sabe que Edward estuvo aquí y que pronto estará acechando todo lo que me costó construir en tan poco tiempo. Ronnie es perceptiva y se da cuenta cuando hay algo que va mal, pero también sabe que yo soy lo bastante reservada y negadora como para decirlo en voz alta. Aun así, estoy retrasando lo inevitable y lo sabrá mañana cuando despierte.
—Edward vino a la fiesta.
La mirada de los cuatro se enfoca en mí.
—¿Qué? —el primero es Will, estirando el cuello sobre Thelma. —Espera, ¿Quién es Edward?
—No seas tan chismoso—Thel le pone una mano sobre la cara y empuja. Voltea hacia a mí—¿Te dijo algo?
—¿Qué te dijo?
—Solo pasaba a saludar…
—Momo—advierte Brasil con una mirada suave. Es la única persona que le conté sobre Edward, y como no si me había emborrachado hasta casi morir y lo llame por teléfono lloriqueando—Te hará bien contarlo. Somos tus amigos, adelante.
Dudo un momento en hacerlo, pero los efectos del alcohol me surgen más efecto y mi lengua se pone más liviana. Así que les cuento sobre el breve encuentro con Edward hasta que intervino Amber, su ex novia. Lo estúpida que actué solo porque estaba celosa de verlos juntos y de él viniendo mañana para instalarse en el hotel. Mi relato se extiende a Edward partiéndome el corazón solo porque quería quedarse con la presidencia, de Connor y los accionistas confabulando en mi contra, el estrés que me produce tener que ganar millones dentro de cinco meses antes que se me venza el plazo.
—¿Y saben que es lo peor? —balbuceo con las palabras arrastrando, mis mejillas sonrojadas por la furia o los Martini, que se yo—Es que lo único que pienso es en qué momento voy a bajar las escaleras para meterme en su cuarto. ¡Soy tan, pero tan estúpida que me creo capaz de hacerlo!
—Ese malnacido—murmura Thelma furiosa—¡No me puedo creer que te hiciera todo eso! ¡Y que tú te quedes callada! Debiste decirme para saltar arriba de él apenas lo viera.
—¡Es un desgraciado! No merece estar vivo, es un cretino—suelta Ronnie con impotencia.
—¡Todos son iguales, todos esos estúpidos…!
—Oigan, no todos somos iguales que el gilipollas que le partió el corazón—interrumpe Will—Yo, por ejemplo…
—Tu solo eres un mujeriego al igual que yo, cállate —le dice Brasil con humor y vuelve hacia a mí—Eso te pasa por confiar en él. Te dije que no confiaras en nadie una vez que estés allí. Como tonta caíste.
—¡Damon!
—¿Qué? Yo se lo dije y hasta él se lo dijo—puntualiza con honestidad—Aun así confiaste en él. Ni siquiera sabes si realmente te quiso…
—Edward si me quiere —replico de inmediato, atrayendo miradas—No puedes fingir querer a alguien por tanto tiempo, Brasil. Fueron dos años…
—Pero a él no le importo, Amoné. Dos años o veinte años no hubiesen hecho la diferencia: te traicionaría igual.
—Brasil, no estas ayudando…
—No quiero ayudarla a sentirse mejor, Ronnie, quiero que vea la realidad antes que sea demasiado tarde—Duro y severo, es como siempre Brasil ha sido desde el principio—Momo, sabes que te adoro y que eres mi mejor amiga, pero lo que te hizo Edward no tiene perdón. No importa si crees que te quiera o no: está ayudando a esas escorias a arrebatarte lo que es tuyo. El Hotel Rousseaus te pertenece. El que venga Edward aquí solo significa una cosa: quiere hundirte de nuevo.
Pese a los reproches hacia mi amigo, sé que intenta ayudarme a su manera y tiene razón, solo que todavía es difícil de procesar. Me dejo caer sobre la barra con los brazos cubriéndome y suelto un sollozo, tan idiota.
—Es que no sé que hacer… soy tan patética.
—No lo eres, no es tu culpa —insiste Thelma tomándome del brazo. Hacemos contacto visual, es suficiente para ver en su mirada que también siente el mismo dolor que yo: el de un corazón roto—Él no tenia derecho de comportarse como una mierda contigo y lo hizo. Tu vales mas que Edward o que cualquiera que no sepa valorar lo excelente que eres. Recuerda lo que te dije el otro día…
—Primero nosotras —susurro secándome las lagrimas.
—Exacto, nena—una sonrisa sincera y comprensiva se aloja en su rostro—Solo piénsalo: quien este a nuestro lado es un maldito suertudo.
—Secundo eso —apoya Ronnie con una sonrisa—No todos los días se encuentran chicas como nosotras, Momo. Somos de calidad y los imbéciles no tienen la capacidad de entender eso.
—Gracias, chicas—tiro mi cabeza en el hombro de Thelma mientras ambas me cubren de un abrazo entre las tres. Es bueno sentirse acompañada por mis chicas.
—Me hacen llorar, basta —se burla Brasil y Will se carcajea porque Thel le tira el sorbete en la cara.
—Yo opino que hay que darle de su propia medicina —comenta Will con una sonrisa maliciosa en el rostro—Ya sabes: me partes el corazón y yo te parto la madre.
—Dejate de estupideces, no la alientes.
Pero la idea esta sentada y mis amigas estan pensando lo mismo que yo. Saltamos de los taburetes con los ojo brillando de emoción. Vaya saber si es la adrenalina del poder femenino o el alcohol.
—Tienes razón. Tengo que vengarme.
—¿No puedes ser una ebria feliz? Siempre te pones violenta—dice Brasil revoleando los ojos.
—¡Yo te ayudo, amiga! —chilla Thelma—Tengo aerosol negro en mi cuarto, ¡hay que ir a hacerle trizas la habitación!
¡La habitación!
Sigo a Thelma al instante en que camina en dirección las escaleras, seguida de Ronnie. No es como si pudiese tener todo fácil, si puedo hacer que se sienta como la mierda una sola vez, habré ganado.
—¡Voy con ustedes, yo también quiero venganza! —exclama Will detrás de nosotras mientras que Brasil lo único que puede hacer es suspirar.
Lo primero que hago en la mañana es maldecirme a mí misma por beber y a Brasil por hacer sus tragos de gloria. Casi no puedo recordar nada de anoche después de que Michelle se durmió por ebria, lo que si se es que alguien me está abrazando. Respiro profundo y siento el aroma de Thelma, por lo que me acomodo mejor y le paso el brazo sobre mí, estirándolo. Thelma me abraza contra sí, restregando su cabeza en mi cabello y suspirando.
Quizás pasan unos veinte minutos cuando vuelvo a despertarme, y casi es un sueño cuando lo tengo a Edward frente a mí con una expresión de que va a matar a alguien. Lo observo con el ceño fruncido mientras lucho por abrir los ojos.
—¿Edward?
—Buenos días —masculla apretando con fuerza sus dientes—Demasiados buenos para ti, Amoné.
—¿Ah?
—Mmm, no hagan ruido.
Me congelo en el instante en que la voz de Will suena por detrás de mí. Observo nuevamente a Edward con las venas remarcándole la frente a la vez que aprieta sus puños. Will me abraza contra sí.
—¡Suficiente!
En un santiamén, Edward me corre con brusquedad y se las toma contra Will, levantándolo de la camisa y encestándole un golpe, despertándolo. El chico rueda fuera de la cama y se da la cabeza contra la pared, soltando un gemido de dolor fuerte. Thelma, que estaba durmiendo del otro lado, se sobre salta y mira con la boca abierta a Will en el suelo tratando de entender qué demonios sucedió. No es hasta que voltea hacia Edward y luego hacia a mí.
¿Y Ronnie? ¿Brasil, Michelle?
—¡¿Qué carajos te pasa, idiota?! —le grita Will con una mano sobre la mejilla.
Edward no le responde, solo alcanza a darme una mirada fulminante antes de salir de la habitación cerrando de un portazo. Nos miramos entre los tres comprendiendo la situación y recordando: ayer estábamos tan ebrios que nos acostamos sin más, ni siquiera nos desvestimos o nos pusimos los piyamas. Will durmió en medio de Thelma y yo, no sería la primera vez que lo hiciera. Casi siempre que andábamos de joda, íbamos a mi departamento y nos dormíamos abrazaditos los tres. Hace años que Will cambio de tener un pene a tener una vagina, o al menos para nosotras era así.
Basta una mirada más entre mi mejor amiga y yo para estallar a carcajadas mientras Will se queda con su cara de perro.
—¿De qué se ríen, maniáticas? ¿Acaso es gracioso que me despierten así?
Pero eso solo hace aumentar nuestras risotadas de hienas contra el pobre.
—No me la puedo creer. Estaba furioso —comenta Thel señalando la puerta.
