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Mensaje por trunks Lun 26 Feb 2018, 12:54 pm

kate:
trunks
trunks


https://blackthornxchalamet.tumblr.com
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new rules - Página 2 Empty Re: new rules

Mensaje por Jaeger. Sáb 03 Mar 2018, 2:06 am

Ally new rules - Página 2 1477071114 :


Kate new rules - Página 2 1477071114 :


Última edición por Stark. el Sáb 03 Mar 2018, 2:56 am, editado 1 vez
Jaeger.
Jaeger.


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new rules - Página 2 Empty Re: new rules

Mensaje por Jaeger. Sáb 03 Mar 2018, 2:43 am

HOLIS:


Capítulo 04

Amoné Rousseaus || Edward Dunne || By Stark. || Sigue: parachutes.





Siempre supe que enamorarme de Edward fue el error más grande que pude haber cometido en la vida. No solo estaba acostándome con el enemigo, sino que lo estaba amando más de lo que me amaba a mí misma, y, por ende, me perdí. Si él me hubiese pedido dar un paso al costado, tonta e ilusa, habría dado cien pasos, siempre y cuando su mano sostuviera la mía.  Su mano no me sostuvo. Lo único que hizo fue darme una buena cachetada para que entrara en razón y me diera cuenta que jamás habría sentido algo por mí, que para él todo fue un juego muy fácil en el que caí y creí en todas sus caricias y sus palabras. Puede que nunca prometió la luna y las estrellas, o que me amaría por siempre y para siempre, pero pensé que al menos era sincero cuando dijo que nunca había sentido algo tan fuerte en toda su vida. Mentía o tenía una manera de amar muy retorcida.

Recuerdo el sonido de los tacones resonar por el pasillo del hotel, dirigiendo mis piernas hacia su oficina con el cuerpo tenso y el corazón roto, aun vistiendo mi uniforme de trabajo. Lo recuerdo porque era el único sonido que me mantenía en la tierra en ese momento. Habíamos recibido a los inversionistas franceses, tendríamos una presentación de proyectos en la sala reuniones un día después. Planeábamos extendernos hacia Europa y París era el principal objetivo. Si teníamos suerte en esta reunión, se formarían el acuerdo y haríamos negocios. Negocios que nos harían ganar millones. Yo trabaje en mi propio proyecto por nueve meses, esforzándome en el trabajo del hotel y en la universidad, tratando de mantener mi vida amorosa a flote y siendo impecable a la hora de lidiar con Connor y su mirada despectiva hacia a mí. No dormía, no comía lo suficiente, se me cayó el cabello innumerables veces y aguante el malhumor de los clientes todos los días y sin excepción.

Connor me asigno la estadía, y con ello la cena de los inversores. Comidas exquisitas y elegantes. Hable con los cocineros, busque recetas con ellos e incluso probé cada platillo antes de que fuera servido. Edward estaba conmigo, ayudándome. En ese momento, creía que él realmente no se interesaba la presidencia del hotel. Pensé que estaba de mi lado y no el de Connor.

Y me equivoque.

Entre a su oficina pasando de su secretaria, cerrando con un fuerte portazo. Edward se encontraba de pie delante de mí, como si supiera que iría a buscarlo. Odiaba ser así de predecible para él, lo odiaba tanto porque me hacía sentir más estúpida que nunca.

Entonces lo abofetee con fuerza, volteándole la cara hacia un lado. Sentía las lágrimas de rabia y dolor correr por mis mejillas, con tanto odio y amor al mismo tiempo, tanto dolor y negación. No quería creerlo. No quería, realmente que no, pero el vídeo era más que suficiente para abrirme los ojos.

—Amoné…

No lo deje hablar, le volví a voltear la cara con otra bofetada. Él se quedó allí con la cabeza baja hasta que finalmente me miro, tan frio e indiferente como siempre lo fue.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? —la voz se me quebró y más lagrimas cayeron por mis mejillas. Inspire profundo, tratando y tratando de no verme tan débil, pese a que ante él mi engaño era inútil —¡¿Por qué lo hiciste, Edward?!

Sus ojos oscuros me observaron por un breve instante antes de responderme con su constante indiferencia.

—Te dije que no confiaras en nadie. Ni siquiera en mí.

Si lo había advertido. Lo advirtió el primer día que me busco en Dumbo para volver a Los Ángeles. Lo volvió a repetir un par de veces más, cuando salíamos de las reuniones generales con los accionistas y se rieron de mi al expresar mi deseo de llegar a la presidencia. Al principio no confié para nada en él, lo mantenía en constante vigilancia al descubrir que era el heredero que Connor quería poner bajo su testamento. Me preguntaba qué era lo que tanto le gustaba de Edward, porqué lo quería tanto como si fuese un hijo, por que confiaba en él tan ciegamente. Y lo fui comprendiendo cuando lo conocí, o lo que creía conocer. Ya no se ni que pensar. No sé si las noches que pasamos juntos fueron ciertas, si todos nuestros planes alguna vez significaron algo para él o siquiera si yo signifique algo en su vida. Lo único que sé es que él había estropeado la comida de los franceses y ellos exigieron mi despido. Y fui despedida, echada como un perro y sin siquiera una sola oportunidad de poder defender mi posición. Ni aunque les mostrase el vídeo hubiese podido convencer a los accionistas. Era obvio que la treta no venía directa de Edward y Connor, venia de todos. Me querían fuera. Y los hijos de puta lo lograron.

Ahora estoy aquí, de vuelta en New York, esta vez en Manhattan, nuevamente siendo desterrada del lugar que me pertenece, solo que esta vez tengo una misión para recuperar lo que me corresponde en los accionistas: tengo que levantar un hotel abandonado con una suma de dinero que debo triplicarla para dentro de siete meses, de lo contrario no podré tocar un centavo de mi herencia hasta los veinticinco y mis acciones serán repartidas entre los socios. Al final no gano la presidencia, solo mantener mi puesto y que dejen de acusarme por querer hundir el hotel.

—Esto es una pocilga —dijo Thelma apenas y entramos con Ronnie a la vieja mansión que debía volver un hotel de lujo.

—Ríndete, es más fácil que perder tiempo aquí —me aconsejo Ro con una mano sobre mi hombro.
—Solo tomen una escoba y ayúdenme a barrer.

Que difícil fue que me ayudaran, sobretodo porque había ratones y terminamos gritando como idiotas y corriendo. Pasaron tres días antes que pudiéramos pisar el hotel de nuevo, y ya había tenido que gastar parte del monto para mandar a un exterminador. Tenía suerte que el hotel estuviera en buenas condiciones, sin contar las paredes y lo sucio que estaba. Casi no tuve que cambiar las puertas ni las ventanas de las habitaciones, los baños estaban en condiciones y las tuberías igual por más viejas que fueran, aun así, cambie estas últimas, solo para asegurarme ningún accidente en el futuro.

Ahorre todo el dinero que pude por más que las chicas insistieron en usar aunque sea un poco. Tengo suerte de tener grandes amigas como lo son Thel, Ronnie, Mich, Zettie y Rebecca. Me ayudaron a pintar las habitaciones y las puertas, a hacer cortinas, sabanas y manteles; a armar los muebles, limpiar los vidrios y el jardín. El mes y medio fue muy trabajador y completamente agotador para las seis por igual, pero agradecía a montones que estuvieran de mi lado y me ayudaran a sacar adelante el hotel.

En dos semanas, el hotel abriría sus puertas y en una semana Edward llegaría como gerente general, enviado por Connor para “ayudarme”, o, mejor dicho, para hundirme de nuevo. Gracias a los cielos que no vino conmigo al instante en que me mudé, fue enviado a cerrar los negocios en Francia después de ganarse el respeto y admiración de los inversionistas franceses, aprovechándose de la treta que me hizo para usarlo en su beneficio. Ni siquiera puedo pensar bien el hecho que pronto estará aquí, conviviendo conmigo bajo el mismo techo, soportando tener que verlo todos los días.

Agradezco el tiempo en que nos mantuvimos distanciados, ordene mi cabeza y mis prioridades, aunque es difícil aun lidiar con el corazón. Todavía estoy dolida y lastimada, me siento humillada y avergonzada porque no fui capaz de ver más allá que una historia de amor. Ahora con él de regreso en mi vida, no solo voy a sufrir estrés por el hotel, sino por su presencia.

—Momo, ¿estás bien?

Me giro hacia Mich, quien me observa con sus ojos preocupados. Vine a buscar champagne al bar, pero supongo que me he tardado más de lo común. Le dirijo una sonrisa para despreocuparla.

—Sí, solo estaba pensando si este les gustaría.

—Ya sabes que todo lo que contenga alcohol les gusta —bromea y me da una palmada en la espalda—Te esperamos.

Las chicas han venido por una noche de chicas. Comimos sushi y ahora nos deleitaremos con el alcohol, como de costumbre. Aún no he mencionado absolutamente nada sobre lo que paso con Edward, apenas Ronnie y Thelma saben sobre la relación que manteníamos, pero no demasiado. En el pasado, tenía que mantenerlo oculto de Connor y de los demás, no había muchas oportunidades para contarles a las chicas sobre mi historia de amor con un tipo doce años mayor que yo.

El jardín trasero es cerrado y espacioso, con paredes rocosas y enredaderas que van a lo largo de la pared. El entrejado está abierto al ser una noche preciosa, gaste dinero para que cuando lloviera o hiciera frio una capa de cristal lo tapara y por arriba se puede activar la capa de metal. Las mesas son cuadradas y de madera al igual que las sillas, hay diez de ellas ocupando el espacio y a un costado está el bar con estantes en la pared con todo tipo de bebidas, una heladera y un freezer al costado para las bebidas que deben estar frescas y el hielo. Tuve que ponerle piso porque esto solo eran yerbas malas y tierra, unas lindas baldosas de color gris que combinaran con el ambiente elegante y rustico que tenía el lugar. En otro costado, al frente del bar, había un pequeño escenario que mantenía un piano de cola, mi piano de cola. Fue lo primero que me lleve cuando me volvieron a desterrar. Nada ni nadie podría haberme hecho deshacerme de él, no cuando fue mi padre quien me lo regalo.

Mis chicas se encuentran sentadas en tres mesas que juntaron al no caber todas en una. Creo que voy a considerar el hecho de tener dos mesas rectangulares por las visitas en mayor cantidad. Llevo dos botellas del mismo champagne mientras resuena en el estéreo Havanna, soltando uno que otro aullido de cada una. Doy una leve carcajada cuando Ro se queja porque Mich le grito en el oído.

—Ya dejen de pelear ustedes dos —dejo un champagne en la mesa, recibiendo aplausos y chiflidos por su parte—Hoy vamos a festejar de que por fin termine con este hotel. O al menos lo estoy terminando.

—No seas así, Momo, lo dejaste mucho mejor de lo que estaba en un principio —replica Thelma, se levanta y me quita la botella de la mano—Déjame hacer los honores a mí, tu eres la consentida aquí.

Me dejo caer en su asiento y me uno al festejo las chicas cuando Thel destapa el corcho, lanzándolo hacia arriba.

—Por suerte y no me dio.

—Siempre te da en la cabeza —se burla Zettie de Rebecca.

—No canten suerte porque queda la segunda.

Ro se encarga de servir en las copas mientras Thel lucha contra el otro corcho, el cual sale más violento que el anterior.

—Ahora sí, brindemos.

Cada una con su copa llena, brindamos.

Y así empieza nuestra noche de borrachera, aprovechando el sábado y a sabiendas que el domingo tendremos una resaca que nos durara hasta el martes, pero todo vale la pena una vez que estamos las seis. Más allá del destierro, necesitaba volver para recordarme que no estoy tan sola como creía en un principio y que siempre tendría a mis chicas para darme una patada cada vez que me quisiera rendir. Pero hablar sobre Edward es otro tema más allá y yo sé que necesito sacarlo a flote. Todas se dieron cuenta que estoy extraña desde que volví. Ronnie y Thelma fueron mi escudo, conscientes que no estoy preparada para hablar sobre ello.

—¿Ya pensaron que llevar para el casamiento de Marisa?

—Es el próximo mes —Thelma aleteo una mano, sin mucha preocupación.

—Es la próxima semana, genio —replica Ronnie con burla.

Thelma me mira con los ojos bien abiertos para asegurarse si no le están jugando una broma. Yo suelto una risotada, efectos del alcohol y porque amo que Thel sea tan despistada a veces.

—Estaba pensando un morado. —comenta Zettie.

—Olvídalo, el morado lo pensaba yo—dice Rebecca

—Está bien, un violeta.

—¡Es lo mismo que morado!

—Claro que no, no seas tonta.

—¿Y si vamos todas del mismo color?

—¡Buuuu! —todas me tiran un maní en la cara y casi me caigo hacia atrás por el ataque, provocándole risas.

—Ja, ja. Voy a denunciarlas por atentado.

—De todas formas, no es mala idea llevar el vestido del mismo color. Ya saben, sobresalir y al mismo tiempo ser discretas.

—Discretas mis polainas. Vamos a parecer unas locas. Además, Mich, tu eres la dama de honor, tu vestido será distinto.

—Por eso mismo, Thel.

Le lanzamos un maní en dirección a Michelle, quien se queja de inmediato.

—Voy a denunciarlas.

—¿Ven? Tienen dos denuncias en camino —les señalo con el dedo a cada una de ellas —¿Hay que llevar acompañante?

—Creo que si…

—Pues yo ya tengo —dice Zettie.

—¿Ah sí?

—¡Claro! —enreda su brazo con el de Rebecca y le lanza un besito en el aire —Becc será mi acompañante.

Mich y Ronnie entrelazan los brazos al mismo tiempo que Thelma y yo, todas con las de su izquierda.

—¡Genial! Tenemos parejas —celebro Mitch con una sonrisa—Ahora, ¿usaran el mismo vestido o qué?

Le lanzamos una vez más el maní en la cara. No tiene suerte porque en el intento de retroceder, la pelinegra se cae hacia atrás y lleva a Ro con ella, cayendo ambas de golpe en el suelo.

—¡Joder, Michelle!

—¡Son ellas las violentas, no me culpes!

Estallo a carcajadas junto a las demás por más que Ronnie nos grita de que dejemos de reírnos y la ayudemos a levantarse, pero termina contagiándose por las risas y, aun desde el suelo, Michelle y ella se unen a nosotras.

Siempre es bueno volver al lugar donde uno fue feliz. Y yo me siento más feliz que nunca en estos momentos.


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Tuve novios en el pasado, dos o tres. Ni siquiera me importaron demasiado. Fueron relaciones superficiales de las cuales no sufrí ni tampoco hice sufrir a nadie. Mi adolescencia no se basó en corazones rotos y relaciones complicadas, me la pasaba mejor con Thelma tocando la guitarra y Ronnie secundándonos con la pandereta. Salir a fiestas para emborracharnos, llegar a mi departamento para despertarnos al otro día con una resaca de mierda, volver a la escuela el lunes y planear que haríamos después de clases.

Hasta que no conocí a Edward Dunne, no supe que tenía un corazón dentro de mí. No fue amor a primera vista, tampoco creía que estábamos destinados. No sé cuándo empezó, solo que cada vez que él estaba en la misma habitación, yo volteaba a mirarlo. En cada pasillo del hotel buscaba sus ojos, incluso fuera del hotel. Me atraía tanto que me desesperaba no poder verlo cada vez que quisiera, y cuando lo tenía frente a mí me sentía estúpida. Supuse que a él le sucedía lo mismo, creía que sus ojos me perseguían por lo mismo que yo, pensé que le gustaba porque soy joven y linda. Pero jamás soñé con que llegáramos a tanto.

En los campos de Vancouver, Canadá, Connor me había enviado con Edward para que observara desde cerca las negociaciones y el trabajo previo que se requería realizar antes de abrir un nuevo hotel. Para ese entonces, hace dos meses había llegado a Los Ángeles  y fue el tiempo suficiente como para que Edward fuese demasiado distante, pero sin apartar su mirada sobre mí. Esa noche dormimos en el edificio con una habitación separándonos de por medio. No entiendo bien que fue lo que paso por mi cabeza, solo que no podía dormir y no sacie mi ansiedad hasta que toque la puerta de su habitación.

Tengo mis momentos. A veces soy impulsiva y otras no. A veces soy sentimental y otras soy muy fría. Me acerco o me distancio. Y esa noche fui impulsiva, sentimental y me acerqué a él. Ni siquiera hizo falta que dijera algo antes que yo me pusiera de puntitas de pie y le besara. Ni siquiera hizo falta que él dijera algo antes de alzarme del suelo y devolverme el beso, adentrándonos a su cuarto. Esa noche hicimos el amor por primera vez. Sin vergüenza ni arrepentimientos. Una pasión que nunca había experimentado en la vida. Si había tenido sexo anteriormente, pero era la primera vez que un hombre me hacía suya de una manera especial. Me volví su persona y él la mía. Demasiado fuerte para tener dieciocho años.

No hubo necesidad de palabras. En realidad, entre Edward y yo nunca se las necesito. Sabíamos lo que queríamos uno del otro, y no era solamente sexo. Por eso mismo, no tuve ni una pizca de culpa cuando Edward rompió su compromiso con Amber Maxwell, su prometida y novia desde hace años. Ni siquiera cuando ella me grito entre llanto que no podía vivir sin él.

