FEARLESS (necesito chicas)

Titulo: FEARLESS
Autor: Anny Evans
Adaptación: No.
Género:  Múltiple
Advertencias: No subo a menudo.

“Shh, no tengas miedo.”

Para empezar todo era un puzle, uno de no acabar. Él parecía una especie de entretenimiento, que por más que te esforzaras, jamás acabarías completando. Estaba incompleto, roto. Nadie podría eliminar esas heridas, que a medida de que pasaba el tiempo, cicatrizaban. Aunque nunca guardó rencor a nadie, ni a nada, en su interior seguía sufriendo y culpándose por lo que pasó esa noche. Seguía sintiéndose esclavo de algo a lo que él solía denominar “niebla”. Su mirada estaba encendida, más de lo que lo había estado antaño. Era el dolor, eran las ganas de correr, lo que conseguían esto como resultado. Por más que quería no podía dejar de martirizarse. ¿A causa de qué? De ella. De la misma que había conseguido esto como resultado en muchísimas otras personas, y a la que parecía no importarle nada más que no hubiera sido su propia seguridad.

Ella se fue. Y dejó, no sólo a su única hija, sino a todos los de su alrededor con una mirada puesta en su regreso. Habían demasiadas expectativas en ello. Tenían una firme convicción en que algún día, sin importar fechas, ni hora, volvería de aquel sitio en el que algún día se perdió, para recogerla.
“Siempre se vuelve al lugar del crimen”-dijo el miembro más respetado de la Asociación. Una asociación que más tarde llegaría a encontrarme. No escapé de ellos, no lo hice, puesto que no sabía ni tenía idea de qué era lo que en realidad querían de ella.
Pero, ¿qué crimen podía haber sido cometido? No había nada de nada. Por más que buscaran diferentes puntos de vista no había manera de encontrarla culpable de nada en absoluto. Simplemente la buscaban, como a un tesoro, el más preciado.
Secretos. Así lo denominaban ellos. “Palabras selladas”. Era como si ella se hubiera llevado un secreto que ni siquiera le correspondía, como si ella hubiera sido la clave de algún acertijo que resolviera la mayor parte de los mismos. Y todos, claro está, deseaban saber qué era eso que se hallaba oculto.
Todos tenían la seguridad de que ella volvería a por su pequeña, pero jamás lo hizo. Aunque lo cierto fue, que jamás dieron con la niña, ¡y mucho menos con la madre! Habían sido borradas del mapa, eliminadas de la vida. Como si de una joya se tratase, buscaban pistas, y no descansaron jamás. Habían pasado ya varios años desde la última vez que la vieron. Ya eran muchos minutos desde que ella salió huyendo. Nadie pudo alcanzarla, no entonces, y menos ahora.

Había demasiadas personas interesadas en las dos pequeñas personas. “Habían sido una estrella fugaz”, decían, porque de la misma forma en que un día apareció, así mismo una tarde se fueron. La madre solamente buscaba seguridad, calidez. Pero no pudo encontrarla. No en ese mundo que la tenía atrapada. Ella tenía miedo. Todos sabían eso. Apenas daban con algo de información sobre algo que ella hubiera hecho para recopilarlo en un conjunto de miles de documentos que guardaban como al oro más preciado.
Pero Harry, él no. Él era diferente a los demás. La sombra de lo que es claro, lo real de la fantasía. Él sabía más de lo que decía que sabía, y lo guardaba en su interior. No soltó prenda nunca, ni tampoco se motivó a hacerlo cuando se enteraba de más datos. Se limitaba a asentir y a continuar con su vida como si de un chisme más se tratase.
“Todo eso son mentiras. Deberíais dejar de buscarla. Hizo bien su trabajo, haced bien el vuestro” –solía decir a las personas cercanas.
Nunca le dijeron nada que él no quisiera oír. Era como si le mostraran respeto, y fuera el niño privilegiado al que nadie podría herir jamás. Aunque él, solo, ya estaba suficientemente martirizado. A veces, lo notaban. Pero no preguntaban nada, ni siquiera una mirada le dirigían.