—Es un desgraciado, casi me saca la mandíbula—se levanta el chico y se masajea la zona adolorida—Valió la pena hacerle mierda su cuarto.
La sonrisa se me cae del rostro y me incorporo, casi olvidándome de la maldita resaca. La habitación de Edward. Ayer se la destrozamos.
Salgo corriendo de mi habitación y bajo las escaleras aun descalza. Doblo en el pasillo de la izquierda, pero ya es demasiado tarde. Edward sale de allí aún más furioso y tira su valija a un costado, caminando directamente hacia a mí.
—¿Cuántos años tienes? ¿Quince? ¿Crees que eso es gracioso? ¿Dibujar un pene en la pared?
No contesto, aunque en otro momento, como ayer, casi me meo de risa cuando Ronnie lo dibujo y Thelma la secundo con una vagina. No es la primera vez que lo veo enojado, pero rara vez lo hacía en mi contra y no tanto. Casi parece que sus ojos se van a salir de su órbita y todo el hotel va a prenderse fuego.
—¿Viste el lio que es el patio de afuera?
—Vendrán un equipo de limpieza.
—Vino un equipo de limpieza y se marchó porque tu no le abrías la maldita puerta—el corazón me late de prisa mientras siento ganas de llorar, pero me contengo, no puedo llorar delante de él—¿Es así como te haces responsable de un hotel, Amoné? ¿Descontrolándote y haciendo líos?
—Yo solo…
—No me importa si estabas haciendo el tonto con tus amigos. Ya no eres una niña, eres una mujer con responsabilidades sobre sus hombros y debes actuar como tal.
Me quedo callada ante el regaño, consciente de que tiene razón. Podría decir que no es nadie para regañarme, lo cierto es que con todo lo que sabe él de hoteles y lo experimentado que es en esta área, cada consejo suyo es valioso como cada reclamo. Edward fue quien me enseño todo lo que sé sobre la administración de un hotel, replicarle sería desagradecer el conocimiento que me dio.
—Voy a salir a desayunar y volveré más tarde. Por favor, arregla esto—suspira, pasando una mano por el tabique de su nariz—No pensaba decirte esto porque creía que tenías todo arreglado, pero Connor vendrá desde Los Ángeles en unas cuatro horas para ver que tal está el hotel y en qué condiciones lo dejaste. Será mejor que te apures.
Se marcha directo hacia la salida, dejándome completamente paralizada. ¿Connor vendrá?
Corro hacia el patio trasero donde es un desastre, el salón principal también lo es y la cocina por igual, todavía hay comida que sobro de ayer. Me aguanto el grito que está por salir al igual que mis lágrimas. Santa mierda, ¿Por qué carajos no dijo nada antes?
—¿Hola? ¿Amoné?
La voz familiar me llama y voy casi corriendo hacia la entrada. Cole aparece y me echa una de sus sonrisas que lo lucen más atractivo.
—Un hombre me dejo entrar y… ey, ¿estás bien?
—¡Cole, demonios! ¡Necesito tu ayuda! —lloriqueo en sus brazos, tomándolo de la camisa con desesperación.
—¡Tranquila, Momo! ¿Qué sucede?
Intento explicarle pero el llanto no me deja así que me pongo a llorar como estúpida. Cole se pone nervioso al intentar calmarme, no es hasta que aparece Ronnie completamente despeinada y con el maquillaje corrido por toda la cara.
—¿Ro?
Los ojos de la castaña se abren al tope y gira a mirarse en uno de los espejos, soltando un grito ahogado. Se tapa la cara y se va corriendo al baño.
—¡Ahora vengo!
—Pero…
Yo solo sigo lloriqueando sin que Cole sepa que carajos sucede.
Hizo falta un buen golpe en la cabeza por parte de Ronnie para que me diera cuenta que llorar no iba a arreglar nada. Así que empezamos manos a la obra. Nos duchamos rápidamente y nos cambiamos a ropa cómoda, conscientes que limpiar con olor a alcohol no era lo ideal. Zettie y Becca se unieron a la hora después que las bombardeáramos con mensajes. Hasta le pedí ayuda a Marcus, mi amigo con su bar. Resulta que abrió un gimnasio frente al hotel y se mantiene allí en las mañanas y en la noche en su bar.
Brasil se encargó de pintar por completo el cuarto de Edward mientras que Marcus iba a comprar otro colchón después de que al suyo prácticamente lo destrozáramos con nuestras apuñaladas. Yo lo ayude ordenando los libros que tire sin siquiera importarme que la mayoría estén rotos o rayados, en tanto se vean ordenados. Y si, tuve quince años anoche pero no es como si él se lo mereciera menos.
Luego me dirigí hacia la cocina donde terminábamos de empaquetar la comida que sobro y que nadie toco, por lo que los tappers y fuentes que compre fueron suficiente para llenar las una heladera y los demás era directo para las chicas. Que nada se desperdicie.
Thelma y Michelle fueron los primeros en terminar de ordenar el bar de afuera y limpiar los papeles y colillas de cigarros esparcidos por todo el patio. Will ayudo a limpiar el salón junto con Becca, y Cole y Zettie iban trayendo las mesas y sillas. Una vez que Marcus trajo el colchón, lo deje con la bolsa puesta mientras dejábamos la ventana abierta esperando a que la pared se seque. Fui a arreglar otro cuarto para la estancia de Edward y de paso arregle el mío con rapidez, esperando que el olor a los cigarrillos que fumamos ayer y alcohol se disperse con la ventana abierta.
Tres horas y media después de correr de aquí para allá, todo estaba limpio y la basura afuera. Edward llego con cafés y los dejo sobre el mostrador de la recepción, enviándonos una mirada seria y fría a todos, sobre todo a Will y a mí.
—Buenos días a todos—se dirigió con cordialidad, tan típica de él—Siento sonar descortés siendo la primera vez que nos vemos, pero les pediría que beban esto y se marchen a sus casas.
—¿Disculpa? —inquirió Zettie observándolo con el ceño fruncido y se dirigió a mí—¿Y este quien es, Momo?
—Mi nombre es Edward Dunne, señorita —contesto por mí sin inmutarse por el tono de mi amiga—Lo digo porque en menos de cuarenta minutos estará aquí el señor Rousseaus, y no creo que les agrade verlos, sin ofender.
—Está bien, chicos. Gracias y lamento la despedida tan brusca—murmuro con vergüenza. Los hice correr hasta aquí para echarlos.
Michelle es la primera en acercarse y darme dos palmaditas en la espalda.
—Está bien, nena. Tienes que prepararte también. Te llamare.
La despido con un abrazo al igual que a Zettie y Becca, prometiéndoles contarles todo próximamente con una buena cerveza entre nuestras manos. Brasil se marcha junto con Marcus y un cálido abrazo a cada uno. Cuando pasa Will, Edward le roba su vaso de café, siendo el último que quedaba y le da un sorbo, sonriéndole sin gracia.
—Está chiflado —masculla el chico y ni siquiera me abraza, se ve la amenaza en el sujeto detrás de mí y no se arriesga. —Luego te hablo.
—Lo siento, Will.
Me sonríe antes de marcharse. Pobre. Golpeado por dormir entre dos diosas y encima se va sin café. Se marchan, menos Cole y Ronnie porque les pido que se queden un poquito más. Todavía tengo que hablar con Cole sobre lo de la cocina y Ronnie para secundarme.
—¿Puedes llevarlo, por favor? —le pido a Ro para que le vaya dando un vistazo. Cole no vino anoche porque tenía un evento importante en su restaurante así que no tuve oportunidad de mostrarle.
—Claro que sí, Momo. Andando.
Ambos se van no sin antes dirigir una mirada de advertencia hacia Edward. Es bueno tener amigos que te cuiden.
—Señorita…
—Thelma, Thelma Bane —contesta esta de mala gana cruzándose de brazos—Así que supongo que tú eres el gilipollas.
Edward levanta las cejas. Thelma se ve furiosa y como no si ayer practicaba hacer muñecos vudú con él. Sin embargo, Ed está lejos de molestarse, más bien se ve divertido por la postura de mi amiga.
—Suelen decirme Ed, si quieres un apodo. Pero no tenemos tanta confianza, así que…
—¿Enserio? Porque juraría que estuvimos en una relación —replica Thelma sorprendiéndome. Me muerdo los labios para no reírme. Se vendrá con una de sus locuras. Edward parece sacado de onda, pero paciente—Yo te explico, viejo: Momo es mi mejor amiga desde que éramos crías entrando en la adolescencia, bebiendo vodka a escondidas de mis padres y usando su tarjeta de crédito para tener nuestras remeras de One Direction y sus conciertos. Así que tooodo lo que le hagas a ella, me lo estás haciendo a mí. ¿Acaso no ves el imbécil que fuiste? ¿No? Te lo remarco: todo lo que me hagas a mí se lo haces a ella, por ende, doble venganza.