—Este es mi lugar de trabajo —le dije con indiferencia, observándola de igual manera.

Amber Maxwell proviene de una familia millonaria, incluso tienen acciones en el Hotel, pero no demasiadas para que fueran una amenaza. Alta y con cuerpo de modelo, cabello rubio precioso que le llevaba hasta los codos, ojos azules penetrantes y deslumbrantes. Es hermosa por donde quiera que la vieras. Tiene un título de abogada y trabaja en el buffet de su padre. Ha sido una amiga por muchos años de Edward y siempre estuvo enamorada de él.

La lavandería fue el primer lugar al que vino luego que Edward terminara con ella, solo para buscarme y exigirme que me alejara de su novio. Yo había entrado como mucama, encargándome de los trabajos más pesados con la ilusión de ascender pronto a recepcionista.

—¿Y crees que eso me importa? ¡Tu…!

El llanto no la dejaba hablar ni moverse. Esa mujer maravillosa y admirable se había quedado atrás. Cuando la vi de esa manera, lo primero que pensé fue que, al fin y al cabo, todas somos iguales una vez que nos enamoramos.

—¿Cómo pudiste robarme a mi novio?

—Yo no te robe nada —replique de inmediato, aun manteniéndome indiferente—Las circunstancias se dieron de esa manera…

—¡Ja! —soltó una carcajada cínica, aun llorando—Crees que no me di cuenta como lo observabas, ¿cierto? Siempre tuviste en mente engatusarlo. ¡Siempre quisiste que…!

—No, no lo quise siempre. Solo hace unas semanas.

No evite el cachetazo que me dio en la mejilla y le permití que me diera una segunda. En el tercero, sostuve su muñeca en alto y la empuje hacia atrás, haciéndola retroceder. Su mirada de odio no me intimido para nada, en ese momento creía que por Edward podría hacer incluso más.

—Si es todo lo que tienes para decir, entonces deberías irte.

—Connor se va a enterar de esto—amenazo con los ojos bien abiertos—¡Todo el mundo se va a enterar que la heredera de los Rousseauss es una zorra!

—Quizás, pero todo el mundo va a enterarse que tu prometido te dejo por mí y que hace unos meses has estado consumiendo cocaína —hice un puchero con fingida tristeza, los ojos de Amber se llenaron de lágrimas—Y todos sabemos que Robert Maxwell no admite escándalos ni habladurías de su familia, mucho menos ahora que está representando a la Casa Blanca.

—Eres una maldita.

Ni siquiera me importo. Una vez, mientras hacia la limpieza de cuartos, descubrí gramos de cocaína en la gaveta del cuarto de Amber. Ella justo salía del baño y por poco y se puso de rodillas para que no dijese nada. No soy una bocona, pero tenía que evitar más problemas en el futuro y eso fue suficiente para tranquilizarla por un tiempo.

—Vas a arrepentirte —juro antes de marcharse, observándome con odio desde la puerta—Edward no es como tú crees. ¡Él jamás podría amarte! ¡Va a volver a mí!

Le regalé una corta sonrisa y me encogí de hombros.

—Está bien eso para mí.

Pero no sabía cuánto lamentaría haberle hecho daño de esa manera a Amber, por haber sido tan fría y casi burlarme de su dolor. Hoy en día estoy pagando los platos rotos por haber sido tan confiada y estúpida, por no haberla respetado y haberle quitado lo que ella más amaba.

—Ella estará bien —me aseguro Edward esa noche cuando fui a verlo a su oficina y le conté. Preparaba unos documentos que necesitaría para mañana, no había levantado la vista hacia a mí.

—No estaba bien cuando se fue.

—Amber necesita aprender que no se obtiene todo lo que quiere.

—Edward, ella te ama.

Levanto sus ojos incrédulos hacia a mí, sorprendiéndome.

—Créeme, Amoné. Para Amber fui solo un capricho.

Eso dijo en aquel momento y yo le creí. No sé qué habrá significado en aquel momento Edward para Amber, pero de solo imaginarme que él pudiese decir lo mismo de mi hace que quiera llorar sin parar. Para mi él no fue un capricho, y creo que para ella tampoco lo fue. Sin embargo, Ed siempre fue tan desconcertado con los sentimientos ajenos, tan alejado y desinteresado. No había nada que le importara más que él, y, claro, el Hotel Rousseaus.


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Sheldon me explica los pocos arreglos que faltan en cada piso y los materiales que estaría necesitando para ello. Ni siquiera lo estoy escuchando adecuadamente, nuevamente estoy pensando en Edward; en sus ojos cafés oscuros y profundos, en sus carnosos labios que adoraba besar y moder, en lo grande y ásperas que eran sus manos, pero suaves al mismo tiempo. En…

—Amoné, por favor, ¿estas escuchándome?

El jefe de obra chasquea dos veces frente a mis ojos, sacándome de mis pensamientos. Carraspeo y paso una mano por mi cabello, sintiéndome una estúpida por caer ante los recuerdos, otra vez. Sheldon suspira con frustración, y no lo culpo.

—Lo siento, no dormí bien.

—Lo sé, esas ojeras lo dicen todo —señala con el dedo y se cruza de brazos—Escucha, tengo que ir a comprar unos materiales, los chicos están terminando de arreglar lo último que falta de la piscina. Nos faltan los pasillos del segundo piso y dos baños del primero.

—Toma la tarjeta de crédito —se la paso de inmediato, teniéndola en mi bolsillo trasero —Sabes que puedes comprar lo más caro si quieres, mientras sea bueno.

—Trabajo hace más de veinte años en esta profesión, Amoné, no te preocupes —Sheldon me sonríe con confianza—Se lo mejor de lo mejor y no es necesariamente caro. Vendré dentro de dos horas. Diles a los muchachos que cuando venga necesitare ayuda para descargar.

—Bien, ahí estarán.

Sheldon se marcha junto con uno de sus chicos hacia su vehículo. Fue amigo de mi padre por años y fue quien lo ayudo a construir su primer hotel. Sin lugar a dudas, es el indicado para esta tarea.

Camino de arriba y abajo por todo el hotel, buscando algo mas que haya escapado de mis narices. La mansión Amoné fue construida en el año en que nací, obviamente en mi honor y por ello el nombre. Fue completamente abandonada después de que mi padre muriera. Cuando vivía en Dumbo, hace años atrás me gustaba pasarme por el lugar y entrar, solo para sentir que Oliver estaba conmigo.

La mansión tiene dos pisos de los cuales tiene cuartos con baño incluido. Cada habitación tiene el nombre de una mujer importante en la historia, desde Juana De Arco hasta Madonna. Las escaleras son en forma de Y para el primer piso, el ascensor a un costado izquierdo. A la mano derecha, en planta baja, pasando un corto pasillo esta la cafetería con mesas cuadradas con distintos estampados cubiertos por un vidrio, hay alrededor de veinte mesas en el espacio que antes solía ser el comedor principal. La cocina está en un costado, siendo lo que más se mantuvo en todo el lugar por todos estos años. A poca distancia, está la sala de descanso para los empleados con cafeteras, mesas, sillas, un baño propio e incluso una cama para quien este muy cansado. Del extremo izquierdo de la recepción, están las habitaciones de la planta baja, siendo solo siete. Dos oficinas. Una es la mía, la cual solía ser la de mi padre. Termino de recorrer la planta baja sin entrar al patio, consciente que están los chicos trabajando en la piscina. Subo las escaleras y le echó un vistazo al segundo piso, el cual está en casi en condiciones y donde estoy viviendo por el momento, en la habitación “Amoné”, nombre que le puse cuando Ronnie insistió en que yo sería parte de la historia. El segundo piso tiene unos catorce cuartos mas un armario de limpieza. La mayoría de los cuartos tienen balcones.

Voy a mi habitación para dignarme a ordenarla de una buena vez por todas. No es que sea desordenada, pero últimamente he estado tan estresada que no me di cuenta cuando la deje toda hecha un lío. Me cambio a un pantalón de algodón suelto de color oscuro y una camiseta sin mangas y sobre mi ombligo para empezar con la limpieza del día. Ato mi cabello con una coleta de caballo y empiezo principalmente por la estúpida caja de recuerdos que tengo de Edward. La guardo en el fondo del armario, esperando jamás encontrarla. Sé que es más práctico tirarla y olvidarme de todo, lo único que me detiene es que la sola idea de hacerlo haría que me hiciera llorar como estúpida.

Dos golpes y la puerta se abre de repente, volteo a mirar al frente aun sabiendo que Marley estará allí; es típico de ella no esperar respuesta en ningún sentido en la vida. Su sonrisa cínica acompañada con una seca de su cigarrillo me confirma que tiene asegurado el trato.

—Estoy de vuelta, bebe.

—Sí, te estoy viendo.

—Vamos por una copa —le da otra calada a su cigarrillo antes de tirarlo al suelo y pisarlo con el tacón —Tengo un par de cosas que contarte.

Suspiro dándole una mirada de advertencia. Marley revoleo los ojos y alza la colilla, tirándola en el tacho que esta aun lado de la puerta.

—Son las nueve de la mañana, Mar.

—¿Y?

—¿No fuiste tú quien me dijo que no debía beber desde temprano?

—Pero estas conmigo y son buenas noticias. Además, quiero un Martini desde que me desperté—sentencia antes de girar y marcharse solo con la elegancia que ella sabe portar.

Marley Rousseaus es de contextura alta, cuerpo envidiable, cabello largo y rubio con ojos verdes. Ella siempre supo que era más hermosa que cualquiera y nadie podía negarle aquello, aun mas con esos vestidos que remarcaban su figura y le acentuaban la elegancia con la que nació. A veces es tan engreída e irritante, que no creo que ella haya sido mi defensora de los ataques de su padre. Es la única Rousseaus que esta de mi lado, y si hay algo que en Marley destaca, es su lealtad inhumana.

La sigo más interesada por el alcohol que en mis recuerdos tormentosos hasta la cafetería del hotel, voy detrás de la barra y hago un Martini para ella y un trago más fuerte para mí. Chocamos las copas antes de beber un trago cada una.

—Suéltalo.

—El hotel está habilitado en su totalidad. Me hice cargo de los papeles y firme por ti—me paso los documentos dentro de un sobre de cartón.

Frunzo el ceño de inmediato.

—¿Firmaste por mí?

Se encoge de hombros.

—Soy buena imitando tu firma.

—Joder, Marley.

Abro casi con pánico el sobre y saco los documentos, leyéndolos con atención. El aire parece volver a mis pulmones cuando noto que esta todo en orden.

—Tranquila, no soy estúpida. Sé lo que hago.

—Aun así, no vuelvas a hacerlo.

Confió en Marley y en su juicio. Hace cuatro años se recibió de abogada y trabajo en el Hotel Rousseaus encargándose de la parte legal hasta que finalmente decidió marcharse y abrir su propio estudio. No es estúpida, es cierto. No pude haber conseguido alguien mejor para este trabajo y más digno de confianza. De todas formas, no puedo confiar en ella con totalidad, no cuando Connor es su padre, no cuando es amiga de Edward, no cuando…

—Te estas maquinando, ¿cierto?

No cuando me conoce tan bien.

—Solo pensaba.

—¿En qué? ¿En él?

La ignoro y vuelvo a mi trago. Lo mejor para despistarla es simplemente dar una respuesta neutral, esperar a que preguntara algo más y dejar que ella asuma la respuesta. Si Marley supiera que no confió en ella completamente, renunciaría por herir su confianza y su orgullo y me dejaría con un desastre legal para mi sola. No es tonta, es demasiado intuitiva, solo que yo sé cómo manejarla.

—¿Qué vas a hacer cuando vuelva?

Esa pregunta es lo que más me he hecho este último tiempo y la respuesta sigue siendo la misma.

—No lo sé. No quiero hablar de ello.

—Tu nunca quieres hablar de Edward —revoleo los ojos y suspiro con frustración, a mí me da un escalofrío de solo escuchar su nombre—Si no fuese porque obligue a su secretaria a decirme que fue lo que paso entre ustedes, no me hubiese enterado los bofetones que le diste. Me habría encantado verlo, ¿por qué no lo hiciste cuando estaba yo?

—Te la debo —le echo una sonrisa y termino mi trago de golpe —¿Quieres otro?

—Sí, pero mas suave.

Me tomo el tiempo para hacerle otro Martini y esta vez elijo un whisky en las rocas para mi.

—¿No es eso muy fuerte? —señalo mi trago con las cejas hacia arriba —Haz estado tomando mucho este último tiempo.

—No te quejes y solo habla.

—Bien. Ahora escucha: conocí a un chico y…

—Pensé que íbamos a hablar de negocios, no de chicos.

—¿Por qué eres tan aburrida, Momo?

—Se llama ser centrada. No puedes hablarme del trabajo y luego hablar de chicos.

—Eres mi prima, no mi jefe, joder.

—En teoría, si soy tu jefe.

—No, eres mi prima a la cual le hago un favor para que le meta el dedo en el culo a mi estúpido padre y al imbécil de mi amigo. Ni siquiera me estas pagando.

—¿Y qué es ese Martini?

Marley me echa una mirada preguntándome si le estoy hablando enserio, solo puedo soltar una risita y aceptar con gusto hablar sobre el chico.

—Como te decía, conocí a un chico y era jodidamente sensual. No sabes cómo me lo hizo, es un jodido dios en el sexo oral y…

—Ve al grano.

—Me lo presento Seth, un amigo. Y ahora quiere que le presente una amiga. Ya sabes, por el favorcito.

—Que lastima. Soy tu prima, no tu amiga.

—Y yo que pensaba que para que tendría amigas si te tengo a ti—soltó con sarcasmo y termino su trago—De todas formas, saldrás con él.

—Ja.

—¿Recuerdas ese tipo feo y odioso que Connor quería que fueses a una cita y me llevaste allí sin saber nada y tuve que dar la cara por ti? —mi sonrisa decae de pronto y la de Marley se forma con victoria—Bien, cariño, ahora llego la revancha.

—Ni siquiera es necesario que vaya, Mar. No quiero…

—No quieres salir con nadie, lo entiendo. Pero no te digo que te cases, solo que te des un acoston y listo —replica molesta y me quita mi whisky, bebiendo a tragos largos—Sigues aquí, trabajando como moribunda en un hotel que te obligaron en habilitarlo en casi dos meses, lo cual es una locura, y solo pensando y pensando en el imbécil de Edward en vez de salir a divertirte. ¡Esto es Manhattan! ¡Es tu jodido terreno! —golpea con fuerza la barra, sobresaltándome—No voy a dejar que ese montón de mierda te haga perder tu juventud y tu belleza. ¡Solo mírate, Amoné! ¡Aun toda desastroza y con esa ropa horrible eres sexy!

—¿Gracias?

—Necesitas ese acoston y sacar las pelusas de allí abajo. Una alegría lograra que al menos puedas dormir más de cuatro horas por la noche.

—No tengo problemas de insomnio.

—Esas ojeras no dicen lo mismo. Te llamare para confirmar el lugar y el día…

—Marley.

—No, Amoné. De esta no vas a salvarte —agarra su cartera y la cuelga en su hombro, caminando en dirección hacia la salida—No me acompañes, creo que vas a necesitar el trago.

Es difícil ganar una batalla con Marley cuando yo la jodi en el pasado. Prácticamente, la obligue a tomar la responsabilidad de las citas y no fue la primera vez, existieron muchas oportunidades en las que me salvo el pez hueso. Pero la sola idea de salir con alguien me pone de malhumor. No quiero. No me importa que tan lindo y sexy sea, nunca me intereso demasiado el físico de todas formas. Solo quiero quedarme aquí y terminar con todas las cosas que tengo que hacer.

—Por cierto —retrocede unos pasos, sus ojos fríos me alertan. Marley es engreída y desinteresada sino se trata de ella o sus más cercanos, pero cuando se molesta es dura y mortal. Le va bien el oficio de abogada—No volveré a firmar ningún contrato por ti, esta oportunidad solo fue porque era todo lo que habías discutido conmigo e incluso mucho mejor de lo que esperábamos. No tienes justificativo para desconfiar de esa manera. Porque otros te hayan traicionado, no significa que yo lo haré.

—Mar…

No me deja siquiera terminar y solo se marcha, ofendida y seguramente esta cita será su venganza perfecta para cobrármela. Suelto otro suspiro, sin saber cuántas veces he suspirado hoy. Sé que no es su culpa, que no es de nadie más de quienes me jodieron. Es difícil volver a sostener la confianza en alguien, siempre fui reservada y desconfiada, pero en estos momentos no me creo capas de confiar tan pleno en alguien como antes.
Saco de mi bolsillo un papel doblado con la lista de cosas que tengo que hacer. Lo abro y leo lo siguiente de ordenar mi habitación: preparar la oficina/habitación del gerente general, ósea, la de Edward. Agarro la pluma que esta junto a las libretas para los meseros y lo tacho con fuerza, casi rompiendo el papel. Me sirvo otro whisky, suspirando y suspirando ante mis recuerdos con su nombre resonando en mi cabeza. El llanto se acumula en mi garganta y trato de pasarlo con cada sorbo que doy, aunque no esté dando mucho resultado.

—Pensé que me amabas —le dije esa misma noche antes de marcharme.

