La sangre volverá a correr {Novela de Los Juegos del Hambre}

Los azulados ojos de Teesha se posaron sobre nosotros en el momento que llegó, estaba más que claro que con el grito de aviso de Dorotheea sabía lo que ocurría; la mujer del Capitolio le explicó que nos estábamos besando, cosa que no era "crear bebés", pero ella le daba dramatismo. Luego salió del lugar, mirando de soslayo la lámpara y lamentando su gran pérdida; salió murmurando un pequeño plan de como repararla, pero ya no le prestamos más atención. Nathan y yo estábamos sentados al borde de mi cama, mientras que Teesha estaba apoyada sobre el marco de la puerta, en un sepulcral silencio, observándonos con sus ojos entrecerrados, formando dos finas rendijas.

-Si desean mostrar que realmente Nathan ama a Lucy al frente del público, cosas como estas deben de dejar de pasar- fue lo único que dijo, más como una orden que como una sugerencia. Ambos asentimientos con la cabeza, sin gesticular palabra alguna. Aún podía ver lo rojo que estaba Nathan, de vergüenza por haber sido pillados.

Luego de haber dicho eso, nuestra mentora dio media vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás suyo. Minutos de silencio fueron seguidos después de su partida, pero una simple duda abarcó mi cabeza. ¿Por qué había llegado Nathan a mi habitación, a esas horas? La mejor manera de averiguarlo sería preguntar.

-¿Por qué viniste?- pregunté serenamente, mientras miraba fijamente al suelo, sin querer mirarlo a los ojos. Podía sentir los suyos sobre mí, pero aún así seguí jugando con la alfombra en mis pies. Un momento después volteé para mirarlo, mientras que este buscaba algo en los pantalones de su pijama, hasta que sacó un broche dorado y lo puso sobre una de mis manos.

Era el Sinsajo, el que Hazelle Hawthorne me había entregado hace uno o dos días atrás, el cual veía al interior de la cajita que Teesha había dejado sobre mi mesita de noche, sinceramente no recordaba. Lo tomé entre mis manos, acariciándolo como siempre, limpiando la leve capa de polvo que tenía.

-Lo encontré debajo de mi cama, al parecer debió de haberse quedado cuando fuiste esa noche a mi habitación; no estoy seguro- dijo, mientras que miraba igual de atento al broche como yo- Pensé que se me había perdido, pero al parecer Hazelle te lo regaló. Considero que va mejor en tus manos que en las mías.

-¿Cómo sabes que Hazelle me lo entregó?- pregunté, mirándole con curiosidad en mis ojos.

-Porque creo que ella era quien más acceso tenía a mi broche, pues lavaba mi ropa, además que ese broche da protección, algo que ella desea para tí- respondió él, como si no tuviera mucha importancia. Pero para mí si la tenía. ¿Hazelle deseaba mi protección? ¿Para qué? Si con suerte me conocía, gracias a pequeñas conversaciones que he tenido con ella. Lo más probable es que desee que esté viva para que así Nathan vuelva con vida.

Acto seguido Nathan lo sacó suavemente de mis manos y corrió mi cabello oscuro de mi hombro derecho, para poner el broche en mi pecho. Me quedé mirando el broche, ahora puesto en mi prenda de arriba del pijama grisáceo, al igual que Nathan; este sonreía levemente, admirando aquello.

-Te queda perfecto- susurró, mientras seguía admirando el broche. Lo miré dudosa, su sonrisa mostraba como si aquello le trajera millones de recuerdos. Pudo sentir mis ojos sobre él, por lo que levanto los suyos, estos llenándose de lágrimas que contenía soltar- Sabes que perteneció a mi madre, ¿verdad?

Con aquella simple pregunta me logró aclarar lo que realmente estaba sintiendo en ese momento. No pude evitar atraerlo hacia mí y abrazarlo, para que apoyara su cabeza en mi hombro y soltara toda sus lágrimas ahí. Acaricie su amplia espalda, dando a entender que estaba bien llorar, mientras sentía como pocas lágrimas mojaban mi hombro. Me abrazó por la cintura y así estuvimos por un rato, ninguno de nosotros deseaba deshacer el abrazo; fue otra cosa la que nos obligó a separarnos. Un lento y sonoro aplauso que sonó por la silenciosa pieza, para ser precisos.

-Sorprendente, rubiecillo; fingiendo amar a la rubia débil cuando en cambio estás con la p*rra morena- dijo la fría e insoportable voz de Ethan. Mi mandíbula se tensó y mis ojos se volvieron dos rendijas cuando lo miré, no podía soportar el hecho de tener frente a mis ojos; ¡Dios! Quería que muriera lo más rápido posible. Sus ojos como el hielo se fijaron en mí- Y tú, pensé que no eras lo suficientemente humana como para sentir algo cálido.

-No me confundas contigo, Ethan- su nombre lo dije con un desprecio y asco más que notorio. Por otro lado Nathan se paró de golpe y camino hacia Ethan, siendo un poco más pequeño que él, pero más macizo.