—Supongo que tú fuiste la del pene.
—No, esa fue la que se ve con cara borrego —señala por donde se fue Ronnie—Yo soy la de la vagina.
—Original. Me gusto la frase esa de “Chúpatelas, imbecil”. No hay nada como un buen recibimiento en mi próximo hogar por cinco meses.
—¿Siendo sarcástico, eh?
—No, para nada. —si lo está siendo, pero solo para molestarla.
—Eres más viejo ahora que te veo de cerca. ¿Enserio saliste con este? —lo señala con desdén.
Edward, lejos de disgustarle la personalidad de mi amiga, sonríe fugas y cortamente, asombrándome. Hacer sonreír a Edward solo logran tres personas: su madre, Marley y yo. Eso significa que Thelma le cae bien aunque ella lo odie. Contradictorio, sí.
—Solo tengo treinta y dos.
—¡Doce años y aprovechándote de una criatura! ¡Degenerado!
Se encoge de hombros y le da la razón.
—Soy aficionado a las lolitas.
—¡Ay mi madre! ¡Voy a estar vigilándote! —hace señas con sus dedos sobre sus ojos en él—Y para que sepas, soy la secretaria de Momo y recepcionista en medio tiempo, así que vivo aquí.
Esta vez, la expresión de Edward cambia a una seria.
—En ese caso, le pediría señorita Bane que en horario de trabajo deje sus asuntos personales a un lado y actué con responsabilidad y profesionalismo.
—Estoy diciendo todo esto porque mañana no poder, tal vez cuando tenga el tiempo libre sí, pero podría significar despido y abuso de poder de tu parte.
—Y puede que lo haya: también serás mi secretaria.
—¡¿Qué?! —chillamos las dos.
—¡Ni loca!
—No hay opción, tampoco podemos permitirnos pagar una segunda secretaria. Solo piénsalo, será más sueldo para ti.
—Pero yo no quiero…—refunfuña molesta.
—Entonces me busco a otra que cumpla por los dos—se encoge de hombros—Estoy seguro que el señor Rousseaus estará de acuerdo conmigo.
—¡Yo no voy a…!
Le tapó la boca de inmediato y asiento por ella
—De acuerdo. Compartimos secretaria—le fulmino con la mirada a la vez que suelto a mi amiga—Tu habitación es la de Juana de Arco, primer piso.
Edward asiente y se marcha con su café hacia las escaleras. Escucho la puerta cerrarse antes de dirigirme a Thelma.
—Sé que no quieres y soy la peor amiga del mundo, pero si te mantienes siendo su secretaria voy a poder saber sus movimientos y que hace. Serás como mi espía.
—No lo sé, Momo, no me da buena espina…
—No te preocupes, él jamás abusa de su poder. Es muy bueno como gerente general y muy justo. Un poco estricto, pero sabe separar su trabajo de lo personal.
—Ya pues, si tú lo dices —me envía una mirada significativa.
Le doy un zape en la cabeza.
—Te lo mereces.
—Ya que, le hago de espía. Pero si me descubren y me torturan, puede que suelte la lengua.
—Está bien, deja la paranoia y abrázame —me apapacho con ella, soltando un enorme suspiro—Me van a comer viva entre los dos, Thel.
—Claro que no, Momo. Tienes que tener confianza. Observa todo esto—le echo un vistazo a mi alrededor, sonriendo—Te quedo jodidamente genial, y si a esos imbéciles no les gusta, no tienen gusto.
Alto y hombros anchos, cuerpo musculoso para tener sus cincuenta, cabello dorado corto, barbilla rasurada, mandíbula marcada y ojos azules: el presidente de la corporación Rousseaus se hace presente en mi hotel.
Connor Rousseaus en realidad es el hermano adoptivo de mi padre. Lo adoptaron cuando tenía unos cinco años con la idea de que Harry tuviese un hermano puesto que mis abuelos no podían tener más hijos. Se criaron como si compartieran el mismo factor de sangre y fueron inseparables por años. Todo cambio cuando mi abuelo dejo el testamento y todo fue heredado a Harry. Todo. No hubo un solo centavo destinado hacia Connor ni una sola acción. Lo lleno de odio tal acción de mi abuelo que se enojó con su hermano y no volvieron hablar durante años.
Cuando el hijo de Connor, Logan, murió en el accidente automovilístico, Harry se acercó a él y volvieron estrechar las manos, dejándolo como presidente de la compañía mientras trataba de sobrevivir al cáncer. Papá murió. Después de ello, yo fui enviada a Dumbo para ellos apropiarse de todo mientras que Lauren dormía con Connor para poder salvarse ella misma. No tiene moral ni remordimientos, ni siquiera creo que siente amor. Lo he visto tener tantas amantes que ya he perdido la cuenta, y su esposa, Stella Hamilton, parece estar más que acostumbrada a sus desplantes y sus engaños. Marley lo está y lo asumió desde temprana edad cuando se dio cuenta que el matrimonio de sus padres era arreglado al igual que el de los míos.
Es el hombre que más detesto en la vida, incluso más que Edward. Pero lo cierto es que Connor es demasiado peculiar… excéntrico y raro. Sus cambios de humor y sus reacciones me hicieron pensar por tiempo que es algún tipo de enfermedad mental. Marley alego que siempre fue así y empeoro cuando Logan murió. Verlo llegar con su traje mitad blanco y mitad negro con un sombrero de vaquero en la cabeza no me extraño para nada. A veces usaba atuendos extraños y Stella se la pasaba gritándole que se vistiera decente porque ya le daba vergüenza.
—¡Edward! ¡Mi muchacho!
Tampoco me sorprende que se dirija primero hacia su perro faldero, abrazándolo mientras suelta carcajadas y unos palmazos fuertes en la espalda, como si estuviese viendo a su hijo.
—Estas más bronceado. ¿Has ido a la playa?
—No, señor, no me gusta la playa—contesta y sé que es una mentira. A él le encanta, pero es su manera de evitar conversación o invitaciones.
—Que lastima. Pensé que deberíamos ir a Bahamas por algún fin de semana —se encoge de hombros y recién ahí es cuando sus ojos azules me voltean a mirar—La pequeña Francesca.
—Amoné.
—Sí, si —aletea con la mano quitándole importancia y viene hacia a mí, despeinando mi cabello—¡Gran apertura la de ayer, cielito! Pero se ve que te fallo un foco… ¿o varios?
Habla del apagón, solo me queda asentir y disculparme por mi error. Connor murmura que no puede esperarse más de las mujeres y aprieto fuerte mis puños para no gritarle. Le echo una mirada fulminante hacia Edward, pero este no se inmuta. Maldito chismoso.
—Ahora que veo esto —gira sobre sus pies, caminando lentamente a la vez que mira absolutamente todo—No me gusta mucho el diseño…
El estómago comienza a dolerme al igual que la cabeza. Ahora es cuando empieza mi calvario.
Critica todo. Absolutamente todo. El salón, las mesas, el color de las mesas, la barra, el color de la barra, las dos puertas (“¿para que si se necesita una para ir afuera?”), la piscina ("¿no esta demasiado fría?"), el árbol que está en una esquina del terreno, las baldosas del patio trasero, las mesas redondas (a él le gustan cuadradas), los tragos por servir, las escaleras, el ascensor, y demás.
Son los veinte minutos más largos de mi vida en lo que le escucho parlotear sobre “lo esencial” y “lo malditamente estúpido que compraste”. Muerdo mi labio más de una vez con la bilis llegándome a la garganta. Lo seguimos a través del hotel escuchando sus quejas. Edward toma lentamente mi mano, haciéndome reaccionar. Se la quitó con brusquedad, molesta porque quiera darme consuelo cuando todo esto es su culpa.
—¿Qué se supone que es esto?
Connor no se ve para nada contento cuando lo invito a ver las habitaciones. En vez de numeración, hay nombres de mujeres. Me hace relatarle toda las historias de las 28 mujeres que encabezan las 28 habitaciones: Madonna, Juana de Arco, Frida Kahlo, Jane Austen, Cleopatra, Ana Bolena, Maria Antonieta, Marie Curie, Virginia Woolf, Amelia Earhart, Simone de Beauvoir, Edith Piaf, Marilyn Monroe, Diana de Gales, Janis Joplin, Anna Frank, Eva Perón, Rosa Parks, Coco Chanel, Malala Yousafzai.Hipatia de Alejandría, Leonor de Aquitania, Indira Gandhi, Florence Nightingale, Teresa de Calcuta, Sally Ride,
Lydia Valentín Amoné. Por último, mi nombre.
—¿Le pusiste tu propio nombre? —Levanta las cejas con burla—¿Qué historia magnifica tiene ese nombre?