Edward estaba en su habitación terminando de preparar su maleta para su viaje a Francia. Ni siquiera me había mirado. Y ahí estaba yo, tratando de encontrarle el sentido de su traición, tratando de no echar todo por la borda, tratando de creer que todo era una mentira.

—Pensé que querías estar conmigo…

Él siguió ordenando sus cosas, pasando de mí y volviendo nuevamente hasta la cama donde estaba la maleta.

—Creí que nosotros… creí que estabas de mi lado…

—Necesito que te vayas. Mañana tengo que madrugar temprano —dijo pasando a mi lado, yendo directo hacia su armario.

—Edward, joder, ¿puedes escucharme, aunque sea una vez? —rogué con la voz quebrada.

—Lárgate, Amoné.

La impotencia y la rabia me llego hasta la garganta y a los ojos, queriendo gritar y llorar al mismo tiempo. Fui hasta su maleta y la tiré al suelo con fuerza, esperando alguna reacción de su parte. Edward no me hizo caso, siguió dejando sus pertenencias en un sillón a una esquina de su habitación. Entonces fui por la biblioteca, presa de mi rabia y el dolor. Tire todos sus libros al suelo, todas sus figuras de acción, todos los retratos. En cuanto tome el nuestro, una de hace pocos meses atrás, la lance contra la pared, estrellándose por completo.

Logre el objetivo de tener su atención, sus ojos de mí. Estaba fuera de mis cabales, no consciente de lo violenta que era o de lo patética que estaba siendo. Ni siquiera me importaba. Solo quería que volviésemos el tiempo atrás, disfrutar esas sonrisas cortas, sus palabras discretas pero cargadas de cariño, sus miradas que me transmitían su amor. Quería decirle que lo perdonaba, que no me importaba si quería el hotel, que se lo daría. Quería decirle que lo amaba, que sabía que él me amaba, que no había razón para hacernos esto entre nosotros.

—¿Por qué me hiciste esto? —fue lo único que salió de mis labios.

Era lo único que quería saber. Necesitaba saberlo para dar una excusa a todo lo que había pasado. Aunque me hubiese dicho una mentira, yo la habría tomado y la hubiera convertido en verdad. Así de perdida y dependiente era de Edward, así de patética y estúpida me vi ante sus ojos.
Edward no respondió.

—Por favor, Edward, dime que fue por Connor —me acerque apresurada, sosteniéndolo de las manos—¿Él te amenazo? ¿Te obligo a hacerlo? Puedes decirme la verdad, realmente puedes confiar en mí. Yo—…

Quito mis manos sobre las suyas con brusquedad, dando dos pasos hacia atrás. Me quede paralizada donde estaba, tratando de regular mi respiración, pero casi era imposible.

—¿Por qué eres tan estúpida? —sus palabras me helaron hasta los huesos, quitándome el aire por el dolor—Si te digo que no confíes en nadie, significa que en nadie. Mucho menos en mí. ¿Y ahora que tratas de hacer, Amoné? ¿Tratas de volverme la victima? —soltó una seca risa corta y cínica—¿Alguna vez te dije que te amaba? ¿Alguna vez te prometí que me casaría contigo? No, no lo hice. Te traicioné porque vi que era la ocasión perfecta para relucir entre los candidatos para la herencia de la presidencia. Y lo logre. Gracias a ti.

Le di una bofetada por impulso, ni siquiera lo pensé. En ese momento, lo odie. Realmente lo odie con todo mi corazón. Y me dolía mucho más odiarlo que su traición. Y me odiaba a mí misma porque me dolía odiarlo a él. Me odiaba porque, pese a todo, yo seguía amándolo con tanta locura.

—Ya no te sigas haciendo daño. No eres una mala chica —me miro con seriedad y hablo despacio y tranquilo, luciendo cansado—Eres joven, linda e inteligente. No seas tonta, aprovecha la oportunidad del hotel en Manhattan  y solo establécete allí. No vuelvas aquí. No es sitio para ti. El Hotel Rousseaus…

—¡Es mío!  —grite con la rabia saliendo de mi pecho. Edward se mantuvo callado, sin dejar de mirarme, anticipando la declaración de guerra—¡El hotel es mío! ¡La presidencia es mía! ¡Todo es jodidamente es mío y voy a recuperarlo!

Limpie las lágrimas de mis mejillas y respire profundo, logrando por un momento retener el llanto y desatorar la garganta ahogada.

—Ya te divertiste jugando conmigo, ¿cierto? Te gusto ver como una estúpida adolescente se volvía loca por ti, ¿ah?

No contesto. No espere más para darle un empujón y luego, otro, y luego otro. No fue hasta que me sostuvo de las muñecas y forcejee, me soltó al instante.

—Sigue disfrutando tu posición, sigue jactándote de lo bien que te salió todo este jodido teatro, porque cuando acabe contigo vas a arrepentirte de este momento para toda tu mierda de existencia. Te lo juro, Edward.

Todavía puedo sentir esa rabia descomunal que me ataco esa noche. Todavía me arrepiento de no haberlo golpeado con lo que tuviese al alcance. Tuve que haberlo hecho arrepentirse allí sin más por haber actuado como un cretino, como un imbécil. Tuve que haberme quedado y luchado hasta que me escucharan.

Y ahora Edward vuelve en menos de dos semanas y con ello está removiendo todas mis heridas, todos mis sentimientos, todo dentro de mí, prácticamente.

—Momo, ¿estás ahí?

La voz de Thelma me sobresalta de golpe, asustándome. Volteo al costado y la observo aparecer sentándose en una de las sillas de las mesas rectangulares de al fondo. Con su melena larga y alborotada y largando un bostezo, me echa una sonrisa adormilada.

—¿Qué demonios, Thelma? ¿Qué carajos haces ahí?

—Entre con la llave que me disté —con pereza se incorpora y se va estirando—Quise echarte un sustito en cuanto bajaras, pero me dio sueño y me dormí un ratito.

—Joder, Thel, casi me sacas el corazón por la garganta —pongo una mano en mi pecho tratando de detener los latidos.

La pelinegra solo me da una sonrisa de boba y no evita contagiarme su buen humor. Le sirvo un jugo de naranja a pedido y yo lleno de nuevo mi whisky. Thelma cambia de inmediato los tragos, dándome una mirada significante. Al encontrarme con sus ojos, me doy cuenta que ha escuchado gran parte de la conversación, o al menos a lo que se refiere a él. Si es difícil engañar a Marley, es peor con Thelma. Nos conocemos bien, demasiado. No por nada el título de “mejores amigas” se aplica en nosotras. Pase navidades y acciones de gracias con su familia cuando la mía fingía que yo no existía, me recibieron con los brazos abiertos y me regalaron muestras de cariños que había extrañado tanto. Cuando Oliver murió, apareció Thelma, mi gran amiga y la mas incondicionable; fue como si la vida tratara de retribuirme por el fallecimiento de mi padre con la amistad de Thel.

—Yo también creo que estas bebiendo demasiado —una corta sonrisa comprensiva paso por su rostro. Mis ojos se llenan de lágrimas, las retengo para no sentirme una idiota, aunque ya lo estoy siendo bastante —Y siempre que bebes seguido es porque algo va mal.

—Estoy bien —miento. Siento la voz a punto de romperse, tengo que respirar profundo para controlarme—Es solo que… ya sabes.

—¿Edward?

—Si.

Le quito mi whisky a Thelma y lo bebo de golpe.

—Bien, no mas para mi —me giro sobre mis pies, saco de la heladera una botella de agua y me la estampo contra los labios, dandoles grandes sorbos—No mas ebriedad.

—O al menos no tan temprano.

—Tengo que ir a preparar la habitación para el diablo —le comento. Mi amiga levanta las cejas en alto, como si no lo creyera—Connor me pidió que le diera una oficina con una habitación incluida.

Y pensar que me hizo gastar dinero para darle el lujo al maldito.

—¿Arriba o abajo?

La mirada de Thelma me dice exactamente lo que esta pensando, y juraría que unos meses atrás mi respuesta hubiese sido otra.

—Abajo —recalco mi respuesta—Suficiente sera con verle la cara, no lo quiero tan cerca de mi.

—¿Y por qué Connor quiere que la prepares?

—Es que Edward es… complicado.

No sé como describir a un maniático del orden, la limpieza y de las sabanas sin arrugas. Hay pocas cosas que exaspera a Edward, y una de ellas es la mala organización o limpieza de su cuarto. Necesita orden en su espacio para hacer planes malvados que rompen mi corazón.

—¿Y vas a hacerlo sola?

—Claro que no, tu vas a ayudarme.

—Ya me lo veía venir —Thelma revolea los ojos—Hay que darle una cálida bienvenida al gerente general del hotel, ¿cierto?

El brillo en sus ojos cafés y su sonrisa traviesa me incita a la descabellada y vengativa idea de mi mejor amiga. Sonrió de la misma manera que ella y chocamos los cincos, saltamos de los taburetes de la barra y caminamos con los brazos entrelazados con destino al cuarto de Edward. Es mejor advertirle desde el primer momento que no es bienvenido absolutamente para nada, ni en el hotel ni en mi cama.


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La cita preparada por Marley es un fiasco con todas las letras. Ni siquiera conocí al tal Seth, pero sé que es impuntual, desconsiderado y todo un imbécil. Cuando me llamo por teléfono a la tarde para confirmar hora y lugar, no acepte que pasara por mí al hotel, preferí ir a un pub cercano en todo caso que tenga que volverme caminando. Lo malo es que llevo vestido y la noche empieza a refrescar.

—Entonces, te veo ahí a las ocho, Momo—dijo antes de cortar con un acento británico grueso y sexy.

Además de todas las críticas anteriores, es confianzudo y odio a la gente así.

Lo único que me mantiene sentada en el taburete sobre la barra es que al menos aquí puedo embriagarme libremente sin que nadie esté pidiéndome que deje de beber. Sé que debería dejarlo porque estoy por momentos demasiado atrapada en esto y no vale ninguna excusa, pero al menos me permite no pensar tanto en esa persona y, por ende, no me dan ganas de golpear mi cabeza contra la pared.

Son casi las diez, es obvio que no va a aparecer por ningún lado, y que bueno que no lo haga. Le pido la carta a Marcus, el barman y dueño del lugar. Fue a la secundaria conmigo y nos hicimos amigos en el club de ajedrez, solo que es unos años mayor que yo. Hace poco abrió su pub y es bastante concurrido.

—Creo que bebiste suficiente, Momo —dice mientras limpia uno de los vasos de vidrio.

Pongo los ojos en blanco con molestia, harta de que todo el mundo no me deje embriagarme tranquila.

—Ni siquiera estoy borracha. Quiero un vodka, ¿puedes dármelo?

—No. Y si te molestas conmigo, fue Marley la que me dijo que no te diera demasiado.

—¡Maldita! —exclamo dando un puño en la barra, ignorando la atención de los demás clientes.

—Excelente, espanta a esas billeteras y te prohíbo la entrada —amenaza con los ojos entrecerrados—Siempre te pones violenta cuando bebes.

—Tú haces que me ponga violenta. Dame mi maldito vodka, Marcus, o te juro que haré un espectáculo aquí.

Una breve batallas de miradas es suficiente para que el moreno se dé cuenta que estoy hablando enserio. Me pasa mi vodka de mala gana y lo bebo de golpe sin quitarle la vista.

—Ahora dame otro.

—Que conste que yo trate de evitarlo —Sin más, Marcus me pasa la botella entera—Y más te vale que me esperes. Te llevare a casa más tarde.

—Eso no será necesario.

Observo a mí costado a un hombre sentarse junto a mí. Tiene los ojos verdes, cabello hasta los hombros con rulos y una sonrisa perfecta con hoyuelos en las mejillas. Es atractivo y muy sexy, demasiado.

—Soy Seth, y siento haberte hecho esperar.

Me extiende la mano para tomarla, pero no lo hago. Ahora que sé quién es, todo encanto parece haberse perdido y solo me queda ignorarlo.

Lo escucho reírse.

—¿Desea beber algo?—le pregunta Marcus con indiferencia, sin dejar de echarme un vistazo a mí para asegurar que está todo bien. Le asiento levemente mientras el tal Seth solo pide una botella de champagne. Se da media vuelta para buscar el pedido.

—Tuve una urgencia de último momento, ¿sabes? Mi hermano voló desde Europa y tuvimos una breve reunión familiar. ¿Tienes hermanos?

—Estoy aquí porque Marley me obligo —volteo a mirarlo sin dejar de beber mi vodka, ignorando su excusa. Seth me observa con las cejas alzadas, aun sin dejar de sonreír con picardía—Pero no tengo intención alguna de siquiera hablar contigo, y mucho menos si llegas más de una hora tarde.

—Ya te dije, busque a mi hermano.

—De todas formas, no me importa. Solo déjame beber en paz.

El champagne llega descorchado y con una copa llena. Seth la toma, aun sin dejar de mirarme.

—Está bien, tranquila. Ambos necesitamos una noche de copas. ¿Qué tal si solo nos hacemos compañía por el alcohol?

—Ya tengo compañía. Gracias.

—El barman ya se fue —señala a Marcus, quien se va al otro lado de la barra a tomar los pedidos de un grupo de chicas que acaba de entrar—Además, es distinto hablar con alguien sobrio y alguien ebrio. ¿Qué dices, Momo?

Lo observo detenidamente por unos segundos. Seth no parece intimidarse para nada ante ello, sino que parece divertirlo aún más. Hay algo en él que no me gusta, su actitud despreocupada no me agrada de las personas porque creo que se toman las cosas demasiado a la ligera, y para alguien como yo que está constantemente trabajando, eso es exasperante. Pero el chico es sexy, no hay por donde negarlo. Sexy y encantador, en cierta manera.

—No me gusta que me digan Momo.

—Marley dijo que así te llaman.

—Exacto, mis amigos. No los extraños.

—¿Ni tus pretendientes?

—No si solo voy a beber con ellos.

Seth se acerca despacio, sonriendo con picardía.

—¿Y qué tengo que hacer para llamarte así?

—Nada —lo alejo apoyando un dedo en su hombro. El chico hace caso, manteniendo su actitud coqueta—Solo no tomes demasiada confianza sino quieres que le diga a los de seguridad que me estas acosando.

—No te acoso. Estoy pretendiéndote.

—Hay una delgada línea entre el coqueteo y el acoso, y ustedes, los hombres, deberían aprenderlo.

—Tú deberías enseñarme. ¿Qué te parece?

Volteo hacia delante, ignorándolo nuevamente. Aunque una sonrisa quiere asomarse en mi rostro, no puedo dejarle ganar. Casi había olvidado lo que era el coqueteo, que alguien busque mi atención. Con Edward nunca fue así, nunca hubo un coqueteo y nunca busco llamar mi atención; él la obtenía sin mover un solo meñique. Quizá ese fue mi error todo este tiempo, haberle dejado las cosas demasiado sencillas y para nada complicado.

Mi corazón se estruja y las ganas de llorar me vienen, solo que esta vez es más fácil de sobrellevar. No me queda otra que hacerme fuerte, aún más si sé que dentro de pocos días estará aquí. Tengo que sacarlo de mi corazón antes que siga presionando en él. Necesito hacerme entender a mí misma y a Edward que ya no soy la tonta completamente enamorada de él, aunque lo siga siendo.

Observo a Seth a mi lado y recuerdo a Marley decirme que un acoston no me haría mal. Voy a arrepentirme de esto mañana, pero con estas copas de más y las siguientes que tendré, creo que no me importa mucho en estos momentos.

—Entonces—suspiro dejando caer mi codo en la barra, apoyando mi mejilla en mi mano. Los ojos de Seth se encienden y la sonrisa coqueta no tarda en curvarse en su rostro, mostrando sus hoyuelos — ¿Deberíamos empezar con la lección?

Jaeger.
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Mensaje por trunks Sáb 03 Mar 2018, 9:04 pm

kande:
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Mensaje por hemmo. Miér 07 Mar 2018, 4:55 pm

chicas antes quería comentarles que  aparentemente rebe eliminó su cuenta, porque no la encuentro ni puedo comunicarme con ella como para avisarle que le toca subir. por otro lado, le tocaría a alec.
pd. kande después comento tu capítulo new rules - Página 2 3136398239

Kate new rules - Página 2 3175496206:
hemmo.
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Mensaje por trunks Miér 07 Mar 2018, 10:01 pm

okay, ya me pongo a escribir entonces new rules - Página 2 2841648573
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Mensaje por Jaeger. Jue 08 Mar 2018, 3:26 am

Gracias Alec por tu comentario new rules - Página 2 1477071114 me saco una gran sonrisa new rules - Página 2 1477071114 Espero tu capitulo!! new rules - Página 2 3275125450
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Mensaje por indigo. Mar 13 Mar 2018, 7:50 am

Reinas, gracias por vuestros comentarios. No sabéis lo que me gustaron y cuánto disfruté leyéndolos new rules - Página 2 1477071114 Espero tu capítulo Alec new rules - Página 2 1857533193
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Mensaje por trunks Jue 22 Mar 2018, 11:36 am

Capítulo 005

Zettie Lloyd | Lewis Reynolds || By mieczyslaw || Sigue: dobre.