-No le digas p*rra a Broegan, que no lo es- en su voz había furia y molestia. Nunca había visto a Nathan de esa manera; Ethan se encogió de hombros, como diciendo "pero lo es". Me puse de pie para tomar a Nathan del brazo y alejarlo del idiota de Ethan, pero ya era muy tarde, pues el acto de Ethan había sido la gota que había rebasado el vaso. No logre darme cuenta cuando el puño de Nathan se encontraba en la mandíbula de Ethan, haciendo que este cayera al suelo.

-¡Nathan!- fue lo único que logré gritar, pero este ya se había lanzado sobre Ethan.

Traté de sacar a Nathan de encimada de Ethan, este último recibía múltiples puñetazos en la cara por parte del rubio. Nathan era mucho más fuerte que yo, por lo que sólo me alejó con una mano de ellos y continuó luchando con el moreno; este ya había reaccionado y ahora rodaban por el suelo golpeándose en distintas partes del cuerpo. Les gritaba a todo lo que podía, sintiendo como todo el mundo despertaba ahora, Dorotheea, Teesha y Lucy aparecieron por sus respectivas puertos, quedando impactadas con lo que sus ojos presenciaban. Me acerqué a Teesha, sintiendo como ella evitaba sonreír al darse cuenta que Nathan estaba haciendo polvo a Ethan; este, de vez en cuando, lograba dar uno que otro golpe, pero Nathan llevaba más que la delantera. Con una sacudida de brazo logré sacarla de su distracción, haciendo que me mirara atentamente.

-¡Debemos separarlos!- le grité, para que así pudiera escucharme por sobre los gritos de Dorotheea. Esta les exigía que se separan de inmediato, pero sin atreverse a acercarse; parecía urgida por que se separaran, casi como si algo terrible fuera a ocurrir si no lo hacían. Teesha pareció dudar a lo que dije.

-¿No crees que Ethan se merece unos cuantos golpes?- me preguntó, tratando de convencerme de no separarlos. Dio lo mejor que pudo al notar mi mirada de reproche- Vamos, Broegan, que Nathan le esta ganando por mucho; deja que el moreno estúpido aprenda que no es superior a todos. Y tranquila, que nada le pasará a tu querido e intocable Nathan.

Lo último pareció causarle gracia, mientras yo entrecerraba mis ojos, pero aún así lo dejé pasar. Preocupada, aún, de como fuera a quedar Nathan después de la pelea, volteé a observar la pelea. Era lógico lo por encima que Nathan estaba del moreno, ahora estaban haciendo más fuerza que golpe, tratando de derribarse el uno al otro, pues estaban de pie. Chocaba suavemente la punta de mi pie derecho contra el piso en esera a que Teesha pudiera ver sufrir a Ethan lo suficiente como para poder detener la pelea. Cinco golpes en la mandíbula por pare de Nathan bastaron para que Ethan escupiera un líquido rojizo -sangre- y ahí fue cuando Teesha se dinó a detener la pelea, empujando a Ethan para que se sentara en el suelo.

-Quédate ahí que te traeré hielo- dijo Teesha- Inmensa idiotez debiste de haber hecho para ser golpeado por Nathan.

-¿Qué te hace pensar que hice una idiotez?- exigió el moreno, con sangre cayendo de su boca, con los dientes rojizos, esforzándose por ocultar su dolor. Teesha se volteó a verlo, deteniendo su caminar a la cocina.

-Porque los idiotas hacen cosas a su nivel- luego de aquello se dirigió a la cocina- ¡Ahora todos a dormir, que mañana se presentarán ante los Vigilantes y los quiero bien descansados! Todos menos tú, Ethan, te doy el permiso de llorar toda la noche por la paliza que te dieron.

¿Presentarse ante los Vigilantes? ¿Tendríamos que mostrarle algún talento nuestro? Obviamente no era ninguno artístico, sino que sería -o debería ser- sobre armas. No demoré nada en concluir que usaría las cuchillas, pero sólo deseaba que las presentaciones fueran en privado, pues sino el plan de Teesha de mantener nuestras habilidades secretas fracasaría. Dorotheea se acercó a mí, entregándome un botiquín de emergencias para curar a Nathan, le agradecí con una sonrisa e indiqué a Nathan para que fuera a mi habitación. Antes de ingresar, sentí la mano de Dorotheea sobre mi brazo y como hacía que volteara, sus ojos fueron a mi broche, mientras que una serena sonrisa aparecía en sus labios.

-Ponla más arriba, así estará más cerca de tu corazón- fue lo único que dijo, para acto seguido cambiar la posición de mi broche un poco más arriba. Me dedicó una amplia sonrisa, como si aquello hubiera hecho que le cayera mejor, mientras que acomodaba mi cabello detrás de una oreja; luego fue a su habitación.