—Pues la desterraron, le robaron y la humillaron de todas las maneras que existen —le doy de esas sonrisas frías que aprendí de él—Y al final termino por quedarse con todo.
Una sonrisa juguetona se extiende en su rostro.
—Codiciosa. Haces bien para ser mujer.
Mi ceño se frunce un momento al escuchar su comentario machista, pero vuelvo a ser neutral. No me conviene demostrar demasiado ante él, ni siquiera un gesto de molestia. Connor lo tomara y lo hará el triple de molesto para mí. Se la pasa inspeccionando por todas las habitaciones, murmurando cosas para sí mismo en cuanto ve que cada habitación tiene su propia decoración según la mujer que representa. No hay colores de niña o niño: simplemente hay colores. Suelta un comentario malicioso, otro bueno. Otro malo y otro bueno. Así se las pasa por todas las habitaciones
—Es ingenioso —asiente pensativo. Contengo al aire caminando aun detrás de él con Edward a mi lado. —¿Y esta?
Observo la de Frida Kahlo y el corazón se me paraliza. No sé si le gustara que Thelma viva aquí, ni siquiera le gustaba que yo misma me quede en una de las habitaciones y por ello me mando a la villa Rousseaus.
—Espera, no puedes entrar sin más—le intercedo. Frunce el ceño.
—¿Por qué no? Hazte a un lado—intenta correrme, pero me pego más a la puerta.
—Mi amiga… Thelma vive en esta.
—¿Tienes una amiga viviendo en una de las habitaciones de las cuales podrías usar para ganar dinero? —sus facciones se endurecen, asustándome—Córrete.
—Señor…
—¡Córrete, mocosa! —Me saca bruscamente y caigo en los brazos de Edward que me sostiene con fuerza. Lo miro desde arriba, notando que tiene la mandíbula más tensa mirando directamente a su jefe.
Connor abre la puerta y pasa de golpe, lo sigo de inmediato. Thelma está sentada afuera del balcón tocando una canción triste con su hermosa voz. Nos quedamos callados escuchándola como su voz se rompe y la piel se me pone de gallina. Ella quiere ser compositora, pero yo creo que ser cantante tampoco le vendría nada mal. Pasa un tiempo en que nota que estamos allí, ninguno interviene porque Connor no ha intervenido.
—¡Maldito gilipollas! ¡Ojala que le parta un rayo! —grita para finalizar, golpeando las cuerdas de su guitarra.
—¡Magnifico, magnifico! —el hombre aplaude cautivado.
Thelma se sobresalta con los ojos abiertos en grande y la vergüenza recorriendo por su rostro. Deja la guitarra apoyada en la pared mientras entra, enviándome una mirada interrogante.
—Connor quería ver tu habitación —explico, sacándola de onda.
—Eh, mmm, está un poco desordenada…
—¿Eres cantante, cariño? Nunca antes había escuchado esa canción, ¿de quién es?
Las mejillas de Thelma se ponen más rojas.
—Es suya —intervengo en su favor. Si a Connor le gusto, entonces eso la salva a ella y a mí de ser despachadas.
—¡No me la puedo creer! —exclama aun emocionado y le toma la mano estrechándola y moviéndola de arriba a abajo—Tendrás un gran futuro cielito. ¿Cómo dijiste que se llamaba tu amiga?
—Thelma Bane.
—¡Fabulosa Thelma Bane! Hazme saber cuándo saques un disco y te lo compro.
Tal y como entro, se gira y sale aun tarareando la canción. Edward lo sigue tan fiel como siempre. Mi amiga se acerca aun mirando por donde se fueron.
—¿Ese loco es tu tío malvado?
—Lo siento. Es un poco extraño—confieso. Quizás debería haberle hablado de ello—Demasiado excéntrico, quizás.
—Y yo que pensé que me hablabas de la bestia reencarnada—suelta un silbido y me empuja hacia la puerta—No dejes que el cara de plato vaya con él, ¡vamos!
Salimos de la habitación notando que van hacia abajo. Seguramente a la cocina. Llegamos al mismo tiempo que ellos, pero Ronnie y Cole no están.
—Bueno, la cocina me gusta—asiente para sí mismo y se gira sobre sus pies—Tendría que ver el menú—menú que no prepare porque estaba durmiendo y desaproveche mi tiempo limpiando en vez de comentarlo con Cole—Pero estoy apurado así que será para la próxima.
Gira sobre sus talones y se va caminando hacia la entrada. Esta vez, si nos encontramos con nuestros amigos.
—¿Y ustedes quiénes son? ¿También son amigos que se quedan aquí? —inquiere bruscamente.
Ambos parecen sorprendidos por la manera en que les habla. Yo insisto que el viejo es esquizofrénico o bipolar.
—Soy Cole Byrne, un placer —le estrecha la mano sin demasiada importancia. Mi amigo me echa una mirada y le abro en grande los ojos. Capta de inmediato el mensaje—Soy el chef.
El humor de Connor cambia.
—¡Oh, el chef! —aplaude con emoción—Espero que hagas buenos platillos. Estaré aquí la próxima vez que venga…
—Le hare algo exquisito, señor.
—¿Y usted, señorita? —se dirige a Ronnie, quien lo observa con indiferencia, no intimidándose para nada ante el gran hombre de negocios—¿Puedo preguntarle que función cumple usted con el hotel?
—Yo soy una amiga de Amoné.
Connor levanta las cejas en alto, no gustándole que este aquí. Negocios y amistad aparte, siempre lo dice. Ronnie nota enseguida el cambio de humor del hombre y se apresura a agregar:
—Trabajo en el New York Magazine...
—¿Y qué tiene que ver la moda con mi hotel?
Le fulmino la mirada ante tomar lo que es mío como suyo, pero no es como si pudiera replicar delante de otras personas sin tener un castigo.
—Tiene mucho que ver. Mire esto —Ronnie señala la alfombra junto con la lámpara de araña arriba de nosotros—Me gusto el diseño y le saque unas fotos. Se lo mostré a mi jefa y quedo encantado. Según ella, este diseño es digno de admiración y competirían con los de grandes diseñadores como Kelly Hoppen, Peter Marino, Phillippe Starck. Insistió en que hiciera una columna y le pregunte a Amoné si podía echar otro vistazo para escribir sobre ello.
El ingenio de Ronnie nos hace sacar a los tres una sonrisa, menos a Edward que siempre mantiene su cara de póker. Connor parece analizar sus palabras, pero sonríe satisfecho enviándome una mirada de orgullo. Trato de que ello no me afecte, la verdad es que lo que tiene que decir tiene más peso que todos en esta habitación.
—Entonces, por favor, asegúrese de que sea un buen artículo.
—Eso haré, señor.
—En fin —se acomoda su traje y vuelve hacia a Edward y a mí—Tengo que irme, me espera un vuelo hacia Seattle. Debo supervisar el otro hotel. Nos estaremos viendo y espero el informe, Edward.
—Sí, señor.
Su perro faldero lo acompaña hasta afuera mientras yo le doy un asentimiento. Connor solo me sonríe con arrogancia, tan típico de él, y se marcha. Suelto un sonoro suspiro del aire que no sabía ni que estaba conteniendo. Menos mal que Ronnie intervino citando a su trabajo y los diseñadores, sino se iría completamente insatisfecho por el diseño que le di al lugar.
—Joder, Ronnie, te debo una.
—Mejor me los cobro con los muffin que quedaron —se va hacia la cocina sin más—Tengo una mierda de hambre.
Me echo a reír por ello junto con Thelma mientras Cole sigue sonriendo hacia su dirección. Definitivamente, que se trague todo lo que quiera. Iré a buscarle más si eso desea.
—¿Para qué vino sino estuvo ni una hora?
—Él es así: llega de improviso y casi ni se queda. Tuvimos suerte de que no quisiera pasar la noche, de lo contrario sería insoportable.
Los demás asienten por la excentricidad del tipo, para mí no es nada nuevo.
Oteo desde la ventana: están hablando entre ellos. No me da buen presentimiento el tema de conversación que sostienen a juzgar por sus rostros; serios y tensos. Connor no se quedó demasiado tiempo, lo cual es raro porque se queda mínimo un par de horas y es muy minucioso con todo. Algo trama y tengo que averiguar qué diablos.
El animo se me cae al piso cuando Cole me dice que no podrá ayudarme quedándose como chef principal. La sonrisa de disculpas no aminora mi tristeza, pero lo entiendo. Tiene un restaurante por su propia cuenta y no puede descuidarlo, no si hace poco está empezando. Está en las mismas que yo.
—Puedo enviarte a uno de mis chef para que te ayude, Momo, pero yo no puedo.
—¿Y dónde voy a conseguir un chef como tú?
—Ya, ya. Hay mejores que yo—me sonríe en grande y bebe su café.