El sonido de la banda escolar situada en el campo fusionado con las exclamaciones extasiadas en las gradas hacen que mis oídos se pongan sensibles y me pulse la cabeza. Llevo dos dedos de cada mano a mis sienes y las froto con cuidado mientras tengo los ojos cerrados.
Los partidos escolares no son exactamente lo mío, y de no ser porque aún cuando está cerca de los dieciocho considero a Samuel un bebé, no habría asistido al de Grigori College.

—¿Hace cuanto que no asistías a un partido escolar?

Abro los ojos al escuchar la pregunta. Sam se sienta a mi lado en la incomoda grada de concreto y me tiende un refresco con una mano mientras la otra sostiene una gran bandeja de nachos con queso y jalapeños, los acepto en silencio llevándome uno a la boca de inmediato sin dejar de mirarlo, bajo la gorra negra que lleva puesta sus ojos oscuros parecen divertidos mientras lleva la pajilla de su propia soda a los labios.

Escogimos una de las gradas más altas en la cancha al aire libre y las ráfagas heladas que soplan en Manhattan chocan directamente en mi cara lanzándome el cabello a los ojos y labios, me he cansado de apartarlo durante la mayoría del partido pero en el último descanso que el equipo ha tenido me di por vencida y lo até en un moño bajo la nuca, mis manos están entumidas al igual que los dedos de mis manos se sienten helados en comparación con la piel que cubre mi largo saco. Las personas bailan y cantan de pie a la par de un ritmo pegajoso que logra hacerme bailar en mi lugar de izquierda a derecha, aunque pienso que también lo hago como acto de reflejo para evitar mostrar el frío que tengo, como sea, el punto es que todos parecen metidos en una película para adolescentes donde se muestran los típicos partidos escolares en las escuelas secundarias a excepción de mí; las porristas animan a todos los presentes junto con la banda, está el grupo de deportistas que se pasean por abajo haciéndose los chulos y no falta la gran bola de aficionados más ruidosos que los demás. Oh, dulce y molesta vida de adolescentes, como te hecho de menos aunque fuiste un grano en el trasero.

Observo el cielo con supuesta curiosidad, no hay nubes pero el cielo es tan oscuro en una zona tan concurrida de Nueva York como lo es Manhattan después de haberse metido el sol comparando el fúnebre aspecto que tiene en comparación al cielo que se mostraba en Cancún por las noches. Mentiría si digo que no lo echo de menos cada que encuentro una enorme diferencia al observar mi más reciente hogar, dejar México fue algo que nos costó a todos en la familia pero mucho más a mí que estaba acostumbrada a las caminatas nocturnas y las fogatas en la playa cuando el sol se metía, han pasado desde entonces cinco años pero no dejo de sentirme melancólica en estos aspectos. La comida es tan diferente que suelo pedir salsa picante extra en toda mi comida y cuando estoy bastante conmovida no puedo evitar hablar atropelladamente en español haciendo que todos me miren raro; en verdad creo que jamás me acostumbraré a esto.

Unas fuertes carcajadas se escuchan unas gradas más abajo y vuelvo mi atención a ellos, es el grupo ruidoso de aficionados que al parecer disfruta de unas buenas alas de pollo porque hay residuos de salsa BBQ en sus grotescas bocas mientras los empaques yacen a su alrededor, arrugo mi nariz con desagrado cuando uno de esos monstruos hormonales posa sus ojos en mí y me sonríe.

—Ugh, que modales los suyos, sin duda serán admitidos en NYU al ver su impecable presentación. —Agarro otro de los nachos que se encuentran en mis piernas y lo mastico con discreción.
—Ojalá. No quiero verlos de nuevo y mucho menos en la universidad. —Samuel asiente con la cabeza y me da una mirada cómplice—. Suerte la mía por alejarme de todos ellos.
—¿Así que entrarás al campus privado después de todo?

Mi hermano menor pone los ojos en blanco y se abstiene de formular palabra alguna, algo que hace a menudo para saber que se trata de una jugada evasiva de su parte, insisto colocando mi mejor mirada sospechosa golpeando con una de mis largas uñas rojas la punta de mi barbilla.

—No. Quiero ir a Columbia o tal vez Fordham. —Se encoge de hombros pareciendo desinteresado cuando sé que está inquieto—. Tengo todavía un año para pensarlo.
—Columbia no te librará de muchos de ellos, pero Fordham suena bien si quieres ser un buen ciudadano católico, creo que te va, eres el más sensible de todos así que...
—¡Ya, capté, lo pensaré después!

Me hecho a reír y echo la cabeza hacia atrás con exageración antes de inclinarme hacia él para apretar su cara con mis manos, intenta apartarme a manotazos pero yo lo impido como puedo, tendrá diecisiete pero para mí sigue siendo el niñato de pequeñas manos que sostenía en mis brazos cuando mamá me lo pedía. Me mantenía en su cuna siempre que podía e incluso solía espantar a Kayden y Billie cuando querían acercarse para cargarlo también porque, como era natural de una niña amorosa y caprichosa, era mío y de nadie más.

—Me estás avergonzando frente a mis amigos.
—Dijiste que no tenías amigos y por eso me invitaste a venir contigo.
—Me refiero a todos, ¿de acuerdo?, toda la escuela que no son mis amigos pero podrían serlo si dejaras de manosearme frente a ellos.
—Entiendo, discúlpame, no vuelvo a hacerlo Dunny.
—Lo sigues arruinando. No me digas así frente a todos.

Tras esto los deportistas volvieron a la cancha y el partido pudo terminarse de una buena vez. Me alegro cuando todo acaba y soy de las primeras en ponerme de pie para arrastrar a Sam conmigo directo al estacionamiento, suerte que la mayoría son chavales menores de edad sin autos que bloqueen el estacionamiento, salimos en cuestión de cinco minutos y tomamos las transitadas calles para cruzar el puente de Manhattan y llegar a Dumbo. La radio está encendida al igual que la calefacción, tarareo la melodía que suena mientras el adolescente que viaja conmigo tiene la vista puesta en la pantalla de su celular, el tráfico es la muerte a estas horas y lamento el hecho de no haberme planteado eso antes de acceder a venir por acá.
Samuel es el más chico de nosotros pero posee un carácter de los mil demonios si las cosas no suelen hacerse como él lo planea, ser objetivo de esa furia es un horror si ya has estado en esa posición antes, sumándole a su timidez cuando se dirigió a mí por un mensaje de texto para llevarlo lograron convencerme de hacer un hueco en mi día para la familia. No tengo muchos de esos desde que alquilé un departamento cerca de la escuela de diseño junto con Rebecca.

—Kay dice que llevemos comida, mamá está a dieta y quiere que todos cenen pasta con ella, papá y ellos parecen desesperados.
—¿Billie?
—Es la primera vez en el mes que nos visita, ¿y quieres que se atenga a la dieta de mamá?, no lo vemos siempre.
—De acuerdo. —Golpeo con las uñas el volante cuando una luz roja nos detiene y comienzo a pensar en múltiples restaurantes de comida rápida en donde puedan servir buena comida para llevar—. ¿Hot dog? ¿O qué te parece una hamburguesa?
—Apuesto por algo más condimentado. ¿Qué tal quesadillas o tacos?
—México corre por tus venas, Sam.
—En las de todos nosotros, incluido papá.

Desvío mi mano derecha del volante para alborotarle el cabello mientras reímos juntos, no se aparta ni mucho menos se queja, podrá fingir ante todos lo duro y reservado que es excepto con su propia familia.

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Todavía me sorprende lo galante y bien educado que Sam es, podría apostar incluso que lo es mucho más que Bill o Kay, al ver la fila de auto express del restaurante de comida rápida optamos por entrar a pedir directamente y me mandó a una mesa mientras él tomaba el pedido. Incluso le tendí un par de billetes pero él los rechazo diciéndome que tenía para hacerlo por su cuenta. Mi hermano menor es una verdadera joya.

Para matar el tiempo decido adentrarme en mi red social favorita desde el móvil: Snapchat, llena de filtros y curiosas herramientas para entretener a los amigos mediante fotografías o vídeos, con algo de discreción enfoco con la cámara a Samuel desde atrás y le hago zoom para filmar su actitud tranquila a la hora de hacer cola en Taco Bell. Me gusta informar a todos mis contactos agregados sobre lo que hago día con día e incluso hora con hora y el encantador gesto de mi hermano menor no se pasa por algo en esta acción, susurro a la cámara lo increíble que es sin perder sus apenas visibles movimientos en los cuales denota impaciencia, al terminar los segundos permitidos para filmar procedo a editar colocando corazones alrededor del cuerpo de él para subirlo finalmente. Seguramente le dará un ataque cuando vea que he hecho algo que considera completamente embarazoso de nuevo.

Mi dedo se desliza hacia las historias de mis amigos y comienzo a verlas, saltando las que me resultan molestas y riendo con las más graciosas, así es como brinco de un contacto en otro hasta que doy con la historia de Lewis por accidente en dónde muestra un estudio fotográfico con una rubia que me resulta bastante conocida aunque esté de perfil, Ellen Reynolds sin duda alguna, con la leyenda working además de el emoji con el músculo del brazo. Doce meses he pasado evadiendo sus publicaciones en todas las redes sociales, pero mucho más en esta por ser en la cual ambos más frecuentábamos, pero ha sido un descuido de mi parte no haber notado antes que en seguida de las historias de Becca venía una suya. Soy tan malditamente precavida como descuidada en veces cuando pretendo mantenerme al margen de alguien y en este caso parece ser que he fallado.

Lewis Reynolds fue la primera persona que me habló en mi primer día de clases en América, con quince años y un mal carácter no lograba atraer más que miradas curiosas por parte de mis compañeros en el colegio, él se acercó a la hora del almuerzo mientras hacia fila en la cafetería para comprar el desayuno y me recomendó no tocar el puré de patatas o la carne con chile. Con dos años por encima de mi edad parecía tan joven y vivaz como yo que no tardé en seguirle la charla hasta que me invitó a sentarme con él, ese fue el primer acto de amistad entre ambos porque siempre he considerado de suma importancia la gente que te rodea a la hora de almorzar, de ahí lo hicimos durante los siguientes días hasta el día en el cual terminó la escuela y yo seguía ahí. Pasamos de conocidos a amigos y de amigos a mejores amigos, como uña y mugre procurábamos buscarnos hasta fuera del colegio la mayor parte del día, estar con Lewis me hizo darme cuenta de que no todo en mi nueva vida como neyorkina apestaba como creía; mi compañero fiel hasta que lo perdí —o mejor dicho lo olvidé— hacía un año atrás.

Mi dedo se desliza hacia la pestaña de chat y no dudo en escribir el usuario de mi ex mejor amigo, ¿realmente existe ésta palabra?, para cruzar palabras de nueva cuenta.

¡Ellen está más guapa desde la última vez que la vi! No puedo creer que accediera a ser tu musa para las fotografías. 20:12 p.m.

Creo que es adecuado para iniciar la conversación, eso en caso de que él esté dispuesto a hacerlo, además de que no es el típico "hola" con el cual sabes que va destinado a algo grave o aburrido. Sin embargo el sentimiento de pesadumbre me sigue calando al punto de considerar escribirle otra cosa para no sonar hipócrita o desinteresada así que mis dedos pulgares empiezan a teclear otro mensaje.

Ha pasado en verdad tanto desde que no te escribía :0 20:13 p.m.

Arrugo la nariz al presionar la tecla para enviar y espero hasta que indique que el mensaje ha sido mandado con éxito para ir directamente a WhatsApp en busca de un escape de los pensamientos que seguramente me abordarán si no me distraigo. El grupo que tengo con las chicas es perfecto para comunicarnos cada detalle cuando no nos vemos y la mayoría del tiempo está lleno de mensajes, las seis nos encargamos de mantener viva la conversación en todo momento y no me sorprende encontrar más de doscientos por una foto que ha mandado Mich en sugerencia a un vestido para usar todas en la boda de su hermana, no estaremos cerca para lanzarle maní como la vez que estábamos con Amoné pero con insultos y emojis de desagrado basta para volver a quedar en que no haremos eso. Suelto una risa entre dientes mientras bajo para ver cómo la conversación se desvía a otros temas en cuestión de minutos. Seremos diferentes entre todas pero siempre encontramos la manera de encontrar algo para discutir y burlarnos por mensajes de texto.

Envío un "¿a que no saben a quién he vuelto a hablar?" y apago los datos móviles para proceder a guardarlo en mi bolso, Sam ha pagado y se encamina con una gran bandeja llena de paquetes para llevar, me levanto de mi asiento par ayudarle con la comida a lo cual hace una mueca. No le gusta que lo ayuden otros y mucho menos cuando está con su actitud soy-el-más-educado así que me dedico a sacarle la lengua en lo que él retira la demás comida para dejar el soporte en la mesa y partir directo al auto.

—Pareces rara, diferente, ¿por qué estás tan feliz si hace rato parecía harta por el partido? —pregunta con una rápida mirada en mi dirección Sam cuando salimos del estacionamiento.
—A veces las cosas pasan rápido y tan casual que es cómico, ¿no crees?
—Me temo que lo comprendo pero eso no contesta mi pregunta.

Bufo con exageración por la respuesta de mi hermano, tan casual y sencilla para sus labios pero lo bastante peligrosa para mí, Samuel busca los puntos débiles hasta cuando no debería y eso me aterra. No es porque quiera ocultar lo de Lewis, todos en mi familia al igual que la suya son conscientes de los motivos por los cuales ambos nos distanciamos así que no cuenta como secreto, sin embargo no sé cómo se supone que deba hablarle de mis problemas personales cuando quiero que él nunca los tenga o conozca siquiera sobre ellos; siento que mi hermanito es un alma tan pura e inocente que no merece descargarme con él sobre mis antiguos amigos cuando le recomiendo que haga y no siga mis pasos en una vida solitaria. Sería tan hipócrita de mi parte pero él es tan terco al igual que reflexivo, justo lo que necesito en estos momentos, mi ángel personal en las buenas y en las malas.

—Por accidente abrí las historias de Lewis en Snapchat. —Entrecierro mis ojos y aprieto mis labios para medir mis próximas palabras—. Entonces he decidido enviarle un mensaje.
—¿Lewis... Stein? ¿Reynolds?
—Ese mismo.
—Te habías tardado. —Palmea mi rodilla con una de sus manos—. ¿Hace cuanto que no se hablan?
—Ya va un año y dos meses que terminé con Johan, dejé de hablar con ellos después de unas semanas, como poco más de un año.
—Felicidades, dejaste el rencor y la terquedad de lado, un gran logro.
—¿Cómo? —Le lanzo una mirada odiosa con rapidez sin dejar de manejar entre las calles una vez que hemos cruzado el puente de Manhattan y estamos en zonas menos transitadas para mi buena fortuna—. No lo odié a él.
—Pero de todas formas sentías que en parte era su culpa y podías meter a los dos en un saco si eso podía aligerar las cosas desde tu perspectiva. Terminar con Johan fue como haber terminado con Lewis también y nunca más volviste a querer hacer las paces con ellos o su familia.

Mi silencio delata los pensamientos que cruzan por mi mente como una película a toda velocidad que me recuerda todo aquello que había dado por terminado y olvidado.

Lo que vino después de haber entablado un fuerte vínculo con Lewis se volvió mucho más complicado de lo que me hubiese imaginado antes. Johan Porter fue le jodida tercera rueda que vino a colarse entre ambos, primo de Stein por parte de su única tía materna, nos convertimos en un trío a duras penas cuando yo tenía dieciséis y ellos dos dieciocho después de conocernos en un cumpleaños de Ellen al que fui invitada. Con actitud galante y coqueta no tardé en confiar en él más de lo que debería a pesar de las múltiples advertencias que Lewis solía darme, cegada por las atenciones de un chico dos años mayor me sentía en un sueño del que no quería salir, forzándonos a incluirlo en nuestra amistad como sí eso fuera a resultar de la mejor manera. Nunca he creído en las amistades de más de dos personas a excepción de las chicas y decidí pasar por alto la de ellos también.

Las cosas no fueron del todo malas para quejarme siempre, de hecho hubo buenos momentos que pasamos los tres que aún conservo en lo más recóndito de mi memoria, porque todo fue de color rosa hasta que la gran estafa de Johan dio frutos después de todo.

—Eh, tierra llamando a Zettie, no quiero que nos pasemos otra cuadra.

Parpadeo varias veces antes de reconocer nuestro vecindario más allá de la casa, ex acata ente a una manzana de distancia, piso el freno de inmediato haciendo que mi cuerpo choque ligeramente con el volante y Sam se eleve en su asiento. De no haber sido por el cinturón de seguridad seguro que las bolsas de aire hubieran salido por el brusco afrenón.

—Ugh, casi salgo por el techo de tu carro.
—Te vuelo la cabeza si le haces algo. —Comienzo a echarme en reversa ya que no hay ni un alma en la calle aunque las luces de todas las casas están encendidas en señal de que hay gente despierta.
—¿Igual que mi Amá si se entera de que casi chocamos?
—Ni una palabra de esto, Donny, ni una palabra.
—Con una condición.
—¿Cuál?
—Que me mantengas informado sobre Stein antes que nadie. —Alza sus cejas al mismo tiempo que yo, claramente imitándome, sus ojos un tono más claro que el mío hace que se vean grises por la luz que proyecta la luna—. Me caía bien.
—Eres peor que Kay.
—No me insultes así.

