Witches of Providence Fall's.

Capítulo 03.

Todo era rojo, rojo puro como el infierno. Eran paredes infinitas en las que la pintura se deshacía y caía seca al profundo hoyo bajo mis pies, parecía que se estuviera marchitando, como una rosa cuando está seca y sus pétalos se caen. Tras esto se reflejaba por una luz roja parecida a la que producen las llamas. Notaba como las lágrimas me quemaban la piel debido a el calor, mis ojos estabas hundidos en un eterno escozor. Todo a su alrededor crujía como si el techo, si lo había, fuera a caerme encima y tapiarme en una tumba de escombros.  También podía saber a la perfección que no solo me encontraba asustada, si no más bien aterrada. Y ese miedo indescriptible me venía de algo, algo que no sabía con exactitud ya que me encontraba sumida en una nube extraña desconcertante y pese a que no veía de manera nítida sentía lo suficiente para saber que era real.

Entonces escuché una voz, me resultaba familiar pero al mismo tiempo desconocida, y esta simplemente decía: Huye, huye, huye o la oscuridad acabará atrapándote.

Sin embargo a pesar de tratar de correr hasta agotarme parecía acabar en el mismo punto y nunca llegaba a la puerta, parecía un pasillo infinito. Entonces veía una sombra y mi corazón se aceleraba, no se parecía a nada normal, humano algo que fuera reconocible, más bien parecía la sombra del mismo diablo que estaba detrás de mi, pero si me giraba no parecía haber nada pero la seguía viendo al frente.

Un trueno sonaba y lo que antes podía haber creído que era un techo ahora era un cielo que prometía la tormenta del siglo, parecía un lienzo de Dalí se veía tan abstracto, y un cielo tan oscuro que contrastaba con las nubes poderosamente grisáceas y blancas. Veía imágenes, visiones pero no eran nada claras, apenas veía unas personas, luego truenos, una iglesia y otro relámpago más. El último pareció que me alcanzaba paralizándome y que luego me dejó ciega. En ese infinito lugar blanco estaba una chica rubia, que no podía ver con claridad puesto que no parecía quererlo ya que su pelo siempre se ponía frente a su cara, sin embargo si la escuchaba.

Después todo se volvió oscuro en un instante y estaba de nuevo en el infierno pero esta vez me encontraba frente a la puerta. A mi alrededor no veía nada más, solo la inmensa puerta de dos metros de color rojo, bajo mis pies una alfombra la cual parecía no dejarme caer en el vacío pero el resto era de color negro. Mi mano cogió el pomo redondo y frio. Traté de abrir la puerta pero al principio no cedía, después esta se abrió con un simple click y mostró un lugar que parecía en llamas pero en cuanto esta se abrió del todo y el suelo bajo mis pies desapareció. Y empecé a caer, caer y caer. Parecía como si fuera Alicia cuando se adentra en la madriguera solo que sabía con exactitud que yo no acabaría en el país de las maravillas...

Desperté con la sensación de haber estado encerrada en un horno durante horas, incluso olía a chamuscado. La sudor caía sobre mi frente y me encontraba con el cuerpo empapado. Cuando me quise dar cuenta mi sábana estaba quemada y la silueta de mi mano impresa en esa quemadura. Salté de manera brusca de la cama cayendo en el suelo de mi cuarto asustada por ello, fui hacia el baño corriendo hasta el lavabo. Dejé el agua pasar y enfriar mis manos, como si fuera necesario, a continuación lavé mi cara, apoyé los brazos a los dos extremos del lavabo y me miré en el espejo. Estaba siendo paranoica probablemente eran solo imaginaciones mías, me repetía. Es solo por ese estúpido sueño de siempre. Pero cuando me quise parar a pensar no recordaba nada de lo ocurrido en mi mundo onírico.

Olía a tortitas hasta en mi cuarto, definitiva ese olor me daba la vida por las mañanas. Aún me sentía húmeda, así que me deshice de la ropa y luego fui a coger algo para salir. Cuando me quise dar cuenta parecía tan seca como si me hubiera secado con una toalla, aun que esto se debía a que la ventana estaba abierta, pero ¿Quién había abierto la ventana?

