Badlands | Novela Colectiva.

No puedo evitarloooo jaja Ivar es de mis favoritos y Hvitserk 
Y tú también me caes muy bien desde ahora. All hail king Ragnar! :D

Y me alegra que estés libre Kate, toma tu tiempo, lo importante es que estás de regreso. 
    

Kate, un gusto tenerte de regreso :D

Ambas tienen razón sobre el sueño, fue un pequeño vistazo a lo que le pasó en el rostro... ¡aunque faltan muchos más de esos! 
Y muchas pero muchas gracias Kate por tus palabras, me llena de alegría y emoción por seguir escribiendo sobre estos pjs. 
Como ya se vio en este capítulo, Odin es un líder que tiene que guardarse todo para el mismo y él es el que no se permite mostrarse débil frente a los demás. A pasado por mucho, y de a poco se sabrá más sobre su pasado.
En cuanto a Charles, si, creo que fue algo muy duro despertar así, pero el toparse con los desert wolves le cambiará la vida :D aunque no se sabe en que sentido aún...   
Muchas gracias por tu comentario, y me alegra que te encantara. ¡Un beso! 

CAPITULO 02

guess what, till' not the end of the world. get back to work.

Es el rugir de los motores, son los suspiros ahogados de los muertos. El olor a gasolina es mi medicina. Llena mis pulmones con su tóxico olor y alimenta mi mente. Pura adrenalina. Pero bajo ese manto de furia y odio, se esconde el terrible momento que me lleva a el origen que marcó mi caída.

Los ojos inyectados en agua de la chica se abrieron de nuevo al notar un asqueroso sabor metálico en su boca. Escupió al otro lado de su cama -o sábana andante- el resto entremezclado de sangre y la cena del día anterior. Cogió algo de la botella de agua de al lado de su cabecera -o saco de patatas- y escupió de nuevo.
Se incorporó sobre lo que se suponía que era su cama y trató de calmar su ritmo cardíaco. Todas las mañanas era lo mismo. Un ciclo que se repetía noche tras noche, hacía sus plegarias por que la próxima luna llena se retrasara.
Sacó el trozo de piel de su bolsillo y marcó el día 397 de su cautiverio.
Se quedó un rato mirando los palos dibujados y viendo como se le acababa el espacio. Se había jurado salir de allí antes de que eso pasara, pero ahora no estaba tan segura. Reflexionó un instante sobre cuándo se había empezado a acostumbrar a ese infierno. Lo cierto era que hacía tiempo que se había dado por vencido, al fin y al cabo estaba a salvo. Dormía pared con pared con su enemigo, pero al mismo tiempo este es el que le aseguraba de algún modo su supervivencia. Ese era el dilema dentro de su cabeza en los últimos 300 días, después de que aceptara convertirse en un siervo más de el mismo diablo.

El murmullo detrás de las paredes su cubículo la hizo reaccionar y ponerse en pie. Se acercó hacia la pila y se lavó un poco la cara para luego secarse con la apestosa toalla. Miró su rostro de reojo en el retrovisor de un camión que tenía colgado, a penas sabía donde acababan sus ojeras. Se recordó a sí misma que hoy era un día importante, debería recobrar muchas fuerzas antes de partir.
Unos pasos empezaron a acercarse anunciando la llegada de un posible intruso al que no había invitado. Recogió el arnés que tenía colgado sobre un clavo mal puesto y empezó a abrocharselo. La puerta se abrió y uno de sus pupilos entró, al verla se estremeció y le dio la espalda hasta que acabara. Por aquel gesto supuso que se trataba de Culebra, un niño bastante escurridizo pero no con agallas para nada.

— ¿Querías algo? —preguntó Thalia sin muchos ánimos.

— Si, emm… —empezó a pronunciar el muchacho sin saber muy bien que decir— Verás comandante, según tenemos planeado hoy se hace la gran salida para hacer la búsqueda de suministro y víveres para el mes siguiente. Pero según el mecánico el gran cañón no va a salir hoy. He tratado de explicarle el propósito del viaje pero aún así ha seguido preparando el que es más pequeño.

— Ah, perfecto —murmuró.