Sonrío a la vez que niego con la cabeza, nunca dejará de sorprenderme sin duda alguna y a veces es peor que cualquiera de las chicas, su mirada expectante no se despega de mí aún cuando aparco frente a la casa y me sacó el cinturón de seguridad.

—¿Quieres que te saque el cinturón también como a un niño?
—Quiero que me respondas.
—Sí, tú ganas, te lo diré todo.
Genial.

Con rapidez se zafa de la seguridad en el asiento y sale cargando las bolsas de Taco Bell como si no me hubiera chantajeado de la manera más despreocupada como el buen tramposo que es. Le sigo de cerca procurando no hacer mucho ruido con mis zapatos de tacón grueso que llevo puestos en medio de la tranquilidad del condado privado en Dumbo donde vivimos. Todas las casa son de grandes dimensiones y hermosos jardines que son tratados por obreros extranjeros en su mayoría pero ninguno se asemeja al de nosotros que mis padres se encargan personalmente de cuidar, el pasto verde recién cortado es mucho más brillante y abundante a pesar del clima helado de la temporada al igual que las múltiples flores yacen vivas en todo su esplendor colocadas de manera perfecta para formar patrones y formas que resultan agradables a la vista, puede decirse mucho de la presentación que la casa brinda desde afuera los Lloyd Rosales lo tomamos muy en serio para ser juzgado.

La puerta de madera oscura hace contraste a los escalones de piedra que conducen desde la calle hasta el porche iluminado con linternas solares de jardín en forma de cono, solemos cambiarlas cada que podemos por unas más llamativas o de la temporada, además de que hay una fuente en el lado derecho rodeado de rosas en una extensa gama de colores. No hay manera de que duren mucho pero mamá se encarga de hacer lo posible por mantenerlas vivas y cuando se marchitan no duda en comprar otras para que el perfumado olor de sus flores favoritas nunca nos abandone al salir o entrar a casa.

Olfateo la brisa nocturna mientras Sam toca el timbre y una sensación de paz me llena por completo al recordarme que estoy con mi familia aunque no sea éste mi hogar precisamente, el olor de las rosas era característico en la finca de Cancún que se mezclaba con el aire marino creando mi esencia favorita, aquí no olía a mar pero sí a las rosas en las que Amá se mantiene de cuidar en nuestra ausencia.

—¡Ay hijos míos! —La puerta de abre de par en par con la sonrisa de nuestra madre recibiéndonos, sin duda alguna nos vio venir por la cámara de seguridad situada encima de nuestras cabezas, con un vestido ajustado negro parece tan guapa como yo y eso que es treinta años mayor—. Los estábamos esperando, ¿dónde se habían metido?
—Llegamos a Taco Bell. —Sam muestra la bolsa de comida en el aire y se apresura a entrar antes de que mamá proteste—. Pensé que a Bill y Kay les gustaría un buen taco para hoy.
—¡Pero si hay pasta blanca para la cena! —El menor de la familia hace un ademan con la mano y corre directamente al comedor sin decir nada más.
—Más para ti entonces. —Sonrío acercándome a mi progenitora quién me abre los brazos y no dudo en refugiarme en ellos—. Hola, ma.
—Zett, hija, hace mucho que no te veíamos, ven, pasa entonces.

Sus rojos labios me plantan un beso en la mejilla que dejará marca ahí como ya es costumbre pero esa es la señal de estar en casa. Me encuentro en el comedor con los demás y con gracia compruebo las marcas rojas en las mejillas de mis dos hermanos mayores y un borrón en la de mi padre porque es tan distraído que siempre termina manchando todo el lado derecho de su cara al mancharse con el dorso de la mano.

La sala del comedor ha sido mi favorita siempre en la casa, con un gran candelabro que ilumina las paredes blancas y los muebles de mármol recrean una habitación pulcra para una familia tan ruidosa como la nuestra, la gran mesa está puesta solamente para seis personas haciéndola ver exagerada para tratarse solamente de nosotros. Aunque hay veces en las que papá trae a sus socios o mamá a sus amigas y tenemos que hacer espacio para los demás.

—¡Teodora! —El grito de mi padre es el primero en escucharse cuando me acerco hacia ellos en la mesa para saludarlos, su español no es tan bueno como el de mis hermanos o mi madre pero es sorprendente para un americano, por más que omitamos lo más posible el tercer nombre que mamá nos añadió al nacer papá no duda en llamarnos por ese antes que cualquiera de los otros dos—. ¿Cómo estás?
—Sí, dinos, ¿cómo estás Teo? —La sonrisa socarrona de Kayden, el segundo mayor, se hace presente cuando beso la mejilla de papá—. Casi un mes desde que viniste.
Cállate, Nicolás. —Le suelto un golpe cuando lo saludo por su tercer nombre en español y se tensa en su asiento a la izquierda de papá que está en la punta de la mesa—. No vivo aquí como tú.
—Auch, eso dolió —exclama contento Billie levantándose de su asiento cuando me aproximo a él—, Zettie golpea fuerte.

Al igual que mamá me abre los brazos para recibirme en un fuerte abrazo que me saca todo el aire de los pulmones, incluso me eleva y da unas vueltas en el aire haciéndome reír, pero disfruto del contacto porque llevo tres meses sin verlo.
Hay pocas ocasiones en las que estamos todos juntos, en las festividades es algo poco frecuente incluso, porque con Billie y mamá trabajando juntos en una aerolínea al igual que papá pasando el tiempo fuera de Dumbo porque la compañía ópera desde Manhattan. Kay y Sam son los únicos que se encuentran en casa 24/7 aunque no suelo pasarme seguido por la apretada agenda que he manejado últimamente.

—Bien, Sammy y Zett han llegado, podemos cenar ahora sí. —Mamá entra al comedor con una mirada satisfecha por encontrar a todos los Lloyd en la misma estancia un día común entre semana—. ¿Quién quiere pasta y calabazas?
—Paso. —Kayden se apresura a decir con un encogimiento de hombros.
—Cené eso ayer —dicen al mismo tiempo papá y Samuel evitando mirar a la mujer que se encuentra en con los brazos cruzados en la puerta todavía. La mirada de ella se torna dura y tanto Billie como yo nos miramos con disimulo, sus ojos oscuros como los míos piden ayuda, y antes de que pueda decidir que hacer me precipito a contestar.
—Yo.
—¿Billie? —inquiere mamá con una ceja alzada sin dejar pasar por alto la decisión muda que hemos tomado ambos con anterioridad.
—Yo... también, sí, quiero cenar algo libre de carne por hoy.

Parece ser que es lo que ella esperaba escuchar y se retira con una sonrisa triunfal en sus labios rojos hacia la cocina, todos soltamos un suspiro de alivio, somos consientes de que aún podemos ser escuchados por ella y por eso nos limitamos a mirarnos entre todos con diferentes palabras expresado en un idioma de miradas que solamente nosotros entendemos. El único que parece no estar del todo apenado por que yo y Billie hayamos decidido comer de la dieta es Kayden quien abre la bolsa apenas desaparece mamá por la puerta con una gran sonrisa en los labios mientras murmura quién sabe qué.

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—¿Titanic, Volver al futuro o Rocky? —pregunta mamá sosteniendo las tres películas frente a todos.

Es tradición que después de cenar todos vayamos al cuarto de televisión para ver una película y, como cada vez, termina ganando la que la mayoría quiere ver. En esta ocasión son papá, Kay, Billie y Sam quienes quieren ver Rocky Balboa siendo la mayoría aún cuando mamá y yo optamos por los dos títulos diferentes. No se puede cambiar de decisión ahora así que me acomodo en un sofá inflable en la esquina del cuarto al lado de una planta y el enchufe para cargar el móvil que se me ha quedado sin batería.

—Ve y has palomitas, Leonardo, tres minutos o se quemarán. —Con un gesto de la mano nuestro padre ordena a Sammy levantarse de su asiento.
—Un paquete de extra mantequilla para mí —pide Kayden que se tira en el suelo con un par de mantas y almohadas como un niño pequeño.
—Yo quiero uno de los nuevos que tienen queso añadido. —La voz de Bill es cariñosa y menos mandona que la anterior petición.
—¡No puedo hacer tantos paquetes yo solo!
—Abby, ve a ayudar a Leo por favor cariño, y si no se acaban su paquete ustedes dos —demanda con sus oscuros ojos puestos en los dos mayores con severidad nuestro progenitor— juro que haré que se las coman por la fuerza.
—¡Ben! —Lo censura mamá levantándose en su asiento justo al lado de él para seguir al menor a la cocina.
—Abigail, sabes como son de molestos tus hijos a veces, Nicolás ya no me sorprende porque es tan imprudente como si fuera un adolescente aún y Rafael parece que no duda en hacer de las suyas cuando viene también.

No puedo negarlo así que no lo niego y me limito a reír en voz baja ante los molestos reclamos de Kay y Bill porque papá los ha llamado por el tercer nombre además de haberlos criticado. Prefiero dejarlos en su pelea mientras reviso el teléfono conectado al enchufe de la pared.

La pantalla cobra vida en mis manos y las notificaciones comienzan a llegar de montones, las ignoro dirigiéndome a la bandeja de entrada en Snapchat porque es lo más relevante del momento, hay un nuevo mensaje, no, no uno sino tres, no dudo en abrir y leerlo un par de veces.

Fue difícil pero es más fácil de convencer que Mila :( 21:35 p.m.

¡Y yo que pensé que te habían secuestrado los extraterrestres, me sorprendes, si. 21:35 p.m.

¿Dónde te habías metido Zett? Seguro no fue fácil evitarme por tanto tiempo. 21:37 p.m.

Es el último mensaje el que me hace no precipitarme a contestar, en su lugar desconecto el teléfono al igual que me levanto y camino hacia la cocina, no soy buena con las palabras y no hay un mejor consejero en el mundo que mi hermano menor. Ni siquiera mi madre o las chicas puede hablarme con la verdad tal cual sin suavizarla siquiera para hacerme sentir mejor.

Él está recargado en una pared al lado del mueble en donde el microondas está inflando un paquete de palomitas mientras mamá se dedica a extender la mezcla de los otros sobres en la encimara de enfrente. Me acerco al azabache con los labios apretados y una expresión tal vez espantada porque alza una ceja cuando me ve acercarse.

—¿Vienes a ayudarme con las palomitas?
—Vengo a pedirte un consejo. —Le muestro la pantalla del móvil tan cerca que bizquea y me lo arrebata—. Dijiste que te mantuviera al tanto, bien, ahora dime qué se supone que deba hacer.

Mis manos se dirigen a las caderas en un gesto que suelo hacer cuando me encuentro encerrada en una situación, porque me ha sorprendido la brusca y directa respuesta de Stein tanto que me ha desconcertado por un momento, no creía que me recibiría con los brazos abiertos pero tampoco con una contestación tan poco amistosa. De no ser porque lo conozco lo bastante bien afirmativa que me odia.

—Pídele disculpas, se honesta, no le vayas con un cuento cuando todos sabemos que te alejaste por Johan.
—¿Eso estaría bien?
—Eso sería lo correcto. —Me devuelve el teléfono y releo los mensajes de nueva cuenta—. Él no es Johan, Zett, no tirarás a una de tus mejores amistades porque rompiste con su primo, ¿a que se escucha absurdo?
—Si lo dices de esa manera admito que si.
—¿De qué tanto hablan ustedes dos?

Amá nos alcanza con mirada acusatoria sosteniendo los otros sobres de botana instantánea en sus manos. Sus ojos son claros cuando los de nosotros y papá son oscuros, luce mucho más americana de lo que nunca seremos nosotros en mil años, incluso nuestro padre suele bromear con que él debía ser el mexicano en lugar de ella. No se lo discutimos nunca, habla inglés tan perfecto como español además de que su piel se ha aclarado desde que nos fuimos de Cancún, no tenemos mucho en común a pesar de todo.

—Problemas de amigos. —Sam se encoge de hombros volteando al electrodoméstico cuando indica que las palomitas están hechas, dejándome con la mirada curiosa de la mujer solamente para mí, meto el móvil en el bolsillo de mi saco para mantenerlo fuera de su radar.
—Abrí la historia de Lewis por accidente hoy.
—¿Hablas de Stein? ¡Oh, Zettie, nunca debiste de haberlo ignorado tanto! —Sus palabras hacen que me sienta una basura así que hago un puchero con los labios—. Era un buen muchacho y no ha venido a ninguna de nuestras cenas desde que terminaste con Johan. Y no me mires así, jovencita, sabes que no respeto tus ideas de apartarte de alguien cuando te sientes traicionada.
—Ni a mí —añade mi hermano llenando un plato con las palomitas de maíz naturales.
—Sí, ahora yo soy la mala —hablo molesta—, bueno, como sea, le he hablado y parece borde.
—¿Esperabas flores y corazones?
—No, pero... —Me interrumpe con un gesto de su cabeza que me hace quedarme muda en el acto.
—Debes ganar su confianza de nuevo, hija, tiene sus motivos.
—Oh, bien, todos parecen estar de su lado hoy y en contra mía. —Pongo los ojos en blanco antes de caminar de vuelta con los otros—. ¡Gracias, familia, creía que eran Lloyd y no Reynolds!

La película ha comenzado cuando vuelvo a mi asiento en el cómodo sofá de plástico, conecto el cargador al móvil de nuevo y tecleó una rápida respuesta, no dejo que la angustia por las palabras de mi madre y Sam me caguen el juicio para tomarme muy a pecho sus palabras.

No más juegos, no más huir, me cansé de eso, Stein, no sabes cuanto lo siento en verdad. 22:10 p.m.

Después bloqueo la pantalla y me acerco a la televisión, tumbándome en el suelo al lado de Kay para ver la historia que se de memoria ya. Mi segundo hermano mayor me deja recostarme en su brazo moreno y tatuado porque lo prefiere antes de darme una almohada en donde recargar la cabeza.

—Chist, Zett, voltea. —Es la voz de Bill la que me hace voltear a mirarlo cuando menos lo espero—. ¿Tienes algo que hacer mañana en la noche?
—No, ¿por qué?
—Iré a cenar con mi novia y no quiero estar solo.
—¿Cenar con tu qué? —Me levanto para mirarle mejor—. ¿Tienes novia?
—¿Quién tiene novia? —pregunta papá al escuchar mi cuestión sorprendida.
—Yo no. —Alza la mano en el aire Kayden sin avergonzarse de decirlo.
—¡Billie!
—¿Rafa? ¿Es verdad? —Los ojos de nuestro padre se abren con ilusión a lo que el mayor de mis hermanos asiente sin remedio—. ¡Ya era hora! Creía que nunca tendría nietos.
—¿Por qué dices eso? —El mayor parece confundido.
—Vas a cumplir treinta y dos, hijo, Nicolás tiene veintiséis pero parece no ser alguien de algo serio, Teodora a penas tiene veinte y Leonardo es un niño.

El color sube a las mejillas de Billie a la vez que las protestas de Kayden se escuchan, me apartó del suelo para sentarme al lado de mi avergonzado hermano que parece querer desaparecer, lo comprendo así que estoy decidida a ayudarle como pueda.

—¿A dónde irán?
—Hice reservación en el restaurante de comida italiana en Manhattan. —Evita mi mirada porque no quiere que me de cuenta de lo incómodo que le parece aquello—. A las nueve.
—¿Por qué no quieres ir solo?
—No la conozco en persona. —El tono de su voz baja para que solamente yo pueda escucharle—. Hablamos por Instagram después de seguirnos mutuamente, hace unos meses, ella es de aquí también pero yo estaba viajando por todo el mundo y no pude verla antes. Quedamos mañana ahí pero no sé si yo le vaya a agradar realmente.
—¡Tonterías! Eres un encanto y si ella no lo aprecia se va a meter conmigo. —Pongo mis puños como en posición de combate causando su risa—. Pero si te hace sentir mejor, estaré ahí, lo prometo.
—Gracias, Zett, te debo un gran favor.

Me vuelve a abrazar y no dudo en palmear su espalda, es el más cariñoso de los cuatro a pesar de parecer serio en un principio, será un adulto ya pero Sammy posee más de ello que él.

—¿Por qué tanto alboroto? —Mamá entra cargando dos platos llenos de palomitas y detrás de ella Sam con uno más—. Dejen de discutir, Benley y Kayden, y... ¿por qué abrazas a Zettie de nuevo, Billie?
—¡Ella le hará un favor mañana con su nueva novia! —exclama Kay señalándonos con su dedo.
—¿Novia? —pregunta emocionada al igual que papá—. ¿Por qué no nos dijiste antes que tenías novia, hijo?
—Por esto mismo. —Yo y Samuel somos los únicos que nos reímos de su comentario desesperado.

Ahora nadie presta atención a la película porque Bill es el centro de atención y tanto mamá como papá quieren sacar información sobre su romance, no niego que estoy curiosa también pero prefiero no presionarle, a veces nuestra familia suele ser absorbente y pasada de chismosa.