Ambos nos sentamos en una de las mesas del patio trasero bebiendo café y comiendo de lo dulce que sobro ayer. Ronnie y Thelma cuchichean dentro de la cocina, vaya a saber qué tema: si Cole o Edward, quizá ambas.
—Tengo un amigo interesado en trabajar aquí. Al principio la rechazo, pero en cuanto supo que era aquí la tomo sin dudarlo.
—¿Enserio? —inquiero sorprendida y un poco extrañada—¿Y eso por qué?
—Supongo que noto el reconocimiento del hotel. Siéntete orgullosa.
Y lo estoy, realmente. Al menos, el nombre del hotel hace que muchos quieran trabajar conmigo aunque solo sea una cría ante sus ojos.
—Lo conocerás pronto. Vendrá entre esta o la próxima semana, mientras tanto te enviare a Freddie. Es de confianza y un buen cocinero.
—Gracias, Cole. Realmente me estas ayudando a montones.
—Somos amigos, Momo. Además, puede que me dejes usar la piscina gratis —me guiña un ojo, sacándome una risita.
Volteo a mirar una vez más donde están Ronnie y Thelma, ninguna se asoma. Estoy intrigada y Ronnie me conto muy por encima su corto romance con Cole, mostrándose como si estuviese todo bien cuando afirmo que habían roto. La conozco demasiado bien para saber que él no es historia como ella dice que es.
—¿Cómo están las cosas con Ronnie?
La pregunta parece sorprenderlo, más aun así no quita su sonrisa típica de él.
—Bien, las cosas han ido bastante bien. ¿por qué?
—Vamos, Cole. No me vengas con rodeos a mí.
—Deberías ser más directa conmigo, entonces.
—Bien. ¿Qué pasa con Ronnie? ¿Enserio son amigos? Pensé que ustedes eran de esas parejas que durarían años hasta ser abuelitos. Digo, no por nada te esforzaste tanto.
Parece pensárselo un momento. Da un vistazo fugas a la cocina, aun así nadie se asoma.
—Me apresure y creo que se asustó. Tal vez solo debíamos quedarnos como amigos, ya sabes, no salir de ese círculo.
Suelto un suspiro frustrado. Ronnie que es terca y este que es demasiado buenono.
—Así que tú eres de los que se quedan en la friendzone.
—No puedo obligarla a sentir cosas por mí —se encoge de hombros, parte de su sonrisa se pierde—Prefiero tenerla como amiga a que perderla.
—Si tú lo dices…
Me gustaría decirle que conozco bien a Ronnie, mucho mejor de lo que ella se conoce. ¡A ella le encanta Cole! Es como el maldito príncipe de Cenicienta o de La Sirenita. Todavía no entiendo cómo llegaron a romper, y con lo fan que era de esta pareja.
—Solo te digo una cosa porque soy tu amiga y te adoro: Ronnie es una gran chica y es preciosa, si no le echas ganas ahora, va a venir otro mucho más galán y te la va a quitar.
—No existe nadie más galán que yo—replica con falsa soberbia, sonriendo como un tonto, contagiándome.
—Eso es cierto. Toma una galleta, mi chico —le dejo una galleta en la boca y él se la traga completo. Descargo una risita.
Ronnie y Thelma se asoman abandonando la cocina mientras hablan entre ellas. Detienen la entusiasta charla para sentarse con nosotros.
—¿De que hablaban?
—Sobre salir en estos días a bailar, ya sabes —Ro mueve los hombros al son de una música que solo ella tiene en mente—Noche de descontrol nos vendría bien.
—Yo me sumo. Las salidas con ustedes son emocionantes —dice Cole.
—Bueno, yo…
—Solo será una noche, Edward puede cubrirte al otro día—insiste Thelma y me hace puchero—Quiero salir a mover las caderas. Además, me dijiste que las primeras semanas puede que no haya tanto movimiento. Anda ¿sí?
Las dos me ponen pucheritos que se me es difícil ignorar, peor cuando Cole se une a ellas y tengo que darle un zape en el hombro para que saque esa expresión, soltando una carcajada. Acepto. Tendré que convencer a Edward, eso sí.
Como hace tiempo no lo hacíamos, Thelma y yo tocamos la guitarra mientras Ronnie toma uno de mis bombos y los comienza a tocar bajo el ritmo de nuestros acordes. Thelma escribió una canción nueva, dijo que esta lustrada y mil veces editada, por lo que nos ofrecimos a tocarla junto a ella aunque costo convencerla. Hemos hecho esto desde que nos conocemos, cantar canciones entre las tres, hacer música. Nos relaja y nos da un tiempo para conectarnos, volver a tener trece años.
La voz de Thelma es más gruesa y profunda mientras que la mía es aguda y un poco chillona, pero ambas le van bien cuando nos conectamos para cantar. Ronnie solo cierra los ojos y toca el bombo, conectándose junto con nosotras.
Después de un minuto más tocando, dejamos nuestras guitarras y brindamos con las latas de cerveza que me robe de la heladera luego de que Edward se encerrara en su cuarto.
—Salud por nosotras, chicas. Vamos sobreviviendo—dice Thelma y es la primera en beber.
—Yo estoy en eso —hago una mueca de cansancio. De solo pensar ver a Edward todo los días ya me da migraña—Van a ser unos cinco meses muuuy largos.
—Sí, demasiado, pero nada que no puedas solucionar. Te traje algo.
Alcanza su bolso y saca un objeto de adentro, sorprendiéndonos.
—¿Y eso?
—Esposas, tonta, para que no sucumbas en la noche. Te la atas al cabecero de la cama y ya: no andarás de acosadora.
—¿De dónde diablos sacaste las esposas? —inquiere la castaña apunto de reírse —¿Acaso andas jugando al sado?
—Se las robe a un policía.
—¡¿Se las robaste a un policía?! —exclamamos las dos sin creerlo. Tan buena e inocente que se ve.
Se encoge de hombros.
—Fue excitante con esposas así que ya pues, me las quede.
Suelto una sonora carcajada acompañada por Thelma. Esa Ronnie es de las que no hay.
—Dime que te le tiraste a Lucas.
—¿Qué Lucas?
—¡El hermano de Roy, el policía!
Thelma me da un zape por nombrarlo.
—¡Ya, disculpa! El hermano de Will.
—¿El sexy musculoso que veíamos en sus cumpleaños? —Ronnie suelta un suspiro de enamorada y yo le sigo. Thelma solo menea con la cabeza.
—No puedo creer que les guste Lucas.
—¿Y cómo no? Yo jugaría encantada al ladrón y policía con él.
—¡Ay ya, cállate, no me des esas imágenes! —se tapa los oídos.
—¿Cómo seria eso? —inquiere Ronnie con curiosidad.
—Ya sabes, sería como “te portas mal, ¿cierto?” y una estaría como “¡Sí! ¡Soy una mala, mala chica! ¡Merezco un castigo!”
—¡Momo!
Nuestras risotadas de hienas inundan toda mi habitación, sacándome lágrimas en el proceso y con dolor en la barriga.
—¡Esa es una buena idea! La usare en la próxima.
—¿Todavía tienes el número del policía?
—Todos dejan su número de teléfono y a ninguno llamo —tira su cabello hacia atrás con modestia aparte—Quizás si debería llamarlo a él…
—¡Llámalo!
—Si alguna de las tres puede tener una noche excitante, pues bienvenida sea.
—Tu tendrás una noche excitante —le levanto las cejas con sugerencia nada inocente.
—Uy, ¿debería ponerme mi disfraz de conejita? —Thelma me sigue el rollo y nos partimos de risa.
Diez minutos después de fantasear un poco más con Lucas —o en el caso de Thelma, Zayn Malik—nos dejamos de tonterías y vamos las tres a dormir en mi cama. Mañana Ronnie debe ir a trabajar, por lo que tomara algo de mi armario y se ira temprano. Nosotras también debemos levantarnos para el primer día de trabajo. Pese a que será un día pesado y seguramente terminare abolida y estresada, no evito dormirme con una sonrisa en el rostro. Sip, va a salir todo bien, tengo confianza.
Despierto en la madrugada con la garganta seca y un poco de hambre. Aun a oscuras en la habitación, Thelma ronca mientras Ronnie mantiene su respiración leve y tranquila. Ambas están completamente dormidas y no parecen que vayan a despertarse ni porque haya un terremoto. Restriego mis ojos con la palma de mi mano lego de ver la hora. Son las cinco de la mañana.
Salgo de la cama con la idea de picar algo en la cocina y volver con mi vaso de leche. El hotel solo tiene pocas luces prendidas en la noche como en el pasillo y las escaleras. Bajo por el ascensor con toda la pereza del mundo y voy caminando entre dormida y despierta hacia la cocina, pasando por la cafetería y metiéndome dentro. Con las luces apagadas, vago hasta la heladera y la abro, sacando el jugo y del estante unas patatas fritas.