— Y después está lo de El hombre tinta, no sabemos nada de él desde la noche anterior.

— ¿Hay alguna cosa que no se haya ido al garete durante las últimas doce horas? —exclamó ella girándose para ver al chico parado de espaldas. Apoyó la mano en su hombro y le respondió:— Vamos a arreglar esto.


Acto seguido salió de su cuarto y siguió el pasillo hasta ir al fondo para bajar las escaleras hasta dos pisos más abajo, donde se encontraba el garaje y el puesto de arreglos. El complejo era una mezcla entre una mina y un hormiguero. Era bastante curioso que de las cosas más poderosas se encontraran bajo los cimientos de la misma colonia; la comida, los vehículos, etc. Y que gracias a un gran ascensor que ascendía a la parte superior, así como “la planta baja” cuando existían los edificios. Pero al mismo tiempo, las “pertenencias” privadas del Padre de todos se escondían en lo más alto de la cima de la colonia. Algo así como el cielo y el infierno, pero ambas con mucha riqueza de por medio y capaz de destruir las dos facetas del ser que les gobernaba. Pero por supuesto, eso nadie se lo planteaba.

Cuando llegó al taller, se hizo paso entre los mecánicos y el enorme caos laberíntico que había entre toda la chatarra que lo conformaba hasta llegar a un tío, que tenía sus gafas de sol puestas y se encontraba recostado en algo así como una silla.

— ¡Eh botella! —grita la chica al ver que estaba arreglando el depósito pequeño— ¿se puede saber qué coño estás haciendo?

— Arreglar la boca.

— Ah muy bien, ¿qué pretendías alimentar a todo el mundo con esa mierda? —le preguntó arqueando una ceja sin bajar su cabeza— Anda baja y revisa el camión grande, hoy nos llevamos ese monstruo.

Si Thalia daba una orden, tu la tomabas o la dejabas. Pero si tenías algo en contra no solo se lo estabas diciendo a ella, si no a el Padre de todos. Y él no quería un no como respuesta.

— ¿Dónde demonios está Ink?

— Tu sabrás donde está —respondió malhumorado.

Ella le pegó una patada a su asiento cambiando su postura y se largó con el chico, quien le preguntó qué harían ahora y ella simplemente hizo un gesto para que la siguiera. Se preguntó para si misma donde podría encontrarse aquél malnacido y una idea se iluminó en su cabeza; el calabozo. El cual era básicamente una jaula gigante que guardaban en una de las zonas más profundas del lugar, así que volvieron a bajar.

Unos extraños sonidos empezaron a ser más fuertes conforme se acercaban, el joven moreno de su espalda se había convertido en una estatua rígida y su temor podía olerse a kilómetros. De no ser por que un olor más fuerte salía del lugar. Los gemidos se incrementaron.
Y ahí estaba, su mejor guerrero teniendo sexo con uno de los mecánicos del taller. Tosió bruscamente para anunciar su llegada. Ambos recobraron la compostura y se vistieron al escucharla.

— Ink, ¿tienes idea de qué día es hoy?

— Eh, no.

— No, por supuesto que no. Mientras tu te tirabas a uno de los jodidos trabajadores que deberían estar arreglando nuestro camión más grande para salir a la búsqueda, los demás estamos preparando el operativo. Me da verdadera vergüenza encontrarme a mi mejor guerrero aquí, en un lugar asqueroso y destinado para la carroña que nos encontramos o a los traidores. —expuso mientras se acercaba cada vez más a su posición— ¿O es que acaso tu también eres un traidor? —le preguntó y él negó con la cabeza, a lo que ella respondió escupiendo a su lado— Vas a ir a lavarte y vomitar, no quiero que cuando te dirijas tu puesto de mando estés bajo los efectos del alcohol o ninguna otra droga que no sea adrenalina. Por que si no es así olvídate de tu puesto, y tu y tu amigo os quedaréis ahí, pero para el resto de vuestra vida. ¿Me he explicado con claridad?

El hombre cabizbajo asintió avergonzado y junto con su compañero dejaron el lugar mientras la mirada furiosa de Thalia les seguía.