Moví mi cabeza sacando pensamientos absurdos de esta, acabé de vestirme y fui al baño para acabar de arreglarme. En eso que se escuchó un ruido fuerte y eso erizó mi piel. Angélique no puedes dejar que estupideces te coman la cabeza. Bastante temblorosa asomé mi cabeza por la puerta para ver la otra ventana abierta y como uno de los marcos se había caído. Llegué hasta ahí en un instante furiosa.

―Vale, ya basta. ¡Si hay algún espíritu en mi habitación que se manifieste de una maldita vez!

Si hubiera sido de noche hasta se hubieran oído el sonido de los grillos. No obtuve respuesta. Bufé y cerré todas las puertas y ventanas, después vi que aún seguía mi sábana quemada así que le tiré un cojín encima y cerré la puerta bruscamente. Cosa que hizo que mi padre me gritara por mi nombre. Ups, pensé.

Al bajar a la cocina mi padre estaba sirviendo ya el desayuno.

― ¡Hola Pa! ―le saludé con una sonrisa y besé su mejilla.

― Hola caramelito, ¿Qué pasaba ahí arriba?

― Oh nada, solo que pensé que había un bicho en mi habitación ―dije con dificultad ya que tenía la boca llena y él se rió.

― Al final anoche viniste, ha pasado algo con tus amigas.

―Oh no es nada, solo que al final se me olvidó el saco y no me apetecía dormir en el suelo. Además olvidé mi mochila, así que cuando acabamos el maratón de películas me vine a casa. ―mi padre me miró con una mirada extraña no muy convencido, así que agregué: ―Dios esto está muy bueno pa, ¿le pusiste arándanos?

― Si, exacto ―respondió a mi pregunta―, tu habitación parece una papelería llena de posits en las paredes y muebles, no se que voy a hacer con esa cabecita tuya.

Al levantarse revolvió mi cabello y yo volví a mis pensamientos repasándolo todo. Al final esa noche se puso muy extraña, tenía tantas ganas de ver el lugar, estaba segura de que la iglesia aguardaba muchos secretos, aun que no estaba segura de querer pasar por allí de nuevo y acabar como Caroline yéndome a otro mundo. Aun que tal vez estuviera bien eso, aun que si acabara ene l mundo de los muertos dudaba estar dispuesta a eso, se siente triste eso. Pero esas palabras tan extrañas que leímos, lo que pasó, las cosas raras de esta mañana…

El televisor se encendió, en el hablaban de un documental sobre vudú, eso me puso los pelos de punta.

¿El espíritu me estará diciendo que fue víctima del Voodoo? Me pregunté.

Entonces se apagó y luego se encendió de nuevo, miré a mi padre quien al darse cuenta trató de apagarlo pero este no hacía caso. Y empezó a darle golpes con la mano pero nada lo paraba, hasta que llamaron a la puerta. Me quedé alucinada pero antes de querer lidiar con algo me levanté y dije: Yo voy.

Al abrir la puerta me encontré con mi amiga Brisa, no dudé un momento y la rodeé con los brazos. En ese momento solo necesitaba un abrazo y me daba lo mismo si no era correspondido. Sin embargo ella cedió de inmediato y sonreí. Su coraza se iba deshaciendo. O tal vez fuera por lo de anoche pero el abrazo se sentía bien, así que me despedí de mi padre y entré en el auto de Brisa.

―Oye tu padre te ha dicho algo de por que no has ido a clase.

― Oh bueno no me ha preguntado nada de eso, solo por que al final dormí en casa, pero no le preocupa demasiado que vaya o no a la escuela. Es decir, confía en mi y me da esa libertad supongo.

Ella solo pronunció un Ah, y luego miró fijamente a la carretera. La veía un poco distraída, por lo que supe que seguramente todas no solo yo misma, nos encontrábamos extrañas.

― Están pasando cosas extrañas, Brisa ―empecé, y ella apretó un poco sus manos contra el volante. Supe que me escuchaba y seguí con mi disparate― Hace un momento mi televisor se ha encendido y apagado solo, y después ha empezado a cambiar de canales solo, estoy bastante segura de que hemos llamado algún espíritu.

Pero ella me sorprendió con otro comentario al que me esperaba;

— En realidad, creo que es algo mucho peor que eso.

Eso fue raro, todo lo era. Había que investigar, saber más sobre ese lugar y el tipo de cosas que estaban ocurriendo ¿y que mejor lugar que la biblioteca para ello?