Nuestra madre reparte las palomitas y con un gesto de mano me pide que le ceda el lugar al lado del mayor, no lo dudo en apartarme para volver con Kay al suelo, el resto de la película ella se la pasa soltándole varias preguntas mientras papá hace sí posiciones que él evade a toda costa. Es, simplemente, una velada más con ellos.

hi:
trunks
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Mensaje por Jaeger. Mar 27 Mar 2018, 10:23 am

no vi el cap! tengo que leer y comentar jujuju new rules - Página 2 1477071114
Jaeger.
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Mensaje por hemmo. Jue 29 Mar 2018, 7:13 pm

kande new rules - Página 2 3277503925

alec new rules - Página 2 3277503925

hemmo.
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new rules - Página 2 Empty △ capítulo seis

Mensaje por hemmo. Vie 30 Mar 2018, 3:41 pm

hola! aquí les dejo el capítulo seis, primero de la segunda ronda new rules - Página 2 1857533193 espero que les guste, el final no quedó como esperaba but algunas partes del resto sí. hice una playlist en spotify con algunas canciones y si quieren escucharla mientras leen, se las dejo: here en fin, lean tranquilas<3

Capítulo 06

Tony | Mich | Alek || By dobre.|| Sigue: hypatia.

La melodía de Run for Cover de The Killers suena estrepitosamente y me obliga a abrir los ojos. Tanteo en la oscuridad por mi teléfono, quiero apagarlo y que deje de sonar. Gruño al no encontrarlo con facilidad y prendo la lámpara, que posa sobre mi mesa de noche. Cuando encuentro mi teléfono, me doy con la noticia que aún faltan diez minutos para las seis y todavía tengo tiempo para dormir. Sin embargo, un atronador grito se escucha desde el piso de abajo, junto al sonido que hacen cosas metálicas al caerse y decido levantarme.

No quiero ni verme al espejo porque seguramente luzco fatal. Anoche tuve la despedida de soltera de mi hermana, que se casará en un par de horas. Cualquiera pensaría que fue una noche de pura locura, con strippers y mucho alcohol, pero la verdad es que vimos una película de Jennifer López, comimos sushi, nos hicimos una manicura y bebimos champagne, nada demasiado especial; contratamos un stripper online pero al final canceló y en su lugar pusimos un poco de música ochentera para bailar. La despedida terminó antes de las doce porque mientras veíamos la película, algunas cayeron dormidas… incluida yo. Lo cierto es que, durante la semana, las dos damas de honor, Marisa y yo no hemos descansado casi nada por ultimar los detalles de su casamiento, así que estábamos cansadas y lo único que queríamos hacer era dormir.

Aún así, no entiendo porqué hay gente despierta en mi casa a las 5:56 a.m.

Suspiro con pesadez y procedo a cambiarme el pijama. Tengo mi ropa lista en el hotel Rousseaus, pero me la pondré cuando falte un rato para la ceremonia. Ahora escojo  un vestido floreado, corto y con botones adelante que es fácil de sacar para que cuando me cambie, no estropee el peinado, me pongo zapatillas y llevo una chaqueta por si cambia la temperatura. Salgo de mi habitación con una mochila llena de mis cosas, me dirijo al baño de la planta alta para asearme pero está ocupado. Termino yendo al de abajo.

Después de varios minutos y cuando considero que ya estoy lista para enfrentarme al mundo, me dirijo a ver a mi hermana.

— Qué… -es lo primero que sale de mi boca al verla.

Mi mamá, que es idéntica a mí, salvo por ser unos centímetros más baja, me mira con el ceño fruncido.

— No hagas comentarios –susurra por lo bajo–. Deja las cosas en el auto, tú manejas.

Marisa está sentada en el sofá, casi llorando, con la cara toda roja y una toalla en la cabeza. Aunque me muero de curiosidad por saber qué le ha pasado, decido no hablar y tomar la situación con calma.

Hay mucha gente en mi casa a esta hora. La wedding planner, Kelsey, que también es dama de honor, es quién se encarga de controlar a mi hermana para que no se eche a llorar. Dexy, la otra dama, está recogiendo algunas cosas que se han caído al suelo. Mamá está tomando un café, pero se nota que por dentro ya quiere que toda esta histeria pase y mi abuela Hana revisa un papel, seguramente la lista de cosas por hacer.

Al final, agarro mis cosas y salgo para dejarlas en el auto. Hay una caja enorme en la parte de atrás, ocupando casi todo el asiento.

— Michie –mi mamá me llama cuando vuelvo a entrar a casa–, ¿puedes llevar a tu abuela y Dexy ahora? Luego ven por nosotras.

Asiento con la cabeza y tanto Dexy como mi abuela me siguen. Este ha sido uno de mis trabajos desde hace una semana: hacer de chofer. Mamá estaba demasiado ocupada trabajando como para llevar algunas decoraciones al hotel, Marisa tenía que trabajar para que le den días para su luna de miel, Dexy y Kelsey no tienen auto, y el prometido de Marisa, Walt, tenía el suyo en el taller. Así que yo, con mi poca habilidad para manejar y coordinación para hacer varias cosas a la vez, me he tenido que encargar de ir y venir con adornos, papeles y demás y hacer el traslado desde mi casa en una parte de Dumbo hasta la otra, donde el hotel de mi amiga Amoné está.

— ¿Vas a arrancar, querida? –mi abuela pregunta, con cierta desconfianza.

Lo cierto es que yo tampoco me tengo mucha confianza al manejar, sobretodo porque cuando tenía diecisiete y estaba aprendiendo, estrellé el auto de Alek contra un contenedor de basura. Lo bueno de todo es que aprendí a estacionar mirando los retrovisores.

— Ahora nos vamos –les digo y arranco. En medio del viaje, recuerdo algo–. ¿Qué le pasó a mi hermana en la cara?
Dexy, desde el asiento trasero, me mira con una sonrisa traviesa.

— Quiso hacerse una exfoliación en la cara, con una mascarilla china. Cuando se la sacó, quedó totalmente roja y gritó al verse.

— Oí el grito –me río un poco, imaginándome el hecho.

Cuando llegamos, con Dexy bajamos la caja y nos dirigimos al aparador, donde se encuentra Amoné. Ella luce bastante presentable para ser las 6:30 de un sábado, con el cabello perfectamente peinado y una sonrisa en su rostro.

— ¿¡Qué tal la despedida de anoche!? –inquiere, emocionada. Cuando le comenté de eso hace un par de días, le dije que seguramente sería una noche para el recuerdo pero creo que quedarse dormida con una botella de champagne en la mano no suena como algo digno de recordar…

Mi mueca me delata.

— Lo supuse, estarían demasiado cansadas –dice.

— Sí, Dexy se durmió en el baño –sonrío–. ¿Qué tal tú? ¿Qué tal mi familia?

Mi familia de Oregón ha venido para la ceremonia. Han optado por quedarse en el hotel, porque mi casa no es lo suficientemente grande para albergarlos a todos. Solo son un par de tíos, hermanos de mi mamá, y unos cuantos primos, algunos que otros parientes de mi hermana por parte de su padre. No es mucha gente en sí, pero la suficiente para ocupar casi todas las habitaciones.

—Todo bien –responde, puedo decir que hasta exhausta- hay varios desayunando.

Casi por inercia mi estómago suena. Por más que quiera tomar un buen desayuno con café y frutas, recuerdo que tengo que buscar a mi hermana para traerla aquí y, seguramente, algunas otras cosas que faltan. Suspiro y le explico a Amoné la situación, ella sólo se ríe de mi cansancio.
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De vuelta en el hotel, después de unas largas horas con mi hermana y familia, por fin es mi turno de alistarme. Camino con pasos lentos hasta la habitación del segundo piso que me ha tocado, la cual comparto con mamá, mi abuela y las otras damas. He elegido la habitación Madonna, porque he ayudado a prepararla. Es un cuarto amplio, que tiene balcón y una linda vista, las paredes son de un fucsia vibrante, hay un espejo grande y otros pequeños que son más de decoración, hay varios cuadros de Madonna pero el más grande es uno en blanco y negro que reposa sobre la cabecera de la cama tamaño King; hay, también, un tocador blanco con espejo y luces alrededor del mismo, es el detalle que más me gusta porque hace que esta habitación se parezca a una que utilizarían las estrellas antes de dar un show.

Conecto mi celular y pongo música de The Killers, banda de la cual he estado bastante obsesionada desde que sacaron su último álbum. Intento relajarme mientras me coloco los pendientes y espero a Isabelle, la maquilladora.
Por suerte, no demoro mucho en prepararme. Isabelle sabe perfectamente qué hacer y yo la dejo. Al final me alegra el resultado, pues el maquillaje natural con brillos en los ojos y bastante iluminador en las mejillas me quedará bien con mis dos atuendos para hoy. Le agradezco y ella se va, seguramente a arreglar a Marisa, que es la última. Por lo que sé, ya hay gente arreglada deambulando por los alrededores del hotel, a pesar que falte una hora para que la ceremonia se lleve a cabo.

Me coloco un vestido azul eléctrico, es largo y bonito. Tiene dos tiras y un escote en V, luego un cinto del mismo color de la tela y la falda es tiene pliegues. No es algo que yo usaría para un evento, pero mi hermana optó por que todas las damas usásemos lo mismo y en color azul, ya que es su favorito y el de Walt.

Al verme al espejo, ni siquiera parezco yo. Usualmente uso jeans o pantalones holgados con tops y zapatillas; ahora luzco como una estrella de cine o alguien que va a eventos realmente importantes. Acomodo mi cabello detrás de los hombros, dejando a la vista mis pendientes largos plateados y salgo.

Me cruzo con muchas personas en el camino, pero ninguna que deseo ver. A lo lejos, diviso un vestido medio rojizo y corro hacia allí, lo más rápido que mis zapatos de tacón me permiten.

Sin embargo, Kelsey se topa en el medio. Ella tiene el mismo vestido, pero su cabello rubio está trenzado como Elsa, de Frozen. Me mira frunciendo las cejas.

— ¿Qué haces, Mich? –suelta, a veces puede ser muy mandona–. Ya faltan veinte minutos, se supone que nadie puede vernos.

— Nadie puede ver a Mar, en realidad –corrijo y ella resopla.

— No importa, tenemos que estar las tres juntas, con Mich y tu mamá. Amoné dijo que se encargaría que todos esperen en el patio, ahora vamos.

Vale decir que los veinte minutos transcurren con total pesadez y nerviosismo, ya que estamos en mi habitación porque Marisa no quiere que nadie la vea, salvo mamá. Ellas entrarán juntas, después de todo, mamá siempre ha sido un padre para nosotras dos.

Cuando finalmente es tiempo que bajemos y nos dirijamos con el resto de la gente, Dexy, Kelsey y yo hacemos una fila india. Las tres tenemos pequeños ramos con calas y algunas perlas, atados por una cinta plateada casi imperceptible.

— Estoy muy contenta –Dexy dice, de la nada. Tiene su melena pelirroja recogida en una media cola, con rizos en las puntas al igual que yo.

Le pregunto por qué.

— Porque se encontraron el uno al otro –responde con sinceridad–. Conozco a Wallace Walton desde que tengo memoria y él vino corriendo el día que conoció a Marisa solo para decirme que ya sabía con quién quería casarse. Y ha mantenido eso hasta hoy, y seguramente lo seguirá haciendo.

Kelsey suelta un suspiro de amor, yo también lo hago. Desde que conozco a Walt sé que es el indicado para mi hermana y también me alegra que se hayan encontrado. Ellos me hacen pensar que el amor no está del todo perdido.

Las tres ponemos nuestras mejores sonrisas antes de salir.

El jardín luce precioso. Adelante, hay un arco plateado con algunas flores intercaladas. Mi tía Caroline será oficiante de la ceremonia, así que ella está en medio. De un lado, está Walt: a pesar de tener muchos tatuajes, piercings y el cabello teñido de rubio platino, luce impecable con un traje negro, camisa blanca y corbata negra, parece un punk de la vieja escuela, además está muy sonriente al igual que sus tres padrinos, uno de los cuales resulta ser Tom Walton; por otro lado, el otro sector está vacío y allí es donde nos acomodamos con las demás damas. Las personas están en frente al arco, en dos filas divididas por una alfombra blanca, que tiene cuatro arreglos florales en pedestales: dos al inicio y dos al final. El lugar luce asombroso, el bar tiene un letrero que dice “Mar&Walt” y una botella enorme vacía, la iniciativa es que los invitados escriban sus deseos para la feliz pareja y los depositen adentro. Al frente, están los músicos. Ellos inician tocando la marcha nupcial en el piano que hay allí y todos voltean para ver la entrada de Marisa.

Al verla, todos quedamos boquiabiertos. Mi hermana es muy linda y su personalidad espontánea la hace incluso más atractiva, pero ahora supera cualquier nivel. Es la novia más linda que he visto, luce preciosa. Su vestido es sencillo, de tirantes y con un escote en v muy pronunciado, sin espalda y con una falda amplia, pero no demasiado. El toque lo dan las piedras pequeñas que se amontonan en la parte del top y a medida que vas bajando por el vestido, van dispersándose y perdiéndose, se distinguen por el movimiento. Sin embargo, el verdadero toque final lo da su sonrisa enorme, parece más feliz de lo que ha sido nunca; sus ojos azules brillan y están bastante achinados a causa de su sonrisa. Mi mamá, a su lado, intenta no llorar pero sé que en cuanto se siente, estallará en lágrimas; saluda a Walt con un fuerte abrazo antes de acomodarse a la par de los señores Walton. Mi hermana sonríe aún más cuando entrelaza su mano con la de su futuro esposo.

La ceremonia en sí pasa tranquila y es hermosa. No sé si es porque es la boda de mi hermana, porque me esté afectando la edad o porque realmente nunca le he prestado atención a esta clase de detalles, pero cada palabra salida de la boca de tía Caroline, Marisa o Walt me ha parecido sumamente inspiradora y con sentimiento. Me contengo de llorar cuando la pareja dice sus votos, especialmente porque durante este tiempo he divisado a mis amigas y no han parado de hacerme caras. También he visto a Tony, el chico de los arreglos florales, él me ha guiñado el ojo y no he podido evitar sonreír un poco.

— Puede besar a la novia –dice la tía Caroline y un sinfín de aplausos y exclamaciones se hacen escuchar.

Es sin dudas, el mejor momento del día.





Miento cuando digo que ese es el mejor momento del día porque, sinceramente, las bodas están llenas de buenos momentos. Después de una sesión de fotos donde no faltaron las risas, los abrazos y los buenos deseos, por fin es momento que me acerque a mis amigas. Thelma, Zettie, Rebeca, Amoné y Ronnie me esperan en donde es la recepción.

— ¡Qué bonita estás! –saluda Rebeca al verme, entusiasmada.

— No más que ustedes –les digo y abrazo a la vez a Rebeca y Ronnie–. En serio chicas, están fantásticas.

— ¡Quiero beber! –Thelma exclama y todas reímos.

Lo que más me gusta de las bodas es… todo. Nunca he tenido la idea fija de casarme, pero si lo hiciera definitivamente sería por la fiesta. Puedes comer, beber y bailar hasta el cansancio, el champagne nunca se agotará y los postres tampoco, suelen pasar buena música que va desde los éxitos en la radio hasta hitazos de los ochenta y generalmente los muchachos que vienen no son tan insistentes para que bailes con ellos, a diferencia de una discoteca. En definitiva, las bodas son geniales… siempre y cuando no seas tú la que se esté casando.

— Walt compró muchísimas cajas de champagne y tengo una escondida en mi habitación. Podemos beber un poco si me acompañan a cambiarme primero –digo y ellas asienten, entre chillidos de emoción y risas.

Lo mejor de estar con mis amigas es que puedo ser realmente yo, así como ellas son ellas mismas. Con algunas de ellas nos conocemos desde hace años, desde la preparatoria o incluso antes.

En el camino, oigo una voz bastante grave decir mi nombre. Me volteo con lentitud, aunque la mayoría de mis amigas ya están viendo a la persona que me ha llamado. Suspiro de alivio.

— Hola, Tony –le digo, poniendo mi mejor sonrisa.

Él también sonríe, sus dientes blancos reluciendo. Trae puesto un traje azul oscuro, y aunque generalmente no me gustan los trajes que no son negros, a él le queda perfecto, acentuando sus anchos hombros, además, combina con mi vestido. Es una lástima que ahora vaya a cambiármelo.

— Mich –dice y luego dirige su vista al resto de mis amigas–, chicas…

Un coro de “hola” desordenados se escucha, finalmente Ronnie habla.

— Gusto en conocerte, Tony. Mich, nosotras vamos a alistarnos.

Saludan con la mano y se marchan con rapidez. Juro que casi puedo oír sus risas.

— Disculpa eso. Ellas… -me excuso, pero él me interrumpe.

— Son agradables –dice y resoplo, sin darme cuenta que he estado conteniendo el aire–. Estás hermosa, Mich.

En otra situación, sé que ahora es cuando debería correr, alejarme. Cuando un chico te dice que estás hermosa generalmente significa otra cosa, pero algo en Tony me obliga a quedarme. Él no parece que vaya a romperme el corazón, pero tampoco Alek lo parecía y sin embargo lo hizo.

Sería descortés salir huyendo tras mis amigas, así que me calmo antes de contestar.

— Tú también te ves bien –le digo.

Coquetear nunca ha sido lo mío. De hecho, mi relación con Alek era más bien del tipo “te ves bien” “gracias, ya lo sabía” y casi nunca hablábamos de estética ni esas cosas, así que realmente no sé reaccionar ante halagos e intentos de flirteo.

— ¿Puedo bailar contigo hoy? –por más que intento no hacer una mueca, mi rostro me delata y sé que Tony se preocupa en cuanto cambia la expresión de su cara–. Lo siento yo…

Ahora soy yo quien lo interrumpe, sin saber de donde he sacado la confianza.