Retorció por tercera vez el colgante de su cuello y volvió a hacerlo hasta se cortó sobre su cuello ejerciendo una ligera en la yugular. Si te mueves te la clavaras tu solo, lograba escuchar, pero tan solo era una voz en su cabeza. Cállate, se respondió a sí mismo.

No había nadie, estaba prácticamente solo y eso era lo más aterrador. No había rastro de ninguna civilización humana más que restos rotos que devolvieron a la carretera. Eso significaba dos cosas: o habían estado ya allí o alguien ya había registrado esa zona por ellos. En cualquiera de los casos eso solo significaba una cosa, y eran malas noticias. Las cuales debería notificarle a su superior a la vuelta.

— Eh Ty, los chicos están cansados de buscar entre la nada -dijo uno de los hombres de su escuadrón-¿volvemos a casa?

— ¿A casa?¿Llamas hogar a ese vertedero?, pensó el moreno, sin embargo respondió:- Una hora más y partiremos a nuestra base.

No soportaba la idea de volver con las manos vacías.

Se estaba sumiendo en una gran desesperación, nunca había vuelto sin nada. Para algo se hacía llamar recolector, buscaban objetos, comida, personas o cualquier cosa que pudiera servirles para algo. Pero esta vez no habían encontrado absolutamente nada. No se trataba de no ser capaz de encontrar algo, no traer nada de vuelta significaba no dar esperanzas a sus compañeros, a los hijos de estos y a cualquiera de los Desert Wolves. Y Ty pensaba que eso no era justo para nadie.

El tiempo pasó tan rápido como un mal sueño. Al final rendido ordenó a sus hombres que se dispusieron para llegar a casa. Conforme se acercaba a la base tan solo podía escuchar el latido de su corazón penetrando en los oídos, cada vez más y más fuerte hasta ser lo único que escuchaba: pum-pum, pum-pum, pum-pum.
La bastilla improvisada de metal se abrió para dejar pasar los coches, al entrar se abrieron y aparcaron en su sitio. Todos empezaron a aclamar sus nombres y se adelantaron para saludar y abrazar a los suyos. Ty dedicó una sonrisa torcida mientras se hacía paso hacia delante hasta toparse con su líder. Agachó la cabeza antes de enfrentarse a él. Le leyó su cara. En cuanto lo vió supo que algo no iba del todo correcto y fue directo al grano. El moreno le explicó que no habían sido capaces de encontrar nada útil del lugar, que no había nada. Concordaron en salir de nuevo al día siguiente, esta vez con su compañía. Él se limitó a asentir para luego marcharse a algún sitio donde estar a solas consigo mismo.

A penas consiguió conciliar el sueño. Se pasó parte de la noche dando vueltas en el suelo hasta que decidió que esa noche simplemente no iba a ser capaz de dormir. Decidió darse un paseo por la base para airear su conciencia. Se le había posicionado un peso en sus hombros del que no era capaz de deshacerse, y cada vez le pesaba más y más.

Miró a la luna y se preguntó qué le estaba pasando. Como algo así, que dentro de lo malo era algo bastante superficial ¿podía haberse quedado en su conciencia?. Tal vez era el hecho de sentirse inútil. ¿Si no era capaz de traer algo que supusiera la supervivencia de sus compañeros y la suya misma, para qué servía? No se había sentido tan sin recursos desde hacía más de un año. Y no podía evitar reconocer el dolor de aquella sensación vacía en las manos.
Bajó la cabeza e intentó calmar su ritmo cardíaco, le escocían los ojos pero no quería abrirlos. Se encontró con el objeto que colgaba en su cuello y lo agarró durante un momento. Se frotó la cara con las manos y fue en busca de algo de agua para aliviar la agonía que tenía en la garganta.

Cuando empezó a amanecer ya se había ocupado de prepararlo todo para salir en cuanto sus compañeros y su líder estuvieran preparados. Se quedó apoyado sobre la puerta del todo-terreno mirando a la nada, después de comer algo empezaron a colocarse en sus posiciones y subir a los vehículos. Una manzana fue lanzada hacía él, alzó la mano en señal de agradecimiento hacia la joven que se lo había dado. Lo cierto es que no había probado bocado desde la noche anterior.