— Tengo una idea —dije yo—, creo que deberíamos ir a una biblioteca.

Cuando llegamos Brisa se disculpó para buscar algo de comer pero la conocía lo suficiente como para saber que no quería estar ahí dentro puesto que era bastante incapaz de aguantar el silencio. Sin embargo para mi si me gustaba, siempre me gustaban las bibliotecas hay miles de historias de aventuras y magníficos conocimientos.

Saludé a Sally con un giño, la bibliotecaria y me adentré en el mar de libros. Lo primero que hice fue coger algún diccionario de latín y normal, no fuera a ser que me encontrara con alguna palabra que estuviera en ese idioma o no supiera el significado. Después cogí libros variados sobreexperiencias extrañas, fenómenos, espiritismo y de más. Dejé la pila de libros sobre la mesa y mi bolsa al lado para seguir buscando. Me estuve paseando por las estanterías durante minutos viendo a ver que encontraba. Sabía que era una posibilidad entre un millón pero deseaba poder encontrar una réplica o un libro semejante al de la anterior noche. Encontré una sección donde habían distintos documentos históricos del pueblo y encontré algunos periódicos, una biblia y un libro sobre nigromancia, y detrás de este parecía haber algo. Cogí el libro y lo aparté para luego coger el papel enrollado.

¿Qué será? Me pregunté a mi misma. Un hechizo, no eso no en todo caso sería una receta. Una carta sobre un amor prohibido entre una chica respetable y el padre de la iglesia, no demasiado cursi. Igual es el testimonio de algún asesinato no resuelto o el testamento de algún soltero. No, ¡es el mapa o escrito de algún tesoro!

Fantaseaba con mil cosas, e incuso pensaba en vivir aventuras como en los goonies.

Me senté en mi mesa de nuevo y miré a mi alrededor a ver si había alguien sospechoso, desde al haber cogido el papel notaba como si tuviera una sombra, pero decidí no hacer caso a mi cabeza boba. Solté el cordón y abrí el papel secreto lentamente por si era demasiado frágil e este se rompía. De este salió una especie de crayón pastel que cayó sobre mi mesa. Dejé la hoja y lo olí, puaj, olía peor que una rana o un troll. La tiré sobre la mesa asqueada y cogí el papel para leerla, pero no había nada escrito. Solo parecía tener polvo, lo que provocó que estornudara y salpicara levemente sobre el papel un poco de saliva. Entonces al mojarlo salió un poco de tinta, y las palabras empezaron a salir. Me concentré tanto en la carta que no noté como alguien se sentaba frente a mi.

Hola, seguramente te estés preguntando cómo hemos llegado hasta a ti Angélique, —¿Cómo saben mi nombre? Me pregunté a mi misma— la respuesta es sencilla; te hemos estado vigilando aun que no lo hayas percibido. Por favor enciende la vela que te adjuntamos la cual te sumirá en un dulce sueño para que así sea más sencillo comunicarnos contigo. —Miré con mayor asco el pastel, el cual ahora sabía que se trataba de una vela “mágica” — Igualmente como no podemos saber con especificación de que la vayas a encender hemos impregnado la carta con el mismo polvo, así que probablemente estés a punto de desmayarte. No te preocupes nos veremos muy pronto y lo entenderás.

Efectivamente como decía la carta empecé a marearme y mi visión empezó a emborronarse, solo pude ver como al dejar la carta caer la persona frente a mi se levantó y eso fue lo último antes de casi estampar mi cara contra la mesa.

Durante el viaje, si es que lo hubo, noté mi mente medio consciente. No era consciente del todo pero notaba como mi cuerpo daba tumbos y me desplazaban de un lugar a otro, podía escuchar sonidos, el ruido de un zapato chafando piedras, e incluso sabía que me habían cargado. Y sin embargo no podía hacer nada, ni mover un párpado para mirar, era frustrante.

Cuando desperté me encontraba encorvada en un una silla incómoda, al ver que también tenía una mesa supe que era un pupitre, luego al mirar al frente y ver una pizarra supe que me encontraba en un aula. Venga Angélique, sitúate un poco más rápido. ¿Estaré en el instituto? Me pregunté. Pero luego lo negué al instante, esa aula no estaba en el instituto, me conocía todas las aulas de ello estaba segura entonces ¿donde?

Al reponerme y apoyarme sobre la mesa divisé a brisa, ella también estaba, y esa era Shirley, luego aquella otra Zoe… Estábamos casi todas, notaba como mi corazón me pesaba, parecía algo de lo más extraño y no en el buen sentido, ¿en que clase de lío se meten un par de adolescentes por leer un estúpido libro?

Mi mente solo podía hacer preguntas y no recibir respuesta alguna, tenía demasiadas. Como por ejemplo: ¿Quiénes eran esos chicos parados de ahí? ¿y el otro hombre? Podía sentir como todas de alguna manera nos encontrábamos de la misma manera, extrañadas y sin acabar de saber como reaccionar.

Después de al menos cinco minutos de espera entro Venice acompañada por un chico que la cogía que luego la sentó en un pupitre, también entró una chica rubia. La cual me resultaba bastante familiar, sabía que la conocía pero no recordaba haber estado con ella en la escuela o algún lugar del pueblo. ¡Era la chica de mi sueño! Sabía que era ella aun que no le hubiera visto el aspecto pero era ella tenía que serlo, eso tenía que tener sentido, aun que no sabía mucho que clase de sentido.

―Usted es la mujer de mi sueño ―le con su voz dulce y curiosa, todavía mirando a Faye.

Empecé a hablar conmigo misma, esto ya se salía de juicio, había escuchado muchas cosas. Había tenido que soportar un secuestro indebido con drogas, transportado malamente hasta una institución publica donde se dedican a contar trolas para robar órganos o experimentar con adolescentes, de cualquier forma hasta ahora era totalmente ilegal. Por no decir que no sabía que especie de droga nos había dado para alucinar de semejante manera. O más bien en vez de una institución educativa se trata de una mental.  Y por si no fuera poco ahora dice que lo que nos hace especiales, que no normales, es que somos brujas. Tal vez en otra vida, o en una situación imaginaria estaría posiblemente encantada, de pequeña no soñaba otra cosa que con hogwarts, magia el oráculo, otros mundos (aun que esta no la descartaba) y seres encantados. Pero verdaderamente a estas alturas de la vida debería tomarme como un cumplido el  hecho de llamarnos “brujas” o como un insulto. Además que no había nada que lo justificara, es decir, que pasen un par de fenómenos extraños no indica eso, tal vez se deba a que este a punto de haber una alineación de planetas, ¿verdad Angélique?

―Sigo sin creerle ―dije una vez recuperado las fuerzas y poniéndome de pie lo más firme que soportaba.

No se si era que mis piernas no se sujetaban, o que mi cabeza parecía tardar en reaccionar para cuando quise mirar Brisa tenía un arma puesta en su sien. Y después en un abrir y cerrar de ojos, las luces se apagan y cosas extrañas pasan incluso suena un chascarrillo eléctrico. Y ella se abrazaba junto a Venice, sentía que empezaba a respirar. Y el chico rubio dijo algo sobre ser su protector, luego el hombre mayor con aires de creerse Zeus o el padrino (solo que menos siniestro, o tal vez no), hablando de instrucciones y extrañas cosas como cazadores. Además de tener el doble de clases o algo por el estilo, no entendía nada.

Empezaba a dolerme la cabeza.

Baltasar nos indicó que aprenderíamos cosas de brujas, supuse que tendría que ver con hechizos, magia e algo más. También insistió en que deberíamos de aprender defensa personal, lo que Venice preguntó sarcástica como siempre y él se limitó a sonreír.

— Lo que me lleva a esa parte, su instructor será sus respectivo protector…los chicos que las han traído aquí.

Hubo un silencio de cinco segundos, antes de que la sala explotara con un montón de insultos y chillidos. Escuchaba voces por todos lados.

— No digo que lo odié —alargé—, pero  no esperará que una persona que nos ha traído contra nuestra voluntad a este lugar nos vaya a entrenar, ¿o sí? Si para empezar, debió haber sido usted el que nos llamará.

—En realidad lo hice de manera más delicada que otros de mis compañeros —dijo mirando de reojo a Trenton. Lo que provocó que se ganara la mayoría de miradas de la sala de manera asesina y él bajara la mirada al suelo.

— No hubierais acudido —intervino Faye—, no lo hubiera hecho.

—Además, se supone que acaso ahora piensan cazarnos y quemarnos como las brujas de salem. O tan solo nos ahocarán en la plaza del pueblo. —inquirí saliendo del pupitre y apoyándome en la mesita. Siguiendo la guía de Brisa.

Veía luces rojas.

Baltasar empezó a dar nombres desconocidos, diciendo cosas sin sentido sobre los cazadores y su líder. Poniendo en juego a los “protectores” y a nosotras como punto, pero seguía sin entender que pintábamos realmente, cual era el objetivo de este juego.

Brisa se desfalleció en el suelo, mi amiga de la coraza de oro, esa que tanto me cuesta abrir para abrazar. Esto nos estaba pasando factura, yo no quería eso. No entendía por que no podía parar de pensar pero apenas podía pronunciar palabras, me sentía débil y asustada. Nunca me había sentido así desde que era pequeña.

— Entonces ahora que se supone que hacemos, ¿nos vamos a casa y se ponen en contacto como la CIA, o nos van a seguir reteniendo aquí como acosadores que son? — preguntó Abby

— ¿Angélique estás bien? —preguntó Faye.

Su pregunta me sorprendió, por una parte por que todos en este lugar parecían saber mi nombre y por otra parte no sabía a que se refería. Pero noté algo mojado encima de mi labio y cuando toqué con mi mano vi mis dedos manchados de sangre, hacía más de diez años que no me sangraba la nariz. Sentía la presión de mi corazón en la sangre y como el dolor parecía salir por ahí también.

— Puedes acompañarla —dijo mirando al muchacho de cabello castaño— Si serán libres de irse cuando lo deseen, pero recuerden que no pueden contarle esto a nadie.

— A quien se lo vamos a tomar. Nos tomarían por locas y encerrarían en un psiquiátrico antes que creernos. —dijo

— Como iba diciendo, no pueden confiarle este secreto a nadie puesto que pondrían en peligro su vida dando información sobre su identidad, nunca se sabe si los cazadores están cerca y deben tener cuidado. A partir de ahora vendrán las tardes aquí para tomar sus clases, por lo demás todo seguirá normal. Debéis entender que esto no es por otra cosa que por vuestro bien.

El chico me acompañó guiándome con su mano en la espalda. No había visto antes los pasillos del lugar, puesto que había estado inconsciente, pero resultaban muy interesantes. Habían alumnos conviviendo de lo más normal con sus uniformes planchados, las paredes eran de un caoba intenso e oscuro, muy bien colocadas las planchas e incluso con grabados dibujados. El suelo era de planchas de parqué, algunas paredes tenían cristaleras de colores por donde la luz se colaba iluminándolas. Después de dos o tres pasillos y pasar por una de las bibliotecas más majestuosas que había visto llegamos a la enfermería. El castaño insistió en que me sentara en la camilla y echara la cabeza hacia atrás.

— Toma —me dijo entregándome un trozo de algodón— Ahora póntelo en la fosa nasal y haz presión para que se cierre la hemorragia e inclínate hacia delante para no tragar sangre y respira por la boca. Tendrás que estar así unos diez minutos.

— Sabes mucho de esto, ¿te pasa a menudo? —observé.

— De pequeño solía volver a casa con la nariz roja y a veces sangrando.

— ¿Es que solías pelearte? —pregunté de manera curiosa y él bajó la mirada.

— Más bien de manera involuntaria.

— Bueno soy Angélique —me presenté estirando la mano y esbozando una sonrisa— ¿Y tu eres?

— Lo se —empezó él y reacioné con un "cierto" pero después siguió— : Soy Ian.

— Encantada Ian, ves podríais haber empezado por algo así —inquirí y él rió— Oye, ¿como supiste que iba a buscar en ese apartado y encontrar esa carta?

— En realidad no lo sabía, pero en el expediente ponía que eras bastante curiosa... Llámalo intuición pero dejé eso ahí por probar, igualmente era el plan A. Si no hubiera funcionado te hubiera tenido que poner un paño con el polvo para que lo inhalaras y fuera instantáneo.

— Oh, gracias entonces —dije con los ojos un poco más abiertos de lo normal y seguí pensando con una mueca— Espera... ¿tienen un expediente de cada una? ¿nos habéis espiado?

Antes de que Ian pudiera responderme entró Abby corriendo y me abrazó para luego cogerme de la mano y decirme:

— Venga nos vamos a casa.