— Me encantaría que bailemos juntos hoy, Tony.
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Ahora llevo puesto un traje de dos piezas: un top de corte recto que deja ver mi abdomen y una falda larga, con tajo al costado. Ambos son de un amarillo pálido, que ciertamente no estoy segura que sea mi color pero me gusta cómo me queda. Con mis amigas terminamos dos botellas enteras de champagne antes de dirigirnos a la recepción.
Necesito algo de alcohol si tengo que enfrentarme a Tony después mi verborragia. Nunca he sido de dar el primer paso… salvo con Alek, pero todo con él era diferente porque ni siquiera éramos una pareja, a pesar que actuábamos como una.  

— No estés nerviosa –aconseja Rebeca–. Él es lindo, parece amable. Todo saldrá bien.

Lo único que tengo para decir es que cuando supones que todo va a salir bien, el universo conspira para dar vuelta las cosas y, por alguna u otra razón, todo no termina saliendo bien.

Me paro en seco. Zettie, quien va detrás de mí, se choca conmigo y Thelma y Ronnie sueltan una carcajada. Pero la verdad es que no es algo para reírse.

— ¿Estás bien? –pregunta Zettie–. Parece como que hayas visto un fantasma.

Amoné mira hacia la misma dirección que yo antes de responder.

— De hecho, lo vio.

El resto de las chicas también miran hacia allí y parecen comprender.

Con el cabello rubio corto al ras y algunos mechones rosados sobresaliendo, es imposible no distinguir la figura de Aleksander Platten. Siento como que todo mí alrededor ha dejado de moverse y lo único que puedo ver es a él. Mi corazón se acelera, mi respiración se entrecorta y quiero salir corriendo. Él parece notar que lo veo y automáticamente dirige su vista hacia mí. Sonríe.

No he pensado que nuestro reencuentro después de tantos años fuese en la boda de mi hermana. Y tampoco he pensado que Marisa pudiese traicionarme de esta forma.

No reacciono por un par de segundos hasta que Zettie me golpea en la espalda.

— Muévete –dice.

Y le hago caso.

Las seis entramos al salón y ni siquiera puedo fijarme en los detalles del lugar porque lo único que quiero es sentarme, relajarme y no cruzarme nunca más a Aleksander Platten. Lástima que compartiríamos por lo menos diez horas aquí.

— ¿Qué hace aquí? –dice Ronnie.

Todas saben sobre él y la mayoría lo conoce desde cuando salíamos. Fue el mejor año de mi vida, una pena que terminase tan mal.  

— Pensé que Alek estaba en Europa –Rebeca dice, y me encojo de hombros.

— Espero que haya una razón más importante para estar aquí que arruinarme la vida –digo, con cierto resentimiento.

Nos sentamos en la mesa que tenemos reservada. Es para ocho personas así que también nos acompañará mi tía Martha con su esposo. Ellos todavía no están sentados, hay algunas personas dando vueltas por el lugar antes de comer. Un mozo se acerca a nuestra mesa.

— ¿Desean algo de beber, señoritas? –pregunta, en su gafete dice “Oscar”.

— Vino blanco un poco dulce, por favor Oscar –respondo casi al instante.

Al notar mi desesperación, Thelma agrega:

— Que sea una botella, por favor.





No quiero decir que estoy ebria, pero tampoco estoy sobria. Estoy sentada en el medio de mi tía Martha y Amoné y las tres nos reímos a las carcajadas de algo que Zettie ha contado. En menos de dos horas, cuatro botellas de vino blanco y dos de champagne han desaparecido. Lo peor de esto es que estoy sentada, seguramente que cuando me pare estaré mareada, pero ahora no me importa.

El ambiente es muy lindo aunque lo siento algo pesado porque Alek está aquí. La banda de Walt ha tocado un par de canciones acústicas mientras almorzábamos y a la hora del postre, dejaron de tocar para que todos viésemos un video con fotos de los recién casados, con I Will follow you into the dark de fondo.

Al finalizar, Walt se para con su banda y toca una canción. Se trata de Falling in love in a coffee shop, y según él que le recuerda a Marisa. Veo a mi hermana llorar de felicidad y a mi mamá abrazarla. Me dan ganas de ir hasta allí, pero me recuerdo que estoy algo pasada de copas y podría meter la pata.

— Te amo, Marisa Walton. ¿Me concedes este baile?

Algunas exclamaciones se oyen, incluso yo misma suelto una. Es tan tierno que Walt se dirija a ella como la señora Walton, que me hace desear tener un amor como el de ellos alguna vez. ¡Los amo!

La conocida melodía de You and me de Lifehouse empieza a sonar mientras la pareja se centra en la pista de baile. Yo sé que Walt odia bailar, especialmente porque tiene dos pies izquierdos, y sé también cuanto mi hermana ama las clases de baile, después de todo ella fue porrista tanto en la secundaria como en la Universidad, pero verlos ahora, bailando tan en sintonía me hace pensar que cuando realmente quieres a alguien, ese tipo de nimiedades ni siquiera interesan. Estoy segura que a Walt le da lo mismo estar haciendo el ridículo –porque no baila para nada bien– con tal de complacer a Mar, y yo se que ella va a todos esos recitales de rock indie para verlo feliz y tener nuevas anécdotas que contar. Son tan dulces juntos que no puedo describirlos.

Cuando la canción está por terminar, ellos se dan un apasionado beso y empieza el vals. No recuerdo que hubiésemos establecido esto, pero veo a Kelsey haciéndome señas y me paro, caminando rápido hacia ella.

— No me digas que te olvidas…

— Claro que no –la corto, sin entender–. ¿Qué hay que hacer?

— Ibas tú primero con Marisa luego de tu madre, ¿podrás bailar bien?

— ¿Qué?

— Sí, que tú bailas con Marisa después de tu madre y luego bailas con tu madre. ¿Así está más claro?

Al mismo tiempo que mis labios dicen sí, niego con la cabeza.

Sé que debo estar colmándole la paciencia a Kelsey, pero no puedo evitarlo. He estado tomando champagne y vino blanco por al menos dos horas, no puedo conectar una oración propiamente y ella decide explicarme algo sencillo a modo de trabalenguas.

— Mich –me llama Dexy, la miro–. Baila con Marisa luego con tu mamá.

Asiento nuevamente, y ella me empuja para el centro de la pista con mi hermana.

Marisa parece estar pasando un muy buen momento y me siento un poco mal por no entender mucho de lo que me dicen. Generalmente no soy de beber demasiado, pero cuando estaba con Alek solíamos pasarnos el día entero con una botella de vodka. Era nuestra manera de sincerarnos y pasar un buen rato.

— Michie –me dice ella, la miro–. Ten cuidado con pisarme el vestido.

— Lo siento, no me siento muy bien –le digo con honestidad. Ella sabe leerme mejor que nadie.

— Está bien –contesta con su sonrisa característica–. Es el mejor día de mi vida.

— Me alegro tanto por ti –suelto, con honestidad–, tú y Walt están hechos el uno para el otro.

— Creo que somos la razón por la que creo en el amor –explica–. Tú también deberías creer –es lo último que dice antes de empezar a bailar con Kelsey.

Yo bailo con mamá el vals. Ahora, los familiares o amigos que quieran bailar con los recién casados empiezan a amontonarse. Esta es para mí una de las partes más tediosas y creo que solo la tolero porque es el casamiento de mi hermana, de no serlo, posiblemente ahora estaría en la barra tomando un Sex on the beach.
Distingo la cabellera de Alek acercándose a mi hermana cuando un par de manos masculinas toman las mías. Cambio la dirección de mi vista para encontrarme con Tony, sonriente como todos hoy.

— Hola –me dice.

— Hola –murmuro.

— ¿Cómo la estás pasando? –inquiere.

— Lo normal, ¿tú?

— Excelente –se ríe y tengo que admitir que su risa es un poco contagiosa–. Conocí a tu mamá hoy.

Una alarma de alerta roja se enciende en mi cerebro. Ahora es verdaderamente cuando tengo que salir corriendo. Busco con la mirada a mis amigas mas fallo en el intento.

— ¿Y qué tal?

— Es simpática. Se parece mucho a ti.

Me siento muy incómoda. Conozco a Tony desde hace una semana, y en estos días nos hemos visto bastante porque ha venido a ayudar con los arreglos e incluso se ofreció para mover algunas cosas pesadas. Hemos pasado tiempo juntos, pero poco. No ha habido mariposas ni nada de eso, Tony me da cierta curiosidad pero… siento que no puedo permitirme volver a tener una relación con alguien. Mucho menos ahora que Alek está de vuelta en la ciudad.

— Tus amigas nos observan –dice.

Vaya, que bueno quiero decir, pero sonaría grosero. En su lugar asiento con la cabeza y las busco con la mirada, al parecer la única que capta mis guiños desesperados es Thelma, quién le golpea el brazo a Rebeca y ambas empiezan a bailar el vals.

Poco a poco, se acercan hasta nosotros y Ro le pide a Tony bailar conmigo. Él solo dice que nos veremos más tarde y baila con Rebeca. No puedo evitar suspirar de alivio.

— Se estaba volviendo incómodo –le confieso.

— Lo noté -replica–. ¿A caso estabas pestañeando “ayuda” en código morse?

— No realmente, pero ¿lo parecía?

Ronnie mueve la cabeza como asintiendo, al mismo tiempo que se queda estática.

— Oye, vamos al baño tengo que retocar mi maquillaje.

Yo asiento y escucho a alguien abrir la boca y decir la primera sílaba de mi nombre. Desaparezco antes que Aleksander Platten pueda decirlo completamente.
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Afuera, la fiesta ha comenzado con una canción vieja de Black Eyed Peas. Marisa es tan R&B, pop y baladas románticas y Walt es tan rock alt que me sorprende que se hayan puesto de acuerdo para la música, porque hasta ahora todo ha sonado bastante bien.

Aunque esconderme en un baño por al menos diez minutos no es la mejor idea que se me ha ocurrido, al menos mis amigas están conmigo. Me siento mal por arrastrarlas en este momento de desesperación, pero realmente no tengo ganas de salir afuera.

Por un lado está Tony y por el otro Alek. No hay escapatoria.

— Creo que estamos estorbando en el baño –Ronnie dice.

— ¿Quieres ir a tu habitación? –propone Amoné.

— Iré sola –les digo, no quiero ser egoísta de dejarlas sin pasar un buen momento solo por acompañarme–. Escucharé unas cuantas canciones y tomaré champagne, les mando un mensaje antes de salir.

Ellas asienten, se nota que no están del todo convencidas por mi decisión. Yo salgo primero del baño, fijándome de no cruzarme con nadie que no quiera ver. Camino con normalidad hasta mi habitación, y cuando estoy por entrar, alguien me llama.

Reconocería la voz de Alek en cualquier lugar, pero después de tanto tiempo ahora suena distante.

— Michelle –dice.

No voy a mentir y decir que no he soñado con este momento, con un reencuentro donde nos arreglásemos y volviésemos al mismo punto de antes, pero eso fue hace mucho. Ahora quiero centrarme en mis estudios, en mis amigas y en mi familia. Quiero ir a escuchar bandas indie con Walt, caminar por Nueva York con las chicas e incluso tomar clases de baile con Marisa, no quiero depender emocionalmente de alguien porque claramente no sé mantener relaciones o hacerlas funcionar. No es lo mío, quizá en otro momento.

— Aleksander –me volteo.

Es como esos momentos de las películas donde todo se detiene y tus sentidos se acentúan: el único ruido que puedo escuchar es el de los latidos de mi corazón y el de Alek, la  fragancia de One Million de Alek me inunda, y su rostro luce más pacífico que antes. Es como si algo en él hubiese cambiado para bien, haciéndolo mucho más atractivo que tres años atrás.

— Es un gusto verte –dice, con cierto descaro. Ruedo los ojos–. Increíblemente bonita y educada como antes.

— Igual que tú, ¿no es así? –respondo.

— ¿Cómo has estado? –me ignora.

Él es tan complejo e impredecible que nunca sabes qué va a hacer o decir. No me sorprende que intente hacerse el bueno después de tanto tiempo sin saber de él. De hecho, mi única información en estos años han sido sus fotos en Instagram, donde aparentaba pasárselo en grande con chicas en Ibiza y otros sitios de Europa.

— Excelente.

— Digo lo mismo –contesta y suspira–. Mich, tenemos que hablar.

No sé como logro controlarme para no chillar. No, Alek, no tengo ganas de hablar porque lo único que haría sería mandarte a la mierda y luego encerrarme a llorar.

— Lo digo en serio. Creo que quedamos inconclusos…

— Quedamos inconclusos porque tú quisiste irte. No te juzgo, pero podríamos haberlo hecho funcionar. ¿Sabes? –estallo, odiándome por ser tan sensible–. Si estás con alguien es algo de a dos, una sola persona no puede mantener todo porque al final se cansa y…

Ni siquiera estoy segura de que mis palabras tengan algún sentido. Él da un paso más, quedando aún más enfrentados. Su mirada me taladra, y tiene una expresión estoica en su rostro.

— La única culpa es tuya –suelto.

Él se acerca todavía más.

— Lo sé –contesta y lo examino. Su voz suena sincera, pero no le creo nada. Seguro intenta echarse la culpa porque sabe que eventualmente caeré en sus juegos–. Y lo siento.

Le respondo con silencio.

— Solo quiero saber –se aclara la voz. No me mira, mira mis labios. Es algo que solía hacer cuando estábamos juntos–, si alguna vez me perdonarás.

Pienso muy bien que es lo que voy a decir, porque será mi última frase hacia él en al menos un buen tiempo.

— Puedo perdonarte –me sale, alejándome un poco–, pero necesito tiempo. Después de todo, tú eres el mejor error que alguna vez cometí.
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Tras quince minutos en mi habitación, considero que es tiempo suficiente para salir y ser parte de la fiesta. No puedo dejar que un idiota como Alek Platten arruine lo que sería uno de los mejores días de mi vida. Ahora debería estar bailando con mis amigas, pasándola bien, no estando encerrada con una botella de champagne a medio tomar. Definitivamente, tengo cierto problema con el alcohol… No es que solucione todo así, pero me parece una buena alternativa para momentos como este.  

Alek siempre ha sacado lo peor de mí. Cuando estaba en la secundaria y solíamos vernos después de clases, a veces él se molestaba si me demoraba y yo también lo hacía cuando él pasaba por mí más tarde. No éramos conscientes de lo enfermiza que se había vuelto esa relación, llena de toxicidad por donde la vieses. Había celos, desencuentros y muchas peleas, pero también estaban esos momentos donde nos sentábamos en el pequeño patio de mi casa con una botella de alcohol entre nosotros y nos sincerábamos, nos contábamos todo, pero luego le llegaba un mensaje y él se iba y yo empezaba con mis celos sobre que quizás estaba con otra o lo que fuese, aunque lo cierto es que nunca estaba con nadie que no fuese yo o su grupo de amigos. Éramos demasiado controladores y de a poco solo quedamos nosotros dos. Era la única persona con la que hablaba todo el día y cuando estaba con mis amigas, no les prestaba demasiada atención por mandarme mensajes con él. Falté a cumpleaños, reuniones y un sinfín de eventos que no me parecían tan importantes para estar con él, pero cuando él pudo largarse a la otra punta del país, lo hizo y ni siquiera le importó.

¿Perdonarlo? Claro que puedo hacerlo, pero lo difícil es perdonarme a mí. He dejado de lado tantas cosas que me interesaban por él que me ha tomado cierto tiempo retomar todo a como era antes de él.

Mando un mensaje al grupo con mis amigas para avisarles que estoy en camino. Lo primero que hago al llegar al salón es pedir un vaso de agua en la barra.

— ¡Michie! –Walt grita, él parece estar un poco ebrio a pesar que la fiesta ha comenzado hace poco más de una hora–. Casi ni te he visto, ¿dónde has estado?

— Huyendo de mi ex, ¿qué tal tu? –le contesto con naturalidad.

Hace una mueca de desagrado.

— Le dije a mi hermano Tommy que invite a algún amigo para que no esté tan solo, no sabía que Alek era su amigo. ¡Carson, un Cuba libre para este señor y una Margarita para la señorita! –se dirige al barman y yo me río.

— Y yo no sabía que Tom Walton era tu hermano –digo, recibiendo mi vaso de agua.

Walt me mira extrañado, toma mi vaso y lo aleja.

— Hoy es un día de fiesta, nada de agua –explica, tendiéndome mi margarita. La recibo y hacemos un pequeño brindis–. Ahora, vamos a bailar.

Pierdo la noción del tiempo mientras bailo con Walt y Marisa, incluso mis amigas y mamá se nos unen. Por suerte no veo a Alek por ningún lado, así que me siento cómoda mientras disfruto de la música y algunos tragos. Hay mucha gente bailando, la mayoría joven, porque ahora están pasando algunos temas actuales y del 2000, pero estoy segura que cuando empiecen con el repertorio del setenta, más personas empezarán a bailar. La pista está casi llena, todos moviéndose al compás de una canción de Khalid.

I found peace in your violence canta Khalid y es inevitable para mí no recordar a Alek.

— Me voy a buscar algo para tomar –digo, tratando de hacerme escuchar sobre la música. Los demás asienten.