Me encontré con los verdosos ojos de Lucy, quien aún no se había ido y ahora me observaba curiosa, al igual que a mi broche. Se acercó rápidamente a mi, con los pies descalzos, vistiendo un camisón color crema, que llegaba hasta sus tobillos.

-Antes que nada, quería pedirte perdón por lo que hicimos- dijo Lucy. Siempre había sido una chica muy transparente, nunca había sido una buena mentirosa, y por aquello mismo me dí cuenta que decía la pura verdad. Le dediqué una amplia sonrisa, para que no se sintiera mal o se echara la culpa.

-No hay de qué disculparse, no estoy molesta ni nada; antes si, pero ahora ya se me pasó- aclaré, aún sonriendo, mientras que ella me miraba sorprendida, como si no creyera- Es en serio.

-¿Mejores amigas de nuevo?- me preguntó después de abrazarme fuertemente, con una amplia sonrisa en su rostro.

-Nunca hemos dejado de serlo- respondí, mientras la abrazaba de vuelta. Luego de separarnos sus ojos volvieron a caer en el broche, y podía notar claramente que se preguntaba de donde rayos lo había sacado- Hazelle Hawthorne me lo entregó, a través de Teesha. Dice que me mantendrá segura y, de esa manera, a ustedes dos también.

Pude ver su cara de comprensión, me habría quedado a conversar más con ella pero sentí un leve gemido de dolor venir de mi habitación, por parte de Nathan. Lucy también pareció escucharlo, razón misma por la que me dijo con un gesto que podía ir a sanarlo de los golpes de Ethan. Luego de una sonrisa ingresé a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí, dirigiéndome hacia Nathan, quien estaba recostado en mi cama; se sobaba el brazo izquierdo, donde había un enorme moretón. Sin decir nada saqué del botiquín un pedazo de gasa, al cual le puse una gota de alcohol y la sobe sobre su labio superior, el cual estaba más que cortado. Un pedazo más grande de gasa fue a parar en su brazo derecho, donde tenía un corte bastante preocupante que se había hecho con la punta de una mesa metálica cuando lo había empujado Ethan, notaba como aguantaba un grito cuando puse alcohol sobre él, pero eso le ocurría por luchar antes de los Juegos.

-¿Por qué golpeaste a Ethan?- le pregunté, sin sacar mis ojos de su herida que sobaba con la gasa mojada en alcohol.

-Porque te insultó- respondió, como si no hubiera otra razón, casi sorprendido de que preguntara. Aquello hizo que involuntariamente apretara mi mandíbula, para luego mirarlo a los ojos.

-Puedo cuidar de misma, Nathan, no hacía falta que me protegieras- seguido de aquello saqué una cinta para enrrollarla alrededor de su herida, con la gasa debajo de esta, y luego la amarré para evitar que se infectara.

-Pero quería hacerlo- dijo, mientras se sentaba en el borde de la cama, observando como me ponía de pie y me dirigía a guardar todas las cosas. Mi mandíbula dolía de cuan apretada la tenía. Una de las múltiples cosas que me molestaba eran que trataran de cuidar de mi y protegerme, cuando en cambio yo podía hacer aquellas cosas por mi sola. Me hacía sentir...vulnerable e independiente. Me dí vuelta de golpe, observándolo a sus ojos grises.

-No vuelvas a arriesgar tu propia integridad por mí, porque no vale la pena- fue lo único que hablé, para luego guardar en un cajón el botiquín. Nathan parecía sorprendido ante mis palabras, aún sentado sobre mi cama, con los ojos abiertos como plato, mirándome; yo sólo ignoraba aquello, yendo a sentarme a su lado.

-Si vale la pena- protesto delicadamente, en un susurro. Levanté rápidamente la vista para encontrarme con sus ojos, dando a conocer mi molestia por su acto.

-No, no la vale; pues yo puedo protegerme a mi misma y si tu llegaras a ser herido por tratar de cuidarme, aquella herida sería en vano- respondí, con la mandíbula tensa y mi voz que demostraba mi seriedad. él bajó la vista al suelo, sumido en sus pensamientos; ¿Qué pensara? Al parecer debió de ser algo gracioso, pues una sonrisa de lado apareció en sus labios, aunque esta poseía un toque sarcástico. Seguido de aquello se puso de pie y caminó lentamente hacia la puerta, con mis ojos como pesas sobre él, para voltear a observarme, aún sonriendo sarcásticamente.

-No debería sorprenderme que tu enorme orgullo no te permita decir un simple "Gracias" o considerar que no sólo tu tienes la habilidad de la fuerza- abrió la puerta y se dispuso a salir, pero paró a murmurar algo que con suerte escuché- El orgullo tiende a ser un enemigo mortal.

Dicho esto último, la puerta se cerró de golpe a sus espaldas, resonando por toda la habitación, sin importar que fue cerrada con delicadeza. Y ahí me quedé, sorprendida ante lo que me había dicho, una vez más, pues con cada segundo que pasaba con Nathan me daba cuenta de lo poco que lo merecía a mi lado.