Sabía que debía escapar de todo eso, lo supe desde el momento en que lo vi. Me miraba como quien miraba a un fantasma. A veces sentía cómo sus ojos se clavaban en mí directamente. Y aún cuando me giraba a verlo, no apartaba la vista. Sus pupilas estaban directamente conectadas a mí. Sentía que de él colgaban todos los hilos controladores, como si él me manejara a su antojo. Aunque ninguna palabra saliera de sus labios.
Esas luces perladas que tenía por ojos a veces me sorprendían de una extraña forma, pues tenían algo que nadie más tenía. Era como si a través de ellos pudieran verlo todo por dentro, como un escáner. A veces se quedaba fijamente mirando un punto, daba igual dónde. Nadie podía moverlo de ese lado. Nadie.
Solía reír, a veces, y era melancólico. Parecían falsos todos sus movimientos, como si solamente hubiera estado haciendo un papel en una película. No era algo bonito de escuchar, puesto que a veces me daba intriga hasta dónde podría llegar con aquellas misteriosas acciones.
Supongo que no me importó, incluso que al principio me gustó. Intenté fingir que sólo era un chico más, de los que solamente querían llamar la atención de las personas. Pronto me di cuenta de que no. Era lo contrario justo lo que quería conseguir. Y así lo hizo.
Nadie quería estar junto a él en aquella pequeña jaula. Nadie apegaba siquiera un poco de sí mismo hacia aquel chico de apariencia temeraria.
Y, sin embargo, fue mi rara imaginación lo que me llevó a acercarme a Harry. En su totalidad, él era todo aquello que debería hacerme correr, pero sin embargo, por mi curiosidad y empeño, no pude apartarme de él.
No obstante, el tiempo pasó y él comenzó a mostrarme todas sus cartas. Las habían diversas, desde las más inocentes, hasta las más extrañas. Las habían únicas y las habían típicas. Solamente jugaba entre sombras. Nunca decía cuáles eran las verdaderas, ni siquiera daba pistas sobre su vida, ni sus controles.
Cada vez que adivinaba una nueva respuesta, él cambiaba las reglas. Solía decir: “Ten en cuenta que las realidades son diversas, que nada es lo que parece. Vamos, deja de fiarte de todo aquello que luce, las sombras a veces también tienen razón. Vamos, intentálo de nuevo”.
Ella lo hizo. Ella ganó el juego de las sombras y los misterios. Por eso tenía la clave. De hecho, ella había inventado y comenzado todo, unos años antes de que ella misma lo terminara. Y un secreto fue lo único que logró salvarse de la destrucción total.
Fue total porque nadie más supo nada acerca de ello. Apenas dos o tres personas habían sido capaces de observar cómo iba resolviendo todo, y comenzando otras cosas. Y una de ellas era Harry. Él, según decían, sabía todo.
Lo conocía todo acerca de todo lo que las personas querían saber. Y nunca decía nada. A veces hablaba conmigo. Y me hacía tener envidia.
Él sabía más que yo acerca de ella.  Y eso no me gustó jamás. Confiaba en que algún día me lo diría todo, pero se limitaba a darme raras explicaciones.
“Ella te busca a ti, deja de buscarla a ella” –me decía sonriendo de forma extraña.- “Tú conoces a su ser, porque eres parte de él, en ti fluye su misma sangre, puedes ser como ella, si así lo deseas.”
Así era. Ella, a la que todos temían pero a la vez buscaban. Ella, la que desaparecía cada vez que encontraban algún rastro de ella. Ella, quien no se cansó jamás de su propio juego. Ella, sí, ella era mi madre. Fue la misma que hizo sufrir a cuantos decía querer, y siguió su juego aún cuando nadie quiso seguirlo. Obligó a mucha gente a abandonar sus propias vidas, para seguirla como perritos falderos.
Entonces decidió continuar su vida, aparte de la mía misma. No se preocupó jamás de lo que había abandonado atrás, de lo que aún seguía dependiendo de ella.
“Si se alejó, por algo sería” –me repetía a mí misma continuamente.- “Deberían, simplemente, dejarla ir.”
Pero mis ganas de vivir, y la curiosiodad (que, como me enteré un tiempo después, heredé de ella, no me dejaron continuar como lo había hecho hasta entonces. Sino que decidí seguir, como los demás. Decidí continuar con todos sus rodeos.
Las ganas de dar con ella entraron en mí, como una bala directa al corazón. Entonces todo era demasiado tarde, ya no había tiempo para salir. Un juego había empezado y un juego... terminará. Pero sólo él tenía el control, y las reglas de todo. Y lo único que necesitba era sentirme... SIN MIEDO.