Mientras llevo una patata y otra a mi boca y mastico, reacciono ante los pasos haciendo eco afuera. No pasa mucho tiempo hasta que caigo en cuenta que es Edward. El sueño se me pasa de golpe e intento guardar todo en silencio y esconderme. Tan pronto termino de dejar las patatas guardadas y el vaso en la pileta, la puerta se abre con Edward con sus pantalones marrones claros y su musculosa blanca al cuerpo.
—¿Qué haces aquí? —pregunta entrando en la cocina. No prende las luces.
—Vine para beber algo—señalo el jugo sobre la isla.
—Deberías guardarlo.
Me acerco desconfiada y un poco nerviosa, sintiendo como una colmena de abejas estuviera revoloteando en mi barriga. Tomo la jarra entre mis manos para dejarla dentro de la heladera con la mirada de Edward sobre mí, inspeccionándome de arriba a abajo. No debí usar el babydoll esta noche. La garganta vuelve a secárseme de los nervios y la tensión que se incita con el sonido de nuestras respiraciones.
Tan pronto cierro la puerta de la heladera, ahogo un grito al verlo tan cerca de mí en menos de un segundo. Edward no me da tiempo para pensar en nada más: sus brazos me acorralan entre ellos a la vez que sus labios chocan ferozmente con los míos, perdiéndome en él por completo. No pasa un segundo en que le devuelvo el beso para que me levante y yo entiende mis piernas en su cadera, soltando un gemido entre besos. El sabor, la textura y la explosión por dentro me juega todo en contra, porque por más que una pequeña parte de mi quiera mantenerlo lejos y recordar todo lo que me hizo, hay otra que le gana por muy grande a todos mis deseos masoquistas.
Las manos de Edward recorren mi cuerpo con la misma desesperación a la que yo me aferro a él. Nuestros labios danzan con fiereza y nuestras lenguas se enredan con ardor, sofocándonos, sin aire. El corazón me galopea a lo loco que temo que se dé cuenta lo descontrolado que esta. Extrañe tanto el contacto entre nosotros, como ardíamos cada vez que desbordábamos pasión y lo bien que congeniábamos uno con el otro.
De golpe y porrón, la conciencia me da una enorme cachetada en la que caigo al suelo. Los besos pronto empiezan a saber cada vez más amargo y el fuego interno disminuye. Corro la cara a un costado y evito el contacto de mis labios contra los suyos, extrañándolos al instante. Dejo mis manos tirando sus hombros lejos de mí, apartándolo.
En la oscuridad, somos inundados por el silencio con nuestras respiraciones agitadas y un triste ambiente rodeándonos.
—Amoné…
—Suéltame, Edward. Esto no está bien —me maldigo por el quiebre de mi voz al final.
El castaño vacila un momento hasta que esto último lo hace ceder por completo, dejándome suave en el suelo. Se aleja dos pasos hacia atrás, yo me abrazo a mí misma con un sentimiento de vacío en el pecho.
—Lo siento —susurra tras unos segundos.
—No puedes hacer esto—le reprocho con lágrimas inundándome los ojos. Pese a la oscuridad, distingo su expresión de cayendo, mostrándose tan triste y demacrado. El corazón me pesa por verlo así, sé que le duele como a mí me duele—No es justo que lo hagas. No después de todo lo que me hiciste.
Se queda callado sin decir nada, arrepentido y castigándose por dentro. La rabia y el dolor me brotan por dentro, no sintiéndose para nada satisfecha por su reacción.
—¿No puedes decir algo? —espeto enojada, levantando la voz poco a poco—¡Odio que siempre te quedes callado! ¿Te das una mierda de idea lo furiosa que estoy contigo? ¿Tienes una maldita idea de lo horrible que lo pase por tu culpa?
Su silencio me desuela y desespera. Nada sale de sus labios, lo único que me queda es su reacción serena y culpable.
—Di algo, ¡lo que sea!
—Será mejor que vayas a descansar—lo observo incrédula por su maldito intento de huir.
—¿Crees que te puedes zafar de esto tan simple? —tiro bruscamente de su remera, acaparando su atención. Limpio mis lágrimas, furiosa conmigo misma y con él—Puede que todavía te amé, Edward, pero eso ya no significa
que puedas hacer conmigo lo que se te canten los huevos como lo vienes haciendo hace tiempo. No vuelvas a hablarme sino es por trabajo…
—Amoné…—estira su mano hacia a mí, pero la alejo de un manotazo. Lo observo herida, pero más fuerte que nunca.
—Y no vuelvas a besarme ni a acercarte. Para la próxima, no voy a dejarlo pasar —le prometo con seriedad y muevo mi barbilla en dirección hacia la salida—Ahora vete. Yo estaba primero aquí.
Aunque sus ojos cafés me observan con una mezcla de impotencia y tristeza, capta mis órdenes y se marcha con un leve asentimiento con la cabeza. Tan pronto sale por la puerta, mis lágrimas vuelven a surcar y tengo que taparme la boca para no soltar los sollozos. Soy más débil en el amor de lo que pensé alguna vez. Tengo que dejar de serlo y valorarme más a mí misma, dejar de fantasear con que algún día las cosas se van a solucionar y estaremos juntos. Edward fue en mi contra y me traiciono; dejo que me humillaran y que me quitaran todo lo que es mío. No puedo hacer de cuenta que nada paso y dejarle entrar y salir las veces que a él se le antoje. Es hora de volver a mi corazón fuerte e independiente para que nunca más sufra de esta manera.
Tercera regla: Puedes decidir hasta cuando aguantar.
Jaeger.
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Re: new rules
OH POR DIOS, ¿cómo es que no me había dado cuenta de que había capítulos? Pueden matarme, ufff, prometo leer pronto. Ah, y gracias por los comentarios, chicas, los amé todos ah que bueno que les gustó el cap
- lali:
- HAHAHAHA empezamos súper bien con los detalles de la despedidas de soltera de su hermana, lmao, mira que a pesar de todo estuvo buena esa despedida entonces :roll: pero mira que lo de la mascarilla fue una pasada, pobrecita, yo también gritaría si pasa el día de mi boda ahre
¡En serio amo el hotel de Amoné y mucho más la habitación de Mich! Madonna omg ¿sabías que soy gran fan de la reina del pop? Ah, nada que ver pero quería decirlo, hahaha bueno, sigo.lali beba escribió:— Porque se encontraron el uno al otro –responde con sinceridad–. Conozco a Wallace Walton desde que tengo memoria y él vino corriendo el día que conoció a Marisa solo para decirme que ya sabía con quién quería casarse. Y ha mantenido eso hasta hoy, y seguramente lo seguirá haciendo.
OH POR DIOS YO QUIERO UNA HISTORIA ASÍ que belleza, que lindura, ah mi corazón 3
La boda me puso con feels como a Mich, sisi, ¿y las chicas ahí haciéndole señas de lejos y Tony guiñando? UNA JOYITA. Yo también amo las bodas ah
Las chicas son lo + insisto, cuando la dejaron con Tony me imagino sus caras, pero Mich debe darle una oportunidad al hombre que parece un amor, mira lo que le has hecho a la chica Alek menos mal que sí aceptó después de todo xd
ESPERA UN MINUTO, PLS, ¿QUÉ RAYOS HACE APARECIENDO EL RUBIO AHÍ? nonono nada bueno viene, nada, que bueno que se tomaron tantas botellas para minorar las cosaslali beba escribió:— Tus amigas nos observan –dice.
Todas hemos pasado por uno de estos momentos al igual que hemos escuchado estás palabras, ¿a qué sí?, hahahaha neta amo a las chicas
Cuando Aleksander le iba a hablar pero ella se va con Ronnie fue como música para mis oídos al igual que cuando Tony habló con ella, ah, amo el drama ahre
A la pobre Michelle nada le sale bien, ¿por qué será?, sale al estilo misión imposible del baño y ¡BAAM! Alek la encuentra. Ella es una leyenda, le dio cara al hombre este y además le dijo lo que piensa, en tu cara rubio aunque ahora comprendo más la situación y no sé si seguir culpándolo o no bc siento que en parte la culpa es de ambos, idk, lo decidiré después xd
LMAO lo más gracioso del cap son las innumerables veces en las cuales Mich huye de Alek y se esconde hasta en donde no debería hahahahalali beba escribió:— Mich, ni siquiera tendrías que estar ocultándote. Vamos a mostrarle que estás mejor sin él.
En serio, ¿cómo no amar a este hombre? Tony yo te hago un altar y seamos novios si Mich no se da cuenta de lo valioso que eres ahre OMGGGG que bueno que al final decidió como darle una oportunidad (mira que es sabia la decisión ah) y lo mejor fue que Aleksander estaba presenciando la escena cuando charlaban seeee hahaha
Me encantó bastante tu segundo capítulo, Lali, en verdad amo la historia y la manera en la que escribes que lo único que espero es leer más de ello
Pd: La playlist no se quiso abrir en mi spotify y yo estaba toda ilusionada con escucharla
- kate:
- Hey bella Kate, a pesar de lo que comentaste al inicio del cap a mí me pareció genial, súper como todo lo que escribes ah Un magnífico cap.
Ayyy amo la amistad de Thelma y Momo hasta el punto de que son parte de la familia de la otra cositas, que lindo en serio. ¡Ay también me encanta Will sisisi! Que ternura cuando le preguntó lo que debía ponerse para la inauguración del hotel ah Pero a pesar de que lo amo y todo ya no me volveré a fiar de él y Thelma tampoco debería, si le dijo que la abuela de Sam iba a ir por ella era más bien un "ehhh Roy" de tan cabrón que es lmao xd bueno, eso me imagino yo ahre :roll:bella kate escribió:—Solo te digo que mantener una relación con Sam te obliga a mantener una con Roy. Aunque sea de manera indirecta—. Odio tanto sus temblores de barbilla, siempre tan acertados.
Fuerte pero cierto, Momo es sabia, Thelma escúchala aunque sea :lizzena: ¡ay que lindo que le dice que primero son ellas y después lo demás! En serio las chicas son lo + ahhhh
Hablando de ellas mira que viven la vida loca emborranchándose casi todos los días, quién fuera ellas para eso, ahre, tan preciosas ellas ahí comiendo, bebiendo y descargándose de su vida amorosa EN SERIO LAS AMO MUCHO AY que bella amistad tienen todasbella kate escribió:—Ellos prometen y prometen… —suelta Mich en uno de sus arranques de protesta en contra de los hombres.
—… hasta que te la meten —finalizo con tono cantarín.
HAHAHAHAHAHA o sea... le voy a poner un altar en mi cuarto a Thelma para rezarle cuando quiera hablar mal y en doble sentido con alguien, ahre, ¡la adoro tanto en serio!
Yo adoro a Sam, niña tan adorable en serio, es tan dulce que me cuesta creer que tiene de padre a un idiota Que sea tan linda le perdona un poco a Roy :roll: pero sólo un poco y porque las chicas quieren a la niña también ahre
Uffff menos mal que lo que dijo Will si se cumplió y fue la abuela por la niña en lugar del padrebella kate escribió:Sin caballero andante, porque ya ando yo sola. Sin reino que gobernar, porque yo soy el reino.
Realmente adoré esta parte, que magnífica, en verdad adoro tus referencias Kate, son tan buenas LMAOOO sus padres son tan padres que me muero de risa; y eso de que quieren a Amoné como una hija ay que bello
El encuentro con Roy en el ascensor es algo que nunca me habría imaginado ni mucho menos que se quedaran en el ascensor atrapadosbella kate escribió:—Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga el café, la ilusión y la poesía.
ESTOY LLORANDOOOOOO y el significado yyyyy ¿cómo osas dejarlo así kate? ¿CÓMO?
Ahora tendré que esperar hasta la otra ronda :sad:
- kande:
- Un capítulo dividido en dos partes es algo que alegra bastante mi día ah y más si se trata de uno tuyo, Kande, porque OMG que adoro la manera en la que narras todo y tus personajes uffff empecemos...
baia baia Momo es toda una chica mala que usa a Ronnie para zafarla de los chicos LA ADORO LMAOOO me reí horrores con su teatro hahahaha el pez ahogado no pues sí xd
Ay me duele como Momo recuerda a Edward con tanta añoranza, bueno no me quema ME LASTIMA
Amoné es fuerte y me agrada por eso, tan joven y mira que va a poner su hotel, que nada ni nadieo sí hablo por ti Edla pise jamás pls bc la tengo en un pedestal. No siquiera su madre que me cae tan mal ugh. Menos mal que las chicas están ahí para ella y la apoyan, ¡las amo tanto a todas!, ay
No sé exactamente por qué pero me reí con la entrada de Damon, idk, me lo imaginé tanto que casi me ahogo con mis carcajadas (de neta xd) y ahora ya también amo a este chico, es tan cool,kande hermosa escribió:—Vine a buscar algo —repite cansino y revolea los ojos—¿Acaso soy algún tipo de asesino o ladrón para que odien que este aquí?
Pues, ¿para que decir que no si la verdad si?, le robó el corazón a Thelma AHHHH y mira que Amoné junto con Will son peligrosos si le hace daño de nuevo a la chica ahre. Amo a Will, amo a Brasil, ¿pero sabes a quién no?, a Edward y a Amber los dos principales de mi lista negra ah
¿Acaso todos los indeseables se van a presentar en la inauguración del hotel porque se pusieron de acuerdo? Porque de ser así creo que les faltó Alek, Johan e incluso Cole ahí sí que se vuelven locas todas de golpe xd
Siento tanta pena por Momo que tiene estrés súper fácil y porque el que no debe de ser nombrado le cae ahí como si nada para terminar de arruinar la cosa, oh no, ¿Y DE PASO LA LOCA ESA MONTA LA ESCENA? Al diablo todo, Amoné, lanza a ambos fuera de tu hotelkande hermosa escribió:Me da una ultima mirada antes de girar sobre si y pasar de Edward, no sin antes darle una palmada en el trasero. Este se gira, molesto por el fetiche que tiene Marley siempre de darle una nalgada.
mentiría si digo que no me dio otro ataque de risa porque de verdad pasó, o sea, ME LO IMAGINO TODO CUANDO LEO Y ME IMAGINÉ LA CARA DE ÉL HSNSMALSAJM la prima es una joyita hahahaha Otra cosa y muy aparte, ¿qué pasa con Edward y esa terrible manía por querer decirle a Momo lo que debe hacer?, o sea no, deja en paz a mi chica que no eres nada para darle órdenes pls.
Ahora la segunda parte ah vavavava
Iniciamos con todo porque las chicas no pueden vivir sin alcohol al parecer pero ahora están Will y Brasil, interesante, lmao wowow las palabras del último son duras pero espero que Amoné recapacite con ellas, si, primero ellas.
Y amanecen on fire todos, alto alto alto, ahora sí le pego a Edward porque interrumpió el sueño de todos y se agarró a golpes a Will nomás porque estaba cabreado; amigo, bájale dos rayitas, ¿quieres?, solamente durmió con ella después de vengarse de ti.kande hermosa escribió:—Buenos días a todos—se dirigió con cordialidad, tan típica de él—Siento sonar descortés siendo la primera vez que nos vemos, pero les pediría que beban esto y se marchen a sus casas.
No sí, ahorita mismo dejamos a Momo sola con tu exasperante persona nomás porque lo dices, ¿algo más? En serio está actitud suya es exasperante UFFF
¡Yo opino que todas las chicas merecemos una amiga como Thelma para encarar a los ex's tontos y recuerde las etapas fangirl de 1D! hahahahaha he de admitir que el hecho de que Thel sea ahora la secretaria del cretino va a ser divertido, si, ya lo inferí ggg
No comprendo como Marley, miel y dulzura, sea hija de Connor, locura y machista, pero ¡boom que Amoné lo puso en su lugar! Pero al menos no fue cruel con Thelma y me hace ver que se contradijo cuando intentó discutir con Ronnie, no me fió de él, ¿sabes? Sí, algo trama junto con Ed, ay no.
La charla sincera que tuvo con Cole me rompió el cora, ay, en serio que Momo es tan dulce con sus amigas y las quiere tanto que busca lo mejor para ellas siempre
Sep, acertaste, y volví a reír con la parte de las esposas y en la que hablan de. Lucas, en serio, Kande, me parto de la risa con tu cap
NO AMONÉ, BAJAR POR LA NOCHE CUANDO ÉL ESTÁ DURMIENDO CERCA NUNCA ES BUENA IDEA, SE LO DIJE menos mal recapacitó y le dejó las cosas súper claras
¡No puedo esperar para leer el próximo cap que me quedé con ganas de más, Kande, omg!
trunks
Re: new rules
Para la próxima semana estoy dejando los comentarios y apenas pueda me pongo con el capítulo, es que estoy ahogada en trabajos, pero ya casi salgo de entregas
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I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
Kida
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Re: new rules
ally, tomate el tiempo que necesites <3
kande, prometo comentar tu capítulo cuanto antespensé que ya lo había hecho
kande, prometo comentar tu capítulo cuanto antes
hemmo.
Re: new rules
Lali y Cande en cuanto pueda dejo vuestros comentarios (que tengo otros que hacer antes y no me da la vida...), pero llegarán, lo prometo
Pd: Alec gracias por tu comentario, lo amé
Pd: Alec gracias por tu comentario, lo amé
indigo.
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Re: new rules
Después de diez años bisiestos me digno a comentar, en serio lo siento. Cande, bebé, en estos días te dejo el comentario que te mereces, es que debo otros antes (de hecho, de los seis que debo cuatro son tuyos xd) y bueno eso, que no me enrollo más
- Lali :
- Perdón por haber tardado tanto en dejarte el comentario, Lali. Soy la persona más irresponsable con ellos. Pero finalmente aquí estoy
No quiero ni verme al espejo porque seguramente luzco fatal. Anoche tuve la despedida de soltera de mi hermana, que se casará en un par de horas. Cualquiera pensaría que fue una noche de pura locura, con strippers y mucho alcohol, pero la verdad es que vimos una película de Jennifer López, comimos sushi, nos hicimos una manicura y bebimos champagne, nada demasiado especial; contratamos un stripper online pero al final canceló y en su lugar pusimos un poco de música ochentera para bailar. La despedida terminó antes de las doce porque mientras veíamos la película, algunas cayeron dormidas… incluida yo. Lo cierto es que, durante la semana, las dos damas de honor, Marisa y yo no hemos descansado casi nada por ultimar los detalles de su casamiento, así que estábamos cansadas y lo único que queríamos hacer era dormir.
Ay, a mi parecer es la despedida de soltera perfecta. Según ibas contando lo que hicieron me lo imaginé a la perfección y me dieron ganas de estar allí con ellas Y no sé si te lo dije, pero me gusta muchísimo la relación de Mich con su hermana, aunque hasta el momento no haya visto mucho.— Quiso hacerse una exfoliación en la cara, con una mascarilla china. Cuando se la sacó, quedó totalmente roja y gritó al verse.
No, pobre, justo en el día de su boda. Pero la verdad es me hizo gracia, es curioso cómo cosas a las que normalmente no daríamos tanta importancia tienen algo de catástrofe mundial en días señalados— Porque se encontraron el uno al otro –responde con sinceridad–. Conozco a Wallace Walton desde que tengo memoria y él vino corriendo el día que conoció a Marisa solo para decirme que ya sabía con quién quería casarse. Y ha mantenido eso hasta hoy, y seguramente lo seguirá haciendo.
Cuando las hay con suerte en la vida. ¿Qué les hicimos las demás al mundo? Quiero saber en serio (ella dramática).Lo que más me gusta de las bodas es… todo. Nunca he tenido la idea fija de casarme, pero si lo hiciera definitivamente sería por la fiesta. Puedes comer, beber y bailar hasta el cansancio, el champagne nunca se agotará y los postres tampoco, suelen pasar buena música que va desde los éxitos en la radio hasta hitazos de los ochenta y generalmente los muchachos que vienen no son tan insistentes para que bailes con ellos, a diferencia de una discoteca. En definitiva, las bodas son geniales… siempre y cuando no seas tú la que se esté casando.
Mich tiene toda la razón del mundo. Las bodas son geniales, a mí me encantan. Sobretodo cuando llega el momento de beber y bailar con música de tantos estilos. Yo siempre soy la pesada que va y pide alguna canción de Los Beatles pero rara vez me hacen caso.— Disculpa eso. Ellas… -me excuso, pero él me interrumpe.
... son mis amigas y como buenas amigas no dejan pasar la oportunidad de ponerme en evidencia delante de un chicoEn otra situación, sé que ahora es cuando debería correr, alejarme. Cuando un chico te dice que estás hermosa generalmente significa otra cosa, pero algo en Tony me obliga a quedarme. Él no parece que vaya a romperme el corazón, pero tampoco Alek lo parecía y sin embargo lo hizo.
Ay, esto me encantó y me emocionó muchísimo. Porque Mich lo pasó mal por toda la situación con Alek, pero aún así ve algo en Tony lo suficientemente bueno para no dejarse llevar por sus malas experienciasCon el cabello rubio corto al ras y algunos mechones rosados sobresaliendo, es imposible no distinguir la figura de Aleksander Platten. Siento como que todo mí alrededor ha dejado de moverse y lo único que puedo ver es a él. Mi corazón se acelera, mi respiración se entrecorta y quiero salir corriendo. Él parece notar que lo veo y automáticamente dirige su vista hacia mí. Sonríe.
QUE ESTO NO ME LO ESPERABA. QUÉ HACE ALLÍ. MADRE MÍA EL SHOCK Encima mi amigo sonríe así como si nada. Por cierto, amé a Zettie detrás de Mich ayudándola, así tipo Pepito Grillo. Son tan lindas, ay— ¿Desean algo de beber, señoritas? –pregunta, en su gafete dice “Oscar”.
— Vino blanco un poco dulce, por favor Oscar –respondo casi al instante.
Al notar mi desesperación, Thelma agrega:
— Que sea una botella, por favor.
La solución para Thelma siempre es alcohol, captaste muy bien su esencia Pero lo importante es que están todas con Mich y que ella a pesar de haberse quedado blanca está guardando la compostura. Y luego la pobre borracha que no se enteraba de cuándo y con quién tenía que bailar. Después de todo no acabó siendo su día— Hola –me dice.
— Hola –murmuro.
Tony al rescate, te quiero, chaval Aunque bueno, yo sigo siendo shipper de Mich y Alek y como que quiero que se encuentren ya y pase algoRonnie mueve la cabeza como asintiendo, al mismo tiempo que se queda estática.
— Oye, vamos al baño tengo que retocar mi maquillaje.
Las súper amigas al rescate, pero vaya que les costó percatarse de su petición de socorro en código morse
QUE SE HAN ENCONTRADO. AYUDA. QUE ME ESTOY MORDIENDO LAS UÑAS Y TODO POR CULPA DE LA TENSIÓN. OH MY FUCKING GOD- Spoiler:
- — Lo digo en serio. Creo que quedamos inconclusos…
— Quedamos inconclusos porque tú quisiste irte. No te juzgo, pero podríamos haberlo hecho funcionar. ¿Sabes? –estallo, odiándome por ser tan sensible–. Si estás con alguien es algo de a dos, una sola persona no puede mantener todo porque al final se cansa y…
Ni siquiera estoy segura de que mis palabras tengan algún sentido. Él da un paso más, quedando aún más enfrentados. Su mirada me taladra, y tiene una expresión estoica en su rostro.
— La única culpa es tuya –suelto.
Él se acerca todavía más.
— Lo sé –contesta y lo examino. Su voz suena sincera, pero no le creo nada. Seguro intenta echarse la culpa porque sabe que eventualmente caeré en sus juegos–. Y lo siento.
Le respondo con silencio.
— Solo quiero saber –se aclara la voz. No me mira, mira mis labios. Es algo que solía hacer cuando estábamos juntos–, si alguna vez me perdonarás.
Pienso muy bien que es lo que voy a decir, porque será mi última frase hacia él en al menos un buen tiempo.
— Puedo perdonarte –me sale, alejándome un poco–, pero ne
No pude contenerme citándolo todo. Es que fue muy fuerte, se notaba la tensión. Pero Alek estuvo muy desacertado, o sea no puedes volver después de tanto tiempo como si nada diciendo que tenéis cosas inconclusas. Pero Mich manejó muy bien la situación, no puedo ser más fan de esta chica Lo último que le dijo lo shippeé muchísimo, aunque al mismo tiempo me rompió un poco el corazón, ay.¿Perdonarlo? Claro que puedo hacerlo, pero lo difícil es perdonarme a mí. He dejado de lado tantas cosas que me interesaban por él que me ha tomado cierto tiempo retomar todo a como era antes de él.
Esto me dolió hasta a mí— No puedo creer que vaya a decir esto –Zettie dice por lo bajo, logro escucharla–. Pero Alek es realmente un buen dj, aunque es un idiota en persona.
Tiene razón. No puedo desvalorizar su trabajo solo porque no se haya comportado bien conmigo. Es bueno haciendo música y no puedo negarlo.
— Hagamos como si fuese un dj normal –digo, evitando pensar en eso.
No puedo con estas dos, en serio que las amo estando juntas— Fue mi primer y único amor, se fue del país y no lo he vuelto a ver hasta hoy, después de tres años. Ahora tú dime, ¿has tenido una relación así?
Tony y Mich son demasiado cutes juntos, en serio Y me hacen tener sentimientos encontrados porque luego está Alek y yo con este triángulo amoroso sé que terminaré muriendo. Nota: solo llevamos dos capítulos y ya estoy muriendo con tus personajes.
Después entiendo a Mich diciendo que no quiere sentirse como que utiliza a Tony para no pensar tanto en Alek. Pero muchas veces las cosas son así y hay muchas historias comienzan así. Por otra parte, yo sí que pienso que a Mich le gusta de verdad, aunque tiene al otro tan adentro que le cuesta
Bueno, ya sabes que amo a tus personajes, así como amé este capítulo Solo de pensar que tengo que esperar hasta la próxima ronda para ver cómo continúa todo me entra el pánico (drama queen). Un beso
indigo.
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