Camino entre los cuerpos hasta llegar a la barra. Exhalo aliviada cuando veo a Carson, el bartender, y le pido una Mimosa. Ese es por excelencia mi trago favorito, especialmente si lo hacen con champagne rosado y jugo de naranja natural.

— Aquí tienes –Carson me entrega la copa y le sonrío en agradecimiento.

Me apoyo sobre la barra. El estar en movimiento constante no me ha permitido notar el dolor de pies que tengo, ya que he pasado todo el día en zapatos altos. Podría descalzarme y bailar, después de todo soy bastante alta, pero no quiero pisar mi vestido o que me lo pisen. Me resigno a seguir con los zapatos, tomo mi trago rápido para seguir bailando y antes de irme, reviso mi teléfono. Tengo varios mensajes en el grupo de mis amigas.

El que más me interesa es de Momo, porque está en mayúsculas y llama mi atención de inmediato.
Alek me preguntó por ti. HUYE.

Casi inconscientemente y recordando Freaky Friday, me agacho y me meto al lado de la barra donde están los bartenders. Hay muchos mozos entrando y saliendo, supongo que nadie me encontrará aquí.

Estiro el pantalón de Carson, que sigue sirviendo tragos casi sin notarme. Gesticulo Mimosa con los labios y él entiende de inmediato, dándome una botella de champagne rosado abierta y una jarra de jugo de naranja. Yo tengo una copa así que puedo servirme. Le agradezco guiñando el ojo y él se ríe. Supongo que no es del todo normal que en una boda una chica esté oculta en la barra de tragos, pero la situación en sí está superándome así que no hay nada que pueda hacer.

Dos canciones después, empieza el repertorio de música del siglo pasado con Whip it y desde mi posición empiezo a notar como más gente se amontona en la pista de baile. Esta es una gran canción que mamá solía poner para limpiar la casa los fines de semana, sonrío. Debería estar bailando y no tratando de evitar a Alek.

Cuando por fin decido pararme, alguien tropieza con mi vestido. Por suerte es Tony.

— Hey, lo siento –me disculpo.

— ¿Qué haces ahí? –inquiere, y no lo culpo por su curiosidad.

— Agáchate –le digo y cuando lo hace, le explico brevemente todo este lío–. Mi ex… saliente, está aquí. No lo he visto en tres años y no tengo ganas de lidiar con él ahora, así que por eso estoy oculta detrás de una barra y Carson me da alcohol cuando lo necesito.

Espero que diga que soy rara, que mi actitud para tener veinte años es de niña pequeña o lo que sea, pero simplemente se ríe a carcajadas.

— Mich, ni siquiera tendrías que estar ocultándote. Vamos a mostrarle que estás mejor sin él.





Love my way empieza a sonar y aparezco con Tony en el círculo que han hecho mis amigas y las de mi hermana. Tony es lo suficientemente educado para no hacer ningún comentario ante las indisimuladas miradas que recibe por parte de Kelsey y Dexy, incluso de Marisa. Mis amigas no dicen nada tampoco, aunque de vez en cuando puedo sentirlas mirándome y haciéndome muecas, nos sacamos muchas fotos en el proceso y en un momento Oscar, el mozo que nos atendió a la hora del almuerzo, se acercó con una bandeja llena de Supermans para beber. Brindamos y seguimos bailando.

El día pasa tranquilo, entre risas y bailes. En un momento paran la música para que Marisa tire el ramo y le ruego a las deidades del universo que no me toque a mí, y no lo hace. La que atrapa el ramo es mi tía Sharon, hermana de mi mamá, ella ha estado en pareja con un hombre llamado Louis desde hace un par de años, así que supongo que es una señal.

— Desde Europa, Dj Aleksandr –alguien dice por micrófono y solo resoplo al mismo momento que DJ turn it up empieza a sonar.

La fiesta vuelve a su cauce y, esta vez, las luces se apagan porque ya está anocheciendo, Mar y Walt aparecen con cotillón para repartir entre los invitados. Hay de todo: orejas de gato con brillos, corbatas flúo, vinchas con cuernos brillantes, alas de ángel y un montón de cosas. Yo he reservado una corona amarilla con luces, con las damas de honor tendríamos las mismas y los padrinos también usarían unas coronas de reyes. Marisa ama todo lo colorido, así que quiero creer que este es su momento favorito porque hemos visitado tiendas de cotillón al menos tres veces en la última semana.

Mis amigas también eligen cotillón y nos ponemos a bailar.

La canción cambia por el remix de Midnight City y escucho voces, principalmente de hombros, chillando. Esta es una de las canciones preferidas de Walt y con su banda han hecho varios covers.

— No puedo creer que vaya a decir esto –Zettie dice por lo bajo, logro escucharla–. Pero Alek es realmente un buen dj, aunque es un idiota en persona.

Tiene razón. No puedo desvalorizar su trabajo solo porque no se haya comportado bien conmigo. Es bueno haciendo música y no puedo negarlo.

— Hagamos como si fuese un dj normal –digo, evitando pensar en eso.

Las chicas asienten, sin embargo, es imposible tomarlo como normal… sobre todo cuando una chica, seguramente amiga de mi hermana, empieza a filmar un video diciendo que está en el mismo lugar que Dj Aleksandr. No creía que Alek fuese tan conocido, aunque si sé que en Europa va a muchos eventos y es dj residente en un club nocturno de Ibiza.

Sé que cada tanto me mira, puedo notarlo. Es difícil después de tanto tiempo hacer como si nada, especialmente si tuvimos una charla hace un par de horas. Me he pasado el día tratando de no verlo y ahora está tocando música frente a todos. Incluso mamá está bailando al ritmo de la melodía de Magenta Riddim, seguramente a ella sigue cayéndole bien porque cuando se fue, simplemente le dije que él había conseguido un buen trabajo y no planeaba verlo en un tiempo. Nunca le dije la verdad, porque si lo hacía, sabía que su forma de verlo cambiaría. Todavía no entiendo como he estado protegiéndolo por tanto tiempo.

Es tóxico.

Cada vez que pienso en todo lo que perdí por Alek termino con ganas de llorar por haberme dejado influenciar tanto por él. Ahora, con mi vida medianamente reorganizada  y tranquila, no quiero volver a los tiempos donde le pedía a él que me mande su localización para saber donde estaba o con quién, no quiero volver a las llamadas a todas horas ni tampoco a dejar de hacer otras cosas para vernos. Creo que, a esta altura, me merezco algo mejor: un título universitario y un bonito apartamento para dejar de vivir con mamá.
I Follow Rivers suena y recuerdo cuánto me gustaba esta canción años atrás.

Acompaño a Thelma a buscar un trago porque tiene sed. Yo también, incluso me siento algo cansada después de estar despierta por muchas horas.

— Whisky por favor –pide.

— Una Mimosa, no, mejor Cosmopolitan.

— ¡Shots de tequila! –mi hermana aparece, gritando.

Ella está demasiado contenta, no sé si es por el alcohol o porque es su boda, pero no deja de sonreír y chillar por todo. Por otro lado, no me apetece tomar tequila porque generalmente tengo consecuencias, como verborrea y dolor de cabeza, además, me da sueño y me quedo dormida en cualquier lado. Es como mi bebida prohibida.
A Thelma, sin embargo, le gusta la idea porque abre la boca en cuanto Carson le tiende una botella de José Cuervo a mi hermana.

— Oh, por dios –Marisa parece acordarse de algo, me agarra del hombro–. Michelle, nos olvidamos las pistolas de agua.

Mi mente divaga hasta recordar a dónde están.

— Iré a buscarlas.

— Sí, y luego hacemos shots de tequila.

— Te acompaño –dice Thelma, y las dos nos marchamos en busca de las dichosas pistolas de agua que están en el cuarto de mi hermana.

Marisa siempre ha dicho que quería una boda con todo. Esta lo ha tenido: banda en vivo, un buen dj poco conocido de Nueva York, un dj conocido en Europa, cotillón con luces, e incluso shots de tequila con pistolas de agua. Sin dudas, un día bastante especial.

En el camino, conversamos con Thelma sobre cómo la hemos pasado. Ambas estamos algo agotadas, después de todo no hemos dejado de bailar. Ella no toca el tema de Alek y se lo agradezco.

Al volver al salón, noto que muchas de las personas están acomodados en la mesa y no veo a Marisa por ningún lado. Decidimos sentarnos también.

Alek ya no está tocando, de hecho, no puedo encontrarlo entre toda la gente.

— ¿Qué está por pasar? –pregunto.

Mi tía Martha me contesta. Ella parece bastante ebria también, y ni hablar de su esposo.

— Se olvidaron de cortar el paste, ¿puedes creer? –se ríe y por inercia yo también lo hago. Un coro de carcajadas del resto de mis amigas se hace oír–. Me encanta la pareja, están tan ebrios como Steven y yo en nuestra noche de bodas. ¿A dónde se irán de luna de miel?

No puedo contestarle porque ponen música romántica y lenta, veo a mi hermana con Walt tomados de la mano antes de cortar un bonito pastel de dos pisos, decorado con calas y perlas. Cuando cortan la primera porción, ambos se dan de comer un bocado, sonríen y se sacan un par de fotos. A lo lejos veo a Kelsey haciéndome señas para que vaya con ellos. En el ensayo de la boda, que hicimos hace menos de una semana, cortamos el pastel justo antes del postre, y yo estaba parada allí para recibir una porción por parte de Walt.
Un poco avergonzada, me levanto y voy hacia allí. Me coloco al lado de Tom Walton, a quien no he visto en años. Él iba a la escuela conmigo y a veces venía a mi casa porque salía con una vieja amiga que ahora vive en otro país. Además de ser el mejor amigo de Alek.

— ¿Te olvidaste de esta parte? –me susurra. Como respuesta ruedo los ojos.

Recuerdo que por su culpa Aleksander está aquí y menos ganas de hablar con él tengo.

— No te culpo, yo también –habla solo, porque no pienso contestar–. ¿Te sientes bien?

— Sí –le digo, esperando que se calle.

— ¿Pudiste hablar con Alek? Estaba buscándote.

— Sí, hablé con él y…

No termino de hablar porque Walt me hace una seña para que reciba mi porción y nos tomemos una foto. Luego, decido volver a mi mesa con el resto de mis amigas.

— Tom Walton quería saber si he hablado con Alek –suelto, dándole mi primer bocado al pastel–. Por cierto, esto está delicioso.
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Con mis amigas salimos al jardín a tomarnos fotos para subir a Instagram, aprovechando que no hay mucha gente allí salvo unos cuántos fumadores. Las fotos en la pista del baile no son, precisamente, decentes… la mayoría de ellas está borrosa o nosotras hacemos caras divertidas, demasiado alcoholizadas. Las seis nos ponemos en fila y le pedimos a un señor que nos tome algunas fotos: sonreímos, posamos serias, hacemos muecas y en otra hacemos poses como si fuésemos supermodelos. Le pido a Ronnie que me tome una foto sola.

— Ella no tiene pulso –se burla Rebeca. Todas reímos.

— ¡Oye! –se queja Ronnie y la golpea suavemente en el brazo.

Después de sacarme un par de fotos y revisarlas –para no tener que tomarme más–. Me gustan, así que decidimos ir adentro a bailar antes de que la fiesta termine. Mientras caminamos, vuelvo a ver las fotos.

— Chicas, perdí uno de mis aros –exclamo, al darme cuenta que en una de las fotos me falta el pendiente de la oreja izquierda.

El efecto del alcohol a esta hora ha empezado a reducirse. He tomado muchísimo en todo el día y por fin estoy sintiéndome más consciente que antes.

— Te acompaño –dice Rebeca, pero niego con la cabeza.

— Está bien, voy sola. No me demoro.

Vuelvo al jardín, con la linterna de mi celular ilumino al suelo. No sé cuándo lo habré perdido, pero definitivamente no es hace mucho. Cuando fui al tocador, un par de horas atrás, todavía lo tenía… pero claro, luego vinieron shots de tequila y mucho champagne.

— ¿Qué buscas? –un escalofrío recorre mi espalda. Me volteo–. Lo siento si te asusté, te vi sola y supuse que estabas evitando a tu ex.

– Perdí mi pendiente –le explico a Tony, él está fumando un cigarrillo y hago una mueca de desagrado. Desde que no estoy con Alek que no fumo, era un hábito horrible y me dejaba mal olor en el cabello, gracias al cielo los cigarrillos electrónicos no lo hacen.

— Te ayudo.

Entre los dos nos ponemos a buscar, sin éxito alguno. Se forma un silencio incómodo que termina cuando me resigno.

— Debo haberlo perdido adentro, así que me lo sacaré y fingiré que no tengo pendientes –le sonrío–. Gracias por ayudarme.

Tony hace un gesto con la mano y luego se sienta en una de las sillas que estaban acomodadas para la ceremonia del mediodía, me hace una seña para que me siente con él.

— Bailamos un rato adentro y luego no te vi más, ¿seguías escapándote de tu ex?

— Es complicado… pero la verdad es que me la pasé adentro, bailando y tomando alcohol. Seguro debes pensar que tengo problemas con la bebida o algo, pero lo cierto es que solo bebo demasiado en situaciones de mucho estrés, y tener a Aleksander aquí es…

— ¿El dj? –Inquiere, yo asiento–. Lo supuse, o era él o el chico con el que hablaste mientras cortaban el pastel.

— Ah, ese es Tom Walton. El hermano de Walt y el mejor amigo de Alek, es un idiota pero no tanto como Alek –explico, mis palabras suenan atropelladas–. Lo siento, yo... no sé, solo que hablar de Aleksander no me gusta, es un tema delicado.

— ¿Y qué ocurrió?

Ante su pregunta, los recuerdos vuelven a mi mente. Como nos conocimos, los momentos que pasamos, las discusiones, el dolor que me dejó cuando se marchó. Lo sintetizo.

— Fue mi primer y único amor, se fue del país y no lo he vuelto a ver hasta hoy, después de tres años. Ahora tú dime, ¿has tenido una relación así?

Él carraspea, termina su cigarrillo e instantáneamente enciende otro. Me invita uno, y aunque sé que no debería, termino aceptando. Alek me ha enseñado que en una charla honesta generalmente intervienen los vicios. Cuando le doy la primera calada, me doy cuenta que no tiene nicotina. Por mi cara de desagrado, él se ríe.

— No fumo cigarrillos reales desde hace dos años, casi siempre uso un eléctrico pero hoy me lo olvidé y tenía estos en el auto. Y sobre historias de amor fallidas… tengo muchas. Bueno, en realidad solo dos pero son demasiado largas como para contártelas esta noche, cuando podríamos estar bailando o tomando champagne en la pista, si quieres puedo contártelas otro día.

Miro a mi alrededor, hay pocas personas aquí y la música del salón se escucha lejana. Debería estar con mis amigas en este momento. Resoplo. Estoy un poco cansada de los chicos, hoy he llegado a mi tope de cosas que soportar provenientes de ellos. Por ejemplo, ahora Alek está viéndome a lo lejos, fingiendo que pide un trago en la barra pero su mirada está claramente puesta en mí. Y Tony acaba de invitarme a una cita, a pesar que no ha sonado como una. Él quiere que nos veamos fuera de lo que es su trabajo, y me parece bien. Es agradable y seguro me hará olvidar de Alek por un rato.

Odio pensar de esta forma, pero sé que estando con alguien más durante el tiempo que Alek se quede aquí me hará dejar de pensar en él, al menos, por un rato. Nueva York en sí es enorme, y si nos reducimos a Dumbo, también es bastante grande, pero dado que Alek y yo compartimos un buen círculo en común, nuestras posibilidades de cruzarnos son demasiadas y no quiero eso. Por lo que sé, Tony vive en Tribeca y trabaja en Dumbo porque su mamá vive allí.

— Podemos vernos mañana y me cuentas tus historias –le digo, sin pensarlo.

¿El alcohol ha reducido sus efectos en mí? Vaya mentira. Hace menos de media hora que he tomado una copa de vino blanco y ahora necesito más.

— ¿No estarás cansada? Podemos dejarlo para otro día.

— No –le contesto–. Mañana está bien. A las ocho podemos vernos, tú elige el lugar y luego mándame un mensaje para encontrarnos.

Me levanto, sé que no debería hacerlo pero no puedo evitarlo. Me acerco y le doy un beso en la mejilla. Él permanece estático. De reojo veo a Alek, que toma su cerveza como restándole importancia al asunto. Lo suponía.

Me voy lo más rápido que puedo, un poco aturdida por mis acciones. ¿Qué más da? Que Alek esté aquí no debería impedir que me divierta…

De hecho, la regla número uno es que te tienes que divertir.
hemmo.
hemmo.


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Mensaje por indigo. Sáb 31 Mar 2018, 10:02 am

OMG menuda tarde me voy a pegar leyendo capítulos new rules - Página 2 1796689324
Dejo los comentarios en cuanto pueda new rules - Página 2 1477071114
indigo.
indigo.


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Mensaje por Jaeger. Dom 29 Abr 2018, 5:34 am

Alec:


lali:
Jaeger.
Jaeger.


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Mensaje por Jaeger. Dom 29 Abr 2018, 5:36 am

Espero ansiosa el de Kate new rules - Página 2 2841648573
Jaeger.
Jaeger.


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