— Oye Ty, ¿Te encuentras bien? —le preguntó a su copiloto sin apartar la mirada de la carretera, pero recibió una mirada confusa por parte del otro— A veces tienes cara de haber visto un fantasma, no soy el único que se ha dado cuenta.

— No soy yo el que se levanta con el puño abierto y gritando. —carraspeó.

— Todos nos levantamos así, todos hemos vivido nuestro propio infierno. —le explicó y Ty supo que tenía razón, aunque no quisiera reconocerlo en ese momento— Lo que te estoy diciendo no es que no pongas esa cara, a mi me da igual. Lo que quiero saber es si puedo confiar en ti. Ty, volviste al comando hace unos seis meses, me aseguraste de que estabas listo. ¿Sigue eso así?

— No es eso lo que me pasa. —le respondió. Su compañero le miró de reojo esperando que le explicara entonces qué demonios le pasaba— Lo de ayer no fue normal. Le he estado dando vueltas y no tiene sentido. Tenía ese lugar apuntado en mi libreta, habíamos pasado cerca algunas veces y seguía intacto, era nuestro secreto. Era nuestro. Pero cuando llegamos ayer fue totalmente distinto. Al llegar tuve una sensación extraña, no sé muy bien explicar el qué pero había un olor extraño en el ambiente, como a gas. No había símbolo de existencia humana. Estaba muy limpio.

— Igual te equivocaste de lugar.

— Joder Odin, yo nunca me equivoco del puto lugar, lo había marcado anteriormente. La marca seguía allí, pero lo demás no. Era como si todo hubiera desaparecido, y tan solo fuera un pedazo de tierra más. Ni siquiera habían pisadas. Y ese olor… —se quedó mudo al recordar el hedor que había presenciado el día anterior casi recordandolo en sus fosas nasales— Alguien lo limpió —dijo al final muy seguro de sus palabras.

— Eso es imposible y lo sabes, nadie más que nosotros pasa por esas zonas. Como mucho puede haber sido un nómada.

— No ha sido un nómada, tampoco ha sido un grupo. Era alguien que sabía muy bien lo que hacía, han borrado cualquier pista excepto la marca que dejé. Yo creo que lo han hecho a conciencia. Hace unos meses cuando encontramos la pista del lugar estábamos cazando, debería haber habido resto de alguna de mis flechas. Me puse a rastrear el lugar y la encontré en un árbol. Pero yo no había clavado aquella flecha, debería haber caído en el suelo no contra el árbol. Alguien la clavó allí con tanta fuerza que dejó un agujero en el árbol. Han sido ellos, estoy seguro.

— No. Tiene que ser una coincidencia.

— ¿Crees que en este mundo existe eso? —le cuestionó— Estoy seguro.

— ¿Un topo?

— Tal vez, o eso o están a punto de pisarnos los talones.



Caminaba bajo el sol cegador del mediodía directa hasta su puesto de mando, sube en su Elvis y le propina un beso al volante antes de comprobar que su arma sigue escondida. Está en el frente. Cuando les dan la señal arranca su carro para hacer rugir los motores al igual que sus compañeros, rutina que le parece de lo más estúpida y malgastadora con el suministro. Pero hace que las masas se enciendan.

De nuevo lo siente. La desesperación de los habitantes de la colonia que recae sobre el Padre de todos, teniendo fe ante alguien que tan sólo prevalece a sí mismo. Reclamando algo para comer, algo para beber, algo para seguir sobreviviendo.

Sus vitoreos y oraciones son como dagas para su estómago. No merece recibir nada de aquello, porque en realidad es falso. No hay dios, no hay oración que les sirva de ayuda. Ni tampoco existe la suerte. Solo existe una sola frase verdadera; prevalece el más fuerte. Esa es la ley de vida. La suya propia, la que inculca ante los más débiles y desesperados robandoles, encerrandolos y asesinandolos.

Pero no hay nada que pueda hacer. Solo hay un único deseo para Thalia: sobrevivir.

SORRY:

Bueno aquí el comentario. Tengo mi capítulo planeado y estoy empezando a escribir, así que espero subirlo lo antes posible. Un beso

Zoe: